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1er Foro de Arqueología, Antropología e Historia de Colima
Juan Carlos Reyes G. (ed.)
D.R. © 2005
Gobierno del Estado de Colima, Secretaría de Cultura
EL ÁRBOL Y EL BOSQUE
El dato arqueológico a través de los programas de rescate.
Mtra. Ma. Ángeles Olay Barrientos
Arqlga. Laura Almendros López Centro INAH Colima
Introducción
La situación de la investigación arqueológica actual en el Estado de Colima es
sumamente particular, ya que los trabajos arqueológicos de investigación,
conservación, protección y difusión del patrimonio, que corresponden al Instituto
Nacional de Antropología e Historia, se han visto limitados en los últimos años
prácticamente a las tareas de protección urgente de los sitios arqueológicos, que
ya fueron afectados o que se encuentran en vías de transformación más o menos
inmediata, sobre todo, a causa de obras tanto públicas como privadas.
Esto se puede observar al adentrarse en el estudio de los expedientes que
conforman el archivo de arqueología del Centro INAH Colima, donde se aprecia el
incremento desorbitado en la actividad relacionada con rescates y salvamentos
desde mediados de los años noventa del siglo pasado.
El acelerado proceso de modernización y los programas de desarrollo
económico, al no marchar integrados a las políticas de conservación del
patrimonio cultural, han provocado una grave contradicción entre el cambio y la
conservación de monumentos históricos y arqueológicos. Un factor clave en este
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proceso es el que ha desempeñado el incontrolable crecimiento demográfico de
las ciudades medias del país, aunado éste a la escasa costumbre de la sociedad
de acatar los programas de regulación urbana. Ello ha provocado la invasión de
zonas arqueológicas, la destrucción o alteración de importantes edificios y zonas
históricas, así como serias afectaciones al patrimonio cultural, en general
causadas por las obras de infraestructura colaterales a dichos procesos. No debe
perderse de vista, a la vez, que los intereses inherentes al mercado inmobiliario y
la especulación del uso del suelo son de entrada antagónicos a cualquier
programa de conservación de zonas arqueológicas y monumentos históricos.
Esta situación produce toda una serie de circunstancias en las que se
desarrolla el trabajo arqueológico de esta región de Colima y que merecen ser
analizadas.
I. El escenario y los antecedentes de investigación
Es importante señalar que a pesar de que esta realidad de crecimiento urbano
descontrolado ha afectado y afecta, básicamente, a la zona conurbada de las
ciudades de Colima y Villa de Álvarez, se puede empezar a observar como en
zonas más alejadas de estas mismas ciudades o bien en los municipios
circunvecinos, como es el caso de Comala, empiezan a proyectarse grandes
obras de infraestructura como libramientos o zonas habitacionales de alta
densidad, entre otras.
Respecto a la cuestión geográfica, esta zona conurbada se ubica, al igual
que el resto de los municipios de Colima, Comala y Villa de Álvarez, y parte de los
municipios de Cuahutémoc y Coquimatlán, dentro de la región fisiográfica del Valle
de Colima, mismo que ocupa una superficie de 888.502 km2, lo que significa el
16% del total del estado (Síntesis Geográfica de Colima, 1981).
Este valle se encuentra dominado por el Volcán de Fuego (4,200 m.s.n.m.),
el cual le da una configuración geográfica y climatológica específica. El valle inicia,
propiamente, al pie de dicho volcán, hacia los 1,700 m.s.n.m. en forma de abanico
hacia el suroeste, sur y sureste, bajo un sistema de lomeríos suaves y
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descendentes, con cañadas que bajan hasta los 400 m.s.n.m. El área es, en
general, de brecha volcánica y, dada la disposición radial de las lomas y arroyos,
presenta hacia sus periferias áreas planas cada vez más amplias. Hacia el sur se
extiende un gran llano y hacia el oeste una sierra de laderas tendidas y una
meseta lávica.
El valle, con un clima cálido subhúmedo, ha sido desde tiempos remotos
lugar propicio e ideal para asentamientos humanos, no sólo por presentar
numerosos arroyos en una región donde suele llover apenas tres meses al año,
sino también por la actividad del volcán de Fuego que con sus emisiones
periódicas de ceniza ha fertilizado los suelos, creando una superficie más apta
para la agricultura, base de la economía de los antiguos pobladores de este valle.
El rango de altitud en dicho valle determina, al mismo tiempo, diferencias
sensibles de clima y vegetación: en el extremo norte donde predominan los
lomeríos y las cañadas existen bosques de encinos; mientras en la meseta se
observan especies típicas de la selva baja caducifolia y matorral subtropical.
Sin duda, esta gran posibilidad de obtener recursos y productos
procedentes de diversos ambientes, pero en un espacio relativamente reducido,
fue un enorme estímulo para las economías locales.
Esta área del Valle de Colima ha despertado el interés de muchos, desde
algunos estudiosos colimenses hasta académicos como los de la Universidad de
California y muchos investigadores del INAH.
Las diferencias de orientación en las investigaciones son destacables, ya
que mientras los estudiosos locales tenían como intención principal la
recuperación de su patrimonio, es decir, la conservación de su pasado, intención
unida al coleccionismo; no es hasta la llegada de Isabel Kelly, investigadora de la
UCLA cuando el estudio arqueológico de Colima, pero sobre todo del Valle de
Colima, adquiere un carácter científico, académico y enfocado a la investigación e
interpretación de los vestigios arqueológicos de la zona, esto con el fin de conocer
el proceso histórico de la misma desde la época prehispánica, además de insertar
a esta área dentro del devenir de una región más amplia como es el Occidente de
México.
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Así pues, las investigaciones de Kelly se dieron en dos etapas, primero
entre 1939 y 1940 y después regresó a Colima a fines de los años sesenta y
principios de los setenta del siglo pasado. En estas estancias en Colima, la
arqueóloga consiguió dar respuesta a muchas de las incógnitas de la arqueología
del estado, y fue capaz de sentar las bases para trabajos futuros, aportando en
aspectos tan importantes como la formulación de las catorce provincias cerámicas
del Occidente de México (Kelly, 1948) y la elaboración de la secuencia cerámica y
cronológica del centro de Colima (Kelly, 1980).
Ella estableció esta secuencia cultural a partir de lo que denominó Eje
Armería, labor lograda a través de numerosos recorridos y excavaciones cuyo
objetivo concreto fue el de encontrar estratigrafías confiables a partir de las cuales
poder fechar con certeza los materiales recuperados.
A pesar del gran trabajo realizado por I. Kelly, sólo en su publicación de
1980 hace una meticulosa descripción de los sitios explorados, mismos que
corresponden a aquellos lugares en los cuales sus exploraciones detectaron
materiales referidos a una fase en específico: la fase Capacha. El croquis de
localización del material Capacha incluye únicamente diez sitios, ocho de los
cuales corresponden propiamente al valle, otro se ubica en la cuenca del río
Salado y el décimo en las cercanías del área de Tuxcacuesco.
La descripción de los lugares nos remite a espacios de lomeríos o
plataformas aluviales en las que sólo se aprecia en superficie material cerámico y
lítico, tal como martillos, metates, etcétera. Como la misma Kelly lo señala la clave
para encontrar panteones Capacha derivó de su relación con moneros, los cuales
le dieron las pistas para excavar en lugares susceptibles de contener materiales
como los que buscaba. Los moneros buscaban tumbas de tiro en estas mismas
lomas, de lo que se puede inferir que era también el lugar elegido por los pueblos
más antiguos del valle.
De esta manera, los lomeríos (hummuks o lomas tepetatosas producidas
por derrames lávicos del volcán de Fuego) que abundan en el extremo norte del
valle sirvieron como un elemento primordial para los asentamientos, usando éstos
tanto como base para las primeras construcciones de las aldeas como para la
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ubicación de panteones, siendo el sitio indicado para la excavación de los
depósitos mortuorios desde los tiempos de la vieja tradición Capacha a los
pueblos pertenecientes a la tradición de tumbas de tiro, las cuales fueron
reutilizadas en épocas posteriores, como reporta la misma Kelly (1978) al analizar
los contextos de las tumbas que excavó en El Manchón.
A través de una descripción de las características de las diferentes fases
del Eje Armería, la autora señala que es, precisamente, hacia la emergencia de
las fases Colima y Armería cuando se sucede un cambio visible en las formas de
estos asentamientos. Ya que se comienza a observar la presencia de basamentos
de planta rectangular organizados alrededor de patios de plantas rectangulares o
cuadrangulares. A pesar de que estas plataformas son de poca altura y las plazas
no son muy abundantes, es factible reconocer un sitio en superficie cosa que no
ocurre en las etapas anteriores en donde se hace imprescindible la excavación a
fin de confirmar la existencia de remanentes arqueológicos que definen un sitio.
No es sino hasta el desarrollo de asentamientos de grandes dimensiones
como La Campana (fase Armería) y El Chanal (fase Chanal) cuando muestran
mayor complejidad constructiva mediante la existencia de plataformas de varios
cuerpos, plazas con altares, juegos de pelota y barrios organizados a partir de
conjuntos sucesivos de estructuras distribuidas alrededor de patios. En estos
casos los sitios se observan no sólo en superficie sino incluso a través de la
fotografía aérea.
Un caso notable es el sitio del Potrero de la Cruz, cuya arquitectura muestra
filiación con la Tradición Teuchitlán, es decir, estructuras de planta circular
formando patios redondos, el cual no ha podido ubicarse cronológicamente con
certeza, ya que no ha contado con ninguna intervención arqueológica. Sin
embargo se sabe de la existencia de tumbas de tiro saqueadas en el sitio, lo cual
deja entrever la posible existencia de arquitectura compleja para el valle alrededor
de fines de la fase Comala, es decir entre 300 y 500 d.C., si fuera así se trataría
del sitio con arquitectura compleja más antiguo del Valle de Colima.
Así pues, a pesar de la gran aportación de Kelly a la comprensión de las
primeras ocupaciones humanas de Colima, fueron muchas las problemáticas que
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quedaron apuntadas y a las que no pudo dar respuesta, así como también muchos
fueron los trabajos que planteó y que quedaron pendientes, mismos que se han
ido retomando por parte de otros investigadores llegados a estas tierras atraídos
por la riqueza de su arqueología y el interés por sus contextos.
En este tenor surge la arqueología institucional, es decir, la que se realiza a
través del Instituto Nacional de Antropología e Historia, misma que empezó a tener
mayor presencia en esta región a partir de la creación del Centro Regional de
Occidente con sede en Guadalajara, Jalisco, y del que dependían los trabajos
realizados en Colima, los cuales no fueron muchos sino hasta la creación del
Centro Regional de Colima a partir de 1984.
La creación de estos Centros Regionales (ahora Centros INAH) buscó
propiciar hacia el interior de la República los mecanismos para la coordinación
entre dependencias federales, estatales y municipales, a fin de promover las
acciones que se estipulan en la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas
Arqueológicas, Artísticas e Históricas de la Nación. En este ámbito se crea el
Centro INAH Colima.
A partir de ese momento la presencia institucional se dio de una manera
más intensa, enfrentándose a una muy desagradable realidad: la de un saqueo
organizado y con una larga tradición en el estado.
En este sentido es que los arqueólogos del INAH, que dicho sea de paso se
reducían a dos o tres investigadores, se dedicaron a una de las labores principales
del Instituto, la más necesaria en ese momento en la zona, la protección de un
patrimonio profundamente afectado, alterado y destruido. La intención, entonces,
fue frenar lo más posible todo este dramático saqueo que aquejaba a la
arqueología de Colima, dedicándose prácticamente de lleno a la protección y
conservación de la gran cantidad de remanentes arqueológicos que quedaban en
la región.
La necesidad de conservar se torna en la principal tarea de los arqueólogos
que trabajan la región y, en gran medida, esta necesaria pero absorbente
dedicación actuó en detrimento de los proyectos de investigación en sí, proyectos
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necesarios para continuar aportando respuestas a muchas de las problemáticas
arqueológicas regionales.
Cabe mencionar que, unido a este trabajo de protección y conservación del
patrimonio, también se dieron a la labor de realizar tareas de difusión del mismo,
con la apertura de museos, la realización de exposiciones, conferencias, artículos
de divulgación, etcétera, cubriendo así otra de las labores propias del INAH,
además de creando conciencia en la sociedad sobre la importancia de su
patrimonio.
Sin embargo, el aspecto de la investigación es el que quedaba siempre un
tanto desequilibrado y estaba sujeto al estudio de zonas que se iban a ser
afectadas por obras de infraestructura, más que a los intereses de un estudio
concreto de área.
Esta situación, como mencionábamos anteriormente, se vio incrementada
en el estado a partir de los años finales del siglo pasado y vino de la mano de un
gran crecimiento urbano debido a un considerable aumento demográfico que se
tradujo en obras de construcción de fraccionamientos, infraestructuras viales,
edificación de grandes centros comerciales, así como plantas de procesamiento
de productos de consumo, entre otras.
En este momento es cuando realmente el trabajo arqueológico del INAH en
el estado queda prácticamente circunscrito a las labores de rescate y salvamento
en una zona delimitada como el área conurbada de Colima y Villa de Álvarez,
donde básicamente se centró este crecimiento.
A la fecha la mayoría del trabajo arqueológico sigue practicándose dentro
de esta misma estructura, las ciudades de Colima y Villa de Álvarez siguen
creciendo y son cada vez mayores las demandas de servicios, lo que hace que los
arqueólogos se encuentren inmersos en una dinámica de emergencia por proteger
el patrimonio que será afectado a corto o mediano plazo, quedando así la
investigación subyugada, por una parte, a la arbitrariedad de dónde se construirá
la obra, y por la otra a los pequeños espacios de tiempo dedicados a las labores
de gabinete, las cuales quedan rebasadas por la cantidad de material
arqueológico que espera su tratamiento.
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Es destacable ver como, dentro del proyecto de evaluación que se está
llevando a cabo sobre los últimos trabajos arqueológicos en el estado de Colima,
se puede observar el gran desequilibrio entre los trabajos de rescate y salvamento
en la entidad, los cuales ascienden, aproximadamente, a ochenta y cuatro desde
la creación del Centro Regional Colima, contra los proyectos denominados
específicos, de los que actualmente en proceso existen dos, El Chanal y La
Campana, teniendo en cuenta que desde la instalación del Centro Regional éstos
no han de haber sido más de una decena.
Éste es un ejemplo claro de cual ha sido la dinámica del trabajo
arqueológico en la entidad, a partir de la cual se pueden inferir diferentes aspectos
que a continuación se apuntarán.
II. El trabajo arqueológico en nuestros días.
Muchas son las problemáticas que se derivan de este tipo de trabajo arqueológico
que se da en el estado, sin embargo nos gustaría destacar sólo algunas de ellas.
La escasez de investigaciones concretas y dirigidas a dar respuesta a
preguntas específicas sobre los procesos culturales que acontecieron a las
sociedades prehispánicas en Colima es una de éstas.
La investigación dirigida mantiene una metodología en la que el objeto de
estudio es definido con claridad permitiendo la postulación de hipótesis, la
búsqueda de información, el análisis crítico de datos y, posteriormente, el
enunciado de conclusiones.
En cambio en la investigación con objeto de proteger, conservar y registrar
las estrategias son distintas, ya que las variables son muchas y prácticamente
ninguna depende de la propia investigación o del interés del arqueólogo por un
área o época concreta. En estos casos, el arqueólogo se adapta a lo debe
investigarse, convirtiéndose esta investigación prácticamente en un apéndice del
trabajo de protección del patrimonio.
Claro que este trabajo permite recuperar una gran información que
enriquece cada día más la investigación aportando datos que se integran a esos
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“vacíos” existentes en el conocimiento del desarrollo prehispánico, a pesar de
estar sujeta no a los intereses específicos del trabajo arqueológico, sino a la
dinámica de afectación del patrimonio.
Es necesario establecer un equilibrio entre la necesidad de conservar y
proteger el patrimonio mediante acciones de rescate y salvamento y la
obligaciones propias de la investigación arqueológica en México. Es decir,
encontrar la forma en que la protección genere investigación de calidad, que
permita la integración de los estudios del estado a los que se están produciendo
en regiones cercanas y relacionadas con ésta, ya que la historia de Occidente se
encuentra sesgada sin una integración de las investigaciones generadas en
Colima, es necesario pero se requiere que esta información tenga criterios que
permitan su comparación.
A partir de este desequilibrio mencionado surge otra problemática, ésta de
orden metodológico, que se centraría en una falta de definición de sitio
arqueológico en el estado de Colima.
Respecto a este tema son muchas las variables que deben ser analizadas,
ya que para empezar este tipo de trabajo con base a rescates y salvamentos hace
que se restrinjan las áreas trabajadas a los límites de la obra en concreto.
Gracias al Proyecto del Atlas Arqueológico en el estado, mismo que tuvo
lugar en los años 1987 y 1988, se registraron 278 sitios en la entidad, de los
cuales en el Valle de Colima se ubicaron 78 en el municipio de Colima, 16 en Villa
de Álvarez, 10 en Comala y 41 en Cuahutémoc. Cabe señalar que la mayoría de
los asentamientos registrados por el Proyecto Atlas se trata de sitios con
estructuras, ya que se ubicaron mediante fotointerpretación, y como vimos este
tipo de sitios que se pueden observar en superficie suelen ubicarse
cronológicamente después de 500-600 d.C. Además de estos sitios, se tenían los
registrados por Kelly, sobre todo para la fase Capacha, y posteriormente, en los
primeros años del Centro Regional se pudieron ubicar otros sitios que se conocían
tanto a través de denuncias como de recorridos propios de los proyectos
específicos de los diferentes investigadores del Centro INAH Colima.
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A partir de las acciones de rescate y salvamento es difícil identificar un sitio
arqueológico ya que, como mencionamos, se restringen a los límites del predio en
cuestión.
El concepto de sitio arqueológico se ha definido como el área localizada
que muestra signos de alteración antrópica observadas por la metodología
arqueológica, además de todos aquellos lugares que se concibieron en la
cosmovisión de los pueblos prehispánicos e históricos. Hay quien lo define como
cualquier evidencia de uso o transformación por parte de los grupos humanos
antiguos, es decir, un elemento arqueológico aislado se podría considerar un sitio
ya que involucra la actividad humana. En concreto el sitio debe ser una unidad
especialmente aislable.
Todo esto nos lleva a una dificultad sobre la definición de sitio, básicamente
en dos aspectos, el relacionado con las fases tempranas que no son observables
en superficie y el sobrepasar el límite del fraccionamiento, obra de infraestructura
urbana y/o cualquier otra obra que genere un rescate o salvamento, también en el
caso de las fases con evidencia arquitectónica.
Esto es de suma importancia ya que en la actualidad, a través del estudio
de los últimos trabajos realizados en la zona conurbada, se observa cómo es fácil
ubicar más de ochenta rescates elaborados, pero la dificultad aumenta cuando
queremos traducir éstos en cantidad de sitios arqueológicos, entendidos como
unidades culturales en espacio y tiempo concretos. (Fig. 1, 2 y 3)
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Fig. 1 Ubicación de los rescates arqueológicos (en azul) realizados en la zona conurbada desde 1986
hasta mediados de 2004.
NO. NOMBRE DEL RESCATE AÑO
1 El Moralete 1981
2 Fracc. Jardines Residenciales 1987
3 Fracc. Las Palmas 1987
4 Las Ánimas 1988
5 Fracc. Lomas del Pedregal 1989
6 Fracc. Res. Sta. Bárbara 1992
7 El Camichín (Las Guásimas) 1995
8 Fracc. Villas de los Pinos 1995
9 El Volantín 1997
10 Grupo Modelo 1997
11 Parcela 24 El Chanal 1997
12 Ex-Hda. San Cayetano 1998
13 Fracc. Res. Esmeralda 1a tem. 1998
14 Fracc. Res. Esmeralda 2a tem. 1999
15 Predio 35-43-53 R. Esmeralda 1998
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16 Predio 35-43-53 R. Esmeralda 1998
17 Fracc. Lomas Sta. Elena 1998/99
18 Hospital Universitario 1998/99
19 Tramo A 3r Anillo 1998/99
20 Prolongación Av. Constitución 1998/99
21 Casa de Piedra 1999
22 Tramo B 3r Anillo 1999
23 Tramo C 3r Anillo 1999
24 Parcela 9 Mirador de la Cumbre 1999
25 Complejo de Seguridad de GEC 1999
26 Fracc. Colinas de la Joya 1999
27 Fracc. Las Parotas 1999
28 Fracc. Real Vista Hermosa 2000
29 Libramiento Oriente de la Cd. 2000
30 Parcela 18 Ej. Villa de Álvarez 2000
31 Parcela 15 Ej. Villa de Álvarez 2001
32 Predio Sr. A. Ramos 2001
33 Complejo Edificios Administrativos 2001
34 Fracc. Prados del Sur 2a Sección 2001
35 Parcela 1 Ej. Fco. I. Madero 2001
36 PRI IVECOL 2001
37 Parcela 10Mirador de la Cumbre 2001/02
38 Parcela 11 Mirador de la Cumbre 2001/02
39 Circuitos Mexicanos de Nogales 2002
40 Parcela 19 El Chanal 2002
41 Fracc. Las Fuentes 2002
42 Colegio Alfa 2002
43 Tramo carr. Los Limones-Pueblo Juárez 2002
44 Fracc. Los Olivos 2002
45 Planta de Tratamiento de Aguas Negras 2002
46 Colegio Inglés 2002
47 Loma Sta. Bárbara 2002
48 Res. Esmeralda II Norte 2002/03
49 Ampliación 3r Anillo 2003
50 Parcela 8 Ej. El Diezmo 2003
51 Res. Esmeralda Norte 4 2003
52 Predio La Primavera 2003
53 Parcela Km.1.9 El Chanal 2004
Fig. 2: Rescates arqueológicos en el municipio de Colima.
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NO. NOMBRE DEL RESCATE AÑO
1 Manuel M. Diéguez 1984/85
2 Col. Alfredo V.Bonfill 1986
3 Fracc. Hdas. del Centenario 1993
4 El Centenario Construyendo Patrim. 1997
5 Cajita de Agua 1999
6 La Tapatía 1999
7 Seal Loma Bonita 1999
8 Fracc. Villas de Bugambilias 1a et. 1999
9 Fracc. Villas de Bugambilias 2a et. 2000
10 Rancho San Francisco 1999/00
11 Predio La Luz 1999/00
12 Fracc. Real Bugambilias 2000
13 Lomas de la Higuera-Real de Montroy 2000
14 Predio Rústico Cobarrubias 2000
15 La Tapatía II 2000
16 Jardines del Llano 2000
17 La Tapatía III 2000
18 El Camichín 2000/01
19 Fracc. Carlos de la Madrid Virgen 2001
20 El Casco 2001
21 Fracc. Sindicato de Trabajadores H.A.V.d.A 2001
22 El Yaqui 2001
23 Fracc. Villa Flores 2001/02
24 Fracc. Campestre Torrecillas 2002
25 Puerta de Hierro 2002
26 Las Lagunas 2002
27 Lomas de la Villa 2003
28 Fracción C Fracc. Tabachines 2003
29 Fracción D Fracc. Tabachines 2003
30 Fracción B Fracc. Tabachines 2004
Fig. 3: Rescates arqueológicos en el municipio de Villa de Álvarez.
El proyecto de salvamento o el programa de rescate se registran en la
mayoría de casos con el nombre que llevarán las nuevas colonias, dando una
impresión de denotar un espacio definido, en suma un sitio particular. Muchas de
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estas intervenciones son colindantes entre sí y lo que se ha definido con tres o
cuatro nombres realmente podría tratarse de un único sitio arqueológico.
El problema, entonces, radicaría en definir lo que entendemos como sitio,
existe una necesidad de especificar los criterios para considerar sitios
arqueológicos en el estado de Colima.
Para definir estos criterios se deberían tener en cuenta aspectos como la
continua ocupación de los mismos espacios, lo que hace que en prácticamente
todos los trabajos de rescate o salvamento se excaven contextos de fases
culturales diferentes.
Pero además, existen aspectos como que los sitios pertenecientes a las
fases Capacha, Ortices y Comala (1,500 a.C.-500 d.C.) suponen una gran
dificultad de definición toda vez que no se observan evidencias arquitectónicas en
superficie y que los contextos que se conocen se limitan a espacios funerarios
tales como panteones.
Para fases posteriores a éstas es más factible la delimitación toda vez que
los vestigios arquitectónicos en superficie presentan mayor evidencia.
En otro tenor, es importante mencionar las diferencias de deposición de
sedimentos que se da entre las dos áreas donde se han ubicado la gran mayoría
de estos trabajos de excavación para protección, en concreto se trata de la parte
norte donde la deposición de sedimentos es muy escasa debido a la pendiente lo
que hace fácil ver arquitectura en el caso de que exista. Sin embargo, este hecho
junto con el de albergar tumbas de tiro en la gran cantidad de lomas tepetatosas
que caracterizan su paisaje, han propiciado que haya sido el área preferida de los
moneros para cometer sus destrucciones.
Por su parte, al oeste y suroeste de la zona conurbada se extienden
grandes terrenos relativamente planos, donde existe una enorme acumulación de
sedimentos producto del arrastre de materiales por las numerosas corrientes de
agua que atraviesan el área.
En esta parte los contextos no son fácilmente visibles en superficie,
limitándose a material arqueológico como fragmentos de cerámica y lítica, así
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como algunas pequeñas elevaciones de tamaños regulares y, por tanto, de origen
antrópico, por todo ello esta zona prácticamente no ha sufrido saqueos.
Por último, otra de las problemáticas que surge de estos trabajos es
precisamente el tipo de información generada, ya que normalmente es bastante
limitada, restringiéndose a pocos informes finales, algunos informes parciales y
más reportes de trabajo. (Fig. 4 y 5)
RELACIÓN DE TOTALES RESPECTO A INSPECCIONES Y RESCATES
EN LOS MUNICIPIOS DEL ESTADO DE COLIMA.
MUNICIPIO INSPECCIONES RESCATES
ARMERÍA 4 1
COLIMA 85 53
COMALA 10 4
COQUIMATLÁN 3 0
CUAHUTÉMOC 4 0
IXTLAHUACÁN 7 0
MANZANILLO 15 2
MINATITLÁN 2 0
TECOMÁN 7 1
VILLA DE ÁLVAREZ 49 30
TOTALES 186 91
INSPECCIONES EN LOS MUNICIPIOS DE COLIMA
(excepto Colima y Villa de Álvarez)
16%
20%
40%
0%
24%
Inspección derivada en rescate y/o salvamento
Inspección derivada en necesidad de rescate y/o salvamento
Inspección derivada en liberación con condicionantes
Inspección derivada en no factibilidad de liberación
Desconocimiento del proceso completo
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Básicamente, después de los trabajos de campo, pocos son los apoyos
para darle continuidad al proceso de investigación, el cual requiere del trabajo de
gabinete tanto para el análisis de los materiales como para el procesamiento de la
información y la generación de los tan necesarios informes finales para a partir de
esto llegar a la difusión de la información.
Si esta cadena operativa se pudiera dar de manera completa sería ideal
para la investigación arqueológica, sin embargo el gran aumento de trabajo unido
al poco personal disponible, hacen que el rezago se centre, sobre todo, en estas
últimas etapas del proceso de investigación, es decir, las de gabinete,
procesamiento de la información y su difusión.
Ante la destrucción alarmante del patrimonio no se pueden dejar en espera
las labores de campo hasta que concluya una investigación anterior, sin embargo
debemos encontrar soluciones intermedias a fin de mantener un equilibrio hasta
cierto punto entre el rescate físico de este patrimonio y el de su conocimiento e
interpretación. Ya que recuperar estos datos y no trabajarlos hasta que lleguen a
la sociedad provoca igualmente una pérdida de este patrimonio arqueológico.
INSPECCIONES REALIZADAS
46%
27%
6%
7%
14%
COLIMA VILLA DE ÁLVAREZCOMALA MANZANILLOOTROS MUNICIPIOS
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III. Propuestas para orientar la investigación arqueológica
Las propuestas se centran en la necesidad de generar trabajos arqueológicos de
mayor calidad y lograr altos rangos de eficacia en las intervenciones a fin de poder
extraer la mayor información posible, pero al mismo tiempo que ésta sea de
calidad y con la capacidad de ser comparable, lo cual se logrará a partir de la
sistematización y uniformización de las estrategias generadoras de información
arqueológica para el estado. Es importante el eficiente y fácil manejo de esta
información al interior de la sección de arqueología del Centro INAH Colima.
Esta uniformización debe comenzar por el propio registro del sitio tanto
desde la primera inspección, en caso de ser una atención a denuncia, o bien en el
tiempo estipulado para recorrido de superficie dentro de un futuro proyecto
específico de área, pero también la observación y el consecuente registro del sitio
y sus alrededores se deben continuar durante los trabajos de excavación.
Consideramos importante que cada intervención tenga como una de sus
prioridades la puntual descripción no sólo del área a afectar sino, también, del
entorno cercano en el cual se ubica. De la misma manera se debe llevar a cabo
una recolección de materiales de superficie antes de proceder a la excavación,
ésta debe ser lo más sistemática posible y diferenciando por unidades de
recolección que pueden ser relativamente arbitrarias, esto con el fin de poder
determinar la cronología de las distintas ocupaciones a partir de la identificación
de materiales cerámicos ya definidos, pero también para poder determinar áreas
de actividad por la distribución y concentración diferenciada de material
arqueológico.
Al mismo tiempo, se debe proceder a la realización del croquis de las
posibles estructuras que se aprecien en superficie, así como de las posibles
irregularidades que pueda presentar el terreno y, en este mismo croquis, se puede
graficar la distribución de material.
Los resultados de estas labores previas a la excavación orientarán el
sentido de los trabajos subsecuentes. En el caso de que los materiales indiquen
ocupaciones tardías será más factible llevar a cabo la cabal delimitación del área
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con remanentes arqueológicos de toda índole, lo que facilitará, en cierto modo,
determinar las estrategias de excavación. En el caso de ocupaciones más
tempranas sería recomendable la realización de pozos de sondeo encaminados a
determinar el espacio donde se concentra el material temprano, por supuesto con
un buen control estratigráfico y el análisis consecuente de materiales.
Por otra parte, para estas áreas con ocupaciones tempranas sería
recomendable también la aplicación de técnicas geomagnéticas, como la
utilización de los radares de penetración, a fin de determinar si estas técnicas, al
igual que en otros contextos donde también se aplican a ocupaciones tempranas
con problemáticas similares (como en contextos de la Tradición Chupícuaro en
Guanajuato); nos pueden ayudar para poder determinar tanto el área de extensión
de vestigios arqueológicos de esa fase, como orientar nuestras intervenciones de
excavación.
Otro de los aspectos importantes que hay que implementar es el mapeo de
sitios una vez descritos, tanto en la distribución sincrónica de los asentamientos
como en la diacrónica, para poder caracterizarlos en espacio y tiempo y así
observar aspectos sobre patrón de asentamiento y funcionalidad de los sitios para
las diferentes fases de la secuencia cultural prehispánica. (Fig. 6 y 7)
Consideramos importante que, a la par de los trabajos de campo, se lleven
a cabo investigaciones que permitan sustentar modelos metodológicos acorde al
perfil de poblamiento que presenta el Valle de Colima. Dado que los sitios
presentan un alto rango de dispersión consideramos de suma importancia la
realización de estudios de orden etnográfico, como los realizados en los Altos de
Chiapas o en la Mixteca baja, cuya población indígena ha organizado su espacio a
través de parajes polarizados en los cuales ciertas poblaciones (en este caso las
ciudades mestizas) desempeñan el papel de organizador regional. Mediante el
análisis crítico de éstas y otras formas de organizar el espacio será posible
instrumentar modelos que permitan estructurar no sólo la información recuperada
sino, también, orientar las investigaciones futuras.
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Fig. 6. Ubicación de evidencia arqueológica correspondiente a la fase Comala
según los rescates realizados en la zona conurbada.
Fig. 7. Ubicación de evidencia arqueológica correspondiente a la fase Chanal
Según los rescates realizados en la zona conurbada.
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Por otro lado, sería de gran interés el estudio de la cartografía
antigua, por ejemplo fotografías aéreas de los años setenta a fin de observar el
impacto de este crecimiento urbano, además de poder ubicar vestigios y ver la
fisonomía de conjunto de algunos de los sitios que ya quedaron bajo los
fraccionamientos actuales o simplemente desaparecieron. Pero también el estudio
de esta cartografía antigua y de los archivos nos puede permitir la localización de
los lugares mencionados en las fuentes.
Es necesario hacer un llamado a la recuperación de los vestigios históricos
mediante las técnicas de la arqueología histórica, la aplicación de la cual es
sumamente importante y sería muy necesario un programa donde se integre el
registro y excavación de algunos sitios históricos en Colima. Por ejemplo, a raíz
del terremoto que afectó a la Ciudad de Colima en enero de 2003, varios de los
edificios históricos se vieron afectados y/o destruidos, con lo cual se podría
contemplar la posibilidad de propiciar excavaciones arqueológicas con el fin de
contribuir con estos datos a los estudios históricos de la ciudad.
Siguiendo con lo anterior, a estos mapas se les puede agregar información
derivada de otras fuentes como la existencia de saqueos previos, datos de
informantes, etcétera, que permitan ir configurando la historia del sitio y el perfil de
potencialidad de cada lugar.
Es obvia la necesidad de realizar trabajos conjuntos de análisis de
materiales cerámicos, ya que se podría generar un trabajo tan importante como
sería la afinación y/o redefinición de la tipología cerámica para la región, esto con
la combinación de los datos ya existentes y los resultados de las últimas
excavaciones. Lo cual permitirá a futuro el estudio comparativo de los materiales,
generando tanto la ubicación temporal como la asociación cultural de los vestigios
recuperados.
En este sentido, otro de los aspectos que hay que tener en cuenta para
proyectos a corto y mediano plazo es el de la necesidad de generar fechamientos
absolutos para la arqueología de Colima, y en especial para la del valle de Colima,
fechamientos sin los cuales no se podrá dar respuesta a muchas de las preguntas
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que ya planteó Kelly en su momento, así como a otras muchas que siguen
generando día con día.
Por otro lado, es urgente implementar estudios de área a fin de guiar la
investigación hacia la resolución de cuestiones específicas, además de poder
estudiar un área desde varias ópticas así como integrar a otras disciplinas, y
conseguir una visión más amplia de esta región.
El valle de Colima ha sido una de las áreas más estudiadas en el estado, y
a pesar de que son muchas las necesidades de investigación en ésta, a futuro
sería necesario integrar el estudio de otras áreas como la costa o el área serrana,
a fin de equilibrar la información referente al desarrollo prehispánico de la entidad.
A través de estas líneas hemos querido esbozar la situación actual del
trabajo arqueológico en el estado y las problemáticas que se generan de la
dinámica del mismo, al tiempo que se plantean algunas propuestas para
encaminar esfuerzos conjuntos hacia el fomento de una mayor investigación
arqueológica de calidad en el estado de Colima. Concretamente, en la zona
conurbada de Colima y Villa de Álvarez donde el crecimiento desmesurado está
acabando con una gran cantidad de vestigios de nuestro pasado que, difícilmente,
podrá ser recuperado si no emprendemos acciones específicas e inmediatas.
IV. Bibliografía ALMENDROS, L.; Informe del Proyecto de Investigación Arqueológica “El periodo Formativo en Colima: una continuidad ocupacional”. Archivo del Centro INAH Colima, Noviembre, 2004. KELLY, I; “Ceramic provinces in Northwest Mexico” en: El Occidente de México. Cuarta Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropología, México, 1948, pp. 55-71. KELLY, I.; “Seven Colima tombs: an interpretation of ceramic content” en: Contributions of the University of California Archaelogical Research Facility, no. 36, Berkeley, University of California, Departament of Antropology, 1978. KELLY, I.; Ceramic sequence in Colima: Capacha an Early Phase, Tucson, Antropological Papers of the University of Arizona Press, 1980. MATA DIOSDADO, S Y Ma. Ángeles Olay; “Un rescate arqueológico en la ciudad de Colima” en: Barro Nuevo, abril-junio, INAH y H. Ayuntamiento de Colima, 1990, pp-5-17.
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