Post on 16-Aug-2015
CAPÍTULO 15: UN POCO DE AIRE FRESCO
Julia estaba cocinando unos trozos de pollo sobre unas
parrillas. El olor de la carne había llenado toda la cocina, y el
perro la miraba babeando.
Ben se sentó en una silla que había frente a una mesa alargada y
Gabriel hizo lo mismo. Todo parecía bastante normal para lo
curioso de la situación. Gabriel charlaba y se quejaba a Ben
porque tenía hambre. El ruido de la puertecilla donde guardaba
Julia la sal y algunas especias, rechinaba cada vez que iba a coger
algo; y el estómago de Ben empezó a hacer prácticamente lo
mismo.
– ¿Queda mucho para la cena Julia? Queremos comer alguna
cosa ya –dijo Gabriel levantando la cejas.
–Ya queda poco, ya queda poco. Un poco de pacieencia –dijo
sonriendo mientras el perro le robaba una carcasa del pollo en un
despiste, y se iba corriendo a toda pastilla a una esquina para
devorarla–. Espero que te guste la carne Ben. Si no te gusta
puedo asar unas patatas, unas verduras o algo.
– No, no te preocupes –respondió tras carraspear–. La verdad
es que huele muy bien.
–Gracias pero como quieras. Tu piénsatelo –Dijo mientras les
echaba la última pizca de sal y pimienta.
Poco después cenaron.
– Esta delicioso, muy bueno –dijo Ben.
– Que va, pero muchas gracias. Ves Gabriel, tampoco estaría
mal que tú también dieras las gracias alguna vez por la comida.
Tan solo una. Por cierto, estaba pensando que me parece que ya
nos habíamos visto antes ¿verdad?
–Si –contesto Ben–. Nos hemos cruzado alguna vez. Creo que
hace poco que estas por aquí ¿no?
– Sí –Respondió limpiándose la boca con una servilleta tras
mirar rápidamente a su padre– Unos dos o tres meses como
mucho.
Entonces mantuvieron una conversación con Gabriel, donde se contaron muchas cosas sin demasiado interés para la historia. La cena terminó.
–Bueno, disculpadme pero me parece que estoy algo
achispado, así que voy a tumbarme un rato –dijo Gabriel tras dar
el último bocado a una manzana y echarla a una cesta.
–Vale –dijo Ada–. Tranquilo y no seas mal pensado,
seguramente Ben va a caerte divinamente.
–Bueno, eso espero. No intentes nada raro eh muchacho… o
te buscare y te arrepentirás, ¡HIP! –dijo mientras se levantaba y
caminaba hacia la puerta.
–Bueno, dime ¿Te apetece comer algo más? ¿Y qué hacías
siguiéndome? –dijo sonriendo pero mirándolo a los ojos.
–No gracias, con lo que he comido ya estoy bien, y bueno... –
Respondió sorprendido por la pregunta–. La verdad es que tenía
pensado hablar contigo en el Kalerre. Pensé que quizá ibas a tu
casa a por algo y por eso empecé seguirte. Luego una cosa llevo a
la otra y… Aquí estamos.
– ¡Ah ya veo, ya veo! –Dijo poniendo la mano bajo su
barbilla–. ¿Y de que querías hablar conmigo si se puede saber? –
dijo pinchando con un tenedor en un plato lleno de olivas verdes
y negras, que había frente a ella sin demasiada confianza.
–Pues no lo sé. Supongo que alguna tontería.
–Umm… ¿Alguna tontería como cuál?
– ¿Quién sabe? Supongo que el hecho de que este aquí ya dice
bastante ¿no te parece?
– Pues no lo sé, dímelo tú.
–No sé qué decirte, toda esta situación me parece irreal… –
dijo sonriéndole mientras se pasaba la mano por el pelo– pero sí
me gustaría conocerte.
– ¡Ja! Bueno pues si no pasa nada raro supongo que podrás
hacerlo, vaya. Mira voy a serte sincera. Sé que no eres mala
persona, ni alguien que busca a Gabriel, ni nada de eso. Soy
buena juzgando a la gente pero te voy a decir una cosa, hasta que
él este seguro será mejor que no intentes huir; te lo digo por tu
bien. Y bueno, por cambiar un poco de tema ¿sabes? la verdad es
que yo ya estoy un poco cansada de estar un mes en un sitio y
otro en otro... Estaba pensando que este parece un buen lugar
para estar un buen tiempo. Estaba pensando en tomarme unas
largas vacaciones por aquí. ¿Qué te parece la idea?
–Pues, muy bien –Dijo juntando las yemas de los dedos– Aquí
se vive bien la verdad. No tiene nada que ver con la ciudad pero
bueno, uno acaba por acostumbrarse; y después de estar un
tiempo ya no querrás marcharte. Si quieres conozco unas cuantas
pensiones a muy buen precio. Hasta mi propia tía podría
alquilarte una habitación en su caserío, para ella seguro que sería
una alegría tenerte por allí.
–Bueno, no te lo tomes a mal, te lo agradezco, pero de
momento aquí estoy bien. Esto la verdad es que me gusta
bastante. Habría que hacer algunos, bastantes apaños pero si… Y
si me quedara aquí supongo que podrías volver para hacerme
alguna visita ¿No?
–Sí, supongo que si –dijo Ben, que se quedó pensando unos
segundos–. Supongo, que estamos bajo la finca esa en la que te vi
entrar. Realmente este es un sitio increíble, sea lo que sea. Pero
¿No te parece que está demasiado alejado y solitario para ti?
–No, no… tranquilo –dijo arqueando una ceja, levantándose y
colocando la silla junto a la pared–. Dime ¿Quieres subir a tomar
un poco de aire o qué? ¿Te apetece?
–Eh… sí. Claro –respondió no seguro del todo.
–Pues venga, vamos. Pero esto no se lo digas a Gabriel.
–No tranquila, soy una tumba.
Julia llevo a Ben hasta una habitación en la que había una puerta
más grande que las demás, y que daba a un largo pasillo. Por ahí
fue por donde Ben perdió el conocimiento (Bueno, realmente fue
Gabriel el que se lo hizo perder con un golpecito, pero el caso es
que Ben y Julia subieron). Después andaron hasta un claro de
entorno a unos cincuenta metros cuadrados donde habían unas
rocas grandes bastante planas; y allí se sentaron.
– ¿Fumas? –le pregunto la chica.
–Sí. De vez en cuando.
– ¿Puedes liar un par de cigarrillos? ¿Quieres? –Dijo pasándole
un bote con tabaco y papel de fumar que llevaba en su bolso–. Y
no hagas nada raro eh. No quiero problemas ni con Gabriel ni
contigo.
–Tranquila, tienes mi palabra –contesto cogiendo el bote–
Pero si fuera posible, sí que me gustaría enviar una carta a Doris,
ella estará bastante preocupada por mí seguro.
– ¿Quién es Doris? –pregunto Julia.
–Doris se ocupó de mí no sé muy bien porque, y le estoy muy
agradecido por eso. Ha sido para mí como una madre.
– ¿Y qué clase de mujer es?
– Ella es una mujer mayor, más o menos elegante, inteligente,
y es muy aficionada a la lectura. Bastante habladora y se le da
muy bien hacer encajes.
–Comprendo –respondió Ada asintiendo y acomodándose
mejor– Pero lo siento mucho Ben, eso no va a poder ser,
entiéndelo. En unos días mi padre se irá y podrás volver a tu casa
cuando quieras ¿Podrás esperar hasta entonces? Yo te ayudare
después con cualquier excusa para que ella no se agobie. Te lo
prometo.
–Bueno... Supongo. Toma –dijo Ben encendiendo un
cigarrillo de los dos que había liado.
–Graciaas.
– ¿De dónde viene tu nombre? Julia. Jamás lo había escuchado.
–Me lo puso mi madre, pero no me apetece hablar de eso
ahora, perdóname.
–Comprendo. Me gusta como suena. Es muy bonito y te sienta
bien. ¿Cuándo fue la última vez que te quedaste un tiempo largo
en un sitio?
–Que rápido. Umm, pues ya hace bastante tiempo –contesto
lentamente enchufando el cigarro–. No me acuerdo.
– ¿Sabes qué? En este momento me gustaría invitarte a tomar
algo en el La taberna de Logan –dijo Ben cambiando de tema–.
Una cerveza, unos cacaos y esas cosas ¿Te suena? Esta frente al
ayuntamiento, un local pintado de verde y blanco. Logan le llama
taberna aunque de taberna tiene más bien lo justo.
–Ja, ja. No serías el primero que dice me dice algo así y
recibiría un no por respuesta ¿sabes? Pero ahora que lo dices,
creo que sí, sí que me suena. Pero creía que era otra cosa. Una
tienda de calzado quizá, no sé por qué.
–Pues no es uno de mis sitios habituales, pero si uno de mis
lugares favoritos. Es bastante acogedor, te dejan a tu aire, y no se
pasan con los precios. Está muy bien.
–Pues el caso es que mañana o pasado tengo pensado bajar
hacer unas compras, quizás me pase por allí a tomar algo y luego
comentamos.
Entonces se quedaron allí sentados como eso de una hora conversando.
–Se ha quedado buena noche ¿verdad? Ahora mismo esto
podría ser casi un mirador.
– Y aún más contigo –respondió Ben.
–Sí, tienes toda la razón, eso está muy bien dicho.
–Ja, ja. No te lo tomes a guasa. Además, ¿No sé si sería muy
atrevido por mi parte decirte tienes el pelo muy bonito? –dijo
tocándole un mechón que le colgaba sobre el hombro.
–Ja, ja. Para ser sincera he de decir que un poco sí, pero
funciona. Parece que el señor Benjamin cree que valgo más de lo
que realmente valgo.
–Puede. No me hagas mucho caso –dijo con una mirada
picara.
–Uuy… –dijo devolviéndole la sonrisa y jugueteando con los
pies–. Bueno, espero que este rato te allá sentado bien para
desembotellarte un poco. Creo que deberíamos ir volviendo ya
¿No te parece?
– ¡Claro! Vamos para allá.
CAPITULO 16: BARTON
La noche paso y llego el día. Ben se despertó de golpe al oír un
ruido que sonó al otro lado de la puerta.
–Venga joven, levántate ya dormilón –dijo Gabriel–.
Levántate o no quedara ningún desayuno para ti.
Ben se levantó; se aclaró la cara con agua y tras cambiarse de ropa
fueron a la cocina.
– ¿Dónde está Julia? —preguntó Ben masticando un trozo de
pastel.
–Fuera quizá, no lo sé, por algún lado andará. Bueno ¿Estas
listo para empezar tu entrenamiento?
–Ahhhg… –bostezo Ben desperezándose mientras miraba un
paquete de harina que se había volcado sobre una repisa–. Está
bien. Empecemos si no queda más remedio –dijo estirando los
brazos.
Tras terminar el desayuno fueron al salón.
– ¿Preparado?
–Supongo –respondió Ben.
–Ten cuidado –dijo Barton dándole un empujón y haciendo
que casi se callera al suelo–. Ves. No parece que estés muy
preparado –sonrió–. Lección uno: Ummm… Conócete a ti
mismo. Ahora si es que puedes Ben, te sugiero que procures
golpearme.
– Bueno… Ten un poco de paciencia viejo.
– Umm. No creo, creo que no. Eso de la paciencia no es para
mí. Si no puedes atacar al menos intenta aguantar en pie. Eso es
todo lo que te diré por ahora.
Entonces Gabriel ataco a Ben rápida y aparentemente sin
contenerse demasiado. Le lanzo en un instante varios golpes, de
los que Ben pudo protegerse de puro milagro.
– ¡Ah! Ahí está ¿Lo vas notando? Venga, no te hagas lento
muchacho. Rápido, rápido –dijo Gabriel con autoridad–.
¡Vamos, vamos! no pienses tanto y muévete ¡Muévete!
Y así estuvieron durante un buen rato en el que a Ben parecía más
un saco de boxeo que otra cosa. Sin embargo, tras llevarse unas
buenas tortas Ben empezaba a poder esquivar algún golpe de los
que Gabriel le lanzaba, y en un acto reflejo, se atrevió a soltar
una patada que Barton paro como apartando una mosca.
Entonces Gabriel paro de atacar y dijo con agrado: ¡Muy bien! La
primera lección ya ha terminado.
– ¿Qué? –dijo Ben algo entusiasmado ahora que ya se iba
acostumbrando.
– ¿Qué? Yo no te dije que tuvieras que pelear hasta caer
rendido ¿O sí? El tema era medirte y ver como estabas de forma.
Y cuánto ibas a tardar de pasar de la defensa al ataque si es que
ibas a hacerlo. A propósito... ¿Te da miedo encajar un puñetazo?
–Después de esto no creo le tenga ya miedo a nada. Me has
cosido a palos…
– ¡Ja, ja! Entonces bien ¿Preparado para la siguiente lección?
– Venga –dijo frotándose las manos como mucho más
animado.
– Perfecto. Pero recuerda siempre tener cuidado con lo que
pides –dijo cambiando el tono de voz a uno mucho más grave.
Gabriel estaba apenas a un brazo de distancia de Ben, y con la
palma de la mano le dio un empujón en el pecho que lo hizo
levantarse casi un metro del suelo. Ben tosió durante unos
segundos agarrándose y medio sonrió hasta que levanto la mirada
y vio la cara de Gabriel. En ese instante tuvo una sensación casi
de terror. Gabriel lo miraba como un halcón a un ratoncillo de
campo. Entonces empezó a ajustar con precisión sus golpes y el
lugar en el que golpeaba, con una rapidez difícil de explicar. Casi
parecía que bailaba con Ben.
(En realidad Gabriel no estaba peleando ni al 30% de lo que
podía hacerlo, pero también es cierto que para Ben eso era
demasiado.)
Ben de repente se giró y empezó a correr por la sala, y esto
realmente cabreo a Barton, que dando un salto llego a partir una
silla literalmente por la mitad con su puño, mientras Ben se
echaba a un lado. Ben empezaba a sentir un ligero temblor.
– ¿Qué haces? ¡Espabila jovencito! –dijo.
Entonces Gabriel se lanzó hacia Ben intentado darle un directo en
la boca del estómago, pero en un segundo Ben aparto su brazo
con el suyo dibujando un semicírculo, y lanzando un puñetazo
que dio al aire.
–Oh… Muy bien, muy bien –dijo Gabriel asomando una
sonrisa en su cara y haciendo un no con el dedo– Pero me temo
que eso no va ser suficiente.
– ¡Suficiente! ¡Este hombre se ha vuelto loco joder! –pensó
Ben mientras corría de nuevo del salón.
– Ben ¿De verdad crees que vas a lograr algo así? Me parece
que te he sobrevalorado. ¡Y ya estoy empezando a cansarme de
correr tras de ti!
– ¡Jodeer! ¡Que me dejes!
Barton lo agarro por el cuello de la camiseta antes de que dijera
nada más y lo lanzo contra un sillón que había en el salón.
– ¡Deja ya de correr de un lado para otro! –Dijo Barton
realmente cabreado– No eres un conejillo asustadizo ¿O sí? Si
eres un conejillo tendré asarte. No intentes vencerme y vénceme
ya conejillo.
Y esas palabras aunque quizá os cueste creerlo, de alguna forma
surtieron el efecto en Ben que Gabriel buscaba. Ben se levantó y
se quedó mirando a Gabriel con una mirada muy diferente.
– Eso es. Mira al frente ¿El enemigo te supera en número? –
Dijo Gabriel–. ¿Acaso hay algo que debas temer? ¡Adelante!
–Perdóname Gabriel… no sé si voy a poder... –dijo Ben
echando la mirada al suelo.
– ¿Qué dices? No te oigo…
– Que no creo que vaya a poder contenerme –dijo levantando
los ojos y lanzándose hacia Gabriel con una velocidad que le
realmente le sorprendió.
Ben lanzo su mejor golpe hacia la cara de Gabriel, él que pese a
echarse a un lado y no recibirlo de lleno, le dejaría un moratón
que tardaría semanas en desaparecer. Un instante después fue
Gabriel el que mediante un golpecito bajo el mentón le hizo
perder el conocimiento a Ben (otra vez).
– Ja, ja. Bien –Dijo cogiéndolo por la solapa y cargándoselo al
hombro antes de que cayera al suelo–. Lección dos: completada.
Ja, ja. Menuda derecha tienes muchacho, tienes un rifle ahí, da
miedo... Ja ja, ja. Ahora a descansar un rato, te lo has ganado
amiguito.