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50 aniversario del viaje del dios Tláloc
Un día como hoy, pero de 1964, el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez coordinó una de las mayores maniobras de ingeniería en México para trasladar al monolito de 167 toneladas del poblado de Santa Clara Coatlinchán, Estado de México, a su ubicación actual en la entrada del Museo Nacional de Antropología, sobre Paseo de la Reforma.
Excélsior, 16/04/2014 04:18 Arturo Páramo http://www.excelsior.com.mx/expresiones/2014/04/16/954327#imagen-1
CIUDAD DE MÉXICO, 16 de abril.- El Dios Tláloc inició su camino al amanecer, tras cientos de años cubierto de
tierra en una cañada cercana a Texcoco.
En 1903 el monolito fue completamente expuesto por Leopoldo Batres. El misterio sobre la identidad del
dios fue develado. Se trataba de Tláloc. Se convirtió en el sitio más importante de la comarca texcocana,
junto con los baños de Nezahualcóyotl. Pero Tláloc era más que una piedra, era el sitio de referencia, el
lugar ideal para hacer un día de campo al lado del descomunal monolito, era el motivo para que se hablara
de Santa Clara Coatlinchán, era puro misterio anclado en el cieno.
La historia comenzó en algún momento del imperio mexica. Los labradores tallaron la cantera, sin embargo,
de acuerdo con los relatos del arqueólogo Leopoldo Batres, la escultura nunca se puso en pie.
Batres relata en su libro Tláloc. Exploración arqueológica del oriente del Valle de México que la mañana del
10 de junio inició la excavación para retirar la tierra que había en torno al ídolo y exponerlo por primera vez
en toda su magnitud en varios siglos.
La excavación se realizó en una barranca de la Hacienda de Tepetitlán, poblado de Santa Clara
Coatlinchán, en la montaña Tláloc, a dos mil 600 metros sobre el nivel del mar. Tras varias semanas de
labores fueron retirados 120 metros cúbicos de tierra.
“El ídolo de la barranca de Santa Clara, rudimentariamente labrado, presenta en su estructura nada que lo
asemeje a las esculturas que conocemos de los pobladores precolombinos del Valle de México”, relata
Batres en el libro.
Describió que “el monumento tiene mutilado el brazo izquierdo, la parte delantera del pie del mismo lado, y
el sitio donde probablemente tenía el rostro”.
“A la altura del cuello se halla un cilindro con dos hileras de perforaciones poco profundas. Cada una de
estas hileras consta de seis agujeros. La piedra de que está hecho el monolito es de color gris oscuro, con
muy poca mica y cristalizaciones y de consistencia dura. Los cuatro lados del monumento se hallan
desbastados y el desbaste de la piedra está hecho por secciones rectangulares. La única pieza que de su
indumentaria tiene bien caracterizada es el maxtlatl. Esa esfinge toscamente labrada se halla envuelta en el
más profundo misterio, y por lo mismo es muy difícil, de un modo científico hacer su clasificación; sin
embargo, nuestros descubrimientos han rasgado parte del velo que lo cubría y nos han proporcionado
algunos documentos que podrán dar luz en el terreno de la conjetura”.
Los trabajos para llevar el monolito de Tláloc a la Ciudad de México requirieron de una estructura especial y de diversas maniobras terrestres para que pudiera trasladarse la escultura desde Santa Clara Coatlinchan.
Se trata de la primera descripción moderna del monolito. El reporte de Batres iba acompañado de esquemas
del ídolo, del punto donde se desarrolló la excavación, de una osamenta encontrada en el lugar, así como
de utensilios localizados durante los trabajos.
La imponente efigie de Tláloc pocas similitudes guarda con las imágenes del dios de la lluvia encontradas
en diversas exploraciones arqueológicas. No se aprecian las serpientes en torno a sus ojos, ni los colmillos
o la especie de cetro que representa los truenos que lanzaba en los días de tormenta.
Durante 60 años, Tláloc fue el guardián, la presencia constante, la efigie insondable para los pobladores de
Coatlinchán. También fue el ídolo en torno al que se realizaban caminatas, sitio de escapadas románticas,
era una compañía permanente.
En 2007 el presidente Enrique Peña Nieto, entonces gobernador del Estado de México, inauguró una réplica
del monolito en Santa Clara Coatlinchán en respuesta al descontento que había ocasionado el traslado del
monolito. Sin embargo, sus habitantes siguen afirmando que la descomunal piedra tallada que descansa en
Paseo de la Reforma no representaba a Tláloc, sino a Chalchiuitlicue, la diosa del Agua.
Orden presidencial
Desde que el presidente Adolfo López Mateos planteó a Pedro Ramírez Vázquez la construcción del Museo
Nacional de Antropología se pensó que Tláloc debía impactar a los visitantes.
Desde inicios de 1964 las cuadrillas de ingenieros y peones llegaron a Santa Clara para planear el operativo
de traslado del monolito. La Operación Coatlinchán exigía que Tláloc fuera completamente retirado de la
tierra, se construyera un armazón de metal para envolver la piedra, trazar una brecha desde el sitio donde
estaba depositado el dios hacia la carretera México-Puebla.
Todos los trabajos estuvieron marcados por la fecha fatal para realizar el traslado: el amanecer del 16 de
abril de 1964.
Para esas fechas, el museo aún estaba en construcción, la Ciudad de México estaba lejos de tener las
colosales dimensiones de la actualidad. Los linderos abarcaban a colonias como Jardín Balbuena, a la
Candelaria de los Patos. Rumbo a Texcoco se extendía la estrecha Calzada Ignacio Zaragoza y luego una
carretera de un carril por sentido que cruzaba el despoblado y localidades como Ayotla, Los Reyes y Santa
Martha.
En aquella cañada del cerro, también de nombre Tláloc, la actividad era frenética desde días antes. Había
que llevar grúas para levantar el ídolo. Palas mecánicas y aplanadoras para nivelar el terreno.
El levantamiento de Tláloc fue el momento más tenso. El riesgo de una fractura en la piedra tenía
sobrecogidos a todos los involucrados. El monolito, de hecho, ya había sido retirado del suelo y descansaba
sobre el armazón de metal. Ya había sido separado del suelo, había dejado sus fundamentos después de
siglos hundido en la tierra.
La elevación del armazón metálico fue tan lento que parecía que la piedra levitaba sobre el suelo,
suspendida por los cables y motores de la grúa, hasta ser depositada en la plataforma creada exprofeso.
Era la primera ocasión en que Tláloc levitaba en el aire.
Los pobladores de Santa Clara atestiguaron los trabajos con una mezcla de enojo y resignación. Algunos
dijeron que ese día se condenaba al olvido a esa zona, que el clima tendría severos cambios porque con la
partida de Tláloc se iría la lluvia. Al paso de medio siglo, los pobladores de Santa Clara siguen lastimados
por lo que llaman un despojo, por haberse llevado al ídolo que los acompañó durante siglos.
A las 6:15 de la mañana del 16 de abril Héctor Gómez y Alfredo Rocha echaron a andar motores e iniciaron
el avance del convoy, arrastrando la plataforma con Tláloc a cuestas. Eran los primeros “pasos” del
monolito.
Cuenta la crónica escrita por Oliverio Duque para Excélsior que el recorrido del convoy inició por la brecha
recién construida y se dirigió hacia el poblado de Santa Clara. Ahí ocurrió el primer incidente. Las calles
eran tan estrechas que la plataforma no podía pasar. Dos bardas fueron tiradas por la estructura. A su paso
fueron cortados árboles, retirados cables. Todo ello mientras los pobladores acompañaban con porras y
música el convoy que avanzaba penosamente.
El recorrido desde la cañada hasta la carretera fue de seis horas. Ya en plena carretera fue que se pudo
apreciar la real dimensión del traslado que al paso de los años ha alcanzado niveles legendarios.
Los tráileres que jalaban la plataforma contaban con una potencia de 620 caballos de fuerza y fueron
auxiliados en el camino de terracería por un trascabo que empujó la plataforma sumando otros 220 caballos
de fuerza al convoy.
El Tláloc de 167 toneladas descansaba sobre la plataforma de 23 metros de longitud y 6.10 metros de
ancho. El enorme monolito podía apreciarse con sus siete metros de alto y 4.4 de ancho, pese al armazón
que lo sostenía y a los 12 cables que lo sujetaban, varias lonas lo cubrían ocultándolo parcialmente. La
plataforma descansaba sobre 72 neumáticos. La Operación Coatlinchán tuvo un costo de 750 mil pesos.
Las dimensiones de la plataforma impedían el paso de vehículos por la carretera. Se calcula que la fila de
autos, autobuses y camiones de carga que avanzaba a vuelta de rueda tras la deidad alcanzaba los cinco
kilómetros de longitud.
Tres brigadas de trabajadores electricistas avanzaban adelante del convoy para desmontar los cables del
tendido eléctrico al paso de Tláloc.
Trabajadores de Teléfonos de México retiraban momentáneamente las líneas telefónicas. Previamente se
habían reforzado las coladeras para que soportaran el paso del vehículo.
“Los teléfonos enmudecerán, la luz cederá el paso a las tinieblas, tranvías y trolebuses se paralizarán y los
vehículos dejarán de circular”, describió Duque en Excélsior hace 50 años.
Diez motociclistas se colocaron a la vanguardia del convoy para abrir paso. Y es que desde que la
plataforma salió a la carretera fue rodeada por “un cortejo de ciclistas, de mujeres con pequeños, uno que
otro caballista, y un ejército de niños”
El paso del convoy era lentísimo, incluso para los parámetros de aquel entonces.
A las 06:15 horas inicio el camino en brecha en Santa Clara.
Hacia las 12:00 horas llegó a la carretera México Puebla, tres horas tardó en llegar a la Cárcel de Mujeres
en el cruce de la actual Ermita Iztapalapa, a las 18:44 horas ingresó a la Calzada Ignacio Zaragoza,
entonces el último brazo de ciudad hacia el oriente. A las 19:15, viraba en la Glorieta de Morazán (donde
actualmente se encuentra la Cámara de Diputados), para tomar por Corregidora.
Fue a las 20:40 horas que el viaje entró al terreno de la leyenda en la ciudad. A esa hora una tormenta
saludó el ingreso de Tláloc hacia el Centro Histórico de la capital. El dios viajaba boca arriba. Literalmente
bebió el agua de lluvia de aquella jornada.
Tláloc llegó al Zócalo a las 22:38 horas. Ahí se detuvo unos minutos para que el ídolo fuera saludado por las
campanas de la Catedral, iluminado por reflectores para realizar transmisiones en vivo a través de
la televisión.
Hacia la medianoche el convoy siguió por Madero, para luego ingresar a Avenida Juárez, siempre rodeado
de una multitud que le cantaba, le gritaba porras, le daba la bienvenida al ídolo.
A la 01:10 Tláloc llegó a su morada actual, en Paseo de la Reforma y Gandhi.
Aún al día siguiente el desfile de gente hacia Chapultepec para conocer al ídolo duró todo el viernes e
incluso los días siguientes, y a la fecha sigue siendo el ídolo quien recibe a quienes buscan descubrir el
pasado de México.
El 16 de abril de 1964, el monolito alusivo a la deidad abandonó el estado de México. Foto INAH
El recorrido del Monolito de Tláloc La enorme escultura del “dios de la lluvia”, fue localizada en el pueblo mexiquense de San Miguel Coatlinchán
17/01/2014 06:00 Redacción / Fotos: INAH y Archivo Histórico Excélsior http://www.excelsior.com.mx/comunidad/2014/01/17/938708#imagen-1
CIUDAD DE MÉXICO, 17 de enero.- El Monolito de Tláloc “dios de la lluvia”, es una escultura que fue
localizada en el pueblo mexiquense de San Miguel Coatlinchán.
Ubicación actual
En la actualidad se encuentra en la esquina de Paseo de la Reforma y Gandhi, a las afueras del Museo
Nacional de Antropología, donde da la bienvenida a los visitantes.
Medidas
Tiene una altura de siete metros y un peso estimado de 168 toneladas.
Hallazgo
Fue hallado en San Miguel Coatlinchan, Estado de México, de donde fue extraído en 1964 para ser
colocado fuera del museo, con el apoyo del Ejército Mexicano ante la oposición y sabotaje de los
pobladores de Coatlinchan para evitar su extracción y traslado. Si bien es conocido popularmente como
Tláloc, algunos investigadores como Alfredo Chavero la identificaron como Chalchiuhtlicue, la deidad
femenina del agua.
En las últimas décadas del siglo XIX, era un paseo obligado la visita a la gran escultura que se hallaba
acostada en la Cañada de Santa Clara, en las laderas de la Sierra Nevada, lugar donde confluyen dos
arroyos.
Tláloc se localizó en una comunidad mexiquense. http://www.excelsior.com.mx/comunidad/2014/01/17/938708#imagen-1
Traslado
Se sabe que Batres fue el primero que tuvo la intención de trasladar el monolito a la Ciudad de México
en un tren de carga, pero su enorme peso y tamaño lo hicieron desistir de tal empresa.
En el traslado de Tláloc, además del arquitecto Ramírez Vázquez y los ingenieros Cué y Valle Prieto,
también participaron los arqueólogos Luis Aveleyra y Ricardo de la Robina.
Para poder levantarlo “se construyó en la cantera —donde el monolito se hallaba depositado— un
armazón de viguetas de acero que permitió alzar el monumento con cables del mismo material”.
También se diseñó un remolque especial doble con más de 20 ejes, jalado por dos tractocamiones,
capaz de soportar más de 200 toneladas, “una gigantesca plataforma rodante”.
El 16 de abril de 1964, la imponente escultura prehispánica de Tláloc, dios de la lluvia, llegó a la Ciudad
de México bajo un torrencial aguacero que inundó varias colonias; tras una jornada de más de ocho
horas se logró su traslado desde el pueblo de Coatlinchán, en el Estado de México.
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Labores para colocar el monolito en uno de los costados del Museo Nacional de Antropología. Foto INAH
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Recorrido de Tláloc por las calles del Centro Histórico de la Ciudad de México. Foto INAH
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Las labores de traslado fueron rescatadas en el documental “La Piedra Ausente”. Foto INAH
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El monolito de Tláloc a su paso por el Zócalo capitalino. Foto INAH
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