Post on 23-Jun-2015
Sí, acepto recibir correo basura en mi buzón
¿Por qué mi buzón de correo
electrónico se llena de ofertas y
mensajes que no he pedido? ¿Por
qué no paran de llamarme para
ofrecerme cosas que no quiero?
¿Por qué mis contactos en redes
sociales saben qué aplicaciones y
juegos uso y dónde he estado?
Estas preguntas, o más bien quejas, son las que todos oímos constantemente y
muchas veces no encontramos respuesta. Pero la hay, y en muchos casos no es tan
agradable como los afectados querrían: “Porque en algún momento has aceptado,
aunque no lo sepas”. Tal vez ha sido puntualmente y de forma inconsciente, pero
es muy habitual que el afectado haya manifestado que quiere y autoriza estas
comunicaciones. Todo esto sin contar con las listas de correo de correos reenviados
que entraría en el campo de la Ingeniería Social y de lo ilícito (o al menos, NO
ético).
Cuando recibimos correo spam se debe a que en algún momento hemos facilitado
nuestra dirección de correo electrónico o nuestro número de teléfono y hemos
accedido a que se nos envíen comunicaciones comerciales. O a que nuestros
datos sean cedidos a otras empresas diferentes a las que los recogían, sin saber
qué harán con ellos.
Algo similar ocurre con la difusión de nuestra información. Que los demás sepan
dónde hemos estado o qué aplicaciones usamos, puede ser porque nosotros
mismos lo hemos permitido de un modo u otro. ¿Cómo? Dándonos de alta o
accediendo a un servicio aceptando las condiciones de uso sin haberlas leído antes.
Se trata de una situación de lo más normal, se hace clic en el botón de “He leído y
acepto las condiciones de uso” sin pensarlo siquiera, porque sabemos que es la
puerta de acceso a un servicio que queremos utilizar. Pero de lo que no nos damos
cuenta es de qué se trata de un contrato en el que se establecen todas las
posibilidades, incluyendo el uso que se hará de nuestra información, la posibilidad
de su cesión y nuestro consentimiento a futuras comunicaciones.
Es cierto que por lo general estas condiciones de uso no están escritas de una
forma amigable ni entendible para cualquier usuario, además de ser muy extensas,
pero hay ciertos aspectos en los que hay que fijarse, esencialmente el uso que se
va a hacer de nuestros datos y su posible cesión a otras empresas.
Además, es necesario atender a otros aspectos de interés más allá de las
condiciones de uso, por más que éstas sean un elemento fundamental.
Por ejemplo, para conocer la confianza que podemos depositar en un servicio
podríamos fijarnos en el tiempo que lleva en funcionamiento, su número de
usuarios y las críticas recibidas (reputación online). Está claro que no es algo
infalible, pero si el servicio está en marcha desde hace años, es utilizado por una
gran cantidad de usuarios y no recibe malas críticas… todo apunta a que podemos
confiar en él.
Y ya que nos hemos decidido a consultar las condiciones de uso y las críticas de un
servicio, no deberíamos olvidar leer todo lo que sea posible acerca de su
seguridad y sus sistemas de ayuda al usuario, que es lo que nos indicará si
podremos tener futuros problemas y cómo se resolverán en caso de ocurrir.
Pero lo que no podemos hacer nunca es aceptar las condiciones de uso de un
servicio sin haberlas leído, salvo que estemos dispuestos a aguantar cualquier
molestia que esto pueda generar más adelante.
Si no queremos sorpresas hay qe recordar: lee las condiciones de uso (al menos
los puntos clave), consulta la opinión de otros usuarios y pregúntate sobre
los posibles incidentes antes de que ocurran.