¡Alegraos! Aquel joven galileo, tras un muro de silencios, escuchó el lamento de la Humanidad. Y...

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¡Alegraos!

Aquel joven galileo, tras un muro de silencios,

escuchó el lamento de

la Humanidad.

Y respondió.

Una mañana tomó el

camino del Sur.

Bordeó la cañada y se

adentró en la senda que discurría

entre fértiles campos de abundantes cosechas y

callada quietud.

Allí, al comenzar el verano las

colinas refulgían

esmaltadas de flores, las golondrinas trasmitían

mensajes de libertad…

…y los cuencos de los

valles se derramaba

n en generosas promesas.

Los olivos y las vides

destellaban florecidos

de esperanzas.

Los árboles

frutales se rendían bajo el

peso de su exuberante

dulzor…

…y los rebaños pacían

gozosos el verde

tierno de la

campiña.

En aquellos días el sol era más

brillante y el viento más

suave y más dulce que lo fue antes;

pero el pueblo, triste y

oprimido, padecía en su dolor.

Y allí en las encinas

solitarias, robustas y altaneras,

vibraban miles de mariposas trémulas de

emoción.

Y en aquel lugar, sobre

un leve promontorio

, Jesús, dulce y

sereno, dejó oír su voz.

Y habló:

<Alegraos

porque dichosos seréis los humildes,

los emigrantes

, los peregrinos,

los forasteros.

Alegraos los de

abnegado corazón y secreta

caridad, los ascetas, los piadosos,

los místicos y ermitaños.

Los custodios de

la paz.

Alegraos los oprimidos

por la injusticia,

los humillados

por los poderosos,

los injuriados

por el rostro rubicundo

de los soberbios…

…los traicionado

s por los políticos de

ocasión, los

excluidos de la

sociedad.

Alegraos heroicas

mujeres que amamantáis

con una tierna

mirada el fruto de vuestro amor.

Alegraos viejos

decrépitos, febriles

adolescentes y jóvenes irredentos

que buscáis el ensueño

de las cosas.

Alegraos desvalidos

silenciosos.

Alegraos todos

porque llegarán nuevas

gotas de rocío,

juveniles amores de

esperanzas, sonrisas de consuelo y auroras de libertad>.

Jesús de Nazaret dejó de hablar, pero

mientras lo hizo el

Universo se aquietó

para escucharlo.

Y habló con

palabras sencillas, dulces y alegres.

La melodía de su voz

sonó como mansa lluvia

sobre la tierra

yerma, y la paz en su

mirada con el

armonioso eco de un

mensaje de libertad.

Y tras su silencio, se oyó su voz

por el ancho

mundo a la luz de los plateados rayos de una luna estival.

Fue en una noche del caluroso mes de

Siván del año 31,

muy cerca de

Cafarnaum.

¡Alegraos!

Aquel joven galileo, tras un muro de silencios, escuchó el lamento de la Humanidad.

Y respondió. Una mañana tomó el camino del Sur.

Bordeó la cañada y se adentró en la senda que discurría entre fértiles campos de abundantes cosechas y

callada quietud.Allí, al comenzar el verano las colinas refulgían esmaltadas de flores, las golondrinas trasmitían mensajes de libertad y

los cuencos de los valles se derramaban en generosas promesas. Los olivos y las vides destellaban florecidos de esperanzas. Los árboles frutales se rendían bajo el peso de su exuberante dulzor y los rebaños pacían gozosos el verde

tierno de la campiña.En aquellos días el sol era más brillante y el viento más suave y más dulce que lo fue antes; pero el pueblo, triste y

oprimido, padecía en su dolor.Y allí en las encinas solitarias, robustas y altaneras, vibraban

miles de mariposas trémulas de emoción.

Y en aquel lugar, sobre un leve promontorio, Jesús, dulce y sereno, dejó oír su voz.

Y habló:

<Alegraos porque dichosos seréis los humildes, los emigrantes, los peregrinos, los forasteros.

Alegraos los de abnegado corazón y secreta caridad, los ascetas, los piadosos, los místicos y ermitaños.

Los custodios de la paz.Alegraos los oprimidos por la injusticia, los humillados por los poderosos, los injuriados por el rostro rubicundo de los

soberbios, los traicionados por los políticos de ocasión, los excluidos de la sociedad.

Alegraos heroicas mujeres que amamantáis con una tierna mirada el fruto de vuestro amor.

Alegraos viejos decrépitos, febriles adolescentes y jóvenes irredentos que buscáis el ensueño de las cosas. Alegraos

desvalidos silenciosos.

Alegraos todos porque llegarán nuevas gotas de rocío, juveniles amores de esperanzas, sonrisas de consuelo y

auroras de libertad>.Jesús de Nazaret dejó de hablar, pero mientras lo hizo el

Universo se aquietó para escucharlo.Y habló con palabras sencillas, dulces y alegres.

La melodía de su voz sonó como mansa lluvia sobre la tierra yerma, y la paz en su mirada con el armonioso eco de un

mensaje de libertad.Y tras su silencio, se oyó su voz por el ancho mundo a la luz de los plateados rayos de una luna estival.

Fue en una noche del caluroso mes de Siván del año 31, muy cerca de Cafarnaum.

“Alegraos”Texto y composición: pedro martínez borrego.

Imagen: Internet.

Tema musical: Continúe to be – David Arkenstone.