Post on 15-Dec-2015
ANÁLISIS A MATEO 24
Artículo extraído del libro ¿ENTIENDES LO QUE LEES?
(Cap. IV "El tiempo del fin y no el fin del tiempo), por Eduardo Mondaca
La gran pregunta de los apóstoles 1Cuando Jesús salió del templo y se iba, se acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del templo. 2Respondiendo él, les dijo: ¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada. 3Y estando él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?
Es muy importante entender, desde un principio, que la gran pregunta de los apóstoles en el versículo tres, fue
directamente relacionada con la respuesta que Jesús les diera con respecto al futuro de su majestuoso templo. No entiendo
como los futuristas se enredan tanto en este capítulo, argumentando que los discípulos formularon a Jesús dos o
tres preguntas diferentes. Aquí es donde debe hacerse
uso del sentido común para interpretar las Escrituras. ¿Por qué querrían saber los discípulos, cuándo sería el fin del
mundo, si Jesús solamente les habló de la destrucción del templo? Lea y observe nuevamente el verso tres: ―Y estando él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?‖
¿Le parece a usted que hubiera aquí tres preguntas
diferentes? Comparemos este versículo con sus paralelos de Marcos y Lucas:
Mr. 13:4 ―Dinos, ¿cuándo serán estas cosas? ¿Y qué señal habrá cuando todas estas cosas hayan de cumplirse?‖ Lc. 21:7 ―Y le preguntaron, diciendo: Maestro, ¿cuándo será esto? ¿y qué señal habrá cuando estas cosas estén para suceder?‖ Al parecer Marcos y Lucas, quienes no fueron testigos presenciales de este discurso, han sido más precisos en su
pregunta. No percibo aquí una pregunta ajena a la declaración
de Cristo en cuestión; los apóstoles sólo quieren saber qué señales habrá cuando la destrucción del templo y su ciudad
estén para suceder. Tradicionalmente se cree que Marcos recibió la información sobre la vida y obra de Cristo de labios
del apóstol Pedro, lo cual quiere decir que su fuente
informante es fidedigna, mientras que Lucas pudo haberla recibido de Pablo. Por otro lado, se acepta mayoritariamente
que Marcos habría sido el primer evangelio de los cuatro en escribirse, y que tanto Mateo como Lucas, habrían consultado
en sus fuentes[1]. Sea como sea, tanto Marcos como Lucas, coinciden en su relato de los hechos en este pasaje, y la
conclusión a la que podemos llegar, después de haber leído
los tres evangelios sinópticos, es que los apóstoles consultaron a Jesús sobre las señales que deberían identificar el tiempo
del fin de su nación.
Falsos “Cristos” 4Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe.
5Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán. Este al parecer fue un problema grave y serio que llegó muy
tempranamente a inquietar a la iglesia naciente. Textos bíblicos y seculares registran el surgimiento de falsos ―mesías‖
y falsos profetas por aquel tiempo, posterior a la ascensión de
Cristo. Lucas describe en su libro de los Hechos de los apóstoles algunos de estos casos, luego lo hace Juan en su
primera carta pastoral. Hch. 5:36, 37 36Porque antes de estos días se levantó Teudas, diciendo que era alguien. A éste se unió un número como de cuatrocientos hombres; pero él fue muerto, y todos los que le obedecían fueron dispersados y reducidos a nada. 37Después de éste, se levantó Judas el galileo, en los días del censo, y llevó en pos de sí a mucho pueblo. Pereció también él, y todos los que le obedecían fueron dispersados. Hch.8:9-11 9Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella ciudad, y había engañado a la gente de Samaria, haciéndose pasar por algún grande. 10A éste oían atentamente todos, desde el más pequeño hasta el más grande, diciendo: Este es el gran poder de Dios. 11Y le estaban atentos, porque con sus artes mágicas les había engañado mucho tiempo. Hch. 13:6 Y habiendo atravesado toda la isla hasta Pafos, hallaron a cierto mago, falso profeta, judío, llamado Barjesús, 1Jn.4:1Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo. Por otra parte, historiadores como Josefo y Eusebio, registran también en sus escritos surgimientos de falsos mesías y falsos
profetas durante el primer siglo. En el libro II de "Las guerras
de los judíos" capítulo XII (he hecho un resumen personal de dos acontecimientos narrados por Josefo, para no afectar ni
infringir la ley del derecho de autor de los editores del libro citado), Josefo narra sobre hombres malvados, que aunque no
mataban, corrompían la tranquilidad y bienestar de la ciudad;
engañaban al populacho haciéndose pasar por religiosos, cautivando su atención con actos novedosos, llevándoles a
lugares desiertos y haciéndoles creer que en esos lugares apartados, Dios les mostraba señales de la libertad que iban a
obtener. Consecuencias, una gran parte del pueblo enloquecía
y caía por las engañosas promesas de estos falsos profetas. También un poco más abajo en el capítulo, el historiador
menciona de un cierto mago egipcio que llegó a Judea autoproclamándose ―profeta‖, y que mediante el engaño logró
atraer para sí a unas treinta mil personas de entre los judíos.
La intención de este seudo profeta era llevar a la gente desde el desierto hasta el Monte de los Olivos, y posteriormente
llegar a Jerusalén, derrocar a la guardia romana, y convertirse allí en señor de todo el pueblo. Si los hombres malvados que
engañaban al pueblo, llevándoles al desierto para hablarles en nombre de Dios, provocó un gran mal entre los judíos más
desposeídos, mucho mayor fue el daño que provocó este
hombre egipcio, según el propio Josefo. Sobre este último incidente narrado por Josefo, es muy interesante destacar que
Lucas también registra en su libro de Hechos de los apóstoles, un episodio en donde se menciona a un hombre egipcio
acusado de levantar sedición entre el pueblo. Este hecho tiene
lugar cuando Pablo fue acusado por los judíos de Jerusalén de provocar sedición y alboroto entre ellos, entonces el tribuno
de la compañía, luego de apresarle le hizo la siguiente
pregunta: ―¿No eres tú aquel egipcio que levantó una sedición antes de estos días, y sacó al desierto los cuatro mil sicarios?‖ (Hch. 21:38). A Pablo lo habían comparado o confundido con ese seudo profeta. Al parecer la proliferación de estos
engañadores, no pasaría desapercibida en lo absoluto, por lo
mismo Jesús en el versículo 11 vuelve a advertirles: ―Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos‖. Los principios de dolores – Guerras y rumores de
guerras 6Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. 7Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. 8Y todo esto será principio de dolores. Considerando que el siglo que a la mayoría nos ha tocado vivir (siglo veinte), sufrió los horrores de dos injustificadas guerras
mundiales, las que costaron la vida de unas 50 millones de personas, y para qué decir de las centenares de guerras
menores que han continuado desde aquellas hasta hoy, y en
donde otros tantos millones más han muerto, es fácil tentarse a creer que la profecía de Jesús en el monte de los Olivos
encuentra su cumplimiento fiel, justamente en nuestro tiempo. Se debe tener en cuenta, que el tiempo que
cubren estos capítulos (Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 21), es
siempre durante la generación que oyó a Jesús decir estas palabras (Mt.24:34); no pueden sacarse de contextos algunos
versos y situarlos en otras épocas, esto es una falta a las leyes
de la interpretación. Bien, aceptando que esto es así, paso a explicar los versículos leídos.
Cornelio Tácito, historiador romano (56-117 d/C.) en su obra ―Los Anales‖, describe una serie de guerras que ocurrieron
bajo el mundo romano del primer siglo. Sus sangrientas
conquistas, guerras civiles, alzamiento de nación contra nación y de reino contra reino, fueron sucesos casi cotidianos
durante los años posteriores a la predicción de Jesús. En el capítulo XLIII del libro duodécimo,Tácito narra hechos
sorprendentes acaecidos durante el reinado de Claudio. Es
impresionante cómo el relato del historiador romano, coincide con el discurso de Jesucristo en el Monte de los Olivos. Él
dice: "por aquel año (52 d/C.)sucedieron muchos prodigios. Muchas casas fueron destruidas por los continuos terremotos; la gente vivía dominada por el miedo; la tierra no producía, y había gran escasez de alimentos; el hambre aumentaba y las masas enloquecían a causa del hambre". Tácito dice, que en
realidad en Roma no había más comida que para 15 días, y atribuye mérito a los dioses romanos quienes habrían
concedido un blando invierno y se pudo realizar un libre comercio por el mar, y de este modo abastecer la ciudad con
víveres.El capítulo XLIV narra los grandes movimientos
producidos entre partos y romanos por la guerra que se levantó por aquel mismo año entre armenios e iberos[2].
(El libro duodécimo de Los Anales de Tácito, cubre el periodo entre los años 49 d/C. y 53 d/C. siendo Claudio el emperador
romano de turno)
Algo muy similar escribe también Josefo (30-100) en su libro "Las guerras de los judíos", diciendo que las guerras civiles
romanas, eran tan comunes dentro del imperio, que prefería
―omitir‖ detalles sobre ellas por ser éstas bien conocidas por todos. Al referirse a la guerra que los romanos hicieron contra
su pueblo, se puede leer en la primera frase del prólogo de Flavio Josefo a los siete libros de las guerras de los judíos, la
siguiente confesión: ―Porque la guerra que los romanos hicieron con los judíos es la mayor de cuantas nuestra edad y nuestros tiempos vieron, y mayor que cuantas hemos jamás oído de ciudades contra ciudades, y de gente contra gente‖. Al terminar el primer párrafo de este prólogo, Josefo dice:
Porque cuando, como dije, se movió esta gravísima guerra, estaba con guerras civiles y domésticas muy revuelta la republica romana[3]. Solo hay que darse el trabajo de
investigar en libros y fuentes adicionales a la Biblia, para percatarse que todo cuanto Jesús predijo en los evangelios,
tuvo su fiel cumplimiento en el tiempo que él dijo que sería.
Pestes, y hambres, y terremotos 7Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Pestes y hambres, se podrían vincular perfectamente con las
muchas guerras que asolaron la tierra habitada de aquel
entonces. Mortandad por doquier, cuerpos putrefactos contaminando el medio ambiente, pudieron fácilmente traer
enfermedades, pestes y escasez de alimentos a la población más vulnerable de la época; tal cual como lo expone Tácito en
el extracto de los dos capítulos que he puesto más arriba.
Lucas en el versículo paralelo a éste describe estos acontecimientos así:
Lc. 21:11 ―y habrá grandes terremotos, y en diferentes lugares hambres y pestilencias; y habrá terror y grandes señales del cielo‖. Marcos 13:8 enfatiza también en estos ―principios de dolores‖ con sediciones, terremotos en diferentes lugares,
hambre y alboroto; por tanto, hay una confirmación, tanto
bíblica como histórica, de que éstas fueron señales cumplidas, y sucedieron previas a la caída de Jerusalén.
Hechos de los apóstoles registra un importante dato sobre ―una gran hambre en toda la tierra habitada‖, que debió tener
lugar en los años 50 del primer siglo, cuando Claudio
gobernaba Roma. Este hecho también lo registra Eusebio en su obra: "Historia Eclesiástica", escrita en los primeros años
del siglo cuarto[4]. Hech. 11:27-29 27En aquellos días unos profetas descendieron de Jerusalén a Antioquía. 28Y levantándose uno de ellos, llamado Agabo, daba a entender por el Espíritu, que vendría una gran hambre en toda la tierra habitada; la cual sucedió en tiempo de Claudio. 29Entonces los discípulos, cada uno conforme a lo que tenía, determinaron enviar socorro a los hermanos que habitaban en Judea; La ofrenda para los santos, que se registra en los primeros
versículos de I Cor.16 y Rom.15:26, tenía por objeto ir en ayuda de los pobres que habían en las congregaciones de
Jerusalén y Judea, como un testimonio real de que el hambre era muy grande en la tierra de Palestina por aquel tiempo.
Estas calamidades se cumplieron años antes que comenzara la
―gran tribulación‖ para los judíos; Jesús había dicho, que el fin
no llegaría de inmediato, sino que esto serían solo principios
de dolores (v.8).
Las persecuciones por causa del Nombre de Cristo 9Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre. 10Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán. Si hay que ser fiel a la gramática del texto bíblico en estos
versículos, se debe aceptar que las advertencias de Jesús
sobre futuras persecuciones, están directamente dirigidas a sus discípulos. Serían ellos y no otros, los que experimentarían
tribulación, odio de la gente, y hasta el martirio. Observe el pronombre que Jesús emplea en sus advertencias: os
entregarán, os matarán, seréis aborrecidos. El ―os‖ equivale a
la segunda persona plural del pronombre personal ―ustedes‖. La forma en español latino para las advertencias de Jesús
sería: ―Entonces a ustedes los entregarán a tribulación, y los matarán, y ustedes serán aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre‖. De acuerdo con la regla gramatical, el pronombre ―ustedes‖ corresponde a los sujetos que están
escuchando; personas que están presentes. Si revisa bien
todo el capítulo 24 de Mateo y sus paralelos de Marcos 13 y Lucas 21, observará que el pronombre es el mismo siempre, lo
cual condiciona inmediatamente la conversación al número de personas que está oyendo; en ningún caso se podría pensar
siquiera, que Jesús tiene en mente a gente que no está
presente, de lo contrario habría dicho ―ellos‖, y no ustedes. Pretender que advertencias tan intimas y personales, como:
―Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre‖, y las que aparecen más arriba en el capítulo: ―Mirad que nadie os engañe‖ (v.4), ―oiréis de guerras‖(v.6), tengan una interpretación relevante para cada época, considerando
además, que Jesús mencionó en su discurso lugares y
costumbres que son propias del pueblo judío, es ―truncar‖ deliberadamente el verdadero espíritu de la Escritura; es
transgredir las leyes elementales del lenguaje, y transformar la Biblia en un libro sin sentido común, en donde las palabras
no tienen significado ni valor gramatical, sino que cada cual
puede interpretarlas libremente, de acuerdo con su conveniencia o posición teológica. Lamentablemente esto es lo
que ha hecho la escatología futurista con las Escrituras. Entonces entendemos que los que serían entregados a
tribulación, y que incluso matarían y serían aborrecidos por
causa del nombre de Cristo, serían los discípulos de Jesús; quizás, no solamente los doce, pero probablemente todos
aquellos más íntimamente relacionados con el maestro. Aunque el Nuevo Testamento no registra mayor información
sobre el destino final de los apóstoles, sí puede encontrarse en libros históricos seculares de la época, antecedentes sobre
el fatal, pero al mismo tiempo, glorioso desenlace que
tuvieron los seguidores de Cristo, especialmente sus apóstoles y discípulos más cercanos, al punto que para el año 70 d/C.
no quedaba prácticamente ninguno de los apóstoles, excepto Juan, quien según la tradición, habría muerto de anciano
alrededor del año 100 en Éfeso. Sin embargo, este
antecedente es muy poco probable, o incluso creíble, considerando que solo Irineo, obispo de Lyon (130-202 d/C.),
y quien, según la tradición, fuera discípulo de Policarpo, y éste
a su vez, discípulo del apóstol Juan, registra este dato, como también la fecha tardía de la redacción del libro de
Apocalipsis[5]. Me llama mucho la atención al leer a Irineo, especialmente su libro ―Contra los Herejes‖. Su lenguaje y
estilo, corresponde a un católico, y es muy curioso,
considerando que Irineo escribió antes del año 200 d/C., y el catolicismo, no llegó hasta el siglo IV d/C. Irineo en sus
escritos habla de sacerdotes como líderes de comunidades cristianas; exalta a María, colocándola como figura de la
Iglesia. Así como Cristo era considerado el postrer Adán,
María, según Irineo, sería la segunda Eva. Habla de la eucaristía, tal cual como la ve y enseña la iglesia católica, y
enfatiza bastante en la sucesión apostólica a partir de Pedro en Roma como cabeza de la Iglesia [6].
No entiendo cómo nadie se percató de esto antes, o si lo ha
hecho ¿por qué no lo ha planteado públicamente? Para mí, que leo por primera vez los escritos de Irineo, me es muy
difícil creer que alguien, que supuestamente pertenecería a la tercera generación en la línea apostólica (Juan-Policarpo-
Irineo), escribiera tan distinto a como lo hicieran el propio apóstol Juan y los demás apóstoles. No digo que los escritos
de Irineo sean falsos, pero pienso que hay una muy notoria
manipulación en la escritura de sus cartas o libros, y hasta incluso, en la fecha de su redacción. Para mí, es simplemente
como leer un libro escrito por un sacerdote católico, y no de un depositario directo de las doctrinas apostólicas del primer
siglo[7].
Se debe considerar además, que con la destrucción de la ciudad de Jerusalén, se destruyó también mucha información
concerniente a la Iglesia naciente y sus columnas los
apóstoles. Uno puede observar que Hechos de los apóstoles termina abruptamente sin darnos mayores detalles del destino
final de Pablo y del resto de los apóstoles. El evangelio de Marcos, al parecer quedó inconcluso, y sus últimos 12
versículos los habría añadido otra persona. Hay un espacio
vacío muy considerable a partir del año 70 d/C. y que duró muchos años, años de los cuales no se tiene ningún
testimonio fehaciente de la suerte que corrieran los cristianos que sobrevivieron al holocausto romano en la caída de
Jerusalén. Los documentos que hoy existen sobre esa oscura
época, a excepción de unos pocos observadores que escribían la historia de sus pueblos, no existen otros documentos que
nos den cien por ciento de seguridad, que daten precisamente de esos años. De ahí, a la ambigüedad en los escritos
históricos a los que hoy tenemos acceso. Mucha inseguridad
en cuanto al destino final de ciertos personajes; problemas con las fechas y modos en que murieron los apóstoles del
Señor. En la mayoría de los casos, simplemente se especula con respecto a la historia inmediata de la Iglesia después del
año 70, por lo que darle demasiada importancia y credibilidad podría ser peligroso, ya que, como he tratado de decir, buena
parte de los escritos disponibles de aquella época, en muchos
sentidos, contradicen lo que uno lee en el Nuevo Testamento[8].
El aumento de la maldad 12y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. 13Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo.
Siempre entendí que este versículo definía muy bien el
comportamiento humano de nuestro tiempo. Hoy al abrazar una línea de interpretación diferente a la que tenía, y después
de haber investigado en muchas fuentes, puedo decir con mucha convicción, que la maldad actual no es superior a la
de dos mil o tres mil años atrás. El problema radica en la
interpretación que damos a la profecía de Jesús sobre este asunto. La mayoría lo ve hacia el futuro, y aunque no se
atreven a decir cuándo será el fin, creen que ya están viviendo los últimos tiempos, lo cual significaría que el aumento de la
maldad observada en nuestros días, es una fuerte señal de
que el tiempo está cumplido; inclusive, interpretan que la falta de amor, o el enfriamiento en las relaciones humanas, se deba
a este aumento progresivo de la maldad, y consideran además, que lo dicho por el apóstol Pablo a Timoteo, con
respecto al carácter de los hombres en los postreros días
(2Tim.3:1-5), es una advertencia clara y contundente de que nos hemos acercado ya al final de los tiempos. Sin embargo,
al analizar estos versículos en el contexto que lo hemos venido haciendo, observaremos que la maldad de la que Jesús habló
en sus días, no podía describir mejor la conducta despiadada y salvaje de los hombres que sitiaron Jerusalén cerca de 40
años más tarde.
Eusebio de Cesarea (275 – 339 d/C.), obispo y escritor cristiano de origen griego, conocido como el padre de la
historia eclesiástica, debido a que sus escritos se consideran entre los primeros documentos literarios de la Iglesia
primitiva. En su obra: ―Historia Eclesiástica‖, Eusebio, citando
continuamente de los escritos de Josefo, no deja nada a la imaginación al describir los horrores brutales y despiadados de
que fueran victimas los primeros cristianos, y especialmente
los judíos. Cómo el hambre vino sobre la tierra habitada, tal cual como nuestro Señor lo había predicho, provocando una
locura desenfrenada, gran desesperación, al punto de comer lo que fuera: correas, sandalias, animales inmundos.
Hambrientos como perros salvajes engullían lo que pillaban a
su paso; salvajismo e inclusive canibalismo. Cómo la desesperación llegó a tal grado, que los seres humanos
perdieron su dignidad y su vergüenza. Madres comiéndose a sus propios hijos. Las calles se llenaban de ancianos, de niños
y mujeres muertos. La maldad de los hombres superaba los
límites, ya no había compasión[9]. Frente a todos estos tormentos y tribulaciones, son comprensibles las palabras de
Cristo cuando dijo: ―y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará‖ (v.12). ¿Cuál era el sentido de
estas palabras? Simplemente, que frente al terror que
experimentarían en aquellos días, a muchos cristianos se les ―enfriaría‖ su amor por Jesucristo; Mas el que perseverare
hasta el fin, éste sería salvo (v.13). Surge una nueva pregunta: ¿Salvos de qué? _ Bueno, salvos de la ira de Dios,
que vendría sobre Jerusalén y su pueblo apostata, en aquella generación.
Por razones que ya hemos explicado, el Nuevo Testamento no
entrega mayores detalles de cómo y dónde murieron los apóstoles y demás discípulos del Señor, excepto de Esteban el
diacono, lapidado por miembros del Sanedrín (Hech.7:60), y Jacobo (Santiago), el hermano de Juan, ambos hijos de
Zebedeo, fue muerto a espada por Herodes (Hech.12:2). En
internet se puede encontrar mucho material relacionado con la historia de la Iglesia en el primer siglo, como así también,
sobre la destrucción de Jerusalén y el horroroso holocausto
del que fuera víctima el pueblo judío a manos del ejército romano comandado por el general Tito. En las notas, al final
de cada capítulo, podrá encontrar direcciones en donde puede buscar la información presentada en este libro.
La gran comisión alcanzada en el primer siglo 14Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin. Este es otro versículo muy usado por los futuristas para
señalar que la venida del Señor es aun futura, porque según
ellos, el mundo aun no ha sido totalmente evangelizado. Eusebio de Cesarea escribe en el cuarto siglo, cómo la palabra
de Cristo recorrió todos los rincones del mundo en breve tiempo durante el primer siglo[10]. Ahora veamos el
testimonio que nos dan los escritores del Nuevo Testamento
con respecto a la predicación del evangelio en los primeros años de la Iglesia. Según lo que leeremos, las buenas noticias
llegaron a todos los rincones de la tierra habitada de aquella época. Porque eso es lo que significa la palabra mundo en
Mt.24:14, ―tierra habitada‖ gr. oikoumene (οἰκουμένη G3625-Strong). Jesús, no pensaba en América en esos momentos,
como algunos posiblemente quieran creer, sino que la
comisión a sus apóstoles era imperativamente hacer testigos a todas las naciones del mundo conocido de esa época. Lucas
dice que en el día de Pentecostés moraban en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo
(Hech.2:5), y estos, todos oyeron la predicación del evangelio
de boca del apóstol Pedro. Los versículos a continuación,
demuestran que para antes del año 70 d/C., la fe cristiana
había llenado la tierra habitada con su esperanzador mensaje. a) Acusan a Pablo de promover la nueva doctrina
por todo el mundo Hch. 24:5 Porquehemos hallado que este hombre es una plaga, y promotor de sediciones entre todos los judíos por todo el mundo, y cabecilla de la secta de los nazarenos. b) La fe de los hermanos de Romase divulga por
todo el mundo Rom. 1:8 Primeramente doy gracias a mi Dios mediante Jesucristo con respecto a todos vosotros, de que vuestra fe se divulga por todo el mundo. c) El evangelio llega a Colosas, así como a todo el
mundo Col. 1:6 que ha llegado hasta vosotros, así como a todo el mundo, y lleva fruto y crece también en vosotros, desde el día que oísteis y conocisteis la gracia de Dios en verdad, d) Pedro tiene testimonio en sus días, que hay
cristianosen todo el mundo conocido 1Pe. 5:9 al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo. Estos versículos ya los había mostrado en el capítulo segundo,
pero nunca está de más volver a repasar la Escritura ¿verdad? Como puede apreciar, estos pasajes bíblicos señalan
claramente cómo la propagación del evangelio o del cristianismo, llegó a todos los rincones del mundo conocido o
habitado del primer siglo. Cuando uno plantea esta verdad
bíblica, la gente reacciona negativamente formulando la siguiente pregunta: Sí Jesús ya regresó ¿Para qué evangelizar
entonces? La respuesta debe encontrarse en la misma Biblia:
El reino de Dios, es un reino eterno, sin límites, como dice Daniel 9:7 ―Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite‖, esto significa, que continuará por siempre. Los seres humanos, miembros de este reino, algunos iremos pasando,
pero no obstante, otros seguirán viniendo, y el reino de Dios
continuará creciendo y avanzando. Hay un pasaje muy hermoso en la Biblia el cual describe maravillosamente la
continuidad del reino de Dios sobre la tierra. Se encuentra en Isaías 60 y tiene como subtitulo ―La futura gloria de Sión‖.
Este pasaje ha sido muy mal interpretado por los futuristas,
quienes solo han querido ver en él la restauración final de Israel como pueblo escogido de Dios, y no las promesas de
Dios cumplidas en la Iglesia, la cual está compuesta por judíos y gentiles. Deseo mostrar algunos versículos de este glorioso
canto profético, para luego hacer un breve análisis: 1Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti. 2Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria. 3Y andarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento. 11Tus puertas estarán de continuo abiertas; no se cerrarán de día ni de noche, para que a ti sean traídas las riquezas de las naciones, y conducidos a ti sus reyes. 14Y vendrán a ti humillados los hijos de los que te afligieron, y a las pisadas de tus pies se encorvarán todos los que te escarnecían, y te llamarán Ciudad de Jehová, Sion del Santo de Israel.
18Nunca más se oirá en tu tierra violencia, destrucción ni quebrantamiento en tu territorio, sino que a tus muros llamarás Salvación, y a tus puertas Alabanza. 21Y tu pueblo, todos ellos serán justos, para siempre heredarán la tierra; renuevos de mi plantío, obra de mis manos, para glorificarme. 22El pequeño vendrá a ser mil, el menor, un pueblo fuerte. Yo Jehová, a su tiempo haré que esto sea cumplido pronto. Isaías 60 es un canto de triunfo y parabienes, una oda de regocijos y alabanzas. Es la proclamación profética sobre la
futura gloria de Israel, pero no del Israel natural, como
suponen los futuristas, sino del Israel de Dios (Gal.6:16), la Jerusalén de arriba (Gal.4:26), el monte Sion, la ciudad del
Dios vivo, Jerusalén la celestial (Heb.12:22). Cuando en la Biblia aparece el nombre ―Sión‖, se está refiriendo a la Iglesia,
el pueblo espiritual de Dios. En Galatas 4 el apóstol Pablo hace
una alegoría de las dos mujeres de Abraham, Sara y Agar. Él dice que estas dos mujeres representan a los dos pactos:
Agar, es el pacto proveniente del Sinaí (el viejo), y que da hijos para esclavitud; mientras que Sara, representa al Nuevo
Pacto, y corresponde a la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros y es libre (Gal.4:24-26). Digo esto, para
confirmar que la Iglesia es la depositaria directa de todas las
promesas hechas por Dios al Israel natural. En el pasaje de Isaías que hemos leído recién, el verso 11 dice: ―Tus puertas estarán de continuo abiertas; no se cerrarán de día ni de noche, para que a ti sean traídas las riquezas delas naciones, y conducidos a ti sus reyes‖. Este es un versículo que gusta
mucho a los ―apóstoles de la prosperidad‖, quienes quieren demostrar con él, que la iglesia debe poseer hoy las riquezas
materiales del mundo, y que incluso los reyes y los grandes de
la tierra deberán inclinarse ante ella; pero nada está más lejos del verdadero sentido de estas palabras proféticas de Isaías.
―Las riquezas de las naciones‖, son las personas, los elegidos de Dios que deben conformar la Iglesia. Para Dios, no es
importante las riquezas del mundo, y él nunca piensa en
riquezas materiales cuando habla de sus propósitos con el hombre. Esa interpretación la hemos adoptado en las últimas
décadas, motivados por los ―telepredicadores‖, que sólo hablan de riquezas y prosperidad, al punto de decir que la
pobreza es una maldición, y que Dios nos ha liberado de esa
maldición en la cruz. Esta es la famosa y tan dañina ―teología de la prosperidad‖, tan recurrente por nuestros predicadores
modernos. Investigando en la Biblia el sentido de la expresión ―las riquezas delas naciones‖, descubrí que tal riqueza no es
material, sino que se refiere a las almas que habrían de ser salvas cuando el Cristo viniese al mundo.
En Mateo 12:29 leemos lo siguiente: ―Porque ¿cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte, y saquear sus bienes, si primero no le ata? Y entonces podrá saquear su casa‖.
¿Quién es ese hombre fuerte que guarda su palacio? ¿A qué bienes se refiere Jesús en esta parábola del hombre
fuerte? En primer lugar, hay que definir quién era ese hombre fuerte, y para lograrlo, hay que tener en cuenta que esta
historia no es real, sino una parábola, lo cual significa que es
totalmente ficticia, por lo tanto, los personajes son solo figuras o ilustraciones de las actitudes de las personas.
Hasta hace un tiempo atrás, yo sostenía y enseñaba que ese
hombre fuerte descrito por Jesús, era Satanás, el personaje cósmico que todos identifican. Sin embargo, hoy, con mi
nueva concepción sobre este "personaje", y que ya aclararé más adelante de que se trata, puedo decir con mucha
seguridad que "ese hombre fuerte" representa el corazón
rebelde del hombre, es decir, su propia mente la que siempre se opone a Dios. Para entender correctamente el término al
que Jesús está haciendo alusión, es necesario leer todo el capítulo y observar en el contexto general, cuál es realmente
la idea planteada por él. Jesús quiere enseñar, que mientras
nuestra mente está dividida en dos pensamientos, nunca habrá victoria, sino destrucción y derrota. Cuando Jesús sanó
al ciego y mudo del pasaje que estamos revisando, rescató el tesoro que había en él, "los bienes", los cuales eran su
corazón (mente); una mente corrompida y extraviada a causa
de su enfermedad. El hombre fuerte y armado, como dice Lucas 11:21, era la mente que se oponía al propósito divino.
Probablemente este hombre maldecía a Dios a causa de su mal. En el mismo capítulo y en el mismo contexto, Jesús habló
del espíritu inmundo que sale del hombre (Mt.12:43) como quien sale de su casa; esto significa que la casa o palacio de
todo el pasaje de Mateo 12, se refiere a la mente humana,
sencillamente eso. Y con respecto al Satanás que se menciona en el versículo 26, no es que Jesús esté considerando a
Satanás como un dios en sí, sino mas bien, él está confrontando lo que había en las mentes de los fariseos,
quienes en realidad creían en la existencia de una deidad
maléfica llamada Beelzebú, y que por lo demás, era de origen caldeo, es decir, pagano. Jesús acusa a estos líderes religiosos
de ser ellos precisamente quienes están en contra de los
propósitos de Dios, y por lo tanto, les dice en el verso 30: "El que no es conmigo, contra mí es, y el que conmigo no recoge, desparrama". Ese era el punto de la discusión de Jesús con los fariseos, sobre una casa dividida en sí misma, o sea, la mente
de la persona que se opone a Dios (adversaria a Dios). En los
versos 34 y 35 les dice justamente lo que se provoca en el corazón de ellos: ¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas. Por tanto, las riquezas, en este contexto, no son bienes materiales, sino espirituales; corazones bajo el
dominio del príncipe de este mundo, que no es más que el espíritu de pensamiento adverso a Dios, que dominaba al
hombre (Ef.2:2), y del que fueron liberados por uno más
fuerte que él (Lc.11:22). En Apocalipsis 5:12 dice: ―El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza‖. Nuevamente
aparece la palabra riquezas, y aunque bien podría interpretarse por bienes materiales, pareciera que el término
en este versículo, es más atribuible a personas que a cosas,
por el contexto en que se encuentra. El capítulo cinco de Apocalipsis revela el momento glorioso cuando Cristo sube al
cielo después de su sacrificio en la cruz, tal como dice Hebreos 9:11, presentándose ante el Padre como el sacrificio perfecto.
Es en ese momento cuando recupera para sí y para Dios los
reinos del mundo (Ap.11:15).
Jesús en sus parábolas del reino en Mateo 13:44 y 45, habló
de tesoros escondidos y perlas de gran precio; a mi entender, se refería a los escogidos del reino, es decir, a su Iglesia. Por
todo esto, creo que el evangelio eterno del reino de Dios, deberá predicarse por siempre, porque las riquezas de las
naciones (las personas) deberán ser traídas a él. El mensaje
de hoy, no puede ser un mensaje de juicio, pues, el juicio ya fue ejecutado hace dos mil años atrás. Y tal como en la
parábola de la fiesta del rey de Mateo 22:1-14, los primeros convidados (los judíos) a la fiesta de bodas, que tipifica al
reino de Dios, rechazaron la invitación. Luego, en un acto de
―pura gracia‖, y por medio de la predicación del evangelio, Dios se volvió a nosotros los gentiles, las riquezas de las
naciones, y nos llamó a su precioso reino de luz. El llamado sigue extendiéndose, pero no porque las bodas aun no se
celebren, sino porque estamos viviendo las bodas del cordero
por la eternidad. La iglesia, la esposa del Cordero, comprada y lavada por su preciosísima sangre, reina en gloria junto a su
amado Salvador desde ese maravilloso día, que aunque incomprensible aun para la misma Iglesia, ésta es la verdad
que profesa la Biblia. Cristo vino, tal cual como él lo dijo, y nuestra misión hoy como Iglesia redimida y conocedora de los
misterios eternos de Dios, y que por la gracia del Señor hemos
alcanzado los siglos venideros (este tiempo), proclamar a los cuatro vientos este mensaje sublime que tiene el poder para
transformar al mundo. ―para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús‖ (Efesios 2:7).
Y por último, pareciera que la idea de Mateo 24:14, de
predicar el evangelio a todas las naciones antes del fin, no estaba pensado en un proyecto misionero de alcance mundial,
como hoy se entiende, sino que habría necesariamente que verlo en contexto con lo que dice Mateo 10, cuando Jesús
envía a sus doce apóstoles a predicar el evangelio del reino de
Dios a la nación de Israel (v.7), y especialmente en el versículo 23 en donde dice: ―Cuando os persigan en esta ciudad, huid a la otra; porque de cierto os digo, que no acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo del Hombre‖. Sí para Jesús el tiempo de alcanzar tan sólo a Israel con el
evangelio del reino era muy limitado, con mayor razón lo sería si él hubiera pensado en una evangelización mundial antes de
su venida, unos 40 años más tarde.
La Abominación Desoladora y la Gran Tribulación 15Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el que lee, entienda), 16entonces los que estén en Judea, huyan a los montes. 17El que esté en la azotea, no descienda para tomar algo de su casa; 18y el que esté en el campo, no vuelva atrás para tomar su capa. 19Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! 20Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo;
21porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. 22Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo, mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados. Llegamos a uno de los puntos más controversiales en la
doctrina de la segunda venida de Cristo, el tiempo de la gran tribulación. De acuerdo con el relato, una importante señal,
que indicaría el tiempo de la gran tribulación y la aproximación del fin, sería cuando la profecía de Daniel sobre la
abominación desoladora tuviera su cumplimiento (v.15). La
expresión: ―abominación desoladora‖, está tomada de Daniel 9:27 ―Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador‖. La misma, aparece también en Daniel 8:13 y 11:31. Aunque esta profecía
se considera cumplida, casi unánimemente por la mayoría de los intérpretes bíblicos, en la diabólica personalidad del rey
sirio Antíoco Epifanes en el año 167 a/C., cuando éste puso fin a los sacrificios levíticos, profanó el templo de Jerusalén,
levantó altares a Zeus y sacrificó cerdos en el santuario. Sin
embargo, la alusión de Jesús a la profecía de Daniel, apuntaba hacia un suceso aun futuro para ellos; de ahí la observación
del evangelista escrito entre paréntesis (el que lea entienda). Es obvio que Jesús no está negando ni tampoco aminorando
el abominable y sacrílego desastre producido por este tirano,
unos dos siglos antes de él en Jerusalén, sino mas bien, quiere dar a entender a sus oyentes, que sobre esa misma
base histórica, ya conocida para ellos, habría de actuar y
moverse otro evento aun mayor en un futuro no demasiado lejano, y en ese mismo lugar. En cambio, la Escatología
tradicional (futurista), cree que la abominación desoladora es un evento aun futuro, y que se relaciona directamente con
Israel. Para esta escuela, el periodo de siete años de
tribulación (tiempo calculado a partir de la septuagésima semana de Daniel 9:27), es principalmente un periodo de
prueba y preparación para la nación hebrea en su antesala al reino milenial que instaurará el Mesías a su regreso, en
cumplimiento de los pactos de Dios con ellos[11]. Durante
este periodo de siete años, según Scofield, se desarrollarían los siguientes eventos:
Un pacto de siete años entre un futuro príncipe romano
(el cuerno pequeño de Dn.7:8) con los judíos.
A la mitad de la semana, y por medio de la fuerza, este príncipe pone fin al pacto e interrumpe el ritual del culto
judío, e introduce la abominación desoladora en el santuario.
Inmediatamente, el príncipe romano inicia la persecución en contra de los judíos.
El fin de la semana setenta concluye con el juicio sobre el
desolador y trae consigo la justicia perdurable (el reino milenial)[12].
Scofield, además, argumenta que la prueba de que esta semana final aun no llega a su cumplimiento pleno, descansa
sobre la afirmación de Jesús cuando dijo, que todos esos
importantes eventos estaban relacionados con su segunda venida (Mt.24:6 y 15).
Decía que este es uno de los puntos más controversiales
dentro de la doctrina escatológica, precisamente por la diversidad de opiniones que se vierten con respecto al tiempo
de la tribulación de Mateo 24:21. La Escatología futurista, por ejemplo, ofrece tres teorías diferentes para determinar el
posible tiempo de esta hora de prueba, situando su ―anti-
bíblica‖ doctrina del ―rapto de la Iglesia‖, como el punto principal de referencia. Según los partidarios de esta corriente
interpretativa, Cristo podría venir por su Iglesia: ―Antes, durante, o después‖ de la tribulación. Sin embargo, quienes
sostenemos el modo de interpretación llamado Escatología
Realizada o preterista, creemos que este tiempo de gran tribulación de Mateo 24:21, tuvo que ver exclusivamente con
la nación de Israel, durante la destrucción del templo y la ciudad de Jerusalén en el año 70 del primer siglo.
Si leemos el pasaje paralelo a éste en Lucas 21, nos daremos
cuenta que Jesús en ningún momento da a entender a sus oyentes judíos, que la gran tribulación afectaría a alguien más
que no fueran ellos, los habitantes de Jerusalén y Judea, es decir, al pueblo de Israel existente en sus días. Veamos: 20Pero cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado. 21Entonces los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que en medio de ella, váyanse; y los que estén en los campos, no entren en ella. 22Porque estos son días de retribución, para que se cumplan todas las cosas que están escritas. 23Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! porque habrá gran calamidad en la tierra, e ira sobre este pueblo.
24Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan. El verso 23 habla de ―gran calamidad‖, en lugar de gran
tribulación como dice Mateo y también Marcos 13:19, pero es
evidente que se trata del mismo evento. Mateo 24 enfoca todo su discurso hacia el pueblo judío, del mismo modo lo hace
Marcos, pero al parecer a mis hermanos futuristas no les convence plenamente, porque por extraño que parezca, la
doctrina sobre ―la gran tribulación‖ está tomada de Mateo
24:21 y sus pasajes paralelos en los evangelios sinópticos, y al leerlo detenidamente, cualquiera puede entender que está
hablando del pueblo judío, y de nadie más que ellos. Otro detalle muy importante en este pasaje de Lucas 21, es la
alusión que Jesús hace a lo dicho por los profetas en el
Antiguo Testamento (v.22), probablemente a Oseas 9:7 ―Vinieron los días del castigo, vinieron los días de la retribución; e Israel lo conocerá. Necio es el profeta, insensato es el varón de espíritu, a causa de la multitud de tu maldad, y grande odio‖. Ahora bien, los futuristas aceptan que Jesús predijo en este
discurso la caída de Jerusalén ocurrida en el año 70, pero para
ellos, esto no fue más que un hecho histórico sin gran relevancia escatológica, porque el sentido real,
escatológicamente hablando, que tuvieron las palabras de Jesús en el Monte de los Olivos, tendrá un cumplimiento fiel y
trascendental, al final de los tiempos con la segunda venida de
Cristo. Y para que este discurso tenga el sentido futurista que quieren darle, inventaron la regla hermenéutica llamada ―ley
del doble cumplimiento o referencia‖. J.D. Pentecost dice
sobre esta ley: ―Dos eventos considerablemente separados en cuanto al tiempo de cumplimiento, pueden juntarse en la esfera de una profecía. Esto se hizo por cuanto el profeta tenía un mensaje para su propio día y también para algún tiempo futuro‖[13]. Sobre este asunto, M.S. Terry expone:
«Pero en el instante que admitimos el principio de que ciertas partes de la Biblia contengan un sentido oculto o doble, introducimos en el santo libro un elemento de incertidumbre y trastornamos toda posibilidad de interpretación científica. Dice el doctor Owen: ―Si la Biblia tiene más de un significado, no tiene significado alguno‖. Ryle dice: ―Sostengo que las palabras de la Biblia se han dado con la intención de que tengan un sentido definido y que nuestro objeto principal debe ser el descubrir ese sentido y luego, adherirnos rígidamente a él… Decir que las palabras tienen cierto significado meramente porque son susceptibles de ser estrujadas para hacérselo tener, es una manera deshonesta y peligrosa de manejar la Escritura‖»[14].
Resulta muy interesante comparar las distintas formas en que los tres evangelios sinópticos describen la presencia de la
abominación desoladora que habló el profeta Daniel, y de esta
forma, determinar el tiempo en que llegaría. Mateo dice: ―cuando (la) veáis en el lugar santo‖ (v.15); Marcos 13:14
dice: ―cuando (la) veáis… puesta donde no debe estar‖; y Lucas 21:20 dice: ―cuando viereis a Jerusalén rodeada de
ejércitos‖. Sea que esté en el lugar santo o donde no debe
estar, lo cierto es que, esta abominación desoladora sería provocada por los ejércitos de Roma. No necesariamente
debería interpretarse ―lugar santo‖ al interior del Templo, sino
que, y es lo que creo más razonable, Jesús lo pudo haber dicho por la ciudad misma, considerando que en el Antiguo
Testamento Jerusalén es llamada ―santa ciudad, y en especial, haciendo referencia a Daniel 9:27 en donde enfatiza: ―tu santa
ciudad‖. No debe haber entonces ninguna duda con respecto
al tiempo de la abominación desoladora. Lucas lo deja muy claro en el verso 20 cuando dice: ―cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado‖. Eusebio de Cesarea, citando de los escritos de Josefo en su
libro ―Guerra de los judíos‖, narra en su ―Historia Eclesiástica‖ la escalofriante historia de una mujer de nombre María que
vino a refugiarse por aquellos días en Jerusalén. Distinguida y de gran riqueza, y a quien los tiranos paulatinamente fueron
despojando de todo cuanto poseía. Tal era su indignación e
impotencia, que a menudo vituperaba y maldecía a los criminales, haciendo que estos se comportaran aun más
feroces contra ella. Queriendo morir, mas sin hallar quién lo hiciera, cayó en la desesperación extrema, oprimiéndole el
hambre las entrañas y la médula, y actuando éstos como malos consejeros, se fue en contra de su propia naturaleza, y
agarrando a su hijo de pecho, dijo: ―¡Desventurada criatura! En la guerra, en el hambre y en la revuelta, ¿para quién te cuidaré? Si llegamos a parar vivos en las manos de los romanos, la esclavitud. Pero el hambre llega antes que la esclavitud y los rebeldes son más terribles que ambas opciones. ¡Venga, pues! Sé mi aliento, la maldición de los rebeldes y un mito para el mundo; ¡lo único que faltaba a la
desgracia de los judíos!‖ Mientras decía esto mató a su hijo.
Luego lo asó y se comió una mitad, pero el resto lo ocultó. Este inhumano y salvaje acto, que según el propio Josefo, ni
los griegos ni los bárbaros registraron algo semejante en sus libros de historia, fue tan repugnante, aun para los mismos
rebeldes, acostumbrados a derramar sangre y actuar con
violencia desmedida, al enterarse del macabro sacrificio, después que la propia mujer presionada por ellos les
confesara y les diera para que comieran de la otra mitad de su hijo que había guardado. ―Es mi hijo, mi obra‖, exclamaba
aquella enloquecida madre. ―Comed, pues yo también me he
alimentado‖. El relato termina describiendo cómo un escalofrío y un estupor se apoderó de estos bandidos, quienes salieron
temblando de aquella casa, y por primera vez no habían quitado la porción de semejante alimento a su moradora.
Eusebio, tomando como ejemplo esta aberrante crónica judía,
dice: ―Éste fue el castigo que recibieron los judíos por su delito y su impiedad para con el Cristo de Dios. Pero merece la pena añadir la verdadera profecía de nuestro Salvador, con la que manifestaba los mismos acontecimientos, cuando profetizaba como sigue: «Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo; porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá.» (Mt.24:19-
21)[15]. Y para concluir este párrafo sobre la gran tribulación, deseo
hacer un breve comentario a los tres últimos versículos de
esta sección:
20Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo; 21porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. 22Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados. ―Vuestra huida no sea en invierno ni día de reposo‖. Cómo
éramos ―manipulados‖ con este versículo en aquella pequeña iglesia en que me crié. Recuerdo que constantemente algunos
predicadores, haciendo uso de su ―ignorancia teológica‖,
decían a la congregación: ―¡Ojalá, que nuestro Señor no venga en un día de invierno, cuando por causa de la lluvia o el frío,
nos hayamos quedado en casa en lugar de haber venido al culto!‖ ―¡Ojalá, que la venida del Señor no sea en un día
sábado, cuando muchos hermanos anden paseando o de
compras, en lugar de venir a la iglesia!‖. Bueno, no deseo hacer mayor comentarios sobre estos ―irrisorios‖ recuerdos de
mi infancia, sólo los he puesto a modo de anécdotas. Pero lo que sí quería comentar, era nuevamente sobre la forma tan
personal de Jesús para advertir a sus discípulos y gente que le oía su discurso: ―Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo‖. Algunos comentarios bíblicos
sobre esta advertencia de Jesús sugieren lo siguiente: la huida durante el invierno traería graves consecuencias, ya sea, que
por el frío, la lluvia o la nieve, la gente más vulnerable, como niños y ancianos, se verían severamente afectados; por otro
lado, muchos evitarían huir. En cuanto al día de reposo, nos
señala que solamente un pueblo en toda la tierra podría observar con tanta diligencia ese día, los judíos, y esto
nos demuestra, obviamente, que la advertencia iba dirigida
específicamente a ellos. ¿Qué implicaba que la huida fuera en sábado? bueno, que las puertas de la ciudad estuviesen
cerradas, o posiblemente por la restricción legal del día de reposo de caminar más de cierta distancia; para infortuna de
ellos, esto sería un gran obstáculo para huir en aquel día.
Fuera cual fuera el momento en que esta hora amarga llegara a la ciudad, la advertencia de Jesús era imperativa: ¡Huid!
¡Escapad! por vuestra vida, porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo
hasta ahora, ni la habrá. El hecho de que Jesús haya
magnificado la gran tribulación de aquellos días sobre Jerusalén, señalando de que no hubo nunca nada parecido, ni
tampoco lo habría después de ésta, indica el tiempo en que esta tribulación tendría lugar. No estaba pensada para el fin
del mundo, de lo contrario, no tenía sentido decir ―ni la
habrá‖, si el tiempo llegaba solamente hasta ese instante. Y con respecto a lo que dice el verso 22, que por causa de los
escogidos aquellos días serían acortados, de lo contrario nadie sería salvo, no es difícil entender estas palabras después que
se ha leído lo anterior. Cuánta aflicción, cuanta mortandad. Josefo dice: ―sumando el número de todos los muertos, ya
sea por el hambre y/o por la espada, cayeron un millón cien
mil personas‖[16]. Todo esto ocurrió en el segundo año de gobierno de Vespasiano, o sea justo por el año 70 d/C., tal
cual como Jesús lo había profetizado: ―Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan‖ (Lc. 21:24). Si la guerra contra este pueblo hubiese durado más tiempo, ningún solo
habitante de la ciudad de Jerusalén habría sobrevivido, o
(habría sido salvo).
Jesús reitera el auge de los falsos Cristos 23Entonces, si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí aun a está, no lo creáis. 24Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, los escogidos. 25Ya os lo he dicho antes. 26Así que, si os dijeren: Mirad, está en el desierto, no salgáis; o mirad, está en los aposentos, no lo creáis. 27Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre. 28Porque dondequiera que estuviere el cuerpo muerto, allí se juntarán las águilas. Estos últimos versículos no son de gran significación como
para explicarlos detalladamente uno por uno; más que nada reiteran las recomendaciones ya antes dicha por el Señor en
cuanto a cuidarse de los ―falsos Cristos‖ que se levantarían por aquellos días. Marcos 13: 21 también lo advierte: ―Y entonces si alguno os dijere: He aquí, aquí está el Cristo; o, He aquí, allí está, no le creáis‖. Un comentario bíblico sobre estas advertencias últimas de
Jesús, dice: ―Nadie puede leer el relato de Josefo de lo que sucedió antes de la destrucción de Jerusalén, sin ver cuán sorprendentemente todo esto se cumplió‖[17]. Con respecto
a los versos 27 y 28, quisiera simplemente acotar, que la venida de Cristo por segunda vez durante la destrucción de
Jerusalén, no fue un hecho indiferente o aislado para la gente
de esa época; aunque fue tan repentino y fugaz como un relámpago, no obstante, se hizo ver o notar desde un extremo
hasta el otro. Y por último el versículo 28 expresado metafóricamente por Jesús, pareciera dar a entender que del
modo como las aves de rapiña o ―carroñeras‖ huelen la presa
muerta desde lejos, así también vendrían, hasta esta ciudad corrompida y muerta espiritualmente, las aves del juicio
divino, en este caso las águilas del ejército romano, tal cual como lo indicaba la figura en su estandarte.
La idea de analizar en profundidad Mateo 24, era para
determinar el tiempo en que la desolación llegaría sobre Jerusalén. Después de leer lo que la misma Biblia enseña,
además de todos los documentos históricos que he presentado, no debería existir ninguna duda con respecto a
que esos días de gran tribulación, profetizado en el Antiguo
Testamento y confirmado por Jesús, correspondan a los horripilantes días vividos por el pueblo judío durante la caída y
destrucción de Jerusalén. Ahora bien, sea que usted acepte o no esta interpretación escatológica, hay algo que usted no
podrá negar, ni mucho menos pasar por alto, y es el enfático y concluyente sentido de continuidad que expresa la primera
palabra del siguiente versículo a leer sobre los sucesos que
Jesús está describiendo.
Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días 29E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las
estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas.
Primera Parte La mayoría de los teólogos e intérpretes bíblicos, convergen
en que la gran tribulación de Mateo 24:21 guarda relación
única y exclusivamente con Israel; pero la divergencia se presenta cuando hay que determinar el factor tiempo de este
periodo. De acuerdo con nuestro estudio a esta primera parte, podemos concluir que ese periodo de angustia y de gran
desolación tuvo ya su cumplimiento en la destrucción de
Jerusalén en el año 70 del primer siglo. Ahora bien, necesitamos ser estrictamente respetuosos con el significado
de las palabras, y aceptar que la expresión ―inmediatamente‖ une ineludiblemente los eventos de la gran tribulación con el
regreso de Cristo, lo cual implica, además, que dicho
acontecimiento marcaría el fin del siglo, no del mundo, como se quiere suponer, sino simplemente el fin de la era (gr. aion)
judaica; la economía del Viejo Pacto. Durante el tiempo que me ha llevado escribir este libro he
tenido que indagar mucho en la literatura futurista, especialmente dispensacionalista (o ¿sensacionalista?), y es
sorprendente descubrir la gran diversidad de opiniones que se
vierten sobre este capítulo que estamos analizando. Un reconocido dispensacionalista (Arno C. Gaebelein[18], 1861-
1945, ministro metodista) dice que la mayoría de los intérpretes bíblicos, concuerdan en que esta primera parte del
discurso de Mateo 24 tuvo su cumplimiento en el primer siglo,
pero al mismo tiempo, él añade, ésta es una interpretación ―insensata‖ y que daña violentamente a la Palabra de
Dios[19]. Otra importante, pero al mismo tiempo absurda
observación, es la que hace Cyrus I. Scofield (1843-1921) en su comentario a Lucas 21:20, pasaje paralelo a Mateo 24:15.
Él dice que en el discurso del Monte de los Olivos están en consideración los dos sitios de Jerusalén (él llega a esta
conclusión del ―doble cumplimiento‖, al considerar en conjunto
los escritos de los tres evangelios sinópticos sobre el discurso de Jesús).Sostiene que Lucas describe el evento histórico del
sitio de Jerusalén ocurrido en el año 70 bajo el liderazgo de Tito y, que por tanto, los versículos 20 al 24 se cumplieron
literalmente en el primer siglo, y que por otro lado, ni Mateo
ni Marcos mencionan sobre el sitio de Jerusalén, sino que en su lugar describen la abominación desoladora que habló el
profeta Daniel, y que según Scofield, tendrá lugar al final de los tiempos, durante los siete últimos años, antes de la
segunda venida de Cristo. En resumen: Scofield sostiene que
Lucas 21:20-24 describe el sitio de Jerusalén en el año70, y que Mateo 24:15 y Marcos 13:14 describen el segundo
cumplimiento de la profecía, el cual tendrá lugar en el futuro[20]. Este argumento, por más que se quiera demostrar,
lamentablemente no tiene ningún asidero bíblico, simplemente estuvo en la mente (fantasiosa) del señor Scofield.
Los futuristas dicen que ellos interpretan la profecía
literalmente, tal cual como está escrita; sin embargo, la interpretación que han hecho de Mateo 24 no pareciera ser
muy literal, ya que han pasado por alto un aspecto fundamental de la hermenéutica, su marco histórico. Ellos
enseñan que toda la Escritura fue escrita pensada en nosotros
y en cada época a través de la historia, y esto es un grave error. Si bien es cierto que, ―toda la Escritura es inspirada por
Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para
instruir en justicia‖ (2Ti 3:16), no podemos apropiarnos de promesas y juicios que sólo fueron dirigidos a personas y
pueblos determinados en el pasado. El discurso de Mateo 24 está estrictamente dirigido al pueblo judío; basta solo leer con
sentido común el pasaje, e inmediatamente se puede percibir
a quienes Jesús dirige sus palabras. Veamos algunos ejemplos sobre esto que aparecen en el capítulo:
Mirad que nadie os engañe (v.4). Por tanto, cuando veías en el lugar santo la abominación
desoladora… (v.15).
Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo… (v.20).
Entonces, si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo…(v.23)
Ya os lo he dicho antes (v.25)
Así que, si os dijeren: Mirad, está en el desierto… (v.26)
¿Se dio cuenta? las palabras de Jesús van dirigidas a una audiencia presente, a personas que están allí escuchando sus
palabras, o sea, sus apóstoles y demás discípulos. Además, del factor gramatical e histórico tan importante a tener en
cuenta al pretender interpretar las Escrituras, están también
otros elementos que no lo son menos, y se trata de los datos culturales y geográficos que se mencionan en el pasaje, lo
cual arroja mayor luz a nuestro propósito de interpretar. Observe los siguientes términos.
La abominación desoladora que habló el profeta Daniel;
Judea y día de reposo.
Lucas 21 y Marcos 13 mencionan aparte de lo anterior, la
palabra Sinagogas.
Con todos estos datos, bíblicamente demostrados, no podemos cerrar los ojos y creer que el discurso de Jesús tiene
una doble connotación, porque aceptar tal posición, sería
considerar la Biblia como un libro ambiguo.
Segunda Parte Muchos se detienen sobremanera en la segunda parte del
versículo 29 para construir toda clase de incongruencias
relativas, a lo que ellos consideran, ―la segunda venida visible de Cristo‖. (El rapto es considerado por los futuristas como la
primera parte del programa de la segunda venida de Cristo, y la que ellos denominan: ―la venida invisible‖) La manera tan
espectacular como los evangelios sinópticos describen los
sucesos inmediatos a la tribulación de aquellos días, llama la atención: ―el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas‖. Aun cuando existen documentos
históricos que narran ciertos fenómenos espectaculares vistos en el cielo alrededor del año 70 d/C., lo más ―razonable‖
podría ser que este tipo de descripción pictórica, obedezca
sencillamente a la forma peculiar del idioma bíblico de querer expresar la grandeza de un acontecimiento por medio de
figuras hiperbólicas: ―las estrellas caerán del cielo‖. Lo mismo se aprecia en la introducción de Apocalipsis. Juan describe la
más grande promesa del Nuevo Testamento, y en especial
de su libro, en un estilo muy hebraico, lleno de emoción y suspenso: ―He aquí que viene con las nubes‖ (Ap.1:7). Marcos
13:24, 25 y Lucas 21:25, 26 describen, de un modo muy
similar, los sucesos descritos por Mateo, y que tienen lugar inmediatamente después de la tribulación de aquellos días. Si
por ―tribulación de aquellos días‖ nos estamos refiriendo a los indescriptibles estragos provocados por la desolación de la
ciudad de Jerusalén en el año 70, entonces estamos
estableciendo que los eventos narrados a partir del verso 29 de Mateo, y confirmados por Marcos 13 y Lucas 21, tuvieron
su cumplimiento inmediatamente después de dicho desastre. El lenguaje que usa Mateo en este versículo para describir la
inauguración del Reino de Dios sobre la tierra, está tomado
del Antiguo Testamento, principalmente del libro de Isaías: 10Por lo cual las estrellas de los cielos y sus luceros no darán su luz; y el sol se oscurecerá al nacer, y la luna no dará su resplandor 13Porque haré estremecer los cielos, y la tierra se moverá de su lugar, en la indignación de Jehová de los ejércitos, y en el día del ardor de su ira (Isa. 13:10 y 13). ―Y todo el ejército de los cielos se disolverá, y se enrollarán los cielos como un libro; y caerá todo su ejército, como se cae la hoja de la parra, y como se cae la de la higuera‖ (Isa. 34:4). En los dos primeros versículos, Isaías describe
metafóricamente, los horrores de los juicios de Dios sobre
Babilonia, el gran imperio pagano y asolador de la antigüedad. Es históricamente sabido que Babilonia fue sitiada y destruida
por Ciro el Grande en 539 a/C. De ahí en adelante, nunca más Babilonia volvió a ser reedificada, aunque sobre sus ruinas su
nombre siguió existiendo por varios siglos más, sin embargo,
la profecía de Isaías fue fulminante. La destrucción definitiva tuvo lugar entre los años 126-125 a/C. por el parto
Evemero[21], quien conquista la ciudad y la incendia,
reduciendo el antiguo imperio a un montón de escombros a orillas del río Éufrates.
Lo mismo se puede observar en Isaías 34:4, en el juicio de Dios sobre Edom. Como en el caso anterior, el lenguaje es
puramente figurado porque, aunque la ciudad y sus
moradores fueron destruidos casi totalmente, no pudo ser bajo ningún aspecto de la forma como lo describe el profeta.Si
este cuadro pictórico debiera interpretarse literalmente, sería el comentario más absurdo y ridículo que existiera sobre un
pasaje bíblico. La razón es simple: Los cielos no fueron
estremecidos; ni tampoco las constelaciones estelares ni la tierra fueron removidas de su lugar durante el sitio de
Babilonia. Y en el juicio contra Edom, la profecía simplemente enunció el desmoronamiento magistral e inminente de un
imperio que parecía tan fuerte y seguro, y la de un pueblo,
considerado como el principal enemigo del pueblo de Dios en el pasado. De igual manera Mateo y Lucas, recurren a la
misma figura literaria de Isaías para describir cómo en un momento, todo el poder y grandeza de un reino soberano,
como lo era el pueblo hebreo, es despojado y desarmado de toda su influencia y autoridad, comparando su esplendor y
gloria con las eternas e invulnerables lumbreras de los cielos.
La profecía describió asombrosamente la caída súbita de la ciudad, que en un tiempo fuera ―el gozo de toda la tierra‖
(Sal.48:2; Lam.2:15). Algunos replicarán que la conmoción celestial descrita en el
versículo 29, tiene mucho sentido con lo que dice 2 Pedro
3:10: Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los
elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Y me gusta que lo consideren, ya que aquí nuevamente nos encontramos con
otro problema de interpretación, y que al parecer no lo era hasta hace dos siglos atrás, cuando se entendía que los cielos
y tierra mencionados por el apóstol, se referían al gobierno
civil y religioso de la nación judía. Aun el gran teólogo ingles puritano del siglo XVII, John Owen (1616-1683) haciendo un
comentario a este pasaje, él declara que aquí los cielos nuevos y tierra nueva corresponde al evangelio eterno, la
economía del Nuevo Pacto, mientras que lo que es destruido,
corresponde a la estructura judía del Viejo Pacto[22]. Ahora bien, la palabra ―elementos‖, que comúnmente se
interpreta por materia, en el original griego es stoijeíon. Y es muy interesante notar, que esta misma palabra se usa,
además, para describir aquellos principios de conocimiento
elementales sobre cualquier ciencia, y que en las cartas de Pablo aparece con el nombre de ―rudimentos‖. Lo que nos
hace sugerir entonces, que la expresión del apóstol Pedro en el verso 10: ―los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas‖, se refiere a la estructura del Viejo Pacto, tal como lo observó Owen; los
elementos ardiendo, no son la materia atómica que compone
el universo, sino representa al gobierno cívico y religioso de los judíos, y naturalmente todo su pueblo representado por las
estrellas del cielo. Otro punto, muy recomendable observar en el pasaje, es el
carácter de inminencia que Pedro da a esta profecía, lo cual
indica que tal aniquilación de la que está hablando, se encuentra muy cerca de ellos; no da para pensar en dos mil
años en el futuro, sino dentro de muy poco. Los versos 11 y
12 dicen: 11Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, 12esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! 13Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia. Para el futurista, que todo interpreta literalmente, 2Pedro 3
está lejos de ser un texto simbólico. Para él, la destrucción de los cielos y tierra, y su correspondiente re-creación, tiene un
significado literal, por lo tanto, esta profecía indiscutiblemente (para ellos) no ha tenido cumplimiento aun, por consiguiente,
la segunda venida de Cristo es un evento todavía futuro. Sin
embargo, el futurista no quiere ver la montaña de evidencias que muestra la Biblia con respecto al tiempo en que las
profecías debían cumplirse, y el significado correcto que éstas tendrían. El verso 13, por ejemplo, declara la promesa tomada
de Isaías 65:17 en donde Dios, a través del profeta, promete restaurar el reino de Israel en un nuevo pueblo; devolver el
gozo a la ciudad santa, y hacer que todo lo pasado (Viejo
Pacto), nunca más vuelva a la memoria. Para alcanzar la justicia perdurable y la paz eterna, Dios debía realizar algo
catastróficamente insólito. Terminar con el actual pueblo rebelde y duro de cerviz, y engendrar de sus mismos lomos,
espiritualmente hablando, a un nuevo pueblo, y que en este
caso es la Iglesia. Israel, a partir de esa profecía tenía sus días
contados. Años más tarde lo confirmaría el profeta Daniel con
su tajante certificado de defunción para la nación apostata: Dan. 9:24 ―Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos‖. La única manera de entender la profecía, es dejando de ser
tan dogmático y exageradamente fantasioso, y aceptar que el lenguaje profético de la Biblia, tanto del Antiguo como del
Nuevo Testamento, está perfectamente entrelazado, y que no
hay razón suficiente para pensar que el significado que le dieron sus primeros destinatarios deba ser diferente al que
nosotros queremos darle hoy, eso es simplemente inaudito. Pero es obvio, que la tradición es mucho más fuerte que la
Palabra misma de Dios, por lo que será muy difícil aceptar que
hemos estado equivocados con respecto a la interpretación del mensaje escatológico de la Biblia, a no ser que tengamos
la voluntad y valentía suficiente para despojarnos de esa teología futurista tan dañina que hemos heredado.
Como lo mencioné en páginas anteriores, la teología moderna traza sus principios doctrinales sobre la base de la teología
histórica de los padres de la Iglesia. En ella, por razones ―muy
extrañas‖ y que comentaré más adelante, se puede observar con relación al tema de la segunda venida de Cristo, la misma
expectación que mantenía la Iglesia primitiva sobre este glorioso evento, y lo cual, da mucho que pensar. Porque al
examinar concienzudamente los pasajes del Nuevo
Testamento, incluyendo los que ya hemos estudiado en este capítulo, uno puede percatarse inmediatamente que la
profecía sobre el día del Señor, tenía para sus lectores
originales, un carácter de inminencia; por tanto, y frente a esta aparente contradicción, uno podría llegar fácilmente a
dos conclusiones: primero, el discurso profético de Jesús y sus apóstoles no se cumplió en el tiempo prefijado, ―dentro de la
generación contemporánea de ellos‖ (Mt.24:34), por lo tanto,
ellos fallaron, su mensaje resultó ser incierto, y por ende, el evangelio es el fraude más grande de la historia. Segundo, la
profecía sí se cumplió, Jesús volvió por segunda vez, tal cual lo anunció, y estableció el reino de Dios sobre la tierra; en
consecuencia, los hechos deben ser visto de la siguiente
manera: el día del Señor tuvo lugar en la destrucción de Jerusalén; el fin del siglo, como el final de la edad judía y la
dispensación del Viejo Pacto; la gran convulsión estelar descrita en la profecía, debió obligadamente tener un carácter
simbólico; los escritos de los llamados ―padres de la Iglesia‖
estarían intervenidos. No puede ser que Josefo, el historiador judío no cristiano del primer siglo, diera mayor credibilidad a
las palabras de Jesús en su discurso del Monte de los olivos, que los depositarios directos de las doctrinas cristianas
heredadas de los mismos apóstoles del Señor. Por lo tanto, yo me atrevería a dudar de la veracidad de la herencia histórica,
y darle todo el crédito a la Palabra de Dios.
La Señal del Hijo del Hombre 30Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria.
Llegamos al punto más emocionante del discurso de Jesús:
―Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo‖. Cuán interesante resulta leer esta frase, apegándonos lo más
posible al espíritu de la letra. Observe que, primariamente, no dice que se verá a Jesús, sino ―su señal‖ en el cielo. ¿Cómo
podría ser esto? Creo que aquí se repite algo que era muy
natural en el Antiguo Testamento, cuando Dios se hacía presente en medio de su pueblo. En realidad, Dios no era
visto por la gente, pero ellos sí entendían que Dios estaba allí, porque veían la señal de su presencia. Veamos algunos
ejemplos:
Ex. 13:21 Y Jehová iba delante de ellos de día en una columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en una columna de fuego para alumbrarles, a fin de que anduviesen de día y de noche. Ex. 14:24 Aconteció a la vigilia de la mañana, que Jehová miró el campamento de los egipcios desde la columna de fuego y nube, y trastornó el campamento de los egipcios, Ex. 19:9 Entonces Jehová dijo a Moisés: He aquí, yo vengo a ti en una nube espesa, para que el pueblo oiga mientras yo hablo contigo, y también para que te crean para siempre. Y Moisés refirió las palabras del pueblo a Jehová. Ex. 20:21 Entonces el pueblo estuvo a lo lejos, y Moisés se acercó a la oscuridad en la cual estaba Dios.
La nube era la señal de que Dios estaba allí. No era necesario ver literalmente a Dios, es más, jamás se les habría pasado
por la mente siquiera que podrían ver a Dios, eso para ellos
era sencillamente imposible.
Con el mismo espíritu con que se entiende el Antiguo
Testamento, debe entenderse también el Nuevo. La señal del Hijo del Hombre, prosigue al punto más
dramático de la historia del pueblo semita, historia que se consume lastimosamente en medio de la más horrenda
tribulación de todos los siglos. Es el clímax de las edades, el
punto neurálgico en el que convergen todas las profecías de la Biblia. Es el fin del intervalo entre la cruz y el reino eterno;
entre lo movible y lo inconmovible (Heb.12:27); entre el sol del poderío judío que deja de resplandecer (v.29) y el sol de
justicia que viene trayendo en sus alas salvación (Mal.4:2;
Heb.9:28). La señal del Hijo del Hombre significa el cumplimiento exhaustivo y supremo de todo lo dicho por los
profetas en el pasado (Lc.21:22). Ningún otro acontecimiento bíblico es más prominente y relevante que el día grande del
Señor. Ningún otro acontecimiento ocupa tanto espacio y
atención en toda la Biblia que el día del Señor. Este es el verdadero y único centro de la historia: Cristo volviendo en
gloria y majestad, y anunciado con la genialidad única y espectacular de la lengua hebrea: ―en las nubes del cielo‖, del
mismo modo como Daniel lo vio siglos antes: 13Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. 14Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido (Dn. 7:13 y 14).
Estos versículos, que nuevamente salen a relucir, son muy importantes, y aunque pensaba comentarlo más adelante, lo
creo conveniente hacerlo ahora. En primer lugar, debo decir
que la mayoría de los teólogos y comentaristas bíblicos concuerdan en que la frase: ―verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo‖, Jesús la tomó del libro de Daniel, justamente del pasaje que acabo de citar más arriba.
Lo interesante en la profecía de Daniel, es que él no ve a
Jesús descendiendo hacia la tierra, sino lo ve subiendo hasta el Anciano de días, que indudablemente se trata de Dios Padre
y, ha ido hasta allí, para recibir el reino eterno. Aquí hay una tremenda revelación y que lamentablemente no ha sido bien
entendida por la mayoría. Se ha mal interpretado la expresión
―viene en (o con) las nubes‖, con un regreso literal de Cristo, cuando en realidad él quiso decir en su discurso del Monte de
los Olivos, que pusieran atención a la señal de su venida, pero no a una venida visible o literal. Esto tiene mucha relación con
lo que dijera al sumo sacerdote un poco más adelante: ―Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo‖ (Mt.26:64). Pareciera que Jesús le hablara de dos eventos a presenciar: primero, ver al Hijo del
Hombre sentado a la diestra del poder de Dios; y segundo, verlo venir en las nubes del cielo. Sin embargo, creo
personalmente que ambas cosas corresponden a un mismo
acontecimiento, por lo que se debe entender, haciendo uso del sentido común, que no se puede estar sentado a la diestra
del poder de Dios, y al mismo tiempo, viniendo en las nubes del cielo. Lo que Jesús dio a entender a sus apóstoles y
posteriormente al sumo sacerdote, es que estuvieran atentos,
porque ellos y todos los de aquella generación, serían testigos de la señal más gloriosa de las edades: Su entronización en el
cielo y la posesión del dominio y el poder para ejecutar los
juicios sobre aquella generación perversa. Hay una tremenda confusión con respecto at tema de la
segunda venida de Cristo, y me parece que no será fácil revertir esa postura en este libro, y no por falta de evidencias
bíblicas, sino debido a esa idea preconcebida que se tiene tan
arraigada en la mente sobre esta doctrina. Decir que Jesús no vendrá, es la más grande herejía que un ser humano puede
pronunciar, según el cristianismo tradicional. Pero lo acepte o no, fue lo que Jesús dijo: su venida tendría lugar dentro de
aquella generación (Mt.24:34), y repito, no se refirió a una
venida visible, sino a la señal de su venida, y que sería caracterizada por la caída de todo el sistema político y
religioso judío, descrito con la imagen de una conmoción cósmica, y que sería inmediatamente después de la tribulación
de aquellos días.
El otro problema de interpretación, ocurre con la expresión: "verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo". Esta es la misma expresión que usa Juan en Apocalipsis 1:7 ―He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén‖. Pareciera que el texto
dijera que Jesús será visto por todo el mundo, incluso se
hace más evidente aun asociando la frase del verso 30: ―entonces lamentarán todas las tribus de la tierra‖. Pero en
realidad la expresión: ―todas las tribus de la tierra‖, no puede, bajo ningún aspecto, tratarse de toda la población del mundo.
En primer lugar, la profecía tiene relación directa con el
pueblo judío. Lo que debía ser destruido era Jerusalén (Lc.21:20), y no el mundo. Entonces las tribus de la tierra, en
este caso, corresponde a las tribus de Israel. ¿Recuerda ese
cuadro tan dramático cuando Jesús camina hacia el monte de la crucifixión cargando su cruz y sintiendo el látigo del
verdugo? Bien, en ese pasaje se muestra a mujeres de Jerusalén llorando al ver la forma tan cruel y despiadada en
que su Señor está terminando su carrera; Jesús las mira y les
dice: ―Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos" (Lc. 23:28). Es muy
posible que Jesús se estuviera refiriendo a esos días de gran angustia por los que tendrían que pasar, y de los que no
estaban tan lejos. También sería muy interesante revisar el
pasaje de la ascensión de Cristo al cielo. Lucas es el único que registra este tan importante evento, y lo escribe primeramente
en su evangelio y más tarde en su libro de los Hechos de los apóstoles. En Lucas 24:51 leemos que Jesús, luego de
bendecir a sus discípulos, se separó de ellos y fue llevado al
cielo. En cambio Hechos 1 describe algunos detalles que son cruciales para entender el asunto que nos ocupa en este
momento, su venida. Los versos 9 al 11 dicen: 9Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos. 10Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, 11los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo. Parece que aquí radica el problema de la confusión. El
relato dice que: ―viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos‖. Es muy posible que los únicos
que le vieron irse al cielo, hayan sido sus discípulos. Hay
muchos episodios en la Biblia en que ocurrieron situaciones sobrenaturales, y que sólo fue visto por algunos solamente;
por aquellos a quienes Dios determinaba que lo vieran. Algunos ejemplos: En el pasaje de la transfiguración de Mateo
17:1 leemos que Jesús tomó aparte a tres de sus doce
apóstoles para que presenciaran un pequeño avance de su gloria venidera. Pablo dice también a los corintios, que
después de su resurrección, Jesús se apareció a Pedro, luego a los doce, y en tercer lugar, a más de quinientos hermanos
(1Cor.15:57), lo cual indica, que verlo levantado de entre los
muertos, no fue privilegio de todos, sino solamente de algunos, los más cercanos probablemente. Por lo mismo, es
muy posible que la señal de su venida, si es que hubo alguna manifestación sobrenatural de su apariencia, algo muy poco
probable, habría sido observada solamente por quienes le
vieron irse al cielo. Porque debe entenderse también, que la ascensión de Cristo no fue un espectáculo público, sino algo
estrictamente privado. Por tanto, en el contexto de Hechos 1:9 se debe concluir que el regreso de Cristo, no sería visible
al ojo humano, ya que dice: "una nube le ocultó de sus ojos". No es lo mismo decir: vendrá en una nube y todo ojo le verá,
a decir, que una nube le ocultará de todo ojo. Por otro lado, la
figura de la nube era familiar para quienes conocían las Escrituras hebreas. El profeta Isaías, por ejemplo, profetiza
que Jehová vendrá con juicio sobre Egipto, y lo anuncia espectacularmente así:
"Profecía sobre Egipto. He aquí que Jehová monta sobre una ligera nube, y entrará en Egipto; y los ídolos de Egipto
temblarán delante de él, y desfallecerá el corazón de los egipcios dentro de ellos" (Is.19:1) Ahora bien, ¿verían los egipcios a Jehová cuando vino sobre
ellos? Desde luego que no, porque Jehová no vino literalmente sobre Egipto. La expresión: "He aquí que Jehová monta sobre una ligera nube, y entrará en Egipto", está en sentido
figurado, forma muy peculiar de la lengua semita, y se usa para dar realce al mensaje que se desea transmitir. Vea estos
otros dos ejemplos: "Jehová es tardo para la ira y grande en poder, y no tendrá por inocente al culpable. Jehová marcha en la tempestad y el torbellino, y las nubes son el polvo de sus pies" (Nah. 1:3). "Que establece sus aposentos entre las aguas, El que pone las nubes por su carroza, El que anda sobre las alas del viento" (Sal. 104:3).
Si el lenguaje hebreo tenía esta forma tan pictórica de
expresarse en el Antiguo Testamento, y era comprendido perfectamente por sus primeros lectores, ¿por qué debería
tener una idea o comprensión diferente para los destinatarios del Nuevo Testamento? Simplemente sería absurdo.
Volviendo a Isaías 19. La manera en que Jehová llevaría a cabo su sentencia sobre Egipto es asombrosa, y se encuentra
en el siguiente versículo: 2"Levantaré egipcios contra egipcios, y cada uno peleará contra su hermano, cada uno contra su prójimo; ciudad contra ciudad, y reino contra reino". La estrategia de Dios, era provocar una guerra civil en Egipto
y, de esa manera, él ejecutaría sus juicios sobre esta nación
pagana, haciendo que se eliminarán entre ellos mismos. El hecho de que el Nuevo Testamento diga que Jesús volverá en
las nubes del cielo, no necesariamente debería interpretarse
que Jesús mismo, literalmente vendría allí o así; porque al igual que en los ejemplos anteriores, la figura de las nubes
simbolizan la presencia de Dios o de Cristo en este caso. Hay quienes insistirán en que en Hechos 1:9 dice muy claro que de
la forma en que Jesús se fue al cielo (en una nube), así habría
de volver por segunda vez y ser visto por todo ojo, como dice Apocalipsis 1:7. Sin embargo, hay un pequeño detalle en el
pasaje que no ha sido observado concienzudamente, y es que, la nube que le recibió solo fue para ocultarlo de los ojos de los
discípulos, y por lo tanto, no debería asociarse con la nube en
que debería volver. En el uso estricto de la hermenéutica, un texto que ha sido tomado de otro texto escrito con
anterioridad, no debe interpretarse indistintamente al primero, de hacerlo así, pierde su sentido original. Lo mismo ocurre
cuando el apóstol Pedro dice: "Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia" (2Pe. 3:13). Pedro cita la promesa de
Isaías 65:17, la que erróneamente ha sido interpretada como una creación literal. Allí, el profeta anuncia retóricamente, el
fin de la era del viejo pacto y el comienzo del nuevo; el fin del Israel natural y el comienzo del Israel espiritual, la Iglesia (ya
comentaré mejor este asunto más adelante). De igual modo,
debe interpretarse la venida de Cristo en las nubes, basándose en el contexto de la expresión original. Como vimos más atrás,
dicha expresión fue tomada de Daniel 7:13, y en ella, el profeta no ve a Cristo descendiendo, sino ascendiendo a
donde estaba el Anciano de días; igual como el cuadro de la
ascensión de Hechos 1:9, y que coincide perfectamente con lo que Jesús le dice al sumo sacerdote: "... y además os digo,
que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo‖ (Mt.26:64). Dos instancias que se mezclan en un solo gran
acontecimiento, el día del Señor. La destrucción de Jerusalén marcó el fin de la edad del Viejo
Pacto, mientras que la venida de Cristo, marcó el comienzo
del llamado siglo venidero, la nueva edad, el reino de Dios, la Iglesia del Nuevo Pacto.
Tanto Mateo 24 como Marcos 13 describen este cuadro escatológico con el mismo lenguaje apocalíptico característico
de los hebreos; mientras que Lucas 21, hace uso de un estilo
menos sensacionalista, probablemente para darle un enfoque más histórico que emocionante, pero el discurso es el mismo.
Recordemos que Lucas era un medico, y por lo mismo, su modo particular de escribir se deba probablemente a su
elevada educación. El pasaje paralelo de Lucas 21 dice así: 25Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; 26desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas. 27Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria. Apenas hay algunos cambios verbales en la descripción de
Lucas, lo que no opaca en lo absoluto el fuerte impacto que el mensaje pretende entregar. Para nada se podría pensar que
estamos frente a otro discurso, como lo han sugerido algunos,
sino simplemente se trata de una observación diferente a un
mismo asunto, pero que sustancialmente expresa la misma
idea de los otros dos evangelistas.
La reunión de los escogidos 3Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro. Para este versículo se han propuesto diferentes
interpretaciones, dependiendo de la escuela escatológica que lo analice. Pero para que ninguna teoría preconcebida influya
en nuestro estudio, será muy importante tener en cuenta lo
siguiente: Al igual que los versos anteriores, éste también está tomado del Antiguo Testamento, y como veremos, se
relaciona exclusivamente con el pueblo judío. Isa. 27:13 Acontecerá también en aquel día, que se tocará con gran trompeta, y vendrán los que habían sido esparcidos en la tierra de Asiria, y los que habían sido desterrados a Egipto, y adorarán a Jehová en el monte santo, en Jerusalén. A lo largo de todo el Antiguo Testamento se pueden leer las innumerables veces que se promete a Israel una futura edad
de oro; un tiempo glorioso, totalmente restaurado, y en su propia tierra. Sin embargo, considerando la peculiaridad del
lenguaje bíblico, con sus múltiples figuras y simbolismos, es
peligroso hacer una interpretación a la ligera, y más aun, teniendo en cuenta que la Iglesia moderna está fuertemente
influenciada por una corriente "sionista", que poco menos condiciona al cristiano a un segundo nivel, en relación al
pueblo hebreo.
De ahí, que se imita su música, su danza, y hasta incluso, la forma de celebrar los cultos a Dios. Ponen banderas de Israel
en la plataforma, candelabros de siete velas, la estrella de
David, y se usa aceite para ungir, en lugar de hacerlo en el nombre del Señor. Solo falta llegar al templo con un cordero y
sacrificarlo en medio del culto, como una forma de agradar a Dios. No sé dónde vamos ir a parar con todo esto, pero ésta
es la triste realidad de la iglesia actual; la que cegada por la
ignorancia y/o la equivocada enseñanza de sus líderes, no logra ver la verdad que está ante sus propios ojos, la
información histórica que nos entrega el Nuevo Testamento sobre un pacto y una edad ya desaparecida y exterminada.
Están exactamente igual que los judíos del Viejo Pacto, con un
velo en sus ojos cuando leen las Escrituras (2Cor.3:14). Es verdad que Dios prometió restaurar a Israel, y por lo tanto,
no pondremos en duda su Palabra, sin embargo, será muy importante observar que dicha restauración se encuentre en
armonía con el mensaje que presenta el Nuevo Testamento.
En él se puede observar muy claramente, cuál es el rol que tanto Israel y la Iglesia tienen en el nuevo orden de Dios.
Pablo dice que en Cristo Jesús ya no hay diferencias entre judíos y griegos (Gal.3:28), porque ahora somos uno en él;
además, dice a los efesios que la pared divisoria que había entre gentiles y judíos fue derribada por Cristo (Ef.2:14), lo
que nos indica que la posibilidad de dos pueblos diferentes en
el plan de Dios, como enseña el dispensacionalismo, no es compatible con la enseñanza de Pablo. Por otro lado, Jesús al
ser consultado sobre el tiempo de la restauración de Israel, el sólo se limitó a decir: 7—No les toca a ustedes conocer la hora ni el momento determinados por la autoridad misma del Padre —les contestó Jesús—.
8Pero cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra (Hech. 1:7 y
8 / NVI). Sin el ánimo de hacer conjeturas irresponsablemente sobre lo
que quiere o no quiere decir la Escritura, uno podría concluir
que, en algún sentido, y de acuerdo con este ultimo versículo leído, Jesús quiso dar a entender a esos inseguros discípulos
que no lograban aun dimensionar el verdadero impacto que había provocado su sacrificio poco más de un mes atrás, que
la edad del viejo pacto, esa que condicionaba la salvación y la
gracia a una sola nación, había llegado a su fin y, que de ahí en adelante el reino de Dios, ese mismo del que había hablado
en la parábola de la semilla de mostaza, que siendo tan pequeña en el momento en que es plantada, se transforma
luego en la más grande de todas las hortalizas del campo y
echa grandes ramas, de tal manera que las aves del cielo pueden morar bajo su sombra (Mt.4:30-32), bueno, ese reino
ya estaba muy cerca de establecerse plenamente, por lo tanto, la tarea de ellos, mientras éste llegaba, sería
proclamarlo por toda la tierra habitada. Entiendo que será muy difícil aceptar lo que voy a decir, pero creo ver muy
claramente en el Nuevo Testamento, que los nuevos cielos y
la nueva tierra profetizada primeramente por Isaías (Is.65:17), mencionada por Jesús (Mt.5:18), confirmada por Pedro
(2Pe.3:13) y posteriormente por Juan en Apocalipsis 21, corresponde a esa restauración tan citada por los profetas
antiguos, y que halló su fiel cumplimiento en la fundación de
la Iglesia, el Israel de Dios, la Jerusalén de arriba, la ciudad del Dios vivo.
La restauración de Israel tenía que ver con un estado o
condición espiritual y no meramente terrenal, como lo habían entendido los apóstoles al principio. Cuando Dios hace el
pacto con Abraham, le deja de manifiesto que la bendición del pacto no estaría condicionada solamente a las tribus de Israel,
sino que, a todas las familias de la tierra (Gn.12:3). Luego en
el Nuevo Testamento, Pablo aclara que esa bendición es transferida a los gentiles a través de Jesucristo, la
descendencia de Abraham (Gal.3:16). Y enfatiza que en el cumplimiento pleno de esta promesa se acaban todas las
diferencias que hasta ese momento eran un gran problema.
Estas diferencias a saber eran: las raciales (no hay judío ni griego); las sociales (no hay esclavos ni libre); y las culturales
(no hay varón ni mujer); y subrayando finalmente en su admonición del capítulo tres, de que somos uno en Cristo, y si
somos de Cristo, linaje de Abraham somos, y herederos según
la promesa (vv.28 y 29). Considerando todos estos argumentos, se podría interpretar con justicia, que los
escogidos del verso 31 correspondería a todos los que estaban predestinados para salvación e inscritos en el libro de la vida
desde antes de la fundación del mundo; y en estos están incluidos los elegidos del pasado, del presente y del futuro. El
escritor a los Hebreos, que escribe a los judíos en la
dispersión, hace una dramática comparación entre lo que fue el rígido culto celebrado en el monte que se podía palpar,
Sinaí, símbolo del viejo pacto, y la nueva experiencia de pertenecer al cuerpo de Cristo, la Iglesia, representada por el
monte Sión. Observe detenidamente el impactante contraste
que el escritor hace entre un pacto de terror y otro de gloria en los versos 18 al 24 del capítulo 12, y en especial los dos
últimos, que confirman lo que yo había planteado más arriba,
que los escogidos de Mt.24:31 corresponde a la gran multitud de santos hechos perfecto por la sangre del Nuevo Pacto:
"sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos". Por estos versículos
uno puede interpretar racionalmente, que la Iglesia es el único pueblo escogido de Dios, y que está compuesto por gente de
todos los tiempos, de todas las razas, y de toda la tierra, y
que cualquier otro pasaje de la Biblia que aparente decir lo contrario a esto, debería ser analizado a la luz de estas
Escrituras. Para los futuristas, es muy difícil aceptar que el juicio de las naciones ya fue ejecutado hace dos mil años
atrás, que la Iglesia fue recogida de los cuatro vientos de la
tierra y que hoy está espiritualmente sentada en los lugares celestiales con Cristo (Ef.2:6), lo que significa, que todo,
absolutamente todo, está cumplido. La Iglesia está completa y perfecta, a pesar de todas esas cosas raras que encontramos
en medio de ella, pero es Dios el que la dirige, y en algún momento él actuará, y todo volverá a su modelo original, y así
será por los siglos de los siglos. Mientras exista la tierra en
que Dios nos sembró habrá una Iglesia que reine sobre ella. "Los justos heredarán la tierra, Y vivirán para siempre sobre ella" (Sal.7:29). Una última acotación a este segmento. Mateo y Marcos
registran paralelamente el cuadro de los ángeles recogiendo a
los escogidos desde los cuatro vientos de la tierra, pero Lucas, que como dijimos anteriormente, escribe un tanto diferente,
pero nunca contradiciendo, sino que describiendo los mismos
hechos pero desde una óptica distinta, y esa distinción se expresa armoniosamente con los otros evangelios en este
versículo: Lc. 21:28 "Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca". En lugar de decir: que enviará sus ángeles a levantar a sus
escogidos de los cuatro vientos de la tierra, les da una señal muy esperanzadora: Cuando estas cosas comiencen a
suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra
redención está cerca. Esto significa: que cuando todo lo anteriormente dicho comience a ser realidad, ellos deberían
"erguirse", y esta palabra que en el versículo aparece por erguidos, es muy importante, porque en el original griego
(G352 anakupto - Dic.Vine N.T.), no solo significa levantarse
figurativamente, sino que también expresa el sentido de alegrarse triunfantemente. Ahora bien, ¿por qué se les dice
que se alegren? la respuesta es muy obvia: "vuestra redención está cerca"; es decir, vuestra salvación será consumada
plenamente cuando Cristo aparezca por segunda vez (Heb.9:28), lo que equivale exactamente a ser levantado con
los escogidos en el día del Señor, tal cual como lo describen
Mateo y Marcos.
Ultimas recomendaciones Los siguientes versículos solo son la continuidad de las
recomendaciones anteriores; sin embargo, el carácter de
inminencia que se le da al cumplimiento de la profecía, se deja de manifiesto en la reiteración del llamado a estar alerta,
atentos a las señales que precederán al gran día del Señor.
Los tres evangelios mencionan la misma parábola de la higuera: 32De la higuera aprended la parábola: Cuando ya su rama está tierna, y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca. 33Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas. Es innegable que la parábola de la higuera describe la
destrucción de Jerusalén como la gran señal que precede al regreso de Cristo. En Mateo 21:19 Jesús maldijo una higuera
que no tenía fruto, sino solo hojas, luego en el verso 43 del
mismo capítulo, pronuncia el lapidario juicio sobre la nación hebrea: "Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él". Lo del reino quitado a unos y dado a otros, es muy interesante
para nuestro estudio, porque aunque ni Mateo ni Marcos mencionan la llegada del reino , sí lo hace Lucas:
Lc. 21:31 "Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios". Aquí mismo en Lucas, pero en el capítulo 19, Jesús refirió una parábola sobre un hombre noble, que se fue a un país lejano
para recibir un reino y volver (vv.11-27). Está muy claro que
aquel hombre noble era Jesús, y ese país lejano era el cielo, a donde él fue después de su resurrección, y de donde también
debía volver (espiritualmente) como rey para establecer el reino que su Padre le habría entregado. Jesús debió hablar
mucho de ese reino con sus apóstoles, y de cuán cerca estaba
de ellos; eso explica la idea que ellos tenían de que el reino se manifestaría en los días de Jesús (v.11).
Ese reino, a la verdad, estaba muy cerca, tan cerca que
algunos de los que le escuchaban no morirían antes de verlo llegar con poder (Mr.9:1). Por eso, el llamado a velar era un
imperativo, porque el cumplimiento total a todo el discurso pronunciado estaba en el futuro inmediato a ellos, y lo ratifica
con la expresión que a muchos les cuesta tanto entender:
"De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca"(v.34). Digo, que les cuesta tanto entender, porque consideran que la palabra "generación", en este versículo tiene, según ellos, una
connotación futura; que era imposible que Jesús estuviera
pensando en ese momento en la destrucción de Jerusalén del año 70, por el argumento que expone en el verso 36: "Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre". Lo cual revela claramente el rebelde
espíritu de querer torcer una interpretación, que aunque
estuviera en otro contexto, en cualquier otro lugar de la Escritura, tendría exactamente el mismo sentido que se
observa aquí: "no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca". En otras palabras diría así: "no alcanzará a morir
toda la gente que hoy vive, sin que todo lo que he dicho se haya cumplido". Por otro lado, la expresión: "Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre", solo fue observada por Mateo y Marcos, sin embargo la expresión: no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca, fue observada y escrita por los tres evangelios sinópticos. Si la cantidad de veces que una expresión aparece
en la Escritura debe tener mayor credibilidad que aquellas que
menos se pronuncian, ésta sería justamente una de aquellas a la que debería dársele mayor importancia.