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APROXIMACIÓN A LA POLÉMICA FILOSÓFICA ENTRE NEOTOMISMO Y
POSITIVISMO EN COLOMBIA A FINES DEL SIGLO XIX
YOLANDA DEL ROCIO PASCUAZA ZAMBRANO
UNIVERSIDAD DE LOS ANDES
FACULTAD CIENCIAS SOCIALES
DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA
BOGOTÁ
2003
APROXIMACIÓN A LA POLÉMICA FILOSÓFICA ENTRE NEOTOMISMO Y
POSITIVISMO EN COLOMBIA A FINES DEL SIGLO XIX
YOLANDA DEL ROCIO PASCUAZA ZAMBRANO
199213453
MONOGRAFIA
DIRECTOR:
IGNACIO ABELLO
PROFESOR
UNIVERSIDAD DE LOS ANDES
FACULTAD CIENCIAS SOCIALES
DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA
BOGOTÁ
2003
Nota de aceptación:
_________________________
Director de monografía: Dr. Ignacio Abello
_________________________ Jurado:
Dr. Felipe Castañeda
_________________________ Jurado:
Dr. Sergio de Subiría
A mi padre por su apoyo, su comprensión y su amor, a mi madre por la persona que es y a mi hermano por su ayuda y cariño.
TABLA DE CONTENIDO
INTRODUCCIÓN I
1. MARCO HISTORICO: La Regeneración 1
2. MARCO FILOSÓFICO: Debate Ideológico entre Positivismo y Neotomismo 7
2.1. Las Fuentes Filosóficas 8
2.2. La Ciencia en el Marco de la Polémica entre positivismo y Neotomismo 17
2.3. La Mentalidad Conservadora 18
2.4. Neotomismo 21
2.5. Positivismo 23
2.6. Ciencia y Cultura Científica versus Cultura Religiosa 34
2.7. Movimiento Cientifista 38
CONSIDERACIONES FINALES 42
BIBLIOGRAFÍA 44
I
INTRODUCCIÓN
“La historia de las ideas ha adquirido para nosotros los latinoamericanos un sentido que ha superado hace tiempo el mero interés erudito que pueda haberla movido en alguna ocasión, para convertirse en una imprescindible herramienta de autoconocimiento.” (Leopoldo Zea)
Que Colombia ha sido campo abonado para las polémicas, es ya un lugar común. Disputas, controversias, debates, polémicas, como suelen llamárseles fueron el pan de cada día que las élites dominantes le ofrecieron al país para “educarlo”; muchas de esas polémicas terminaron por dirimirse en el campo de batalla. Las ideas controvertibles se movilizaban y difundían mediante discursos y acciones políticas y religiosas, básicamente; plazas públicas, púlpitos, periódicos, literatura y aún, las aulas universitarias sirvieron de vehículos y escenarios, a estos menesteres que ocuparon el interés inmediato de las élites después de la Independencia En este trabajo se partió del principio que esas ideas conformaban “la ideología de un grupo o una clase social; y, en menos ocasiones, sistemas de ideas forjados por destacados intelectuales o reconocidos pensadores con la intención de iluminar los caminos del discurrir histórico. Tales expresiones conceptuales constituyen materiales preciosos para conocer una determinada cultura, en una época específica, desde el punto de vista ideológico, que necesariamente está en relación con los hechos históricos de cualquier naturaleza que sean...” (...) “Ideas y hechos son inseparables, porque la realidad y la inteligencia son congéneres 1 De igual modo, por razones metodológicas, se hace una distinción entre los grandes textos o discursos de los filósofos universalmente reconocidos como tales y los pequeños discursos de intelectuales y pensadores de América Latina, “tan alejados de las altas esferas del pensamiento puro”2, pero ligados estrechamente a ciertas doctrinas y pensamientos eurocentristas coherentes con determinados y específicos intereses económicos, políticos e ideológicos de las élites dominantes.
1 RÓIG, Arturo Andrés. Historia de las ideas, teoría del discurso y pensamiento latinoamericano, Santafé de Bogotá. Universidad Santo Tomás, 1993, p. 5. Introducción 2 Ibíd, pag. 6
II
Justamente, esos pequeños discursos de las élites criollas “constituyen textos significantes históricamente situados, cuya lectura y comprensión requieren de metodología muy distinta de la empleada por los historiadores de la filosofía, que abstraen hasta cierto punto de los hechos para prestar atención preferencial al orden y conexión de las ideas y validez de las teorías, en abstracto y universalmente. En historia de las ideas, por el contrario, la conexión ideas-hechos es esencial. Por ello, frente a la relativa intemporalidad de los sistemas filosóficos, el discurso de nuestros pensadores esta permeado de historicidad, por lo cual sólo una razón histórica los puede comprender.”3 Este es, precisamente el objetivo que aspira a lograr el presente trabajo; aprender a leer las ideas e intenciones subyacentes en los textos escritos de la polémica filosófica entre neotomistas y positivistas, “textos no estrictamente filosóficos desde un punto de vista academicista, pero cargados de razones que tuvieron una gran eficacia histórica para bien o para mal nuestro.”4
En la constitución del corpus para realizar el análisis del problema de la presente investigación se ha apelado en primera instancia a un estudio detenido de los textos de los autores representativos de las dos tendencias involucradas en la polémica filosófica de la época. En segunda instancia los textos analizados –hay que subrayarlo- se enmarcan dentro de unas concepciones ideológicas que, de alguna manera han sido permeados por las instancias política y religiosa, estableciéndose así unas relaciones entre el poder y el saber. Una vez contrastados los textos del corpus se establecieron constantes y rupturas con respecto a la identidad de los actores (políticos o ideólogos) sociales involucrados en los discursos y a su finalidad. Los grupos textuales establecidos se caracterizan por mantener unos determinados rasgos cohesionadores, constituyendo así un conjunto arrastrado por una corriente continua en la que todo está relacionado. Aquí subyace el concepto de constante, que guarda alguna similitud con el proporcionado por la historia acerca de la larga duración y la continuidad, vista no como una continuidad inmóvil sino atravesada por transformaciones, cambios y crisis, así:
• Los años comprendidos entre 1885 y 1900 enmarcan una época de polémica filosófica cuya intensidad varía al vaivén de la discusión política, en la que subyace un trasfondo ideológico de las élites y dentro del cual se observa la preocupación por los intereses económicos clasistas.
3 Ibíd, p. 6 4 Ibíd, p. 6
III
• Se establece la asignación de funciones políticas, culturales y pedagógicas al discurso filosófico, unas veces de manera explícita y otras implícitamente para “educar” y conducir a las masas adscritas a uno u otro bando.
• Se atribuye un gran prestigio a los textos escritos (manuales,
cartillas, catecismos y periódicos) como elementos importantes en el debate filosófico.
• Se evidencia una estrecha relación entre las tendencias locales enfrentadas y los centros metropolitanos productores de las ideas filosóficas.
Es posible establecer algunas funciones atribuidas a las ideas consignadas en los textos. Se le asigna inicialmente una función civilizadora: De una parte, la formación de un ciudadano, el hombre de las luces, ideal del liberalismo del siglo XIX; de otra parte, el discurso filosófico es considerado un ingrediente indispensable en la formación de la moral religiosa, del ideal del hombre católico, apostólico y romano. Para presentar el análisis de los dos discursos enfrentados en la polémica filosófica, se acudió a estudiar los textos representativos dentro de una interdiscursividad, entendiendo por tal la ocurrencia de varios discursos en una élite social determinada; su circulación contribuía a la construcción y fortalecimiento de unas creencias, unos valores de una mentalidad en sentido general. Así, aunque los discursos se compartan no siempre se expresan de la misma manera, es decir, pueden haber otras formas de representación y de comunicación dentro del mismo grupo social (élite). Ejemplo: no es lo mismo el “discurso filosófico” de Miguel Antonio Caro que el de Carrasquilla, pero el trasfondo ideológico que expresan es el mismo. Los discursos encontrados a propósito hacen hablar a diferentes sujetos procedentes de diferentes sectores de la élite; pero ellos no son hablantes individuales sino representantes de grupos enfrentados en el seno del mismo sector dominante. Por su parte, la recepción estuvo conformada en la época estudiada por instancias integradas por lectores de periódicos, manuales, cartillas, catecismos, como padres de familia de sectores medios, maestros, y público interesado en temas políticos y religiosos como los estudiantes universitarios. El rol principal de los receptores consiste en tomar conocimiento del saber que le transmiten y buscar su manera de
IV
aplicarlo. Los que interpretaban el discurso eran los sectores populares guiados por maestros o pastores al efecto y para fines específicos. Los textos seleccionados para el análisis se conciben como un conjunto de discursos que hacen hablar a los sujetos del sector donde se originaron; debido a ello pueden interrogarse –y de hecho se interrogaron- para que respondan a preguntas como: ¿A quiénes hace hablar el texto?, los interlocutores estuvieron ahí, ¿Para decir qué?, ¿Qué papel social representaron?. Los interlocutores en esos actos comunicativos no están uno frente al otro; la comunicación se produce mediante la lengua escrita; es entonces, una situación monolocutiva que da a conocer unas ideas, señala unos derroteros y unas formas de acción que se concretaron en la polémica filosófica objeto de investigación. Para la década de 1880 los discursos filosóficos proceden de una instancia productora formada por los mismos grupos del periodo anterior, pero ahora relacionados con el poder de una manera diferente; el poder se reparte ahora entre lo político, expresado por sujetos pertenecientes a la élite conservadora que incluye terratenientes, empresarios y la iglesia; esta última depositaria de un poder conferido por la alianza establecida entre el Estado y la Iglesia Católica. Con la Regeneración se inicia el momento discursivo –clave en el presente trabajo- en el que la instancia productiva trata de imponer desde el poder del Estado un contrato de palabra diferente al del periodo anterior (Radical), basado en unas relaciones entre lo político y lo religioso. Con la promulgación de la Constitución de 1886 se despliega el escenario para la construcción de un discurso característico de ese hecho histórico. Los sujetos involucrados presentan la ley invocando el nombre de Dios; se complementan las acciones con el respaldo filosófico-tomista: mediante la presentación, un objeto adquiere existencia objetiva; se expresa no sólo la existencia sino un nexo directo con el creador del mundo: Dios. Además de presentar su origen, la invocación sirve para investir a los legisladores de una autoridad aún más importante que la conferida por el pueblo, la autoridad que emana de Dios como supremo legislador. La autorización divina servirá para desvirtuar cualquier argumento de los opositores en contra de la legalidad de ese acto. Por ejemplo, con respecto a la representatividad de los constituyentes, importa más la autorización de la instancia divina que la de una elección popular, pues hay necesidad de recordar que los constituyentes no se eligieron popularmente sino que “el 10 de septiembre por Decreto Ejecutivo, ordenó Nuñez a los jefes civiles y militares que nombraran cada uno a nombre de sus respectivos Estados, tres delegados para formar el personal
V
de un cuerpo constituyente, a quien se encargaría la delicada misión de expedir una nueva carta fundamental”5. Tanto la Constitución como el Concordato hacen hablar a unos sujetos que desempeñan el rol social de legisladores investidos más por el poder divino que por el civil. Como se ha señalado, los sujetos del poder producen los roles discursivos de ordenar, reglamentar, sancionar, autorizar la ingerencia del poder de la Iglesia en todas las esferas de la vida social e intima de los ciudadanos. Los rasgos filosófico-discursivos más importantes encontrados en los textos de la élite adscrita al movimiento neotomista son: el sujeto comunicador realiza el rol social de autoridad moral, esto es, imposible unas conductas de virtud de un poder emanado de un saber apoyado en su conocimiento de la doctrina católica, en la firme convicción de la bondad de dicha doctrina y en el bien que los valores de la religión le confiere a las ideas filosóficas. En ese sentido, el sujeto comunicador argumenta apoyado en la universalidad de sus valores. Son universales porque se tiene frente a ellos la convicción interna de su ayuda para decidir entre el bien y el mal y por la creencia firme en el código de deberes a que esos valores remite. Así, el discurso apoyado sobre los tópicos señalados pudo construir un contrato caracterizado por la combinación de las finalidades de informar, persuadir y enseñar. Dicho contrato es propuesto unas veces por un “político-filósofo” (Nuñez, Caro, etc.) o por un enunciador–clérigo (Carrasquilla), que actúa simultáneamente en los dos roles. Para informar, divulga ampliamente las diferentes acciones emprendidas desde la dirección del Estado. Para persuadir, al mismo tiempo que imparte instrucciones mostrando su actualidad y pertinencia, evoca experiencias de otros países católicos, como España y, actúa en consecuencia como político-pedagógo. Finalmente, para enseñar elabora textos (escritos y orales), los corrige, hace sugerencias y se erige como autoridad inapelable en lo filosófico y en lo profano. Para este momento discursivo se presenta el encuentro controvercial de los discursos que contienen ideas filosóficas: El primero, producido desde la instancia del poder por el conservatismo aliado con la Iglesia Católica, adscrito al Neotomismo. El segundo, el discurso laico ilustrado, producido por unos intelectuales, en su mayoría pertenecientes, al partido liberal marginado del poder político por la Regeneración de Caro y Nuñez. El régimen conservador –como se ha subrayado- había cedido el control y gestión cultural a la iglesia católica. Debido a ello el liberalismo, alejado de las instancias del poder acudió al expediente de la confrontación ideologico-filosófica desde el 5 LIEVANO AG UIRRE, Indalecio. Rafael Nuñez. Bogotá: Festival del Libro, p. 272
VI
periodismo, la plaza pública, el foro académico, con el fin de preservar su influencia doctrinaria, especialmente desde la cátedra universitaria, como lo señala Fernan González:
“En esa larga noche, el liberalismo comprendió que en la escuela y en la universidad eran los campos donde debía sembrar la semilla promisoria; y no obstante las conmociones que el odio y el fanatismo provocaban en este lapso, de uno a otro extremo de la patria, la escuela y la universidad regentadas por liberales, se multiplicaban...”6
En 1886 se había fundado el Externado de Derecho y Ciencias Políticas cuyo lema: Post tenebra y pero liicem (después de las tinieblas espero la luz), expresa la intención de resaltar la diferencia con el discurso predominante. El Externado fue clausurado en 1895 y reabierto en 1918. Igualmente, en 1890 se había fundado la Universidad Republicana, cerrada algunos años más tarde y reabierta en 1903 y clausurada definitivamente en 1917. De la Universidad Republicana surgió la Universidad Libre en 1913. La pretensión de la élite liberal de promover cambios en el estado de cosas impuesto por el marco histórico de la Regeneración, sirvió de caldo de cultivo al debate de las ideas. Como sostiene Ignacio Ellacuría en su obra Filosofía de la Realidad Histórica: “La historia se convierte en el lugar privilegiado para el filosofar, en el locus philodophicus por excelencia para el conocimiento de nuestra identidad y el discernimiento en ella de los elementos valiosos o negativos”.7 Dado el interés que presenta para la historia de las ideas filosóficas la polémica entre el neotomismo y el positivismo a finales del siglo XIX, en Colombia, se consideró pertinente presentar desde un punto de vista descriptivo-analítico unos momentos claves de ese debate que enfrentó a dos sectores de la élite dominante del país, con el doble propósito de: a) tratar de hacer un rescate de la historia de las ideas y, b) presentar el producto como pre-requisito de la facultad de Filosofía de la Universidad de los Andes para optar el título de Filósofo.
6 GONZALEZ, Fernan. Educación y Estado en la Historia de Colombia. Bogotá, Controversia, N° 77 – 78, 1979, pp 5 –154. 7 RÓIG, Arturo Andrés. Historia de las ideas, teoría del discurso y pensamiento latinoamericano, Santafé de Bogotá, Universidad Santo Tomás, 1993, p. 5 Introducción
1
1. MARCO HISTORICO: LA REGENERACIÓN
Para comienzos de la década de 1880, con excepción de los representantes más fieles al
ideal Radical, el conjunto de la clase dirigente del país, pareció encontrar un punto de
consenso en que sólo el orden, la paz y la seguridad podrían ser los elementos de cuyo
amparo se incrementarían la riqueza y la prosperidad y con ello, colocar un dique a los
problemas que enfrentaba el país; la difícil situación económica producida por la caída
vertical de las exportaciones y la respectiva ruina fiscal, a lo cual se agregaba el problema,
al parecer insuperable, de las relaciones con la iglesia católica, y casi 20 años de continua
inestabilidad política manifiesta en sucesivos golpes, levantamientos y guerras civiles,
habían convencido a comerciantes, banqueros y terratenientes de la necesidad de una
fórmula política alternativa que ante todo asumiera el problema del orden. El Federalismo
de la Constitución de 1863, que expresaba el fraccionamiento regional vinculado al pasado
colonial, a la ausencia de un mercado que integrara en términos económicos al país, y a la
permanencia de caudillos locales con el tipo de lealtades y adhesiones regionales que ello
suponía, había hecho crisis, y con la crisis federal hacía también crisis la formula radical
que anteponía la Libertad al progreso.
La nueva fórmula empezó a concretarse hacía 1880, cuando una coalición de
conservadores y liberales independientes opuestos al Radicalismo llevó a la presidencia en
nombre del Partido Nacional al político cartagenero Rafael Nuñez, antiguo radical, quien
comenzó de inmediato un programa de reformas que apuntaban hacia el refuerzo de los
poderes del ejecutivo.
El ambiente de la época para la élite que dirigía el país, era clara y definida: O se
proseguía en la decadente situación que eliminaba día a día las instituciones nacionales, o
se exploraba una solución a los múltiples problemas que encausara al país hacia el Orden
y Progreso.
2
Rafael Nuñez fue el ideólogo de la Regeneración en Colombia, cuya política definió en
1878, como la del “Orden y Libertad, fundada en la justicia”. En la época cuando con sus
escritos avivaba la llama de la Regeneración –que fomentaba la unidad de los dos grupos
tradicionales en busca de la reconstrucción- comentaba algunas tesis de Spencer,
aplicándolas a la interpretación de problemas colombianos e hispanoamericanos. Así ante
el problema del desorden de la sociedad colombiana, Nuñez propone regresar al principio
de autoridad. Considera que a él tuvieron que llegar otras naciones americanas como
Venezuela, Guatemala, México y Santo Domingo:
El principio de autoridad –decía Nuñez- es el primer instrumento destinado a la larga
tarea de civilizar a la especie humana, domesticándolo por decir así, reemplazando
poco a poco sus brutales instintos con instintos benéficos. Todos los elementos del
principio de autoridad deben aunarse para obtener este resultado, y al paso que la
civilización adelanta, los medios represivos pueden ser menos inmediatos y
enérgicos... Para llegar a este orden hay que pasar etapas, porque si las
transformaciones se hacen prematuramente, se llega al fracaso (...) Piensa Nuñez así
mismo que... “América para llegar al orden ha tenido que recurrir al espíritu
autoritario... El mismo Bolívar predijo el destino de estas nuevas naciones: República
autoritaria o anarquía”.1
Así, por el camino de la autoridad, la Regeneración tenía que llegar a la consecución de la
paz. A la paz “verdadera y científica que es imposible en las monarquías –según
pensamiento de Kant- y que es natural en las repúblicas”, agrega Nuñez, porque es al
mismo tiempo causa y efecto del derecho. “Paz que es salud de los pueblos y en cuyo
suave calor termina y se desenvuelven las fuerzas de conservación y progreso que yacen
ocultas en el organismo social...”2
1 NUÑEZ, Rafael. El problema. En: Reforma Política en Colombia. Volumen II. Bogotá: Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, 1944. p. 594. 2 Ibíd. Párrafos de Historia, pp. 379 - 385
3
Justamente, en una reflexión muy influida por el positivismo, Nuñez expresa: “Es la verdad
que estamos saliendo de la época de la imaginación para entrar a la del criterio; de la
época de los combates para entrar a la paz científica”3
El ambiente era propicio para buscar en la opinión pública la fuerza a la anhelada
Regeneración. En un discurso que pronuncio Salvador Camacho Roldán en la clausura de
estudios de la Universidad Nacional el 10 de diciembre de 1882 (en el mismo recinto en
que Nuñez había pronunciado dos años antes el discurso sobre la Sociología de Spencer y
la Lógica de Stuart Mill), describe la marcha del mundo moderno hacia la paz y la
concordia: “hacia la conquista total de la naturaleza por las ciencias, hacia la organización
de una sociedad en que el ingenio será el héroe”4. Uno de los aspectos que más se ha
criticado a la Regeneración es su posición frente a la religión católica. En tanto que las
demás naciones hispanoamericanas propugnaron por la separación de la Iglesia y el
Estado, en Colombia el movimiento regeneracionista declaraba a la religión “elemento
esencial del orden social”.
Nuñez, ideólogo y filósofo de la Regeneración consideraba que en los pueblos de
Hispanoamérica, con una base ampliamente religiosa, el dilema que se presentaba es
este: “O catolicismo, o exclusión de sentimiento religioso”, es decir, navegar con la
corriente o en contra. En una carta que escribió desde E.E.U.U. al periódico La Opinión de
Bogotá, decía:
“Creo que una parte de los progresos políticos de este país se debe a la dirección que
se ha dado y al cultivo que han tenido los sentimientos religiosos. A falta de principio
de autoridad tan necesariamente débil en las democracias, es indispensable buscar
elementos de orden en los dominios de la moral”5
3 Ibíd. , pp. 379 - 385 4 CAMACHO ROLDÁN, Salvador. Estudios. Bogotá, Biblioteca Aldeana de Colombia, 1936. p. 38 5 Ibíd.
4
Justifica Nuñez la unión de regeneración y religión en el mismo pensamiento spenceriano
de conciliación entre ciencia y religión. En el artículo Nuevos Horizontes escrito en Nueva
York en 1887, Nuñez escribía: “Spencer no niega lo sobrenatural, la religión, puesto que
se da cuenta de lo incognoscible, esto es, de algo que existe fuera del alcance de nuestra
limitada inteligencia”6
Precisamente, esta conciliación de Estado y religión católica fue lo que atrajo a su
movimiento al partido conservador y principalmente a los sostenedores en Colombia del
Tradicionalismo, con Miguel Antonio Caro a la cabeza. Nuñez, sin ser hombre religioso ni
católico practicante, buscó a la iglesia y le dio un poder de orientación nunca visto antes
en la historia de Colombia. Caro el compañero de Nuñez en el proceso de la
Regeneración, por su espíritu conservador y católico llevaba en su ideología la mística del
orden. De allí que el encuentro de estos ideólogos fue fácil, y aceptable para enfrentar los
problemas de las élites de fin del siglo XIX. Este encuentro de ideologías hizo que en
Colombia se conciliaran el positivismo spenceriano con el tradicionalismo, de cuya fusión
surgió la organización de la República en el marco de la constitución de 1886. Justamente
Spencer proporciona la posibilidad de la conciliación entre la religión y la ciencia. “Esa
lucha de opiniones tan incesante como la que bajo las banderas de la ciencia y de la
religión ha tenido lugar en todo tiempo –subraya el filósofo inglés- ha engendrado,
naturalmente un rencor fatal por la justa apreciación en ambos lados del partido
contrario”. Estas observaciones sugieren que considera posible una paz franca y verdadera
entre la ciencia y la religión, e indica el camino por donde debe buscarse. Y continua
Spencer. “Religión y ciencia tratan las mismas cosas, pero las tratan desde puntos de vista
distintos y para fines diferentes. En la ciencia, la actitud del hombre frente al mundo es la
cognoscitiva. En la religión, la sensitiva y la valorativa. La ciencia se ocupa de determinados
hechos y sus reflexiones. La religión es algo indeterminado que hay en el fondo de todos los
fenómenos y de todas las relaciones...”7
6 Ibíd. 7 GAUPP, Otto, Spencer. Cit, por JARAMILLO URIBE, Jaime, En: El pensamiento colombiano en el siglo XIX. Bogotá, Editorial Temis, 1964.
5
En un editorial de El Porvenir, periódico de Cartagena, con fecha 25 de febrero de 1883,
Rafael Nuñez propuso por primera vez la reforma constitucional. “Juzgamos practicable la
organización de un partido numeroso que tenga por objetivo inmediato la Reforma de la
Constitución, no sólo porque esta reforma es hoy de reconocida urgencia, generalmente,
sino porque en los puntos fundamentales no hay en nuestro concepto divergencias
importantes inconciliables... la nueva constitución ha de ser a nuestro juicio un trabajo
nacional y no la imposición hecha al país por un determinado círculo de opiniones e
intereses.”
La opinión pública del país se pronunció mayoritariamente contra la Constitución de
Rionegro y la mayoría de los Estados solicitó su reforma. Elevado por segunda vez a la
presidencia de la Unión en 1884, Nuñez parecía que aquella se realizaría conforme a las
prescripciones constitucionales, sin menoscabo de la tranquilidad nacional.
Sin embargo, no sucedió así. “Los federalistas no se resignaron a contemplar impávidos la
demolición del edificio levantado en Rionegro a costa de tanta sangre y prefirieron contar
a la suerte de las armas el resultado de la contienda”8. Así se produjo la rebelión de 1885
que trajo como consecuencia la celebre frase pronunciada por el presidente Nuñez en los
balcones del Palacio de San Carlos: “¡La Constitución de 1863 no existe!”. El
establecimiento del orden no podía ya esperarse sino de una transformación profunda de
la Constitución nacional. “Teníamos que salir del estéril dominio de la fraseología liberal,
especie de retórica bizantina, para entrar en el orden.”
El 11 de noviembre de 1885, una vez pacificado el país, se instaló en Bogotá el Congreso
Nacional de Delegatarios convocado por el gobierno para deliberar los términos en que
debía procederse a la reforma constitucional. El consejo se componía de dos miembros por
cada uno de los Estados de la Unión y, en él estaban representados igualmente los dos
8 DE LA VEGA, José. La Federación en Colombia (1810 - 1912). Madrid, Editorial Americana. Sin fecha, p. 269
6
partidos que habían triunfado en la última guerra civil, el conservador y el liberal
independiente.9
En el mensaje que Nuñez dirigió al Consejo se resume la problemática del país y la
solución que se pretende para llegar al orden. Nuñez considera que: “las repúblicas deben
ser autoritarias, so pena de incidir en permanente desorden y aniquilarse en vez de
progresar”. Entre los proyectos de constitución presentados, el Consejo escogió el que
redactó Miguel Antonio Caro, representante del partido conservador y de la tendencia
neotomista, que hizo alianza ideológica con las aspiraciones de Nuñez.
La nueva Constitución, meta de la Regeneración, fue sancionada el 5 de agosto de 1886.
Dispuso ella que “con el fin de afianzar la unidad nacional, la nación colombiana se
constituía en forma de República Unitaria. Sus rasgos más sobresalientes los reúne Nuñez
en la siguiente forma: “Unidad nacional, libertad Religiosa; Derechos de Todos; Estabilidad
y Autoridad”... En su parte sustantiva la Constitución desarrolló el principio de la
centralización política y descentralización administrativa. Uno de los aspectos que trata la
Constitución es el de las relaciones entre la iglesia católica y el Estado colombiano. Así,
establece que la “Religión Católica, Apostólica y Romana, es la de la Nación: los poderes
públicos la protegerán y harán que sea respetada como esencial elemento del orden
social. Se entiende que la iglesia Católica no es ni será oficial y conservará su
independencia”. (Artículo 38); la educación pública organizada, y dirigida en concordancia
con la religión católica y además de otro, la posibilidad de celebrar convenios con la Santa
Sede Apostólica a fin de arreglar las cuestiones pendientes y definir y establecer las
relaciones entre la potestad civil y la eclesiástica”. (Titulo IV)
En resumen, con la Constitución de 1886, el movimiento de la Regeneración creyó
encontrar la meta del orden y libertad que tanto anhelaba para eliminar la
anarquía de la Federación.
9 Ibíd.
7
2. MARCO FILOSÓFICO: DEBATE IDEOLÓGICO ENTRE POSITIVISMO Y
NEOTOMISMO
En las últimas dos décadas del siglo XIX, las élites ilustradas de la sociedad colombiana se
inclinan a las controversias políticas, religiosas y principalmente filosóficas. En este último
campo se destaca el debate ideológico entre positivismo y neotomismo. Al declinar el siglo
XIX, el movimiento neotomista (inspirado por obra de Jaime Luciano Balmes*) liderado
desde el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario por Monseñor Rafael María
Carrasquilla y las ideas positivistas difundidas desde el recién creado Externado de Derecho
por algunos pensadores liberales, se disputan los dos polos de la esfera filosófica.10
En apoyo del régimen conservador, los neotomistas consideran al catolicismo como núcleo
esencial del orden y del desarrollo nacional; por su parte, la oposición liberal, los
positivistas, impulsan la filosofía científica “que produzca al país por el sendero del
progreso”. Ante las acusaciones cruzadas de impiedad y de confesionalismo que se dirigen
recíprocamente los dos bandos, los neotomistas responden que la fe no se opone a la
ciencia moderna, mientras que los positivistas replican que la nueva doctrina filosófica,
lejos de desconocer la importancia del factor religioso, le concede su justo valor en la vida
social.
A partir de un análisis de las respectivas argumentaciones filosóficas; en este aparte
trataremos de mostrar que el debate ideológico entre las dos tendencias corresponde a la lucha
por definir el orden dominante, tanto dentro del discurso como dentro de la sociedad colombiana
* Jaime Luciano Balmes (1810 – 1848) nació en Vich, Cataluña (España). Terminó su doctorado en leyes y cánones en la Universidad de Cervera en 1835. después se dedicó al estudio de las matemáticas y de la física, y sirvió un tiempo corto como maestro de matemáticas en Vich. Empezó su carrera como escritor, público en 1838 con un ensayo sobre el celibato clerical. Sus Obras Completas en la edición de la Biblioteca de autores cristianos abarcan 8 tomos. Entre sus obras más conocidas están El criterio, Observaciones sociales, políticas y económicas sobre los bienes del clero, El Protestantismo comparado con el catolicismo. 10 Cfr. En este sentido: Jaime Jaramillo Uribe, El pensamiento colombiano en el siglo XIX (1964); Leonardo Tovar González, Tradicionalismo y Neoescolástica (1992); Roberto Salazar Ramos, Romanticismo y positivismo (1992).
8
de la época, particularmente en lo que respecta al proyecto político y educativo de la
Regeneración.
Alrededor de la constitución de 1886, los conservadores se empeñan en preservar la
tradición y el orden católico en las instituciones y el pensamiento colombianos. Los grupos
excluidos por la hegemonía conservadora, se proponían a su vez, proseguir con los
esfuerzos de los utilitaristas por instaurar un orden secular moderno en las ideas y en la
organización social. Sin embargo, no se trata de una disyuntiva obligada, como lo
demuestra el caso de Rafael Nuñez, quien desde una mirada positivista de los problemas
nacionales, orienta el proyecto político de la regeneración.
A describir la acogida del positivismo y la neoescolástica en los medios educativos y como
insisten estos en la conformación política del país a fines del siglo XIX, se dedicará la
primera parte de este capítulo. La segunda parte presenta la argumentación entablada
entre las corrientes referidas acerca del sentido de la religión y de la ciencia con el fin de
establecer los supuestos ideológicos en los cuales se fundamenta la controversia filosófica.
La alianza estratégica que Nuñez establece entre las dos tendencias opuestas, sugieren
que la distancia entre ambas visiones no es tan marcada como parece.
2.1. Las Fuentes Filosóficas
Desde los inicios mismos de la vida republicana, la orientación política del país se había
abordado desde la tensión entre anarquía y tiranía. En su afán por cortar esta última, los
radicales extremaron en la Constitución de 1863 las limitaciones al ejercicio del poder
central con el fin de garantizar las libertades individuales y las potestades de los Estados
Confederados. Sin embargo, en opinión de Nuñez, bajo la Carta de Rionegro el país había
quedado a merced de las guerras civiles, de la inestabilidad permanente, de la anarquía
organizada, y en lugar de haberse refrenado el despotismo, se le dio carta blanca con las
persecuciones al clero católico. Su lema de campaña, “Regeneración política fundamental,
9
o catástrofe”, señala su decisión por dotar al país de un estado fuerte que en armonía con
la iglesia católica, asegurara la paz y fomentara el desarrollo nacional.
Quienes se sorprendan de la estirpe positivista de esta propuesta de carácter conservador,
no deben olvidar que la ciencia social concebida por Augusto Comte, sirvió de ideología a
la restauración de Francia, pues buscaba propiciar la tranquilidad ciudadana y el orden
público, alterados por las discusiones metafísicas del periodo revolucionario. No obstante,
la pretensión del filósofo francés de reemplazar al catolicismo por la religión de la
humanidad, impide que Nuñez se base en sus doctrinas, prefiriendo a cambio el
evolucionismo social de Herber Spencer.
Admirador –como Bolívar en el pasado- de las instituciones inglesas, Rafael Nuñez
encuentra en la filosofía de Spencer la expresión fiel del espíritu de transacción y de la
capacidad de reforma pacífica que tanto requerían los países de América Latina. En
especial tres motivos Spencerianos parecen intervenir en las reflexiones que el
regenerador dedica al país y al continente, primero en sus Ensayos de crítica social (1874)
redactados en Estados Unidos y en Europa, y luego en los artículos periodísticos reunidos
en la Reforma política. En primer lugar, Nuñez aplica a nuestra historia la idea de evolución
social sustentada por el filósofo británico, concluyendo que a lo largo de cuatro siglos,
hemos transitado paulatinamente desde la etapa homogénea, y por tanto simple de las
comunidades indígenas prehispánicas, hasta el periodo heterogéneo y en consecuencia
más complejo de la civilización republicana. En referencia a la organización política, Nuñez
encuentra en Spencer el equilibrio perfecto entre su individualismo de librepensador y la
solidez de las instituciones públicas. Por último, el reconocimiento spenceriano de la
necesidad de lo absoluto como irreducible al dominio de la razón, deja el campo libre para
la aceptación de la esfera propia de la fe en la vida social.
Nuñez comprende, entonces, que el anhelado orden político en un país de viejas
tradiciones católicas, no se puede lograr sin el respaldo de la iglesia. Tanto la declaración
constitucional del catolicismo “como elemento esencial de la nacionalidad”, “como el
10
posterior Concordato con la Santa Sede(1887)”, “buscan sembrar, según Nuñez, en el
nuevo régimen la fuerza moral que sobre la religión puede aportarle”. En contrapartida, no
resulta aventurado presumir que el agnóstico Nuñez quería, a la vez institucionalizar la
acción del clero dentro de los cánones republicanos, ya que la instauración de un estado
laico anticonfecional podía conducir a que ante las prohibiciones sufridas, los ministros de
la fe y los ideólogos católicos azuzaran la resistencia al poder civil.
En especial, la educación había servido de escenario para el enfrentamiento ideológico
entre los sectores conservadores y los gobiernos radicales*. Durante su dominio, estos
últimos reformaron el sistema nacional de instrucción pública, promovieron cambios en los
modelos pedagógicos y los métodos de enseñanza, y reorganizaron la universidad pública.
No obstante, de modo recurrente se alzaba ante ellos la duda entre obrar de acuerdo con
sus principios doctrinales y dejar la orientación educativa en poder de los agentes
privados, a sabiendas de la influencia efectiva del clero sobre el conjunto de la población,
o determinar una política oficial que ilustrase en una mentalidad secular a los ciudadanos,
cuidando, sin embargo, de no interferir en las creencias de nadie.
En este sentido, puede ilustrar el ejemplo de esta disyuntiva, la polémica que se entabló
en 1870 alrededor de la legitimidad que el gobierno tenía que fijar textos por decreto en
los programas educativos, defendida por el radical Aníbal Galindo, al considerar que el
partido liberal poseía el derecho a encauzar los programas de acuerdo con sus
convicciones, e impugnada por el ecléctico Manuel Ancizar con el argumento que un
estado liberal no podía imponer ni rechazar ninguna corriente ideológica en el sistema
escolar.
* Véase en este sentido, BOHÓRQUEZ CASALLAS, Luis Antonio, La evolución educativa en Colombia, Bogotá, publicaciones Cultural Colombiana, 1956; QUICENO, Humberto, La educación Colombiana. 1886 – 1930; Educar para gobernar. En Revista Foro N° 1, Bogotá, Septiembre de 1986, pp. 68 - 75
11
Al triunfar la República Conservadora, la situación se invierte y se radicaliza**, pues
mientras los conservadores y la iglesia se apoderan del control de la educación pública sin
los escrúpulos doctrinarios de los liberales, estos hallan en cambio cada vez mayores
impedimentos para refugiarse en la educación privada. La Constitución de 1886 y el
Concordato de 1887, le entrega la tutela moral de los programas educativos al clero,
medida que se complementa con la llegada al país de varias comunidades religiosas que a
lo largo y ancho del territorio nacional se dedican a regentar numerosos centros de
enseñanza. En cuanto a la educación superior se refiere, las facultades de la Universidad
Nacional son vistas con desconfianza por estimárseles caldo de cultivo de las sediciosas
ideas liberales, en tanto que se reconquistan para las filas católicas instituciones privadas
que fueron “pervertidas” por los radicales. Se puede recordar a propósito de esta
“recuperación ideológica”, el caso del Colegio del Rosario, cuyo rector, el utilitarista Juan
Manuel Rudas, es destituido y reemplazado por el católico integral Carlos Martínez Silva,
quien ya para 1886 dicta en el Claustro un curso de filosofía del Derecho en clara estirpe
escolástica11. Para 1895, varios ideólogos y educadores contrarios al sistema imperante
como el expresidente Santiago Pérez, son desterrados y, ante la doble imposibilidad de
acceder al poder político a través de las urnas, o de ejercer con garantías la oposición
ideológica desde las aulas, los jefes liberales se levantan en armas contra el gobierno, en
cabeza entonces de Miguel Antonio Caro.
Tanto en lo educativo como en lo político, bajo la dirección del gramático bogotano,
redactor de la Carta Constitucional y presidente en ejercicio entre 1892 y 1898, el precario
equilibrio entre poder civil y religión que aún se podía establecer en el pensamiento de
Nuñez, se rompió por completo a favor de un régimen de clara tendencia confesional.
** Cfr. Sobre el modo como la oposición liberal se refugia en la educación privada durante el siglo XIX, FERNAN GONZÁLEZ, Educación y Estado en la Historia de Colombia, Bogotá, Cinep, Serie Controversia números 77 – 78, pp. 41 – 47 11 Ver en este sentido, MARTÍNEZ SILVA, Carlos. Programa del Curso de Filosofía del Derecho. Bogotá, Imprenta de la Luz, 1886.
12
Formado como intelectual en las disciplinas de la tradición humanística clásica y como
hombre público en la conservación del legado español en América, Caro dedicó su
actividad ideológica y política a oponerse a las ideas y proyectos laicizantes de los sectores
liberales y a implantar un Estado de corte clerical. A través de escritos como el Estudio
sobre el Utilitarismo de 1869 y la intervención en la polémica sobre el texto Ideología de
Destutt de Tracy en 1870, Caro, durante su juventud había enfilado sus baterías contra la
ética benthamista y su expresión gnoseológica en el sensualismo, doctrinas que basadas en
argumentos racionalistas y apologéticos, estimó como erróneas en términos teóricos,
perversas en términos morales y peligrosas en su aplicación política para el país.
Aliado con Caro en la defensa de la República Conservadora, se debe ubicar al neotomista
Rafael María Carrasquilla*, quien colabora con aquel en la definición del sistema educativo
como ministro de instrucción Pública entre 1896 y 1897. No obstante, es conveniente
aclarar que las fuentes conceptuales de Caro no se inscriben dentro de la vuelta a Santo
Tomás proclamado por el Papa León XIII en 1879, sino en las doctrinas tradicionalistas de
José de Maistre y Luis de Bonald en Francia, y de Donoso Cortés en España.
En lo que respecta a la labor de Carrasquilla como rector del Rosario, cargo que ocupa
desde 1890 hasta su deceso en 1930, se debe señalar que, a nuestro parecer, el
magisterio académico del respetado presbítero, lejos de animar la profundización y la
renovación en los estadios tomistas, al estilo de lo propiciado en Lovaina con la inspiración
del Cardenal Mercier, significa entre nosotros el adoctrinamiento conservador de los
dirigentes nacionales. Dentro de los currículos se incluyen los textos de Vallet –autor de un
sistema filosófico tomista- traducido en 1889 por el colombiano Gabriel Rosas, por el
español Jaime Balmes y de otros autores católicos ortodoxos que facilitan la misión
* Ver en este sentido, VALDERRAMA ANDRADE, Carlos. El Movimiento Neotomista Orientado por Monseñor Rafael María Carrasquilla en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1986
13
encargada al Colegio por su fundador, el Arzobispo Fray Cristóbal de Torres, de “(...)
enseñar la doctrina católica y la filosofía tomista”12.
En lo que respecta a la obra filosófica escrita por el propio Carrasquilla anterior a 1900, se
pueden mencionar en orden cronológico los ensayos Sobre el estudio de la filosofía de 1881
(Obras, tomo III, pp. 427 – 444), la ciencia cristiana de 1882 (Obras T II, pp. 449 – 459) y
Oportunidad del tomismo de 1889 (Obras, T.III pp. 445 - 455), en los cuales el entonces
joven autor se hace eco del llamado hacia el tomismo proclamado por la Encíclica Aeterni
Partis. Más adelante cabe recordar su texto Revolución de la instrucción pública superior
(1892), donde se aplauden el proyecto educativo de la Regeneración y la tarea cumplida
hasta ese momento por el Colegio del Rosario. Desde una perspectiva ideológica, su
documento más notable se halla en el Ensayo sobre la doctrina liberal13, libro publicado por
primera vez en 1895 y en el cual Carrasquilla se propone desenmascarar ante los fieles
católicos el carácter herético del liberalismo. Con base en dicha obra y otros textos
similares, se puede resumir la doctrina neoescolástica de Monseñor Carrasquilla.
En primera instancia, predica una resistencia activa contra el modernismo es decir contra
las diferentes tendencias secularizantes modernas en el pensamiento y la cultura, que han
negado el primado de Dios y de la iglesia en todos los niveles del universo Humano. A
partir de allí, Carrasquilla condena las expresiones políticas de dichos movimientos impíos
radicadas en el liberalismo y el socialismo, arguyendo que tanto la tiranía del estado laico
impuesta por aquel, como la protesta social violenta auspiciada por éste, alejan a la
sociedad de la guía espiritual de la iglesia católica. En términos afirmativos, el rector del
Rosario desea que la nación se organice bajo la forma de una república católica gobernada
de acuerdo con normas aprobadas por el Magisterio, educada según los preceptos de las
autoridades eclesiásticas y donde reine la paz social por obra de la caridad cristiana.
12 Cfr. VALLET, P. Lecciones de filosofía según el espíritu del Doctor Angélico (trad. Gabriel Rosas), Bogotá, Imprenta de Echevarría, 1882 13 CARRASQUILLA, Rafael María. Obras. T. III pp. 117 - 235
14
Alrededor de Carrasquilla, se levanta un notable grupo de escritores católicos, entre
quienes se destacan Luis María Mora, autor de las tesis Apuntes sobre Balmes (1897), Luis
Francisco Vergara, autor de El positivismo y la Metafísica (1897) y Samuel Ramírez, autor de
La Filosofía Positivista (1898). De la lectura y análisis de estos textos, se desprende que las
preocupaciones intelectuales de los rosaristas van desde el ataque a las doctrinas
positivistas por considerarlas falsas, inmorales e inconvenientes políticamente, hasta la
defensa de la vigencia del pensamiento tomista y en general de la filosofía cristiana ante
los desarrollos científicos del presente y los desafíos históricos de las sociedades
modernas.
Con una perspectiva académica específica, el cuidado de las tesis liberales es asumido por
el Externado de Derecho, centro académico que desde su fundación por don Nicolás Pinzón
Warlosten en febrero de 1886 –todavía reciente la derrota militar y política del
Radicalismo- se esfuerza por preservar el espíritu del libre examen, de la tolerancia y de la
independencia científica.
Por contraste con los planteamientos filosófico-políticos conservadores, en tres líneas se
pueden sintetizar las tesis políticas de los pensadores liberales. Contra el pensamiento
tradicionalista y neoescolástico, se sustentan los conceptos modernos de la ciencia
experimental y del positivismo filosófico “como necesario marco para impulsar el progreso
nacional”. Contra el estado clerical modelado por la Constitución de 1886, se expone la
conveniencia de instituciones civiles neutras que legislen a favor de todos los ciudadanos,
por encima de sus diferencias religiosas y doctrinarias. Contra la educación confesional, se
opone la necesidad de ilustrar a la juventud en las tesis científicas de la filosofía positiva y
en los principios políticos del liberalismo.
Los liberales recogen su orientación filosófica de la Escuela Experimental aprendida durante
el periodo radical en instituciones como la Universidad Nacional de los Estados Unidos de
Colombia y el mismo Colegio del Rosario, que bajo la orientación de Francisco Eustaquio
15
Alvarez14 y de Juan Manuel Rudas, también ayudó a expandir entonces las nuevas ideas.
Como nexo entre la propagación del Utilitarismo que había ocupado a los publicistas
liberales de la generación anterior15 y la difusión del positivismo que ahora convoca a la
otra generación, se puede situar la defensa que en 1870 realizó el primero de la adopción
del texto Ideología de Destutt de Tracy, en contra de las objeciones de Ancizar y Caro. Con
dedicatoria al mismo Álvarez, en 1873 Aureliano González Toledo publicó su traducción de
El Principio de Utilidad de Jhon Stuart Mill. Fundamentado en el Positivismo Biológico de
Darwin y El Organismo Social de Spencer, en 1882 Salvador Camacho Roldán pronunció su
famoso discurso sobre la sociología en la Universidad Nacional16. En 1883, la imprenta de
Medardo Rivas publicó con traducción de Cesar C. Guzmán, profesor de idiomas del
Rosario, y prólogo de Ernesto Rothlisberger, educador suizo llegado al país con una misión
pedagógica, una voluminosa antología de textos de y sobre eximios representantes de la
filosofía experimental como el propio Destutt de Tracy, John Stuart Mill, Hipólito Taine,
Herbert Spencer, Claude Bernard, Charles Darwin y Ernesto Haeckel, entre otros. En el
mismo año, se editó la obra de Jorge Grote La Religión Natural, su influencia sobre la
felicidad del género humano, según manuscritos de Jeremías Bentham, traducida por
Manuel María Madiedo. Un año después, en un volumen que estaba destinado a servir de
primer número a la colección Biblioteca Filosófica del Colegio Mayor de Nuestra Señora del
Rosario, el mismo traductor publicó su versión comentada del estudio La Filosofía Positiva,
Augusto Comte y M. Pedro Laffite (1884), redactado por el francés Jean Francois Eugene
Robinet, libro complementado con un extracto del programa del Curso de Sociología
diseñado por el propio Comte, con el artículo La Filosofía Positiva de Emile Litre, y con el
estudio La Metafísica Positiva en Inglaterra de Jorge H. Lewes. Por desgracia para sus
planes, la intención señalada por el rector Rudas en la presentación de la colección,
14 Cfr. Los programas de los cursos dictados durante la rectoría de Álvarez, en certámenes públicos que presenta el colegio de Nuestra Señora del Rosario (1867) 15 Sobre la discusión en torno a Bentham véase: LÓPEZ DOMÍNGUEZ, Luis Ignacio (comp.), la Querella Benthamista 1748 – 1832, Bogotá, 1993; MARQUINEZ ARGOTE, Germán “Benthamismo y anti Benthamismo”, Editorial el Búho, Bogotá, 1983 16 CAMACHO ROLDÁN, Salvador. Discurso leído en la sesión solemne de la Universidad Nacional para la distribución de premios a los alumnos, el 10 de diciembre de 1882. En: Escritos Varios, Bogotá, Librería Colombiana, 1895, Tomo I, pp. 204 - 244
16
tendiente a informar a la juventud estudiosa del debate filosófico del momento, se trunca
poco después ante las vicisitudes políticas y educativas.
Debe esperarse a la década del 90, para que la labor del Externado ofrezca sus primeros
frutos editoriales en respuesta a los ataques dirigidos desde la Regeneración contra la
filosofía positivista y el liberalismo político. Al respecto, debe citarse la labor de Ignacio
Víctor Espinosa, prolífico difusor del Positivismo en obras como Filosofía Experimental:
Extracto de las doctrinas psicológicas de Herber Spencer (1891), El Positivismo (1893), y Bases
Positivas del Liberalismo (1895). A su turno, el incansable promotor de las ideas positivistas
Francisco Eustaquio Álvarez, publica en 1890 su Manual de Lógica, donde se exponen los
principios del pensamiento, del lenguaje y de la ideología a partir de Tracy, Spencer y
otros autores de la Escuela Experimental. Además de Nicolás Pinzón, puede recordarse
también a Antonio José Iregui, autor de El Ensayo sobre ciencia constitucional (1897),
Programa de sociología (1897), y Ensayo sobre ciencia constitucional: secciones dictadas en la
Universidad Republicana de Colombia (1897), amén de otro numeroso grupo de juristas.
Pero quizás, más importante que la incidencia ideológica del positivismo en los campos
jurídicos y filosóficos, sea la consolidación de la llamada Ciencia Positiva en Colombia
durante la segunda mitad del siglo XIX17. Personajes como el botánico radicado en Europa
José Jerónimo Triana, el naturalista Ezequiel Uricoechea, y el médico Florentino Vezga, por
sólo mencionar algunos casos notables, de hecho pusieron en práctica los dictados
metodológicos de la observación y de la experimentación, aunque desde luego, esto sólo
no amerita para llamarlos positivistas en el sentido filosófico del término.
En 1896, la oposición de los viejos radicales y sus seguidores contra el régimen de la
Regeneración, se complementa con la división interna que surge en las filas del partido
conservador por obra de los llamados históricos, grupo liderado por el exrector del Rosario
Carlos Martínez Silva, que en febrero de dicho año publica el manifiesto Motivos de una
17 Ver en este sentido, POBEDA RAMOS, Gabriel. “Cien años de ciencia en Colombia”. En: Alvaro Tirado Mejía (Ed.) Nueva Historia de Colombia. Tomo IV, Bogotá, Planeta, 1989, pp. 159 - 167
17
Disidencia, también conocido como Manifiesto de los 2118, donde se acusa al presidente
Caro y a los nacionales que habían pactado con Nuñez, de haber traicionado el sentido
genuino del conservatismo y auspiciar desde el poder la corrupción, la arbitrariedad y el
atraso. Sin embargo, ante un Estado dominado por los sectores conservadores más
recalcitrantes –que acaparan los cargos públicos gracias al fraude electoral y al apoyo de
los púlpitos-, el esfuerzo por defender las tesis liberales se enfrentan a obstáculos casi
insalvables. Con la derrota de las fuerzas liberales en la guerra civil de 1885 y el cierre del
Externado de Derecho después de la muerte de su fundador en febrero de dicho año, se
cancelaron los espacios políticos y educativos para la controversia filosófica.
2.2. La Ciencia en el marco de la polémica entre Positivismo y
Neotomismo
La historia de las ideas filosóficas en Colombia, sus confrontaciones y debates en las
últimas tres décadas del siglo XIX, constituye uno de los campos inéditos en la
historiografía nacional. Sin embargo, es justamente en este período cuando las ideas
filosóficas se confrontan en toda su dinámica, ya que se adhieren a las propuestas de
nación de los distintos agentes sociales y se relacionan con los intereses económicos,
políticos y culturales de las élites ilustradas, tanto conservadoras como liberales. Aquí, los
productos de la especulación filosófica europea se cristalizan en idearios y doctrinas que
orientan los reclamos de los grupos enfrentados; explican o tratan de explicar hechos y
legitiman proyectos u opciones que abren el camino de las decisiones económicas,
político-administrativas y jurídicas que afectan, de una u otra manera, la vida de la
sociedad colombiana.
Para la época (finales del siglo XIX), el país trata de consolidar su condición de Nación y se
propone la organización y articulación de un Estado democrático con elecciones,
18 MARTÍNEZ SILVA, Carlos, Obras Completas (Ed, Luis Martínez Delgado y Gustazo Otero Muñoz), Bogotá, Imprenta Nacional, 1934 – 1940; “Repertorio Colombiano”, Bogotá, 1896, Tomo II, pp. 177 - 198
18
planteamientos y fracciones políticas, que al finalizar el siglo se perfilan como partidos
políticos.
Para presentar en una visión sinóptica el marco de las ideas filosóficas en Colombia, quizás
sea conveniente precisar el papel que juegan entre otros factores, la mentalidad
conservadora, el neotomismo, el positivismo, la ciencia y la cultura científica.
2.3. La Mentalidad Conservadora
Según el historiador Russell Kirk, los principios que caracterizan la mentalidad
conservadora son los siguientes:
1. “Creencia de que existe un designio divino que rige la sociedad y la conciencia
humana, forjando una cadena de derechos y deberes que liga a grandes y humildes, a
los vivos y los muertos. Por esta razón los problemas políticos son en el fondo
problemas religiosos y morales.
2. Cierta creencia en la variedad de la vida humana, frente a los limitativos designios
de uniformidad, utilitarismo e igualitarismo de la mayor parte de los sistemas
radicales como el liberalismo y el socialismo.
3. Convicción de que la sociedad requiere ordenes y clases, es decir, jerarquías. La
única igualdad entre los hombres es la moral.
4. Creencia en que la propiedad y la libertad están inseparablemente unidas. La
propiedad es una garantía de la libertad y la nivelación no implica progreso
económico.
5. Fe en las normas consuetudinarias, en la tradición como única manera de derrotar
las tendencias anárquicas del hombre.
19
6. Reconocimiento de que cambio y reforma no son cosas idénticas y que las
innovaciones son con mucha frecuencia devoradores incendios, más que muestra de
progreso. La sociedad debe cambiar, pero su conservación exige cambios lentos. La
piedra de toque de un estadista es su capacidad para descubrir el sentido providencial
de la sociedad”19.
Los Textos que se han seleccionado se conciben en este trabajo como un conjunto de actos
significativos que hacen hablar a los protagonistas y a la época en que se originaron.
Debido a ello pueden interrogarse para que respondan a preguntas como: ¿a quiénes hace
hablar el texto; qué era la Regeneración; cuales sus fuentes filosófico- ideológicas; cuales
fueron sus interlocutores; por qué se confrontaron?
Para responder a estas preguntas se debe emprender la tarea de establecer la identidad
de los sujetos –protagonistas-, el ambiente político-social cultural de la época y la intensa
polémica filosófica entorno al tipo de país y de sociedad que se buscaba construir. Dentro
de las cuestiones cruciales se hallaba la orientación que deben darse al sistema educativo.
La escuela (o el aparato educativo) se consideraba el vehículo fundamental para la difusión
del ideario partidista entre las masas. Las ideas que la escuela difundiera debían contribuir
entonces a la gestión de esa “nueva sociedad”, puesto que los encargados de agenciar ese
proceso, debían recibir una educación fundada en el espíritu de la iglesia. Se presenta,
entonces, una situación de interdiscursividad filosófica en el sentido de que en la sociedad
de la época, circulan unos valores que, desde la filosofía, se expresan de diferentes
maneras y frente a los que se pueden ubicar también diferentes posiciones.
En el periodo de la Regeneración, los discursos filosóficos proceden de una instancia
productora formada por una élite de poder. El poder se reparte ahora entre lo político,
expresado por sujetos pertenecientes predominantemente al sector conservador, y la
19 Citado por JARAMILLO URIBE, Jaime, “Vicisitudes del pensamiento conservador Colombiano”, en Credencial Historia N° 90 Bogotá, junio, 1997, pp. 5 -6
20
iglesia católica, depositaria de un poder conferido por la alianza entre el Estado y la Iglesia
mediante el Concordato.
El discurso filosófico hace hablar ahora, desde el poder, a quienes rechazaron el contrato
de palabra de los radicales liberales, caracterizado por la amalgama entre lo político y lo
educativo, entre otros. Los conservadores denominaron a ese contrato el Estado Docente.
Apoyados en una visión filosófica del mundo opuesto especialmente desde el punto de
vista religioso, interpretaron ese discurso plenamente, tal como se puede apreciar en este
texto de Miguel A. Caro:
“Ahora, pues el Estado confundiendo la obligación de educar, de formar el carácter
nacional de fomentar la ilustración con el derecho de doctrina (que pertenece a la
iglesia) y con la profesión de enseñar las ciencias (que corresponde a las
universidades, a los cuerpos científicos y los organismos docentes), refundiendo en
uno tales conceptos (...) declarase a un triunfo de rector de entendimiento y de
conciencia e, invadiendo así a la vez con escándalo y violencia los derechos de la
religión y de la ciencia, burocratiza la educación en todas sus manifestaciones.
El estado empieza por hacerse definidor; tal es el primer paso del camino del
abuso. Luego se hace profesor, enseña lo que define, dicta lecciones por su propia
cuenta (...) ofrece enseñanzas gratuitas, mata la competencia, y se alza con el
monopolio de enseñar. No contento con todo esto decreta obligatoria su instrucción.
El estado armado de la espada de la ley, impone sus opiniones desautorizadas y
caprichosas”20.
Con la Regeneración se inicia un momento filosófico –discursivo en el que la instancia
productiva trata de imponer desde el poder del Estado un contrato de palabra- ideológico
diferente, basado en unas relaciones particulares entre lo político, lo educativo y lo
religioso.
20 CARO, Miguel A. El Estado Docente. En: Obras Tomo I, pp. 1400 - 1401
21
Con la promulgación de la Constitución de 1886 se despliega el escenario para la
construcción del contrato de palabra filosófica característico de ese hecho histórico. Los
sujetos comunicadores presentan la ley invocando el nombre de Dios; se complementan
aquí las acciones de invocar y de presentar: mediante la presentación, un objeto adquiere
existencia objetiva; aquí se expresa no sólo la existencia sino un nexo directo con el
creador de todos los seres del mundo: Dios. Además de presentar su origen, la invocación
sirve para investir a los legisladores de una autoridad aún más importante que la conferida
por el pueblo; la autoridad que emana de Dios como supremo legislador. La autorización
divina servirá probablemente para desvirtuar cualquier argumento de los opositores en
contra de la legalidad de ese acto. Por ejemplo, con respecto a la representatividad de los
constituyentes del 86, es importante recordar que importaba más la autorización de la
instancia divina que la de una elección popular ya que los delegatarios no se eligieron
popularmente sino que “el 10 de septiembre por Decreto Ejecutivo, ordenó Nuñez a los
jefes civiles y militares que nombrarán cada uno a nombre de sus respectivos Estados,
tres delegados para formar el personal de un cuerpo constituyente a quien se encargaría
la delicada misión de expedir una nueva carta fundamental”21.
2.4. Neotomismo
El modelo de filosofía cristiana que se impone en la segunda mitad del siglo XIX –
especialmente en las últimas dos décadas- es el Neotomismo o Neoescolástica, impulsada
por el Papa León XIII y por quienes le siguieron. Se trataba de un pensamiento cristiano
totalizante –que hoy se llamaría un Gran Relato- que pudiera hacer frente a los dos
grandes retos del momento: El positivismo liberal que dominaba la mentalidad de la época
y el socialismo que guiaba a las masas obreras europeas en su organización y
reivindicaciones sociales.
21 LIEVANO AGUIRRE, Indalecio. Nuñez. Bogotá, Festival del libro colombiano, 1994, pp. 272
22
En cierto modo, el neotomismo (o neoescolástica) en Colombia y América Latina guarda
relación con la escolástica colonial impuesta por la monarquía española, pero
especialmente por la influencia que ejercen en el medio intelectual iberoamericano
algunos pensadores católicos europeos como San Ignacio de Loyola.
Durante el periodo 1880 – 1890 la presencia efectiva del Neotomismo en la vida intelectual
colombiana no es muy extensa ni profunda. En sentido estricto se trata de un proyecto –o
un desideratum- de la élite ilustrada –conservadora y liberal- que se adscribe a la nueva
doctrina social de la iglesia católica.
La actividad filosófica en este periodo, dominado intelectual y socialmente por el
positivismo y el neotomismo, se había refugiado –dentro de las universidades y colegios
oficiales de educación superior- en las facultades o escuelas de Derecho y seminarios; por
fuera de estas instituciones, el debate se ubicó en algunos periódicos de la época.
Como ya se ha señalado, diversos autores han sugerido la influencia del filósofo español
Jaime Balmes en el neotomismo. Sirvan como ilustración dos ejemplos publicados en el
segundo tomo del Manual de Historia de Colombia. Analizando la administración de Pedro
Alcántara Hernán, Fernando Díaz sostiene que “en 1844 retornó al país la Compañía de
Jesús y se expidió un Plan de Estudios (inspiración de Mariano Ospina Rodríguez) que
reemplazo a Tracy por Balmes...”22 Por su parte, Eduardo Camacho Guizado, en su ensayo
sobre la literatura colombiana, expresa que...”(José Eusebio) Caro acudió en busca de
respuestas a los filósofos más dispares como Bentham, Voltaire, el propio Comte, Balmes
de Maistre, pero regresó al catolicismo que le ofreció la mayor seguridad espiritual...”23
Desde los inicios mismos de la República, se registra la presencia de filósofos como
Jeremías Bentham, Claude Federic Bastiat y Destutt de Tracy. Ellos conforman el trípode
22 DÍAZ, Fernando. Estado, Iglesia y desamortización En: Manual de Historia de Colombia. Tomo II. Bogotá, Procultura S.A. Instituto Colombiano de cultura, 1982, p. 434 23 CAMACHO GUIZADO, Eduardo. La Literatura Colombiana entre 1820 y 1900. En: Ibíd. , p. 624
23
sobre el cual se erigió la enseñanza universitaria en Colombia durante el largo periodo que
abarca de 1825 a 1886. El apoyo oficial a estos pensadores se hizo explícito en el Plan de
Estudios de 182624. Bolívar, suprimió este Plan impuesto por Santander y, posteriormente,
Mariano Ospina Rodríguez, en su Plan de estudios de 1884. Hizo reemplazar a los filósofos
citados, nuevamente impuestos por Santander en 1833, por filósofos como Juan Teófilo
Heinecio y Jaime Balmes, pero el congreso de 1870, no obstante las protestas del rector
de la Universidad Nacional, Manuel Ancizar, impuso de nuevo y de “forma definitiva” el
magisterio filosófico según las pautas utilitaristas y censualistas. Esto explica la afirmación
de Francisco M. Rengifo:
“Bentham y Tracy, astros de no muy apreciable magnitud en el cielo filosófico del
viejo mundo, vinieron a ser, gracias al farol oficial, los campeones entorno a los
cuales se libraron nuestras principales batallas filosóficas desde 1825 hasta 1886”25.
2.5. Positivismo
Desde luego que en la segunda mitad del siglo XIX, el Positivismo en Colombia no tuvo
una injerencia importante, como la que se puede apreciar en otros países de América
Latina (México, Argentina, Brasil y Chile). No obstante, se puede hacer un seguimiento a
esta tendencia del pensamiento filosófico europeo en los discursos y textos publicados por
algunos autores destacados de panorama cultural y político de la época en el país.
Así, encontramos la influencia positivista en discursos y textos de Rafael Nuñez, José María
Samper, Salvador Camacho Roldán y Juan Manuel Rudas, como también se aprecia su
impronta en los discursos y obras de José Eusebio Caro –como su obra proyectada “Critica
Social”, de la cual se publicaron algunos capítulos -, Manuel María Madiedo, quien tradujo
la obra de Comte y Littré, elaborado por el Dr. Robinet. “Los primeros principios de 24 Ver en este aspecto VALDERRAMA ANDRADE. Carlos, “El Pensamiento Filosófico de Miguel Antonio Caro”, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1961, p. 97 25 RENGIFO, Francisco M. La filosofía en Colombia. En: Revista del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario N° 257, Vol. XXVI, Bogotá, agosto de 1931, p. 410
24
Spencer –dice Carlos Arturo Torres- fueron tomados literalmente como el Evangelio de las
Ideas Modernas”. Nicolás Pinzón, Herrera Olarte, J.D. Herrera e Iregui, fueron apóstoles
convencidos y militantes de la filosofía Spenceriana. Síntesis de la moral y de los primeros
principios, realizados por Tomás Eastman e Ignacio V. Espinosa, servían de textos de ética
y sicología en el externado de derecho26.
En 1881 y con motivo de la clausura de estudios de la Universidad Nacional, Rafael Nuñez
como presidente de la República pronuncia un discurso en el que propone adoptar la
Lógica de Stuart Mill y de incluir en el pénsum la sociología como primer curso de
educación política en la formación de abogados. “Porque ella define, demuestra y explica
las leyes predominantes del movimiento social” “(...)”. “El estudio de la sociología –sugiere
Nuñez- conduce rectamente a esa gradual reforma de criterio predominante entre
nosotros..., porque basta abrir cualquiera de los libros de Spencer para comenzar a
comprender las palabras que nuestra pluma trazó en el prologo de Ensayos de Crítica Social
(...). la reciproca tolerancia es una de las primeras exigencias sociales, y tanto más
obligatorias, cuanto que el estudio atento de las evoluciones humanas nos compele que
somos infalibles, y nos persuade también de que, aunque por caminos diversos y a veces
opuestos en apariencia, todos marchamos de buena fe en busca de un mismo ideal”27
Como ya se subrayó, la década de los 80 en Colombia es valiosa en controversias políticas,
religiosas y especialmente filosóficas. En este último campo es preciso destacar el
enfrentamiento entre dos tendencias del pensamiento en boga; neoescolástica y
positivismo. Pero ante todo, es necesario aclarar qué relación existió entre dos vertientes
de la filosofía positivista: la comtiana y la spenceriana.
Rafael Nuñez, fue uno de los primeros en considerar que era un error equipararlas, ya que
“sus principios y su criterio difieren profundamente” (...). Al comparar las dos tendencias
26 TORRES, Carlos: Idola Fori. Bogotá, Biblioteca Popular de Autores Colombianos, 1944, p. 71 27 NUÑEZ, Rafael. La oportunidad de este estudio (La sociología) en Colombia. En: la reforma política en Colombia. Volumen II, Bogotá, Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, 1944, p. 334
25
filosóficas positivistas, Nuñez considera que la corriente comtiana “no admite la idea ni el
sentimiento de una causa que se manifiesta a nosotros en todos los fenómenos”.
Reconoce, sin embargo, la necesidad de una religión en la cual debe ser el genero
humano el portador de esta. En el sistema comtiano, esta vida colectiva es el Ser
Supremo, al que no se puede conocer pero si adorar (...). Por oposición, Spencer
reconoce, según Nuñez que el sentimiento religioso continuará siendo lo que siempre ha
sido; que las formas varían pero la sustancia es inmutable. “El término de las
evaluaciones es lo infinito e impenetrable como objeto de contemplación y nunca
retrogradará el sentimiento religioso, hasta tener por objeto la contemplación de un
infinito conocido como la colectividad humana”28.
Nuñez considera, así mismo, “que el sistema comtiano tiende a la absorción de las
fuerzas individuales, en tanto el spencerianismo conduce a todo lo contrario; no obstante,
el individualismo de Spencer no es un individualismo egoísta; lo útil no es para él sino lo
deseable, lo necesario, es decir, lo bueno. La felicidad debe buscarse como fin ulterior y
no como fin próximo...29
La élite que optó por el positivismo era militante del partido liberal e integrantes de una
incipiente burguesía, conformada especialmente por políticos y escritores. El liberalismo
que este sector compartía, la inclinó más hacia la tendencia spenceriana que hacia la
comtiana. Estas ideas –sostiene Jaramillo Uribe- cuadraban muy bien con los ideales de
una burguesía incipiente, elegante, parsimoniosa, cientista y tibiamente religiosa que
alimentaba su optimismo semianarquico y su admiración por la libertad individual en
fuentes francesas y tomaba del pensamiento inglés la transacción y mesura...”30 Prosigue
Nuñez:
28 NARANJO VILLEGAS, Abel. Morfología de la Nación Colombiana. En: Historia Extensa de Colombia. Vol.22, Bogotá, Lerner, pp. 265 - 279 29 Ibíd. 30 JARAMILLO URIBE, Jaime; El Pensamiento Colombiano en el siglo XIX, Bogotá, Temis, 1964, p. 61
26
“El hombre tiene como los planetas dos movimientos providenciales: uno alrededor de
un centro y otro alrededor de sí mismo. El centro común es el interés social colectivo
(sic). Ninguno de los problemas de la civilización puede por lo mismo resolverse por
el simple empleo de la libertad individual, puesto que cada individuo es apenas un
resorte o rueda de una vasta y complicada maquinaria. La libertad independiente crea
la lucha destructora o por lo menos la lucha estéril. El beneficio común no resulta, ni
puede resultar, sino del desconcierto y disciplina de todas las fuerzas ostensiblemente
dispersas...”31
Estos criterios nuñistas presentaban una evidente influencia spenceriana en tanto hacen
referencia a la intima relación entre organismo social e individual. La evolución de la vida
social permite que cada vez se perciba la relación ideal de las partes con el todo y
principalmente el servicio de la vida corporativa (el Estado) a la vida de las partes.
Quizás, por haber llegado separadamente a las mismas conclusiones que Darwin, Spencer
consideraba que la sociedad es un organismo sometido a las mismas leyes de la evolución
y de los organismos vivos. Nuñez, al explicar la tesis spenceriana de la evolución como un
transito de lo homogéneo a lo heterogéneo, extiende su interpretación de la
transformación de las comunidades humanas en su paso evolutivo, de la etapa de barbarie
a la de las sociedades cultas del siglo XIX, lo cual aplicó a la interpretación de la historia
de Colombia y de Hispanoamérica. (...) “El hombre –prosigue Nuñez- es un ser esencialmente
sociable, tanto como un ser psicológico. En esta última categoría esta indisputablemente sometido
a un sistema de leyes o principios naturales, principios y leyes de carácter general por supuesto
(...) Es por esta circunstancia que el movimiento de las sociedades humanas está sujeto a las leyes
providenciales permanentes, de la misma manera que la vida fisiológica de cada uno de sus
miembros...”32
31 NUÑEZ, Rafael, Op. Cit Tomo II, p. 279 32 Ibíd. , p. 59
27
Complementando lo anterior, Nuñez escribía desde Cartagena en 1898: “las leyes naturales
deben necesariamente regir el movimiento social, puesto que todo lo que existe obedece
evidentemente a principios de conservación, desarrollo y transfiguración o aparente fin. Hay pues
lo que puede llamarse una política natural, de la misma manera que hay un sistema astronómico.
Un sistema de maneras... principios de dinámica y estática, etc., no inventados por los sabios, sino,
descubiertos por ellos...”33 Este principio de la evolución conduce a Nuñez a explicar la
estabilidad e inestabilidad del sistema republicano. Así, sostiene que... “la ley de renovación
es una de las leyes naturales de más universal sentido practico(...)” La excelencia teórica del
sistema republicano consiste principalmente acaso en que tiene fundamento, entre otras, la
expresada ley natural. Si ella se cumple con exceso, resulta ineludiblemente la inestabilidad que
ofrece tantos peligros como el estancamiento; pero mantenido en razonables límites produce
resultados maravillosos”34
Esta tendencia del pensamiento positivista en vía spenceriana, condujo a Nuñez a
expresar en la sesión solemne de la Universidad Nacional en 1881 que... “La superficie de
los acontecimientos, llena de confusiones y contradicciones ostensibles, oculta como si fuese un
espeso velo de las profundidades de las cosas; del mismo modo que la corteza áspera de un árbol
centenario nos intercepta el delicado y misterioso mecanismo de su alimentación y su florescencia.
Pero a fuerza de su perseverancia y de sano criterio logramos al cabo, descubrir que todo el
movimiento social está inexorablemente regido por las benefactoras leyes. Y que eso que
comúnmente llamamos civilización y progreso, no es, en su objeto final, sino una simple obra de
dedicación de las facultades morales, a la cual contribuye toda categoría de elementos y
circunstancias...”35
Nuñez acepta, en principio, la tesis de Spencer acerca de que la ley de la evolución se
confunde con el progreso. Según él, la ley del progreso es una ley compleja, ley de acción
y reacción; lo que más impide todo cálculo sobre los resultados de un acto cualquiera, es
33 Ibíd. , “La política Natural” (Cartagena, diciembre 26 de 1878). En: la reforma Política en Colombia tomo II, pp. , 49 – 55 34 Ibíd. , p. 51 - 52 35 NUÑEZ, Rafael. La oportunidad de este estudio (La sociología) en Colombia. En: la reforma Política en Colombia, Tomo II, Bogotá, Biblioteca Popular Colombiana, 1945, pp. 334 - 341
28
la dificultad de apreciar anticipadamente la extensión, la intensidad, la duración y aún la
forma de los diferentes efectos sucesivos que habrá de producir aquel acto.
Estas ideas, en cierta manera, permitieron a Nuñez orientar las ejecuciones de su primer
gobierno en 1881. Justamente en el discurso ya citado, en la Universidad Nacional, Nuñez
decía: “Somos los hombres, probablemente de nuestra colectiva y social condición una especie de
gran laboratorio o matriz, donde germinan las ideas del progreso, por una inspiración suprema
cuyo verdadero origen escapa enteramente a nuestros imperfectos sentidos. Como ciego de
nacimiento no se alcanza a saber acerca de lo que es el color, así nosotros ignoramos e
ignoraremos siempre la naturaleza de ese impulso primordial que se refunde luego en leyes
renovadoras del movimiento de las sociedades...”36. Así culmina el discurso de la postulación
de uno de los objetivos de su gobierno, cual es el de poner en evidencia la importancia
vital de la armonía y secesión de las reglas del movimiento, como también la salvadora
necesidad del Orden jerárquico para toda existencia compleja y todo progreso.
En un contexto social influenciado profundamente por la religión católica, era apenas
explicable que la filosofía spenceriana consiguiera adherentes, si se tiene en cuenta que
esta pretendía encontrar un Progreso en las nuevas corrientes del pensamiento;
generalmente, se adherían a aquellas tendencias que llevaban a conciliar sus inalterables
vigencias religiosas, con los adelantos de la ciencia, el progreso de los pueblos, el Orden y
la Libertad.
Siguiendo este orden de ideas, Nuñez en su artículo Nuevos Horizontes, trata de explicar la
posición de Spencer, argumentando que “éste no niega lo sobrenatural, la religión, puesto que
se da cuenta de lo incognosible, esto es, de algo que existe fuera del alcance de nuestras limitadas
inteligencias (...)”37
36 Ibíd. , p. 426 37 NUÑEZ, Rafael. Nuevos Horizontes. En: La Reforma Política, Tomo II pp. 295 - 301
29
A propósito de lo anterior, Nuñez comenta una reflexión de Spencer, según la cual la ley
de la libertad en la igualdad es la ley por medio de la cual el individuo se vuelve perfecto.
“Cuando llegue a su término la transformación que estamos presenciando –sostiene Spencer-
cuando cada hombre una en su corazón un amor a la libertad, activos sentimientos de simpatía
respecto de sus prójimos, entonces las restricciones de la expansión individual... que subsisten,
serán abolidas y a nadie se le embargará en su desarrollo porque a la vez que cada uno se
mantendrá en el goce de su propio derecho, respetará también el de sus semejantes... La
moralidad, la perfección individual y la vida perfecta serán realizadas conjuntamente en el hombre
definitivo... (...)”. Nuñez interpreta que es el amor a los semejantes, “o sea el ejercicio de la
caridad cristiana”, de lo que Spencer deduce la perfección del hombre. “Creemos –
sostiene- que los sociologistas (los de la escuela de Spencer a lo menos), profesan como
uno de sus dogmas fundamentales el principio de la unidad moral del mundo (...)”. Y
traduce así las palabras de Spencer. “Cuando cada hombre ame a su prójimo como a sí mismo
la perfección social quedará consumada (...)” Después de hacer la interpretación de este
aspecto de la filosofía spenceriana, termina con este juicio crítico: “esto es cristianismo puro”
(...)38
Ahora bien, ¿cómo interpretó Nuñez tanto la historia general como la historia del país,
desde el enfoque del positivismo spenceriano?. Asimilando la historia social a las ciencias
naturales, Nuñez escribía que, “los hechos históricos deben necesariamente dar
nacimiento a las leyes o principios de la historia”; es por ello que la historia es una ciencia
como la química y la botánica; sin otra diferencia que la mayor extensión de su órbita en
tiempo y espacio, y la infinita mayor complicación, movilidad y ambigüedad de los
fenómenos que ella debe verificar, comparar, analizar, resumir, resolver en verdades, en
una palabra”39 Su meta es el estudio de movimiento de las sociedades humanas,
movimiento que está sujeto a las leyes providenciales permanentes, de la misma manera
que la vida fisiológica de cada uno de sus miembros...40 Considera Nuñez, así mismo, que
38 Ibíd. , “La sociología Elementos de este estudio” (Cartagena, marzo 4 de 1883) en Op. Cit. volumen II, 1944, pp. 329 – 330. 39 NUÑEZ, Rafael. Ensayos de crítica social. pp. 161 - 171 40 NUÑEZ, Rafael. (La Sociología) Los elementos de este estudio. Volumen II, 1944, p. 326
30
“las grandes transformaciones de los pueblos no son sujetos aislados ni causales de la
civilización”41.
Los enfoques filosóficos de Spencer condujeron a algunos positivistas colombianos como
Nuñez a interpretar la evolución histórica tanto mundial como nacional. Nuñez, después de
explicar la tesis de Spencer en el sentido que “el progreso conduce de lo homogéneo a lo
heterogéneo”, considera que ello explica las transformaciones de las comunidades de los
hombres y la evolución de las tribus bárbaras a las sociedades cultas del siglo XIX y, para
el caso específico de Colombia e Hispanoamérica, se conduce a interpretar la evolución
progresista de las etapas de estas sociedades. Para el spenceriano Nuñez, “el régimen
colonial fue un progreso respecto del de los caciques, y también una compilación –un paso
de lo homogéneo a lo heterogéneo- (...) En la guerra de la independencia la diversidad se
acentuó y propagó de tal manera, que asumió carácter de anarquía armada. El régimen
constitucional federativo en que hoy viven Colombia y otras secciones, es un último paso
regular de lo uniforme a lo complejo...”42La Ley del progreso la extiende Nuñez a las demás
repúblicas latinoamericanas. Así lo expresa: “La Federación Mexicana ha prevalecido sobre los
dos ensayos de imperio y las muchas otras calamidades que son notorias. La federación Argentina
ha triunfado también de las espantosas y prolongadas contrariedades... hasta el Paraguay se ha
cambiado de lo simple a lo compuesto.”43
La mencionada ley del progreso conduce a Nuñez a meditar sobre la evolución histórica de
Europa y del Nuevo Mundo. Así, considera que “la Edad Media europea fue un progreso
político a pesar de tantos horrores, a la manera que la esclavitud, cuando se inventó para
librar de la muerte a los prisioneros de guerra, fue un filantrópico correctivo. Así mismo,
no se puede considerar que sean estériles para la civilización todos los sacrificios de la
conquista y de la independencia de Hispanoamérica; inclusive, su evolución hacia las
formas republicanas que, aunque en las constituciones escritas de Hispanoamérica se
41 NUÑEZ, Rafael. El 20 de julio. En: Op. Cit., p. 213 42 NUÑEZ, Rafael. El Nuevo Mundo (Cartagena, 3 de febrero de 1884). En Op. Cit. Volumen II, 1944, p. 229 43 Ibíd. , p. 230
31
proclaman teóricamente, su nombre se encuentra escrito hasta la Constitución del Doctor
Francia, el sombrío dictador del Paraguay...”44
La confrontación filosófica de las últimas décadas del XIX, en cierta forma fue una parte
de las grandes luchas ideológicas que enfrentaron a las generaciones colombianas de la
época, en relación con el legado colonial español. A este último se le reconoció en sus
diferentes manifestaciones, lo estudiaron, lo interpretaron e hicieron críticas desde
distintos puntos de vista, la mayoría de las cuales oscilaron entre la apología y la diatriba;
sin embargo, prevaleció la tendencia a tratar de comprender la época histórica de la
Colonia. En este sentido, quizás la élite ilustrada colombiana difiere de otras élites
latinoamericanas, cuya actitud fue mas radical en su repudio a la herencia hispánica y
propendieron por una plena identificación por lo anglosajón y lo francés.
Entre los autores colombianos que se pueden mencionar como representantes de las dos
tendencias opuestas, están, de una parte, Sergio Arboleda y Miguel Antonio Caro
(hispanófilos) y, de otra parte, los hermanos Samper y Salvador Camacho Roldán*. Por su
parte, Nuñez se presentó como un moderado con respecto a estas dos posiciones. En
referencia a la dominación española, considera que se le han hecho muchos cargos y
críticas, “sin reconocerle casi un solo titulo a la gratitud del Nuevo Mundo. Encontramos eclipsada
por los dolores de la conquista, la portentosa labor del descubrimiento(...) pero no se debe
examinar la obra Homérica de la conquista a la luz de las ideas de la civilización actual, ni
tampoco en cada uno de los detalles. Lo que importa solamente es saber si ella cambió
favorablemente la condición política y social de las comarcas sometidas a la Corona de España. O
en otros términos: lo que importa es averiguar si el cristianismo es o no más civilizador que la
44 Ibíd. * Para el Spenceriano Nuñez, la obra de España es producto de la evolución de la sociedad y muestra un avance en la ley del progreso de la civilización; para Miguel Antonio Caro, tradicionalista, ella “es la forjadora de la auténtica sociedad, moldeada en la tradición cristiana y en las sabias instituciones españolas, las cuales se deben respetar si se quiere llegar a la autenticidad” (...)
32
idolatría y si el gobierno de los zipas era o no preferible al de los virreyes con todos sus
defectos...”45
Subraya Nuñez que el error fundamental de la dominación hispana, no fue haber
suplantado con la suya, la dominación indígena; ni aun al hacerlo, haber cometido
depredaciones que estaban evidentemente en la misma brutal naturaleza de los
acontecimientos. Ese error consistió en no haber comprendido a tiempo la necesidad de
reformarse sustancialmente para ponerse en salvadora armonía con el “espíritu de los
tiempos”46. Así mismo, hace una crítica a la interpretación que de la conquista hicieron los
criollos; “del mismo modo que a la obra de los libertadores tampoco puede aplicarse el criterio de
los tiempos actuales...”47...”esta crítica –subraya Nuñez- debe realizarse con el juicio más
imparcial, porque las grandes transformaciones de los pueblos no son meros sucesos aislados ni
causales y todos ellos representan un avance en el sendero relativamente indefinido de la
civilización...”48
De igual manera, la élite ilustrada colombiana de la época, se preocupa también del hecho
histórico de la independencia y de los fenómenos inherentes a este suceso.
Sobre este evento histórico, Rafael Nuñez dice que fue(...) “el desarrollo lógico providencial
aunque lento de la conquista; como esta, fue derivación mucho más rápida del descubrimiento.
Suprimida la conquista –subraya- quedará también por consiguiente suprimido el 20 de julio de
1810(...) ”49. Resalta el positivista cartagenero el optimismo que produjo la independencia,
tanto en las nuevas generaciones republicanas como a las naciones europeas. Prosigue
Nuñez: “terminada la guerra de independencia vinieron empresarios europeos a fomentar nuestro
comercio y nuestra industria. Se esperaban grandes cosas de los pueblos que con tanto heroísmo
habían lidiado por conquistar un puesto en la constelación de las naciones soberanas. Las
45 NUÑEZ, Rafael. El 20 de julio, (Cartagena, 1882). En: Op. Cit. Tomo I, p. 234 46 Ibíd. , p. 235 47 Ibíd. , p. 235 48 Ibíd. , p. 235 49 Ibíd. , p. 235
33
espléndidas jornadas de Boyacá, Carabobo, Junin y Ayacucho habían causado asombro general;
pero las lisonjeras esperanzas comenzaron poco después a disiparse y las repúblicas
suramericanas cayeron en desprestigio absoluto, con motivo de sus incesantes y sangrientas
discordias. Los republicanos europeos se indignaban aun porque la consideraban como un ejemplo
contradictorio a sus aspiraciones...” (...)
Otra preocupación de las élites ilustradas del país, suscitada entre otros factores, por la
adhesión al positivismo como filosofía aclimatada en varios países de Hispanoamérica, lo
constituye su vocación continental, lo que les permitió comparar el desarrollo de las
instituciones con los otros países latinoamericanos. Al respecto, Nuñez dice: “ los
colombianos conocen más de Francia y Estados Unidos que las repúblicas hermanas” (...) “de
México solo recordábamos algunos caudillos: Hidalgo, Morelos, Guadalupe Victoria, Santana y
los fusilados emperadores Iturbide y Maximiliano” (...) “Generalmente imaginamos que las cinco
repúblicas de Centroamérica son otros tantos feudos de caudillos audaces y afortunados... son
contados los colombianos que conocen los hombres políticos de Chile que han sido elaboradores y
actores principales de su situación relativamente prospera. Tampoco sabemos casi de la historia de
su crecimiento después de la emancipación, mientras que sí estamos dispuestos a fondo de lo
ocurrido en Francia desde 1789 (...).”50
El ambiente de la época se presentaba, quizás, claro y definido para la élite ilustrada que
adhirió al Positivismo. Pensaban algunos que se persistía en la decadente situación que
eliminaba día a día las instituciones nacionales, llevándolas al más crítico retroceso, o se
buscaba una solución a los múltiples problemas, que encauzara a la nación al objetivo
positivista de Orden y Progreso.
A la vez que sectores de la élite ilustrada analizaban los problemas nacionales, utilizaban
las tesis del positivismo. ¿Qué presentaba esta tendencia para regenerar un país?.
Básicamente, la idea de organizar sociedades modernas sobre bases científicas, así como
de conciliar el Orden y Progreso. En este sentido decía Comte que Ningún orden legítimo
50 NUÑEZ. Rafael. Problemas Vitales (Cartagena, 30 de diciembre de 1883). En: Op.
34
puede establecerse y, sobre todo no puede durar, sino es plenamente compatible con el
progreso; no podría realizarse de manera eficaz ninguno si no tiende finalmente a la
evidente consolidación del orden...”51
En síntesis, el problema consistió para Nuñez positivista spenceriano, en buscar la
Regeneración del país a través de instituciones que, por vía del orden, lo llevarán a
alcanzar la meta del progreso, a la cual llegaron otros países de Hispanoamérica y de
Occidente.
2.6. Ciencia y cultura científica versus cultura religiosa
Después de haber abordado en el apartado anterior la información básica sobre el
desarrollo de las ideas filosóficas a fines del siglo XIX, en el siguiente aparte se aspira a
reconstruir el debate entre las corrientes positivista y neotomista alrededor de la ciencia.
Una mirada sinóptica a los textos publicados en este periodo, indica en primer lugar que
se considera a la ciencia y a la religión como dos valores positivos que se deben cultivar.
En parte por convicción en parte por estrategia, ni los promotores del método científico
alientan la desaparición de las creencias religiosas, ni los defensores de la fe piden la
destrucción de la ciencia moderna. Desde luego, cada bando acusa a su antagonista de
promover esas fórmulas excluyentes, y por ello reivindica como primer argumento a favor,
el espíritu amplio que denota su respectiva posición, comparado con el carácter cerrado de
la escuela contraria. Según los tradicionalistas, los positivistas como Destutt de Tracy,
Comte, Spencer y Stuart Mill, han erigido el dogma de los hechos, desde el cual queda
descalificado cualquier sentido de lo trascendente; en cambio, bajo las sabias enseñanzas
del Magisterio católico, las ciencias humanas incluso reciben un preciso impulso. Los
ideólogos afectos al positivismo, replican que la abstracción del dogma religioso por parte
de los clericales, restringe la libertad de pensamiento propia de la investigación científica.
51COMTE, Augusto Cit., En: Jaime Jaramillo Uribe.
35
Por el contrario el positivismo, al delimitar el alcance fenoménico experimental de la
ciencia deja el campo libre para la noción de absoluto propia de la religión. Eso sí,
advierten, no se le podrá asignar un sentido cognoscitivo a esta última, suplantando a la
ciencia, pues, tal asimilación, además de interferir con el desarrollo científico, resulta
lesiva para la inescrutabilidad y la majestad de la misma fe. En su contra réplica los
neotomistas protestan por esa escisión radical entre una religión reducida a puro
sentimiento subjetivo y una ciencia que monopoliza el campo del conocimiento objetivo,
ya que a su entender los principios supremos de Revelación no pueden menos que
orientar también la marcha de los asuntos cinéticos.
En el fondo, la controversia surge de las diferentes concepciones sobre los objetos en
discusión por parte de las dos tendencias. Para quienes giran alrededor de la religión,
ciencias cultivadas por el hombre, sólo pueden fundamentar sus verdades relativas en la
verdad suprema sancionada por Dios y transmitida por la iglesia. En cambio, los discursos
del positivismo, estiman que sólo el método experimental permite conocer de modo
objetivo los hechos, de manera que la religión no puede interferir con amonestaciones
especulativas la libre marcha de la investigación. De ambos lados se estima que cuando
los adversarios exceden su celo, no sólo invaden la esfera del otro, sino que alteran sus
propios intereses. Así, para los predicadores religiosos, cuando los científicos pretenden
negar los dogmas de la fe y las enseñanzas del clero con base en su supuesta falta de
verificación empírica, además de ignorar que ese criterio resulta estrecho para comprobar
el saber supremo propio de la ciencia divina, sustraen a sus propios conocimientos el
sentido profundo que sólo puede otorgarles la religión. De forma análoga, los promotores
de la ciencia experimental juzgan que cuando los clericales se inmiscuyan en los asuntos
científicos, sin duda obstaculizan la marcha natural de la razón humana, pero sobre todo
rebajan la creencia religiosa de su orientación hacia el Absoluto y la malgastan en
cuestiones profanas.
En última instancia, lo que se juega en el enfrentamiento entre la ciencia y la religión por
definir el orden epistémico del saber y del discurso, apunta a asegurar el orden moral y
36
político dentro de la sociedad. De ello posee plena consciencia Francisco Eustaquio
Alvarez, quien en sus textos de lógica señala con agudeza que los opositores del análisis
positivo desean impedir que se popularicen las armas de la crítica, para perpetuar su
gobierno despótico sobre las gentes:
“Hemos insinuado la razón por la cual se rechaza la investigación científica o
experimental en el orden moral y político. Es preciso impedir que el criterio y el
método que han formado las otras creencias y las han rectificado, traigan a
comprobación los principios que se imponen a los hombres y las reglas con que se les
gobierna. Podemos tomar al ocaso cualquiera de esos pueblos imbuidos en errores
seculares y embrutecidos por la tiranía sobre las inteligencias, para comprender el
estrago que una buena lógica popularizada haría en todas las publicaciones y
entrados los errores que sostienen intereses de excepción (...). “La verdad os hará
libres”. Este profundo apotegma nos enseña toda la importancia de la verdadera
lógica, y que si ella merece nuestra atención como ciencia de la verdad, merece aún
más nuestra decidida consagración al ver que ella es en sus más elevados fines, la
ciencia de la libertad.52
Con acento afirmativo, los divulgadores del positivismo avalan su labor aduciendo que su
intención última consiste en ilustrar a la ciudadanía en los principios liberales de la
discusión pública, autojustificación que de modo implícito respaldan los voceros de las
tesis conservadoras al denunciar que por culpa de aquellas ideas disolventes se pierde el
necesario imperio de la religión en la conciencia de los pobladores y, como lo comprueba
el régimen radical, se auspician primero la anarquía destructora de la estabilidad nacional
y luego la tiranía anticristiana. Por el contrario, bajo el suave dominio de la constitución de
1886 y sus desarrollos legislativos, gestados con pleno acatamiento a la guía espiritual de
la iglesia católica, los colombianos pueden contar con la seguridad de que reinará el
progreso y la paz.
52 ALVAREZ, Francisco Eustaquio, Manual de Lógica. Extracto de autores de la Escuela Experimental, Bogotá, Imprenta la Luz, 1890, pp. 257 - 258
37
Eso sí, los grupos que persistan en el error liberal a pesar de las incontrovertibles pruebas
en su contra y las innegables bondades del sistema cristiano, deben someterse a las
sanciones discursivas (prohibición, censura, excomunión) y políticas (prisión, destierro,
ejecución) emanadas del régimen clerical. De nada vale aparentar una imposible
conciliación entre el credo cristiano y la doctrina liberal, pues como sintetiza en su
condena de 1895 contra el liberalísimo Monseñor Carrasquilla, “por lo menos puede
establecerse como regla general: (...) el que es liberal no es buen católico...”53
Aunque trata de plantear el debate en el estricto campo de las ideas, Ignacio V. Espinosa
en su obra del mismo año sobre los fundamentos positivistas del liberalismo no puede
evitar pronunciarse sobre los aspectos religiosos involucrados en el tema. En realidad, la
discusión nunca se ha desenvuelto con estricta reciprocidad. Moldeada por siglos de
educación religiosa, la mentalidad de los colombianos se inclina claramente a favor de las
ideas tradicionalistas, de forma que todo aquel que aparezca cuestionándolos de algún
modo, debe asumir la carga de la prueba. Si a ello se agrega que los sectores
conservadores se han atrincherado en el poder, se comprenda la extrema cautela con la
cual proceden los expositores positivistas, sobre todo en los temas que conciernen a la
religión. A veces el respeto hacia la fe se esconde en fórmulas protocolarias, bajo las
cuales se exalta con el lenguaje religioso al nuevo credo de la ciencia. Otras veces, se
explica por qué la filosofía positiva con su tesis sobre la incognoscibilidad de lo Absoluto, en
el fondo exhibe mayor reverencia hacia los temas religiosos que la demostrada por los
ministros del clero, quienes con la disculpa de la defensa de la moral cristiana, a menudo
han tergiversado el misterio de la fe subordinándolo a mezquinos intereses partidistas.
Incluso, la preferencia ya anotada por las ideas de Spencer sobre el Positivismo de
Augusto Comte, obedece a que la Religión de la Humanidad, fuera de no poderse validar
desde la ciencia, introduce una competencia inaceptable con la religión revelada.
53 CARRASQUILLA, Rafael María, Ensayo sobre la doctrina Liberal. En: Obras, Tomo III, p. 229
38
En definitiva, este capítulo permitió hacer la aproximación a la polémica filosófica entre
Neotomismo y Positivismo, a los intereses políticos que se cruzan en la controversia; así
mismo, trató de explicar cómo el positivismo spenceriano le permitió a Nuñez aliarse con
los sectores católicos en el proyecto de la Regeneración, con la advertencia que de allí no
se puede derivar una efectiva unión conceptual del Positivismo y el Neotomismo en
Colombia.
2.7. Movimiento Cientifista
En la segunda mitad del siglo XIX el interés de las élites colombianas se centraba en la
política y el comercio, y no en la ciencia. Los roles en este campo se constituían en
prácticas de aficionados; el profesional de la ciencia era rara avis y su actividad marginal.
En las últimas tres décadas del siglo XIX, la élite liberal radical que gobernaba el país,
estaba plenamente convencida del poder de la ciencia y de la instrucción pública como
instrumento para el cambio social. Por ello, promovieron un movimiento cientifista* que
logró, entre otros objetivos, la creación de la Universidad Nacional y la fundación de la
Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales de Bogotá. La educación científica según los
radicales, era la base de la unidad racional y elemento fundamental para la formación de
la ciudadanía.
Tal como ocurrió con los ilustrados europeos del siglo XVIII, se desdeñaron los estudios de
teología, derecho y literatura por su inutilidad, y se impulsaron las carreras de medicina,
ingeniería y ciencias naturales, como también las escuelas de artes y oficios. Así, estos
saberes fomentarían la industria y la agricultura. Se insistía en que estos conocimientos
* El concepto de movimiento cientifista se toma de Joseph, BEN DAVID, El papel de los científicos en la sociedad, México, Trillas, 1974, pp. 102 – 103 y 115 – 119. “El movimiento cientifista –sostiene Ben David- consiste en un grupo de personas que creen en la ciencia (aún cuando pueden no comprenderla), como medio válido para alcanzar la verdad y dominar eficientemente la naturaleza, así como también para la resolución de los problemas de los individuos y su sociedad. El término “movimiento” implica que el grupo se esfuerza por difundir sus opiniones, a fin de hacerlas aceptables para la sociedad en su conjunto. La institucionalización se produce cuando el movimiento alcanza sus metas y la sociedad adopta realmente sus valores...
39
revestían un interés general, mientras que la formación de abogados y literatos sólo tenía
un interés particular.
En este periodo, los científicos se esforzaban por demostrar la importancia del
conocimiento científico y por legitimar, así su actividad. El estudio de la naturaleza
ofrecería nuevos artículos para el comercio de exportación ya que el suelo del país era rico
en recursos naturales, útiles para la medicina y la industria. Estos argumentos coincidían
con los intereses de las élites y con el modelo económico del liberalismo que se impuso en
el periodo. Así mismo, el progreso del país y la contribución de la instrucción científica y
técnica a la unidad nacional, resultaban razones válidas para obtener apoyo a favor de la
ciencia. Sin embargo, aquellos que manifestaban interés por el conocimiento científico no
lograron cambiar los valores vigentes para que armonizaran con el ethos de la ciencia.
Los científicos de este periodo se concebían a sí mismos como “buenos ciudadanos” y
“obreros del progreso”, que luchaban por establecer “el edificio de la emancipación
científica”54. Este lenguaje remitía tanto a la sociedad burguesa europea como a la
producción capitalista; pero también se usaban imágenes tomadas de la Biblia. Del médico
se hablaba como “sabio y sacerdote a la vez”; y del científico como “apóstol”.
La ciencia fue usada durante el movimiento cientifista y después de él, como parte de la
estrategia política, gracias al prestigio que aquella había alcanzado en las sociedades que
las élites tenían por modelos. El objetivo fundamental de las clases dirigentes era legitimar
y mantener el poder; la intención de los liberales radicales era formar una ciudadanía leal
a sus principios. En este periodo no se conformaron comunidades científicas –en sentido
estricto- y el ejercicio de la ciencia no fue reconocido por la sociedad –en forma explícita-
como una actividad indispensable y valiosa por si misma. Había científicos individuales,
pero la ciencia no estaba institucionalizada. En efecto, el movimiento cientifista fracasó en
sus pretensiones de cambio social y en su empeño de establecer un mínimo de pluralismo
54 ANALES de la Academia de Medicina de Medellín, AAMM, año I, N° 4, febrero de 1888, p. 103
40
religioso, de igualdad social y de tolerancia ideológica y política en la sociedad
colombiana.55 *
En los primeros años de la Regeneración, el apoyo que recibieron los científicos por parte
del Estado no fue mayor ni menor que el otorgado por los radicales. En ese momento se
hacía un mayor énfasis en la ciencia como un conocimiento neutral y especializado, cuya
principal implicación social era demostrar que el orden jerárquico y la disciplina eran
indispensables para el progreso de la sociedad. También en esta época, como respuesta a
los radicales, surgieron argumentos que vinculan el conocimiento científico con la fe
religiosa y con la cultura hispánica. El Estado estaba dispuesto a otorgar apoyo a las
ciencias, pero si sus métodos y normas no se aplicaban a las cuestiones políticas o
ideológicas. En cambio, a partir de 1890, se produjo un franco descenso del interés estatal
por la ciencia, junto con la desaparición definitiva del movimiento cientifista. El clericalismo
y la religiosidad invadieron todos los ámbitos sociales y culturales, situación que se
produjo hasta bien entrado el siglo XX.
Así como para los liberales radicales hacer ciencia era parte de la tarea de construir una
nación, para Rafael Nuñez, como gobernante positivista que era, la ciencia tenía, además,
un valor simbólico: destacar los vínculos existentes entre orden y progreso y hacer resaltar
la importancia de la disciplina social, el orden jerárquico y las leyes, reglas y normas de la
sociedad. Acudir a la ciencia le permitiría, después de 1886, tener argumentos a favor de
su programa político de acercamiento y de conciliación con la iglesia católica. Nuñez
defendía la total independencia de la ciencia y de la religión. Para este político la ciencia
no era atea porque “ella entra en el dominio teológico”; el conocimiento científico “respeta
el sentimiento religioso (...) como hecho histórico en si mismo incuestionable; pero se
abstiene de discutir sus detalles”...
55 BEN DAVID, Op. Cit., p. 102 * El fracaso del movimiento cientifista de los radicales de debió, quizás a que la iglesia había construido, desde la Colonia, una sed educativa y filantrópica muy extensa y eficaz y a que los radicales no pudieron construir, para sustituirlo, un sistema de escuelas lógicas, sustentadas por una economía prospera y estable y por un Estado fuerte, moderno y raciona.
41
Nuñez tomaba del movimiento cientifista lo que más le interesaba para plantear en otros
términos, una discusión entre clericales y anticlericales que había tomado un rumbo de
antagonismo irreconciliable; en los claustros universitarios no se debería atacar, pero
tampoco imponer creencias religiosas ni políticas...56
De esta manera, el apoyo que dio a los trabajos de astronomía en la década de los 80,
estaba respaldado por la idea de demostrar que la ley y el orden eran tan necesarios en la
vida social como en el mundo natural:
“Uno de los objetos con que el gobierno que accidentalmente presido, se ha propuesto
organizar el Observatorio Astronómico es el poner en evidencia la importancia vital
de la armonía y sumisión a reglas de movimiento; así como también la salvadora
necesidad del orden jerárquico para toda existencia compleja y todo progreso. Será
imposible estudiar atentamente con el telescopio el sistema planetario sin adquirir la
convicción de que la disciplina es una ley providencial, que no puede infringirse sin
desastre...57
56 ANALES de la Instrucción Pública en los Estados Unidos de Colombia, AIPUC, Vol. III N° 15, dic. 1881, p. 292, Cit., por Molina, Gerardo. Las Ideas Liberales en Colombia. Tomo I. Bogotá, Tercer Mundo, 1973, pp. 240 –241. 57 ANALES de la Instrucción Pública en los Estados Unidos de Colombia, AIPUC, Tomo I, N° 4, dic. 1880, pp. 240 - 241
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CONSIDERACIONES FINALES
El desarrollo del presente trabajo permite establecer las siguientes Consideraciones
Finales:
• La investigación se inscribe en el marco de la Historia de las ideas, porque
como señala Leopoldo Zea. La historia de las ideas ha adquirido para nosotros
los latinoamericanos un sentido que ha superado hace tiempo el mero interés
erudito que pueda haberla movido en alguna ocasión, para convertirse en
una imprescindible herramienta de autoconocimiento.
• En sentido estricto, se trata de un “pequeño discurso” que aborda la polémica
del Neotomismo con el Positivismo en el marco de los inicios de la
Regeneración en Colombia a fines del siglo XIX, polémica que enfrentó a los
sectores de la élite dominante en el país.
• La polémica de las ideas filosóficas se presenta desde la perspectiva
metodológica descriptivo-analítica, en procura de conectar el universo de las
ideas –y el discurso que lo expresa- con la realidad histórica de un momento
crucial de la sociedad colombiana.
El estudio se propuso alcanzar dos objetivos:
• Realizar un ejercicio académico de las ideas filosóficas subyacentes en la
polémica que enfrentó a neotomistas y positivistas, ideas que por lo demás se
encuentran en la base del imaginario de nación que se construyó en gran
parte del siglo pasado.
43
• Construir un espacio para el ejercicio reflexivo del pensar y el hacer filosófico
que plantea, más que respuestas notables interrogantes aún inéditos en la
historia de las ideas en Colombia.
44
BIBLIOGRAFÍA
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