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BREVE BIOGRAFÍA Y VICISITUDES DE CLEMENTE CALVO FERNÁNDEZ-
ANCHUELA
Fernando Barrero Arzac
Antecedentes
Clemente Calvo Fernández-Anchuela, comerciante de profesión y nacido en Alcalá la
Real (Jaén) el 4 de enero de 1872, debió arribar definitivamente a Donostia el año 1898.
Desconocemos si ya se había desplazado con anterioridad hasta la ciudad y, por lo tanto, si la
conocía de una estancia previa. En todo caso, realizó su definitivo viaje desde su Andalucía
natal hasta su nueva tierra de promisión, sobre la grupa de dos caballos que debió ir
alternando hasta que llegó a su destino.
Clemente Calvo Fernández-Anchuela recién
llegado a San Sebastián. 1898
Su familia disponía en Alcalá
de una cierta posición social y,
además, él había recibido instrucción
académica. En todo caso, para
hacernos una mejor idea indicaremos
que, algunos años después, uno de sus
hermanos más pequeños, Lázaro,
industrial de profesión, contraería
matrimonio en 1909, con Mercedes
Gómez-Urda Serrano, profesora de
Instrucción Primaria. A principios del
siglo XX en Alcalá, como en tantos
lugares, había pocos que pudieran
presumir de instruidos, pues la mayor
parte de la población no sabía leer ni
escribir.
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Cuando en 1913 se publicó la obra más importante hasta entonces sobre la Historia de
Alcalá, se le permitió a su autor, Antonio Guardia Castellano, repartirla entre los vecinos de la
ciudad más capacitados literariamente para su estudio, y entre ellos se encontraba, Salvador
Fernández-Anchuela Castillero, familiar de Clemente. Más adelante, durante una estancia de
Bittori Calvo (una de las hijas de Clemente) en Alcalá, durante los primeros años 30’s, que ya
narraremos, ella se sintió atraída por este familiar intelectual.
Clemente se había librado del Servicio militar. Aunque declarado útil inicialmente,
posteriormente alegó que se le había agravado el padecimiento que sufría por una bala que
tenía alojada en una ingle, procedente de un tiro que recibió antes de incorporarse al servicio,
no sabemos dónde ni cuándo.
Primer y corto matrimonio junto al inicio de una relación imposible
Las primeras pruebas documentales que nos describen a Clemente en la capital
guipuzcoana, datan del día de su primer matrimonio canónico, el 6 de septiembre de 1899, en
San Vicente Mártir. Debió ser un matrimonio convenido, ya que en aquella época la mujer
poseía poca entidad jurídica y posiblemente se encontraría con problemas de representación
comercial y financiera, Epifanía Dorronsoro, que así es como se llamaba su esposa, que
regentaba un comercio, se unió a Clemente. Ella tenía 35 años y era viuda; había estado
casada anteriormente con Eugenio Leturia, el cual había fallecido hacía cuatro años, y con el
que había tenido nueve hijos, de los cuales vivían únicamente cuatro: María, Teresa, Jesusa y
Juan.
A lo largo del año 1900, Clemente y su mujer junto con sus cuatro hijos, conviven en
la calle Narrica número veintiuno, de la Parte Vieja, como así lo atestigua el Censo de la
Población de San Sebastián. Disponen de la ayuda de una sirvienta, que vive en el domicilio
familiar y, es de suponer, que colaboraría junto a Epifanía en el cuidado de los niños y de la
casa, mientras Clemente se ocuparía de la gestión del comercio.
Durante ese mismo año se traslada desde su localidad natal de Mutriku a la capital,
María Asunción Eizaguirre, persona que tomará gran protagonismo en la vida de Clemente al
cabo de muy poco tiempo, como veremos enseguida.
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El 13 de enero, nada más comenzar el año 1901, fallece Epifanía. En el momento del
suceso, la difunta, además, estaba embarazada de su marido. Pero a los pocos días de morir,
se declara el amor entre María Leturia, primogénita de Epifanía, de 15 años de edad, y su
padrastro Clemente. Ellos pretendieron llevar a término su relación sentimental mediante un
nuevo matrimonio, pero seguramente los familiares de María no vieron con buenos ojos esta
situación, ya que al ser menor de edad ella, hería las sensibilidades puritanas de la época. Así
que la ingresaron en un reformatorio o convento de monjas, no sin la oposición de los amigos
y conocidos de María y Clemente, como en el caso de las “pescateras” de la Parte Vieja, que
intentaron oponerse a este encierro. Para hacerse cargo del resto de los hijos menores de
Epifanía, regresa al domicilio familiar de la calle Narrica, Francisco Leturia Azconobieta de
25 años de edad, hijo que el difunto primer marido de Epifanía y padre de sus hijos, Eugenio,
había tenido, a su vez, de un matrimonio anterior con Dominica Azconobieta y, por lo tanto,
hermano mayor de los niños.
Segunda relación sentimental
Mientras tanto Clemente se aloja durante el año 1902 en una casa de huéspedes de la
calle Pescadería, en la Parte Vieja. Alejado, pensamos, del problema familiar suscitado tras la
muerte de Epifanía, y vueltas las aguas a su cauce, es acompañado durante una temporada por
su hermano Camilo, bastante más joven, que ha venido desde su Alcalá natal hasta la
población vasca, suponemos que para prestarle su apoyo. Durante este mismo año, Clemente,
conoce a María Asunción Eizaguirre, mujer casada con dos hijos, pero separada de su marido,
que había llegado a la capital sola, en 1900, con el fin de sacar económicamente adelante a sus
hijos que había dejado inicialmente en Mutriku, al cuidado de una hermana y su marido. En
1902 vivía ya con su hija mayor de ocho años, María Visitación Oñederra, en la calle Echaide
de la capital, a la cual había traído junto a ella, una vez que las condiciones se lo permitieron.
A finales de ese mismo año, María Asunción, en el transcurso de la nueva relación que
había iniciado junto a Clemente, se queda embarazada y, como consecuencia de ello, el 9 de
septiembre de 1903, nace una niña en el Hospital Civil de san Antonio Abad de San
Sebastián, a la que ponen por nombre, Petra Estiola Goisoro. Como no convivían bajo un
mismo techo y ella legalmente estaba casada, Clemente y María Asunción, entregan la recién
nacida a la institución que se encargaba por aquella época de recoger a los hijos naturales no
reconocidos. Por aquel entonces la provincia de Guipúzcoa a través de su Junta de Expósitos,
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ya había institucionalizado la práctica de lo que se conoce hoy en día como adopción. Es por
ello que Petra fue entregada en prohijamiento a la que iba a ser su nodriza y madre adoptiva,
Josefa Iguiñiz Michelena, que vivía en Irun, el 22 de octubre de 1903. No obstante, los
apellidos se los habían dado sus padres biológicos, e intuimos que tuvo que ser el propio
Clemente, quien diseñó los mismos, ya que el primero hacía referencia a la tarea profesional
que por aquel entonces desarrollaría, la elaboración y venta de miel (“Eztiola” en vasco
significa “fábrica de miel”), y el segundo, al nombre del caserío en el cual habría nacido su
difunta mujer, Epifanía, en Ikazteguieta (Guipúzcoa).
Mientras tanto, María Leturia, tras abandonar el reformatorio o convento, el 25 de
junio de 1903, es trasladada y admitida en la Casa de Misericordia, que debía encontrarse
junto al Hospital Civil san Antonio Abad, en la falda del monte Ulía, lugar que se conoce
como Manteo, donde se reúne con sus hermanos pequeños, Jesusa y Juan. La otra hermana,
Teresa, permanece en el domicilio familiar, de la calle Narrica veintiuno, junto al matrimonio
formado por Antonio Iraola y Ángela Echeverria, que realizan la función de tutores o
responsables de la menor de edad.
Clemente y María Asunción al iniciarse el año 1904, deciden unir sus vidas en común,
aunque ella estaba casada, y comienzan a convivir juntos, como pareja de hecho, en la calle
Fuenterrabía número catorce, junto a la hija mayor de ella, María Visitación Oñederra, que
por entonces tenía 9 años de edad. De esta continuada relación nace el 14 de diciembre de ese
mismo año, Clemente Calvo Eizaguirre, al que ahora sí reconocen y dan sus apellidos, y al
que le designan como padrino a Manuel Calvo, su abuelo paterno, lo que demuestra que su
familia alcalaína estaba al tanto de esta nueva relación con María Asunción. Un dato relevante
que destaca en esta pormenorización de hechos, es el escaso intervalo de tiempo con el que
nacieron Petra y Clemente, de solamente quince meses. Sin embargo, no sabemos por qué
motivo, una fue discriminada y abandonada, mientras que el otro fue acogido en el seno de la
nueva familia; aunque intuimos que pudo estar motivado en principio por el estado legal y
marital de ella, y porque en el momento de darla a luz todavía no vivían bajo el mismo techo.
Mientras tanto la vida de Petra en Irun transcurrió normalmente, hasta que el 23 de
septiembre de 1909, cuando ella tiene 6 años, fallece su madre adoptiva, Josefa Iguiñiz.
Inmediatamente sus abuelos maternos adoptivos, Nicolás Iguiñiz y Josefa Michelena, regulan
los trámites y vuelven a hacerse cargo de la niña, a la cual adoptan, permaneciendo en el
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caserío familiar de Gurutzeberri en el que creció junto a sus hermanos y tías adoptivos, sin
ningún trauma afectivo por este incidente, hasta que se emancipó.
Fallecimiento de su pareja y reanudación de su tercera relación sentimental
Casi por la mismas fechas, el 15 de enero de 1910, mientras Clemente y su nueva
familia vivían en la calle Larramendi número veintitrés de la capital, fallece en el Hospital
Civil de san Antonio Abad de San Sebastián de un cáncer de matriz a los 40 años, la que hasta
entonces había sido su compañera, amante y madre de sus hijos, María Asunción. Se podría
pensar que habría sido para él un fuerte golpe, pero los hechos que vienen narrados a
continuación, muestran que se rehízo del golpe con extrema celeridad. Porque el 16 de
diciembre de ese mismo año de 1910, le nace en el mismo domicilio de la calle Larramendi,
un nuevo hijo al cual lo inscribe en el Juzgado Municipal con el nombre de Clemente
Valentín, y declara “que es hijo del compareciente y de madre cuyo nombre no le es posible
revelar”. Pero al irlo a bautizar en la iglesia de Buen Pastor, los padres no tienen más remedio
que desvelar el nombre de la madre, que resulta ser, María Leturia, la que había sido su
hijastra. Pero inmediatamente otro nuevo suceso viene a empañar la inicial alegría de
Clemente; a los dos días del nacimiento de Clemente Valentín, fallece el 18 de diciembre en
el mismo domicilio familiar, por una meningitis, con 6 años de edad, su hijo mayor, Clemente
Calvo Eizaguirre.
Recapitulando lo manifestado hasta aquí, debemos pensar que Clemente y María
Leturia, con 24 años de edad en 1910, al fallecer María Asunción, retoman su relación
sentimental, si es que no la habían iniciado poco antes de su muerte, y aquella se traslada al
domicilio de la calle Larramendi junto a Clemente y su hijo (desconocemos si María
Visitación Oñederra, hija de María Asunción, permanecía en la morada familiar) donde da a
luz a su nuevo retoño, Clemente Valentín, con tan mala fortuna que mientras este último
nacía, el otro Clemente fallecía en la misma casa a los dos días. La declaración de Clemente
en el Juzgado Municipal donde se niega a indicar el nombre de la madre de su nuevo hijo, nos
revela que no habían contraído matrimonio, y es que además al haber estado casado con la
madre de la madre de su hijo, para poderlo hacer debían disponer de una dispensa del prelado,
en este caso del obispo, que como veremos no consiguieron hasta muchos años después. Otro
motivo por el cual estaba obligado a mantener oculto el nombre de la madre de su hijo, era el
que tras los problemas acaecidos con la familia de ella en 1901, no debía hacerse público este
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alumbramiento si no se quería reavivar este antiguo conflicto, ya que, además, la mayoría de
edad de las mujeres llegaba a los 25 años, y por lo tanto María, en la práctica, no podía
abandonar el domicilio familiar sin permiso del padre o tutor, salvo para casarse o para
ingresar en un convento.
Periplo familiar por la península y regreso al punto de partida
Ante tanta adversidad como la que se encontraron en San Sebastián y para evitar un
nuevo enfrentamiento, Clemente y María, optaron por abandonar la ciudad en compañía de su
pequeño Clemente Valentín, y dirigirse a Granada, donde ya se encontraban en el mes de
junio de 1911. Allí es donde nace su segundo hijo, Manuel, en una estrecha y breve calle del
laberíntico barrio del Albaicín, denominada Cauchiles, adscrita a la parroquia de San José, el
18 de marzo de 1912. Cuando nace el tercero de sus hijos, Rafael, el 15 de noviembre de
1913, en el Hospital Central, la familia ya se encuentra en Sevilla, domiciliada en la calle
Marqués de Santa Ana número nueve. Con la eventualidad geográfica con la que vivían,
desplazándose de una ciudad a otra, suponemos que dispondrían de suficientes recursos
financieros como para permitirse esa actitud errante, aunque nos es difícil pensar en su
absoluta disposición, puesto que les acompañaban tres niños de tierna edad a los que tendrían
que criar. Pensamos que con los cónyuges, posiblemente se encontraría María Visitación
Oñederra, hija de la anterior pareja de Clemente, quien echaría una mano a la nueva pareja en
el cuidado de sus hijos, durante esta larga travesía. Pero la movilidad de esta atípica familia,
no acabaría en Sevilla, porque a continuación, en la ruta de retorno hacia el norte peninsular,
recalaron en la ciudad de Santander, donde el 23 de junio de 1915, mientras vivían en la calle
Libertad número dieciséis, nació su cuarto hijo, Camilo. Tras su periplo viajero por las tierras
de España, retornaron a la ciudad que les vio partir en 1911, San Sebastián.
Regresaron a la ciudad durante el año de 1916, puesto que ya, durante esa fecha, se
encontraban habitando el piso primero derecha de la calle San Martín número sesentaicuatro,
donde, además, disponían de una sirvienta, que nos imaginamos compartiría con María las
tareas de la casa junto con el cuidado de los niños. Pero regresaron sin su primogénito,
Clemente Valentín, el cual pensamos que fallecería, muy joven, en alguna de las ciudades que
habían visitado. A raíz de su desaparición, Clemente prometió que nunca volvería a llamar así
a un hijo suyo. En la capital y mientras continuaban viviendo en la citada calle, volvieron a
alumbrar otro vástago, su primera niña, Victoria, nacida el 12 de julio de 1917. A finales de
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este último año, se trasladan de domicilio, pero no sabemos adónde lo hicieron. Lo que sí nos
consta es que cuando nació su segunda hija, Jesusa, el 6 de enero de 1920, vivían en el tercer
piso de la calle Moraza número cinco. Pero esta niña, lo mismo que Clemente Calvo
Eizaguirre y Clemente Valentín, fallece con un año de edad, el 4 de mayo de 1921.
Se consuma su segundo y definitivo matrimonio
Cuando se efectúa la llegada al mundo de su siguiente hijo, Carmelo Federico, el 18 de
julio de 1922, en San Sebastián, es cuando descubren que la pareja formada por Clemente
Calvo y María Leturia no estaba casada, ya que para legitimar el nacimiento de este último
retoño (y nos imaginamos que el de todos los anteriores), sus padres deben contraer
matrimonio, como así lo hacen, con la autorización y dispensa del Prelado, es decir, el Obispo
(porque, recordemos, Clemente y María, eran padrastro e hijastra, respectivamente), en la
parroquia de Buen Pastor, el 28 de mayo de 1923 (o el 23 de mayo como aparece en otra
referencia). En relación a este último asunto, hay que comentar un hecho curioso, y es que el
asiento de la inscripción matrimonial de este caso, no figura en el Libro de Matrimonios
correspondiente, es decir, que no se inscribió (la noticia de que este matrimonio se celebró,
solo se ha constatado únicamente a través de dos referencias al margen en otros documentos).
Tampoco se encuentra el Expediente matrimonial que debía localizarse en los fondos
documentales del Archivo Diocesano de San Sebastián, como se ha comprobado por los
archiveros del centro, por lo cual, nos recomendaron que en caso de querer registrar la
celebración del matrimonio, habría que comenzar nuevamente el proceso de inscripción, a
través de un notario eclesiástico.
Durante 1923 continúan habitando en el domicilio de la calle Moraza, y, a la vista de
la relación de personas que conviven en el núcleo familiar, se puede afirmar que esta época
fue de las más boyantes dentro del linaje, ya que junto con la pareja y sus cinco hijos,
convivían tres sirvientas, una de las cuales, Francisca Ecenarro, mantendría su amistad con la
familia hasta su muerte. El 23 de febrero de 1924, María, tras un nuevo embarazo, da a luz
dos gemelos sietemesinos, de los cuales solo uno de ellos sobrevive, Ricardo, puesto que el
otro, Carlos, fallece, seguramente a los pocos días de nacer. En la misma casa familiar, en la
que lo habían hecho durante los cinco últimos años los hijos más pequeños de la familia, vino
al mundo, el 6 de diciembre de 1925, la benjamina de los descendientes de los Calvo/Leturia,
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Concepción, llamada a lo largo de su vida, Conchita, la cual es además la única que
actualmente vive en El Morro de Barcelona, Anzoategui, Venezuela.
Durante los siguientes años suponemos que la vida de la familia no varió
sustancialmente, y que se centró principalmente en la formación y educación de los niños,
aunque a finales del año 1929, habían cambiado de domicilio, y vivían en el tercer piso del
número cuatro de la calle Berminghan.
El impacto del descubrimiento de la primogénita y desamparada hija de Clemente
Pero la vida de la que sí dio un brusco giro, a los 23 años de edad, fue la de Petra
Estiola, hija ilegítima de Clemente, que al ir a contraer matrimonio con Pio Arzac Echeveste,
en la parroquia del Juncal de Irun, el 2 de mayo de 1927, cuando al tener que solicitar su
partida de nacimiento al capellán de la capilla del Hospital de san Antonio Abad donde había
nacido, José Antonio Lizarribar, se entera que es hija de padres desconocidos. Su
personalidad y su carácter se amargan y se vuelve una persona con mal humor. Lizarribar le
habla de sus padres naturales, pero no le podía decir gran cosa porque su discreción se
guardaba bajo secreto de confesión. Él sabía quiénes eran sus padres y le dice que pertenecían
a la clase acomodada de aquel entonces en San Sebastián, pero que cada uno tenía su propia
familia por lo cual la entregaron en prohijamiento. Sabía también que los apellidos que ella
llevaba se los habían puesto sus progenitores. Pero no llega a conocer mucho más. De ahí que
su necesidad de saber quiénes eran sus padres, se materializase en visitas a echadoras de
cartas a las cuales inquiría información acerca de ellos; incluso se dejaba engañar cuando le
interrogaban si en sus visitas a San Sebastián no notaba que era observada y seguida por
alguna mujer que seguramente sería su madre.
Por si a Petra le hubiera servido de consuelo reflexionaremos y diremos que, en
realidad, todos los hijos que concibió Clemente hasta el mes de mayo de 1923, fueron
ilegítimos, nacidos fuera del matrimonio, desde Clemente Calvo Eizaguirre, nacido en 1904,
hasta el de Carmelo en 1922, aunque, eso sí, amados, queridos y cuidados con la máxima
profusión y abundancia con la que podía prodigarlos.
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Fallecimiento de la cabeza de la casa y estallido de la Guerra
Un nuevo suceso luctuoso y trascendental sacudió el hogar de los Calvo. El 19 de
agosto de 1930, fallece la madre, María, a los 42 años de edad, dejando siete hijos, en el
Hospital Civil de San Antonio Abad, donde veinte años antes lo había hecho María Asunción
Eizaguirre. Inmediatamente Victoria, Bittori, con trece años, se hace cargo de sus tres
hermanos más pequeños, en su domicilio de la calle Berminghan, además de tener que cocinar
y realizar el resto de las tareas domésticas del hogar. Desaparecen algunos de los más
importantes recursos financieros familiares, por lo que tienen que renunciar a la nómina de
sirvientas que colaboraban en la casa. La única que permanece con ellos es Francisca
Ecenarro, hasta que fallece también en 1932.
El año 1933 Bittori padece una total y profunda tristeza debido a las responsabilidades
que tuvo que contraer repentinamente, por lo que Clemente decide enviarla durante un largo
período a Alcalá la Real, al lado de su familia, junto con su hermana Conchita. Esta regresa a
San Sebastián a los pocos meses, permaneciendo allí durante más tiempo aquélla. En la
localidad andaluza Bittori vivió la época más feliz de su vida.
En 1936 comienza la Guerra Civil que a la familia la golpea cuando ya vivían en su
piso de General Arteche. Clemente hizo regresar inmediatamente a Bittori. Desde San
Sebastián fueron evacuados en un primer momento a Castro Urdiales, y, más tarde, a Bilbao,
donde no cesaban los bombardeos por mar a la ciudad. Al regresar a su lugar de origen,
cuando éste ya se encontraba bajo la jurisdicción y dominio de los rebeldes fascistas, tuvieron
la suerte de encontrar el mismo piso que en régimen de alquiler ocupaban antes de evacuarlo.
Mientras tanto, sus hermanos mayores, Manuel, Rafa y Camilo, fueron movilizados,
suponemos que por las milicias vascas que luchaban con el ejército republicano, hasta que
cayeron derrotados en Santoña. Manuel y Camilo, se entregarían a las tropas de Franco, que
tras las iniciales represalias y pasar por algún campo de concentración, regresarían a la casa
familiar de San Sebastián. Sin embargo, Rafael, significado nacionalista vasco, debió huir por
el monte, inicialmente a Francia, y de allí a La Habana (Cuba), para recalar definitivamente
en Caracas (Venezuela), donde permaneció el resto de su vida.
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Fallecimiento del protagonista de esta biografía
Acabada la guerra, vendría la todavía peor posguerra, donde el hambre y las cartillas
de racionamiento, junto al terror de ser objeto de cualquier denuncia arbitraria que podía
desbaratar el celo por permanecer oculto ante los fieros ojos inquisitorios de las fieles huestes
del Movimiento, eran el Pan nuestro de cada día. Con los escasos trabajos remunerados que
realizaban entre los miembros de la familia, pudieron sobrevivir durante estos aciagos años.
En 1940 se encontraban todos conviviendo en el domicilio de General Arteche, a excepción
de Rafa, que permaneció ya de por vida en el exilio.
Ante tanta adversidad como la que se encontró Clemente a lo largo de su vida,
mientras fue joven la encaró tal cual se le presentaba (excepto posiblemente el lapsus de
Petra), pero tras la concatenación de sucesos, a partir de la muerte de su mujer María que le
ocurrió con 59 años, y los que la Guerra fue provocando uno tras otro, su vitalidad se fue
resquebrajando, hasta que 9 de enero de 1944 dejó de existir a los 72 años de edad en su
querida San Sebastián.