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Capítulo IV La modernidad
En lo que atañe a la libertad el surgimiento de la modernidad (con sus
paradigmas) constituyó un auténtico desastre.
Un desilusionado con la filosofía sentó las bases de una era que se
caracterizó por rechazar aquello que había sido apreciado por Marsilio: la
costumbre, el hábito, como expresión de la sabiduría generacional. En su lugar se
colocó a la diosa razón con sus exigencias a veces absurdas.
En efecto, Descartes -un tipo de inteligencia privilegiada- que disfrutó de
privilegiada formación, se desencantó con toda la tradición filosófica que le
precedió. Fue presa de un pánico intelectual provocado por las intensas
discusiones de los filósofos y creyó encontrar calma y seguridad solamente en
cierto tipo de verdad. Una verdad comprometida con el razonamiento matemático
que, según él, ya no dejaba sitio a duda alguna.
La duda en cuanto método lo condujo a descubrir la innegable realidad del
pensamiento. La inmediata evidencia del pensar lo condujo a postular que el yo no
es sino una cosa pensante. El si pienso, luego soy, se convirtió en la piedra
angular de un sistema para el cual la razón –razón matemática, hay que decir-,
vino a constituir el supremo tribunal ante el cual debía justificarse todo.
No es que en otros tiempos la razón no haya ocupado un sitio importante. Los
medievales no negaron la razón. La discutieron, sí. La confrontaron con la fe y la
revelación, también. A veces la vieron como superior a la revelación y a veces
inferior a la misma, es cierto. Pero negarla, jamás.
¿En qué consiste entonces el mérito o la tragedia del pensamiento de
Descartes? Su mérito fue, según algunos, haber abandonado el área oscura de
una revelación misteriosa suprarracional. Su tragedia, según otros, pretender que
la razón certificara todo lo que en el universo ocurre desechando la totalidad de
aquello que no pudiera ampararse en evidencias.
HACIA UNA TEORÍA DE LA LIBERTAD
De acuerdo con Friedrich A. Hayek el racionalismo moderno echó por tierra un
sinfín de supersticiones pero creó una nueva: la creencia en una todopoderosa
razón.1
En el fondo había en Descartes una necesidad psicológica de estabilidad así
como ansias de seguridad. Por ello privilegió la certeza. Certeza hija de la
evidencia reconocida, admitida y certificada por la omnipotente razón. Debe
recordarse que la certeza es una condición o un estado de la intimidad del sujeto.
Al disfrutar de certidumbre el sujeto puede descansar. La exigencia epistemológica
cartesiana era doble: el conocimiento ha de ser cierto y evidente. Vale decir: ha de
proveer de certeza al sujeto y presentarse de modo tal que no haya nada más que
hacer sino reconocerlo como auténtico.
No se necesitan muchos rodeos para aceptar el hecho de que solamente en el
terreno de las matemáticas puede darse semejante clase de saber. Por tal razón
la matemática se convertiría en el lenguaje propio de todo conocimiento que se
preciara de ser científico.
No es casualidad que los grandes aportes cartesianos se hayan dado en el
ámbito de los números –concretamente en el de la geometría- y hasta el día actual
continúan rindiendo beneficios: las coordenadas cartesianas, el producto
cartesiano, sobre todo las primeras que constituyen la piedra fundamental de la
geometría analítica, del álgebra vectorial y del cálculo diferencial e integral. Fue,
de igual manera, el primer estudioso de las matemáticas en efectuar una
clasificación de las líneas curvas en conformidad con las ecuaciones de las que
son producto. Utilizó también las letras del abecedario para clasificar y sustituir
cantidades conocidas y/o desconocidas. Las primeras letras para representar las
cantidades que se conocen y las últimas letras para las que no se conocen.
Hay que reconocer, a la vez, que Descartes es uno de los personajes
responsables de la llamada Revolución científica de los siglos dieciséis y
diecisiete. Junto a otros grandes como Galileo Galilei, Kepler y Newton, Descartes
1 Véase su interesante obra, La contrarrevolución de la ciencia. Estudios sobre el abuso de la razón, Unión Editorial, Madrid, 2003 (Prólogo de Darío Antiseri).
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contribuyó al desarrollo de la física y de la astronomía. Amén de sus
contribuciones a la metodología propia de la ciencia natural.
Si un aporte cartesiano resultó determinante y altamente apreciado, en el
contexto de la Revolución científica, fue su idea de que el universo es una enorme
maquinaria de infinidad de piezas que se afectan mutuamente. Como todo
mecanicismo el de Descartes era eminentemente materialista y atado a una
rigurosa ley de causa y efecto. No hay lugar en el enorme mecanismo del universo
para fuerzas “escondidas”, entidades “inmateriales” o entidades “autónomas”
capaces de moverse por sí mismas.
Lo único que existe en este universo-máquina es movimiento. Movimiento en
una cantidad fija, ya dada, que no aumenta ni disminuye. Esto, por supuesto,
incluye a los seres humanos que no hacen sino reaccionar ante los estímulos del
entorno sin poder actuar en el sentido estricto de perseguir fines y ejercer la
autonomía de la voluntad. Esto constituye una antropología aberrante y
mutiladora.
Efecto directo de su visión mecanicista del universo es el haber reducido todo
hecho y fenómeno del mundo a lo físico y todo conocimiento del mundo a la
física. Lo físico es lo esencial, lo último y lo determinante. La física es el auténtico
modo de conocimiento del mundo. Toda ciencia debe poder reducirse a la física.
Esa es la prueba suprema que debe superar cualquier disciplina que se nombre a
si misma ciencia.
Con esta visión de las cosas el concepto de libertad queda arrinconado en el
desván de una vieja y superada concepción del universo y particularmente del
hombre. Es por eso que las ciencias humanas y sociales nada le deben a
Descartes. No hizo nada en el ámbito propio del derecho, de la política, de la
sociología, de la historia o la economía. Ni su método ni su visión del mundo
daban para incursionar en tales campos. Campos en los cuales no es la seguridad
ni la evidencia las que imperan sino la eterna incertidumbre que acompaña a todo
HACIA UNA TEORÍA DE LA LIBERTAD
actuar humano, a toda decisión humana. Por lo menos fue sabio Descartes al no
incursionar en terrenos que le eran arenas movedizas.2
1. Augusto Comte, el efecto Descartes.
El legado metodológico y la concepción mecanicista del mundo con los cuales
se inauguró la modernidad tuvieron un impacto formidable en los estudios
sociológicos en general. Si todo se hubiese quedado en el ámbito de las ciencias
de la naturaleza no hubiera habido crítica alguna contra aquél legado cartesiano.
No obstante, al convertirse en un paradigma indiscutible por su prestigio al generar
resultados explicativos y de control de los fenómenos naturales, se decidió
trasladarlo acríticamente al ámbito humano y social.
De hecho hay que mantener en mente que una manera novedosa de bregar
con los fenómenos sociales surgió en Francia unos 180 años después de la
muerte de Descartes. Fue Augusto Comte, un heredero de la visión cartesiana del
mundo, quien inauguró una era dominada por la metodología de la física y el
lenguaje matemático en lo referente a los hechos propios de la historia y la
sociedad humanas.
Al igual que Descartes, Comte fue víctima de enormes frustraciones con el
pensamiento filosófico. A ello contribuyó el espíritu imperante en el centro de
estudios en el que se formó: El Politécnico de París, creado cinco años después
del triunfo de la Revolución francesa. Esta institución educativa surgió como uno
de los pilares revolucionarios en aras de una transformación radical de la sociedad
y la vida de los hombres en la Francia de la época.
La idea de transformar la educación para transformar al hombre y su sociedad
comenzó con un desprecio total hacia las humanidades clásicas. Los hombres de
la revolución llegaron a la conclusión de que la filosofía, la lógica, la historia, la
literatura, las lenguas clásicas y la lógica, constituían una total pérdida de tiempo.
Primero porque eran materias eminentemente especulativas; segundo, porque se
encadenaban a un pasado muerto y a una experiencia humana ya superada.
2 Dice un viejo refrán hebreo: La diferencia entre un sabio y un listo es que un listo sale de problemas en los cuales un sabio no se metería.
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Viviendo el auge de la física y la astronomía querían una educación
eminentemente científica; inmersos en la idea del progreso deseaban prepararse
para tomar el futuro en sus manos y estar a la altura de los cambios mejores que
avizoraban.
Fundaron el Politécnico con la idea de proveer de una formación científica a
los cuadros que tendrían en sus manosel futuro. Los estudios estaban orientados
hacia la física, la matemática, la astronomía y la geometría. La idea era producir
generaciones de técnicos e ingenieros. En ese contexto estudió Augusto Comte.
Es comprensible, por lo tanto, el talante intelectual desarrollado por Comte.
Crítico de la metafísica en general, planteó el irremediable apego a los hechos
observados. Enemigo del pensamiento especulativo, exigió que el conocimiento
del mundo se tradujera en leyes descriptivas de los fenómenos. Con actitud
práctica impuso como norma que todo conocimiento debería conducir a un control
de los fenómenos. Todas estas exigencias conforman uno de los legados
intelectuales de Augusto Comte: el positivismo.
Una vez en posesión de una cátedra a la que denominó Curso de filosofía
positiva se dio a la tarea de promover su ideario así como a extraer de él todas las
consecuencias posibles. En esa experiencia intelectual Comte efectuó dos
propuestas audaces y, por la misma razón, sumamente arriesgadas. 1) Eliminar la
psicología puesto que de ciencia no tenía nada. 2) Crear una disciplina que se
suponía daría un tratamiento eminentemente científico a los fenómenos propios de
la sociedad humana.
Negarle carácter científico a la psicología es comprensible desde el
positivismo comteano. A principios del siglo diecinueve la teoría psicológica en los
países del centro de Europa estaba dominada por el romanticismo caracterizado
por un rechazo a la razón. Asomarse a la mente humana era reconocer una serie
de pasiones, sentimientosy emociones que subyacen al comportamiento humano.
A la vez, privilegió el proceder intuitivo para descubrir aquellos mecanismos
irracionales.3
3 Podemos ubicar aquí a Arthur Schopenhauer (1788-1860) y a Taylor Coleridge (1772-1834).
HACIA UNA TEORÍA DE LA LIBERTAD
En el mundo anglosajón predominaba el pensamiento utilitarista que
desarrolló hipótesis muy importantes respecto al comportamiento humano. Esta
corriente afirmó que los hombres estamos subordinados y sometidos al placer y al
dolor. Que la huida del dolor y la aproximación al placer dominan nuestros
pensamientos e influyen decididamente en nuestras acciones. El utilitarismo
también desarrolló una visión acerca de la sociedad. Fundándose en que lo
placentero, agradable y deseable –es decir, la felicidad- es algo personal,
subjetivo y cambiante decidieron los utilitaristas decidieron que nadie debía
entrometerse en el modo de vida de nadie por extravagante que ese modo de vida
pudiera resultar.
Además si cada hombre hace todo lo posible para huir de lo doloroso y
mejorar sus condiciones vitales, la sociedad es vista como el descubrimiento más
fabuloso para enfrentar lo penoso, doloroso y desagradable generando
oportunidades para superarlo. Esto, en cooperación y gracias a la división de
trabajo.
Aquella importancia concedida al dolor y al placer en la psicología utilitarista
fue sumamente importante para Adam Smith y llevada a sus últimas
consecuencias por Jeremy Bentham. Según el historiador de las ideas políticas,
Sheldon Wolin:
Smith declaró decididamente que el dolor “es, en casi todos los
casos una sensación más punzante que el placer opuesto y
correspondiente”. Sin embargo, la admisión más total se debió a
Bentham: “La verdadera cuestión”, referente a todos los seres vivientes,
animales o humanos, no era “¿Pueden razonar?” ni “¿Pueden hablar?”,
sino “¿Pueden sufrir?".4
El énfasis en el dominio del binomio dolor/placer condujo, como era de
esperarse a enfatizar el ejercicio de la libertad dado que lo placentero es cuestión
subjetiva. La felicidad es una cuestión personal y a la vez cambiante Así lo
4 Wolin, Sheldon S., Política y perspectiva. Continuidad y cambio en el pensamiento político occidental, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1973, p. 351.
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entendió John Stuart Mill y se dispuso a defender el derecho de cada cual a
buscar la felicidad donde creyera encontrarla. Además creyó conveniente limitar el
uso del poder coactivo del gobierno a evitar que se haga daño a los demás en el
proceso de buscar la dicha y lo satisfactorio.5 En una cita que se ha vuelto clásica,
Mill establece que:
…el único fin por el cual es justificable que la humanidad, individual
o colectivamente, se entremeta en la libertad de acción de uno cualquiera
de sus miembros, es la propia protección. Que la única finalidad por la
cual el poder puede, con pleno derecho, ser ejercido sobre un miembro de
una comunidad civilizada contra su voluntad, es evitar que perjudique a
los demás. Su propio bien, físico o moral, no es justificación suficiente.
Nadie puede ser obligado justificadamente a realizar o no realizar
determinados actos, porque eso fuera mejor para él, porque le haría feliz,
porque, en opinión de los demás, hacerlo sería más acertado o más
justo.6
Al padre de la sociología y del positivismo estas ideas no le parecían
aceptables pues reflejaban ideas de esa imitación de ciencia que para él era la
psicología
La cuestión es que, en pocas palabras, la psicología dominante en los tiempos
de Augusto Comte era una teoría acerca de un mundo interior dominado por
sentimientos y reacciones subjetivas ante el mundo. Esa interioridad ponía en
funcionamiento el pensamiento y orientaba la acción humana. Augusto Comte no
podía estar para nada de acuerdo con semejante discurso. Su actitud positivista
de apego irrestricto a los hechos observables no podía tolerar como ciencia una
teoría fundada en referentes inobservables derivados de la intuición. La psicología
debía desaparecer. No tenía parte en su visión holística, unificada, de las ciencias.
5Mill, John Stuart, Sobre la libertad, (Prólogo de Isaiah Berlin, traducción de Pablo Azcárate), Libro de Bolsillo, Alianza Editorial, Madrid, 1979, 2a. edición, p. 65.
6Ibid, p. 65.
HACIA UNA TEORÍA DE LA LIBERTAD
La segunda propuesta de Comte consistió en crear una nueva ciencia
orientada al tratamiento y explicación de los fenómenos propios de la vida en
sociedad. Como es fácil recordar no es que los asuntos sociales fueran una
temática novedosa. Desde la antigüedad los filósofos dedicaron tiempo a
reflexionar sobre todos los aspectos categorizados como sociales.
Para Comte, sin embargo, todos aquellos esfuerzos intelectuales por entender
y explicar los hechos sociales no eran sino vanos intentos y vacías propuestas.
Había llegado el momento de generar una disciplina que abordara científicamente
todo aquello que atañe a la sociedad.
Cuando Comte asentó el nacimiento de la nueva ciencia le proporcionó el
nombre de física social. Las razones del nombre tenían que ver con el enorme
prestigio de la ciencia física, por una parte, y con su convicción de que la sociedad
no era sino un cuerpo físico de los muchos que conforman el universo. Así, la
nueva ciencia solo sería la aplicación de la ciencia física a otro cuerpo que hasta
ese momento había pasado como desapercibido.
En su proyecto Comte concibió la idea de dividir la física social en dos ramas
cada una especie de orientación especializada de la misma disciplina. La que
llamó estática social se encargaría del estudio de la estructura de la sociedad. La
que denominó dinámica social estaría orientada a descubrir el dinamismo que
genera cambios en la sociedad.
Sus convicciones positivistas condujeron a Comte a suponer que la sociedad
siendo un cuerpo físico estaría atada a leyes igualmente de carácter físico. Cada
una de las divisiones de la física social estaría orientada al descubrimiento y
formulación de las leyes respectivas de la estructura y de cambio sociales.
El descubrimiento y formulación de leyes conduciría al experto conocedor a
controlar la sociedad y provocar en ella los cambios que considerase necesarios
en pro de su mejoramiento funcional. La física social fue un intento de continuidad
en el cual se pasa del plano natural al social considerando la realidad como una
sola. Pero también considerando el método como un solo.
No está claro si Comte mismo se percató de lo desafortunado del término
física social pero en un momento de su tarea intelectual propuso él mismo el
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cambio hacia el término sociología que termino imponiéndosea pesar de ser un
neologismo raro mezcla de latín y griego.
En la lección número cuarenta y siete de su Curso de filosofía positiva –
publicado entre 1839 y 1842-, escribe Comte:
Creo que debo aventurar, desde ahora, este nuevo término,
exactamente equivalente a mi expresión, ya introducida, de física social, a
fin de poder designar mediante un nombre único esta parte
complementaria de la filosofía natural que se relaciona con el estudio
positivo del conjunto de las leyes fundamentales propias de los
fenómenos sociales.7
El mismo creador de la sociología científica describe la nueva disciplina como
un complemento de la llamada filosofía natural –o física- cuya función será
sistematizar todas aquellas leyes propias de los hechos sociales.
Es con Comte que aparece por vez primera esa tendencia que se repetirá
hasta la saciedad en las décadas subsiguientes la de atribuir todo acaecer social o
histórico a elementos impersonales. En el caso de Comte es ese conjunto de leyes
las que gobiernan, controlan y explican lo social ahora y en el futuro. Comenzando
con la propuesta gracias a la cual tanto la humanidad como toda sociedad se
encuentran atadas a lo que denominó la ley de los tres estadios.
Gracias a dicha ley la actitud humana hacia el universo y el conocimiento que
se tiene del mismo van cambiando. Desde la etapa del animismo en la que los
dioses lo controlan todo y el hombre padece de pasmo y temor, pasando por toda
la etapa metafísica dominada por las especulaciones infundadas, hasta arribar a la
etapa positiva o científica controlada por la razón y el método de la observación y
la cuantificación, Comte supone que se trata de un proceso inevitable.
Proceso que también se aplica a la psique humana de donde Comte llegó a la
conclusión de que basta entender las leyes propias de la sociedad para entender
7 Comte, Augusto, Física social, Editorial Akal, Madrid, España, (editor y traductor, Juan Goberna Falque), 2012. 47ª Lección: Sumaria apreciación de las principales tentativas filosóficas emprendidas hasta el momento a fin de constituir la ciencia social.
HACIA UNA TEORÍA DE LA LIBERTAD
la tanto la mente como la conducta de los seres humanos. La sociología basta, es
suficiente.
Se deriva de los planteamientos comteanos que la libertad se encuentra
excluida de su sistema. Obvio. Si la historia está gobernada por leyes; si el futuro
está atado a las leyes del progreso inevitable e imparable; si los hechos sociales
se realizan merced a las leyes propias de la estática social, entonces no se
necesita la libertad.
De la misma manera si se niegan los elementos de la vida interior por no ser
objeto de observación y constatación empírica, la libertad como capacidad de
decidir u optar tampoco tiene relevancia.
Puede fácilmente verse que el nacimiento de una de las ciencias sociales de
mayor abolengo –la sociología- vino al mundo negando a gritos las características
esenciales de la naturaleza de la sociedad y la historia. No son, para empezar,
producto de las acciones humanas sino de fuerzas legales que no podemos evitar.
Los acontecimientos históricos y sociales no responden a decisiones humanas;
están previamente determinados por relaciones de causalidad como ocurre con
los hechos propios del ámbito físico-natural.
Hay que agregar que esta visión positivista de la sociedad condujo a esa
tendencia conocida como ingeniería social. El experto conocedor de las leyes que
controlan y estructuran la sociedad podrá corregir lo que ande mal ajustando la
“estructura” social de modo que obedezca los principios que la gobiernan. Esta
tendencia a la re-organización de la sociedad será durante mucho tiempo la
justificación del estudio de la sociología en muchas partes del mundo.
2. Karl Marx, más efecto Descartes.
Consecuencia de las ideas sembradas por Descartes y cultivadas y
cosechadas por Augusto Comte, fue el pensamiento de Karl Marx. Parecería ésta
una afirmación jalada por los pelos, como se dice. No es así. Como puede
constatarse hay mucho en común entre las ideas de Descartes, la actitud
positivista de Comte y el ideario de Marx.
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Comencemos por la concepción materialista del universo sostenida por
Descartes que, aunque Marx se revuelva en su tumba, corresponde al
materialismo que heredó Marx de Ludwig Feuerbach. El universo es concebido en
consecuencia como una maquinaria en la que no es posible que operen fuerzas
“escondidas” o entidades espirituales de ninguna clase. Movimiento es lo único
que existe en la dinamicidad de ese mundo material. Movimiento que es
desplazamiento en función de las reacciones que los cuerpos manifiestan al
contacto y relación de los unos con los otros.
El fideísmo en que la historia y la sociedad están gobernadas por entidades
superiores e independientes de los seres humanos, tal como Comte lo propuso,
aparece en la concepción del mundo marxiana. En el caso del francés son las
leyes físicas las que explican tanto la estructura como el cambio en el cuerpo
social. En Marx se trata de las leyes de la materia, esencialmente la dialéctica
como motor del dinamismo tanto del universo físico como del mundo socio-
histórico.
El gran mecanismo universal es autónomo para Descartes y en tanto maquina
carece rotundamente de teleología; esto también avalado por Augusto Comte. En
Marx, por el contrario puede detectarse una teleología en el aspecto histórico-
social de ese universo material. Es una teleología supra-humana por la cual son
conducidos los hombres lo quieran o no. La historia va hacia el comunismo
mundial que constituye la meta final del proceso histórico.
La libertad no es concebida como un valor personal sino como una
característica de la conciencia de clase. Tiene que ser así desde el momento que
Marx asume una actitud hostil hacia la idea liberal clásica de la libertad. Por
principio porque desconoce el concepto de individuo que, supone, es una
invención de la clase explotadora.
Por el momento en las condiciones actuales de producción caracterizadas por
la explotación la clase obrera no tiene conciencia de su libertad. La alienación
provocada por la superestructura, en general, en la conciencia del proletariado le
impide a éste –en cuanto clase- darse cuenta de que en realidad es la punta de
HACIA UNA TEORÍA DE LA LIBERTAD
lanza del proceso histórico. Habrá que concientizarlo. Esa es la tarea del
intelectual marxista.
Al entender el proletariado su papel, función y destino históricos entonces
accede a la libertad. No obstante la auténtica libertad llegará solamente con la
desaparición de la clase burguesa y del sistema económico que representa. Ello
porque al desaparecer el sistema productivo basado en la propiedad privada de
los medios materiales de producción desaparece la alienación de que era víctima
tanto el trabajo como la clase trabajadora.
Puede decirse que si hay en Marx una teoría de la libertad esta tiene dos
dimensiones: La presente que podría definirse como conciencia de la necesidad.
De la inevitabilidad del proceso histórico que se resolverá cuando solo exista la
comunidad mundial de obreros. Saberlo, ser consciente de ello, en eso consiste
ser libre. La dimensión futura de esa libertad se concretará al desaparecer la clase
que explota al proletariado una vez superado el sistema económico capitalista.
La libertad individual en el sistema marxista no es más que un invento inútil de
la clase dominante; inútil para quienes son explotados; sumamente funcional para
los que explotan pues mantiene a los explotados en situación de conformismo y
aceptación de sus lamentables condiciones.
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Capítulo V La escuela austriaca de economía
En medio de aquel fervor por una visión unificada del universo físico y el
universo social que ciegamente trató los fenómenos sociales e históricos con la
misma metodología empleada en el ámbito físico natural, surgió una tendencia
radicalmente diferente.
Se le conoce como escuela austriaca y constituye hoy por hoy una reconocida
corriente de ciencias sociales. Que se haya desarrollado hasta ser lo que es en la
actualidad se debe a sinnúmero de científicos sociales y filósofos con intereses en
todas las disciplinas que tienen que ver con la sociedad, con el hombre, con la
historia.
No nació abarcando semejante abanico de problemas y asuntos. Sus
orígenes echan raíces en los problemas propios del ámbito económico. Se
reconoce como fundador de este movimiento de ciencias sociales a Carl Menger
(1840.1921). Hay que dejar claro, no obstante, que Menger estaba interesado en
resolver agudos problemas de teoría económica que ameritaban una auténtica
solución.
Con sus iniciales propuestas Menger protagonizó junto a William Stanley
Jevons y Leon Walras la llamada Revolución marginalista. A pesar del
protagonismo inicial compartido los dos últimos se decantaron porla matemática,
la estadística y la cuantificación mientras Menger, en Viena, confirió pleno
desarrollo a una teoría económica no cuantitativa, del no equilibrio. Esto por su
HACIA UNA TEORÍA DE LA LIBERTAD
énfasis en la subjetividad individual traducida en acción como elemento
fundamental del proceso económico en general.
Algunas de las iniciales preocupaciones mengerianas fueron el valor, los
precios, la repartición de los beneficios entre los factores de producción y el origen
del dinero como medio de intercambio. Decidió tratar estas cuestiones de manera
sistemática en un texto publicado en 1871 con el título Gründsätze der
Volkswirtschaftslehre (Principios de Economía), que se considera inauguró una
nueva era para la teoría económica.
Más tarde dio forma a sus preocupaciones sobre el método apropiado para
tratar los fenómenos propios del ámbito social al publicar en 1883 su libro titulado
Untersuchungen uber die Methode der Sozialwissenschaften und der politischen
Ökonomie insbesondere (Investigaciones sobre el Método de las Ciencias
Sociales y de la Economía Política en particular).
Metodológicamente hablando este amplio y minucioso trabajo constituye la
piedra angular de la Escuela austriaca. Marca el paso, hasta el presente día, del
proceder austriaco no solo en economía sino en las ciencias sociales en general.
Por ello la deuda que todo científico social identificado con la escuela tiene con
Menger es inapreciable. Ciertamente muchos aportes significativos se han hecho
al bagaje austriaco desde entonces, pero la propuesta inicial que se encuentra en
esos dos libros de Menger continúa siendo la brújula que orienta y guía el
quehacer científico-social de todos los adherentes.
Examinemos brevemente la propuesta económica austriaca para que veamos
de qué manera la libertad vino a colocarse en el sitial indiscutible que ocupa en
casi en cualquier teoría social, política, histórica, sociológica o económica que se
precie de seria.
Comencemos por recordar cuál es el problema fundamental que tratamos de
resolver en un sistema u orden económico racional, problema que, por otro lado,
es la razón de ser de la ciencia económica. La cuestión suele formularse de
distintas maneras. Se dice que consiste en cómo asignar recursos escasos a la
satisfacción de necesidades ilimitadas, o en examinar la actitud de los hombres
frente a la escasez.
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No obstante la popularidad de semejantes afirmaciones, plantear el problema
de ese modo es oscurecerlo y arriesgarse a caer en soluciones igualmente
equivocadas. Esa es la razón de ser de muchos de los desaciertos que se
cometen en la ciencia económica ya no digamos en cuestión de las políticas
económicas: No se ha planteado el problema de manera correcta y en los
términos adecuados.
Friedrich August von Hayek, Nobel de Economía 1974, planteó la cuestión en
forma clara en un artículo publicado en la revista American Economic Review, en
septiembre de 1945, titulado The Use of Knowledge in Society. Escribió Hayek:
El carácter peculiar del problema de un orden económico racional
está determinado, precisamente, por el hecho de que el conocimiento de
las circunstancias de que debemos servirnos nunca existe de manera
concentrada o integrada. Existe sólo en forma de trozos dispersos de
conocimiento incompleto, y con frecuencia contradictorio, que poseen
todos los individuos por separado. El problema económico de la sociedad
no sólo es, por lo tanto, cómo asignar los recursos “dados”, si por “dados”
se quiere significar otorgados a una sola persona, que resuelve en forma
deliberada el problema planteado por esa “información”. Reside, más
bien, en asegurar la mejor utilización de los recursos conocidos por
cualquier miembro de la sociedad, con propósitos cuya importancia
relativa sólo él conoce. En suma, se trata de utilizar un saber que ningún
individuo posee en su totalidad.8
El problema fundamental de todo sistema económico, y que ha de ser resuelto
por la teoría económica, es, como queda evidenciado, uno de carácter
epistemológico: ¿Cómo llega a los individuos el necesario conocimiento que les
permitirá elaborar sus planes? ¿Cuál es la mejor manera de utilizar el
conocimiento que se encuentra disperso entre la multitud de individuos? Y,
8vol. 35, No. 4. Lo reproduce, Bornstein, Morris (compilador), Sistemas económicos comparados, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1973, p. 38.
HACIA UNA TEORÍA DE LA LIBERTAD
basándose en ese conocimiento, ¿quién se hará cargo de elaborar los planes, o
de tomar las decisiones económicas?
La cuestión no es decidir entre planificar o no planificar. Es claro que es
necesario planificar. La cuestión en realidad consiste en quién lo hará o a quien
corresponde hacerlo. Hay tres modelos alternativos:
1) Que el planeamiento sea centralizado y que exista una sola fuente de
decisiones económicas. Aquí, el sistema económico en su totalidad responde a un
único plan y es producto del conocimiento que pueda poseer el planificador.
2) Que el planeamiento se deje en manos de monopolios designados a tal
efecto por la autoridad. Aquí, son las industrias organizadas que dominan e
imperan (sin temor a la competencia) las que elaboran y desarrollan los planes
económicos en conformidad al saber y entender de sus funcionarios.
3) Que la planificación quede en manos de los seres humanos individuales, lo
cual constituye la característica básica del sistema económico descentralizado el
cual es, dicho sea de paso, la propuesta de los austriacos.
En la polémica no hay que olvidar que la eficiencia de cualquiera de estos tres
sistemas alternativos está ligada al éxito o fracaso en la utilización del
conocimiento existente.
Ahora bien, hablar de conocimiento es mencionar una palabra que hace
referencia a diversas realidades. Podemos caer en una grave confusión si por
conocimiento entendemos únicamente el conocer de los expertos o el saber que
surge de las observaciones efectuadas bajo condiciones controladas. Esa
tendencia a aprisionar el conocimiento dentro de los límites del positivismo, de
sofocarlo en el angosto marco de la ciencias experimentales y de reducirlo al
saber de los peritos, impide que reconozcamos que hay diversos tipos de
conocimiento. Para el caso, recordemos que en la cooperación social es vital el
conocimiento de tiempo y lugar. Este saber, que no puede llamarse estrictamente
“experimental” o “científico”, constituye una posesión individual. Gracias a él cada
uno de nosotros tiene una cierta ventaja sobre los demás pues significa que
tenemos una información singular que podemos aprovechar, siempre y cuando se
nos deje tomar decisiones libre y voluntariamente.
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Ese conocimiento de tiempo y lugar es el que permite a una persona bajar los
costos del transporte de su mercancía; a otra, emplear óptimamente las
habilidades o experiencia de alguien más; o, al comerciante, satisfacer la
demanda concreta de algún bien. De este modo cada una de esas personas
cumple un cometido importante merced al conocimiento que tiene de las
circunstancias, conocimiento que es ajeno a los demás.
Es de lamentar, por otro lado, el descrédito en que ha caído la función de este
conocimiento, al grado de haberse generalizado la creencia de que quien obtiene
ventajas y beneficios gracias al conocimiento de tiempo y lugar que posee es
alguien que procede deshonrosamente.Esta percepción equivocada es lo que
hace que muchos no entiendan ni aprecien como es debido el papel del comercio
y el del comerciante.
Ahora bien, si aceptamos que el problema esencial de la economía consiste
en una rápida adaptación a los cambios que se producen en cuanto a tiempo y
lugar, la conclusión a la que se llega es que se impone la descentralización. Se
impone dejar en manos de los individuos que se encuentran inmersos en la
escena, la toma de las decisiones por estar ellos enterados tanto de los cambios
como de los recursos disponibles para satisfacerlos.
Pero lo anterior es sólo una parte del problema económico; aún queda por
mencionar la cuestión de cómo esas decisiones personales coinciden con el
mercado como un todo, con el sistema económico en su totalidad. Dicho de otro
modo, está claro que el ser humano necesita recibir información adicional a
aquella que posee respecto a tiempo y lugar. Así que, ¿cómo hacerle llegar esa
información adicional para que sus decisiones sean coincidentes con los cambios
que ocurren en el sistema económico en conjunto?
Todo lo que ocurre en el sistema económico tiene consecuencias de alguna
naturaleza en la actividad a la cual los comerciantes, productores y fabricantes se
dedican. Y no es necesario que estén debidamente enterados de las causas y
razones de cada acontecimiento ni de todas sus consecuencias. Todo lo que se
requiere es que les sea comunicada la información respecto a cuán fácil o difícil es
el acceso a aquello que les interesa o cuánto menos o cuánto más solicitados son
HACIA UNA TEORÍA DE LA LIBERTAD
los bienes alternativos que consumen o producen. La importancia relativa de lo
que les interesa es lo que siempre está en juego.
Esa comunicación del conocimiento adicional de lo que ocurre en la totalidad
del sistema les es comunicada a los individuos por medio de la maravilla del
sistema de precios. Dice Hayek:
Fundamentalmente, en un sistema donde el conocimiento de los
hechos relevantes se halla disperso entre muchas personas, los precios
pueden coordinar las acciones separadas de estas de la misma manera
que los valores subjetivos ayudan a los individuos a coordinar parte de
sus planes.9
Por eso mismo, continúa Hayek:
La totalidad actúa como un solo mercado, no porque alguno de sus
miembros tenga una visión de conjunto sobre el panorama general, sino
en razón de que sus limitados campos de visión se sobreponen de tal
manera que a través de muchos intermediarios se transmite a todos ellos
la información relevante.10
El sistema de precios es, a pesar de su imperfección, un auténtico mecanismo
que comunica a cada actor lo más escaso que existe: la información relevante y
necesaria que le permitirá efectuar las acciones correctas en la dirección
adecuada.
El planteamiento hayekiano del problema fundamental de la economía y su
solución introdujo una corrección importante en la teoría económica, corrección
que toca tanto a Adam Smith como a Bernard de Mandeville, y a todos aquellos
que tuvieron como horizonte teórico el principio fundamental del utilitarismo.
El asunto es este: Adam Smith y Mandeville sostuvieron la idea de que los
procesos del mercado funcionaban como mecanismos coordinadores de intereses
estrictamente egoístas, derivando tal coordinación en beneficios no promovidos
9Ibíd., p. 44-45. 10Ibíd., p. 45.
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intencionalmente. Hayek se refiere, más bien, a un proceso de coordinación de
acciones ejecutadas por seres humanos necesariamente ignorantes.
El asunto de las intenciones y motivaciones de los actores no cabe aquí
porque esa no es en esencia la dificultad. Y porque se supone que estamos ante
la elaboración de un discurso con rigor de ciencia, que pretende encontrar
solución objetiva a un problema. Y, reconozcámoslo, el problema del uso del
conocimiento en la economía y de la coordinación es un problema independiente,
ajeno, a los motivos, egoístas o altruistas, que originan la acción humana. De
manera que quedarnos atrapados en el tema del egoísmo o el altruismo no es
más que una forma artesanal, vulgar, no científica, de abordar los fenómenos
propios de la economía.
La propuesta hayekiana consiste en que, independientemente de cuáles sean
los fines perseguidos por los agentes, la ignorancia siempre les acompaña de
manera que sólo un sistema económico descentralizado puede producir y
diseminar la necesaria información que facilite a cada quien tomar las acciones
más convenientes en armonía con el sistema como un todo.
Esto es lo que se denomina un orden económico espontáneo, por no surgir de
la voluntad ni de la inteligencia de alguien en particular.
El valor supremo en un sistema como este es, por supuesto, la libertad
individual entendida y definida como ausencia de la coacción arbitraria de parte de
terceros.11 El ser humano es libre cuando no está sometido al capricho, al antojo
o gusto pasajero de un tercero. Entonces puede el humano actuar en conformidad
con sus propios planes, perseguir sus finalidades y echar mano del conocimiento
que posee.
La coacción arbitraria constituye verdadera maldición al reducir al hombre a
mero instrumento incapacitado de usar su propia inteligencia y perseguir sus
propias ideas y fines. En Los fundamentos de la libertad lo ha expresado Hayek en
un pasaje cuyo sentido e impacto cobra resplandores particulares en estetrabajo:
11 Hayek, Friedrich A., Los fundamentos de la libertad, Unión Editorial, Madrid, 1982, 4ª. ed., Capítulo I.
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La coacción es precisamente un mal, porque elimina al individuo
como ser pensante que tiene un VALOR INTRÍNSECO y hace de él un
mero instrumento en la consecución de los fines de otro. La libre acción,
en virtud de la cual una PERSONA persigue sus propios objetivos
utilizando los medios que le indica su personal conocimiento, tiene que
basarse en datos que nunca pueden moldearse a voluntad de otro.
Presupone la existencia de una esfera conocida, cuyas circunstancias no
pueden ser conformadas por otra persona hasta el punto de dejar a uno
tan sólo la elección prescrita por aquélla.12
La libertad de acción es esencial al planteamiento del problema principal de la
economía y su solución; pero las palabras anteriores revelan que su defensa es
más que un recurso metodológico. La libertad constituye el valor supremo por
razones antropológicas: Por el valor intrínseco que se le atribuye al ser humano;
por la necesidad de preservar la esfera de vida privada de la persona, vida privada
que constituye esa zona de derechos inalienables e irrenunciables dentro de la
cual el ser humano lleva a cabo la gravísima responsabilidad de construir su vida y
de hacerse a sí mismo. Por ello se señala que la perversión propia de la coacción
arbitraria es reducir al hombre al estado de objeto. La coacción arbitraria cosifica,
deshumaniza, rebaja a la persona. De esa cuenta la libertad de que aquí se habla
se llama tanto libertad individual como libertad personal.13
Puede decirse, sin temor a equivocación, que la teoría económica que
rechaza la centralización y promueve el funcionamiento descentralizado del
mercado rechaza la primera porque desconoce el valor intrínseco de la persona y
promueve el segundo pues reconoce la valía de la persona humana. Isaiah Berlin
lo puso en estas palabras:
…manipular a los hombres y lanzarles hacia fines que el
reformador social ve, pero que puede que ellos no vean, es negar su
12Ibíd., p. 45. Las mayúsculas son mías. 13Ibid, pág. 32.
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esencia humana, tratarlos como objetos sin voluntad propia y, por lo tanto,
degradarlos.14
Obviamente puede establecerse una coincidencia entre estos argumentos a
favor de la libertad y las nociones de persona que se manejan de otros discursos
como el personalismo o la doctrina social se la iglesia católica romana (v.g.). En
dichas doctrinas la persona trasciende el mundo de los objetos, de las cosas, de la
naturaleza; tiene una vida propia; es dueña de sí; es racional y es sujeto de
derechos; es un mundo interior en el que existen valoraciones.
Es más, los economistas liberales le niegan a la persona la vida espiritual,
mística o religiosa. Así, leemos que un famoso tratado de economía afirma:
El liberalismo ningún obstáculo opone a que el hombre
voluntariamente adapte su conducta personal y ordene sus asuntos
privados a tenor de las enseñanzas del evangelio, según él mismo, su
iglesia o su credo las interpreten.15
Y sigue diciendo:
Asegurar que el liberalismo se opone a la religión, como pretenden
muchos defensores de la teocracia, constituye una manifiesta
tergiversación de la verdad.16
Ese tratado famoso de economía es La acción humana, de Ludwig von Mises.
No veo, personalmente, cómo se puede afirmar que la economía de libre mercado
NO posee una noción de persona. Está claro que las ideas de hombre, individuo,
ser humano y persona se utilizan invariablemente pensando en seres que poseen
los atributos ya mencionados. Y la defensa de la libertad se lleva a cabo sin entrar
en oposición con los atributos de la persona sino más bien en concordancia con
ellos.
14Berlin, Isaiah, Cuatro ensayos sobre la libertad, Alianza Editorial, S. A., 1988, pág. 207. 15 Mises, Ludwig von, La acción humana. Tratado de economía, Unión Editorial, Madrid,
España, p. 248. 16Loc. Cit.
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Fue así que el asunto de la libertad comenzó a tener un sitio importante en el
pensamiento científico y filosófico de Occidente que casi nadie pone en tela de
juicio hoy. Aún quienes rechazan buena parte del corpus teórico de la Escuela
austriaca no están dispuestos a renunciar a la libertad fácilmente. Ésta se ha
tornado un valor al que no se puede renunciar sin poner en grave riesgo testantes
valores.