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Centro de Estudios y Actualización en Pensamiento Político, Decolonialidad e Interculturalidad
Universidad Nacional del Comahue ISSN 1853-4457
Violencia neocolonial y neorracismo de Grupo Cine Liberación como
categorías descolonizantes
Christian Pageau
Resumen:
Actuando en los momentos de cristalización de las luchas de liberación intelectuales y
populares en Argentina y partes del Surcontinente o del entonces llamado Tercer Mundo,
Grupo Cine Liberación/GCL desde el Tercer Cine, problematiza los fenómenos de violencia
política, en sintonía con la izquierda nacional argentina (Juan José Hernández Arregui) y
dialogando con las propuestas tercermundistas (Frantz Fanon), desvelando, aunque sea
parcialmente, la vertiente racista y geopolítica del capitalismo occidental. Mediante la
introducción, en su cine ensayo, de las categorías violencia neocolonial y neorracismo, GCL
contribuye efectivamente a una valiosa descolonización de la comprensión de las experiencias
neocoloniales y dependientes de Argentina y América Latina. De este modo, se inscribe en
una posible genealogía de liberación, coincidente, en la época, con el surgimiento de un
socialismo latinoamericano, y contribuyendo a la apertura del horizonte epistemológico.
Palabras claves: colonialidad - eurocentrismo - neocolonialismo - neorracismo - violencia
neocolonial.
Lic. Estudios Hispánicos, Universidad de Montreal, Canadá; Dr. Letras, Universidad Nacional del Nordeste/UNNE. Profesor Adjunto por concurso, Literatura Iberoamericana II, UNNE. Se especializa y ha publicado acerca de literatura argentina, arte y pensamiento latinoamericanos desde las perspectivas críticas de este Centro-Surcontinente.
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Abstract:
Intervening at the junctures of intellectual and popular fights for liberation in Argentina and
parts of the Southcontinent, or including those of the so-called Third World, Grupo Cine
Liberación/GCL, starting from Third Cinema, engage in the study of the phenomenon related
to political violence, in accordance with Argentinian left-wing nationalism (Juan José
Hernández Arregui) and in dialogue with Third World thinking (Frantz Fanon), revealing,
however incompletely, the racist and geopolitical tense of occidental capitalism. By ways of
the presentation, in their essay cinema, of the categories: neocolonial violence and neoracism,
GCL actually contributes to a valid decolonization of the understanding of the dependent and
neocolonial experiences of Argentina and Latin America. This way, they inscribe themselves
and their works in a possible genealogy of liberation, contacting with the emerging Latin-
American socialism, expanding the existing epistemological horizon.
Keywords: coloniality eurocentrism - neocolonialism - neo-racism - neocolonial violence.
Introducción
En estos tiempos dolorosos de recrudecimiento de las violencias modernas, coloniales y
capitalistas ejercitadas desde afuera y adentro en contra de las luchas de liberación popular
en Argentina o Brasil, nos interesa volver a contemplar gestas liberadoras regionales desde
el cine, como modo de recordar y re-activar memorias acerca de luchas políticas y logros
críticos, todavía no muy difundidos en un plano digamos, epistémico. En este sentido, Grupo
Cine Liberación/GCL, mediante La hora de los hornos (1968) y los ensayos contemporáneos
a la proyección inicial del film se ubican en el momento de ruptura del ‘68, dentro de la “larga
década del sesenta”, cuando convergen a la vez que se distancian las vanguardias estéticas
y políticas del cine, especialmente en Argentina (Mestman, 2016).
Desde un lugar de enunciación regional y fuertemente comprometido e informado por las
diversas experiencias de liberación popular argentina, centro-surcontinental (Cuba) o incluso
las del entonces llamado Tercer Mundo (Argelia), GCL estima que, en el contexto específico
de creciente penetración imperialista y de represión desde el Sistema -esencialmente desde
el golpe de 19551- que provoca la despolitización y la aculturación del pueblo, la actividad
1 Golpe militar liderado inicialmente por Lonardi y Aramburu (Revolución Libertadora), que desplaza al
Presidente democráticamente electo Juan Domingo Perón, luego de dos mandatos seguidos, iniciándose la represión al peronismo -contestada por la llamada resistencia peronista- que continuará bajo otros regímenes autoritarios, hasta 1973, momento del retorno del peronismo al gobierno.
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intelectual de los años sesenta-setenta requiere su descolonización, mediante un reencuentro
con el pueblo, como lo enuncian en enero de 1972:2
(…) Ir aclarando una situación que es extensiva a amplios sectores de la intelectualidad argentina en vías de descolonización y en su reencuentro con la parte vital de nuestra cultura: el Pueblo, y con el nivel más alto en el cual la misma se expresa: la lucha por la liberación nacional y social argentina (…) (Getino y Solanas, 1973:6)
De allí la conocida y estudiada proyección y difusión internacional de la propuesta de
descolonización cultural, en su sentido global, de Tercer Cine, como atestiguan los debates
acerca de la idea, concretados no solamente en este surcontinente, pero también, y de modo
significativo, en el norte, específicamente, en junio de 1974, durante las Rencontres pour un
nouveau cinéma,3 dándose a conocer una preocupación común acerca de los modos de
actuar y combatir algo que ahora se conceptualiza como colonialidad del poder y del saber,
tal como lo ha estudiado y difundido inicialmente el Colectivo
Colonialidad/Modernidad/Descolonialidad y en cuya perspectiva nos reconocemos.
Partiendo de una lectura atenta al texto mismo del famosísimo e impactante documental,
opera prima y nucleadora de GCL, La hora de los hornos…(1968) -especialmente la genial
primera parte (cine ensayo) y los textos escritos entre 1968-1972, entre las luchas contra la
proscripción del peronismo, la dictadura iniciada en 1966, hasta la esperanza del retorno de
Perón y la proyección y difusión internacional del film-, optamos por no discriminar tanto sus
condiciones de producción, si bien las tenemos en cuenta, y ahondamos específicamente en
dos categorías esbozadas por el diálogo entre el dúo Octavio Getino y Fernando Pino
Solanas.4
Al hacerlo, nos interesará resaltar los contactos visibles del pensamiento nacional y popular
de GCL con el de la llamada izquierda nacional, especialmente Juan José Hernández Arregui,5
2 En el prólogo fechado de enero de 1972, del libro que compila sus principales textos de ese período,
escritos entre 1968 y 1972, titulado Cine, cultura y descolonización (1973). 3 El autor ubicó en la Cinemathèque Québécoise de Montreal los archivos inéditos del evento, e inició
las subsecuentes gestiones para su digitalización, copia y posterior transferencia al Instituto Gino Germani de Buenos Aires. Un estudio del evento y los debates allí documentados se encuentra en Mestman y Valera (2014) y Pageau (2017). Durante el evento, organizado por el Comité de Acción del Cinema, liderado por André Paquet, Montreal, convergen discusiones acerca de colonialismo cultural, antiimperialismo, y el potencial rol de un cine de descolonización (inspirado en Tercer Cine), entre cineastas políticos del mundo, donde el contingente latinoamericano y su protagonismo durante los debates fueron muy significativos. 4 Sospechamos una significativa contribución de Getino, autor del guión del film, intelectual popular,
autor de una producción crítica significativa acerca de cultura argentina y cine, todavía mal o poco estudiada en los ámbitos académicos. 5 Es ahora más conocido el contacto entre el intelectual y GCL, evidenciado en cartas intercambiadas,
citación en libros y participación en revista (Pageau 2017, no publicado, y Aguilar 2009), también es el intelectual más citado en la compilación de ensayos de GCL (1973).
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su exponente mayor, y parte del pensamiento tercermundista, en la figura de Frantz Fanon,6
ambos citados ampliamente en la obra de GCL.
Anticipamos, para guiar al lector, que en su rearticulación del pensamiento nacional y popular
argentino con el coetáneo tercermundismo, como se verá a continuación, GCL expresa una
crítica general al pensamiento capitalista eurocentrado, que quizás se ilustre ya en la reflexión
de H. Arregui. De modo sugerente, el intelectual planteaba, ya en 1960, la manera en que el
pensamiento liberal se implantó en el surcontinente, desde Europa, visibilizando su lógica
oculta, escondida, es decir, su colonialidad:
Desde ya debemos señalar -y el hecho es de vital importancia- que aquí en América Hispánica el liberalismo penetró más que como ideología progresista como reflejo residual de la evolución liberal europea (…) en tanto ideología de la Europa colonizadora, un medio de opresión y dominio envasado tras el rótulo de libertad, democracia, progreso, derechos humanos, etc. (1960: 25)
Violencia neocolonial
Según expone GCL al inicio de la Primera Parte de La hora de los hornos (1968), la
dependencia efectiva en lo económico y lo cultural, experimentada en Argentina desde 1824,
cuando coinciden la batalla de Ayacucho liderada por San Martín, y el empréstito de la Baring
Brothers Bank (La hora, I-1)7 es a la vez causa y efecto del neocolonialismo, el nuevo poder
a mano de las burguesías agro-industrial de la ciudad-puerto, y produce la violencia
neocolonial, que recae sobre el pueblo. El primer momento de la lógica de saqueo y violencia
racial identificada por GCL se corresponde a la conquista (I-9). Hasta la actualidad, tal
violencia se ejerce en varias esferas de la vida humana a la que no escapan los hechos de la
vida cotidiana, tal como se representa en el tercer capítulo de la Primera Parte de La hora….
Asistimos allí al proceso de deshumanización del mundo del trabajo obrero. Primero, el
encasillamiento de lo humano, el cuerpo vigilado; luego, las sirenas y los ruidos rítmicos y
mecánicos del mundo del trabajo en la fábrica industrial, junto a los tiempos cronometrados.8
Se ilustra de qué modo la violencia sobre el trabajador latinoamericano es “constante,
minuciosa, sistemática”. Según comentan las voces fragmentarias y testimoniales, el obrero,
“mecanizado” y sin derechos, padece una situación de abuso.9 La situación de violencia en el
mundo del trabajo puede hoy ser mejor comprendida desde la perspectiva foucaultiana de
6 Campo (2014) estudia el contacto entre GCL y Fanon de modo contrastado con nuestra perspectiva. 7 Los números remiten a la parte del film, una de las tres, y al capítulo correspondiente,
respectivamente. 8 Bernini (2014) presenta la idea de la fragmentación de las voces y un ruido ensordecedor que
construye una masa sonora uniforme en el sentido de una denuncia de esta deshumanización. 9 La caracterización de este mundo industrializado y deshumanizante presenta así un eco con otros
films que tratan del mundo del trabajo, desde la notable obra de C. Chaplin, Modern Times (1936).
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biopoder 10 pues la violencia física y psicológica allí expuesta sobre los empleados ha sido
autorizada -ahora ejercitada de manera más sutil- por el directivo empresarial y el Estado que
permite el disciplinamiento en pos de la productividad. En este fragmento, GCL exhibe la
violencia de origen (neo) colonial, como algo propio de la industria moderna como una
denuncia de los mecanismos de control sobre el cuerpo del trabajador. Es así particularmente
significativa la relación que se establece entre un símbolo urbano, moderno y productivo como
una empresa manufacturera capitalista, aunque “sólo” sea un taller industrial, y la violencia
neocolonial. Es decir, la modernidad, para GCL es colonial tal como lo entienden Quijano o
Mignolo en tanto se ejerce en ella -junto a la colonialidad del poder y del saber- la colonialidad
del ser (Quijano 2000, Maldonado-Torres 2007, Mignolo 2010).
Por otra parte, se subraya que la violencia es también potencial: “La violencia neocolonial no
necesita ponerse en acto, con ser potencial ya vale” (I-3). Como reza el intertítulo, no se
requiere ni napalm, ni gases tóxicos para ejercer el dominio. Además, este mundo de violencia
neocolonial implica una inversión semántica: “nuestra guerra es la paz, el orden, la
normalidad”. Esta violencia potencial y efectiva está también presente en el retrato que se
hace de la “geografía del hambre”, desde las favelas de Brasil hasta la olla popular en
Tucumán y los niños pordioseros de Santa Fe -captados por Fernando Birri en Tiré die (1960)
e incorporado como “cita fílmica” en La hora... El mundo agrícola es también víctima de este
estatuto del poder, que se desvela mediante datos sobre trabajo, ingresos y distribución de la
tierra, en contexto de concentración de la propiedad generada por el latifundismo. En este
contexto, hablar de latifundismo en el siglo XX no es anacrónico; se trata de la pervivencia de
la estructura de la concentración de la propiedad de la tierra de larga data.
Además, la violencia ciudadana se manifiesta en los barrios periféricos. Según indicaciones
del montaje sonoro y visual, se sugiere que esta violencia es el precio “necesario” que muchos
tienen que padecer para construir una patria grande: la cruel ironía, la opresión y marginación
sufrida por el pueblo empobrecido, queda subrayada por un extracto de canto patriótico
grandilocuente (“Aurora”), al estilo neoclásico de los himnos, junto a una escena reconstruida
ad hoc para el film, donde se asocia a un personaje cuyo rol se asimila al de una prostituta, a
la figura de la patria.
Otro aspecto de la violencia neocolonial apunta específicamente a la práctica política, como
se expresa en el capítulo así denominado (I-7), donde se muestran imágenes de la represión
10 Thibault Le Texier, recurre a las nociones de biopoder y sobre todo, a la gubernamentalidad de
Foucault para establecer conceptos teóricos entorno a la gestión de una empresa, aparentada a una gestión estatal. «Foucault, le pouvoir et l’entreprise : pour une théorie de la gouvernementalité managériale », Revue de philosophie économique, 2011, 53 à 85. Puesto que el Estado es un lugar de expresión de la colonialidad del poder (Quijano), la empresa lo es también, según esta propuesta. http://www.cairn.info/revue-de-philosophie-economique-2011-2-page-53.htm. Consultado el 3/8/2017.
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del 17 de octubre 1965 en Parque Patricios de Buenos Aires.11 Esta violencia política es una
categoría más de la violencia neocolonial, en manos del Estado. En América Latina -según
argumenta la voz en off- para los pueblos no existe la posibilidad de cambiar sus destinos por
vías democráticas burguesas: de veinte gobiernos, diez y siete son el resultado de fraudes;
durante doce años, el pueblo peronista está proscripto y Perón, su dirigente, exiliado. “Lo que
pide el hombre [la persona]: la restitución de su humanidad, negada por el neocolonialismo”,
sentencia el inter-título, en tono fanoniano.
La violencia neocolonial en América Latina -en realidad, en todo lo que ha sido el Tercer
Mundo- concierne a una violencia a la vez latente y efectiva sobre el cuerpo y una violencia
simbólica sobre el alma, provocadas ambas por la deshumanización del trabajo, la
desocupación, la concentración de la propiedad, el hambre, la miseria, el sistema político y el
racismo, con la aparente indiferencia del Estado, según se expresa en La hora…. Se
denuncian así los efectos del actuar de la colonialidad del poder, efectiva en el ser. En su
vertiente propiamente política, nace del Estado mismo, es decir del autoritarismo o la
dictadura, en los casos extremos. A la vez, reconocemos en la preocupación y denuncia de
GCL de la violencia neocolonial la vertiente de esta violencia aparentemente invisible pero
efectiva de la colonialidad del saber, una violencia con efectos concretos en varios aspectos
de la vida contidiana, pero que llega al extremo del riesgo de un genocidio epistémico
(Palermo 2010b), un aspecto no contemplado, sin embargo, por GCL, pues no tratan del
silenciamiento de los saberes “otros” como los de los grupos indígenas.
La noción de violencia neocolonial interpela, según nuestro análisis, al concepto descolonial
de “herida colonial” desarrollado por Mignolo (2007a). La herida colonial es “el sentimiento de
inferioridad impuesto en los seres humanos que no encajan en el modelo predeterminado por
los relatos euroamericanos” (2007:17). Los relatos euroamericanos giran alrededor de la
necesidad del progreso, los beneficios “obvios” del (neo)liberalismo, la industrialización y
11 El evento fue importante para la lucha popular: el 7 de julio de 1963 se celebraron elecciones a la
Presidencia de la Nación. Poco antes, el 18 de mayo de 1963 el Poder Ejecutivo dictó el decreto 4.046/63 en el que se prohibía a la Unión Popular -UP, sigla alternativa de sectores peronistas- a presentar candidatos a la Presidencia y a Senador Nacional. En consecuencia, entre mayo y septiembre de 1964, el Plan de lucha implicó la toma de 11 000 fábricas (James 2010:224). A ello se sumaría finalmente el famoso operativo retorno, operación para que Perón regresara de su exilio en Madrid, finalmente fallido. En julio de 1965 la CGT resuelve lanzar la quinta etapa del Plan de Lucha, que consiste en marchas y actos en Capital y Gran Buenos Aires. Este Plan de Lucha está mostrado en la Segunda Parte de La hora…, mediante archivos audiovisuales y testimonios, a posteriori, de sindicalistas. El 17 de octubre de 1965, como queda testimoniado en el film, la UP convoca a un acto en Parque Patricios -en Buenos Aires-, al que adhiere la CGT y distintos partidos políticos -Partido Justicialista, Partido Demócrata Cristiano, Partido Socialista Argentino, Partido Socialista Argentino de Vanguardia-. Aunque fue prohibido por el ministerio del Interior el acto se realiza; se producen choques entre manifestantes y la policía, con un saldo de 1.500 detenidos. La CGT convoca a un paro activo para el 21 de octubre; como resultado de los choques callejeros con la policía, mueren tres obreros por heridas de bala: José Gabriel Mussi, Ángel Norberto Retamar y Néstor Méndez, figuras que pasarán a la genealogía de las luchas populares argentinas de aquella época.
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mecanización a todo precio, la política de la ganancia máxima, la existencia de razas humanas
distintas, etc.
Este concepto explica el hecho de que desde la conquista -momento originario del
encubrimiento del “otro”, según Dussel (1994)- se ejerce sobre toda persona, pero de manera
más obvia en los pueblos subalternizados, racializados, una violencia íntima, oculta, es decir,
la colonialidad, una lógica de poder activa detrás del pensamiento único. Un pensamiento
único que define lo “otro” como inferior, un pensamiento único, uniformizante, unilineal y
unidireccional, que privilegia los beneficios económicos a cualquier costo, que desprecia la
vida humana. Según lo explica él mismo:
La herida colonial, sea física o psicológica, es una consecuencia del racismo, el discurso hegemónico que pone en cuestión la humanidad de todos los que no pertenecen al mismo locus de enunciación -y a la misma geopolítica del conocimiento- de quienes crean los parámetros de clasificación y se otorgan a sí mismos el derecho a clasificar. (Mignolo, 2007: 34)
Por ello entendemos que la noción de violencia neocolonial asumida por GCL se asimila a la
de herida colonial que postula Mignolo (2007), pero en el contexto de subdesarrollo y
dependencia en el que se encuentra América Latina, impuesto desde la geopolítica del poder.
Estas ideas encuentran un eco indirecto en Fanon, quien sostiene que en los países coloniales
-africanos, especialmente, es decir, desde una experiencia histórica imperial/colonial distinta
de la de Argentina- el espontaneismo inicial se traduce en las insurrecciones, animadas por
el deseo colectivo que se vayan los dominadores extranjeros y que en estas condiciones, el
arte político se transforma en arte militar. Pero, “este voluntarismo espectacular (…) se revela,
con la experiencia, como una gran debilidad” (Fanon 1961: 127). De la guerrilla hay que pasar,
dice Fanon, a la guerra de liberación organizada, mediante la politización de las masas, una
“necesidad histórica”. Esta politización está presentada como un proceso de “aclaraciones
sucesivas de la conciencia, un encaminamiento por la vía del conocimiento de la historia de
las sociedades” (Fanon, 1961: 131).
De modo similar, la propuesta de GCL, en contacto en este aspecto con Hernández Arregui,
es también pedagógica y de politización. Desde la perspectiva de la izquierda nacional, la
revisión histórica y el desvelamiento de lógicas de poder operando mediante la colonización
pedagógica/penetración ideológica y la imposición de modelos culturales extranjeros son
fenómenos que GCL se encarga de problematizar.12
12 Estas nociones son estudiadas en otro trabajo (Pageau 2017). Resumiendo, para GCL/H. Arregui, la
penetración ideológica está relacionada con la entrada de idea/nociones/ideologías foráneas, facilitada por las élites; la colonización pedagógica (retomada de A. Jauretche) se efectúa desde el sistema educativo, subalternizando élites como pueblo, mediante la transmisión de saberes funcionales a la reproducción de la dominación de clase o la subordinación geopolítica y racista a EE.UU. o Europa y
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La noción de violencia evidenciada en GCL también se distancia en algunos otros aspectos
de la argumentada por Fanon. Así, el intelectual acude a la idea de violencia como pre-
existente, latente en culturas “subdesarrolladas” donde los mitos configuran una
superestructura mágica con funciones precisas -economía de la libido- y propone que esta
violencia de los mitos, requiere ser usada para alimentar las luchas de liberación (Fanon 1963:
51). No es exactamente esto lo propuesto en La hora…, tampoco sería relevante para las
culturas criollas, dominantes en el Cono Sur. Lo que GCL retoma es la noción de violencia del
contexto neocolonial, colono vs colonizador en contexto racista, pero no violencia como
“consigna de un partido político” (Fanon 1963: 66).
Neorracismo
La cuestión acerca de la diferencia colonial anclada en la racialidad se expone con particular
relevancia en el capítulo VIII (Primera Parte) de La hora…. La tesis fundamental sobre
neorracismo queda enunciada por GCL al inicio: “Para el hombre [la persona] de los países
avanzados, el hombre de los países dependientes será siempre segregado, subdesarrollado”
según el término frecuentemente utilizado por el pensamiento moderno y denunciado por
GCL13, destacando el lugar de enunciación eurocentrado que da origen al neorracismo. En
este comentario se identifica la vertiente deshumanizante de dicho contexto. Anudando este
plano geopolítico con la experiencia nacional, GCL identifica la dicotomía sarmientina
civilización /barbarie14 como determinante en esta construcción pues funciona como
justificación ideológica de las acciones políticas de la misma República, desde allí
direccionadas: así, la masacre de las Montoneras -identificadas como la primera forma de
resistencia nacional- y la introducción de “civilizaciones anti-nacionales y extranjeras” vía
inmigración (I-8).
En este plano, el problema radica en que se creyó que los inmigrantes iban a ser asimilados
por la cultura local, cuando en realidad el fenómeno contribuyó a “contrarrestar la fuerza
viviente de la conciencia nacional durante un largo período” (1960: 59).15 De este modo y a
pesar de sus voluntades de liberación, tanto GCL como Hernández Arregui quedan atrapados
en su propia “colonialidad interior”.
sus prerrogativas. Se privilegian así modos eurocentrados de pensar la educación, la economía política o el arte, por ejemplo, censurando toda originalidad. 13 GCL denuncia: “Esta palabra inventada por el imperialismo: subdesarrollo” (La hora…, Primera
Parte). 14 Nos referimos al pensamiento de Domingo Faustino Sarmiento, quien fuera maestro, periodista y
presidente argentino entre 1868 y 1874. 15 Devoto (2000) estudia las migraciones italianas a la Argentina y argumenta sobre una difícil
integración de los grupos de migrantes.
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Pero, en definitiva, tal como se desprende de la argumentación de GCL, es la diferencia
marcada por la “sangre” la que violenta el cuerpo y el ser de las personas y esta perspectiva
se combina con la desigualdad de clase. De hecho, la dicotomía sarmientina opera también
como línea divisoria temporal para clasificar al pueblo entero entre razas-culturas de ayer:
montoneros, gauchos, orilleros y “chusma” y clases racializadas de hoy: “cabecitas” y “grasa”,
tal como enuncia la voz en off (I-8). De este modo, se hace explícito el ensamblaje entre
racismo y colonialidad, originado en la política neocolonial.
El neorracismo, en el plano nacional, es padecido tanto por la gente común y urbana de los
café como por la gente humilde de las periferias, trabajadores de oficinas, marginales o
mineros, según sugiere el montaje del inicio del capítulo (I-8). La voz en off explica que en los
países dependientes y neocolonizados, las formas de discriminación son más solapadas, pero
no menos efectivas que en los países abiertamente colonizados. Estas formas de
discriminación son atribuidas a prácticas históricas de las oligarquías argentinas, identificadas
como sus agentes. De este modo, el problema del neorracismo es un dato insoslayable para
la comprensión de los grupos dominados por las oligarquías nacionales, atravesadas por la
colonialidad que opera con los criterios de raza y de clase.16
Prosiguen en esta parte del film imágenes de fiestas populares con un fondo musical que les
es propio: “con la cumbia montañera, venimos de Panamá” (I-8). La secuencia ilustra una
forma de contacto a través de la cumbia argentina como variante de la colombiana, con ritmos
y voces afroamericanos, en el ambiente festivo-popular de un bar. El comentario en off sugiere
que se trata de la representación de los llamados “cabecitas negras”, “grasitas” los “otros” de
las oligarquías. En su visión colonial, la oligarquía sólo puede concebir categorías que la
ubican en el centro cultural y social, pues para ella la exterioridad es “lo otro”, despreciable.
Estos obreros son, en parte, migrantes del “interior” del país, alfabetizados gracias al
peronismo y venidos a Buenos Aires y Córdoba en búsqueda de trabajo en el periodo de
desarrollo industrial previo o promovido por Perón. No obstante, esta puesta en escena de los
llamados “cabecitas” en la fiesta cumbiera opaca su protagonismo histórico, en tanto fueron
obreros sindicalizados, según se documenta en la segunda mitad de la segunda parte del film
La hora…. Resulta entonces, según se desprende de la argumentación de GCL, que la
condición de opresión y marginalización del "cabecita negra" se configuraría por múltiples
variables o dimensiones: a- por su condición racializada (“negro”, aunque de ascendencia
indígena suramericana, y no de modo exclusivo), b- por su “habitat” (del campo y no de la
ciudad; del interior y no del centro); c-por su condición de clase (obrera industrial en las
periferias de las ciudades); d-por su condición política de adhesión al peronismo. En este
16 Advertimos también sobre la funcionalidad de la categoría en el plano geopolítico, ya mencionada,
por ejemplo, la idea de un continente entero visto como “sub-desarrollado”, resaltada en todo el film.
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marco, pareciera que en la nominación del pueblo peronista a través de la categoría de
"cabecita", se expresa un evidente racismo en la medida en que la división de clase social o
de partidos políticos se subsumen a la de raza.
El montaje y la argumentación del octavo capítulo de La hora… (I) sugieren que el racismo
alcanza a todos los latinoamericanos, pero que se ejerce con mayor fuerza sobre el indio. Así,
a modo de contraste dramático, el relato se mueve, sin solución de continuidad, a la toldería17
de indios “matacos”18 mientras la voz en off declara: “En algunas zonas rurales del país, el
racismo omite los buenos modales propios de las ciudades y aparecerá al desnudo”. La
toldería se muestra, así, como caso extremo de los efectos del (neo)racismo, con fuerte
colonialidad del ser. En la argumentación ofrecida por GCL, parece operar una gradación
entre distintos mundos culturales: la ciudad, supuestamente blanca y moderna; la fiesta
popular del interior y, en el otro extremo, la colonialidad del ser padecida en la toldería o en
las ollas populares. Estos tres mundos son la expresión del neorracismo vigente no sólo en
Latinoamérica sino en todo el Tercer Mundo, por ser mundos “otros”, marcados por la
diferencia colonial.
Por otro lado, mostrar lo miserable asociado a lo racial es una manera de poner de relieve la
importancia de la racialidad en tanto factor de discriminación, pauperización y abuso como
formas preeminentes de situaciones neocoloniales. Así, el testimonio de un anciano “mataco”,
da cuenta de la estrecha relación entre idioma y etnia como índices discriminatorios: “el indio
no vale nada, somos de la misma sangre, caminamos, hablamos otro idioma, por eso me ves
desnudo”. Por lo tanto, están reducidos al estatuto de la animalidad, inmerecedores de recibir
un nombre y reconocidos sólo por su raza. Interpelando al poder neocolonial y sus
responsables, la voz en off pregunta de manera contundente: “¿El colono, admitirá alguna vez
que su sangre es igual a la sangre del colonizado?” Como decía José Martí, ya a fines del
siglo XIX, no hay razas; el desvelamiento del código genético humano iniciado en la década
del 1980 lo comprueba. Otra denuncia de racismo y deshumanización aparece en el
manifiesto “Hacia un Tercer Cine”: “Cuanto más explotado es el hombre más se lo ubica en el
plano de la insignificancia, cuanto aquel es más resistente se lo coloca en el lugar de las
bestias” (Getino y Solanas, 1973: 73).
De hecho, como lo subraya Chukwudi Eze (2014), esta idea de raza fue organizada y
reforzada de modo especial por Kant, quien logró dar un carácter trascendental a la noción
eurocentrada -blanca y patriarcal- circulante en su época (Buffon, Linnaeus) estableciendo un
17 Una toldería para una comunidad indígena consiste en un espacio de vida compuesto por una carpa
(toldo) dentro de la cual se encuentran todos los elementos materiales/simbólicos necesarios a la vida cotidiana familiar, incluyendo el corral para animales domésticos, el fogón, el telar, etc. Visto desde la perspectiva moderna criolla, se trata de un “campamento de indios”. 18 En realidad, la denominación “mataco” es ofensiva por el pueblo así denominado; su auto-adscripción
es la de wichis.
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valor moral a la diferencia entre la persona humana en el estado de naturaleza- el “buen
salvaje” como lo entendía Rousseau- y el estado de naturaleza humana- asociado a la razón
y lo noble. Kant justificaba entonces la natural inferioridad de los americanos, por ser
primitivos, asociándolos al estado de naturaleza. De este modo, la razón tiene su color, blanco.
Esta lógica es la que se perpetúa hasta la actualidad dando lugar a la colonialidad en todas
sus formas. La voz del “mataco” anciano, subrayada por GCL, denuncia los efectos de estas
construcciones filosóficas advenidas sociales y políticas, desde la constitución misma del
Estado Nación.
En otros momentos del film (I-13) esta mirada se detiene en la mostración de las miserias de
un entierro en el noroeste argentino así como se remite, fragmentariamente, a los grupos
originarios mostrando su miserabilidad, desamparo y exclusión. La opción argumentativa de
GCL consiste en mostrar los efectos de la colonialidad. Indaguemos un poco más esta
cuestión de lo miserable: como reflexiona Mignolo, las diferencias que solemos considerar
“culturales” son en realidad imperiales o coloniales, es decir, impuestas desde una lógica de
poder que considera al “otro” no como su semejante, sino como “lo otro”, exterior a la
modernidad, y por lo tanto, inferior; quien mira es también quien jerarquiza, estableciendo los
criterios de la jerarquización (Mignolo, 2003). Al presentar la cara miserable del indígena, GCL
denuncia la resultante de políticas armadas desde la diferencia colonial (Mignolo, 2003: 2007)
aunque manteniéndose dentro de los límites que le llevan a destacar las experiencias de
exclusión silenciadas por el sector dominante. Se sostiene así en la noción de raza funcional
en los ’60, donde el protagonista es el movimiento obrero o el “pueblo en armas”, según se
enuncia en el film, mientras al indígena, no se le presta ningún protagonismo histórico.
Por otra parte, en el mismo capítulo VIII, se denuncia la reducción de la diversidad, la
diferencia entre culturas mediante un binarismo que excluye al “otro” -no blanco- exponiendo
a la luz las culpas de un racismo que se origina en lo político. Como ya se señaló, no sólo son
los pueblos originarios los que sufren el (neo)racismo, son todas las poblaciones no-blancas
del surcontinente, inclusive las criollas.19
De este modo, lo interesante de la perspectiva intelectual de GCL es que no sólo piensa desde
la categoría marxista de clase, sino que incorpora la de raza, en línea con Fanon:
La causa es consecuencia: se es rico porque se es blanco, se es blanco porque se es rico. Por eso los análisis marxistas deben modificarse ligeramente siempre
19 Alejandro Grimson entiende que “… hay un fuerte racismo coloquial, social e informal en la sociedad
argentina. Una parte decisiva del imaginario acerca de quiénes somos se ha constituido desde el siglo XIX sobre la base de ideas profundamente racistas, muy arraigadas en la sociedad y la cultura” (2012:90).
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que se aborda el sistema colonial. Hasta el concepto de sociedad pre-capitalista, bien estudiado por Marx, tendría que ser reformulado. (Fanon, 1963: 34)20
Este posicionamiento se reafirma en muchos momentos de La hora…, dando cuenta de la
presencia de una mirada sensible a los efectos de la colonialidad: ‘Si quieres ser hombre
realmente’, dice el opresor, ‘tienes que ser como yo, hablar mí mismo lenguaje, negarte en lo
que eres, enajenarte en mí’” (La hora… I-8); “Lo que el hombre latinoamericano persigue en
su lucha por liberarse, es la restitución de su humanidad (…) que el neocolonialismo
constantemente le niega” (La hora…, I-7). “Al pueblo, se le quiere restar categoría humana”
(La hora… I-8). De allí su identificación con el lugar de enunciación fanoniano según el que
para ser considerado a la misma altura humana que el blanco, el negro tiene que ocultarse
detrás de máscaras blancas: “Le Noir Antillais sera d’autant plus blanc, c’est-à-dire se
rapprochera d’autant plus du véritable homme, qu’il aura fait sienne la langue française”
(Fanon, 1952: 34).21
Así, cuando GCL denuncia en La hora… “esta oscura palabra inventada por el imperialismo,
‘subdesarrollo’”, trae nuevos ecos del pensamiento de Fanon: «L’infériorisation est le corrélatif
indigène de la supériorisation européenne. Ayons le courage de le dire : C’est le raciste qui
crée l’infériorisé » (Fanon 1952 : 95). Ambos pensadores pertenecen al mismo campo
intelectual de su momento de producción, en el contexto del llamado «tercermundismo» por
Occidente, superando así los espacios nacionales y proyectando la racialización como forma
de colonización a escala geopolítica.
Del mismo modo, al criticar la racialidad desde la que se adjudica el rango de “cabecita negra”
a los migrantes de provincias a las grandes ciudades, GCL advierte el funcionamiento de un
colonialismo interno que desdibuja la noción marxista de clase.
La herida colonial infligida por la racialidad es articulada por GCL dentro de la violencia física
y moral, simbólica y espiritual, tanto individual e interna, como colectiva, presente desde la
Conquista, como ya señalamos. Además, se denuncia de qué modo se produce una
penetración ideológica operada desde la colonización pedagógica que afecta tanto a la élite
como a la pequeña burguesía.
20 Observamos que Les damnés de la terre fue editado en francés en París en 1961, y editado en
español en 1963. En este surcontinente, esta reformulación del marxismo en cuanto a la importancia del racismo viene, entre otros, por Mariátegui primero, Quijano luego, con el concepto de colonialidad, presentado en 1991 ("Colonialidad y Modernidad/Racionalidad". En Perú Indígena, Vol. 13, No. 29, 1991, pp. 11-20. Lima, Perú. 21 Peau noire, masques blancs fue editado en París en 1952, y apareció en español en 1968 en Cuba.
Las referencias a este último libro se hacen para presentar como decíamos, un punto de contacto, no referimos, en el caso de Piel negra…a una influencia, porque sabemos que en la época, Los condenados gozó de mucha mejor recepción, y la de Piel Negra mejoró en los 1980.
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Esta perspectiva de GCL se articula con la de Jauretche al respecto, en tanto éste acude a la
noción popular de tilingo, tilinguería para hablar de cómo opera el racismo en la sociedad
porteña o argentina:
El racismo es otra forma frecuente de la tilinguería. La tilinguería racista no es de ahora y tiene la tradición histórica de todo el liberalismo. Su padre más conocido es Sarmiento, y ese racismo está contenido implícitamente en el pueril dilema de "civilización y barbarie". Todo lo respetable es del Norte de Europa, y lo intolerable, español o americano, mayormente si mestizo. De allí la imagen del mundo distribuida por la enseñanza y todos los medios de formación de la inteligencia que han manejado la superestructura cultural del país. (Jauretche, 1966)
Obviamente, el tratamiento de la cuestión indígena por parte de GCL o Jauretche, no se
acerca a la profundidad de la propuesta antropológica de un Rodolfo Kusch, por ejemplo,
subversiva en su momento y resignificada en esta última década. No obstante, hay que
subrayar que GCL fue uno de los pocos en mencionar el “problema del indio” en el cine
argentino de intervención política22, aun cuando, a tono con las vanguardias políticas del
momento, su atención se centraba más en el obrero. El marxismo, aún renovado, del cual se
alimentaba la mayoría de las izquierdas -nacionalista o no- no identificaba el “problema de la
raza” como tal.
Si bien GCL identifica el problema del latifundismo, no lo asocia a la cuestión indígena, sino
más bien a la cuestión criolla moderna del campo.23 De modo paralelo, H. Arregui, si bien no
trata realmente esta problemática sino de modo tangencial, por lo menos muestra una
inquietud acerca del racismo, algo no resaltado por la crítica.24
22 Desde el cine documental, subrayamos la obra etnográfica de Jorge Prelorán, como los films
coetáneos a La hora…, tales como Hermógenes Cayo (Imaginero) (1967), Iruya (1968) y Araucanos de Ruca Choroy (1969). Para un estudio de la cuestión de la representación de los indígenas en el cine argentino, consultar Alejandra Rodríguez (2015). 23 De modo contrastado, Mariátegui no sólo considera el latifundismo como factor de división racial,
sino que elabora el concepto de “gamonalismo” el cual considera también las cuestiones de dominación social y las formas de control del trabajo, entre feudales y (pre)capitalistas. De manera general, conforma con el caciquismo el sistema de poder terrateniente. 24 Hernández Arregui comenta sobre Fanon en Nacionalismo y liberación (1969) y lo califica de
“asombroso pensador antillano” para resaltar su impacto en el “tardío” entendimiento de la cuestión colonial por parte de Sartre (1969: 25). Luego, reproduce una larga cita donde Fanón da cuenta de la actitud de los intelectuales colonizados, “forzados a volver a la historia del pasado para descubrir su grandeza, puesto que el (neo)colonialismo no sólo actúa sobre el presente sino que se orienta hacia el pasado del pueblo oprimido, lo distorsiona, lo desfigura, lo aniquila” (1969: 143). La cita proviene de Los condenados de la tierra (1963: 192) y encuentra un eco directo en las dos primeras partes de La hora…. La cita sirve al intelectual argentino para ilustrar el “umbral insuficiente del pensamiento histórico” de los intelectuales “sin conciencia nacional”. Curiosamente -o no- a pesar de reconocer el pensamiento de Fanon, H. Arregui no elabora, en su pensamiento nacional, la cuestión de la raza, aunque de paso denuncia que “el imperialismo propicia el odio de razas” (1969: 131). Del mismo modo pregunta, de modo irónicamente retórico: “¿Qué diferencia hay entonces entre el mito de la sangre del nazismo y persecución de los judíos, y la discriminación racial de democracias imperialistas como los EE UU?” Además, opina que la inmigración masiva significó la “suplantación de la población nativa, condenada a la miseria social y desde entonces
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La historia de la Argentina concierne a una serie de proyectos de “blanqueamiento” de su
población mediante las sucesivas campañas de “erradicación” de indígenas y negros y la
inmigración europea masiva. Este proyecto de construcción nacional se mantuvo por las
instituciones del Estado, desde la educación a la revolución industrial, hasta la actual
imposición del modelo neoliberal. El efecto de la colonialidad del saber, expresado en su
mayoría por el eurocentrismo, ha sido más fuerte en las capas ilustradas del Cono Sur
encontrando allí más receptividad que en el altiplano andino, por ejemplo, donde se vive con
otra cosmovisión, bien distinta de “la” cultura europea. Palermo opina que “el Cono Sur
conforma el ´núcleo duro´ de la europeidad erigida en modelo como utopía nunca lograda,
como la proyección arraigada del proyecto inconcluso de la modernidad” (2010a:33).25
Esta modernidad, según Quijano, inventa la “categoría mental de la modernidad”, y engendra
el “nuevo dualismo”, es decir, la posibilidad de separar el cuerpo del espíritu, cuando la
separación entre cuerpo/naturaleza y espíritu/razón se formaliza desde la filosofía de
Descartes, en su cogito ergo sum (2000: 223). Lo moderno asociado al espíritu y el cuerpo, a
la naturaleza. Con el racismo, se crean nuevas identidades, nuevos grupos humanos como el
indio, el negro, el criollo, todos asociados a la naturaleza, al cuerpo, siempre inferiorizados. El
europeo se ha visto como blanco, moderno, lo más avanzado de su raza, y tuvo poder para
imponer esta idea, de manera global y hegemónica. Esta imposición en la manera de pensar
el mundo justificó la atribución del trabajo pagado para el blanco, y el trabajo no pagado, al
“otro”. De modo paralelo, todas las formas de trabajo serán asimiladas a modos de producción
capitalista, obviando otras significaciones, simbólicas o comunales. Es decir que con la
invención de la raza, se ha encontrado la manera de apoderarse de los modos de control y
distribución del trabajo, y al mismo tiempo, someter tanto al humano como al resto de la
naturaleza a esta lógica, considerándola como recurso.
De modo consecuente, entendemos que GCL no identifica en la noción o en el fenómeno de
raza el motivo fundamental de la división y del control del trabajo -apenas trata de las
modificaciones de las formas de trabajo, lo vimos acerca de violencia sobre el cuerpo en el
mundo industrial. No obstante, reconoce que el racismo es eurocentrista, y conduce a la
considerada como una raza inferior por la clase dirigente” (1969: 165). Es decir, la preocupación por la raza está presente, pero más en el aspecto geopolítico/exterior que como motivo de coloniaje interno, sin obviar este plano interno. 25 Resuena en nosotros -desde nuestra frontería- esta afirmación de Palermo, recordándonos lecturas
anteriores de Bruno Latour, quien, desde un lugar de enunciación todavía eurocentrado pero radical, cuestiona la capacidad que han tenido hasta la hora los modernos para pensarse a sí mismos, atareados históricamente y desde la filosofía a pensar de modo separado el polo naturaleza, por un lado, y el polo cultura, por otro lado, enfocándose así el trabajo de “purificación” –conceptual, se entiende- pero obviando el trabajo de “traducción” entre ambos polos (1991). Sugerentes también son otros textos del autor, desde sus títulos mismos: Un monde pluriel mais commun (2003), y Le parlement des choses (1994) artículo en el cual se propone poner a los seres no humanos en el centro de la política.
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deshumanización. Pero justamente, al centrarse en el mundo obrero criollo, no puede
establecer en su argumentación el vínculo orgánico entre raza y capital/trabajo, justamente
por su formación intelectual en el marxismo, y por cuestiones de época -como es el caso
también de H. Arregui-, aunque sí da cuenta, en La hora…, por ejemplo, de la exclusión de
los “otros” del capital/trabajo o de la sociedad, por haber sido racializados.
A modo de conclusión
El neocolonialismo perpetúa una lógica de poder presente desde la Conquista, asentada en
una violencia cotidiana de carácter racial y geopolítico, que se puede definir hoy como
colonialidad del poder, del saber y del ser (Quijano). A pesar de no lograr desprenderse del
condicionamiento colonial y moderno, GCL en diálogo con propuestas coetáneas -donde se
evidencia la fuerte impronta de H. Arregui- logra identificar lógicas de poder de larga data,
apuntando a una crítica anti-imperialista y anticapitalista, con algunos atisbos de crítica al
racismo eurocentrado, más allá del marco nacional, inspirado en propuestas tercermundistas,
especialmente la de Fanon.
Entendemos así que su tratamiento de la modernidad trasciende en algunas instancias la
vertiente maniquea observada en algunas partes del film.26 En este sentido el pensamiento
fuerte que supone la noción de neorracismo informa un contexto silenciado, de modo
contrastivo con otras reflexiones regionales desde el surcontinente. Es decir, la noción de
neorracismo, de modo especial, vinculada con la de violencia neocolonial, son las que
permiten acercar la argumentación de GCL a una genealogía descolonial, con todos los
matices ya presentados. Las dos nociones presentan un contacto con la noción de herida
colonial, pues dan cuenta de algunos efectos de la diferencia colonial, asociada especialmente
a la colonialidad del ser. En la época, GCL subraya el racismo social sufrido por el pueblo
argentino -asociado en gran parte al peronismo- y su vertiente más deshumanizante, pero
invisibilizada por el Estado, como en el caso de poblaciones del noroeste argentino.
Del análisis de los textos estudiados en sus vinculaciones con el campo político y cultural de
su momento de producción, se infiere que éstos alimentan el pensamiento crítico puesto en
acto por el revisionismo histórico local en el contexto de la emergencia regional del socialismo
tercermundista.27 Tales corrientes de pensamiento dan curso a procesos desarticuladores en
tanto crítica a las políticas impuestas por la modernidad, sentando precedentes para la
26 Aguilar (2009) observa que este maniqueísmo es el que “obliga” a GCL a “poner a toda la modernidad
bajo sospecha, aun aquella que había hecho a la película posible”. Observamos que según Quijano (2000), es toda la matriz colonial de poder que hay que desmontar, algo sólo parcialmente logrado en el film. 27 La reflexión de H. Arregui en Peronismo y socialismo (1972) es sugerente al respecto, al interpretar
el movimiento peronista como una experiencia que pueda contribuir a la concreción de un socialismo argentino y mencionamos la coetánea –y truncada- experiencia del gobierno de Allende, en Chile.
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emergencia de una reflexión descolonial que se formula como propuesta de desprendimiento
de las políticas propias de la modernidad/colonialidad y de la matriz colonial de poder que la
sustenta. No es de sorprender, de cierto modo, la interrupción, abrupto y violenta de estos
proyectos de liberación latinoamericanos -específicos y pensados desde adentro en diálogo
con otras experiencias- a través de la implementación de regímenes dictatoriales, en pos de
la implementación de lógicas económico-políticas de corte (neo) liberal, impuestos desde
adentro y afuera, de modo colonial. La propuesta rupturista y subversiva de GCL, en
comunicación con el pensamiento nacional y popular argentino, todavía vivo y reactualizado,
contribuyó así a la apertura, esperanzadora, del horizonte epistemológico, sumándose a
varios proyectos e ejercicios descolonizantes de la actualidad.
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