Post on 20-Sep-2018
CERVANTES Y LOS JUDÍOS
Carlos Alvar Universidad de Ginebra
Centro de Estudios Cervantinos
(Alcalá de Henares)
El estudio de Cervantes y el mundo judío debe plantearse tomando como base dos pilares obvios: el autor y su obra.
Por lo que se refiere al autor, se ha discutido desde hace tiempo acerca de los orígenes conversos de nuestro escritor. Sin embargo, son lllUy escasos los datos de que disponemos para llegar a una conclusión científicamente válida, pues en el mejor de los casos nos apoyaremos en intuiciones más o menos fundamentadas. En este sentido, se puede considerar que la profesión de su padre, la escasa utilización que el propio escritor hizo de las ejecutorias de limpieza de sangre que sirvieron para sacar a su padre de la cárcel (1569), o que el matrimonio de conveniencia en Esquivias que le daba la oportunidad de emparentar con una familia rural castellana cristianovieja, son elementos suficientes para suponer que en su pasado había sangre judía. Si a esto añadimos las sospechosas lagunas en su biografia y algunos síntomas más, como su fracaso en el intento de ir a América, resultará imposible no aceptar ese origen converso, lo que en modo alguno significa tibieza en sus creencias, sino, simplemente, la conciencia de la estigmatización, con todo lo que ello conlleva de marginación social y de
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continua reflexión acerca de un sistema de valores. Pero es poco más lo que se puede decir acerca del <0udaísmo» de Miguel de Cervantes. Cualquier otra afirmación -en uno u otro sentido- siempre será discutible.
Tampoco la obra de nuestro escritor ofrece mayores pistas. La investigación podrá encaminarse hacia las alusiones a los judíos y a los conversos contenidas en sus textos o podrá dirigirse hacia las referencias a determinadas lecturas o formas de pensar que se puedan identificar como características exclusivas, o al menos representativas, de los seguidores de Moisés, labor dificil de llevar a cabo dado el sincretismo religioso entre Cristianismo y Judaísmo que se ha producido a lo largo de siglos de relaciones de todo tipo.
El Concilio de Trento, que marcó las pautas para el comportamiento religioso de los católicos, estuvo reunido desde 1545 hasta 1563, aunque no de forma continua. A partir de 1564 los decretos emanados del Concilio adquirieron plena vigencia en la Iglesia y en la Monarquía Hispánica por decisión de Felipe lI.
La infancia de Cervantes queda marcada por las nuevas formas de entender la Religión, que partían de un enfrentamiento claro y decidido al Protestantismo. El hecho de que las normas tridentinas se aplicaran como norma de vida en España supuso, además, un efectivo control de la religión sobre la vida cotidiana, con plena aceptación y sumisión del poder político. Dios, la Virgen y todos los Santos intervenían a diario realizando todo tipo de milagros, reales y ficticios, que ayudaban a creer y acababan con cualquier planteamiento crítico. Y, naturalmente, el demonio -con el apoyo de brujas y hechicerasacechaba a quienes se distanciaban de la ley divina y se resistían a las enseñanzas de las jerarquías eclesiásticas.
De todo ello hay abundantes testimonios en el Quijote: desde el cura como protector espiritual de Alonso Quijano, hasta el sospechoso Maese Pedro y su mono capaz de conocer el pasado y, quizás también el futuro, con los peligros que ello podría acarrear ante los guardianes de la ortodoxia, los inquisidores.
En este ambiente, las dudas acerca de la sinceridad religiosa de los descendientes de judíos conversos venían a añadir un elemento de ten
sión social.
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La relativa facilidad con que se podía identificar a los conversos, ya sea por sus características fisicas, ya sea por sus actividades laborales, permitía la persecución selectiva, bajo acusación de prácticas secretas de la religión de sus antepasados, o lo que es igual, de cripto
judaísmo. Los conversos nlás ricos intentaban escapar del acoso o de las sen
tencias de la Inquisición apelando a la Santa Sede, pero estos recursos tropezaban con demasiada frecuencia con todo tipo de impedimentos por parte del poder real, que de este modo intentaba mantener la autoridad del tribunal del Santo Oficio. Así, pues, el único recurso que quedaba a muchos de ellos -además de la posibilidad de abandonar el Reino- era el de comprar ejecutorias de caballeros o hidalgos; es decir, encubrir el origen mediante la adquisición de un título falso de hidalguía: el recurso fue muy utilizado en Sevilla, donde la concen
tración de conversos dedicados al comercio era especialmente elevada. Las Cortes de 1578 y de 1592 presentaron sus quejas al respecto, pero sin resultados positivos evidentes, pues este tipo de adquisición
de hidalguía continuó también durante el siglo XVII.
En todo caso, la compra de títulos por parte de una burguesía urbana conversa tuvo COlno consecuencia que los campesinos fueran menos sospechosos de sangre conversa que los hidalgos, tema que se repite con relativa frecuencia en la literatura de los Siglos de Oro y que se refleja también en el QuUote. Para controlar el ascenso social de los conversos, que ya han conseguido en numerosos casos ejecutoria de hidalgos, o sea, llegar al nivel más bajo de la nobleza, se impusieron los estatutos de limpieza de sangre para el acceso a determinadas dignidades eclesiásticas, políticas, militares, docentes o municipales: nuevo obstáculo que defendía los intereses de los cristianos viejos y limitaba las posibilidades de los cristianos nu evos. Los estatutos de limpieza de sangre regulaban el acceso, simplemente prohibiéndolo a los descendientes de judíos y musulmanes, en contra de la igualdad de todos los cristianos.
Quizás el más significativo de estos estatutos fue el de la catedral de Toledo (1546), que se intentó implantar en el cabildo en 1547, dando lugar a un pleito entre defensores y opositores que duró diez años, con la victoria final de los que pretendían el máximo rigor, dejando fuera del ámbito capitular a quienes tuvieran alguna mal1[ha en su sangre.
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Volvemos a encontrarnos con los años de la infancia de Cervantes,
con los años de la Contrarreforma tridentina. En 1598 murió Felipe
11 y con su desaparición llegó la esperanza de que las tensiones sociales y las exigencias religiosas se relajarían.
2 Dadas las circunstancias históricas, las alusiones de Cervantes a los
judíos no podían ser muchas, y las escasas veces que éstos aparecen en la obra de nuestro escritor, se reparten en unos pocos textos: El amante liberal, Los baños de Argel, La gran sultana y Los trabajos de Persiles y
Sigismunda. Es decir, tres obras de cautivos, en las que los elementos
autobiográficos se presentan de forma muy desigual, y una novela de carácter bizantino. Ninguno de estos textos transcurre en España.
2.1. El mundo de los renegados y de los apóstatas, de los turcos,
de los musulmanes y de los cristianos, de los sicilianos y de los griegos constituye la base de El amante libera/. La pasión amorosa y el matrimonio completan un cuadro en el que la religión de los personajes parece servir sólo para establecer mayores dificultades entre todos ellos.
En este conjunto, la presencia del mercader judío no hace sino añadir una nota más de verosimilitud y realismo:
En esto entró un chauz, que es como alguacil, y dijo que estaba a la puerta de la tienda un judío que traía a vender una hermosísima cristiana; mandó el cadí que le hiciese entrar, salió el chauz, y volvió a entrar luego, y con él un l'enerable judío, que traía de la mano a una mujer vestida en hábito berberisco. (Amante liberal, p. 546a)1 [La cursiva es mía].
El codicioso judío respondió que cuatro mil doblas, que vienen a ser dos mil escudos; mas, apenas hubo declarado el precio, cuando AJí Bajá dijo que él los daba por ella, y que fuese luego a contar el dinero a su tienda. (Amante liberal, p. 546b) [La cursiva es mía].
Verosimilitud acrecentada por la narración de los acontecimientos
con la perspectiva de la protagonista, Halima:
1 Todas las citas de las obras de Cervantes corresponden a la edición de F Sevilla
Arroyo de las Obras Completas, 1999.
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y los moros los recibieron en su bajel, en el cual venía un judío, riquísimo mercader, y toda la mercancía del bajel, o la más, era suya; era de barraganes y alquiceles y de otras cosas que de Berbería se llevaban a Levante. En el mismo bajel los turcos se fueron a Trípol, y en el camino me vendieron al judío, que dio por mí dos mil doblas, precio excesivo, si no le hiciera liberal el amor que el judío me descubrió. (Amante liberal, p. 551a-b) [La cursiva es mía].
2.2. La visión del cautiverio que ofrecen Los baños de Argel es mucho más completa que la de El amante liberal, o al menos parece más
cercana a la experiencia biográfica de Cervantes; pero en realidad, resulta dificil no pensar en la existencia de una estrecha relación de Los
baños con Los tratos de Argel. Ya se ha señalado en alguna ocasión el paralelismo de situaciones
que se da en estas dos obras, en las que el amor y la religión desempeñan un papel similar, con el correspondiente final feliz en todos los casos. En definitiva, se trata del viejo esquema argumental de la no
vela bizantina, con dos parejas entrecruzadas trasplantado al mundo de los cautivos, y enriquecido, en el caso de Los baños con la intriga que supone la relación de Lope y Zahara, en claro diálogo textual con la novela del Capitán cautivo intercalada en la primera parte del Quijote.
Poco a poco se va completando un panorama, perfectamente diseñado por Cervantes, en el que debe tener lugar toda la casuística amorosa: moras enamoradas de cristianos, nloros prendados de cristianas, cristianos atraídos por moras y, finalmente, cristianas que quieran a moros, aunque este caso necesitará aún de algún tiempo para encontrar la madurez en La gran sultana, como han señalado A. Rey Hazas y F. Sevilla Arroyo".
Los baños de Argel se nos presenta como una tragicomedia en la que Tristán, el Sacristán, se convierte en el referente cómico, apoyado en
un eje ajeno a las vicisitudes amorosas de los protagonistas, los judíos. Así, el representante de la Iglesia se burla con acidez -desde el
punto de vista actual- de los judíos de Argel, con una actitud que ante todo busca la connivencia con los sentimientos del público al que va dirigida la obra.
2 Rey Hazas y Sevilla Arroyo, 2006.
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La comicidad surge desde la primera aparición del Sacristán en la obra, por su atuendo, por sus palabras, por su fe acomodaticia, en las que las obligaciones desaparecen ante las necesidades cotidianas: no en vano el Viejo le recrimina que come carne los días prohibidos y que, en eso, en nada se parece a los famosos Macabeos.
VIEJO
SACRISTÁN
VIEJO
SACRISTÁN
VIEJO
SACRISTÁN
VIEJO
SACRISTÁN
VIEJO
SACRISTÁN
Ya vos tenéis ancha la conciencia; ya coméis carne en los días vedados.
¡Qué niñerías! Como aquello que me da mI amo.
Malos hará.
¡Que no hay aquí teologías'
¿No te acuerdas, por ventura, de aquellos nii10s hebreos que nos cuenta la Escritura?
¿Dirás por los Macabeos, que, por 110 C0l11er grosura, se dejaron hacer piezas?
Por ésos digo.
Si empiezas, en viéndOlne, a predicarnle, por Dios, que he [de] deslizarme en viéndote.
¿Ya tropiezas? Que no caigas, plega al cielo.
Eso no, porque en la fe soy de bronce.
(Los baños de Arftel, vv. 1160-1180)
No olvidemos que tanto los sacristanes como los judíos eran frecuentes sujetos de burlas en el teatro de los Siglos de Oro, y por eso no ha de extrañar que nuestro Sacristán la emprenda a continuación con un moro y que el centro de sus burlas sean, inmediatamente después de los sarcasmos contra el musulmán, los judíos:
VIEJO
SACRISTÁN
C. AlVAR
Entra un Judío.
¿No es aquéste judío?
Su copete lo muestra, sus infames chinelas, su rostro de mezquino y de pobrete. Trae el turco en la corona una guedeja sola de peinados cabellos, y el judío los trae sobre la frente; el francés, tras la oreja; y el español, acémila, que es rendajo de todos, le trae, ¡válame Díos!, en todo el cuerpo.
(Los baí'ios de Argel, vv. 1258-1269)
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Es el inicio de un acoso continuo del Sacristán contra los seguidores de la de Moisés en clave humorística, lo que no quiere decir que no sea un ataque injustificado y cruel, que seguramente no hace más que apelar a los más bajos sentimientos del imaginario colectivo castellano del momento. Bajos sentimientos que propician la risa popular, como ya indicó Meregalli3•
Las "bromas» del Sacristán consisten en obligar a uno de los judíos a que cargue con un barril de agua: el judío se niega porque es sá-bado y su le prohíbe trabajar:
Junío
SACRISTÁN
Junío
3 Meregalli. 1972.
¿Qué me quieres, cristiano?
este barril te cargues, y le lleves en casa de mi amo.
Es sábado, y no puedo hacer alguna cosa que sea de trabajo; no pensar que lo lleve, aunque me mates. Deja venga mañana, que, aunque domingo sea, te llevaré docientos.
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SACRISTAN
JUDío
SACRISTAN
JUDÍO
VIEJO
SACRISTAN
JUDÍO
VIEJO
SACRISTAN
CERVANTES Y LOS JUDíos
Mañana huelgo yo, perro judío. Cargaos, y no riñamos.
Aunque me mates, digo que no quiero llevallo.
¡Vive Dios, perro, que os arranque el hígado!
¡Ay, ay, mísero y triste! Por el Dío bendito, que si hoy no fuera sábado, que 10 llevara. ¡Buen cristiano, basta!
A compasión me mueve. ¡Oh gente afeminada, infame y para poco! Por esta vez te ruego que le dejes.
Por tí le dejo; vaya el circunciso infame; mas, si otra vez le encuentro, ha de llevar un monte, sí le llevo.
Pies y manos te beso, señor, y el Dío te pague el bien que aquí me has hecho.
Vase el Judío. La pena es ésta de aquel gran pecado. Bien se cumple a la letra la maldición eterna que os echó el ya venido, que vuestro error tan vanamente espera.
Adiós, que ha mucho tiempo que estoy contigo hablando, y, aunque mi amo es noble, temo no le avillane mi pereza.
Toma su barril y vase.
(Los baños de Argel. vv. 1271-1309)
Más adelante, el Sacristán quita al judío una cazuela en la que tiene preparada la comida para el sábado, lo que le deja sin comer, dada la prohibición de cocinar el día de «Sabbat»:
JUDío
SACRISTAN
JUDío
SACRISTÁN
JUDío
SACRISTÁN
JUDío
SACRISTAN
JUDío
SACRISTÁN
JUDÍO
SACRISTÁN
JUDÍO
SACRISTAN
JUDío
SACRISTÁN
C. AlVAR 37
Sale el Sacristán con l/na cazuela mojí, y tras él el Judío.
Cristiano honrado, así el Dío te vuelva a tu libre estado, que me vuelvas lo que es mío.
No quiero, judío honrado; no quiero, honrado judío.
Hoyes sábado, y no tengo qué comer, y me mantengo de aqueso que guisé ayer.
Vuelve a guisar de comer.
No, que a mi ley contravengo.
Rescátame esta cazuela, y en dártela no haré poco, porque el olor me consuela.
No puedo en mucho ni en poco contratar.
Pues llevaré la.
No la lleves; ves aquí lo que costó.
Sea ansí, que a los dos es de provecho. ¿Dó el dinero?
Aquí, en el pecho lo tengo, ¡amargo de mí!
Pues venga.
Sácalo tú, que mi ley no me concede el sacarlo.
¡Bercebú así te lleve cual puede, decendíente de Abacú! Aquí tienes reales justos de plata y cabales.
No contrates tú conmigo; concíértaJo allá contigo.
Di, cazuela: ¿cuánto vales? "Paréceme a mí que valgo cinco reales, y no más».
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JUDio
SACRISTÁN
JUDío
SACRISTÁN
JUDío
SACRISTÁN
JUDÍO
SACRISTÁN
JUDíO
SACRISTÁN
CERVANTES Y LOS JUDíos
¡Mentís, a fe de hidalgo!
¡Qué sobresaltos me das, cristiano!
Pues hable el galgo. ¿Que no quieres alargarte? Mas crédito darte: tomadla, y andad con Dios.
¿Los diez?
Son por ocras dos cazuelas que pienso hurtarte.
¿ y pagaste adelantado?
Y, aun si bien hago la cuenta, creo que voy engañado.
¿Que hay Cielo que tal consienta?
¿Que hay tan guscoso guisado? No es carne de landrecillas, ni de la que a las costillas se pega el bayo que es trefe.
¡Haced, cielos, que me deje este ladrón de cosillas.
Elltrase el Judío.
cosillas? ¡Vive Dios, que os tengo de hurtar un niño antes de los meses dos; y aun si las uñas aliño ... ! ¡Dios me entiende! jVámonos!
Éntrase.
(Los Baños de A~r;eI, vv. 1673-1726)
y aún faltará la tercera agresión, ya anunciada en la escena que acabamos de ver, y que consiste en el rapto de un niño judío con el propósito de cobrar una cantidad por él que permita al Sacristán pagar su propio rescate y abandonar Argel:
Entra el Sacristán con Utl m!lo en las mantillas,fing/do, y
tras él el J"d{o de la cazuela.
JUDÍO
CADÍ
SACRISTÁN
JUDÍO
REY
SACRISTÁN
REy
SACRISTÁN
REy
CADÍ
REY
CRISTIANO
REY
SACRISTÁN
CADÍ
SACRISTÁN
JUDío
C. ALVAR
Este cristiano me acaba de robar a este mi hijo.
¿Para qué quiere el niño?
¿No está bueno? Para que le rescaten, si no quieren que le críe y enseñe el PadrenUL\·tro.
¿Qué decís vos, Raquel o Sedequías, Fares, Sadoc, o Zabulón, o diablo?
Este español, señor, es la rüina de nuestra judería; no hay en ella cosa alguna segura de sus uñas.
Di: ¿no eres español?
¿Ya no lo sabes?
¿Quién es tu amo?
El dabají Morato.
Tocadle, por mi vida.
Por la mía, que tienes gran razón en lo que has dicho de la canalla bárbara española. [ ... ]
Pápaz, vuélvele el niño a este judío, y no le hagan mal a este cristiano, que, pues a tal peligro entregó el cuerpo, en grande cuita debe estar su alma. Y tú, ¿eres español?
Y de Valencia.
Vuélvete, pues, a huir, que si te vuelven, yo te pondré en un palo.
Señor, haga que este puto judío dé siquiera el jornal que he perdido por andarme tras él para robarle este hideputa.
Bien dice; desembolse cuarenta ásperos y délos al pápaz, que los merece.
¿Oye. amigo judío?
Muy bien oigo; mas no los tengo aquí.
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SACRISTÁN
CADí
Vamos a casa.
Con españoles, esto y más se pasa.
Élltranse todos.
(Los baños de Argel, vv. 2514-2551)
La estratagema del Sacristán ha tenido el resultado previsto y puede abandonar Argel, dejando en paz a los judíos y la judería, «gracias a Sedequías y al rabí Netalim, que dio el dinero»4.
Las escenas en las que aparecen el Sacristán y el judío son del mayor interés, pues suministran materiales para iniciar una aproximación al asunto que nos ocupa.
En efecto, abundan los elementos que remiten a una tradición cultural o religiosa judía: personajes del Antiguo Testamento como el profeta Abacuc; los hermanos Macabeos o como Datán y Virón, enemi
gos de Moisés y Aarón; también alude a Raquel, la esposa de Jacob; al rey SedecÍas, al sumo sacerdote Sadoc o a Zabulón, hijo de Jacob. Una nómina nada despreciable, pero que no supera la relación de personajes de la Antigüedad clásica citados en la misma comedia.
También hay referencias a las costumbres de los judíos: al modo de vestir; a las obligaciones del sábado: no trabajar, no cocinar y no «contratar».
En cuanto a la cornida, sabemos que el judío iba a comer una cazuela mojí; es decir, un plato que es una «torta cuajada que se hace en cazuela con queso, pan rallado, berenjenas, miel y otras cosas», según nos informa el Diccionario de Autoridades.
Y, si atendernos al Sacristán, el guisado de la cazuela «no es carne
de landrecillas, / ni de la que a las costillas / se pega el bayo que es trefe» (vv. 1717-1719). Es ahora Covarrubias quien nos ayuda, indicando en el Tesoro que la <<landrecilla» es:
cierto nervio viscoso que está en medio de! muslo del animal, que por otro nombre le llaman baba; tiene alguna gordura y en e! carnero será de cantidad de una nuez pequeña o una avellana, la cual landrecilla los judíos la sacan de la pierna del carnero, y no la comen en memoria de ha-
4 Los baños de A~~el, vv. 2H54-2H55.
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bérsele secado a Jacob aquel nervio, cuando luchando con el ángel le tocó en él y quedó algo cojo.
A la vez que trife pasa por. ser un término de origen hebreo (t'reJa 'carne prohibida'), que se encuentra en castellano con el significado de 'delgado, flojo' o 'tísico'. Así, el Sacristán parece estar bien informado de las limitaciones alimentarias de los judíos.
A estos datos, se puede sumar la forma «Día» puesta en boca de la víctima de las bromas, judaísmo frecuentísimo en los textos literarios aljamiados O vinculados a judíos y conversos. Y habría que añadir las palabras del Viejo, que alude a la vana espera del Mesías, ya venidos.
En este conjunto, el judío es un «perro», «gente afeminada, infame y para poco», «circunciso infame», «puto» o «hideputa». Todo un repertorio de los insultos que circulaban en Castilla durante el siglo XVI
y a comienzos del siglo XVII.
Que los hechos se sitúen en tiempo de Semana Santa y de la Resurrección, o que se establezca un paralelismo entre los suplicios de Francisquito -hecho un Ecce horno-- y la pasión de Cristo, que la liberación del Sacristán se produzca el domingo de Resurrección, etc. puede servir para explicar el sentido de las burlas, pero no añade más información acerca de los judíos, o quizás sí, que son motejados de cobardes.
Sin embargo, creo que sí que es pertinente señalar el acusado color local que Cervantes ha querido dar a esta tragicomedia. Se justificaría así la presencia de los judíos con sus costumbres y también se justificaría la gran cantidad de términos árabes o turcos con que tropezamos: pápaz, burche, chuJetreJende, dabají, almal~fa, archí, zaque o cadí. Ninguno de ellos forma parte de la lengua común castellana, como tampoco es habitual la jaculatoria «lla, ilalá),c,. En este contexto se inserta la peculiar forma de hablar de los dos muchachos moros, que sólo emplean el infinitivo: «Non rescatar, non t1.1gin)7.
5 Los baños de Argel, vv. 1302-1305. 6 Los baños de Argel, v. 1983. 7 Los baños de Argel, vv. 1217 y ss.
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2.3. La redacción de La gran sultana se podría situar en torno a los años 1607 o 1608, según J. CanavaggioH• Los hechos narrados ahora fueron inspirados por los amores del sultán Murad lB o Amurates lII, hijo de Selim 11, el derrotado en Lepanto, y Safidje, dama de origen cristiano de la conocida familia veneciana de los Basso. Sería, pues, una historia más de amor; en esta ocasión, de amor entre cristiana y turco, única variable no tratada hasta ahora por Cervantes.
El tema podía ser enriquecido con aportaciones de todo tipo: estructura bizantina de viajes por mar, raptos y reencuentros; decorado y análisis de las pasiones según los modelos de los novellíeri italianos; aportaciones personales del propio Cervantes, vividas en unos casos, o elaboradas con la característica ironía y sentido del humor de nuestro autor, que a veces contrastan con los planteamientos de las dos piezas argelinas, a la vez que acercan La gran sultana a El gallardo español. Todo ello, sobre una trama amorosa en la que, de nuevo, hay parejas entrecruzadas entre las que destaca la del mismo sultán de Constantinopla, Amurat, y su esclava cristiana, Catalina de Oviedo: un mundo digno de admiración, sin duda:
Cosas he visto aquí que de admirables pueden al már gallardo entendimiento
suspender. (La gran sultana, vv. 25-27)
La gran sultana tiene una vertiente biográfica, vivida por Cervantes, a pesar de los hechos se sitúen en Constantinopla, ciudad que el escritor no llegó a conocer. Cervantes ha construido el ambiente de la corte turca a partir del mundo que conoció durante su cautiverio, y de ahí que el realismo acerque esta obra a Los baños de Argel.
De acuerdo con estas premisas, no sorprenden los tonos antijudíos que reaparecen ahora, ni sorprende la actitud cómica de Madrigal, equiparable al Sacristán de Los baños. Tampoco extrañará que una parte de la comicidad del texto descanse sobre las bromas de Madrigal contra los judíos; bromas que, como las del Sacristán, nos resultan de mal gusto, pero que debían provocar de inmediato la risa entre el público castellano de finales del siglo XVI:
8 Canavaggio, 1980.
MADRIGAL
ANDREA
MADRIGAL
JUDío
ANDREA
MADRIGAL
ANDREA
MADRIGAL
JUDío
MADRIGAL
C. ALVAR
Salen Madrigal, cautivo, y Andrés, en hábito de griego.
¡Vive Roque, canalla barretina, que no habéis de gozar de la cazuela, llena de boronía y caldo prieto!
¿Con quién las has, cristiano?
No con naide. ¿ No escucháis la bolina y la algazara que suena dentro desta casa?
Dice dentro un judío.
¡Ah perro! ¡El Dío te maldiga y te confunda! ¡Ulamás la libertad amada alcances!
Di: ¿por qué te maldicen estos tristes?
Entré sin que me viesen en su casa, y en una gran cazuela que tenían de un guisado que llaman boronía, les eché de tocino un gran pedazo.
Pues, ¿quién te lo dio a ti?
Ciertos jenízaros mataron en el monte el otro día un puerco jabalí, que le vendieron a los cristianos de Mamud Arráez, de los cuales compré de la papada lo que está en la cazuela sepultado para dar sepultura a estos malditos, con quien tengo rencor y mal talante; a quien el diablo pape, engulla y sorba.
Pónese un judío a la l/entana.
¡Mueras de hambre, bárbaro insolente; el cuotidiano pan te niegue el Dío; andes de puerta en puerta mendigando; échente de la tierra como a gafo, agraz de nuestros ojos, espantajo, de nuestra sinagoga asombro y miedo, de nuestras criaturas enemigo el mayor que tenemos en el mundo!
¡Agáchate, judío!
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JUDío
ANDREA
MADRIGAL
ANDREA
JUDío
MADRIGAL
JUDío
MADRIGAL
ANDREA
CERVANTES Y LOS JUDÍOS
¡Ay, sin ventura, que entrambas sienes me ha quebrado! ¡Ay triste!
Sí, que no le tiraste.
¡Ni por pienso!
Pues, ¿de qué se lamenta el hideputa?
Dice dentro otro judio.
Quítate, Zabulón, de la ventana, que ese perro español es un demonio, y te hará pedazos la cabeza con sólo que te escupa y que te acierte. ¡Guayas, y qué comida que tenemos! ¡Guayas, y qué cazuela que se pierde!
¿Los plantos de Ramá volvéis al mundo, canalla miserable? ¿Otra vez vuelves, perro?
¡Qué!, ¿aún no te has ido? ¿Por ventura quieres atosigarnos el aliento?
¡Recógeme este prisco!
Dicen del/tro.
¿No aprovecha decirte, Zabulón, que no te asomes? Déjale ya en mal hora; éntrate, hijo.
¡Oh gente aniquilada! ¡Oh infame, oh sucia raza, y a qué miseria os ha traído vuestro vano esperar, vuestra locura y vuestra incomparable pertinacia, a quien llamáis fIrmeza y fee inmudable contra toda verdad y buen discurso! Ya parece que callan; ya en silencio pasan su burla y hambre los mezquinos.
(LA J?ran sil/tima, vv. 420-475)
El episodio busca la comicidad, pero no sólo; también pretende re
alzar la verosimilitud de los hechos a través de situaciones realistas, o
asumibles como tales por un público castellano. Es posible, incluso,
que los espectadores o lectores no llegaran a creer en la veracidad de
la historia contenida en la comedia, pero las fugas cómicas sitúan la
C.ALVAR 45
acción en un nivel no pretencioso, perfectamente aceptable en su lógica interna.
¿Qué nos enseña este texto? Que los judíos comen «un guisado que llaman boronía» con «caldo prieto» y que no pueden comer tocino.Además, los cristianos parecen saber que se cubren la cabeza con «barretín», que invocan al «Dío», que se lamentan con los «plantos de Ramá» y que esta «raza» se encuentra en tan lamentable situación por su «vano esperar» y su «incomparable pertinacia». Todo ello hace que reciban insultos como ~~perro», ~(malditos», (~hideputa», ~(canalla miserable», «gente aniquilada», «infanle y sucia raza» o «nlezquinos». Ante el rencor y mal talante de Madrigal, los judíos de la sinagoga sienten asombro y miedo, pues es el mayor enemigo que tienen en el mundo.
Si se compara el episodio con el de Los baños de Argel, vemos que aquí se encuentran los mismos elementos que habíamos señalado en la tragicomedia argelina, enriquecidos ahora con la referencia a los «plantos de Ramá», lamentaciones de Raquel ante la pérdida de sus hijos (Jeremías, 31, 15). El resto, apenas añade nada a lo ya sabido: un judío llamado Zabulón y la cazuela con boronía y caldo prieto, que podría ser un guiso de día festivo. La boronía se describe en el Diccionario
de Autoridades como un guiso de berenjenas, tomates, calabaza y pimiento, todo ello mezclado y picado, que regularmente sirve para los días en que se prohíbe comer carne. Hay que advertir que en la época de Cervantes la boronía no debía llevar tomates. En cuanto al cal
do prieto, posiblemente se trate de arroz con caldo de carnero y manteca de vaca y pasas negras de Alejandría, según se anota en el Viaje de Turquía. Pero ninguno de los dos platos son característicos de los judíos, más inclinados a las delicias de la adatlna.
En las obras que hemos analizado, la presencia de los judíos responde a unas mismas necesidades de realismo y verosimilitud, por más que el tono pueda resultar despectivo o hiriente, pues al tln y al cabo, Cervantes no hace sino recoger y expresar los sentimientos de la sociedad en la que vive, buscando la complicidad del público y, con ello, resaltando el valor cómico de los episodios en los que aparecen los judíos.
Encontramos una situación levemente distinta cuando Sancho Panza hace su profesión de fe y expresa sus esperanzas de pasar a la posteridad:
46 CERVANTES Y LOS JUDÍOS
y cuando otra cosa no tuviese sino el creer, como siempre creo, firme y verdaderamente en Dios y en todo aquello que tiene y cree la Santa Iglesia Católica Romana, y e! ser enemigo mortal, como lo soy, de los judíos, debían los historiadores tener misericordia de mí y tratarme bien en sus escritos. Pero digan lo que quisieren; que desnudo nací, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano; aunque, por verme puesto en libros y andar por ese mundo de mano en mano, no se me da un higo que digan de mí todo lo que quisieren» (II, 8, p. 614).
2.4.Y los judíos reaparecen en la parte final de Los trabajos de Persdes
y Sígísmunda, compuesta en los últimos meses de vida de Cervantes, compendio de lo que pensaba nuestro escritor del arte, de la vida y
de la religión, así como sus más grandes amores, expresado todo en el tono más alto, vivo y exaltado, en palabras de E. Orozc09 .
Son cuatro los personajes judíos que se dan cita en los episodios romanos de las peripecias de Persiles y Sigismunda: Zabulón y su mu
jer, Abiud y Manasés. El nudo se organiza en torno al primero de ellos -que, por cierto, lleva el mismo nombre que los judíos que apare
cen en Los baños de Argel y en La gran sultana-, pues es el más caracterizado, el primero en tomar la palabra y presentarse:
Porque habéis de saber, señor -dijeron-, que nosotros somos judíos: yo me llamo Zabulól1, y mi compañero Abiud; tenemos por oficio adornar casas de todo lo necesario, según y como es la calidad de! que quiere habitarlas, y allí llega su adorno donde llega e! precio que se quiere pagar por ellas. (Persiles, IV, 3, p. 1337).
El oficio es la hostelería, apoyada en el engaño:
-Que me maten -dijo Abiud-, si no es éste el francés que ayer se contentó con la casa de nuestro compañero Manasés, que la tiene aderezada como casa real. (Persílcs, IV, 3, p. 1337).
No es sólo la hostelería y el engaño; también la magia, pues Hipólita
la Ferraresa recurre al judío Zabulón para conseguir el amor de Periandro: la mujer de Zabulón debe torcer la voluntad del peregri-
9 Orozco, 1992.
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no y, en caso de no lograr sus propósitos, deberá causar la muerte a
su antagonista, Auristela:
Si este peregrino tuera pobre, no trujera consigo cruz tan rica, cuyos muchos y ricos diamantes sirven de claro sobrescrito de su riqueza: de modo que la fuerza desta roca no se ha de tomar por hambre; otros ardides y mañas son menester para rendirla. ¿No sería posible que este mozo tuviese en otra parte ocupada el alma? ¿No sería posible que esta Auristela no fuese su hermana? ¿No sería posible que las finezas de los desdenes que usa conmigo los quisiese asentar y poner en cargo a Auristela? ¡Válame Dios, que me parece que en este punto he hallado el de mi remedio! ¡Alto! ¡Muera Auristela! Descúbrase este encantamento; a lo menos, veamos el sentimiento que este montaraz corazón hace; pongamos siquiera en plática este disignio; enferme Auristela; quitemos su sol delante de los ojos de Periandro; veamos si, faltando la hermosura, causa primera de adonde el amor nace. falta también el mismo amor: que podrÍa ser que, dando yo lo que a éste le quitare, quitándole a Auristela, viniese a reducirse a tener más blandos pensamientos; por lo menos, probarlo tengo, ateniéndome a lo que se dice: que no daña el tentar las cosas que descubren algún rastro de provecho.
Con estos pensamientos algo consolada, llegó a su casa, donde halló a Zabulón, con quien comunicó todo su disignio, confiada en que tenía una mujer de la mayor fama de hechicera que había en Roma, pidiéndole, habiendo antes precedido dádivas y promesas, hiciese con ella, no que mudase la voluntad de Periandro, pues sabía que esto era irnposible, sino que enfermase la salud de Auristela; y, con limitado término, si fuese menester, le quitase la vida. Esto dijo Zabulón ser cosa tacil al poder y sabiduría de su mujer. Recibió no sé cuánto por primera paga, y prometió que desde otro día comenzaría la quiebra de la salud de Auristela.
No solamente Hipólita satisfizo a Zabulón, sino amenazóle asimismo; y a un judío dádivas o amenazas le hacen prometer y aun hacer imposibles. (Persiles, IV, 8, pp. 1357-1358).
Así es, en efecto. La judía hace sentir a Auristela-Sigismunda el po
der de sus hechizos, y la bella joven enferma y pierde su belleza, lo
que lleva al conde de Nemurs a desamarla, dejando el terreno libre a
Periandro, que no soporta los sufrimientos de su amada y, que en de
finitiva, también le llevan a enfermar. Ante el nuevo rumbo de los
acontecimientos, Hipólita pide a la judía que interrumpa el hechizo,
lo que hace que tanto Auristela como Periandro recuperen la salud y,
con la salud, la belleza.
48 CEIWANTES y LOS JUDÍOS
Aposentadores de incautos peregrinos y mujer hechicera; todos ellos atraídos por el dinero: ésa es la imagen de los judíos en la última obra de Cervantes.
3 Llegamos al final. ¿Qué sabía el autor del Quijote de los judíos?
Poca cosa, y lo poco que sabía se puede considerar superficial, o al menos, al alcance de cualquier español medianamente culto.
A juzgar por los textos, la mayor parte de ellos se llaman Zabulón, y a este nombre sólo lo acompañan los de Abiud y Manasés. Hay que señalar que Zabulón no es sólo el nombre del décimo hijo de Jacob, sino que también, según Covarrubias, «algunos escritores eclesiásticos le toman por el diablo»lO, y el hecho de que, en el v. 2520 de Los ba/105 de Argel, Cervantes cite al diablo tras el nombre de Zabulón, hace pensar que nuestro autor posiblemente no discreparía de la opinión de esos «escritores eclesiásticos».
La mujer de Zabulón recibe el nombre de Julia, si es que no se trata de un error por (~udía». Y el otro nombre femenino hebreo es Raquel; ningún otro nombre propio de mujer judía, si exceptuamos Judit, que se había convertido en otro tópico de los Siglos de Oro.
Todos ellos son codiciosos, dedicados al comercio en distintas facetas, visten copete, chinelas y llevan los cabellos sobre la frente, con rostro mezquino. No trabajan los sábados y no comen cerdo, y al parecer el día de fiesta guisan cazuela mojí y boronía y caldo prieto, pero en realidad se trata de platos poco característicos, pues también podían encontrarse en ¡TIesas cristianas, sin despertar las suspicacias inquisitoriales.
¿Qué nos queda? Quizás Cervantes conociera alguna palabra hebrea, igual que conocía muchas turcas o italianas, pero no. Ni los términos culinarios, ni los referidos a la vestimenta reciben denominaciones que puedan asociarse a la lengua semítica. Sólo se ha hablado en alguna ocasión de la fornla «desnlazalado», que aparece en tres ocasiones a lo largo de la obra de Cervantes, en la Señora Comelia, en el Coloquio de los perros y en el Quijote, siempre aplicado a un estado de ánimo:
10 Covarrubias, Tesoro.
C.ALVAK 49
¡Ay señora de mi alma! ¿Y rodas esas cosas han pasado por vos y estáisos aquí descuidada y a pierna tendida? O no tenéis alma, o tenéisla tan desmazalada que no siente (SC, p. 653a) [La cursiva es mía].
y así, quedando el alma inútil, floja y desmazalada, no puede levantar la consideración siquiera a tener algún buen pensamiento (CP, p. 678b) (el énfasis es mío).
No andes, Sancho, desceñido y flojo, que el vestido descompuesto da indicios de ánimo desmazalado, si ya la descompostura y flojedad no cae debajo de socarronería, como se juzgó en la de Julio César (II, 43, p. 429a) [La cursiva es mía].
Covarrubias, contemporáneo de Cervantes, recoge el término y lo define como equivalente a «desaliñado y mal compuesto»; sería una metáfora «tomada de las mercadurÍas, que vienen atadas y hechas ma
zos, y así amazoladas y desatadas va cada pieza por su parte y esto se puede decir desmazolar». Y parece claro que, aunque de origen hebreo, formaba parte del patrimonio léxico castellano por lo menos
desde 1425, pues se atestigua en el Callcionero de Baena, como han puesto de relieve J. MalkieP 1 y, siguiendo su huella, J. Corominas en el Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana (5. v. desmazalado).
También de origen hebreo es trtIe, como ya hemos indicado, que se documenta en el español de Nebrija y de Lucas Fernández, en fray Luis de León y en Pedro de Espinosa; es decir, también formaba parte de nuestro patrimonio léxico desde finales del siglo xv y resultaba término común todavía en el siglo XVI], aunque de connotaciones vulgares, según el mismo Espinosa.
En cuanto a las alusiones al Antiguo Testamento, numerosas y desperdigadas a lo largo de toda la obra de Cervantes, sólo atestiguan un conocimiento que poseía todo cristiano, y a mi modo de ver no va
len para extraer conclusiones sólidas que vayan más allá. En fin, mucho ruido y pocas nueces. Cervantes era muy posible
mente de origen converso, lo que no es igual a decir que fuera converso, ni mucho menos, criptojudÍo. Tras dos o tres generaciones, o
11 Malkiel, 1947.
50 CERVANTES Y LOS]UDíos
más, no le quedaba más cultura judía que a cualquiera de sus contemporáneos, también ellos en gran parte de origen converso.
C. ALVAR 51
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