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Una cultura que nicamente se preocupara de las cuestiones cientfico-tcnicas, valorando slo la "informtica", que
permite conocer y controlar todos los "hechos", sera una "pequea cultura", ajena a las "grandes" preguntas planteadas
por esa misma real
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CIENCIA Y FE: EL MERCURIO Dgo. 5/8.01
Del Dios-Causa al Dios-Sentido
Antonio Bentu
a.- El hombre moderno no suele ya preguntarse por Dios a partir de la observacin de algn fenmeno que lo obligue a
postular su existencia como "causa sobrenatural". La metodologa cientfica lo lleva a considerar todos los fenmenos
ocurridos en la naturaleza como susceptibles de la explicacin autnoma, presente o futura, propia de las ciencias, sin que
considere necesario recurrir nunca, para ello, a las causas sobrenaturales, tal como se postulaban en la cultura
"premoderna".
Aun as, la cuestin fundamental, planteada por la realidad, remite a la "gran conciencia" previa, capaz de hacer posible
que las "pequeas conciencias" puedan descubrir cientficamente y aplicar tcnicamente los mecanismos inherentes al
mundo, del cual ellas mismas han surgido, como resultado de las posibilidades causales que estas mismas conciencias
descubren en el proceso mundano del cual emergieron ("enantropa"). Tanto ms si era casi imposible, de tan improbable,
que se diera el hecho de la conciencia, como resultado de las infinitas posibilidades evolutivas a que los mecanismos
mundanos estaban abiertos. Y es precisamente esa "pequea conciencia" la nica capaz de ir ms all del simple anlisis
de los procesos evolutivos "de hecho", experimentando una profunda admiracin de s misma, as como del proceso
evolutivo que la hizo posible, a pesar de su absoluta improbabilidad.
Pero la pregunta ms fundamental que esta conciencia hoy se plantea no es quin hizo este mundo? Siguiendo este
interrogante, las ciencias investigaran los mecanismos de causa-efecto, sin descubrir nunca algn poder sobrenatural que
los explicara (Dios). La pretensin de "verificar positivamente" una realidad divina resulta contradictoria en s misma. Tal
como ya lo expresa San Juan: "A Dios nunca lo ha visto nadie" (1 Jn 4). El mundo es slo mundo, finito o infinito, en
todos los procesos, plenamente autnomos en su facticidad.
En su famoso libro Historia del tiempo. Del Big Bang a los agujeros negros (Barcelona, Ed. Crtica, 1988), Stephen
Hawking postula la posibilidad real del universo como espacio-tiempo cerrado en s mismo, autosuficiente en sus
procesos de causa-efecto y, por lo mismo, sin necesidad de un "primer motor" o creador: "En tanto, en cuanto el universo
tuviera un principio, podramos suponer que tuvo un creador. Pero si el universo es realmente autocontenido, si no tiene
ninguna frontera o borde, no tendra principio ni final; simplemente sera. Y qu lugar queda, entonces, para un creador?"
(p. 187).
El problema, sin embargo, est en saber cmo resulta posible que este conjunto autnomo del universo espacio-temporal,
hecho de procesos naturales infinitos de causa-efecto, sea, en cambio, inteligible para la razn humana, tanto en sus
diferentes partes como, quizs, en el todo, de manera que pueda ser objeto del anlisis de la inteligencia cientfica, capaz
de descubrir todos sus mecanismos. Ante esta evidencia, Einstein expresaba su profunda admiracin al constatar que "lo
ms sorprendente del universo es que podamos pensarlo". Y es realmente sorprendente, hasta suscitar en el ser humano la
pregunta: Quin ha pensado el mundo, de tal forma que, luego, la ciencia pueda descubrir y hacer el seguimiento del
proceso perfecto de ese pensamiento previo? Puesto que la ciencia no crea nada; slo "descubre" la racionalidad inherente
ya en los procesos naturales, previos a su descubrimiento cientfico. La conciencia emergi como culminacin de un
proceso evolutivo "inconsciente" y, sin embargo, muy bien pensado. Y es de esa profunda inteligibilidad de la que la
conciencia cientfica de Einstein se admiraba. Pero tal inteligibilidad plantea la pregunta por la inteligencia fundante que
ha hecho posible que el mundo y sus infinitos procesos resulten inteligibles para la ciencia. Para obviar ese planteamiento,
a menudo se recurre al carcter supuestamente inteligente de la misma naturaleza mundana, previa al ser humano, con una
especie de pantesmo difuso y evasivo. En efecto, qu significado real puede tener la afirmacin de que el mismo
universo es inteligente? Tiene algn sentido postular que el sol, la luna o las galaxias son inteligentes, por s mismos, y
que ello les permite calcular tan exactamente el ciclo de sus respectivas rbitas? No sera ello equivalente a postular un
perfecto programa de computacin, sin programador? O bien, quiz habr que apuntar en otra direccin, planteando la
posibilidad de que el mundo y todos sus procesos, desembocando en la emergencia misma de la conciencia, sea puro azar
sin intencin alguna, de tal manera que la misma conciencia humana se haya dado como mero resultado de ese
inconsciente azar? Pero, en ese caso, el azar constituye un concepto contradictorio, puesto que se postula precisamente
para explicar un conjunto infinito de procesos ligados entre s, con mecanismos necesarios de causa-efecto, debido a lo
cual pueden ser objeto de un estudio rigurosamente cientfico, el cual excluye, por lo dems, la hiptesis del azar en la
causalidad natural, como tambin la supuesta intervencin de causas sobrenaturales. Tendramos entonces que, por un
lado, todos los pasos del proceso mundano se encuentran rigurosamente determinados y son, por lo mismo, procesos
necesarios; mientras que, por el otro, el conjunto de ese proceso, tan "inteligente" en cada uno de sus pasos sera el
resultado de un puro azar. El universo podra, as, constituir tan slo una enorme csmica "tomadura de pelo".
"El sentido del mundo..."
b.- No pretendo excluir que esa hiptesis sea inteligentemente defendible. De hecho, ha tenido brillantes expositores en
cientficos tales como C. Lvi-Strauss, quien compara el universo a una "puesta de sol" fantstica, que termina fatalmente
en la noche oscura de la nada (final de L'homme nu, Pars, 1971). Sin embargo, no creo tampoco que nadie puede dejar de
considerar igualmente inteligente, o quizs incluso ms, la hiptesis contraria, segn la cual la constatacin de un proceso
mundano, de inteligencia tan admirable en todos sus mecanismos inconscientes, debe remitir a un fundamento de
Inteligencia Superior, capaz de dar razn de esa prodigiosa inteligibilidad, contradictoria con el mero azar. Y ello no en
trminos de prolongacin "sobrenatural" ("por arriba") de los mismos procesos de la naturaleza, sino en trminos del
sentido final del conjunto. A ello mismo podra apuntar el mismo Hawking, al finalizar su libro con estas palabras: "Hasta
ahora, la mayora de los cientficos han estado demasiado ocupados con el desarrollo de nuevas teoras que describen
cmo es el universo, para hacerse la pregunta de por qu... No obstante, si descubrimos una teora completa, con el tiempo
habr de ser, en sus lneas maestras, comprensible para todos y no nicamente para unos pocos cientficos. Entonces
todos, filsofos, cientficos y la gente corriente, seremos capaces de tomar parte en la discusin de por qu existe el
universo y por qu existimos nosotros... Si encontrsemos una respuesta a esto, sera el triunfo definitivo de la razn
humana, puesto que entonces conoceramos el pensamiento de Dios" (pp. 223-224).
c.- Pero la hiptesis del azar, como criterio ltimo del universo, conlleva un planteamiento todava ms radical, debido a
la posibilidad de que, en definitiva, el absurdo sea la ltima palabra de la realidad. Azar y absurdo son aqu, en efecto,
conceptos casi equivalentes. Si el mundo fuera un proceso suscitado "por azar" espontneo, no tendra intencionalidad
alguna, y por lo mismo tampoco tendra razn de ser. Sera accidentalmente y, en definitiva, absurdamente.
Es sin duda posible una actividad cientfica que prescinda de la cuestin del "sentido"; sea ello debido al enfoque
metodolgico de limitacin del campo de anlisis slo a lo empricamente verificable, o bien a una actitud francamente
"positivista" que considera "oscurantista" toda pregunta que apunte a supuestas realidades no incluidas en el universo
emprico, interesndose slo en los anlisis o en el control de los procesos mundanos de causa-efecto y dejando fuera de la
conciencia el problema de fondo que amenaza el sentido mismo de esa investigacin "positiva", debido al riesgo de
absurdo final del todo, ya que los hechos son slo "hechos", sin que garanticen, de por s mismos, "razn de ser" alguna,
desvinculados de una intencionalidad fundante.
La racionalidad de la pregunta por Dios surge, pues, de esta conciencia angustiada del riesgo de absurdo final. Y la fe se
constituye precisamente en esa paradoja entre la angustia expresada en aquel "Dios mo, Dios mo, por qu me has
abandonado" y la esperanza confiada del "Padre, en tus manos encomiendo mi vida". Creer no consiste, pues, en postular
causas sobrenaturales, como suplencia "precientfica" del descubrimiento de las causas inherentes a los procesos de la
misma naturaleza. El interrogante sobre Dios se refiere, ms bien, a la pregunta fundamental sobre el sentido de la
existencia, puesto que ese sentido, o no existe - siendo todo, en definitiva, un absurdo azar- , o bien trasciende el mundo y
sus procesos autnomos. Tal como lo expresaba Witgenstein: "El sentido del mundo debe quedar fuera del mundo. En el
mundo todo es como es y sucede como sucede; en l no hay ningn valor y, aunque lo hubiese, no tendra ningn valor. Si
hay un valor que tenga valor, debe quedar fuera de todo lo que ocurre y de todo ser-as. Pues todo lo que ocurre y todo
ser-as es casual. Lo que lo hace no casual no puede quedar en el mundo, pues de otro modo sera a su vez casual. Debe
quedar, pues, fuera del mundo" (Tractatus..., Tesis 6.41).
As, pues, una cultura que nicamente se preocupara de las cuestiones cientfico-tcnicas, valorando slo la "informtica",
que permite conocer y controlar todos los "hechos", sera una "pequea cultura", ajena a las "grandes" preguntas
planteadas por esa misma realidad sobre la cual puede lograrse tan abundante informacin.
De esta manera, tanto la "informtica" como el "poder fctico" que ella otorga no sern nunca capaces de satisfacer la
inquietud fundamental del corazn humano por su "razn de ser", que es donde se juega su felicidad. Puesto que, as como
la angustia es la "conciencia del absurdo", la felicidad es la "conciencia del sentido" que, en trminos religiosos, llamamos
Dios.
Profesor titular de la Pontificia Universidad Catlica
2000 Empresa El Mercurio