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UNIVERSIDAD RAFAEL LANDÍVAR
FACULTAD DE TEOLOGÍA
EL EFECTO LIBERADOR DEL PERDÓN
TESIS
LICENCIATURA EN TEOLOGÍA
OLGA LUCRECIA DÍAZ SAMAYOA DE MONTES
Carné 2504307
Guatemala, Febrero del 2013
Campus Central
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UNIVERSIDAD RAFAEL LANDÍVAR
FACULTAD DE TEOLOGÍA
EL EFECTO LIBERADOR DEL PERDÓN
TESIS
Presentada ante el Consejo de la Facultad de Teología
Por:
OLGA LUCRECIA DÍAZ SAMAYOA DE MONTES
Previo a conferírsele el grado académico y título profesional de:
LICENCIADA EN TEOLOGÍA
Guatemala, Febrero 2013
Campus Central
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AUTORIDADES DE LA UNIVERSIDAD RAFAEL LANDÍVAR
P. Rolando Enrique Alvarado López, S.J Rector .
Dra. Lucrecia Méndez de Penedo Vicerrector Académico
P. Carlos Cabarrús Pellecer, S.J Vicerrector de Investigación y Proyecto
P. Eduardo Valdés Barría, S.J Vicerrector de Integración Universitaria
Lic. Ariel Rivera Arias Vicerrector Administrativo
Licda. Fabiola de la Luz Padilla Secretaria General
CONSEJO DE LA FACULTAD DE TEOLOGÍA
M.A. Rodolfo Alberto Marín Angulo Decano
Padre Héctor Estrella Vice Decano
Lic. Guillermo Enrique Téllez Secretario
Hno. Abdón Camacho FSC Director del ICRE
M.A. María de la Luz Ortiz Martínez Directora Licenciatura en Teología
M.A. María de la luz Ortiz Martínez Directora del Diplomado en Teología
ASESOR DE TESIS
Lic. Oswaldo Escobar Aguilar. Ocd
REVISOR DE TESIS
M.A. María de la Luz Ortiz Martínez
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AGRADECIMIENTOS
A DIOS.
Por haberme llamado y permitirme ser parte de los que construyen el Reino.
A MI AMADO ESPOSO: HUGO ROLANDO MONTES MENDOZA. Por su amor y apoyo
incondicional, por animarme e impulsarme durante toda la carrera.
A MIS HIJOS: CHARY, MA. FERNANDA, COCA, RODRIGO, PABLO Y BETO. A quienes
quiero con toda mi alma.
A MIS PADRES: Lic. VICENTE DÍAZ SAMAYOA (Q.E.P.D.) y MA. LAURA v DE DÍAZ
SAMAYOA. Por haber sembrado en mí la fe, el temor a Dios y el amor hacia Él; por su ejemplo
que sembró en mi vida los valores que rigen mi vida.
A MI ABUELITA: ROSARIO HERRERA DE GUEVARA (Q.E.P.D.) Por haberme formado en la
fe y porque su ejemplo y consejos marcaron mi vida.
A MIS HERMANOS: FERNANDO, SILVIA, CAROLINA, LAURA (Q.E.P.D.) Y PERLA. Por ser
mis compañeros y amigos con quien he compartido momentos inolvidables.
A MI SUEGRA: LAURA DE MONTES. Por su cariño consejos y apoyo incondicional.
A MIS AMIGOS Y CONSEJEROS: P. RANDOLFO ELÍAS, P. SALVADOR ROJAS, P. ANIBAL
ÁLVAREZ, MONSEÑOR WILY FLORES (Q.E.P.D.) Y JORGE LUIS SAMAYOA GODOY. Por
haber estado conmigo en los momentos más difíciles y alegres de mi vida, apoyándome y
guiándome por los caminos del Reino.
A MIS ASESORES Y REVISORES DE TESIS: Lic. OSWALDO ESCOBAR AGUILAR ocd.
M.A. DE LA LUZ ORTIZ MARTINEZ: Gracias por su amistad, su apoyo, dirección y asesoría en
la elaboración de mi tesis.
A LA FACULTAD DE TEOLOGÍA DE LA UNIVERSIDAD RAFAEL LANDÍVAR Y TODOS SUS
CATEDRÁTICOS. Gracias a los cuales pude hacer realidad mis sueños de prepararme para
poder ejercer bien mi labor misionera.
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ÍNDICE
CONTENIDO PÁGINA
INTRODUCCIÓN 10
CAP.I. ETIMOLOGÍA DEL PERDÓN Y RESENTIMIENTO 18
1. El Perdón. 18
2. Elementos del Perdón. 21
3. El Resentimiento. 21
CAP. II. QUÉ DICE LA SAGRADA ESCRITURA ACERCA DEL PERDÓN 23
1. El Perdón en el Antiguo Testamento, 23
2. Perdón en el Nuevo Testamento. 28
CAP. III. QUÉ DICE LA IGLESIA ACERCA DEL PERDÓN 39
1. Los Padres de la Iglesia y el Perdón. 41
2. La Iglesia actual y el perdón. 48
3. Absolución de los pecados en la Iglesia Católica. 60
4. El Espíritu Santo y el Bautismo 62
5. El Espíritu Santo y la Penitencia 64
6. El Espíritu Santo y la Eucaristía para el perdón de los pecados 71
7. Relación entre los Sacramentos y el misterio Pascual 72
CAP.IV. REFLEXIONES SOBRE EL PERDÓN 74
1. Tipos de Perdón. 75
2. Falsas Concepciones del Perdón. 77
3. Causas y Efectos de la falta de Perdón como individuos y como Sociedad. 80
4. Consecuencias para quien perdona. 82
5. Necesidad de perdonar para sanar nuestra Vida. 84
6. Aspectos de la Capacidad de Perdonar. 89
7. ¿Con qué y quienes se está resentido? 91
8. Perdonar es liberarse. 92
8
CAP. V. QUÉ HACER PARA PERDONAR 96
1. Pasos y Etapas para logra el perdón auténtico. 99
1.1 Reconocer que le han ofendido 99
1.2 Querer Perdonar 101
1.3 Le corresponde hacerlo a Dios y a su poder de curación 102
1.4 Exteriorizarlo 104
CAP. VI. CONSECUENCIAS PARA QUIEN PERDONA 107
1. Modificar los sentimientos Negativos. 107
2. Perdón y Prudencia. 108
3. Perdonar y Olvidar. 109
CONCLUSIONES 111
RECOMENDACIONES 116
BIBLIOGRAFÍA 121
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EL EFECTO LIBERADOR DEL PERDÓN
“Si soy capaz de amarme y perdonarme a mí mismo, lo seré también de perdonar y
amar a los otros, porque en el fondo, todos somos uno…”
RESUMEN
El presente trabajo surge del interés que despierta un tema tan humano, controversial,
espiritual y tan actual “el efecto liberador del perdón”. El logro de tan delicado tema,
constituirá, la liberación y sanación de la persona en sus áreas físicas, espirituales y
emocionales, así también como su interrelación personal; definitivamente, las
necesidades humanas son diversas y la intensidad con que se viven lo es de igual
manera, por lo tanto, no pueden sufrir cuantificación en base a una escala establecida,
mucho menos determinar el tiempo en que un proceso basado en las necesidades
puede durar.
En el caso del efecto del perdón, los elementos que intervienen, humanos, entran en
una dinámica en la que la acción del Espíritu Santo, la ayuda profesional, el uso de la
razón, etc., no pueden realizar una verdadera acción sanadora, ya que para el logro
efectivo, la actitud es sin duda alguna factor determinante.
Hablar y escribir sobre un tema tan humano y tan espiritual, permite llegar a la
conclusión, que la humanidad sufre de tantas enfermedades físicas, mentales,
emocionales y espirituales por falta de perdón, así mismo la violencia, la cólera, la
culpabilidad, el deseo de venganza y el miedo, son consecuencia de lo mismo.
El efecto liberador del perdón, es sin duda un acontecimiento que permite al ser
humano dinamizarse, emprender y proseguir su vida libremente por un camino, lleno de
admirables satisfacciones; la oración es por lo tanto, el instrumento facilitador de este
suceso.
10
INTRODUCCIÓN
Vivir en el pasado es morir al presente, se pierde el ahora cuando se permanece en el
ayer. El pasado encadena, atrapa y mata. El presente libera, crea y da vida. Solo en el
tiempo del ahora se puede vivir satisfactoriamente. El pasado es el recuerdo doloroso,
el sentimiento que se convirtió en resentimiento, la experiencia dolorosa que se le llama
culpa. El amor que se transformó en odio, la sensibilidad que se vuelve
sentimentalismo. Experiencias de dolor, miedo, culpa, insatisfacción y tristeza. Pesada
carga que a veces se lleva, equipaje que no permite vivir sino sobrevivir a duras penas.
Se accede al presente cuando se perdona a sí mismo y se perdona a los demás.
Perdón, palabra mágica y sanadora. Perdonar no es aceptar los hechos ocurridos, no
es olvidar, tampoco es negar lo que pasó. El perdón no justifica pero tampoco juzga. El
perdón libera del pasado y pone en el tiempo presente, en el ahora, en el tiempo de
Dios. Momento maravilloso donde existen todas las posibilidades de cambio y
transformación; en el cual se comprende y no solo se entiende, se acepta pero no se
resigna, se aprende para crecer y no para sufrir. Se deja de ser víctima y se convierte
en aprendiz.
Es necesario abrir el corazón al perdón, liberarlo de toda esa carga que está pesando y
no deja avanzar. Perdonar desde la comprensión amorosa, no para cambiar a los que
hicieron daño o justificar los hechos acontecidos. Perdonar para poder ser felices y
recuperar la paz. Comprender que detrás de todo hecho por más doloroso y funesto
que acontece siempre existe un significado profundo. Es forzoso perdonarse a sí
mismo, recupera la integridad y la inocencia. Sobre todas las cosas que se hayan
hecho, cometido o protagonizado; es preciso considerar que se sigue siendo inocente a
pesar de todo. Librarse del miedo, del dolor y de la culpa. Sentir que todos tienen el
derecho de equivocarse alguna vez, pero también se tiene la obligación de aprender
para no repetir la experiencia dolorosa.
11
Se debe perdonar a los demás, mirar en cada agresor una víctima de su pasado. En
cada hecho de dolor una enseñanza de la cual hay que aprender. No es permitido
convertirse en víctima de otras víctimas y en victimario de los demás. Aceptar los
hechos que ocurrieron, no como resignación sino como actitud transformadora para el
cambio. Convertir ese odio y resentimiento en comprensión amorosa, la culpa en
aprendizaje y el miedo en coraje.
Perdonar a Dios, con el cual se enojan las personas, acusándole de lo desagradable
que ocurre o le hace daño, sin darse cuenta que, todo lo que sucede es consecuencia
de los hechos cometidos o de los actos que otros han realizado. Todo lo que se hace
tiene una secuela, positiva o negativa que se tiene que aprender a enfrentar con
responsabilidad y mucha humildad, sin acusar a Dios por ello.
Mientras no exista reconciliación con Él, reconociendo que no es Él quien mandó la
prueba que se está viviendo, sino que es consecuencia del actuar humano; la relación
de amor Padre-hijos, está bloqueada, y sin esa relación, la vida pierde su sentido, la
persona se siente sola, defraudada, abandonada, sin norte, no encuentra la razón de
vivir... se enferma, se amarga, se deprime.
Perdón, perdonarse, perdonar. Hace mucho tiempo alguien había ya enseñado lo
mismo cuando dijo: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen…”. (Lc 23,34)
Ahora es el momento de aprender, porque ya no hay más tiempo que perder.1
“Perdonar, una tarea a la que el cristiano no puede hacer oídos sordos, una
práctica que muchas veces conlleva con ella misma un sentimiento de alivio
tanto para el que perdona como para el que es perdonado. Sin duda que él no
perdonar nos ata en nuestro interior, y se encarga de hacer crecer grandes
sentimientos de rencor, amargura, etc. Creando un germen con capacidad de
crecer y condicionarnos”.2
1 EL PODER SANDOR DEL PERDÓN. Base de datos en línea. (Consultado el 16 de julio 2012). Disponible en:
http://www.bibliotecapleyades.net/ciencia/esp_ciencia_bioenergetica04.htm 2 PEREIRA, Fabio Miguel ,Base de datos en línea (consultado el 22 de septiembre de 2012) disponible en:
http://reflexionesbreves.blogspot.com/2007/09/el-perdn.html 3 Ibídem
12
Todo aquel que se dice cristiano, debe tener especial cuidado en lo que significa el
perdón, a fin de no estancarse y hundirse en sentimientos negativos que lo aleje de
Dios.
“También entiendo que no siempre perdonar signifique restablecer la anterior
relación, pero indefectiblemente creo que es necesario el perdón, es más de
una oportunidad; esto no es tan fácil, y a veces entra dentro del rango de lo
imposible.
Quizás ante la mayoría de las ofensas que recibimos o cometemos no sea tan
complejo el ejercitar esta disciplina, ya que está más que claro que todos
somos seres falibles y que cometer errores que dañan u ofenden a otros, de
alguna u otra manera es algo que todos atravesamos o cometemos en más
de una oportunidad… Lo que sucede es que seguir las enseñanzas del
Maestro no es una tarea que cualquiera pueda interpretar de una manera
lógica, tampoco que se pueda comprender solo con el intelecto”.3
Perdonar es tarea difícil, de hecho parece ser que en algunos casos suena imposible,
sin embargo, el ejercitar el proceso de perdón puede representar una oportunidad de
interpretar de manera racional, las ofensas ajenas o nuestras propias faltas.
Dijo Jesús: “Ama a tu enemigo”. Esto es imposible de entender. También dijo: “Porque
si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro
Padre Celestial; más si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro
Padre os perdonará vuestras ofensas”. (Cf. Mt 6,14-15)4
La lógica de Jesús respecto al perdón, al entendimiento humano resulta una utopía,
pero para el hombre que sigue a Cristo, el perdón es camino de salvación.
“Pero qué sucede cuando hablamos de situaciones muy graves, que
desataron años de dolor, vidas frustradas, daños físicos y psíquicos que
repercutieron a través de toda nuestra vida. ¿Qué pasa con el padre que
4 Ibídem
13
abandona a su hijo sin importarle nada?, ¿Qué pasa con un violador que se
aprovecha de la inocencia?, ¿Qué sucede con muchas situaciones que son
tan complejas que parece imposible aplicar perdón?, ¿Tenemos también que
perdonarlas?, ¿Amar a nuestros enemigos, perdonar siempre? Esto es
lógicamente imposible y creo que no estamos humanamente preparados para
perdonar este tipo de herejías… Y seguramente si se quisiera con buena
intención perdonar, pero no puede hacerlo, es que simplemente no estamos
capacitados para hacerlo por nosotros mismos… El poder perdonar estas
situaciones no está dentro de las capacidades humanas. Lo que sucede es,
que seguir las enseñanzas de Jesús a veces significa ir en contra de toda la
lógica, pero el único que nos puede sanar de estos dolores arraigados en
nuestro interior es Él. Enseña la Biblia que el Espíritu santo nos ayuda en
nuestra debilidad y solo es capacidad de Él poder perdonar todo…Lejos de
Jesús solo hay una vida carente de plenitud”.5
Todos los seres humanos han pasado por momentos en donde han sido lastimados, y
a la vez han herido a otros, y es solamente a través de experiencias agradables y
desagradables, que ha aprendido; que por medio del proceso de perdonar, es que se
adquiere capacidad para crecer en sabiduría y amor.
Cada día al rezar el Padre Nuestro, se pide perdón a Dios por errores o
equivocaciones que se han cometido, ya sea directamente hacia Él o hacia los
semejantes; es necesario entonces, perdonar a los que de igual forma les han
ofendido. Pero ahí está el detalle, a la naturaleza humana, carnal, no le es fácil
perdonar y olvidar los agravios. Sin embargo sí le es fácil olvidar lo que hizo cuando
procedió de tal manera.
Cuando Pedro le pregunta a Jesús cuántas veces debe perdonar… “Pedro se acercó
entonces y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me
haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?» Dícele Jesús: «No te digo hasta siete veces,
sino hasta setenta veces siete». Pedro pensaba que esa cantidad era grande y
5 Ibídem
14
misericordiosa. Sin embargo asombra la respuesta inteligente de Jesús: “Pedro tú
debes de perdonar hasta setenta veces siete”. (Mt 18,21-22)
“Y es que el pecado nos aparta de la comunión con Dios. Cuando albergamos
en nuestros corazones resentimientos y malos sentimientos. Cuando
permitimos que las raíces de amargura se aniden en nuestro ser, nos
exponemos a vivir una vida de infelicidad y más aún superficial. El mejor
ejemplo lo vemos en Jesús quien pese a todo lo que tenía que sufrir muriendo
en la Cruz del Calvario, lo hizo de manera incondicional para ofrecernos una
sanidad total del alma”.6
San Pablo escribió en su segunda carta a los Corintios “Pues si alguien ha causado
tristeza, no es a mí quien se la ha causado; sino en cierto sentido - para no exagerar - a
todos vosotros. Bastante es para ese tal el castigo infligido por la comunidad, por lo que
es mejor, por el contrario, que le perdonéis y le animéis no sea que se vea ése hundido
en una excesiva tristeza. Os suplico, pues, que reavivéis la caridad para con él”. (2 Cor
2,5.8) Por ese motivo es preciso cuidarse de no ofender a los demás, medir el
alcance de los gestos y palabras; teniendo presente que su alcance puede ser
devastador. Aunque cueste hacerlo, hay que perdonar... Perdonar no es fácil. Nunca lo
ha sido y, de seguro, no lo será. Pero es el camino más rápido para liberarse de la
pesada carga que genera.
La decisión de asumir el perdón es propia y voluntaria. Es una decisión personal. Pero
seguramente, si se perdona, se dará la liberación de una pesada carga emocional que
enferma e impide crecer como cristianos y como personas.
La vida de la autora ha estado llena de logros, luchas y grandes esfuerzos que paso a
paso le han ido acercando a lo que quiere, ha sido un largo caminar, una escuela muy
dura; aprendió a amar sin ser amada, a dar sin esperar nada a cambio, a llevar su cruz
sin renegar, ofreciéndole a Dios su sufrimiento, como ofrenda de amor. Muchas
personas le señalaron y le marginaron tantas veces, más sin embargo siempre hubo
6 AVILEZ, Brenda. No te turbes, no te afanes del 31 de julio del 2010. Base de datos en línea del artículo. (consultado el 7 de julio
del2012) disponible en: http://www.devocionaldiario.com
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alguien, que estuvo con ella auxiliándole, pudiendo descubrir en cada una de ellas, el
rostro de Dios, la voz de Dios diciéndole: “No temas, ni te turbes, porque contigo está
Yahvéh, tu Dios, a donde quiera que vayas” (Josué 1,9).
Sin embargo, ha tenido que cuidarse continuamente de un enemigo capaz de destruir
sin piedad tanto trabajo construido, sus propios resentimientos, causados por la falta de
perdón que equivale a tomar a sorbos un veneno que enferma y termina matando.
Mientras el dolor pasa, el rencor se queda agravándose como una herida que no se
deja sanar.
El resentimiento es como un monstruo, que toma el tamaño que se le dé, se puede
alimentar con los pensamientos de queja y autocompasión, entre más se queje, más
parte de su vida invade. La energía que se le dé a ese fantasma, es la misma que se
puede emplear para construir los sueños o una vida más plena y feliz. Quien no
perdona sin darse cuenta poco a poco se aísla, empieza a olvidar o dejar de disfrutar lo
grato de su vida. Con el rencor hacemos más difícil, lo difícil y lo agradable se opaca
con el tormento de la amargura.
Digno es quien perdona. Es estúpido pensar en la venganza que mantiene anclado el
dolor. La venganza sabia es dejarlo ir, seguir adelante, es construirse en vez de
destruirse.
El perdón es un regalo, para sí mismos. Es regalarse paz. Es soltar la carga. La autora
ha aprendido, no a perdonar para que el otro cambie, sino a aceptarlo; el otro nunca va
a ser como se quisiera, eso no depende de nadie. Optó por no darle a nadie el poder
de hacerla infeliz. Perdonar porque ha decidido hacerlo, retomar su poder, su inmensa
capacidad de construir su propia tranquilidad y desea compartirlo.
“Los psicoterapeutas sugieren incrementar el perdón, aunque ciertamente ese
tema ha sido dominado por la teología y la filosofía; los antecedentes
psicológicos, las propiedades y las consecuencias de perdonar han sido
16
estudiadas desde una variedad de enfoques como el social, el jurídico, el
organizacional y el cultural”.7
Además se ha extendido el conocimiento de la experiencia del perdón no solo a los
demás sino también hacia sí mismo y a la capacidad de perdonar en términos del
esfuerzo para restaurar sentimientos de amor y confianza, de tal manera que, tanto
víctimas como victimarios puedan poner punto final a un vínculo destructivo.
La falta de perdón es como un veneno que se toma a diario a gotas, pero que
finalmente termina envenenando. Muchas veces se piensa que el perdón es un
regalo para el otro sin darse cuenta que los únicos beneficiados son los que lo
otorgan.
Lo que motivó el tema de esta tesis fue una experiencia personal que llevó a descubrir
que a través de la decisión de perdonar y el proceso que conlleva, se puede
desarrollan una mejor calidad de vida. Por lo que el objetivo que se busca en este
trabajo es mostrar la importancia de perdonar para poder vivir plenamente la vida y
lograr ser personas completamente realizadas y felices; así como mostrar los pasos a
seguir para lograr perdonar verdaderamente, ya que sí es posible perdonar. De la
misma manera, se pretende que el lector logre mantener la actitud de perdón ante
situaciones concretas de la vida.
La metodología utilizada para desarrollar cada tema es la de la Investigación, análisis
personal y la aplicación del método ver-juzgar y actuar.
El contenido de esta tesis constará de seis capítulos. El primero versará sobre el
significado del perdón y los elementos que lo componen así como también describe lo
que se entiende por resentimiento. El segundo tratará sobre lo que la Sagrada
Escritura dice acerca del perdón haciendo notar el contraste entre el Antiguo y Nuevo
7 STRELAN & COVIC, 20006. Tomado del artículo Psykhe (Santiago) versión On-line ISSN 0718-2228
Psykhe v.19 n.1 Santiago mayo 2010 (consultado el 10 de agosto de2012) disponible en: http://www.scielo.cl
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Testamento. El tercer discurrirá sobre lo que la Iglesia nos enseña sobre el perdón,
abarcando pensamientos desde los Primeros Padres, hasta nuestros días y el poder de
los sacramentos para sanar los pecados. El cuarto considerará los diferentes tipos de
perdón, así como las falsas concepciones del mismo, expondrá también las causas y
efectos de la falta de perdón y las consecuencias para quien perdona, tanto en el
individuo como en la sociedad, enfatizando la necesidad de perdonar para sanar la
vida y los aspectos de la capacidad de perdonar haciendo un análisis sobre con quién
o con qué se está resentido. En el quinto hace referencia a los pasos a seguir para
poder lograr perdonar, finalizando con el sexto que atenderá las consecuencias
positivas y sanadoras para quien perdona.
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CAPÍTULO I
ETIMOLOGÍA DE PERDÓN Y RESENTIMIENTO
1. PERDÓN
El perdón es una expresión de amor. La presencia de Dios es la paz y el lenguaje de
Dios es el Amor. Jesús, quiere que los hombres y mujeres sean felices y
profundamente amorosos "Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en
abundancia" (Jn 10,10). Así se puede ver que la acción de Jesús es siempre de perdón,
de sanación, de liberación. (Cf. Lc 4, 18-19)
Digno es quien perdona; así como es estúpido pensar en la venganza que mantiene
anclado el dolor. La venganza sabia es dejarlo ir, seguir adelante, es construir en vez
de destruir, por lo que el perdón es un regalo, para sí mismos. Es regalarse paz, es
soltar la carga. No se debe perdonar para que el otro cambie, sino acéptalo, tal como
es. Se debe optar por no darle a ninguna persona o motivo el poder de hacerle infeliz,
de robarle la paz. Es preciso perdonar por decisión, retomar el poder, la inmensa
capacidad de construir la propia tranquilidad.
Se puede aseverar que el perdón es el medio para reparar lo que está roto, toma el
corazón roto y lo repara, engancha el corazón atrapado y lo libera, apresa el corazón
manchado por la vergüenza y la culpa y lo devuelve a su estado inmaculado. El perdón
restablece al corazón la inocencia que conoció en otro tiempo, una inocencia que
permite la libertad de amar.
Perdonar no es justificar comportamientos negativos o improcedentes sean propios o
ajenos. El maltrato, la violencia, la agresión, la indiferencia y la deshonestidad son
algunos de los comportamientos que pueden ser totalmente inaceptables. El motivo
más obvio para perdonar es liberarse de los efectos debilitadores de la rabia y el rencor,
crónicos. Al parecer estas dos emociones son las que más convierten el perdón en un
desafío, a la vez que en una grata posibilidad para quien desee una paz mayor. El
perdón es muchas cosas: es una decisión, una actitud, un proceso y una forma de vida.
19
Es algo que se ofrece a otras personas y algo que aceptamos para sí mismos. “La
prudencia del hombre domina su ira, y su gloria es dejar pasar una ofensa”. (Prov.
19,11)
Según la Real Academia Española, las palabras perdón y perdonar provienen del
prefijo latino per y del verbo latino donāre, que significan, respectivamente, "pasar,
cruzar, adelante, pasar por encima de" y "donar, donación, regalo, obsequio, dar”; si
procede de la palabra donum, significa "hasta que se cumpla el tiempo (estipulado)", si
procede de la palabra donec, implica la idea de “una condonación, remisión, cese de
una falta, ofensa, demanda, castigo, indignación o ira, eximiendo al culpable de una
obligación, discrepancia o error”. Es considerado también “Remisión de la Injuria o
deuda”, indulgencia.”8
Perdón proviene de la palabra perdonar, que a su vez proviene de los vocablos latinos
per + donāre. La preposición “per” significa, según los casos por, con, pasar (por algo),
por medio de, en cuenta de, a causa de, pasar por encima, sobre de, en presencia de,
durante, en el curso de, muy, excesivamente, total, completamente.
Existe otra posibilidad que parece algo plausible, la palabra procede o podría también
proceder del verbo “perdo” acción de destruir, arruinar, tirar (a la basura) o desperdiciar,
dispersar o esparcir, desaprovechar, despilfarrar, y hacer perdidizo, así que perdonar
vendría a ser la acción de arrojar el agravio a la basura, o destruir la falta.
El perdón consiste en esencia en que, el perdonante que estima haber sufrido una
ofensa, decide, bien a petición del ofensor o espontáneamente, no sentir resentimiento
hacia el ofensor o hacer cesar su ira o indignación contra el mismo, renunciando
eventualmente a vengarse, o reclamar un justo castigo o restitución, y optando por no
tener en cuenta la ofensa en el futuro, de modo que las relaciones entre ofensor
perdonado y ofendido perdonante no queden afectadas.
8 JACKSON W. M Diccionario Léxico Hispano. Enciclopedia Ilustrada en Lengua Española, Tomo Segundo, Inc., Editores. México
DF, Quinta Edición, 1979
20
El perdonante no hace justicia con su concesión del perdón, sino que renuncia a la
justicia al renunciar a la venganza, o al justo castigo o compensación, en aras de
intereses superiores. También se habla en un sentido impropio de perdonar un castigo,
una deuda u otro tipo de obligación, en el sentido de renunciar a exigirla.9
“Perdonar no es lo mismo que justificar, excusar u olvidar. Perdonar no es lo mismo que
reconciliarse. La reconciliación exige que dos personas que se respetan mutuamente,
se reúnan de nuevo. El perdón es la respuesta moral de una persona a la injusticia que
otra ha cometido contra ella. Uno puede perdonar y sin embargo no reconciliarse, como
en el caso de una esposa continuamente maltratada por su compañero”. 10
“El perdón opera un cambio de corazón: Debemos ponerle fin al ciclo de dolor por
nuestro propio bien y por el bien de nuestras futuras generaciones: es un regalo que
debemos proporcionarle a nuestros hijos. Podemos pasar del dolor a la compasión.
Cuando perdonamos reconocemos el valor intrínseco de la otra persona”.11
“El perdonar no borra el mal hecho, no quita la responsabilidad al ofensor por el daño
hecho ni niega el derecho a hacer justicia a la persona que ha sido herida. Tampoco le
quita la responsabilidad al ofensor por el daño hecho… perdonar es un proceso
complejo. Es algo que solo nosotros mismos podemos hacer…paradójicamente, al
ofrecer nuestra buena voluntad al ofensor, encontramos el poder para sanarnos…al
ofrecer este regalo a la otra persona, nosotros también lo recibimos”.12
9 Cf. Base de datos en línea (consultado el 10 de agosto de 2012). Disponible en http://es.wikipedia.org/wiki/Perd%C3%B3n
10 ENRIGHT Robert, A definition of forgiveness, The World of Forgiveness, October/November de l996.)
11 Tomado de Excerpt From the talks at the National Conference on Forgiveness, Universidad de Wisconsin Madison, march
1995. 12
Tomado de Excerpt From the talks at the National Conference on Forgiveness, Universidad de Wisconsin-Madison, marzo 1995.
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2. ELEMENTOS DEL PERDÓN
2.1. Presencia de una ofensa de cualquier tipo.
2.2. Comprensión de la ofensa por el ofendido, por la "confesión" del propio ofensor o
por otros medios.
2.3. El afectado por la ofensa se siente ofendido.
2.4. Se modifica la actitud del agredido hacia el ofensor (resentimiento, situación de
enfado).
2.5. (Casualmente) conocimiento por el ofensor de la falsedad de las relaciones entre
ofensor y ofendido.
2.6. (Eventualmente) el ofensor siente y/o manifiesta su vergüenza y/o arrepentimiento.
2.7. (Fortuitamente) el ofensor reconoce su error y culpa y/o solicita el perdón y/o da
una satisfacción al ofendido para hacerse merecedor del perdón.
2.8. El ofendido concede el perdón, pleno o parcial, condicional o no.
2.9. Recomposición más o menos completa o parcial de las relaciones entre ofendido y
ofensor.
3. RESENTIMIENTO
El vocablo resentimiento, viene de re-sentir – es decir – volver a sentir intensamente
una y otra vez. Al estar resentidos, se siente con intensidad el dolor del pasado una y
otra vez. Esto –sin duda- no sólo tiene un efecto lamentable en el bienestar emocional,
sino también repercute negativamente en el bienestar físico. "Confiésense uno a otros
sus pecados y oren por otros para ser sanados”. (Stg 5, 16)
El resentimiento se puede definir como: 13
Evocar un sentimiento de hostilidad contra una persona que se considere que le ha
tratado mal, un rencor reprimido sobre un acontecimiento negativo que ha sucedido,
molestia, agitación emocional que se siente siempre que se habla de una determinada
persona o acontecimiento, la incapacidad para perdonar, incapacidad de dejar pasar y
13 Cf. RIVERA RODRIGUEZ, R.F. EL Resentimiento y la Estupidez. Mailxmail.com. Cursos para compartir lo que sabes. (consultado
el 20 de diciembre 2012) en www.emagister.com/curso-resentimiento.estupidez/que-es-resentimiento
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olvidar, convirtiéndose en la base de la desconfianza y sospecha que se anotan al tratar
con personas o acontecimientos que les produjeron dolor en el pasado.
Dolor emocional no resuelto que se siente cuando no se logra aceptar una pérdida, el
malestar que se experimenta después de gastar mucho esfuerzo y energía para
alcanzar algo que finalmente se pierde, el resultado de pensar que se fue víctima de un
trato injusto sin la resolución de un problema.
El sufrimiento prolongado y en silencio cuando una expresión abierta de dolor es
indeseada provocando rencor hacia una persona o grupo que se considera que ha
impedido lograr ciertos objetivos, sentirse ofendido cuando una persona o un grupo han
ignorado o negado sus derechos. En ocasiones da lugar a depresión y al suicidio.
Cuando un individuo siente resentimiento hacia una persona o un grupo y pone mala
cara silenciosamente en su presencia o ante la evocación de su nombre, se siente mal
cuando la música, una película, o un programa de televisión le recuerda las
interacciones desagradables que ha tenido con ellos, habla de una manera burlona o
degradante de ellos y tienen pesadillas o pensamientos desagradables sobre los
agresores.
El ofendido se ve bloqueado en sus esfuerzos de crecimiento personal sin saber por
qué, se siente furioso sin razón aparente, se siente deprimido, abatido, y se encuentra a
sí mismo entrando en círculos cuando intenta superar estas sensaciones negativas,
evita mencionar o discutir cualquier tema que esté relacionado con su último enfado o
malestar acerca de esas personas. Aprieta los dientes y sonríe cuando realmente
desea gritar al oír hablar de esa persona, finge entusiasmo por estar con esa persona
cuando en realidad preferiría no saber nada de ella.14
14 Ibíd.
23
CAPÍTULO II
QUÉ DICE LA SAGRADA ESCRITURA ACERCA DEL PERDÓN
Amar a quien da amor es algo común en los paganos. Todos lo hacen, más o menos.
Pero el seguidor de Cristo debe vivir un amor superior. Debe amar también cuando le
ofenden y le persiguen. Debe perdonar siempre. Será necesario un cambio interior para
realizar este perdón. Primero para entenderlo. Luego para aplicarlo en circunstancias
donde es natural que surja el odio y la venganza. Después hay que pedir fuerza para
vivirlo por encima de sentimientos contrarios.
El verdadero perdón puede ser difícil y requiere de gran humildad. Se espera que la
otra persona pida, o suplique primero el perdón. Es agradable que los demás admitan
el dolor que han causado, y si se es honesto, se preferiría que ellos sufrieran… solo un
poco. Pero ninguna de estas situaciones es parte del plan de Dios
Todas las religiones universales recomiendan:
a) Perdonar a los demás.
b) Pedir perdón por las ofensas a los demás.
c) Solicitar el perdón divino de los pecados, así como no sentir rencor por los castigos
o designios divinos, eventualmente crueles o incomprensibles para los humanos.
1. EL PERDÓN EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
En las Sagradas Escrituras, el perdón entre los hombres en el Antiguo Testamento es
una virtud no obligatoria.
El Dios del Antiguo Testamento hace múltiples referencias al perdón de Dios, pero no
insiste en reclamar que los hombres se perdonen entre sí; se lo considera no como un
imperativo moral sino como algo loable pero realmente no exigible. En las oraciones
contenidas en los Salmos se encuentran numerosas peticiones de misericordia o
perdón por los propios pecados, pero también peticiones para que Dios castigue
24
duramente a los inicuos o a los enemigos del orante o del Pueblo de Israel: “Él
aplastará a nuestros enemigos”. (Sal 108,15); “[…] por tu amor aniquila a mis enemigos,
destruye a mis opresores, pues soy tu siervo”. (Sal 143,12-13); “¡Entrega pues a sus
hijos al hombre, abandónalos a la merced de la espada! ¡Quédense sus mujeres sin
hijos y sin marido! ¡Mueran de peste sus hombres y sus jóvenes atravesados por la
espada de la guerra! ¡Óiganse salir gemidos de sus casas cuando de improviso mandes
Tú contra ellos hordas de saqueadores!” (Jr 18,21)
Lo cual parece indicar la legitimidad de no perdonar a los ofensores, sino solicitar a
Dios su castigo, sobre todo cuando pertenecen a otros pueblos distintos de Israel. Sin
embargo, es loable perdonar. En Génesis se ensalza la conducta de José, al perdonar
a sus hermanos: “…Pero José les respondió: No temáis. ¿Estoy yo acaso en el lugar
de Dios? Vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios lo encaminó para bien, para
hacer lo que vemos hoy: mantener con vida a un pueblo numeroso. Ahora pues, no
tengáis miedo. Yo os sustentaré a vosotros y a vuestros hijos. Así les confortó y les
habló al corazón”. (Gen 50,19-21)
En su relación con los hombres, el Dios del Antiguo Testamento aparece en ocasiones
como justiciero, cruel y vengativo y sin embargo también capaz de perdonar. En el libro
del Éxodo se dice de él, que es “clemente y misericordioso, tardo para la ira y lleno de
lealtad y fidelidad, que conserva su fidelidad a mil generaciones y perdona la iniquidad,
la infidelidad y el pecado, pero que nada deja impune, castigando la maldad de los
padres en los hijos y en los nietos, hasta la tercera y cuarta generación”. (Ex 34,6ss)
El Salmista denomina a Dios “Señor misericordioso y compasivo”, (Sal 86,15), pero
luego también se le denomina “Dios justiciero”. (Sal 94,1) Cuando Abraham intercede
por Sodoma y Gomorra, preguntando a Yahvéh si destruiría también al justo por el
culpable, Yahvéh respondió: “Si encuentro cincuenta justos, dentro de la ciudad,
perdonaré a todo el lugar en atención a ellos”. (Gen 18,26)
Al morir Jacob, y José consuela a sus hermanos, estos temiendo que José tuviera
rencor contra ellos por el mal que le habían ocasionado, enviaron a decirle: “Tu padre
nos mandó antes de su muerte que te dijéramos: “Así dirán a José: Por favor, perdona
25
el crimen de tus hermanos y el pecado que cometieron cuando te trataron mal. Ahora
debes perdonar su crimen a los servidores del Dios de tu padre.» José, al oír este
mensaje, se puso a llorar”. (Gen 50,16ss.)
Entre los principios de bondad y honestidad que se encuentra en el libro del Éxodo, se
descubre: “Aléjate de la mentira. No harás morir al inocente ni al justo, porque yo no
perdonaré al culpable” (Ex 23,7), de igual manera reprende, cuando los Israelitas,
rescatados de Egipto guiados por Aarón, por estar Moisés en el monte Sinaí, adoran
un becerro de oro provocando la ira de Dios incitando que el Señor se apartara del
campamento…Moisés al descender y ver lo acontecido intercede por el pueblo ante
Dios: “Al día siguiente Moisés dijo al pueblo: «Ustedes han cometido un gran pecado,
pero voy a subir donde Yahvéh, a ver si puedo conseguirles el perdón de este
pecado”. (Ex 32, 30)
Describe la Palabra que al entregar Yahvéh, nuevamente la ley de la alianza: “Moisés
entonces invocó el Nombre de Yahvéh, y Él pasó delante de Moisés diciendo con voz
fuerte: «Yahvéh, Yahvéh es un Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico
en amor y en fidelidad. El mantiene su benevolencia por mil generaciones y soporta la
falta, la rebeldía y el pecado, pero nunca los deja sin castigo; pues por la falta de los
padres pide cuentas a sus hijos y nietos hasta la tercera y la cuarta generación. Al
momento Moisés cayó al suelo de rodillas, adorando a Dios, y dijo: «Señor, si
realmente gozo de tu favor, ven y camina en medio de nosotros; aunque sea un pueblo
rebelde, perdona nuestras faltas y pecados, y recíbenos por herencia tuya.» (Ex 34,5-9)
En el libro de Levítico se habla sobre el sacrificio que se presentaba por la culpa: “Así
el sacerdote hará la expiación por la persona y por su pecado y le será perdonado…”
(Lev 5,13) y cuando Dios en el Antiguo Testamento le presenta a su pueblo como
norma de vida: "No odiarás, en tu corazón, a tu hermano, pero reprenderás a tu prójimo
para no incurrir en pecado a causa de él. No te vengarás ni guardarás rencor... Amarás
a tu prójimo como a ti mismo” (Lev 19,17-18).
Más adelante, en el mismo libro se localiza la descripción de siete fiestas, momentos
importantes en la vida de los pueblos que ayudaban a recordar a personas o sucesos
26
que marcaron la historia de las naciones, entre ellas está la del día de la expiación:
“«El día décimo de este séptimo mes es el día del Perdón. Este día ustedes tendrán
una reunión sagrada; ayunarán y ofrecerán a Yahvéh un sacrificio por el fuego” (Lev
23,27)
Así mismo, el libro de Levítico habla sobre el Año del Jubileo y dice “…al llegar el día
diez del séptimo mes, harás resonar el cuerno. Será entonces el día del Perdón, y
harás resonar el cuerno en todo el país”. (Lev 25,9)
Cuando se revela el pueblo de Israel en Cades, Moisés suplica: “El Señor es lento para
la ira y grande en misericordia. Él perdona la iniquidad y la rebelión, pero de ninguna
manera dará por inocente al culpable. Castiga la maldad de los padres sobre los hijos,
sobre la tercera y sobre la cuarta generación. Perdona pues el pecado de este pueblo
con esa gran misericordia y esa paciencia que has tenido para con él, desde su salida
de Egipto hasta el día de hoy.» Yahvéh respondió: “Ya que tú me lo pides, lo voy a
perdonar”. (Nm 14,19-20)
Ante la expiación por el pecado por inadvertencia se lee: “El sacerdote hará entonces la
expiación por toda la comunidad de los israelitas y quedará perdonada”. (Nm 15,25) En
el libro de Deuteronomio que sobresale por proclamar con insistencia la especial
relación de Dios con el pueblo de Israel. “El Señor es su Dios”, (Cf. Nm 23,21) habla al
igual que en Ex 23,10-13 sobre el año de remisión de deudas: “Cada siete años
ustedes perdonarán las deudas”. (Dt 15,1)
En los últimos días de Josué, dirigiéndose a Israel para dar sus últimas instrucciones
antes de morir recuerda: “Entonces Josué dijo al pueblo: ¿Podrán ustedes servir a
Yahvéh? Porque es un Dios santo, un Dios celoso; Él no perdonaría las infidelidades y
los pecados de ustedes”. (Jos 24,19)
Cuando David pecó contra Dios, matando a Urías, quedándose con su esposa Betsabé,
“David dijo a Natán: « ¡Pequé contra Yahvéh!» Y Natán le respondió: «Yahvéh te
perdona tu pecado, no morirás”. (2 Sam 12,13)
27
En la oración de Salomón al dedicar el templo se dirige a Yahvéh diciendo
“…escúchalo desde lo alto del cielo y perdona el pecado de tus servidores y de tu
pueblo Israel”. (1 Re 8,36) y con ocasión de un atentado contra el profeta Jeremías,
éste clama justicia diciendo: “Tú, Yahvéh, conoces en detalle sus planes asesinos
contra mí. No perdones su crimen ni se te olvide su pecado. ¡No pierdas de vista su
destrucción, cuando se desate tu cólera, actúa, no más, contra ellos!”. (Jr 18,23)
Ante la promesa de Yahvéh de un nuevo pacto con la casa de Israel y la casa de Judá
se puede observar: “Ya no tendrán que enseñarle a su compañero, o a su hermano,
diciéndoles: «Conozcan a Yahvéh.» Pues me conocerán todos, del más grande al más
chico, dice Yahvéh; yo entonces habré perdonado su culpa, y no me acordaré más de
su pecado”. (Jr 31-34) mientras que entre los mensajes proféticos de Ezequiel contra el
templo, ante los pecados de idolatría que se cometen en Jerusalén, expone en nombre
de Dios: “¿…voy a actuar con furor, no los perdonaré y mi ojo será inclemente?»”. (Ez
8,18)
El libro del Eclesiástico habla de la gratuidad del perdón: “El furor y la cólera son
odiosos: el pecador los posee. Del vengativo se vengará el Señor y llevará estrecha
cuenta de sus culpas. Perdona la ofensa a tu prójimo, y se te perdonarán los pecados
cuando lo pidas. ¿Cómo puede un hombre guardar rencor a otro y pedir la salud al
Señor? No tiene compasión de su semejante, ¿y pide perdón de sus pecados? Si él,
que es carne, conserva la ira, ¿quién expiará por sus pecados? Piensa en tu fin y cesa
en tu enojo, en la muerte y corrupción y guarda los mandamientos. Recuerda los
mandamientos y no te enojes con tu prójimo; la alianza del Señor, y perdona el error.
(Eclo 27, 33. 28, 9)
El Salmo 102, expresa la misericordia de Dios para con el pecador: “El Señor es
compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia. Bendice, alma mía al
Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus
beneficios. El perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; él rescata tu
vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura. No está siempre acusando, ni guarda
rencor perpetuo. No nos trata como merecen nuestros pecados, ni nos paga según
28
nuestras culpas. Como se levanta el cielo sobre la tierra, se levanta su bondad sobre
sus fieles; como dista el oriente del ocaso, así aleja de nosotros nuestros delitos”. (Sal
102, 1-2. 3-4. 9-10. 11-12)
En el libro del Eclesiástico se enseña que, “Sea cual sea su agravio, no guardes rencor
al prójimo, y no actúes guiado por un arrebato de violencia”. (Eclo 10, 6); así mismo
enseña que "Cosas abominables son el rencor y la cólera; sin embargo el pecador se
aferra a ellas. El Señor llevará rigurosa cuenta de sus pecados. Perdona la ofensa a tu
prójimo, y así, cuando pidas perdón, se te perdonarán tus pecados. Si un hombre le
guarda rencor a otro: ¿Le puede acaso pedir la salud al Señor? El que no tiene
compasión de un semejante, ¿cómo pide perdón de sus pecados? Cuando el hombre
que guarda rencor pide a Dios el perdón de sus pecados, ¿hallará quién interceda por
él? Piensa en tu fin y deja de odiar, piensa en la corrupción del sepulcro y guarda los
mandamientos y no guardes rencor a tu prójimo. Recuerda la alianza del Altísimo y
pasa por alto las ofensas". (Eclo 27, 33-28,9).
2. EL PERDÓN EN EL NUEVO TESTAMENTO
Aquí se presenta el perdón como imperativo moral, y ya no como mera virtud
espontánea. En el Nuevo Testamento, el Dios misericordioso está mucho más
presente, y perdonarse los unos a los otros se considera un mandato moral, pues el
perdón a quienes les ofenden y les odian es uno de los mayores ejemplos de amor al
prójimo; así como en el Antiguo Testamento escasean las referencias al perdón entre
los hombres, éstas abundan en el Nuevo Testamento, que recomienda poner la otra
mejilla y amar a los enemigos. (Cf. Lc 6,29)
En el Evangelio según San Mateo se lee: “En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús
le preguntó: -Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta
siete veces? Jesús le contesta: -No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces
siete” (Mt 18,21-22). Que es preciso perdonar está claro, pero ¿Cuáles son los límites
del perdón? En el evangelio según San Mateo, se discutía en aquella época, como en
29
ésta, cuantas veces hay que perdonar: - hasta tres veces partiendo de Am 2,4; “Así ha
dicho el Señor “Por tres pecados de Judá, y o por cuatro, no revocaré su castigo” o de
la triple oración de José: (Cf. Gn 50,17). - como caso extremo hay quien proponía hasta
cuatro veces.
Por tanto, Pedro propone siete, que es prácticamente el doble, cree que está siendo
muy generoso en consonancia con la generosidad de su maestro. Pero Jesús
nuevamente le sorprende diciendo que del mismo modo que su comunidad no se rige
por las normas terrenas, tampoco la medida del perdón cuando se falta, se rige por
normas terrenas. El perdón es sin medida, como el amor en una comunidad de
hermanos no tiene medida, el perdón tampoco. La medida del perdón es el perdón sin
medida, setenta veces siete, es decir perdón sin fin, sin medida; porque de la misma
manera Dios les ha tratado.
El que perdona anda livianito por la vida, es capaz de llegar lejos porque tiene un
corazón grande y su norte es la luz de Dios, se siente amado por el Señor y busca el
modo de mostrar ese amor a sus semejantes, Será necesario un cambio interior grande
para realizar y entender este perdón, para aplicarlo en circunstancias donde es natural
que surja el odio y la venganza. Después, hay que pedir fuerza para vivirlo por encima
de sentimientos contrarios.
Para ilustrarlo Jesús cuenta una parábola del siervo malvado (Cf. Mt 18,23ss) que sirve
de conclusión a estas instrucciones de la vida comunitaria que es una comunidad
fraternal cuya manera de proceder ha de ser el mayor, el servicio, el perdón, la entrega;
y cuando esta comunidad tiene una fractura siempre tiene que estar presente el perdón
restaurador, pues sin él no hay comunidad, basada en el amor/servicio/entrega.15
“Este rey de los cielos es la antítesis de aquellos “reyes de la tierra” (Cf. Mt 17,25) que
se dedican a poner impuestos. Aquellos son implacables y no perdonan nunca, éste
tiene una misericordia infinita y perdona siempre. Se pone a ajustar las cuentas. El
15
Cf. AZUQUECA, Francisco Javier. La gratuidad del Perdón, Base de datos en línea (consultado el 28 de diciembre 2012) disponible en: http:/www.franciscojavierazuqueca.org
30
verbo “sinaro” se refiere a las cuentas definitivas, si bien vemos que el siervo todavía
tiene tiempo de intentar enjugar el débito y por eso pide paciencia”.16
El acento de la parábola esta puesto en la enormidad de la deuda, y por tanto, en la
enormidad de la misericordia del rey del reino de los cielos en contraste con la
brutalidad con que luego él trata al semejante: le agarró y lo ahogaba; la falta de
compasión: “ten paciencia conmigo… Pero él lo metió en la cárcel”. (Mt 18,30)
Dios con los hombres tiene una misericordia sin límites, en ella se fundamentan las
relaciones de esta comunidad que se forman con Él; cuando alguien pone límites al
perdón en realidad lo que está haciendo es cortar el caudal de la misericordia sin límites
que él ha recibido. Lo que él ha recibido se niega a comunicarlo a los demás. Cerrando
la compuerta del perdón a los demás, se cierran también la compuerta de Dios a los
hombres.
Por eso el que se niega a perdonar, así mismo se condena. La parábola es solo eso un
ejemplo: el rey, no es que se desdiga del perdón que previamente concedió, es el
propio ser humano el que se cierra a la misericordia sin límites de Dios cuando se cierra
al perdón sin límites de los demás.
Y eso es catalogado como prisión como entrega a los verdugos, en sentido figurado,
nadie paga sus deudas metido en la cárcel y torturado por unos verdugos. Lo que
quiere decir es que mientras el hombre no se abre al perdón sin límites, está en la peor
de las prisiones y en la compañía del peor verdugo. La prisión que le cierra el camino a
la entrada del reino, los verdugos que le torturan esta vida y le matan para la otra. “Lo
mismo hará con vosotros mi Padre…” (Mt 18,35). No es propiamente el Padre, es el
hombre con su actitud el que labra aquello que un día el Padre dejará de manifiesto.
La vida del discípulo gira, pues, en torno a dos polos: la gratuidad absoluta del perdón
de Dios que no tiene media y la exigencia de no interrumpir con una mala actuación ni
el perdón sin medida ni la gratuidad del perdón. El amor fraterno y el perdón, sin
16
Ibídem
31
medida más que ser una condición para salvarse, nacen del reconocimiento de cómo
Dios lo hace con todos, y por sentirse, así salvados, se hace vida, se practica.
La Parábola del hijo pródigo enseña las diferencias del perdón entre los seres humanos
y su analogía con Dios como perdonador, para quienes buscan de su perdón. (Cf. Lc
15,1.32) por lo que Jesús invita a imitar esa actitud: “Mirad por vosotros mismos: si tu
hermano peca, repréndele; y si se arrepiente perdónale. Si siete veces peca contra ti, y
siete veces al día vuelve a ti diciendo: “Me arrepiento”, perdónale”. (Lc 17,3-4)
Los discípulos le han oído decir cosas a Jesús cosas increíbles sobre el amor a los
enemigos, la oración al Padre por los que los persiguen, el perdón a quien les hacen
daño. “Perdónanos nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a nuestros
ofensores… Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre celestial
también os perdonará a vosotros”. (Mt 6,12-14)
Proclama Jesús que con la misma vara con que midan, serán medidos:
“Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados,
no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os
dará; porque con la medida con que midáis se os medirá”. (Lc 6, 36-38) y da el máximo
ejemplo de perdón al perdonar desde la cruz. “Llegados al lugar llamado Calvario, le
crucificaron ahí a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús
decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.».” (Lc 23, 33-34).
De igual manera explica que para poder presentar un verdadero culto a Dios es
necesario reconciliarse primero con quien se esté en pugna: “Si, pues, al presentar tu
ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu
ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego
vuelves y presentas tu ofrenda.” (Mt 5, 23-24)
Pablo en su carta a los Colosenses a raíz de los movimientos sincretistas por
influencias religiosas de Oriente aconseja diciendo: “Revestíos, pues, como elegidos
de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad,
mansedumbre, paciencia, soportándoos unos a otros, y perdonándoos mutuamente, si
32
alguno tiene queja contra otro. Como el Señor os perdonó, perdonaos también
vosotros.” (Col 3, 12-13)
De igual manera El Evangelista Juan en su primera carta exhorta: “Si alguno dice: «Yo
amo a Dios», y odia a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano,
a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve.” (1° Jn 4,20)
Dejar que el rencor o el odio se instalen en la vida es convertirse en personas llenas de
amargura y por lo tanto que no pueden ser felices. Quien alberga odio en su vida no
puede avanzar, es como si un ancla colgara de su cuello, si puede dar algunos pasos,
siempre será pesadamente y con la hiel en su boca. Lo que realmente libera de esa
pesada carga es el perdón que purifica totalmente y hace de los hombres difusores de
la fragancia de Cristo y gratos a los ojos del que ha llamado a la vida y nos ha dado
ejemplo de perdón, misericordia y amor.
"Si ustedes perdonan a otros las ofensas que les han hecho, su Padre celestial les
perdonará a ustedes las faltas que hayan cometido" (Mt 6, 14-15) recuerda Jesús en el
Evangelio según Mateo; igualmente en Marcos dice refiriéndose a la oración: “Y
cuando os pongáis de pie para orar, si tenéis algo contra alguien, perdonadle, para que
vuestro Padre que está en los cielos también os perdone a vosotros vuestras ofensas”.
(Mc 11,25-26)
Pablo a los de Éfeso les exhorta: “Por el contrario Muéstrense buenos y comprensivos
los unos con los otros, perdónense mutuamente, como Dios les perdona en Cristo.
Arranquen de raíz entre ustedes: los disgustos, los arrebatos, el enojo, los gritos, las
ofensas y toda clase de maldad " (Ef 4,31-32). Ese es el camino, perdonar, perdonar,
perdonar, así como Dios continuamente acepta el arrepentimiento del hombre y le
renueva su amistad.
Perdón es el gesto de alguien que renuncia a la pura justicia o a la ley de la venganza,
recibiendo en amor al enemigo. De todas formas, hay un perdón que puede ser
expresión de poderío o de dominio legal (sacral): alguien renuncia al castigo para
mostrar así su propia superioridad. En contra de eso, Jesús ofreció un perdón
33
mesiánico, por amor.17 “Esto es mi sangre, la sangre de la Alianza, que es derramada
por muchos, para el perdón de sus pecados”. (Mt 26,28)
El perdón legal suele estar administrado por las autoridades políticas o religiosas. En el
tiempo de Jesús se expresaba sobre todo a través de sacrificios rituales, celebrados por
los sacerdotes, regulados según ley por los escribas. El sistema social y religioso de
Israel monopolizaba la expiación por los pecados, como “máquina de perdón”, que
alzaba a los sacerdotes (funcionarios sacrales) sobre el resto del pueblo. El templo y su
culto les daban poder de perdón, autoridad expiatoria, sagrada. El perdón no estaba al
servicio del amor, sino del orden social18.
El perdón mesiánico. Desplegando su experiencia profética de un modo creador, Jesús
ha expresado y ofrecido su amor gratuito a los expulsados y excluidos de la comunidad
sacral. La novedad de Jesús no está en el perdón en sí, sino en la forma en que lo
ofrece, como enviado de Dios, gratuitamente, en gesto de amor, superando así y
rompiendo la institución de un sacrificio expiatorio al servicio del sistema. De esa forma
ha introducido su libertad de amor en el mundo sacral de escribas y sacerdotes.19
Modificando el camino de Jesús, la iglesia ulterior ha interpretado a veces el perdón en
forma sacral, como expresión de su muerte expiatoria, en una línea cercana a la del
Templo. Pagar por una culpa, sometiéndose al juicio de Dios. El Nuevo Testamento
asume a veces un lenguaje expiatorio, como se esperaba en un pasaje marcado por el
templo de Jerusalén, pero lo hace de un modo marginal: la muerte de Jesús no ha sido
un sacrificio expiatorio mejor que los anteriores, sino el desarrollo de la gracia salvadora
de un Dios que no necesita que le expíen o aplaquen, porque Él mismo es perdón, Él
mismo expía, repara a favor de los humanos (cf. Rom 3, 24-25). Dios no exige
expiación o sumisión, para fortalecer de esa manera su poder, sino que ofrece
amorosamente su perdón, porque él es gracia y así se manifiesta en Cristo, por lo que,
17
Cf. NYGREN A., Eros et Agapé. La notion chrétienne de l‟amour et ses transformations I-II, Aubier, París 1962; E.
P. Sanders, Jesús y el judaísmo, Trotta, Madrid 2004; G. Theissen, La fe bíblica. Una perspectiva evolucionista, Verbo Divino, Estella 2002
18 Cf. BOROBIO D., Reconciliación penitencial, Desclée de Brouwer, Bilbao 1994; EQUIZA J. , Para celebrar el
sacramento de la penitencia: el perdón divino y la reconciliación eclesial hoy, Verbo Divino, Estella 2000 19
Cf. PICAZA, Xavier. El Camino de la Palabra. Base de datos en línea consultado el 28 de diciembre del 2012 en la pág.: http://blogs.21rs.es/pikaza/2012/10/26/amor-y-perdon/
34
el perdón nace del amor mesiánico y pascual, no de un ritual de sometimiento y
violencia victimista.
El perdón de Jesús forma un elemento esencial de su amor mesiánico. En
nombre de Dios, él ha ofrecido el reino a los excluidos: no sólo a los simples
(am ha aretz), incapaces de cumplir la ley por falta de conocimiento; no sólo a
los pobres (plano económico) o ritualmente manchados (por lepra y flujos de
semen o sangre), sin acceso al culto, sino también a los pecadores
estrictamente dichos, separados de la alianza de Dios por su conducta
(publicanos, prostitutas); precisamente a ellos ha ofrecido solidaridad y
perdón supra-legal. Esto significa, dentro del contexto israelita, que Jesús
perdona por amor gratuito, es decir, sin exigir a los pecadores un tipo de
arrepentimiento y conversión legal, como hacían sacerdotes y escribas para
quienes el perdón estaba asociado a la ley: los manchados debían limpiar su
impureza, los pecadores dejar el pecado y volver a la alianza, dentro del
orden de Dios. Jesús perdona por amor: toma a pobres, impuros y pecadores
como necesitados y le ofrece el amor gracia de Dios por encima de la ley del
pacto.20
Este perdón amoroso ha causado conflictos con la Ley. Jesús ha recibido en su mesa y
se ha dejado acompañar por leprosos y hemorroisas, publicanos y prostitutas
(pecadores), lo mismo que a los pobres de la tierra, ofreciéndoles su Reino. Poniendo
así el amor sobre la ley del templo, declarando, expresamente, que sus sacrificios y
purificaciones son innecesarios para el perdón y pureza del pueblo. No discute sobre
leyes o rituales: no ha querido sustituir una sacralidad por otra, sino que ha promovido,
una comunión escatológica y mesiánica, fundada en el amor gratuito de Dios.
No ha sido profeta de conversión, pidiendo a los pobres, manchados y pecadores que
cambien, para luego recibir el perdón de Dios, sino que ha ofrecido comunión de amor,
perdón, precisamente a los que, según Ley, siguen siendo pecadores o manchados,
sin exigirles conversión como condición. Reemplazó el sistema sacral por la gracia
20 PICAZA, Xavier. El Camino de la Palabra. Base de datos en línea consultado el 28 de diciembre del 2012 en la
pág.: http://blogs.21rs.es/pikaza/2012/10/26/amor-y-perdon/
35
amorosa de Dios. Esta es la novedad mesiánica del evangelio que la iglesia ha olvidado
muchas veces, volviendo a un legalismo universal.
Los sacerdotes de Jerusalén estaban dispuestos a perdonar por ley y rito, según
principios del sistema, que perdona para mostrar su poder. Jesús, en cambio, lo hace
por amor y gracia, sin control de templo, como muestran sus gestos y parábolas: Leví y
Zaqueo, los publicanos (Cf. Mc 2, 13-17; Lc 19, 1-10); el deudor inmisericorde (Cf. Mt
18, 21-23) y la pecadora agradecida (Cf. Lc 7, 36-50); el hijo pródigo (Cf. Lc 15, 11-32)
y la higuera estéril (Cf. Mc 11, 12-26).
Es necesario mencionar que, este amor que perdona también es capaz de curar a los
enfermos, de manera que el paralítico de Cafarnaúm pudo andar: “Jesús le dice: Hijo,
tus pecados te son perdonados. Unos escribas que estaban allí sentados comenzaron a
murmurar: (¡Éste blasfema!), ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios? Jesús,
dándose cuenta de lo que estaban pensando, les dijo: ¿Qué es más fácil, decir al
paralítico: tus pecados te son perdonados; o decirle: levántate, toma tu camilla y anda?
Pues, para que veáis que el Hijo del Humano tiene en la tierra poder para perdonar los
pecados… se volvió al paralítico y le dijo: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa
(Mc 2, 1-12).
El pasaje anterior instituye un sermón/parábola, que la comunidad cristiana ha
transmitido para expresar y justificar el perdón amoroso de Jesús. En el fondo está el
escándalo sobre el poder de perdonar. Unos y otros saben que Dios puede y quiere
hacerlo. Pero los escribas piensan que Dios perdona por ley, a través de su ritual
sagrado. Por eso protestan: Jesús les quita el control del pecado, el monopolio del
perdón.
Estos escribas no son malos, pero piensan que se debe controlar a los pecadores (y
enfermos), según su propia ley, en nombre del Altísimo. Son la primera jerarquía de
poder sacerdotal, que quiere elevarse en la comunidad (incluso en la iglesia cristiana), a
partir del “monopolio del perdón” que ellos ejercen para su provecho, es decir, para
provecho de la ley.
36
Jesús, en cambio, perdona por gracia de amor, como amigo del paralítico. Éste es su
milagro de un amor/perdón que no se impone sobre nadie, que no encadena, ni
domina. Es el milagro de un amor que dice. “… ¡levántate, vete a casa!” (Mc 2, 10-11).
El sistema le tenía atado a los cumplimientos de la ley, a la opresión de los escribas
que controlan el mundo con sus normas. El amor de Jesús le capacita para caminar,
rebasando la opresión de los escribas.
“Hijo mío, tus pecados te son perdonados.” (cf. Mc 2,7ss) Con estas palabras Jesús
quería ser reconocido como Hijo de Dios cuando aún se escondía a los ojos humanos
bajo su aspecto de hombre. Por la manifestación de su poder en los milagros le
compararon con los profetas; y no obstante, era gracias a Él y gracias a su poder que
ellos podían obrar milagros. Conceder el perdón de los pecados no está en el poder
humano, es una capacidad propia de Dios. Así, Jesús introducía su divinidad en los
corazones humanos. Esto es lo que enfurece a los fariseos. Le replican: “¡Blasfema!
¡Quién puede perdonar los pecados sino Dios!” (Mc 2,7)
Este paradigma de perdón distingue a la iglesia de cierto judaísmo (o cristianismo)
legalista de escribas que imponen su poder religioso (control del perdón) impidiendo
caminar a los enfermos. Algunos jerarcas cristianos han mantenido la cohesión
comunitaria como disciplina sobre el pecado y así lo declaran a través de un ritual muy
preciso, controlado por sacerdotes expertos en purezas. Mientras ellos observan sus
leyes, el paralítico sigue en la camilla, no puede caminar.
Por el contrario, los seguidores de Jesús proclaman y expanden el perdón desde la fe
de la comunidad que perdona los pecados y deudas, pues oran diciendo: “como
nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mt 6, 12). Los creyentes tienen el don y
autoridad de perdonarse, en gesto de amor: son autoridad suprema, sobre templo y
sacerdotes; ellos mismos se perdonan, en nombre de Dios, en sacramento originario,
que ninguna norma posterior de la jerarquía puede limitar, como sabe el relato de la
adúltera (Jn 8). Así ratifican la victoria del amor sobre la muerte, el triunfo de la vida.
“En su forma actual, el ser humano, en cuanto sistema, no puede perdonar,
pues se encuentra sujeto a la rueda cósmica, la evolución biológica y la
37
organización social. Pues bien, por encima de ese plano de ley- sistema, el
Padre de Jesús es fuente de perdón en el Espíritu: nos acepta como somos,
sin imponer nada de antemano, sin juzgar ni exigir, en gratuidad. Sólo este
Espíritu, que es Persona-Don, puede perdonar de manera gratuita, sin
humillar, destruir o banalizar nuestra existencia”21.
En vez de “creo en el perdón de los pecados”, se debería decir “creo en el Amor que se
entrega y comparte, en gratuidad y comunión”, (Cf 1 Cor 13). Donde alguien proclama
en nombre de Jesús “yo te perdono” podría decir “yo te amo…”, pero de tal forma que
su amor personal, sea signo y presencia real del amor divino, ya que “El amor tiene
paciencia y es bondadoso. El amor no es celoso. El amor no es ostentoso, ni se hace
arrogante. No es indecoroso, ni busca lo suyo propio. No se irrita, ni lleva cuentas del
mal”. (1 Cor 13,4-5)
Pablo recuerda a los gálatas ante los problemas iniciales de la vida dentro de la
comunidad: “Hermanos en caso que alguno de ustedes se encuentre enredado en
alguna transgresión, vosotros que sois espirituales, restaurad al tal con espíritu de
mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tu también seas tentado”. (Gal
6,1)
Así mismo alienta a las comunidades de Corinto: “Si alguno ha acusado tristeza, no me
ha entristecido solo a mí, sino en cierta medida a todos vosotros. Basta ya para dicha
persona la reprensión de la mayoría. Así que, más bien debierais perdonarle y
animarle… Por lo tanto os exhorto a que reafirméis vuestro amor para con él… Al que
vosotros habréis perdonado algo, yo también. Porque lo que he perdonado, si algo he
perdonado, por vuestra causa lo he hecho en presencia de Cristo; para que no seamos
engañados por Satanás, pues no ignoramos sus propósitos”. (2 Cor 2,5-11)
21 PIKAZA, J. Amor y Perdón. Base de datos en línea consultado el 29 de diciembre del 2012 en
http://blogs.21rs.es/pikaza/2012/10/26/amor-y-perdon/
38
Igualmente, ante el compromiso y cuidado con las iglesias deseando que crezcan hasta
ser como Cristo escribe: “Revestíos, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de
entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia,
soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra
otro. Como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros”. (Col 2,12-13)
En el Evangelio según San Lucas encontramos que Jesús enseña como regla de oro, el
amor al enemigo (CF. Mt 5,38-48; 7,12) “Pero yo os digo a los que me escucháis: Amad
a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan,
rogad por los que os difamen. Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No
juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis
perdonados”. (Lc 6, 35-37)
Dios por medio de la justificación concede muchos beneficios: “Pero Dios demuestra su
amor para con nosotros en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”.
(Rom 5,8) La carta a los Hebreos al referirse a Jesús como el nuevo sacerdote que se
sentó a la diestra del trono de la Majestad de los cielos (Cf. Hb 8, 1) como el mediador
de un pacto superior, un nuevo pacto establecido sobre promesas superiores anuncia
que: “Porque seré misericordioso en cuanto a sus injusticias y jamás me acordaré de
sus pecados”. (Hb 8,12)
Respecto al perdón la Biblia dice que amar a quien nos ama es algo común, no tiene
mérito. Todos los hombres lo hacen. Pero el seguidor de Cristo debe vivir un amor
superior. Debe amar también cuando le ofenden y le persiguen. Debe perdonar
siempre. A Pedro le inquieta esta perspectiva y pregunta por los límites de ese perdón y
Jesús le respondió que hasta setenta veces siete. (Cf. Mt 18,21ss) Es decir siempre.
Será necesario un cambio interior grande, para realizar ese perdón. Primero para
entenderlo, luego para aplicarlo en circunstancias donde es natural que surja el odio y
la venganza. Después hay que pedir fuerza para vivirlo por encima de sentimientos
contrarios.
39
CAPÍTULO III
QUÉ DICE LA IGLESIA ACERCA DEL PERDÓN
El perdón de los pecados es una de las manifestaciones del Espíritu Santo, que
prolonga y actualiza la obra de Cristo en la Iglesia. La resurrección de Cristo se hace
presente en la Iglesia creando, mediante el Espíritu Santo, la comunión de los santos,
es decir, la comunión de los que viven del perdón de los pecados. El perdón de los
pecados cobra, en la profesión de fe, un significado sacramental. Se vive en el
bautismo y en la penitencia, segundo bautismo, así como en el Sacramento de la
Eucaristía.
Para los cristianos, el perdón es principio de creatividad histórica y se expresa en una
iglesia que es comunidad de perdonados; ella es expresión visible (histórica, social) de
la gratuidad y perdón de Dios, suscitando un espacio de donación y perdón
interhumano en la historia y definiéndose como institución de perdón. No es que pueda
celebrar en ciertos momentos un sacramento del perdón (penitencia, confesión),
separado de su vida, sino que ella misma es con su vida y estructura sacramento del
perdón o gratuidad de Cristo.
La iglesia conoce y asume el principio del perdón, vinculándolo al bautismo y/o
celebrándolo en un sacramento de reconciliación y gratuidad, que suele llamarse
también sacramento de la confesión o penitencia, así como en la eucaristía, vinculado
a unos ritos específicos. Esos ritos son buenos en un plano legal y sacral, como sabe
no sólo el judaísmo, sino muchas religiones y sistemas sociales de la historia. Pero
centrar en ellos el perdón de Cristo significa relativizarlo o, peor aún, domesticarlo
dentro de un sistema.
Ciertamente, el perdón supera el orden y justicia del sistema (talión), pero,
precisamente por serlo y para serlo, debe evitar todo riesgo de arbitrariedad, pero, al
mismo tiempo, debe mostrarse como gracia y santidad evangélica, en la línea del amor
de Jesús que acoge (perdona), de tal forma que aquellos que no acogen el perdón del
40
amor quedan fuera del espacio de perdón visible que marca la iglesia: “Y diciendo esto
sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonareis los
pecados, les quedarán perdonados, a quienes se los retengáis, les quedarán retenidos”
(Jn 20, 21-23). Éste es el perdón del Espíritu, es decir, del Amor, que se abre a todos,
pero sin imponerse, de tal forma que aquellos que no quieran aceptar el perdón corren
el riesgo de quedar fuera del amor de Dios.
La sociedad civil establece su justicia en la seguridad de la ley, vinculada a un tipo de
organización de conjunto, para defender los intereses del sistema. Una sociedad
religiosa de tipo sacral, como el judaísmo de la comunidad del templo, ofrecía su
perdón de manera organizada, conforme a los principios de una ley controlada por
sacerdotes y escribas. En contra de eso, la iglesia de Jesús ofrece y comparte el
perdón gratuito, que brota del amor de Dios y de la propia pascua de Jesús. De esa
forma, ella extiende un espacio de reconciliación, pues Dios ha superado en Cristo la
justicia legal, el juicio del talión y la venganza, mostrándose divino.
Desde ese fondo ha de hablarse del perdón sacramental que es signo del amor
cristiano: Reconociendo que El perdón es un milagro, es el suceso principal del
cristianismo, es la autoridad fundante de la iglesia, un perdón que no puede crear
jerarquía. En cierto momento dado, ese perdón puede convertirse en objeto de deseo y
dominio de una jerarquía que lo controla y ejerce según ley, estableciendo una tabla de
pecados y ritos legales de perdón penitencial, cercanos al viejo judaísmo del templo.
Pues bien, ese perdón que necesita expresarse a través de una jerarquía no es
cristiano.
Desde hace tiempo, la ceremonia del perdón se ha vinculado a la confesión individual
de los pecados, con absolución sacramental de un confesor (obispo o sacerdote). Este
modelo ha ofrecido y puede seguir ofreciendo servicios, siempre que no se jerarquice
en contra de, lo que recomienda el evangelista san Mateo “Ni se llamen jefes, porque
solo tienen un jefe que ese el Mesías”. (Mt 23, 10), ni se practique como imposición
sobre las conciencias. El diálogo personal es bueno y necesario, siempre y cuando
41
quien lo promueva y anime sea persona de madurez carismática y capacidad de
acompañamiento.
Pero de hecho el perdón eclesial ha venido a entenderse muchas veces como una
forma de imposición sagrada, lo que ha provocado una crisis causada no solo por una
pérdida del sentido de pecado, sino que se ha visto influenciada también por una
experiencia de libertad evangélica de los creyentes y una visión comunitaria del pecado
y del perdón, desde la perspectiva del amor que acoge y perdona. El futuro de la iglesia
depende en gran parte de forma de entender y celebrar el perdón como gesto de amor
desde el evangelio. 22
1. LOS PADRES DE LA IGLESIA Y EL PERDÓN
Hasta el siglo VII, la Iglesia reconoce tres formas de perdón de los pecados: la primera,
el bautismo, que limpia al hombre de todo pecado cometido anteriormente; segundo,
la penitencia cotidiana para los pecados menos graves, mediante la oración, la escucha
de la Palabra, la comunicación de bienes (Cf. 1 Pe 4,8), el ayuno. Además, en la
liturgia existe desde el principio una confesión general de los pecados, que sirve de
preparación a la eucaristía; y tercero la penitencia pública, exigida para pecados graves,
como el adulterio, el homicidio y la apostasía (Cf. Ex 20; Lc 18,20).
Los testimonios más antiguos sobre la práctica de la penitencia pública pertenecen a los
llamados Padres Apostólicos. En la primera carta de Clemente, de finales del siglo I, se
dice: "Oremos también nosotros por los que se hallan en algún pecado para que se les
conceda modestia y humildad, a fin de que se sometan, no a nosotros, sino a la voluntad
de Dios”23.
En el Pastor de Hermas se establece claramente el principio de una sola penitencia
posterior al bautismo. El cristiano que incurría en pecado grave sólo podía acogerse a
ella una vez en la vida: "Cuantos de todo corazón hicieren penitencia...y no vuelvan otra
22
Cf. PIKAZA, JAVIER. Amor y Perdón. Base de datos en línea consultado el 29 de diciembre del 2012 en
http://blogs.21rs.es/pikaza/2012/10/26/amor-y-perdon/ 23
Cf. Primera Carta de Clemente de finales del siglo I, 56,1
42
vez a añadir pecados a pecados, recibirán del Señor curación de sus pecados pasados"24
A comienzos del siglo III Tertuliano habla de “la segunda tabla de salvación después del
naufragio que es la pérdida de la gracia”25.
San Pedro Crisólogo (hacia 406-450) obispo de Ravena, doctor de la Iglesia Católica
expresa en una homilía referente a la autoridad de Cristo para perdonar los pecados:
“Si Dios es el que perdona los pecados ¿por qué no admites la autoridad de Cristo? El
perdonó un solo pecado mostrando así que puede perdonar todos los pecados del
mundo. “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.” (Jn 1,29) Para que
puedas advertir señales más insignes de su divinidad ¡escúchalo! Sí, Jesús ha
penetrado el misterio de tu corazón. ¡Míralo! Ha llegado hasta lo más recóndito de tus
pensamientos. ¡Comprende que pone al desnudo las intenciones secretas de tu
corazón!” 26
San Ambrosio, Obispo de Milán y mentor de San Agustín (340-397), uno de los cuatro
tradicionales doctores de la Iglesia Latina, que combatió el arrianismo en occidente,
expone:
“La Iglesia entera toma sobre sí el peso del pecador, el cual sufre en el llanto,
en la oración y en la penitencia, rociándose toda entera como de su levadura,
a fin de que con la ayuda de todos sea purificado cuanto queda por expiar en
algún penitente. También porque la mujer del Evangelio (Mt 13,33; Lc 20-21),
símbolo de la Iglesia, oculta la levadura en la propia harina, hasta que toda la
masa quede fermentada y sea toda ella pura. ¡El Reino de los cielos es la
redención del pecador! Por eso, arrasémonos todos con la harina de la Iglesia
hasta ser toda una masa nueva. Pues el Apóstol añadió: «Nuestra Pascua,
Cristo, ha sido inmolada» (1 Cor 5,6), es decir, la pasión del Señor hizo bien a
todos, redimiendo a los pecadores que se arrepintieron de sus pecados. «
24 PASTOR DE HERMAS. Comp. octava, 3.
25 TERTULIANO. Sobre la penitencia, 4,2 Base de datos en línea (consultado el 30 de diciembre del 2012) disponible en
http://www.comayala.es/Proyecto/espa/pc3/33penitencia.htm
26
SAN PEDRO CRISÓLOGO. Sermón 50; PL 339
43
¡Celebremos por tanto un banquete!» (1 Cor 5,8) de «manjares exquisitos» (Is
25,6), haciendo penitencia y alegres por el rescate: ¡No hay alimento más
delicioso que la benevolencia y la misericordia! 27
San Cesáreo de Arles (470-543) monje y obispo de la iglesia Católica hace la siguiente
reflexión al reconocer lo difícil que es perdonar e invita a imitar a Cristo para poder
lograrlo, como Él enseñó:
“Perdonar a su hermano de todo corazón” Sabéis lo que vamos a decir a
Dios en la oración antes de acercarnos a comulgar: “Perdona nuestra ofensas
como nosotros perdonamos a los que nos ofenden.” Preparaos interiormente
a perdonar, porque estas palabras las volveréis a encontrar en la oración...
¿Detestas a tu hermano y pronuncias las palabra “perdona nuestras ofensas
como nosotros perdonamos a los que no ofenden”? ... En un instante
pronunciaréis la oración. ¡Perdonaos de todo corazón! Mira a Cristo colgado
en la cruz, escucha su oración: “Padre, perdónales porque no saben lo que
hacen.” (Lc 23,34) Dirás, sin duda: él lo podía decir, yo no. Yo soy un hombre,
y él es Dios. ¿No puedes imitar a Cristo? Entonces ¿porque el apóstol Pedro
escribió: “Cristo sufrió por vosotros, y os ha dejado un ejemplo para que sigáis
sus huellas.”? (1Pe 2,21) Por qué el apóstol Pablo nos dice: “Sed, pues,
imitadores de Dios como hijos suyos muy queridos.” (Ef 5,1) (Sal 118,137)28
San Juan Crisóstomo patriarca de Constantinopla a finales del siglo IV, llamado boca de
oro por su extraordinaria elocuencia, recordó la eficacia de la acción de Cristo a través
de sus sacramentos. Recordando que cuando el hombre perdona, la esencia de Dios
se hace presente en él, actúa a imagen y semejanza suya. “Nada nos asemeja tanto a
Dios, como estar siempre dispuestos al perdón”.29
“La omnipotencia de Dios se manifiesta sobre todo, en el hecho de perdonar y usar de
misericordia, porque la manera de demostrar que Dios tiene el poder supremo, es
27 Cf. SAN AMBROSIO, De Poenitentia I 1-90. Base de datos en línea (consultado el 30 de diciembre 2012) disponible en:
http://mercaba.org/FICHAS/ORACION/CREDO/11_el_perdon_de_los_pecados.htm 28
CF SAN CESÁREO DE ARLES, Sermón Morin 35; PLS IV, pág. 303ss. Base de datos en línea (consultado el 29 de diciembre del
2012) disponible en: http://www.conocereisdeverdad.org/website/index.php?id=2151 29
SAN JUAN CRISÓSTOMO, Homilía sobre Sn Mateo, 19,7
44
perdonar libremente…”30 explica Santo Tomas ya que el perdón de Dios es oferta
gratuita y nunca conquista o derecho merecido del hombre. Por ello, desde el perdón de
Dios, el creyente descubre la gravedad de su pecado, como traición al amor de Dios,
como infidelidad o adulterio frente a la fidelidad de Dios.
San Cipriano nos dice que es imposible alcanzar el perdón que se pide por los pecados
cometidos, si no se actúa de modo semejante con los que han cometido alguna
ofensa.”Con la medida con que midas se os medirá a vosotros”. (Lc 6,8)31 Para que el
hombre alcance el perdón de los pecados, Dios le da tiempo para la conversión, como
en tiempos de Noé, que anuncia la conversión, o de Jonás que se la anuncia a los
Ninivitas, aunque fueran ajenos a Dios. Sólo quien endurece su corazón se priva del
perdón de los pecados.
Ante lo cual San Cirilo de Jerusalén, gran defensor de la divinidad de Cristo frente a las
herejías del arrianismo expresa: “¡Oh inefable misericordia de Dios! Quienes
desesperaban de la salvación, fueron juzgados dignos de recibir el Espíritu Santo... Si
alguno de vosotros ha crucificado a Cristo con sus blasfemias (Heb 6,6); si alguno, por
ignorancia, le ha negado ante los hombres (Mt 10,33; 2 Tiro 2,12); si alguien, con sus
malas acciones, ha hecho que Cristo sea blasfemado (Rom 2,24; Sant 2,7; Pe 2,2),
espere en la conversión, pues ¡aún está pronta la gracia!”32
San Agustín uno de los cuatro doctores más importantes de la Iglesia latina respecto a
la reconciliación, aconseja:
“Ve y reconcíliate con tu hermano”. Recalcando: “Hermanos, que no haya
desavenencias entre vosotros en estos días santos de Cuaresma. ...Tal vez,
en el pensamiento os decís: “Quiero hacer las paces, pero es el hermano que
me ha ofendido...y no quiere pedir perdón.” ¿Qué hacer entonces?... Hace
falta que se interpongan entre vosotros unos terceros, amigos de la paz... En
cuanto a ti, sé pronto para perdonar, totalmente dispuesto a perdonarle su
30
SANTO TOMÁS. Suma Teológica, 1, q. 25, a. 3 ad 3 31
SAN CIPRIANO. Tratado sobre la Oración, 23-24 32
SAN CIRILO DE JERUSALEN, Catequesis II 1-III 1-16.
45
falte desde el fondo del corazón. Si estás del todo dispuesto a perdonarle la
falta, de hecho, ya le has perdonado. 33
Propone orar por los ofensores…
Aun te falta orar: ora por él para que te pida perdón porque sabes que no es
bueno para él no hacerlo... Di al Señor: Tú sabes que yo no he ofendido al
hermano...y le perjudica haberme ofendido; en cuanto a mí, te pido de
corazón que le perdones.” “Esto es lo que tenéis que hacer para vivir en paz
con vuestros hermanos..., para celebrar la Pascua con serenidad y vivir la
Pasión de aquel que no debía nada a nadie y que, no obstante, ha pagado la
deuda por todos, Nuestro Señor Jesucristo que no ha ofendido a nadie y, por
así decirlo, ha sido ofendido por todo el mundo. No ha pedido castigo sino
que ha prometido recompensas... A él mismo le hacemos testigo en nuestro
corazón: si hemos ofendido a alguien, vamos a pedir perdón; si alguien nos
ha ofendido, estamos dispuestos a perdonar y a orar por nuestros
enemigos”.34
De igual manera insiste en que “quien no perdona a quien le pide perdón arrepentido de
su pecado y no le perdona de corazón. No espere en manera alguna que Dios le
perdone sus pecados”.35 Será necesario pues, un cambio interior grande para realizar
entender este perdón, para aplicarlo en circunstancias donde es natural que surja el
odio y la venganza.
En su obra, Adversus Haereses San Ireneo habla sobre la gratuidad del perdón,
explicando que el perdón es la fuente de un amor más grande; con su gratuidad crea la
gratuidad en el pecado perdonado por lo que San Irineo es claro cuando expone:
“Dios fue magnánimo cuando el hombre le abandonó, anticipándose con la
victoria que le sería concedida por el Logos. Pues, como permitió que Jonás
33 SAN AGUSTÍN (354-430), Sermón 211, 5-6; SC 116, pág. 169 y. Catena Aurea, Vol. I, p 376 34
Ibíd. 35
Cfr. SAN AGUSTIN, De Fide et Symbolo X 21-22; Sermón 213,9.
46
fuese tragado por el monstruo marino (Jon 2,1-11), no para que pereciera
totalmente, sino para que, al ser vomitado (2,11), glorificase más a quien le
había otorgado tan inesperada salvación, así desde el principio permitió Dios
que el hombre fuese tragado por el gran monstruo, Satanás, autor de la
transgresión (Gen 3,1-6.14), no para que pereciera totalmente, pues tenía
preparado de antemano el don de la salvación en Quien la realizaría por el
signo de Jonás (Mt 12,39-40), sino porque quiso que el hombre pasase por
todas las situaciones y gustase el conocimiento de la muerte, para llegar por
ella a la resurrección de los muertos (Jn 5,24; Ef 5,14) y experimentar de qué
mal había sido librado. Así sería siempre grato al Señor, por haber recibido de
Él, el don de la incorrupción, y le amaría mucho más, pues «ama más aquel a
quien más se le perdona» (Lc 7,42-43)”36
Santa Teresa doctora de la Iglesia Católica, mística y escritora española, fundadora de
las carmelitas descalzas, expresa: “Que pliegue a Dios no se pierda ningún alma por
guardar estos negros puntos de honra sin entender en que está la honra, Y vendremos
después a pensar que hemos hecho mucho si perdonamos una cosita déstas que ni era
agravio, ni injuria ni nada; Y muy como quien ha hecho algo, vendremos a que nos
perdone el Señor, pues hemos perdonado. Dadnos mi Dios, a entender que o nos
entendemos, que venimos vacías las manos, y perdonadnos Vos por vuestra
misericordia”.37 Recordando con ello tener presente la gratuidad del perdón de Dios por
su inmensa misericordia.
San Francisco de Asís reflexionando sobre las veces que se debe perdonar escribe lo
siguiente: “Setenta veces siete.” (Mt 18,22) En esto conoceré que amas al Señor y me
amas a mí, su siervo y el tuyo: si cualquier hermano en el mundo, después de haber
cometido todos los pecados posibles puede reencontrar tu mirada, pedir tu perdón y
salir de tu presencia perdonado. Si no pide perdón, pregúntale tú si quiere que le
perdones. E incluso, si después de esto pecara mil veces más contra ti, ámalo más que
me amas a mí, para conducirlo así al Señor. Ten siempre piedad de estos
36 SAN IRENEO, Adversus Haereses, 111 20,1-2.
37 SANTA TERESA. Camino de Perfección 33,5
47
desgraciados. Y si se presentara la ocasión, comunica a los guardianes de nuestras
comunidades tu firme resolución de actuar así.38
La Iglesia se preocupa del pecador. No puede quedarse indiferente viéndole caminar
por la senda del pecado. El apóstol o pastor que no siente esta solicitud no es fiel a
Cristo, el pastor bueno, que deja las noventa y nueve ovejas y va en busca de la
perdida. Orígenes, Teólogo y Padre de la Iglesia griega, expone:
Que no se imaginen que pueden decir: «Si el vecino obra mal, ¿a mí qué me
importa? Sería igual que si la cabeza dijera a los pies: ¡qué me importa si mis
pies están mal y sufren! Así obran quienes presiden las asambleas de los
fieles y no piensan que formamos un solo Cuerpo los creyentes en un solo
Dios, Cristo, que nos une y mantiene en la unidad (Col 1,17). Tú, que
presides la asamblea, eres el ojo del Cuerpo de Cristo, función que recibiste
para mirar en derredor (episcopos), examinando todo y previendo lo que
puede suceder. Tú eres el pastor. Ves las ovejas del Señor, inconscientes del
peligro, precipitarse hacia el precipicio, ¿y no acudes? ¿No las haces volver?
¿No gritas al menos para detenerlas? ¿Perdiste la memoria hasta el punto de
olvidarte del misterio del Señor? El dejó en los cielos noventa y nueve y, por
una sola descarriada, descendió sobre la tierra y, encontrada, la cargó sobre
sus hombros (Mt 18,12) y se la llevó a los cielos”39
Por ello, San Ambrosio, importante teólogo y orador y uno de los treinta y tres doctores
de la Iglesia católica, grita a los pecadores: “¡Volved, pues, a la Iglesia si alguno de
vosotros se separó impíamente de ella! ¡Cristo promete el perdón a todos los que
vuelven a ella!, pues está escrito: «Todo el que invoque el nombre del Señor será
salvo» (Jl 3,5; He 2,21; Rom 10,13) ¡Tenemos un Señor bueno que quiere perdonar a
todos! Si quieres ser justificado, confiesa tu culpa. La humilde confesión de los pecados
desata los nudos de las faltas”.40
38
SAN FRANCISCO DE ASÍS (1182-1226). Carta a un ministro general franciscano 39
ORIGENES, In Gén Homilía IX 3; XIII 2; SAN CIRILO, Catequesis IV 24; SAN HILARIO, In Matheum XVIII 6. 40
SAN AMBROSIO, De Poenitentia II.
48
La superación y la lucha no deben polarizarse en el pecado, deben atender también al
egoísmo, la autosuficiencia, los criterios incorrectos y la deformación afectiva entre
otros que permanecen en la persona, por lo que San Juan de la Cruz interesado en el
dinamismo espiritual de la persona pecadora, enfatiza que es necesario atender a la
repercusión que el rechazo del amor de Dios tiene en toda la persona, especialmente
en la dimensión afectiva,41 ya que el pecador fácilmente queda adherido al objeto de su
pecado, por lo que no basta con no pecar sino que es necesario una liberación afectiva
progresiva necesaria para alcanzar la purificación, como fruto del perdón.
2. LA IGLESIA ACTUAL Y EL PERDÓN
A partir del siglo VIII, la confesión de los pecados da nombre al sacramento de la
penitencia. Desde el siglo XI se acostumbra a conceder la absolución al final de la
confesión, antes de cumplir la satisfacción, con lo que tenemos la forma penitencial que
llega hasta nosotros.
Según el concilio de Trento (1551), los pecados son perdonados por la absolución del
confesor; por parte del penitente se requiere: contrición, confesión y satisfacción (DS
1673). Se urge la confesión detallada de los pecados (DS 1679). La contrición de corazón
(arrepentimiento perfecto) otorga al hombre de inmediato la justificación ante Dios, incluso
antes de recibir el sacramento de la penitencia, que al menos implícitamente ha de
desearse (DS 1677).
La atrición (arrepentimiento imperfecto) no alcanza el perdón, pero dispone para obtenerlo
en el sacramento de la penitencia (DS 1678). El sacerdote es juez y médico; como juez
debe conocer la causa para poder juzgarla; como médico debe conocer la enfermedad
para poder curarla (DS 1679,1680). La absolución es como un acto judicial en el que el
sacerdote pronuncia la sentencia en el tribunal de la penitencia (DS 1685).
41
Cf. SAN JUAN DE LA CRUZ, 1S, 11
49
La doctrina de Trento y el Ritual romano (1614) produjeron un aumento de la práctica
sacramental de la penitencia, que se aplica incluso a pecados veniales (confesión de
devoción). San Carlos Borromeo (+1584) introdujo el uso del confesonario.
El concilio de Trento da una respuesta a los reformadores, que afirman que la penitencia
no es un sacramento y que el sacramento que borra los pecados es el bautismo, que la
absolución del sacerdote no es un acto judicial, sino la mera declaración de que al
creyente se le han perdonado los pecados; no hay obligación de confesar; la mejor
penitencia es una vida nueva; insisten en que la confesión privada no es de institución
divina; la capacidad para la absolución le compete a cada creyente cristiano; la práctica
romana de reservar la absolución de muchos pecados a una instancia superior no es
justa.
En el año 1215 el IV concilio de Letrán impone el precepto de la confesión anual de los
pecados graves, después de haber llegado al uso de la razón (DS 812). Este precepto
aparece así en el Catecismo de la Iglesia Católica: "Todo fiel llegado a la edad del uso de
la razón debe confesar al menos una vez al año los pecados graves de que tiene
conciencia" (n.1457; CDC, c.989).
La confesión de los niños es una práctica totalmente desconocida en los primeros siglos
de la Iglesia. A partir de Pío X, que recomienda la comunión frecuente en los años
conscientes de la infancia, la confesión de los niños se impone no ya como una
posibilidad, sino como una obligación (Quam singulari, 1910; Catecismo, nn.1420-1422;
CDC, c.914).
En el siglo XI, los obispos y confesores de Francia comenzaron a conceder indulgencias,
hacia el año 1300 Bonifacio VIII estableció un jubileo universal. En él se concedía
indulgencia plenaria a todos los que peregrinasen a Roma y allí cumplieran ciertas
condiciones. A finales de la edad media las indulgencias se convierten en una fuente de
dinero, que papas y obispos manejan a discreción. Contra la oposición de los
reformadores, el concilio de Trento formula la doctrina sobre las indulgencias: para los
vivos en forma de absolución y para los muertos en forma de intercesión (DS 1447ss).
50
El nuevo Ritual de la Penitencia (1975) presenta tres formas distintas de celebración:
individual, comunitaria (varios o muchos penitentes, confesión y absolución individual)
y colectiva (de carácter excepcional: muchos penitentes, confesión y absolución general,
confesión y absolución individual posterior). El Ritual destaca tres aspectos fundamentales
para la renovación del sacramento: conversión, Palabra de Dios, comunidad. Según el
concilio Vaticano II, "las acciones litúrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones
de la Iglesia" (SC 26); por tanto, en general, la celebración comunitaria de los sacramentos
"hay que preferirla, en cuanto sea posible, a una celebración individual y casi privada" (SC
27).
El perdón se manifiesta en su límite como la tolerancia y la convivencia ofrecidas al que
ha sido intolerante. La ley castiga al intolerante, el perdón le perdona. La intolerancia
legal frente al intolerante puede engendrar un círculo de venganza. Sin embargo, el
perdón es la única reacción que no re actúa simplemente, sino que actúa de nuevo y de
forma inesperada, no condicionada por el acto que la provocó y, por lo tanto, libre de
sus consecuencias, lo mismo quien perdona que aquel que es perdonado. Es decir,
permite la libertad creando una situación nueva.
S. S. Juan Pablo II decía que la liberación más radical de la persona, el perdón de los
pecados, tiene lugar gracias a la sangre de Cristo. En esto consiste la santidad.
“Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que
fuésemos santos e irreprochables ante Él por el amor” (Ef 1,3-10) No se trata
de una santidad ritual, se trata de una santidad y de una pureza moral,
existencial, interior. Cristo nos destina a acoger el don de la dignidad filial,
convirtiéndonos en hijos en el Hijo y hermanos de Jesús. Este don de la gracia
se difunde a través del Hijo amado, el Unigénito por excelencia. De esta
manera, el Padre realiza en nosotros una transformación radical: una plena
liberación del mal, pues con la sangre de Cristo “hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados a través del tesoro de su gracia”. (Col 1,12ss.) El
sacrificio de Cristo en la cruz, acto supremo de amor y solidaridad, infunde en
nosotros un sobreabundante haz de luz, de sabiduría y prudencia42.
42 S. S. JUAN PABLO II – Servus servorum Dei. (13-X-2004)
51
Otra exhortación que hace S.S. Juan Pablo II es,
“Perdonarse entre religiones porque Dios perdona. El diálogo interreligioso es
más eficaz cuando nace de la experiencia de vivir los unos con los otros, día
tras día, en el seno de la misma comunidad y la misma cultura. En Siria,
cristianos y musulmanes han vivido juntos durante siglos y han conseguido
que progrese un rico diálogo entre ambos.Todos los individuos y todas las
familias viven momentos de armonía y momentos en que el diálogo va a
menos. Las experiencias positivas deben reforzar en nuestrascomunidades la
esperanza de la paz; y no se debería permitir que las experiencias negativas
minen dicha esperanza.
Debemos buscar el perdón del Omnipotente para todas las ocasiones en las
que cristianos y musulmanes se han ofendido mutuamente y debemos
ofrecernos el perdón los unos a los otros. Jesús nos enseña que tenemos que
perdonar las ofensas ajenas si queremos que Dios perdone nuestros
pecados.”43
El perdón se opone al rencor y a la venganza, no a la justicia. En realidad, la verdadera
paz es “obra de la justicia” (Is 32, 17). Como ha afirmado el Concilio Vaticano II, la paz
es “el fruto del orden asignado a la sociedad humana por su divino Fundador y que los
hombres, siempre sedientos de una justicia más perfecta, han de llevar a cabo”44
Como la justicia humana es siempre frágil e imperfecta, expuesta a las limitaciones y a
los egoísmos personales y de grupo, debe practicar y en cierto modo completarse con
el perdón, que cura las heridas y restablece en profundidad las relaciones humanas
truncadas. Esto vale para las tensiones que afectan a los individuos, como a la
sociedad. El perdón nunca se contrapone a la justicia, porque no consiste en impedir
ante las legítimas exigencias de reparación del orden violado. El perdón tiende a esa
plenitud de la justicia que conduce a la tranquilidad del orden y que pretende una
43 S. S. JUAN PABLO II. Juan pablo II y los textos bíblicos Publicado Domingo, 09-11-08 a las 11:47s. (Consultado el 30 de
diciembre de 2012), disponible: http://www.conocereisdeverdad.org/website/index.php?id=2151 44
CONSTITUCIÓN PASTORAL Gaudium et Spes, 78
52
profunda recuperación de las heridas abiertas. Para esta recuperación, son esenciales
ambos, la justicia y el perdón.45
Estas son las dos dimensiones de la paz que el Papa analiza en este mensaje de la
Jornada Mundial de la Paz brindando a toda la humanidad, la oportunidad de
reflexionar sobre las exigencias de la justicia y sobre el llamamiento al perdón ante los
graves problemas que abaten al mundo.
“El Dios que nos redime mediante su entrada en la historia, y que mediante el
drama del Viernes Santo prepara la victoria del día de Pascua, es un Dios de
misericordia y de perdón (cf. Sal 103 [102], 3-4. 10-13). A cuantos le
objetaban que comía con los pecadores, Jesús les ha contestado: « Id, pues,
a aprender qué significa aquello de: Misericordia quiero, que no sacrificio.
Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores » (Mt 9, 13). Los
seguidores de Cristo, bautizados en su muerte y en su resurrección, deben
ser siempre hombres y mujeres de misericordia y perdón”46.
El mismo documento confirma que el perdón, nace en el corazón de cada uno, antes
de ser un hecho social, afirmando que el perdón es ante todo una decisión personal,
una opción del corazón que va contra el instinto espontáneo de devolver mal por mal.
Dicha opción tiene su punto de referencia en el amor de Dios, que nos acoge a pesar
de nuestro pecado y, como modelo supremo, el perdón de Cristo, el cual invocó desde
la cruz: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34).
Concluye que el perdón tiene raíz y dimensión divinas. Sin excluir que su valor pueda
entenderse también a la luz de consideraciones basadas en razones humanas. La
primera razón es la experiencia de vida cuando se comete el mal. Situación que pone
de manifiesto su fragilidad deseando que los otros sean indulgentes con él. Entonces,
¿por qué no tratar a los demás como se desea ser tratado? Todos abrigan en sí, la
esperanza de poder reanudar un camino de vida y no quedar para siempre prisionero
de sus propios errores y de sus propias culpas.
45
Cf. SU SANTIDAD JUAN PABLO II Mensaje de para la celebración de la XXXV jornada mundial de la paz, 1 de enero de 2002 46
Ibid.
53
Explica que en cuanto acto humano, el perdón es ante todo una iniciativa de cada
individuo respecto a sus semejantes. La persona por ser una persona eminentemente
social, construye una red de relaciones sociales en las que se manifiesta a sí misma
tanto en el bien como en el mal, por lo que el perdón es necesario también en el ámbito
social.
“Las familias, los grupos, los Estados, la misma Comunidad internacional,
necesitan abrirse al perdón para remediar las relaciones interrumpidas, para
superar situaciones de estéril condena mutua, para vencer la tentación de
excluir a los otros, sin concederles posibilidad alguna de apelación. La
capacidad de perdón es básica en cualquier proyecto de una sociedad futura
más justa y solidaria… ¡Cuánto sufre la humanidad por no saberse reconciliar,
cuántos retrasos padece por no saber perdonar! La paz es la condición para
el desarrollo, pero una verdadera paz es posible solamente por el perdón”47.
El perdón podría parecer una debilidad; cuando en realidad, tanto para concederlo
como para aceptarlo, hace falta una gran fuerza espiritual y una valentía moral a toda
prueba. Lejos de ser detrimento para la persona, el perdón la lleva hacia una
humanidad más plena y más rica, capaz de reflejar en sí misma un rayo del esplendor
del Creador.
En otra ocasión S. S. Juan Pablo II consciente de la dificultad para perdonar, pero a la
vez reconociendo que su experiencia liberadora es capaz de sanar toda herida
expresó:
“El perdón, ciertamente no surge en el hombre de manera espontanea y
natural. Perdonar sinceramente en ocasiones puede resultar heroico.
Aquellos que se han quedado sin nada por haber sido despojados de sus
propiedades, los prófugos y cuantos han soportado el ultraje de la violencia,
no pueden dejar de sentir la tentación del odio y de la venganza. La
experiencia liberadora del perdón, aunque llena de dificultades, puede ser
vivida también por un corazón herido, gracias al poder curativo, que tiene su
47 Ibid.
54
primer origen en Dios-Amor. La inmensa alegría del perdón ofrecido y
acogido, sana heridas aparentemente incurables, restablece nuevas
relaciones y tiene sus raíces en el inagotable amor de Dios”.48
S.S. Benedicto XVI expone recordando que Dios antes que justicia es amor: “Si es
verdad que Dios es justicia, no hay que olvidar que es sobre todo amor: si odia el
pecado es porque ama infinitamente a toda persona humana», aclaró Recordando que
Jesús se despide de la adúltera con esta consigna: “Vete, y en adelante no peques
más” (Jn 8,10-11).
«Dios nos ama a cada uno de nosotros y su fidelidad es tan profunda que no
nos deja desalentarnos, ni siquiera por nuestro rechazo». «Jesús no entabla
una discusión teórica con sus interlocutores una discusión teórica sobre la ley
de Moisés: no le interesa ganar una disputa académica», indicó, «sino que su
objetivo es salvar un alma y revelar que la salvación sólo se encuentra en el
amor de Dios». «Por esto vino a la tierra, por esto morirá en la cruz y el Padre
le resucitará al tercer día», aclaró. «Jesús vino para decirnos que nos quiere a
todos en el Paraíso y que el Infierno, del que se habla poco en nuestro
tiempo, existe y es eterno para quienes se cierran el corazón a su amor»,
subrayó. «Por tanto, también en este episodio comprendemos que nuestro
verdadero enemigo es el apego al pecado, que puede llevarnos al fracaso de
nuestra existencia». Recordando que Jesús se despide de la adúltera con
esta consigna: «Vete, y en adelante no peques más», el Papa explicó: «sólo
el perdón divino y su amor recibido con corazón abierto y sincero nos dan la
fuerza para resistir al mal y para no “pecar más”, para dejarnos golpear por el
amor de Dios, que se convierte en nuestra fuerza». «La actitud de Jesús se
convierte de este modo en un modelo que tiene que seguir toda comunidad,
llamada a hacer del amor y del perdón el corazón palpitante de su vida»49
48
JUAN PABLO II,I-I-97 49 S.S. Benedicto PP XVI. 2007-03-25
55
Debido a los dramáticos acontecimientos de nuestro tiempo, el tema del perdón mutuo
resulta concretamente urgente, sin embargo se tiene poca conciencia de que se
necesita, ante todo el perdón de Dios, la justificación por él. La conciencia moderna por
lo general no reconoce el hecho de que la humanidad es deudora ante Dios y que el
pecado es una realidad que sólo se supera por iniciativa de Dios. Este debilitamiento
del tema de la justificación y del perdón de los pecados, es resultado de un
debilitamiento de la relación con Dios. Por eso, la primera tarea consiste en redescubrir
al Dios vivo en la vida de cada uno, hoy y en medio de la sociedad.
Actualmente se está viviendo en un momento en el que urge expresar el poder del
perdón. Por un lado se extiende implacable el sistema, sin resquicio para la gratuidad y
ternura, el perdón y reconciliación, imponiendo sobre todos su “coraza de hierro” de ley
necesaria. Por otro lado aumentan las divisiones sociales y el odio: choque entre
colectivos nacionales, minorías y mayorías, exilados y emigrantes… Crecen los grupos
contrapuestos, la violencia aumenta, muchos se sienten inseguros. Van en aumento el
número de enfermedad por causas “emocionales”, entiéndase falta de perdón; como
son el cáncer, la diabetes, las artritis reumatoideas entre otras. Por eso se vuelve cada
vez más necesaria una experiencia contagiosa y creadora de un perdón que sea capaz
de expresar y promover el amor del evangelio.
“Perdonar no es olvidar sino transformar”.50 A un pastor (sea Obispo o sólo sacerdote),
sólo le corresponde exhortar a un criminal a que deje de pecar gravemente; y a las
víctimas que han sufrido sus crímenes debe confortarlas, para después solicitarles que
sean misericordiosas y perdonen a quienes les han causado tanto daño. Pero en modo
alguno el amor a los enemigos que predicó Jesús en el Sermón de la Montaña puede
amparar las aspiraciones de los criminales y de los terroristas.
Los creyentes son peregrinos en esta tierra, extranjeros directos hacia la eternidad. Lo
ha reafirmado Benedicto XVI en la homilía de la misa de sufragio por los cardenales y
obispos difuntos durante el año, celebrada en la Basílica Vaticana. Al comentar el paso
evangélico del coloquio de Jesús con Nicodemo, Benedicto XVI observó que con
50 BENEDICTO PP. XVI. 2009. VI.
56
Cristo, Dios está cerca del hombre. Dios manifiesta su omnipotencia en la misericordia
y el perdón. Comprender todo esto significa entrar en el misterio de la salvación: Jesús
vino para salvar y no para condenar; con el sacrificio de la cruz, él revela el rostro de
amor de Dios. Y, precisamente, por la fe en el amor sobreabundante que nos ha sido
donado en Cristo Jesús - dijo el papa -, nosotros sabemos que incluso la más pequeña
fuerza de amor es más grande que la máxima fuerza destructiva y puede transformar el
mundo y por esta misma fe podemos tener una esperanza confiable en la vida eterna y
la resurrección de la carne.51
El libro “Sanación Integral” del P. De Grandis y Linda Schubert explica que perdonar
es el camino de la sanción…que es equivalente a dejar marchar la dureza que se tenía
hacia otra persona, soltando todas esas cosas que se han resguardado contra esa
persona y saltándola de ese vínculo, por su experiencia asevera que perdonar es un
proceso que dura toda la vida y se va recibiendo la gracia en cada momento. El perdón
permite liberarse de todo lo soportado para seguir adelante: Usted se acuerda del frío
del invierno, pero ya no tiembla porque ha llegado la primavera”.52
Jean Monbourquette, omi, licenciado en teología, máster en pedagogía por la
Universidad de Ottawa y en piscología clínica por la Universidad de San Francisco,
que quería ser conocido como el “Médico de las Almas”, como sacerdote que también
era terapeuta, en su obra “Como Perdonar, Perdonar para sanar. Sanar para
perdonar” hace un enfoque único y original del cual se hablará más adelante, donde la
curación se logra a través de la psique y la espiritualidad. La intención del autor al
escribir este libro es proporcionar una guía práctica para aprender a perdonar. El
perdón, explica, se trata de dar una serie de pasos para llegar a saber perdonarse de
veras a uno mismo y a los demás, lo cual constituye una innegable fuente de gozo y de
crecimiento interior.
51 Cf. BENEDICTO XVI. Dios de misericordia y perdón. Base de datos en línea (consultados el 3 de enero 2012) disponible en:
http://www.oblatos.com/dematovelle/index.php?option=com_content&view=article&id=2375:benedicto-xvi-dios-de-
misericordia-y-perdon&catid=144:la-voz-del-papa&Itemid=145 52
DE GRANDIS. R. S.S.J. y Schubert .L. Sanación Integral. Base de datos en línea tomado (consultado el 10 de agosto de 2012. Disponible en: http://www.valores.humanet.co/perdon.htm
57
Desde su posición laica, Hannah Arendt, filósofa política alemana de origen judío, una
de las más influyentes del siglo XX no, fundamenta el perdón en el amor, sino en el
respeto por la dignidad del ser humano. La filósofa cree que cada hombre es mucho
más de lo que hace o piensa, y gracias al perdón hay un nuevo comienzo para el
actuar. Le falta la visión cristiana de un Padre que perdona a sus hijos, aunque sabe
intuir que el auténtico perdón debe ir siempre acompañado de la comprensión y la
reconciliación. Y es que el gran problema del perdón en muchas personas es que lo
conciben como una simple renuncia a vengarse y no intentan comprender al otro ni
reconciliarse con él, como si buscaran una garantía de no ser ofendidos de nuevo53.
No es un verdadero perdón, porque no libera ni al ofensor ni al ofendido. La gran
teóloga alemana Jutta Burgraaf escribió que el perdón verdadero se concede sin
ninguna condición, al igual que el amor auténtico54.
Es importante también hacer mención que las oraciones más importantes para el
cristianismo, el "Kirie Eleison", el "Credo" de la Iglesia católica y el tradicional
"Padrenuestro" mencionan el perdón de las ofensas y de los pecados:
El Credo. “Creo en Dios Padre Todopoderoso…Creo en la Iglesia, que es una, santa,
católica y apostólica. Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén”. El Credo
cristiano, en su estructura trinitaria, sitúa el perdón de los pecados como explicitación
de la fe en el Espíritu Santo en la Iglesia.
El amor de Dios, Padre misericordioso, que ha reconciliado al mundo consigo, por la
muerte y resurrección de Jesucristo, ha enviado el Espíritu Santo a la Iglesia para hacer
presente y actual esta obra en el perdón de los pecados. Así lo recoge la fórmula de la
absolución del sacramento de la Penitencia: “Padre misericordioso, que reconcilió
consigo al mundo por la muerte y la resurrección de su Hijo y derramó el Espíritu
53
Cf. RUBIO PLO Antonio R. 1º Perdonemos y pidamos perdón; amar los enemigos; perdonado. alfayomega.es nº 718 – XII.
MMX Base de datos en línea (consultado el 2 de enero del 2913) disponible en: http://www.conocereisdeverdad.org/website/index.php?id=2151
54 Ibíd.
58
Santo para la remisión de los pecados, te conceda, por el ministerio de la Iglesia, el
perdón y la paz”.
El pecado, vivido en la presencia de Dios Padre, reconocido a la luz de Cristo y
confesado bajo el impulso del Espíritu Santo se convierte, en la Iglesia,
en acontecimiento de celebración de la Buena Nueva. El encuentro con Cristo lleva al
cristiano a verse a sí mismo, en su ser y en su actuar, como creación de Dios y como
recreación en el Espíritu. Así su fe es acción de gracias por el don de la vida, confesión
de la propia infidelidad frente a la fidelidad del amor de Dios, que no se queda en la
tristeza o en el hundimiento por el sentido de culpabilidad, sino que se hace canto de
glorificación a Dios, confesión de fe, celebración del perdón.
Para indicar cuál era el provecho de la confesión del Credo, los Padres de la Iglesia
dijeron: “… el perdón de los pecados. Con ello no se refieren a una remisión simple,
sino a la completa destrucción del pecado, como cuando dice Cristo: “Este es mi
cuerpo, que rompo por todos para el perdón de los pecados” (Mt 26,26-28), es decir,
para que éstos sean borrados.55
El perdón de los pecados, -que sigue en el Credo a la confesión de fe en Dios Padre,
en Jesucristo, y en el Espíritu Santo-, significa que el cristiano se ve a sí mismo, y su
actuación, ligado en alianza con Dios, a quien ha confiado su existencia. Pecado y
perdón no hacen referencia a una ley anónima, a un orden abstracto roto y restablecido,
sino a una historia de amor entre personas con infidelidades y restablecimiento del
amor por la fidelidad. Desde la fidelidad inquebrantable de Dios, el perdón se
experimenta como el milagro de la gratitud incondicional del amor de Dios.
55
TEODORO DE MOPSUESTIA, Homilía X 20. Base de datos en línea (consultado el 29 diciembre, 2012) disponible en : http://mercaba.org/FICHAS/ORACION/CREDO/11_el_perdon_de_los_pecados.htm
59
Padre nuestro. “Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy
nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del
mal”. Encierra en sí la enseñanza máxima de Jesús, para poder hacer realidad el
Reino de Dios aquí en la tierra; es necesario perdonar, para así, poder cumplir el
mandato principal de Dios que encierra en sí todos los mandamientos: “Amaras al
señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas…” (Dt 6,4-9)
“y a tu prójimo como a ti mismo” (Mc 12,31).
En esta oración se implora perdón por las faltas, por los errores, que a lo largo del día,
a lo largo de la vida se cometen en el pleno ejercicio de las libertades que Dios
da, “Desde el abismo clamo a ti, Señor, escucha mi clamor, que tus oídos pongan
atención a mi voz suplicante. Señor, si no te olvidas de las faltas, ¿quién podrá
subsistir? Mas el perdón se encuentra junto a ti, por eso te veneran. Espero en el
Señor, mi alma espera y confía en su palabra, mi alma aguarda en el Señor mucho
más que a la aurora el centinela. Como aguarda a la aurora el centinela, así Israel
espera en el Señor, porque el Señor tiene misericordia y hay en él abundante
redención. El Señor dejará libre a Israel de todas sus maldades”. (Sal 130)
El Kirie Eleison . Con el Kirie, (vocativo kirie que quiere decir el Señor) confesamos el
señorío de Cristo resucitado desde la humanidad y su historia. Eleison, en griego
"compadecerse". Ese ¡Kyrie Eleison, Christe Eleison!, en griego significa “¡Señor ten
Piedad, Cristo ten piedad”! es uno de los cantos más antiguos del canto gregoriano
(esto se deduce por su texto en griego). Oración que clama perdón al Señor, que
conoce las miserias del ser humano, pero éste a su vez conoce la inmensa
misericordia de Dios.
60
3. ABSOLUCIÓN DE LOS PECADOS EN LA IGLESIA CATÓLICA.
EL ESPÍRITU SANTO Y EL PERDÓN DE LOS PECADOS EN LOS SACRAMENTOS
No es posible hablar de “perdón de los pecados” sin pensar en un “Dios, Rico en
Misericordia”56, que nos haya enviado a su Hijo como Redentor de los hombres, que se
encarnó de María la Virgen, una Encarnación atribuida al Espíritu Santo (cf. Lc 1,35);
“Encarnación que no es exigencia del pecado sino que brota del mismo ser de Dios
como gracia, justicia, fidelidad”57. Anunciando su misión en Nazaret, este Hijo se revela
totalmente ungido y lleno del mismo Espíritu del Señor, o sea, El Espíritu Santo. Las
razones de esta unción y de esta plenitud son el don de: - la buena noticia a los pobres,
- la libertad a los cautivos y oprimidos, - la vista a los ciegos, o sea el don del “año de
gracia del Señor”, que no es otra cosa que “EL PERDÓN” del Señor (cf. Lc 4,18-19).
Es preciso reconocer el Espíritu Santo actúa en los sacramentos, pero antes habilita al
Propio Autor de los sacramentos: torna posible su nacimiento y lo llena de tal modo que
pueda anunciar la misericordia del Señor (el perdón de los pecados) como una Buena
Noticia, por ser Sacramento por excelencia de Dios: “Jesús es el sacramento vivo de
Dios, que contiene, significa y comunica el amor de Dios para con todos”58, Imagen de
la bondad de un Dios que es Amor, Perdón, misericordia. En palabras de Juan pablo II,
Él es el ícono que mejor revela esta misericordia del Padre, porque “el Cristo pascual es
decir, Cristo en su pasión, muerte y resurrección, es la encarnación definitiva de la
misericordia, su signo viviente”59.
Estando claro que el Espíritu Santo es, por excelencia, el principal autor del perdón en
los sacramentos uno por ser el sacramento por el que se renace en la Iglesia, - el otro,
por ser el que nutre y sostiene la vida nueva que se ha dado a la humanidad, - y el
tercer, finalmente, por ser uno de los que sanan.
56
JUAN PABLO II, Dives in Misericordia, del 30.11.1980. Base de datos en línea, (consultado el 20.11.2012), disponibleen:http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jpii_enc_30111980_dives-in-misericordia_sp.html Cf. también Ef. 2,4.
57 Ibídem, n. 4
58 Artículo “Jesús es imagen de la bondad del Padre”. Base de datos en línea, (consultado el 21.11.12), disponible
en http://mercaba.org/Cristologia/DdeJ_caravias_03.htm 59
JUAN PABLO II, Op. Cit., n.8
61
3.1. El Espíritu Santo en la Iglesia. “Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de
vida”
Aquí se habla de Aquel que es conocido y llamado “Señor y Dador de Vida”60; “Él es
Dios y “Persona-Don”61. “El da al hombre y al cosmos la vida en sus múltiples formas
visibles e invisibles, la renueva mediante el misterio de la encarnación"62. Él es, según
León XIII (Divinum illud munus) “Aquel que completa y lleva a perfección la obra de la
redención a través de la iglesia, - continúa la obra de Cristo en la Iglesia, - obra también
en el alma de cada creyente para ser hijos adoptivos de Dios”63.
La razón que obliga, a acercarse a la Persona del Espíritu Santo, en vez de ir
directamente a los sacramentos, es la enseñanza de la Iglesia. Ésta nos dice que la
acción santificadora del Espíritu Santo acontece principalmente en el Bautismo, en el
que el nuevo “cristiano” renace del agua y del Espíritu. Dicha acción emana de la
preciosa sangre redentora de Jesús: “A esta Iglesia, fundada con su sangre, dice Pio
XII la fortaleció el día de pentecostés con una fuerza especial bajada del cielo”64.
3.2. El don del Espíritu Santo y el perdón. “Reciban el Espíritu Santo”
Este Espíritu, fue dado para “el perdón de los pecados”: “Reciban el Espíritu Santo: a
quienes les perdonen los pecados les quedarán perdonados; a quienes se los retengan
les quedarán retenidos”. (Jn 20,22-23).Es claro que quien perdona es El Espíritu Santo;
los apóstoles son apenas instrumentos utilizados. “Si en la primera creación el aliento
de Dios difundió la vida al Adán, aquí el soplo de Jesús comunica la vida a la nueva
60
JUAN PABLO II, Encíclica “Dominum et Vivificantem”, del 18.05.1986. Base de datos en línea, (consultado el 20.11.2012), disponible en http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem_sp.html Cf. El Credo Niceno-constantinópolis.
61 Ibídem, n. 10
62 Ibídem, n.52
63 LEÓN XIII, Divinum Illud munus, 9.05.1897. Base de datos en línea, (consultado el 20.11.2012), disponible en
http://www.vatican.va/holy_father/leo_xiii/encyclicals/documents/hf_l-xiii_enc_09051897_divinum-illud-munus_sp.html
64 PIO XII, Mystici Corporis, del 29 de junio de 1943. Base de datos en línea, (consultado el 20.11.2012), disponible
en http://www.vatican.va/holy_father/pius_xii/encyclicals/documents/hf_p- xii_enc_29061943_mystici-corporis-christi_it.html
62
creación espiritual. Cristo, que murió para quitar el pecado del mundo, ya resucitado
deja a los suyos el mismo Espíritu para la misma finalidad: perdonar los pecados”65.
Es decir que al confiarles la misión de revelación y de salvación, Jesús les comunica
también el poder de perdonar los pecados, relacionándolo con el Espíritu Santo, de tal
modo que ricos y llenos del Espíritu, “sean capaces de comunicarlo por su vez y de
perdonar los pecados”66, porque, según Teresa Okure, una de las obras del Espíritu
Santo es hacernos uno en Cristo67.
4 EL ESPÍRITU SANTO EN EL BAUTISMO
“Creo en el perdón de los pecados”, recuerda que la fe en el perdón de los pecados es
vinculada a la fe en el Espíritu Santo”68, y a un solo bautismo para el perdón de los
mismos. Por eso, el C.I.C. dice que el “Bautismo es el primero y principal sacramento
del perdón de los pecados” porque, según San Pablo (Cf. Rm 4,25), “nos une a Cristo
muerto por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación, a fin de que
vivamos también una vida nueva (Rm 6,4)”69.
Es fácil entenderlo también desde otro punto de vista, el bautismo es el gran
sacramento de la reconciliación y del renacimiento del hombre pecador, el primer de los
sacramentos y puerta de entrada en la fe y en la Iglesia. Se puede decir que el
Bautismo es el camino que lleva a Jesús-Camino. Gracias al doble simbolismo del agua
que utiliza, el bautismo lava y santifica, infunde el don del Espíritu Santo (Cf. Hch 2,38;
1 Cor 12,13). Y este Espíritu Santo, en el bautismo, perdona, borra todos los pecados.
“El Ritual de los Sacramentos observa que en el Bautismo confluye todo el misterio de
la vida: el pasado del pecado – superado –, el presente del hombre nuevo – en vías de 65
Cf. la nota-comentario sobre Jn 20,19-23. Biblia Latinoamérica, letra grande, Madrid: San Pablo, Edición revisada 2004 (52ª edición).
66 FABRIS,Rinaldo y MAGGIONI Bruno , Os Evangelhos. T. II, Brasil, San Paulo: Ed. Loyola, 1992, p. 486.
67 OKURE Tersa, “Juan”, en Comentario Bíblico Internacional. Navarra: Editorial Verbo Divino, 4ª Ed., 2005, p. 1366.
68 CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, n. 976. Base de datos en línea, (consultado el 20.11.2012), disponible en
www.vatican.va/archive/catechism_sp/p123a10_sp.html 69
Ibídem, n. 981.
63
alcanzarse – y la esperanza del mundo definitivo – al que la fe ha dado crédito”70. Más
adelante, el mismo ritual subraya las imágenes que expresan la radicalidad de la acción
del Espíritu Santo de Dios y su efecto en el creyente. Unas de ellas son: “la
regeneración, la participación de la resurrección, el hombre del Espíritu, y el ungido”71.
En la Liturgia de la Palabra, la 1ª lectura, tomada de Ez 36,24-28, subraya la
purificación de todas las inmundicias e idolatrías con derramamiento de agua, el don de
un espíritu nuevo (el Espíritu de Yahvéh) y la filiación adoptiva (“seréis mi pueblo”). ”.
Se puede concluir que en el Bautismo, la acción del Espíritu Santo consiste en dar vida
al agua de la fuente bautismal, para el nuevo nacimiento del neófito y, con la unción pos
bautismal (santo crisma), en librar del pecado y dar vida nueva por el agua ya
santificada por Él.
Los Padres recuerdan que Jesús también fue bautizado, pero “no para ser él santificado
por las aguas, sino para que las aguas sean santificadas por él, y purificarlas con el
contacto de su cuerpo. Más que de una consagración de Cristo, se trata de una
consagración de la materia del bautismo”72. “Así purificadas y santificadas las aguas,
por el Bautismo todos los pecados son borrados, “perdonados” (C.I.C., 1236), incluso
los que son considerados imperdonables o mayores, pues – en palabras de san Cirilo
de Jerusalén – el mayor crimen es crucificar a Cristo: “(…) ¿Qué mayor crimen que
crucificar a Cristo? Pues aún este se lava con el bautismo. (…) ¡Oh inefable
misericordia de Dios! Quienes desesperaban de la salvación, fueron juzgados dignos de
recibir el Espíritu Santo...”73.
70
PARDO Andrés, Ritual de los Sacramentos Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 3ª ed., 1983, p. 3. [en este ritual sólo se encuentra el bautismo de los niños.]
71 Ibídem, p. 4.
72 SAN MÁXIMO DE TURÍN, sermón sobre la Epifanía.
73 SAN CIRILO DE JERUSALEN, Catequesis II 1-III 1-16. Piensa en el mismo sentido SAN AGUSTIN (De Fide et Symbolo X 21-22;
Sermón 213,9)
64
León Magno dirá que todo creyente regenerado en Cristo, cualquiera que sea la región
del mundo en que habita, rompe con el hombre viejo y, renaciendo, se convierte en un
hombre nuevo74.
Esta eficacia, en palabras de Santo Tomas de Aquino, está en que el bautismo
limpia de todos los pecados en cuanto a la culpa y en cuanto al castigo merecido. Con
eso, los hombres entran en la Iglesia por el bautismo, como por una puerta (L.G., n.14).
5. EL ESPÍRITU SANTO EN LA PENITENCIA
Según la doctrina de la Iglesia en su catequesis (C.I.C.), el bautizado puede
reconciliarse también con Dios y con la propia Iglesia por medio del sacramento de la
penitencia, llamado por los Padres “bautismo laborioso” (n. 980)75, “Todo eso debido al
llamado “poder de las llaves”: “La Iglesia ha recibido las llaves del Reino de los cielos, a
fin de que se realice en ella la remisión de los pecados por la sangre de Cristo y la
acción del Espíritu Santo” (n. 981). Por eso, “el discípulo de Cristo que, después del
pecado, movido por el Espíritu Santo, acude al sacramento de la Penitencia, ante todo
debe convertirse de todo corazón a Dios. Esta íntima conversión del corazón, que
incluye la contrición del pecado y el propósito de una vida nueva, se expresa por la
confesión hecha a la Iglesia, por la adecuada satisfacción y por el cambio de vida. Dios
concede la remisión de los pecados por medio de la Iglesia, a través del ministerio de
los sacerdotes”76. Todo eso está expresado en la Fórmula de la Absolución en la
confesión sacramental de los pecados en la que el sacerdote o el obispo, con la mano
derecha sobre la cabeza del penitente, dice.
“Dios padre misericordioso que reconcilio consigo al mundo por la muerte y
resurrección de su hijo y envió el Espíritu Santo sobre nosotros para la remisión
de los pecados, te conceda por el ministerio de la santa iglesia, el perdón y la
74
Cf. LEÓN MAGNO, Sermón 6 en la natividad del Señor. 75
“Los padres tuvieron razón en llamar a la penitencia "un bautismo laborioso" (San Gregorio Nac., Or. 39. 17). Para los que han caído después del Bautismo, es necesario para la salvación este sacramento de la penitencia, como lo es el Bautismo para quienes aún no han sido regenerados (Cc de Trento: DS 1672)”.
76 Cf. Concilio Tridentino, Sessio XIV, De sacramento Paenitentiae, cap. I: DS, 1673-1675.
65
paz. Y yo te absuelvo de todos tus pecados en el nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo. Amén".
Como se ve en las “Prenotandas”, con esta absolución, el sacramento de la penitencia
alcanza su plenitud, visto que por medio de este signo visible, Dios quiere salvar y
restaurar su Alianza con la humanidad. Así, por medio de este sacramento, el Espíritu
Santo vuelve a santificar su templo o habita en él con mayor plenitud, y el hijo que
retorna a casa vuelve a participar de nuevo y con más fervor que antes, en la mesa del
Señor.
De todo esto, el Actor Principal es de nuevo el Espíritu Santo: Él es quien remite los
pecados. Para reconciliar el mundo consigo, el Padre de Misericordia tuvo que
derramar el Espíritu, como lo hiso al principio, en la creación del hombre (Cf. Gn 2,7),
como lo hiso con los huesos secos (Cf. Ez 37,9), y así lo hiso Jesús con sus discípulos
al confiarles la nueva misión (Cf. Jn 20,22-23). Se puede concluir que la reconciliación
es también re-creación, renovación, por eso, por la voz del salmista se suplica diciendo:
“Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, renueva en mi interior un espíritu firme. No me
rechaces lejos de tu rostro ni me retires tu espíritu santo” (Sal 51,12-13), y se le pide
que devuelva a los hombres el gozo y la alegría. Justamente por eso es que el pecado,
vivido en la presencia de Dios Padre, reconocido a la luz de Cristo y confesado bajo el
impulso del Espíritu Santo, se convierte en la Iglesia en acontecimiento de celebración
de la Buena Nueva77.
"La constitución divina del Sacramento de la Penitencia comporta que
cada penitente confiese al sacerdote todos los pecados mortales, así
como las circunstancias que lo especifiquen moralmente y que recuerde
después de un atento examen de conciencia. Por esta razón, el Código
de Derecho Canónico establece con claridad que „la confesión auricular y
secreta y la absolución es el único medio ordinario por el que un fiel que
tenga conciencia de pecado mortal es reconciliado con Dios y con la
Iglesia. Sólo excusa de la confesión la imposibilidad física o moral. Al
77 Art. “El perdón de los pecados”. Base de datos en línea, (consultado el 20.11.2012), disponible en
http://www.mercaba.org/FICHAS/ORACION/CREDO/11_el_perdon_de_los_pecados.htm
66
especificar esta obligación, la Iglesia ha reiterado insistentemente que
"todo fiel que haya alcanzado el uso de razón está obligado a confesar
fielmente sus pecados mortales, al menos una vez al año". Deben
realizarse enérgicos esfuerzos para evitar cualquier riesgo de que la
práctica tradicional del Sacramento de la Penitencia caiga en desuso.78
Durante la historia de la humanidad ha sido frecuente vivir por separado la conciencia
del pecado y el encuentro con Dios, lo que ha traído como consecuencia la separación
de la conversión con el encuentro con el Señor, “Pero la vida del cristiano exige otro
planteamiento: la garantía de la conciencia del pecado y de la conversión, está en el
mismo encuentro con el Señor”.79
Los católicos son llamados de modo particular para encontrarse con la
experiencia únicamente transformadora que es la confesión individual e
íntegra y la absolución. De acuerdo con el derecho y la práctica de la Iglesia,
el fiel debe confesar oralmente sus pecados (confesión auricular), excepto
en los casos de una verdadera imposibilidad física o moral (por ejemplo, una
mudez extrema, o una condición física que inhiba del habla, impedimento en
el habla, etc.). El santo Padre ha señalado que la naturaleza personal del
pecado, conversión, perdón y reconciliación pide la confesión personal de
los pecados y la absolución individual‟. Como la confesión individual e
íntegra de los pecados es no sólo una obligación, „sino también un derecho
inviolable e inalienable‟ del fiel, debe ser eliminada cualquier innovación que
interfiera con el cumplimiento de esta obligación, tales como invitar a los
penitentes o encarecerles a nombrar tan sólo un pecado o a nombrar un
pecado representativo”80
El pecado es una ofensa a Dios, que por tanto también tiene algo que perdonar, a
través del sacramento de la confesión o penitencia. A través de los sacerdotes se
obtiene el perdón divino por medio de la llamada "absolución". La Iglesia católica
sostiene esta capacidad del sacerdote en las palabras que el evangelio pone en boca
78 Cf."Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos”, en su circular de 20 de marzo de 2000. 79
GAMARRA Saturnino. Teología Espiritual. Sapienta Fidei, Serie de Manuales de Teología, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1994. P. 240
80 Cf. "Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos”, en su circular de 20 de marzo de 2000.
67
de Jesús: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan
perdonados. A quienes se los retengáis les quedan retenidos”. (Jn 20, 23).
El encuentro con el Señor es un encuentro pascual, un encuentro con el Señor
resucitado, y esta experiencia pascual es fundamentalmente de perdón. Todos
abandonaron su maestro y están conscientes de su pecado, pero al experimentar la
experiencia pascual, se sienten automáticamente perdonados, redimidos por Jesús,
admitidos nuevamente a su condición de amigos y discípulos en completa comunión,
descubriendo en Jesús el amor que permanece, por lo que es tan importante la
relación que existe entre la Resurrección y el perdón de los pecados.81
El pecado es desde el punto de vista religioso un rechazo a la relación de amor con
Dios. El pecado, vivido en la presencia de Dios Padre, reconocido a la luz de Cristo y
confesado bajo el impulso del Espíritu Santo, se convierte en la Iglesia
en acontecimiento de celebración de la Buena Nueva. El encuentro con Cristo lleva al
cristiano a verse a sí mismo, en su ser y en su actuar, como creación de Dios y como
recreación en el Espíritu.
De esta manera, la fe del cristiano es acción de gracias por el don de la vida, confesión
de la propia infidelidad frente a la fidelidad del amor de Dios, que no se queda en la
tristeza o en el hundimiento por el sentido de culpabilidad, sino que se hace canto de
glorificación a Dios, confesión de fe, celebración del perdón.
“Si el cristiano tiene conciencia de un pecado grave está obligado a seguir el itinerario
penitencial, mediante el sacramento de la Reconciliación para acercarse a la plena
participación en el Sacrificio Eucarístico”82.
La Eucaristía y la Penitencia son dos sacramentos estrechamente vinculados entre sí.
En la penitencia privada el proceso penitencial es el siguiente.
81
Cf. 81
GAMARRA Saturnino. Teología Espiritual. Sapienta Fidei, Serie de Manuales de Teología, Biblioteca de Autores Cristianos,
Madrid 1994. P. 240 82
Ecclesia e Eucharistia, n. 37
68
El pecador, arrepentido, confiesa su pecado al sacerdote, que le impone una
satisfacción (al principio fue muy severa) y, cuando esta ha sido cumplida, le concede
la absolución. A partir del siglo VIII, la confesión de los pecados da nombre al sacramento
de la penitencia. Desde el siglo XI se acostumbra a conceder la absolución al final de la
confesión, antes de cumplir la satisfacción, con lo es hasta hoy.
Según el concilio de Trento (1551), los pecados son perdonados por la absolución del
confesor; “por parte del penitente se requiere: contrición, confesión y satisfacción” (DS
1673). “Se urge la confesión detallada de los pecados” (DS 1679).
La contrición de corazón (arrepentimiento perfecto) otorga al hombre de inmediato la
justificación ante Dios, incluso antes de recibir el sacramento de la penitencia, que al
menos implícitamente ha de desearse (DS 1677). El sacerdote es juez y médico; como
juez debe conocer la causa para poder juzgarla; como médico debe conocer la
enfermedad para poder curarla (DS 1679,1680). La absolución es como un acto judicial en
el que el sacerdote pronuncia la sentencia en el tribunal de la penitencia (DS 1685).
De la revelación del valor de este misterio y del poder de perdonar los pecados, conferido
por Cristo a los apóstoles y a sus sucesores, se ha desarrollado en la Iglesia la conciencia
del signo del perdón, otorgado por el Sacramento de la Penitencia. Este da la certeza de
que el mismo Señor Jesús instituyó y confió en la Iglesia, como don de benignidad y de
“filantropía” (Cf. Tit 3,4) ofrecida a todos. Un Sacramento especial para el perdón de los
pecados cometidos después del Bautismo.
Es una certeza afirmada, como ya se dijo, por el concilio de Trento y reafirmada por el
Concilio Vaticano II: “Quien se acerca al sacramento de la penitencia obtiene de la
misericordia de Dios el perdón de la ofensa hecha a Él y al mismo tiempo se reconcilian
con la Iglesia, a la que hirieron pecando, y que colabora a su conversión con la caridad,
con el ejemplo y las oraciones” 83
En la Escuela de la fe, se ha aprendido que el mismo Salvador ha querido y dispuesto que
los sacramentos de la fe sean los medios eficaces por los que pasa y actúa su fuerza
83
Constitución Dogmática Lumen Gentium sobre la Iglesia, 11
69
redentora. “Sería pues insensato, además de presuntuoso, querer prescindir
arbitrariamente de los instrumentos de gracias y de salvación que el Señor ha dispuesto, y
es su caso específico, pretender recibir el perdón prescindiendo del sacramento instituido
por Cristo”84.
Reflexionando sobre la función de este sacramento, se descubre además del carácter de
juicio ya indicado, un carácter terapéutico o medicinal. Frecuentemente en los Evangelios
se le presenta como Médico (Cf. Lc 5,31ss. Lc 9,2. Is 53,4ss) y desde la antigüedad
cristiana su obra redentora es llamada “Medicina Salutis”85
“Yo quiero curar, no acusar” 86, decía San Agustín refiriéndose a la práctica de la pastoral
penitencial. Y es gracias a la medicina de la confesión que la experiencia del pecado no
degenera en desesperación.87 “El Rito de la penitencia alude a este aspecto medicinal del
sacramento”88 y en la actualidad probablemente el hombre en más sensible, viendo en el
pecado, algo que permite el error, pero lo peor es lo que demuestra, la debilidad y
enfermedad humana.
Es indispensable ante todo, la rectitud y la transparencia del penitente, ya que hasta que
no dice solamente “existe el pecado”, sino reconoce que ha pecado, hasta que admite que
el pecado ha introducido en su conciencia una división que invade todo su ser y lo separa
de Dios y de los hermanos no se pone en el camino de la penitencia genuina.
Este signo sacramental de transparencia de conciencia es el acto llamado “examen de
conciencia”, acto que debe ser no una introspección psicológica, sino la confrontación
sincera y serena con la ley moral interior, con las normas propuestas por la Iglesia, con el
84
JUAN PABLO II. Exhortación Postsinodal Reconciliación Y Penitencia. Base de datos en línea (consultado el 30 de diciembre del
2012) disponible en: https://sites.google.com/site/terapiadeperdon/juanpabloii 85
Ibíd. 86
Cf. S. AGUSTÍN, Sermón 82,8: PL 38,511 87
Cf. S. AGUSTÍN, Sermón 352, 3,8-9: PL 39, 1558 s. 88
Ordo Paenitentiae, 6 c.
70
mismo Cristo Jesús, maestro y modelo de vida, y con el Padre celestial que llama al bien y
a la perfección.89
Pero el acto fundamental de la penitencia, por parte del penitente, es la contrición, el
rechazo claro y decidido del pecado cometido, junto con el arrepentimiento y el propósito
de no volver a cometerlo, por el amor que se tiene a Dios.90 Otro momento esencial del
Sacramento le corresponde al confesor juez y médico, imagen de Dios que acoge y
perdona a aquel que vuelve: es la absolución.
Las palabras que la expresan y los gestos que la acompañan en el antiguo y en el nuevo
Rito de la Penitencia revisiten una sencillez significativa en su grandeza. La fórmula
sacramenta: “Yo te absuelvo…” y la imposición de manos y la señal de la cruz trazada
sobre el penitente, manifiestan que en ese momento el pecador entra en contacto con el
poder y la misericordia de Dios. Es el momento en que, la Santísima Trinidad se hace
presente para borrar su pecado y devolverle su inocencia, y la fuerza salvífica de la
Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús es comunicada al penitente como “Misericordia
más fuerte que la culpa y la ofensa”91
La iglesia no está en el mundo para fijar pecados, ni para condenar a pecadores, sino
todo lo contrario: para abrir un camino de gracia y ofrecer esperanza de salvación a los
expulsados del sistema, a los que sufren bajo varios tipos de pecados. Si se queda
simplemente como centinela de pecados, discutidora sobre formas legales de perdón y
sobre autoridades para proclamarlo de un modo jurídico, sería infieles al evangelio.
Frente al sistema de ley ha de elevarse así la gratuidad y perdón de los seguidores de
Jesús, que dialogan de un modo personal unos con otros y se esfuerzan por unirse y
ofrecer su ayuda a los excluidos de la sociedad. Ellos pueden y deben expresar la
fuerza del amor de Cristo a través del sacramento del perdón.
89
Cf. S. S. JUAN PABLO II. Audiencia General del 14 de marzo de 1984, 3. L´Ossevatore Romano, edición en lengua española, 18 de marzo 1984
90 Cf. Concilio Ecuménico Tridentino, Sesión IXIV, De Sacramento Paenitentiae, cap. IV: De Contritione: Conciliorum
Oecumenicorum Decreta, edit. Cit., 705 (DS 1676-1677) 91
Cf. S.S. JUNA PABLO II. Encíclica Dives in misericordia.
71
6. EL ESPÍRITU SANTO EN LA EUCARISTÍA. UNA SANGRE PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS
En la Eucaristía, al hacer presente el Sacrificio Redentor de la Cruz, perpetuándolo
sacramentalmente, significa que de ella se deriva una exigencia continua de
conversión, de respuesta personal a la exhortación que san Pablo dirigía a los
cristianos de Corinto: "En nombre de Cristo os suplicamos: ¡Reconciliaos
con Dios!" (2 Cor 5, 20).
El Vaticano II en la Lumen Gentium (n. 11), dice quela Eucaristía es "fuente y cima de
toda la vida cristiana" (C.I.C., 1324); es el compendio y la suma de nuestra fe (C.I.C.,
1327) y que además perdona los pecados
“Con ello no se refieren a una remisión simple, sino a la completa
destrucción del pecado, como cuando dice Cristo: «Este es mi cuerpo,
que rompo por todos para el perdón de los pecados» (Mt 26,26-28), es
decir, para que éstos sean borrados. Por eso dice San Juan: «He aquí
el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundos (Jn 1,29). Esto
se cumplirá plenamente en el mundo futuro, pero hemos de creer que
ya ahora por la comunión de los Sagrados Misterios son absolutamente
cancelados nuestros pecados, pues Cristo dice: «Esta es mi Sangre,
que ha sido derramada por vosotros para el perdón de los pecados»
(Mt 26,26-28)92.
Antes de llegar a pronunciar estas palabras se invoca del Espíritu Santo (por la
imposición de manos del celebrante) sobre las especies que están sobre el Altar.
Vienen entonces las palabras consagratorias, “Ésta es mi sangre de la alianza, que es
derramada por muchos para el perdón de los pecados” (Mt 26,28 y paralelos). Teniendo
plenamente conciencia de lo que enseña San Pablo: “Todos pecaron y están privados
de la gloria de Dios. Pero todos son justificados por el don de su gracia, en virtud de la
redención realizada en Cristo Jesús. Dios lo puso como víctima cuya sangre nos
consigue el perdón, y esto es obra de fe” (Rm 3,23-25).
92
TEODORO DE MOPSUESTIA, Homilía X 20.
72
Enseña san Agustín:
“La sangre derramada de Cristo en cruz constituye la fuente del perdón de los
pecados; con otras palabras el perdón de los pecados es fruto del sacrificio
redentor de Cristo; sin sangre no hay perdón de los pecados (Hb 9, 22); con
su muerte canceló nuestra sentencia de muerte (Col 2, 14). Fue tan grande la
gracia concedida a los mismos que crucificaron el Señor, al ser por él
perdonados, que ninguno debe desconfiar del perdón de los propios pecados,
por muchos que sean”93. En sus enseñanzas, este obispo recuerda que el
bautismo es el primer paso hacia la Eucaristía; contra los pelagianos insiste
en que sin bautismo y eucaristía no hay perdón del pecado original, ni
tampoco vida eterna. “(…) El cáliz, o mejor lo que el cáliz contiene, santificado
con la palabra de Dios, es sangre de Cristo. (…) su sangre que ha derramado
por vosotros para el perdón de los pecados. Si lo habéis recibido bien,
vosotros mismos sois lo que habéis recibido”94.
7. RELACIÓN ENTRE LOS SACRAMENTOS Y EL MISTERIO PASCUAL
Hablando del “Misterio Pascual”, el Nuevo Diccionario de Espiritualidad recuerda una
realidad, que toda la vida sacramental del cristiano es un recuerdo del misterio pascual.
El propio Vaticano II, en la Sacrosanctum Concilium (n. 71) reconoce que todos los
acontecimientos de la vida de los fieles son santificados por medio de la gracia divina
que fluye del Misterio Pascual de Cristo, o sea, de su pasión, muerte y resurrección.
“Justamente de este Misterio Pascual obtienen su eficacia todos los sacramentos”.95
Vivir en Cristo implica, una existencia pascual. Eso empieza con el Bautismo, el cual
introduce en este Misterio de la Redención, el Bautismo es el primero y principal
sacramento para el perdón de los pecados: nos une a Cristo muerto y resucitado y nos
da el Espíritu Santo. El Bautismo conmemora y actualiza el Misterio Pascual, haciendo
pasar a los hombres de la muerte del pecado a la vida, y no lleva necesariamente
como, todos los otros sacramentos a la Eucaristía, Sacramento de los sacramentos.
93
S. AGUSTÍN, In Evangelium Iohannis , tract. 31, 9: PL 35, 1640. 94
S. AGUSTÍN, Sermón 227, 1: PL 38, 1099. 95
Misterio Pascual, en I. Sanna, Nuevo Diccionario de Espiritualidad. Ed. Paulinas, 1983. El artículo completo se encuentra en las páginas 921-930.
73
La Iglesia reconoce, (C.I.C., 1116), que los sacramentos son acciones de este Espíritu
Santo: son como fuerzas que brotan del Cuerpo de Cristo (Cf. Lc 5,17; 6,19; 8,46), de
forma viva y vivificante, porque el mismo Espíritu Santo actúa en Jesús. En estos
sacramentos se encuentra el signo eficaz e indudable del perdón que Cristo concedió
por y desde su cruz: obteniendo la redención y el perdón de los pecados (C.I.C., 2839).
74
CAPÍTULO IV
REFLEXIONES SOBRE EL PERDÓN
El profesor Enright, pionero en el estudio científico del perdón, que ahora reclama más
de mil investigadores de todo el mundo, es un orador popular en el desarrollo moral del
perdón. Ex miembro de la junta editorial de Desarrollo Infantil y actualmente es miembro
del consejo editorial de la Revista de la temprana adolescencia, explica. “Perdonar es el
camino de la sanación… es el dejar marchar la dureza que se tenía hacia una persona;
soltando todas esas cosas que abrigábamos contra esa persona y soltándola de ese
vínculo… perdonar es un proceso que dura toda la vida y se va recibiendo la gracia en
cada momento.96
Está claro que “El perdonar no borra el mal hecho, no quita la responsabilidad del
ofensor, por el daño hecho, ni niega el derecho de hacer justicia a la persona que ha
sido herida. Tampoco le quita la responsabilidad al ofensor por el daño hecho…
perdonar es un proceso complejo. Es algo que solo nosotros mismos podemos
hacer…Paradójicamente, al ofrecer nuestra buena voluntad al ofensor, encontramos el
poder para sanarnos… Al ofrecer este regalo a la otra persona, nosotros también lo
recibimos”97
En base lo expuesto y sabiendo que el perdón tiene como mínimo tres funciones: libera
de culpa al agresor, vuelve a unir, porque libera de los resentimientos y además
conlleva un compromiso, una promesa de no volver a transgredir en el mismo daño, es
necesario conocer los diferentes tipos de perdón, las falsas concepciones de los
mismos, a quien tenemos que perdonar, así como las consecuencias de no perdonar.
96
ENRIGHT Robert A definition of forgiveness, The World of Forgiveness, October/November de l996.) Base de datos en línea disponible en : http://edpsych.education.wisc.edu/people/faculty-staff/robert-enright
97 Tomado de Excerpts From the talks at the National Conference on Forgiveness, Universidad de Wisconsin-Madison, marzo
1995
75
1. TIPOS DE PERDÓN98
1.1 Perdón repleto/parcial
En el perdón pleno, el perdonante perdona y olvida, es decir, no sólo decide no odiar al
perdonado, sino que recupera la relación de confianza o amor con el perdonado, como
si la ofensa no hubiera tenido lugar. Se recuerda la ofensa, pero ya no con
resentimiento, sino como una enseñanza para no repetir la historia. En el perdón
parcial, el perdonante decide no odiar al perdonado por la ofensa recibida, pero no se
recomponen totalmente las relaciones preexistentes, este tipo de perdón, no es
sanador, pues cuando vuelven los recuerdos o se visualiza al ofensor, la cólera
resurge, por lo tanto, el resentimiento se mantiene vivo.
1.2 Perdón condicionado/incondicional
En el perdón condicional, el perdonante subordina algunos o todos los efectos del
perdón al seguimiento por parte del perdonado de ciertas reglas de conducta o al
cumplimiento de cualquier otro tipo de condición. El perdón puro es el incondicional,
consiste en esencia en que el perdonante que estima haber sufrido una ofensa, decide
a petición del ofensor o espontáneamente, no sentir resentimiento hacia el ofensor o
hacer cesar su ira o indignación contra el mismo, renunciando a vengarse, o reclamar
un justo castigo o restitución, y opta por no tomar en cuenta la ofensa en el futuro, de
modo que las relaciones entre ofensor perdonado, y ofendido perdonante no queden
afectada.
1.3 Perdón nombrado/no expresado
El perdonador puede optar por comunicar expresamente al perdonado la concesión del
perdón o solicitando de una manera directa oral o escrita, el perdón por el agravio
cometido o también hacérselo ver por hechos más o menos concluyentes, o bien optar
98
Dr. SERRANO, Andrés. Perdón, Sábado 28 de Noviembre de 2009 Base de datos en línea (consultado el 13 de octubre 2012) disponible en: http://www.radioimpacto.org/sermones/160-perdon.html
76
por no comunicarle de modo alguno la concesión del perdón y actuar como si nada
hubiera sucedido entre ofensor y ofendido, este último no es recomendable pues el
ofensor puede desconocer el hecho ofensivo, sin percibir que ofendió al otro, y puede
repetirse nuevamente la situación de agravio.
1.4 Perdón espontáneo/preciado
El perdón solicitado es el que se produce tras la petición de disculpas del ofensor y el
ofendido acepta la disculpa, la paz se recupera y ya no hay malestar al recordar. El
espontáneo tiene lugar sin tal petición. Ya que el perdón solo puede ser considerado
por quien lo extiende y la persona objeto de ese regalo, en términos familiares o de
amistad de los implicados, en algunos casos puede ser dado sin que el agraviado pida
ninguna compensación o algo a cambio, con o sin respuesta del ofensor, enterado o no
de tal acción, como sería en el caso de una persona ausente o fallecida o a través de
un proceso psicoterapéutico en ausencia del agresor.
1.5 Perdón humano/divino
Según quién sea quien perdona, Dios o el ofendido, el perdón será divino o humano. El
perdón humano lleva un proceso y necesita de la ayuda de Dios, de una decisión propia
y consiente, siendo en ocasiones necesaria la ayudada por un profesional; para poder
darlo, puede o no pedir compensación por el agravio. El divino, es gratuito, no pide
nada a cambio, aunque Dios durante toda su Palabra invita a la conversión, por el
propio bien de la humanidad.
77
2. FALSAS CONCEPCIONES DEL PERDÓN99
Antes de decidir perdonar es necesario desprenderse de las falsas ideas sobre el
perdón, ya que existen, dentro de la cultura cristiana, el valor del perdón, por falta de
discernimiento está expuesto, según Jean Monbourquette a la contaminación de
interpretaciones folclóricas, lo cual es muy grave ya que hay muchos que predican y
escriben falsas ideas sobre el perdón; por lo que es urgente denunciar estas falsas
concepciones, que se han elaborado en torno al perdón o su práctica, para evitar los
problemas de orden psicológico y espiritual como son los desalientos, las injusticias,
las ilusiones espirituales, las tradiciones a nosotros mismos y los bloqueos en el
crecimiento humano y espiritual.
2.1 Perdonar no es olvidar
Aunque fuera posible perdonar la desgracia que ocurrió, impediría perdonar, el no
saber que se perdona; por lo que el proceso del perdón exige una buena memoria y
una conciencia clara de la ofensa. Es un error pensar que la prueba del perdón es el
olvido; todo lo contrario el perdón ayuda a la memoria a sanar, con él, el recuerdo de la
herida pierde malignidad y la herida va poco a poco sanando; el recuerdo de la ofensa,
ya no produce dolor.
2.2 Perdonar no significa negar
Cuando se es lastimado, se tiende a endurecer los sentimientos, contra el sufrimiento y
contra la emergencia de emociones, esta reacción generalmente es una negación de la
ofensa y aunque se tornen afligidos y estresados, se están negando a experimentar la
necesidad de perdonar. Situación que con el tiempo lleva a la depresión, estrés,
angustia, insomnio, impaciencia, por pretender que el perdonar consiste en anular todas
las exigencias, condiciones y expectativas encerradas en la mente y que bloquean el
acto de amar, enfoque demasiado espiritualizante que ignora las emociones. Para
poder perdonar, primero es necesario respetar la emotividad, asumir la cólera y
99
MONBOURQUETTE, J. Cómo Perdonar. Ed. Sal Terrae ,7° ed. (España 1995) Pág.28-39
78
vergüenza, y a través de esa aceptación progresiva poder sanar la ansiedad y la
culpabilidad.
2.3 Perdonar requiere más que un acto de voluntad
No se puede reducir el acto de perdonar en un simple acto de voluntad capaz de
resolver todos los conflictos de un modo instantáneo y definitivo. Pronunciar un “te
perdono” con los labios, pero no con el corazón, constituye un perdón artificial. El
perdón no es un arte de magia, que se daba cuando se era niño, es un proceso de
voluntad, más o menos largo según el tamaño de la herida, las reacciones del ofensor y
los recursos del ofendido.
2.4 Perdonar no puede ser una obligación
El perdón debe ser libre, o no existe, no tiene el poder de liberar y sanar. Reducir el
perdón a una obligación, es contraproducente, porque pierde su carácter gratuito y
espontaneo, muchos al rezar el Padrenuestro, relacionan el perdón a un acto de justicia
exigida, creen que deben perdonar, antes de ser perdonados por Dios, olvidando que el
perdón de Dios, no está condicionado por los perdones humanos, es gratuito.
2.5 Perdonar no significa sentirse como antes de la ofensa
Para la mayoría de las personas, perdonar significa reconciliarse, es decir “seguir como
antes”, como si el acto de perdonar consistiera en restablecer una relación idéntica a
las que se tenía antes de la ofensa. En toda relación la reconciliación debería ser la
consecuencia normal del perdón, pero el perdón en sí no es sinónimo de reconciliación,
además que hay situaciones en que la reconciliación es imposible, como cuando el
ofensor ya ha fallecido, es un agresor, está lejos o es un desconocido.
79
2.6 Perdonar no exige renunciar a los propios derechos
Algunas personas creen que perdonar significa renunciar a sus derechos a que se
haga justicia y por tanto sería motivar a los agresores a perpetuar sus injusticias. Sin
embargo, la justicia debe encargarse de restablecer sobre una base objetiva, los
derechos del agredido(a), mientras que el perdón responde a un acto de benevolencia
gratuita, lo que no significa que al perdonar se renuncie a la aplicación de la justicia.
2.7 Perdonar al otro no significa disculparle
Perdonar no equivale descargar al otro de cualquier responsabilidad moral. Abundan
los pretextos para justificar esta postura, en tal caso nadie sería responsable de sus
actos, porque nadie gozaría de suficiente libertad. Pero la excusa falsa es un arma de
dos filos, porque si es cierto que aminora el dolor de la ofensa por el otro lado
infravalora e incluso desprecia al ofensor, afirmando que “no era lo suficiente inteligente
para ser responsable de sus actos”. En definitiva constituye más en humillar que en
liberar.
2.8 Perdonar no es una demostración de superioridad moral
Algunas clases de perdón humillan más que liberan. En estos casos el perdón se
transforma en un gesto sutil de “superioridad moral”, de suprema arrogancia, bajo una
apariencia de generosidad, disimulando un instinto de poder, con tal de quedar
protegido de una humillación, de una vergüenza y un rechazo que le invade, tratando
de disfrazar la situación con la superioridad de una persona herida, pero llena de
generosidad y misericordia. Esta tentación es grande, porque engrandece al
perdonador y humilla al ofensor. El verdadero perdón de corazón tiene valor en la
humildad y abre el camino a una verdadera reconciliación.
80
2.9 Perdonar no consiste en traspasarle la responsabilidad a Dios
“Que Dios le perdone”. Buen pretexto para descargar en Dios la responsabilidad, pero
Dios no hace por el hombre, lo que le corresponde hacer como tal. Cuando se actúa
así, en lugar de asumir la vivencia, por penosa que fuera, no se está recurriendo a lo
espiritual para preparase en el plano humano a recibir la gracia de poder perdonar; ya
que la naturaleza y la gracia no se eliminan, se coordinan y complementan.
3. CAUSAS Y EFECTOS DE LA FALTA DE PERDÓN COMO INDIVIDUOS Y COMO
SOCIEDAD
Las personas a las que cuesta más trabajo perdonar o que perdonan con menos
frecuencia, tienen mayores niveles de depresión, ansiedad, enojo, baja autoestima y
alta sensibilidad interpersonal, se ofenden por cualquier cosa pudiendo llegar a tener
ideas obsesivas.
No perdonar también se manifiesta como enojo contra sí mismos. No siempre el
agresor es otra persona o una situación ajena o externa. Las personas se enojan contra
sí mismas, por situaciones en las que creen o se sienten que han fracasado o fallado, o
no han logrado una meta propuesta por lo que experimentan la insuficiencia personal,
no siempre el agresor es otra persona o una situación externa o ajena.
Pueden presentarse sentimientos intensos de culpa por acciones u omisiones
impersonales que impiden ver las cosas con serenidad y perdonarse a sí mismos, pero
no siempre la culpa es proporcional a la falta.
Cuando se ha cometido una ofensa es conveniente pedir perdón, pero también es
necesario perdonarse a sí mismo para estar en situación de volver a empezar. Hay
personas que aunque perdonadas por una falta objetiva, se juzgan tan severamente a
sí mismas que las paraliza el sentimiento de culpa. Después de pedir perdón y ser
perdonados, lo importante es recomenzar.
81
“Pero el que aborrece a su hermano, está en tinieblas y anda en tinieblas, y no sabe
adónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos”. (1 Juan 2,11)
Aunque algunos pueden encontrar la gracia de perdonar a los demás, muchos no
pueden perdonar. Uno puede causar dolor y perjudicar a otros por no perdonar, pero la
verdadera devastación llega al no perdonador. Si no se logra el perdón hacia sí
mismos, entonces se está diciendo que Dios tampoco nos perdona. Tal actitud fomenta
la auto-condena y la culpa dejando a uno disfuncional en muchos ámbitos de la vida y
especialmente en el reino espiritual.
Generalmente las personas se enojan con los demás por las ofensas recibidas o que
creen haber recibido. Pero más veces de las que se cree los individuos se enojan con
Dios, con el destino, con la suerte por haber sufrido una experiencia particular negativa,
un revés económico, una enfermedad o una tragedia familiar, o porque la vida no les
trata como creen se merecen.
“Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio es que nos amemos
unos a otros; no como Caín que procedía del maligno, y mató a su hermano. ¿Y por
qué causa lo mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas… Todo el
que aborrece a su hermano es homicida, y vosotros sabéis que ningún homicida tiene
vida eterna permanente en él. (1 Juan 3,11-12; 15)
En términos psicológicos, a mayor perdón, más autoestima, menos depresión, menos
ansiedad, mayor seguridad en sí mismos; desde el punto de vista físico disminuyen los
riesgos cardiovasculares y la tendencia a la hostilidad. Cuando crece la hostilidad y la
negativa al perdón aumenta el riesgo cardiovascular; desde el punto de vista espiritual,
más paz, mayor armonía con los semejantes y una buena relación con Dios, por lo
tanto mayor bienestar y bendiciones100.
100
Cf. Norman Vincent Peale 1898-1993. Predicador cristiano y escritor. Padre de la teoría del "pensamiento positivo". Usted
puede si cree que puede: el asombroso poder del pensamiento perseverante. Base de datos en línea (consultado el 28 diciembre
2012) disponible en: www.guideposts.org/faith/norman-vincent-peale
82
4. CONSECUENCIAS PARA QUIEN PERDONA101
El perdón, como estrategia de autoayuda, es un acción muy beneficiosa y efectiva
paras las personas que buscan y anhelan un mejor camino de vida espiritual y, por lo
tanto, un mejor camino de vida personal, social y profesional.
Aprender a perdonar a los demás, puede, y trae indudablemente, extraordinarias
satisfacciones personales a nivel psicológico y espiritual. Sin embargo, es de igual o
mayor importancia aprender el perdón hacia sí mismo. Aprender a perdonarse, es una
de las terapias de autoayuda que mayores satisfacciones puede traer. El perdón hacia
sí mismo, reviste una necesidad interna de las personas, que es necesario identificar,
analizar y darle oportuna atención.
La gran necesidad del auto perdón es un proceso doloroso pero que da mucha alegría
ya que es poner un final a la auto condenación, al auto endurecimiento, al auto
condenarse. Es finalizar ese dolor pujante que solo sirve para guardar sentimientos
negativos, negarse la felicidad y privarse de ser y disfrutar de una vida sana.
La falta de perdón a sí mismos, es dañina para el ofendido y para los que les aman,
porque es colateral, el que sufre y los que los rodean, ya que las consecuencias de
quien no se ha perdonado trae consigo tristeza crónica, agresividad, violencia y más.
“El perdón es liberar la energía que antes se consumía en tener rencores, guardar
resentimientos y avivar heridas que no han sanado, y luego darle un mejor uso. Es
descubrir una vez más la fortaleza que siempre tuvimos y usar nuestra capacidad
ilimitada para comprender y aceptar a otras personas y a nosotros mismos”. 102
La mayoría de las personas necesita tiempo para curar las heridas del dolor y de la
pérdida. Se puede encontrar todo tipo de excusas para posponer el perdón, una de las
101 LOFTUS . Curso El Perdón. Perdonarse a uno mismo, base de datos en línea (consultado el 2 de enero 2012) disponible en:
http://www.emagister.com/curso-perdon-autoayuda
102 SÍDNEY Simon. Base de datos en línea (consultado 5 agosto 2012), disponible en
www.lds.org/conference/talk/display/0,5232,23-3-691-24,00.html
83
cuales es esperar a que, quien dañó se arrepienta antes de perdonarlo; pero tal
tardanza causa la pérdida de la paz y felicidad. El disparate de pensar continuamente
en las heridas del pasado no trae felicidad.
Algunos guardan rencores durante toda una vida, sin saber que el perdonar
valientemente a los que les han ofendido es saludable y terapéutico. El pasado
encadena, aprisiona y mata. El presente libera, crea y da vida. Sólo en el tiempo del
ahora nos permitiremos vivir satisfactoriamente. Jesús vino para darnos vida en
abundancia, (Cf. Lc 4,18) pero a través de la falta del perdón nos perdemos esa
bendición.
El pasado es el recuerdo doloroso, el sentimiento que se convirtió en resentimiento, la
experiencia dolorosa que se llama culpa. El amor que se transformó en odio, la
sensibilidad que se vuelve sentimentalismo. Experiencias de dolor, miedo, culpa,
insatisfacción y tristeza. Pesada carga que a veces se lleva como equipaje que impide
vivir; solamente sobrevivir.
Los discípulos después de abandonarlo, cuando Jesús es apresado (Cf. Mt 26,56)
permanecieron temerosos, “espantados y temblando de miedo” cuando Jesús se le
presenta y les dijo: ¿porqué se asuntan tanto? (Cf. Lc 24.36-38) y Pedro, el apóstol
cuyo, pecado y arrepentimiento es reconocido abiertamente en los cuatro evangelios
(Cf. Mt 26,69; Mc 14, 66-68; Jn 18,17ss) es considerado un dolor de Jesús y una
enseñanza para la Iglesia. El apóstol niega por miedo, no por arrogancia, y se
arrepiente pronto y hondamente. Pedro como la Iglesia es llamado y perdonado Pedro
llora amargamente, eleva su mirada pidiendo perdón tras negar al Maestro en la noche
en que Jesús es conducido como prisionero ante el Sanedrín. (Mt 26, 69‐75) “y
saliendo fuera, lloró amargamente” (Mc 14, 66‐72; Lc 22, 55‐62).
En el evangelio según Juan se encuentra como Jesús, tras haber sido traicionado por
Pedro, le interroga por la sinceridad de su amor (Cf. Jn 21,15-25). Son tres preguntas,
eco y reparación de la triple negación de Pedro (13,38; 18,17 .25-27) La respuesta de
Pedro muestra como su experiencia dolorosa le ha cambiado. Su triple respuesta no se
halla en él mismo, sino en el conocimiento soberano de Jesús (17) María Magdalena
84
representa la imagen de la santa arrepentida, que al igual que Pedro, tras su conversión
por el arrepentimiento, ha decidido cambiar de vida. Santa María Magdalena y San
Pedro son claves en la representación del arrepentimiento.
Cuando se perdona, se accede al presente, se perdona a los demás y a sí mismo.
Perdón, palabra mágica y sanadora. Perdonar no es aceptar los hechos ocurridos, no
es olvidar, tampoco es negar lo que nos pasó. El perdón no justifica pero tampoco
juzga. El perdón libera del pasado y pone en tiempo presente.
El ahora, tiempo de Dios, momento maravilloso donde existen todas las posibilidades
de cambio y transformación; en el cual se comprende y no solo se entiende, se acepta
pero no se resigna, se aprende para crecer y no para sufrir. Se deja de ser víctima
transformándose en aprendices.
5. LA NECESIDAD DE PERDONAR PARA SANAR
El objetivo de este trabajo, es descubrir la importancia de perdonar para poder vivir con
calidad de vida y lograr ser personas plenamente realizadas y felices, aprender los
pasos a seguir para lograr perdonar verdaderamente y mantener la actitud de perdón
ante situaciones concretas de la vida, asimismo tomar conciencia de que se debe
perdonar para ser perdonados.
Es necesario liberarse del miedo, del dolor y de la culpa. Comprender que todos tienen
el derecho de equivocarse alguna vez, pero también estar conscientes de la obligación
de aprender para no repetir la experiencia dolorosa. Perdonar a los demás, mirando en
cada agresor una víctima de su pasado. En cada hecho de dolor una enseñanza que
aprender. El perdón no interroga, no tiene preguntas del pasado, porque ese pasado ya
no existe. No importa lo sucedido porque ya sucedió. Pero si es importante lo que se
haga en el presente porque eso determinará futuro.
Además de la salud espiritual, existen varias pruebas de que dejar atrás la contrariedad
protege la salud física. Y no es una metáfora ni una “manera de decir”. Un estudio
85
denominado “Forgiveness and Physical Health” ejecutado en la Universidad de
Wisconsin mostró que aprender a perdonar puede ayudar a prevenir las enfermedades
del corazón en personas de mediana edad. En esa investigación se descubrió que,
cuanto mayor era la capacidad de perdonar de las personas, menos problemas de
salud coronaria presentaban a lo largo de su vida. En cambio, cuanto menor era la
habilidad para disculpar, más frecuentes eran los episodios de trastornos
cardiovasculares.
Con respecto a la rememoración de heridas, pensar durante cinco minutos en algo que
produce desazón, enojo o disgusto puede disminuir la variabilidad del ritmo cardíaco,
Para afrontar y responder en buenas condiciones el estrés, el corazón necesita
flexibilidad, cinco minutos de pensamiento negativo desaceleran la respuesta del
sistema inmunitario o de defensas del organismo.
Perdonar no es olvidar ni permanecer en el error, es empezar de nuevo, con la
experiencia adquirida, sin los rencores “sobrevolando” y confundiendo las
oportunidades del presente. “Al igual que el amor, el perdón no es algo que se “entrega”
a los demás, sino un regalo vital para nosotros mismos”.103
No hay que convertirse en víctima de otras víctimas ni en victimario de los demás, ni
en actor de dramas de dolor y sufrimiento. Deben aceptarse los hechos que ocurrieren,
como actitud transformadora para el cambio. Convertir ese odio y resentimiento en
comprensión amorosa, la culpa en aprendizaje y el miedo en coraje.
El perdón llega con mayor facilidad cuando, se tiene fe en Dios y se confía en su
Palabra, solamente a través de ella se puede resistir lo peor de la humanidad y lo que
es más importante, se puede perdonar. Un alto porcentaje de la humanidad ha sufrido
heridas físicas y emocionales, por experiencias que parecen no tener razón ni causa, y
no logran entenderlas ni encontrarles explicación. Quizá nunca se llegue a saber por
qué suceden algunas cosas en esta vida pero, ya que ocurre, se debe soportar. Howard
103 SZÉKELY, Ágata. El poder del perdón. Base de datos en línea (consultado el 2 de enero 2013) disponible en
http://ar.selecciones.com/contenido/a475_salud-el-poder-del-perdon
86
W. Hunter dijo: “Dios sabe lo que nosotros no sabemos y ve lo que nosotros no
vemos”104.
Cuando se logra de perdonar a aquellos que han causado dolor y daño, el ser humano
se eleva a un nivel mayor de autoestima y de bienestar. Algunas investigaciones
recientes muestran que la gente a la que se le ha enseñado a perdonar no se enoja tan
fácilmente, tiene mayor esperanza, sufre menos depresión, se preocupa menos y tiene
menos estrés, lo cual conduce a un mayor bienestar físico105.
Otra de estas investigaciones concluye que el perdón es un don liberador que la gente
se puede dar a sí misma. El doctor Sídney Simon, una destacada autoridad en el
campo de reconocimiento de valores morales, ha dado una definición excelente del
perdón que se aplica a las relaciones humanas: “El perdón es liberar la energía que
antes se consumía en tener rencores, guardar resentimientos y avivar heridas que no
han sanado, y luego darle un mejor uso. Es descubrir una vez más la fortaleza que
siempre tuvimos y usar nuestra capacidad ilimitada para comprender y aceptar a otras
personas y a nosotros mismos”106.
Brigham Young presentó esta profunda visión de que por lo menos parte de nuestro
sufrimiento tiene un propósito: “Cada calamidad que pueda padecer todo ser mortal
será requerida de unos pocos a fin de prepararlos para que disfruten de la presencia del
Señor… Todo problema y experiencia por los cuales ustedes hayan tenido que pasar
son necesarios para su salvación”107.
Dilts & McDonald (1997) en su apéndice A de su libro “Herramientas del Espíritu”
describe una excelente definición de perdonar: “Dar como dabas antes que el daño
ocurriera”.
104
Base de datos en línea (consultado el 2 de enero 2013) disponible en: http://lds/conference/talk/display/0,5232,23-3-691-
24,00.html#notes 105
LUSKIN.F. citado en Carrie A. Moore, Learning to Forgive”, Deseret Morning News, 7 October 2006. P. E1 106
Base de datos en línea (consultado el 2 de enero 2013) disponible en: http://lds/conference/talk/display/0,5232,23-3-691-24,00.html#notes
107 Ibíd.
87
Entre los terapeutas e instructores conocidos, que inducen a reflexionar sobre los
beneficios de perdonar versus no perdonar. Se pueden citar: Donna Eden que expone:
“Hasta que hay perdón, tú no puedes estar completamente saludable”. Deepak Chopra
frecuentemente nos anima a “reprimir la necesidad de juzgar”. Anthony Robbins lo dice
en estos términos: “El perdonar es un don que le damos a otros”, y Carolyn Myss
expresa: “El perdonar es un modo de detener el drenaje de energía.”108
Finalmente: Norman Vincet Peale tiene mucho que decir acerca del poder del perdonar.
Comparte muchas historias inspiradoras. De qué modo otros se han beneficiado de
esta maravillosa oportunidad de sanar. De cómo un especialista en cáncer de Nueva
York une a los miembros de la familia antes de empezar un tratamiento. El cree que los
factores emocionales juegan una gran parte en la susceptibilidad de una persona al
cáncer. Llama a los miembros de la familia a participar en una hora de perdón y más
tarde a una sesión de una hora de amor. Primero el perdonar, luego el amor. Este
especialista siente que esto es una atmósfera en la cual las fuerzas de curación
trabajarán más eficazmente109
Otro factor importante para liberarse de problemas del pasado es estar en estado de
gratitud y valoración. El perdón puede ser experimentado más fácilmente cuando nos
sentimos escuchados, respetados y comprendidos.
El diccionario que define el perdón como: 1.- Dejar de culpar o guardar resentimiento
contra algo o alguien. 2.- Remitir la deuda o injuria 3.- Exceptuar a una persona o cosa
de una ley o regla, sugiere condonar una conducta errada o un error. De todas formas,
quizás es la sugerencia de no culpar o liberar lo que otorga al perdón la consecuencia
de condonar un error. 110
Dando orientación a las personas es usual que ellos mismos se den cuenta, que no les
está haciendo nada bien aferrarse a su dolor o rabia. Dicen cosas tales como: “yo sé
que no es bueno para mí odiar…” o “desearía dejar pasar esto porque yo sé que me
108
Cf. LLEWELLYN Mair, El Poder Curativo del perdón. Base de datos en línea consultados el 2 de enero 2013, disponible en : http://www.eftmx.com/newsletter/forgiveness-mair-sp.html
109 Ibíd.
110 Cf. DE TORO M. Y GISBERT. Pequeño Larousse Ilustrado.
88
voy a sentir mucho mejor”. Estas frases llenas de significado pueden ser usadas
mientras los sentimientos se estabilizan. Entonces, cuando el tiempo es intuitivamente
adecuado para el terapeuta o el paciente se da cuenta que está pronto para perdonar,
ocurre que se alcanza la resolución satisfactoria y el completo alivio.
Una mejor comprensión del sentido terapéutico de la palabra perdón hace la diferencia.
Perdonar es el don que es recibido por el paciente durante el trabajo de orientación.
Perdonar no requiere que la otra parte quede involucrada. Perdonar significa libertad de
cualquier conexión de energía negativa a un evento o persona, es decir experimentar
la liberación genuina de esa persona o evento.
“Es necesario reconocer y admitir los sentimientos de enojo, lo cual requiere humildad,
pero si nos arrodillamos y pedimos al Padre Celestial sentimientos de perdón, Él nos
ayudará. El Señor nos pide perdonar a todos los hombres por nuestro propio bien, ya
que “el odio retrasa el crecimiento espiritual”.111 Solamente el deshacerse del odio y de
la amargura puede el Señor dar consuelo al corazón herido.
Por experiencia como Orientadora familiar la autora ha notado que cuando un profundo
trabajo de sanación se hace sobre la herida, la tristeza y el enojo interior, la claridad y la
comprensión con frecuencia vienen a continuación. Esto permite al paciente perdonar
fluir naturalmente con la comprensión interior recibida por estar allí con la comprensión
de la re- experiencia. Indudablemente es el amor lo que cura, y el amor, a través del
acto de perdonar fluye libremente y luego trae consigo la libertad emocional.
Muchos terapeutas motivadores conocidos y respetados exhortan a considerar los
beneficios también como los costos de perdonar versus no perdonar. Las siguientes
citas son de unos pocos de ellos. “Hasta que hay perdón, tú no puedes estar
completamente saludable”.112 Deepak Chopra frecuentemente nos anima a “reprimir la
necesidad de juzgar”113. Anthony Robbins lo dice en estos términos: “El perdonar es un
111
ORSON F. Whitney, Gospel Themes, 1914. P.144 112
EDEN Donna Base de datos en línea (consultado 2 de julio 2012) disponible en: http://www.etouchforhealth.com/?gclid=CODg3s2dzbICFQfonAodMxwAdA
113 Deepak Chopra. Base de datos en línea (consultado 2 de julio 2012) disponible en www.eftmx.com/newsletter/forgiveness-
mair-sp.html
89
don que le damos a otros”114, y Carolyn Myss dice: “El perdonar es un modo de detener
el drenaje de energía.”115
6 ASPECTOS DE LA CAPACIDAD DE PERDONAR
Las investigaciones psicológicas indican que en las personas que experimentan el
perdón da lugar a beneficios de salud psicológica y fisiológica, relacionándolo con
mejoras en la salud mental, el aumento de la esperanza y de la autoestima,
descubriendo una mayor satisfacción en la vida y hasta reducir problemas de
depresión.
Perdonar es un proceso complicado que habitualmente se extiende durante un tiempo
considerable, e incluye cambios intra psíquicos e interpersonales muy variados y
esenciales en las personas que lo experimentan.
Es importante tener en cuenta que una evaluación empática realizada por la persona
ofendida con respecto al punto de vista del ofensor y su experiencia emocional facilita el
proceso de perdonar. Igualmente las personas que tienden a ser apaciguadoras y
afectuosos experimentan sentimientos más positivos e inician relaciones de armonía. A
este fueron relacionados también la comunicación y la resolución de conflictos.
Asimismo, que el perdón está positivamente correlacionado con la comunicación
constructiva en la relación, y negativamente correlacionado con la agresión psicológica.
La sanación de la mente (sanación psicológica), significa que ha recibido un toque de
Dios que produce paz, satisfacción, confianza, aceptación de sí mismo, comprensión,
perdón a los demás o cualquier otra cualidad que contribuya a la armonía de las
personas. Cuando el proceso de perdonar falla por diversas razones, emergen
síntomas de naturaleza psicológica como ansiedad, depresión e ideación paranoide.
114
Ibid. 115
Ibid.
90
"Para poder perdonar a su agresor, la víctima debe comprender que lo
sucedido fue una ofensa. Debe reconocer que ella es tan valiosa como todas
las demás personas, y que sus necesidades y sentimientos son importantes.
Si intenta perdonar antes de valorarse, su perdón no será apropiado. Hasta
que la víctima comprenda el valor que tiene como persona, no se respetará a
sí misma." 116
En relación a las ofensas proferidas entre personas con una relación cercana, se dice
que los sentimientos negativos que surgen son más profundos.
“Según estudios realizados a aquellas personas a las que se ama
generalmente son a las que más probabilidades de herir se tienen. Cuando
una agresión interpersonal ocurre en una relación cercana, surgen fuertes
sentimientos negativos y emerge el potencial que puede conducir al trastorno
de la relación. El perdón provee un camino para sobrellevar las heridas
interpersonales y está asociado con consecuencias positivas a corto y a largo
plazo. Por ejemplo, en la satisfacción del matrimonio a largo plazo, la buena
voluntad por buscar y ofrecer el perdón en los esposos es uno de los factores
más importantes que contribuyen a la satisfacción para con la relación y la
longevidad del matrimonio” 117
El perdón rompe todas las ataduras de la represión y la depresión. Libera la psique de
los lazos del pasado. De hecho, la autora considera al perdón como la esencia de la
psicoterapia.
Como seres humanos, todas las limitaciones provienen de la psique herida. Esta herida
puede haber sido intencional o accidental, pero el hecho es que menoscaba la
vitalidad. La cuestión es que, si ha sido lo suficientemente grave, el trauma invade toda
la vida... y la arruina. Los seres humanos fueron creados por Dios para absorber y 116
HOLMGREN Margaret R. "Forgiveness and the intrinsic value of persons", "American Philosophical Quarterly, October l993.
Base de datos consultado en línea el 2 de enero 2012) disponible en : http://es.catholic.net/imprimir/index.phtml?ts=39&ca=348&te=2696&id=26379 117
FRANK D. Fincham, transgresión gravedad y el perdón: Moderadores para diferentes objetivos y gravedad subjetiva Revista
de Psicología Social y Clínica, vol. 24, N° 6,2005, Florida State University (Fenell, 1993).p 861 Florida State University (Fenell, 1993). Base de datos en línea (consultada el 2 de enero2012) disponible en: http://www.fincham.info/papers/jscp-forgive-severity.pdf
91
transmitir amor, y cuando resultan víctimas de un acto ofensivo, cuando algo o alguien,
ensombrece su capacidad de amar, sangran.
La cura para superar las heridas psíquicas es el perdón. Cuando se perdona, se
expresa compasión y se libera bondad. Cuando se perdona, el poder del amor se
extiende para sanar la imagen, el recuerdo o a la persona misma que dañó su
autoimagen en el pasado y que le inculcó la falsa convicción de que se hallaba
disminuido, debilitado y apresado.
Los que han sido heridos, a su vez devuelven el golpe hiriendo a otros. Extienden
sobre otros la sombra de su propia pena. Desperdigan el desamor que parte de su
psique maltratada. Se convierten en hilos conductores del veneno que ellos mismos
odian.
Si una acción es cruel, no hay nada en el mundo que la justifique, puesto que hacer
daño a otros es dañarnos a nosotros mismos. Sembramos pena a nuestro paso.
Derramamos dolor ante nosotros.
7 ¿CON QUÉ O QUIÉNES SE ESTÁ RESENTIDO?
El proceso de perdonarse a uno mismo frente a las propias fallas con las demás
personas también es considerado un tema de interés. Los estudios apuntan a asegurar
que la tendencia a perdonarse a sí mismo está vinculada a un mejor bienestar, con
altos niveles de autoestima, emociones positivas, falta de vergüenza, bajo nivel de
neurotismo, una orientación a la amabilidad, una disposición a perdonar a otros, falta de
hostilidad y actitudes de confianza118 .
118 Extraído de La revuelta íntima. Literatura y psicoanálisis. Curso del Martes, 16 de enero de 1996 Julia Kristeva Eudeba. Bs.As.,
2001
92
Según Jean Moubourquette, muchas personas sufren por vivir con un perpetuo
resentimiento. Efectos recientes sobre los casos de divorcio han mostrado que un gran
número de divorciados, especialmente mujeres, siguen alimentando resentimiento
contra su ex cónyuge, incluso después de quince años de separación, según sus
experiencias explica que algunas reacciones emotivas desmesuradas, no son más que
la reactivación de una herida del pasado mal curada.119
Las personas que no quieren o no pueden perdonar difícilmente logran vivir el momento
presente, están aferradas de una manera obstinada al pasado, mal logrando su
presente, además de bloquear el futuro.
Las dificultades de vivir en sociedad se encuentran por todas partes: conflictos en la
pareja, en las familias, entre amantes separados o personas divorciadas, jefes y
empleados, amigos, vecinos y entre razas y naciones; y todos tienen algún día
necesidad de perdonar para restablecer la paz y seguir viviendo juntos.
8 PERDONAR ES LIBERARSE
Si el perdón no existiera, las relaciones humanas serían imposibles. ¿A quién se dirige
el perdón? En primer lugar a uno mismo, después a los miembros de la familia, a los
allegados y amigos, pero también a los extraños, a las instituciones, a los enemigos
tradicionales, y finalmente a Dios.
“Había ahí una mujer que, hacia dieciocho años estaba poseída de un espíritu que la
tenía enferma, y estaba tan encorvada que de ninguna manera podía enderezarse. Al
verla Jesús, la llamó. Luego le dijo: Mujer, quedas libre de tu mal. Le impuso las manos
y en ese mismo instante ella se enderezó, alabando a Dios"(Lc 13, 11-13) Esta mujer
encorvada bajo su enfermedad es la imagen de lo que nosotros somos, encorvados
bajo el peso de nuestros pecados y de todos nuestros pesos físicos y morales. Jesús
viene como Salvador. Con una sola Palabra, El sana y salva, para gloria de Dios.
119 MOUBOURQUETTE. Jean Cómo perdonar, Ed. SAL TERRAE, Santander (7° edición).
93
Cuando se consigue el perdona a sí mismos, así como el perdón hacia los demás, se
logra ser efectivamente libres. El perdón, siempre va acompañado de un tremendo
sentimiento de libertad. La santidad, la salud y la felicidad, están en la voluntad de Dios
"Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Único, para que todo el que crea en
El no muera, sino que tenga vida eterna". (Cf. Jn 3, 16)
Al perdonar, la persona se hace un regalo. Se libera de las experiencias y relaciones
pasadas. La iniciativa del perdón hacía sí mismos, como la iniciativa para poder
perdonar a los otros, también viene de Dios, quien tiene la iniciativa primera. Se debe
permitir que el Señor libere, cure todas las enfermedades y sane las heridas más
profundas del corazón humano, y así ser hombres sanados en su totalidad.
La sanación del cuerpo significa una vuelta a la salud de alguna parte del organismo.
Esto es, muchas veces producto de la sanación espiritual y psicológica. Muchas
enfermedades inician su proceso de sanación con el perdón. “Toda acritud, ira, cólera,
gritos, maledicencia y cualquier clase de maldad, desaparezca de entre vosotros. Sed
más bien buenos entre vosotros, entrañables, perdonándoos mutuamente como os
perdonó Dios en Cristo”. (Ef 4,31-32)
Es importante reconocer la importancia de perdonar y también que una de las causas
del cáncer y otras enfermedades es el resentimiento arraigado en lo más profundo del
corazón. Vivir como víctimas de las circunstancias, personas o situaciones no ayuda en
nada. Es mejor responsabilizarse de uno mismo y de nuestros resultados.
“Revestíos, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de
misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, soportándoos
unos a otros y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro.
Como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros”. (Col 3,12-13)
“La omnipotencia de Dios se manifiesta, sobre todo en el hecho de perdonar y
usar de misericordia, porque la manera de demostrar que Dios tienen el poder
94
supremo es perdonar libremente…”120 y por eso a nosotros “nada nos
asemeja tanto a Dios como estar siempre dispuestos al perdón” 121
Es también, donde mejor se manifiesta la grandeza del alma en las relaciones con los
demás, y de la misma manera que Dios está dispuesto a perdonar todo de todos, la
capacidad de perdón no puede tener límites, ni en el número de veces, ni en la
magnitud de la posible ofensa; incluso en el mismo día y sobre lo mismo. Sin tener la
sensación de hacer algo atrevido y extraordinario: “Esfuérzate si es preciso en perdonar
siempre a quienes te ofendan, desde el primer instante, ya que por grande que sea el
perjuicio o la ofensa que te hagan, más te ha perdonado Dios a ti”122
A menudo una mujer que ha sido víctima de maltratos físicos o emocionales durante
mucho tiempo, siente ira contra sí misma por todo lo que permitió que le sucediera. La
primera persona a quien ella debe perdonar es a sí misma.
Cuando alguien pide perdón por los errores que cometió en el pasado y no se vuelve a
tocar el tema significa que la persona se perdonó y libera al ofendido; más si alguien
insiste una y otra vez que se le perdone por lo que ha hecho, en lugar de ayudar
atrasa; no es libre y no libera al ofendido, ya que al perdonar y perdonarse, ambos
quedan liberados de esa carga, Jesús nos dio el mayor ejemplo de perdonar, cuando
en la cruz le dice al Padre: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen." (Lc 23,
34)
Jesús, consciente de su misión salvadora, llegó a Nazaret, entró en la sinagoga y se
puso de pie para leer las Escrituras. Le dieron el libro del profeta Isaías y cuando lo
abrió, encontró el lugar donde estaba escrito: "El espíritu del Señor está sobre Mí,
porque me ha ungido, para dar buenas noticias a los pobres, para sanar a los afligidos
de corazón, para anunciar a los presos la libertad, para dar vista a los ciegos, para
poner en libertad a los oprimidos." (Lc 4, 16-19)
120
Santo Tomás, Suma Teológica, 1 q.25, a. 3 ad 3 121
San Juan Crisóstomo, Homilía sobre Sn Mateo, 19,7. 122
Escrivá, J. M., Camino, n. 452, Ediciones RIAL, S.A, Preciados 44 Madrid, 1965, 25° Edición.
95
La sanación puede ser del espíritu, de la mente o del cuerpo. La sanación del espíritu
quiere decir que la persona ha sido fortalecida en su espíritu, su fe, su amor y confianza
en Dios. Esta es una verdad, que debemos repetir en todas partes. El como Padre
quiere lo mejor para sus hijos."Echen fuera las amarguras, las pasiones, los enojos, los
insultos y toda clase de maldades. Sean buenos y comprensivos unos con otros y
perdónense unos a otros, como Dios los perdonó a todos ustedes". (Ef 4, 31-32)
96
CAPÍTULO V
QUÉ HACER PARA PERDONAR
¿Cómo perdonar lo imperdonable? ¿Cómo desprender el cuchillo de la mala voluntad
clavado en los corazones? ¿Cómo poder librarse del resentimiento que ha atormentado
durante años?
Cuando alguien hace un mal a otro, a menudo la primera reacción es vengarse o
guardar rencor. Pero estas reacciones no deben ser como las de quienes no son
cristianos. El perdón se integra simultáneamente en dos universos: el humano y el
divino. Al decir universo divino se quiere dejar claro que perdonar significa dar en
plenitud; llevar el amor hasta el extremo a ejemplo de Jesucristo. Para dar este paso
son necesarias fuerzas espirituales que superen las fuerzas humanas. En el perdón
todo es cuestión de amor. Quien verdaderamente ama, ni siquiera tiene que perdonar,
porque el verdadero amor no conoce el resentimiento. No perdonar equivale a crear un
universo sin Dios.
Es un hecho que Dios es el autor intelectual y práctico del perdón, el cual convierte este
gusto en un don gratuito para todos los hombres que quieran concebir un futuro.
Renunciar a la voluntad de perdonar, es cerrar la mente, el corazón y el cuerpo a la
acción de Dios. El perdón de Dios se concibe discreto, humilde e incluso silencioso. No
depende de la sensibilidad y la emotividad, sino que brota desde el ser y del corazón
animado por el espíritu; disfruta de algo único que no tiene relación con el sentimiento.
El perdón es Dios mismo; es el Padre misericordioso del hijo pródigo, es el amor en su
pura gratuidad; es el padre que, allí donde los hijos generan muerte, haces germinar la
vida con el perdón. Dios es y será la fuente primera y última del perdón auténtico, pero
el perdón no acontece sin la cooperación humana123.
123 Cf. SANTOS, Joel.M.msp. Como Duele perdonar. Base de datos en línea (consultado el 2 de enero 2013) disponible en:
http://laverdadcatolica.org/Comodueleperdonar.htm
97
El perdón se acentúa en el tiempo, posee sus períodos cortos y largos; involucra un
antes, un durante y un después. Requiere de una multitud de condiciones; tiempo,
paciencia consigo mismo, moderación, prudencia y perseverancia en la decisión de
lograrlo; comienza con la decisión de no tomar venganza. “Si quieres ser feliz un
instante: véngate. Si quieres ser feliz toda la vida: perdona” (Autor anónimo)
El perdón requiere una reflexión, una conversión interior, una peregrinación al corazón,
un inicio de amor a los enemigos; es indispensable perdonar para liberar la fuerza del
amor. No se debe olvidar que la voluntad representa un papel importante, pero no lleva
a cabo el trabajo del perdón por sí solo; al perdonar se ponen en movimiento todas las
facultades; la sensibilidad, el corazón, la inteligencia, el juicio, la imaginación, la
voluntad, la fe, la esperanza, la caridad.
Santo Tomás habla de San Juan Damasceno, quien "llama misericordia a una suerte de
tristeza". Pero Santo Tomás diverge de él pues considera que la misericordia no puede
ser "un sentimiento que afecta a Dios, sino (...) un efecto que Él regula". "Tratándose,
pues, de Dios, la tristeza por la miseria del otro no podría intervenir; pero alejar esta
miseria conviene por excelencia a Él, entendiendo por miseria una insuficiencia, un
defecto de cualquier índole”.124
Para per- donar como Dios lo hace haría falta, en suma, abandonar la tristeza que se
comparte empero con el otro y, más allá de la compasión, producir algo más que un
sentimiento: un efecto de sentido en el punto de una insuficiencia. Así pues, dado que
llena la insuficiencia con miras a la perfección, la misericordia es una donación: "Daos
mutuamente, como Cristo os ha dado", se traduce también: "Dispensad" o "Perdonad".
(Cf 4,32)
En, el Evangelio según San Mateo se lee: “Porque si perdonáis a los hombres sus
ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre Celestial”. (Mt 6, 14)
124 Ibíd.
98
Cuando el ofendido perdona a los ofensores, Dios perdona al ofendido. Muchos creen
que basta con irse solamente a los pies del Señor y pedir perdón por sus pecados, sin
tomar en cuenta la cita anterior, o sea, se recibirá el perdón sí y solo si se perdona a
los demás sus ofensas. Es necesario pues revisar las relaciones con los demás y hacer
un gran esfuerzo por vivir en armonía con todos y en todo lugar; asegurando de esa
manera el perdón de los pecados.
El Evangelio según San Marcos recuerda: “Y cuando os pongáis de pie para orar,
perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre, que está en los
cielos, os perdone vuestras ofensas.” (Mc 11,25) Igualmente nos dice el libro del
Eclesiástico: “Recuerda los mandamientos, y no tengas rencor a tu prójimo, recuerda la
alianza del Altísimo, y pasa por alto la ofensa”. (Eclo 28,7)
El perdón es una expresión de amor. No significa estar de acuerdo con lo que pasó,
ni aprobarlo, mucho menos olvidarlo. Perdonar no significa dejar de darle importancia
a lo que sucedió, ni darle la razón a alguien que lastimó. Simplemente significa dejar
de lado aquellos pensamientos negativos que aparecen acerca de alguien o algo que
causó dolor. Dejando las cosas como están y continuando la vida.
"La felicidad yace en la habilidad de perdonar el pasado y disfrutar el presente.
Cuando la puerta de la felicidad se cierra, otra se abre... pero a menudo nosotros nos
quedamos mirando tanto tiempo la puerta cerrada que no vemos la que ya se ha
abierto para nosotros”.125
La gran motivadora Louise L Hay explica: "No es necesario que sepas cómo perdonar
Sólo alcanza con estar dispuesto a hacerlo de todo lo demás se ocupara el
Universo…Por tanto esta es para mí la receta para la paz mundial: que haya paz en
nuestro interior, Paz, comprensión, entendimiento, perdón y, por encima de todo
amor”.126
125 Helen Keller. Un Curso de Milagros Base de datos en línea (consukltado20 septiembre2012) disponible en:
http://www.cursodemilagros.com.mx/recursos_de_aprendizaje/frases/frases.htm 126
Hay, Louise. El Poder está dentro de Ti Ed. URBANO, S.A. Barcelona 2002
99
El perdón se basa en la aceptación de lo que pasó. La falta de perdón ata a las
personas desde el disgusto. Les mantiene encadenados. La falta de perdón es el
veneno más destructivo para el espíritu, ya que neutraliza los recursos emocionales.
"Perdonar es un proceso. Perdonamos poco a poco, mientras seguimos adelante con
nuestras vidas. A cada paso que avanzamos en el camino del perdón, nos sentimos
más libres". 127.
La Declaración del perdón es la clave para liberarse aseguran Andrés Fernando
López Pell, Alexis Kasanzew y María Soledad Fernández, catedráticos de la
universidad católica de Santa Fe, Bogotá, al hablar de los efectos psicoterapéuticos
de estimular la connotación positiva en el incremento del perdón:
“Dejar a un lado las quejas y los agravios, daría lugar a que los sentimientos
negativos se vayan, logrando de esta manera un mayor bienestar emocional.
Es por esto que en los últimos años el constructo relacionado con el perdón
ha sido objeto de investigación, al integrar el conjunto de capacidades y
disposiciones que analiza la llamada psicología positiva. Esta corriente tiende
a enfatizar el aumento del bienestar y el incremento de la activación de
emocionalidad positiva y su incidencia en la calidad de vida”.128
Para todos cuantos quieren aventurarse por este camino del perdón se trazará aquí un
sencillo mapa de ruta en el que se muestran las etapas principales del viaje.
1 PASOS Y ETAPAS QUE LLEVAN AL PERDÓN AUTÉNTICO129
1.1 Reconocer que le han ofendido
El primer paso se trata simplemente de reconocer que le han ofendido, que se está
herido por el comportamiento de la otra persona. En muchas ocasiones se reprime la
127
MORRISSEY Mary Manin. Actos de Amor. Base de datos en línea (consultado el 4 de julio 2012) disponible en: http://www.actosdeamor.com/perdon.htm
128 Avances en Psicología Latinoamericana. Base de datos en línea (consultados el 29 de diciembre del 2012) disponible en:
http://www.scielo.org.co/scielo.php?pid=S1794-47242008000200008&script=sci_arttext 129
MONBOURQUETTE Jean, Cómo perdonar. Perdonar para sanar. Sanar para perdonar. Editorial SAL TERRAE, Santander, 1995.Págs 69-174.
100
conciencia de la ofensa, quizá por no ser capaces de enfrentarse con ella y no querer
reconocer a sí mismos que se está herido.
El motivo de no reconocerlo es que se tiene miedo a que sufra la imagen. Reconocer
que le han herido es simultáneamente reconocer su vulnerabilidad. Admitir que le han
lastimado es al mismo tiempo admitir que no ha sabido impedir la ofensa, que quizás
sus expectativas hacia la otra persona fueron ingenuas, que se dejó engañar, que fue
cobarde para reaccionar a tiempo. “Hay quienes son incapaces de perdonar a otros
porque no se deciden a perdonarse a sí mismos el haber permitido que otros les
causasen daño… El suceso ofensivo es un daño narcisista del que lo sufrió. La
imperfección del yo ya quedado al descubierto no sólo ante los demás, sino ante el
mismo ofendido”130.
Quizá puede tener miedo de que al explicitar sus reproches no resulten demasiado
convincentes y prefiere dejar las cosas como están. Perduran sentimientos negativos
contra la persona del ofensor, pero no quiere formular explícitamente sus reproches, ni
quiere relacionar sus indudables sentimientos negativos con la ofensa que el otro le
causó.
“Paso importante en el proceso del perdón es recordar con cierto detalle la experiencia
del daño sufrido y la respuesta dada en su momento, a fin de desvelar las razones del
impacto emocional causado por aquella experiencia”131.
Conviene relacionar esta ofensa concreta con otras sufridas en épocas más tempranas
de su infancia. Descubrir las conexiones entre esa herida y otros viejos resentimientos
más profundos que la nueva ofensa ha venido a reabrir. Si no fuera por aquellas viejas
heridas, quizás esta última no le habría causado tanto dolor. No le eche la culpa de todo
a su último ofensor, aunque sea el que tienes más vivo en tu recuerdo. Piense que la
culpa del dolor que ha sentido la debe repartir con otros quizás ya demasiado alejadas
en su memoria. Piense que el dolor sufrido no sólo es proporcional a la magnitud del
golpe, sino a la sensibilidad de la piel que lo recibió.
130
STUDZINSKI R, Recordar y perdonar, en <<Concilium>> 204 (1986) 188. 131
Ibídem. 186.
101
1.2 Querer Perdonar
El perdón o es libre y gratuito o no existe, es el acto de sublimidad más grande. Hay
que cuidar de no reducir el perdón a una obligación moral, ya que sería adverso, porque
al hacerlo, el perdón pierde su carácter gratuito y espontaneo.
El perdón suspende el juicio y el tiempo: apuesta por un nuevo punto de partida. Es
preciso recordar el sentido de las palabras griegas para "perdón" en San Lucas:
aphienai, métanoein y hamartanein, remitir, liberar, cambiar de opinión, volver, volver a
abrirse camino, fallar. Nos encontramos, así, con el perdón, en un lugar bien preciso de
la experiencia psíquica. Un lugar sutil y enigmático donde la culpabilidad es extraída del
juicio y del tiempo para invertirse como renacimiento. A través de la gracia y del perdón
es posible, pues, una nueva configuración subjetiva e intersubjetiva. ¿Quién puede
iniciar este renacimiento? La misericordia de Dios, responde Santo Tomás.132
El rencor afecta al hombre entero, que colorea su imaginación, su memoria, su
afectividad, su sistema nervioso y hasta el funcionamiento de sus glándulas hormonales
y las secreciones de su aparato digestivo. El odio se lleva a veces escrito en el mismo
gesto y en las arrugas de la cara; aumenta la acidez de las secreciones del estómago,
enlutece las vivencias de la afectividad. Es como una pequeña célula cancerosa que
empieza a crecer rápidamente y va afectando a todo el organismo y el psiquismo. Ni
una sola de las vivencias, ni una sola de las células del cuerpo quedan libres de las
toxinas con que este rencor va envenenando poco a poco la vida del hombre.
El primer núcleo que puede ser liberado es el de la voluntad. El perdón afecta ante todo
a la voluntad del hombre, que es su último reducto de libertad. El perdón no tiene que
ver esencialmente ni con la memoria, ni con la sensibilidad, ni con los nervios, ni con los
sentimientos. Es un asunto de libertad.
En el momento en que una persona, libre y conscientemente, volcando en ello todo el
peso de su voluntad, dice firmemente en su corazón: “Padre, yo perdono al que me ha
132 SANTO TOMÁS DE AQUINO, Somme théologique. Paris, Éditions du Ceri, 1984, 1ª parte, pregunta 21.
102
ofendido, lo mismo que tú me perdonas a mí todo lo que yo te he ofendido”, en ese
mismo momento se acaba de realizar el milagro. Ya ha perdonado; aun cuando
permanezca el sentimiento de rechazo, aun cuando perdure viva la memoria de la
ofensa. Ya hay en la voluntad una pequeña fortificación reconquistada para el perdón.
Ese sentimiento de rencor que perdura en la afectividad ha dejado ya de ser un pecado
para convertirse en un sufrimiento que le configura a la pasión de Cristo. Ya puede
comenzar en la persona la curación progresiva. ¡Qué pequeño, qué débil se ve este
pequeño reducto de libertad! Pero es un punto firme que ya está liberado para el
evangelio. Se ha quitado el bloqueo que impedía que todo el poder de Dios se vuelque
sobre el ser humanos para la curación total.
1.3 Le Corresponde hacerlo a Dios y a su poder de Curación
Realizado lo que le concierne a los hombres, el resto le corresponde hacerlo a Dios y a
su poder de curación. “De todas vuestras basuras os purificaré, y os daré un corazón
nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne”
(Ez 36,26-26). Él purificará las basuras de la humanidad, que son los sentimientos
negativos, la insensibilidad y dureza del corazón, y va remodelando su afectividad. Dios
mete de nuevo sus manos en el barro para remodelar un corazón tierno y humano, en
el cual infunde su soplo, para dar vida. “Oh Dios, crea en mí un corazón puro” (Sal
51,12). Todo es gracia en esta tarea del Señor. A la humanidad sólo se le pide la
voluntad de perdonar.
¡Cuántos hombres y mujeres se encuentran psíquicamente destruidos, llenos de
traumas y complejos! En ellos ha muerto la ternura, la capacidad de confianza en los
demás, la luminosidad del niño, la alegría espontánea de vivir. El rencor se ha ido
instalando en ellos y les ha convertido en seres huidizos, desconfiados y agresivos.
El origen de todo este proceso avanzado puede haber sido una traición, un abuso de
confianza; alguien que se aprovechó de su fuerza física o moral, que le humilló y
manipuló. Luego esta herida se ha ido infectando y gangrenando con los años. Es
necesario comprender a la persona que necesita curarse, ya que el rencor es la peor
enfermedad, que se ha convertido en un verdugo de sí mismo.
103
Los libros sapienciales han observado con un fino sentido psicológico la profunda
interacción de alma y cuerpo, la dimensión que hoy día llaman psicosomática. “Signo de
un corazón dichoso es un rostro alegre”. (Eclo 13,25). A partir de una cierta edad se
lleva escrito en el rostro la propia historia; en él se puede leer: serenidad, alegría, paz,
fortaleza o, por el contrario: angustia, rebeldía, miedos, posesividad, desencanto.
Porque “el corazón del hombre modela su rostro para el bien como para el mal”. (Eclo
13,25).
Todos los sentimientos negativos tienen efectos destructivos sobre el organismo, y
ninguno los tiene tan destructivos como el odio. Los médicos como Norman Vincent
Peale autor del libro El Poder del Pensamiento Positivo y creador de la teoría del
pensamiento positivo explica que muchas de las enfermedades que ellos llaman
psicosomáticas tienen su origen en los sentimientos negativos: las tensiones nerviosas,
la ansiedad, la cólera aumentan el riego sanguíneo de las paredes del estómago y dan
lugar a úlceras. Los sentimientos negativos provocan subidas de la tensión arterial,
taquicardias, crisis cardíacas, asmas crónicas, artrosis…
¡Cuántos de los dolores de cabeza tienen su origen en el rechazo o no aceptación de
los demás o de sí mismos! San Juan Crisóstomo dice: ¿“Quien te ha hecho tanto daño
con sus ofensas como el que te haces a ti mismo cuando admites dentro de ti la ira? A
nosotros mismos nos hacemos daño cuando odiamos y a nosotros mismos nos
hacemos un favor cuando amamos”.133
Escribe el sacerdote Ignacio Larrañaga: “La ira, en definitiva, sólo nos perjudica a
nosotros mismos. ¿Quién sufre más, el que odia o el que es odiado; el que envidia o el
que es envidiado? Como un bumerán, lo que siento contra el hermano me destruye a
mí mismo. ¡Cuánta energía inútilmente derramada!”134. La otra persona ya ha muerto, o
vive muy lejos. Ni siquiera sabe lo que se siente por ella, o si lo sabe, no le preocupa lo
más mínimo. Es sólo al ofendido a quien afecta el rencor.
133
SAN JUAN CRISÓSTOMO, PG 58, 595. 134
LARRAÑAGA, IGNACIO. Muéstrame tu rostro, Paulinas, Madrid 198616
, 132.
104
1.4 Exteriorizarlo
La capacidad de perdonar y olvidar es un don de Dios que no se puede guardar
escondido en el corazón. Hay que exteriorizarlo para que acabe de expandirse y
arraigarse en el corazón. Es necesario ir donde el “enemigo” y comunicarle esta buena
noticia, parta que él también participe de la alegría.
En algunos casos se podrá temer que, si se acude al ofensor para perdonarle, habrá un
rechazo, dando lugar a que la herida recién cerrada vuelva a reabrirse. Ninguno de
estos obstáculos debería ser freno a la hora de expresar perdón. Solamente en el caso
de que se temiere que, al expresar el perdón hacia otra persona, pueda causarle daño,
dada su mala disposición, podría encontrar un motivo para no hacerlo.
El sacerdote Jean Monbourquette y otros estudiosos de la materia dicen que se debe
perdonar para sanar y sanar para perdonar y propone, los pasos principales para
perdonar son135:
a. Identificar plenamente la herida específica que le hicieron y la persona que se lo
hizo.
b. Decidir perdonar a pesar de lo que siente en el corazón.
c. Confesar verbalmente ese perdón, aunque se esté solo.
d. Recordar que el perdón no es para liberar de culpa al otro, sino que para que ser
libre de las heridas del alma.
e. No vengarse y hacer que cesen los gestos ofensivos. Leemos: ¡Sea cual fuere su
agravio, no guardes rencor al prójimo, y no hagas nada en un arrebato de violencia” y
“Sea cual fuere su agravio, no guardes rencor al prójimo, y no hagas nada en un
arrebato de violencia”.( Eclo 10,6)
f. Reconocer la herida y la propia pobreza sin miedo al sufrimiento.
g. Compartir la herida con alguien que sabe escuchar sin juzgar, sin moralizar, sin
agobiar con sus consejos y sin intentar siquiera aliviar el dolor, por preocupante que
135
Cf. Monbourquette. Jean Cómo Perdonar. Ed. Sal Terrae, Santander. Pág. 87ss
105
sea. El éxito de la fase emocional del perdón, depende en gran medida de la
apertura sincera a un interlocutor atento.
h. Identificar la pérdida para hacerle el duelo, parar ello es necesario hacer un
inventario de las pérdidas causadas por esa ofensa y así vivir el duelo, de lo
contrario no se perdona de verdad.
i. Aceptar la cólera y el deseo de venganza, es dañino reprimir cualquier impulso
agresivo, deben expresarse de la manera más constructiva posible, ya que la cólera
reprimida tiene nefastas consecuencias, es sumergirse en un desánimo sin
esperanza de salir de él y esa emoción negativa, tarde o temprano sale de una
manera inaceptable.
j. Perdonarse a sí mismo, este es el momento decisivo del proceso del perdón. El
perdón a Dios y al prójimo habrá de pasar por el perdón que el ofendido se conceda.
k. Comprender al ofensor. “El perdón lleva a suspender todo juicio sobre el ofensor, y a
descubrir el verdadero Yo, que es creador y un destello de divinidad”. Joan
Borisenko.136
l. Encontrarle un sentido a la ofensa. ¿Qué enseña esta injuria, esta ofensa, esta
traición o esta infidelidad?, ¿Cómo se puede utilizar para crecer y realizarse en
profundidad?
m. Saberse digno de perdón y ya perdonado. “Solo quien ha tenido la experiencia del
perdón, puede realmente perdonar”137 . Dice la Palabra “Porque tendrá un juicio sin
misericordia el que no tuvo misericordia; pero la misericordia se siente superior al
juicio”, (Cf. Stg, 2,13) Cambiar la imagen de un Dios - justiciero por un Dios – Amor y
no quedarnos en la frase "Padre, pequé contra Dios y contra ti, ya no merezco
llamarme hijo tuyo" (Hijo Pródigo) (Lc 15, 21), sino aceptar el perdón amoroso de
Dios, para así poder perdonar. Nos dice en su Palabra: “Si confesamos nuestros
pecados, El por ser fiel y justo, nos perdonará nuestros pecados y nos limpiará de
toda maldad". (1 Jn 1, 9)
n. Dejar de obstinarse en perdonar, eso solo agrava el resentimiento, se debe
encomendar por completo a Dios y prepararse a recibir la gracia del perdón, pero sin
136
MONBOURQUETTE. Jean Cómo Perdonar. Ed. Sal Terrae, Santander, p.125 137
SOARES-PRABHU George. Tomado de Monbourquette. Cómo Perdonar. Ed. Sal Terrae, Santander. P. 140
106
saber cómo, cuándo o dónde será recibida, evitando a toda costa reducir el perdón a
una obligación moral.
o. Abrirse a la gracia de perdonar. No olvidar que Jesús nos dice en el Evangelio “Sed
compasivos, como vuestro Padre es compasivo” (Lucas 6, 36). No es querer imitar a
Dios contando solo con las fuerzas humanas, sino prepararse para recibir su vida,
fuente de amor y perdón.
p. Decidir acabar con la relación o renovarla. No se debe confundir perdón con
reconciliación, de ahí el temor de perdonar al ofensor y tener que reconciliarse con él
y exponerse de nuevo a sufrir las mismas ofensas.
q. Acercarse a Dios y decirle desde el fondo del alma: “Señor, yo decido perdonar,
quítame lo que siento borra de mi corazón estas heridas, dame un corazón nuevo, te
entrego el mío, ven a mi vida Jesucristo a ti te lastimaron profundamente, a ti te
dañaron y te atreviste a decir a tu padre: "perdónalos porque no saben lo que hacen",
(Cf. Lc 23,34) ¡Señor, yo te digo hoy perdona a tal persona, porque me lastimó
profundamente, y llévate de mi corazón este amargo sentimiento!, "yo hago mi parte,
tu haz la tuya".
107
CAPÍTULO VI
CONSECUENCIAS PARA QUIEN PERDONA
Monseñor Francisco Ugarte Corcuera de la comunidad de Educadores Católicos,
enseña que a diferencia del resentimiento producido por ciertas ofensas, el perdón no
es un sentimiento. Perdonar no equivale a dejar de sentir. El perdón es un acto de
voluntad porque consiste en una decisión. Al perdonar se opta por cancelar la deuda
moral que el otro ha contraído con el ofendido, y por lo tanto, lo libera en cuanto
deudor. Y para dejar de sentir los efectos de la ofensa, debe pedir a Dios su gracia.138
Este modo de proceder es radical e incluye diversas consecuencias para quien
perdona, a saber:
1. MODIFICAR LOS SENTIMIENTOS NEGATIVOS
La decisión de cancelar la deuda al ofensor es un acto de amor y exige también el
deseo de eliminar los efectos subjetivos que la ofensa produjo en el ofendido, como son
el odio, el resentimiento, el afán de venganza. Perdonar “es dejar de odiar, y esto es,
precisamente la definición de la misericordia: es la virtud que triunfa sobre el rencor,
sobre el odio justificado (por lo que trasciende la justicia), sobre el resentimiento, el
deseo de venganza, de castigo.
Es entonces la virtud que perdona, no por suprimir la ofensa, porque no se puede
hacer, sino por la interrupción del resentimiento hacia quien ofendió o perjudicó.
Ciertamente estas decisiones no eliminan automáticamente las tendencias
emocionales, los sentimientos generados por la ofensa, pero lleva a no consentirlos y a
poner los medios para tratar de modificarlos progresivamente.
Cancelar la deuda que se produce al perdonar involucra a la persona que
perdona. Perdonar exige restablecer la relación que se tenía con el otro antes de que
se cometiera la ofensa. Si la relación era estrecha, exigirá restablecimiento desde el
138
Mons. CORCUERA UGARTE, Francisco. Del Resentimiento al Perdón. Una Puerta para la Felicidad. 12ª reimpresión, 200
108
amor interior. No basta cancelar la deuda y mantenerse al margen. Es preciso que
ningún sentimiento negativo que produjo la ofensa, ensombrezca la relación afectiva
que existía. Ciertamente, en este caso en el que la amistad exige reciprocidad, se
requerirá que el otro rectifique, porque si mantiene su disposición ofensiva, la relación
no se podrá reconstruir, por más que el ofendido perdone.
2. PERDÓN Y PRUDENCIA
Cuando alguien ha provocado un daño y mantiene su intención de seguirlo cometiendo,
es perfectamente válido que el afectado al perdonar ponga las medidas de prudencia
necesarias para evitar que el otro siga realizando su propósito. Este modo de proceder
no responde sólo al derecho que se tiene de proteger lo personal, sino también al afán
por ayudar al ofensor. Si perdonar es un acto de amor y el amor consiste en buscar el
bien del otro, en la medida en que se ayude al enemigo a evitar acciones que lo dañan,
se le estará haciendo un bien.
Del mismo modo, en algunas ocasiones el bien de la persona que cometió la ofensa,
puede requerir una acción punitiva por parte del que perdona. Un castigo puede ser
compatible con el perdón, si lo que se busca es realmente el bien del otro, no la
venganza. Una madre puede llamarle fuertemente la atención a su hija que ha
desobedecido, y simultáneamente perdonarla; incluso imponerle un castigo, si este
recurso fuese lo más acertado para que se corrigiera, es necesario, sobre ponerse a
los propios sentimientos, si en verdad se busca el bien de los demás.
Es más cómodo perdonar y quedarse pasivo ante el error del otro, que perdonarlo y
tomar las medidas correctivas que lo mejoren. Perdonar no significa necesariamente
cancelar el castigo o las deudas materiales, sino eliminar la deuda moral que el otro
contrajo conmigo al ofenderme. Puede suceder que, después de perdonar y renunciar a
toda venganza personal, permanezca, amparado en el sentido de justicia, un
sentimiento sutil, el deseo de que un tercero ejecute la venganza, como un decir “yo te
perdono, pero ya te las verás con Dios”. Quien procede así no estará realmente
perdonando.
109
El perdón es un acto radical de la voluntad, que incluye dos aspectos, por una parte, la
decisión de cancelar la deuda moral que viene de la ofensa recibida, restablecer la
relación con la persona que ha ofendido y buscar su bien, según convenga en cada
caso; por otra parte, tratar de eliminar los sentimientos contrarios provocados por la
ofensa, cambiándolos por otros positivos.
3. PERDONAR Y OLVIDAR
¿Qué relación existe entre perdonar y olvidar? ¿Perdonar es olvidar? ¿Olvidar es
perdonar? ¿Qué significa la expresión “perdono pero no olvido”?
Se ha visto que el acto de perdonar consiste en una decisión de la voluntad. La acción
de olvidar, en cambio, tiene lugar en el ámbito de la memoria, que no responde
inmediatamente a los mandatos de la voluntad. Se puede decidir olvidar una ofensa y
que se borre aquel recuerdo, pero no se consigue. La ofensa sigue ahí, en el archivo de
la memoria, a pesar del mandato voluntario.
Lo primero que esto indica, es que olvidar no es lo mismo que perdonar, porque el
ofendido puedo decidir perdonar y perdona, mientras que la decisión de olvidar no tiene
el mismo resultado. El perdón entonces puede ser compatible con el recuerdo de la
ofensa. En cambio la expresión “perdono pero no olvido” significa, en el fondo, no
querer olvidar, y eso equivale a no querer perdonar. ¿Por qué? Cuando se perdona se
cancela la deuda del ofensor, lo cual es incompatible con querer mantenerla, con no
querer olvidar. Perdonar es querer olvidar.
Ordinariamente, si la decisión de perdonar que incluya el deseo de olvidar, de no
registrar los insultos, ha sido firme y se mantiene, el recuerdo de la ofensa irá perdiendo
intensidad, y en muchos casos, acabará desapareciendo con el paso del tiempo. Pero
aun si esto último no ocurriera, el perdón se ha realizado ya que su esencia no es
olvidar, sino la decisión de liberar al ofensor de una deuda contraída. Una señal
elocuente de que se ha perdonado aunque no haya podido olvidar, es que el recuerdo
involuntario de la ofensa, no cuenta cuando se dirige a la persona.
110
Tal vez no sea posible olvidar, pero hay que proceder como si hubiera olvidado. El
verdadero perdón exige obrar de este modo. Porque “el verdadero amor, no lleva
cuantas del mal”. (1Cor 13, 5) Por otra parte ¿Se puede decir que olvidar es perdonar?
Ya se ha visto que se trata de dos acciones que no se pueden identificar. Una ofensa
se puede perdonar sin haber sido perdonada, aunque si el agravio ha sido intenso,
difícilmente se olvidará sino se perdona. Por eso cuando la ofensa ha sido grave y se
ha decidido perdonar, el olvido puede ser una clara confirmación de que realmente se
ha perdonado. Borges narra, con brillante imaginación, un supuesto encuentro de Caín
y Abel, tiempo después del asesinato, que ilustra lo que se acaba de decir:
“Caminaban por el desierto y se reconocieron desde lejos, porque los dos
eran muy altos. Los hermanos se sentaron en la tierra, hicieron fuego y
comieron. Guardaban silencio a la manera de la gente cansada cuando
declina el día. En el cielo asomaba alguna estrella, que aún no había recibido
su nombre. A la luz de las llamas Caín advirtió en la frente de Abel la marca
de la piedra y dejó caer el pan que estaba por llevarse a la boca y pidió que le
fuera perdonado su crimen. Abel contestó: ¿tú me has matado o yo te he
matado? Ya no recuerdo, aquí estamos juntos otra vez como antes. Ahora sé
que me has perdonado Caín, yo trataré también de olvidar”.139
139 BORGES,.J.L. Base de datos en línea (consultado el 4 de julio 2012) disponible en: www.taringa.net/posts/apuntes-y-
monografias/7779289/Jorge-Luis-Borges.html
111
CONCLUSIONES
Hablar del perdón supone más que disertar sobre el amor, es hablar de un amor
muy peculiar, de un amor dispuesto a superarse hasta llegar a crear un nuevo
universo de relaciones y que perdonar es una declaración que se puede y debe
renovar a diario. Muchas veces la persona más importante a la que se tiene que
perdonar es a sí mismo por todas las cosas que no fueron de la manera que
pensaba.
El perdón no es un simple mecanismo para liberar de culpa a quien ofendió, el
perdón es un mecanismo para que yo sea libre el ofendido de la amargura que dejó
esa acción en su corazón. Se puede decidir perdonar a alguien, que no está
arrepentido de verdad de haber dañado, porque la intención al perdonar, no es que
esa persona quede libre de culpa, si no que el ofendido quede libre en su interior,
que tenga paz, que pueda vivir bien, que haya desatado la amarra que le tenía
detenido en el puerto.
A través de perdón es donde mejor se manifiesta la grandeza de alma en las
relaciones con los demás, y de la misma manera que Dios está dispuesto a
perdonar, todo de todos, la capacidad de perdón humana no puede tener límites; ni
en el número de veces, ni por la magnitud de las posibles ofensas: siete veces,
setenta veces siete, muchas veces, siempre. Incluso en el mismo día y sobre lo
mismo.
Si tener la sensación de estar haciendo algo desmesurado y extraordinario, el Sto.
J M Escrivá de Balaguer, nos dice: “Esfuérzate si es preciso, en perdonar siempre
a quienes te ofendan, desde el primer instante, ya que por grande que sea el
prejuicio o la ofensa que te hagan, más te ha perdonado Dios a ti”.140
El perdón humano ha de ser profundo, de corazón, cómo Dios perdona a los
hombres: Perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros
140 Escrivá de Balaguer J M , Camino n. 452, Ed. Rialp, S, A.25° Edición Castellana, Madrid 1965, n 452
112
deudores, decimos en el Padrenuestro. Y, además, el perdón rápido, sin dejar que
el rencor corroa el corazón, y sin humillar a la otra parte, sin adoptar gestos
teatrales, sin dramatizar. A veces ni siquiera será necesario decir “te perdono”.
No es necesario que ocurran grandes injurias para ejercitarnos en esta muestra de
caridad, Bastan esas cosas pequeñas que ocurren casi todos los días; pequeñas
riñas en el hogar, por pequeñas cosas, malas contestaciones o gestos
destemplados (ocasionados muchas veces por cansancio de las personas), que
tiene lugar en el trabajo, en el tráfico, en las grandes ciudades…
Mejor todavía si ni siquiera se tiene que llegar a perdonar, porque no se siente
ofendido. Esto ocurrirá si se ha aprendido a disculpar y no a ser susceptibles. Mal
se viviría la vida cristiana, si al menor roce se enfría la caridad y se siente
separados de los demás. Vivir cristianamente la vida es encontrar el camino de la
paz y la serenidad que lleva a tener una vida sana en todo el sentido de la palabra.
El perdonar es una renuncia al ego herido. Es decir, no tener en cuenta más la
ofensa bajo ninguna circunstancia. Renunciar a conservar la ofensa en el corazón.
Renunciar a toda venganza personal. Entregar a Dios lo imputable a causa del
daño recibido. El perdonar es gran expresión del verdadero amor, ya que es
contrario al impulso justiciero de la carne, de la emotividad herida y alterada, y por
supuesto al rencor.
Es muy importante saber, que el perdón no exime de culpa al ofensor, sino que
libera al ofendido. La humanidad necesita decidir perdonar, para ser libre de las
heridas del alma.
El perdón no implica nunca que se olvide todo, el perdón no produce amnesia, no
es indispensable que se para perdonar, se puede perdonar y estar consciente del
daño que se recibió, pero decidir que ya no le va a afectar nunca más en su vida.
113
Se puede decidir perdonar, tomar la decisión de ya no traer al presente las cosas
pasadas, incluso mantenerse firme en la decisión de no criticar, ni agredir a la
persona que ofendió. Sin embargo, no se puede decidir dejar de sentir.
En términos simples, el perdón sólo puede ser considerado por quien lo extiende y
la persona objeto de ese regalo, en términos de familiaridad o amistad de los
individuos implicados, en algunos contextos puede ser dado sin que el agraviado
pida alguna compensación o algo a cambio, con o sin respuesta del ofensor,
enterado o no de tal acción, como sería el caso de una persona fallecida, o como
forma psicoterapéutica en ausencia del agresor, en términos prácticos, podría ser
necesario que el agresor ofrezca una disculpa, restitución, o aun el pedir ser
perdonado, como reconocimiento de su error, para el conocimiento del agraviado el
cual pueda perdonar141
Está claro que, el perdonar es un acto unilateral e incondicional, así como lo es
también el verdadero amor. No depende de que el otro haga su parte, sino de que
el ofendido haga la suya. Esa parte es perdonar toda ofensa recibida.
El perdón es una Ley. “Perdonen y se les perdonará”. “Perdónanos como
perdonamos a quien nos ofende” (Mt 6,12) Jesús perdona porque ama. Dios es
amor y Jesús es el sacramento de ese amor hecho ser humano. El perdón va más
allá de la norma, del mandato y del deber. Perdonar no es solo una obligación
jurídica, es un deber moral que hay que cumplir, sino un acto humano y religioso,
en tanto que nos mantiene unido a la divinidad.
El perdón es un acto de amor. Perdonar es amar y siempre se debe amar, así
como el evangelio invita a perdonar setenta veces siete, así también se debe amar
setenta veces siete, es decir siempre. Amor y perdón son inseparables. El amor es
un sentimiento que nace de un corazón sano, también puede nacer en un corazón
lastimado en su significado de misericordia. El perdón es un acto bueno: “El amor
tiene paciencia y es bondadoso. El amor no es celoso, el amor no es ostentoso, ni
141
American Psychological Association. Forgiveness: A Sampling of Research Results. Septiembre, 2006
114
se hace arrogante, No es indecoroso, ni busca lo suyo propio. No se irrita, ni lleva
cuentas del mal. (Cf. Cor 13,4)
El perdón es un regalo, es una gracia de Dios, se debe de pedir siempre esa
gracia. Dios perdona sin límites y sin condiciones. Dios perdona porque nos ama,
como en la parábola del Hijo Pródigo llamada también la del Padre Misericordioso.
No pide cuentas para perdonarnos, su amor y su afecto nos dejan sin palabras, son
gratuitos.
Se debe dar gratis lo que gratis se ha recibido, es decir el perdón. ¿Quién es el
hombre para juzgar a otros? Si Dios no condena ¿Quién es el hombre para
condenar? Se debe experimentar el perdón y perdonar, la vida no tiene porque
que ser una carga de resentimientos, odios, amarguras, enfermedad y muerte.
El perdón es un acto de solidaridad, porque a través del perdón, la persona
perdonada vuelve a la vida, se integra a la familia, a la sociedad. Es un acto de
solidaridad porque los humanos vive en sociedad y se necesitan mutuamente.
Se disculpa al inocente y se perdona al culpable. Disculpar es un acto de justicia,
porque la persona que ha ofendido merece que se le reconozca que no es
culpable, tiene derecho a la disculpa, mientras que el perdón trasciende la estricta
justicia, porque el culpable, no merece el perdón; si se le perdona es por un acto de
amor, de misericordia. No cabe duda que resulta más fácil disculpar que perdonar.
Cuando se descubre que alguien no tiene la culpa, no se encuentra resistencia
para disculparlo, porque lo natural es reconocer su inculpabilidad. En cambio
cuando, se descubre que el ofensor es culpable de su acción, de ordinario, surge
naturalmente una acción, inspirada por el sentido de justicia, que exige que esa
persona cargue con las consecuencias de su acción, que pague el daño cometido.
El perdón implica ir en contra de esa primera reacción espontánea, hay que
superarlo con la misericordia. Lo que, en cambio, no tiene sentido, porque se
trataría de un esfuerzo estéril, es perdonar lo que merece una simple disculpa.
115
En la vida ordinaria es frecuente que muchas acciones aparentemente ofensivas se
interpreten como agresiones culpables, cuando en realidad no lo son, porque
carecen de intencionalidad. Por ejemplo en las omisiones involuntarias. Una buena
dosis de reflexión, unida a la actitud de ponerse en el lugar del otro, permite
comprender con objetividad tales acciones u omisiones, y descubrir que en
múltiples casos sólo basta disculpar, porque la persona sólo actuó por error, por
ignorancia o por simple distracción.
Hay quienes consideran que están incapacitados para perdonar ciertos agravios
porque no pueden dejar de sentir sus efectos, no pueden dejar de experimentar la
herida, ni el odio, ni el afán de venganza. La incapacidad para dejar de sentir el
resentimiento, en el nivel emocional, puede ser, efectivamente insuperable, al
menos a corto plazo. Sin embargo si se comprende que el perdón se sitúa en un
nivel distinto al del resentimiento, esto es, en el nivel de la voluntad, se descubrirá
el camino que apunta a la solución.
116
RECOMENDACIONES
CÓMO HA DE SER EL PERDÓN
Perdonar siempre con la sonrisa en los labios. Hablando claramente, sin rencor,
cuando se discierne que se puede hablar. Y dejar todo en las manos del Padre
Dios con un divino silencio, Mateo 6,26 nos narra que Jesús callaba.
Un acto de perdón puede ser silencioso. De hecho, tiene poco que ver con la otra
persona. No importa si ésta se entera o no de la liberación que el ofendido
experimenta cuando se despoja de su ira, alimentada durante tanto tiempo que ya
no recuerda ni cuándo comenzó.
Cuando el ofendido perdona, libera... se libera a sí mismo. Se libera de sus lazos
con la pena. Se libera de la aversión que aquel acto doloroso le causó. Y cuando
logra esto, ocurre algo mágico: se siente libre.
No interesa en absoluto si la otra persona o el suceso penoso merecen el perdón.
Se trata de que el ofendido se desprenda de su propia telaraña de negatividad.
Cuando perdona, restaña la herida. Cuando olvida, abre su corazón y recobra su
capacidad de amar. Y cuando aprende a amar, la vida se abre de par en par a un
sueño glorioso. La pregunta nunca es si se debe o no debe perdonar... en vez de
ello, la pregunta siempre será ésta: ¿no se merece ser feliz ahora dejando el pasado
atrás?
Cuando decida perdonar de una vez a alguien, es indispensable que lo confiese con
su boca, no piense en el perdón, hable el perdón, no importa que usted esté sólo, y
piense: "si yo necesito perdonar, yo debo perdonar, yo quiero ser libre de la culpa
que otra persona me hizo a mí en su momento", pero no es suficiente que lo piense,
hay que confesarlo con la boca libremente, hay una marcada diferencia inmensa
entre pensarlo y hablarlo; con la boca tenemos el poder para la vida y poder para la
muerte, poder para atar y poder para desatar. ¡Confiéselo!, cuando se diga, se debe
117
sentir esa libertad, ese peso extra que se va, tal vez acompañado de lágrimas, tal
vez acompañado de tristeza y de llanto, pero finalmente un ser libre.
El perdón no debe confundirse con el olvido de la ofensa recibida. Quien la olvida no
perdona, pues no adopta una decisión de perdonar. Tampoco perdona quien no se
siente ofendido por lo que otras personas considerarían una ofensa. Tampoco
perdona quien deja de sentirse ofendido tras las explicaciones del presunto ofensor
que hacen ver la inexistencia originaria de ofensa alguna.
Quien pide perdón ha de reconocer ante sí mismo su propio error y culpa, vencer su
orgullo, solicitándole la gracia del perdón sin humillarse, y arriesgarse a haber
reconocido la culpa o responsabilidad para eventualmente no recibir el perdón
solicitado.
Aunque el ofendido es teóricamente libre de perdonar o no, se espera que
aumenten para el ofensor las posibilidades de ser perdonado:
o cuando el ofensor explicita su pesar o arrepentimiento.
o cuando ha solicitado el perdón, sobre todo si se lo hace públicamente.
o cuanto menos grave fuera la ofensa.
o cuando se ha compensado al ofendido por el daño.
o cuanto más importante sea su relación con el ofensor.
o cuando el ofensor manifiesta su ánimo de enmienda.
o y cuanto más lejana en el tiempo esté la ofensa.
La solicitud pública de excusas tiene un costo mayor en términos de pérdida de
prestigio para quien pide perdón que una solicitud privada, pero aumenta
sensiblemente las posibilidades de ser perdonado, pues:
o La confesión pública de la culpa sirve ya en ocasiones de reparación total o
parcial del daño (cuando el daño fue el desprestigio del ofendido).
o La vergüenza de la confesión pública es ya un "castigo" que el ofensor se auto
inflige.
118
o El ofendido no desea aparecer públicamente como quien rencorosamente no es
capaz de perdonar.
o La negativa a la concesión de un perdón que el ofensor primario cree merecido
o ganado puede incluso ser considerada por éste como nueva ofensa del
primeramente ofendido (que deteriore aún más las relaciones ya afectadas por
la ofensa primera), o disminuir el prestigio social de quien no es capaz de
perdonar.
o El perdón beneficia obviamente al perdonado, pero también al perdonante (que
también está interesado en ver recompuestas total o parcialmente sus
relaciones con el ofensor y en ocasiones cumple al perdonar una obligación
moral o religiosa) y a la sociedad, pues contribuye a la paz y cohesión sociales
y evita espirales de venganzas, motivo por el que religiones y diversas
corrientes filosóficas lo recomiendan.
A través de este trabajo se brindarán herramientas espirituales y psicológicas a
toda aquella persona que por no perdonar se encuentra sufriendo problemas,
emocionales, espirituales y físicos y que ha tomado la decisión de perdonar; fruto de
este trabajo, también, se podrá lograr mejores relaciones interrelaciones personales
que a través de su nueva actitud, contribuyan la Instauración del Reino de Dios,
ayudando y rescatando a la humanidad del mundo de las tinieblas al mundo de la
luz, respondiendo de alguna manera al llamado que un día hizo El Santo Padre,
Juan Pablo II cuando dijo: “Católicos salgan del letargo y hagan algo…”142
Vivir en el pasado es morir al presente, se pierde el ahora cuando se está en el
ayer. El pasado ata, atrapa y mata. El presente libera, crea y da vida. Sólo en el
tiempo del ahora permite vivir satisfactoriamente.
Se accede al presente perdonándose a sí mismos, y perdonando a los demás.
Perdón, palabra mágica y sanadora. Perdonar no es aceptar los hechos ocurridos,
142 S.S Juan Pablo II. Homilía , en su visita a Guatemala, 1982
119
no es olvidar, tampoco es negar lo que nos pasó. El perdón no justifica pero
tampoco juzga. El perdón libera del pasado y pone en tiempo presente.
El ahora, tiempo de Dios. Momento maravilloso donde existen todas las
posibilidades de cambio y transformación; en el cual se puede comprende y no solo
entender, aceptar pero no te resignase, aprendes para crecer y no para sufrir. Dejas
de ser víctima y convertirse en aprendiz.
De esa manera se recuperas el poder que alguna vez en ese pasado, se había
extraviado. Poder de dirigir, determinar y direccionar la vida. Poder de amar,
comprender y aprender. De construir un futuro a partir del presente.
El perdón no interroga, no tiene preguntas del pasado, porque ese pasado ya no
existe. No importa lo sucedido porque ya sucedió. Pero sí es importante lo que se
haga en el presente porque eso determinará el futuro. No es conveniente
convertirse en víctima de otras víctimas, ni en actor de dramas de dolor y
sufrimiento. Es necesario crea su propia obra de teatro. Ser el guionista, el director
y el observador.
Se recomienda abrir el corazón al perdón, liberarse de toda esa carga que le está
pesando y no le deja avanzar. Perdonar desde la comprensión amorosa, no para
que cambien a los que causaron un daño o justificar los hechos acontecidos.
Perdonar para que ser feliz y recuperar la paz. Comprender que detrás de todo
hecho por más doloroso y funesto que acontece siempre existe un significado
profundo.
El ser humano debe perdonarse a sí mismo y recupera su integridad y su
inocencia, considerando que sobre todas las cosas que se hayan hecho, cometido o
protagonizado, se sigue siendo inocente a pesar de todo.
Conviene liberarse del miedo, del dolor y de la culpa. Sentir que todos tienen el
derecho de equivocarse alguna vez, pero también orientarse a aprender para no
repetir la experiencia dolorosa.
120
Bueno es, perdona a los demás, mirar en cada agresor una víctima de su pasado.
En cada hecho de dolor una enseñanza que aprender.
Acepta los hechos que ocurrieron, no como resignación sino como actitud
transformadora para el cambio. Convirtiendo ese odio y resentimiento en
comprensión amorosa, la culpa en aprendizaje y el miedo en coraje.
Es deseable que la humanidad despierte de la pesadilla tenebrosa del pasado a la
vida cálida del presente que le espera.
Perdón, perdonarnos, perdonar. Hace mucho tiempo alguien lo había ya enseñado
cuando dijo: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen…”. (Cf. Lc 23,34)
Ahora es el momento de aprender, porque ya no hay más tiempo que perder.
Toda la humanidad se ha lastimado entre sí, con intención o sin ella, se ha herido
profundamente el alma de los seres queridos; hay que pedir perdón. Las situaciones
que se recuerdan, en las que se está consciente que se ha ofendido, es necesario
anotarlas, y pedir perdón.
El perdón es un mecanismo para que el corazón sane de las heridas, para que el
alma brille, para que la vida vaya en aumento, para que todos puedan desarrollar
ese potencial que poseen y que nadie puede quitarles nunca.
121
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