Post on 24-Jan-2016
Dos hombres subieron al templo a orar; uno era fariseo, otro publicano.El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera:
“¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, injustos, adúlteros, ni tampoco
como este publicano. …”
En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba
el pecho diciendo:
En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba
el pecho diciendo:
“¡Oh Dios! ¿Ten compasión de mí, que soy pecador!”
Lc 18, 10-14
Según la parábola, uno y otro suben al templo a orar.
Los publicanos son alabados no por las injusticias que a veces cometen, sino por su capacidad
para reconocerse necesitados de perdón.
La parábola continúa afirmando que el publicano volvió a su casa reconciliado con el Dios justo y santo, pero el fariseo no.
El texto termina con un proverbio que recuerda el cántico de María:
“Todo el que se enaltece será humillado,
y el que se humilla será enaltecido”
Se eleva quien decide por sí mismo su puesto en el mundo y ante Dios.
Quien elabora a su gusto la realidad
y se inventa su propia imagen.
La altivez es inmoral por lo que tiene de injusticia
hacia los demás.
Y sobre todo por lo que tiene de engaño sobre uno mismo.
Quien acepta su realidad verdadera
no puede caer en el pecado de la arrogancia.
Su verdad es su auténtica gloria, porque
conocerse a sí mismo constituye la verdadera
sabiduría.
Texto: José Román Flecha Andrés PALABRA DEL SEÑOR –Salamanca -
Presentación: Antonia Castro PaneroMúsica: Moment Of Good-Bye