Ecce Ancilla

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Ensayo presentado a los premios emisión 2012

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ECCE ANCILLA DOMINI

(He aquí la esclava del señor)

Tiranos, por cual razón, siendo las

mujeres de las dos partes del genero humano, la una que constituye

mitad, habéis hecho vosotros solos las leyes contra ellas, sin su

consentimiento y a vuestro albedrío? Habéis os constituido en árbitros

de la paz, y de la guerra, y nosotras, padecemos vuestros delirios: el

adulterio en nosotras, es delito de muerte, y en vosotros entretenimiento

de la vida: queréis nos buenas para ser malos, honestas para ser

distraídos: no hay sentido nuestro, que por vosotros no este encarcelado:

tenéis con grillos nuestros pasos, con llave nuestros ojos: si miramos,

decís que somos desenvueltas, si somos miradas, peligrosas; y al fin con

achaque de honestidad, nos condenáis a privación de potencias, y

sentidos

Francisco de Quevedo, La hora de todos y la fortuna con seso.

“Ecce ancilla domini”; son las palabras de la virgen María al ángel Gabriel en el

momento sagrado de la Anunciación de su maternidad divina. “He aquí la esclava del señor”

traducen dichas palabras, y agrega: “Hágase en mi según tu Palabra” (Lc. 1:38). Así se

expresa María madre de Jesús, quien es, según la Iglesia Católica, la mayor expresión de la

dignidad y la vocación de la mujer (J.P. II, 1996).

La finalidad del presente ensayo, es la de plantearse como una critica seria y

argumentada, a las concepciones planteadas por la civilización occidental actual,

fundamentadas, en parte, en la tradición judeo-cristiana, que reducen la mujer a la posición de

objeto para uso del hombre.

Nuestro contexto, nuestro entorno antioqueño, colombiano, americano, todo esto está

englobado en un gran marco cultural conocido como civilización occidental, mas allá de las

diferencias propias de cada región del mundo en la que se ha implantado dicho orden, existen

puntos de convergencia entre todas. Uno de estos puntos de convergencia es la dominación

milenaria de una religión ajena al mundo occidental antiguo.

Es la religión del pueblo hebreo, que tras la avalacion del edicto de Milán en el 313

d.c. -que reconocía la libertad de culto en el imperio romano- dejo de ser perseguida y

exterminados sus fieles. Con esto se daba vía libre a la constitución de la Iglesia de los

cristianos. A partir de allí esta iglesia comenzó, poco a poco, a ganarse la adhesión del pueblo

romano llegando a desplazar el paganismo y convirtiéndose en religión oficial del imperio.

Con la caída del imperio romano en el año 476 d.c. termino la época reconocida hoy

día por occidente como clasica. Sin embargo la iglesia cristiana tenia ya sus bases sólidas

entre el pueblo y permaneció.

Como religión oficial, el cristianismo rigió en todas las tierras de influencia romana, o

sea, la mayor parte de Europa occidental y una buena parte de Europa del este, y luego tras las

expediciones de conquista realizadas por los europeos en África y el nuevo mundo la

cristiandad se globalizo, desplazando toda otra manera de pensamiento existente en sus

dominios.

Vemos entonces como este discurso religioso fue expandiéndose a lo largo y ancho

del orbe y como su expansión implicaba la expansión también de sus explicaciones, de sus

ideales, de sus normas y sus costumbres. Y de donde venia todo aquello, pues del pasado de

dicha religión. Con el imperio de la religión cristiana se impuso la concepción que tenia el

pueblo hebreo de la mujer que “era considerada como una propiedad del marido, su ba’al,

amo” (Crochetti, 2004, p. 77).

La función de la mujer al interior de la antigua sociedad hebrea se enfocaba en

garantizar la procreación, dados el alto índice de mortalidad infantil y la corta expectativa de

vida -25 a 30 años en promedio-, y, en asegurar la descendencia patrilineal de los hijos,

debido a que siendo una comunidad pastoril era de vital importancia la posesión de la tierra y

esta se heredaba solo por la vía patrilineal. Esta necesidad de asegurar la línea paterna llevaría

a la imposición de la fidelidad y al encarcelamiento de la mujer, pues sabido es que Pater

semper incertus est (el padre siempre es incierto).

La concepción hebrea de la mujer era la de poco mas que una esclava al servicio de su

marido y cuyo único fin era el de procrear, una mujer sin marido era algo impensable y la

esterilidad la mayor de las desgracias, puesto que para la sociedad hebrea “toda mujer debía

casarse, y de esta forma pasar al control de sus padres, marido y/o cuñados, además de centrar

la vida femenina en la procreación.” (Crochetti, 2004, p. 180) Resuenan con fuerza los ecos

de la maldición divina proferida contra Eva “Hacia tu marido ira tu apetencia y el te

dominara” (Gen. 3:16)

Vemos entonces como la sociedad hebrea esclavizaba a la mujer en su carácter de

madre, la mujer era entonces un objeto que adquiría el varón para propagar su descendencia,

se inscribía entonces en el orden de los bienes -al igual que la tierra o el ganado-y su valor

dependía por entero del poder que un hombre tuviese de poder privar a otro hombre de el.

Esta visión de la mujer como objeto seria heredada y maximizada por occidente tras

imponerse la religión cristiana en tierras europeas. Durante los mil años del oscurantismo, la

mujer continuaría siendo entonces valorada como objeto y su función seguiría siendo

“engendrar hijos de modo continuado y hasta la muerte.” (Nicolás de Gorran, 1296 citado por

Molina 2006) Esto además con el agregado de la misoginia propia del hombre medieval para

quien la mujer era un “símbolo del mal, una bestia que no es ni firme ni estable, llena de odio,

que alimenta la locura, fuente de todas las disputas, querellas e iniquidades.” (San Agustín

citado por Molina, 2006)

En este escenario de desprecio a lo femenino, se reactualiza la idea hebrea de la

potestad del hombre sobre la mujer, considerada eternamente como una menor de edad,

necesitada de instrucción y cuidados, surge entonces la figura del padre-esposo, quien recibe

de dios el poder para subyugar a la mujer. Respecto a esto refiere Bel Bravo (2006)

…el hombre es la cabeza de la mujer como cristo es la cabeza

de su esposa, la Iglesia. Así pues, si Cristo es para la Iglesia Esposo,

Padre y Maestro, el marido lo es también para su mujer, y en

consecuencia, si el marido es la cabeza de su mujer y su alma (…)

deber suyo es enseñarla el amor y el respeto que ha de tener a su

marido cuya voluntad ha de ser acatada a la par de las leyes divinas.

(p. 40)

Es claro que en el medioevo se continuo con la concepción de la mujer como un mero

objeto, merced a la voluntad del hombre, un objeto que podía ser utilizado para el intercambio

en el mejor de los casos, o para la mera proyección de todo deseo que se originara en aquellos

hombres santos. “el deseo, el sexo, el cuerpo, el pecado se ubican en el territorio mujer, cuyo

cuerpo se usa como una cartografía de la seducción y del pecado, como una superficie de

proyección del deseo masculino” (Toro, 2002, p. 24).

Muchos cambios se produjeron en la civilización occidental tras el declive del

oscurantismo y el advenimiento de la edad de las luces gracias al renacimiento de las ideas de

los antiguos. La Revolución Industrial, el Capitalismo, y el Positivismo Científico, pusieron

de cabeza y trastocaron los valores medievales, la mujer no podía permanecer mas tiempo

encarcelada en la casa, el nuevo sistema exigía mano de obra, y la maternidad -en un mundo

camino a la superpoblacion- no implicaba ya la prioridad que en tiempos de los patriarcas

hebreos implico.

Sin embargo todos estos cambios, al parecer para bien de la humanidad, no

constituyeron mejoras para la situación de la mujer, que continuo siendo un mero objeto de

uso, ahora por parte del capital y el patrón, y además la subvaloración de ella, de su trabajo y

de sus capacidades, no terminó.

La constitución de las mujeres como sujetos independientes e íntegros, no como

objetos parciales de los cuales se hace uso a voluntad, comenzó a gestarse en las ultimas

décadas del s. XIX y las primeras del s. XX “…fruto de la lucha sufragista [por el derecho al

voto y a la posterior participación política] y de los avances conseguidos en la educación

superior femenina” (Bel Bravo, 2006, p. 15)

Además son de primordial importancia los avances realizados en el campo de las

ciencias humanas; el concepto de Genero y la historia de la Mujer son conceptos

fundamentales que fueron desarrollados por autoras como Simone de Beauvoir, Joan Scott,

Michelle Perrot o Judit Bruther. Y no olvidemos al feminismo que, a pesar de algunos

desmanes, ha sido pieza trascendental en la construcción de la historia contemporánea.

No obstante todos estos avances de la mujer en las ultimas décadas, con los que ha

logrado desmontar en parte el sistema de dominación patriarcal de milenios. Aun queda

mucho camino por recorrer, no solo para lograr una nueva actitud por parte de los hombres,

sino también por parte de las mismas mujeres, hacia si mismas, hacia ellas mismas.

Es desastroso ver un personaje de la farándula colombiana, la diva de Colombia, la

señora Amparo Grisales, aparecer frente a millones de televidentes en un programa del

prime-time local, ofreciéndose como La mujer, como el sex-simbol que ellos quisieran tener y

ellas quisieran ser. Aceptémoslo en buena parte la televisión determina los ideales de la

civilización occidental actual, y ¿es esto lo que se ofrece como ideal? una feminidad fingida y

reducida, una mujer toda seducción y voluptuosidad, toda para el otro. ¿No es esto una nueva

versión -tristemente vulgarizada, en tanto pierde el plus que le da la mística- de aquel ecce

ancilla? ¿Acaso ser la esclava, el objeto merced a la voluntad de… es la única opción que

tiene una mujer para ser mujer?

En el programa humorístico-noticioso ΝP& del canal Caracol en la emisión del 4 de

septiembre del 2011 le formulan en tono jocoso esta pregunta a Amparo: ¿Te mortifica ser

objeto de deseo? A lo cual responde con su mascarada habitual “ay mi Gayli… me

mortificaría el no ser objeto de deseo”.

Fue la anterior declaración de esta mujer lo que me movió a escribir este ensayo y es

con la declaración de otra mujer que me propongo terminarlo. Florence Thomas

-coordinadora del grupo Mujer y Sociedad y columnista del diario El Tiempo- en fecha 13 de

enero de 2011 publica una carta abierta a Amparo Grisales en la que expresa lo siguiente:

“Amparo, creo sinceramente que no has medido el daño que

generan para las mujeres colombianas comunes y corrientes todos

estos comerciales y photoshops de figuras femeninas de medidas

perfectas. Me pregunto por qué seguir alimentando imaginarios que

quisiéramos derrumbar, imaginarios que, en lugar de hacernos sentir

bien con nosotras mismas, nos obligan a estar atentas a la secular

mirada masculina y a depender del saber y del deseo del otro fijado en

casi todas las expresiones de la cultura.”