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El Chaco sin bosques: la Pampa o el desierto
del futuroEditores: Jorge H. Morello y Andrea F. Rodríguez
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FICHA CATALOGRÁFICA
El Chaco sin bosques / edición literaria a cargo de Jorge H. Morello y Andrea F. Rodríguez.1a ed. - Buenos Aires : Orientación Gráfi ca Editora, 2009.432 p. ; 23x16 cm.
ISBN 978-987-9260-73-9
1. Agricultura. 2. Medio Ambiente. I. Morello, Jorge H., ed. lit. II. Rodríguez, Andrea F., ed. lit.CDD 631
Créditos de fotos
Tapa: Jorge H. Morello.
Solapa: Raúl Raña.
Interior: Autores.
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El Chaco sin bosques: la Pampa o el desierto
del futuroEditores: Jorge H. Morello y Andrea F. Rodríguez
Organizaciónde las Naciones Unidas
para la Educación,la Ciencia y la Cultura
Programasobre el Hombrey la Biosfera
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PRIMERA EDICION
(Diciembre 2009)
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.
Reservados todos los derechos.
Prohibida la reproducción o uso tanto en español o en cualquier otro idioma, en todo o
en parte por ningún medio mecánico o electrónico, así como cualquier clase de copia,
registro o transmisión para uso público o privado, sin la previa autorización por escrito
de los autores y la editorial.
Copyright © 2009. ISBN 978-987-9260-74-6
Impreso en la Argentina – Printed in Argentine
Tirada: 700 ejemplares
Orientación Gráfi ca Editora S.R.L.Gral. Rivas 2442 – C1417FXD Buenos Aires – Argentina
Tel./Fax (011) 4501-5427 • 4504-4851e-mail: sergiowaldman@yahoo.com.ar
www.ogredit.com.ar
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Alzugaray, Claudia. Ing. Agrónoma. Facul-tad de Ciencias Agrarias. Universidad Na-cional de Rosario. calzugar@gmail.com
Baxendale, Claudia A. Licenciada en Geogra-fía (Universidad del Salvador) y Especialis-ta en Planifi cación Urbana y Regional (Uni-versidad de Buenos Aires). Grupo de Eco-logía del Paisaje y Medio Ambiente (GE-PAMA-FADU-UBA) y Grupo de Estudios sobre Geografía y Análisis Espacial con Sistemas de Información Geográfi ca (GE-SIG) - Programa de Estudios Geográfi cos (PROEG), Universidad Nacional de Luján. buzai@uolsinectis.com.ar
Blanco, Mariela. Doctora de la Facul tad de Filosofía y Letras UBA. CEIL-PIETTE, In-vestigadora Asistente, CONICET. mblanco@ceil-piette.gov.ar
Burkart, Rodolfo. Ingeniero Agrónomo. Res-ponsable Programa de Planifi cación - Di-rección Nacional de Conservación y Áreas Protegidas de la Administración de Par-ques Nacionales. rburkart@apn.gov.ar
Buzai, Gustavo D. Doctor en Geografía (Universidad Nacional de Cuyo). Grupo de Ecología del Paisaje y Medio Ambien-te (GEPAMA-FADU-UBA/CONICET) y Grupo de Estudios sobre Geografía y Análisis Espacial con Sistemas de Infor-mación Geográfi ca (GESIG) - Programa de Estudios Geográfi cos (PROEG), Uni-versidad Nacional de Luján.buzai@uolsinectis.com.ar
Carnevale, N. Ing. Agrónoma Facultad de Ciencias Agrarias. Universidad Nacional de Rosario. Consejo de Investigaciones de la Universidad Nacional de Rosario.nelincita@gmail.com
Carreño, Lorena Verónica. Ing. RR.NN. Candidato a PhD Univ. Nac. de Mar del Plata INTA EEA “Guillermo Covas” Ruta 5 km 580 (6326) Anguil (LP) Argen tina.lcarrenio@anguil.inta.gov.arlorenacarreo2000@yahoo.com.ar
Casas, Roberto Raúl. Ingeniero Agrónomo. Director del Centro de Investigación de Re-cursos Naturales del INTA. Académico de Número de la Academia Nacional de Agro-nomía y Veterinaria. Profesor de la Maes-tría en Ciencias del Suelo de la FAUBA.rcasas@cnia.inta.gov.ar
Di Leo, Néstor. Ingeniero Agrónomo. Res-ponsable Técnico del Centro de Estudios Territoriales. Facultad de Ciencias Agra-rias. Universidad Nacional de Rosario.ndileo@unr.edu.ar
Mereles, Fátima. Licenciada en Biología, Universidad Nacional de Asunción, Para-guay. Dr. en Ciencias, Universidad de Gi-nebra, Suiza. Profesor de post-grado en la Universidad Nacional de Asunción, UNA y la Universidad Católica, UCA; consul-tor de la Organización Mundial de Con-servación, WWF Paraguay.fmereles@sce.cnc.una.py
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Giraudo. Alejandro R. Doctor en Ciencias Biológicas. Investigador del CONICET, Instituto Nacional de Limnología (CO-NICET-UNL). Profesor de Biología de la Conservación, Facultad de Humanidades y Ciencias, Universidad Nacional del Litoral.alejandrogiraudo@hotmail.com
Gómez, Carlos A. Ing. Ftal. Area Investi-gación en Recursos Naturales- Forestal. Investigador. Instituto Nacional de Tec-nología Agropecuaria, INTA.carlosgomez3536@yahoo.com.ar
Kees, Sebastian M. Tec. Ftal. Area Investi-gación en Recursos Naturales- Forestal. Investigador. Instituto Nacional de Tec-nología Agropecuaria, INTA.sebastiankees@hotmail.com
Matteucci, Silvia Diana. Licenciada en Bio-logía, Ph.D. Investigadora de CONICET, Grupo de Ecología del Paisaje y Medio Ambiente. Fac. Arquitectura, Diseño y Ur-banismo, Universidad de Buenos Aires.smatt@arnet.com.ar
Morello, Jorge. Doctor en Ciencias Natu-rales. Director del Grupo de Ecología del Paisaje y Medio Ambiente. Fac. Arquitec-tura, Diseño y Urbanismo, UBA. e Inves-tigador, CONICET.morello@gepama.com.ar
Oscar Rodas. Licenciado en Análisis de Siste-ma, Facultad Politécnica, Universidad Na-cional de Asunción, Paraguay. Coordina-dor del Programa Paisajes de la Asociación Guyra Paraguay, conservación de aves.oscar@guyra.org.py
Pengue, Walter A. Doctor en Agroecolo-gía, Sociología y Desarrollo Rural Soste-nible (U. Cordoba, UE). Ingeniero Agró-nomo y Magister de la UBA. Director del
ProECO, GEPAMA, FADU, UBA. Investi-gador Docente UNGS.walter.pengue@speedy.com.ar
Pereyra, Hernán. Ing. RR NN Candidato a PhD Univ. Nac. de Mar del Plata INTA Centro Regional La Pampa-San Luis Av. Spinetto 785 (6300) Santa Rosa (LP) Ar-gentina.hernanpereyra0@yahoo.com.ar
Pertile, Viviana Claudia. Profesora en Geo-grafía. Mgter. en Desarrollo Social. In-vestigadora del Instituto de Geografía- Adjunta de la Cátedra Geografía Urba-na y Agraria-Dpto. de Geografía. Facul-tad de Humanidades. UNNE.vpertile@hum.unne.edu.ar
Rodríguez, Andrea F. Prof. y Lic. en Geo-grafía. Directora Asociada del Grupo de Ecología del Paisaje y Medio Ambiente. Facultad Arquitectura, Diseño y Urba-nismo, Universidad de Buenos Aires.rodriguezaf@gepama.com.ar
Silva, Mariana. Lic. en Biología, MSc. en Ciencias Ambientales. Investigador - Gru-po de Ecología del Paisaje y Medio Am-biente. Facultad Arquitectura, Diseño y Urbanismo, Universidad de Buenos Aires.marianasilva@gepama.com.ar
Torre Geraldi, Alejandra Helena. Profeso ra en Geografía. Becaria de CONICET. Fa-cultad de Humanidades. UNNE, IIGHI-CONICET.ageraldi@bib.unne.edu.ar
Viglizzo, Ernesto Francisco. Ing. Agr., PhD. Área Estratégica de Gestión Ambiental INTA Centro Regional La Pampa-San Luis Av. Spinetto 785 (6300) Santa Rosa (LP) Argentina.evigliz@cpenet.com.ar
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XI
COMO FUNCIONARÁ EL CHACO SI SE QUEDA SIN BOSQUES
En el acelerado proceso reciente de desmonte y habilitación de tierras para producción de granos y carne, estamos extrayendo bienes y minimi-zando o anulando sus servicios ecológicos sin haber identifi cado, conocido y valorado adecuadamente la gran variedad de ecosistemas de bosques que son disectados, fragmentados y sus manchones achicados, rediseñados o eli-minados por la expansión agroproductiva.
Esa expansión agrícola ha sido muy veloz en los últimos 30 años y ha penetrado acompañando procesos de modernización técnica, de manejo fi -nanciero y organizacional, y cultivares de germoplasma modifi cado produ-ciendo una variada gama de efectos ecológicos y socioeconómico; algunas positivos y otros no.
Esa obra busca contribuir al análisis de algunos de esos efectos que resul-tan de la modernización productiva de la Región Chaqueña y profundiza la descripción de comunidades forestales recién inventariadas (Chaco paraguayo, Mereles, Cap. III), (Matteucci, Cap. IV) y procesos productivos que adquie-ren una dimensión especial cuando se trasladan a tierras marginales como la agriculturación, la pampeanizacion industrial (Carreño et al., Cap. II; Pengue, Cap. II). Otro grupo de contribuciones refi eren a protección, conservación y restauración de fragmentos de bosques, sabanas y humedales nativos y a la di-námica demográfi ca (Burkart, Cap. IV), a la estructura y dinámica socioespa-cial de la población humana de toda la Región Chaqueña (Baxendale y Buzai, Cap. I) y se estudia la agricultura conservacionista en áreas centrales de gran desarrollo tecno-económico tal como la practican en la Zona núcleo maicero o la Samoa Surera o la Pampa Subhumeda entre productores familiares y em-presariales (Blanco, Cap. II, Pertile et al., Cap. II).
En la Región Chaqueña se analizan los confl ictos de intereses que sur-gen entre los sectores ganadero, agrícola y maderero en ecosistemas con bosques de distinto nivel de explotación Canevari et al.; Cap.III, confl ic-tos que se agudizan en fragmentos de gran biomasa aserrable con suelos de
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alta fertilidad como los quebrachales de tres quebrachos (Schinopsis balanzae, S. lorentzii y Aspidosperma quebracho blanco) (Morello Rodríguez y Silva, Cap. I, Casas, Cap. III; y Cap. II), los de quebracho chaqueño y los “monte fuertes”o montes mixtos de alta diversidad de maderas nobles duras y tani-cas entre ellas guayacan (Caesalpinia paraguarienses) dos ellas son quebrachos, mistol (Zisyphus mistol, Z. cf guaranitica), palo piedra (Diplokeleba fl oribunda), lapacho (Tabebuia impetiginosa, T. cf. ipe, T. nodosa), urunday (Astroniun balan-sae), varios algarrobos (Prosopis hassleri, P. nigra var ragonesei, P. alba, P. affi nis, etc.) (Cap. III).
En el tratamiento de determinados confl ictos se incluye los efectos del traslado acrítico de formas de producción cerealera pampeana (Cap. II y Cap. III) que incluyen modalidades de acceso al crédito, gerenciamiento, nue-vos tipos de tecnología, maquinarias de manejo computarizado y proceso de cosecha, almacenamiento, comercialización y procesamiento industrial que son característicos de la centralidad agroproductiva pampeana.
Este análisis comparativo incluye también las características singulares de organización y tipo de actores como: pools de siembra, contratistas-propie-tarios, chacareros urbanizados que viven del alquiler de sus predios, etc., a los que se suman actores sociales omnipresentes en todas las fronteras agrícolas de Latinoamérica donde dominan la chicaneria legal y la violencia como los gestores inmobiliarios relacionados con la tierra, los abogados especializados en desalojos de tierras ocupadas hace décadas sin regularización de la propie-dad, propietarios e inversores ausentistas, etc.), (Cap. II, III y IV).
Como el mercado de madera, de tierras de carne y de granos explota la naturaleza chaqueña usando y abusando de los bosques nativos se eviden-ció la necesidad de valorar los bienes y servicios de los ecosistemas originales (Carreño et al., Cap.II) y de ampliar el conocimiento sobre el comportamien-to de especies arbóreas heliófi las y sombrivagas en las etapas sucesionanales en que se encuentran los manchones forestales (Gómez y Kees, Cap. I) ya que la lógica del obrajero es “sacar hasta que se acabe, y cuando se acaba nos vamos” mientras que la del inversor en tierras es “mientras mas desmantelado y en etapas sucesionales pioneras se encuentre un fragmento de monte, mas posi-bilidades tengo de obtener autorización de desmonte”.
Las lógicas históricas de madereros y agroganaderos han ido a contrapelo de una larga lista de normativas legales nacionales y provinciales. La decisión nacional de regular el manejo de los bosques cristaliza en 1947 con la ley de Defensa Forestal Argentina Nº 13.273 y culmina a fi nes del 2007 con la Ley
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de Presupuestos Mínimos de Protección Ambiental de los Bosques nativos Nº 2633, que proveedora no solo de normativas que articulan el trabajo de protección y manejo sustentable del patrimonio forestal natural sino que for-talece, con fondos nacionales a las provincias para realizar la ordenación del territorio, y tareas de protección, conservación y control del cumplimiento de las normativas de manejo responsable del bosque nativo como ecosistema (Caps. II, III y IV).
Partiendo de la idea que en la ecorregión del Chaco y sus bordes no hay bosque nativo que no aloje ganado mayor y/o menor y que su concentra-ción acelera el desgaste del suelo y magnifi can los procesos erosivo (Cap. III).
Dado que tanto el sobrepisoteo como las actividades de maderero afec-tan seriamente el suelo se enfocan distintos aspectos del componente suelo que es el recurso de base que queda después del desmonte, incluyendo las fugas de nutriente, agua y los cambios ocurridos en el micro relieve (Casas, Cap. III).
Además del maderero y la presión de pisoteo son muy importantes las transformaciones antrópicas en ecosistemas naturales y seminaturales por movimientos de tierra para hacer aguadas en la zona semiárida y retencio-nes para riego en territorios desmontados, o pastizales de cañadas donde se elevan la lamina de agua formando micro camellones llamados “taipas” en las arroceras.
En las ultimas dos décadas se han inundado enormes superfi cies de saba-nas, anegadiza y de tierra fi rmes, quebrachales y algarrobales para riego en las cuencas medias del Salado, Dulce, Pilcomayo y Bermejo modifi cando ha-bitats, afectando la riqueza biótica y particularmente la de mamíferos gran-des y medianos cavadores entre los que hay varios en peligro de extinción como tato carreta (Priodontes maximus) o eliminando o acortando cadenas trófi cas esenciales relacionadas con polinización, dispersión y germinación de semillas (Cap. IV).
Hay también veloces cambios en infraestructura y tamaño de los centros de servicios rurales (Cap. II y III) y cambian las modalidades de residencia de pequeños y medianos productores. Consumo tanto en el medio rural como en los pueblos que concentran servicios rurales tradicionales (aserraderos, embarcaderos de hacienda, desmotadoras) como lo mas recientes (feed lots, o ganadería estabulada, red de silos de granos, aeródromos (Cap. II y III). En síntesis, las conversiones de bosque a cultivo de ciclos muy cortos de siembra a cosecha han modifi cado el escenario natural y el de producción, y consu-
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XIV
mo del que elaboramos aportes sobre aquellos que consideramos poco ana-lizados a pesar de ser importantes.
Se reconocen dos fases del crecimiento de la producción agropecuaria, la de aumento de la superfi cie convertida y la de intensifi cación de la produc-ción de alimentos y fi bras. Las ideas que surgen del análisis histórico cercano y actual de cambios de uso del suelo en la llanura chaco-pampeana incluyen la hipótesis de que con la conversión de los pastizales de banquina, y “de préstamos” de terraplenes ferroviarios hemos entrado hace décadas en una fase donde coexisten tanto la ampliación de superfi cie y la intensifi cación. Consideramos relevante reconocer varios tipos de frontera: la que extrae el bosque virgen, la que elimina distintas etapas pioneras de la sucesión fores-tal, la de pastizales climax y serales, las que ocupan amplios territorios, las de pequeños espacios vacantes en los periurbanos y bordes de caminos, etc.
En esta etapa también se comienzan a descubrir la precariedad de la in-formación disponible sobre estructura y funcionamiento de ecosistemas na-turales antropizados de clima subtropical y tropical en relación a los templa-dos de la ecorregión pampeana. No podemos todavía contestar preguntas esenciales como: reacción de los suelos castaño-forestales sometidos a des-monte y cultivo de granos usando distintos paquetes tecnológicos de aba-tido, desbroce, “cordoneo”, quema y nivelación (Cap. III); que efecto tiene esa “cirugía edáfi ca”, eran sus bancos de nutrientes, cual es la velocidad de la descomposición de la materia orgánica ni cual, era la dotación de organis-mos que regulaban ese proceso.
Se evidencia la necesidad de “aportar conocimiento sobre la composición, abundancia relativa, y ecología de la población de mamíferos en una región del país que ha sido muy poco estudiada. Aunque obvio destacamos que la demanda de conocimiento sobre especies clave particularmente polinizado-res y dispersores de frutos es acuciante (FVS/TNC, 2005) y lo mas impor-tante: el hecho de que ecosistemas precariamente conocidos se ubican en la región argentina sometida a las mas fuertes y acelerados procesos de cambio (Camino, 2009), (Morello, Rodríguez y Pengue, Cap. III).
Los paquetes tecnológicos de la soja resultaron económica y ecológica-mente muy exitosos en la Pampa (Cap. III) y era previsible que el doble cul-tivo en siembra directa iba a garantizar la retención de humedad en el suelo aun imprescindible en la fase de germinación y emergencia, en climas plu-viométricos con estaciones fuertemente contrastadas. También podía hipo-tetizarse que la siembra directa modifi caría el termoclima de la hojarasca y
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haría mas lentos los procesos de descomposición disminuyendo la velocidad de los ciclos de nutrientes.
Sin embargo faltaba información sobre la ventaja de la aplicación de agri-cultura de precisión en áreas con soportes edáfi cos muy amosaicados o de la aplicación de glifosato en sitios infestados de sorgo capaz de producir ge-neraciones reproductivas en poco mas de un año, cuanto tiempo tardaría en aparecer resistencia al glifosato en malezas de hoja angosta; cuantos ciclos de soja sobre soja aguantarían suelos de vocación forestal o que pasaría con el ecosistema hipogeo bajo aplicación de agroquímicos en dosis y mezclas exi-tosas en clima templado pero de resultado incierto en el norte argentino. Por ejemplo la experiencia empírica local en Charata, Dpto. Chacabuco, Prov. del Chaco indica que en 5 años de soja sobre soja los suelos se degradan y de-mandan aplicación costosa de fertilizantes y que en 5 años de recibir la deriva de pulverizaciones con el complejo glifosato y coadyuvantes, y surfactantes los quebrachales de manchones contiguos al parche cultivado mueren parcial o totalmente (Totino, 2009).
En esta colección de trabajos se plantea que la pampeanizacion agropro-ductiva del Chaco es un proceso inicialmente impulsado desde afuera, don-de fue posible la adaptación de los productos de la tecnología. El proceso de desmonte, del manejo de áreas conservadas por ser signifi cativas para la protección de ecosistemas singulares imperfectamente conocidos requiriere un enorme esfuerzo de investigación en disciplinas tales como la biología de invertebrados y de criptogamas, la ecología de paisajes principalmente de los atributos de estructura de los mismos. Y la confi guración del siste-ma de parches y corredores de paisajes de sabana, bosques pastizales y hu-medales; de economía ecológica principalmente bienes y servicios del tipo de vegetación mas presionado actualmente por la frontera agrícola, que es el bosque.
EL MARCO CONCEPTUAL DEL LIBRO
Las contribuciones de esta obra, abren líneas de refl exión para:
• Aprehender a pensar y hacerse en varias escalas espaciales y tempora-les descubriendo que a una escala un problema del chacarero se pone en evidencia, mientras que a otra pasa desapercibido.
• Poner el énfasis mas en interacciones, trasferencias, discontinuidades, que en análisis descriptivos de la expansión agrícola.
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• Producir insumos para preparar estrategias de conservación participati-vas al menos en aquellos elementos de la diversidad que deben heredar nuestros hijos.
• Pensar como debe participar en el control de los recursos ecosistémi-cos estratégicos para garantizar su vigencia transgeneracional.
• Discutir y descubrir con la capacidad y experiencia de los chaqueños, escenarios y proyectos alternativos de desarrollo “responsable”.
• Medir los confl ictos ambientales y socioeconómicos que surgen de la vigorosa entrada de una agroproducción de altos insumos en una eco-rregión chacarera, maderera, y tradicionalmente ganadera extensiva.
• Reconocer que la riqueza de especies de leñosas en los territorios centrales chaqueños de alta fertilidad no solo es numerosa sino que varios de sus genotipos están en plena evolución vía hibridación interespecífi ca como los casos de los Schinopsis, los Prosopis y los Aspidosperma y los transforma en un “hot spots” o áreas altamente signifi cativas para la conservación y otro tanto podría ocurrir con la fauna (Giraudo, Cap. IV).
• Tener en cuenta el apremiante riesgo ecológico porque en dos déca-das ha mutado de un paisaje con matriz forestal y manchones culti-vados a otro con matriz de soja, girasol y algodón con manchones de fragmentos pequeños de bosques y sabanas nativas.
• Comprender que la calidad de los suelos pampeanos es mucho mayor que la de los chaqueños pero que hay ecosistemas forestales vírgenes que admiten ser cultivados durante casi una década sin abonos quími-cos aplicados en los primeros años.
• Tener claro que en el Chaco conviven en proporciones muy variables la agricultura tradicional y el paquete tecnológico de doble cultivo de oleaginosas en siembra directa.
• Tener en cuenta que la valoración de marginalidad en amplios es-pacios vírgenes o semivírgenes del trópico y subtrópico boscoso de Sudamérica se hace urgente e imprescindible porque está mutando aceleradamente sin que podamos conocer su riqueza biológica y los bienes y servicios ecológicos que se van cancelando al desmontar o al talar aunque sea tala selectivamente.
Por ejemplo en el Gran Chaco que ocupa fracciones de 4 países en un esfuerzo dirigido por TNC y FVSA (2005) se ha llegado a obtener especial-mente valores de diversidad que son importantes en relación a la celeridad con que se expanden los grandes manchones desmotados pero incompletos.
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XVII
Así de la fl ora se pudo contabilizar la riqueza de las fanerogamas con 3.400 especies reunidas en 186 familias de las que hay 10 que concentran mas del 50 % de las especies y solo tres poseen alrededor de 300 especies: las Poaceas con 386, las Asteráceas con 356 y las Fabáceas con 295. Este logro muestra además el fenomenal desconocimiento que tenemos de todo lo verde que no es plantas con fl or, con el agregado de que la fl ora del Chaco es la úni-ca de las fl oras regionales auspiciadas y elaboradas por INTA que no ha sido publicada todavía en agosto del 2009.
La riqueza del mundo animal del que solo se trabajó en vertebrados in-cluye 500 aves, 150 mamíferos, 1.200 reptiles y 100 anfi bios. En el mundo animal las actividades antrópicas han desencadenado procesos de defauna-ción tan intensos que aún en fragmentos de bosques inusualmente extensos será difícil rehabilitar poblaciones diezmadas de vertebrados (cap IV).
El patrimonio cultural concentra 150.000 pueblos originarios reunidos en 8 a 10 grupos lingüísticos que incluyen: zamucos, maskoi, guaicurú, mata-cos, mataguayos, maka y lile, vilela (TNC-FVSA, 2005).
Entender que son los pueblos originarios, los criollos y los pequeños productores del interior del bosque y los manchones de sabana quienes han colaborado como los etnobotánicos y economistas ecólogos en la identi-fi cación, valoración y jerarquización de los bienes y servicios ecológicos y culturales de los grandes fragmentos forestales que aún quedan (Cap. IV, Morello et al., 2005).
El sistema de leyendas y mitos incluye, desde árboles venerados como el pa-losanto (Bulnesia sarmientoi) hasta “duendes” protectores del bosque y su fauna como Sachayoj o de las sabanas como Pampayoj y otros son respetados por ser recursos alimenticios fundamentales para el hombre y sus animales como los algarrobos (unas 7 especies de Prosopis) y por tratarse especies madereras y ser hábitat de abejas y avispas productoras de miel y cera “de palo” como los que-brachos (varios Schinopsis). Las pampas y pastizales de los paleocauces o “ríos muertos” fueron históricamente vías de circulación de penetración y su bioma-sa combustible se utilizó para defenderse del blanco, y mandar y recibir mensa-jes entre poblaciones (Morello et al., 2005) actualmente están muy degradados y con especies emblemáticas extinguidas regionalmente como el guanaco y en peligro como todos los Cérvidos, el ñandú, la charata y el tatú carreta.
Los bosques nutricios es decir aquellos donde dominan leñosas de gran valor por sus frutos como los quebrachales algarrobales de santiagueño, alga-rrobo negro, algarrobo blanco, mistol, tala y guayacán.
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XVIII
COMENTARIOS FINALES
Hemos tratado de reunir contribuciones que se planteen preguntas sobre los eventos que pueden desencadenarse a mediano y largo plazo cuando una gran ecorregión que es la tercera en dimensiones de Latinoamérica convier-ta sus bosques, pastizales y humedales en cultivos agrícolas y aglomerados ur-banos, convencidos de que el valor de la calidad de servicios que se pierden es muy alto y que los impactos negativos se sienten localmente y se sentirán algo mas tarde regionalmente afectando la calidad de vida de los argentinos.
Esta convicción se basa en las modalidades dominantes en ese proceso de conversión que hemos llamado de “cirugía profunda” del medio físico y del biótico y del muy imperfecto conocimiento que tenemos de los ecosistemas, las comunidades y las meta poblaciones sujetas a presión antrópica.
En esta obra se trató de producir información sobre vacíos temáticos de gran importancia para plantear el manejo sostenible de bosques y pastizales de la llanura Chaco-Pampeana. El resultado ofrece las visiones de colegas de larga experiencia en la llanura chaco-pampeana sobre los recientes eventos de inte-racción entre ambas.
No pretendimos coordinar una obra de ordenamiento de usos contradic-torios en una ecorregión donde recién se está planifi cando combinaciones de cobertura vegetal responsablemente armonizadas; y afortunadamente muchas contribuciones tienen propuestas concretas o desarrollan ideas que conduci-rán inevitablemente a ellas.
Jorge Morello y Andrea F. Rodríguez
TRABAJOS CITADOS (NO INCLUIDOS EN ESTE LIBRO)
Camino Micaela. 2008. Variaciones en las comunidades de grandes y medianos mamíferos entre sitios de dife-
rente uso actual e histórico en la región del Chaco semiárido. Proyecto de tesis, Bs. As.
Morello, J.; W. Pengue y A.F. Rodriguez Etapas de uso de los recursos y desmantelamiento de la biota del Cha-
co, Fronteras, nº 4, año 4 pp 1-18, 2005 GEPAMA-FADU-UBA. Issn 1667-3999.
Pengue, W. (compilador) 2008. La apropiación y el saque de la naturaleza, Fundación Heinrich Böll, GEPAMA,
Lugar Editorial, 145 pp., Bs. As.
The Nature Conservancy (TNC). Fundación Vida Silvestre Argentina (FVSA), Fundacacion para el Desarrollo
Sustentable del Chaco (desde el Chaco) y Wildlife Conservation Society Bolivia (WCS), 2005, Evaluación
ecoregional del Gran Chaco Americano. Fundación Vida Silvestre Argentina, Buenos Aires.
Totino, 2009. Beca PICT. Agencia Nacional de Ciencia y Técnica.
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XXI
Autores .......................................................................................................V
Presentación ..............................................................................................VIIMorello J. y A.F. Rodríguez
CAPÍTULO 1Escenario Ecológico y Socioeconómico
Caracterización socioespacial del Chaco argentinoBaxendale C.A. y G.D. Buzai
Introducción .......................................................................................................3Delimitación del área de estudio ..........................................................................3Divisiones político-administrativas y divisiones censales: aclaración
de conceptos ................................................................................................10Síntesis histórica sobre los procesos de organización del territorio
del área de estudio ........................................................................................12Evolución de indicadores sociales por provincia
y diagnóstico general a comienzos del siglo XXI ...........................................34Análisis exploratorio socioespacial a nivel departamento
según variables seleccionadas .........................................................................43Consideraciones fi nales .....................................................................................49Bibliografía .......................................................................................................50
Clasifi cación de Ambientes en Áreas Protegidas de las Ecorregiones del Chaco Húmedo y Chaco SecoMorello, Jorge H.; Andrea F. Rodríguez y Mariana Silva
Antecedentes ....................................................................................................53El Gran Chaco Sudamericano como Unidad Biogeográfi ca
y Morfoestructural ........................................................................................54Clasifi cación jerárquica de la Ecorregión del Chaco ...........................................56Clasifi cación de ambientes en áreas protegidas
de la ecorrgión Chaco húmedo: PN río Pilcomayo y PN Chaco ...................57
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XXII
Sistemas ecológicos ...........................................................................................65Parque Nacional Chaco .....................................................................................69Clasifi cación de ambientes en áreas protegidas de
la ecorregión Chaco Seco: Parque Nacional Copo ........................................75Comentarios fi nales...........................................................................................88Bibliografía .......................................................................................................89
Comportamiento de heliófi tas y sombrívoras en el desarrollo sucesional del bosque del Chaco húmedoGómez Carlos A. y Sebastián M. Kees
Introducción .....................................................................................................93Clasifi cación de las especies según su papel en la sucesión ..................................95Situación actual de los bosques del Chaco Húmedo ...........................................95El estado actual de los bosques...........................................................................97Presencia de especies según valor comercial y estado de madurez .......................97Evolución de las masas forestales ...................................................................... 101Caracterización biológica de las principales especies arbóreas ........................... 102Bibliografía ..................................................................................................... 106
CAPÍTULO 2Los procesos productivos
El desarrollo rural sostenible y los procesos de agriculturización, ganaderización y pampeanización en la llanura Chaco-PampeanaPengue, Walter A.
La Argentina, un país, un rumbo ...................................................................... 111Las fuezas del mercado y los procesos de transformación
en la planicie chacopampeana ..................................................................... 117Las tierras marginales ....................................................................................... 124Bibliografía ..................................................................................................... 142
Naturaleza y Región pampeana. La agricultura conservacionista enproductores familiares y empresariales de la Región PampeanaBlanco, Mariela
Introducción ................................................................................................... 147La naturaleza y la sociedad en las relaciones sociales de
la agricultura conservacionista ..................................................................... 159Proceso de producción de la agricultura conservacionista ................................. 163Conclusiones .................................................................................................. 171Bibliografía ..................................................................................................... 173
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XXIII
Cambios productivos en el sector agrícola de la provincia del ChacoPertile, Viviana C. y Alejandra H. Torre Geralgia
Introducción ................................................................................................... 175La actividad algodonera en la década del ‘90: antecedentes de la sojización ....... 178La sojización en la provincia del Chaco ........................................................... 182Conclusión ..................................................................................................... 195Bibliografía ..................................................................................................... 196
CAPÍTULO 3Los efectos recientes de cambios de uso del suelo
Evolución de la deforestación en la cuña boscosa santafesinaCarnevale, N.J.; C. Alzugaray y N. Di Leo (ex aequo)
Antecedentes históricos de la explotación forestal en la región ......................... 203Antecedentes sobre la legislación forestal argentina
y en la provincia de Santa Fe ....................................................................... 206Cuantifi cación de la deforestación en
la Cuña Boscosa santafesina (1076-2008) ..................................................... 211Cambios en las comunidades vegetales leñosas nativas: diversidad
y distribución espacial a nivel regional en el Chaco Oriental ....................... 216Conclusiones .................................................................................................. 223Bibliografía ..................................................................................................... 225
Los servicios ecosistémicos en áreas de transformación agropecuaria intensivaCarreño, L.V.; H. Pereyra y E.F. Viglizzo
Introducción ................................................................................................... 229Factores de intensifi cación en el sector rural .................................................... 229El impacto ecológico-ambiental de la intensifi cación ....................................... 236Los servicios de los ecosistemas y la expansión de la frontera agrícola ............... 241Consideraciones fi nales ................................................................................... 244Bibliografía ..................................................................................................... 245
Expansión de la frontera agrícola en la Región Chaqueña: impacto sobre la salud de los suelosCasas Roberto R. y María I. Puentes
Introducción ................................................................................................... 249Sistemas de desmonte ...................................................................................... 250Labranzas después del desmonte ...................................................................... 256Alteraciones sufridas por el suelo y los cultivos después del desmonte ............... 258Expansión agrícola y sustentabilidad ................................................................ 264Bibliografía ..................................................................................................... 270
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XXIV
El proceso de fragmentación y reducción de hábitat en el Chaco paraguayo y sus efectos sobre la biodiversidadMereles María Fátima y Oscar Rodas
Introducción ................................................................................................... 271Aspecto físico .................................................................................................. 272Las comunidades bióticas ................................................................................. 272El cambio de uso del suelo en el territorio chaqueño ...................................... 278Método........................................................................................................... 279Resultados ...................................................................................................... 279Discusión ........................................................................................................ 287Conclusiones y recomendaciones .................................................................... 288Bibliografía ..................................................................................................... 290
Análisis descriptivo del proceso de desmonte y habilitación de tierras en el Chaco ArgentinoMorello, Jorge H.; Andrea F. Rodríguez y Walter A. Pengue
Introducción ................................................................................................... 291Escenario productivo dominante ..................................................................... 293Riqueza biótica disponible en ambientes naturales ........................................... 294Contabilidad biótica ........................................................................................ 299Usos tradicionales del suelo y agricultura empresarial ....................................... 300Problemas de los procesos de fronteras activa ................................................... 302Conclusiones .................................................................................................. 304Bibliografía ..................................................................................................... 311
CAPÍTULO 4Deforestación, defaunación y protección de la riqueza biótica
Defaunación como consecuencia de las actividades humanas en la llanura del Chaco argentinoGiraudo Alejandro R.
Introducción ................................................................................................... 315Aproximación conceptual y metodológica ....................................................... 318Resultados y discusión .................................................................................... 320Especies extinguidas en el Chaco argentino ..................................................... 327Conclusiones .................................................................................................. 338Bibliografía ..................................................................................................... 340
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XXV
El papel de las áreas naturales protegidas en un territorio forestal en desmantelamiento en el caso del Chaco argentinoBurkart Rodolfo
Actual proceso de desarrollo económico del Gran Chaco ................................ 347Consecuencias ambientales del nuevo proceso de desarrollo ............................. 349Proceso paralelo de creación de áreas protegidas en el Gran Chaco .................. 352Análisis de la información estadísticas sobre AP en la región ............................. 352Conclusión ..................................................................................................... 355Bibliografía ..................................................................................................... 370
Cambios de uso de la tierra en el entorno de las áreas protegidas en la Llanura chaqueña. Posibles consecuencias sobre la efectividad de las reservas naturalesMatteucci Silvia D.
Resumen ........................................................................................................ 373La situación de las áreas protegidas en el mundo .............................................. 374Las áreas protegidas en la Llanura chaco-pampeana .......................................... 378Evaluación de los cambios de uso de la tierra ................................................... 380Cambios de uso de la tierra en el entorno de
los parques nacionales chaqueños ................................................................ 383El avance de la frontera urbana ........................................................................ 387Avance de la frontera agrícola .......................................................................... 390Conversión de parches de bosque en río Pilcomayo ......................................... 392Conclusiones .................................................................................................. 395Bibliografía ..................................................................................................... 400
Arquitectura agropecuaria.indb XXV 21/12/09 14:14
ESCENARIO ECOLÓGICO Y SOCIOECONÓMICO
1CAPÍTULO
Claudia A. Baxendale y Gustavo D. Buzai
Jorge Morello, Andrea Rodríguez y Mariana Silva
Carlos A. Gómez y Sebastián M. Kees
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3
CARACTERIZACIÓN SOCIOESPACIAL DEL CHACO ARGENTINOClaudia A. Baxendale y Gustavo D. Buzai
Introducción
El presente trabajo tiene por objetivo ofrecer una caracterización del área
de estudio correspondiente a la ecorregión chaqueña focalizando aspectos de
índole socioespacial a modo de una aproximación general contextual.
De esta manera intenta aportar, desde el análisis geográfi co, caracteriza-
ciones que permitan ofrecer descripciones generales sobre aspectos socioterri-
toriales específi cos con la fi nalidad de aportar al logro de comprensiones más
acabadas de problemáticas abordadas por profesionales de otras disciplinas es-
pecialmente la ecogeografía, la ecología de paisajes y la economía ecológica.
Así también busca servir como marco para contextualizar estudios futuros
con mayor grado de detalle espacial y/o temático a realizarse en el área de es-
tudio.
Con posterioridad a especifi car la delimitación del área de estudio y aclarar
algunos conceptos relacionados con las unidades espaciales de análisis y su di-
ferencia con unidades territoriales de gestión, se presenta una síntesis histórica
sobre los procesos de ocupación del área de estudio, la evolución de indicado-
res sociales junto a un estado de situación hacia principio del siglo xxi y un
análisis exploratorio a nivel departamental de indicadores seleccionados.
■ Delimitación del área de estudio
La delimitación del área de estudio fue realizada a partir de condiciones
ecogeográfi cas por lo cual los departamentos incluidos en su interior son aque-
llos que contienen parte de la ecorregión chaqueña y que desde la climatología
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Caracterización socioespacial del Chaco Argentino
4
cuentan con precipitaciones en general superiores a los 400 mm donde, con-
secuentemente, la práctica agrícola pueda realizarse en grandes extensiones y
no en oasis bajo riego. Espacialmente, en términos de unidades político admi-
nistrativas y unidades censales, el área de estudio incluye, en forma completa a
las provincias de Formosa, Chaco y Santiago del Estero a las que se han deno-
minado Provincias Tipo I o área central; y, en forma parcial, algunos departa-
mentos de las provincias de Jujuy, Salta y Tucumán en sus sectores orientales,
de Córdoba y Santa Fe en sus sectores norte y de la provincia de Corrientes en
su sector noroeste, a las que se han denominado Provincias Tipo II.
Si consideramos la regionalización presentada a nivel nacional por el INDEC
(Instituto Nacional de Estadística y Censos) el área de estudio abarca parte de la
denominada Región Nordeste, parte de la Región Noroeste y parte de la Región
Pampeana.
Sin embargo, cabe señalar que si bien la delimitación fue realizada con un
criterio ecogeográfi co, desde un punto de vista socio-territorial existiría tam-
bién cierta homogeneidad como puede observarse en trabajos de investigación
realizados a nivel nacional, tal el amplio análisis sobre calidad de vida en la Ar-
gentina (Velázquez, 2001; 2008) en el cual se calculó un índice de calidad de
vida que involucra dimensiones socioeconómicas de educación, salud y vivien-
da por un lado y condiciones ambientales y de atracción del paisaje por otro.
En los trabajos citados, el mapeo de dicho índice, utilizando dos intervalos
de clase, intenta mostrar las situaciones extremas de calidad de vida para la
Argentina en 1980 y en 1991 y en ambos cortes temporales se puede obser-
var como la mayor cantidad de unidades espaciales que forma nuestra área de
estudio quedan dentro del intervalo de clase con índices de calidad de vida de
menor valor. Esto es especialmente importante de señalar para las provincias
de Córdoba y Santa Fe donde queda una clara dicotomía entre sus sectores
norte y el resto de su territorio. Por su parte el mapeo del índice realizado para
el año 2001 no arroja variaciones signifi cativas, en términos relativos, con el
del año 1991 para nuestra área de estudio.
En síntesis el área de estudio abarca 3 provincias en forma completa que
podríamos considerar como el área central y 6 provincias en forma parcial en
la periferia del área de estudio arrojando un total de 110 departamentos y
abarcando una superfi cie total de 574.422 km2.
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Claudia A. Baxendale y Gustavo D. Buzai
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CUADRO 1. Códigos departamentales.
PROVINCIA DEPARTAMENTO CÓDIGO
CHACO
GENERAL GÜEMES 11
ALMIRANTE BROWN 17
LIBERTADOR GENERAL SAN MARTÍN 24
MAIPÚ 28
25 DE MAYO 33
QUITILIPI 34
INDEPENDENCIA 35
SARGENTO CABRAL 36
COMANDANTE FERNÁNDEZ 37
BERMEJO 39
9 DE JULIO 40
GENERAL BELGRANO 41
PRESIDENTE DE LA PLAZA 42
CHACABUCO 43
1 DE MAYO 47
GENERAL DONOVAN 48
12 DE OCTUBRE 49
O’HIGGINS 50
SAN LORENZO 51
LIBERTAD 54
TAPENAGA 58
SAN FERNANDO 60
MAYOR LUIS J. FONTANA 64
2 DE ABRIL 66
FRAY JUSTO SANTA MARIA DE ORO 67
CORDOBA
SOBREMONTE 96
TULUMBA 97
RÍO SECO 99
CRUZ DEL EJE 101
ISCHILÍN 102
TOTORAL 103
PUNILLA 105
MINAS 106
COLÓN 107
POCHO 108
SAN ALBERTO 109
SAN JAVIER 110
CORRIENTES
ITATÍ 56
SAN COSME 59
BERON DE ASTRADA 61
CAPITAL 62
SAN LUIS DEL PALMAR 63
GENERAL PAZ 65
EMPEDRADO 68
MBURUCUYA 74
SALADAS 76
BELLA VISTA 82
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6
Caracterización socioespacial del Chaco Argentino
6
FORMOSA
RAMÓN LISTA 3
BERMEJO 5
MATACOS 6
PATINO 9
PILAGAS 16
PILCOMAYO 18
PIRANÉ 20
FORMOSA 22
LAISHI 29
JUJUY
LEDESMA 7
SANTA BARBARA 8
SAN PEDRO 10
PALPALÁ 12
EL CARMEN 14
SALTA
RIVADAVIA 1
GENERAL JOSE DE SAN MARTÍN 2
ORÁN 4
ANTA 13
GENERAL GÜEMES 15
METÁN 19
GUACHIPAS 21
ROSARIO DE LA FRONTERA 23
LA CANDELARIA 27
SANTA FE
VERA 77
GENERAL OBLIGADO 78
9 DE JULIO 79
SAN JAVIER 94
SAN CRISTOBAL 95
SAN JUSTO 100
GARAY 104
SANTIAGO DEL ESTERO
COPO 25
PELLEGRINI 26
ALBERDI 31
JIMÉNEZ 38
MORENO 44
FIGUEROA 45
BANDA 53
RÍO HONDO 55
CAPITAL 70
ROBLES 71
GUASAYÁN 72
JUAN F. IBARRA 73
SARMIENTO 75
SAN MARTÍN 80
SILIPICA 81
CHOYA 83
AVELLANEDA 84
LORETO 85
GENERAL TABOADA 86
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Claudia A. Baxendale y Gustavo D. Buzai
7
SANTIAGO DEL ESTERO
ATAMISQUI 87
SALAVINA 88
OJO DE AGUA 89
BELGRANO 90
AGUIRRE 91
QUEBRACHOS 92
MITRE 93
RIVADAVIA 98
TUCUMÁN
TRANCAS 30
BURRUYACÚ 32
CRUZ ALTA 46
LEALES 52
SIMOCA 57
GRANEROS 69
Observando cartografía presentada por Meichtry y Fantin (2001), que to-
man como fuentes trabajos de Bruniard (1966, 1979) y Bolsi (1986), se ha
realizado un cuadro tomando como eje las principales regiones naturales o
unidades estructurales -ambientales y determinando las provincias y departa-
mentos que quedan incluidos en ellas.
Figura 1. Mapa base.
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Caracterización socioespacial del Chaco Argentino
8
CUADRO 2. Asociación espacial entre ámbitos naturales y unidades
político-administrativas.
Regiones naturales/unidades estructurales Provincias Unidades espaciales de análisis /
departamentos
Chaco
occidental-
sector serrano
y pedemontano
subandino
Frente tropical
pedemontano subandino
Salta Orán-Gral. José de San Martín
JujuyLedesma-Palpalá-El Carmen-
San Pedro-Santa Bárbara
Cuenca de Güemes-
Metán-Rosario de la
Frontera
Salta
Grl. Güemes-Metán-Rosario
de la Frontera-Guachipas-La
Candelaria
Cuenca de Tapia-Trancas Tucumán Trancas
Sierras del noreste
tucumanoTucumán Burruyacú
Chaco
occidental
árido
Planicie tucumana TucumánCruz Alta-Leales-
Simoca-Graneros
Planicie salteña Salta Rivadavia-Anta
Planicie santiagueña
Santiago del Estero
al norte del río
Salado
Copo-Alberdi-Moreno-Figueroa
(sector oriental)-Juan F. Ibarra-
General Taboada-Belgrano
Santiago del
Estero-corredor
mesopotámico entre
los ríos Salado Dulce
y Saladillo
Pellegrini-Jiménez-Figueroa
(sector occidental)-Banda-Río
Hondo (sector septentrional)-
Robles-Sarmiento-San
Martín-Loreto (sector oriental)-
Atamisqui-Avellaneda-Salavina-
Aguirre-Mitre-Rivadavia-
Santiago del Estero-
al sur del río Dulce
y Saladillo y sector
de salinas
Río Hondo (sector
septentrional)-Capital-Guasayan
–Silipica-Choya-Loreto-Ojo
de Agua (sector occidental)-
Quebrachos (sector sudoriental)
Planicie cordobesa CórdobaRío Seco-Tulumba
(parte oriental)
Cuencas del Pilcomayo
y Bermejo occidental
FormosaRamón Lista-Matacos-Bermejo
(sector occidental)
ChacoGeneral Güemes
(sector noroeste)
El Impenetrable Chaco
General Güemes
(sector sudeste)
Almirante Brown
(sector occidental)
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Claudia A. Baxendale y Gustavo D. Buzai
9
Chaco central
semiárido
Cuenca de Patiño y bajos
Teuco-Bermejito
Formosa
Bermejo (sector oriental)-
Patiño (sector central y
occidental)
Chaco
General Güemes
(sector oriental)-
Ldor. Grl. San Martín
(sector noroeste)
Planicie centrochaqueña Chaco
Almirante Brown (sector
oriental)-Maipú-Quitilipi-25
de Mayo-Presidencia de la
Plaza (sector occidental)-San
Lorenzo-Independencia-Cmte.
Fernández-O Higgins-Mayor
Luis J. Fontana (sector central
y occidental)-Gral. Belgrano-9
de Julio-Chacabuco-12 de
Octubre-2 de Abril y Fray Justo
Santa María de Oro
Lomo santafecino
santiagueñoSanta Fe
9 de Julio-San Cristóbal
(sectores occidentales)
Chaco húmedo
oriental
Lecho mayor excepcional
del Paraguay Paraná
FormosaPilcomayo-Formosa-Laishi
(franjas orientales)
ChacoBemejo-1° de Mayo-San
Fernando (franjas orientales)
Santa FeGeneral Obligado-San Javier-
Garay (franjas orientales)
Planicie de albardones y
depresiones interfl uviales
Formosa
Patiño (sector oriental)-
Pilagas-Pilcomayo-Formosa-
Pirané - Laishi
Chaco
Ldor. Gral. San Martín (sector
central y oriental) - Sgt. Cabral-
Presidencia de la Plaza (sector
norte)-Grl. Donovan-Libertad
(sector norte)-1° de Mayo -
Bermejo
Bajos subchaqueños
y grandes bajos
submeridionales
Chaco
Presidencia de la Plaza-Gral.
Donovan y Libertad (sectores
meridionales) Tapenga - San
Fernando (secto noroeste) -
San Lorenzo (sector meridional)
- Mayor Luis J. Fontana
(sector oriental)
Santa Fe
9 de Julio-Vera-General
Obligado-San Cristóbal-
San Justo
Lomo subchaqueño -
santafecino
ChacoSan Fernando (sector central y
sudoccidental)
Santa FeGeneral Obligado (franja central
y oriental)-San Javier - Garay
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Caracterización socioespacial del Chaco Argentino
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Chaco húmedo
oriental
Planicie correntina
Triángulo de lomadas
y esteros
Corrientes
Capital-San Cosme-Itati-San
Luis del Palmar-Empedrado-
Saladas-Bella Vista-Mburucuyá-
General Paz-Berón de Astrada
Chaco - sector
serrano
pampeano
Sierras Pampeanas
Santiago del Estero
Ojo de Agua
(sector oriental)-Quebrachos
(sector noroccidental)
Córdoba
Sobremonte-Tulumba (sector
occidental)-Ischilin-Cruz del
Eje-Minas-Pocho-San Alberto-
San Javier- Punilla-Colón
■ Divisiones político-administrativas y divisiones censales: aclaración de conceptos
Consideramos deseable que los trabajos de investigación socio-espacial reali-
cen aportes empíricos que puedan tener presentes los gobiernos con la fi nalidad
de ser utilizados en planifi cación territorial y que sean una base para lograr mejo-
rar la calidad de vida de la población. Sin embargo, cabe aclarar que las divisio-
nes político-administrativas del territorio argentino donde debe tener lugar la
gestión de los gobiernos locales no siempre coinciden con las divisiones censa-
les que en el presente estudio son utilizadas como unidades espaciales de análisis.
Para los estudios socioespaciales involucrados en el proyecto de investiga-
ción se utilizarán en general como unidades espaciales de análisis las provincias
y los departamentos. En etapas posteriores de investigación y según reque-
rimientos más puntuales se podrán realizar estudios socioespaciales tomando
como unidad de análisis divisiones censales menores al departamento como
son las fracciones censales y los radios censales.
Cabe indicar que dentro del área de estudio, la división provincial coincide
con la división política-administrativa de primer orden en que está organizado
el país, pero los departamentos, que corresponde a una división censal, no
coinciden con la división política-administrativa, es decir con la base territorial
de los municipios o la jurisdicción territorial de un gobierno local como clara-
mente lo ha señalado Vapñarsky (1997, 1998, 2004).
Básicamente dentro del área de estudio son considerados municipios, en
sus diferentes categorías como comisiones municipales, comisiones de fomento
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Claudia A. Baxendale y Gustavo D. Buzai
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o comunas, los centros poblados según la cantidad de habitantes que presenten.
Del análisis realizado surge que en las constituciones provinciales no se
explicita la delimitación espacial o límites territoriales de cada municipio en
tanto que en algunos casos como en la constitución provincial de Formosa se
indica que se considera sin gobierno local a toda población rural, tanto disper-
sa como agrupada en pequeñas localidades, que habita en áreas no defi nidas
legalmente para un gobierno local.
Según Vapñarsky (1997) las provincias de Santiago del Estero, Chaco y
Formosa (junto con Chubut, Entre Ríos, Neuquén y Santa Cruz fuera del área
de estudio) presentan un tipo de base territorial municipal donde las jurisdic-
ciones locales no componen un mosaico sin residuo sino un conjunto discon-
tinuo en el territorio. En este tipo las jurisdicciones territoriales de gobierno
local elegido por sufragio de los vecinos no agotan el territorio provincial por
lo cual el conjunto puede incluir también jurisdicciones territoriales con auto-
ridades específi cas designadas por, y subordinadas a, las de mayor rango de la
provincia. Sea una clase u otra de jurisdicción, cualquier jurisdicción local se
extiende entera por dentro de un solo departamento.
Por su parte las provincias de Santa Fe y Córdoba (junto con Misiones fue-
ra del área de estudio) presentan otro tipo de base territorial municipal donde
las jurisdicciones territoriales de gobierno local elegido por sufragio de los ve-
cinos componen un mosaico sin residuo y todas quedan, de forma completa,
por dentro de algún departamento en el cual a su vez componen un mosaico
sin residuo. A su vez en este tipo no existen jurisdicciones territoriales con au-
toridades específi cas designadas y subordinadas a, las autoridades provinciales
de mayor rango1.
Dada la necesidad de contar con contigüidad espacial entre las unidades
de análisis del área de estudio se debió considerar aquella división espacial que
la ofrece en forma completa y para diferentes niveles de agregación por lo cual
se opta por divisiones censales como los departamentos y no las divisiones
político-administrativas como los municipios.
Como indica Vapñarsky (1990) en todo el país el departamento cumple
una función estadística ya que es la mínima división ofi cial para la cual se
1 En la tipología de provincias según relaciones territoriales entre jurisdicción local y departamento presentada por Vapñarsky (1996) falta clasifi car varias provincias entre ellas las que restan en nuestra área de estudio: Salta, Ju-juy, Tucumán, Corrientes. Por su parte a las tipologías ya presentadas en el texto se agrega Tipo provincia de Bue-nos Aires (junto con Mendoza y La Rioja y San Juan), Tipo provincia de La Pampa y Tipo provincia de Río Negro.
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Caracterización socioespacial del Chaco Argentino
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cuenta con datos agregados de todos los censo nacionales –de población, de
vivienda, agropecuarios, industriales y económicos– por lo cual, agrega, la
partición de segundo orden del país en departamentos es la única base fi rme
para la agregación espacial de información estadística en áreas más pequeñas
que las provincias.
■ Síntesis histórica sobre los procesos de organización del territorio del área de estudio
Procesos económicos generales
Tomando como base la periodización y caracterización general realizada
por Rofman y Romero (1973, 1997) y Rofman (2000) presentamos en primer
lugar una descripción de la relación que existió entre las regiones del interior
del país y la región pampeana en cuanto a su dinámica económica y social y
su vinculación con el contexto del comercio mundial poniendo énfasis en lo
sucedido en las regiones involucradas en el área de estudio.
Durante la etapa colonial anterior a mediados del siglo xviii, los princi-
pales núcleos demográfi cos y económicos del territorio que hoy constituye
la Argentina, se encontraban en el Noroeste, Córdoba y Cuyo donde desco-
nociendo la organización realizada por los indígenas, los españoles fundaron
ciudades durante los siglos xvi y xvii para afi rmar su dominación y ocupación
defi nitiva en esta región y lograr asegurar la defensa del camino hacia Perú,
unir los dos océanos y asegurar contactos entre Chile y Tucumán.
Fue entonces en el Noroeste, como también en Córdoba, Cuyo y en el No-
reste, donde surgieron los embriones más importantes de actividad industrial:
fabricación de paños de algodón, tejedurías domésticas, elaboración de lana,
vinicultura, astilleros, fabricación de carretas. Todas estas mercancías abastecían
mercados locales y regionales pero recorrían a veces grandes distancias para
encontrar el camino de las zonas nucleares del imperio español en América del
Sur como fue Potosí, polo administrativo y comercial y su área de infl uencia
(Rofman y Romero, 1973).
Durante la etapa de la Argentina Criolla (1750-1850) comienza a co-
brar importancia el Litoral y con él Buenos Aires y su puerto a medida que
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Claudia A. Baxendale y Gustavo D. Buzai
13
aumentaba la exportación de cueros y el contrabando. Ya entrada en esta etapa
se instala un modelo capitalista comercial en el sistema internacional con el
advenimiento de la revolución industrial. Las colonias continúan exportando
materia prima hacia las metrópolis europeas utilizadas para elaborar los pro-
ductos manufacturados pero se convierten ahora en nuevos mercados para
colocar dichos productos.
El impacto de las mercancías importadas se manifestó en la clausura de
buena parte de los productos de las provincias interiores al mercado porteño al
encontrar difícil competir con los artículos provenientes del exterior debido a
su débil base tecnológica y los altos costos de transporte terrestre y la existencia
de una estructura de comunicaciones defi ciente.
Los productores del interior debieron replegarse sobre un comercio local o
intrarregional o bien vivir a expensas de antiguos mercados no demasiado diná-
micos como el área potosina para el Noroeste. Esto fue lo que permitió, según
los autores citados, que algunas industrias que habían adquirido cierta impor-
tancia local continuaran desarrollándose hasta ya avanzado el siglo xx como por
ejemplo: el azúcar, el tabaco o la vitivinicultura.
A nivel nacional se fue dando el desplazamiento de la dinámica económica
hacia las tierras pampeanas ya que eran éstas las más aptas para una producción
pecuaria extensiva benefi ciada también por su ubicación sobre la facha atlántica.
Durante aproximadamente ocho décadas desde mediados del siglo xix y
hasta aproximadamente la década de 1930 tuvo lugar la etapa de producción
de bienes primarios exportables (1850-1930). La organización comercial
del mundo se basó en la especialización funcional de las distintas áreas y en
la división internacional del trabajo. Esta división internacional del trabajo se
fue dando según las ventajas comparativas de los diferentes países y en función
de las necesidades de los países centrales especialmente Europa occidental y
Estados Unidos donde aumenta la demanda de alimentos para una población
creciente y de materias primas para una industria en desarrollo.
Las ex áreas coloniales pasan a ser productoras de elementos quedando re-
legado su papel de mercados hasta entonces dominante. Comienzan a recibir
inversiones de los países centrales para fomentar las exportaciones de productos
primarios, lo cual se refl ejó en la construcción de los ferrocarriles y los puertos,
y a atraer mano de obra extranjera teniendo lugar la etapa de gran inmigración
proveniente de Europa.
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Caracterización socioespacial del Chaco Argentino
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La Argentina se incorpora al mercado mundial a través de la exportación de
cueros y lana y más tarde de carnes y trigo. La Región Pampeana se convierte en
el espacio geográfi co más valorado comenzando así los efectos multiplicadores
que dieron lugar a una fuerte concentración de población hacia la ciudad Ca-
pital y en etapas posteriores al crecimiento de la aglomeración del gran Buenos
Aires.
Al mismo tiempo la vinculación ferroviaria de los puertos del Litoral con
las zonas del interior hace desaparecer para éstas la barrera proteccionista que
representaba el elemento distancia contribuyendo a la desarticulación de las
economías regionales. Los productos de importación e incluso la producción
industrial que comienza a ubicarse y desarrollarse en el Litoral alcanzan fácil-
mente las zonas más remotas del interior presentando una competencia mor-
tal a las industrias locales. Por su parte, el trazado ferroviaria de índole radial
hacia Buenos Aires no facilitó la vinculación entre las regiones interiores limi-
tando las posibilidades de los intercambios interregionales.
Durante el período de sustitución de importaciones (1930-1950) se
producen por un lado una coyuntura desfavorable para los productos prima-
rios ante la elevación de barreras proteccionistas de los países centrales. Esto
da lugar a la contracción del volumen físico de las exportaciones, junto al de-
terioro de los términos del intercambio, con la correlativa disminución de la
capacidad importadora del país acentuando la industrialización sustitutiva de
importaciones.
Las nuevas industrias tienden a localizarse en Buenos Aires y alrededores
debido a ventajas de ubicación o localización: existencia de industrias com-
plementarias vinculadas con el sector exportador de etapas anteriores, existen-
cia de infraestructura, oferta de mano de obra, mercado para los productos
sustituibles, dependencia de insumos externos que entraban por el puerto de
Buenos Aires.
Esta situación da lugar a que se acentúen las disparidades interregionales al
tiempo que se acelera el proceso de migraciones internas ya que grandes masas
de población rural empujadas por la crisis agrícola se volcaron hacia los cen-
tros industriales de la capital y gran Buenos Aires.
Durante un período de dos décadas se produce la etapa de penetración de
capital internacional (1950-1970) caracterizada por una entrada masiva de
inversiones directas provenientes del extranjero sobre todo de Estados Unidos.
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Durante esta etapa se buscó desarrollar industrias de base liderado el proceso
por un grupo de empresas básicamente transnacionales pero también de capi-
tal nacional público y privado.
Las nuevas industrias como petroquímicas, metalúrgicas, químicas y elec-
trónicas tienden a localizarse en ciudades de tamaño intermedio algunas sobre
el litoral bonaerense y otras en ciudades del interior.
Sin embargo las regiones del Noroeste y del Noreste involucradas en nues-
tra área de estudio no reciben los benefi cios de esta etapa y continúan expul-
sando población.
Durante las siguientes dos décadas tiene lugar lo que Rofman y Romero
(1996) han denominado la etapa de crisis y resurrección de la democra-
cia, globalización económica y exclusión social (1973-1995) diferenciando
subetapas en su interior.
El período de 1973 a 1976 se caracteriza por la crisis de la democracia don-
de continúa el modelo semicerrado de sustitución de importaciones con fuerte
presencia del capital extranjero en el segmento más moderno de la industria y
con un acentuado protagonismo del Estado para intentar paliar los problemas
que manifestaban una crisis en el modelo de acumulación: problemas en la
balanza de pagos, escaso desarrollo de actividades industriales altamente com-
plejas, débil inserción de productos con alto valor agregado en el comercio
exterior y limitaciones expansivas del mercado interno por el perfi l regresivo de
la distribución del ingreso.
Se aprobaron leyes de promoción industrial, de defensa del trabajo y la pro-
ducción nacional, de nacionalización de depósitos bancarios y a nivel provin-
cial se adoptaron programas de Reforma Agraria que incluían expropiaciones
de tierras, entregas a consorcios de minifundistas de dichas tierras, asistencia
técnica, capacitación, créditos de fomento, entre otras acciones.
Este plan, que intentó reforzar el rol del Estado regulador, estuvo basado
en políticas de redistribución progresiva de ingresos y el fortalecimiento de la
capacidad de autonomía nacional, la cual comenzó a derrumbarse a mediados
de 1974 comenzando el proceso de transformación de la economía argentina
en el marco de la estrategia neoliberal en ascenso en el mundo. Se produjo el
Golpe Militar en marzo de 1976 y con él, el modelo de crecimiento nacional se
ajusta a los requerimientos de una nueva estrategia internacional donde priman
los intereses del capital fi nanciero internacional.
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El Estado de Bienestar cede paso a un Estado que paulatinamente se retira
de su función intervensionista y reguladora para liberar las relaciones económi-
cas en un mercado abierto a las corrientes internacionales de dinero y de bienes.
Los países periféricos abandonan el modelo semi-proteccionista, pro-estatista
y mercado-internista del proceso de sustitución de importaciones para adoptar
medidas tendientes a la liberación del sistema de precios, disminución de los
aranceles de importación, apertura externa, monto fi jo para sueldos y salarios,
congelamiento de salarios, reforma fi nanciera orientada a intereses libres.
Desde 1976 hasta 1983, primó una depresión económica general, una
fuerte desindustrialización por la competencia de los productos industriales
importados, el dífi cit en la balanza comercial y deterioro de los términos del
intercambio, el crecimiento y estatización de la deuda externa, una fuerte es-
peculación fi nanciera, todo esto acompañado por un profundo atraso de las
inversiones en equipos de producción.
A nivel espacial la Capital Federal y los partidos del gran Buenos Aires y pro-
vincias como Córdoba y Santa Fe sufrieron la mayor caída en el ritmo de cre-
cimiento industrial convirtiéndose en provincias expulsoras de mano de obra.
Al mismo tiempo surgen nuevas áreas de industrialización que atraen mano
de obra debido a la implementación de regímenes de promoción industrial.
Sin embargo muchas de estas políticas de promoción no lograron su objetivo
descentralizador reforzando las desigualdades regionales sin conseguir que las
economías regionales logren generar los encadenamientos de actividades im-
portantes.
En el ámbito rural el abandono de toda política de intervención en los
mercados de los productos característicos de las regiones extrapampeanas y la
interrupción de los programas de colonización o reforma agraria, debilitó la
capacidad negociadora o de inserción de los mayoritarios pequeños producto-
res de dichas regiones en los respectivos mercados.
En 1983 se produce el retorno a la democracia asumiendo como presiden-
te el Dr. Alfonsín, junto al intento de cambio de tendencia. Sin embargo el
contexto internacional se caracterizó por la imposición, a los países deudores y
dependientes, del modelo de Ajuste Estructural para cumplir con el compro-
miso del pago puntual de la Deuda Externa.
Dicho modelo tuvo serias difi cultades para ser implementado en toda su
dimensión, en especial en el aspecto de las privatizaciones y de la apertura
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externa dado que la oposición parlamentaria, convertida en mayoría relativa,
impidió que se aprobaran los primeros avances concretos de la reestructura-
ción económica a nivel estatal. Pocos años después, el peronismo ya en el po-
der, aplicó un modelo de privatizaciones mucho más enérgico.
Durante 1985 y 1989 se vivieron cuatro años de crisis económicas recu-
rrentes, de confl ictos sociales generalizados, de paros generales, de discusio-
nes fracasadas con los acreedores externos, todo lo cual dio lugar a un clima
económico-social que acentuó el retroceso productivo y social. Del modelo de
Ajuste Estructural “Regresivo” se pasa entre 1989 a 1995 bajo la presidencia
del Dr. Carlos Menem a un modelo de Ajuste “Expansivo” al aceptar las reglas
de juego impuestas por el proceso de globalización económica creciente y los
compromisos del endeudamiento externo.
El modelo de Ajuste Expansivo no se plantea una política restrictiva del con-
sumo interno para deprimir importaciones y alentar exportaciones en busca de
una balanza comercial favorable de la cual extraer las divisas para afrontar el
pago de los compromisos externos por parte del Estado argentino. En su lugar se
privilegia la obtención de un superávit fi scal por sobre el resultado del intercam-
bio comercial acentuando la dependencia de la estructura impositiva basada en
los tributos indirectos. Ello obliga a alentar la producción en el mercado interno
para obtener una creciente base imponible sobre el tributo al consumo.
Bajo este modelo se toman las medidas para llevarlo a cabos siendo una de
las principales la determinación de un tipo de cambio fi jo y convertible. Esto
produjo una desaceleración del crecimiento de los precios internos, impulsó
la importación de bienes y favoreció al gobierno para la compra necesaria de
dólares destinados a amortizar la deuda externa. Esta medida fue acompaña-
da por la decisión de privatizar las empresas estatales, la imposición de tasas
de interés pasivas muy elevadas para atraer capital fi nanciero especulativo, la
apertura externa para posibilitar la plena inserción en los fl ujos comerciales y
fi nancieros internacionales y la implantación del nuevo modelo tecnológico
en las empresas necesitadas de reconversión y expansión de su capacidad com-
petitiva (Rofman, 2000).
Las consecuencias económicas y sociales de dicho modelo fueron: fenó-
menos de polarización, inequidad y exclusión social, desempleo estructural,
redistribución regresiva del ingreso, pobreza, concentración económica, retro-
ceso de la capacidad productiva en las áreas de mayor atraso relativo.
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Los impactos socioeconómicos de dicho modelo tuvieron su correlato a
nivel territorial. Así entre 1970 y 1991 se produce un cambio en la tendencia
de concentración demográfi ca en las grandes ciudades de la Región Pampeana
y en el área metropolitana de Buenos Aires registrándose una disminución del
crecimiento histórico de las aglomeraciones mayores allí localizadas y una cre-
ciente capacidad de retener población en las áreas del interior.
En relación a este tema, las provincias involucradas en nuestra área de estu-
dio, se han caracterizado por ser expulsoras de población, sin embargo, entre
los censos de 1980 y 1991 comienzan a registrar una mayor retención pobla-
cional que no sólo se debería al debilitamiento de la fuerza de atracción ejercida
por la Región Pampeana y Metropolitana sino que los investigadores citados
consideran que actuaron también ciertas condiciones específi cas, según las pro-
vincias, que habrían jugado a favor de dicho proceso.
En provincias como Salta y Jujuy se considera que frente a la ausencia de
procesos signifi cativos que hayan dinamizado el mercado laboral, fue la acti-
vidad agrícola intensiva y el corrimiento de la frontera agraria con la incor-
poración de nuevas tierras, el factor determinante para ofrecer nuevas opcio-
nes ocupacionales locales. Por su parte en provincias como Formosa, Chaco,
Tucumán y Santiago del Estero, se señala al empleo público como el factor
que habría tenía mayor peso al momento de retener población y absorber el
excedente laboral por la falta de oportunidades favorables locales y extrarre-
gionales.
Cabe aclarar, sin embargo, que la menor disposición a emigrar de impor-
tantes contingentes laborales no siempre signifi có mejores condiciones de tra-
bajo en las regiones anteriormente expulsoras. Así entonces, este proceso de
cambio en las direcciones de los fl ujos migratorios ha supuesto, en general, que
las migraciones se dirijan en proporciones signifi cativas a las aglomeraciones
urbanas mayores de cada provincia cercanas a las zonas rurales que continuaron
expulsando población ante un proceso de transformación productiva junto a
procesos de expulsión de pequeños productores agrícolas debido a la recurrente
crisis económica que los afectó durante la década de 1980.
El cambio gubernamental con la llegada del partido radical al gobierno
junto al Presidente Fernando De la Rúa no habría modifi cado ni mitigado los
efectos económicos de décadas anteriores. Según Morina et al. (2006) dichos
efectos se habrían profundizado: se incrementa el poder de grupos económi-
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cos nacionales e internacionales, se profundiza la desocupación y la precari-
zación del mercado de trabajo, se reducen los salarios públicos, se mantuvo
la reducción de los aportes patronales de bancos, hipermercados y empresas
privatizadas, se continuó subsidiando a concesionarios de peajes, ferrocarriles
y operadores fl uviales, se produjeron dos sucesivas renegociaciones de la deuda
externa y continuó la fuga de capitales de las principales empresas fi nancieras
y no fi nancieras.
Hacia fi nales del año 2001 se produjo la retención de los depósitos banca-
rios de la población, seguido por la cesación de pagos de los intereses y de una
parte de la deuda externa y la devaluación de la moneda durante los sucesivos
gobiernos entre fi nales de diciembre de 2001 y mayo de 2003 hasta asumir la
presidencia Néstor Kirchner.
Los cambios económicos ocurridos a partir del año 2002 con la salida de
la convertibilidad y consiguiente devaluación de la moneda, dio lugar entre
otros factores, a que mejoraran las oportunidades para la exportación de mate-
rias primas y productos. Ante esto se producen fuertes cambios en la geografía
económica revitalizándose las zonas productoras principalmente de soja, mi-
nería (oro, plata y cobre), recursos energéticos (gas y petróleo) y aquellas áreas
que poseen recursos turísticos para ofrecer.
Estructuralmente continúa a nivel económico y espacial, la consolidación
de rasgos preexistentes en la división territorial del trabajo por lo cual el diag-
nóstico, para el área de estudio, parece coincidente con características co-
munes a varias economías regionales en los últimos tiempos: la presencia de
corporaciones globales y transnacionales en el ramo energético y minero; la
presencia en las actividades del sector agropecuario de capitales internaciona-
les no necesariamente con experiencia en la actividad pero sí con fuerte capa-
cidad de fi nanciación y una marcada orientación exportadora que en muchos
casos vuelve a dejar como contrapartida el desplazamiento de pequeños y
medianos productores que recalan en la informalidad o la marginalidad eco-
nómica y social (Nino Fernández, 2002) y la presencia de fi rmas norteame-
ricanas y europeas centradas en la innovación y desarrollo de nuevas semillas
transgénicas a través de la biotecnología y la ingeniería genética, junto a los
correspondientes paquetes tecnológicos y los serios interrogantes que plantea
no sólo para la agricultura regional sino también a nivel ambiental (Pengue,
2000 y 2005).
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Procesos de organización del territorio en el área de estudio
Teniendo en consideración los macro procesos económicos que caracteri-
zaron a la Argentina históricamente hasta principios del siglo xxi, se presenta a
continuación una descripción sobre los procesos de organización del territorio
del área de estudio.
La descripción se realiza tomando como eje de análisis las unidades estruc-
turales-ambientales consideradas en el Cuadro presentado al delimitar el área
de estudio.
En términos generales y desde un análisis geográfi co, las unidades corres-
pondientes a lo que se ha defi nido como Chaco occidental serrano y pede-
montano subandino, forman parte de la región del noroeste argentino que
fue caracterizada por Santillán de Andrés y Ricci (1988) como una región de
paisajes heterogéneos con economía mixta donde prima en su totalidad una
gran diversidad de paisajes naturales: puna, quebradas, valles, cuencas, sierras,
frentes pedemontanos, llanuras y planicies. Dentro de nuestra área, en este
sector occidental, los paisajes principales se limitan a la franja de encuentro
entre las Sierras Subandinas con las gran llanura chaqueña.
Durante la etapa colonial la región del Noroeste concentró aproximada-
mente el 50 % del total de la población de lo que después fue el territorio
argentino; en esta etapa el núcleo poblacional fue Potosí en el Alto Perú, foco
de la explotación de metales preciosos que se dirigían a España. Siendo el in-
dio utilizado como mano de obra sobreexplotada en las minas, se abandona el
sistema conservacionista de cultivo aborigen en terrazas de alta productividad
introduciéndose desde España nuevas técnicas de cultivo no aptas para estos
ambientes y continuando con una agricultura para la población local y para
abastecer el área minera del Alto Perú.
Realizadas las fundaciones que dieron lugar a una red de ciudades, éstas se
afi anzaron y fueron creando su propia área de infl uencia con una economía
agrícola de subsistencia y con servicios elementales. Con el tiempo, el desarro-
llo de las comunicaciones permitió que estas ciudades pudieran ampliar sus
contactos.
El desarrollo económico especialmente basado en cultivos industriales y en
la ganadería fue promoviendo la jerarquización de los centros poblacionales.
Los centros de servicios de primer orden, es decir de mayor jerarquía, son las
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actuales ciudades capitales que se encuentran fuera del área de estudio con
excepción de Santiago del Estero.
Algunas zonas menos desarrolladas han conservado un carácter esencial-
mente agrícola con una urbanización débil y ofreciendo mano de obra para
trabajar en áreas más dinámicas de la región, como sucede en la planicie sal-
teña con los indios matacos, tobas, charotes, chiriguanos y coyas bolivianos
que a modo de trabajadores golondrinas eran ocupados en la zafra azucarera,
la recolección del tabaco y del poroto como actividades más pujantes dentro
de la zona durante las últimas décadas del siglo xx.
Tradicionalmente esta región del noroeste en su conjunto, ha aportado a
la producción nacional agrícola con participaciones porcentuales superiores
al 70 % del total nacional en productos como la caña de azúcar, mandioca,
tabaco rubio, poroto secos, batata, melones, zapallo, pimiento, banano, limo-
nes, naranjas, pomelos, y con participaciones porcentuales más bajas pero del
orden entre el 30 y 40 % de algodón, arroz, maíz.
Fuera de la zona de estudio pero dentro de esta región, cabe mencionar el
desarrollo minero que se presenta con minerales metalíferos, no metalíferos y
en rocas de aplicación como también en producción de petróleo.
Dentro del sector industrial se destaca la industria alimenticia y de bebidas
que tradicionalmente ocupaba aproximadamente el 50 % de la mano de obra
de este sector, y junto a ésta industria principal, las industrias madereras, de
productos metálicos y maquinarias, de minerales no metálicos, industrias tex-
til, de papel y la química.
El frente tropical pedemontano se ubica en el borde oriental montañoso
del norte de Salta y este de Jujuy donde se desarrolla una serie de valles esca-
lonados correspondiente a los ríos Seco, Alto Bermejo, Iruya, Pescado, que
confl uyen en la Alto Bermejo juntos también con el importante valle del río
Lavayén y San Francisco afl uente también del río Bermejo.
Aquí se defi nen dos áreas humanizadas que se distinguen como dos ejes: al
este la organización se ha producido en relación al ferrocarril de allí que se la
haya llamado “el ramal” y se fundamenta en la explotación del petróleo que ha
generado núcleos poblacionales como Campo Durán, Tartagal, Embarcación.
El otro eje se ha organizado en relación con los cultivos tropicales de planta-
ción predominando una población rural cristalizada en torno de las fábricas
azucareras, de secadores de tabaco, plantaciones de citrus, hortalizas y bananos.
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En relación a la actividad petrolera a decir de Morello et al. (2008) la con-
solidación hacia la década de 1970 de una red de picadas de exploración y
explotación petrolera que funciona como vías de penetración han producido
impactos naturales, ambientales y sociales que se manifi estan también en la
organización territorial al permitir o facilitar la llegada a ecosistemas vírgenes
o semivírgenes, la circulación de obrajeros, cazadores, puesteros, topógrafos,
científi cos, fuerzas de seguridad, contrabandistas, coleccionistas de fl ora y fau-
na y “arriadores” de aborígenes a la zafra azucarera.
Las sierras que aquí se localizan corresponden al sistema subandino con
una rica red hídrica, suelos limoloésicos, clima subtropical y tropical, preci-
pitaciones del orden de 500 a 800 mm anuales. Esto ha permitido que en la
zona montañosa se haya desarrollado la provincia fi togeográfi ca de la selva tu-
cumana-boliviana con el bosque montano y entrando hacia el este al dominio
chaqueño con bosques xerófi los y sabanas. Estas características naturales de las
sierras han permitido el desarrollo de la explotación forestal para la obtención
de durmientes, postes, rollizos, leña y carbón de leña. En tanto en la zona pe-
demontana inmediata se han ido desarrollando las plantaciones tropicales pre-
dominando los cultivos de caña de azúcar con sus ingenios en San Ramón de
la Nueva Orán y centros poblacionales cercanos. Junto a este cultivo también
surgieron cultivos de citrus y hortalizas especialmente tomates, ajo, zapallitos
de tronco, berenjenas y algo de poroto.
En el Valle de Los Pericos, en territorio jujeño, el cultivo tradicional ha
sido el tabaco. Allí se han instalado plantas acopiadoras y se destacan ciudades
que nuclean la mayor parte de la población, aparte de la ciudad capital que se
localiza fuera del área de estudio. En el sector septentrional se localizó el área
de plantaciones de bananos luego de la tala de la selva. En combinación a estas
plantaciones tropicales se cultivó también chirimoya, paltos y mangos. Cabe
mencionar que la ciudad de Palpalá surgió en relación a la explotación del hie-
rro de Zapla y la instalación de su planta siderúrgica recordando la fuerte crisis
vivida durante la década de 1990 ante la política de privatizaciones llevada a
cabo por el gobierno.
Hacia el sur de Salta el área de estudio continúa en la cuenca de Güemes-
Metán-Rosario de la Frontera. Estas tres cuencas se localizan entre cordones
de las Sierras Subandinas y tuvieron importancia para las comunicaciones no
solo en la época prehispánica sino también cuando se organiza el espacio en
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base a los asentamientos españoles continuando este papel hasta la actualidad.
La población se concentra preferentemente a lo largo de la ruta nacional N°34
donde se encuentran precisamente los tres núcleos urbanos más importantes
del paisaje de los cuales deriva el nombre de las cuencas.
Hacia el norte de este sector de Salta encontramos en primer lugar la cuenca
de Güemes que se abre hacia la planicie fl uvial correspondiente al río Lavayén-
San Franciso en la provincia de Jujuy. Hacia el sur continúa la cuenca de Metán
y la de Rosario de la Frontera con una comunicación hacia el sudeste por donde
transcurre el río Rosario-Horcones afl uentes del río Salado del Norte.
Los habitantes se dedican principalmente a las actividades agrícolas. Tradi-
cionalmente en el sector norte de la cuenca de Güemes es donde la población
se ha asentado con más intensidad en relación a una economía basada en culti-
vos industriales: tabaco, caña de azúcar, de cereales y ganadería. Hacia el sector
sur de esta cuenca las actividades se especializaron sobre todo en los cultivos de
soja y de porotos en relación a una red hidrológica constituida en su mayoría
por ríos de caudal intermitente.
Estos cultivos se han localizado en aquellos sectores que corresponden a
las bajas planicies aluviales e incluso en las suaves lomadas que habrían estado
ocupadas por el monte. La actividad ganadera también es importante en la
zona con la cría de vacunos, yeguarizos, mulares y porcinos, relegando al ga-
nado caprino, lanar y asnal a las zonas marginales del paisaje.
En la rama agroindustrial ha tomado importancia a partir de 1970 la in-
dustrialización de oleaginosas y leguminosas (porotos y garbanzos). La cons-
trucción de diques que regulan el caudal de los ríos y que proporciona energía
y riego ha permitido que la zona vaya transformando su fi sonomía y su diná-
mica.
Hacia el sur estas cuencas se continúan en Tucumán con la cuenca de
Tapia-Trancas enmarcada también entre cordones de las Sierras Subandinas.
Si bien las precipitaciones varían entre 400 y 800 mm, aumentando de este
a oeste, predomina un clima semiárido que determina que los asentamientos
se ajusten a los ríos principales y a la parte más deprimida de la cuenca por
donde cruza el ferrocarril y el camino principal. La población se concentra en
pequeños núcleos: Tranca, Choromoro, San Pedro, el resto de la población
tendió a localizarse en caseríos y “puestos” y en hábitat disperso especialmente
en la montaña.
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La actividad económica tradicional se centró en la cría de ganado para la
producción de leche (tambos) y en una actividad agrícola complementaria con
la cría de ganado orientada hacia el cultivo de alfalfa, cebada, trigo forrajero,
centeno, avena y sorgo. Además de esta agricultura también se dio el cultivo de
poroto, papa, pimiento, zapallo, arveja y garbanzo que cubre pequeñas super-
fi cies discontinuas debido al poco desarrollo de las planicies aluviales.
Hacia el noreste de la provincia de Tucumán se localizan las Sierras de
Medina, del Campo, Nogalito y La Ramada pertenecientes al sistema de
las Sierras Subandinas donde predomina un paisaje de explotación forestal y
canteras. Debido a las características morfológicas y al défi cit hídrico, la po-
blación aparece muy diseminada y las mayores concentraciones se dan en la
zona pedemontana especialmente en el borde oriental de las sierras. Han sur-
gido aquí núcleos embrionarios a los que se califi can como centros elementales
como El Naranjo, El Sunchal, El Timbó y Villa Padre Monti. Algunos caseríos
también se desparraman por este paisaje aunque lo común es la población
dispersa que se dedica a cultivos de manutención y a la cría de ganado. La
actividad minera de estas sierras se caracterizó por la explotación de la piedra
caliza y la explotación de la sal.
Dejando la zona de sierras y pedemonte entramos en la gran planicie o
llanura chaqueña que desde la geografía Bruniard y Bolsi (1988) han defi ni-
do como una región agro-silvo-ganadera con frentes pioneros de ocupación
presentado tradicionalmente síntomas de subdesarrollo respecto al resto del
país como hemos señalado en la periodización.
La planicie chaqueña en su conjunto forma parte de una extensa cuenca
sedimentaria en América del sur limitada, en este zona, por límites políticos al
norte, los ríos Paraguay y Paraná al este, las sierras Subandinas y Pampeanas al
oeste y el interfl uvio de los ríos Salado y Dulce hacia el sur.
Encontrándose bajo la infl uencia del Anticiclón del Atlántico, los vientos
húmedos llegan a la región desde el este por lo cual se presenta un Chaco orien-
tal húmedo con excesos hídricos y una red fl uvial autóctona y un Chaco occi-
dental con défi cit hídrico y cursos alóctonos y cuencas arrecias. Entre ambos
extremos puede defi nirse un área central de transición semiárida.
Debido a fracturas sufridas por el basamento de origen precámbrico y su
acomodamiento a lo largo de líneas de falla, la zona presenta una sucesión
de umbrales y cuencas que no han sido totalmente disimuladas por los sedi-
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mentos y que se observan en su topografía. Las zonas más deprimidas forman
cuencas chatas de escasa inclinación que no alcanzan a organizar el escurri-
miento superfi cial del agua y los umbrales o lomos presentan mayores pen-
dientes y encuentran mejor drenados. Estas características, junto con diferen-
tes ofertas fi togeográfi cas y edáfi cas, infl uyeron en las actividades económicas
desarrolladas en los diferentes ambientes de la región.
El triángulo del noroeste de la provincia de Corrientes se caracteriza tam-
bién por el predominio de lomadas y terreno elevados sobre interfl uvios de
fondo chato y arcilloso. Dichos interfl uvios albergan esteros que van siendo
encauzados hacia el suroeste por una red fl uvial que se dirige al Paraná.
Según Bruniard y Bolsi (1988) la ocupación y valorización de las tierras de
esta llanura chaqueña revela un dispositivo radial y convergente, iniciado en
su periferia y con sucesivos avances hacia el centro de la planicie.
La ocupación perimetral materializada en ciudades como Asunción, Co-
rrientes, Santa Fe, Santiago del Estero y Tucumán perduró hasta las últimas
décadas de la dominación española.
La franja oriental y meridional de la provincia de Tucumán pertenece a esta
planicie. En el sector norte de la planicie tucumana se ha organizado una
agricultura especializada en cultivos de trigo, maíz, soja, y girasol a expensas del
monte que ha ido retrocediendo a medida que se formaba el paisaje agrario.
También se cultiva poroto alubia, poroto negro, alfalfa y sorgo. Junto a esta
actividad, la ganadería de bovinos, cabras y ovejas también posee importancia,
dicha actividad está organizada en establecimientos denominados “estancias” o
“puestos”. Todo esto ha requerido la derivación de canales de riego del dique
El Cadillal al tiempo que también se utiliza el agua subterránea por medio de
los clásicos molinos de viento, los pozos o el almacenamiento de agua en repre-
sas. Acompañando estas actividades han proliferado centros como 7 de Abril,
Gdor. Garmendia, Gdor. Piedrabuena y Las Cejas. Hacia 1990 este paisaje se
articula en forma elemental por medio de algunos caminos principales por lo
cual se caracterizaba como en una etapa pionera de evolución.
En el sector sur de la planicie tucumana la ordenación del espacio giró en
torno al cultivo dominante de tabaco donde la proximidad de los cordones
montañosos asegura un riego permanente mediante ríos y arroyos siendo las
principales poblaciones dentro de nuestra área de estudio las localidades de Gra-
naderos, La Madrid y Taco Ralo. Tradicionalmente primó el cultivo del tabaco
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junto a la papa, el maíz, la alfalfa, el sorgo, la avena, la cebada y en las últimas
décadas del siglo xx la soja, el poroto y el trigo como así también ha tomado
importancia una ganadería destinada a la producción de carne.
Esta planicie continúa en la planicie salteña, donde el paisaje corresponde
a una gran cuenca sedimentaria recorrida por ríos alóctonos no bien defi nidos.
Esto lleva a que muchas veces incluso los principales ríos como el Pasaje-Jura-
mento, el Bermejo y el Pilcomayo divagan en cauces poco defi nidos. Aquí el
clima se torna continental semiárido, cálido con inviernos secos, con precipi-
taciones medias anuales del orden de los 750 milímetros, vegetación caracte-
rizada por bosques xerófi los con algunos palmares, estepas halófi las y donde la
comunidad clímax es el bosque de quebracho colorado.
El poblamiento de este sector presentó una marcada inestabilidad dado
que en el período prehispánico habitaban aquí grupos de aborígenes nómades
que durante el período de la colonización presentaron fuerte resistencia por
lo cual las instalaciones españolas de reducciones y fuertes fueron muchas
veces destruídas. Durante la primera mitad del siglo xix el establecimiento
de núcleos poblacionales situados en el pie de monte sirvieron de apoyo para
la dominación efectiva de este espacio donde la ganadería fue el incentivo de
la ocupación fundándose en 1862 la ciudad de Rivadavia. Esta actividad dio
lugar a que hacia 1895 las tierras fi scales pasaran a manos de los ganaderos de
modo que a principio de siglo xx sólo cinco propietarios contaban con más de
700.000 hectáreas (Bruniard y Bolsi, 1988).
La población actual se localiza preferentemente a lo largo de las rutas y de
los ríos principales. Las ciudades localizadas en el paisaje que ya se ha presen-
tado denominado frente tropical pedemontano salteño, como Tartagal, San
Ramón de la Nueva Orán y Embarcación desempeñaron una acción coordi-
nadora de importancia que ha impedido el desarrollo de otros centros impor-
tantes hacia el este del área correspondiente al sector norte de esta planicie sal-
teña. Hacia el sector sur la ciudad de Joaquín V. González cumple una función
organizativa respaldada más al oeste por la ciudad de San Pedro de Jujuy, por
su parte la localidad de Rivadavia ejerce su infl uencia en un reducido espacio.
En general la población se localiza entonces en pequeños núcleos de alrededor
de 3000 habitantes y se considera que se caracteriza por el poco arraigo en el
paisaje que presentaría una gran potencialidad productiva especialmente para
la agricultura y la ganadería.
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La planicie santiagueña abarca casi la totalidad de la provincia de Santia-
go del Estero. La morfología de la planicie, la presencia de suelos limo-loésicos
y un clima continental con precipitaciones que varían desde aproximadamen-
te los 800 milímetros anuales en el este a unos 450 en el oeste, crearon con-
diciones para el desarrollo del parque chaqueño occidental compuesto por
bosques caducifolios siendo la comunidad climax el quebracho colorado san-
tiagueño penetrando en algunos sectores el parque chaqueño oriental. Junto
a estas formaciones fi togeográfi cas aparecen intercalados arbustos, pastizales y
estepas halófi tas.
Estas características naturales han servido de base para una intensa acti-
vidad forestal y para el desarrollo de la ganadería extensiva. Estas actividades
se complementan con la agricultura que en chacras y quintas se dedican al
cultivo bajo riego de frutales, alfalfa, legumbres, algodón y maíz principal-
mente. Las industrias que han predominado en esta zona son las vinculadas
con la elaboración de productos alimentarios, la explotación del bosque y la
industria textil.
La población se organizó bajo el comando de la ciudad de Santiago del
Estero que fue fundada en 1553. La población se ha ido organizando funda-
mentalmente en núcleos localizados en el corredor mesopotámico de los ríos
Salado del Norte y Dulce siguiendo el trazado de rutas y vías férreas, en sus
comienzos la ocupación fue de tipo espontánea basada en una agricultura bajo
riego en pequeñas parcelas.
Fuera de este sector mesopotámico la población se asentó en algunas áreas
discontinuas vinculadas también a los ejes de comunicaciones, interrumpidos
en general en el sector noroeste por la frecuencia de bañados. Cabe indicar se-
gún señalan Bruniard y Bolsi (1988) que en 1898 mediante una ley provincial
se autorizó la venta de 1.870.000 hectáreas situadas al noreste del río Salado
que en años siguientes fueron fraccionadas y vendidas en lotes no inferiores a
las 10.000 hectáreas.
La segunda ciudad de la provincia de Santiago del Estero es La Banda que
se ha conurbado con la ciudad de Santiago del Estero. En el sector occidental
se destacan las ciudades de Frías y Termas de Río Hondo y hacia el centro la
ciudad de Añatuya, ciudades que presentan entre 20.000 y 30.000 habitantes.
En el resto de las unidades estructurales-ambientales correspondientes al
Chaco occidental árido, central semiárido y oriental húmedo, los asen-
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tamientos se iniciaron hacia 1875 sobre el borde chaqueño oriental con co-
lonias agrícolas que se ofrecieron en venta a colonos inmigrantes y que si
bien no tuvieron un auge inmediato permitieron el avance de la ocupación
de estas tierras poniendo en valor también las tierras desiertas localizadas en
sus cercanías. Con las campañas militares de los años de la década de 1880 se
llegó hasta el centro de la planicie y se crearon las gobernaciones nacionales de
Chaco y Formosa estableciéndose los límites con las provincias de Santa Fe y
Santiago del Estero.
Le siguió a este proceso de “conquista” la “colonización” de las tierras con
el avance de los latifundios pasando gran parte de las tierras a manos privadas.
Ante estos procesos quedaron perfi lados en la región tres marcos fundiarios
principales: primitivas colonias agrícolas y pastoriles localizadas en la periferia
sobre el eje fl uvial; una ancha corona de latifundios hacia el interior y un am-
plio sector de tierras fi scales en el centro de la planicie.
El primer ciclo económico que se dio en esta zona está asociado a la explo-
tación forestal ante la demanda de maderas duras para durmientes de la red
ferroviaria nacional, leña para locomotoras y vigas para las construcciones por-
tuarias de una Región Pampeana que crecía económicamente ante la demanda
de carnes y granos por parte del mercado externo.
Junto a esta demanda de madera se agregó el descubrimiento de las propie-
dades tánicas del quebracho colorado. Así hacia 1890 comienza la construcción
de ferrocarriles por parte de una empresa francesa penetrando los latifundios
para llegar a la cuña boscosa a lo largo del lomo subchaqueño santafecino que
años más tarde terminó en el puerto de Barranqueras. La misma empresa cons-
truyó simultáneamente el ferrocarril desde San Cristóbal en la provincia de
Santa Fe, a la provincia de Tucumán penetrando los bosques xerófi los de occi-
dente y ampliando la red desde la localidad de Añatuya en Santiago del Estero
a la zona noreste de esta misma provincia hacia Quimilí y Tintina.
Junto a la explotación forestal que atrae mano de obra de otras provincias
como hacheros correntinos, santiagueños, santafesinos y paraguayos, se inició
también la radicación de fábricas de tanino. Capitales franceses, ingleses y
alemanes se invierten en esta actividad forestal que ofrece productos para el
comercio internacional.
Surgen especialmente en el norte santafecino ciudades fábricas para la obten-
ción de tanino que, si bien contribuyeron a una urbanización precaria, al decaer
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la actividad que las originó también terminaron por declinar y en algunos casos
desaparecer. La fase ascendente del ciclo forestal elaboró una estructura territo-
rial compuesta por cientos de obrajes diseminados sobre los grandes latifundios
del oriente. Estos se vinculaban a través de las vías férreas troncales que articu-
laban las ciudades-fábricas y los puertos de exportación.
Factores internos y externos afectaron los márgenes de ganancia que lleva-
ron a la fase descendente de esta actividad, entre ellos: el alejamiento de los
obrajes, que avanzan sobre tierras fi scales del centro y oeste de Chaco y For-
mosa junto a las usinas que elaboraban el tanino lo cual da lugar a mayores
costes de transporte, el costo de las tarifas de los ferrocarriles nacionales, los
impuestos que gravan la tala del bosque y las exportaciones, la nueva orienta-
ción en la obtención de tanantes a partir de la mimosa cultivada por la misma
empresa –La Forestal– en Sudáfrica y en Kenia.
Así también la explotación del quebracho colorado santiagueño, utilizado
especialmente para la provisión de durmientes, leña y carbón, desacelera su
ritmo de explotación comenzando su declinación a medida que merma el rit-
mo de construcción de la red ferroviaria nacional y a medida que los ferroca-
rriles se fueron modernizando con el paulatino reemplazo de los combustibles
vegetales por los derivados de petróleo.
Hacia la década de 1990 las áreas de explotación forestal se concentraban
básicamente sobre la línea férrea localizada en la provincia de Formosa tenien-
do sus centros de acopio en Ingeniero Guillermo Juárez y Palo Santo. En la
provincia de Chaco los obrajes se diseminan sobre las líneas férreas en las áreas
de infl uencia de Taco Pozo y Tres Isletas, las más extensas, y de Presidente de
la Plaza, Avia Terai y General Pinedo.
Como consecuencia de este ciclo forestal cuyas ganancias no fueron rein-
vertidas en el mismo territorio, queda un paisaje de pueblos sin vida, ciuda-
des y factores en involución, fábricas y puertos inútiles, estaciones ferroviarias
semiparalizadas, tramos de red ferroviaria cerrados, mano de obra desocupa-
da, intentos de colonización y avance ganadero sobre bosques degradados,
extensas zonas deforestadas con ambientes fuertemente degradados de difícil
recuperación.
Ya a medida que la explotación forestal declinaba y entraba en crisis, apa-
recían los primeros estímulos que facilitarían el desarrollo de un nuevo ciclo
económico y de poblamiento ahora a través del cultivo del algodón.
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Durante la primera década del siglo xx se promulgó la ley de fomento
de territorios nacionales que determinó la construcción de las vías férreas
desde el eje fl uvial del Paraguay-Paraná hacia el noroeste del país que se fi -
nanciaron con la venta de las tierras fi scales del centro y noroeste del Chaco
y Formosa.
Hacia mediados de la primera década del siglo xx se concluyó el trazado de
las vías que unen, en la provincia de Chaco, Barranqueras con Presidente Ro-
que Saénz Peña, Avia Terai y General Pinedo hasta llegar a unirse con Quimilí
en Santiago del Estero. En la provincia de Formosa los rieles que partían de la
ciudad capital alcanzaron la localidad de Las Lomitas. Hacia la década del 30
se completó el trazado de ambas líneas troncales y de sus ramales secundarios
quedando habilitadas las tierras fi scales del interior.
Acompañando este proceso se crean también en la primera década del si-
glo xx nuevas colonias agrícolas originándose una etapa de acelerado pobla-
miento de la planicie centro chaqueña que desbordó el ámbito de las colonias
y se extendió hacia las abras y las pampas de las tierras fi scales vecinas. Todo
esto acompañado o causado por fuertes inversiones que hubo de capitales ex-
tranjeros para el cultivo del algodón.
En las áreas de infl uencia de los centros productores localizados en el cen-
tro de la provincia del Chaco se logran afi ncar inmigrantes extranjeros que,
junto a población nacional, van a trabajar en el cultivo del algodón, entre
ellos, polacos, italianos, yugoslavos, búlgaros, ucranianos y checoslovacos.
Según indican Bruniard y Bolsi (1988) en la provincia del Chaco “la exten-
sión cultivada con algodón que, en 1910 sumaba 1.738 hectáreas diseminadas
en las primitivas colonias del oriente, alcanzó en 1935 a 245.625 hectáreas dis-
tribuídas en 13.673 chacras. En el mismo año los cultivos de algodón en Co-
rrientes, Formosa y Santa Fe alcanzaban respectivamente a 24.078, 12.240 y
2.648 hectáreas”.
Así entonces la mayor concentración queda localizada en la planicie centro-
chaqueña con núcleo en el área que se extiende entre Quitilipi, Roque Saénz
Peña, Charata y Villa Ángela si bien en algunas de las viejas colonias agrícolas
del nordeste de Santa Fe y franja húmeda litoral de la región también se exten-
dió dicho cultivo. Hacia el oeste el cultivo de algodón tendió a disminuir en
forma signifi cativa debido a la aridez y a la existencia de latifundios destinados
a la ganadería.
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Los centros urbanos nacidos en el interior chaqueño, en clara asociación
con el trazado de las vías férreas, se van consolidando con la presencia de des-
motadoras de algodón, fábricas de aceite e instituciones que nucleaban a pro-
ductores como las cooperativas agrícolas.
Hacia la década de 1950 comienza a declinar la producción algodonera y
con ella la etapa expansiva de poblamiento fue seguida por una etapa de estan-
camiento y de éxodo rural.
Así como las ganancias del ciclo forestal no fueron reinvertidas en la región,
en este caso vuelve a suceder algo similar dado que la materia prima producto
de este ciclo algodonero deja la región con muy poco valor agregado. La de-
manda de este producto estaba representada por las hilanderías que, en más del
80 %, se localizan en la Capital Federal y en la provincia de Buenos Aires donde
se ubica el mercado consumidor. Por su parte, cabe indicar, que en general los
industriales hilanderos son propietarios a la vez de desmotadoras siendo, por lo
tanto, los principales actores que determinan no sólo el control de la fi jación de
los precios del producto bruto sino también el destino de los benefi cios.
Ante esta situación las últimas décadas del siglo xx llevaron a un proceso de
reorientación económica de la región chaqueña que consiste en la adopción de
cultivos pampeanos: girasol, sorgo, trigo y maíz y más tarde soja. Este cambio
es posible sólo en las chacras de mayores dimensiones que garanticen la renta-
bilidad necesaria para justifi carlo.
Según Bruniard (1978 y 1988) la “pampeanización” del Chaco y el ensan-
chamiento de su base económica generó un nuevo tipo de infraestructura en
donde a los obrajes y a la red de desmotadoras característicos de la economía
de la década de 1940, se agregaron los elevadores de granos, localizados en el
puerto de Barranqueras, los silos en las áreas productoras y los molinos hari-
neros como nuevos elementos de fi jación que tienden a dar cierta estabilidad
a este nuevo tipo de explotación de la tierra.
Ya en la década de 1990 pero con más fuerza a partir de la devaluación del
año 2002, parece haber comenzado en la región chaco-pampeana el ciclo de la
soja y con él nuevos cambios en el uso del suelo agudizándose también el pro-
ceso de “pampeanización” y “ganaderización” (al acoger el desplazamiento de
la ganadería pampeana por el fenómeno de la sojización) en áreas marginales y
en las ecoregiones del Chaco, las Yungas y la Selva Paranaense (Pengue, 2005;
Pengue y Morello, 2007; Morello et al., 2008).
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En el triángulo de lomadas y esteros correntinos la actividad de mayor
difusión espacial es la ganadería, con una alta proporción de ganado no mes-
tizado y sobre la base de pasturas naturales. Junto a esto las actividades eco-
nómicas que primaron fueron los servicios y el comercio en estrecha relación
con la localización de la ciudad capital provincial. En zonas rurales, junto a la
ganadería, se destacó el cultivo de algodón y arroz y los cultivos de citrus, con
centro dominante en la localidad de Bella Vista.
Al sur del río Saladillo en la provincia de Santiago del Estero y Córdoba
se localizan cordones montañosos pertenecientes a la gran unidad estructural
correspondiente a las Sierras Pampeanas que se extiende por provincias ubi-
cadas también fuera del área de estudio.
Los principales cordones serranos localizados dentro del área de estudio
son de norte a sur: Sa. de Ambargasta, Sa. de Sumanpa (en Santiago del Este-
ro), Sa. del Norte, Sa. de San Pedro, Sa. de Quilina, Sa. de Ischilín, Cumbre
de Achala, Cumbre de Gaspar, Sa. de Serrezuela, Sa. de Guasapampa, Sas.
Grandes, Sa. de Pocho y Sa. de Comechingones y Sas. Chicas (en Córdoba).
Entre el sistema de las Sierras Chicas y Sierras Grandes, el valle de Punilla y
entre estas últimas y las sierras de Guasapampa y Pocho, el valle Translasierra.
Esta región geográfi ca ha sido caracterizada por Zamorano (1988) como
una región fragmentada en núcleos económicos diversifi cados de desarrollo
limitado. Esto sería la posible consecuencia de su marginación con respecto a
las corrientes de poblamiento y de desarrollo económico del país posiblemente
por sus difi cultades de penetración, de comunicación, escasez de recursos hí-
dricos, oferta de recursos naturales que no daba respuesta a los requerimientos
de los mercados.
Este ámbito serrano estaba poblado por grupos aborígenes que habían al-
canzado considerables niveles culturales tal vez debido a la afl uencia de los in-
cas. Las ciudades y pueblos fundados por los conquistadores tuvieron depen-
dencia de los cursos de agua debido al ambiente árido que caracteriza la zona.
Hasta la etapa de la independencia el ámbito serrano pudo mantener cierto
dinamismo económico en relación a la producción minera del Alto Perú pero
luego al registrarse los cambios en la orientación comercial, como hemos visto
por requerimientos del comercio internacional, esta región serrana no logra
intervenir en esa apertura económica y entra en un período de decadencia. Lo
mencionado provocó un proceso emigratorio hacia la región del litoral y lla-
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nura pampeana hasta 1970, años a partir de los cuales comienza a registrarse
una recuperación poblacional.
Tradicionalmente la población se concentró en localidades y, en contra-
posición, enormes extensiones se encuentran libres de ocupantes o acogen
asentamientos menores. Así entonces, fuera de las principales localidades que
presenta esta zona, primó la modalidad de instalación en viviendas aisladas,
caseríos o pueblos que basaron la explotación de su suelo en fórmulas preca-
rias: ganadería extensiva, agricultura de subsistencia, artesanías.
Actualmente se destacan como red urbana más articulada dentro de este
sector del área de estudio, las localidades ubicadas sobre el valle de Punilla:
Carlos Paz del orden de 60.000 habitantes, Cosquín y La Falda del orden de
30.000 habitantes y La Cumbre y Capilla del Monte del orden de 9.000 habi-
tantes. En el resto del sector las localidades más pobladas son Cruz del Eje, Vi-
lla Dolores, Dean Funes con una población entre 20.000 y 30.000 habitantes.
La zona se caracterizó por presentar una escasa conexión interna y exter-
na debido a una débil infraestructura caminera destacándose el trazado del
ferrocarril General Belgrano junto al trazado de la ruta nacional 38 a lo largo
del valle de Punilla llegando a Cruz del Eje y rozando sólo tangencialmente el
resto del sector quedando claramente manifestado el trazado de caminos prin-
cipales y ferrocarriles de tipo radial hacia Buenos Aires.
Como actividades que aspiraron a una economía de mercado dentro de
este sector serrano del área de estudio, podemos mencionar: cultivos de algo-
dón y olivos en Cruz del Eje, de tabaco en Villa Dolores, explotación de sal en
Salinas Grande en Córdoba, explotación de manganeso en Ojo del Agua en
Santiago del Estero y el turismo en el Valle de Punilla y Translasierra.
Actualmente el cultivo de soja no sólo viene ocupando el tradicional cin-
turón maicero en la Región Pampeana avanzando sobre las cuencas lecheras
de la Pampa Húmeda sino que además fue entrando en zonas ambientalmente
no tan óptimas para lograr buenos rendimientos como en Tucumán, en Salta
donde desplazó al poroto, en Chaco y Formosa donde desplaza al algodón,
en la Mesopotamia donde está desplazando al arroz y en zonas de Santa Fe y
Córdoba que eran tradicionalmente ganaderas.
Los impactos ambientales, económicos y sociales de este cambio están en
pleno estudio: deforestación de bosques y montes naturales, erosión y de-
gradación de suelos por agroquímicos, problemas ocasionados en la salud de
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la población por el uso de agroquímicos, mayor concentración de tierras en
grupos capitalistas nacionales e internacionales (Pengue [comp.], 2008), pe-
queños productores que son expulsados de sus tierras y que emigran hacia las
ciudades, impacto de los cultivos transgénicos en la salud humana; sin embar-
go como indica Galafassi (2004), y como hemos presentado, se trata en gene-
ral de consecuencias y costos ambientales y sociales ya presenciados por otras
actividades económicas en otros momentos históricos.
■ Evolución de indicadores sociales por provincia y diagnóstico general a comienzos del siglo XXI
La elaboración y análisis de una serie de indicadores sociales ofrecen infor-
mación a nivel provincial sobre la evolución histórica y situación estructural
a comienzos del siglo xxi, principalmente en temas demográfi cos, de calidad
de vida, habitacionales, de polarización social y de uso del suelo dentro de las
explotaciones agropecuarias.
La evolución de la tasa media anual de crecimiento entre 1947 y 2001
muestra a lo largo de los períodos intercensales valores muy disímiles entre
las provincias involucradas. En términos generales se destaca el período 1960-
1970 con bajas marcadas en las provincias de Chaco y Tucumán con respecto
a los valores del período anterior. Exceptuando este período, en general las
provincias del área de estudio presentaron valores por encima del promedio na-
cional en sus tasas medias anuales de crecimiento difi riendo en dicho compor-
tamiento la provincia de Corrientes, Córdoba y Santa Fe que en general pre-
sentan un comportamiento diferente al resto en la totalidad de los indicadores.
Las tasas brutas de natalidad registran en un período de poco más de vein-
te años entre 1980 y 2004 un descenso del orden de 10 puntos variando de va-
lores entre el 30 y 35 ‰ a guarismos entre 20 y 25 ‰. Para el caso de Córdoba
y Santa Fe la variación fue del orden de 5 puntos solamente. Este descenso en
las tasas de natalidad fue acompañado por un descenso en las tasas brutas de
mortalidad del orden de 2 puntos en general durante el mismo período pre-
sentando en el año 2004 valores máximos de 8,6 ‰ para Santa Fe y mínimos
de 5,1 ‰ para Santiago del Estero. Al analizar las tasas de mortalidad general
debemos recordar que éstas están infl uenciadas por la estructura por edad de la
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población de modo tal que ésta tiende a ser mayor al tratarse de una población
envejecida o en vías de envejecimiento comparada con una población joven.
La evolución de la variación relativa intercensal muestra variaciones por-
centuales muy bajas entre 1960 y 1970 para las provincias de Chaco, Santiago
del Estero y Tucumán del orden al 4% en asociación con las bajas tasas media
anual de crecimiento. Los mayores porcentajes de variación se registran en
general en el período 1947-1960 seguramente provocados por bajos valores
de población absoluta durante el año 1947. Con excepción de Santiago del
Estero, todas las provincias bajaron su porcentaje en el período 1991-2001
con respecto a 1980-1991. Se destaca el período 1970-1980 como aquel don-
de, con excepción de Formosa y Córdoba, suben los porcentajes de variación
intercensal para luego comenzar a bajar hasta el último período considerado.
Un análisis más detallado de la variación relativa 1991-2001, en el cual se
ha discriminado población urbana y rural, permite observar valores negativos
(decrecimiento) de la población rural en términos relativos que corresponden
principalmente a la población rural dispersa es decir aquella que habita en cam-
po abierto en tanto que la población rural agrupada (aquella que habita en loca-
CUADRO 3.
Provincia
Evolución de la variación relativa intercensalPoblación total (%). Períodos intercensales.
19471960
19601970
19701980
19801991
19912001
Provincias Tipo IFormosa 56,9 31,1 26,4 36,7 22,1
Chaco 26,2 4,3 23,8 19,5 17,2
Santiago del Estero –0,6 4,0 20,1 13,0 19,7
Provincias Tipo IIJujuy 44,8 25,3 35,6 25,4 19,4
Salta 42,0 23,5 30,0 30,8 24,6
Tucumán 30,4 –1,0 27,0 17,4 17,2
Corrientes 1,5 5,8 17,2 20,2 17,0
Córdoba 17,1 17,5 16,9 14,8 10,8
Santa Fe 10,7 13,3 15,5 13,5 7,2
Total País 25,9 16,7 19,6 16,7 11,2
Fuente: INDEC Censo Nacional de Población y Vivienda 1991 y Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2001.Nota: La variación relativa intercensal expresa, en valores porcentuales la variación de la población en dos fechas censales. Se calcula dividiendo la diferencia de población entre dos fechas censales (variación absoluta) por la población inicial y multiplicando el resultado por 100.
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lidades de menos de 2000 habitantes) arrojó valores positivos con excepción de
Formosa y Corrientes. Cabe señalar los porcentajes signifi cativos de crecimiento
de la población urbana que llega a superar en 25 puntos al valor correspondiente
al promedio nacional en las provincias centrales de nuestra área de estudio.
En relación al porcentaje de población en hogares con necesidades básicas
insatisfechas, los valores indican que en un período de 20 años se produjo
una reducción promedio de 20 puntos pasando de valores cercanos al 50 %
a valores del 30 %. Así también la evolución de la tasa bruta de mortalidad
infantil muestra disminuciones muy signifi cativas para el mismo período po-
siblemente asociado a las mejores condiciones de vida registrándose disminu-
ciones promedio de entre 20 y 30 puntos, como el caso de la provincia del
Chaco que pasa de 54,2 defunciones de menores de un año de edad por cada
mil nacidos vivos en el año 1980 a un valor de 21,3 ‰ para el año 2004.
Como indicadores habitacionales se han calculado el porcentaje de pobla-
ción que habita en viviendas defi citarias y aquella que cuenta con servicios
sanitarios esenciales como es contar con agua suministrada por red pública y
desagüe cloacal.
CUADRO 4.
ProvinciaVariación relativa intercensal 1991-2001 (%)
Población total Población urbana
Población rural total
Población rural agrupada
Población rural dispersa
Provincias Tipo IFormosa 22,1 40,0 –15,6 –9,7 –16,5
Chaco 17,2 36,2 –24,3 12,9 –29,3
Santiago del Estero 19,7 30,3 3,3 9,4 1,5
Provincias Tipo IIJujuy 19,4 24,4 –2,5 20,1 –13,5
Salta 24,6 31,6 –1,7 31,9 –13,3
Tucumán 17,2 21,5 2,9 17,4 0,7
Corrientes 17,0 25,3 –6,7 –0,6 –7,8
Córdoba 10,8 14,3 –10,6 7,7 –21,8
Santa Fe 7,2 10,1 –11,9 2,0 –21,4
Total País 11,2 14,0 –8,4 9,4 –14,9
Fuente: Elaboración a base de datos del Censo Nacional de Población y Vivienda 1991 y Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2001 de INDEC.Nota: La variación relativa intercensal expresa, en valores porcentuales la variación de la población en dos fechas censales. Se calcula dividiendo la diferencia de población entre dos fechas censales (variación absoluta) por la población inicial y multiplicando el resultado por 100.
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Se observa que en diez años se han registrado altas generales de 20 puntos
en el suministro de agua presentando en general las provincias del área de estu-
dio valores superiores al 75 %. Por su parte también han aumentado signifi cati-
vamente los porcentajes de población con desagüe a red pública notándose dis-
paridades internas muy marcadas entre, por ejemplo la provincia de Santiago
del Estero con un valor de 16,7 % y las provincias de Jujuy y Salta (65 % y 63 %,
respectivamente). Por su parte el porcentaje de población en casa defi citaria ha
registrado descensos importantes del orden cercano a los 20 puntos, aunque
siguen manteniéndose fuertes desigualdades entre las provincias.
Las mejoras en los indicadores demográfi cos y habitacionales no se ven
refl ejadas en indicadores económicos como el de la brecha de ingresos entre
el 20 % de mayores ingresos y el 20 % de menores ingresos donde se observa
CUADRO 5
Provincia
Evolución del porcentaje de población en hogares con NBI.
Años seleccionados.Población total
en hogares (2001)
Población total en hogares
con NBI (2001)1980 1991 2001
Provincias Tipo I
Formosa 54,4 39,1 33,6 484.261 162.862
Chaco 52,1 39,5 33,0 978.882 323.354
Santiago del Estero 51,7 38,2 31,3 800.591 250.747
Provincias Tipo II
Jujuy 48,8 35,5 28,8 608.402 175.179
Salta 46,8 37,1 31,6 1.070.527 338.484
Tucumán 42,4 27,7 23,9 1.333.547 318.209
Corrientes 49,9 31,4 28,5 925.924 264.277
Córdoba 22,4 15,1 13,0 3.028.943 393.708
Santa Fe 24,5 17,6 14,8 2.976.384 440.346
Total del país 27,7 19,9 17,7 35.927.409 6.343.589
Fuente: INDEC Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2001.Nota: Las Necesidades Básicas Insatisfechas fueron defi nidas de acuerdo con la metodología utilizada por el INDEC en “La Pobreza en la Argentina” (Serie Estudios INDEC N° 1, Buenos Aires, 1984.Los hogares con Necesidades Básicas Insatisfechas son aquellos que presentan al menos uno de los siguientes indicadores de privación:a) Hacinamiento: hogares que tuvieran más de 3 personas por cuarto.b) Vivienda: hogares que habitaran en una vivienda de tipo inconveniente (pieza de inquilinato, vivienda precaria y otro tipo).c) Condiciones sanitarias: hogares que no tuvieran ningún tipo de retrete.d) Asistencia escolar: hogares que tuvieran algún niño en edad escolar que no asista a la escuela.e) Capacidad de subsistencia: hogares que tuvieran 4 o más personas por miembro ocupado y, además, cuyo jefe tuviera baja
educación.
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CUADRO 6.
Provincias
Porcentaje de población con agua
de red pública
Porcentaje de población con desagüe cloacal a red pública
Porcentaje de población en casa defi citaria
1991 2001 1991 2001 1991 2001
Provincias Tipo IFormosa 50,9 75,1 18,8 31,8 65,5 42,4
Chaco 49,5 77,5 12,7 24,6 58,9 41,9
Santiago del Estero 50,9 73,7 13,9 16,7 60,7 40,3
Provincias Tipo IIJujuy 72,7 95,4 35,2 64,9 47,0 29,2
Salta 70,4 93,7 42,7 63,2 48,2 29,3
Tucumán 77,2 92,9 32,8 44,7 42,9 29,1
Corrientes 59,9 85,4 28,7 52,4 50,1 16,5
Córdoba 75,2 90,7 14,5 33,0 20,5 13,3
Santa Fe 67,5 84,7 27,5 47,4 22,7 16,5
Total País 66,2 78,4 34,3 42,5 26,2 18,8
Fuente: Elaboración en base a información de INDEC Censo Nacional de Población y Viviendas 1991 y Censo Nacional de Población Hogares y Viviendas 2001 e INDEC Anuario Estadístico de la República Argentina 2004.Nota 1: El dato para 2001 se calculó sobre el total de población en hogares donde se excluye la población censada fuera de término y la población que vive en la calle.Nota 2: La vivienda defi citaria se refi ere a todas las casas que cumplen por lo menos con una de las siguientes condiciones: tienen piso de tierra o ladrilla suelto y otro material (no tienen piso de cerámica, baldosa mosaico, mármol, madera o alfombrado) o no tienen provisión de agua por cañería dentro de la vivienda o no disponen de inodoro con descarga de agua.
CUADRO 7.
Provincias Evolución de la brecha de ingresos entre el 20 % de mayores ingresos y el 20 % de menores ingresos
Variación porcentual (%)
1995-2002Brecha 1995 Brecha 2000 Brecha 2002
Provincias Tipo IFormosa 11,4 26,1 52,7 361,4
Chaco 14,6 23,0 28,2 92,4
Santiago del Estero 11,4 15,0 24,1 111,5
Provincias Tipo IIJujuy 11,5 15,2 14,2 23,6
Salta 11,2 15,4 25,9 131,2
Tucumán 12,8 12,8 18,5 45,1
Corrientes 12,8 14,8 23,2 80,5
Córdoba 11,0 12,2 18,2 65,9
Santa Fe 11,4 15,0 24,1 111,5
Total País 11,5 13,6 20,4 77,2
Fuente: Programa de las Naciones Unidas para el desarrollo (2003) Aportes para el Desarrollo Humano de la Argentina 2002. Buenos Aires. Adaptado de Morina, Goldwaser, Gejo (2006) Argentina en el comienzo del siglo XXI: ajuste estructural e injusticia social. En: Morina (director) Neoliberalismo y problemáticas regionales en Argentina. Interpretaciones geográfi cas. Grupo de Investigaciones en Geografía Económica y Regional (GRIGEA). División Geografía, Departamento de Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Luján. Luján.
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como ha aumentado dicha diferencia entre 1995 y 2002 al tiempo que ha au-
mentado también, las disparidades entre las provincias.
Los cambios en el uso del suelo de las explotaciones agropecuarias per-
mite apreciar aumentos signifi cativos en las superfi cies total de las EAP en las
provincias centrales o Tipo I de nuestra área de estudio en tanto en el resto de
las provincias se han registrado fuertes decrecimientos. Por su parte, dentro de
las explotaciones agropecuarias, la variación relativa de la superfi cie implanta-
da tendió a ser positiva. Cabe señalar la disminución presentada, en términos
relativos, por la superfi cie destinada a bosque y/o montes naturales y a pas-
tizales, dentro de las explotaciones agropecuarias, en casi todas las provincias
con excepción de Formosa, Chaco, Santa Fe y Corrientes donde por su parte
disminuyó la superfi cie apta no utilizada.
También se observa como se habría puesto en valor en este período tierras
consideradas no aptas o de desperdicio. Exceptuando Jujuy y Tucumán se desta-
ca también la variación negativa con guarismos signifi cativos de la superfi cie des-
tinada a caminos, parques y viviendas dentro de las explotaciones agropecuarias.
Considerada como indicador ambiental, la superfi cie ocupada por bosques
y montes naturales sobre el total de la superfi cie de la provincia muestra una
marcada disminución, destacándose las provincias de Córdoba y de Santa Fe.
CUADRO 8.
Provincia Superfi cie provincial (ha)
Superfi cie total de las EAPs en hectáreas
Participación porcentual de la superfi cie de las EAPs sobre la
superfi cie provincial
1988 2002 1988 2002Provincias Tipo I
Formosa 7.206.600 4.221.132,2 5.178.607,1 58,6 71,9
Chaco 9.963.300 5.324.518,1 5.899.731,8 53,4 59,2
Santiago del Estero 13.635.100 4.836.613,8 5.393.633,3 35,5 39,6
Provincias Tipo IIJujuy 5.321.900 1.883.856,1 1.282.062,5 35,4 24,1
Salta 15.548.800 6.039.523,2 4.269.499,2 38,8 27,5
Tucumán 2.252.400 1.564.376,6 1.137.117,2 69,4 50,5
Corrientes 8.819.900 7.098.425,8 6.860.573,0 80,5 77,8
Córdoba 16.532.100 13.724.885,5 12.244.257,8 83,0 74,1
Santa Fe 13.300.700 11.080.978,8 11.251.653,2 83,3 84,6
Total País 278.040.300 177.437.397,7 174.808.564,1 63,8 62,9
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CUADRO 9.
Provincias
Variación relativa intercensal 1988-2002 %
Superfi cie total de las
EAP
Superfi cie implantada
total
Superfi cie destinada a otros usos (dentro de las EAPs)
Pastizales Bosques
y/o montes naturales
Superfi cie apta no utilizada
Superfi cie no apta o de desperdicio
Caminos, parques y viviendas
Provincias Tipo IFormosa 22,7 0,8 35,1 50,0 –73,1 –58,5 –72,5
Chaco 10,8 43,8 11,0 15,1 –56,6 –37,6 –61,3
Santiago
del Estero 11,5 132,1 –13,3 –13,6 9,5 –42,5 –77,8
Provincias Tipo IIJujuy –31,9 3,0 –25,8 –39,7 124,4 –63,0 71,9
Salta –29,3 41,6 –7,3 –41,3 18,7 –33,8 –55,7
Tucumán –27,3 –2,8 –24,0 –46,6 –35,4 –21,7 16,7
Corrientes –3,4 66,6 –0,4 4,3 –63,0 –14,8 –57,7
Córdoba –10,8 3,1 –32,5 –12,4 –20,8 –38,5 –49,7
Santa Fe 1,5 9,2 –3,8 66,7 –58,7 –39,4 –29,5
Total País –1,5 8,9 1,2 –7,1 –34,2 –20,6 –43,4
Fuente: Elaboración según cálculos realizados sobre información INDEC Censos Nacionales Agropecuarios 1988 y 2002Nota: EAP Explotación Agropecuaria: unidad de organización de la producción no menor a 500 metros cuadrados, comprendida dentro de una misma provincia que puede tener terrenos no contiguos.
CUADRO 10.
Provincia
Bosques y montes naturales
Año 1935 en km2
Año 2000 en km2
Porcentaje sobre la superfi cie total provincial 1935
Porcentaje sobre la superfi cie total provincial 2000
Provincias Tipo IFormosa 40.000 33.008 55,50 45,8
Chaco 82.000 51.018 82,30 51,2
Santiago del Estero 107.000 69.115 78,50 50,7
Provincias Tipo IIJujuy 18.700 9.391 35,10 17,6
Salta 107.000 71.292 68,80 45,8
Tucumán 19.800 7.930 87,90 35,2
Corrientes 47.200 s/d 53,50 s/d
Córdoba 138.000 13.308 83,50 8,0
Santa Fe 59.000 8.253 44,35 6,2
Total País 1.072.600 331.904 38,57 11,9
Fuente: Elaboración según cálculos realizados sobre datos obtenidos de cartografía temática en: Atlas Argentino. Programa de Acción Nacional de lucha contra la desertifi cación. Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable. Convenio de Cooperación Técnica Argentina – Alemania- Convenio SayDS – INTA – GTZ.
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Llegamos así a comienzos del siglo XXI con un área de estudio que presenta
las siguientes características de índole socioespacial según información anali-
zada y diagnósticos realizados por organismos ofi ciales y equipos académicos:
● Tasas de natalidad, tasas media anual de crecimiento y variaciones inter-
censales superiores a la media del país. ● Estructura joven de la población donde en todas las provincias excep-
tuando Santa Fe y Córdoba la población de 65 años y más está por de-
bajo del 7%. ● Porcentajes de población urbana que superan en todos los casos el 77 %
con excepción de la provincia de Santiago del Estero que llega al 66 % y
con valores máximos del orden del 90 % aproximadamente para las pro-
vincias del Santa Fe y Córdoba. ● Altos porcentajes de población rural dispersa del orden del 80 % sobre el
total de la población rural en las provincias centrales, o Tipo I, del área
de estudio. ● Territorios donde continúa una fuerte migración rural hacia los centros
urbanos cabecera, donde la mano de obra se instala como ocupantes en
asentamientos precarios o emigra hacia los principales centros extrarre-
gionales de producción industrial o bien donde los excedentes de fuerza
laboral en las actividades primarias y secundarias son absorbidos por el
sector terciario de la economía regional encontrando refugio en el em-
pleo público provincial y municipal (Meichtry y Fantin, 2008). ● Provincias donde entre el 20 y hasta el 45 % de los adolescentes entre
15 y 17 años de edad no están escolarizados y donde las tasas netas de
escolarización arrojan porcentajes muy bajos para este mismo grupo eta-
rio oscilando entre el 35 % en Santiago del Estero y el 55 % en Santa Fe. ● Altos porcentajes de población sin cobertura en salud preocupando los
guarismos para los grupos de edad de 0 a 4 años que superan en todas
las provincias el 50 % alcanzando valores superiores al 70 % para las pro-
vincias Tipo I del área de estudio. Los valores se mantienen también por
encima del 50 % para los grupos de edad de 5 a 14 años e incluso de 20 a
49 años. Los valores comienzan a descender recién en los grupos de edad
que superan los 65 años. ● Polarización muy marcada entre el 20 % más rico de la población y el
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20 % más pobre. Dentro del área de estudio la provincia de Formosa en-
cabeza la brecha más marcada ya que para el año 2002 el quintil superior
presenta una ingreso 52 veces superior al quintil inferior. ● Territorios donde alrededor de un 70 % de la población está bajo la línea
de la pobreza calculada ésta según los niveles de ingreso y los valores ne-
cesarios para cubrir una canasta básica de alimentos, vestimenta y servi-
cios esenciales (Ministerio de Planifi cación Federal, Inversión Pública y
Servicios, 2004). ● Provincias que han sufrido una marcada baja en su nivel de ingresos en-
tre 1995 y 2000 del orden de un 25 % en promedio, con bajos niveles de
accesibilidad a los servicios, con capacidad muy baja para atraer inver-
siones a través del mercado de capitales privados por no resultar intere-
santes para la inversión productiva (Ministerio de Planifi cación Federal,
Inversión Pública y Servicios, 2004). ● Territorios donde avanza la frontera agrícola ganadera con fuerte pro-
tagonismo de la soja sobre otros cultivos tradicionales y ganado bovino
sobre otras especies especialmente a partir del año 2002. ● Presencia de altos niveles de riesgo para la continuidad de ecosistemas
naturales como el bosque y el monte nativo ante el avance de áreas desti-
nadas principalmente a la producción agrícola, con el consiguiente costo
para la sociedad que no es percibido por el productor porque no afecta
directamente su rentabilidad en el corto plazo. ● Provincias donde persiste la existencia, por un lado, de minifundios, cam-
pesinos y aborígenes sin tierra o con poca tierra y, por otro, de grandes
superfi cies en manos de importantes empresas. Según diagnósticos reali-
zados esto presenta una fuerte limitación para el desarrollo de una región
dado que es difícil lograr que una comunidad colabore con el manejo sus-
tentable de los recursos si no se le ofrece la tranquilidad de poseer la tierra
para ellos y sus descendientes (Frère, 2005). Se plantea así la necesidad de
regular la tenencia de la tierra bajo principios de unidad ecológicamente
sostenible (Jäger, 2006). ● Acentuación del proceso por el cual las unidades productivas de menor
tamaño vienen disminuyendo en número y en superfi cie al tiempo que
las de mayores dimensiones incrementan su número y superfi cie aumen-
tando así el tamaño medio de las unidades productivas (Rivas, 2008).
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● Territorios donde se sigue produciendo la venta ilegal y adjudicación ile-
gal de tierras fi scales y áreas naturales estatales a importantes empresas a
través de mecanismos burocráticos con la complicidad de funcionarios
públicos (Pengue (comp.) 2008) y cuya consecuencia queda refl ejada en
un territorio que poseyendo capacidad para alimentar a cuatro veces su
población actual utilizando solamente un tercio de sus áreas fértiles pre-
sente más de la mitad de la población viviendo en condiciones deplora-
bles (Soto, 2008). ● Continuación en los problemas en la captación y uso racional del agua ante
un régimen de precipitaciones marcadamente estacional que ocasiona exce-
sos de agua momentáneos y fuertes sequías en otros junto a la no conside-
ración de la cuenca como unidad de planifi cación y gestión (Jäger, 2006). ● Crecimiento anárquico y sin planifi cación de aglomeraciones como el
Gran Resistencia con sus consecuencias sobre ecosistemas naturales y al-
teraciones ambientales y sociales en la confi guración de la dinámica del
espacio geográfi co local (Alberto, 2005).
■ Análisis exploratorio socioespacial a nivel departamento según variables seleccionadas
Con la fi nalidad de realizar una mayor aproximación a las diferencias espa-
ciales internas del área de estudio en base al análisis de variables sociales en un
nivel departamental, presentamos, en este punto, el trabajo realizado con la
aplicación de las tecnologías de los Sistemas de Información Geográfi ca (SIG)
y los Sistemas de Ayuda a la Decisión Espacial (SADE).
Mientras los SIG representan una herramienta de análisis espacial general,
al combinar bases de datos gráfi cas (mapas) y alfanumérica (mediciones cuanti-
tativas), los SADE son creados para la realización de procedimientos específi cos
(Buzai y Baxendale, 2006), en este caso utilizado exclusivamente para el análisis
exploratorio de datos espaciales y el análisis de autocorrelación espacial.
En el presente trabajo se intenta determinar las áreas con mayor desfavo-
rabilidad en cuanto a la calidad de vida de la población según la considera-
ción de cuatro indicadores relacionados con cuestiones de vivienda, salud,
seguridad social y educación-empleo combinados en forma conjunta y luego
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realizando un análisis de autocorrelación espacial del indicador y fi nalmente
un agrupamiento bivariado entre dicho indicador y el porcentaje de población
con Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI).
Clasifi cación de los departamentos según el Puntaje de Clasifi cación Espacial (PCE)
Para la obtención del nuevo indicador que hemos denominado PCE (Pun-
taje de clasifi cación espacial) se ha realizado un promedio de los puntajes
Omega de las cuatro variables consideradas:
● Porcentaje de población que habita en viviendas defi citarias. ● Porcentaje de población en hogares con todos sus integrantes sin obra
social y/o plan médico o mutual.
Figura 2.
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● Porcentaje de población de 70 años y más sin jubilación. ● Porcentaje de población de 15 a 19 años que no estudia ni trabaja.
El análisis espacial univariado de estos indicadores muestra una distribu-
ción espacial donde los guarismos más elevados se presentan en departamen-
tos ubicados hacia la zona central del área de estudio donde se localiza la zona
del Chaco árido y semiárido. La distribución espacial del PCE también tiende
a presentar dicho comportamiento espacial.
El la Figura 2 queda representado el PCE en tres intervalos de clase utili-
zando como sistema de clasifi cación cortes naturales.
Análisis de Autocorrelación Espacial
El análisis de autocorrelación espacial se basa en la afi rmación que con-
sidera que en el espacio geográfi co todo se encuentra relacionado con todo,
pero los espacios más cercanos están más relacionados entre sí que con los más
lejanos, afi rmación que se denomina Principio de Tobler.Si bien esta característica de la distribución espacial de los elementos sobre
la superfi cie terrestre funciona de manera clara cuando se consideran variables
físico-naturales, en el análisis socioespacial a través del estudio de variables
sociales, demográfi cas y económicas, entre otras, pueden existir casos de claro
apartamiento, principalmente cuando la distancia social es mucho mayor que
la distancia geográfi ca.
En el análisis de autocorrelación espacial no es intención principal medir la
correlación entre dos variables diferentes en un mismo espacio –tal cual se ha
presentado en los diferentes métodos de clasifi cación y regionalización en Bu-
zai (2003)– sino la correlación que una variable tiene en diferentes unidades
espaciales contiguas, es decir, su propio comportamiento en una perspectiva
que tiende al estudio de la diferenciación de áreas en el área de estudio.
Un análisis de autocorrelación espacial demuestra utilidad para descubrir
como infl uye la dimensión espacial en el comportamiento correspondiente a la
distribución espacial de la variable analizada, y este cálculo, puede profundizar-
se a través de la identifi cación de patrones locales a partir del método de cálculo
LISA (Local Indicators of Spatial Association) formulado por Anselin (1995).
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Hemos aplicado el cálculo de LISA a la distribución espacial del PCE en el
área de estudio. La Figura 3 presenta el resultado obtenido.
En la Figura 3 se presentan las situaciones altamente signifi cativas en cuan-
to a la contigüidad espacial de los PCE.
Existen cuatro posibilidades de combinaciones: ● 1 = departamentos con alto PCE rodeados de alto PCE ● 2 = departamentos con bajo PCE rodeados de bajo PCE ● 3 = departamentos con bajo PCE rodeados de alto PCE ● 4 = departamentos con alto PCE rodeados de bajo PCE
A partir de las distribuciones espaciales observadas se verifi ca una amplia
área central de desfavorabilidades profundas (combinación 1) conteniendo
departamentos contiguos que generan un núcleo que comprende departa-
mentos de Formosa, Chaco y Santiago del Estero. De forma contraria, las
zonas que presentan destacable favorabilidad (combinación 2) se presentan en
Figura 3.
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cúmulos aislados en los que se agrupan departamentos de Córdoba, Santa Fe,
Chaco y departamentos en el límite entre Jujuy y Salta.
Si bien las áreas núcleo (hot spots) presentan espacialmente las situaciones
extremas de alta signifi catividad el panorama puede completarse a partir de
combinar el PCE con la variable Necesidades Básicas Insatisfecha, procedi-
miento realizado a continuación.
Agrupamiento de los departamentos según la combinación del PCE y el Porcentaje de población con NBI
Este procedimiento parte de la perspectiva de un análisis exploratorio rela-
cionado con el gráfi co de dispersión (scatter diagam) entre dos variables estanda-
rizadas. Su aplicación genera una representación ortogonal con cuatro cuadran-
tes a partir de considerar las líneas medias de valor 0 (promedio de la variable
estandarizada por “z”) en cada uno de los ejes (Buzai y Baxendale, 2006).
Figura 4.
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Los cuadrantes indican la combinación entre los niveles de cada variable y
brinda cuatro posibilidades representadas en las referencias del mapa.
● 1 = Cuadrante inferior izquierdo (Bajo POB-NBI% - Bajo PCE) ● 2 = Cuadrante inferior derecho (Alto POB-NBI% - Bajo PCE) ● 3 = Cuadrante superior izquierdo (Bajo POB-NBI% - Alto PCE) ● 4 = Cuadrante superior derecho (Alto POB-NBI% - Alto PCE)
Mediante este tipo de análisis se obtienen resultados cartográfi cos que per-
miten ir estudiando en forma más pormenorizada diferencias socioespaciales
al interior de un área de estudio tratando de detectar aquellos casos anómalos
en el comportamiento espacial general. Así, por ejemplo, el departamento de
Roque Sáenz Peña en la provincia del Chaco que queda ubicado en la mejor
categoría al tiempo que los departamentos que lo rodean están en la peor y el
caso inverso del departamento de Santa Bárbara en la provincia de Jujuy
Figura 5.
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■ Consideraciones fi nales
La caracterización realizada para el Chaco argentino nos muestra aspectos
tradicionalmente evidentes en el área de estudio a partir de su historia, de sus
ciclos económicos y organización espacial. Si bien la producción principal
puede cambiar entre productos (sean estos agrícolas, ganaderos, forestales o
cultivos industriales) se reiteran, se retroalimenta e incluso se intensifi can as-
pectos que llevan a una estructura espacial y productiva que repercute desfa-
vorablemente en la calidad de vida de parte importante de la población que
allí habita.
Desde distintas disciplinas como la Economía y más específi camente, la Eco-
nomía Regional, se han planteado las principales teorías sobre el desarrollo regio-
nal, que en todos los casos han intentado brindar explicación a las disparidades
socioespaciales observadas. Entre ellas podemos mencionar las teorías del cre-
cimiento polarizado, desequilibrado o divergente y en contraposición las del
crecimiento equilibrado y convergente entre regiones; los modelos de desarrollo
regional exógenos y los endógenos o autóctono basados en factores de desarro-
llo interno; los estructuralistas marxistas con sus ajustes latinoamericanos desde
el enfoque de la teoría de la dependencia; e incluso las teorías constructivistas
que abordan el funcionamiento regional como sistema complejo.
Desde un punto de vista académico, resulta claro que existe una impor-
tante cantidad de desarrollos tendientes a explicar este tipo de situaciones, y
al mismo tiempo, trabajos empíricos que constantemente actualizan nuestra
visión concreta de las relaciones estructurales desde un punto de vista socio-
espacial, sin embargo, también es evidente el divorcio que existe entre la pro-
ducción de conocimientos científi cos y su aplicación concreta en una efectiva
planifi cación territorial. Este es un claro ejemplo, la situación del Chaco ar-
gentino sigue presentando graves problemas que deberían haberse soluciona-
do hace mucho tiempo y no pasar a ser –como tantas otras áreas de estudio del
país– un ejemplo recurrente de una evidente desidia político-administrativa
en escalas municipales, provinciales y nacionales.
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CLASIFICACIÓN DE AMBIENTES EN ÁREAS PROTEGIDAS DE LAS ECORREGIONES DEL CHACO HÚMEDO Y CHACO SECOJorge Morello, Andrea Rodríguez y Mariana Silva
■ Antecedentes
Este trabajo es resultado de la aplicación de la metodología desarrollada
por el GEPAMA en el marco del proyecto de la Administración de Parques
Nacionales “Conservación de la Biodiversidad, Clasifi cación de Ambientes en el Sistema Nacional de Áreas Protegidas, Argentina” (2007). El proyecto desarro-
lló una metodología para preparar una clasifi cación jerárquica estandarizada
de hábitats o ambientes naturales de la Argentina, mediante un enfoque eco-
lógico del territorio a distintas escalas o niveles jerárquicos que integra com-
ponentes abióticos y bióticos y sus interacciones. Se elaboró una clasifi cación
biofísica de ambientes a varios niveles de resolución logrando así un sistema
de reconocimiento integrado del patrimonio natural. Se estudiaron las pau-
tas repetitivas del paisaje a varios niveles de detalle que permitió responder a
preguntas vinculadas por ejemplo a la estructura de los ambientes actuales, su
funcionamiento y sus cambios en el tiempo y espacio.
El sistema de clasifi cación biofísico (integrado) del territorio propuesto in-
cluyó 6 niveles de análisis: Ecorregión, Subregión, Complejos de Ecosistemas,
Sistemas Ecológicos, Tipos de Tierra y Fase (para mayores detalles ver Morello
et al., 2007). La metodología aplicó en cada etapa de análisis logrando una
descripción actualizada de todas las Ecorregiones, Subregiones y Complejos
de Ecosistemas (Morello et al., 2008) del país. La propuesta a nivel de Siste-
mas Ecológicos, Tipos de Tierra y Fase fue validada en 6 de las 15 ecorregiones
del país y en 22 Parques y Reservas Naturales pertenecientes a la APN.
Aquí se resumen los resultados alcanzados en dos subregiones del Gran
Chaco Argentino.
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■ El Gran Chaco Sudamericano como Unidad Biogeográfi ca y Morfoestructural
Se trata de una enorme llanura de deposición de material de origen andi-
no, subandino y serrano-pampeano, de transporte fl uvial y eólico con super-
posición de geoformas de distinta edad y en diferentes etapas de evolución.
Cubriendo más de 1.000.000 de km2 es el tercer gran territorio biogeográfi co
y morfoestructural de América Latina después del Amazonas y el Sistema Sa-
bánico Sudamericano que incluye el Campo Cerrado Brasilero y las Sabanas
colombo- venezonalas; el segundo en superfi cie cubierta por bosques después
de las Selvas pluvial tropicales del Amazonas y del Pacifi co colombo-ecuatoria-
nas y el primero en fi sonomías forestales de madera dura y muy dura. Cubre
porciones de 5 países siendo la Argentina la más extensa con aproximadamen-
te 600.000 km2 y con mayor superfi cie convertida a usos agropecuarios: 89
a 91.000 km2 en 2004 (Brown et al., 2005; TNC- FVSA, 2006, Torrella y
Adámoli, 2006).
Con Paraguay comparte dos territorios de alta prioridad para la conser-
vación, uno de recorrido NO-SE que vincula la biota Neotropical Andina
Central con la Neotropical Austro-Amazónico y la Mata Atlántica Interior
a través del Pilcomayo y sus tributarios y distributarios. El segundo gran te-
rritorio biogeográfi co tiene recorrido N-S e incluye el Bajo río Paraguay y el
Paraná Medio que asegura intercambios bióticos entre el Pantanal y el Chaco
Húmedo argentino particularmente hasta isla del Cerrito.
De las ecorregiones argentinas es la más extensa y se la considera la tercera
en riqueza biótica después de las Yungas y la Selva Paranaense (Bertonatti y
Corcuera, 2000).
El clima pluviométrico se organiza en un gradiente este oeste con totales
anuales por encima de los 1300 mm en el NE de Formosa hasta los 350-
400 mm en las cuencas de Güemes, Tapia Trancas, Valle de Catamarca, Llanos
de la Rioja y serranías del oriente de San Juan. Se trata de una amplia faja de
unos 1700-1800 km de recorrido N-S, de carácter dominantemente interse-
rrano que ha sido llamada Chaco Árido o ecotono Chaco-Monte. El régimen
de distribución estacional es monzónico y se organiza también en un gradien-
te este oeste con el 60% de las precipitaciones concentradas en el período cá-
lido en el este y el 80 % en el oeste (Carminatti, 2002; Maldonado, 2006). El
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régimen pluviométrico es de gran variación interanual lo que afecta profunda-
mente al sistema agroproductivo. Las sequías extraordinarias afectan tanto al
Chaco Húmedo como al Semiárido y produce un fuerte impacto en el peque-
ño y mediano productor y sus efectos socioeconómicos inducen una extrema
fragilidad rural con migraciones, abandono de cultivos y lentísima capacidad
de recupero y de incorporación de tecnologías que requieren capital adicional.
El termoclima sigue un gradiente latitudinal con temperaturas medias
anuales de 22 °C a 24 °C en Salta y Formosa, de 18 °C a 20 °C en su límite
sur en Santa Fe, en el ecotono con la Pampa y de 16 °C a 18 °C en el extremo
austral en Córdoba (Burkart,1999).
En el modelado del paisaje dominaron y dominan totalmente los procesos
fl uviales y fl uvio lacustres (Carminati, 2002) con manchones reliquiales de
origen eólico en Salta (Campo de la Noche y Campo del Arenal) y que rodean
salinas en los Llanos de confl uencia entre la Rioja, Catamarca, Santiago y Cór-
doba infi nitamente menos extensos que los médanos del Chaco paraguayo y
boliviano.
Hidrográfi camente el Chaco argentino posee cuatro redes de drenaje: a)
uno paralelo a los sistemas Pilcomayo Bermejo que llegan al Bajo Paraguay; b)
la red de cauces y paleocauces subparalelos al Juramento-Salado que llegan al
Paraná en el aglomerado urbano Santa Fe-Santo Tomé; c) el drenaje superfi cial
del Salí-Dulce que termina en la Laguna de Mar Chiquita y d) los componen-
tes del sistema de Salinas Grandes y de los Llanos de confl uencia interprovin-
cial por ubicarse en el territorio donde coinciden los límites de Catamarca,
Santiago del Estero y Córdoba.
En cuanto a la fl ora la coherencia biogeográfi ca en todo el territorio está
dada por los géneros arbóreos Schinopsis, Aspidosperma, Zizyphus, Caesalpinia, Bulnesia y Prosopis; los arbustivos Acacia, Mimosa, y Mimozyganthus; y los her-
báceos Elionurus, Pennisetum y Paspalum.
La coherencia faunística parece estar dada por los pecaríes o chanchos de
Monte, los armadillos y las hormigas cortadoras del género Atta. La ausencia de barreras físicas o fi siográfi cas y los amplios ecotonos que
relacionan la ecorregión con unidades biogeográfi cas contiguas como el Mon-
te, las Yungas y los Campos Correntino-Paraguayos explican la escasez de en-
demismos en vertebrados y plantas superiores entre los que habitualmente se
citan entre los árboles el palo santo (Bulnesia sarmientoi), el quebracho negro
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(Aspidosperma triternatum) y el quebracho colorado santiagueño (Schinopsis lorentzii) y entre los vertebrados el chancho quimilero (Parachoerus wagneri) y
un pez pulmonado (Lepidosiren paradoxa) (Carminati, 2002).
Los mosaicos fi sonómicos incluyen en distintas proporciones selvas, bos-
ques de madera dura, arbustales, sabanas, pajonales pastizales y varios tipos de
vegetación anfi bia sumergida y fl otante en humedales de madrejones, esteros
y lagunas.
■ Clasifi cación jerárquica de la Ecorregion del Chaco
Como ya se indicó, en trabajos anteriores (Morello et al., 2007; Morello
et al., 2008) hemos identifi cado y descripto el siguiente índice jerárquico de
ambientes para las ecorregiones Gran Chaco Argentino:
A. Ecorregión Chaco húmedo
– A.1. Subregión del Chaco de bosques y cañadas ● A.1.1. Complejo Oriental del Bajo Río Paraguay ● A.1.2 Complejo del Chaco de Cañadas y Bosques ● A.1.3 Complejo Parque Chaqueño ● A.1.4 Complejo Cuña Boscosa ● A.1.5 Complejo Dorsal Oriental
– A.2. Subregión de la Gran Depresión Central ● A.2.1. Bajos Submeridionales1
B. Ecorregión del Chaco seco
– B.1. Subregión Chaco Semiárido ● B.1.1. Complejo Antiguos Cauces del Juramento-Salado ● B.1.2. Complejo de Bajadas, Abanicos Aluviales y Llanura (Transición
Chaco-Yungas) ● B.1.3 Complejo Abanico del Itiyuro ● B.1.4 Complejo Pilcomayo Alto y Medio
1 En el borde occidental de la Depresión central a caballo del límite entre Santa Fe y Santiago se encuentra una geoforma de lomadas N-S llamadas hace décadas “el domo occidental” que hoy pensamos debe incluirse como Complejo en la Depresión central
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● B.1.5 Complejo Interfl uvio Pilcomayo-Bermejo ● B.1.6 Complejo Bermejito-Teuco-Bermejo ● B.1.7 Complejo Chaco Subhúmedo Central ● B.1.8 Complejo Valle del Juramento-Salado ● B.1.9 Complejo Valle del Río Dulce ● B.1.10 Complejo Bosques-Arbustales del Centro ● B.1.11 Complejo Salinas de Mar Chiquita
– B.2. Subregion serrana ● B.2.1 Complejo bosque serrano de Tucumán, Salta y Jujuy ● B.2.2 Complejo Chaco Serrano Puntano ● B.3 Subregión Árida ● B.3.1 Complejos de Llanos y Valles Interserranos ● B.3.2. Salinas Grandes (Ambargasta-Malanzan y otras)
■ Clasifi cación de ambientes en áreas protegidas de la ecorregión Chaco húmedo: PN Río Pilcomayo y PN Chaco
A. ECORREGION CHACO HÚMEDO
El relieve tiene un diseño con albardones y amplias depresiones ínter-
fl uviales. En el dominan los procesos fl uvio-morfológicos. La disolución de
evaporitas con formación de estructuras pseudokarsticas y la deposición de
sedimentos, modelan las depresiones, mientras que la dinámica de meandros
en llanuras muy planas y la fragmentación de albardones interconectan cauces
antes autónomos en un proceso de transfl uencias que modifi ca total o parcial-
mente la cobertura vegetal preexistente en unidades de paisaje que dejan de
recibir aportes fl uviales normales o la inversa. Los fenómenos de dilución de
evaporizas (sulfatos y carbonatos) y de migración de cauces son rasgos mor-
fogenéticos singulares que crean paisajes de alta inestabilidad física y biótica y
ofrecen oportunidades para indicar cauces a bajo costo como ocurre en For-
mosa o conectar por medio de un bypass un río permanente con otro intermi-
tente como se ha hecho en la provincia del Chaco con los ríos Negro y Salado.
El Chaco Húmedo abarca entre 160.000 km2 y 190.000 km2, (la diferencia
obedece a los criterios con que se establecen los límites occidental y oriental) de
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los que 46.700 fueron convertidos a producción agropecuaria en el 2004. Los
cultivos más importantes arealmente son algodón y caña de azúcar y los ecosis-
temas naturales producen madera y leña. Posee la población urbana más densa
del Gran Chaco Sudamericano en cuatro sedes del poder político provincial:
Corrientes, Formosa, Chaco y Santa Fe. El eje Bajo Paraguay-Paraná produce
un efecto concentrador de actividades industrial-portuarias que presionan so-
bre los ecosistemas forestales de mayor riqueza biótica.
El macroclima pluviométrico es monzónico, concentrando el 60 % de las
precipitaciones entre octubre y abril en el este y el 70-75% en el oeste, las llu-
vias anuales también se organizan en un gradiente E-O con más de 1.300 mm
en el área de los grandes colectores fl uviales y unos 750 mm en el deslinde con
el Chaco Seco. El termoclima subtropical cálido sigue un gradiente N-S con
temperaturas medias anuales de 23 °C a 24 °C en el límite con Paraguay y
18 °C a 19 °C en el deslinde con el Espinal en Santa Fe (Carminati, 2002). Las
heladas son escasas, por ejemplo hay 3 días promedio con heladas en Colonia
Benítez en la provincia del Chaco pero que son lo sufi cientemente fuertes
como para hacer antieconómico el cultivo de banano o cafeto.
Las estrategias adaptativas de la biota responden a una alta variabilidad cli-
mática que se expresa en: 1) sequías invernales normales y extraordinarias aso-
ciadas a incendios, 2) precipitaciones irregulares, 3) inundaciones que duran
desde semanas a semestres, 4) deposición de carga sedimentaria y colmatación
de esteros, 5) rediseño de la red de desagüe por cambios de curso de tributa-
rios del Paraguay-Paraná y 6) cambios en la salinidad-alcalinidad de los suelos
en los Bajos Submeridionales y la cuenca de Mar Chiquita (Burkart,1999,
Guinsburg y Adámoli 2006, Brown y Pacheco 2006, 1987, Carminati, 2002).
Es la ecorregión más importante de la llanura argentina en lo que se refi ere
a la riqueza de geoformas y tipos de vegetación. El mosaico de geoformas es
de modelado fl uvio-lacustre organizado en sistemas de desagüe paralelos al
Pilcomayo y al Bermejo. El paisaje es un conjunto de franjas paralelas de al-
bardones actuales y paleoalbardones con suelos bien drenados ocupadas por el
tipo fi sonómico de más alta diversidad “alfa” y “beta”2 que es la selva de ribera
y los humedales.
2 Diversidad Alfa es la que surge de una unidad de muestreo, Beta la que sale de varias unidades de muestreo y Diversidad Gama es a nivel regional.
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Las fi sonomías dominantes en constante evolución corresponden a los hu-
medales de depresiones interfl uviales: totorales, pirizales, peguajosales, pajo-
nales y sabanas anegadizas como palmares, vinalares y espinillares de bañado.
Los tipos de vegetación donde dominan las bioformas arbóreas corresponden
a las tierras altas básicamente a selvas de ribera, bosques altos de albardones y
monte fuerte. Los algarrobales aparecen en geoformas de lenta evolución, lo
mismo que las raleras o bosques abiertos de quebracho colorado (Morello et al., 2007).
El bosque alto de albardón tiene una diversidad “gama”3 (Neiff y Casco,
2005) que cambia en un gradiente E-O por ejemplo en el Río Negro en el
PN Chaco. Las especies arbóreas diagnósticas del albardón son: el timbó (En-terolobium contortisiliquum), el viraró (Ruprechtia laxifl ora), la espina corona
(Gleditsia amorphoides) y el guaviyú (Myrcianthes pungens) (Carminati, 2002).
Estos bosques altos poseen una dotación de vertebrados arborícolas singular:
el mono carayá (Alouatta caraya), el mirikiná (Aotus azarae) y el moitú o pava
de monte (Crax fasciolata).Hay una serie de componentes que permiten establecer una ecotonía entre
el Chaco Húmedo y el Seco, entre las que anotamos: a) las raleras de quebra-
cho chaqueño se ubican en depresiones, las de santiagueño en altos; b) en un
desnivel de poco más de un metro en un relieve muy suavemente ondulado
suele aparecer el quebracho mestizo, híbrido entre el Quebracho Chaqueño
y el Santiagueño que es dominante en una posición topográfi ca intermedia
entre la de sus dos progenitores; c) hacia el poniente desaparecen las citas
bibliográfi cas, las cornamentas y cueros de ciervo de los pantanos (Blasto-cerus dichotomus), de aguará guazú (Chrysocyon brachyurus) y curiyú (Eunectes notaeus) y aparecen con frecuencia indicios (citas, cuevas y trofeos) de tatú
carreta (Priodontes giganteus) pichiciego mayor (Chlayphorus retusus), mataco
o tatú bola (Tolypeutes mataco), boa de las vizcacheras (Boa constrictor); d) en
microdepresiones arcillo limosas aparecen raleras y bosques bajos de vinal, se
arbustifi can los espartillares de bajo y los pastizales de cola de zorro (Schiza-chyrium condensatum), comienzan a verse las manchas blancas de orina del
conejo del palo (Pediolagus salinicola) y la chuña de patas grises (Chunga bur-meisteri) coexiste con la de patas rojas en un amplio ecotono, hasta sustituirla
en el Chaco Seco.
3 Diversidad Gama es a nivel regional.
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A. 1 Subregión del Chaco de bosques y cañadas
Tanto el PN Pilcomayo de Formosa como el PN Chaco se encuentran en
esta subecorregión caracterizada por: máxima diversidad biótica, de hábitats,
de componentes de los modelados fl uviales como albardones fósiles, actuales,
espiras de meandros, y lagunas; y de tipos de cuerpos de agua de interfl uvios
y sus cubiertas de vegetación fl otante: bañados, lagunas, esteros, madrejones,
embalsados, camalotales, canutillares; hay fi nalmente interfl uvios con lecho
cubierto con vegetación arraigada como las cañadas que constituyen “pastiza-
les de cañada” de alto valor forrajero.
El marco geológico está caracterizado por un mosaico de subsuelos pesados
arcillosos de poco espesor como el del río Tragadero, y areno-limosos profun-
dos como el río de Oro en la provoncia del Chaco apoyando sobre basamentos
muy profundos con fracturas y fallas orientadas de NNE a SSO.
Los sistemas hidrológicos son complejos e integran desde típicos paleo-
deltas como los del Pilcomayo, hasta cuencas con cauces activos de modelado
fl uvial reciente en los que predominan altos ondulados alternando con lagu-
nas de pelo de agua con poca cobertura de la vegetación como en el área de
infl uencia del Bermejo medio. Hay sedimentación de dos orígenes: aluvial de
grandes ríos como Bermejo, Teuco, Paraná y Paraguay y material llevado en
suspensión por la escorrentía y depositados en esteros, bañados y lagunas.
El mesoclima de máxima pluviosidad de la Subregión oscila entre 1349 mm
en Resistencia, 1089 mm en Roque Sáenz Peña y 1067 mm en Clorinda, ya se
indicó que el clima pluviométrico es de muy alta variabilidad interanual con
picos de máxima pluviosidad en verano. No hay ningún lugar donde nunca
hiele en campo abierto pero sí bolsones con hasta 345 días sin heladas por año
en el NE de Formosa.
Las selvas con emergentes de más de 30 m ocupan los albardones limo are-
nosos de suelos profundos como por ejemplo las del río de Oro, Monte Lindo,
riacho Pilagá, He Hé, Porteño y Formosa, con especies arbóreas transgresivas a
las selvas, es decir que aparecen en la ecorregión de las Yungas y en la Paranaense
con alta fragmentación en el Chaco Seco y distribución casi continua en el Cha-
co Húmedo. Hay manchones transgresivos de palo lanza (Phyllostylon rhamnoi-des), palo blanco (Calycophyllum multifl orum), mora (Maclura tinctorea sp. tinc-toria), espina corona (Gleditsia amorphoides) e ibirá pita (Peltophorum dubium).
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Los bosques con emergentes de menos de 20 m ocupan suelos mucho más
pesados y menos profundos; son de maderas duras, entre las más frecuentes se
encuentran: palo piedra (Diplokeleba fl oribunda), quebracho chaqueño (Schi-nopsis balansae), quebracho blanco (Aspidosperma quebracho-blanco), guayacán
(Caesalpinia paraguariensis), urunday (Astronium balansae) y lapacho negro
(Tabebuia heptaphylla). En los bosques bajos y raleras de canopia muy abierta
de hasta 10 metros de altura, dominan las maderas duras, incluso quebracho
chaqueño pero mezcladas con especies semi-duras como los algarrobos (Proso-pis alba, P. nigra) y el guaraniná (Sideroxylon obtusifolium). Todas tienen dura-
men con distintas concentraciones de compuestos tánicos y distintos niveles de
resistencia al ataque de los insectos xilófagos.
Las sabanas de tierras altas arenosas están salpicadas de paratodo (Tabebuia aurea), oreja de negro o timbó colorado (Enterolobium contortisiliquum), seibo
de tierras altas (Erythrina dominguenzii) y tatané (Chloroleucon tenuifl orum) en
lugares más húmedos. En las sabanas anegadizas de interfl uvio intermedias en
cuanto a posición topográfi ca y periodicidad de inundaciones, sobresalen el
toro-rata-í o palo cruz (Tabebuia nodosa), la palma blanca o caranday (Coper-nicia alba) en grandes extensiones, la cina-cina (Parkinsonia aculeata) que ge-
neralmente aparece en lugares intervenidos, tusca o aromito, timbocillo, acacia
mansa, algunas enredaderas (Ipomea sp.) que crecen sobre gramíneas y trepan
por los árboles y fundamentalmente el espinillo o ñandubay (Prosopis affi nis). Los pajonales de interfl uvio están organizados de acuerdo a la altura del
pelo del agua y la duración del anegamiento. Del pastizal de espartillo (Elio-nurus muticus) que cubre los llamados “campos altos”, se baja suavemente al
paja-amarillar de Sorghastrum setosum y a los pajonales de paja techadora (Pa-nicum prionitis) y de paja boba (Paspalum intermedium) para ceder territorio
a vegetación anfi bia de borde de estero o laguna ordenada de afuera adentro
por el pirizal (Cyperus giganteus) el totoral (Typha latifolia y T. Dominguensis) y peguajosal de Th alia sp. hasta llegar al embalsado que son islas fl otantes mó-
viles, con suelos orgánicos limosos asentando en matas de raíces que se van
descomponiendo hasta transformarse en embalsados4.
4 Las comunidades acuáticas son muy diversas y con denominaciones a veces confusa. Aquí usamos las de Neiff y Casco (2001) y del GEPAMA. Bañado: masa de agua semipermanente de contorno poco defi nido con abundan-te vegetación emergente; cañada: Depresión longitudinal poco profunda cubierta de pastizales que soportan anegamiento prolongado (Paspalum alcalinum, Paspalum lividun, Luziola periuvana), no se ve el lecho mineral; embalsados, islas fl otantes formadas a partir de camalotales en vegetación sumergida y tienen bioformas arbó-reas. Estero: depresión cubierta de especies palustres y acuáticas con un sustrato orgánico turboso muy espeso.
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■ PN RÍO PILCOMAYO
Se ubica en el noreste de la provincia de Formosa, abarcando una superfi cie
aproximada de 47.754 hectáreas, a orillas del río que le da su nombre y limi-
tando con la República del Paraguay (APN, 2006).
Fue creado en 1951 para proteger pastizales, esteros, cañadas, lagunas y
selvas en galería, típicos de la eco-región de Chaco Húmedo u Oriental.
En cuanto a fauna cuenta con 325 especies de aves, entre ellas el muitú
(Crax fasciolata), el ñandú (Rhea americana), el loro ñanday (Nandayus nen-day), el chajá (Chauna torcuata), anó chico, (Crotophaga ani) el águila negra
(Buteogallus urubitinga), la cigüeña yabirú (Jabiru mycteria), etc.; entre los ma-
míferos, el mirikiná (Aotus azarai), el oso hormiguero (Myrmecophaga tridac-tyla), el guazuncho (Mazama gouazoupira), el ocelote (Leopardus pardalis), el
tapir (Tapirus terrestris), el aguará guazú (Chrysocyon brachyurus), el carpincho
(Hydrochaeris hydrochaeris), el aguará popé (Procyon cancrivorus), etc.; entre
los anfi bios, la ranita llorona (Physalaemus biligonigerus), el sapo buey (bufo
paracnemis), etc.; en cuanto a reptiles, el yacaré overo (Caiman latirostris), el
yacaré negro (C. yacare), etc., (Chevez, 2006).
En nuestra estructura jerarquica de ambientes este PN pertenece a la su-
bregión del Chaco de Bosques y Cañadas y al denominado Complejo Oriental
del Bajo Río Paraguay.
A.1.1.Complejo oriental del Bajo Río Paraguay
Abarca el este de Formosa y el noreste de Chaco. Esta zona corresponde a
la porción húmeda de las cuencas de los ríos Pilcomayo y Bermejo, los Esteros,
Cañadas y Selvas de Ribera y el Alto Agrícola Chaco-Formoseño. Comprende
los Departamentos Pirané, Laishi, Pilcomayo, Formosa y este de Patiño de la
provincia de Formosa y los de Bermejo, Libertador General San Martín, 1º de
Mayo y Norte de los departamentos Quitilipi, 25 de Mayo, Presidente de la
Plaza, General Donovan, Libertad, y San Fernando de la provincia de Chaco
(Morello et al., 2008).
Aloja el PN Río Pilcomayo y como es característico de esta unidad jerárqui-
ca los patrones recurrentes de ecosistemas coinciden con patrones de formas
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de relieve y suelos e incluyen en combinaciones múltiples a matrices y parches
de gramillares, pastizales de suelos pesados tipo vérticos, pastizales de campo
alto de base edáfi ca limo-arenosa, sabanas pirófi tas de campo alto y de planicies
anegadizas, selvas de ribera inundadas, selvas de albardón en suelos profundos
limo-arenosos de gran aptitud agrícola, y una rica diversidad de comunidades
de hidrófi las que incluye totorales, pirizales, pastizales de cañada, camalotales,
embalsados, peguajosales, pajonales de suelos profundos anegadizos (30 cm)
y de soportes edáfi cos muy superfi ciales (menos de 30 cm) y hay comunida-
des vegetales de gran difusión areal que pueden considerarse características del
complejo como las sabanas de espartillo (Elionurus muticus) con palma caran-
day y espinillo ñandubay (Prososópis affi nis) y las raleras de algarrobos con y sin
quebrachos colorados chaqueños.
El tipo climático varía de seco-subhúmedo a húmedo-subhúmedo, de oeste
a este. En el sector húmedo hay poca o ninguna defi ciencia de agua, mientras
que en el seco el clima es con poco o ningún exceso de agua. El tipo climático
en función de la temperatura efi ciente va de megatermal en el sector formoseño
a mesotermal en el sector chaqueño. La precipitación media anual se encuentra
entre 1300 y 800 mm de este a oeste, con concentración estival pero sin in-
vierno seco. La temperatura media anual va de 21 a 23 °C con valores medios
para el mes de enero de 27-28 °C y para el mes de junio de 17-18 °C. La eva-
potranspiración media anual calculada es del orden de los 1200 mm, con un
ligero a nulo défi cit invernal. La humedad relativa media anual se encuentra
entre el 67% y 70% y el período libre de heladas alcanza 345-350 días anuales
(Morello et al., 2008).
El complejo de ecosistemas está formado por grandes llanuras aluviales de
1 a 5 km de ancho, con cauces con meandros antiguos y actuales y grandes ca-
ñadas. La dinámica hidrológica ha creado una intrincada red de ríos, alternan-
do con albardones e interfl uvios. La llanura es baja de relieve muy plano, con
pendientes que oscilan entre 0,1 y 0,2 %. Esta llanura plana que constituye la
matriz del paisaje está surcada por dos tipos de cauces que escurren de noroes-
te a sudeste: cauces principales de origen autóctono como el Pilagá y cauces de
origen alóctonos como el Bermejo (Morello et al., 2008).
La infl uencia fl uvial es tan potente que todos los patrones del paisaje están
organizados en dirección paralela a los afl uentes del Paraguay-Paraná desde
el río Pilcomayo al río Bermejo. Los grandes patrones de formas del terreno,
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suelos, cuerpos de agua y vegetación se asocian a once cuencas de afl uentes del
Paraguay-Paraná. En algunas domina un paleo modelado fl uvial o lacustre, o
una mezcla de ambos, mientras que en otras la infl uencia morfogenética es
actual. Algunos son o fueron deltas y otros ríos activos; en todos hay interfl u-
vios con desagüe muy difi cultoso y casi todos los cuerpos de agua son lénticos
con períodos en los que el desagüe se encauza en riachos y otros en los que la
desconexión es total.
En el complejo dominan arealmente los ecosistemas de herbáceas que, in-
cluyendo las comunidades de hidrófi tas, cubren entre 55 y 60 % del territorio,
los bosques y selvas son semicaducifolios o caducifolios tardíos. En los prime-
ros los dominantes no pierden las hojas mientras que en los segundos la caída
casi coincide con la aparición de nuevas hojas.
Los suelos son de origen aluvial y textura variable. Dos tipos: a) del plano
de inundación y hay hidromórfi cos de escaso desarrollo; y b) de las terrazas
fl uviales del Paraná y Paraguay, de mayor desarrollo. En las sabanas predo-
minan los suelos arcillosos y franco arcillosos en las galerías fl uviales, algunas
de los cuales (ríos Porteño y Monte Lindo en Formosa) son franco arenosos.
En las galerías fl uviales hay suelos superpuestos, vinculados a distintos ciclos
fl uviales. En las sabanas existe una marcada infl uencia de una napa fl uctuante
poco profunda y procesos locales de halomorfía con suelos salinos cubiertos
de sabanas abiertas de algarrobo y ñandubay alternando con halosuculentas
como Suaeda (jume negro) y Atriplex. El soporte edáfi co de los bosques en
galería es de suelos pardo forestales jóvenes de escaso desarrollo y materia-
les permeables para el caso de los cauces alóctonos. Las riberas de los cauces
alóctonos tienen suelos grises forestales. En los paisajes de pajonales anegadi-
zos predominan los Vertisoles, que se caracterizan por poseer arcillas en alta
proporción. En las posiciones más altas, de pastizal con espartillo amargo hay
suelos desarrollados con horizontes de materia orgánica en superfi cie, algo
más espesos (18-25 cm), ligeramente ácidos en superfi cie y alcalinos en pro-
fundidad (Morello et al., 2007). En el área de esteros y cañadas dominan los
Vertisoles y Gleisoles. Los pulsos naturales que regulan el desarrollo de la su-
cesión son inundaciones, fuego y pastoreo. Con respecto al potencial natural
de agroproducción se practica agricultura y ganadería, con altos riesgos de ero-
sión por sobrepastoreo y de invasión de pastizales por leñosas (Morello et al., 2008) colonizadoras particularmente palma caranday, ñandubay y espinillo.
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■ Sistemas ecológicos5
El PN, anidado en un único complejo de ecosistemas, posee dos patrones
de paisaje que corresponden a ecosistemas muy netos con gradientes ocupados
por comunidades vegetales que responden de manera diferencial a los pulsos
naturales y antrópicos: incendios, inundaciones y sequías excepcionales y sen-
sibilidad al pastoreo-ramoneo-pisoteo.
Pujalte et al., (1995) han bautizado a los dos ecosistemas por el nombre del
sistema fl uvial que les hace de eje: El Porteño y Río Pilcomayo.
A.1.1.1 Sistema ecológico El Porteño
Arealmente dominan las depresiones anegables en un relieve alternado con
llanuras planas y depresiones suaves con lagunas con espejo de agua visible y este-
ros. Sobre la llanura emergen lomas suaves reliquias de albardones fragmentados.
El modelo de desagüe incluye dos cauces activos (El Porteño y He He) y un
componente léntico de esteros (predominantes en el Parque), cañadas y lagunas
de interfl uvio, dominando los primeros es decir los cubiertos de vegetación.
Los suelos dominantes son los de esteros (Fluvacuents) con rasgos de ver-
tisoles es decir ricos en arcillas expansivas; le siguen los Haplacueps de depre-
siones de pastizales y pajonales anegadizos, los Albacualfs son del borde de
depresiones y también se anegan por cortos tiempo.
Los Hapludoles cubren superfi cies menores, no se inundan y sobre ellos
se desmonta selva de albardón para una agrofruticultura subtropical basada
inicialmente en cítricos, banana y mamón con producción de dulces, regio-
nalmente importante (Morello et al., 2008). El PN esta rodeado de fronteras
agrícolas y urbanas muy activas. La primera avanza con soja en tierra arrenda-
5 Para todas las Áreas Protegidas (AP) es esencial que se describa la estructura del sistema ecológico incluyendo unidades ausentes en el PN y presentes en la vecindad, o lo más frecuente que el ANP contenga fragmentos de ecosistemas extinguidos en su entorno como suele ser el caso de suelos altos y fértiles cuyos parches del entorno ya fueron ocupados para convertirlos en cultivo. Por otro lado cuando se crea un ANP hay una enorme presión de vecinos poderosos tratando de que toda la tierra de alta fertilidad y no anegadiza quede fuera de la misma. El caso del PN Pilcomayo es emblemático en ese sentido porque casi no contiene ecosistemas de suelos de potencial agrícola.
Cuando un ecosistema aparece en más de un complejo a medida que se avanza en el análisis se lo refi ere al nombre del complejo donde fue descrito por primera vez.
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da a la comunidad aborigen toba “La Primavera” y en las chacras de campesi-
nos criollos paraguayos. La frontera urbana presiona en Laguna Blanca y Nai-
neck. En ecosistemas naturales dentro y fuera del parque se obtiene madera y
carne vacuna de manera semiclandestina. Por último, hay pequeños polders
afuera del PN para evitar inundaciones en campos cultivados con cereales y
oleaginosas. Las barreras o diques bajos para retener agua se llaman “reten-
ciones” y se usan en Formosa desde hace más de medio siglo. La elevación de
caminos-dique con vertederos y exclusas es reciente y afecta el centro oeste de
la provincia provocando confl ictos a poblaciones aborígenes y puesteros crio-
llos afectados por el anegamiento permanente.
■ Tipos de tierra
Las composiciones fl orísticas esenciales de los tipos fi sonómico-fl orísticos6
o tipos de tierra son:
A.1.1.1.a. Selvas de inundación: laurel negro (Ocotea dyospyrifolia), ingá
(Inga edulis), timbó blanco (Albizia inundata), guabiyú (Myrcianthes pungens), naranjillo (Crateva tapia), y lapacho rosado (Tabebuia heptaphylla). Los ár-
boles cicatrizantes de valor diagnóstico son el mataojos chaqueño (Pouteria glomerata), el ombú (Phytolaca dioica) y el francisco álvarez (Pisonia zapallo).
A.1.1.1.b. Peguajosales: Th alia geniculata y T. multifl ora.A.1.1.1.c. Camalotales: Pontederia cordata var. cordata y Eichhornia crassipes.A.1.1.1.d. Totorales-pirizales: Typha latifolia, Cyperus giganteus, C. has-
pan, C. luzulae y Schoenoplectus californicus var. californicus.A.1.1.1.e. Sabanas anegadizas: caranday (Copernicia alba), cucharero
(Echinodorus grandifl orus), y duraznillo (Solanum glaucophyllum).A.1.1.1.f. Duraznillares: Solanum glaucophyllun, Hymenachne amplexica-
lule y Luziola peruviana.
A.1.1.1.g. Arbustales: Copernicia alba, algarrobo (Prosopis sp.), palo cruz
(Tabebuia nodosa) y Acacia sp.
6 Los tipos fi sonómico fl orísticos que se repiten en más de un ecosistema son descritos una sola vez; las especies de la composición fl orística esencial van con nombre vulgar y científi co la primera vez que se citan y el resto sólo se usa el primero.
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A.1.1.1.h. Sabana arbórea: caranday con algarrobo paraguayo (Prosopis haslerii) sobre matriz de paja amarilla (Sorghastrum setosum).
A.1.1.1.i. Quebrachales: Schinopsis balansae como manchones densos
donde domina esa especie dentro de una amplia matriz de monte fuerte.
A.1.1.1.j. Monte fuerte: urunday (Astronium balansae) palo piedra (Di-plokebela fl oribunda), quebracho colorado, quebracho blanco, palo blanco
(Calycophillum multifl orum), espina corona (Gleditsia amorphoides), guayacán
(Caesalpinia paraguariensis), guayaibí (Cordia americana,) alecrín (Holocalyx balansae), carandilla (Trithrinax schyzophylla).
A.1.1.2. Sistema ecológico río Pilcomayo
El relieve local es menos enérgico que el del ecosistema El Porteño y la matriz
es una planicie multiperforada por depresiones y con elevaciones fragmentadas.
Morfoestructura con impronta del paleomodelado fl uvial. Los ambientes
más altos, son derrames del antiguo sistema fl uvial. Hay angostas fajas de es-
teros y muy amplias depresiones inter fl uviales anegadizas. Tanto el Pilcomayo
como el Confuso se han reactivado por erosión retrocedente produciendo en
las paleo planicies soporte, escarpas de barrancas, aterrazados y albardones.
La red de desagüe incluye varios cursos de agua activos subparalelos al Pil-
comayo y al Confuso y de cauces inactivos o episódicamente activos en una
amplia planicie con frecuencia transformados en depresiones con esteros. Los
interfl uvios, llamados por Popolizzio (in litt.) “depresiones esteroides”, son
relieves negativos donde en las inundaciones se conectan depresiones transfor-
mando el desagüe impedido en un sistema de escurrimiento en formación o
estacionalmente activo.
Un 65 % del ecosistema es inundable, pero a diferencia del ecosistema El
Porteño los cuerpos de agua libre son una rareza.
En el soporte edáfi co dominan los suelos con un subsuelo gredoso sobre el
que reposa un horizonte de texturas medias (Alfi soles y Albacualfs) en inter-
fl uvios inundables. Los paleoderrames también tienen suelos de textura media,
pero son menos hidromorfos por estar en fragmentos de planicies más elevadas
(Hapludalfs). Hay procesos de decapitación generalizada en los altos de los
paleoderrames.
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■ Tipos de tierra
En cuanto a tipos fi sonómico fl orísticos la cobertura de bosques y saba-
nas es dominante y muy superior a la cobertura de bosques del ecosistema El
Porteño.
De los bosques y selvas los más importantes arealmente son los “monte
fuertes”. Entre las sabanas la superfi cie mayor corresponde a comunidades de
higrófi tas y gramillares como matriz con caranday y algarrobos y le siguen los
pastizales y pajonales puros de paja amarilla (Sorghastrum setosum) y esparti-
llares.
Las composiciones fl orísticas esenciales de los tipos de tierra son:
A.1.1.2.a. Monte fuerte: esta comunidad vegetal se presenta en el PN en
manchones irregulares de no más de 1 km de ancho. Las especies dominantes
parecen ser el quebracho colorado, el guayacán, el palo piedra, el urunday, el
espina corona, el palo lanza, y otros como los algarrobos, el quebracho blanco,
el guayaibí y la carandilla chaqueña. El sotobosque resulta a menudo impene-
trable debido a la presencia de un manto denso de chaguares (Aechmea disti-chanth), cardo gancho (Bromelia serra), cardo ibira (Pseudananas sagenarius) y
numerosos arbustos (APN, 1995).
A.1.1.2.b. Sabana anegadizas: cf El Porteño.
A.1.1.2.c. Pajonal-gramillar anegadizo: paja boba (Paspalum interme-dium), paja amarilla, paja boba chica (Paspalum urvillei), cola de zorro (Setaria verticillata), pasto cañada y pastito de agua (Leersia hexandra).
A.1.1.2.d. Pastizal palmar: caranday, canutillo (Hymenachne amplexicau-lis), duraznillo, cina-cina, palo cruz y quiebra arado (Heimia salicifolia).
A.1.1.2.e. Carandaysales-arbustales: caranday, ingá, palo blanco, espina
colorada (Xilosma venosa), espinillo de bañado (Acacia caven) y tala gateador
(Celtis iguanaea).A.1.1.2.f. Espartillares con caranday, algarrobo paraguayo y tatané: es-
partillo, cola de zorro (Bothriochloa laguroides ssp. laguroides), pasto miel (Pas-palum dilatatum), algarrobo paraguayo y tatané.
A.1.1.2.g. Arbustales de algarrobo y caranday: algarrobo, caranday, palo
cruz y garabato (Acacia praecox). A.1.1.2.h. Peguajosal: cf. El Porteño.
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A.1.1.2.i. Blanquizales: Se trata de áreas erosionadas en mayor o menor
grado. Sus suelos presentan variables grados de compactación. El origen de
estos peladares puede ser tanto por procesos naturales y de relativamente larga
duración como por sobrepastoreo, sobrerramoneo y sobrepisoteo de vacuno.
La vegetación no presenta una determinada estructura y composición especi-
fi ca sino que está puede variar de acuerdo a su tiempo de génesis, ya que de
eso depende la mayor o menor pérdida de especies. De todas formas el estrato
arbóreo suele estar conformado entre otros por el caranday, el palo cruz, el
tala y las tunas (Opuntia sp.) (APN, 1995). Suelos con biodermas de algas cia-
nofíceas; carne gorda (Maytenus vitis-idaea), palo azul (Cyclolepis genistoides), cachiyuyos (Atriplex sp.) y jume (Suaeda diuvaricata).
A.1.1.2.j. Lagunas con espejo de agua libre: en el Parque se encuentra
la laguna Blanca que posee una superfi cie libre de vegetación de unas 700 ha
(aunque no toda esta protegida por el Parque). Se trata de un ambiente léntico
permanente de elevada turbidez (APN, 1995). Los humedales coetros alojan
importantes poblaciones de capibara o carpincho bajo presión de caza de sub-
sistencia por comunidades tobas y de caza furtiva por el cuero, carne y grasa.
A.1.1.2.k. Vegetación fl otante o arraigada de ambientes lénticos: se dis-
tribuyen dentro de los espejos de agua en forma de manchones irregulares
o bandas. Dentro del Parque este ambiente ocupa entre 2.000 a 4.000 ha.
Las especies dominantes son los camalotes (Eichhornia crassipies y E. azurea), Pontederia cordata var. cordata, Nymphoides indica, Pistia stratiotes y Azolla sp.
En los meandros aislados del curso principal del río Pilcomayo, es frecuente
hallar comunidades fl orísticas en distintos estadios sucesionales desde espejos
de agua libre hasta cubetas colmatadas. Las comunidades establecidas en los
distintos estadios sucesionales dependen básicamente de cambios en la altura
del pelo de agua y su tiempo de permanencia en el sitio (APN, 1995).
■ Parque Nacional Chaco
Se ubica en el centro-este de la provincia del Chaco a 130 km al noroeste
de Resistencia, entre los departamentos Sargento Cabral y Presidencia de la
Plaza. Fue creado en 1954 para proteger una muestra representativa del Chaco
Húmedo y cuenta con una superfi cie de 15.000 ha. Incluye ensayos antiguos
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de plantaciones forestales de nativas ejecutados por el Instituto Nacional Fo-
restal (IFONA). Está dentro de un territorio donde coexisten la agricultu-
ra de pequeños productores algodoneros, la explotación de bosques nativos
básicamente de quebracho chaqueño y algarrobo y la ganadería en pasturas
implantadas y en campo natural. Existe una taninera en sus cercanías y varias
fabricas de muebles de algarrobo. Además de los ensayos de plantación de na-
tivas, aloja sitios con ejemplares y poblaciones muy longevas (sobremaduras)
de guayacán, quebracho chaqueño y espina corona.
Su fauna tiene registro de 49 especies de mamíferos: pecarí de collar (Pecari tajacu), mono carayá (Alouatta caraya), hurón grande (Eira barbara), puma
(Puma concolor), etc.; 353 especies de aves: carpintero negro (Dryocopus schul-zi), guaicurú (Herpetotheres cachinnans), loro hablador (Amazonia aestiva), carpintero lomo blanco (Campephilus leucopogon), aguilucho colorado (Hete-rospizias meridionalis), garza mora (Ardea cocoi), etc.; 28 especies de anfi bios:
sapito de colores (Melanophryniscus fulvoguttatus), la tortuga acuática chaque-
ña (Acanthochelys pallidipectoris), etc.; 35 especies de reptiles, entre ellos el
yacaré ñato (Caiman latirostris), la culebra cabezona (Dipsas indica), etc., y 38
especies de peces.
A.1.2. Complejo del Chaco de cañadas y bosques
Está ubicado al sur del complejo anterior (complejo oriental del Bajo río
Paraguay). Se ubica en el extremo sudeste de la provincia de Chaco, en los
departamentos San Fernando, Tapenaga y San Lorenzo; sudeste de Maipú;
nordeste de Comandante Fernández; centro y sur de Quitilipi, 25 de Mayo,
Presidente de la Plaza y Libertad; extremo sur de Gral. Donovan, y extremo
norte de Mayor Luis J. Fontana. Penetra apenas en el extremo NE del depar-
tamento de Vera en Santa Fe. Corresponde a la porción norte de la cuña bos-
cosa en la Zonifi cación de la Región Parque Chaqueño de la Red Agroforestal
Chaco Argentina (Morello et al., 2008).
Las precipitaciones son abundantes, 1.100 mm en el Este y 850 mm en
el Oeste (INTA, 1982), concentradas en el período estivo-otoñal. El balan-
ce hídrico es equilibrado y la tipología climática corresponde a mesotermal
subhúmedo-húmedo (Manzi, 1986). La temperatura media anual es 20 °C y
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presenta 315 días al año libre de heladas (INTA, 1982). Geomorfologicamente
son tierras altas (lomas y medias lomas), interrumpidas por bajos atravesados
por los cursos de agua que drenan en el Paraná. El macrorelieve es de origen
fl uvial y hay un modelo distributivo del escurrimiento superfi cial semejante
al que caracteriza el complejo Oriental del bajo río Paraguay. El alineamiento
de los cauces es subparalelo al Bermejo y hay amplios interfl uvios de desagüe
muy difi cultoso que aparecen embutidos entre los albardones de los grandes
ríos, particularmente el río Negro, el Tapenagá, el Salado y el Palometa. Las
largas depresiones contiguas al bajo Bermejo como los de Pampa del Indio
reciben aportes fl uviales en época de crecidas y por lluvias y otras depresiones
son dominantemente abastecidas de agua por las lluvias estivales. El modelo de
drenaje superfi cial ha sido alterado por la construcción de canales y compuer-
tas que vinculan los ríos Negro y Salado. El proceso de “transfl uencia” de aguas
del Negro al Salado se realiza cuando coinciden las crecientes del Paraguay y
el Paraná y peligran los terraplenes de defensa de la porción polderizada de
Resistencia-Barranqueras. A micro escala hay polderizacion y creación de “tai-
pas” para arroceras y cultivos de caña de azúcar entre el río Bermejo al Norte y
el río Oro al Sur.
Predominan los suelos franco limosos de 40 a 80 cm de profundidad. En
los bajos los suelos son poco profundos y franco arcillosos. El drenaje es im-
perfecto, a pesar de tratarse de tierras relativamente altas. En relieve normal
dominan los Argiudoles y Argiudoles vérticos, en cambio los Argiudoles acui-
cos, Argialboles y Argiacuoles se encuentran en los relieves subnormales. Exis-
ten importantes áreas de suelos halohidromórfi cos en el sector sur del com-
plejo, donde predominan áreas de drenaje impedido (Morello et al., 2008).
La vegetación predominante son los bosques, que alternan con islas de
gramíneas (abras) y bajos inundables. Las selvas de ribera son predominante-
mente siempreverdes sobre suelos bien drenados, profundos con inundaciones
poco frecuentes y de corta duración. Algunos ríos como el río de Oro o el Ne-
gro, son de riqueza de árboles comparables a las de las ecorregiones de Yungas
y Paranaense. Sobre el río Negro la lista de especies arbóreas incluye Gleditsia amorphoides, Holocalyx balansae, ibirá pitá, palo lanza, guayaibí, laureles (Nec-tandra angustifolia y Ocotea diospyrifolia) quebracho blanco y quebracho cha-
queño. La construccion de vías de saca y rutas pavimentadas, sumado a la fer-
tilidad de los suelos han estimulado la extracción de maderas como el alecrín
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(Holocalyx balansae) y el angico colorado (Parapiptadenia rigida) y desmontes
masivos convertidos en algodonales, cañaverales de ingenios azucareros y cha-
cras de hortalizas “primicia”.
Las abras constituyen claros del bosque, es decir, donde la cobertura del
dosel es baja. Las especies dominantes dependen de la posición topográfi ca.
Rodeando los bajos inundables (localmente llamados esteros) se encuen-
tran algarrobales de Prosopis nigra y espinillares de Prosopis affi nis o palmares
de Copernicia australis. Hacia el centro del bajo a medida que las aguas son
más profundas aparecen sucesivamente espartillares o pajachuzales de Spartina argentinensis o pajonales de Panicum prionitis.
Los pulsos naturales más frecuentes son las inundaciones y los incendios.
Hay un ciclo estacional de salinidad de los caudales fl uviales que tiene su máxi-
mo de salinidad en invierno y explica la abundancia de ríos autóctonos llama-
dos Salado y Saladillo, aunque son tales únicamente en la estación mas seca del
año.
La zona fue sometida a extracción forestal intensa y se ha producido una fuer-
te erosión hídrica. La capacidad de producción agrícola es muy baja en la mayor
parte del complejo y alcanza valores medios bajos localmente, donde la napa de
agua es superfi cial y hay inundaciones ocasionales. Aquí fl orecieron las tanineras
de las que en la provincia solo quedan dos modernizadas y muy activas.
A.1.2.1. Sistema ecológico río Negro-Nogueira
El PN está incluido en un único ecosistema que llamamos Negro-Noguei-
ra con dos grandes componentes geomorfológicos el sistema fl uvial activo que
es el río Negro con potentes albardones, paleoalbardones y madrejones (la-
gunas Redonda, Yacaré, Eulogio y Anteojos), derrames y una depresión muy
plana donde llegan los materiales sedimentarios erosionados en los derrames
marginales, con cañadas, cauces inactivos o no, lagunas (Panza de Cabra), es-
teros (Ibarola y Totoral), bañados (Palma Sola) y riachos (San Juancito).
Toda la red hidrologica, tanto la activa y la inactiva, la lótica y la léntica sigue
la orientación general del Complejo Oriental del Bajo Río Paraguay (NO-SE).
En los paleoalbardones la erosión ha decapitado parte del horizonte A que-
dando el A2 muy cerca de la superfi cie mientras que en los jóvenes hay suelos
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areno limosos ocupados por la agricultura pero sus pendientes cortas y empi-
nadas (serie de suelos Menjo) hacia la depresión interfl uvial los hace de alta
fragilidad; en algunos sitios la erosión es moderada en otros es fuerte como la
que aparece en áreas de granjas, chacras, cerca de corrales y chiqueros y aun en
el deslinde de gallineros.
Los suelos de la depresión incluyen los albacualfs vérticos, es decir con un
A2 álbico franco migajoso en proceso de gleyzación y un B2 con más del 45 %
de arcilla. Hay glósicos con un A2 franco limoso y concreciones calcáreas y mo-
teado de hierro producto de inundaciones en ambientes de drenaje pobre. Posee
además Fluvacuents, Haplacueps y Hapludoles como en el PN Río Pilcomayo.
En el interfl uvio la serie de suelos que ocupa la superfi cie mayor es la Solari
sobre bajos tendidos donde el agua casi no se mueve. Tales suelos están muy
lixiviados y gleyzados. Las lluvias oscilan alrededor de 980-1.000 mm contra
1.300 en Resistencia.
■ Tipos de tierra
Las composiciones fl orísticas esenciales de los tipos de tierra son:
A.1.2.1.a. Selva de ribera: aparece sobre el albardón del río Negro y en
bordes de la laguna Panza de Cabra (tramo “desdibujado” del riacho San Juan-
cito) y los árboles dominantes son: espina corona, canelón (Myrsine laetevi-rens), catiguá colorado (Trichilia catigua) y cuatro cicatrizantes: Zanthoxylum rhoifolium, ombú, jazmín paraguayo (Brunfelsia australis), Trichilia elegans, chal-chal (Allphylus edulis). El suelo está cubierto de bromelíaceas, en los char-
cos temporarios domina el cardo ibirá (Pseudoananas sagenarius) y en los bor-
des de la formación el cardo chuza (Aechmea distichantha) (no tan común, si
en monte fuerte o ralera).
A.1.2.1.b. Monte fuerte: quebracho blanco, quebracho chaqueño con
ejemplares muy longevos de hasta 25 m de altura y DAP superior a los 2 m,
espina corona, guaraniná, algarrobo blanco, negro, itín (Prosopis kuntzei) y
cardo chuza.
A.1.2.1.c. Mezcla de selva de ribera y monte fuerte: es un tipo de tierra
muy amanchonado donde no hay una matriz nítida o la matriz es un mosai-
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co de parches de selva de ribera y de monte fuerte. Los hacheros indican que
cuando hay inundación, los excedentes hídricos deslizan de la selva de ribera
al monte fuerte lo que sugiere un mínimo desnivel entre ambos.
A.1.2.1.d. Ralera de quebrachal: bosque semicaducifolio de dosel abierto,
ubicado en los bordes de vías de avenamiento poco defi nidas (sin albardones)
que se inundan entre 2 y 4 meses al año. El estrato arbóreo tiene como emer-
gentes al quebracho chaqueño, y al urunday y más abajo las especies diagnósti-
co son el guayacán y el tala gateador (Celtis iguanaea). El suelo muestra grandes
manchones de cardo gancho (Bromelia serra). Este se considera una invasora
que crece vegetativamente cuando se abre el dosel del bosque. Otro tanto ocu-
rre con el cardo ibirá (Pseudananas sagenarius) en micropantanos en el interior
del bosque.
A.1.2.1.e. Bosque abierto: se desarrolla sobre suelos de drenaje difi culto-
so. Las especies arbóreas diagnóstico son: el algarrobo negro, y el blanco y sus
híbridos (Prosopis sp., el tala gateador, el cocú o chal chal (Allophylus edulis) y
el tembetarí (Fagara rhoifolia), y fuera del parque, en condiciones edáfi cas se-
mejantes aparecen ejemplares de quebracho mestizo (Schinopsis heterophylla). Las comunidades vegetales con híbridos naturales como el quebracho mestizo,
resultado del cruce de quebracho chaqueño con santiagueño son altamente
signifi cativas para la conservación porque se están dando procesos genéticos
de cruzamiento sexual llamados de especiación por “contiguidad de progeni-
tores”. Este es un bosque secundario con alta sensibilidad a la invasión de exó-
ticas como el paraíso (Melia azedarach). Hay cicatrices de explotación forestal
como viejas vías de saca y playas de rodeo de rollizos y en el suelo dominan
tres cardos: el ibirá, el chuza y el gancho.
Varios ecosistemas tienen unidades de reemplazo de sitios degradados. Hay
parches de arbustales que son fases de desarrollo de distintos tipo de sucesio-
nes en ecosistemas muy disturbados, Carminati (2002) lo hace sinónimo de
tierra labrada para cosecha y luego abandonada y aquí incluimos antiguos
corrales y potreros incendiados y luego sobre-pastoreados en antiguos pastiza-
les. Hay procesos de invasión de leñosas, y las especies diagnóstico son cuatro
Acacias: el ñapindá (A. bonariensis), la tusca (A. aroma), el aromo (A. caven) y
el chañar (Geoff raea decorticans), las invasoras son el naranjo agrio y el paraíso.
A.1.2.1.f. Sabana de caranday o palmar de palma blanca: de gran den-
sidad en el centro N del Parque, los ejemplares de Copernicia alba forman una
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canopia muy abierta llegando hasta 15 m de alto, sobre una matriz de paja
boba (Paspalum intermedium), paja colorada (Paspalum rufum), paja amari-
lla (Sorghastrum setosum), pasto crespo (Aristida mendocin), y pasto horqueta
(Paspalum notatum). Se inunda y sin ganado se forman colchones de biomasa
forrajera que cuando llega la seca son sensibles a incendios naturales de en-
vergadura.
A.1.2.1.g. Madrejones y bordes de lagunas: es un complejo de comuni-
dades acuáticas y palustres, que incluyen camalotales; son espacialmente muy
variables y las especies diagnóstico incluyen: Cyperus giganteus, Typha latifolia, T. dominguensis, Fuirena robusta, Pontederia cordata var. cordata, Echinodorus grandifl orus y Th alia geniculata.
■ Clasifi cación de ambientes en áreas protegidas de la ecorregión Chaco Seco: Parque Nacional Copo
B. Ecorregión del Chaco Seco
Comprende una vasta planicie que presenta una suave pendiente hacia el
este y se extiende sobre la mitad occidental de Formosa y Chaco, la oriental de
Salta, casi todo Santiago del Estero, norte de Santa Fe y Córdoba, y sectores
de Catamarca, La Rioja y San Luis. Predomina el diseño fl uvial, con mancho-
nes de origen eólico de suaves pendientes (Campo de la Noche, Campo del
Arenal). Los arenales del Chaco argentino cubren las mayores superfi cies en
Las Lomitas, son medanos fl uviales y se extienden masivamente en el Chaco
Boliviano-Paraguayo. Desde las Lomas de Olmedo en Salta hasta las sierras
de los Llanos en la Rioja, la matriz plana tiene islas serranas importantes. La
vecindad del sistema andino explica los aportes de lluvias de cenizas (loess).
Las arenas y limos fl uviales fueron trabajados con el loess en la llanura con
formación de depósitos fl uvioeólicos llamados limos loessoides. Por otro lado
en el relleno de paleocauces o ríos muertos dominan los depósitos arenosos.
Componentes importantes del relieve son: a) las cuencas de Güemes en
Salta y de Tapia Trancas en Tucumán con elementos fl orísticos y faunísticos de
la Prepuna, el Monte y el Chaco; b) sierras insulares del Alto o de Ancasti en
Catamarca, De los Llanos, Paganzo, Chepes y Malanzan en la Rioja, de Gua-
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sayán, Sumanpa y Ambargasta en Santiago, de Valle Fértil en San Juan y los
faldeos occidentales de las Sierras de Córdoba están ocupados por ecosistemas
mixtos con especies de linaje del Monte y del Chaco (cf. subregiones ecológi-
cas), c) el sistema de salinas y medanos de Catamarca, Santiago, Córdoba y la
Rioja. Todo ese conjunto de cuencas, sierras insulares, campos medanosos y
salitrales y barriales ha sido considerado como la subregión del Chaco Árido
dentro de la ecoregión Chaco Seco. d) el cuarto sistema de grandes geofor-
mas del Chaco Seco está constituido por el arco o abanico de ríos muertos o
paleocauces que se abren en abanico en la curva del Juramento- Salado en J.
V. Gonzáles –Quebrachal en Salta y la provincia del Chaco; e) el quinto co-
rresponde a los deltas colmatados o paleo-deltas que en imagen satelital tienen
forma de pie de pájaro con contornos lobados de los ríos Itiyuro, Del Valle y
Dorado que llegan al Bermejo desde el norte-noroeste y desde el sur-sureste
(Bañados del Quiquincho).
Todos los sistemas fl uviales de caudal permanente hasta el desemboque,
como el Pilcomayo, Bermejo, Juramento-Salado y Salí-Dulce son alóctonos
(Burkart et al., 1999). Hay por lo menos dos ríos intermitentes importantes
por los caudales del subalveo, el Del Valle y el Dorado.
El clima continental cálido subtropical, aloja el polo del calor sudamericano
entendido como el territorio donde las máximas absolutas superan los 47 °C
y las estaciones con valores más altos del Chaco argentino son: Rivadavia con
48,7 °C, Santiago del Estero con 47,4 °C y Campo Gallo con 47,3 °C. La tem-
peratura media anual en el límite internacional es de 23 °C y en La Rioja y San
Juan de 18 °C; los promedios de enero van de 28 °C en el N de Santiago y Cha-
co, a 22 °C en San Juan; los de julio oscilan latitudinalmente de 16° a 10 °C.
Rasgos esenciales del termoclima de la ecorregión son: gran amplitud tér-
mica diaria asociada a gran variación estacional. En invierno la entrada de
frentes fríos origina heladas en toda la ecorregión rasgos que diferencia el Cha-
co Seco de la ecorregión de las Yungas. Las mínimas absolutas oscilan entre –6
y –7 °C en las planicies y el piedemonte y entre –12 y –16 °C en los faldeos de
la subregión del Chaco Serrano (GTZ, 2006).
Las precipitaciones van de 700 mm en una isoyeta cercana y subparalela al
límite entre Santiago y el norte de Santa Fe y centro sur del Chaco y 500 mm
a 400 en los valles interserranos de Güemes, Tapia-Trancas y Catamarca. Hay
dos amplias fajas de 800 mm anuales, que limitan el Chaco Seco: la oriental
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llamada zona centro chaqueña se apoya en el “dorsal agrícola” o “lomo algo-
donero” pegado al Chaco Húmedo y la occidental es el borde pedemontano
llamado “umbral del Chaco”, donde se mezcla con los bosques de palo blanco
(Callycophyllum multifl orum) en Jujuy y Salta y los de tipa-pacará (Tipuana tipu y Enterolobium contortisiliquum) en Tucumán, que corresponden a la eco-
rregión de las Yungas. Las precipitaciones marcadamente monzónicas llegan a
concentrar el 80% de las lluvias, entre octubre y marzo.
Los suelos evolucionados son de alta fertilidad en cuanto a nutrientes, de
textura media a fi na, se concentran en el norte de Santiago y se extienden hasta
el interfl uvio Bermejo-Pilcomayo. Hacia el sur y centro predominan los areno-
sos con bajo contenido de materia orgánica. Hay suelos salinos en superfi cie y
en profundidad con acuíferos salinos y con concentraciones altas de arsénico
(abanico del Juramento). Aguas subterráneas con arsénico en concentraciones
variables son frecuentes en ecorregiones contiguas o cercanas al sistema monta-
ñoso Andino y Subandino. Se han identifi cado en la ecorregión 5 Subregiones
Ecológicas y 17 Complejos7.
Especies de la biota de los géneros Schinopsis, Aspidosperma, Bulnesia, Pro-sopis, Acacia, Mimosa, Mimozyganthus, Larrea, Celtis, Capparis, Opuntia, Ha-rrisia, Bougainvillea, Catagonus, Tolipeutes, Pediolagus, Dycotiles, y Ortalis, y sus
combinaciones, adquieren valor diagnóstico para varias subregiones ecológicas;
por ejemplo, el Chaco Subhúmedo posee 4 quebrachos, Aspidosperma quebra-
cho-blanco, Schinopsis heterophylla, S. lorentzii y S. balansae, y por lo menos 5
Prosopis de los que 2 faltan en el Chaco Seco (P. hassleri, y P. affi nis); el Chaco
Árido tiene sólo quebracho blanco y horco quebracho (Schinopsis marginata), el
Chaco de derrames Fluviales tienen como diagnósticos al palo santo (Bulnesia sarmientoi) y al quebracho negro (Aspidosperma triternatum). Ambas especies
son endémicas del Gran Chaco y el palo santo está en vías de extinción en For-
mosa y el este de Salta. En el Chaco Serrano y en el Subhúmedo una palmera,
la carandilla (Trithrinax schyzophylla), es funcionalmente muy importante por
su infl amabilidad y su capacidad de elevar la onda de infl amación a las copas.
Un proceso generalizado de conversión de cobertura vegetal que caracteri-
za la ecorregión, aunque no es exclusiva de ella es la arbustifi cación de pastiza-
les; y sabanas especialmente los de simbol (Pennisetum frutescens) y la invasión
7 Los complejos coinciden con los establecidos por TNC-FVSA, (2005) pero los nombres han sido modifi cados por GEPAMA.
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de cactáceas arborescentes tema que se trata adelante. En 1958-60 el 75% de
los sitios con toponimos que aludían a pastizales como “campo” y “pampa” ya
se habían convertido en arbustales en el oriente de Salta. En 1980 los mancho-
nes de simbol eran una ralera.
B.1. Subrregión semiárida
El PN Copo está integramente incluido en la Ecoregión del Chaco Seco,
Subregión del Chaco Semiárido y se ubica íntegramente en un único com-
plejo llamado Antiguos Cauces del Juramento Salado. Se extiende sobre una
llanura de modelado fl uvial y fl uvio eólico con amplia presencia de geoformas
medanosas en Paraguay y Bolivia y reliquias en Salta (Campo de la Noche,
Campo del Arenal).
El factor eólico como modelador de paisajes juega un papel central en el
desarrollo de suelos decapitados por erosión combinada: eólica y aluvial. El
mayor modelado es producido por la erosión hídrica, mientras que la erosión
eólica se da por convección de masas de aire sobrecalentado en planicies de
baja cobertura vegetal. Los remolinos se llaman regionalmente “huairamu-
yo” y los vientos fuertes “los norte”. Ambos tipos de erosión tapan la visión
cercana durante tiempos variables por el polvo en suspensión. Las tormentas
de viento huracanado de dirección N-S son frecuentes y dejan su impronta
abatiendo árboles emergentes y abriendo verdaderas picadas en el bosque poco
explotado.
La planicie fue formada por acumulación irregular de sedimentos loessi-
cos, sobre materiales aluviales fi nos (SAGyP-INTA, 1990). Sedimentológica-
mente se distinguen: la llamada llanura chaqueña estabilizada, alta, donde la
acumulación de loess es máxima y las llanuras de derrames, donde el loess se
adelgaza o está ausente. Los suelos del Chaco Semiárido salteño (Aguilera in
litt.) son arenosos, pobres en material orgánico y el loess es una rareza.
Las precipitaciones medias se distribuyen en un gradiente que va desde los
500 a los 600 mm. Las temperaturas máximas extremas son de las más altas de
Sudamérica alcanzando los 52°. La media del mes más cálido es de 27,8 y la
del más frío 15,0. Las medias anuales son de 22° en el norte y 18° en el Chaco
semiárido cordobés y el período libre de heladas tiene una amplitud que va
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de 310 días en Salta, Chaco, Formosa y Jujuy y 270 en el sur de Santiago del
Estero. En teoría por la relación PP/EVT todos los meses del año hay défi cit
de humedad edáfi ca.
Hay especies diagnóstico de franjas de transición al Chaco Subhúmedo
como el quebracho mestizo (Schinopsis heterophylla), la carandilla (T. schy-zophylla), la abundancia del itín o carandá (Propsopis kuntzei) y el algarrobo
paraguayo que es el de crecimiento más rápido de las 11 especies arbóreas argen-
tinas8. La transición de la subregión del Chaco Semiárido a la del Chaco Árido
es notable en Santiago del Estero, allí las especies diagnóstico son dos jarillas
de la ecorregión del Monte (Larrea divaricata y L. cuneifolia) y varios Prosopis arbustivos considerados marginales del Chaco. Como el tentitaco o quentitaco
(Prosopis torquata).
■ PN COPO
El PN se encuentra ubicado en el extremo noreste de la provincia de San-
tiago del Estero, en el Departamento Copo, en el centro del Chaco argentino.
Tiene una superfi cie de 114.250 hectáreas (APN, 2006).
Se declaró Reserva Natural Provincial en 1968, pasó en 1993 a Parque Pro-
vincial y fi nalmente en noviembre de 2000 se sancionó la ley nacional 25.366,
que crea el Parque Nacional. El P.N. COPO está incluido en un solo complejo
llamado de los Antiguos Cauces del Juramento-Salado que se extiende desde la
curva del Juramento-Salado, entre J.V. González y Quebrachal en Salta, como
un embudo que se va abriendo en dirección NNO-SSE y que es uno de los
ejes estructurales del Gran Chaco Sudamericano. Se extiende desde el comple-
jo del Abanico Aluvial Antiguo del Pilcomayo en Paraguay hasta el Complejo
río Dulce en nuestro país. El límite SE del Complejo de los Antiguos Cauces
del Juramento-Salado coincide con otro extenso eje morfoestructural cuyos
rasgos de superfi cie son refl ejo de la estructura de fragmentación del basamen-
to cristalino descrito hace tiempo por geólogos de YPF (Mingramm y Padula,
1955). Se orienta de NNE a SSW y es borde o límite de los complejos Bosques
Subhúmedos Transicionales de Paraguay, y río Pilcomayo, Interfl uvio Bermejo
Pilcomayo, y Teuquito-Teuco-Bermejito (TNC-FVSA, 2005).
8 20 cm de DAP en 10 años, Palacio, E. In litt, 2006.
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El tipo fi sonómico-fl orístico dominante arealmente es el bosque abierto
de quebracho blanco (Aspidorperma quebracho-blanco), quebracho colorado
santiagueño (Schinopsis lorentzii) y mistol (Ziziphus mistol), interrumpido por
pastizales asociados a paleocauces. Los arbustos dominantes son sacha poroto
(Capparis retusa), garabato (Acacia praecox), tala, tala blanca o palo de tin-
ta (Achatocarpus praecox) y molle (Schinus fasciculatus var. arenicola). Protege
fauna de alto valor de conservación por estar amenazada de extinción como el
tatú carreta (Priodontes maximus), el oso bandera (Myrmecophaga tridactyla), y
el águila coronada (Hapyhaliaetus coronatus).Tiene representantes de fauna de valor especial, pues son exclusivos del
Chaco, amenazados o vulnerables a nivel nacional y/o mundial. Existen pobla-
ciones de tatú carreta (Priodontes maximus), oso bandera u hormiguero grande
(Myrmecophaga tridactyla), yaguareté (Leo onca), chancho quimelero (Paracho-reus wagneri). Es probable que las poblaciones de yaguarete no sean lo sufi -
cientemente numerosas como para garantizar la supervivencia de la especie. La
extinción por endocría es probable pero no hay datos cuantitativos al respecto
y cosa parecida ocurre por lo menos con el tatú carreta y el oso hormiguero, el
puma y el guasuncho o sacha cabra. Se han registrado además el quirquincho
(Cahetophractus villosus), el mataco bola (Tolypeutes mataco), el cabasú chaque-
ño (Cabbasous chacoensis), y el gato montés (Oncifelis geoff royi). Con un total
de 34 especies registradas de anuros y reptiles, la tortuga de tierra (Chelonoidis chilensis) representa a este último grupo. Entre las aves, el surí o ñandú (Rhea americana), el carpintero negro (Dryocopus schulzi), el carpintero lomo blanco
(Campephilus leucopogon), la martineta chaqueña (Eudromia formosa), el jote
real (Sarcohamphus papa) y el águila coronada (Harpyhaliaetus coronatus), son
algunas de las más notables. En el interior del Parque habitan animales que
afuera son muy perseguidos como el puma (Puma concolor), la corzuela, el gua-
zuncho o sacha cabra (Mazama gouazoupira), el morito o chancho rosillo (Pe-cari tajacu) y el tapetí (Sylvilagus brasiliensis). Dentro de los cánidos hay zorros
pampa (Dusicyon gymnocercus) y zorro de monte (Cerdocyon thous). El zorrino
(Conepatus sp.) y el hurón menor (Galictis cuja) son los mustélidos registrados.
Entre los reptiles son perseguidos también dos especies de boas: lampalagua
(Boa constrictor occidentalis) y boa arcoiris (Epicrates cenchria alvarezi); y la igua-
na colorada o “caraguay” (Tupinambis rufescens) (Chevez, 2006).
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B.1.1. Complejo antiguos cauces del Juramento-Salado
Tiene una ubicación central en la ecorregión chaco seco, en el sudeste de
Salta, Oeste de la Provincia de Chaco, y Centro y Oeste de Santiago del Este-
ro. En Salta ocupa el centro del departamento de Anta, y el sur de los depar-
tamentos Rivadavia y Orán. En el Chaco cubre gran parte del departamento
Almirante Brown y el sur del departamento General Güemes. En Santiago
del Estero, donde se encuentra su mayor extensión, ocupa la totalidad de los
departamentos Copo y Alberdi, tres cuartas partes del departamento Moreno,
el este del departamento Figueroa y el oeste del departamento Juan. F. Ibarra
(Morello et al., 2008).
Dado que es un complejo tan extenso, presenta gradientes climáticos de
oeste a este y de norte a sur. La franja vecina a las cadenas montañosas, se ve
favorecida por un aumento de las precipitaciones, las que alcanzan valores entre
650 y 900 mm anuales. Las temperaturas son altas si bien un poco atemperadas
con respecto a la llanura chaqueña por la mayor nubosidad y altura sobre el ni-
vel del mar. La media del mes más cálido es de más de 27 °C y la del mes más
frío de 14 °C en el Norte y 25 °C y 12 °C, respectivamente, en el sur. Desde los
64° de longitud W, hacia el oriente, donde no hay infl uencia de montañas, las
lluvias oscilan entre 420 y 550 mm anuales que se concentran entre noviembre
y abril. En la zona de llanuras el clima presenta gran uniformidad. Las tempe-
raturas máximas extremas son de las más altas registradas en el subcontinente:
48,9 °C. La temperatura media del mes más cálido es de 28,8 °C y 16,6 °C, para
el mes más frío en el Norte, y 27,7 °C y 13,3 °C en el Sur. Todos los meses tie-
nen défi cit teórico-climático de humedad edáfi ca. El clima es considerado como
subtropical continental semiárido. La evapotranspiración es acentuada lo que
impide la práctica de agricultura sin riego o de secano (Morello et al., 2008).
En el oriente salteño, el clima se caracteriza por su irregularidad y defi cien-
cia hídrica: a) los promedios de lluvia anual de 600 mm a 800 mm en el punto
más lluvioso, b) distribución muy desigual, con precipitaciones de alrededor
de 100 mm en los meses estivales y menos de 15 mm en el invierno, c) fuerte
irregularidad en los eventos de lluvias (Morello et al., 2008).
Hacia el este, presenta un tipo climático Subtropical continental. La preci-
pitación media anual va de 600 a 800 mm. La temperatura media del mes más
cálido es de 27,5 °C y la del mes más frío (julio) 15,2 °C. El índice hídrico es
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semiárido. La precipitación oscila entre 550 y 500 mm, la temperatura media
anual entre 21 y 22°; la temperatura media del mes más frío oscila entre 5,5 y
6°, mientras que la del más caliente es de 28,5 °. El período libre de heladas es
de 300 a 320 días por año y la humedad relativa media de 58 a 65% (Morello
et al., 2007).
En cuanto a las geoformas la estrecha franja occidental vecina a la zona
montañosa, está formada por la acumulación de material eólico loéssico, sobre
depósitos coluvio-aluviales. La topografía varía desde el microrrelieve liso hasta
muy quebrado por la presencia de una intrincada red de cauces lineales, anti-
guos meandros y bañados; o también con abundantes cubetas o depresiones
que actúan como colectoras del agua de lluvia. Hay áreas con drenaje impedi-
do, áreas de divagaciones meándricas, y cauces en distintas etapas de abandono
(Morello et al., 2008).
La llanura de este complejo es una planicie relativamente uniforme, forma-
da por la acumulación irregular y discontinua de sedimentos loéssicos sobre
materiales aluviales fi nos. Presenta un gradiente muy bajo, y su continuidad es
interrumpida por la presencia de grandes ríos alóctonos como el Juramento-
Salado que disectan la gran llanura defi niendo los únicos elementos de relieve:
las barrancas con resaltos en tramos superiores a los 10 metros.
Hacia el oriente, se encuentra una antigua fosa tectónica, con tres escalones
hacia el oeste, que recibió depósitos aluviales pampeanos del Pleistoceno. Exis-
ten cursos abandonados o inactivos (ríos muertos), cubiertos por pastizales pero
la red de drenaje está bien organizada. Este sistema fl uvial del río Juramento está
formado por ríos que interrumpieron su evolución en una etapa en que recién
comenzaban su actividad lateral, debido a esto no hay o hay muy pocos mean-
dros. La red de avenamiento inactiva de antiguos cauces sinuosos con meandros
descogotados, a veces con paleo madrejones otras con ríos secos, indican migra-
ción de cauces y transfl uencias como ocurre hoy en el Chaco Húmedo.
Las características generales de los suelos de este complejo son: texturas
predominantemente limosas, buen drenaje, poco desarrollo y pobres en ma-
teria orgánica. Es posible encontrar sales y yeso. En los paleovalles y los suelos
corresponden a los de una llanura interfl uvial, hacia el este el potencial edáfi co
es complejo, ya que existen áreas con texturas fi nas y áreas con texturas grue-
sas. Los suelos dominantes en la franja occidental cercana a las zonas monta-
ñosas: Argiustoles údicos, Haplustoles údicos y Haplustoles énticos para los
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lugares mejor drenados. En áreas de bañado, derrames y de infl uencia del
desague natural se encuentran Argiustoles ácuicos, Haplustalfs vérticos, Na-
trustalfs ácuicos (Morello et al., 2008).
Los suelos en los bordes occidental y oriental de la unidad, en contacto con
las zonas montañosas y el complejo Chaco subhúmedo central son Argiustoles
údicos, Haplustoles típicos, Haplustoles énticos y Haplustalfs vérticos. En la
parte central del chaco semiárido se encuentran Haplustoles típicos, Haplus-
toles arídicos, Ustifl uvents típicos y Haplustalfs arídicos. En las llanuras de
derrame de todo el complejo se encuentran Haplustalfs vérticos, Natracualfs
salorthídicos y Ustifl uvents ácuicos (Morello et al., 2008).
El paisaje refl eja una extensa superfi cie boscosa, cuya continuidad es muy
afectada por el patrón topográfi co. Los ríos muertos (locamente llamadas “ca-
ños”), están en parte colmatados de sedimentos arenosos y cubiertos de pas-
tizales, sabanas y arbustales. Los tipos de vegetación incluyen a) bosque alto
cerrado, b) sabana mixta, c) sabana arbustiva, d) pastizal en caños. En los
derrames anegables se encuentra el fachinal (formación con abundancia de
arbustos espinosos dominantemente microfi los) (Morello et al., 2007).
El tipo de bosque predominante es el de bosques xérofi ticos de las llanuras
aluviales antiguas, que son bosques bajos con dosel denso de 5-7 m y emergen-
tes dispersos irregularmente que alcanzan los 15-20 m de altura. Estos bosques
xerofíticos, constituyen la vegetación climáxica zonal de los suelos mediana-
mente drenados hasta algo imperfectamente drenados, con texturas dominan-
tes desde franco-limosas, franco-arcillosas a areno-limosas y limo-arcillosas.
Tales bosques ocupan grandes extensiones, representando la matriz del pai-
saje. Las especies diagnósticas son Aspidosperma quebracho-blanco, Ruprechtia trifl ora, Schinopsis quebracho-colorado, Ceiba insignis, Capparis speciosa, C. re-tusa, C. salicifolia, Ziziphus mistol, Stetsonia coryne, Cereus forbesii, Quiabentia verticillata, Celtis chichape, C. pallida, Ximenia americana var. argentinensis, Castela coccinea, Browningia caineana, Acacia praecox, Cleistocactus baumannii, Arrabidaea truncata, Maytenus spinosa, Monvillea cavendischii, Gymnocalycium mihanovichii, Agonandra excelsa, Bougainvillea praecox, B. campanulata, B. in-festa, Bromelia serra, B. hieronymi, B. urbaniana, Dyckia ferox, Caesalpinia pa-raguariensis, Harrisia pomanensis subsp. pomanensis, Prosopis kuntzei.
En los paleocauces colmatados de los ríos principales se desarrollan pasti-
zales y sabanas arboladas abiertas. Los pastizales y sabanas tienen proporcio-
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nes variables de herbáceas, matorrales, arbustos y árboles, sobre suelos bien
drenados de texturas medias hasta algo arenosas. Las especies diagnósticas son
Schinopsis heterophylla, Jacaranda cuspidifolia, Astronium fraxinifolium, Ma-clura tinctorea subsp mora, Celtis iguanea, Phyllostylon rhamnoides, Capparis tweeddiana, Erythroxylum cuneifolium, Achatocarpus praecox, Acacia aroma, Elionurus muticus, Pappophorum sp, Aristida adsencionis, Senna chloroclada, Acacia praecox, Pterogyne nitens.
Son frecuentes los grandes parches de pastizales pirógenos y arbustales secun-
darios, generados por grandes incendios forestales que afectaron básicamente al
bosque xerofítico de llanuras aluviales antiguas ya descripto, dando lugar a un
amplio espectro de estadios sucesionales. La primera fase corresponde a pastiza-
les formados por las especies herbáceas del sotobosque del quebrachal original:
pasto crespo (Trichloris crinita y T. plurifl ora), sorguillo (Gouinia paraguayensis y
G. latifolia) y colas de zorro (Setaria sp.). A medida que avanzan los estadíos su-
cesionales, va incrementándose el número de leñosas y su cobertura. En las fases
más tempranas de ocupación por leñosas predominan la brea (Cercidium prae-cox), los aromitos (Acacia aroma) y la tusca (Acacia praecox). En los estadíos más
avanzados aparecen mistol (Ziziphus mistol), guayacán (Caesalpinia paraguarien-sis) y los quebrachos (Schinopsis lorentzii y Aspidosperma quebracho-blanco).
Se encuentran también áreas con vegetación arbustiva y arbórea semia-
bierta a semicerrada dominada por leñosas espinosas y sufrútices formando
un mosaico irregular. Se agrupan en el tipo Bosques Secundarios Xéricos y se
originan a partir del bosque nativo por acción humana mediante el fuego y el
uso ganadero excesivo. Las especies dominantes son poco palatables o tóxicas
para el ganado, y tolerantes o resistentes al fuego. Las especies más frecuen-
tes son Acacia furcatispina, A. aroma, Cercidium praecox ssp. praecox, Chloro-leucon chacöense, Opuntia quimilo,Castela coccinea, Stetsonia coryne, Mimosa detinens,Opuntia retrorsa, Senna chloroclada Capparis speciosa, Piptadeniopsis lomentifera.
En los suelos mal drenados aparecen bosques bajos y arbustales con dosel
denso de 3-6 m y emergentes dispersos de 10-16 m de altura, que constituyen
la vegetación climáxica de los suelos mal drenados con texturas arcillo-limosas,
a menudo de carácter vértico y con microrelieves gilgai. Estas áreas pueden
resultar anegadas temporalmente de forma somera en época de lluvias. En zo-
nas bien conservadas, la altura de la formación disminuye cuanto mayor es la
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proporción de arcillas compactas en el suelo y con la mayor aridez del clima.
Las especies diagnósticas son: Bulnesia sarmientoi, Schinopsis quebracho-colora-do, Aspidosperma quebracho-blanco, Aspidosperma triternatum, Tabebuia nodosa, Cordia bordasii, Erythroxylum patentissimum, Acanthosyris falcata, Calycophy-llum multifl orum, Trithrinax schyzophylla, Prosopis nuda, Prosopis rojasiana, Pro-sopis elata, Ruellia coerulea, Rojasia gracilis, Cestrum guaraniticum, Quiabentia verticillata, Opuntia quimilo, Stetsonia coryne.
A lo largo de los cauces intermitentes (cañadas y quebradas) arreicos o
semi-endorreicos, como en los márgenes de las depresiones fl uvio-lacustres y
lagunillas estacionales de aguas no salinas, se encuentran los bosques higrofí-
ticos, que se anegan sólo temporalmente de forma somera, pudiendo aprove-
char el resto del año niveles freáticos difusos poco profundos. Generalmente
están dominados por el árbol Geoff roea striata o por el palo blanco (Calyco-phyllum multifl orum), Geoff roea spinosa, G. decorticans, Tabebuia nodosa, Coc-coloba guaranitica, C. hassleriana, Byttneria fi lipes, Calycophyllum multifl orum, Chomelia obtusa, Lycium nodosum, Casearia aculeata, Pisonia zapallo var. zapa-llo, Prosopis alba, Parkinsonia aculeata, Maclura tinctorea subsp. mora.
En los suelos mal drenados hasta estacionalmente anegados de carácter
algo salobre hasta moderadamente salino también se desarrollan arbustales
secundarios, que se desarrollan por fuego, tala y sobrepastoreo. Incluye varias
asociaciones con diferente composición fl orística en función del grado de dre-
naje, anegamiento y salinidad de los suelos. Las asociaciones dominadas por el
vinal (Prosopis ruscifolia) son de carácter invasivo, extendiéndose rápidamente
en zonas perturbadas con mal drenaje. Las especies más comunes son: Prosopis ruscifolia, P. nigra, Acacia caven, Opuntia cardiosperma, O. anacantha, O. qui-milo, Eupatorium christieanum, Heimia salicifolia, Parkinsonia aculeata, Cereus forbesii, C. stenogonus, Stetsonia coryne, Solanum glaucophyllum, Celtis pallida, C. chichape, Acacia aroma, Vallesia glabra, Grabowskia duplicata.
Finalmente, en las depresiones inundables por aguas de lluvia o en llanu-
ras de inundación por desborde fl uvial, con suelos de texturas fi nas arcillo-
limosas, ricos en bases de cambio y a menudo algo salobres, se encuentran los
Palmares inundables, que en estado poco intervenido, constituyen bosques
semidensos a semiabiertos, dominados por la palma carandá (Copernicia alba) con la que se asocian diversas especies de árboles y arbustos higrófi los. En
la mayor parte de su área de distribución, estos palmares boscosos han sido
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transformados en sabanas palmares por acción del ganado y del fuego ya que
el carandá es “piro” persistente y sobrevive a frecuentes incendios. Las especies
diagnósticas son: Copernicia alba, Microlobius foetidus subsp. paraguensis, Aca-cia monacantha, Lonchocarpus fl uvialis, Coccoloba paraguariensis, Combretum lanceolatum, Sphinctanthus microphyllus, Sphinctanthus hasslerianus, Prosopis vinalillo, P. elata, P. ruscifolia, P. chilensis, P. nigra, Tabebuia nodosa, Parkinso-nia aculeata, Pennisetum frutescens, Acacia caven, Panicum prionitis, P. trichan-thum, Sporobolus phleoides, Gouinia paraguayensis, Schizachyrium condensatus, Heteropogon contortus, Eupatorium spp., Lycium spp., Solanum spp.
Los pulsos naturales incluyen incendios y pastoreo. El fuego es un ele-
mento modelador muy importante en la zona; puede ser de origen antrópico
inducido con el objetivo de obtener rebrotes verdes tiernos y eliminar garra-
patas facilitando el engorde rápido vacuno y caballar. La excesiva utilización
de este elemento sumado al sobre pastoreo puede ocasionar modifi caciones
profundas tanto a nivel de comunidades como de fi sonomías vegetales. Los
incendios han dejado cicatrices donde a veces aparece muerto el conjunto de
árboles que formaban el dosel y fi sonómicamente es un pastizal con troncos
muertos emergentes; en otros casos, sobre una densa matriz de arbustos emer-
gen árboles muertos en pié. Es uno de los complejos casi totalmente libre de
anegamientos extensos y el impacto natural fundamental son los incendios. La
presión de pastoreo origina cambios en las bioformas dominantes de pastos
a arbustos, de arbustos dispersos a concentrados, de formación de parches en
manchones dominados por arbustos y árboles invasores (como vinal) en áreas
muy degradadas (Morello et al., 2008).
En la unidad se desarrollan ganadería bovina y caprina extensiva sobre pas-
tos naturales y recientemente desmonte para cultivo de oleaginosas.
■ Sistemas ecológicos
La información a nuestra disposición permite identifi car más de un tipo de
tierra, pero todos incluidos en un único sistema ecológico.
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B.1.1.1. Sistema ecológico Quebrachal de planicies altas
Geomorfológicamente funciona como una gran llanura interfl uvial consti-
tuida por depósitos aluviales pampeanos donde dominan los limos loessoides.
Las geoformas suavemente onduladas incluyen depresiones alargadas llamadas
localmente “bajos” con vegetación boscosa o de sabana con quebracho colora-
do y blanco y con ausencia o escasez de cactáceas y presencia de leñosas como
el chañar (Geoff raea decorticans) y el palo cruz (Tabebuia nodosa). Los suelos
tienen áreas donde dominan las texturas fi nas ocupados fundamentalmente
por bosques y de textura gruesa donde la matriz original es o fue de pastizal.
Son suelos pardo o castaño, pobres en materia orgánica, bien provistos de nu-
trientes minerales y susceptibles de erosión (INTA, 1982).
Los vientos producen descalzamiento lento de leñosas de áreas sobrepasto-
readas y la erosión eólica aparece actualmente como fundamental.
En la década del 70 los bosques y pastizales pirógenos se describieron en
base a los censos del Plan de Estudios Fitoecológicos del Chaco Argentino
(EFECHA) del CNRS de Francia y la Facultad de Ciencias Exactas y Natu-
rales de la UBA primero y el INTA después, y existen trabajos recientes de
Estudios de Base del PN Copo. Adoptamos las unidades del trabajo de “Línea
de Base de APN” por ser reciente y sobre todo porque el Plan EFECHA censó
en el entorno y no en el interior del PN. Según la defi nición propuesta para
tipos de tierra los pastizales por fuego serían etapas sucesionales o fases de los
tipos de tierra restantes.
■ Tipos de tierra
Los componentes de mosaicos de paisaje o tipos de tierra que se identifi can
son:
B.1.1.1.a. Arbustales de paleocauces colmatados: están ocupados por
pastizales dominados por espartillo o aibe (Elionurus muticus), poblados de ar-
bustos cuando no hay infl uencia reciente de fuegos. Los paleocauces son muy
angostos, del orden de los 100 m de ancho, y están separados por distancias de
500 a 5.000 m unos de otros.
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B.1.1.1.b. Bosques de interfl uvios: se desarrollan sobre dos formas de
relieve plano convexas pero no siempre evidentes:
– i) Bosque cerrado de dos quebrachos: angostos paleoalbardones con re-
lieve levemente convexo cuya vegetación dominante es un bosque relati-
vamente denso de quebracho colorado santiagueño y quebracho blanco,
y domina en los interfl uvios al norte y sur del PN Copo.
– ii) Bosque abierto de dos quebrachos: interfl uvios de relieve plano, o
suavemente cóncavo, de 1 a 5 km de ancho. Predominan quebrachales
generalmente más laxos, con mayor dominancia de quebracho blanco
que de santiagueño, y presentan depresiones ocupadas por guayacán y
algarrobos. Este bosque abierto, posee importante área basal de Cappa-ris retusa, y menos importancia de quebrachos. Parece dominar en los
interfl uvios centrales del PN.
B.1.1.1.c. Fachinales y arbustales con quimil: es una unidad muy hete-
rogénea, no constituye una unidad de vegetación sino de cobertura, resultado
de diversos usos sobre el bosque de interfl uvios. Se observa suelo desnudo,
árboles aislados, predominio de arbustos y abundancia de quimiles.
B.1.1.1.d. Pastizales por fuego de dirección norte sur: elementos perió-
dicos. El fuego genera unidades fi sonómicas de pastizal, pero de dirección cla-
ramente N-S, dada por una fuerte vinculación de los incendios forestales con
los momentos de manifestación del “Viento Norte”, fuerte, caluroso y dese-
cante. La composición específi ca de estos pastizales difi ere de los paleocauces,
ya que están dominados por especies del estrato arbustivo del quebrachal (Tri-chloris, Gouinia, Setaria). Cuando la lengua de fuego atraviesa un paleocauce,
éste mantiene su cobertura de Elionurus sp.
■ Comentarios fi nales
Hemos descrito el diseño y la organización jerárquica de paisajes que el
GEPAMA propuso a la APN para ser usado como clasifi cación de ambientes
en todo el país con fi nes de manejo de áreas protegidas para conservación de
la biodiversidad. Independientemente al enfoque metodológico, se destacan
los procesos de transformación que operan en las dos ecorregiones analizadas:
Chaco Seco y Húmedo.
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Concluimos que el sobrepastoreo y los incendios han rediseñado los ecosis-
temas manteniéndolos en un proceso de cambio espacial y temporal constan-
te. Cada etapa o fase tiene una biota propia y es distinta en cada componente
del relieve.
La dinámica de la evolución de la biota es el eje de análisis de los procesos
de cambio. Finalmente en el Chaco Húmedo el efecto del sobrepastoreo es
menos traumático y las inundaciones presionan a los ecosistemas con igual o
mayor intensidad que los incendios.
Cada unidad jerárquica (ecorregión, subregión, complejo de ecosistemas,
sistemas ecológicos, tipos de tierra y fase) es tratada articulando relaciones en-
tre el clima, las geoformas, el suelo y la biota lo que permite no solo dar iden-
tidad a cada unidad de paisaje, sino valorar procesos de restauración natural
de ecosistemas modifi cados.
No se tratan los sistemas urbanos ni los cultivos pero si los indicadores de
cambio por uso y sobreuso del bosque y el pastizal nativo concluyendo que los
bosques climáxicos son de alta resiliencia, siendo muy escasas las invasiones de
leñosas exóticas en la masa de nativas. Por el contrario, los pastizales son ecosiste-
mas frágiles sujetos a invasión de malezas herbáceas y leñosas. El pastizal arbusti-
fi cado domina arealmente y se conserva solamente en los paleocauces de la Eco-
rregión Chaco Seco y en las cañadas y bordes de esteros en el Chaco Húmedo.
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COMPORTAMIENTO DE HELIÓFITAS Y SOMBRÍVORAS EN EL DESARROLLO SUCESIONAL DEL BOSQUE DEL CHACO HÚMEDOCarlos A. Gómez y Sebastián M. Kees
■ Introducción
Consideraciones generales
La mayoría de los tipos de vegetación están sujetos a cambios temporales
tanto en su composición como en la importancia relativa de las formas de vida.
Estos cambios pueden ser clasifi cados en dos grandes categorías, sucesionales y
cíclicos. Durante los cambios sucesionales existe una modifi cación progresiva
en la estructura y composición específi ca de la vegetación, mientras que en los
cambios cíclicos tipos similares de vegetación ocurren en el mismo lugar en
intervalos de tiempo.
La vegetación a lo largo del tiempo sufre cambios tanto en su composición
fl orística como en la importancia relativa de sus especies ya sea en términos de
abundancia, cobertura, frecuencia, etc.
Los cambios pueden ser cíclicos cuando hay una secuencia recurrente de
poblaciones específi cas en un sitio determinado, pudiendo distinguirse dis-
tintas fases, cada una marcada por la dominancia de una o varias especies o
cambios unidireccionales que culminan en una comunidad estable y en equi-
librio con el clima (Clements, citado por Boccanelli y Lewis, 2006). Las etapas
de estos cambios unidireccionales se denominan etapas serales y en conjunto
forman lo que se llama sucesión vegetal. La etapa fi nal estable a la que tienden
es la clímax.
Si la sucesión ocurre sobre un área desnuda donde nunca hubo vegetación
se la denomina sucesión primaria y si ocurre en áreas que alguna vez han te-
nido vegetación y esta ha sido removida se la denomina sucesión secundaria
(Odum, citado por Boccanelli y Lewis, 2006).
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Comportamiento de heliófitas y sombrívoras en el desarrollo sucesional del bosque del Chaco húmedo
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La sucesión puede obedecer a cambios inducidos por la misma vegetación,
en cuyo caso se trata una sucesión autogénica o puede obedecer a cambios no
inducidos por la vegetación sino a factores ajenos a ella, denominándose en
este caso sucesión alogénica (Tansley, citado por Boccanelli y Lewis, 2006).
Para Clements (citado por Walker, 2005), la sucesión ecológica es un pro-
ceso mediante el cual las comunidades ecológicas se auto organizan pasando
una serie de fases dinámicas que hace evolucionar a todo el ecosistema hasta
el estado de Clímax, en el que el ecosistema en su conjunto es lo más efi ciente
posible en términos de la relación uso de recursos/producción de biomasa.
Aunque descrito así el proceso puede parecer determinista (una comunidad
evolucionará siempre hacia la sucesión clímax), el tema no es tan simple y
como siempre cabe revisar la defi nición desde el punto de vista dinámico.
Margalef (citado por Walker, 2005) propone la introducción de elementos
que consideran dichos factores cuando habla de la sucesión como el proceso con-
tinuo de activación y desactivación de especies que confi guran en cada momento
una comunidad determinada. Esta selección continua de especies va desplazan-
do al ecosistema hacia fases más avanzadas que se caracterizan por una mayor
efi ciencia energética y una reducción del nivel de entropía del sistema.
Existen dos teorías principales sobre sucesión:
Una de ellas habla de la existencia de tres secuencias (seres) principales: ● Hidrosere (a partir de agua dulce). ● Halosere (a partir de agua salada). ● Xerosere (a partir de roca expuesta).
Toda sucesión eventualmente converge en una sola formación que está en
armonía con el clima: clímax. Esta teoría expresada por Clements (1932) se
denomina Monoclímax.
En cambio, hay otra teoría que dice que bajo un mismo clima pueden existir
varias formaciones que alcancen una etapa clímax y que factores ambientales o
disturbios recurrentes pueden evitar la convergencia hacia un solo clímax: ● Fuegos: piroclímax. ● Suelos: edafoclímax. ● Animales: bioclímax.
Esta teoría se denomina Policlímax (Burrows, 1990 citado por Walker 2005).
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Carlos A. Gómez y Sebastián M. Kees
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■ Clasifi cación de las especies según su papel en la sucesión
Según Serrada (1995) las plantas pueden ser: ● Edifi cadoras: clasifi cadas en la estrategia “r” (r-seleccionadas), son frugales,
poco longevas, de diseminación abundante, gran facilidad de germina-
ción. Inician el aporte de materia orgánica al suelo (gramíneas anuales). ● Conservadoras: (con muchas características que responden a una selec-
ción r) son frugales, mayor longevidad, poseen potentes sistemas radica-
les por lo que son vivaces y casi siempre leñosas. Tienden a formar masas
monespecifi cas y ocupar todo el espacio. Mantienen una gran facilidad
de regeneración por semilla (cantidad, calidad y dispersión) y sus plán-
tulas resisten la insolación directa. ● Consolidadoras: (k-seleccionadas), son menos frugales que las anteriores
por los que mejoran las condiciones edáfi cas. Son leñosas, muy longevas,
sus plántulas no resisten la insolación directa. Son especies asociadas a las
comunidades climácicas. ● Neutras: son especies que no infl uyen en el proceso, porque su presencia
siempre es escasa y dispersa. Son especies no sociables. ● Destructoras: especies que excluyen o retardan la incorporación de otras
especies. Incluye especies con alelopatías o algunas pirófi tas.
■ Situación actual de los bosques del Chaco húmedo
El Gran Chaco Americano abarca más de 1.000.000 km2 de superfi cie,
extendiéndose por los territorios de la Argentina, Paraguay, Bolivia y Brasil.
La porción situada en la República Argentina es una formación que alterna es-
pacios arbolados con espacios habitados por arbustos leñosos y plantas herbá-
ceas y se conoce con los nombres de Región Chaqueña o Llanura Chaqueña.
Admite, además, otros nombres asociados al punto de vista fi togeográfi co; así
Cabrera (1976) denomina a esta porción como Provincia Chaqueña, mientras
que Parodi, la denomina Parque Chaqueño. El territorio de la provincia del
Chaco pertenece por completo al Parque Chaqueño (Ministerio de la Produc-
ción de la provincia del Chaco, 2007).
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La provincia del Chaco posee una superfi cie de 99.633 km2. Según el In-
ventario Forestal de esta provincia (2005), de las aproximadamente 10 mi-
llones de ha, cerca el 50 % (4,9 millones de ha) todavía están cubiertas con
bosque nativo; 3,6 millones de ha forman parte del Chaco semiárido y 1,3 mi-
llones del Chaco húmedo.
El clima puede considerarse del tipo subtropical, con vientos húmedo pro-
venientes del Océano Atlántico que determina que el sector oriental reciba un
nivel mayor de precipitaciones y, en consecuencia, que resulte más húmedo
que la porción occidental, la que muestra una marcada estación seca en el
invierno. Los niveles promedios de precipitaciones alcanzan los 1.300 mm
anuales hacia el este, y 650 mm anuales hacia el oeste. El carácter desigual de
las precipitaciones entre el Este y el Oeste permite dividir a la región en dos
subregiones: húmedo y semiárido (Ministerio de la Producción, 2005).
Existe una alta concentración de la superfi cie forestal en la ecoregión se-
miárida, donde la cobertura forestal presenta bastante continuidad. En la eco-
región húmeda, se observa una gran fragmentación de la cobertura forestal
infl uenciada, en parte, por el relieve.
Los bosques cumplen una función esencial de protección de otros recursos
naturales como: suelos, protegiéndolos de la erosión y la fl ora y la fauna silves-
tre asociadas a la estructura boscosa. Es de suma importancia y relevancia la
función de los ecosistemas boscosos en el resguardo de la biodiversidad, ya que
las distintas formas de vida ayudan a mantener el equilibrio físico y químico
de la superfi cie terrestre.
Según un estudio realizado por la Red Agroforestal Chaco Argentina (1999),
el estado de los recursos naturales manifi esta tendencias preocupantes debido a
las actuales políticas económicas, sociales y ambientales, vinculadas a áreas bos-
cosas nativas. El mismo estudio establece que los principales problemas son: au-
mento de áreas agrícolas en secano de medianas y grandes empresas con produc-
ción y tecnología tradicional, en detrimento con el bosque nativo y de relativo
valor social y económico regional; importantes pérdidas de bosques y pastizales
debido al mal manejo y altas frecuencias de incendios por la escasa prevención
e inadecuadas prácticas de quema de pastizales.
Por ser preponderantemente extractiva y selectiva sin un plan de manejo
forestal, la industria forestal ocasiona un paulatino empobrecimiento de las
masas boscosas. El mal manejo del ganado, aumenta aún más la degradación
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del bosque nativo, generando peladares y pérdida de la regeneración por el
ramoneo de los renuevos por parte de los animales. (Red Agroforestal Chaco
Argentina, 1999).
■ El estado actual de los bosques
Proceso de degradación
La gran mayoría de los bosques de la provincia del Chaco ya han sido al-
guna vez explotados. En la práctica, el aprovechamiento consiste en la extrac-
ción de los mejores individuos frecuentemente incluso sin respetar el diámetro
mínimo de corta. Según Brassiolo (1997), debido a la explotación forestal, se
observa un importante aumento de la participación de las especies secundarias
en la estructura del bosque.
La explotación del recurso, en combinación con el silvopastoreo, ha lle-
vado a una degradación de los bosques a diferentes niveles. Dependiendo del
ritmo y de la intensidad de las explotaciones anteriores resulta:
– una superfi cie prácticamente desarbolada sin potencial para un manejo fo-
restal (excepto para reforestaciones) o,
– un bosque degradado que todavía presenta un potencial para un manejo.
■ Presencia de especies según valor comercial y estado de madurez
Presencia de especies y su valor comercial
La mezcla de especies de alto valor comercial con especies de limitado o
nulo valor comercial es una característica típica de cualquier bosque nativo.
Esta característica es todavía más pronunciada en bosques explotados. La Ta-
bla 1 muestra la presencia de especies a nivel provincial.
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Comportamiento de heliófitas y sombrívoras en el desarrollo sucesional del bosque del Chaco húmedo
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Como se observa en la Tabla, la mayoría de las especies que actualmen-
te poseen un elevado valor comercial (algarrobo, lapacho, quebracho colorado
chaqueño), estaban presentes en menos del 20 % de las parcelas de inventario.
Por otro lado, las especies con mayor presencia son las características del Chaco
semiárido (quebracho colorado santiagueño y quebracho blanco), de las cuales
solamente el quebracho colorado tiene un elevado valor comercial actual.
Este resultado del inventario por un lado muestra claramente el proceso de
degradación del recurso forestal. Por otro lado, muestra que las especies de valor
todavía están presentes lo cual defi ne la necesidad de incorporar pautas de ma-
nejo enfocadas a aumentar la participación de las especies valiosas en el bosque.
Estado de madurez
Para el futuro manejo tiene mucha importancia el estado de madurez de
los árboles que forman el bosque. La Tabla 2 refl eja la existencia de árboles y el
TABLA 1. Presencia de especies arbóreas agrupadas según valor comercial.
Presencia de especies a nivel provincial
Clase
de PresenciaEspecie de alto valor comercial
Especies de valor
comercial limitado
Muy bajapresente en menos del 5 % de
las parcelas inventariadas
Mora amarilla, Urunday,
Viraró, Ibirá pita guazúAlecrín
Bajapresente en 5 a 10 % de las
parcelas inventariadas
Lapacho negroEspina corona, Palo piedra,
Palo lanza
Media Bajapresente en 10 a 20 % de las
parcelas inventariadas
Guayacán, Quebracho colorado
chaqueño Algarrobo blanco
y negro, Palo santo
Guaraniná, Francisco Álvarez,
Ibira puita-í
Media Altapresente en 20 a 40 % de las
parcelas inventariadas
Guayaibí, Itín
Altapresente en 40 a 60 % de las
parcelas inventariadas
Quebracho colorado
santiagueño
Muy Altapresente en más que 60 % de
las parcelas inventariadas
Quebracho blanco
Fuente: Ministerio de la Producción del Chaco (2007).
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volumen de fuste en relación con la madurez, defi nida en este caso por la clase
diamétrica a la que pertenecen.
Como se puede observar en la Tabla 2 la gran mayoría de los individuos
están concentrados en las clases diamétricas inferiores, lo cual es una caracte-
rística típica de los bosques nativos. Este elevado número de individuos jó-
venes representa el potencial futuro del bosque. Con el volumen ocurre dife-
rente: árboles mayores de 30 cm de diá mtero representan con 24 árboles por
hectárea el 17 % de la cantidad total, pero la mitad del volumen de fuste. Los
árboles con diámetros mayores de 40 cm, los cuales pueden ser considerados
como “maduros” representan menos del 10 % en términos de cantidad de in-
dividuos, pero casi el 30 % del volumen. Extraer este volumen de los bosques
es recomendado por diferentes autores que concuerdan en la necesidad de
disminuir el área basal en bosques nativos por medio de aprovechamientos
(Gómez et al.., 2005; Grulke, 1998 y 2003).
Resumiendo se puede decir que en cuanto al volumen de árboles maduros
todavía existe un buen potencial para un manejo futuro de los bosques nati-
vos de la provincia del Chaco. Sin embargo, el valor de un bosque no consiste
solamente en el volumen sino también en la calidad de los árboles.
Aún considerando el avance de la frontera agropecuaria, el bosque nativo
de la provincia del Chaco es capaz de proveer con madera a la industria foresto-
industrial, la cual necesita alrededor de 4 millones de metros cúbicos de madera
al año sin embargo, este abastecimiento sustentable de la industria requiere el
manejo de los bosques.
Del análisis del inventario forestal provincial se puede concluir que la pro-
vincia del Chaco todavía está a tiempo para comenzar con la correcta planifi ca-
TABLA 2. Cantidad de árboles y volumen de fuste en relación con la madurez
Cantidad de árboles y volumen
Clase diamétrica(cm)
Cantidad de árboles Volumen de fuste
n/ha (%) m3/ha (%)
10-19,9 86 60 5,4 25
20-29,9 33 23 5,4 25
30-39,9 15 10 4,9 23
40-49,9 7 5 3,6 17
+50 2 2 2,2 10
Fuente: Ministerio de la Producción del Chaco (2007).
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Comportamiento de heliófitas y sombrívoras en el desarrollo sucesional del bosque del Chaco húmedo
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ción del uso futuro de su recurso forestal. Si ahora se comienza con el manejo
de este recurso, no son necesarias medidas costosas de recuperación de bosques
totalmente degradados como pueden ser plantaciones forestales. De lo contrario,
siguiendo con una explotación forestal abusiva y no tomando las medidas necesa-
rias que aseguren la productividad futura de los bosques, se agotará el recurso y no
será posible a largo plazo seguir abasteciendo la industria foresto-industrial con
materia prima proveniente de la provincia (Ministerio de la Produccion, 2007).
Probable evolución de la Hidrosere chaqueña
Para Valentini (1978), las etapas principales de la Hidrosere, en las con-
diciones actuales, son como etapa inicial la del estero que se determina por
la presencia de agua prácticamente durante todo el año; en años muy secos
puede llegar a secarse, pero solamente durante unos pocos días. En los meses
de verano permanece con la máxima cantidad de agua, pues las lluvias en la re-
gión son estivales. Los suelos son impermeables, arcillosos y pesados. En ellos
se deposita materia orgánica proveniente de la vegetación que se desarrolla en
esteros, y del arrastre que producen las lluvias torrenciales en las zonas altas.
En los esteros se desarrolla un tipo de vegetación característica, constituida por
plantas acuáticas de buena calidad forrajera siendo la presencia del agua en es-
tas áreas, favorable para el desarrollo de la ganadería.
En los meses de invierno, por ser las zonas más bajas conservan humedad
sufi ciente para permitir el desarrollo de un tipo de vegetación que es comida
por los animales, y por lo tanto su capacidad ganadera abarca todo el año. El
tipo de vegetación de los esteros está condicionada a su profundidad, observán-
dose la distribución de las especies vegetales, de acuerdo con esta. Estos esteros
se encuentran rodeados por zonas menos bajas inundables durante el período
de las lluvias, pero que se encuentran secas durante el invierno. Reciben el
nombre de cañadas. La vegetación que las caracteriza es la de pajonal alto (pajas
duras conocidas con el nombre de pajonales). Esta etapa de la Hidrosere puede
faltar, pasándose del estero directamente al espartillar, en absoluta dependencia
con la topografía del suelo (suelos más altos).
En las cañadas se observa la presencia de Palmas y algunas colonizadoras,
solo en los lugares más altos y muy raramente creciendo sobre algunos tacurúes.
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A la etapa de pajonal, que caracteriza a las cañadas descriptas, sigue la etapa
de los espartillares. Estos constituyen los campos de buena calidad, y por su
mayor altura el agua permanece en ello solo unos pocos días después de las
lluvias tomando muy poca altura (escasamente 5 cm) cubriendo toda su su-
perfi cie “aguas tendidas”. Es en esta zona donde se desarrolla alguna actividad
agropecuaria ya que es posible el cultivo de especies tales como: sorgo, maíz,
algodón, girasol y también algunas forrajeras, pero son suelos de baja calidad
con un horizonte A de poco espesor o ausente; ofrecen algún forraje después
de las quemazones por el rebrote, pero de calidad inferior, siendo las quemas
el principal factor negativo para evolución de la Hidrosere al impedir la im-
plantación de la etapa arbustiva.
En estos espartillares es donde se presenta la invasión de las especies fores-
tales colonizadoras, tales como los algarrobos, aromos, tuscas, ñandubay, que-
bracho colorado, etc., es decir que con la aparición de estas especies forestales
se inicia la etapa de la instalación del monte alto. Las leñosas invasoras prepa-
ran el suelo y regulan las condiciones climáticas extremas (en especial tempe-
raturas), permitiendo la instalación de otras más delicadas como el urunday,
guayaibí, espina corona, lapacho, quebracho blanco, palo lanza, guaranina,
etc. Etapa, que constituye la clímax, y que por tratarse de especies latifoliadas
(muchas de ellas leguminosas) dan lugar a la formación de un suelo forestal de
alta calidad, aportando materia orgánica y sales inmovilizadas en el subsuelo,
que son transportadas a la superfi cie a través de la biomasa aérea que se des-
prende de los árboles como resultado de su actividad biológica.
■ Evolución de las masas forestales
Valentini (1978), estudió la evolución de las masas forestales a través de ex-
periencias y observaciones en la zona sobre biología y fenología de algunas de
las principales especies del Parque Chaqueño húmedo. Relaciona las caracterís-
ticas biológicas con los factores climáticos que afectan a la vegetación forestal,
como ser heladas, golpes de sol, lluvias excesivas, sequías.
De acuerdo con observaciones realizadas, dividió las principales especies en
tres grupos: especies de temperamento robusto o heliofi lo, de temperamento
medio y temperamento delicado.
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Comportamiento de heliófitas y sombrívoras en el desarrollo sucesional del bosque del Chaco húmedo
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– Especies de temperamento robusto, heliófi las, colonizadoras, que requieren
ligera muy ligera protección contra los golpes de sol y las heladas.
– Especies de temperamento medio, es decir las ubicadas entre las coloni-
zadoras del primer grupo y las de temperamento delicado que requieren
protección del monte natural, durante un período que puede variar entre
los tres y cinco años.
– Especies de temperamento delicado que pueden ser afectadas severamente por
las heladas durante los primeros años de vida, entre el tercero y quinto año.
Hampel (1995), realizó un amplio estudio sobre la estructura y dinámica
de la vegetación en bosques húmedos del Chaco (Fig. 1), sostiene que la sus-
titución de especies heliófi tas por especies umbrófi tas es parte de la evolución
natural. En varios bosques de estas características observó una expansión de
especies umbrófi tas. Acota además, que en “bordes artifi ciales” (chacras aban-
donadas, rutas, trazados para líneas eléctricas), incluso en vecindad de bosques
cerrados existe buena regeneración de quebracho colorado, y mejor aún de
urunday, ambas especies heliófi las de alto valor económico.
■ Caracterización biológica de las principales especies arbóreas
Se hace referencia a las especies más representativas de cada grupo ecológico.
Etapa inicial de la sucesiónboscosa con fuerte impacto
de incendios
Impacto decreciente de inundaciones
Impacto decrecientedel fuego
Bosque abierto en sucesiónhacia un bosque cerrado
Regeneración cíclicadel bosque climax
Bosque bajo abierto con predominio decreciente de especies
heliófilas, dos o tres estrator
Bosque alto cerrado conpredominio de especies
umbrófilas, varios estratos
Palmera
CañadaPalmar ¿?¿?
Especies umbrófilas¿?
Figura 1. Dinámica de la vegetación en el Chaco húmedo. Fuente: Hampel (1995).
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Especies de temperamento robusto, heliófi lo
Según Valentini (1978), las especies componentes de este grupo requieren
muy ligera protección contra los golpes de sol y las heladas, que generalmente
logran con la vegetación herbácea natural y los árboles que crecen diseminados
en áreas en vías de regeneración. Se trata de especies que se diseminan por el
viento y/o por los animales.
● Quebracho colorado chaqueño (Schinopsis balansae Engl.)
De acuerdo a Cáceres et al. (2004), la caída de las hojas del quebracho se
produce en la segunda quincena del mes de abril hasta agosto, iniciándose in-
mediatamente la brotación hasta octubre. En diciembre y enero se da la fl ora-
ción, en cambio fructifi cación y maduración de los frutos en enero y febrero.
La diseminación se da durante todo el mes de febrero.
Los bordes de monte, espartillares, ofrecen condiciones favorables para la
instalación de quebrachales donde los brinzales encuentran sufi ciente protec-
ción para su desarrollo.
Para Wenzel (1997), esta especie no se regenera dentro del bosque alto ce-
rrado ya que requiere altas intensidades de luz y no puede competir con otras
especies. De similar comportamiento son guayacán (Caesalpinia paraguarien-sis Parodi) y quebracho blanco (Aspidosperma quebracho-blanco Schlencht).
● Algarrobo Negro (Prosopis nigra Griseb.)
Cáceres et al. (2004), determinó que la brotación y fl oración de esta especie
comienzan en la segunda quincena de agosto hasta septiembre, inmediatamen-
te después de la caída de las hojas que ocurre de la segunda quincena de marzo
hasta la primera de agosto. La fructifi cación inicia en octubre hasta la primera
quincena de diciembre y la diseminación es en noviembre y diciembre.
Especies de temperamento medio
Según Valentini (1978), las especies componentes de este grupo son me-
dianamente resistentes a los golpes de sol y heladas, requiriendo mayor protec-
ción en relación a las del primer grupo. Condiciones que consiguen creciendo
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Comportamiento de heliófitas y sombrívoras en el desarrollo sucesional del bosque del Chaco húmedo
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en entradas angostas y profundas de la pared del monte y pequeñas abras
internas que no responden a condiciones edáfi cas desfavorables, sino que re-
sultan de la eliminación del monte. También pueden crecer asociadas a las es-
pecies del primer grupo. Este autor ubica dentro del grupo a una sola especie,
el urunday, en cambio Wenzel (1997) y Gómez (2008) incorporan también al
guaranina por presentar requerimientos ecológicos muy similares al urunday.
● Urunday (Astronium balansae Engl.)
Para Cáceres et al. (2004) la caída de las hojas se produce desde la segunda
quincena de junio hasta la primera de septiembre, luego ocurre la brotación
hasta octubre, la fl oración va desde la segunda quincena de noviembre hasta
diciembre, a partir de la segunda quincena de diciembre y durante enero se da
la fructifi cación y disemina en enero.
● Guaraniná (Sideroxylon obtusifolium Penn.)
Cáceres et al. (2004) comprobó que la caída de las hojas se da de marzo a
agosto. Brota a partir de la segunda quincena de agosto y durante septiembre.
La fl oración va desde la segunda quincena de agosto hasta la primera quincena
de octubre y fructifi ca de octubre a diciembre, la diseminación se da en el mes
de diciembre.
Especies de temperamento delicado
● Francisco Álvarez (Pisonia zapallo Griseb.)
Según Wensel (1997) esta especie prefi ere lugares fuertemente sombreados,
elevada cobertura y área basal. Especie muy umbrofi la de carácter climáxico.
Cáceres et al. (2004) determinó que la caída de las hojas del Francisco
Álvarez se produce desde mediados de abril hasta julio, desde agosto hasta
septiembre se dan la brotación y la fl oración. En septiembre hasta noviembre
fructifi ca y disemina durante todo noviembre.
● Palo lanza (Phyllostylon rhamnoides Taub.)
Morello (1970) califi ca al palo lanza como “especie de monte alto clímax
que se agrega a las especies de la preclímax”, y Tortorelli (1956) lo caracteriza
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como especie de sombra. Esta caracterización apoya los resultados obtenidos
por Wenzel (1997) y Gómez (2008), acerca de su tolerancia a áreas basales
altas, coberturas altas o intensidades bajas de luz.
Wensel (1997) en un estudio realizado en un bosque alto primario, virgen
de la zona húmeda encontró gran cantidad de brinzales, de los cuales solo
unos pocos sobreviven al primer año. Entre los árboles de alturas mayores la
mortalidad es menor.
Cáceres et al. (2004) determinó que la caída de las hojas del palo lanza
se da desde la segunda quincena de septiembre hasta octubre. Brota desde la
segunda quincena de marzo hasta la primera quincena de septiembre. Flore-
ce a partir de la segunda quincena de noviembre y todo octubre. Fructifi ca a
partir de la segunda quincena de octubre hasta noviembre y disemina desde
la segunda quincena de noviembre hasta la primera quincena de diciembre.
● Lapacho (Tabebuia heptaphylla Tol.)
Según Wensel (1997) tolera comparativamente bien áreas basales y cober-
turas altas, aunque encontró más renovales en lugares del bosque con áreas
basales bajas. Morello (1970) la cita como especie del monte alto clímax que
se agrega a las especies preclímax. Perfumo (1956) la menciona como especie
intermedia que solo se regenera donde la cobertura menos densa permite la
llegada de abundante luz al suelo.
Datos obtenidos por Wensel (1997) indican que el lapacho regenera en
bosques altos cerrados cerca del clímax, pero dentro de éste, prefi ere sitios poco
sombreados de área basal baja.
Para Valentini (1978) el lapacho es de crecimiento lento durante el primer
año, desarrollando un sistema radicular muy profundo, sensible a las heladas.
Cáceres et al. (2004) determinó que la defoliación del lapacho se produce
entre junio y septiembre, la brotación a partir de la segunda quincena de sep-
tiembre y durante octubre. Florece desde mediados de agosto y durante sep-
tiembre. Fructifi ca desde mediados de septiembre a mediados de noviembre,
diseminando desde mediados de octubre hasta principio de noviembre.
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Comportamiento de heliófitas y sombrívoras en el desarrollo sucesional del bosque del Chaco húmedo
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LOS PROCESOS PRODUCTIVOS
2CAPÍTULO
Walter A. Pengue
Mariela Blanco
Viviana C. Pertile y Alejandra H. Torre Geralgia
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111
EL DESARROLLO RURAL SOSTENIBLE Y LOS PROCESOS DE AGRICULTURIACIÓN, GANADERIZACIÓN Y PAMPEANIZACIÓN EN LA LLANURA CHACO-PAMPEANAWalter Albero Pengue
“Ferrocarriles, tranvías y teléfonos y por lo menos el 50 % del capital de los establecimientos industriales y comerciantes es propiedad de extranjeros… Todo eso explica por qué en un pueblo
exportador de materias alimenticias puede haber hambre: ha comenzado a haber hambre.Es que ya al nacer el trigo y el ternero no son de quién los sembró o los crió, sino del acreedor
hipotecario, del prestamista que adelantó los fondos, del banquero que dio un empréstito al Estado, del ferrocarril, del frigorífi co, de las empresas navieras… de todos menos de él”
Raúl Scalabrini Ortíz, Política Británica en el Río de la Plata,
Editorial La Reconquista, 1940, Buenos Aires
■ Argentina, un país, un rumbo
Hablar de desarrollo rural, en el marco de un país que de cara a su Bicen-
tenario, aun pervive en el camino de los países subdesarrollados y se muestra
bastante alejado incluso de aquellas economías que con similares tiempos de
nacimiento, hoy muestran destinos diferentes y logros socioeconómicos con-
solidados, es una cuestión compleja y a su vez un interesante ejercicio, un
desafío y una obligación para quienes sienten al sector agroproductivo como
una parte indelegable de un país que viviendo de lo rural, generalmente miró
sesgadamente todo el proceso, hasta hace pocos meses.
Objetivando la cuestión en el desarrollo rural, es increíble que aun luego
de una historia agrícola de prácticamente cien años, la Argentina permanezca,
después de algunos avances y retrocesos, en un período de reprimarizacion (ver
glosario de términos del artículo, al fi nal) que le mantiene en la recurrencia
de crecimientos permanentes pero sin un desarrollo integrador ni integrado.
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La discusión campo gobierno, enmarcada por el exclusivo interés sectorial
(desde ambos lados), sobre la apropiación de la renta ambiental del país, de-
muestra solamente lo limitado y escaso escenario de análisis del largo plazo.
El entorno natural y las transformaciones productivas están respondiendo
prácticamente a procesos de cambio coyuntural que tienen, según el poten-
cial dado de cada área productiva, distintos objetivos y transformaciones que
tienen a la agricultura, la ganadería y la instalación de modelos económicos
fi nancieros nuevos en su centro.
Es claro que cuando existe una explotación de un recurso natural, que por
su uso implique un proceso de transformación importante, en algunos casos
hasta sobreexplotación, que cuando este bien es transformado e incluso forma
parte de un proceso de apropiación en el mercado internacional, que genera
una renta ambiental importante y por otro lado rentas extraordinarias coyun-
turales (y que a veces impulsan los procesos de degradación) es un derecho y
un deber de Estado tomar debida cuenta de todo el proceso y promover una
recuperación del bien ambiental vía los mecanismos apropiados para hacerlo y
aprovecharlos en el propio benefi cio de la región involucrada.
No obstante también, es un deber indelegable del Estado, el “conocer” exacta-
mente sobre las formas adecuadas de aprovechamiento de cada uno de los recur-
sos naturales que están en su territorio de manera sostenible. El “analfabetismo
ambiental” que presentan los decisores de políticas públicas, los miembros de
los partidos políticos en general y la sociedad argentina, están permitiendo, por
omisión, ingenuidad o complacencia que se caiga en una de las peores catástro-
fes ambientales en la historia de la Argentina.
Confl ictos ecológicos distributivos y retenciones ambientales
Argentina es un país rico con una buena parte de su población pauperizada
y una concentración de la riqueza, que a pesar de discursos distributivos, no se
plasma en la mejora del bienestar general.
La discusión original del problema ambiental reside en una lucha por la
apropiación de la renta proveniente de los recursos naturales (generalmente
hasta su agotamiento) tanto por sectores foráneos como por quienes histórica-
mente han concentrado y acumulado poder desde dentro.
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Los confl ictos ecológicos distributivos emergen de la discusión con que los
diferentes actores sociales se relacionan con el mundo natural y con sus pro-
pias formas de vida referidas en general a bienes en disputa o a la afectación
de ciertos sectores por otros, derivados de un mal uso de estos. Otro aspecto
vinculado puede tener relación con las formas en que se distribuyen las exter-
nalidades (los impactos no calculados en las cuentas de costos y ganancias),
producidas por el sistema económico, la colocación de estos pasivos ambienta-
les, el poder para hacerlo y las metodologías para su valorización, si esto fuera
posible y aceptable. Una cuestión vinculada tendrá relación con, por un lado
el acceso y por el otro, los “derechos” públicos, privados o colectivos.
Una cuestión importante en el tema de los confl ictos tendrá que ver con
el nuevo orden internacional que ha reasignado un uso específi co a los recur-
sos naturales (por ejemplo, alimentos o energía) y que por tanto fomenta una
reapropiación y explotación de la naturaleza en la era de la globalización criti-
cando que esta resolución no se podrá hacer bajo la única lógica del mercado
cuando existen innumerables inconmensurabilidades que no se resuelven ni
resolverán desde el mercado o con “más mercado”.
En defi nitiva, los confl ictos ecológicos distributivos resultan de tensiones
existentes en el proceso de reproducción de ciertos modelos de desarrollo y
su existencia además, aparece como restringida a especifi cidades espaciales o
discusiones sobre algún tipo de recurso.
Hay muchos casos de confl icto social que apoyan la tesis de la existencia de
un ecologismo de los pobres, es decir, el activismo de mujeres y hombres po-
bres amenazados por la pérdida de recursos y servicios ambientales que necesi-
tan directamente para su supervivencia. Los lenguajes que usan pueden ser, por
ejemplo, el de los derechos humanos, o los derechos territoriales indígenas o el
lenguaje de los valores sagrados aunque ellos no sean miembros de la cofradía
de la “ecología profunda” como enumera el economista ecológico Joan Mar-
tinez Alier en el Ecologismo de los Pobres (Icaria, 2005). Cuantos agricultores y
campesinos que hoy día luchan en la Argentina por la tierra, por el acceso al
agua, por la protección de sus formas locales de producción y alimentos, si uno
les dijese: tú eres ecologista... Te responderá, ecologista?, tu madre!…Sin embargo,
son estos los actores que han estado desde siempre en la lucha por una justicia
ambiental, por una defensa de la sostenibilidad de sus fuentes primarias o por
la vida misma. Miles a lo largo y ancho de este mundo han dejado su vida en
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esta lucha. ¿Ambiental o Social? Es igual, si en defi nitiva hablamos de lo mis-
mo. Los zapatistas de hace un siglo, son los ecologistas populares de hoy, en
palabras del etnoecológo mexicano y latinoamericano, Victor Toledo (La paz en Chiapas: Ecología, luchas indígenas y modernidad alternativa. Mexico, 2000).
En el caso de la Argentina la mayoría de estos confl ictos se apoyan en la
problemática derivada de la mala gestión de los recursos naturales…
El principal confl icto ambiental existente es, de hecho el confl icto por la
tierra. De la no resolución del mismo derivan muchísimos otros problemas
que en el país no se han resuelto. Al considerarse a la tierra un bien de renta, la
cuestión reside en la discusión de la apropiación de sus benefi cios y por tanto
de quien detenta su propiedad. Para uno u otro fi n. Son muchos los que con-
sideran por otro lado, que la tierra no es meramente un recurso. La tierra es
mucho más que eso, es un espacio de vida y una herramienta de transforma-
ción social como declaman desde hace mucho tiempo, miles de agricultores
federados o no y otros movimientos campesinos e indígenas.
La cuestión de la extranjerización de la tierra y la concentración de la mis-
ma tienen en el país el mismo origen: la fuerza del capital. Incluso si la tierra
se comprara con fi nes conservacionistas la cuestión no se resolvería. Sólo lo-
graríamos más espacios para que señores feudales decidan quién entra y quién
no en sus cotos o bien con mejores intenciones que estas, no sería sufi ciente
para una gestión sostenible del recurso.
La única manera de resolver el serio confl icto de la tierra en la Argentina
es avanzar hacia un proceso de reforma agraria integral donde la misma sea
gestionada según sus fi nes por los agricultores propendiendo a un proceso de
producción en manos de la agricultura familiar que fomente e impulse a la so-
beranía alimentaria. Pensar que la inserción del país en el comercio global dará
solución a estos problemas es sencillamente una falacia imposible de sostener,
cuando estamos viendo con claridad el destino y la forma en que se maneja la
producción nacional.
Hoy en día la sobreexplotación del recurso es la moneda de cambio
con la que se paga esta intensifi cación direccionada. El resultado es la de-
forestación que en la Argentina alcanza una tasa superior a las 250.000 hec-
táreas anuales (para el período 1998/2006) distribuidas en el Chaco Seco,
Húmedo, las Yungas incluso los relictos del caldenal pampeano. El modelo de
agroenergéticos o agrocombustibles presionará aun más sobre prácticamente
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tres nuevos millones de hectáreas de tierras marginales, a las que se entra solo
con tecnología e insumos.
Los problemas de degradación y erosión comienzan a manifestarse nue-
vamente a pesar, de la existencia de nuevas prácticas agrícolas como la siem-
bra directa, que aplicadas en condiciones de monocultura o con rotaciones
inefi cientes desde el punto de vista agronómico no resuelven el problema de
la erosión y por supuesto pueden incrementar otros, como el incremento de la
contaminación química.
La pérdida de biodiversidad es un fenómeno creciente que amenaza a la
mayoría de las ecoregiones argentinas. La biodiversidad es una propiedad de
los ecosistemas y de las sociedades humanas, que es necesario preservar y utili-
zar en su benefi cio conjunto. La intensa transformación en las áreas de borde
agropecuario está generando también cambios importantes en los ecotonos
existentes entre ecorregiones.
Los problemas de contaminación de los acuíferos, son un tema de pre-
ocupación especialmente en un país donde la intensifi cación de la agricultura
industrial es un hecho exitoso, justamente porque no incluye ni paga ninguno
de los costos ambientales y sociales que genera.
El acceso a las fuentes de agua y su utilización es otra problemática im-
portante en tanto y en cuanto, unos capitales las quieren apropiar para si y para
su disfrute privado (nacientes de ríos patagónicos, humedales) o bien para uti-
lizar los cuerpos de agua como receptores de contaminación, como el caso
de las pasteras. Ambos confl ictos han generado una fuerte respuesta social que
superó y de alguna manera enseña caminos a funcionarios y técnicos.
La sobreexplotación de los recursos forestales y la pesca, genera confl ic-
tos socioambientales en distintas regiones del país por efecto generado por la
desaparición del recurso, la contaminación del ambiente, efectos a la salud y
el empleo.
La contaminación agroquímica en pueblos y ciudades nuevamente es un
factor que ha hecho que varias comunidades se organizaran incluso por encima
de sus decisores políticos, que por error u omisión u otros intereses menos san-
tos, miran para otro lado.
Peor aún es la contaminación y depredación provocada por las minas a cie-
lo abierto que nuevamente tienen a las asambleas y actores sociales como emer-
gentes reaccionarios de este nuevo ecologismo de los pobres y los no tan pobres.
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La extracción de recursos minerales, prácticamente subsidiados por legis-
laciones que atentan contra el país, lo mismo que las formas de producción y
explotación de otros recursos no renovables como el petróleo o el gas, ameri-
tan una profundización de los análisis y conocimiento de los temas por parte
del Estado.
Evidentemente que estas cuestiones no se resuelven con más comercio.
Sino, solamente con más justicia y democracia.
Por supuesto que los recursos naturales con que nació al mundo esta Ar-
gentina (tierra de la plata, tierra de la riqueza) están para ser aprovechados en
benefi cio de todos y no sólo de unos pocos.
Todos los casos mencionados implican una importante renta ambiental,
hasta hoy día pobremente estudiada y menos aún considerada en las cuentas
y los cálculos de los economistas. Estos cálculos no sólo se sostienen por ba-
lances monetarios, sino por cuentas de mejoras o pérdidas del bien ambiental
y en defi nitiva del sustrato o la base de recursos de estos bienes que detenta
el país.
Es sobre esta renta ambiental, sobre el usufructo de un recurso que tras-
ciende a la propiedad de un privado, sobre la que deberían calcularse las re-
tenciones, y ser vistas no como un elemento único para apropiarse de una
mejora coyuntural de precios internacionales, sino como un resarcimiento al
país de la extracción del bien, de la remediación de parte de sus daños y, es-
pecialmente, muy especialmente, como una medida de restitución de fondos
para el sostenimiento de un modelo productivo en el tiempo.
Para crecer y desarrollarse, es necesario producir. Y producir en muchos ca-
sos signifi ca transformar. Esto involucra cambios importantes seguramente en
el paisaje. Hoy en día este proceso sucede en forma desprolija y desordenada
y peor aún sin ningún objetivo de desarrollo nacional. Argentina sólo crece…
en los números de los saldos exportables de granos, minerales, petróleo y has-
ta biodiversidad (exportación de especies o productos y también en el tráfi co
ilegal de fauna).
Ninguno de los confl ictos ambientales o sociales especialmente sobre la
cuestión de la tierra o de los recursos ha sido resuelto (Pengue, 2008). Es un
momento de oportunidades, más allá de la coyuntura. Pensar en un ordena-
miento del territorio, que no se realice sin la participación de todos los sectores
generará solamente un resultado parcial, entonces netamente insufi ciente. Se-
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guiremos siendo así, productores de diagnósticos sobre un problema creciente,
quizás el problema más grande de la Argentina: como crece el país, el que más
allá de todo, lo seguirá haciendo de la mano y transformación racional de sus
recursos.
■ Las fuerzas del mercado y los procesos de transformación en la planicie chacopampeana
La corta historia agrícola de la Argentina ha mostrado desde el vamos, una
vocación agrícola ganadera en su zona central, que durante ciclos de avances
y retrocesos, de alguna manera mantuvo un conjunto de rotaciones entre gra-
nos y animales, que le permitieron un cierto mantenimiento de las variables
ambientales hasta nuestros días.
Sin embargo, en estas últimas décadas, tanto la Región Pampeana como
la Región Chaqueña están enfrentando un conjunto de fuerzas exógenas y
endógenas que dan por tierra con la vocación inicial de la tierra en sus etapas
primarias.
El potencial productivo de las zonas agrícolas está haciendo que de la mano
de las nuevas tecnologías pueda sembrarse cultivos anuales de manera recu-
rrente, lo que ha hecho que el aumento de la agricultura en la Región Pam-
peana fuese altamente representativo, aportando el mayor conjunto de granos
al promedio nacional (Cuadro 1).
Respecto de los principales granos, la soja sigue siendo el cultivo bandera
creciendo tanto en la región pampeana como en las regiones extrapampeanas.
No obstante, la ganadería siguió dos procesos a la vez: por un lado se concen-
tró en establecimientos que estabularon a los animales (feedlots) y se desplazó
hacia las áreas marginales de la región pampeana y hacia el Chaco.
El precio internacional de las materias primas en general y de los granos en
particular, reorientaron la producción rural en la Argentina, hacia la genera-
ción de granos y cereales.
El proceso de agriculturización en el país, se viene dando en la última
década con una fuerte concentración en la producción de soja (sojización).
La agriculturización, desde el punto de vista tecnológico viene siendo impul-
sada por tecnologías tanto duras como blandas. Entre las primeras, la llegada
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de nuevos cultivos transgénicos (resistencia a herbicidas, capacidades biocidas,
contenidos de aceite y demás), nuevos productos herbicidas, insecticidas y la
generación de un parque de maquinaría agrícola muy importante desarrollado
en el país con equipos especiales para siembra directa, tractores, cosechadoras
dio cuenta de una transformación sin precedentes en la agricultura argentina.
Entre las tecnologías blandas, que fueron rápidamente adaptadas por los
agricultores en la década de los años noventa, la técnica de la siembra direc-
ta abrió un nuevo escenario para la agricultura continua. Otras tecnologías
tales como los el uso de sistemas de posicionamiento global y la construcción
de mapas de rendimiento de los potreros, las tecnologías de precisión para el
ajuste de siembra, manejos y demás posibilitaron un desplazamiento intenso
de productores hacia la agricultura continua.
Son varios los factores económicos que están poniendo presión para la ex-
pansión de la agriculturización, discriminados desde las cuestiones globales a
locales (Cuadro 2).
CUADRO 1. Superfi cie agrícola estival en la Argentina y en la Región Pampeana.
Superfi cie agrícola estival en la Argentina en hectáreas
Cultivo 1995-96 2007-08 Diferencia Diferencia Diferencia
Sorgo 670.680 830.000 159.320
Maíz 3.414.550 4.012.000 597.450
Girasol 3.410.600 2.660.000 –750.600
Algodón 1.009.800 330.000 –679.800
Arroz 211.400 184.000 –27.400
Soja 6.002.155 16.600.000 10.597.845
Totales 14.719.185 24.616.000 –701.030 10.597.845 9.896.815
Superfi cie agrícola estival en Región Pampeana en hectáreas
Cultivo 1995-96 2007-08 Diferencia Diferencia Diferencia
Sorgo 552.600 551.525 –1.075
Maíz 2.968.650 3.464.385 495.735
Girasol 3.295.620 2.180.396 –1.115.224
Arroz 125.400 93.800 –31.600
Soja 5.614.355 14.006.050 8.391.695
Diferencia 12.556.625 20.296.156 –652.164 8.391.695 7.739.531
Aporte pampeano (%) 85,31 82,45 93,03 79,18 78,20
Fuente: Estimaciones propias (Base SAGPyA).
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Los factores que han llevado a la agriculturización en la zona pampeana, se
han incorporado también en la región chaqueña, pero con otras características
y consecuencias mucho más intensas, desde el plano ambiental y social sobre
esta última.
Estos cambios ocurren en todas las regiones productoras, particularmente
para la producción de granos, pero están mejor monitoreadas en la ecoregión
de la Pampa que a los fi nes administrativos comprende gran parte de cinco
provincias: Entre Ríos, Buenos Aires, La Pampa, Córdoba y Santa Fe.
La Pampa como ecoregión, es el escenario más importante de la produc-
ción rural nacional y sus indicadores esenciales son: una superfi cie de 70 mi-
llones de hectáreas, 29 millones de habitantes con densidad de 26 personas/
km2, es decir el doble de la del país y de 7 personas/km2 en el campo. El rasgo
socioambiental más signifi cativo es el de concentración de la tierra con una
disminución del 29 % del número de las explotaciones entre 1998 y 2002 en
CUADRO Nº 2. Factores económicos y fi nancieros que impulsan el proceso
de agriculturización.
Factores globales
Precio internacional de los granos
Ventajas Competitivas de las Compañías y Traders
Actuación en Cadenas Productivas
Subsidios a la producción industrial
Cambios en las demandas de proteínas vegetales
Aumento de la población mundial y sus demandas (China, India)
Demanda para Biocombustibles
Valor Cero para las empresas de las Externalidades
Redireccionamiento de los Capitales Financieros a Activos Reales
Factores nacionales
Politica Nacional de promoción de la producción de granos exportables
Dependencia Institucional
Falta de Polìticas Agrarias de Largo Plazo
Cooptación de Voluntades
Valor de la tierra y Ventas de campos en todas las zonas del país
Factores locales
Cambios en el uso de la tierra
Llegada de los Pooles de Siembra
Concentración Productiva
Inversiones de Capitales en la agricultura
Arrendamiento de Campos a Pooles
Grandes valores de la producción y de la tierra
Disminución del empleo rural (menos empleados por maquinaria).
Fuente: Pengue, 2005.
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la Región Pampeana, frente a un 21 % de disminución como promedio de
todo el ámbito rural argentino. El aumento de la superfi cie media de los pre-
dios en idéntico período fue de 35 % en la Pampa y 25 % en todo el país. Hoy
en día, la unidad económica está por encima de las 538 hectáreas. Las cinco
provincias pampeanas tienen un producto bruto geográfi co de más del 60 %
del PBI nacional. El sector agrícola es más del 70 % del equivalente nacional.
Del producto bruto agropecuario el 65 % corresponde a productos primarios
sin ninguna elaboración.
Esta síntesis de la Pampa como territorio agroproductor y agroexportador
“central” explica, entre otras cosas, porqué fue inevitable que desde los años
ochenta se intensifi cara lo que hemos llamado el proceso de pampeanización
de las ecoregiones del Chaco, las Yungas y la Selva Paranaense (Pengue, 2005,
Morello, Pengue y Rodríguez, 2006) y sobre todo el signifi cado que se da a un
área “marginal” en la cultura rural argentina.
La pampeanización es un proceso social, económico y tecnológico que
viene a realizar una importante transformación de aquellas ecoregiones que
“no son Pampa”, pero que pretenden que estas actúen básicamente como esta
Pampa, a fuerza de inyección tecnológica y de capitales.
Es así que se impulsan en estas regiones marginales, en la búsqueda del
aprovechamiento de su renta ambiental inmediata, procesos tales como la
fuerte transformación de una parte del monte chaqueño por ejemplo, hacia
ganadería y otro tanto hacia la producción de granos exportables como la soja,
algodón o jatropha.
Sacrifi cando al Chaco para sostener a La Pampa
Entrar al Chaco de hoy, es ingresar a un espacio ambiental que está siendo
degradado no sólo desde el plano natural sino y particularmente afectando a
las poblaciones enteras que están siendo afectadas por los intensos procesos
de transformación que vienen sucediendo desde poco menos que una década.
Los mencionados procesos de agriculturización, sojización, ganaderización
y pampeanización, no transforman solamente el perfi l productivo de una eco-
región que en muchos de sus paisajes no soporta a perpetuidad una intensifi -
cación de procesos productivos que no son sostenibles.
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La pérdida de escenarios naturales para la caza, la recolección o la pesca,
con la que las poblaciones nativas se supieron nutrir por centurias amenaza
directamente sus espacios de vida y supervivencia. No es fácil, sencillo ni mu-
cho menos correcto, pretender cambiar hábitos culturales y “civilizar” trans-
formando a un cazador en agricultor, cambiándole su dieta de alimentos y no
enfermarlo. O prohibirles e inculcarles a los piogonak (los chamanes tobas)
que lo que hacían curando a la gente estaba mal, desde las múltiples iglesias
que llegan a la región para una tarea evangelizadora a veces no demasiado clara
y menos aún útil al verdadero desarrollo de pueblos abandonados.
La Región Chaqueña nuclea hoy a la mayor cantidad de etnias de la Argen-
tina. Son Tobas, Pilagás, Mocovíes, Wichis, Chorrotes, Chulupies y Chiriguanos-Chanés, que subsisten con sus formas de vida originarias, manteniendo los
patrones comunitarios y alternando con la realidad de los contextos regionales
en los cuales se asientan. La pérdida creciente de sus tierras ancestrales hace
que hoy se encuentren cada vez más marginados, asentados en comunidades
aisladas o expulsados hacia los alrededores de las ciudades. En la provincia de
Chaco están distribuidos en Resistencia, Quitilipi, Machagai, Sáenz Peña, Ge-
neral San Martín, Juan J. Castelli, Mirafl ores y Pampa del Indio. En Formosa,
se ubican en asentamientos propios de pocos a algunos cientos de habitantes,
como en Tacaagle o en La Primavera, donde hoy mismo los intereses sojeros,
con la anuencia ofi cial están presionando para que abandonen sus menguadas
viviendas, y por supuesto su territorio.
La deforestación provoca la desaparición de los animales del monte, la pér-
dida de la miel de palo y todas las medicinas que el indio utilizó desde siempre
como importante fuente de alimento y cuidados. Las empresas no consideran
el desastre ecológico que provocan sus trabajos ni se hacen cargo de las exter-
nalidades producidas. Cuando el río Bermejo crece, en la misión Media Luna
sus habitantes pierden todo, hasta sus vidas, a causa de las inundaciones, que
traen cólera, y enfermedades por contaminación cuando el río baja y quedan
las aguas estancadas. El agua es imposible de beber, y los peces ni para comer ni
vender. Una de las comunidades wichi más importantes en número es la de la
localidad de La Unión. Está ubicada a 330 km de la capital de Salta, y a 180 km
de la ciudad de San Ramón de la Nueva Orán. La vía de acceso al departamen-
to Rivadavia Banda Sur es la ruta provincial N° 13 que desde la Estrella comu-
nica al municipio con el resto de la Provincia a través de 144 kms de camino
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no pavimentado. Rivadavia Banda Sur se encuentra al sur del río Bermejo. En
la vida cotidiana de las comunidades esto llega a ser dramático en la época de
lluvias, y ventajoso en la época seca, ya que en la primera, la zona se transforma
en una inmensa sábana de agua, que aísla completamente a las comunidades
que están cerca del río (entre 5 a 10 km del márgen del cauce en invierno).
Históricamente, los pueblos originarios del Chaco sudamericano estuvie-
ron divididos ya que, debido a procesos relacionados con la conformación
de los estados nación, las fronteras de los países fueron trazadas sin tener en
cuenta los límites territoriales de estos pueblos. La Región Chaqueña ha sido
y es periférica respecto a los centros políticos nacionales (Buenos Aires, La
Paz y Asunción) y con una escasa presencia estatal. A lo largo de su historia,
el Chaco ha sido objeto de múltiples procesos emigratorios, pero también ha
recibido fl ujos migratorios externos que se tradujeron en asentamientos hu-
manos mayormente en tierras que los indígenas aún hoy siguen reclamando.
La Región Chaqueña ha sido objeto de un modelo económico depredador
y de explotación de los recursos naturales con un carácter esencialmente ex-
tractivo, introduciendo técnicas de producción no apropiadas para este ecosis-
tema y sin considerar las prácticas de manejo y aprovechamiento de los bienes
naturales que tienen los pueblos originarios.
Las presiones sobre estos territorios de las nuevas tecnologías y del gran ca-
pital, por supuesto, desconocen estos efectos o directamente no se hacen cargo
de sus consecuencias. La pérdida no sólo del Bosque de Tres Quebrachos y de
su biodiversidad sino de las gentes, su diversidad, sus lenguas y sus culturas
es un pasivo social irrecuperable para toda la sociedad argentina. Este es otro
serio efecto de la pampeanización, del buscar ampliar la frontera agropecuaria
desde Las Pampas hacia una ecoregión “nueva” que no tiene la misma voca-
ción socioambiental.
Existe una permanente cancelación de Servicios Ambientales, que la eco-
nomía ortodoxa no reconoce ni valora. Los Servicios Ambientales, son los
enormes benefi cios que obtiene el ser humano como resultado de las funciones
de los ecosistemas. Estos servicios se refi eren a un amplio rango de condiciones
y procesos a través de los cuales los ecosistemas naturales y las especies que los
conforman, ayudan a mantener la vida en la tierra y sus ciclos vitales (Pengue,
2009). Muchos de estos servicios ambientales pueden ser reconocidos por su
valor o importancia para el sostenimiento de la vida en el planeta y su no exis-
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tencia o su pérdida atenta directamente contra esta posibilidad, por lo que, a
pesar de numerosos intentos por reconocerlos crematísticamente, existe la res-
tricción de que estas prestaciones, no solamente se pueden comprar con dinero.
Los costes de su desaparición u afectación, no son posibles de ser resarcidos.
La Economía Ecológica (Pengue, 2009), reconoce entre los servicios am-
bientales más importantes: a el mantenimiento de la composición gaseosa de
la atmósfera; la estabilizacion del clima; el control del ciclo hidrológico, que
provee el agua dulce; la eliminación de desechos y reciclaje de nutrientes; la
generación y preservación de suelos y el mantenimiento de su fertilidad; el con-
trol de organismos nocivos que atacan a los cultivos y transmiten enfermedades
humanas; la proteccion de los rayos solares ultravioletas perjudiciales; la poli-
nización de cultivos; el mantenimiento de la biodiversidad; la moderacion de
eventos extremos y sus impactos; la provision de servicios regulatorios a pueblos
y ciudades; la provision de belleza estetica y de la diversidad de los paisajes.
No obstante, una fuerza transformadora ha convertido a la naturaleza en
“capital natural”, a través de una nueva forma de apropiarse de la misma y
sus servicios mediante el aprovechamiento por parte de los humanos de estos
recursos sólo para la producción de ganancias y la acumulación de capital en
un sistema histórico específi co: aquel creado a lo largo de los últimos cinco
siglos, a partir del desarrollo del capitalismo como sistema de escala planeta-
ria, mediante la formación y las transformaciones del primer y único mercado
mundial que ha conocido la humanidad. La agricultura industrial intensiva
en el Chaco está produciendo estas cancelaciones y los benefi cios económicos
coyunturales ya no pueden ocultar los impactos producidos para el daño social
y ambiental que se está produciendo.
Las propuestas de una agricultura certifi cada, que solo se sustenta en al-
gunos indicadores biofísicos, no es sufi ciente y además, puede ser también una
nueva amenaza ahora “certifi cada” con algún grado técnico de verosimilitud
una punta de lanza para continuar con un proceso intenso de deforestación.
Los costes de esta deforestación deben ser considerados claramente e inclui-
dos dentro de los cálculos de esta nueva propuesta de certifi cación.
La huella ecológica del modelo agropecuario argentino es ya muy notable
tomando en cuenta esta demanda por nuevas tierras. Como dice Belelli, “la huella ecológica deja al desndo la verdadera cadena trófi ca: quién se come a quién entre los humanos”.
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■ Las tierras marginales
De los territorios extra pampeanos, que están sometidos a extrema presión
de ocupación agroproductiva, el más importante está ubicado en el “umbral del
Chaco”, los Pedemontes Húmedos, el Chaco Semiárido y el Chaco Aluvional,
es decir una enorme superfi cie plana y las últimas estribaciones de las sierras
Pampeanas y Subandinas orientales de la ecoregión del Chaco que incluye las
porciones orientales de Salta, Jujuy, Tucumán y Catamarca y prácticamente
todo Santiago del Estero.
Sus rasgos esenciales, muestran una superfi cie de 50 millones de hectáreas
con dominancia de minifundistas en tierras fi scales, donde muchos de ellos no
han resuelto su problema de tenencia de la tierra. Hasta el 2007 se sigue produ-
ciendo el 85 % del poroto nacional mientras que por otro lado, se aloja el 40 %
de los bosques nativos del país y sus ecosistemas naturales son refugio de ger-
moplasma de parientes de especies cultivadas de gran importancia económica
como Erytroxylon, Capsicum, Phaseolus, Carica, Paseolum, Solanum e Ipomoea.El desmonte pre-agrícola afecta profundamente al Chaco, que es la tercera
ecoregión del país en cuanto a biodiversidad especifi ca después de la de Las
Yungas y La Selva Paranaense.
Bajo ningún concepto la mayoría de estas tierras deberían haber tenido un
destino netamente agrícola cuando no sólo su capacidad productiva tiene des-
de ya limitaciones nutricionales o de manejo, sino que son el soporte de una
rica diversidad natural y humana. No obstante, la presión por nueva tierra está
poniendo una presión inusitada que les lleva a su pampeanización (procesos
de agriculturización o ganaderízación al estilo pampeano, dependiendo del
potencial productivo de las mismas).
La compleja relación de complementación productiva chaco-pampeana
incluye no solo la instalación de semilleros-criaderos en el norte para producir
más rápidamente, por tener un termoclima de inviernos muy cortos de varie-
dades mejoradas en algunos casos a ser utilizadas en la Pampa sino que desde
la década del 70 la ecoregión del Chaco ha venido acogiendo el desplazamien-
to de la ganadería pampeana por el fenómeno ya mencionado de la sojización.
Este proceso de ganaderización ha sido menos drástico en la forma de pro-
ducir el desmonte que los que le siguieron, de agriculturización y pampeani-
zación, ya que la sombra para la rumiación y ventilación de los animales en
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verano, demandaban la conservación de franjas entre las fajas de pastizales im-
plantados y la conservación de isletas de monte eran prácticas generalizadas.
Este proceso de ganaderización y sus consecuencias ambientales está es-
perando un analisis sistémico. Hubo por ejemplo, enfoques pampeanos que
apotreraron los campos, después de haber hecho tala rasa y luego debieron
“reconstruir” sombra para mejorar el aumento de peso del ganado. Otros, que
no supieron calcular el gasto energético diario para acceder a las aguadas, ni las
infl uencias de los insectos hematófagos en la tasa de engorde, ni la modalidad
de limpieza del soto bosque, la altura de los tocones o los arranques rema-
nentes de la explotación del monte para facilitar el libre vagabundeo vacuno
sin riesgo de quebraduras. Tampoco revisaron previamente las formas de dar
sombra a las aguadas, ni de diseño de potreros en “campo natural” y el tipo de
alambrado a utilizar en relieves donde el agua se mueve lentamente sobre los
esteros y cada alambrado de siete hilos funciona como dique, reteniendo hoja-
rasca y biomasa traída por las crecientes, ni la modalidad de uso del alambrado
eléctrico, en sabana arbolada y bosque nativo. Un error tras otro, en un mode-
lo tecnológico de imposición que incluso por el mal manejo agronómico, ha
tenido consecuencias importantes.
Un porcentaje de los productores con “cultura pampeana” siempre fue
muy dinámico desarrollando y sumando nueva tecnología y se adaptó rápida-
mente a condicionantes ecológicas del subtrópico de la Selva Misionera, Las
Yungas y el Chaco, incorporando sólo parcialmente elementos de la agricul-
tura conservacionista.
Hoy día estos grandes productores y los grupos técnicos que les asesoran,
están llevando este conocimiento por imposición, hacia los espacios donde
van. Casi ninguno adoptó el manejo sustentable de fragmentos de bosque na-
tivo como desafío ecotecnológico y mucho menos respetó y estimuló el man-
tenimiento del saber empírico y la cultura de las etnias locales.
El porqué de las retenciones ambientales y la base de recursos
Queda claro, que el sostenimiento y el crecimiento de la economía de los
países en vías de desarrollo viene de la fuerza y la apropiación con que estos
defi endan el uso de sus recursos naturales.
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Los actores del mundo global (países desarrollados y grupos corporativos)
han detectado hace tiempo esta capacidad de países como la Argentina, de
producir bienes y de obtenerlos a costos bajos.
Los decisores de políticas (ambientales, agropecuarias, energéticas) de la
Argentina, poco han tenido que ver, respecto de la instalación en la agenda
nacional e internacional del país, de una línea que defi enda y haga valer los
bienes que nuestras economías exportan y las empresas o traders toman a cos-
tos cero. Lo mismo hacen hoy día, los grandes grupos fi nancieros, devenidos
en inversores en bienes tangibles como los alimentos o la energía, y que tienen
a los ya remanidos “pooles de siembra” en la Argentina y las economías vecinas,
también en su centro.
O acaso, se valúan en las cuentas de nuestros bienes exportables (granos,
carnes, leches, maderas, petróleo, gas, minerales), los recursos básicos sobre los
que estos han sido producidos o extraídos, como el paisaje, el medio natural
transformado, la extracción de los ricos nutrientes de suelos aún algo ricos de
la tierra pampeana y chaqueña, el agua virtual, la irradiación solar por unidad
de área o el clima que permite duplicar cosechas en el mismo tiempo.
Así como se escuchan los cantos de sirena sobre las bondades de muchas
nuevas tecnologías, algunas serán veraces y otras tantas, solo falacias habrá que
escuchar aún con más atención, las consideraciones en este siglo xxi sobre el
valor de nuestros recursos naturales (no sólo de los bienes exportables en el
mercado mundial ¡!!), sino la base de estos recursos que les sostienen, y hasta
ahora (sólo hasta ahora no hemos considerado).
Tampoco las economías más ricas, los grandes grupos económicos y los tra-ders de los negocios agrícolas o energéticos, pagan a las naciones pobres, cuota
alguna por este “alquiler” de su espacio vital. Pero es claro, que lo utilizan.
Es tiempo de empezar a hacerlo. El cálculo y el resarcimiento por el uso de
los recursos, vía retenciones ambientales, puede ser un factor novedoso para
mantener la base de recursos y ayudar a construir el desarrollo en el interior
profundo, de dónde provienen los bienes pero hacía dónde prácticamente no
fl uye nada nuevamente.
La exportación de nutrientes y otros bienes ambientales sirven también
para ayudar a comprender formas y tendencias irracionales en el uso de los re-
cursos y son especialmente importantes de ver, para economías como la nues-
tra, basada en ellos.
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Justamente para el caso argentino, la cuestión de la exportación de nu-
trientes es de una cuestión vital. El país exporta, junto con sus granos hacia
los mercados de ultramar, la mayor riqueza de la pampa argentina y de las
regiones extrapampeanas. Si una de las siete cuencas de nutrientes más rica
del mundo como esta se vacía, la posibilidad de mantener algún tipo de pro-
ducción se ofrece solamente a través de la incorporación de nutrientes vía
fertilizantes sintéticos.
¿Se comprende en el país este vaciamiento y sus consecuencias? Aparen-
temente no. La Argentina desde su corta historia agrícola ha hecho un uso si
bien no sostenible, por lo menos no intensivo de los recursos del suelo, man-
teniendo de alguna forma y dependiendo del período la caja de ahorros de
nutrientes o su reposición natural.
Con la llegada de la agriculturización a las Pampas, el proceso comienza a
revertirse y hoy día con la intensifi cación sojera la salida de nutrientes del suelo
es permanente.
En términos de volumen extraído con el cultivo soja, desde los comien-
zos de la agriculturización en la década de los setenta (1970/71) hasta el año
2005, la Argentina ha perdido 11.354.292 millones de toneladas de nitró-
geno (ya descontada la reposición natural), 2.543.339 millones de toneladas
de fósforo (Pengue, 2006) y valores muy elevados de los demás nutrientes y
oligoelementos, a pesar como he comentado de su buena disponibilidad en un
suelo, que no obstante se va vaciando.
A valores en dólares, y solamente tomando como referencia una equiva-
lencia con la restitución de lo perdido (que asumimos es una simplifi cación
de la realidad del balance de nutrientes), con fertilizantes minerales, los cos-
tos incumben cifras sumamente elevadas. La Argentina ha perdido unos u$s
2.895.344.460, 2.638.055.818, 890.168.650, 461.509.880, 86.251.130 y
71.531.320 (Pengue, 2006) para el nitrógeno, potasio, fósforo, azufre, calcio y
magnesio exportados.
Es posible que esto aún no se quiera ver, hasta llegar al vaciamiento de las
pampas (Pengue, 2002, 2003). No es un precio de mercado lo enumerado
pero es un “valor” que de alguna manera debería ser reconocido y manejado,
no sólo a escala regional sino como veremos con la problemática del agua a
escala global. Los suelos ricos del mundo son cada día más escasos y no es
posible “hacer nuevo suelo” en los términos en los que la humanidad los con-
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sume, degrada y necesita. Es un valor de resguardo futuro que países como la
Argentina deberán tener muy en cuenta.
En el caso de la producción sojera pampeana, la extracción de nutrientes
ha sido especialmente importante, por ser esta una de las áreas de mayor pro-
ducción de la oleaginosa.
Las provincias pampeanas (Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba) alcanzaron
en conjunto una extracción total de elementos mayores (N, P, K, Ca, Mg, S)
de 20.305.794 toneladas y 244.449.822 kilogramos de micronutrientes (B,
Cl, Cu, Fe, Mn, Mo, Zn), siempre tratando exclusivamente la extracción de
la soja (Pengue, 2006).
La extracción por hectárea, durante todo el período ha sido también muy
alta llegando a los 158 kilogramos para los nutrientes principales (N, P, K, Ca,
Mg, S) (Flores y Sarandón, 2004).
La degradación del suelo, en el caso que nos ocupa de la extracción de nu-
trientes, siempre fue vista por una parte de los colegas agrónomos y algunos
institutos de investigación agrícola como “un problema de balance”, donde
para resolver la cuestión, era necesario solamente incrementar la reposición
vía fertilizantes minerales. Ello no es del todo acertado, al no considerar en
este análisis los costos devenidos de las externalidades producidas en este pro-
ceso de intensifi cación agrícola creciente y que son de tipo ecológico (conta-
minación química, degradación física, eutrofi zación, incremento del riesgo
ambiental) y a la salud (aumento de las enfermedades producidas por conta-
minación, agroquímicos tanto en trabajadores como en la población rural y
periurbana).
Sin embargo, la actividad humana está alterando en forma radical el ciclo
del nitrógeno a través e la producción de alimentos. La “cascada de nitróge-
no” es un impacto ya comprobable a escala planetaria derivada directamente
de actividades que están incrementando la cantidad de nitrógeno reactivo
que circula a través de la tierra, aire y agua. La razón de ello es la fabricación
de nitrógeno reactivo como fertilizante para incrementar la producción
(Anuario Geo, 2003).
Por tanto, la recomendación de fertilizar en forma permanente a las cose-
chas, esconde este creciente costo ambiental por un lado y una obligación al
agricultor por el pago de fertilizantes minerales para reponer en un proceso
artifi cial y de corto plazo, por el otro.
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Por supuesto que la Argentina, en lugar de volver hacia un proceso de
ecologización de su agricultura y por tanto reconstituir los recursos perdidos,
va por el camino de la intensifación de la agricultura industrial. La idea de la
creación de una Dirección de Mineralización, propuesta por algudos legisla-
dores de la Cámra Baja argentina, apunta a la visión de una fertilización de los
campos vía nutrientes sintéticos. Una situación que por sus impactos deberá
ser analizada en profundidad en virtud de los impactos positivos pero espe-
cialmente negativos que una decisión de esta magnitud puede tener sobre los
suelos y en particular en los ecosistemas de la Argentina.
Los nutrientes “naturales” y cumpliendo sus ciclos en el suelo pampeano
son otro valor que tiene el país y que de una forma u otra deberá contabilizarse
en las cuentas ambientales y económicas en el futuro más allá de la teoría con-
vencional de la renta que incluya también esta renta ambiental subvaluada.
¿Quién no sabe esto? Desde el señor Frers, de la Sociedad Rural Argentina de
principios del siglo pasado, que recomendaba en sus escritos a sus colegas
de esa institución, arrendar los campos (de los terratenientes) a los in-
migrantes italianos (nuestros primeros “chacareros”), con el compromiso de
devolverlos sembrados con alfalfa, lo sabía claramente.
Muchos de esos chacareros, alquiladores de campos a precios viles, nunca!,
llegaron a tener una lonja de tierra. Hurguemos en la historia…
En esos tiempos, la Argentina se escribía con “A”…de alfalfa. Hasta los que
hoy, repiensan la necesidad de la rotación ganadera que nunca debimos aban-
donar o quienes desde fuera miran a la Pampa como esa tierra rica y “sobrena-
tural” en nutrientes, que a menores costos por algunas campañas, les permitirá
apropiarse de una renta ambiental que ya no existe en otros lados. Todos lo
saben, o casi todos…
Si la tierra es importante, tanto o más lo es el agua, cada día más escasa y
contaminada. El comercio agrícola mundial puede también ser pensado como
una gigantesca transferencia de agua, en forma de materias primas, desde re-
giones donde se la encuentra en forma relativamente abundante y a bajo cos-
to, hacia otras donde escasea, es cara y su uso compite con otras prioridades
(Pengue, 2006). Habrá que ver estas cuestiones, y comenzar a reclamar a quie-
nes ganan con nuestros recursos en el sistema global, por estos.
Resulta aún poco difundido en nuestra cultura, pero despierta un notable
interés para quienes planean estratégicamente el futuro mundial el hecho de
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que también la Patagonia es una fuente muy importante de agua potable (la
segunda fuente del mundo en cantidad por habitante), garantizada a través de
infi nitos ríos, arroyos, vertientes y hasta grandes extensiones de hielos conti-
nentales. Los espacios del planeta que tienen disponibilidad de agua dulce y
densidad poblacional baja se han convertido en el botín de los poderosos del
mundo, que se los disputan para garantizarse su bienestar y calidad de vida.
Y así pueden seguir los análisis respecto de otros recursos. Incluso más, como
serían los sistemas de transacción económica si además de los cálculos sobre los
intercambios físicos de las bases de recursos, se consideraran en las cuentas de
cambio, los costos energéticos de los procesos de producción no incluidos hoy
día en todos ellos.
Para iniciar el proceso, el cálculo es ya posible sobre bienes tangibles como
los nutrientes o el agua. Desde aquí, podrían estimarse claramente la salida de
recursos y técnicamente determinar su valoración para discutir la construcción
del indicador que permita, el cálculo de esta retención ambiental. Por supues-
to que este cálculo no será el mismo para las distintas ecoregiones, sino que
puede incorporar variables como tipos de suelos, estructura, niveles iniciales
de nutrientes, materia orgánica, tipos y destinos de la producción (no es lo
mismo calcular nutrientes “que se van del sistema” en las exportaciones, que
aquellas que pueden “volver” al sistema, por ser utilizados localmente), niveles
tecnológicos y demás.
Es claro que la retención ambiental, es un nuevo guarismo, distinto al
concepto de apropiación por la via de las retenciones móviles, devenido solo
en el interés por apropiarse por parte del Estado de una renta extraordinaria y
conyuntural, sino que responde a la búsqueda de una gestión y administración
sostenible de los recursos naturales, más allá de estas situaciones de precios ex-
traordinarios y que deberían seguir consustanciándose incluso en situaciones
de precios normales.
La retención ambiental, como bien se ha dicho, será distinta para cada tipo
de bien natural, pero lo que deberá asegurar es un resarcimiento adecuado por
el uso del mismo, que asegure en el futuro, alternativas productivas si es un
bien agotable como el petróleo o el gas, o un uso sostenible si es un bien como
el recurso suelo.
Los nuevos escenarios de cambio climático acercan aún más preocupación a
una cuestión que de por si ya es compleja. El 50 % de los suelos cultivados sufri-
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rá procesos de salinización y desertifi cación y habrá una menor productividad
en cultivos y carnes, amenazando la seguridad alimentaria en varias regiones.
Los fenómenos ambientales y las catástrofes (inundaciones, tornados, se-
quías) serán casos más recurrentes y de aparición prácticamente permanente
en un país que prácticamente no las tenía.
La combinación de factores como el cambio climático y la intensifi ca-
ción de la deforestación para hacer agricultura o ganar nuevos espacios
para la ganadería pueden potenciarse mutuamente para incrementar es-
tos factores. Por ejemplo, en la región del Litoral-Mesopotamia se nota un
aumento tanto en la intensidad como en la frecuencia de eventos extremos,
concentrándose en una caída mucho más intensa de agua.
En algunas zonas del litoral las precipitaciones están creciendo lo que su-
mado a mayores lluvias en la alta cuenca pueden provocar a un aumento ma-
yor del volumen de agua en territorios como la Cuenca del Plata, donde se
asientan las tierras más ricas de potencial agroproductivo como buena parte
de la planicie chacopampeana.
Los efectos del cambio climático y su combinación con los procesos de
transformación antrópica que he venido mencionando aplicados especialmente
a la planicie chacopampeana generarán impactos extremos aun más recurren-
tes. Si por un lado se perciben fuertes impulsos por la transformación hacia la
agricultura intensiva de exportación y ahora a los agroenergéticos, por el otro,
se observa con preocupación la escasa preparación que tiene el país y los deci-
sores de políticas ambientales, económicas y productivas para siquiera ajustarse
a estos cambios tan relevantes, que indefectiblemente estaremos enfrentando.
Chacareros y chacareras…
América Latina es la región más urbanizada del mundo en desarrollo. El
nivel de urbanización era del 75,3 por ciento en el 2000 y se estima que llegará
al 80,4 por ciento en el 2020. La Argentina es uno de los representantes fi eles
de estos guarismos.
Hoy día es mucho más probable que usted, amigo lector, se encuentre y
converse cara a cara, y día a día, con un urbanita, con un hombre urbano, que
con alguien del medio rural.
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Sin embargo, un país, en especial de las dimensiones territoriales de la Ar-
gentina, enfrenta un serio riesgo estratégico, si el espacio rural se vacía de
gente, si se lo vacía de agricultores, de campesinos, de indígenas. Como bien
resaltan los miembros de organizaciones campesinas e indígenas del centro de
la Argentina, APENOC: “Cuando una familia rural se va del campo, se agran-
da el desierto” (APENOC, 2002; Eduardo Belelli, 2009).
El mantener a los chacareros en el campo, es una cuestión estratégica. Po-
drían aprender algo nuestros políticos de los europeos o los norteamericanos, o
porque no, de los japoneses o hasta de los neozelandeses, que les subsidan “para
clavar la guampa en la tierra” y no moverse.
Pero como acordarse de los “chacareros”, si ni siquiera los medios recor-
daban este nombre. Eran como hablar de la chata, el sulky, las garlochas, las
alpargatas, la “sieteup” o la bombacha bataraza. Ya desde la cacofonía de los “cla-
rinetes” rurales supimos leer cada sábado, durante más de una década, que el
nuevo nombre para los hombres de campo, debería ser el de “chacrers” (como
Seminario, Huergo y otros consultores y periodístas pretendieron imponer),
“farmers” o productores…O el “descubrimiento” del campo por sociólogos ru-
rales que se habían quedado en los años setenta en sus estudios sin comprender
las nuevas alianzas, los nuevos actores y los enormes procesos de cambio que
estamos viviendo, hasta el periodismo progresista que consultaba desesperada-
mente que era una hectárea o un quintal o el más conservador, siempre más
vinculado al campo de los ruralistas terratenientes, preocupados por sus asados
domingueros en riesgo…
Si hoy día, hasta el clarinete rural, habla de chacareros… Cómo se da vuel-
ta la taba…!
Una pena, pero también una oportunidad. Hoy, de una manera burda y
hasta brutal, la sociedad argentina, que vivió como la metrópolis de Buenos
Aires, de espaldas al interior, percibió que hay “cosas distintas” en el campo.
Que más allá de la equivocada alianza de sectores rurales que defi enden distin-
tos y hasta enconados intereses, hay chacareros pequeños y medianos y tam-
bién grandes productores y hasta pudieron revisar sus diferencias y objetivos.
También se pudo ver y comprender, que en algunos casos, la lógica campesina,
supo mostrar que está más cerca de la construcción de una soberanía alimen-
taria, importante para la nutrición y la revitalización del interior. El Movi-
miento Nacional Campesino Indígena (MNCI-Vía Campesina), conformado
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por quince mil familias de nueve provincias, ya propone estos objetivos junto
a los de una discusión por una reforma agraria integral, imprescindible para
la reasignación de una tierra que hoy día les es esquiva, al haberse convertido,
hoy más que nunca, en una mera mercancía para el mejor postor en el juego
mundial por la tierra. La Federación Agraria Disidente, una propuesta del gru-
po de José Luis Livotti, sostiene y fortalece reclamos similares.
La apertura de la economía argentina, el proceso de globalización, la inten-
sifi cación tecnológica, especialmente en el agro, la llegada de nuevos actores
sociales, la facilitación de acceso a los recursos naturales (tierra, petróleo, gas,
biodiversidad) por parte de capitales foráneos no ha tenido antecedentes y
parece no tenerse ningún interés estatal en ponerles algún límite (leyes como
las de extranjerización de las tierras en la Argentina o una imprescindible ley
de arrendamientos, duermen el sueño de los justos en los cajones legislativos).
Los resultados a nivel predial y regional, no se han hecho esperar. Con
sus diferencias, el problema de la concentración se encuentra en todas las
regiones. Un aumento muy intenso en la escala productiva, no solo en la
agricultura sino en otras economías regionales, el desplazamiento de la pe-
queña y mediana agricultura, el desplazamiento de las producciones locales
en benefi cio de la agricultura de exportación y de renta, la pérdida de pautas
culturales y sociales, el despoblamiento del campo, son hoy en día cuestio-
nes insoslayables, que deben revertirse prontamente, si se pretende asegurar la
sostenibilidad del desarrollo rural en el campo argentino. Sostenibildad no es
crecimiento coyuntural. Sostenibilidad no es shopping en los pueblos.
Este despoblamiento del campo, que afectó en los años noventa principal-
mente a los agricultores chicos, más pobres, o más endeudadados, ni que ha-
blar de los campesinos e indígenas (de los que ahora se acuerda algún gobierno
para utilizarlos bobamente) siempre impulsados hacia las ciudades a vivir en
condiciones subhumanas, hoy en día es un recuerdo latente pero también una
amenaza permanente por la apropiación de las tierras de nuevamente los pe-
queños (de alto valor por hectárea) por parte de inversores nativos y foráneos,
que los destinan a los pooles de siembra.
Se debe poner el foco y la preocupación, que a pesar de los avisos que se les
viene haciendo a los decisores de políticas, nunca atendieron, sobre quienes es-
tán accediendo rápidamente a las tierras, que de una manera u otra, por las bue-
nas o por las malas están abandonando los pequeños y medianos agricultores.
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El campo argentino hoy es más complejo aún que antes. Prácticamente es
una copia sectorial de lo que es la Argentina. Muy pocos ricos, clase media
y aún una buena cantidad de pobres en muchas ecoregiones de la Argentina.
Especialmente estos últimos, fueron los más afectados en los años noventa y
los guarismos estatales, mostraban la desaparición de prácticamente más de
100.000 agricultores, y sus familias durante esos períodos (Cuadro Nº 3).
Fueron muy pocos, los sectores que miraban este escenario de destrucción de
la base rural de la Argentina.
En muchos casos, son estos pequeños y medianos agricultores, los sobre-
vivientes de ese período, los que han reaccionado con mayor énfasis sobre la
aplicación de retenciones móviles, que en el caso de los más alejados de los
puertos o en ecoregiones con menor productividad que en las Pampas, lite-
ramente volverían a formar parte de los cuadros estadísticos de “ex produc-
tores”.
Actualmente, de los 170 millones de hectáreas agropecuarias de todo el
país, 74,3 millones de hectáreas están en poder de tan solo 4 mil dueños (Pen-
gue, 2008). Son las propiedades que van desde las 5.000 hectáreas en adelan-
te, debiéndose recordar que hay en el país casi 300.000 productores, lo que
implica que el 1,3 por ciento de los propietarios posee el 43 por ciento de la
superfi cie de tierra en la Argentina. En la Región Pampeana, donde están las
tierras más cotizadas, hay 4.110.600 ha en manos de solo 116 dueños (Pen-
gue, 2008). Además de la concentración de la tierra por parte de grupos eco-
nómicos nacionales es ya insoslayable la preocupación por el acceso y llegada
de grandes capitales internacionales que avanzaron sobre la propiedad rural
argentina. Los ejemplos más conocidos son los del grupo Cresud que compró
500.000 ha y 200.000 vacunos. Nettis Impianti, con 418.000 ha en La Rioja,
con un pueblo adentro, la empresa australiana Liag, que compró 68.000 ha
en Salta y Formosa, el grupo italiano Radici, con 40.000 ha en San Luis, el
conde alemán Zichy Th yssen, dueño de 80.000 ha en la misma provincia, y
el grupo Benetton con 1.000.000 de ha en la Patagonia. En Misiones un gru-
po chileno compraba en 2005, 172.000 hectáreas y las cifras siguen en todas
las provincias argentinas. Todo legalmente. No existe ninguna limitación
para el acceso, en cantidad, superfi cie o ubicación de los extranjeros al
territorio argentino ni de los argentinos en cuanto a la escala de tierras a
comprar.
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Increiblemente poco se dice respecto a los dueños de la tierra, de gran-
des extensiones aún en la Argentina. El 75 % de la producción agrícola
está hecha por arrendatarios. Aquí se mezclan los pooles de siembra con
hasta pequeños y medianos agricultores, que compiten de manera desigual
por las tierras para la producción. Ya se sabe quien gana… Si estos arrenda-
tarios pagan en promedio un 40 % de lo cosechado a los dueños de los cam-
pos, estos últimos son unos de los grandes ganadores del negocio agrícola,
que sin incurrir en ningún riesgo climático o productivo, obtienen grandes
ganancias.
Es aquí donde la acción y el trabajo del gobierno es crucial. De no mediar
una Reforma Agraria Integrada, que ordene el territorio en la Argentina, la ine-
quidad, seguirá siendo la moneda de cambio en el sector rural, pero también en
lo urbano.
La población pauperizada de las grandes ciudades da cuenta de esta inacce-
sibilidad nuevamente a una vivienda digna sobre una parcela de tierra. Existen
voces que hablan de la emergente necesidad de una reforma urbana que supere
la especulación inmobiliaria y de cuenta de los millones de seres humanos que
no cuentan para ningún plan de desarrollo (por no tener ninguna vinculación
al partido político de turno) y sin embargo son fuerza bruta de trabajo y de
servicios a la propia ciudad.
Campo, ciudad y ambiente están sin embargo, mucho más ligados de lo
que se cree. Hemos dado cuenta de la importancia para los ciudadanos de la
demanda de recursos pero más aún una mala gestión de los recursos en el cam-
po o las presiones directas sobre el medio natural pueden desencadenar serios
confl ictos ambientales sobre las ciudades. La vulnerabilidad de las ciudades y
pueblos y de los ecosistemas a fenómenos climáticos antes inexistentes u ex-
tremos da cuenta de cambios profundos que nos afectan de cerca con conse-
cuencias no sólo económicas.
Cuadro Nº 3. Pérdida de establecimientos agropecuarios en la Argentina.
Censo Año Total País Pampeana NEA NOA Cuyo Patagonia
1988 421.221 196.254 85.249 72.183 46.222 21.313
2002 317.816 136.345 68.332 63.848 32.541 16.750
Diferencia % –24,5 –30,5 –19,8 –11,5 –29,6 –21,4
Fuente: Pengue, 2005.
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Una OPEP de los alimentos
En el artículo publicado en Fronteras (2008), La Economía Ecológica y el Desarrollo en América Latina, analizaba las relaciones entre la aparente crisis
mundial alimentaria y el sistema fi nanciero, que no es más que una crisis del
sistema económico global y que no puede ser resuelto con los mismos instru-
mentos y los organismos, que han creado el problema. Existe una enorme res-
ponsabilidad de organizaciones globales, que en lugar de atacar la crisis, están
colaborando en hacer crecer el daño producido.
La revolución verde, destruyó pautas culturales y de producción agrícola
de millones de agricultores y de países enteros.
La nueva revolución del campo, promovida como la nueva alternativa,
puede generar aún más problemas que soluciones (Pengue, 2009).
Los agricultores deben volver al campo. A producir sus propios alimentos.
A reproducir sus espacios de vida. Y los pueblos nutrirse de los productos de
su propia gente y no de los provenientes solo de los grandes países exportado-
res, y de los grupos económicos que les dominan, que son los grandes traders cerealeros.
Es imprescindible la vuelta hacia una economía local, una economía con
rostro y hacia los seres humanos.
En los años ochenta, el clarifi cador libro Los Trafi cantes de Granos, de Dan
Morgan (Editorial Abril, 1984), hacía solamente una advertencia de lo que
sucedía y que vendría a producirse en el mundo si se dejaban en manos de los
grandes pulpos cerealeros como Cargill el manejo de la producción mundial
de alimentos. Hoy enfrentamos un escenario aún más complejo, desordenado
y concentrado.
El ranking de todas las empresas exportadoras de la Argentina del año
2007 aparece encabezado por la compañía Cargill con ventas al exterior por
u$s 4.317,6 millones; en segundo lugar se ubica el grupo Bunge con u$s
2.673,7; en tercer lugar se encuentra LDC Argentina (subsidiaria de Grupo
Louis Dreyfus) con u$s 2.030,9 millones. Estas tres empresas cerealeras en-
cabezan el ranking de todas las empresas exportadoras del país. Un puñado
de empresas cerealeras (que se completa con Nidera SA, Noble Argentina
(subsidiaria de Noble Grain), ADM Argentina S.A. y Aceitera General Dehe-
za S.A.) son las que manejan la exportación de granos del país. Por supuesto,
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que los productores tienen algo que ver con este negocio y se benefi cian en
este punto poco de él. Los otros grandes grupos de los primeros diez grandes
exportadores, responden a empresas petroleras (como Repsol), o exportadoras
de cobre y oro como Minera La Alumbrera.
Las fi rmas cerealeras, liquidan al productor un precio menor al vigente
en los mercados internacionales (basta mirar los precios diarios de Chicago y
Buenos Aires) (descontados los derechos de exportación, retenciones), suma-
dos los gastos de comercialización y fl ete correspondientes, a lo que debería
sumarse un error de cálculo que merced a la anuencia de la SAGPyA estaría
afectando a los productores, por un mal cálculo entre las diferencias de apli-
cación de los valores FOB y FAS teórico, un guarismo creado y publicado
por la primera. El hecho aparentemente benefi ciaría aún más a los traders en
detrimento de los agricultores.
Ahora bien, podríamos preguntarnos porque un país “cerealero” como la
Argentina, no ha decidido aún, operar con su propio trader, una propia em-
presa estatal que maneje, en lo posible, el mayor caudal del negocio agrario
de exportación y junto con otros países (Brasil, Paraguay, Bolivia, Canadá,
Australia), discutir un nuevo modelo de negocios, que permita crear, como
fuera en su momento, la OPEG, la Organización de Países Exportadores de
Granos y hacerse en su propio benefi cio, de un negocio que hoy solo bene-
fi cia a otros.
Desde esta nueva organización, será mucho más factible ayudar a organizar
un mundo hoy hambreado especialmente, y ayudar a regular el sistema global
de una manera más sostenible y humanitaria. No podrá hacerse de ninguna otra
forma.
Hacia el desarrollo rural sostenible
Es verdad que entrando en este nuevo milenio, nuestra agricultura está
teniendo transformaciones transcendentales. El nuevo sistema, permite incre-
mentar –mediante la aplicación intensiva de insumos y su combinación con
nuevas tecnologías de creciente aceptación– los rendimientos físicos de los
cultivos de alta respuesta, pero con resultados y consecuencias ambientales,
sociales y económicas que recién comenzamos a evaluar.
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La Argentina ha triplicado los niveles de fi nales de la década de los años
setenta, donde arranca el crecimiento expansivo de la agricultura más inten-
siva. Los aumentos en productividad de los principales cultivos (maíz, soja,
girasol y demás) muestran un salto promedio anual del 5 % en las últimas tres
décadas, que casi triplica por otro lado, el crecimiento de la economía en su
conjunto (1,8 %).
Ahora bien, el aprovechar de la forma que hemos hecho estas ventajas
comparativas, no ha garantizado un crecimiento sostenido del sector que deri-
vara en algún momento en un desarrollo más balanceado. Hablando específi -
camente del sector rural y de los agricultores, no necesariamente los resultados
de estos “avances pampeanos” llegarán de la misma forma y se plasmarán en
logros algo más que efectistas. Es mucho, el pequeño y mediano agricultor que
no alcanzó la también creciente escala económica necesaria para sostenerse y
de productor paso a arrendar su campo o a ser dirigido en sus acciones por
pooles o grupos económicos mayores.
En el modelo actual de crecimiento rural, el destino que espera a estos agri-
cultores, seguramente será el de prestadores de servicios en pueblos y ciudades
rurales, o en “buscadores de campos o arrendatarios pequeños enloquecidos”
o nuevos emigrantes.
Por eso es tan importante diferenciar crecimiento de desarrollo. El desarrollo
rural es otra cosa. Es fomentar la ocupación en producción y trabajo, diferencia-
do y con distintos caminos y destinos bajo las múltiples alternativas disponibles
en un país con ecoregiones tan disímiles, hoy día muchas de ellas uniformizadas
y disciplinadas por la tecnología y la inyección de capital foráneo.
Ni que hablar cuando se habla de un “desarrollo rural sostenible”. La sus-
tentabilidad excede la mera conservación de los recursos naturales y del medio
ambiente para convertirse en la expresión de un desarrollo económico y social
estable y equitativo. El pasaje de una agricultura convencional a una susten-
table es un proceso lento, complejo, que difícilmente se da en forma natural.
Signifi ca disponer de un conjunto de instrumentos económicos, sociales y de
políticas, así como de tecnologías y conocimiento de procesos aplicables que
orienten los mecanismos y señales de los mercados en función de esos objeti-
vos. “El mercado puede ser un efi ciente medio de asignación de recursos pero sus invisibles manos, muchas veces, deben tener quién las oriente”. A la capacidad
tecnológica y productiva que tenemos, hemos de sumar de forma obligatoria
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la educación formal e informal, en todos los ámbitos y sectores. Todo ello ne-
cesita de Políticas Públicas.
Si una parte de la base de la riqueza argentina está en su campo y en la gen-
te que la produce, favorecer, apoyar y mantener el modo regional y la cultura
propia del medio rural junto con las personas que lo habitan, es una respon-
sabilidad indelegable del Estado, nacional, provincial y municipal y de todos
los organismos en sus distintos estadios que también tienen o deberían tener
incumbencia directa en este proceso.
Favorecer y revitalizar la vida de los pequeños pueblos, reconstruir sus eco-
nomías y movilidad local de sus productos, e impulsar modos y rescates de
producciones específi cas, construir con objetivos específi cos y claros los con-
ceptos de los alimentos como productos locales, regionales, delicatessen, espe-
cialidad, denominación de origen, amenidades, arte y alimentos especiales,
que si bien son tan promovidos en el primer mundo, pueden ser aprovechados
también aquí, tanto localmente como en el incipiente movimiento agroturís-
tico o la actividad exportadora para quienes mediante la actividad cooperativa
puedan lograr establecer los principios de cantidad, calidad y continuidad.
Países como Italia, Francia, España, EE.UU., Australia, Nueva Zelanda, muy
similares en su base agroproductiva a nosotros lo han implementado y sus re-
sultados saltan a la vista. Muchos de ellos son subsidiados por entender que la
agricultura no es solo producir un comoditie (materia prima), sino que implica
valores y externalidades sociales, que deben ser resguardadas y reconocidas.
Mientras estas economías se protegen, en nuestro caso, se atenta directamen-
te contra un desarrollo rural integrado. No todo el sector rural es lo mismo
ni mucho menos. Hoy día la agroindustria sojera o la economía basada en el
maíz, tanto como la ganadería están mejorando. La renta que el Estado argen-
tino toma para si como impuestos a la exportación (retenciones) deberían en
lugar de utilizarse, luego ya de más de cuatros años de aplicarlos a políticas de
emergencia primero y clientelistas después, ser orientados directamente a las
economías rurales y regionales y su diversifi cación en su forma mejor enten-
dida, es decir, “valorando” el aporte de la agricultura familiar y de los técnicos
dedicados al sector en benefi cio al desarrollo nacional. El valor total de la pro-
ducción podría estar superando los 20.000 millones de dólares, casi el doble
que a principios del milenio, de los que el gobierno se quedará con más del
35 %. ¿No podrían servir 9.000 millones de dólares, refl ejo de un benefi cio
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agrícola extraordinario, ser utilizados como base de un desarrollo rural más
sostenible que abarque a las áreas más desfavorecidas y en el fi nal, un desarro-
llo nacional inclusivo?
En este Bicentenario, es necesario refundar a la Argentina. Repoblarla. Es
una cuestión geopolítica, de ocupación del territorio. También de proteger y
resguardar a sus pueblos originarios. Es necesario apoyar a los pueblos y ciu-
dades rurales. Afi ncar a nuevas familias en estos espacios. Facilitar la vuelta
de millones de argentinos que viven pauperizada y dependientemente en los
cinturones periurbanos como Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Resistencia o
Formosa a repoblar el campo, a trabajar en el, a producir de manera diversa.
Es indudable que favorecer un sistema productivo diversifi cado, que man-
tenga el paisaje rural y productivo e intercala estos elementos con el trabajo del
hombre, permitiría mantener la calidad ambiental y sus servicios, preservar la
biodiversidad, proteger el recurso suelo, administrar sosteniblemente la cuen-
ca y sostener a la familia en el campo. Para alcanzar un desarrollo rural sosteni-
ble en el siglo xxi, por encima de los crecimientos coyunturales, la Argentina
deberá aplicar ingentes y continuados fondos en sus sistemas de educación
formal e informal “desde la base”, apoyar medidas y legislación para regula-
rizar la cuestión del uso y tenencia de la tierra, promover un ordenamiento
ambiental y territorial participativo y garantizar apoyos permanentes a la agri-
cultura diversifi cada, la producción integrada, las pymes rurales, la familia y
la juventud rural, la capacitación y promoción técnica y todos los actores de
desarrollo agroproductivo.
El desarrollo rural integrado y sostenible está asociado en forma directa a
otro aspecto, pobremente apoyado en la Argentina: el de la Soberanía Alimen-
taria, como la plantearan organizaciones como la Vía Campesina. Las naciones
más desarrolladas, a las que en mucho casos, se pretende emular, resguardan
estos dos aspectos y no los sortean en las manos coyunturales de los intereses
del mercado, por ser valores superiores los que están en juego, vinculado a la
estabilidad del espacio vital y la verdadera gobernabilidad.
Es entonces necesario, discutir un plan nacional de desarrollo con la par-
ticipación de todos los sectores sociales, especialmente los más vulnerables y
defi nir esta estrategia que dirima de una vez, por lo menos en términos mí-
nimos de 50 años hacia donde queremos ir como país. Repensar las nuevas
Instituciones que deberán crearse para este Desarrollo Rural, como un Mi-
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nisterio de Desarrollo Agrario, que no podrá tener relaciones, bases o actores
provenientes de entidades ya vigentes e inútiles a todas luces en la mejora del
desarrollo rural, como la secretaría de Agricultura, que ha sido claro, ha tenido
siempre otros objetivos.
También se hará relevante en un programa nacional de Desarrollo Rural, el
considerar con fi rmeza la cuestión ambiental. Controlar lo que sucede en tér-
minos ambientales y de salud con la población rural y periurbana. Disminuir
hasta dónde sea posible la sustancial carga de agroquímicos que hoy envenena
los campos y las gentes de la Argentina, y que ni siquiera están siendo estudia-
dos con la amplitud necesaria. Reconstruir el factor campo como una factor
de salud, como una mejora frente al hacinamiento urbano.
Resguardar por otro lado, las importantes áreas naturales que aún teniendo
vocación agrícola, también son fuente principal de servicios ambientales im-
posibles de soslayar y proceder a su valoración y manejo en términos de una
inconmensurabilidad fuerte que los reconozca y proteja, con la participación y
una discusión mucho más amplia que la que hoy en día solo se plantea desde
los intereses particulares sojeros
Frenar los procesos de agriculturización y pampeanización, altamente ne-
gativos para la sostenibiidad rural y guiar, mediante políticas adecuadas, ins-
tancias productivas diversifi cadas teniendo en primer lugar como foco la sos-
tenibilidad ambiental, económica y social del pequeño y mediano productor.
El escenario global es confuso pero pleno de oportunidades. No obstante,
la producción de alimentos no puede ni debe ser vista como una mera opor-
tunidad de negocios. Sino como una enorme responsabilidad. De todos los
actores de la sociedad.
La Argentina, con estas condiciones no puede no sólo tener un niño, un an-
ciano que mueran de hambre, en un país que tiene tierras para producir alimen-
tos para todos y no solo granos exportables sin valor alimenticio o del consumo
de los argentinos.
Por una vez, el país debería plantearse su desarrollo, dentro del cual el
desarrollo rural, es sólo una parte. No hablamos de desarrollo sostenible, en
tanto que esta sostenibilidad debería ser un factor intrínseco del desarrollo.
Seguramente el campo es el motor de ese posible camino. Pero para ello sus
objetivos deberían cambiar drásticamente y pensar como parte del todo y no
con posicionamientos únicos.
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El potencial productivo de la Argentina es impresionante. Lo que se deberá
hacer ahora, es reorientar en benefi cio primero de toda su población el acceso
a los bienes y servicios naturales, a los productos más sanos de la agricultura, a
la vuelta del trabajo rural a escala humana y no industrial y fi nalmente, a la ge-
neración de los excedentes de exportación que también pueden ser necesarios.
Desde el desarrollo rural, se puede impulsar no una mitigación sino la literal
eliminación de la pobreza, pero para eso hay que apelar a una decisión estraté-
gica en este bicentenario del país. El nuevo diseño de una Nación que increíble-
mente, luego de doscientos años, debe volver a ser colonizada territorialmente,
es decir, debe regresar a ocupar un territorio que han vaciado de gente.
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■ Glosario
Agricultura familiar. Se refi ere al modelo de producción agrícola en la
cual la familia es el eje productivo y hacia el cual la misma está dedicada en un
porcentaje amplio de su tiempo. Asimismo vela y resguarda por la posibiidad
de continuar en los jóvenes un estilo de vida y producción en el sector rural.
Cascada de nitrógeno. La intensiva aplicación de fertilizantes minerales
en particular basados en nitrógeno, está produciendo por primera vez en el
mundo, una disponibilidad de nitrógeno en formas solubles inéditas y que
están afectando el ciclo normal del nutriente en la tierra.
Chacarero/campesino. Se refi ere a la forma en que tradicional e histórica-
mente se llamaba a la familia de pequeños agricultores que vivían en el campo
argentino.
Confl ictos Ecológicos Distributivos. Es la lucha por la apropiación so-
bre un determinado recurso natural, en disputa y bajo amenazas y presiones
muy variadas por su uso. Los recursos en confl icto y del mayor interés de
grupos globales son la tierra, el agua, la biodiversidad, el petróleo, el gas y los
metales.
Ecologismo de los Pobres. Una propuesta para ayudar a comprender que
en los países perifericos hay un movimiento social de reclamo por la protec-
ción de su naturaleza que se lee directamente en su supervivencia, al verse
afectado directamente su entorno de vida y sus fuentes de recursos primarios.
Ecología Profunda. La ecologia profunda, se funda en los preceptos de la
deep ecology y el Sierra Club de los EE.UU. mucho más interesados en la pre-
servación de los ecosistemas y la conservación de las especies que en el bienes-
tar humano, en particular de los más desfavorecidos.
Externalidades. Son los costos no incluídos en los balances de las empre-
sas y que generalmente afectan a terceros, en particular, a la sociedad. Una
externalidad es un daño producido pero no reconocido, como la contamina-
ción del agua, del aire, la pérdida y degradación del suelo, de la biodiversidad.
Pampeanización. Consiste en la exportación del modelo capitalista, fi -
nanciero y tecnológico de la ecoregion Pampa a otras ecoregiones del país y
América Latina que no son Pampa, y por tanto no funcionan desde el punto
de vista ecológica como esta. Sus impactos pueden llevar a la degradacion de
estos ecosistemas.
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Pasivos Ambientales. Es el daño dejado por una actividad extractiva o
degradatoria sobre el medio ambiente. La actividad minera, extractora de ma-
terias primas del suelo, una cava, la extracción de cemento y demás, producen
un pasivo ambiental que queda en el lugar y es muy difi cil de revertir.
Pool de Siembra. Es una asociación de empresarios, productores agrope-
cuarios u agrónomos, que crean un pool fi nanciero para capturar recursos con
los cuales arrendan campos, compran insumos de manera masiva y contratan
servicios de terceros con el fi n de abaratar costos, aumentar la escala producti-
va y disminuir riesgos ambientales o climáticos en la producción agropecuaria
Renta Ambiental. Se refi ere a la renta excedente directamente vinculada
a la calidad o prestación ambiental dada por un determinado recurso natural.
Además de la renta por calidad, medida en términos de resultados produc-
tivos, existe una renta dada por la disponibilidad de manera permanente de
nutrientes
Retención Ambiental. Se entiende como un pago por el uso u usufructo
de un recurso natural, en particular un recurso no renovable. Es un impuesto
aplicado en especial en aquellos casos en que se involucren bienes o recur-
sos naturales exportables y deberían ser aplicados a los grupos corpora-
tivos que hacen un uso abusivo de los mismos. La retención ambiental es
un derecho soberano de los Estados para cobrarse por el resarcimiento de la
sobreexplotación de los recursos naturales en particular aplicado al usufructo
del suelo y sus nutrientes como en el caso de los ricos suelos pampeanos o
chaqueños, al uso excesivo del agua como la mineras a cielo abierto y por su
destrucción del paisaje, al uso de recursos agotables como el petróleo o el gas
y por supuesto a la biodiversidad extraída del país.
Reprimarización. Consiste en la recurrencia por mantener a la economía
de los países emergentes solamente en un escenario de posibilidades vincula-
das a la exportación de materias primas sin ningún valor agregrado, situación
que afecta directamente y produce un creciente deterioro de los términos de
intercambio.
Sojización. Es el proceso de mantener la producción agrícola solamente
basada en el cultivo de la soja, al estilo de una monocultura, año tras año, con
el consiguiente riesgo productivo, ambiental y económico que ello implica.
Soberanía Alimentaria. Es un derecho de la Nación a defi nir su propia
política agraria, de empleo, pesquera, alimentaria y de tierras de manera tal
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que sea ecológica, social, económica y culturalmente apropiadas para sí y sus
condiciones únicas. Esto incluye el verdadero derecho a la alimentación y a las
formas de producirlo, lo que signifi ca que todos los pueblos tienen el derecho
a una alimentación sana, nutritiva y culturalmente apropiada, y a la capaci-
dad para mantenerse a si mismos y a sus sociedades. El concepto se diferencia
entonces del presentado por FAO y muchos países interesados en promover
el Programa Mundial de Alimentos (PMA, muy vinculado a los excedentes
de producción agraria norteamericana, sobre “Seguridad Alimentaria”: “La
seguridad alimentaria existe cuando todas las personas tienen en todo mo-
mento acceso físico y económico a sufi cientes alimentos inocuos y nutritivos
para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias en cuanto a los
alimentos a fi n de llevar una vida activa y sana”. Agregando: “La seguridad ali-
mentaria se ha conseguido cuando se garantiza la disponibilidad de alimentos,
el suministro es estable y todas las personas los tienen a su alcance.”
Traders cerealeros. Son los grandes grupos económicos que se manejan en
el mercado de granos y ejercen una capacidad real de accionar sobre los mer-
cados, sus precios y demás acciones de control. Funciona como un mercado
oligopólico de hecho.
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NATURALEZA Y REGIÓN PAMPEANA. LA AGRICULTURA CONSERVACIONISTA EN PRODUCTORES FAMILIARES Y EMPRESARIALES DE LA REGIÓN PAMPEANAMariela Blanco
■ Introducción
La atención a la naturaleza en la Región Pampeana comienza a cobrar rele-
vancia a principio de la década de los ‘90. Principalmente esto obedece a dos
cuestiones, una tiene que ver con el desarrollo de los discursos de la susten-
tabilidad, los cuales se asocian con la necesidad de contar con producciones
estables en el tiempo y susceptibles de mantener los recursos naturales para las
futuras generaciones y, la otra, más particular de la región, tiene que ver con
el surgimiento de indicadores que estarían dando cuenta de cierta pérdida de
capacidad de los recursos productivos para llevar adelante con éxito el proceso
productivo (por ej., síntomas de erosión, pérdidas de rendimientos asociadas
al desgaste de recursos, etcétera).
La Región Pampeana, reconocida ecológicamente como ‘pastizal pampea-
no’1, constituye una de las ecorregiones más extensas de la parte templada de
América del Sur. Ocupa una extensa región centro-este de la Argentina: el
centro norte de La Pampa continuándose por el centro de San Luis, el sur de
Córdoba y de Santa Fe, Buenos Aires (excepto el extremo sur) y la mitad sur
y el este de Entre Ríos. Presenta suelos profundos y ricos en nutrientes que
constituyen la base productiva del desarrollo agropecuario argentino. Por estas
características y su ubicación geográfi ca ha sido históricamente alterada en
forma intensiva por urbanización, contaminación, agricultura, ganadería, caza
e introducción de especies exóticas. La pérdida de biodiversidad de sus pastos
y el incremento erosivo son sus graves problemas ambientales. (Documento
1 Son cada vez más raros los sectores donde el paisaje predominante sea el del pastizal pampeano pero encon-tramos el área natural protegida Los Venados (aproximadamente 100.000 ha) en el centro de San Luis, la Re-serva Natural Otamendi (2.600 ha), el sistema de Tandilla, Campos del Tuyú en la provincia de Buenos Aires. La Pampa Ondulada es uno de los distritos menos representado de las áreas naturales protegidas de la Argentina.
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Naturaleza y Región Pampeana. La agricultura conservacionista en productores familiares y empresariales…
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Final de la estrategia Nacional de Biodiversidad, aprobado por Resolución
SayDS 91/03).
Los procesos productivos llevados adelante por la agricultura son los que
más fuertemente van a ver cuestionados en el marco de lo medioambiental.
Sin embargo, la relación que establecen los procesos productivos con la natu-
raleza tiene un sustrato social, por lo tanto la observación a la agricultura es
un recorte de la observación a la sociedad. Ahora bien, en lo que respecta a
la Región Pampeana, este tema ha abierto un intenso debate que involucra al
mundo científi co, institucional y político.
Fue durante la década de los ‘90 que la agricultura sufrió una importante
transformación. Si bien ésta no se correlaciona directamente con la emergen-
cia de una conciencia medioambiental en el sector, sí se produce una serie de
innovaciones tecnológicas que buscan detener o revertir procesos de degrada-
ción de los recursos, principalmente el suelo. Entre las principales innovacio-
nes podemos mencionar a la incorporación de la siembra directa y todo un
conjunto de tecnología de procesos2 que busca desarrollar la planifi cación y
continuidad de la producción en el tiempo. Ambas incorporaciones compren-
den la noción de agricultura sustentable. En una agricultura sustentable es
impensable sustituir por completo los insumos por los procesos, estos últimos
deben intensifi carse a los efectos de optimizar las tecnologías de insumos, res-
guardando al mismo tiempo, los efectos negativos que estas últimas pueden
tener sobre el ambiente (Viglizzo y Panigatti, 1995).
Sin embargo, estas innovaciones no fueron incorporadas por igual y en
forma masiva por todos los productores. La que mayor nivel de adopción tuvo
es la siembra directa y no siempre para todos los cultivos (el cultivo que más se
desarrolla con esta tecnología es la soja). Los distintos grados de adopción y las
estrategias seguidas por los productores responden a diferentes niveles de aná-
lisis que tienen que ver con características estructurales de la actividad como
también con la coyuntura socioeconómica de la década. Podemos mencionar
las siguientes situaciones: viabilidad económica de la adopción, tamaño del es-
tablecimiento, disponibilidad fi nanciera para el acceso a la tecnología, crisis de
2 Las tecnologías de procesos son inmateriales e intangibles, con un componente importante de información y conocimiento incorporado. Su aplicación exige programación y ajustes permanentes, por lo tanto encierra una idea de más largo plazo. En este tipo se incluyen todas las tecnologías de manejo (suelos, pastizales, plagas, etc.) y de gestión. Viglizzo, 2001.
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la agricultura familiar, necesidad de incrementar la unidad económica, entre
las más relevantes. Estos procesos junto con el desarrollo de la nueva agricultu-
ra condujeron a importantes cambios en la estructura social pampeana que se
resolvieron bajo distintas modalidades por la incorporación de la agricultura
conservacionista.
En relación a la cuestión de la naturaleza o la situación medioambiental,
encontramos distintas formas de observarlo en la región. A modo analítico
distinguimos dos visiones: por un lado, aquellos que privilegian la mirada de
la sostenibilidad ambiental a partir de los cambios que atraviesan los estable-
cimientos agropecuarios y las nuevas formas de producción; por el otro, hay
autores que buscan analizar los procesos excediendo a lo que ocurre en lo es-
trictamente productivo.
Con respecto a la primera observación, Rodríguez y Seain (2005) observan
el problema de la atención de los recursos desde la perspectiva del comporta-
miento racional de los actores que llevan adelante los procesos productivos.
El concepto de racionalidad neoclásico supone la idea de intertemporalidad
y como supuesto cúlmine la previsión perfecta; según esta visión, los indivi-
duos maximizan utilidad en forma intertemporal, es decir, no sólo evalúan
la situación actual, sino las múltiples trayectorias intertemporales existentes.
Esto desemboca necesariamente en que no pueden existir nunca problemas
ecológicos o de insustentabilidad de la producción. Las posibles pérdidas que
el daño ecológico traería consigo son consideradas por los productores en un
horizonte infi nito, de lo cual se desprende que todo dañó es inferior al benefi -
cio obtenido. De esta manera no pueden darse prácticas insustentables ya que
nunca serían elegidas por los productores, que analizan no sólo los benefi cios
presentes sino también los futuros.
Pero esto no es lo que sucede en la realidad pampeana. El horizonte inter-
temporal indefi nido no parece ser la regla decisoria, máxime cuando los con-
tratos de arrendamiento se realizan por plazos cada vez más cortos. Los que
producen en esas condiciones tienen un incentivo a maximizar ganancias en el
corto plazo sin que la sustentabilidad de la producción sea un factor a conside-
rar. Algo similar ocurre con los productores que tentados a producir para ob-
tener ganancias superiores, relegan rotaciones, y por lo tanto, visiones a largo
plazo. Todas son prácticas que ponen en riesgo la continuidad de la produc-
ción. El confl icto planteado por Flichman entre lo individual y lo social parece
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persistir, traducido ahora como disyuntiva entre maximización de benefi cios y
cuidado de las fuentes de dichos benefi cios (Rodríguez y Seain, 2005).
Cloquell (1994) estudió la percepción que sobre la degradación del recurso
suelo tienen los productores familiares. Establece que la unidad signifi cativa
con que es percibida la productividad de los suelos es el rendimiento de los
cultivos, planteado como un valor económico que permite un ingreso. Desta-
ca que hay una difi cultad en percibir la asociación directa entre degradación
del recurso y disminución del rendimiento. Plantea que en la Pampa se está
asistiendo a un proceso de vacío agroecológico con costos sociales como la
expulsión de mano de obra y el desalojo de la agricultura familiar, quedando
en unos pocos la decisión de qué y cómo se hace con los recursos naturales.
Ottman y otros (2005), sostienen que las trayectorias seguidas por el cam-
bio tecnológico agrario modernizador de la Región Pampeana, mediante una
contextualización de las diversas coyunturas en que se producen las innovacio-
nes, van introduciendo un mayor grado de artifi cialización del manejo de los
recursos naturales intensifi cando con insumos externos de naturaleza indus-
trial los sistemas agropecuarios de la región. El tipo de desarrollo que ha pri-
mado en la Región Pampeana se corresponde con una ‘dinámica hegemónica
de la insustentabilidad’ con un fuerte impacto sobre la agricultura familiar que
conduce a la pérdida de la autosufi ciencia alimentaria, la ruptura de matrices
socioculturales portadoras del conocimiento local, la ruptura sistémica sobre
el control de plagas y enfermedades y a la ruptura de una estrategia diversifi -
cada de producción y articulada con el uso múltiple del territorio. (Ottman y
otros, 2005) Hay una clara asociación entre crecimiento de la siembra directa,
el consumo de glifosato, las nuevas maquinarias incorporadas y la llegada de
las primeras sojas transgénicas, todos procesos en crecimiento. Pero esto hace
salir cada día del sistema a más pequeños y medianos productores, puesto, que
se hace necesario una cada vez mayor escala de producción, que conduce a un
incremento de los costos sociales para el país (Pengue, 2005).
En estas visiones, un tanto alarmantes, encontramos tres situaciones que
operan como punto de infl exión a la hora de pensar los temas ambientales en
los procesos productivos pampeanos. La primera tiene que ver con la tensión
existente entre la preservación de los recursos y la búsqueda de la ganancia.
Parecería estar primando la segunda opción entre los productores. La segunda
y relacionado con lo anterior presenta a la incorporación de la agricultura con-
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servacionista, como una innovación que exige un importante desembolso de
capital que para ser rentable requiere un aumento del tamaño de las unidades
productivas. Como consecuencia de esto surge la competencia por el acceso
a la tierra, sobre todo bajo la forma de alquiler, que no garantiza el cuidado
de los recursos naturales de producción. También se menciona en este nivel el
abandono de la actividad de un grupo importante de productores pequeños
y medianos. La tercera cuestión presenta la paradoja acerca de que la agricul-
tura conservacionista funciona sobre un manejo cada vez más artifi cial de los
ecosistemas por lo que es impensable pensarlo como un sistema sustentable
de producción.
En una mirada distinta encontramos otros estudios que sostienen la via-
bilidad en el encuentro entre las innovaciones tecnológicas y el desarrollo de
una agricultura sustentable.
También en esta perspectiva se analiza la racionalidad del comportamiento
de los productores en relación a la preservación de sus recursos. Se identifi ca
a un productor ambiental cuando, sin dejar de lado lo que necesita producir,
es decir obtener rindes aceptables para mantenerse, busca producir preservan-
do, es decir hacerlo de manera sostenible. Conjugando en el mismo nivel de
productividad cultural (conocimientos que él posee sobre la fertilidad y uso
del suelo), el nivel de productividad ecológica (basado en el mantenimiento de
dicha fertilidad para seguir produciendo a largo plazo) y el nivel de producti-
vidad tecnológica (si ha logrado considerar los dos primeros niveles – cultural
y ecológico, es porque está convencido de aplicar una tecnología no agresiva),
el productor ha puesto en funcionamiento una nueva alternativa en el proceso
productivo, con las consiguientes modifi caciones territoriales que esto genera
(Mikkelsen, 2005).
Ya en la década del ‘80, en pleno proceso de agriculturización de la Re-
gión Pampeana y el avance de los procesos degradatorios, comienza a cobrar
fuerza el concepto de agricultura conservacionista, basado en la reducción de
labranzas, empleo del cincel, cobertura superfi cial con residuos vegetales y
rotaciones que incrementaran el contenido de materia orgánica de los suelos.
Así, comienza a difundirse el concepto de calidad del suelo que implica una
visión global sobre la conservación no solamente de su integridad física sino
de sus funciones. Esto se plasmó en el sistema de siembra directa, que comien-
za a tener difusión masiva durante la década de los ‘90. La conservación del
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suelo continuará siendo el principal factor relacionado con el desarrollo de
sistemas agrícolas sustentables (Casas, 2000). El deterioro sufrido por el suelo
debe ser revertido o controlado para detener el costoso proceso de degrada-
ción y demandará incorporar en forma amplia tecnología conservacionista
para reemplazar a los sistemas no sustentables de producción (Zamora, 2002).
Sin embargo, es importante aclarar que estos cambios tecnológicos también
introducen cierta baja de costos, favorecidos por las políticas económicas y los
precios internacionales, por lo que no necesariamente el paso a este tipo de
agricultura se explica únicamente por el surgimiento de una especie de con-
ciencia por la preservación ambiental.
En otra línea encontramos bibliografía que si bien centra su observación
en los cambios que atraviesa la agricultura busca resolver o establecer los pará-
metros de la sustentabilidad más allá de los actores que se encuentren involu-
crados directamente en el proceso productivo. Y no sólo se trata de los actores
de la producción si no también, sobre qué se espera o se habla en los conceptos
de sustentabilidad o medio ambiente.
Para algunos, la vía del desarrollo de la década del ‘90 estuvo signada por
la ausencia de políticas generadas desde el estado que deposita en manos del
mercado la confi guración económica y social de la región. A su vez, se concibe
al mercado como una fuerza incapaz de resolver de manera exitosa el proble-
ma de la conservación de los recursos.
Es así que la expansión de la soja en la región tiene un fuerte impacto ne-
gativo en las condiciones ambientales y sin ningún tipo de control en la pro-
tección de los recursos naturales. La expansión de la soja obedece a objetivos
de desarrollo planifi cados que son el resultado del avance del capital en la pro-
ducción agraria impulsado por las nuevas condiciones de mercado generadas
a partir de la desaparición de una parte importante del marco regulatorio exis-
tente antes de los ‘90. La soja se implanta sobre la sustitución de otros usos del
suelo: en el período 1994/98 la soja compite y desplaza al ganado y durante
1998/02 desplaza a otros cultivos (Martínez Dougnac, 2005).
La supuesta efi ciencia productiva se realizó sobre la base del subsidio natu-
ral otorgado por la fértil pampa argentina. Pero esto ha entrado en crisis, y lo
que emerge es el resultado de años de sobreexplotación de la tierra. El aban-
dono de la rotación agricultura-ganadería, sumado al avance del monocultivo
de la soja RR, han logrado comprometer la base productiva para las próximas
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décadas. Desde este ángulo de análisis, podría decirse que el monocultivo so-
jero es un rumbo crítico para la sustentabilidad ambiental, la diversifi cación
transgénica sólo puede agravar las posibilidades de los ecosistemas argentinos
de asegurar a las generaciones futuras una dotación de recursos naturales sufi -
ciente para satisfacer sus necesidades (Domínguez y Sabatino, 2006).
Por último, se concluye que la cuestión ambiental o de la sustentabilidad
no se limita a los recursos naturales o a sujetos económicos sino que involucra
a la política que defi ne un país, por lo tanto difícilmente pueda resolverse esta
situación tranqueras adentro.
Para Lattuada (2000), el desarrollo sustentable no puede ser una cuestión
acotada a lo ambiental, ni al sistema económico predominante, ni siquiera al
sistema económico, y mucho menos exclusivamente a una responsabilidad
individual de los actores económicos. Se trata de una tarea de la sociedad. A
su vez plantea que en un escenario que posibilitó el crecimiento de la produc-
ción y de las exportaciones, la incorporación tecnológica y la adopción de un
sendero de innovación menos agresivo para el medio ambiente, no fundó las
condiciones sufi cientes para satisfacer las necesidades de reproducción como
tal y, resulta imposible pensar en una situación de equilibrio con el ambiente
y con las necesidades de las generaciones venideras. Dado que el objetivo de
toda política es mejorar las condiciones de vida de la gente, el desarrollo sus-
tentable es una asignatura pendiente en la Argentina de comienzos del siglo
xxi (Lattuada, 2000).
De esta manera, observar el proceso de la agricultura conservacionista al
interior de los procesos productivos nos conduce a toda una serie de interro-
gantes, con diferentes grados de complejidad, y más aún, si realizamos el es-
fuerzo de articularlos entre ellos. Esto es, ¿la búsqueda de rentabilidad limita
el desarrollo de la agricultura conservacionista?; ¿qué situaciones nos permiten
identifi car en la actualidad a productores ambientales?; ¿es un confl icto el de-
sarrollo de procesos artifi ciales con el cuidado de la naturaleza si sostienen un
relativo éxito en la atención de los recursos?, ¿cuál es la naturaleza resultante de
la agricultura conservacionista?; estos son interrogantes que buscaremos dar
respuesta a partir del análisis de los productores familiares en Marcos Juárez
(Córdoba) y empresariales en Pergamino (Buenos Aires).
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Presentación de los casos: Marcos Juárez y Pergamino en los ‘90
A fi n de abordar la cuestión de la relación entre agricultura y medio am-
biente en la Región Pampeana se han seleccionado dos zonas agrícolas por
excelencia –Marcos Juárez en la provincia de Córdoba y Pergamino en Buenos
Aires–, caracterizadas por presentar estructuras agrarias y dinámicas producti-
vas diferentes. Estas diferencias no obedecen a las particularidades agroecológi-
cas de las regiones, sino más bien, a la estructura social rural de cada una. Esta
estructura social no sólo se defi ne por el tipo de explotaciones que predomina
en cada región sino también por el entramado de instituciones y las caracterís-
ticas sociales de los sujetos involucrados en el proceso de producción primaria.
Veamos, a continuación, que formas han adquirido los cambios de los ‘90 en
los procesos de las sociedades rurales locales.
Marcos Juárez, provincia de Córdoba: la agricultura familiar
Marcos Juárez se encuentra en el sudeste de Córdoba y pertenece a la re-
gión Homogénea IV denominada agrícola del sudeste y concentra la mayor
superfi cie de aptitud agrícola en toda la provincia. Los suelos originalmente
presentaban un elevado porcentaje de materia orgánica y en la actualidad se
haya reducido por el uso agrícola continuo. Históricamente se ha caracteriza-
do por el desarrollo de la producción agropecuaria, vía la pequeña y mediana
propiedad, a través de colonos inmigrantes que con el paso del tiempo se con-
vierten en propietarios, dando lugar a una estructura agraria de tipo familiar
con predominio de la propiedad de la tierra (Merigo, 2003).
Ahora bien, la década de los ‘90 ha producido importantes cambios al in-
terior de esta estructura agraria que generaron diferentes estrategias en los pro-
ductores para continuar en la actividad. Dado que en esta zona observamos
el comportamiento de los agricultores familiares destacaremos los principales
cambios que atravesó este fragmento social.
En general hay un acuerdo en la bibliografía de defi nir a las explotaciones
familiares como aquellas unidades productivas que basan su reproducción en
la presencia de trabajo familiar. Sin embargo en la Región Pampeana, dadas las
características productivas, ésta relación entre producción y trabajo familiar
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adquiere particularidades más complejas. Por un lado, cabe destacar que esta
región ha basado su desarrollo en diferentes procesos en donde la incorpora-
ción de sucesivos cambios tecnológicos ha jugado un rol fundamental y, por
el otro lado, la reproducción de la familia soporta la mediación de organizar
su proceso de producción con diversas actividades orientadas al mercado3. En
este sentido, la agricultura familiar pampeana no puede ser homologada con
otros tipos de agricultura como la campesina o la pequeña producción aunque
compartan para su defi nición los mismos indicadores.
Tort y Román realizan las siguientes observaciones sobre este grupo de pro-
ductores a partir de los cambios ocurridos en la región durante la década de
los ‘90. La presencia de trabajo familiar es la variable más relevante para defi nir
al universo de las explotaciones familiares; la superposición de la propiedad
del capital y la fuerza de trabajo en una misma persona. Sin embargo, para el
caso pampeano no es la propiedad del capital agrario lo que defi ne a este tipo
de productor. Un productor familiar podría no poseer tierra y contratar bue-
na parte de las labores, y seguiría siendo considerado un productor familiar
siempre que tome las decisiones productivas y aporte con su familia la mayor
parte del trabajo requerido. Otro elemento que se considera es la racionalidad
económica que ponen en juego para llevar adelante el proceso productivo (Tort
y Román, 2005).
Por su parte Cloquell y otros sostienen que el incremento de escala entre
los productores familiares se encuentra asociada a la incorporación de paquetes
tecnológicos mientras que desaparecen signifi cativamente las unidades peque-
ñas. Se consolida el trabajo familiar como centro de la dinámica de la organiza-
ción laboral tanto en las tareas físicas como administrativas, con una tendencia
a la disminución de familiares afectados a la producción. Se ratifi ca la separa-
ción de la unidad doméstica de la unidad de producción. Se destaca el tipo
propietario –arrendatario en el incremento de producción y productividad.
Son los que incorporan los nuevos paquetes tecnológicos, que tienen oferta de
3 Dougnac y Tort describen diferentes fases de transformación de las unidades familiares en el agropampeano: la del predominio del colono/arrendatario, basado en la autoexplotación de todo el grupo familiar (primera parte del siglo XX), la del chacarero propietario, organizado sobre el compromiso del núcleo familiar, básicamente masculino en la faz productiva y femenino en la reproductiva (hasta mediados del ‘70) y, por último el período de la mecanización y tractorización que ha permitido hablar de farmers, caracterizado por una creciente urba-nización de pautas y organización laboral, donde prácticamente ha desaparecido el ciclo de producción para el autoconsumo y se articulan distintas modalidades en relación con la tierras.
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servicios por labor, que incorporan mayor cantidad de asalariados permanen-
tes, incorporan más superfi cie. Son también los que están más expuestos a las
condiciones capitalistas del contexto ya que el incremento de escala demanda
mayor inversión en capital, asumiendo el riesgo del pago de interés y de renta.
El trabajo familiar forma parte de la estrategia ya que posibilita reducir al mí-
nimo la constitución de un fondo de salarios. Entre los propietarios se observa
la organización del trabajo familiar y en algunos el complemento con la oferta
de servicios por labor. También en este grupo se ha incrementado la estrategia
rentística (Cloquell y otros, 2003; Román y Robles, 2005).
Por lo tanto, las unidades familiares que han podido mantenerse lo han
hecho en base a diferentes estrategias organizativas, entre las cuales se desta-
can, la especialización agrícola, el aumento de la economía de escala mediante
el alquiler o arrendamiento de las tierras y, una estrategia conservadora en
cuanto a asumir riesgos, por ejemplo para la toma de crédito y, también en
no exceder en el desarrollo de las actividades la capacidad de la mano de obra
familiar disponible. Esto condujo a un proceso de diferenciación social en
grupos de productores familiares capitalizados mientras que otro importante
número abandonan sus sistema de producción pasando a ser rentistas desvin-
culándose en forma completa de la actividad (Bergamín, Ryan y otros, 2005).
En diferentes estudios realizados en Marcos Juárez concluyen caracteri-
zando a la agricultura familiar de los ‘90 en cuatro tipos de productores fami-
liares. Los que cesan en la producción, se trata de productores que ya llegan
endeudados al plan de convertibilidad y dejan la actividad cediendo la tierra
en alquiler o venta. Este grupo de productores explica la situación por falen-
cias en la gestión y gerenciamiento de la actividad (equivocación en la decisión
de negocios y no solamente económica) y también, por problemas climáticos
que no pudieron afrontar fi nancieramente. Otro grupo, se identifi ca como
de resistencia y arraigo a la tierra. Se trata de productores más conservadores
en cuanto a la incorporación tecnológica y buscan ofrecer servicios con la
tecnología disponible para afrontar la crisis. La baja tendencia a la adopción
tecnológica, se explica porque ello signifi caría reemplazar maquinarias (capital
fi jo que poseen) por insumos (capital operativo que deben comprar). Debido
al atraso tecnológico en la actualidad se convierten en tomadores de servicios
de maquinarias para mantenerse en la actividad. La actitud conservadora tam-
bién se describe como un tipo de productor que vuelve a residir en el campo,
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recomienza la actividad de autoconsumo y ajusta al extremo los gastos de
reproducción del hogar maximizando hacia afuera la capacidad laboral en ac-
tividades dentro del sector. El tercer tipo se encuadra bajo la categoría de tran-
sición y son aquellos que incorporan tecnología en propiedad, también se los
identifi ca como medianos contratistas capitalizados, como la sembradora de
directa, y salen a ofrecer servicios. También se caracteriza por el abandono de
contratación de todo tipo de mano de obra no familiar. Se destacan también
por la salida en busca de capacitación y una fuerte participación institucional,
sobre todo en el sistema cooperativo. El último grupo se encuadra dentro de
procesos sostenidos de acumulación. Se trata de productores familiares más
grandes que incorporan tecnología de punta y buscan el crecimiento econó-
mico a través del alquiler de tierras vía contrato accidental. Realizan una re-
conversión organizativa muy fuerte en aspectos de gestión y administración
económica (Merigo, 2003; Preda, 1998).
De esta manera vemos que las estrategias seguidas por la agricultura familiar
presenta un entramado heterogéneo de comportamiento y decisiones socioeco-
nómicas. Podemos resaltar dos aspectos: por un lado, la forma de incorpora-
ción tecnológica que opera en tres niveles diferentes: la cesión de la tierra en
alquiler, la contratación de servicios y la oferta de servicios. Estos tres niveles
nos permitirán observar qué tipo de relación se establece en la viabilidad o no
de encontrar procesos de la agricultura conservacionista más allá de la incorpo-
ración tecnológica de la siembra directa. Por otro lado, creemos que la disponi-
bilidad de tierra para llevar adelante la nueva agricultura constituye un punto
clave en este grupo de productores, ya sea en la forma de completar con las
exigencias de la unidad mínima de producción, la competencia por el acceso al
recurso y también, por el rol que se pone en juego entre la forma de tenencia y
los parámetros establecidos dentro del sistema de conservación de recursos (por
ejemplo la tensión entre sistema de rotaciones y cánones de renta).
Pergamino, provincia de Buenos Aires: la agricultura empresarial
El partido de Pergamino está ubicado al Norte de la provincia de Buenos
Aires, al igual que Marcos Juárez, forma parte de lo que se conoce como Nú-
cleo Maicero o Pampa Ondulada. Agroecológicamente se caracteriza por tener
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suelos de gran aptitud agrícola que ha llevado a gozar a esta región de impor-
tantes ventajas comparativas a nivel internacional. No ajena a las transforma-
ciones de los ‘90 la región en la actualidad se encuentra enmarcada dentro del
proceso de agriculturización (Senigaliesi y Massoni, 1997).
El interés de centrar el análisis en el sector empresarial del partido tiene
que ver con la posibilidad de observar cómo resuelve este grupo de producto-
res la incorporación del paradigma de la agricultura conservacionista. Se trata
de productores capitalizados que basan su estrategia de acumulación en una
fuerte incorporación de tecnología de avanzada y llevan adelante el proceso
productivo con la contratación de mano de obra no familiar. Participa de los
procesos de concentración de la tierra pero, a diferencia de lo que ocurre en
Marcos Juárez en donde prevalece el sistema de arrendamiento, acá práctica-
mente se realiza bajo la forma de contrato accidental. Este punto es importan-
te ya que los aspectos que tienen que ver con la preservación de los recursos
juegan un rol distinto frente a los que incorporan este tipo de agricultura bajo
el sistema de propiedad, constituyendo estas dos las formas predominantes de
la agricultura empresarial como veremos más adelante.
El desarrollo de la agricultura empresarial se basa en la disponibilidad de
tecnología de insumos y en la inversión en maquinarias especializadas que
provocó variaciones en la cesión de tierras y destacó nuevamente la fi gura
del arrendatario en la región, aunque con variadas modalidades contractua-
les (Albanesi, González y Preda, 2003). Los requerimientos tecnológicos y la
escala económica son los que ha demostrado ser el motor del nuevo proceso
de concentración. Azcuy y León explican a la concentración como una nueva
innovación organizacional, con aumento de escala, con terciarización de acti-
vidades, la relación de los contratos por la tierra y el avance del capital fi nan-
ciero en la producción agraria. Para estos autores la desaparición de gran parte
de los productores pampeanos no se explica por ser actores marginales desde el
punto de vista de los rendimientos de las cosechas, “ni de chacareros que se re-
sistían a la incorporación de tecnología o que eran incapaces de incorporar in-
novaciones. Su desaparición tuvo lugar a instancias de cambios en los precios
relativos, debido a una política económica explícitamente desfavorable para la
pequeña y mediana producción y que condujo a la concentración económica,
que continúa su curso en las nuevas condiciones de la postdevaluación” (Az-
cuy y León, 2005).
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En un estudio realizado en los partidos de Pergamino y Colón, se identifi ca-
ron cinco grupos compuestos de actores sociales comprometidos directamente
en el proceso productivo. Los grupos identifi cados son: a) productores clásicos
capitalizados que trabajan en forma directa su establecimiento, disponen de
maquinaria y no toman ni ceden tierra, b) productores con estrategias rentísti-
cas que ceden tierra para que las trabajen terceros, c) productores contratistas
propietarios de tierra y trabajan en campos de terceros, d) productores que ce-
den toda la tierra para que las trabajen otros y e) productores descapitalizados
que no toman ni ceden tierra. En Pergamino los grupos principales son: a), b)
y c). Las principales conclusiones del trabajo señalan que un 30 % del área de
pergamino no es trabajada en forma directa por sus dueños4 (Pizarro, 1997).
Por último, para completar las características del modelo de la agricultura
empresarial en Pergamino podemos enumerar otra serie de particularidades
que se desenvuelven al interior del proceso de producción. Por un lado, hay
una fuerte intensifi cación en los procesos de gerenciamiento y gestión que se
resuelve con una mayor participación de actores que articulan la información
entre el proceso de producción primaria y los adelantos en otros sectores,
como por ejemplo el tecnológico. Esto último se conoce bajo la forma de ex-
ternalización. Por el otro lado, a diferencia de lo que ocurre en la agricultura
familiar, las empresas son tomadoras de servicios tanto para las labores directas
de la actividad como en instancias de capacitación y asesoramiento (Blanco,
2001). Estas características sumadas a las ya descriptas hacen de este sector un
sistema importante a analizar en la perspectiva de la agricultura conservacio-
nista más allá de lo estrictamente productivo.
■ La naturaleza y la sociedad en las relaciones sociales de la agricultura conservacionista
Para el análisis de los casos hemos incorporado a productores que se encuen-
tren realizando su producción agrícola incorporando total o parcialmente ele-
mentos que remiten al sistema de la agricultura conservacionista. Básicamente
4 Pizarro, J., Tort, M. y otros, “Formas de organización social de la producción en el área maicera tradicional ar-gentina”, EEA Pergamino – INTA, Informe Técnico nro. 259, Buenos Aires, 1991.
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hemos tenido en cuenta a la incorporación de la siembra directa, por la trayecto-
ria y el amplio nivel de adopción que tiene en la Argentina. Si bien la agricultura
conservacionista exige más que un simple cambio tecnológico de tecnologías de
insumos, la adopción de siembra directa constituye un elemento clave para ana-
lizar la potencialidad de la agricultura conservacionista en la producción agraria
actual. Esto obedece a varias razones que mencionamos a continuación.
Por un lado, la introducción de la siembra directa en la agricultura, inau-
gura por primera vez en un nivel masivo, afectando a todos los órdenes de la
producción, la preocupación del cuidado de los recursos naturales de produc-
ción y con esto, la perspectiva de generar cierta articulación y equilibrio de las
producciones con el uso de los recursos naturales y del ambiente en general. Si
bien esto ha sido ampliamente discutido y cuestionado por otros paradigmas,
no opaca aquella pretensión de la siembra directa.
Por el otro lado, la atención específi ca a la conservación de los recursos na-
turales de producción en un principio se asoció directamente con la siembra
directa, mientras que la necesidad de introducir todo el paquete de tecnología
de procesos ocurre con posterioridad. De ahí la relevancia de la siembra direc-
ta en su vínculo estricto con los procesos naturales por lo que constituye una
variable fundamental para el análisis del caso.
Por último, utilizar este aspecto de la agricultura conservacionista como
variable de corte para la selección de los casos bajo estudio nos permite con-
templar los diferentes movimientos que se realizan en torno a la naturaleza,
más próximos o más distanciados de la propuesta de la agricultura conserva-
cionista. Es decir, con esto buscamos refl ejar el comportamiento de la relación
naturaleza y sociedad en las múltiples instancias de este tipo de agricultura.
Otro punto importante que se defi nió para la realización de este estudio
tiene que ver con la distinción de los productores entre aquellos que se consi-
deran familiares y los que consideramos empresariales. Dada la complejidad
que encierra esta distinción consideramos a:
Productor familiar. A la combinación de trabajo del productor con familia-
res y presencia de mano de obra asalariada (no familiar), hasta un trabajador de
esta condición. Para el caso de las explotaciones que tienen mano de obra no fa-
miliar se consideró además que el tamaño del establecimiento no fuera superior
a las 200 hectáreas. La decisión de establecer un corte en el tamaño del estable-
cimiento obedece a la necesidad de circunscribir el universo de la producción
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familiar ya que en la actualidad nos encontramos también con explotaciones
grandes que se manejan con poca contratación de mano de obra asalariada.
Productor empresarial. Son aquellas unidades productivas que cuentan con
más de un asalariado o con sólo un asalariado pero la superfi cie es mayor a las
200 hectáreas. Pueden no contar con mano de obra permanente si la superfi cie
supera las 200 hectáreas. Si bien esta última decisión puede ser discutida en los
términos de la agricultura familiar, consideramos que se trata de un estrato de
productores con perfi l más empresarial atendiendo sobre todo a los criterios
de unidades mínima de rentabilidad que se plantean para la Región Pampeana
(recordemos que se considera una unidad mínima económica para la agricul-
tura al trabajo de 200 hectáreas o más).
El propósito de analizar a los productores familiares en Marcos Juárez (pro-
vincia de Córdoba) y a los empresariales en Pergamino (provincia de Buenos
Aires) obedece más a la presencia de elementos del entorno (tales como las confi -
guraciones institucionales y la historia social de las regiones) que a aspectos pro-
ductivos o agroecológicos específi cos. En este sentido es importante destacar que
no se trata de un estudio comparativo entre Pergamino y Marcos Juárez sino de
dos subsistemas sociales agrarios que caracterizan a la estructura social pampeana.
En el Cuadro 1 observamos el peso que tienen estos dos sistemas sociales.
Es interesante la relación bidireccional que se establece entre cantidad de ex-
plotaciones y espacio ocupado por las mismas. Siete de cada diez explotacio-
nes se subsumen bajo la categoría de familiares, pero, esta situación presenta la
lectura contraria cuando vemos el peso a nivel de superfi cie ocupada por estos
tipos sociales ya que un 60 % de la misma es trabajada por unidades empresa-
riales. Asimismo estas últimas son cuatro veces más grandes.
Con el objeto de discernir heterogeneidades al interior de cada subsistema
hemos realizado una estratifi cación de las explotaciones. Para el caso de los
familiares incluimos un indicador tecnológico que nos permita discriminar
cierto nivel de capitalización en el grupo y para el caso empresarial se incluyó
la forma de tenencia de la tierra.
El indicador del primer caso busca sintetizar la posesión de capital (ma-
quinaria) más la venta o contratación de un servicio. Ambos aspectos se co-
rresponden con diferentes grados de capitalización, por un lado, la inversión
en tecnología (capital fi jo) y, por el otro, la contratación que implica la dis-
ponibilidad de otro tipo de capital. De esta manera consideramos que: son
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productores familiares pequeños, aquellos que no tienen sembradoras de directa
ni cosechadoras, contratan servicios de maquinaria y no prestan servicios; son
productores familiares medios a) los que tienen sembradora de directa o cose-
chadora que contratan servicios de maquinaria y no prestan, b) tienen sem-
bradora o cosechadora y además prestan y contratan, c) tienen la sembradora y
la cosechadora, contratan y no prestan y d) tienen sembradora y cosechadora,
contratan y prestan; por último, son productores familiares grandes los que a)
tienen la sembradora y cosechadora y no contratan ni prestan servicios y b)
tienen la sembradora y la cosechadora y no contratan pero prestan servicios.
La decisión de incluir para el grupo empresarial la forma de tenencia de la
tierra se sustenta en el objetivo de poder discriminar distintos comportamientos
ya que una amplia bibliografía justifi ca el crecimiento de este grupo a expensas
de la ampliación de la superfi cie de trabajo. De tal forma defi nimos a: producto-res empresarios tradicionales como aquellos que tienen toda la tierra en propiedad
y nuevos productores empresariales a los que tienen tierra en propiedad y alquilan
(arrendamiento, aparcería o contrato accidental) o no tienen tierra en propie-
dad y alquilan toda la superfi cie. Los denominamos tradicionales porque en este
grupo se encuentran aquellos productores que organizan su actividad económi-
ca a través de la posesión de la tierra en propiedad. La obtención de renta com-
bina esa condición con diferentes estrategias de innovación tecnológica adop-
tadas. En este caso es frecuente encontrar la combinación de actividad agrícola
con otras, sobre todo la ganadería bovina. Los nuevos productores empresariales
no basan el desarrollo económico de la actividad agropecuaria exclusivamente
sobre la propiedad de la tierra. Son más fl exibles en la organización del proceso
CUADRO 1. Total de EAP, superfi cie total y media, por tipo de productores.
Tipo de productores* Total de EAP
Porcentaje de EAP
Superfi cie total (ha)
Superfi cie total (%)
Superfi cie media (ha)
Total 1.369 100,0 351.764,6 100,0 257,0
Productores
familiares1.000 73,0 137.590,1 39,1 137,6
Productores
empresariales 369 27,0 214.174,5 60,9 580,4
Fuente: INDEC, Censo Nacional Agropecuario 2002.* Familiar: Marcos Juárez, Córdoba; Empresarial: Pergamino, Buenos Aires.
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productivo y priorizan la inversión en otro tipo de capitales como la incorpora-
ción tecnológica. En este grupo predomina la actividad agrícola.
En el Cuadro 2 presentamos las características básicas de estos distintos
tipos, dentro de cada categoría. Destacamos la presencia de dos extremos:
dentro del grupo familiar el peso más importante (a nivel de cantidad de ex-
plotaciones) lo tienen los familiares pequeños 54 %; el peso menor está repre-
sentado por los grandes aunque éstos tienen mayor porcentaje de superfi cie
dentro de este sistema (41 %). En los empresariales la mayoría de las explota-
ciones son empresariales del tipo nuevo y también son las que tienen la mayor
superfi cie aunque no grandes diferencias en el tamaño medio con respecto a
las empresariales tradicionales.
■ Proceso de producción de la agricultura conservacionista
Antes de introducirnos estrictamente en los procesos que incorporan los
productores para llevar adelante el sistema de producción, presentaremos la
orientación productiva de las unidades bajo estudio. Para el total de los casos
bajo análisis observamos que ocho de cada diez establecimientos son exclusi-
vamente agrícolas. Esta relación varía al interior de cada tipo, incrementándo-
se en los familiares (85 %) y descendiendo entre los empresariales a un 68 %.
CUADRO 2. Total de EAP, superfi cie total y media, por tipo de productores.
Tipo de productores* Total de EAP Porcentaje de EAP
Superfi cie total (ha)
Superfi cie total (%)
Superfi cie media (ha)
Total 1.000 100,0 137.590,1 100,0 137,6
Productores familiares
pequeños 536 53,6 44.690,8 32,5 83,4
Productores familiares medios 297 29,7 36.870,2 26,8 124,1
Productores familiares
grandes 167 16,7 56.029,1 40,7 335,5
Total 369 100,0 214.174,5 100,0 580,4
Productores empresariales
tradicionales 141 38,2 79.567,1 37,2 564,3
Nuevos productores
empresariales 228 61,8 134.607,4 62,8 590,4
Fuente: INDEC, Censo Nacional Agropecuario 2002.* Familiar: Marcos Juárez, Córdoba; Empresarial: Pergamino, Buenos Aires.
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Dentro del grupo familiar, un 90 % de los productores medianos y grandes
realiza sólo agricultura, mientras que son los más chicos los que combinan la
agricultura con la ganadería. En los empresariales sucede algo similar aunque
el peso de los planteos mixtos es signifi cativo entre los empresarios tradicio-
nales (35 %) y solo la mitad son exclusivamente agrícolas. En cambio, entre
los nuevos empresarios el 80 % se orienta solo a la agricultura y el resto a la
actividad mixta.
Ahora bien, una de las principales incorporaciones tecnológicas que deman-
da la agricultura conservacionista es la necesidad de contar con la sembradora
para realizar la siembra directa. No hay grandes diferencias en el peso que tiene
la propiedad de la sembradora según el tipo de explotación que se trate. En am-
bos casos, cuatro de cada diez explotaciones poseen sembradora para siembra
directa (en los empresariales esto es un poco más alto), de tal manera, que la
mayoría de las explotaciones realiza este tipo de agricultura a través de otra mo-
dalidad de incorporación tecnológica que no es la de la propiedad. Esta situa-
ción cambia cuando nos detenemos a mirar la tenencia de la sembradora según
el tamaño de las explotaciones ya sean estas empresariales o familiares. Entre
las familiares todas las grandes poseen sembradora con una superfi cie media de
335 ha. Las pequeñas no cuentan con sembradora y en el estrato medio las que
son más grandes disponen de ésta. También en el grupo empresarial las unida-
des empresariales nuevas son las que tienen sembradoras y son explotaciones un
tercio más grandes que las empresariales que no tienen (ver Cuadro 4).
Dado que no es muy alta la incidencia de la posesión de sembradora consi-
deramos que el peso de los servicios de maquinarias debe ser importante para
el conjunto del proceso que estamos analizando. Entre los empresariales se des-
taca que son los tradicionales los que mayoritariamente contratan las labores
relacionadas con la siembra directa mientras que en los nuevos esta ocurrencia
es menor. También en este último grupo se marcan diferencias con el estrato
tradicional en la no contratación de servicios donde observamos que un 20 %
de las explotaciones realiza las tareas agrícolas sin ningún tipo de contratación
mientras que, entre los tradicionales, algún tipo de labor se contrata ya que sólo
un 4 % no contrata ninguna tarea (ver Cuadro 5).
En relación a la situación de los familiares encontramos dos situaciones
bien polarizadas. Por un lado todas las familiares pequeñas contratan algún
servicio para llevar adelante la actividad y el 83 % de las mismas tiene que ver
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con la siembra directa. Por el otro lado, en las unidades familiares grandes
no hay ningún tipo de contratación de servicios. Entre los establecimien-
tos medios encontramos que la mayoría realiza algún tipo de contratación
pero de servicios que no incluyen a la siembra. Esto quizás obedezca a que
la siembra directa también se puede realizar con maquinaria adaptada, esto
es, una modifi cación a la sembradora utilizada para la agricultura conven-
CUADRO 3. Total de EAP, por orientación productiva, según tipo de productores.
Tipo de productores* Orientación productiva
Total Agrícola Ganadera Mixta
TotalEAP 1.369 1.099 61 209
% 100,0 80,3 4,5 15,3
Productores familiares
EAP 1.000 849 28 123
% 100,0 84,9 2,8 12,3
Productores empresarialesEAP 369 250 33 86
% 100,0 67,8 8,9 23,3
TotalEAP 1.000 849 28 123
% 100,0 84,9 2,8 12,3
Productores familiares pequeñosEAP 536 430 26 80
% 100,0 80,2 4,9 14,9
Productores familiares mediosEAP 297 269 2 26
% 100,0 90,6 0,7 8,8
Productores familiares grandesEAP 167 150 – 17
% 100,0 89,8 – 10,2
TotalEAP 369 250 33 86
% 100,0 67,8 8,9 23,3
Productores empresariales tradicionalesEAP 141 68 24 49
% 100,0 48,2 17,0 34,8
Nuevos productores empresarialesEAP 228 182 9 37
% 100,0 79,8 3,9 16,2
Fuente: INDEC, Censo Nacional Agropecuario 2002.Familiar: Marcos Juárez, Córdoba; Empresarial: Pergamino, Buenos Aires.
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cional, pero esto no se puede establecer con certeza desde los datos censales
(ver Cuadro 6).
Como contrapartida, en lo que se refi ere a la prestación de servicios, ve-
mos que entre las familiares hay mayor incidencia de esta actividad (10,7 % y
8 %, respectivamente). Dentro de las familiares un 25 % de las explotaciones
grandes presta servicios al igual que un 22 % de las medianas. En las empre-
sariales son las nuevas las que, prácticamente, de forma exclusiva realizan esta
actividad (11 %).
CUADRO 4. Superfi cie media de las EAP, por posesión de sembradoras directas, según
tipo de productores.
Tipo de productores* Con sembradora directa (ha)
Sin sembradora directa (ha)
Total 216,5 85,4
Productores familiares pequeños – 83,4
Productores familiares medios 130,5 102,0
Productores familiares grandes 335,5 –
Total 754,9 442,4
Productores empresariales
tradicionales720,1 500,4
Nuevos productores empresariales 766,6 387,6
Fuente: INDEC, Censo Nacional Agropecuario 2002.*Familiar: Marcos Juárez, Córdoba; Empresarial: Pergamino, Buenos Aires.
CUADRO 5. Contratación de servicios según tipo de productor empresarial.
Tipo de productores* Total Contrata con siembra directa
Otros servicios que no son siembra
Sin contratación
Productores empresariales
tradicionales
EAP 122 81 41 6
% 100,0 66,4 33,6 4,9
Nuevos productores
empresariales
EAP 215 86 88 41
% 100,0 40,0 40,9 19,1
Fuente: INDEC, Censo Nacional Agropecuario 2002.*Familiar: Marcos Juárez, Córdoba; Empresarial: Pergamino, Buenos Aires.
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Un punto importante para la defi nición de una agricultura conservacionista
tiene que ver con la exigencia de realizar rotaciones. Esta exigencia responde a
aspectos físicos y ecológicos vinculados específi camente con la formación del
suelo, es decir que conduce al incremento de la fertilidad y también a lograr
mejores rendimientos entre los cultivos. Se busca una nueva mirada que se aleje
de la evaluación de los cultivos individualmente proponiendo, en cambio, mirar
el rendimiento de la tierra por hectárea. Si bien esto es así, este cambio soporta
CUADRO 6. Contratación de servicios según tipo de productor familiar.
Tipo de productores* Total Contrata con siembra directa
Otros servicios que no son
siembra
Sin contratación
P. Familiares EAP 503 417 86 –
pequeños % 100,0 82,9 17,1 –
–
P. Familiares EAP 294 101 184 9
medianos % 100,0 34,4 62,6 3,1
P. Familiares EAP 167 – – 167
grandes % 100,0 – – 100,0
Fuente: INDEC, Censo Nacional Agropecuario 2002.* Familiar: Marcos Juárez, Córdoba; Empresarial: Pergamino, Buenos Aires.
CUADRO 7. EAP que prestan servicios de maquinaria, según tipo de productores.
Tipo de productores* Total de EAP EAP que prestan servicios de maquinaria
Porcentaje de EAP que prestan servicios de
maquinaria
Total 1.000 107 10,7
Productores familiares pequeños 536 – –
Productores familiares medios 297 66 22,2
Productores familiares grandes 167 41 24,6
Total 369 28 7,6
Productores empresariales
tradicionales141 3 2,1
Nuevos productores empresariales 228 25 11,0
Fuente: INDEC, Censo Nacional Agropecuario 2002.*Familiar: Marcos Juárez, Córdoba; Empresarial: Pergamino, Buenos Aires.
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distintos gradientes en lo referente a la calidad de las rotaciones. En general hay
acuerdo en considerar al sistema más óptimo de rotaciones a aquel que involucra
a la agricultura con la ganadería. Pero también, la alternancia de cultivos pro-
mueve la conservación de suelo. Pero, en estas prácticas, la rentabilidad de la pro-
ducción juega en papel central a favor o en contra de la conservación de la tierra.
Con respecto a las rotaciones de la agricultura con la ganadería, observa-
mos que este tipo de tecnología es la que menos se desarrolla entre los produc-
tores. Un tercio de los empresariales practican este tipo de rotaciones mientras
que entre los familiares la incidencia no alcanza al 20 %. Este porcentaje au-
menta unos cinco puntos en los establecimientos familiares grandes mientras
que en los pequeños es mucho menor. Entre los empresariales, un 40 % de los
tradicionales realiza esta práctica; recordemos que este tipo de unidades es la
que menor desarrollo tiene de actividades agrícolas puras; en el interior de los
más nuevos solo un 30 % la llevan a cabo (ver Cuadro 8).
Es mucho más alta la incorporación de un planteo de rotaciones de cultivos,
situación que se condice, con la mayor presencia de explotaciones agrícolas.
Del total de unidades familiares la mitad ejecuta esta práctica, pero la tendencia
a realizarla aumenta entre las explotaciones medianas y grandes. En el grupo
empresarial las rotaciones de cultivo se hallan mucho más generalizadas (70 %
para el total). Esta disposición crece entre los empresariales nuevos (74 %) (ver
Cuadro 9).
CUADRO 8. EAP que practican la rotación agrícolo-ganadera, según tipo de productores
Tipo de productores * Total de EAPEAP que practican
la rotación agrícolo-ganadera
Porcentaje de EAP que practican la rotación
agrícolo-ganadera
Total 1.000 172 17,2
Productores familiares pequeños 536 76 14,2
Productores familiares medios 297 56 18,9
Productores familiares grandes 167 40 24,0
Total 369 119 32,2
Productores empresariales
tradicionales141 56 39,7
Nuevos productores empresariales 228 63 27,6
Fuente: INDEC, Censo Nacional Agropecuario 2002.*Familiar: Marcos Juárez, Córdoba; Empresarial: Pergamino, Buenos Aires.
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La tenencia de la tierra en la agricultura conservacionista
Si observamos la composición de las formas de tenencia de la tierra en los
sistemas bajo estudio encontramos que las que predominan son: la propiedad
para el grupo de los productores familiares y, entre los empresarios, las catego-
rías de propiedad y mayor porcentaje de tierra alquilada con respecto a la pro-
piedad (más del 50 % de la tierra en alquiler). En el resto de las categorías no
hay grandes diferencias a excepción de los casos de toda la tierra alquilada que
tiene una incidencia importante dentro del grupo familiar (ver Cuadro 10).
CUADRO 9. EAP que practican la rotación de cultivos, según tipo de productores.
Tipo de productores* Total de EAP EAP que practicanrotación de cultivos
Porcentaje de EAP que practican la rotación de cultivos
Total 1.000 508 50,8
Productores familiares pequeños 536 224 41,8
Productores familiares medios 297 175 58,9
Productores familiares grandes 167 109 65,3
Total 369 260 70,5
Productores empresariales
tradicionales 141 91 64,5
Nuevos productores
empresariales 228 169 74,1
Fuente: INDEC, Censo Nacional Agropecuario 2002.*Familiar: Marcos Juárez, Córdoba; Empresarial: Pergamino, Buenos Aires.
CUADRO 10. Total de EAP, por régimen de tenencia de la tierra, según tipo de
productores.
Tipo de productores*
Régimen de tenencia de la tierra
Total Toda la tierra en propiedad
Toda la tierra alquilada
Más del 50% de la tierra en
propiedad
Más del 50% de la tierra alquilada
Otras formas de tenencia
Productores
familiares
EAP 1.000 445 214 186 150 5
% 100,0 44,5 21,4 18,6 15,0 0,5
Productores
empresariales
EAP 369 138 44 58 128 1
% 100,0 37,4 11,9 15,7 34,7 0,3
Fuente: INDEC, Censo Nacional Agropecuario 2002.* Familiar: Marcos Juárez, Córdoba; Empresarial: Pergamino, Buenos Aires.
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Ahora bien, ésta composición de la tenencia de la tierra varia según la
orientación productiva de las explotaciones y el tipo de establecimiento den-
tro de cada grupo. Vemos que la propiedad continúa predominando entre los
familiares ya sean estos agrícolas puros o mixtos. La combinación con la tierra
en alquiler tiene incidencia entre los medianos y grandes alcanzando a más
de la mitad de los establecimientos con orientación agrícola. De esta manera,
destacamos la asociación de la especialización agrícola con los distintos tipos
de arrendamientos. En los casos mixtos, aún en las situaciones de alquiler,
continúa predominando la propiedad (ver Cuadro 11).
CUADRO 11. Total de EAP familiares, por régimen de tenencia de la tierra, según
orientación productiva y tipo de productores.
Tipo de productores*
Orientación productiva
Régimen de tenencia de la tierra
TotalToda la
tierra en propiedad
Toda la tierra
alquilada
Más del 50% de la tierra en
propiedad
Más del 50% de la tierra alquilada
Otras formas de tenencia
Productores
familiares pequeños
Agrícola EAP 430 225 108 52 42 3
% 100,0 52,3 25,1 12,1 9,8 0,7
Mixta EAP 80 53 8 14 4 1
% 100,0 66,3 10,0 17,5 5,0 1,3
Productores
familiares medios
Agrícola EAP 269 89 69 60 50 1
% 100,0 33,1 25,7 22,3 18,6 0,4
Mixta EAP 26 17 2 7 – –
% 100,0 65,4 7,7 26,9 – –
Productores
familiares grandes
Agrícola EAP 150 33 22 46 49 –
% 100,0 22,0 14,7 30,7 32,7 –
Mixta EAP 17 4 1 7 5 –
% 100,0 23,5 5,9 41,2 29,4 –
Fuente: INDEC, Censo Nacional Agropecuario 2002.*Familiar: Marcos Juárez, Córdoba; Empresarial: Pergamino, Buenos Aires.
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Para el caso empresarial nos detendremos en el comportamiento de los
nuevos ya que los empresarios tradicionales asumen en su propia categoría
la condición de tener toda la tierra en propiedad. Así vemos que, en los esta-
blecimientos agrícolas, un 20 % de las explotaciones realiza la actividad bajo
toda la tierra en alquiler y un 60 % cuenta para su unidad más del 50 % en esa
situación. En los establecimientos mixtos vemos que la propiedad por sobre el
alquiler compite, proporcionalmente, con la relación inversa de alquiler sobre
propiedad (43 %) (ver Cuadro 12).
■ Conclusiones
Al principio de este artículo se señalaron los cambios más importantes por
los que ha atravesado la producción agropecuaria de los ‘90 hasta nuestros días.
CUADRO 12. Total de EAP empresariales, por régimen de tenencia de la tierra, según
orientación productiva y tipo de productores.
Tipo de productores * Orientación productiva
Régimen de tenencia de la tierra
TotalToda la
tierra en propiedad
Toda la tierra
alquilada
Más del 50% de la tierra en
propiedad
Más del 50% de la tierra alquilada
Otras formas de tenencia
Productores
empresariales
tradicionales
Agrícola EAP 68 67 – – – 1
% 100,0 98,5 – – – 1,5
Mixta EAP 49 49 – – – –
% 100,0 100,0 – – – –
Nuevos productores
empresariales
Agrícola EAP 182 – 36 37 109 –
% 100,0 – 19,8 20,3 59,9 –
Mixta EAP 37 – 5 16 16 –
% 100,0 – 13,5 43,2 43,2 –
Fuente: INDEC, Censo Nacional Agropecuario 2002.*Familiar: Marcos Juárez, Córdoba; Empresarial: Pergamino, Buenos Aires.
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Naturaleza y Región Pampeana. La agricultura conservacionista en productores familiares y empresariales…
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Estos cambios han arrojado profundas transformaciones que afectan de manera
signifi cativa los aspectos sociales, económicos y ecológicos de la escena agraria.
Uno de esos cambios, tal vez el más novedoso, tiene que ver con la emer-
gencia de preocupaciones vinculadas con lo medioambiental que comienzan a
transitar por diferentes discursos y análisis vinculados al mundo rural. En este
sentido, toda la serie de adelantos e innovaciones tecnológicas como también
sus consecuencias comienzan a ser observadas con estas nuevas variables.
En relación al trabajo presentado se buscó estudiar esos cambios a nivel
estructural, sumando a ello, dos situaciones clásicas de la estructura social
agraria: la agricultura familiar y la agricultura empresarial.
Recuperando los interrogantes que nos planteáramos en la introducción
del capítulo hemos observado que la cuestión ambiental, aún circunscripta a
los recursos naturales de la producción, se encuentra en un camino de relativo
éxito entre los productores analizados. Por un lado, destacamos que las op-
ciones de rentabilidad limitan fuertemente la incorporación de sistemas más
sustentables en los establecimientos, sobre todo en los de perfi l pequeño al
interior del grupo familiar (por ausencia de capitalización y por la alta depen-
dencia de la prestación de servicios).
Por otro lado, son los productores familiares más grandes junto a los em-
presarios tradicionales los que presentan un perfi l más conservacionista a par-
tir de las variables analizadas. Esto obedece a la mayor presencia de sistemas de
rotaciones (de cultivos y agrícola-ganadera) y la posibilidad de implementar
producciones de mayor escala a través del alquiler para el caso familiar (nunca
supera el porcentaje de la tierra en propiedad) o a propiedades en producción
más grande como es el caso empresarial. Por lo tanto, de las situaciones des-
criptas observamos que las variables económicas tales como capital y opciones
de rentabilidad juegan un papel determinante en el desarrollo de la agricultura
conservacionista. Sin embargo, dentro del grupo empresarial, los que hemos
denominados nuevos empresarios, a pesar de que llevan adelante la agricultura
de la mano de los adelantos tecnológicos siguen un patrón altamente produc-
tivista. Esto se evidencia en la baja incorporación de tecnología, la relativa
presencia de rotaciones de cultivos y los altos porcentajes de posesión de tierra
bajo la forma de alquiler.
De esta manera vemos que el desarrollo de la agricultura conservacionista en
la Región Pampeana transita a pasos muy lentos. No es fácil detectar procesos
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que nos permitan identifi car a productores sustentables, más aún, si buscamos
identifi car a la sustentabilidad con procesos que acompañen el sostenimiento
medio ambiental como son los sociales y económicos.
La agricultura es una producción que tiene la particularidad que desdobla
su relación con la naturaleza ya que esta es el soporte de la producción –junto
con el trabajo y el capital– y a su vez, es el resultado de esa producción. Este
desdoblamiento en el sistema de la agricultura conservacionista exige un fuer-
te acompañamiento de procesos artifi ciales que atiendan a esa naturaleza para
la conservación de los recursos. Este componente artifi cial, en tecnologías y
procesos, es el que determinará a futuro la naturaleza social resultante.
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CAMBIOS PRODUCTIVOS EN EL SECTOR AGRÍCOLA DE LA PROVINCIA DEL CHACOViviana C. Pertile y Alejandra H. Torre Geralgia
■ Introducción
En la década del ‘90 la Argentina asumió en forma abierta un modelo neo-
liberal que dejó al mercado y a la apertura comercial como agentes reguladores
del crecimiento, lo que en los hechos profundizó la incorporación de nuestro
país a la “vorágine” de la globalización de la economía y a sus efectos, hacien-
do más dependiente y vulnerable nuestro tejido productivo, especialmente el
agrario, que se encuentra en desventajas con el del contexto internacional más
adelantado. Con ello han aumentado los problemas, multiplicándose la crisis
agraria y de alimentación, se han agudizado la marginación, la competencia
entre desiguales, la pobreza rural y urbana, los problemas medioambientales,
la migración, y el agravamiento de las condiciones de vida, etc. La globaliza-
ción trajo además la modernización; para lograr esta última “se necesita incor-
porar recursos humanos capaces de absorber los cambios tecnológicos y recha-
zar los que no pueden adaptarse a las reglas de la competencia” (Barbeito y Lo
Vuolo, 1995). Esta globalización se torna más visible a partir del año 1989 con
la desintegración de las economías de planifi cación central y el surgimiento
de un modelo capitalista de carácter planetario, apoyado técnicamente por la
globalización de los sistemas de comunicación. Dentro de este contexto, los
agricultores pierden capacidad de desarrollar sus propias opciones y son absor-
bidos por las innovaciones tecnológicas y los juegos fi nancieros y de mercado
de las empresas transnacionales. Por otra parte, dentro de este modelo inter-
nacionalizado, los pequeños y medianos productores son perjudicados por las
mega-empresas, cuyo esquema de producción se caracteriza por el alto aporte
de capital y tecnología (Arciniegas Gaitán, Jorge y Lacki, Polan, 1993). El agro
argentino y chaqueño, desde fi nes de la década del ‘80, se encuentra atrave-
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sando procesos de signifi cativa reestructuración que incluyen cambios en las
producciones y en los mercados como resultado de la apertura a la economía
mundial, procesos de modernización tecnológica, modifi caciones en la fun-
ción del Estado en términos de redistribución de los excedentes agrarios, etc.
Esta nueva situación ha determinado el aumento de requerimientos de capital
para poder continuar en la producción (Bidaseca, Gras y Mariotti, 2000).
Asimismo, las transformaciones económicas y sociales que caracterizaron
a la década del ‘90 tuvieron un notable impacto en las condiciones de vida de
la población, a tal punto que crecientes grupos sociales se vieron excluidos de
las posibilidades de atender sus necesidades básicas (Carlevari, 1996). Dichas
transformaciones también abarcaron a las poblaciones dedicadas al agro y la
evidencia más notable fue el deterioro de las condiciones de vida del pequeño
agricultor, como consecuencia de la pérdida de competitividad, a lo que de-
bemos sumar la disminución del empleo de mano de obra contratada por los
grandes productores –dada la alta tecnifi cación- lo cual determinó una dismi-
nución en los ingresos de las familias dedicadas a la agricultura, sobre parcelas
medianas o pequeñas. Estos cambios han sido acompañados por un proceso
de concentración de la propiedad agropecuaria. Por un lado, los que poseen
capital necesario para los requerimientos de la economía actual, aumentan el
tamaño de las explotaciones. Por el otro, en algunos casos, la subdivisión de
las parcelas usualmente por el acceso a la herencia, aumentó el número de pro-
piedades pequeñas que suelen no alcanzar el tamaño mínimo de una unidad
de explotación económica.
Desde el punto de vista de la agricultura global, los pequeños agricultores
de nuestra región no han podido asumir esta visión e incorporar la idea de una
agricultura moderna y efi ciente como la mejor alternativa para comenzar a
solucionar los problemas nacionales, inclusive los del sector urbano industrial.
Por el contrario, la agricultura, actividad que debiera contribuir a impulsar el
desarrollo, no está cumpliendo con esta función, fundamentalmente porque
ha habido un histórico abandono del sector rural. Los agricultores han esta-
do cautivos de inefi ciencias crónicas en adquisición y utilización de insumos
y equipos, administración de sus predios, conservación y almacenaje de sus
cosechas y comercialización de lo producido. Fueron precisamente estas in-
efi ciencias las que determinaron que la mayoría de los pequeños agricultores
generaran una producción de volúmenes reducidos, de mala calidad, con cos-
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tos unitarios de obtención muy altos y los vendieran a bajos precios. Esta falta
de rentabilidad determinó la migración rural, propia de los últimos 20 o 30
años, por la expulsión de los agricultores hacia las periferias urbanas. De este
modo en lugar de poder aportar riquezas y servicios a la sociedad en el campo,
constituyen una carga para las ciudades (Lacki, 1995).
Estos hechos sociales, en parte disimulados por las políticas estatales (Pla-
nes sociales) para evitar una explosión social, están siendo enfrentados por
los propios trabajadores del campo que intentan con sus acciones y políticas
contrarrestar esta situación mediante su organización tanto en empresas cam-
pesinas, como en cooperativas. Todo ello con la idea de defender sus intereses
colectivos, rescatar para sí los procesos productivos que les corresponden y su
espacio social en un contexto cada vez más globalizado.
En el marco de la realidad y de las tendencias anteriormente reseñadas, la
planicie chaqueña se inscribe con una estructura agraria altamente dependien-
te del cultivo algodonero hasta mediados de los años noventa, asentado mayo-
ritariamente sobre pequeñas parcelas y en un territorio donde las condiciones
climáticas, si bien son aptas para la producción, presenta una variabilidad
interanual siempre amenazante para los resultados del trabajo agrario. A fi nes
de los ‘90 y comienzos del presente siglo, la situación comienza a cambiar y se
produce una caída abrupta de las superfi cie sembradas con algodón y comien-
za a aparecer el nuevo protagonista en la escena agrícola chaqueña “el cultivo
de la soja”.
En la Región del Noreste Argentino (NEA) la inserción y el avance de esta
oleaginosa, apoyada en nuevos paquetes tecnológicos fue un proceso soste-
nido, aún con condiciones agroecológicas desfavorables, siendo el Chaco la
jurisdicción que ha manifestado un incremento notable de la superfi cie cul-
tivada con esta especie, ubicándose como la provincia del NEA con mayor
producción sojera.
La incorporación y conquista territorial de la soja en el sector agrario cha-
queño se vio benefi ciada fundamentalmente por las sucesivas etapas de crisis
que ha manifestado el monocultivo algodonero que generó el quiebre de la
actividad agrícola de pequeños y medianos productores. Asimismo se debe
mencionar la introducción de nuevas tecnologías que facilitó la adaptación de
este vegetal al ambiente agrícola provincial y el aporte de capitales extrarregio-
nales que invirtieron, especialmente, en el Suroeste y Oeste del Chaco.
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Ante este contexto descripto, es intención de este trabajo analizar los cam-
bios ocurridos en el sector productivo agrícola algodonero/sojero chaqueño a
fi nes del siglo xx y principios del presente y las consecuencias socioeconómicas
en los pequeños productores.
■ La actividad algodonera en la década del ‘90: antecedentes de la sojización
En la década del ‘90 la base de la estructura productiva agropecuaria de la
provincia del Chaco estaba dada por el cultivo del algodón1, primacía que por
décadas, caracterizó la base económica de la región. Por otra parte, este cultivo
desempeñaba un rol estratégico en las economías regionales del Norte Argen-
tino y en el desarrollo de la industria textil nacional.
Hacia la década del ‘60 ya se defi nían claramente distintas subcuencas algo-
doneras en la planicie centro chaqueña: Sáenz Peña-Quitilipi, Las Breñas-Cha-
rata y Villa Ángela interrumpida hacia el occidente por un sector semiárido con
el cultivo de secano, para luego manifestarse en territorio santigueño alrededor
del área de riego de La Banda y Añatuya (Bruniard, 1978). A diferencia de las
primeras, en las cuales la superfi cie de las explotaciones oscilaba alrededor de
30 ha, el extremo oriental de Santiago del Estero presentaba un área de latifun-
dios asociados a cultivos más resistentes a la sequía y vinculados a la actividad
ganadera, determinando en consecuencia poca atracción para el asentamiento
poblacional. Este hecho hizo, entre otras causas, que en la década posterior se
pusiera en marcha un programa de “expansión de las fronteras agropecuarias”
cuyo objetivo primordial era poner en producción esta enorme extensión bus-
cando fomentar las explotaciones agroganaderas de tamaño medio y grande2.
1 El cultivo del algodón representaba en la década del ‘90 un aporte muy importante al Producto Bruto Agrícola (PBA) de las provincias del Nordeste Argentino (fundamentalmente en Chaco y Formosa). De acuerdo a datos de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación (SAGPyA), más de 35.000 agricultores (del NEA) realizaban en dicha década esta actividad productiva.
2 Programa enmarcado dentro de un Plan Nacional, abarcaba diversos proyectos destinados a la expansión de la frontera agropecuaria. En el caso de Chaco y Santiago del Estero, se trató de Plan de Desarrollo Integral, enca-rado a partir del año 1972 a través del Fondo de Dasarrollo Regional y con la participación del Consejo Federal de Inversiones, el mismo comprendía obras de infraestructura e incorporación de tecnología, adecuadas a las condiciones del medio y un servicio de extensión agropecuario. González, Mirta “Economía agroganadera de vocación exportadora”. En: Roccatagliata, J. A. (1988). La Argentina: geografía general y los marcos regionales.
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Pese a la crisis del algodón en la década del ‘90, la Región Chaqueña se
convierte en protagonista en lo que a producción de algodón se refi ere y en
este sentido debemos hacer referencia a la tan mencionada expansión del área
algodonera chaqueña, en donde las grandes explotaciones pasan a tener mayor
protagonismo y se convierten en las antecesoras de los que después se transfor-
marían en los grandes espacios sojeros de la provincia del Chaco.
Expansión del área algodonera chaqueña y el corrimiento de la isohieta de 800 mm
A fi nes de la década de los ‘80 y en la década del ‘90, la Argentina ocupó
uno de los primeros lugares en la expansión y producción algodonera mun-
dial, y ha desarrollado ventajas competitivas que le permitieron destacarse por
las ventas externas, sobre todo a los países miembros del Mercosur.
Varios han sido los factores que determinaron la ampliación del área algo-
donera, entre ellos podemos mencionar por ejemplo, el aumento de las preci-
pitaciones (corrimiento de la isohieta de 800 milímetros)3 las cuales permitie-
ron sembrar en áreas que antes solo se podían lograr bajo riego; la reducción
de los precios de los productos químicos, la implementación de tecnología y
dentro de ella la mecanización de la cosecha; este incremento en la extensión
del área algodonera ha trascendido los límites del Chaco y abarcó ciertos de-
partamentos del Este de la provincia de Santiago del Estero.
Este avance algodonero hacia el occidente, de los agricultores chaqueños,
tuvo en su primera etapa el carácter de asociación, por cuanto varios produc-
tores aunaron esfuerzos, capital y maquinarias, para aumentar la extensión de
las superfi cies sembradas. Posteriormente, y como parte responsable de esta
expansión agrícola, debemos mencionar el signifi cativo crecimiento del estra-
to de grandes productores, de 1.000 a 5.000 ha e inclusive algunas explota-
ciones superaban las 10.000 ha. En este sentido, debemos decir que, fue esta
3 Según datos proporcionados por el atlas Climático de la República Argentina, la distribución espacial de los montos pluviométricos en el territorio provincial, experimentó variaciones importantes en las décadas de los ‘60, ‘70 y ‘80. Las lluvias en el Oriente Chaqueño se mantenían hasta la década del ‘50 con valores promedios de 1000 a 1200 mm; a partir de la década del ‘60 comienzan dichas oscilaciones que determinaron períodos más húmedos, que se continuaron inclusive hasta la década de los ‘90, ocasionando severas inundaciones en el año 1997 en la provincia del Chaco (Pertile, 2004).
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iniciativa de ampliar las superfi cies cultivadas y diversifi car la producción, la
que sentó las bases para ser lo que en la década siguiente, se constituyera en la
explosión sojera en la región. Un informe publicado por el INTA, señala que
el desmote de algodón en nuestro país, lejos de tender a constituirse en un simple servicio al productor (como ocurre por ejemplo en Estados Unidos), ha asumido un rol de liderazgo en la expansión. Las empresas crecen –además de la capacidad de desmote– en su actividad de fi nanciamiento de la producción, no sólo del ca-pital circulante en una campaña, sino incluso de grandes inversiones como son las cosechadoras (Valeiro, 1998). Por otra parte, y como consecuencia de la priva-
tización del los Bancos provinciales del Chaco y de Santiago del Estero y las
restricciones a los créditos bancarios, el fi nanciamiento de la producción se ha
convertido en la clave del complejo agroindustrial algodonero, siendo las em-
presas desmotadoras privadas de mayor envergadura las que acceden al crédito
de los compradores externos, con tasas de intereses sensiblemente inferiores a
las locales, lo que determina una posición privilegiada dentro del complejo.
En el Cuadro 1 se puede observar la importancia del cultivo de algodón
respecto de los principales cultivos.
Se observa que en los primeros años de la década las superfi cies dedicadas
al cultivo del algodón experimentaron una tendencia decreciente, registrán-
CUADRO 1. Principales cultivos del Chaco, entre 1990 y 2000.
Campaña Superfi cie sembrada
Agrícola Algodón Maíz Girasol Sorgo Trigo Soja Arroz Sup. Total
1990-91 456.000 30.000 102.000 60.000 27.000 50.000 1.800 726.800
91-92 438.000 54.000 61.000 75.000 8.500 70.000 1.800 708.300
92-93 256.000 81.000 86.000 63.000 22.000 128.000 2.000 638.000
93-94 336.000 84.000 35.000 41.000 27.000 149.000 2.500 674.500
94-95 492.000 75.000 75.000 30.000 41.000 137.000 3.000 853.000
95-96 614.000 130.000 48.000 24.000 23.000 71.000 4.000 914.000
96-97 612.000 142.000 58.000 45.000 27.450 123.000 4.100 1.011.550
97-98 712.000 90.000 54.000 36.000 27.450 130.000 6.300 1.055.750
98-99 430.000 105.000 149.000 45.000 32.800 215.000 7.500 984.300
99-00 198.000 136.000 197.000 28.000 36.400 350.000 6.000 951.400
Dirección Nacional de Economía y Sociología Rural. M.A.G. Buenos Aires. Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación de la Nación. Buenos Aires Bolsa de Cereales - Números Estadísticos 1996-97 y 1997-98.
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dose una pronunciada baja en la campaña 1992-93, consecuencia de la im-
portante disminución en el precio internacional del algodón, coincidiendo
además, con condiciones climáticas poco favorables. A partir de la temporada
1993-94 esa tendencia se revirtió, llegando a la campaña 1995-96 con el ré-
cord histórico hasta ese momento. Esta campaña representó un récord his-
tórico nacional; los factores que infl uyeron fueron varios, el más importante
fue sin dudas el precio alcanzado por el producto en la campaña anterior, (los
índices de precios nacionales fueron más elevados que los internacionales).
Otro factor fue la disminución de los costos de insumos y de las maquinarias
agrícolas, tal como lo manifestáramos anteriormente, las maquinarias podían
ser adquiridas a valores inferiores a los de la década del ‘80, constituyéndose en
otro de los determinantes para que los productores ampliaran las superfi cies
dedicadas al cultivo.
En la Figura 1 podemos advertir el comportamiento de las superfi cies implan-
tadas de los principales cultivos entre las campañas 1990-91 y 1999-2000.
Después de campaña récord histórica, las superfi cies se mantuvieron simi-
lares por otro año más; si bien se observa una importante superfi cie sembrada
1.200.000
1.000.000
800.000
600.000
400.000
200.000
01990-91 91-92 92-93 93-94 94-95 95-96 96-97 97-98 98-99 99-00
Algodón Maíz Girasol Sorgo Trigo ArrozSoja
Figura 1. Evolución de de las superfi cies sembradas de los principales cultivos. Chaco 1990-91/2000.Fuente: elaboración propia en base a la Dirección Nacional de Economía y Sociología Rural. M.A.G. Buenos Aires.
Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación de la Nación. Buenos Aires
Bolsa de Cereales - Números Estadísticos 1996-97 y 1997-98.
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con algodón en la campaña 97-98, debemos decir que la misma no se vio re-
fl ejada en las superfi cies cosechadas, por cuanto en esta campaña la provincia
del Chaco se vio afectada por una importante inundación, quedando anega-
dos muchos de los campos dedicados a este cultivo.
En lo que respecta a la capacidad de desmote, la provincia del Chaco ha
visto incrementar sus toneladas desmotadas; entre los años 1992 y 1997, se-
gún datos publicados por el Norte Rural, del 17 de junio de 1998, el Chaco
alcanzó las 735 mil toneladas desmotadas, de las cuales Presidencia Roque
Sáenz Peña lideró la radicación industrial textil con una capacidad de 132 mil
toneladas, el segundo y tercer lugar en la provincia lo ocuparon las localidades
de Villa Ángela y Las Breñas con 78 y 68 mil toneladas, respectivamente; el
segundo lugar a nivel nacional lo tuvo Santa Fe con 178 mil toneladas; y el
tercer lugar, Santiago del Estero con 128 mil toneladas; luego se situaron las
provincias de Salta, Formosa, Catamarca, etc., (J.J. Yearbook, 1998, En: Dia-
rio Norte, Resistencia, Chaco, 17 de junio de 1999).
La capacidad de desmote en la Argentina era para el año 1998 de 1.210
mil toneladas, de los cuales el 83,3 % lo cubren Chaco, Santa fe y Santiago del
Estero y el 14,7 % las provincias restantes. Estas 1.210 mil toneladas desmota-
das se repartían en el año 1998 en 126 desmotadoras, 82 de ellas se localizan
en Chaco; de esas 30 eran Cooperativas y 96 privadas.
■ La sojización en la provincia del Chaco
Causas y factores determinantes en la incorporación del cultivo de la soja en el Chaco: Crisis algodonera en la provincia del Chaco
Evidentemente las causas que determinaron la incorporación del cultivo de
la soja en la provincia del Chaco fueron muchas, pero para este trabajo sola-
mente abordaremos una de ellas “la crisis del algodón”, por cuanto este cultivo
constituye un hito en la historia agrícola del territorio chaqueño.
Históricamente la economía agrícola de la provincia del Chaco se ha des-
tacado por el desarrollo de seis cultivos de rotación (sorgo, girasol, maíz, trigo,
soja y algodón) que han manifestado, en distintos períodos, etapas de apogeo
y decadencia. “Los altibajos de las superfi cies dedicadas a cada actividad en ge-
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neral no obedecen a ninguna combinación planifi cada de alternativas o combi-nación de recursos, que tienda a incrementar el nivel de ingresos del productor. Cuando se realizan rotaciones, estas obedecen a dos tipos de circunstancias, las económicas al depender de la disminución de hectáreas de un cultivo respecto a otro, de las expectativas de precios futuros que el productor llegue a estimar; y la más importante, de las condiciones ambientales (sequías, insufi ciencia o excesos de lluvias) que muy a menudo hacen que el productor se vea obligado a cambiar su programa de producción anual y cultive fi nalmente lo que las condiciones bioam-bientales circunstancialmente le permitan” 4.
Sin embargo la evolución del cultivo de soja en los últimos 25 años se ha
visto favorecida no solo por la inserción e implementación de modernos mé-
todos de laboreo, sino fundamentalmente por las constantes etapas de crisis
en la que se ha visto afectado el cultivo de algodón, el más importante hasta el
momento en la historia agraria chaqueña (Ver Figura 2).
A fi nales de la década del ‘70 el cultivo de algodón ha manifestado un proce-
so recurrente de crisis agudas afectadas por factores que, combinados con las os-
cilaciones de los precios, se transformaron en una de las más críticas del siglo xx.
4 Provincia del Chaco, 1986. Ministerio de Agricultura y Ganadería. Dirección de Planifi cación. Relevamiento de los recursos de la Provincia del Chaco, Resistencia.
900.000
800.000
700.000
600.000
500.000
400.000
300.000
200.000
100.000
0
Campañas
Hec
táre
as (m
iles)
1979
/80
1980
/81
1982
/82
1982
/83
1983
/84
1984
/85
1985
/86
1986
/87
1987
/88
1988
/89
1989
/90
1990
/91
1991
/92
1992
/93
1993
/94
1994
/95
1995
/96
1996
/97
1997
/98
1998
/99
1999
/00
2000
/01
2001
/02
2002
/03
AlgodónSoja
Figura 2. Superfi cie sembrada con algodón y soja en la provincia del Chaco. 1979/2004.Fuente: elaboración propia en base a la Dirección Nacional de Economía y Sociología Rural. M.A.G. Buenos Aires.
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Luego de una etapa benefi ciada por los buenos precios internacionales, a
mediados de la década del 70 se produce una nueva crisis algodonera a partir
de la combinación de diferentes condicionantes como ser el desvanecimiento
de los precios internacionales, junto con los peores embates que ha sufrido la
industria textil; Larramendi y Pellegrino (2005) señalan que durante el gobierno del Proceso no hubo una política específi camente orientada hacia el algodón o las industrias textiles. Ambos sectores vieron condicionados el desarrollo de su propia actividad por la política económica general. En el caso del cultivo del algodón jugó un rol fundamental la evolución de los precios internacionales y del tipo de cambio, y con respecto a las industrias textiles la capacidad de consumo del mercado interno y la competencia de productos extranjeros. Estos acontecimientos han fomentado
el abandono de las chacras por parte de los pequeños y medianos productores
que al momento de la crisis se encontraban descapitalizados y endeudados. Esta
situación se prolongó hasta 1982/835; período en el que se incorpora otro factor
crítico referido a los daños producidos por efecto de la inundación; como señala
Valenzuela (2000) el algodón es un cultivo de secano cuya permanencia depende de condiciones meteorológicas “normales”, las cuales no siempre se dan ya que uno de los rasgos ecológicos sobresalientes de la zona es la alta variabilidad pluviométrica.
Hacia el período 1985/86 se produce la primera mínima histórica algo-
donera con la disminución de la superfi cie sembrada alcanzando 150.000 ha,
originada principalmente por la oscilación de los precios.
En el período 1991/92 los excesos hídricos volvieron a impactar en el espa-
cio algodonero determinando la reducción del área sembrada. Por otra parte la
caída de los precios internos del textil estaba fuertemente ligada a los precios
del mercado externo. En esta etapa se produce una fuerte disminución de la
demanda de la fi bra a partir de su sustitución por fi bras sintéticas.
A partir de la campaña 1995/96 el algodón dio un respiro a los producto-
res y minifundistas ya que se genera el “boom” algodonero, ocupando aproxi-
madamente el 60 % de la superfi cie cultivable. “Fue una cosecha con rindes máximos históricos y precios por las nubes de la fi bra que conjugan un cóctel fan-tástico que infundió un aliviador shock de rentabilidad a este sector productivo recurrentemente mal tratado por el clima y los mercados”6.
5 Cf. Besil, A. 2002.6 “Historia de un productor algodonero al que siempre le fueron bien las cosas”. Suplemento Norte Rural. En: Dia-
rio Norte. 06/09/2000. pp. 7.
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Hacia 1998/99 el algodón vuelve a ser protagonista de una nueva crisis de-
terminada por los problemas climáticos, excesos hídricos, que provocaron una
baja en la productividad7, pérdida en la calidad de la fi bra y una fuerte caída
del precio internacional. (Figura 2). Para la campaña 1999/2000, Manoiloff
(2001) señala que esta crisis no estuvo relacionada con los excesos de lluvias ni el frío anticipado, sino que fue por la escasez de precipitaciones (…) el resultado de esta situación fue que se sembró poco y tarde, la superfi cie cultivada fue estimada en 180.000 ha y la producción de fi bras de 67.000 toneladas, uno de los valores más bajos de los últimos cincuenta años.
En la campaña 2001/02 el confl icto algodonero estuvo afectado por las
sombrías perspectivas económicas generales y una situación internacional in-
cierta que continúan gravitando pesadamente sobre el mercado8. Sin embar-
go la mínima histórica se manifi esta en el período 2002/03 con menos de
100.000 ha implantadas representado aproximadamente un 10 % de la super-
fi cie agrícola total de la provincia del Chaco. Las causas estuvieron originadas
por factores climáticos y económicos.“El clima de los últimos cuatro años, con la helada histórica más temprana, intensa sequía y otoños excesivamente húmedos determinó que los rendimientos promedios (a pesar de la aplicación de nuevas tec-nologías) estuviesen por debajo del promedio histórico” 9.
Evolución de las superfi cies cultivadas y de la producción. Campañas agrícolas 1987/88-2002/03.
Las sucesivas crisis que ha manifestado el monocultivo algodonero abrie-
ron camino para la incorporación de una nueva propuesta productiva a nivel
provincial asociada al cultivo de soja, que debería haber posibilitado alivio
ante el confl icto generado. La inserción del cultivo de soja RR (Roundup
7 Las estimaciones generales de los daños ocasionados por las inundaciones ocurridas entre septiembre de 1997 y abril de 1998 arrojaron para el Chaco la pérdida de 644.205 toneladas de la producción agrícola, en 376.550 ha afectadas.
Las estimaciones acerca del descenso de la producción oscilaban entre un 30 % y un 40 %. Los rendimientos bajaron de 1.500 kg a 700 kg por hectárea, siendo los pequeños y medianos productores los más agobiados por el endeudamiento derivado de los pagos pautados a cosecha futura. Valenzuela de Mari. 2000, 155.
8 “El precio internacional del algodón no detiene su caída”. Suplemento Norte Rural. En: Diario Norte. 07/11/2001. pp. 4.9 Donelly, Lorenzo. “La rentabilidad del algodón según el perfi l del productor”. Suplemento Norte Rural. En: Diario
Norte.02/01/2003. pp. 4.
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Ready) ha sido progresiva y sostenida, en la Plancha Nº 1 se pueden obser-
var una sucesión de mapas de la provincia del Chaco, donde se encuentran
representadas las variaciones de las superfi cies cultivadas desde la campaña
1987/88 a 2002/0310 donde puede verse el crecimiento de esta oleaginosa y su
expansión principalmente hacia el oeste provincial. El desarrollo de la misma
adquirió mayor intensidad en el sudoeste chaqueño, cuyos capitales de inver-
sión fueron y siguen siendo principalmente extraprovinciales, los empresarios
foráneos acceden a las tierras a través de compras o arrendamientos, a muy
bajo precio, desplazando al pequeño productor, imposibilitado de acceder a
modernas tecnologías que acompañan al cultivo de soja. Valenzuela (2005)
señala que los nuevos agentes productivos cordobeses y santafesinos encon-
traron en el área sudoeste del Chaco extensiones sufi cientes para expandirse,
(ya que esa zona del Chaco, no registró una subdivisión tan marcada como
el área central, donde se concentra el minifundio) y conjugaron la tecnología
de insumos y procesos –contratada– con la toma de tierras en arrendamiento
por un año o dos, disponiendo de liquidez para pagar de forma adelantada la
renta del campo, antes de comenzar la implantación. Asimismo los medios
periodísticos expresaron que estos inversionistas “conjugan el modernismo de la tecnología de sus fi erros, la novedad genética y el efi cientismo para convertir a sus campos en un negocio rentable. Son los megaproductores de la región de infl uencia de Gancedo, que desplazaron al colono algodonero tradicional del Chaco (en-
deudado y sin capacidad de fi nanciamiento) y dieron un vuelco a la geografía chaqueña con la soja” 11.
Los grandes productores oriundos principalmente de la provincia de Cór-
doba12, que en la actualidad representan el 80 % de los productores de la región,
adquirieron tierras en el occidente chaqueño confundiendo fronteras agrope-
cuarias con la provincia de Santiago del Estero. Arrendaron y adquirieron los
10 Se toma este período para la representación cartográfi ca debido a que existe una continuidad en la existencia de los datos de superfi cies implantadas con soja por departamento, en la provincia del Chaco.
11 Cepeda, Edgardo. “La nueva manera de hacer agricultura en el Chaco” Suplemento Norte Rural En: Diario Norte. 26/11/2001. pp. 2.
12 “La avalancha de productores extra Chaco, principalmente de Córdoba, encontraron aquí las extensiones de campos sufi cientes para expandirse dado que no lo podían hacer en su zona y terminaron de expulsar al algodón de estas tierras, además de tener otro elemento a su favor que fue de contar con los 60 u 80 pesos para pagar una hectárea por adelantado antes de implantar el cultivo”. Fortuny, Joaquín. “Una década de cambios, dice el Ingeniero Fortuny”. Suplemento Norte Rural En: Diario Norte. 26/11/2001 Pp.2.
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Plancha 1. Superfi cie Implantada con Soja, por departamento, en la Provincia del Chaco. Campañas 1987/88 a 2002/03.
Fuente: Elaboración propia en base a Estimaciones Agrícolas por Departamentos de
la Provincia del Chaco. Tomo 1. Año 2004. Centro de Documentación e Información,
Ministerio de la Producción.
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campos con superfi cies superiores a 500 ha13. Según el economista Ambrosetti
(1998) esta ola de inversiones que vive el campo también impulsa un proceso de concentración en la tenencia de la tierra. Se trata de una tendencia que ya se afi an-zó en la mayoría de los países desarrollados y parece inevitable en la medida en que se presenta como la única forma que tienen los productores argentinos de trabajar en escala y reducir sus costos para poder competir en los mercados internacionales” por
otra parte Zorraquin (1998) señala “que la concentración va a seguir por un pro-blema de escala, si se trabaja con pequeños campos, se sale hecho o se corre el riesgo de perder dinero. Una familia para vivir bien necesita, por lo menos 700 ha y una empresa 5.000” esta situación es relevante en el norte argentino, especialmen-
te en la provincia del Chaco, donde existe una variación de las Explotaciones
Agropecuarias entre los censos 1988 y 2002. Las jurisdicciones departamenta-
les han presentado el incremento de EAPs que superan las 1.000 ha generado
por la adquisición y concentración de tierras por parte de los grandes produc-
tores. Este proceso de atomización ha provocado que el 60,9 % de los departa-
mentos de dicha provincia hayan perdido un número importante de pequeñas
y medianas explotaciones pertenecientes a aquellos productores familiares que
no han logrado sostener en el tiempo una estabilidad económica-productiva.
Actualmente estos productores continúan ampliando la frontera agraria
hacia el oeste provincial, las regiones de mayor expansión se ubican en el área de infl uencia de la Ruta 16 entre Avia Terai y extiende las fronteras productivas sobre Santiago del Estero esta situación se reitera en toda la zona de la ruta 89 que tomó como epicentro la localidad de Gancedo como cabecera de playa para el desembarco de empresarios y productores cordobeses. Pampa del Infi erno, localidad ubicada a la vera de la ruta 16 y cabecera del Departamento Almirante Brown, se convirtió en el eje de la nueva corriente migratoria de empresas y productores de otras provincias” 14.
Este avance de la frontera ha ido en detrimento de los bosques nativos refe-rentes de la zona de infl uencia de Pampa del Infi erno, estiman en más de cuarenta
13 La soja ocupó las tierras de las viejas colonias del Chaco Oriental, la región Central y el Suroeste. Sin embargo avanzó hacia el oeste de la provincia, tanto que superó el límite con Santiago del Estero (655.000 ha) confor-mando un área homogénea entre las dos provincias. Manoiloff, Raúl. 2005. “La crisis del algodón en el Chaco y los cultivos alternativos”. Corrientes. El Autor.
14 “El Chaco continua ampliando sin pausa su frontera agraria”. Suplemento Norte Rural. En: Diario Norte. 30/04/2003.
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las topadoras que están trabajando en la región. El rendimiento de estas máquinas es de 10 ha por jornada. Hay dos empresas de desmonte de Córdoba que poseen alrededor de 10 máquinas trabajando en la zona, y los pedidos y habilitaciones para topar se multiplican todos los días15. En los últimos 10 años se ha eliminado
aproximadamente el 80 % del monte nativo chaqueño con fi nes agrícolas, las
mismas resultan atractivas para el inversionista por su fácil acceso económico,
sin embargo se debe señalar que poseen un elevado nivel de vulnerabilidad y
una escasa rentabilidad en el tiempo, debido a su rápido agotamiento, deter-
minado por el manejo del monocultivo16.
Espacios sojeros en la provincia del Chaco: niveles y tendencias de las superfi cies implantadas
En los últimos años el proceso de inserción y expansión de la soja en la pro-
vincia del Chaco la ha convertido en el cultivo principal y más importante en
el ámbito comercial. La distribución de la misma en el territorio provincial ha
adquirido una modalidad heterogénea puesto que se pueden advertir espacios
de mayor concentración del cultivo y otros de menor importancia económica.
A partir de esta situación se han podido establecer niveles y tendencias de
la superfi cie implantada con soja, a escala departamental, teniendo en cuen-
ta el promedio provincial. Esta caracterización del espacio se defi nió a partir
de la utilización de estimaciones agrícolas correspondientes a las campañas
1987/88 hasta 2002/03, por los argumentos explicados anteriormente.
De esta situación se ha podido identifi car que el 72 % de los departamen-
tos de la provincia del Chaco presentan una frecuencia en los datos de super-
fi cie implantada con soja a partir de la campaña 1987/88, y para el período
1996/97 el 92 % de los mismos ya producían esta oleaginosa como resultado
15 Ibdem anterior.16 “Ante el avance irreparable de la soja el Gobierno argentino a través de la SAGPyA plantea promover una ley de
arrendamientos que obligue a la rotación de cultivos como forma de sustentabilidad del suelo. Se trata de un proyecto de ley que tiende a la diversifi cación productiva. La ley apunta a los arrendamientos a largo plazo para que incluyan rotaciones con ganadería y los cultivos que dejen bastante rastrojo como por ejemplo el maíz y el sorgo. La Secretaría de Agricultura señala que pretende demostrar a los productores que hay sistemas de rota-ción agrícolas- ganaderos que son rentables, o por lo menos más sustentables que el monocultivo”. Suplemento Norte Rural En: Diario Norte. 05/11/2003.
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de la crisis histórica del algodón, la incorporación efectiva de soja transgéni-
ca, el progreso técnico, los precios del mercado y las inversiones de capitales
extraprovinciales.
Sin embargo cada departamento del Chaco ha manifestado un compor-
tamiento diferencial con respecto a la media provincial (ver ejemplos en Fi-
gura 3) posibilitando, a partir del análisis de los mismos, la obtención de un
cuadro de niveles y tendencias (Cuadro 2) donde se encuentran registrados
todos los departamentos de la provincia del Chaco y la importancia del cultivo
de soja en la economía de los mismos.
El análisis de este esquema permite verifi car que los departamentos con
tendencia creciente y nivel alto que superan la media provincial, se localizan
en el suroeste del Chaco, los cuales han manifestado en los últimos años un
crecimiento acelerado y expansivo del cultivo de soja y el consecuente despla-
zamiento del cultivo del algodón, de la ganadería extensiva y el bosque nativo.
Aquellos que presentan una tendencia creciente, pero con un nivel medio
de crecimiento, cercano al promedio provincial, se caracterizan por tender a
desarrollar un sistema de minifundios los cuales se presentan como predios con suelos degradados donde el algodón es el principal cultivo de renta, seguido por el
Figura 3. Superfi cie implantada con soja por departamentos, en la Provincia del Chaco.Fuente: elaboración propia en base a ¿?¿?¿?¿? agrícolas por departamento de la SAGIyA.
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maíz, la soja y la horticultura. Poseen equipos y herramientas con tracción a san-gre, con baja aplicación de tecnología y mano de obra familiar17. A su vez las áreas
deprimidas son utilizadas para la cría de ganado, de manera extensiva.
Dentro de la tercera clasifi cación se debe destacar al departamento Almi-
rante Brown como protagonista fundamental ante la expansión de la soja. La
principal actividad de este sector –ganadería extensiva y explotación forestal–
se vio reducida a partir del avance de la frontera agraria hacia el oeste provin-
cial. En la actualidad prácticamente el 80 % de los montes o bosques naturales
han sido desplazados por extensos cultivares de soja, cuyos propietarios extra-
regionales han adquirido (por renta o compra) las chacras a precios muy bajos.
Los grupos departamentales que se encuentran en un nivel bajo con una
tendencia estable se caracterizan por desarrollar actividades mixtas referentes
a una ganadería extensiva alimentada con pasturas naturales, según el INTA
(2002), solo el 1 % del área es ocupado por pasturas cultivadas.
Con respecto a la agricultura, el arroz es el principal protagonista de este sec-
tor destinando, aproximadamente entre 15.000 y 20.000 ha/año (INTA, 2002).
17 INTA. 2002. “Plan de tecnología regional” (2001-2004), INTA. pp Nº10.
CUADRO 2. Niveles y tendencias de superfi cie implantada con Soja, por departamento,
en la provincia del Chaco, según promedio provincial.
NIVELES/TENDENCIAS ALTO MEDIO BAJO
Creciente
12 de octubre
9 de Julio
Chacabuco
Cte. Fernández
2 de Abril
Quitilipi
Cte. Fontana
Gral Belgrano
Independencia
O’Higgins
Pcia. de la Plaza
San Lorenzo
San Fernando
Almirante Brown
Santa Mª de Oro
Estable
25 de Mayo
Sgto. Cabral
Dónovan
Bermejo
Libertad
1º de Mayo
Tapenagá
DecrecienteMaipú
Gral. San MartínGral. Güemes
Fuente: Elaboración Propia
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Consecuencias sociales: profundización de las condiciones críticas de vida de los pequeños productores.
Nos parece oportuno iniciar este apartado considerando el planteamiento
de Manuel Castells cuando hace referencia al surgimiento de un nuevo mundo:
la era de la información; el cual surge, a partir de tres procesos independientes,
a saber: a. revolución tecnológica de la información, b. crisis del capitalismo y
del estatismo; y c. fl orecimiento de nuevos movimientos sociales y culturales.
Es de la interacción de estos procesos que emerge una nueva estructura social:
la sociedad red, una nueva economía: la informacional global; y una nueva cul-
tura: la de la virtualidad real.Nuestro espacio geográfi co –objeto de estudio– ámbito rural de la provincia
del Chaco, presenta algunas características de este “nuevo mundo”, visualizada
en la convivencia de grandes sectores excluidos y desconectados del sistema,
al lado de aquellos que se hallan vinculados a la sociedad red y al capitalismo
informacional; en particular y como más representativo se pueden mencionar a
los grandes emprendimientos agrícolas con funcionamiento autónomo respec-
to a la economía zonal y regional. En este marco son mucho más los trabaja-
dores genéricos reemplazables, discontinuos y con bajo valor de las remunera-
ciones, que los autoprogramables y con capacidad de adaptarse y reconvertirse
para sobrevivir a este nuevo contexto, cada vez más alejado del generado por el
Estado Benefactor que caracterizó a gran parte de la segunda mitad del siglo xx.
Pareciera que este modelo económico en el que estamos insertos, coman-
dado por una economía abierta donde precisamente, los niveles de competi-
tividad e innovación tecnológica sólo admiten la incorporación de recursos
humanos muy califi cados, determina la exclusión social y el deterioro del nivel
de vida de un importante grupo de actores (Barbeito y Lo Vuolo, 1995). Por
otra parte, junto a esta modernización, aparece otro “fenómeno”, denominado
Globalización, que se caracteriza por la internacionalización de las mercancías,
los capitales y el conocimiento. Esta globalización18 se torna más visible a partir
del año 1989 con la desintegración de las economías de planifi cación central y
consideración de un modelo capitalista de carácter planetario, apoyado técni-
18 Al respecto Giddens sostiene que vivimos en un mundo de transformaciones que afectan casi a cualquier aspecto de lo que hacemos; para bien o para mal nos vemos propulsados a un orden global que nadie com-prende del todo, pero que hace que todos sintamos sus efecto; (Giddens, 1999:19).
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camente por la globalización de los sistemas de comunicación. Dentro de este
contexto, los agricultores pierden capacidad de desarrollar sus opciones y son
absorbidos por las innovaciones tecnológicas de las empresas transnacionales;
por otra parte dentro de este modelo internacionalizado, los pequeños y me-
dianos productores tienden a ser perjudicados por las mega-empresas, cuyo
esquema de producción se caracteriza por el alto aporte de capital y tecnología.
En estas condiciones, nos encontramos con un pequeño productor agro-
pecuario cuyo ingreso principal deriva de la venta de sus productos agrícolas,
cuyo destino es cubrir los gastos vinculados con la misma producción y los
que exige la compra de alimentos básicos que no pueden ser cubiertos por el
propio autoconsumo. Este ingreso, que por cierto es bajo, permite califi car a
este pequeño productor como pobre rural, por cuanto necesita cada vez ma-
yores esfuerzos para obtener el sustento diario. La falta de inversión, por parte
de los gobiernos de turno (mejoramiento de caminos, luz, agua potable, etc.)
trae aparejado niveles de vida poco dignos, donde las necesidades básicas no
son del todo cubiertas y con una tendencia a profundizarse dichas carencias
con el correr del tiempo.
Las condiciones de vida en que se encuentran actualmente estas familias de
pequeños agricultores -según las propias apreciaciones de los productores- es-
tán bastante deterioradas en comparación con la situación vivida tres décadas
atrás. Muchos de estos productores no cuentan con ingresos para garantizar
un estándar de vida digno. Ello acarrea el hecho de que muchas familias no
tienen los recursos deseados para edifi car y/o sostener una vivienda sanitaria-
mente segura. Por ejemplo, en el caso de viviendas rústicas, podría decirse que
son reservorios de diversas enfermedades como el mal de Chagas, que asola
esta región. Otro tanto sucede con el agua que utilizan para consumo familiar,
las aguas superfi ciales o de pozo, dispuestas para el consumo, frecuentemente
no están sujetas a tratamiento para la eliminación de la contaminación micro-
biológica, menos aún si se tratara de una contaminación química.
Los que poseen viviendas de material, no pueden hacer ningún tipo de
mantenimiento, dado la escasez de remanentes económicos. Con respecto a los
servicios e infraestructura, pocos disponen de energía eléctrica, la iluminación
depende fundamentalmente del querosenne y el gas, para cocinar usan prefe-
rentemente leña. Otro tanto sucede con la educación formal, ya que son esca-
sos los pequeños productores que pudieron concluir con la escuela primaria.
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Asimismo debemos destacar que los pocos recursos con que cuenta este pe-
queño agricultor comienzan a mostrar signos de degradación: los suelos están
bastante agotados como consecuencia de la práctica del monocultivo algodone-
ro, con las repercusiones lógicas en la producción; los montes que décadas atrás
cubrían bastas extensiones, hoy se ven prácticamente desbastados; la disminu-
ción de las posibilidades de trabajo como consecuencia de una reducción en la
demanda laboral, especialmente generada por los procesos de mecanización en
las explotaciones agrícolas más grandes y más desarrolladas. Esta degradación,
más que un problema de insufi ciencia de recursos, generalmente es un proble-
ma de falta de conocimientos para que los agricultores utilicen racionalmente
aquellos que ya poseen y apliquen correctamente tecnologías que sean compa-
tibles con los que realmente disponen.
Ante este contexto los agricultores familiares se han encontrado excluidos
del nuevo panorama agrario, sumiéndolos en una profunda crisis socioeconó-
mica e incapaces de solventar al grupo familiar. Esta situación desesperada les
ha mostrado una única salida (pero no solución) que ha sido el éxodo hacia
las ciudades más cercanas o a la ciudad de Resistencia, capital de la provincia.
Rofman (2000) señala que, a esta situación se agrega un factor de grave tensión social a la sociedad receptora, que no posee recursos sufi cientes para ofrecer niveles de vivienda, salud y educación a los nuevos migrantes. Tampoco existen condicio-nes laborables favorables en los ámbitos a los que llegan estas familias carecientes. Estos grupos, ubicados en la periferia urbana se encuentran nuevamente ex-
cluidos del sistema, no tienen acceso a un trabajo formal y las condiciones de
vida son aún más precarias.
Este proceso de exclusión, producto de la globalización y a partir de gran
tecnifi cación y mecanización, trae consigo un incremento de la mercantiliza-
ción donde tanto los insumos como los factores de producción son valorizados
según criterios del mercado, logrando en cierta forma la desintegración de las
unidades campesinas y su transformación en otros actores sociales agrarios;
de manera que no sólo se trata de un nuevo modelo productivo agrario, sino
que podemos apreciar el surgimiento de un nuevo actor social subordinado y
supeditado a los vaivenes de la economía mundial, nacional y provincial.
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■ Conclusión
En el transcurso de las últimas décadas del siglo xx la República Argentina
ha registrado cambios en su estructura primaria, impactando de forma dife-
rencial en los distintos territorios que conforman el conglomerado productivo
nacional. El constante dinamismo del espacio agrario del país ha dado lugar a
múltiples transformaciones relacionadas primordialmente, con el incremento
de la superfi cie cultivada con soja, inicialmente en el espacio pampeano, y
posteriormente una expansión acelerada y continua de la misma hacia áreas
extrapampeanas como es el caso del espacio en estudio.
El proceso de expansión territorial de la soja, hacia el noreste argentino ha
generado cambios en la rutina agraria regional, y en donde la provincia del
Chaco adquirió el primer lugar en cuanto a superfi cie implantada se refi ere,
presentándose condiciones agroecológicas poco favorables pero adaptables para el
desarrollo de la misma. Esta acelerada expansión de la soja a nivel local ha per-
mitido establecer niveles y tendencias de superfi cie sembrada con este vegetal;
los mismos demuestran el predominio de esta oleaginosa como el cultivo más
importante después del algodón; su acelerado crecimiento la está convirtiendo
en un nuevo monocultivo que los ambientalistas denominan “Desierto Verde”.Por otra parte el crecimiento espacial de este cultivo, especialmente en el
sudoeste provincial, se vio favorecido no sólo por la inserción de técnicas mo-
dernas de explotación de tierras, sino también por las sucesivas crisis que ha
manifestado el monocultivo algodonero explotado por décadas por los peque-
ños y medianos productores. En los últimos años del siglo xx estos productores
ingresaron a un ciclo de descapitalización y empobrecimiento como resultado
de la persistencia de una relación negativa entre el costo y los benefi cios obte-
nidos por el principal cultivo de renta, el algodón; a esto debemos sumarle los
fenómenos climáticos adversos, situación que ha impedido el mantenimiento
de las inversiones tecnológicas realizadas. Asimismo este proceso de descapi-
talización ha determinado que aquellos pequeños y medianos productores no
hayan podido amoldarse a los requerimientos propios de la dinámica sojera
actual, siendo desplazados forzosamente de sus chacras a partir del ingreso de
inversiones proveniente de los “mega productores” extrarregionales.
Los productores agrarios que permanecieron en sus fi ncas –a pesar de su
precaria situación económica– realizaron y realizan actividades de subsisten-
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ca -horticultura o granja- como estrategia de recomposición de los ingresos.
También incluyen a esta actividad el aporte de dinero por el trabajo de uno
o más integrantes del grupo familiar, ya sea como tractoristas en las empresas
agropecuarias vecinas o como empleados del sector público provincial o las
jubilaciones o pensiones.
Este tipo de actividad de supervivencia se intensifi có a mediados de la
década del ‘90 como consecuencia del impacto socioeconómico que ha gene-
rado la incorporación de un moderno sistema productivo, el cual fortaleció
el deterioro de los ingresos, el incrementó del empleo informal; el aumento
de la subocupación y desocupación en forma vertiginosa, provocando el en-
deudamiento irreversible de los menos benefi ciados en este sistema. Estos
condicionantes sumaron al núcleo tradicional de la pobreza a un conjunto de
hogares que hasta entonces, no podrían haberse considerado como pobres.
Es cierto que durante décadas los medianos y principalmente pequeños pro-
ductores acarrearon sobre sus hombros una crítica situación socioeconómica
vinculada con la pobreza de tipo estructural, sin embargo la crisis del algodón
y las nuevas pautas del mercado relacionada con la inserción del cultivo de
soja dentro del panorama agrícola provincial, han profundizado aún más esta
situación.
A modo de cierre decimos que el pequeño agricultor de la provincia del
Chaco no está exento de la variedad de cambios que ocurrieron a fi nes del si-
glo pasado y en el presente, caracterizados como un conjunto de mutaciones
que se sucedieron en las diferentes esferas de nuestra estructura social, econó-
mica, cultural, política y social.
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3CAPÍTULO
LOS EFECTOS RECIENTES DE CAMBIOS DE USO DEL SUELO
N.J. Carnevale; C. Alzugaray (ex aqueo) y N. Di Leo
L.V. Carreño; H. Pereyra y E.F. Viglizzo
R.R. Casas
J. Morello; A.F. Rodríguez y W. Pengue
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EVOLUCIÓN DE LA DEFORESTACIÓN EN LA CUÑA BOSCOSA SANTAFESINAN.J. Carnevale; C. Alzugaray (ex aqueo) y N. Di Leo
■ Antecedentes históricos de la explotación forestal en la región
Los sistemas económicos infl uyen directamente sobre el uso que se hace
del ambiente, modelando el paisaje. En la Argentina la deforestación continúa
siendo el factor determinante en la modifi cación del uso de la tierra. Aproxi-
madamente 250.000 hectáreas anuales se pierden por conversión de tierras
para la agricultura, incendios y utilización de la madera. Este proceso lleva
a regiones como el “Chaco Seco” a sufrir la pérdida del 70 % de su superfi -
cie cubierta total (175.000 hectáreas). También disminuyen los bosques en
el “Chaco Húmedo”, la “Selva Paranaense” (Misiones) y las “Yungas” (Salta).
El caso de la “Cuña Boscosa santafesina” (subregión más austral del “Cha-
co Húmedo”) es paradigmático, ya que ha sido históricamente explotada y
esto se remonta a más de un siglo atrás.
Es muy probable que a fi nes del siglo xix -hacia 1870-1880- nuestro país
contase con una relativa riqueza forestal. La tala de árboles se inicia con los
colonizadores, aunque el ritmo de destrucción no superaba al del incremen-
to anual de las masas arbóreas, pero desde 1860-80 se intensifi ca, superando
las posibilidades naturales de regeneración. En 1850 llegaban a Buenos Aires
rollizos de quebracho colorado (Schinopsis spp.) para su reducción en aserrín,
cuyo destino era ser usado como material tanante, en las curtiembres locales.
Esta fecha podría ser señalada como el comienzo de la industria quebrachera.
Es a partir de entonces cuando debería iniciarse el recuento cronológico de la
evolución del patrimonio forestal nacional (Cozzo, 1967).
Los antecedentes legales que posibilitaron el comienzo ofi cial de la extrac-
ción de recursos naturales en la provincia de Santa Fe datan de 1880. Ese año,
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Evolución de la deforestación en la Cuña Boscosa santafesina
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por ley provincial, se destinó el 12 % del territorio al pago de un empréstito con
el fi n de integrar el 50 % del capital original del Banco Provincial de Santa Fe
(Ley del 22/06/1872), a lo que se sumó toda la tierra que el Gobierno Provin-
cial estaba autorizado a vender. Esta venta constituyó “la entrega más formida-
ble del patrimonio público que se realizara a un particular hasta 1881, en este
caso de quebrachales colorados” (Gori, 1983).
En 1882, con la introducción del ferrocarril en la provincia, se inició un plan
destinado a proveer un sistema de transporte y comunicaciones a nivel regional.
Esto permitió el traslado y salida desde el litoral, de millones de toneladas de
quebracho, tanino y otros derivados de la explotación maderera, lo que signifi có
la extracción de la fortuna forestal más grande en el mundo hasta ese momen-
to. Desde 1887, la modalidad de vender o arrendar ferrocarriles del Estado o
de otorgar nuevas concesiones a particulares, bajo el régimen de ferrocarriles
garantidos, adquirió alcance nacional. En ese contexto la ley provincial de 1888
autorizó al Poder Ejecutivo para contratar a la Compañía Fives Lille, a la que le
otorgó la concesión de la explotación de los ferrocarriles de la provincia. El ob-
jetivo era transportar hasta el puerto la fortuna forestal de compañías privadas.
En cumplimiento con esos fi nes, los nuevos ramales y extensiones construidos
a partir de 1889, “penetraron hasta lo más profundo de los montes norteños en
busca de maderas duras y del extracto del quebracho colorado, el tanino”.
Además en esas tierras no se establecieron colonias, tampoco fueron refo-
restadas, ni se propició el desarrollo provincial; los benefi cios impositivos ob-
tenidos de ese latifundio no tienen ninguna relación con las ganancias obteni-
das. Como consecuencia de estos planes, durante los siglos xix y xx la “Cuña
Boscosa santafesina” sufrió una sustancial modifi cación debido a la intensa
explotación forestal. El producto resultante es el alto grado de fragmentación
y deterioro que presentan los bosques remanentes, habiendo quedado reduci-
dos -sin excepción- a bosques secundarios.
En 1915 el área forestal estimada para la provincia de Santa Fe era de 5.890.000
hectáreas de bosques, lo que representaba un 34 % del área total (Cozzo, 1967).
En las últimas décadas se han producido rápidos cambios que afectan a todos los
aspectos de la vida, incluida la relación entre la sociedad y el sector forestal.
La globalización, acelerada por la expansión de las tecnologías de la infor-
mación y las comunicaciones, ha facilitado también los movimientos de capital,
y las consecuencias de ello afectan diferencialmente a los países desarrollados,
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N.J. Carnevale; C. Alzugaray (ex aqueo) y N. Di Leo
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de aquéllos en vía de serlo. La irregularidad de este proceso hace que un gran
número de personas no reciban los benefi cios posibles. La sociedad enfrenta
problemas ambientales de grandes dimensiones relacionadas con este cambio,
como por ejemplo la pérdida de la diversidad biológica, la degradación de las
tierras y la desertifi cación, el cambio climático y el incremento de los costos de
la energía y el agua (FAO, 2007). Sumado a esta problemática los procesos de
deterioro ambiental, en sentido amplio, sólo son computados en la medida que
entran en la esfera del valor (Tsa Koumagkos, 1991), es decir cuando están in-
cluídos en los procesos de producción.
En el discurso contemporáneo ecológico-ambiental se puede afi rmar que
el desarrollo sustentable se basa en tres ejes básicos: sustentabilidad ecológi-
ca, efi ciencia económica y equidad social (CEPAL-PNUMA). Una defi nición
emblemática como la del Informe Brundtland (World Commission on Envi-
ronment and Development, 1987), sostiene que un desarrollo es sustentable
si permite satisfacer las necesidades de la generación presente sin comprometer
la capacidad de las generaciones futuras de satisfacer las suyas. Este concepto
se refi ere a cuestiones de distribución cuando relaciona población, capacidad
ecológica y pobreza. Esto deriva en la búsqueda de una solución entre fi nes u
objetivos con cierto grado de tensión entre ellos. Esa tensión podría señalarse
como el disenso que existe entre ciertas acciones sociales, las que podrían com-
prometer el equilibrio ecológico, ya que implican la sustitución de naturaleza
por el capital que pudieran contener (Tsa Koumagkos, 2003).
En las últimas cuatro décadas el aumento sostenido del cultivo de soja y
el reemplazo de los denominados cultivos regionales por esta oleaginosa en la
provincia de Santa Fe, han homogeneizado el paisaje, otrora diverso en la re-
gión. Concomitantemente, la deforestación ocurrida a partir de 1976 muestra
claramente la evolución en la superfi cie de la cubierta arbórea y su reducción
alarmante como consecuencia de la expansión de la ganadería e indirectamen-
te de la frontera agrícola. En el 2002 quedaban en el país alrededor de 33 mi-
llones de hectáreas de bosque. En el “Chaco Húmedo” se queman entre dos
y cuatro millones de hectáreas por año. En la “Cuña Boscosa” se usan unas
300.000 toneladas anuales como leña por los pobladores y 450.000 toneladas
más son empleadas por las diferentes industrias de la zona.
De acuerdo a los indicadores de desarrollo sostenible elaborados por el
Estado Nacional (SAyDS, 2005), las grandes tendencias ambientales del país
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siguen siendo preocupantes (SAyDS, 2005) América Latina es una de las re-
giones en vías de desarrollo que se enfrenta a confl ictos, entre otros, heredados
desde la época colonial. La globalización puede incrementarlos o disminuir-
los, de manera potencial.
En la Declaración del Milenio del año 2000, a la que suscribieron 189
países y la mayoría de los principales organismos internacionales, se estableció
en el punto 7 “integrar los principios del desarrollo sostenible en las políticas
nacionales e invertir la tendencia actual de disminución de los recursos medio-
ambientales.” Aún se está muy lejos de lograrlo.
■ Antecedentes sobre la legislación forestal argentina y en la provincia de Santa Fe
Durante el período virreinal y luego durante la conformación y estabiliza-
ción del Estado argentino hubo escasos intentos de regular el manejo de los
recursos forestales (Djendredjian, 2001), pero no fue sino hasta mediados del si-
glo xx que se logra una legislación acabada al respecto. La severa reducción de la
superfi cie boscosa producida hasta ese momento y acelerada durante la segunda
guerra mundial (Somigliana, 1973), tuvo respuesta en La Ley de Defensa Fo-
restal argentina Nº 13.273 sancionada en 1948. Esta ley consagra con carácter
de orden público la función social del bosque y establece como regla general:
“la prohibición de devastar los bosques y tierras forestales y la utilización
irracional de productos forestales”; además de limitar y restringir el ejercicio
de los derechos sobre los bosques y tierras forestales de propiedad privada o
pública. Sin embargo esta ley, en la que se preveía una política tendiente a
conservar el bosque nativo, ha sido desvirtuada en los hechos, ya que la con-
cepción al mismo tiempo ambiental y productiva de la misma favoreció en la
práctica ciertas distorsiones.
Como por ejemplo la deforestación de áreas con bosques nativos, para
forestar con especies exóticas. Por otro lado, no hubo en el país planes reales
de restauración del bosque nativo, ya que los mismos presentarían elevados
costos por el tiempo requerido para recuperarlo, mientras que la reforestación
con “pinos” o “eucaliptos” puede llevar a un producto comercializable en el
lapso de una década (Corradini et al., 1993).
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La ley 13.273 previó instrumentos de intervención para fomentar la fo-
restación y reforestación: exenciones y desgravaciones impositivas, créditos
preferenciales, crédito fi scal, subsidios y medidas de asistencia técnica y es-
tructural. Posteriormente, la ley de desgravación impositiva 20.628 del año
1972 (IFONAGTZ, 1990); el decreto 465/74 de fomento a la forestación y la
Ley 22.211 de 1975 que admite la desgravación impositiva para los empren-
dimientos rurales en “tierras de baja productividad”, si bien incentivaron las
forestaciones, en los hechos signifi caron un avance de la actividad agropecua-
ria sobre tierras forestales. Todo este esquema de desgravaciones impositivas y
créditos subsidiados fue modifi cado con la Ley 21.695/77, que instrumentó
un sistema de “crédito fi scal”. Además, estableció la actuación del IFONA
(Instituto Forestal Nacional, creado en 1973 en sustitución de la Administra-
ción Nacional de Bosques) como órgano de aplicación, dentro del marco de
un Plan Nacional de Forestación. La sumatoria de las diferentes reglamenta-
ciones aplicadas durante cuatro décadas, determinó una superfi cie forestada
del orden de las 750/790.000 ha, lo que arroja un promedio anual no supe-
rior a las 20.000 ha. Esa área plantada puede confrontarse con una pérdida
de superfi cie boscosa total, para el período 1956-86, del orden de 15 millones
de ha (Merenson, 1992), lo que equivale a una reducción neta de 484.000 ha
anuales. Estas cifras señalan que el ritmo de forestación fue inferior a lo espe-
rado y que, además, el sistema de resguardo del recurso no fue sufi ciente para
defender y acrecentar la masa forestal nativa (Bercovich, 2000).
En 1991, mediante el Decreto N 2284/91 de Desregulación Pública, se
procede a la disolución del IFONA. Esto determinó que se transfi rieran sus
responsabilidades a diferentes áreas. Así, la Secretaría de Agricultura, Ganade-
ría y Pesca (SAGyP) pasa a responsabilizarse exclusivamente de las plantacio-
nes para lo cual crea la Dirección de Producción Forestal. Al mismo tiempo, se
crea la Dirección de Recursos Forestales Nativos con injerencia sobre montes
y bosques nativos. Ella integra la Dirección Nacional de Administración de
los Recursos Naturales, dependiente de la Secretaría de Recursos Naturales
y Ambiente Humano. De esta Secretaría también pasó a depender la Admi-
nistración de Parques Nacionales. Las acciones de extensión e investigación
forestal pasan a ser competencia del Instituto Nacional de Tecnología Agrope-
cuaria (INTA), los aspectos sanitarios pasan a ser controlados por el Instituto
Argentino de Sanidad y Calidad Vegetal (IASCAV), y fi nalmente quedan en
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manos del Instituto Nacional de Semillas (INASE) las funciones de control
genético. Se generó así una distribución de funciones que duplicó acciones y
difi cultó la administración de políticas coherentes para el sector forestal como
un todo (Corradini, 1993).
En relación a la propiedad de las tierras forestales en la década del ´90, es-
timaciones de la Dirección de Producción Forestal (SAGyP, relevamiento para
el Banco Mundial, 1998) indicaban que el sector privado poseía el 71 % de
los bosques nativos y la casi totalidad de los bosques implantados. De las casi
8 millones de ha pertenecientes al sector público, aproximadamente la mitad
correspondía a áreas protegidas (Parques Nacionales y Reservas Provinciales).
En el año 1994 con la reforma de la Constitución Nacional se introduce en
el nuevo artículo 41 la variable ambiental que garantiza a las nuevas generacio-
nes un ambiente sano y ecológicamente equilibrado. A los fi nes de asegurar la
protección, el disfrute racional y económicamente sustentable de los recursos
naturales, entre ellos los bosques, corresponde a la Nación dictar las normas
que contengan los “presupuestos mínimos” de protección, y a las provincias,
las necesarias para complementarlas, sin que las primeras alteren las jurisdic-
ciones locales. Atendiendo a dicha reforma, en 1997 se promulga La ley de
Estabilidad Fiscal 24.857 aplicable a los bosques nativos que establece que el
aprovechamiento de bosques comprendidos en el régimen de la ley 13.273,
gozará de estabilidad fi scal por el término de treinta y tres años a partir de la
fecha de aceptación del proyecto de uso sustentable presentado. Además, con
el objetivo de generar información para favorecer el mantenimiento y mane-
jo de los bosques nativos se aprueba en 1997 el “Proyecto Bosques Nativos
y Áreas Protegidas (Préstamo BIRF 4085-AR,1.998-2005)”.Las acciones del
proyecto se llevan a cabo con un crédito del Banco Mundial. Con ello se in-
tenta corregir la explotación irracional y la subutilización de esos bosques, sin
planes de ordenamiento del recurso. Dentro del proyecto se elabora el Primer
Inventario Nacional de Bosques Nativos, que dio cuenta de la existencia en el
territorio nacional de 31.443.873 ha de bosques nativos en 1998 (Secretaría
de Ambiente y Desarrollo Sustentable, 2005).
En 2002 se concreta la sanción de la Ley General del Ambiente 25.675,
cuyo bien jurídico protegido es el ambiente, la preservación y protección de la
diversidad biológica y la implementación del desarrollo sustentable. Esta ley
establece los presupuestos mínimos que son pautas o indicadores a seguir con
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valores ambientales básicos dirigidos a la preservación de los recursos naturales
y el ambiente. Estos presupuestos deben ser complementados por las provin-
cias a quienes les corresponde el dominio originario de los recursos naturales
existentes en sus territorios, (art. 124 CN) y los obliga a establecer una política
ambiental, tomar decisiones, fi jar estrategias, planes y programas de gestión
ambiental compatible con el marco regulatorio establecido por la Ley 25.675.
Para ello, quedan establecidos los principios que debe seguir la política am-
biental que se implemente; además, estos principios deben ser utilizados para
la interpretación de toda norma ambiental. Ellos son: principio de congruen-
cia, de prevención, precautorio, de equidad intergeneracional, de progresivi-
dad, de responsabilidad, de subsidiaridad, de sustentabilidad, de solidaridad,
de cooperación. Y, en su art. 8 la ley enumera los instrumentos de política y
gestión ambiental que deben seguirse:
– el ordenamiento ambiental del territorio
– la evaluación de impacto ambiental
– el sistema de control sobre el desarrollo de las actividades antrópicas
– la educación ambiental
– el sistema de diagnostico e información ambiental
– el régimen económico de promoción del desarrollo sustentable
Por último; todas aquellas actividades negativas sobre el medio ambiente,
que provoquen una modifi cación del entorno natural y son consecuencia de
actividades humanas serán consideradas dañosas.
En consonancia con la política ambiental de la Nación, la provincia de
Santa Fe sanciona dos leyes forestales; La “Ley de Protección de Bosques”
Nº 12.366 y la ley “Bosques para Siempre” Nº 12.363, en 2.004. La primera
de estas normas suspende la tala rasa, el desmonte y quema de bosques nativos
en la provincia por 180 días. Da una defi nición integral de bosque nativo y
dicta un decreto reglamentario 0073/05 que distingue entre el desmonte y la
tala rasa. La Secretaría de Estado de Medio Ambiente y Desarrollo Sustenta-
ble de la provincia de Santa Fe es la autoridad de aplicación de la ley y tiene
a su cargo la elaboración de un Mapa de Bosques Nativos y otro de Riesgo
Forestal de la Provincia, que identifi carán en cada caso la ubicación del predio,
la superfi cie contada en hectáreas y la que ocupa el Bosque Nativo, titulares
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Evolución de la deforestación en la Cuña Boscosa santafesina
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dominiales, descripción de especies y formaciones que lo componen. Con
los datos obtenidos deberá crearse el Registro Provincial de Bosques Nativos.
Se crea, además, el Consejo Consultivo integrado por organismos ofi ciales,
instituciones académicas y científi cas y entidades no gubernamentales que
cumplirán tareas de asesoramiento, monitoreo, control y evaluación de las
distintas actividades establecidas en la ley. También, los leñadores de subsis-
tencia, deberán inscribirse en los Registros de la municipalidad o comuna
correspondiente a su domicilio. Además de las sanciones establecidas en las
leyes forestales anteriores se agregan la recomposición, la rehabilitación y mi-
tigación de los bosques.
La segunda norma provincial, Nº 12.363; crea el Programa de Manejo
Sustentable de Recursos Naturales formulado por la Mesa Agroforestal Santa-
fesina, que se denomina “Bosques para Siempre” , este Programa dependerá de
la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Recursos Naturales de la Provincia.
El principal objetivo del Programa es conservar, recuperar y aprovechar en
forma sustentable los recursos naturales renovables de los bosques y pastizales
de la provincia, apoyando a productores e instituciones intermedias del sector
para que el aprovechamiento de dichos recursos permita un mejoramiento en
las condiciones de vida de la población rural. Según Odasso (2005), esta ley es
una joya legislativa, pero que aún está sin reglamentar.
Finalmente en el orden nacional, se aprueba la “Ley de Presupuestos mí-
nimos de protección ambiental de los bosques nativos” o “Ley Bonasso” (di-
ciembre 2007), que declara la emergencia forestal nacional y en consecuencia
dispone, en acuerdo con las provincias, la prohibición absoluta de desmontes
de los recursos forestales nativos en todo el territorio argentino hasta tanto se
efectúe un Ordenamiento de Bosques nativos. Se da un plazo de un año desde
la sanción de la ley para efectuar dicho ordenamiento.
Como se puede constatar, desde la sanción de la nueva Constitución hasta
la fecha ha habido un importante avance en materia legal, que no tuvo correla-
ción con el manejo de los bosques naturales, sometidos a un irracional manejo
con el fi n de ampliar la frontera agrícola y contraviniendo todas las leyes antes
mencionadas.
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■ Cuantifi cación de la deforestación en la Cuña Boscosa santafesina (1976-2008)
Una estimación de la Secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Susten-
table que se elaboró teniendo en cuenta el primer inventario nacional de bos-
ques nativos de la Argentina, revela que el país perdió cerca del 70 % de sus
zonas boscosas desde 1914 en un proceso de deforestación que no se detiene
(Montenegro et. al., 2004), como consecuencia de la demanda de materia pri-
ma a bajo costo por los países industrializados (Myers & Tucker, 1987).
El “Gran Chaco” ocupa aproximadamente 1.000.000 km2 y se extiende
desde los 15º a los 35º de latitud sur, abarcando el centro-norte de la Argenti-
na, el oeste de Paraguay, sureste de Bolivia y una pequeña porción del sureste
de Brasil. La gran unidad conocida como provincia fi togeográfi ca del “Gran
Chaco” (Morello & Adámoli, 1974; Prado, 1993), denominada por algunos
autores “Parque Chaqueño” (Parodi, 1964; Ragonese & Castiglione, 1970),
está caracterizada por la dominancia neta de especies leñosas desde arbustos
bajos hasta árboles muy altos. La limitante hídrica que se acentúa hacia el oes-
te, así como las características topográfi cas de la región condicionan y modifi -
can la cobertura vegetal (Popolizio et al., 1978).
Dentro de la Región Chaqueña argentina, en el noreste de la provincia de
Santa Fe se encuentra la “Cuña Boscosa”. Históricamente el promedio de pre-
cipitaciones variaba entre 800 a 1300 mm (Burgos, 1970); pero a partir del
año 2003, hubo una reducción de 150 mm anuales (Perich, 2008). Este cam-
bio sostenido hasta el presente, año 2008, podría modifi car sustancialmente la
productividad de la zona.
Fisonómicamente la región está dominada por bosques xerofíticos. Los
distintos tipos de bosques siguen un gradiente de humedad y salinidad aso-
ciados a la topografía (Lewis & Pire, 1981). En la parte más baja se ubican los
bosques de Prosopis spp. (v.g. Prosopis nigra var. ragonesei), ascendiendo en el
gradiente topográfi co los “quebrachales” de Schinopsis balansae y en el extremo
más alto el llamado “bosque chaqueño” o “bosque Transicional Austro-Brasi-
leño” o “monte alto” (Morello & Adámoli, 1974; Lewis & Pire, 1981; Lewis,
1991; Prado, 1991; Lewis et al., 1994).
La cobertura del estrato arbóreo es variable, por lo tanto la luz no penetra
de manera uniforme, además la topografía del suelo presenta irregularidades
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que generan microclimas internos; estos factores dan origen a un estrato her-
báceo muy heterogéneo, tanto en su composición fl orística como en su cober-
tura (Lewis & Pire 1981, Lewis, 1991). Estos bosques suelen estar asociados
con otras formaciones tales como “palmares”, “sabanas”, y distintas comunida-
des herbáceas entre las que se destacan los “pajonales” (Cabrera, 1976).
Metodología
El avance tecnológico actual permite tener un conocimiento global de cual-
quier región sobre la superfi cie de la Tierra, a partir de imágenes provenientes
de sensores a bordo de plataformas satelitales. Estas tecnologías ofrecen una
gran ayuda ya que proporcionan rapidez y precisión en los estudios ambienta-
les, además de facilitar el levantamiento, evaluación, análisis, toma de decisión
y puesta en marcha de proyectos en espacios económicamente deprimidos o
ecológicamente amenazados (Chuvieco et al., 2002; Batista & Tucker, 1991;
Green & Sussman, 1990; Malingreau et al., 1992). En este trabajo se usaron
además de estas metodologías, censos de vegetación en terreno, para analizar
un problema medioambiental de gran trascendencia regional.
Una de las maneras más comunes de expresar la deforestación es como una
proporción de la superfi cie del bosque (%) al inicio del período. De acuerdo
a esta metodología se aplicaron dos fórmulas matemáticas para el cálculo del
cambio anual en la cobertura forestal. La primera fórmula corresponde al cál-
culo de la tasa utilizada por la FAO, que es equivalente a la usada para cálculos
fi nancieros de interés compuesto, a través de la cual se mide el cambio en la
cobertura de los bosques:
–q AA
1/ t t
1
21 1 2
=-
a^
kh
Y la segunda tasa, es la sugerida por Puyravaud (2003) que contempla al
tiempo de manera continua:
–lnr t t A
A12 1 1
2#= ^ h
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Donde:
A1: superfi cie de bosque al inicio del período
A2: superfi cie de bosque al fi nal del período
t1: año de inicio del período
t2: año fi nal del período
Resultados
A continuación se presenta la evolución de las masas boscosas durante más
de treinta años, a partir de 1976 y hasta 2008.
En las Figuras 1 y 2 se observan los resultados de la clasifi cación de las
imágenes correspondientes a las cuatro fechas analizadas, donde se evidencia
la progresiva deforestación a lo largo del tiempo. En la Tabla 1 y en la Figura
3, se presentan los datos (en hectáreas) de la superfi cie cubierta con vegetación
de bosque natural en las distintas fechas. En 1976 la superfi cie cubierta con
bosque natural ascendía a un 79,48 % del total del área en estudio, mientras
que en el año 2008, se redujo al 40,68 %. Los datos de deforestación total,
deforestación anual y deforestación anual relativa porcentual, entre las dis-
Figura 1. Mapa de la Cuña Boscosa santafesina, años 1976 y 1986. En gris: superfi cie de bosques.
1976 1986
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tintas fechas de las imágenes analizadas, se muestran en la Tabla 2. Mediante
la aplicación de las fórmulas de cálculo de cobertura forestal, se obtuvieron
los índices q = ‒0,02 y r = ‒0,0202 que indican la tasa de deforestación para
el período 1976-2008. La tasa r es siempre mayor que q, pero en la mayoría
de los casos, las diferencias entre ambas cantidades es menor que el error de
muestreo (Puyravaud, 2003). También se calcularon los valores parciales entre
años, los que se presentan en la Tabla 3. Se observa que la tasa de deforestación
se ha incrementado alarmantemente en los últimos años, pasando de valores
de ‒1,98 en el período 1976-1986 a valores de ‒4,4 en el período 2005-2008.
Los índices de deforestación calculados en este trabajo (‒4,4; ‒4,5) supe-
ran a los obtenidos por Puyravaud, (2003) como promedio mundial (‒0,23).
Figura 2. Mapa de la Cuña Boscosa santafesina, años 2000, 2005 y 2008.
2000
2008
2005
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Los índices utilizados (q y r) permiten comparar tasas de deforestación regis-
tradas en diferentes superfi cies y tiempos y tienen carácter orientativo. Los
valores obtenidos para la “Cuña Boscosa”, superan a los registrados para el
“Chaco salteño” (q = ‒1,16 y r = ‒1,17, en el período 1997-2001 (Gasparri &
Parmuchi, 2003). El Chaco Húmedo santafesino en general, presenta mejores
posibilidades para la producción pecuaria, sobre todo, amén de la extracción
maderera que se realiza históricamente, lo que incide en una mayor explo-
tación del recurso. Otros países presentan índices aún más altos que los del
“Chaco Húmedo” (Cuña Boscosa) como es el caso de Bolivia (‒2,81; Steinin-
ger et al., 2001) o Haití (‒5,85; Puyravaud, 2003).
En los períodos 2000-2005 y 2005-2008, la tasa de deforestación en la
“Cuña Boscosa” fue mayor que en el período 1996-2000 (Tabla 2); esto se
relaciona con el aumento sostenido de las actividades agrícolas y la ampliación
de sus fronteras, lo que ha aumentado el desplazamiento de la actividad gana-
1.000.000
800.000
600.000
400.000
200.000
01976 1986 2000
Años
Hec
táre
as
2005 2008
Figura 3. Evolución de la superfi cie cubierta con bosque natural en la Cuña Boscosa santafesina.
TABLA 1. Superfi cie cubierta con bosques naturales en las distintas fechas, en la Cuña
Boscosa santafesina.
Imagen L2 MSS L4 TM L7 ETM+ L5 TM BM L5 TM BM
Fecha de toma 27/03/1976 07/03/1986 18/12/2000 28/04/2005 04/04/2008
Superfi cie de bosque
(ha)790.529,14 647.523,51 520.512,30 463.394,07 404.672
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Evolución de la deforestación en la Cuña Boscosa santafesina
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dera hacia el área estudiada; esto ha sido notable en la etapa post-devaluación
de la economía nacional (2000-2001), y está vinculado al alto nivel relativo
de los precios de los productos agropecuarios, tanto local como internacional-
mente. El cambio en la superfi cie inicial y el ritmo de tala (Tabla 3), permitiría
inferir, de no mediar una fi rme determinación para detener el proceso, que la
extinción de este bioma está garantizada a corto plazo.
■ Cambios en las comunidades vegetales leñosas nativas: diversidad y distribución espacial a nivel regional en el Chaco Oriental
Casi todos los diseños de variación de la diversidad de especies están aso-
ciados a las variaciones de los distintos factores físicos y biológicos (Huston,
TABLA 2. Deforestación total, deforestación anual y deforestación anual relativa
porcentual, entre las distintas fechas de las imágenes analizadas, en la Cuña
Boscosa santafesina.
Período Deforestación total (ha)
Deforestación anual (ha)
Superfi cie total del área (ha)
Deforestación anual relativa (%)
1976-1986 143.006 14.301 994.672 1,438
1986-2000 127.011 9.072 994.672 0,912
2000-2005 57.118 11.426 994.672 1,150
2005-2008 58.722 19.574 994.672 1,960
Total 1976-2008 385.857 12.058 994.672 1,210
TABLA 3. Valores parciales de deforestación (“q” y “r”) entre años, en la Cuña Boscosa
santafesina.
Período q (% anual) r (% anual)
1976-1986 –1,98 –2,00
1986-2000 –1,55 –1,56
2000-2005 –2,30 –2,32
2005-2008 –4,40 –4,50
Total 1976-2008 –2,00 –2,02
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M., 1994). Los bosques chaqueños siguen un diseño que responde a gradien-
tes de humedad y de salinidad asociados a la topografía, cuya variación con-
junta determina el diseño del paisaje (Lewis & Pire, 1981). A su vez este paisa-
je fue y continúa siendo modifi cado a través del tiempo, de acuerdo al uso que
se hace de la tierra en correspondencia a los diferentes modelos económicos.
Una nueva visión de los sistemas ecológicos y humanos es el concepto
de estructura anidada de los ciclos adaptativos. Así, cada entidad ecológica o
social está inmersa en una mayor que lo contiene. Se puede asimilar el térmi-
no entidad con el de sistema, y todos ellos tienen un funcionamiento cíclico
a escala espacial y temporal (Matteucci, 2004; Holling, 1992). A su vez las
ecorregiones pueden interpretarse como ciclos adaptativos, y dentro de cada
uno de ellos puede haber otros, que corresponden a diversos ecosistemas o
usos de la tierra. Cada uno de estos ciclos tendrá uno mayor que lo contiene
y otro menor sobre el que actúa. Esta concepción no difi ere sustancialmente
del concepto de subsistemas incluidos en un sistema y de éstos incluidos en
un macrosistema, cuyas propiedades varían de acuerdo a las distintas escalas
temporales y espaciales que se contemplen. Así los ciclos en espacios pequeños
serán mas rápidos que los ciclos que representan espacios mas grandes; este
concepto está incluido en la concepción de un término relativamente nuevo
denominado “panarquía”, que se defi ne como ciclos anidados a través de es-
calas (Matteucci, 2004). Desde esta concepción, el proceso de deforestación
constituye un ejemplo muy claro de los efectos a pequeña y gran escala, o en
todo caso de las consecuencias que trae aparejada la tala, según se contem-
plen superfi cies de menor o mayor número de hectáreas. Uno de los efectos
notables de la deforestación sobre el sistema original es la fragmentación del
bosque, esto implica una gran variación a nivel espacial del paisaje y resulta de
una combinación de factores socio-económicos y naturales. La resultante de
ello es una matriz fuertemente modifi cada con manchones de masas arbóreas,
que se transforman en islas.
En este trabajo se presenta la evolución de la deforestación a través del
tiempo, desde 1976 hasta el año 2005, además de ejemplos de la fragmen-
tación, donde se visualiza la progresión del efecto de la desaparición de la
cubierta arbórea sobre los cambios en el sustrato. Es decir, la progresión del
proceso de degradación del bosque nativo desde el macrosistema al micro-
sistema.
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Metodología
Se utilizó la misma metodología que la descripta en el Capítulo 3, correspon-
diente al procesamiento de las imágenes satelitales, aunque en este caso se sumó
la discriminación en clases de cobertura, obteniéndose la distribución espacial y
la superfi cie de clases por imagen, en cada año. Las imágenes utilizadas en este
caso fueron las de los años 1976, 1986, 2000 y 2005. Para el muestreo de la ve-
getación arbórea se utilizó el método de los cuartiles. Se trazaron transectas de
700 metros, con estaciones cada 10 metros, en cada comunidad. Se considera-
ron los individuos cuyo diámetro de tronco fuese superior a los 15 cm.
Resultados
Distribución espacial de las comunidades, fragmentación y diversidad
En las comunidades vegetales existe un diseño original que responde a los
factores ambientales, como es fácil de observar en las imágenes que se pre-
sentan (Figs. 4 y 5). Al inicio del análisis en 1976, la mayor proporción de la
superfi cie estaba cubierta por “quebrachales” y “bosque fuerte” (o mixto). En
Figura 4. Distribución espacial de las clases de cobertura en el terreno, obtenidas mediante el algoritmo de clasifi cación, años 1976-1986.
1976 1986
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la imagen de 1986, al incrementarse la tala, se observa el aumento de la super-
fi cie cubierta por “algarrobales”, sobre las vías de escurrimiento y en las zonas
aledañas donde las alturas topográfi cas son más bajas; en correspondencia con
esto hay un aumento de los pastizales formando un mosaico imbricado junto
a la comunidad anterior. En las imágenes de los años 2000 y 2005, el patrón
descripto antes se intensifi ca por el efecto antrópico observándose dentro de la
masa perteneciente al “quebrachal” la presencia de fragmentos correspondien-
tes a “pastizal”, “algarrobal” y parches de suelo desnudo y “chañarales”, por la
tala selectiva de Schinopsis balansae.La fragmentación de las áreas boscosas no sólo implica pérdida de superfi cie
arbórea de las comunidades originales, sino una transformación sustancial en
la calidad del bosque por la desaparición selectiva de especies, quedando como
existentes aquéllas de menor calidad maderera y disminuyendo la diversidad.
Como ejemplos de estos cambios se presentan las Tabla 4 y 5, donde se
muestran los datos de la composición fl orística y la densidad por hectárea de
especies, desde un bosque conservado hasta uno de menor diversidad y calidad
maderera.
Figura 5. Distribución espacial de las clases de cobertura en el terreno, obtenidas mediante el algoritmo de clasifi cación, años 2000-2005.
2000 2005
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TABLA 4. Número de árboles por hectárea y número de especies en distintas
comunidades de la Cuña Boscosa santafesina.
Comunidad Árboles por hectárea Número de especies por comunidad
Bosque fuerte 730 13
Quebrachal maduro 270 6
Quebrachal joven 1.173 4
Algarrobal 134 5
Chañaral 127 5
TABLA 5. Lista fl orística correspondiente a cada comunidad.
Comunidad Especies censadas
Bosque fuerte o mixto
Acanthosyris falcata
Allophylus edulis
Aspidosperma quebracho-blanco
Sideroxylon obtusifolium
Caesalpinia paraguariensis
Eugenia unifl ora
Gleditsia amorphoides
Patagonula americana
Phytolacca dioica
Scutia buxifolia
Schinopsis balansae
Ruprechtia laxifl ora
Vassobia brevifl ora
Quebrachal maduro
Acacia praecox
Aspidosperma quebracho-blanco
Prosopis alba
Prosopis nigra
Schinopsis balansae
Tabebuia nodosa
Quebrachal joven
Geoffroea decorticans
Maytenus vitis-idaea
Prosopis nigra
Schinopsis balansae
Algarrobal
Acacia caven
Grabowskia duplicata
Prosopis nigra
Schinopsis balansae
Chañaral
Acacia caven
Geoffroea decorticans
Prosopis alba
Prosopis nigra
Schinopsis balansae
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Variación de las comunidades en el período 1986-2005
De acuerdo a la clasifi cación hecha en las imágenes, en los gráfi cos siguien-
tes (Fig. 6) se observa la variación de las superfi cies cubiertas por las principales
comunidades arbóreas, palmares y pastizales, además de la variación de los sue-
los con depósito de sal superfi cial, en los períodos considerados. Las tres princi-
pales comunidades arbóreas aquí censadas presentan una disminución similar
350
300
250
200
150
100
50
01986 2000
Superficie quebrachales
2005
160
140
120
100
80
60
40
20
01986 2000
Superficie chañarales
2005
170165160155150145140135130125
1986 2000
Superficie algarrobales
2005
400
350
300
250
200
150
100
50
01986 2000
Superficie palmares y pastizales
Mile
s d
e he
ctár
eas
Mile
s d
e he
ctár
eas
Mile
s d
e he
ctár
eas
Mile
s d
e he
ctár
eas
Mile
s d
e he
ctár
eas
2005
454035302520151050
1986 2000
Superficie salitrales
2005
Figura 6. Superfi cies de las clases de cobertura en el terreno, obtenidas mediante el algoritmo de clasifi cación, años 2000-2005.
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222
en su área, y simultáneamente hay un aumento proporcional de los pastizales;
en correspondencia con esto se nota un incremento sustancial de la superfi cie
cubierta por sal, en el período 2000-2005.
Como ejemplo de las modifi caciones sufridas en un plazo de cinco años,
se presenta una porción del territorio donde se nota claramente la transfor-
mación de las comunidades existentes. En el sector sur oeste, próximo a las
lagunas “Del Cerrito” y “Del Toro” se observa un alto grado de fragmentación
del área boscosa (Fig. 7). En el año 2005 la zona cubierta por quebrachales fue
diezmada notablemente como lo muestra la imagen; aquí se detecta un cambio
de las comunidades existentes: de quebrachal en el año 2000, se transforma en
Figura 7. Cambio en la distribución superfi cial de quebrachales, algarrobales, pastizales y fragmentación producida en los años 2000 y 2005 en el sector suroeste de la Cuña Boscosa, próximo a las lagunas Del Cerrito y Del Toro
Figura 8. Detalle de imagen con suelo desnudo (grisado) y suelo salinizado (blanco) en lotes destinados a la ganadería.
2000 2005
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algarrobal y además hay un aumento signifi cativo de suelo desnudo en el año
2005. Esto implica una disminución en la diversidad fl orística por pérdida de
especies y cambios en la densidad de las mismas.
Las modifi caciones tan intensas ocurridas en estos bosques y el consecuente
aumento de la salinidad como efecto de la tala intensiva puede traer aparejado
un efecto no deseado y de gran impacto en la regeneración de las especies, ya
que el sustrato ha cambiado sustancialmente. La Figura 8 muestra las divisiones
en lotes desmontados, para ser destinados principalmente a ganadería, y como
resultado de ello la aparición de suelo desnudo y suelo cubierto por sal.
Conclusiones
El departamento Vera, en la provincia de Santa Fe es considerado uno de los
que ha manifestado mayores eventos de desastres y situación de emergencia en
los últimos 22 años; esta situación está ligada a la capacidad productiva de sus
suelos y al tipo de explotación forestal que se ha hecho en la zona, fundamen-
talmente sin planifi cación (López Calderón, 2008).
La extracción minera realizada por La Forestal fue el inicio de la depre-
dación de los quebrachales en la Cuña Boscosa, sin embargo hasta 1976 aún
había superfi cies importantes de bosque nativos secundarios en Santa Fe.
A partir del año 2000, el corrimiento de la frontera agrícola, aniquiló
gran parte de la superfi cie boscosa, al talar completamente el estrato arbóreo,
modifi cando totalmente el uso de la tierra. La disminución del bosque nativo
implica una modifi cación sustancial de las condiciones ambientales dentro de
los fragmentos: intensidad lumínica, temperatura y humedad. Esto trae como
consecuencia una difi cultad en la reposición espontánea de las especies exis-
tentes, ya que las condiciones de germinación de las semillas cambian drás-
ticamente, amén que los padres putativos serían escasos o estarían en lugares
cada vez más lejanos. En trabajos recientes (Alzugaray et al., 2006; Alzugaray
et al., 2007 y Alzugaray et al., 2007), se estudió la calidad de las semillas de
especies forestales nativas, donde se corrobora que Schinopsis balansae y As-pidosperma quebracho blanco tienen difi cultades en la producción de semillas
viables y vigorosas, cuando los individuos están aislados del resto de la po-
blación, lo que incrementa su riesgo reproductivo. Además la salinización
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Evolución de la deforestación en la Cuña Boscosa santafesina
224
tiene un grave impacto sobre la regeneración de la vegetación, ya que estudios
realizados en laboratorio han demostrado que numerosas especies nativas no
germinan en condiciones de salinidad superior a las que toleran las especies
glicófi tas (Levitt, 1972; Carnevale et al., 2003, Carnevale et al., 2004, López
y Carnevale, 2007), en cambio los individuos adultos estarían adaptados a
mayores concentraciones de sal o a las variaciones estacionales de salinidad
en estos bosques.
Los cambios ambientales, sumados a las modifi caciones en el uso del te-
rritorio, provocan un impacto que se incrementa en el tiempo, ya que se pasa
de un ciclo pequeño de corto plazo, como sería el efecto del desmonte en un
predio, a otro ciclo mayor a largo plazo, al continuar e incrementarse la tala
durante décadas sucesivas. Ese modelo de uso de la tierra aumenta los cambios
ambientales (intensidad lumínica, evapotranspiración, contenido de hume-
dad en las capas superiores del suelo, etc.), afectando las condiciones generales
de germinación de las semillas y el reclutamiento de individuos en el bosque
(Barberis, 1998); estas variaciones también alteran la abundancia y diversidad
de la micro y mesofauna del suelo (Montero et al., 2004), modifi cando por
ende sustancialmente no sólo las condiciones edáfi cas, sino también el recicla-
do de la materia orgánica en las áreas taladas directamente (Carnevale, 2002)
e indirectamente en las circundantes.
La fragmentación también tiene consecuencias indudables sobre la fauna,
desde el momento que desaparecen sus refugios. La tala no sólo signifi ca la
reducción de la superfi cie del recurso forestal, sino que las áreas que quedan
y el aumento de su fragmentación, incrementa la degradación de las masas
arbóreas remanentes, pues los individuos pierden capacidad reproductiva al
disminuir la viabilidad de las semillas y los ejemplares que quedan en la peri-
feria del área son fácilmente tumbados o desarraigados, al quedar sometidos
al efecto del viento. Las interacciones entre zonas deforestadas, disminución
de la viabilidad de semillas y difi cultades en la germinación por aumento de
la salinidad, podrían producirse a diversas escalas y en cualquier etapa, poten-
ciando de manera inversa la conservación del bosque. Esto podría asimilarse a
las interacciones entre ciclos anidados que postula la panarquía.
En la última década, varios organismos internacionales y regionales han
remarcado la importancia de los bosques secundarios y se están esforzando en
mejorar y profundizar las prácticas de ordenamiento. Se pone de manifi esto
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no sólo los bienes y servicios que aportan los bosques al bienestar humano,
sino también la necesidad de legislar sobre los requerimientos de los bosques
secundarios. Y además, y fundamentalmente, la necesidad de determinar y
aplicar opciones de ordenamiento que consideren las prioridades básicas de la
gente que depende de estos recursos. Se remarca que “los bosques secundarios
deberían ocupar un lugar destacado en la política internacional, en las nacio-
nales y en los programas forestales nacionales. Su ordenamiento debería ser
parte integrante del uso de la tierra y sus contribuciones deberían ser puestas
de relieve en las estrategias de reducción de la pobreza” (FAO, 2005).
Por lo expuesto se concluye en la necesidad imperiosa de diseñar y ejecutar
planes de manejo y conservación de estos recursos, para la Cuña Boscosa san-
tafesina. A la luz de los resultados presentados, es impostergable la creación de
áreas protegidas para esta región, que permitan asegurar la conservación de la
biodiversidad fl orística y faunística de una zona que corresponde al segundo
bioma mundial más importante, después de la selva Amazónica.
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LOS SERVICIOS ECOSISTÉMICOS EN ÁREAS DE TRANSFORMACIÓN AGROPECUARIA INTENSIVAL.V. Carreño; H. Pereyra y E.F. Viglizzo
■ Introducción
Como señalan Balmford et al. (2002), dado que el hombre extrae de la na-
turaleza una gran variedad de bienes y servicios ecológicos sin ser totalmente
conciente de su valor, su conocimiento y evaluación ha pasado a convertirse
en una necesidad, ya que es una herramienta imprescindible para generar po-
líticas de conservación de los mismos. La evaluación de los servicios ecológi-
cos que ofrecen los distintos biomas del planeta no ha dejado aún de ser un
desafío encomiable, ya que como se señalara antes, en los hechos su valor no
se refl eja en los precios de mercado. Estimar ese valor es esencial, además, para
caracterizar la vulnerabilidad relativa de distintos biomas, ecorregiones y eco-
sistemas frente a cambios actuales o potenciales en el uso de la tierra (Metzger
et al., 2006).
Antes de abordar el tema de los servicios ecológicos analizaremos los fac-
tores que modifi can la economía-ecología y por ende, la oferta de servicios
ecológicos.
■ Factores de intensifi cación en el sector rural
La historia de la humanidad ha mostrado que existen dos fases en el creci-
miento en la producción de alimentos y fi bras: la primera, caracterizada por
un aumento en la superfi cie de tierra dedicada a las actividades agropecuarias,
y la segunda, caracterizada por la intensifi cación de las actividades producti-
vas. Estas dos fases han generado en mayor o menor medida cambios profun-
dos en los ecosistemas de las regiones más productivas del mundo. Particular-
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Los servicios ecosistémicos en áreas de transformación agropecuaria intensiva
230
mente en nuestro país, los cambios más signifi cativos se concentraron en la
llanura Chaco-Pampeana.
El uso de la tierra (o sea, el planteo productivo para un productor rural) y
la adopción de tecnología son dos factores centrales que el productor o el em-
presario rural controlan para aumentar la productividad y mejorar su benefi -
cio económico. Sin embargo, esos dos factores son también causa de un costo
ambiental que resulta, a menudo, tan involuntario como desconocido. En
general, el productor toma sus decisiones en base a una relación entre el bene-
fi cio y el costo económico. Pero es poco común que en esas decisiones involu-
cren la relación entre el benefi cio económico y el costo ambiental (trade-off s).
Conversión de tierras
Los cambios en el uso de la tierra han sido particularmente interesantes
en la baja cuenca del Plata en la Argentina (a la cual pertenece la llanura
Chaco-Pampeana). Es una de las regiones del mundo que ha sufrido cambios
mayores a lo largo del siglo xx (Viglizzo, 2001 b). Como se puede apreciar en
la Figura 1 elaborada a partir de los últimos censos nacionales del INDEC,
la superfi cie de pastizales naturales tuvo una tendencia declinante durante los
últimos 45 años. Ese fenómeno ha sido particularmente notorio en la región
Figura 1. Cambios en la distribución territorial de los pastizales naturales en el centro-norte del país (período 1960-2002). Fuente: Carreño y Viglizzo (2007).
1960 1988
1 punto: 5.000 hectáreas
2002
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central del país. Esto provocó cambios estructurales en los paisajes, y cambios
funcionales en los ecosistemas que los componen.
La superfi cie de bosques naturales en la llanura Chaco-Pampeana tampoco
quedó al margen de la intervención humana. Pero la historia parece ser dis-
tinta. Mientras las estadísticas nacionales nos muestran una pérdida neta de
superfi cie boscosa en el NE del país, la tendencia no parece ser igual en eco-
rregiones como el Espinal y aun en tierras sureñas del Gran Chaco. En estas
regiones, la densidad de especies del bosque nativo parece haber aumentado
con el paso de los años. Este proceso es registrable no sólo en las estadísticas
de la provincia de La Pampa, sino en registros fotográfi cos tomados en la dé-
cada de 1940 y en la actualidad. Hoy existe un bosque cerrado y achaparrado
de caldén (conocido como “fachinal”) en áreas abiertas ocupadas décadas atrás
por un pastizal alto de alto valor forrajero. La teoría predominante indica que
este pastizal natural se convirtió en un bosque degradado a partir de la intro-
ducción del ganado, el cual portó en su sistema digestivo semillas de chaucha
de caldén que, literalmente, fueron “sembradas” sobre las tierras limpias de
pastizal. El pastoreo de renovales y el fuego determinaron que esas tierras se
convirtieran en fachinales al ser invadidas por un bioma boscoso achaparrado.
Las evidencias parecen demostrar que ocurrió una “reforestación” involunta-
ria, de origen antrópico, a expensas del pastizal nativo, lo cual redujo su recep-
tividad ganadera y su productividad.
Sin embargo, debe tenerse en cuenta que el objetivo de los censos naciona-
les agropecuarios es “censar” las superfi cies agrícolas-ganaderas del país, por lo
que para estimar los cambios sufridos en las superfi cies ocupadas por pastizal
natural, monte y/o bosque y humedales, entre otros, deben emplearse otras he-
rramientas más sensibles (como por ej., las imágenes satelitales). Por ejemplo,
en un trabajo reciente de Gasparri y col. (2008), se estimaron los pools y las
emisiones de carbono causadas por la deforestación en los bosques del norte de
la Argentina entre los años 1900 y 2005, basándose en inventarios de bosques,
estimaciones de deforestación a través de imágenes satelitales y datos históricos
de bosques y actividades agrícolas. Los autores concluyen que la deforestación,
que se vio acelerada en las últimas décadas como resultado de la expansión agrí-
cola, representa la mayor fuente nacional de gases de efecto invernadero.
El uso del arado produjo las alteraciones estructurales y funcionales de ma-
yor escala en el paisaje (Viglizzo y col., 2001). Como se aprecia en la Figura 2,
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Los servicios ecosistémicos en áreas de transformación agropecuaria intensiva
232
la agricultura, concentrada durante la década del ‘60 en la pradera pampeana
comenzó a intensifi carse y a expandirse sobre las tierras del Gran Chaco en el
Norte Argentino durante los años ‘80, alcanzando en esta ecorregión algunos
focos de alta densidad de cultivo a comienzos del siglo xxi. Sin duda, fue la
soja el cultivo que se expandió a tasas exponenciales y lideró el avance de la
frontera agrícola sobre las tierras con mayor aptitud productiva de la Argenti-
na, postergando y aun minimizando la expansión del área sembrada con otros
cultivos tradicionales como el maíz y el trigo (Fig. 3).
En la primera mitad del siglo ocurrió una coevolución entre ganadería
y agricultura, bajo condiciones extensivas o semi-intensivas, que consolidó
el clásico y efectivo modelo de rotación de cultivos con pasturas y forrajeras
anuales. Pero recientemente, la intensifi cación agrícola de la Pradera Pampea-
na durante los ‘90 y comienzos del nuevo siglo, estuvo acompañada por una
notoria intensifi cación de los planteos ganaderos. Este nuevo planteo impo-
ne, en superfi cies reducidas, una alta densidad de animales sometidos a un
engorde intensivo a corral (lo que denominaríamos un feed-lot criollo) con
granos y forrajes procesados (heno, silaje, etc.). La agricultura aporta la mayor
parte de los insumos que requiere la ganadería, y ambas actividades (agricul-
tura y ganadería), que antes se articulaban en esquemas extensivos de rotación
de cultivos, ahora aparecen desacopladas y altamente especializadas, inclusive
Figura 2. Evolución de la superfi cie de cultivos anuales en el centro-norte del país (período 1960-2002). Fuente: Carreño y Viglizzo (2007).
1960 1988
1 punto: 3.000 hectáreas
2002
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con administración independiente. Tal cambio introduce una modifi cación
adicional en la funcionalidad de estos ecosistemas que, para sostener una ma-
yor productividad, reciben más insumos y generan más residuos y desechos
que afectan al ambiente (nutrientes, aguas residuales, plaguicidas, antibióti-
cos, etc.).
En un interesante análisis del Gran Chaco argentino durante el período
1988-2003, a través del uso de datos estadísticos e imágenes satelitales, Parue-
lo y col. (2004) analizaron el avance de la agricultura sobre bosques y pastiza-
les y sobre sabanas y parques que poseen un alto valor ecológico. La informa-
ción acredita una expansión neta de la agricultura (principalmente soja) sobre
los bordes de la Selva de Yungas y sobre el bosque cerrado. Dentro del período
analizado, estos autores puntualizan una pérdida de un 4,3 % de tierras na-
turales, lo que equivale a algo más de 250 mil hectáreas. Distintos tipos de
quebrachales parecen haber sido los biomas más afectados.
Dos características adicionales han marcado la intensifi cación agrícola de
los últimos años: a) la “veranización” o “estivalización” de los planteos agríco-
las, en el cual los cultivos de verano se expandieron a expensas de un estanca-
miento de los cultivos de invierno (Fig. 4), y b) la ya mencionada “sojización”
de la agricultura, en la cual la soja se expandió explosivamente sobre el resto
de las especies. Estos cambios han alterado la funcionalidad de estos ecosiste-
Figura 3. Cobertura territorial del cultivo de soja en el centro-norte del país (período 1960-2002). Fuente: Carreño y Viglizzo (2007).
1960 1988
Cada punto: 350 hectáreas
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Los servicios ecosistémicos en áreas de transformación agropecuaria intensiva
234
mas, hoy reconvertidos, tal como parecen demostrar Guerschmann y Paruelo
(2005) en un reciente estudio que compara el funcionamiento de ecosistemas
templados en el Norte y en el Sur de América con distintos patrones en el uso
de la tierra.
En general, los usos cambiantes de la tierra han sido acompañados por
cambios tecnológicos signifi cativos.
Uso de insumos
Un análisis de la evolución de los rendimientos de granos a escala mundial
en el último siglo (Tilman y col., 2002) muestra una llamativa infl exión o
cambio de tendencia Mientras el aumento de la producción de granos hasta
la Segunda Guerra Mundial estuvo signado por una expansión de las tierras
de cultivos, los aumentos de la posguerra (décadas de 1950 y 1960) estuvie-
ron determinados por una fuerte intensifi cación basada en el uso creciente
de insumos y otras tecnologías, dando origen a un modelo agrícola típico de
la llamada Revolución Verde. Si se analiza la evolución de los rendimientos
en la agricultura argentina, se aprecia que nuestro modelo agrícola no estuvo
acoplado, en términos históricos, al modelo global. Claramente, hubo un re-
Figura 4. Cobertura territorial de los cultivos anuales de verano en el centro-norte del país (período 1960-2002).
1960 1988
Cada punto: 350 hectáreas
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traso de unos 20-30 años en la infl exión de la tendencia (Salvador, 2001). Los
aumentos de producción bruta en la pradera pampeana estuvieron marcados
por una expansión sobre nuevas tierras hasta los años ‘70 y ‘80 (Viglizzo y col.,
2002 b), y a partir de entonces, el salto productivo se puede explicar por un
uso más intensivo de los insumos. Sin embargo, como también ocurre en el
Cerrado y la Amazonia del Brasil, el proceso de avance de la agricultura sobre
tierras naturales y tierras de pastoreo prosigue sin pausa sobre tierras naturales,
tierras boscosas y de pastoreo del Gran Chaco argentino.
La agricultura argentina en general –y la pampeana en particular– se ha
expandido en los últimos 20 años dentro de una matriz tecnológica (Fig. 5)
enmarcada por cultivos transgénicos, siembra directa, mayor uso de fertilizan-
tes y plaguicidas y, en menor medida, agricultura de precisión (Satorre, 2005,
Viglizzo y col., 2002 a). El cultivo de soja lideró la incorporación de tecnolo-
gía a través de la expansión de variedades transgénicas (resistentes a glifosato)
y del uso exponencial del glifosato como herbicida básico. El cambio se ma-
nifestó en un aumento muy rápido de la superfi cie cultivada y de los propios
rendimientos del cultivo (Martínez-Ghersa y Ghersa, 2005; Trigo, 2005).
100
80
60
40
20
0
Adopción devariedadestransgénicas
Uso deagroquímicos
Siembradirecta
1980 1985 1990
Años
Áre
a se
mb
rad
a (%
)
1995 2000
Agriculturade precisión
Figura 5. Introducción y adopción de tecnologías en la agricultura pampeana durante el pe-ríodo 1980-2000.
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Quizás el cambio de mayor impacto ecológico ocasionado por la agricul-
tura de cosecha ha sido la simplifi cación del sistema de producción. Los plan-
teos productivos se concentran en pocos cultivos de alta productividad y alta
homogeneidad genética. Son planteos que maximizan la producción y la ren-
tabilidad, y simplifi can el manejo. Pero al mismo tiempo, concentran mayor
riesgo climático, económico y biológico (plagas y enfermedades). Asimismo,
favorecen la pérdida de materia orgánica en los suelos y la extracción excesiva
de determinados nutrientes. Para contrarrestar los problemas de pérdida de
materia orgánica y el mayor riesgo de erosión, surgió la siembra directa y otras
formas de labranza reducida. Para compensar la extracción de nutrientes y po-
ner límite a la expansión de las plagas, aumentó la fertilización y hubo un uso
creciente de plaguicidas.
Este sistema simplifi cado no es del todo compatible con la aplicación de
un control integrado de plagas y malezas, el cual tiene un fuerte sustento en
la diversifi cación de cultivos, en la diversidad genética y en las labores cultu-
rales. Como es economizador de plaguicidas, se lo ve tradicionalmente como
un planteo ambientalmente saludable. No obstante, estos argumentos atendi-
bles tienen también su debilidad: se necesitan más labranzas (mayor consumo
de energía fósil) para controlar malezas y plagas. A favor de la agroquímica
moderna, es necesario tener en cuenta que los plaguicidas han evolucionado,
desde los años 60, hacia tipologías químicas menos agresivas al ambiente. En
términos prácticos, es difícil compatibilizar el control integrado de plagas y
malezas con un planteo de agricultura continua y siembra directa, simplifi -
cado, donde se minimizan las labranzas. Sus fundamentos conceptuales son
básicamente distintos, y su aplicación simultánea suele generar algunas con-
tradicciones agronómicas.
■ El impacto ecológico-ambiental de la intensifi cación
Impacto de la intensifi cación agrícola y ganadera
Varios trabajos relativamente recientes (Viglizzo y col., 2001 b; Casas, 2001)
demostraron que la conversión de tierras y la incorporación de tecnología (prin-
cipalmente insumos) durante el último siglo han afectado decisivamente la es-
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tructura y la funcionalidad de los ecosistemas. Sus impactos han sido signifi ca-
tivos sobre funciones ecológicas esenciales como el fl ujo de energía, la relación
stock-fl ujo de carbono, el ciclado de nutrientes, el proceso hidrológico y el pa-
trón ecotoxicológico regional.
Grandes superfi cies de tierras naturales de la Argentina (principalmente en
la llanura Chaco-Pampeana) fueron sometidas, a lo largo del siglo xx, a un pro-
ceso de conversión creciente que provocó cambios estructurales y funcionales
mayores en los ecosistemas de la región. El reemplazo de pastizales naturales y
bosques nativos por praderas artifi ciales, y la posterior sustitución de estas pra-
deras por cultivos anuales, sumado a una rápida incorporación de tecnología,
permitieron elevar signifi cativamente la productividad biológica y económica
de esas tierras (Solbrig y Viglizzo, 1999). Pero a la vez, ese salto productivo
signifi có un cambio en los fl ujos de energía, los ciclos minerales, el proceso hi-
drológico, la estabilidad y fertilidad de los suelos, el hábitat y la biodiversidad,
y el patrón ecotoxicológico de las regiones intervenidas (Viglizzo y col., 2003).
Desde un punto de vista agroecológico, el ganadero de cría es un sistema
de baja productividad que funciona sobre la base de un presupuesto energé-
tico de origen solar (utiliza poca energía fósil), tiene bajo ingreso y egreso de
energía y nutrientes (o sea, baja productividad), y un robusto ciclo mineral
en el cual la mayor parte de los nutrientes que circulan retornan al sistema.
En términos biológicos es el sistema más diversifi cado debido al alto número
de especies forrajeras nativas que, junto con las cultivadas, intervienen en el
proceso productivo. Por tal razón, los procesos biológicos se suceden y super-
ponen confi riendo continuidad funcional al ecosistema a través del tiempo. Es
el planteo que más se asemeja funcionalmente a un ecosistema natural.
La situación es distinta en un sistema mixto que produce carne y granos.
Como la movilización de energía y nutrientes es mayor debido a una mayor
productividad biológica, la energía del Sol capturada por fotosíntesis no es su-
fi ciente para motorizar todo el proceso productivo. Es necesario reforzarla me-
diante una inyección extra y sostenida de energía fósil. Lo propio pasa con los
nutrientes. Como el egreso es mayor que el ingreso, es necesario compensar
los balances negativos mediante fertilización (o mediante fi jación biológica,
en el caso del nitrógeno). Como a menudo sólo se reinvierte en el ecosistema
una parte de los nutriente que se extraen, el ciclo mineral (que es un servicio
ecológico esencial) se debilita con el paso del tiempo. El sistema se torna me-
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nos diversifi cado en términos biológicos, ya que intervienen menos especies
más productivas. Los procesos biológicos se tornan, como consecuencia, más
pulsantes en respuesta a la marcada estacionalidad de esas pocas especies.
La funcionalidad del sistema se altera mucho más en el caso de un planteo
productivo de agricultura intensiva continua. Debido a sus altos ingresos y
egresos de energía y materia, el sistema se torna aún más abierto. Mientras los
fl ujos de energía y nutrientes que ingresan en el sistema (como combustible
fósil, fertilizantes y plaguicidas) y salen del mismo (como productos) se ro-
bustecen, los ciclos minerales se debilitan todavía más en relación con los dos
sistemas anteriores. Inevitablemente, el sistema se torna muy dependiente del
subsidio externo de insumos. El exceso de nutrientes adicionados cuando se
usan muchos fertilizantes, sumado al uso de plaguicidas, suele ser la causa más
común de episodios de contaminación del agua y el aire. Estructuralmente,
el sistema ha sido muy simplifi cado, ya que todo el proceso productivo gira
alrededor de dos o tres especies de alta productividad biológica y, en general,
de alta rentabilidad. En respuesta a esto, los procesos biológicos están modula-
dos por pulsos muy fuertes y discontinuos que se ajustan exactamente al ciclo
productivo de las pocas especies que intervienen en el juego.
Indicadores de sustentabilidad ecológico-ambiental en el sector rural
En condiciones de bajos insumos, trabajos de varios autores (Marten, 1987;
Conway, 1988; Viglizzo, 1986; Viglizzo y Roberto, 1998) demostraron que
existe una relación inversa entre productividad y estabilidad productiva. El pre-
cio que suele pagarse por aumentar la productividad del sistema es una caída
potencial de la estabilidad, que es un indicador que valora el riesgo productivo.
Los resultados obtenidos demuestran que el rendimiento energético de la pro-
ducción primaria (pasto, granos) es considerablemente más elevado pero me-
nos estable que el rendimiento energético de la producción secundaria (carne,
leche, lana). Como la estabilidad productiva está asociada estrechamente a las
restricciones que impone el ambiente, es natural que el productor se incline por
la ganadería en los ambientes marginales o en períodos de sequía o exceso de
lluvias. Los cultivos anuales de grano predominan, en cambio, en los ambientes
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más favorables. Si las condiciones ambientales mejoran en una región (por ma-
yores precipitaciones o mejor tecnología para el manejo de los suelos), predo-
mina una tendencia natural a sustituir pasturas y pastizales por cultivos anua-
les, con lo cual se busca aumentar la rentabilidad de la empresa. Naturalmente,
al ocurrir esa transformación manteniendo condiciones de bajos insumos, es
esperable un aumento de productividad pero, al mismo tiempo, una caída de la
estabilidad productiva. Para compensar esa pérdida de estabilidad, el productor
tiende a diversifi car sus actividades para diluir el riesgo (Viglizzo y Roberto,
1998). Bajo condiciones de bajos insumos, la sustentabilidad productiva de
los suelos se ve amenazada por la erosión y la pérdida de nutrientes. Pero bajo
condiciones de intensifi cación creciente, ocurren alteraciones funcionales que
es necesario contemplar. Estas se pueden apreciar analizando datos relevados a
campo mediante un modelo de gestión ambiental (Agro-Eco-Index) diseñado
en el INTA (Fig. 6). Cuando se comparan distintas tipologías productivas (el
ganadero de cría extensivo, el mixto, los agrícolas puros y dos variantes de ga-
nadería intensiva) a través de algunos indicadores específi cos, podemos percibir
impactos que inciden sobre la sustentabilidad ecológica-ambiental del ecosis-
Consumo deenergía fósil(mj/ha/año)
Balancede N
(kg/ha/año)
Riesgo de erosión(Toneladas
sedimentos/ha/año)
286,6 5,02 1,55
8.157,8 0,14 4,96
12.292,4 2,16 16,73
76.367,9 111,95 1,70
149.494,4
Cría-recría
Agrícola siembra directa
Agrícola convencional
Tambo
Feed-lot
708,69 1,55
Figura 6. Ejemplo de valoración de la agresividad ambiental de distintos modelosAgropecuarios. Fuente: adaptado de Frank (2006).
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tema. No obstante, es inmediato que los indicadores no tienen impacto equi-
valente en los distintos sistemas de producción analizados. La respuesta difi ere,
por ejemplo, según consideremos como indicadores de impacto al consumo de
energía fósil, al balance de nitrógeno o al riesgo de erosión de suelos. Los sis-
temas más intensivos son los que utilizan mayor cantidad de energía fósil, que
muchos autores consideran un estimador indirecto del impacto que el sistema
tiene sobre el ambiente. Pero a simple vista aparece que este indicador no tiene
una correlación alta con el balance de nitrógeno, y mucho menos la tiene con
el riesgo de erosión. Mientras los balances de nitrógeno son muy positivos y
connotan alto riesgo de contaminación en los sistemas ganaderos intensivos,
la erosión aparece claramente vinculada a los sistemas de cultivo que imponen
distintas formas de labranza. Por tanto, no hay un criterio único para afi rmar
que un sistema de producción es más sustentable que otro.
Un análisis de unos 200 establecimientos rurales de la Región Pampeana
realizado por Frank (2006) permitió comprobar que varios indicadores están
muy asociados al uso de la tierra. A medida que aumentó el área de cultivos
anuales a expensas del área ganadera, ocurrieron cambios signifi cativos que
vale la pena señalar: a) el consumo de energía fósil y la productividad ener-
gética del sistema aumentaron, b) el margen bruto anual por hectárea lo hizo
en igual proporción, c) el balance de nitrógeno (N) fue positivo toda vez que
intervinieron leguminosas forrajeras que fi jan N o se fertilizó, pero ese ba-
lance se tornó negativo cuando la extracción excedió a la incorporación de N
por fertilizantes, d) el balance de fósforo (P) fue casi siempre negativo por un
desequilibrio entre extracción y fertilización fosforada, e) el riesgo relativo de
contaminación por plaguicidas aumentó con la superfi cie cultivada, al igual
que la pérdida de sedimentos por erosión y f ) aunque la pérdida de materia
orgánica tendió a incrementarse con la superfi cie cultivada anualmente, pa-
radójicamente g) la emisión de gases de efecto invernadero (GEI) decayó en
igual sentido. Respecto de este último indicador, es evidente que el manejo
del fuego en los sistemas ganaderos extensivos de cría es una fuente emisora
de GEI potencialmente importante. Asimismo, la ganadería extensiva actúa
como una fuente emisora de metano (CH4), gas que posee alta potencia inver-
nadera (21 veces superior al anhídrido carbónico, que es el GEI dominante).
No debe sorprender, por tanto, que los planteos ganaderos posean un poten-
cial de emisión de GEI que resulta más alto que el de los planteos agrícolas.
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Del análisis de estos indicadores no podemos inferir, como a menudo se
hace, que existe una relación estrictamente inversa entre el comportamiento
económico y el comportamiento ecológico de un sistema de producción. Al-
gunos indicadores tienden a desmejorar signifi cativamente con la agricultura
de cosecha, otros lo hacen en menor proporción, y otros tienden a mejorar.
Esto nos indica que no siempre se detecta un comportamiento infaliblemente
opuesto entre las variables económicas y las ambientales. Todo depende de los
sistemas de producción que analicemos y de los indicadores que elegimos para
compararlos.
■ Los servicios de los ecosistemas y la expansión de la frontera agrícola
Durante la década de 1990 tuvo lugar una corriente muy vigorosa de in-
vestigaciones en economía ambiental que apuntó a determinar el valor econó-
mico de los denominados servicios del ecosistema. Este enfoque va más allá
de la simple estimación del costo ambiental de un proceso productivo. Los
servicios del ecosistema son aportados por funciones ecológicas que carecen
generalmente de un valor de mercado, pero que son indispensables para soste-
ner la vida en el planeta (Millennium Ecosystem Assessment 2003, 2005). La
regulación de gases, la regulación del clima, la regulación de disturbios natu-
rales, el suministro de agua, el ciclado de nutrientes, el control de la erosión,
la provisión de alimentos y materias prima, la eliminación de desechos, etc.,
son algunos servicios naturales cuya sustitución tendría, para el hombre, un
costo económico considerable. Si a ese costo de reemplazo artifi cial se le asig-
na un precio de mercado, es posible asignar un valor económico al ecosistema
estudiado y estimar cuánto representa en dinero su destrucción sustitutiva.
Utilizando éste y otros métodos, Costanza y otros colaboradores publicaron
en 1997 un trabajo clásico que estimaba el valor económico (en dólares/ha/
año) de distintos ecosistemas predominantes en el planeta (pastizales, bos-
ques, humedales, tierras de cultivo, ríos, ecosistemas costeros, etc.). Los resul-
tados mostraron que los distintos ecosistemas tienen un valor económico que
está altamente vinculado a los servicios que prestan y que esos valores son ex-
tremadamente contrastantes en distintos ecosistemas. De esta manera, un eco-
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sistema cultivado tiene un valor económico que está determinado, principal-
mente, por el valor de mercado de los alimentos que produce. En cambio, un
humedal provee numerosos servicios de alta importancia ambiental y alcanza,
en consecuencia, una valoración económica muy superior a la del ecosistema
cultivado. De esta manera, en términos de servicios ambientales, la destruc-
ción de una hectárea de humedal por intervención del hombre, tiene un im-
pacto mucho más alto que la destrucción de una hectárea de tierra arable.
El impacto de la agricultura no es igual en todos los biomas. Las tierras de
cultivo, al tener menor oferta de servicios ecológicos, resultan menos afectadas
por la intervención agrícola o ganadera. En realidad, su mayor valor radica en
la capacidad que poseen para producir alimentos, que al ser un servicio ecoló-
gico de provisión, puede estimarse fácilmente su valor económico a través de su
cotización de mercado. En cambio, algunas estimaciones recientes (Viglizzo y
Frank, 2006) indican que si se convierte un pastizal, un bosque o un humedal
en un campo de agricultura, el impacto negativo sobre los servicios ecológicos
puede ser alto. Inclusive, más allá del impacto negativo local, el perjuicio po-
tencial a terceros por la externalidad negativa que generaría la pérdida de ser-
vicios ecológicos esenciales puede no justifi car la rentabilización de esas tierras
a través de la agricultura. Considerando la notable diversidad de ecosistemas
que existe en el Litoral argentino (Brown y col., 2006), es inmediato que el im-
pacto ambiental de una intervención humana en esa región será mucho mayor
allí que en la pradera pampeana. Mientras en la región pampeana sobreabunda
en ecosistemas de pradera y ecosistemas cultivados, con un valor relativamente
bajo en términos de servicios ecológicos, el Litoral argentino posee ecosistemas
de alto valor ecológico como bosques, humedales, áreas ribereñas y planicies
anegables. Por tanto, mientras el valor de mercado de la pradera pampeana es
signifi cativamente mayor al del Litoral si se considera la cotización económica
de sus tierras, esa relación se invierte fuertemente cuando se valora al Litoral en
función de los servicios ecológicos intangibles que proveen sus biomas.
Un mapa de oferta de servicios ecológicos en la Argentina puede ser nece-
sario para identifi car las áreas de mayor vulnerabilidad ecológica-ambiental, y
concentrar nuestra atención sobre ellas. En este caso, el concepto de vulnera-
bilidad está asociado a la oferta relativa de servicios ecológicos, porque los eco-
sistemas que los proveen en mayor cantidad, están más expuestos a perderlos
frente a una intervención humana o una catástrofe natural.
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Los valores obtenidos en el estudio ofrecen una primera aproximación para
detectar las regiones rurales con mayor oferta relativa de servicios ecológicos.
Un estudio reciente de Carreño y Viglizzo (2007) demuestra que las regiones
correspondientes a los Esteros del Iberá, Delta e Islas de la Mesopotamia son
las que acreditan la mayor oferta relativa de servicios ecológicos dentro del
territorio argentino (Fig. 7). Esta elevada concentración de servicios se explica
por la alta proporción de espacio territorial cubierto con humedales, que tie-
nen un potente papel regulador en los fl ujos y la purifi cación de las aguas que
escurren hacia la baja Cuenca del Plata. Los cálculos indican, asimismo, que
las regiones de las Yungas, la Selva Paranaense y los Bosques Andinos Patagó-
nicos les siguen en orden decreciente de importancia. Por su predominio en
bosques de pendiente (montanos y pede-montanos), el sistema de las Yungas
actúa como un potente regulador y estabilizador de caudales hídricos y ofrece,
asimismo, un hábitat que sustenta una rica diversidad biológica. Los bosques
de la Selva Paranaense y los Bosques Andinos Patagónicos, tienen un valor de
uso directo (alimentos, materias primas, productos farmacéuticos, etc.), pero
Figura 7. Eco-regiones del país y cálculo del valor de servicios ecológicos en el territorio argentino de acuerdo a valores estimados por Costanza et al. (1997). Fuente: Carreño y Viglizzo (2007).
1 punto = U$S 10/ha
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también tienen un alto valor indirecto al proveer una gran variedad de servi-
cios ecológicos como la regulación y purifi cación de aguas, la protección del
suelo contra la erosión, la regulación del clima local y la purifi cación del aire,
la protección contra las tormentas al actuar como barreras rompevientos; el
secuestro de carbono, la provisión de hábitat y el aporte de servicios cultura-
les. Las restantes regiones del país poseen moderados a bajos valores de oferta
de servicios ecológicos. Como regiones de menor valor ecológico aparecen la
Región Pampeana (zona del país con mayor cantidad de superfi cie destinada
al cultivo y la ganadería y altamente urbanizada) y las zonas más áridas del país
donde las condiciones climáticas extremas limitan la oferta de servicios ecoló-
gicos (Puna, Monte de Sierras y Bolsones, Altos Andes y Estepa Patagónica).
Una simple aplicación del sentido común indicaría que las ecorregiones
con mayor densidad de servicios ecológicos deberían, quizás, tener tratamien-
to prioritario en una estrategia nacional de ordenamiento ecológico ambiental
del espacio rural en el país.
■ Consideraciones fi nales
El conocimiento científi co nos permite hoy saber que los ecosistemas fun-
cionalmente sanos proveen bienes y servicios ecológicos que son esenciales
para la vida. También sabemos que esos ecosistemas que sostienen al hombre
y a las restantes especies vivientes están conformados por biomas singulares o
por una combinación de ellos, y que esos biomas se diferencian por su capa-
cidad para producir servicios ecológicos. Cuando son alterados o destruidos
por acción del hombre o por causas naturales, se tornan disfuncionales e inte-
rrumpen el fl ujo normal de servicios. La gestión de los ambientes rurales, con
vistas a asegurar una provisión estable de bienes y servicios ecológicos esencia-
les, debe ser una de las piedras fundacionales de toda política de ordenamien-
to territorial. La trilogía productividad-equidad-ambiente conforma la base
sobre la que se asienta la noción de desarrollo sustentable, y el ordenamiento
territorial es un instrumento clave para lograrlo.
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EXPANSIÓN DE LA FRONTERA AGRÍCOLA EN LA REGIÓN CHAQUEÑA: IMPACTO SOBRE LA SALUD DE LOS SUELOSRoberto R. Casas y María I. Puentes
■ Introducción
El bosque chaqueño occidental, que ocupa en la Argentina la mayor parte
de las áreas de desmonte en las provincias de Salta, Formosa, Tucumán, Cha-
co, Santiago del Estero y Córdoba, ha sufrido un intenso proceso de degrada-
ción por la acción antrópica a través del desmonte irracional y el mal uso de las
tierras habilitadas que generalmente no ha respetado la aptitud de las mismas.
La internación de ferrocarriles en el Chaco Semiárido, determinó que los
bosques fueran explotados forestalmente desde principios de siglo para abaste-
cer la industria del tanino y también para la obtención de durmientes, made-
ras, postes, leña y carbón. La intensa explotación forestal y ganadera sobre la
base de bovinos y caprinos, produjo la degradación del bosque natural produ-
ciéndose la arbustización de los estratos bajos (“fachinal”) debido al incremen-
to de las especies vegetales cicatrizantes y colonizadoras. Un proceso similar al
descripto se registró en las abras naturales de pastizales, las que fueron arbusti-
zándose debido a la “siembra” de especies leñosas invasoras efectuadas con las
deyecciones del ganado bovino, principalmente. La arbustización paulatina
de los estratos bajos condujo a la declinación de los pastos del sotobosque,
llegándose a un bosque degradado desde el punto de vista forestal y forrajero.
La actividad forestal incontrolada termina eliminando el estrato arbóreo y
el ganado destruye la regeneración forestal, provocando la desaparición del bos-
que como fi sonomía, sobre millones de hectáreas del Chaco Semiárido. La sus-
titución del bosque y pastizal altiherboso por arbustos, homogeneiza el paisaje
que adquiere fi nalmente el aspecto de semidesierto arbustivo. Esta explotación
ha determinado que los bosques presenten actualmente distintas características
de acuerdo a la intensidad con que fueron explotados, además de las diferen-
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cias debidas a los distintos ambientes ecológicos. Esta gama de variaciones del
bosque, abarca desde el casi virgen, de buen valor forestal y también forrajero,
hasta los renovales y “fachinales” de escaso o nulo valor forestal.
Otro proceso negativo por la forma desprejuiciada y desorganizada en que
se llevó a cabo, ha sido la ampliación de la frontera agropecuaria, que se vie-
ne desarrollando en la Región Chaqueña Semiárida a expensas del territorio
cubierto por bosques naturales. Estas regiones, presentan un débil equilibrio
ecológico que puede ser fácilmente alterado cuando no se planifi ca previa-
mente el desmonte y el uso y el manejo de las tierras habilitadas a la produc-
ción agropecuaria.
En los años 1961/62 comienza a tener signifi cación el cultivo de la soja en
la provincia de Tucumán. Acompañada por el impulso ofi cial y años de bue-
nos precios y buenas precipitaciones, se registra un proceso intenso de incor-
poración de tierras por medio del desmonte mecánico que traspasó los límites
de la provincia de Tucumán y penetró en el noroeste de Santiago del Estero,
durante los años 1971 a 1973. Este proceso, que se denominó expansión de
la frontera agropecuaria, se llevó a cabo sin una planifi cación previa, trayendo
nefastas consecuencias ecológicas que persisten actualmente.
En los últimos años, el ciclo húmedo por el que pasa la Región, con pre-
cipitaciones superiores a la media, y los buenos rendimientos obtenidos en
suelos de desmontes recientes, han provocado un incremento en la utilización
agrícola de las tierras con traslados de tecnologías de uso y manejo del suelo
desde zonas más húmedas a las semiáridas y áridas, generando intensos pro-
cesos de erosión y degradación de los suelos. Durante 1976, el ritmo del des-
monte en la Región alcanzó las 60.000 ha/año, mientras que en 1977 se elevó
a 120.000 ha/año.
Durante los años 1980/83 hubo una segunda expansión de la agricultu-
ra con incorporación de tierras por medio del desmonte mecánico y a partir
de ese año, debido fundamentalmente a precios agrícolas no remunerativos y
años climáticos poco propicios, el ritmo del desmonte disminuyó signifi cativa-
mente. Fue así como se pasó de un área con aptitud ganadero-agrícola cubierta
con monte natural, a una agricultura extensiva donde se incorporó el sorgo y
maíz, pero fundamentalmente el cultivo del poroto y la soja.
Durante la década del 90, se produjo una reactivación del proceso del
desmonte en la Región Chaqueña, en función de una mejoría de los precios
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agrícolas y de inversionistas extranjeros atraídos por el escaso valor relativo de
la tierra. Así en la provincia de Salta, el sector más desmontado correspondió a
los departamentos de Anta, San Martín y Orán, estimándose en alrededor de
500 mil hectáreas para toda la década. Muchos de estos desmontes fracasaron
debido a los períodos secos que sobrevinieron, y al uso inadecuado de la tierra,
destinado en muchos casos a la agricultura con prácticas convencionales y/o
provenientes de regiones más húmedas.
En la provincia de Santiago del Estero los buenos precios que tuvo el algo-
dón, determinaron un ritmo de desmonte de unas 50 mil hectáreas por año.
Ello totalizó unas 250 mil hectáreas desmontadas, de las cuales alrededor de
200.000 corresponden al área centro este de la provincia. Se estima que en toda
la década, se desmontaron unas 300 mil hectáreas, la mayor parte destinada a
agricultura (algodón, soja y poroto) y a planteos agrícola-ganaderos.
En la provincia del Chaco, se estima que en igual período, se desmontó una
superfi cie cercana a los 300 mil hectáreas, en la zona ubicada entre las localida-
des de Castelli, Presidencia Roque Saénz Peña, Villa Angela y Quimilí. En una
primera etapa, a principios de la década, las tierras se habilitaban para ganade-
ría, mediante el empleo del rolo trozador. En el período 1995 /97, los buenos
precios del algodón determinaron que las tierras anteriormente desmontadas
para ganadería, se volvieran a “rolear”, acondicionándolas para el uso agrícola.
A partir de 1997, el proceso del desmonte se detuvo, en función de los meno-
res precios agrícolas, y de las condiciones climáticas adversas (lluvias excesivas)
que imperaron en la Región, proceso que se reactivó en los primeros años de la
presente década incentivado por los buenos precios del cultivo de soja.
La mayor parte de estos desmontes, tal como se comentó anteriormente, se
llevaron a cabo sin tomar en cuenta la aptitud de uso de las tierras por lo que
en muchos casos los sistemas de desmonte empleados, y los cultivos elegidos,
no fueron los adecuados. Si bien el cultivo predominante de soja en la Región
se realiza mediante el sistema de siembra directa, la ausencia de rotaciones
adecuadas, defi ne un balance negativo de la materia orgánica del suelo lo cual
determina que no sea sustentable en el tiempo. Las consecuencias negativas es-
tán a la vista y se agudizarán en la medida en que retornen los ciclos de sequía
como parte de las fl uctuaciones climáticas normales.
Consideraciones similares pueden realizarse para los pastizales de estas re-
giones semiáridas y áridas donde éstos cumplen una función fundamental
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como reguladores del ambiente. Actualmente su productividad se halla com-
prometida seriamente debido al sobrepastoreo que actúa como principal causa
desencadenante del proceso regresivo que los afecta. Esta situación condujo
incluso, a una sensible disminución de las existencias ganaderas de la Región.
■ Sistemas de desmonte
La mayor parte de las áreas con bosque están ocupadas por explotaciones
dedicadas a actividades agrícolas y/o ganaderas, muy pocas con bosques cul-
tivados y prácticamente no existen explotaciones forestales racionales sobre la
base de bosques nativos.
Inicialmente el desmonte se hizo con hacha, machete, pico y pala. Después
de separar todo el material forestal útil se quemaba el sobrante. Luego apare-
cieron los sistemas mecánicos, a base de topadoras, rolos y cadenas, etc., por
último los sistemas químicos (arbusticidas). Actualmente se utilizan los tres
sistemas de desmonte con declinación del primero, auge del segundo, y en
menor proporción el tercero (Casas, Irurtia y Michelena, 1978).
Sistema manual
Es el sistema de más antigua aplicación aunque en los últimos años se utiliza
menos, debido especialmente a la lentitud con que se habilitan tierras en com-
paración con los otros sistemas. Sin embargo, presenta ventajas muy particula-
res, que no se encuentran en los otros sistemas. Las principales ventajas son las
siguientes: a) permite un aprovechamiento más racional del bosque, eliminán-
dose mediante el quemado solamente las ramas fi nas. Generalmente se obtiene
leña corta y larga, postes, varillas y rodrigones; b) se realiza el destronque a 20-
30 centímetros de profundidad, lo que permite habilitar la tierra para la agricul-
tura y realizar las labranzas posteriores con implementos convencionales (arados
de discos preferentemente); c) no se reduce el espesor del horizonte superfi cial
por arrastre de suelo; d) no se desperdicia superfi cie, al no acondicionarse los
restos de vegetación en cordones; e) menor cantidad de vegetación que se que-
ma, por lo que es escasa la cantidad de cenizas que se incorporan al suelo (en
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algunos casos debido a su alta concentración se limita el crecimiento vegetal); f )
permite una mejor selección de los árboles que se dejan para sombra y reparo;
g) es un trabajo que requiere bajo desembolso inicial de capital, produciendo
simultáneamente bienes (postes, leña, rodrigones) que al ser comercializados
retornan al productor, parte del capital invertido y sus ganancias. Esto último
depende del tipo de monte y de los precios de los bienes producidos.
Entre las desventajas del sistema manual se mencionan las siguientes: a)
lentitud, estimándose que cada hachero desmonta de 0,5 a 2 ha/mes, según
se trate de montes altos, medianos o renovales jóvenes (monte bajo); b) el
manejo de personal es difícil, debido a la falta de organización del trabajo y a
las precarias condiciones de vida en el monte; c) falta de mano de obra, y que
a medida que van surgiendo otras fuentes de trabajo, el hachero abandona su
actividad para realizar otras tareas menos rudas y sacrifi cadas.
Sistema químico
Este sistema de desmonte utiliza productos químicos (arbusticidas) para pro-
ducir la muerte o debilitamiento de las especies leñosas. Se pueden realizar trata-
mientos individuales medio de la utilización de mochila, pincel o lanza inyectora
o totales mediante pulverización aérea. Los primeros se utilizan para manteni-
miento de caminos, picadas o pequeñas superfi cies y los segundos para grandes
superfi cies de renovales o praderas invadidas. Para los tratamientos aéreos se esti-
ma una alta capacidad de trabajo, de aproximadamente 150-200 ha/día.
Es un sistema de habilitación de tierra para la ganadería, ya que se produce
la defoliación de la vegetación leñosa, lográndose así un rápido empastamiento
del estrato herbáceo. De todos modos se advierte que no es recomendable su
utilización en grandes superfi cies ya que se produce la muerte de plantas de
manera indiscriminada y cuantiosas pérdidas de biodiversidad vegetal y animal.
Sistema mecánico
Este sistema presenta una amplia gama de equipos, que se adaptan a di-
versas condiciones de vegetación y a las distintas exigencias del productor. Los
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equipos más comunes están constituidos por palas topadoras, rolos cortado-
res, cadenas de arrastre y arrancadoras a pinzas. En la elección de los equipos
mecánicos a utilizar debe tenerse en cuenta el destino de la tierra el tipo de
monte y la superfi cie a desmontar.
Pala frontal. Se distinguen dos tipos de palas frontales: cortadoras y to-
padoras. Las primeras denominadas “tipo KG” trabajan en forma oblicua a
la dirección de avance, cortando la vegetación a ras del suelo y descargando
lateralmente los restos vegetales. Las hojas topadoras, por lo general, cuando
trabajan en montes medianos o altos, primero topan el árbol con la pala en la
posición más alta (2-3 metros), lo voltean y luego con la hoja a ras del suelo
lo descalzan y lo trasladan.
Existen palas diseñadas especialmente con agujeros rectangulares, que dis-
minuyen considerablemente el arrastre de suelo. Otro implemento que evita
el arrastre de suelo, es el rastrillo y se usa especialmente para acordonar vegeta-
ción aunque también se lo suele utilizar para todas las operaciones de desmon-
te. Los equipos con pala topadora también pueden llevar subsoladores traseros
reforzados que se utilizan por extraer o cortar raíces.
Rolo cortador. Los primeros rolos de manufactura casera comenzaron a
utilizarse hacia mediados del siglo pasado. Se construían cilindros pesados
soldando llantas de tractores o cosechadoras, rellenos con cemento y con cu-
chillas de tamaño y disposición variable en su exterior.
Actualmente hay rolos caseros y de fabricación industrial, nacionales e im-
portados. Los rolos de fabricación casera pesan entre 5 a 6,5 toneladas de
acuerdo a su tamaño; los de fabricación industrial pueden pesar entre 4 y 10
toneladas según tamaño y llenado, ya que pueden trabajar vacíos o llenos de
agua. Este implemento se puede aplicar delante o detrás del tractor según los
modelos que existen en el mercado y generalmente se usa uno sólo por tractor.
Con alta potencia (150-200 HP) y carriles se puede tirar hasta 3 rolos, dis-
puestos en los vértices de un triángulo, triplicando el ancho de labor.
También el diseño, separación y longitud de las cuchillas tienen su impor-
tancia en la efectividad del implemento. Se menciona a las cuchillas rectas que
abarcan todo el ancho del rolo y altas como las más efi cientes, pero en realidad
no hay un criterio defi nido al respecto.
El rolo cortador puede trabajar bien en renovales y montes medianos de
hasta 10-12 cm de diámetro, trabajando mejor en suelos no muy sueltos, caso
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contrario entierra la vegetación y no la corta. Su capacidad de trabajo prome-
dio en distintas condiciones (renovales y montes medianos) y tirado por un
tractor de 70-100 HP, oscila entre 6-10 ha/día. Con la pasada del rolo se logra
el volteo, corte de la vegetación y planchado, como así también una remoción
superfi cial del suelo.
Cadenas de arrastre. El trabajo se realiza con dos topadoras a carriles de
mediana o alta potencia, separadas de 30 a 50 metros entre sí y unidas por una
cadena pesada de aproximadamente 100-150 metros de longitud. La longitud
debe ser aproximadamente el triple de la distancia que separa las topadoras,
para permitir la ejecución del trabajo.
Las unidades motrices precitadas pueden tirar una cadena de 60-100 kg
por metro de longitud, con contrapesos esféricos de unos 500 kg en la parte
central de la cadena para evitar que la misma se levante mucho y pase sobre
los árboles. El trabajo se hace en dos pasadas: la primera, en un sentido, voltea
la vegetación y la segunda, en sentido contrario, la desarraiga parcialmente.
Este equipo se usa preferentemente en montes de porte mediano, en suelos
más bien sueltos, planos o suavemente ondulados, sin obstáculos que limiten
la maniobrabilidad del mismo. Se caracteriza por su alta capacidad de trabajo
y por su elevada agresividad ya que por su gran capacidad de desmonte, limita
el aprovechamiento de los productos.
Arrancadoras a “pinzas”. Es una pequeña máquina accionada por un sis-
tema hidráulico con tres cilindros: uno de acción horizontal que abre y cierra
un par de zapatas dentadas que aprisionan al tronco del árbol, otro de acción
vertical que levanta el conjunto tronco-zapatas para desarraigar el árbol y el
tercero permite el levante del equipo con el árbol para su traslado.
El suelo queda libre de raíces y el tractor utilizado tiene un mínimo de
desgaste. Este equipo se puede utilizar en montes de baja densidad de hasta
50 cm de diámetro con un capacidad de trabajo de alrededor de una planta
por minuto.
Técnicas utilizadas para la realización del desmonte mecánico
Las técnicas de desmonte utilizadas difi eren según el destino de la tierra, sea
para agricultura o para ganadería. Cuando inmediatamente después del des-
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monte se tiene planeado implantar cultivos agrícolas se hace una limpieza total
de restos vegetales que abarque la superfi cie y, por lo menos, los primeros 30 cm
del suelo. Para cumplir con esta exigencia hay que realizar el desmonte con
equipos apropiados y efectuar las operaciones de limpieza necesarias. Cuando
el trabajo se realiza en montes de porte mediano con palas topadoras, general-
mente se hace un tratamiento masivo del monte topando en una sola opera-
ción los árboles de los diferentes estratos. Posteriormente, empujando la pala a
ras del suelo, se amontona la vegetación extraída formando cordones paralelos
separados a una distancia variable según la masa de material removida de 40 a
100 metros. Finalmente, si las características del suelo lo permiten, se pasa un
arado pesado destroncador a 35-40 centímetros de profundidad con el objeto
de remover y sacar las raíces que pudieran permanecer hasta esa profundidad.
Luego de la limpieza fi nal manual de raíces y ramas se considera que el lote
está en condiciones de ser trabajado con equipos convencionales de labran-
za arado de discos y siembra. Usualmente después del volteado, se hace una
limpieza manual aprovechando los árboles de mayor porte que puedan dar
utilidad en leña, varillas o postes. Otra posibilidad después del acordonado es
pasar una rastra pesada con cajón sembrador, sembrando al voleo un cultivo
anual o perenne, que en el primer caso eventualmente puede ser cosechado.
Con respecto al acordonado, operación que se realiza con la hoja al ras del
suelo, debe tenerse mucho cuidado ya que en ésa operación se producen los
mayores arrastres de suelo superfi cial ya sea porque la hoja funciona muy baja,
o porque la cantidad de material arrastrado remueve y lleva parte del suelo. A
los efectos de disminuir este inconveniente, se observó en algunos casos el uso
del rastrillo frontal, aunque de todos modos, se altera el horizonte superfi cial
del suelo. Cabe señalar que después del desmonte y por varios años siguen
afl orando algunas raíces o tocones que deben ser limpiados manualmente con
la ayuda de un tractor u acoplado.
El desmonte para ganadería, se puede realizar con la mayor parte de los
equipos e implementos existentes y algunos específi cos para este desmonte.
En los lotes destinados a la ganadería no es necesario efectuar una limpieza tan
prolija, ya que pueden quedar como campo natural o sembrarse mediante el
empleo de rastras pesadas con cajón sembrador.
Con las palas topadoras y cadenas se hace sólo el volteo de la vegetación,
lo que indudablemente signifi ca una disminución de los costos de desmonte.
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Luego se puede realizar el aprovechamiento forestal fi nal sacando leña, postes,
y otros productos en forma manual. Se deja así el tiempo sufi ciente como para
que se cubra de pastos que generalmente crecen con gran vigor.
El aprovechamiento del lote se complementa con sucesivas limpiezas ma-
nuales de ramas y troncos de esta manera se limpia el lote en forma gradual a
la vez que se lo aprovecha. Por último, se puede arar y sembrar con una rastra
pesada implantándose cultivos forrajeros anuales o perennes.
Defectos observados en los desmontes mecánicos
Cada área o región presenta características particulares que hacen que el
uso de la tierra se oriente hacia una actividad determinada. Sin embargo, se
observa una tendencia a destinar la tierra desmontada a la agricultura para
cosecha o de doble propósito. Esto tiene que ver con la rentabilidad de cada
actividad ya que por lo general se pretende amortizar el gasto del desmonte en
el menor tiempo posible. Muchas veces esta circunstancia lleva al productor a
implementar cultivos que por sus requerimientos o por las características del
suelo originan un proceso acelerado de erosión y/o degradación.
Agrava esta situación la escasa difusión de las rotaciones agrícola-ganaderas
y la falta de aplicación de prácticas conservacionistas imprescindibles para el
mantenimiento y preservación de las propiedades físicas y químicas de los sue-
los. Los principales defectos se relacionan con la planifi cación y la ejecución
del trabajo.
En todos los casos deben hacerse estudios de la aptitud de los suelos y ca-
racterísticas de la vegetación, no debiéndose desmontar tierras con peligro de
erosión hídrica y/o eólica, salinización o suelos someros, por mencionar algu-
nas limitantes de relevancia. Existe el peligro de desmontar las tierras menos
aptas para fi nes agropecuarios, poniendo en producción tierras de inferior
calidad o con alguna limitante seria, lo que redundará en resultados negativos
para el ambiente (Fig. 1).
Los defectos de ejecución del desmonte, pueden ocasionar perjuicios am-
bientales irreparables, como es el caso del excesivo arrastre de suelo superfi cial,
que es un error fácilmente evitable cuando el maquinista conoce la importan-
cia fundamental que tienen los centímetros superfi ciales de suelo para la agri-
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cultura. Generalmente con el afán de dejar el suelo limpio de ramas y raíces se
baja mucho la pala, lo que produce un arrastre considerable de suelo.
■ Labranzas después del desmonte
Una vez concluido el desmonte del predio el paso siguiente es la realización
de la primera arada, salvo que se lo destine a pastura natural. Las primeras
labranzas en realidad son una continuación del desmonte ya que con ellas se
logra la limpieza total hasta cierta profundidad del suelo, lo que permitirá al
productor realizar las futuras labores con seguridad, sin problemas de roturas
de los implementos agrícolas.
Para realizar las labranzas iniciales, existen equipos convencionales y pesa-
dos. A los primeros corresponde la maquinaria que usualmente se utiliza en
Aptitud potencialpara agricultura
Región Chaco semiárido
ReferenciasAltaMediaMedia a bajaNo apto
S.I.G.: Ing. Agr. Inés Puentes
Fuente: Atlas de Suelos de la ArgentinaInstituto de Suelos - SAGPyA
0 100 200 300 400 500 Kilómetros
N
Figura 1. Región del Chaco semiárido.
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la Región, fundamentalmente el arado de discos, la rastra de discos de doble
acción y el arado rastra. Los equipos pesados están representados por los ara-
dos de discos pesados y las rastras pesadas, que se diferencian de sus similares
convencionales en el peso por disco y en la robustez de su bastidor. Los equi-
pos convencionales se utilizan cuando el desmonte se ha hecho con prolijidad
y es menor el riesgo de rotura por la presencia de alguna raíz o tocón, en los
primeros 30 centímetros de profundidad del suelo. Por lo general se los utili-
za después de los desmontes manuales bien controlados, o de los desmontes
mecánicos donde se ha intensifi cado la limpieza del subsuelo con rastrillos o
escarifi cadores.
Cuando el suelo está parcialmente cubierto con ramas y el subsuelo pre-
senta gran cantidad de raíces, es necesario recurrir a la maquinaria pesada o
extrapesada. El arado de discos extrapesado, como características sobresalientes
presenta un peso que oscila entre los 3 y 4 toneladas, chasis reforzado y 3-5
discos pesados de 30 pulgadas de diámetro. Puede arar hasta 35-40 centíme-
tros cortando y levantando raíces y tocones, permitiendo así su extracción para
una limpieza total. La presencia de capas u horizontes con limitaciones físicas o
químicas en los primeros 40 centímetos descartan su utilización, ya que traba-
jando a esa profundidad se llevaría a la superfi cie la capa u horizonte limitante.
También se usan rastras pesadas de tipo excéntrico con discos de mayor
diámetro y resistencia, bastidor más fuerte y de mayor peso (más de 200 ki-
logramos. por disco). Usualmente presenta discos recortados para facilitar el
corte de restos vegetales y cajón sembrador para la implantación de cultivos.
A diferencia del arado de discos, esta rastra no lleva a la superfi cie el suelo de
las capas inferiores, sino que remueve y mezcla el suelo y los residuos vegetales
superfi ciales. No obstante afl oja y detecta la ubicación de tocones y raíces para
su posterior extracción manual.
Proporción, forma y orientación de las áreas desmontadas
Estos aspectos están relacionados con la planifi cación que se ha hecho para
la realización del trabajo. Varias son las razones por las cuales los producto-
res ganaderos dejan en sus predios sectores con montes y árboles aislados en
las áreas desmontadas, entre las que se pueden mencionar: a) reparo para la
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hacienda durante los temporales de invierno y sombra en el verano; b) con
los árboles aislados y pequeños piquetes o isletas en potreros limpios, se logra
sombra en verano en lotes de producción de forraje; c) el monte con algunas
picadas constituye una reserva de alimento (pastos naturales y brotes tiernos
de las especies arbóreas) en las situaciones de extrema sequía, que suelen pre-
sentarse con frecuencia en la Región semiárida del país; d) reservas de postes y
varillas para la construcción de alambradas.
Con respecto a la proporción entre áreas limpias y boscosas no hay criterios
uniformes. Las variaciones van de un extremo a otro, pero existe conciencia
sobre la necesidad de dejar cierta superfi cie cubierta con monte para evitar
posibles alteraciones locales del ambiente. También la forestación es una alter-
nativa conocida y puesta en práctica en algunos casos. Se considera necesario
dejar corredores verdes sin desmontar que conecten los sectores o franjas de
bosque para protección y preservación de la biodiversidad.
Las formas que presentan las áreas desmontadas o con bosque es muy va-
riada; lo más común son los cuadrados limpios que corresponden a lotes com-
pletamente desmontados, luego le siguen los lotes con pequeños bosques en
los esquineros y por último las franjas de ancho variable cortando los vientos
más peligrosos. Estas condiciones están reglamentadas en las leyes provinciales
vigentes.
No sólo el uso de la tierra le imprime características particulares al des-
monte, en lo que respecta a la proporción y formas de las áreas desmontadas.
En zonas de erosión eólica y/o hídrica se observa, la existencia de desmontes
en franjas alternadas de ancho variable, cortando la pendiente o la dirección
de los vientos más erosivos, para disminuir los riesgos de erosión. En zonas
con peligro de incendio de campos, se hacen picadas perimetrales e internas
de 30 metros de ancho, para prevenir incendios y favorecer el manejo de la
hacienda en el bosque.
■ Alteraciones sufridas por el suelo y los cultivos después del desmonte
Durante los primeros años de cultivo, los lotes recién desmontados pre-
sentan diferencias con sus semejantes de más de 5 años de uso agrícola. Las
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particularidades más frecuentes en los campos recién desmontados y destina-
dos a la agricultura son la elevada fertilidad de los suelos, la escasa humedad
y el crecimiento desparejo de los cultivos implantados. El alto crecimiento
vegetativo, se debe a una fertilidad actual elevada que se manifi esta cuando no
se eligen los cultivos adecuados para iniciar la rotación. Eventualmente esto
perjudica a los rendimientos de los cultivos para cosecha, pero favorece a los
cultivos forrajeros. El suelo de desmonte se presenta muy seco en superfi cie y
en profundidad debido a la gran exploración radical de las especies arbóreas.
Este hecho sumado al alto nivel de fertilidad actual, determina que el cultivo
ante la mala distribución de las precipitaciones, sufra los efectos de la sequía
temporaria, que de prolongarse puede frustrar la cosecha.
Otro efecto frecuente en los lotes desmontados es el crecimiento desparejo
de los cultivos (“manchoneo”), debido a la falta de uniformidad en los 30 a
40 cm superfi ciales de suelo, debido en muchos casos a la mezcla de suelo sub-
superfi cial con elevado contenido de sales. Esta situación se va normalizando
con el tiempo y las labranzas, hasta casi desaparecer.
Erosión hídrica
Si bien en la Región Semiárida, el agua pluvial para los cultivos es limitada,
las precipitaciones presentan una marcada estacionalidad, concentrándose en
pocos meses. Frecuentemente las intensidades son altas alcanzando valores en-
tre 60 y 100 mm/hora. A esto se suma una cobertura vegetal pobre, ya sea na-
turalmente o por efecto del hombre a través del desmonte y el sobrepastoreo.
Por otra parte, la susceptibilidad de los suelos a la erosión hídrica en general es
elevada, debido principalmente a su bajo contenido en materia orgánica y ele-
vado contenido de limo. El relieve es muy variado, desde plano a suavemente
ondulado, hasta fuertemente colinado.
Estas características de clima, suelo, vegetación y relieve contribuyen a
conformar un cuadro de alto riesgo de erosión hídrica, sólo en aquellos secto-
res donde predomina el relieve ondulado o colinado. Debe considerarse que
en la Región Semiárida durante los meses de diciembre a marzo, ocurren en-
tre el 50 % y 70 % de las lluvias y por lo general en forma de chaparrones de
alta intensidad. Si bien la precipitación media anual de 450 a 750 mm no es
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sufi ciente para satisfacer las necesidades de los cultivos, tiene una capacidad
erosiva considerable que no debe ser subestimada. En general, los suelos de la
Región Semiárida son naturalmente pobres en materia orgánica y débilmente
estructurados, características éstas que aumentan la susceptibilidad a la ero-
sión hídrica (Irurtia, 1990). La agricultura continua en estos suelos provoca
rápidos descensos en su contenido de materia orgánica y degradación de su
estructura (Casas y Mon, 1988).
Tal como se mencionó, el relieve es plano a suavemente ondulado, excepto
en los sectores de sierras en la provincia de Córdoba y áreas pedemontanas en
Salta y Jujuy donde es colinado. En estos últimos, los riesgos de erosión hí-
drica son altos. Naturalmente el peligro de erosión es mayor en las tierras más
trabajadas con agricultura. Sin embargo, el sobrepastoreo tiene un efecto im-
portante sobre la erosión hídrica al eliminar la cobertura vegetal y compactar
la superfi cie del suelo, afectando a grandes extensiones en la Región Semiárida
(Casas y Godagnone, 2006).
La disminución del contenido de materia orgánica y de la estabilidad es-
tructural es rápida y se produce a una tasa anual de degradación alta a muy
alta durante los primeros 5 años después del desmonte, tendiendo luego tien-
de a estabilizarse en valores bajos. Algo similar ocurre con el nitrógeno total,
mientras que la densidad aparente aumenta entre un 10 y 20 % (Casas y Mon,
1988). Por ello un manejo del suelo que prevenga la degradación, es el mejor
camino para asegurar una productividad rentable y sostenida, en una región
donde el equilibrio ecológico puede ser fuertemente alterado por una agricul-
tura que no ha sido planifi cada adecuadamente.
En áreas onduladas se observan síntomas de erosión hídrica en todas sus
formas: laminar, en surcos y en cárcavas. Esto es destacable en algunos sectores
de la Región Chaqueña como por ejemplo el Departamento Jiménez, en la
provincia de Santiago del Estero. Aquí el relieve va de suave a fuertemente on-
dulado con pendientes que oscilan entre el 1 % y 4 % y que son superadas en
algunas lomadas. En esta zona de la provincia, los suelos son pobres en materia
orgánica y defi cientemente estructurados. A ello se suman las texturas franco
limosas, con elevados contenido de arena fi na. El cultivo de poroto, que se rea-
liza desde hace varios años y últimamente el de soja, sobre suelos de desmonte,
está produciendo un serio deterioro de los mismos, lo que combinado con el
relieve ondulado acelera los procesos erosivos (Casas, 1986).
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En estas áreas, además de seleccionar cuidadosamente los sistemas de pro-
ducción, es conveniente realizar el desmonte en franjas o cuadrículas, tenien-
do en cuenta las pendientes predominantes en el terreno y obviamente, no se
deben desmontar los sectores con pendientes más empinadas.
Consideraciones similares pueden efectuarse para un importante sector del
Departamento Choya, en la provincia de Santiago del Estero en cuanto a las
pendientes y características de los suelos. El uso agrícola es el más difundido y
ello determina un predominio de la erosión laminar y en surcos, en los grados
ligero a moderado. En las tierras destinadas exclusivamente a la agricultura, se
observan casos con erosión en cárcavas.
En el centro-este de Santiago del Estero, en un área de alrededor de 300.000
hectáreas ubicada en el este del departamento Ibarra y sudeste del departa-
mento Moreno, las pendientes largas y suaves determinan procesos de erosión
hídrica, agravados por la agricultura. También se observan síntomas de erosión
en áreas onduladas bajo bosque sometidas a un pastoreo intenso y contínuo,
que disminuye o elimina la cobertura herbácea y favorece la compactación su-
perfi cial (INTA, 1982).
En el sur de la provincia de Salta, en los departamentos de Metán y Rosario
de la Frontera, la erosión hídrica es el proceso degradatorio más importante,
causada por la monocultura de poroto y en los últimos años por el cultivo de
soja, en suelos con pendientes de hasta el 16 %. En estos suelos se registra ero-
sión hídrica grave, con formación de cárcavas, que en ciertos casos inutilizan
la tierra.
Erosión eólica
En la Región se registran procesos erosivos eólicos que no son de gran im-
portancia cuando existe la cobertura boscosa. Cuando se desmontan grandes
superfi cies, los procesos eólicos adquieren transcendencia debido a las texturas
limosas dominantes, a la defi ciente estructura de los suelos y a la sequedad del
ambiente en las épocas más ventosas.
La erosión eólica adquiere importancia en áreas de suelos arenosos, cuando
son habilitados a la producción agrícola sin emplear las técnicas de laboreo y
manejo adecuadas. Debe considerarse que en la Región existen vientos fre-
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cuentes desde 70 hasta 100 km/h. El bosque constituye un excelente protector
contra el efecto erosivo del viento, por lo que en todo proyecto de desmonte
deberá contemplarse dejar franjas con bosque las cuales constituyen barreras
físicas contra la erosión eólica.
Estudios realizados en la provincia de Santiago del Estero sobre el efecto
protector de las franjas con bosque en la reducción de la velocidad del viento,
demuestran la importancia de ajustar el ancho de las franjas desmontadas de
tal forma que no queden sectores de suelo expuestos a la acción erosiva de los
vientos (Casas y Mon, 1990).
Si bien es muy conocido que el efecto protector de las barreras forestales
es variable según las características propias tales como altura, densidad y com-
posición por estratos, se considera que no es conveniente distanciar excesiva-
mente las franjas con bosque ya que pierden efi ciencia en la protección. Esta
consideración asume importancia especialmente en aquellos suelos suscepti-
bles a la erosión eólica.
Degradación física y disminución de la fertilidad
Se observa en los suelos desmontados y puestos en producción un deterio-
ro generalizado de las propiedades físicas y la fertilidad, evaluados principal-
mente a través de la evolución que sufre el índice de estabilidad estructural,
la densidad aparente, el contenido de materia orgánica y nitrógeno total. Es-
tos parámetros difi eren sustancialmente cuando se evalúan en suelos con bos-
ques sobrepastoreados, respecto de suelos de bosque con descansos periódicos
(Cuadro 1).
Los suelos con bosque presentan contenidos de materia orgánica, nitró-
geno total y densidad aparente variable en función del uso más o menos in-
tensivo como recurso forrajero, previo al desmonte. Cuando se desmontan
estas tierras, en muchos casos se parte de suelos degradados, empobrecidos en
materia orgánica, débilmente estructurados y densifi cados en superfi cie. Así es
frecuente habilitar tierras que han perdido entre un 30 y 50 % del contenido
original de materia orgánica.
Se debe considerar que la humedad y el contenido de materia orgánica son
dos factores críticos para la estabilidad y producción de los suelos de la Región.
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Por lo tanto, las elevadas temperaturas que se alcanzan en la porción superfi -
cial de los mismos durante la estación estival adquiere especial importancia en
los suelos desmontados. En efecto, se están transformando suelos “de sombra”
bajo la cubierta del bosque, en suelos “de sol”, expuestos a la radiación solar
directa.
Salinización
El problema común observado en las áreas de riego de la Región Chaqueña
y acentuado en el sector árido, es la presencia de elevados contenidos de sales
en el perfi l de los suelos, lo cual hace difícil su recuperación desde el punto de
vista técnico y económico. Esta situación ha conducido en muchos casos al
abandono de las tierras, como por ejemplo ha ocurrido, en el área de riego del
Río Dulce, en la provincia de Santiago del Estero.
Aproximadamente el 50 % de las tierras regadas en la Región, están sali-
nizadas, mientras que un sector importante de la superfi cie restante puede
salinizarse en los próximos años, por drenaje defi ciente y mal uso del agua de
riego. Este panorama es inquietante por las graves pérdidas del recurso suelo
a que conducen los estados irreversibles de salinidad. La salinización es una
de las causas principales de migración de los productores que habitan estas
CUADRO 1. Contenido de materia orgánica, nitrógeno total, índice de estabilidad
estructural y densidad aparente de suelos del área centro-este de la provincia de
Santiago del Estero, Argentina (Casas y Mon).
Serie de suelos Condición promedio para suelos con monte pastoreado
Suelos con monte con descansos periódicos
MO(%)
N(%) IE Da
(g/cm3) MO N IE Da(g/cm3)
Añatuya 2,5 0,150 20 1,100 5,19 0,274 42 1,000
Bandera 3,0 0,170 20 1,000 4,84 0,245 42 1,087
Tostado 3,5 0,200 21 1,150 4,68 0,290 30 1,095
Quimili 3,0 1,150 20 1,100 5,24 0,295 35 1,035
Paleocauces (pastizal) 4,0 0,180 22 1,000 5,15 0,184 35 0,988
MO = Materia orgánica, N = Nitrógeno Total, IE= Indice de Estructura, Da = Densidad aparente.
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tierras, siendo posible observar el abandono total de las mismas convertidas
en páramos salinos.
En tal sentido, se considera defi ciente el conocimiento del productor acer-
ca del uso del agua de riego según tipos de cultivo, características de los suelos,
requerimientos de lixiviación y calidad del agua, por mencionar algunos. Ello
conduce a una distribución del riego por superfi cie con un criterio erróneo
que no toma en cuenta el requerimiento real de los cultivos, provocando la
salinización y alcalinización de los suelos. A la excesiva cantidad de agua apli-
cada, en muchos casos, se adiciona la infraestructura de drenaje defi ciente que
solamente sirve para evacuación de excedentes superfi ciales de aguas de riego,
pero que no cubre las necesidades de drenaje profundo del suelo agrícola.
■ Expansión agrícola y sustentabilidad
La expansión de la frontera agrícola es un proceso dinámico condicionado
básicamente por coyunturas favorables de precios y por la disponibilidad de
tierras de menor precio y tecnologías adecuadas para su utilización. El proceso
de expansión agrícola se ha producido por diversos frentes localizados princi-
palmente en los bordes del Chaco semiárido, donde se observa en los últimos
años una fuerte tendencia al monocultivo de soja. Corresponde a las etapas
de “agriculturización” registrada entre los años 1975 y 1995 y posteriormente
a la de “pampeanización” con aplicación del modelo pampeano y uno de los
más intensivos del paisaje rural (Morello, Pengue y Rodríguez, 2006). En este
contexto aparecen como temáticas muy sensibles la simplifi cación del paisaje,
pérdida de diversidad biológica, fragmentación de ambientes y de hábitat y la
degradación de los suelos.
La superfi cie agrícola de la Región Chaqueña presenta porcentajes relativa-
mente bajos, próximos al 10 %, pero su distribución no es uniforme, sino que
está concentrada en algunos núcleos con alta ocupación. Una primera lectura
sobre las superfi cies ocupadas por agricultura en toda la Región, indicaría que
la incidencia relativamente baja del proceso, no debería entrar en colisión con
otros intereses, como los de la conservación. Sin embargo, al hacer los análi-
sis de distribución de áreas agrícolas a nivel de las diferentes zonas climáticas
(Adámoli, Torella, y Herrera, 2003), surge evidente que debido al alto nivel de
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fragmentación de las principales áreas agrícolas de la Región, es virtualmente
imposible implementar unidades de conservación de primer nivel.
Todos los cambios están ocurriendo sin que exista un proceso de planifi -
cación regional que permita orientar la expansión hacia las tierras con mejor
aptitud potencial. El actual avance de la frontera agrícola genera desmontes
masivos en los quebrachales de santiagueño y blanco del sector semiárido de
la Región Chaqueña, favorecido por factores coyunturales como son la buena
rentabilidad de la soja, por lluvias superiores a los promedios históricos, y por
la mejor disponibilidad hídrica resultante de la adopción de la siembra direc-
ta. Coyunturas negativas que incluyeran a un período prolongado de sequías,
podrían afectar a esos productores y disparar procesos de desertifi cación, de
difícil reversibilidad.
La realidad determina la necesidad un programa regional de ordenamiento
del ambiente que pueda regular los cambios operados en el uso de la tierra y
de esta manera evitar o minimizar los procesos de degradación de suelos (con
efectos sobre el ambiente y la hidrología), pérdida de biodiversidad y servicios
ambientales y los efectos sociales negativos para por ejemplo el éxodo pobla-
cional. La situación descripta sin lugar a dudas amerita un análisis profundo
con intervención del estado nacional y los estados provinciales ya que la mis-
ma plantea serias dudas sobre la sustentabilidad del modelo actual de desarro-
llo planteado.
Suelos más representativos de aptitud agrícola buena
Haplustoles típicos
El Subgrupo de los Haplustoles típicos presenta la siguiente secuencia de
horizontes: Al, B2, B3ca, y Cca. Tienen epipedón mólico (A1) y horizonte
cámbico (B2). Los carbonatos libres se manifi estan en el perfi l desde los 50 cm
de profundidad. Están desarrollados sobre materiales loéssicos.
Estos suelos se encuentran distribuidos en distintas formas de paisaje: en
ambiente de sierras. en los faldeos de la región natural de Sierras con Vegeta-
ción de Chaco y Bosque de Transición, en la posición distal de piedemontes y
conos aluviales, en la llanura estabilizada chaqueña en situación de explanadas
y en el relieve ondulado de lomas en distintas situaciones topográfi cas.
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Asimismo su distribución geográfi ca es muy amplia.
Se trata de tierras con aptitud de uso variado, desde agrícola a ganadera,
dependiendo el tipo y grado de limitaciones, según el ambiente en que se en-
cuentren.
Argiustoles típicos
Los Argiustoles típicos estan caracterizados por una secuencia de horizontes
integrada por: A1, B2t, B3ca, Bca. El A1 corresponde a un epipedón mólico
medianamente oscuro, el B2t corresponde a un horizonte argílico bien expre-
sado. Los carbonatos libres se manifi estan en el perfi l; por debajo de los 50 cm.
Son suelos desarrollados a partir de acumulaciones de material loéssico.
El paisaje en que se encuentra es de llanura estabilizada en situación de
explanadas y sobre vías de avenamiento en bajos tendidos.
Son suelos de aptitud agrícola limitados por clima (defi ciencia de humedad).
Argíustoles údicos
El perfi l de este Subgrupo está integrado por los siguientes horizontes: A1,
B2t, B3, C, tienen epipedón mólico (A1) oscuro, bien estructurado y el hori-
zonte argílico (B2t) es algo mas claro y estructurado en prismas regulares. Los
carbonatos libres se encuentran en el perfi l por debajo de los 80 cm de profun-
didad. Se trata de suelos profundos desarrollados sobre sedimentos loéssicos y
aluviales.
Se encuentran en distintos paisajes, en conos aluviales y piedemontes esta-
bilizados en situación media y distal, en llanuras estabilizadas en situación de
explanada general y en bajadas en cauce en situación de explanada.
Estas tierras poseen aptitud agrícola.
Suelos más representativos de aptitud agrícola media
Haplustoles arídicos
Este Subgrupo se caracteriza por la siguiente secuencia de horizontes: A1,
B2, B3, C. El A1 corresponde a un epipedón mólico medianamente oscuro
y el B2 a un horizonte cámbico poco estructurado. Son suelos desarrollados
sobre materiales eólicos de texturas franca a franco arenosas.
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Los perfi les de este suelo se encuentran en diversos paisajes donde ocupan
la situación de explanadas en la llanura estabilizada chaqueña y en llanuras
anegables (bañados y bajos tendidos).
Tienen amplia distribución geográfi ca. Su aptitud natural es ganadera li-
mitada por condiciones de aridez. En áreas de riego son excelentes suelos agrí-
colas.
Haplustoles énticos
Los Haplustoles énticos están caracterizados por la siguiente secuencia de
horizontes: A1, B2, B3,C. Tienen epipedón mólico (A1) medianamente oscu-
ro y un horizonte subsuperfi cial cámbico con estructura débil.
Son suelos desarrollados a partir de un material eólico de texturas franca a
franco arenosas
El paisaje en que se encuentran estos suelos es variado: En la llanura esta-
bilizada chaqueña en situación de explanada, en piedemontes y conos coales-
centes en la posición media y distal, en el relieve serrano ocupan la posición
apical, en relieve ondulado de lomas ocupan la media loma y porciones apica-
les y en bajadas en cauce, en la llanura aluvial.
Su distribución geográfi ca es amplia. La aptitud natural es agrícola a gana-
dera, con variado tipo de limitaciones, estando condicionada al ambiente en
que se encuentran.
Suelos más representativos de aptitud agrícola media a baja
Torrifl uventes típicos
El perfi l característico de estos suelos está constituido por una secuencia de
capas aluviales de textura y espesor variable.
En todos los estratos abundan signos de hidromorfi smo y manchas blancas
correspondientes a sales solubles.
Se encuentran en superfi cies aledañas al cauce del río Salado, algunas veces
en situación de llanura aluvial y otras como terrazas del río. Ocupan áreas de
situación topográfi ca intermedia entre la llanura del río Salado y la llanura
chaqueña estabilizada.
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Ustifl uventes mólicos
Los Ustifl uventes mólicos tienen como característica una secuencia de ca-
pas aluviales, que varían en textura y espesor. La capa superior es oscura y bien
estructurada.
Son suelos comunes en las bajadas en cauce, cauces incipientes y áreas en
pendiente asociadas. Se ubican en vías de escurrimiento.
Regionalmente la distribución de este Subgrupo está restringida a las vías
de desagüe ubicadas a la salida del relieve serrano, cuando ellas se ponen en
contacto con la llanura chaqueña.
Son suelos de aptitud agrícola con defi ciencias de drenaje.
Suelos más representativos sin aptitud agrícola
Natracualfes típicos
Los Natracualfes típicos presentan una secuencia de horizontes Al, B2t,
B3. El epipedón es ócrico claro y el B2t es un horizonte nátrico oscuro de
estructura columnar siendo su contacto con el horizonte A1 de tipo abrupto.
Presenta abundantes signos de hidromorfi smo por la presencia de la capa freá-
tica casi superfi cial. Este suelo se encuentra en un paisaje de bajadas en cauce
y cauces incipientes, en situación de llanura aluvial, muy expuestas al anega-
miento y en vías de escurrimiento.
Por encontrarse asociados a suelos agrícolas son utilizados con este propó-
sito aunque en realidad el grado de limitaciones que presentan determina una
aptitud natural para ganadería.
Se pueden presentar como Natracualfes típicos salinos. En ellos la secuen-
cia de horizontes característica es: A1, B2t, B3x. Tienen epipedón ócrico claro
y horizonte nátrico oscuro con sales solubles abundantes. La permeabilidad es
muy baja. En el solum abundan signos de hidromorfi smo por la presencia de
la capa freática a escasa profundidad.
Se ubica en el paisaje correspondiente a la llanura aluvial de los ríos Salado,
Dulce, y áreas perimetrales a salares, ocupando sitios en las áreas de derrame y
bañados plano cóncavos, expuestos a anegamientos frecuentes.
Son suelos con drenaje impedido, aptos para ganadería como campos na-
turales de pastoreo.
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Ustifl uventes típicos
Este Subgrupo está constituido por una sucesión de capas que varían en
textura, espesor y composición mineralógica. Los perfi les han sido reconocidos
en una gran diversidad de ambientes: piedemontes, conos aluviales bajadas en
cauce, cauces incipientes, derrames, terrazas, y llanuras aluviales.
Asimismo, su distribución geográfi ca está generalizada. Se trata de suelos
de aptitud de uso variado, según el ambiente en el que se encuentren.
Ustortentes líticos
Los Ustortentes líticos están caracterizados por una secuencia de horizon-
tes: A, C, R. No tienen horizontes diagnósticos. Son suelos pedregosos, so-
meros, formados sobre acumulaciones de regolita a partir de aglomerados de
granulometría variable, en contacto neto con la roca subyacente.
Se encuentran ubicados en el relieve de sierras y colinas correspondientes a
la región natural de Sierras con Vegetación de Chaco y Bosque de Transición.
CUADRO 2. Limitantes principales por clase.
Aptitud agrícola Limitante %
Buena
Baja retención de humedad 37,40
Factor climático 33,23
Susceptibilidad a la erosión hídrica 22,47
Media
Baja retención de humedad 33,72
Erosión hídrica actual y potencial 18,97
Factor climático 10,00
Drenaje 9,96
Pendientes 3,53
Media a baja
Erosión hídrica actual y potencial 41,67
Salinidad 35,40
Baja retención de humedad 10,48
No aptos
Pend/pedregosidad/profundidad 23,76
Drenaje 19,54
Anegamiento/Inundación 14,02
Erosión hídrica actual y potencial 12,98
Salinidad/Sodicidad 12,03
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El rasgo distintivo del ambiente es su relieve pronunciado y la abundancia de
fragmentos gruesos.
Se trata de suelos de faldeo y debido a las condiciones climáticas favorables
se forma en superfi cie una capa delgada de mantillo.
Son suelos de distribución geográfi ca restringida a las serranías de altitud
inferior a 700 m. Su aptitud natural es forestal extractiva y ganadera.
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EL PROCESO DE FRAGMENTACIÓN Y REDUCCIÓN DE HÁBITAT EN EL CHACO PARAGUAYO Y SUS EFECTOS SOBRE LA BIODIVERSIDADMaría Fátima Mereles y Oscar Rodas
Introducción
La fragmentación de los ecosistemas naturales, particularmente los bos-
ques, es un cambio global que se observa cada vez con mayor intensidad en
los países con cobertura forestal; la tala y posterior limpieza de un bosque, la
transformación de una pradera en un campo de cultivo, las urbanizaciones
permanentes, reducen los hábitats de las especies silvestres; en realidad, la frag-
mentación y la reducción de hábitat son dos fenómenos diferentes pero que
ocurren en forma simultánea; las actividades humanas tales como: deforesta-
ción, expansión urbana, etc., fragmentan el ecosistema natural y los hábitat
prístinos se reducen a un tamaño menor, quedando estos más o menos aisla-
dos, transformándose en islas, generando efectos ecológicos muy importantes
de los que poco conocimiento tenemos aún en el Chaco paraguayo.
Según Bustamante & Grez (1995), un bosque fragmentado puede ser des-
crito por sus atributos tales como: número de fragmentos, tamaños, formas y
grado de aislamiento de los mismos, así como, el tipo de matriz que rodea al
sistema, los que son variados, tales como: cultivos, asentamientos humanos,
vegetación secundaria, entre otros.
El Paraguay, país mediterráneo ubicado en el centro de América del Sur, po-
see una superfi cie aproximada a 406.700 km2, con dos regiones naturales muy
diferentes, tanto física como biológicamente y separadas por el río Paraguay; su
población actual es de unos 6.300.000 habitantes de los cuales solamente 5 %
se encuentran en el Chaco, destacándose en primer lugar los pueblos indígenas
de diversas etnias, los inmigrantes mennonitas y fi nalmente los locales mestizos
denominados “paraguayos”. La actividad productiva mayoritaria es la ganadería,
siendo el Chaco paraguayo la mayor cuenca lechera del país y cuya industria se
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El proceso de fragmentación y reducción de hábitat en el Chaco paraguayo y sus efectos sobre la biodiversidad
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encuentra manejada por los grupos mennonitas; pero no solamente es la indus-
tria láctea sino también la carne, cada vez con mejores precios en el mercado
internacional; esta situación ha generado un aumento en la producción cárnica
y con ello, una mayor fragmentación en los ecosistemas naturales chaqueños.
En los últimos años, otra de las actividades que han fragmentado los eco-
sistemas naturales son las aperturas para las prospecciones de hidrocarburos,
especialmente en el área Norte del territorio.
■ Aspecto físico
Climáticamente, una parte de este territorio se encuentra dentro del área
semiárida, con precipitaciones que llegan hasta 400 mm/año, las que caen
durante los meses de primavera y especialmente en verano, caídas de manera
muy irregular durante la estación estival; la temperatura promedio es de unos
25 °C, con máximas y mínimas que superan ampliamente a las de la región
Oriental. Sus suelos son en general arcillosos, con contenidos de arcilla varia-
bles, hasta unos 40%, (gleysoles, vertisoles, luvisoles y regosoles), en la mayor
parte del territorio; sin embargo, lenguas de suelo arenoso pueden encontrarse
en el área de médanos, al NO y al N, (arenosoles con distintos orígenes: eó-
licos o hídricos), Proyecto Sistema Ambiental del Chaco: suelos (1992-97).
■ Las comunidades bióticas
Formaciones vegetales
El contexto dentro del cual se desarrollan las formaciones vegetales es el
climático; las formaciones boscosas más densas aparecen entre los parámetros
climáticos entre 800 a 1300 mm/año; las demás, (arbustales con diferentes
densidades), aparecen por debajo de los 800 mm/año; algunas responden a
un clímax edáfi co; este es el caso de las grandes extensiones sabanoideas e hi-
dromórfi cas de Copernicia alba, “carandáy”, desarrollada en la mesopotamia
de los ríos Paraguay y Pilcomayo y en la ribera del río Paraguay, desde los 62°
aproximadamente de latitud Sur.
Las principales formaciones vegetales, son las siguientes:
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María Fátima Mereles y Oscar Rodas
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Los bosques
Bosques sub-húmedos y semi-caducifolios: aparecen a lo largo del litoral
del río Paraguay hacia el Este y en la mesopotamia Paraguay-Pilcomayo, con
precipitaciones que llegan hasta 1400 mm en el área de inundación del río
Paraguay; el sustrato es dominantemente arcilloso, denominado por Morello
& Adámoli (1974) como: “bosque denso monoespecífi co” y por Spichiger et al. (1991) como “bosque xeromesófi lo”; este bosque es muy conocido con el
nombre vernacular de “quebrachal con quebracho colorado” aludiendo a la
presencia dominante del “quebracho colorado”, Schinopsis balansae; estos do-
minan en los barrancos altos en la margen derecha del río Paraguay desde la
localidad de Bahía Negra hasta aproximadamente Villa Hayes y se extienden
hacia el Oeste, hasta donde las precipitaciones y los suelos les son favorables.
Se caracterizan por ser bastante densos, con presencia de lianas, con un soto-
bosque a veces anegable por lluvias o inundables por las crecidas de algunos
ríos que riegan la zona. Esta formación es una transición entre aquellas xero-
morfas del Chaco más seco y los bosques más húmedos de la región Oriental
(Mereles, 1998), siendo sus especies preponderantes: Astronium urundeuva
(urunde’y), Caesalpinia paraguariensis (guayacán), Diplokeleba fl oribunda
(palo piedra), Enterolobium contortisiliquum (timbó), Gleditsia amorphoides (espina de corona), Microlobius foetidus spp paraguensis (ibyrá né), Patagonula americana (guajaybí), Peltophorum dubium (ibyrá pytá), Phyllostylon rhamnoi-des (palo lanza), Schinopsis balansae (quebracho colorado), Syagrus romanzof-fi ana (pindó), Tabebuia heptaphylla (lapacho, tajy).
Bosques higrófi los ribereños y bosques anegables: son formaciones ligadas
al agua, sea de las inundaciones o de anegamientos; se desarrollan a lo largo de
los ríos, (Paraná, Paraguay), otros ríos de menor caudal, arroyos y otros cuerpos
de agua, permanentes o temporarios y otros cuerpos de agua como las lagunas,
los riachos y aguadas; en algunos casos se ubican en las depresiones del terreno,
con suelos por lo general muy ricos en arcillas, como los denominados “palo
bobales” con dominancia de “palo bobo” (Tessaria integrifolia), “chañarales”,
con dominancia del “chañar” (Geoff roea decorticans), “labonales”, con domi-
nancia del “labón” (Tabebuia nodosa) entre otros (Mereles, 2004). Las depresio-
nes con estas formaciones particulares se encuentran distribuidas en casi todo
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el territorio chaqueño; las especies se caracterizan porque soportan cierto grado
de asfi xia en los suelos, originados por las inundaciones temporales a las que se
encuentran sometidas. En el litoral del río Paraguay aparecen: Albizia inundata (timbóý), Aporosella chacoensis, Calycophyllum multifl orum (palo blanco), Celtis pubescens (yuasy’y), Crataeva tapia (payaguá naranja, yacaré pito), Chloroleu-con tenuifl orus (tataré), Cynometra bauhinifolia, Geoff roea decorticans (chañar), Geoff roea spinosa, Phyllostylon rhamnoides (palo lanza), Prosopis ruscifolia (vi-
nal”, “viñal), Sapium haematospermum (curupica’y), Vitex megapotamica (taru-
má) y Vochysia tucanorum (cuati’y), entre otras, (Mereles, 2005).
Bosques xeromorfos: se desarrollan con precipitaciones cuyo rango varia-
ble va entre los 500 a 800 mm, sobre suelos arcillosos muy duros y estructu-
rados en seco. La estructura vertical es la de un bosque con 3-4 especies en
el dosel superior; el segundo estrato es el más rico en especies, conocido vul-
garmente con el nombre de “matorral” y el sotobosque se caracteriza por ser
muy ralo, con preponderancia de algunas especies suculentas y muy espinosas,
tales como: Acanthosyris falcata (yvá he’é), Achatocarpus praecox, Aspidosperma quebracho-blanco (quebracho blanco), Bougainvillea campanulata, Bumelia ob-tusifolia (palo negro), Caesalpinia paraguarienses (guayacán), Capparis retusa
(poroto de monte), Capparis salicifolia (payaguá naranja), Capparis speciosa
(falsa sandía”, “sacha sandía), Capparis tweediana (duraznillo), Castela coccinea
(palo borracho, samu’hú blanco), Ceiba insignis, (samuhú blanco), Cercidium praecox (verde olivo, brea), Cnidoscolus vitifolius, Cordia bordáis (rosa del Cha-
co), Jacaratia corumbensis (yvy’á), Mimosa detinens, Mimoziganthus carinatus, Prosopis kuntzei, Quiabentia pfl anzii (tuna), Ruprechtia trifl ora (guaimí piré),
Schinopsis quebracho colorado (quebracho colorado), Stetsonia coryne (cardón), Trithrinax schyzophylla (carandilla), Ziziphus mistol (mistol”, “mbocayá’í).
Cuando los suelos se vuelven más arenosos, disminuyen sustancialmente
las suculentas, aparecen otras especies y permanecen algunas evidenciando su
plasticidad; estas son las siguientes: Acosmium cardenasii, Aloysia virgata, Ana-denanthera colubrina var. cebil (curupa’y), Anadenanthera peregrina (curupaý
curú), Amburana cearensis (trébol), Aspidosperma triternatum, Athyana wei-mannifolia, Caesalpinia peltophoroides, Cassearia gossypiosperma, Chloroleucon chacoense (pata de buey’í), Cochlospermun tetraporum (Helietta apiculata), Lue-hea divaricada (ca’á ovetí), Philodendron undulatum (guembé), Pisonia zapallo,
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Pseudobombax argentinum, Schinus fasciculata, Tabebuia impetiginosa (lapacho
colorado) y Terminalia argentea.
Los cerrados y cerradones
Constituyen formaciones vegetales de tipo sabanoideo, que se desarrollan
sobre suelos muy sueltos, arenosos, ácidos, con isletas de árboles o en transición
a bosques, con especies rizomatozas y sufruticosas; las islas de árboles y arbustos
pueden ser más densas, conformando los denominados “cerradones” o cerrados
transicionales con las formaciones boscosas, en donde la vegetación arbórea do-
mina sobre los campos; aparecen en el Norte del Chaco, con las siguientes espe-
cies: Caryocar brasiliense (aguará yu’á), Cochlospermum regium (mandyjú sayjú), Commiphora leptophloeos, Eriotheca gracilipes, Gomphrena macrocephala (rosa
del campo), Helicteres guazumaefolia, Hymenaea coubaril, Jacaranda decurrens (carová’í), Magonia pubescens, Mandevilla polaina, Pseudobombax tomentosum, Riedeliella gracilifl ora, Senna paradyction, Sida cerradoensis, Simira sampaioana, Capparis cinophallophora, Sterculia striata, Syagrus petraea (coquillo), Tabebuia ochracea (tajy say’yú), Taccarum weddelianum, Viguiera linearifolia (árnica del
campo”, “falsa árnica), Zeyheria tuberculosa, entre otras.
Las sabanas
Son formaciones muy frecuentes en el Chaco y según los tipos de suelos
imperantes, estas pueden ser: palmares, (con suelos hidromórfi cos o no), de
espartillares, sabana parque sobre médanos, entre las más comunes.
Sabanas parque sobre médanos: se desarrollan hacia el Noroeste del Cha-
co, en el área denominada “de los médanos”, ubicadas al NO de la región Oc-
cidental, en el Departamento de Alto Paraguay, donde la morfología predomi-
nante del terreno es la de los médanos, con crestas entre 300-400 m de altura,
típicos de la zona y formados únicamente por arenas eólicas provenientes de
los ríos Grande y Parapití, en Bolivia; la precipitación es de unos 400 mm/
año. Los individuos que conforman los arbustales no pasan los 5 m de altura,
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la mayoría caducifolios durante la estación seca y constituyen una cobertura
muy discontinua (Mereles, 2005); aparecen como especies preponderantes:
Acacia aroma (aromita), Agonandra excelsa, Aspidosperma pyrifolium, Bauhinia argentinensis, Caesalpinia coluteifolia, Caesalpinia stuckertii, Gymnocalycium megate, Heliotropium dunaense, Jacaranda mimosifolia, Opuntia quimilo, Chlo-roleucon chacoense, Schinopsis cornuta, Senna chlorochlada, Sacoila argentina, Stachytarpheta sp. y Ximenia americana.
Sabanas de espartillares: se desarrollan sobre los sedimentos aluviales
(arenas y arcillas) que se encuentran en los paleocauces colmatados del centro
del Chaco, su fi sonomía es la de una sabana con árboles aislados sobre un ta-
píz dominado por el “espartillar” y otras especies de herbáceas, caracterizadas
por ser rizomatosas, a veces con xilopodios y hojas coriáceas o pubescentes;
las especies preponderantes, son: Elionurus muticus, Astronium fraxinifolium, Cnidoscolus albomaculatus, Craniolaria integrifolia, Evolvolus sericeus, Jacaran-da mimosifolia, Lobelia xalepensis, Mimosa chacoensis, Pterogyne nitens, Schi-nopsis cornuta, Tabebuia aurea, Waltheria indica, Zornia gemella, entre otras.
Sabanas hidromórfi cas de caranda’y: se desarrollan sobre suelos muy es-
tructurados y duros en seco, arcillosos, anegables, inundables y salobres, siendo
los períodos de inundación muy variables. La especie leñosa y única en el estra-
to superior, a condición de que no hubiera modifi cación antropica, es la palme-
ra Copernicia alba, acompañada de un rico estrato herbáceo, con especies que
pueden soportar asfi xia en los suelos por un período corto. Son propias del bajo
Chaco o Chaco húmedo y todo el litoral del río Paraguay, sobre ambas már-
genes, aunque en algunas áreas de la región Oriental aún permanecen, como
formaciones relictuales, debido a las modifi caciones hechas por el hombre; las
especies preponderantes, son: Canna glauca, Cleome spinosa, Copernicia alba, Diodia kuntzei, Eleocharis elegans, Eleocharis montana, Pfaffi a glomerata, Phyla reptans, Rhynchospora scutellata, Setaria geniculata, Solanum spinosum.
Sabanas de saladares: los salares son propios del territorio y afl oran es-
pecialmente en el centro-este de la región, en los Departamentos de Boque-
rón y Presidente Hayes (Mereles, 2004); probablemente tengan un origen
endorreico; sus suelos son bastante blandos cuando húmedos, caracterizado
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por la presencia de abundante sal en el suelo, la que a veces forma una costra
de 1-2 cm de espesor, o más. Los salares por lo general constituyen áreas de
inundación temporaria y se encuentran cerca de algún cuerpo de agua; su ve-
getación está constituida por un matorral que no supera los 2,5 m de altura,
bastante achaparrado y con especies caracterizadas por tener hojas carnosas y
caedizas, que soportan el contenido alto de sal, el que a su vez se halla sujeto
a las precipitaciones zonales. Especies preponderantes: Cyclolepis genistoides, Grabowskia duplicata, Heterostachys ritteriana, Heliotropium procumbens, Hol-mbergia tweedii, Lophocarpinia aculiatifolia, Lycium cuneatum, Maytenus vitis-idaea, Sarcocornia perennis, Sesuvium portulacastrum, Tillandsia diaguittensis.
Los humedales
Son ecosistemas sumamente dinámicos, caracterizados por la presencia de
agua, estancada o corriente y con límites difíciles de defi nir. Para el Paraguay,
ya han sido abordadas diferentes descripciones para los tipos de vegetación
(Mereles, 2004), los cuales tienen relación con el tipo de aguas, (lóticas o lén-
ticas). Los tipos de vegetación son:
Vegetación de los esteros y los saltos de agua: están relacionadas directa-
mente con el agua como sustrato único y las especies características no pueden
prescindir del agua para sobrevivir; las mismas pueden tener varios hábitos de
vida: fl otantes sobre la masa de agua, radicantes y con agua cubriendo la base del
vegetal, inmersa dentro del cuerpo de agua, etc. Las especies que se encuentran
debajo de los saltos o “cataratas”, se caracterizan por tener sus raíces fotosintéti-
cas, (siempre verdes), sus hojas siempre aplanadas semejantes a musgos o hepá-
ticas, con los tallos casi siempre muy cortos y fuertemente adheridos a las rocas,
frecuentemente formando cojines, muy variables morfológicamente.
Algunas de las especies de los ambientes mencionados, son las siguientes:
Apinagia guairaensis, Begonia cucullata var. cucullata, Callitriche defl exa, Canna glauca, Ceratopteris pteridoides, Costus arabicu, Cyperus giganteu, Drosera com-munis, Eichhornia azurea, Eichhornia crassipes, Eleocharis montana, Eryngium fl oribundum, Heteranthera limosa, Heteranthera reniforme, Heteranthera zoz-terifolia, Hydrocleys modesta, Hydrocleys nymphoides, Laurembergia tetrandra,
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Lemna minor, Limnocharis fl ava, Mayaca sellowiana, Mourera aspera, Muehl-embeckia sagittifolia, Myriophyllum aquaticum, Nymphaea gardneriana, Nym-phoides humboldtiana, Pistia stratiotes, Podostemun atrichum, Podostemun un-dulatum, Polygonum punctatum, Polygonum stelligerum, Pontederia cordata var. cordat, Pontederia subovat, Potamogeton striatus, Rhynchospora globosa, Rumex obovatus, Schoenoplectus californicus, Th alia geniculata, Th alia multifl ora, Ti-bouchina gracili, Tristicha trifaria, Typha domingenssi, Typha latifoli, Utricula-ria foliosa, Victoria cruziana, Xyris jupicai, entre otras.
■ El cambio de uso del suelo en el territorio chaqueño
Los cambios en el uso del suelo en el Chaco paraguayo vienen desde varias
décadas atrás, ya allá desde la de los años 1940, muy particularmente fuertes
en el área central, conocido como Chaco central, (gran parte del departamen-
to de Boquerón), posterior a los procesos de la mecanización, en donde las
tres colonias Mennonitas han instalado el sistema de ganadería extensiva e
intensiva para una producción láctea y cárnica fl oreciente. En las dos últimas
décadas y recientemente en la del 2000, es el departamento Alto Paraguay el
que intensifi ca los cambios en el uso de los suelos, poblado principalmente por
los nuevos inmigrantes inversionistas que llegan desde el Brasil con el objetivo
de aumentar la producción cárnica.
Los procesos de cambios en el uso del suelo en el Chaco en general han ido
en aumento sin considerar las sucesivas recomendaciones que se han venido
dando a medida que los conocimientos ecológicos fueron avanzando en el te-
rritorio; los riesgos a los cuales se exponen los suelos y el ambiente en general
luego de los cambios drásticos provocados por la deforestación, sin someter a
consideración las consecuencias a la que conllevan dichos cambios, son harto
conocidas, así como los riesgos en cada una de las áreas en este vasto territorio, a
saber: la erosión eólica particularmente fuerte hacia el Oeste, conocida como el
área de los médanos, en donde los sedimentos arenosos provenientes de las ríos
Grande y Parapití, en Bolivia, (Proyecto Sistema Ambiental del Chaco, 1993-
97), se han acumulado constituyendo lomadas de arena, las que son arrastradas
permanentemente hacia el Sur y Sureste del territorio, alimentada por la acción
cuasi incesante e intensa de los vientos provenientes del Norte y Noroeste.
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El otro factor de riesgo muy alto es la salinización de los suelos, especial-
mente hacia el centro, Este y Noreste del territorio, en donde el freático salado
afl ora casi en superfi cie o se encuentra a una profundidad bastante elevada, en
donde al agua salada asciende por capilaridad. Inconcientes de todo esto, el
proceso de fragmentación avanza, dejando islas discontinuas en el territorio.
■ Método
Trabajo de gabinete
Se estudiaron tres imágenes satelitales del tipo Landsat TM de los siguien-
tes años: 1990, 2000 y 2006 de todo el territorio chaqueño boreal.
Se determinaron los tamaños promedio de los fragmentos existentes para
cada año. En la franja del denominado Chaco central, (área de las colonias Men-
nonitas), se estudiaron los fragmentos más pequeños y más grandes existentes.
Trabajos de campo
Los mismos fueron solo de observación cualitativa y muy especialmente
sobre las consecuencias del efecto borde, el avance de las especies exóticas in-
vasoras y la situación de la fauna.
■ Resultados
Los resultados presentados son obviamente parciales ya que como resulta-
do del proceso de fragmentación, existen consecuencias difícilmente corrobo-
rables, algunas de ellas en poco tiempo, en tanto que otras serán difícilmente
cuantifi cables. El análisis de las imágenes satelitales permitió verifi car que en
el año 1990, el tamaño promedio de los fragmentos era de 5 mil ha en prome-
dio, con un total de 364.900 fragmentos aproximadamente; todavía en el año
2000 se tenían unas 9 millones de ha de bosques continuos, especialmente
hacia el centro-norte, noreste y noroeste del territorio.
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Así, en el año 1990, según análisis realizado mediante la clasifi cación de imá-
genes Landsat, el Chaco contaba con 15.450.687 hectáreas de bosque, pasando
a una superfi cie de 14.455.110 para el año 2000, cuantifi cándose una defores-
tación total de 1.055.577 hectáreas a una tasa promedio de 105.557 hectáreas
por año en un período de 10 años (1990 a 2000). En un nuevo estudio llevado
a cabo por la Asociación Guyra Paraguay, mediante la utilización de imágenes
del sensor MODIS, en el período de un año, entre mayo de 2005 y mayo de
2006, la tasa anual promedio de deforestación aumento a 130.000 hectáreas.
En la actualidad la tasa de deforestación ha sufrido un nuevo aumento,
según los resultados de la Asociación Guyra Paraguay, que detectaron un pro-
medio de deforestación de 477 hectáreas por día entre agosto y septiembre de
2008, lo que tomado como una tasa diaria promedio, pronosticaría una tasa
anual de 174.292 hectáreas. En la Figura 1 se puede ver una foto satelital en
donde se observan las consecuencias de los valores elevados de la deforestación.
Otros resultados por efecto de la fragmentación observados, son los si-
guientes:
Cambio de matriz: en el área de las colonias Mennonitas, los fragmentos
boscosos restantes son tan pequeños que puede aseverarse que los mismos se
encuentran rodeados ya por una matriz antropogénica, es decir que de ma-
triz boscosa alrededor del cual se desarrollaban las áreas urbanas, desapareció,
como se puede observar en el mapa satelital del sensor Landsat, (Fig. 2), que
muestra la transición de una matriz boscosa con inserciones de áreas agrope-
cuarias (año 1975) hacia una matriz agropecuaria con inserciones de rema-
nentes boscosos aislados (año 2007). Las colonias menonitas están ubicadas
entre los paralelos 21° 54´ - 22° 51´ y los meridianos 60° 49´ 59° 16´, ocupan-
do actualmente una superfi cie superior al millón de hectáreas.
La tendencia de prolongación en el tiempo del efecto de cambio de ma-
triz boscosa, hacia otros sectores del Chaco, se puede observar en la Figura 3,
(Mapa elaborado por la Asociación Guyra Paraguay, Conservación de Aves).
Concentración de la fauna: en otras áreas más retiradas, en donde las
formaciones boscosas se han fragmentado, se observa el inicio creciente de la
reducción de hábitats y como consecuencia de ello, la concentración de la fau-
na, especialmente la mastofauna, lo conocido con el nombre de “efecto isla”.
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Figura 1. Deforestación en el Chaco.
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El efecto borde: otra de las consecuencias observadas al interior de los
fragmentos boscosos, es un efecto borde creciente, en donde las especies pio-
neras, propias de los suelos modifi cados, avanzan rápidamente, Mereles &
Degen (1997). En efecto, al fragmentar el hábitat, aumentan los bordes en los
Figura 2. Imagen satelital de las colonias mennotitas de Filadelfi a, Neuland y Loma Plata. Año 2007.
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2007
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paisajes; una mayor cantidad de bordes implica que los fragmentos se encuen-
tran más infl uenciados por la matriz circundante. Dependiendo de los tipos
de suelos, diversas son las especies pioneras que ganan rápidamente los frag-
mentos, aumentando el efecto de bordura de los mismos; así, sobre los suelos
Figura 3. Mosaico satelital multitemporal.
2007
1975
2000
1990
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arenosos del área de los médanos es frecuente observar a Senna chlorochlada,
Acacia aroma, Pithecellobium chacoense y Bauhinia argentinensis, ganar terreno;
cuando los suelos se van haciendo más compactos por el aumento de arcillas,
es Mimosa castanoclada quien reemplaza a las mencionadas con anterioridad;
en otras áreas cercanas a los médanos, tal es la fragmentación existente sobre
los arbustales que Opuntia quimilo es prácticamente la única especie ya sobre-
viviente; sin embargo, no se tiene en Paraguay la seguridad de que O. quimilo
sea una especie autóctona y pionera; es posible que sea una especie exótica
invasora, aunque no se la menciona como tal, Pin & Simon (2004).
El efecto borde sobre los bosques xeromorfos desarrollados sobre suelos
más compactos, (luvisoles, Proyecto Sistema Ambiental del Chaco, 1993-98)
se observa también por la penetración de las especies pioneras y oportunistas
sobre suelos modifi cados, como es el caso de: Bougainvillea campanulata, B. praecox, Cercidium praecox, Capparis speciosa, y Castela coccinea.
Cuando los suelos aumentan su contenido en limo, lo que sucede fre-
cuentemente hacia el Oeste, en la zona del río Pilcomayo, Bulnesia foliosa, B. bonariensis y Geoff roea decorticans ganan rápidamente terreno sobre el bosque;
la última mencionada aparece muy particularmente sobre las modifi caciones
de los suelos más húmedos, transformándose a veces los fragmentos en verda-
deros “chañarales”, reconocidos así por el nombre vernáculo de la especie, el
“chañar”.
Las sabanas hidromórfi cas de Copernicia alba al Sur y Sureste del territotio tampoco se ven libres del efecto borde y transformación completa de los pal-
mares de la especie mencionada en matorrales dominados por Prosopis ruscifo-lia, algunas veces ya transformadas en auténticos “vinalares”, con dominancia
de P. ruscifolia. Otra especie que coloniza rápidamente estos suelos es Acacia caven; tanto, A. caven como P. ruscifolia disputan la colonización de estas saba-
nas en tanto ya se hayan iniciado los cambios de uso del suelo, especialmente
los mecanizados.
Hacia el Norte y Noreste, en el área de la sabana arbolada (cerrado), con
suelos muy arenosos de origen hídrico, Caesalpinia peltophoroides es una de las
colonizadoras más agresivas al igual que Cochlospermum regium, en tanto que
en los bosques transicionales entre el xeromorfo y el sub-húmedo es Tabebuia impetiginosa otra de las colonizadoras más notables; esto se hace muy evidente
en algunos sitios como lo es uno de los puestos de control del Parque Nacional
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Defensores del Chaco, en donde se observan masas puras de T. impetiginosa reemplazando las formaciones boscosas modifi cadas.
En algunos casos muy específi cos, la fragmentación de los ecosistemas se
realiza en forma natural, lo cual es bastante frecuente hacia el Oeste, en el área
de infl uencia del río Pilcomayo; en efecto, durante la estación estival, que co-
incide con la creciente del río y dependiendo del caudal que traen las aguas,
tanto la vegetación de los barrancos como la de los bancos areno-limosos son
rápidamente arrastradas por el efecto de las aguas; en este caso, Tessaria integri-folia y T. dodonaefolia colonizan rápidamente los nuevos bancos formados por
la acumulación acelerada de los nuevos sedimentos, desplazando en muchos
casos a especies ya establecidas desde antaño como Vallesia glabra, Solanum argentinum y Salix humboldtiana var. martiana.
La interpretación de imágenes Landsat observada en la Figura 4, aumenta
el efecto de bordura sobre las formaciones naturales del territorio chaqueño
boreal; como ya se mencionó, el uso agropecuario en el Chaco Paraguayo,
para el año 2006 llegaba a 4.715.000 hectáreas, generando la consecuente
disminución del tamaño promedio de las masas forestales remanentes, (Aso-
ciación Guyra Paraguay, Conservación de aves).
Aumento y expansión de las especies exóticas invasoras: otra de las ob-
servaciones realizadas en los últimos diez años es el aumento gradual de algu-
nas especies exóticas invasoras, como el caso de Calotropis procera, un arbolito
de pequeño porte mencionado por primera vez para el bosque chaqueño por
Mereles & Degen (1997); esta especie fue vista por primera vez al interior de
un establecimiento, al norte de la localidad de Filadelfi a; la misma se expande
aceleradamente hacia el Norte, Oeste y Nordeste, en los sitios en donde los
bosques están en proceso de fragmentación.
El peligro de desaparición de algunas especies amenazadas: la fragmen-
tación y posterior reducción del hábitat de las especies silvestres hace aún más
vulnerable a algunas especies amenazadas, cuyo número ha sido y sigue siendo
reducido como consecuencia del problema de la fragmentación; se trata de
tres Cactaceae del género Gymnocalycium, la primera de ellas, G. megatae, del
área de los médanos y las sabanas arboladas sobre paleocauces, (espartillares),
G. pfl anzii y G. mihanovichii, especies que se desarrollan únicamente al inte-
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rior del bosque xeromorfo. Otra especie que estaría muy amenazada es Arachis batizocoi (Fabaceae), aparentemente no registrada pero observada y puesta en
la lista roja de las especies del Paraguay.
Figura 4. Mapa de uso actual de la tierra Chaco Paraguayo. Año 2006.
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Al mismo riesgo se encuentran sometidas las especies que se encuentran úni-
camente en el área del cerrado del Chaco, con una distribución muy restringida
como: Commiphora leptophloeos, Zeyheria tuberculosa y Simira sampaioana, al
igual que aquellas especies efímeras cuyas partes vegetativas aparecen solamente
en la época de fl oración como Sacoila argentina e Hippeastrum belladonna.
■ Discusión
Muy probablemente los efectos de las fragmentaciones boscosas y otros sis-
temas naturales ya tengan sus efectos no solo sobre la biodiversidad sino tam-
bién sobre la parte física al interior de los fragmentos, como ser: el índice de
luminosidad, la humedad, la temperatura, la evapotranspiración, los que al mis-
mo tiempo tendrán sus efectos sobre las especies de la fauna y la fl ora, las que
se verán afectadas por los cambios; estos pueden ser de reducción de las pobla-
ciones, al ser incapaces estas de adaptarse a los nuevos cambios en poco tiempo.
Pero no solo podrán haber reducciones poblacionales sino también au-
mento de especies y número de individuos debido a la “invasión” de especies
pioneras u oportunistas desde la matriz circundante, afectando a la fl ora y fau-
na nativas, ya sea compitiendo con ellas o simplemente sometiéndolas como
alimento, en el caso de la fauna.
Se habla de fragmentos pero se debe entender de que los mismos tampoco
están libres de modifi caciones debido a la extracción de madera; en efecto,
varias de ellas son muy solicitadas en el mercado nacional e internacional,
tales como: Bulnesia sarmientoi, “palo santo”, especie que se encuentra en la
lista roja de la Secretaría del Ambiente, SEAM-Paraguay; otras maderas soli-
citadas son: Aspidosperma quebracho-blanco, “quebracho blanco”; Astronium urundeuva, “urunde’y”, Schinopsis balansae, “quebracho colorado”; Schinopsis quebracho-colorado, “coronillo” y Prosopis nigra, “algarrobo negro”; entre otras
especies, las se extraen simplemente en forma de “rollos”.
Para la extracción de los “rollos” se necesita habilitar un camino para la en-
trada de los vehículos para la extracción, a lo que se agrega la falta de control
de los diámetros mínimos de corta, con lo que los fragmentos se deterioran
en forma permanente, dando lugar a la entrada peligrosa, tanto de las especies
exóticas invasoras como las oportunistas, aumentando así la fragilidad de los
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remanentes boscosos y disminuyendo su capacidad de resiliencia; en este sen-
tido, Matlack (1993) menciona que el impacto humano sobre los fragmentos
que ocurren hasta unos 70 metros al interior del mismo y si estos van acompa-
ñados de accesos para vehículos, el daño es aún mucho mayor.
Si bien en este trabajo no se ha dado mucho énfasis en las formas de los
fragmentos, característica que tiene mucho que ver con el avance del efecto de
bordura, observando las imágenes se ve que en la mayor parte de los casos los
mismos son de forma perimetral recta, en cambio son menos los fragmentos
de formas alargadas e irregulares, lo que los haría menos susceptibles al efecto
borde, acorde con Bustamante & Grez, (1995).
Las especies muy especializadas como el caso de algunas Cactaceae y Or-
chidaceae terrestres mencionadas en los resultados, sufrirán más las conse-
cuencias que las especies más generalistas, más fl exibles y tolerantes a los cam-
bios de ambiente.
Agregamos que la fragmentación y reducción de los bosques no es solo un
problema del Paraguay y de la región sino también extra zona, Th omlinson et al. (1996), López et al. (2001); el Chaco boreal tiene la particularidad de ser
un territorio muy plano, lo cual agrava las cosas, ya que menciones de otros
autores dan cuenta que este tipo de perturbaciones a los hábitats naturales y
especialmente en bosques se dan en pendientes abruptas con más del 60%,
Sader y Joyce (1988).
■ Conclusiones y recomendaciones
Los grandes riesgos de las fragmentaciones y reducción de hábitats se consti-
tuyen en una de las causas de la extinción de las especies, iniciándose por las lo-
cales al interior de los fragmentos y con el tiempo evoluciona a la extinción total.
Desde el centro hacia el Sur del territorio, los riesgos aumentan, ya que ha-
cia el Norte, los grandes fragmentos que constituyen los Parques Nacionales,
áreas núcleo de la Gran Reserva de Biosfera del Chaco tienen como contra-
partida un área muy importante en extensión como lo es el Parque Ka’ia, en
Bolivia; al Sur van quedando únicamente las denominadas “reservas privadas”,
las que se encuentran en expansión incipiente, como una manera de paliar el
deterioro ambiental creciente.
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María Fátima Mereles y Oscar Rodas
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Otras consecuencias potenciales para los fragmentos boscosos en el Chaco
tiene que ver con los efectos genéticos sobre la fauna, ya que al concentrarse
esta, aumentan los problemas de endogamia entre las especies; podría tam-
bién darse el caso de una disminución parcial de la mastofauna herbívora tales
como Tapirus terrestris, debido a la disminución en la diversidad de plantas,
base para su alimentación.
Otro de los problemas que ya se presenta con los fragmentos en el Chaco
son las distancias de los fragmentos entre sí, aunque habría que analizar el tipo
de matriz por el que se encuentran rodeados; este es otro de los desafíos para
el futuro, de manera a entender un poco mejor el proceso de la fragmentación
en el Chaco y sus consecuencias.
Como una de las recomendaciones, para tener una idea acabada del pro-
blema, se recomienda avanzar sobre la obtención de datos cuantitativos al
interior de los fragmentos, tanto en la fauna como en la fl ora, así como en los
conocimientos de las variaciones de algunos rasgos microclimáticos, para dar-
nos una idea acabada de las consecuencias de la fragmentación.
Urgen medidas como la de la obtención de una “Visión de Biodiversidad”
para el territorio chaqueño, de manera a visualizar como deseamos ver al Cha-
co de acá al menos a 50 años; esto conlleva a la conexión de los remanentes
boscosos entre sí a través de corredores biológicos, imprescindibles para man-
tener la biodiversidad en el tiempo; acorde con todo esto, se deben implemen-
tar las medidas tendientes a una ordenación territorial del Chaco en Paraguay;
algunos pasos se han dado en ese sentidoy los procesos deben continuar.
Finalmente, de mucha ayuda para el territorio será la conformación del
Comité de Gestión de la Gran Reserva de Biosfera del Chaco paraguayo, tarea
pendiente, quienes tendrán, entre otros, la responsabilidad de hacer cumplir los
mandatos legales para que los bosques chaqueños nativos permanezcan en pié.
■ Bibliográfi ca
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ANÁLISIS DESCRIPTIVO DEL PROCESO DE DESMONTE Y HABILITACIÓN DE TIERRAS EN EL CHACO ARGENTINOJorge Morello; Andrea F. Rodríguez y Walter Pengue
■ Introducción
La República Argentina, aún con las discontinuidades institucionales y
altibajos de un país en vías de desarrollo, ha logrado crear y mantener estruc-
turas institucionales reguladoras del patrimonio ambiental a todos los niveles
de la administración pública (Morello y Rodríguez, 2007).
Hacia fi nes del siglo xx, los eventos vinculados con el ambiente más re-
levante a nivel nacional y regional habían sido: a) la creación, entre 1950
y 1975 de grupos de trabajo en ambiente acuático y terrestre auspiciados y
fi nanciados por CONICET, INTA y las Univ. Nacionales; b) El creciente in-
terés en el Gran Buenos Aires monitoreo de la contaminación aérea en áreas
industriales (partidos Avellaneda, Lanus, Quilmes, La Matanza); c) la elabo-
ración de propuestas de desarrollo sostenible en zonas áridas elaborados por
grupos técnico-científi cos del INTA y por lo menos 4 universidades: Bahía
Blanca, La Pampa, Comahue y Cuyo; d) manejo de sobrepastoreo e incen-
dios en ambiente serrano, Univ. de Córdoba, Univ. de Santiago del Estero;
e) análisis de ambiente humano (Fundación Bariloche y desde 1972 la Secre-
taria de Ambiente y Desarrollo Sustentable (en adelante SAyDS); f ) climato-
logía ambiental (SMN, INTA, SAyDS, UBA); g) degradación de ambientes
de bosques nativos (Univ. de Córdoba, UNLP, Univ. Misiones, Univ. Tucu-
mán, Instituto Forestal Nacional); h) ambientes agroproductivos y agroecolo-
gía (UNCO, UBA, Univ. de Cuyo y fundamentalmente INTA); i) ambiente
urbano (UNNE, FADU-UBA, Univ. Rosario); j) ambiente de pastizales y
arbustales (UBA, Univ. Río Cuarto, INTA, Univ. de Córdoba, Univ. de La
Pampa, Univ. de Bahía Blanca); k) ambientes protegidos para conservación de
la biodiversidad APN, INTA, SAyDS, Univ. de Cuyo, gobiernos provinciales
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en especial Santiago del Estero, San Juan y Chubut; l) ambientes de bosque
nativo y plantaciones de exóticas (Univ. Comahue, APN); m) restauración de
ambientes naturales y seminaturales (APN, UNLP, Univ. de Comahue, Univ.
de Córdoba, Univ. Cuyo; Univ. de Tucumán); n) ordenamiento territorial
y planifi cación ambiental, (UNNE, UBA, Univ. de Tucumán); o) estudio y
control de procesos erosivos periurbanos y rurales (INTA, APN, UBA, Univ.
de Bahía Blanca).
La evolución de organizaciones y el interés académico y público en proble-
mas ambientales comienza en la mitad del siglo pasado siguiendo varias rutas.
En 1952 se crea la Asociación Argentina Contra la Contaminación del
Aire1, precursora de lo que 30 años después sería la Academia Nacional de
Ciencias del Ambiente. En 1968 se propone a la Soc. Argentina de Botáni-
ca, la creación de un “capítulo” de ecología y medio ambiente. En 1970 bajo
auspicio y convocatoria de la APN se crea la 1º comisión provisoria encargada
de preparar la normativa para la creación de una sociedad civil que reúna a
ecólogos y ambientalistas argentinos. En 1972 esa comisión organiza la prime-
ra reunión nacional en Córdoba. En ella se hace evidente el hecho de que ya
existe en el país una masa crítica de investigadores activamente trabajando en
los grandes ambientes nacionales: el mar, los humedales fl uviales y lacustres,
los pastizales, bosques templados y subtropicales, zonas áridas y tierra domes-
ticada de uso agropecuario. Esa masa crítica de investigadores y profesionales,
la mayoría formados en el Hemisferio norte y Australia, sus ponencias en
Córdoba sirvieron de base para la aparición del primer número de la revista
de la ASAE, hoy llamada ECOSUR y el proceso que culmina en 1973 con
la creación de la Asociación Argentina de Ecología (ASAE), la que adquiere
personería jurídica en 1974.
Estos hitos indican que el interés argentino en temas y problemas ambien-
tales en algunos aspectos socioculturales es casi pionero en relación a numero-
sos países en vías de desarrollo, en África, Asia y Latinoamérica.
No es un tema menor, el hecho de que 12 años antes de la Reunión de
Estocolmo y que cuatro años antes de la Primera reunión centrada en medio
ambiente de las Naciones Unidas. En ese período sociedades científi cas mas
1 La demanda de mitigar la contaminación del aire surge del desarrollo industrial en el GBA y Córdoba, y de encontrar respuesta a las neblinas y los humos producidos por la quema de residuos urbanos incluyendo la operatoria en edifi cios de pisos.
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prestigiosas del país infl uyeron para que en 1973 se creara la Secretaria de
de Recursos Naturales y Ambiente Humano (SERNHA) y se intensifi ca el
otorgamiento de becas para especializarse en temas ambientales, biología am-
biental, química ambiental, conservación de la biodiversidad, contaminación
del aire, agua, suelo y manejo de ecosistemas críticos humedales, pastizales,
bosques y litorales fl uviales y oceánicos.
A pesar del avance institucional y del conocimiento de procesos ambien-
tales prioritarios para un país de gran desarrollo latitudinal (del trópico a los
53º Sur) y altitudinal con numerosas cumbres que superan los 6.500 m/s/m
y altiplanos extensos por encima de los 300 m/s/m, con extinción de especies,
deslizamientos de laderas en altas cuencas y arrastre de lodo a grandes ciuda-
des, vulcanismo, tectonismo, contaminación de aguas superfi ciales y subte-
rráneas, erosión de suelos y erosión genética, sobrepastoreo, fragmentación
de bosque nativo y selvas subtropicales. La realidad marca un fuerte contraste
con alarmantes indicadores de desmejoramiento de la calidad de vida de la
población de bajos ingresos y de deterioro de hábitats urbanos, periurbanos y
rurales asociados con pérdidas de biodiversidad y aumento de la toxicidad del
aire, el agua y el suelo. Este desajuste entre una estructura administrativa legal
y una científi co-tecnológica madura en temas ambientales y un cumplimien-
to imperfecto de la normativa es multicausal, y responde entre otras razones
a un desarrollo anárquico e irregular de una democracia muy joven que ha
sucedido a más de 8 décadas donde dominaron gobiernos dictatoriales y sus
correlatos de incertidumbre en cuanto a continuidad de políticas y programas
de desarrollo sustentable.
■ Escenario productivo dominante
Se trata de un país de neto perfi l agroexportador de gran tamaño, con una
superfi cie continental de 2.791.810.000 ha, de las que 34.971.597 ha alojan
cultivos y plantaciones.
De esa superfi cie domesticada el 44,3 % corresponde a pastizales naturales
e implantados, 27,8 % a cereales, 18,8 % a oleaginosas, 3 % a cultivos indus-
triales, 0,8 % a forestaciones, 0,8 % a hortalizas, 0,6 % a legumbres, y 0,1 % a
cultivos arealmente menores como aromáticas, medicinales y fl ores.
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En cuanto a ocupación de los suelos de acuerdo al Censo Nacional Agrope-
cuario del 2002 el país tenía un total de tierra en unidades productivas (EAPs)
de 125.955.875 ha de las que 71,8 % estaban cubiertas de ambientes naturales
o muy poco modifi cados que incluyen, a un 70,1 % de pastizales y sabanas, un
28,8 % de bosques y arbustales, un 1,6 % de estructura habitacional, caminera,
endicamientos, aeródromos y jardines urbanos y un 9,8 de tierras sin uso de
las que un 38,9 corresponde a humedales solo susceptibles de usos para nave-
gación y pesca, es decir, los que se considera “agua no utilizada” y un 62,9 de
tierra no apta, llamada en la nomenclatura censal: “de desperdicio” canteras y
minas abandonadas, tierras ubicadas en la montaña por encima del límite de
crecimiento de los pastos de gran altura, nieves eternas, etc.
Estamos fi nalizando el segundo centenario con un sector agropecuario po-
tente y la importancia de la cadena agroindustrial argentina fue caracterizada
de la siguiente manera (Solbrig, 2008): el sector agroindustrial genera el 18,5 %
del Producto Bruto Interno (PBI). El empleo, directo e indirecto del sector
equivale al 35,5 % del empleo nacional, genera ingresos fi scales equivalentes al
12,3 % del PBI.
De los alimentos producidos el 67 % son consumidos en el país. El 33 %
de lo vendido en el exterior representa el 56 % de las exportaciones. El 15 %
de las importaciones corresponden a insumos para la cadena agroalimentaria
nacional. Las exportaciones aportan divisas que en el 2007 sumaron 20.000
millones de dólares anuales.
■ Riqueza biótica disponible en ambientes naturales
De estos datos anticipados surgen algunos elementos fundamentales para
construir el perfi l ambiental argentino, su enorme superfi cie territorial, el alto
porcentaje de la misma todavía cubiertos por ecosistemas naturales y semina-
turales. El porcentaje de su superfi cie ocupada por bosques nativos, es bajo y
ha venido bajando aceleradamente desde 1956 donde cubría el 24,16 % del
territorio nacional al 2007 donde solo teníamos un 10 % de cobertura boscosa
en el país (Tabla 1). El primer censo forestal nacional se realizó, mucho después
de la guerra de la Triple Alianza cuando las grandes ciudades del litoral fl uvial
y su entorno rural habían fragmentado al máximo los bosques del Espinal y las
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industrias del tanino y las “caleras” y las ladrilleras estaban en plena actividad,
los FFCC extendían sus rieles sobre durmientes de quebracho y la Pampa se
alambraba con postes de ñandubay y quebracho. Bariloche edifi caba sus casas
totalmente de madera y los viñedos cuyanos sostenían sus parras con algarrobo.
Lo antedicho sugiere que la superfi cie boscosa de 105.000.000 ha del pri-
mer Censo era por lo menos un 20 % más chica que la que cubría el territorio
nacional en la época colonial. El amplio territorio cubierto de pastizales y
arbustales y humedales hablan de un potencial de restauración importante de
ecosistemas nativos con ambientes aptos para forrajeo y ramoneo de vacuno,
lanar, caprino y caballar. Lo que nos queda de bosque ha adquirido enorme
valor en cuanto a bienes y servicios ecológicos ligados a clases de hábitats (Ta-
bla 2). Los bosques nativos subtropicales y tropicales desde antes de la década
del ‘80 del siglo pasado estaban presionados fuertemente por una frontera de
TABLA 1. Superfl ora boscosa macronal.
Estimaciones Sup. en millones de ha % del territorio nacional
Época colonial 160 59,42
1914 (1er censo forestal) 105 39,00
AÑO 1956 59 24,16
1981 (IFONA) 34 18,83
2005/2007 28 10,90
Fuente: IFONA,1987 y SAyDS.
TABLA 2. Riqueza de tipos biológicos en el quebrachal de Santiagueño y Blanco.
Tipos biológicos Número de especies
Herbáceas 78
Arbustos altos 33
Suculentas 9
Árboles 9
Subarbustos 6
Enredaderas 6
Árbol bajo o arbusto alto 4
Parásitas 3
Palmeras 2
Fuente: SIDSA (Sistema de indicadores de desarrollo sostenible Argentina). SAyDS, 2006.
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cultivos de granos liderados por la soja, el girasol, el sorgo, el maíz y el trigo
ordenados con la modalidad de agricultura continua. Por ejemplo, en el no-
reste de Santiago del Estero la frontera avanza desmontando un quebrachal de
quebracho santiagueño que en el Dpto. Alberdi tiene una riqueza media de 63
especies de fanerógamas y en el de Copo sube a 72 (SAyDS, 2006). En esa área
hay 13 familias vegetales con especies leñosas de las que hay 17 especies de
Fabaceas, 7 Cactáceas y 3 Anacardiáceas usadas para mueblería o leña, carbón,
poste o durmiente, o varilla (SAyDS, 2006).
También, surge evidente que analizar y clasifi car la cobertura y variedad
de ambientes naturales y seminaturales en distinto grado de conservación. Se
han creado nuevas metodologías de estudio en disciplinas tradicionales y pres-
tigiosas en el país como la botánica sistemática (taxonomía) y la biogeografía
que a mediados del siglo pasado tenía académicos de prestigio internacional.
Así Lorenzo Parodi nacido, criado y educado en los pastizales de la Pampa
Ondulada se transformó en el agrostologo “señor” de la Argentina y formó gene-
raciones de expertos en Poaceas (ex gramíneas), biogeógrafos y ecólogos. Ángel
Cabrera se dedicó a las Asteraceas y otros grupos taxonómicos que en los años
40 del siglo pasado se incluían en las Compuestas, y dirigió el departamento de
botánica del Museo y Facultad de Ciencias Naturales de la UNLP (Parodi lo
había hecho en la Facultad de Agronomía de la UBA) y formó taxónomos, ecó-
logos y biogeógrafos que hoy son catedráticos en la UNLP, la UBA y Harvard.
Ambos científi cos pioneros se ocuparon de clasifi car, mapear y describir las
grandes unidades de vegetación y ambiente de nuestro país y Cabrera lo hizo
también para toda Latinoamérica asociado a un zoólogo alumno Abrahan
Willink del Instituto Lillo de la UNT. Esta última obra llamada biogeografía
de América Latina (Cabrera y Willink, 1973) es considerada un tratamiento
integrado de las grandes ecorregiones de nuestro continente, con énfasis en la
biota natural.
El tercero de los grandes maestros preocupados en por el patrimonio bo-
tánico argentino fue Arturo Burkart ubicado en la dirección del Instituto de
Botánica Darwinion y profesor de las Universidades de Buenos Aires y La
Plata. Burkart eligió como grupo taxonómico de su interés fundamental a
las especies que en esa época se incluían en la familia de las leguminosas. A
esa familia de plantas pertenecen especies arbóreas de enorme importancia
biogeográfi ca y económica como los algarrobos cuya madera tiene la virtud
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de poder ser transformada en muebles apenas cortada sin necesidad de ser se-
cadas previamente (trabajadas en verde). Sus hojas y ramas tiernas son forraje
de emergencia, sus frutos alimento humano y animal y sus heridas segregan
una resina de valor industrial aparecen formando comunidades vegetales pu-
ras como algarrobales ñandubaysales, vinalares y cardenales, o forman el piso
de árboles bajos de distintos tipos de quebrachales y monte fuertes en las eco-
rregiones del Chaco, Monte y Espinal.
La diversidad de usos actuales y potenciales y el hecho de que la Argen-
tina y Paraguay tengan la máxima riqueza específi ca de especies arbórea del
mundo recuerdan al papel que jugaron los Eucaliptos en el desarrollo técnico
económico de la industria forestal australiana. Todas las especies usadas en
aserría y muebles son más livianas que la de los quebrachos. En promedio
los algarrobos producen en la provincia del Chaco 339.831 m3/año valor su-
perado ampliamente por las otras 2 maderas más demandadas y comercia-
lizadas que son quebracho colorado (chaqueño o santiagueño) que produce
1.189.408 m3/año y el quebracho blanco con 1.019.492 (Braier, 2004). En
bosques de quebracho del Chaco Seco en el “Impenetrable” la madera de ma-
yor peso especifi co el Itín o Carandá (P. kuntzei) ocupa la tercera posición en
biomasa maderable con 1,2 toneladas/ha por debajo del Quebracho blanco
con 5,4 y del colorado santiagueño con 4,2. La biomasa del Itín supera a la
del Guayacán y el Mistol que tiene 0,5 t/ha cada uno (Braier, 2004). El va-
lor múltiple del algarrobo blanco puede comprenderse en base a los datos de
Kees, Gómez y Olivares (2007) que en una plantación de 6-8 años obtuvieron
los siguientes valores de producción por hectárea:
– 800 varillas de alambrado de 1,2 m
– 160 postes de baja calidad
– 200 kg de leña
– 100 m3 de forraje (equivalente a 1.000 fardos de pasto)
– Frutos abundantes y miel a los 7 años
La arquitectura de la plantación analizada se caracteriza por un DAP de
promedio de 9,3 cm, una altura de fuste de 1 metro y una altura total de 6,3 m
(Kees et al., 2007) lo que indica una velocidad de crecimiento muy alta para
una plantación de nativa de madera dura del chaco.
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Se combinan con otros árboles de fruto comestible como el chañar, el mis-
tol, y el tala formando comunidades leñosas llamadas “bosques nutricios”. El
género de los algarrobos (Prosopis) incluye varias especies veneradas por los
pueblos originarios y el nombre indígena de “taco” signifi ca el árbol por anto-
nomasia; incluso sus movimientos migratorios de los Wichi y los Tobas en el
Chaco están coordinados por la época de maduración y cosecha de los frutos
de los algarrobos, blanco, negro, panta, quilin, vinal y otros.
Nuestro país es el territorio de mayor riqueza de Prosopis con 27 especies
las que por lo menos 8 tienen enorme plasticidad ambiental lo que las con-
vierte en un patrimonio genético a explorar en profundidad entre otras razo-
nes por su diversidad de bioformas. Hay especies que crecen en suelos salinos
de clima árido como P. nigra, P. strombulifera y P. fl exuosa; las hay de suelos
salino alcalino, periódicamente anegados, como P. ruscifolia, y P. vinalillo y
también de suelos de alta fertilidad en climas pluviométricos húmedos (cerca
de 1.000 mm) tropical-subtropical como el algarrobo paraguayo (P. hassleri) y suelos fértiles en climas subhumedos y semiáridos como Prosopis alba. Las
bioformas incluyen árboles de 12 a 15 m de altura, hasta arbustos como P. tor-quita y subarbustos rastreros, como P. strombulifera, y P. teptans.
El caso de los Prosopis y los quebrachos es el de grupo de especies nativas
bien estudiadas entre otras causas porque tanto los Prosopis como los Schi-nopsis tienen híbridos naturales, es decir, que están sometidos a procesos de
especiación por cercanía o contigüidad pero son la excepción; la mayoría de
la riqueza forestal subtropical-tropical nacional tiene grandes huecos de in-
formación en ciclos de nutrientes, relación entre biomasa verde y tejidos de
sostén, evolución de la curva respiración-fotosíntesis en distintas edades, etc.;
y défi cit crónicos en el conocimiento del potencial de bienes y servicios no
madereros de distintos tipos de bosque.
Cada año se incorpora a los mercados no regionales algún alimento proce-
sado con harina de frutos del llamado “bosque nutricio” y varios endulzantes,
repelentes de insectos, productos medicinales, insecticidas, aromatizantes, su-
plementos proteicos, y medicamentos y eso signifi ca que nuestras decisiones
de desmonte se hacen con información muy incompleta.
Lo preocupación con respecto al achicamiento del patrimonio natural es
que está en peligro un patrimonio genético del que tenemos una ignorancia
enorme. Nadie puede afi rmar hoy que el desmonte para habilitación de tie-
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rras para agricultura no está poniendo en peligro la posibilidad de encontrar
una opción para la cura del cáncer o el dengue, la obtención de antibióticos y
antivirósicos para solo citar problemas médicos que afectan en el 2009 al país.
■ Contabilidad biótica
La precaria información que tenemos sobre riqueza biótica del Chaco a ve-
ces es referida exclusivamente a la porción argentino (CHAA) y otras incluye,
también a Bolivia, Brasil y Paraguay, conocido como de Gran Chaco Sudame-
ricano (GCHAS). Gracias al esfuerzo de TNC-FVSA (2005) se ha avanzado
en información sobre ese territorio. Se identifi caron de áreas signifi cativas para
la conservación de especies de aves, mamíferos, anfi bios réptiles, especies vege-
tales y ecosistemas y comunidades vegetales de tierra fi rme y humedales.
Posterior a la contribución de TNC, se estableció una clasifi cación jerár-
quica de ambientes que va de Ecorregión a Fase o etapa de la sucesión pasando
por seis escalas de análisis (Morello y Rodríguez, 2007)
La complejidad étnica incluye una población de 150.000 aborígenes dis-
tribuidos en 8 grupos lingüísticos.
La riqueza fl orística: 3.400 especies de plantas superiores (Fanerógamas)
distribuidas entre 186 familias entre las que hay 10 que concentran el 60 %
de las especies. Hay tres familias con alrededor de 300 especies. Las Asteráceas, las Poaceas con 386 y las Fabaceas con 295 (Zuloaga, 2005, in lit.). De las 10
familias que hacen el 50 % de la riqueza fl orística, la que tiene menos especies
(37 sp.) es la de las Verbenaceas. La taxonomía numérica y los estudios fi toge-
néticos añaden elementos de insertaza y en las identifi caciones pero lo que no
sabemos cuantas especies de plantas superiores tenemos en el territorio donde
el avance sobre ecosistemas naturales es más rápido y cubre las mayores super-
fi cies convertidas de la última década en el GCHAS.
En numerosos trabajos sobre ecosistemas tropicales y subtropicales Sud-
americanos o todavía poco conocidos aparece el GCHAS, al lado de las selvas
del Amazonas y del Pacífi co Colombiano y los “tepuis de las Guayanas” lo que
todavía no sabemos con precisión es cuantas. En el GCHAS recién en la mitad
del siglo pasado el más grande de los pecaríes regionales (Catagonus wagneri) fue descrito científi camente.
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En época cercana (1968) la rectifi cación de una ruta entre Salta y Tucumán
permitió incluir en la Argentina una notable suculenta arbórea de 6-8 m de
altura llamada localmente palo papel (Cochlospermun tetraporum).Hoy podemos decir cuales bienes y servicios bioambientales están perdien-
do nuestros hijos en el Chaco; las pérdidas más importantes que son con-
secuencia de disecciones, y fragmentaciones de ecosistemas son, en nuestra
opinión, las siguientes:
a) complejos de ecosistemas y hasta subregiones ecológicas completas como
la del Dorsal Agrícola subparalelo al Paraná en las provincias del Chaco y Santa
Fe; b) los ecosistemas de sabanas y pastizales de una llanura de topografía on-
dulada que se parece mucho física y bioticamente a la llamada “zona núcleo”
en la Pampa Ondulada del NW de Buenos Aires, sur de Santa Fe y centro este
de Córdoba, Campo del Hielo en la provincia del Chaco y con ella parte de
los aerolitos o meteoritos caídos en el territorio. c) la diversidad étnica y cul-
tural actualmente distribuida entre reservas provinciales como en Loma Senes,
La Primavera, Bartolomé de las Casas. Tacaagle, en la provincia de Formosa y
aglomerados precarios periurbanos en cinturones que rodean ciudades como
Pirrané, Resistencia, Clorinda y Formosa; d) la diversidad de coberturas natu-
rales del suelo de muy delicado equilibrio como los itinales, sabanas y bosques
ubicados al oeste de Sáenz Peña en la provincia del Chaco.
■ Usos tradicionales del suelo y agricultura empresarial
En la ecorregión del Chaco la agricultura tecnifi cada y de altos insumos
de capital ocupó amplios espacios donde desde la colonia dominaban acti-
vidades de aprovechamiento forestal y ganadería extensiva combinadas con
cultivos de subsistencia. La ganadería privilegiaba pastizales de cañadas, abras
con sabanas (pampas o campos) y paleocauces (ríos muertos) o combinada
pastoreo en las cañadas del Chaco húmedo con ganadería “de monte” dentro
de los “monte fuerte” de las selvas de ribera de los tributarios del Paraguay-
Paraná en el Chaco seco y en el umbral del Chaco en las provincias de Salta,
W de Formosa y Chaco, Tucumán, Catamarca, oeste de Santiago del Estero y
oeste de Córdoba, la explotación forestal era muy selectiva y se aprovechaban
las maderas de algarrobo y palosanto para la demanda de los viñedos de los
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valles Calchaquíes. En el ecotono Chaco-Yungas con 11 especies maderables
en promedio (Morello, 1963) el tanino se sacaba de las corteza de los cebiles
(Parapiptadenia excelsa, P. rigida, Anadenanthera colubrina). Las etnias locales
y los criollos cultivaban parcelas mínimas de subsistencia que en el centro y
oriente eran de mandioca y batata, y en el oeste maíz y el poroto.
El proceso de colonización multirracial del siglo xix fue muy heterogéneo
en el oriente aunque dominado por italianos mientras que en el poniente con-
trolaron siempre la posesión de tierras los españoles, sus descendientes y los
mestizos de español y aborigen.
En esa telaraña multicultural que incluirá inmigrantes de varios países cen-
tro europeos comienza a desarrollarse la colonización agrícola sistemática ba-
sada casi exclusivamente en el cultivo de algodón en la primera década del
siglo xx.
La infraestructura prediaria inicial fue cambiando pero el “colono” o cha-
carero algodonero trabajo parcelas de 50 ha en promedio y comercializaba,
algodón. Hasta 1968, la distribución tradicional de usos de esas 50 ha el algo-
dón se ubicaba en dos lotes o “piquetes” contiguo a la casa habitación, que po-
día ser cosechado solo con mano de obra familiar y un segundo de 18 ha con-
tiguo a la reserva de un fragmento de monte exigida por la ley de 7 ha donde
en época de zafra construían las chozas temporarias los cosecheros que desde
fi nes de febrero y marzo se instalaban para trabajar bajo contrato. Esos peones
se encargarían de las 18 ha de algodón, de 12 de girasol y 4 ha de mijo o sorgo
y 4 ha de maíz. Los cultos de renta eran algodón, girasol y eventualmente mijo
o sorgo. El maíz era para consumo de los animales de granja particularmente
chanchos y aves de corral.
El monte era polifuncional: leña, forraje para animales grandes de tiro,
carne y leche y madera para postes de alambrado y varillas (Morello, Pengue
y Rodríguez, 2005). El diseño de la chacra terminaba con 1 ha con corrales,
chiquero, trojes de almacenajes y casa habitación, arbolada en la entrada con
paraíso cuya poda proveía de biomasa leñera cercana para el horno de barro y
la cocina económica.
Considerando la cantidad y el tamaño de los herbívoros de cada chacra y la
vecindad a tierra pública o privada con esteros y quebrachales, era tradicional
llegar a acuerdos de paisaje y para sembrar en banquinas de caminos secunda-
rios, sacar camalotes de arroyos y esteros para alimentar chanchos, y entrar al
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monte o al borde del estero para que forrajearan caballos, lecheras y bueyes. La
relación del chacarero con el propietario de tierra de bosque y cañada vecinos
se efectuaba en varias modalidades de “mediería”.
A pesar de la sostenibilidad ambiental obtenida cultivando uno o dos espe-
cies de renta (algodón y girasol, por ejemplo) usando maquinaria de tracción
a sangre, con abundancia relativa de mano de obra contratada para cosecha
fue inevitable que los pequeños y medianos productores e incluso los gran-
des estancieros quedaran crecientemente rezagados en cuanto a tecnologías
y cautivos de inefi ciencias crónicas en adquisición de insumos y equipos y
atraso técnico en capacidad de administración de sus predios, conservación y
almacenaje de sus cosechas y comercialización de lo producido (Pertile, 2009).
■ Problemas de los procesos de fronteras activa
En los albores del tercer centenario como Nación la dinámica de cambio
de uso del suelo ha adquirido una velocidad y contundencia de efectos de de-
terminados paquetes tecnológicos que se hace difícil predecir la evolución de
los niveles de adaptabilidad que deberán tener nuestras generaciones jóvenes
frente a eventos de riesgo ambiental naturales, sinergizados por la actividad
humana.
En relación con la agroproducción y la agroindustria el máximo dinamis-
mo de mutaciones ambientales ocurre en los litorales fl uviales de nuestros
grandes ríos con la construcción de represas y de puertos se trata de lo que
llamamos la frontera aeroportuaria. La segunda área de profundas transforma-
ciones ocurre en los litorales oceánicos con el desarrollo turístico y portuario
industrial pesquero.
La interfase urbano-rural presenta dos tipos de transformaciones, los pro-
cesos de crecimiento anárquico descapitalizado de migrantes del campo y pla-
nofocados por el mercado de tierras para barrios cerrados y segundas residen-
cias. Por último, la frontera agropecuaria ocupa tierras vírgenes o semivirgenes
cubierta, en la mayoría de los casos por ecosistemas de bosques y arbustales.
En la frontera agrícola el mercado de tierras regula cuales parcelas serán des-
montadas y convertidas a producción de carne y granos y cuales no; cuales
transformadas en plantaciones frutales, y cuales seguirán como bosques o hu-
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medales nativos biológicamente empobrecidos por la actividad extractiva y en
nuestra opinión la participación del estado es muy inefi ciente.
Es el mercado de tierras quien decide si la matriz del paisaje la constituirán
los cultivos y los parches o manchones serán bosques y arbustales o a la inver-
sa. La complejidad de los cambios ambientales en los cuatro tipos de frontera
(agrícola, litoral fl uvial, litoral marina y urbano-rural) aumenta cuando tene-
mos en cuenta que se trata de territorios extremadamente sensibles al cambio
climático.
Los datos recientes del Banco Mundial indican que un aumento de 1ºC que
se concretará en el 2020 va a ampliar la faja árida y semiárida de la ecorregiones
del Monte, Chaco Seco, Espinal y occidente La Pampa forzando un cambio
dramático de usos del suelo y un avance del mar sobre aglomerados urbanos
costeros, inundaciones generalizadas en el Delta y en los barrios pobres de la
mayoría de las ciudades portuarias del Paraná, especialmente Clorinda, Formo-
sa, Corrientes, Santa Fe, Gran Rosario, y Área Metropolitana de Buenos Aires.
Los pronósticos antes citados consideran que social y económicamente las
actividades más afectadas serán las agropecuarias. Se considera que la agricul-
tura argentina es uno de los sectores productivos más vulnerables a los efectos
del cambio climático y una disminución de las precipitaciones en ecorregiones
áridas y semiáridas podría causar una grave escasez de agua en los próximos
años. Las empresas que trabajan en ingeniería genética acaban de acordar un
costoso programa para producir un sorgo transgénico resistente a la sequía y la
salinidad (La Nación, supl. campo 2009).
Los impactos serán variables en intensidad y superfi cie pero afectarán a las
cuatro fronteras de transformación activas de la Argentina: la litoral atlánti-
ca, particularmente la bonaerense; la litoral fl uvial en las costas del Paraná en
las provincias de Chaco, Formosa, Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires; la de
crecimiento urbano en la Región Metropolitana de Buenos Aires, el Gran Ro-
sario, el Gran Mendoza, el Gran Tucumán, Salta, Resistencia, Posadas, y Cha-
rata. Se pronostica que los mayores impactos en interfases agrícolas ocurrirán
en Formosa, Corrientes, Misiones Santiago del Estero, Tucumán, Santa Fe,
Córdoba y Jujuy. En esas provincias el cambio climático afecta hoy superfi cies
rurales que superan la decena de miles de km2.
La desinformación en microorganismos y fauna y fl ora edáfi ca hace muy
difícil poder valorar los bienes y servicios de ecosistemas naturales y semina-
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turales que van domesticándose o urbanizándose sobre todo si se trata de am-
bientales de ecosistemas forestales que son sobre los que avanza masivamente
la frontera agrícola.
En esta década que termina la información satelital procesada tanto en or-
ganismos del estado como en ONGs coincide en considerar que más del 85 %
de la conversión de ecosistemas naturales y seminaturales ocurrió en bosque y
el resto sobre humedales.
La información de la SAyDS (2008) indica que en el país se deforestó entre
1998 y 2002 a tasas anuales que variaron entre 175.000 y 200.000 ha. En ese
período el total nacional del desmonte fue de 9.367 km a una tasa promedio
de 1874 km2/año mientras que en los 7 años siguientes se llegó a 1938,2 km2/
año (SAyDS, 2004, 2007 y seguimiento 2008).
■ Conclusiones
El tratamiento de los temas ambientales en la Argentina se vehiculariza a
través de una normativa minuciosa elaborada a todos los niveles del estado
y de irregular y a veces inefi ciente aplicación debido a la alternancia entre
cortos períodos de gobiernos democráticos donde de tres años de duración o
menos y autoritarios que lo hicieron por décadas y se manejaron con decretos
ley sin validación legislativa ni judicial. Las difi cultades que encontramos en
los albores del tercer milenio para mantener y restaurar servicios ambientales
esenciales tanto en áreas urbanas como rurales de la precariedad con que se
planifi ca el desarrollo nacional sostenible y la velocidad con que se producen
cambios de usos del suelo.
Los temas ambientales críticos que hasta ahora no han logrado controlar y
revertir incluyen:
La preservación de fragmentos de ecosistemas sufi cientemente grandes
como para que garantice su supervivencia fuera de Áreas Naturales Protegidas
(ANP), de especies clave en los servicios de polinización y dispersión de semi-
llas, de control competitivo de especies invasoras oportunistas en ecosistemas
naturales y de especies en peligro de extinción.
Mantenimiento permanente de cortinas forestales que rodean cultivos en
ecosistemas con parches desmontados de las ecorregiones de bosques y arbus-
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tales que en el año 2000 cubrían 84.344.130 ha (SAyDS) y constituyen el
patrimonio genético mas importante.
El hecho de que las conversiones de ecosistemas naturales para monoculti-
vos y plantaciones reubiquen dominantemente en desmontes de las ecorregio-
nes mas diversas del país y su biota está bien estudiada solamente en plantas
superiores y vertebrados y algunas de sus interacciones.
Las superfi cies ocupadas por bosques y arbustales donde la frontera agrí-
cola opera con mayor intensidad es en el Chaco era de en el año 2000 de
33.269.715 ha (SAyDS) lo que representaba el 39,44 % del territorio nacional
y es allí donde las modifi caciones de la red caminera y sobre todo las picadas
de exploración de empresas petroleras y de extracción de madera están crean-
do un entramado de disecciones que difi cultan la conectividad entre los cin-
turones forestales que rodean los cultivos y los fragmentos de bosque nativo
mas o menos desmantelados por la explotación forestal. La Tabla 2 da una
idea de la degradación a la que están sometidos los fragmentos de bosque y
arbustales nativos. De las tres provincias casi totalmente incluidas en la eco-
rregion, la del Chaco era la mayor productora de leña y carbón contribuyó en
el 2001 (SAyDS) con 1.512.110 m3/año de los que 173.568 correspondieron
a carbón, 644.270 a leña como tal y 867.840 a leña para elaborar carbón. Las
producciones de Stgo. del Estero y Formosa son mucho mas bajas lo que suele
indicar que ya se ha sacado la mayor cantidad de madera para combustible y
que se han acortado cadenas trófi cas importantes desapareciendo localmente
especies que eran alimento de determinados invertebrados particularmente
Lepidópteros. En general, la cría de hatos exclusivos de cabras y la fuerte ac-
tividad carbonera se consideran indicadores de máxima pobreza biótica en
los quebrachales de colorado santiagueño y blanco situación que realmente
ocurre en los alrededores de poblados que cocinan con leña como son casi la
totalidad de los aglomerados de menos de 2000 habitantes del Gran Chaco.
Los tributarios de grandes ríos que cruzan aglomerados urbanos y espacios
industriales tienen contaminación biológica y química que supera los estándar
internacionales en todas las ecorregiones del país, incluyendo en cuerpos de
agua que nacen de deshielos de alta montaña. Los sectores políticos dominan-
tes atribuyen baja importancia a medidas preventivas y correctivas de enfer-
medades ambientales cuyos resultados se ven en quinquenios o décadas y otro
tanto ocurre con temas ambientales ligados a la salud y la educación.
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Los sectores de bajos ingresos que son los mas afectados por ambientes con-
taminados tienen prioridades alimentarías tan apremiantes que solo les preocu-
pa el tema ambiental cuando recrudecen enfermedades que los debilitan para el
trabajo o pueden conducir a la muerte como el dengue, e paludismo, la fi ebre
amarilla, el chagas o la fi ebre porcina.
Los componentes positivos de la problemática ambiental incluyen el hecho
de que seamos el segundo país en tamaño de América Latina, que todavía haya
mayor superfi cie cubierta por ecosistemas naturales que domesticados y urba-
nos y que haya conciencia de que las ANP son una salvaguarda de opciones
ambientales para las generaciones del tricentenario.
Se tiene una masa crítica de profesionales y académicos trabajando en te-
mas ambientales priorizados por el CONICET, el INTA y las Universidades
públicas y hay ONGs especializadas de muy alto nivel científi co.
Probablemente el tema ambiental que avanza con más lentitud es el vincu-
lado con el valor de la experiencia empírica y el conocimiento de los criollos
y pueblos originarios.
En nuestro país no hay legislación protectora del reconocimiento econó-
mico de la información obtenida de los aborígenes vinculada como medicina,
textiles, aromáticas, endulzante, repelentes de insectos y tinturas.
Obviamente tampoco hay reconociendo por lenguas aborígenes y el trato que
reciben por parte del estado e incluso de ciertas ciudades urbanas es deplorable.
Si la calidad de vida de la población de bajos ingresos puede usarse como
indicador tendencial de sostenibilidad ambiental la situación socio económica
de las ecorregiones Chaqueñas en pleno auge de la expansión del cultivo de
oleaginosas de alta demanda internacional era grave.
La ecorregion del Chaco húmedo tenía niveles de pobreza de 71,5 % y en
los dos aglomerados mas importantes, la pobreza urbana, es menor en la ciu-
dad de Formosa y supera a la rural en Resistencia (68,7 y 74,4, respectivamen-
te). La ecorregion del Chaco seco tiene niveles de pobreza semejante tanto a
nivel ecorregional (69,4 %) como en el aglomerado mas importante, Santiago
del Estero (68,5 %). En todo el Chaco argentino los niveles de indigencia su-
peraban en octubre de 2002 el 31,5 % pero la ecorregion del Chaco húmedo
tenía los niveles de indigencia más altos del país (41,5 %).
En cuanto a la relación entre la presión de conversión ella pesa cada día
mas sobre los bosques los que en gran parte ya se han aprovechado intensa-
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mente (mas de dos “rehaches”), con una biomasa leñable de 23 a 30 m3/ha
frente a los 100 m3 extraíbles, de quebrachales vírgenes (Braier, 2004).
El proceso de desmantelamiento de hábitats del bosque opera sistemática-
mente desde fi nes del siglo xix cuando entre 1885 y 1910 se terminaron las
vías férrea troncales que disectaron el Chaco consumiendo 5.000 millones de
durmientes para soportar 37.000 km de recorrido ferroviario.
A pesar de esas masivas demoliciones y de la creación de ramales hacia
los bosques más ricos en especies maderables altamente demandadas como
los dos quebrachos (Schinopsis lorentzii, y Aspidosperma quebracho blanco),
el palo mataco (Prosopis kuntzei), el guayacan (Caesalpinia melanocarpa) y los
algarrobos (Prosopis sp.), se conservó la arquitectura básica del bosque en los
fragmentos remanentes y se siguieron proveyendo servicios esenciales, fun-
damentalmente en el sudeste de las provincia del Chaco y en el NE de la de
Santiago en el área de extracción del ramal ferroviario Quimilí-Las Breñas.
Lo grave es que ahora el desmonte anula la prestación de servicios de for-
mación de suelos, mantenimiento de riqueza de hábitats y secuestro de CO2
que son esenciales justamente en los ecosistemas que sostuvieron la actividad
maderera desde la llegada del FFCC, entre Quimilí y Las Breña en la provin-
cia donde en el 2004 alojaban entre 5.400.000 ha (Subsecretaria de Recursos
Naturales y Medio Ambiente de la Pcia.) y 4.500.000 ha (SAyDS, 1º Inven-
tario Nacional de Bosques Nativos. 2002).Sobre una superfi cie provincial de
9.963.300 ha.
Esos bosques en año el 2001 en la provincia del Chaco seguían producien-
do anualmente 173.568 m3 de carbón o sea casi tres veces más que la de San-
tiago del Estero y 6 veces más que la de Formosa. Del bosque nativo se sacaban
1.512.110 m3 por año entre carbón, leña para carbón y leña para utilizar como
tal, (Braier, 2004).
En las próximas décadas es previsible que la agricultura industrial de olea-
ginosas vaya mejorando sensiblemente sus efectos negativos sobre la sociedad
y sobre los ecosistemas biológicamente más importantes: los bosques nativos.
Nuestro optimismo se basa en los contenidos del “código de conducta “
del productor responsable aprobado por unanimidad en mayo de este año (La
Nación, 2009) por la Asociación Internacional de Soja, reunida en Campinas
(Brasil) al que asistieron todos los sectores vinculados con el cultivo, la co-
mercialización y la industrialización de esa especie. Un acápite establece que
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se respetarán las “áreas signifi cativas para la conservación de la biodiversidad”
incluyendo áreas protegidas, bosques y selvas, que establece que la agricul-
tura responsable debe cumplir las normas de la Organización Internacional
del Trabajo vinculadas con el trabajo de los menores y “en negro”. Un tercer
capitulo se refi ere a los países en vías de desarrollo donde no deben usarse los
agroquímicos que están prohibidos en los países desarrollados.
Y terminamos con un comentario inquietante: el único delegado argentino
asistente en la reunión de Campinas expresó que las condiciones generales de
altos insumos en nuestro país cumplen con las exigencias del código, dando
como ejemplo que el 90 % del cultivo de soja se hace sobre ecosistemas que
fueron pastizales olvidando citar que en la actualidad los incrementos de área
sembrada se hacen, también en un 90 % sobre desmontes en los bosques de
mas alta diversidad del país.
El potencial económico del bosque nativo sigue representando opciones
productivas tradicionales muy importantes, por ejemplo en pleno auge de los
desmontes para cultivar oleaginosas con 85.574 ha de deforestación autoriza-
das (año 2001) la producción de madera de algarrobo llegaba a 339.831 m3
scc/año en 1998 en la provincia del Chaco (Dirección de Bosques, Pcia. del
Chaco, 2007).
Es importante destacar que el masivo proceso de sustitución de bosque nati-
vo está estimulando la incorporación de técnicas de manejo y selección genética
que han aumentado las tasas de crecimiento muy bajas. Características de bos-
ques subtropicales de madera dura y muy dura que en el sistema de tala selectiva
tradicional oscilan entre 1,0 y 1,5 toneladas de madera por hectárea al año. En
un quebrachal de quebracho chaqueño, después de 4 años de manejo silvícola
con raleos y limpieza de sotobosque sube a 3 m3/ha/año y en plantación que-
bracho, con algarrobo llega a oscilar entre 5,45 y 6 m3/ha/año (Barret, 1997).
El hecho de experimentar con quebracho chaqueño, y otras nativas plan-
tadas en lo suelos de mayor potencial agrícola es en nuestra opinión un lo-
gro no previsto en el proceso de fronteras agrícolas y agrega conocimiento a
los esfuerzos que se realizan para mejorar la situación productiva que afecta
grandes superfi cies de bosque nativo. Entre 1970 y el 2000 distintos agentes
de disturbio degradaron 18.200.000 ha, distribuidas así (Braier, 2004): des-
monte 2.000.000, sobrepastoreo, sobreramoneo y sobrepisoteo 15.000.000,
incendios recurrentes 300.000, salinización secundaria de tierra bajo riego “a
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manto” 400.000 y planchado de tierra agrícolas por inundaciones 500.000
(Braier, 2004).
En el quebrachal del Chaco seco la resiliencia de rodales explotados para
durmiente, poste leña y carbón es impresionante. Por ejemplo, en el departa-
mento Choya en Santiago un quebrachal jarillar santiagueño (Schinopsis loren-tzii) y jarilla (Larrea divaricara) mantiene aún bajo presión ganadera de vacu-
no y carbonera 34 cabras individuos adultos/ha, 23 ha de quebracho blanco y
19 ha de mistol. (Morello, 1969).
Los quebrachales santiagueños mas transformados que se han analizado
poseen como mínimo 129 individuos altos de tres especies de alta demanda
(Morello, 1969).
En cuanto al valor de madera nativa como combustible es necesario insistir
en el hecho de que en las grandes ciudades del país casi el 100 % del carbón y
la leña que se consume proviene de maderas pesadas de los bosques chaqueños
exceptuando los aglomerados de las provincias patagónicas. En localidades
rurales pequeñas y en las chacras se usan especies plantadas como combustible
lo que signifi ca que de 1.244.143 toneladas de leña extraída y comercializada
en 1998 y 1.078.371 correspondan a especies nativas y solo 13,3 % correspon-
dan a exóticas.
Nuestros comentarios fi nales ponen énfasis en aspectos que no se refi eren
a riqueza de especies sino de opciones productivas del bosque y prestación de
servicios ambientales. En la Tabla 3 aparece un listado de no madereros esta-
cionales cuya importancia económica varía en función de demandas del mer-
cado. Esos 24 tipos de uso son proporcionados por 299 especies de la ecorre-
gión del Chaco húmedo y 353 de la del Chaco seco. Esta riqueza de opciones
es excepcionalmente rica para el país solo comparable en Sudamérica zonas
húmedas tropicales y los bosques y matorrales del nordeste brasilero
Estamos perdiendo un patrimonio biológico cargado de incertidumbres
socioculturales, económicas y ecológicas. Ignoramos hasta detalles signifi cati-
vos del proceso de fragmentación de hábitats causa principal de la perdida de
biodiversidad.
Para estudiar efectos de la fragmentación indagamos sobre los procesos
reproductivos, (si cortamos o no la polinización y la diseminación de propa-
gulos pero sabemos poco sobre parámetros genético poblacionales (Aguilar et al., 2009).
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TABLA 3. Usos no madereros de leñosas, del Chaco húmedo y del Chaco seco.
Usos no madererosNúmero de especies
Chaco húmedo Chaco seco
Nº sp con algún uso 299 353
Nº sp endémicas c/algún uso 1 12
Aceite esencial 32 37
Cera 7 9
Composición química 179 203
Goma 12 14
Gomaresina 5 4
insecticida 8 4
Insectífugo 4 5
Látex 24 19
Ornamental 92 91
Planta melífera 33 35
Fijación de terrenos 6 8
Religioso 8 8
Resina 24 24
Servicios 23 24
Tanino 36 38
Uso alimenticio 121 150
Uso aromático 18 20
Uso artesanal 16 20
Uso curtiente 46 45
Uso farmacéutico 65 70
Uso forrajero 79 81
Uso medicinal 216 225
Uso textil 11 19
Uso tintóreo 74 86
Uso veterinario 30 33
Otros usos 67 89
Fuente: Braier, 2004. SAyDS.
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4CAPÍTULO
DEFORESTACIÓN, DEFAUNACIÓN YPROTECCIÓN DE LA RIQUEZA BIÓTICA
Alejandro R. Giraudo
Rodolfo Burkart
Silvia Diana Matteucci
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DEFAUNACIÓN COMO CONSECUENCIA DE LAS ACTIVIDADES HUMANAS EN LA LLANURA DEL CHACO ARGENTINOAlejandro R. Giraudo
■ Introducción
La defaunación, entendida como la disminución extrema o extinción tanto
local como global de especies o poblaciones de especies, no es un proceso que
haya ocurrido exclusivamente en los últimos siglos. La desaparición acelerada
de miles de especies ha caracterizado a las 5 extinciones masivas que ocurrie-
ron en el pasado geológico, hace millones de años. La actualmente denomina-
da “Sexta extinción”, con tasas de desaparición de especies similares o superio-
res a las acontecidas en las extinciones antes documentadas, se diferencia de las
demás en que es un evento causado por al menos una parte de la humanidad,
o sea por una especie biológica (no un evento o causa física) que se jacta de su
racionalidad, moralidad y libertad, atributos esenciales de los seres humanos
(Elredge, 2008; Rozzi et al., 2001). Parece descabellado que el impacto huma-
no en el planeta sea análogo al impacto de la colisión de un gran cometa o me-
teorito ocurrida en el Cretáceo. Existen pocas dudas de que los humanos son
la causa directa del estrés de los ecosistemas y de la destrucción de las especies
en el mundo moderno a través de actividades tales como (Elredge, 2008): (1)
la transformación del paisaje, incluyendo pérdida y fragmentación de hábitats
naturales; (2) la sobreexplotación de las especies; (3) la introducción de espe-
cies exóticas; (4) la contaminación.
Tres hechos de la historia humana son decisivos en el proceso de defauna-
ción siguiendo a Elredge (2008) con modifi caciones:
1) Según Elredge la expansión del hombre a todos los rincones del mundo
habría comenzado el proceso de extinción, no obstante existen con-
troversias sobre si la megafauna pleistocénica se extinguió debido a la
sobre-cacería o si actuaron otros factores (ver Brook y Bowman, 2002
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Defaunación como consecuencia de las actividades humanas en la llanura del Chaco argentino
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para una discusión). En Sudamérica las primeras sociedades cazadoras-
colectoras podrían haber afectado algunas especies, aunque no en la
magnitud actual en cuanto a la cantidad de especies implicadas y al
grado de disminución provocado. En la detallada descripción etnográ-
fi ca de Arenas (2003) sobre la alimentación de los Tobas y Wichis del
Chaco argentino se observan complejas relaciones culturales de estos
aborígenes con sus animales de cacería, incluyendo creencias (prohibi-
ciones y temores) y prácticas (nomadismo cuando disminuía la cace-
ría) que sin dudas mantuvieron la sustentabilidad en la extracción de
los recursos durante siglos en épocas precolombinas. En todo caso los
cambios, tanto culturales como en sus prácticas, son consecuencia de
la interacción y presión ejercida por el hombre blanco luego de la colo-
nización, por ejemplo el sedentarismo por la usurpación y restricción
de tierras, la adopción de métodos de cacería más efectivos como las
armas de fuego y el uso de perros domésticos, entre otros. No existen
evidencias concretas sobre la extinción de especies en el Chaco provo-
cada por grupos aborígenes.
2) La invención de la agricultura, considerado el cambio ecológico sin-
gular más profundo en los 3,5 mil millones de años de la historia de
la vida. Con su invención los humanos prescindieron de otras especies
para poder sobrevivir y no tuvieron que adherirse a la capacidad de
carga de los ecosistemas, pudiendo así sobrepoblar. Nos convertimos
en la primer especie que dejó de vivir dentro de los ecosistemas locales
(no ocurre esto con las sociedades de cazadores-recolectores que aún
quedan). De hecho, para poder desarrollar la agricultura se declara la
guerra a los ecosistemas, generando cambios para producir unos pocos
cultivos alimenticios. Las demás especies de plantas nativas (la mayoría)
se clasifi can entonces como indeseables y todas menos unas pocas espe-
cies domesticadas de animales se consideran como pestes.
3) La revolución industrial y el uso de combustibles fósiles que permitió
la expansión notable y rápida de la agricultura, ayudada por tecnolo-
gías efi cientes para reemplazar los ecosistemas totalmente, que además
hicieron más efi ciente la explotación de los recursos naturales (pesque-
rías, extracción de madera, cacería, etc.). De la mano del mejoramiento
genético y los cultivos transgénicos, y de condiciones climáticas favora-
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Alejandro R. Giraudo
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bles, la agricultura se ha expandido fuertemente sobre la Región Cha-
queña en las últimas décadas (Bolleta et al., 2006; Torrella et al., 2007;
Zak et al., 2008). La diáspora humana ha contribuido también a la
diseminación de especies exóticas, tanto domesticadas (ganado, perros
y gatos), como salvajes (liebres, jabalíes, cérvidos), que comúnmente
prosperan a costa de las especies nativas compitiendo, depredándolas y
transmitiéndoles enfermedades (Elredge, 2008). Tales especies invaso-
ras constituyen una de las principales causas de declinación de especies
a nivel global (IUCN 2008).
La defaunación no solo altera a la diversidad biológica y procesos ecológi-
cos importantes (dispersión y predación de semillas, herbivoría y predación en
general, (Redford, 1992), sino que también se alteran los procesos evolutivos
a partir de los cuales se genera dicha diversidad (Myers y Knoll, 2001). Sus
consecuencias pueden abarcar períodos evolutivos de varios millones de años
y entre las principales se cuentan (Myers y Knoll, 2001 y literatura citada allí):
– La extinción de muchas especies en el futuro cercano.
– La extinción masiva de las poblaciones en un futuro inmediato, pro-
porcionalmente más grande que la extinción de especies.
– El fi nal de la especiación de los vertebrados grandes como los grandes
felinos o el tapir.
– Un declive en las variedades morfológicas y fi siológicas de muchas es-
pecies, afectando a su capacidad adaptativa.
– Invasiones de especies exóticas y otras mezclas de biotas.
– Progresiva disminución y homogeneización de las biotas, con un po-
tencial efecto de umbral en los ecosistemas.
– Empobrecimiento general de la biota, incluyendo una disminución de
la biomasa.
– Reducción dramática (o hasta la virtual eliminación) de sectores com-
pletos de varios biomas los cuales han servido como centros de diver-
sifi cación en el pasado.
– Fragmentación de la distribución espacial de las especies, con la disrup-
ción del fl ujo genético.
– Declive en los tamaños efectivos de las poblaciones y el agotamiento de
los reservorios o bancos genéticos.
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– Intercambios bióticos, los cuales introducirán especies y hasta biotas a
nuevas áreas.
– Estos impactos, a su vez, podrían perturbar a las redes trófi cas, a las
simbiosis, o a otras asociaciones biológicas.
– Arranque de especiación selectiva: la especiación podría concentrarse en
“clados” o tipos ecológicos particulares que tienen ventaja en los ecosis-
temas dominados por el hombre (por ejemplo, los roedores y algunos
insectos).
Además de tener consecuencias sobre los ecosistemas naturales, varios sis-
temas socio-económicos regionales se verán afectados, perdiéndose especies
valiosas para la alimentación humana como los pecaríes, los tapires o algunos
armadillos, que representan recursos esenciales para pobladores locales en si-
tuación económica más precaria (Bolkovic, 1999; Barbarán, 2000; Altrichter,
2006); además de otras actividades humanas como el acopio de cueros (Barba-
rán, 2000), la cacería deportiva y comercial o la venta de fauna silvestre (Ojeda
y Mares, 1984). Cambios en la estructura de la vegetación y en las tasas de re-
novación de especies de fl ora (Redford, 1992), algunas utilizadas por el hom-
bre, constituye otra consecuencia de la defaunación a mediano y largo plazo.
Por lo enunciado, los procesos de defaunación deben ser comprendidos y
analizados con mayor profundidad, siendo el objetivo de este aporte analizar
algunas tendencias de defaunación observables en el Chaco argentino, una
región que está sufriendo notables cambios en los últimos siglos (ver Morello
et al., 2007, para una revisión).
■ Aproximación conceptual y metodológica
Las declinación de especies puede implicar dos procesos: (1) una reducción
en la distribución geográfi ca (por ejemplo, debido a la pérdida de hábitat), o
(2) una reducción poblacional (por ejemplo, debido a sobreexplotación) (Hero
y Tyrone, 2006). En la Argentina y en la Región Chaqueña existe información
para determinar casos de reducción de la distribución (e.g. Roig, 1991; Di Gia-
como y Di Giacomo, 2004; Althrichter et al., 2006; Giraudo et al., 2006; Pau-
tasso, 2008; Giraudo y Arzamendia, 2008), debido a que existen datos sobre la
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distribución de las especies provista por los naturalistas desde los siglos xviii y
xix (p. ej., Azara (1802, 1802-1805); d’Orbignyi (1998); Fontana, 1977; Loza-
no, (1989); ver Aguilar, 2005 para una revisión) y por el material colectado en
los museos que permiten contrastar las distribuciones históricas con las actuales.
Si bien se consultaron las listas de especies amenazadas nacionales e internacio-
nales (Díaz y Ojeda, 2000; Lavilla et al., 2000; IUCN, 2008; López-Lanus et al., 2008), que en muchos casos contienen información detallada sobre la situación
de las especies (Aquino et al., 2004; Lavilla y di Tada, 2004; Lavilla et al., 2004
a y b), no todas las especies categorizadas como amenazadas fueron incluidas
en este aporte. Esto se debe a que según nuestra experiencia existen especies
en categorías de amenaza que tienen abundantes poblaciones e incluso están
expandiéndose en la Región (por ejemplo Procyon cancrivorus y Ctenomys yolan-dae, ambas consideradas vulnerables por Díaz y Ojeda, 2000). Ante contradic-
ciones en los datos sobre declinación de especies se decidió incluir sólo aquellas
especies citadas por dos o más trabajos científi cos, incluyendo nuestros propios
datos. Las especies raras o marginales en el Chaco que no presentaron evidencias
claras de declinación no fueron incluidas. No conocemos, y generalmente no se
han realizado en la Región, estudios para evaluar declinaciones poblacionales en
la fauna chaqueña. Por esta razón, en este trabajo seguramente se subestima la
cantidad de especies que realmente han declinado poblacionalmente, más aún
cuando muchas especies han sufrido una sobreexplotación comercial como la
boa de las vizcacheras (Boa constrictor occidentalis), la curiyú (Eunectes notaeus), los yacarés (Caiman sp.), las tortugas (Geochelone sp.), varias especies de mamí-
feros y aves, de manera no sostenible desde épocas coloniales (Ojeda y Mares,
1984; Roig, 1991; Redford, 1992).
Nuestros datos incluyen información colectada desde 1990 hasta el presente
año en más de 250 viajes de campo, que fueron más intensivos y representativos
en el Chaco húmedo. En el Chaco seco utilizamos preferentemente información
existente sobre la declinación de algunas especies (e.g. Terán, 2000; Arenas, 2003;
Altricther y Boaglio, 2004; Altrichter, 2005, 2006; Altrichter et al., 2006).
Siguiendo a Owens y Bennett (2000) se consideran cuatro tipos de fuentes
de amenaza que causan el declinio o extinción de especies:
– Destrucción del hábitat y paisaje: incluyen cambios o avance de la agri-
cultura y frontera agropecuaria de sustitución de hábitat, manejo del
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agua (canalizaciones, desecamiento, represas) y deforestación. Implica
la pérdida, fragmentación y modifi cación profunda (raleo de árboles,
sobrepastoreo, uso excesivo del fuego, que cambian los paisajes).
– Persecución humana directa: incluye caza de subsistencia y deportiva,
envenenamiento, colecta de huevos y comercio de especies (mascotas,
cueros, carne, otros derivados).
– Introducción de especies: incluye fauna exótica que compiten o preda
sobre la nativa (p. ej., liebres europeas, jabalíes) y especies domesticadas
por el hombre que afectan también por modifi caciones en los hábitats,
competencia, predación o transmisión de enfermedades a la fauna nativa
como ocurre con el ganado doméstico, los perros y los gatos.
– Otras causas poco cuantifi cadas regionalmente como el efecto de la
contaminación o los atropellamientos con vehículos en rutas y caminos.
Para delimitar la ecorregión Chaqueña en la Argentina se siguió la carto-
grafía de Cabrera (1994) y de TNC et al. (2005). Se consideran tres Distritos
diferenciados por su vegetación por Cabrera (1994) que presentan particulari-
dades faunísticas (e.g. Scrocchi y Giraudo, 2005): el Chaqueño Occidental o
Chaco Seco, el Chaqueño Oriental o Chaco Húmedo y el Chaqueño Serrano
o Chaco Serrano (este último incluye pastizales de altura como los de Pampa
de Achala, Córdoba). En contraposición con Burkart et al. (1999) y Brown y
Pacheco (2006) no se considera a los Esteros del Iberá y del noroeste de Co-
rrientes como una ecorregión diferente, sino como parte del Chaco Húmedo
(sensu Cabrera, 1994) debido a que son similares a los esteros del este de Cha-
co y Formosa y presentan escasas particularidades faunísticas.
■ Resultados y discusión
Especies y grupos taxonómicos afectados
Se detectaron 97 vertebrados tetrápodos que desaparecieron o declinaron
de manera signifi cativa en la Región Chaqueña (Tabla 1). Esto representa un
13 % de las 758 especies conocidas en toda la ecorregión del Chaco argentino
(Tabla 2). Cabe destacar que la fauna chaqueña es una de las más biodiversas de
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la Argentina conteniendo un 43 % de los vertebrados terrestres, incluyendo un
43 % de los anfi bios, un 38 % de los reptiles, un 41 % de las aves y un 49 % de
los mamíferos conocidos en la Argentina (Tabla 2). Considerando que sólo se
han evaluado especies que declinaron en su distribución (ver métodos), y que
no existen estudios sobre declinaciones poblacionales que seguramente afectan a
muchas otras especies chaqueñas, podemos decir con elevada certeza que hemos
subestimado el número de especies que verdaderamente ha sufrido declinación.
Por ejemplo en provincias del sur de la Región Chaqueña que tuvieron una
fuerte expansión agrícola y tasa de deforestación como Córdoba (Zack et al., 2008), información empírica indica que 11 especies están extintas (4 de ellas
hace más de 50 años y otras 7 entre 30 y 50 años), 25 especies están en peligro de
desaparecer, 54 especies son vulnerables y otros 100 taxones están en marcado
retroceso numérico (Miatello, 2007). Otro factor a considerar es que habitan en
la Región Chaqueña 39 especies Insufi cientemente Conocidas en su estado de
conservación, incluyendo 12 anfi bios, 20 reptiles (Lavilla et al., 2000) y 7 ma-
míferos (Díaz y Ojeda, 2000). Estas especies carecen de datos adecuados para sa-
ber si se encuentran amenazadas y han sido afectadas sus poblaciones, por lo que
el número de especies en declinación podría incrementar signifi cativamente.
Los grupos taxonómicos no fueron afectados de igual manera. Mayor can-
tidad de mamíferos se vieron afectados (19 %, 29 especies de un total de 155)
seguidos por los reptiles (15 %, 18 especies de 119). Las aves tuvieron un 11 %
de sus especies afectadas (43 especies de 411). Llamativamente, los Anfi bios,
un grupo que ha declinado fuertemente a nivel mundial, presentan un 8 % de
especies afectadas (6 de 72), la mayoría de ellas endémicas del Chaco serrano
y pastizales de altura (4 de 6), una endémica del Chaco seco (Lepidobatrachus asper) y la restante un micro-endemismo del Chaco húmedo (Argenteohyla siemersi pederseni), aunque se debe destacar que 12 taxones de anfi bios están
insufi cientemente conocidos (Lavilla et al., 2000; Aquino et al., 2004; Lavilla
y di Tada, 2004; Lavilla et al., 2004 a y b).
Entre los grupos taxonómicos particularmente afectados por defaunación
se encuentran las tortugas (57 %, 4 de 7 especies chaqueñas), los tinámidos
(50 %, 4 de 8), los crácidos (2 de 3), los psitácidos (58 %, 7 de 12), los dasi-
pódidos (55 %, 6 de 11) y los carnívoros (50 %, 9 de 18). Además, todos los
cocodrilos (2 de 2), los bóidos (3 de 3), los cariámidos (2 de 2), los edentados
(2 de 2) y ungulados (8 de 8 especies chaqueñas) fueron afectados. Muchos de
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TABLA 1. Vertebrados amniotas que declinaron o desaparecieron de la ecorregión del Chaco en la Argentina indicando algunas
características ecológicas y causas de declinación.
Características ecológicas Causas declinación
Especies Tamaño Alimentación Hábitat Tipo de hábitat
Pérdida de hábitat
Persecución humana
Animales introducidos
Otras causas
1 Melanophryniscus stelzneri stelzneri pequeño EA EH PZ X X
2 Argenteohyla siemersi pederseni mediano ? EH HU-BO X
3 Bufo achalensis mediano GA GH PZ X
4 Lepidobatrachus asper pequeño ? EH HU-BO X X
5 Odontoprhynus achalensis pequeño GA GH PZ X X
6 Pleurodema kriegi pequeño ? EH PZ X X
7 Geochelone carbonaria grande GA EH BO X X
8 Geochelone chilensis mediano GA EH BO X X
9 Acanthochelys pallidipectoris mediano GA EH HU X X
10 Acanthochelys spixi mediano GA EH HU X X
11 Caiman latirostris grande GA EH HU X
12 Caiman yacare grande GA EH HU X
13 Anisolepis longicauda mediano ? EH HU X
14 Polychrus acutirostris mediano GA EH BO X
15 Leiosaurus paronae mediano GA EH BO X
16 Pristidactylus achalensis mediano GA EH PZ X X
17 Urostrophus gallardoi pequeño GA EH BO X
18 Cnemidophorus serranus pequeño GA GH GE X X
19 Liolaemus azarai pequeño ? EH AR X
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20 Boa constrictor occidentalis grande GA EH BO X X
21 Epicrates cenchria alvarezi grande GA EH BO X X
22 Eunectes notaeus grande GA EH HU X
23 Hydrops caesurus mediano ? EH HU X X
24 Pseudablabes agassizii pequeño EA EH PZ X X
25 Aotus azarae mediano EA EH BO X
26 Tamandua tetradactyla mediano EA GH BO X X X X
27 Myrmecophaga tridactila grande EA GH BO-PZ X X X X
28 Dasypus septemcinctus mediano EA EH PZ X X X
29 Dasypus hybridus mediano EA EH PZ X X X
30 Euphractus sexcinctus mediano EA GH PZ X X X
31 Calyptophractus retusus mediano EA EH BO X X
32 Cabassous chacoensis mediano EA EH BO X X
33 Priodontes maximus grande EA EH BO X X X
34 Chrysocyon brachyurus grande GA EH PZ X X X X
35 Pseudalopex culpaeus grande GA GH GE X X X X
36 Lontra longicaudis mediano EA EH HU X X
37 Eira barbara mediano GA EH BO X X
38 Pteronura brasiliensis grande EA EH HU X
39 Herpailurus yagouaroundi mediano GA GH GE X X X
40 Leopardus pardalis grande GA EH GE X X X
41 Lynchailurus pajeros mediano GA EH PZ X X X
42 Panthera onca grande EA GH GE X X
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TABLA 1. Vertebrados amniotas que declinaron o desaparecieron de la ecorregión del Chaco en la Argentina indicando algunas
características ecológicas y causas de declinación. (Continuación)
Características ecológicas Causas declinación
Especies Tamaño Alimentación Hábitat Tipo de hábitat
Pérdida de hábitat
Persecución humana
Animales introducidos
Otras causas
43 Tapirus terrestris grande GA EH BO-HU X X
44 Lama guanicoe voglii grande GA EH PZ X X
45 Blastocerus dichotomus grande GA EH HU X X
46 Mazama gouazoubira grande GA EH BO-PZ X X
47 Mazama americana grande GA EH BO X X X
48 Pecari tajacu grande GA EH BO X X X
49 Tayassu pecari grande GA EH BO X X X
50 Catagonus wagneri grande GA EH BO X X X
51 Sylvilagus brasiliensis mediano GA EH BO X X
52 Dolichotis patagonum mediano GA EH BO X X
53 Lagostomus maximus mediano GA EH PZ X X
54 Rhea americana grande GA EH PZ X X X
55 Crypturellus undulatus grande GA EH BO X
56 Rhynchotus rufescens grande GA EH PZ X X X
57 Eudromia Formosa grande GA EH BO-PZ X X X
58 Eudromia elegans grande GA EH PZ-BO X X X
59 Neochen cubata grande GA EH HU X X
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60 Cairina moschata grande GA EH HU-BO X X X
61 Sarkidiornis melanotos grande GA EH HU-BO X X X
62 Sarcoramphus papa grande EA EH BO X X
63 Harpyhaliaetus coronatus grande EA EH BO X X
64 Spizaetus melanoleucus grande EA EH BO X X
65 Penelope obscura obscura grande GA EH BO X X
66 Crax fasciolata grande GA EH BO X X X
67 Cariama cristata grande GA EH BO-PZ X X
68 Chunga burmeisteri grande GA EH BO X X X
69 Pyrrhura frontales mediano EA EH BO X X
70 Nandayus nenday mediano EA EH BO X X
71 Amazona aestiva mediano EA EH BO X X
72 Anodorynchus glaucus grande EA EH BO-PZ X X
73 Ara chloroptera grande EA EH BO X X
74 Ara sp. grande EA EH BO-PZ X X
75 Aratinga aurea mediano EA EH BO X
76 Strix chacoensis mediano EA EH BO X
77 Eleotreptus anomalus pequeño GA EH BO X
78 Lurochalis semitorquatus pequeño GA EH BO X
79 Ramphastos dicolorus mediano EA EH BO X X
80 Dryocopus lineatus mediano EA EH BO X
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TABLA 1. Vertebrados amniotas que declinaron o desaparecieron de la ecorregión del Chaco en la Argentina indicando algunas
características ecológicas y causas de declinación. (Continuación)
Características ecológicas Causas declinación
Especies Tamaño Alimentación Hábitat Tipo de hábitat
Pérdida de hábitat
Persecución humana
Animales introducidos
Otras causas
81 Dryocopus schulzi mediano EA EH BO X
82 Campephilus melanoleucus mediano EA EH BO X
83 Culicivora caudacuta pequeño GA EH PZ X X
84 Polystictus pectoralis pequeño GA EH PZ X X
85 Alectrurus risora pequeño GA EH PZ X X
86 Heteroxolmis dominicana pequeño GA EH PZ X X
87 Anthus nattereri pequeño GA EH PZ X X
88 Sporophila rufi collis pequeño EA EH PZ X X X
89 Sporophila palustris pequeño EA EH PZ X X X
90 Sporophila hypochroma pequeño EA EH PZ X X X
91 Sporophila cinnamomea pequeño EA EH PZ X X X
92 Gubernatrix cristata pequeño GA EH BO-PZ X X
93 Cacicus haemorrhous mediano GA EH BO X
94 Dolichonyx oryzivorus pequeño GA EH PZ X X
95 Icterus icterus pequeño GA EH BO X X
96 Xanthopsar fl avus pequeño GA EH PZ X X
97 Psarocolius decumanus mediano GA EH BO X
(EA: especialista en alimentación, GA: generalista en alimentación, EH: especialista en uno o dos hábitats, GH: generalista que utiliza más de dos hábitats, ?: característica desconocida, BO: bosques (secos, húmedos o palmares), HU: humedales, PZ: pastizales,)
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estos grupos taxonómicos, como los loros, las pavas de monte, los carnívoros y
los ungulados, han sufrido defaunación en otras regiones de América, debido
a que contienen especies fuertemente presionadas por el hombre por razones
cinegéticas, de mascotismo o por su piel y de temor generalizado (Redford
1992; Collar et al., 1997).
■ Especies extinguidas en el Chaco argentino
Cinco especies desaparecieron de la Región Chaqueña argentina, no po-
seen registros por más de 50 años (UICN 2001), una de ellas es una extinción
global, cuatro de ellas habitaban el Chaco húmedo y una en el Chaco seco,
según se detalla:
Jacinto azul glauco (Anodorynchus glaucus)En coincidencia Yamashita (1997) y Lunardi et al. (2003) consideramos a
este gran loro globalmente extinguido. Aunque Birdlife Internacional (2004)
reconoce que no se lo ha visto desde 1951, lo incluye en la categoría En Peli-
gro Crítico debido a posibles datos no confi rmados. Collar (1997) indicó “casi
ciertamente extinta”. Habitaba en el nordeste de la Argentina, sur del Paraguay
y del Brasil, y nordeste del Uruguay en áreas cercanas a los ríos Paraná, Para-
guay y Uruguay, entre los 27° y 30° S, con la mayor cantidad de registros en la
provincia de Corrientes (Azara, 1802-1805; Collar, 1997; Birdlife Internacio-
nal, 2004). D’Orbignyi (1998: 250), mientras remontó el río Paraná entre Iri-
TABLA 2. Número de especies de vertebrados tetrápodos de la Argentina, de la
ecorregión del Chaco argentino y de especies que declinaron en la región.
Grupos taxonómicos Total de la Argentina
Total del Chaco (% del total de la Argentina)
Especies que declinaron(% del total Chaqueño)
Anfi bios 167 72 (43%) 6 (8%)
Reptiles 313 119 (38%) 18 (15%)
Aves 1.000 411 (41%) 43 (11%)
Mamíferos terrestres 319 155 (49%) 29 (19%)
Total de vertebrados 1.779 757 (43%) 96 (13%)
Los datos de Argentina y del Chaco fueron tomados de Short 1975, Lavilla et al. 2000, Barquéz et al. 2006, Giraudo et al. 2006, Bérnils et al. 2007. El total de mamíferos terrestres excluye a los Otariidae, Phocidae y Cetacea.
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bicuá e Itai-baté (Corrientes) en 1827, comentó: “A todo el largo de la barran-
ca se pueden ver diseminadas yuntas de guacamayos color verde glauco, cuyos
gritos agudos repetía sin cesar el eco del bosque. Cada casal se mostraba ante
los enormes agujeros que buscan en las barrancas, para desovar, o posados en
las ramas colgantes que coronan la costa”. No coincidimos con Chébez (1994)
en que las demás menciones de d’Orbignyi corresponden necesariamente a A. glaucus. En la página 192 indicó “pude matar, por primera vez, esa especie de
ara azul, que los guaraníes llaman araracá”. En principio, el nombre guaraní
“araracá” es usado para Ara ararauna (o Ara glaucogularis o A. caninde, las aras
azules) sensu Peralta y Osuna (1952), y en general los guaraníes discriminaban
muy bien a las especies de aves con las que convivían (Cebolla Badie, 2000).
Por ejemplo Holmberg (1939) menciona en su lista publicada en 1895 que
A. caninde fue hallado en el Chaco; en esa época Ara ararauna y Ara caninde (especies también citadas como A. glaucogularis) eran confundidas por ser ex-
tremadamente parecidas (ver comentarios debajo). D’Orbignyi (1998) era un
eximio observador y muy probablemente menciona con diferentes nombres a
las que el consideraba diferentes especies refi riéndose en las páginas 192 y 249
a “aras o guacamayos azules” y en la página 250 a “guacamayos de color verde
glauco”. Otro registro chaqueño puede ser el de Baldrich (1889) en Aguilar
(2005) quien mencionó bajo el nombre de M. hyacinthinus “…una sola vez
hemos visto el guacamayo azul descrito por Azara. Fue en el Pilcomayo, por
los 23º de latitud, y se trataba de una pareja aislada”.
El jacinto azul glauco pertenece al género de loros de mayor tamaño del
mundo, con una dieta fuertemente especializada en consumir frutos de pal-
meras, y según la literatura (Collar, 1997) se habría alimentado de las palmetas
yatay (Butia yatay), aunque también podría haber consumido las pindó (Are-castrum romanzoffi anum), las mbocayá (Acrocomia aculeata) y las yatay poñí
(Butia paraguayensis) (Giraudo obs. pers.), la primera abundante en bosques
húmedos y las otras en sabanas del Chaco húmedo, géneros que usan para
alimentarse las otras especies de jacintos (Yamashita, 1997). Según ha obser-
vado Yamashita (1997) en las especies no extinguidas, estos loros caminan por
el suelo buscando los frutos de palmeras, en especial aquellos rumiados por
grandes mamíferos (incluyendo el ganado doméstico), que carecen de su pulpa
externa. El ganado (o los grandes mamíferos) generan ambientes abiertos por
pisoteo y remoción mecánica de la vegetación, y estas palmeras (heliófi las) por
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las características de sus frutos (pulpa fi brosa y fi na, nueces duras) no poseen
efi caces dispersores actualmente, acumulándose grandes cantidades de frutos
debajo de las palmeras. Donde el ganado duerme congregado, se encuentran
áreas abiertas con acumulaciones de nueces de palmeras, que son utilizadas
por las especies de Anodorhynchus para alimentarse. Por esta razón Yamashita
(1997) propone la hipótesis de que los Anodorhynchus seguían a las manadas de
mamíferos pleistocénicos (con muchas especies de gran porte en Sudamérica
extinguidas hace unos 10.000 años) para alimentarse de las nueces de palmeras
liberadas en los sectores abiertos de rumiación.
Las principales hipótesis sobre la desaparición de A. glaucus, incluyen: (1)
La desaparición de los frondosos y extensos boques de yatay que ocupaban
los suelos más fértiles de Corrientes, como indicó d’Orbignyi (1998: 148)
en 1827: “Antaño cubría el yatay todos los arenales de esos parajes, pero la
necesidad de preparar el terreno para la agricultura, o el interés por el sabroso
alimento que constituye su corazón, tanto lo diezmaron, que desde la época
de las guerras ya no se encuentra en pie más que un número escaso, triste resto
fi nal de la hermosa fl oresta que integraban y que pronto habrán desaparecido
por completo”; (2) Si bien el efecto del ganado generando claros de tierra des-
nuda con acumulación de frutos de palmeras, usados por los jacintos, podría
ser positivo, la sobrecarga ganadera puede infl uir negativamente sobre la ger-
minación y superviviencia de las palmeras, afectando su repoblamiento por pi-
soteo y pastoreo (Yamashita y Valle, 1993; Collar, 1997); (3) la deforestación
y fragmentación de otros hábitats usados por el jacinto azul verdoso, como las
selvas en galería, fuertemente ocupadas por los colonizadores para establecer
poblaciones (Collar ); (4) el uso de la especie como fuente de alimento por los
colonizadores facilitado por sus costumbres de nidifi car en colonias en las ba-
rrancas de los ríos; (5) el aumento de la navegación de los grandes ríos lo privó
de áreas tranquilas aptas para nidifi car (Chébez, 1994); (6) la extracción de
pichones como mascotas (Chébez, 1994); (7) posibles epizotias o agotamiento
genético (Sick, 1984); (8) Considerando la hipótesis de Yamashita (1997) la
especie se pudo haber visto disminuida por la desaparición de la mastofauna
pleistocénica, lo que sumado a su rango de distribución pequeño, la depen-
dencia de los grandes ríos y árboles para nidifi car (sitio escasos y modifi cados
tempranamente durante la colonización) y la modifi cación temprana de los
palmares que le proveían su alimento podrían haber precipitado su extinción
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(Giraudo obs. pers.). Posiblemente era una especie rara desde la época de la
colonia como lo atestiguan los escasos registros y ejemplares depositados en
museos (Sick, 1984), ya Humboldt (1939) en 1895 indicó “es muy raro”.
Guacamayo rojo (Ara chloroptera)D’Orbignyi (1998) observó una pareja y capturó un ejemplar en 1827,
mientras navegaba el río Paraná entre Iribicuá e Itá-Ibaté (Corrientes). Fon-
tana (1977) lo menciona en 1881 para la provincia del Chaco con el nombre
de Ara macao (ver Chébez, 1994) y Holmberg (1939) indicó “González trajo
dos del Pilcomayo”. Especie escasa que habita desde selvas y bosques en galería
hasta bosques deciduos tropicales y sabanas, anidando en huecos de grandes
árboles o de barrancas en ríos y montañas, con su límite de distribución en la
Argentina, tenía posiblemente poblaciones exiguas que fueron afectadas tem-
pranamente por la deforestación, la captura y la extracción de pichones (Co-
llar, 1997). Sólo subsiste en Misiones con registros aislados.
Guacamayo azul (Ara sp.)
Dos especies muy similares, con dorso azul y región ventral amarilla, fue-
ron mencionadas por varios autores en el norte de la Argentina, incluyendo
la Región Chaqueña. Ya se mencionó la posibilidad de que los guacamayos
azules y las araracás de d’Orbignyi (1998) en 1827 se refi eren a Ara ararauna,
especie similar y frecuentemente confundida con A. glaucogularis. Esta última
especie, conocida durante mucho tiempo sólo por ejemplares en cautiverio
(Sick, 1984), ha sido recientemente restringida a una pequeña región del nor-
te de Bolivia (Collar, 1997), y los demás registros en la Argentina, incluyendo
los mencionados como Ara caninde (posible sinónimo de A. ararauna), co-
rresponderían con alta probabilidad a A. ararauna, una especie más común y
con amplia distribución en Sudamérica tropical y subtropical (Collar, 1997).
Holmberg (1939) cita a Ara caninde en el Chaco indicando que no es tan
abundante como A. chloroptera. Zotta (1944) la citó para Formosa y Chaco,
y Olrog (1959) para el este de estas provincias. Ara ararauna (la especie que
habrían citado los autores anteriores) habita en bosques estacionalmente inun-
dados y en sabanas con palmeras, además de bosques deciduos cerca del agua
(Collar, 1997). Al igual que el guacamayo rojo, desapareció tempranamente
de la Región Chaqueña probablemente debido a que sus poblaciones escasas
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fueron rápidamente afectadas por la destrucción de sus hábitats y por sobreex-
plotación de adultos y pichones.
Nutria gigante (Pteronura brasiliensis)El ariraí, también llamado lobo marino o gargantillo en algunos sectores
del río Paraná, era en otros tiempos registrado con cierta frecuencia en grandes
ambientes acuáticos de las provincias de Chaco, Formosa y Corrientes (Mas-
soia, 1976; Redford y Eisemberg, 1992). Si bien muchos de estos ambientes
acuáticos no han sido modifi cados con la misma magnitud que los terrestres,
la especie ha desaparecido probablemente debido a factores que facilitaron su
cacería por la calidad de su piel, como ser su gran tamaño, su baja densidad,
sus hábitos diurnos, gregarios y ruidosos (Massoia, 1976) y su comportamien-
to de curiosidad hacia el hombre. D’Orbignyi (1998: 133) navegando por el
río Paraná en 1827 indicó: “vi allá, muy de cerca, dos grandes nutrias, llama-
das lobos por los marinos. Durante el día tocamos la costa del Chaco”; y en
la página 443 cuando navegaba entre Empedrado y Bella Vista mencionó:
“Muchas nutrias se balanceaban delante del barco, soplando con fuerza como
burlándose de nosotros, o bien saltando a cual mejor, una tras otra, como si
estuvieran bailando. Un tiro de fusil puso fi nal a sus juegos”…. “Esa especie
es mucho mayor que la nuestra”. Esta última frase brinda indicios de que se
trata de Pteronura y no de Lontra longicaudis, ya que esta última es de menor
tamaño que la nutria europea (Lutra lutra) a la que ser refi ere d’Orbignyi
(Massoia, 1976; Redford y Eisemberg, 1992; Ruiz-Olmos, 2009). El compor-
tamiento de Pteronura facilitó que fuese diezmada por los colonizadores que
recorrieron los ríos en barcos. Hasta la década de 1930 la especie era recordada
por pobladores en los esteros del Iberá y hasta mediados del siglo 20 habitó
en lugares remotos del río Paraná (Giraudo, 1996; Fabri et al., 2003; Giraudo
et al., 2006).
Guanaco chaqueño (Lama guanicoe voglii)La presencia del guanaco chaqueño en la Argentina ha sido bien docu-
mentada en casi todo el Chaco Seco por estudios etnográfi cos, donde todos
los grupos indígenas indican que era una especie frecuente que usaban para
alimentarse en el sudoeste del Chaco, Santiago del Estero y Formosa (Cabrera
y Yepes, 1940; Terán, 2000; Arenas, 2003). El guanaco chaqueño correspon-
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dería a una subespecie endémica de la ecorregión, de la cual subsiste una pe-
queña población con escasos centenares de individuos en el Chaco boliviano
y paraguayo (Cuellar y Noss, 2003, TNC et al., 2005). Habitaba en los pas-
tizales, muy probablemente en los denominados “simbolares” (Pennisetum) y
“aibales” (Elionurus) que se desarrollaban en los paleocauces fl uviales chaque-
ños (Morello et al., 2007). Según testimonios de aborígenes chaqueños, su
extinción comenzó con la invasión del hombre blanco (Arenas, 2003). Muy
posiblemente las etapas de colonización denominadas de “fronterizos y me-
leros” y de “puestos ganaderos” por Morello et al. (2007), que implicaron la
introducción del ganado vacuno por parte de criollos que manejaban caballos
y el fuego. Además, tenían perros y armas efi cientes (hacha, machete y fusi-
les), determinando un proceso de modifi cación y desaparición acelerada de los
pastizales en los que habitaba el guanaco, y la introducción de un herbívoro
doméstico de gran porte que seguramente infl uyó sobre la comunidad de her-
bívoros autóctonos del Chaco (ver Morello et al., 2007 para mayores detalles
sobre estos procesos). La arbustización de los pastizales del Chaco seco pro-
vocados por la introducción del ganado doméstico en la etapas mencionadas
(Morello et al., 2007) provocaron la pérdida de estos hábitats (desaparecieron
los simbolares), lo que sumado a la cacería desmedida acabó con los guanacos
entre fi nes del siglo xix y principios del siglo xx (Terán, 2000; Cuellar y Noss,
2003; TNC et al., 2005). Estos procesos afectaron a otras especies de ambien-
tes abiertos que declinaron o desaparecieron de la Región Chaqueña como el
venado de las pampas (Ozotoceros bezoarticus), el ñandú (Rhea americana) y
varios paseriformes.
¿Qué tipo de especies han desaparecido o declinado en el Chaco argentino?
Las especies extinguidas son todas de gran tamaño dentro de sus grupos
taxonómicos, tiene además su límite de distribución en la Región Chaqueña
(con excepción del jacinto azul), o sea que están en áreas marginales de su
geonemia (especies tropicales en latitudes muy meridionales como los guaca-
mayos y Pteronura, o andino-patagónicas con ingresión en el Chaco como el
guanaco). Además, todas han sido fuertemente capturadas por el hombre y
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son especialistas en hábitat, ya sea dependientes de bosques y palmares como
los guacamayos, de pastizales como el guanaco o de grandes humedales como
la nutria gigante. Los guacamayos son especialistas en su alimentación, en
nueces de palmeras Anodorhynchus y en frutos los Ara. Pteronura es un carní-
voro tope en los humedales y el guanaco un herbívoro.
En coincidencia con la literatura (Owens y Bennet, 2000; Kotiaho et al., 2005), un 91 % de las especies que sufrieron defaunación en el Chaco son
especialistas en hábitat (Tabla 1). Utilizan pocos hábitats y dependen de al-
guno de ellos. Un 56 % de todas las especies que declinaron son exclusiva o
facultativamente dependientes de bosques, mientras que un 34 % de pastiza-
les. Si balanceamos estos porcentajes en relación con la riqueza total presente
en cada hábitat, la proporción de especies de pastizales que declinaron se
elevaría, ya que tiene menor riqueza que los bosques. Las especies de pas-
tizales merecen menciones particulares, debido a que varias aves paserifor-
mes han declinado tempranamente en estos hábitats chaqueños-pampásicos,
incluyendo especies como las del género Sporophila, que se reproducen en
nuestra región y migran hacia pastizales del centro de Sudamérica. Son espe-
cialistas en alimentarse de semillas de gramíneas, que toman generalmente en
matas altas, posándose en los tallos de las gramíneas e infl orescencias. Filloy
y Bellocq (2006) encontraron que algunas especies de Sporophila son menos
tolerantes al desarrollo de la agricultura. Varias especies insectívoras, como
Alectrurus, Culicivora, Heteroxolmis, y omnívoras como Xanthopsar también
han declinado, en relación con el avance de la agricultura y forestaciones, y
posiblemente con el sobrepastoreo ganadero (y elevada frecuencia de fuego
asociado) y la lignifi cación (en el Chaco seco) que ha afectado a los pastizales,
aunque no están claros los mecanismos (Giraudo et al., 2003; Di Giacomo y
Di Giacomo, 2004) .
Un 16 % de las especies que declinaron habitan humedales, y sólo un 5 %
habitan en más de dos hábitats. Del mismo modo, 40 % de las especies son
grandes dentro de su grupo taxonómico, 36 % son medianas y 24 % son pe-
queñas. Casi todos los mamíferos grandes de la Región Chaqueña han decli-
nado. Entre las especies chicas se encuentran algunos anfi bios endémicos, y
algunas lagartijas, así como muchos paseriformes como los del género Sporo-phila mencionados.
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■ ¿Cuáles son las principales causas de declinación?
Entre las principales causas de delinación en el Chaco argentino se en-
cuentran las modifi caciones de los hábitat y paisajes que afectó al 77 % de las
especies, mientras que la persecución humana al 73 % (Fig. 1). Los animales
introducidos afectaron a cerca de las mitad de las especies (49 %). Otras cau-
sas, en general poco conocidas o cuantifi cadas, entre las que se encuentran
atropellamientos por vehículos o la contaminación afectan al 9 %. No obstan-
te, sólo un 22 % fue afectada por una única causa de declinación, mientras que
el 78 % de las especies fueron afectados por dos o más factores que actuaron
sinérgicamente (Tabla 1): 46 especies por dos factores, 23 por 3 factores y 4
taxones por las cuatro causas consideradas.
La pérdida y fragmentación del hábitat constituyen factores de declinación
estudiados en muchos ecosistemas y grupos taxonómicos, no obstante, se co-
noce menos sobre los efectos que provocan cambios en el paisaje que generan
modifi caciones en la estructura y composición de la vegetación (por raleo ár-
boles, arbustización, desarrollo de vegetación secundaria), que muchas veces
tiene efectos más sutiles. En el Chaco, Cardozo y Chiaraviglio (2008) estu-
diaron aspectos de la reproducción de la boa de las vizcacheras (Boa constrictor occidentalis), y encontraron que la pérdida de hábitat afectó a la condición
corporal, el tamaño de la camada y el volumen testicular, demostrando que los
patrones espaciales de la vegetación infl uenciaron la distribución de los ma-
chos y hembras en el paisaje y los grupos de apareamiento fueron más escasos
en arbustales secundarios respecto a bosques en mejor estado de conservación.
Si bien la destrucción del hábitat es la causa más importante, para muchas
especies la persecución humana es un factor también primordial y/o sinérgico.
Tal es el caso del yaguareté (Panthera onca), que casi ha desaparecido del Cha-
co húmedo, en donde además de ser perseguido sufrió una importante des-
trucción de sus hábitat, principalmente los boscosos, aunque en el Chaco seco
donde aún existe disponibilidad de bosques, la especie está muy disminuida a
causa de la cacería a la que es sometida (Altrichter et al., 2006). Adicionalmen-
te, las presas del yaguareté (principalmente ungulados), han sido diezmadas
también por la cacería. Por ejemplo las tres especies de pecaríes del Chaco, que
en muchos casos constituyen las principales presas del yaguareté (Paviolo et al., 2008), han desaparecido de muchas áreas o disminuido poblacionalmente
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en relación con la cacería y la desaparición de su hábitat (Altrichter, 2005).
Altrichter y Boaglio (2004) encontraron en el Chaco que la densidad de asen-
tamientos humanos fue el principal factor asociado negativamente con la den-
sidad de pecaríes; estos fueron encontrados en áreas con mayor cobertura de
bosque, bajas densidades humanas, lejos de poblados y con bajas densidades
de rutas. La escasez de alimento, por disminución de las presas del yaguareté,
puede tener efectos sinérgicos importantes con otros factores de declinación.
Una correlación positiva también fue encontrada entre la antigüedad de re-
sidencia de los pobladores rurales en el Chaco y la frecuencia de registros de
yaguaretés (Altrichter et al., 2006). Esto indicaría que la interacción entre la
destrucción del hábitat y la cacería afecta al yaguareté y los pecaríes.
El cardenal amarillo (Gubernatrix cristata) muestra claramente como la per-
secución puede ser un factor preponderante. Esta especie subsiste en lugares muy
modifi cados por pastoreo o tala, incluso cerca de viviendas humanas, aunque ha
desaparecido de la mayor parte de su rango de distribución como consecuen-
cia de la captura para ser comercializada como especie canora (Giraudo et al., 2003, Giraudo obs. pers.). Las tortugas constituyen otro ejemplo de animales
que declinaron debido al mascotismo. Las vizcachas (Lagostomus) han declinado
o desaparecido de muchos sitios, debido a la cacería y a la exterminación siste-
mática por productores agropecuarios, a pesar de ser una especie que se asocia
a viviendas humanas. Llamativamente, en algunos parques nacionales efectiva-
80
70
60
50
40
30
20
10
0Pérdida hábitat Persecusión
humana
Núm
ero
de
esp
ecie
s
Animalesintroducidos
Otras causas
Figura 1. Número de especies afectadas por diferentes factores que provocan su declinación.
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mente protegidos (p. ej., el Palmar), las vizcachas han seguido declinando hasta
casi desaparecer posiblemente en relación con cambios ambientales producidos
por la exclusión del ganado (y las quemas), que provocan arbustización de los
hábitats abiertos usados por este roedor, aunque no existen sufi cientes estudios
al respecto. La resiliencia propia de las especies puede variar entre distitntos há-
bitats o condiciones ambientales. Por ejemplo las poblaciones de ciervos de los
pantanos (Blastoceros) se están recuperando en los esteros del Iberá y noroeste de
Corrientes, como resultado de la disminución de su cacería; aunque las pobla-
ciones remanentes del río Paraná, sometidas a las inundaciones extraordinarias
del río, poseen una mayor mortalidad por cacería, enfermedades, “stress” y falta
de alimento, siendo tales inundaciones estacionales un factor limitante de sus
poblaciones que determina movimientos estacionales de ciervos y una elevada
mortalidad tanto natural como antropogénica (Giraudo y Arzamendia, 2008).
Esto hace que dichas poblaciones no se recuperen y sigan disminuyendo. Posi-
blemente, las poblaciones de ciervos de los pantanos que habitaban en humeda-
les más pequeños y aislados como los ambientes acuáticos del oeste de Formosa
y Chaco (ríos Pilcomayo, Bermejo, esteros como el Patiño) y del este de Salta,
sometidos a fuertes inundaciones y sequías estacionales, fueron más profunda-
mente afectadas por la cacería lo que sumado a factores ambientales (sequías e
inundaciones) podrían haber precipitado su desaparición, ya que la especie se
habría extinguido del Chaco seco (Arenas, 2003).
La captura de especies consideradas raras o llamativas se ha convertido en
un factor importante de remoción de individuos para especies con poblacio-
nes exiguas como el oso hormiguero (Myrmecophaga) o el tatú careta (Prio-dontes). Llamativamente, los propios zoológicos que publicitan, una supuesta
y poco fundamentada científi camente, tenencia de estos animales para su con-
servación, son los que generan la demanda de animales, y terminan siendo un
factor de amenaza sobre las poblaciones silvestres. En el año 1992 se observó
como los responsables de un zoológico de San Nicolás (Buenos Aires) trafi ca-
ron 4 osos hormigueros, 1 oso melero (Tamandua), dos gatos monteces (On-cifelis geoff royi), 8 monos caraya (Alouatta caraya) y centenares de aves canoras
desde la región de Misión Nueva Pompeya en el impenetrable chaqueño, y
del este de Formosa los monos (Giraudo obs. pers.). Adicionalmente, estas
personas cazaban todo tipo de fauna de la región. La impunidad y frecuencia
con que estás personas trafi caban animales es un indicador de que muchos de
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los mecanismos de cosecha, tráfi co y venta de fauna, que funcionaron durante
décadas (Ojeda y Mares, 1984), siguen activos en el mercado negro.
La cacería desarrollada con armas de fuego y con perros adiestrados, tan-
to de subsistencia como “deportiva” o ilegal, ha sido un factor que afectó a
especies cinegéticas (generalmente de gran tamaño, con poblaciones no muy
abundantes y tasas reproductivas bajas). Este es el caso del anta o tapir (Tapi-rus terrestris), de los pecaríes (Tayassu, Pecari, Catagonus) y los ciervos (Ozo-toceros, Blastoceros, Mazama), que han disminuido o desaparecido a pesar de
tener hábitats disponibles. La cacería con jaurías de perros adiestradas es
sumamente efectiva, incluso cuando los perros aprenden a seguir, emboscar y
matar a sus presas, ya no es necesario que los cazadores utilicen armas, ya que
las presas son ultimadas por los propios canes (Giraudo y Abramson, 1998,
2000; Arenas, 2003). Se debe analizar otro factor importante de eliminación
de fauna, poco cuantifi cado y considerado por conservacionistas, que tiene
estrecha relación con este último. Los perros domésticos o asilvestrados (y en
menor medida los gatos), forman jaurías en casi todas las vivendas rurales y
en los alrededores de ciudades y pueblos, realizando constantes incursiones en
los ambientes donde capturan todo tipo de vertebrados, tanto para alimen-
tarse, como por el hábito que tienen de cazar prácticamente cualquier animal
que olfatean, comportamiento recompensado por sus dueños. Por ejemplo
en un área del Chaco húmedo del noroeste de Corrientes, durante 21 meses,
un solo grupo de 5 perros y un gato (capturó 6 aves y un roedor este último)
de una sola vivienda rural mataron 52 vertebrados incluyendo: 18 Didel-phis albiventris, 5 Tupinambis merianae, 4 Lutreolina crassicaudata, 3 Mazama gouazoubira, 3 Herpailurus yagouaroundi, 3 Cerdocyon thous, 3 Guira guira,
3 Teius oculatus, 3 Troglodytes aedon, 2 Nothura maculosa, 2 Lepus capensis, 1 Alouatta caraya, 1 Dasypus novencinctus y 1 Oxymycterus rufus. En algunos
casos un único perro fue capaz de matar animales del porte de una corzuela,
un zorro de monte y un mono carayá (este último sorprendido descendiendo
de un árbol). Adicionalmente, los perros persiguieron todas las noches cor-
zuelas y otros animales, que terminaban extenuados, y en casos de hembras
grávidas se desconocen los efectos de tales “corridas”. Los perros predaron
varios nidos de aves en el suelo, principalmente de tinámidos, y los ñandúes
y perdices coloradas (Rhynchotus) se habían extinguido localmente a causa de
la cacería y destrucción de nidos por parte de los perros. Durante el período
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de estudio estos animales domésticos fue un factor de mortalidad superior
al generado por la cacería realizada por personas con armas de fuego. Con-
siderando la cantidad de viviendas rurales, que generalmente tienen entre 3
y 8 perros, sumados a los que son abandonados en alrededores de pueblos y
ciudades, se evidencia que millares de estos canes depredan millares de ver-
tebrados contribuyendo a la declinación de muchas especies. El abordaje de
esta problemática es particularmente compleja por razones culturales, ya que
la mayoría de las personas consideran a los perros animales inofensivos e in-
cluso mantienen una relación afectiva profunda con ellos. El simple hecho de
mantener a los perros atados en las casas y de enseñarles a no perseguir fauna
puede disminuir esta presión.
Sobre apectos de la competencia de especies exóticas con las nativas exis-
te muy poca información en el Chaco, aunque recientemente, Kufner et al. (2008) comprobaron que en áreas degradadas del sur del Chaco, existe una
probable competición por el alimento, en los períodos secos, entre la corzuela
parda (Mazama gouazoupira) y la liebre europea (Lepus capensis), que sumada
a la pérdida del hábitat puede amenazar a las poblaciones de corzuelas pardas.
■ Conclusiones
Como ha ocurrido en ecosistemas tropicales y templados, la ecorregión
subtropical del Chaco ha sufrido un importante impacto de defaunación, que
abarca a un elevado porcentaje de especies. En coincidencia con otros estudios
(Collar et al., 1997; Owens y Bennet, 2000; Kotiaho et al., 2005) se observa-
ron características fi logenéticas (grupo taxonómico al que pertenecen, tama-
ño), ecológicas (especialización en alimentación y uso del hábitat) y biogeo-
gráfi cas (grado de endemismo, ocupación de áreas marginales de distribución)
que infl uyen transformando a ciertas especies en más vulnerables a sufrir de-
faunación. Estas necesitan particular atención en cuanto a su conocimiento
científi co y en estrategias de conservación.
La mayoría de las causas que han provocado la defaunación en la Región
Chaqueña argentina continúan actuando, y algunas de ellas se han profundi-
zado como el avance de los cultivos a expensas de la destrucción de los hábitats
(Zack et al., 2004; Boletta et al., 2006; Torrella et al., 2007), siendo expectable
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que la situación de declinación y desaparición de especies se agrave. Las accio-
nes de conservación no han logrado detener estos procesos, por ejemplo las
áreas protegidas no son sufi cientes, la mayoría son pequeñas, carecen de repre-
sentatividad ecosistémica, y muchas están defi cientemente implementadas sin
protección efectiva o tienen importantes confl ictos con comunidades locales
(Arzamendia y Giraudo, 2004). No existen modelos de uso sostenibles que se
desarrollen en superfi cies importantes de la Región Chaqueña y compitan con
los modelos tradicionales occidentales de sobreexplotación de recursos y sus-
titución de ecosistemas. Las estrategias de uso y conservación de los recursos
naturales deberían cambiar profundamente para revertir esta situación, para lo
que se necesita mayor comprensión científi ca de los procesos de modifi cación
y defaunación, aunque también de la diversidad cultural, socio-económica y
productiva de la Región. Los profundos y complejos conocimientos que tiene
los aborígenes del Chaco sobre los ecosistemas, que favorecieron el desarrollo
de efi cientes sistemas de uso sostenible de los recursos (ver Arenas, 2003; para
evaluar su riqueza y complejidad) se están perdiendo y son excluidos, desva-
lorizados y soslayados por los sistemas socio-económicos y políticos domi-
nantes. La pérdida de la posesión de la tierra y la pobreza extrema, impactan
fuertemente a los aborígenes, quienes viven situaciones de verdadera super-
vivencia. Los cambios culturales, socioeconómicos y políticos requieren de
mayor participación, conocimiento y aceptación de la enorme diversidad de
sectores socio-culturales y políticos que interactuan en la Región Chaqueña.
Las causas de las modifi caciones ambientales son complejas y multidimen-
sionales (ver Bolkovic, 1999; Barbarán, 2000; Arenas, 2003; Altrichter, 2006;
Zack et al., 2008 y este trabajo) actuando de manera sinérgica factores am-
bientales (clima, geomorfología, suelos, ecosistemas), tecnológicos, sociales,
culturales, económicos y políticos, sin embargo, la mayoría de los estudios o
estrategias de conservación y uso de los recursos siguen teniendo fuertes sesgos
unidisciplinarios o unisectoriales. Los trabajos y grupos multi y transdiscipli-
narios, tanto de investigación como de gestión, no son frecuentes y no se están
desarrollando enfoques sistémicos y adaptativos necesarios para abordar los
problemas analizados. Posiblemente la falta de abordajes multidisciplinarios
tenga origen en falencias intrínsecas de los sistemas educativos, académicos,
científi cos y políticos, que no contemplan este tipo de abordajes y propician
la fragmentación del conocimiento y de la gestión. La sobre-dimensión de as-
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pectos económicos y políticos sobre los ambientales y sociales es otro desafío
para abordar y solucionar.
La defaunación tendrá consecuencias indeseables, generando cambios en
las biotas y ecosistemas, que repercutirán directa e indirectamente sobre dis-
tintos aspectos socioeconómicos, culturales y políticos, afectando más pro-
fundamente a sectores de la población en situaciones de pobreza y con mayor
dependencia de los recursos naturales para su subsistencia, como lo son mu-
chos campesinos criollos y aborígenes. La extinción de especies y poblaciones,
el peor desenlace posible, es irreversible e irrecuperable. Tales modifi caciones
deberían ser comprendidas más cabalmente para planifi car el uso de la tierra
en esta importante ecorregión de la Argentina y de Sudamérica. Para ello se
debe encontrar la manera de comprender la interacción entre factores, causa-
lidades y consecuencias ambientales, biológicas, culturales, sociales, económi-
cas y políticas con ópticas sistémicas y multidisciplinarias. Como diría Albert
Einstein: “Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”.
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ZAK, M.R.; M. CABIDO and J.G. HODGSON. 2004. Do subtropical seasonal forests in the Gran Chaco, Argentina,
have a future? Biological Conservation 120: 589-598.
ZAK, M.R.; M. CABIDO; D. CÁCERES AND S. DÍAZ. 2008. What drives accelerated land cover change in central
Argentina? Synergistic consequences of climatic, socioeconomic, and technological factors. Environ-
mental Management 42: 181-189.
ZOTTA, A. 1944. Lista sistemática de las aves argentinas. Mus. Arg. Cienc. Nat. Buenos Aires. pp- 1-236.
Agradecimientos
Al doctor Jorge Morello por su gentil invitación para participar en este libro, y sus enseñan-
zas de siempre. A Vanesa, mi compañera, por su paciencia y ayuda incondicional. A mi familia
por todas las postergaciones comprendidas. A todas las personas con las que he compartido
viajes de campo y he aprendido al calor de apasionadas discusiones. Al CONICET y el INALI,
los lugares donde desarrollo mis actividades de investigación. Este trabajo fue fi nanciado par-
cialmente con los siguientes proyectos: PEI 6129 (CONICET), CAID 2005 PE 249 (UNL),
PIP 6487 (CONICET), PICT 01-12831 (ANPCyT), PICTO 15-23191 (ANPCyT, UNL). A
Tato Figueredo que me hizo conocer la frase de Einstein.
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EL PAPEL DE LAS ÁREAS NATURALES PROTEGIDAS EN UN TERRITORIO FORESTAL EN DESMANTELAMIENTO EN EL CASO DEL CHACO ARGENTINORodolfo Burkart
■ Actual proceso de desarrollo económico del Gran Chaco
A mediados de los años ‘90 el Gran Chaco tenía sólo un 10 % de su su-
perfi cie convertida a tierras de cultivo (Ginzburg et al., 2007), principalmente
dedicadas a algodón, también a trigo, sorgo, maíz, girasol; poroto y soja en
Salta y cultivos bajo riego en Santiago del Estero. Se trataba de zonas agrícolas
relativamente concentradas en el centro de Chaco y Formosa, sur de Salta,
sureste y zonas de riego de Santiago, noreste y noroeste de Santa Fe. Aun den-
tro de esas zonas las chacras mantenían porciones de campo y monte natural
alternando con las parcelas de cultivo. Ya por entonces se expandía el cultivo
de la soja, tanto a costa de los otros cultivos, como del monte, ampliando y
completando la transformación a cultivos de la tierra agreste. La mayor pro-
porción de las superfi cies cultivadas eran chacras de medianos agricultores,
pero muchos más, en número, los pequeños. Fuera de las tierras de cultivo, el
restante 90 % del territorio chaqueño estaba dedicado a actividades producti-
vas basadas en el uso del recurso natural: en primer lugar, la ganadería a campo
natural y monte y además la silvicultura: la extracción de maderas nativas. De
éstas, la Región Chaqueña fue históricamente –y sigue siendo hoy– la princi-
pal abastecedora del país entero (incluso del mercado mundial, de productos
como el tanino, extraído de los quebrachos colorados chaqueño y santiague-
ño). Durante un siglo, los ferrocarriles del país se abastecieron de durmientes
y de leña en el Chaco y de allí salieron también los postes de alambrado para
las estancias y chacras de varias regiones del país.
A partir de los años ‘90, la expansión agrícola liderada por la soja y secun-
dada por maíz, girasol y algún otro cultivo sufre un verdadero estallido de cre-
cimiento, impulsado por una tendencia de sostenido incremento de los precios
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internacionales. La Argentina ha aprovechado a pleno esta coyuntura comer-
cial, logrando incrementos de producción extraordinarios, tanto por el lado
del rendimiento por hectárea –gracias a una intensa innovación tecnológica–,
como por el aumento de la superfi cie cultivada. Se sumó “la mano de Dios”
de un ciclo climático húmedo, que permitió extender los cultivos de secano a
zonas antes vedadas a la agricultura por lo áridas, como buena parte de la pro-
vincia de Santiago del Estero. También la ganadería está volviéndose intensiva
en base al cultivo del forraje (pasturas implantadas) y otros cambios tecnológi-
cos, siendo motivo de la deforestación en zonas del Chaco Seco más áridas que
aquéllas a las que llega la soja, el maíz o el sorgo.
El auge del sector agropecuario ha sido enorme en casi todas las regiones
del país, impulsado por la innovación tecnológica y la inversión productiva en
el campo. La Argentina duplicó el volumen de la producción de granos en la
década del ‘90, aunque sin una distribución de los benefi cios derivados, ya que
a la vez aumentó la desocupación y la pobreza.
La Región Chaqueña también percibió notorios benefi cios del proceso, aun-
que igualmente desiguales. Hubo y hay gente perjudicada: la población tradi-
cional de los territorios donde se expande la moderna agricultura es desplazada y
excluída, porque el modelo de empresa capital-intensivo que la practica utiliza
muy poca mano de obra y especializada. Campesinos e indígenas que pueblan
los bosques, del Chaco Seco principalmente, son echados de sus tierras por dis-
tintos medios de presión, entre los que no son raras las amenazas y la violencia,
como se escucha por frecuentes denuncias públicas. Se aprovechan las condi-
ciones precarias de tenencia de la tierra que son habituales en zonas hasta hoy
confi nadas y marginales de la región. Los medianos o pequeños chacareros no
tienen capital ni crédito para invertir en los costosos insumos y equipos de la
agricultura moderna. Venden o alquilan su campo; se mudan a la ciudad; dejan
de ser chacareros.
Así, los campos se están despoblando: el gaucho de a caballo de las estan-
cias; el pequeño chacarero, agricultor familiar; el puestero criador de cabras,
del Chaco Seco; el trabajador del obraje, antes hachero y hoy motosierrista;
el indígena colector y cosechero, cazador, pescador, artesano (Morello et al., 2006), sólo parecen tener futuro lejos del pago, perdiendo su cultura, su arrai-
go a la tierra, a cambio de una “no inserción” en la ciudad, como excluidos
(Soto, 2006). Se van perdiendo ofi cios, habilidades y conocimientos tradicio-
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nales sobre la naturaleza y sus recursos, esa rica diversidad cultural campesina
e indígena.
Sin embargo, tampoco se puede idealizar la situación anterior a ésta: en la
tierra agreste había –como hoy– sobreexplotación de los bosques, sobrepasto-
reo, deterioro del recurso natural, mucha pobreza y éxodo rural. Eso hace ver
a mucha gente que el monte, la naturaleza, es causa de atraso y marginalidad.
Pero no es causa, sino consecuencia, de cómo se manejaron siempre los terri-
torios agrestes y se trató a sus pobladores: como periferia o patio trasero de las
zonas desarrolladas. Allá se extrae toda la renta posible, pagando miserias por
sus productos, y se reinvierte acá; no se les devuelve nada, ni en mejoras, ni en
relación laboral y comercial justa con su población, ni en mantenimiento del
recurso natural, ni en técnicas de buen manejo del bosque, ni en experimenta-
ción para su uso sustentable y su mejoramiento. Un solo ejemplo ilustrativo:
los quebrachales del Chaco Seco abastecieron los postes para alambrar toda
la Pampa Húmeda y otras regiones, pero hoy no tienen alambrados propios
(como se sabe, el ganado libre no se puede manejar, tiene rendimientos bajísi-
mos y estropea el renoval del bosque, destruyendo el capital forestal).
La otra película transcurre en las grandes ciudades y las capitales de pro-
vincia: crecen los barrios marginales –colonias enteras de chaqueños, santia-
gueños y otros provincianos–, los desocupados, cartoneros, limpiavidrios y
“pibes de la calle”, la violencia, la inseguridad, el miedo y la discriminación,
los “countries” exclusivos con seguridad privada; una sociedad que amenaza
desintegrarse.
■ Consecuencias ambientales del nuevo proceso de desarrollo
Los desmontes aumentaron desde los años ‘90. Entre 1992 y 2002 re-
gistraron en el Gran Chaco un ritmo de 180.000 hectáreas por año, según
estudios de Torrella, Ginsburg y Adamoli (2007), lo cual representó una tasa
de deforestación del 0,43 % anual. La velocidad y envergadura que adquirió el
proceso se refl ejó en lo desordenado del mismo. Los desmontes estallan aquí
y allá, en cualquier punto del paisaje natural del Chaco, siguiendo la ocasión
del negocio inmediato según la oferta de predios a la venta. Desaparecen o se
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fragmentan los bosques de distinto tipo y valor, antes de haberse asegurado
que una parte por lo menos de cada uno quede resguardada como Área Pro-
tegida, muestra permanente de la condición natural de cada tipo de ambiente
particular. Tipos de bosque diferentes, como las selvas de ribera del Chaco
Húmedo y los de la transición hacia el Chaco Seco y de esta ecorregión hacia
la de Las Yungas, en el oeste, están en vías de desaparición, al concentrarse allí
la deforestación más intensa.
En muchos casos puede afi rmarse que es más grave el desorden de ese avan-
ce sobre la naturaleza, que la cantidad de hectáreas que se desmontan. Cuan-
do un cierto tipo de bosque natural está sujeto a desmontes, la extinción de
algunas especies que viven en él se produce mucho antes que la desaparición
completa de ese bosque. Aun quedando en pie buena parte de la superfi cie
original, los bloques de bosque remanentes suelen encontrarse ya a esa altura
en fragmentos de tamaño y forma tan irregular, en tal estado de alteración y
tan expuestos a la penetración de agentes destructores (cazadores, perros cima-
rrones, robo de madera, incendios, especies invasoras, etc.), que la extinción
de especies se sucede en cadena. Los procesos destructivos habrán tomado la
delantera, aun allí donde todavía se ve bastante monte en pie (Fahrig, 2003).
Muchas especies animales, como los grandes mamíferos, necesitan tener
una “retaguardia” profunda de espacios silvestres como hábitat o refugio para
sobrevivir a la persecución del hombre. Esos refugios son la fuente de repro-
ducción de muchas especies útiles que desde allí se dispersan. En terrenos
vecinos con más intervención humana se mantienen así las existencias perma-
nentes de esas especies, gracias a aquella fuente de reproducción.
Otro concepto que hoy también se considera fundamental es que una es-
pecie no sobrevive a largo plazo en un área protegida, cuando sólo aloja unos
pocos ejemplares de la misma. Los especialistas estiman que para que no haya
endocría y deterioro genético en la población de cualquier especie, tiene que
mantenerse en un tamaño no menor de 500 individuos, aunque este mínimo
varía, según los autores (Soulé & Wilcox, 1980; Soulé, 1987; Lande, 1995). A
ese número hay que multiplicarlo por el número de hectáreas que cada indivi-
duo necesita como espacio vital, para saber qué extensión debe tener una reserva
natural en la que se quiera conservar esa especie. Cuéllar y Noss (2003) estima-
ron el área vital para varias especies de grandes mamíferos en el Chaco bolivia-
no; establecieron para yaguareté 6.500 ha por individuo y para puma 5.000 ha.
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Esto exige conservar algunos espacios silvestres muy grandes, aparte de
otros menores. Y si las áreas que se logran proteger (como parques o reservas),
no alcanzan a tener el tamaño y la forma adecuada, tiene que procurarse su-
plementar el área protegida gestando en los terrenos de su alrededor “zonas de
amortiguamiento” y “corredores de conservación” entre una y otra de ellas,
para que no queden por siempre aisladas. Todas estas sutilezas de la dinámica
de la naturaleza son echadas por tierra a la hora de los desmontes improvisados
por particulares sin previsión ni planifi cación alguna.
La fragmentación del hábitat se da tanto con la “perforación” del mismo
por el desmonte de parcelas aisladas y dispersas, aquí y allá, que se van mul-
tiplicando a costa de aquél, como con el trazado de picadas y caminos para el
acceso y el loteo de predios y para otras actividades (Matteucci, 2008). Es el
caso de lo que se hizo con la pretendida colonización del Impenetrable Cha-
queño desde comienzos del ’80, que dejó un damero de picadas cada 10 por
10 km, que sólo sirvieron para la extracción “minera” de quebracho y alga-
rrobo; el trazado de una densa red de picadas de prospección petrolífera en el
Oeste de Formosa y la construcción de rutas aterraplenadas con franjas de des-
monte total de 100 m de ancho y gran movimiento de tierra, que representan
fuertes barreras para el desplazamiento de la fauna silvestre y el escurrimiento
hídrico.
Por otra parte, la pérdida y fragmentación no afecta al monte natural so-
lamente. El Chaco es un paisaje en imbricado mosaico de bosques, sabanas,
cañadas y esteros, donde la conversión del hábitat natural también está avan-
zando sobre los campos naturales, con soja, maíz o algodón, cuando son altos,
no inundables (como los aibales), pero también con arroz o pasturas cultiva-
das en campos anegadizos.
Esta penetración anárquica del “desarrollo” en los últimos espacios “vacíos”
del país produce, aparte de la pérdida de hábitat en la medida del área concreta
que se desmonta, impactos crípticos, graduales y casi inadvertidos de empo-
brecimiento de la biodiversidad en las áreas naturales que aún persisten como
tales. Sumados a los impactos deteriorantes en éstas, por la crónica utilización
espontánea, sin manejo ni base técnica alguna de los recursos naturales, esos
remanentes de naturaleza terminarán siendo meros espectros de la riqueza
biológica y productiva originaria. Nada más fehaciente que esa condición,
para justifi car la avanzada terminal de las topadoras.
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■ Proceso paralelo de creación de Áreas Protegidas en el Gran Chaco
La creación de áreas protegidas en el Chaco tuvo una evolución tardía y
aún hoy limitada. Posiblemente, debido a que todavía en los años ‘90 –como
hemos visto– el 90 % eran tierras agrestes, en apariencia inconmensurables,
inagotables. Pero hoy el explosivo proceso de expansión agrícola ha tomado de
tal forma la delantera, que está dejando rezagado y podría decirse descolocado
al proceso de creación de AP, que debería ser la estratérgica contraparte de sal-
vaguarda del patrimonio natural y cultural de la región.
■ Análisis de la información estadística sobre AP en la región
Procesando la estadística que lleva Parques Nacionales de las Áreas Protegi-
das del país, se comprueba que en la Región Chaqueña la historia de su crea-
ción (Cuadro 1) es muy reciente: del área protegida total (al año 2006), sólo el
26,5 % había sido declarada hasta 1990; el 73,5 % –casi tres cuartas partes– se
gestó en los 16 años más recientes.
El panorama más reciente que ofrece la información estadística para la ma-
crorregión del Gran Chaco argentino se visualiza en el Cuadro 2, desagregada
por Ecorregión (SRNyDS y APN, 1999), según jurisdicción. Puede verse que
la jurisdicción nacional –áreas a cargo de la Administración de Parques Na-
CUADRO 1. Historia de creación de áreas protegidas en el Gran Chaco argentino.
Período acumulado Nº de AP Superfi cie protegida (ha)
Sup Prot. actual [(%) 2006]
Hasta 1980 (inclusive) 19 294.590 6,9
Hasta 1990 (inclusive) 32 1.133.810 26,5
Hasta 2000 (inclusive) 46 2.569.734 60,1
Al 2006 (inclusive) 62 4.276.983 100,0
Fecha de creac. desconocida 18 37.648
Total AP 80 4.314.631
(Fuente: APN, 2007. y datos propios)
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CUADRO 2. Áreas protegidas por ecorregión chaqueña, según jurisdicción.
Ecorregión Superfi cie Ecorreg.Jurisdicc. Nacional Jurisdicc. Provincial Total AP
Nº Sup. (ha) % Eco-reg. Nº Sup. (ha) % Eco-reg. Nº Sup. (ha) % Eco-reg.
Chaco Seco 49.298.000 4 171.769 0,35 35 2.988.344 6,06 39 3.160.113 6,41
Chaco Húmedo 11.850.000 3 61.988 0,52 31 284.680 2,40 34 346.668 2,93
Islas Parag.-Paraná 900.000 0 0 0,00 7 807.850 89,76 7 807.850 89,76
Gran Chaco 62.048.000 7 233.757 0,38 73 4.080.874 6,58 80 4.314.631 6,95
Fuente: APN, 2007, más información propia.
CUADRO 3. Áreas protegidas según tipo de administración.
Tipo de Administración Nº AP Sup. protegida (ha) % Sup. Proteg. Tot.
Organismo Nacional 9 239.454 5,5
Organismo Provincial 35 3.815.659 88,4
Organismo Municipal 2 31.280 0,7
Privada 29 60.225 1,4
Mixta 5 168.013 3,9
TOTAL 80 4.314.631 100,0
CUADRO 4. Superfi cie y porcentaje de AP según categoría de manejo.
Categorías de manejo UICN Superfi cie (ha) Sup. Proteg. (%) Sup. Región (%)
Estrictas (I y II) 331.218 7,76 0,54
No Estrictas (IV y VI) 3.936.274 92,24 6,41
Total AP clasifi cadas 4.267.492 100,00 6,95
Total AP 4.314.631
% de AP clasifi cadas 98,9
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cionales– es sumamente reducida: 7 unidades, que comprenden 0,38 % de la
superfi cie regional (cuando en todo el país abarcan 1,31 % de su superfi cie).
También el total de la superfi cie protegida en la Región es menor a la propor-
ción nacional (6,95 % contra 7,71 %). La distribución de AP por ecorregión se
presenta a su vez muy despareja, en desmedro del Chaco Húmedo.
El Cuadro 3 muestra la distribución de AP según el tipo de administración
que las tiene a cargo: entre los órganos nacionales se suman 2 áreas del INTA
y una de Gendarmería Nacional, en Provincia del Chaco. Éstas, junto a las
municipales y privadas se consideraron en el cuadro anterior bajo jurisdicción
provincial. El Cuadro 4 presenta las áreas clasifi cadas entre categorías de ma-
nejo de tipo estrictas y no estrictas, donde se destaca la muy escasa proporción
de refugios estrictos con que cuenta la vida silvestre en la región.
Finalmente, el lector se preguntará ¿pero esas áreas tienen un cierto grado
de protección efectiva? A falta de información de detalle, el banco de datos
de la APN adoptó un indicador en extremo elemental, a cambio de su fácil
estimación: si el AP tiene o no algún “grado de control” de terreno (aun oca-
sional o parcial) y, si lo tiene, si es “insufi ciente” o mínimamente “aceptable”.
El Cuadro 5 muestra que prácticamente un 40 % del área protegida en con-
junto tiene algún grado de control de terreno y casi 60 % son aún reservas “de
papel”. Esta gran proporción de AP sin protección alguna comprende grandes
extensiones de reservas relativamente nuevas de categoría VI (sitios Ramsar,
reservas de biosfera, entre otras), lo que indica que aún no se han iniciado en
ellas acciones o proyectos de ordenamiento del uso de los recursos. Su sólo
mérito –y no menor, en la crítica contingencia actual– es el de brindar conten-
ción legal a los desmontes caóticos; en ocasiones tangible, como fue la efectiva
CUADRO 5. Grado de control de las AP de la Región.
Grado de control Nº AP Superfi cie AP (ha) Sup. AP (%)
Aceptable 12 246.965 6,1
Insufi ciente 21 1.403.338 34,9
Nulo 17 2.376.144 59,0
Total c. dato disponible (1) 50 4.026.447 100,0
Sin dato 30 288.184
Total AP (2) 80 4.314.631
% Sup. con dato (1)/(2) 93,3
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intervención del fi scal de Estado santiagueño, hace pocos años, ante el intento
de apropiación de tierras en la Reserva Provincial Copo, por especuladores
inmobiliarios poderosos.
■ Conclusión
Ante esta situación, desplegar una estrategia de ampliar y multiplicar las AP
a extensiones sufi cientes, conllevará ritmos y costos imposibles de abordar a
tiempo. Un balance realista entre el proceso de expansión agropecuaria, con los
ritmos y efectos ya vistos, y el de protección de algunos espacios naturales como
principal estrategia para salvaguardar el rico patrimonio natural y cultural de la
región, muestra una proyección de fi nal absolutamente asimétrico. Volviendo
a lo observado arriba, el problema crítico no radica en la desaparición lisa y
llana de los bosques –o las tierras agrestes en general–, sino en que los extensos
remanentes que puedan verse aún en pie, dentro de unos años, queden tan di-
seccionados y deteriorados, que no sirvan ya para crear AP en ellos.
■ Nuevas herramientas conceptuales para una estrategia de conservación regional
En los albores de la creación de Áreas Protegidas del país, cuando nacieron
la mayoría de los parques nacionales patagónicos y el de Iguazú (Ley 12.103,
de 1934), el objetivo perseguido era proteger los sitios de especial belleza es-
cénica. Más adelante, en los años 50 y 60, se comenzó a entender que cada re-
gión biogeográfi ca del país debía conservar algunas muestras de su naturaleza
originaria como área protegida.
En los últimos 25 años se han ido consagrando y generalizando distintos
conceptos innovadores en materia de Conservación de la Naturaleza en el
mundo entero. Representan instrumentos de extraordinario potencial para un
Desarrollo Sustentable en la Argentina y la región que nos ocupa, en meritoria
convergencia –aunque desigual relación de fuerzas– con diversas manifesta-
ciones de responsabilidad empresarial al interior de los intereses del desarrollo
socioeconómico. Describimos a continuación los principales.
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Categorías de gestión de Áreas Protegidas
La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza establece
una clasifi cación de las Áreas Protegidas en 6 categorías de gestión (Dudley,
2008) para ordenar las distintas denominaciones genéricas de los parques y
reservas. Las Categorías I a III –de las cuales la II es el clásico parque nacio-nal– se consideran estrictas o de protección total, en el sentido de que excluyen
(o minimizan) la radicación y la actividad productiva del hombre, salvo el
turismo. Las otras tres –IV a VI, por ejemplo el área con uso sustentable de los recursos naturales, también llamada de usos múltiples–, se consideran no estric-tas o de protección parcial, porque contemplan en distintos grados el doble
objetivo de uso sustentable de los recursos y la conservación, siempre que sean
compatibles.
El criterio innovador de este sistema de categorías es el consenso mun-
dial –desde la reforma introducida en 1994 (UICN, 1994)– acerca de que
el uso ordenado del recurso natural –incluido como objetivo de una de las
categorías (la VI)– es compatible con la conservación de las especies, hecho
históricamente cuestionado por los conservacionistas. Esto ofrece un amplio
margen de maniobra para una estrategia de Conservación, complementando
la protección en tierra fi scal (de carácter estricto) con la que se concerte, en
una zona de amortiguamiento delimitada en las tierras vecinas, con las pro-
piedades privadas o los pobladores rurales en ella comprendidos (McNeely,
1995; Castelli, 2001).
El modelo de Reservas de Biosfera impulsado desde los años 70 por la
UNESCO, representa un complejo de Áreas Protegidas de distinta categoría
con fi nes de complementación territorial como los referidos: una o más AP
estrictas conforman sus zonas núcleo, rodeadas de amplias franjas “buff er” o
zonas de amortiguamiento, de AP no estrictas. Puede tratarse igualmente de un
AP única, con una zonifi cación interna equivalente a lo anterior. En princi-
pio, son administradas por un comité de gestión integrado por los organismos
con competencia en el territorio involucrado, con la participación civil de
actores locales. En la Región, existen dos reservas de biosfera, en la provincia
de Formosa: Riacho Teuquito y Laguna de Oca, con nivel muy escaso de ins-
trumentación.
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Corredores ecológicos
Los avances en las ciencias de la Ecología y en particular de la Biología de
la Conservación han llevado a concluir que para conservar la biodiversidad
de una región en forma integral y a largo plazo, no es sufi ciente un sistema
de áreas protegidas desperdigadas, aunque cumplan la condición de abarcar
en número y tamaño la variedad de ecosistemas y poblaciones silvestres de la
Región. Ello, cuando la tendencia es, como en el Chaco, a un avance tal de la
transformación humana del medio que las rodea, que terminen aisladas entre
sí, como islas.
Aparte del deterioro genético de las especies que resultaría de esto, se debe
consignar que la extinción local de especies ha sido un fenómeno común en
la historia natural, debida a eventos catastrófi cos (sequías o inundaciones ex-
traordinarias, grandes incendios, epidemias); pero la recolonización de esas
especies desde áreas naturales vecinas, que devenía posteriormente, quedará
imposibilitada ahora en AP aisladas, sin interconexión. Se suma el agravante
del cambio climático, cuyas secuelas anunciadas y ya verifi cadas son la mani-
festación más extremosa de aquellos eventos naturales.
Este análisis ha inspirado en la última década nuevos criterios y estrate-
gias para la planifi cación de la Conservación a nivel regional (Rosenberg et al., 1997; Bennett, 2003; Secretariat of the CDB, 2004), que dan debida
importancia a la conectividad biológica: es el criterio de que se debe asegurar
la conexión geográfi ca entre las AP, manteniendo franjas de terreno de baja
alteración del medio natural, “amigables” al movimiento de los individuos o
propágulos de fauna o fl ora. El concepto técnico consiste en constituir corre-dores biológicos que procuren mantener (o reconstituir) fl ujos de intercambio
entre núcleos de conservación -que comprendan las áreas protegidas y otras ya
identifi cadas como áreas prioritarias para la conservación, pero aún no protegi-
das-, conformando en conjunto la red ecológica de una región o país (Opdam
et al., 2003), como analizaremos después en datalle.
Tanto han ganado reconocimiento internacional esta estrategia de Con-
servación y sus claros fundamentos científi co-técnicos, que fue incorporada al
Programa de Trabajo sobre Áreas Protegidas del Convenio de Diversidad Biológi-ca, del que la Argentina es parte, en el año 2004. Una de las principales metas
que fi ja este programa para los países fi rmantes es que “para el año 2015, todas
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las áreas protegidas y sistemas de áreas protegidas estarán integrados en los paisa-jes terrestres y marinos más amplios y sectores pertinentes, aplicando el enfoque ecosistémico y teniendo en cuenta la conectividad ecológica y el concepto, cuando proceda, de redes ecológicas” (CDB, 2004).
La participación y co-administración de las comunidades locales
La experiencia internacional y de varias AP del país está llevando a dar cre-
ciente valor y espacio a la cooperación e integración con la comunidad local
y a interesantes avances en ese sentido. Es ilustrativo de esta tendencia, que el
V Congreso Mundial de AP de la UICN, en Durban, Sudáfrica, haya dedicado
su lema central a este criterio, enunciándolo como “Benefi cios más allá de las
fronteras”. El Plan de Acción de Durban, resultante del Congreso, introduce
al mismo expresando: “Al elegir como tema «Benefi cios más allá de las fronte-
ras», los participantes en el Congreso reconocieron que las áreas protegidas no
pueden quedar aisladas de las tierras ni los mares circundantes, como tampoco
de las comunidades ni de las actividades económicas que se desenvuelven en
ellas y en sus alrededores” (IUCN, 2003). Algún experto en el manejo de par-
ques ha dicho con razón que la mejor forma de cuidar las Áreas Protegidas es
actuar afuera de sus límites, más que adentro.
En el país y en la región hay mucho camino que desandar aún en materia de
la gestión compartida –o co-gestión– de los territorios, tanto entre organismos
ofi ciales de distinta competencia como con participación de representaciones
civiles o sociales. Quizá los antecedentes más parecidos a ello sean los comités de cuenca de regiones serranas, más avanzados en países con esa topografía,
como Colombia y Costa Rica. En las cuestiones de una necesaria inter- y co-
actuación entre instituciones y con la comunidad local, como debe ser el caso
en zonas de amortiguación de reservas de biosfera, en corredores ecológicos y
–en términos más generales– en la puesta en práctica de un ordenamiento terri-
torial, el desafío de ejercitar, experimentar y aprender haciendo –en el marco de
lo que se da en llamar una “gestión adaptativa”– es absolutamente insoslayable.
Algunos Parques Nacionales de la Región tienen alguna experiencia inicia-
da en estas lídes complejas, junto a socios institucionales de la provincia vin-
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culada o a organizaciones sociales vecinas, como los PN Quebrada del Condo-
rito (Córdoba), Copo (Santiago del Estero) y Chaco (Chaco).
La retribución de los servicios ambientales que brindan las áreas silvestres
Otra herramienta conceptual de creciente reconocimiento en ámbitos
económicos es que las áreas silvestres y su cuidado otorgan una serie de servi-
cios a la sociedad (Dixon a. Sherman,1990), que son “externalidades positi-
vas”, así llamadas por darse por fuera del mercado de bienes y servicios de la
sociedad. Es decir, son servicios que, teniendo un costo para el particular que
los brinda (el propietario o legítimo poseedor de un área silvestre determina-
da), la sociedad no se los paga como es justo que ocurra. Esos costos pueden
ser el “costo de oportunidad” de no usar más intensivamente una tierra agres-
te (p.ej. convirtiéndola a cultivos y ganando más, con ello); los gastos de su
cuidado y vigilancia; el “costo incremental” del manejo sustentable; etc. No
se trata de un subsidio, sino de la retribución de un servicio a la sociedad. De
otra forma, es obligar al particular a cargar solo con los costos de un benefi cio
común.
En concreto, los diversos mecanismos del pago de servicios ambientales
pueden ser: por captura o no emisión de carbono (mecanismo aún no instru-
mentado ofi cialmente para bosques u otros ecosistemas naturales, aunque sí
existe un “mercado voluntario” donde se aplica); una “tasa verde” al consumo
de agua potable y/o de hidroelectricidad aguas abajo de las cuencas protegidas,
con la que retribuye a los propietarios y poseedores de tierras de esas cuencas
(lo cual en la región es sólo aplicable a la subregión del Chaco Serrano: p.
ej., las sierras de Córdoba o Catamarca); la exención de impuestos o el pago
a cambio de un plan de custodia o restauración de un predio con cobertura
silvestre de alto valor de conservación.
Varias de estas formas del pago de servicios ambientales ya se aplican en
distintos países del Continente (como Brasil, Colombia, Nicaragua, Hondu-
ras o Costa Rica) (Camacho, 2000; Ardón Mejía y Martínez, 2006). En la
Argentina, quedaron incorporadas por primera vez a su legislación ambiental
con la ley de Bosques Nativos que veremos más abajo. Se trata de instrumen-
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tos clave para incentivar la conservación en propiedades privadas dentro de AP
no estrictas, zonas de amortiguación y corredores ecológicos.
Fomento a la conservación en tierras privadas
Las reservas privadas eran tiempo atrás iniciativas particulares generalmen-
te de propietarios rurales grandes, con inquietudes y sensibilidad por conser-
var la naturaleza, conductas que se procuraba multiplicar desde el activismo
no gubernamental mediante campañas de divulgación y sensibilización. Una
estrategia de conservación debe contar con medidas e instrumentos más con-
tundentes.
En tiempos recientes se ha desarrollado una vasta experiencia internacional
en políticas y mecanismos activos de fomento de la conservación en tierras
privadas. En muchos países del Continente, ONG locales con apoyo econó-
mico de otra (Ardón Mejía, Mario y Manuel A. Martínez, 2006) contribución
del servicio ambiental de la conservación (Castelli, 2001; Gutiérrez Lacayo,
2003). Otro instrumento para la concertación con el propietario privado es
la “servidumbre ecológica”, por medio de la cual se lo compensa con un pago
acordado, a cambio de no desmontar y demás restricciones, condiciones que
quedan inseparablemente registradas en la escritura del inmueble. Teórica-
mente, el monto debe equivaler al valor presente del costo de oportunidad de
no cambiar el uso de la tierra (renta máxima esperable por esta opción, menos
la renta por aprovechamiento del recurso natural), menor que el de compra-
venta.
Lenta adopción de las nuevas herramientas en el país y en la región
En la Argentina, la adopción de estas herramientas innovativas ha sido
tardía y hoy aún incipiente, hecho en el que incidió, por el lado gubernamen-
tal, la política neoliberal de achicamiento del Estado preponderante desde
mediados de los ‘70 y refractaria de cualesquiera políticas activas, que tienen
por instrumentos esenciales la planifi cación, la regulación o la aplicación de
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incentivos. Y de éstos se trata, inevitablemente, en el caso de las nuevas herra-
mientas. No obstante, algunas iniciativas están en marcha en la Región.
La estrategia de diseño de corredores de conservación en el Gran Chaco argentino
En 2005, la Administración de Parques Nacionales inicia la Estrategia Re-
gional para el desarrollo de Corredores de Conservación en el Gran Chaco
argentino, en coordinación con las provincias de Formosa, Chaco y Santiago
del Estero y con el apoyo técnico de la ofi cina Sudamérica de la UICN. En
distintos talleres de trabajo, con participación técnica, ofi cial y civil, se formu-
laron propuestas de “corredores de conservación”, con base en información
provincial y regional sobre áreas protegidas, proyectos de desarrollo, etc. y la
compilada por ONG nacionales, también de Paraguay y Bolivia, e interna-
cionales, acerca de “sitios de alto valor de conservación” (Th e Nature Con-
cervancy y otras, 2005). Defi nida la cartografía inicial de los corredores, la
estrategia se encaminó a una etapa de difusión, validación e instrumentación
de los mismos.
Los Corredores de Conservación del Chaco fueron pensados como la red ecológica de la región (con núcleos de conservación y corredores biológicos, como
veremos más abajo) y diseñados con base en lo que pueden considerarse corre-
dores naturales: grandes ríos (Pilcomayo, Bermejo, Salado, Paraguay-Paraná),
sus terrazas de inundación y cursos de encauzamiento de sus derrames, como
el Bañado de la Estrella y los ríachos que alimenta, en Formosa; también zonas
de baja aptitud agrícola por limitaciones climáticas (como el Impenetrable),
sin perjuicio de la exclusión de sectores que tienen proyectos de canalización y
regadío, como los de Laguna Yema-Las Lomitas, en Formosa.
La introducción del Ordenamiento Territorial por medio de la ley de Bosques Nativos (Nº 26.331) en 2007
El “ordenamiento ambiental del territorio” como instrumento de la polí-
tica ambiental del país, languidecía en la letra de la Ley General del Ambiente
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(Nº 25.675), desde su sanción en 2003. En 2007, impulsada por Greenpeace Argentina y gestionada en el Congreso por el diputado Miguel Bonasso, salió
la Ley de Presupuestos Mínimos para la Protección de los Bosques Nativos (Nº 26.331), cuya gran innovación en la política ambiental del país fue la intro-
ducción del Ordenamiento Territorial (en este caso limitado a los bosques na-
tivos). La ley establece una moratoria a los desmontes en todo el país y la con-
dición mínima necesaria de que las provincias realicen dicho ordenamiento en
su territorio, para que de ahí en adelante los eventuales desmontes solicitados
se autoricen (o no) con sujeción al mismo.
Otra signifi cativa innovación que introduce la ley es la creación del Fondo Nacional para la Conservación de los Bosques Nativos, del cual se derivarán su-
mas a las provincias y, por su intermedio, una parte de ellas a los particulares,
en concepto de compensaciones por los servicios ambientales que brindarán los
bosques que se conserven en pie y bien manejados. Ese fondo se alimentará de
una alícuota del 2 % de las retenciones a la exportación de todos los productos
agropecuarios y forestales. Con esto, la ley asume implícitamente el concepto
de daño ambiental de incidencia colectiva y la obligatoriedad de indemnizarlo,
de parte del causante del mismo (Ley General del Ambiente, articulos 27 a
33); en el entendido de que los desmontes son daño ambiental, a indemnizar
por la cuota de responsabilidad que en ello le cabe a las exportaciones referidas.
Desde 2008 al presente, las provincias están abocadas al ordenamiento te-
rritorial y la defi nición de los regímenes de gestión de la tierra forestal, en las
3 categorías de zonifi cación de la misma que la ley prevé: Categoría I (zonas rojas): bosques bajo protección estricta por su alto valor; Cat. II (amarilla): bosques tampoco susceptibles de desmonte, pero sí de aprovechamiento sil-
vícola sustentable; Cat. III (verde): bosques pasibles de desmonte por su bajo
valor de conservación.
Al momento, la provincia de Santiago del Estero es la primera que tiene
ya aprobado el ordenamiento de sus bosques, incluido el mapa de su categori-
zación en los 3 “colores” de la ley nacional (Decreto provincial Nº 1830/08).
La integración de los Corredores de Conservación al Ordenamiento de
los bosques es un paso clave que está en debate. En principio, la comple-
mentariedad entre ambos conceptos es amplia y profunda, particularmente
en un paisaje fuertemente amosaicado como el chaqueño: el ordenamiento
regirá sobre los parches de bosque, sin competencia sobre los intersticios de
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pastizal o sabana que alternan con aquéllos, que podrían ser roturados y cul-
tivados rompiendo la continuidad del ecosistema. Los corredores en cambio,
una vez instituidos, ofrecerían espacios compactos y continuos donde mane-
jar el ecosistema integralmente. En principio, los bosques en los Corredores
Chaqueños deberían quedar categorizados como Categoría II (amarilla), con
“manchas rojas”, los núcleos. Este esquema sería la mejor forma de contrarrestar el enorme rezago, que
analizáramos antes, con que avanza la necesaria creación de AP en la región.
Estabilizar esos terrenos aunque fuera en un estado seminatural (con uso fo-
restal) haría posible en el futuro revertirlo a la condición cuasi natural de área
protegida, mediante manejo recuperador. Podría contarse con el Fondo Na-
cional de Conservación de Bosques, como una de las fuentes clave de recursos
para compensar o comprar las tierras a los particulares involucrados.
Otros dictados importantes de la ley son que el ordenamiento de los bos-
ques debe contar con una instancia de participación social y que debe sujetar-
se, en caso de haber involucradas comunidades indígenas, a la Ley 26.160, de
Emergencia de la propiedad comunitaria indígena, y la 24.071, ratifi catoria
del convenio 169 de la OIT.
Normas y programas de fomento a la conservación en tierras privadas
Algunas provincias han incuido en su legislación ambiental o de AP en
particular, algunas medidas de fomento a la conservación en tierra privada,
como Salta, Misiones, San Juan o Córdoba –básicamente, exenciones impo-
sitivas– que sin embargo dejan libradas a la futura reglamentación o a la de-
cisión del poder ejecutivo, con lo cual no se conocen aún hoy casos concretos
en que se hicieran efectivas (Castelli, 2001).
La Fundación Vida Silvestre Argentina fue precursora en esta política de
fomento, con su Programa de Refugios de Vida Silvestre. Posteriormente, la su-
cundaron otras ONG conservacionistas. Se basa en el servicio de asesoramiento
a los particulares con voluntad de establecer el convenio con la Fundación, en la
planifi cación interna del predio, la cartelería, los planes de ecoturismo, etc. En la
última década incorporó el fomento al uso sustentable de los recursos naturales
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del predio privado. Sin restarle el reconocimiento que merece, el programa tiene
sus límites en la dispersión territorial de los predios adheridos, la escasa exten-
sión de superfi cies que abarca (ver Cuadro 3) y la fácil caducidad de la condición
de AP, dependiendo en todo momento de la voluntad del propietario.
De todas formas, es fundamental dar impulso a la innovación jurídica en
los mecanismos de incentivo a la conservación en tierras privadas (Hassan,
1995), donde el Derecho Real y Ambiental está muy rezagado en el país,
ante las urgencias que corren. El remanente de tierra fi scal disponible es ya
inexistente, precisamente allí donde existen los vacíos de conservación más
críticos, como en el Chaco Húmedo. Prácticamente, se depende ese desarrollo
normativo, incluso para hacer efectiva la aplicación de la Categoría roja de los
OT provinciales, vinculada a la creación de AP estrictas que se homologan
con la misma y la canalización de las eventuales compensaciones del Fondo
Nacional; oportunidad única de disponibilidad de fondos (sin ser la única)
que ofrece la coyuntura, pero que espera los mecanismos reglamentarios de su
canalización inteligente a estos destinos clave. Sabemos que al momento, en
varias provincias se está trabajando intensamente en ello.
Visión de los Corredores Chaqueños: Red Ecológica de Núcleos de conservación y Corredores biológicos
Intento describir ahora una visión en abstracto de lo que podrían ser los
Corredores Chaqueños (CCh), como meta deseable de un proceso de cons-
trucción.
Serían grandes porciones de territorio donde se mantenga el estado agreste
predominante (natural o seminatural) del paisaje; con ocupación de baja den-
sidad y uso extensivo pero ordenado del recurso natural; cultivos en propor-
ción minoritaria, obras de infraestructura, sólo aquellas indispensables, de la
menor envergadura e impacto ambiental posible y con las mayores exigencias
en la mitigación de los impactos inevitables.
Precisamente, el diseño defi nitivo de los CCh deberá establecerse sorteando
zonas de uso y ocupación intensivos, actuales o proyectadas, a donde debería
dirigirse el desarrollo de infraestructura pesada. Así, comprenderán mayormen-
te tierras sin o de baja aptitud agrícola (inundables, áridas o de alto riesgo eco-
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lógico), como ya analizamos arriba. Son en gran medida corredores naturales
que constituyen ejes troncales de conectividad intra- e interregional. Las AP y
áreas prioritarias para la conservación que quedan ubicadas fuera de estos co-
rredores troncales, deberán vincularse a éstos, mediante corredores secundarios.
Elementos de la zonifi cación interna de los CCh
Una adecuada zonifi cación interna de los corredores, como Red Ecológica
de la Región, deberá comprender los siguientes componentes de tipos de uso
y ocupación del territorio:
1) Núcleos de Conservación, constituidos por los que son –o deberían ser
en el futuro (con base en las identifi cadas como áreas prioritarias para
la conservación)–:
– Áreas Protegidas estrictas (Categorías de Gestión I a III de la UICN)
(Dudley, 2008), que son los parques nacionales o provinciales, re-
servas naturales estrictas, etc.
– Zonas de Amortiguamiento vecinas, declaradas en lo posible tam-
bién área protegida, aunque del tipo no estricto o de protección
parcial (básicamente la de Categoría VI de la UICN, denominada
área con uso sostenible de los recursos naturales). Pueden no ser AP,
pero delimitadas de forma tal, que la autoridad competente (de
Tierras, Fauna y Flora, Bosques, Recursos Naturales, etc., según el
caso, o la actuación conjunta convenida entre varias de ellas) actúe
allí mediante procedimientos de extensión rural y concertación,
con instrumentos de fomento, incentivo y asesoramiento, ante los
actores involucrados.
2) Corredores Ecológicos, que constituyen franjas de conectividad entre los
núcleos. También en los corredores, la o las autoridades competentes
actuarían en términos de extensión y fomento, sin desmedro de la nor-
mativa específi ca y los mecanismos de su control, que deberán gene-
rarse para respaldar esa actuación (Hassan, 1995). Como ya dijimos, la
aplicación de la ley nacional 26.331 en las provincias deberán generar
reglamentación específi ca para corredores con masas boscosas.
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Para completar la visión de los CCh, en cuanto a las posibles proporciones
de sus distintos componentes internos, podríamos arriesgar los siguientes por-
centajes mínimos aceptables que deberían, de la superfi cie de la región:
AP estrictas 5-8 %
AP no estrictas 10 %
Corredores biológicos 15 %
En conjunto, podría esperarse como factible –dada la proporción relativa-
mente alta de tierras con limitaciones fuertes para un uso intensivo, que hay en
la región– que una tercera parte se mantenga en condición de espacios agrestes.
Lineamientos del manejo de tierras en los CCh
La articulación de objetivos de Conservación con los del Desarrollo local
dentro de los CCh –fuera de sus núcleos estrictos- deberá requerir la defi ni-
ción y aplicación de ciertos criterios o lineamientos del manejo de tierras, que
permita la “co-habitación” y compatibilidad entre ambos. Proponemos aquí
algunos de ellos, como un aporte más al debate y la concertación. ● Las actividades productivas en los CCh deben estar enfocadas con prio-
ridad a un modelo de aprovechamiento sustentable de los recursos nati-
vos y su procesamiento local. ● Promover como sujeto de esas actividades al productor tradicional del
lugar: chacarero, estanciero que practica ganadería de campo natural o
monte, poblador –criollo o indígena– ganadero, cazador, recolector, ha-
chero o carbonero, apicultor, obrajero, respetando sus saberes y habili-
dades, aunque integrando a ellos el conocimiento científi co y técnico. ● Impulsar la introducción de nuevas alternativas de aprovechamiento, pro-
cesado y mercadeo de productos locales (ecoturismo, rancheo de fauna
silvestre de valor comercial –ñandú, yacaré–, acuicultura, mieles nativas,
goma brea, otros productos no madereros) y su integración a las tradicio-
nales; además del valor agregado en artesanías o industrias locales. Se pro-
curaría así la sumatoria de las rentas parciales por producto, en modelos de
uso múltiple de dos o más alternativas, siempre que factibles para el pro-
ductor y compatibles entre sí y con la conservación de la biodiversidad. La
renta agregada por hectárea es así, en principio, muy superior a la media
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actual, basada generalmente en uno o dos productos, extraídos además sin
manejo ni ordenación alguna. Al presente, la renta parcial “monoproduc-
to” es de por sí muy baja, deprimida por una comercialización inequitativa
y en decrecimiento, por el deterioro que va sufriendo el recurso. ● En la Región, un modelo de uso múltiple de recursos muy común es el
sistema silvo-pastoril, pero practicado sin manejo alguno y con efectos
deteriorantes. Por lo mismo, es muy cuestionado por muchos forestales
y conservacionistas. Sin embargo, otros lo consideran un sistema factible
de ordenar y mejorar, bajo determinadas condiciones y prácticas de ma-
nejo (Brassiolo et al., 2005), entre los que cuentan:
– equilibrio en el manejo y cuidado de ambos componentes principales:
el recurso forestal y el recurso forrajero (generalmente se trata de una
ganadería bajo sombra y extracción maderera periódica, sin cuidado del
renoval arbóreo);
– inclusión de clausuras periódicas, para asegurar la regeneración natural
del bosque, sin el impacto del ramoneo (Brassiolo estima en 4-5 años la
necesaria clausura pos-intervención extractiva);
– no desarbustado del monte en gran escala;
– no implantación de pasturas exóticas invasoras;
– no empleo del fuego, salvo bajo condiciones de manejo prescripto (ade-
cuadas condiciones de humedad, temperatura y viento);
– sí parcelas de tamaño chico a mediano de desmonte o desarbustado,
donde producir complemento forrajero para la temporada seca invernal;
– necesaria introducción del alambrado (tanto para el manejo ganadero
como del forestal).
● La agricultura debería acotarse a parcelas chicas o medianas de la chacra
familiar, fomentando en ellas los cultivos orgánicos, de bajos insumos,
diversifi cados y con potencial de certifi cación orgánica o de origen. ● La regulación a nivel de paisaje, tomando un corredor (o tramos del mis-
mo) como unidad de gestión, podría contemplar cierta proporción máxi-
ma de parcelas desmontadas y/o roturadas por predio, del orden de 10
a 20 %. Tómese esta cifra como un planteo precuatorio, ya que la pro-
porción adecuada depende de distintos factores y particularidades locales,
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como el tipo de fauna cuyos requerimientos de hábitat, “campeo” y refugio
procura cubrir un determinado corredor (Bennett, 2003). El monitoreo
de la efectividad de los corredores y las zonas de amortiguación será parte
de la “gestión adaptativa” de los mismos, por falta de una experiencia de
gestión previa.
Análisis del modelo de desarrollo apropiado para los CCh
Es indudable que en los CCh, por los objetivos que se pretende que cumplan
-asimilables a los del Ordenamiento que dicta la Ley de Bosques-, las vías del
desarrollo deben gestar un modelo alternativo al de la cultura agro-empresarial
globalizada y la tecnología capital-intensiva, de altos insumos, que se ha instalado
en las zonas agrícolas de la Región. Se trataría de impulsar un modelo basado en
la concepción del Desarrollo Local endógeno. Ello no sólo porque el modelo agro-
empresarial destruiría el patrimonio natural de la Región, sino porque excluye y
desplaza al poblador tradicional, sea chacarero, estanciero, campesino o indígena.
La población rural de las zonas en que aún predomina el medio agreste
(mayormente por su ubicación marginal, tanto en términos de aptitud pro-
ductiva como de distancia a los mercados) posee una diversidad de cultu-
ras tradicionales, basadas en general en el conocimiento y habilidades para el
usufructo de la naturaleza, con un potencial de progreso y desarrollo nunca
valorado. Las experiencias de desarrollo rural casi siempre se enfocaban a una
meta de agricultor empresario que había tenido magros o nulos resultados. La
racionalidad hegemónica siempre cultivó la asociación mental
monte natural = marginalidad = atraso y miseria
No obstante, muchos grupos de trabajo y de acción rural hace años que
superaron esa racionalidad. Fueron convergiendo entre sí, los de origen con-
servacionista con los de fomento rural, ensayando modelos y técnicas de pro-
ducción con base en los recursos locales. Muchos investigadores de univer-
sidades y centros tecnológicos y programas de gobierno aportaron su labor
experimental. Recogiendo ese vasto conocimiento y experiencia dispersos, se
puede asegurar que hay un amplio campo de aplicación y desarrollo para un
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modelo tecnológico alternativo: el de técnicas mejoradoras del uso múltiple de
los recursos y ecosistemas naturales.
La región del Chaco es un caso paradigmático del potencial de uso múl-
tiple de los recursos locales. Allí puede hacerse ganadería de monte y campo
natural (bovina, caprina y porcina, a la vez); silvicultura combinada (rollizo
aserrable, poste, leña, carbón) (Burkart, 1999; Grulke et al., 2005); colecta de
vaina de algarrobo (Brassiolo et al., 2005), otros frutos comestibles o forraje-
ros, fi bras de chaguar, goma de brea; apicultura (certifi cada como de monte
natural y/u orgánica); aprovechamiento de fauna silvestre (para autoconsumo
o comercio legal) (Bolkovic y Ramadori, 2006); turismo (ecológico, rural, ci-
negético, de pesca deportiva); sin excluir la agricultura familiar y el procesado
artesanal o agroindustrial de aquellos productos naturales.
Es cierto que un modelo productivo basado en esa diversa oferta natural
tiene limitaciones nada despreciables, como las siguientes:
● nunca llegaría a equipararse con la rentabilidad por hectárea de la agricultura
intensiva (si bien ésta se calcula siempre para el corto a mediano plazo y sin
imputar costos ambientales y problable decaimiento productivo a largo plazo);
● no es sencillo adaptar el establecimiento familiar a una multiactividad compleja
como es la integración de varios tipos de producción distintos, aunque pueden
darse especializaciones entre los miembros de la familia y entre productores,
por medio de contratos de usufructo (p. ej. propietario de monte-obrajero o
carbonero);
● en muchos casos la degradación o agotamiento del recurso natural es tal, que
para revertir ese estado se requieren varios años de recuperación de existencias,
lo que implica diferir o reducir ingresos durante ese tiempo;
● existen aún grandes lagunas de conocimiento científi co y tecnológico; en espe-
cial, sobre la dinámica de los ecosistemas y sus componentes aprovechables y
sobre su manejo integrado, recuperador y/o mejorador.
Pero las ventajas esperables son muchas y determinantes:
● la cultura tradicional del poblador rural del Chaco –fuera de las zonas netamen-
te agrícolas– es, como referimos antes, de estrecha afi nidad con el usufructo de
los recursos de los bosques y sabanas naturales;
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● por el contrario, la agricultura empresarial y capital-intensiva (prácticamente el
único modelo agrícola viable o competitivo al presente) es inaccesible para el
campesino y el indígena, incluso para el chacarero medio;
● los requerimientos de capital, insumos y tecnología son mucho más bajos que
los de la agricultura intensiva;
● por el contrario, se trata de un modelo mano de obra-intensivo, de prácticas y
productos afi nes a las habilidades del poblador rural, por lo que no lo sustituirá,
consolidando su arraigo a la tierra;
● es alta la compatibilidad recíproca entre actividades distintas en el mismo espa-
cio, si se aplican prácticas de manejo apropiadas;
● la compatibilidad con la conservación de la biodiversidad local es muy superior
a la del modelo agrícola de gran escala; tanto más, incorporando mediante capa-
citación, acuerdos y estímulos, medidas de protección de especies amenazadas y
de regulación del uso de fauna silvestre.
La evaluación comparada entre ambos modelos tiene que hacerse impu-
tando en los cálculos, por cada uno de ellos, los costos de mitigación de sus
externalidades negativas –sociales y ambientales– y los benefi cios de sus exter-
nalidades positivas –como lo sugiere la Economía Ecológica–. Seguramente,
deparará sorpresas a los cultores y benefi ciarios de los agro-negocios como
verdad única del desarrollo regional chaqueño.
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CAMBIOS DEL USO DE LA TIERRA EN EL ENTORNO DE LAS ÁREAS PROTEGIDAS EN LA LLANURA CHAQUEÑA. POSIBLES CONSECUENCIAS SOBRE LA EFECTIVIDAD DE LAS RESERVAS NATURALESSilvia Diana Matteucci
Resumen
La preocupación en los medios académicos y profesionales por la efectividad
de las áreas protegidas para la conservación de la biodiversidad a todas las escalas
(genética a paisajes), se fundamenta en el progresivo aislamiento de las reservas
naturales como consecuencia del cambio masivo de uso de la tierra en su entor-
no. Este es un fenómeno mundial, estudiado desde hace casi dos décadas.
En este trabajo se evalúan los efectos de los cambios de uso de la tierra en
el entorno de dos áreas protegidas de la Región Chaqueña: el Parque Nacional
Río Pilcomayo, en Chaco Húmedo y el Parque Nacional y Reserva Provincial
Copo, en Chaco Seco. Se usaron métricas de objetos de la cobertura como
indicadores de los cambios de uso de la tierra. Los objetos fueron las diseccio-
nes, los parches urbanos y las parcelas de cultivos, y parches boscosos, en un
entorno de 50 km alrededor de las áreas protegidas y en intervalos de 10 km,
identifi cados en imágenes satelitales de mediados de la década de 1975, fi nes
de la de 1980, inicios de la de 2000 y 2007. Los resultados muestran que los
procesos de cambio difi eren en ambas zonas, en respuesta a las características
naturales y patrones de ocupación. Ambas reservas están en riesgo pero por
diferentes motivos. Mientras que el Parque Nacional Río Pilcomayo se en-
cuentra amenazado por el avance urbano, el área protegida de Copo podría ser
afectado por el avance de la frontera agrícola. En ambas áreas de estudio, las
disecciones han incrementado considerablemente en los 32 años desde 1975
al 2007. El avance de la frontera urbana en Río Pilcomayo ocurre mayormen-
te entre 0 y 10 km desde el borde del PN, en cambio, la frontera agrícola en
Copo avanza desde el Sur y Sudeste y es más notable entre los 30 y 50 km
desde el borde de la reserva.
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Se discuten las posibles consecuencias sobre la conservación de la biodiver-
sidad y se concluye que evaluaciones de este tipo pueden contribuir a generar
estrategias de manejo que tengan en cuenta el entorno de las áreas protegidas,
previniendo o mitigando su aislamiento en el futuro.
■ La situación de las áreas protegidas en el mundo
El concepto moderno de áreas protegidas se desarrolló a partir del siglo
19, simultáneamente con la conversión intensa de paisajes naturales en Eu-
ropa y la colonización de América (Hansen y DeFries, 2007). El objetivo era
la conservación de los paisajes naturales, o de la biodiversidad de especies o
ambos. Existía el convencimiento de que si los ecosistemas eran liberados de la
infl uencia humana mantendrían su integridad estructural y funcional.
Inicialmente las áreas protegidas se instalaron en espacios de característi-
cas notables por la riqueza de especies o por la belleza natural de los paisajes,
y comprendían una muestra de tamaño variable del ecosistema o paisaje que
se pretendía conservar. Por alrededor de un siglo esta estrategia funcionó. Sin
embargo, desde principios de la década de 1990 se percibe la fragilidad de las
áreas protegidas por el creciente avance de las fronteras agropecuaria, forestal
y urbana, con la consiguiente pérdida de biodiversidad dentro de las áreas
protegidas. Esto se explica porque las AP se insertan frecuentemente en un
gran sistema ecológico, entre cuyos componentes existe intercambio de ma-
teria, organismos, perturbaciones naturales, información y energía, el cual se
ve interrumpido por el deterioro del hábitat alrededor de la reserva natural,
especialmente cuando dentro de ella no se cumplen todas las funciones del
gran sistema (DeFries et al., 2007). Es el caso de especies que migran estacio-
nalmente, por ejemplo entre las elevaciones y lo valles. Si el AP no comprende
el conjunto de espacios usados a lo largo del año, una interferencia entre los
hábitats estacionales puede restringir el traslado de los organismos y la reduc-
ción de la población y hasta la extinción local. A veces ocurre que el hábitat
fuente se encuentra fuera del AP, y ante una conversión del uso de la tierra en
su entorno, el AP pierde la fuente de organismos, y a mediano o largo plazo,
se produce la extinción local. La alteración de los regímenes de perturbaciones
naturales en el entorno del AP también suele ser motivo de deterioro dentro
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del AP, cuando el fl ujo entre el AP y su entorno es alterado. Es fundamental
conocer cuál es el grado de representación funcional del gran sistema ecológi-
co en el área protegida.
El gran sistema ecológico puede delimitarse por el área de movimiento
de alguna especie de interés para la conservación, o de una especie clave o
paraguas, en general de gran tamaño y por lo tanto amplio espacio de circula-
ción. También puede delimitarse sobre la base del espacio de operación de la
perturbación natural (fuego, inundación). La delimitación del Gran Sistema
Ecológico no es una tarea sencilla porque distintos procesos ocurren a dife-
rentes escalas, y es necesario en primer lugar determinar cuál es el objeto de
conservación y cuáles son los procesos que lo afectan (DeFries et al., 2007).
El área protegida idealmente debe incluir no sólo los objetos de conserva-
ción, sino los elementos del paisaje de los cuales dependen los procesos que
afectan a dichos objetos. En un mundo con espacios naturales cada vez más
fragmentados, los trabajos más recientes intentan complementar las funciones
ecológicas esenciales para la integridad del sistema generando redes de reservas
compuestas por parches remanentes de ecosistemas naturales seleccionados de
acuerdo a sus funciones y capacidad de contribuir al mantenimiento de la in-
tegridad del Gran Sistema Ecológico, de modo que éste queda completamente
representado en la red de AP. Existe una abundante bibliografía en la que se
proponen técnicas y modelos para establecer redes de áreas protegidas y eva-
luar su efi cacia en la conservación de la biodiversidad (Arponen et al., 2007;
Brito et al., 2008; Cabeza y Moilanen, 2001; Gaston y Rodrigues, 2003; Ro-
thley et al., 2004; Siitonen et al., 2002).
Un ejemplo interesante es el de la Reserva de la Biosfera Calakmul, en Yu-
catán, que constituye una ecoclina entre la zona seca del norte de la península
y la zona húmeda de Petén en Guatemala (Vester et al., 2007). La reserva se en-
cuentra en el centro de la península y en extensión no incluye la ecoclina com-
pleta. Un estudio de las funciones de la reserva en relación a los cambios de uso
de la tierra ocurridos en su entorno muestra que funcionalmente la ecoclina
está representada en la reserva, ya que el porcentaje de cobertura de los bosques
maduros es igual en el exterior y en el interior de la reserva. Fuera de la reserva
todos los tipos de bosques disminuyeron en superfi cie en el período de estudio
(1987-2000), dentro de la reserva sólo declinaron las superfi cies de los bosques
de tierras altas, y en menor proporción que fuera de la reserva. La mayor pre-
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ocupación es que la intensidad de los cambios de uso de la tierra causan la frag-
mentación los bosques maduros y ponen en riesgo el fl ujo de especies a lo largo
de la ecoclina, con la posibilidad de pérdida de biodiversidad, especialmente
de las especies raras. La dispersión de las especies del bosque maduro que se re-
producen por semillas depende de la distancia o conectividad entre los parches
de este tipo de bosque afuera de la reserva y si la fragmentación incrementa, la
sucesión se verá interrumpida porque estas especies no pueden llegar a los bos-
ques secundarios, lo cual pone en riesgo de extinción local a estas especies en el
exterior y en el interior de la reserva (Vester et al., 2007). Lamentablemente, no
hay muchos estudios de este tipo, que permitan ajustar el manejo en el entorno
de las áreas protegidas teniendo en cuenta los procesos ecológicos al nivel del
Gran Sistema Ecológico.
Trabajos de investigación en muchas regiones del planeta intentan evaluar
la efectividad de las áreas protegidas ante los cambios masivos del uso de la
tierra en las últimas décadas, para intentar explicar los mecanismos y evaluar
la magnitud de los efectos de los cambios. En algunos trabajos se proponen
estrategias de mitigación para conservar la biodiversidad y los servicios ecoló-
gicos de los ecosistemas sin dejar de producir alimentos.
Entre los trabajos que analizan la efectividad de las áreas protegidas para la
conservación de la biodiversidad de especies se describen dos, uno en Europa
y otro en Asia. En la Península Ibérica se evaluó el grado de representación de
las especies de plantas y vertebrados en las áreas protegidas y se determinó que
si bien una gran proporción de las especies están adecuadamente representadas
en ellas, las especies de algunos grupos (anfi bios, reptiles, aves y gimnosper-
mas) no se encuentran en las AP en cantidades mayores que las esperadas por
azar (Araújo et al., 2007). Los autores afi rman que para lograr la representa-
tividad de todas las especies se requieren 36 reservas adicionales, para lo cual
habría que re-evaluar las áreas prioritarias para la conservación defi nidas para
la Unión Europea. En los bosques protegidos de Borneo, aún en aquellos en
áreas remotas, la deforestación incrementó notablemente por la tala selectiva
para industria y la conversión a plantaciones de palma aceitera (Curran et al., 2004). Desde 1988 al 2002, se deforestó más del 38 % de la superfi cie de bos-
ques de tierras bajas del Parque Nacional Gunung Palung y más del 70 % en
una franja de 10 km alrededor del borde del PN. Los autores afi rman que la
inefi cacia de las AP se debe no sólo a la falta de control por parte del Estado,
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sino a los incentivos a las industrias aceitera y maderera de los organismos na-
cionales e internacionales. Ambos trabajos son ejemplos de la poca efectividad
de las AP en la conservación de la biodiversidad de especies. El último señala
la importancia de reconocer los factores económicos y políticos para generar
medidas correctivas efi caces.
En la China, Liu et al. (2001) evaluaron la tasa de cambio de la cobertura
vegetal y del hábitat del Panda Gigante antes y después de establecimiento de
la Reserva Natural Wolong. Encontraron que la fragmentación incrementó y
la aptitud del hábitat para el Panda disminuyó dentro de la RN y la tasa de
deterioro fue mayor después del establecimiento de la RN. Inicialmente la
reducción de aptitud y extensión del hábitat fue mayor afuera que adentro
de la RN, pero después del establecimiento de la RN incrementaron dramá-
ticamente en su interior, en coincidencia con un incremento de la población
humana, que ocasionó la reducción del área de bosque. Los habitantes de la
zona pertenecen a grupos minoritarios y la Ley de “un hijo por familia” no
aplica a estos grupos, lo cual explica el gran incremento poblacional; en tanto
que el incremento en cantidad de familias y viviendas se debe a un cambio de
la tradición de albergar varias generaciones en una única vivienda. Los pobla-
dores desarrollan varias actividades dentro de la RN, como agricultura, cría
de ganado, colecta de leña y hierbas medicinales, cosecha de madera, turismo,
construcción de carreteras. El turismo causó un cambio desde una economía
cerrada a una economía abierta y, si bien afuera de la RN la fuente de energía
cambió de leña a gas o electricidad, dentro de la RN se sigue usando leña y
a mayor turismo, mayor cantidad de leña extraída. Este trabajo es un buen
ejemplo de la necesidad de conocer, no sólo las características ecológicas y bio-
lógicas del objeto a proteger, sino también las relaciones sociedad-naturaleza
y su evolución histórica para establecer áreas protegidas que resulten efectivas.
El conjunto de estudios acerca de los efectos de los cambios de uso de la
tierra en el entorno de las AP sobre la efectividad de las mismas, como los des-
criptos arriba y otros (Gude et al., 2007; Hockings, 2003; Kiringe y Okello,
2007; Ashley et al., 2006; DeFries et al., 2005) muestran que existen grandes
diferencias en la vulnerabilidad de las AP; que ella depende de factores internos
(tamaño de la AP) y externos (ubicación geográfi ca); que los factores sociales,
económicos y políticos tienen un peso importante, a veces mayor que las con-
diciones naturales; que las fuerzas motrices del cambio dependen de la región,
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y por lo tanto sus efectos sobre las áreas protegidas, son peculiares a cada región
(Joppa et al., 2008). El consenso general en la actualidad es que el criterio de
conservación basado en la reserva de un porcentaje del 10 a 15 % de la super-
fi cie total, ampliamente establecido en las esferas gubernamentales, no tiene
sustento científi co (Stewart et al., 2007); que se requiere una acción sobre el
entorno de las áreas protegidas que debe pensarse como una oportunidad so-
cial (Vandermeer y Perfecto, 2007; DeFries et al., 2007; Marizán, 1994), y que
dicha acción depende de las características locales particulares.
En este artículo se presentan los resultados de una evaluación de los tipos y
tasas de cambio de uso de la tierra en el entorno de dos áreas protegidas de la
llanura chaqueña. Se discuten las posibles consecuencias sobre la conservación
de la biodiversidad y se concluye que evaluaciones de este tipo pueden con-
tribuir a generar estrategias de manejo que tengan en cuenta el entorno de las
áreas protegidas, previniendo o mitigando su aislamiento futuro.
■ Las áreas protegidas en la llanura chaco-pampeana
La llanura chaqueña representa un buen caso de estudio acerca de las pro-
bables consecuencias de los cambios de uso de la tierra sobre los subsistemas
social y natural, por la masividad de la conversión a usos agropecuarios en las
3 últimas décadas. Los avances de las fronteras agrícola y urbana podrían me-
noscabar la efectividad de las áreas protegidas, dada la baja representatividad,
en términos de porcentaje de superfi cie protegida que representa a la ecorre-
gión en la cual se encuentran (Burkart, 2007).
Para este trabajo se eligieron dos Áreas Protegidas de características con-
trastantes: el Parque Nacional y Reserva Provincial Copo y el Parque Nacional
Río Pilcomayo (Fig. 1). Estas reservas se encuentran en dos ecorregiones de
representatividad insufi ciente: Chaco Seco, con 6,41 % de su territorio en AP,
y el Chaco Húmedo, con apenas 3,26 % (Burkart, 2007).
El PN Copo se encuentra en la Subregión Chaco Semiárido, en el Com-
plejo Antiguos Cauces del Juramento-Salado (Morello et al., 2008). Tiene una
superfi cie de 114.250 ha, y se ubica en el extremo Noreste de la provincia de
Santiago del Estero. Fue establecida en 1968 como Reserva Natural Provincial,
en 1993 fue decretada Parque Provincial y en el año 2000, pasó a la jurisdic-
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ción nacional. Su objetivo es preservar la fl ora y fauna características del chaco
occidental, especialmente los parches de bosques no intervenidos de quebracho
colorado y los vertebrados en peligro de extinción. Hacia el oeste del PN, y en
contacto con éste se extiende la Reserva Provincial de Uso Múltiple Copo, crea-
da en 2002, con una superfi cie de 85.000 ha.
La característica sobresaliente del PN-RP Copo y su entorno (Copo de aquí
en adelante) es su paisaje, consistente en una matriz boscosa cortada de Noroes-
te a Sudeste por una red de avenamiento inactiva, formada por paleocauces col-
matados con fondo de arena donde se desarrollan pastizales o arbustales. Esta
Figura 1. Áreas de estudio. Los números indican los anillos de 10 km de ancho alrededor de las áreas protegidas.
Parque NacionalReserva Provincial Copo y su entorno
Parque Nacional Río Pilcomayoy su entorno
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matriz de bosque abierto de quebracho blanco (Aspidorperma quebracho-blan-co), quebracho colorado santiagueño (Schinopsis lorentzii) y mistol (Ziziphus mistol) y los paleocauces cubiertos de pastizal están interrumpidos por parches
en forma de lenguas extendidas de Norte a Sur, originados por incendios na-
turales y antrópicos. Los incendios recurrentes y la presión de pastoreo bovino
y caprino, desencadenan la conversión de pastizales en arbustales, dispersos o
en parches.
El Parque Nacional Río Pilcomayo, de casi 52.000 ha, se encuentra en
el Chaco Húmedo, en la Subregión del Chaco de Bosques y Cañadas, den-
tro del Complejo Oriental del Bajo Río Paraguay (Morello et al., 2008). Fue
creado en 1951 y su objetivo es preservar una zona silvestre representativa de
la ecorregión y su diversidad genética y de comunidades vegetales y animales
características de sabanas de palmares, esteros, bañados, lagunas, bosques xe-
rófi los, monte fuerte y selvas marginales. En 1992 el PN Río Pilcomayo fue
incluido en la lista de Humedales de Importancia Internacional (Convención
RAMSAR) por su valor como hábitat de especies acuáticas en Laguna Blanca.
El paisaje característico del PN y su entorno (Río Pilcomayo de ahora
en más), es la sabana de palmares con isletas de monte, que predomina en
superfi cie, salpicada de esteros, lagunas, selvas de ribera inundadas, selvas de
albardón y raleras de algarrobos con y sin quebrachos colorados chaqueños. Se
caracteriza por la alternancia de inundaciones y sequías, régimen bajo el cual
evolucionaron los organismos. La riqueza biológica no sólo es muy alta, sino
también muy particular por su adaptación a los ritmos naturales de períodos
secos y húmedos alternantes.
■ Evaluación de los cambios de uso de la tierra
Se evaluaron los cambios de uso de la tierra en un cuadrado de 50 km hacia
cada punto cardinal desde los límites del área protegida para evaluar los tipos
de cambio de uso de la tierra y las tasas de cambio. Para evaluar la existencia de
gradientes de conversión, se tendieron anillos de 10 km de ancho alrededor de
los límites de las áreas protegidas, lo cual también permite evaluar la infl uen-
cia de la presencia del AP en la conservación del entorno. Dado que el área de
entorno se midió a partir del límite del Parque Nacional, las superfi cies fueron
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diferentes en cada caso: casi 2.457.500 ha alrededor del PN Copo y 883.608
ha alrededor del PN Río Pilcomayo. En esta última área, el contexto se extiende
hacia el lado argentino y se interrumpe en el límite con Paraguay, ya que allí la
situación social y económica no es comparable a la del lado argentino. Por esta
razón, la superfi cie es menor que para Copo. Las franjas de 10 km de ancho
que rodean al área protegida también difi eren en superfi cie, y esto fue tenido en
cuenta para el cálculo de las métricas, las cuales se expresan en valores relativos.
Como indicadores de los cambios de uso de la tierra se emplearon variables
substitutas, tales como cantidad y extensión de las disecciones; superfi cie total,
cantidad de parches y tamaño medio de los parches urbanos y de parcelas de
cultivo. En Río Pilcomayo también se calcularon métricas de los bosques den-
sos de tierras altas. Se eligieron estas variables porque, los mapas de cobertura
de la tierra obtenidos de una variedad de imágenes satelitales y de fechas, y
en paisajes de características estacionales contrastantes, tienen bajo grado de
confi abilidad. En cambio, las disecciones, las parcelas y las áreas urbanas son
visibles en todas las imágenes, independientemente del sensor y fecha de cap-
tura y de las características del paisaje. Los bosques densos de Río Pilcomayo
forman parches con límites netos claramente visibles, lo cual también facilita
su delimitación en imágenes de diferentes fechas y estaciones del año.
Disecciones son todas las estructuras construidas que dividen el espacio en
sectores con contenidos iguales a ambos lados de la disección. Incluyen cami-
nos, bordes de parcelas todavía no convertidas, canales, represas, etc. En gene-
ral son rectas, excepto en el caso de caminos que unen poblados muy peque-
ños y puestos. No se consideran disecciones los ríos y arroyos, que son parte
del paisaje natural. La disección del paisaje es una de las formas de fragmenta-
ción más perniciosa para la integridad de los ecosistemas por las consecuencias
que acarrea. Su confi guración lineal o en espina de pescado interrumpe fl ujos
importantes de agua y organismos y exacerba la erosión hídrica. Además, toda
vez que se establece una disección es de esperar una conversión mayor en el
corto, mediano y largo plazo. Si la disección marca bordes de una parcela, es
de esperar una conversión a uso agrícola o forestal o urbano. Si se trata de
una carretera, es inevitable la conversión a usos urbanos a lo largo y a ambos
lados de la misma. Por eso, este objeto del paisaje parece un buen indicador y
predictor de los cambios de uso de la tierra. Los caminos producen siete tipos
de impactos generales: 1) incrementan la mortalidad de animales durante la
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construcción; 2) incrementan la mortalidad por colisiones; 3) modifi can el
comportamiento animal (los animales se alejan o acercan a los caminos); 4)
alteran el ambiente físico y con ello el hábitat; 5) alteran el ambiente químico;
6) promueven la dispersión de especies exóticas; 7) promueven la conversión
del hábitat natural a usos humanos (Trombulak y Frissell, 1999). Por eso, los
caminos han sido identifi cados como indicadores importantes de la pérdida
de integridad de los ecosistemas (Noss y Cooperrider, 1994).
Las áreas urbanas comprenden los asentamientos humanos de diversas carac-
terísticas. Incluyen los puestos o asentamientos pequeños dispersos, los aman-
zanados, y las áreas suburbanas y periurbanas. Los puestos se distinguen en las
imágenes satelitales por su forma estrellada originada por los caminos que salen
del parche en todas direcciones. El amanzanado se defi ne como un tipo de co-
bertura de construcciones densas, en la que todos los lotes se encuentran im-
permeabilizados en su totalidad con muy pocos espacios abiertos. El suburbio
también es amanzanado pero parte del lote (e incluso varios lotes) son abiertos,
cubiertos por verde; esto es, las construcciones son menos densas. La zona pe-
riurbana no aparece regularmente amanzanada e incluye un complejo de lotes
construidos y parcelas pequeñas cultivadas o no, o parcialmente construidas, sin
un patrón espacial característico.
Las parcelas se identifi can por la forma geométrica regular y el contenido
diferente del de los parches vecinos o de la matriz en la que se insertan. Los
bordes de las parcelas convertidas no se consideran disecciones. No se inclu-
yeron en esta categoría las parcelas pequeñas próximas a los amanzanados y al
suburbio, que se consideraron periurbano.
Los cuatro objetos espaciales (disecciones, parcelas, áreas urbanizadas y bos-
ques) se identifi caron en imágenes satelitales MSS y Landsat de cuatro fechas
para cada sitio: 1976, 1988-91; 2000-01 y 2007 para Copo; 1975, 1987-89;
2000 y 2007 en Río Pilcomayo. Cada área es cubierta por dos o tres imágenes
y no fue posible obtener imágenes del mismo año a fi n de la década de 1980,
para ninguna de las dos áreas de estudio. El año citado en primer término es
el que cubre la mayor parte (más de dos tercios) del área de estudio. Lo mismo
ocurre para Copo a inicios de la década de 2000. Las disecciones, parcelas y
áreas urbanas se digitalizaron manualmente en la pantalla usando la imagen
como fondo. Los bosques se delimitaron por clasifi cación semiautomática con
la extensión “Find like areas” del Programa ArcView 3.2. Los mapas fi nales
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de bosques altos se fi ltraron para eliminar todos los parches de área inferior a
una hectárea.
■ Cambios de uso de la tierra en el entorno de los parques nacionales chaqueños
Si bien en ambos sitios se observan cambios sustanciales del uso de la tierra
en el período estudiado, cada localidad tiene sus particularidades naturales y
sociales que infl uyen en las modalidades y tasas de conversión.
El proceso de disección
Tanto en el entorno del Parque Nacional Copo como en el del Parque
Nacional Río Pilcomayo, se observa un incremento de la extensión total de
las disecciones. En Copo, la longitud total de las disecciones se cuadruplicó
en los primeros 25 años, de 2.930 km a 9.595 km en 2000, aunque el mayor
incremento se produjo entre 1976 y 1988. En cambio, en Río Pilcomayo las
disecciones, mucho mas cortas, se triplicaron en 32 años, de 753 km en 1975
a 2.440 km en 2007.
Dado que las extensiones de las áreas de estudio Copo y Río Pilcomayo son
diferentes, la comparación entre ambas es posible si se expresan los resultados
en densidad de disecciones (longitud por unidad de superfi cie). Los valores de
la densidad de disecciones son muy parecidos en ambas regiones a mediados de
la década de 1970, sin embargo, la tasa de incremento ([medida fi nal – medi-
da inicial]/tiempo transcurrido entre mediciones) es inferior en Río Pilcomayo
(RC = 5,7 anual) que en Copo (26,4 anual) en el primer período (Fig. 2). Ade-
más, en Río Pilcomayo el incremento ha sido lineal a lo largo de los 32 años
mientras que en Copo se produjo un crecimiento mayor en los primeros 12
años que en los 12 años siguientes, y una reducción en el último período, la cual
se debe a que parte de las disecciones pasaron a ser bordes de parcelas de cultivo.
En ambas áreas de estudio, las disecciones se fueron acortando con el tiem-
po (Fig. 3). Esto se explica porque en la década de 1970 prevalecían las rutas
nacionales y provinciales que atravesaban sendas áreas pero a medida que pasó
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386
Cambios del uso de la tierra en el entorno de las áreas protegidas en la Llanura Chaqueña
386
el tiempo, aumentaron los caminos de penetración a los campos y a asenta-
mientos humanos, especialmente los desarrollados cerca de las carreteras, y las
marcaciones de futuras parcelas. En Copo, muchas de las disecciones apareci-
das en las imágenes de la década de 1980 se fragmentaron posteriormente por
la conversión a usos agrícolas de las áreas demarcadas en el período anterior.
La variación de la razón de cambio de la densidad de disecciones muestra
que el comportamiento de la variable no es uniforme ni en el espacio ni en el
tiempo (Fig. 4). En Copo, la tasa mayor de crecimiento se produce en el pe-
ríodo 1976-1988, incluso dentro del área protegida, y el mayor crecimiento se
produce entre los 30 y 40 km desde el borde del AP. En el período siguiente
(1988-2000) la tasa de crecimiento es muy baja y tiende a incrementar a más
de 40 km del borde del AP. En el último período se produce un decrecimiento
que es bastante notable dentro del AP y se acentúa con la distancia hasta los
40 km del AP. Para 2000 dentro del AP había un parcelamiento denso de lo-
tes mediano, el cual desapareció en la imagen del 2007, probablemente eran
parcelas de tala de madera. El decrecimiento de la densidad de disecciones
en todos los anillos exteriores en el último período se debe a la conversión de
marcaciones de parcelas a parcelas de cultivo.
600
500
400
300
200
100
01975-76 1987-91
Fecha de la imagen (año)
Den
sid
ad d
e d
isec
cio
nes
(m/k
m2 )
2000-01 2007
Copo
Río Pilcomayo
Figura 2. Variación de la densidad de disecciones (m/km2) en el espacio y en el tiempo.
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387
Silvia Diana Matteucci
387
En Río Pilcomayo, el mayor crecimiento de la densidad de disecciones se
produjo en las cercanías del PN en el primer período, y con el tiempo se des-
plaza alejándose del PN. Dentro del área protegida incrementa la densidad de
disecciones en el último período por la apertura de una carretera desde la ruta
nacional 81 hacia la costa. En los dos últimos períodos el trazado de diseccio-
nes ocurre a una distancia mayor a los 20 km del borde de la AP y en el último
período el pico se produce a más de 40 km y son mayormente caminos de pe-
Figura 3. Longitud promedio de las disecciones (km).
Río Pilcomayo - Disecciones31,8
23,8
15,9
7,9
01975 1987 2001 2007
Fecha de la imagen (año)
Long
itud
med
ia (k
m)
12,8
10,8
8,8
6,8
4,81976 1988 2000 2007
Fecha de la imagen (año)
Copo - Disecciones
Long
itud
med
ia (k
m)
El punto indica el valor promedio de la variable y las barras, el intervalo de confi anza con 95 % de probabilidad.
El punto indica el valor promedio de la variable y las barras, el intervalo de confi anza con 95 % de probabilidad.
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388
Cambios del uso de la tierra en el entorno de las áreas protegidas en la Llanura Chaqueña
388
netración o que unen tramos de caminos pre-existentes. En ningún período ni
anillo hubo decrecimiento, pero vale recordar que la densidad de disecciones
es muy inferior a la de Copo.
Al inicio del período de estudio (1976), la longitud total de disecciones
mostraba un leve incremento con la distancia hasta los 40 km desde el borde
del área protegida de Copo. En cambio, en el área de Río Pilcomayo, la lon-
gitud total de disecciones era muy baja dentro del PN y mucho mayor en el
exterior del PN, especialmente en su vecindad hasta 10 km del límite del PN
30
25
20
15
10
5
0
–5
–10
–15
Raz
ón
de
cam
bio
anu
al
Anillo
Densidad de disecciones (m/km2) - Copo
AP A-1 A-2 A-3 A-4 A-5
1976-1988 1988-2000 2000-2007
12
10
8
6
4
2
0
Raz
ón
de
cam
bio
anu
al
Anillo
Densidad de disecciones (m/km2) - Río Pilcomayo
AP A-1 A-2 A-3 A-4 A-5
1975-1987 1987-2001 2001-2007
Figura 4. Efecto de la distancia en la razón de cambio anual de la densidad de disecciones.
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Silvia Diana Matteucci
389
(Fig. 5). En esa época, la longitud total de disecciones era muy superior en
Copo que en Río Pilcomayo y así se mantuvo durante los 32 años del estudio.
■ El avance de la frontera urbana
Ambos sitios difi eren en cuanto al tipo y tasa de ocupación humana. En la
década de 1970 había en Copo 178 parches urbanos y en Río Pilcomayo sólo
11. Sin embargo, para esa década, tanto el área total de asentamientos urba-
nos como el área promedio de los parches era muy superior en Río Pilcomayo;
mientras que en Copo el área total urbana era de 9.377 ha y el área promedio
del parche de 53 ha, en Río Pilcomayo estos valores era 80.678 ha y 7.334 ha,
respectivamente. Esta diferencia se manifi esta en el porcentaje de cada terri-
torio ocupado por uso urbano, que se mantiene en valores muy superiores en
Río Pilcomayo durante todo el período estudiado (Fig. 6).
En Copo, la mayor parte de los parches urbanos son puestos dispersos en
todo el área de estudio. Los pocos amanzanados se encuentran a lo largo de la
ruta nacional 16, que atraviesa el área de estudio de NO a SE. Los amanzana-
dos son pequeños y los ecotonos suburbano y periurbano son muy reducidos.
Desde la década de 1970 a la de 1980, la superfi cie total apenas creció y en
600
500
400
300
200
100
0
Long
itud
to
tal (
km)
Anillo
Disecciones a mediados de la década de 1970
AP A-1 A-2 A-3 A-4 A-5
Copo Río Pilcomayo
5
334
98
404
68
429
144
525
132
535
154
265
Figura 5. Situación inicial de la longitud total de disecciones.
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390
Cambios del uso de la tierra en el entorno de las áreas protegidas en la Llanura Chaqueña
390
el período siguiente (1988-2000) casi se duplicó alcanzando 20.730 ha, valor
que se mantuvo hasta 2007. El crecimiento del período (1988-2000) se con-
centra a lo largo de la RN 16. La cantidad de parches sufrió altibajos (178;
165; 264; 261, en los años sucesivos), debido a que algunos puestos fueron
absorbidos por las parcelas de cultivo en la etapa fi nal.
En Río Pilcomayo la situación es totalmente distinta. Los 11 parches urba-
nos de la década de 1970 eran amplios territorios con pequeños amanzanados
y un 97 % del área urbana con características de suburbio. Los amanzanados
se encuentraban a lo largo de la RN 86, que atraviesa el área de estudio de
NO a SE, paralela al río Pilcomayo y muy próxima al límite sur del PN Río
Pilcomayo. A partir de los amanzanados se produjo un crecimiento de corre-
dor (Forman, 1995), desde los centros de las ciudades hacia ambos lados de
la carretera y a lo largo de la misma. Desde 1975 hasta 1987, la cantidad de
parches se sextuplicó y la superfi cie total incrementó en un 30 %. Aparecieron
caseríos y puestos y el periurbano se extendió para ocupar el 70 % de la super-
fi cie urbana. Desde 1987 al 2000, la cantidad de parches urbanos se redujo
en un 20 % porque parches antes aislados se unieron; de hecho, la superfi cie
total del área urbana incrementó en un 46 % con relación al período anterior.
20
16
12
8
4
0
Áre
a d
el e
stud
io b
ajo
uso
urb
ano
(%)
Año de la imagen
1975-76 1987-91 2000-01 2007
0,4
9,1
0,5
12,5
0,8
18,3
0,8
18,7
Copo Río Pilcomayo
Figura 6. Comparación del avance de la frontera urbana en las áreas de estudio. En las barras se muestran los valores de los porcentajes de la superfi cie del área de estudio ocupada por cobertura urbana.
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391
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391
En el 2007, la cantidad de parches urbanos volvió a duplicarse (101) pero la
superfi cie apenas incrementó (de 161.756 ha en 2001 a 165.392 ha en 2007),
los nuevos parches corresponden a pequeños puestos hacia el Sur del área de
estudio, probablemente en futuros campos. En el 2007, la zona urbana forma
una ancha banda a ambos lados de la RN 86 y se extiende hacia el Sur a lo
largo de las rutas provinciales 2 y 3; y desde Clorinda se expande el periurbano
por las rutas nacionales 11 y 86.
0,04
0,03
0,02
0,01
0,00
–0,01
–0,02
Raz
ón
de
cam
bio
anu
al
Anillo
Área urbana del anillo (%) - Copo
AP A-1 A-2 A-3 A-4 A-5
1976-1988 1988-2000 2000-2007
1,6
1,2
0,8
0,4
0
Raz
ón
de
cam
bio
anu
al
Anillo
Área urbana del anillo (%) - Río Pilcomayo
AP A-1 A-2 A-3 A-4 A-5
1975-1987 1987-2001 2001-2007
Figura 7. Tasa de crecimiento de la superfi cie urbana en relación a la distancia desde las áreas protegidas.
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392
Cambios del uso de la tierra en el entorno de las áreas protegidas en la Llanura Chaqueña
392
En Copo, entre 1988 y 2000, la superfi cie urbana casi se triplica (391
a 1.063 ha) dentro del área protegida, mayormente en la Reserva Provin-
cial. Aparentemente se trata de puestos o asentamientos en futuros desarrollos
agrícolas; pero en 2007 se reduce a 795 ha, en concordancia con la reducción
de las disecciones correspondientes al marcado de parcelas. En todos los ani-
llos la tasa de crecimiento entre 1988 y 2000 es superior a aquella entre 1976
y 1988, o entre 2000 y 2007, período en que se produce un decrecimiento en
todos los anillos (Fig. 7). En el período 1988-2000 la razón de crecimiento in-
crementa hasta los 20 km de distancia, muestra un pico entre los 20 y 30 km
y luego disminuye. En el último período, el decrecimiento, que no es igual
en todos los anillos, resulta en valores porcentuales de tierra urbanizada en el
2007 de 0,64; 0,77; 057; 049 y 0,76 desde el anillo 1 al 5, respectivamente.
En Río Pilcomayo, la superfi cie urbana dentro del PN es despreciable y
así se mantiene durante los 32 años del estudio. A diferencia de lo que ocurre
en Copo, la expansión urbana es alta en los dos primeros períodos (1975 a
1987 y 1987 a 2000) y despreciable en el tercero (2001-2007). Lo grave es
que la razón de cambio es considerablemente superior en la vecindad del PN,
y decrece con la distancia desde el límite del área protegida (Fig. 7). Para el
año 2007, los porcentajes de tierras urbanizadas en cada anillo son 63; 40;
33; 13 y 5 % desde el anillo 1 al 5; valores muy superiores a los registrados
para Copo.
■ Avance de la frontera agrícola
Tanto en Copo como en Río Pilcomayo, se practica ganadería, sin embar-
go, este uso no se detecta en la cobertura de la tierra tal como se ve en las imá-
genes, y por eso no se analizaron los cambios de métricas de tierras dedicadas a
la ganadería. Además, este uso es de larga data. Por ello, se usó como indicador
de los cambios de uso de la tierra las métricas de las parcelas de cultivo.
En ambas áreas de estudio, la superfi cie total cultivada y la cantidad de
parches incrementaron desde mediados de la década de 1970 hasta el 2007
(Tabla 1). Sin embargo, los valores de estas variables son muy superiores en
Copo. La reducción de la cantidad de parcelas entre 1988 y 2000 en Copo
se debe a la unión de parches al producirse su expansión, especialmente en el
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393
Silvia Diana Matteucci
393
último período, como queda confi rmado por el tamaño medio de los parches
de parcelas, que pasó de 158 ha en 1988 a 433 ha en 2000.
En el último período, el tamaño medio de parches disminuye un poco por-
que aparecen muchos parches relativamente pequeños, en Copo. En Río Pil-
comayo el tamaño de los parches no parece seguir un patrón, y esto se explica
porque no se produce un crecimiento de las parcelas existentes en los períodos
iniciales. Entre 1975 y 1987, las parcelas instaladas desaparecen y aparecen
otras nuevas; en un solo caso se agranda una parcela. En el período siguien-
te (1987-2001) unas pocas parcelas se agrandan y aparecen unas pocas más
extensas. La escasa extensión del área total de parcelas es consecuencia de la
baja capacidad agrícola de los suelos para cultivos comerciales y el corrimiento
de las parcelas probablemente sea refl ejo de la alternancia de inundaciones y
sequías.
Estas relaciones se mantienen al expresar los resultados en valores relativos,
como porcentaje del área de estudio convertido a parcelas de cultivo (Fig. 8).
La proporción del área de estudio ocupada por parcelas agrícolas es baja y muy
parecida en ambos sitios al inicio del período de estudio. Sin embargo, en
Copo el avance de la frontera agrícola es mucho más importante que en Río
Pilcomayo.
TABLA 1. Métricas de las parcelas de cultivo.
Copo
Año n MPS (ha) Área total (ha)
1976 43 172,68 7.425,18
1988 292 158,39 46.249,69
2000 259 432,55 112.030,64
2007 660 389,93 257.354,99
Río Pilcomayo
Año n MPS (ha) Área total (ha)
1975 10 237,74 2.377,40
1987 15 174,36 2.615,37
2001 28 267,76 7.497,28
2007 88 142,86 12.571,44
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394
Cambios del uso de la tierra en el entorno de las áreas protegidas en la Llanura Chaqueña
394
En las barras se muestran los valores de los porcentajes en relación a la su-
perfi cie total de cada área de estudio
En ambas áreas de estudio el avance de la frontera agrícola se produce lejos
del borde del área protegida (Fig. 9). En Copo, en todos los anillos la super-
fi cie total ocupada por parcelas es muy baja en 1976 e incrementó conside-
rablemente en los 32 años en todos los anillos; pero la superfi cie de parcelas
incrementa con la distancia desde el borde del PN, indicando que la frontera
agrícola avanza desde lejos hacia el área protegida.
En Río Pilcomayo, el patrón de distribución de la superfi cie total de parce-
las en el espacio y en el tiempo es más irregular (Fig. 9). Por ejemplo, en 1975
la superfi cie total ocupada por parcelas es máxima a más de 40 km del borde
del área protegida, y es alta en los anillos 1 y 4; en 1988 es máxima en el anillo
2; y a partir del 2001, el avance de la frontera agrícola se produce a los 30-40
km de distancia desde el borde del PN.
■ Conversión de parches de bosque en Río Pilcomayo
En el período de estudio, el área total de bosques densos altos, la cantidad
y el tamaño de parches disminuyen notablemente (Tabla 2). En 32 años, la su-
12
10
8
6
4
2
0
Áre
a d
e es
tud
io e
n p
arce
las
(%)
Período
1975-76 1987-91 2000-01 2007
0,30 0,27
1,88
0,30
4,56
0,85
10,47
1,42
Copo Río Pilcomayo
Figura 8. Comparación del avance de la frontera agrícola.
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395
perfi cie de bosques disminuye en un 69 %; la cantidad de parches en un 34 %
y el tamaño promedio de parches en un 53 %. Esto indica que los cambios de
uso de la tierra, que en este caso corresponden al avance de la frontera urbana,
ocurren a expensas del bosque, al menos en parte.
En 1975, la distribución de los bosques altos densos era bastante homogé-
nea en el área de estudio, aunque algo inferior entre los 10 y 20 km, coinci-
diendo con la ubicación de la ruta nacional 86 y el mayor desarrollo urbano.
El porcentaje de cobertura total de bosques en relación a la superfi cie de cada
600
500
400
300
200
100
0
Áre
a (c
ient
os
de
hect
área
s)
Anillo
Parcelas - Copo
PN A-1 A-2 A-3 A-4 A-5
1976 1988 2000 2007
45
40
35
30
25
20
15
10
5
0
Áre
a to
tal (
cien
tos
de
hect
área
s)
Anillo
Parcelas - Río Pilcomayo
PN A-1 A-2 A-3 A-4 A-5
1976 1988 2001 2007
Figura 9. Avance de la frontera agrícola en relación a la distancia desde el área protegida.
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396
Cambios del uso de la tierra en el entorno de las áreas protegidas en la Llanura Chaqueña
396
anillo ha ido disminuyendo a lo largo del tiempo y en mayor proporción
en las cercanías del PN, en coincidencia con el avance de la frontera urbana
(Fig. 10).
La dens idad de parches en el interior del Parque Nacional aumenta un poco,
demostrando fragmentación, y en el último período (2001-2007) disminuye,
por desaparición de parches (Fig. 11). En la vecindad del PN, la densidad de
parches boscosos disminuye mucho desde 1975 a 1987, lo cual indica que des-
parecieron parches enteros en concordancia con el crecimiento urbano en ese
anillo. En el período siguiente, la densidad de parches incrementa indicando
fragmentación de parches, los cuales más tarde desaparecen, disminuyendo su
densidad. A mayores distancias del PN, la fragmentación y desaparición no son
tan marcadas.
TABLA 2. Métricas de los parches de bosque en los 4 momentos
Año Área (km2) NP * 1000 MPS (ha)
1975 4.775,70 11,92 40,07
1987 3.496,69 9,53 36,70
2001 1.929,89 9,33 20,69
2007 1.476,11 7,83 18,86
70
60
50
40
30
20
10
0
Co
ber
tura
de
bo
sque
s (%
)
Anillo
PN A-1 A-2 A-3 A-4 A-5
1975 1987 2001 2007
Figura 10. Cobertura de los bosques altos densos en Río Pilcomayo en porcentaje del área de cada anillo.
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397
■ Conclusiones
Existen diferencias notables entre ambas áreas de estudio, en parte por las
diferencias biogeofísicas y probablemente también por diferencias socioeco-
nómicas y políticas, en coincidencia con los hallazgos de Joppa et al., (2008).
Esta hipótesis está siendo evaluada. De los pocos datos demográfi cos dispo-
nibles para las principales localidades de las áreas de estudio surge que la tasa
de crecimiento poblacional promedio en Río Pilcomayo fue de 13 % anual
entre 1991 y 2001, mientras que el Copo fue de 21 % anual. Sin embargo, en
el censo de 2001, las localidades de Copo reúnen una cantidad de población
muy inferior (8.345 habitantes) a la de Río Pilcomayo (66.786 habitantes).
Cabe destacar que el 70 % de la población de Río Pilcomayo se encuentra en
Clorinda, ciudad que se ubica a casi 30 km del borde del PN; descontando la
población de Clorinda, quedan 16.800 habitantes en los alrededores del PN.
De los resultados surge que el área protegida de Copo (PN-RP) es mucho
más vulnerable a los cambios de uso del suelo que PN Río Pilcomayo, eva-
luados por los indicadores de disección del paisaje. Si bien en Río Pilcomayo
la densidad de disecciones tiende a ser mayor en las cercanías del PN, y su
incremento en el último período es máximo dentro de los 10 km de distancia
desde el borde del área protegida, ésta es inferior a la de Copo. Muchas de las
2,50
2,00
1,50
1,00
0,50
0,00
Den
sid
ad d
e p
arch
es (n
/km
2 )
Anillo
PN A-1 A-2 A-3 A-4 A-5
1975 1987 2001 2007
Figura 11. Cambio de la densidad de parches boscosos en el tiempo y en el espacio en Río Pilcomayo.
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398
Cambios del uso de la tierra en el entorno de las áreas protegidas en la Llanura Chaqueña
398
disecciones presentes en 2007 corresponden a marcaciones de parcelas, que
probablemente ya se han convertido en cultivos, en detrimento del bosque.
En el área de Copo, el riesgo mayor para las áreas protegidas es el avance de
la frontera agrícola, mientras que en Río Pilcomayo es la frontera urbana la que
tiende a avanzar con mayor vigor, como surge de la comparación de las fi guras
6 y 8. La situación del PN Río Pilcomayo es crítica porque el avance urbano
se produce en las cercanías del área protegida y disminuye con la distancia. En
algunos puntos la urbanización se encuentra en 2007 entre 5 km y 190 m del
borde del PN, pero a menos de 1 km en varios puntos de su borde Sur. En
cambio en Copo, el avance de la frontera agrícola es más notable a partir de los
20 km del borde del PN, y avanza desde el sur y sudeste hacia el área protegida.
Las diferencias entre la Reserva Provincial y el Parque Nacional Copo en
cuanto al cambio de uso de la tierra sugieren grados de efectividad en la con-
servación entre niveles de jurisdicción. Esta aseveración es una hipótesis que
podría ser validada en otras regiones en que áreas protegidas de distinto nivel
jurisdiccional protegen el mismo ecosistema o paisaje. El dato sería muy útil
para mejorar las políticas de conservación de la biodiversidad mejorando los
puntos débiles de la gestión de las reservas.
Si se acepta que el Gran Sistema Ecológico representado por las áreas pro-
tegidas en el Chaco es el Complejo, el PN-RP Copo ocupa 3,3 % de los An-
tiguos Cauces del Juramento Salado. En el caso de Río Pilcomayo, el Parque
Nacional ocupa menos del 1,1 % del Complejo Oriental del Bajo Río Para-
guay. En ambos casos, la representatividad es muy baja, pero la pregunta que
debemos hacer es si las áreas protegidas verdaderamente representan las fun-
ciones del Complejo, incluyendo los regímenes de perturbaciones naturales y
la diversidad de hábitats usados por todas las poblaciones vegetales y animales
que habitan las áreas protegidas. En ninguno de los entornos de estas áreas
protegidas parece haber estudios de los ecosistemas usados por los animales,
ni de las áreas que ellos recorren en cortos ni largos intervalos de tiempo, ni de
las relaciones fuente-destino de las poblaciones.
El PN-RP Copo se ubica en la porción central del Complejo al cual re-
presenta, y es muy probable que no incluya la ecoclina climática completa. El
complejo es muy extenso, y presenta gradientes climáticos desde las tierras altas
hacia la llanura, de oeste a este y de norte a sur. Desde los 64° de longitud W
hacia el Oeste, las precipitaciones varían entre 650 y 900 mm anuales, y las
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temperaturas medias son 27 ºC y 14 ºC, para los meses más cálido y más frío,
respectivamente. Desde el meridiano de 64 ºW hacia el Este, las lluvias oscilan
entre 420 y 550 mm anuales y la temperatura media de los meses más cálido
y más frío son 28,8 °C y 16,6 °C (Morello et al., 2008). El área protegida re-
presenta una fracción de la porción más seca y cálida del Complejo, en una
porción en la que se presentan climas locales extremos, como en Pampa de los
Guanacos (NE de Santiago del Estero, -26º14’/-61º52’).
El PN Río Pilcomayo se inserta en el Centro del Complejo Oriental del
Bajo Río Paraguay y muy probablemente no incluya el gradiente completo
del Complejo, ya que éste se extiende más de 60 km hacia el NO y más de
50 km hacia el SE desde el borde del PN. En este complejo también hay un
gradiente de humedad, con tipos climáticos que varían de seco-subhúmedo
y húmedo-subhúmedo, de oeste a este, con precipitación media anual entre
1.100 y 800 mm en el mismo sentido. Además, hay una alta heterogeneidad
al nivel del paisaje, generada por la red de los grandes ríos que corren de NO
a SE y sus afl uentes perpendiculares al río principal; los grandes patrones de
formas del terreno, suelos, cuerpos de agua y vegetación se asocian a once cuen-
cas de afl uentes del Paraguay-Paraná, cada una con características particulares,
que sólo tienen en común el desagüe difi cultoso y la matriz de ecosistemas de
herbáceas (Morello et al., 2008). No es probable que el PN incluya esta gran
heterogeneidad de formas de la tierra, suelos y biota.
Si, por otro lado, se considera que los Grandes Sistemas Ecológicos son los
Sistemas Ecológicos sensu Th e Nature Conservancy (TNC, 2003), el PN-RP
Copo representa dos sistemas ecológicos, que forman un patrón entremezcla-
do: Bosques Xéricos de las Llanuras Aluviales Antiguas del Chaco Septentrio-
nal Occidental y Pastizales y Sabanas Arboladas Abiertas Sobre Paleocauces
Colmatados (sabanas y aibales), con predominio del primero, y en la porción
sur se agrega el sistema ecológico Pastizales Pirógenos y Arbustales Secunda-
rios, en las áreas quemadas en forma de lenguas (Grupo de Expertos, 2005).
La porción norte tiene una superfi cie de 3.595.183 ha y la sur, con pastizales
pirógenos, 384.418 ha; el área protegida cubre el 7 % de ambos sistemas eco-
lógicos considerados en conjunto. Las consideraciones acerca de los gradientes
climáticos descriptas en relación a la representatividad de los Complejos son
válidas, ya que estos sistemas se extienden desde el límite Oeste al límite Este
del Complejo.
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En el caso del PN Río Pilcomayo, los sistemas ecológicos representados
son Arbustales Ribereños Sucesionales del Chaco, de 28.953 ha, en la franja
costera del río Pilcomayo, y un gran parche de 155.856 ha en el que se en-
tremezclan tres sistemas ecológicos: Sabanas Abiertas Higrofi ticas del Chaco
Septentrional Oriental; Totorales, Pehuajozales, Pirizales y Juncales del Chaco
Oriental y Pastizales y Sabanas de Suelos Fértiles y Bien Drenados del Chaco
Oriental (Grupo de Expertos 2005). El PN representaría mas del 28 % de
los sistemas ecológicos considerados en conjunto. La representatividad mejora
mucho en términos porcentuales, en relación al Complejo como Gran Siste-
ma Ecológico, pero las consideraciones en cuanto al gradiente climático son
válidas porque estos sistemas ecológicos se extienden de NO a SE abarcando
todo el ancho del Complejo.
La gran mancha urbana ubicada inmediatamente al Sur del PN Río Pilco-
mayo ha convertido casi totalmente un gran parche en el que se entremezclan
totorales, pehuajozales, pirizales y juncales del chaco oriental y pastizales y sa-
banas de suelos fértiles y bien drenados del chaco oriental. Estas formaciones de
humedales podrían haber sido fuente de organismos de las mismas formaciones
ubicadas dentro del PN, o sitios visitados por organismos del PN, y una dis-
minución de las poblaciones o pérdida de hábitat en el área convertida puede
resultar en una reducción de las mismas poblaciones dentro del PN, aún sin
haber sido éste intervenido. También existe la posibilidad de que algunas de
las especies residentes en el Parque Nacional se alimentaran o realizaran alguna
actividad, a lo largo del año o en alguna época del año, en las tierras altas ya con-
vertidas; en este caso, para esas especies hubo reducción de hábitat y de recursos.
La cercanía de áreas urbanas, como es el caso del PN Río Pilcomayo, es
otra causa de deterioro dentro de los PN. Las incursiones al área protegida
con propósitos de caza, obtención de leña, y otras actividades, a veces ilícitas
o ilegales, son inevitables; los animales grandes entran en competencia con los
humanos, y se pierde hábitat de animales pequeños (Woodraff e y Ginzberg,
1993). Este efecto de borde es más intenso en las áreas protegidas pequeñas en
las que la relación borde/interior es mayor.
El establecimiento de áreas protegidas, muy frecuentemente es dictado por
situaciones de oportunidad, más que por un proceso de planifi cación sobre ba-
ses científi cas al nivel regional (Burkart, 2007). La conservación de la biodiver-
sidad no debería circunscribirse a la delimitación de un área de reserva y a la
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preparación y ejecución de un plan de manejo para dicha área, como suele
hacerse en la Argentina. El objetivo de las actividades de conservación es mini-
mizar la exposición de los objetos de conservación a los procesos que los ponen
en peligro, incluyendo aquellos que ocurren fuera de la reserva. Gaston et al. (2002) visualizan la conservación como un proceso a realizar en 6 etapas: 1)
compilación de datos sobre biodiversidad en la región; 2) identifi cación de las
metas de conservación para la región; 3) revisión de las áreas protegidas de la
región y evaluación de su efectividad; 4) selección de áreas adicionales para pro-
tección; 5) implementación de actividades de conservación (plan de manejo);
6) mantenimiento de los valores de efectividad de cada área protegida (incluye
planes de manejo para el entorno y monitoreo dentro y fuera del AP). Los au-
tores insisten en la importancia de considerar los temas de persistencia y vulne-
rabilidad en cada una de las etapas, para lo cual proponen procedimientos para
estimar la probabilidad de persistencia y evaluar el grado de vulnerabilidad.
Estas condiciones dependen de la escala y exigen que se tenga en cuenta no sólo
el interior del área protegida, sino también su entorno. Existen varias propues-
tas de métodos de estudios regionales para la selección de áreas protegidas y de
redes de áreas protegidas, que deberían analizarse, seleccionar la más adecuada
y adoptarse, modifi cada o no, como estrategias al nivel nacional.
El tipo de análisis que se describe en este trabajo puede contribuir a me-
jorar el manejo en el entorno de las áreas protegidas apuntando a los factores
que amenazan la conservación de la biodiversidad en la reserva natural. En
el caso de Río Pilcomayo, el esfuerzo debería ponerse en el control del creci-
miento urbano, especialmente periurbano, mientras que Copo, se benefi ciaría
con una planifi cación espacial que limite el avance de la frontera agrícola en la
vecindad del área protegida. En el entorno del PN Río Pilcomayo existe poco
margen para la generación de una red de parches protegidos, que comple-
menten las funciones del PN, especialmente hacia el Sur. Podría pensarse en
la expansión de la red hacia el NO, donde todavía no hay un avance urbano
tan marcado. En Copo, existen oportunidades de establecer redes de parches
protegidos, especialmente de bosque y de arbustales en paleocauces, los cuales
aparecen bastante intervenidos con el establecimiento de parcelas y para uso
ganadero. Se debe tener en cuenta que existe un retardo, que puede ser de
décadas, desde el aislamiento de las áreas protegidas hasta la desaparición de
especies nativas (Brooks et al., 1999; DeFries et al., 2005), por lo cual es re-
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comendable iniciar las acciones antes de que la áreas protegidas y parches con
condiciones para formar las redes queden aislados.
Se requiere un conocimiento de los factores físico-bióticos y sociales del
entorno de las áreas protegidas. No se trata de proteger o reservar todo, sino
de comprender el funcionamiento del sistema y su infl uencia sobre los objetos
de conservación. Por ejemplo, DeFries et al. (2007) diferencian políticas según
el tipo de situación, de modo tal que en paisajes de frontera, en países que ca-
recen de la infraestructura institucional para el control del ingreso al área pro-
tegida para tala, cosecha, caza, obtención de leña, el énfasis debe ponerse en
la protección de hábitats críticos y de corredores, antes de la conversión total;
en lugares en que la población humana depende de los recursos naturales, se
recomienda proveer fuentes alternativas de recursos; en sitios de afl uencia de
turistas, es posible proteger hábitats y corredores mediante incentivos econó-
micos. Tal como lo señalan los autores, la comprensión de la naturaleza de los
confl ictos sociales es clave para identifi car las estrategias de manejo adecuadas.
Las situaciones de confl ictos sociales, económicos y ambientales pueden con-
vertirse en oportunidades para introducir proyectos de manejo sostenible que
mejoren la calidad de vida y protejan la biodiversidad.
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Agradecimientos
A la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) por donar las imágenes sa-
telitales.
La investigación fue fi nanciada por el subsidio de la Agencia Nacional de Promoción Cien-
tífi ca y Tecnológica (FONCYT) PICT2006 Nº 2450.
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