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El mito de la Modernidad: una visión de la Conquista en José Emilio Pacheco
CITLALLI BA y ARDI LANDEROS
Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa
RESUMEN. En este trabajo se analizan cinco poemas de José Emilio Pacheco, cuyo hilo conductor es el mito de la Modernidad. Se ha tratado de seguir una brevísima visión de la conquista a través de los poemas seleccionados con el objeto de desentrañar una falsa justificación del proceso de la Modernidad. José Emilio Pacheco utiliza diversas máscaras en su discurso poético, 10 cual le permite hablar desde distintas perspectivas y con diferentes sentidos. La intertextualidad es uno de los elementos al que constantemente recurrirá para exponer su punto de vista.
En todo escritor hay sucesos que lo marcan de forma definitiva, en el caso de José Emilio Pacheco, no sé cuántas 10 han hecho; sin embargo, el holocausto judío, y no es novedad, es una de tantas. Pero, ¿qué hay acerca del holocausto americano que significó la Conquista? ¿Qué hay sobre el marginado en que devino el Otro, el encubierto por el español en virtud de su supuesta inferioridad?
La Conquista fue un hecho que entre todos los adjetivos que podríamos encontrar no dejamos de calificar como genocida. Con gusto encontramos a un José Emilio Pacheco sensible a la salvaje obra de Cortés y que realmente hace una crítica sólida al llamado mito de la Modernidad, en aras del cual el imperio azteca fue
devastado. Mito que encubrió, ignoró y negó al Otro, al mexica, dando por resultado, después de 500 años, durante los cuales se les sigue desconociendo, a diversos rostros; rostros que podemos resumir en uno: el marginado.
Los distintos levantamientos armados son corolario del mito de la Modernidad, que consiste "en victimar al inocente (al otro) de-
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clarándolo causa culpable de su propia victimación, y atribuyén
dose el sujeto moderno plena inocencia con respecto al acto victimario [ . . . ]. El sufrimiento del conquistado (colonizado, subdesa
rrollado) será interpretado como el sacrificio o el costo necesario
de la modernización." (Dussel 100).
Para satisfacción nuestra, la posición de Pacheco ante la his
toria no es tan ajena como podría pensarse; Guillermo Sucre la
describe como la de·
un "cronista de cólera apasibe, impersonal e
irónico" (284), para quien es necesario fundamentar el porvenir a
través de una nueva conciencia del lenguaje, esto es, por medio de
la aproximación a textos, contextos y hombres (poetas o no); de la
asunción de ritmos, temas y personas para, desde el otro, funda
mentar el porvenir desde una pluralidad que tenga a la base una visión de la historia más amplia y rica en contenido. Pero los poe
mas de Pacheco no son optimistas, para Sucre esto tiene que ver
con la voluntad de sobreponerse a todo fatalismo. Limitamos el análisis a seis poemas claves, a través de los cua
les nos proponemos evidenciar la lógica del mito de la Moderni
dad y el pronóstico de liberación.
Ya Lilvia Soto ha hablado de las máscaras y las voces median
te las que Pacheco manifiesta su poesía (véase Verani 111); en el caso de "Crónica de Indias", del libro No me preguntes cómo
pasa el tiempo, 1964-1968 (Pacheco 1980 59-109), dice Soto que
el procedimiento es la creación de una "persona" o "hablante fic
ticio" que se expresa en primera persona. En este poema, que co
mienza con un epígrafe de Bernal Díaz del Castillo, testigo y partícipe de la conquista, el sentido que tendremos bajo esta óptica es
el de la experiencia del conquistador ante nuestro continente de
tal forma que a través de su discurso nos situará, de una vez por
todas, en la médula del mito de la Modernidad.
Crónica de Indias
porque como los hombres no somos todos
muy buenos [ ... J Bemal Díaz del Castillo
Después de mucho navegar por el oscuro océano amenazante, encontramos
EL MITO DE LA MODERNIDAD
tierras bullentes en metales, ciudades que la imaginación nunca ha descrito, riquezas, hombres sin arcabuces ni caballos. con objeto de propagar la fe y arrancarlos de su inhumana vida salvaje, arrasamos los templos, dimos muerte a cuanto natural se nos opuso. Para evitarles tentaciones confiscamos su oro. Para hacerlos humildes los marcamos a fuego y aherrojamos. Dios bendiga esta empresa hecha en su Nombre.
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En las palabras que Pacheco ha escogido de Bernal Díaz del Castillo, y en su nombre la de todos los conquistadores españoles, lo que hay no es una disculpa sino un vuelco claro a la historia. Desde el título, "Crónica de Indias", en oposición al epígrafe, porque como los hombres no somos todos muy buenos [ ... ], la frase, fuera de la obra de Bernal, se recontextualiza para dar lugar
..... a una nueva connotación: la ironía, que permeará a lo largo del poema. Es la deClaración de una acción injusta y de una guerra injustificada, efecto que se logrará con la lectura total del poema; es una cuestión de ética que Pacheco asume aliada con la crítica ante y de la historia.
En los primeros versos, el conquistador relata su arribo a nuestro continente a través del Atlántico; se trata, pues, de una civilización encontrada, mas no descubierta. De entrada, este navegante describe las diferencias de las dos visiones de mundo. La sensibilidad del mundo mesoamericano, el modo de vivir y la arquitectura que tanto deslumbró a los conquistadores, no fueron razón suficiente para opinar que eran pueblos civilizados.1 Es una visión de mundo que se contrapone a la del hombre occidental: estos hombres que no portan armas de fuego ni caballos, elementos propios
1 Argumentación de Ginés de Sepúlveda, Comendator de los problemas jurídicos del descubrimiento de América ante la Corona Española (Citado en Dussel 101).
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del hombre occidental, sí poseen metales (oro, plata) y riquezas nunca vistas.
Así se empieza a tejer el mito de la Modernidad en la posición argumentativa de Ginés de Sepúlveda: la modernidad como "emancipación" (citado en Dussel 101-107). En primer lugar, la cultura europea, de la que provenían los conquistadores es asumida por ellos como superior; esto es, se parte de una visión eurocéntrica que justificará la Conquista:
Con objeto de propagar la fe
y arrancarlos de su inhumana vida salvaje, arrasamos los templos, dimos muerte
a cuanto natural se nos opuso.
Este es el modus operandi del conquistador sobre la "cultura inferior", es una acción pedagógica y moral, pues lleva a la emancipación del "indio" de su "vida salvaje" al humanizado. La ironía de Pacheco es patente tras la máscara de un conquistador que encuentra justificación a sus acciones, en el fondo de las cuales se oculta la ambición. Para "arrancarlos de su inhumana vida salva- '" je" es necesario ejecutar en ellos una acción que implica la violencia. La muerte, destrucción y exterminio son, entonces, "costos necesarios", dirá Ginés de Sepúlveda, del proceso modernizador.
En este proceso civilizatorio la víctima es culpable de llevar una vida salvaje y el victimario que declara "dimos muerte a cuanto natural se nos opuso" es inocente, puesto que su misión es divina: el objeto era propagar la fe.
Para el conquistador que habla en este poema, la violencia y la confiscación de bienes tienen razón, pues son el camino de acercar a los naturales a Dios, en el nombre de Dios. El ocultamiento de Pacheco tras la máscara del conquistador es sorprendente no porque hable como él sino porque 10 descubre su acción encubriéndola al mismo tiempo mediante la ironía; detrás del texto, Pacheco se refiere a la rapiña y codicia que motivó todo un proceso.
La ironía se refuerza con los siguientes versos, pues si se les confiscó el oro a los indígenas no fue para evitarles tentaciones,
EL MITO DE LA MODERNIDAD 497
sino por una clara codicia; si se les marcó con fuego y aherrojó -encadenó, oprimió-, no fue con el caritativo fin de hacerlos humildes, sino para dominar, cautivar y adueñarse en el pleno sentido de la palabra de toda la riqueza existente. En todo caso, explica Enrique Dussel (101-107), Ginés de Sepúlveda justifica la violencia ejercida por los españoles, como el conquistador que habla en este poema, fundando su argumento en el Nuevo Testamento: Le 14, 15-24. Se trata de la parábola de los invitados al banquete del Reino de Dios: un hombre invita a determinadas personas a su banquete, pero éstas no pueden asistir y se disculpan con él, entonces para que se congreguen en el banquete le dice a su sirviente compelle a la gente a entrar en mi casa. Ginés interpreta compele como obliga; así, la empresa de hacer humildes a los naturales y que operó con el fin de evitarles tentaciones tuvo que recurrir a la violencia. Los versos finales de este poema son contundentes:
Dios bendiga esta empresa
hecha en su nombre.
Los siguientes poemas que veremos pertenecen a la sección n, "Antigüedades mexicanas", del libro Islas a la deriva, 1973-1975
(Pacheco 181-196). Se trata de los poemas "El descubrimiento", "Presagio", "Temilotzin de Tlatelolco" y "El padre Las Casas lee a Isaías, XIII".
En el primero de éstos, José Emilio Pacheco retomará el recurso de la máscara, pero con tres posiciones distintas, tres distanciamientos del poeta.
El descubrimiento
Gran cielo malva y en el fondo azulea
la tierra prometida por los muertos
Será bosque sólo plantado para cortar madera y campo de cultivo que alimente
No sus bocas: las nuestras Pero ante todo el oro
Piedra color de sol que es color de Dios
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y sobre esta piedra fundaremos la nueva Europa
Los primeros versos se nos presentan enigmáticos. Es la voz de un conquistador que describe un paisaje que alcanza a vislumbrar,
ante sus ojos se abre otro mundo y el Otro. Pero, ¿por qué tierra
prometida por los muertos? En el contexto del conquistador puede
referirse al objetivo de tantas expediciones fracasadas antes de
1492 y hasta 1521, y así establecer un paralelismo entre aquélla
prometida al conquistador y la referencia testamentaria de la "tie
rra prometida" a los judíos, razón por la que caminaron cuarenta años a través del desierto dirigidos por Moisés.
Ahora podemos hacer un segundo paralelismo: en primer lugar,
Hernán Cortés creyó que liberaría a los indígenas de la servidum
bre a ídolos blasfemos, pues la religión mesoamericana fue califi
cada como demoniaca, así como Moisés liberó a su pueblo israeli
ta del sometimiento a los egipcios. En ambos casos se observa
que estos hombres han sido instrumento de Dios para la liberación
espiritual. Los españoles, creían que se les iba a agradecer la
evangelización aunque implicara violencia. En segundo lugar, la
"Tierra prometida", de donde brota el maná y la riqueza es abun
dante, sería alcanzada después de sufrir y padecer profundas pe
nas como pago a su descreimiento y falta de fe, ése sería el pre
mio. En José Emilio Pacheco se trata de una ironía profunda y
melancólica, pues castigo-pena y premio-tierra prometida, no los
ha de disfrutar el sujeto a liberar (como el pueblo judío en el caso
de Moisés) sino que se divide en dos acciones, ahí el centro críti
co: quien obtuvo los beneficios fue sólo el conquistador, cuyo pa
decimiento se concretó a la travesía atlántica y a la lucha por el
oro, entonces cambió la visión por un proyecto para el conquista
dor. El Otro, el "liberado", sobre el cual se llevó a cabo una con
quista espiritual y material, no le tocó nada, si acaso "el reino de
Dios, que es amor en el infierno" (Pacheco 162).
En los siguientes versos, el conquistador anuncia el saqueo, de
vastación y encubrimiento de que será objeto el imperio azteca; la
voz detrás de éste, la de Pacheco, es contundente:
EL MITO DE LA MODERNIDAD
Será
bosque sólo plantado para cortar madera
y campo de cultivo que alimente
no sus bocas: las nuestras
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Una vez más irrumpe la Modernidad de forma violenta, los
versos son interpretados como un proyecto de vida exclusivo de
los españoles. Fundarán sobre lo devastado sólo para ellos. El
sentido de estos versos nos lleva al referente de que si hay bosque
éste no estará en estado salvaje e improductivo, sino que será
plantado sólo para cortar madera y obtener valor de él. Este bos
que cultivado por el hombre adquiere connotaciones de civiliza
ción. Sembrará y fundará sobre las ruinas americanas su porvenir, se nutrirá de este suelo y establecerá una ciudad que excluye al
Otro, al que ve diferente. El conquistador en un acto autoritario y dogmático pensó en sí y para sí, en virtud de su "supuesta" superioridad.
Pero ante todo, el oro, metal que desde los alquimistas medie
vales había enloquecido al hombre por su connotación de poder,
ahora se le presenta al español en una abundancia inimaginable,
que no estaba dispuesto a desaprovechar, pues la poseían hombres sin arcabuces ni caballos. A un nuevo dios: el oro, se inmolará el
sacrificio, el sacrificio americano, esa será la piedra sobre la que
se fundará la Nueva España, y así como Jesús tomó a Pedro, el apóstol, y le dijo "sobre esta piedra fundaré mi Iglesia", el con
quistador tomó el oro, piedra color de sol que es color de Dios.
Irónicamente, sigue Pacheco, se establece otro paralelismo: la
fundamentación cosmogónica azteca regía su destino a través del
tonalámatl, la piedra del sol que simbolizaba al dios Tonatiuh, análogamente, el dios que fundamentará a la Nueva España, la
primera colonia moderna, será también una piedra pero no sólo
color de sol (el oro).
En la segunda parte del poema, la perspectiva ha cambiado, la
voz ahora se torna totalmente descriptiva y al mismo tiempo vi
sionaria, entre el poeta y la máscara (de conquistador) se establece una distancia, es como la tensa calma que anuncia peligro, violen
cia y muerte.
500 CITLALLI BA Y AROI LANOEROS
2 Toda la noche el rumor de pájaros
alas en la salobre oscuridad desplegando
hálito de hojas muertas bosques follajes
Tierra inventada por el mar Desnuda
la isla para el grito que da el vigía
La voz expresa la presencia de aves, en ]a noche que parece ser
la del arribo de los españoles a tierra. Esta atmósfera da un respi
ro a los planes y acciones realizados por el conquistador; los ver
sos se llenan de sensaciones, sabores y sonidos, salobre oscuri
dad, oscuridad salina, noche mar, y el suave soplo que exhalan las
hojas muertas que caen desde el follaje de los bosques.
El último par de versos nos lleva a pensar que finalmente se
trata de una tierra a la que el español llegará sin saber la identidad
del otro. Sin embargo, la forjará a su imagen de colonia, a su se
mejanza y necesidades. Desnuda y fértil es la primera visión que
tiene el europeo de este continente, el primer avistamiento, el que
grita el vigía, simbólicamente hablando.
En la última parte del poema se establece otra distancia, quizá
la más distante entre la máscara empleada hasta ahora por Pache;.
ca y el Pacheco poeta, y la más cercana entre éste y la máscara
del Otro, el indígena, con lo cual hace surgir un discurso diferen
te. Es una reconsideración de la eterna constante de la historia,
que se cubre de un mayor lirismo que los versos anteriores.
3 Alta mar que se inclina cuando ofrece a la tierra
el sacrificio de su oleaje
Verde y azul y color de arena
es la ola al romperse
En su insaciedad
¿que palabra muda
dice a la playa eternamente la espuma?
Aunque esta visión sacrificial se describe con sencillez, en rea
lidad es muy enigmática: una continuidad infinita verde, azul y
color arena. Es una imagen silenciosa y críptica que dice todo.
EL MITO DE LA MODERNIDAD 501
Nos parece que se trata de una intertextualidad con la cosmogonía azteca. León-Portilla cita en el canto a Ometéotl que este dios, principio original madre-padre, se encuentra "yaciendo en el ombligo de la tierra, metido en un encierro de Turquesas. El que está en las aguas color de pájaro azul" (1974 93); esto es, en el océano, los mares que flanqueaban al imperio azteca y que eternamente se arrojaban a las playas para volver siempre a ese mar. La analogía se completa con el color verde, azul de las turquesas que encierran a Ometéotl. Finalmente, los tlamatinime se formaban durante años en el Calmécac, el fruto de la enseñanza "era el conocer 'la sabiduría ya sabida' (momachique)" a través de diálogos o conversaciones con los sabios -ancianos-, para "poder articular una 'palabra adecuada' (in qualli tlahtolli)" (Dussel 160-161). A esto puede referirse el poeta situado con otra máscara desde otra perspectiva, desde una reflexión casi mítica: la eterna búsqueda de la verdad.
La última parte de este poema y "Presagio" tienen como función revestimos del Otro y tener así su visión. "Presagio", por su parte, evidencia el razonar de Moctezuma, pues se trata de una "narración objetiva, omnisciente, en tercera persona" (Verani 111), que nos sitúa en la llamada "Parusía de los dioses desconocidos" (Dussel 157-185).
Presagio
Se puso el sol brillaron las montañas El Gran Tlatoani entró en sus aposentos N o pudo descansar Fue hasta las salas Negras de su palacio destinadas a los estudios mágicos recinto de la sabiduría de los padres Miró el lago
jade bajo la noche y la ciudad llena de luces y canales
y dijo el mensajero "Piden verte señor dos pescadores Encontraron un ave misteriosa Es su deseo que no la mire sino Moctezuma"
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Llegaron los dos hombres
con el ave en la red
CITLALLI BA YARDI LANDEROS
El Gran Tlatoani
observó que en lugar de la cabeza
tenía un espejo En él vio reflejadas "casas sobre la mar y unos venados
cubiertos de metal grandes sin cuernos"
"Vuelven los dioses" dijo Moctezuma
"Las profecías se cumplen No habrá oro
capaz de refrenarlos
Del azteca
quedará sólo el llanto y la memoria"
En este poema Pacheco hace una recreación del modo en que a
Moctezuma se le informó de la llegada de los españoles, cuestión que él interpretará como la vuelta de sus dioses (Parusía). El poeta, por un momento, toma una máscara ominisciente que le permi
te recrear todo el conjunto de presagios que se dieron desde la
pespectiva histórica de los informantes de Sahagún; así, nos describe cuando Moctezuma recibe la noticia y escucha e interpreta
los presagios.
Las imágenes poéticas son diferentes, pues se tornan descriptivas al hacer referencia a los aposentos del 11atoani, quien presenta una actitud inquieta que le quita el sueño; entonces, se dirige a
escuchar la sabiduría de los ancianos (Tlamatinime), maestros de la verdad, en las salas negras destinadas a estudios mágicos.
Históricamente sabemos que los sacerdotes mexicas indicaron a Moctezuma que Quetzalcóatl llegaría por el occidente en un año ce-acatl (año uno caña), misma fecha de la llegada de los españo
les, sin embargo, ésta no era la única señal, también existían otras
claves y todas coincidían en que se acercaba un futuro funesto para el imperio. El motivo de la reflexión e inquietud de Mocte
zuma es su pueblo Tenochtitlan, hermosa ciudad erigida sobre un
lago. La imagen contemplativa de Moctezuma queda interrumpida por la introducción del discurso de un mensajero quien pide au
diencia para un par de pescadores que traen un "ave misteriosa",
y dadas las características singulares de ésta sólo quieren sea vista por el Gran Señor Moctezuma. Pacheco consigue tejer una tensión
EL MITO DE LA MODERNIDAD 503
mayor, a medida que avanza el poema, entre un hombre inquieto, en medio de una atmósfera enigmática, en la que se sumerge reflexionando mientras contempla su imperio. La señal: un ave misteriosa, debe ser interpretada bajo la hermenéutica náhuatl.
En primer lugar, es un ave que ha sido pescada; en segundo, en vez de cabeza tiene un espejo (tézcatl) elemento simbólico, pues a través de él también veían los dioses a los hombres y el hombre ve su propio rostro en un sentido mítico, pues representa su rostro ante los dioses, el que es y está en su destino, en su tonalli. En todo caso, lo que Moctezuma observa son los barcos y caballos de los españoles, que en el mundo náhuatl al no existir fueron referidos metafóricamente como "casas sobre el mar" y como "venados sin cuernos", animales -los caballos- que se creían unidos al mismo jinete formando un sólo ser resguardado por la armadura, por eso dice "cubiertos de metal". Estas metáforas convertidas en verso en el poema están entrecomilladas, pues se trata de referencias hechas por los informantes de Sahagún, otro caso de intertextualidad en Pacheco.
En el poema, lo que ha visto Moctezuma es el advenimiento de los dioses, una de las principales razones de la Conquista; por el lugar y en la fecha señalados, es un anuncio que denota el fin del "Quinto sol" (Dussel 161). Moctezuma con el afán de alargar esta etapa considerará homenajeados con oro y otros presentes, y proponerles vuelvan a su lugar. El primer intento de Moctezuma por detenerlos falla, pues no eran dioses y el oro sólo encendió la ambición. Pacheco suprime esa etapa de obsequios y sólo resume el fin del imperio en voz de Moctezuma.
Sin embargo, no todo fue obsequios y resignación, pues Moctezuma se percata de que se trata de seres humanos ya que no aceptan sacrificios, abominan la sangre, no toman prisioneros para inmolar, sólo los matan sin algún sentido, además, en vez de que
los supuestos dioses aprecien los trabajos heéhos en oro, en plumas o en piedras preciosas, se alegran del puro material. Aun así,
Moctezuma considera la posibilidad de que actúen en nombre de Quetzalcóatl, por tanto, enfrentarlos significaría la destrucción total. Pero con el combate entre Cortés y Narváez, el arribo de los españoles a Tenochtitlan, los asesinatos de la élite azteca perpetra-
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dos a traición por Pedro de Alvarado y la muerte de Moctezuma termina la "Parusía de los dioses". Éste es el salto que debemos
dar para pasar del presagio a la resistencia, pues los españoles ya
no serán vistos como dioses, o que actúan en nombre de dioses, sino como invasores en toda la extensión de la palabra. Todos los guerreros aztecas se armaron para hacer frente.
En los poemas seleccionados vemos esta nueva etapa con "Te
milotzin de Tlatelo1co".
Temilotzin de Tlatelolco
Temilotzin nacido en 11atelolco
se hizo poeta en el calmécac y dejó escrito:
"Dios me envió a la tierra
para hacer la amistad entre los hombres
Pero llegó Cortés y Temilotzin
fue tlacatécatl comandante de hombres
Defendió la ciudad junto a Cuauhtémoc
y cuando los cañones derribaron
las defensas aztecas y el hedor
de los muertos llenaba el aire
se encerró en Tlatelolco hasta caer al lado del Tlatoani
Cortés lo mandó a España Temilotzin se negó a ser esclavo se arrojó
a las aguas del mar y nadie sabe si acabaron con él los grandes peces
o si alcanzó la orilla
En este poema también se trata de una voz omnisciente que
habla en tercera persona, acerca de un personaje importante. En
los primeros cinco versos, Pacheco, tras la máscara omnisciente, nos presenta a un guerrero poeta y su visión de mundo anterior a
la Conquista. Introduce palabras en náhuatl, como calmécac y no
las traduce para aprovechar la connotación de las mismas. En el calmécac estudiaban los hijos de los señores principales de Te
nochtitlan, el objetivo era la búsqueda de la "palabra adecuada"
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(in qualli tlahtolli), que debía ser expresada de viva voz o por escrito, recitada o cantada, con o sin música, "con la disciplina retórica que se articulaba en la mayor obra del Calmécac: in xóchitl in cuícatl (flor y canto), esto es, comunicación de lo terrestre con lo divino" (Dussel 161). De esa manera los tlamatinime eran poetas. Por otro lado, los jóvenes que se instruían en el arte de la guerra también estudiaban en el calmécac, cuestión que no minaba la pretensión de la búsqueda de la "palabra adecuada", así, los guerreros eran poetas.
En los versos cuatro y cinco se abren unas comillas que Pacheco no cierra porque pertenecen al testimonio que Temilotzin dejó de sí mismo (Véase León-Portilla 1972 191), otro caso de intertextualidad en la técnica de Pacheco, pues se trata de su interpretación de los versos de Temilotzin. En ellos está clara la tarea del joven poeta-guerrero, una práctica humana que lo conectaba con dios.
Pero comienzan los aciagos días del imperio azteca, por tanto, Temilotzin interrumpe su destino para revestirse como tlacatécatl,
es decir, comandante de hombres. La batalla que organizarán para sitiar a los españoles era determinante, de la victoria dependía la permanencia del imperio o su destrucción. Pacheco narra la caída del imperio y la derrota en Tlatelolco.
Los hijos de Moctezuma y su hermano fueron asesinados, Cuitláhuac murió de viruela, sólo quedaba como sucesor el joven Cuauhtémoc a quien se sumarán los guerreros de Tlacaélel y Temilotzin, ante todo, su amigo y compañero en los años de estudiantes del calmécac.
Detrás de esos breves y sentidos versos de Pacheco está interiorizado el sitio de Tlatelolco, punto en el cual cesó la guerra el martes 13 de agosto de 1521, día 1 serpiente del año 3 casa. Por otro lado, Pacheco señala elementos claves que tuvieron que ver en la derrota, intromisión ajenos al mundo mesoamericano: los cañones, arma que se carga de sentido como elemento del mundo civilizado, como el metal -dureza y poder- que se cierne sobre una civilización "sin arcabuces". Y la peste, la viruela, que fue interpretada como un augurio nefasto contra el imperio. Así, no se diga que no hubo resistencia, la hubo: "hasta caer al lado del Tlatoani".
506 CITLALLI BA Y ARDI LANDEROS
Pero Cuauhtémoc y los demás señores fueron tomados presos,
aquél torturado cruelemente y ahorcado en presencia de Temilotzin, su amigo, que sería enviado por Cortés a Europa. Desde el "mundo indígena" se ha comprendido que el fin del "Quinto sol"
está consumado. En la última parte del poema tenemos la referen
cia a la construcción de una figura mítica desde los anales de
Tlatelolco, de Temilotzin, y una visión reivindicante.
En los Anales de Tlatelolco está asentada la narración de la
desaparición de Temilotzin "comandante de hombres", que se
arrojó al mar desde una embarcación cuyo destino era Castilla. Pero Pacheco observa a Temilotzin desde una visión legendaria.
"Perdida la antigua grandeza, Tenochtitlan destruida, muerto
Cuauhtémoc, desaparecida la antigua hermandad" (León-Portilla
1972 189), Temilotzin se negó a ser esclavo, a morir en Castilla,
se negó a aceptar que ése fuera su destino, totalmente diferente al descrito en los versos cuatro y cinco, y tomó el camino en sus
manos. Son versos más directos, más reivindicantes.
En el poema de Pacheco, de los versos catorce y dieciocho lo
que se remarca es la dimensión mítica del desconocido fin del guerrero-poeta pues nadie sabe "si acabaron con él los grandes
peces o si alcanzó la otra orilla" para continuar una resistencia
que lleva ya 500 años.
El último poema que veremos tiene ahora un doble ocultamiento. Detrás de "El padre Las Casas lee a Isaías XIII" se encuentra,
en primer lugar, el dominico Bartolomé de Las Casas como ha
blante ficticio, o mejor dicho, leyente ficticio; y en segundo lugar, un capítulo del Antiguo Testamento con su propia carga de senti
do: Isaías XIII: oráculo contra Babilonia.
Bartolomé de Las Casas es la máscara que escogerá Pacheco en
este caso, pues su papel como crítico contemporáneo del mito de
la Modernidad (véase Dussel 110) es un hecho que no pasará por alto. El dominio descubre la falsedad de juzgar al sujeto de la
pretendida "inmadurez" y la culpabilidad del "moderno" que in
tenta justificar su agresión, esto es, descubre la "irracionalidad"
encubierta en el "mito" de la culpabilidad de blasfemia, herejía, etcétera, de las que fue marcado el Otro. Para Bartolomé, "la
emancipación de la pretendida barbarie de los indígenas no justifi-
EL MITO DE LA MODERNIDAD 507
ca la irracionalidad de la violencia ni compensa ni tiene proporción con el nuevo tipo de dominación establecida" (Dussel 111). Más aún, denuncia el lugar que le corresponde a la victima y al
victimario pues el pueblo indígena es víctima de una guerra injusta. Todo este discurso se encuentra detrás de este poema. En pri
mer lugar, proponemos que la perspectiva que escoge Pacheco
(desde el Oráculo de Babilonia, Isaías, XITI)2 sirve para exponer la crítica al mito de la Modernidad que hace Las Casas.
Para Bartolomé de Las Casas la ciudad que se ha construido a
merced del exterminio humano feroz, la Nueva España, es la Babilonia que ha de ser destruida por sus tantos pecados: soberbia, ambición, egoísmo, asesinato y todas las injusticias perpetradas.
Es notable que en este poema Pacheco ha conservado el estilo críptico del texto bíbilico.
El padre Las Casas lee a Isaías, XIII
Estruendo de multitud en los montes
como de mucho pueblo
y traen los instrumentos de su furor
para borrar del suelo a los opresores
y los castigarán por su iniquidad
y harán que cese la arrogancia de los soberbios
y ya nadie se ocupará de la plata
ni seguirá codiciando el oro.
La multitud que se congrega, se refiere, en el texto bíblico, al
ejército consagrado a Yahvé para cumplir sus designios, por tanto,
sólo se ha de esperar la impartición de justicia pues el ejército
caerá sobre la ciudad maldita que ha de sufrir el peso de la ira
divina: Babilonia. Para nuestra interpretación, Pacheco, a través
del padre Las Casas, habla de un ejército de liberación nacido del
pueblo que se ha de congregar para impartir justicia con la misma igualdad que el ejército de Yahvé, que viene armado con los ins
trumentos de su furor. Opresores que Bartolomé identifica como
2 Todos los comentarios acerca de Isaías XIII son extraídos de MaximiJiano
García Cordero, Biblia comentada (147-151).
508 CITLALLI BA Y ¡\RDI LANDEROS
los vietimarios, los pretendidamente inocentes, que una vez que
arrasaron con el otrora mayor imperio mesoamericano, inmediata
mente procedieron a repartirse las tierras, riqueza, oro, gente,
mexicas que pusieron a su servicio en calidad de esclavos destinados a un trabajo bestial, a los que no obstante, ni siquiera dejaron
que conservaran dioses, creencias, tradiciones; a los que les nega
ron la calidad humana, el razonamiento, hasta la risa. Esos opre
sores serán borrados por el ejército que se vaticina armado.
Finalmente, desde su alteridad, el Otro tendrá que hacerse escu
char por aquél que lo menospreció en virtud de sentirse superior,
de pertenecer a una civilización racional, de aquél que se sintió
con el poder de exterminar, adueñarse y negar a un ser que consi
deraba inferior, perteneciente a una cultura irracional, al Otro que deberá ser reconocido.
BIBLIOGRAFÍA CITADA
DUSSEL, ENRIQUE. 1492, el encubrimiento del otro. Santa Fé de Bogota:
Anthropos, 1992. GARCÍA CORDERO, MAXIMILIANO. Ed. Biblia comentada. Madrid: BAC,
1961. LEÓN-PORTILLA, MIGUEL. La filosofía náhuatl. México: UNAM, 1974. -. Trece poetas del mundo náhuatl. México: UNAM, 1972. PACHECO, JosÉ EMILIO. Tarde o temprano. México: FCE, 1980. SUCRE, GUILLERMO. La máscara, la transparencia. Ensayos sobre poesía
hispanoamericana. México: FCE, 1990. VERANI, RUGO, ed. La hoguera y el viento. José Emilio Pacheco ante la
crítica. México: UNAM/ERA, 1993.