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Duarte Marin Rodrigo Edsel
Una ventana al mundo del príncipe resplandeciente
Ivan Morris, El mundo del príncipe resplandeciente, Traducción Jordi Fibla, Atalanta,
Girona, España, 2007, 444 p.
¿En qué piensa la gente cuando escucha hablar de Japón? Es muy probable que todos
aquellos, ajenos a la cultura (y aun unos cuantos que sepan más sobre ella), responderán
con los famosos elementos del sushi, el samurái o la geisha. Otros ahondarán en elementos
como el teatro kabuki, o quizá hasta existan que solo tengan como referencia los elementos
actuales de la cultura pop japonesa. Sin embargo, incluso los elementos populares que se
podrían considerar como tradicionales de la cultura nipona, fueron incorporados o
desarrollados tardíamente, dejando un gran vacío e interrogantes de lo que hubo antes de la
aparición de los famosos elementos mencionados.
¿Qué hay del Japón Heian? Ciertamente no se sabe a profundidad sobre el estilo de vida
que llevaban los estratos comunes de la sociedad. No obstante, gracias al desarrollo de la
escritura, comenzaron a aparecer varios registros, de los cuales dos son los más famosos: el
Genji Monogatari y el Makura no Soshi, de Murasaki Shikibu y Sei Shonagon
respectivamente, que relataban un mundo distinto al de la gente común, un lugar brillante y
aislado que también se alejaba de la política y donde solo importaba divertirse y entregarse
a los placeres. Es así como Ivan Morris muestra en su obra El mundo del príncipe
resplandeciente el capítulo titulado “la ‘buena gente’ y su vida”.
En este apartado del libro el autor nos muestra, usando como fuentes fundamentales las
obras de las damas Murasaki y Sei, la vida de los cortesanos en un universo distante, a
puertas cerradas, donde lo más importante parece haber sido el ocio de la gente. Primero
Morris nos cuenta de aquellos hombres de alto rango que detestaban la política, pues
requería de un trabajo arduo y de rigurosas normas y protocolos que resultaban bastante
tediosos para ellos, prefiriendo dejar dichos asuntos en manos de funcionarios para así
poder dedicarse a actividades más triviales y que ellos pudiesen disfrutar de verdad, tales
como la poesía u observar un atardecer.
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Estos hombres aristócratas descritos en las obras literarias al parecer tenían un aspecto
afeminado, con rasgos delicados y altamente expresivos y sentimentales, no temían
derramar lágrimas tan solo por ver un bello atardecer, por alejarse de su amada o incluso
por pensar en la soledad que podría llegar a sucederles, contrastando como señala el autor,
con el caballero japonés de siglos posteriores, que aunque también podía llegar a derramar
lágrimas, lo hacía por la muerte de su señor o por haber cometido una grave falta a su
honor.
En cuanto al tema de la gastronomía, Ivan Morris advierte que, al menos para las damas
que escribieron, la comida era un tema vulgar, debido quizá a la forma en que algunos
hombres engullían la comida y la manera en que bebían. No obstante, el autor dedica unos
párrafos a esta cuestión: el arroz era la dieta básica, seguían los pescados y mariscos y,
salvo a algunas excepciones de aves, el consumo de carne al igual que la caza estaban
prohibidas debido a la enorme influencia budista, por ello existía una deficiencia de grasas
en la dieta japonesa; cabe destacar que, a pesar de que la cocina del Imperio del Sol
Naciente estaba bastante influida por la cocina China, carecía de la presentación,, variedad
y delicia de ésta.. En cuanto a las bebidas, el sake ocupaba un lugar importante, tanto así
que nunca faltaba en una ceremonia, celebración o juego. El agua era la segunda bebida
consumida, y si bien el té se introdujo en el siglo IX, no tendría gran éxito ni popularidad
hasta más de dos siglos después.
Ligado al tema de la comida el autor nos señala el tiempo de ésta: había dos principales
horarios para servirla, entre las diez de la mañana y las cuatro de la tarde. Sin embargo,
Morris advierte que estos horarios eran bastante inconsistentes, pues salvo algunos
funcionarios “la gente vivía libre de la tiranía del reloj”1, por lo que no tenía una noción
rígida del tiempo y más bien usaba el anochecer y el amanecer como referencias, e incluso
así podría importarle poco la cuestión temporal.
Como mencioné al principio, esta sociedad cortesana estaba aislada del mundo exterior,
vivía en su propio universo cerrado, por lo que se debía de buscar una forma para romper
con la monotonía, especialmente en el caso de las mujeres, que la mayor parte de sus vidas
estaban aisladas y no tenían una forma de interactuar con la gente. Por eso el autor nos
1 Ivan Morris, El mundo del príncipe resplandeciente, Tr. Jordi Fibla, Atalanta, Girona, España, 2007, p. 203.
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responde con que esta sociedad contaba con una gran cantidad de concursos y juegos, como
el go, los concursos (que más bien eran verdaderas batallas) de poesía y las awase o
comparaciones. En estos concursos se debía mostrar el buen gusto, la habilidad y la
erudición de los concursantes.
En cuanto a las actividades al aire libre se encuentran el kemari (o juego de pelota), el tiro
con arco, las carreras de caballos2 y la lucha sumo. Por su parte, las mujeres no tenían tantas
actividades al aire libre, pero aun así, en invierno, por ejemplo, se les permitía salir para
que rodaran bolas de nieve o la almacenasen en tinajas.
También, el calendario Heian contaba con gran cantidad de festividades y ceremonias a lo
largo del año, destinadas sobretodo a la aristocracia pero que tenían diversos orígenes,
como las fiestas folclóricas absorbidas por la corte, que igualmente para las mujeres tenían
un gran valor, pues esta también era una oportunidad para escapar de la aburrida
invariabilidad. Entre estas ceremonias se encontraban los nacimientos, promociones de
rango, festivales religiosos, funerales, celebraciones de mayoría de edad, fin de año, entre
un largo etcétera.
A pesar de lo anterior, con todo y los diversos juegos y festivales, la mayoría del tiempo
nadie se alejaba o salía del palacio. Incluso las mencionadas actividades al aire libre no iban
más allá del jardín del lugar o salidas a un templo cercano. Esto, en especial para el caso de
las mujeres, propiciaba un ocio enorme en el que nadie se preocupaba por el resto de los
estratos sociales y provocaba una gran indiferencia hacia el mundo exterior y otros asuntos
que nada afectaran sus intereses, generando un ambiente en el que poco importaban el
pasado y el futuro, y donde el chismorreo era parte esencial de la vida palatina, aparte de
que en sus diarios las damas, más allá de contar una realidad, plasmaban su mundo y
sociedad ideales.
Justamente el párrafo anterior planta una idea principal del texto, la cual es que pesar de
que la literatura de mujeres, especialmente las dos obras más emblemáticas de dicho
periodo, son grandes registros y fuentes de información sobre la vida Heian, no debemos
perder de vista de que se trata de una parte de la sociedad, donde le tocó vivir a las autoras,
2 Sin embargo, su éxito fue decreciendo hasta tal punto que, al final, pocos eran los que sabían montar a caballo.
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por lo que las limitaciones están en que no podemos extender lo escrito a todo el Japón de
la época. Y, lo más importante, que son los ideales de las autoras, bastante subjetivos, una
ficción creada por ellas. Aunque es importante mencionar que dichos elementos son
compartidos dentro de la sociedad cortesana pues “representaban el ideal de la época y
establecía el tono de la vida social y cultural de la buena gente”3, no debemos dejar de lado
que también existían hombres en la misma corte que poco se interesaban en su aspecto y
que desempeñaban con normalidad sus funciones correspondientes.
En conclusión, este capítulo de Ivan Morris resulta de gran interés. El autor es bastante
claro y conciso en lo que expone, por lo que causa en el lector una sensación agradable. El
texto se disfruta bastante y desde un principio te da a entender las limitaciones que tiene
estudiar la historia de Japón a partir de la literatura de mujeres, por lo que solo te puedes
imaginar la vida de la sociedad del “palacio cerrado”.
Es un texto bastante general, que al menos en el capítulo designado es bastante general, por
ello es ideal como un primer acercamiento a la sociedad cortesana del periodo Heian Kyo.
Eso sí, solo como un acercamiento general y para aspectos culturales y sociales de la corte,
y no para temas como la política o la economía, que el autor no toca en la lectura por el
simple hecho de que las obras que toma como fuentes no lo hicieron, pues ellas no tenían,
al parecer, participación alguna en estos ámbitos y los desconocían casi por completo.
El mundo del príncipe resplandeciente nos acerca así a un mundo bello, pero en el que las
intrigas no se hacen esperar. Un universo en el que el placer principal es entregarse al ocio,
donde el pasado es muy lejano y el futuro no es preocupante. Un mundo que a las damas
Murasaki Shikibu y Sei Shonagon les tocó vivir y que Ivan Morris desgloza y plasma de
una manera bastante acertada entre las páginas de su obra.
3 Ivan Morris, El mundo del príncipe resplandeciente, Tr. Jordi Fibla, Atalanta, Girona, España, 2007, p.200.