Post on 22-Jul-2016
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Nueva Época, Año I, N° 8 Mayo del 2015
Órgano de Comunicación del Comité Pueblo Mágico
A las seis de la mañana ya
estaba sentado en una silla
de plástico, a un lado de
don Darío Uribe, en los baños del
mercado. Platicando y tomándose
un café. Esa silla ahora está vacía.
Será también inútil buscarlo en la
banca donde acostumbraba
sentarse en la Plaza de Arriba.
Tampoco lo encontraremos en las
calles del Teul, donde en los últimos
meses caminaba con dificultad,
de ten iéndose a tomar a i re .
Tampoco volverá a las tertulias de
historia donde era el principal
animador. La casa familiar quedó
cerrada, sola, vacía, muda; lo que
antes no era, lo que antes nunca
fue. El pasado 21 de mayo murió
don Gabriel González Godoy, El
Burrero. El reloj de su vida,
cansado, dejó de marcar las horas,
los minutos y los segundos de un
hombre fuerte y generoso. Con él
se apaga una multidud de voces
que nos llegan desde el viejo Teul
que sabían de cocinas de leña,
corridas de toros en el mesón La
Florida, mercado en la Plaza de
Abajo, mechero de petróleo,
arrieros, misas en latín, cartas de
novios a lápiz y con letra cursiva,
cal les empedradas, renci l las
agravadas a balazos.
Con don Gabriel hemos
perdido buena parte
de la memoria del
pueblo del Teul. Él
conocía todo lo que
h a b í a q u e s a b e r
desde la década de
los años de 1930 para
acá. Y sabía contarlo.
Le encantaba platicar.
E r a u n n a r r a d o r
prodigioso. Además
tenía un sentido del
humor que hac ía
agradable su plática y
su personalidad. La
s u y a , e r a u n a
g e n e r o s i d a d
a p r e n d i d a d e l a
n o b l e z a d e s u s
mayores. Gente recia, de trabajo,
de palabra, de responsabilidades.
Pero también de cortesía, de don
de gentes, de amistad. Su carácter
estaba formado por la mezcla con
que hemos s ido hechos los
teulenses: sentido religioso de la
vida y aprecio profundo de las
libertades fundamentales del ser
humano. Católicos de Pedro El
Ermitaño y jacobinos de la era
terciaria conviven y se desgarran
en el alma teulense.
Gabriel González Godoy: cronista del terruño
Continúa en pág. 4
MAYO DEL 20152EDITORIAL
DIRECTORIO
Director Fundador: Javier
Chávez Rivas
Director: Hugo Ávila Gómez
Consejo Editorial: Luis
Humberto Cortés Rivas y Noé
Pinales Pinales
Diseño: José Antonio Huerta
Gutiérrez
Reporteros: Adrián Ibarra
González, Édgar Larios
Godoy
Ilustradoras: Karla Paola
Ávila Uribe, Marcela
Maldonado Chávez
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Correo:comitepueblomagicoteul@yahoo.com
Consulta la versión PDF en:issuu.com/elteulense
n t i e m p o s d e
Eeu femismos y
lenguaje ligero, a
m u c h o s l e s s u e n a
ofensivo llamar a alguien
viejo, anciano o mayor.
Prefieren llamar a esta
etapa “tercera edad” o
“adultos mayores”. Por
naturaleza es inevitable
l legar a viejo y t iene
a d e m á s s u s
inconvenientes de salud y
de movilidad, pero no es
n i n g ú n d e f e c t o , n i
t a m p o c o m o t i v o d e
vergüenza; al contrario, es
un orgullo y una dignidad.
Los ancianos son en un
pueblo, lo mismo que los
cimientos en una casa.
Los viejos son los que
s o s t i e n e n , l o s q u e
orientan, los que marcan
el rumbo. Ellos son una
enciclopedia que contiene
m e m o r i a , s a b i d u r í a ,
experiencia, esperanza,
prudencia, gusto por la
v i d a , p a l a b r a s q u e
encaminan la existencia.
A los ancianos se
les ha confiado una gran
tarea, ha dicho el Papa
Francisco, “la tarea de
transmitir la experiencia
de la vida, la historia de
u n a f a m i l i a , d e u n a
comunidad, de un pueblo;
compartir con sencillez
una sabiduría, y la misma
f e : ¡ e l l e g a d o m á s
precioso!”.
¿Quién sino los
mayores, por sus años de
vida y de reflexión, saben
la historia de la familia, del
barrio, de la comunidad?
¿ Q u i é n s i n o e l l o s
transmiten los saberes
que dan continuidad a los
oficios, al cultivo de la
tierra, al cuidado de la
salud y de la naturaleza?
¿Quiénes son los que más
gozan contando historias
de su propia vida, de lo
q u e v i e r o n , l o q u e
escucharon y lo que
guardan en su recuerdo
después de muchos años
de andar por los caminos
de la vida?
Los viejos son los
guardianes de la memoria,
de la sabiduría, de las
raíces que mantienen en
pie el árbol que es cada
persona, el árbol familiar y
el árbol de la comunidad.
Por eso es una
grande pérdida la muerte
de un anciano. Es como si
desapareciera completa
t o d a u n a i n m e n s a
b i b l i o t e c a . C o n e l
fa l lec imien to de una
persona mayor una parte
d e n o s o t r o s q u e d a
huérfana de memoria, de
palabras cargadas de
e x p e r i e n c i a y d e
conocimiento profundo.
Lo mismo, también es una
pérdida y una injusticia ver
a tantos viejitos solos,
abandonados, sufriendo
su tiempo en la soledad y
en la falta de compañía.
Lamentamos el
reciente fallecimiento de
don Gabriel González
Godoy. Nuestra memoria
como comunidad se ha
achicado. Pero nos queda
su ejemplo de ser humano
abierto, convivial, alegre,
g e n t i l , c o n v e r s a d o r,
amante de las historias de
más antes, apasionado
del terruño. Ese es un
camino de v ida, una
invitación permanente a
cuidar nuestras raíces, a
aprender del pasado, a
recuperar la memoria de
nuestra familia, de nuestra
comunidad, de nuestro
mundo.
P o n g a m o s
atención a nuestros viejos.
Pongamos e l o ído y
nuestro tiempo cerca de
sus ganas de contar y de
platicar. Ayudemos a dar
dignidad a sus días. Sólo
a s í p o d r á h a b e r
esperanza y un porvenir
fincado en lo mejor de la
tradición.
Sentido de la vejez En recuerdo de don Gabriel González Godoy
3MAYO DEL 2015
Rafael Haro Llamas, alumno de San Agustín Caloca
(Primera de cuatro partes)
La g e n t e d e S a n L u i s
Soyatlán (municipio de
Tuxcueca, Jalisco) cuenta
muchas historias del padre Rafael
Haro Llamas. De él se dice que
levitaba mientras consagraba la
hostia en el altar. Una señora que
iba todos los días a misa de cinco
de la tarde, contaba al padre de los
problemas en que andaba su yerno
y le confió que por esos problemas
cayó en la cárcel. Cuando el yerno
quedó libre, la señora le dijo que
fueran a misa. Al llegar al templo, el
muchacho dijo, señalando al padre
Rafael: “Pero si él, es el padre que
fue a sacarme de la cárcel”. Para
entonces, el padre Rafael estaba
casi ciego y casi no salía de su
casa. Doña Anastacia Cañada
r e fi e r e q u e p o r
i n t e r c e s i ó n d e l
padre Rafael fue
curada de un cáncer
e n e l p e c h o ;
simplemente, en los
estudios no volvió a
aparecer el mal que
traía. Otro caso es el
de una señora de
nombre Margarita,
un hijo suyo se fue a
Estados Unidos y se
le perdió el rastro.
Nada se sabía de él.
La señora pidió al
padre Rafael que le
ayudara a saber de
su hijo. Al tercer día
recibió una llamada
telefónica. Era su hijo diciéndole
que estaba bien, sólo que no había
tenido dinero para llamarle. Para
los católicos de la parroquia San
Luis Obispo, de San Luis Soyatlán,
el padre Rafael es un santo. Por
eso pidieron que su tumba quedara
a la entrada del templo.
Rafael Haro Llamas nació
en San Juan Bautista del Teul el 14
de mayo de 1909. Hijo de Esteban
Haro y de Matilde Llamas. Fue
acólito en el templo parroquial del
Teul. Estuvo presente en el
cantamisa del padre Agustín
Caloca, el 15 de agosto de 1923.
Ese día, el templo fue vestido de
alegría. Se usaron guirnaldas de
pino. Los festones salían de las
cúpulas del templo y daban un aire
de solemnidad y fiesta. Todo el
altar también fue recubierto con
estos adornos que hablaban del
júbilo de la gente por contar con un
nuevo sacerdote. Se vivía un
ambiente de regocijo. El curato fue
cubierto con lazos de papel de
china de muchos colores. Al acabar
la misa, el padre Agustín acarició la
cabeza de Rafael: “¿Te gustó la
misa?” Sí, contestó el muchacho.
“¿Te gustaría ser sacerdote?”. Fue
el primer encuentro con el padre
Agustín Caloca.
Cuando Rafael tenía 14
años, el señor cura del Teul,
Ignacio Iñiguez encargó a don
Esteban Haro que acompañara a
tres acólitos a Totatiche. Ellos eran:
Enrique González, Vicente Vera y
J. Jesús Sandoval. El párroco le
pidió que también se llevara a
Rafael, su hijo, para que conociera
otros lugares. En Totatiche dejaron
a los tres muchachos en el
Seminario, en manos del prefecto,
el padre Agustín Caloca, quien les
r e c o m e n d ó q u e f u e r a n a
desped i r se de l seño r cu ra
Cristóbal Magallanes, párroco del
Totatiche y rector del Seminario. El
señor cura Magallanes le pidió a
don Esteban que diera permiso
para que su hijo se quedara en el
seminario, que él sería su tutor en
sus estudios para el sacerdocio.
Así fue como, casi por
casualidad, ingresó al seminario el
joven teulense Rafael Haro.
MAYO DEL 20154Viene de pág. 1
Llegó a este mundo el día 16
de febrero de 1930. Hijo de J. Luz
González Cisneros y María Cruz
Godoy González. Sus abuelos
paternos fueron Prisciliano González
y Celsa Cisneros. Por parte de su
madre sus abuelos fueron J. Jesús
C i s n e r o s y M a r í a N a t i v i d a d
González. Se educó en la escuela
p r imar ia de l cura to , escue la
parroquial. Su tío Chema Godoy y su
madre cuidaron que jamás pisara la
escuela del gobierno. Aprendió a
hacer leña, a cuidar vacas, a domar
caballos, a manejar camiones. El
apodo de El Burrero se lo ganó
porque su padre, don Luz González,
entre las muchas tareas que le
encomendó, durante una buena
temporada lo puso a cuidar un atajo
de burros que tenía que atender en el
rancho de Las Águilas.
Gustaba de la vida bohemia,
su
sentido de amistad y d e
fraternidad lo metían d o n d e
había borlote: coleaderos,
charreadas, corridas de toros,
carreras de caballos, peleas de
ga l los , cant inas , p lá t icas
animadas en las t iendas,
esquinas y en cualquier lugar de
conversación. Las suertes
charras las aprendió de El
Coyote, un afamado charro, a
quien don Luz pagó para que
entrenara a su hijo Gabriel.
P a r t i c i p ó t a m b i é n e n l a
asociación de charros de
Tlaltenango. Se casó con la
profesora Laura Elena Varela.
Tuvieron una hija, que murió a muy
corta edad. Más tarde, en verano de
su vida, emigró a los Estados Unidos,
donde trabajó cerca de 40 años. Al
jubilarse, regresó al Teul a disfrutar
de la serenidad de su pueblo y del
cariño de la gente teulense.
Don Gabriel era un hombre
feliz. Gozaba de la felicidad natural
de quien vive sin ambiciones, en paz,
en franca cordialidad con sus
vecinos. Vacilón a más no poder. Su
respeto por los demás y su nobleza
de corazón hacían de él un hombre
amable, agradable, fácil de trato y
palabra contagiosa.
Luchó contra los zarpazos
de la muerte. No se resignó a irse así
como así. Amaba la vida. Consultaba
a los méd icos y segu ía sus
indicaciones casi en todo (“el muy
ingrato del doctor quiere que deje el
vinito”). Hasta en las últimas hacía
bromas: Ya mero masco el mecate,
solía decir en los últimos meses.
Cada viernes último de mes
era el primero en llegar a las tertulias
de historia Encuentro con el pasado.
Estaba ahí para gozar del encuentro
con gente de su edad. También
agradecía que hubiera jóvenes de
preparatoria escuchando. Su plática
era el eje de la conversación. Su voz
era un soplo a la llama vida de la
historia teulense.
Ese soplo se ha apagado.
Ya no está más para atizar el tizón de
la memoria de nuestros mayores. El
lugar que ocupó ahora se ha
conver t ido en una ausenc ia .
Ausencia quemante, dolorosa,
entrañable. El dolor es inevitable.
Pero nos queda su ejemplo de
guardián de las voces y los hechos
antiguos. Nos queda su espíritu, que
es inspiración y aliento para cuidar la
historia local. Desde la otra vida
seguirá soplando la llama de los
recuerdos y los acontecimientos
pasados, animándonos en esta tarea
que nos ha heredado.
Se fue un cronista del
terruño. Su presencia entre nosotros,
su amistad, su gentileza, es motivo
de agradecimiento. Un sentimiento
de grat i tud corresponde a la
personalidad de don Gabriel: vivaz,
bullanguero, amistoso y cuidador de
la memoria teulense.
Su vida es una llamada
c o n t i n u a a e s c a r b a r e n l o s
escombros del tiempo y recuperar de
ahí lo que el pasado tiene de raíces
para sostener la vida.
Gabriel González Godoy: cronista del terruño
PATRIMONIO CULTURAL
35PATRIMONIO CULTURAL MAYO DEL 2015
Te n e m o s u n d e b e r :
escuchar a los viejos. No
sólo es asunto de cortesía
o de hacerles compañía. Se trata
de aprender a vivir, de enfrentar las
dificultades del presente, de hacer
cos tumbre e l encuent ro de
pe rsonas de gene rac iones
distintas para que la palabra de
experiencia y sabiduría siga viva
en el correr de la vida de los
pueblos. Miguel León Portilla lo
dice de esta manera: “Para guiar a
los hombres que aquí habrían de
vivir, era necesario rescatar la raíz
de la antigua cultura, el testimonio
del recuerdo, la conciencia de la
historia”. Para orientar los pasos de
quienes habitan cada comunidad
hay que conservar las raíces que la
han mantenido en pie por muchos
años. Para saber quienes somos y
a donde vamos es necesario
mantener vivo el testimonio del
pasado y la conciencia de la
historia.
Un intento de este tipo lo
estamos realizando en el Teul
mediante pláticas informales,
promovidas por el Comité Pueblo
Mágico, en las cuales se reúnen
vecinos de nuestro pueblo, la
mayoría personas mayores, y
algunas personas de mediana
edad y unos cuantos jóvenes. Don
Gabriel González Godoy, recién
fallecido el pasado 21 de mayo, no
fallaba. Era el principal animador
de estas tertulias mensuales.
En recuerdo de don Gabriel
publicamos un relato de una
de esas reuniones.
¿ Q u é c o m o s e
cultivaba antes la tierra?
Varios de los presentes fueron
diciendo, paso por paso, el
trabajo que había qué hacer en
las labores del barbecho.
Saben a la perfección los
nombres de los aperos de
labranza. Su nombre, su
colocación y su uso. Arado,
yugo, timón, barzón, orejera,
puya, etc. De lo que ahí se dijo
rescatamos algunos aprendizajes.
El Teul antiguo, los pueblos
antiguos, eran autosuficientes,
producían casi todo lo que se
requería para vivir. De la tierra y del
trabajo salía casi todo lo que aquí
se consumía. No se usaban
abonos químicos. El daño a la
naturaleza era mínimo. ¿Qué nos
falta a nosotros, actualmente, para
pensar en métodos de cultivo, que
sin dejar de ser productivos, sean
menos dañinos a la tierra?
Continúa pág. 6
Encuentro con el pasado: tertulias para recuperar el testimonio del
recuerdo
En memoria de don Gabriel González Godoy (1930-2015)
6 PATRIMONIO CULTURAL MAYO DEL 2015
Viene de pág. 5
Salió a la plática la presa
de don Cesáreo Sánchez. El año
de 1935 fue de escasez, no hubo
cosechas y el coronel Ignacio
Caloca, gobernador del Estado y
también hijo del Teul, se inventó un
trabajo para que la gente tuviera
salario y comida. Casi todo el
pueblo se fue a trabajar en la
construcción de la presa. El dinero
que ahí se ganaba, se gastaba en
la compra de maíz, que el mismo
coronel Ignacio Caloca surtía al
pueblo del Teul.
Hubo preguntas sobre las
antiguas corridas de toros y las
fiestas charras que eran la
diversión de la gente en el mes de
e n e r o d e c a d a a ñ o . L o s
empresarios eran gente del Teul. Y
cada año se traía madera para
levantar el lienzo y plaza de toros.
Se pasó revista a los
primeros vehículos que hubo en el
Teul. Llegó uno, el camión de don
Luz González; luego otro, el
camión de don Telésforo Rivas;
luego el camión de don Aurelio
Rivas; el camión de don Tomás
Gómez. Hasta que fueron cinco.
Cuatro de ellos chocaron entre sí.
Se contó que fue Don Tomás
Gómez el primero que metió mano
para la compostura de estos
vehículos. Con los camiones
empezaron a desocupar a los
arrieros.
Hubo una casa de relojes,
en Guadalajara, que en la compra
de un reloj, regalaba un guajolote.
E l señor For t ino Cor tés de
Florencia, tenía el contrato de
l l eva r los desde acá , has ta
Guadalajara, a pie. Cada conche
tenía que ser protegido con
huaraches de cuero, para que el
camino no destrozara sus patas. El
antiguo camino a Guadalajara fue
e s c e n a r i o d e u n a c u r i o s a
aglomeración: ocasiones en que
hasta mil guajolotes marchaban
rumbo a Guadalajara, desde
Florencia. De ahí viene el mote de
concheros. Buenos para criar y
vender conches o guajolotes.
Se habló de los arrieros, de
lo pesado y lento que era llegar a
Guadalajara, en casi tres días de
camino. El riesgo de ser asaltados
por bandas de ladrones, que los
esperaban en El Pedregal, cerca
de un lugar que se llama Milpillas,
perteneciente a San Cristóbal de la
Barranca. Y lo que era el sistema
de comercio de aquellos tiempos.
Hubo arrieros que al volver a las
t i e n d a s d e G u a d a l a j a r a ,
encontraron los mismos rollos de
tela que les habían despojado los
l a d r o n e s . A s í c i r c u l a b a l a
mercancía.
La moral de los viejos
pueblos rurales tenían prohibido
que los novios se frecuentaran,
compartieran sus sentimientos y
cultivaran su cariño en el trato. Al
altar llegaban los novios como
extraños, sin haberse tratado.
Como era un tabú hacerse novios,
la desesperación y la barbarie
hacían que fuera frecuente que
algunos muchachos se robaran a
las jóvenes solteras. En esta
t e r t u l i a se con ta ron casos
dramáticos y casi increíbles de
robos de muchachas.
Como aquel caso del
muchacho que les echa la mula
encima a la mamá, a la hija y a un
h e r m a n o m e n o r q u e l a s
acompañaba. Con el miedo, los
t res se separan y e l j inete
aprovecha para lazar a la joven y
pica las espuelas de la remuda.
Amarra cabeza de silla y, como si
fuera un becerro, sin detener la
v e l o c i d a d d e l a n i m a l , v a
recortando la soga, hasta tener a la
joven al alcance de su mano. La
sujeta de los cabellos y así se la
lleva. Quien sabe a donde la llevó
esa noche. Al día siguiente, llegan
al rancho de unos parientes. El
hombre va a pie, cabresteando la
mula; y la muchacha montada en la
silla, con la cabeza cubierta, para
ocultar su rostro. Llegan al rancho
de unos parientes. Y la señora
comisiona al niño para que los lleve
a c ier tas cuevas, donde se
esconden por tres días de la ira de
la familia ultrajada. La misma
señora manda al mismo niño que
les lleve de comer al escondite
donde iniciaba su vida de pareja
este par de jóvenes, que ahora son
viejos. Se casaron, tuvieron hijos y
después de cincuenta y pico de
años siguen viviendo juntos.
Y más h i s to r i as que
resul taron en la ter tu l ia de
t e s t i m o n i o s d e l p a s a d o .
Esperamos el mes próximo, para
continuar el rito de dar la palabra a
los señores de aquel tiempo.
Encuentro con el pasado...
7PATRIMONIO CULTURAL MAYO DEL 2015
EL LIBRO DE LA VIDA
Tengo 83 años. Hoy, primero
de mayo, conocí la tierra de
mi padre, Pedro Casanova
Luna. Él nació aquí en el Teul. Aquí
nació y aquí vivió hasta que tenía
15 años. Siempre creyó que había
nacido en 1902, hasta que una vez
mandó pedir su acta de nacimiento
y se dio cuenta que nació en 1901.
¡Uy, qué caray, soy un año más
viejo! Mi abuelo, Telésforo, era
industr ial , según el acta de
nacimiento. ¿Industrial de qué? No
sé. Ahora me doy cuenta que aquí
hab ía decenas de t a l l e res
a r t e s a n a l e s , q u i z á s e r a
talabartero. No sé.
S u s p a d r e s f u e r o n
Telésforo Casanova y Severiana
Luna. Sus hermanos se llamaron
Eustaquio, Genovevo, Irineo,
Mercedes (que también fue
maestra), Matilde, Maura y María.
Irineo fue soldado, que anduvo al
lado de los revolucionarios que
pelearon en contra de Porfirio Díaz.
Murió en la lucha.
Pedro Casanova jamás
regresó al Teul, aunque seguido
platicaba de su pueblo. Nos
contaba que un día su papá lo llevó
a conocer la plaza. Había puestos
de distintas cosas, tiradas en el
piso, en petates. Mi padre era un
niño, chiquillo, de cuatro años
cuando mucho. Los vendedores
ponían el dinero en un rincón del
petate. Y como niño, que todo
agarra, tomó una moneda. Ya en la
casa, sacó su moneda de la bolsa y
se la mostró a su papá. ¿De dónde
tomaste ese dinero? “De la plaza,
en un puesto”. “Pues vas ahorita
mismo y la devuelves. Y le pides
disculpas al señor. Ese dinero no
es tuyo”. Cuando volvió el niño y ya
el papá lo estaba esperando con el
cinturón en la mano. Le puso unos
buenos fajazos. Y sirvió de lección.
Pedro Casanova fue un nombre
sumamente honrado, toda su vida.
También le gustaba mucho
la calabaza. Calabaza cocida con
azúcar o piloncillo. Cierto día, su
mamá repartió la calabaza entre
todos los hermanos y a mi papá le
tocó un pedazo que creyó no
merecía, se le hizo chico y
protestó: “Mamá, el mío es muy
poquito”. “Ah, ¿quieres más? Pues
cométela toda”. Y le dio toda la
calabaza que quedaba. Con las
dos manos y de buena gana, Pedro
tomó aquel buen trozo, y se fue a
un rincón. Estuvo raspando con
una cuchara, con paciencia, hasta
que se la acabó. Él solito. Sí,
siempre le gustó la calabaza. La
revolvía con leche y se la comía
con sumo deleite. Una costumbre
que aprendió aquí en el Teul.
A los cinco años perdió a
su padre. Entonces, Eustaquio, el
hermano mayor la tuvo que hacer
de jefe de familia. Eustaquio era
profesor en la escuela del pueblo.
De eso se mantenía y también con
ese oficio enseñó a leer a sus
hermanos menores. Creo que era
escuela pública, porque toda su
vida le guardó mucho respeto a
don Benito Juárez. Y también mi
padre era un hombre de ideas
liberales. A la mejor también
aprendidas, por primera vez, en la
pequeña escuela del pueblo del
Teul.
Continúa pág. 8
Carmen Silvia Casanova: Mi padre era teulense; aquí aprendió el gusto por la calabaza,
el tejuino, la libertad y la honradez (Primera de dos partes)
MAYO DEL 20158
a l i ó d e l Te u l
Sp o r q u e , u n
hermano suyo, mi
tío Genovevo, lo invitó a vivir en
Colima y se lo llevó a trabajar. Para
entonces, mi tío Genoveno había
prosperado en un negocio de venta
de semillas, cereales y chile, en el
mercado municipal de Colima.
También compró una hacienda, La
Magdalena. Como estaba bien
establecido en Colima, se llevó a
más de la mitad de sus hermanos: a
mi papá, a Carmen, a María, a
Maura y al profesor Eustaquio. Con
ellos se fue mi abuelita, ya viuda,
Severiana Luna, mamá Chana. Por
cierto, mi tío Estaquio, que era
soltero, tuvo algún problema con
Genovevo, y un día, que nadie
recuerda cuando ocurrió, se fue de
Colima y nunca más volvimos a
saber de él. Como si la tierra se lo
hubiera comido. Pienso que mi tío
Eustaquio, acostumbrado a ser el
jefe de familia, no se avino a vivir
bajo la sombra de su hermano
menor, que ahora ya era hombre de
buena posición económica. Y se
fue. Jamás volvió. Nunca nos
mandó siquiera una carta. Se
perdió aquel maestro de la pequeña
escuela pública que enseñó a leer a
sus hermanos menores.
Al llegar a Colima, mi padre
se puso a trabajar en la tienda de mi
tío Genoveno. Pero seguro no vio
mucho futuro en ese lugar y buscó
s u e r t e e n u n a t i e n d a
departamental, que todavía existe,
La Marina Mercante. Ahí aprendió
el oficio de sastre. Luego se fue a
Guadalajara, a trabajar en Fábricas
de Francia, también de sastre.
Después, con unos amigos, en
barco emigró a Estados Unidos, a
San Francisco, California. Allá
trabajó en un taller de sastrería de
unos griegos. Aprendió inglés, y por
poco se queda a allá. Tenía una
novia, una muchacha mayor que él
por cuatro años. Ya habían fijado
fecha de la boda. Un día, por
casual idad, escuchó que un
muchacho le preguntó: ¿Te vas a
casar? Y ella lo negó: “No, ¡qué
va!”. Y eso fue suficiente para
desbaratar los planes. A mi padre le
disgustó que lo ningunera. Pagó lo
q u e d e b í a e n l a c a s a s d e
huéspedes donde vivía, propiedad
de la mamá de su novia. Renunció
al trabajo y se vino a México. Luego
la muchacha lo buscó, pero de nada
sirvió.
Viene de pág. 7Carmen Silvia Casanova...