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Enseñanzas del Papa Francisco. No.49
Enseñanzas del Papa Francisco. No.49
El 17 de marzo dijo: "La primera tarea del cristiano es escuchar la Palabra de Dios, escuchar a Jesús, porque Él
nos habla, y Él nos salva con su Palabra.
El así también hace más robusta, más fuerte nuestra fe”.
“Aprender a escuchar y mirar a Jesús”. “En casa, ¿tenemos el Evangelio?
¿Y todos los días escuchamos a Jesús en el Evangelio, leemos un pasaje del
Evangelio? ¿O tenemos miedo de esto,
o no estamos acostumbrados?
Escuchar la Palabra de Jesús, ¡para nutrirnos! Esto significa que la Palabra de Jesús es la comida más
importante para el alma: ¡nos nutre el alma, nos nutre la fe!”
"Yo os sugiero que, cada día, dediquéis unos minutos a leer un pasaje del
Evangelio y ver qué sucede. Escuchar a Jesús y esa Palabra de Jesús cada día entra en nuestro corazón y nos hace
más fuertes en la fe”.
"Estamos invitados a escuchar a Jesús y Jesús se manifiesta,
y con su Transfiguración nos invita a mirarlo .
Y mirar a Jesús purifica nuestros ojos y los prepara para la vida eterna, para la visión
del cielo”.
“tal vez nuestros ojos están un poco enfermos porque vemos tantas cosas que no
son de Jesús, incluso que están en contra de Jesús: cosas
mundanas, cosas que no son buenas para la luz del
alma.” Y así, esta luz se apaga lentamente y sin
saberlo, terminamos en la oscuridad interior, en la
oscuridad espiritual, en la oscuridad de la fe: a oscuras porque no estamos acostumbrados a
ver, a imaginar las cosas de Jesús”.
El 17 de marzo también dijo: “Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso”. Dice Jesús, “no es fácil entender esta actitud de la
misericordia” porque estamos acostumbrados a juzgar:
“no somos personas que dan naturalmente un poco de espacio a la comprensión y
también a la misericordia”.
Para ser misericordiosos se necesitan dos actitudes.
La primera es el conocimiento de sí mismo”: saber que “tenemos tantas cosas que no son
buenas: ¡somos pecadores!”. Y ante el
arrepentimiento, “la justicia de Dios… se transforma en
misericordia y perdón”. Pero es necesario avergonzarse de los pecados.
Es cierto, ninguno de nosotros
ha asesinado a alguien, pero hay tantas cosas
pequeñas, tantos pecados cotidianos,
de todos los días… Y cuando uno piensa:
‘Pero qué cosa, pero que corazón chiquito: ¡he hecho
esto contra el Señor!’. ¡Eso es avergonzarse!
Avergonzarse ante Dios y esta vergüenza es una
gracia: es la gracia de ser
pecadores. Yo soy pecador y me
avergüenzo ante Ti y te pido perdón’.
Es sencillo, pero es tan difícil decir: ‘He pecado’”.
A menudo, justificamos nuestro pecado descargando la culpa sobre los demás,
como hicieron Adán y Eva. “Quizás el otro me ayudó,
me facilitó el camino para hacerlo, ¡pero lo hice yo!
Si nosotros hacemos esto, cuántas cosas buenas habrán, ¡porque somos humildes!”.
Y “con esta actitud de arrepentimiento somos más capaces de ser misericordiosos,
porque sentimos sobre nosotros la misericordia de Dios”,
como decimos en el Padre Nuestro: “Perdona, como nosotros perdonamos”.
Así, “si yo no perdono, ¡estoy un poco fuera de juego!”.
La otra actitud para ser misericordiosos, “es agrandar el corazón”, porque “un
corazón pequeño” y “egoísta es incapaz de misericordia”.
“¡Agrandar el corazón! ‘Pero yo soy un pecador’.
‘Mira qué cosa ha hecho éste, aquel…. ¡Yo he hecho tantas! ¿Quién soy yo para
juzgarlo?’. Esta frase: ¿‘Quién soy yo para juzgar a éste?
¿Quién soy yo para hablar mal de éste? ¿Quién soy yo para? ¿Quién soy yo, que ha
hecho las mismas cosas o peores?’.
¡El corazón grande! Y el Señor lo dice:
‘¡No juzguen y no serán juzgados! ¡No condenen y
no serán condenados! ¡Perdonen y serán
perdonados! ¡Den y se les dará!’.
¡Esta generosidad del corazón!
Y ¿qué cosa se les dará? Les volcarán sobre el regazo una buena
medida, apretada, sacudida y desbordante. Es la imagen de las personas que iban a
recoger el grano con el delantal y estiraban el delantal para recibir más, más grano.
Si tienes el corazón grande puedes recibir más”.
“El corazón grande, no condena, sino perdona, olvida” porque “Dios ha olvidado
mis pecados; Dios ha perdonado mis pecados. Agrandar el
corazón. ¡Esto es bello! Sean misericordiosos”.
“El hombre y la mujer misericordiosos tienen un corazón grande, grande: perdonan
siempre a los demás y sólo piensan en sus pecados.
‘¿Has visto qué cosa ha hecho éste?’. ‘¡Tengo suficiente con aquello que he hecho
yo y no me inmiscuyo!’. Este es el camino de la misericordia que
debemos pedir”.
“Si todos nosotros, si todos los pueblos, las personas,
las familias, los barrios, tuviésemos esta actitud,
¡cuánta paz habría en el mundo, cuanta paz en nuestros corazones! Porque la
misericordia nos conduce a la paz. Recuerden siempre:
‘¿Quién soy yo para juzgar?’. Hay que avergonzarse y agrandar el corazón. Que el
Señor nos dé esta gracia”.
El 18 de marzo dijo: La Cuaresma, es un tiempo para “ajustar la
vida”, “para acercarse al Señor”." no hay que sentirse “mejor que los demás”,
como los hipócritas que “se disfrazan de buenos”
y no comprenden que “nadie es justo por sí mismo”, puesto que todos “tenemos
necesidad de ser justificados”.
Todos, “tenemos necesidad de cambiar nuestra vida”,
mirar “bien en nuestra alma” donde siempre encontraremos algo.
La Cuaresma es precisamente esto, “ajustar la vida”,
acercándonos al Señor. Porque Él,
“nos quiere cerca” y nos asegura que “nos espera para perdonarnos”. Sin embargo, el Señor
quiere “un acercamiento sincero”
y nos pone en guardia para no ser hipócritas.
“¿Qué hacen los hipócritas?
Se disfrazan, se disfrazan de buenos:
ponen cara de imagencita, rezan
mirando hacia el cielo, haciéndose ver,
se sienten más justos que los demás, desprecian a los
demás. ‘Pero yo soy muy católico, porque
mi tío es un gran benefactor, mi familia
es ésta, y yo soy... he
aprendido... conocido a tal obispo,
a tal cardenal, a tal padre...
Yo soy…’”.
Los hipócritas, “se sienten mejores que los demás.
Ésta es la hipocresía. El Señor dice: ‘No, eso no’.
Ninguno es justo por sí mismo. Todos tenemos necesidad de ser
justificados. Y el único que nos justifica es Jesucristo”.
“Debemos acercarnos al Señor, “para no ser cristianos disfrazados, que cuando pasa esta
apariencia, se ve la realidad, es decir que no son
cristianos”. ¿que hay que hacer para no ser hipócritas? la respuesta nos la da el propio Dios, cuando
dice:“lávense, purifíquense, alejen de mis ojos el mal de sus acciones, dejen de hacer el mal,
aprendan a hacer el bien”.
“‘socorran al oprimido, hagan justicia al huérfano, defiendan la causa de la viuda’.
Ocúpense del prójimo: del enfermo, del pobre,
del que tiene necesidad, del ignorante. Ésta es la piedra de parangón”.
“Los hipócritas no saben hacer esto, no pueden,
porque están tan llenos de sí mismos que están ciegos para mirar a los demás. Cuando
uno camina un poco y se acerca al Señor, la luz del Señor le hace
ver estas cosas y va a ayudar a los hermanos.
Éste es el signo, éste es el signo de la conversión”.
"Ciertamente esta no es toda la conversión”, pues esta es, en efecto, “el encuentro con
Jesucristo”, pero “el signo de que nosotros estamos con
Jesucristo es éste: atender a los hermanos, a los pobres, a los enfermos, como el Señor nos enseña”.
“La Cuaresma es para ajustar la vida, organizar la vida, cambiar la vida, para
acercarnos al Señor. El signo de que estamos lejos del Señor es la
hipocresía. El hipócrita no tiene necesidad del Señor,
se salva por sí mismo, así piensa, y se viste de santo”.
“El signo de que nosotros nos acercamos al Señor con
la penitencia, pidiendo perdón, es que nosotros
cuidamos a nuestros hermanos necesitados”.“Que el Señor nos de a
todos luz y coraje: luz para conocer lo que
sucede dentro de nosotros y coraje para convertirnos, para acercarnos al Señor.
¡Es hermoso estar cerca del Señor!”.
El 21 de marzo dijo: Maldito el hombre que confía en el hombre y
busca su apoyo en la carne, mientras su corazón se aparta del Señor!”.
“el hombre que confía en sí mismo” será como “un matorral en la estepa”, condenado por la
aridez a quedarse sin frutos y a morir.
Quién confía en el Señor “es como un árbol plantado al borde de las aguas, que extiende sus raíces hacia la corriente; no teme cuando
llega el calor y su follaje se mantiene frondoso; no se inquieta en un año de sequía
y nunca deja de dar fruto”.
“Solamente en el Señor nuestra confianza está segura. Otras confianzas no sirven, no
nos salvan, no nos dan vida, no nos dan alegría”.
“nos gusta confiar en nosotros mismos, confiar en aquel amigo o confiar en aquella
situación buena que tengo o en aquella ideología" y "el Señor se queda un poco de
lado”.
Esto, hace que el hombre se encierre en sí mismo,
“sin horizontes, sin puertas abiertas, sin ventanas”
y “no tendrá salvación, no puede salvarse a sí mismo”.
Eso le sucedió al rico del Evangelio, que tenía todo,
"era tan feliz"; pero "no se daba cuenta que en la puerta de su casa, cubierto de llagas”,
yacía un pobre.
El Evangelio dice el nombre del pobre: se llamaba Lázaro. Mientras que el rico “no tiene
nombre”.“Esta es la maldición más fuerte de aquel que
confía en sí mismo o en las fuerzas, en las posibilidades de los hombres y no en Dios:
perder el nombre.
¿Cómo te llamas? Cuenta número tal, en el
banco tal. ¿Cómo te llamas?
Tantas propiedades, tantas casas, tantas...
¿Cómo te llamas? Las cosas que tenemos,
los ídolos. Y tú confías en aquello.
Este hombre es maldito”. “Todos nosotros tenemos
esta debilidad, esta fragilidad de poner
nuestras esperanzas en nosotros mismos o en los
amigos o sólo en las posibilidades humanas y nos olvidamos del Señor. Y esto nos conduce por el
camino… de la infelicidad”:
“¿Dónde está mi confianza? ¿En el Señor o soy un pagano, que confío en
las cosas, en los ídolos que me he construido?
¿Tengo todavía un nombre o he comenzado a perder el nombre y me llamo ‘Yo’?
Yo, mí, conmigo, para mí, ¿sólo yo? Para mí, para mí… siempre aquel egoísmo: ‘Yo’. Esto no nos trae salvación”.
Sin embargo, “al final hay una puerta de esperanza”
para aquellos que confían en sí mismos y “han perdido el nombre”:
Al final hay siempre una posibilidad. Y este hombre, cuando se dio cuenta que
había perdido el nombre, había perdido todo, todo, levantó los ojos y dijo una sola palabra: ‘Padre’. Y la respuesta de Dios fue una sola
palabra: ‘¡Hijo!’.
Si alguno de nosotros en la vida, por solo confiarnos en el hombre y en nosotros mismos, terminamos por perder el nombre, por perder esta dignidad, ahora existe la posibilidad de
decir esta palabra que es más que mágica, es más,
es fuerte: ‘Padre’. Él nos espera siempre para abrir una puerta
que nosotros no vemos y nos dirá: ‘Hijo’. Pidamos al Señor la gracia que nos dé a todos
la sabiduría de tener confianza sólo en Él, no en las cosas, en las fuerzas humanas, sólo
en Él”.
El 21 de marzo hablando del Evangelio en el que Jesús relata la parábola de los viñaderos
homicidas, dijo:
Jesús se dirige para hacerles comprender “dónde han caído”
por no tener “el corazón abierto a la Palabra de Dios”.
“este es el drama de esta gente, ¡y también nuestro drama! Se adueñaron de la Palabra
de Dios.
Y la Palabra de Dios se vuelve palabra de ellos,
una palabra según su interés, sus ideologías, sus teologías…
pero a su servicio. Y cada uno la interpreta según su propia voluntad, según su propio
interés. Éste es el drama de este pueblo.
Y para conservar esto, asesinan. Esto sucedió a Jesús”.
“Los jefes de los sacerdotes y de los fariseos comprendieron que hablaba de ellos cuando escucharon esta palabra de Jesús. Trataron
de capturarlo y hacerlo morir”. De este modo “la Palabra de Dios se vuelve
muerta, se vuelve prisionera, el Espíritu Santo está
enjaulado en los deseos de cada uno de ellos”.
Es exactamente lo que nos sucede a nosotros,
“cuando no estamos abiertos a la novedad de la Palabra de Dios, cuando no somos
obedientes a la Palabra de Dios”.
“Pero hay una frase que nos da esperanza.
La Palabra de Dios está muerta en el corazón de
esta gente; ¡también puede morir en nuestro
corazón! Pero no termina,
porque está viva en el corazón de los sencillos,
de los humildes, del pueblo de Dios.
Trataban de capturarlo, pero tuvieron miedo de
la muchedumbre del pueblo de Dios, porque
lo consideraba un profeta”.
“esa muchedumbre sencilla – que iba detrás de Jesús, porque lo que Jesús decía les hacía
bien al corazón, daba calor al corazón – esta gente no se había
equivocado: no usaba la Palabra de Dios para su propio
interés. Sentía y trataba de ser un poco más buena”.
¿“Y nosotros, qué podemos hacer para no matar la Palabra de Dios”, para “ser dóciles”, “para no enjaular al Espíritu Santo”? ; “Dos
cosas sencillas”.
“Ésta es la actitud de quien quiere escuchar la Palabra de Dios: primero, humildad;
segundo, oración. Esta gente no rezaba.
No tenía necesidad de rezar. Se sentían seguros, se sentían fuertes, se sentían
‘dioses’. Humildad y oración: con la humildad y la oración vamos adelante
para escuchar la Palabra de Dios y obedecerle”.
“Humildad y oración en la Iglesia, y así, no nos sucederá a nosotros lo que le pasó a esta
gente: no mataremos para defender la Palabra de Dios, esa palabra que nosotros
creemos que es la Palabra de Dios, pero que es una palabra totalmente alterada por
nosotros”.
El 23 de marzo en sus palabras previas al rezo del Ángelus dominical,
reflexionando en el Evangelio de Jesús con la samaritana, dijo:
“el encuentro de Jesús con la mujer
samaritana, sucedido en Sicar, junto a un antiguo pozo donde la mujer iba
cada día, para sacar agua.
Aquel día se encontró a Jesús, sentado,
‘fatigado por el viaje’. El inmediatamente le
dice: ‘dame de beber’”.
“De este modo supera las barreras de hostilidad,
que existían entre judíos y samaritanos y rompe los esquemas del prejuicio en frente a
las mujeres. El simple pedido de Jesús es el inicio de un
dialogo sincero, mediante el cual Él, con gran delicadeza,
entra en el mundo interior de una persona a la cual,
según los esquemas sociales, no tendría ni si quiera que haberle dirigido la palabra”.
“Pero Jesús lo hace, ¿eh? Jesús no tiene
miedo. Jesús cuando ve una persona va adelante
porque ama, nos ama a todos, no pasa de largo jamás ante una
persona por prejuicios. Jesús pone a la
samaritana frente a su realidad,
no juzgándola sino haciéndola sentir
considerada, reconocida,
y suscitando así en ella el deseo de ir más
allá de la rutina cotidiana”.
“La sed de Jesús “era una sed no tanto de agua,
sino de encontrar un alma sedienta. Jesús tenía necesidad de encontrar a la
samaritana para abrirle el corazón: le pide de beber para poner en evidencia la sed que
había en ella misma”.
“La mujer queda tocada por este encuentro: dirige a Jesús aquellas preguntas profundas que todos tenemos dentro, pero que muchas
veces ignoramos”.
“¡también nosotros tenemos tantas
preguntas para hacer, pero no encontramos el
coraje de dirigirlas a Jesús!
La Cuaresma es el tiempo oportuno para mirarse dentro, para hacer surgir nuestros
deseos espirituales más verdaderos y pedir la ayuda del Señor en la
oración. El ejemplo de la
samaritana nos invita a expresarnos así: ‘Jesús
dame de esa agua así no tendré más sed’”.
“La misericordia es más grande que el
prejuicio, esto tenemos que aprenderlo bien, ¿eh?
La misericordia es más grande que el prejuicio
y Jesús es tan misericordioso, tanto.
“El resultado de aquel encuentro junto al
pozo fue que la mujer fue transformada: ‘dejó su cántaro’
y corre a la ciudad a contar su experiencia extraordinaria. He encontrado un hombre que me ha dicho todas la cosas que yo he hecho,
quizás es el Mesías”.
“¡Estaba entusiasmada! Había ido a buscar
agua del pozo, y ha encontrado otra agua, el agua viva de la misericordia que salta hasta la vida eterna. ¡Ha encontrado el agua que buscaba desde
siempre!, corre al pueblo, aquel pueblo que la juzgaba y la rechazaba, y anuncia que ha
encontrado al Mesías: uno que le ha cambiado la vida”.
“Porque cada encuentro con Jesús, nos
cambia la vida, siempre un paso más adelante, un paso más cerca de Dios. Y así
cada encuentro con Jesús nos cambia la vida. Siempre, ¿eh? ¡Siempre es así!”.
En este Evangelio, “encontramos también nosotros el estímulo para ‘dejar nuestro
cántaro’, símbolo de todo lo que aparentemente es
importante, pero que pierde valor frente al ‘amor de Dios’.
Todos tenemos uno, todos tenemos uno o
más de uno, ¿eh? Yo les pregunto a ustedes, también a mí:
¿cuál es tu cántaro interior, aquel que te pesa,
aquel que te aleja de Dios? Dejémoslo un poco aparte
y con el corazón sintamos la voz de Jesús que nos ofrece otra agua, otra agua que nos
acerca al Señor”.
“Estamos llamados a redescubrir la
importancia y el sentido de nuestra vida cristiana, iniciada en el bautismo y como la samaritana, ha dar testimonio a nuestros hermanos de la alegría
del encuentro con Jesús; testimoniar la alegría del encuentro”.
“Cada encuentro con Jesús nos cambia la
vida. También cada encuentro con Jesús nos llena de alegría, aquella alegría interior que nos
viene. Y así el Señor hace estas cosas maravillosas.
El Señor sabe actuar en nuestro corazón cuando nosotros somos valientes y dejamos
aparte nuestro cántaro”.
El 17 de marzo dijo a obispos:"Ustedes, no tengan miedo de hacer esta
contribución a la Iglesia para el bien de toda la sociedad...
Pero si no existe la piedad, hoy en día hay pocas posibilidades de entrar en un mundo de
‘heridos’ que necesitan comprensión, perdón, y amor. Por esto no me canso de llamar a toda la
Iglesia a la ‘Revolución de la Ternura’”.
"No se pretende sólo una evangelización especializada ya que hay que hacer de cada
cristiano un protagonista porque si una persona experimenta verdaderamente el
amor de Dios que salva, no tardará mucho tiempo en salir a
proclamarlo, no esperará a que le den grandes lecciones o instrucciones.
" Cada cristiano es un misionero en la medida en la que encuentra el amor de
Dios en Jesucristo... en todos los bautizados es el Espíritu
el que lleva a evangelizar”.
El triple lugar que el obispo debe
desempeñar con sus fieles es: al frente,
para mostrar el camino a su pueblo,
en el centro para mantenerlo unido y
neutralizar estampidas, y
detrás, para que nadie llegue tarde o
se extravíe”.
“En cualquier caso, sean hombres capaces de sostener, con amor y
paciencia, los pasos de Dios en su pueblo y valoren todo lo que le
mantenga unido, teniendo cuidado con los posibles peligros,
pero sobre todo haced crecer la esperanza:
¡que haya sol y luz en los corazones!”
El 19 de marzo día de San José dijo:
El sello distintivo de San José, su gran misión;
es ser custodio.La misión de San José es
sin duda única e irrepetible, porque
Jesús es absolutamente único. Y sin embargo, en su custodia a Jesús, educándolo a crecer en
edad, sabiduría y gracia, él fue un modelo
para todos los educadores,
especialmente para cada padre.
San José es el modelo del educador y del papá, del padre. Encomiendo a su protección
a todos los padres, los sacerdotes -que son padres, ¡eh!- y los
que tienen un papel educativo en la Iglesia y en la sociedad.
Para los padres pido la gracia de estar siempre muy cerca de sus hijos, dejándolos crecer,
pero de estar muy cercanos, ¿eh? Ellos tienen necesidad de ustedes, de su presencia, de su cercanía, de su amor. Sean para ellos como
San José: custodios de su crecimiento en edad, sabiduría y gracia. Custodios de su camino, educadores. Y caminen con ellos. Y con esta
cercanía serán verdaderos educadores. Gracias por todo lo que hacen por su hijos,
¡gracias!
Que San José los bendiga y los acompañe.También algunos de nosotros hemos perdido al
papá, se ha ido, el Señor lo ha llamado… Podemos rezar por todos los papás del mundo,
para los papás vivos y también por aquellos difuntos y por los nuestros, y podemos hacerlo juntos, cada uno recordando a su papá, si está
vivo o está muerto. Y recemos al grande Papá de todos nosotros, el
Padre, un Padre nuestro por nuestros papás: Padre
nuestro… ¡Y tantas felicidades a los papás!
El 21 de marzo dijo: los hijos son considerados “material de
descarte”, frente a la extendida anticoncepción.
“A los niños, se los manda al remitente para que no nazcan. Y a los
jóvenes se los excluye del sistema. ¡Estos jóvenes son candidatos a la
amargura y al suicidio!”.
“Hay que saber releer esto. Yo se lo adjudico en gran parte al sistema de libre mercado que va excluyendo lo que no sirve, sean los viejos o sean los chicos. ¡Estamos sacrificando las
dos puntas, que son la fuerza de un pueblo!”.
“el camino educativo es el único que puede prevenir el desastre de la juventud por la
drogadicción”. “La educación y el deporte. El deporte es
sano; hay que practicarlo en cualquier lado, en la
esquina de casa o en el potrero.”
Recuerdo que los primeros cinco años de la primaria los hice en un colegio del Estado, donde la maestra y los padres dialogaban,
y los niños eran cuidados en la escuela y en la casa.
Esto que digo no es nostalgia, sino valores que se expresaban de aquella manera. El deporte
te enseña generosidad, honestidad, a no mentir, a no trampear. No concibo una
educación sin deporte”.
En twitter dijo: Aprendamos a decir “gracias” a Dios, a
los demás. Lo enseñamos a los niños, pero luego lo olvidamos.
La enfermedad y la muerte no son tabú. Son realidades que debemos afrontar en
presencia de Jesús.
Jesús es nuestra esperanza. Nada, ni siquiera el mal
y la muerte, podrá separarnos de la fuerza salvífica de su Amor.
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Que Dios te llene de bendiciones. Y que permanezcamos unidos en el
amor a Jesús.
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