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REVISTA DIXITAL DE ARTE E CULTURA
The Muros Times
ESPECIAL DECEMBRO—2014
ADICADO A
DON RICARDO TOBIO RAMA
-Revista Dixital Muradana de Arte e Cultura-
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The Muros Times ESPECIAL DECEMBRO—2014
Director: Jorge Lago Rama - Editor: Manuel Lago Álvarez
Difusión da Cultura—
Depósito legal : C2437-2013
Carta do director.
Edición especial adicada a Don Ricardo Tobío.
Por primeira vez e grazas á colaboración de Amador Martín Armesto, presentamos
en TMT a este ilustre muradano Dr. Ricardo Tobío médico, de profesión e de devoción.
Personaxe case lendario dos que Muros pode presumir e nos fan sentir orgullosos por
asociación.
Se a vida deste galeno esteirán estivese documentada noutro país, estou seguro de
que xa tivese sido un "Best Seller" ou unha exitosa serial televisiva ao estilo
daquel anglo-escocés e veterinario de provincia James Herriot.
Nós, dende The Muros Times, temos a obriga de non poder desaproveitar a ocasión de
deixar para a posteridade a unha persoa de tal humanidade e sentímonos obrigados a
recoller no posible a esencia e traxectoria deste médico rural que en tempos de suma
dificultade soubo salvar innumerables obstáculos exercendo a arte da medicina tal e
como foi concebida por Hipócrates: "En calquera casa onde entre, non levarei outro
obxectivo que o ben dos enfermos"
The Muros Times segue reiterando o convite a todos os seus lectores de continuar cola-
borando con todo o relacionado á nosa arte e cultura sen outro afán que o de enrique-
cer o noso pobo cos dons intelectuais que posuímos.
Jorge Lago.
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Presentación: No he sido un niño de aldea más que de vez en cuando. Pero he pisado
mucho barro en mi vida. Luego, un día, eché a correr y no he parado hasta
hoy, y ha querido la fortuna arrojarme sobre la playa de este hermoso pueblo de
Esteiro, con el primer temporal de mi otoño particular. Aquí he venido a com-
prender que por mucho que un hombre corra, no dará más pasos de los que le
correspondan... ni uno más.
Me atreví a escribir esta pequeña historia sobre Don Ricar-
do Tobío, un hombre que decidió, en toda la capacidad de un jóven de ventipocos años, dar sus pasos
firmes y seguros; que eligió su destino, o su destino lo eligió a él, como se quiera, pero con acierto di-
vino. Y me la he encontrado aquí, entre las palabras de los viejos, con categoría de leyenda clásica y
esperando, con todo merecimiento, que alguien le haga, no un monumento: una ópera. Yo, humilde-
mente, no soy quién, pero no me he podido resistir de poner mi granito de arena para evitar que, como
dice el tango, "el olvido, que todo lo destruye", borre para siempre de la memoria de este pueblo el re-
cuerdo de esta gran persona. Con la ayuda de las gentes que le conocieron, aquellos niños que el trajo
a este mundo; de sus familiares, recogiendo y contrastando relatos de aquí y de allá, he ido compo-
niendo lo que a continuación leeréis, si tenéis a bien . Perdonad si en algo no he acertado; aunque lo
he hecho con la mejor intención, esto es posible. En cuanto a la corrección literaria, ahí ya, a mis años,
poco puedo hacer. Si me estás dedicando hoy tu tiempo, si el tema del médico suscita tu curiosidad por
el motivo que sea, te lo agradezco y espero no defraudarte.
Hoy llueve. El viento frío escupe agua a ráfagas sobre la carretera. Como para salir
ahora mismo a caballo, cuerpo a cuerpo contra el temporal, por caminos embarrados en busca de una
aldea perdida en el quinto pino, para asistir un parto, o una indigestión, o lo que sea; a cambio de la
satisfacción del deber cumplido y poco más. Don Ricardo los tenía bien puestos, la verdad. Y nuestros
hijos no se merecen perderse su historia, porque es una historia auténtica y verdadera; y por lo didácti-
co de su ejemplo: Don Ricardo también fue padre, cosa nada sencilla, os lo puedo asegurar. Su propio
ejemplo fue la mejor educación que pudo transmitir a su prole. Quizá por eso el colegio de Esteiro lleva
su nombre, no se, pienso yo. El nombre de un hombre sencillo, siempre esquivo con cualquier muestra
de reconocimiento. .
Ante la lápida que señala el lugar donde reposan sus restos, no he podido evitar el re-
cuerdo de otra, dedicada con gran pompa a un gran general del S.XIX. Don Ricardo era un alma blanca
que creía en los milagros, en el milagro de cada día, de levantarse contra el cansancio, contra la enfer-
medad, contra la pobreza y la falta de medios, y darles batalla. Muchas habrá perdido, pero las guerras
dan el triunfo a los que luchan hasta el final. Que descanse en paz, pero nunca en el olvido.
Dedicado a tantos médicos rurales que, como D. Ricardo, han ofrecido su vida profe-
sional plenamente y sin cortapisas para aliviar los dolores del prójimo, y que a lo largo de los años han
recorrido nuestra tierra llevando un poco de esperanza allí donde poco más había.
Si se me permite, y puesto que va de padres, un recuerdo para el mío, que desgrane
los pasos que le queden, que Dios quiera que sean muchos y muy felices, disfrutando en paz y tranqui-
lidad de la compañía de los suyos, que nunca le falte. Don Amador, un abrazo y gracias por todo.
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p/ Amador Martín Armesto.
Permítanme comenzar esta reseña biográfi-
ca sobre la persona de D. Ricardo Tobío, médico
rural, entrañable y siempre recordado, porque no
en vano varias generaciones completas de veci-
nos de la comarca, muchos de ellos aún vivos,
pasaron por sus manos desde el mismo momento
de su nacimiento. Comenzar, como digo, por un
relato que ilustra y nos introduce en la vida de es-
ta ilustre persona, que, a caballo y seguido por
su fiel perro, galopa ya por los campos del recuer-
do imperecedero.
"La familia espera en silencio. Han ido a buscar
al médico, en medio de la noche, pero no estaba
en casa. “Saleu a filla polo balcón, que vai en
Torea. En canto volva, xa ven pra eiquí”. El en-
fermo descansaba velado por los atribulados fami-
liares, pasando la noche a la luz del hogar, en
silencio. Una hora… dos… A las cuatro de la ma-
ñana resuenan los cascos de un caballo. “Ehí
ven”. Recortándose en la penumbra, cubierto por
“O encerado” para protegerse de una lluvia inde-
cisa, aparece una figura a caballo. Salen a ocu-
parse de la montura. Retorna la confianza, la
gente se siente a salvo en la presencia de aquel
hombre, alto y seco; entradito en años, pero re-
cio. La familia escucha y observa aquella suerte
de hechicero eterno y espera el veredicto. El des-
tino, vida o muerte."
Origen familiar.
Esta es una larga historia, una dilatada vida pro-
fesional dedicada a velar por la salud de sus con-
vecinos y, a la vez, paisanos. Ricardo Tobío Ra-
ma nació en Riomaior, lugar de la parroquia de
Esteiro, en el municipio de Muros, el 13 de Junio
de 1.888. Era el segundo hijo de una familia de
labradores. Su padre, Joaquín, venía de la casa
de Outeiro, en Solleiros; como su tío Antonio,
sacerdote: “Os do Molete” era el apelativo de su
familia. Su tío, que ejercía su ministerio en Ma-
drid, en un convento de religiosas, tenía el empe-
DON RICARDO TOBÍO RAMA
-Unha vida de dedicación plena a su pueblo-
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ño de dar estudios a sus sobrinos. Y así se ocupó
del joven Ricardo, que después de terminar su
bachillerato en Noia, se traslada a Madrid con su
tío, para estudiar medicina. Allí reside en el con-
vento de San Pascual Bailón, donde coincidió con
varios primos suyos dedicados a similares menes-
teres. Y cosas del destino... conoce también en el
mismo lugar a la que sería su compañera y espo-
sa: Mercedes. Acogida bajo la tutela del sacerdo-
te desde que su padre (un médico de origen vasco
muy amigo de don Antonio) enviuda y se traslada
a La Alcarria, en ejercicio de su profesión. Su fu-
turo suegro tiene tres hijas, las dos mayores le
acompañarán en su nuevo destino, dejando a la
menor, Mercedes, en el convento, a cargo de D.
Antonio.
Licenciatura. Matrimonio. Dos primeros hijos.
En sus planes estaba volver a su tierra y traerse a
su amor. Sin conocerlo podríamos pensar que
esto fue casual, pero gallego y esteirán, le tuvo
que poder la morriña. Contrae matrimonio con
Mercedes Sanchez Sexman en Madrid, en 1911, y
con apenas 23 años, se trasladan a Santiago de
Compostela, donde termina sus estudios.
Allí nace María, la primera de sus 14 hijos. Como
consta en el diploma de licenciatura que todavía
cuelga en su despacho, obtiene la misma en 1914.
En esas fechas, surge la vacante de Médico Titular
en Esteiro, a la que se presenta. Por aquel enton-
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ces este puesto lo otorgaba el ayuntamiento, y el
padre de Ricardo ejerció toda su influencia y la de
sus vecinos. Su padre se dedicaba a labores agrí-
colas para terceros: Él, y posteriormente su hijo
Manuel "O Latán", poseían una malladora con la
que recorrían la zona prestando sus servicios.
Aquel verano hizo doble campaña: La agrícola y la
de la promoción de su hijo Ricardo. Ricardo consi-
gue el nombramiento. La plaza obtenida tiene el
condicionante de residir en la zona; por esta razón,
se trasladan a Riomaior, a la casa de su padre, en
cuanto no se establecen.
Destino Esteiro. Zona geográfica. Modus.
A.P.D. La medicina en el siglo XX.
Alquilan una casa en Solleiros, (que ellos estre-
nan), donde montan inicialmente la consulta.
Cuando se trasladan aquí, ya el matrimonio tiene
dos hijos, María y Joaquín. En este domicilio na-
cerán los siguientes cuatro hijos: Luis, Cándida,
Ricardo y Mercedes. D. Ricardo compra un terreno
en Creo y a partir de 1918, poco a poco, se cons-
truye la casa que será su hogar durante el resto de
su vida. Allí nacen sus restantes hijos, hasta el
número de catorce. La última, fue Pilar, que nace
en 1.930. El empleo de Médico Titular, luego re-
convertida en A.P.D., (Asistencia pública domicilia-
ria), o médico rural, para entendernos, le respon-
sabiliza de una zona geográfica bastante extensa:
Desde las últimas casas de Abelleira, hacia el inte-
rior, casi hasta Paxareiras, Pando, Torea, Marse-
lle… A Silvosa, Riomaior, Esteiro, Maio, Penseira,
Arestiño… Magor, las primeras casas do Freixo…,
Pues unas treinta aldeas repartidas en aproximada-
mente 50 Km2.. El transporte era por cuenta del
médico, como todas las demás responsabilidades
incluidas en el puesto: consultorio, vivienda, me-
dios técnicos, sueldo, pagas... Los ingresos en
metálico eran casuales. Aparte del derecho a per-
cibir "Os Arrendos" (La Iguala) de "Tres pesos ao
ano" que no todas las familias se podían permitir,
y hasta la aparición del sistema del "18 de Julio" ya
en los años cuarenta, no tenía ningún otro emolu-
mento fijo. El médico tenía que salir adelante man-
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teniendo una casa de labor agrícola, con sus cose-
chas, sus animales... (Eso le permitía a su vez
"Cobrar" en ayudas o especie: Colaborar en las
labores agrícolas o en las tareas de su casa, inclu-
so en su construcción, permitía a los pacientes de
su jurisdicción, pasados, presentes o futuros, abo-
nar al médico sus servicios). Recordemos que to-
caba a hijo por año; como buen cristiano, lo que
Dios mande. Y que la asistencia era domiciliaria,
necesitando por ello disponer de un medio de
transporte acorde a las vías existentes al uso: Nor-
malmente obligaban a desplazarse a caballo, en la
mayor parte de destinos no se podía acceder ni en
bicicleta. Hasta los años sesenta, en que don Ri-
cardo todavía presta sus servicios ya con una edad
avanzada, era preciso combinar parte de los tra-
yectos a caballo. No digamos el alumbrado públi-
co... Toda una aventura, como un deporte de ries-
go pero con mucho riesgo y poco deporte.
Estamos hablando de una vida profesional que
transcurre a lo largo de casi un siglo; y un siglo de
grandes avances en aplicaciones médicas: por las
guerras. El siglo XX es también un siglo de gue-
rras, de guerras modernas, de creciente nivel de
desarrollo armamentístico. Y la medicina de guerra
progresa a su vez, aprovechando la inversión eco-
nómica generalizada en defensa que realizan los
países implicados, y la necesidad de asistencia
médica derivada de los enfrentamientos. Siguien-
do la vida de D. Ricardo y los conflictos cercanos a
su vida, comenzando por las guerras coloniales en
las que se vio España, Cuba, Filipinas, Marrue-
cos... la Gran Guerra, que introdujo
"modernidades" en el frente de batalla como lo fue
la guerra química, (Adelanto que pretendía acabar
con la crueldad en los campos de batalla, razón
por la que se le otorgó el premio Nobel al inventor
de la bomba de gas cloro, dicho sea de paso (1),
la Guerra Civil española, la Segunda Guerra Mun-
dial, Indochina, Corea, Viet-Nam ... Los avances
en medicina civil propiciados por éstos no dejan de
ser un fruto de la guerra del que todos nos pode-
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mos beneficiar, dicho sin ánimo de la mas mínima
justificación. Pero está claro que los mejores ciruja-
nos y los mejores traumatólogos salieron de aque-
llos médicos que sirvieron en países o zonas invo-
lucrados. El caso es que D. Ricardo tuvo en qué
entretenerse: De empezar el desarrollo de su ca-
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rrera con apenas recursos técnicos, sangrías y
lavativas y poco más, apoyado por un fonendos-
copio, sus dotes de palpación y la encomendación
al Altísimo; a conocer el desarrollo de la aplica-
ción de los nuevos descubrimientos a la medicina
civil: Las vacunas, la asepsia, la penicilina (años
cuarenta), la radiografía, la ecografía, los análi-
sis clínicos...
D. Ricardo, como tantos profesionales de su tiem-
po en sus mismas circunstancias, comienza su
tarea en Esteiro con su carrera, sus manos y poco
más. En las mismas circunstancias, un licencia-
do de hoy día se moriría de angustia al carecer de
los mínimos recursos diagnósticos o paliativos:
¿Cómo te enfrentas, por ejemplo, a un cólico ne-
frítico? Pués... unas friegas, era lo que había.
Encima, un médico rural lo hacía todo: un hueso
roto, atender un parto a domicilio, sacar una
muela, coser una herida... (sin anestesia, a pelo
y sin otros medios que su instrumental) . Los ca-
sos que le sobrepasaban, más por tema de me-
dios que por conocimientos, se remitían al hospi-
tal, a Santiago, con una "Cartiña" para sus cole-
gas en aquella institución, donde se daba extensa
cuenta del historial del paciente para que allí lo
"Trincharan" a gusto y conveniencia. En aquel
entonces un médico tenía muchas preguntas y
pocas respuestas: Se veía en la necesidad de pro-
fundizar, de inmiscuirse, de buscar signos de la
enfermedad que no encontraba en otros métodos
objetivos de observación, porque simplemente no
existían. Pero estaba preparado para ello, la me-
dicina era así; y a pesar de los avances, en cierta
manera así sigue y seguirá siendo, nunca acaba-
rán todas las preguntas para un buen médico. En
los años 20 ya se conocían la práctica totalidad de
las enfermedades que se conocen hoy día. Se
sabía lo que era un tumor, incluso estaban defini-
das muchas patologías neurológicas raras. Lo
que ha mejorado es el conocimiento de la enfer-
medad y su tratamiento, por la aplicación de nue-
vos sistemas de exploración y el desarrollo de la
industria farmacéutica. La generalización en Es-
paña estos avances, por diversas circunstancias,
no se produce hasta los años sesenta. En años
posteriores el crecimiento se multiplica en calidad
y cantidad, haciendo imposible establecer cual-
quier parecido con la asistencia médica a disposi-
ción en aquellas fechas, años treinta y cuarenta;
incluso cincuenta y sesenta, en los que D. Ricar-
do tiene ya mas de 60 años de edad y cuarenta de
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profesión, con un conocimiento minucioso de la
historia clínica y familiar de cada paciente; lo que
sin duda le facilita sus diagnósticos por asociación
de antecedentes hereditarios. Aunque en principio
no fuera especialista en el tema, la necesidad y la
práctica le llevaron a dominar muchos temas, como
la obstetricia y ginecología. Todas estas circuns-
tancias hicieron de D. Ricardo un profesional en
constante puesta al día, obligado al estudio y vol-
cado totalmente en su oficio. "Foi un esclaviño",
como lo recuerdan vecinos suyos ya centenarios.
Perfil personal.-
Cuando hablas del médico con aquellos que le co-
nocieron, la idea que te transmiten es siempre la
misma: Volcado en su profesión, era, primero mé-
dico: Perpetuo y permanente, siempre a disposi-
ción, 365 días al año. Desde 1914 hasta que se
retiró en 1969, con ochenta años, (Aunque en los
años postreros su actividad no era la misma, evi-
dentemente, siguió atendiendo a sus pacientes
que así se lo solicitaron hasta esas fechas ; en
1968 atendió sus últimos partos, ya prácticamente
ciego.) son 55 años, que resultan 481.800 horas
de servicio, pues incluso atendía a sus enfermos
estando él mismo enfermo y encamado: Nadie se
iba a su casa sin la atención solicitada. Humilde,
sereno, serio... Muy hogareño, muy atento y cari-
ñoso con los suyos (que eran todos, porque para
todos sus pacientes era como de la familia.) Gene-
roso y caritativo: Siempre adaptando su minuta al
nivel de las posibilidades de sus pacientes, que la
mayor parte de las veces sufrían sus padecimientos
por cuestiones de pobreza. Y si apenas se podía
hacer frente en muchas ocasiones al sustento dia-
rio, ni que decir a las condiciones de vida o higiene
y ni mucho menos a comprar medicinas: Todo ha-
bía que pagarlo, y dinero no había; nada de rece-
tas de la Seguridad Social. (Me refiero hasta los
años sesenta, en que se fue introduciendo el tema
para el mundo agrícola y marinero) Era religioso,
si faltaba a su misa diaria en su parroquia de San-
tiago de Tal era porque estaba atendiendo a un en-
fermo urgente o esperando a una nueva criatura
que traer a este mundo. (Sta Mariña de Esteiro, la
iglesia nueva celebra este año el 60 aniversario de
su consagración, y no fue parroquia hasta el verano
de 1965. Obligado citar a D. José Rodriguez Ro-
mero, el párroco que promovió su construcción a
base de limosnas y colaboraciones de los esteira-
nos. Posteriormente le sucedería en el puesto su
sobrino Don Jaime ) Porque ayudó a nacer, a
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vivir y a morir a tantos, porque padeció con ellos y
se alegraba con ellos en sus recuperaciones, se
recuerda a D. Ricardo Tobío con cariño y admira-
ción.
Integro y buen cristiano. No existían palabras vanas
o malsonantes en su vocabulario. Para un rapaz de
aldea nacido en casa grande, aunque de trabajado-
res; al que se orienta para superar su destino, para
ser "una persona de bien". Y él respondió con cre-
ces a estas expectativas de su familia, a la constan-
cia y las preocupaciones de su tío Antonio, que fue,
sin duda, el padre del milagro de D. Ricardo: Él im-
pulsó con su interés por su sobrino la carrera de
este hombre singular. Con este "Padrino" resultaba
predecible lo que luego fue una constante en la vida
del médico. Además, en los inicios de su profesión,
las incertidumbres profesionales eran una constan-
te y prescribir unas misas como parte del tratamien-
to, un recurso habitual. El médico era un poco, un
mediador de la Providencia.
A pesar de estas actitudes, o gracias a ellas precisa-
mente, y a pesar de lo influyente que pudiera llegar
a ser la personalidad de un médico, un referente de
cultura en el mundo rural, no se le conocieron nunca
a D. Ricardo otras aspiraciones sociales o políticas:
Su mundo era exclusivamente su profesión y su
“familia”, incluyendo en este término su “Otra fami-
lia”, la de las respectivas de sus pacientes: D. Ricar-
do nunca escatimó un consejo, incluso fuera del es-
tricto desarrollo del ejercicio de la medicina, que era
acogido con estimación y respeto. Y porque redun-
daba indirectamente en la salud de sus pacientes,
sin ninguna duda, aportando serenidad (hoy diría-
mos que resolvía situaciones nocivas de estrés).
(Nota 1.- El premio Nobel de la paz no se otorgó durante el
periodo de la 1ª Guerra Mundial. Pero en 1.918 se concedió
en la categoría de química al alemán Fritz Haber, conocido
como el padre de la guerra química. Inventor, entre otras,
de la bomba de cloro, que fué el primer arma conocida de
este tipo, recibió el galardón junto a Carl Bosch por sintetizar
el amoníaco. Este descubrimiento fué importantísimo para el
desarrollo de la industria de los fertilizantes y de los explosi-
vos modernos. Judío polaco de origen, paradojas de la vida,
una bomba de gas similar a las diseñadas por él afectó a un
cabo austríaco en el frente de Yprés, en Belgica, el 13 de
octubre de 1.918, al que dejó ciego temporalmente. Su
nombre: Adolf Hitler. Si el mundo es un pañuelo... )
Historias de la historia.
Se cuentan muchas historias sobre la persona de D.
Ricardo. Pero aunque tantos años dan para mucho,
y que su personalidad era capaz de agrandar su
leyenda por sí sola, tristemente se empieza a per-
der su memoria por simple ley de vida. Sus coetá-
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neos ya no existen, para reverdecer recuerdos de
transmisión oral; las personas de más edad todavía
vivas hoy día fueron, seguramente, las nacidas en
los primeros partos atendidos por él. Y, aunque
algunas de ellas son todavía lúcidas, las memorias
se van borrando. Pues por falta de memoria o por
exceso de repetir unos cuentos y otros, los sucedi-
dos atribuidos a D. Ricardo se escuchan en diferen-
tes versiones, a veces en nada parecidas a lo acon-
tecido realmente, aunque en todas salga a relucir la
admiración por sus virtudes. Es por esto que no me
puedo responsabilizar de la exactitud histórica de
hechos o personas en lo que paso a relatar a conti-
nuación.
La caída en el río.
Una noche de tormenta, de vuelta de acudir a un
enfermo en Pando, Don Ricardo intenta vadear el
río Rateira por unos pasales. El río va crecido y su-
pera las piedras unos palmos. El caballo, probable-
mente asustado por un rayo aunque tampoco hacía
mucha falta, pisa mal y cae al río. Don Ricardo,
que ya tiene en torno a los sesenta años de edad,
trata de desprenderse de su capote y consigue al-
canzar la orilla con la ayuda de un tronco caído so-
bre el cauce. Acierta a pasar en ese momento D.
Ángel, el cura de Abelleira, que va a misar a Torea.
El sacerdote cede su montura al médico y le ofrece
su casa para secarse de la mojadura, que ya se
ocuparán los vecinos de localizar el caballo huido.
Don Ricardo se va directamente para Esteiro. Esta
mojadura le cuesta una pulmonía que le tiene pos-
trado 15 días, durante los que atiende su consulta
desde el mismo lecho. Las versiones: "Lassie"; su
fiel perro "Ton" se lanza al río en pos de su amo y lo
rescata arrastrándolo a la orilla, sujetándolo por el
cuello de la chaqueta. Pero hay otra mejor, la ver-
sión "Rin tintín": El perro, tras rescatar a su amo,
sujeta al caballo por la brida y a todo galope lo lleva
a casa, donde llega exhausto, y a ladridos y gestos
hace comprender a la familia que algo grave ha ocu-
rrido al doctor, y de ese modo les convence para
que lo sigan; conduciéndolos hasta el lugar donde
había dejado a buen recaudo a su querido patrón.
Porque no le dieron papel y lápiz, que les hace un
croquis. Estas versiones tan románticas y creativas
eran consecuencia de la cultura al uso, donde no-
velas y películas se infiltraban en los coloquios po-
pulares, que era (Y en gran parte sigue siendo en
estos pequeños núcleos) el sistema habitual de
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transmisión de las noticias; y donde de este modo,
se pretendía ensalzar la figura del médico, y por
extensión de sus animales, muestra espontánea
de admiración y agradecimiento. Lo que no quita
que "Ton" fuese un buen perro, siempre en pos del
doctor a caballo.
El sistema de asistencia domiciliaria en un área tan
extensa para los medios de transporte de que se
disponía, donde no existían la mayor parte de las
carreteras que hoy conocemos. Los trazados ac-
tuales en su mayoría son posteriores a los años
cuarenta, y se asfaltaron anteayer, como quien
dice. Hasta entonces, todo eran "corredoiras" y
caminos de monte, donde el alumbrado público
era prácticamente inexistente. Y sin teléfono, avi-
sando en persona, teniendo a menudo que reco-
rrer a pié 8 ó 10 Km. hasta la casa del médico;
conllevaba con cierta frecuencia un peregrinar del
médico de casa en casa, de aldea en aldea, acu-
diendo a sucesivos avisos sobre la marcha. Allí
donde le pillaba la hora de comer, comía de lo que
le ofrecieran. Incluso se le tiene perdido la pista
más de 24 horas sin aparecer por casa, por que-
dar a la espera de un parto inminente o por cierta
medicina, encargada a algún mozo del lugar, y la
recuperación del enfermo. En estos casos, el
mensajero daba cuenta de la ubicación del médico
y, boca a boca, las noticias sobre su paradero lle-
gaban a su casa.
En cierta ocasión, acudiendo en moto a
una urgencia, tuvo un accidente a la altura de Tal,
cayendo de la moto y quedando ésta averiada en la
cuneta. Al parecer, el viento había tirado unos ca-
bles sobre la calzada que se enredaron en el
vehículo. También era de noche. A las tantas,
llaman a la puerta del taxista del pueblo, "O Caro-
lero", que por aquellas fechas, año 62, estrenaba
Seat 1500. Se presenta la hija del médico. Su pa-
dre, lesionado y sin moto, había regresado a casa
por su pié y la mandó a buscar al taxista. Pero la
urgencia no era para llevar al médico al médico,
que sería lo esperado. Era para llevarlo a casa del
paciente y poder resolver la asistencia interrumpida
por la caída de la moto. Por cierto, al final la ur-
gencia quedó en nada, una simple indigestión que
se resolvió sola. Don Ricardo tenía entonces 74
años.
Bueno, trabajo para "Quilindolo", Joa-
quín Rama, que era el mecánico oficial del doctor.
Era normal, como hoy sería cambiar una rueda
pinchada, saber poner una herradura. Encontrar-
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se con una visita del médico que no viene a ver a
ningún paciente, que se presenta con una herradu-
ra en la mano y el caballo del diestro pidiendo que
le saquen un martillo y que le sujeten al animal
mientras lo calza, era normal. Pero con las motos
confiaba en los mecánicos habituales. Se compró
una BSA, que tuvo que cambiar por una bicicleta
durante la guerra por falta de recambios. Mejoró
esta última acoplándole un motorcito, que nunca
rindió lo suficiente, teniendo que tirar de pedales a
menudo. Luego se hizo con una Guzzi, relegando
la BSA al desván. Aquellas todavía se las arregla-
ba "Dentones", Moncho de "Raperto", que era un
figura. Vendidas éstas, compró una Peugeot 125
cc., y poco más tarde, una Derlan 75, para tener
así recurso de transporte en caso de avería de una
de las dos motos, y porque la Peugeot se le hacía
demasiado pesada para andar por los caminos. Las
motos nuevas se las encomienda a Joaquín Rama
"Rañoa" en lo respectivo a su mantenimiento mecá-
nico. "Quilindolo" estaba al quite y le solucionaba
las averías por complicadas que se presentaran.
Estando en la mili, fue llamado por el doctor, que le
consiguió un permiso a través de un colega coman-
dante médico, Don Luis, para venir a Esteiro a
arreglarle la moto. Y es que Joaquín es caso apar-
te, toda su vida fue mecánico-inventor, de profe-
sión y vocación. Aún hoy en día su casa está llena
de engendros y componendas artesanas que fun-
cionan perfectamente. Según el informante,
"Quilindolo" puede ser también "Quirindolo" o
"Quilindoli"; en la partida de bautismo no se especi-
fica.
Senectud.-
Don Ricardo ejerce su profesión y su destino hasta
una edad muy avanzada. Aunque se "retira" con
ochenta años, vencido por un glaucoma que nunca
se ha tratado por falta de tiempo (En casa de herre-
ro...). Prácticamente ciego, todavía atiende cual-
quier consulta para la que se le solicite. A tientas,
con ese tacto tan virtuoso que poseía. A sus veci-
nos le daba igual su ceguera, por la fe que tenían
en el médico, y lo iban a buscar para conducir su
caballo hasta casa del paciente. Con ochenta años,
(Fallece a los 85) atiende todavía sus últimos par-
tos; teniendo que habilitar para ello a una costure-
ra, todavía viva hoy día, como ATS improvisada y
dar los correspondientes puntos para cerrar desga-
rros perineales. Estos últimos casos se trataba de
pacientes que pertenecían a su círculo de parientes
y amistades cercanas. Este es el verdadero milagro
de su historia, su longevidad profesional y su luci-
dez mental hasta última hora. Como consta en su
lápida, viudo de Mercedes desde 1970, fallece el
20 de Diciembre de 1973, aprovechando esta excu-
sa para dejar definitivamente su trabajo en este
mundo y reunirse con su querida esposa.
Su memoria.-
El objetivo de este artículo no es cerrar este capítulo
de la historia de Esteiro, un pueblo de la Ría de
Muros, vinculado desde siempre al mar y a la agri-
cultura. Es tratar, humildemente, de mantener
abierta la puerta de su memoria, de una vida tan
unida a la de las gentes de este trocito de tierra que
nos tocó compartir, en nuestro paso por el universo
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infinito, y dar así consistencia a las raíces de nues-
tra juventud y de las generaciones futuras. Que no
se olviden aquellos tiempos de necesidad, cuando
la solidaridad entre vecinos era indispensable y
necesaria para poder, entre todos, salir adelante;
y que D. Ricardo estuvo ahí como un vecino mas:
No fue un médico de reyes ni se codeó con figuras
ilustres, se le recuerda por sus méritos propios.
En este sentido, muy adecuado el dedicar a su per-
sona el colegio de nuestra localidad. Pero hace
falta algo más. Todos los que le conocieron coinci-
den en esto. Que no se apague, que no se olvide
quien fue y cómo fué: Un luchador por la salud de
sus paisanos. Su casa, la casa del médico; su
despacho, su biblioteca... vestigios de su presen-
cia que languidecen destinados al polvo y al des-
guace. Ni siquiera una placa en la fachada recuer-
da la identidad de ese edificio que fue la sede del
alivio y la esperanza durante tantos años y tantas
generaciones. En vida, siempre se opuso D. Ri-
cardo a recibir ningún homenaje de agradecimiento:
"Lo que tengáis pensado gastar, lo dais de limosna
por mi." Pues aprovechemos el momento, ahora
que tendrá difícil oponerse. Algo habrá que hacer,
me apunto a lo que sea.
Agradecido a todos los que me habéis echado
una mano en la elaboración de este reportaje, por
la ayuda y por la paciencia, especialmente la de los
16
familiares del doctor.
El sistema sanitario desde principios del siglo
XX.
El 9 de Octubre de 1940, una orden de la Delega-
ción Nacional de Sindicatos pone el punto y aparte
en la cultura de la sanidad pública española, moder-
nizando el sistema y centralizando en el estado la
prestación social. En dicha orden se absorbe la an-
tigua Mutualidad Obrera. Articulada mas tarde en la
Orden General de Delegación nº 32, de 9 de Marzo
de 1.946, agrupa y asume la asistencia prestada
hasta entonces por montepios, cajas laborales y
mutualidades de empresa existentes. Hasta enton-
ces, el concepto de medicina social ha tenido que
evolucionar de "Caridad cristiana" a "Derecho admi-
nistrado por el estado", pasando por el "Yo me lo
guiso, yo me lo como" de las mutuas . Aunque
otros países hayan ido algo por delante en estas
teorías (Inglaterra en 1911), lo cierto es que la
preocupación por hacer de la sanidad pública una
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cuestión de estado surge en España en los años 17
- 18 del pasado siglo. El reconocido higienista Mar-
tín Salazar publica "La Sanidad y los Seguros Socia-
les" en 1.918. Estas ideas se toman como fruto del
pensamiento anarquista y son combatidas con
vehemencia o ignoradas con desprecio por políticos
y colegios médicos. Estos últimos consideran en
sus congresos (1.921 en Barcelona) que "no se pue-
de consentir la intervención del estado en la organi-
zación de la sanidad pública, sería una injerencia
en la profesión que llevaría el sistema de beneficen-
cia a su destrucción, y a la medicina al caos y al
atraso, provocando una crisis social." (Entonces,
los avances sociales eran sinónimo de caos para
mucha gente) Durante la Segunda República, Don
Marcelino Pascua, ministro de sanidad en 1932, tu-
vo que dimitir a causa del rechazo total de la clase
médica hacia su reforma de la sanidad pública, que
fué, posiblemente, la base de la de 1940. La medi-
cina social era socorrer al desvalido: Las acciones
relacionadas con la infancia y la vejez, por ejemplo
los centros "Gota de leche", donde se atendían las
necesidades pediátricas y la malnutrición infantil,
por iniciativas solidarias urbanas, las "Casas de
Socorro", las "Casas Cuna".... La iglesia tuvo algo
que ver en esta forma de pensar. Con su necesidad
de campos donde ejercer su labor pastoral y su ayu-
da cristiana, venía reclamando desde siempre la
exclusiva de la organización de la asistencia social
integral en España y otras labores que consideraba
propias y de las que paulatinamente iban siendo
despojadas por las legislaciones liberales. Porque
siempre estuvo al pié del cañón en el tema, con su
innegable influencia (A saber cuantos sobrinos-
médicos se contarían en el mundo), su manera de
"socializar" era considerada mas benigna que otras,
predicadas desde púlpitos mas terrenales.
En los primeros años de D. Ricardo como médico
de Esteiro, la minuta media de un médico por con-
sulta en España era de 5 pesetas. El que no podía
pagar, se apuntaba a la asistencia pública, o sea,
a la caridad. Y si no, más fácil, se moría y punto. Ir
al médico "de pago" era distintivo de clase. Datos
de 1.927: El estado gasta 10.352.310 de pesetas
en abonar a 7.585 médicos la asistencia de benefi-
cencia prestada a 595.132 familias, y paga también
5.847.298 pts. del gasto farmacéutico correspon-
diente. Las ciudades atraían la migración forzada
del mundo rural hacia cinturones industriales en
franco desarrollo, formándose guetos de necesidad
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en torno a ellas, donde se incubaba una potencial-
mente peligrosa reacción social; lo que aconsejaba
derivar hacia las grandes urbes la mayor parte del
presupuesto disponible; y porque en las ciudades
era donde las existencias de capital circulante ase-
guraban la inversión estatal. Por otro lado, la
"sanidad pública" era un concepto relacionado con
la prevención y tratamiento de las infecciones colec-
tivas, y las migraciones y la pobreza eran su
vehículo habitual; había que proteger las ciudades.
Pero si casi 15 millones de pesetas de dicho gasto
se iban a capitales de provincia y otras grandes po-
blaciones, ¿Que quedaba para la zona rural?
¿Quien pagaba al médico de Esteiro? Pues por la
ley del embudo, los respectivos ayuntamientos. La
Ley Orgánica de Sanidad de 1.855, en vigor hasta
los años 40, establecía la obligación del municipio
de crear los puestos de asistencia sanitaria, pro-
veerlos y mantenerlos. Este principio tan sencillo
de "buscaros la vida" se mantiene en la Instrucción
General de Sanidad de 12 de Enero de 1.904, por
el que se crea el Cuerpo de Médicos Titulares, y se
ratifica en los Reglamentos de Sanidad Municipal
de 1.925, donde se matiza que el cupo de familias
pobres por médico ha de ser de trescientas. Esto
hace que sea mucho mas saludable económica-
mente ejercer la medicina en una capital que en un
pueblo pequeño. El consistorio vive de las tasas e
impuestos locales que le permite la ley, y el de un
ayuntamiento pobre, de una zona de economía de
subsistencia sin liquidez en metálico, acostumbrada
al trueque, tiene que articular métodos alternativos
con qué alimentar sus arcas. Las Igualas, antigua
forma de pagar servicios "A escote", regulada ya
por Carlos III, establecía una tarifación "oficial" pa-
ra productos del sector primario y era un recurso
habitual que permitía abonar servicios profesionales
y otras tasas locales, derechos eclesiásticos y de-
más. Y aunque el párrafo parezca extraído de una
descripción medieval, estamos hablando del siglo
XX. El sistema de las Igualas, un contrato de pres-
tación de servicios médicos que ligaba al médico
titular con las familias no comprendidas en el rango
de beneficencia, que impedía al médico acudir a
clientela libre, aún sigue vigente en algunos luga-
res de España, cohabitando con sus más y sus
menos con el sistema de la sanidad pública actual.
(Lo encontramos habitualmente en muchos paises
de América Latina). Este sistema, o sus pretendi-
das actualizaciones modernizantes, no pudo pro-
gresar en Galicia, en el mundo rural, carente de
liquidez; los médicos se mantenían en su plaza por
pura vocación. En 1934 se crea la figura del médi-
co APD, asistencia pública domiciliaria, centrali-
zando el sistema en Madrid y pasando a cubrirse
las plazas por oposición; los hasta entonces llama-
19
dos Médicos Titulares pasan directamente a esta
nueva clasificación.
Don Ricardo, como tantos otros profesionales ru-
rales, seguirá dependiendo del mismo sistema eco-
nómico medieval, incluso hasta mucho después de
la puesta en funcionamiento de la Seguridad Social
moderna.
Algunas fechas de referencia en cuanto a los
seguros sociales:
1855.- Primera ley española sobre sanidad, orienta-
da a la prevención de las epidemias. De carácter
policial, persigue la salubridad y la higiene pública.
1858.- Establecimiento de las Casas de Socorro,
consultorio-hospital de caridad.
1868.- Se establecen los médicos titulares para po-
blaciones de más de 4.000 vecinos, con la obliga-
ción de asistir gratuitamente a los pobres.
1883.- Creación de la Comisión de Reformas Socia-
les.
1900.- Ley de accidentes del trabajo.
1891.- Primer congreso de Médicos Titulares de Es-
paña.
1904.- Se crea el Cuerpo de Médicos Titulares y se
establecen sus retribuciones.
1904.- Conferencia sobre Previsión Popular.
1908.- Se funda el Instituto Nacional de Previsión.
1919.- Se establece la obligatoriedad del seguro de
Retiro Obrero.
1923.- Se crea el subsidio de maternidad.
1929.- Se establece la obligatoriedad del seguro de
maternidad.
1932.- Se amplía a los trabajos agrícolas la cobertu-
ra de la ley de accidentes de trabajo de 1900.
1942.- Se crea el Seguro Obligatorio de Enferme-
dad, implantado el 1 de Septiembre de 1944 y vi-
gente hasta 1978 en que se plublica la vigente Ley
de General de Sanidad.
20
Perfil del médico rural en tiempos de Don
Ricardo.-
A pesar de que la estrecha relación con sus pa-
cientes y vecinos desarrolla un sentimiento de amis-
tad y familiaridad mutuo, y de la admiración que
pueda disfrutar por parte de su clientela, el oficio
de médico rural era tenido a menos entre la profe-
sión: Su proyección profesional era nula, sus ven-
tajas económicas inexistentes y las dificultades para
ejercer, innumerables. El perfil típico de estos titu-
lares era, en la primera mitad de siglo, el de un
hombre, de extracción rural; hijo de terratenientes,
comerciantes prósperos o profesionales farmacéuti-
cos de la zona. En Galicia había una media de dos
médicos por ayuntamiento, a mediados de siglo se
contaban 700 profesionales rurales en toda la re-
gión. El médico rural era (Y sigue siendo) un cruce
entre detective, sicólogo y bombero: La información
sobre sus pacientes le llega a menudo en forma
indirecta y se ve involucrado en temas de tipo social
y familiar. "Ay, dotor, a ver si lle mete medo ao
meu Xosé pra que non beba tanto..."
El papel de la Iglesia en la sociedad.-
En cierto modo, y como lo son también la práctica
totalidad de las asociaciones humanas, la iglesia
es como una empresa. Con sus objetivos, sus pre-
supuestos, sus planes de implantación y desarrollo,
su estrategia de imágen... Necesita definir y buscar
su lugar en la sociedad y el estado, mas o menos
directamente y según las épocas a lo largo de la
historia. Para su supervivencia, protección divina
aparte, depende de sus ingresos como cada hijo
de vecino. Y esta es su segunda preocupación
después del asunto celestial; "Ora et labora", o en
castellano "A Dios rogando y con el mazo dando".
Para repartir caridad necesita recaudar de la cari-
dad de los demás, apelando a la solidaridad de
todos y de la administración del estado en particu-
lar. Es la aplicación activa del sentido de vida cris-
tiana. A principios de siglo, esta constante se ha-
cía mucho mas evidente que hoy día. El contacto
con el pueblo tenía que ser directo y en persona,
no había otra forma, para mantener el clima de fe y
el ascendente sobre sus conciencias. No juzgue-
mos midiendo con varas actuales, entonces la gen-
te vivia una religiosidad integrada en su cultura co-
mo algo normal y natural, encontrando en la fe mu-
cho más apoyo que sufrimiento, aunque hubo de
todo. Ya en la posguerra, en el campo que hoy
ocupa parte del actual cementerio de Esteiro, tras
la iglesia vieja, se reunía la gente los domingos pa-
ra "La Misión". Allí acudían a pasar la tarde condu-
cidos por los respectivos párrocos los vecinos de
Esteiro, Tal y Abelleira. Como cantaba D. José,
párroco de Santiago y de Santa Mariña cuando se
aproximaban los de San Esteban: "Ehí veñen os de
21
Abelleira cruzando polo barranco, dirixidos por Don
Ángel no seu cabaliño blanco". Los curas solían
tener a su vez sobrinos curas, con lo que "se pre-
servaba la especie". Pero también sobrinos médi-
cos, o maestros... Profesiones que reportaban una
serie de beneficios a la sociedad, cubriendo sus
carencias en educación, sanidad etc. Digamos que
así se devolvía al pueblo la inversión realizada en
limosnas para los santos. En el caso de D. Ricardo
esta inversión fué amortizada con creces.
Otros personajes de la historia de D. Ricardo.
Don Antonio. Fue el padrino y mentor de Don
Ricardo. Aunque fue bautizado con el nombre de
Perfecto, al ordenarse sacerdote consideró la con-
veniencia de cambiárselo por el de Antonio. Desti-
nado a Pontevedra, a la parroquia de Nuestra Se-
ñora de Los Placeres en Lourizán, conoce a D. Eu-
genio Montero Rios, que coincide entre los asisten-
tes a sus homilías y simpatiza con el sacerdote. De
ahí surge una amistad que sin duda influye en la
progresión social de D. Antonio, brindándole una
serie de importantes relaciones sociales. La influen-
cia de D. Antonio, canónigo, era públicamente co-
nocida. Don Ricardo libra de la mili: En aquellos
tiempos se compraba la exención del servicio y los
buenos "enchufes" lo facilitaban. Cuando se produ-
ce la vacante del médico de Esteiro por jubilación
del marido de Doña Delfina, se presentan dos can-
didatos al puesto. La promoción que realiza el pa-
dre de D. Ricardo entre los vecinos fué importante.
Pero si consideramos que el otro candidato era un
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Romaní, la influencia de D. Antonio tuvo que ser
decisiva. Don Eugenio Montero Rios, santiagués,
(13/11/1832-12/5/1914) fue un célebre jurista del
XIX. Catedrático de derecho en Oviedo y Santiago,
político liberal, ocupó las carteras de justicia y fo-
mento en varias legislaturas; en 1905 fue nombra-
do Presidente del Gobierno con Alfonso XIII. Co-
fundador de la Institución Libre de Enseñanza en
1877, fue su primer rector. Presidió la delegación
española que firmó el tratado de París, con el que
se ponía fin a la guerra con los Estados Unidos por
Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Consejero privado
de la reina Maria Cristina, por el Pazo de Lourizán,
su casa familiar, solía pasar lo más granado de la
alta burguesía liberal gallega. Todo un personaje;
me permito apuntar el dato para recalcar que Don
Ricardo pudo haber optado por otros destinos mas
aparentes, apoyos no le habían de faltar y cualida-
des humanas o técnicas tampoco. Sin embargo,
se ve que consideraba a sus paisanos mas merece-
dores de sus servicios.
Doña Mercedes, esposa de D. Ricardo, fué
siempre llamada "Señorita" por todos los vecinos de
Esteiro. También lo fué su hija María, en menor
medida. Es de destacar su adaptación al medio
rural, extraño para ella; criada en la capital de Es-
paña y de clase "Pudiente", tuvo que acostumbrar-
se a un medio completamente distinto y desconoci-
do. Acompañada por una criada con una sombrilla,
acudía a supervisar las labores del campo en sus
propiedades y repartir "La parva". Dio a luz 14 hi-
jos, uno muerto apenas nacido: María, Joaquín,
Luís, Ricardo, Cándida, Mercedes... Ya en la casa
nueva de Creo , Concha, Pepita, Margarita, Paco,
Abelardo, Pepe y Pilar. Vivos actualmente, Mar-
garita, Abelardo y Pilar. Aunque ninguno se dedicó
a la profesión de D. Ricardo, un hijo de Luís, Ri-
cardo Tobío Calo, ejerce como médico en Madrid.
Barro es un pueblo cercano a Noia de donde
era natural Don José Rodriguez Romero, conocido
por esto como Don José de Barro. Como comercial
no tendría precio hoy día, su gestión económico-
fiscal entre sus feligreses para obtener fondos para
la construcción de la nueva iglesia es digna del me-
jor ministro de hacienda: La prueba física de sus
esfuerzos seguirá presente por muchas generacio-
nes: La iglesia nueva. Hombre agraciado y de bue-
na presencia, que por ello despertaba ciertas envi-
dias infundadas entre mozos y maridos, Don José
atraía a sus fieles por su magnetismo personal, o
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mas bien por su insistencia. Era omnipresente y
pesado, nunca le valía un "No". Está claro que la
"propiedad" de la iglesia nueva pertenece a todos
los vecinos, pues se construyó gracias a su esfuerzo
y solidaridad; pero la iniciativa del sacerdote bien
merece la mención que de él se hace en la placa
recuerdo colgada en las paredes del templo. En
Solleiros, barrio cercano a la iglesia, se concentra-
ba la gente pía de la parroquia. Por eso se ganó el
mote de "O Car.. Santo.", que actualmente ostenta
un equipo de fútbol de la liga de barrios.
"La farmacéutica".
María, hija mayor de D. Ricardo, contrae matrimo-
nio con el titular de la farmacia del pueblo, Don Ro-
mán Romaní Ferrer. Sus apellidos nos aclaran per-
fectamente su pertenencia a la élite de origen cata-
lán establecida en la zona y vinculada con activida-
des comerciales derivadas de la pesca. Una hija del
matrimonio, Marina, llegará a licenciarse farmacéu-
tica y a continuar en el pueblo con la actividad de su
padre. María "La farmacéutica" enviuda jóven; por
esto sus hijos, muy niños todavía en ese momento,
se acostumbraron a llamar "Papá" a Don Ricardo y a
considerarlo como tal.
"El Estanco" era un bar regentado por Belar-
mino, cuya esposa, Cándida, era pariente de Don
Ricardo. A este local, sito en el mismo lugar que
ocupa hoy el actual "Bar Estanco", y que casual-
mente regenta un sobrino nieto del médico, acudía
D. Ricardo las tardes de los días de fiesta a partici-
par de la tertulia entre amigos y a jugar una partidita
a las cartas, tantas veces interrumpida por alguna
urgencia médica que requería su presencia. Esta
actividad de ocio era la única que se conoce que
practicara D. Ricardo, aparte de las que disfrutase
en su casa, con su familia. Su afición era la lectura,
y cuando la ceguera se lo llegó a impedir, requería
a alguno de sus nietos para que le leyesen.
"Os Moletes". De la casa matriz de Outeiro,
en Solleiros, salió más de un cura. Aparte de D.
Antonio y D. Serafín, sobrino de D. Ricardo, parece
ser que existía un precedente en la familia. Herma-
nos de Joaquín, padre de D. Ricardo, eran Enrique,
Pepe y Perfecto (D. Antonio). Joaquín casó para
Riomaior, con María "Do Rateiro", su padre tuvo
este mote por proceder de Rateira, cerca de Abe-
lleira. La casa de "Os Moletes" fué casa pudiente de
antiguo, de labradores propietarios.
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