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1 EDICIÓN No. 90: REFLEXIONES EN TORNO A LA HISTORIA DE LA PRENSA Y EL PERIODISMO EN IBEROAMÉRICA MAYO-SEPTIEMBRE 2015.
ESTÉTICAS Y NARRATIVAS DEL PERIODISMO DE ESPECTÁCULOS EN LA
PRENSA ESCRITA DE EL SALVADOR: DÉCADAS 1930 A 2000
Aesthetics and Narratives of Entertainment Journalism in Salvadorean Print Media:
Decades 1930 to 2000
Recibido: 19 de Enero 2015
Aprobado: 23 de Febrero 2015
Willian Carballo
Universidad Centroamericana José Simeón Cañas y Escuela de Comunicaciones Mónica
Herrera
El Salvador
whcarballo@hotmail.com
Tiene una maestría en comunicación y una licenciatura en comunicaciones y periodismo, ambas
de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), de El Salvador. Es investigador
social especializado en temas de medios, cultura popular, democracia, juventud y violencia. Se
desempeña, además, como catedrático de investigación y prensa escrita en la UCA y en la
Escuela Mónica Herrera. Con una experiencia de 15 años en el periodismo, en la actualidad
también escribe artículos para diferentes publicaciones nacionales e internacionales y se
desarrolla como consultor en comunicaciones. Ha ganado también concursos de ensayos a nivel
nacional y escrito en libros de autoría colectiva publicados en El Salvador y América Latina.
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Resumen
La presente investigación expone los cambios en las narrativas mediáticas del periodismo de
espectáculos o de entretenimiento en los medios escritos salvadoreños, desde 1930 hasta el
nuevo siglo. A través de entrevistas y análisis de contenido centrado tres décadas tomadas como
muestras (1930, 1960 y 2000), indaga en las características, estéticas y relatos -así como las
transformaciones en el tiempo-, de la información relacionada con el cine y la música popular, la
televisión, la radio y la vida del personaje pilar de este sistema: la estrella. Devela, además, la
importancia de este periodismo especializado en el mundo de la comunicación y la delgada
frontera con el periodismo cultural, con el cual ha coexistido a lo largo de la historia.
Palabras clave: Periodismo, Espectáculos, Entretenimiento, Cultura, El Salvador
Abstract
This research presents the changes in media narrative of entertainment journalism on
Salvadorean print media, from 1930 to the new century. Through interviews and content analysis
focused on three decades taken as samples (1930, 1960 and 2000), it explores the characteristics,
aesthetics and stories -as well as the changes in time-, of information related to cinema and
popular music, television, radio and the life of the pillar character of this system: the star. It also
reveals the importance of this specialized journalism in the world of communication and the
narrow border with cultural journalism, with which it has co-existed throughout history.
Keywords: Journalism, Shows, Entertainment, Culture, El Salvador
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Periodismo de espectáculos: tan leído y tan olvidado
Entre los “Tiempos modernos” del actor estadounidense Charles Chaplin y los tiempos modernos
del reggaetonero Daddy Yankee hay 70 años de diferencia. Y entre cómo los medios de prensa
escrita en El Salvador procesaban, trasladaban y presentaban la información de fenómenos del
entretenimiento como esos hay también un enorme abismo. Un abismo que, sin embargo, solo en
algunos aspectos, tiende pequeños puentes que parecen no separar tanto al periodismo
especializado de aquel entonces del de hoy.
Este texto analiza qué ocurrió en el periodismo de espectáculos salvadoreño en ese lapso de siete
décadas: desde 1930 que inició la competencia periodística entre los dos principales medios
escritos locales hasta el nuevo siglo. Se trata, pues, de un estudio histórico que ayuda a
comprender el presente de una de las especializaciones del periodismo más influyentes hoy en
día: el de espectáculos o de entretenimiento.
Los datos respaldan esa última aseveración. En la actualidad, el número de páginas asignadas en
la prensa escrita a este tipo de información en El Salvador compite o sobrepasa a Deportes y
Nacionales, con entre 10 y 20 diarias. Además, su presencia en portada como gancho
informativo es ahora notoria, pues los jefes editoriales se dieron cuenta de lo atractivo que
resultan sus temas para el público. Por último, la plana de periodistas dedicados a la especialidad
también ha aumentado: llegan a tener hasta cinco periodistas de planta exclusivos para la
cobertura de temas de espectáculo y entretenimiento, cantidad parecida a la de secciones como
Política o Economía. En el pasado, no había especialistas en la materia.
Esas dimensiones actuales de este tipo de información en la prensa dotan de una gran
importancia al tema. “Son sucesos que reprochamos, pero al mismo tiempo hemos empezado a
necesitar como respirar”, asegura Rincón (2006, pág. 83). Su función como generador de
narraciones, reproductor de estéticas y distractor del estrés social y político es también de gran
relevancia (Rincón, 2006; Martín-Barbero, 2010). Aun así, la academia ha estado más centrada
en el periodismo cultural que en el de espectáculos. En efecto, a nivel salvadoreño, solo existen
documentos académicos sobre periodismo cultural (López, 1987; Carballo, Mejía y González,
2002).
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En otras latitudes, en cambio, varios textos se han concentrado en el tema del espectáculo como
fenómeno cultural y mediático. Destacan libros de Omar Rincón (2006) y Frederick Martel
(2010), así como un reciente ensayo de Vargas Llosa (2012), entre otros. Sobre periodismo de
espectáculos, específicamente, destacan investigaciones sobre el origen de esta especialización
(Ayala y León, 2000) y tesis sobre su relevancia en el ámbito local, como el caso colombiano
(Zambrano y Villalobos, 2010), entre otras.
En ese sentido, el presente estudio opta por concentrarse deliberadamente en el periodismo de
espectáculos. El principal objetivo es revelar, a raíz de su importancia, los relatos que nos cuenta
y que nos contó para llegar hasta su estado actual; descubrir las estéticas y narrativas que han
predominado en sus discursos y exponer cómo se ha transformado hasta ocupar esos importantes
espacios en los medios escritos salvadoreños.
La investigación fue cualitativa y requirió de la técnica del análisis de contenido. Los artefactos
de estudio fueron los dos principales periódicos de El Salvador: La Prensa Gráfica (LPG) y El
Diario de Hoy (EDH). Para el análisis, se establecieron tres periodos como muestra: La década
de 1930, la de 1960 y la de 2000. En cada caso, se estudiaron dos años; y dentro de cada uno de
estos, se escogió como muestra un mes en particular de forma aleatoria.
La década de los 30 (octubre 1936 y diciembre 1939) obedece a que partir de entonces ya
estaban en escena los dos principales periódicos salvadoreños; además, esta es considerada la
época de oro de Hollywood y el inicio de la también importante etapa dorada del séptimo arte
mexicano. Los años 60 (agosto 1962 y agosto 1969), por su parte, estuvieron marcados por los
inicios de la industria televisiva salvadoreña (Méndez, 2000) y el surgimiento de la “época de
oro” de la música rock-pop nacional; además de darle continuidad a la popularidad del cine
mexicano y hollywoodense (Guzmán 2009). Y los 2000 permitieron ver el marketing de
Hollywood en todo su esplendor (Martel, 2010), la popularización del género de los “reality
show” (Ford, 2011), la proliferación del periodismo rosa (Llosa, 2012; Cueva, 2007) y el
surgimiento de nuevos artistas gracias a las nuevas tecnologías.
En total, se estudiaron 948 páginas con contenido de espectáculos o entretenimiento. En ellas, se
localizaron y estudiaron 2,444 notas, repartidas entre las tres décadas y los dos periódicos.
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Además, se contabilizaron 326 páginas con contenido de cultura o bellas artes, con fines de
realizar comparaciones cuantitativas.
Las categorías para analizar esas publicaciones fueron: a) número de notas, páginas y llamadas
en portadas de información de espectáculos, b) origen de la información, c) información de
carrera artística versus información extra artística, d) número y tipos de fuentes periodísticas, e)
géneros periodísticos y f) número y tipo de imágenes. También se analizaron los adjetivos
presentes en los titulares, sumarios y pies de foto que hicieran referencia a actrices y actores.
Como complemento, se realizaron entrevistas con actuales y antiguos periodistas-editores de esta
especialidad.
Los resultados se presentan distribuidos por cada uno de los tres períodos señalados.
Posteriormente se discuten los hallazgos a la luz de la teoría, la cual se presenta a continuación.
I. De las bellas artes al periodismo rosa: un largo camino recorrido
¿Dónde termina el arte y empieza el espectáculo como entretenimiento? Y en consecuencia,
¿cuál es periodismo de espectáculo y cuál no? Definir estos conceptos de frontera tan fina es
básico para entrar en el análisis.
Martín-Barbero (2010) asegura que la comunicación da cuenta de los nuevos modos de
conexión, las nuevas sensibilidades y las nuevas estéticas. Por su parte, Rincón (2006) asegura
que “las culturas mediáticas generalizan en la sociedad un gusto” (Rincón, 2006, pág. 17).
Ambos autores citados, pues, mencionan “gusto” o “estética”. ¿De qué gustos y estéticas
hablamos?
Existe, por un lado, una visión clásica, más dogmática al respecto. Una corriente que relaciona
directamente a la estética solo con las artes clásicas y la belleza uniforme y tradicional. La
escuela de Frankfurt, y en especial Theodor Adorno, juega un papel importante en la
legitimación de ese tipo de estética. La visión de Adorno es clave porque plantea el arte en
relación a lo que no lo es: lo banal (Adorno, 1970). Pero no todo es rigidez, armonía y
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uniformidad. Otros autores defenderán la existencia de más de una forma de entender lo bello.
Nietzsche (1870), por ejemplo, propone la existencia de una visión dionisíaca, con un culto a la
desproporción, el desenfreno y la embriaguez. También autores como Martín-Barbero (2010)
han defendido ampliamente esa otra cultura, esa más popular.
Pero esas fronteras entre ambos polos no siempre están tan definidas y a menudo se encuentran
en un punto medio: lo masivo. Representado en los medios de comunicación, lo masivo permite
una nueva estética, una más ambigua y menos encasillada, en donde las fronteras de ambos
extremos se difuminan y se mezclan en productos que toman elementos de lo bello y de lo
popular (Martín-Barbero, 2010). Esa estética de hoy, según Calebrese (en Rincón, 2006), suele
ser repetitiva, veloz, excesiva y monstruosa. Además, encuentran su lógica en el entretenimiento
(Rincón, 2006).
¿Qué es el entretenimiento entonces? Gabler (2000, citado por Rincón, 2006) lo define como
aquello que divierte y que, a su vez, se expresa en algo más concreto aún: el espectáculo
(Rincón, 2006). Este último permite a los públicos convertirse en “espectadores” para “ser
incluidos en la ilusión escénica de la realidad que está ante nuestros ojos” (Lasch, 1999, pág.
100, en Rincón, 2006). El espectáculo, pues, se define como una práctica de entretenimiento que
se establece en una relación de contemplación a distancia, en presente, para seducir siguiendo
una dramaturgia reconocida (Rincón, 2006).
Dicho espectáculo tiene defensores y detractores. Algunos, como Lipovetsky y Serroy (2010),
creen que la edad humorística ha acabado con la edad estética. Mientras que Guy Debord define
al espectáculo como “una relación social entre personas mediadas por las imágenes… una
decoración sobreañadida” (Debord, 1999, pág. 39). Y más recientemente, Mario Vargas Llosa,
advierte: “Convertir esa natural propensión a pasarlo bien en un valor supremo tiene
consecuencias inesperadas. Entre ellas la banalización de la cultura”. (Vargas Llosa, 2012, pág.
34)
Además, el entretenimiento materializado en el espectáculo ha dado vida a un sistema de
símbolos y líderes creadores de dichos símbolos a los que Lipovetsky y Serroy (2010) llaman
justamente “star system”. En este, la estrella se convierte en centro de toda la atención, al
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transformarse en “una figura mágica absolutamente moderna”. Los autores llaman a este
fenómeno “vedetismo”.
Pero otros pensadores consideran que lo popular puede habitar junto a la estética tradicional; lo
defienden. Martín-Barbero (2010) recuerda que la historia revela que las expresiones de
entretenimiento les han permitido a los pueblos exponer sus emociones ante las clases
dominantes. Mientras que Baricco (2008) llama “bárbaros” a quienes disfrutan del vino
hollywoodense y rehúyen de la música clásica, pero luego explica que no se trata de extraños que
saltaron la muralla y se instalaron en nuestro mundo con violencia, sino de la sociedad misma
transformada con el tiempo y que, como tal, hay que aceptarlos. Como apunta Rincón (2006): en
la aparente banalidad del entretenimiento mediático y su estilo hay mucho de imaginación
cultural, de denuncia política, de ironía comunicativa y de pensamiento crítico.
Tanto arte como entretenimiento y cultura popular están, pues, presentes en las narraciones de la
sociedad y son igualmente importantes. Rincón (2006) define a la narración -siguiendo a
Ricoeur-, como una forma de pensar, comprender y explicar a través de estructuras dramáticas.
Agrega que los medios de comunicación son las “máquinas narrativas” por excelencia, en
especial, gracias al periodismo (Rincón, 2006).
Leñero y Marín (1986, pág. 17) exponen que el periodismo es “una forma de comunicación
social a través de la cual se dan a conocer y se analizan los hechos de interés público”. Cuando
esos acontecimientos provienen de áreas específicas como el arte y el entretenimiento surgen
entonces los terrenos del periodismo especializado. Ahí es donde entra el de espectáculos. Sin
embargo, por la polémica frontera del término, resulta necesario definir antes el periodismo
cultural.
El periodismo cultural es una zona compleja y heterogénea de medios, géneros y productos que
abordan con propósitos creativos, críticos, reproductivos o divulgativos, los terrenos de las bellas
artes, las bellas letras, las corrientes del pensamiento y las ciencias sociales y humanas (Rivera,
1996, pág. 19). Esa concepción deja conscientemente de lado todo lo relacionado con el
entretenimiento. Así, por descarte, entramos a los terrenos del periodismo de espectáculos. Para
fines de este trabajo, se entenderá el periodismo de espectáculos como aquel que transmite a la
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sociedad información sobre las diferentes manifestaciones culturales relacionadas con el
entretenimiento, con el objetivo de contribuir a generar una conciencia pública al respecto.
Martel (2010) recalca que la mayoría de los periódicos tiene hoy un departamento de artes y
entretenimiento, que incluye generalmente fuentes como la televisión, el cine, la música pop y el
ocio. También que se ha vuelto muy popular un comunicador que ya no critica, sino que cuenta
las vidas de las celebridades. A esa sub especialización se le conoce como periodismo rosa. Se
trata de aquel basado en los aspectos extra artísticos de las estrellas, con especial interés en su
vida privada. Ese énfasis ha generado una importante caída en calidad y credibilidad ante los
críticos (Cueva, 2007), pero ha ganado mucha popularidad entre las audiencias.
¿Ha realmente decaído o solo se ha transformado? ¿Qué concretamente ha cambiado en el
periodismo de espectáculos? El análisis del caso salvadoreño permite extraer algunas respuestas
a estas interrogantes, como se verá a continuación.
II. Los idolatrados años 30
Es primero de octubre de 1936 y el Teatro Nacional de El Salvador estrena la película “Tiempos
Modernos”. En ese mismo mes, la banda del Primer Regimiento de Infantería se presenta con
éxito en un parque central de la capital y en la radio YSP -la primera comercial del país- suena la
voz semanal del entonces Presidente de El Salvador General Maximiliano Hernández hablando
sobre las propiedades curativas del agua calentada al sol. Son años sin televisión y con un cine
estadounidense convirtiendo en oro todo lo que produce. Las películas mexicanas recién se
cuelan en la cartelera local, apenas hay un par de radioemisoras en el espectro nacional y la
música, en consecuencia, lentamente empieza a masificarse.
Para ese entonces, La Prensa -hoy La Prensa Gráfica (LPG)- y el recién nacido El Diario de Hoy
(EDH) cuentan con por lo menos una página diaria dedicada exclusivamente al espectáculo,
aunque su contenido es dominado en su totalidad por el cine. Estas secciones no suelen tener
nombre propio. Sin embargo, su estructura interna contiene algunas subsecciones identificadas
con una cabecera fija, como “Sucedió en Hollywood” (LPG en 1936), que para 1939 ya había
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desaparecido. La frontera entre las notas de entretenimiento y el resto de información
(departamentales, internacionales, etc.) estaba tan poco remarcada que era muy común, además,
ver pequeñas notas sobre cine y música salpicando varias páginas en toda la edición.
Por su parte, en 1936, la cultura y las bellas artes apenas ocupan pequeñas notas a menudo
rodeadas por información de algún campesino asesinado con machete. De hecho, la relación era
de una nota de cultura por cada diez de espectáculos. La tendencia se mantendría, y hasta se
ampliaría levemente, tres años después. (113 páginas y 257 notas de entretenimiento contra 26
páginas y 26 artículos de cultura fue el balance total de la muestra estudiada esta década).
Que el cine marcara la pauta informativa va hilado con que Estados Unidos dominaba ya esta
industria. En 1936, el 93 por ciento de las notas de entretenimiento se originaban en ese país. El
resto venía de Europa, principalmente de Francia, Italia y Gran Bretaña. Tal dictadura del gran
país del norte cedería muy levemente tres años más tarde. Para 1939, en diciembre, México ya
pintaba más en las páginas de espectáculos de ambos medios, gracias, sobre todo, al inicio de la
época dorada de su cine (Guzmán, 2009). Ese año, dieciséis por ciento de los artículos
periodísticos procedía de ahí. Aunque aún lejos de Estados Unidos, con el 73 por ciento.
La variedad, por cierto, no era precisamente una característica de aquel periodismo. Las noticias
y las fotonotas se llevaban casi el 90 por ciento del total de géneros empleados en los meses
estudiados en ambos años. Solo se encontró tres reportajes en todo el material analizado (dos por
ciento del total de artículos) y una entrevista. Y aunque vale la pena destacar que ambos rotativos
trasladaban a sus lectores críticas cinematográficas, estas no superaran el cinco por ciento del
total de notas.
Por otro lado, únicamente seis de las 124 ediciones estudiadas en ambos años de esta década
destacaron porque en la portada hubiera algún llamado o una nota de espectáculos. En el caso de
temas culturales, esto no ocurrió ni una sola vez.
Además, siempre -al menos cuando de notas hechas en casa sobre artistas locales se trataba- los
periodistas que escribían sobre entretenimiento ocupaban una sola persona o un solo documento
como fuente de la información.
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Por último, es importante matizar que en ese entonces no había comunicadores especializados en
la materia. La información se retomaba de cables internacionales o de los comunicados, o se
echaba mano de colaboradores ocasionales. Todos usaban un lenguaje serio, aunque, eso sí, muy
dado a las muestras de admiración y exacerbado respeto a las figuras artísticas.
Por ejemplo, los directores de cine eran retratados como “magníficos”. Para actrices y actores
había calificativos como “encantadoras”, “exquisitos” y otros adjetivos llenos de una carga de
admiración desbocada que ponía a la gente de la farándula en niveles lejanos. Como asegura
Martín-Barbero (2010), las estrellas representaban ese querer ser de la gente común. Por eso, rara
vez los periodistas les atribuían palabras negativas. Además, era un periodismo que no vivía de
escrudiñar en la vida privada de sus fuentes cotidianas, la que, seguro, era menos impecable, más
humana. Para muestra: en promedio, durante esta década, de cada diez notas sobre estrellas,
nueve estaban relacionadas con su quehacer meramente artístico, sin entrar en su vida personal.
Esa deificación de los actores y actrices también se podía apreciar en el tipo de imágenes que
acompañaba a las notas. Es importante partir de que siete de cada diez artículos contaban con
fotografía. Y de estas, tres cuartas partes eran imágenes ilustrativas, es decir, no contaban ningún
hecho noticioso específico, sino que estaban puestas ahí con el único fin de que la información
en cuestión gozara de acompañamiento gráfico. ¿Eso qué significa? Que se trataba de fotos
proporcionadas por los mismos estudios de Hollywood, cuidadosamente revisadas para que esa
actriz o ese actor en cuestión lucieran impecables.
De ese pequeño porcentaje de retratos que no eran ilustrativos sino de actualidad, casi el 70 por
ciento eran fotografías posadas o planificadas. De nuevo, en la mayoría de veces, el artista podía
controlar su apariencia y mantener su estela. Y las que eran naturales no solían ser invasoras de
su intimidad, como en la actualidad, sino captadas en lugares controlados por las mismas
celebridades.
Pero nadie despertaba más admiración que las actrices. La mujer retratada en los espectáculos
era, ante todo, hermosa. Los periodistas las llamaban rubias, bellas, lindas trigueñas, exquisitas,
prototipos de elegancia y con ojos embrujantes. También se les describía como dulces
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(muchachita, melodiosa, ingenua, trágica y delicada) o como provocativas (ardorosa, mujer de
fuego, ninfa cautivadora, deliciosa).
En cambio, muy pocas veces los adjetivos se enfocaban en destacar los talentos profesionales de
las mujeres de Hollywood. Todo lo contrario al hombre. Cuando la prensa de espectáculos de los
años treinta se refería a ellos solía ser, sobre todo, por su capacidad para la actuación: se les
describía como estrellas magníficas, histriones notables y aplaudidos, célebres, expertos,
cómicos gigantes, exquisitos cantantes y hombres valientes.
III. La sensualidad de los años sesenta
Pocas décadas fueron tan sexuales y sensuales como los años sesenta. Las carteleras de cine
exhibían cintas como “Los bacanales de Tiberio”. Los periódicos del mundo entero se
engalanaban con la sonrisa de la actriz Marilyn Monroe. El rock y el twist enseñaban a los
jovencitos a mover a las caderas. Y ya para finales de la década, los hippies revolucionaban la
sexualidad, las drogas y la cultura popular al coronar su escalada de rebeldía en el gigante
encuentro musical de Woodstock. Liberación, erotismo, placer. Eso eran los sesenta, y los
medios de prensa especializados en el espectáculo en El Salvador contarían una historia parecida,
algunas veces de forma más tímida que otra.
Tímida seguía siendo también la presencia de notas culturales. Pequeñas notas sobre literatura o
pintura seguían salpicando levemente las diferentes páginas de EDH y LPG. En los meses
estudiados, agosto del 62 y del 69, se contabilizaron apenas 74 notas relacionadas con bellas
artes en 53 páginas. En cambio, de espectáculos, fueron 569 artículos, distribuidos en 231
páginas.
Estos contenidos de entretenimiento seguían teniendo fronteras poco remarcadas, al menos en
cuanto al diseño. En ambos periódicos, la información solía agruparse más o menos toda junta
cerca de las páginas designadas para la publicidad de las películas en cartelera. Sin embargo, era
fácil encontrar notas de espectáculo desperdigadas por otras secciones y viceversa.
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Seguía también sin haber periodistas especializados. Las notas de entretenimiento, en su
mayoría, venían de servicios internacionales, de los comunicados, de las plumas de
colaboradores y de algunos periodistas entusiasmados a título personal con el cine y la música.
Las notas solían ser, por lo regular, de diminuta extensión. De nuevo, fragmentación (Martín-
Barbero, 2010). Eso apenas daba chance para que los comunicadores ahondaran en la
información. Como en los años treinta, todas las notas escritas por periodistas locales contaban
con tan solo una fuente, testimonial o documental. Y de nuevo, las noticias y las fotonotas eran
los géneros más empleados (94 por ciento del total de la muestra estudiada en la década).
En cuanto al contenido, el cine seguía siendo amo y señor. Esto a pesar del apogeo de la radio, el
nacimiento de la televisión y los inicios de la época dorada de la música rock salvadoreña.
El lenguaje, por su parte, se había vuelto más juguetón. Una nota del 22 de agosto del 60, en
EDH, sobre la actriz Candy, era titulada así: “Se llama Candy, no usa apellido, ¿lo necesita?”
Por otro lado, en un periodismo donde el peso extranjero seguía siendo aplastante (95 por ciento
de las notas eran internacionales contra el cinco por ciento originado en El Salvador), la fuente
mexicana seguía fija en el segundo lugar, aunque con mucha más presencia que tres décadas
atrás. Eso sí, Estados Unidos seguía reinando.
Y si hay una noticia en los años sesenta que demostró el peso de la cultura popular
norteamericana esa fue la muerte de la actriz estadounidense Marilyn Monroe, en agosto de
1962. La importancia que los editores dieron a aquel hecho fue tal que la noticia fue llevada a
las primeras páginas de los dos periódicos y compartió importantes espacios junto a las notas
internacionales más relevantes.
Sin embargo, un suceso igualmente imprescindible para la cultura popular de aquella época que
no contó con esa misma suerte fue Woodstock. La reunión de hippies más grande la historia,
desarrollada en Nueva York y que también significó un desfile de las más importantes estrellas
del naciente género rock, pasó casi desapercibido en toda la cobertura de agosto de 1969, mes en
el cual se celebró.
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Por su parte, la estrella de cine y de la música seguía siendo en los años sesenta ese ídolo
inalcanzable, casi perfecto. De las notas que se acompañaban de fotografías, más del 90 por
ciento eran de tipo ilustrativas, no informativas. En otras palabras, la mayoría de estas imágenes
habían sido filtradas por los estudios y, en consecuencia, mostraban esa aura perfecta del artista.
A eso también contribuía que solo dos de cada diez notas escapan de la carrera profesional de las
celebridades para inmiscuirse en su vida extra artística. Aun así, ya se empezaban a ver los
primeros indicios de lo que décadas más tarde se convertiría en la prensa rosa. Grandes actrices,
como Sophía Loren o Liz Taylor, solían ser las protagonistas de historias de bigamias y
divorcios, por ejemplo.
Además, algunas artistas ya eran valoradas más como bombas sexuales que sobre cualquier otro
aspecto. La nota sobre Candy, que se mencionó antes, iba así: “Bombón es la traducción al
español del nombre de esta actriz norteamericana. Y nos parece muy justo porque… mírela
nomás…”
En esta década, pues, las actrices son objetos de deseo, por encima de todo. Diane McBaine es,
por ejemplo, “una estrella que llena la vista” y Rocío Dúrcal es “deslumbrante”. Y tal como
ocurría en los 30, lo que no había variado es lo poco que se resaltaba su capacidad profesional.
¿Y los hombres? También recibían muchísimos más adjetivos centrados en su apariencia: Clark
Gable era “varonil” y Ryan O’Neal “apuesto”. Pero a diferencia de las mujeres -como ya pasaba
en los 30- estos actores reciben mucha valoración por su desempeño profesional. Se les llama
geniales, aclamados, versátiles, magistrales, renombrados e incomparables.
IV. Los años 2000 o el adiós a la estrella perfecta
Son los años dos mil y Michael Jackson va en pijama a la corte a que se le juzgue por supuesta
pedofilia. Brad Pitt engaña a Jennifer Aniston con Angelina Jolie y Lindsay Lohan choca su
carro contra un paparazzi. Son los años dos mil y muchos ven “Big Brother”. El famoso
programa de tele realidad abandera una revolución del espectáculo que ha llevado a gente común
y corriente a ser estrellas. Hay escándalos, muchos conciertos y grandes producciones
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hollywoodenses. Son los años dos mil y, además, un joven de nombre Marvin Ulises Martínez
que ordeñaba vacas en el departamento de Morazán, al nororiente de El Salvador, se convierte en
estrella nacional de la música gracias a un video aficionado que subió a Youtube. The King Flyp
se hace llamar.
El nuevo siglo sorprende a las secciones de espectáculos de la prensa escrita más organizadas.
Después de los acuerdos de paz de 1992, que pusieron fin al conflicto civil interno de los
ochenta, el periodismo salvadoreño en general empieza a pensar en la especialización. En LPG,
durante los noventa y los dos mil, surgieron secciones con nombre propio, como Eco y la actual
Fama Plus; mientras que en EDH aparecieron Escenarios y la vigente Escena y Artes. Aunque
estas tuvieron etapas en las que se centraban exclusivamente en el entretenimiento, casi siempre
han mezclado espectáculos populares con bellas artes.
En esta década, la tendencia era la misma: muchísimas más notas de espectáculo que culturales.
Si bien en los meses estudiados (octubre de 2003 y julio de 2010) se contaban 351 notas
culturales en ambos periódicos, estas cifras resultan ínfimas a la par de las 1618 notas de
espectáculo.
Gráfico 1. Comparativo histórico de páginas de espectáculos versus de cultura en ambos
periódicos
Fuente: Elaboración propia
Esa efervescencia dotó de una importancia sin precedentes en este periodismo especializado. Por
ejemplo, de los 124 días analizados en los años citados de la década de 2000, en 76 de ellos
había llamados en la portada de los periódicos para leer la sección de Espectáculos (para Cultura,
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eso solo sucedió en siete ediciones). La razón era que las de entretenimiento casi siempre
incluían fotografías de guapos y guapas famosas.
Gráfico 2. Comparativo histórico de llamadas en portada, notas culturales versus notas
espectáculos.
Fuente: Elaboración propia
Tal influencia de este tipo de notas demandaba más rigurosidad. Por primera vez se puede
apreciar en 2003 la consulta constante de más de una fuente. Sin embargo, devienen nuevos
escollos: aparecen muchas noticias y fotonotas -los géneros preferidos- basados en rumores o
fuentes no verificables, sobre todo en el periodismo rosa.
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Gráfico 3. Comparativo histórico de número de fuentes citadas en notas
nacionales
Fuente: Elaboración propia.
En cuanto al lenguaje, este se notaba mucho más juguetón que nunca, más atrevido e incluso
coloquial. En LPG, muchas veces, en alusiones a la serie televisiva “Friends”, se menciona la
palabra “cheros” (amigos en el lenguaje popular salvadoreño).
Por otro lado, en el nuevo siglo, aparece una luminaria que puede ser como como cualquier
vecino de colonia en dos sentidos. Por un lado, porque cualquier persona se puede convertir en
estrella gracias los programas de realidad y a las redes sociales (The King Flyp, por ejemplo). Y
por el otro, porque aquella figura del cine y la música ahora sabemos que tiene vida privada,
dejando expuestas sus imperfecciones, como las de cualquier amigo del barrio.
La razón de ese des-endiosamiento fue el periodismo rosa. Para el nuevo siglo, la información
sobre la vida privada de las luminarias alcanzaba ya cifras del 45 por ciento del total de notas en
ambos periódicos salvadoreños. Para 2010, La Prensa Gráfica publicaba Famarazzi y El Diario
de Hoy “Ricos y Famosos”: dos páginas diarias con notas de ocio, amor, sexo, moda y procesos
judiciales.
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Gráfico 4. Comparación histórica de notas sobre carrera artística versus vida privada de
artistas.
Fuente: Elaboración propia
En este juego de inmiscuirse en la vida privada de las estrellas, el papel de los fotografías ha sido
clave. Primero, más del 90 por ciento de las notas tenía imágenes. Segundo, más del 40 por
ciento de esas fotos era de actualidad. Y tercero, que de estas últimas, más de la mitad son
naturales. Estas naturales (no planificadas) son tomadas por fotógrafos de celebridades
(paparazzi) que captan la vida cotidiana de famosos sin que estos se den cuenta. Eso tiene dos
implicaciones. Uno, que el artista no tiene control sobre su apariencia. Y dos, que podemos
acceder a momentos íntimos de la celebridad. El resultado: vemos una estrella más humana, con
defectos.
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Gráfico 5. Comparación histórica de presencia de fotos posadas (en estudio o premiaciones)
versus fotos naturales tipo paparazzi
Fuente: Elaboración propia
Así, las actrices y cantantes pierden aquella aura de admiración. Según los adjetivos usados por
los periodistas, ellas ahora son aburridas, mandonas, celosas, inseguras, mentirosas, tristes,
malcriadas, locas y desastrosas. Además, más que su gracia física, lo que se resalta es su
atractivo sexual. Carrie Underwood, por ejemplo, es un “cueraaaaazo”, así, con el exceso de “a”.
Los hombres tampoco se salvan de esa imagen llena de vicios. Mickey Rourke se quitó por fin
“su asquerosa cabellera”, decía EDH en 2010; y La Prensa Gráfica llamó “alcahuete” a Tom
Cruise porque hace lo que sus hijas digan. Ese actor soñado es ahora dañino, perseguido,
ruidoso, armado y tramposo, según los calificativos escritos. Sin embargo, también hay
calificativos para los hombres como guapos, privilegiados, limpiecitos y atléticos. Y de nuevo,
como apenas ocurre con la estrella femenina, a la celebridad masculina sí se le otorga
características positivas sobre su trabajo artístico.
Finalmente, es importante destacar que la globalización emerge también en la prensa de
espectáculos. Si bien Estados Unidos continuó su dominio en el origen de las notas (70 por
ciento), ahora pueden contarse varias notas de países como Colombia, Irlanda o Corea. Y por el
otro lado, que ya no solo los artistas protagonizan las historias de las páginas de entretenimiento.
Ahora, los futbolistas y políticos también figuran en estas noticias, gracias a sus romances.
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V. Conclusiones
El periodismo de espectáculos es un pilar importante de esta profesión pues traslada a las
audiencias las diferentes manifestaciones de la cultura popular. Además, como plantean Martín-
Barbero (2010) y Rincón (2006), el entretenimiento se ha convertido en ese motor de risa y
descanso lúdico que la población necesita para sobrellevar una seria y agobiante realidad política
y social.
Es evidente que ese periodismo de espectáculos tiene en El Salvador una presencia muchísimo
mayor en la prensa escrita que su primo-hermano, el cultural. Este proceso de masificación del
entretenimiento (Martín-Barbero, 2010) ha generado que se hayan uniformado muchos discursos
y estéticas del gusto. Ese hecho ha ido en menoscabo de las diferencias: se han homogenizado
los consumos de las audiencias y se ha potenciado manifestaciones culturales hegemónicas.
El ejercicio del periodismo de espectáculos también ha mostrado un desarrollo cualitativo.
Además de ser fácil de identificar visualmente, ahora existe un plana de comunicadores
especializados, y las notas que escriben basadas en una sola fuente son menos que hace siete
décadas. Sin embargo, aún abundan las noticias centradas en rumores no verificables.
Esto último desató que la esfera privada de los artistas ganara protagonismo. Para los años 2000,
las cuotas del también llamado “periodismo rosa” alcanzan casi el 50 por ciento, casi el doble de
lo que ocurría en las décadas previas.
Eso se tradujo también en un cambio de percepción respecto a la figura de la estrella. En los
treinta y sesenta, contaba las narraciones de una figura mágica y lejana. Pero en el nuevo siglo,
paparazzi de por medio, se cuentan discursos que hablan de una figura con defectos, monstruosa,
como lo advertía Calabrese, (en Rincón, 2006). Esa “nueva estrella”, como la llamaba Ford
(2011), o “vedette” (Lipovetsky y Serroy, 2010), también puede ser alguien salido de la
cotidianidad del barrio. Así, en el presente, las redes sociales y los programas de realidad han
formado un nuevo tipo de celebridad que podría ser incluso el vecino.
Ni las estrellas femeninas se salvaron de ese cambio. Mientras que las famosas mujeres, según
los relatos periodísticos, eran lindas y tiernas en los años treinta, para los años sesenta se habían
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convertido en bombas sexuales que, además, eran hermosas. Y ya para el nuevo siglo, además de
eróticas, podían ser también malvadas y feas. Los hombres mantuvieron esa aura varonil y
elegante, aunque al pasar las décadas, recibieron también calificativos por su atractivo sexual o,
en el caso del presente, por sus defectos. Sin embargo, la estrella masculina resulta ser siempre
un profesional con talento, hoy como hace 70 años. La mujer apenas ha recibido adjetivos en ese
sentido.
En conclusión, aquellas tímidas y solemnes secciones apenas definidas de los 30 y 60 parecen
irreconocibles hoy. Sin embargo, la fragmentación, el discurso de género y la arrolladora
presencia de las industrias culturales hegemónicas en sus páginas siguen tendiendo puentes entre
aquel periodismo que se ocupaba de la cinta “Tiempos modernos” y el de los actuales tiempos
modernos del nuevo siglo.
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Periódicos analizados
La Prensa Gráfica. Ediciones octubre 1936; diciembre 1939; agosto 1962; agosto 1969; octubre
2003; y julio 2010.
El Diario de Hoy. Ediciones octubre 1936; diciembre 1939; agosto 1962; agosto 1969; octubre
2003; y julio 2010
Comunicaciones personales
José Víctor Huezo, ex periodista y editor de cultura y espectáculos en La Prensa Gráfica (mayo,
2013)
Entrevistado 2, periodista de El Diario de Hoy y La Prensa Gráfica que labora en el medio desde
mediados del siglo pasado (junio, 2013). Pidió anonimato.