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V Jornadas Debates Actuales de la Teoría Política Contemporánea, Bs. As. 2014
Expresiones de la sociedad civil argentina. La experiencia del Movimiento Piquetero. Del menemismo al kirchnerismo.
Hugo Hernán Bubenik (UBA-IIGG-UTDT)
Introducción
El objetivo del trabajo es analizar el Movimiento Piquetero argentino desde la
década menemista hasta la llegada del kirchnerismo al Gobierno en tanto expresión
particular de una porción de la sociedad civil, la del sector de los desocupados y, junto a
ella, la de “los nuevos pobres”. A tales efectos, reconstruye a) el proceso de surgimiento del
Movimiento Piquetero argentino como así también b) describe el modo en que éste
intervino en el espacio público al intentar influir sobre las políticas públicas y c) analiza su
contribución democrática al instalar nuevas demandas sociales en la agenda pública.
El trabajo presenta, en la primera sección, los puntos más relevantes de la discusión
teórica sobre la Sociedad Civil contemporánea; en la segunda sección, ahonda sobre el
contexto histórico argentino y mundial de surgimiento del Movimiento Piquetero a la vez
que destaca los principales cambios sociales-culturales experimentados en los años del
“ajuste neoliberal” y el surgimiento de los “nuevos pobres” en Argentina; en la tercera
sección, describe el modo en que el Movimiento Piquetero se asoció con vistas a orientar
políticas del Gobierno Nacional a su favor y su contribución democrática en tanto instaló
nuevas demandas sociales en la agenda pública; finalmente, en la cuarta sección, presenta
un conjunto de conclusiones.
1. Hacia un concepto de la Sociedad Civil. De Habermas a Cohen y Arato.
Jürgen Habermas en Facticidad y Validez (1998) define al espacio público político
como una estructura de comunicación que funciona como si fuera una “caja de resonancia”
para los problemas que han de ser elaborados por el sistema político (las instituciones) dado
que éstos no pueden ser resueltos en otra parte debido a su especificidad. Para Habermas, la
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Sociedad Civil se constituye en ese marco a partir de asociaciones de base voluntaria más o
menos espontáneas que recogen los problemas de la sociedad en el ámbito de la vida
privada de los individuos, para luego, condensarlas y trasmitirlas al espacio de la opinión
pública política.
En tal sentido, la esfera de la opinión pública dentro de la teoría habermasiana, se
torna un punto de gran relevancia teórica debido a su potencialidad crítica – política ya que
en tal espacio es donde se forman y lucha por las políticas públicas. En consonancia con
ello, en Historia crítica de la Opinión Pública. Investigaciones sobre una categoría de la
sociedad burguesa (1990) Habermas distinguió dos significados posibles de Opinión
Pública según se la contemple como: a) instancia crítica (instancia ideal) donde los
ciudadanos particulares entran en comunicación racional con los representantes de las
distintas instituciones y que, por ello, tienen la posibilidad de realizar un debate político
abierto y democrático (donde se critican las pretensiones de validez de los argumentos); o
b) como una instancia receptiva (instancia real) de ciudadanos aislados sin posibilidad de
comunicación certera con los instalados en la notoriedad pública y, ante los cuales, sólo
puede reaccionar por aclamación (nunca por diálogo) ya que aquellos sólo utilizan una
“divulgación manipulativa” de los mensajes enviados a la sociedad.
Posteriormente, en el mismo trabajo, Habermas definió dos ámbitos de
comunicación políticamente relevantes en el espacio público, siendo éste el lugar donde se
reproduce la comunicación humana, y con ello, las manifestaciones de la sociedad civil. El
primero de tales ámbitos es el de las opiniones informales (personales, no públicas)
mientras que el segundo es el de las opiniones formales (institucionalmente sectorizadas).
A partir de ello, la primera se dividen según el grado de discusión entre a) opiniones no
discutidas (evidencias culturales); b) opiniones poco discutidas (experiencias personales); y
c) opiniones frecuentemente discutidas (experiencias de la sociedad industrial); mientras
que el segundo grupo, está constituido por lo que él llama opiniones quasipúblicas que
pretenden mostrarse ante la sociedad como la “Opinión Pública” a pesar de no serlo
realmente dado que no existe la discusión pública racional.
Teniendo en cuenta ese marco teórico, el propio Habermas señala en Facticidad y
Validez (1998), que los nuevos movimientos sociales, como luego profundizan Cohen y
Arato, mantienen un comportamiento de políticas duales en las que éstos actúan
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simultáneamente como actores “ofensivos” en tanto tratan de poner sobre la mesa temas
cuya relevancia afecta a la sociedad en su conjunto y actúan, a su vez, como actores
“defensivos” en tanto tratan de mantener las estructuras asociativas existentes y las
estructuras del espacio de la opinión pública aún cuando intenten crear espacios públicos
subculturales. Con ello, tal como señalan Enrique Peruzzotti y Martín Plot en Critical
Theory and Democracy. Civil Society, Dictatorship and Constitutionalism in the
Democratic Theory of Andrew Arato (2012), Cohen y Arato, a través de su noción de
sociedad civil, reformularon la teoría crítica a partir de la versión habermasiana recién
descrita partiendo de la diferenciación existente en la modernidad entre el Estado y la
Sociedad Civil y el peligro que existe en que tal situación sea revertida.
En tal sentido, los autores tratan de entender de qué modo es posible contribuir a la
democratización de las sociedades actuales enmarcadas en instituciones más o menos
formales. Para ello, desarrollaron una teoría sistemática de la sociedad civil que pudiera ser
adecuada a las condiciones actuales de existencia. De ahí, que surgieran los dos conceptos
más relevantes de su teoría, el de la Revolución Autolimitada y el de la Reforma Radical
Desde Abajo que en ambos casos incluyen la preocupación por el encuadre institucional de
las sociedades actuales. Lo cual, implicó una ruptura tajante con la visión previa (juvenil)
de los autores de corte revolucionario (Peruzzotti y Plot, 2012).
Tal situación, entonces, los ha llevado a pensar que en las sociedades actuales existe
una estrecha relación entre la sociedad civil y el constitucionalismo, en tanto la sociedad
civil puede impulsar reformas sustanciales aunque de modo autolimitado, es decir, como un
poder constituyente originario con capacidad de automoderarse. Asimismo, la sociedad
civil, puede ser distinguida por su carácter movimientista como por su institucionalización
dado que la movilización necesita, en alguna medida, de ser institucionalizada para ser
efectiva. En tal sentido, reconstruyeron el concepto de sociedad civil en términos de mundo
de la vida habermasiano con vistas a desarrollar una teoría que pudiera contribuir con los
proyectos de democratización, originariamente pensada para los países de Europa del este.
A partir de la construcción del marco teórico del presente trabajo, se ha podido
observar que los modelos de análisis basados en el Espacio Público, y específicamente el
habermasiano, observan como relevantes algunos ejes en particular: a) la forma asociativa
de los grupos en tanto Movimientos Sociales; b) el de la participación políticamente
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orientada, es decir, que apunta a influenciar directamente las decisiones de políticas
públicas; y c) el modo en que contribuyen a la democracia al intentar instalar nuevas
demandas sociales en la agenda pública política. Así, pueden resumirse en la Tabla 1, los
ejes principales que serán observados en lo que resta del trabajo para el caso del
Movimiento Piquetero argentino.
Tabla 1. Modelo Teórico del Espacio Público
a) Forma Asociativa Movimiento Social
b) Modo de Participación Participación Política Orientada
c) Contribución Democrática Instalación de Nuevas Demandas Sociales
2. La antesala del Movimiento Piquetero: contexto, cambios sociales y nueva pobreza.
A partir del modelo teórico del espacio público previamente reconstruido, en esta
sección se presentarán las condiciones que dieron posibilidad de surgimiento al
Movimiento Piquetero en las postrimerías de la década del noventa. En tal sentido, se
describe tanto el contexto económico y social argentino previo como así también se señalan
los factores que produjeron un cambio sustancial en la estabilidad social con posibilidades
de crecimiento concretas que habían caracterizado a la Argentina de las décadas previas.
Durante décadas la sociedad argentina se había caracterizado por una clara
tendencia hacia la integración. Lo cual, había llevado a la República Argentina a ser uno de
los pocos países latinoamericanos donde su “sociedad salarial” tuvo, como señala Robert
Castel (1995), un desarrollo considerable. No obstante, como se verá en esta sección, el
proceso de reformas estructurales del Estado orientadas al mercado, iniciadas en la década
del setenta, pero que en Argentina encuentra su máxima expresión en los noventa, implicó
el desmantelamiento de la antedicha “sociedad salarial” junto con el surgimiento de los
“nuevos pobres” que, con el tiempo, y tras un largo proceso de confluencia con “los pobres
estructurales”, darían lugar al Movimiento Piquetero.
A nivel global, entre 1973 y 1979 se explicitó la crisis económica de los países
capitalistas centrales que ya se venía gestando en esa parte del mundo al combinarse: la
detención de los aumentos de la productividad que había caracterizado al período previo, la
disminución de la relación capital / trabajo y la caída de la tasa de beneficio con los
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“shocks” derivados del alza del precio del petróleo: en la “primera crisis del petróleo”
(1973) como consecuencia de la guerra de Yom Kippur, promovida por los Estados Árabes
contra Israel, y la “segunda crisis del petróleo” (1979) tras la revolución de los Ayatolás en
Irán. Lo cual, obligó en la década de 1980, a los países latinoamericanos (con la excepción
de Chile que empezó algunos años antes) a enfrentar una serie de crisis de balanza de pagos
y un largo período de recesión producto de la retracción de capitales y la elevación de la
deuda externa (López y Díaz Pérez, 1990).
El caso argentino, en términos económicos, muestra entre 1989-1999 la
implementación de un proyecto económico que, en varios aspectos, continuaba al iniciado
en la década del setenta durante la última dictadura militar. Éste se orientaba a la
desregulación de los mercados, la eliminación del déficit fiscal y la privatización de las
empresas estatales. De este modo, Argentina experimentaba, para principios de la década
de 1990, un cambio sustancial con respecto a la forma de intervención del Estado en la
sociedad, continuando así con el pasaje desde un esquema “estado-céntrico” hacia otro
“mercado-céntrico” (Bresser Pereira, 1998; Palermo, 1999; Borón, 2003). Lo cual, afectó
las principales características sociales previas del país, a saber: su integración social, su
estructura social con “posibilidades de ascenso” y su “pleno empleo” (Svampa, 2005;
Della, 2010). Así, el proceso de reformas orientadas al mercado se expresó en un profundo
proceso de descolectivización en las grandes zonas industriales del país que confinó,
fundamentalmente, a la clase media a un proceso de empobrecimiento.
Dicho cambio de orientación estatal hacia el mercado, en resumidas cuentas,
transformó negativamente las bases de la sociedad argentina llevándola al
empobrecimiento. Tal situación de vulnerabilidad social permite destacar: un primer punto
de debilitamiento de la clase media en 1991, con el inició una política de ajuste y de la
reestructuración económica y del aparato del Estado, y un segundo punto, en 1995, con la
entrada de la recesión y la masificación de la desocupación (Svampa, 2005; Della, 2010) tal
como se puede observar empíricamente en el Gráfico 1, extraído del informe “Distribución
del Ingreso, Pobreza y Crecimiento en Argentina” del Ministerio de Trabajo Nacional
(2005), que presenta la evolución creciente de la pobreza en hogares y la desigualdad social
medida a través del Índice de Gini-ITF desde principios de la década de 1990 hasta la
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“Crisis del año 2001”, para luego comenzar a descender, más allá del período histórico que
ocupa al presente trabajo.
De este modo, en el marco del desarrollo de la economía nacional recién referido, se
hacían presentes modificaciones sustanciales de lo que había caracterizado a la sociedad
argentina de los ochenta años previos: la igualdad de condiciones en la sociedad para
progresar económica y socialmente. En ese marco, las reformas orientadas al mercado de
finales del siglo XIX no hicieron más que socavar las garantías y protecciones propias de
una sociedad incluyente e introducir la novedad de “sectores medios urbanos pauperizados”
tras una larga experiencia de depreciación salarial agudizada por la crisis
hiperfinflacionaria de los ochenta (Kesler y Di Virgilio, 2008; Dalle, 2010) y ciertas
modificaciones de la Ley Nacional de Empleo de los noventa que al flexibilizarlo no hizo
más que acelerar el proceso de empobrecimiento de la sociedad que, para esos años,
alcanzó el 67% del área del Gran Buenos Aires y entre los años 2001-2002 el 40% de la
población total del país (Kesler y Di Virgilio, 2008; Keseler, 2000).
Fuente: Ministerio de Trabajo de la Nación.
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3. El Movimiento Piquetero. Asociación, participación y contribución democrática.
Como señala Maristella Svampa (1995), el Movimiento Piquetero en su proceso de
conformación y asociación tuvo dos afluentes principales: por un lado, el de las “acciones
disruptivas” intermitentes de los corte de ruta y levantamientos populares que fueron
registrados en el interior del país a partir de 1996 y, por otro lado, la acción territorial y
organizativa que se había gestado en el Conurbano Bonaerense desde la década de 1970
producto de las transformaciones sociales introducidas por la descolectivización referida en
la sección previa. En ese marco, los “nuevos pobres” salieron a manifestarse desde “el
barrio hacia las rutas” para reclamar por la defensa del empleo a la vez que rechazar las
medidas de ajuste aplicadas por los gobiernos neoliberales. Con todo ello, como señalan
Svampa y Pereyra (2009), surgió una nueva identidad social: “la piquetera”; una nueva
modalidad de organización entre los desempleados, la asamblea; y un nuevo tipo de
demanda social: los planes sociales. De tales novedades se ocupa el presente apartado.
El origen del Movimiento Piquetero: ruta y territorio.
El lugar específico de inicio del movimiento de desocupados que nos ocupa
comenzó en las localidades petroleras de Cutral-Co y Plaza Huincul en la Provincia de
Neuquén entre 1996 y 1997 y General Mosconi y Tartagal en la Provincia de Salta en 1997
tras la privatización de la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales, más conocida
como YPF. Así, la experiencia piquetera se inició en aquellos lugares donde fueron,
previamente, desarticulados tanto los marcos sociales que cohesionaban a la sociedad como
las redes laborales preexistentes.
La importancia de los cortes de rutas acaecidos en esos años marcó el punto de
inicio de la acción colectiva llevada adelante por parte de un conjunto de actores que, en
otros contextos, no hubieran reaccionado frente al Gobierno y la situación vivida. Tal grupo
de actores, constituidos en ciudades del interior del país, era heterogéneo dado que estaba
conformado por sectores desiguales de la antes “clase trabajadora” y “nuevos pobres”. La
descolectivización produjo así, una posibilidad de encuentro (confluencia social) basada en
una situación de desarraigo producto de la desestructuración de las industrias locales como
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del retroceso del Estado. De ahí que, tanto los piquetes como las puebladas, comenzaran a
conformarse como métodos válidos de acción y reclamo frente al Estado Nacional dada la
visibilidad que estos tenían frente a la sociedad y, por ende, su capacidad para instalar las
demandas propias del Movimiento frente al Gobierno de turno (Svampa y Pereyra, 2009).
En sus comienzos, éstos movimientos de desocupados tuvieron una fuerte impronta
sindical proveniente, por un lado, de la movilización de los gremios docentes y estatales de
todo el país y, por el otro, de las líneas sindicales que se oponían a las políticas orientadas
al mercado de Carlos Menem, es decir, la Confederación de Trabajadores Argentinos
(CTA) y la Corriente Clasista y Combativa (CCC), las cuales, intentaron articular las
demandas del amplio sector de desocupados que había en el país a efectos de “hacerlas
saltar” al ámbito nacional. Lo cual, como se verá más adelante, lo lograron con cierta
rapidez debido a la extensión de la protesta como a su repercución en el espacio público
político, es decir, por su visibilidad.
Por otro lado, el proceso de descolectivización que tuvo lugar en otros sectores del
país como el Conurbano Bonaerense, el Gran Rosario, y el Gran Córdoba, a diferencia de lo
sucedido en las localidades del interior del país recién mencionadas, fue producto de un
proceso mucho más largo (y paulatino) de deterioro de las condiciones de vida de la
población. Como se señaló en el apartado precedente, la inscripción territorial de las clases
populares como de las medias bajas que conformaron la “nueva pobreza” varió hacia “el
barrio”. De ahí, que éste emergiera como espacio de acción y organización de base, y con
ello, el surgimiento de organizaciones de desocupados territoriales como el Movimiento
Teresa Rodríguez y otros que, posteriormente, confluyeron en la Coordinadora de
Trabajadores Desocupados Aníbal Verón. No obstante, lo que constituyó el núcleo de
acción contestataria fue la politización de la experiencia del trabajo barrial que se estaba
realizando y la visibilidad que ésta fue tomando a través de las ollas populares y cortes de
ruta que, tal como se observa en la Tabla 1, representaban sus principales repertorios de
protesta para la instalación de demandas en la agenda pública.
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Tabla 1: Formato de manifestación según tipo de organización
Fuente: Schuster et al. (2006).
Modo asociativo del Movimiento Piquetero argentino. Fases y aprendizaje.
Partiendo de tal situación, resulta relevante analizar el modo en que el Movimiento
Piquetero fue organizándose hasta convertirse en un actor político relevante de la política
argentina. En tal sentido, pueden rastrearse tres lógicas principales: la sindical; la político-
partidaria y, finalmente, la de acción territorial. Tales lógicas, como se verá, impartieron
caracteres diferentes sobre la dinámica del movimiento como sobre su forma de influir en
las políticas orientadas hacia dicho sector de la sociedad civil.
Con respecto al primero de los puntos, Maristella Svampa y Sebastián Pereyra
(2009) sostienen que la vertiente organizativa sindical del Movimiento Piquetero tuvo una
influencia dual tanto por la intervención directa de los sindicatos en la organización de los
desocupados como por la presencia de referentes que, previamente, habían tenido alguna
trayectoria sindical más o menos importante, lo cual dominó su dirección en los primeros
años del movimiento. Por cuanto los partidos políticos de izquierda, afirman, que éstos
aportaron sus estructuras tal como se observa con el Polo Obrero (dependiente del Partido
Obrero) o el Movimiento Territorial de Liberación (del Partido Comunista Argentino). Por
último, refieren la centralidad de la lógica barrial conforme lo ya señalado. Con todo ello,
es posible reconstruir el proceso organizativo del Movimiento Piquetero argentino, el cual,
puede diferenciarse en tres: 1) la etapa fundacional (1996-1999); 2) la etapa de “entrada a la
política nacional” (1999-2001); y 3) la etapa de “nueva movilización” (2001-2003).
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Durante los primeros años del gobierno de Menem, la política en los barrios tendió a
recluirse en su dimensión más reivindicativa. Así, durante el período de privatizaciones
1990-1995, las protestas giraban en torno a las tarifas se los servicios públicos privatizados
pero para 1996, arrancaron las primeras movilizaciones que demandaban ayuda alimentaria,
lo cual, haría de los reclamos asistenciales el centro del Movimiento Piquetero. En ese
marco, las primeras formas de protestas empleadas fueron: las ollas populares, y las
marchas con vistas de conseguir planes asistenciales. El 6 de septiembre de ese mismo año,
se realizó una importante “marcha contra el hambre, la represión y la desocupación” en
Plaza de Mayo que fue el punta pié inicial para la creación de los primeros movimientos de
trabajadores desocupados. Y, durante 1997, dentro de las primeras organizaciones de
desocupados, se dieron debates sobre los ejes que deberían orientar la acción estratégica de
cada una de las organizaciones.
Así, en la primera etapa de conformación y movilización del movimiento piquetero
argentino, extendida entre 1996 y 1999, se dio el surgimiento de los primeros grupos
independientes de desocupados como así también la consolidación de un primer modo de
relacionamiento con el Estado basado en los reclamos por parte de los desocupados hacia el
Gobierno quien impulsaba la represión en provincias petroleras y la criminalización de la
protesta social en el resto del país combinándola con la multiplicación de subsidios. Éstos
eran a cambio de una contraprestación laboral que, a la postre, generaría una situación de
fuerte dependencia por parte de las organizaciones piqueteras dado que dichos planes
sociales constituyeron su principal recurso de financiamiento y razón de ser.
La segunda etapa organizativa, extendida entre 1999 y 2001 por su parte, señala más
bien el ingreso del Movimiento Piquetero a la vida política nacional en tanto actor central
de las movilizaciones sociales por su visibilidad y su creciente importancia reclamativa. Tal
período marcó, así, una situación de creciente autonomía en los principales espacios
políticos nacionales como la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el Conurbano
Bonaerense además de otras grandes ciudades del país. Con ello, durante el año 2000, las
organizaciones piqueteras ganaron la escena política nacional a partir de varios cortes de
rutas y piquetes que conformaron progresivamente una “segunda ola” de proyección
política de la cuestión piquetera tal como se observa en el cuadro 2, extraído de Schuster et
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al. (2006), que presenta un fuerte crecimiento de las protestas de tipo piqueteras frente,
fundamentalmente, a las protestas de tipo sindical y empresarial además de las partidarias.
En ese período, no obstante, hacia el interior del Movimiento Piquetero, se
desarrollaron tres lógicas organizativas diferentes: un primer momento de cooperación que
permitió potenciar las distintas variantes piqueteras hasta crear la imagen de un potencial
movimiento piquetero unificado tras el “corte de Mosconi” de mayo del año 2000 dado que
allí varias organizaciones llamaron a lanzar una “cumbre piquetera”; un segundo momento
desplegado durante el año 2001, cuando se volvió necesario definir espacios de poder y
liderazgos al interior del movimiento (pero de incompatibilidad) entre las distintas
organizaciones que se acercaron a la asamblea de julio de 2001 para acordar un “plan de
lucha” que rechazaba el plan de ajuste y definía un espacio de reivindicaciones basado en la
liberación de los detenidos y procesados por los cortes de ruta y la ampliación de planes
trabajar; y, finalmente, un movimiento de conflicto cuando la ilusión de un movimiento
unificado desaparece, desde la I Asamblea hasta la junta de la II Asamblea piquetera,
marcado por la polarización creciente entre el eje FTV-CCC y las organizaciones
vinculadas a las líneas de partido. En ese marco, la caída de De la Rúa llevaría a la
postergación de la III Asamblea piquetera y pondría fin a los intereses de unificación del
movimiento.
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Gráfico 2: Evolución de la protesta según tipo. 1989-2002
Fuente: Schuster et al. (2006).
La tercera etapa organizativa del Movimiento Piquetero argentino, por otro lado, se
abrió finalmente, tras las jornadas trágicas de diciembre de 2001 que impulsaron la apertura
de un nuevo espacio político marcado por las movilizaciones sociales donde confluyeron
los piqueteros con otros movimientos sociales de carácter mayormente político-
reivindicativo, aunque claramente antipartidario, hasta la llegada de Néstor Kirchner a la
Presidencia de la Nación. En ese marco, los reclamos por planes sociales como por trabajo
fueron, nuevamente, el centro de las movilizaciones del Movimiento Piquetero argentino.
Nuevas demandas y participación política orientada: los planes sociales.
Como se señaló en el apartado previo, durante el segundo gobierno de Menem la
reforma de la Ley Laboral dio un marco para el cambio de la forma de intervención del
Estado sobre la relación capital-trabajo, habilitando una nueva modalidad de “contratación”
y de intervención estatal reducida. Con ello, se intentaron diferentes estrategias de
contención de desempleo en un contexto de descolectivización. Una primera estrategia
estaba en dinamizar el sector privado a partir de la implementación de planes sociales que,
ante su fracaso, llevó a una segunda estrategia que abarcaba una batería programas de
emergencia ocupacional que, a la postre, sería complementado con líneas de microcréditos
para empresas.
El modelo central del segundo tipo de estrategia fue el Plan Trabajar cuyo objetivo
central era contribuir al ingreso familiar de jefes y jefas de hogar y desocupados a efectos
de aumentar su empleabilidad. Ello, se lograría capacitándolos para la ejecución de
proyectos de mejoramiento barrial. Ahora bien, como se puede observar en el Gráfico 3, a
lo largo del período es apreciable un crecimiento considerable de los reclamos por
asistencia social en general y, como también se observa en la Tabla 2 que desagrega las
demandas sociales por tipo de organización, el Movimiento Piquetero argentino centró casi
el 50%, el 48% en realidad, de sus reclamos en temas de asistencia social y trabajo. Lo
cual, según señalan Svampa y Pereyra (2009) además, contó con efectividad perfecta en sus
reclamos, dado que tanto los “piquetes” como los cortes y las manifestaciones fueron
siempre levantadas tras la obtención de los planes sociales específicamente reclamados.
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De este modo, las organizaciones de desocupados fueron introduciéndose a una
lógica de acción directa que implicaba tanto un trato “cara a cara” con los municipios,
reconvirtiendo al desocupado quejoso en un sujeto activo, piquetero, que llevó a la
resignificación de los planes sociales en tanto ya no eran “dados por el gobierno” sino
“arrancados”. Con todo ello, durante el gobierno de la Alianza, se modificó el modo de
implementación de los planes sociales, dado que el Gobierno buscó lograr una mayor
transparencia en la distribución de recursos a través de la participación de organizaciones
de la sociedad civil en la gestión de los programas a efectos de satisfacer sus demandas.
Con tal dirección, a fin de convertirse en “beneficiarios” los movimientos
piqueteros debieron “legalizar” su condición convirtiéndose en Organizaciones No
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Gráfico 3: Evolución de las principales demandas sociales.
Fuente: Schuster et al. (2006).
Tabla 2: demandas sociales según tipo de organización.
Fuente: Schuster et al. (2006).
Gubernamentales, con personería jurídica y presentar proyectos que debían ser puestos en
marcha tras la aprobación del Ministerio de Trabajo. Sin embargo, estas modificaciones
tuvieron “consecuencias indeseadas de la acción piquetera”, por un lado, debido al
fortalecimiento de las grandes organizaciones y, por el otro, a la autonomía de las
organizaciones más pequeñas. Lo cual tendría, potencialmente, un efecto negativo sobre su
capacidad de colocar sus reclamos en la agenda pública. A pesar de ello, el reconocimiento
pleno de la consolidación de las organizaciones piqueteras sería durante el gobierno de
Rodríguez Saá, quien otorgó 120 mil nuevos planes sociales a estas organizaciones sociales
que, claramente, habían logrado instalar sus demandas particulares como sostenerse en el
tiempo. Lo cual, se hace evidente, con los datos agregados anteriores y posteriores a la
“Crisis del año 2001” donde se observa que los planes sociales aumentaron de trescientos
mil a poco más de dos millones de beneficiarios (Svampa, 2005; Svampa y Pereyra, 2009).
4. Conclusiones
A lo largo del presente trabajo se ha analizado el Movimiento Piquetero argentino
desde la década menemista hasta la llegada del kirchnerismo al Gobierno en tanto
expresión particular de una porción de la sociedad civil, la del sector de los desocupados y,
junto a ella, la de “los nuevos pobres”. A tales efectos, se reconstruyó en las primeras
secciones el debate existente en la literatura teórica-filosófica sobre el concepto de
Sociedad Civil habermasiano de espacio público para luego, a partir de ella, revisar la
visión de Jean Cohen y Andrew Arato sobre la Sociedad Civil.
De tal revisión, se ha destacado un conjunto de cuestiones de relevancia para
entender el Movimiento Piquetero argentino, a saber, a) su forma asociativa; b) su
participación políticamente orientada; y c) el modo en que contribuyen a la democracia.
Partiendo de tal situación teórica, luego, se ha reconstruido a) el proceso de surgimiento del
Movimiento Piquetero argentino como así también b) se describió el modo en que éste
intervino en el espacio público al intentar influir sobre las políticas públicas. De ello, se
presentan a continuación las principales conclusiones alcanzadas.
Como se observó en la primera parte empírica del trabajo, el surgimiento del
Movimiento Piquetero argentino se enmarca en un contexto de desregulación y
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descolectivizacion producto de una nueva orientación en lo que refiere a la intervención del
Estado. Dicho cambio de orientación estatal hacia el mercado, en resumidas cuentas,
transformó negativamente las bases de la sociedad argentina llevándola al
empobrecimiento. En ese marco, los “nuevos pobres” salieron a manifestarse desde “el
barrio hacia las rutas” para reclamar por la defensa del empleo a la vez que rechazar las
medidas de ajuste aplicadas por los gobiernos neoliberales para converger con los pobres
estructurales que ya atravesaban tal situación.
En lo que refiere al primero de los puntos para la teoría del espacio público aquí
utilizada, es observable que se dio una situación de movimiento social, entendiendo por ello
un movimiento con activistas dispuestos a reclamar en la esfera pública por los bienes que
consideran necesarios a distribuir a la vez que presentan ciertos rasgos crecientes de
organización y estabilidad en tanto la misma lógica de obtención de sus demandas y su
relación con el Gobierno, los llevó a tal situación.
Con respecto al segundo de los puntos, es decir, a su participación política
orientada, es notorio un interés por hacer llegar a la esfera pública sus reclamos de modo
directo a efectos de orientar las políticas públicas del gobierno. Como se ha observado, el
Movimiento Piquetero argentino además de mantenerse a lo largo del tiempo en sus
reclamos como en su modalidad ha logrado influenciar sobre la distribución de los planes
sociales como sobre las políticas relacionadas al trabajo y la reconversión laboral.
Por último, en lo que refiere a su contribución democrática en tanto instalación de
nuevas demandas, es observable como dicho movimiento ha podido instalar en la esfera
pública de modo claro sus reclamos como objetivos y ha obtenido respuestas satisfactorias
por parte del Gobierno. Ahora bien, una vez que estas demandas fueron cumplidas, el
movimiento, comenzó a perder la relevancia central que había tenido. Con todo ello, se ha
observado el potencial del piquete como modo de protesta y la estabilidad que estos actores
tuvieron aún atravesando intentos fallidos de organización institucional como los de la I y II
Asamblea Piquetera.
De este modo, conforme a lo señalado en la sección teórica del trabajo, el
Movimiento Piquetero argentino ha mantenido a lo largo del período estudiado un
comportamiento dual “ofensivo” en tanto trató de poner sobre la mesa temas cuya
relevancia afectaban a la sociedad en su conjunto como “defensivo” en tanto trató de
15
mantener las estructuras asociativas existentes como las del espacio de la opinión pública
política preexistentes a efectos de alcanzar sus objetivos de máxima. Lo cual resultó en un
movimiento más o menos organizado con alta efectividad para conseguir y orientar
políticas públicas en su favor a partir de la visibilidad social que cobraron sus protestas.
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