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LA OBSERVACIÓN DE LOS FENÓMENOS DE LA PUTREFACCIÓN
Ahora corresponde observar y estudiar para poder describir y concluir
acerca de los signos o fenómenos cadavéricos presentes.
Lacassagne, el gran maestro de Lyon, refiere que la muerte está
caracterizada “no por un solo signo, sino por un conjunto de signos que
prueban la paralización de las funciones, la ruina de los órganos, la
desaparición o extinción de la vitalidad de los tejidos”.
Una vez acaecida la muerte, el cuerpo humano sufre una serie de cambios
que permiten, cuando son interpretados correctamente, establecer una
cronología evolutiva de importancia medico-legal y de trascendencia en la
investigación criminal.
En efecto, se trata de los signos o fenómenos cadavéricos que se producen
en virtud de los cambios físicos, químicos y estructurales.
Estos fenómenos son de suma utilidad, y por esta razón adquieren mucha
mayor importancia cuanto más rápido o precozmente son determinados
por el médico legista.
En todos estos fenómenos, tienen importancia distintos factores. Ellos
son:
Las características individuales del fallecido (sexo, edad, talla y
peso, así como la superficie corporal); por esta razón la evolución
de los signos será distinta en el cadáver de un niño que en el caso
de un adulto joven.
Amiente en el que se encuentra el cadáver. En efecto, la época del
año, el lugar, la temperatura, la humedad, el poder refrigerante del
aire, son gravitantes, en cuanto al momento de aparición, así como
en la evolución de los signos.
El tipo de muerte también incide en la aparición y evolución de los
fenómenos. En los casos en que el individuo sufre agonía
prolongada, existirá diferencia con respecto a las muertes de causa
violenta.
Estos factores son interdependientes, toda vez que influyen sobre otros.
Borri, Cevidalli y Leoncini, ya clasificaban los fenómenos cadavéricos en:
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1.- Abióticos o no vitales o vitales negativos:
a) Inmediatos:
- Pérdida de la conciencia.
- Insensibilidad.
- Inmovilidad y abolición del tono muscular.
- Cese de la respiración.
- Cese de la circulación.
b) Consecutivos:
- Evaporación tegumentaria.
- Algor mortis.
- Livor mortis.
- Rigor mortis.
2.- Transformativos:
a) Destructivos.
b) Conservadores:
- Maceración.
- Momificación.
- Saponificación.
Los fenómenos cadavéricos, clásicamente, se clasifican en tempranos y
tardíos. Los tempranos, también denominados inmediatos, son la
deshidratación o evaporación cadavérica, el enfriamiento cadavérico o
algor mortis, la rigidez cadavérica o rigor mortis, y las livideces cadavéricas
o livor mortis.
Los fenómenos cadavéricos tardíos, comprenden la putrefacción y la
antropofagia cadavérica. Consideraremos los signos tempranos a
continuación.
DESHIDRATACIÓN O EVAPORACIÓN CADAVÉRICA
Una vez acaecida la muerte, el cadáver sufre, debido a un fenómeno físico,
la pérdida de líquidos por evaporación. Influyen las condiciones
medioambientales, o sea externas, especialmente las elevadas
temperaturas y la fuerte corriente de aire o ventilación. Ello provoca
fenómenos generales, como la pérdida de peso, y locales, como
apergaminamiento, desecación de mucosas y cambios a nivel de los ojos.
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Habida cuenta de ello se producen:
Pérdida de peso, que a excepción de los cadáveres de recién
nacidos y niños, es de poca magnitud, y por ende, de escasa importancia.
En los casos de excepción mencionados, durante las primeras veinticuatro
horas se pierden aproximadamente 18 g por kilo de peso, y en los días
sucesivos, un promedio de 8 a 10 g por kilo de peso al día. por ello esta
característica constituye un dato muy importante a tener en cuenta. Estos
valores, que aceptan la abrumadora mayoría de los autores, fue
establecida por Dupont, en su tesis “La pérdida de peso del cuerpo
después de la defunción”, presentada en París en el año de 1889, razón
por la que, la pérdida de peso que muestran los cadáveres lleva el nombre
de Signo de Dupont.
El cadáver de un adulto pierde entre 10 y 20 g por kilo de peso por día.
Apergaminamiento a nivel de la piel, que adquiere un color
amarillento, espeso y seco, sembrado de arborizaciones vasculares de
color obscuro, recordando todo ello a pergamino, de allí su nombre.
Este fenómeno se presenta en aquellas zonas donde la piel es
normalmente más fina. De este modo sucede habitualmente en el
escroto.
Ya en el siglo XIX, Icard, proponía aplicar una pinza de forcipresión a nivel
del escroto, con el objeto de expulsar los líquidos orgánicos. De esta
manera, en forma artificial, se produce el apergaminamiento del punto de
presión, constituyéndose en una excelente prueba de diagnóstico de
muerte. Esto constituye el Signo de Molland.
Desecación a nivel de las mucosas, claramente evidente en los
labios, el glande así como en la vulva. Aquí se suceden muchos cambios a
nivel ocular, veámoslos.
Fenómenos oculares. Son varios:
Pérdida de la transparencia de la córnea, lo cual provoca que el ojo
esté vidrioso y pierda su brillo. Esta pérdida es diferente si los párpados
del cadáver están cerrados o abiertos., ya que se debe a la evaporación de
las lágrimas que en los cadáveres con ojos abiertos ocurre a partir de los
45 minutos, y con los ojos cerrados, después de las veinticuatro horas.
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Lleva el nombre de Signo de Legrand, toda vez que este lo describiera en
1850.
Hundimiento del globo ocular. El ojo está flojo y blando. Se trata
del Signo de Stenon-Louis, y obedece a la disminución de la presión
intraocular, que normalmente en el sujeto vivo es de alrededor de 15 a 20
mm Hg.
Louis, a fines del siglo XVIII refería, puntualizando tener una experiencia de
muchos años y examinado más de quinientos cadáveres: “Pero los ojos de
los muertos quedan marchitos y blandos en muy pocas horas; no hay
ninguna revolución en el cuerpo humano viviente capaz de producir
semejante mudanza. Este signo es verdaderamente característico y me
atrevo a darlo como indudable. La depresión y blandura de los ojos
dispensará de esperar a la putrefacción.”
Recordemos que en esa época no se conocía la manera de arribar al
diagnóstico científico de la muerte real; se debía esperar encontrar al
cadáver en estado de putrefacción, siendo necesario aguardar más de
medio siglo, hasta que Bouchut estableciera por primera vez, los principios
científicos de dicho diagnóstico.
Como muy bien explica Aso Escario y colaboradores, transcurridos diez
minutos de ocurrida la muerte, la tensión ocular disminuye a 12 mm Hg, a
los 20 minutos a 10 mm Hg, a la media hora a 7 mm Hg, y pasadas 15
horas, desaparece totalmente la presión ocular.
Es obvio que la medición de la tensión ocular sólo puede efectuarse con
exactitud utilizando un tonómetro. Este instrumento no es de uso común
en la práctica médico-legal, pero si se cuenta con el tonómetro, se pueden
obtener datos de sumo interés.
Formación de la denominada telilla glerosa en la córnea, descrita
por primera vez por Stenon en el año 1860, por lo que recibe el nombre de
Signo de Stenon. Está originada en restos de epitelio corneal, granos de
polvo del medio ambiente y materias albuminosas trasudadas.
Mancha esclerótica de color negruzco, amarillo sucio y a veces azul,
que depende del desecamiento de la esclerótica, que al volverse
transparente hace posible que se observe el pigmento de la coroides.
Aparece primero en el lado externo y luego en el interno del ojo, para
finalizar uniéndose en la parte inferior del ojo en forma de elipse a
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convexidad inferior. Es el llamado Signo de Sommer-Larcher, que aparece
alrededor de las 10 horas después de la muerte.
Fue observada por primera vez por Sommer en el año 1833 y en su
“Memoria” la denominó “livor sclerotinae nigrescens”. Trató de explicarla
experimentalmente y demostró que es la consecuencia de la desecación.
Medio siglo después, Larcher, en 1883, volvió a ocuparse de este signo, y
consideró que se trata de una mancha que es “el estigma de la muerte y,
por decirlo así, el centinela avanzado de la putrefacción”.
La pupila se deforma. Al tener lugar la muerte, la pupila se dilata,
luego de varias horas, merced al fenómeno de la rigidez cadavérica, vuelve
a contraerse. Tener presente que en todos los casos no se desarrolla
simétricamente este fenómeno. Recordar que en casos de diferentes
intoxicaciones, el estado de las pupilas puede no ser el referido, ello, en
virtud, de que puede existir miosis puntiforme o bien severa midriasis, ni
bien la persona fallece.
Quien se ocupó de esta alteración fue Ripanet en 1841, con sus
observaciones acerca de la deformación del iris y de la pupila. También se
ocuparon del tema Tonelli, en 1932, y Matamoras poco después, conforme
citan Mosinger y Rochette.
El mecanismo de esta alteración depende de la disminución del tono
muscular y de la tensión ocular, así como de fenómenos vasculares.
ADAPTACIÓN TÉRMICA. TEMPERATURA CADAVÉRICA
ENFRIAMIENTO DEL CADÁVER. “ALGOR MORTIS”.
El concepto fundamental que se debe tener al considerar este fenómeno,
es que tratándose en realidad de la adaptación térmica del cadáver a la del
medio en que se encuentra, si ambas temperaturas son, por ejemplo, de
37° C, el cuerpo no alterará la suya. Contrariamente, si la temperatura
exterior es superior, la incrementará.
Al producirse el cese de la vida, automáticamente se interrumpe el
funcionamiento del sistema termorregulador, indispensable para ella,
razón por la cual el cuerpo se encuentra a expensas del ambiente que lo
circunda. Por esta razón, el cadáver tiende a igualar la temperatura del
lugar en que se halla.
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Sobre el cadáver influyen diferentes factores: a) la temperatura del lugar,
por ello es de interés saber si existe aire acondicionado y si estaba
funcionando al llegar la policía, o en su caso si existía calefacción y
funcionaba; b) la velocidad del aire o la existencia de viento; c) la humedad
del lugar; d) si llovió o nevó en el lugar donde se encuentra el cadáver; e)
el cadáver, independientemente de lo antes mencionado, se encuentra
tapado o descubierto, está vestido o desnudo; f) el cuerpo se encuentra
sobre una superficie buena conductora del calor (mármol) o sobre un
aislante (alfombra).
El cadáver, al igual que cualquier cuerpo, sigue las mismas reglas, y al
haber cesado las reacciones vitales que producen calor, sufre un proceso
de enfriamiento. Este proceso, así denominado, que el cuerpo abandona
su capacidad de homeotermia y reacciona frente a las condiciones
ambientales tendiendo a igualar su temperatura con la de las mismas,
habida cuenta de que se comporta como cualquier cuerpo inanimado.
El calor puede perderse por conducción, convección, evaporación y
radiación y aunque todas ellas se presenten al mismo tiempo, alguna
puede preponderar sobre las restantes.
Este proceso se verifica inicialmente a nivel de toda la superficie corporal,
en virtud de que, debido al cese de la circulación, es allí donde comenzará
el verdadero enfriamiento y el perito podrá verificarlo mediante el tacto.
Una vez fría la superficie del cadáver, es comprobable que en su interior
exista cierto grado de calor, habida cuenta de que las vísceras macizas
mantienen su temperatura elevada a lo largo de varias horas.
Las primeras regiones en enfriarse son la cara, las manos y los pies,
siguiendo antebrazos y piernas, brazos y muslos, el tórax, la parte superior
de la espalda, la cara abdominal anterior, luego las laterales y finalmente
la región baja de la espalda.
Al comienzo, la evolución del enfriamiento estará estrechamente ligada a
la diferencia de la temperatura existente con el medio en que se
encuentra el cadáver. Por ello, cuanto mayor sea la diferencia entre
ambos más rápida será la misma, y cuando las temperaturas se vayan
acercando, más lento será el proceso.
No está de más destacar que tiene influencia el hecho de que el cadáver se
encuentre vestido, y asimismo con qué tipo de prendas, o cubierto, sea
por mantas, frazadas, etcétera.
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Tiene importancia en la evolución del enfriamiento la edad, la talla, el peso
y el estado nutricional (sujetos obesos, flacos, enflaquecidos), debido a
que determinan la extensión de la superficie corporal. Es importante
tener en cuenta asimismo que la causa de la muerte también influye en el
enfriamiento cadavérico, habida cuenta de que conforme a la patología de
que se trate, podrá provocar tanto el ascenso como el descenso de la
temperatura. Por ello, tanto la fiebre como la hipertermia que existía al
momento de sobrevenir la muerte son elementos de sumo interés, toda
vez que la muerte acaecida en el transcurso o en razón de un cuadro febril,
provocará un enfriamiento que evolucionará con mayor lentitud, atento
que el proceso dará comienzo a partir de una temperatura corporal más
elevada al sobrevenir la muerte.
Diferentes cuadros pueden lentificar el proceso de enfriamiento por las
razones referidas, sea pro producción excesiva de calor, por baja
eliminación del mismo o por trastornos a nivel del hipotálamo.
Entre ellos la hipertermia maligna, el tétanos, el ejercicio intenso, el golpe
de calor, la deshidratación, los traumatismos encéfalocraneanos, la
intoxicación por salicilatos, la enfermedad cerebro-vascular, el síndrome
neuroléptico maligno, el feocromocitoma, el hipertiroidismo, la
deprivación alcohólica grave, la ingesta de anticolinérgicos, el síndrome
serotoninérgico. El estatus epiléptico.
De igual manera pero a la inversa, puede tratarse de casos en los que,
antes de la muerte, la temperatura corporal haya descendido, razón por la
que el proceso de enfriamiento será más corto. Ello se presenta en
grandes quemados, hemorragias masivas, inmersión en agua fría, graves
traumatismos con ruptura de las paredes abdominales, ingesta de
fármacos (barbitúricos, alcohol, benzodiacepinas, opiáceos), coma,
insuficiencia hepática, hipoglucemia.
El lugar donde se encuentra el cuerpo, así como las condiciones climáticas
imperantes también se deben tener en cuenta. Por ello en una misma
época del año, no será lo mismo si el cuerpo se halla en la vía pública, en el
interior de una habitación (sometido a la acción del calor proveniente de
calefacción o, en su caso, de aire acondicionado), en una zona rural,
selvática o montañosa, vestido o desvestido, tapado por frazadas, cubierto
por paja, etcétera.
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Muchos autores, entre ellos Echazú, preconizan que debe usarse un
termómetro, colocarse en el recto, y realizar por lo menos dos mediciones,
espaciadas por un intervalo de tres horas.
Existen diversas fórmulas para establecer el tiempo de muerte:
Bouchut consideraba que en las primeras doce horas el cadáver disminuye
su temperatura un grado por hora, y en las doce siguientes medio grado
por hora.
Glaister estableció la fórmula que lleva su nombre, siendo la misma:
Temperatura rectal normal media, menos temperatura rectal del cadáver,
dividido 1.5, da las horas de muerte.
En la fórmula de Simpson, el cadáver expuesto al aire y vestido, pierde
1.4°C por hora durante las primeras seis horas, y de 0.8°C a 1.1°C, por
hora, durante las doce horas siguientes. De esta manera, la temperatura
de todo el cadáver alcanza la del medio ambiente, entre las veinte y las
veinticuatro horas de acaecida la muerte.
De todas maneras, hay que recordar que la temperatura es sólo un signo
más, no siendo por sí misma categórica ni terminante.
Lacassagne cita a Maschka, quien refiere que con una temperatura entre
8° y 15°, y en condiciones habituales de una persona adulta colocada en
una mesa, en un colchón o en el suelo, desnuda o cubierta por una sábana
o un vestido más ligero, una camisa, por ejemplo, el enfriamiento al tacto
de la mano tiene lugar a las ocho o diez horas, y en casos muy raros,
después de once a trece horas.
No obstante ello, Lacassagne dice que dos o tres horas después de la
muerte, el frio es manifiesto en la cara y en las extremidades, y a las ocho
a doce horas, o entre las quince y las veinte horas después de la muerte, el
cadáver ha equilibrado su temperatura con la del medio ambiente. Aclara
que existen excepciones que el médico legista debe conocer, como la
enfermedad que ha causado la muerte, la ubicación de las lesiones y la
región en la que se verifica la temperatura.
Es bueno recordar que el medio externo tiene gran influencia, debido a
que el enfriamiento depende de la radiación y de la conductibilidad, lo que
explica el rápido enfriamiento en los cadáveres de ahogados, o los que
están en un soporte buen conductor calórico.
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Por otra parte, en los sujetos con sobrepeso, o por la existencia de una
mayor masa corporal, los cadáveres de los adultos se enfrían con mayor
lentitud que los de los niños y de los ancianos.
Casper considera que el enfriamiento al tacto es completo entre las ocho y
las diecisiete horas, más frecuentemente de las diez a las doce horas de
muerte.
Gisbert Calabuig refiere que “si la comprobación se hace mediante el
termómetro, el enfriamiento no se establece totalmente hasta las
veinticuatro horas”.
Simonin coincide con Gisbert Calabuig, en los casos en que el cadáver esté
en un medio con temperatura de cinco a quince grados.
En nuestra experiencia y para cadáveres con temperaturas del medio
ambiente entre 10° y 20°, hemos comprobado que el enfriamiento de la
totalidad de la superficie cutánea cadavérica se cumple alrededor de las
dieciocho horas después de la muerte.
“RIGOR MORTIS” (RIGIDEZ CADAVÉRICA
Una vez que sobreviene la muerte, fuera de circunstancias especiales que
obedecen a situaciones específicas, se produce la relajación general de los
músculos, y consiguientemente un estado de placidez.
Lacassagne consigna que “la muerte determina la pérdida del tono
muscular. Inmediatamente los esfínteres, que son los músculos en los
cuales el estado de contracción es permanente, se relajan. Los párpados,
el iris, los labios, el cardias, el ano, el cuello de la vejiga, se entreabren y se
dilatan al mismo tiempo. Entonces sobreviene la expulsión de las
lágrimas, de líquidos contenidos en el estómago, de materias fecales, de
orina y aún de esperma”:
Pero, poco tiempo después, como veremos, da comienzo un proceso que
se denomina rigor mortis, y se debe a la contractura muscular
postmortem.
Louis señalaba, ya a finales del siglo XVIII, que la rigidez de los miembros
es el más seguro de todos los signos de muerte real. Al respecto bueno es
saber que Orfila refiere: “La inflexibilidad de los miembros ha sido mirada
por el célebre Louis, en su cuarta carta, p. 119 de su obra”. Tal trabajo es
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obras diversas de cirugía, cuarta carta, de la certeza de los signos de la
muerte.
Fue Nysten, médico y químico francés, quien comenzó a estudiar
científicamente la rigidez cadavérica en 1811, y asimismo el que publicara
la primera referencia científica de rigor mortis.
Consignaba en su trabajo, que “la rigidez cadavérica afecta sucesivamente
a los músculos masticadores, los de la cara y los del cuello, los del tronco y
brazos y finalmente, los de los miembros inferiores”.
Son muy conocidas las llamadas Leyes de Nysten. Este investigador
estableció que existe una correlación entre el incidió del rigor mortis, su
intensidad y su tiempo de duración.
En virtud de ello, en los casos en que la rigidez se establece
tempranamente, será de corta duración y de poca intensidad. Por el
contrario, cuando se instala tardíamente, será duradera y de mayor
intensidad.
Quien con absoluta claridad definió este fenómeno, fue Lacassagne, al
decir que se trata del “estado de dureza, de retracción y de tiesura, que
sobreviene en los músculos después de la muerte, es un fenómeno
químico que indica la muerte de los elementos de los músculos”.
En un trabajo presentado en la Academia de Ciencias, en mayo de 1899,
Lacassagne y Esteban Martín decían: “La constancia de la rigidez
cadavérica y su aparición en condiciones idénticas, nos han inducido a
creer que las mismas causas obran fatalmente sobre todos los cadáveres y
determinan en ello el fenómeno de la rigidez de los músculos”.
Los músculos pueden clasificarse de acuerdo con tres tipos de fibras
diferentes en función de su actividad ATPasa.
La rigidez se establece ante la desaparición del ATP, lo cual ocurre con
diferente cronología en virtud del tipo de fibra muscular de que se trate.
Características Tipo I Tipo IIa Tipo IIb Color Rojo Sonrosada Blanco Actividad ATPasa de la miosina
Lenta Rápida Rápida
Consumo de ATP asociado a actividad contráctil
Bajo Mediano Alto
Metabolismo
Oxidativo Aeróbico
Glucolítico, Oxidativo Aeróbico
Glucolítico Anaeróbico
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Cantidad de mitocondrias Alta Alta Baja Capilarización Alta Alta Alta Contenido glucógeno Bajo Intermedio Alto Actividad bomba Ca 2 + Baja Intermedia Alta Tipo de contracción Mantenida Rápida Rápida Fuerza desarrollada Baja Intermedia Alta
En el cuadro precedente (tomado de F. A. Verdú Pascual) puede
observarse que las fibras tipo I son las primeras en cesar la producción de
ATP, pues no se produce la fosforilación oxidativa. Las fibras IIa pueden
obtener ATP a partir de la fosforilación oxidativa, así como también por
glicólisis.
Las fibras IIb son las que están capacitadas para mantener un mayor nivel
de ATP postmortem.
Resumiendo, las fibras tipo I no tienen la capacidad de producir ATP
después de la muerte, mientras que las IIa y IIb sí pueden hacerlo; estas
últimas con mayor nivel.
Por otra parte, resulta fácil concluir que el rigor mortis se establecerá con
mayor o menor rapidez conforme el músculo de que se trate, en virtud de
la cantidad de fibras de uno y otro tipo, así como el nivel de glucosa
existente al momento de acaecer la muerte. Por ello, la rigidez se
establece en primer término en los músculos que tienen mayor contenido
de fibras del tipo I, que poseen menor contenido de glucógeno, y por ello
tienen mucha menor posibilidad de que se realice el metabolismo
anaeróbico del glucógeno, de seguir formando nuevo ATP, en este caso
postmortem, y con ello mantener separados los puentes de actina-
miosina.
Conforme lo expresado, la rigidez cadavérica se instalará más
tempranamente en los casos en que el fallecido tenga menor cantidad de
glucógeno por diversas patologías.
Por otra parte, un elemento de importancia a considerar es la temperatura
del cadáver y/o la existente en el lugar. Ello se debe al hecho de que los
procesos enzimáticos se incrementan con la temperatura, con lo cual
aumenta la velocidad de las reacciones anaeróbicas, dando lugar a la
rigidez.
Contrariamente, las bajas temperaturas enlentecen todas las reacciones
enzimáticas, y por ello, el rigor mortis se establece más tardíamente,
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manteniéndose además mayor tiempo, en virtud de que los procesos de
autolisis están enlentecidos.
Resumiendo, la aparición de la rigidez cadavérica está en relación directa
con la proporción de fibras tipo I, el contenido de glucógeno, y la
temperatura del cadáver.
A continuación se consignan distintos músculos conforme a su contenido
de fibras tipo I.
MASETERO 92,4% EXTENSOR LARGO DE LOS DEDOS 47,3% SOLEO 86,4% FLEXOR PROFUNDO DE LOS DEDOS 47,3% ABDUCTOR DEL PULGAR 80,4% TEMPORAL 46,5% TIBIAL ANTERIOR 73,4% RECTO ABDOMINAL 46,1% BICEPS FEMORAL 66,9% INFRAESPINOSO 45,3% FRONTAL 64,1% EXTENSOR CORTO DE LOS DEDOS 45,3% ABDUCTOR CORTO DEL PULGAR
63,0% ROMBOIDES 44,6%
ABDUCTOR MAYOR 63,0% FLEXOR CORTO DE LOS DEDOS 44,5% PERÓNEO LARGO 62,5% VASTO MEDIAL 43,7% SUPRAESPINOSO 59,3% GEMELO LATERAL 43,5% ERECTOR SPINAE 58,4% BÍCEPS BRAQUIAL 42,3% TRAPECIO 53,7% PECTORAL MAYOR 42,3% DELTOIDES 53,5% BRAQUIO RADIAL 39,8% GLUTEO MAYOR 52,4% VASTO LATERAL 37,8% ABDUCTOR DIGITI MINIMI 51,8% ESTERNO MASTOIDEO 35,2% GEMELO MEDIAL 50,8% TRÍCEPS BRAQUIAL 32,5% SARTORIO 49,6% ORBICULAR DE LA BOCA 15,4%
El análisis de este cuadro (tomado de F. A. Verdú Pascual) permite
establecer que hace casi dos siglos, lo referido por Nysten se ajusta a la
Realidad, toda vez que el músculo masetero es el que mayor participación
porcentual de fibras tipo I posee.
También influye en el inicio del rigor mortis el contenido de glucógeno en
los músculos.
Características Tipo I Tipo IIa Tipo IIb
Metabolismo Oxidativo aeróbico
Glucolítico, oxidativo aeróbico
Glucolítico anaeróbico
Contenido de glucógeno
Bajo Intermedio Alto
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El cuadro precedente indica las características metabólicas así como el
contenido de glucógeno, mostrando que las fibras tipo II, debido a que
pueden mantener un metabolismo anaeróbico de glucógeno retrasan la
aparición del rigor mortis, al formar nuevo ATP postmortem, y de esta
manera mantener separados los puentes de actina-miosina. De esta
manera, si al acaecer la muerte existe baja cantidad de glucógeno el rigor
mortis se iniciará antes, debido a una menor resistencia al mismo.
Por lo expuesto, puede comprenderse la razón por la cual la rigidez
cadavérica se instaura de forma precoz cuando la muerte es precedida de
un intenso ejercicio físico.
Este proceso es de constante aparición en todos los cadáveres, y afecta a
la totalidad de los músculos del aparato locomotor (estriados), así como
también al músculo cardiaco, el diafragma y el músculo de fibras lisas.
Desde largo tiempo atrás se ha venido discutiendo cuál es la causa que
provoca la rigidez cadavérica. Se consideró que se debía a la coagulación
de la miosina, luego a la deshidratación muscular, para sostener que
obedecía a la acidez que se presentaba en el músculo, que aumentaba
conforme se acentuaba la rigidez, para desaparecer y volverse alcalino al
cesar la misa. Dicha acidificación fue atribuida al ácido láctico que se
formaba después de producirse la muerte.
En la actualidad se considera que dicha acidificación es originada por la
destrucción del ATP (Acido adenosintrifosforico) que se transforma en ADP
(Ácido adenosindifosfórico), dando lugar a la liberación de una molécula
de ácido fosfórico.
Seguidamente, consideraremos la evolución de la rigidez cadavérica.
El comienzo de la rigidez se produce a nivel de la musculatura lisa de las
vesículas seminales, como bien refiere Brouardel, de manera tal, que es
muy frecuente observar en los cadáveres masculinos la denominada
eyaculación postmortem, provocada por este fenómeno.
A nivel del músculo cardiaco así como en el diafragma, se inicia entre la
media hora y las dos horas de la muerte. Tan es así, que R. Fuchs, citado
por Mosinger y Rochette, en el año 1900 afirmaba que el músculo cardiaco
es el primero en sufrir el fenómeno de rigidez cadavérica. Según Vibert, la
rigidez del corazón principia de una a cuatro horas después de la
defunción, originando la expulsión de la mayor parte de la sangre
contenida en el ventrículo izquierdo.
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A partir de las dos horas, se instala en los músculos temporo-mandibulares
y orbiculares de los párpados y, a partir de ese momento se apodera de la
musculatura de la cara, el cuello, el tórax, las extremidades superiores, el
tronco, y finalmente, llega a los miembros inferiores.
Conforme a la Ley de Nysten, la progresión de la rigidez es la siguiente:
a) Comienza en la nuca.
b) Músculos temporo-masticadores, cuello y tronco.
c) Cintura escapular y extremidades superiores.
d) Desciende por el tórax hasta la región pélvica.
e) Llega a las extremidades inferiores.
Niderkon, citado por Lacassagne, quien según este último hizo valiosas
observaciones, refería: mandíbulas, cuello, miembros inferiores, miembros
superiores.
Esto indica que Niderkon, sin conocer la cantidad de fibras I (ver listado
precedente), fue el primero en sostener, observaciones personales
mediante, y que casi un siglo y medio después se determinó y explicó
científicamente con certeza.
Esa es la progresión normal que se da en todos los casos. Sin embargo, si
se cambia de posición el cadáver, quedando sus pies en un plano superior
al de la cabeza, el rigor mortis da comienzo por las extremidades
inferiores, y haciendo un recorrido inverso al expuesto, termina por
instalarse en la cabeza.
En forma experimental se ha demostrado lo expuesto, de manera tal que
la rigidez cadavérica, que siempre es descendente, en estos casos es
ascendente.
A causa de la rigidez, se pueden producir distintos signos harto llamativos.
En efecto, cuando se instala en el diafragma, la misma provoca la salida del
aire del aparato respiratorio, que provoca a nivel de la glotis, pequeñas
oscilaciones, determinando un ruido sordo, que ha sido denominado el
grito de la muerte.
En la piel, a nivel de los músculos erectores del pelo (arrectores pilorum) la
contracción produce la clásica piel de gallina (cutis anserina). Esto
determina que algunos autores denominen a estos pequeños músculos,
músculos horripilatorios.
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La piel de gallina no debe confundirse y ser considerada un proceso vital,
ya que, como hemos explicado, se trata de un fenómeno postmortem.
En el corazón, este fenómeno tiene mucha mayor intensidad en el
ventrículo izquierdo que en el derecho. Por esta razón resulta erróneo
considerar durante la autopsia que la muerte ha ocurrido estando el
corazón en sístole.
Asimismo, la musculatura lisa del árbol arterial se ve comprometida por la
rigidez, sumándose a la existente en el ventrículo izquierdo, logrando de
esta manera expulsar la sangre de su interior y hacerla progresar hacia los
territorios periféricos del cuerpo. Tal como veremos más adelante –al
tratar sobre la putrefacción del cadáver- , a ello se suma la compresión
ejercida por los gases putrefactivos, que acentúan el escurrimiento de la
sangre, dando lugar a la llamada circulación póstuma de Brouardel.
En el escroto y en los pezones se produce la retracción.
Las pupilas se ven afectadas por la rigidez, pero se debe tener presente
que puede existir diferencia en ambos ojos, toda vez que en la intensidad
del fenómeno no siempre es simétrica totalmente.
La evolución de la rigidez cadavérica comprende tres etapas:
La inicial o periodo de instauración, que se extiende desde su inicio,
a partir de las dos horas y transcurre hasta las veinticuatro horas.
Si el perito practica la movilización de los músculos (flexionando o
extendiendo, en su caso, la extremidad superior a nivel del codo, o
la inferior a nivel de la rodilla), ello es, la gimnasia cadavérica,
como hemos denominado a esta prueba, a lo largo de este tiempo
se puede vencer o reducir la rigidez, que al poco tiempo vuelve a
establecerse.
La de estado, que se establece a las veinticuatro horas después de
la muerte, momento en que el rigor mortis es imposible de vencer
o reducir, lográndose hacerlo a costa de la provocación de
desgarros musculares, ruptura de ligamentos articulares o fracturas
óseas. Por esta razón, durante la etapa de estado, la rigidez es
irreductible.
La última etapa, de reducción de la rigidez, comienza a partir de las
treinta y seis horas. Si se realizan las maniobras referidas, al
desaparecer la rigidez, la misma no vuelve a instalarse.
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En los cadáveres hallados en lugares donde la temperatura oscila entre los
10 y 20 grados, la resolución del rigor mortis acaece cuando se evidencia la
mancha verde de putrefacción abdominal, que ocurre alrededor de las
treinta y seis horas.
Existen, además de lo antes referido, otros factores que, además de los
químicos, inciden acelerando o retardando el inicio del rigor mortis, así
como su desaparición.
Entre ellos encontramos:
a) El sexo, toda vez que en las mujeres se establece antes y tiene
menor intensidad, habida cuenta de que los hombres tienen una mayor
musculatura, por lo que se inicia más tarde y permanece mayor tiempo.
b) La edad. Del mismo modo que respecto al sexo, en los niños en
los ancianos, al existir menor masa muscular, el rigor mortis comienza más
precozmente y es de menor intensidad y duración.
c) La constitución. Orfila refiere: “Siendo el mismo el género de
muerte, la rigidez es tanto más fuerte duradera cuanto más desenvuelto
esté el sistema muscular y menos alteración haya sufrido”.
Esta muy clara y precisa afirmación del maestro prueba que, hace más de
un siglo y medio, y desconociendo en absoluto las bases bioquímicas del
fenómeno del rigor mortis, estaba, con la experiencia práctica en sus
observaciones, completamente acertado con lo que acaece en la realidad.
El mayor desarrollo muscular en las personas adultas sanas, y más aún en
las de conformación atlética, tal como ut supra se refiere respecto del
sexo, determinan que la rigidez comience más tardíamente y sea de mayor
intensidad.
Contrariamente, en los niños, los ancianos, o quienes padecieron de
enfermedades crónicas estados de desnutrición o patologías que provocan
atrofia o debilitamiento muscular, presentarán el rigor mortis más
tempranamente y su intensidad será menor, al igual que su duración.
d) En los casos en que antes de morir, el sujeto ha realizado una
actividad física intensa, o ha sufrido hipertermia, así como en los
epilépticos, por lo que ha considerado precedentemente, habida cuenta
de que por ello ha existido un incremento en el consumo de ATP del
músculo, el rigor mortis comienza en forma precoz.
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e) La causa de la muerte también incide. Por ejemplo, en el caso de
las intoxicaciones agudas, que provocan convulsiones antes del deceso, la
rigidez comienza más precozmente y es de poca intensidad. En los
electrocutados puede suceder que la muerte sea rápida o bien que
acaezca después de un periodo de intensa contracción muscular
generalizada. En éste último caso, el rigor mortis aparecerá precozmente
y será de poca intensidad.
En los casos de muerte por sumersión, ocurre lo mismo que en los
electrocutados. Si el deceso ocurre rápidamente, y por lo tanto el sujeto
no pudo tratar de salvaguardar su vida, la evolución de la rigidez sigue su
curso normal. Por el contrario, si luchó por mantener su vida,
produciéndose intenso ejercicio muscular y consiguiente gastos de
glucógeno, el rigor mortis también se iniciará tempranamente y su
intensidad será de menor cuantía.
f) La temperatura afecta el curso de la rigidez. Tal como antes se
consignó, quienes mueren por acción del frío, o la muerte los sorprende en
lugares de baja temperatura y el cadáver permanece allí, el inicio de la
rigidez es más tardío. Por el contrario, bajo la acción del calor el comienzo
es más precoz.
Expuestas las características del rigor mortis, consideraremos la evolución
cronológica que experimenta:
Durante la primera hora después de la muerte, máximo dos horas,
no existe rigor mortis.
Después de la segunda hora de la muerte comienza a instalarse a
nivel de los músculos temporomandibulares.
A partir de las tres horas se va extendiendo por el resto de la cara y
cuello.
Entre las ocho y las diez horas está generalizada a lo largo de la
musculatura esquelética. Pero es muy fácilmente reductible.
Luego de las doce horas, se mantiene la generalización, pero es
posible vencerla con menor facilidad, hecho que se va tornando
más dificultoso a medida que transcurre el tiempo.
A las veinticuatro horas, la rigidez se encuentra en su momento de
mayor firmeza, siendo imposible vencerla.
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Transcurridas treinta y seis horas de la muerte, al aparecer la
mancha verde putrefactiva, desaparece la rigidez cadavérica.
En el presente diagrama se indica la forma fácil y práctica de valorar la
existencia o ausencia de rigor mortis, su localización e intensidad.
LIVIDECES CADAVÉRICAS O “LIVOR MORTIS”
Algunos autores, entre ellos Balthazard, Briand, Bous y Casper, Simpson y
Simonin, también las denominan sugilaciones cadavéricas.
Borri, Cevidalli y Leoncini las denominan sedimentaciones postmortem de
la sangre.
Mata refiere: “desde el momento que un sujeto muere queda bajo el
exclusivo imperio de las leyes físicas y químicas. De esto resulta que la piel
se pone pálida y lívida en las declives del cadáver”.
Se trata de un fenómeno físico por acción de la gravedad y en virtud del
cual, después de la muerte, la sangre que se encuentra en el interior de los
vasos, se dirige al plano más declive del cuerpo. Por ello, cuando el
cadáver está en decúbito dorsal, se observa en el plano posterior del
cuerpo y viceversa. Ello indica que las livideces se presentan en el plano
anatómico que está en contacto con el de apoyo del cadáver.
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Los autores alemanes del siglo XIX llamaban a las livideces manchas de
posición, debido a que constituyen –según consideraban- un signo
precioso para establecer la actitud en la que se encontraba el cadáver en
el momento en el que el mismo se enfrió.
V. Balthazard, al igual que A. Lacassagne, refieren que en quince mil ciento
cuarenta y seis cadáveres examinados por M. Mollaut, verificador de
defunciones en París, las livideces no faltaron jamás. Ellas constituyen un
excelente signo de la muerte.
Hofman observó que en tres sujetos fallecidos por hemorragia no se
presentaban.
Pero Lacassagne afirma que siempre las observó, aún en los individuos
fallecidos por hemorragia, aclarando que en estos casos son menos
visibles y menos numerosas.
En la bibliografía consultada –extensa por cierto- encontramos que sólo
dos autores refieren que algunos cadáveres no las presentaban, refiriendo
que en especial ocurren en personas anémicas, seniles y algunos lactantes
(Bernard Knight, en Medicina Forense, de Simpson).
Por su parte, Reinmann y Prokop dicen “se observa ausencia de livideces
cadavéricas en los desangrados (ruptura de la trompa en el embarazo
exrauterino), o por la formación débil y retardada en los anémicos. En las
anemias hemolíticas fulminantes puede faltar del todo.”
Bonnet, al considerar la constancia de las livideces cadavéricas, refiere: A
veces su aparición tardía o su escaso número han hecho decir a ciertos
autores que hay casos en los cuales las livideces cadavéricas no aparecen.
Sin embargo, esto no es así. Podrán ser de mayor o menor intensidad,
pero siempre se producen.
En nuestra experiencia, independientemente de cualquier variable, las
livideces se forman en todos los casos, sin excepción, por ello es un signo
constante.
Resulta sumamente interesante saber que Orfila (traducción española de
la 4ª edición francesa, del año 1847), no menciona en absoluto las
livideces cadavéricas.
Los autores indican distintos momentos de aparición de las livideces:
Thoinot, gran precocidad, y refiere media hora. Hofman asigna
igual tiempo.
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Trezza, de veinte a cuarenta minutos.
Gisbert Calabuig y Verdú Pascual, de veinte a cuarenta y cinco
minutos.
Lancís y Sánches y colabs. (escuela cubana), cuarenta y cinco
minutos.
Vincent J. M. Di Maio y S. E. Dana , una hora.
Genival Veloso de França y Knight, dos a tres horas.
Gonzáles Torres, Hofman, Lecha Marzo, Raffo, Strassman y Vibert,
tres horas.
Puppo Touris, entre las dos y las seis horas.
Nerio Rojas y Fernández Pérez, entre tres y seis horas.
Arturo Carrillo, Helio Gómez y Maschka, tres a cuatro horas.
Simonin, de tres a cinco horas.
Legrand De Saulle y Tourdes, cinco horas.
Borri, Cevidalli y Leoncini, seis horas, promedio del límite mínimo
de las tres y el máximo a las nueve horas.
Nuestra experiencia indica que comienzan a formarse, en términos
generales, alrededor de una hora después de la muerte, se generalizan a
las seis horas, y si se mueve el cadáver, merced a la acción de la gravedad,
se comienzan a formar a nivel del nuevo plano de apoyo, ocurriendo lo
que se llama fenómeno de transposición de las livideces, lo que ocurre
hasta las doce horas después de la muerte, momento en que se produce la
fijación de las livideces. En estos casos, el cadáver presenta livideces en
planos diferentes, muchas veces opuesto entre sí.
Este fenómeno, muchas veces adquiere relevancia, toda vez que indica
que el cuerpo ha sido cambiado de posición por alguien y puede ocurrir
que haya sido el propio autor del hecho delictivo a investigarse.
Resumiendo, la importancia medicolegal que tienen las livideces radica en
que:
Constituyen un signo de certeza de la muerte.
Permiten determinar la posición que tenía el cadáver al producirse
la muerte, si es que no fue cambiada la misma.
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En su caso, son un valioso signo de que el cuerpo ha sido cambiado
de posición muy poco después de acaecer la muerte, ello es, antes
de las doce horas, en que se fijan.
Momento de fijación de las livideces. De acuerdo con los diversos autores,
las opiniones son las siguientes:
Dardo Echazú y Sydney Smith, después de unas seis horas.
Werner U. Spitz, de ocho a doce horas.
Aso Escario y colabs., entre las diez y las trece horas.
Ramírez Cobarrubias, diez horas.
Gisbert Calabuig, Verdú Pascual y Villanueva Cañadas, entre las diez
y las doce horas.
Lancís y Sánchez y colabs. (escuela cubana), Genival Veloso de
França, Reinmann y Prokop y Fraraccio, doce horas.
Bonnet y Machka, de doce a catorce horas.
Fernández Pérez, Baima Bollone, González Torres, Helio Gómez,
Nerio Rojas y Thoinot, de doce a quince horas.
Puppo Touriz y colabs., después de las doce horas.
Raffo, quince horas.
Fernando C. Trezza, dieciocho horas.
Arturo Carrillo, veintitrés horas.
Vargas Alvarado dice que después de las veinticuatro horas no se
forman nuevas livideces y las existentes no desaparecen.
Simonnin refiere que después de treinta horas las livideces son
persistentes.
Di Maio y Dana dicen que el tiempo que tardan las livideces en
hacerse fijas es variable y depende del tiempo que tarde el cuerpo
en comenzar a descomponerse, lo cual, obviamente, se encuentra
relacionado en gran medida con el ambiente.
Tourdes, treinta horas.
Resulta interesante destacar que Lacassange, así como Vibert, no
mencionan cuándo, conforme su experiencia, se fijan las livideces.
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Mi experiencia me han demostrado que la fijación de las livideces, se
produce doce horas después de la muerte.
Una cuestión que no debe descuidarse, pues puede llevar a errores, es el
hecho de que las livideces no se presentan en los lugares que son objeto
de presión sobre la superficie corporal. En efecto, no se presentan en el
cuello si el cadáver tiene una corbata y por ello no debe interpretarse que
se trata de una violencia ejercida a dicho nivel. Lo mismo con los corpiños
(sostenedores) en las mujeres, de igual manera, las ligas, así como los
cinturones.
En el cadáver constatamos si existen o no livideces, si están generalizados
o no, si desaparecen o no a la vitropresión o por el contrario no, indicando
ello que ya se han fijado.
También es importante, controlar la coloración de las livideces, ya que, por
ejemplo, en los casos de muerte por intoxicación con monóxido de
carbono, en lugar de ser violáceas (su color normal) se presentan de color
rosado.
PUTREFACCIÓN CADAVÉRICA
GENERALIDADES
Una vez producida la muerte, finaliza la protección o defensa que los
procesos vitales determinan en todas las personas.
A raíz de ello, se produce una proliferación inmediata e intensa de la flora
microbiana que normalmente existe a nivel intestinal. La misma se
extiende hacia las zonas vecinas y a través de la red venosa vascular y
linfática. Entre tanto, los tejidos conserven oxígeno, proliferan las
bacterias aerobias, y al cesar la existencia de aquél, hacen lo propio los
anaerobios.
Brouardel, hace más de un siglo, realizó trabajos de investigación
perforando el abdomen de cadáveres, y utilizando la llama de una vela
observó que:
En el primer día los gases que salían no eran inflamables. Explicó
ello en virtud de que eran producto de las bacterias aerobias
productoras de gas carbónico.
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Del segundo al cuarto día, eran inflamables. Lo atribuyó a las
bacterias aeróbicas, las facultativas, productoras de hidrógeno, con
capacidad inflamable.
Desde el quinto día en adelante, no eran inflamables, debido a la
producción de azoe, hidrógeno y sustancias amoniacales.
Como bien dice Verdú Pascual “…la putrefacción cadavérica es el
procedimiento mediante el que los componentes orgánicos e inorgánicos
del cuerpo se reintegran al ciclo de la vida. Para que este hecho se
produzca, es necesaria la participación de otros organismos vivos que
también se encuentran en el ciclo de la vida, aunque en una fase distinta a
la que el cuerpo que, en putrefacción, le sirve de alimento. La cadena
trófica en la naturaleza es la sucesión de los distintos seres vivos en que
uno de ellos se alimenta del otro.”
El proceso de putrefacción del cadáver integra esta cadena trófica, y es
provocado por dos tipos de agentes:
Los internos: aerobios obligados, microaerobios, anaerobios
facultativos, anaerobios obligados y anaerobios aerotolerantes.
Los externos: pueden ser invertebrados, sea arácnidos, crustáceos
miriápodos o insectos, siendo estos últimos aproximadamente el
85% de las especies que los autores mencionan en los estudios
sobre putrefacción cadavérica.
Este proceso provoca, tal como dicen López Gómez y Gisbert Calabuig,
“una verdadera desintegración de las complejas moléculas que forman la
sustancia orgánica, que se transforman en cuerpos simples, e incluso
elementos minerales”.
Desde hace tres siglos numerosos autores se han venido ocupando de la
putrefacción cadavérica (entre ellos Bacon, Baecher, Pringue, Godard,
Bordenave, Gay Lussac, Fourcroy, Gunzt, Hildembrand, Thoure, Chevreul,
Mateucci, Mosati, Boussingault, Smith, Gibbes y Boissieu).
Tan es así, que se planteaba la pregunta de si era o no posible que pudiera
verificarse la putrefacción durante la vida. Esta cuestión fue estudiada por
Gay-Lussac, quien afirmó que no era posible; pese a ello, Fourcroy y Guntz,
decían que sí era posible.
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Fourcroy, en su libro Sistema de los conocimientos químicos, en el t. IX,
dice: “La sustancia animal se reblandece si es sólida, y si líquida se vuelve
más tenue; su color se muda y tira más o menos al rojo oscuro o al verde
subido; su olor se altera, y habiendo sido al principio fastidioso y
desagradable, se convierte después en fétido e insufrible”. Continúa:
“Mézclase muy luego un olor amoniacal al primero, y le quita su
hediondez; pero esto no es más que temporal, mientras que el olor
pútrido, existiendo antes, permanece y subsiste durante todas las fases de
la putrefacción. Los líquidos se enturbian y se llenan de copos; las partes
blandas se funden en una especie de jalea o putrílago; se observa un
movimiento lento, una hinchazón ligera que alza la masa y se debe a las
burbujas de los fluidos elásticos que se desprenden con mucha pausa y en
cortas cantidades a la vez. Además del reblandecimiento general de la
parte animal sólida, fluye una serosidad de diversos colores que va poco a
poco en aumento”.
Finaliza Fourcroy: “La materia animal se funde lentamente, la hinchazón
leve cesa, la materia se deprime, el color se oscurece, y al fin el olor se
vuelve a menudo como aromático, aproximándose al que se ha llamado
ambrosíaco; por último, la sustancia animal disminuye más en su masa, sus
elementos se evaporan y disuelven, y no queda más que una especie de
tierra grasienta, viscosa y todavía fétida”.
Esta descripción que tiene una antigüedad de dos siglos, es completa,
magistral, y tiene plena vigencia, pues representa lo que realmente acaece
en el proceso putrefactivo que se desarrolla al aire libre.
Orfila efectuó numerosos trabajos al respecto y los considera en su
Tratado de las exhumaciones jurídicas, así como integró su disertación
inaugural cuando asumió como profesor de la Facultad de Medicina de
París en el año 1819, a los 32 años de edad.
Boissieur, citado por Orfila, divide el proceso putrefactivo en cuatro
tiempos:
Tendencia a la putrefacción.
Putrefacción incipiente.
Putrefacción adelantada.
Putrefacción concluida.
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La putrefacción según Bonnét, tiene tres periodos:
Cromático.
Enfisematoso.
Reductivo.
Por su parte, Gisbert Calabuig considera: “La putrefacción evoluciona en el
cadáver en cuatro fases o periodos bien caracterizados:
Periodo colorativo o cromático.
Periodo enfisematoso o de desarrollo gaseoso.
Periodo colicoativo o de licuefacción.
Periodo de reducción esquelética.”
El maestro Vargas Alvarado, así como Genival Veloso de França, coinciden
con Gisbert Calabuig.
A su vez, Fernando C. Trezza, considera las siguientes etapas:
Periodo cromático.
Periodo enfisematoso.
Periodo colicoativo.
Periodo reductivo, al que divide en:
- Fase de esqueletización.
- Fase de descalsificación y pulverización.
Teke Schlicht divide el proceso en dos etapas:
“La primera que indica con la mancha verde y continúa con la distensión
abdominal o provocada por los gases (meteorismo abdominal) y sigue con
la formación de flictenas o ampollas cutáneas.
La segunda, que comprende la putrefacción gaseosa y finaliza con la
licuación de los tejidos”.
La putrefacción es, desde el punto de vista químico, un proceso
fermentativo que provocan los gérmenes en las materias orgánicas del
cadáver, a raíz del cual se produce una verdadera desintegración de las
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moléculas complejas que conforman la sustancia orgánica,
transformándose en cuerpos simples así como elementos minerales.
Intervienen en la misma, procesos de reducción y de oxidación,
predominando los primeros y generando gran cantidad de gases fétidos.
Los procesos oxidativos son de menor duración en virtud de que quedan
abolidos cuando se consume el oxígeno necesario por los gérmenes
aerobios, que producen gases menos fétidos.
Ambos procesos actúan sobre las albúminas, los lípidos y los glúcidos.
El resultado de este proceso de descomposición putrefactiva es la
producción de sustancias mucho más simples. Entre las mismas podemos
encontrar:
Ácidos, tales como el acético, fórmico, butírico, propiónico,
plamítico, oleico, valérico, protónico, láctico, acrílico, glucocólico,
succínico, oxálico y leucínico.
Gases, como amoniaco, hidrógeno, anhídrido carbónico, metano,
ácido sulfhídrico y nitrógeno.
Sales de amonio, sulfuro y carbonato amónico.
Lactosas (valerolactona).
Cuerpos aromáticos carentes de nitrógeno, tales como el fenol,
paracresol, ortocresol, ácido fenilpropiónico, ácido fenilacético e
hidroparacumárico.
Ácidos aminados, como glicocola, tirosina y leucina.
Finalmente ptomaínas.
Fue Selmi, en el año 1876, quien por primera vez empleó el vocablo
ptomaína. Con el mismo designó una mezcla de sustancias extraídas de los
residuos putrefactos de los cadáveres, de carácter básico. Estas sustancias
tienen un comportamiento, desde el punto de vista químico, como ciertos
alcaloides, por lo que también se llaman alcaloides cadavéricos, no siendo
necesariamente tóxicas. Se debe tener presente que, por esta condición, a
veces se prestan a interpretaciones confusas en la práctica de las
peritaciones toxicológicas.
Brieger y Kijanizin, citados por Gisbert Calabuig, ha precisado algunos de
estos alcaloides, toda vez que han sido identificados diferentes grupos de
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ellos, desde el punto de vista químico, conforme las condiciones en que se
desarrolla la putrefacción.
Estos autores determinaron que la existencia o inexistencia de oxígeno
incide en la naturaleza de las ptomaínas, produciéndose en mayor
cantidad, pero alterándose más rápido cuando existe oxígeno. Si falta
oxígeno, y por ello actúan los gérmenes anaerobios, su presencia es más
escasa, pero son más resistentes y más tóxicas.
La temperatura óptima para que se produzcan es de 20° a 23°C, pero es
posible también entre 0° y 30°C.
Entre los dos y cuatro días del proceso putrefactivo son identificables las
ptomaínas, aumentando hasta su máximo entre los diez y veinte días,
disminuyendo luego, y cuando está muy avanzado el proceso se detectan
muy débilmente.
Estos alcaloides cadavéricos se originan en las primeras etapas de la
putrefacción de las sustancias albuminoideas.
EVOLUCIÓN DE LA PUTREFACCIÓN CADAVÉRICA
Consideraremos la evolución del proceso, siguiendo el criterio de la mayor
parte de los autores, que lo dividen en cuatro etapas, periodos o fases.
a) Periodo cromático o colorativo.- Se inicia comúnmente entre las
veinticuatro y las treinta y seis horas después de la muerte. Comienza
cuando se evidencia el primer signo objetivo del proceso, ello es, la
mancha verde, que en primer término se localiza en la piel de la pared
abdominal, en la fosa iliaca derecha, y luego se extiende a todo el cuerpo.
De color verdoso, a raíz de irse oscureciéndose, pasa a tener un tono
pardo negruzco, matizado en ocasiones en virtud de producirse al mismo
tiempo, la hemólisis.
La causa de que la mancha verde se inicie en la zona referida, radica en
que la flora bacteriana endógena es mucho más abundante en la región
cecal (intestino grueso) y, por consiguiente, es en el ciego el lugar donde,
una vez acaecida la muerte, proliferan mayoritariamente las bacterias
(fundamentalmente bacilos coliformes y clostridiums). Los mismos poseen
enzimas, que al actuar sobre los tejidos de la zona producen ácido
sulfhídrico, tal como en 1856 establecieron Rokitanski, que ante la
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existencia de oxígeno actúa sobre la hemoglobina, formándose
sulfometahemoglobina, determinando la producción de pigmentos de
color verde.
El ciego o coecum, está localizado inmediatamente por debajo de la pared
abdominal anterior, en la región antes mencionada, y además sus paredes
tienen menor espesor que las del intestino delgado, por lo cual cede con
mucho mayor facilidad a consecuencia de la presión de los gases y da lugar
a la producción de dicha mancha verde.
Esta etapa se extiende varios días y poco a poco se agregan a la misma, los
fenómenos que caracterizan la segunda etapa.
El momento de aparición de la mancha verde que establecimos
precedentemente, entre las veinticuatro y las treinta y seis horas después
de la muerte, varía principalmente en función de la temperatura del lugar
donde se encuentra el cadáver, por lo que según nuestra experiencia, en
los casos de temperaturas entre los 15°C y 20°C, se presenta a las treinta y
seis horas.
Otros autores indican:
Vargas Alvarado, 20 a 24 horas.
Verdú Pascual, 24 horas.
Teke Schlicht, 24 horas.
Gisbert Calabuig 24 horas.
Trezza, 24 a 48 horas.
Reinman y Prokop, 48 a 72 horas.
De todas maneras, no se debe descuidar que, siendo la temperatura del
medio ambiente donde yace el cadáver la que acelera o retarda el inicio
del proceso putrefactivo, los tiempos de referencia pueden diferir en
función de ello.
Sydney Smith refiere: “Puede afirmarse que la aceleración es dos veces
mayor en el verano que en el invierno”.
El frio retarda el desarrollo de los microbios y a un grado bajo cero, según
este autor, no se inicia o se detiene el proceso putrefactivo. Por su parte,
Simonin dice que a cero grados, el proceso se detiene.
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Este último agrega que, además de la temperatura, influyen sobre la
putrefacción, dificultándola, la acidez, el calor seco, el exceso de humedad
de los suelos arcillosos, o del agua donde se encuentra el cadáver.
En cambio, la aceleran la tierra vegetal, algo húmeda y caliente, y sobre
todo los abonos.
Por otra parte, las condiciones particulares del cadáver, influyen
notoriamente en la putrefacción:
1) La edad.- El proceso es más rápido en los niños y más tardío en
los ancianos, mientras que en los adultos es intermedio.
En el caso de los fetos, así como de los nacidos muertos, que obviamente
no han respirado, y tampoco realizado movimientos de deglución, ni haber
ingresado oxígeno, por no existir bacterias intestinales, la putrefacción
comienza por la actividad de los gérmenes externos que penetran al
cuerpo a través de los orificios nasales y la boca. En el caso de los recién
nacidos que no han sido alimentados, el proceso se desarrolla con gran
lentitud, debido a la escasa existencia de microorganismos en su tubo
digestivo o en sus pulmones. Dice Sydney Smith: “Es extraordinario el
aspecto de frescura de estos cadáveres después de largos periodos, y
hasta puede suceder que transcurridos doce o catorce días, no ofrezcan
señales visibles de putrefacción.
2) Constitución física.- Los individuos obesos entran en
putrefacción más rápidamente que los flacos.
3) Ropas.- Sydney Smith dice: “Es curioso observar cuánto más
lentamente se pudren los cadáveres vestidos, y en particular por los sitios
donde las prendan oprimen, como bajo el corsé, el cinturón y los tirantes,
así como por los pies si tienen medias y calzado. Cuando la putrefacción
no se verifica por igual, las partes correspondientes a prendas ceñidas
presentan un aspecto de relativa frescura. En los casos de estrangulación
(ahorcadura), en que permanece en el cuello la ligadura, los tejidos por
esta oprimidos pueden ser examinados fácilmente aunque la cara y el
tronco estén hinchados y enfisematosos”.
4) Se debe tener presente que los cadáveres que permanecen
envueltos en bolsas plásticas mediante las que fueron transportados, o se
emplearon para ocultarlos, al estar protegidos por las mismas los
conservan y retardan o impiden el comienzo del proceso.
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5) También, el comúnmente realizado empleo de cal, que se hace
con el objeto de impedir que se perciba el olor, inhibe la acción de las
bacterias y, por ende, retarda la putrefacción.
6) Lesiones y mutilación.- Los cadáveres que presenten estas
características, ello es, han sido sometidos a violencias, vitales o
postmortem, se pudren más rápidamente, en virtud de la facilidad con que
los organismos logran acceder a través de las partes injuriadas. Se trata de
verdaderos locus minorae resistentiae putrefactivos.
En las mutilaciones, principalmente si se verificaron mientras la sangre era
fluida, la putrefacción de las extremidades es muy lenta, al propio tiempo
que la del tronco es más rápida que lo normal. Por ello, esta diferencia
que puede llegar a ser considerable, tiene posibilidades de conducir al
error de considerar que se trata de partes pertenecientes a diferentes
cuerpos. La razón radica en el hecho de que los miembros, al carecer de
sangre, entorpecen el acceso a ellos de los microorganismos intestinales.
Por su parte, el tronco evoluciona normalmente merced a la acción de los
gérmenes intestinales y pulmonares.
7) Causas patológicas.- Cuando la muerte obedece a diferentes
patologías del sujeto previas al deceso, también inciden sobre la evolución
de la putrefacción. Gisbert Calabuig establece dos grandes grupos, el de
putrefacción precoz e intensa, y aquel en que el proceso se retarda:
Putrefacción precoz e intensa:
Heridas graves.
Focos extensos de contusiones.
Enfermedades sépticas, por cuanto proporcionan abundante
materia prima bacteriana.
Muertes tras lentas agonías, ya que la bacteriemia agónica da
origen a una diseminación de los gérmenes que aumentan los
puntos de ataque.
Otras causas de muerte (asfixia, insolación, fulguración, anasarca,
son también causa de intensos procesos putrefactivos).
Putrefacción retardada
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Grandes hemorragias, por sustracción del medio de cultivo
bacteriano, que es también el medio de generalización de los
gérmenes.
Intoxicación por el óxido de carbono, el ácido cianhídrico (Malvoz)
y el arsénico.
Enfermedades que cursan con deshidratación intensa.
Tratamientos con antibióticos a dosis elevadas, previos a la muerte,
dificultan la marca de la putrefacción al reducir considerablemente
la flora bateriana.
La mancha verde, también puede presentarse en otras regiones
topográficas.
En los fetos, por las razones ya referidas, comienza por la cara, el cuello y
la mitad superior del tórax.
En los fallecidos por asfixia por sumersión, se inicia en el cuello y en la
parte superior del tórax.
En los ahorcados, que permanecen suspendidos, predomina en la cara y en
el cuello.
En el caso de las lesiones supurativas, gangrenosas y neoplásicas, se inicia
en la zona correspondiente a las mismas.
En los casos de lesiones traumáticas internas, sin solución de continuidad a
nivel cutáneo, se inicia en las zonas próximas a dichas lesiones internas.
b) Periodo enfisematoso o gaseoso.- Se distingue en virtud de que
se desarrollan en el cadáver gran cantidad de gases debidos a la acción de
las bacterias anaerobias, que lo abomban y desfiguran a raíz del enfisema
putrefactivo generalizado que provocan. Por ello se desfiguran la cara y la
identificación del cadáver puede llegar a ser imposible.
Dicho enfisema abarca toda la totalidad del tejido celular subcutáneo. La
piel, al igual que los órganos macizos, adquieren aspecto y consistencia
esponjosa. La cabeza se hincha y por eso se deforma, los ojos protruyen a
través de las órbitas y además existe proyección exterior de la lengua. El
tórax y el abdomen se encuentran distendidos. Los párpados, los labios, el
cuello, la vulva, y las mamas, en los casos de las mujeres, se ven
considerablemente aumentados de tamaño.
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El pene y el escroto pueden llegar a tener volúmenes realmente
monstruosos.
Por ello, en esta etapa, el volumen corporal puede llegar a ser dos veces
mayor, o poco más, que el que en vida tenía el fallecido.
La gran producción de gas también se acumula en el interior de las
cavidades torácica y abdominopélvica, y determina un aumento
considerable de la presión.
En virtud de ello se presenta diferentes signos:
La sangre localizada en las zonas referidas, debido a la intensa
presión ejercida por los gases, es empujada hacia las zonas periféricas,
determinando una verdadera circulación postmortem, la clásica
circulación postmortem de Brouardel, determinando que las venas
superficiales estén repletas de sangre, que ha sido expulsada de las
vísceras. Recordemos que esta circulación tiene su primer estadio cuando,
debido al rigor mortis se contrae el ventrículo izquierdo y la musculatura
lisa de las arterias. Y, en esta etapa, se potencia notoriamente y provoca
la difusión de los gérmenes putrefactivos. Dicha red venosa se ve
acentuada por la difusión de los pigmentos hemoglobínicos.
La mancha verde, que al iniciarse el proceso estaba localizada en la
fosa iliaca derecha, en forma progresiva se va extendiendo al resto del
cuerpo, y cambia de color, mostrándose rojo parduzca negruzca, y
compromete también las zonas de asiento de las livideces.
Al ejercer presión sobre el estómago, los gases a veces logran
expulsar el contenido del mismo a través de la boca. Por la misma razón
las vías aéreas y los pulmones pueden expulsar sus secreciones y otros
contenidos a través de los orificios nasales y la boca.
A nivel abdomino-pélvico, la acción de presión ejercida por los
gases a veces provoca la salida de materias fecales y de orina. Bonnet
describe y hasta agrega una fotografía, de un caso de parto-postmortem,
ello es, salida de un feto por esta causa.
Este segundo periodo se extiende durante varios días y, en ocasiones, llega
a las dos semanas.
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c) Periodo colicuativo.- A nivel de la piel se presentan ampollas o
flictenas de tamaño variable, que se va uniendo entre sí o aumentando su
tamaño, llegando algunas de ellas a ser enormes, cuyo contenido es
gaseoso así como sanioso, de un líquido pardo o verdoso provocado por la
trasudación de serosidad sanguínea hemolizada a través de los vasos.
Debido al incremento de su tamaño y contenido, estas ampollas
comienzan a romperse espontáneamente, y en su caso, se rompen muy
fácilmente, sea al ejercer presión o al deslizar los dedos sobre las mismas,
al igual que cuando el cadáver es arrastrado.
Por ello, la dermis de coloración rosada y levemente amarronada, queda al
descubierto.
Gisbert Calabuig refiere que las zonas dérmicas húmedas que quedan al
descubierto pueden ser confundidas con quemaduras de segundo grado.
Pensamos que tal diagnóstico no refiere dificultad alguna si se recurre al
estudio histopatológico, que certificará el carácter no vital de las mismas,
al propio tiempo que el análisis químico del contenido hará otro tanto.
La epidermis, en la palma de las manos y en la planta de los pies, primero
se arruga, para desprenderse después. En estos casos puede producirse el
desprendimiento en bloque, llamado en guante o en media.
Los pelos y las uñas caen; no obstante ello, son muy resistentes al proceso
putrefactivo.
Este primer estadio de la fase colicuativa se extiende de dos a tres
semanas.
A continuación, da comienzo el segundo estadio del periodo colicuativo,
que tiene una duración de ocho a doce meses. El color de la superficie
cutánea se va oscureciendo de forma progresiva hasta llegar a tener un
color pardo o verde-negruzco.
Debido a la intensa presión ejercida por los gases, sumada al notorio
deterioro de las partes blandas, determina roturas o estallidos
espontáneos de las mismas, lo que también sucede por las necesarias
maniobras, que obviamente, son provocadas en el momento de practicar
la necropsia. Por tal razón se produce una salida o verdadera fuga de
gases putrefactivos, en virtud de la cual el volumen alcanzado por el
cadáver en la etapa precedente disminuye notablemente. Se desnuda el
cráneo, los ojos se hunden, se aplastan las alas de la nariz, a la par que se
destruyen las partes blandas de la cara.
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A nivel de la pared abdominal se presentan, por lo referido, soluciones de
continuidad. Todos los órganos se encuentran reblandecidos y de ellos
emana una serosidad sucia.
d) Periodo de reducción cadavérica o esquelética.- Lentamente, la
totalidad de las partes blandas cadavéricas van desapareciendo al sufrir
licuefacción y transformarse en putrílago. El extenso análisis de muy
numerosa bibliografía nos permitió saber que el primer autor que utilizó la
palabra putrílago fue Fourcroy, hace dos siglos, cuando en su trabajo
referido a la putrefacción consigna: “Las partes blandas se funden en una
especie de jalea o putrílago”.
Este proceso se extiende entre dos y cinco años. Existen tejidos que
resisten más al mismo, siendo tales los cartílagos, los ligamentos, el tejido
fibroso, de manera tal que el esqueleto se mantiene unido a lo largo de
todo este periodo, para llegar, al fin, a la destrucción de dichos tejidos.
En la región cefálica, las rejas y las mejillas son las que más resisten, y
finalmente, quedan restos en la región malar. Al final del periodo, por lo
antes referido, la cabeza se desprende del tronco.
El tórax, hacia el fin de esta fase se deprime, las costillas se desinsertan y,
a veces, el esternón también se separa en sus segmentos, que son tres en
el adulto (presternum o mango, mesosternum o cuerpo y xiphisternum o
apéndice xifoides).
Ambos pulmones presentan numerosas vesículas pútridas, de tamaños
desiguales, mientras que el corazón, la tráquea y los bronquios resisten
más y pueden ser reconocidos durante mucho más tiempo.
La pared abdominal en poco tiempo se deprime y excava, uniéndose a la
columna vertebral. El bazo y las glándulas suprarrenales son las primeras
que se desintegran, y otros órganos resisten mucho más tiempo. El
aparato digestivo, en términos generales, puede mantenerse
aproximadamente un año y medio. El hígado sigue a los mismos y los
riñones permanecen más tiempo.
Consideración especial merece el útero, que es uno de los órganos más
resistentes, en virtud de lo cual es posible establecer la existencia de
signos de maniobras abortivas, a la par que determinar el sexo del
cadáver, aun en los casos de estar muy avanzado este periodo de
putrefacción.
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Por último, como resultado del proceso, la totalidad de estos órganos
queda reducida a restos informes, constituyendo una materia parda
oscura, que se adhiere a ambos lados de la columna vertebral, siendo
imposible determinar los diferentes órganos que la componen, y
conforman el ya referido putrílago.
Por último, también desaparecen estos restos indiferenciados y se llega a
la equeletización, acaeciendo ello alrededor de cinco años después de la
muerte. Ello, sin descuidar que si el cadáver ha estado expuesto al aire
libre y a la acción de predadores, se acelera el proceso, y si por el
contrario, ha estado en un lugar a resguardo, puede suceder que no se
llegue a la esqueletización total.
El estado de esqueletización se mantiene durante décadas, y merced a la
lenta pérdida de los constituyentes minerales de las piezas óseas, en
especial las sales de calcio, comienzan a ser frágiles y papiráceas, llegando
a fragmentarse –cuando ocurre- en pequeños trozos.
Finalmente, se llega a la etapa de pulverización, que constituye la etapa
final del proceso putrefactivo, ocurriendo después de varias décadas de la
muerte.
No pocas veces, el hallazgo de un cadáver al aire libre, en pleno verano,
expuesto a la alta temperatura del medio, así como en pequeñas
habitaciones ubicadas en las azoteas de las casas, con techo de chapas de
zinc, genera dudas en el médico legista, ya que se ve sorprendido por el
avanzado estado de putrefacción, debiendo tener siempre presente que
en estos casos, el proceso putrefactivo quema etapas, observando signos
característicos del mismo, que, en las condiciones clásicas, representa un
tiempo mucho mayor de ausencia de vida.
Se acepta unánimemente la denominada regla de Casper, según la cual, a
igual temperatura, los signos de la putrefacción tienen la siguiente
correspondencia:
a) Una semana al aire libre.
b) Dos semanas en el agua.
c) Ocho semanas en la tierra.
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Por otra parte, no todos los cadáveres entran en putrefacción siguiendo
puntualmente todo lo que se ha referido. Hay características individuales,
antes analizadas, que determinan los tiempos de comienzo y de evolución
putrefactiva.
Orfila refiere: “Los cadáveres enterrados en la misma época se pudren con
diferente rapidez, quedando unos reducidos a esqueletos cuando los
demás se hallan enteros o empiezan apenas a sufrir la descomposición
pútrida”.
Lecha Marzo dice: “Dos cadáveres no se pudren jamás de la misma
manera, aún cuando la putrefacción tenga lugar en el mismo medio”.
L. Thoinot cita un caso persona, consignando: “Un hombre y su querida
sucumben con pocos segundos de diferencia en su cama por un disparo
por arma de fuego en la cabeza por mano de la hija de aquella. Ambos
cuerpos permanecen el mismo tiempo en la estancia y son conducidos
juntos a la morgue. En la autopsia practicada a los dos días, el cadáver de
la mujer se conserva fresco como si la muerte fuese reciente, mientras que
el del hombre se encuentra verde, abotagado, en una palabra, con todas
las señales de una putrefacción avanzada”.
Teke Schlicht se refiere a los inconvenientes de la putrefacción desde un
punto de vista médico legal y consigna:
Altera las lesiones traumáticas.
Altera las características principales para la identificación.
Dificulta la determinación de la causa de la muerte.