Post on 17-Sep-2015
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Lengua y Literatura 2 Bachillerato
Los girasoles ciegos, de Alberto Mndez. [Nota: los nmeros romanos hacen referencia a los respectivos relatos; los arbigos, a la pgina en la edicin de Anagrama]
1. Derrota y silencio: Que la herida abierta por la guerra civil sigue sin cicatrizar lo demuestra el enorme inters que en diferentes manifestaciones artsticas sigue suscitando como marco histrico
o como asunto central. Es en esos tiempos de lo incomprensible (IV, 120), en la extrema dureza
de la primera posguerra, donde Mndez ubica sus cuatro historias (significativamente, en el ttulo
de cada uno de los cuatro relatos aparece la etiqueta derrota; aun perteneciendo al bando
vencedor, el capitn Alegra no quera formar parte de la victoria; I, 17) para erigirse en voz de
los vencidos (lejos, no obstante, de caer en el maniquesmo de buenos y malos: Tendremos que
elegir entre ganar una guerra o conquistar un cementerio [I, 13]; Cmo unos muertos podan
pedir explicaciones a otros muertos [III, 81]; A pesar de que hoy he visto morir a un comunista,
en todo lo dems, padre, he sido derrotado [IV, 105]) y revelar la historia de cuatro fracasos
(pese a ser ficticios, parece ser que las historias narradas no distan mucho de hechos reales
conocidos por el autor en el exilio), que lo son por diferentes motivos (la desercin del bando de
los vencedores, la huida, la invencin de la realidad ajena en aras de salvar la vida propia as
como la ocultacin y el miedo a hablar), si bien en todos ellos es reiterado el sentimiento
desolador, no solo por las circunstancias vitales de cada uno de los personajes, sino por la miseria
moral de un mundo en el que todo era real pero nada verdadero (IV, 133), donde se impone,
sobre el valor de la memoria reciente, un silencio que solo escucha verdades oficiales Una de las
cosas que ms sorprende es que, inevitablemente, todos tenamos recuerdos de la guerra civil, del
cerco de Madrid, de los acosos de las bombas y de los obuses. Sin embargo nunca hablbamos de
ello. / En el colegio, Franco, Jos Antonio primo de Rivera, la Falange, el Movimiento eran cosas
[] que haban cado del cielo [] para devolver a los hombres la gloria y la cordura. No haba vctimas, eran hroes, no haba muertos, eran cados por Dios y por Espaa, y no haba guerra
porque la Victoria, al escribirse con maysculas, era algo ms parecido a la fuerza de la gravedad
que a la resolucin de un conflicto entre hombres (IV, 130). No se trata tanto de que la guerra
imponga la imposibilidad de hablar (como le ocurre a Ricardo Mazo; IV, 138) pese a la tenacidad
del miedo (II, 49), sino de que los silencios y oscuridades (IV, 116), cuando no la monodia
enferma (cf. los das finales de Ceballos o del Rorro), termina por ser la solucin ms cmoda (en
el caso de Lorenzo nio, refugiarse en el secreto; IV, 145) frente a unos tiempos en que la
palabra era importante (IV, 132)
2. El testimonio de los vencidos: Creo que no somos un pueblo maldito. Eso sera echar la culpa a otros (III, 83). Las palabras del periodista Cruz Salido (cuya supervivencia le es
encomendada a Juan Senra) son indicativas de la actitud que mantiene el escritor, ms all de la
visin parcial de las diferentes voces de cada relato. As, en cada uno de ellos se entremezclan
diferentes puntos de vista (sealados con diferente tipografa), que alternan desde el discurso en
primera persona (manuscrito encontrado de Eulalio Ceballos, II; notas de Juan Senra en la carta a
su hermano Luis, III; carta del hermano Salvador y recuerdo autobiogrfico de Lorenzo, IV) con
un narrador externo y omnisciente (quien encuentra esos papeles desperdigados que funcionan a
la manera de la intrahistoria unamuniana; con alguna variante, como el interrogatorio al capitn
Alegra I-, en primera persona del plural). As pues, el recurso del manuscrito encontrado (tcnica de origen cervantino) dota a cada una de las historias de una verosimilitud que las acerca
al lector, al tiempo que suponen un esfuerzo por reconstruir los registros y el vocabulario de los
primeros aos cuarenta (desde el engolamiento afectado de Salvador en IV a los arrobamientos
lricos de Ceballos en II, sin olvidar la creatividad lingstica de la carta de Senra: amortesa,
suavumbre, desperpecho; III, 94, que quiere transcribir el lenguaje de mis sueos para
descubrir desengaado que se trata del idioma de los muertos), rasgo que manifiesta una voluntad
de estilo de verdadera altura literaria.
Lengua y Literatura 2 Bachillerato
Resulta asimismo relevante (en un estrato intradiegtico) la relacin de los propios personajes
con su lengua; los horrores de la Guerra Civil alteran no solo la manera de hablar o pensar de los
distintos personajes, sino la manera en que aquella configura el mundo. Basta pensar en la
repeticin alucinada del nombre del hijo muerto en el cuaderno de Ceballos (II, 56), la renuncia
del capitn Alegra a haber ganado una guerra (lo repite de manera insistente luego de su
resurreccin como prisionero en Barajas), la necesidad de escape a travs del lenguaje en la carta de Senra (cf. el ttulo del relato; III, 98) o el cuestionamiento de la validez de la memoria en
la aprehensin del mundo, pese al voluntarismo representativo, que se desprende del inicio de las
notas de Lorenzo Mazo (Todo lo que ha sobrevivido ha alterado poco a poco su recuerdo porque
su presencia real es incompatible con la derrota; IV, 106), desde nio acostumbrado a la
perversin lingstica del rgimen de Franco: Tampoco entendamos qu significaba todo
aquello, pero como todo el lenguaje era hiperblico, Cruzada quera decir guerra, rojos significaba
demonios, nacional quera decir vencedor (IV, 145) Frente a la voluntad de resemantizar el
lenguaje por parte del bando vencedor (vid. las interesantes connotaciones derivadas del empleo
de los trminos luz y oscuridad en IV, 108), los derrotados se revelan incapaces de acomodarse a
esta situacin (todos hablan un idioma extrao que no entiendo; III, 84), hasta el punto de que
cuando recordar la verdad (III, 100) es lo que conduce a Senra a la muerte.
3. Elementos cohesivos: Ms all de su consideracin independiente (la segunda de las derrotas fue premiada como relato autnomo), y adems de las concomitancias temticas y de
motivos (derrota, recuerdo y olvido, fracaso, silencio, desolacin, muerte), la aparicin de un
mismo personaje en ms de una historia confiere unidad estructural al libro. As, Carlos Alegra
(I) es compaero de celda de Juan Senra (III; cf. la historia completa del Rorro, 87-90), y es en III
donde se conoce su suicidio posterior al fusilamiento. Por otra parte, Elena Mazo es la mujer
preada con quien Eulalio Ceballos (un aprendiz de poeta que se transfiguraba recitando a
Garcilaso [IV, 115]; cf. la cita del soneto XXV en II, 46) huye en medio de la dureza de un
invierno prematuro, y es hija de Ricardo Mazo (el profesor oculto en el armario de IV, padre
tambin de Lorenzo).
4. Literatura dentro de la literatura: Dados los vnculos del autor con el mundo editorial as como su formacin acadmica, no es extrao que aparezcan referencias literarias, directas e
indirectas (en ocasiones algo obvias), de ese periodo histrico-literario. De manera sinttica, son:
I: Cita de San Juan de la Cruz (entre las azucenas olvidado, 29) en la carta que Alegra le
escribe a su amada Ins.
II: Adems del hecho de que Eulalio sea un joven poeta, se menciona que fue compaero de
trinchera de Miguel Hernndez; el protagonista tambin cita a Garcilaso, unos versos del
Romancero gitano de Lorca y a Gngora (cf. el enorme valor simblico del infame turba de
nocturnas aves [57], de la Fbula de Polifemo y Galatea, que, en sus ltimos momentos
garabatea Ceballos con un tizn en la ltima pgina de su cuaderno).
III: Cruz salido recuerda a destacados republicanos que murieron o huyeron, y habla de nuestro
Machado (83). El narrador externo tambin compara a Senra con Scherezade, puesto que
aquel va inventando una vida donde Miguel Eymar (hijo de su juez) es un hroe de la quinta
columna.
IV: Ricardo Mazo fue uno de los organizadores del II Encuentro de Escritores Antifascistas (123),
prepara en la clandestinidad una traduccin de Milton, critica a Lope de Vega (132), y lee a su
hijo Lorenzo pasajes de Lewis Carroll (151; vid. las concomitancias con la historia de Alicia
que supone el hecho de que Ricardo viva al otro lado del espejo, 148). La confesin del
hermano Salvador (que puede recordar la de ngela Carballino en San Manuel Bueno, mrtir)
est trufada de referencias bblicas veterotestamentarias (Job, Eclesiasts, Salmos) en latn.