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7/24/2019 Filadoro, Giuliani y Mazzeo. El Retorno de La Democracia La Herencia de La Dictadura y Las Ilusiones
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l
retorno a
l
democracia:
l
herencia de
l
dictadura y
las ilusiones frustradas (1983-1989)
Ariel Filadoro, Alejandra Giuliani
y
Miguel Mazzeo
Creer q/IC l a s p a la b ra s expresan f os p en sa mi en to s, c re er q u e f os p en sa mi en -
tos rigell fa volun tad, creer q ue fa oolu ntad con duce a los acon tecim ien tos
y c re er q m l os a co nt eci mie nto s S OI l c on tr ola do s p or e l alcance d e la s le ye s.
tal es la s n te si s d e /0 cOllfiallza l oit ti radical.
Enrique Fogwill (1984)
1. Introduccin
Laderro ta en laGuerra de Malvinas provoc un profundo descrdito del rgi-
men militar, Tras larenuncia del general Leopoldo Fortunato Galtieri, las Fuerzas
Armadas designaron como presidente algeneral Reinaldo Bignone, quien asu-
mi el papel de liquidador de la experiencia de la dictadura militar. Se inici
de ese modo elproceso de t ransic in hacia un rgimen pol t ico democrt ico,
signado por la crisis econmica, la desestructuracin de la tradicional matriz
sustitutiva de importaciones
y
el sostenimiento del rgimen de acumulacin
de lavalorizacin financiera, la crtica situacin por laque atravesaban los tra-
bajadores, lainstalacin del problema del desempleo, lacreciente difusin p-
blica de la verdad respecto del terrorismo de Estado y la movilizacin de los
organismos de derechos humanos.
En abril de 1983 las Fuerzas Armadas redactaron un Acta Institucional. En ella
asuman laresponsabilidad en las acciones antisubversivas
y
declaraban falle-
cidos a los desaparecidos. Buscaban evitar a toda costa una revisin de lo actua-
do
y
borrar las secuelas del terrorismo estatal. Consideraban a las prcticas ms
caractersticas de este tipo de terrorismo -la desaparicin de personas, elexter-
minio de prisioneros y latortura- como actos de servicio o gestos patriti-
cos . En esa misma linea, impulsaron una ley de autoamnista, por cual se li-
braba de toda responsabilidad a los idelogo s y ejecutores del mayor genocidio
de nuestra historia.
El gobierno militar estableci un nuevo estatuto de los partidos polticos, que
comenzaron a reorganizarse. A travs de ellos se canalizaron las expectativas de
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4 6 ARIEJ.Ill.AIXIR( I,AI.I:JANDRA GILI.I\NJ Y ~1I(;L1IJ.M,VZEO
la sociedad argentina, como qued demostrado por la afiliacin masiva d.eciu-
dadanos. Es te proceso tuvo lugar ms all de las l imitaciones de los
partidos
y
de la mayor a de los dir igentes pol t icos , muchos de ellos cmplice~, en.diver-
sos grados, de la dictadura mil itar , o sencil lamente obsoletos o visualizados
como polticamente inadecuados para un proceso democrtico, tolerante
y
res-
petuoso de los derechos.
Esto lt imo ocurr i principalmente con elPart ido ]ust icialista, dominado por
la derecha pol t ica y s indical. Lorenzo Miguel, l der de la Unin Obrera Meta-
lrgica(Uo.M) y heredero del sindical ismo vandorista, era adems vicepres~-
dente del Part ido Just icialista, siendo de hecho la mxima autor idad del part I-
do, ante la ausencia
y
el desprestigio de la titular, la ex presidente Isabel Per~.
Los principales representantes del poder sindical peronista limitaron sus.~rn-
cas a ladictadura y establecieron un dilogo con los mil itares. El pacto mili~r-
sindical fue denunciado por el radical ismo durante lacampaa electoral , pnn-
cipalmente por elcandidato presidencial Ral Ricardo Alfon~n, lo que con~-
buy a que una par te del electorado, t radicionalmente perorusta, votara la for-
mula de la UCR.
Adems, Alfonsn legit imaba su candidatura por el hecho de haber surgido de
elecciones internas en laUCR. Durante lacampaa electoral despleg un discur-
sobasado en laposibil idad de laconstruccin de un Estado de derecho y asumi
personalmente elpapel de garante de los valores republicanos. Alfonsn convoca-
ba a la sociedad a realizar una apues ta contractual , tomando laf igura del pac-
to como la fonna principa l de la po ltica. Por toco esto, en las e lecciones de
1983 el candidato de la Unin Cv ica Radical obtuvo ms de l 50 por ciento de
los v~tos y se impuso a la frmula jus ticialista integrada por talo Argentino
Luder
y
Deolindo Bit tel, que alcanz el 40 por ciento. La primera derrota del
justicialismo en elecciones libres
y
la instauracin de un bipartidismo ine~tente
con anterioridad, marcaron eltono de los tiempos iniciales del nuevo gobIerno.
Seabri un perodo que muchos de los contemporneos interpretaron como de
franca ruptura con elpasado dictatorial. La polismica idea de democracia ~are-
ca actuar como un conjuro contra los aos de plomo. Sin embargo, laherencia de
la dictadura se manifestara profunda y la sociedad que emergia de ellaera muy
distinta a la de los inicios de la dcada de 1970. Baste slo observar uno de los
datos ms significativos que presentaba el escenario poltico en 1983: la menor
incidencia relativa de fuerzas polticas revolucionarias
y
de izquierda, de gru-
pos contestatarios
y
rebeldes en el campo sindical y estudiantil. El contraste con
los aos previos algolpe del 76 era evidente, una clara constatacin de que los
principales objetivos de la dictadura militar se haban cumplido.
La democracia representativa fue lafonna que asumi lacontinuidad del proceso
econmico-socia1 iniciado por Alfredo Martnez de Hoz. La democracia termin
liJ. RETORNO \ LA Dm,fOCRACJA
(198~19 l9) 1
417
s iendo el l iberal ismo por otros medios . Enr ique Fogwill public, en mayo de
1984, un ensayo en la revista E l P o rt e o titulado La herencia cultural del Proce-
so , donde destacaba una invariante histrica de largo plazo, que seinici con la
dictadura y que continu en el perodo abierto en 1983. Propona, crudamente,
buscar elProceso en los pasadizos progresistas de los contemporneos
2. La polt ica de derechos humanos
y
la cuestin militar:
avances y retrocesos
Los organismos de derechos humanos, en particula r las Madres de Plaza de
May0 constituyeron una de las principales resistencias a la dictadura militar.
El movimiento de derechos humanos fue creciendo y consolidndose a partir de
laaper tura pol t ica en 1982. Con elretorno de lademocracia, una de las tareas
de los organismos que lo conformaban, consist i en regularizar la s ituacin
jur dica de presos pol t icos, exi liados , nios nacidos en la clandest inidad, pa-
rientes de desaparecidos con causas penales pendientes y problemas patrimo-
niales, de documentacin, etc.
Amplios sectores del movimiento de derechos humanos
y
partidos polticos
oposi tores a la ueR reclamaron la formacin de una comis in parlamentaria
bicameral, con poderes para investigar los crmenes del terrorismo de Estado.
Sin embargo, Alfonsn , en una de sus primeras medidas, cre un organismo
ligado directamente alPoder Ejecutivo, laComisin Nacional sobre laDesapa-
ricin de Personas (CONADEP), dirigida por elescritor Ernesto Sabato y otras
personalidades de la cultura
y
lapoltica . El objetivo de lacomisin era inves-
t igar y acumular pruebas sobre las prct icas del terror ismo estatal durante la
dictadura (desaparicin de personas, torturas, asesinatos, etc.), sobre eldestino
de los detenidos-desaparecidos y sobre los campos de concentracin. En menos
de un ao lacomis in reuni gran cantidad de expedientes con tes timonios de
Esteban Rodrgucx:
L o in sa ria nte d e lo po co. L os fl rm os d e l o c lllf ll ro p ol t ic o e n lo
Ar gm l in o cO l lf empor n eo ,La Plat a, l~dic iones La Grieta, 2001, p . 10.
2 Tambin cabedestaca r lapar ticipacin de: Abuelasde Plaza de Mayo, Familiaresde Des-
aparecidos y Detenidos por Razones Polticas, el Servicio de Paz yjust icia , e l Centro
de E~tudios
.C ,7:Jle~Sociales, el Movimiento I~cumnic()por los Derechos IIumanos, la
Asamblea Permanente por I()~Derechos IIurnanos, laLiga Argentina por los Derechos
dcl l Iombre y la Asociacin de Ex Detenidos y Desaparecidos, creada en 1984.
3 Entre otros, integraban la CONADEP RL'IlJiavaloro, Jaime de Ncvarcs, Grcgorio
Klimovsky y Magdalena Ruiz Guiaz, Adolfo Prez Esquivcl, premio Nobel de laPaz,
rechaz elofrc..cimicnto a formar parte de laCONADEP por considerar que debahaberse
creado una comisin parlamentaria.
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\IUI~. FII.\ XlRO.AI.I\IANDRA(;IULlANI y MIGlIl 'J. M\/,,ZEO
sobrevivientes de los campos de concentracin y de sus familiares y amigos. El
miedo an reinante en la sociedad argentina y la supervivencia parcial del apa-
rato represivo de ladictadura, nunca embestido a fondo por elgobierno radical,
hicieron que muchas personas se negaran a declarar ante la CONADEP. Los
organismos de derechos humanos estimaron en 30.000 elnmero de personas
detenidas-desaparecidas durante la dictadura mili tar y en ms de 500 los cen-
tros clandestinos de detencin (campos de concentracin).
Los militares pretendan ser juzgados por sus pares pero, ante lapresin de ~os
ofganismos de derechos humanos yde lasocieda.d as como por elco.mpr~~so
demostrado por algunos sectores del propio gobierno, los casos de violacin de
derechos humanos perpetrados por las fuerzas de segur idad fueron pasados a
tribunales civiles despus de una reforma introducida por elCongreso que esta-
bleca que el fallo de lajus ticia militar poda ser apelado, ante la C~a Fede-
ral con competencia en ellugar donde los hechos se hablan producido.
En abril de 1985 comenzaron las audiencias del juicio a las tres primeras juntas
militares. Desde ese mes hasta fin de ao, la sociedad se conmovi ante los
relatos de sobrevivientes que ponan en evidencia elgrado de barbarie ejercido
por ladictadura militar y el Estado argent ino, que mat, tortur~, viol, ~ob?
(bienes ypersonas) y que no dej derecho por avasallar. A fin de ano, los prlnO-
pales jerarcas del Proceso fueron condenad~s a.cadena perp~~a o a muchos
aos de prisin. Los procesos judiciales no selimitaron a los.militares, e~ 1986
fue extraditado Jos
Lpez
Rega, y acusado por su rol como Jefe de laTriple A.
Alfonsn estaba dispuesto a disminuir elpoder de las Fuerzas Armadas, para lo
cualpas a retiro a un conjunto de oficiales de alto rango y redujo elpresupues-
to militar. Pero fueron los juicios los que generaron la reaccin militar; Segn
laCmara, haba que avanzar en lanvestigacin, no slo teniendo en cuenta las
responsabilidades de los oficiales superiores sino tambin las de los ejecut?r~s
de las rdenes delos jefes.Los hechos demostraron que, a pesar del descrdito,
los militares an eran un factor de poder.
En diciembre de 1986, el gobierno, a travs de una ley, l imit a 60 das elplazo
para presentar acciones penales contra representantes de las fuerz~s de s~guri-
dad que hubieran participado en la represin. A pesar d.elos CU~~t1O~~m1entos
de los organismos de derechos humanos y de una rnasrva movilizacin, la lla-
mada Ley de Punto Final (ley 23.492) fue sa~~onada. .
Los militares aprovecharon las seales de debilidad que daba elgobierno yavan-
zaron. En Semana Santa de 1987, un grupo de militares dirigidos por elcoronel
Aldo Rico (conocidos como carapintadas , por embadurnarse el rostro c~n
inocultable predisposicin blica) se sublevaron en Campo de Mayo. El repudio
popular hacia los sublevados fue contundente, cientos de miles de personas col-
maron laPlaza de Mayo.
El.RlcTORNOA LA DEMOCRACIA
(1983-1989)
419
El gobierno de Alfonsn, coherente con su concepcin verticalista de latoma de
decisiones polticas, no estuvo a laaltura de las circunstancias histricas. Lejos de
presionar y cercar al poder militar, apoyndose en la importantsima moviliza-
cin popular y en el formidable repudio que la sociedad estaba manifes tando
hacia los sublevados, decidi negociar
y
conceder. El presidente, un liberal ms
que un demcrata , haba claudicado. Qued demostrado que en su idea de la
democracia, elnfasis estaba puesto en loprocedimental. No conceba lademo-
cracia como lalucha por ms democracia. Careca de lapredisposicin para difun-
dir elpoder estatal por todo eltejido social y por lotanto, no favoreci un proce-
so de expansin de los mbitos estratgicos de laparticipacin popular. Al con-
trario, impuls la proliferacin de circuitos mediatizadores que reproducan las
desigualdades, ratificando el poder de los que tenan poder. Es decir, almediati-
zar los puntos devista y los intereses que entraban en colisin en un marco signado
por laasimetras, benefici a los grupos ms poderosos.
Poco despus de los sucesos de Semana Santa, en junio de 1987, el Congreso
sancion la Ley de Obediencia Debida (ley 23.521), por la cual los oficiales de
menor graduacin, los suboficiales
y
los cuadros subalternos en general, respon-
sables inmediatos deun abanico de aberraciones, quedaban librados de toda res-
ponsabilidad en larepresin, puesto que haban obedecido las rdenes de sus
superiores. Estas leyes acabaron con las expectativas que una parte de la sociedad
haba depositado en elgobierno radical Amplios sectores se sintieron profunda-
mente frustrados. A partir de 1987, elconsenso inicial del gobierno de Alfonsn
se fue deteriorando a pasos agigantados.
De todos modos, durante 1988 hubo otras dos rebeliones. Aldo Rico, despus
de fugar, volvi a sublevarse en 1988, en Monte Caseros, en Corrientes. A fin de
ese ao, elcoronel Mohamed Ali Seineldn, otro lder carapintada , sesublev
en Villa Martelli, en la provincia de Buenos Aires. Seineldn exiga una amnis-
ta para todos los militares juzgados y procesados y la renuncia del comandante
en jefe del Ejrcito. Ambos terminaron en pr is in, pero quedaba claro que la
cuest in segua abierta y que los responsables del genocidio podan seguir re-
cuperando terreno.
En enero de 1989, un comando guerri llero del Movimiento Todos por laPatria
(MTP) intent copar elregimiento de LaTablada, con el fin de evitar un supuesto
golpe militar carapintada'. Enrique Gorriarn Merlo, miembro del MIP, mili-
tante del Partido Revolucionario de los Trabajadores
y
del Ejrcito Revoluciona-
rio del Pueblo (PRT-ERP) durante los aos 60
y
70 Yprincipal responsable de la
operacin, afirmaba que: La idea era ganar lainiciativa, parar elgolpe, lograr la
4 Sebasabanen informacindelosorganismosde inteligenciadelEstadn
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420 I
ARII'J.HI.AlX)J\(),AU:JANDRA (;IUI.IANI y MI(;UEI. MAI.I.I'.()
1,1. RETORNO
r
I.A DEMOCRACIA (19K1-19K J) I
421
movilizacin popular y exigir algobiemo firmeza frente a los planteas militares.
Pensbamos que con la gente en la ca lle y los milita res an no movilizados en
conjunto sedificultara mucho larepresin posterior; claro que no descartbamos
nuevos enfrentamientos, pero ya en mejores condiciones. En aquel momento el
poder poltico estaba cada vez ms condicionado, elpueblo sesenta cada vez ms
separado de ese poder poltico y los golpistas estaban cada vez ms envalentona-
dos. Con La Tablada intentbamos frenar ese proceso
y
ayudar a un cambio de
rumbo que despejara elcamino de lademocracia .
La accin, por cierto, fue extempornea, tanto por su metodologa como por su
concepcin militarista y vanguardista.
El Ejrcito no dej escapar laopor tunidad de sealar lavigencia de la guerri -
lla y de reprimir salvajemente (hubo fusilados y desaparecidos) a u n grupo de
guerrilleros en situac in de inferioridad numrica y tcnica. A pesar de sus
objetivos en contrario, los sucesos de LaTablada contribuyeron con laofensiva
militar y de los sectores ms retrgrados.
3.La teora de los dos demonios
quienes abogaban por lapreservacin de un ordenamiento socialjerrquico -va
la redistribucin desigual de la riqueza-
y
por la reproduccin del sistema de
dominacin. Se podran explicar lasatrocidades del nazismo, por ejemplo, slo a
partir del funcionamiento de sus instancias burocrticas? Los mtodos no fueron
plenamente funcionales a los objetivos?
Para la teora ambos demonios violaron las leyes yeso los equiparara. No se
toma en cuenta el sentido de la supuesta violacin ni las caractersticas de esa
legislacin, los intereses que afectaba y los que perpetuaba. Tampoco repara en
una paradoja: los defensores de lateor a de los dos demonios no pueden dejar de
reconocer que laviolacin sistemtica de esa ley por parte de ladictadura militar
condujo, en lt ima ins tancia, a una renovada vigencia de lamisma. Es decir , en
algn punto deben reconocer que los militares violaron laleyporque laleyestaba
en peligro
y
porque sus mecanismos usuales resul taban insuf icientes para
autodefenderse. Los sectores que apoyaron su sistemtica violacin se convirtie-
ron luego, una vez erradicado el mal que atentaba contra ellas,en sussostenedores.
La teora de los dos demonios, tras la fachada de la doble condena , oculta la
justificacin del terrorismo de Estado.
La teora de los dos demonios generaliza retrospectivamente una situacin. Sin
hacer d istinciones soc iales, de c lase o de grupo, a firma que en 1976 toda la
sociedad estaba igual de aterrorizada por la guerr il la
y
la Triple A. Tras esta
afi rmacin, que t iende a social izar la culpa, se oculta el supuesto, pocas veces
explc ito , que sostiene que la mayora del pas consinti en los hechos el
golpe de Estado , aportando as a la fundamentacin de la teora autoritaria el
consenso tcito o pasivo que supuestamente prestan los argentinos cuando
reclaman orden.
Por otra parte la teora escinde al pueblo de sus organizaciones a travs de la
nocin de masa vacante y de sus esquemas binarios: pueblo-dirigentes, pue-
blo-agitadores, pueblo-infiltrados, Adems reduce al sujeto social que impug-
naba objetivamente al sistema a una de sus expresiones (laque por otra parte
estaba en crisis
y
en retroceso): los grupos armados. Y los trabajadores?
Se puede afirmar tambin que el documental
LA
Repb lim per d ida ,
difundido
masivamente durante 1983
y
1984, se ajustaba a los lineamientos principales
de esta teora y adems la aplicaba retrospectivamente. De este modo, lahisto-
ria argentina mostraba al pueblo como sujeto pasivo (espectador del drama
nacional) y vctima inocente de la s inrazn
y
la violencia de grupos minorita-
rios de signos diversos.
Finalmente la teora de los dos demonios niega que los itinerarios de la
dictadura mil itar permanezcan inconclusos. La ref lexin sobre la dictadura
ha girado muchas veces alrededor del tpico de su posible retorno y de la
necesidad de generar los mecanismos idneos que acoten esa pos ibil idad: la
La teor a de los dos demonios fue un fenmeno polt ico-discursivo, uno de
los principales paradigmas hegemnicos que, a part ir del retorno de la demo-
cracia en 1983, se interpone y distorsiona la comprensin del pasado y del
presente. Esta lectura del pasado inmediato puso a funcionar mecanismos de
olvido que fueron el abono de crisis posteriores.
Esta teora encontr su formulacin ms concreta en elinforme de laComisin
Nacional sobre laDesaparicin de Personas (CONADEP), especficamente en el
prlogo de Ernesto Sabato alNunca Ms, donde afirma lo siguiente: A los deli-
tos de los terroristas las Fuerzas Armadas respondieron con un terrorismo infi-
nitamente peor, produciendo lams grande tragedia de nuestra historia' .
Pero la equiparacin de vctimas y victimario s no era precisamente el punto ms
fal ible de lateor a de los dos demonios. Uno de los pilares de esa teora consiste
en atribuir a los demonizados un supuesto culto a los medios
y
una concepcin
de los objetivos como meras coartadas . De este modo, el supuesto culto a la
violencia negara, por un lado, los anhelos de liberacin, justicia y transforma-
. cin social de toda una generacin y por el otro, los objetivos reaccionarios de
5 Enrique Gorriarn Merlo:
Memorias de Enrique Gorriarn
Merlo
de los setenta a La
Tablado,
Buenos Aires, Planeta, 2003, p. 501.
6 CONADEP,
'Nunca ms. Informe de la Comisi Naciona l pa ra la Inv es ti gacin de la
DesaparilI de Personas,
Buenos Aires, EUDEHA, 1984.
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4221 i\RIFJ. FII.i\ lXlR ( l . i \1.F,I \NDRA GIlI .l t\NI YMIGl'I'1. MAI Y.r:.O
1,1.RF:rORNO
i\
1.,\ DEMOCRACIA (1983-198?) 1423
. apuesta fuerte a la consol idacin del s is tema inst itucional , la prct ica a~t i-
va de la memoria, una sana pedagoga que disponga a las nuevas generacl0-
nes a la posicin del nunca ms . De este modo, el problema se reduce a
una cuest in de educacin cvica . Tal fue la estrategia del radicalismo. El
horror se congelaba
y
se transformaba en puro pasado. Slo se trataba de
garantizar su irrepetibilidad, ignorando una forma de dominio que slo
dif iere de la anter ior por sus atributos externos
y
formales. Existe una rea-
lidad siniestra que una sociedad por hipcrita o golpeada tiende a negar: la
dictadura est con nosotros, aunque aparentemente el t iempo transcurrido
la haya conver tido en algo lejano y extrao. La principal certeza de la dicta-
dura (elsegundo demonio de don Ernesto Sabato) es la supervivencia de sus
efectos. La pregunta en torno a las posibilidades de que regresen los tiem-
pos del horror no tiene sentido. Vivimos en l aunque se nos presente con
otros ropajes: miseria, descomposicin social, corrupcin, impunidad, des-
t ruccin del espacio pblico (sin dejar de reconocer la reedicin en nuevos
contextos de la violencia institucional y policial). Su aliento remite al es-
panto y es el espanto. La teora de los dos demonios intenta convence~os
de que la garanta del no-retorno al tiempo del caos
y
el horror im~li~a
aceptar el predominio de los sectores dominantes
y
aprender a convrvtr,
resignados
y
promiscuos, con sus efectos. .
nos de avalar o de negar-, hicieron propio el discurso oficial en cuanto a la
antinomia autoritarismo-democracia. A partir de esta dicotoma, proyectada
retrospectivamente, adhirieron alnuevo orden como reaseguro de no retorno a
las prct icas autoritarias de la dictadura. A la vez, el gobierno aviv laidea de
que la sociedad estaba amenazada por un nuevo golpe de Estado. Ese hecho
actu como mecanismo de disciplinamiento respecto de las decisiones guber-
namentales, y el temor l imit lal iber tad y el compromiso de part icipacin en
movimientos que sepropusieran profundos cambios sociales.
As y todo, buena parte de la ciudadana, por lo menos durante un tiempo; se
sinti protagonista de la construccin democrtica, visualiz a los partidos po-
lticos como representantes de sus intereses yconfluyeron en ellos afilindose o
acompandolos en propuestas y manifestaciones pblicas.
Por otra parte, se hizo notorio que el nuevo rgimen poltico democrtico
expresaba profundas transformaciones en relacin con sus antecesores, pues
los mtodos de lucha y las formas de la accin popular caractersticos de la
poca anterior a 1976, si bien se mantuvieron durante los 80, haban perdido
'su antigua efectividad. Los inicios de la democracia evidenciaban dursimas
herencias de ladictadura, como ladesaparicin de muchsimos de los mejores
mil itantes populares y la formacin individual is ta de tantos otros jvenes
que nadan lavida pol tica. Por otra par te, el proceso de despoli tizacin de
los sectores populares, lejos de detenerse, asumi nuevas formas a part ir de
1983. Fueron sometidos a un proceso de electoralizacin y de dispersin
que increment su fragmentacin. La democracia, en laconcepcin l imitada
del radicalismo, se opuso al efect ivo ejercicio de la pol tica.
De todos modos, lenta e imperceptiblemente, nuevos actores (jvenes y muje-
res), nuevos ejes articuladores (derechos humanos, lo cultural-cornunicacional,
lo terri tor ial o lo barrial ) y nuevos mtodos para la lucha y la protesta social
aparecieron en laescena del conflicto y fueron conformando diversos tipos de
movimientos que resistieron la despolitizacin.
El consenso inicial a la gest in alfonsinista, elapoyo masivo a un conjunto de
iniciativas, dieron pie a que algunos polticos e intelectuales cercanos algobier-
no hablaran de un tercer movimiento histrico , una especie de sntesis
superadora de las dos grandes tradiciones populares de lahistoria argentina, el
radicalismo yrigoyenista y el peronismo.
Perola experiencia de gobierno, muy rpidamente, enfrent alradicalismo con
una realidad que demostraba las limitaciones de esos mecanismos (idealizados) a
lahora de confrontar con intereses muy arraigados ycon las conductas especula-
tivas y abiertamente disociativas de los principales actores econmicos y cOIpora-
tivos, por lo general poco proclives a hacer concesiones en beneficio del conjunto
y a respetar la institucionalidad. El gobierno radical contribuy activamente con
4. El Estado condicionado
y
los lmites de la democracia
Alfonsn intent construir un Estado de derecho y fundar una ciudadana basa-
da exclusivamente en los derechos civiles y polticos. En otras palabras, se trat
de una concepcin donde el rgimen pol tico, al t rans itar de la dictadura a la
democracia, garant izara un orden con mayor bienestar para elconjunto de la
sociedad. Fiel a la tradicin radical, apost, con gran ingenuidad poltica y sin
atender a la relacin de fuerzas, a que la tica de los procedimientos
y
el
respeto de la Constitucin
y
las leyes resolvieran los con~c.to~ estru~turale~
limitaran el poder de las corporaciones
y
lograran el equi libno social Esta
confianza se expres en uno de los principales
slogans
de Alfonsn: Con la
democracia secome, secura
y
seeduca . Todo secarg a lacuenta dela demo-
cracia.
Por suparte, amplios sectores de la sociedad eligieron creer que los fundamen-
tos del Estado de derecho, como la divisin de poderes, las leyes fielmente
aplicadas por jueces independientes , laamplia vigencia de las libertades per-
sonales
y
polticas, seran garantas suficientes de un capitalismo ms justo. En
contraposicin alterrorismo de Estado que venan de padecer -e incluso algu-
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6/11
. .
elproceso de despolitizacin alpresentar esas limitaciones como inherentes a la
poltica. Fue instalando gradualmente la idea de la imposibilidad de la poltica
ms allde suscondiciona~entos, idea que seconsolid en los 90.
Lainstauracin del rgimen de acumulacin de lavalorizacin f inanciera ha-
ba dejado un pesado lastre: la deuda externa. Siendo uno de los mayores
condicionantes del accionar del Estado, generaba situaciones totalmente nue-
vas, alterando el funcionamiento caracterstico de la economa
y
la sociedad
argentina de veinte o treinta aos atrs . Las condiciones financieras interna-
cionales haban cambiado desde mediados de los aos 70 y ya no operaban
en un cuadro general de a lza global de la tasa de gananc ia en las economas
avanzadas .
La forma de Estado neo liberal, por su parte, mostraba claramente que la
capacidad de control del aparato estatal sobre la dinmica econmica luego
de la dictadura estaba seriamente disminuida . El aparato de gestin
y
ad-
ministracin se haba deteriorado en un grado lo suficientemente alto para
limitar las capac idades del Estado a la hora de trazar y ejecutar la poltica
econmica y disciplinar a los factores de poder. Un Estado desar ticulado,
herencia de la dictadura , e ra un poderoso condic ionante para e l gobierno
radical ya que resultaba incapaz de imponer polticas a los grandes grupos
econmicos nacionales y transnacionales, al capital financiero
y
a la buro-
cracia sindical.
Hacia 1984 seconstituy lacorporacin de empresarios conocida como Capi-
tanes de la Industria, a part ir de una convocatoria formal del canci ller Dante
Caputo, El gobierno declaraba estar interesado en crear un espacio de debate
deideas con ese sector. Setrataba de representantes de un conjunto de gru-
pos econmicos locales diversi ficados, consolidados alcalor de lages tin de
la dictadura militar , As, e l Estado creaba un nivel extra parlamentario de
relacin con el sector empresario, que consista en negociaciones directas lle-
vadas a cabo por un conjunto de funcionarios centrales en la estructura de l
part ido de gobierno. Los Capi tanes de laIndustria se fortalecieron como cor-
poracin, adquirieron un lugar central en las decisiones de Estado, tanto en
las referidas a defender
y
acrecentar las prerrogativas econmicas adquiridas
durante ladictadura, como en decisiones polticas ms abarcativas , De modo
: f
4241
ARII~.I'II.AIX)\l() . AI.I\I/\NDRA (;ll'lJ,\NI Y MI(;l'FJ.MAZZEO
similar, el Ejecutivo abri continuos espacios de concertacin , negociacio-
nes directas con otras corporaciones empresariales y con sectores de laburo-
cracia sindical, en especial con el Grupo de los
1S ,
liderado por Armando
Cavalieri y Jorge Triaca.
Qu capacidad tendra el Poder Ejecutivo para conci liar
y
llegado el caso,
subordinar a las principales fracciones del capital? Contaba el poder poltico
con poder suficiente para disciplinar alcapital que durante ladictadura haba
conseguido consolidar su poder econmico? El gobierno radical obr, de algn
modo, respondiendo afirmativamente a estos interrogantes.
Por su parte, la transic in a la democrac ia mostraba sus lmites. El go-
bierno estaba lejos de construir y legitimar mecanismos polticos por me-
dio de los cuales los representantes electos fueran quienes def inieran y deci-
dieran la poltica econmica y social. Y lejos estaba tambin de dinamizar
ins tituciones estatales que canal izaran proyectos de las mayor as. Por cierto
que no eran muy amplios los sectores de la sociedad (despolitizada) que
demandaban la concrecin de tales prcticas democrticas. Quizs uno de
los mayores triunfos de la dictadura militar fue lograr subvertir en muchos
la idea de poltica , en el sentido de que los dirigentes proponen y deci-
den, mientras que los proyectos colectivos quedan relegados, en todo caso,
a decisiones puntuales y poco relevantes. La idea de que la poltica es de
los pol ticos y la concepcin de que el sujeto pol t ico es el individuo
y
no
e l colec tivo socia l, haba calado hondo, es decir, se haban naturalizado el
posibilismo y el oportunismo.
Una caracterst ica central del rgimen de la transicin a la democracia fue
lacreciente part icipacin de operadores pol ticos . Articuladores de acuer-
dos ms o menos informales entre el radical ismo y los sectores dominantes,
generaron espacios propicios para la concrecin de negocios polticos y eco-
nmicos. Teniendo en cuenta la continuacin del proyecto econmico-social
que se haba iniciado en la dictadura militar, las presiones de los sec tores
dominantes hacia el gobierno
y
la actividad de los operadores, Eduardo
Basualdo ha situado en los aos de Alfonsn los orgenes de un proceso de
cooptacin ideolgica de militantes polticos, sindicales y otros intelectuales
propios del campo popular por parte de laclase dominante, que dio en l lamar
el t ransformismo argentino . Basualdo consdera que el t ransformismo res-
ponde a una estrategia global de laclase dominante para mantener y expandir
en democracia elrgimen de valorizacin financiera que haba logrado im-
plantar a travs de la dictadura .
7 Claudio Katz, El c rculo vicioso de la c rs is is mundia l
y
la deuda de Arncrica Latina ,
f u ti l idad Econmi fa, N 83-84, cuarto y quinto birncstrc de 1988,
pp .
32 Y55.
8 Vase Marcclo Luis Acua,
A l Jon s n - '
ti
poder t fOIlm;Co,
Buenos Aires, Corregidor,
1995,
p .
44-45.
9 Vase Eduardo Basualdo,
S is /e ,, ,a p o l /i ro - ' m o de lo d e oC ll ml ll oc i n e n l o A rgm /i na ,
Hcrnal,Universidad Nacional de Quilrncs, 2001, p. 44.
10 Vase Eduardo Basualdo, o p dt.
p .
46.
7/24/2019 Filadoro, Giuliani y Mazzeo. El Retorno de La Democracia La Herencia de La Dictadura y Las Ilusiones
7/11
426,
\R .I-1I.AlXIRO, 1I1.I\1:\NDltJ\(;IUI.IAN/ y M/GPI:I.MAZI.EO
En concordancia con las nuevas condiciones imperantes en elcapitalismo mun-
dial, el capi ta l f inanciero pas a ocupar un lugar cada vez ms destacado entre
los actores econmicos de mayor poder relativo, De hecho, fue durante los aos
del gobierno de Ral Alfonsn cuando la voz de los acreedores de la deuda
externa comenz a ser decisiva en elrumbo econmico del pas. Segn elesque-
ma de Basualdo, el conjunto de los representantes polticos perdieron autono-
ma relativa respecto del poder econmico
y,
en pocos aos, las medidas polti-
cas fueron un fie l ret lejo de los in tereses de las dist intas fracciones del capi ta l
En poco tiempo, elentusiasmo inicial dio paso alreconocimiento deun hecho: la
dictadura militar haba creado nuevas condiciones estructurales y el radicalismo
no tena la fuerza social necesaria, la intencin ni lacapacidad para revertirlas.
En otros campos, e l contraste con ladic tadura era notorio. La democracia ga-
rantiz la libertad de pensamiento, expresin y creacin, y en lneas generales
elgobierno radical semostr tolerante frente a los conflictos sociales. Las uni-
versidades pblicas senormalizaron despus de muchos aos de intervenciones. .
La libertad de prensa se hizo efectiva, aligual que laparticipacin ciudadana en
algunos mbitos. Esto gener laairada respuesta de los sectores ultramontanos,
que cuestionaron el libertinaje sin disimular su aoranza por los tiempos de
la dic tadura. La sancin de laLey de Divorcio Vincular, en 1987, apoyada por
los no catlicos y por muchos cat licos, gener la reaccin de la Iglesia, que
despus de mucho tiempo (desde 1955), recurri a lamovilizacin callejera. La
act itud ret rgrada de la Iglesia catlica argentina refle jaba de algn modo las
complicidades de la institucin con la dictadura militar . Ese mismo ao, se
sancion laLey de Patria Potestad Compartida, complementando de este modo,
aunque tardamente, el proceso de modernizacin de las relaciones familiares.
Como contraparte, la Iglesia obtuvo del gobierno
y
del Es tado nacional un
espacio clave en elCongreso Pedaggico y una influencia nada despreciable en
el trazado de las polticas educativas y en la seleccin de los contenidos de la
enseanza. Pero, s in dudas, e l ju ic io a los ex comandantes gener la reaccin
ms cruda de la derecha, que uti liz todos los medios, incluyendo atentados
pblicos, para oponerse.
En sus empresas belicistas de convocatoria nacional, la dictadura militar haba
dejado pendiente la definicin de nuevas estrategias estatales frente al triunfo
britn ico en laGuerra de Malvinas y para la resolucin del confl ic to con Chi le
por lasoberana de la zona del Canal de Beagle. En ambos casos -en contraste
con elrgimen militar-, elgobierno de Alfonsll prioriz posturas antibelicistas,
e intensif ic las vas dip lomticas de dilogo. Ante Gran Bretaa in tent sin
xito reiniciar negociaciones bilaterales yluego opt por buscar apoyos en foros
multilaterales, como las Naciones Unidas. En el caso del Beagle, ladiplomacia
radical decidi aceptar la propuesta formulada por elVaticano, que haba ac-
I:J.RmORNO A LA DEMOCRACIA 19K3.19K
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8/11
428 ARII;.I II.i\I)OR().\I.I~Ii\NDR\GIUI.lANIYMIGl EI.MAZZI;O
El. RETORNO A LA DEMOCRACIA
(19113-19119) 42 9
grupos econmicos y los conglomerados externos atentaba contra lainversin,
que imposibilitaba el crecimiento del producto
y
eldescenso de los precios.
Vale subrayar, siguiendo aBasualdo, que las transferencias de recursos a estos
grupos econmicos locales y conglomerados externos, muchas veces excedan a
las transferencias hacia los acreedores . En efecto, fue este esquema de priori-
dades del gobierno el que, ms adelante, condujo a los acreedores externos a
impugnar el accionar del gobierno radical, desencadenando la corrida cambiaria,
cuyo desenlace fue la hiperinflacin.
Para atender a las urgentes necesidades de los sectores ms postergados, elgo-
bierno impuls el Plan Alimentario Nacional (PAN), que distribua cajas de
alimentos. De hecho, siguiendo los lineamientos del Banco Mundial, comenza-
ba a aplicarse un esquema de polticas asistencialistas que, lejos de discutir la
redistribucin de la riqueza, simplemente gestionaban la pobreza alimentando
a los carenciados. De este modo, pas a estar fuera de la discusin la distribu-
cin de los ingresos. Las cajas del PAN preanunciaron lasuerte que sobrevino a
los sectores que no consiguieron insertarse en la sociedad salarial. El problema
de lapobreza fue crecientemente abordado como un problema de los pobres.
Por otra parte, un conjunto de sectores polticos visualizaban las posibilidades
electorales de lamiseria. El asistencialismo, un eficaz factor de despolitizacin
de las clases populares y de reproduccin de lapobreza y de las litespolticas,
se extendi y fue delineando una patria asistencialista .
El intento de Grispun no funcion y,ante lapresin de los acreedores externos y
un rebrote inflacionario, renunci en febrero de 1985. La capacidad impugnadora
de los acreedores comenzaba amostrar su fuerza. De hecho, las relaciones con el
FMI durante la gestin de Grinspun haban sido muy conflictivas.
Ms all de las intenciones keynesianas, elpoder econmico presionaba a favor
de lacontinuidad de los procesos iniciados con ladictadura: laconcentracin y
diversificacin econmicas. El gobierno radical no alter en
sustancial el
mecanismo de subsidios ha~ los sectores ms concentrados de la industr ia ni
las polt icas de promocin industrial , es decir, no afect a los sectores que se
haban consolidado y expandido durante la dictadura
y
que no se caracteriza-
ban precisamente por propiciar algn proyecto de desarrollo nacional.
Grispun fue reemplazado por Juan Vita l Sourrouille, un economista con un
perfil ms acadmico que poltico, con orientacin af111a la Comisin Econ-
mica para Amrica Latina (CEPAL). El nuevo ministro implement un plan
econmico que reverta las propuestas iniciales. El denominado Plan Austral,
nombre de lanueva moneda que reemplazaba alpeso, tena como objetivo prio-
ritario bajar la inflacin rpidamente. Se redujo el dficit fiscal y se aumenta-
ron los impuestos alasexportaciones. Se fren laemisin monetaria y seconge-
laron precios, tarifas pblicas
y
salarios. Sedevalu un 15por ciento y seconge-
l el tipo de cambio.
A diferencia del perfil distributivo de lagestin Grispun, elnuevo plan econ-
mico favoreca el aumento de las exportaciones agropecuarias y lareestructura-
cin industrial (de las ramas ms concentradas y vinculadas almercado exter-
no) a partir de la apertura de la economa. Se intent mantener un tipo de
cambio alto para favorecer las exportaciones y alejar el viejo fantasma de la
escasez de divisas (t pico rasgo del
s to p a nd g o) .
Adems se impuls la reestructuracin del sector pblico mediante
privatizaciones de algunas empresas pblicas que venan operando como meca-
nismo de transferencia de subsidios a las empresas ms concentradas, contratis-
tas o clientes del Estado. De este modo, siguieron delinendose los rasgos de la
forma del Estado neoliberal y, cada vez ms, sta pas a atender las necesidades'
de los sectores dominantes. Sidurante ladictadura haban sido beneficiados los
grupos econmicos como contrat is tas del Estado, ahora se planteaba que las
empresas pblicas pasaran directamente a manos privadas. Durante elgobierno
radical, el esquema de privatizaciones no cont con el apoyo necesario en el
Congreso, fundamentalmente debido a laoposicin del peronismo, Pocos aos
despus, hiperinflacin mediante, elgobierno de Menem sera elencargado de
articular los intereses de los sectores dominantes, efectuando las privatizaciones
en los aos 90.
El impacto inicial del Plan Austral fue posit ivo, la inflacin cay de manera
pronunciada. Esto le permiti al radicalismo ganar las elecciones legislativas de
1985. Pero el fenmeno inflacionario retorn; los precios aumentaron y los sala-
rios siguieron' deteriorndose, Las modificacio'nes parciales del plan no consiguie-
ron detener el proceso inflacionario. Como la productividad de laindustria au-
mentaba, mientras que el costo de la fuerza de trabajo disminua, dificilmente
puede sostenerse que los salarios fueron responsables del aumento de precios. Por
elcontrario, las prcticas monoplicas (determinantes de los precios) de las gran-
des empresas operaron sistemticamente impulsando elalza. Dos aos ms tarde
el plan era insostenible. En las elecciones de 1987, que ponan en juego varias
gobernaciones y que renovaban la Cmara de Diputados, elradicalismo fue de-
rrotado y elperonismo sali fortalecido .
12 V
asc
Eduardo Basualdo:
A ce IT O d e l o n otf lr ole zo d e lo
e s
externo
y
l o d ef in i ci n d e
f ino es tra teg iapo l tko ,
Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes-Flacso-Pgina/
12, 1999.
13 De hecho, e l oficial is rno perdi en todos los dis tr itos , salvo Crdoba , Ro Negro y la'
Capital Federal.
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43 I
ARIFJ.FILAIX)RO.AI.FJANDRA GIUI.IANI y MIGUEL MA/./.F1)
El. RI;rORNO A I.A DEMOCRACIA (1 Jl13 .19 19) I 4 3
Lainflacin pas a funcionar como eltermmetro delaeconoma. En unmarco de
puja distributiva, la marcha de los precios reflejaba las disputas tanto entre las
distintas fracciones del capital, como entre el conjunto del capital y el trabajo. Sin
embargo, esprecisoapuntar que elperjuicio delaumento de precios esmarcadamente
asimtrico entre clasessociales. Mientras que lasempresas miden elvolumen de sus
ganancias segn lamarcha de losprecios, los asalariados -en particular losde meno-
res ingresos- miden sialcanzan a cubrir la canasta bsica de alimentos. Por aadi-
dura, en esta etapa losalimentos bsicos incrementaban susprecios en proporciones
mayores alpromedio inflacionario.
En agos to de 1988, una vez agotado el Plan Austral , el gobierno lanz el Plan
Primavera. Suprincipal objetivo era ganar tiempo para arribar a las elecciones
presidenciales de 1989 con lainflacin controlada, por eso elplan sebas en una
concertacin deprecios con los sectores ms concentrados de laindustria. Ahora
bien, su funcionamiento exigia garantizar un flujo constante de divisas en el mer-
cado local para mantener elvalor del dlar bajo. El plan no sediferenciaba en lo
sustancial de los anteriores. Se trat de una nueva versin de los programas de
ajuste ensayados previamente: negociar con los organismos de crdito, ampliar el
supervit de labalanza comercial, aplicar polticas de ingresos recesivas que afec-
taban elconsumo intemo, etc, Lo distintivo fue, en todo caso, elnfasis puesto en
las reformas estructurales , particularmente del sector pblico (reducir su parti-
cipacin en beneficio del capital monoplico), en laflexibilizacin de los regme-
nes legales con elobjetivo de anular las restricciones al capital extranjero, en la
aplicacin de regmenes de capitalizacin de la deuda , etc,
En lneas generales, el plan comenzaba a mostrar crecientemente las apetencias
de largo de plazo del capital f inanciero. En trminos de Leonardo Blejer: El
equipo econmico parece dispuesto a cont inuar el programa de reformas es-
tructurales en el sistema financiero y el comercio exterior. Todas las medidas
. apuntan a consolidar elproceso de concentracin y centralizacin de laecono-
ma, profundizando lainsercin dependiente de nuestro pas en una economa
crecientemente transnacionalizada 14.
Por otro lado, sevea cmo elgobierno tena cada vez menos apoyo por parte de
las fracciones del capital excluidas de las prioridades del plan. En efecto, no cont
con elaval de las principales entidades agropecuarias; la poderosa Sociedad Rural
Argentina (SRA) sedeclar en estado de alerta . El principal punto de discordia
era eltipo de cambio. La SRA y otras entidades agropecuarias exigan un tipo de
cambio nico. Latensin tuvo su pico durante laExposicin Rural en agosto de
1988, cuando elpresidente Alfonsn y otros representantes del gobierno fueron
abucheados por sectores de la concurrencia que respondan a las entidades
agropecuarias.
Muchos factores atentaron contra el plan; los que daban cuenta de la creciente
crisis que se vena gestando hacia dentro del gobierno, al interior de los secto-
res dominantes, as como entre dominantes ydominados. Las crisis de hegemo-
na de las etapas anteriores volvan a reflejarse en la palestra poltica argentina.
Los cuadros tcnicos que representaban intereses de las distintas fracciones del
capital operaban abiertamente en funcin de cada uno de los grupos. Entre este
tipo de acciones, las gestiones poco patriticas de Domingo Felipe Cavallo
resultaron premonitorias de lo que sea la dcada del 90, pues haba reco-
mendadoal Fondo Monterario Internacional (FMI) y al Banco Mundial que
limitaran sus crditos al gobierno argentino.
Larelacin con estos organismos multilaterales de crdito se torn cada vez ms
conflict iva durante el l timo ao y medio del gobierno radical El ingreso de
Nicholas Brady como secretario del Tesoro norteamericano de lagestin entrante
de George Herbert Bush, sealaba un cambio en la poltica, aumentando las
exigencias hacia los pases deudores por parte de estos organismos. Hacia fines de
1988, bajo elPlan Brady, elrol del FMI en los planes econmicos de los gobier-
nos latinoamericanos fue ganando importancia al operar como supervisor
ipso
jacto de las polticas llevadas adelante por estos gobiernos. Las renegociaciones de
la deuda externa argentina slo se realizaban s i el gobierno haca los cambios
exigidos por esta institucin que, en ltima instancia, obra en consonancia con
los intereses de Estados Unidos , El Consenso de Washington, en los hechos ,
cristaliz durante ladcada de los 90 los lineamientos polticos que Estados Uni-
dos propuso para Amrica Latina: privatizacin de empresas pblicas, leyes de
flexibilizacin -precarizacin- laboral, liberalizacin del sistema financiero y
apertura de laeconoma, entre otras medidas que fueron supervisadas por elFMI.
En este contexto, a partir de mayo de 1988, el gobierno entr de hecho en
cesacin de pagos con los organismos multilaterales de crdito y seradicaliz la
conf lictividad entre las dis tintas f racciones del capital pues, tal como seala
Basualdo , paradjicamente, el gobierno vena desatendiendo los pedidos de
14 Lconardo Blejcr. El Plan Primavera . o/idod EronI?Ico.N 83-84, cuarto y quinto
bimestre de 1988. p. 32
15 Sibien el FMI sepresenta como una entidad multilatcral, en los hechos. los votos que
listados Unidos tiene dentro de lamisma hacen que ninguna decisin pueda tomarse sin
el consenso norteamericano. 1~ngeneral. los votos de los pases deudores son claramente
minoritarios en laasamblea del FM) Yla mayora secompone de pases desarrollados. De
esta manera. lainstitucin condensa losintereses de lospases dominantes en elescenario
internacional.
16 Eduardo Basualdo, Acerco de lo nolllrolezo de la delldo externo lo definicinde lino
estrategia poltico. ~p. cit.
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AI\IEl.FII.J\IXJRO.AU JANDRAGIUUANI y MIGUlLMAZZI.O
El. RETORNO A LA DI.MOCR\UA (19H:l-19H9)433
los acreedores externos
y
convalidando la acumulacin del capital concentrado
interno.
En el t ranscurso dela primera quincena de febrero de 1989 eldlar t rep de 17
a 26 australes, y tambin subieron las tasas de inters. Los bancos nacionales y
extranjeros -acreedores del Estado- fueron los responsables de la corrida del
dlar. Almes siguiente, elBanco Mundial suspendi laentrega de par te de un
crdi to otorgado con anter ioridad y se radicaliz el enfrentamiento entre los
acreedores externos y elgobierno.
La devaluacin desat el aumento de precios y la economa, en un marco
estrncturalmente inflacionario, sigui ms que proporcionalmente el aumento
del dlar. El pas ingres en la lperinflacin. Los aumentos de precios, desqui-
ciados y constantes, hicieron inviable el sosteninento de la situacin. La
hiperinflacin radical iz la sensacin de insostenibil idad del gobierno y la ne-
cesidad de cambios en las medidas de poltica econmica, La disputa por la
redist ribucin del ingreso entre los grupos econmicos ms poderosos pas a
dominar el escenario econmico y poltico.
Los cambios que sobrevendran a la lper slo podan llevarse adelante en la
medida en que tanto los grupos econmicos locales como elcapital extranjero y
los acreedores externos acordaran su contenido. El resto de lapoblacin, ante la
huella de pnico que fue marcando la hper, legit imar a este acuerdo entre los
actores de mayor poder econmico.
Entretanto, elministro Sourrouille renunci y fue reemplazado por un dirigen-
te poltico, Juan Carlos Pugliese. Su gestin estuvo signada por la impotencia
frente a la voracidad de las distintas fracciones del capital en puja.
6. La crisis del gobierno radical, un final anticipado
los sectores ms concentrados de laindus tria. De este modo, elEstado asumi
elcosto de laacumulacin de capi tal de tales grupos.
En este sentido, la exper iencia se inscribe en la lgica del per odo iniciado en
1976. Tambin por esto mismo, y no por simple cronologa, puede considerar-
se como antesala de laspol t icas implementadas en los 90. De hecho, durante el
gobierno de Alfonsn se impuls la reforma del Estado , es decir, las
privatizaciones (que avanzaron en su versin perifrica ). La hiperinflacin,
por su parte, se perfil como otro momento del disciplinamiento social que
vena a complementar el del terrorismo estatal.
El gobierno de Ral Alfonsn no hizo ms que profundizar ladebilidad estataL
El resultado final fue una crisis econmica que culmin en un proceso
hiperinflacionario, paradjicamente presentada y asumida por buena parte de
lapoblacin (losmedios jugaron un rol clave en este aspecto) como consecuen-
cia de una exces iva presencia del Estado en laeconoma y en la sociedad. Esta
completa reversin del sent ido comn imperante hasta los aos 70, marc, en
elterreno de lahegemona, el triunfo estratgico de los sectores ms concentra-
dos del gran capital.
Por otra parte, durante esos aos, e sindicalismo seconstituy como uno de los
sectores opositores ms importantes del gobierno radical. A poco de asumir, el
gobierno envi alCongreso un proyecto de ley de Reforma Sindical . Laleyera
contradictoria: por un lado, buscaba minar e poder de la burocracia sindical ,
modificando los estatutos gremiales, dando mayor participacin a las bases y a
la minoras, pero, al mismo tiempo, procuraba erosionar el poder poltico de
los sindicatos. A pesar de las diferencias dentro del sindicalismo y del peronismo
(despus de la derrota del 83, se plante una disputa por el control del
justicialismo entre ortodoxos y renovadores ), hubo un alto grado de cohe-
sin en torno alcuest ionarniento de laley, la que por un voto no fue aprobada
en e Senado. Este intento frustrado debilit algobierno, y e sindicalismo, en
cambio, sali fortalecido. La Confederacin General del Trabajo (CG1) confor-
m una conduccin unificada. El lder del grefio cervecero, Sal Ubaldini, se
convirt i en secretario general a f ines de 1986.
. El sindicalismo remont una situacin de fraccionamiento
y
desprestigio y co-
menz a recuperar cierta credibilidad en las bases peronistas. Seconvirti as en
uno de los principales sectores opositores algobierno radical, en particular a su
poltica econmica, realizando en total 13paros generales. Por otra parte, des-
pus del inicial intento disciplinador, e gobierno radical impuls leyes que
beneficiaban abiertamente a laburocracia sindical, fundamentalmente laleyde
Asociaciones Profesionales (que estableca lareeleccin, el sindicato nico por
actividad, etc.).
Despus de laderrota en las elecciones de 1983, elperonismo se dividi, como
Cuando e radical ismo asumi e gobierno y contribuy a la restauracin del
rgimen democrtico en diciembre de 1983, no era plenamente consciente de
los condicionamientos de la transicin.
La puja entre elcapital y eltrabajo y la lucha intersectorial de grupos econmi-
cos por laapropiacin de los ingresos en un contexto de recursos escasos, infla-
cin descontrolada, expor tacin de divisas y fuga de capitales -a lo que debe-
mos sumar las limitaciones de la estructura social y estatal-, hicieron que e
gobierno radical, despus de un inicio relativamente auspicioso, abjurara de sus
mejores intenciones y asumiera elnico objetivo de adnnistrar lacrisis polti-
ca y econmica del sistema.
La poltica econmica de gobierno favoreci e reemplazo de la acumulacin
por los subsidios. A travs de las empresas pblicas, se transfirieron subsidios a
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434 AR ~.HIJ\IX mo. A1.I, I\NDRAGIUI.J\NIY MIGUIJ.M\ZZIO
sealramos, entre ortodoxos
y
renovadores . A part ir de las elecciones de
1987, los segundos se consolidaron en la estructura partidaria. En las eleccio-
nes internas de 1988, se enfrentaron, para dirimir la candidatura presidencial,
Antonio Cafiero
y
Carlos SalMenem. Sibien ambos tenan orgenes renova-
dores , e grueso de laestructura part idaria responda al primero. Por eso, to-
dos los grupos marginales de peronismo, tanto los sectores ortodoxos (la
derecha poltica y sindical) como los sectores residualesde laizquierda peronista
(Montoneros, concretamente) se encolumnaron detrs de la candidatura de
Menem. Su esttica de caudillo federal, anacrnica pero eficaz, su indiscutible
carisma y un discurso que pona e nfasis en ladefensa de la soberana nacional
y en las polticas redistributivas, ms e hecho de que su rival, Antonio Cafiero,
apareca como una versin muy cercana alalfonsinismo, le sirvieron para ganar
las elecciones internas.
En las elecciones presidenciales del 14de mayo de 1989, se impuso la frmula
just icialista que pos tulaba a Carlos Menem y a Eduardo Duhalde como presi-
dente y vice respectivamente. stos deban asumir en diciembre, pero la debi-
l idad de gobierno radical y laposicin del gobierno electo, profundiz la cri -
sis. La deriva econmica, los saqueos de los almacenes y supermercados por
masas de hambreados, forzaron algobierno a entregar elmando por anticipado.
El 8 de julio, Menem asumi lapresidencia en un contexto de grave recesin,
alta inflacin, exacerbada puja redistbutiva y crisis social e institucional.
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