Foucault 2.0

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Foucault 2.0

Marcela Mikowski

Distintos tipos de organizaciones nos conocen únicamente como secuencias codificadas de números y letras.

Datos precisos de nuestra vida se recogen, se almacenan y se procesan todos los días dentro de enormes bases de datos que pertenecen a grandes empresas y departamentos gubernamentales.

Esta es la nueva sociedad de la vigilancia.

“Ellos” saben cosas de nosotros, pero muchas veces nosotros no sabemos qué es lo que saben, por qué lo saben o con quién más pueden compartir su conocimiento.

La vigilancia de antes estaba signada a un grupo determinado y estaba reducida al espionaje.

Ahora con la digitalización de la vida, lo que antes se consideraba la excepción, se ha convertido en regla a medida que instituciones altamente especializadas utilizan medios cada vez más sofisticados para recopilar rutinariamente datos, cosificándonos en un montón de códigos.

Además con la digitalización, el control y el almacenamiento de datos se volvieron más invisibles y accesibles.

Actualmente se registran nuestras transacciones almacenando fragmentos de nuestras vidas: desde algo tan simple como un formulario de registro hasta compras online, todo queda registrado. El problema no es ese, sino qué se hace con esa información y cómo se decodifica.

Esta vigilancia se extiende a formas sutiles como el comercio digital, encuestas, medir el funcionamiento de un sitio, es decir todo lo que pasa en el ámbito digital es medible y cuantificable.

Y es por esto que esta vigilancia se realiza de forma oculta, inconsciente y a través de transacciones habituales. Ingresar a un sitio en internet o mandar un SMS ya generan datos.

Participar en la sociedad moderna estando bajo la vigilancia digital sin elegirlo, tiene varias lecturas:

– Por un lado sigue manteniéndose la división según el nivel socioeconómico –la mitad de la población mundial tiene celular, el tema es para qué lo usan-, que va conformando ciertos datos almacenados y no otros.

– Por otro lado tiene además una lectura “generacional”: los nativos digitales viven con naturalidad la digitalización de la vida y la exponen en blogs, posts, redes sociales, formulario de registros, etc. disfrutando del dinamismo que provoca esta nueva forma de comunicación, conversación y convergencia.

Bentham plantea el problema de la visibilidad pero pensándola totalmente organizada alrededor de una mirada dominadora y vigilante. Hace funcionar el proyecto de una visibilidad universal, que actuaría en provecho de un poder riguroso y meticuloso.

Pero… ¿Por qué sentimos que nuestra intimidad se ve amenazada al estar guardada en bases de datos?

El conocimiento especializado fortalece el poder de toda institución moderna que de a poco va tomando partes de nuestra vida privada, que se va deshumanizando fragmentadamente en el mundo burocrático –primero- y digital -después-.

Además la frontera entre lo público y lo privado se está transformando. El espacio público es donde se realiza la confesión pública de los secretos e intimidades privadas sin dejar de ser privadas ni adquirir nuevos valores colectivos durante el curso de su proyección.

La tecnología permite el intercambio, la conexión o el contacto entre mundos privados. Se trata de un encuentro en un espacio público artificial, sin cruce ni roce corporal, meramente virtual que deja a los sujetos modernos conectarse entre sí y generar espacios públicos nuevos a veces demasiado frágiles y esporádicos como chats, foros, teleconferencias que parecen hoy la posibilidad de intercambio de información válida para la vida moderna.

Sin embargo estas nuevas formas de comunicación no implican la desaparición de una u otra esfera sino que las complementan y además, dejan registro del momento histórico en que se produjeron, agregando lo que Foucault explica sobre las condiciones de posibilidad de un discurso, que son exteriores a las condiciones discursivas y son otros discursos anteriores que no están incluidos en el corpus.

El discurso va más allá de la lingüística y del límite de una frase y supone siempre un uso situado del lenguaje y hablantes ubicados en un tiempo y lugar, es decir un contexto social constitutivo del discurso.

Pero… ¿Se puede vivir en el Panóptico? Y si lo podemos imaginar, ¿hasta dónde nos llevan los sueños? ¿En qué se transformó lo privado?

Y además, ¿quién es libre de elegir participar de este contrato social impuesto?

Para ingresar a la vida en esta sociedad es requisito saberse vigilado, aceptar la idea que cámaras de seguridad disfrazadas en cuadros, oídos en todas las conversaciones, diálogos cifrados, libros y noticias censuradas son aquello que nos coteja en cada paso que damos.

Fuentes:

• Foucault, Michel. El orden del discurso. Argentina: Fabula Turquests editores. 2004.

• Foucault, Michel. La verdad de las formas jurídicas, Barcelona: Editorial Gedisa, 1980. “Conferencia Cuarta y Quinta”.

• Foucault, Michel. Las redes del poder. Buenos Aires: Editorial Almagesto, 1991. Reedición de un texto publicado en 1986 en la revista Farenheit 450 Nº 1. Originalmente la desgrabación de una conferencia dada en Brasil y publicada en la revista Barbarie Nº 4 y 5, San salvador de Bahía, 1981 y 1982.

• Foucault, Michel. Vigilar y castigar. México: Siglo XXI, 1976. “Disciplina. Parte III- El Panóptico”.

• Lyon, David. El ojo electrónico: el auge de la sociedad de vigilancia. Madrid: Editorial Alianza, 1995. “Introducción: cuerpo, alma y tarjeta de crédito”.

Marcela Mikowskiladymik@hotmail.com

Muchas gracias