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FACULTAD
DE HUMAN
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ES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN
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Alumno: Laura Ortega López
Tutor: Prof. D. Francisco Fernández García Dpto: Filología Española
Septiembre, 2014
UNIVERSIDAD DE JAÉN Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Trabajo Fin de Grado
Adquisición del lenguaje infantil: Las primeras
palabras
ÍNDICE
Resumen………………………………………………………………….. 1
1. Introducción………………………………………………….………... 2
2. El estudio de la adquisición del lenguaje………………………….….. 3
3. Principales teorías sobre la adquisición del lenguaje……………….... 5
3.1. Enfoques conductistas
3.2. Enfoques lingüísticos
3.3. Enfoques interaccionistas y culturales
4. El desarrollo del lenguaje…………………………………….…….….11
4.1. Hitos y conductas prerrequisitas
4.2. Factores influyentes en el proceso de adquisición del lenguaje
4.3. Hacia las primeras palabras
4.4. La explosión léxica
5. Conclusiones…………………………………………………….….…22
6. Bibliografía…………………………………………………………….23
1
RESUMEN
En el presente trabajo veremos qué es lo que sucede desde el nacimiento del bebé
hasta que este es capaz de emitir sus primeras palabras. Para esto, examinaremos cómo se ha
tratado el estudio de la adquisición del lenguaje infantil desde la antigüedad, resaltando las
teorías más importantes que han surgido para describir este fenómeno.
Palabras clave: adquisición del lenguaje, conductismo, innatismo, input, habla dirigida a los
niños, balbuceo, protoconversación, protopalabra, listema, holofrase, explosión léxica.
ABSTRACT
In this work we'll see what happens from birth until babies say the first words. For
this, we will examine the most important theories that have emerged to explain child language
acquisition from antiquity to the present day.
Key words: language acquisition, behaviorism, nativism, input, talking to children, babbling,
protoconversation, primordial word, listeme, holophrase, word boom.
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1. INTRODUCCIÓN
El desarrollo del lenguaje es un logro único de la especie humana que ha despertado
un gran interés, al principio filosófico, a lo largo de la historia. Este proceso ha sido calificado
como «misterioso» (Wanner y Gleitman, 1982) y «mágico» (Bloom, 1983), puesto que es
fascinante cómo en un espacio de tiempo relativamente reducido un bebé es capaz de utilizar
la lengua perteneciente a su comunidad. Así, el trabajo de fin de grado me ha parecido una
oportunidad única para poder ahondar en este tema.
Mi intención inicial era poder explicar las etapas por las que atravesamos todas las
personas hasta que adquirimos (hacia los tres o cuatro años) los componentes fundamentales
de nuestra lengua. Sin embargo, la adquisición del lenguaje es un proceso tan complejo como
extenso, por lo que he tenido que renunciar a mi primer propósito. De este modo, lo que me
propongo aquí es describir qué es lo que sucede desde nuestro nacimiento hasta que somos
capaces de pronunciar nuestras primeras palabras. Para ello, he considerado interesante
conocer, aunque solo sea de manera sucinta, cómo se ha abordado el estudio de este asunto
desde siglos atrás y las principales teorías que han surgido para dar explicación a este
enigmático hecho.
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2. EL ESTUDIO DE LA ADQUISICIÓN DEL LENGUAJE
Todos los investigadores coinciden en señalar la historia del faraón egipcio Psamético
I, en el siglo VII a.C., como el primer testimonio de un estudio sobre el origen del lenguaje.
Psamético quería saber cuál era el lenguaje original de la humanidad. Para ello, ordenó a un
pastor criar junto a su rebaño de ovejas a dos niños, uno frigio y otro egipcio, y prohibió
establecer con ellos contacto alguno que no fuera la satisfacción de sus necesidades vitales.
Pensó que al no haber escuchado nunca el habla humana, la primera palabra que pronunciaran
los niños indicaría cuál era la lengua primitiva de los hombres. Para desgracia del faraón, esta
palabra fue becos, es decir, pan en frigio, por lo que quedó «demostrado» que la lengua frigia
era la originaria de la raza humana, y no la egipcia (Gleason y Ratner, 2010: 25).
También Aristóteles, tres siglos después, se sintió atraído por la adquisición del
lenguaje en los niños: llegó a diferenciar tres fases en este proceso y declaró que nuestro
mecanismo lingüístico se desarrolla con independencia de nuestra capacidad de comprender el
lenguaje.
Sin embargo, aunque el interés por el estudio del lenguaje tiene raíces antiguas, como
acabamos de ver, la investigación sistemática es relativamente reciente; estudiosos de diversas
disciplinas se han interesado por este proceso y han intentado dar una explicación válida para
él. La psicolingüística surge gracias a la unión entre psicólogos y lingüistas. Además, con el
nacimiento de la ciencia cognitiva, que estudia cómo las representaciones mentales guían el
lenguaje y el pensamiento combinando conocimientos procedentes de la psicología, las
ciencias de la computación, la filosofía, la neurobiología y la lingüística, el estudio sobre el
desarrollo del lenguaje ha sufrido un progreso espectacular.
Durante la segunda mitad del s.XIX fueron publicados numerosos trabajos sobre el
lenguaje de los niños, sobre todo en Francia, Alemania e Inglaterra. La mayoría solían ser
diarios sobre el desarrollo del lenguaje de los hijos de los propios autores, entre ellos, Darwin.
Este fue el primero en concebir el lenguaje como un tipo de instinto en su obra El origen del
hombre, 1871. Más tarde, fueron los lingüistas los que empezaron a interesarse en este asunto,
viendo la importancia que podía tener para el desarrollo de la lingüística.
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Al iniciarse el siglo XX, el estudio de la adquisición y el desarrollo del lenguaje estaba
centrado en matices estructurales y formales. En los años siguientes (años 30 y 40), las
investigaciones comenzaron a centrarse en las conductas observables. La mayoría de los
estudios de esta época son conocidos como estudios de recuento, ya que el principal objetivo
era ordenar y medir la frecuencia del comportamiento lingüístico (Owens, 2006: 32).
En la década de los 50, el conductismo, popularizado por Skinner y Watson,
dominaba las ciencias sociales, pero gracias a los trabajos de Gleason y de Noam Chomsky,
se produjo una revolución en los estudios sobre el lenguaje de los niños, que ahora se
centrarían en aspectos estructurales.
Durante los años 60, al divulgarse el modelo de Chomsky, se originó una avalancha de
investigaciones sobre la adquisición de la sintaxis por parte de los niños. Pero el interés en la
sintaxis dio paso a un interés en el contexto del niño y en la influencia de este en el desarrollo
del lenguaje. En los setenta, los investigadores querían saber si los niños poseían unos
conocimientos innatos sobre las reglas que dominan la lengua o si los adultos eran los que
proporcionaban las herramientas principales para el aprendizaje.
En los años 80 y 90 los estudios se centraban en aspectos diferentes del lenguaje: en la
adquisición de la fonología, la semántica, la sintaxis y la pragmática, mientras que, en la
actualidad, hay un creciente interés en la relación entre el desarrollo del lenguaje y el
desarrollo psicológico y social de los niños.
Hasta aquí, hemos hecho un breve recorrido sobre el estudio de la adquisición del
lenguaje que abarca desde la Antigüedad hasta nuestro tiempo. A continuación, nos
centraremos en las principales teorías que han prosperado desde entonces para explicar cómo
los recién nacidos adquieren la lengua de su comunidad.
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3. PRINCIPALES TEORÍAS SOBRE LA ADQUISICIÓN DEL
LENGUAJE
Pinker (1999: 363-364) relaciona el lenguaje con la trompa del elefante. Los elefantes
son los únicos animales que poseen esa maravillosa herramienta; lo único más parecido a la
trompa de esta criatura es el «hociquillo» del hyrax, un mamífero semejante a una gran
cobaya. Según Pinker, si algunos biólogos fueran elefantes, obsesionados con la naturaleza
exclusiva de la trompa, se pondrían rápidamente a indagar sobre su origen. Algunos de estos
biólogos se empeñarían en buscar antecedentes para dar una explicación evolutiva a este
órgano, dirían que la trompa no es tan única y señalarían que el hyrax también tiene trompa.
Por otro lado, otros investigadores seguirían sosteniendo el argumento del carácter único.
Para Pinker, algo parecido a lo que pasaría en el caso de que algún elefante fuera
biólogo es lo que ha sucedido en el estudio de la adquisición del lenguaje, puesto que el
lenguaje es tan distinto de otros sistemas comunicativos como lo es la trompa del elefante del
hocico de los demás animales. De ahí el enorme interés por su origen y características.
Aunque se han propuesto numerosas teorías que intentan explicar cómo los niños
logran adquirir los elementos fundamentales del lenguaje, ninguna de ellas ha conseguido dar
una respuesta satisfactoria. Es más, las diferentes propuestas, con sus modelos
correspondientes, suelen complementarse entre ellas para poder así ofrecer una explicación lo
más completa posible. Son sobre todo cuatro los planteamientos principales que han surgido a
raíz del estudio del lenguaje infantil: la teoría conductista, el innatismo apoyado en la
gramática generativa de Chomsky, la perspectiva del desarrollo del lenguaje subordinado al
desarrollo cognitivo de Jean Piaget y la propuesta sociocultural de Vygotsky. Más adelante,
explico de una forma más detenida en qué consiste cada una de estas.
Gleason y Ratner (2010) organizan los distintos enfoques del estudio sobre la
adquisición del lenguaje en conductistas, lingüísticos e interaccionistas. Otros, como Moreno
Ríos (2005), disponen las diferentes teorías en dos grupos: propuestas innatistas, aquellas que
sostienen que el lenguaje es congénito a la especie humana, y propuestas ambientalistas, las
cuales afirman que es imposible que se produzca el desarrollo de la lengua sin que haya un
continuo contacto e interacción del niño con el entorno. En esta ocasión, me he inclinado a
seguir la estructura de Gleason y Ratner, dado que me parece más clara y completa.
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3.1. Enfoques conductistas
Los conductistas dan mayor importancia a la actuación, es decir, al uso real del
lenguaje, que a la competencia (el conocimiento que posee cada individuo sobre este).
Consideran que el lenguaje no se diferencia de cualquier otra conducta y que todas las
conductas son aprendidas u operantes. Así, el niño conseguirá adquirir el lenguaje mediante la
repetición y la imitación, considerada esta última como imprescindible en este proceso.
El conductismo surgió a principios del siglo XX, siendo el psicólogo John B. Watson
la figura principal. Watson insistía en que solo las conductas observables podían ser el objeto
del estudio científico. De esta manera formuló la teoría del «estímulo-respuesta». Más tarde,
otros psicólogos enunciaron sus propias hipótesis, empujados por el incremento de datos
sobre el aprendizaje que había arrojado el conductismo.
Skinner, en su trabajo Verbal Behavior (1957), considera que la adquisición del
lenguaje es el resultado de la interacción del sujeto con el ambiente. Esta hipótesis ha sido
rebatida por muchos autores (como, por ejemplo, Chomsky), ya que no es capaz de explicar
las diversas construcciones sintácticas que son capaces de realizar los niños ni cómo se
incrementa de manera tan rápida el vocabulario y las estructuras gramaticales (Moreno Ríos,
2005: 89).
3.2. Enfoques lingüísticos
El enfoque lingüístico, al contrario que el anterior, favorece la competencia frente a la
actuación. El mayor representante de esta teoría es el lingüista estadounidense Noam
Chomsky.
Chomsky rescata dos principios fundamentales expuestos con anterioridad por
Saussure y por Wihelm von Humboldt. Del primero toma el principio de la «arbitrariedad del
signo», que establece que la relación entre los sonidos de una lengua y el significado que
reflejan es arbitraria. Por otro lado, von Humboldt sostenía que el lenguaje «hace uso infinito
de medios finitos» (Moreno Ríos, 2005: 90). Este conjunto de reglas o «medios finitos» ha
sido llamado por Chomsky gramática generativa: a través de un conjunto limitado de
palabras y reglas se puede «generar» un número de oraciones infinitas.
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Chomsky (1957) afirma que todos los miembros de la especie humana poseen la
facultad del lenguaje, y que esta está determinada genéticamente y es similar en todos los
individuos, independientemente de la lengua que hablen. Además, observó que las distintas
lenguas solo se diferencian entre ellas de manera superficial, mientras que las bases
subyacentes son más homogéneas.
La teoría de Chomsky es conocida con el nombre de Gramática Universal. Esta
gramática se compone del sistema de reglas comunes para todas las lenguas del mundo y sería
la explicación a cómo los niños aprenden distintos idiomas tan rápido. La Gramática
Universal, a partir de su sistema de principios y parámetros, explica la gran diversidad de
construcciones que son capaces de crear los niños desde muy temprano.
Por otro lado, Chomsky considera que las experiencias que el niño tiene con el
entorno son insuficientes para que se produzca la adquisición del lenguaje, argumento
conocido como el de «la pobreza del estímulo». Debe haber, pues, un componente innato que
permita a los niños tener los suficientes conocimientos del lenguaje para poder hablar. Este
mecanismo se conoce como dispositivo de adquisición del lenguaje o DAL. El DAL es
universal para todas las lenguas. Otros autores, sin embargo, basándose en aquellos elementos
de la gramática que tardan bastante tiempo en ser aprendidos, dudan sobre el carácter innato
del DAL (Moreno Ríos, 2005: 92).
Steven Pinker llega aún más lejos y habla del lenguaje como un instinto presente en
todo ser humano, «la complejidad del lenguaje, desde el punto de vista científico, es parte de
nuestro patrimonio biológico, no es algo que los padres enseñen a sus hijos o que se imparta
en las escuelas» (1999: 19)
A pesar de la creencia de una gramática innata presente en todos los individuos, los
innatistas apoyan la necesidad de ciertas experiencias lingüísticas para establecer los
parámetros del lenguaje. En los casos aislados de niños que han crecido sin estimulación
lingüística, el resultado siempre es similar: los niños suelen ser mudos y, en el caso de
conseguir hablar, nunca alcanzan un desarrollo normal. Esto demuestra que sean cuales sean
las capacidades gramaticales innatas, estas son demasiado «pobres» para generar por sí solas
el lenguaje humano.
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3.3. Enfoques interaccionistas y culturales
Los enfoques interaccionistas ponen de manifiesto la existencia de diversos factores
(sociales, culturales, cognitivos, lingüísticos...) que interactúan entre sí e influyen
directamente en la adquisición del lenguaje. Encontramos argumentos a favor y en contra de
la influencia de la interacción y de la cultura en la adquisición del lenguaje.
Pinker, por ejemplo, niega que el lenguaje sea un hecho social, ya que de ser así, como
lo es por ejemplo la utilización de herramientas, deberían existir culturas con lenguas más
avanzadas, sin embargo, no encontramos lenguas más simples que otras.
Entre los defensores de estas posturas, por el contrario, se ve al niño como un ser
activo que combina la capacidad innata para el lenguaje con una motivación para los
intercambios comunicativos. Detengámonos en las tres variantes teóricas que podemos
encontrar:
a) La teoría cognitiva de Piaget
Piaget, junto con los investigadores integrantes de la Escuela de Ginebra, elaboró la
teoría más completa de la evolución cognitiva humana. Los trabajos de Piaget fueron
realizados mediante la observación rigurosa del comportamiento de los niños. En algunos de
ellos, los más importantes, se encargó de analizar el desarrollo de sus tres hijos (Moreno Ríos,
2005: 34). Pero no es hasta los años 60 cuando esta teoría comienza a ser aceptada por los
estadounidenses, puesto que suponía una gran ruptura con el conductismo.
Para Piaget (1954), el lenguaje es una de las tantas habilidades resultantes del
desarrollo cognitivo. Las complejas estructuras del lenguaje podrían ser consecuencia de la
continua interacción entre el estado cognitivo del niño en cada momento y su entorno, tanto
lingüístico como no lingüístico. De la misma forma, Vygotsky, contemporáneo de Piaget,
sostiene la idea de la necesidad de estudiar el lenguaje y la cognición al mismo tiempo y no de
forma aislada. Este último publica en 1962 Pensamiento y lenguaje, obra fundamental, junto
con la de Piaget, sobre la que se ha construido las bases teóricas-empíricas del desarrollo
cognitivo en los últimos años.
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Piaget señala un orden de estadios donde se establecen estructuras cada vez más
complejas. El estadio sensoriomotor sería la etapa más primitiva del desarrollo cognitivo y
abarca los primeros dos años de vida. En él, los niños conocen el mundo mediante las
sensaciones inmediatas que obtienen de él (sensorio) y de las acciones que efectúan sobre este
(motor). Otros estadios serían el estadio preoperatorio (desde los dos a los siete años), estadio
de las operaciones concretas (desde los siete a los once años) y, finalmente, estadio de las
operaciones formales (se inicia entre los once y los quince años y es el estadio más
equilibrado del desarrollo cognitivo).
Chomsky rebatió esta teoría: por un lado señaló que el desarrollo cognitivo era incapaz
de explicar el proceso de la adquisición del lenguaje y, además, sostuvo su idea sobre la
insuficiencia de la información lingüística a la que están expuestos los niños.
b) Enfoque del procesamiento de la información
Las teorías del procesamiento de la información eluden el concepto de estadio que
proponía Piaget. Según estos enfoques, la información que entra en el sistema cognitivo es
codificada y archivada en un «almacén» temporal (memoria a corto plazo) o en otro más
estable y permanente (memoria a largo plazo), desde donde será recuperada cuando sea
necesario (Moreno Ríos, 2005: 45). A pesar de existir diferentes modelos que reflejan la
forma en la que se procesa la información y el modo en que se almacena, todos ellos abordan
la actuación lingüística y conciben a los niños como procesadores de la información en
proceso de transición de novatos a expertos.
Existen dos tipos básicos de procesamiento de la información: el procesamiento en
serie, en el que las operaciones se llevan a cabo de una en una, y el procesamiento en paralelo,
en el que las redes de procesadores permiten que las operaciones se produzcan de manera
simultánea. Estas redes son conocidas como procesadores distribuidas en paralelo o PDP
(Gleason y Ratner, 2010: 268). Según Moreno Ríos, parece más convincente el procesamiento
en paralelo, no sería necesario que finalizara un proceso para que actúen los demás (2005:
46).
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c) Enfoque de la interacción social
Los investigadores de este enfoque consideran que los mecanismos naturales de los
que hablan los innatistas no son capaces de explicar por sí solos el proceso de la adquisición
del lenguaje. Así, ven como un factor imprescindible para el desarrollo del lenguaje el habla
especial que los adultos utilizan para dirigirse a los niños.
Los interaccionistas sociales reivindican el papel fundamental de los padres en el
aprendizaje de la lengua por parte de los bebés y afirman que estos proporcionan las
experiencias lingüísticas suficientes para la adecuada progresión lingüística. Los padres
facilitan la comunicación a los más pequeños destacando fonéticamente las palabras más
significativas, repitiendo con frecuencia lo que dicen, etc. (Gleason y Ratner, 2010: 275).
Bruner (1984) sostiene que el lenguaje está formado por un mecanismo innato que
podría ser el dispositivo de adquisición del lenguaje descrito por Chomsky, pero, de igual
manera, señala que es necesaria la interacción entre el niño y las personas de su entorno para
que se produzca el desarrollo de la lengua. Insiste también en la importancia de un contexto
repetitivo, previsible. Este conjunto de requisitos ha sido denominado Sistema de Apoyo para
la Adquisición del Lenguaje (SAAL) (Moreno Ríos, 2005: 104).
Una teoría intermedia entre las propuestas innatistas y las teorías culturales es la
llamada Teoría de la aprendibilidad. Esta acepta el conjunto de reglas gramaticales vigentes
en el niño desde el nacimiento, pero también admite que es necesario el trabajo constructivo
del niño con respecto al input que recibe. De este modo, el lenguaje es innato y, a la vez,
incompleto; los bebés necesitarán la interacción social para adquirir el significado del
lenguaje, sus posibilidades de uso, etc. (Moreno Ríos, 2005: 97).
Una vez vistas las principales propuestas que han surgido a lo largo de los años para
satisfacer la gran pregunta de cómo los niños adquieren, en situaciones normales, la capacidad
para comunicarse, nos centraremos en describir el comportamiento de estos hasta que
consiguen emitir el primer vocablo con significado.
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4. EL DESARROLLO DEL LENGUAJE
Antes de comenzar es conveniente destacar la importancia de los factores individuales
en la adquisición del lenguaje infantil. Las edades que se indican en el desarrollo del lenguaje
varían según los autores y según las condiciones específicas de cada niño. También es
importante señalar que explico el desarrollo normal de la adquisición del lenguaje; queda
fuera pues el estudio del desarrollo atípico.
Antes de nacer, los niños ya están expuestos al idioma que se habla a su alrededor,
pues la melodía del habla de la madre es audible dentro de su vientre. De hecho, algunos
estudios han llegado a la conclusión de que los bebés vienen dotados con ciertos
conocimientos de su propia lengua. Los psicólogos Peter Jusczyk y Jacques Mehler han
señalado a partir de unas investigaciones que los niños franceses de pocos días de edad
succionan el biberón con más fuerza cuando escuchan el francés que cuando oyen, por
ejemplo, el ruso (Pinker, 1999: 289).
Al principio, los bebés son fonetistas universales, pero hacia los seis meses de edad ya
empiezan a clasificar los sonidos pertenecientes a su idioma, mientras discriminan aquellos
ajenos a este. Según Pinker (1999: 289), los bebés de seis meses pertenecientes a una
comunidad angloparlante diferencian fonemas empleados en lenguas como el checo o el
hindi, algo imposible para los adultos de esta misma colectividad. La capacidad de percibir
los sonidos que no son utilizados en su idioma se pierde casi por completo hacia el primer año
de vida (Gleason y Ratner, 2010); Pinker sitúa este hecho en los diez meses de edad. Otros,
como Clemente, hablan de un período de adaptación a la propia lengua: «Los niños necesitan
un tiempo de exposición a un idioma para adaptarse a él, ese tiempo es de más de ocho
meses» (Clemente, 1995: 33).
En un primer momento, el niño es un simple receptor pasivo de los signos lingüísticos
producidos a su alrededor. A mediados del primer año, empieza el balbuceo del bebé. Ha
habido una gran controversia sobre la relación entre el balbuceo y el habla; se ha hablado de
un período de silencio (Jakobson) que sigue al balbuceo. Jakobson afirmaba que el balbuceo
es un sistema aislado e irrelevante para la adquisición del lenguaje. Este autor defendía dos
fases en la evolución de los sonidos: en la primera se produce el balbuceo con una gran gama
de sonidos y, en la segunda, muchos sonidos presentes en la fase anterior desaparecen.
Igualmente advirtió una tercera «fase» previa al primer lenguaje, conocida como período de
silencio (Galeote, 2004: 44).
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Actualmente, casi todos los investigadores coinciden en que no hay un corte brusco
entre la etapa prelingüística (aquella en la que el bebé no utiliza palabras) y la lingüística; el
balbuceo suele coexistir con el primer lenguaje. Aunque aún se esgrimen razones favorables y
contrarias a esta hipótesis, las tesis que sostienen la continuidad entre el balbuceo y el primer
lenguaje son más abundantes y convincentes. Los conductistas, por ejemplo, defienden que
mediante el refuerzo y la imitación los sonidos del balbuceo van transformándose
gradualmente hasta ser idénticos a los fonemas que producen los adultos. Desde posturas no
conductistas, también se afirma que no existe un corte radical entre la etapa prelingüística y
lingüística.
Por otro lado, los defensores de la discontinuidad insisten en la existencia de un
tiempo de ruptura entre el balbuceo y las primeras palabras. Según estos, los niños producen
inicialmente una gran cantidad de sonidos de los cuales muchos desaparecen posteriormente;
algunos no volverán a emitirse hasta pasado un largo tiempo (como la /r/ y /l/ en castellano)
(Clemente, 1995: 34-35). Alarcos Llorach habla de una reducción (y no desaparición) en las
emisiones fónicas del niño al pasar de la fase prelingüística a la lingüística:
«Todos los observadores señalan el hecho fundamental de la reducción de las emisiones
fónicas del niño a un ínfimo número de articulaciones al entrar en la fase semiótica. Sucede como si
el niño perdiera la habilidad articulatoria manifestada durante el balbuceo. Determinada producción
fónica, hasta poco antes frecuente, desaparece, y pasarán varios meses antes de que sea producida
nuevamente» (1976: 18).
Hacia el final del primer año, los niños descubren cómo comunicarse mediante gestos
y vocalizaciones. Producen las primeras palabras reales hacia aproximadamente el primer año
de edad, pero hasta que eso ocurre, han tenido que recorrer un largo y, a la vez, rápido
camino.
El estudio del desarrollo de lenguaje ha puesto de manifiesto la existencia de una serie
de patrones generalmente universales (Owens, 2006: 68):
• El desarrollo es predecible
• Los grandes logros son conseguidos por todos los niños más o menos a la misma edad
• Los niños atraviesan varias fases o etapas evolutivas
• Es necesaria la interacción para la aparición del lenguaje
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4.1. Hitos y conductas prerrequisitas
Las teorías cognitivas como la de Bloom y las teorías de la interacción social como la
de Bruner (1983) establecen una serie de requisitos que deben estar presentes para la
aparición del lenguaje. Principalmente, es necesario el esquema de la permanencia del objeto
que menciona Piaget y la intencionalidad comunicativa para que se produzca este gran logro.
No menos importantes son las protoconversaciones y la toma de turnos.
a) El concepto de permanencia del objeto
Cuando Small (1990) habla del conocimiento sobre el mundo y los objetos, hace
referencia a la hipótesis de Piaget sobre la adquisición del esquema de permanencia de los
objetos, es decir, notar la existencia de los objetos aun cuando estos se encuentran fuera de la
vista (Moreno Ríos, 2005: 118). Según Bloom y Brown, este esquema es un factor necesario
para la adquisición del lenguaje (Galeote, 2004: 77-78).
Para Piaget, la consecución del esquema de permanencia del objeto se sitúa entre los
ocho y doce meses, es decir, dentro del período sensorio-motor. Sin embargo, otros muchos
investigadores han demostrado que la sensibilidad a la permanencia o desaparición del objeto
aparece incluso en bebés menores de cuatro meses (Moreno Ríos, 2005: 37). Antes de este
logro, lo que quedaba fuera de la vista del bebé dejaba de existir.
b) La expresión de intenciones comunicativas
Para que exista la comunicación es necesario que el bebé tenga el deseo de comunicar.
A pesar de lo que muchos padres afirman, el llanto no tiene ningún carácter comunicativo,
puesto que se produce tanto en presencia como en ausencia de otras personas, no es
intencional. Alarcos Llorach habla de signo “primario” para referirse a las comunicaciones
intencionales de los bebés (1976: 16).
A finales del primer año de vida, los bebés descubren que pueden hacer señales (bien
un gesto o una vocalización) que provocan cierto efecto en su cuidador; estas señales se
conocen como funciones comunicativas. Se han señalado tres etapas para describir el
desarrollo de las funciones comunicativas (Owens, 2006: 166-170):
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• Etapa prelocutiva: desde el nacimiento hasta la segunda mitad del primer año. Aún no
ha aparecido la intencionalidad comunicativa. Al final de este período el intento de los
niños por atrapar aquellos objetos que llaman su atención desembocará en el gesto de
señalar.
• Etapa ilocutiva: se inicia entre el octavo y el noveno mes de edad. Los niños ya poseen
la capacidad de señalar sus intenciones mediante gestos y vocalizaciones.
• Etapa locutiva: en esta etapa las intenciones del niño se convierten en palabras con
significado.
Gleason y Ratner señalan la aparición de la intencionalidad a los once meses (2010:
42). Piaget sitúa este logro entre los ocho y los doce meses (período sensorio-motor).
c) Protoconversaciones y toma de turnos
A los tres meses de edad, aproximadamente, comienzan a aparecer intercambios
comunicativos llamados «protoconversaciones», debido a la semejanza con las
conversaciones mantenidas entre adultos.
Una de las características principales de las protoconversaciones es la toma de turnos,
aunque no siempre es el habla lo que cambia de turno, pueden ser otras acciones como, por
ejemplo, sacar la lengua. El desarrollo de esta destreza es fundamental para las interacciones
posteriores. Owens señala que la adopción de turnos se inicia desde los primeros contactos
entre una madre y su bebé. También en juegos, como las cosquillas, se puede observar que se
hacen ciertas pausas para que el niño tenga la oportunidad de responder (Owens, 2006: 188).
4.2. Habla maternal o input lingüístico dirigido a los niños
Todas las personas del mundo, independientemente de la cultura a la que pertenezcan,
tienen un modo especial de hablar a los niños. Se ha llamado a esta forma de hablar baby talk,
habla dirigida al bebé y motherese o maternés en español, ya que suelen ser las madres los
principales cuidadores y, por tanto, los sujetos primarios de socialización. Estas expresiones
hacen referencia a ese tipo especial de habla que los adultos utilizan con los niños. Gleason y
Ratner definen baby talk como «las imitaciones por parte de los adultos de la forma de
hablar de los bebés» (2010: 48).
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Es en los años setenta y ochenta cuando comienzan a publicarse trabajos dedicados a
describir las características del habla que las madres dirigen a sus pequeños. Snow y Ferguson
son los primeros en utilizar el término motherese en su obra Talking to children: language
input and acquisition (1977).
Moreno Ríos señala en su obra Psicología del desarrollo cognitivo y adquisición del
lenguaje (2005) las características principales de este tipo de input:
«Una de las características del habla maternal es la utilización de frases cortas, bien
articuladas y simples, tanto en su sintaxis como en su contenido. En su contenido, el lenguaje es
redundante con repeticiones, paráfrasis y referencias continuas al presente, en tiempo y espacio.
Además, las frases tienen una entonación exagerada y la pronunciación es lenta. (…) Otra
característica interesante del lenguaje dirigido al niño es que los adultos lo adaptan a medida que el
niño se hace mayor. Esta adaptación no parece intencional, ni siquiera los adultos son conscientes de
hacerlo» (2005: 134-135).
Chomsky se basaba en la pobreza de este tipo de habla para defender su teoría
innatista, sostenía que, a pesar del limitado input lingüístico que reciben los niños, estos son
capaces de aprender el lenguaje. Lo cierto es que, contrariamente a lo que pensaba Chomsky,
dicha habla no es tan «degradada», es más, es posible descubrir en ella ciertas regularidades
que permiten empezar a formar el conocimiento gramatical. De hecho, nadie niega en la
actualidad la especial importancia del input para el posterior desarrollo de la lengua. Incluso
los teóricos innatistas más radicales admiten la necesidad de ciertas experiencias lingüísticas
para que se produzca el lenguaje.
Según Owens, «este input lingüistico suele estar repleto de errores (…) Sin embargo,
resulta suficientemente apropiado como para permitir al niño la extracción de reglas
lingüísticas que al fin y al cabo están basadas en su conocimiento innato» (2006: 44).
El debate actual sobre el input no gira en torno a la necesidad o no necesidad de este,
sino en términos de suficiencia. (Galeote, 2004: 86). Es decir, sabemos que el input es
imprescindible para que los más pequeños empiecen a crear su sistema lingüístico, la pregunta
es: ¿Cuánto input es necesario para que el lenguaje se desarrolle adecuadamente?
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4.3. Hacia las primeras palabras
El estudio sobre el desarrollo de la fonología ha sufrido grandes avances en los últimos
años, pero aún siguen planteándose algunos problemas como el origen del sistema fonológico
de los más pequeños. En España sobresalen los trabajos de Laura Bosch (Galeote, 2004: 43).
La mayor parte de los autores han visto una organización por niveles en las
producciones fonológicas de los niños; el problema está en considerar qué da coherencia al
nivel y cuándo tiene lugar el cambio de estadio.
Ingram relaciona los niveles fonológicos con los demás componentes lingüísticos y
con los estadios cognitivos de Piaget; sin embargo, no hay apenas posibilidad de poder
relacionar estos tres tipos de comportamiento (Clemente, 1995).
est.
Edad est. fonol. Etapas lingüíst. des. cog.
1 hasta 1 año Balbuceo Comunic. Preling. (gestos y llantos)
Sensr-motor
2 1 año-18 m 50 primeras palabras
Holofrases Sensr-motor
3 18 m-4 años Fonología de expansión procesos de simplificación
Telegráfica Frases simples
Subperíodo preconceptual
4 4-7 años Fin del repertorio fonológico
Frases complejas
Subperíodo intuitivo
Cuadro 1. Adaptación y resumen de los estadios de Ingram para el desarrollo fonológico, lingüístico e intelectual (Clemente, 1995: 36).
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Otro de los autores que organizan las producciones fonológicas de los bebés por niveles es Stark (Clemente, 1995):
Estadio
Edad Características
1
0-6 semanas Vocalizaciones reflejas, sonidos vegetativos y llanto
2
6-16 semanas sonidos de arrullo y risas
3
16-30 semanas juego vocálico
4
6-10 meses balbuceo reduplicado
5
10-14 meses jerga/balbuceo no reduplicado
6
más de 14 meses transición palabra
Cuadro 2. Resumen de los estadios de Stark para el desarrollo fonológico (Clemente, 1995: 38).
Durante la etapa prelingüística, los llantos dan paso a un balbuceo que cada vez va
haciéndose más complejo. Lise Menn y Carol Estoel- Gammon (Gleason y Ratner, 2010)
clasifican las distintas vocalizaciones producidas en la etapa prelingüística en vocalizaciones
reflejas (llantos, toses y gruñidos involuntarios) y vocalizaciones no reflejas (arrullos y
gruñidos voluntarios o balbuceos). También señalan cinco fases de desarrollo vocal por las
que parecen atravesar todos los bebés.
Una nueva fase muestra la aparición de conductas vocales que no se observaban
anteriormente, aunque esto no quiere decir que las conductas del período anterior
desaparezcan por completo, es más, conviven durante cierto tiempo con las nuevas conductas.
Fase 1: Vocalizaciones reflejas
Esta fase se prolonga hasta los dos meses de vida. En ella predomina el llanto y los
sonidos asociados a la digestión, la respiración, etc. Las vocalizaciones en este período están
en cierto modo limitadas por el pequeño tamaño de la cavidad oral y la posición de la laringe.
A los tres meses, la laringe desciende hasta situarse en la base del tracto vocal, permitiendo
que la lengua se desplace horizontalmente y se puedan así producir los sonidos vocálicos
utilizados por los adultos (Pinker, 1999: 290).
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Fase 2: Arrullos y risas
Abarca de los dos a los cuatro meses. Aparecen los arrullos, es decir, vocalizaciones
producidas por placer. Es probable que estos arrullos no tengan un carácter intencional. En
cambio, los arrullos posteriores se emiten con frecuentes cambios de entonación y darán lugar
al llamado «juego vocálico». El llanto es menos frecuente y aparecen también las sonrisas.
Fase 3: Juegos vocales
Esta fase comprendería desde el cuarto al sexto mes de vida. Los bebés empiezan a
jugar con los sonidos produciendo gritos, susurros, gruñidos y chillidos. Algunos autores
consideran los ruidos de este período como los chasquidos, las fricciones y las oclusiones,
precursores de las consonantes vibrantes, oclusivas y fricativas (Moreno Ríos, 2005: 145).
Fase 4: Balbuceo canónico
Durante las primeras fases del balbuceo las vocalizaciones se producen a la misma vez
que se mueven los brazos, las piernas, etc.; es como si el balbuceo también respondiera a la
activación general del organismo. Esta fase comienza aproximadamente a los seis meses de
edad. Lo más característico es la producción de secuencias de sílabas consonante-vocal con
ritmos parecidos a los adultos. Las series de sílabas idénticas como /abababa/ se conocen con
el nombre de balbuceos reduplicados, mientras que las series de sílabas que alternan
consonantes y vocales se llaman balbuceos variados.
Clemente (1995: 39) indica que el balbuceo reduplicado producido por niños de habla
española contiene frecuentemente las sílabas /la/, /da/ y /ta/, la repetición de diptongos /ea/,
/ea/, /ea/ y la prolongación de los sonidos finales, ya sean vocálicos, /atatataaaa/, o
consonánticos, /agagarrr/.
Solo a partir de los doce o trece meses comienzan a ser más frecuentes los balbuceos
variados. Oller fue el primero en indicar el estrecho vínculo que mantienen los sonidos
producidos en este período con el habla posterior.
Fase 5: Fase de la jerga
A partir de los diez meses, los sonidos y sílabas producidos por los bebés muestran
una entonación y acentuación similar al habla de los adultos. Estas producciones reciben el
nombre de balbuceo conversacional o jerga. Moreno Ríos llama a este tipo de balbuceo
balbuceo abigarrado, y lo sitúa entre los diez y los catorce meses (2005: 145). La jerga tiene
la apariencia externa de la conversación adulta debido, principalmente, a los patrones de
entonación. Se trata esta de la última fase del balbuceo y suele mezclarse con las primeras
palabras.
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La articulación de las vocales predomina los primeros seis meses de vida; después, el
inventario de sonidos aumenta notablemente. En las fases finales del período prelingüístico,
las sílabas empiezan a adquirir los tiempos y la tonalidad de la lengua propia de cada
individuo.
Pinker (1999) sitúa el juego vocálico entre los cinco y los siete meses. Entre los siete y
los ocho meses balbucean con sílabas como ba-ba-ba o ta-ta-ta. Hacia el final del primer año
se empieza a producir la característica jerga pseudolingüística del bebé.
Los balbuceos tienen un papel fundamental en la adquisición de la lengua. Pinker
habla así de ellos en su obra El instinto del lenguaje:
«Un bebé es como una persona a la que se le da un complicado equipo de sonido con un
montón de mandos y botones que no llevan etiquetas y además sin un manual de instrucciones. En
tales situaciones, la gente recurre a lo que en la jerga informática se llama «frobear», esto es, probar
los controles por ensayo y error para ver qué pasa. (…) Al escuchar sus propios balbuceos, los bebés
van componiendo su propio manual de instrucciones de uso. (…) Este es un requisito indispensable
para poder emular el habla de sus padres» (1999: 291).
En la actualidad, casi todos los investigadores parecen estar de acuerdo en que existe
una continuidad entre el balbuceo y las primeras palabras. El supuesto período de silencio
solo favorecía la distinción entre los períodos prelingüístico y lingüístico.
Sobre los doce meses de edad tiene lugar uno de los mayores logros en el desarrollo
del lenguaje: el empleo de palabras con significado o, dicho de otra forma, la capacidad de
usar símbolos. Alarcos Llorach establece la edad en la que los niños pueden registrar sus
primeras palabras (con intencionalidad e identificadas como tal por los adultos) en el noveno
mes (1976: 16), pero estas palabras tienen un escaso parecido con las de los mayores, por lo
que son conocidas como protopalabras. Clemente (1995) las define así:
«Las protopalabras son expresiones articuladas que ocurren en contextos definidos y que no
son producto de la imitación, al menos inmediata; su funcionamiento es referencial (una situación,
una protopalabra) y significativo (se pueden reconocer por cualquier persona familiarizada con los
niños). (…) Se denominan también protopalabras porque la mayor parte del significado lo determina
el contexto y los gestos de mano, cara y cuerpo que se asocian con ellas (1995: 41)».
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Aunque sea alrededor del primer cumpleaños cuando los bebés empiezan a producir
sus primeras palabras, es un poco antes cuando empiezan a entenderlas, posiblemente
alrededor de los ocho o nueve meses. También es frecuente el caso de niños que no hacen
ningún uso del signo hablado a pesar de que «comprenden todo» (Alarcos, 1976: 12). Para
que una emisión pueda ser considerada como una palabra auténtica, esta debe presentar
alguna semejanza fonética con una palabra real. Además, debe utilizarse de la misma forma y
con el mismo referente (Owens, 2006: 231).
Las primeras palabras se denominan listemas, es decir, secuencias de palabras
memorizadas (Pinker, 1999). Estas palabras suelen referirse a objetos, a partes del cuerpo, a
vehículos, a animales, a movimientos y rutinas, etc. A partir de este momento, el niño no
parará de aprender palabras nuevas. Inicialmente, el significado de las palabras suele ser
bastante restringido, puede incluso usarse con un único referente. Al decir «gua-gua» puede
que el niño únicamente se refiera a su propio perro y no a todos (Owens, 2006: 232).
La etapa en la que los niños emplean una sola palabra en sus emisiones se ha
denominado período de una palabra al tiempo, y abarcaría aproximadamente el primer y
segundo año de vida. Con una sola palabra los niños además de expresar ideas sencillas
pueden expresar oraciones completas. Por ejemplo, dicen /aba/ en lugar de «quiero beber
agua». Estas palabras que sustituyen frases son llamadas holofrases (Moreno Ríos, 2004:
156). Casi todas las primeras palabras son de una o dos sílabas; los fonemas más usuales son
/p/, /b/, /n/, /m/, /g/, y /k/.
El curso del desarrollo léxico se acelera a medida que los niños se van acercando a las
cincuenta palabras (Owens, 2006: 240). Este momento es uno de los que mayor interés ha
despertado en el estudio de la adquisición del vocabulario, es conocido como el período de las
primeras cincuenta palabras.
4.4. La explosión léxica
No han sido pocos los investigadores que han hablado de la existencia de la
«explosión» en la adquisición del vocabulario, aunque no se ha llegado a un acuerdo para fijar
el momento justo en el que tiene lugar este fenómeno. Bloom lo ubica entre los trece y los
veinticinco meses; otros, como Owens (2006), entre los dieciocho y los veinticuatro. Pinker
sitúa el momento de la explosión léxica alrededor de los 18 meses (1999: 293).
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Mientras que la adquisición del vocabulario mantiene un ritmo lento durante el primer
año, en el segundo suele incrementarse la velocidad hasta el punto de aprender una palabra
nueva cada dos horas. Los niños combinan frecuentemente la creación y la imitación. Este
ritmo se mantiene hasta la adolescencia. A medida que aumenta el vocabulario se van
precisando los límites y el contenido semántico de cada signo.
Conviene mencionar que existen diversas circunstancias sociales, económicas y
culturales que influyen a la entrada léxica. Los niños que crecen en situaciones culturales y
sociales más deprimidas no están expuestos a las mismas interacciones que aquellos criados
en contextos más favorables. Como consecuencia, la entrada lingüística es mucho más
frecuente en las familias más educadas, por lo que los pequeños de estas familias poseerían un
vocabulario mayor (Moreno Ríos, 2005: 158).
22
5. CONCLUSIONES
Como hemos podido comprobar, desde tiempos remotos se ha intentado dar una
explicación adecuada y completa a cómo el ser humano adquiere el lenguaje, pero, a pesar de
las diferentes teorías, aún no se ha conseguido. Lo que sí han logrado las distintas hipótesis ha
sido descartar ciertos planteamientos y afianzar otros. Por ejemplo, ha quedado demostrado
que el lenguaje es una propiedad innata (aunque siga siendo objeto de discusión en qué
grado), solo presente en los seres humanos y que, a pesar de esto, no podría desarrollarse con
normalidad sin una adecuada interacción con el ambiente que nos rodea y sin unos
determinados factores como el input materno, los balbuceos, etc.
Por otro lado, casi todos los autores coinciden en describir los hechos observables del
comportamiento de los niños desde el nacimiento hasta la emisión de sus primeros vocablos,
hechos que aquí se especifican; en lo que puede haber (y hay) contradicciones es en la edad
exacta en la que estos acontecen.
En la actualidad se sigue investigando sobre la adquisición del lenguaje infantil y es
que se trata de un proceso tan complejo que, como dice Pinker, «el funcionamiento del
lenguaje está tan apartado de nuestro conciencia como la lógica de la incubación de huevos
lo está de la conciencia de la mosca» (1999: 21).
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Visión.
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