Post on 19-Jul-2015
PLAN GENERAL DE LA OBRA
Tomo I: El Monacato antes del Císter
Volumen I. Oriente. (Publicado)
Volumen II. Occidente. (Publicado)
Tomo II: El primer siglo Cisterciense (1098-11989
Volumen I. Primera y Segunda Parte. (Publicado)
Volumen II. Tercera parte. (Publicado)
Tomo III: 1198-1494 (Publicado)
Cuarta Parte: el Segundo Siglo de Císter (1198-1303)
Quinta Parte: La Orden al fin de la Edad Media (1303-1994)
Tomo IV: 1994-1789 (Publicado)
Sexta Parte: Nuevos tiempos. Decadencia Congregaciones-
Reformas
Tomo V: 1789-19.. (Publicado)
Séptima Parte: Tiempos Modernos
Extinción-Restauración-Unión 1892
(1789-1892)
Octava Parte: La Orden Cisterciense en el siglo XX
Tomo VI: Apéndice. Documentos relativos a la Orden Cisterciense.
TOMO V
HISTORIA
DE LA ORDEN
DE CÍSTER
1789 - 19..
Séptima Parte
Tiempos Modernos
Extinción - Restauración
Unión 1892 (1789 - 1892)
Octava Parte
La Orden Cisterciense en el siglo XX
Rvd. P. LORENZO HERRERA, o.c.s.o.
Monje de San Isidro de Dueñas
MONASTERIO DE LAS HUELGAS: Burgos (España) Col. «ESPIRITUALIDAD MONÁSTICA»
Textos-Estudios-Miscelánea) Vol.27
Edición fuera de comercio.
Copia, impresión y organización de las Monjas Cistercienses de los
Monasterios de LA ENCARNACIÓN, Córdoba, y Sta Mª la Real de LAS
HUELGAS, Burgos (España).
SÉPTIMA PARTE EXTINCIÓN - RESTAURACIÓN
UNIÓN DE 1892
ESQUEMA GENERAL
INTRODUCCIÓN HISTORIOLÓGICA
1º Notas historiólogicas al presente período.
CAPÍTULO I. LA SUPRESIÓN DE LAS ÓRDENES
RELIGIOSAS EN FRANCIA
1º La secularización de los bienes eclesiásticos.
2º La supresión de las Órdenes religiosas.
3º La Constitución civil del clero.
CAPÍTULO II. EL ESTABLECIMIENTO EN LA VAL-
SAINTE
1º Dom Agustín de Lestrange.
2º La Val-Sainte.
3º La erección de la Val-Sainte en Abadía.
CAPÍTULO III. LAS FUNDACIONES DE LA VAL-SAINTE
1º La fundación de Santa Susana en España. 2º Westmalle en Bélgica y Darfeld en Alemania.
3º Lulworth en Inglaterra.
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4º Mont Brac y Sordevolo en el Piamonte.
5º Proyectos para la fundaciones en Rusia y en Hungría.
6º Fundaciones en Valais. 7º La institución de las Trapistinas.
8º La institución de la Tercera Orden.
9º Una verdadera Congregación.
CAPÍTULO IV. LA ODISEA MONÁSTICA
1º El abandono de la Val-Sainte. 2º Condiciones en que se haría el viaje.
3º A través de Europa.
4º Nueva dispersión. 5º Estancia en el Imperio ruso.
CAPÍTULO V. SEGUNDA ESTANCIA EN LA VAL-SAINTE.
RESTAURACIÓN EN FRANCIA
1º Segunda estancia en la Val-Sainte.
2º Primera restauración en Francia.
3º Nueva restauración en Francia. 4º El proceso de Dom Agustín de Lestrange.
CAPÍTULO VI. LA ORDEN A PRINCIPIOS DEL SIGLO XIX.
EXTINCIÓN Y RESTAURACIÓN
1º Supresión de las Órdenes religiosas en Europa. 2º La Orden Cisterciense en los diversos países de Europa.
3º La restauración del gobierno central.
CAPÍTULO VII. OBSERVANCIAS DE LA ORDEN DE
CÍSTER. COMUN, MEDIA,
ESTRECHA.
1º La Común Observancia.
2º La Media Observancia.
3º La Estrecha Observancia.
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4º La Orden de los Cisterciense reformados de N.S. de la Trapa.
5º La Orden de los Cisterciense reformados o de la Estrecha
Observancia. 6º Algunas consideraciones sobre la Unión Cisterciense.
CAPÍTULO VIII. LAS MONJAS CISTERCIENSE EN EL S.
XIX
1º Común Observancia.
2º Media Observancia. 3º Estrecha Observancia.
CAPÍTULO IX. LA LITURGIA CISTERCIENSE HASTA EL
CONCILIO VATICANO II
1º La Estrecha Observancia.
2º La Común Observancia.
3º Juicio final.
CAPÍTULO X. LA EXPANSIÓN DE LA ORDEN EN EN S.
XIX
1º Europa.
2º Asia. 3º África.
4º América.
5º Oceanía.
BIBLIOGRAFÍA GENERAL DE LA SÉPTIMA PARTE
A. FUENTES
ANÓNIMO: Libro de Gestis é historia del Real Monasterio de
N. Señora de Sta. Susana. Estrecha Observancia del Císter. En el
Reyno de Aragón, y Arzobispado de Zaragoza. (Tres tomos manus-
critos, año 1802. Archivo del Monasterio cisterciense de Sta. María
la Real de La Oliva).
NOMASTICON CISTERCIENSE: Ed. H. SEJALON, Solesmes 1892.
B. ESTUDIOS
ANÓNIMO: Dom A. de Lestrange et les trappistes pendant la
Révolutión. (Imprimerie de la Grande-Trappe, 1898).
ANÓNIMO: Un gran monje: Dom Gerásimo de Alcántara.
"Cistercium" 9 (1957), 61-68.
AUBERT, R.: La restauration monastique dans l'Europe
occidentale de XIX siècle. "Revue Bénédictine" 93 (1973), 9-32.
BERECIARTUA-OLARRA, J.M.: Los primeros trapenses en
el Císter español. "Cistercium" 8 (1956), 263-267.
BOCK, C: Les codifications du droit Cistercien. Evolution du
droit cistercien de la Revolution a nos jours. Le droit liturgique.
"Collectanea O.C.R." 17 (1955), 159-185.
BOUTON, J. de la Croix: Histoire de l'Ordre de Cîteaux.
Tirage-à-part des "Fiches Cisterciennes", vol. II, pp. 405-460.
(Westmalle 1968).
BRASIL, M.: Le Centenaire du retablissement des Cisterciens
en Angleterre. "Collectanea O.C.R." 2 (1935), 142-146.
FRIEDLANDER, C.: Les plus anciennes Constitutions des
moniales de la Trappe. "Cîteaux" 32 (1981), 321-351.
GACH, P.: Les suppresions des abbayes cisterciennes en
territoire Polonais au XIX siècle. "Cîteaux" 32 (1981), 305-320.
HALGOÜET, J. de: Pierres d'attente pour une histoire de
l'Ordre dans la première moitié du XIX siècle. 2ª série. Le Procès de
Dom Augustin de Lestrange. "Cîteaux" 26 (1975), 57-81, 185-215,
284-315; 27 (1976), 56-84.
HÜNERMANN, W: El rebelde obediente (Madrid 1965).
LEKAI, L.J.: Les moines blancs (París 1957).
LEZCANO, Mª Luisa: Aportación al conocimiento del
movimiento monástico británico. La Trapa: Orígenes, extinción y
renacimiento. Tesina inédita para obtener la Licenciatura en la
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Complutense
(Madrid).
LLORCA, B., GARCÍA VILLOSLADA, R., MONTALBÁN,
F.J.: Historia de la Iglesia Católica. Vol. IV. Edad Moderna
(1648-1958). La Iglesia en su lucha y relación con el laicismo.
Primera redacción por F. J. MONTALBÁN. Revisada y completada
por B. LLORCA y R. G. VILLOSLADA. BAC 76, 2º ed. (Madrid
1958).
MARTELET, B.: De la Val-Sainte a Cîteaux. "Collectanea
O.C.R." 10 (1948), 247-260. Dom Eugene de Laprade. "Collectanea
15
O.C.R." 10 (1948), 199-209.
PRESSE, Dom A.: Les moniales cisterciennes rèformées.
"Revue Mabillon" 24 (1934), 1-14, 81-98. Notes et documents sur les
derniers temps de l'abbaye de Cîteaux. "Analecta S.O.C." 10 (1954),
169-207.
ROGIER, L.J., AUBERT, R., KNOWLES, M.D.: Nueva
Historia de la Iglesia. Vol. IV. De la Ilustración a la Restauración.
Por L.J. ROGIER, G. DE BERTIER DE SAUVIGNY, J. HAJJAR.
(Madrid 1977).
UN MONJE DE THYMADEUC: Histoire abrégée de l'Ordre
de Cîteaux. (Saint-Briene 1897). VANDERMARLIERE, S.: Les abbayes de l'Ordre de Cîteaux
(Stricte Observance). "Collectanea O.C.R." 1 (1934), 202-204; 2
(1935), 19-24, 82-87, 153-162.
XIMÉNEZ DE SANDOVAL, F.: La Comunidad errante.
(Madrid 1959).
SÉPTIMA PARTE
EXTINCIÓN - RESTAURACIÓN- UNIÓN 1892
1789 - 1892
INTRODUCCIÓN HISTORIOLÓGICA
1º Notas historiológicas de este período
Este período, que vamos a historiar, es quizás el más crí-
tico de los que hasta ahora había atravesado la Iglesia y que
repercutió, como no podía por menos, en todas sus institucio-
nes y muy especialmente en las Órdenes religiosas. No son
ahora parcelas geográficas o individuos aislados los que
plantean la lucha sino la sociedad entera que huye de la Iglesia
y de la fe cristiana. Tras largo proceso, se consuma en este
tiempo la ruptura radical de todo el sistema de creencias y
valores sobre los que había vivido el hombre occidental.
Se crea un nuevo derecho que nada tiene que ver con el
anterior; una moral nueva, ajena a la tradicional; nuevos
valores políticos y sociales en los que el súbdito pasa a ser
ciudadano; una religiosidad natural, negación de la verdadera.
Es la razón contra la fe, una Europa de espaldas a cuanto había
sido.
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Este proceso recibe diversos nombres: «Enlightment»,
«aufklärung», «Siècle des Lumiéres», «Ilustración», que
significan según Kant, uno de los déspotas ilustrados, «la
salida del hombre de su minoridad». Se iniciaba una sociedad
nueva con distinta posición ante el arte, el pensamiento y la
religión.
¿Qué ocurrió en la Iglesia en este período, oprimida por
todas partes y en la que se jugaba su propio ser? Atravesó tres
momentos, habituales en casos similares: ingnorancia de lo que
ocurría, lucha represiva por parte de la Inquisición, postura
apologética que poco a poco terminará aceptando los hechos
consumados. En la práctica no sólo desaparecerá su tradicional
poder (!Qué lejos quedaba la «cristianitas»¡), sino también su
presencia en la vida de los pueblos. Apenas le quedaban otros
oficios que la firma de Concordatos y las intrigas políticas.
Desde fines del siglo XVIII hasta la Segunda Guerra Mundial,
la Iglesia no hizo otra cosa que languidecer viviendo de espal-
das a la realidad y a la defensiva, juzgando los cambios
radicales que se iban produciendo como meros juegos
transitorios.
a) La Enciclopedia
El vehículo y el portaestandarte de todos estos nuevos
principios fue la famosa obra conocida con el nombre de «La
Enciclopedia». Desde 1750 los «filósofos» se hicieron cons-
cientes de su fuerza y de su número y, mientras Voltaire en la
corte de Federico II planeaba los medios de «aplastar a la
infame» (léase a la Iglesia), el literato Diderot con el científico
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D'Alembert, forjan el arma de combate que habrán de utitilizar
todos lo que se alistan en el campo anticristiano. En 1751 sale a
la luz el primer tomo con el título «Encyclopedie ou Diction-
naire raisonné des sciences, des arts et de metiers par une
société de gens de lettres, mis en ordre et publié por Diderot...
quant'à la part mathématique por M. D'Alembert». Prohibida
la impresión en 1759, se consiguió, sin embargo, por medio de
poderosas influencias y mucho oro, el que se acabase de
imprimir en 1766. Constaba de 17 volúmenes en folio, cinco
suplementos publicados en 1777 y once planchas en cobre.
Diderot, el principal director, era un escritor de brillante
estilo, gran fantasía y no vulgar inteligencia, pero ateo o
panteísta que profesaba el materialismo y trataba de demostrar
privadamente que el pudor es contrario a la naturaleza. Más
cauto, aunque siempre escéptico, D'Alembert cultivaba con
éxito las ciencias físicas y matemáticas; suyo es el «Discurso
preliminar» sobre la lógica concatenación de los conocimien-
tos, con una clasificación de las ciencias y una historia del
progreso humano.
Sin ser obra de abierto y declarado sectarismo, pues aparte
de los más ilustrados personajes de la época ateos y mate-
rialistas, artículos traducidos de deistas ingleses, colaboraron
algunos católicos, la Enciclopedia tiene en general un espíritu
de supresión de todo lo absoluto, de abolición de todo lo
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sobrenatural, de negación de todo milagro, de todo misterio, de
toda metafísica, no impugnando directamente las ideas cris-
tianas, a fin de no ser prohibida, pero sí insinuando las con-
trarias, demostrando las verdades religiosas de un modo insu-
ficiente o ridículo, poniendo objeciones sin refutarlas debi-
damente y defendiendo la tolerancia, la libertad de pensa-
miento, prensa, etc.
La Enciclopedia contribuyó a dar cohesión y conciencia de
su poder a los «ilustrados» y los filósofos de Europa, y al
mismo tiempo desató una oleada de errores y negaciones, que
llegaron a un absoluto radicalismo. Para ellos, Dios, era una
palabra sin sentido; el alma, una quimera; la religión, una farsa;
el destino ultraterreno, un absurdo; sólo había una cosa
verdadera, subsistente y divina: la sensación, el placer.
Y con estas ideas, pensaban que eran los heraldos de una
época de felicidad para el género humano, la época de la Ilus-
tración, la época de la Libertad, de la Igualdad, de la Fra-
ternidad, y se les llenaba la boca con estas grandes palabras y
hablaban con ingenuidad de niños, con ilusión de soñadores.
Condorcet exclamaba en el libro X de su Historia del progreso
humano: «Llegará un momento en que el sol no alumbrará
sino a los hombres libres sobre la tierra, hombres que no
reconocerán otro señor y maestro que la Razón, y en él los
tiranos y los esclavos, los sacerdotes y sus estúpidos instru-
mentos no existirían más que en la historia y en los teatros».
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b) La Revolución francesa
Hay algo que la historia a que estamos acostrumbrados,
olvida con demasiada frecuencia. Si la Revolución francesa
marcó un viraje decisivo en la historia de la humanidad, si,
debido a las ideas que acabamos de exponer, se volvió contra la
Iglesia, la religión, el clero y la Órdenes religiosas, ésta no era
su intención original. Sus corifeos, incluídos aquellos que
habían perdido la fe en la revelación, en la felicidad o en los
castigos eternos, para quienes el único objetivo era mejorar la
vida en la tierra, no se propusieron, ante todo, montar una
campaña contra la religión.
La convocatoria de los Estados Generales en mayo de
1789 nada tuvo que ver con las aspiraciones malévolas que se
daban en algunos ambientes contra la religión y la Iglesia. De
hecho la Asamblea fue precedida de ceremonias religiosas. Ni
siquiera los que habían de convertirse en los famosísimos
jacobinos fomentaban deseo alguno de destrucción con
respecto a la Iglesia. Merece también tenerse en cuenta otra
observación: las teorías que la Revolución trató de aplicar a la
Iglesia y a la religión no nacieron en el cerebreo de estadistas,
sino de eclesiásticos y teólogos. Es falsa la idea de que se
alzaron contra la Iglesia algunos maestros perversos venidos de
fuera; es ésta una de las confusiones que habitualmente
desfiguran la historia: aquellos maestros surgieron siempre en
el seno de la Iglesia. Ahora bien, puntualicemos que si los
padres de la Revolución no tenían como principal fin atacar a la
Iglesia, eso no quiere decir, en general, que fueran partidarios
de lo que ella enseñaba o prescribía y menos aún, que
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considerasen intangible la posición que venía ocupando dentro
del Estado.
c) La francmasonería
Un elemento con el que hay que contar al tratar de
comprender este momento histórico es la francmasonería,
exponente típico del deísmo y de otras ideas de la época y de la
nacida en el suelo inglés. Se trata de un producto auténtico del
siglo XVIII y las primeras logias brotaron de la fusión de
ciertos clubs de amistad, que pretendían pasar por continua-
dores directos de la organización corporativa de la Edad
Media. Se consideraban herederos de las cofradías de cons-
tructores que, caminando de ciudad en ciudad, habían tomado
parte en la edificación de las más célebres catedrales de
Inglaterra.
El 24 de junio de 1717, fiesta de san Juan Bautista, que
ejerce su patronazgo sobre las logias, se fundaba la primera de
ellas en Londres. La expansión fue sorprendentemente rápida
en Europa y en el Nuevo Mundo. Esto demuestra que la
francmasonería surgía de la mentalidad de la época. Por una
parte, reclamaba para cada individuo el derecho de mantener su
opinión personal, el libre pensamiento; por otra, se abría a las
aspiraciones sociales cosmopolitanas. Hijas legítimas de su
época su resorte era el deseo de fraternidad internacional e
interconfesional. Las condiciones de admisión se reducían a un
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mínimo, en principio, a la fe deísta en un ser supremo, «gran
Arquitecto del universo», y a la profesión de una religión
natural.
Roma tomó medidas de defensa contra la francmasonería,
pero con escaso éxito. El poder central del Papa y de la Curia se
debilitaba más y más y casi todos los soberanos católicos uti-
lizaban sin ningún miramiento sus derechos al «placet». De
aquí que los decretos pontificios promulgados en esta materia
quedaran en letra muerta por largo tiempo. Hacia 1780 parece
que innumerables obispos y sacerdotes pertenecían a alguna
logia.
La fundación de una logia en Florencia, provocó
inmediatamente la oposición de numerosos soberanos de Italia.
Clemente XII se refirió a sus prohibiciones cuando, a su vez,
prohibió en 1783 que los católicos pertenecieran a una logia.
Benedicto XIV renovó en 1751 la prohibición confirmándola
con excomunión reservada al Papa. Entre los motivos enume-
rados en su Bula, el primero es el carácter interconfesional de
la liga y el «gran peligro que de ahí se deriva para la pureza de
la fe católica»; el segundo es el juramento de secreto absoluto.
Esta Bula fue la causa de que en Italia, España, y Portugal, la
francmasonería se convirtiera en punto de cita para todos lo
enemigos jurados de la Iglesia.
Había logias que encargaban misas por el alma de los
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hermanos difuntos, se llevaban a las iglesias los emblemas
masónicos con ocasión de los entierros. No es posible seguir
creyendo que «el gran designio anticatólico» en aquellos
francmasones franceses del siglo XVIII, con Satán en persona
a la cabeza, habrían jugado el papel principal. Un historiador
católico francés ha calificado esta idea como «la fábula del
complot masónico». Sin embargo, esta tradición persiste y
adquiere las apariencias de casi una certeza.
No hay que descartar toda relación entre las logias franc-
masónicas y la Revolución francesa. Algunas logias francesas
eran focos de anticlericalismo, la mayoría de cuyos miembros
coreaban el «aplastad al infame». Sin embargo, ni siquiera la
francmasonería francesa estaba formada por radicales de iz-
quierda; sus mayores contingentes eran más bien «burgueses
satisfechos» antepasados directos de los liberales del siglo
XIX.