Post on 30-May-2018
8/9/2019 La lnea entre el Guagua y el Rucu
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La lnea entre el Guagua y el Rucu
JUAN ARIAS BERMEO
8/9/2019 La lnea entre el Guagua y el Rucu
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(Fragmento)
Kantoborgy, avanza por el corto ascenso al punto culminante del crter del
Guagua-Pichincha; no hace mencin de regresar a ver atrs, desentendindose
de sus ilustres invitados a engordarse con el aliento a azufre del leviatn; stos
sabrn si siguen por la va empinada que l escogi o si se acogen por inercia a la
ruta zigzagueante que bordea el arenal. Asciende pegado a las rocas, buscando el
filo dentado de la bullente caldera del volcn, abrindose camino por el arenal que
a su diestra asoma impoluto. Anda con el prurito de evitar los senderos trajinados;
por la senda que eligi, le es posible estampar la huella de sus botas y sentir que
es la primera vez que pone sus pies all. Cargando el considerable peso de la
mochila ochomil, rompe la uniformidad gris del hmedo suelo, moldeando el
futuro.
Por el sendero suave que le recomend Lovochancho, viene asesando el
principal ejecutivo de Ecuainforme S.A., Lester Gonzlez; ste da zancadas como
si estuviese cruzando una calle atestada de autos. Lovochancho lo dej arrancar
delante de l al triple-ingeniero, y, con la prisa que se meti ste desde el vamos,
se lo figura apurndose por la recompensa tangible que recibira en los cuartos de
la domesticacin, donde ya habra dejado tarjeta para vender equipos electrnicos
de punta.
Lovochancho ha sido favorecido con la compaa del can Pincho, cual,
pacientemente, se acomod al paso lento pero constante del hombre que se
asemeja en su movimiento a una tortuga lad de tierras altas. El matemtico no se
precipita, a la postre, su humilde tranco, lo lleva a donde l quiere llegar y no a
donde otro lo quiera llevar. A la fuerza aprendi que cuando est de subida con
Kantoborgy tiene que olvidarse de competir con ste. El gtico, favorecido por ungenoma que lo dispara en el mundo vertical, se alej sin darse cuenta de su
rapidez, lo hace como un chivo tibetano; se nota a la legua que todava le dura la
aclimatacin para abrazar a las parcas por encima de los ocho mil metros de
altitud. Semanas ha clav sus crampones en la frente del Cho-Oyu, retornando
feliz aunque amarillento de esa mole oriental.
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Kantoborgy, dizque en favor de cumplir un programa de distraccin que le
recomend M. Puertas (El cientfico de la secundaria bernardina, quien desde
aquella poca soaba con ser mdico del corazn humano, y ahora es lo que se
dice un eminente doctor en deportologa), se fue a curiosear entre la
muchedumbre de himalayistas que acosan al Cho-Oyu, Nio turquesa; lo hizo por
eso de que de vez en cuando es saludable hacer totalmente lo contrario de lo que
le dicta su temperamento indcil y solitario, y mediante un refuerzo negativo
afianzarse en su personalidad autosuficiente. M. Puertas, que maneja a placer lo
de los refuerzos positivos y negativos, le plante esa alternativa por si acaso
daba en la necesidad de contradiccin del supremo escalador, quien, apenas
cumpli con la formalidad de escuchar sus prescripciones, y entr en una amena
conversacin de amigos, copa de vino Caravasaren mano.
Para M. Puertas, fructferas fueron y son las confidencias del corazn del
andinista; stas le sirvieron de inspiracin para levantar un libro que se recicla, el
mismo que le ha dado prestigio en el mbito de la medicina deportiva, y, por
aadidura, le viene otorgado un aire grave de literato advenedizo. Previamente a
la gnesis y publicacin de Kantoborgy: la psicofisiologa de lo posible en la zona
de la muerte, M. Puertas, careca de la menor aficin a la literatura dura de todos
los tiempos, del diario era un ojeador de peridicos, vido de titulares
sanguinolentos, recin extrados de la inagotable cantera ecumnica de desastres
naturales y polticos. Pero esa titulitis acababa deprimindole, y ansiaba el postre
de letras dominguero de la prensa que en secreto degluta con fruicin, la seccin
de clasificados; entonces, no entenda por qu le tiraba el cuerpo hacia esas
pginas ahtas de pequeos anuncios comerciales, ahora ya sabe el motivo por el
que las hallaba interesantsimas: era lo nico vivo de esos papeles que al da
siguiente de publicados ya estn amarillentos. Mientras, en los finos estantes de
caoba de la sala de espera de su exitoso consultorio, reposaban montn de libros
brillantes por lo bien lustrados, y tales tomos de la literatura genial de ayer, ahora y
el maana, slo eran un adorno intocable que le daban nfulas de cientfico
cosmopolita. Fueron das en los que el deportlogo alimentaba un desdn por lo
subjetivo, negando las razones del alma. Empero, el lado humano que me
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present el montaista Kantoborgy, lo motivaron a despertar: fue como una
erupcin interior, de repente me convert en un lector aristocrtico, escojo lo que
leo, manifest en una intervencin telefnica que hizo en la radio-libre de Olegario
Castro. Estos das, M. Puertas, tiene claro que su libro Kantoborgy: la
psicofisiologa de lo posible en la zona de la muerte, es dinmico y va ms all de
lo razonable, advirtiendo a los lectores que lo suyo es un ensayo donde mente,
magia y cuerpo, se dan la mano, pues, cabalgando entre lo cientfico-filosfico y lo
literario, pone al da su obra mutante cuando le place hacerlo.