La palabra Santo significa separado. Es algo distinto, diferente, apartado. Por eso se aplicó a...

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La palabra “Santo” significa “separado”.

Es algo distinto, diferente, apartado. Por eso se aplicó a Dios, en cuando distinto del mundo material y visible.

Nosotros, al resaltar esta distinción, llamamos a Dios tres veces Santo.

Cuando decimos que alguien o algo es santo o se santifica estamos hablando de una relación directa y cercana con Dios. Así ya hablaba el Antiguo Testamento de la “ciudad santa” o el “templo santo”, porque se había dedicado a Dios.

San Pablo llama santos a todos los bautizados, pues por el bautismo nos unimos a Dios.

Después, este término “santo” se aplicó sólo a las personas que por su comportamiento están más cerca de Dios. Especialmente los mártires que, por su muerte gloriosa. se unen para siempre con Dios.

La Iglesia desde el principio comenzó a honrar a los mártires en el día propio de su martirio.

Así desde san Esteban que fue el primer mártir.

Pero ya en el siglo III eran tantos los mártires que, fuera de los más célebres, tuvieron que celebrar una fiesta para todos juntos.

Sin embargo no se daba una fecha determinada para dicha fiesta.

El 13 de Mayo del año 609 el papa consagró el panteón romano, que había sido templo pagano de todos los dioses, como templo dedicado a la Virgen María y a todos los santos.

Desde entonces se solemnizó más la fiesta de todos los santos, aunque tardaría unos 100 años para que se señalase el 1 de Noviembre.

En este día honramos a muchos santos, cuyos nombres conocemos, porque han sido “canonizados”, es decir, declarados santos solemnemente por el papa, después de haber examinado minuciosamente su vida y escritos.

Hubo tiempos en que se declaraban santos por aclamación popular. Hoy esa santidad debe ser ratificada por Dios por medio de dos milagros.

Pero hoy honramos también a muchísimos más, cuyos nombres no conocemos. Ellos vivieron una vida oculta para nosotros, pero preciosa para Dios y gozan con Dios con una gloria semejante.

Entre estos santos habrá familiares y conocidos nuestros.

Hoy es el día para festejar a todos y para alzar nuestros brazos y nuestra mirada al cielo pidiendo su intercesión ante Dios, nuestro Padre.

Y sobre todo desear imitarles para poder estar un día con ellos.

Es doctrina común en muchos escritos de santos. Pero de una manera especial lo proclamó el Concilio Vaticano II.

No es que haya que tener una vida externa diferente a las demás personas, aunque la verdad es que hay situaciones que ayudan y otras que pueden estorbar. Todos debemos esforzarnos por ser mejores y tender a un gran ideal.

Y el mayor ideal es acercarnos al ideal de Dios sobre nuestra vida: estar lo más unidos a Él.

Jesús nos enseñó el camino hacia la santidad posible para todos.

Muchos han seguido ese camino y han llegado a la santidad.

Hay santos que han muerto cuando todavía eran unos niños. Algunos porque dieron su vida libremente por Jesucristo muriendo mártires, como san Tarsicio y los hermanos Justo y Pastor.

Otros niños, porque habían amado mucho a Jesús, como los videntes de Fátima, Jacinta y Francisco, o la beata Imelda, al hacer con mucho amor su primera comunión.

Algunos murieron al comenzar su juventud, siendo adolescentes. Algunos muriendo mártires, como santa María Goretti.

Algunos, sin ser mártires, se hicieron santos en el cumplimiento diario y su ofrenda a Dios en la enfermedad,

como la beata Laura Vicuña y santo Domingo Savio.

Algunos jóvenes murieron mártires como santa Inés y su hermana de leche santa Emerenciana muerta al ir a rezar ante el sepulcro de santa Inés. Y muchos soldados, como san Mauricio y la legión tebana.

Santa InésSanta Emerenciana

Legión Tebana

Otros muchos han muerto en edad juvenil después de una vida santa, como san Gabriel de la Dolorosa, santa Gema Galgani o san Luis Gonzaga.

San Gabriel Santa GemaSan Luis

Algunos han llegado a una edad muy avanzada, como san Antonio Abad o san Alfonso María de Ligorio.

Muchos han sido célibes; pero otros han llevado una digna vida matrimonial, como los padres de santa Teresita, los beatos Luis y Celia. O san Isidro labrador y santa María de la Cabeza.

Algunos han sido buenos escritores y poetas, como santa Teresa de Ávila. Otros han dejado su santidad reflejada en muchas obras de arte, como el beato Fray Angélico.

Algunos han ido a la guerra, como santa Juana de Arco.

Quizá la mayoría han sido muy buenos desde pequeños. Pero algunos han vivido un tiempo entre el pecado, como san Pablo y san Agustín.

La mayoría de los santos no hicieron nada extraordinario en su vida.

En algunos se da la levitación. Es cuando, llenos de amor, se elevaban por el aire.

El más famoso, en esto, es san José de Cupertino, franciscano muy sencillo, de pocos estudios pero mucho amor.

Algunos, por el intenso amor a la cruz, han sido señalados por los estigmas, o la señal de las llagas de Jesucristo, como san Francisco de Asís o san Pío de Pietralcina.

De algunos han quedado sus cuerpos incorruptos, como un testimonio de santidad, para nuestro ejemplo, como santa Bernardita, el beato Juan XXIII o san Juan Bosco.

Algunos se han distinguido por su inteligencia eminente, como santo Tomás de Aquino.

Otros con mucha dificultad podían aprobar sus asignaturas, como san Juan María Vianney.

Pero TODOS han tenido que seguir el camino que hoy nos enseña Jesús;

Las Bienaventuranzas no son propiamente mandamientos, algo concreto para realizar.

Las Bienaventuranzas son actitudes, manera de ser. Hagamos lo que hagamos, si queremos ser verdaderos discípulos de Jesús, tenemos que ser como nos indican las Bienaventuranzas.

Son como un retrato de Jesús. Cumpléndolas seguiremos el camino de Jesús.

Lo primero que nos dice Jesús es que la santidad no es un camino triste, sino muy gozoso. Los santos son las personas que mejor han expresado la verdadera alegría. Como el beato Juan Pablo II o san Josemaría Escribá.

Si queremos ser felices de veras debemos ser “pobres de espíritu”. Significa ser desprendidos de los bienes materiales, aunque uno tenga de todo, como la reina santa Isabel de Portugal, o como si no tiene nada.

Esta primera bienaventuranza va en contra de la codicia, e invita a llevar una vida sencilla y humilde.

Lo importante de este ser “pobre de espíritu” es que nos estimula a tener una confianza filial con Dios, que es nuestro Padre.

Quiere decir que hay que ser suave con los demás en juicios, palabras y hechos. Para ello uno tiene que dominarse a sí para no violentar a los demás.

No se trata de carácter o temperamento. Dicen de san Francisco de Sales que era muy violento por temperamento, pero por amor a Dios se violentó a sí y luego es uno de los símbolos de la mansedumbre.

La 3ª dice del llorar, no porque el santo tenga que ser triste, sino porque hay que sufrir por los propios pecados y por los males ajenos.

Dicen de san Jerónimo que quizá por los honores que le daba el papa y las ocupaciones, como era muy inteligente, discutía por cualquier cosa y parecía ser soberbio. Los últimos años de su vida, estando en Belén, tuvo que llorar mucho y hacer mucha penitencia.

Significa tener un gran deseo de la perfección moral y religiosa. En la Biblia se llama justo al que se esfuerza por cumplir la voluntad de Dios. A quien se esfuerza, Dios le ayuda para conseguirlo.

Quien desea su perfección lo desea también para otros, como san Francisco Javier lo deseaba ardientemente y trabajaba para ello.

Se trata de compartir las desdichas del prójimo, las materiales y las espirituales.

Muchos santos se han distinguido por su misericordia, como santa Matilde. En la historia de la Iglesia, varios institutos y congregaciones se han creado poniendo el acento principal en la misericordia.

Al final de los tiempos Dios nos juzgará según nuestro grado de misericordia.

La vida cristiana no consiste propiamente en ritos externos, sino en la recta intención que proviene de un corazón limpio.

No se trata de una virtud en especial, sino del conjunto de virtudes que ayuden a la capacidad de amar. Recordamos a santa Teresita.

Continuamente debemos purificar el corazón para poder ver a Dios.

Mucho tuvo que trabajar santa Catalina de Siena para poner paz en la Iglesia y entre diversos estados.

Pacífico es primero quien busca la paz en sí y en su entorno. Por lo tanto procura evitar las discusiones.

Pacífico no es sólo el que vive en paz, sino el que trabaja para que haya paz. Esto no se puede realizar si no hay amor.

Claro que no cualquier perseguido es objeto de bendición y felicidad. Es el perseguido por causa de la “justicia”. Aquí justicia significa santidad o todo lo que se refiere a Dios.Es tremendo constatar cómo el odio se ceba contra personas indefensas, que no han hecho ningún mal, como vemos en santa Catalina de Alejandría y tantos hombres y mujeres mártires.

En verdad que el bien perturba a los malos.

Seremos bienaventurados si seguimos las enseñanzas de

Jesús.

Bienaventurados seremos, Señor,

Automático

los desprendidos de la tierra.

Seréis bienaventu-rados porque tendréis el cielo.

Seréis bienaventurados los que tenéis alma sencilla.

vuestra será la tierra.

los que lloráis, los que sufrís.

Seréis bienaventurados porque seréis consolados.

Seréis bienaventurados los que tenéis hambre de mi.

Bienaventurados seremos, Señor

Seréis bienaven-turados los que tenéis misericor-dia.

Seréis bienaventu-rados porque seréis perdonados.

Seréis bienaventura-dos los que tenéis el alma limpia.

porque veréis a Dios.

los que buscáis siempre la paz.

hijos seréis de Dios.

los perseguidos por mi causa.

Seréis bienaventu-rados porque tendréis mi reino.

Que la bienaventurada Virgen María nos introduzca en el cielo.

AMÉN