Post on 09-Nov-2021
!La teoría causal de Dowe y el problema de la causalidad negativa !
!!!!!
Trabajo de grado presentado por Sebastián Murgueitio Ramírez para optar por el título de
Filósofo
!!!!!!!!
Director: Andrés Páez
!!!!!!!!
UNIVERSIDAD DE LOS ANDES
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES
Noviembre de 2013
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TABLA DE CONTENIDO
!Introducción! 4! Cinco teorías contemporáneas de la causalidad ! 4!
Objetivos del trabajo! 9!
1. Teoría de la cantidad conservada! 10! 1.1 La teoría! 10! 1.2 Conexiones erróneas! 17! 1.3 Análisis conceptual vs análisis empírico:! 18!
2. Causalidad Negativa! 25! 2.1 El problema! 25! 2.2 Juego de intuiciones ! 29! 2.3 Problemas para una teoría que acepte la causalidad negativa! 39! 2.3.1 ¿Causando sin relata?! 39!
2.3.2 Más rápido que la luz! 41!
2.3.3 Independencia A–P! 45!
3. Explicando la causalidad negativa! 49! 3.1 Teoría de la cuasi–causalidad! 49! 3.2 Causalidad negativa como explicación causal! 54! 3.3 Reuniendo a Dowe y Beebee:! 60! Resultados de la teoría de la causalidad negativa de Beebee–Dowe:! 61!
Conclusiones! 65! Bibliografía! 68
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Agradecimientos!!En primer lugar quiero agradecer a mi asesor Andrés Páez por haberme conducido al fascinante
tema de la causalidad. Sus sugerencias contribuyeron de forma significativa tanto al contenido del
trabajo aquí presentado como al orden del mismo. En segundo lugar quiero agradecer a Verónica,
con quien pude discutir y debatir (a veces más de la cuenta) diferentes cuestiones discutidas en el
presente trabajo. Nuestras discusiones eran tan interesantes como agotadoras, y así, valiosas.
Estoy profundamente agradecido con mis padres y mi hermano, quienes me han apoyado de
forma incondicional. Entre otras cosas ellos no tomaron mi decisión de estudiar filosofía como una
decisión irresponsable sino por el contrario, me motivaron a estudiar filosofía y eso lo valoro y lo
agradezco hoy más que nunca.
Quiero darle una mención especial a mi tío Guillermo porque desde que yo era niño siempre
me entretuvo con preguntas, libros y en general “datos interesantes” y estoy seguro de que esas
discusiones fomentaron mi curiosidad, la curiosidad que después iba a ser determinante en mi
interés por estudiar filosofía.
! No sería justo si no agradezco a los diferentes profesores que me han enseñado, no sólo en la
universidad sino en el colegio. La dedicación de ellos está reflejada, de uno u otra forma, en cada
idea aquí escrita. Por último, le agradezco a mis amigos sin los cuales no hubiera podido disfrutar
como lo hice estos cinco años de estudios.
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Introducción !Al investigar qué es la causalidad podrán aparecer tres tipos de preguntas. Por un lado, tenemos
preguntas que se interesan en discutir el significado de enunciados causales, es decir, preguntas de
carácter semántico: ¿Qué significa que “un evento A causó un evento B”? ¿Qué quiere decir que “el
bus que se chocó contra una tienda causó la destrucción de la vitrina”? Por otro lado, tenemos
preguntas sobre nuestra manera de realizar atribuciones causales, preguntas cuyo propósito es
analizar nuestra forma de reconocer o inferir relaciones causales. Así, una pregunta de este tipo
podría ser ¿qué hechos o eventos hacen que un sujeto S considere que B fue causado por A? ¿Qué
tipo de evidencia necesita un sujeto para considerar que el bus que se chocó contra una tienda causó
la destrucción de la vitrina? Por último, tenemos preguntas de carácter metafísico, preguntas que
esperan investigar qué es la causalidad: ¿Hay algo en el mundo que constituye lo causal? ¿Es la
causalidad entre eventos una relación objetiva, y si lo es, en qué consiste? ¿Qué hay en el evento
“bus chocando con la vitrina” que nos permitiría decir: “esto es lo que hace a este evento una causa
del rompimiento del vidrio”?
En este trabajo me concentraré en el último tipo de pregunta, esto es, me interesa investigar
la naturaleza metafísica de la causalidad. Más precisamente, el objetivo central de este trabajo es
discutir y defender una de las teorías de la causalidad contemporáneas, a saber, la teoría de la
conexión física de Phil Dowe. Antes de ampliar y aclarar este muy esquemático objetivo considero
pertinente hacer una breve introducción al debate.
!Cinco teorías contemporáneas de la causalidad ! A lo largo del último tercio del siglo pasado se desarrollaron diferentes tipos de teorías que
esperaban determinar qué era la causalidad. A continuación voy a discutir de forma breve las
principales teorías contemporáneas de la causalidad empezando por la teoría regularista de David
Hume, teoría que marca el comienzo de la discusión moderna de este problema. En esta
introducción al debate mostraré la tesis central de cada teoría y discutiré de manera muy
esquemática sus principales problemas. Entre las teorías contemporáneas de la causalidad se pueden
encontrar cinco teorías principales:
!
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1) La teoría regularista , cuyo padre fue el propio Hume, y cuya tesis fundamental es que un 1
evento c que pertenece a eventos de tipo C causa a otro evento e que pertenece a eventos de tipo
E si y sólo si los eventos de tipo C son regularmente seguidos por eventos de tipo E (otras
condiciones, como la contiguidad espacio–temporal, no son adoptadas por todas las versiones
regularistas). Una bola de billar que golpea a otra causa el movimiento de la segunda porque los
tipos de eventos “bolas de billar chocando bolas de billar” son regularmente seguidos por tipos de
eventos “bolas de billar golpeadas moviéndose”. “El bus chocándose con la vitrina” causó la
destrucción del vidrio porque el tipo de eventos “buses chocando con vitrinas” son regularmente
seguidos por el tipo de eventos “vidrios de vitrina rompiéndose ”. 2
Las teorías regularistas tienen hoy en día dificultades muy grandes. La regularidad,
entendida como algo sin posibilidad de excepciones —la causa siempre es seguida por el efecto3
—, cae en el problema de negar cosas como “el cigarrillo causa cáncer de pulmón”, pues no
todos los fumadores han desarrollado este tipo de cáncer. Y cae también en el problema de ser
incompatible con la mejor teoría física de toda la historia, la mecánica cuántica, pues esta nos
ofrece casos de causalidad indeterminista —cuya indeterminación, vale aclarar, no puede
explicarse como resultado de nuestra ignorancia, pues las probabilidades que aparecen en ella son
objetivas—. Por otro lado, está el problema de cómo interpretar las regularidades, la naturaleza
de estas regularidades es polémica (Psillos, 2009). Por último, si este fuera el primer bus
chocando contra una vitrina y si nunca más se repitiera un caso similar, ¿tendríamos que decir
que este no fue un caso de causalidad porque no es un tipo de evento regular?
2) La teoría contrafáctica, cuyo principal precursor fue Lewis (Lewis, 1987, p. 159), y cuya tesis
central es que c causa e porque si no se hubiera dado c, no se habría dado e. “El bus chocándose
con la vitrina” causó la destrucción del vidrio porque si no se hubiera dado el evento “el bus
chocándose con la vitrina”, no se habría dado el evento “vidrio rompiéndose”. Esta es una de las
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No sobra anotar que actualmente la teoría regularista no es muy popular y a esta le sigue, en grado de poca 1
popularidad, la teoría manipulabilista.
Hay diferentes interpretaciones de la teoría de la causalidad de Hume, como lo señala Garret (Garrett, 2009). Pero, 2
más allá de si la teoría regularista era de hecho la teoría de Hume, es verdad que sus ideas principales fueron presentadas por el filosofo escocés. La motivación principal de esta teoría era la idea de que lo causal es una cuestión de hábito. Más precisamente, la costumbre de las regularidades en la que ciertos tipos de eventos (agrupados en la mente por su semejanza) son seguidos regularmente por otros tipos de eventos, es lo que ha llevado a nuestra mente a apodar de “causas” a los eventos anteriores y de “efectos” a los posteriores. Entendida así la teoría no esperaba defender una tesis metafísica sobre la causalidad sino que buscaba un análisis psicológico que ayudara a determinar cómo atribuimos relaciones causales.
Es pertinente anotar que no ayudaría mucho replantear la teoría en términos probabilisticos. Por ejemplo, de hacer esto 3
surgiría el problema de cómo trazar un límite de modo tal que a partir de una frecuencia f cierto tipo de evento ya puede ser considerado regular. De cualquier modo, incluso replanteada en términos probabilisticos la teoría no solucionaría los otros dos problemas que expongo.
teorías contemporáneas más populares de la causalidad (aunque su versión inicial ha dado origen
a múltiples formulaciones). Sin embargo, esta teoría no esta exenta de problemas.
Uno de los obstáculos principales de esta teoría es que aún no se ha desarrollado una
adecuada teoría de los contrafácticos —sin decir que para algunos los contrafácticos son
metafísicamente sospechosos—. Además, tenemos diversos contraejemplos que señalan que este
criterio contrafáctico puede llevar en algunos casos a resultados poco intuitivos. Por ejemplo, un
terrorista T activa una bomba en cierto lugar público. Una persona P nota la bomba y para
desgracia del terrorista T, esta persona es capaz de desactivarla. Hasta aquí tenemos que la
activación de la bomba es causa de su posterior desactivación porque si no se hubiera activado,
no habría llamado la atención de esta persona P y entonces no habrá sido desactivada –
cumpliendo así con la dependencia contrafáctica–. Además, la desactivación de la bomba es
causa de que las personas no sufran ningún daño en los próximos minutos: si no se hubiera
desactivado la bomba, habría explotado y habría causado muchos heridos y muertos. Sin
embargo, si exigimos que se cumpla la transitividad causal (y el mismo Lewis, precursor de esta 4
teoría, considera que debemos respetar la transitividad (Laurie Ann, 2009)) obtenemos lo
siguiente: la activación de la bomba –primera causa– es causa de que las personas en el lugar no
sufran ningún daño –último efecto–, lo cual es claramente contra–intuitivo. Otro problema es el
que se conoce como sobredeterminación causal. Dos asesinos están apuntando a la cabeza de un
político. La idea es que uno va a disparar primero y el otro espera para ver si el primero logra su
objetivo; en caso de que falle el primero, este segundo asesino disparará. Supongamos que el
primer asesino logra el objetivo y el político cae muerto. La teoría contrafáctica no podría decir,
al menos desde su versión tradicional, que el disparo del primer asesino mató al político porque
aun si no se hubiera dado el primer disparo, el político hubiera caído muerto una milésima de
segundo después a causa del segundo asesino. Así que c (el primer asesino) no sería causa de e
(de la muerte del político) porque si no se hubiera dado c, se habría dado de todos modos e –y el
criterio exige que si no se da la causa, no se puede dar el efecto–. Motivadas por estos problemas
se han desarrollado diversas versiones de esta teoría contrafáctica pero se sale del alcance del
presente trabajo discutir sus detalles.
3) La teoría probabilistica, uno de cuyos exponentes centrales es Suppes en su libro A Probabilistic
Theory of Causality (Reichenbach esbozó una teoría probabilistica antes (Dowe, 2007, p. 30)).
Esta teoría propone que c es causa de e porque cuando se da c se aumenta la probabilidad de que
�6 La transitividad causal es la idea de que si c es causa de e y e es causa de f, entonces c es causa de f.4
se dé e, y más precisamente, la probabilidad del evento e es mayor si antes se ha dado el evento c
(P(e|c)>P(e|∼c)). La probabilidad de que la vitrina se rompiera en el tiempo en que lo hizo dado
que un instante antes se había dado el choque del bus con la vitrina era mayor que la probabilidad
de que lo hiciera si antes no se había dado el choque del bus. Por lo tanto, como sube la
probabilidad, el choque es causa del rompimiento de la vitrina. Como se puede notar, una
motivación central de esta teoría es recalcar el componente probabilístico que parece presentar lo
causal: cuando se da el evento que es la causa, es muy probable que se dé el evento que es el
efecto. El problema más conocido para este tipo de teoría son los casos en que una causa
disminuye la probabilidad de su efecto —ejemplos en la literatura hay por montones; ardillas
golpeando bolas de golf de modo que la bola llegue al hoyo en contra de todo pronóstico; átomos
decayendo en su producto menos probable, etc—. Otro problema es expuesto por ejemplos en los
que aun cuando un evento c aumenta la probabilidad de uno e, y aun cuando se da el evento c y
luego se da el evento e, sucede que c no causó a e (Hitchcock, 2004). Y por encima de estas
dificultades, algunos autores como Phil Dowe sospechan que si bien el criterio probabilistico
puede ser evidencia de una relación causal, se necesita una teoría más profunda que determine
cuál es el mecanismo que explica precisamente este aumento de la probabilidad que sucede cada
vez que un evento causa otro: “Tal vez necesitamos analizar la probabilidad en términos de
causalidad” (Dowe, 2007, p. 30).
4) La teoría manipulabilista, que se ha dividido a su vez en dos clases principales, a saber, teorías
de agente (como Menzies (Menzies & Price, 1993)) y teorías intervencionistas (entre las que se
destaca la teoría de James Woodward (Woodward, 2009)). La idea de las teorías manipulabilistas
es que C causa E porque si podemos producir o generar eventos tipo C, logramos que resulten
eventos tipo E, o dicho de otra forma: c causa e porque podemos obtener eventos del tipo de e
realizando eventos del tipo de c, y porque si manipulamos eventos del tipo de c podemos
intervenir eventos del tipo de e (si controlamos a eventos tipos C podemos controlar eventos tipos
E). El choque causó la destrucción del vidrio porque si chocamos buses contra vitrinas logramos
producir rompimientos de vidrios, y porque si modificamos los choques modificamos el tipo de
rompimiento. La idea que motiva este tipo de teorías es que hay una estrecha relación entre la
causalidad y la posibilidad de “explotar” o manipular una relación causal; si c causa e entonces es
posible modificar, alterar y manipular eventos como e si alteramos manipulamos o modificamos
eventos como c. Si fumar realmente causa cáncer de pulmón, entonces si modificamos la forma
en que fumamos, o si por ejemplo dejamos del todo de fumar, debería disminuir la frecuencia del
cáncer de pulmón. Actualmente esta teoría, tomada como teoría metafísica de la causalidad, no �7
tiene mucho soporte y eso se debe de forma importante a las siguientes dos críticas: 1) La teoría
es acusada de circularidad ya que la noción de manipulación parece ella misma causal; manipular
algo es causar cierto estado de ese algo. 2) Sufre de un antropocentrismo muy marcado porque
hace explícita referencia a los humanos y parece imposible redefinir la teoría de manera que no se
refiera de manera explícita a la intervención o posibilidad de intervención por parte de un
humano . 5
5) Las teorías de conexión física (también conocidas como teorías de proceso). Entre sus pioneros
encontramos a Jerrold Aronson, David Fair y Wesley Salmon, y actualmente su principal
defensor es Phil Dowe. La idea central de este tipo de teoría es que siempre que un evento c
causa un evento e se da una conexión física entre estos eventos, es decir, para que c cause e se
debe dar un proceso físico que conecte c con e. Ahora, cuál es exactamente el mecanismo físico
que permite caracterizar la relación causal depende del tipo de teoría. Aquí me interesa explicar la
teoría de conexión física más reciente, la de Phil Dowe. Esta teoría sugiere que siempre que un
evento causa otro podemos encontrar dos elementos: 1) La causa y el efecto deben estar unidos
por un proceso físico, es decir, debe haber alguna interacción física entre la causa y el efecto; 2)
en la interacción física entre causa y efecto debe haber cambios en los valores de algunas
cantidades físicas —cantidades como el momento lineal, la energía, la carga eléctrica, etc—. Por
ejemplo, “el bus chocando con el vidrio” constituye un proceso en el que el momento lineal del
bus y el del vidrio cambian en el preciso instante del choque, y por eso se da una relación causal
entre el choque y el rompimiento. Una definición más precisa de esta teoría deberá esperar hasta
la sección “La teoría”. Es interesante que si en la historia del universo hubiera un sólo choque de
un bus contra una vitrina, esta teoría podría explicar con facilidad por qué el choque fue un
proceso causal —algo que la teoría regularista, la contrafáctica y la probabilistica no podrían
hacer con facilidad—.
Los problemas más conocidos de estas teorías son el problema de la causalidad negativa y el
problema de las conexiones erróneas (“missconnections”). El problema de las conexiones
erróneas será explicado más adelante después de que se hayan presentado los detalles de la teoría
de Dowe. Como Jonathan Schaffer, Ned Hall, David Lewis y otros (Dowe, 2008) han señalado, el
problema de la causalidad negativa es uno muy importante para esta teoría. Este problema tiene
que ver con casos en los cuales la ausencia de un evento (lo que se denomina “evento negativo”)
�8
Aunque hay que aclarar que Woodward quiere con esta teoría afrontar cuestiones que tienen que ver con la atribución 5
causal y no la toma como una teoría reduccionista de la causalidad (Woodward, 2009). Además, desarrolla una propuesta que parece solucionar la primera crítica pero reconoce que la circularidad es ineludible (Woodward, 2009).
es causa o efecto de algún otro evento. Por ejemplo, “la ausencia de agua mató las plantas” es un
caso en el que un evento negativo –la ausencia de agua– causa un evento positivo (la muerte de 6
las plantas). O por ejemplo, “la inatención del conductor del bus (un evento negativo, más
específicamente, “la no reacción del conductor”) causó el choque”. Este tipo de casos son
problemáticos para la teoría de Dowe y las teorías de conexión física en general, y la razón es
simple: un evento negativo no puede involucrarse en una interacción física, ni puede tener
cantidades físicas, pues un evento negativo es algo que no se da (y algo que no se da no puede
interactuar con lo que existe). Por lo tanto, para las teorías de conexión física un evento negativo
no puede causar nada. Entonces, para estas teorías ¡la ausencia de agua no puede causar la muerte
de las plantas! Así que al aceptar teorías como la de Dowe debemos negar la causalidad de un
gran número de casos (los de causalidad negativa) que, a primera vista, parecen tan causales
como el choque y el rompimiento de la vitrina. Y dado que es altamente contra intuitivo negar
que muchos de estos casos son causales, el rechazo de la causalidad negativa es un gran problema
para este tipo de teorías.
! Objetivos del trabajo
Hasta aquí he presentado la introducción al debate . Es apropiado ahora dejar claro cuáles son los 7
objetivos del presente trabajo. El objetivo central es defender la teoría de Phil Dowe del problema
de la causalidad negativa. La defensa de este objetivo se centrará en la argumentación de la
siguiente tesis: la causalidad negativa no es un caso genuino de causalidad. El trabajo consta de
tres capítulos. En el primer capítulo explicaré los detalles de la teoría de la causalidad de Phil
Dowe. En el segundo capítulo examinaré los argumentos en contra y a favor de la causalidad
negativa. En el último capítulo mostraré las propuestas de Dowe y Helen Beebee que esperan
explicar la causalidad negativa y al final ofreceré, apoyado en las dos propuestas anteriores, mi
propia solución del problema.
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Cuando diga “evento positivo” no debe entenderse de modo distinto a cuando digo simplemente "evento", sólo que a 6
veces es ilustrativo recalcar el contraste con los eventos negativos.
Por supuesto hay otras teorías, entre ellas las teorías pluralistas de la causalidad, es decir, teorías que mezclan criterios 7
de dos o más de las cinco teorías aquí expuestas. Además, he dejado por fuera el extenso debate en torno a la naturaleza de los relata causales. La posición más común es considerar que los relata son eventos o estados de cosas aunque hay quienes consideran que los relata deben ser hechos (como Mellor (Edgington, 1997)). Se sale de los propósitos de este trabajo una discusión a fondo de la naturaleza de los relata causales así como una discusión de teorías de la causalidad adicionales a las cinco aquí presentadas.
1. Teoría de la cantidad conservada !El presente capítulo se divide en tres secciones. En la primera se explicará la teoría de Phil Dowe.
En la segunda explicaremos el problema de las conexiones erróneas y mostraremos su solución.
Finalmente, atenderemos una discusión sobre el tipo de teoría que el filósofo australiano ha
desarrollado.
!1.1 La teoría !Como he venido diciendo, la teoría de la causalidad de Dowe es una teoría de conexión física: la
causa debe estar físicamente conectada al efecto. En el capítulo cinco del libro Physical causation
Phil Dowe expone su teoría de la causalidad. La teoría consta de dos postulados:
!CQ1: Un proceso causal es la línea de mundo de un objeto que posee una cantidad conservada.
CQ2: Una interacción causal es la intersección de líneas de mundo que involucra el intercambio de
una cantidad conservada.
!Para comprender cada una de estas condiciones debemos pasar a examinar los diferentes conceptos
que aparecen en las mismas.
El concepto que introduciré primero es el de objeto. “Un objeto es cualquier cosa encontrada
en la ontología de la ciencia (tal como partículas, ondas y campos), o encontrado en el sentido
común (sillas, edificios y personas) (Dowe, 2007, p. 91). Para entender por qué el filósofo
australiano considera que puede agrupar objetos de dominios tan diferentes debemos tener en
cuenta que Dowe adopta algunos puntos de la ontología de David Armstrong. Explico a
continuación cuáles son estos.
Para Armstrong el mundo es un mundo de estados de cosas y esto quiere decir que el mundo
está compuesto de entidades particulares que tienen una propiedad o que están en una relación con
otro particular (Armstrong, 1993; Dowe, 2007, p. 168). Por ejemplo, “la mesa es café” es un estado
de cosas, y “la mesa está a 10 metros del televisor” es también otro estado de cosas —el primero
envuelve un particular y una propiedad, el segundo dos particulares y una relación entre sí—. Por
otro lado, hay una distinción entre estados de cosas primarios (“first–class states of affairs”) y �10
secundarios (“second–class states of affairs”). Las propiedades y las relaciones de los estados de
cosas primarios son genuinamente universales (debemos entender “genuinamente universal” como
necesario) y cuáles sean esos universales es determinado por la ciencia (Dowe, 2007, p. 169); por
ejemplo las leyes naturales son relaciones universales (necesarias) para Armstrong, y dado el estado
actual de la ciencia, propiedades como la carga, la masa y la energía podrían ser tomados como
propiedades universales. En cambio, las propiedades y relaciones de los estados de cosas
secundarios son contingentes. Por ejemplo, la carga negativa del electrón es una propiedad
universal, el electrón no podía tener otra carga, pero el color café de la mesa es una contingente, la
mesa podría haber sido azul o amarilla (así que “la mesa es café” es un estado de cosas secundario).
Armstrong además adopta el nombre, tomado de Sellars, de “imagen manifiesta” para los estados de
cosas secundarios y el de “imagen científica” para los estados de cosas primarios.
Los estados de cosas secundarios supervienen en los primarios (esto quiere decir que
cualquier cambio en un estado de cosas secundarios implica un cambio en estados de cosas
primarios pero no al revés; diferentes ordenamientos de átomos pueden constituir la misma mesa
pero diferentes mesas implican necesariamente diferente ordenamiento de átomos). En la ontología
de Armstrong no hay universales negativos (Armstrong, 1993, pp. 435-438) ni disyuntivos, y esto
implica que no puede haber estados de cosas primarios negativos o disyuntivos. “El electrón tiene
carga negativa o el electrón tiene masa m”, aun cuando es lógicamente equivalente a “el electrón
tiene carga negativa”, no puede ser un estado de cosas primario porque es disyuntivo. El rechazo de
universales negativos conduce directamente al rechazo de estados de cosas negativos, y así, a
rechazar la existencia de eventos y hechos negativos. Esto es algo que debemos tener presente
porque, como veremos, uno de los argumentos a favor del rechazo de la causalidad negativa es
precisamente el rechazo de los eventos negativos.
Los puntos que he mencionado de la ontología de Armstrong son aceptados por Dowe. Así
que volviendo a los objetos, Dowe no tiene problema en adoptar objetos del sentido común que,
según lo recién explicado, deben ser entendidos como particulares de estados de cosas secundarios.
Y es importante tener en cuenta que estos particulares, que hacen parte de la imagen manifiesta,
pueden relacionarse causalmente con otros particulares de su mismo tipo, sólo que las “relaciones
causales manifiestas” —como Dowe las denomina— han de supervenir en relaciones causales
físicas —esto es, deben supervenir en causalidad entre estados de cosas primarios, estados de cosas
que involucran propiedades como la carga y la masa, es decir, que involucran las propiedades
básicas de la ciencia—. Así que si Dowe acepta la causalidad manifiesta debe incluir a mesas, buses
y personas como objetos que pueden involucrarse en relaciones causales. Lo importante es no �11
perder de vista que una relación casual como “el bus chocando causa el rompimiento del vidrio”
superviene en relaciones causales entre los objetos fundamentales de la ciencia (átomos chocando
por ejemplo).
La ontología de Armstrong nos sirve también para introducir los relata causales de Dowe.
Para Dowe los relata causales pueden ser tanto eventos como hechos (Dowe, 2007, p. 169). El
motivo por el cual Dowe deja abierta la posibilidad de que los relata sean cualquiera de estas dos
cosas es que tanto los hechos como los eventos se refieren a objetos teniendo una propiedad en un
tiempo (y esto es compatible con la ontología de Armstrong; simplemente entiéndase “objeto” como
“particular”). Más exactamente: “un evento es el cambio en la propiedad de un objeto en un cierto
tiempo” y “un hecho es un objeto teniendo una propiedad en un tiempo o durante un período de
tiempo” (Dowe, 2007, p. 170). Aunque no son lo mismo —un evento tiene que ver con cambio en
una propiedad, un hecho no—, lo importante es que ambos tienen que ver con objetos y estos
últimos son los que entran de forma explícita en la teoría de la conexión física aquí explicada.
Paso ahora a examinar el siguiente concepto. Dowe, apoyado en Russell, apela a la línea de
mundo (“worldline”) de un objeto. La línea de mundo de un objeto se forma a través de los puntos
en el espacio–tiempo (que se representan con un diagrama de Minkowski como se indica en la
Figura 1), y esta línea representa la historia del objeto. Por ejemplo, esta silla en la que estoy
sentado está en la posición R0 (con respecto a cierto marco de referencia M) en el tiempo t0.
Podemos decir que las coordenadas espacio–temporales de la silla serían “(t0, R0)”. En un segundo
después, en el tiempo t1 , estará en la misma posición y entonces sus coordenadas serán “(t1,
R0)” (notemos que aun si la silla se quedara quieta para siempre sus coordenadas espacio–
temporales cambiarían continuamente porque el tiempo va avanzando). Y supongamos que después,
en un tiempo t2, muevo la silla a la posición R2. Si en un diagrama de espacio–tiempo (diagrama de
Minkowski) agregamos los diferentes puntos ((t0, R0), (t1, R0),…, (t2, R1)) y trazamos una curva
que los una, esa curva representará la línea de mundo de la silla. Esa línea es la representación de la
historia de la silla . 8
Nuestro siguiente concepto es el de proceso. Para Dowe un proceso es la línea de mundo de
un objeto, y el proceso puede ser de dos tipos: causal o no causal (un proceso no causal también se
denomina pseudo–proceso) (Dowe, 2007, p. 90). Un proceso no causal es un proceso —la línea de
�12
La idea de línea de mundo exige una identidad del objeto en el tiempo: la línea de mundo de esta silla sólo es la línea 8
de mundo de la silla si en cada instante de tiempo estamos hablando de la misma silla. No entraré a examinar la pregunta por cómo definir la identidad de un objeto, pregunta a la que Dowe se enfrenta pero que para el presente trabajo no es relevante. Lo importante es tener presente que algo que no mantenga identidad en el tiempo no puede contar como objeto.
mundo— de un objeto que no puede relacionarse causalmente con otros objetos. Un ejemplo de
objetos no causales son las sombras —así que las líneas de mundo de las sombras constituyen
procesos no causales—. Para entender qué tienen las sillas que no tienen las sombras, y así entender
porque las primeras constituyen procesos causales y las segundas no, debemos introducir el
concepto de cantidad conservada.
“Una cantidad conservada es cualquier cantidad que es gobernada por una ley de
conservación y la actual teoría científica es nuestra mejor guía para determinar cuáles son estas
cantidades. Por ejemplo, tenemos buenas razones para creer que la masa–energía, el momento lineal
y la carga son cantidades conservadas” (Dowe, 2007, p. 91). Las cantidades conservadas en la
teoría de Dowe permiten una distinción entre lo que es un proceso y lo que es un pseudo–proceso
(proceso no causal). Un proceso causal es la línea de mundo de un objeto que contiene cantidades
conservadas, un pseudo–proceso la línea de mundo de un objeto que no contiene estas cantidades . 9
Así, una sombra no es un proceso causal porque no tiene cantidades que se conservan —la sombra
no tiene masa, no tiene carga, no tiene energía—. Las cantidades conservadas son fundamentales en
la teoría de Dowe porque, además de sentar una distinción entre procesos causales y no causales, los
cambios de las mismas son una condición necesaria en todas las relaciones causales (ver condición
CQ2). Por ejemplo, para que el evento “bus chocando con la vitrina” esté causalmente conectado
con el evento “rompimiento del vidrio”, debe haber cantidades conservadas en el bus y cantidades
�13
Tracy Lupher intenta mostrar que hay cantidades conservadas que no se envuelven en interacciones causales (Lupher, 9
2009) y Hitchcock va a problematizar el uso de estas cantidades conservadas (Hitchcock, 2009). Choi presenta una respuesta satisfactoria a las críticas de Hitchcock (Sungho Choi, 2003).
Figura 1: Diagrama de Minkowski. En el eje vertical va el tiempo y en el horizontal la posición en el espacio. Los puntos negros corresponden a eventos (que se determinan por un tiempo y un espacio, y que hacen referencia al mismo objeto, en este caso, la silla). En el origen está el evento inicial (la silla en la posición cero, en el tiempo cero). La línea roja que une los diferentes eventos representa la línea de mundo de la silla, es una forma de representar la historia de la silla. Los conos se denominan conos de luz; el superior contiene todos los posibles eventos futuros que podrían estar conectados con el evento inicial (conectados en el sentido de que una señal que viaje a la velocidad de la luz podría ir de cualquier punto dentro del cono a cualquier otro punto). El cono inferior contiene todos los posibles eventos pasados, por ejemplo, la posición de la silla ayer.
conservadas en el vidrio cuyos valores cambien en el momento del choque. En el presente ejemplo,
estas cantidades son el momento lineal y la energía —la energía del bus, que es una cantidad regida
por la ley de conservación de la energía, cambia en el momento del choque, como también cambia
la energía del vidrio— . Ahora, es importante tener claro qué quiere decir que un objeto posea o
contenga una cantidad conservada.
Para entender qué significa que un objeto posee cantidades conservadas debemos explicar el
concepto “poseer”. “´Posee´ ha de ser entendido en el sentido de ´instancia´. Un objeto poseyendo
una cantidad conservada es un particular instanciando una propiedad. Nosotros suponemos que un
objeto posee energía si la ciencia atribuye esa cantidad a un cuerpo. [...], no importa si el objeto
mantiene un valor constante de la cantidad [no importa si la energía del electrón va variando en el
tiempo; paréntesis míos]. Simplemente debe darse que la cantidad pueda de hecho ser predicada del
objeto” (Dowe, 2007, p. 92). Reuniendo los resultados de este y el párrafo previo, tenemos que un
objeto tiene una cantidad conservada si de él la ciencia puede predicar una cantidad física que esté
asociada con alguna ley de conservación; el electrón tiene la cantidad carga eléctrica e porque la
carga eléctrica es una cantidad que se conserva y porque la ciencia puede predicar del electrón
dicha cantidad . 10
Ya hemos visto que un proceso es la línea de mundo de un objeto, y que este proceso es
causal si el objeto posee cantidades conservadas según la física. Así que ya ha de ser clara la
condición CQ1: un proceso causal es la línea de mundo de un objeto que posee una cantidad
conservada. Lo que queda faltando es la especificación de la conexión que se ha de dar entre
eventos para que estos estén causalmente conectados (esto tiene que ver con la segunda condición).
En otras palabras, hasta aquí tenemos las condiciones que deben cumplir dos eventos para que estos
pueden participar de una relación causal: los eventos deben involucrar objetos que tengan
cantidades conservadas. Falta la parte de la teoría que nos dice que de hecho cierto evento es la
causa de otro evento. Para esto sólo nos falta introducir el concepto de intersección.
“Una intersección es la superposición en el espacio–tiempo de dos o más procesos [...], y
ocurre en la posición de los puntos del espacio–tiempo que son comunes a ambos (o todos) los
procesos”. El concepto hace referencia a los puntos en los que se cruzan —interceptan— líneas de
�14
¿Y qué pasa con el bus que no es un objeto elemental de la física? Nada especial, porque la ciencia puede predicar del 10
bus un momento lineal. Por supuesto constituye una aproximación tratar al bus como una entidad que tiene cierto momento lineal, esto es equivalente a tratarlo como si fuera una partícula puntual. Pero esta es una simplificación que para cuestiones prácticas es muy útil, y de hecho en mecánica clásica esto es lo que se hace para lidiar con objetos macroscópicos. En todo caso, si alguien insistiera en que del bus no se pueden predicar cantidades conservadas porque él mismo es un complejo conjunto de partículas atómicas y no un sólo objeto, dada la tesis de la supervinencia de los objetos macroscópicos en los microscópicos, todo lo que necesitamos es que estos últimos sí estén envueltos en relaciones causales, y lo están porque de estos la ciencia sí predica, sin aproximación, cantidades conservadas.
mundo de dos o más objetos. Intersección de líneas de mundo es sólo una forma técnica de referirse
a la idea de que en una interacción causal hay un contacto entre los objetos; cuando una bola de
billar le pega a otra, el momento del contacto es una intersección de las líneas de mundo de ambas
bolas. En una intersección puede suceder un intercambio que ocurre cuando un proceso que “entra”
y uno que “sale” sufren un cambio en el valor de la cantidad conservada, y en tal caso la
intersección sería causal. El proceso que entra debe entenderse como el que está en el cono de luz
pasado al evento E en el que ocurre la intersección (ver Figura 2), y el que sale es el proceso que
aparece en el cono de luz del futuro . Dowe agrega que el intercambio debe ser gobernado por 11
leyes de conservación —esto garantiza que sea una interacción causal genuina— (Dowe, 2007, p.
92). En resumen, en una interacción causal se da una intersección causal, que consiste en el
encuentro en el tiempo y en el espacio de dos procesos causales (de dos procesos que tienen
cantidades conservadas), y en la que se debe dar una alteración del valor de alguna de las cantidades
conservadas de los objetos. Si se diera el caso de dos partículas cruzándose en el tiempo y el
espacio, sin sufrir ningún cambio en alguna de las cantidades conservadas, entonces este escenario
no constituiría una interacción causal —así los objetos coincidan en el tiempo y en el espacio—. Es
por esto último que el encuentro de dos sombras no constituye una interacción causal. !!
!!!!!! Vuelvo a escribir las dos condiciones:
CQ1: Un proceso causal es la línea de mundo de un objeto que posee una cantidad conservada.
�15
Debemos tener cuidado y evitar pensar que estas etiquetas (“entra”, “sale”) determinan la dirección de la causalidad, 11
ni siquiera el tiempo (pasado, futuro) permite, como argumenta Dowe en el capítulo 8 del libro, servir como un parámetro que determine el orden de los eventos causales.
Figura 2: En rojo está la línea de mundo de algún objeto y en verde la línea de mundo de otro. En el origen (t0, R0) ambos objetos coinciden en el tiempo y en el espacio. Pero esta coincidencia no es suficiente para que esta sea una intersección. Debe darse además que en ese punto alguno de los procesos sufra un cambio en cierta cantidad conservada.
CQ2: Una interacción causal es la intersección de líneas de mundo que involucra el intercambio de
una cantidad conservada.
La condición CQ1 es la definición de lo que es un proceso causal. Según lo que hemos visto,
un proceso causal es la línea de mundo (la historia) de una silla o un electrón o cualquier otro objeto
del sentido común o de la ciencia, siempre y cuando este objeto tenga alguna cantidad física
conservada como la masa, la energía, o la carga. La historia (los diferentes lugares que ha ocupado a
lo largo del tiempo) de la silla en la que estoy sentado es un proceso causal, pues la silla es un
objeto (del sentido común) que tiene masa, energía, momento lineal, etc. Es importante
preguntarnos cuál es la función de la primera condición, al fin y al cabo podría parecer un poco
extraño que digamos que un objeto que permanece quieto durante un tiempo muy largo es un
proceso causal; causal nos parece que tiene que ver con lo que está en la condición CQ2, una
interacción entre dos cosas que generan cierto proceso nuevo (yo le pego al balón y el balón se
mueve). Es raro que la silla en la que estoy sentado sea un proceso causal sólo porque la silla es un
objeto que tiene cantidades que se conservan. Sin embargo, si Dowe prescindiera de la condición
uno dejaría por fuera un tipo causalidad que él considera fundamental: la causalidad como
persistencia (“causation as persistence”). Supongamos que tenemos una nave en el espacio (el
ejemplo es de Dowe), alejada de cualquier tipo de interacción con otros cuerpos, y supongamos que
la nave se mueve a velocidad constante. Y ahora nos preguntamos, ¿cuál es la causa de su
movimiento? La primera ley de Newton nos diría que la causa de su movimiento es la inercia, pues
un cuerpo se va a seguir moviendo a velocidad constante a menos que haya fuerzas que
interaccionen sobre él (Dowe, 2007, p. 53). Y para Dowe, negar que la propia inercia es la causa del
movimiento de la nave es ir demasiado lejos, pues considera que es legítima la explicación causal
que apela a la primera ley de Newton. No me extenderé en este punto, Dowe tiene otros
argumentos para defender la idea de la causalidad como persistencia (también se refiere a ella 12
como causalidad inmanente), y por eso se vio motivado a introducir el primer criterio en su teoría
(la nave es un proceso causal porque la misma tiene cantidades conservadas —energía, momento
—). Recapitulando, CQ1 quiere solucionar casos como el de la nave en donde hay una causalidad
inmanente, CQ2 espera “recoger” los casos comunes de causalidad (bolas de billar golpeando,
Pedro empuja a Daniela, virus causando enfermedades, etc).
�16 Por ejemplo, se necesita la causalidad inmanente para la teoría causal de la identidad.12
La segunda condición tiene todo lo que necesitamos para decidir si el evento a causó al
evento b. El evento a causa el evento b si y sólo si: 1) se da una interacción de la línea de mundo de
un objeto dentro del primer evento con la línea de mundo de un objeto del segundo evento; 2) los
objetos cuyas líneas de mundo se intersecaron deben tener cantidades conservadas; 3) en el
momento de la intersección, debieron cambiar al menos uno de los valores de las cantidades
conservadas de ambos objetos. Todas estas condiciones las cumplen los eventos “bus chocando” y
“vidrio rompiéndose”; en la historia del bus y del vidrio hay un momento (un tiempo) en el que las
posiciones de ambos objetos coinciden (cuando el frente del bus toca al vidrio), así que 1) se
cumple. Tanto el bus como el vidrio tienen cantidades conservadas, la ciencia puede predicar del
bus y del vidrio momentos lineales (también ciertas energías). Así que 2) se cumple. Por último, en
el momento de la intersección, los valores de las cantidades conservadas que antes consideramos (el
momento lineal y la energía) cambiaron tanto en el bus como en el vidrio —después del choque la
ciencia debe predicar otros valores de estas cantidades conservadas—.
!1.2 Conexiones erróneas !Supongamos que tenemos un reloj sin vidrio y yo toco el segundero. Cuando yo tocó con mi
dedo el segundero se cumplen todas las condiciones para que el criterio CQ2 se aplique: se da una
intersección de la línea de mundo de mi dedo con la línea de mundo del segundero; tanto mi dedo
como el segundero tienen cantidades conservadas; y en el momento de la intersección cambian
cantidades conservadas, pues cambia el momento lineal de mi dedo como también cambia el del
segundero ya que este último marca un nuevo segundo justo en ese momento –y si marca un nuevo
segundo, se mueve, cambiando su momento lineal–. Así que según la teoría de Dowe, deberíamos
decir que “tocar el segundero” es causa de que este se mueva en el sentido de las manecillas del
reloj. Sin embargo, lo anterior es claramente falso; el segundero se mueve en ese sentido a causa
del mecanismo del reloj (es una coincidencia que se mueva justo después de que lo toco). La
solución de estos casos, conocidos como casos de conexiones erróneas –el nombre indica que la
teoría conecta causalmente dos eventos que en realidad no están causalmente relacionados–, está en
la especificación del mecanismo físico o de los procesos físicos que intervienen entre los dos
eventos que se examinan. Si detallamos con cuidado el ejemplo presentado, la cantidad que se
conserva y que cambia cuando toco el segundero es el momento en la dirección vertical
(supongamos que mi dedo va de arriba hacia abajo y esta es la dirección vertical), y cuando el
�17
segundero marca un nuevo segundo está cambiando su momento en la dirección horizontal (o
mejor, en la dirección del ángulo θ que aumenta en el sentido de las manecillas del reloj). El punto
es que no hay un proceso físico que relacione este cambio de momento en Y con el cambio de
momento de la manecilla en θ, la clave está en reconocer que hay dos procesos independientes (un
cambio de momento en Y y un cambio de momento en θ) y no hay una ley de la naturaleza que diga
cómo cambia el momento en θ dado un cambio de momento en Y (la conservación de momento en
Y es independiente de la conservación de momento en θ).
Así, además de los criterios CQ1 y CQ2 Dowe necesita que las interacciones causales
relacionen las cantidades conservadas adecuadas, es decir, Dowe necesita que haya un proceso
físico bien definido para el cambio de cierta cantidad. Para hacer esto Dowe introduce unas
definiciones más técnicas (Dowe, 2007, p. 171). Para nuestros intereses es suficiente con citar la
explicación de estas definiciones: “causas y efectos están unidas por una conexión causal en virtud
del hecho de que una cantidad intercambiada en la causa es poseída por un proceso que liga la causa
con el efecto, donde es también intercambiada” (Dowe, 2007, p. 171). Así, en el caso del reloj, la
cantidad que cambia en el supuesto efecto es el movimiento en la dirección θ de las manecillas,
mientras que la cantidad que cambia en la causa es el momento en la dirección Y, y no hay un
proceso físico que relacione el intercambio de estas dos cantidades, luego, no están causalmente
conectados. En resumen, a través de una especificación del mecanismo y el proceso físico que
relaciona el cambio de las cantidades conservadas se puede solucionar el problema de las
conexiones erróneas. La lección que nos debe quedar de esta discusión es que lo que necesitamos
para que se dé una relación causal no es simplemente un cambio de una cantidad conservada, sino
que este cambio entre efecto y causa debe estar controlado por un proceso físico regido por una ley
física.
!1.3 Análisis conceptual vs análisis empírico: !Dowe se refiere a su propia teoría como una teoría de carácter empírico: “La aproximación tomada
aquí es que una teoría empírica puede ser articulada sin necesidad de mirar de cerca el uso diario de
´causalidad´. Por el contrario, el punto de partida serán pistas tomadas de la ciencia” (Dowe, 2007,
p. 12). ¿Qué tipo de “pistas” tomará de la ciencia esta teoría? Bueno, acudirá a casos —tomados de
la física cuántica— de partículas subátomicas decayendo en otras, acudirá a los conceptos —
tomados de la relatividad, como ya vimos— de proceso causal y proceso no causal, acudirá a los
�18
usos de probabilidad en las ciencias médicas (Dowe, 2007, p. 12), etc. Pero, más allá de estas muy
esquemáticas consideraciones, ¿exactamente qué quiere decir que la teoría es de carácter empírico?
Una teoría de la causalidad puede estar interesada en analizar la causalidad a partir de
nuestros enunciados causales diarios. En este sentido, la teoría esperaría determinar qué es la
causalidad a partir de un análisis de enunciados como “el golpe con la puerta me causó un chichón”,
o “los impuestos causaron pobreza” o “mi descuido causó la muerte de las plantas”. En pocas
palabras, una teoría de la causalidad podría desarrollarse a partir de lo que se conoce como análisis
conceptual. En este tipo de análisis partimos de nuestra forma corriente de pensar y hablar,
examinamos las intuiciones que tenemos al respecto teniendo en cuenta que somos “usuarios
maduros” del concepto y evaluamos las implicaciones semánticas y lógicas del concepto, todo con
el propósito de ofrecer una explicación plausible e ilustrativa del mismo (Dowe, 2007, p. 2). Puesto
de una forma muy simple, el análisis conceptual espera dilucidar el concepto de causalidad que
manejamos (Dowe, 2007, p. 1).
Pero es posible que una teoría de la causalidad no esté enfocada en determinar cómo debe
entenderse nuestro concepto de causalidad, sino que espera investigar qué hay en el mundo que
constituye lo causal. Esto es lo que Dowe denomina “análisis empírico”, cuyo propósito, antes de
buscar qué tienen en común nuestras distintas locuciones que contienen la palabra causa, es
determinar qué es la causalidad en el mundo objetivo. En palabras de Dowe, “el análisis empírico
busca determinar qué es la causalidad en el mundo actual” (Dowe, 2007, p. 3). La pregunta central
para este tipo de análisis es, parafraseando a Hume, “qué es la causalidad en los objetos”, y en este
sentido, es una pregunta ontológica. Para quienes persiguen este tipo de análisis, “comprender la
causalidad es ir más allá de las palabras y mirar al mundo” (Dowe, 2007, p. 4). Sin embargo, como
ya hemos de sospechar, inmediatamente veremos que la distinción no es tan clara como intenta
sugerir el filósofo australiano.
Dowe reconoce que ambos tipos de análisis pueden llegar a mezclarse y que la distinción
entre análisis empírico y análisis conceptual no es totalmente nítida —por ejemplo, poner atención a
las diferentes formas en que usamos los conceptos puede ser una tarea empírica e interpretar los
resultados de la ciencia y la forma en que entra la causalidad en las teorías científicas tiene algo (o
todo) de análisis conceptual—. Así que debemos tener cuidado al interpretar a Dowe cuando pone el
contraste entre análisis empírico y análisis conceptual como un contraste entre “causalidad en el
mundo” y “causalidad en la forma de hablar”. Sería problemático pensar que un análisis empírico
funciona como un análisis que quisiera responder una pregunta análoga a “¿cuál es la composición
del agua?” Para determinar la composición del agua debemos observar el mundo y hacer �19
experimentos, pero para determinar qué es la causalidad no podemos ir a un laboratorio. Así que
cuando Dowe habla de “ir al mundo”, lo que está queriendo decir es más bien que debemos ver
cómo y en qué circunstancias aparece la causalidad en la ciencia, en las teorías, en las leyes, en los
experimentos; cómo es la causalidad en el mundo es, más precisamente, cómo es la causalidad en la
ciencia . Para dar un ejemplo, se trata de comprender qué está pasando con el átomo A y con el 13
átomo B cuando la ciencia nos dice “el decaimiento de A causó la creación del átomo B” (lo que
está pasando es que se da una interacción de un tipo específico —diría la teoría de Dowe—). Pero
es verdad que, tomado como una interpretación del concepto de causalidad en la ciencia, el análisis
empírico termina siendo conceptual (Dowe, 2007, p. 11).
Sin embargo, Dowe quiere insistir en que ambas cosas no son equivalentes, anota por ejemplo
que es legítimo acudir a mundos posibles para examinar el alcance de un análisis conceptual pero
no lo es si vamos a evaluar el de uno empírico. Además, a un análisis empírico le interesa lo que la
ciencia pueda decir al respecto , por ejemplo le interesa que para la mecánica cuántica las causas 14
no son suficientes para los efectos, que la entropía nos señala asimetrías causales, que los taquiones
y las desigualdades de Bell nos permiten considerar la posibilidad lógica de causalidad que va hacia
atrás en el tiempo, etc. (Dowe, 2007, p. 8). Dice Dowe: “hay muchas formas en que la ciencia
informa a la filosofía; y cuando la filosofía toma estos resultados en consideración, eso es análisis
empírico” (Dowe, 2007, p. 8). A pesar de lo dicho por Dowe, creo que no deja de ser problemático
el contraste que propone entre estos dos tipos de análisis –más aún cuando el propio Dowe acepta
que, entendida como un análisis del uso del concepto de causalidad en la ciencia, la suya puede
entenderse como una teoría conceptual–. De hecho, yo creo que los nombres que le da Dowe a estos
tipos de análisis pueden ser muy confusos. Como veremos más adelante (en especial en la sección
Juego de intuiciones), la distinción que requiere Dowe y que posiblemente está tratando de
presentar en este momento, no es más que una distinción entre un análisis que le da mucha
importancia a nuestro uso del concepto “causa” y uno que no.
Yo sí creo que en últimas el de Dowe es un análisis conceptual, sólo que es un análisis –y esta
es la distinción que realmente importa– encaminado en resolver preguntas metafísicas en torno a la
causalidad, y un análisis que deja de lado consideraciones como nuestra forma de atribuir relaciones
causales y que no ahonda en cuestiones semánticas de los enunciados causales. Mi sugerencia,
�20
Tal vez Dowe no hace esta aclaración porque dado que la ciencia habla del mundo, de los objetos extralinguisticos, 13
examinar la causalidad en la ciencia es examinarla en su forma extralinguistica, es decir, es investigar qué es en el mundo —en todo caso esta idea no es evidente y Dowe debió haberla discutido—
Podemos objetar que a un análisis conceptual también le importa esto mismo. Sin embargo, como veremos más 14
adelante, el análisis empírico le puede dar más valor a los resultados de la ciencia que el conceptual.
adelantándome a discusiones que enfrentaremos mucho más adelante, es que lo que Dowe
denomina análisis conceptual no es más que la posición de aquellos teóricos que esperan capturar
ciertas condiciones necesarias y suficientes del concepto de causalidad a partir de un análisis de
nuestro uso del concepto. Por su parte, lo que Dowe denomina análisis empírico es simplemente un
análisis que, aunque parte también de nuestro uso del concepto, no pretende buscar una explicación
que respete del todo nuestro uso, sino que espera indagar sobre las cuestiones metafísicas que
pueden estar implicadas en el concepto y, claro, le da un peso importante a los resultados de la
ciencia . 15
Entendiendo entonces la distinción entre análisis empírico y análisis conceptual como una
diferencia en el tipo de preguntas que la teoría espera resolver, queda mucho más clara la diferencia
que quiere recalcar Dowe: una teoría interesada en las características que presentan nuestros
enunciados causales –análisis conceptual para Dowe– no debe ser leída como una explicación de la
verdadera naturaleza de la causalidad en el mundo (vía su uso en la ciencia) y una teoría con
pretensiones metafísicas –análisis empírico– no debe ser tomada como ofreciendo un análisis del
sentido común o de la forma de hablar. Y por esto último, a la hora de evaluar las virtudes y los
problemas de una teoría de la causalidad es fundamental tener claro qué tipo de análisis –qué tipo 16
de preguntas– está interesada en llevar a cabo (seguiré hablando en términos de análisis conceptual
y análisis empírico, pero debemos tener presente las consideraciones recién hechas para entender
mejor lo que quiere decir Dowe).
Ahora, si a Dowe no le interesa realizar un análisis conceptual –entendiendo conceptual como
un análisis del uso del concepto– ¿qué nos garantiza que su teoría si esté explicando la causalidad?
�21
Aquí debo mencionar otra alternativa interpretativa de la distinción entre ambos tipos de análisis sugerida por 15
Santiago Amaya (profesor de la Universidad de los Andes), quien fue jurado de mi tesis. La distinción que pretende Dowe se puede poner como una entre hacedores de verdad y condiciones de verdad; el análisis conceptual espera determinar cuáles son las condiciones de verdad de un enunciado causal, mientras que el análisis empírico se interesa por entender qué hay en el mundo que permite la verdad, es decir, qué hace posible que estos enunciados tengan condiciones de verdad. Frente a esta sugerencia, considero dos cosas: 1) La distinción en estos términos puede ser más clara que la del propio Dowe y tiene sentido pensar el problema desde esta interpretación pero 2) considero que esta interpretación es incompatible con algunos pasajes de Dowe en los que el filósofo australiano insiste en poner el contraste entre ambos tipos de análisis como un contraste entre uso del concepto y su naturaleza metafísica.
Como sugiere Dowe pero sin otorgar ninguna explicación, es posible que la teoría contrafáctica, la teoría 16
probabilistica y la teoría manipulabilista estén ofreciendo un análisis conceptual del concepto de causa (Dowe, 2007, p. 12). Muy esquemáticamente, creo que se puede dar sentido a la anterior idea, al menos en lo que concierne a la teoría contrafáctica; primero, la teoría funciona satisfactoriamente en muchos casos a pesar de que no es fácil determinar qué en el mundo hace verdad a un contrafáctico. Segundo, la teoría contrafáctica acude a mundos posibles, lo que la sitúa según las consideraciones previas en el dominio del análisis conceptual —recordemos que un análisis que se preocupa por las implicaciones lógica y semánticas de un concepto es para Dowe un análisis conceptual—. Aun así, alguien podría objetar que hablar de mundos posibles no va en detrimento de una explicación de la causalidad en nuestro mundo, ni necesariamente hace a una teoría más conceptual que empírica —aunque, repito, creo que aquí hay un punto a favor de Dowe que podría explorarse mejor—. Este debate es importante porque si lograra justificarse que estas teorías son conceptuales, esto implicaría que las teorías no están compitiendo con la teoría de Dowe sino que por el contrario, quedaría abierta la posibilidad de que se pudieran complementar.
¿No será que Dowe está postulando —inventando— una entidad X que poco o nada tiene que ver
con aquello que llamamos causalidad? La pregunta es importante dado que, aun si llegara a ser
exitosa la teoría de Dowe, podría quedar la incómoda preocupación de que eso que Dowe terminó
explicando no era lo que nos interesaba. “Queremos saber la naturaleza verdadera de la cosa que
llamamos causalidad antes que la naturaleza verdadera de algo totalmente diferente” (Dowe, 2007,
p. 9). La respuesta a este problema debe comenzar por recordar que la causalidad que quiere
explicar Dowe es la que aparece en la ciencia; y dado que los científicos acuden al concepto de
causalidad en sus conversaciones especializadas, esto garantiza que un estudio de la causalidad de
la que hablan los científicos en sus disciplinas esté —aun si fuera sutilmente—vinculado al
concepto diario del sentido común . Si la ciencia hubiera desarrollado una definición técnica de la 17
causalidad, entonces nada nos garantizaría que estudiar la causalidad como es usada en la ciencia
permitiera estudiar al concepto de la vida diaria, pero dado que este no es el caso, estudiar cómo es
usada la causalidad por los científicos en sus teorías es estudiar un concepto muy cercano al
concepto del sentido común (no digo “idéntico” porque cuestiones como la posibilidad de la
causalidad inversa que aparece en la física cuántica no tendrían lugar en el sentido común).
Dowe nos facilita una analogía para ilustrar mejor este punto. Dice que con el concepto de
causalidad podría suceder algo similar a lo que pasa con el concepto de energía. Hace 200 años no
existía una definición técnica de energía en la ciencia y luego se fue desarrollando en la física una
definición técnica del concepto . Sin embargo, una vez desarrollada esta definición técnica la 18
palabra energía no fue reemplazada por otra en la física, ni tampoco sucedió que en nuestras
locuciones diarias comenzáramos a tener en cuenta los detalles de la definición técnica —por
ejemplo, muchas veces hablamos de energía cuando técnicamente estamos hablando de fuerza—.
Algo similar ocurrió con la temperatura, su definición técnica demandó trabajos en la
termodinámica del siglo XVIII y XIX pero nunca fue reemplazada la palabra por una “nueva”. La
idea de Dowe es que en ningún momento del desarrollo de estos conceptos fue necesario considerar
hasta qué punto el concepto que iba emergiendo difería del concepto diario. “Lo importante es que
el uso del término “energía” guarda una conexión histórica con la definición científica, suficiente
�22
Dowe desarrolla una serie de posibles objeciones y respuestas a esta idea (ver páginas 9-11). Para mí sólo interesa 17
que el vínculo entre la causalidad que espera estudiar Dowe y la causalidad de la vida diaria están conectadas por dos elementos: 1) el hecho de que la ciencia usa un concepto no técnico de causalidad, es decir, el hecho de que el concepto diario de causalidad entra directamente en la ciencia sin ninguna “purificación” previa. 2) El concepto usado en la ciencia está ligado históricamente al uso diario del concepto, al fin y al cabo, entró en el dominio de la ciencia a partir de las locuciones de los científicos en la vida diaria.
Lo que quiere hacer Dowe es ofrecerle a la ciencia la contraparte técnica al concepto de causalidad. Accidentalmente, 18
por las razones recién expuestas —en particular porque el concepto del sentido común está vinculado al científico—, esta definición podría dar luces sobre el concepto de nuestras locuciones diarias.
para garantizar tal uso del concepto, aun cuando el uso popular de la palabra continuó siendo un
poco vago e impreciso” (Dowe, 2007, p. 10). Y es importante también que, precisamente porque lo
que espera es un análisis empírico, la pregunta acerca de lo equivocado que está el sentido común
con respecto al término de causalidad queda por fuera de los límites de la investigación de Dowe.
Resumiendo, que el concepto del sentido común y el que aparece en la ciencia estén relacionados se
debe a la conexión histórica y al hecho de que la ciencia no use el concepto de modo técnico, pero
la completa coincidencia entre el concepto en la ciencia y el concepto en el uso diario es algo que
no debemos esperar encontrar si aceptamos que ambos tipos de análisis persiguen diferentes
preguntas.
Por supuesto, es verdad que Dowe acude a cierta pre-concepción del concepto, al uso que él
hace del mismo, y es verdad que nadie aceptaría una teoría empírica que no respetase ni la mitad de
nuestras locuciones causales. No creo que Dowe quiera tampoco defender una teoría empírica
olvidándose por completo del aspecto conceptual. En últimas, todo lo que quiere advertir Dowe,
creo, es que va a darle más énfasis a otras cuestiones distintas al uso diario del concepto Sin
embargo, reconozco que hay cierta tensión entre las consideraciones metodológicas de Dowe y lo
que termina haciendo en algunos momentos del libro: a pesar de todo lo discutido en esta sección
Dowe va a permitir que el sentido común participe en varios momentos de la exposición de su
teoría y de hecho, Dowe le da un rol preponderante cuando examina el problema de la causalidad
negativa que es el que a nosotros nos interesa en este trabajo. Como veremos más adelante, en esos
pasajes el filósofo acude varias veces al sentido común y se preocupa por explicar por qué este a
veces parece conducirnos a los resultados equivocados —equivocados según los resultados de la
teoría de Dowe—.
Considero importante adelantarnos un poco y mostrar que hay dos razones por las cuales
Dowe, a pesar de lo discutido en este momento, “conversa” con nuestro uso del concepto en la
discusión en torno a la legitimidad de la causalidad negativa: 1) la casualidad negativa es muy
común en la ciencia y, dado que su proyecto es empírico, Dowe no podía darle la espalda a este
hecho; y 2) juega un rol tan importante para el sentido común que darle la espalda a nuestras
intuiciones al respecto terminaría por generar dudas sobre si debemos llamar “causalidad” al tipo de
cosa que la teoría de Dowe termina estudiando.
Recapitulando, para Dowe es posible hacer una distinción entre teorías de la causalidad
empíricas y teorías de la causalidad conceptuales. Planteada en estos términos la distinción es
confusa y por eso he sugerido que la veamos como una distinción sobre el tipo de preguntas que la
teoría está interesada en resolver –veremos que esto tiene más sentido con lo que encontraremos en �23
los próximos capítulos–. Lo importante es que hay teorías que esperan encontrar lo distintivo de la
causalidad en el “mundo extralinguistico”, mientras que otras esperan buscar lo distintivo de lo
causal en nuestra forma de hablar. La que a nosotros nos interesa, la teoría de Dowe, es del primer
tipo. Así que, para criticar a Dowe, antes debemos hacernos la pregunta meta–filosófica, ¿qué tipo
de análisis buscaba el filósofo? Como veremos en la discusión sobre causalidad negativa, si
tenemos presente el tipo de preocupaciones que le interesan a Dowe, podemos entender mejor la
forma en que el filósofo lleva la discusión en algunos momentos.
�24
2. Causalidad Negativa !2.1 El problema !
A un astronauta de la Estación Espacial Internacional le es asignada una misión peligrosa; debe salir
de la nave para arreglar uno de los radares que se encuentran en la parte exterior, cerca de uno de
los motores. Una vez en el espacio exterior, sostenido de la nave sólo por un cable, comienza a
acercarse al lugar donde está el radar. Se acerca con toda la precaución del caso y cuando está a
punto de llegar, un objeto flotante —algún desecho espacial— lo golpea fuertemente en su casco . 19
Desafortunadamente se le abrió un pequeño orificio y muere de forma inmediata —el vacío del
espacio exterior es mortal—. La casi nula presión hace que las células y los glóbulos rojos exploten,
los órganos también se hinchan hasta explotar. Es así como el vacío le causó una muerte instantánea
al valiente astronauta.
El vacío sin embargo es negativo, el evento negativo por excelencia; es, por definición, la
ausencia de todo (ausencia de átomos, de materia, de presión). Rechazar la causalidad negativa es
afirmar que es falso que el vacío —o si se quiere, la falta de presión— causó la muerte del
astronauta. “Podemos rechazar, por ejemplo, que el vacío es mortal… Simplemente afirmar esta
respuesta es completar la reducción al absurdo contra ella” (Lewis, 2004, p. 281). La situación se
vuelve más crítica si notamos que casos como “mi cortarle la cabeza le causó la muerte” o “la
ahorqué hasta causarle asfixia” o “le disparé en la cabeza y lo maté” son todos casos de causalidad
negativa; decapitar o ahorcar o una bala en la cabeza, los tres son procesos (eventos positivos) que
evitan que se den (causan “ausencias”) otros procesos, estos últimos necesarios para mantener la
vida. Por ejemplo, mediante estos violentos procesos se previene la circulación de oxígeno, la de la
sangre, etc. Y estas ausencias —la ausencia de sangre en la cabeza, de oxígeno en los pulmones—
son a su vez la causa de la muerte —o eso pensaríamos a menos que rechazáramos la causalidad
negativa—.
La larga sequía en un bosque causó la muerte de un gran número plantas. Supongamos que
fue una sequía extrema, de ausencia completa de agua. En contraste con esta situación, en otro
bosque ha llovido continuamente y la cantidad de agua ha sido tan abundante que varios animales y
varias plantas murieron por inundaciones. La única diferencia entre ambas situaciones es el valor
�25 ¡No conocía la (muy buena) película Gravity cuando escribí esto!19
que toma la variable “proporción de agua en el ambiente”; en un caso es cero, en el otro es algún
valor X (un valor X muy por encima del valor medio de agua). Jon Williamson, cuestionando el
tratamiento especial que hace Dowe para explicar la causalidad negativa —tratamiento que
examinaremos más adelante—, se pregunta: “¿Qué tiene tan especial el 0% que, en ese caso y sólo
en ese caso, el enunciado causal debe tener un análisis radicalmente diferente? (Williamson, 2011,
p. 433). A Williamson le molesta que los defensores de las teorías de conexión física deban formular
una teoría alternativa para dar cuenta de la causalidad negativa y para mostrar por qué esta no es
causalidad genuina —es decir, le molesta que el caso del primer bosque sea analizado de forma
diferente al caso del segundo bosque—.
Otro astronauta ahora debe salir a recuperar el cuerpo muerto de su compañero. Para abrir la
compuerta exterior de la cápsula principal usa su mano derecha. Cierra sus dedos para apretar la
compuerta y después le ejerce una fuerza contraria a las manecillas del reloj. Después de unos
segundos logra abrirla. Podemos decir que la fuerza que ejercen sus dedos sobre la compuerta
causan que esta gire, y que la causa de que la puerta se abra es el giro de la compuerta. Todos estos
son, a simple vista, casos muy naturales de causalidad, y todos parecen casos de causalidad positiva
—el giro es un evento positivo, la fuerza aplicada por los dedos también lo es, el movimiento de
apertura de la puerta también—. La teoría de Dowe puede explicar perfectamente estos casos. Sin
embargo, Jonathan Schaffer nos explica que las contracciones musculares envuelven eventos
negativos (Schaffer, 2004, p. 200). La idea de Schaffer, dada por él en otro ejemplo, es que si
examinamos con cuidado el movimiento de la mano y de los dedos del astronauta cuando este sujeta
la compuerta, vamos a encontrar eventos negativos. Muy esquemáticamente lo que sucede a nivel
anatómico es así: la tropomiosina es una proteína que bloquea la unión entre la miosina y la actina.
Cuando una señal nerviosa se da, esta impide —a través de moléculas de calcio— que la
tropomiosina actúe, y entonces, la tropomiosina no puede impedir la unión entre la actina y la
miosina. Y es la unión entre la miosina y la actina lo que hace que se de la contracción muscular
(esta unión se da siempre que la tropomiosina no actúa). Así que la señal nerviosa impide que la
tropomiosina actúe, y la no actuación de la tropomiosina permite que la actina se junte con la
miosina, creando la contracción muscular. Conclusión: la contracción del músculo que presiona la
�26
compuerta es un proceso de causalidad negativa (por el evento “ausencia de tropomiosina 20
actuando”) y entonces, para los oponentes de la causalidad negativa, la fuerza que aplican los dedos
del astronauta no causa el giro de la compuerta. Segunda conclusión: dado que todas las acciones
humanas involucran el movimiento de al menos un músculo, ninguna acción humana es causal.
En la biología, en la física, en la astronomía, en la psicología, en la economía, en muchas —
para no decir todas— las disciplinas es fácil encontrar casos de causalidad negativa; cuando un
órgano deja de desempeñar sus funciones causa diversos tipos de procesos perjudiciales para el
organismo; en la física lo que se conoce como “huecos de electrones” (que son ausencia de
electrones) producen diferentes tipos de efectos en los metales; en la medicina muchas
enfermedades son causadas por la ausencia de ciertas sustancias; en el derecho existe la
responsabilidad por omisión —ser negligente es penalizado—. Así que más allá de los resultados
contra–intuitivos que este rechazo trae consigo, más allá de implicar que el vacío no mata o que los
dedos del astronauta no abren la compuerta, el rechazo de la causalidad negativa es un problema
importante si tenemos en cuenta que la de Dowe es una teoría que se inspira en un análisis
empírico: el problema es que, como vimos, la ciencia y muchas disciplinas están llenas de ejemplos
en los que a veces las ausencias fungen de efectos o causas. Así, la causalidad negativa no sólo es
exigida por nuestro sentido común sino que es requerida por la práctica científica, por aplicaciones
teoréticas y conceptuales (Schaffer, 2004, p. 203). Por lo anterior, parece que hay motivos
suficientes para dejar de lado el proyecto de Dowe y el proyecto de cualquier teoría que espere
analizar lo causal a partir de interacciones físicas entre la causa y el efecto. O al menos, motivos
suficientes para argumentar que lo causal, aunque a veces puede serlo, es mucho más que una
conexión física.
El propósito de los siguientes dos capítulos, que es también el objetivo principal del presente
trabajo, es explicar cómo la teoría causal de Phil Dowe puede responder al reto que los defensores
�27
Es cierto que aquí hay un cambio en el nivel de descripción del evento: estamos pasando de una descripción a nivel 20
macro a una descripción a nivel micro. Para los propósitos de este trabajo es suficiente con anotar que la posición de Dowe en este respecto no es distinta a la de Schaffer; para ambos es cierto que si al cambiar el nivel de la descripción encontramos causalidad negativa, entonces el evento inicialmente descrito depende de patrones de causalidad negativa. Más precisamente, en caso de que se mostrara que un evento e descrito desde cierta perspectiva P está compuesto de varios eventos {E}, dada la tesis de la supervinencia de la imagen manifiesta en la imagen científica (sección 1.2 La teoría), si los eventos {E} implican causalidad negativa, entonces el evento e al que nos referimos desde la descripción P implica causalidad negativa. Así que aún si desde cierto nivel de descripción (digamos “nivel macro”) ciertos eventos no parecen involucrar eventos negativos, si se logra mostrar que supervienen en eventos que están involucrados en relaciones causales negativas, Dowe debe aceptar que las relaciones causales de estos eventos “macro” no son genuinas y de hecho lo acepta (esto lo veremos en la sección 3.1 cuando Dowe afirma que por cuestiones epistémicas muchas veces somos incapaces de reconocer cuándo tenemos un caso de un evento negativo y cuándo no). En todo caso, se sale del alcance de este trabajo discutir más a fondo este problema como también se ha dejado por fuera una discusión de la individuación de los eventos (aquí se asume la tesis de que un evento admite diferentes niveles de descripción a diferencia de los hechos: “su golpe suave” y “su golpe” son hechos diferentes, pero el mismo evento . Ver Davidson (2001, p. 163).
de la causalidad negativa han sentado. El reto está en explicar cómo una teoría causal como la de
Dowe que rechace la causalidad negativa puede seguir siendo una teoría satisfactoria. O dicho de
otra forma, el reto consiste en defender que la causalidad en Dowe es realmente causalidad y no una
cosa estipulada —inventada—, no una entidad artificial que poco o nada tiene que ver con lo causal.
El reto es salvaguardar la legitimidad de la teoría de Dowe, legitimidad puesta en vilo con el
rechazo —para algunos absurdo— de las “ausencias causales”. Desde ahora, siguiendo a Dowe, me
referiré a aquellos que defienden la legitimidad de la causalidad negativa como “genuistas” y a los
que no como “no genuistas” (genuista porque considera que la causalidad negativa es genuina, y
“no genuista” porque no lo considera).
La estrategia para responder al reto empieza por reconocer que, a pesar de las varias críticas
expuestas en las primeras páginas de este capítulo, en realidad sólo son dos: 1) es contra–intuitivo el
rechazo de la causalidad negativa y 2) la causalidad negativa es requerida por diferentes (o todas)
las disciplinas científicas. Es contra–intuitivo afirmar que “el vacío no mata”, o afirmar que “se
necesitan teorías diferentes para tratar casos cuya única diferencia entre sí es el valor de una
variable”, o aseverar que “ninguna acción humana constituye un proceso causal”. Y es problemático
sostener que todas las disciplinas empíricas están equivocadas cuando hablan de causalidad
negativa. De hecho, es tan poco intuitivo afirmar las anteriores cosas que en eso consiste el enorme
desafío de defender la teoría de Dowe. Pero como ya dije, el primer paso es identificar la crítica: el
rechazo de la causalidad negativa es sumamente contra–intuitivo y nos obliga a decir que las
ciencias sociales y exactas están profundamente equivocadas con respecto a la causalidad.
El capítulo se divide en dos partes principales, cada una de las cuales tiene varias secciones.
La primera parte se denomina Juego de intuiciones. En ella vamos a mostrar que, a pesar de las
fuertes intuiciones presentadas por el genuista al comienzo del capítulo, también hay intuiciones
que rechazan la causalidad negativa. Específicamente, se verá que no hay una teoría de la
causalidad que pueda acomodar la mayoría de nuestras intuiciones. La segunda parte se llama
Problemas para una teoría que acepte la causalidad negativa, y como su nombre lo indica, en esta
parte se discutirán algunas dificultades que la posición genuista debe enfrentar. En particular,
veremos que el genuista no puede evitar el denso debate metafísico en torno a la naturaleza de los
eventos negativos, que su posición presenta dificultades con respecto a la localización de los
eventos ausentes y por último, examinaremos algunos problemas de tipo lógico y semántico que los
enunciados de causalidad negativa presentan.
!�28
2.2 Juego de intuiciones !
2.2.1
!En todos los ejemplos mencionados por el genuista (discutidos al comienzo del capítulo) podemos
reconocer la siguiente estructura: un evento negativo causa un evento positivo. Ahora, quiero
mostrar que la teoría contrafáctica en su versión más simple explica con suma facilidad los casos de
causalidad negativa. El vacío (evento A) mató al astronauta (evento B) porque si este no se hubiera
expuesto al vacío (si A no se hubiera dado), sus células no se habrían explotado (B no se habría
dado); mi no regar las plantas (A) las mató (B) porque si yo las hubiera regado (no–A), estas
habrían seguido con vida (no–B); la fuerza de los dedos del astronauta (A) causó el giro de la
compuerta porque si no se hubiera aplicado dicha fuerza (si no–A) la compuerta no habría girado
(no–B). En todos estos ejemplos, la teoría contrafáctica explica que A causa B porque si no se
hubiera dado A, no habríamos tenido B, donde por supuesto A en estos casos es un evento negativo.
Así que la teoría contrafáctica puede dar cuenta de la causalidad negativa, y de hecho, el análisis
que ofrece esta teoría para estos casos es muy intuitivo. Esto último sugiere que el sentido común,
al menos en los casos de causalidad negativa, favorece la teoría contrafáctica de la causalidad . Y 21
esto último además indica que el rival más importante al que se enfrentará la teoría de Dowe en la
discusión de la causalidad negativa es la teoría contrafáctica . 22
Sin embargo, los ejemplos expuestos por el genuista no muestran que el rechazo de la
causalidad negativa es siempre contra–intuitivo sino que hay algunas situaciones en las cuales lo es.
La otra cara de la moneda es que también hay situaciones en las que el rechazo es sumamente
intuitivo. El sentido común puede aceptar que la ausencia de presión mató al astronauta porque si
no hubiera estado expuesto a esta ausencia de presión, él no se habría muerto. También podría
aceptar, por ejemplo, que la falta de un casco más resistente causó la muerte del astronauta porque
si este hubiera tenido un mejor casco, este no se habría roto con el golpe. Incluso nuestras
�29
Helen Beebee también cree que el sentido común presupone, en su reconocimiento de relaciones causales, este 21
criterio contrafáctico (Beebee, 2004).
Por esto mismo una parte importante del capítulo se dedicará a mostrar los inconvenientes de una teoría contrafáctica 22
que acepte la causalidad negativa. Sin embargo, otras teorías que podrían adoptar la causalidad negativa son susceptibles a las mismas críticas elaboradas contra la posición contrafáctica; por ejemplo, la teoría manipulabilista es contrafáctica por construcción (“si X fuera manipulada de tal forma, Y cambiaría de tal forma”, “si X hubiera sido manipulada de modo W, Y cambiaría de modo V”). Además hay unas versiones de la teoría probabilistica que tiene un componente contrafáctico: “si X no se hubiera dado, la probabilidad de Y no hubiera aumentado”. Más allá de esto, encontraremos una crítica más general que no depende de la aceptación del criterio de dependencia contrafáctico; esta es la crítica de los relatas ausentes (que veremos en la sección 2.3.1) y que es un problema para toda teoría que acepte la causalidad negativa y que al mismo tiempo considere que los relata causales han de ser eventos.
intuiciones podrían conceder que la falta de un radar que detectara objetos espaciales peligrosos fue
una causa de la muerte —aunque quizá nos parecerá menos relevante— porque si hubiera existido
este radar, el astronauta hubiera evitado el incidente. Pero de ninguna manera nuestras intuiciones
van a estar de acuerdo con que la ausencia de una manada de elefantes alrededor del astronauta
causó la muerte del astronauta, a pesar de que esto cumpliría con la dependencia contrafáctica: si
hubieran estado esos elefantes alrededor del astronauta el desecho espacial no hubiera golpeado al
astronauta y este no se hubiera muerto. Así que, incluso si aceptamos que hay muchos casos en los
cuales nuestras intuiciones favorecen la legitimidad de la causalidad negativa, también debemos
conceder que hay muchos casos en los cuales nuestras intuiciones rechazan este tipo de causalidad.
Sin embargo, el genuista parece tener una salida: el genuista podría contestar que el sentido
común no acepta cualquier tipo de causalidad negativa, podría argumentar que la causalidad
negativa debe ser caracterizada de una forma más precisa que la simple dependencia contrafáctica
entre efecto y causa. Así, el genuista podría buscar criterios para mostrar por qué la ausencia de
elefantes no es una causa del golpe al astronauta a pesar de que esta ausencia de elefantes satisface
el criterio contrafáctico. Aunque Dowe ignora esta salida Beebee la examina y muestra los
diferentes problemas. Con el fin de ser justos con el genuista paso a examinar algunas sugerencias
que esperan explicar por qué el ejemplo de los elefantes no es causal y así, explicar por qué una
posición que acepte a la causalidad negativa es más respetuosa con nuestras intuiciones que una
teoría que rechaza a esta clase de causalidad. Al final mostraré que ninguna de las sugerencias es
satisfactoria.
La primera opción para diferenciar el caso de los elefantes del caso del vacío parece bastante
natural; la diferencia entre el caso de los elefantes y el del vacío es la frecuencia o la normalidad
con la que ocurren ambas situaciones. Estamos acostumbrados a que el vacío cause que las cosas
que entran en contacto con él se inflen o exploten, pero en ningún modo estamos acostumbrados a
elefantes en el espacio exterior. La sugerencia, expuesta por Hart y Honoré (Beebee, 2004, p. 295),
es que hay un criterio de normalidad que debemos tener en cuenta si queremos entender por qué
nuestro sentido común discrimina como lo hace a la causalidad negativa. Así, además del criterio
contrafáctico, parece que debemos agregar un criterio nuevo que llamaremos criterio de
normalidad. El criterio de normalidad se hace más claro en un caso como el de la planta; mi no
regar mis plantas es causa de la muerte de las mismas porque, además de que se cumple el criterio
que ya vimos, a saber, la dependencia contrafáctica —si hubiera regado las plantas estas no se
habrían muerto—, también se cumple que yo suelo regar mis plantas, así que es algo anormal que
yo no las haya regado esta vez. En cambio, que Obama no haya regado mis plantas no es causa de la �30
muerte de mis plantas porque, aunque hay dependencia contrafáctica —si Obama las hubiera regado
estas no habrían muerto—, no se satisface el criterio de normalidad —no es algo anormal que
Obama no riegue mis plantas—.
Además de este nuevo criterio, Stapleton (Beebee, 2004, p. 296) bien señala que hay
consideraciones morales y epistémicas cuando juzgamos situaciones causales. Por ejemplo, decimos
que la negligencia de un policía al no actuar en presencia de un robo es causa del escape del ladrón,
incluso si este fuera el primer policía de la historia, es decir, así no sea algo normal que un policía
castigue a un ladrón. Decimos que es la causa porque sabemos cuál es la función del policía. De
modo similar, si un vendedor de una droguería nos vende una droga que tiene efectos secundarios
perjudiciales, y si al tomarnos la droga somos víctima de esos efectos, diremos que el vendedor es
responsable —una consideración moral— de lo que me sucede porque su descuido o su ignorancia
fueron causa de que yo hubiera comprado esa droga. Sin embargo, si nadie en el mundo sabía de
esos efectos —consideración epistémica—, no vamos a afirmar que la ignorancia del vendedor fue
causa de mis problemas, es decir, no vamos a atribuir ninguna responsabilidad moral al vendedor.
Tenemos entonces que al criterio contrafáctico debemos añadirle un criterio cuya forma general es
así: la ausencia de un evento de tipo A es, o anormal, o constituye la violación de una norma
epistémica, moral, legal u otro tipo de norma (Beebee, 2004, p. 296).
Estoy de acuerdo con Beebee cuando sugiere que estos dos criterios —el de la dependencia 23
contrafáctica y el de la violación de una norma— recogen de un modo satisfactorio la mayoría de
nuestros enunciados causales, y así, pueden servir en tanto un análisis del uso ordinario del
concepto de causa. También estoy de acuerdo con ella en que como análisis metafísico de la
causalidad negativa, esta es una aproximación infructífera; el problema con esta forma de
caracterizar lo causal es que “si tomamos esta definición como dándonos las condiciones de verdad
de enunciados causales, entonces debemos decir que los hechos causales dependen de hechos
normativos: hechos acerca de sí una norma moral o epistémica ha sido violada. Pero nadie en la
tradición de la metafísica de la causalidad cree que los hechos causales dependen de normas que
dependen de los humanos” (Beebee, 2004, p. 295). Es cierto que para un no realista frente a la
�31
Beebee examina otro criterio posible para respetar nuestras intuiciones: consideramos como causales aquellos 23
procesos en los cuales el evento ausente ocurre en un mundo posible cercano; por ejemplo, el evento ausente en “mi no regar las plantas” es “mi regar las plantas”, y “mi regar las plantas” es un evento que podría darse en un mundo posible cercano al actual –pues generalmente yo riego las plantas así que un mundo en el que las riego es bastante similar al actual–. Por el contrario, el evento ausente en “Obama no riega mis plantas” es “Obama riega mis plantas”, pero el evento “Obama riega mis plantas” se da en un mundo posible muy distante al actual. Sin embargo, un criterio así no deja de ser problemático; ¿cuál es el límite de semejanza? ¿Cuál es la métrica mediante la cual podemos determinar el mundo que es suficientemente cercano para que eventos en él pudieran fungir de causas negativas en nuestro mundo?
causalidad esta no sería una objeción, pero debemos recordar que estamos defendiendo la teoría de
Phil Dowe, la cual adopta una posición realista frente a la causalidad: hay algo en el mundo
(independiente de los humanos) que constituye lo causal.
Además del anterior problema —hacer depender una postura metafísica en una normativa—,
defender la legitimidad del segundo criterio haría que la verdad de enunciados causales se volviera
una cuestión relativa (diferentes estándares llevarían a diferentes verdades causales) (Beebee, 2004,
p. 297). Por ejemplo, enfocándonos en el criterio de normalidad: ¿cuánto es normal? ¿Cuántas
repeticiones de un evento en el pasado cuentan como normal? Si Obama hubiera regado mis plantas
dos veces en el pasado, y yo siete, ¿que Obama no las haya regado esta vez es lo suficientemente
anormal como para contar ese evento negativo como causa? El límite es arbitrario, y depende
precisamente de los estándares de normalidad que se manejen (lo cual es relativo). Es precisamente
por las dificultades para determinar criterios adecuados que limiten los casos de causalidad
negativa, dificultades para trazar una línea que deje por fuera a los elefantes pero deje por dentro al
vacío, la razón por la cual la cuestión es de todo o nada: o hay mucha más causalidad negativa en el
mundo que la que nuestras intuiciones quisieran, o no hay ninguna.
Recapitulando, parece que los dos criterios mencionadas en esta sección —dependencia
contrafáctica y violación de una norma epistémica, moral o legal— son adecuados si nuestro
propósito es encontrar parámetros que rigen a los enunciados causales del sentido común , pero 24
son insuficientes para servir como condiciones necesarias y suficientes en una teoría de la
causalidad. La lección es clara: si queremos ofrecer una teoría de la causalidad debemos dejar de
lado la pretensión de respetar todas nuestras intuiciones causales.
2.2.2
!La sección anterior mostraba que se debía examinar con mas detalle cuál es la causalidad negativa
que el sentido común reconoce —mostraba que no es cualquier relación de dependencia
contrafáctica—, y señalaba que una adecuada explicación de esa causalidad “manejada” por el
sentido común se salía del alcance de una teoría metafísica. El paso que sigue espera lograr dos
cosas: 1) mostrar que en ciertas circunstancias el sentido común puede conceder que la causalidad
es positiva y la negativa sólo es una forma de hablar que no debemos tomar “en serio” y 2) exponer
�32 Por ejemplo, si nuestra intención es contestar la pregunta ¿cómo atribuimos o inferimos relaciones causales?24
un caso que debe suscitar dudas para aquellos que toman la palabra del sentido común como guía
absoluto.
Caso del niño: están un padre y su hijo al lado de una calle. De repente el niño sale corriendo
por la calle persiguiendo una pelota y desafortunadamente un carro que venía pasando atropella al
niño. “La inatención del padre causó la muerte del hijo” es diferente a “el atravesar la calle causó la
muerte del hijo” y diferente a un caso como “el empujón del padre causó la muerte del hijo”. Estos
últimos dos casos son ejemplos de causalidad (causalidad genuina para Dowe) porque hay una
interacción física entre “el atravesar la calle” y “el ser atropellado por un carro”, y hay un proceso
físico entre el empujón del padre, que produce un movimiento, que a su vez termina en el accidente.
En cambio en el primer caso (“la inatención del padre causó la muerte del hijo”) no hay ningún
proceso físico entre la inatención y el accidente. Dowe sugiere que podemos ver esta diferencia:
!Cuando usted dice que la inatención del padre fue la causa del accidente del niño no quiere decir que literalmente el padre hizo al hijo correr hacia el camino del carro, o que él hizo que el carro golpeará al niño. En cambio, usted quiere decir que la falla del padre en sujetar al niño fue la causa en el sentido de que si él hubiera sujetado al niño, el accidente no habría sucedido. Usted no quiere decir que él literalmente causó el accidente; quiere decir que era posible para él haberlo prevenido. (Phil Dowe, 2007, p. 125) !La idea de Dowe es mostrar que, al menos en casos como los de este ejemplo, podemos notar
una diferencia entre la causalidad negativa y la causalidad. Y esta diferencia es lo que Dowe
denomina “la intuición de la diferencia” (la idea de este nombre es que intuitivamente parece haber
una diferencia entre la causalidad y la causalidad negativa). Además, Dowe quiere fortalecer la idea
de esta intuición sugiriendo que en una variedad de contextos filosóficos parece resurgir esta misma
diferencia: en la teoría causal de la percepción hay debate en torno a si realmente observamos los
agujeros negros. En la literatura de la eutanasia está el problema de la distinción entre dejar morir y
matar, en la filosofía jurídica está el problema de si la negligencia es un ejemplo de causalidad.
Agrega Dowe, “el simple hecho de que la distinción es notada y debatida es prueba suficiente de
que hay una intuición de la diferencia”.
Una de las críticas de Schaffer a lo expuesto por Dowe en la “intuición de la diferencia” es
que pareciera haber una trampa. La trampa se da en el paso entre “el padre no lo empujó, o no lo
hizo atravesar la calle” a “este no es un caso real, literal de causalidad” (Schaffer, 2004, p. 210) y la
razón es que Dowe parece estar asumiendo su teoría de la conexión física: porque el padre no lo
hizo atravesar la calle, esto es, porque no hay un proceso físico entre el padre y el atravesar la calle
(por parte del niño) que causó el accidente, entonces se sigue que este no es un caso genuino de
�33
causalidad. Schaffer dice que más bien lo que se sigue es “mediante el no hacer nada (mediante el
no detener el hijo, mediante el no poner atención al hijo) el padre negligentemente abandonó al hijo,
y si no lo hubiera abandonado el hijo estaría a salvo, lo que lo hace un caso real de
causalidad” (Schaffer, 2004, p. 210). Lo gracioso es que al ponerlo de este modo Schaffer cae en el
mismo pecado del que acusó a Dowe: está apelando a una teoría de la causalidad de dependencia
contrafáctica como queda en evidencia cuando afirma “y si no lo hubiera abandonado, el hijo estaría
a salvo, lo que lo hace un caso real de causalidad”. ¿Por qué esto lo hace un caso real de
causalidad? Primero tendría que presuponer la teoría de dependencia contrafáctica: A causa B dado
que si A no ocurriera B no hubiera ocurrido (si no hubiera abandonado al hijo, entonces no hubiera
habido accidente).
Seguimos con un caso que ilustra de modo sencillo por qué escuchar al sentido común con
respecto a la causalidad no es siempre una buena idea.
Caso del resorte:
Consideremos una pesa que está atada a un resorte que está comprimido por un palito [como si este fuera una “tranca”; paréntesis míos]. Una vez removemos el palito, la pesa empieza a acelerar [ver dibujo; paréntesis míos]. Estaríamos dispuestos a pensar que el remover el palito es la causa de la aceleración de la pesa, pero si es así, ¿qué le transfirió la remoción del palito a la pesa? Nada, por supuesto (Schaffer p. 204).
El anterior es un ejemplo de Aronson (Schaffer, 2004, p. 204) quien también defiende una teoría de
conexión física. El ejemplo espera sugerir que hay situaciones que a primera vista parecen casos de
causalidad negativa, pero que en realidad son ejemplos de causalidad positiva. Así, lo que hace que
la masa acelere es la fuerza que ejerce el resorte, como dicta la segunda ley de Newton (F = ma). Y
sin embargo, el sentido común podría inclinarse a juzgar la remoción del palito como una de las
causas de que la masa acelere porque, si no se hubiera removido el palito, la masa no habría
acelerado. El punto del ejemplo —al menos el punto que a mi me interesa resaltar— es que el
sentido común se puede equivocar; casos que considera de causalidad negativa resultan ser, en
�34
aceleración
Tiempo antes de remover el palito
Tiempo después de remover el palito
Masa Masa
realidad, casos de causalidad positiva. De hecho, Schaffer acepta el ejemplo así expuesto y concede
que la causa de la aceleración de la masa es un evento positivo y no uno negativo. Sin embargo,
Schaffer añade que de esto no se sigue que sea adecuado rechazar del todo la causalidad negativa:
“una respuesta así podría ser tolerable si las consecuencias se limitaran al caso aislado de una pesa
presionando un resorte. Pero las consecuencias no son así limitadas” (Schaffer, 2004, p. 205). El
punto sin embargo no es si las consecuencias son o no son limitadas al caso del resorte, el punto es
que empiezan a surgir dudas frente a la posición genuista, pues esta articula su ataque a partir de lo
que las intuiciones defienden y al mismo tiempo reconoce que a veces, como en este caso, es
equívoco respaldar las intuiciones.
!2.2.3
!Dowe y Beebee habían recalcado que no podía haber una posición teórica con respecto a la
causalidad negativa que respetara la totalidad de nuestras intuiciones (Beebee, 2004; Dowe, 2004);
ambos autores coinciden en que si una teoría rechaza la causalidad negativa, entonces obtiene los
resultados contra–intuitivos que ya hemos analizado y si una teoría acepta la causalidad negativa,
obtiene resultados como el de los elefantes que también son poco intuitivos. Es decir, ellos
sostienen que una teoría, si acepta la causalidad negativa, debe aceptar el caso de los elefantes, y
situarlo junto al caso de las plantas que mueren por mi inatención, o el caso del astronauta que
muere por el vacío. Collins, Hall y Paul sugieren la misma idea, cuando dicen que es una cuestión,
como ya dije antes, de todo o nada: “dadas suposiciones modestas, se sigue que hay o una totalidad
de causalidad por omisión (mucha más de que la que ordinariamente quisiéramos aceptar), o que no
hay ninguna” (Collins, Hall, & Paul, 2004, p. 25). De ahora en adelante me referiré al problema de
que haya una totalidad de causalidad por omisión, de que haya infinitas ausencias –ausencia de
elefantes, ausencia de ballenas, etc– causando cosas, como el problema de la promiscuidad causal.
Lo dicho hasta aquí nos conduce a la siguiente pregunta: ¿Realmente es conveniente otorgar
al sentido común una responsabilidad tan grande a la hora de indicarnos el camino adecuado de una
teoría de la causalidad? Hemos visto en 2.2.1 que para acomodar nuestras intuiciones debemos
apelar a criterios pragmatistas, y como vimos, este camino resulta incompatible con el proyecto de
una teoría que busque determinar qué es lo causal en el mundo. Por otra parte, es una lección
histórica que el sentido común no es el mejor indicador de cómo es el mundo (Copérnico y Galileo
nos lo advertirían si pudieran). Pero, aun si alguien pudiera mostrar que estas lecciones históricas no
son aplicables al problema presente, es decir, aun si se pudiera argumentar que el sentido común es �35
atípicamente relevante a la hora de juzgar una teoría causal, no se podría ignorar un hecho muy
importante: hay muchas situaciones en las que el sentido común no discrimina entre eventos
positivos y eventos negativos —Dowe apelará a un punto cercano cuando habla de lo que él
denomina “el blur epistémico”, a ello llegaremos más adelante—. “Mi no regar las plantas”
funciona para nuestras intuiciones como cualquier otro evento y una de las razones para que esto
sea así es justamente que nuestras intuiciones no encuentran problemáticos los eventos negativos.
Es más, es probable que antes de cualquier reflexión al respecto nunca hubiéramos considerado una
diferencia de fondo entre eventos como “mi regar las plantas” y “mi no regar las plantas”.
Considero claro que ignorar la diferencia entre ambos tipos de eventos es una muestra de la
imprecisión característica de nuestras intuiciones causales antes que una muestra de la falta de
diferencia entre dichos tipos de eventos. Pregunto: ¿Estamos dispuestos a ignorar los extensos
debates filosóficos que se han desarrollado alrededor de la distinción entre eventos, estados de cosas
o hechos positivos, y eventos, estados de cosas o hechos negativos, sólo porque nuestras intuiciones
tratan de modo uniforme a eventos positivos y negativos? No veo cómo, quienes insisten en
respaldar nuestras intuiciones con respecto a la legitimidad de la causalidad negativa, pueden
justificadamente darle la espalda a nuestras intuiciones en lo que tiene que ver con la supuesta no
diferencia entre eventos positivos y negativos —¿cómo seleccionan las intuiciones que debemos
respetar?—. Vuelve entonces a aparecer el resultado que discutimos en el caso del resorte: debemos
ser mucho más precavidos que los genuistas a la hora de escuchar los consejos del sentido común
en el debate en torno a lo causal.
!2.2.4
!Las pasadas tres secciones han estado enfocadas en cuestionar la apelación al sentido común que
hacen los genuistas, en ellas hemos mostrado que cualquier posición teórica parece ser incapaz de
acomodar nuestras intuiciones de modo satisfactorio. Sin embargo, aún falta por considerar una
última salida del genuista para responder a la diversidad de intuiciones expuesta por el no genuista:
adoptar una posición pluralista de la causalidad. La fuerza de esta respuesta yace en el hecho de
que puede dar una solución adecuada al problema de las intuiciones conflictivas: a veces para el
sentido común hay causalidad negativa y a veces no porque hay dos tipos de causalidad, uno que
favorece el rechazo de la causalidad negativa —la causalidad por conexión física—, y otro que
encuentra inconveniente el rechazo —la dependencia contrafáctica—. “Todo lo que el genuista
niega es que una diferencia en el tipo de mecanismo causal sea una diferencia entre causalidad �36
genuina y causalidad falsa” (Schaffer, 2004, p. 211). El pluralismo conceptual con respecto a la
causalidad es una posición que podría dar cuenta de la diversidad conflictiva de intuiciones
presentada en las secciones previas.
En este momento voy a considerar de forma muy breve tres críticas contra esta posición pero
no ahondaré en ellas porque queda por fuera del alcance de este trabajo un examen más detallado de
la posición pluralista . Primero, está la posición, yo diría tradicional, contra cualquier tipo de 25
pluralismo: no queremos multiplicar las entidades. En particular, está la crítica de Williamson
(Williamson, 2011, p. 423) contra lo que denomina pluralismo metafísico (la posición según la cual
hay dos tipos de relaciones causales). La crítica se resume en la idea de que una solución así no es
económica, pues no minimiza las entidades. También está la crítica de Williamson contra un
pluralismo conceptual (la posición que considera que hay dos conceptos de causa); este tipo de
pluralismo parece ser incorrecto porque nosotros tenemos un uso de causa homogéneo, y esto se ve
en el hecho de que a pesar de que tenemos muchos usos específicos de palabras causales como
“empujar”, “alzar”, "producir" etc, no tenemos problemas en reconocer dichas palabras como
causales en el mismo sentido en que usamos generalmente “causa” (Williamson, 2011, p. 423). Sin
embargo, el pluralista puede contestar esta crítica poniendo en duda la idea de que realmente
tenemos un uso homogéneo de causa: de que diferentes palabras puedan ser entendidas como
causales no se sigue que no hay diferencias en el sentido de causa que asociamos a las diferentes
palabras.
Segundo, está el problema del límite que debe ofrecer el pluralismo para determinar cuándo
debemos pasar de una teoría de conexión física a una contrafáctica (o a una que acepte la causalidad
negativa) y viceversa. Habrá casos grises en los cuales nuestras intuiciones estarán más o menos
divididas en torno a la cuestión de si debemos rechazar o aceptar la causalidad negativa. No se ve
cómo podría ser trazado un límite no arbitrario para fijar el rango de aplicación de la idea de
conexión física, y para determinar cuándo esta idea debe ser remplazada por otra que acepte la
causalidad negativa . Tercero, el pluralismo podrá explicar mejor el conflicto de intuiciones pero 26
eso no lo exime de los problemas filosóficos del genuismo, que examinaremos en la siguiente parte.
Así, aunque las críticas anteriores pueden ser respondidas de manera más o menos sencilla por el
�37
El presente trabajo se enfoca en examinar las posiciones de carácter absoluto con respecto a la causalidad negativa, es 25
decir, está interesado en analizar la posición que niega por completo la causalidad negativa y contrastarla con la posición que analiza a la causalidad negativa de la misma forma a como analiza la causalidad positiva.
Aunque la cuestión de los casos grises no es por sí misma problemática para el pluralista. De hecho, que haya casos 26
grises encaja de forma adecuada en su teoría ya que los casos grises se pueden explicar sugiriendo que, dado que hay varios usos de causa, en ciertas situaciones podemos confundir los diferentes tipos de relaciones causales o incluso, a veces podría suceder que una misma situación admite varios criterios causales.
pluralista –por ejemplo, puede decir que aumentar las entidades no es necesariamente perjudicial, y
argumentar que los casos grises no son un problema (ver nota al pie 26)–, y aunque esta posición
está mejor equipada para lidiar con nuestras intuiciones enfrentadas, el pluralismo que aquí
estamos considerando, aquel que consideraría que la causalidad negativa es legitima (no todo
pluralismo tiene que aceptar esto, sólo el que le convendría al genuista) continúa debiendo una
adecuada solución a los problemas que vienen con la aceptación de relatas ausentes.
!2.2.5
!Nos enfrentamos con la siguiente disyunción: o el genuista nos ofrece una teoría de la causalidad
satisfactoria que a su vez pueda respetar las intuiciones, o simplemente acepta que tenemos
intuiciones encontradas. Creo que la primera opción está cerrada porque no hay una teoría de la
causalidad plenamente coherente con nuestras intuiciones como han señalado las secciones
anteriores. Como ya he reiterado, si hay un análisis que pueda explicar nuestras adscripciones
causales en la vida diaria, este no puede ser metafísico. Por lo tanto, la disyunción nos deja sólo la
segunda opción: hay intuiciones encontradas respecto a la legitimidad de la causalidad negativa.
No se sigue de lo anterior que el argumento en contra del no genuista se cae —el argumento,
vale la pena recordar, es que el rechazo de la causalidad negativa es sumamente contra–intuitivo—,
sólo se sigue que el genuista deberá reconocer que respetar las intuiciones es una exigencia
demasiado estricta. Sin embargo, para defenderse de la crítica del genuista no es suficiente para el
no genuista señalar que es problemático para una teoría causal respetar siempre las intuiciones; aun
si esto es verdad el no genuista debe explicar por qué el vacío no mata y por qué las acciones
humanas no son causales. Creo que debe responder a esto porque, después de mostrar que el sentido
común no es confiable, sigue siendo cierto que no se puede contrariar de un modo tan fuerte a
nuestras intuiciones, sigue siendo cierto que una teoría causal no puede olvidarse por completo de la
forma en que pensamos y hablamos de lo causal —de olvidarla se rompería el vínculo que Dowe
quiere preservar entre lo que explica su teoría y el uso que hacen los científicos y la ciencia del
concepto “causa”—. Además, para una defensa satisfactoria del no genuista queda pendiente una
tarea: mostrar por qué una teoría que acepte la causalidad negativa será más problemática que una
que no —hasta ahora sólo habrá mostrado que ambos tipos de teorías podrían acarrear resultados
poco intuitivos—.
Recapitulación: hemos mostrado cómo apelar a las intuiciones trae consigo diferentes
dificultades para una teoría de la causalidad con independencia de si la teoría acepta la causalidad �38
negativa o la rechaza. En particular, vimos que una posibilidad exitosa para respetar las intuiciones
—la teoría que acudía al criterio de normalidad— no es compatible con una teoría que espera
determinar qué es lo causal en el mundo, y las teorías que esperan determinar esto último, o deben
admitir más causas de las que intuitivamente aceptaríamos —si aceptan la causalidad negativa—, o
deben rechazar más causas de las que el sentido común estaría dispuesto a rechazar. También vimos
que había intuiciones que respaldaban la idea de que la causalidad negativa no era exactamente
causalidad —caso del niño— o situaciones que, a pesar de que podían parecer casos de causalidad
negativa, resultaban ser ejemplos de causalidad como conexión física —caso del resorte—.
Además, vimos que era un poco incoherente la posición de quienes apelaban a las intuiciones para
mostrar lo absurdo que es rechazar la causalidad negativa, pues se olvidaban de las intuiciones en lo
que respecta a la distinción entre eventos positivos y negativos. Finalmente, atendimos la idea de
que, después de todo, la diversidad y confrontación de intuiciones podía ser un síntoma de que lo
que se necesita es una teoría pluralista de la causalidad. Para oponernos a este último camino hace
falta, más que sugerir dudas sobre lo poco ideal de una posición pluralista, considerar los problemas
que una teoría que admita la causalidad negativa debe responder. Pasamos ahora a examinar cuáles
son estos.
!2.3 Problemas para una teoría que acepte la causalidad
negativa !El objetivo central de esta sección es justificar por qué es problemática la posición teórica del
genuista. Más precisamente, el objetivo es exponer los problemas filosóficos que vienen con la
aceptación de la causalidad negativa. Una teoría que acepte la causalidad negativa debe enfrentar al
menos tres problemas: 1) explicar cómo el relata ausente puede ser causal, 2) dar una solución al
problema de la no localidad —los eventos negativos no están localizados— y 3) dar una solución a
un problema señalado por Dowe que tiene que ver con implicaciones semánticas extrañas que se
siguen de una teoría genuista. En esta sección pasaremos por los tres problemas, haciendo especial
énfasis en los dos últimos.
!2.3.1 ¿Causando sin relata? !
�39
El primer problema es lo suficientemente grande por si sólo como para ser desarrollado en este
trabajo. Su solución depende de la solución al problema de la naturaleza ontológica de eventos y
estados de cosas negativos; si en la ontología que uno defiende los estados de cosas negativos deben
ser tratados de modo uniforme con los positivos —si tienen el mismo “grado de realidad”—
entonces el problema del relata faltante no será un verdadero problema. Pero, dada la controversia
actual al respecto, sugerir un tratamiento así de los estados de cosas negativos es por sí misma una
propuesta polémica (ver por ejemplo (Molnar, 2000)). Si en cambio se adopta una ontología que
distingue entre estados de cosas positivos y negativos —Armstrong por ejemplo hace esto—, y si se
insiste en el genuismo, se tendría que mostrar cómo la diferencia ontológica entre estados de cosas
positivos y negativos no es una dificultad para la relación causal —Armstrong por ejemplo
considera que los estados de cosas negativos no pueden estar involucrados en relaciones
causales —. 27
Hay quienes —Lewis, Mellor—, siguiendo esta última posibilidad, defienden la tesis de que
la causalidad no es una relación, es decir, “A causa B” no representa o no puede ser entendido como
“tenemos una A y una B, y ambos están relacionados de cierta forma”. La idea de esta posición es
que la verdad de un enunciado como “la ausencia de A causa B” está dada por X donde X no se
puede entender como compuesta de una ausencia y un evento positivo, sino simplemente como un
hecho o estado de cosas que hace verdad la proposición; un estado de cosas que no se puede
descomponer en elementos como las ausencias que aparecen en el enunciado causal negativo.
Beebee explica esto así: “como los hechos no son particulares, para Mellor la causalidad no es una
relación. Y como los hechos pueden ser hechos sobre ausencias, la causalidad por ausencia no
representa ningún problema especial para él. Y Lewis en una parte propone que la causalidad debe
ser analizada en términos de dependencia contrafáctica entre proposiciones pero no entre eventos”.
(Beebee, 2004, p. 292). Esta sugerencia resuelve el problema impuesto por los estados de cosas
negativos ya que no relaciona entre sí cosas que no existen (Menzies, 2003). Sin embargo, no deja
de ser oscuro cómo puede ser caracterizada la causalidad sino es como una relación entre dos
elementos —causa y efecto—.
El no relacionismo —la idea de que la causalidad no es una relación— no es una posición
popular y una de las razones es que sus elementos son hechos y no eventos y un tratamiento de lo
causal a partir de hechos es problemático; por ejemplo, presumiblemente son hechos diferentes “lo
golpeó riéndose” y “lo golpeo” y sin embargo ambos hechos causan “lo tumbó”, lo que terminaría
�40
La razón es que los estados de cosas negativos son estados de cosa de “mayor orden” que los estados de cosas 27
positivos (los cuales son de “primer orden”), y la causalidad es una relación entre estados de cosas de primer orden .
causando resultados indeseados porque quisiéramos decir que “lo golpeó riéndose” y “lo golpeó”
son la misma causa de “lo tumbó”. En otras palabras, no es común la idea de que un hecho pueda
ser descrito con diferente nivel de detalle y seguir siendo el mismo hecho, mientras que los eventos
si presentan esta cualidad (ver “Davidson, 1967”). Además, no deja de ser extraño por qué en los
casos positivos la causalidad sí puede ser entendida de manera relacionista. Por todo lo anterior, una
posición así entonces tendría que, o llevar a una teoría pluralista, o llevar a negar que la causalidad
positiva es también relacionista (como Mellor hace). Espero haya quedado claro que el genuista, a
diferencia del no genuista no podrá evadir el debate en torno al problema ontológico de los
negativos , o al menos, deberá adoptar la tesis de que la causalidad, y en particular la causalidad 28
negativa, no es una relación. Ambas opciones lo llevarán a múltiples problemas.
!2.3.2 Más rápido que la luz !Los eventos que no involucran ausencias pueden ser localizados dentro de una región del espacio-
tiempo. Por ejemplo, “mi regar las plantas el día de hoy por la mañana” puede entenderse como un
evento localizado en la región espacial “mi jardín” durante el intervalo “horas de la mañana”. Es
cierto que esta localización va a ser más o menos precisa de acuerdo a cómo caractericemos los
eventos; la localización depende de qué tan finamente sea individuado el evento. Así, en vez de
decir “mi jardín en las horas de la mañana” el mismo evento podría ser localizado en el área exacta
—medida con milímetros— del jardín que incluye mis plantas y mi posición mientras las riego, y
en el tiempo dado por minutos y segundos entre el instante en que empecé a regarlas y el instante en
que me detuve. Como sea, lo que me interesa señalar es que siempre es posible dar una ubicación
aproximada del lugar y del tiempo en que ocurre un evento, y de hecho, la definición general de
evento hace alusión a un tiempo y a un espacio. 29
La pregunta que nos interesa es, siguiendo a Hall: si los eventos negativos existen, ¿dónde
están? ¿Dónde está localizado el evento negativo “mi no regar las plantas”? Como veremos,
�41
Podría objetarse que el no genuista también debe entrar a este debate, porque todo su rechazo depende de cómo 28
entienda los eventos negativos. Sin embargo, el no genuista tiene una posición mucho más cómoda: si hay una diferencia real entre estados de cosas negativos y positivos –y esta es la posición más común–, el no genuista podrá rechazar la causalidad negativa como lo ha venido haciendo; y si se lograra mostrar que no hay distinción ontológica entre ambos tipos de eventos –siendo esta una posibilidad remota–, la distinción entre genuismo y no genuismo desaparecería y el debate mismo en torno a la causalidad negativa dejaría de tener sentido. Esta última opción no sería menos perjudicial para el genuista que para su rival.
Hay problemas de localización con algunos eventos, como Davidson señala en The individuation of events (Davidson, 29
2001, p. 163), pero la idea de evento tiene “atada” la idea de un tiempo y un espacio.
cualquier intento de localizar los eventos negativos resulta problemático para todos aquellos que
consideren que la causalidad es una relación regulada por leyes de la física; y esto porque, como ya
veremos, la localización de los eventos negativos trae consigo la violación del principio de la
relatividad que restringe la influencia entre eventos a procesos que no superen la velocidad de la luz
—es decir, se sigue de la localización de los eventos negativos que puede haber causalidad más
rápida que la luz—. El genuista podría objetar que la pregunta de Hall es extraña porque la
ocurrencia implica la existencia en un tiempo y en un espacio, pero la no ocurrencia de un evento
negativo no puede implicar de la misma forma a un tiempo y a un espacio —aunque, para 30
complicar más el asunto, podemos argumentar que toda existencia implica la existencia en un
tiempo y un espacio, y así, debemos presionar al genuista para que aclare cómo es que la existencia
de las ausencias puede caer por fuera del espacio–tiempo, o caer en un espacio–tiempo que no es el
prescrito por la física, o cómo es que la realidad de las ausencias es diferente a su existencia—.
Ante la crítica de la localidad Dowe sólo ve una opción para el genuista la cual consiste en
negar que todo efecto esté conectado a su causa de modo infralumínico (Dowe, 2009, p. 31). El
problema con esta salida es que llevaría al genuista a una pelea con la relatividad especial —más
adelante exploraré mejor una posible objeción del genuista—. Dicho lo anterior, considero que lo
más conveniente para el genuista es mostrar cómo se puede defender, contra el problema de la
velocidad de la luz, la localidad de los eventos negativos. A continuación explico dos opciones 31
expuestas en Dowe (2009).
!1) “Mi no regar las plantas esta mañana” está localizado en la región espacio-temporal del
evento que se dio en vez de mi regar las plantas (Schaffer 2005; Hunt 2005). Es decir, el evento por
el cual no regué las plantas, “mi ir al supermercado” digamos, es el evento que carga la localización
del evento negativo. Así, “mi no regar las plantas” está localizado en el supermercado, en las horas
de la mañana. Sin embargo, es posible en principio que el supermercado hubiera estado muy lejos,
incluso, es posible que la noche anterior yo me hubiera ido, en un avión supersónico, al otro lado
del mundo y entonces, es posible que el supermercado en el que estuve en las horas en las que tenía
que regar las plantas esté tan lejos de mi jardín que ni viajando a la velocidad de la luz podría yo
�42
Todo se hace más complejo de acuerdo a la definición de omisión, yo creo que el genuista debe entender a las 30
ausencias como algo que existe que representa la no existencia de otro evento, algo así como un estado de cosas sobre otro estado de cosas: es un estado de cosas sobre el no darse de un estado de cosas –para Armstrong los negativos son estados de cosas de orden superior, aunque no exactamente por lo que aquí sugiero–. Visto así, sigue siendo válida la pregunta de Hall: ¿a qué tiempo y espacio se limitan estos estados de cosas negativos?
Ignoro una tercera opción que discute Dowe, la cual sugiere que el evento negativo se localiza en el sitio de todos los 31
puntos espacio–temporales a la vez. Esta opción, además de que viola el límite de la velocidad de la luz, es difícil de interpretar.
llegar al jardín en el tiempo preciso para regar las plantas —supongamos por ejemplo que el planeta
tierra es mucho más grande de modo que para ir de un extremo a otro viajando a la velocidad de la
luz necesitáramos varios minutos—. Así que si localizamos el evento negativo de esta forma,
estamos diciendo que es posible en principio que, para una teoría contrafáctica, el evento que es la
causa esté separado espacialmente (“separado espacialmente” quiere decir que los eventos están tan
distantes que un rayo de luz no podría llegar a tiempo de uno al otro) del evento que es el efecto —
la muerte de mis plantas—. Dicho de una manera más clara: asumiendo esta forma de localizar, el
genuista contrafáctico tendría que aceptar que “mi no regar las plantas” causa “la muerte de las
mismas”, aun si “mi no regar las plantas” está al otro lado del universo en el instante preciso antes
de que las plantas se mueran —esto no es otra cosa que aceptar la problemática causalidad a
distancia—.
2) La segunda opción parece un poco más prometedora. La ausencia se localiza en el sitio en
el que se debía dar el evento que no se dio. Así, “mi no regar las plantas” se ubica en el jardín en el
que se supone yo debía regar mis plantas. Parece que, si es así, se ha salvado la localidad porque mi
no regar las plantas y el efecto, que es la muerte de las plantas, suceden ambos en mi jardín en
tiempos sucesivos. Ned Hall, sin embargo, ha mostrado que hay ciertos casos, conocidos como
casos de doble prevención, en los que se viola la localidad (Hall, 2004). Para explicar en qué
consiste el argumento quiero servirme de un ejemplo de Frisch (Frisch, 2009, p. 660): supongamos
que, en una mesa de billar, la bola 8 se dirige a una de las esquinas y termina embocándose. Un
tiempo atrás la bola 5 se golpeó con la bola 2, y el punto central del ejemplo es que si la bola 2 no
hubiera golpeado a la bola 5, la bola 5 hubiera interceptado la trayectoria de la bola 8, impidiendo
que esta se embocara. Así, el choque entre 2 y 5 previno que la bola 5 previniera que la 8 se
embocara —tenemos un caso de doble prevención—. Y parece natural desde la teoría contrafáctica
decir que “el choque entre 2 y 5 es causa de que la bola 8 se embocara” porque si no se hubiera
dado este choque, la bola 8 no se habría embocado. ¿Cómo viola esto la localidad? La viola porque
tenemos un caso de causalidad instantáneo: no hay ninguna serie de eventos espacio–temporalmente
conectados que vayan de la causa al efecto: el choque entre la bola 2 y la 5 no está unido, a través
de una cadena de eventos, al evento de la bola 8 metiéndose. Para hacer más claro el resultado,
imaginemos una mesa de billar del tamaño del universo, y supongamos que el golpe entre la bola 2
y 5 se dio en un lugar R y la esquina en la cual se emboca la bola 8 está en el otro extremo del
universo; así, el golpe entre 2 y 5, que es causa de que la bola 8 se emboque, puede darse al otro
lado del universo sin que haya una cadena de eventos en el espacio-tiempo que ligue este choque
con la embocadura de la bola 8. �43
El ejemplo es muy difícil de responder para los defensores de la teoría contrafáctica; unos han
apelado a que hay una cadena de omisiones que ligan espacio–temporalmente ambos eventos
(Frisch, 2009, p. 660), otros han sugerido que a partir de la relatividad general, si entendemos las
ausencias de bolas de billar como campos gravitacionales sin materia, podemos encontrar una unión
espacio–temporal (Frisch, 2009, p. 660). Pero apelar a una cadena de omisiones no haría sino
agravar los problema metafísicos para el genuista, más teniendo en cuenta que si estamos poniendo
en duda la localidad de las ausencias, no podemos hablar de las ausencias como espacio–
temporalmente localizadas, interaccionando unas con otras como una escalera de domino de fichas
que no existen. Se sale de los propósitos de este trabajo examinar más a fondo las respuestas que
podemos encontrar en la literatura, pero el simple hecho de que hay suficiente controversia al
respecto es un indicio de que la opción de que las ausencias se localizan en el lugar de los eventos
que no se dieron —los eventos por los cuales las ausencias son ausencias— sigue teniendo
importantes problemas con la relatividad.
Para terminar esta sección examino una posible respuesta del genuista. Se puede argumentar
que una teoría causal no tiene por qué limitarse por restricciones impuestas por la física. Por
ejemplo, se puede objetar que Dowe está apelando a una teoría física de la causalidad, que por
supuesto se adscribe al marco de los resultados de la física, para dictar lo que puede y no puede ser
causal. Si lo que estamos buscando es una teoría de la causalidad, no tiene mucha gracia tomar
como dado un principio causal de la relatividad en la física. Al reclamar el principio de localidad
(en el sentido de la relatividad) Dowe y los no genuistas podrían ser acusados de caer en una
petición de principio: la teoría de conexión física asume que la conexión física entre causas y
eventos debe, entre otras cosas, estar mediada por leyes de la física; y una de las leyes o principios
físicos que rigen tal conexión es la restricción relativista de que no puede haber influencia
transmitida más rápido que la velocidad de la luz. Por lo tanto, la teoría de conexión física esta
imponiendo una restricción de las conexiones físicas a una teoría causal que no es de conexión
física.
Sin embargo, no creo que la anterior sea una opción favorable para el genuista: ignorar una de
las teorías físicas más exitosas de la historia de la ciencia requiere mucho más que la excusa de que
estamos desarrollando una teoría causal. Para ignorar un resultado tan importante de la ciencia no
debe ser ni remotamente suficiente el hecho de que nuestra teoría causal resultó violar dicho
resultado. Y, si el genuista adopta la teoría contrafáctica —como lo hacen la mayoría de genuistas
—, debe recordar que los contrafácticos están regulados y mediados por las leyes de la física: “si yo
no hubiera pateado el balón este no se habría movido” sólo tiene sentido si en nuestro mundo �44
tenemos leyes para determinar que los balones no pateados no se mueven de repente. O sea que, al
menos en casos de eventos positivos, más vale para las teorías contrafácticas que respeten las leyes
físicas . Ahora, podría ser que en los casos negativos la restricción de la velocidad de la luz, y en 32
general cualquier restricción física, dejara de ser aplicable, pues precisamente los eventos negativos
no están conectados físicamente entre sí . Esta última salida tiene sin embargo otro problema; el 33
genuista tendría que explicar por qué hay causalidad que sí respeta la conexión física —la de
eventos positivos— y por qué hay otra que no, y esto lo llevaría directo a una posición pluralista de
la causalidad que, como ya vimos, tiene ciertos problemas. Y además, de optar por esta salida el
genuista tendría que volver al no relacionismo, o sostener que los relata negativos no están en el
espacio–tiempo —pues sino se comportan en el espacio–tiempo de la física, no están funcionando
dentro de tal espacio–tiempo—, y para mí, esto sólo es plausible si se persigue algo así como una
teoría psicológica o mental de la causalidad, una teoría que se limita a prescribir cómo realizamos
las inferencias causales —es decir, volver a la idea de Hume de que la causalidad no es más que un
efecto mental, una proyección de la mente en el mundo—. En este último caso una teoría genuista
realista de la causalidad tendría que ser abandonada, porque una realidad como la postulada para
estos relatas ausentes, que está por fuera del espacio–tiempo es, para mí, carente de sentido —a
menos por supuesto de que se lograra mostrar por qué las ausencias sí pueden estar en este espacio–
tiempo del mismo modo que lo están los hechos positivos—.
!2.3.3 Independencia A–P !En la segunda sección de su artículo “Absence, possible causation and the problem of non–
locality”, Dowe introduce un principio que denomina independencia A–P (“A” por actual, “P” por
posible). Para entender qué dice este principio necesitamos antes una definición: los casos
contrafácticos como “si A se hubiera dado, B se habría dado” serán llamados por Dowe “would
cause counterfactual” (de ahora en adelante Cw). Cw es lo mismo que la causalidad posible. La
independencia A–P rescata una idea aparentemente sencilla: los enunciados de causalidad actual
son lógicamente independientes de los enunciados de causalidad posible. Es decir, “mi golpe le
causó una herida” debe ser lógicamente independiente a “si lo hubiera golpeado, le hubiera causado
�45
Aunque, no sobra decir que el límite de la velocidad no es exactamente una ley, es un resultado empírico que hasta 32
ahora ha resultado verificado sin excepciones.
No sobra agregar que una teoría pluralista de la causalidad podría decir que hay una causalidad que respeta la 33
localidad y otra que no lo hace, sin tener que afirmar que una es falsa y la otra real.
una herida”. La razón por la cual necesitamos este principio la veremos dos párrafos más abajo. El
propósito de Dowe es mostrar que ciertas teorías contrafácticas de la causalidad violan este
principio en casos de causalidad negativa. Veamos por qué:
! Dados no–A y no–B:
!1) “Si se hubiera dado A, A habría causado a B”, implica:
2) “No–A causó no–B”.
!Como la razón de la implicación es un poco sutil, ofreceré una explicación con varios pasos:
(i) “A causó B” implica B —pues es contradictorio decir que “A causó B es verdad” y no
tener B—.
(ii) “Si se hubiera dado A, A habría causado a B” implica, por (i), “si se hubiera dado A,
entonces se habría dado B”. Tal vez esto se ve mejor con un ejemplo: si el enunciado “si hubiera
habido una explosión, la explosión habría causado un incendio” es verdad, entonces tiene que
ser verdad el enunciado “si se hubiera dado una explosión, entonces habría habido un incendio”.
Así que 1) implica: 1*) “si se hubiera dado A, entonces se habría dado B”.
(iii) Ahora recordemos el criterio contrafáctico: A causa B porque si no se hubiera dado A,
entonces no se habría dado B. En el caso de 2) tenemos “no–A causa no–B”. Aplicando el
criterio contrafáctico, esto es verdad porque “si no se hubiera dado no–A, entonces no se habría
dado no–B”.
(iv) Decir “no se hubiera dado no–A” es equivalente a decir “se hubiera dado A”, pues “no se
hubiera dado no–A” es una doble negación. Así que por (iii) obtenemos: 2*) “no–A causó no–B
porque si se hubiera dado A entonces se habría dado B”. Tengamos presente la parte en
cursivas.
(v) Si tenemos un caso en el que se tiene una relación de dependencia contrafáctica entre dos
eventos, este caso implica, dada la teoría contrafáctica, que tenemos una relación causal entre los
eventos. “Si no se hubiera dado A no se habría dado B” implica “A causa B”.
(vi) Por (iv) y en vista de lo que acabamos de decir en (v), tenemos que la relación de
dependencia contrafáctica “si se hubiera dado A entonces se habría dado” implica que se da la
relación causal no–A causa no–B.
(vii) Pero 1*) es precisamente la relación de dependencia contrafáctica “si se hubiera dado A
entonces se habría dado”. Así que 1*) implica, por (vi), “no–A causó no–B”. �46
(viii) Así que, recapitulando, 1) implica a 1*) que a su vez implica, por todos los pasos
anteriores, a 2). Es decir, dados no–A y no–B, y dada una teoría contrafáctica, tenemos que 1)
implica a 2). Pero 1) es un enunciado de causalidad posible y 2) es un enunciado actual (no
posible) de causalidad negativa, lo que significa que enunciados de causalidad posible implican
enunciados actuales de causalidad negativa.
(ix) Conclusión: desde la teoría contrafáctica, algunos de los enunciados actuales de
causalidad negativa no son lógicamente independientes (pues son implicados) de los enunciados
de causalidad posible. Así, se viola el principio de independencia A–P.
!Ya vimos por qué la teoría contrafáctica, de admitir la causalidad negativa —casos como no–
A causó no–B—, viola la independencia A–P, ahora debemos examinar por qué esto es importante.
Si una teoría viola este principio pueden pasar dos cosas: a) dicha teoría deberá conceder que la
causalidad negativa superviene en patrones de causalidad posible —pues la causalidad posible
implica a la causalidad negativa— y entonces deberá aceptar que la causalidad negativa es en cierto
sentido parasitaria, es una causalidad de “segundo orden” (Dowe, 2009, p. 28). En otras palabras,
deberá aceptar que para obtener causalidad negativa se requiere causalidad posible, y esto, además
de implicar que la primera es secundaria, es un resultado que nos trae una dificultad; ¿cómo algo
actual depende de algo posible ? O por otro lado, b) una teoría contrafáctica genuista deberá hacer 34
de la causalidad posible algo redundante, pues cualquier historia que involucre causalidad posible
podría ser remplazada por una historia que involucre solamente causalidad actual negativa (Dowe, 35
2004, p. 28). Como se supone que una historia de causalidad actual es más significativa que una
historia de causalidad posible, ¿para qué entonces acudir a la causalidad posible si podemos, ya que
de esta se sigue lógicamente la otra, acudir a la causalidad actual (específicamente, causalidad
actual negativa)? Es en este sentido que se volvería irrelevante este tipo de causalidad. Así, el
genuista que soporte una teoría contrafáctica tendrá que mostrar una forma de cuestionar esta crítica
de Dowe, o en caso contrario, tendrá que mostrar una de dos cosas; no es problemático que la
causalidad actual negativa supervenga en la causalidad posible, o la redundancia de la causalidad
posible no es algo por lo cual haya que preocuparse.
�47
Tal vez la probabilidad P de un evento es un caso de algo actual que depende de algo posible: la probabilidad de que 34
obtenga cierto resultado en un dado depende de las posibles caras en que podría caer. La pregunta es: ¿en qué consiste exactamente esta relación de dependencia entro lo actual y lo posible?
Y esto porque, si A implica B, cualquier enunciado A puede ser remplazado por un enunciado B (si A es verdad B lo 35
tiene que ser dada la implicación).
Recapitulo. En esta parte hemos señalado tres problemas a los que una teoría que acepta la
causalidad negativa deberá responder: 1) el problema de los eventos y estados de cosas negativos;
cuál es el estatus ontológico de los negativos y cómo pueden estos negativos involucrarse en
relaciones causales. 2) El problema de la violación de la velocidad de la luz que resulta de cualquier
intento de localización de eventos negativos. En caso de insistir en que los eventos negativos no
tienen por qué estar restringidos por el límite de la velocidad de la luz, el genuista tendría que
esclarecer el estatus de los relata negativo y esto lo conducirá al problema 1). 3) El problema
semántico de la violación de la independencia A–P.
Ninguno de los anteriores problemas representa un obstáculo insuperable ni mucho menos.
Pero los problemas sirven para mostrar que aceptar la causalidad negativa trae consigo una serie de
dificultades metafísicas y semánticas que el no genuista puede evitar. El precio a pagar por intentar
rescatar las intuiciones en favor de la causalidad negativa es más alto de lo que parecía en un
principio. Sin embargo, podría ser un precio que valiera la pena pagar si la alternativa consiste en
decir que cortar la cabeza no causa la muerte. En el capítulo que sigue exploraremos la respuesta
que el no genuista puede dar a estos casos sumamente contra–intuitivos. La idea es que si el no
genuista puede dar una respuesta satisfactoria al reto sentado por el genuista, estará en clara ventaja
con respecto a la posición rival ya que, como recién dije, no se ve enfrentado a los diversos
problemas discutidos en el presente capítulo.
�48
3. Explicando la causalidad negativa !
Después de haber insistido en las dificultades que tanto los genuistas como los no genuistas
tienen para respetar las intuiciones, y después de haber mostrado los diferentes problemas teóricos
que debe enfrentar el genuista, ha llegado el momento de examinar dos propuestas que tienen el
objetivo de explicar cómo debe entenderse la causalidad negativa. Para ubicar al lector podemos
decir que esta es la parte positiva del trabajo pues en ella se mostrará, no por qué debemos rechazar
la causalidad negativa sino cómo debemos entenderla. La primera propuesta que se expondrá es la
teoría de la cuasi–causalidad de Dowe en la cual el filósofo australiano intenta mostrar cómo la
causalidad negativa requiere la causalidad genuina y además, por qué para efectos prácticos no
importa mucho si se toma a la causalidad negativa como causalidad genuina. La segunda es la
propuesta de Helen Beebee que espera mostrar cómo la causalidad negativa puede ser relevante en
la explicación sin necesidad de comprometernos con la existencia de eventos negativos. Después de
exponer ambas propuestas mostraré cómo se pueden complementar en un programa que llamaré, a
falta de creatividad, “teoría de la causalidad negativa de Beebee–Dowe”.
!3.1 Teoría de la cuasi–causalidad ! La causalidad por omisión se puede escribir así: no–A causa* B (no–A es la ausencia del
evento A, y causa* quiere decir cuasi–causa, es decir, es la manera de Dowe para referirse a la
causalidad negativa y diferenciarla de la causalidad genuina). Dowe ofrece las siguientes
condiciones que cumple la causalidad por omisión:
No–A causó* B si:
(O1) B ocurrió y A no, y ocurrió una x tal que
(O2) x causó B, y
(O3) si A hubiera ocurrido entonces B no habría ocurrido, y habría habido una relación causal
entre A y el proceso debido a x, tal que o
i) A es una interacción causal que involucra el proceso x, o
ii) A causa y, una interacción causal que involucra el proceso causal x,
!donde A y B son eventos positivos y x y y son variables cuyo rango son eventos o hechos (Dowe,
2007, p. 136). Es importante notar dos puntos: 1) la causalidad genuina es primitiva con respecto a �49
la causalidad*, pues la causalidad genuina entra en la definición de esta última cuando se hace
referencia al término causa (en (O2)) y a los términos relación causal e interacción causal (en
(O3)). Una forma de expresar la misma idea es que la causalidad* involucra siempre un caso de
causalidad genuina, pues x es un evento positivo que causó B ((O2)). El segundo punto 2) es que la
causalidad* siempre involucra un contrafáctico en torno a la causalidad genuina como lo muestra
(O3). Estos dos puntos sugieren que la relación causal* —la causalidad negativa— es un híbrido
compuesto de causalidad genuina y contrafácticos en torno a causalidad genuina. Armstrong,
refiriéndose a esta teoría de Dowe, dice: “… me parece que él [Dowe] ha sido exitoso mostrando
que, ontológicamente, la causalidad negativa es una suerte de caso parasitario” (Armstrong, 2004, p.
449).
Puede ser ilustrativo ver el ejemplo que nos presenta Dowe: “La falla del padre en retener al
niño causó* el accidente” es un caso de causalidad por omisión. Primero identifiquemos a A y a B:
el evento B es el accidente del niño, y el evento A es la retención del niño por parte del padre; es
claro que B (el accidente) ocurrió y A no, es decir, en vez de A tuvimos no–A: tuvimos una falla en
la retención del niño por parte del padre. Por lo tanto cumplimos la primera condición (O1).
También es claro que hubo un evento x que causó B, a saber, el niño atravesando la calle.
Cumplimos entonces la condición (O2). Ahora examinemos (O3): si A hubiera ocurrido entonces B
no habría ocurrido. En el ejemplo, si el padre hubiera retenido al niño no hubiera habido un
accidente. Y finalmente, si A hubiera ocurrido habría habido una relación causal entre A y x, esto es,
habría habido una interacción entre el retener al niño y su atravesar la calle, ¿qué relación? El
evento A hubiera “bloqueado” o “interferido” o “interrumpido” el proceso x , como se puede 36
ilustrar a continuación: !
�50 Un evento puede ser un proceso –atravesar la calle es un evento y claramente, un proceso causal–.36
Representación de Dowe de una causalidad por omisión del tipo (i). Los círculos rellenos de negro representan eventos y los que no están rellenos representan eventos negativos. Las flechas continuas representan procesos, y las flechas discontinuas representan procesos que no se dieron (o que se dieron parcialmente) porque fueron interrumpidos. En este caso la flecha es continua desde abajo hasta arriba, lo que quiere decir que el proceso x se dio completamente (un evento negativo no puede interrumpir un proceso positivo). Esto refleja que la actual causa del accidente fue el atravesar la calle del niño.
x: atravesar la calle
B: accidente
no–A: padre no retiene al niño
Para ilustrar lo que hubiera pasado si A se hubiera dado, realicé el siguiente dibujo:
Dowe desarrolla un análisis similar para los casos de prevención (A causa no-B) y prevención
por omisión (no-A causa no-B).
Dowe propone dos argumentos para explicar por qué no es inconveniente tratar a la cuasi–
causalidad como si fuera causalidad genuina y entonces, por qué el uso ordinario de la noción de
causalidad trata de forma indistinta estos dos conceptos causales: 1) Es epistémicamente difícil
discriminar entre eventos positivos y negativos y 2) la cuasi–causalidad y la causalidad presentan
una equivalencia práctica. Empiezo con 1). Dowe sugiere que es conveniente tratar a la cuasi–
causalidad como si fuera causalidad debido a que la diferencia entre cuasi–causalidad y causalidad
es epistémicamente borrosa (Dowe se refiere a esta idea como “epistemic blur”); no siempre será
claro si un evento o hecho es positivo o negativo —eventos que pensamos como negativos pueden
tornarse positivos, y entonces aparentes omisiones y prevenciones podrían ser en realidad casos de
causalidad ordinaria (positiva)—. Lo mismo al revés (casos que parecen positivos pueden ser en
realidad negativos). Es por esta incertidumbre epistémica —por no poder saber si son eventos
positivos o negativos— que a veces es conveniente tratar a la cuasi–causalidad y a la causalidad
como si fueran lo mismo.
La segunda razón por la cual no es importante si confundimos o tratamos como iguales a estas
causalidades es que cumplen roles prácticos equivalentes. Eventos o hechos negativos pueden ser
fines y medios (una idea que sugiere la teoría manipulabilista de la causalidad), y también pueden
subir las probabilidades (Dowe, 2001). Por ejemplo, eliminar los desechos espaciales —eliminar es
producir una ausencia— hace que la probabilidad de que el astronauta se mantenga saludable
aumente —este es un ejemplo de cómo una ausencia (ausencia de desechos) aumenta la
probabilidad de un evento—, y por ejemplo, evitar desechos espaciales es un medio para lograr el
fin de que el astronauta esté más seguro —un caso en el que usamos una ausencia como medio para
lograr un fin—. Además, como las ausencias pueden aumentar las probabilidades, sirven de
�51
x: niño atraviesa la calle
A: padre retiene al niño
no–B: no hay accidente Si se hubiera dado el evento A, entonces este hubiera interferido causalmente con el proceso x, y lo hubiera bloqueado. Las flechas discontinuas indican que ese hubiera sido el proceso si no hubiera sido interrumpido, y el círculo vacío significa que se dio no-B, es decir, se evito el accidente. (Dowe usa estrellas en vez de círculos vacíos para los eventos negativos).
evidencia para las cuasi–causas y los cuasi–efectos y también pueden aparecer en la explicación
(como veremos más adelante con Beebee). La cuasi–causalidad también puede ayudar a determinar
responsabilidad moral —como lo indicaba el criterio de normalidad que vimos en la primera parte
—. Así, ni podemos distinguir muchas veces entre cuasi–causalidad y causalidad por la borrosidad
epistémica (1), ni importa mucho que no lo podamos hacer porque en el nivel práctico se da una
equivalencia entre la cuasi–causalidad y la causalidad (2) —la distinción entre ambas sólo interesa
en metafísica—.
La idea de la equivalencia epistémica es importante pues sugiere que para una teoría de la
causalidad sin interés metafísico las propuestas de la teoría probabilistica, de agente y la
contrafáctica son relevantes. De hecho, muestra que para entender la causalidad de nuestro sentido
común debemos escuchar estas teorías. Pero de esto no se sigue —y empieza a quedar claro por
qué era importante la distinción, dada al comienzo, entre análisis empírico y conceptual— que la
causalidad pensada como algo objetivo, algo en el mundo, deba aceptar a los eventos negativos. Las
teorías de agente, contrafáctica y probabilista recogen bien los usos del concepto de causa, y quizá
por eso Dowe había sugerido, cuando discutía la distinción entre análisis empírico y conceptual, que
es probable que estas teorías sean buenas teorías del uso del término causa. Pero quiero recalcar
que, de que el en el nivel práctico no haya diferencia, no se sigue que metafísicamente no haya una
diferencia importante entre la causalidad y la causalidad negativa: la primera es genuina, la segunda
es falsa.
Ahora, la equivalencia práctica y la borrosidad epistémica pueden explicar por qué en el nivel
ordinario, en el nivel del sentido común, no hay una diferencia relevante entre cuasi–causalidad y
causalidad. ¿Pero, si son metafísicamente diferentes, cuál es el origen de esta indistinguibilidad
práctica? Dowe sugiere que el origen de esta indistinguibilidad reside en la conexión estrecha entre
ambos tipos de causalidad, conexión que a su vez se apoya en el hecho de que una depende de la
otra. Más precisamente, la unidad de la causalidad y la cuasi–causalidad descansa en el hecho de
que en el fondo la cuasi–causalidad depende contrafácticamente de la causalidad posible —como
resulta claro del criterio (O3), y también resulta claro de la discusión que ya habíamos tenido
alrededor de la independencia A–P cuando veíamos que una es implicada lógicamente por la otra—.
Sin embargo, considero que no es suficiente decir que una causalidad depende de la otra, o implique
a la otra, para explicar por qué en el nivel práctico no surgen diferencias. Y Dowe no explica en
�52 (Dowe, 2000, 2001, 2004, 2007, 2009a, 2009b).37
ninguna de las partes en las que trata el tema el mecanismo detallado por el cual las conexiones 37
discutidas entre cuasi–causalidad y causalidad no producen diferencias en la “superficie”.
Sin embargo, quiero esbozar una posible forma de detallar tal mecanismo. Tal vez se pueda
argumentar que, dado que en la práctica la causalidad posible es tan común como la causalidad
actual (constantemente estamos haciendo contrafácticos causales; si yo no hubiera hecho X no
habría sucedido Y), y dado que la causalidad posible cumple con varios (¿todos?) usos que
ordinariamente hacemos del concepto de causa, en el nivel práctico no hay diferencia. De hecho, es
fácil reproducir el argumento de la equivalencia práctica en el caso de la causalidad posible: se
pueden usar causas posibles para lograr medios posibles —si hicieras X, se cambiaría W— o se
pueden hacer enunciados de causalidad posible probabilisticos: si se diera B, probablemente se
daría C. Así que, si todo enunciado de causalidad negativa es lógicamente equivalente a un
enunciado de causalidad posible —como la violación de la independencia A–P y el criterio (O3)
indican—, y si la causalidad posible satisface los usos ordinarios del concepto de causa, no debería
sorprendernos que en el nivel práctico la causalidad negativa no sea diferenciada de la causalidad
genuina. Dicho de otra forma: dado que la causalidad posible es en el nivel práctico indistinguible
de la causalidad actual, y dado que la causalidad negativa es expresable siempre en términos de
ciertos enunciados de causalidad posible, la causalidad negativa es en el nivel práctico
indistinguible de la causalidad genuina —la causalidad negativa hereda la indistinguibilidad
práctica de la causalidad posible—. Por supuesto, este argumento parte del supuesto de que, o el
criterio (O3) es siempre aplicable, o el argumento en contra de la violación de la dependencia A–P
es correcto. En caso de uno de los dos supuestos sea aceptado, considero que tenemos una forma de
justificar la equivalencia práctica entre la causalidad negativa y la causalidad genuina . 38
La teoría de Dowe aquí presentada tiene un importante problema: al ser de carácter
contrafáctico, sufre el problema de la infinidad de ausencias que cuentan como causas: por ejemplo,
la ausencia de elefantes es una causa de la muerte del astronauta porque, si no se hubiera dado dicha
ausencia, habría habido procesos que interactuarían causalmente con el desecho espacial y que por
lo tanto, habrían evitado la muerte del astronauta . Aunque podría pensarse que este no es un 39
�53
Sin embargo, así como dije que no era claro por qué hay una equivalencia práctica entre causalidad negativa y 38
positiva dada las diferencias metafísicas entre ambas, alguien podría decir lo mismo con respecto a la causalidad posible; metafísicamente la causalidad posible es diferente a la causalidad actual, ¿por qué entonces no surge ninguna diferencia en el nivel práctico? De todos modos, considero que es ya cierto avance reconocer que la equivalencia práctica entre causalidad negativa y causalidad positiva resulta de que la causalidad negativa es implicada por la posible.
Dowe reconoce este posible problema en Dowe (2001, p. 222).39
problema ya que esta no es una teoría de la causalidad sino de una causalidad* —que, por más
parecida que sea con la causalidad, no es en rigor real—, todo el propósito de esta teoría de Dowe
es explicar los enunciados de causalidad negativa y ver cómo estos pueden ser entendidos sin
comprometernos con la realidad de los eventos negativos; pero para esta tarea necesitamos cierta
normatividad que permita explicar también por qué son sólo ciertos enunciados causales negativos
los que aparecen en nuestras locuciones diarias, y para este propósito la teoría de Dowe es
insuficiente. Es insuficiente porque entre los criterios (O1) a (O3) no hay nada que pueda decirnos
por qué la ausencia de elefantes debería ser excluida. Dowe podría decir que la ausencia de
elefantes no debe ser excluida, pero entonces la teoría de Dowe terminaría siendo incompleta ya que
estaría explicando una causalidad negativa diferente (más amplía) de la causalidad negativa que
nuestras intuiciones están dispuestas a aceptar, y es la causalidad negativa que reconocen nuestras
intuiciones la que presenta un problema para la teoría de Dowe (la causalidad negativa que incluye
ausencia de elefantes es justamente una causalidad no problemática para Dowe). Insisto, la teoría de
la cuasi-causalidad sirve para decir cómo entender los enunciados causales negativos —deben ser
entendidos como casos que dependen contrafácticamente de la causalidad genuina— pero no sirve
para decirnos por qué aparecen sólo un cierto número de enunciados causales —por qué entre ellos
no está la ausencia de elefantes—. Como veremos en la siguiente sección, hay una forma de
resolver la promiscuidad causal si entendemos a los enunciados de causalidad negativa como
enunciados de explicación causal —ya veremos qué significa esto—. Y esto nos permitirá mostrar
que, entendida como una teoría de la explicación causal, la de Dowe puede resolver el problema de
la promiscuidad, e incluso, nos permitirá dar nuevas luces para entender la equivalencia práctica
entre cuasi–causalidad y causalidad. Para ver cómo se logra esto pasamos ahora a examinar la
interesante aproximación de Beebee al problema de la causalidad negativa.
!3.2 Causalidad negativa como explicación causal !
3.2.1
!Lewis afirma que “cualquier evento particular que quisiéramos explicar se ubica al final de una
larga y complicada historia causal” (Lewis, 1987, p. 214). Para explicar el evento “rompimiento del
vidrio” tenemos que mencionar muchos eventos, entre los cuales está por supuesto el choque del
bus con la ventana. Pero también están los eventos “conductor que se distrae” y “frenos
�54
insuficientes” y, en rigor, todos los eventos previos que anteceden los eventos recién mencionados
—como el evento “revisión mediocre por parte del mecánico”— van a hacer parte de la historia
causal que culmina en el rompimiento del vidrio. Para Lewis, explicar el evento e es otorgar
información sobre la historia causal de dicho evento (esta es la tesis de Lewis con respecto a la
explicación: explicar un evento es dar información sobre su historia causal). Lo importante es que
hay diferentes formas de contar una historia causal y las mismas pueden ser más o menos
satisfactorias dependiendo del contexto —pero todas son válidas siempre y cuando sus enunciados
sean verdaderos—. Además, la historia causal es una estructura relacional en el sentido de que los
eventos están en relaciones causales entre sí, en relaciones de dependencia causal; un evento
depende de otro causalmente si, dada la teoría causal que se maneje —no importa cuál—, el
primero no podría darse sin el segundo. Lewis afirma que sea lo que sea la causalidad, siempre hay
historias causales (Lewis, 1987, p. 215).
Como dije, para Lewis hay muchas maneras de dar esta información sobre la historia causal;
se puede dar esta información mencionando un evento particular que hace parte de la historia causal
(es decir, explicar una de las causas) —el niño corriendo por la calle detrás de la pelota—; o
explicar una parte de una sección transversal de la historia causal, es decir, mencionar varios
eventos más o menos simultáneos y causalmente independientes que actuando juntos causan el
evento que se quiere explicar —mencionar los eventos independientes y simultáneos “niño
corriendo por la calle” y “bus andando por la calle”—; o proveyendo información causal
refiriéndose a una cadena causal, una secuencia de eventos en la que cada evento causa el siguiente,
entre otras (Lewis, 1987, p. 218). Además, se puede contar una historia causal desde diferentes
niveles; desde el más exhaustivo en el que se menciona el más mínimo detalle —teniendo en cuenta
el ángulo exacto entre el bus y el plano del vidrio en cada instante de tiempo durante los últimos dos
minutos antes del choque—, hasta el más general que sólo menciona enunciados existenciales como
“se dio un evento de un bus chocándose”. Se puede contar una historia causal diciendo que el
proceso causal en cuestión es del tipo tal que en general tiende a producir cierto tipo de efecto
(Lewis, 1987, p. 220). En caso de que se de una explicación así, apelando al tipo de historia y al
tipo de características generales de la historia causal, se debe tener en cuenta que en tal caso no se
está exponiendo la historia causal, sino algo así como la forma —la estructura— de la historia
causal pues, como vimos en la definición, la historia causal debe incluir eventos que dependen
causalmente entre sí —y no tipos de eventos o características generales de los mismos—.
Finalmente, Lewis afirma que la historia causal también puede contener información negativa, es
decir, información sobre lo que no incluye la historia causal (Lewis, 1987, p. 220). Por ejemplo, �55
estudiando la muerte de un hombre los forenses determinan que no hay huellas de su esposa y por lo
tanto, que su esposa no hace parte de la historia causal de la muerte de su esposo —no figura en la
historia causal del evento “muerte de tal hombre”—.
Es importante para lo que sigue tener presente que la causalidad y la explicación causal —
historia causal— son conceptos distintos. La explicación causal es una forma de dar información
sobre el pasado del evento que queremos explicar, pero los elementos que aparecen en la
explicación causal no necesariamente deben ser tomados como causas del evento en cuestión. Por
ejemplo, mencionar que “los eventos de tipo E tienden a causar eventos de cierto tipo C” puede ser
información relevante para entender por qué ocurrió el evento c —perteneciente al tipo de eventos
C—, pero a menos de que se adopte una teoría general de la causalidad —como la regularista de
Hume—, no podrá ser aceptado algo como “e causó c porque e pertenece a eventos de tipo E y c
pertenece a eventos de tipo C”. Otro ejemplo: decir que tenemos evidencia de que un fenómeno
químico causó el incendió es una información muy importante para reconstruir la historia causal del
incendio y puede ayudar a que la investigación en torno al incendio avance considerablemente, pero
de esto no se sigue que las teorías causales deban admitir como verdadera la idea de que “un
fenómeno químico causó el incendio” porque de nuevo, “fenómeno químico” es algo abstracto,
general, que no puede estar en una relación causal si la nuestra es una teoría como la contrafáctica
de Lewis o la de conexión física de Dowe (teorías singulares de la causalidad). Beebee pone este
punto así: “… algo puede ser el explanans de una explicación causal sin ser él mismo una causa del
evento citado en el explanandum” (Beebee, 2004, p. 297). De hecho, la idea de que se puede ofrecer
una historia causal mencionando parte de la sección transversal en la que eventos simultáneos
actúan juntos para forma un efecto implica que se tiene de antemano una teoría causal porque sino
¿cómo vamos a determinar la independencia causal entre eventos simultáneos? Así que la historia
causal y la causalidad son cosas distintas, y de hecho, la primera requiere la segunda.
!3.2.2
!Basada en esta teoría de Lewis sobre la explicación causal, Helen Beebee ofrece una propuesta muy
interesante para solucionar el problema de la causalidad negativa. Beebee propone que entendamos
los enunciados de causalidad negativa como explicaciones, como otorgando información sobre la
historia causal de cierto evento, sin necesidad de entenderlos como aseverando la existencia de
relaciones causales. Es decir, la idea de Beebee es aprovechar la diferencia entre explicación causal
y causalidad para mostrar que la causalidad negativa hace parte de la explicación causal. Esta �56
diferencia ya la habíamos visto en la teoría de Lewis, cuando vimos que, en palabras de Beebee, “no
toda explicación causal es un reporte de causalidad”. Por ejemplo, al decir “el disparó de Pedro
causó la muerte de María” tenemos un reporte de causalidad, pero cuando decimos “María murió
porque alguien le disparó” tenemos un caso de explicación causal —pues estamos haciendo un
enunciado existencial sobre la muerte de María, sin referencia a un evento explícito, y este tipo de
enunciados son válidos en la explicación causal, pero no nos compromete con una relación causal
—.
Dado lo anterior, cuando decimos “el descuidó del padre causó el accidente” estamos
revelando parte de la historia causal del accidente, más específicamente, estamos dando
información negativa sobre la historia causal —la historia causal no incluye el evento de un padre
sujetando o “cuidando” a su hijo—. Y es información relevante porque nos ayuda a entender lo que
hubiera sucedido si el padre hubiera estado poniendo atención, es decir, nos ofrece información
modal —en un mundo posible en el que el padre hubiera estado poniendo atención a su hijo, no se
habría dado el accidente—. Beebee dice: “…es información sobre qué procesos causales hay en los
mundos posibles más cercanos en los que el evento que en nuestro mundo es ausente, en ellos
ocurre … la información proveída sobre la historia causal es información modal”. (Beebee, 2004, p.
306). La clave de esta propuesta de Beebee es que en ningún sentido podemos pensar que “el
descuido del padre” es un evento que sucedió, un evento que está en una relación de dependencia
causal con el evento del accidente. Pero, si esto es así, se sigue que está mal la forma de los
enunciados negativos como “el descuido del padre causó el accidente”, porque al rechazar la
causalidad negativa no podemos usar “causa” en este tipo de enunciados. Por lo tanto, debemos
reformular los enunciados causales negativos; en el ejemplo discutido debemos remplazar el
enunciado “el descuido del padre causó el accidente” por “hubo un accidente porque el padre se
descuidó”. El “porque” hace referencia explícita a la idea de que estamos explicando, y no nos
compromete con la existencia de un evento como “el padre se descuidó”. El explanans “descuido
del padre” no está en una relación causa–efecto con el explanandum “accidente del hijo”.
Para reforzar su propuesta Beebee menciona la teoría de Jackson y Pettit acerca de la
explicación de programa y la explicación de proceso. “Esta teoría está diseñada para mostrar cómo
propiedades realizables múltiples (como propiedades funcionales o disposicionales) pueden figurar
en explicaciones causales verdaderas sin necesidad de ser `causalmente eficientes`” (Beebee, 2004,
p. 295). Por ejemplo, supongamos que dejamos caer un vaso y este se rompe y supongamos que
definimos ser frágil como estar dispuesto a romperse cuando se deja caer. En tal caso, nosotros
sabemos que la causa del rompimiento del vaso es la estructura molecular del mismo y no su �57
fragilidad, pero esto no hace que no sea relevante mencionar la fragilidad del vaso en la explicación
de su rompimiento. En este caso, una explicación de proceso se refiere a la estructura molecular
mientras que una explicación de programa se refiere a una propiedad disposicional como la
fragilidad. Así que no sólo la teoría de la explicación de Lewis provee un marco conceptual que
puede permitir una distinción entre causalidad y explicación causal, sino que también esta teoría de
Jackson y Pettit provee un marco adecuado en ese sentido. En torno a estos marcos conceptuales
Beebee articula su tesis: la causalidad negativa es parte de la explicación causal en el marco que
provee Lewis y es parte de lo que se denomina explicación de programa en el marco que proveen
Jackson y Pettit.
El camino que inició nuestra discusión de causalidad negativa comenzó con el caso del
astronauta que muere en el espacio exterior una vez que se le averío su casco. El no genuista tenía
que afirmar que el enunciado “el vacío causó la muerte del astronauta” era falso, y esto lo situaba en
una clara desventaja en comparación a las teorías causales que aceptaban la causalidad negativa.
Ahora con la propuesta de Beebee se puede minimizar de forma importante el aspecto contra–
intuitivo de la posición no genuista: “el vacío causó la muerte del astronauta” sigue siendo un
enunciado falso, pero “el astronauta se murió porque estuvo expuesto al vacío” es un enunciado
verdadero porque da información (modal) sobre la historia causal de la muerte del astronauta. Todos
los casos en los que el sentido común expresa enunciados de la forma “a causa b”, donde a es un
evento negativo, deben ser entendidos como “b porque a”. Lo mismo sucede con todas las
apariciones de enunciados causales negativos en las diferentes disciplinas científicas. La posición
sigue siendo contra–intuitiva si nos quedamos en la aseveración de que “el vacío causó la muerte
del astronauta” es falso, pero ahora lo único que necesitamos es que el sentido común encuentre
plausible “el astronauta murió porque se expuso al vacío” y no hay razones para pensar que el
sentido común vea implausible o problemático un enunciado así. Los resultados contra–intuitivos
no desaparecen, pero pueden ser reemplazados por otro tipo de enunciados que son llanamente
intuitivos.
Accidentalmente resulta que esta propuesta puede dar luces sobre cómo solventar el problema
de la promiscuidad —cómo dejar por fuera a los elefantes—. Si la causalidad negativa no es más
que una explicación causal, es claro que decir “el astronauta murió porque no estaba rodeado de un
grupo de elefantes que lo protegieran del golpe con un desecho espacial” es, aunque verdadera, una
explicación causal poco satisfactoria. Una explicación causal se juzga (entre otras cosas) a partir de
su relevancia en cierto contexto y es difícil ver en qué contexto la ausencia de estos elefantes podría
ser relevante (relevante entendido como “aclaratorio”, o “ilustrativo”, o simplemente, “importante �58
para nuestra comprensión”). Por cierto, las críticas que vimos de la misma Beebee, dedicadas a
mostrar por qué criterios como el de normalidad no podrían ser satisfactorios para una teoría de la
causalidad, no pueden usarse ahora en contra de la presente propuesta de Beebee porque no hay
ningún problema con que la explicación causal sea sensible al contexto; como dice Lewis, el
contexto determina qué tan satisfactoria puede ser una explicación (Lewis, 1987, p. 215). De hecho,
podemos rescatar el criterio de normalidad dado que podría ser un criterio útil para decirnos qué
explicaciones son mejores que otras: “mis plantas se murieron porque Obama no las regó” es una
explicación poco satisfactoria porque no satisface el criterio de normalidad . 40
!3.3.3 !
Beebee propone que el sentido común es a veces insensible a la distinción entre explicación causal
y causalidad y es está insensibilidad lo que explica el error de juzgar como válidos los enunciados
causales negativos . También explica que en nuestra vida diaria, al pasar de enunciados de la forma 41
“A causa B” a “B porque A”, no cometemos un error importante porque muchas veces ambos
enunciados son verdad (Beebee, 2004, p. 306). La idea es que siempre que las intuiciones de una
persona lo llevan a aceptar un enunciado del tipo “la ausencia de A causó B”, la misma persona
aceptará sin problemas un enunciado de la forma “B porque se dio la ausencia de A”, y más aun, el
individuo no distinguirá entre ambos enunciados.
En caso de que se criticara la propuesta de Beebee alegando que la teoría de la explicación de
Lewis es problemática (esta es una de las estrategias de Hartsock (Hartsock, 2010, p. 45) para
criticar a Beebee), debemos tener en cuenta que Beebee no necesita que la teoría de Lewis sobre la
explicación sea del todo satisfactoria, sólo necesita una teoría de la explicación para la cual “murió
porque fue expuesto al vacío” cuente como una explicación válida de la muerte del astronauta sin
necesidad de comprometerse con una existencia de los eventos negativos. Y esto es posible si se
�59
Se puede objetar que una teoría adecuada de la explicación que apele al criterio de normalidad deberá resolver el 40
problema de la relevancia explicativa; cuáles son los criterios que nos permiten determinar la relevancia de una explicación. En otras palabras, el precio a pagar que resulta de eliminar la promiscuidad causal es que surge el problema de determinar en una teoría de la explicación cuáles son las condiciones para definir la relevancia explicativa. Este es un problema diferente y lo importante es que hemos transformado el problema de la promiscuidad causal en un problema de relevancia explicativa. De cualquier modo, considero que toda teoría de la explicación debería aceptar la sensibilidad al contexto de los enunciados explicativos -en últimas, yo creo que los límites entre relevante e irrelevante son delineados por consideraciones pragmáticas-. Así, de aceptar este supuesto -todo enunciado explicativo es relevante en cierto contexto e irrelevante en otro- que no me parece poco plausible, resulta claro por qué mencionar los elefantes no sirve como explicación del evento “muerte del astronauta”. Insisto, así no pudiéramos resolver el problema de la relevancia explicativa, la causalidad ha quedado exenta de este tipo de promiscuidad porque se ha eliminado la causalidad negativa que era la causante de la promiscuidad aquí discutida (hay otra promiscuidad de tipo positivo).
Michael Hartsock apela a evidencia que muestra que el sentido común es sensible a la diferencia (Hartsock, 2010, p. 41
42), pero el punto de Beebee no es que el sentido común es siempre insensible a la diferencia (como parece leer Hartsock a Beebee), sino que a veces lo es.
tiene una teoría de la explicación que permita explicaciones como “este tipo de eventos causa este
tipo de eventos”, o “el disparo de alguien fue la muerte de Pedro”. Una teoría que permite estos
casos muy probablemente será una teoría que admitirá que puede haber casos en los que el
explanans no esté causalmente relacionado con el explanandum, o de lo contrario tendría que
presuponerse teorías de la causalidad en las que cosas generales o existenciales —algo químico
causó X— pudieran causar cosas concretas. Es poco probable que una teoría de la explicación
pueda ser satisfactoria y al mismo tiempo negar que enunciados generales o existenciales, sin
necesidad de estar en relaciones causales con el explanandum, puedan explicar algo. Una vez
aceptado que no siempre lo explicado dependerá causalmente de lo que explica, Beebee podrá
introducir su propuesta: la causalidad negativa es un ejemplo del tipo de explicaciones que no están
relacionadas causalmente con lo explicado.
Antes de entrar a la última parte de este trabajo quisiera recalcar la idea principal de esta
sección. En el análisis de una historia causal sí hay lugar para la causalidad negativa, si la
entendemos, claro está, como enunciados de explicación causal. Sin embargo, no debemos
confundir una cuestión epistémica con una metafísica. Cuando alguien en un museo de arte nos
explica que cierto cuadro fue desarrollado durante el auge de la escuela impresionista parisina,
nosotros podemos llegar a entender (si sabemos algo del impresionismo) por qué las pinceladas
tienen la forma que tienen, ¡pero de esto no se sigue que las pinceladas que estamos observando
fueron trazadas por el impresionismo o por la escuela impresionista! La ausencia de presión puede
explicar la forma de los procesos que están sucediendo en la cabeza del astronauta y explicar la
muerte del mismo, como el movimiento artístico puede explicar la forma de las pinceladas y el
valor estético del cuadro, pero en ningún momento esto nos debe hacer dudar de que la muerte del
astronauta fue causada por ciertos procesos positivos –células explotando–, así como no dudamos
de que las pinceladas fueron causadas por la brocha del pintor.
!3.3 Reuniendo a Dowe y Beebee: !Mi propuesta es esta: la teoría de Dowe puede entenderse como una teoría de la explicación causal
negativa. La idea es reformular la oración “No–A causó* B” como “B porque no–A”. Salvo este
cambio, dejamos intacto el análisis de Dowe —los criterios (O1) hasta (O3) no cambian—. Con
esto la teoría no pierde nada; como dije, lo único diferente es que ahora lo que la teoría de Dowe
analiza es una locución como “B porque no–A” y esto es una ventaja porque no era claro cómo
�60
debíamos juzgar la verdad de enunciados de la forma “X causa* Y”, ya que no era claro qué tipo de
relación era “causa*”; no es una relación genuina, en el sentido de que no relaciona dos objetos o
eventos, pero tampoco podemos decir que es una relación falsa porque entonces la teoría estaría
analizando enunciados falsos y esto no tendría mucha gracia. Pero si ahora nos ayudamos de
Beebee resulta claro el estatus de estos enunciados; no representan relaciones, constituyen
explicaciones causales. Tenemos entonces lo que llamaré la teoría de Beebee–Dowe de la
causalidad negativa, que se compone de dos partes: 1) los enunciados de causalidad negativa deben
ser entendidos como enunciados de explicación causal; aunque “no–A causó B” es falso siempre,
“B porque no–A” puede ser verdadero. Y 2) los enunciados de la forma “B porque no–A” son
verdad si los criterios (O1) hasta (O3) se cumplen , en caso contrario “B porque no–A” será una 42
explicación falsa. Finalmente, de estos dos puntos se siguen los resultados que ya teníamos antes
para cada teoría, y mejor aún, estos resultados terminan integrándose de modo bastante
satisfactorio. A continuación los escribo.
Resultados de la teoría de la causalidad negativa de Beebee–Dowe: !1. Los enunciados de causalidad negativa nos dan información modal sobre la historia causal de
cierto evento E. Como estos enunciados se refieren a casos de causalidad posible —ver punto 4 a
continuación— nos ayudan a comprender qué tipo de características presenta la historia causal que
estamos analizando; por ejemplo, en el caso de la muerte de la planta que muere por ausencia de
agua, hacen explícito el hecho de que en un mundo cercano en el que yo hubiera regado las plantas
—tanto más cercano si mi hábito de regarlas es frecuente—, estas no se hubieran muerto. Es
precisamente porque los enunciados de causalidad negativa nos ofrecen información (en este caso
modal) sobre la historia causal de E la razón por la cual pueden ser entendidos como enunciados
que explican al evento E.
2. La causalidad es primitiva con respecto a la causalidad negativa. Esto queda claro no sólo a partir
de la teoría contrafáctica de Dowe sino también a partir de la teoría de la explicación de Lewis; el
concepto de explicación causal requiere el concepto de causalidad —debemos tener un concepto
causal para establecer cuándo dos eventos en la historia causal dependen causalmente entre sí—.
�61
Aunque me he concentrado en los casos de causalidad por omisión (no–A causa B), el análisis se puede extender para 42
los demás casos de causalidad negativa. Ver el capítulo 6 del libro de Dowe (Phil Dowe, 2007).
3. La causalidad negativa depende contrafácticamente de la causalidad. Esto resulta del criterio
(O3).
4. La causalidad negativa depende de enunciados de causalidad posible —Dowe dice “la causalidad
negativa superviene en patrones de causalidad posible”—. Esto es consecuencia de la violación de
la independencia A–P y también es consecuencia del criterio (O3).
5. Hay una equivalencia práctica entre causalidad negativa y causalidad genuina; las ausencias
pueden ser medios para lograr fines, pueden subir probabilidades de ciertos eventos y pueden
constituir evidencia de causas y efectos, del mismo modo que lo hacen los eventos positivos. Como
antes sugerí (sección 3.1), esto resulta de que hay una equivalencia práctica entre la causalidad
posible y la causalidad; como los enunciados de causalidad negativa dependen de enunciados de
causalidad posible (punto 4), heredan esta indistinguibilidad práctica que presentan los enunciados
de causalidad posible.
6. En el nivel práctico es conveniente no trazar ninguna diferencia entre la causalidad y la
causalidad negativa. Esto se debe a tres razones: i) la borrosidad epistémica que nos impide
diferenciar muchas veces eventos positivos de eventos negativos; ii) la insensibilidad nuestra para
diferenciar reportes de causalidad de enunciados de explicación causal; iii) la equivalencia práctica
misma, pues aun si i) y ii) no se dieran, daría lo mismo para efectos prácticos distinguir o no
distinguir entre causalidad y causalidad negativa.
La propuesta de Beebee ayuda además a resolver la promiscuidad causal de la teoría de
Dowe; la ausencia de elefantes no es un enunciado de causalidad negativa en el sentido de que no
puede formularse como un enunciado explicativo relevante, así que la teoría de Dowe no tiene por
qué preocuparse por estos casos ya que no pasan el filtro de la relevancia explicativa —lo cual no 43
quiere decir que no pueda ser verdad que “se murió porque no hubo elefantes”, pero quiere decir
que podemos, por criterios pragmáticos, dejar este enunciado de lado—. Además podemos
apoyarnos en la sugerencia de Beebe para responder la siguiente objeción: Dowe nos debe una
explicación porque, después de que se ha empeñado en mostrar los problemas de una teoría
contrafáctica de la causalidad, termina adoptando una teoría de este tipo para explicar la causalidad
negativa. Pero esto sería un problema sólo si la suya fuera una teoría contrafáctica de la causalidad.
Dada la interpretación presentada en esta sección, la de Dowe debe ser entendida como una teoría
�62
Relevancia explicativa se refiere a adecuación explicativa: una explicación adecuada de por qué se murió el 43
astronauta no debería mencionar la ausencia de elefantes.
de la explicación causal de carácter negativo. Esto es suficiente para alejar a Dowe de los problemas
de una teoría contrafáctica de la causalidad; 1) no compromete a Dowe con entidades negativas; 2)
puede apoyarse en criterios pragmáticos para solucionar la promiscuidad; 3) no tiene el problema de
la no localidad porque no habla de eventos actuales, sino de eventos posibles que no pertenecen a
nuestro espacio–tiempo.
Dicho esto espero que sea claro por qué no es apropiado decir que la propuesta de Beebee es
por sí misma suficiente para solucionar el problema de la causalidad negativa. Aunque sin duda la
propuesta de Beebee constituye una forma prometedora de comprender los enunciados de
causalidad negativa, la teoría de Dowe nos permite un análisis de estos enunciados que no era
cubierto por la teoría de la filósofa. Por ejemplo, como vimos, Beebee decía que la causalidad
negativa nos da información modal, en el sentido de que nos permite entender qué hubiera pasado si
la historia causal de cierto evento hubiera sido un poco diferente. Sin embargo, no era claro a qué se
debía esta capacidad de los enunciados de causalidad negativa para otorgar este tipo de información
modal, pero ahora, teniendo presente la teoría de Dowe, es bastante claro: dado que los enunciados
de causalidad negativa dependen de enunciados de causalidad posible, entonces no es de sorprender
que estos enunciados contengan información modal. Además, la razón por la cual el sentido común
es insensible a la distinción entre reportes de causalidad y enunciados de explicación nunca fue
dada por Beebee , pero ahora podemos encontrar una: esta insensibilidad se puede explicar por la 44
estrecha relación entre los enunciados de causalidad posible y enunciados de causalidad negativos –
relación estrecha como se ve del criterio (O3) y por la violación de la independencia A-P–. Así que
la teoría de Beebee, por sí misma, deja algunas cuestiones sin tratar que la teoría de Dowe puede
ayudar a complementar.
La verdad es que ambas propuestas se complementan bastante bien como he tratado de
sugerir; Beebee nos dice cómo entender los enunciados de causalidad negativa y nos ha explicado
una posible fuente del error de nuestro sentido común cuando este juzga verdaderos enunciados
causales negativos; Dowe nos muestra características semánticas y lógicas de los enunciados de
causalidad negativos, características que también pueden explicar posibles fuentes del error en el
que nuestras intuiciones caen. Además, como he señalado, cada propuesta presenta sus propios
problemas que pueden ser resueltos teniendo en cuenta los resultados de la otra propuesta. Es por
�63
Beebe sólo dice que no se comete mayor error al confundir ambos tipos de enunciados: no importa mucho si decimos 44
“la luz se prendió porque encendí el interruptor”, o si decimos “mi presionar el interruptor causó que la luz se prendiera”. “No hay un daño serio cuando nuestro sentido común comete este error” (Beebee, 2004, p. 305).
esto que no veo razones para quedarnos sólo con una de las dos teorías, al fin y al cabo, antes que
excluyentes, las propuestas se complementan bastante bien.
Schaffer dice: … ¿qué se necesitaría para convencerlo de que decapitar a alguien no puede en realidad causar su
muerte? Dejen a los teóricos de la conexión física hacer los argumentos que quieran. Al final del día, sus argumentos se tendrán que ponderar contra el hecho de que, por su teoría, cortarle la cabeza a alguien no puede causarle que muera (Schaffer, 2004, p. 200). !
Podemos responder: ¿Qué se necesita para convencer al genuista de que “alguien muere
porque es decapitado” es verdadero sin que esto tenga que comprometernos con la existencia de una
relación objetiva entre dos tipos de cosas una de las cuales no es nada en el mundo? Dejen a los
teóricos genuistas hacer los argumentos que quieran. Al final del día, sus argumentos se tendrán que
ponderar contra el hecho de que, por su genuismo, en el mundo hay causas entre cosas que no
existen, causas que viajan más rápido que la luz y ausencia de elefantes en la Estación Espacial
Internacional causando infinidad de daños.
�64
Conclusiones !En el primer capítulo vimos que la teoría de Phil Dowe ofrece una respuesta a la pregunta de
carácter metafísico ¿qué condiciones necesarias y suficientes se deben dar para que haya una
relación causal? La respuesta, como ya vimos, apelaba a la idea de que se debía dar un proceso
físico entre la causa y el efecto en el que, entre otras cosas, se presentara un cambio en el valor de
una cantidad que se conserva según leyes de la física. Luego abordamos la pregunta sobre el tipo de
análisis que la teoría de Dowe estaba proponiendo y vimos que el interés de Dowe no era brindar
una teoría que respetara nuestras locuciones causales sino ofrecer una teoría de la causalidad que
pudiera ser utilizada en la ciencia. Aunque en ese momento consideramos que esta distinción entre
ambos tipos de análisis era un poco polémica, creo que ahora puede ser más claro en qué sentido
Dowe se refería a su teoría como fundada en un análisis empírico:
1) por un lado, el de Dowe es un análisis que no se interesa en respetar la mayoría de
nuestras intuiciones, y de hecho, como vimos en la sección 2.1 , cualquier criterio que pudiera
ayudarnos a explicar por qué nuestro sentido común acepta ciertos enunciados causales requería
consideraciones morales y epistémicas que eran incompatibles con una teoría metafísica de la
causalidad. El punto no es simplemente que la teoría de Dowe ignora gran parte de nuestros
enunciados causales diarios porque está fundada en un análisis empírico, el punto más profundo
parece ser que cualquier análisis de la causalidad que preste mucha importancia a nuestra forma de
hablar es simplemente incompatible con un proyecto interesado en preguntas de tipo metafísico
sobre la causalidad. 2) Por otro lado, la crítica de la localización de los eventos negativos sólo tiene
sentido si, a la hora de desarrollar una teoría de la causalidad, queremos darle suficiente importancia
a los resultados de la ciencia; en particular, la crítica sólo tiene lugar si consideramos que se ha de
respetar el principio de que la velocidad de la luz es un límite insuperable para la influencia causal
entre dos eventos. Creo que estos dos puntos muestran mejor en este momento en qué sentido el
análisis era empírico y no conceptual.
Aunque erradicar la causalidad negativa no es algo menor, los esfuerzos de Beebee y Dowe
por tratar de analizar este tipo de enunciados logran mostrar por qué una teoría de la causalidad
metafísica debe decirle al sentido común y al filósofo genuista que las ausencias no causan nada.
En especial, examinamos tres problemas que debe enfrentar el genuista: 1) nuestras intuiciones
siempre se verán contrariadas en algún punto por toda teoría con pretensiones metafísicas, 2) los
eventos negativos no están localizados en el espacio–tiempo y 3) algunos enunciados de causalidad
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negativa no son lógicamente independientes de enunciados de causalidad posible. Además, en el
tercer capítulo vimos cómo Dowe y Beebee, conscientes de las preocupaciones que podían surgir al
rechazar la totalidad de la causalidad negativa, desarrollan teorías sobre la causalidad negativa que
esperan explicar, entre otras, dos cosas: 1) por qué nuestras intuiciones están equivocadas y 2) cómo
debemos analizar los enunciados causales negativos. Al final del capítulo intenté mostrar que
ninguna de las dos propuestas era suficiente por sí misma para explicar la causalidad negativa; la de
Dowe no puede evadir el problema de la promiscuidad causal ni es clara con respecto al estatus de
los enunciados cuasi–causales; la de Beebee se queda corta en proveer un análisis lógico y
semántico de los enunciados de causalidad negativa y no da razones para explicar la insensibilidad
del sentido común para diferenciar reportes de causalidad de enunciados causales. Así, en la última
sección del trabajo muestro cómo ambas propuestas se pueden integrar en una sola teoría de la
causalidad negativa. La clave de esta integración está en sugerir que los enunciados de cuasi–
causalidad de la teoría de Dowe deben ser leídos como enunciados de explicación causal.
Finalmente, quiero atender una cuestión que queda abierta. La preocupación de que Dowe
no está desarrollando una teoría de la causalidad sino una teoría sobre un concepto X que está
postulando es una preocupación que nunca fue debidamente resuelta. Yo creo que este problema nos
conduce al primer párrafo de este trabajo. Parte de la solución depende del tipo de pregunta que nos
interese contestar: si nos interesa responder preguntas semánticas o si nos interesa investigar cómo
nosotros realizamos atribuciones causales, entonces probablemente la teoría causal que
desarrollemos debe mantenerse muy fiel a nuestros enunciados causales diarios y, bajo esta
perspectiva, la de Dowe claramente sería una teoría insatisfactoria. Para este tipo de preguntas la
manipulabilista, la contrafáctica y una posición pluralista son las mejores opciones –la posición
pluralista es muy buena para estos propósitos porque da cuenta de la diversidad de formas en las
que usamos la palabra “causa”–. Sin embargo, si la pregunta que guía la investigación es metafísica,
no podemos pretender que nuestras intuiciones sean siempre respetadas. Pero la cuestión no es así
de simple porque, independientemente del tipo de pregunta que queramos contestar, el concepto que
esperamos investigar comienza siendo un concepto que usamos en nuestra vida diaria; una vez
partimos de dicho concepto nos embarcamos en una ardua discusión que, si tenemos suerte,
terminará arrojando ciertos resultados al final. Pero la validez de dichos resultados, incluso si es
metafísica nuestra indagación, sigue dependiendo en buena medida de nuestro uso del concepto. Por
ejemplo, si cierto filósofo dice que la causalidad es X, donde esa X no se satisface en la relación
entre el choque del bus y el rompimiento del vidrio y si el filósofo termina diciendo que estamos
equivocados en la inmensa mayoría de nuestros enunciados causales, entonces ciertamente tal �66
filosofo estaría, antes que explicando la causalidad, inventando un nuevo concepto. Sin embargo,
este no es el caso de Dowe. Una parte muy importante de nuestros enunciados causales respeta los
criterios de Dowe; guantes de boxeadores causando “knock outs", trenes chocando causando
accidentes, bolas de billar causando carambolas, y en ultimas, todos los casos en los cuales un
objeto choca con otro –una pelota con un pie, una bala con un cuerpo, un planeta con un asteroide–,
todos son, siguiendo lo que dirían nuestras intuiciones, casos causales para la teoría de Dowe.
Pero la cuestión, como dije, queda abierta. En el fondo la cuestión depende de lo que
nosotros esperamos que una teoría sobre un concepto C deba hacer. ¿Hasta qué punto un análisis
filosófico puede forzar un concepto para que se ajuste a ciertas condiciones necesarias y suficientes,
sin que tal concepto termine siendo transformado en uno completamente distinto? ¿Cuánto se puede
reformar, corregir o revisar un concepto sin desnaturalizarlo del todo? ¿Se preserva nuestro uso de
causa si transformamos todos los enunciados causales negativos en enunciados causales
explicativos? Estas son algunas de las preguntas que el presente trabajo no puede responder.
Independientemente de cuál sea nuestra posición respecto al éxito o no de la teoría de Dowe, creo
que los argumentos examinados en el segundo capítulo de este trabajo justifican de forma
contundente el rechazo de la causalidad negativa. Y que se debía dar ese rechazo era, si recordamos,
la tesis central del presente trabajo.
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