Post on 10-Feb-2019
Lágrima
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Marcel Pérez Córdova
Tear & Zethra
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Prólogo
Carta 1
espués de haber caminado mucho durante este día, me
preparo para dormir, no entiendo por qué tuve tantos
problemas el día de hoy, quizá porque me estoy volviendo
loco… pero yo tengo la razón, o creo tenerla; la gente no me
entiende, no quiere entender. Mañana cuando despierte y me
prepare de nuevo para ir a la estúpida escuela, la esclavitud del
decadente sistema educativo, pensaré igual que hoy. Los demás
me pondrán como un antisocial que no cuadra en ningún
estereotipo aceptado por la sociedad, y ¿Qué puedo hacer?
Hace algunos años yo no pensaba a futuro (como todos los de
mi edad) quería ser como toda la gente: popular, sociable,
divertido, pero ahora todo lo veo desde otro punto y todo se
ve tan estúpido. La gente olvida algo, pero no sé qué es; he
abierto los ojos y me he dado cuenta de la mierda que estoy
D
pisando, mi odio va en aumento, no sé qué vaya a suceder. Me
pongo a pensar y creo que debería irme de aquí, este lugar
perjudicará con un problema irreversible a mi cerebro y peor
aún, a mi alma. Al igual mañana mi odio cobre vida por sí
mismo y mate a alguien, podría cometer infinidad de atentados
en contra de la sociedad… pero, aunque tuviera el más grande
odio jamás sentido por el hombre, no cometería tales actos.
Lo he decidido, mañana por la mañana saldré de esta
ciudad, dejaré mi casa, caminaré al oeste hasta llegar a las
montañas – no tengo nada que perder – caminaré hacia donde
nadie ha caminado, no le contaré a ninguna persona,
simplemente me iré – no sé cómo pasaré la frontera – cavaré
un túnel, brincaré como nunca o simplemente pasaré entre los
custodios, lanzaré una risilla y les diré “ahorita vengo, no me
tardo” no creo que me crean, en fin; después de algún tiempo
me darán por muerto.
Sé las historias que cuentan sobre los aventureros que
caminan en busca del mito de las montañas, ninguna de esas
historias comprobada, claro; son leyendas de antaño en donde
todas encuentran un final trágico; tal vez así sea mi final, es lo
mejor para mí, a los demás les dará lo mismo. La felicidad
viene por la sabiduría y creo que ésta se encuentra allá afuera.
Algún día el hombre se dará cuenta del error que está
cometiendo, para entonces ya no estaré aquí… Sólo escribo
esto por si alguien llegara a leerlo, y le digo entonces esto a esa
persona:
Te espero al otro lado de las montañas…
Ojalá alguien lea esto y me siga.
El que no tiene nombre
28 de Enero
Carta 2
Empezaré a escribir lo que mi corazón me dicte,
escribiré cosas que quizá ningún hombre haya visto. Doce
días… doce días han pasado desde que dejé mi casa, ahora
estoy al oeste de la Gran Ciudad, en la frontera, un lugar tan
hostil, triste y frío. La ciudad se ve lejana como si no tuviera
vida, abandonada y muerta. Ninguna persona sale de ella,
tienen miedo, a excepción claro, de las personas protagonistas
de las antiguas historias en donde se cuentan acerca de las
cosas que existen más allá de la Gran Ciudad; esas son
excepciones sin comprobar. Nadie más ha estado en la
frontera como lo estoy ahora, ninguno que no sea militar;
puedo ver a las tropas de soldados en la línea fronteriza. No sé
si lograré salir.
Aún contemplo la ciudad, tal vez por última vez...
Hasta este lugar ha llegado una persona muy extraña,
no se puede ver su rostro ya que usa una máscara (una máscara
hermosa, triste y blanca con ojos de tristeza, algunas lágrimas
negras recorren sus mejillas), al principio creí que era un
soldado que venía a cuestionarme, pero al verlo supe que no
era así; le he preguntado su nombre pero no me lo dice, no
contesta, a lo mejor no tiene al igual que yo. Es algo
misterioso, su cabello está descuidado, su ropa es
completamente negra, nunca había visto a alguien como él,
siento extrañamente como si ya nos conociéramos, no
hablamos pero ambos sabemos que caminaremos juntos.
Adiós a la Gran Ciudad, tengo que pensar cómo cruzar
sin ser visto.
El que no tiene nombre
9 de Febrero
El Despertar del Alma
I.- El Hombre Triste
n medio de millones de personas, oculto entre tanta
gente, emerge el comienzo de una reflexión, solamente
el comienzo… se aleja de esa masa, caminando, sola. Él se
dará cuenta de muchas cosas prohibidas para la gente, ¿O será
que ella misma se las prohíbe? Se interna en un lugar…
verdadero, a donde nadie quiere entrar y a donde todos tienen
derecho.
El hombre de la máscara triste sigue caminando,
mojado por las lágrimas del cielo, durante años él había estado
E
siendo enterrado, ahora él ha muerto… vivirá en la tierra
prohibida hasta que Dios le dé la oportunidad de entrar a ese
mundo de la sociedad corrompida y le dé el valor de abrir los
ojos, de enfrentar a tantas personalidades y máscaras que uno
posee; hasta hacerse uno solo, convertirse en una alma llena,
libre y abierta… “El sin nombre” un joven de tan sólo
diecisiete años de edad, su cabello era negro y muy corto casi a
rapa, su complexión era delgada, vestía con ropa cotidiana de
la ciudad, llevaba un pantalón oscuro, calzado deportivo,
camisa y una chamarra para protegerse del frío; el hombre
triste en cambio, usaba algo parecido a un pantalón, eran como
una vestimenta medieval, usaba también unas botas que le
llegaban hasta las rodillas las cuales estaban por encima del
pantalón, traía una playera de manga larga ajustada al cuerpo
que le cubría hasta el cuello, un tipo de casaca de piel caía por
encima, ésta terminaba en una especie de falda que se abría al
frente, esa indumentaria le llegaba hasta las rodillas, usaba
también unos guantes de piel color negro y una máscara blanca
con lágrimas negras que ocultaba su rostro (era de una
cerámica o de un metal desconocido en la ciudad), como toque
final, una gruesa capa caía protegiendo a aquel sujeto, no se
podía ver ninguna parte de su cuerpo al descubierto, sólo se
veía su cabello crecido hasta sus hombros; toda la ropa, tanto
la de él como la de su acompañante era de un color
completamente negro.
Ambos se sentaron un momento a contemplar lo que
sería su hogar durante un tiempo… soledad, tristeza,
melancolía… ¿Serán personas alejándose cada vez más de
Dios? ¿O serán personas que quieren llegar a Él como la
libertad misma?...
Caminaron por un sendero cuesta arriba, estaba
cubierto de árboles alrededor, el viento les soplaba en la cara y
una ligera lluvia los acompañaba cuando el hombre triste cayó
de rodillas levantando la cara al cielo, a ese cielo gris y
melancólico que lo seguiría en su camino en busca de sí
mismo; “El sin nombre” lo miró, agachó su cabeza y le tocó el
hombro.
Han pasado quince días desde que “El sin nombre”
salió de su casa y tres desde que sigue al hombre triste, pero
regresemos al día en que pasaron por la línea fronteriza.
Tres soldados se acercaron prohibiéndole el paso, él no
sabía que decir, veía cómo su sueño de cruzar era destruido
por esos estúpidos subordinados militares; ellos lo miraban, el
hombre de la máscara estaba fuera de su vista en ese
momento, de pronto, saliendo de unos matorrales atacó a los
soldados por detrás, golpeándolos con un palo, sus
movimientos fueron tan rápidos que nadie pudo hacer nada.
Siguieron su camino dejando tres cuerpos tirados en el suelo,
así fue como cruzaron, sin embargo ninguno de los dos vio
que una cámara de la frontera los observaba…
Regresando a nuestro relato, ambos llevaban tres días
de caminar juntos, no se preocupaban porque alguien de la
Gran Ciudad los siguiera (nadie se atrevía a salir) los dos
caminaban en silencio, ni siquiera se dirigían la mirada, el
hombre triste iba adelante, sus negras vestiduras se movían al
ritmo del viento, detrás de él, “El sin nombre”.
Caminaron durante horas hasta que el hombre triste se
detuvo en la cima de un cerro, a lo lejos se podía ver una fosa
enorme y aterradora; con su imagen el corazón de “El sin
nombre” se sintió oprimido por una sensación inexplicable,
una extraña tristeza emanaba de la fosa; a las orillas se podían
ver unas cuantas construcciones, era lo único que se podía
divisar ya que algunos cerros obstruían la vista de todo el
paisaje; el humo de algunas chimeneas se elevaba varios metros
en el cielo desapareciendo en las alturas, mientras, los dos
seguían mirando hacia aquel lugar. “El sin nombre” estaba
pensativo, tenía la idea de que no existía ningún asentamiento
humano fuera de la Gran Ciudad (eso lo sabían todos o eso
hacían creer a todos); lo enseñaban en las escuelas, lo enseñaba
la cultura popular, lo decían los gobernantes, la ciencia del
hombre lo aseguraba, no podía existir vida fuera de ningún
reino de la ciudad; toda la gente era escéptica de que pudiera
haber vida en aquellos lugares – a menos que el gobierno de
los reinos esté ocultando cosas sobre lo que hay realmente,
existe el mito en la Gran Ciudad de que en algún lugar cercano
a ésta, hay una ciudad a la cual llevan a los jóvenes (contra su
voluntad) para crear una nueva sociedad, peor que la existente.
Muchas personas han muerto investigando y tratando de
encontrar una verdad sobre ese asunto; periodistas,
intelectuales, estudiantes, gente que no cree lo que sus
gobiernos dicen; todas esas personas llegaron a tener una
muerte sin sentido; por lo que desde entonces ya nadie se
atrevió a salir de la ciudad para demostrar sus creencias – “El
sin nombre” pensaba si ese lugar que estaba mirando era el
que mencionaban en esas historias.
Momentos más tarde decidieron bajar y entrar a esa
ciudad, descendieron por una empinada cañada y durante todo
el descenso perdieron de vista la fosa, al bajar, continuaron en
dirección hacia aquel poblado que habían visto desde arriba, a
lado del camino se levantaban dos cerros que sólo dejaban ver
al frente algunas construcciones, al irse acercando vieron a
algunos niños corriendo y gente trabajando, mas no
distinguían sus rostros, también veían algunas siluetas que se
movían en la lejanía. Al estar más cerca, pudieron ver que no
eran seres humanos como ellos, sus rostros estaban cubiertos
por una especie de turbante y sólo mostraban sus ojos; pero
solamente viendo esa parte de sus caras supieron que eran más
unos monstruos que humanos. Antes de que la Máscara Triste
y “El sin nombre” entraran a la ciudad, los habitantes de ese
lugar empezaron a emanar odio hacia ellos. El hombre triste
llevaba consigo la esperanza de encontrar a alguien distinto
que le ayudara en su camino a encontrarse… Todavía no
llegaban, cuando una sombra salió rápidamente de entre los
árboles e inmediatamente se lanzó contra la Máscara Triste
arrojándolo al suelo, la sombra tenía figura femenina, no se
podía distinguir rasgo físico en ella, solamente en la parte en
donde debería ir su rostro, se podían ver unos pequeños ojos;
claramente se veía que eran los ojos de una mujer; ella fijó la
mirada en los dos caminantes y “El sin nombre” se quedó
inmóvil como tratando de entender lo que sucedía; al igual que
su repentina llegada, la sombra desapareció ocultándose entre
los árboles de los cuales había salido. El hombre triste se
levantó y miró a todos lados sin comprender lo sucedido, se
sacudió el polvo de sus vestiduras para después seguir
caminando, ambos sabían que la sombra los observaba de
entre los árboles, pero trataron de no darle importancia.
Caminaron hasta llegar a las primeras casas de la pequeña
ciudad, al llegar, “El sin nombre” no se atrevió a entrar y dio
un paso hacia atrás, al ver más de cerca a los habitantes, se dio
cuenta de que en realidad “la gente” que había en ese lugar
eran… cadáveres, eran zombis; entonces se ocultó
rápidamente entre un montón de costales llenos de trigo y se
quedó mirando lo que narraré a continuación.
El hombre triste continuó su camino hasta llegar al
centro de la ciudad, que ya no se veía tan pequeña como la
habían visto antes; todos los cadáveres cercanos lo miraban
con ojos de desprecio, algunos caminaban a su alrededor, otros
hablaban en su propia lengua, gritaban y escupían al aire; un
cadáver de entre la multitud se le acercó a tal grado de tocarlo
y entonces le preguntó cuál era su nombre, pero por más que
le preguntaran no iba a contestar, él simplemente era un
hombre que vivía detrás de su máscara con lágrimas. Los
cadáveres comenzaron a irritarse ante su actitud arrogante,
traían ya en sus manos garrotes e instrumentos punzo
cortantes, caminaban alrededor de él, sólo esperaban un
motivo para lanzarse contra el hombre de la máscara; él seguía
caminando sin importarle nada, de pronto su mirada se posó
sobre una mujer, ella no era un cadáver, era una mujer
hermosa, tenía los ojos más bellos que jamás hubiera visto; ella
ensalzaba a la figura femenina, su piel era blanca y delicada, su
cabello de color negro con algunos rayos amarillos se alargaba
a mitad de su espalda, la belleza de aquella mujer lo dejó
paralizado. Ella caminaba en fila junto con muchas más
personas, todos eran jóvenes y no cadáveres; el hombre triste
seguía con la mirada el caminar de la chica, de repente tuvo
una visión en donde él se veía lejos de toda la humanidad, más
allá de la infinidad del bien y el mal, acompañado de esa mujer
de la cual se había enamorado tan sólo con mirarla; en su
visión aparecía una silueta extraña que no podía distinguir y
que señalaba a la mujer, pero… pronto despertó de su visión.
La joven lo miró y sus miradas se entrelazaron, parecía que
hablaban con los ojos, en un instante el encanto desapareció,
toda esa gente caminaba hacia una fosa enorme, un hoyo tan
profundo, oscuro… y eterno, en donde caían lentamente las
almas. La chica se dirigía hacia una caída inevitable, el hombre
triste se dio cuenta y corrió hacia ella queriendo rescatarla de
su terrible caída, anhelaba que lo acompañara en su caminar,
que fueran como vagabundos en busca de la real verdad y
felicidad; ella solamente lo miraba sin detenerse, él empujaba a
los cadáveres para llegar lo más pronto posible hasta allí, y
cuando por fin se acercó, estiró la mano para intentar
sostenerla y así salvarla de su caída sin dolor en la fosa, pero…
no pudo hacerlo, los cadáveres lo detuvieron, él intentaba
soltarse pero le era imposible, eran demasiados zombis
sujetándolo, por lo cual el hombre triste no se movió más y
sólo pudo ver cómo aquella hermosa mujer se acercaba a la
fosa y caía lentamente en aquel terrorífico hoyo negro.
Instantáneamente los cadáveres lo soltaron, empezaron a reír y
a lanzar gritos al cielo, él, se quedó mirando hacia la fosa por
algunos segundos, para después darse la vuelta y caminar de
regreso por donde había venido; no tenía ya nada que hacer en
ese lugar; las lágrimas se dejaron ver encima de la máscara,
lágrimas negras que recorrían fríamente las mejillas de
cerámica. Los cadáveres se asustaron al ver que el hombre
triste lloraba, ya que a ellos les era imposible llorar, entonces
un temor inexplicable rondó en cada uno de ellos,
repentinamente les vino un nombre a la cabeza, “Dous”…
El hombre triste caminó de regreso, tomó del brazo a
“El sin nombre” y salieron de esa ciudad.
Aún había alguien que los observaba, era la sombra que
se ocultaba entre los árboles y el amarillento follaje, la misma
sombra que había tirado al suelo al hombre triste, ellos
solamente podían distinguir sus ojos entre la maleza pero no le
tomaron importancia, empezaban a creer que ese espectro
quizás fuera un ángel y posiblemente los guiaría en su caminar,
pero no podían estar tan seguros.
Caminaron lejos, hacia el norte, en silencio como
siempre; el hombre triste con su odio radiante por lo que había
pasado, “El sin nombre” pensando en lo que había sucedido.
Un tiempo después se detuvieron, el hombre triste
comenzó a caminar de un lado a otro hasta detenerse por
completo, posó su mirada en su acompañante, éste sintió
miedo y no dijo nada; al mismo tiempo una voz femenina de
entre los árboles habló:
– El amo de los cadáveres es imaginario, solamente
ellos podrán liberarse…
La voz provenía de la sombra; era dulce y
tranquilizante; al terminar de hablar, el hombre triste cayó al
suelo y se quedó pensando en lo que había sucedido, se
internó en sí mismo, pensaba en la bella joven que había caído
en la fosa, pensaba en la sombra, pensaba en ese lugar tan
extraño lleno de cadáveres…
�
II.- Los Seres Nocturnos
ra febrero y el frío era intenso, “El Sin nombre” y la
Máscara Triste siguieron caminando en silencio, durante
setenta días se dirigieron en la misma dirección desde que
salieron de aquella ciudad tan extraña. Caminaban en el bosque
de Watum, el cual se encontraba en un lugar llamado “La
Tierra Muerta”, estas tierras se extendían al oeste de la Gran
Ciudad hasta las Montañas de Prejuicios, se dividían en dos
partes, la Tierra Muerta del norte y la Tierra Muerta del sur;
por ahora caminaban en la tierra del norte; eran tan extensas
que en ellas cabían varios reinos de la Gran Ciudad. El bosque
de Watum era un lugar hermoso, había gran variedad de
árboles y eran más altos que los existentes en la ciudad, claro
está que en la gran urbe desconocían tales tierras, en los mapas
realizados por hombres sólo se veían los once reinos que
constituyen la Gran Ciudad y lo que hay fuera de estos reinos
era desconocido. Los nombres dados a las tierras fuera de la
E
ciudad habían sido impuestos por las personas exiliadas, y
todas en su conjunto eran mucho más extensas que la gran
metrópoli.
Regresando al relato, los dos jóvenes caminaban
tranquilamente; era una tarde nublada, los árboles parecían
entristecer con ese ambiente; de pronto oyeron una voz que
provenía del bosque, caminaron siguiendo su sonido, era una
voz rasposa y algo tétrica; siguiendo las palabras caminaron
algunos metros por entre el bosque, llegaron a un lugar en
donde no había árboles, era un gran campo en donde sólo
había pasto, el terreno era plano y de forma circular, alrededor
había árboles de diferentes tamaños, en el centro estaba una
piedra de aproximadamente un metro con ochenta centímetros
de alto, parecía una gran silla de piedra, encima de ésta estaba
un anciano hablando en diferentes lenguas, prohibidas y no
prohibidas, sacras y profanas; ambos llegaron hasta donde
estaba el anciano, quien los recibió con una pregunta:
– ¿Son felices?
“El sin nombre” se apresuró a contestar:
– Sí, yo si lo soy.
Pero una duda invadió su cabeza; el anciano se echó a
reír y le dijo:
– Claro que eres feliz, tú y tu amigo; aunque a él lo veo
muy triste… él también es feliz; quizá para algunos la tristeza
es su felicidad, además si la felicidad se comprara todo el
mundo estaría triste.
“El sin nombre” movió su cabeza como si estuviera de
acuerdo con lo que decía el anciano, en cambio, el hombre de
la máscara no estaba muy convencido de lo que el viejo decía y
dando un paso hacia la piedra le preguntó al anciano:
– ¿Quién vendería la felicidad?
El anciano se quedó mirando a la máscara con una
mirada aguda y se puso a pensar la respuesta, no debía
quedarse callado ante una pregunta absurda y sin sentido, pero
por más que pensaba en una respuesta y estaba a punto de
decirla, balbuceaba, se detenía y quedaba en silencio; después
de un rato el anciano preguntó evadiendo la pregunta que la
máscara triste le había planteado.
– ¿Quién eres?
El hombre triste contestó:
– Sabes muy bien quien soy.
Cuando el anciano oyó la respuesta se quedó sin habla,
como si hubiera visto a un fantasma, después se repuso y dijo
en tono irónico:
– ¿Qué pasa si no logras saber quién eres tú? ¿Qué pasa
si este joven que te acompaña es absorbido por sus demonios?
¿Qué pasará si Vauqiakd lo encuentra?
El hombre triste le respondió:
– Tú sabes lo que pasaría, tienes ese don quizá, y si no
llega a pasar, también lo sabes; en cualquiera de las opciones
tienes el mismo final.
El anciano bajó de su piedra y se echó a correr a
grandes pasos perdiéndose en el bosque.
Los dos caminantes se alejaron de ese lugar para
continuar su camino, aún estaban en el interior del bosque de
Watum cuando encontraron a un hombre; él vestía con una
ropa elegante (no de la forma elegante en la Gran Ciudad) sus
vestiduras eran verdes, del mismo verde de los árboles,
fácilmente se camuflaba en el follaje, usaba un jubón que
parecía estar formado con hojas de los árboles pero las hojas
eran metálicas, también usaba una capa negra que por
momentos se tornaba de un color verde oscuro, claramente se
veía que el hombre era una clase de guerrero y que
posiblemente usaba su traje de gala. Éste se acercó a ellos y les
habló diciendo:
–Acompáñenme, alguien desea hablar con ustedes.
Los dos simplemente lo siguieron sin preguntarse nada,
el hombre de verde los llevó por un camino que se iba creando
a su paso y desapareciendo cuando éstos terminaban de pasar,
era como si los árboles se abrieran y se hicieran a un lado para
dejarles el camino libre; después de un largo rato en esas
condiciones llegaron a un lugar parecido al que habían dejado
hace algún momento y donde habían tenido el encuentro con
el anciano, pero a diferencia de aquel, este campo era mucho
más grande, era inmenso.
La noche había caído y la Luna mostraba su rostro; en
ese lugar tan enorme se encontraba un grupo de exiliados que
se hacían llamar los Seres Nocturnos… Había campamentos
en cualquier lugar que miraran; en el centro se encontraba un
gran pabellón, era donde se localizaba su líder. “El sin
nombre” y la Máscara Triste fueron conducidos a las afueras
de ese pabellón, algunas personas estaban sentadas alrededor
de una gran fogata, todos eran hombres, no había ni una sola
mujer. Llegaron y se sentaron en el suelo junto con los jefes
del grupo, en ese momento había pocos exiliados, como unos
cien tal vez; los Seres Nocturnos poseían una ciudad oculta
entre el bosque llamada Mergino y sólo ellos sabían la
dirección y el camino para llegar a ella; el lugar en el que se
encontraban en ese momento solamente lo ocupaban para
reflexionar y entrenar sus tácticas militares, eran la casta militar
de los pobladores de Mergino, en la ciudad se encontraban sus
esposas e hijos. Después de unos instantes los líderes les
dieron la bienvenida a los invitados, Feew era el líder principal
y después de un saludo muy rimbombante comenzaron a
comer. Al término de la cena, Rejte que era un distinguido
guerrero, mas no líder, les estrechó la mano y fue él, quien
estuvo a cargo de ellos, Rejte era un hombre alto y fornido,
traía puesta una capa larga parecida a la de un rey, su cabello
era largo y casi blanco, sus vestiduras eran de color perla, los
que vestían de ese color tenían otra jerarquía dentro de los
nocturnos, y al parecer los de verde eran los de más bajo
rango. Enseguida Rejte se dirigió al hombre triste y le dijo:
– La Máscara Triste viene a visitarnos, entonces era
cierto ¿Cuándo tomaremos las armas?
El hombre triste no sabía de lo que hablaba, pero aun
así le contestó:
– No lo sé, pronto tal vez.
En ese lugar se sentía una atmósfera de tranquilidad, el
viento soplaba melancólicamente, el cielo ya no estaba nublado
como antes, ahora estaba casi limpio, algunas nubes delgadas
se desgarraban por el viento en la lejanía, en ese momento
todo comenzó a parecer un sueño, por primera vez se sentían
libres… libres de pensar, actuar, sentir, parecía que el tiempo
se detenía, la música sonó como nunca, “El sin nombre” la
había escuchado tan tranquila y relajante; de pronto el espíritu
de Dios se movió sobre ellos y habló con ellos, ahí estaba
(ellos no podían verlo); Dios estuvo como uno más de los
Seres Nocturnos pero ellos pensaban que los espíritus de sus
ancestros se manifestaban en esa ocasión. “El sin nombre” no
podía creer lo que pasaba, nunca había sentido tanta felicidad y
tranquilidad, pero esa sensación de felicidad era distinta a la
que pudiera ocasionar cualquier cosa en la Gran Ciudad; él
había sentido a Dios y por algunos pequeños instantes pudo
sentir la presencia de un ser superior, supo que era Él quien los
había visitado, nadie había sentido algo parecido a lo que sintió
“El sin nombre”. Muchos llegaron a pensar que la Máscara
Triste era el causante de todo… entonces “El sin nombre”
comenzó a comprender las cosas que veía; se había convertido
en un semimuerto como todos los Seres Nocturnos.
El hombre triste agarró su máscara desprendiéndola un
poco de su rostro como queriendo quitársela, pero en ese
mismo instante y sin esperarlo un ángel intervino deteniéndole
la mano y no le permitió que se la quitase, aún no era el
momento; ¡Tantos misterios que se revelarán!… Sin embargo
esa bella imagen sólo la pudieron ver el hombre de la máscara
y “El sin nombre”.
Transcurrió toda la noche en esa paz y tranquilidad, el
espíritu de Dios les dio a conocer que existen otras tierras
fuera de la Gran Ciudad, todos sabían que las tierras se
extendían mucho más allá de lo que creían, así también les fue
revelado que existen otros grupos como ellos, también
exiliados, pero que habitan en tierras demasiado lejanas.
Amaneció y Dios se retiró, sólo “El sin nombre” y la
Máscara Triste supieron que Dios estuvo ahí, pero no lo
vieron, solamente sintieron su presencia…
El sol se dejó ver como una bola blanca en un cielo
blanquizco, los dos jóvenes hablaron con los Seres Nocturnos
y decidieron quedarse un tiempo, no en la ciudad de Mergino,
ya que no se les fue mostrada, sino en el lugar donde
acampaba el ejército, al cual llamaban “Síguetur”.
Feew, que era el líder principal de los Seres Nocturnos
(de cuarenta y cinco años de edad a lo mucho), se acercó al
hombre triste y le dijo:
– Espero que en tu viaje se te revele lo profetizado,
nosotros te estaremos esperando.
La Máscara Triste respondió:
– No sé de qué me hablas, pero agradezco tus palabras.
Se quedaron en Síguetur sólo nueve días, para después
seguir su camino hacia el norte; como siempre, hablaban poco
y caminaban mucho. Pronto dejaron atrás ese lugar tan
encantador; “El sin nombre” iba pensativo, pensaba quizá en
lo que extrañaba más de la Gran Ciudad, pensaba en un gran
amor que dejó ahí… una joven hermosa llamada Yamell.
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III.- Lágrima Sin Nombre
Las ideas de la sociedad
Son presentadas por el Oscuro Sol
urante años estuvo sujeto, amarrado a ideas, amarrado a
pensamientos, envuelto en llantos y risas, él lo
soportó… fue así su vida de desolación, ilusión, creencias,
falsedad y estupidez; él era feliz para los demás, él se sentía
bien en el mundo de títeres manipulados por sí mismos… eran
esclavos de sus actitudes; pasaron los años, y él cada día era
enterrado en cada minuto que vivió, su rostro desapareció, ese
rostro de felicidad que tenía, ese rostro que no ocultaba nada,
ni una lágrima resguardada por su alma que cada día entristecía
más; no obstante surgió de pronto… surgió como una lágrima,
como melancolía; él no tenía nombre a diferencia de todos los
que vivían a su alrededor… abrió los ojos y vio lo que hasta
hoy sigue siendo un misterio…
D
Oyendo la música a lo lejos, el hombre de la máscara
triste recuerda caminando solo, recuerda haber oído una voz,
su propia voz… sin darse cuenta, supo que era la primera
persona a la cual tenía que entender y conocer; convirtiéndose
así en su primer amigo, el amigo que sabía bastante como para
saber lo bueno y lo malo, empezó a darse cuenta de muchas
cosas que le fueron prohibidas decir… solamente él sabe a
quién van a ser destinadas, tal vez sea a la persona que le ayude
por su caminar, por donde muy pocos han pasado y por donde
nadie quiere pasar. Con una gran esperanza seguirá caminado,
oculto tras su máscara… sabe que las almas algún día
despertarán, y sabe que tanto la sombra de aquella mirada que
aún se le aparece, como el coraje que emana de su corazón por
seguir encerrado, no serán la salida y no serán la entrada, ni
siquiera aquella mujer la cual más que caerse fue aventada a esa
fosa de oscuridad y muerte… él sólo sigue en busca de algo
que tal vez no existe. Pasará el tiempo hasta el día en que vea la
verdad, y vuelva a regresar de donde salió, vuelva a regresar de
su propio exilio, en busca de algo que todos saben pero todos
temen; una sociedad que prefiere seguir corriendo, volando,
gritando con las manos atadas y su mente encarcelada bajo el
gran fantasma de la nada, el temor y la vergüenza, en donde
todo es superficial y las lágrimas no existen pero el dolor sí,
burlándose de los “porqué” de esas mayorías represoras de las
minorías, sin darse cuenta que tanto la una como la otra son lo
que quieren ser… nada.
�
IV.- Carta 3 (Impresiones de la Máscara)
o ha podido seguir el tiempo su camino por la
eternidad, el viento se extingue y se lleva consigo la
esperanza, la verdad, el amor, los sueños… han pasado siglos y
pasarán más, y muy pocos han sobrevivido, muchos más han
vivido en esa tierra de la discordia, unos cuantos han muerto
para ver más allá de los cadáveres con sentidos… La Máscara
Triste observando hacia el centro de su alma, en esa atmósfera
de infinita tristeza, en donde sus gritos son silenciados por el
sonido de las masas; se han desvanecido sus sentimientos. Él
ya no puede creer, está consciente de lo que pasa pero no lo
puede evitar, solamente espera a ese pedazo de imaginación
que ha logrado descifrar, se ha detenido en su lugar de
aislamiento, en donde puede observar todo y en donde puede
sentirlo todo, en un amanecer, en un atardecer, en el día o en
la noche, siempre y cuando sólo él exista…
N
No puedo saber lo que piensa en esos momentos, no sé
lo que siente… no lo puedo saber; en todo el camino que
llevamos hemos hablado muy poco, yo diría que nada; creo
que tengo que romper con esto; le pregunto pero no responde,
sólo se oye un balbuceo detrás de su máscara, para después
reírse… con una risa que se torna oscura con amor y coraje; se
pregunta si habrá salida o si existe una entrada, sólo cree en lo
que vive; se sienta en sus tantas personalidades creadas por la
nada, a pensar, a recordar, a ver, a sentir, todo en su mundo es
tan real como irreal…
El que no tiene nombre
23 de Julio
�
V.- Carta 4 (Misterios Terrenales)
antos fantasmas se aparecen para crear la falsedad
verdadera y olvidar los recuerdos; borrar… borrarnos
del lugar sagrado para el cual nacimos, hemos sido
asesinados… pero aún quedan fuerzas para seguir a esa alma
oculta tras su máscara… él sigue caminando sin encontrar una
respuesta en concreto, olvidando quién era o cuál era su papel
en esa gran obra de teatro, en la cual todos participamos… con
amor, con pensamientos y con la propia alma, pero él ya se ha
olvidado de cómo actuar, ya no quiere estar aquí.
Por primera vez ha roto el silencio, él me ha hablado,
era raro escuchar su voz, se oyó un poco extraña, la máscara
no lo dejaba hablar bien, o quizá tenía oxidada su garganta.
Pondré sus palabras como él me las dijo: “Puedo seguir
actuando hasta que mi cuerpo desaparezca, pero soy un simple
extra en esta gran obra y nadie quiere ser eso, yo ya no actúo
dentro de mi alma como todos los demás, ya no existo en su
T
obra, estoy más allá del cuerpo, de lo físico…” No entendí
muy bien sus palabras, pero supe de qué hablaba. Enseguida se
puso a observar todo lo que su alma alcanzaba a ver, él ya no
existe, mas vive con la esperanza de que algún día llegue
realmente a vivir; sigue soportando su condena, en donde
todos son felices, pero que por dentro están secos en la tristeza
y por sus venas corren sólo pensamientos hechos polvo, el eco
de su historia… ahogados por el fantasma de la vergüenza, son
azotados por cada palabra profana que sale de su boca…
Por un momento el hombre triste se sintió perdido, se
dejó caer esperando la muerte, su mente en blanco, su alma
triste, su corazón sin sentido…
Dios, ese Ser misterioso y enigmático, tiene origen en la
eternidad y sus palabras están destinadas a los cuatro puntos
cardinales, pero desgraciadamente nadie las escucha… Ese
Dios que existe en todos lados, le ha hablado… se han
detenido los dos a conversar, yo solamente observo, se han
puesto a hablar como nunca lo habían hecho, a meditar, a
soñar, a crear una atmósfera jamás sentida por un ser humano,
le dijo tantas cosas que yo no puedo descifrar.
Después de haber pasado el tiempo de perfección, Dios
se ha retirado, solamente para que aquel ser triste siguiera
caminando, en busca de lo que únicamente él sabe…
Ya todo lo ha dejado… aquella sombra que se
desvaneció así como apareció, también el gran recuerdo que
durante años ha tenido se va borrando poco a poco; aquella
alma que cayó en la fosa ha desaparecido… Pero por desgracia
o por fortuna, no lo sé, aumentó una sensación extraña… de
tristeza, de lejanía; se le apareció algo que jamás hubiera
imaginado, no pudo distinguir qué fue, pero le agradó así
como le desagradó, inspirándole inocencia, algo que nunca
había sentido… a veces le siente odio, a veces le siente amor,
es como un espíritu que revolotea en su ser, desaparece y
aparece cuando menos lo espera, no puede adentrarse en sus
pensamientos.
El ser triste aún está seco de sus mejillas, no ha sentido
ni ha visto lo que realmente debería a causa de un efecto así…
El tiempo llegará de repente y él sabrá cuándo y quién será…
Mientras pasa el tiempo él seguirá caminando solo con su
máscara triste, ocultando su rostro bajo las lágrimas del cielo,
en ese lugar de soledad y tristeza, viviendo en la tierra de la
melancolía, envuelto en su odio, en su amor y en su esperanza
hasta que Dios le permita quitarse la máscara, y enfrentarse a
los tantos demonios que existen… aquí y en su mundo.
El que no tiene nombre
12 de Septiembre
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VI.- Carta 5 (Reflexión)
bservo a todos lados, sólo veo cuerpos moviéndose sin
su propio consentimiento, amarrados, golpeados por
sus temores y pensamientos, caminan con su piel hecha
pedazos y su sangre congelándose en su oscura frialdad;
pareciera que yo no existo entre ellos y tal vez es porque no
pueden verme; me doy cuenta de que estoy muerto en su
mundo, por momentos surge una risa de tranquilidad, de
bienestar por no ser uno de ellos, pero cuando pasa el tiempo,
conoces por primera vez la soledad.
Se escuchan risas, burlas e insultos, y yo aislado en un
rincón empiezo a escuchar voces, pero más que eso, es como
si una persona distinta me hablara al oído cada cinco minutos,
ya sea el coraje más grande que se pueda imaginar o la más
estúpida y simple cursilería.
De esa manera viví durante un tiempo indescifrable,
por desgracia o por fortuna me ha gustado, tal vez fue el
O
momento en que supe las normas del amor, y en ese mismo
momento conocí el verdadero coraje… coraje a toda esa
sociedad corrompida a la cual mi amor pertenecía. Más que
aislarme ellos, me aislé yo mismo, debo confesarlo, yo mismo
no me aguantaba, me insultaba, y si hubiera sido lo bastante
estúpido no estaría escribiendo esto, ya que me hubiera
suicidado…
Cuando menos me lo esperaba, se me presentó una
oportunidad, buena, mala, en ese momento eran ambas; una
oportunidad que para muchos, sino es que para todos, era
buena en la situación en la que me encontraba, mas yo la
rechacé; de lo contrario sería una persona “alegre” con “ideas”,
“popular”; afortunadamente me di cuenta de que elegí el
camino correcto; así también me he dado cuenta de muchas
cosas que tal vez los demás no quieren ver, prefieren ser una
masa, máquinas o personas sin sentidos, a las que les importa
más su popularidad y su jerarquía social, en lugar de ver más
allá de lo que sus ojos y su cerebro profano logran ver…
… Creo que ha terminado esa etapa de coraje hacia esa
sociedad, sé que no todos son iguales, y mucho menos que
exista la igualdad; creo que estoy loco por ser más distinto de
lo que se está permitido, pero puedo sentir, puedo pensar,
puedo soñar más que esos cuerpos sin sentidos que siguen
viviendo una vida sarcástica… Me viene a la mente una
pregunta, tal vez a aquel que es un nihilista le parecerá una
estupidez y solamente soltará una risilla, los demás, la
contestarán con una respuesta simple o no la responderán o
dirán un montón de tonterías, pero eso sí, seguros de lo que
dicen sin saber de lo que hablan. La pregunta es, si crees en
Dios ¿Por qué crees en Él? Es una pregunta aparentemente
sencilla, mas no lo es… cuando tus ojos logren por primera
vez distinguir más allá de los prejuicios, de lo bueno y de lo
malo, cuando tu alma se sienta realmente libre, cuando sepas y
estés consciente que en las religiones existen administraciones,
dogmas, ideas contrapuestas, habladurías, que todo esto es
distinto de la verdad, que la religión está atrayendo los
problemas, las falsedades, las mentiras, la hipocresía, de la cual
todos son esclavos con corazones llenos de resentimiento, te
darás cuenta que hay que cambiar pronto todo sistema… y tal
vez exista algo que no sepamos qué es… algo bueno.
Quién soy yo para escribir y decir cosas que para
algunos son pura y simple profanidad, no lo sé, sólo digo que
la religión no es lo mismo que el dogma…
Pasaré los años caminando, en un mundo tan real como
en el que tú vives, melancólico, solo, triste, oscuro y frió…
buscando la diferencia dentro de la diferencia, hasta que la
lágrima encuentre un lugar donde caer (hasta hoy lo
desconozco), un lugar tan secreto como tú falso reflejo.
El día de hoy me han pasado tantas cosas, he sentido
cosas indescriptibles, y solamente me dan ganas de llorar, mi
odio pasó a ser un mal recuerdo de mi persona, lo he guardado
para casos extremadamente especiales. Esa sociedad a la cual
yo odiaba, no cambiará, puras farsas e incoherencias seguirán
existiendo en su vida, y me doy cuenta de que, aunque no
quiera, soy parte de esa sociedad. No me ven, no existo para
ellos, pero ahí estoy, parado observando la muerte del Sol y de
la Luna bajo el árbol que llora con melancolía…
Estoy consciente de que todos estamos en un mismo
mundo y no en distintos como yo creía, pero ellos viven
encerrados dentro de una pequeña parte de éste, rodeados de
grandes montañas de prejuicios, idiosincrasias, religión,
falsedad e hipocresía; yo he podido traspasar esa gran muralla y
he visto grandes cosas, cosas distintas a las que en aquel lugar
de la sociedad existen; he visto lugares tan maravillosos… creo
que sentí la libertad. A veces pienso que nadie ha sentido la
libertad, solamente esas personas que logran escapar de la
anarquía de las jerarquías satanizadas. Ahora que estoy afuera,
tendré que seguir caminando, ya que este lugar es más grande
que tus propios pensamientos; lo que hay más allá de tu límite,
lo que sobrepasa esas montañas que se te hacen imposibles de
pasar, no lo entenderías con palabras; no te puedo describir lo
que estoy viviendo en estos momentos, creo que estoy más
vivo de lo que pensaba, pero estoy muerto a tus ojos.
Estas palabras son solamente para aquellos que las
entiendan, espero que tú las entiendas y que me enseñes otro
punto en el infinito mundo en el que vivimos y espero darme
cuenta de si eres la diferencia dentro de la diferencia, y si
puedes llegar a ser la lágrima más transparente y más cristalina
que exista…
Tear
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VII.- Cae la Máscara
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©Marcel Pérez Córdova Tear & Zethra
2011