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La base empírica de la perspectiva humanista de Maquiavelo.
Luis Felipe Jiménez JiménezUnidad Académica de FilosofíaUniversidad Autónoma de Zacatecas
Resumen: La presente comunicación consiste en: primero, establecer la novedad del uso
experimental hecho por Maquiavelo de la historia en la construcción del discurso político moderno;
y, segundo, cómo se hace posible una ruptura teórica al interior de la discursividad política clásica,
la cual conduce a la forma moderna de comprender el sentido de la política, y a la construcción de
principios que permiten prever la posibilidad de la producción de hechos o fenómenos políticos.
Palabras Clave: Maquiavelo, Bacon, Filosofía Política, Empirismo.
Es innegable que Bacon tiene el mérito de haber perfeccionado y popularizado el
método que se conoce como “experimental”. Éste consiste en no tener en cuenta
los sistemas que le precedían, y en demandar a los resultados de la experiencia
un conjunto de hechos de los cuales se puede inducir principios universales, ni
más ni menos. Pero si se recuerda que el único resultado positivo que obtuvo
Bacon fue el divorcio definitivo de la filosofía con el aristotelismo, dominante
durante la última parte de lo que hoy conocemos como la Edad Media, sería
curioso observar que, no diríamos el adversario, sino el émulo del Estagirita, es
afectado por la misma meta que lo había sido Aristóteles:
<Había admirado la audacia de Aristóteles que, poseído por la impetuosidad de su espíritu de contradicción, y declarando la guerra a toda la Antigüedad, no sólo inventa un nuevo lenguaje en su nuevo arte, sino que se esfuerza en desplazar y destruir toda la antigua filosofía de modo que no nombra jamás a los viejos autores y no hace nunca mención de sus doctrinas>1
Con un ardor no siempre constante, el barón de Verulamio está atento a todo lo
que tiene que ver con la ciencia, al punto de proclamar la legitimidad del deseo
que tiene el hombre de descubrir las Formas o leyes inviolables de la naturaleza.
1 F. Bacon, Del Adelanto y Progreso de la Ciencia Divina y Humana, Lib. II, p.211.
Y sólo a partir de esa revelación, producida a través de la ciencia experimental y el
método inductivo, el hombre se puede elevar “a nuevas actividades y modos de
operar”, como lo dice con su característica elocuencia.2
El fin de la ciencia como lo comprende Bacon, “es el descubrimiento no de
argumentos, sino de artes; no de cosas conforme a los principios, sino de los
principios mismos; no de razones probables, sino de designaciones e indicaciones
para la acción”. Pero, con una extrema prudencia, hace “germinar los axiomas
invariablemente por un medio totalmente graduado, que llega en última instancia a
los principios generales”.3 Sabemos que lo consigue por la inducción “que es –
según Bacon – la forma de demostración que garantiza el sentido de todo error,
que sigue a la naturaleza, que es vecina de la práctica y van casi mezcladas”.4
Percibir la práctica de este método enunciado como una novedad por Bacon, no
niega la validez de su aplicación hecha muchos años antes por Maquiavelo en la
historia y en la política.
Los hechos históricos son y no actúan en función de descubrir leyes sobre lo que
ellos son, sino que de esos hechos se extraen preceptos de conducta en virtud de
los cuales el príncipe impedirá la producción de hechos nocivos y atribuibles a la
seguridad y a la grandeza de su gobierno, y favorecerá la producción de hechos
históricos de los cuales puede depender su grandeza y su fuerza. Hay entonces
2 F. Bacon, F. La Gran Restauración, II, Aforismo XVII, p.229.
3 Ibídem, p.64 y 66.
4 Bacon había leído a Maquiavelo, de hecho lo cita; además es un conocedor a profundidad de la política de su época, especialmente la de los papas Borgia y Clemente VII, que recuerda haber estudiado en Guicciardini. Véase, F. Bacon, Del adelanto y progreso…p.114 y 351 y La Gran Restauración, p. 96.
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una tabla de hechos históricos donde el autor no investiga la razón de ser de la
política, y de ahí una grave objeción a la cual me referiré más tarde. Por ahora,
puede observarse que el proceder de Maquiavelo consiste en tomar aisladamente
un cierto número de hechos dignos de atención en los actos de conducta de los
grandes hombres, los cuales por lo demás permanecen en el orden de los hechos.
Por ejemplo, cuando a la muerte de Alejandro Magno sus generales quisieron
mantener sus nuevas posesiones, éstos habían observado previamente la
situación del país antes de la conquista, por lo que la causa de la pérdida de
dichas posesiones se debió exclusivamente a las divisiones internas y no a la
resistencia de los pobladores. En efecto, dice Maquiavelo, que todos los
conquistadores permanecieron firmes en sus nuevos dominios al hallarse estos
territorios en las mismas condiciones políticas en que Alejandro el Grande había
encontrado a Persia, una parte de la India y Egipto, es decir, embrutecidos por el
régimen de los sátrapas o el gobierno de los sacerdotes.5
En éste caso, como reconoce H. Butterfield siguiendo un análisis semejante, en la
conclusión anteriormente dicha hay mucho de verdad y es ello lo que permite que,
reunido un considerable número de interpretaciones sobre hechos históricos, se
pueda formar un manual, objetable si se quiere, pero completo, sobre la conducta
política, para el uso no sólo de príncipes sino de todo gobierno regular,
independiente de la forma. 6
No obstante, podríamos objetar con Guicciardini, que es
5 N. Maquiavelo, El Príncipe, Cap. IV, p. 45.
6 H. Butterfield, Maquiavelo y el arte de gobernar, pp.71- 80.
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<un grave error manejar las cosa de este mundo en forma indiscriminada y general, aplicando, por así decirlo, fórmulas de validez universal; porque todas presentan diferencias y excepciones por la diversidad de sus circunstancias, que no se pueden medir con el mismo rasero...>7
Sin duda, Guicciardini objeta la experiencia que cualquier estudioso atento del
Príncipe podrá encontrar en esta obra, si llega a tomar cada uno de los hechos
históricos descritos por Maquiavelo, - lo cual vale todavía más en el caso de los
Discursos -, no le será difícil cuestionar cada uno de ellos y llegar a consecuencias
contrarias. Sin embargo, si partimos de sus experimentos, podemos conocer el
proceder de Maquiavelo y estaremos en condiciones de ver cuáles eran las
ventajas y desventajas de su método.
Las ventajas son fáciles de establecer, pues en suma el experimento no es más
que un proceder del entendimiento, propicio a dotarse de esa cualidad que es la
experiencia. ¿Quién puede objetar algo contra la superioridad de un hombre
experimentado en el arte de la guerra o en el arte de escribir frente a un aficionado
a cualquiera de esas artes? Es lo mismo en todas las cosas y, en política, un
hombre que se sienta a hacer teoría sin haber estudiado la historia, no puede
pasar de ser un vago especulador. En ese sentido, es exacto decir que las reglas
de la política se deducen de la historia. Ahora bien, esto no es absoluto. Se
requiere que las consecuencias experimentadas estén bien contenidas en los
hechos descritos, de tal suerte que la interpretación sea exacta, sin nada de más
ni de menos.
Sobre este aspecto Bacon era radicalmente crítico, observaba que las nociones
del espíritu son “como el alma de las palabras”, pero como la base de todo edificio
7 F. Guicciardini, “Recomendaciones y Advertencias”, en Historia de Florencia, 1378-1509, Recomendación 6, p. 45.
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son vagas, azarosas o extraídas por un falso método, es decir, deben estar muy
bien determinadas y circunscritas o si no toda la edificación está amenazada de
ruina.8 En otra forma, si en la determinación del hecho experimentado hay alguna
cosa de más, se tiene derecho a refutar la conclusión a la que se ha llegado,
mostrando que ese hecho no ha sido probado; e igualmente ocurre si hay algo
tomado de menos en la determinación del hecho, pues justo eso sirve para
mostrar que la conclusión a la que se ha llegado no es completa.
Ahondemos más en esto: supongamos que un número considerable de hechos
históricos son agrupados por series similares, y la experiencia hace que cada
hecho similar dé como resultado consecuencias semejantes. No cabe duda que se
podría extraer una regla de conducta política del examen de las consecuencias y
aceptarlas como absolutamente válidas, sin cuidarse de haber llegado a una
conclusión demasiado apresurada o poco filosófica. Con ello, nada objetaría que
hayamos omitido algún hecho de la naturaleza al afirmar nuestras conclusiones, y
tampoco estamos en condiciones de acudir a otra cosa para afirmarlas, por lo que
suponemos ese hecho como resultante de las consecuencias contradictorias de
donde hemos sacado las conclusiones. Pero tampoco nos prueba que por la
omisión de algún hecho de esa naturaleza al afirmar nuestras conclusiones, la
serie futura de hechos no deba comportar la presencia de un hecho semejante al
omitido que contradiga nuestras conclusiones.
Si se objeta que partiendo de ese exceso o ese defecto, se destruye la
certidumbre a la que creemos haber llegado, se puede responder que en el
8 F. Bacon, La Gran Restauración, II, Aforismo XVI p. 227.
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terreno moral o político los hechos son pocos y que no pueden surgir más que de
nuestro propio ámbito de existencia. Por el contrario, en el orden psíquico, podría
decirse que los hechos son innumerables, lo que muestra que los resultados de la
experimentación son discutibles, pues sabemos que sólo después de un
sinnúmero de experiencias hechas por millones de hombres y durante años,
pueden confirmarse.
En las ciencias naturales, por ejemplo, en un experimento como el de la luz de
Euler, nos previene este físico del siglo XVIII, que la luz avanza por un mismo
medio, éter, aire o algún cuerpo transparente. La propagación se hace siguiendo
las líneas de numerosos rayos, atendiendo a que ellos parten de un punto brillante
en todo sentido, lo mismo que los rayos de un círculo o de un globo parten del
centro.9 En principio, les debemos creer a los físicos esta tesis, porque han hecho
el experimento tantas veces como les parezca necesario hasta asegurarse que no
hay ninguna contradicción en el fenómeno y en el enunciado concluyente. Sin
embargo, con el tiempo, los físicos añadirán al experimento de Euler las
excepciones, las variables del fenómeno y los casos particulares perfectamente
determinados o que con más probabilidad puedan ocurrir, sin que ello signifique
desvirtuar la ley que han establecido.
Esta teoría sólo sería corregida, no refutada, en el siglo XX, lo que prueba que
para un físico, mientras las grandes autoridades en la materia no contradigan los
resultados obtenidos por la aplicación a los hechos del método experimental, éstos
son válidos. ¿No es esto una prueba clara de que el método experimental es
9 L. Euler, Lettres á une princesse d’Allemagne sur divers sujets de Physique et de Philosophie, Carta XX, pp. 84-88.
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absolutamente adecuado para las ciencias naturales y sólo relativamente certero
en las ciencias del espíritu?
Mas, el empleo que hace Maquiavelo de este método, se esfuerza por extraer lo
absoluto de lo relativo que no puede estar contenido por lo que está allí presente.
Dicho de otro modo, el secretario florentino toma un cierto número de experiencias
o, para decirlo de manera más simple, aprisiona un puñado de hechos históricos,
pero los toma tal cual, sin definirlos. Y si bien no puede presumir conocer a fondo
todo el orden moral y político que lo rodea, sí establece un armazón racional que
asume lo objetivo, es decir, lo que siempre es, pero también lo que ocasiona la
fortuna, lo que está más allá de lo que se puede prever. Estos dos elementos se
convierten en las direccionales que posibilitan determinar sus juicios.
Evidentemente, los resultados obtenidos nunca serán tan certeros como los de las
ciencias naturales y estarán siempre bajo el margen de la incertidumbre y de cierta
imprecisión en el análisis (lo cual también pasa en las ciencias naturales, aunque
quizá con un menor margen de error).
El empirismo histórico que practica Maquiavelo se traduce así en un método, no
del rigor y la objetividad universal, sino en un análisis de las posibilidades
incluyendo el caso particular que siempre se escapa a la clasificación o que no se
puede probar por la experiencia inmediata. Dejar de lado ese plus, que es el de la
fortuna o azar, significa para el investigador político poner la interpretación de la
suma de hechos que ha seleccionado en manos de una instrumentalización de la
razón que será incapaz, si no de explicarse, por lo menos de reconocer sus
límites.
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Y a todo esto se añade, el elemento subjetivo, la pasión o los deseos del individuo.
En efecto, Maquiavelo, como muchos de los intelectuales que le son
contemporáneos, por ejemplo Guicciardini, canalizan sus análisis impulsados por
el ardor de su patriotismo10. El secretario florentino es un hijo del siglo XV, imbuido
por el espíritu de la época. Como burócrata experto, Maquiavelo es un
representante activo de la política municipal, conoce sus limitaciones y sabe que
esa estrechez es la causa que le hace víctima de los poderes extranjeros; ve en
cada caso particular una clave para deducir su diagnóstico general. En fin,
florentino discierne cada hecho particular, no como un testimonio periodístico,
como un relato en el que se narran de forma inconexa una suerte de
arbitrariedades, sino que le sirven para discernir y evidenciar, lo que quizá todo el
tiempo la humanidad ha sabido y pocas veces reconocido como en este caso, que
la crueldad es la base de la política y que la moral y la fe, no por la flaqueza de un
hombre como Maquiavelo, sino porque los nuevos tiempos lo exigen, sólo son
instrumentos para ejercer esa crueldad de un modo más sofisticado y sutil.11
Los defensores de la “Razón de Estado”12, constituyen la prueba de lo
escandaloso que eran para la política contemporánea y subsiguiente la radicalidad
de las conclusiones del secretario florentino, y por ello entran de inmediato a
10 N. Maquiavelo, El Príncipe, XXVI; F. Guicciardini, Op. Cit., Recomendación I, p.41.
11 N. Maquiavelo, El Príncipe, VIII; Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio, I, 25; II, 23, 30; III, 3.
12 Por ejemplo, J. Bodin en su República (1576), concibe el Estado de Derecho a partir del concepto de soberanía; o las obras como las de G. Botero, La Ragion di Stato (1589), J. Mariana, De Rege et Regis Institutione (1611), P. Rivadeneyra, Tratado de la religión y virtudes que debe tener el príncipe cristiano ( 1595), C. Clemens, Machiavellus Iugulatus (1637), las cuales pretenden buscar una conciliación entre la norma política y la norma moral.
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cauterizar las heridas producidas, buscando una justificación metafísica que
legitime el descaro con que describe Maquiavelo el hacer de la tecnología política.
Esa actitud nos lleva a comprender que el empirismo histórico empleado por
Maquiavelo en sus análisis, poco podía interesarse en hacer una petitio principi o
pretender formular una teoría del Estado, que pusiera orden al juego de la política.
No es que el florentino promueva un caos político, por el contrario, lo que
comprueba a través de su método es que se necesita un orden y que lo ideal es
una organización política estable, la cual requiere como primer principio un
gobernante fuerte – El Príncipe - y luego una estructura institucional sólida – Los
Discursos -, que supere la inestabilidad de los regímenes militares, de las
teocracias o, en síntesis, de los autoritarismos fundados exclusivamente en el
factor fuerza de las armas o de las supersticiones.
Aún más, la búsqueda de un orden dentro del caos de la política, lleva a
Maquiavelo a no preferir una forma de gobierno más que otra. La monarquía o la
república son para él formas de gobierno probadamente aceptables, en tanto que
cada uno mantenga por esencia su organización. En ello está el principio de la
política que podría llamarse inherente y que consiste en prevenir la disgregación
de los elementos que la componen.13
En resumen, en lo que concierne al uso del método experimental, Maquiavelo lo
aplica con todas las ventajas e inconvenientes que caracterizarían, casi un siglo
después, al empirismo de Bacon. Pero al igual que en el caso del barón de
Verulamio, lo importante no es el descubrimiento del método, sino lo que
13 N. Maquiavelo, Discursos, Lib. III
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descubrió con él. En uno, el camino para la práctica de la ciencia natural; en el
otro, la base para la construcción del Estado moderno. Ninguno de los dos hace
una metafísica o, mucho menos, una razón de ser del hacer científico o político.
Particularmente, en el caso de Maquiavelo, las conclusiones que llega a
establecer con su método experimental-histórico consiste, en primer lugar, en
precisar qué es necesario rechazar en los estados modernos: las teocracias, la
supresión del poder temporal de los papas, las tiranías militares, el uso de tropas
mercenarias. Y, en segundo lugar, proclamar lo que es necesario para todo estado
moderno: la unidad nacional, el sentimiento patrio, que para algunos lleva implícita
cierta idea de la soberanía popular o por lo menos la necesidad de todo gobierno
de tomar en consideración el interés del pueblo.14 Que lo que se prueba por
experiencia es que la libertad no es cuestión de un dejar hacer sin ton ni son, sino
que no puede nacer ni desarrollarse más que con la ayuda de un poder ejecutivo
fuertemente constituido y unas instituciones sólidas y estables.
En una palabra, la experiencia inmediata y la historia demuestran que si un orden
social aspira a ser un orden político bien constituido, un estado absoluto como ya
empezaba a ser Francia o lo había sido la Roma republicana - y como era el
querer de muchos coterráneos de Maquiavelo en su momento respecto a Italia -
requiere de un canalizador de las pasiones masivas y de los deseos particulares
de sus ciudadanos hasta llevarlos a un fin más elevado, es decir, a realizar y
conservar la libertad. Por consiguiente, se requiere del control de la violencia, de
14 Es la interpretación de ciertos teóricos marxianos como A.Gramsci. Notas sobre Maquiavelo, sobre política y sobre el estado moderno, pp.28-32, L. Althusser, Maquiavelo y nosotros, p. 61 y ss., o mucho más moderados como A. Renaudet, Maquiavelo, pp. 210-224 y 311-328.
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su domesticación y legitimación, lo cual sólo se consigue a través del derecho, que
es hacia donde Maquiavelo proyecta el nuevo campo experimental de la política
moderna.
Bibliografía
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