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TEXTO BORRADOR DEL PUBLICADO EN Luna, R. y Scribano, A. (Comp.) Contigo
Aprendí…Estudios Sociales de las Emociones. ISBN 978-987-9357-74-3 CEA-CONICET-
Universidad Nacional de Córdoba–CUSCH- Universidad de Guadalajara. Córdoba. 2007,
Pag. 233-47
Emociones y subjetividades. Continuidades y discontinuidades en los modelos culturales. Dr. Rogelio Luna Zamora(1) Departamento de Estudios Socio-Urbanos. Universidad de Guadalajara Introducción
En este trabajo se contemplan a las emociones y los sentimientos como
respuestas bio-psico-sociales de los individuos en su interacción social. En otros
términos, las emociones y sentimientos constituyen respuestas neurofisiológicas
heredadas de nuestra evolución biológica, pero siempre vinculadas a esquemas y
modelos –lingüísticos y conceptuales- culturales. Se entiende aquí a las emociones
como un sentimiento experimentado por los individuos, pero que sólo es posible
explicarlas y darles sentido a partir de una evaluación –cognición- vinculado a
prescripciones de corte moral y creencias existentes en el orden social en el cual el
individuo se desenvuelve a lo largo de su vida. Es decir, los sentimientos y
emociones subjetivas además de tener una intercontextualidad –situación-, tienen
que ver con un contexto histórico cultural determinado, que es el que le ofrece al
individuo sus códigos para sentir y expresar sus vivencias emocionales y afectivas
de manera efectiva.
La perspectiva que aquí se sostiene es la de una sociología construccionista
que se constituye en una ciencia que permite dar cuenta de la cultura como una
estructura de parámetros normativos, significados y creencias, que hacen legible lo
que el individuo piensa y siente; y aún más, determinándole en gran medida lo que
puede sentir y vivir en la vida cotidiana y aún en sus pensamientos más íntimos.
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Después de destacar los componentes socioculturales de las emociones, se
hace un breve recorrido por la sociología y sus pensadores clásicos, para arribar a la
constitución de la sociología de las emociones y concluir con las características
teórico-metodológicas del construccionismo.
Las dimensiones sociales de las emociones
¿Es la emoción lo que se “siente” o lo que decimos que “sentimos”? ¿Cómo
podemos explicar y definir la reververancia afectiva (fisiológica-afectiva) que en un
momento o estado de confusión podemos sentir, pero que no presenta nitidez
analítica-conceptual alguna, y que ya sea conceptual o descriptivamente somos
incapaces de interpretar? (Solomon, 1984)
Cualquier emoción puede ser analizada a partir de sus cuatro componentes: a)
sentimiento, b) gestualización expresiva, c) conceptos relacionados y d) normas
regulativas (Gordon, 1990:147). El primero se refiere a la génesis de la emoción, es
decir, cómo se vive o se experimenta una emoción o sentimiento –es la sensación-.
Este ha sido el punto más controversial dentro de los dos grandes enfoques que
estudian las emociones: los organicistas o naturalistas, versus, los construccionistas.
El segundo componente se refiere a la expresión y gestualización fisiológica, corporal;
típicamente, es la conducta, la gestualización y manifestación corporal que involucra
una emoción. Estos dos primeros componentes son la sustancia de aquellas
emociones que son más fácilmente observables en términos fisiológicos y
conductuales. Las ciencias de la conducta y neurofisológicas que observan los
mecanismos neuro-psico-motores que están en la base de las sensaciones –
sentimientos-emociones-, han ofrecido importantes avances en el conocimiento de
las bases orgánicas donde descansan nuestras estados emocionales.
Los dos componentes restantes relacionados con creencias y normas
prescriptivas, tienen una clara y directa relación con procesos socioculturales, en los
cuales los procesos lingüísticos son más evidentes, de aquí su privilegio de ser
1. Correos electrónicos: rluna@cencar.udg.mx; rlunazamora@gmail.com
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perspectivas estudiadas por la sociología y en particular, desde una perspectiva
construccionista (Hochschild, 1990; Armon-Jones, 1986; Kemper, 1990a).
La emoción para la perspectiva construccionista, podría definirse como la
consciencia de la experiencia sentida, psicológica, subjetiva, que típicamente y de
manera simultánea, combina los cuatro elementos siguientes y en el orden
expuesto: a) evaluación de la situación, b) cambios en las sensaciones fisiológicas, c)
la libertad o la inhibición de gestos expresivos, d) un nivel cultural identificando
específicamente la constelación de los tres primeros elementos (Hochschild, 1990).
El concepto de construcción social y para los fines de este trabajo, tiene
relación con al menos dos dimensiones: la primera se refiere al proceso de
construcción de sentidos y significados de los conceptos emocionales que de
manera “natural” realiza todo grupo social en la interacción entre sus miembros, así
como con su entorno físico o natural. Una de las construcciones arquetípicas de
esta dimensión, sería lo que en las ciencias sociales se conoce como cultura
popular o folcklórica. Por supuesto, cualquier grupo social o clase social, que se
distingue por ciertos razgos de identidad y “homogeneidad” cultural (en referencia a
sentidos compartidos), sean éstos hegemónicos o subalternos dentro de la
macroestructura social, genera este proceso de apropiación y generación de sus
propios vocabularios y sentidos, no sólo de las emociones propiamente dichas, sino
del conjunto de actividades de diversa índole que realizan sus miembros.
La segunda dimensión, tiene que ver con el papel del observador(a)
científico(a). Aquí la perspectiva del observardor(a) es crucial en el sentido de
orientar su estudio hacia la “reconstrucción” de la construcción que hacen de las
emociones -y de cualquier otra actividad sociocultural- la sociedad local o grupo
social en estudio, para lo cual debe conocer a profundidad los códigos culturales
locales, las significaciones precisas y situacionales en que se refieren a sentir una
emoción específica con un significado muy preciso y particular.
Esta corriente parte de la consideración de que es el pensamiento social,
construido sobre la base de un repertorio cultural (lenguaje, normas y valores, juicios
y creencias) el que otorga significados cambiantes a una misma emoción y a las
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diversas emociones, constituye el marco de referencia sobre el cual los actores
nativos definen la situación y la emoción correspondiente a tal situación e
interacción, las cuales típicamente se encuentran estructuradas y ordenadas, es
decir, inmersas en relaciones de jerarquía, de convenciones, intereses y normas
reguladoras. Es a partir de la valoración y definición del actor en correspondencia
con este andamiaje de significados, como el actor regula su vivencia y expresión
emocional. Pero también ocurre lo inverso, la interacción social a veces procede
sobre la base de que emociones parecen estar presentes, no necesariamente sobre la
base de cuales son las que están siendo sentidas. La organización social de una
emoción puede ser total o parcialmente independiente de lo que un individuo en
privado esta viviendo.
En otros términos, la coherencia de los elementos de una emoción están
mantenidos por fuerzas psicológicas y sociales. El significado de una situación
particular evoca sentimientos específicos que son manifestados a través de ciertos
gestos expresivos y acciones instrumentales, a lo cual otras personas pueden
responder con aprobación o desaprobación, simpatía o indiferencia.
Estructura y modelos del pensamiento psicosocial
Geertz (1973:90) plantea que los modelos culturales a la vez que son reflejo de
la realidad psicosocial –objetivándola, haciéndola concreta y contundente-, pero a la
vez generando pensamientos y formas de ver el mundo social en a partir de la
interacción cotidiana y en su reproducción diaria de los significados y parámetros que
definen las interacciones de los actores.
Los miembros de una comunidad reciben estos significados y sentidos
aprendidos en su cultura de suerte que le permiten dar sentido a su subjetividad –
pensamientos, deseos y emociones- y le habilitan para desenvolverse de manera
correcta en sus interacciones cotidianas con su entorno social. Socialización,
diferenciación, jerarquización, entre otros parámetros, permiten que al actor individual
ubicarse en su entorno social, definiendo su situación respecto de los miembros que le
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rodean. Es papel del sociólogo considerar la definición del actor respecto a su propio
mundo emocional, considerando las situacionales estructuradas, esto es los
modelos relativamente sostenidos y perdurables de las relaciones sociales, de
donde se deriva que aún las llamadas emociones primarias y universales(2) las
cuales están también sujetas a estos condicionamientos de la estructura social
(Gordon, 1990:150).
Efectivamente, la estructura social afecta el flujo de la emoción a través de al
menos tres procesos interactivos. Por diferenciación, las sociedades o subgrupos
distinguen en su lenguaje y conducta social una emoción dentro de muchos otros tipos
-el enojo puede ser culturalmente identificado en muchas de sus variaciones, por
ejemplo, irritación, furia, celos o venganza-. A través de la socialización, los individuos
aprenden a sentir, a atender, a expresar y reconocer la particular emoción identificada
en su grupo social. Finalmente, el manejo de los sentimientos es la regulación tanto
de la expresión y el sentimiento mismo, de acuerdo a las normas de rectitud. Estos
tres procesos sociales ligan la gran estructura social con la experiencia y conductas
emocionales de los individuos (Gordon, 1990:151).
De esta manera, los modelos culturales conforman una estructura más o
menos estable, que ofrece al individuo una vía de organizar su propio lenguaje y
pensamiento. Cualquier emoción, desde esta perspectiva, no es otra cosa que un
constructo o herramienta que vamos aprendiendo a manejar desde nuestra infancia,
internalizando su significado y sentido, apropiándonos de cuándo corresponde su
expresión y hasta dónde sentir y hasta dónde externala, haciéndola visible a los
demás. Las emociones están así participando en todo proceso y en todo momento, en
las interacciones cotidianas (Walton, 2005).
Para nuestros fines vamos a entender por estructura social la configuración o
modelo persistente de las relaciones sociales que establecen contingencias
2. Se le llaman emociones básicas a un reducido grupo de emociones, conocidas también como primarias o primitivas, las cuales tienen carácter universal en cuanto se observan y se presentan en prácticamente todo tipo de sociedad, en todo los periodos históricos, y aún son observables en diversas especies de animales superiores y en los bebes humanos. Típicamente se incluyen en este grupo, el miedo, la ira, el regocijo, entre otras pocas. Es decir, aquellas que tienen o presentan claramente un diseño fisiológico o somatización (Ekman, 1994; Panksepp, 1994).
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situacionales y constreñimientos, motivando conductas y emociones (Gordon, 1990).
La intensidad y cualidad, el objeto y la forma de las reacciones emocionales
dependen de la cultura emocional, por ejemplo, las mujeres en contextos rurales es o
era común permitirles ser más espontáneas en el contexto privado, pero inexpresivas
en público o al menos más recatadas, el control sobre su conducta pública es
característicamente más estricto que la conducta pública de los varones.
La cultura emocional incluye el vocabulario emocional, normas (regulación de la
expresión y el sentimiento), creencias acerca de las emociones (por ej. la idea de que
reprimir las emociones es un hecho desequilibrante, o vivir una emoción con mucha
intensidad puede llegar a enfermar) y valoraciones (el juicio de que tener miedo y
sucumbir al miedo es cobardía). Es decir, para cada emoción, aprendemos diferentes
vocabularios asociados a ella, normas y creencias acerca de cada una de las
emociones, de acuerdo a estándares determinados por una cultura local (Gordon,
1990:145, 152).
En ocasiones, la estructura social y la cultura emocional producen efectos
emocionales independientes. Es decir, que no siempre las reacciones de una relación
estructurada son las esperadas por la prescripción social (Gordon, 1990:146).
Los efectos de la estructura social de gran escala en la emoción, están
mediados por grupos más pequeños o instituciones en las cuales los individuos
participan directamente. La articulación de la estructura social depende de
interacciones microsociales, de nexos interpersonales, por ejemplo, matrimonios,
relaciones en el crecimiento de los hijos, las redes sociales, a través de los cuales las
estructuras macrosociales tienen sus efectos. Estas transformaciones en los roles
sociales y familiares, implican cambios emocionales ligados a cambios en la estructura
familiar que van de la mano con cambios de estructuras mayores.
La construcción social es más evidente en el vocabulario emocional y en la
regulación que gobierna la expresión y el sentimiento, en situaciones definidas de
relevante significado para la emoción, y en la instrumentación de la conducta.
(Gordon, 1990:147-8) Por ejemplo, la regulación emocional que imponen las reglas y
tradiciones del cortejo para conseguir un compañero(a) amorosa (o).
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El control social tiene relación con el tiempo (intensidad y duración sentida y su
expresión) de la emoción. Desde el hecho de que hay emociones que por su gran
intensidad son “disruptivas” como la rabia en su versión de ‘coraje intenso’, las cuales
suelen ser de de corta duración, mientras que, en contrapartida, hay emociones de
largo plazo, cuasi “permanentes” de tipo pasionales. Estas últimas pueden dividirse a
su vez, en suaves o lights, sentimientos ligeros, mesurados en su sentimiento y
expresión –como el aprecio, el amor maduro, la lealtad, la gratitud-, o bien, como el
deseo de venganza, el odio y el rencor, permanecer en el trasfondo del pensamiento
de un individuo y aún de una colectividad durante largo tiempo y aún generaciones,
como lo demuestran las pugnas interétnicas que recientemente han aflorado al
escenario sociopolítico como rencillas de trayectoria histórica en la región de los
valcanes europeos, o algunos países africanos y árabes, donde por razones políticas
y de dominación de ciertas fuerzas, permanecieron “unidad” diferentes naciones y
etnias.
Breves antecedentes de la sociología de las emociones
La sociología de las emociones, en tanto campo disciplinario propiamente
dicho, emerge hacia la mitad de la década de 1970 (Kemper (1990b). Para este
autor, su surgimiento fue posible por las nuevas perspectivas teóricas de la
sociología que surgieron en los años 1960, criticando el predominio del positivismo,
de la lógica lineal y del exceso en su énfasis de las estructuras y sistemas.
Efectivamente, la sociología estaba predominantemente preocupada por
análisis macrosociales, no acababa de conformar todavía las herramientas
conceptuales para el estudio de las dimensiones microsociales y los fenómenos que
ocurren en la esfera de la vida cotidiana. No sería sino hasta el desarrollo de nuevos
paradigmas como el interaccionismo simbólico (fuertemente influenciado por el
análisis de la dimensión social del pensamiento individual de George H. Mead) por
una parte, y la sociología del conocimiento, por la otra, que la sociología prestó
atención al análisis del individuo y sus interacciones más inmediatas, como objetos
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dignos de estudio de la sociología. Estas serían las influencias teóricas más
determinantes, para la emergencia de este nuevo campo de análisis sociológico. La
sociología de las emociones exige una mayor atención al “yo”, al actor social
propiamente dicho, subraya la necesidad de entender los fenómenos emocionales
como fenómenos sociológicos (McCarthy, 1989:63).
Ciertamente en la sociología clásica las emociones no fueron del todo ajenas,
sin embargo, su abordaje fue tangencial e implícito la mayor de las veces. Esto es,
las emociones aparecen como un elemento importante, y aún el fin último, de
algunas instituciones sociales, pero la esfera emocional en sí misma parece jugar un
papel secundario, dependiente y aún oculto e instrumental, no aparece aquí como
objeto de estudio propiamente, sino como arena en la que se expresan y depositan
los cambios globales de la sociedad. En las teorías propuestas por Durkheim y
Parsons, el orden social y la cohesión descansan en los valores morales
compartidos. Pero en última instancia, como Collins sugiere, los valores no son otra
cosa que "conocimientos amalgamados con emociones”, de aquí la importante
función social de las emociones y los sentimientos en sus respectivas teorías. Para
Collins (1990:27-28) los conflictos que movilizan a la gente en los enfrentamientos de
la lucha de clases (Marx) la legitimidad/ilegitimidad que mantiene
respetuosa/irrespetuosa a la sociedad civil ante las instituciones (Weber), la
solidaridad que cohesiona a los grupos y a la sociedad en general (Durkheim), entre
otras teorías, nos conducen al reconocimiento de que tales teorías no solo analizan
cuestiones estructurales y de conocimiento, sino que los fenómenos que analizan se
refieren también a cuestiones que tienen -necesariamente- un sustrato emocional.
Dentro del campo de la sociología y con fuerte influencia de la psicología y el
psicoanálisis se desarrollaron varias corrientes que hicieron énfasis en el estudio de
la personalidad. Con otra orientación, hacia la década de 1930, se generó una
corriente influenciada por la psicoantropología, que posteriormente fue conocida
como análisis psicocultural, con los trabajos de Malinowski, R. Benedict, M. Mead y
H. Lasswell.
La antropología ve las experiencias emocionales como un asunto cultural
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desde que los individuos definen sus realidades emocionales individuales en relación
con los esquemas de la cultura local. Pero las culturas son parte de un sistema
dominante que se vale de estructuras colectivas, que son sociales en el más amplio
sentido y constituyen el campo de los órdenes morales que penetran en nuestras
vidas de un modo u otro, en especial, en la formación de nuestras emociones
culturalmente diferentes (Harre, Clark y De Carlo, 1989:10)
La sociología de las emociones se constituye así como una respuesta crítica
a la tradición de los clásicos, no solo en tanto que “rescata” la vida emocional o la
sitúa en el centro de la reflexión sociológica, sino que, por sobre todo, se sitúa
señalando que los sentimientos y las emociones forman parte de un proceso
constructivo, mostrando que la esfera emocional está permanentemente atravesada
por una enorme racionalidad que es “activada” no sólo por el individuo como actor
social, sino por los grandes aparatos donde descansa el orden social.
La sociología de las emociones
Hochschild (1990:117) define a la sociología de las emociones como un
nombre para un cuerpo de trabajo que articula las ideas culturales, los arreglos
estructurales, y varias otras cosas relacionadas con los sentimientos..: la manera en
que nosotros deseamos sentir, la manera en que nosotros intentamos sentir, la
manera en que sentimos, la manera en que mostramos lo que sentimos, y la forma en
que prestamos atención, nombramos y hacemos sentido de lo que sentimos. “Si la
sociología debería de incluir a los hombres, entonces mejor traerlos con sus
sentimientos”.
La sociología no presta atención al diseño fisiológico de la emoción por más
universal que éste parezca, ya que a la sociología le interesa el carácter social de las
emociones y sus consecuencias en la interacción. La sociología se interesa por la
interpretación y estado emocional que el actor elabora y siente ante x fenómeno o
situación, otorgándole sentido e inscribiéndolo dentro de sus esquemas conceptuales,
los cuales son intrínsecamente socioculturales. La mayor parte de las emociones
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tienen un origen eminentemente moral y valorativo y cuentan con un repertorio de
prescripciones sobre cómo sentirlas y expresarlas de acuerdo a sociedades
específicas, no son universales en este sentido.
La atención que la sociología ha de prestarle al análisis de las emociones, es
precisamente, en lo que se refiere a las consecuencias sociales de la emoción. Un
enfoque funcionalista como el que plantea (Armon-Jones, 1986), quien argumenta
que, “Las emociones cumplen la función de regular las conductas indeseables y
promueven las actitudes que aprueban el orden social, religioso, político, moral y las
prácticas estéticas de la sociedad”. Este enfoque le prestaría atención a las
funciones de las emociones, en tanto su papel de auxiliares e instrumentales para la
adaptación social del individuo, en tanto su rol rector de la propiedad de la forma de
expresión de las respuestas emocionales y en su rol moral.
Sin embargo, observar la función observar la función de las emociones es
situarse desde una perspectiva teleológica que la integración y reproducción del
orden social, y perder de vista, precisamente, su papel disruptivo (qué no
disfuncional, como lo plantearía un neofuncionalista) y de transformación del orden
social. Los construccionistas funcionalistas que buscan señalar rasgos teleológicos
a las emociones, pierden de vista precisamente el papel también contradictorio de
las emociones en tanto los valores y juicios que intrínsecamente involucran las
emociones y que dan cuenta, y permiten entender, precisamente, los cambios
emocionales entre un periodo histórico y otro, entre una generación y otra, aún
dentro de una misma comunidad o grupo social, y todavía más, no permite ver
expresiones emocionales de resistencia, o del proceso de re-significación y
generación de nuevas expresiones y contenidos emocionales que en momentos de
transición o de cambio cultural acelerado como el que vivimos actualmente, en virtud
a la masificación de los medios de comunicaciones, de exposición e interacción de
individuos y grupos sociales con la diversidad multicultural en la era de la
globalización y la informática, de la cual dan cuenta muy bien los teóricos
postmodernistas, en tanto multiplicidad de espacios de re-significación simultáneas.
En este sentido, Rodríguez (2006: 38) retomando los planteamientos de Pierre
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Bourdieu, analiza tres niveles de lo que la autora observa como “cultura afectiva”; en
la primera dimensión de esta cultura, se encuentra la cultura institucionalizada,
referida a los discursos de larga configuración y que ocupa un lugar hegemónico en
el contexto sociocultural; la segunda dimensión, la refiere a la cultura incorporada,
merced al cual el individuo internaliza los códigos ofrecidos por la primera;
finalmente, la tercera dimensión es aquella que viven los sujetos pero hace
referencia a su capacidad creativa, a su actoría que le permite dar ciertos giros
propios –de aquí los cambios generacionales en la cultura y en los esquemas
mentales y discursivos-; esta última dimensión la denomina cultura en
movimiento.(3)
Una premisa fundamental que expresa muy bien el sentido de que la
sociología debe explicar los fenómenos emocionales con el uso de conceptos
sociológicos adecuados y propios de ésta área de conocimiento (McCarthy,
1989:53). De aquí que no tiene sentido preguntarse ¿qué es una emoción? pues es
una ilusión ontológica de que las emociones existen fuera, por sí mismas, y que la
emoción en tanto palabra es una mera representación. Las emociones reflejan una
operación de ordenar, seleccionar e interpretar situaciones y acontecimientos que
estamos manejando. Nosotros hacemos o podemos hacer únicamente lo que nuestro
repertorio lingüístico y nuestras prácticas sociales nos permiten hacer. Hay un mundo
concreto de actividades y contextos.
McCarthy (1989) sostiene que las emociones son procesos eminentemente
sociales, de suerte tal que ni siquiera cabría la posibilidad teórica de preguntarse
acerca de cualquier emoción que no sea socialmente construida, conformada,
orquestada. En el mismo sentido como plantea Matthews (1992:151): "La emoción
no es un estado interno de la existencia como tampoco es producto de las acciones
propias, individuales, más aún, es un sentimiento directamente dirigido a, y causado
por, la acción de los otros."
En este sentido, la sociología debe explicar las emociones en función de
aspectos sociales y no desde ninguna otra perspectiva. La sociología de las
3. Cursivas de la autora citada.
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emociones presta atención a lo no estrictamente subjetivo e ideosincrático, va más
allá de la dimensión personal, más allá de la subjetividad, de lo que “sentimos” en
determinadas circunstancias y en relación a las historias de vida personales. Por el
contrario, encuentra que las experiencias emocionales conservan un patrón
sociocomunicacional, son una especie de scripts cultural y socialmente aprendido
(Shweder, 1994:32-33). De esta suerte, se interesa por comprender hasta qué
punto, sentir determinadas emociones y expresarlas de un modo u otro, esta
estrechamente relacionado con la clase social, con el lenguaje y los referentes
aprendidos, con las nociones de qué es lo “propio” o más exactamente, lo apropiado a
cada género y edad, y finalmente, se interesa por comprender las emociones en el
contexto particular en el que emergen y se explican, esto es, en función de
determinados contextos histórico-culturales. Sostiene que los términos “emociones”
son nombres para un esquema particular de interpretación (remordimiento, culpa,
vergüenza) de un tipo particular de narrativa o script, que cualquier persona en el
mundo podría (o no) usar para dar significado y forma a sus “sentimientos”
somáticos y afectivos.
De aquí la importanca manejar los códigos culturales locales. Las emociones
tienen constituyen un texto que se despliega en un intertexto situacional y el cual sólo
es posible explicárselo a partir de los costreñimientos estructurales (relaciones de
jerarquía, poder, tradición y convenciones).
Las emociones constituyen entonces, textos lingüísticos que encierran un
concepto del cual hacemos uso para dar sentido a lo que sentimos y justificar el
porqué actuamos como actuamos; nos valemos de las emociones para establecer
comunicación y dar sentido a la interacción social específica. Es decir, la sociología
parte de que las experiencias emocionales individuales están determinadas en
relación a las normas sociales, las costumbres, las tradiciones, las creencias en
torno a las emociones mismas, las ideologías y prácticas culturales de contextos
sociales específicos que promueven ciertas emociones o restringen otras.
Harré (1986: 4-5) sostiene que las emociones se sustentan en el sistema
moral de cada sociedad particular, y que en tal sentido, cada cultura y periodo
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histórico presenta una particularidad en sus conceptos emocionales. Las emociones
en tanto conceptos, no representan la perturbación que está siendo “sentida”, ni es
la representación de ese estado afectivo. Las emociones son operaciones de
ordenamiento, de selección e interpretación de situaciones y acontecimientos que
estamos manejando.
Conclusión
Para la sociología, hoy por hoy, sin lugar a dudas que la postura
construccionista es la que ofrece mayor riqueza en el análisis de las emociones, es
por así decirlo, la perspectiva “natural” a la sociología, la que mejor le acomoda a su
perspectiva intrínseca en tanto disciplina que ha de tomar como objeto de estudio,
un tema que se presenta como irreductible a la dimensión biológica, tal como ocurre
con las emociones. Y esto es válido tanto para enfoques que privilegien la
perspectiva individual como desde una perspectiva que privilegie la búsqueda de
patrones o modelos culturales de un grupo o clase social.
De este modo, la sociología de las emociones que es un campo de reflexión
que hoy por hoy ocupa la atención de un número creciente de estudiosos,
investigadores y lectores, incursiona y aporta frescas e interesantes perspectivas
dentro de los estudios de la esfera de “lo emocional” y lo sociocultural. Enriquece así
el análisis de los grupos sociales, las organizaciones y las instituciones.
Partir de la existencia de modelos psicosociales ofrece una perspectiva que
permite explicar lo común a la experiencia de vivir una emoción determinada los
individuos, explicarla en la dimensión interior, subjetiva, pero siempre en relación
con el contexto sociocultural que da sentido y condiciona lo que el individuo siente y
su potencialidad expresiva. Los cambios psicológico aparecen así entrelazados
entre la subjetividad individual y la realidad psicosocial.
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