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León Dehon
MANUAL SOCIAL
CRISTIANO
MANUEL SOCIAL CHRÉTIEN
(1894)
EDITORIAL EL REINO
TORREJÓN DE ARDOZ (MADRID). 2008
4
Traducción de José Miguel García Tutor scj y de la Comisión para la Redacción de las
Publicaciones scj de la Provincia Española, de la obra Manuel Social Chrétien (1894).
Cf. LEÓN DEHON, Oeuvres Sociales, II, edición del Centro General de Estudios scj
(Roma). Dehoniane, Napoli-Andria 1976, pp. V-XX. 1-296).
Editorial El Reino, 2008 (por manuscripto)
Imprime: ESIC. Avda. Valdenigrales, s/n. 28223 Pozuelo de Alarcón (Madrid)
5
MANUEL SOCIAL CHRÉTIEN
RÉDIGÉ PAR
LA COMMISSION D’ÉTUDES SOCIALES DU DIOCÈSE DE SOISSONS
SOUS LA PRÈSIDENCE DE
M. LE CHANOINE DEHON
ET PUBLIÈ AVEC L’APROBATION DE
SA GRANDEUR MONSEIGNEUR L’ÉVÊQUE DE SOISSONS
___________
CINQUIÈME ÉDITION
REMANIÉE ET CONSIDÉRABLEMENT AUGMENTÉE
PARIS
5, RUE BAYARD,
6
PROVINCIA ESPAÑOLA S. C. J.
COMISIÓN DE PUBLICACIONES
1 de julio de 2008.
Nota sobre el Manual Social Cristiano
Coincidiendo con la celebración del XII Capítulo de nuestra Provincia, aparece
en español el “Manual Social Cristiano”, del que fue autor el P. León Dehon, como
Presidente de la Comisión de Estudios Sociales de la Diócesis de Soissons.
No se edita propiamente como libro, sino impreso en el servicio reprográfico de
Esic-Pozuelo, con portada y encuadernación de Gráficas Dehon. Es decir, a la manera
como han ido apareciendo en nuestra Provincia algunos otros subsidios, como las actas
de las Semanas Ibéricas de Formación Permanente. Pero la cubierta recordará a todos la
de “La Renovación Social Cristiana” (El Reino, 2004), obra que ofrecía las célebres
conferencias pronunciadas por el P. Dehon en Roma de 1897 a 1900, presentadas por el
P. André Perroux (CGE, Roma 2001).
La versión al español de ambas obras se debió al P. José Miguel García Tutor,
con revisión de nuestra Comisión. Antes de proceder a la presente edición del
“Manual”, consultamos al Centro General de Estudios, por si entraba en sus planes su
publicación anotada, al modo de “La Renovación”. Nos respondieron que no la tenían
prevista; y nos animaron a seguir con nuestro plan de ir publicando en castellano las
obras del P. Dehon y, en concreto, el “Manual Social Cristiano”. También preguntamos
a la Postulación de las Causas, que coincidió en desear una edición sencilla.
La traducción se ha hecho sobre la 5ª edición francesa (que aparece en el
volumen II de Oeuvres Sociales del P. Dehon. Dehoniane, Napoli-Andria 1976). La
verdad es que la difusión del “Manual” en su tiempo fue extraordinaria, y hubo
versiones en distintas lenguas. Es oportuno leer los testimonios laudatorios que se
recogen en las pp.7-11: entre otras razones, porque nos hacen ver la satisfacción y el
respaldo cerrado del episcopado francés que allí se cita respecto al contenido del
Manual y, por lo tanto, el anacronismo de determinadas imputaciones recientes.
En particular, el obispo de Soissons escribe al P. Dehon el 16 de julio de 1894:
“Le devuelvo su manuscrito. Lo he leído por completo, pluma en mano. He hecho
algunas correcciones poco importantes. Le felicito de todo corazón… Todo se encuentra
condensado en este trabajo”. Y el cardenal arzobispo de Reims, en carta del 2 de agosto
del mismo año, le dice: “Usted ha hecho, sobre la cuestión social, un trabajo de los más
concienzudos y útiles… La exposición es completa; le recomienda además la claridad
del método y una rara precisión en los términos”.
La citada carta del obispo de Soissons expresaba además a nuestro Fundador el
deseo de que se añadiese al texto un Manual práctico; y a ello se dio satisfacción con la
2ª parte del “Manual”. Nuestra Comisión ha dudado sobre mantenimiento de esta
segunda parte en la edición española, pues se trata de informaciones que carecen de
actualidad; pero decidimos incluirla, como un testimonio más de que el P. Dehon no fue
sólo un hombre de oración y de pensamiento, sino un hombre de acción, que ofrece a
sus hermanos, aquí especialmente a los sacerdotes, hasta los mínimos detalles oportunos
para poner en marcha esas “Obras” que él considera necesarias y hasta imprescindibles.
Con esta edición consideramos terminada la labor editorial de la Comisión
durante el sexenio 2002-2008.
7
Testimonios
CARTA DEL CARDENAL RAMPOLLA
________
Roma, 6 de julio de 1895
Muy honorable Señor:
He presentado al Santo Padre el ejemplar del Manual social cristiano que usted
me ha enviado con este objetivo; me complace poder decirle que Su Santidad ha
aceptado el regalo y que le otorga, de todo corazón, la bendición apostólica.
Le agradezco, por mi parte, el ejemplar que usted me ha regalado y le expreso
los sentimientos de mi sincera estima.
Su afectísimo servidor,
Firmado: M. Cardenal RAMPOLLA
8
APROBACIÓN DEL OBISPO DE SOISSONS
________
Soissons, 16 de julio de 1894
Querido señor Dehon:
Le devuelvo su manuscrito.
Lo he leído por completo, pluma en mano.
He hecho algunas correcciones poco importantes.
Le felicito de todo corazón por este trabajo, que supone grandes y serias
lecturas sobre todo aquello que concierne a la cuestión social.
Será un útil repertorio de informaciones para todos aquellos que se ocupan de
esta importante cuestión y que tienen que defender la verdad contra las doctrinas
socialistas que se extienden por nuestras campiñas.
Todo se encuentra condensado en este trabajo desde el punto de vista teórico y
científico. Aquellos que deseen profundizar en estas materias podrán hacerlo
fácilmente, gracias a las indicaciones de los autores especializados que usted nombra.
No me queda sino expresar un deseo: que a este Manual de obras sociales, o
más bien de ciencia social, se le añada pronto un pequeño Manual práctico, un Vade-
mecum, una especie de pequeño Catecismo, que pueda ofrecerse a todos y que dé con
claridad y seguridad el método práctico para fundar obras sociales, particularmente en
nuestras pequeñas parroquias de la campiña1.
Le agradezco, querido canónigo, este inteligente trabajo y ruego al Señor que
bendiga a su autor.
Muy afectuosamente vuestro en Nuestro Señor.
J.-B., obispo de Soissons.
1 Se ha dado satisfacción a este deseo del señor obispo de Soissons con la segunda parte del
Manual.
9
CARTA DE SU EMINENCIA EL CARDENAL LANGENIEUX,
ARZOBISPO DE REIMS
________
ARZOBISPADO
DE REIMS
Reims, 2 de agosto de 1894
Reverendo Padre:
Usted ha hecho, sobre la cuestión social, un trabajo de los más concienzudos y
útiles.
Después de haber recordado los principios generales que dominan el tema y de
haber descrito el malestar social del tiempo presente, usted busca sus múltiples causas
e indica sus remedios, los verdaderos remedios, de los cuales le parece ser el primero,
y con razón, la acción bienhechora de la Iglesia. La exposición es así completa; le
recomienda además la claridad del método y una rara precisión en los términos. Estoy
persuadido de que después de haber leído su obra, tendremos, sobre los problemas hoy
debatidos, nociones más exactas, porque serán más conformes a las enseñanzas de
León XIII, que usted ha hecho el fondo de su trabajo.
Tenga, le ruego, reverendo Padre, la seguridad de mis afectuosos sentimientos
en Nuestro Señor.
B. M. Cardenal LANGENIEUX,
Arzobispo de Reims.
10
CARTA DE LEÓN HARMEL
________
Val-des-Bois, 10 de agosto de 1894
Muy Reverendo Padre:
Con alegre agradecimiento saludo la aparición de vuestra obra, porque me
parece eminentemente adecuada para popularizar la enseñanza de nuestro muy amado
Padre León XIII.
En nuestra audiencia del 24 de mayo pasado, pedimos al Soberano Pontífice su
particular Bendición para vuestro trabajo. Su Santidad respondió con bondad paternal.
Quedó convenido que las pruebas fuesen enviadas al Reverendísimo Maestro General
de los Dominicos.
Cumplí esta orden el 12 de junio. Las pruebas nos fueron devueltas con una
carta fechada en Roma el 9 de julio, diciéndonos que la obra ha sido minuciosamente
estudiada por una Comisión de examinadores. Las correcciones han sido raras y poco
importantes. Usted ha sido acogido favorablemente y tenemos la confianza de presentar
al público un libro reconocido como irreprochable por los teólogos más eminentes de
la Orden de Santo Domingo.
Sabemos que es una Obra colectiva, en la que nuestro buen amigo el señor
Marqués de la Tour du Pin ocupa el lugar que se merece por su gran inteligencia y su
profundo conocimiento de la ciencia social. La carta de aprobación del eminente
cardenal Langenieux, quien ha merecido el glorioso título de cardenal de los obreros, y
la carta elogiosa del Obispo de Soissons son la legítima recompensa de vuestra labor.
No nos queda, pues, sino desear una cosa: que este buen librito, tan claro, tan
preciso, tan exacto se propague por todas partes, contribuyendo a la fecunda difusión
de las enseñanzas pontificias. León XIII ha iluminado el mundo con una luz tan viva
que ha deslumbrado también a algunas mentes acostumbradas al crepúsculo de las
verdades a medias. Usted ha trabajado para disipar las últimas nubes, exponiendo los
principios generales de la vida social cristiana.
Usted ha descrito el malestar social actual y ha investigado sus causas. Ha
refutado las ilusiones socialistas. Ha expuesto completa y prácticamente los verdaderos
remedios: la acción de la Iglesia, la del Estado y los patronos, la de las corporaciones.
Acepte, muy Reverendo Padre, la expresión de mis mejores deseos.
LEÓN HARMEL
11
Hemos recibido también las benévolas palabras de aliento de Su Eminencia el
Cardenal de Malinas, del señor obispo de Lieja, de los señores obispos de Saint-Dié,
Nevers, Langres, Blois, Agen, Vannes, Séez, Evreux, Luçon, La Rochelle, Limoges, Le
Puy, Bayeux, Saint-Brieuc, Dijon, Orléans, Moulins, Angulema, Coutances, Digne,
Bayona, Châlons y Nîmes. No las citamos, pues harían casi un volumen.
El Manual ha llegado a ser un clásico en varios Seminarios.
De Roma hemos recibido las felicitaciones más efusivas del Maestro general de
los Dominicos, el Muy Reverendo Padre Frühwirth, del diario L’Osservatore Romano y
de los principales hombres de Obras, particularmente del Marqués Crispolti y del
Conde Vespignani.
13
BIBLIOGRAFÍA GENERAL
________
REVISTAS
L´association catholique, en 8º, 20 francos, 262, boulevard Saint-Germain, París.
Le XX siècle, revista mensual, en 12º, 10 francos, 39, rue Sainte, Marsella.
La démocratie chrétienne, revista mensual, 6 francos, 25, rue Nicolas-Leblanc, Lille.
La réforme sociale, revista bimensual, 20 francos, 54, rue de Seine, París.
Les Questions actuelles, revista semanal, 6 francos, 5, rue Bayard, París.
La sociologie catholique, revista mensual, 6 francos, en Montpellier.
La Justice sociale, periódico semanal, 6 francos, 12, rue Littre, en París.
LIBROS
OEUVRE DES CERCLES: Questions sociales et ouvrières, en 8º, 262, boulevard
Saint-Germain, París.
G. ARDANT: La question agraire, en 8º, Retaux-Bray, 82, rue Bonaparte, París.
G. ARDANT: Papes et paysans, en 12º, Gaume et Cie, 3, rue de l´Abbaye, París.
G. ARDANT: Le curé de campagne, en 12º, 5 rue Bayard, París.
Cte DE MUN: Discours, en 8º, Poussielgue, 15, rue Cassette, París.
Abbé MARTINET: Oeuvres complètes, Roger et Chernoviz, 7, rue des Grands-
Augustins, París.
LE PLAY: Oeuvres complètes, Mame, Tours.
CH. PERRIN: Oeuvres complètes, Lecoffre, París
LEON HARMEL: Manuel d´une corporation, 262, boulevard Saint-Germain, París.
LEON HARMEL: Catéchisme du patron, 262, boulevard Saint-Germain, París.
LEON HARMEL: Discours et lettres, 262, boulevard Saint-Germain, París.
G. ROMAIN: L´Eglise et la liberté, Bloud et Barral, 4 rue Madame, París.
G. ROMAIN: Le moyen âge, en 8º.
14
G. PREVOST: L’Eglise et les campagnes au moyen âge, en 8º, H. Champion, 9, quai
Voltaire, París.
Abbé BABEAU: Le village sous l’ancien régime, en 12º, Perrin, 35, quai des Grands-
Augustins, París.
Abbé BABEAU: Le bourgeois d’autrefois, en 8º, Firmin-Didot, 56, rue Jacob, París.
Dr. FELIX SARDA Y SALVANY: Le libéralisme est un péché, en 12º, Retaux-Bray,
82, rue Bonaparte, París.
Dr. STOECKL: Doctrine philosophique de saint Thomas d’Aquin, en 12º, Roger et
Chernoviz, 7, rue des Grands-Augustins, París.
PAUL ALLARD: Les esclaves chrétiens, en 12º, Didier, 35, quai des Grands-
Augustins, París.
JEAN JANSSEN: L’Allemagne et la réforme, 3 volúmenes en 8º, Plon et Nourrit, 10,
rue Garancière, París.
R. P. FELIX: L’économie sociale devant le christianisme, en 12º, J. Albanel, 15, rue
de Tournon, París.
J. GUIBERT: L’Educateur apôtre, en 8º, Poussielgue, 15, rue Cassette, París.
Abbé J. CHAPELLE: Manuel d’Oeuvres, en 18º, C. Paux, Mende.
Abbé GARNIER: Cours de pastorale, 1, rue Feydeau, París.
NOTA
Para aquellos que empiezan a dedicarse a los estudios sociales, los siguientes
autores son los más adecuados para iniciarlos en estos estudios de una manera
progresiva:
1º Le Pape; les catholiques et la question sociale, por L. GREGOIRE, en Perrin, quai
des Grands-Augustins, París.
2º Commentaire de l’Encyclique, por el canónigo PERRIOT, en Langres.
3º Commentaire de l’Encyclique, por el P. de PASCAL, en Lethielleux.
4º Discours de Mgr Ketteler, publicados por DECURTINS, en Picard.
5º La question ouvrière, por el abbé FERET, en Lethielleux.
6º Traité d’économie sociale, por OTT, en Fischbacher.
7º Notre oeuvre sociale, por el abbé NAUDET, en Tolra, 112, rue Rennes, París.
15
INTRODUCCIÓN ________
LA CUESTIÓN SOCIAL
I
“No hay cuestión social”, decía Gambetta, de acuerdo con un gran número de
políticos y de economistas.
Más clarividente y valiente, la Iglesia había reconocido el mal desde hacía
mucho tiempo. Desde 1848, el ilustre Ketteler, que murió siendo obispo de Maguncia,
había denunciado la injusticia social que sufría Europa y proponía los verdaderos
remedios.
La palabra del Papa ha inspirado este manual.
La primera parte es totalmente teórica; en ella se trata de la Economía social. La
segunda parte tratará de las obras sociales.
II
El hecho que llama la atención, en primer lugar, a propósito de la condición de
los obreros es que están, en su mayoría, dice León XIII, en un estado de infortunio y de
miseria inmerecidos. A pesar de cierto progreso exterior, el obrero es, en muchos
lugares, menos feliz que en otros tiempos; sus necesidades han aumentado más que sus
recursos, aun cuando éstos no hayan disminuido.
Al mismo tiempo, los obreros ven cómo inmensas riquezas se acumulan en un
pequeño número de manos, y León XIII no duda en poner entre los males actuales “el
monopolio del trabajo y de los valores del comercio, que han venido a ser la porción de
un pequeño número de ricos, que imponen así un yugo casi servil a la infinita multitud
de los proletarios1”.
Ahora bien, estas riquezas “no parece que correspondan en casi nada a los
servicios prestados... No parecen de ninguna manera proporcionadas a la pena sufrida...
Todavía menos, no parecen proporcionadas a los méritos o a las virtudes de los
hombres2”. En fin, no corresponden tampoco al valor social de las funciones realizadas.
¿Qué valor tiene para la sociedad el trabajo del agiotista, del financiero judío, que
arruinan a todos los productores, o el del joven rentista que malgasta en la ociosidad sus
1 Encíclica Rerum Novarum.
2 GIDE, Principes d’économie politique, 3ª edición, pág. 438.
16
fuerzas y su fortuna?
Esta desproporción trae consigo la miseria con su cortejo inevitable: la
ignorancia, el vicio, las tentaciones del crimen, las enfermedades.
Así pues, las cosas van mal.
III
Pero, las riquezas no son cosas que escapen a la acción humana, como la lluvia y
los rayos de sol. El dinero circula pasando por las manos de los hombres, y los hombres
tienen una conciencia moral dirigida por las leyes superiores; la acción de las riquezas
se ejerce en beneficio de instituciones fundadas por los hombres.
Así, interviene la acción de las personas. Si las cosas van mal, en gran parte las
personas van mal. Suponed que entre todos los hombres que ganan, acumulan y
distribuyen las riquezas cada uno cumpliese hacia el otro sus deberes de justicia y de
caridad, entonces las cosas irían lo mejor que fuese posible. Suponed, por el contrario,
que estos mismos hombres violan sus deberes hacia sus semejantes y que las leyes
públicas favorecen estas violaciones o hacen casi imposible la justicia social, entonces
las cosas irán mal, de mal en peor.
La cuestión de las riquezas es, pues, dependiente de una cuestión moral.
IV
¿TIENE SOLUCIÓN LA CUESTIÓN SOCIAL?
Políticos y eruditos de renombre han declarado insoluble la cuestión social. “La
sociedad actual, ha dicho Thiers, apoyada sobre bases más justas, no podría ser
mejorada”3.
M. P. Leroy-Beaulieu dice por su parte: “Las leyes que gobiernan el capital, el
salario, el reparto de las riquezas son tan buenas como ineluctablesNT 1
. Conllevan la
elevación gradual del nivel humano”.
Semejante teoría es muy cómoda, pues da ipso facto, a aquellos que la admiten,
el derecho a no hacer nada; dispensa de una responsabilidad penosa y costosa.
¡No! No es verdad que no se pueda luchar contra estas leyes; hay, en la moral
cristiana, una fuerza que puede prevenir sus malos efectos, y la libre voluntad que ha
establecido malas instituciones puede, por medio de las leyes contrarias, volver a poner
en las relaciones de los hombres entre sí el orden y la paz, la armonía fraterna.
Así lo había pensado el Cardenal Pecci, arzobispo de Perugia, cuando condenaba
“el colosal abuso de la pobreza y de la debilidad”, “la horrible existencia de los niños en
3 THIERS, citado por L. GREGOIRE, Le Pape, les catholiques et la question sociale, pág. 3.
NT 1 Las notas del traductor vienen indicadas con NT y un número. En este caso ineluctables
quiere decir que no se puede luchar contra ellas.
17
la fábrica”, cuando él indicaba la necesidad “de una legislación que ponga freno a este
tráfico inhumano1”.
Lo que había predicado el Cardenal Pecci, León XIII lo ha proclamado como
Soberano Pontífice urbi et orbi. Declara, al comienzo de la Encíclica, que quiere “poner
en evidencia los principios de una solución conforme a la justicia y a la equidad”.
1 L’Eglise et la civilisation. Cartas pastorales del Cardenal PECCI, pág. 20.
18
19
PRIMERA PARTE
ECONOMÍA SOCIAL*
* La segunda parte es totalmente práctica. Trata de las obras sociales.
21
CAPÍTULO PRIMERO ________
PRINCIPIOS GENERALES
Las ideas marcan la diferencia entre las épocas y los hombres. Las ideas
cristianas transformaron el mundo pagano. La vuelta a las ideas paganas, durante el
Renacimiento, preparó la Revolución de 1789, el liberalismo económico y su influencia
antisocial. Es preciso, pues, remontar a la fuente de las ideas fundamentales, de las
verdades cristianas, las únicas capaces de enderezar las costumbres.
1. – La persona humana
La sociedad se compone de familias y la familia, de individuos; estos son los
últimos elementos, cuya unión constituye el cuerpo social. Pero, contrariamente a lo que
sucede en otros cuerpos, aquí los elementos poseen, independientemente del cuerpo que
ellos mismos componen y conservan, un valor propio, un valor personal. Personal es el
término, puesto que estos hombres que reúne el cuerpo social son ciertamente personas;
cada uno de ellos tiene su dignidad que no puede perder, sus deberes y sus derechos.
Cada hombre, sea cual sea la clase a la que pertenezca, está dotado de un cuerpo
y de un alma inteligente, libre e inmortal, que ha sido creada por Dios. Habiendo venido
de Dios, tiene el deber de servir a Dios y de retornar a Dios. Que viva en un cuerpo de
obrero minero, en el fondo de una negra galería de hulla, o en un cuerpo de opulento
financiero, entre los fulgores del lujo, eso importa poco: en realidad, las dos tienen el
mismo valor. Tienen igual dignidad personal, igual responsabilidad moral, un mismo
destino eterno y a las dos les ha sido dada la existencia para que tiendan por la verdad,
la moralidad y la religión, a la vida inmortal.
Por esta razón, todo hombre merece el respeto y la justicia: todo hombre tiene el
derecho esencial de encontrar aquí abajo las condiciones que alimenten su vida
intelectual y moral y su religión. Tiene derecho al pan cotidiano para sí y para los suyos;
tiene derecho, también, a ser tratado humanamente, tiene derecho a una parte suficiente
de instrucción y de libertad de acción para rezar y servir a Dios.
Esta verdad nos parece banal, pero ¡Quiera Dios que fuera así! Dios quisiera que
la Iglesia no tuviera que reivindicarla del menosprecio en que la tienen ciertos patronos,
que han hecho del obrero una máquina, y ciertas doctrinas que sancionan su conducta.
Precisamente estos días, el señor Yves Guyot proclamaba que la ciencia
22
económica es y debe ser inmoral. Esto es decir de una manera brutal que el trabajador es
tan solo un instrumento y que no tiene derecho ni al respeto ni a la justicia. Es, pues,
evidente que la tesis cristiana sobre la dignidad del hombre, según sea admitida o
rechazada, abre a la economía social dos caminos opuestos: uno es el camino de la
justicia y de la caridad, es el que indica la Iglesia y que lleva al orden y la paz; el otro es
el camino de la explotación inhumana y sin piedad, que conduce al socialismo y a la
lucha de clases.
Nosotros concluimos con la Iglesia que el hombre, en todo lugar y tiempo,
conserva su dignidad humana y cristiana; que es injusto no tener en cuenta sus
sacrosantos derechos por ver en él nada más que el hombre máquina; en consecuencia,
que la ciencia económica, lejos de poder ser inmoral, debe ante todo tratar al hombre en
cuanto hombre y en cuanto cristiano.
2. – La familia
El hombre es esencialmente un ser social; su naturaleza y la voluntad de Dios lo
destinan a vivir y trabajar en sociedad. Ahora bien, la primera sociedad que reúne a los
hombres entre sí es la familia.
“La familia, dice con razón un filósofo cristiano, es una obra de la naturaleza, es
una institución divina, un vivero de moralidad, el medio de unión entre las generaciones
pasadas y las nuevas, el fundamento de los Estados y de la humanidad, sobre el que se
apoya todo el orden”1.
La familia tiene su finalidad propia, su destino providencial. Solamente en ella,
el hombre, la mujer y los hijos encuentran a la vez la satisfacción de sus diferentes
necesidades, su parte de felicidad y las condiciones normales de su dignidad y de su
destino.
Por esa razón, también la religión rodeó en todos los tiempos de bendiciones y
de cuidados el matrimonio y la familia. Jesucristo hizo del contrato matrimonial un
sacramento y de este modo hizo a la familia todavía más noble y más santa.
Fundada de esta manera por la naturaleza y por la gracia, la familia constituye un
cuerpo inviolable y sagrado y posee derechos imprescriptibles; estos derechos no los ha
creado el poder humano, pero debe reconocerlos y protegerlos2. Aun cuando la familia
se haya unido con otras familias en el organismo social, ésta sigue siendo siempre,
incluso por su naturaleza, una perfecta unidad; tiene una vida propia, una historia
especial, tiene leyes divinas y eternas, como la ley de estabilidad, la ley de autoridad y
la ley de amor3.
“La familia, así entendida, es el eje de la sociedad humana. ¿Qué es una nación,
sino una familia agrandada, una unión de familias? ¿Y cómo podrían los grupos
artificiales conservar su consistencia, si las unidades naturales de las que están formados
hubiesen perdido la suya? ¡Ah! No se engañan en esto los hombres del exterminio,
1 F. WALTER, citado por Meyer, pág. 55.
2 Encíclica.
3 Monseñor D’HULST, 1
er conférence, 1894.
23
cuyos salvajes atentados aterrorizan al mundo, cuyas amenazas oprimen como una
pesadilla al final de un siglo que se creía tan fuerte! Saben que para derribar el orden
social, no es al gobierno a quien es preciso atacar; los gobiernos se cambian; es la
familia la que hay que deshacer, porque una vez destruida no se rehace. “Ahora bien, la
familia, dicen, y cito aquí sus propias palabras, es nuestra enemiga, porque es la madre
de la propiedad y de la autoridad”. Deberían añadir: porque es la madre de la justicia y
del amor.
Así, después de un siglo imbuido de las ideas revolucionarias, “¿cuál es el gran
mal de la clase obrera? La relajación del vínculo de la familia. ¡Que las clases elevadas
den, en primer lugar, el ejemplo de una vida sobria y de buenas costumbres; después,
que se inclinen hacia los desheredados para enseñarles a respetar en sí mismos la
imagen de Dios, para inducirles a amar en sus hogares la verdadera garantía de su
dignidad y de su independencia!
A este mundo que vacila, desconcertado, entre tantas doctrinas contrarias,
ofrezcamos este gran espectáculo: un grupo compacto de familias fieles a la ley de
estabilidad, a la ley de autoridad, a la ley de amor. Que al verles nos sintamos forzados a
decir: ¡Si todas las familias estuviesen formadas según este modelo, la sociedad estaría
salvada!”1.
3. - La sociedad - El Estado
I. Necesidad. Los hombres no deben tan solo vivir en familia, sino unirse
también en una sociedad más amplia que se llamará tribu, ciudad o nación. La misma
naturaleza del hombre ha hecho de la tendencia social una necesidad y una ley.
Considerad, en efecto, las facultades del hombre. Veréis que todas, para lograr su pleno
desarrollo, exigen la ayuda de la vida social. Para la conveniente conservación de su
vida corporal, mil objetos son necesarios o útiles para el hombre; por eso surgen los
oficios tan diversos y los cambios que de ellos se derivan. Ved por encima la vida
intelectual, en su doble expresión, la ciencia y el arte: para nacer, crecer y alcanzar su
pleno desarrollo, estas dos flores hunden sus raíces en el terreno social y toman prestado
a la atmósfera social el aire que respiran.
Más necesaria todavía y más bella, también más general, es la vida moral, puesto
que reina en toda conciencia humana, y prepara la vida inmortal, la vida en Dios; a la
que está destinado todo hombre. Ahora bien, en la vida social es donde se conservan los
principios fundamentales de la moral; y allí se encuentran sus principales aplicaciones.
Toda vida moral, en efecto, se fundamenta sobre una tradición religiosa tan
antigua como el hombre; está dominada por un hecho que es la vocación de la
humanidad a un estado y a un fin sobrenatural. Ahora bien, este hecho y esta tradición
no pueden ser conocidos sino por la sociedad y por sus enseñanzas.
Para llegar a este fin, el hombre necesita la fuerza que le dan el medio y la
educación, el ejemplo y la colaboración recíproca; necesita, para su cuerpo y su alma la
ayuda y la caridad fraterna. Y es en la sociedad y con sus semejantes donde él puede
1 Ibid.
24
practicar la virtud y el sacrificio a que está obligado para alcanzar su destino.
¿No es justo, finalmente, que los hombres, hijos de un mismo Dios, se unan para
rendir homenaje a su Padre y su Maestro, cumpliendo los deberes de religión que le son
debidos?
II. Una noción equivocada. La sociedad, habiendo sido querida por la naturaleza
y por Dios, no es, pues, una obra simplemente humana; y, por lo tanto, no ha nacido de
una libre convención, como afirmaba Juan Jacobo Rousseau en su Contrato social.
Pero supongamos que fuera éste el origen de la sociedad: ¿por qué habría de
obligar este contrato a las generaciones futuras? Lo que han hecho unos, otros podrán
deshacerlo y arruinar un edificio que descansa sobre principios convencionales. De esta
manera se abre la puerta a los desórdenes sociales y a la anarquía.
La parte del hombre en la organización social es la realización de este organismo
que le es necesario, es la determinación de la persona que ejercerá este poder cuyos
derechos y deberes son trazados por Dios y por la naturaleza.
Una consecuencia opuesta al error de Rousseau es la tiranía.
En efecto, si la sociedad no tiene otro principio que el contrato libre, el Estado,
una vez constituido, sería la única fuente de derecho; no reconocería ningún otro
anterior o superior al suyo. El individuo no podría oponerle ni su conciencia ni su
destino celestial. La familia no tendría otra ley y otra constitución que la recibida del
Estado. La religión no sería de derecho divino. Y solo sería de derecho aquello que al
Estado le complaciera ordenar. Desde entonces, lo arbitrario sancionado por el número,
sostenido por la fuerza, sería la ley.
III. Otro error. Se rechazó la creencia tradicional en una decadencia de la
naturaleza humana; se cerraron los ojos para no ver el hecho patente de la gran
inclinación que el hombre tiene hacia el mal, se proclamó al hombre capaz de llegar al
último grado de la virtud por sus propias fuerzas.
¡Parece, pues, inútil la moral cristiana y su conjunto de prácticas religiosas,
fuerza y salvaguarda contra las pasiones! ¡Pueril todo el sistema de sanciones contra el
vicio y de recompensas por la virtud!
“¿Queréis cerrar los presidios? ¡Abrid las escuelas!” (Víctor Hugo).
“La experiencia prueba, dice con tristeza el señor Francis Charmes, que la
instrucción no es suficiente1”. ¿No teníamos la experiencia de seis mil años y la
tradición religiosa de la humanidad para confirmar la doctrina de la Iglesia?
Si el hombre puede y debe cumplir todos sus deberes, esto no se puede hacer
sino luchando toda su vida y no únicamente con sus solas fuerzas, sino pidiendo el
alimento y la ayuda de la gracia divina.
Es al hombre, tal cual es, con su propensión al mal, a quien el Estado debe
1 21 de febrero de 1894. Journal des débats.
25
gobernar. Creer y actuar de otra manera es la utopía con sus equivocaciones y sus
desastres.
IV. La verdadera noción del Estado. – La sociedad está destinada a vivir bajo la
dirección de un poder central: el Estado. Éste tiene derecho al respeto y a la obediencia.
El Estado debe prestar al individuo, a la familia, a los diversos grupos,
consagrados por la historia y la experiencia, una protección respetuosa y una eficaz
salvaguardia. No es de él de quien ellos reciben su existencia o sus leyes esenciales.
El Estado no debe sustituirlos, tratándolos como a sus criaturas, sino que debe
coordinarlos en un cuerpo organizado, asegurar la consecución de sus respectivos fines
y hacerlos colaborar y participar en el bien común.
El Estado no puede nada contra los derechos esenciales del individuo y de la
familia.
Esta noción del Estado presupone la sumisión del hombre y del poder a Dios.
Tiene como principio la dependencia del hombre con respecto a su Creador.
El Estado tiene una segunda función que es la de colaborar de una manera activa
e inteligente en el bien de sus súbditos mediante una doble acción: suplir aquello que no
puede ser hecho por los particulares y, en aquello que ellos pueden hacer, ayudarles a
mejorarlo y a progresar.
Si quid deest supplere, dice santo Tomás, si quid melius fieri potest, studet
perficere1.
V. La sociedad es un organismo. – Si al individuo, a la familia, al Estado, se
añaden las agrupaciones profesionales, religiosas y científicas, se reconocerá que este
conjunto no es un mecanismo, sino un organismo en el que cada órgano tiene su propia
actividad y su función.
Individuos, familias, profesiones y agrupaciones diversas, son otros tantos
órganos vivientes y autónomos.
Bajo la dirección del Estado, su actividad especial es provechosa para los
órganos vecinos y para todo el cuerpo.
Pero allá, como en la familia, la jerarquía es una ley fundamental, de donde se
sigue una “cierta desigualdad” entre los miembros.
El padre, la madre, el hijo, que tienen igual dignidad ante Dios y ante la justicia
eterna, tienen un rango distinto y funciones diferentes. Así, los ciudadanos, iguales ante
la ley eterna, deben ocupar en la escala social posiciones más o menos altas.
Siempre existirán entre los hombres desigualdades morales y desigualdades
físicas; y, por más que se pudiera intentar, la nivelación material sería siempre
incompleta. Pero la igualdad en la sociedad debe restablecerse por vía de los cambios
1 De regim. Princ., lib.I, cap. XV.
26
naturales y ordenados, de acuerdo con las reglas del derecho y de la caridad, cambios
que enlazan los grandes con los pequeños, y que hacen de unos y otros un todo
completo.
Por medio de los equivalentes morales y religiosos, cuyas ventajas se prolongan
más allá de la tierra, es como la sociedad puede realizar una igualdad ideal.
Y la sociedad tiene la finalidad de impedir la miseria, sin compensación, sin
consuelo, sin apoyo, sin los bienes morales que sirven de remedio. En cuanto a la
pobreza propiamente dicha, es decir, la participación más o menos desfavorable en los
bienes externos, pretender suprimirla es dar un testimonio de pobreza de espíritu y hacer
un viaje al país de las utopías1.
VI. El Estado cristiano. – Los principios de la sana filosofía, que descubre la
razón, proporcionan la concepción justa y racional del Estado. Pero a estos principios
naturales, el Evangelio ha venido a añadir una concepción más clara y más fecunda.
Los hombres, iluminados por el Cristianismo, conocen mejor su dignidad, sus
derechos, están más sedientos de justicia y de libertad; en consecuencia, tienen también
una necesidad mayor de honor y de virtud. El ideal de los cristianos es a la vez más
claro y más elevado. Y, por tanto, los hombres no se pueden ya regir con los solos
medios que podían bastar en el paganismo. Al estado de alma nuevo creado por el
Evangelio, conviene aplicar los más elevados principios sociales.
Para el Estado, como para la familia y para el individuo, hay un derecho
cristiano. Es este derecho cristiano el que León XIII ha proclamado en la Encíclica
Immortale Dei, sobre la constitución cristiana de los Estados. Esta Encíclica debe estar
presente en la inteligencia de todos los hombres que tienen un gran interés en
restablecer sobre sus bases verdaderas una sociedad violentamente sacudida.
4. – La religión
I. Sus beneficios. – La naturaleza del hombre y su destino, los intereses de la
familia y los del Estado son tales que no es posible separarlos de la idea de Dios o de la
religión. Su olvido genera todos los desórdenes; y es necesaria para la misma
prosperidad material de la vida presente. Mediante la religión, la vida individual y la
vida social se orientan en su verdadero sentido, es decir, hacia Dios.
La intervención divina en la misión de Jesucristo, en la Encarnación del Hijo de
Dios, ha introducido en el mundo un elemento sobrenatural del que el pueblo cristiano
no puede prescindir. De la religión cristiana se desprenden sobre la humanidad energías
divinas, todas llenas de los más grandes beneficios para las familias y para los pueblos.
La sociedad, para alcanzar su perfección, tiene necesidad de libertad, de justicia
y de abnegación, mientras que las pasiones humanas están siempre dispuestas a producir
el egoísmo, la injusticia y el despotismo. Solamente la religión ha conducido a los
hombres a la plenitud de la libertad; solamente ella asegura en las relaciones públicas y
1 MEYER, op. Cit. Págs. 62, 63.
27
privadas los beneficios de la justicia; solamente ella inspira en el corazón humano actos
de abnegación continua y actos de heroísmo oculto, incluso cuando no hay ninguna
esperanza de recompensa humana.
II. Sus derechos. – El rango de la religión en la sociedad debe ser el de un
órgano principal y no el de un órgano secundario.
Por la autoridad de Cristo, la religión ha revestido en la Iglesia las formas de una
sociedad perfecta y ha recibido derechos superiores a todos los poderes humanos. Es,
pues, la Iglesia católica la que, durante el transcurso de los siglos, representa y encarna
en sí misma, por decirlo así, el rol de la religión y de sus derechos.
¿Queremos ver, en cambio, qué papel inmenso y benefactor es el de la Iglesia?
Releamos la primera parte de la Encíclica sobre la condición de los obreros.
5. – La asociación
I. Es de derecho natural. – Esto es lo que enseña magistralmente nuestra
Encíclica con pruebas y explicaciones irrefutables: “... Si bien las sociedades privadas
no tienen existencia sino en el seno de la sociedad civil, de la cual ellas son como otras
tantas partes, sin embargo, en general y absolutamente hablando, no puede el poder del
Estado negarles la existencia. Ya que el derecho a la existencia les ha sido concedido
por la naturaleza misma, y la sociedad civil ha sido instituida para proteger el derecho
natural, no para aniquilarlo”.
Las leyes más funestas, acaso, que la Revolución haya dejado a Francia, son
aquellas que suprimen o ponen obstáculos a la libertad de asociación. De esta manera, la
multitud, disgregada, pulverizada ha sido entregada al poder enorme del Estado sin
contrapeso.
Sin embargo, es bueno y necesario que, para administrar sus asuntos comunes,
los hombres se unan, pongan en común sus fuerzas intelectuales, morales y también las
pecuniarias.
Ablandado, contrarrestado por grupos organizados, el poder central cumple
mejor su misión, siendo protegido él mismo contra su tendencia a la usurpación.
II. La práctica del derecho de asociación. – La multitud sufre por el
individualismo y por el aislamiento. Pero al pueblo francés, en conjunto, no le gusta o
no conoce el remedio, tiene poco espíritu de asociación. Si este espíritu se desarrolla en
los centros industriales, ¡cuán defectuoso es! El obrero de la fábrica conoce la huelga,
no conoce casi nada la asociación verdadera, permanente, reflexionada, prudente y
fecunda. También la población campesina tiene una gran necesidad de recibir educación
en este punto.
La falta de espíritu colectivo proviene sin duda del egoísmo humano; pero el
sofisma, extendido por los filósofos del siglo pasado, ha falseado las ideas y los
sentimientos. Este sofisma ha sido apoyado por los poderes públicos, que han hecho
todo lo que podían para hacer olvidar al pueblo el espíritu de asociación.
28
Ésta es, para el pueblo francés, una causa incontestable de inferioridad.
III. ¿Qué hacer? – Es necesario enseñar al pueblo los medios para asociarse. En
primer lugar, es preciso iluminarlo sobre un punto de tan gran importancia para sus
intereses. Por medio de conferencias, de periódicos, de libros es necesario hacer
comprender al pueblo la importancia de la asociación y hacerle sentir las ventajas y la
necesidad de ésta.
Después, lo antes que sea posible, utilizar ampliamente las libertades parciales
concedidas por la ley. Así, el uso de tales libertades proporcionará ventajas reales desde
el punto de vista económico y moral; y despertará, mejor que ninguna otra lección, el
espíritu de asociación. Éste es, finalmente, el mejor medio para conquistar la plena
libertad que es preciso reclamar.
León XIII nos llama a restaurar, en ventaja del bien, el espíritu de asociación que
tantos otros aprovechan en ventaja del mal. ¡Cuántos hombres llenos de energía trabajan
en reunir al pueblo para la conquista de un fin injusto o de una causa impía! ¿Por qué no
se verán cristianos, en mayor número todavía y con mayor energía, invitar a las
muchedumbres a unirse para defender mejor sus legítimos intereses?
6. – La propiedad
I. El derecho a la propiedad privada. – El derecho a la propiedad privada es
ciertamente una de las bases necesarias de toda sociedad civilizada. La filosofía y la
Iglesia, la experiencia y la razón están de acuerdo al afirmar que tal derecho procede de
la naturaleza humana. Pero hoy, que este derecho es contestado por las utopías
comunistas, necesita ser enseñado y defendido mejor que nunca.
Numerosos y decisivos son los argumentos que demuestran la necesidad y la
legitimidad de la propiedad privada. Recordémoslos brevemente:
1º “El hombre, como ser racional, es un ser previsor. Ahora bien, la previsión
exige que él subvenga no solamente a las necesidades del presente, sino a las
necesidades del futuro; lo cual no se puede realizar sin la posesión estable de cosas
productivas. Si las necesidades del hombre cesasen una vez satisfechas, la ocupación
estable de las cosas no estaría en los designios de la naturaleza.
Pero el hombre está hecho de tal manera que sus necesidades renacen cada día.
Para asegurarse, pues, contra los efectos de su constante retorno es razonable que
busque apropiarse no solamente de los frutos de la tierra, sino de la misma tierra en la
que se recogen estos frutos. La estabilidad de la necesidad lleva a la estabilidad de la
posesión. Esta razón adquiere un valor mayor todavía si se considera no solo al hombre
aislado sino en familia y si se tiene en cuenta la obligación del padre de proveer al
futuro de sus hijos1”.
“La naturaleza impone al padre de familia el deber sagrado de alimentar y de
cuidar a sus hijos. Y va más lejos: como los hijos reflejan la fisonomía de su padre y son
1 LIBERATORE, Principes d’économie politique, pág. 165.
29
una especie de prolongación de su persona, la naturaleza le inspira el preocuparse de su
futuro y de crearles un patrimonio que les sirva de ayuda para defenderse en la peligrosa
travesía de la vida contra todas las sorpresas de la mala suerte. Pero este patrimonio,
¿podrá crearlo sin la adquisición de bienes permanentes y productivos que él pueda
transmitir a sus hijos por vía de herencia?1”.
2º “Por otra parte, el trabajo es eminentemente personal para el hombre. Son sus
propias facultades puestas en acción. Si estas facultades se ejercen sobre un objeto que
no pertenece a nadie, este objeto mueble o inmueble, materia o terreno, desde ahora
perfeccionado y transformado, es inseparable del trabajo al que debe su transformación
y pertenecerá con toda justicia al trabajador como el equivalente de su trabajo”.
Si el trabajo ha tenido como término un objeto perteneciente a otro, y si este
objeto ha sido perfeccionado a petición de su propietario, el trabajador será
recompensado por su trabajo mediante un salario.
Allí está también uno de los orígenes del derecho de propiedad.
3º A estas pruebas sobre el legítimo derecho a la propiedad, deducidas del
concepto de previsión y del trabajo, añadimos las razones que santo Tomás deduce de
las condiciones de la vida humana. Él expone tres:
1) “En primer lugar, la propiedad es el único medio para obtener una buena
gestión de los bienes de la tierra; pues todo hombre administra las cosas que son de su
exclusiva propiedad bastante mejor que aquellas que posee en común con otros. Es un
hecho, en el último caso, que cada uno escapa del trabajo y carga sobre los otros lo que
ha sido ordenado hacer a todos en general; es lo que se ve a menudo en aquellas casas
donde se hallan muchos servidores”.
Suponed que los bienes de la tierra sean de todos en general y de ninguno en
particular. ¿Quién, pues, querrá trabajar para su vecino y hacer un sacrificio del que no
logrará fruto? Veréis rápidamente perecer toda iniciativa, todo esfuerzo, y con ellos,
toda propiedad y todo progreso.
2) En segundo lugar, “si queremos ver reinar en las cosas humanas el orden
necesario para su buena administración, es preciso que el cuidado de cada cosa
particular vuelva por derecho a los individuos; porque, si cada uno debiera vigilar todas
las cosas, se seguiría de ello una confusión general”.
De hecho, la diversidad de las profesiones exige un orden orgánico entre ellas.
Ahora bien, “el elemento esencial de esta organización general del trabajo es la
propiedad repartida por familias (el patrimonio), que determina en general la vocación
de los miembros de cada familia e impide las fluctuaciones, el paso brusco de grandes
masas de hombres de un trabajo y de un género de vida a otro. ¡Qué incurable confusión
habría en el trabajo, si las continuas divisiones rompiesen este vínculo poderoso del
orden social!2”.
3) “En tercer lugar, finalmente, sólo el derecho de propiedad puede mantener la
1 Encíclica Rerum Novarum.
2 KETTELER, Oeuvres choisies, pág. 12.
30
paz entre los hombres y enseñar a cada uno a contentarse con sus bienes. ¿No nos
enseña la experiencia de todos los días que la posesión de una cosa en común lleva a
disputas demasiado frecuentes?
Si ni siquiera los hermanos pueden entenderse cuando quieren repartir la
herencia paterna; si los inquilinos de una misma casa litigan cuando no tienen que
repartir sino el aire de la casa y el agua de una misma fuente, ¿qué sería de la
humanidad cuando toda propiedad y todo trabajo debieran cada día ser repartidos de
nuevo? Toda la humanidad estaría desgarrada por las disputas y los odios1”.
Así pues, consideremos las condiciones reales en las que el hombre caído debe
vivir sea como individuo, sea como jefe de familia, sea como miembro del cuerpo
social. La propiedad aparece siempre como el medio eficaz de procurar a cada uno y a
todos la subsistencia y la paz. Por eso ha querido Dios la propiedad. De ahí viene que,
en todas las naciones civilizadas, el derecho de propiedad tuvo y tendrá siempre, para
protegerlo, el poder de las leyes divinas y humanas. Éstas se unen también en nuestros
días para defender tal derecho y para defender al mismo tiempo la sociedad, la
civilización y la religión.
II. El uso de la propiedad. – El derecho de propiedad nace del fin de la vida
social y de las condiciones normales de ésta. ¿No es evidente, por lo tanto, que este
mismo derecho tendrá como consecuencia deberes: los deberes que impondrá la
necesidad de dar a todo hombre los medios suficientes para vivir? Liberado de estos
deberes como de un obstáculo molesto, el derecho de propiedad se transforma pronto en
abusivo, odioso y, lejos de servir a la sociedad, le prepara terribles sacudidas.
Tampoco la Iglesia ha separado jamás los dos aspectos de la propiedad. Ella que,
mejor que nadie, asegura a cada uno su derecho, predica a todos más alto que nadie su
deber.
Santo Tomás, en su Suma, ha formulado con una admirable precisión la
enseñanza de la Iglesia. León XIII, en la Encíclica, lo reproduce palabra por palabra.
“Sobre el uso de las riquezas, dice él, he aquí la enseñanza de una excelencia y de una
importancia extrema que la filosofía ha podido esbozar, pero que pertenece a la Iglesia
enseñárnosla en su perfección; la cual, además, hace que no permanezca como pura
especulación, y de la teoría pasa a la práctica. El fundamento de esta doctrina está en la
distinción entre la justa posesión de las riquezas y su uso legítimo. La propiedad
privada, lo hemos dicho más arriba, es para el hombre de derecho natural; el ejercicio de
este derecho es cosa no solamente permitida, sobre todo a quien vive en sociedad, sino
también absolutamente necesaria. Ahora, si se nos pregunta en qué es preciso hacer
consistir el uso de los bienes, la Iglesia responde sin vacilación: Desde este punto de
vista, el hombre no debe tener las cosas exteriores como privadas, sino más bien como
comunes, de tal suerte que haga partícipes a los otros en sus necesidades. Por eso el
Apóstol ha dicho: “Divitibus hujus saeculi praecipe... facile tribuere, communicare”,
ordena a los ricos de este mundo... que den fácilmente, que compartan sus riquezas1.
“Ninguno, ciertamente, está obligado a subvenir al prójimo tomando de aquello
que le es necesario para sí mismo o para su familia, ni siquiera de aquello que es
1 KETTELER, op. cit., pág. 13.
1 Santo TOMAS, IIa, IIae, q. 66, art. 2.
31
necesario a la conveniencia y al decoro del propio estado, porque nadie debe vivir de
modo no conveniente. Pero después que se ha satisfecho suficientemente la necesidad y
el decoro, es un deber dar lo superfluo a los pobres. Es un deber no de estricta justicia,
salvo los casos de extrema necesidad, sino de caridad cristiana; un deber, por
consiguiente, cuyo cumplimiento no se puede exigir, ciertamente, por vías jurídicas.
Pero por encima de los juicios del hombre y de sus leyes está la ley y el juicio de
Jesucristo, nuestro Dios, quien nos inculca de muchas maneras el dar la limosna con
generosidad. Es más dichoso, dice él, el que da que el que recibe, y el Señor tendrá
como hecha o dejada de hacer a sí mismo la limosna que se haya hecho o se haya
negado a los pobres. Cada vez que habéis dado limosna a uno de mis hermanos más
pequeños que vosotros veis, a mí me la habéis dado”.
He aquí cómo entiende la Iglesia el derecho y el uso de la propiedad. Por el
olvido de esta doctrina, los ricos se han dedicado a hacer de sus bienes un uso egoísta y
antisocial que ha suscitado en el corazón de los desdichados el rencor y la envidia. Pero
el olvido del deber lleva hoy consigo su pena, ha producido la sacudida del derecho.
¿Queremos devolver al derecho, con su firmeza, el respeto que merece? Hagámoslo,
como en otro tiempo, útil y benefactor por el cumplimiento generoso del deber. Que
aquellos que poseen miren a sus bienes, no como un lote del cual ellos pueden usar de
manera egoísta, sino como un depósito que Dios les ha confiado para adquirir méritos
socorriendo a su prójimo.
Ésta ha sido siempre la doctrina de la Iglesia. Los oradores cristianos del siglo
XVII así la han expresado, como los Padres de los primeros siglos. Y esta doctrina que
la corte de un gran rey quería escuchar de buena gana, ¿no tendremos nosotros el
derecho de repetirla hoy, sin merecer por ello el epíteto de socialistas?
Para justificarnos, dejemos pues, hablar un instante a Bossuet y Bourdaloue.
“Sabed, decía Bossuet, que si vosotros sois los verdaderos propietarios según la
justicia de los hombres, no debéis consideraros sino como administradores ante la
justicia de Dios, el cual os pedirá estricta cuenta de vuestros bienes. No creáis que Él se
haya desentendido del cuidado de los pobres. Aunque los veáis privados de todas las
cosas, guardaos bien de suponer que ellos hayan perdido completamente este derecho
natural que tienen de tomar de la masa común aquello que les es necesario. No, no, !oh
ricos del mundo!, no es para vosotros solos para quienes Dios hace que salga el sol, ni
es para vosotros solos para quienes riega la tierra, ni es para vosotros solos para quien
Él hace crecer en el seno de la tierra tan gran variedad de semillas. Los pobres tienen en
ello su parte, tanta como vosotros. Reconozco que Dios no les ha dado tierra alguna en
propiedad, pero él les ha asignado su subsistencia con los bienes que vosotros poseéis,
según la medida de vuestras riquezas... Él ha querido que tengáis el honor de hacer vivir
a vuestro semejante...”.
Bourdaloue no es menos explícito. Proclama que “la limosna no es solamente un
consejo, sino un precepto. No es una obra de supererogación, sino una obligación
estricta y rigurosa y una ley tan severa, de la que depende nada menos que nuestra
eterna salvación”.
El siglo XVII no tenía esta clase de proletarios que ha engendrado la industria.
Esta es la forma actual de pauperismo, y la primera limosna que le es debida es el
32
salario justo, el salario adecuado que permita subsistir al obrero en condiciones
normales.
7. – El trabajo
I. Su necesidad. – El trabajo es el único medio por el que el hombre puede
proveer a las necesidades de su vida. La tierra contiene en potencia lo necesario para
satisfacer las necesidades que reaparecen cada día; pero sus riquezas no pueden ser
usadas, sino por medio del trabajo. El cultivo de la tierra, la producción manufacturera,
la pesca, la caza, la recolección de productos naturales, todo esto es siempre un trabajo1.
Las mismas riquezas naturales (materias, fuentes, selvas, praderas, canteras,
minas, fuerza motriz de las corrientes de agua), no llegan a ser útiles, sino a través del
trabajo que las descubre y las explota.
Sin el trabajo, las cosas útiles o agradables o no existirían o no servirían para
nada.
II. El trabajo cristiano. – Después del pecado original, el trabajo ha adquirido el
carácter de una expiación; así, tiene un valor nuevo. Si es un castigo, es también una
reparación y un medio saludable y meritorio que preserva del pecado.
El Hombre-Dios ha dado al trabajo una verdadera dignidad, entregándose
durante treinta años a un trabajo manual y durante tres años al trabajo de la predicación.
Sea, pues, simplemente un trabajo manual, intelectual o artístico, desde que Él lo
santificó conduce el hombre a Dios y es siempre respetable y meritorio.
“Aquellos, dice León XIII, que prometen al pobre una vida exenta de
sufrimientos y de penas, plena de descanso y de perpetuo disfrute, esos, ciertamente,
engañan al pueblo y le ponen trampas en las que se ocultan, para el futuro, calamidades
más terribles que las del presente”.
III. Trabajo social. – Profesiones2. - Es imposible que cada individuo se baste a
sí mismo y pueda procurarse él solo todo aquello que reclama su naturaleza de hombre.
Para sus necesidades físicas, ¡cuántos objetos necesarios para la nutrición, el vestido o
el alojamiento! Para las necesidades morales, ¿puede encontrar en su propia naturaleza
la instrucción, la educación, las ayudas espirituales y divinas? En la vida social, ¿no es
preciso velar por la seguridad interior y exterior del país, en la elaboración de las leyes,
en el mantenimiento de la justicia y en los intereses generales de la nación?
Los trabajos deben, pues, ser compartidos y repartidos. Así, en la infinita
variedad de las ocupaciones, cada uno encuentra en qué ejercitar con mayor satisfacción
y utilidad las aptitudes que posee.
De esto han nacido las profesiones.
En el reino de Cristo no hay empleo servil, todas las profesiones honestas son
1 Cf. GIDE, Principes d’économie politique, pág. 119.
2 OTT, Traité d’économie sociale, 1, pág. 31.
33
honorables; sin embargo, conservan su jerarquía social: profesiones liberales y
profesiones económicas; éstas tienen por objeto la creación de productos materiales, su
intercambio y su transporte.
Las diversas profesiones se prestan unas a otras servicios recíprocos. ¿Quién
podrá negar la feliz influencia de la religión y de la moral, enseñadas por el sacerdote,
sobre el trabajo y la riqueza? ¿Quién podrá negar la acción saludable ejercida por el
poder público, por la ciencia, por las bellas artes y por la medicina?
Así aparece el vínculo social, por el cual Dios reúne a los hombres en una vasta
familia en la que se intercambian los trabajos y los beneficios. Todas las profesiones son
útiles, pero su utilidad es proporcional a las necesidades a las que responden. Allí donde
las necesidades son más grandes que la producción, el número de productores puede
crecer sin peligro: así sucede hoy en Francia con el cultivo del trigo. Pero son muchas
las necesidades para las cuales son suficientes un restringido número de empleados. Si
se sobrepasa este límite, es un gasto inútil y funesto de fuerza humana y de dinero.
Gastos enormes sin provecho: funcionarios sin trabajo1, abogados sin causas, pequeños
comerciantes que se arruinan a causa de una clientela restringida, maestros y maestras
sin alumnos, “desclasados” de todo tipo (personas que han venido a menos) presa fácil
de la miseria y el vicio.
IV. La división del trabajo. – Además de esta división del trabajo general en
profesiones, hay otra división que tiene lugar en el mismo taller.
Así, para la fabricación de armas de fuego, los obreros de Lieja, según sus
sindicatos, están divididos en veintiuna categorías que constituyen otros tantos oficios
distintos (Bien du peuple, 3 de marzo 1894). Las ventajas de tal división son: la
reducción del trabajo a movimientos muy simples, a veces mecánicos, la facilidad de
acomodar la tarea a las aptitudes del obrero, la destreza de éste, la economía del tiempo
que se perdería para el cambio de ocupación, la facilidad de aprendizaje.
Sin embargo, resulta de esta división tan económica del trabajo el
embrutecimiento moral y físico del obrero. Este trabajo, reducido a algunos simples
movimientos, apaga la iniciativa, deforma el cuerpo y hace difíciles sus funciones. La
raza se degenera.
El patrón no tiene otra preocupación que el trabajo. Le importa poco el hombre:
otros cien lo pueden reemplazar en su puesto de trabajo.
El obrero, incapaz de hacer otra cosa fuera de aquello a lo que está habituado,
corre el riesgo de encontrarse en el paro o de ser despedido.
He aquí los medios para evitar estos inconvenientes:
1º Que el obrero tenga una parte más justa en los beneficios de su trabajo y una
compensación equitativa por sus riesgos. Su participación en los beneficios de la
empresa parece que pudiera solucionar por sí sola esta dificultad.
2º Que se limite la jornada de trabajo, a fin de dejar al obrero el medio de
1 GIDE, op. cit., pág. 128.
34
ocuparse de una manera más normal de su cuerpo y de su espíritu.
3º Es deseable que el aprendizaje esté por encima de las subdivisiones
demasiado especiales de un trabajo determinado y que el obrero sepa su profesión
completa, e incluso las nociones generales de profesiones similares.
V. Organización del trabajo. – El trabajo coopera de una manera inmediata a la
conservación de la familia y de la sociedad. De su buena o su mala organización se
desprenden o la prosperidad y la paz, o el sufrimiento y la disensión. Es un órgano
esencial de la vida del pueblo. Ante cualquier interrogante sobre el problema social,
surge siempre como causa o remedio del mal la organización defectuosa o acertada del
trabajo.
¿Puede un elemento tan esencial dejarse abandonado a los caprichos
individuales? ¿Puede el trabajo dejarse a merced de los cambios de las pasiones
humanas, a los cálculos del egoísmo? Gran número de personas depende del trabajo, y
de su parte de justicia y de libertad. Dejad actuar el interés, sin conciencia ni freno, y
recogeréis injusticia y esclavitud.
El error tan enorme como funesto de la Revolución y del liberalismo ha sido el
de dejar el trabajo disgregado, desorganizado, víctima de la explotación y de la
competencia. Es necesario, por tanto, proporcionarle una organización sabia, basada
sobre los verdaderos principios de la justicia y de la religión, así como sobre las nuevas
condiciones creadas por las máquinas y por la ciencia.
8. – La remuneración del trabajo - El salario
I. El trabajo no es para el hombre solamente un deber. Es también el medio que
le debe proporcionar su subsistencia, la reparación de sus fuerzas y los recursos para
educar a sus hijos. Ahora bien, el salario ha venido a ser, después del desarrollo de la
industria, la forma más extendida de la remuneración del trabajo. Es necesario, pues,
que el trabajador encuentre en su salario las ventajas que acabamos de enumerar. Ése es
el principio fundamental que la Encíclica destaca para deducir de él la verdadera teoría
del salario.
II. No, dice el Santo Padre, la fijación del salario no depende únicamente de un
contrato libre concertado entre el patrón y el obrero.
El trabajo tiene un doble carácter. Es personal, porque la fuerza física es
propiedad de aquel que la ejerce; pero es también necesario, porque el hombre necesita
del fruto de su trabajo para conservar su existencia. Ésta es la ley de la naturaleza:
comerás el pan con el sudor de tu frente.
Estos dos caracteres son inseparables. Si el trabajo fuera puramente personal y
libre, el trabajador podría, según su voluntad, estipular un salario insuficiente. Pero el
obrero se encuentra frente a un deber al cual no puede sustraerse: debe conservar su
vida y no puede procurarse aquello que necesita para la subsistencia sino por medio del
salario. Todo pacto contrario lesiona la equidad natural (encíclica, edición de Liège,
pág. 28).
35
Estos principios contradicen formalmente las teorías de la economía liberal, que
muchos católicos habían aceptado demasiado fácilmente.
III. ¿Pero la justicia exige que el salario sea suficiente no solamente para la
subsistencia personal del obrero, sino también para la de su mujer y de sus hijos?
Se ha suscitado una duda, porque la Encíclica afirma solamente que el salario
debe ser suficiente para proveer a la subsistencia del obrero sobrio y honesto.
Los partidarios de la negativa objetan que el obrero, padre de familia, no trabaja
más que el soltero. Añaden que el salario no podría nunca ser proporcionado a las
necesidades de una familia numerosa.
A pesar de estas objeciones, la tesis no es dudosa: el salario normal debe ser
suficiente, en las condiciones ordinarias, para proveer a la subsistencia del obrero y su
familia.
Si la justicia conmutativa no lo exige en virtud del contrato, hay otros deberes
que se derivan de la equidad natural. No se puede actuar de manera que el obrero no se
case o que no pueda mantener su familia.
Si la Encíclica no habla nada más que del obrero, es porque lo considera in
concreto, en las condiciones normales de su existencia, con su mujer y sus hijos. El
Santo Padre lo indica en otro lugar de la Encíclica en el que dice que “el obrero
percibirá un salario suficiente para hacer frente, con soltura, a sus necesidades y a las de
su familia. Deberá esforzarse en ser ahorrador”.
El soltero y el padre de una familia numerosa están fuera de las condiciones
normales y ordinarias. El primero debe de economizar el excedente de su salario para
fundar una familia. El segundo debe buscar en las instituciones corporativas y de
caridad aquello que el salario no le puede proporcionar.
Nada impide que se tenga en cuenta, también, el trabajo de la mujer; pero en una
sociedad bien organizada, el lugar de la mujer está en su hogar y sus ganancias son
mínimas.
Ésta es la tesis sostenida por los maestros más autorizados.
“El trabajo para el obrero, dice el P. Liberatore, es virtualmente lo que necesita
para su mantenimiento y el de su familia. Luego, si el patrón se beneficia de este
trabajo, es preciso que el patrón le dé una retribución equivalente a fin de mantener la
igualdad en el cambio, es decir, la justicia: Justitia aequalitatem importat (Santo
Tomás, Summa theologica).
“Para que sea suficiente a las necesidades y a los deberes normales y ordinarios,
añade el P. Liberatore, la sociedad debe ofrecer un medio ordinario y normal. Ahora
bien, por una parte, es normal que un obrero tenga una familia y, por otra parte, el
medio normal que Dios le da es el trabajo. Es preciso, pues, que la remuneración del
trabajo sea suficiente para las necesidades de la familia1”.
1 LIBERATORE, Principes d’économie politique, págs. 250 y siguientes.
36
Este sentimiento lo comparten también el cardenal Manning, el cardenal
Gibbons, Monseñor Ireland; ésta es la opinión del Congreso católico de Ginebra según
la proposición de Monseñor Nicotera, nuncio en La Haya2.
Aunque una respuesta del cardenal Zigliara parecía contradecir esta solución,
porque no pedía al salario sino los alimentos del trabajador, es porque él tomaba la
palabra “alimentos” en el sentido canónico, es decir, todo aquello que es necesario para
el sustento de un hombre en las condiciones normales de su existencia y con sus cargas
de familia. Esta interpretación está autorizada por una respuesta del Reverendo Padre
Eschbach, quien antes de darla se había informado sobre el pensamiento del Santo
Padre.
IV. Pero, se dirá que esta teoría del salario, unida a aquella que quiere reducir el
trabajo de las mujeres, exigiría un aumento sensible de los salarios en la industria.
Ahora bien, bajo el régimen actual de la competencia ilimitada, este aumento es
imposible. El patrono que lo aplicase correría deprisa a su ruina.
Esto prueba precisamente que el régimen actual es malo, injusto, antisocial, y
por eso, León XIII pide que reaccionemos contra este régimen inicuo, para sustituirlo
por otro más conforme a la justicia.
Los principios eternos no deben ceder ante los hechos. La verdad arrastrará los
espíritus y producirá, con la cooperación de la Providencia, la reforma de las
costumbres cristianas.
Una sociedad cristiana debe ser organizada de tal manera que el hombre que
trabaja se vea, lo más raramente que sea posible, obligado a recurrir él mismo a la
caridad. Y por eso deben existir instituciones y fondos de reserva en las diversas
profesiones para ayudar a las familias numerosas y a los inválidos del trabajo. Esta
ayuda, proporcionada para superar los momentos críticos de la vida, ofrecida al obrero
2 Esta controversia se ha vuelto a abrir en los últimos tiempos. Se ha objetado a los antiguos
teólogos que no dan otra medida al justo salario que la estimación común, y en particular Suárez, quien
declara que el justo salario no siempre será suficiente a las necesidades de la familia.
Responderemos, en primer lugar, que siempre hemos hecho la misma restricción que Suárez.
Hay casos donde el salario justo no será suficiente para la familia, por ejemplo, si la familia del obrero es
excesivamente numerosa o si tal industria está en apuros y el patrón no puede dar más, o si tal obrero tan
solo puede realizar un trabajo de mediocre valor.
Por cuanto concierne a la regla de los antiguos teólogos, nos gusta la explicación que da
Monseñor t’Serclaes, el eminente rector del colegio belga de Roma. Esta estimación común no debe ser
confundida con el salario corriente, que puede ser muy injusto en ciertas circunstancias. Esta estimación
común debe de ser la de personas prudentes y timoratas (personas que tienen temor de Dios y se
gobiernan por Él en sus operaciones: (N. d. T.), ya que no se crean leyes de moralidad con el sufragio
universal.
La Iglesia lo entiende así cuando se apela a la estimación común para cuestiones de justicia. A
menudo, incluso ella lo dice expresamente, por ejemplo, en las respuestas de las Congregaciones romanas
relativas a la tasa de interés.
La estimación común de los salarios, entendida así, será conforme a lo que llamamos el salario
normal. Tendrá también en cuenta a la familia.
¿Qué dice, en efecto, el obrero que pide un salario? Dice: “Yo no estoy solo, yo debo mantener a
mi mujer y a mis hijos”. El patrón prudente y honesto tiene en cuenta esta consideración y el salario
común entre personas honestas se establece sobre esta base, salvo en los casos excepcionales que todos
admiten. (ver la carta de Monseñor t’Serclaes, en el Bien public de Gand del 20 de enero 1895).
37
honesto, que ha hecho, por su parte, lo que podía, tiene un carácter especial muy distinto
de la limosna que se da a los pordioseros.
9. - El capital
I. El capital es el fruto del ahorro. Está formado por una porción de riqueza no
consumida.
Sin embargo, los economistas dan este nombre solamente al ahorro que se
considera como destinado a la producción de una riqueza nueva.
El capital no es necesariamente una suma de dinero. Consiste en todas las cosas
diversas que tienen una utilidad o un valor y que están destinadas a producir nueva
riqueza. Tales son las semillas para la agricultura, las materias primas para las
manufacturas, los medios de transporte, las máquinas, etc., todas las cosas que pueden
reducirse a dos grandes categorías: los instrumentos y las provisiones.
Un comerciante, un manufacturero, un agricultor no poseen ordinariamente en
forma de dinero sino una pequeña parte del valor que compone su capital.
II. ¿Es el capital un agente productor?
Los elementos necesarios para la producción son tres: la tierra, el trabajo y el
capital.
El trabajo es con seguridad productivo; es el agente productivo por excelencia, el
agente universal.
¿Es la tierra un agente productivo? Sin duda alguna. Su productividad natural se
explota y se mejora mediante el trabajo.
Pero el capital, es decir, el instrumento de trabajo creado por el hombre, ¿es un
agente productivo?
Hablando con propiedad, no. El instrumento no actúa por sí mismo. El hombre,
para producir, se sirve del instrumento, pero el instrumento no produce.
El capital ayuda, sin embargo, a la productividad. El instrumento de trabajo es, a
menudo, necesario y siempre útil. Toda empresa importante exige progreso, máquinas,
un capital en una palabra, sin el cual no podría ni comenzar ni perseverar. Así, el capital
es una condición necesaria, un medio, a menudo, indispensable. Podemos darle el
nombre de auxiliar de la producción.
10. – La renta
El trabajo, la tierra y los capitales concurren, cada uno a su manera, en la
creación de los productos. Se trata de saber si y cómo deben repartirse los productos o el
precio de estos productos.
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Una primera parte va por derecho a remunerar el trabajo: es el salario del obrero
o el sueldo del empleado.
¿Debe darse otra parte a aquel que posee la tierra, pero no la cultiva por sí
mismo?
La renta -éste es el nombre consagrado- pagada por el granjero que trabaja al
propietario que no trabaja, ¿es legítima?
La teología no lo pone en duda. Un hombre puede apropiarse de un campo. Se
apropia al mismo tiempo de las fuerzas naturales y productivas de ese campo. Es, pues,
a él a quien pertenece también la porción de producto correspondiente a estas fuerzas
productivas. Y entonces cuando él arrienda su campo puede recibir esta porción, sea en
especie, sea en dinero, como precio del alquiler.
En derecho, la renta es legítima, pero de facto ¡cuán fácilmente se puede deslizar
la injusticia en el contrato que estipula la cantidad de la renta! ¡Qué fácil es para el
propietario imponer al trabajador que alquila sus tierras condiciones onerosas y
desproporcionadas a la legítima parte que le toca!
Los principios de justicia recordados por León XIII a los patronos conservan
toda su fuerza respecto a los propietarios de haciendas.
La injusticia, siempre clamorosa, viene a ser todavía un mayor mal social,
cuando una renta muy alta sirve para enriquecer a hombres que, llenos de salud, no
proporcionan ningún servicio a sus semejantes. La tierra no es objeto de propiedad nada
más que para la utilidad y para el mayor bien social; y el trabajo tiene también función
social. Para vivir de renta sobre lo propio y con el trabajo de los otros y para justificarse
a los ojos de aquellos que sufren, es sin duda deseable, si no esencial, que se pague su
parte de servicios al país de otro modo que con la ociosidad y el placer. El olvido de
estos principios proporciona pretextos a los enemigos de la propiedad.
Los abusos a los que expone el contrato de alquiler rústico indican
suficientemente que este contrato, que en sí es justo, está lejos de ser el mejor. ¡Cuánto
más equitativo sería el contrato de sociedad entre el propietario del suelo y el agricultor,
que desde ese momento correrían la misma suerte, los mismos riesgos y se situarían en
condiciones más cercanas a la igualdad!
11. – El beneficio, el interés, la usura
¿Tiene también el capital que descontar previamente una parte sobre el precio de
los productos? De hecho, se le concede una, con el nombre de beneficio o ganancia o
provecho si el capital es explotado por su dueño; de interés si el capital es prestado. En
derecho, ¿esta parte exigida por el capital es legítima?
I. El beneficio. – Hablamos del beneficio neto, de la ganancia que queda después
de la deducción de todos los gastos justificados. Pues el capital comprometido tiene
derecho, en primer lugar, a una prima de seguro que da garantía a su dueño contra los
riesgos que corre en la amortización del capital mismo, si éste se transforma en
39
instrumentos de trabajo que se consumen con el tiempo. Del mismo modo, el
empresario que dedica a una obra su tiempo, su inteligencia, que soporta todos los
cuidados, tiene derecho a una justa remuneración que le permita vivir según su
condición, a él y a su familia. Pero si, hechas todas las deducciones del interés, de la
amortización y de los salarios queda un beneficio, ¿a quién pertenece este beneficio?
Si va todo entero al empresario, ¿se viola la justicia? Sería difícil afirmarlo, pues
parece conforme a la estricta justicia que el beneficio pertenezca a aquel que con sus
riesgos y peligros ha puesto en una obra honesta su fortuna y su trabajo y ha pagado a
sus colaboradores el salario convenido.
Sin embargo, ¿no sería mejor todavía y más conforme a la equidad que, en el
beneficio neto, hubiera una parte para el obrero? Sin duda, él ha recibido ya,
suponemos, el salario justo que le pertenece por derecho. Pero, ¿acaso no ha arriesgado
él su propia vida? ¿No ha gastado sus fuerzas y colaborado con su trabajo en la
obtención de los beneficios? Por tanto, sería bueno que el obrero fuese admitido a una
parte proporcional en el reparto de estos beneficios.
Esto es algo que se practica ya en algunas fábricas, en las que los obreros
participan de la prosperidad de los negocios y reciben parte de los beneficios. La parte
que en ese caso volvería a los obreros podría no serles distribuida individualmente, sino
ser dedicada ventajosamente al servicio de los intereses generales tales como las cajas
de seguros, los montepíos, etc. ¡Cuán eficaz sería este modo de actuar para restablecer
la paz en las relaciones entre el capital y el trabajo!
II. El interés, la usura. – Pero ¿corresponde una parte del producto al capital,
solamente prestado? Dicho de otra manera, ¿puede el dinero, con justicia, pretender un
interés?
1. Como tesis absoluta, el préstamo propiamente dicho, el mutuum, si no
interviene ninguna circunstancia que le cambie su naturaleza es esencialmente gratuito.
El carácter del préstamo propiamente dicho, hecho al pobre en desamparo, consiste en
ser un servicio gratuito. Exigir un interés por un servicio que debe ser gratuito es violar
la naturaleza del contrato, es cometer la usura, cien veces condenada por la Iglesia1.
2. Pero, ¿hay circunstancias extrínsecas que modifican las condiciones del
contrato de préstamo?
La Iglesia ha admitido siempre como posible el hecho de que hay títulos
(razones) particulares que no son intrínsecos al préstamo y que dan derecho legítimo a
recibir un interés. Así, el perjuicio sufrido (damnum emergens), el beneficio previsto no
obtenido o la falta de ganancia, como se dice en estilo comercial (lucrum cessans) y el
riesgo particular al que está expuesto el capital (periculum sortis) pueden dar al
prestamista el derecho de reclamar una justa indemnización, que no tiene nada que ver
con un interés percibido en virtud misma del préstamo (De Pascal, Phil. Morale et
sociale, pág. 588).
1 Nosotros damos solamente este motivo de la gratuidad esencial al contrato de préstamo.
Algunos otros autores hacen valer también el argumento de la esterilidad del dinero, que de por sí es
improductivo. Cf. GURY-BALLERINI, de Mutuo.
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3. Estos diversos títulos se pueden encontrar en todas las épocas de la historia.
¿Pero hay, en nuestra época, condiciones particulares que modifiquen todavía más el
préstamo de los capitales?
El estado actual de la industria y el comercio ¿ha dado al dinero un empleo tal,
que el dinero haya adquirido una especie de fuerza productiva y que dé así derecho,
como la tierra, a la percepción de una ganancia?
El P. Lehmkuhl lo cree1. El P. Liberatore lo enseña positivamente para los
capitales dedicados a un negocio comercial o industrial. “Si el capital, rigurosamente
hablando, no es un agente de producción, es sin embargo un elemento y un medio de
producción digno, por este título, de retribución”2.
4. Pero si el interés adquiere, por razón de las circunstancias, una cierta
legitimidad, la teología y la razón están lejos de justificar por esto toda especie de
interés. El tipo de interés puede fácilmente superar el límite de la justicia y llegar a ser
una verdadera usura. Si los capitalistas se aprovechan de los apuros de los empresarios
para aumentar sus exigencias, el préstamo hiere manifiestamente la equidad.
5. ¿Qué decir de aquellos capitales que no hacen más que circular, de los
capitales de banco? Exigen un interés que corre siempre en todas las hipótesis y que
aumenta singularmente el precio de todas las cosas. ¡Cuán amenazadora es aquí la
injusticia!
Gracias al tráfico del dinero, ¡cuántos hombres viven y se enriquecen sin realizar
ningún trabajo útil y a expensas de los trabajadores! ¡Cuántas empresas serias
arruinadas, cuántas fortunas de particulares gastadas, cuántas granjas abandonadas
como consecuencia del comercio inmoral de los capitalistas!
“Cuando el tráfico del que es objeto el dinero, dice monseñor Lachat, se haya
desarrollado con toda su fuerza, cuando haya ejercido todas sus influencias, cuando
haya dado sus últimos frutos, acaso nos lamentaremos, pero demasiado tarde, de que no
se haya puesto un dique más inflexible a este tráfico que se considerará, no sin razón,
como uno de los primeros asaltos de un agiotaje que siempre termina arruinando a las
sociedades con el pretexto de multiplicar las riquezas3”.
Por otra parte, el capitalismo se destruye ya a sí mismo: el interés ha bajado de
un 5 % a un 2,5 %; ¿no es esto ya un homenaje tributado a los derechos del trabajo?
Por tanto, no se puede hacer otra cosa sino apresurar con todos nuestros deseos
el retorno de un estado económico mejor, en el que las prescripciones de la Iglesia
encuentren su benéfica aplicación.
1 Theol. Mor., I, 696 y siguientes.
2 LIBERATORE, op. cit., pág. 245. – Nosotros debemos por otra parte considerar la cuestión,
como una cuestión que permanece abierta. La Santa Sede lo indica en sus decisiones recientes,
particularmente, en un decreto del Santo Oficio del 31 de agosto de 1830, y en otros dando respuestas que
se refieren a esto, en los que declara que los que prestan al tanto por ciento legal, o que prestan a interés a
los comerciantes no deben de ser inquietados, con tal que ellos estén dispuestos a someterse a toda
decisión definitiva que sea formulada por la Santa Sede. (Santo Oficio, 18 de agosto 1830. – S. Poenit., 14
agosto 1831, etc. ). Cf. GURY-BALLERINI, t. I, pág. 725 y siguientes. 3 Citado por el P. de Pascal, op. cit., pág. 597.
41
12. – Bibliografía
La Encíclica sobre la condición de los obreros.
T. MEYER, S. J., La question ouvrière et les principes fondamentaux de la
sociologie chrétienne, traducido por el Dr. Fritsch (En Lethielleux, rue Cassette).
R. P. de PASCAL, Philosophie morale et sociale, (En Lethielleux, Le pouvoir
social et l’ordre économique, apéndice al III volumen de la Philosophie scolastique de
ELIE BLANC, París, Vic et Amat).
LIBERATORE, S. J., Principes d’économie politique, traducido por Sylvestre
de Sacy (Oudin, 10, rue de Mézières, París).
Monseñor DOUTRELOUX, obispo de Lieja, Lettre pastorale sur la question
ouvrière (En Dessain, Lieja).
Sobre la propiedad consultar la Encíclica; KETTELER, op. cit., Premier
sermon; SANTO TOMÁS, Suma teológica., IIa, IIae, q. 66, a. 2; BOURDALOUE,
Deux sermons sur l’aumône.
Sobre el interés y la renta, OTT, op. cit. Vol. I, pág. 370 y siguientes, pág. 406 y
siguentes; LEHMKUHL, S. J., Théologie morale, vol.I, pág.681 y siguientes.
CARRIERE, Traité de la justice.
Suma de santo Tomás, segunda parte: las cuestiones relativas a la justicia.
JOSEPH BURG, De la vie sociale, politique et religieuse des nations modernes,
(En Sutter, en Rixheim, Alsacia).
43
CAPÍTULO II ________
ESTADO LAMENTABLE DE LA SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA
Las naciones, como los individuos, dejan a veces de ser sabias. Abandonan la
religión y las buenas costumbres de los antepasados.
Las naciones cristianas, y Francia en particular, estaban cansadas de la dirección
maternal y tutelar de la Iglesia. Se volvieron hacia el paganismo. Quisieron hacer un
nuevo ensayo de sus principios y de sus costumbres. Vemos a dónde han llegado, tanto
desde el punto de vista moral como del punto de vista material. Constataremos un
malestar social universal en la familia, en las costumbres, en las relaciones sociales y
será fácil aproximar estas consecuencias funestas a su causa, que es la violación de los
principios enunciados en el capítulo primero.
A. EN LA FAMILIA
1. – La despoblación
“Creced y multiplicaos”. Es la ley de la naturaleza y es la ley divina. Al hombre
le gusta verse rodeado de retoños numerosos. Son su fuerza, su consuelo y su honor.
Pero el egoísmo contemporáneo, el amor al lujo y el sensualismo han cambiado
todo eso. He aquí, por lo demás, el hecho brutal. Es el cuadro oficial del crecimiento de
la población en Europa en 1891:
Rusia 800.000
Alemania 675.000
Inglaterra 368.000
Italia 270.000
Holanda 60.000
Francia 10.500
Y todavía más, estos 10.500 son extranjeros emigrados a Francia. En realidad,
los fallecidos en 1891 han superado a los nacidos en 10.505 personas. En 1892, la
disminución fue de 20.041 habitantes.
La raza francesa está en decrecimiento, mientras que en 1881 el crecimiento era
todavía de 108.000 habitantes cada año.
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La cifra anual de nacimientos era, aún en 1881, de 937.000. En 1886, no había
nada más que 880.000. Ha caído en 1891 a 838.000. Es un descenso de 100.000 en
nueve años.
En 1892 la población del departamento del Aisne ha disminuido en 1.438
habitantes y la mayor parte de nuestros departamentos están casi en el mismo punto, si
exceptuamos algunas regiones de costumbres más católicas.
Si el movimiento de la población se mantiene según las mismas relaciones, de
aquí a cincuenta años los Estados Unidos contarán con 200 millones de habitantes,
Rusia 160 millones, Alemania 90 millones, Gran Bretaña 65 millones, y Francia 40
como máximo. Estará como ahogada en medio de este inmenso desarrollo de seres
humanos.
Sobre 1.000 familias, 200 en Francia y 324 en París no tienen hijos; 338 en
Francia y 200 en París tienen tres hijos como mucho. Son, pues, solamente un tercio de
las familias en Francia, y un quinto en París, las que aportan el contingente normal de la
población. Estas cifras las proporciona el señor Levasseur, del Instituto.
La comparación de la cifra de nacimientos en las diferentes naciones de Europa
no es menos desconsoladora. Rusia ocupa el primer puesto con 50 nacimientos por año
sobre 1.000 habitantes. Francia ocupa el puesto vigésimo noveno y último entre todas
las naciones grandes y pequeñas, con 27 nacimientos sobre 1.000 habitantes.
Las causas de esta parada en el crecimiento de la población son, en primer lugar;
el cálculo opuesto al deber; la inmoralidad, que está en proporción al debilitamiento de
los principios religiosos y de la inestabilidad de los hogares, la prostitución provocadora
en las ciudades; la promiscuidad que nace de los alojamientos reducidos y de la mezcla
de sexos en las fábricas.
Es preciso tener el valor de quitar el velo que cubre esta herida y confesar otras
causas, tales como los desórdenes contra natura, que crecen paralelamente a la
infidelidad, la negligencia de los primeros maestros de la infancia, indiferentes a la
moral, sobre todo después de las leyes escolares; la precocidad culpable a consecuencia
del nerviosismo de los temperamentos actuales; el internamiento de la juventud en los
cuarteles; los obstáculos puestos al matrimonio de los obreros por la complicación de
las formalidades que hay que cumplimentar; los retrasos forzosos del matrimonio en el
ejército y entre los funcionarios, los industriales, los empleados administrativos o
civiles, los agentes del Estado, a causa de la necesidad de esperar una promoción, una
posición segura.
Finalmente está la insuficiencia de la lactancia de muchos niños cuyas madres
no los pueden alimentar, y la falta de conciencia de la mayor parte de las nodrizas no
cristianas; las estadísticas hechas por los socialistas añaden, con pruebas irrefutables, la
mortalidad precoz entre los obreros de muchas industrias y, sobre todo, entre los
descendientes de los obreros de la ciudad.
Callamos las otras causas que hace notar cierta clínica. Vitio parentum rara
juventus (HORACIO).
45
Los médicos acusan también una disminución en la aptitud de la raza, que ha
degenerado en relación a la natalidad. ¿Cómo no ver en ello un castigo divino? ¡Hay en
Francia dos millones de familias sin hijos!
Para ser justos, añadamos que la natalidad comienza a decrecer en todas las
naciones de Europa.
2. – El divorcio
Como remedio a la despoblación, los judíos nos han impuesto la ley del
divorcio. Es una vuelta atrás de dos mil años.
Ahora bien, he aquí la escala tan tristemente progresiva de estos atentados a la
familia cristiana.
En 1886 2.950 divorcios
En 1887 3.636
En 1888 4.708
En 1889 4.786
En 1890 5.437
En 1891 5.752
En 1892 5.772
De aquí millares de niños escandalizados, rechazados y a menudo abandonados.
Nótese que los divorcios son todavía raros en nuestros departamentos más
católicos.
En Bretaña y Lozère casi no se dan divorcios. En nuestro departamento del
Aisne se dan en una proporción de 8 por cada 1.000 matrimonios1.
En 1884, los matrimonios en Francia eran todavía 289.000 y en 1890 han bajado
a 269.000.
¿La causa de este retroceso está en la ley del divorcio o en la moral laica?
3. – Los nacimientos ilegítimos
Su número va creciendo cada vez más.
En París, en 1893, el mes de enero nos da una cifra de 4.772 nacimientos, de los
cuales 1.249 ilegítimos; esto es más de la cuarta parte.
En febrero, 4.972 nacimientos, de los cuales 1.432 ilegítimos; esto es cerca de la
tercera parte.
1 En Inglaterra, se eleva la cifra de divorcios a uno por cada 537 matrimonios; en Rusia, uno por
cada 450; en Austria, uno por cada 169; en Francia, uno por cada 62 y en Dinamarca, uno por cada 36. En
cuanto a las grandes ciudades, Berlín tiene el récord: ¡un divorcio por cada 17 matrimonios!
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La proporción es la misma en todas nuestras ciudades; en 1892, el Departamento
del Aisne contaba 1.388. En San Quintín, en noviembre de 1892 hubo 56 nacimientos
legítimos y 22 ilegítimos; diciembre da la cifra de 67 nacimientos legítimos y 34
ilegítimos.
En Bélgica, Bruselas tiene el 38% de nacimientos ilegítimos, Lieja el 33% y
Amberes el 22%.
Berlín y Londres están también enfermas.
¡Este estado social tan desesperante no es el descrédito echado sobre la familia
con el divorcio el que lo remediará!
4. – Los infanticidios
He aquí un género de crimen que alcanza un desarrollo sin precedentes hasta
ahora, en una tierra cristiana y que nos lleva de nuevo al nivel de las costumbres
bárbaras: el infanticidio.
En un informe a la Academia, el Dr. Brouardel dice que él ha hecho, él solo, 326
autopsias por presuntos infanticidios. Después de diversos detalles de estadística
médica, el eminente facultativo añade: “La frecuencia de infanticidios en Francia va
creciendo cada día”.
Tengamos en cuenta que, en este punto, la provincia no se queda atrás respecto a
la capital. Nadie ignora que no hay casi vistas en la audiencia de lo criminal donde no
estén inscritas en el turno muchas causas de infanticidios. ¡Y en qué condiciones de
barbarie o de cinismo se cumplen, en la mayor parte de los casos, estas fechorías que,
muy a menudo, encuentran jurados muy indulgentes!
La diversidad de las prácticas abortivas y su vulgarización tienen un lugar
importante en las causas de la despoblación; su frecuencia es tal que, muchas veces, los
tribunales han debido renunciar a hacer uso de los resultados de sus informaciones
judiciales y muchas de estas prácticas escapan a toda represión humana.
5. – Los niños abandonados
Otro signo de progreso.
Estas informaciones se encuentran en un proyecto de ley elaborado por el
Consejo superior de la Instrucción pública.
¡El número de niños que la caridad oficial debe tomar a su cargo en París es
alrededor de 50.000!
Además, los niños abandonados ocupan un lugar muy considerable. Durante el
año 1880, la cifra de admisiones se eleva a 3.547. Y esta cifra va creciendo.
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En estas cifras, se trata sólo del departamento del Sena. ¿A qué espantosa cifra
total se llegaría si hiciésemos una suma total con los datos de los otros departamentos?
En San Quintín, la casa de familia del Patronato San José acoge cada semana
alrededor de dos niños abandonados, niños muy dignos de interés.
6. – La criminalidad en la infancia
He aquí otro síntoma del progreso, el más doloroso entre todos; el número
siempre creciente de criminales e incluso de asesinos apenas salidos de la infancia.
Hace 10 años, las estadísticas informaban que había cada año 16.000 criminales
menores de 20 años. En 1892, ha habido 41.000.
De 1889 a 1891 han sido detenidos en París 40.000 muchachos y 13.000 chicas
menores de 16 años por hechos de prostitución. ¿No son elocuentes estos hechos? Son
el fruto de la laicización de la enseñanza y de la ausencia de la religión en la educación
en el seno de la familia.
Entre los crímenes cometidos en Francia por los niños contamos:
30 asesinatos,
39 homicidios,
3 parricidios,
3 envenenamientos,
33 infanticidios,
4.213 golpes y heridas,
25 incendios,
153 violaciones,
11.852 delitos diversos,
______________ __________________
Total: 17.000 crímenes y delitos.
Estos son los frutos de la famosa ley escolar. Y estas cifras son el balance de su
fracaso. Lo confiesan cada día, sin pretenderlo, los filósofos, los literatos y los
periodistas, que están lejos de ser clericales. Pero, ¡por desgracia!, el consortium
masónico de la Cámara no cede y Francia se deja aún hacer.
7. – Los suicidios de niños
En estos últimos años, el aumento del número de suicidios sigue una progresión
continua y rápida.
De 7.572 en 1884 se han elevado a 8.451 en 1888. París solo cuenta con
alrededor de 60 al mes.
Entre estos 8.451 suicidios, en 1888, había 1.788 mujeres; y, lo que es más triste
todavía constatar, 65 de estas desdichadas no habían cumplido los 16 años y 383 tenían
entre 16 y 21 años. En el conjunto, es preciso contar que una cuarta parte de los
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suicidios son de niños y adolescentes. Cada día los periódicos nos revelan algún
suicidio de un colegial o escolar.
Éste es un hecho nuevo. En otro tiempo, los suicidios en la infancia eran muy
excepcionales. Esto muestra el vacío horroroso que deja en las almas la ausencia de la
idea cristiana del sacrificio. Sólo la religión católica da un sentido al sufrimiento, a la
prueba moral, a la desgracia, a la humillación inmerecida, al dolor profundo. Sólo ella
puede, mediante la oración y la gracia de los sacramentos, reconfortar las almas que el
mundo dejaría en la ignominia y el abatimiento.
B. EN LAS COSTUMBRES
8. – Permisividad de la prensa, delitos y escándalos
Por lo que respecta a la decadencia de las costumbres, señalemos brevemente la
permisividad de la prensa, la multiplicación de los delitos y de los suicidios y el
comercio inmoral a los cuales recurren incluso aquellos que están en los puestos altos
de la escala social.
Mediante el libro y el periódico, todo aquello que es respetable es vilipendiado;
los principios de orden y de paz social son criticados severamente; las malas pasiones
son excitadas sin motivo.
Si una gran parte de la prensa ha llegado a este punto de corrupción, ¿habrá que
admirarse de que varios de sus representantes vayan a poblar las celdas de la
Penitenciaría por haber puesto sus acciones al nivel de la perversión de su espíritu?
¡Qué horrorosos progresos también en la criminalidad general! En 1880, los
delitos perseguidos en Francia alcanzaban ya la cifra de 167.000. Han subido a 700.000
en 1892.
Los suicidios también siguen una progresión continua y rápida. De 7.500 en
1884 han subido a cerca de 9.000 en 1892. Hay, pues, en la actualidad 1.500 suicidios
más por año que los que había hace diez años. Y el aumento se nota sobre todo en los
suicidios de niños. Este es el fruto de la educación sin Dios.
Por lo que respecta al comercio inmoral, ¡ay de mí! Todo ha sido subastado en
estos últimos años con los votos en la Cámara, las elecciones, las protecciones
administrativas. Cada día se descubren nuevos escándalos en los grandes negocios y en
la vida pública. Tienen su rúbrica en los periódicos y forman un capítulo aparte. Hasta
el punto de preguntarse si no sería preferible, por el honor de Francia, ocultar el mal
más bien que descubrirlo y castigarlo.
9. – La permisividad de las calles
Es preciso que el mal sea muy grande para que se haya formado una liga, poco
sospechosa de clericalismo y de mojigatería, que intenta poner remedio.
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Se ha celebrado un congreso en el que se ha escuchado al señor Julio Simon, al
señor Gréard, al señor Mézières, al señor Federico Passy. Protestan contra las
provocaciones con las que se realiza la prostitución en las calles y contra la difusión de
libros y dibujos escandalosos.
Sesenta Consejos generales se han adherido a esta liga.
Es preciso para esto que el mal sea muy espantoso.
Señalemos, también, el desafío constante lanzado al pudor por el arte
contemporáneo que empuja al exceso, a la intemperancia pagana del Renacimiento.
10. – El alcoholismo
En 1870 se consumían en Francia 600.000 hectolitros de alcohol, es decir, un
litro y medio por habitante. En 1890 se consumían 1.700.000 hectolitros, o sea, 4 litros
y medio por habitante. Y, ¡qué alcohol! En 1885 se dedicaron al consumo 23.240
hectolitros de aguardiente. Es un verdadero envenenamiento. Todos los otros alcoholes,
sobre todo en estado de rectificación imperfecta, contienen venenos peligrosos.
Hay actualmente 442.000 establecimientos de bebidas en Francia, de los cuales
27.000 están en París.
Es un establecimiento por cada 87 habitantes, esto es 50.000 más que en 18701.
En 1885 se bebieron en París 57.000 hectolitros de ajenjo (absintio). En 1892 se
bebieron 129.000; el consumo se ha duplicado en siete años
El resultado de estas costumbres es un temperamento excitable y, a menudo,
desequilibrado de los hijos; la descendencia de los alcohólicos, por otra parte, se para
muy a menudo en la cuarta generación.
Hay que notar que la subida de los impuestos sobre el alcohol conduce a dar al
obrero bebidas todavía peores. Falta vigilancia y represión eficaces. El único medio
legal que produce efectos serios es el aumento notable de las patentes. Esta medida
induce al cierre de un gran número de establecimientos de bebidas2.
C. EN LAS RELACIONES SOCIALES
11. – La depauperación
Sumando en las estadísticas los suicidios, los niños que mueren de atrepsia
(desnutrición) y los ancianos muertos por la miseria o de inanición, descubrimos que la
miseria física o moral causa la muerte en Francia de 100.000 personas cada año.
1 En los pueblos mineros de Bélgica hay un despacho de bebidas por cada 4 adultos. Una taberna
por cada tres casas obreras. Lens tiene 160 casas obreras y 110 establecimientos de bebidas. Toda la
región de Mons está en la misma situación. 2 Un estudio muy interesante y profundamente sugestivo sobre el alcoholismo ha sido publicado
por la Semaine religieuse de Cambrai en su suplemento: Le Dimanche.
50
El presupuesto de la Asistencia Pública en París debe atender a las necesidades
de 44.000 niños asistidos. Socorre 367.000 pobres a domicilio y mantiene 154.000 en
los hospicios y hospitales.
La proporción es la misma en todas nuestras grandes ciudades.
La miseria no es menor en la zona rural.
Un gran número de los hijos de los obreros mueren los primeros días después de
su nacimiento. Las madres se ven obligadas, por la necesidad, a quedarse en el taller
hasta su alumbramiento y a retomar el trabajo pocos días después.
Sin duda, “siempre habrá pobres”: la previsión organizada y la caridad
espontánea están para aliviar la situación de los incapaces de trabajar; pero, en el seno
de una civilización avanzada, la existencia de clases enteras a las que habitualmente les
faltan los medios de subsistencia es un estado contra natura, engendrado por la
economía liberal y por los principios sociales de la Revolución.
Uno de los fines de la sociedad es, precisamente, el de ayudar a los miembros,
por medio de una buena organización social, a escapar de la opresión de la miseria.
La tierra es suficientemente rica como para alimentar a todos sus habitantes. No
es una persona razonable la que cree que la miseria de un gran número de personas sea
una ley de la naturaleza.
Y sin embargo...
12. – El capitalismo
¡Capitalista! Esta palabra, a menudo, hoy se toma en el mal sentido: necesita ser
explicada.
No existían capitalistas en la Edad Media. Había ricos señores feudales que
habían recibido en el momento de la conquista hermosas tierras en recompensa de su
valentía. Había ricos comerciantes en Venecia, en Génova, en Brujas y en Amberes que
habían obtenido cuantiosos beneficios con las mercaderías traídas del Oriente. Los
oficios no producían grandes fortunas. Daban para vivir de una manera honorable y
burguesa.
Entre los señores feudales y los grandes comerciantes, había ricos buenos y
malos. Eso dependía mucho del ejemplo que venía de arriba, del rey y de la gente de
Iglesia. Cuando ejercían su benéfica influencia san Francisco, san Bernardo o san Luis,
todo iba mejor y el bien aventajaba al mal.
Después, con el gran cisma de Occidente y la guerra de los Cien Años, el mal
había llegado a su apogeo. Europa estaba entonces madura para la herejía protestante,
enfermedad mundial que tiene sus fases: el racionalismo, la revolución, el liberalismo,
el socialismo; enfermedad de la que Cristo nos ofrece la curación, si queremos escuchar
a su Vicario en la tierra.
51
Pero volvamos al capitalismo. Se entiende por tal el empleo de fondos
adquiridos por el ahorro en inversiones ventajosas sin trabajo personal.
El capitalismo comenzó con el arrendamiento de tierras después de la abolición
de la servidumbre. La Iglesia, las corporaciones y los señores feudales al no tener ya
siervos para cultivar sus tierras, las arrendaban por un “bail” (contrato de
arrendamiento) o, lo más frecuente, por un contrato de aparcería (métayage).
¿Por qué no? El propietario decía al trabajador: “Yo tengo tierras y tú tienes
brazos y saber profesional, unamos juntos estos factores y repartiremos los productos”.
De la aparcería (métayage) al simple alquiler (loyer) el paso no es injusto. El
propietario dice al granjero: “A nuestro contrato de asociación añadamos un contrato de
seguridad. Concédeme una renta fija basada en la mitad de la aparcería. Si los años son
buenos tendrás buenos beneficios, si son años de escasez tú comerás de tus ahorros”. Y
este contrato mixto ha pasado a nuestras costumbres.
Al capital de bienes raíces se ha añadido pronto el capital dinero. El propietario
se dice: “Puesto que puedo arrendar mis tierras, ¿por qué no podría yo alquilar o prestar
o colocar mi dinero al comerciante o al industrial? Él lo hará producir y me dará una
parte del beneficio; es su interés y el mío”. Y esta parte del beneficio, pronto ha venido
a ser, siempre por el principio de seguridad, una renta fija anual.
La Iglesia vaciló mucho tiempo en sancionar este nuevo contrato. Se parecía
mucho al préstamo usurero que hacía el mal rico al pobre que estaba en apuros,
demandándole más que lo que él le había prestado.
Sin embargo, la corriente nueva lo llevó adelante y la colocación del capital a
interés vino a ser práctica universal. Sobre la cuestión teórica hay todavía dos escuelas
en teología. Unos, los modernos, con Liberatore, Ballerini y Lehmkuhl, opinan que se
trata de un contrato perfectamente legítimo y totalmente diferente al préstamo usurero y
opresivo del pobre: el préstamo moderno, dicen ellos, no es un mutuum, es una
inversión, un alquiler, un contrato sui generis.
Otros sostienen que el régimen actual es solamente tolerado por la Iglesia, que el
dinero es esencialmente improductivo y que un futuro mejor volverá a traer otras
costumbres comerciales e industriales. Unos y otros se apoyan en Santo Tomás y en la
teología clásica, que interpretan de manera diferente.
Permitido o tolerado, el hecho se da y es así como muchos capitalistas viven de
las rentas de su dinero colocado en préstamo, sin trabajo personal.
Mal que les pese a los más rígidos de la extrema derecha y de la extrema
izquierda, teólogos demasiado rigurosos o socialistas marxistas, nos tememos que eso
no es absolutamente injusto. El capital colocado (en préstamo) proporciona servicios
que merecen ser recompensados. Tiene su cometido útil en la sociedad. La gran carta
económica de León XIII no lo condena. La Encíclica dice que el capital y el trabajo
deben entenderse y armonizarse; no dice que el capital debe abdicar.
52
Pero para que el capital no excite la envidia y el desprecio hacen falta dos cosas:
la primera, que haya sido legítimamente adquirido, y la segunda, que sus rentas sean
noble y legítimamente empleadas.
¿Es legítimamente adquirido el capital cuando un industrial se queda con la parte
del león en su fábrica, cuando no da a los trabajadores sino un exiguo salario, sin parte
alguna de los beneficios, y sin ninguna institución moral o económica? Nosotros no lo
creemos así.
¿Es legítimamente adquirido el capital que es fruto de la especulación, de una
jugada de Bolsa, del acaparamiento o de alguna otra artimaña de la usura moderna?
Nadie lo sostendrá.
¿Son empleadas noblemente las rentas del vividor escéptico y libertino que vive
las novelas de Zola en los barrios más podridos de la Babilonia parisina?
¿Son cristianamente empleadas las rentas del hijo de familia juerguista o incluso
simplemente amigo del placer ante todo; de los jóvenes que estigmatizaba el P. Olivier
en un discurso que causó sensación; de esos jóvenes que destacan en el arte del cotillón,
que saben montar a caballo, que saben silbar para reunir a los perros, que no faltan a una
steeple-chase (carrera de obstáculos) ni a un rallye-paper y que no conocen en sus
vidas otro objetivo más serio que ése?
¿Están cristianamente empleadas las rentas de un rentista que vive plácidamente
en su egoísmo, con algunas prácticas religiosas, si queréis, pero sin obras, sin acción
social cristiana, sin estudios serios, sin una piedad iluminada y activa hacia las personas
que sufren? No.
Son todas estas formas de capital mal adquirido y de rentas mal empleadas las
que han deshonrado al capital y hecho gritar contra el capitalismo.
Para escapar del punto de mira de la envidia, tan natural en el hombre, el capital
debería ser absolutamente justo y cristiano en su origen y en su empleo.
13. – El malestar en la industria
La gran industria es naturalmente inestable. Tiene años de prosperidad, después
ocurren de improviso nuevas invenciones, un desplazamiento de los mercados, la
superproducción, la elevación de los derechos (de aduanas) en las fronteras, etc. y el
estado de crisis sucede a la prosperidad.
Esta inestabilidad ocasiona situaciones delicadas en las que sería preciso un gran
fondo de justicia, de moderación, de paciencia, de caridad. Y nosotros estamos lejos de
todo esto.
El obrero tiene a menudo justos motivos de descontento: disminución de los
salarios, exageración del trabajo, dirección tiránica, etc., etc.
53
Los líderes políticos o ideólogos saben explotar estas dificultades y sublevar las
muchedumbres en beneficio de su popularidad.
De ahí un estado habitual de antagonismo, de reuniones tumultuosas, de
personas puestas en cuarentena, de huelgas y de amenazas.
Del lado de los patronos, constatamos un malestar correspondiente: la
desconfianza exagerada, un trato brusco, el rechazo a escuchar las quejas, las
retenciones múltiples, las disminuciones de salarios, a veces, no justificadas, los
despidos efectuados a la ligera.
En este estado de lucha, la competencia de los patronos extranjeros e incluso la
de los obreros extranjeros viene a complicar la situación.
La verdad es que hay en los dos lados una falta de moralidad que impide el
entendimiento. La intervención de la fuerza no puede nada. Ante el rigor de las leyes o
la violencia de las huelgas, le quedará al patrono el recurso de cerrar su fábrica.
Éste es el callejón sin salida en el que se gastan las fuerzas vivas de la sociedad.
14. – La ruina del pequeño comercio y de la pequeña industria
Los grandes almacenes y las Sociedades anónimas hacen desaparecer el pequeño
comercio y la pequeña industria.
Una infinidad de hogares, donde se gozaba de la paz y de un modesto desahogo
mediante un trabajo moderado, son abandonados: se va a vivir a las fábricas, tan
malsanas para el alma como para el cuerpo, o en los barracones del comercio al por
mayor, con el agotamiento en perspectiva, manteniéndose despiertos a fuerza de
alcohol, con el aire viciado y la tisis al final.
La siguiente estadística da una idea de esta migración.
Por cada 10.000 habitantes había: En 1840 En 1885
Panaderos 28 13
Carniceros 19 11
Sastres 92 39
Zapateros 151 40
Carpinteros 63 20
El maquinismo, como quedó demostrado en la Conferencia de Berlín de 1890,
habiendo puesto en obra la enorme fuerza de 50 millones de caballos de vapor, dejó sin
trabajo a millones de obreros. El pequeño oficio ha sido así destruido y poblaciones
enteras se han encontrado abandonadas a las especulaciones de la industria, sin regla ni
freno. La libre concurrencia, empujada por el apetito del lucro, se ha puesto a producir
con una rapidez vertiginosa, a producir cada día más, para superar en cantidad y en
precio el producto del vecino...
54
Se ha dejado de hilar, de hacer punto, de festonear, de tejer a domicilio, y la
familia obrera se ha desmembrado; los artesanos, agrupados hasta nuestros días con los
miembros del mismo hogar alrededor de sus oficios, han sido aglomerados en bandadas
considerables, dejados a la merced del número todavía más que de los capataces, de los
directores o de los patronos.
Primeramente, el obrero pudo ganar el triple y el doble de lo que él ganaba en su
casa; vendió su casita, sus pocas tierras y se vino a residir a la ciudad, donde perdió la
calma de la existencia y la seguridad moral. Pronto, la inestabilidad del comercio o de la
moda forzó a disminuir los salarios, precisamente cuando el obrero había contraído la
costumbre de gastar y consumir.
Muy a menudo, las fluctuaciones de la oferta y la demanda, la disminución o la
interrupción de los negocios o el paro ponen en la calle a cantidad de personas honestas
y, así, las familias que han dejado los campos para conseguir un salario más elevado se
encuentran expuestas a una tremenda e inmerecida miseria.
15. – La decadencia de la pequeña propiedad
Pero, ¿por qué han dejado el campo?
La población agrícola representa el 60% de la población total del país; vivía
sobre todo del trigo; ahora bien, hay superproducción en el extranjero: Rusia, América,
Hungría, la India, pueden, a capricho de los especuladores, inundarnos con sus
productos y en estos países los gastos de explotación son mínimos en comparación con
los nuestros. El delgado hindú trabaja por diez céntimos de franco al día, mientras que
es preciso pagarle dos francos con cincuenta céntimos o tres francos a nuestro obrero.
La aceleración de las vías de comunicación les ha puesto en concurrencia; el
aprovechamiento de las tierras del Nuevo Mundo y la facilidad de traer los productos de
todos los países a los puertos europeos, así como la facilidad de distribuirlos en el
interior del continente por las vías navegables o por las vías férreas, producen la
depreciación de las rentas y del valor de las tierras en nuestros países. Añadamos a esto
que, después de la supresión de los pequeños oficios, muchas personas poco
acaudaladas tienen dificultad para vivir en el campo.
El reparto forzoso en partes iguales entre los hijos, del patrimonio paterno,
conduce al atomismo de la familia y a la subasta del pequeño patrimonio que ninguno
de los hijos puede volver a comprar; motivo por el cual éstos deben buscar fortuna en
otro lugar y, así, las fuertes razas de nuestros campesinos se extinguen o terminan en el
proletariado.
“En el espacio de ocho años, dice el señor Urbain Guérin en su libro de la
Evolution sociale, han tenido lugar 8.658.546 ventas, habiendo sobrepasado el número
de 15.716.000 las hectáreas vendidas, es decir, más de un tercio de la superficie
cultivable de Francia”. Esta movilización del suelo y de las familias aniquila las
tradiciones y la influencia de los ancianos.
55
Se calcula en dos mil millones de francos los bienes del clero de los que se ha
apropiado el Estado. Hay que añadir a éstos otros quince mil millones más por los
bienes confiscados a las corporaciones, a las obras de enseñanza o de beneficencia y a
los municipios. Estos bienes eran una reserva atesorada durante siglos de trabajo y de
caridad para la utilidad del pueblo.
La venta de los bienes comunales y la supresión de los derechos de uso han
contribuido a hacer la existencia más difícil en los campos y, así, a empujar las
poblaciones hacia las ciudades donde la codicia es excitada por la cercanía del lujo y de
la miseria.
Todas las leyes y medidas fiscales que favorecían la pequeña propiedad, la
pequeña posesión familiar, la home-stead (la granja), serían medios de salud para la
raza, para las costumbres, para la paz social; pero, ¿tienen tiempo nuestros legisladores
de ocuparse de cosas tan prácticas?
16. – La crisis agrícola
Los hechos. – La agricultura está en peligro; es un hecho. Los granjeros más
favorecidos apenas pueden pagar a sus propietarios. Muchos se arruinan. Casi todos han
recurrido a los empréstitos y a las hipotecas. Las tierras mismas han perdido una parte
de su valor. El trabajo de los campos no es ya un honor, porque es poco remunerador.
Se comprenderá la gravedad de esta crisis si se piensa que la agricultura ocupa
en Francia a 19 millones de habitantes. La agricultura nos abastece de casi todos los
productos alimenticios: el trigo, el vino, las patatas, los animales de carnicería, etc. La
agricultura suministra a la industria la mayor parte de sus materias primas: el lino, el
cáñamo, la lana, la seda, la remolacha, etc. Es la clase agrícola la que proporciona más
impuestos y mayor número de soldados. En ella se conserva mejor el vigor de la raza,
así como las costumbres y las tradiciones nacionales. Nada es, pues, más grave para la
patria que una crisis que amenaza con poner en la miseria a una parte tan importante de
la población.
¡Pues bien! Esta crisis hace estragos y sería hora de buscarle remedio si lo hay.
El desastre de las viñas en este siglo ha sido único en la historia. La filoxera ha
llegado, precedida y acompañada de otras plagas, destrozando las propiedades; han
pasado como los pueblos bárbaros, arruinando las viejas sociedades.
Las viñas han sido plantadas de nuevo, pero la crisis no ha terminado. Las
naciones vecinas, España, Italia, Suiza, Baviera, han aumentado sus viñedos y han
aprendido el arte de fabricar bien el vino. Nuestras fronteras se han cerrado por la
ruptura de tratados comerciales. La industria de los vinos artificiales ha crecido
prodigiosamente. Los alcoholes de remolacha, de granos, de harinas han suplantado el
alcohol de vino. ¿Volverán los hermosos tiempos de la viña?
El Norte (de Francia) es la tierra de los cereales, de la remolacha, de las plantas
oleaginosas y textiles. ¿Dónde está? Un estudio concienzudo publicado recientemente
por un gran agricultor del Aisne establece los datos siguientes:
56
El siglo XVIII había dejado la industria rural completamente agotada durante el
período revolucionario.
En el primer cuarto del nuevo siglo (el XIX), la agricultura comienza a
recuperarse con el restablecimiento del orden bajo Napoleón, de la paz bajo la
Restauración y con el desarrollo del movimiento comercial.
El segundo cuarto del siglo XIX acusa una marcha sensible del progreso agrícola
bajo la influencia de una paz prolongada y de un comienzo de difusión de los
conocimientos científicos aplicados a las industrias agrícolas y a otras.
El tercer período (1850-1876) está marcado por un desarrollo de prosperidad
agrícola e industrial sin precedentes en nuestra historia.
Pero después de 1876, y más exactamente después de 1880, la situación cambió
completamente. Se produjo una crisis, cuya intensidad, rápidamente creciente, alcanzó
su máximum en 1883 y que, en pocos años, volvió a llevar a la agricultura nacional a
una condición casi tan precaria y tan enojosa como la de finales del siglo precedente
(XVIII).
Estos cambios de situación han coincidido con las variaciones correspondientes
en la duración de los productos agrícolas, en los precios de los alquileres, en el valor
comercial de las tierras y en la tasa de los salarios.
En la región al norte de París, entre los años 1800 y 1825, el valor de la
propiedad rural oscilaba entre 600 y 800 francos por hectárea; el precio del alquiler era
de 50 a 60 francos.
Estos precios comenzaron a elevarse en el segundo período, hacia 1830.
Progresaron rápidamente hasta alcanzar y pasar, antes de 1870, las cifras de 90 a 100
francos por el alquiler y de 3.000 a 4.000 francos por el valor comercial de la hectárea.
Pero, ante el golpe de la crisis de 1880 y de los años siguientes, estos precios
cayeron rápidamente y la depreciación alcanzó el 40% de los precios anteriores.
El valor de los principales productos seguía el mismo movimiento. Así, el trigo
valía como media 18 francos el hectolitro en el primer período; en el segundo, poco más
o menos 20 francos; en el tercero, alrededor de 22 francos con 50 céntimos. Después de
1882 ha flotado entre 15 y 16 francos.
La lana valía como promedio 1 franco con 70 céntimos el kilo al comienzo del
siglo. Ha subido a 2 francos con 25 céntimos y ha vuelto a bajar a 1 franco y 30
céntimos.
El ganado bovino para carne se vendía a un promedio de 40 ó 50 céntimos el
kilo; en el tercer período alcanzó el precio de 0,80 francos a 1 franco; desde entonces ha
oscilado a la baja, entre 0,75 y 0,85 francos.
Para las oleaginosas y las textiles la crisis es más grave. Nuestra región ha
debido de renunciar a estos cultivos, en otro tiempo tan rentables.
57
Pero a medida que los productos disminuían de valor las cargas aumentaban.
La mano de obra diaria, en el campo, a principios del siglo, costaba entre 0,80
céntimos y 1 franco; en el segundo cuarto de siglo, entre 1 franco 24 céntimos y 1
franco 50 céntimos; en el tercer cuarto de siglo llega a 2 francos con 25 céntimos.
El precio de los trabajos a destajo ha experimentado una progresión igual,
incluso más fuerte.
El crecimiento de los impuestos no es menos sensible. Al comienzo del siglo, la
carga de los impuestos (la contribución) por hectárea es apenas de 5 francos; en el
segundo período sube a 8 francos; en el tercero alcanza 10 y 11 francos y en el período
en curso va de 13 a 15 francos según las tasas variables con las que son gravados los
municipios.
Disminución de los productos y aumento de los impuestos es el balance de la
situación agrícola; de aquí los terrenos sin cultivar, la pequeña propiedad sacudida
violentamente, las rentas de bienes raíces reducidas a la mitad, reconstituyéndose las
grandes explotaciones.
Las causas de esta situación. – Hemos indicado ya algunas pintando el cuadro
que precede. Hay algunas como las inclemencias del tiempo, las enfermedades de las
plantas y otras plagas desastrosas que dependen de la Providencia. Para conjurar estas
causas de su desamparo, el cristiano sabe lo que hay que hacer. Debe observar el
Decálogo y rezar.
Otras causas, al contrario, podrían ser desviadas por la organización corporativa
y por las leyes.
La falta de crédito y el aislamiento son irremediables sin las asociaciones. El
granjero no tiene los recursos necesarios para procurarse los instrumentos que él
necesita o para hacer los trabajos que reclama la buena instalación de sus cultivos. Su
aislamiento lo deja a merced de los especuladores y de los intermediarios para todas sus
operaciones de compra y venta. Es la consecuencia del individualismo creado por la
Revolución.
Los impuestos constituyen un peso demasiado fuerte para el agricultor. Paga
hasta el 27% de su renta; el industrial no paga nada más que el 13% y el propietario de
valores mobiliarios el 4% solamente (Ver el discurso de los señores Méline y Ramel en
la Cámara, sesión del 20 de enero de 1894).
La agricultura sufre también las tarifas aduaneras llamadas de penetración que
permiten a ciertos productos extranjeros venir a hacernos, en nuestra casa, una
competencia ruinosa.
El reparto forzoso de las pequeñas herencias y los exorbitantes derechos de
sucesión son también obstáculos para la prosperidad de la agricultura.
Es preciso también señalar la especulación y el agiotaje de las bolsas de
comercio sobre los diversos productos agrícolas y la depreciación del dinero que
58
permite a los productos de la India (inglesa) llegar a un precio al que nuestros
productores no pueden bajar sin arruinarse.
17. – La especulación y el agiotaje
Es el robo y la inmoralidad a lo grande.
¿Qué decir del negocio del Panamá que amenaza con dejar su nombre a este
siglo? Innumerables vasos de vino, compra de los votos y de las conciencias, exacción,
estafa y el resto.
Recordamos la quiebra de la Unión general en 1882, negocio montado por una
maquinación política. En Lyon se contaron 60 suicidios y se vio saltar todo el Parqué de
los agentes de cambio.
El crac de los cobres de París en 1880. La Sociedad de los Metales, ayudada por
el Banco de crédito, se dedicó al acaparamiento de cobres. Las otras minas hábilmente
aumentaron su producción y el cobre bajó, el Banco de crédito vio caer sus acciones de
1.000 francos a 100 francos y arruinó a sus accionistas.
A miles de millones ascienden las sumas en que han sido timados en las jugadas
de Bolsa los ahorradores franceses, mediante los anuncios engañosos y la charlatanería
financiera que da vida a la prensa. Un estudio serio ha demostrado que, desde hace
quince años, las bancarrotas y las quiebras han hecho perder a Francia más de doce mil
millones.
De este desplazamiento de las fortunas en beneficio de la habilidad y de la mala
fe ha resultado un desconcierto profundo en la conciencia del pueblo, que ve a menudo
aprovechar para el vicio este bien mal adquirido.
Durante este tiempo, las familias “históricas”, para las cuales el honor era
tradicional, decaen y pierden su influencia.
¡Cuántas medidas a tomar contra el acaparamiento, la estafa y la usura!
¿Tendremos nosotros el valor de suprimir los juegos sobre las diferencias de los
valores y las operaciones a plazo en Bolsa? Es dudoso: somos demasiado esclavos de la
Banca judía que en ello obtiene sus beneficios.
¿De dónde viene, también, que el trigo esté barato y el pan sea relativamente
caro? ¿Por qué la remolacha no alcanza un precio remunerador y por qué el azúcar
conserva su precio elevado? ¿Por qué hay, a menudo, una diferencia tan considerable
entre el valor del animal en el establo y el valor de la carne en el mercado o en la
carnicería? ¿Por qué sucede así con muchos de los productos?
Es el hecho que entre el productor y los consumidores no hay solamente
intermediarios, sino que hay también especuladores, lo que ocasiona el encarecimiento
de la vida y la depreciación del trabajo.
59
El productor sufre y el consumidor se lamenta.
Muchas de las fortunas han crecido de esta manera por medio de la
especulación, a expensas del trabajo y de la vida del pueblo.
La operación a plazo sobre las mercancías puede tener alguna utilidad. El
fabricante que vende sus productos por anticipado se puede basar en esta venta para
determinar la cantidad de materia prima que deberá comprar y la actividad que deberá
dar a su fabricación.
Pero lo más frecuente es que estas operaciones no tengan otros resultados que
los de favorecer la especulación y el agio.
La especulación tiene siempre algo de aleatorio. Es inmoral. El especulador
compra o vende por anticipado siguiendo sus previsiones. Vive sin cesar en la angustia
y corre riesgos incesantes. La especulación está completamente fuera de las condiciones
del trabajo normal, que debe ser retribuido equitativamente sin beneficios excesivos y
sin pérdidas ruinosas.
El agio o agiotaje no es más que un simple juego, una venta ficticia. No hay en
el agio ninguna venta real, ninguna entrega a término fijo. La cuenta se regula
simplemente por el pago de una diferencia, dada por el vendedor, si hay alza y, por el
comprador, si hay baja.
La especulación y el agiotaje siembran desconcierto en los mercados. Ponen en
peligro las fortunas privadas y perjudican a los consumidores mismos produciendo a
menudo el alza del precio de las mercancías.
Tomemos como ejemplo el mercado de lanas en Roubaix.
La prensa de Roubaix debe reconocer que el juego hizo desviar la operación a
plazo de la finalidad de su creación. Bajo la influencia de la especulación y el agiotaje,
sin cesar crecientes, los precios desde hace varios años son presa de un verdadero baile
de San Vito; la especulación o previsión razonada no es ya posible, el juego lo domina
todo. Se cita a personas que en algunos meses han realizado beneficios de 300.000
francos sin haber hecho ninguna compra real ni ninguna venta real.
Frecuentemente, el agiotaje conduce al acaparamiento y al monopolio.
Se forman en primer lugar sindicatos opuestos: uno empuja al alza y el otro a la
baja. Después no tardan en decirse que harían mejor en entenderse que en combatirse.
Entonces forman una liga que se llama consortium y se ponen de acuerdo para hacerse
dueños del mercado por el acaparamiento y para, a continuación, alzar los precios a su
gusto. Aplastan así a la vez a los productores y a los consumidores, con el único
provecho del consortium de los especuladores.
El remedio a este desorden económico es la supresión o la reglamentación de las
operaciones a plazo. Si se deja subsistir este mercado es preciso que la caja de
liquidación tenga como misión la de obstaculizar las operaciones ficticias y el juego, no
60
admitiendo como clientes más que a los industriales, vigilando las operaciones y
limitando el crédito.
Estos reglamentos no pueden ser seriamente establecidos y mantenidos sino por
las corporaciones y las Cámaras de trabajo.
18. – La crisis de los cambios
Es una cuestión muy interesante, muy importante, pero un poco difícil de
comprender.
Antiguamente, todas las naciones admitían la plata como moneda de cambio
internacional. Las naciones de Occidente unieron también el oro y los dos metales
estaban en una relación constante de valor 1 a 15½. Un gramo de oro valía 3fr. 10
céntimos de plata. Este régimen era llamado régimen del bimetalismo.
Desde hace unos ochenta años, algunos Estados no han querido aceptar más que
el oro como moneda de curso internacional. Estos Estados conservan en el interior la
plata amonedada, pero solamente como moneda complementaria.
Comenzó Inglaterra, en 1816. Entonces poseía casi todo el oro de Europa,
gracias a su comercio, a sus colonias y también porque las naciones continentales se
habían arruinado en la guerra.
A Inglaterra le pareció bueno, pues, especular con el oro, monopolizarlo tanto
como fuera posible y acapararlo. Exigía oro por las mercancías que vendía, lo exigía
como pago por los intereses de los empréstitos que había hecho. Las otras naciones,
para pagarle en oro, debieron comprárselo a la misma Inglaterra muy caro, dándole
mucha de su plata y de sus productos. Este fue el beneficio del comercio inglés y de las
bancas inglesas, que están en parte en manos de los judíos.
La plata, el trigo, la seda de la India, de China y del Japón afluyeron a buen
precio a Inglaterra, por necesitar estos países el oro de Inglaterra para pagarle lo que le
compraban.
Otras naciones, Estados Unidos, Alemania y la Unión de las naciones latinas,
imitaron a Inglaterra. Adoptaron el monometalismo y suprimieron la plata como
moneda internacional.
Pero las consecuencias de esta medida pesan ahora sobre las diversas clases de la
sociedad en las naciones occidentales. Nuestros agricultores y nuestros industriales
están aplastados, nuestros modestos rentistas están en la ruina; solo los ricos financieros
y el comercio de importación sacan provecho.
La plata se depreció en la mitad con relación al oro. La plata, al no tener ya valor
internacional, vino a ser menos preciosa y menos buscada. De ahí que el precio del
cambio haya venido a ser más oneroso para las naciones que no tienen nada más que
plata.
61
¡Ojo a estas naciones, si tienen que hacer pagos en oro en los países con moneda
de oro! En este caso, si tienen abundantes productos naturales, los darán a buen precio.
Si no los tienen faltarán a sus compromisos y no pagarán.
Así, la India, China, Japón, países de moneda de plata, dan su trigo y su seda a
buen precio para conseguir un poco de oro. Y este trigo y esta seda vienen a pesar sobre
nuestros mercados. Nuestros agricultores y sericicultores son machacados por la
competencia. El trigo de la India vale 10 francos puesto en nuestros puertos, cuando el
nuestro cuesta producirlo 20 francos. La seda de Asia ha tomado enteramente el puesto
de la nuestra. Nuestra industria consumía todavía el 35% de seda francesa en 1872,
ahora no consume nada más que el 1%.
Nuestros industriales también están oprimidos, porque los países con moneda de
plata, al parecerles demasiado oneroso comprar a precio de oro nuestros productos
industriales, se las arreglan como pueden para pasar sin ellos. La India y el Japón se
llenan de fábricas. Pronto estos países se bastarán a sí mismos para satisfacer a sus
necesidades y, todavía más, nos quitarán el mercado de China, vendiéndole menos caro
y contentándose con su moneda de plata.
Nuestros pequeños rentistas sufren también porque han colocado sus capitales en
los Estados pequeños, como Portugal y Grecia, que prometían altas rentas. Pero estos
pequeños estados, aplastados por el curso del cambio, ya no pagan intereses.
Sólo el comercio de importación da buenos beneficios, así como la alta Banca,
que especula sobre los cambios y sobre los préstamos. Y este comercio y estos Bancos
están generalmente en manos de judíos.
El remedio sería restablecer el bimetalismo. Pero la gran Banca es poderosa y
muy escuchada. Para que no perdamos la paciencia, nos dice que el oro abunda en las
minas africanas y que pronto habrá suficiente para dejar contentas a todas las naciones.
No añade que también este nuevo oro va a ir a parar a sus manos, porque ella acapara
las minas.
Es preciso que nuestros agricultores, nuestros industriales y el mismo pueblo
hagan oír sus quejas muy alto, para que esta crisis sea conjurada y paradas sus
especulaciones por la rehabilitación de la plata.
La plata no se presta ni a la misma incertidumbre ni a las mismas
especulaciones. La mayor parte de las naciones tienen minas de plata. La extracción de
este metal es más lenta y más costosa. Hay un cambio de trabajo entre el productor de
plata y el productor de mercancías. La plata no se presta al acaparamiento.
Promovamos la opinión por medio de la prensa y la propaganda electoral para
que las naciones, por medio de un acuerdo, restablezcan la relación constante entre la
plata y el oro.
[Consultar: La crise des changes, por Edmond Théry y diversos artículos de
L’Association catholique y de la Sociologie catholique].
62
19. – Los presupuestos obreros
Se han hecho estudios sobre los presupuestos económicos de las clases obreras.
Bélgica ha realizado sobre este asunto una investigación oficial. En Francia se prosigue
el estudio en los Congresos Católicos. Se comprende que los resultados son muy
variables.
Los recursos de una familia normal de cinco personas varían hoy de 1.100 a
1.400 francos, y son 1.600 francos los que harían falta1.
¡1.100 francos! Con la carga del alquiler, quedan 50 céntimos al día por
persona. Es apenas lo que se necesita para no morir de hambre. ¿Y cómo se sustentará el
obrero? ¿Cómo podrá vestir decentemente? Naturalmente, no se puede ni siquiera
pensar que tenga su pequeña parte de las alegrías de este mundo, ni que pueda hacer sus
ahorros para el paro, la enfermedad, la educación de los hijos o la vejez. ¿Está
equivocado, pues, León XIII al decir que muchos obreros están en un estado de miseria
inmerecida?
20. – Las obreras de la aguja
Nada es tan pesado como observar los trabajos de aguja, hechos para los grandes
comercios de confección y para las tiendas de géneros de moda. ¡El trabajo es siempre
tan urgente, y el salario es, a menudo, tan mezquino!
Las jornadas de 15, 18 e incluso 20 horas de trabajo no son raras, y no se respeta
el domingo. El turno de noche en el taller es frecuentemente continuado por otra vigilia
en casa.
El R. P. Du Lac, en una reunión de señoras en París, citaba esta carta que no es
en absoluto excepcional:
“Le escribo a las dos de la mañana. Vd. me lo reprochará, pero se equivoca.
Estoy obligada a velar en casa de mi patrono. Pero, además, como hay muchos
hermanitos y hermanitas, me he impuesto hacer una camisa de hombre por la noche,
antes de acostarme. No está, sin embargo, muy bien pagada: una camisa de hombre para
los grandes almacenes son 50 céntimos de franco”.
La animosa mujer continuaba:
“No crea que estas vigilias me hacen daño; más bien creo que me han ayudado,
que las necesito tanto que me he acostumbrado a ellas”.
1 La caja de familia, organizada por el Señor Harmel en su fábrica de Val-des-Bois ha fijado el
mínimum necesario en la suma de 219 francos al año (365 x 0,60) por miembro de la familia,
comprendidos los niños pequeños. El Señor Harmel cree en las ventajas del campo. Por los huertos, los
animales domésticos, la modicidad de los alquileres y la simplicidad de la vida no pueden ser evaluadas
en menos de 0,25 francos por cabeza y por persona en relación a la ciudad. El mínimum necesario para la
ciudad sería, pues, 310,25 francos por persona (365 x 0,85), o sea, por cinco miembros de una misma
familia 1.551,25 francos al año.
63
Pero la ayudaron tan poco que hubo de ingresar muy pronto en el hospital con
una enfermedad de pecho.
Sería necesario también hacer leer a las mujeres que hacen trabajar, para
recomendarles a las mujeres que trabajan, el célebre Canto de la camisa, del poeta
inglés Tomás Hood. Este canto estalló en Inglaterra como un grito de revolución. Se
diría que está escrito con lágrimas. El señor de Haussonville nos ha dado un largo
fragmento en su interesante estudio sobre la vida y los placeres en París. Pero en
absoluto es suficientemente conocido, y no lo será nunca demasiado. He aquí el
estribillo y cuatro estrofas traducidas literalmente:
EL CANTO DE LA CAMISA
Los dedos cansados y desgastados,
los párpados pesados y enrojecidos,
una mujer, cuyos harapos indignos
contrastaban con su cara,
estaba sentada empujando la aguja y el hilo.
Cosiendo, cosiendo, siempre cosiendo,
en la miseria, el hambre y la prisa;
y, con su voz quejumbrosa,
cantando el Canto de la camisa.
I
¡Coser, coser, coser,
mientras el gallo canta;
coser, coser, coser de nuevo,
hasta que el alba brille en el tragaluz!
¡Oh! esto es ser esclavo,
como entre los bárbaros Turcos,
cuyas mujeres no tienen un alma que salvar,
¡si éste es el trabajo de un cristiano!
II
¡Trabaja, trabaja, trabaja,
hasta que tu cabeza tenga vértigo!
¡Trabaja, trabaja, trabaja,
hasta que tus ojos estén pesados y confundidos!
¡Haz las costuras, la entretela y los puños,
hasta que, cuando hayas llegado a los botones,
te caigas de sueño
y continúes cosiéndolos en sueños!
III
¡Oh hombres, que tenéis hermanas queridas,
oh hombres, que tenéis madres y mujeres,
no es la tela, lo que vosotros usáis,
sino la vida de criaturas humanas!
64
¡Cose, cose, cose siempre!
En la pobreza, el hambre y la prisa,
cose con un hilo doble
una mortaja al mismo tiempo que una camisa.
IV
¡Oh! durante una breve hora, una sola,
tener un respiro, por breve que fuera;
¡no más que una hora libre para amar y esperar,
solamente un tiempo de reposo para el dolor!
Llorar un poco, eso me aliviaría el corazón;
pero bajo mis párpados, es necesario
que se sequen las lágrimas amargas,
pues cada llanto paraliza mi aguja y mi hilo.
Los dedos cansados y desgastados
los ojos pesados y enrojecidos,
Una mujer cubierta de harapos, cuya indignidad
contrastaba con su cara,
estaba sentada empujando la aguja y el hilo.
Cosiendo, siempre cosiendo,
en la miseria, el hambre y la prisa;
y siempre con una voz quejumbrosa.
-¡Quiera Dios que sus lamentos
hayan tocado los oídos del rico!-
Cantaba ella este Canto de la camisa.
Y esto no es fruto de la imaginación del poeta, sino realismo.
65
CAPÍTULO III ________
LA GÉNESIS DEL MALESTAR SOCIAL: FALSAS NOCIONES
DE LA SOCIEDAD, DEL TRABAJO Y DE LA PROPIEDAD
El malestar social, en su conjunto, proviene de la violación de todos los
principios enumerados en el capítulo primero, pero señalamos aquí especialmente las
funestas consecuencias de las falsas nociones que han sido difundidas sobre la sociedad,
el trabajo y la propiedad.
1. – El malestar social proviene, en primer lugar, de una falsa
concepción de la sociedad
I. La sociedad no es una invención del libre arbitrio de los hombres, como
algunos han pretendido, sino una condición natural de su existencia. Esta condición
descansa por sí misma sobre bases inmutables: la religión, la familia, el trabajo y la
propiedad.
“Dios, que ha dado leyes a la república de las abejas, ¿no habría de darlas
también a la sociedad de los hombres?”.
Los vínculos del hombre con Dios, con sus padres, con sus semejantes y con
toda la creación, todo eso está en el plan del Creador, en la fórmula del Decálogo, en el
espíritu del Evangelio y en la doctrina de la Iglesia.
Estos vínculos tutelares esperan al hombre antes de su nacimiento, lo sostienen a
lo largo de su vida y hasta las puertas de la eternidad.
La red de estos lazos nace, sin duda, en el orden de la naturaleza, pero no se
impone físicamente al hombre, criatura consciente y libre, como lo hacen las leyes de la
naturaleza al resto de la creación. Esta red forma un todo que corresponde a la
concepción cristiana de la sociedad. Por otra parte, no ha sido realizado nada más que
en las sociedades cristianas. La historia nos dice lo que las sociedades paganas habían
hecho de la familia y de los trabajadores.
II. Puesto que de la concepción cristiana de la sociedad depende la solidez de la
red de lazos que le corresponden, es claro que, si otra concepción sustituye a ésta,
deberá en primer lugar disminuir y después apoderarse de estos lazos para sustituirlos
por otros de su gusto.
66
Solamente una concepción falsa de la sociedad no puede engendrar más que
vínculos artificiales. Y los lazos artificiales no pueden sino molestar y finalmente
volverse insoportables. Como ocurre con el niño que camina con andadores, con la
condición de que estén bien puestos para sostener sus pasos. Si no están bien adaptados,
tropieza; pero si por necedad o malicia se los hubiesen atado a los pies en lugar de a las
espaldas, esto sería todavía peor, su caída sería violenta y no podría caminar en
absoluto.
2. – La concepción antisocial, que ha sustituido a la concepción social
cristiana, es el individualismo o el liberalismo económico
I. Según esta nueva concepción, ni la humanidad ni el hombre adulto necesitan
andadores.
El hombre nace bueno; solamente la antigua concepción lo ha torcido; devuelto
al estado de libertad, volverá a encontrar la plenitud de sus facultades.
Aplicará todas sus facultades a la satisfacción de sus necesidades y de sus deseos
sin otro límite que la saciedad.
No conocerá otras leyes que las de la naturaleza; y éstas las determinará él
mismo científicamente.
Si, como consecuencia de esta determinación científica, se ponen de acuerdo un
cierto número de hombres para adoptar reglamentos sociales en interés de su mayor
bienestar, decidirá la mayoría de los votos; y lo que haya sido decidido por la mayoría
será llamado la voluntad del pueblo.
En la voluntad del pueblo reside la justicia absoluta, puesto que no hay en la
humanidad ningún germen de malicia. En la voluntad del pueblo reside también la
soberanía absoluta, puesto que no hay ninguna otra fuente de derecho fuera del buen
querer de los individuos que lo componen.
II. Esta doctrina filosófica de la perfección natural del hombre y, en
consecuencia, de su derecho a una libertad absoluta en un estado de igualdad social
absoluta, ha dado a luz, lógicamente, a otras doctrinas que se aceptan como dogmas.
Así, la doctrina de la libertad de conciencia, o de la liberación de todo deber
social frente a Dios; la idea de Dios no aparece en el sistema nada más que como una
hipótesis arbitraria y superflua.
Así, la doctrina de la libertad de trabajo, es decir, de la licitud de todo pacto
entre los patronos y los obreros, debiendo armonizar los intereses por la sola virtud de la
ley de la oferta y la demanda.
Y así, la doctrina de la libertad de todas las otras transacciones en virtud del
mismo principio: libertad de comercio, libertad de interés, libertad de todas las
especulaciones.
67
En resumen, libertad de enriquecerse por todos los medios y libertad de
empobrecerse por todas las imprevisiones.
En cambio, abolición de todas las libertades más sagradas: la libertad de las
vocaciones, la libertad de la educación, la libertad del testamento, la libertad de
asociación.
El Estado permanece como la única forma de asociación permitida a los
ciudadanos; éste prohibe toda otra asociación que intentase proteger los intereses
particulares, y no interviene a favor de ninguno de éstos.
Su misión se reduce puramente a una acción de policía para el mantenimiento
del orden público, a la sombra del cual cada ciudadano sostiene por su cuenta la lucha
por la vida, sin inquietarse por los otros y sin pretender nada de ninguno.
Tal es el cuerpo de doctrina del individualismo.
3. – Las doctrinas del individualismo han sido introducidas en la vida
social por la Francmasonería, bajo la capa de la Revolución
I. La doctrina del individualismo, en la que el hombre se considera a sí mismo
como su propio fin y en la que la humanidad se glorifica a sí misma y que se libera de
todo deber frente a su Creador, es tan antigua como el mundo, puesto que es la que el
ángel rebelde insinuó al primer hombre.
Se transmitió a través de los siglos en las civilizaciones paganas, porque es hija
del orgullo, y porque el hombre busca demasiado a menudo en los beneficios de Dios
los medios de liberarse de su ley.
Se difundió, mayormente, después del Renacimiento, con la Reforma que se
hizo en nombre del “libre examen”.
En ella se inspiró la Francmasonería. La Sociedad, nacida al comienzo del siglo
pasadoNT1
en Escocia, una tierra en la que la Reforma había fomentado más todavía que
en otras partes el odio contra la Iglesia. Profesaba una filosofía inspirada por el orgullo
farisaico y por el materialismo de las sectas del Oriente, al mismo tiempo que sus
prácticas eran un préstamo de las más burdas idolatrías en las que habían caído los
judíos. Mezclaba en su lenguaje, sin embargo, un vago homenaje al Ser Supremo, Dios
impersonal cuyos mandamientos se confundían con los de la naturaleza, y en sus
costumbres una pueril imitación de la caballería; para engañar a la gente en su propio
seno, se ponían ornamentos externos de aquella misma sociedad cristiana que
encarnizadamente querían destruir.
II. Cuando la Masonería se hubo ganado en toda Europa a las clases dirigentes y
les hubo inspirado un gran desprecio hacia la clase humilde que no admitía en sus filas,
concentró todos sus esfuerzos en Francia, la cual se mantenía entonces, sin ningún
género de duda, a la cabeza de la civilización. Aprovechando el derrumbamiento de un
NT1
Se refiere al siglo XVIII.
68
régimen político que ella había minado y, al mismo tiempo, corrompido, hizo relucir a
los ojos de los pueblos, como un nuevo Evangelio, con la proclamación de los derechos
del hombre, los que hoy son llamados todavía los grandes principios y que Le Play
llamó, mucho más justamente, los falsos dogmas de 1789.
Como la masonería había inspirado los cuadernosNT1
de las bailías1, hizo las
elecciones, gobernó las asambleas, impuso al Estado su divisa: “Libertad, Igualdad,
Fraternidad”, y persiguió con extrema violencia todos los restos de autonomía, todos los
vestigios de solidaridad, todas las libertades públicas o privadas que el antiguo régimen
no había abolido, las corporaciones con sus “cajas” de socorros mutuos, las
comunidades religiosas con sus bienes, todas las fundaciones en favor de los pobres.
Todo lo que formaba su patrimonio fue confiscado con la lisonja de esta declaración:
que la nación asumía la carga de proporcionar trabajo a todos los ciudadanos válidos y
alimentos a todos los indigentes.
El siglo ha pasado, la Francmasonería se ha mantenido en el poder, sus doctrinas
son invocadas como dogmas casi por todos los partidos. Pero sus promesas se han
quedado vacías, porque están en contradicción con sus principios.
4.–Cómo el liberalismo económico ha concurrido, con el
individualismo impío y revolucionario, a desorganizar la sociedad,
preconizando una falsa noción del trabajo
“Dejad hacer, dejad pasar, decía la Escuela de Manchester; quitad toda traba al
comercio, todo impedimento al trabajo. La ley de la oferta y la demanda y el libre
cambio serán suficientes para todo. Si el equilibrio es turbado por un momento, se
restablecerá. El obrero descontento irá a buscar lejos salarios más ventajosos, o bien se
defenderá por medio de la huelga”.
La mayor parte de nuestros economistas están todavía en este punto.
Es una ilusión deplorable que ha colaborado, con la propaganda revolucionaria,
a desorganizar la sociedad.
El obrero, privado de las asociaciones que lo sostenían y de las leyes que lo
protegían, ha quedado sin defensa. La ley ineluctable de la competencia conduce
siempre a la producción a buen precio y a la bajada de los salarios.
El obrero, paciente, se presta a todo para vivir y para dar un pedazo de pan a sus
hijos. Se alargan las jornadas, las noches se añaden al día, trabajan las mujeres y los
niños, y el pan es siempre raro en casa. Entonces, el obrero se exaspera y se presta a
escuchar todas las malas doctrinas. En este punto estamos.
NT1
Se llamaban “cuadernos” a aquellos elencos de peticiones que el pueblo, dividido en bailías,
dirigía al rey por medio de los propios diputados. Bailía es, según el Diccionario de la Real Academia
Española, el territorio sometido a la jurisdicción del baile. 1 Muchos de estos cuadernos estaban impregnados de espíritu cristiano, pero un gran número
contenían los gérmenes del espíritu revolucionario inspirado por la Francmasonería.
69
No se diga que el obrero tiene la huelga para elevar el precio del trabajo. El
obrero no tiene recursos para esperar. De hecho, de cien huelgas no hay nada más que
cinco o seis que redunden en beneficio del obrero.
Se dice también que el trabajo es libre, que el obrero puede buscar en otra parte.
No, el obrero no puede fácilmente buscar en otra parte. Hay pocas fábricas semejantes.
El obrero no puede transportar por todas partes su modesto hogar como el árabe
transporta su tienda al pasto vecino. Y, además, en otra parte, ¿qué encontraría?
Es la misma concepción del sistema la que es falsa. El trabajo no es una
mercancía, un valor regido por leyes económicas; es un acto humano y social que tiene
consecuencias morales para el individuo, la familia y la sociedad.
“¡Ah! -exclamaba el eminente cardenal Manning-, si el fin de la vida es el de
multiplicar los metros de paño o de algodón, si la gloria de una nación es la de producir
tales mercancías en mayor cantidad y al más bajo precio, está bien... ¡Adelante en el
camino en que estamos! Al contrario, si la paz y el honor del hogar, si la educación de
los hijos y los deberes de esposa y de madre están escritos en una ley natural mucho
más importante que toda ley económica; si todas estas cosas son mucho más sagradas
que todo aquello que se vende en el mercado, es preciso obrar en consecuencia. Si, en
ciertos casos, la no reglamentación del trabajo conduce a la destrucción de la vida
doméstica, al abandono de los hijos; si transforma a las mujeres y las madres en
máquinas vivientes, a los padres y los maridos (que nos perdonen estas palabras) en
bestias de carga que se levantan antes que el sol y vuelven a casa por la noche, agotados
de fatiga y sin tener casi fuerzas, más que para tomar un trozo de pan y echarse en un
camastro para dormir, entonces la vida de familia no existe ya. Y no podemos continuar
así”.
Y, como alguno acusaba al cardenal de socialismo, él respondía: “No; ayudar al
obrero y a los pobres, poner a su servicio la colaboración de la Iglesia, las fuerzas del
Estado y el apoyo de las instituciones para impedir lo que va contra la ley natural y
cristiana, no es hacer socialismo, es cumplir un deber.”
5. – Por qué razón los principios de la sociedad moderna no pueden
producir sino la arbitrariedad en las leyes, la inestabilidad en las
instituciones, el egoísmo en las costumbres
I. El principio de la soberanía del pueblo es tan tiránico como el de las
monarquías absolutas, pues mientras que éstas exageran el derecho divino para
sustraerse a todo control, el principio de la soberanía del pueblo excluye y no reconoce
ningún freno.
El primer doctor de la Escuela, J.-J. Rousseau, lo ha proclamado, y después
ninguno ha podido ponerlo en duda. Ahora bien, la soberanía del pueblo no puede, en
realidad, ejercerse, sino por medio de una facción que conquista la mayoría y trata
forzadamente como enemiga a toda minoría disidente.
Cerca de la mitad de los ciudadanos es así reducida al papel de vencido en un
país conquistado, al papel de emigrado en su propia casa. En la mayoría misma, todo
70
ciudadano en posesión teórica de la soberanía vive, en realidad, en un estado jurídico
poco diferente al de la esclavitud, puesto que nada le garantiza que lo que él llama hoy
su derecho no sea declarado caducado por sus propios mandatarios, y que no sea al
mismo tiempo declarado sospechoso, porque se le supondrá descontento y rebelde,
porque él no puede dejar de serlo en su fuero interno.
II. Que la inestabilidad de las instituciones sea una consecuencia inseparable del
dogma de la soberanía del pueblo cae por su peso, al no ser contenida por nada, desde
que el pueblo se cree el dueño de todo, la movilidad natural del mismo.
No es solamente la inestabilidad de aquellas instituciones la que se debe notar,
sino también su caducidad, porque toda institución antigua tiene contra sí el espíritu de
novedad que este régimen exalta más de la cuenta, mientras que debilita el espíritu de
tradición.
III. Pero que el egoísmo de las costumbres sea otra consecuencia de las mismas
doctrinas sociales, o más bien antisociales, es una cuestión que debe ser atentamente
considerada.
La libertad, tal como se entiende en la práctica de la Escuela, consiste en no
tener frente a nadie deberes de subordinación; la igualdad es no estar obligado a ningún
respeto, a ninguna deferencia, a ninguna consideración. ¿Dónde estaría, pues, el vínculo
social en esta concepción? Ni siquiera en la familia, en la que el hijo llega pronto a ser
igual al padre -contento de que el hijo no se crea más que él, precisamente porque está
más “en el movimiento”.
Queda, sin duda, el tercer término de la formula: “Fraternidad”. Para ver de qué
dinamismo se puede tratar, es preciso considerar el pivote sobre el que se apoya. No es
porque tengamos un Padre común “que está en los cielos” por lo que nosotros somos
hermanos según la doctrina nueva, sino por una simple semejanza de naturaleza y
porque todos descendemos de los monos.
Estos dogmas nuevos no son propios para inspirar a los hombres un verdadero
amor a la humanidad.
6. – Por qué razón, bajo la influencia del individualismo, la lucha ha
reemplazado a la armonía entre los hombres y el pueblo ha sido
conducido, por una reacción exagerada, a desear el colectivismo
I. “El hombre es un lobo para el hombre”: Homo homini lupus.
Esta frase es de uno de los doctores de la Escuela: no es demasiado fácil de
justificar en su concepción social.
El hombre tiene necesidades, tiene pasiones, comete errores. Si no está
habituado en la sociedad moderna a implorar alguna ayuda, a encontrar algún
moderador, a guiarse por algún faro, ¿a qué no le impulsará la necesidad? ¿Adónde no
lo arrastrará la pasión? ¿Hasta dónde no lo desorientará el error?
71
En la sociedad moderna, ninguna ley protege la debilidad en las luchas de la
competencia; ninguna institución interviene como moderadora en las cuestiones vitales
del precio del salario y del coste de la vida; ninguna pone un freno a la codicia del
especulador. Por lo tanto, el hombre entra sin protección en la lucha por la vida contra
los otros hombres, y la máxima evangélica: “Amaos los unos a los otros” se hace
imposible de practicar, mientras que triunfa la formula satánica: “Destruios los unos a
los otros”.
II. Si estas palabras pareciesen excesivas, téngase la bondad de echar la mirada a
su alrededor y de contar los talleres y los hogares desaparecidos, y de preguntarse si
podrían no haber desaparecido.
La cosa es tan común que no se le presta atención; se ven los pueblos agrícolas
caer en la ruina y se dice que es el atractivo de los altos salarios de la industria y las
comodidades fáciles de la ciudad los que han hecho abandonar a los agricultores el
campo. No se quiere decir que la gente ya no encontraba allí de qué vivir. No se quiere
hablar de la falta de protección de sus medios de subsistencia, de sus industrias
domésticas, de sus pequeñas propiedades.
III. El individualismo revolucionario y el libre-pensamiento han destruido, de
cien años a esta parte, las grandes instituciones que había creado la solidaridad cristiana.
Son ellos quienes han destruido el patrimonio colectivo de los trabajadores y han
inducido a la confiscación de las riquezas de las Órdenes religiosas, que eran el
patrimonio colectivo de los pobres.
Del individualismo y del libre-pensamiento procede, como una reacción y como
una consecuencia fatal, la propaganda colectivista de hoy.
Al tener el pueblo una tendencia natural a la asociación y una necesidad real de
protección en las luchas por la vida, y al no encontrar ya la ayuda de las corporaciones y
de las fundaciones religiosas de otra época, acepta las utopías del socialismo
colectivista, que le promete esta asistencia y el beneficio de la unión. Notemos, de
pasada, que este origen manifiesto del peligro colectivista nos indica claramente el
remedio sobre el cual volveremos varias veces.
Para detener el colectivismo, es preciso cortar la raíz del mal, es decir, atacar el
liberalismo económico y el libre-pensamiento. Es preciso restaurar, bajo una forma
apropiada a las circunstancias actuales, la solidaridad cristiana arruinada por el
liberalismo revolucionario. Es preciso reconstituir los patrimonios colectivos por medio
de la asociación, por la mutualidad, por la cooperación, por las cajas de ahorros, de
seguros, de jubilación, etc., en síntesis, con la aplicación entre los hombres del gran
precepto de la caridad cristiana, en lugar del principio egoísta de la economía liberal.
7. – La falsa noción de la sociedad ha engendrado la falsa noción de la
propiedad
El liberalismo, o más bien el individualismo, puesto que éste es el nombre que
conviene a la falsa noción de la sociedad, debía engendrar falsas nociones sobre todas
las instituciones que son la base del orden social. Ha hecho de la religión una opinión
72
personal, y de su práctica un asunto de orden puramente privado, sin relación con la
vida pública.
El liberalismo ha hecho de la familia una sociedad momentánea, de naturaleza
animal, igualmente sin relación con la vida social; el Estado usurpa la autoridad del
padre de familia y libera de ésta al ciudadano cuando es adulto.
El liberalismo ha hecho del trabajo una forma de esclavitud, cuyas condiciones
son determinadas e impuestas a la pobreza por los poseedores de la riqueza, sin otras
reglas de derecho que aquellas que nacen de la fuerza. En fin, ha hecho de la propiedad
un poder sin condiciones, un poder sin freno, una fuente de derechos sin deberes.
La doctrina del individualismo es, pues, responsable, además, del desprecio de la
religión, de la familia y del trabajo, de esa forma particular de desprecio de la pobreza
que tiene su fuente en la avaricia y se traduce en la definición pagana de la propiedad: el
derecho de excluir a todos de la disposición y del uso de un bien; mientras que su
definición cristiana es que la propiedad es el derecho de administrar y gastar en vistas
del bien común: Potestas procurandi ac dispensandi (Santo Tomás)1.
8. – La falsa noción de la propiedad ha falseado el reparto de los bienes
En los siglos cristianos, el reparto de los bienes había respetado el gran principio
de que “el uso de los bienes es común a todos en una cierta medida”. Los ricos no
podían liberarse de todo deber social; los pobres no podían perder todo derecho.
La propiedad de bienes raíces, tanto respecto a los fondos como a las rentas,
estaba en un estado de copropiedad; no podía cambiar de naturaleza o de manos sin el
consentimiento de las diversas personas derecho habientes que detentaban, unos el
dominio eminente, otros el dominio útil; sus frutos eran igualmente el objeto de un
reparto, en el cual la parte que le quedaba al cultivador era superior a la que le deja hoy
el régimen de aparcería o la explotación de la que él es un asalariado.
Además, una parte muy notable, a menudo también la parte más considerable de
los bienes raíces, era sustraída a la apropiación individual y formaba los bienes llamados
de “manomuerta”o bienes inalienables, que eran la dotación del culto, de la enseñanza,
de la asistencia pública, o formaban los beneficios vitalicios a favor de tal o cual
condición de personas; de suerte que no había ninguno por pobre que fuese, que no
tuviese recurso a alguna porción de la propiedad pública o privada.
La Iglesia descontaba previamente, a favor de los pobres, el diezmo sobre todas
las rentas; participaba a favor de las obras pías en todas las herencias; las corporaciones
de artesanos tenían su “caja” para las ayudas eventuales y tenían también sus hospitales
y sus escuelas; las comunidades rurales tenían sus bienes, sus derechos, sus usos tales
como el espigueo, el “affouage”NT1
, los pastos comunales; por fin, rasgo esencial, los
bienes mobiliarios y el dinero no podían ser capitalizados, de suerte que todo el mundo
encontraba de qué vivir de los “bienes del buen Dios”.
1 IIa, IIae, q. 66, a. 2.
NT1 Affouage es el derecho a aprovecharse de las plantaciones forestales del municipio.
73
En nuestros días, todo eso ha desaparecido: el que no posee nada propio no
puede pretender nada, y es conducido así a ver en la apropiación actual de los bienes
nada más que una monstruosa exacción.
Se dice, para defender este régimen, que es inherente al progreso económico;
pero entonces la liberación de la propiedad, en la medida en que era ventajosa al
poseedor del fondo, ¿no debía abrir un derecho a una justa indemnización en beneficio
de los usuarios?
El Estado ha sustituido a todos los derechos habientes mediante la elevación de
los impuestos y de las tasas sucesorias, pero no les ha devuelto nada. Y no ha hecho así
sino consagrar el expolio, cuando él mismo no lo había perpetrado como desde el
comienzo de la Revolución.
El Estado está, pues, obligado, todavía hoy, a la restitución; sin duda, no a una
restitución global, sino sucesiva e indeterminada, favoreciendo sobre todo la
reconstitución de los bienes corporativos.
A los particulares, por su parte, se les debe recordar esta ley fundamental: que lo
que es superfluo para ellos no es para la dotación de sus placeres, sino para el bien de
los pobres.
Pero no es suficiente señalar los pecados de omisión imputables a la propiedad,
tal y como está actualmente establecida y tal y como es ejercida; es preciso pasar a los
pecados de obra y ver cómo la propiedad, después de haber abandonado a los pobres,
los oprime.
9. – La falsa noción de la propiedad ha engendrado la usura
La propiedad, liberada de todo deber, conserva lo que en términos modernos se
llama disponibilidades. Desde el momento en que ella no reconoce ya como deber el
empleo del capital en servicios gratuitos, es natural que busque colocaciones
remuneradoras y que mida el precio de sus servicios, menos sobre lo que ellos cuestan y
sobre lo que ellos producen que sobre la necesidad del otro y sobre la necesidad de
procurárselos donde está.
Éste es el principio de la usura. Hace a la pobreza tributaria de la riqueza,
mientras que es ésta la que ha recibido de la Providencia el encargo de repartir sus
dones.
La usura es, en primer lugar, ejercida por el préstamo de consumo y por la
“prenda hipotecaria”, después por la renta excesiva impuesta a la tierra así dada en
prenda; a continuación, por el arrendamiento de capitales a un tipo de interés excesivo,
mientras que el alquiler de trabajo se traducía en salarios insuficientes1.
1 Por el préstamo de consumo se presta a un hombre que está en necesidad y que va a consumir
lo que se le ha prestado con el pacto de devolver más tarde lo equivalente. Este préstamo debería ser
gratuito. Así lo era en los siglos cristianos. Se convirtió en usura cuando los prestamistas estipularon
intereses y exigieron prendas hipotecarias.
74
Esto es fácil de tocar con el dedo en la estadística de las primeras empresas
industriales: cuando los capitales se han multiplicado por diez y los salarios ni siquiera
se han doblado, cuando el valor del dinero ha disminuido más.
10. – La usura ha producido la proletarización de las clases humildes
Las clases humildes, es decir, aquellas que viviendo de un trabajo a jornal poco
remunerado tienen derecho al desvelo de las clases acomodadas, se han encontrado bajo
el régimen de la usura, no solamente abandonadas a sí mismas, sino explotadas por los
poseedores de capital y, como hemos dicho, tributarias de éstos.
El resultado de esta explotación ha sido la proletarización, es decir, la pérdida de
una existencia asegurada, como la posesión de un hogar, de un oficio y sus
instrumentos; en una palabra: de un estado. También el régimen llamado de la libertad
de trabajo y de comercio ha sido justamente estigmatizado en los términos siguientes
por León XIII:
“Una usura devoradora ha venido también a añadirse al mal. Usura que ha sido
condenada por el juicio de la Iglesia varias veces. Usura que no deja de ser practicada
bajo una u otra forma por hombres ávidos de ganancia y de una insaciable codicia. A
todo esto hay que añadir el monopolio del trabajo y de los valores, que ha venido a ser
la parte de un pequeño número de ricos y de opulentos que imponen así un yugo casi
servil a la infinita multitud de proletarios”1.
11. – La usura ocasiona la desaparición de las familias guardianas de
las tradiciones, en beneficio de algunos especuladores
Partiendo de esta falsa noción de la propiedad, las clases altas, sin entregarse
directamente a la especulación usurera, no temen participar en sus beneficios por medio
de los capitales que le podrían proporcionar. De aquí viene una primera causa de su
pérdida de consideración.
Después se han abandonado a la ociosidad, al disfrute de estas rentas, cuya
percepción no exige ningún trabajo; y no han soñado en distinguirse de las clases
humildes a no ser por el lujo y el bienestar.
Desde entonces, la riqueza no aparece ya ante sus ojos como un producto de
nobles fatigas, ni como un atributo del poder adquirido. Ha cesado de inspirar respeto.
No habiendo quedado la riqueza tampoco como una fuente de liberalidades
inherentes a su naturaleza, ha cesado de atraer el agradecimiento.
El préstamo de producción se hace a un productor, comerciante, industrial o agricultor que hará
producir los frutos por la suma prestada. Es más bien un alquiler de dinero que un préstamo. En este caso
el interés es al menos tolerado, si no completamente justificado, por la Iglesia. 1 Encíclica Rerum novarum.
75
Ha venido a ser un disfrute de orden inferior que no puede inspirar sino el
desprecio en aquellos que no sienten la necesidad, o la envidia en aquellos que están en
una situación de mediocridad o sufren la pobreza. Al mismo tiempo que creaba la
división entre los ricos y los pobres, la propiedad, entendida así, producía una
nivelación antisocial entre los usureros profesionales y sus inconscientes asociados.
Los judíos ocupaban por derecho el primer lugar en una sociedad plutocrática;
su clientela benévola no soñaba en lo que debía distinguirla de ellos; después de
haberles remolcado, caía en su remolque, perdiendo así hasta el derecho a la existencia.
Es precisamente el caso de propter vitam vivendi perdere causas.
12. – La democracia socialista viene a ser forzosamente el ideal del
pueblo
En tales condiciones de rebajamiento moral de las clases elevadas, la
desigualdad de las condiciones no puede aparecer ya como el producto de la
remuneración equitativa de los diversos servicios sociales, sino como el resultado de la
fuerza o de la astucia al servicio de la codicia.
El pueblo no puede hacerse otra idea porque en la desigualdad no ve otra
utilidad que la de estimular el trabajo de los unos para beneficio de la ociosidad de los
otros. No se contenta ya con el sofisma de “que si no hubiera ricos no habría trabajo
para los pobres”; éstos, en efecto, se encargarían muy gustosamente del consumo que
parece ser el único trabajo de los ricos.
Desde que las clases elevadas no son otra cosa que las clases ricas y los ricos
aparecen solamente como parásitos, su supresión reviste las apariencias de la justicia
social y viene a ser el ideal de la democracia. La igualdad política no le parece ya al
pueblo la última palabra de la evolución moderna, sino simplemente el medio de
realizar la igualdad económica. Por otra parte, ¿está acaso la igualdad económica en
mayor oposición a la naturaleza y al derecho que la igualdad política?
La noción de la jerarquía, de los grados sociales, que corresponde al orden de los
servicios, al haber desaparecido de hecho, no puede ser sustituida sino por la de la
explotación de las masas que forman la base de la pirámide social, por las clases que
ascienden en la riqueza.
Entonces, a la opresión real o aparente de la mayor parte de las personas,
corresponde la rebelión general de los espíritus.
13. – La anarquía parece al pueblo el medio más seguro de realizar
este ideal
El programa netamente igualitario de la democracia social, al ser adoptado por
las masas, encuentra no obstante inmensas resistencias en la sociedad moderna, no
solamente porque es contra natura, sino porque cambiaría completamente el
enmarañamiento de los intereses más numerosos.
76
Los seguidores de tal programa, cuando son gente de mente sana y tienen tiempo
para esperar, lo consideran de buena gana como el resultado de una evolución histórica
que se producirá y se alcanzará fatalmente, por el mismo exceso del sistema inverso.
Este sistema, en efecto, al que ellos llaman capitalismo y que descansa sobre la
usura, debe conducir al monopolio de las riquezas en un número de manos siempre
decreciente; de modo que estas riquezas forzosamente se confundirán con la riqueza
pública, sea que los reyes del capital se apoderen del Estado, sea que alguna operación
facilitada por su pequeño número les haga caer a ellos mismos en el poder del Estado.
Pero los hombres más independientes o los apetitos más excitados no entienden
nada de esta evolución legal, de esta lenta transformación. Y están preparados para
pedir a la violencia lo que ellos llaman justicia; y, entre tanto, mientras esperan poseer
la fuerza, actúan mediante el terror.
Se les llama “anarquistas”. Pero no son más “anarquistas” que aquellos otros que
han empleado estos mismos medios para establecer un orden social que después no ha
mantenido sus promesas.
Hay, pues, causas para sentir la amenaza de una revolución social.
14. – Cómo terminará esto
I. La sustitución de la moral cristiana por una moral más fácil ha generado en
todas las clases la sed de disfrute, y ha desarrollado este género de necesidades en una
proporción más fuerte que la del crecimiento de los medios de bienestar. Incluso sin
desorden, la economía de la gente humilde va a la ruina; no se puede equilibrar el
presupuesto, menos todavía se puede ahorrar ya que no se quiere vivir más según la
propia condición.
El lujo, que era en otro tiempo el cáncer de la riqueza, ha venido a ser la lepra de
la pobreza; el crecimiento aparente de la comodidad de las clases medias es una
apariencia que produce en ellas un empujón hacia el proletariado, en el que antes o
después, van a hundirse todos los venidos a menos. Y nunca ha habido tantos de estos
desdichados como desde que se ha dicho que ya no había clases.
Con la religión ha desaparecido la modestia entre las mujeres, la sobriedad entre
los hombres, la disciplina en la familia. Sucede que cuando cada uno gana por su parte,
pretende su ganancia para malgastarla. Si después queda uno solo que gane, todos
intentan vivir igualmente a expensas de éste. ¡Cuántas pobres madres se encuentran en
condiciones bastante peores que las de una bestia de carga que, si recibe golpes, al
menos es alimentada!
Pero hemos hablado bastante de la religión cristiana desaparecida de la sociedad.
Una última palabra sobre la religión de la humanidad, que ha sustituido a la religión
cristiana. Después de haber mostrado dónde nació, qué males ha causado, veamos a
dónde conducirá a la sociedad moderna y cómo su reino terminará fatalmente. En una
palabra, veamos lo que hay en el dilema: o Cristo o Revolución.
77
II. Esta doctrina social, esta religión de la humanidad, proclamada por la
Francmasonería FM reposa, en resumen, sobre tres principios:
La perfección natural del hombre.
La libertad absoluta que es su consecuencia lógica.
En fin, la igualdad social absoluta de todos estos individuos igualmente buenos e
igualmente libres.
Ahora bien, el sistema se mantiene perfectamente, una vez admitido el primer
principio. Yo diré más, se impone y es legítimo imponer las leyes sociales que de él se
derivan, incluso por la fuerza, a los recalcitrantes.
Es así como la aplicación de estos principios en 1789 implicaba fatalmente su
aplicación violenta por el régimen del Terror. Este régimen no fue, como se dice a
menudo, para no dejarlo observar desde más cerca, el de una serie de excesos opuestos a
la generosidad del movimiento de 1789, sino una sangrante necesidad para que el nuevo
derecho, que repugnaba a la naturaleza, entrase en los hechos que debieron adaptarse a
él.
He aquí, pues, el sistema simplicísimo; la mayoría de los ciudadanos quiere que
la sociedad se constituya de tal manera; la minoría no piensa así. Se hace desaparecer a
los oponentes y todos quedan contentos, hasta el momento en que se viene a
comprender que no es perfecto el resultado. Los descontentos se llaman entonces
anarquistas y aplican el mismo principio con métodos nuevos: entonces se establece la
lucha entre la bomba y la guillotina.
Es la tercera fase lógica y fatal de la Revolución.
15. – Cómo el abandono del Decálogo y del Evangelio resume todas las
causas del mal social
El decálogo es la carta divina de la vida social. Los diez mandamientos de Dios
son la orden paterna y preventiva cuya observancia nos aseguraría siempre la felicidad.
Dios nos había dicho: “Haced esto y viviréis felices”. La experiencia de los
siglos ha justificado su palabra. La escuela económica más práctica, la del señor Le
Play, que tan sólo se basa en la observación y en la comparación de los hechos, ha
constatado que el bienestar social crece con la observancia del Decálogo y disminuye
con su abandono.
La causa principal de nuestra crisis social consiste, pues, en que los
mandamientos de Dios no son observados y en que no son tenidos en cuenta en la
dirección civil de la sociedad. Por eso, los obreros que trabajan contra la religión
trabajan directamente contra sus propios intereses.
La primera causa de todos los desórdenes sociales es el egoísmo. Nunca se le
hubiera visto establecerse entre nosotros si el primer mandamiento de Dios hubiera sido
observado. Este mandamiento nos recuerda que tenemos un mismo Padre que está en el
cielo, y su consecuencia lógica es que nosotros debemos amar a nuestros hermanos.
78
Nuestro Señor Jesucristo lo ha dicho: estos mandamientos, el del amor a Dios y el del
amor al prójimo, están tan unidos que forman uno solo.
El egoísmo y la indiferencia impiden que las acciones humanas se dirijan hacia
el bien. Esto es un mal general en Francia. Y salvo una élite muy restringida, tan solo el
amor al bienestar o al placer empujan a realizar un esfuerzo. La gran masa del país,
penetrada por el desánimo y la indiferencia, aniquilada por su inmoderado deseo de
disfrutar, sometida al egoísmo general, vive sin reaccionar contra la decadencia social
que la lleva a la ruina.
El país necesita hombres vigorosos y fuertes. La humanidad llama a
reformadores iluminados. Pero sería preciso, para obtener esto, trabajar, sacrificarse y
olvidar un poco los placeres inmediatos, pero, por desgracia, ¡la ruindad es tan natural al
corazón del hombre feliz! Las personas afeminadas se repliegan sobre sí mismas. El
goce y el orgullo ahogan la abnegación y dejan solamente en el corazón humano
indiferencia o desprecio para todo aquello que no nos afecta directamente o no nos eleva
por encima de los otros.
El placer, el bienestar obtenido sin esfuerzo, la vida fácil adquirida sin trabajo
son el ideal de hoy en día. Todas las clases sociales están aquejadas de este mal
devastador. Y si nosotros vemos, tal vez, a la clase obrera actuar con energía y
participar en las elecciones con cierta diligencia, es porque espera que, a fuerza de
escoger sus mandatarios imbuidos de sus ideas de disfrute ilimitado, llegará a obtenerlo
a expensas del caudal público e incluso de la vitalidad nacional1.
Los obreros se lamentan, con razón, de que se abusa de sus fuerzas y de que se
arruina en ellos la vida familiar quitándoles el descanso dominical. Para preservarles de
esta desgracia sería suficiente con respetar el tercer mandamiento de la ley de Dios.
Los desórdenes que se dan en las familias, o bien entre patronos y obreros, se
evitarían con la observancia del cuarto mandamiento, que prescribe el respeto, la ayuda
mutua y el afecto en la familia y en sus extensiones, en la vida doméstica, en la fábrica y
en el taller.
Los excesos de trabajo impuestos al obrero, particularmente a las mujeres y a los
niños, están condenados por el quinto mandamiento, igual que los asesinatos, los
suicidios, las disputas y los duelos.
El sexto mandamiento debería prevenirnos contra el desenfreno, la inmoralidad
en el taller, los atentados y seducciones que allí se cometen, y contra el mal desastroso
que produce la despoblación de nuestro país.
El séptimo no nos enseña solamente los derechos de la propiedad, sino también
sus deberes y sus obligaciones. Bien observado, no aseguraría solamente el respeto a la
propiedad, sino también su buen uso, en conformidad con los principios de la justicia y
de la caridad.
1 Esta plaga social de la indiferencia y del egoísmo ha sido ampliamente descrita en un excelente
libro del abogado señor Borin-Fournet: La société moderne et la question sociale. En Guillaumin, rue
Richelieu, en París.
79
Pero, desgraciadamente, aquellos que dirigen la sociedad, lejos de aplicarse a
procurar los beneficios de la observancia del Decálogo, al contrario, no parecen
preocupados sino en asegurar su menosprecio y violación.
Añadamos finalmente que, en la actualidad, el Decálogo no va sin el Evangelio.
Los israelitas que habían recibido de Dios la ley antigua no supieron observarla. Sus
descendientes reemplazaron la observancia de las leyes de la justicia por la práctica de
la usura en todas sus formas.
Cristo ha venido a renovar la promulgación de la ley. Ha recomendado buscar la
justicia ante todo. Ha llevado la ley a su perfección, enseñándonos la caridad, la
devoción y la humildad y ofreciéndonos las gracias sobrenaturales necesarias para
practicar estas virtudes. Es bajo la dirección de Jesucristo y de su Iglesia como la
sociedad podrá volver a la práctica del Decálogo y, por lo tanto, a la mejora social.
80
81
CAPÍTULO IV
_______
DOS AGENTES PODEROSOS DEL MALESTAR SOCIAL:
LA FRANCMASONERÍA Y EL JUDAÍSMO
Cuando se produce un desorden moral, tiene como punto de partida algún
principio falso, del cual es consecuencia.
Cuando se trata de un estado social absolutamente desordenado, como el que
hemos descrito, es manifiesto que principios numerosos y fundamentales han sido mal
apreciados y violados, y hay que suponer que agentes poderosos y organizados han
puesto en práctica estos principios falsos o radicalmente cambiados para satisfacer sus
intereses o sus pasiones.
Hemos recordado al comienzo de este volumen los principios religiosos, morales
y sociales, cuyo olvido ha causado el lamentable estado de la sociedad actual.
Acabamos de mostrar cómo tres nociones fundamentales en economía social, la
noción de sociedad, la de trabajo y la de propiedad, han sido desnaturalizadas desde
hace un siglo y hemos visto qué desorden ha resultado.
Pero, ¿cuáles pueden haber sido los poderosos agentes que han contribuido a
propagar estos falsos principios y estas falsas nociones y a hacerlos producir
consecuencias tan ruinosas?
Hay dos, sobre todo, la Francmasonería y el judaísmo, que actúan con tanta
hipocresía como fuerza y tenacidad. Vamos a intentar desenmascararlos.
A. FRANCMASONES Y LUCIFERINOS
1. – ¿De dónde viene la Francmasonería?
El principio de la Francmasonería es tan antiguo como el mundo: es la lucha
permanente del mal contra el bien.
Monseñor Fava hace remontar la organización actual a la herejía sociniana. Era
un rebrote de la herejía arriana.
Lelius Socini y su sobrino Fausto Socini negaban el dogma de la Trinidad y el de
la divinidad de Jesucristo. La secta nació en Vicenza en 1546. Lelius Socini, exiliado de
82
Vicenza, llevó sus ideas a Polonia. La secta llegó a ser una potencia. Socini se
relacionaba con los jefes de la Reforma y, en particular, con Melanchthon.
Perseguidos más tarde en Polonia, los socinianos vinieron a ser los
francmasones, llevaron sus doctrinas a Inglaterra y a Escocia, donde Cromwell les
favoreció. Desde Escocia fueron a Francia, donde fundaron su primera Logia en 1725.
Los socinianos habían tomado el nombre y las insignias de los masones, para
significar que ellos querían construir una nueva sociedad.
Otros historiadores han hecho remontar la Francmasonería a las cofradías de los
“albañiles del buen Dios”, que construyeron nuestras catedrales y nuestras iglesias de la
Edad Media, y que habrían degenerado como consecuencia de sus riquezas y por la
unión de personas extrañas al mundo del trabajo.
Monseñor Meurin, en una obra magistral aparecida en 1893, ha tratado esta
cuestión histórica en toda su amplitud. Ha estudiado los símbolos masónicos, los grados
del rito escocés, los emblemas, los decorados usados en las Logias y ha encontrado la
clave. Todos estos misterios están calcados de los de la Cábala judía. Esta Cábala era
una secta judía que había aceptado una mezcolanza de doctrinas paganas durante la
cautividad de Babilonia. El inspirador de la Cábala, como el de las religiones paganas,
es Satanás, y su objetivo es hacerse adorar en el lugar de Dios.
Monseñor Meurin nos muestra la analogía de las doctrinas de la Cábala con las
de las antiguas teogonías paganas de la India, de Persia, de Asiria, de Egipto y de
Grecia.
Él encuentra la misma mano y la misma inspiración en la filosofía hermética (de
Mercurio) y en las sectas de los primeros siglos cristianos, el gnosticismo, los ofitasNT1
y el maniqueísmo.
Al ser Satán el inspirador de todas estas sectas, como lo había sido del
paganismo, los judíos de la Cábala le prestaban su colaboración. Su doctrina era un
vago panteísmo mezclado de dualismo. Ellos (los judíos de la Cábala) admitían, como
los persas, dos principios emanados del Gran Todo. Ahrimán y Ormuz se habían
convertido en Jehová y Lucifer. Pero, para ellos, es Lucifer el dios bueno, mientras que
Jehová es un dios cruel y perseguidor.
Los Templarios caídos habían adoptado las mismas doctrinas. Se vinculaban con
las sectas cabalísticas.
Hoy es la francmasonería la que es el instrumento de Satanás bajo la dirección
de la Cábala judía.
Sin duda alguna, la mayor parte de los francmasones ignoran los misterios
íntimos de su secta y de su objetivo satánico. Sin embargo, el velo se rasga, nos vienen
de varias partes las revelaciones sobre los secretos más íntimos de la secta judeo-
masónica.
NT1
Se llama así a los miembros de una secta de gnósticos del siglo II que hacían de la serpiente
el centro de su religión.
83
Por encima de las Logias ordinarias existe la Alta Masonería, que existía desde
hace mucho tiempo bajo diversos nombres (gnósticos, martinistas, ocultistas) y que ha
reunido desde hace algunos años una organización poderosa bajo el nombre misterioso
de “palladismo”.
El “palladismo” tiene sus tres grandes centros, dogmático, administrativo y
político, en Charleston, en Berlín y en Roma.
Las Logias “palladistas” son llamadas triángulos . Setenta y siete provincias
triangulares son presididas cada una por un Mago elegido.
El “palladismo” rinde culto a Lucifer y dirige la acción política y social de las
Logias en la guerra que hacen al catolicismo.
Los masones italianos, por otra parte, desde hace ya veinte años no se cansan de
glorificar a Satán, de aclamarlo en público y de enarbolar su estandarte.
En Turín, en 1882, se cantó en el teatro, ante un populacho digno de semejante
espectáculo, el himno a Satán del poeta Josué Carducci, del que citaremos el comienzo
y el final:
Hacia ti, del Ser principio,
Se lanzan mis versos inflamados.
Te invoco, oh Satán, oh rey de este banquete.
Aquí pasa, oh pueblo, el gran Satán.
Pasa, haciendo el bien, de lugar en lugar,
Sobre su carroza de fuego.
.........................................................
¡Salve, oh Satán, oh rebelión!
¡Fuerza vengadora de la razón!
A ti el sacrificio de nuestro incienso y de nuestros votos,
Tú has vencido al Jehová de los sacerdotes.NT1
NT1
El traductor de esta obra al italiano (Roberto Puccini) añade aquí una nota del traductor que
me parece interesante transcribir: “Hoy parece que Carducci haya cambiado su pensamiento y nos
complace referir algunas estrofas de su última Oda, en la que resuena, en verdad, una armonía espléndida
y nueva:
¡Ave María! Cuando sobre el aura corre
el humilde saludo, los pequeños mortales
descubren la cabeza, e inclinan la frente
Dante y Aroldo.
Una lenta melodía de flautas,
Pasa invisible entre la tierra y el cielo
Espíritus que, acaso, fueron, son
Y ¿qué serán?
Un dulce olvido de la fatigosa vida,
Un penoso suspirar quietud.
Una suave voluntad de llanto
El alma invade.
Callen las fieras, los hombres y las cosas,
El rosáceo atardecer en el azul se desvanece,
Las altas cumbres ondulantes murmuran
Ave María.
Canonico Dehon: Manuale Sociale Cristiano, Siena 1898. San Bernardino, pág. 125.
84
En Palermo se ha visto todo el Liceo, profesores y alumnos, recibir
triunfalmente al poeta Rapisardi, que ha cantado la victoria de Satanás y ha blasfemado
de Cristo y de la Virgen María.
El estandarte de Satanás ha sido enarbolado en Génova, en las fiestas del 20 de
septiembre de 1884, y en Roma, en las del 20 de septiembre de 1891.
En 1884, el profesor Mannarelli, encargado de hacer el discurso de apertura de
curso de la Universidad de Roma, trató sobre el tema: “El elogio de Satanás y su
influencia saludable en la historia desde la rebelión de Adán hasta la entrada en Roma
de los Piamonteses”.
Estas apologías de Satanás han encontrado eco en toda Europa. Una conferencia
pública, dada en Bruselas el 30 de junio de 1876 por el grupo de libre-pensadores, tenía
como objetivo el de justificar a Satán de la larga calumnia de los siglos.
En Francia, el Francmasón Renan ha incensado también a Satán, en el Journal
des Débats: “Satán, escribía, es sin duda el que ha contribuido, más que ningún otro, al
progreso de las luces y de la civilización universal. Milton comprendió a este pobre
calumniado. A su siglo, tan fecundo como el nuestro en rehabilitaciones de todas clases,
no le podían faltar razones para excusar a un desgraciado revolucionario al que la
necesidad de acción lanzó a empresas arriesgadas”.
Hablemos ahora, brevemente, del objetivo de la Francmasonería, de su
organización, sus cuadros, de sus empresas importantes, de su acción incesante y
grandemente desmoralizadora.
2. – ¿Cuál es el objetivo de la Francmasonería?
Se presenta como una simple Sociedad de ayuda mutua. Esto es para la galería.
De hecho, es un grupo político, religioso y social poderoso.
La clientela común de las Logias ve en ello sobre todo “une affaire”, con el
maligno placer de hacer una afrenta a la Iglesia. “Sostengámonos los unos a los otros en
los asuntos, empujémonos a los empleos y a los cargos del Estado y sacudámonos el
yugo de los curas”. Tal es el pensamiento íntimo del vulgare pecus de las Logias.
Los altos grados, los iniciados, tienen otras miras. Ellos son los iluminados, los
sectarios. Tienen una tesis, una doctrina, una teología. Son los enemigos de nuestro
Dios, los rebeldes contra Jehová, al que acusan de rigor y crueldad, los discípulos, los
amigos, los satélites y defensores de Satán, a quien miran como a un gran perseguido.
Los judíos en la masonería, como en otras partes, tienen también un objetivo
aparte. Y se sirven de la Masonería para preparar su dominación universal. Para ellos, el
“Templo de Salomón” por construir es su futuro imperio, ésa será la nueva Jerusalén
(Ver los Archivos Israelitas, 1861).
Los judíos han cambiado el sentido de las profecías mesiánicas. Ya no es un
hombre, un Salvador, a quien esperan, es el triunfo de la raza. Aspiran a la república
85
universal, en la que tendrán el poder, los empleos y, sobre todo, el dinero. Y entonces, y
lo dicen ingenuamente, “los cristianos comerán cuando a los judíos les plazca”.
Acontece, a menudo, a los judíos que manifiestan esta esperanza de dominio
universal que los embriaga. He aquí un ejemplo entre cien. Ya en 1860 un israelita
escribía en el Volksblat (diario socialista alemán): “¿No comprendéis el verdadero
sentido de la promesa del Señor Dios Sabaoth a nuestro padre Abrahán: que un día
todas las naciones de la tierra estarán sometidas a Israel? ¿Creéis que Dios entendía con
esto una monarquía universal con reyes judíos? ¡Oh, no! Dios ha dispersado a los judíos
sobre toda la faz de la tierra a fin de que ellos llegasen a ser una levadura en medio de
todas las razas y que, finalmente, por medio de la elección extendiesen su dominio sobre
ellas”.
3. – ¿Cuál es la organización de la Francmasonería? ¿Cuáles son sus
cuadros?
Existen en Francia varios ritos de francmasones. El rito de Misraïm cuenta con
500 miembros; el rito francés del Gran Oriente de París cuenta con 18.000. Este último
posee de hecho la principal influencia y la dirección decisiva en la Francmasonería de
Francia.
El Gran Oriente cuenta actualmente con 302 Logias. Casi todas las ciudades de
Francia tienen una o varias. París tiene 54 tan sólo del rito francés (90 en total); Burdeos
tiene 13, Lyón, 8; Marsella, 5; Ruán, 5; Tolosa, 5; Saint-Étienne, 2; Lila, 2, etc.
El poder central es ejercido por el Consejo de la Orden que tiene como órgano
oficial el Bulletin du Grand-Orient. Es verdaderamente un Estado dentro del Estado.
León XIII, en su encíclica de 1884, ha constatado el poder espantoso de la
Francmasonería, diciendo que ha invadido todos los grados de la jerarquía social y
comienza a echar raíces en los Estados modernos con un poder que equivale a la
soberanía.
De hecho, detenta los ministerios de todas las naciones de Europa excepto de
Bélgica.
En el Congreso del 1886, en el Gran Oriente de París, los Francmasones mismos
han proclamado su poder en estos términos: “Desde hace un siglo, no se ha hecho nada
en el mundo sin la Masonería”.
4. – Sus hechos importantes
La masonería, desde hace un siglo, guía Europa y particularmente Francia, ya
que en ella, sobre todo, desde hace veinte años, es la dueña soberana. El gobierno no
está ni en el Elíseo ni en el Palais-Bourbon, sino en la calle Cadet.
El hecho es manifiesto y lo proclaman los mismos Francmasones, así como las
autoridades católicas.
86
Sus periódicos y sus revistas se jactan y se alegran de ello.
“La Francmasonería, decía La République maçonique el 30 de abril de 1882,
debe ser la dueña y no la sierva de los partidos políticos”.
“Hemos organizado en el seno del Parlamento un verdadero sindicato de
francmasones, decía el Journal officiel de la Franc-Maçonnerie en 1888, con miras a
obtener intervenciones extremadamente eficaces ante los poderes públicos”.
La Francmasonería, decía el presidente del gran Congreso de 1891, es digna de
estar a la vanguardia del progreso. Es digna de dirigir la República. Así se dice y es
verdad” (Bulletin du Grand-Orient, pág. 281).
“No se debería hacer nada en Francia sin que allí se encontrase la acción
escondida de la Masonería”, decía el presidente del Congreso de 1890. Y añadía: “Si
queremos organizarnos, de aquí a diez años, la Masonería se habrá llevado la palma y
nadie se podrá mover en Francia al margen de nosotros”.
Monseñor Freppel tenía, pues, razón al decir: “La lucha actual es entre el
Cristianismo y la Masonería, que reina y que gobierna y cuyo programa ha sido
aplicado punto por punto desde hace quince años” (Alocución a su clero, 1 de enero de
1891).
El arzobispo de Aix pudo escribir al señor ministro de Cultos: “La
Francmasonería, esta hija primogénita de Satanás, gobierna y ordena; es mil veces
voluntariamente ciego quien no lo ve” (8 de octubre de 1891).
Su Eminencia el cardenal arzobispo de París no era menos explícito en su carta,
a la que se adhirió todo el episcopado francés. “La lucha actual, dijo, no es entre
partidos políticos, sino entre la Francia cristiana que reivindica la libertad de su fe y las
sectas masónicas”.
Las diversas revoluciones que han agitado Europa desde hace un siglo han sido
obra de la Francmasonería.
Los francmasones habían preparado la Revolución de 1789 y, cuando ésta
estalló, se los encuentra en los bancos de la asamblea Constituyente, de la asamblea
legislativa y de la Convención.
“Las tres cuartas partes de la Asamblea nacional pertenecían a la
Francmasonería, leemos en las Revelaciones de un Rosa-Cruz, y no se puede citar a un
solo miembro de la Convención que no debiera su mandato a su cualidad de adepto”.
“Fue la Masonería quien hizo la Revolución de 1789”, decía el presidente del
gran Congreso masónico de 1891.
Volvemos a encontrar la misma mano en las revoluciones de 1830, de 1848 y de
1870. De los once miembros del gobierno provisional del 4 de septiembre, diez
pertenecían a la secta.
87
Las elecciones de 1871 les dejaron de lado. Trabajaron para reconquistar el
poder. A él llegaron mediante la elección de FGrévy. Desde entonces, todos los
ministerios, bajo el señor Grévy y bajo el señor Carnot, estaban integrados casi
únicamente por francmasones.
En la Instrucción pública, los ministros que se han sucedido, señores Ferry, Paul
Bert, Bourgeois y Dupuy, eran masones. Todos los ministros de Finanzas desde 1880
eran francmasones.
Confiesan en su Journal officiel que están en posesión de todas nuestras
instituciones públicas (Año 1886, pág. 545).
Mediante las elecciones, son los dueños del país. Cada Logia es un Comité
electoral permanente. Allí se escogen los candidatos, se les impone por medio de la
prensa y las reuniones públicas.
Les debemos todas las leyes antisociales votadas desde hace veinte años. Ellos
han impuesto al gobierno la expulsión de los religiosos, la ley escolar, la ley militar, el
derecho de acrecentamiento y todas las medidas de persecución.
Por otra parte, se vanaglorian: “Es en el seno de la Masonería, decía F
Lepelletier, donde se elaboran la mayor parte de las grandes reformas sociales; la
instrucción laica y obligatoria ha sido estudiada, preparada y, por decirlo así, decretada
en las Logias” (en Mot d’ordre, mayo 1885).
Todas las leyes de este género se preparan en las Logias. Un ministro, un
diputado, reciben la misión de presentarlas. Los periódicos de la secta preparan la
opinión. Desde entonces, la discusión de las Cámaras no es nada más que para la
galería, la mayoría masónica vota siempre siguiendo la consigna recibida del Gran
Oriente.
Los miembros del Parlamento que pertenecen a la Orden masónica son
convocados cuando tiene lugar el Gran Oriente y allí se les indica lo que deben exigir
del gobierno.
Actualmente, el Parlamento cuenta alrededor de 220 francmasones y otros 100
miembros están más o menos sometidos a la influencia de la secta. Y, ¡cuán débiles
somos y qué divididos estamos en la lucha contra ellos!
Su obra social es, por otra parte, meramente destructiva. No están de acuerdo
nada más que en la persecución religiosa, en el acaparamiento de empleos o en robar a
las finanzas públicas. Pero no han sabido hacer nada para la organización económica de
la sociedad y para mejorar al pueblo.
La acción de la Francmasonería es incesante. Tiene en sus manos casi toda la
prensa y casi toda la administración. Invade los tribunales, reina en la Universidad. En
el Congreso Masónico de 1894, de los 330 miembros elegidos había 117 empleados del
Estado: profesores de las Facultades y de los Liceos, instructores, empleados de los
ministerios y de correos, de los ferrocarriles y de la Asistencia pública.
88
5. – ¿Qué remedios hay para este inmenso peligro social?
Están, en primer lugar, los remedios espirituales, la oración y el apostolado.
Después, es precisa una acción constante y organizada. Hace falta una campaña
incesante de prensa. Nos lo ha dicho León XIII: para vencer a la Francmasonería es
preciso desenmascararla. Haría falta también mantenerse unidos y una campaña de
influencia para apartar a los francmasones de todos los lugares en donde ellos se
instalan para oprimirnos. Todas las asociaciones católicas deberían añadir este punto a
su programa: “Conocer a los francmasones, procurarse sus listas y emplear todos los
medios para quitarles el poder de hacer daño”.
6. – Obras de consulta sobre la Francmasonería
Monseñor FAVA, Le Secret de la Franc-Maçonnerie, en Oudin, rue Bonaparte,
París.
Le P. DESCHAMPS, Les Sociétés secrètes.
Monseñor MEURIN, La Franc-Maçonnerie, synagogue de Satan, en Retaux, rue
Bonaparte.
A. RICAUD, Les Loges de Femmes.
ANDRIEUX, Mémoires d’un préfet de police.
La Franc-Maçonnerie et le Panama. – La Persécution depuis quinze ans. – Le
Complot franc-maçonnique, y otros folletos de propaganda, 5, rue Bayard.
A. DE SAINT-ALBIN, Les Francs-Maçons.
Monseñor DELAMAIRE, Le F M voilà l’ennemi, 5, rue Bayard.
Ver también CLAUDIO JANET y las obras alemanas de PACHTLER, La
Guerre sourde, y ECKERT, Le Temple de Salomon.
B. LA INVASIÓN JUDÍA
Los judíos están realizando la conquista de Europa. Aspiran a ello. Y cuentan
con que pronto llegarán a conseguir su objetivo.
Como decíamos más arriba incidentalmente, los judíos esperan ahora la
realización de las promesas del Antiguo Testamento, por su dominio universal en los
Estados republicanos, de los que ellos ocupaban las más altas magistraturas.
1. – Sus confesiones
Los judíos no se atreverían, todavía, a desvelar abiertamente su plan en la prensa
europea: sería temerario. Sin embargo, su verdadero pensamiento no deja lugar a dudas;
se manifiesta cada día en sus obras y, a veces, incluso en un programa definido.
Nada más claro y más sugerente que el discurso-programa de un gran rabino
publicado por el diario Le Citoyen de Marsella en su número del 6 de noviembre de
1884. Citemos algunos extractos.
89
“El Sanedrín ha proclamado y predicado, a menudo, la lucha sin piedad contra
nuestros enemigos los cristianos. Pero en ninguno de los siglos precedentes nuestros
antepasados habían llegado a concentrar en nuestras manos tanto oro y,
consecuentemente, tanto poder como el siglo XIX nos ha legado. Podemos, pues,
jactarnos, sin temeraria ilusión, de alcanzar pronto nuestro objetivo.
Somos en gran parte dueños de la Bolsa en todos los lugares. Es, pues, necesario
que estudiemos el medio de facilitar cada día más los empréstitos, con el fin de tener en
nuestras manos, como garantía de los capitales que suministramos a los diversos países,
la explotación de sus ferrocarriles, de sus minas, de sus bosques, de sus grandes forjas y
fábricas, así como otros bienes inmuebles, incluso hasta de sus impuestos1.
Cada guerra, cada revolución acerca el momento en el que nosotros
alcanzaremos el objetivo supremo hacia el que tendemos.
El comercio y la especulación no deben jamás salir de las manos israelitas...
Nosotros somos los dispensadores de los granos para todos2.
Los israelitas también aspiran al rango de legisladores con miras a trabajar en la
abrogación de las leyes hechas por los goyms (cristianos).
En cuanto a las ciencias, medicina y filosofía deben igualmente formar parte de
nuestro dominio. Un médico es iniciado en los secretos de la familia, tiene entre las
manos la salud y la vida de nuestros mortales enemigos.
Dictaremos al mundo lo que debe creer, lo que debe honrar y lo que debe
maldecir.
La ceguera de las masas, su propensión a confiarse a la elocuencia tan vacía
cuanto sonora, hacen de éstas una presa fácil de ser conquistada y un instrumento de
popularidad y de crédito...
Al ser la Iglesia cristiana uno de nuestros más peligrosos enemigos, debemos
trabajar con perseverancia a fin de que disminuya la acción eficaz de la Iglesia.
Debemos, pues, propagar entre los cristianos las ideas del libre pensamiento y del
escepticismo y favorecer las divisiones. Lógicamente, es preciso comenzar por
despreciar a los ministros de esta religión; provoquemos las sospechas sobre su
conducta privada y, por el ridículo y la burla, nosotros venceremos la consideración
atribuida al estado y al hábito.
La idea del progreso tiene como consecuencia la igualdad de todas las religiones,
igualdad que conduce a la supresión, en los programas de estudios, de las lecciones de
religión cristiana. Los israelitas, por su dirección y su ciencia, obtendrán fácilmente las
cátedras como profesores. La educación religiosa será relegada a las familias donde
disminuirá y desaparecerá.
1 Nuestros obreros socialistas, que reclaman la socialización de los instrumentos de trabajo,
minas, ferrocarriles y fábricas, no sospechan casi nada que esta idea les ha sido sugerida por los judíos
para apresurar su dominio financiero. 2 He aquí por qué han acaparado en Marsella, en el Havre, en Amberes y Hamburgo todo el Gran
Comercio.
90
Si el oro (el dinero) es el primer poder del mundo, el segundo,
indiscutiblemente, es la prensa. Como nosotros no podemos realizar nuestros proyectos
sin la ayuda de la prensa, es preciso que los nuestros presidan la dirección de todos los
periódicos y diarios en cada país...
Es preciso, en la medida de lo posible, conservar el proletariado. Por este
medio, sublevaremos las masas cuando queramos; las empujaremos a los desórdenes, a
las revoluciones; y cada una de estas catástrofes hará avanzar un paso nuestros íntimos
intereses y nos acercará rápidamente a nuestro objetivo: el de reinar sobre la tierra,
como fue prometido a nuestro padre Abrahán”.
Estas páginas merecen ser largamente meditadas, pues son la clave de toda la
historia contemporánea.
¡Cuántos instrumentos inconscientes del dinero judío! ¡Cuántos engañados, de
los que los judíos se ríen, en las muchedumbres que creen a los diarios y a los discursos
de los círculos!
En Argelia, donde se sienten ya los dueños, los judíos dejan fácilmente ver la
punta de la oreja y se jactan de un triunfo próximo en sus diarios. Uno de sus órganos de
prensa, que lleva el armonioso nombre de Haschophet (el Juez), no hace mucho, en uno
de sus días de expansión, publicó un artículo sobre la Agonie de l’univers romain. Sobre
un versículo de Isaías 1, 26 que mira como una profecía del nuevo dominio de Israel,
moduló las variaciones siguientes:
“Después de diecinueve siglos de existencia aventurera, el Cristianismo, por fin,
está a punto de llegar a su término; y pronto no se recordará ya, si no es para mostrar a
la posteridad el horrible estado en el que se encontraban las naciones después de dos mil
años bajo el yugo del papado.
En vano se debate la tiara contra el espectro de la revolución judía de 1793; en
vano quiere librarse de los férreos brazos del coloso semita que la estrecha; ¡todos sus
esfuerzos son inútiles! El catolicismo papal se extingue a medida que el judaísmo
penetra en todas las capas de la sociedad y anima a los pueblos con un soplo de vida”.
¿Acaso son, éstas, amenazas sin fundamento? ¿Es verdaderamente poderoso el
judaísmo?
2. – Su poder
Sí, los judíos son poderosos y, si Dios no lo remedia, pronto ocuparán las
primeras magistraturas de todos los Estados de Europa. Reinarán y les serviremos.
Ya llenan los bancos y el gran comercio. Corren al asalto de la administración
pública. Apuntan alto y justo.
Ellos son los dueños de la prensa. Todos nuestros periódicos, excepto tres o
cuatro católicos, están en sus manos. Citamos, para apoyar esta aserción, algunos de sus
redactores:
91
République Française: Reinach. – Lanterne: Mayer. – Gaulois: Arthur Meyer,
Ferdinand Bloch. – Nation: Camille Dreyfus, Paul Dreyfus, Bernheim. – Echo de Paris:
Valentin Simond, Henri Baüer. – Paris: Strauss, Klotz. Figaro: Wolff, Millaud, Emile
Berr, Rosenthal (Jacques Saint-Cère). – Gil Blas: Abraham Dreyfus. – Journal:
Bernheim. – Evénement: Dchwob, Lazare Cerfbeer. XIXe Siècle: Strauss. – Petite
Presse: Crémieux. – Rappel: Hément. – Radical: Victor Simond, Hirsch. – Temps:
Hément. – Voltaire: Klotz. – Vraie parole: Singer, etc., etc. – L’Autorité, Les Débats,
La Revue des Deux-Mondes no están exentos.
Los judíos tienen la influencia por medio de la prensa; por la administración, el
foro y la magistratura tendrán el poder; por medio de la banca y el comercio tendrán el
dinero.
Si queréis juzgar su progreso en París, comparad las Guías Telefónicas de 1869
y de 1893. Ellos tienen ahora la mayoría en el tribunal de Comercio del Sena.
Entre los abonados al teléfono en París, un tercio son judíos. Hay 102 banqueros
judíos en París: 55 Lévy, 20 Bloch, 26 Dreyfus, una multitud de Cahen, de Kahn, de
Weil, de Deutsch, Isaac, Israël, Nahamais, Nathan, etc.
En todas nuestras grandes ciudades la invasión progresa rápidamente. Nantes,
Burdeos, Tolosa, Nancy, Verdún, Reims, Lila, Valenciennes, San Quintín están
verdaderamente infestadas de judíos.
En Argelia han avanzado mucho ya que tienen en sus manos un gran número de
municipios. En Orán, según el periódico L’Etoile africaine, la industria y el comercio
están casi enteramente en las manos de los judíos. En el comercio de novedades se
cuentan 41 judíos y 7 cristianos; en el comercio del mueble 13 judíos y 7 cristianos; en
el de tejidos indígenas 12 judíos, ni siquiera un cristiano; en el comercio de granos 17
judíos y 13 cristianos. El resto está en proporción.
Su táctica es la misma en toda Europa. Ésta es, por otra parte, la consigna de su
sanedrín secreto: avanzar a la conquista del dinero, de la autoridad y del poder.
Ellos han sabido apoderarse de la alta Francmasonería y del mismo socialismo,
cuyos doctores más en boga son judíos. Los millonarios judíos Singer, Aron y
Friedloender están a la cabeza del socialismo alemán.
En Austria, los judíos dirigen todos grandes diarios salvo dos. Son dueños de los
bancos. Acaparan todas las grandes propiedades. Tienen incluso los patronatos
eclesiásticos y nombran a 60 curas.
En Viena, de 6.400 estudiantes de la Universidad, 2.500 son judíos. En la
Facultad de Medicina son más del 50%. La proporción es la misma en la Universidad de
Budapest.
En Hungría, no hace más que treinta años que los judíos pueden adquirir
propiedades, y ya poseen el 30% del terreno húngaro. Sobre 3.000 grandes propietarios
de bienes raíces hay más de 1.000 judíos. No son más del 3% en el país y son el 30 %
de los universitarios.
92
En Berlín, el foro, el Tribunal de Apelación cuenta 36 judíos de los 54 abogados.
El tribunal de primera instancia cuenta con 200 abogados judíos contra 150 cristianos.
De los 150 notarios de Berlín hay 54 judíos. De 87.000 negociantes hay 41.000 judíos.
De la población general de Berlín, nada más que el 8% son judíos. Pero son
judíos el 70% de los abogados; el 60% de los que trabajan en la Medicina; el 48% de los
que trabajan en el comercio; y el 36% de los que trabajan en la magistratura...,
esperando mejorar.
En cambio, sobre 108.000 personas de servicio, empleados domésticos, porteros,
dependientes, etc., no hay en Berlín nada más que 319 judíos: esto es el 3 por mil. La
conclusión salta a la vista: Israel manda y no sirve a los otros.
La proporción de judíos en los empleos que proporcionan influencia es la misma
en el ducado de Baden y en el de Wurtemberg; es mayor todavía en Portugal y en los
principados danubianos.
Los judíos están también a la cabeza del comercio de exportación e importación
en Hamburgo, en Amberes y en el Havre. Son los amos de los mercados de cereales.
Es evidente, por eso, ¡la grandísima influencia que pueden tener sobre la suerte
de las naciones, particularmente en caso de guerra!
3. – Sus principios y sus doctrinas
Pero, ¿cuáles son, pues, los principios y las doctrinas que favorecen así el
desarrollo de su poder? Helos aquí. En primer lugar, ellos tienen una confianza
inquebrantable en el éxito final. Como no han comprendido ni la redención por Cristo,
ni el reinado espiritual del Mesías, esperan siempre el triunfo temporal de su raza. Lo
esperan con toda la fuerza de su fe y toda la tenacidad de su carácter, y trabajan con una
constancia que dos mil años de lucha no han hecho sino reafirmar.
Su ardor y su perseverancia son tanto más grandes cuanto más intenso tienen en
el corazón el odio contra Cristo y contra los cristianos.
Para los judíos, Cristo y sus discípulos son unos usurpadores que han retardado
desde hace dos mil años el triunfo de los judíos. El cristianismo es el obstáculo principal
al reino de Israel; por eso, con ensañamiento, tratan de arruinarlo y perderlo.
Pero lo que acrecienta sus fuerzas es que, para ellos, todos los medios son
buenos cuando se trata de hacer daño a los cristianos.
Si los judíos siguieran los preceptos de la Biblia, observarían las leyes de la
justicia y de la caridad, pero casi todos, y particularmente todos los de Europa, han
adoptado, desde el siglo II de la era cristiana, una colección de pretendidas tradiciones,
el Talmud, que dicta la ley entre ellos casi igual que la Sagrada Escritura. Y el Talmud
les enseña que no hay otros deberes frente a los cristianos que los de engañarlos,
arruinarlos y destruirlos. He aquí algunas de sus máximas y de sus prescripciones:
93
1º Dios ha dado todo poder a los judíos sobre los bienes y la sangre de todos los
pueblos.
2º Está permitido mentir a los no judíos, si interesa.
3º El no judío que roba a un israelita merece la muerte, pero está permitido a un
judío perjudicar a los cristianos.
4º Los bienes de los cristianos son para el judío como un bien abandonado del
que tiene derecho de apoderarse.
5º Se puede engañar a un extranjero y ejercer la usura con él.
6º Si los judíos gobiernan en un país, deben hacer ganar a los judíos todos sus
procesos contra los extranjeros. Si los judíos no son los dueños del país, deben
embaucar a los extranjeros para que el judío gane su causa.
7º El judío no está obligado a respetar a las mujeres cristianas.
8º Es siempre una buena obra procurar la muerte de un seguidor del Nazareno.
Tal es el espíritu del judaísmo, tales son las verdaderas tendencias de los judíos.
Todos los judíos de Europa siguen los ritos y mandatos del Talmud, que es leído en la
Sinagoga. Sólo Oriente tiene un cierto número de judíos que únicamente se atienen al
texto de la Biblia y que se llaman caraítasNT1
.
4. – Los diques derribados
La Europa cristiana es castigada por haberse sustraído a la dirección del papado.
La Iglesia no ha variado nunca sobre la cuestión judía. Ha querido siempre que
los judíos fuesen respetados en sus personas y que su culto fuese tolerado; pero también
quiso siempre que fueran mantenidos en la sumisión y el aislamiento, para impedirles
hacer daño a los cristianos.
Mientras la Iglesia ha sido escuchada, han seguido siendo ineficaces. Todos los
pueblos que han ignorado las prudentes prescripciones [de la Iglesia] no han tardado en
resentirse.
El príncipe arzobispo de Olmutz [República Checa], de familia judía convertida,
consultado recientemente sobre la cuestión, ha respondido con conocimiento de causa
que para conjurar el peligro judío hubiera sido suficiente haberse atenido a las reglas del
Derecho Canónico.
Los Concilios de Toledo y de París, en los siglos V y VI, insistían en la
prohibición de confiar a los judíos ningún cargo público, civil o militar. Prohibían a los
judíos emplear servidores cristianos.
El Concilio de Mâcon (581) prohibía a los judíos todas las funciones judiciarias.
Otros Concilios han prohibido a los cristianos recurrir a los servicios de los
judíos como médicos o como servidores.
NT1
Caraíta, el Diccionario de la Real Academia de la Lengua se expresa así: dícese del
individuo de una secta judaica que profesa escrupulosa adhesión al texto literal de la Escritura,
rechazando las tradiciones.
94
El IV Concilio de Letrán prohíbe a los judíos exigir intereses exagerados bajo
pena de verse privados de toda relación con los cristianos. Pidió también que se les
impusiera en todas partes llevar un signo distintivo sobre su ropa. Esto había llegado a
ser necesario para prevenir a los cristianos contra sus fraudes y sus exacciones.
Cuando las poblaciones olvidaban estas prescripciones, caían bajo el yugo de los
judíos y, para librarse de ellos, recurrían a deplorables actos de violencia que la Iglesia
condenaba.
El papa Clemente VIII deploraba que todo el mundo tuviera que sufrir sus
usuras, sus monopolios y sus fraudes. “Han reducido a la mendicidad, decía él, a una
multitud de desgraciados, principalmente los campesinos, la gente sencilla y los
pobres”. ¡Hasta tal punto esto es verdad que la historia se repite cada día!
En la actualidad la usura ha cambiado de nombre. Se llama la alta banca, la
especulación, la Sociedad sospechosa, la jugada de bolsa, el chantaje, el monopolio. El
resultado siempre es el mismo.
Cuando los Papas han sido compasivos con los judíos, como lo ha sido Pío IX
abriendo el gueto, han sido pagados con ingratitud. El gueto acogió a los Piamonteses
triunfantes en 1870. Los judíos se entregaron a mil excesos contra la Roma católica.
Son hoy los dueños de Roma y de Italia. Poseen toda la prensa, los bancos y el gran
comercio.
Las leyes canónicas eran los diques opuestos al oleaje ascendente de los judíos.
Habiéndose roto los diques, sube el oleaje y las sociedades cristianas son invadidas y
sumergidas.
5. – El remedio
Los principios del Derecho canónico son de todos los tiempos. Su aplicación
será necesaria, en tanto los judíos sean judíos. Es preciso volver a poner aquellos
principios en vigor, al menos en cuanto al espíritu que los inspiraba. Es preciso,
mediante nuevas leyes, parar el oleaje que se levanta. Los judíos siempre buscan
hacerse dueños de las mismas fortalezas para dominar la sociedad: la banca, el
comercio, la magistratura, el foro, la medicina. Han añadido una nueva fuerza, la
prensa; y un instrumento complaciente, la Francmasonería.
¿Qué nuevos diques oponer a su invasión? Rusia ha limitado el número de sus
estudiantes en las Universidades del Estado. Es muy legítimo, porque su patriotismo es
siempre, al menos, dudoso. Es, pues, justo que no se les abra el acceso a las funciones
sociales.
Prusia no los admite en el número de los oficiales del ejército; y ésta no es una
ley, sino una costumbre cien veces justificada.
En Francia, un proyecto de ley propone no admitir a los cargos públicos a los
ciudadanos que no estén nacionalizados desde hace al menos tres generaciones. Este
proyecto de ley difícilmente pasará, a causa de la influencia de los judíos en la Cámara
95
y en la prensa. Sin embargo, esto tendría al menos la ventaja de excluir de los empleos
públicos a algunos judíos cosmopolitas que no tienen apenas otro objetivo que el de
hacer su fortuna por todos los medios posibles, ciertamente incluso por la traición, el
chantaje y la concusión.
Otras medidas se impondrán, si no queremos llegar a ser sus esclavos.
¡Qué Dios nos ilumine y nos ayude!
6. – Obras de consulta
Abbé LEMANN, L’entrée des juifs dans la société chrétienne.
DRUMONT, La France juive.
Le Péril judéo-maçonique. En la librería antisemita, 14, boulevard Montmartre.
VIAL, Le Juif Roi, casa Lethielleux, 10, rue Cassette.
96
97
CAPÍTULO V
________
LOS FALSOS REMEDIOS: EL SOCIALISMO Y LA ANARQUÍA
1. – La historia del socialismo
Las descripciones de las sociedades ideales hechas por Platón en su República,
por Tomás Moro en su Utopía, por Campanella en su Ciudad del Sol, y por otros, no
han sido nada más que preludios lejanos de la doctrina socialista.
La antigüedad, e incluso los tiempos cristianos, habían oído ciertas utopías cuya
pretensión era eliminar de esta tierra todos los males y restaurar en ella la edad de oro.
Eran sueños individuales que no dejaban huellas en la vida de los pueblos.
El verdadero iniciador de todas las doctrinas socialistas, como de todas las
doctrinas revolucionarias, es J.- J. Rousseau. Sus escritos están llenos de dos ideas que
componen todo el socialismo: la igualdad radical de los hombres y el derecho que
tienen siempre de restablecer las sociedades, extraviadas y corrompidas por sus
instituciones, a las verdaderas condiciones de la naturaleza humana, que por sí misma
no puede ser sino buena y recta.
Pero es solamente en el siglo XIX cuando los apóstoles del socialismo
comenzaron a crear escuela. Saint-Simon y Fourier fueron los primeros maestros en
Francia, y Robert Owen, en Inglaterra. Sus primeros escritos aparecieron en 1817, pero
las nuevas ideas no progresaron hasta después de 1830.
Con matices diversos, todos exigían la emancipación de la razón humana, la
supresión de los dogmas religiosos, la supresión de la propiedad privada, la educación
igual para todos, la emancipación de la mujer, la organización de talleres corporativos,
en los que los adolescentes entrarían siguiendo sus gustos y sus aptitudes.
El periódico Le Globe prestó su publicidad a las nuevas ideas. Michel Chevalier,
Binder, Enfantin formaron una primera corona de discípulos de estos nuevos apóstoles.
Después de ellos vinieron Leroux, Raspail, Pecqueur, Louis Blanc y Comte.
Proudhon merece mención aparte. Es un discípulo de Hegel. Ha formado a
Blanqui. Es panteísta y, a menudo, nebuloso como Hegel. Es una penitencia leerlo. Pero
sus deducciones son bastante claras: para él la propiedad es un robo. Dios es el mal; el
poder es la tiranía. Es el último término de la doctrina socialista. Proudhon es el padre
de los anarquistas.
98
El período imperial en Francia no ofrecía un terreno favorable al socialismo.
Éste, entonces, echó sus raíces en Alemania, en Italia y en Rusia, y nos regaló a Karl
Marx, Lassalle, Bakunin y Mazzini. Éste propagó principalmente la revolución política.
Marx, en su libro titulado El Capital, presentó una síntesis de todas las
reivindicaciones socialistas. Éste no es un iluminado, un doctrinario como Saint-Simon
y Fourier; su doctrina es simple y brutal. Dice a los proletarios: “Vosotros sois el
número y, en consecuencia, la fuerza. Sois explotados y no queréis serlo más, aquí está
vuestra justicia y vuestro derecho. Id, pues, al asalto del poder, sea por medio del voto,
sea por medio de la revolución”.
Todas estas diversas escuelas se continúan y se desarrollan. Hablaremos de ellas
y de su situación actual.
2. – Lo que no es el socialismo
El socialismo se jacta o se engaña. Pretende tener el monopolio de la compasión
para con los desdichados y del celo por las reformas sociales. Todos sus libros, todos
sus programas, todos sus discursos comienzan por esta falsa suposición.
¡Perdón, señores socialistas! Seamos más justos, por favor. Seamos más
modestos, al menos. Nosotros queremos creer que estáis de buena fe: tenéis piedad de
los proletarios, los amáis, deseáis las reformas sociales que les aseguren una parte mejor
en el banquete de la vida. Está bien, pero no pretendáis el monopolio de estas buenas
disposiciones. Son una moneda bastante corriente en la sociedad actual. Casi todo el
mundo confiesa que hay que hacer algo a favor de los obreros y todos los partidos están
a la búsqueda de los mejores remedios.
¿No sabéis que los cristianos podrían reivindicar, antes que vosotros, una patente
de invención? ¿No es el Evangelio el mismo código de la piedad y de la emancipación
social? Nuestro Jefe supremo, Jesucristo, ha formulado antes que vosotros su compasión
por las muchedumbres: Misereor super turbam. Ha llamado a todos los desheredados y
se ha hecho su protector. Los ha recomendado al celo de sus discípulos.
La Iglesia católica no os ha estado esperando para ir en ayuda de los proletarios.
La Iglesia los ha sacado de la esclavitud, de la barbarie, de la servidumbre. Es un hecho
histórico. ¿No es, pues, nada más que esto? Ella los había rodeado de instituciones
protectoras de todos los géneros: corporaciones, montepíos, cajas de asistencia y de
jubilación. La Iglesia los había conducido así a una situación de honor, de prosperidad,
a un estado de vida libre, iluminada y artística: estado que alcanzó su apogeo en el siglo
XIII y que nosotros vemos decrecer con cada victoria de la idea pagana en la vida
social.
Un poco de lealtad, por favor. ¿Tenéis piedad de los trabajadores desdichados?
Nosotros también. La hemos tenido antes que vosotros y nuestro pasado muestra que
sabemos tenerla eficazmente.
No digáis, pues: el socialismo es la piedad para con el pobre. Decid, si lo
deseáis: el socialismo también tiene piedad del pobre. Está bien, nosotros no
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contestaremos vuestra buena fe.
No digáis tampoco: el socialismo es la reforma social. Algunos de los vuestros
son muy rápidos y poco tranquilizadores en sus proyectos de reformas. Dicen:
destruyamos, en primer lugar, la organización social actual y después veremos. Éste era
el lema de Proudhon: Destruam et aedificabo. Es la doctrina de Karl Marx.
Otros, los posibilistas sobre todo, tienen largos programas en los que se
encuentran buenas cosas, por ejemplo: la organización de una asistencia eficaz para los
inválidos del trabajo, la reglamentación del descanso semanal, del trabajo de las mujeres
y de los niños, etc., etc. Pero todo eso no es el socialismo. Nosotros encontramos
también eso mismo en los programas católicos, y las antiguas corporaciones lo habían
realizado.
3. – Lo que es el socialismo
Es una doctrina filosófica bastante mal definida, que tiene por autores a algunos
iluminados o revolucionarios, más bien que pensadores. En el fondo es el materialismo
práctico, mezclado a veces de panteísmo, como en Proudhon.
Es siempre la negación de un Dios personal y creador, que es el primer principio
de la filosofía moral; la negación de la familia, que es el primer elemento social; la
negación de la propiedad, que es el primer principio económico; la negación de la caída
original, que es uno de los primeros datos de la vida moral; e incluso, entre los teóricos
de la anarquía, la negación del orden, que es el primer principio político.
Las cuatro federaciones socialistas reunidas en Congreso en la Casa del Pueblo
de París en noviembre último lo han declarado. Ellas, en conjunto, luchan contra las
cosas del pasado, es decir, contra la religión, la propiedad y el orden social. Se glorían
de los grandes precursores de junio de 1848 y de marzo de 1871. Su objetivo es el de
sustituir la propiedad privada por la propiedad colectiva. Y, si bien los socialistas se
limitan por el momento a pedir que el Estado vuelva a tomar la administración de las
minas, de los bancos, de los ferrocarriles, etc., estas son medidas transitorias, con las
que por ahora se contentarán esperando tiempos mejores.
Cuando el socialismo muestra la patita aterciopelada, como sucede en la
actualidad en Alemania, desconfiemos de las garras escondidas. Federico Engels, en su
reciente libro sobre la evolución del socialismo, a través de las utopías, hasta la ciencia,
nos muestra un socialismo dulcificado, mitigado, domesticado. Son palabras bonitas
para seducir a los sencillos.
Entre bastidores están los jefes, que esconden su juego; como en la
Francmasonería están las Logias, en las que no faltan los ingenuos, y las “retro-logias”
o Logias secretas que dirigen todo; tal como existen en la política los oportunistas
hipócritas o mirones, y los radicales que no ocultan sus doctrinas.
El socialismo es un sistema de economía social que quiere reducir todos los
instrumentos de trabajo a la propiedad común y organizar la producción colectiva y el
reparto de las riquezas económicas por medio del Estado o del Municipio.
100
El socialismo o es esto, o no es nada. Y, si no aspira más que a algunas reformas
económicas, deja de ser socialismo.
4. – Las varias formas de socialismo
Las formas del socialismo son muchas y, si Dios les da vida, alcanzarán el
número de las especies de rosas que hay en nuestros jardines o el de las sectas del
protestantismo. Se cuentan cinco grupos principales:
1º El partido obrero. – Es el socialismo de Estado. Ha tenido como maestros a
Guesde y a Marx. Mandó al Parlamento a los señores Lafargue, Thivrier, Ferroul y
Jourde. Y pide que retorne al Estado la posesión de la tierra, de los instrumentos y de la
materia del trabajo.
2º Los posibilistas. – Su maestro ha sido Benoît Malon. Son los oportunistas del
socialismo. Dominaban la Bolsa del Trabajo antes de su clausura. Sus apóstoles son
Brousse y Joffrin. Enviaron al señor Lavy a la Cámara. Tienen como órgano el diario
Fédération. Más prudentes que los primeros, quieren conducirnos muy suavemente al
comunismo. Son políticos y conocen el proverbio italiano: Chi va piano, va sicuro NT1
(El que va despacio, va seguro).
3º El Partido socialista revolucionario. – Allemane es el jefe de este grupo y el
señor Dumay, su diputado. Los otros también serían revolucionarios si vieran la
posibilidad de éxito, pero se contentan con pensarlo y, éstos lo dicen en voz alta.
4º Los independientes. – Tienen como órgano Le Peuple y como representantes
en la Cámara a los señores Basly, Boyer, Couturier, Jaurès, Lachèze, Lamedin y
Millerand. Sin doctrinas bien definidas, éstos aspiran sobre todo a gobernar y
encuentran que el socialismo es una etiqueta ventajosa.
5º Los clásicos. – Éstos, sobre todo, se vinculan a los antepasados de junio de
1848 y de marzo de 1871. Descienden de Blanqui y de la Comuna. Toman su lema del
Comité Revolucionario Central. Están representados por el señor Baudin en la Cámara y
por los señores Vaillant y Chauvière en el Consejo municipal de París.
5. – Del socialismo a la anarquía
La anarquía es una floración del socialismo.
La palabra anarquía fue inventada por Proudhon. Para él, era un estado social en
el que el orden es el resultado de las libres relaciones económicas de los individuos sin
autoridad política.
Bakunin, “el segundo padre de la anarquía”, consideró el tema de una manera
más radical. Al no esperar, de ninguna manera, convertir el mundo actual al bien soñado
NT1
En realidad el proverbio dice: Chi va piano, va sano e va lontano (El que va despacio, llega
sano y llega lejos).
101
por Proudhon, declaró que era preciso destruirlo.
Elisée Reclus y Kropotkine fueron sus primeros adeptos. En Ginebra pusieron
las bases de la asociación oculta que nos aprieta hoy mucho más poderosamente de lo
que nosotros pensamos.
Bakunin dio los principios de la secta en su Catéchisme révolutionnaire.
“El revolucionario, dice, es un hombre consagrado. No debe tener ni intereses
personales, ni negocios, ni sentimientos, ni propiedad. Debe dejarse absorber por un
solo interés: la Revolución; no tiene nada más que una ciencia y un objetivo: la
destrucción. Por eso, estudia la mecánica, la física, la química y, a veces, la medicina
(sin duda, el capítulo de las intoxicaciones...). Desprecia y odia la moral actual. Entre él
y la sociedad hay una lucha a muerte.
Debe vivir en medio de la sociedad, fingiendo ser aquello que no es. Debe
penetrar por todas partes, tanto en la clase alta como en el pueblo. Tiene en la mano el
poder de los revolucionarios del segundo y del tercer grado, no plenamente instruidos, y
de esto debe obtener todo el partido posible...”.
El primer órgano de la anarquía fue el Révolté, dirigido por Elisée Reclus y
Bakunin y redactado por Jean Grave.
Pero estamos lejos de estos modestos comienzos. En la actualidad hay más de
sesenta diarios anarquistas en todas las lenguas, aunque las leyes recientes les hayan
puesto un freno.
El Père Peinard ha alcanzado la tirada de 15.000 ejemplares, de los que 6.000 en
París.
Si es necesario, el periódico se hace secreto, manuscrito, se envía por medio de
cartas.
La propaganda es incesante y la organización es poderosa. Un Consejo supremo
de 100 miembros le da el impulso bajo el nombre de Frères internationaux. Este comité
central está encabezado por dos cónsules. Hasta 1876 eran Bakunin y Elisée Reclus.
Después de la muerte de Bakunin, fueron Elisée Reclus y Kropotkine. En el segundo
grado están los Frères nationaux: es el consejo de dirección de cada nación. Y, bajo la
dependencia de éstos, existe una muchedumbre innumerable de quienes se adhieren a la
alianza democrática.
La secta tiene su biblioteca, sus revistas. Tiene también su canto de guerra, del
cual he aquí una estrofa:
¡Guerra al capital que nos oprime!
¡Guerra a las minas, donde morimos sofocados!
¡Guerra a la toga que nos condena!
¡Guerra a la bandera que servimos!
¡Es necesario que sobre el cúmulo de ruinas,
vuelva a florecer el nuevo día!
102
¡A nosotros nos toca llevar la igualdad
con nuestras latas de sardinas!
¡A las armas, ciudadanos, en pie pueblo harapiento!
¡Y que la dinamita arme nuestros batallones!
La anarquía domina e inspira el socialismo, pretende servirse de él durante una
etapa del camino. El programa de los socialistas ha sido redactado por el mismo
Bakunin, con el concurso de Karl Marx, Tolain, Fribourg, Camélinat, Malon, Beslay y
Corbon (todos francmasones igualmente), en los Congresos de Berna (1865), de
Bruselas (1868) y de Basilea (1869). Este programa comprende la abolición de los
cultos, la abolición de la herencia y de la propiedad privada, la educación común... En
fin, estos programas reconocían “que todos los estados políticos y autoritarios, al
reducirse cada vez más a simples funciones administrativas, deben desaparecer en la
unión universal de las asociaciones, tanto agrícolas como industriales”.
Ésta es la fórmula anodina de la anarquía.
Y el medio práctico para los anarquistas es la propaganda por medio del hecho.
Hay, sin embargo, en este momento un cambio de táctica. Se había esperado que los
atentados individuales atemorizarían al ciudadano y le harían soltar la presa del poder.
Se ha reconocido que eso no conducía a nada. Entonces, los anarquistas volvieron al
sistema de Blanqui: propagar por todos los medios las ideas revolucionarias para
preparar las revoluciones en masa; agitar siempre, y aprovechar todas las circunstancias
para renovar los hermosos días de la Comuna.
Entonces se verán maravillas. Tendremos programas de gobierno como el de la
Comuna de Lyon de 1871, del cual he aquí el resumen:
ARTÍCULO PRIMERO: El Estado queda abolido y el pueblo ha entrado en la
plenitud de sus derechos.
ART. 2. – Los tribunales criminales y civiles son reemplazados por la justicia
del pueblo.
ART. 3. – Se impondrá un impuesto progresivo; los ricachones que han
abandonado la ciudad están obligados a regresar, bajo pena de muerte.
ART. 4. – Todos los oficiales del ejército son destituidos.
ART. 5. – Se publicarán los nombres de todos los funcionarios que han servido a
la reacción y se les matará en cuanto se pueda.
Mientras tanto, el arma cotidiana es el periódico, la conferencia, la reunión
secreta, la sugerencia a menudo repetida.
El triunfo se da por descontado de antemano. Un periódico, que es solamente
socialista, el Peuple de Bruselas, describe así el futuro de la burguesía:
«Vendrá un día en el cual, en algún museo de historia natural, se mostrará al
último de los burgueses, como hoy se exhibe a los aztecas. Cuando la humanidad
conozca un poco de justicia social, el último de los capitalistas aparecerá a las
generaciones futuras como el testigo de una época desaparecida, una especie de
monstruo fenomenal, confiado a la frenología y sometido al examen médico. Delante de
la jaula en la que él seguirá cruzando los brazos por atavismo, la muchedumbre
103
intercambiará exclamaciones de asombro:
“Es extraordinario, se dirá, ¡parecería un hombre como nosotros! Es posible que
estos animales hayan vivido durante siglos sin hacer nada, sin preocupación por su
dignidad, dejándose alimentar, vestir, calzar, alojar, peinar, apagar la sed por
desdichados obreros, sus hermanos según la naturaleza, que a menudo no tenían una
camisa sobre la espalda, ni un mendrugo de pan en el estómago... ¡Fuera, horrorosas
bestias!...”».
Todo esto es muy sugerente y no está mal escrito.
En cuanto a nosotros, no alabamos en verdad a ciertos burgueses que llevan una
vida inútil y egoísta, pero pensamos que es preciso convertirlos con la propagación de
las ideas cristianas sobre la justicia social, el deber y la solidaridad, más que por la
dinamita y el fusil.
6. – Refutación racional del socialismo
El socialismo va contra los derechos más sagrados porque aniquila la religión, la
familia, la propiedad y la libertad individual.
¿Qué hacen ustedes de la religión, señores socialistas?
El hombre, igual que el cielo y la tierra, las plantas y los animales, ha sido
creado de la nada por un Dios personal. Dios ha creado al hombre inteligente y libre
para ser conocido, amado y glorificado por el hombre.
Lo ha creado para que sea feliz, y ha puesto la materia al servicio del hombre a
título de feudo divino, a fin de que ésta le proporcione los medios de vida y de alcanzar
su fin.
Sabemos que ustedes reemplazan este primer principio por la teoría de la
evolución.
Es, verdaderamente, demasiado cómodo. Pero decidme, si la materia se presta
tan amablemente a todas estas clases de evolución y si se acomoda a todas las
necesidades, a todas las tendencias de los seres vivos, por qué nuestras casas, nuestros
vestidos y todo aquello que sirve para nuestro uso no se fabrica por sí mismo. Esto, sin
duda, podría suceder un día, dada vuestra teoría.
El hombre está, por su naturaleza y por la voluntad de Dios, destinado a vivir en
sociedad. Estamos de acuerdo en ello. La sociedad, basada sobre un fundamento moral
y religioso, es una exigencia de la ley natural que el cristianismo ha renovado y
santificado.
Pero esta vida social es posterior a la vida individual y a la vida de la familia.
Por lo tanto, la sociedad puede y debe ayudar y proteger, pero no destruir, a las familias
y a los individuos. Las familias han existido mucho antes de que se formasen los grupos
nacionales. El hombre individual y la familia habían recibido de la naturaleza el derecho
104
de vivir y de proteger su existencia antes de que el Estado fuera formado. Tenían, pues,
derechos y deberes anteriores a los del Estado.
El Estado está hecho para proteger la libertad individual y la familia.
¿Y la propiedad privada? Es también de derecho natural. Es objetivo instintivo
del trabajador el de asegurarse la posesión en propiedad, la posesión estable y
permanente de los frutos de su trabajo. Para asegurarse la conservación de sus ahorros,
él los invierte en un campo. Este campo no es otra cosa que el salario transformado, la
legítima remuneración del trabajo. El hombre no vive al día, como el animal, quiere
prever su futuro; es, de alguna manera, la providencia para sí mismo. Por eso, la
naturaleza ha puesto a su disposición un elemento estable y permanente: la propiedad.
Me objetaréis que Dios ha dado la tierra para que la disfrute todo el género
humano. Es verdad que Dios ha confiado al suelo recursos para alimentarnos a todos.
Pero la tierra, aunque dividida naturalmente en propiedades privadas, no deja de servir
para la utilidad de todos. Todos se alimentan de sus frutos gracias a los intercambios, a
la remuneración del trabajo y, en las necesidades, gracias a la caridad pública y privada.
¿Y la herencia? Tampoco es un producto de la invención humana. Está en la
naturaleza, en los instintos legítimos del hombre. Es necesaria también para estimular al
trabajo a los hombres que desean sobrevivir en otra generación, que disfrutará de los
frutos de sus trabajos.
7. – Refutación por el absurdo
¿No ven ustedes a dónde nos llevaría su régimen socialista?
Ustedes cargarían al Estado con la reglamentación de la producción y de la
distribución de las riquezas. Pero, ¿con qué medio, ante todo, será la sociedad actual
liquidada enteramente?
A continuación, ustedes harán una vasta máquina científicamente organizada. El
primer efecto será una aristocracia burocrática, encargada de distribuir la comida y el
trabajo.
Los judíos estarán a la cabeza, seguramente, y a fin de cuentas, esto será
justamente la aniquilación de la democracia y de la libertad.
Todo el mundo será de nuevo una oficina de empleados, o mejor que esto, una
caja de pensionistas, de prisioneros y de forzados, bajo la vara de los comisarios del
colectivismo: algo como la organización del trabajo de los hebreos bajo el palo de los
egipcios.
El Estado enseñará; pero, ¿qué moral, por favor? ¿La de Epicuro o la de
Diógenes?
Solamente el Estado será el encargado de la asistencia pública. Esto será
soberbio. Podemos hacernos una idea.
105
Habrá una multitud de agentes y de enfermeras. Y así, los recursos destinados a
los enfermos, a los pobres y a los ancianos serán absorbidos por el servicio y por la
administración.
Ante la presencia del peligro, en tiempo de cólera, el personal positivista
rehusará el servicio. Se irá en busca del personal religioso: será demasiado tarde, el
manantial se habrá secado.
¿Y quién hará la selección de las vocaciones y de las capacidades? ¿Quién
distribuirá los productos según las necesidades y los méritos? ¿Y las envidias? ¿Y las
discordias? ¿Y los odios que van a surgir?
¡Dios mío! ¡Qué infierno! ¿No ve el colectivismo que va a crear una oligarquía
más opresiva, más oriental y más despótica que ningún régimen capitalista?
Un pensador eminente que después, por desgracia, se descarrió, Lamennais,
había definido bien, desde el comienzo del movimiento socialista, esta doctrina nueva y
sus consecuencias.
Decía:
“¿Quieren que les diga lo que pienso de los sistemas socialistas que están en
boga en nuestros tiempos?... De las doctrinas que se han producido hasta hoy, no
conozco una sola que, más o menos directamente, no llegue a esta conclusión: que la
apropiación personal es la causa del mal que se busca remediar; que, en consecuencia,
la propiedad debe dejar de ser individual, que debe estar concentrada exclusivamente en
las manos del Estado y que éste, que es el único poseedor de los instrumentos de
trabajo, organizará el trabajo mismo, asignando a cada uno aquel oficio especial y
rigurosamente obligatorio para el cual se le habrá juzgado apto, y se le distribuirá el
fruto del trabajo común según ciertas reglas, sobre las cuales por ahora no hay ideas
precisas.
Es evidente que la realización de semejante sistema conduciría a los pueblos a
una servidumbre que el mundo no ha visto todavía; reduciría al hombre a no ser nada
más que una máquina, un puro instrumento; lo humillaría por debajo del negro, del que
su patrono dispone a su gusto; por debajo del animal. Yo creo que nunca jamás ideas
más desastrosamente falsas, más extravagantes y más degradantes hayan entrado en la
mente humana... A mis ojos, al menos, serían absoluta y radicalmente imposibles de
poner en práctica”.
8. – Confesiones cínicas
El socialismo tiene sus horas de sinceridad. Nos deja ver, a veces, la meta a la
que nos conduce. Esto no sería solamente el régimen del presidio. Sería también el reino
de la unión libre, como entre los cuáqueros o, mejor, como entre los animales. Sería la
vuelta a las prácticas más bárbaras del paganismo, como la inmolación de los viejos y
de los seres débiles y de los que sufren, para que así la sociedad pudiera verse libre de
ellos.
106
Léase, más bien, al señor Lafargue en su libro Le droit à la paresse. Él exclama:
“Los indios de Brasil matan a sus enfermos y a sus viejos. Todos los pueblos
primitivos han dado a los suyos estas muestras de afecto. En Suecia, se conservaban
todavía últimamente chozas que servían para librar a los padres de las tristezas de la
vejez. ¡Cuán degenerados son nuestros proletarios modernos!”.
Es igual, yo prefiero la dulzura, la caridad cristiana y la esperanza del cielo
después de las miserias de esta vida.
9. – Una palabra a los moderados
Para ustedes, que no se van a los extremos, quieren solamente, dicen, poner
nuevos recursos en las manos del Estado, entregándole las minas, los bancos, los
ferrocarriles, para que él organice la asistencia en todas sus formas…
Si no se trata nada más que de algunos monopolios más, ustedes no son grandes
inventores. El Estado tiene ya bastantes: los tabacos, los fósforos, la pólvora, los correos
y los telégrafos, etc.
¿Van mejor las cosas? ¿Son mejores los fósforos? ¿Está el presupuesto mejor
equilibrado? Den al Estado algunos centenares de millones de más y él creará nuevas
sinecuras, abrirá escuelas sin alumnos, les tendrá un poco más de tiempo en el cuartel,
es todo lo que ustedes habrán ganado.
Lo que hace falta no es aumentar el presupuesto, sino suprimir los gastos
inútiles.
Y para las cajas de socorro y de asistencia las corporaciones libres son más
seguras que el Estado, el cual, en una situación de guerra, malgastará todos los capitales
atesorados.
10. – Las pruebas
No miren como una prueba práctica de socialismo el Familistère de Guise. Es
una simple Sociedad Cooperativa de producción y de consumo; no es el socialismo del
municipio y, todavía menos, el socialismo de Estado.
Es una sociedad de obreros y son necesarios tres años de prácticas y la admisión
por un Comité para habitar en el familisterio. Hay, pues, una selección. Como la
industria propia en el establecimiento es próspera, se es bastante feliz. Sería necesario
ver qué consecuencias produciría la menor crisis industrial. En cuanto a la moralidad, se
sabe que los fundadores no han dado ejemplo.
Tampoco son socialismo las comunidades de Frères Moraves. Hemos visitado la
comunidad de Zeist en Holanda. Es una pequeña república gobernada por algunos
Ancianos o Jefes eclesiásticos que reglamentan todos los actos de la vida civil. Ellos
presiden la educación física y moral de los niños. Infligen penitencias, pronuncian la
107
exclusión de la comunidad e indican el puesto de cada uno en las diversas clases que
componen la ciudad. Es una especie de convento de personas casadas, en el que la
disciplina es conservada por la tenacidad que dan ciertas terquedades heréticas. Pero es
preciso ver estas comunidades para reconocer que éste no es el ideal sobre la tierra.
Estas bravas personas llevan en su rostro una tristeza resignada y un aspecto de
puritanismo que despierta compasión.
Pero he aquí la historia de una verdadera prueba.
Victor Considérant, fallecido en diciembre de 1893, fue uno de los primeros
adeptos del fouriérisme. La idea era nueva entonces, tuvo éxito entre los curiosos de la
época. Los capitales afluían para fundar la Sociedad ideal que realizaría la edad de oro.
El nuevo apóstol, Victor Considérant, algo comprometido en los motines
revolucionarios de 1848, juzgó prudente ponerse a salvo poniendo el océano entre él y
la justicia. E intentó ir a hacer sus ensayos a América. Partió para Tejas, llevando la caja
y dirigiendo una colonia completamente decidida a intentar la aplicación de las
maravillosas teorías colectivistas.
Allá, Considérant encontró al obispo misionero de la región, más rico de espíritu
de abnegación y de sacrificio que de dinero. Empujado por un sentimiento de
humanidad, expuso al misionero su precioso método.
El obispo lo escuchó pacientemente y le dijo: “Amigo mío, antes de algunos
meses todo vuestro edificio social se derrumbará, le falta el cemento bueno, la caridad
cristiana... Cuando vuestros colonos quieran despedazaros, venga a refugiarse en mi
casa, le espero”.
Considérant quedó estupefacto de tal pobreza de espíritu.
Algunos días después, Considérant, derrotado, acosado, extenuado por sus
colonos, encontraba un refugio en casa del obispo misionero.
Regresó a Europa y el resto de la colonia vivió de cualquier manera y pereció en
las sabanas.
Considérant no ha vuelto a empezar de nuevo.
11. – Otros ejemplos igualmente concluyentes
Acaba de hacerse en Inglaterra, en Bradfort, una experiencia verdaderamente
muy curiosa.
Una asociación obrera recibió la oferta de una fábrica de manufacturas bien
abastecida de máquinas y de un crédito de 125.000 francos. La cesión se hacía durante
un año, sin cargas y sin contrato.
La única condición impuesta por el donante, señor Priestley, era que el negocio
108
fuese conducido según los principios socialistas. Además, se comprometía, si al fin del
año la empresa había tenido éxito, si los obreros habían ganado más dinero que el que
ganaban bajo la dirección del patrono, a ceder a los miembros del sindicato su fábrica de
manufacturas, mediante un débil canon, y a seguir manteniendo abierto un crédito de
125.000 francos en su banca.
La asociación obrera a la que había sido hecha esta oferta estudió durante cuatro
meses si debía o no debía acogerla. Pero, después de este plazo, los socialistas de
Yorkshire debieron confesar que se sentían incapaces de administrar y hacer fructificar
la fábrica de manufacturas traidoramente puesta a su disposición por un capitalista. Al
servirse de esta expresión, los socialistas ingleses han querido decir sin duda que se trata
de una estratagema pérfida usada para demostrar que sus teorías no tienen ningún valor
económico.
El señor Thiers en su obra De la propriété, nos recuerda una experiencia del
mismo género, llevada más lejos que la de Bradfort.
Era en 1848. Un industrial de París, cuyos obreros habían acogido con
entusiasmo las doctrinas colectivistas de Louis Blanc, decidió poner a sus obreros en la
situación de hacer un experimento práctico del sistema.
Habiendo reunido a sus obreros, les ofreció cederles sus talleres sin
indemnización alguna, prometiéndoles además comprar sus productos a los precios
corrientes.
Los obreros aceptaron. Colocaron a la cabeza de cada taller un presidente
elegido y a la cabeza de los talleres reunidos un presidente general.
La clasificación de los salarios fue mantenida, solamente se pasó de 2,5 francos
a 3 francos el salario de los más desheredados... Y se suprimió el trabajo a destajo del
que se aprovechaban algunos buenos obreros.
He aquí cómo el señor Thiers describe los resultados de la experiencia después
de una prueba de tres meses:
“El tumulto ha sido cotidiano en los talleres. Se daban permisos cuando
convenía tomar parte en tal o cual manifestación de la calle. Se trabajaba poco, incluso
cuando se estaba presente, y los vigilantes de los talleres, encargados de mantener el
orden y de vigilar el trabajo, eran cambiados hasta dos o tres veces cada quincena.
Si se hubiera trabajado como en otro tiempo, durante los tres meses que duró
este régimen se habrían debido alcanzar 367.000 francos de mano de obra. Sin embargo,
no se han alcanzado nada más que 197.000, aunque los precios de ejecución se hubiesen
elevado un 1%”.
El trabajo ha sido menos activo y las horas de presencia menos numerosas.
También los buenos obreros estaban todos ellos resueltos a abandonar el
establecimiento, si no se hubiera puesto fin a esta prueba después de tres meses.
He aquí lo que el colectivismo ha hecho en una fábrica situada en condiciones
109
inesperadas con una empresa fácil y fructífera, sin necesidad de ningún capital de
implantación y con la venta asegurada de toda la producción.
Estos dos ejemplos, es verdad, no se refieren al socialismo puro, sino solamente
a algunas pruebas de cooperación con organización socialista.
La segunda prueba, que tan solo ha sido intentada, vemos a dónde ha llegado.
No es que nosotros censuremos las asociaciones cooperativas de producción.
Personas de buenas intenciones ven en ellas el remedio o uno de los remedios a nuestra
situación social.
Pero el ejemplo citado prueba manifiestamente que si estas asociaciones se
organizan en el espíritu del socialismo, con elecciones repetidas, la independencia de los
trabajadores, la ausencia de respeto y de autoridad, acabarán en la ruina y en la
disolución.
La asociación de producción exige hombres virtuosos como condición de
prosperidad. Hacen falta principios de justicia y de caridad, moderación de espíritu y
hábitos de respeto, que solamente se logran en la vida cristiana. De hecho, si algunas
sociedades cooperativas de producción han tenido éxito, es que una autoridad patronal
había sido instituida allí por los asociados1.
12. – Conclusión: Por qué no soy socialista
Esta página está en parte tomada en préstamo de la profesión de fe de un
candidato a las últimas elecciones legislativas.
El socialista quiere alojarme en una casa construida con los frutos de mi trabajo,
casa que él administrará y... de la cual me echará cuando a él le plazca.
En cambio, yo quiero vivir en una casa de la que nadie me pueda expulsar.
El socialista quiere obligarme a ir a una oficina de beneficencia universal
alimentada con mi trabajo, oficina que él administrará y a la que él me admitirá... si le
place.
En cambio, yo no quiero ser reducido a tender la mano a la oficina de
beneficencia.
El socialista quiere obligarme a llevar a mis hijos a las escuelas pagadas con mi
dinero y mi trabajo donde él instruirá y educará a mis hijos... a su imagen.
En cambio, yo quiero escoger la escuela de mis hijos como me gusta, aunque
tenga que pagarla yo mismo.
El socialista quiere obligarme a pasar mi vejez y a morir en una residencia de
ancianos construida y mantenida con mi dinero, donde sus amigos se regodearán a mis
expensas y donde ellos me admitirán... si mis hijos y yo votamos por él.
1 STANLEY JEVONS, Economie politique, capítulo IX. LEON FAUCHER, Etudes sur
l’Angleterre, tomo II, pág. 449.
110
Pero yo quiero pasar mi ancianidad en mi familia y morir en paz en mi casa...
¡Y éstas son sólo las pretensiones del socialismo moderado!
El verdadero socialismo quiere darme la vocación y la carrera que a él le
plazcan.
Quiere hacerme trabajar y tasarme el pan.
Quiere quitarme a mi Dios, a mi familia y a mi libertad.
Quiere echarme en el agua o en un horno crematorio, para que la sociedad se
desembarace de mí cuando yo haya envejecido o no sea ya apto para el trabajo.
¡Gracias! Prefiero mi libertad, mi casa, mi familia, mi fe y mis esperanzas.
He aquí por qué no soy y no quiero ser socialista.
13. – Bibliografía
Chanoine WINTERER, Le danger social, 1880. – Trois années de l’histoire du
socialisme. – Le socialisme international de 1885 à 1890, Lecoffre. – Le socialisme
contemporain, Palmé.
R. P. FELIX, Le socialisme devant la société. 1878. Socialisme et christianisme.
– Le charlatanisme social, Roger et Chernoviz.
R. P. de PASCAL, Le mouvement social. – Le collectivisme et ses docteurs. – Le
pouvoir social et l’ordre économique. Vic et Amat.
R. P. de BOYLEVE, La question ouvrière. – Problèmes religieux et sociaux.
Haton, Palmé.
Abbé MERIC, Les erreurs sociales du temps présent.
Abbé BLANC, La question sociale: principes nécessaires et réformes urgentes.
Abbé MARTINET, La question sociale au point de vue des faits, 1851.
BENOIT MALON (autor socialista), Histoire du socialisme, 1883. – Le
socialisme intégral, 1890.
111
CAPÍTULO VI ___________
LOS VERDADEROS REMEDIOS: LA ACCIÓN DE LA IGLESIA
Reducimos a cuatro fuentes, los remedios que deben restablecer la paz social y
elevar la condición de los obreros.
Creemos ser exactos y completos.
Los estudios sociales se multiplican. Se proponen panaceas hasta el infinito, pero
todos se apoyan en una de las siguientes bases: la acción de la Iglesia, la del Estado, la
de los patronos y la de las corporaciones.
Nosotros nos apoyamos, por lo demás, en las mejores autoridades. León XIII, en
su Encíclica, indica como remedios al mal social: la enseñanza y la acción de la Iglesia,
la parte del Estado, los deberes de los patronos, el rol de las asociaciones.
El cardenal Manning indicaba los mismos principios de salud social: unión de la
Iglesia y del pueblo, intervención de los poderes públicos, buena inteligencia entre el
capital y el trabajo, necesidad absoluta de las asociaciones privadas. Éstos son los
principios que vamos a exponer.
1. – Principio general
Sólo la Iglesia católica puede remediar los males de la sociedad actual. Sólo ella
puede reconciliar al rico y al pobre, porque sólo ella posee plenamente los principios de
justicia y de caridad que la filosofía humana no ha hecho otra cosa que tocar
superficialmente, con muchas oscuridades y divergencias de opinión.
Ahora bien, la acción de la Iglesia es la acción del sacerdote, su representante
autorizado, su portavoz, su brazo y su corazón, así como el ministro de los sacramentos
que confieren la gracia divina.
El sacerdote, en nombre de la Iglesia, dice al obrero: “Cumple fielmente tu tarea,
respeta toda autoridad, evita toda violencia en tus reivindicaciones”.
Dice a aquellos que emplean a los obreros: “Respetad en ellos su dignidad de
hombres y de cristianos. Mirad como una vergüenza y una barbarie abusar de los
obreros como de máquinas para ganar dinero. Tened en cuenta sus necesidades
112
religiosas y espirituales, dadles el tiempo necesario para satisfacerlas. Apartad de ellos
las causas de corrupción y de pecado. No les impongáis un trabajo superior a sus
fuerzas, contrario a las necesidades de la edad y del sexo. Dadles un justo salario, a fin
de que puedan mantener convenientemente su vida. No especuléis sobre su pobreza”.
El sacerdote dice a los ricos: “Sólo Dios tiene el derecho de propiedad absoluta.
Vosotros sois administradores. Después de haber tomado de vuestras rentas cuanto es
necesario para vivir convenientemente, dad generosas limosnas. Es necesario que todos
los hombres vivan de los productos de la tierra”1.
Él dice a los pobres: “Vuestra condición ha sido honrada por el Hijo de Dios.
Sed dulces y pacientes, santificad vuestras pruebas, seréis recompensados en el cielo”.
Y dice a unos y a otros: “Estad unidos en la caridad. Sois todos hermanos.
Tenéis el mismo Dios creador, el mismo Redentor, la misma naturaleza, la misma
gracia, la misma herencia celestial. ¡Qué razones para vivir pacífica y fraternalmente!”.
2. – El hecho histórico
¿Tiene la Iglesia medios prácticos eficaces para realizar tal ideal?
Sí, ciertamente; ella ilumina las inteligencias y les muestra dónde está el deber.
Actúa en los corazones mediante sus consejos, sus ejemplos y su influencia
sobrenatural.
La historia es testigo. La sociedad humana ha sido completamente renovada por
las instituciones cristianas. El progreso más extraordinario ha reemplazado la más
vergonzosa decadencia. La acción del sacerdote ha producido la civilización cristiana,
con su prosperidad, su esplendor y sus obras, particularmente en los siglos XII, XIII y
también en el XVII.
Los mismos principios producirán los mismos efectos. La Iglesia ama al obrero,
al niño, al anciano. Socorre a todos los desdichados y a todos los que sufren, así que la
historia de la caridad es la historia de la Iglesia.
La beneficencia administrativa no puede reemplazar la caridad cristiana,
enseñada y propagada por el sacerdote, porque la caridad cristiana lo da todo y se da a sí
misma con un total desinterés. Ahora bien, tal sentimiento no viene más que del
Corazón de Jesucristo; y alejarse del sacerdote y de la Iglesia no es, en absoluto,
acercarse a este divino Corazón (León XIII, en la Encíclica sobre la condición de los
obreros).
3. – En la enseñanza y en la acción de la Iglesia está la salvación
La sociedad sufre porque se ha alejado de la religión y, en consecuencia, del
sacerdote.
1 Ver Monseñor KETTELER en el comentario hecho a Santo Tomás, en su sermón sobre la
Théorie catholique du droit de propriété.
113
El galicanismo de Felipe el Hermoso y el cesarismo de los legistas han venido a
poner trabas a la acción sacerdotal, y la sociedad francesa ha pasado por las crisis
dolorosas de los siglos XIV y XV.
El galicanismo de Luis XIV restringía la acción política y social del sacerdote.
El liberalismo que engendró separó, cada vez más, al sacerdote de la vida civil, y la
sociedad, sin brújula, se vino abajo a finales del siglo XVIII. Es preciso que el sacerdote
vuelva a entrar en la vida social, para cristianizarla de nuevo e infundirle la justicia y la
caridad. Esto es la salvación.
“Que los ministros sagrados, dice León XIII en la Encíclica, pongan todas las
fuerzas de su alma y toda la generosidad de su celo y que, bajo la autoridad de sus
obispos, no cesen de inculcar a los hombres de todas las clases las reglas evangélicas de
la vida cristiana; y que trabajen, con todas sus fuerzas, por la salvación de los pueblos.
Estos son vuestros sacerdotes, decía también León XIII en una audiencia al
señor obispo de Lieja, es preciso exhortarlos a ir al pueblo. Ellos no pueden quedarse
encerrados en sus iglesias y en sus sacristías. Es preciso animarlos de espíritu
apostólico, del espíritu que animaba a San Francisco Javier, que iba de aquí para allá,
por todas partes, para predicar a todos la doctrina cristiana.
El sacerdote, dice el obispo de Lieja siguiendo a León XIII, debe tener su sitio
en las asociaciones profesionales. Debe hacerse el iniciador, el director y el propagador.
Debe, incluso, prestar la colaboración de sus conocimientos, de su corazón, de su afecto,
de su acción en la consecución del bien temporal de estas Sociedades. Las obras
antiguas ya no bastan. Ya no interesan a los obreros de las ciudades y de las fábricas.
Ocupándose de sus intereses, mediante las corporaciones, es como el sacerdote tendrá
acceso a ellos.
Vamos, no nos dejemos detener por una falsa prudencia o una desastrosa
timidez. Si un sacerdote ve a sus ovejas perderse o expuestas a perderse en el
socialismo, no debe fácilmente tranquilizar su conciencia y permanecer inactivo. El
buen pastor no se esconde cuando viene el lobo. A quien se pone a trabajar, Dios lo
bendecirá y, a menudo, le dará un éxito inesperado”.
La acción del sacerdote es la salvación, es la condición de la paz social y de la
civilización cristiana.
4. – Un llamamiento supremo
El peligro social es inmenso, todo el mundo lo reconoce. Y todos los que están
empeñados en la salvación de las naciones hacen un llamamiento al sacerdote para
rogarle que tome en sus manos el timón y dirija las maniobras que deben conducir a
puerto la nave social tambaleada por la tempestad.
Es el Papa, son los obispos, son los moralistas, son los hombres de las obras
sociales quienes dicen al sacerdote: poned manos a la obra bajo la dirección de vuestros
pontífices.
114
“Que cada uno, dice León XIII, se ponga a realizar la tarea que le incumbe, y eso
sin demora, no sea que, al diferir el remedio, pueda convertirse en incurable un mal, ya
de por sí tan grave...
Que los ministros sagrados pongan todas las fuerzas y la generosidad de su celo
al servicio del pueblo; y que bajo la autoridad de los obispos trabajen con todo su
empeño en la salvación de los pueblos” (Encíclica sobre la condición de los obreros).
El episcopado es unánime. Los Concilios provinciales acentúan cada vez más
sus prescripciones. Se contentaban, primeramente, con aconsejar las obras concernientes
al bien de los obreros. El último Concilio plenario de Baltimore ordena que por todas
partes los curas funden asociaciones obreras.
Después de la Encíclica de 1891, todos los obispos han hablado. Todos
recomiendan a su clero la aplicación de la Encíclica como un medio supremo de
salvación. Varios instituyen en sus seminarios cursos y conferencias de estudios
sociales. Algunos enumeran a sus sacerdotes las fuentes a consultar para iniciarse en
estas obras de salvación.
Recientemente, el señor Obispo de Lieja enviaba a su clero una magnífica carta,
que es un tratado completo sobre esta materia. Él exhorta, acucia y sacude a los tibios,
dirige a los hombres de buena voluntad. Quiere que la Encíclica no sea letra muerta.
Muestra la grandeza del peligro, la insuficiencia de las obras antiguas, la necesidad de
las asociaciones profesionales en las que el sacerdote debe tener una parte activa. Para
armar a sus sacerdotes con todos los medios, añade a su carta varios documentos que
completan la Encíclica: las cartas de León XIII a los señores de Mun y Decurtins, a los
obispos alemanes y sus discursos a las peregrinaciones de obreros franceses.
Los moralistas se hacen eco de las enseñanzas del Papa y de los obispos. “Las
condiciones nuevas de la sociedad, dice el teólogo Lehmkuhl, imponen deberes nuevos
a los pastores de almas. Ellos faltan en nuestros días a sus deberes si no fundan
asociaciones y, especialmente, asociaciones de obreros en las que al bien religioso se
una la búsqueda de un bien temporal”.
5. – Las fuentes
Pero, nos dirán los hombres de buena voluntad, ¿qué debemos hacer? ¿Cómo
hacerlo?
Dejamos a los maestros el cuidado de explicárselo. Indicamos solamente una
biblioteca en la que el gasto total no sobrepasa los 5 francos.
1º L’Encyclique sur la condition des ouvriers, 5, rue Bayard, París.
2º La lettre pastorale de Monseñor DOUTRELOUX, con sus documentos
anexos, en Dessain, editor, en Malinas.
3º Le Clergé et le Peuple catholique, por LEHMKUHL, en Lethielleux, rue
Cassette.
4º Motu proprio de PIO X sobre la democracia cristiana.
5º Le Prêtre et la Situation actuelle de l’Eglise, oeuvre de Saint-Paul, 6, rue
Cassette.
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6º Le renouvellement de la paroise, Ibid.
7º Trois jours d’études sacerdotales sur les questions ouvrières et sociales, bajo
la presidencia del canónigo DIDIOT, en Limé (Aisne), imprimerie de la Croix.
8º Le Curé de Campagne, por un homme d’oeuvres, 5, rue Bayard, París.
9º Le Pasteur selon le Coeur de Jésus dans le temps présent, oeuvre de Saint-
Paul. Este opúsculo, que ha aparecido, en primer lugar, en la revista Le Règne du Coeur
de Jésus, publicada en San Quintín, ha parecido al señor obispo de Lieja tan adecuado
para iluminar al clero sobre las condiciones del apostolado en el tiempo presente que lo
ha distribuido a todo su clero con su carta pastoral y los documentos pontificios.
10º Les réflexions de Monseigneur l’évêque de Montpellier à son clergé et un
discours de Mgr. Ireland, oeuvre de Saint-Paul.
11º Le Prêtre, por un Curé de Lyon, 5, rue Bayard, París.
6. – Las obras – Su necesidad
Los documentos indicados os dirán las obras a realizar.
Pero no se repetirá demasiado: las obras antiguas no bastan ya. Eso salta a la
vista. Nos dejan ir a la deriva y estamos al borde del abismo.
Es preciso, sin embargo, no omitir las obras antiguas. El ministerio sacerdotal
ordinario (predicación, catecismo, administración de los sacramentos) es siempre la
base fundamental del apostolado. Hay que unir las misiones, el apostolado a domicilio,
las asociaciones piadosas y, con todo, no es suficiente todavía. Es preciso añadir las
obras de enseñanza: las escuelas, las bibliotecas, los periódicos, círculos y patronatos, y
todavía es insuficiente. Hay que añadir las obras de caridad: Conferencias de San
Vicente de Paul, guardarropas parroquiales, obras de San Régis, etc.
Todas estas obras son admirables y necesarias, pero no alejarán el peligro
social.
Es cierto, dice León XIII y todos están de acuerdo, que los obreros, a causa de la
falsa reforma social de siglo XVIII, se encuentran en condiciones inmerecidas de
sufrimiento. Ellos sienten la necesidad de unirse formando asociaciones profesionales
que los protejan. Si nosotros no nos damos prisa en ir a ellos por medio de asociaciones
católicas, ellos se dejarán seducir por las ilusiones socialistas y las naciones cristianas se
precipitarán hacia cataclismos espantosos.
7. – Conclusión – Lo que debe ser el sacerdote
Vosotros sois la sal de la tierra.
Vosotros sois la luz del mundo.
Vosotros sois propagadores del fuego sagrado.
Este siglo tiene sus grandezas; puede gloriarse de sus progresos industriales y
científicos.
Sin embargo, según la opinión general, se termina en la corrupción de las
116
costumbres, en la debilitación de los caracteres, en el oscurecimiento de la verdad y de
las doctrinas y en el enfriamiento de la caridad.
Sus costumbres están caracterizadas por el teatro, el deporte hípico, la novela y
todas las manifestaciones de la vanidad y de la sensualidad.
¿La verdad? ¿Quién la conoce todavía? El siglo que está terminando diría como
Pilato: “¿Qué es la verdad?”. Nunca hubo una mayor confusión de doctrinas en el orden
social, en el orden político, en el orden moral y en el orden religioso.
Y la caridad se ha enfriado de tal manera, que las diversas clases de la sociedad
se desprecian, se odian y la guerra social está a nuestras puertas.
¡Oh! ¡Cómo tenemos necesidad del sacerdote, del verdadero y santo sacerdote,
para que él sea la sal de esta tierra insípida, la luz de este mundo entenebrecido y el
fuego que rescaldará los corazones helados!
El sacerdote es la sal de la tierra con su vida de oración y de sacrificio. Él
comprende que debe aplicarse a la oración y a la reparación con tanta mayor premura
cuanto los tiempos son peores, los pecados del pueblo más numerosos y los obstáculos
al bien más difíciles de vencer. A los sacerdotes, sobre todo, da Dios esta misión.
Estos pensamientos están admirablemente desarrollados en el opúsculo: Le
prêtre et la situation actuelle de l’Eglise.
Si el sacerdote es la luz que difunde sobre el mundo el resplandor de la doctrina
revelada, debe ser, sobre todo a finales de este siglo, el heraldo de la ciencia social.
Solamente la Iglesia, como hemos mostrado, posee los elementos para la solución de la
cuestión social, por sus enseñanzas precisas sobre la justicia y por las lecciones y los
ejemplos de su caridad. Es preciso que el sacerdote se dé prisa en propagar esta luz.
La sociedad va hacia su ruina por haber puesto la luz debajo del celemín.
Por fin, solamente la Iglesia puede apaciguar los odios sociales y reconciliar a
todas las clases. Sólo ella posee la fuente de la caridad cristiana, que no brota sino del
Corazón sagrado de Jesucristo.
El sacerdote debe, pues, ser el hombre de la oración y del sacrificio para
apaciguar la justicia divina ofendida por la corrupción de las costumbres.
Debe ser el hombre de los estudios y de las obras sociales, para llevar la luz en
medio de estas tinieblas en las que se enfrentan, en desorden, hombres de buena
voluntad con criminales que quieren pescar en río revuelto.
Debe ser, finalmente, el discípulo y el apóstol del Corazón de Jesús. Es preciso,
en estos tiempos de división y de odio, un remedio nuevo. Nuestro Señor mismo nos lo
ha dicho. Estas almas heladas necesitan recalentarse en un hogar ardiente.
El Corazón de Jesús, manifestado en sus palabras, en su vida, en sus beneficios,
es un tema inagotable de ardientes meditaciones y de predicaciones atrayentes.
117
¡Oh, si el pueblo desengañado supiera lo que debe a Jesucristo y lo que
Jesucristo, por medio del reino de su evangelio, quisiera procurarle de verdadera
libertad, dignidad, respeto, desahogo y pura alegría! El pueblo es bueno en el fondo,
pero está engañado: por tanto, toca al sacerdote, al apóstol totalmente lleno de la caridad
de Cristo, hacer que pasen estas cálidas convicciones al corazón del obrero, para atraer a
las masas al seguimiento del Salvador.
118
119
CAPÍTULO VII _________
LOS VERDADEROS REMEDIOS – LA ACCIÓN DEL ESTADO
Ni el desvelo de la Iglesia, ni la buena voluntad de los particulares serán
suficientes para proveer a la felicidad de las clases desheredadas.
Como señala Jules Simon, “es propio de la caridad socorrer la miseria, pero es
propio de una buena organización social el prevenirla”.
La justicia es la base de las relaciones sociales, y su objeto es el derecho propio
de cada uno. Estos derechos, que no pueden violarse sin crimen de lesa humanidad,
¿quién los protegerá sino la ley?
Derecho a la existencia, derecho a una justa remuneración del trabajo, derecho a
no ser aplastado por un trabajo excesivo, derecho a las alegrías del hogar doméstico,
derecho a que el niño y la mujer no sean devorados por un trabajo homicida, derecho,
por fin, a la libertad del deber y de la conciencia: he aquí otros tantos derechos que
reclaman imperiosamente el respeto y la garantía, no ya en nombre de la caridad, sino
en nombre de la justicia.
Estos justos derechos de los trabajadores los hemos oído reivindicar por los
diferentes maestros de la ciencia social cristiana, por los Ketteler, los Manning, los
Gibbons, los Decurtins, los de Mun y, por encima de todo, por León XIII.
Ahora bien, el Estado, como observa el R. P. de Pascal, es, por su vocación
esencial, el defensor del derecho, el guardián de la justicia. Sus deberes abrazan el
respeto a la religión, la protección de la familia, la protección de los débiles.
El Estado, además, según las palabras de la Encíclica, debe tender a “una
organización social de la cual, espontáneamente y sin esfuerzo, nazca la prosperidad
tanto pública como privada”. Es preciso que una sabia legislación del trabajo, aplicada a
aquellos puntos que nosotros acabamos de señalar y que han sido también considerados
por la Encíclica, asegure los derechos del trabajo al mismo tiempo que los de la
propiedad.
1. – Reposo del domingo
La impiedad pública es el más grande de todos los males y la fuente de todos los
120
otros. El Estado debe de recordar, en primer lugar, que los obreros tienen un alma. Debe
proteger su vida moral y religiosa. Debe procurarles la libertad del domingo para que
ellos puedan cumplir sus deberes hacia Dios.
La historia, como la razón, proclaman que la religión es la fuente de la
civilización y que, sin ella, todos los pueblos acabarían en la decadencia material y
moral.
La Conferencia internacional de Berlín ha reconocido la necesidad del descanso
semanal. La ley francesa del 2 de noviembre de 1892 sobre el trabajo en las fábricas no
se ha atrevido a fijar como el día de reposo la jornada del domingo, porque el libre-
pensamiento en Francia es fanático o, más bien, porque los judíos nos gobiernan de
manera oculta.
La América libre observa, sin embargo, el domingo y los judíos de allí han
transferido, con buena voluntad, el sábado al día que viene después.
También nosotros llegaremos a ello. Sin la ayuda de la ley, el obrero no será lo
suficientemente fuerte para salvaguardar su domingo y, como el esclavo, curvado
incesantemente bajo el peso del trabajo, semejante a los animales privados de razón.
2. – Libertad de enseñanza
Hablamos aquí de la libertad verdadera y no de una libertad engañosa, como la
de nuestras actuales leyes.
Los cristianos tienen el derecho de ser cristianos, y este derecho es ofendido si la
fe es combatida en nombre del Estado por los hombres encargados de distribuir la
ciencia a expensas del tesoro público.
Hay opresión de las conciencias, si existe una enseñanza oficial materialista y
positivista. El derecho a profesar la religión comporta el de tener maestros cristianos,
favorecidos por el Estado tanto como cualquier otro.
La educación es deber y derecho de la familia. A las familias de una comunidad
les corresponde determinar qué tipo de escuela quieren tener.
El reparto de ayudas, en proporción al número de alumnos, es el único conforme
a la justicia distributiva. Así se entiende en Inglaterra.
En Francia, el obrero cristiano paga dos escuelas en lugar de una: la escuela
oficial por el impuesto y la escuela libre por su cotización. Es absurdo, es inicuo y, sin
embargo, eso dura en este país que se dice y se cree libre.
La enseñanza debe ser libre en todos los niveles. Debe ser libre en sus programas
y en la colación de grados.
La libertad de enseñanza comporta la personalidad civil de las corporaciones
docentes y el respeto de las fundaciones a favor de toda enseñanza respetable.
121
3. – Disminución de las cargas militares
Esta disminución aligeraría mucho el yugo que pesa sobre el obrero y permitiría
al Estado animar y ayudar a algunas instituciones en su favor.
¿Por qué retener tres años bajo las banderas a hombres que han podido aprender
un oficio en uno o dos años? Los pueblos vecinos a nosotros tienen el voluntariado y el
servicio militar de dos años y no se encuentran peor que nosotros.
¿Por qué obligar durante un año a los ejercicios militares a hombres que, en
tiempo de guerra, no tendrán nada más que servicios especiales, como los estudiantes de
teología y de medicina?
“Es preciso, decía con razón Monseñor D’Hulst en sus conferencias de
Cuaresma, que las cargas de la paz armada no deduzcan de la riqueza general un
impuesto demasiado gravoso... Que el principio del arbitraje sustituya cada vez más a la
brutal razón del más fuerte. Que devuelva a las pacíficas conquistas de la civilización
los recursos que absorbe hoy la continua preparación de la guerra”.
4. – El respeto de las inmunidades eclesiásticas
La libertad de la Iglesia es la primera condición de la prosperidad social del
pueblo cristiano. Allí donde la Iglesia es oprimida, el pueblo que trabaja es el primero
en sufrir material y moralmente.
Libertad de culto, de palabra, de asociaciones, libertad de poseer, éstos son los
derechos sagrados de los que la Iglesia debe tener el uso para el mayor bien de los
obreros.
Las pretendidas conquistas de la sociedad laica son otras tantas violaciones de la
libertad de conciencia, de la autoridad y de la acción necesaria de la Iglesia.
Si la Iglesia no es ya escuchada, ¿quién enseñará a los ricos la justicia y la
caridad? ¿Quién predicará a los pobres el respeto y la prudencia?
El principal remedio a las miserias contemporáneas es la restauración de las
costumbres cristianas. Éste es el objetivo de la Iglesia, pero es preciso que pueda
trabajar en él libremente y, para eso, es preciso que su libertad sea garantizada y
protegida por la ley.
La cuestión obrera es, ante todo, una cuestión de justicia. Y sólo la Iglesia tiene
la autoridad necesaria para predicar semejante justicia a los gobernantes, a las clases
responsables, a los patronos y a los capitalistas. Solamente el Evangelio ha suprimido la
esclavitud.
Atentar contra la vocación y la formación del clero enviando a los clérigos a los
cuarteles, es lo mismo que golpear al obrero en sus protectores naturales.
También en las asociaciones religiosas el obrero encuentra sus mejores amigos.
122
Por otra parte, estas asociaciones, también ellas, tienen naturalmente el derecho a la
existencia, siendo esencialmente, como lo son, asociaciones honestas y legítimas. El
estado no tiene contra ellas ningún derecho. Su deber es el de protegerlas.
5. – La reforma del impuesto
Francia tiene el triste privilegio de ser la nación cargada con más impuestos.
El conjunto de los impuestos equivale en Bélgica al 6% de la renta nacional. Se
eleva al 8% en Inglaterra. En Francia es del 13 al 14% como media. Y se eleva al 20%
para la clase obrera1.
Nosotros tenemos un presupuesto de tres millardosNT1
y medio. El de Inglaterra
no es nada más que de dos millardos y medio; el de Prusia de dos millardos, estando
comprendida su parte de gastos federales; el de Austria es también de dos millardos; el
de Italia de un millardo y seiscientos millones. Somos, pues, el pueblo más cargado de
impuestos.
Somos también el pueblo más endeudado. Nuestra deuda pública se eleva a 38
millardos. La de Inglaterra es de 20 millardos solamente. Austria e Italia deben cada una
12 millardos. Prusia no debe más que 9.
Francia ha destacado, sobre todo después 1876, por su imprevisión, sus
despilfarros y sus locuras. Tenía todavía una hermosa situación financiera en 1876:
presupuestos equilibrados que no sobrepasaban lo dos millardos, una amortización
anual de la deuda y la esperanza de conversiones ventajosas de nuestras deudas para
aligerarlas. ¡Pero después!
La deuda pública francesa, en 1872, no se elevaba nada más que a 23 millardos.
Hoy nos aproximamos a 40, cifra con la cual se hizo la Bancarrota de 1793. Es verdad
que el dinero hoy es más común y nosotros podemos ir todavía un poco más lejos.
Gracias a las pensiones concedidas a las víctimas del 2 de diciembre y a otros
electores, no menos interesantes, pagamos hoy por las pensiones 102 millones más por
año que en 1874.
De 1876 a 1885, los sueldos de los funcionarios han sido aumentados en 122
millones y eso continúa siempre. Gracias también a la guerra llevada a cabo contra los
religiosos, la instrucción pública nos cuesta también 100 millones más por año que en
1877. ¿Hemos de admirarnos si, después de tanto derroche y de tan gran crecimiento de
las cargas, nuestras poblaciones francesas experimentan tal malestar que pronto no
tendrán nada que envidiar a la pobre Italia?
La primera reforma a realizarse en materia de finanzas habrá de ser la de poner
término a todos estos despilfarros y reaccionar contra ellos.
1 Estas cifras son del señor Cavaignac y del señor Leroy-Beaulieu.
NT1 Milliard en el original francés quiere decir: mil millones, lo traduzco por millardo. Así, trois
milliards et demi serían tres mil quinientos millones.
123
Por lo que respecta a la reforma especial de los impuestos, debería, en primer
lugar, comenzar por la contribución territorial sobre los derechos de traspaso y sobre las
tasas de consumo.
La contribución territorial. Nuestro impuesto territorial está mal repartido, ya
que varía según los departamentos en la proporción de 1 a 5. La revisión catastral
debería llevarse a cabo cada diez años. Es un impuesto demasiado pesado. La tierra es
sacrificada. Con los céntimos adicionales, el impuesto territorial sube a 365 millones de
francos. Ahora bien, el presupuesto no pide, por las patentes a la industria y al
comercio, nada más que 159 millones por año, para un capital y rentas más
considerables que las de la tierra.
Las tierras pagan un impuesto que, a menudo, sobrepasa la cuarta parte de la
renta catastral. Ahora bien, la renta catastral es hoy en ciertas regiones el doble o el
triple de la renta real. De aquí se sigue que el impuesto, en lugar de ser la cuarta parte de
la renta del suelo, absorbe en ciertas regiones la mitad o las tres cuartas partes de la
renta. Marchamos a grandes pasos hacia la prosperidad italiana o hacia la del fellah de
Egipto (campesino egipcio), que paga a Inglaterra el 80% de su renta.
Los derechos de traspaso. El impuesto sobre los traspasos de las propiedades es
exagerado. El presupuesto le demanda nada menos que 700 millones, mientras que en
Inglaterra le exige nada más 300.
Los derechos del sello y de registro cuestan por persona:
En Alemania 1 franco 50
En Austria 3 francos 50
En Inglaterra 8 francos 50
En Francia 17 francos 50
Los derechos de traspaso, junto con los honorarios de los oficiales ministeriales,
suben entre nosotros al 10 y al 12%. Es una verdadera confiscación. Así, la tierra es casi
invendible. Al no poder nadie comprar propiedades para mejorarlas y después
revenderlas, como en América, éstas permanecen en manos de gente incapaz. Sería
preciso que este derecho no sobrepasara el 1%. En Inglaterra es solamente del 0’5%.
Redúzcase esta tasa y entonces las ventas serán más frecuentes y el fisco se encontrará
mejor.
Muchos traspasos sucesivos de fondos arruinan a las familias mejor situadas. Es
ésa una destrucción constante de la pequeña propiedad y un obstáculo inmoral al acceso
del trabajador a la propiedad.
Las ventas judiciarias dan lugar a un verdadero bandidaje fiscal. Son los
impuestos progresivos al revés. Los gastos de liquidación de una pequeña heredad de
300 francos cuestan hasta el 112% del capital.
Así, si usted compra en venta judiciaria una casita de 300 francos, usted tendrá
que pagar además 340 francos de gastos. Por encima de 10.000 francos los gastos no
sobrepasan el 12%. ¿No es esto una monstruosidad?
Los derechos de hipoteca son también una tasa inicua, que hiere al pobre en el
124
acto mismo en que se endeuda.
Los impuestos indirectos o de consumo. Tales impuestos tienen en Francia algo
particularmente odioso: que pesan sobre el obrero, sobre los pobres, sobre las familias
numerosas, tanto o más que sobre los ricos.
El señor Leroy-Beaulieu, que no es sospechoso de parcialidad a favor del
pueblo, ha investigado cuánto pagaba de impuestos una familia de obreros parisinos
compuesta de tres personas. Él ha llegado a reconocer que una familia obrera en tales
condiciones paga alrededor de 370 francos de impuestos. La renta de esta familia puede
ser estimada en 1.800 francos. Es, pues, una proporción del 20% de impuestos.
Haciendo el mismo cálculo para una familia de obreros rurales encontramos
resultados análogos. Una familia que vive con el salario medio de nuestros campos, que
es de alrededor de 800 francos, paga 160 francos de impuestos. Es la misma proporción.
La carga de impuestos es mucho menos pesada para los ciudadanos
acomodados, que tienen rentas mucho más considerables y no pagan al Estado nada más
que el 14% de estas rentas.
El presupuesto es, en efecto, de 3 millardos y medio y el conjunto de las rentas
de Francia de alrededor de 25 millardos. La proporción es del 14%.
Estas cifras han sido presentadas a la Cámara por el señor Cavaignac y no han
sido contestadas por nadie. Los obreros están, pues, sobrecargados de una manera inicua
por nuestro sistema de impuestos.
¿No es igualmente inicuo y vergonzoso hacer pagar al pueblo por los arbitrios
municipales, las fantasías de las municipalidades, como liceos y colegios femeninos,
que no sirven nada más que a la burguesía y a los funcionarios, mientras se niega toda
ayuda a los niños de los obreros que frecuentan escuelas libres dirigidas por miembros
de congregaciones religiosas?
Un sistema en el que por una botella de vino de 0,45 francos el obrero debe
pagar 0,30 francos de impuestos y de arbitrios municipales, ¿no es antisocial y
antihumanitario?
La reforma. Hay, pues, inmensos despilfarros que suprimir. Hay también tasas
mal impuestas que se necesita o disminuirlas o quitarlas de hecho. Pero, ¿con qué
sustituirlas? ¿Es preciso un impuesto sobre la renta? Este impuesto, ¿debe ser
progresivo?
Digamos, en primer lugar, que el proyecto de un impuesto único sobre la renta,
reemplazando todos los otros, es una utopía socialista.
Las rentas se esconderían e irían a resguardarse al extranjero. Lo que no pudiera
ser disimulado sería triturado para hacer frente a los gastos del Estado. No es el 14% lo
que sería preciso pedir a las rentas, sería el 50 ó 60.
Pero, ¿no se podría crear un impuesto moderado sobre la renta para sustituir con
125
él tantas tasas injustas? Ésta es la opinión de muchas mentes preclaras y nosotros
llegaremos a ello ciertamente.
Las otras naciones de Europa ya tienen este impuesto. La dificultad consiste en
establecer la base de este impuesto. ¿Se pedirá a cada uno declarar la cifra de su renta?
¿La administración la establecerá de oficio por medio de una encuesta? ¿Se establecerá
la renta por vía de presunción sacada del valor locativo [relativo al arrendamiento] del
domicilio de cada uno? Este último modo es preferido por muchos porque es el menos
inquisitorial, ¿pero no sería grandemente inexacto?
¿Sería progresivo este impuesto sobre la renta? Por ejemplo, una renta doble
¿pagará tres o cuatro veces más que una renta modesta? Este punto es aún discutido. Lo
que legitimaría una cierta progresión en el impuesto sobre la renta es, sobre todo, la
oportunidad que hay de reparar la injusticia de los impuestos indirectos, los cuales
gravan demasiado pesadamente sobre las pequeñas rentas.
Pero, en estos tiempos en los que pasa sobre la sociedad un soplo de socialismo,
¿no sería la progresión un arma peligrosa?
La conclusión de este párrafo, como la de otros, es que es preciso reformar a la
vez las leyes y las costumbres.
6. – El agiotaje y la usura
Todo acaparamiento es una usura voraz y nuestras leyes no han tomado sobre
este punto ningún proveimiento.
Ciertas uniones sindicales de patronos, como los Carteles alemanes y los Trust
americanos, pueden formar, cuando quieran, monopolios tan funestos para los
trabajadores como perjudiciales para los mismos consumidores.
Estas uniones, que no son moderadas por ninguna organización general
profesional, pueden determinar a su gusto la tasa de los salarios o el precio de los
productos.
Un ejemplo sorprendente de acaparamiento, que se ejerce todavía impunemente
hoy, es el de los azúcares. Tenemos en Francia cinco o seis grandes refinerías de azúcar.
Y éstas no dejan que se establezcan otras porque las aplastan prontamente mediante la
competencia. De esta forma, ellas son las dueñas del mercado. Pueden comprar a buen
precio el azúcar bruto y vender a precio de usurero el azúcar refinado.
Recordamos el monopolio del cobre que hizo hundirse el Banco de crédito en
1880. El acaparamiento se ejerce sobre el trigo en nuestros grandes puertos de
comercio, sobre las lanas en Londres y en ciertos centros industriales. Algunos
poderosos banqueros judíos tienden a poseer casi todas las acciones de las minas de oro;
éste será el más horroroso monopolio que la historia haya conocido. Serán los dueños
del mercado del oro y, como consecuencia, del comercio universal, del que el oro es el
instrumento necesario.
126
El programa de los católicos alemanes demanda con razón que la Bolsa sea
reconducida a sus funciones normales, y que el juego de las diferencias y el contrato a
término sean prohibidos.
Las apuestas con ocasión de las carreras y otros juegos semejantes son
profundamente inmorales.
Sería necesario que las emisiones de acciones y los lanzamientos de nuevos
negocios exigieran el control del Estado.
Los préstamos de Estado adquieren tales proporciones que la amortización será
imposible. Es un capital mal asentado y destinado a venirse abajo. Las rentas del futuro
están con esto comprometidas de una manera inicua para pagar gastos de los que una
gran parte no podría ser justificada.
Las rentas fundadas sobre crédito comercial o industrial deben ser mantenidas en
su justo límite. La ley y los tribunales deben prever y reprimir las diversas formas bajo
las que se esconde la usura.
La misma renta de bienes raíces presenta el aspecto de una verdadera y propia
injusticia cuando los embargos por deudas vienen como consecuencia de accidentes, de
hambre, de intemperie. En este caso, sólo el arbitraje profesional podría rectificar los
contratos convertidos en contratos de usura.
7. – Las pequeñas posesiones rurales
La pequeña propiedad rural y los instrumentos de trabajo deben ser declarados
no embargables, si se quiere conservar la raza de nuestros campesinos. ¿No es acaso la
agricultura la reserva de lo más puro de nuestra sangre y de lo mejor de nuestras
fuerzas?
No se puede objetar que los acreedores serán lesionados en sus derechos, porque
cada uno debe de asegurarse del crédito que puede conceder a su deudor.
Hay en la ley excepciones semejantes a favor de las rentas sobre el Estado y de
ciertos sueldos, a favor de pensiones alimenticias atribuidas por justicia o instituidas a
título gratuito; para la cama y otros muebles necesarios a las personas que sufrieron un
embargo y a sus familias, también para la ropa de vestirse, los libros, los utensilios y las
máquinas dentro de cierta medida; e incluso de una vaca, o tres ovejas, o tres cabras, a
elección del embargado, con su alimento para un mes (Code proc., art. 581, 582, 592).
La antigua legislación era más favorable todavía. La orden de 1667 reservaba los
caballos, bueyes y los animales de trabajo, los arados, las carretas y los instrumentos de
cultivo. Estos objetos no podían ser embargados nada más que para el pago de
arrendamientos rústicos.
El fisco podrá lamentarse si no puede ejercitar sus derechos por medio del
embargo; pero, por otra parte, si la población disminuye, si las casas no están ya
habitadas y si la población y el movimiento de los negocios van decreciendo, las
127
pérdidas del fisco serán mayores.
Para que las familias sean prósperas, numerosas, morales, económicas y fuertes
hace falta su permanencia en el suelo que las vio nacer.
¿No es una crueldad quitar a un jefe de familia que ya camina hacia la vejez la
pequeña posesión que lo alimenta? Y, sin embargo, es allí donde lo conduce cada día la
rapacidad del Estado y las trampas del hombre de negocios.
La ley debe procurar favorecer la formación y conservación de la pequeña
propiedad rural hasta el punto de que se convierta en una propiedad capaz de nutrir a la
familia que la cultiva y absorber su actividad.
El jefe de familia debe tener el derecho de escogerse entre sus hijos un sucesor
para la posesión familiar. La igualdad puede ser restablecida por una compensación
pagable por anualidades y proporcional al producto de las cosechas. El heredero legal
podría ceder sus derechos a uno o a otro de sus hermanos. Pero la venta de la pequeña
propiedad a extraños debería estar permitida solamente por un consejo de familia
reunido ante el juez de paz.
Esta preocupación por hacer estable la familia, por tratar de que sea moral y
próspera, existe en Alemania, en Austria, en Inglaterra, en China, en los Estados
Unidos; también en Italia y Bélgica la idea comienza a asomar la cabeza. El problema
ya fue presentado en el Parlamento francés y ningún otro lo ha expuesto y resuelto
mejor que el abate Lemire, sea en su proyecto de ley, sea en la exposición de motivos
que ha presentado.
8. – La libertad de testar
Un gran número de personas con cordura, con Le Play y sus discípulos a la
cabeza, piden que el padre de familia tenga plena libertad de testar y de designar a su
sucesor. Y esto porque realmente en los propietarios, en los industriales y en todos los
hombres que tienen una situación independiente, hay un instinto tan fuerte como el de
tener hijos, que es el deseo de sobrevivir y de perpetuarse en el mismo rango y en la
misma situación.
El deseo ardiente de una igualdad legal, deseo que distingue a la raza francesa,
no permite esperar resultados inmediatos y considerables de esta libertad; pero no es
menos verdad que la fuerza y la prosperidad de una nación dependen del número y de la
solidez de los establecimientos estables y de las familias con linaje que encierran en su
propio seno el principio de estabilidad.
Esta libertad es también el único medio de asegurar la expansión colonial.
Con el pretexto de parar el ejercicio del derecho de primogenitura, del cual no se
hace cuestión en el derecho a testar, la Francmasonería ha llegado a destruir el hogar de
la familia y a dispersarla.
Un padre conoce las aptitudes y los gustos de sus hijos; por tanto, deja su campo
128
o su fábrica a aquel que tiene pasión, como él, por los cultivos o por la industria. Si él
tiene más hijos con las mismas aptitudes, deja su patrimonio indiviso entre ellos. Y da a
su hijo que recorre el mundo su dinero contante, o bien obliga a los otros hijos que
conservan el fondo paterno a pasarle una renta. Los intereses de cada uno son
respetados, pero sin que se disuelva la familia.
9. – La disminución de los gastos de la justicia
La disminución de los gastos de la justicia, sobre todo en lo que concierne a los
menores, a las personas poco acomodadas, es exigida por la equidad. Por poco que
sobrevenga una complicación en una pequeña sucesión es la ruina.
Ha habido ya una buena voluntad manifiesta de parte del legislador en este
sentido, pero ésta solo ha aprovechado a los que manejan el papel timbrado. Los gastos
excesivos de la liquidación judicial siguen devorando las pequeñas herencias, como
hemos visto más arriba a propósito de los impuestos.
Los gastos enormes de las ejecuciones mobiliarias acrecientan de una manera
totalmente desproporcionada la cifra de la deuda primera.
Si, para remediar esto, es necesario que el Estado rescate las cargas de los
empleados ministeriales, puede hacerlo gradualmente. Alemania lo ha hecho en Alsacia:
ha rescatado uno a uno los estudios de los notarios al fallecimiento o a la dimisión de
sus titulares, sobre la base de una proporción fijada entre las rentas del estudio y su
precio, teniendo en cuenta, al fijar el precio, las rentas del mismo estudio. Los nuevos
notarios son empleados del Estado que tienen un sueldo fijo; en consecuencia no tienen
interés alguno en sobrecargar sus derechos.
10. – Incautación y cesión de salarios
Algunos funcionarios y algunos empleados están protegidos por la ley contra sus
propias pasiones y contra las maniobras poco escrupulosas de personas codiciosas1.
¿Por qué los obreros, todavía más expuestos y más imprevisores, no deberían tener igual
protección? ¿Por qué su salario no habría de ser declarado en parte intrasmisible e
inembargable?
En Bélgica, una ley de 1887 dispone que el obrero solamente pueda disponer de
una quinta parte del salario y no le da ninguna facultad para ceder el resto. Esta
limitación, sin duda, no debe de ser exagerada, pero pone al obrero en la incapacidad de
lanzarse, él y los suyos, a la miseria por debilidad y los preserva del odio que nace del
sufrimiento.
1 Los sueldos de los funcionarios públicos y empleados civiles y los de los oficiales no son
embargables nada más que en una quinta parte, y menos todavía cuando ellos no sobrepasan una suma
determinada por la ley (Code de proc. a. 580).
129
11. – La representación del trabajo y de los intereses profesionales
El mundo del trabajo es la gran mayoría de la nación, y esta parte tan
considerable del pueblo no es, ordinariamente, ni consultada ni escuchada para el
gobierno de sus asuntos.
El comercio y la industria tienen, al menos, las Cámaras consultivas, a las que el
gobierno consulta algunas veces.
Nosotros querríamos una representación de los intereses mucho más completa y
mucho más seria. Haría falta, en cada departamento, una Cámara o Consejo del trabajo
al lado del Consejo de industria, del de comercio, de la de agricultura, del de las
profesiones liberales y, en los departamentos marítimos, del de la marina.
El Consejo del trabajo se debería componer de patronos y de obreros elegidos
por los grupos de las diferentes artes u oficios. Deberían ser consultados para todas las
leyes que conciernen al trabajo, como cada uno de los otros consejos departamentales
deberían ser consultados para las leyes especiales que les conciernen.
Nosotros quisiéramos todavía más. Las Cámaras consultivas departamentales no
son suficientes. Nuestras mismas asambleas legislativas deberían ser elegidas sobre la
base de la representación de los intereses. Haría falta comenzar por el Senado.
Tendríamos así, al menos, una Cámara competente en todo aquello que afecta a los
intereses vitales de la nación. Los Consejos departamentales, elegidos por medio de las
corporaciones de las artes y de los oficios, serían el fundamento para la elección de los
senadores.
Y éstas no son utopías, sino reformas reclamadas por todas partes. Bélgica tiene
ya sus Consejos del trabajo bien organizados y verdaderamente activos.
Cada centro industrial tiene un Consejo de la industria y del trabajo, compuesto
por un número igual de patronos y de obreros. Hasta aquí, el rol de estos Consejos ha
sido únicamente consultivo: en los conflictos entre empleadores y empleados han sido
útiles árbitros. Además de eso, el gobierno los consulta sobre los proyectos de
reglamentación del trabajo antes de someterlos a la aprobación del Parlamento.
Tales Consejos son instrumentos excelentes para las encuestas; han
proporcionado ya informaciones precisas y muy útiles sobre la situación de los obreros.
Los demócratas cristianos reclaman el beneficio de semejantes instituciones
también para la agricultura y es muy probable que el gobierno se preste a esta medida.
Por encima de estos Consejos provinciales está el Consejo superior del trabajo,
compuesto por un tercio de patronos, un tercio de obreros y un tercio de sociólogos.
Este Consejo acaba de preparar un proyecto de ley sobre los reglamentos de los talleres
que será probablemente votada sin cambios por las Cámaras. Es, pues, un verdadero
Parlamento del trabajo. Es una realización bastante aproximada de la representación
profesional.
Esta idea de la representación de los intereses profesionales en el Parlamento se
130
abre camino también en Bélgica. Tenía numerosos partidarios en el tiempo de la
revisión de la Constitución. Pero la mayoría se echó atrás ante las dificultades de
organización. No estábamos preparados para esta reforma un poco compleja, pero que
hubiera sido tan fecunda, y se paró con la adopción del voto plural.
En todo caso, el sufragio universal, tal como lo practicamos en Francia, está
condenado en todas partes por los hombres serios, puesto que es un verdadero y propio
caos del que pueden salir todas las sorpresas y todas las ruinas. No favorece nada más
que a los políticos. El mundo del trabajo está allí representado por abogados o por
periodistas. Las leyes son hechas por los hombres menos competentes.
12.- De las Comisiones mixtas de patronos y obreros para la vigilancia
de las fábricas, los talleres y de los Consejos de fábrica
Tales Comisiones funcionarían más eficazmente que los inspectores asalariados,
que fueron ya puestos a prueba y que no dieron los frutos que se esperaban. El medio
seguro para impedir las prevenciones y el antagonismo entre los patronos y los obreros
consiste en poner a unos y a otros cara a cara, para que se escuchen acerca de los
intereses comunes. De lo contrario, podrá suceder que el patrón esté informado de
manera insuficiente por sus encargados y que los obreros atribuyan a los patronos
algunas injusticias que, en la mayor parte de las veces, estos no tienen la intención ni
son conscientes de haber hecho.
En las Comisiones, los patronos aprovecharían el espíritu práctico y positivo de
los obreros, y éstos aprenderían a respetar la inteligencia de los patronos y a tener en
cuenta las dificultades con las cuales los patronos deben contar.
El control de las Comisiones debería ejercitarse también sobre las condiciones
higiénicas del trabajo, especialmente en las industrias peligrosas para la salud.
Las Comisiones mixtas, establecidas por un grupo de sindicatos o por un centro
industrial, serán útilmente completadas por los Consejos de fábrica, que son especiales
en cada fábrica.
Estos Consejos, compuestos por encargados y por obreros, están en relaciones
regulares con el patrono. Para el acuerdo recíproco, las cuestiones podrían haberse
solucionado antes de que hubieran llegado a ser exasperantes.
Tal organización procuraría a los obreros una verdadera y propia emancipación
que los haría librarse de sus cabecillas (dirigentes).
13. – La jornada máxima de trabajo
Esta determinación, que los socialistas, siguiendo unos principios utópicos, han
fijado en ocho horas, debe de ser objeto de una ley, a causa de los verdaderos abusos
que existen en ciertos lugares, abusos que exasperan a los obreros honestos y que sirven
de pretexto a los agitadores.
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La justicia y la humanidad prohiben exigir al obrero un trabajo excesivo que
embrutezca su espíritu, que fatigue desmesuradamente su cuerpo, que sobrepase los
límites naturales de sus fuerzas. El reposo debe ser lo suficientemente prolongado para
procurar el restablecimiento conveniente de las fuerzas.
El trabajo no es el único deber del hombre, él tiene también deberes de familia,
de religión y de sociedad. No está, pues, permitido aumentar el trabajo al obrero hasta el
punto de no dejarle el tiempo, la inteligencia y la fuerza necesarias para satisfacer estos
deberes.
Después de estudios concienzudos realizados sobre tal cuestión se ha establecido
que pueda tomarse por norma un máximo de once horas, salvo el hacer alguna
modificación según la profesión.
Las horas de trabajo deberían ser reguladas según la naturaleza del trabajo y
según las circunstancias de tiempo y de lugar. Uno es el trabajo de las minas, otro el de
los campos, otro el de los talleres, otro el de las fábricas con fuego continuo.
La solución de los problemas que engendra esta diferencia consiste en permitir a
los consejos de arbitraje de cada industria fijar una limitación especial.
14. – Revisión de las leyes sobre el trabajo nocturno, sobre el trabajo
de las mujeres y de los niños
Esta revisión debería ser la primera obra de la representación del trabajo. Estas
leyes son a menudo inaplicables. Un parlamento compuesto por gentes de letras,
abogados, politicastros, no puede tener calidad para pronunciarse sobre cuestiones tan
especiales. Los proyectos de ley que se proponen son reorganizados bajo el imperio de
preocupaciones electorales y salen de sus manos imposibles de reconocer e ineficaces.
El niño no puede entrar en la fábrica antes de que por su edad se hayan
desarrollado en él sus fuerzas físicas, intelectuales y morales. En general, todo trabajo
industrial debe de ser prohibido a los niños menores de catorce años.
El trabajo de las mujeres debe ser regulado de manera que se salvaguarde su
salud y su moralidad. En consecuencia, el trabajo de las mujeres, como el de los niños,
exige especiales condiciones de separación y de vigilancia. Es necesario que la mujer
conserve el tiempo disponible para ocuparse del gobierno de la casa y, en consecuencia,
trabaje en casa lo más posible.
Los católicos alemanes piden, con razón, que la ley suprima gradualmente el
trabajo de las mujeres en las fábricas.
El trabajo nocturno arruina la salud de la mujer y la retiene lejos de su hogar por
la tarde-noche y por la mañana en los momentos en que ella puede cumplir mejor su rol
de esposa y de madre. La ley que prohíbe el trabajo nocturno a las chicas menores debe
ampliarse a las jóvenes mayores y a las mujeres casadas.
Para varios de estos puntos, la comprensión internacional es necesaria a causa de
la competencia de los mercados.
132
15. – La personalidad civil de los sindicatos
Es una consecuencia del derecho natural de los hombres a la asociación.
Se teme el poder de los sindicatos. Pero no hay que temer si éstos son morales y
honestos. ¿De quién es la culpa si no son morales y honestos, sino de los sectarios que
han hecho todo para reprimir la libertad religiosa y obstaculizar la acción de la Iglesia y
su enseñanza? Si se persevera en este camino, la igualdad política traerá fatalmente la
igualdad económica, al no existir allí la moral cristiana para poner un freno a las
ambiciones y para predicar el respeto a los derechos y a la justicia.
La personalidad civil de los sindicatos les debe asegurar el derecho a poseer
inmuebles, el derecho a recibir dones y legados, el derecho a promover acciones en
justicia, el derecho a tomar parte en las adjudicaciones públicas. Si el fondo de
propiedad común no está libre ni es suficientemente sólido, no podrá llegar a ser el
fundamento de instituciones de caridad en las que se daría vitalidad a las asociaciones
cristianas.
Los sindicatos tienen derecho, por lo menos, a tener los mismos privilegios que
las Sociedades anónimas, que no representan nada más que el dinero sin
responsabilidad, mientras que el trabajo es moral por sí mismo y representa la vida del
pueblo y el sustento de las familias obreras. En otras palabras, es el derecho a la
existencia confrontado frecuentemente con el derecho al placer.
No es posible que un padre de familia pague a la vez las cotizaciones a la mutua,
a las cajas de pensiones, a las cajas de ahorros, a la caja de cooperación y al sindicato.
Es necesario que, a falta de propiedad privada, le sea facilitado el acceso a la propiedad
en común.
Como observa Monseñor Ketteler, la religión cristiana es tan fecunda en medios
que con la libertad no tardaría en reconstituir el patrimonio de las corporaciones
confiscado por la Revolución en perjuicio del pueblo.
16. – El salario mínimo
La determinación de un salario mínimo debe hacerse para los empleos públicos.
Esta será una pauta y como una base para los contratos privados, relativos a trabajos
análogos.
El Estado patrono, más que ningún otro, debe proporcionar un salario suficiente
para mantener al obrero sobrio y moral.
Bélgica ha entrado en esta vía. Los obispos han insistido ante las fábricas de las
iglesias para que estas instituciones tomen las medidas necesarias para impedir que el
salario de un trabajo adjudicado públicamente se rebaje por debajo de la media de los
salarios convenientes de la región.
Este ejemplo es poco a poco imitado por las administraciones provinciales y
municipales, por los establecimientos religiosos y por las instituciones de beneficencia.
133
Especificando así el salario mínimo en el cuaderno de cargas, se impedirá a los
empresarios poco escrupulosos especular con la rebaja de los salarios.
17. – El contrato de trabajo
La ley se debe preocupar del contrato de trabajo para hacer observar lo que
concierne al salario justo, las garantías contra el despido arbitrario, el reglamento de los
talleres.
Una ley sobre el contrato de trabajo debe ocuparse de que el salario justo le sea
asegurado al trabajador, pero no puede determinarlo ella misma. Depende de
demasiadas circunstancias variables hasta el infinito.
Pero la ley puede establecer que las reclamaciones de los obreros puedan ser
llevadas a los Consejos de arbitraje, compuestos de patronos y obreros que se
determinarían según las necesidades de la región, las circunstancias y las dificultades
del momento.
Las garantías contra el despido arbitrario no pueden existir si no en cuanto la ley
sancione el recurso al patrono en la fábrica y el recurso contra la decisión del mismo
patrono a un Consejo arbitral.
Los reglamentos de los talleres, las reglas del trabajo son variables, pero deben
depender de los cuerpos profesionales, que los controlan en interés de la seguridad y de
la lealtad del trabajo.
La ley debe también fijar o, más bien, remitir al cuidado de las Cámaras de
trabajo el cuidado de fijar el máximo de los descuentos que se pueden hacer por las
diversas instituciones de cajas de pensiones o de seguros, y el máximo a que pueden
elevarse las multas.
18. – Las cajas de pensiones y los seguros
La ley debe exigir a los patronos la fundación de cajas de pensiones en casos de
enfermedad, de accidentes o de vejez, y regular su funcionamiento, de manera que los
patronos estén asegurados contra las exigencias excesivas y los obreros contra las
resistencias egoístas.
El peso de la enfermedad debe ser soportado ordinariamente por el obrero, y por
el patrono cuando es una consecuencia evidente de las malas condiciones del trabajo.
El peso de la vejez incumbe al obrero como hombre y le obliga a la previsión,
puesto que envejecer es una ley de su naturaleza. Como a menudo el obrero no puede
constituir una reserva a causa de sus cargas y también a causa de su debilidad natural o
de sus costumbres, el patrono a cuyo servicio el obrero ha envejecido debe preocuparse
junto con el obrero. La ley debe fijar un mínimo de contribución para las dos partes.
El sindicato obrero de Fourmies ha presentado el siguiente voto al Congreso
134
obrero de Reims: que toda fábrica garantice a sus obreros por medio de un seguro contra
todos los accidentes que puedan acaecerles a ellos durante el trabajo en la fábrica.
La justicia social quiere que ciertas clases no estén destinadas a terminar a cargo
de la caridad pública, mientras que su trabajo aprovecha a empresas privadas. El
proletariado industrial debe ser puesto a cargo de la industria.
19. – Convenios internacionales
Las aspiraciones hacia una protección eficaz de los trabajadores son
sensiblemente las mismas entre las naciones europeas. Por todas partes van a ser
tomadas medidas.
Por esta misma razón, se imponen convenciones internacionales. La industria, en
efecto, estaría en una situación de inferioridad relativa en los países en los que se le
impusieran sacrificios a favor de los obreros, mientras que al lado estarían impunemente
explotados.
La libre competencia actual es un estado de barbarie en el que los pobres obreros
pagan casi todos los gastos, ya que deben dejarse vejar a voluntad de sus patronos, para
que éstos puedan sostener una concurrencia que los aplasta.
Sobre todo lo que concierne a la acción del Estado, es preciso releer lo que dice
la Encíclica (edición de Lieja, cap. IV, págs. 20 a 31).
135
CAPÍTULO VIII __________
LOS VERDADEROS REMEDIOS: LA ACCIÓN DE LAS PARTES
INTERESADAS, PATRONOS Y OBREROS
La Encíclica Rerum novarum, al abordar la solución de la cuestión social, nos
recuerda los deberes de los dueños y de los patronos, al mismo tiempo que los de los
obreros1.
Señalamos en primer lugar sumariamente los deberes de los obreros: 1) deben a
sus patronos una obediencia respetuosa en las relaciones profesionales y en relación a su
autoridad; 2) deben realizar fielmente todo el trabajo al que se han comprometido por un
contrato concertado libremente y conforme a la equidad; 3) sus reivindicaciones deben
estar exentas de violencia y no revestir nunca la forma de sediciones.
Los principios de los que derivan los deberes del patrono son la misma autoridad
patronal y el contrato de trabajo. El patrono ejerce una autoridad social que tiene alguna
analogía con la del padre de familia. Puede y debe velar por todos los intereses de
aquellos que las circunstancias providenciales y un contrato libre han puesto bajo su
dirección.
Estos deberes de los patronos pueden reducirse a tres capítulos principales:
relativos a la vida física, a la vida moral y a los intereses temporales del obrero.
1. – Deberes de los patronos relativos a la vida física del obrero
Se trata de poner literalmente en práctica el quinto mandamiento de la ley de
Dios: “No matarás”. No nos debemos hacer ilusiones y esconder un mal que lleva a
consecuencias tan dolorosas. El patrono que no vigila la seguridad y la salubridad de sus
talleres, el patrono que hace trabajar a niños demasiado tiempo, o les hace trabajar
demasiado pronto, antes de su completo desarrollo físico; el patrono que emplea
mujeres y chicas jóvenes en trabajos por encima de sus fuerzas, el patrono que tiene a
las madres de familia en la fábrica en los últimos días de su embarazo, en los días
previos a sus partos o en los días de lactancia; o incluso aquel que pide a los obreros
demasiadas horas de trabajo, un trabajo sin tregua o sin descanso semanal, un trabajo
que se continúa en la noche sin necesidad; este patrono, digo, peca contra el quinto
mandamiento del Decálogo. Por tanto, viola a la vez los preceptos de la ley natural y los
de la religión revelada.
1 Encycliques de Léon XIII, 7 vol. à 1 franc, Paris, 5, rue Bayard.
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Es ésta la fuente de la que se derivan todos los deberes de los patronos relativos
a las horas de trabajo, al descanso semanal, al trabajo de los niños, de las mujeres y,
particularmente, de las madres de familia. Debe de ocuparse de una reglamentación
prudente y justa.
Es cosa no menos evidente que el patrono debe velar por la salubridad de la
fábrica, y que debe hacer uso de todos los medios para prevenir los accidentes que
pueden poner en peligro la vida o la salud de los obreros.
¡Cuántos, por desgracia, se engañan! ¡Qué crimen se comete con los obreros,
con las familias y con la patria, reduciendo tantas saludes robustas a la anemia y a la
tisis por trabajos aplastantes y sin tregua, en la atmósfera malsana de las fábricas!
En nuestras ciudades, las familias de obreros se consumen por la tisis en la
segunda generación.
2. – Deberes de los patronos relativos a la vida moral de los obreros
Estos deberes son, en parte, negativos y, en parte, positivos.
En primer lugar, el patrono no puede permitir que sus talleres sean un hogar de
corrupción, una ocasión de escándalo. También esto lo prohibe el quinto precepto del
Decálogo, ya que el patrono no puede atentar contra la vida moral de los obreros, igual
que no puede atentar contra su vida física; no puede matar las almas, como no puede
matar los cuerpos. Por tanto, no le es lícito poner al obrero en la imposibilidad de
cumplir sus deberes religiosos.
De ahí se originan los deberes relativos a la elección y clasificación de los
obreros, a la selección de los mandos secundarios, a la disciplina del taller, a la
protección de la mujer y del niño.
El primer deber es relativo a la selección del personal. ¿Acaso un padre de
familia permite entrar a cualquiera en su hogar?
El patrono debe conocer su personal y alejar los elementos malos, especialmente
los elementos corruptores.
El patrono debe escoger con cuidado las autoridades secundarias del taller, los
directores y encargados. Debe escoger a los más honrados y los más dignos. Debe
imponerles la imparcialidad y la vigilancia. Debe exigirles el buen espíritu y el buen
ejemplo. Ellos son, en efecto, uno de los más poderosos medios de conservación o de
destrucción de la vida moral en el taller.
Se ha observado, generalmente, una profunda degradación de la mujer en los
talleres modernos. Esto acaece porque los patronos han dejado reinar la promiscuidad
de los sexos y la impunidad de la seducción. Para ponerle remedio, los patronos deben
tomar a la vez medidas de preservación, de vigilancia y de represión.
Los patronos preservarán a las obreras organizando horas de entradas y de
137
salidas diferentes, talleres especiales y evitando el trabajo nocturno de las mujeres.
Proveerán a la vigilancia, instituyendo en los talleres consejeras o delegadas
encargadas de proteger la virtud de sus compañeras.
Reprimirán el mal, mediante el castigo severo de los actos y de los discursos
licenciosos y mediante la expulsión de los seductores.
En cuanto a los aprendices, el deber del patrono es el de confiarlos a maestros
obreros de una moralidad y de una prudencia a toda prueba, de ponerlos a seguro, en
cuanto sea posible, del vicio y de la corrupción, y de asegurarlos contra todo abuso de
autoridad por parte de aquellos que los emplean.
El patrono debe, finalmente, proscribir la blasfemia y la impiedad, los malos
libros y periódicos, las conversaciones inmorales e impías. No puede permitir aquello
que hiere los derechos y lo que tiende a viciar el espíritu y a corromper el corazón de los
obreros.
Pero esto no es todo. A los deberes negativos se añaden deberes positivos. El
patrono no debe solamente proscribir el mal, debe también proteger y favorecer el bien.
El patrono cumple en relación a sus obreros deberes análogos a los de un padre
con sus hijos, en la medida de la autoridad que Dios le ha dado sobre ellos.
Está obligado por caridad a corregir sus vicios y a reconducirlos a la fe y a las
prácticas religiosas. Tiene el derecho y el deber de exigir a sus empleados y a sus
obreros la observancia de los mandamientos de Dios y de la Iglesia. Este deber lo tiene
en calidad de padre. El patrono debe cumplirla con sabiduría y prudencia, buscar las
circunstancias favorables y esperarlas, si es necesario, sin perder de vista la finalidad a
conseguir.
La santificación del domingo y las asociaciones son los medios más oportunos
para llegar al resultado deseado.
El patrono debe facilitar a sus obreros el cumplimiento de sus deberes religiosos;
y, por esto, debe entenderse con los ministros de la Iglesia para escoger los medios más
favorables.
El cumplimiento de estos deberes solo será posible si el patrono se interesa por
sus obreros y si se gana su afecto y su benevolencia.
El patrono, finalmente, debe saber que, sin el ejemplo, todos sus esfuerzos serán
inútiles. Es preciso que los obreros puedan reconocer en él su modelo desde el punto de
vista moral y religioso.
3. – Deberes de los patronos relativos a los intereses temporales de los
obreros
Estos deberes se relacionan con el salario y con la asistencia.
138
El salario es la justa retribución dada al obrero en compensación por su trabajo.
El obrero debe conservar su existencia y asegurar la subsistencia de su familia. Para esto
no tiene otro medio más que el salario: el salario, pues, debe bastarle.
El trabajo no es, pues, una mercancía que pueda experimentar todas las
fluctuaciones de la oferta y la demanda. Es un acto humano al cual debe corresponder
un salario suficiente para la subsistencia de la familia.
No hay dudas hoy, después de las demostraciones del Cardenal Manning, de
Monseñor Nicotera, del Consejo de estudios de la Obra de los Círculos y de tantos
otros1.
No es necesario que a este salario se llame salario familiar. Basta llamarlo
salario normal. Debe ser suficiente para la vida ordinaria de una familia de obreros,
según la media ordinaria y según los países.
El actual estado de competencia desenfrenada y de superproducción a ultranza,
superior en mucho al consumo, es un estado de crisis.
El mínimo del salario o el salario normal no puede ser determinado sino con la
ayuda de las corporaciones para cada una de las regiones.
Puede experimentar algunas excepciones en caso de trabajo defectuoso y para
los obreros que no tienen ni la salud ni la capacidad ordinarias.
La justicia y el interés social exigen que el salario normal sea determinado
progresiva y prudentemente. Podrá ser determinado, en primer lugar, para los trabajos
del Estado y de los ayuntamientos. Se trata del futuro mismo de la sociedad, que
amenaza con debilitarse cada vez más, o con hundirse en la ruina por la rebelión de
aquellos que sufren injustamente.
El patrono y los encargados, debiendo juzgar el trabajo y, muy a menudo,
decidir las sanciones así como pronunciar sentencia de despido de un mal obrero, deben
conocer bien el trabajo. Deben haber puesto la mano en él y haberlo ejercido. De lo
contrario, los obreros serán muchas veces lesionados y su enfado recaerá sobre el
patrono. El obrero desprecia al patrono que no conoce el trabajo y se rebela contra el
encargado incapaz de ejecutar lo que hace un buen obrero.
El patrono hará bien en preocuparse también del empleo del salario y de su
dilapidación, fuente ordinaria del pauperismo. Él puede usar todos los medios que su
autoridad le atribuye, para que el salario sea empleado en la subsistencia del obrero y en
el mantenimiento de su familia, y para que el sobrante sea invertido como ahorro. Debe
escoger en consecuencia el día y el modo de pago más favorables.
Para ayudar al obrero a utilizar su salario, el patrono puede recurrir a
instituciones económicas que han dado pruebas de su honradez y de su capacidad de
1 Léon XIII et les conditions du travail. Carta pastoral del cardenal MANNING.
Le minimum de salaire et l’Encyclique “Rerum novarum”. Informe de Monseñor NICOTERA al
Congreso de Génova.
L’Association catholique, 15 de diciembre de 1893.
139
gestión, tales como las cajas de pensiones, los seguros de vida, las cajas corporativas,
etc.
El patrono tiene, además, un deber especial de asistencia caritativa hacia sus
obreros, ya que debe comportarse hacia ellos como un buen padre de familia y
preocuparse de sus intereses morales y materiales.
Está obligado, particularmente, a cumplir este deber cuando la pérdida de la
salud, los accidentes, la muerte de un padre o de una madre de familia hacen que sean
insuficientes los recursos de una familia de obreros.
El patrono no está obligado a socorrer a sus obreros en sus necesidades
ordinarias nada más que con lo superfluo de sus bienes; pero en caso de necesidades
extremas, incluso debería imponerse privaciones.
4. – Deberes de los patronos fuera de la fábrica
Los deberes del patrono se extienden más allá de la fábrica. No puede
desinteresarse de la familia de sus obreros, ni de su conducta fuera de la explotación.
No es ésta una servidumbre para el obrero, como no es una servidumbre ni una
humillación para el niño la vigilancia del padre de familia.
Sin embargo, estos deberes relativos a la vida exterior del obrero son menos
rigurosos, porque la autoridad del patrono en estos casos se ejercita menos plena y
fácilmente.
El patrono celoso y devoto debe interesarse en la educación y en la vigilancia de
los niños.
Debe esforzarse en prevenir a sus obreros y en protegerlos contra las influencias
funestas de los instigadores, de los políticos, los taberneros y los enemigos de todo tipo
que viven a expensas del obrero.
Debe ocuparse de los alojamientos de sus obreros, asegurarse de si son
suficientes y de si salvaguardan las condiciones de higiene y moralidad.
Debe, finalmente, proveer a que el obrero esté cerca de la iglesia, la escuela, las
asociaciones religiosas y corporativas.
El jefe de una fábrica debería imponerse sacrificios para fundar, al lado de la
fábrica, una capilla y escuelas.
5. – Los medios de acción
El principal medio de acción es el ministerio sacerdotal. El patrono debe ponerse
de acuerdo para ello con la autoridad eclesiástica.
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Debe poner a sus obreros en actitud de recibir instrucción religiosa y de cumplir
sus deberes de cristianos.
Si la fábrica es importante y la organización no puede concordar con la vida
parroquial, el patrono deberá procurar una capilla a sus obreros.
El patrono está obligado, bajo pena de pecado, a proporcionar a sus obreros la
facilidad para que puedan cumplir sus deberes de cristianos.
Está obligado a ocuparse de las escuelas, cuya influencia es tan grande sobre
toda la familia del obrero. Y, por tanto, tiene la obligación de disuadir a sus obreros de
enviar a sus hijos a las escuelas neutras u hostiles a la religión. Y, si cerca de su fábrica
o de su explotación rural no hay buenas escuelas, debe hacer lo posible para crearlas.
Las asociaciones son un medio de acción esencial. Sin embargo, no deben ser
obligatorias. Proceden de la caridad más que de la justicia y la caridad atrae más que
constriñe. El obrero que fuera obligado a entrar en una asociación constituiría en ella un
germen de disolución y una causa de malestar.
Las asociaciones se deben gobernar por sí mismas. Ésta es una condición
necesaria para que reinen en ellas la iniciativa y el espíritu de apostolado.
La asociación obrera se vincula prácticamente a la autoridad de la Iglesia y del
patrono por la presencia de derecho o, de hecho, del sacerdote y del jefe de la familia
obrera en el seno del consejo obrero.
La asociación más necesaria es la asociación religiosa. Ella preparará almas de
élite y suscitará el espíritu de abnegación.
Algunas asociaciones deben agrupar a los niños, otras a los jóvenes, otras a las
chicas jóvenes, otras a los hombres, otras a las madres de familia.
En las grandes fábricas aisladas y dotadas de una capilla, las asociaciones son
particulares de la fábrica. En otras partes, las asociaciones son parroquiales y los
patronos velan para que todo su personal forme parte de estas asociaciones.
Además de las asociaciones religiosas, que tienen su centro en la iglesia, hay
asociaciones moralizadoras y asociaciones económicas.
Las primeras comprenden las Conferencias obreras de San Vicente de Paúl, los
Patronatos, los Círculos, de los que hablamos en el capítulo de las Obras. A éstas se
pueden añadir los delegados de taller y de barrio. Un folleto especial que se puede
encontrar en la Obra de los Círculos (en el número 262, del boulevard Saint-Germain),
explica su funcionamiento.
Entre las asociaciones económicas, citamos: las Sociedades de seguros mutuos,
las cajas de ahorros, de previsión, de pensiones, los bancos populares, las cajas de
préstamos, las Sociedades cooperativas, los economatos, etc.
Hablamos también de todas estas instituciones en el capítulo de las “Obras” y en
el de las “Corporaciones” (2ª parte).
141
CAPÍTULO IX ________
LOS VERDADEROS REMEDIOS: LA ACCIÓN DE LAS ASOCIACIONES
PROFESIONALES
1. – Nociones históricas
¡Corporación! Esta palabra evoca en la mente un pasado lejano y glorioso, la
Edad Media, en la que florecieron sus admirables “Corporaciones obreras”.
En las muchas dificultades de la vida, los trabajadores encontraron siempre en
las corporaciones una fuerza y una ayuda. A menudo, en ellas encontraron la gloria.
Todas las obras maestras de la Edad Media y del primer Renacimiento son fruto de las
corporaciones.
Las corporaciones no eran solamente agrupaciones profesionales, eran
instituciones sociales. Eran la base de la organización comunal. Las corporaciones
habían hecho ascender a los trabajadores a un rango social elevado en nuestras ciudades.
Tanto, que no estaban situadas debajo de la burguesía a un nivel social inferior; eran
ellas mismas la burguesía.
Lejos de avergonzarse del propio trabajo, los trabajadores estaban orgullosos de
él y tenían un sentimiento del honor profesional singularmente delicado. Cualquiera
que, por su conducta o sus relaciones, manchaba el noble blasón del oficio, era
severamente excluido de él. Las honorables insignias de la profesión eran exhibidas con
orgullo sobre las banderas y, por todas partes, en los desfiles pacíficos o en las
expediciones militares, se veían ondear orgullosamente los estandartes de los “oficios”
junto a los escudos y rótulos, que llevaban los símbolos heráldicos de la caballería (ver
G. KURTH, Les corporations ouvrières au moyen âge).
Su prosperidad perdió a las corporaciones. En los siglos XVII y XVIII
admitieron a miembros extraños al oficio y así se introdujeron los abusos.
La Revolución, allí como en otras partes, en lugar de reformar, destruyó.
Pero la hora histórica ha sonado. Por todas partes, en Europa, los obreros piden
la libertad de unirse y los católicos reclaman corporaciones adaptadas a las necesidades
presentes. En Alemania, en Italia, en Bélgica, en Francia, los propósitos son los mismos.
La Encíclica sobre la condición de los obreros ha fortificado todavía más este
142
movimiento de evolución. Nosotros reclamamos todas las corporaciones como un
medio para asegurar al pueblo el disfrute de sus derechos esenciales desconocidos por el
régimen individualista.
La organización profesional nos dará el medio de asegurar al obrero la dignidad
y la justa medida de su trabajo, de determinar en cada profesión industrial o agrícola la
medida del justo salario, de garantizar las indemnizaciones a las víctimas de accidentes,
de enfermedades o de paros, de crear una caja de pensiones para la vejez y, finalmente,
de asegurar la representación del trabajo en los parlamentos nacionales (Discurso del
señor de Mun en Saint-Etienne).
2. – Principios generales
Después de la relajación de los vínculos religiosos y de los de la familia, ha
contribuido, como se ha visto, al malestar social el relajamiento de los vínculos
profesionales. El restablecimiento de estos lazos es, pues, un remedio indicado.
La asociación de los obreros por profesiones es de derecho natural. Fue un acto
absolutamente tiránico aquel decreto de la Convención que sancionó con la pena de
muerte a los ciudadanos que hubieran intentado restablecer la asociación profesional a
título de un “pretendido interés común”.
Nótese bien este texto histórico: resulta de toda la doctrina económica de la
escuela, que pretende que no hay intereses comunes entre los miembros de la misma
profesión, y que, en consecuencia, hace de la competencia desenfrenada, es decir, de un
combate sin piedad, la ley única de la existencia para aquellos que pertenecen a
profesiones manuales.
Todos los hombres que viven en la misma condición social, todos los patronos
de una misma industria, por ejemplo, o todos los artesanos de un mismo oficio, tienen,
de hecho, intereses idénticos; y todos aquellos que ejercen la misma profesión, aunque
sea en condiciones sociales diversas, como los patronos y los obreros de una misma
industria, tienen intereses conexos. Es, pues, natural que se asocien para mantener y
agrupar los intereses idénticos y para coordinar los intereses conexos.
La asociación es, entonces, simple o compleja, según se apoye únicamente
sobre condiciones idénticas, como lo haría una asociación de obreros del mismo oficio,
o bien se apoye sobre intereses conexos, como los de patronos y obreros de la misma
profesión. Los intereses de los patronos y de los obreros no son todos idénticos, porque
aquellos encontrarán su ventaja en la rebaja de los salarios y éstos en su aumento. Pero
son conexos; porque el establecimiento de los salarios depende de la prosperidad de la
profesión, es decir, de las condiciones más o menos ventajosas que encuentra para la
colocación de sus productos y para darles salida.
Cuando la asociación es simple, se funda solamente sobre uno de los elementos
de la profesión, constituye un Sindicato simple; cuando es compleja, es decir, cuando
reúne todas las condiciones diversas de la profesión, tales como el obrero y el patrono,
el propietario y el aparcero, es un Sindicato mixto que adquiere así el carácter
corporativo.
143
El ejercicio de estas dos formas de asociación está hoy determinado por la ley
del 21 de marzo de 1884, la cual, después de un siglo, ha restituido el derecho de
asociación a las profesiones manuales, bajo ciertas condiciones restrictivas.
De estas restricciones, las principales son la prohibición a las asociaciones de
recibir miembros extraños a la profesión; la de poseer inmuebles que vendrían a ser
bienes inalienables; la prohibición de tener un carácter religioso o político, la de
inmiscuirse en intereses no estrictamente profesionales. Finalmente, los sindicatos no
deben realizar ningún acto comercial. Sin embargo, la jurisprudencia no ha determinado
todavía en qué medida los sindicatos pueden hacer actos como Sociedad de consumo, es
decir, satisfacer los encargos de sus miembros sin obtener beneficio de ello, en lugar de
limitarse solamente a mantenerlos unidos. Pero es cierto que a los sindicatos les está
prohibido hacer actos de Sociedad cooperativa propiamente dicha.
Finalmente, la ley autoriza a los sindicatos a formar en su propio seno uniones
sindicales, pero no reconoce a estas uniones ni el derecho de poseer, sea en la medida
que sea, ni el de promover acción en justicia. Se puede decir así que más bien tolera que
admite estas asociaciones, puesto que no les reconoce la personalidad civil.
Tal como son las cosas, y a pesar de estas restricciones, desconocidas en gran
parte para el antiguo régimen de las corporaciones, el nuevo régimen concerniente a los
sindicatos puede todavía dar buenos frutos si es aplicado con un espíritu de justicia y de
concordia.
Los sindicatos mixtos dan por sí mismos un testimonio de concordia entre
patronos y obreros, puesto que unos y otros aceptan reunirse, sin confundirse, para
regular juntos cuestiones de interés común.
Allí donde las dos clases están demasiado divididas para prestarse a esta forma
compleja de asociación, las asociaciones simples, sean patronales u obreras, pueden
también, manteniendo cada una la propia autonomía, entenderse para proporcionar cada
una la mitad de los miembros y constituir así los Consejos de arbitraje y de conciliación
permanentes. Los asociados se obligan entonces a no recurrir, en caso de desacuerdo, a
la jurisdicción profesional o común hasta después de haber encomendado sus litigios al
Consejo.
Esta institución funciona muy felizmente en Inglaterra, en la gran industria, y
comienza a establecerse en Francia en las mismas condiciones.
No es por otra parte la única ventaja de los sindicatos mixtos, que son la
verdadera base del régimen corporativo.
La constitución de un sindicato, cualquiera que sea su composición, debe, para
producir buenos efectos, responder a ciertas condiciones; tales son: la estabilidad de la
dirección, estabilidad que se puede asegurar por disposiciones estatutarias que moderan
el principio electoral, tales como la renovación parcial de los miembros de la dirección
(el buró) y el reservar a esta dirección el derecho de presentación; el reparto de las
cargas entre el mayor número de asociados a fin de que se interesen cada vez más en la
gestión de los intereses comunes: la garantía de que ninguno de estos intereses será
sustraído a la decisión y al control de la asamblea de los socios; el mantenimiento del
144
número de socios dentro de unos límites que les permita conocerse entre sí y poder
aceptar una cierta solidaridad, sin la cual no hay una verdadera y propia asociación. Más
allá de estos límites, se necesita recurrir a la unión sindical a pesar de su inhabilidad
para la gestión de instituciones económicas, para obtener la representación, al menos
regional, de los intereses de la profesión, que es uno de los grandes beneficios del
régimen corporativo.
Además de estas condiciones generales, consecuencia de la ley, hay condiciones
especiales según la naturaleza de cada profesión.
3. – La corporación en la gran industria
En la gran industria, el objetivo del régimen sindical es el de regular de común
acuerdo todo aquello que interesa a las dos partes en el contrato de trabajo: al patrono y
al obrero. Este reglamento sindical no es un atentado a la libertad de este contrato, sino
una transformación de su carácter individual en un acuerdo colectivo. Puede apoyarse
sobre todo o sobre parte de los puntos siguientes: el precio de los salarios, duración y
condiciones del trabajo, higiene y salubridad de los talleres, reglamentos de la fábrica,
admisión y despido de los obreros, ayuda en casos de cargas extraordinarias familiares o
de enfermedades, indemnizaciones en caso de accidente, pensiones de jubilación.
Todos estos complementos del salario pueden obtenerse con el régimen sindical,
sea por medio de pactos variables con las industrias, sea por el sistema de cajas
particulares, mantenidas con desembolsos fijos y con primas de participación en la
prosperidad de la industria y garantías para el capital de fundación, sea con el recurso a
compañías que ofrezcan garantía.
Todas estas cuestiones, que hoy entran en el campo de la legislación, serán
reglamentadas mejor en el régimen sindical que en el del individualismo1.
Finalmente, la cuestión de la crisis por sobreabundancia de producción, que
causan las alternativas del trabajo excesivo y del paro puede ser, al menos, atenuada en
sus dificultades y en sus terribles consecuencias mediante el juego de las uniones
sindicales, como algo que sucede ya en ciertas industrias2.
4. – La corporación en las artes y los oficios
En las artes y los oficios. En tiempos lejanos estuvimos gobernados por el
régimen corporativo; las principales disposiciones de este régimen pueden todavía
restablecerse en la medida en que se sienta la necesidad: para fijar el reglamento de los
aprendices, el valor del trabajo ejecutado por encargo, las condiciones con las que el
1 Si los patronos hubieran tenido ellos solos la iniciativa de estas instituciones, solamente
algunos tendrían la generosidad de establecerlas. Con el desarrollo de las corporaciones se impondrán por
todas partes. 2 En la industria lanera, por ejemplo, para impedir la superproducción en un tiempo de crisis, las
uniones sindicales del Norte se pusieron de acuerdo para moderar el trabajo y restringirlo a un cierto
número de horas determinado para cada semana. Sin estas medidas, los precios se habrían degradado
todavía más y muchas fábricas se habrían cerrado mandando a la calle a centenares de obreros.
145
trabajo debe ejecutarse; para la colocación de los desocupados, para las instituciones de
ayuda mutua y también para las cajas de préstamos, que facilitarían al buen obrero el
establecerse por su cuenta.
La concesión de títulos de capacitación, que proporcionarían al obrero un cierto
ascenso en la profesión e incluso en la sociedad, y por otra parte la garantía de la
honorabilidad y de la perfección de la casa, que equivalían para el patrono a estas
mismas ventajas, eran unas de las tareas de los jefes de las corporaciones de las artes y
respondían a uno de los más nobles sentimientos de la naturaleza humana y de la
sociedad. La clientela no encontraba menos ventaja en esta garantía de la bondad de los
productos y del honor profesional.
Todo esto hoy ha desaparecido y ésta es una de las causas por la que los
compradores se han acostumbrado a hacer sus compras en los grandes comercios.
Éstos, haciendo las compras por grandes cantidades, ofrecen a los productores
tales ventajas que obtienen de ellos grandes rebajas y acaparan el mercado, hasta el
punto que las casas donde se trabajaba todavía sobre encargo se ven obligadas a adquirir
de los grandes comercios las materias primas.
El sindicato pondría fin a estos acaparamientos, recogiendo los encargos y
manteniendo la clientela con precios que estarían bastante disminuidos.
Las uniones sindicales facilitarían todavía más esta acción, ofreciendo, gracias al
acuerdo de los diversos sindicatos, las mismas facilidades de exposición y venta que en
los grandes almacenes.
El régimen sindical, en una palabra, mantendría e incluso mejoraría las
condiciones de una mano de obra de élite, que es el honor de la profesión, y que
desaparece por todas partes, no ya por la competencia de la máquina, la cual no puede
suplirlo, sino por la competencia de la confección de pacotilla.
5. – La corporación en la agricultura
En la agricultura, “la gran abandonada” bajo el régimen actual del
individualismo, el sindicato se propaga rápidamente entre los modestos agricultores y
en las regiones con régimen de aparcería en las que el propietario toma la iniciativa.
Responde a una gran necesidad de solidaridad que tienen las poblaciones rurales para
quedar agarradas al suelo. Les proporciona, sobre la base del simple crédito personal y
gratuito, todas las ventajas tan preciosas del crédito real, para la facilitación de las
compras, de las ventas, y de todas las transacciones1.
La propagación de buenos métodos de cultivo, que varían sin cesar con la
creación de nuevos instrumentos, de nuevos fertilizantes y de nuevas necesidades, no es
uno de los menores beneficios de los sindicatos. La mayor parte de las aseguradoras
1 El agricultor, bien conocido de sus consocios, obtiene fácilmente, por el concurso del sindicato,
un crédito personal gratuito o poco oneroso, crédito que a él le costaría muy caro en la banca, donde le
pedirían garantías y altos intereses.
146
encuentran allí una excelente base de mutualidad1.
La transformación de los contratos de trabajo, que debe marchar a la par con las
nuevas formas de cultivo, no podría efectuarse en mejores condiciones que las
elaboradas en el seno del sindicato.
Finalmente, las uniones sindicales entre las asociaciones locales o cantonales de
una misma provincia han hecho ya sus pruebas como órganos representativos de la
agricultura, que reclamaba en vano ser dotada por los poderes públicos. En resumen, el
régimen sindical no ha sido una revolución, sino más bien una revelación para las
poblaciones agrícolas, las cuales parecían formar en la sociedad política un cuarto
estado tan desdeñable cuanto descuidado.
6. – La corporación en las profesiones liberales
Las profesiones liberales no tienen menos necesidad que las profesiones
manuales del restablecimiento de vínculos profesionales. Pero la ley sobre la
organización de los sindicatos no se aplica todavía a las profesiones liberales de las
cuales hemos descrito el modo de actuar. Por otra parte, varias de entre ellas han
conservado una organización corporativa más o menos completa, tal como se da entre
los abogados y ciertos oficiales públicos.
Otras tienden a unirse en corporación, teniendo a su favor una jurisprudencia
complaciente. Otras profesiones, finalmente, están unidas en Cuerpos por un principio
diverso de aquel de la asociación, pero están, sin embargo, en parte, sustraídas a la
acción disolvente del individualismo: así el ejército, la magistratura, el clero. Los dos
primeros de estos Cuerpos han conservado incluso sus propios tribunales, lo que es un
privilegio de los más esenciales en la organización profesional.
En fin, el principio de la asociación debe obtener el reconocimiento de su
derecho imprescriptible en todos los órdenes de la actividad que no constituyen
profesiones propiamente dichas, pero unen a los hombres en un objetivo eminentemente
social; tales son las órdenes religiosas, las Sociedades de beneficencia, las sociedades de
enseñanza, etc., puesto que en todas las condiciones el progreso de la civilización no se
puede mantener y continuar sino por medio de la asociación.
7. – El patrimonio corporativo
La propiedad colectiva, sindical o corporativa, poco importa el nombre que le
sea dado, es indispensable para el funcionamiento y para el desarrollo de las
asociaciones.
Gracias a los recursos acumulados durante los diversos siglos, las corporaciones
de otro tiempo habían llegado a ser bastante poderosas para garantizar el honor y la
lealtad de los oficios, para desarrollar los progresos de la profesión, para formar y
1 Las mutuas de seguros, facilitadas por los agrupamientos sindicales, son más ventajosas que los seguros
ante las grandes Compañías que buscan, sobre todo, el interés de sus accionistas.
147
proteger a los aprendices, para poner sus miembros y sus familias, sus viudas y sus
huérfanos, al abrigo de todos los accidentes, de todas las miserias de la vida; y en
ciertos momentos de nuestra historia, en la jornada de Bouvines, por ejemplo, para
suministrar al rey hombres de armas y dinero.
Uno de los grandes errores de finales del siglo pasado1 ha sido el de suprimir y
prohibir la propiedad colectiva, para no dejar subsistir nada más que a la propiedad
individual y, como todo error llama a otro, han venido los socialistas, que han negado la
legitimidad de la propiedad individual, y han concluido con su supresión y con su
sustitución por la propiedad colectiva.
La verdad está en la coexistencia de estas dos clases de propiedad, tan legítimas,
tan sagradas, tan necesarias la una como la otra.
La propiedad colectiva, lejos de amenazar la propiedad individual, la fortifica y
la salvaguarda.
Para aquel que individualmente no posee nada, la propiedad colectiva es a la vez
un consuelo por no ser propietario y un estímulo para llegar a serlo; y, esperando que le
facilite el acceso a la propiedad, ésta le procura ciertas ventajas, dándole el derecho de
gozar de ciertos objetos, de usar de ciertas cosas y asegurándole ciertas ayudas médicas
u otras, no a título de limosnas, sino como coparticipante de la propiedad colectiva.
No sería demasiado comprometer a los sindicatos a no perder nunca de vista la
necesidad de constituirse un patrimonio, el cual les es indispensable para desarrollarse,
para aumentar el número y la importancia de sus servicios y, sobre todo, para fundar
instituciones de asistencia y previsión, que deben ser el objeto constante de sus
preocupaciones y de sus esfuerzos.
8. – Conclusión
En resumen, el sindicato, es decir, la asociación profesional espontánea como
punto de partida, la organización corporativa como punto de llegada: he aquí las vías de
la reorganización social. Ahora bien, falta darse cuenta de cómo el punto de partida se
enlaza con el punto de llegada.
La consulta a los sindicatos por los poderes públicos es el primer paso en este
encaminamiento.
El segundo sería el establecimiento, por vía administrativa, de colegios
profesionales2 cuyos miembros serían llamados al voto en todas las disposiciones
especiales requeridas por los sindicatos y juzgadas aceptables por el poder.
El tercero y último paso sería dado con la constitución, sobre esta doble base del
sindicato y del colegio profesional, de los Cuerpos representativos, semejantes a las
Cámaras de comercio actuales, encargadas de redactar en permanencia, o en épocas
1 Se refiere el autor al siglo XVIII. 2 Se trata aquí de los cuerpos de los estados que agrupan a los sindicatos libres de la misma
profesión como ha sido establecido en Alemania.
148
determinadas, los protocolos de las profesiones respectivas, los “cahiers”, como decían
nuestros padres.
Tal organización del Estado nos daría verdaderamente un gobierno
representativo, haciéndolo reposar sobre el régimen corporativo, y serían los mejores
cimientos de aquello que en otro tiempo se llamaban libertades públicas y que hoy se
llama democracia.
De esto no sería difícil obtener una organización del Parlamento o del Senado
basada en la representación profesional. Es esta una idea que gana terreno y éste podría
ser acaso el remedio a la incoherencia y a la esterilidad de nuestros parlamentos,
compuestos demasiado generalmente de políticos embrollones e incompetentes.
Ciertamente, el solo hecho de una buena constitución orgánica no sería
suficiente para elevar la grandeza moral de una nación. Pero se puede decir que esto es
la condición necesaria: Mens sana in corpore sano.
149
APÉNDICE
A LA PRIMERA PARTE _______
PROGRAMA
DE LAS REFORMAS SOCIALES CRISTIANAS, ADOPTADO POR
LA OBRA DE LOS CÍRCULOS CATÓLICOS DE OBREROS
I. – Nuestros estudios nos han conducido a la conclusión de que, como
consecuencia de la relajación y de la disolución de los vínculos sociales, la justicia
cristiana se encuentra alejada de la sociedad, y la caridad ha sido reducida a la
impotencia.
Hemos atribuido este fenómeno a las falsas doctrinas de las que se ha jactado la
Revolución y nosotros hemos sido confirmados en este juicio, en muchas
circunstancias, por el lenguaje mismo del Soberano Pontífice.
El Papa nos ha animado a buscar en el restablecimiento de los vínculos
corporativos los medios más eficaces para asegurar a los trabajadores un salario justo y
una existencia conforme a la dignidad humana.
Debemos, pues, dirigir todas nuestras iniciativas privadas y orientar todas
nuestras reivindicaciones públicas hacia esta reforma fundamental: la reorganización
corporativa de la sociedad. Nosotros decimos “de la sociedad” y no de tal o cual de sus
elementos exclusivamente, porque el respeto igual del derecho de cada uno, así como la
armonía entre todos, no podría encontrar mejor garantía.
Persiguiendo este objetivo, debemos llevar remedios más rápidos, aunque fueran
menos completos, para los males más apremiantes, tales como la impiedad pública, la
desorganización de la familia y la miseria inmerecida, tan frecuente entre las clases
populares.
II.- Escribiremos, pues, en primer lugar, estas cuestiones vitales para nuestro
programa, y trabajaremos para restablecer la religión reclamando la libertad de la Iglesia
en su establecimiento, en su reclutamiento y en su enseñanza.
III. – En lo que concierne a la familia, reclamaremos contra los ataques dirigidos
a la indisolubilidad del matrimonio, a la integridad y a la estabilidad del hogar
doméstico y a los derechos del padre de familia.
150
IV. – En lo que respecta a la sociedad civil, proseguiremos la organización de
las profesiones en Cuerpos autónomos. Mantendremos el espíritu y las formas
corporativas en las profesiones que las han conservado; las introduciremos en aquellas
que no los tienen todavía, mediante el desarrollo del movimiento sindical.
V. – Reconoceremos a los sindicatos profesionales, cualquiera que sea la
condición de sus miembros en las profesiones, las facultades siguientes:
a. - Derecho de propiedad tan extenso como lo exigen las necesidades de la
asociación;
b. - Derecho de jurisdicción profesional sobre sus miembros;
c. - Derecho de representación ante los poderes públicos.
Además, para aquellos sindicatos que presentan el carácter corporativo, es decir,
que reúnen, sin confundirlos, los elementos diversos de la profesión (Sindicatos de
patronos y de obreros, de propietarios y de colonos):
d. – El establecimiento de Consejos de conciliación y arbitraje para prevenir los
conflictos y resolverlos;
e. – La preparación de reglamentos profesionales que habrán de someterse a
referéndum profesional y a la homologación de los poderes públicos.
VI. – Para la industria, en particular, estos reglamentos deben garantizar, de
acuerdo con la legislación:
- la protección de la mujer y del niño;
- la limitación de las horas de trabajo, según las condiciones de la profesión;
- la prohibición del trabajo dominical en las fábricas y talleres.
VII. – En la agricultura nos dedicaremos a promover sociedades de consumo y
de producción, de previsión y de crédito, sobre las bases de la mutualidad y de la
solidaridad; crearemos la asistencia en el campo por el restablecimiento del patrimonio
de los pobres y de los bienes propios en su beneficio.
VIII. - Este régimen corporativo debe establecer el salario suficiente para el
mantenimiento de una familia media, para el funcionamiento de las cajas de ayuda y
para subvenir a las cargas resultantes, especialmente, de los accidentes, de las
enfermedades y de la vejez, etc.
IX. - Todas estas reformas sociales no se podrían mantener sin una protección
eficaz contra la competencia extranjera, y sin un acuerdo internacional sobre la
legislación del trabajo y del crédito.
X. - Declaramos, al concluir, que ninguna reforma económica podría llegar a un
resultado sin la reforma de la especulación usurera, que es un dolo cualificado, puesto
que consiste en apropiarse legalmente de los frutos del trabajo de otro.
Invocaremos, en consecuencia, contra las nuevas formas dadas al azote de la
usura la colaboración de todas las fuerzas sociales, esto es:
151
a. – la de la Iglesia, con sus condenas renovadas en la Encíclica pontificia sobre
la condición de los obreros;
b. – la de la ley, con sus rigores, cuyo principio está también inscrito en el
Código penal;
c. – la de los poderes públicos, con sus disposiciones fiscales;
d. – la de las costumbres, que deben preservar a los miembros de la sociedad
cristiana del contacto con los usureros de cualquier especie.
153
SEGUNDA PARTE
OBRAS SOCIALES
154
155
CAPÍTULO PRELIMINAR
_______
HAY QUE IR AL PUEBLO
I
¡Hay que ir al pueblo! ¡Es necesario!
La frase es de León XIII. Se nos impone por la autoridad de quien la ha
pronunciado y por su verdad intrínseca.
Hay que ir al pueblo, porque se extravía, porque se equivoca, porque ha sido
engañado, porque ha sido inducido al error por hombres ilusos o perversos que le
inspiran las doctrinas más funestas.
Hay que ir al pueblo, porque es desdichado, porque sufre, porque está en un
estado de miseria inmerecida; porque está sin apoyo, al no tener ya las antiguas
corporaciones.
¿Cómo hay que ir a él? Por medio de la palabra y por las obras, por la palabra
privada y por la palabra pública, por las asociaciones religiosas y profesionales. Es
preciso ir a su hogar y a su taller. Es preciso llamarlo a reuniones y agruparlo en
asociaciones, para instruirlo y consolarlo, para asistirlo en sus sufrimientos y animarlo
en sus abatimientos, para escuchar sus quejas y sus deseos, para dirigirlo en sus
reivindicaciones, para hacerlo volver a Cristo, su Amigo, su Hermano, su Defensor y su
Salvador.
¿Eres sacerdote? Escucha al Santo Padre: “Es a vuestros sacerdotes, decía al
señor obispo de Lieja1, a quienes es preciso animar a ir al pueblo; ellos no pueden
quedarse encerrados en sus iglesias y en sus sacristías, es preciso que se sientan
animados por el espíritu apostólico, por el espíritu que animaba a san Francisco Javier
que iba, por todas partes, para predicar a todos la doctrina cristiana”.
Pero esto no es todo. No es suficiente llevar al pueblo la palabra que instruye y
que consuela, hace falta ocuparse de sus intereses temporales y ayudarle a organizar las
instituciones que sustituyan a las desaparecidas corporaciones.
“La Iglesia, dice León XIII en la Encíclica, no se deja absorber de tal manera por
el cuidado de las almas que descuide lo que se relaciona con la vida terrestre y mortal.
En particular por lo que se refiere a los trabajadores, hace todos los esfuerzos posibles
1 Ver Lettre pastorale de Monseñor Doutreloux, sobre la condición de los obreros, pág. 31.
156
para arrancarlos de la miseria y proporcionarles una suerte mejor”.
“Tenemos la persuasión, dice también, de que es preciso, por medio de medidas
rápidas y eficaces, ayudar a los hombres de las clases inferiores, considerando que, en
su mayor parte, están en una situación de infortunio y de miseria inmerecida”.
Pero, ¿cómo remediar el mal? “Por todas las obras adecuadas para socorrer la
indigencia, dice León XIII, pero sobre todo por las corporaciones”.
Es éste un pensamiento muy firme en León XIII. Ya en la Encíclica Humanum
Genus, había dicho: “Para la salvación del pueblo, deseamos ardientemente ver cómo se
restablecen las corporaciones apropiadas al tiempo presente y destinadas a proteger,
bajo la tutela de la religión, los intereses del trabajo y las costumbres del trabajador”.
En su discurso a la peregrinación de los obreros franceses en 1889, decía: “Lo
que pedimos es que se cimiente, de nuevo, el edificio social quebrantado, volviendo a
las doctrinas y al espíritu del cristianismo; haciendo revivir, al menos en cuanto a la
substancia, en su virtud benefactora y múltiple, y bajo formas que pueda permitirlo las
nuevas condiciones de los tiempos, estas corporaciones de artes y oficios, que, en otro
tiempo, informadas del pensamiento cristiano e inspirándose en la solicitud maternal de
la Iglesia, se ocupaban de las necesidades materiales y religiosas de los obreros, les
facilitaban el trabajo, cuidaban de sus ahorros, defendían sus derechos y apoyaban, en la
medida deseada, sus legítimas reivindicaciones”.
Y León XIII no se contenta con indicar el camino, sino que quiere que se vaya
deprisa y estimula nuestra apatía. “¡Que en todas partes, pues, dice a los obreros
franceses en 1891, que por todas partes se actúe sin gastar un tiempo precioso en
discusiones estériles”.
“Que cada uno, dice en la Encíclica Rerum novarum, se dedique a la tarea que le
incumbe y eso sin demora: retardando el remedio, el mal se haría incurable”. “Que los
ministros sagrados muestren su celo con todas las fuerzas de su alma y con toda su
creatividad”.
A estos consejos, a estas órdenes tan formales y tan apremiantes del Papa,
podríamos añadir un centenar de comentarios episcopales. Es inútil. Escuchemos
solamente al Cardenal Langénieux hacer, como él dice, el proceso a la tibieza, a la
laxitud, al desaliento1.
“¡Y bien, pues! dice él, cuando, según el testimonio de todos, las almas se
pierden en masa, cuando se bambolean a todos los vientos de doctrina, cuando las
costumbres se tambalean, es cuando la religión es mal apreciada y perseguida; cuando la
Iglesia lucha por sus más santas libertades, es cuando el enemigo se descubre y nos
declara que entre él y nosotros es cuestión de vida o muerte; es cuando sentimos bajar
nuestra influencia y a los nuestros someterse; es cuando ante nuestros ojos se extravían
y se pierden generaciones enteras, ¿no habría nada que hacer?
No, señores, me niego a ver allí la última palabra de nuestra situación.
¡Desgraciadamente! ¡Hay demasiado que hacer!
1 Discurso a la asamblea diocesana de Charleville, 6 de agosto de 1889.
157
¡Lejos de nosotros estos temores que ultrajan nuestra fe y paralizan nuestra
acción!...
No esperamos yo no sé qué circunstancias más favorables, días mejores, tiempos
más oportunos...
Sacerdotes y laicos adictos [a la causa], hagamos obras. La salvación es a este
precio...
El sacerdote, que tiene cura de almas, no puede ya contentarse con ejercer en
torno suyo su ministerio ordinario, debe entregarse al apostolado en el sentido más
riguroso de la palabra. Y el apostolado en el ministerio es, para una gran parte, lo que
nosotros llamamos las obras, es decir, esta forma especial de acción necesitada por la
fuerza de las cosas y más adaptada a las dificultades de los tiempos... Las obras son el
esfuerzo desesperado del pastor que usa de todos los recursos de su celo [apostólico] y
de su inteligencia para salir, a pesar de todo, del círculo de impotencia en el que se le
quiere encerrar; para abrir, del lado de las almas, nuevos caminos en la medida en que
se cierran los antiguos; para luchar paso a paso contra el mal, conjurar todos los
peligros, parar todos los golpes encajados y curar todas las heridas recibidas”.
He aquí, ciertamente, unas palabras generosas y valientes.
El obispo de Lieja no deja tampoco dormir tranquilos a los que llama los
perezosos y los miedosos1.
“Si hay hombres con una iniciativa demasiado afanosa, dice él, mucho mejor
que si se dejan dominar por la apatía, por los temores exagerados o por los pavores
imaginarios: No hay nada que hacer, es irrealizable, dicen. Un sacerdote que ve
perderse a sus fieles no debe tranquilizar fácilmente su conciencia por semejantes
motivos...”.
Está claro, ¡hay que ir al pueblo por los caminos que nos abren las obras nuevas.
Dios lo quiere!
II
¿La acción católica debe, pues, ser diferente hoy de como lo era para las
generaciones precedentes? Sin duda alguna. ¿Ha cambiado, pues, la doctrina de la
Iglesia? De ningún modo, pero son las circunstancias las que han cambiado
absolutamente.
Esta necesidad de una acción nueva para enfrentarse a necesidades nuevas es
todo el fondo de la Encíclica. Es también la enseñanza de nuestros obispos que se hace
eco de la enseñanza del Papa.
Escuchad todavía al cardenal Langénieux: “Nuestra generación ha visto
producirse, bajo la influencia de causas múltiples, una transformación repentina que ha
modificado las condiciones de vida en nuestras sociedades modernas.
1 Carta pastoral ya citada, pág. 28.
158
Los esfuerzos de la impiedad han introducido en las masas populares un
debilitamiento general de la fe. La industria ha arrebatado al obrero de su hogar para
atraerlo al taller y a la fábrica, que han venido a ser con demasiada frecuencia centros de
irreligión y de inmoralidad, de manera que, de hecho, hoy, una parte considerable de las
poblaciones es sustraída a la acción del sacerdote.
El ministerio pastoral, al encontrarse frente a elementos nuevos, debe
evidentemente plegarse a las necesidades del momento y responder a las exigencias de
los tiempos, como lo ha hecho en todas las épocas de la historia desde hace dieciocho
siglos; de ahí nuestras obras que dan a la acción del sacerdote un carácter más
apostólico y permiten a los laicos aportar una colaboración siempre útil y, a veces,
indispensable.
En otro tiempo, el ministerio parroquial se ejercía en condiciones normales; el
espíritu de religión estaba vivo en el seno de las poblaciones; la indiferencia, incluso,
era simpática; se venía a la iglesia y el sacerdote, respetado, ejercía en paz un ministerio
que podía realmente llamarse pastoral.
Completamente otra es la situación de hoy. El sacerdote ha perdido su
influencia. Ha llegado a ser sospechoso, sobre todo en los centros populosos, en los que
su acción personal no tiene acceso, a no ser por la vía indirecta de las relaciones
puramente sociales.
De ahí, la necesidad para los sacerdotes y para los seglares cristianos de crear
obras nuevas que respondan a las necesidades actuales de las almas y de la sociedad”.
Lo que dicen los obispos, los teólogos y moralistas lo repiten:
“Los cambios ocurridos de improviso en la situación social y en las
disposiciones de los hombres, dice el padre Lehmkuhl, uno de los moralistas más
autorizados, ocasionan necesariamente un cambio de conducta en el cuidado de las
almas.
Sería, para un pastor, olvidar enteramente su deber el no establecer y desarrollar
vigorosamente asociaciones en su parroquia...1”.
Dos opúsculos de dirección sacerdotal han sido aprobados por todos nuestros
obispos y distribuidos en nuestros retiros diocesanos. Tienen por título: Le prêtre et la
situation actuelle de l’Eglise (El sacerdote y la situación actual de la Iglesia), Le prêtre
selon le Coeur de Jésus dans le temps présent (El sacerdote según el Corazón de Jesús
en la actualidad). Ambos nos dicen que el ministerio ordinario del sacerdote no puede
ya ser suficiente hoy. Ambos enumeran los nuevos deberes del ministerio pastoral, que
son: la creación de asociaciones cristianas, las relaciones efectivas con los fieles y el
cuidado particular de los hombres y los jóvenes.
¡Qué contraste con nuestros viejos directorios y manuales de obras!
Tomad, por ejemplo, un excelente manual de obras rurales publicado en 1865.
Llega hasta erigir en principio que no hay nada o casi nada que hacer con los hombres.
1 Le Clergé et le peuple catholique, pág. 22.
159
Propone nada más que obras para las mujeres y para chicas jóvenes; todo lo más,
pequeños patronatos de muchachos jóvenes.
“No nos hagamos ilusiones, dice, en las malas parroquias, ¿volverá a la religión
la masa de la generación adulta? Nosotros no sacaremos, acaso, nada más que algunas
espigas. Razón de más para que nos ocupemos de la generación naciente y de la
generación que sufre, es decir, de los niños y de los enfermos. No hay otra manera de
caminar, es la regla, es la ley”.
Y el piadoso manual añadía: “Así es como hizo Nuestro Señor”.
He aquí hasta dónde ha llegado la ilusión de sacerdotes piadosos.
Han visto crecer el mal. Han asistido a la apostasía de todo un pueblo y han
hecho... asociaciones de chicas jóvenes.
Y han creído leer en el Evangelio que Nuestro Señor había hecho como ellos.
Todo el libro está escrito con esta mentalidad.
“Los niños, los ancianos, los pobres, los enfermos, los afligidos, he aquí, dice,
los cinco dedos del apostolado rural”. Y el libro no habla nada más que de ellos.
“Para los otros, dice, padres, madres, gente joven, personas jóvenes dedicadas a
los negocios, a las preocupaciones del interés o del placer, no hay la misma facilidad,
los mismos medios para entrar en relación, sobre todo, si no vienen a la iglesia. Con
éstos, contentémonos con esperar”.
El prólogo nos dice que este libro se ha convertido en el manual usado en los
Seminarios por los sacerdotes jóvenes y que las ediciones se venden rápidamente.
Algunos directores de Seminarios escriben que están encantados con la aparición de este
volumen, que lo propagan y que esa es la dirección que es preciso dar al ministerio
pastoral.
Hay, al final del libro, una monografía de una asociación modelo laica y
apostólica. Me he dado prisa en leerla y he encontrado que la asociación modelo se
componía de tres señoras y de cinco chicas jóvenes, y que el reglamento las
comprometía a tratar de reunirse o de escribirse al menos tres veces al año, para
compartir lo que habían hecho y observado...
Tal es el espíritu que ha reinado en muchas de nuestras diócesis desde 1825 ó
1830 hasta nuestros días.
Y todo ha sido organizado en este tono y sobre esta nota: oficios, predicaciones
y asociaciones.
¡Y nos admiramos de que el pueblo haya acabado por decir que la religión ha
sido hecha para las mujeres y para los niños!
Esta generación pusilánime nos ha cambiado a Cristo. Éste no era ya el Cristo de
160
los obreros, pauperes evangelizantur, el Cristo que ejercía su apostolado incesante cerca
de los pecadores, de los publicanos, de los hombres de mundo, non veni vocare justos,
sed peccatores. El león de Judá se ha metamorfoseado en una tímida oveja. Nuestro
Cristo, cuyo apostolado poderoso y fuerte ha inspirado el apostolado de Pablo o el de
Javier y el de todos los conquistadores de almas, nos ha sido cambiado por un Cristo
timorato y débil que no habla nada más que a los niños y a los enfermos.
Sabemos a dónde nos ha conducido medio siglo de esta deplorable ilusión.
Ha comenzado la reacción. La Obra de los círculos, fundada por valientes
oficiales, ha prestado una valiosa contribución.
Y León XIII, abrazando con su mirada elevada y profunda el mal y el remedio,
ha trazado magistralmente el camino en su gran Encíclica. “Que los ministros sagrados,
dice, desplieguen todas las fuerzas de su alma y todas las artes de su celo [apostólico]
para inculcar a los hombres de todas las clases las reglas evangélicas de la vida
cristiana”. Y nos muestra lo que la sociedad puede esperar de la Iglesia: la elevación de
los obreros y la enseñanza de las reglas de la justicia y de la caridad que deben presidir
la reforma de las leyes y la organización profesional.
Siguiendo al Papa, la teología pastoral nos dice hoy: “Es preciso ocuparse
particularmente de los hombres. Es preciso acomodar a sus necesidades el ejercicio de
la carga pastoral en las parroquias. Es preciso ir a buscarlos y hacerlos volver a
relaciones personales con su pastor. Es preciso facilitarles la recepción de los
sacramentos, acomodándose a sus horas y prestándose a las circunstancias en las que les
sea más cómodo.
Y en las otras funciones sacerdotales que afectan a toda la parroquia, es preciso,
siempre, tomar en consideración los gustos y las necesidades de los hombres. En las
devociones, en la predicación, en la enseñanza, la atención a los hombres debe ser, si no
del todo exclusiva, al menos predominante”.
Todas estas palabras son de Lehmkuhl. Son todo lo contrario de lo que leíamos
más arriba.
Todo eso se hará, pero... hay costumbres tenidas en gran estima y enraizadas,
hay una larga rutina y prejuicios. No estamos acostumbrados y no sabemos la manera.
[¡Dios quiera] que este pequeño manual pueda ayudar un poco!
III
Es preciso, pues, hacer obras nuevas y obras de hombres, ¿pero cuáles?
Entre estas obras, nos dice León XIII, el primer lugar pertenece a las
corporaciones que, en sí mismas, abarcan, poco más o menos, todas las obras.
“Con alegría, añade él, vemos formarse por todas partes Sociedades de este
género, sean mixtas o formadas tan sólo por obreros...
161
Ellas deben suministrar a cada uno de sus miembros los medios más adecuados
para conseguir su propósito, que consiste en el mayor crecimiento posible de los bienes
del cuerpo, del espíritu y de la fortuna... sin olvidar el objetivo principal, que es el
perfeccionamiento moral y religioso”.
¡Cómo! ¿Va a ocuparse el sacerdote de cosas temporales? ¿Va a mezclarse en
asociaciones que tienen por finalidad intereses materiales?
Sí, debe hacerlo, con la ayuda de seglares sacrificados si él los encuentra, y su
celo los encontrará. Su ministerio no alcanza al mayor número de aquellos que tienen
necesidad. “El medio de volver a traer estas almas al cuidado de su salvación, señala el
obispo de Lieja, era difícil de encontrar, pero existía y León XIII nos lo ha indicado. La
suerte material de esta multitud debe mejorar; [la multitud] lo siente, lo reclama, la
justicia y la caridad lo mandan. Ahora bien, el sacerdote es el defensor de la justicia y el
ministro de la caridad. Que tome en sus manos esta causa que él tiene la misión divina
de proteger; que preste la ayuda de su palabra, de su acción, de su influencia: las
relaciones que se seguirán entre el sacerdote y los obreros servirán no solamente a los
intereses y al bienestar temporal de los obreros, sino también a su provecho espiritual y
a la salvación de sus almas. Sí, éste es el camino a seguir para salvar a estos
desdichados hermanos y a sus familias, para impedirles que se dejen arrastrar a las filas
de los enemigos de la sociedad y de la religión”.
Pero, finalmente, ¿cómo organizar estas corporaciones y qué obras añadirles?
¿Cómo organizarlas? ¡Desgraciadamente, como lo permite la ley francesa!, con
la dosis discreta de espíritu religioso que permiten suprimir nuestras leyes imbuidas de
laicismo, hasta que hayamos roto las cadenas de nuestra triste esclavitud.
Haremos, pues, provisionalmente sindicatos, que serán los embriones de las
corporaciones.
Para hacer honor a la palabra del Papa, pondremos, pues, como encabezamiento
del Manual la Guía práctica de los Sindicatos.
Las otras obras sociales serán generalmente los frutos y el broche final de los
sindicatos. Tales son las cajas de crédito agrícola, las cajas de familia o de ayuda mutua,
los círculos y los patronatos rurales, los círculos de estudios y conferencias, los
secretariados del pueblo, etc. Allá hay materia para algunos capítulos muy útiles.
Las escuelas libres son también una obra nueva, necesaria debido a la apostasía
del Estado. Tienen su sitio en el Manual.
Hace falta una breve reseña sobre algunas obras antiguas a las que puede
dárseles un carácter más apostólico.
La buena prensa es una obra social y moderna. Es una obra ya conocida, será
suficiente recordarla brevemente.
Finalmente, creemos útil recordar el método para hacer bien una obra tan antigua
como el apostolado y prescrita por los antiguos cánones de la Iglesia: la visita anual de
162
la parroquia. Esta visita bien hecha preparará las asociaciones y proporcionará los
elementos.
Tal es nuestro hermoso programa. Después de haberlo expuesto, concluimos con
el apóstol san Pablo (carta a Tito 3, 14) y con el cardenal Langenieux, que la comenta,
exhortando “a los sacerdotes y a los seglares para que se inicien y se sientan
estimulados por una santa emulación en esta forma apostólica del ministerio, discant
nostri bonis operibus praeesse [que los nuestros aprendan a practicar las buenas
obras]; que por el estudio de los medios prácticos se pongan en condición de crear y de
dirigir obras que tienen por objeto directo las necesidades actuales de las almas y de la
sociedad, ad usus necessarios.
Entonces, los pastores no se consumirán ya en un ministerio infructuoso, porque
no está iluminado y no actúa en condiciones eficaces, ut non sint infructuosi. Los
seglares cristianos también aprenderán a no aniquilarse en el desánimo, encerrándose en
el círculo egoísta de las obligaciones domésticas y llegarán a ser poderosos auxiliares de
sus pastores para el mayor bien de la patria cristiana y de la Iglesia”.
163
CAPÍTULO PRIMERO
________
LAS CORPORACIONES Y LA OBRA DE LOS CÍRCULOS
Hemos comenzado con una visión general y un capítulo preliminar.
No es, sin embargo, un aperitivo en este Manual práctico.
Hay algo que domina las obras: el espíritu del que están animadas, la finalidad
que tienen como objetivo a conseguir.
Tenemos que rehacer un régimen corporativo.
Las corporaciones son órganos naturales de la vida social. Tienen su sitio
marcado entre las familias y las sociedades superiores, ciudades, provincias, reinos.
Agrupan a los hombres que tienen un interés profesional común. Su objetivo
directo es temporal. En una sociedad cristiana, las corporaciones están animadas por una
vida religiosa a través de las cofradías con las que están aliadas.
Conocemos las corporaciones del pasado, su magnífica organización, los
beneficios inmensos que han proporcionado a la sociedad; por otra parte, sus
imperfecciones, sus abusos y su hundimiento en el cataclismo revolucionario.
Pero no se puede violentar largo tiempo la naturaleza, reclama sus derechos.
Echamos de menos las corporaciones, lo sentimos y queremos que renazcan.
Sentíamos desde el comienzo de este siglo que el mundo del trabajo estaba en el
malestar. El mal ha crecido. Hemos sido golpeados por el decaimiento de la nación en el
momento de la guerra y de la fermentación anarquista que salió a la luz en la Comuna.
Hemos buscado el remedio.
Los fundadores de la obra de los Círculos, con una clarividencia que les honra,
nos han dicho: “Lo que falta es la vida corporativa, con todo el concurso moral y
material que aporta al mundo del trabajo”. Y añadían: “Pero las corporaciones están
proscritas por la ley; es preciso, pues, eludir la dificultad y hacer entrar de nuevo el
espíritu corporativo en las costumbres, haciendo las asociaciones que se pueden hacer”.
Una única forma de asociación era posible: el Círculo. Ellos le han sacado un
partido maravilloso. Lo han hecho, como dice con razón la nueva “Instrucción sobre la
164
Obra”, una de las formas modernas más perfectas de la antigua cofradía. Pero, además,
han hecho un hogar de propaganda de la idea corporativa, indicando siempre la
corporación como la forma lógica del desarrollo completo de la obra. Ellos nos han
mostrado siempre el Círculo como un punto de partida y la corporación como el punto
de llegada.
Y estas ideas han ido abriéndose e imponiéndose a los poderes públicos, y el
Estado nos ha dado la ley de 1884, que permitía un ensayo de corporaciones con el
nombre de sindicatos profesionales.
Mucho más, la autoridad suprema de la Iglesia ha venido a dar ánimos y a
sancionar este apostolado. En la Encíclica Rerum novarum, León XIII nos dice: “Las
Sociedades de ayuda mutua, las obras de previsión y de patronato son excelentes,
colaboran en socorrer la indigencia y en acercar las clases sociales; pero el primer lugar
pertenece a las corporaciones obreras, que, en sí mismas, abrazan poco más o menos
todas las obras...”
Pero, ¿cuál será la forma definitiva de las corporaciones del futuro? Nadie podría
decirlo. León XIII nos dice: “No creemos que se puedan dar reglas ciertas y precisas
para determinar el detalle”.
¿Qué hacer, pues? Es preciso actuar, avanzando por todas las salidas que haya
abiertas para acercarnos al ideal corporativo, cuyos principales elementos son la
asociación autónoma y libre, que agrupa personas de una misma profesión, con miras a
salvaguardar el honor del oficio y los intereses profesionales, con el derecho de
propiedad y de jurisdicción y la adjunción de un vínculo religioso y de instituciones de
ayuda y de previsión, y la participación en la vida social y política por una
representación pública.
¿Cumplirá la nueva corporación todas estas condiciones? No es seguro. Varias
de estas funciones podrán ser ejercidas por un organismo más amplio impuesto por el
Estado. La jurisdicción profesional, las instituciones de ayuda y de jubilación podrán
tener cuadros diferentes de la corporación.
Podemos decir que nuestro mundo económico está trabajando en una nueva
organización. ¿Qué saldrá exactamente? ¿Quién podría decirlo?
Todo se debería hacer por medio de las corporaciones. El Estado no debería
intervenir nada más que para animar y proteger. Su pesada mano podría echar a perder
todo y poner a los mejores manjares un condimento envenenado de política, de
parcialidad, de centralización exagerada, de administración costosa y de tiranía.
Actuemos, pues, por nosotros mismos y lo más deprisa posible.
Está bien el plan de la obra de los Círculos. Cuando solo los Círculos eran
posibles, nos dio una magnífica floración de Círculos. Ahora evoluciona.
Las últimas modificaciones a la Instrucción sobre la Obra nos dicen que es
preciso entender el nombre de la Obra en el sentido más amplio, y que se podría
también llamar La Obra de las Asociaciones católicas obreras.
165
Añaden que la nueva floración de obras económicas, sindicatos, cajas rurales,
cajas de familia, etc., responde perfectamente a la finalidad primitiva de la obra de los
Círculos; que los sindicatos, en particular, si están animados del espíritu cristiano,
realizan superiormente la forma de la obra.
La obra de los Círculos no nos dice, pues, hoy: “Haced Círculos al precio que
sea”. Nos dice, al contrario: “Aprovechad ampliamente las facilidades que os son
concedidas por la ley de 1884. Haced sindicatos. Animadlos del espíritu cristiano
mediante la cofradía. Juntadles las obras anexas, caja de crédito, caja de ayudas y de
jubilación, etc., y habréis dado un gran paso para la mejora del régimen corporativo”.
Nosotros, pues, podemos decir, en este manual, que somos los verdaderos
discípulos de la obra de los Círculos.
Nos apoyamos sobre las mismas bases que son la afirmación católica, la
participación de los obreros en el gobierno interior de las obras y el desvelo de la clase
dirigente hacia los trabajadores.
La ventaja de un Comité, que se considera como esencial en la Obra de los
Círculos, es, desde el punto de vista práctico, la de proporcionar la continuidad a una
empresa personal y, desde el punto de vista teórico, la de restituir a las clases superiores
su lugar en la sociedad cristiana, poniéndose al servicio de las clases populares.
Sin embargo, diremos de buena gana para nuestras obras corporativas lo que
dice la administración de La Croix para su obra de la buena prensa: “Nosotros tenemos
por Comité incluso a un solo hombre que quiere dedicarse a la obra, en espera de algo
mejor”.
Si encontramos un cura o un seglar cristiano que quiera fundar una obra
económica y corporativa, no le diremos: “Es preciso, absolutamente, esperar a que usted
tenga un Comité”.
Le diremos: “Si usted está solo para comenzar, comience solo, pero desde el
momento en que usted pueda, reclute a algunos hombres dedicados a formar con usted
un Comité del patronato de vuestra obra”.
Diremos, pues, a todos los hombres de buena voluntad: “Pónganse en
comunicación con la Obra de los Círculos que es, en Francia, la fuente de todas las
obras corporativas. Aprovechen su vínculo religioso, los favores espirituales de los que
la Santa Sede la ha colmado, sus luces, sus documentos, sus congresos. Diríjanse desde
el comienzo a su secretariado, nº 262, boulevard Saint-Germain, en París, para
agregarse a la Obra”.
No queremos ver, incluso en este manual de obras sociales, nada más que un
suplemento o un complemento al manual de la Obra de los Círculos.
Nosotros desarrollaremos particularmente en este manual la cuestión de los
sindicatos rurales o agrícolas, porque es la obra urgente hacia la que es preciso
encaminar todos nuestros esfuerzos para impedir la invasión de las campiñas por el
socialismo. Estas clases de sindicatos son, por otra parte, los más fáciles y los que
166
producen enseguida una organización corporativa aproximadamente completa.
Describiremos en monografías las corporaciones de la fábrica de Val-des-Bois y
de Lille.
En cuanto a las corporaciones de artes y oficios, el problema está menos
adelantado. Hacemos sindicatos cristianos de artes y oficios, pero los no cristianos los
harán también y, acaso, el Estado agrupe unos y otros en cuerpos de oficios, de tal
suerte que una parte de las funciones corporativas, como la jurisdicción profesional, el
arbitraje, las instituciones de previsión y la representación pública serán acaso
completadas por el cuerpo de oficio, mientras que la colaboración moral y religiosa, la
ayuda mutua, la unión familiar y otros beneficios más íntimos serían proporcionados
por el sindicato libre y cristiano. Esto es por lo menos lo que parece probable en el
estado actual de las cosas.
167
CAPÍTULO II
_________
DE LA VISITA ANUAL DE LA PARROQUIA POR SU PASTOR1
No se trata de una asociación, sino de una obra personal, tan antigua como el
apostolado y prescrita por los cánones de la Iglesia.
Tiene su sitio en este manual porque es el medio ordinario y natural de preparar
las asociaciones.
“El buen pastor conoce a sus ovejas”. Esta es la regla dada por el Pastor supremo
en el Evangelio.
Si el pastor no conoce a sus ovejas, ¿cómo las amará? ¿Cómo tendrá cuidado de
ellas?
¿Y cómo las conocerá, si no las visita?
La visita anual de la parroquia ha sido considerada por la Iglesia como
obligatoria. Muchos Concilios particulares la han prescrito. Es, por otra parte, el único
medio para llevar regularmente el “Libro de las almas”. Ahora bien, este “Libro de las
almas” está puesto en el Ritual Romano en pie de igualdad con los libros de bautismos,
de matrimonios, de bodas y de defunciones. Debe conservarse en cada parroquia.
Los sacerdotes que todos consideramos como modelos, el P. Holzhauser, el
señor Vuarin de Ginebra y otros, guardaban este “Libro de las almas” con un cuidado
extremo.
Los estatutos de ciertas diócesis exigen, solamente, que se haga la visita, al
menos, cada dos o tres años. Ésta es sin duda una concesión basada en el pequeño
número de sacerdotes y en su abundante tarea.
Algunos estatutos piden también que el “Libro de almas” contenga notas
detalladas sobre cada familia. Esto no nos parece oportuno. Los escritos pueden siempre
llegar a ser indiscretos. Es preciso escribir sencillos boletines de familia, con los datos
de bautismo, de Primera Comunión, de Confirmación, de Matrimonio. En cuanto al
resto, suplirá la memoria. Si esta visita siempre ha sido útil e incluso necesaria, en la
actualidad lo es cada vez más.
1 Este capítulo está destinado particularmente al clero de las parroquias.
168
Los antiguos manuales de obras, en particular el de la Obra de los campos, han
tratado muy bien este tema. Señalan algunos de los frutos que se pueden esperar de esta
visita. Indiquémoslos, completándolos.
1º Es, en primer lugar, el medio verdadero para conocer a todos, católicos e
indiferentes, padres e hijos, ancianos, achacosos, enfermos, servidumbre. Y si se tienen
a su cargo todas estas almas, ¿no debemos conocerlas con sus necesidades propias y las
diversas ayudas que esperan de nuestro ministerio?
Algunos objetarán que su parroquia no es grande, que ellos conocen ya todas sus
ovejas, que las ven en la iglesia, que, a menudo, se encuentran con ellas.
Nosotros les respondemos que la vista de los parroquianos en la iglesia y su
encuentro en la calle no tienen los mismos efectos que una visita a la casa. Una visita
del pastor y una charla paternal expresan una atención del corazón que hace honor a la
familia visitada y les deja la impresión de que hay deberes recíprocos que cumplir.
2º Es un medio para ser agradable. Cada uno se siente honrado de haber
recibido la visita del señor cura. Es preciso para ello, por supuesto, ver a todos,
mostrarse bueno y afable con todos y en cada casa informarse de todos.
Muchos parroquianos no tendrán, desgraciadamente, ninguna otra relación con
el sacerdote durante el año y el recuerdo de una visita amable podrá ser, en los últimos
momentos de su vida, el motivo determinante para llamar a un sacerdote que será el
instrumento de su salvación.
3º Es un medio para hacer descubrimientos útiles. Descubrimientos de miserias
a las que hay que socorrer: insuficiencia de camas, indigentes, ancianos e impedidos,
para informar a las obras de caridad. Descubrimiento de las miserias espirituales:
uniones irregulares que no esperan nada más que un buen consejo o una investigación
de las piezas para regularizarse, Primeras Comuniones y Confirmaciones con retraso,
niños que no frecuentan las escuelas y los catecismos. Descubrimientos de virtudes
escondidas, de almas generosas, de corazones apostólicos, que no nos piden más que
secundar el bien por la oración, por las asociaciones y por las obras.
4º Es un medio para provocar las obras de misericordia. Es preciso no pedir
nada para sus propias obras en la visita anual. Esta visita debe ser totalmente
desinteresada. Pero, a menudo, ¿no será posible que se suscite el interés de algunas
personas acomodadas ante los sufrimientos de las familias pobres? El relato discreto de
las miserias, de las que se ha sido testigo, suscitará ayudas. Por medio de esto, se habrá
realizado un doble servicio ayudando al pobre y dando al rico la ocasión de hacer una
obra meritoria.
5º Es un medio para hacer que vengan a la iglesia. No es necesario proceder
por reprimendas y practicar a menudo el compelle intrare. Es preciso en estas visitas
mucho tacto y prudencia. En ciertos pueblos de fe [arraigada], se puede todavía hablar
con autoridad y recordar firmemente a cada uno su deber. Pero lo más frecuentemente,
en Francia, será preciso contentarse con una visita de cortesía y eso será suficiente, a
veces, para traer de nuevo algunos parroquianos a la iglesia. ¿Una visita no provoca
otra?
169
Es, sin duda, superfluo recordar de pasada que los pequeños regalos mantienen
la amistad y que se gana a los padres interesándose por sus hijos. Es fácil ser generoso
por poco dinero. Encontramos la Casa de la Buena Prensa, Maison de la Bonne Presse,
5, rue Bayard, en París, las Vies de Saints, ilustradas, al precio de uno o dos céntimos el
ejemplar y bonitas imágenes a un precio muy bueno para los niños.
6º Es el medio de preparar las obras sociales. Podemos encontrar en esta visita
los elementos de las asociaciones y preparar el agrupamiento.
Ésta es la mejor manera de estudiar el terreno, sondear prudentemente las buenas
voluntades y hacer desear las obras.
Hablando mucho de lo que se hace en otros lugares, lamentándose del
aislamiento de los agricultores, de las dificultades del crédito, de las ventajas que se
podrían obtener de las obras nuevas, se preparan las mentes para la fundación de estas
obras y se induce a los parroquianos a solicitarlas ellos mismos, lo que, a menudo, es la
condición del éxito.
7º Éste es también un medio para difundir la buena prensa. Digamos
simplemente aquí lo que hemos visto hacer cerca de nosotros. En un cantón vecino,
todos los curas, animados por el cura párroco del cantón, han hecho la visita de su
parroquia. Han dicho a cada familia: quisiéramos ver en vuestras casas la Vie des Saints
[Vida de los Santos], una publicación semanal ilustrada que os interesaría tanto como os
edificaría. Podéis tenerla a muy buen precio, así como un folio poco más o menos
semejante, las Causeries du Dimanche [Charlas del Domingo], exposición popular de
las verdades de la religión. En todas las casas en las que saben leer lo han aceptado con
alegría. Desde entonces, los paquetes postales llegan a las parroquias que tienen
ferrocarril y desde allí son distribuidos cada sábado en todas las parroquias del cantón.
Muchos sacerdotes se preguntan cómo conseguirán suscripciones a La Croix. He
aquí un medio seguro y fácil.
Algunos curas se dispensan del deber de la visita, apoyándose en la demasiado
numerosa población de su parroquia. ¿Será preciso no cumplir nada más que los deberes
fáciles y omitir aquellos que nos cuestan más?
Estas parroquias demasiado populosas son una de las grandes llagas de nuestro
tiempo. Ésta es una de las consecuencias más funestas del Concordato, que no nos
permite, al menos en su interpretación oficial, erigir parroquias sin el asentimiento del
Estado.
Las antiguas prescripciones canónicas no admitían parroquias de más de 6.000
almas, precisamente a causa del deber primordial que tiene el pastor de conocer a sus
ovejas.
Hoy tenemos en París parroquias de 90.000 almas. Esto es lisa y llanamente
insensato.
En esta situación absolutamente intolerable de nuestras ciudades, ¿es preciso que
el pastor renuncie a conocer sus ovejas? De ningún modo. Pensamos que él debería más
170
bien renunciar a su cargo, puesto que no se puede ser un buen pastor sin conocer a sus
ovejas. ¿Qué hará, pues? Hará lo que se hace en excelentes diócesis donde el celo
inteligente de los pastores ha conservado la fe, se repartirá con sus vicarios las calles y
los barrios de su parroquia y visitará por medio de sus auxiliares a aquellos que él no
puede visitar por sí mismo.
Pero no sabríamos describir mejor esta realización de la acción pastoral que
como lo hace un libro muy reciente: La paroisse de Saint-Paterne, dans le passé et dans
le présent, del sacerdote Surcin, en Herluison, librería de Orléans.
Tomémosle prestada esta página:
“En una parroquia que tiene la extensión y la población de la de San Paterno1, es
imposible para un sacerdote ponerse en relación directa con todos sus parroquianos y
moverse instantáneamente a todos los puntos en los que se hacen sentir las necesidades
religiosas. Los feligreses no conocen a su clero, el clero no conoce a su pueblo, y esta
ignorancia mutua del sacerdote y del pueblo es un obstáculo para todo bien. El señor
cura de San Paterno ha pensado, pues, en dividir la parroquia y en confiar a cada vicario
una sección determinada y, desde hace ya seis años, esta organización funciona y ha
producido los mejores resultados.
Esta división por barrios tiene la gran ventaja de dar a los feligreses un sacerdote
que los conoce y que los visita, que es conocido por ellos y que está especialmente a su
disposición para sus enfermos, para el alivio de los pobres, para la educación cristiana
de los niños, en una palabra, para todas sus necesidades religiosas.
El vicario de barrio tiene la vigilancia y la administración religiosa del barrio
que le ha sido confiado. Se ocupa de los niños, del bautismo de los recién nacidos, del
reclutamiento de las escuelas cristianas, del catecismo de los niños y adolescentes.
Procura, en cuanto puede, el cumplimiento del deber pascual.
Trata de descubrir y visita a los enfermos, de modo que no los deje en el
aislamiento y en el alejamiento de las prácticas religiosas. Todas las veces que vienen a
buscar un sacerdote, sin designarlo nominalmente, es el vicario del barrio quien se hace
presente junto al enfermo.
Descubre los pobres vergonzantes y los socorre, de común acuerdo con el señor
cura, con las religiosas, con las señoras protectoras y las obras caritativas de la
parroquia.
Trabaja en el reclutamiento de los miembros de las asociaciones parroquiales.
Trata de hacer que entren los hombres cristianos en la cofradía del Santísimo
Sacramento y las mujeres en la asociación de Madres cristianas.
Visita su barrio lo más a menudo posible, y tiene un registro que contiene los
nombres, la calle y el número de todos los fieles confiados a su celo apostólico.
Se rodea de algunos hombres cristianos y apóstoles que le ayudan con sus
consejos, con sus gestiones, con su colaboración. En una palabra, pertenece por
1 El barrio de San Paterno, en otro tiempo arrabal de Orléans, ahora forma parte de la ciudad.
171
completo a los habitantes de su barrio, y tiene sin cesar los ojos abiertos y la mano
tendida para satisfacer sus necesidades espirituales y materiales.
Claro está, por otra parte, que esta división de la parroquia no tiene nada de
absoluto ni de matemático y que el señor cura y los señores vicarios quedan a la
disposición de todos los fieles, sea cual sea el barrio en el que habiten”.
Añadamos como último consejo que la visita sea, estando sentados, una visita de
un cuarto de hora al menos. Es un padre que visita a sus hijos.
El mes de enero es un tiempo favorable, pero la visita puede organizarse durante
varias semanas o durante varios meses, según la importancia de la población.
172
173
CAPÍTULO III _________
¿POR DÓNDE HAY QUE COMENZAR Y CÓMO PROCEDER?
Ésta es la primera pregunta que se hace todo hombre investido de una autoridad
moral o positiva sobre los otros y que quisiera emplear para el bien.
El cura párroco en su parroquia; el vicario a las órdenes de un párroco; el
católico situado en un puesto de honor entre los hombres; el jefe de una industria, que
da empleo a numerosos obreros; el propietario o el granjero dirigente de una
explotación agrícola; cualquiera que, habiendo concebido el deseo de preparar la
renovación moral y religiosa de nuestro infeliz país, quiere utilizar al servicio de Dios,
de la Iglesia y de Francia la influencia que la Providencia ha puesto en sus manos, se
encuentra la mayor parte del tiempo con que tiene que enfrentarse a las incertidumbres y
a las indecisiones del comienzo.
¿Por dónde comenzar?
Respondemos: Por ti mismo.
Ante todo, sacerdote o seglar piadoso, hay que reafirmarse en la idea de que tú
no estás hecho solamente para la silla de coro o para la sacristía; que tú eres, por tu
parte, la sal de la sociedad y la luz de la vida, que debes ir a los varones, lo mismo y
más que a las mujeres y a los niños; que es injuriar a Cristo actuar de otra manera; que
tu Maestro y tu Modelo ha reunido a los apóstoles y discípulos y no ha limitado su
acción al apostolado de la infancia.
Totalmente penetrado de esta idea fuerza, no debes dejarte parar por los tímidos.
No olvides que te encuentras en medio de un mundo en el que la verdadera inteligencia
del apostolado ha sido disminuida desde hace doscientos años. El jansenismo ha pasado
por allí, después el galicanismo, la revolución, el liberalismo y el racionalismo.
Todas estas negaciones de la acción social cristiana se han acumulado. Nuestra
sociedad se ha sumergido allí. La atmósfera de las almas está totalmente saturada. El
error se esconde bajo los nombres de prudencia, reserva, moderación o imposibilidad.
Ciertos castillos temblarán al escuchar vuestros sueños de apostolado popular.
Si sois sacerdotes, algunos cohermanos más ancianos, que no han conocido nada
más que los viejos métodos, os mirarán como utópicos. Seglares piadosos y devotos
174
gemirán por vuestra temeridad. Todas estas buenas gentes no ven de buena gana a los
indiferentes decirnos que la religión es buena para los ancianos, las mujeres y los niños;
pero hacen todo, sin dudarlo, para que se diga.
Ellos apenas conciben que el sacerdote salga para otra cosa que para ver a los
enfermos o para conducir los cortejos mortuorios, y se admiran de que el pueblo
compare el sacerdote con un ave fúnebre.
Id a los vivos, id a los hombres, id al pueblo y no seréis tenidos por el pájaro
triste de los funerales.
Nuestro siglo tiene sed de acción religiosa. La enfermedad aguda de la sociedad
presente es la ausencia de vida religiosa, es la ausencia del sacerdote. ¿No escucháis a
sus médicos diagnosticar su mal? Los filósofos, los pensadores, los economistas nos lo
dicen. Vosotros habéis escuchado a Le Play, a Littré, a J. Simon y a Brunetière. La
sociedad se muere por falta de religión. Es el grito de todos los hombres inteligentes, a
la vista del desorden moral actual. Es el Canossa de la filosofía racionalista, de la
política perseguidora y de la economía social separada.
El pueblo ve el mal y busca la solución, a vosotros os toca ofrecérsela.
Después de haberte reafirmado y acorazado en la resolución de actuar, ¿qué
método seguirás?
Eso se hace más fácil.
No perdáis de vista los modelos: Cristo y los apóstoles. Cristo fue a los hombres
sin tregua y sin descanso. Escogió algunos, formó doce apóstoles, después setenta y dos
discípulos. Estos vinieron a ser sus auxiliares. Él les dio una consigna: id y enseñad.
Ellos fueron y buscaron oyentes agrupados o aislados. La palabra era su única
arma. Predicaron la doctrina y se ocuparon de las obras, de las necesidades del pueblo y
de la organización social. San Pablo buscó en las opulentas ciudades de Grecia recursos
para las comunidades cristianas de Palestina.
He ahí trazada nuestra misión: ir a los hombres, sobre todo a los que no vienen a
nosotros, hablarles, agruparlos y utilizar esta nueva forma de la palabra, el periódico,
que un san Pablo no habría dejado de emplear, si su tiempo la hubiese conocido; y,
finalmente, ocuparnos de los intereses económicos y sociales del pueblo.
Ésta es la teoría, pero avancemos. ¿Qué haremos en el detalle de la práctica?
Propagaremos los buenos periódicos; agruparemos a los hombres para hacerles
escuchar conferencias, los induciremos a realizar estudios sociales, a participar en las
obras económicas y, finalmente, en las obras de piedad.
Todo eso se hará en el campo, en modestas proporciones y poco a poco.
Los ejemplos se imponen más que las teorías. Leamos, al final del volumen, el
método que ha tenido éxito en las pequeñas parroquias de la Haute-Marne y de Saône-
175
et-Loire, y hagamos lo que han hecho allí.
La Croix du dimanche será suficiente para preparar los caminos en el campo.
Para la manera de difundirla, leed el capítulo de la buena prensa y el de la visita
pastoral.
Formad después, con paciencia, un pequeño grupo de hombres de buena
voluntad que llegarán a ser vuestros auxiliares.
Rezad y haced rezar, y el Salvador no rehusará proporcionaros un pequeño
colegio apostólico.
Nuestras monografías os dicen cómo se forman estos primeros grupos. Con estos
primeros grupos, lo podréis todo, y las obras sociales, sindicatos y cajas de crédito se
organizarán fácilmente, como un fruto maduro cae fácilmente del árbol que le ha
proporcionado la savia.
La hermandad de Nuestra Señora de los Campos reunirá a vuestros asociados y
los conducirá a la iglesia. Las obras de piedad serán el broche final de las obras
económicas. Poneos, pues, sin tardar a la obra.
Todavía ayer leíamos una cálida carta del señor obispo de Périgueux a sus
diocesanos sobre la apremiante necesidad de las obras rurales a favor de las
poblaciones agrícolas. Todos nuestros obispos piensan como él.
“Dice Monseñor Dabert: “Sí, hay que hacer reformas para mejorar la suerte de
los trabajadores, hagámoslas.
Creemos, sobre las bases de la honradez y la justicia, sindicatos agrícolas.
Creemos instituciones económicas, cajas rurales, cajas de familia, economatos
domésticos, seguros contra los accidentes de trabajo, cajas de jubilación, etc.
En una palabra, concluía el obispo de Périgueux, todos aquellos que, por
cualquier título o rango, tienen en la campiña alguna influencia deben sacrificarse hoy
por los intereses materiales de nuestros obreros de los campos.
Y el clero, trabajando principalmente en la conversión y en la santificación de
las almas, no debe seguir siendo extranjero a estas obras de las reformas sociales.
No hará, por lo demás, sino seguir los ejemplos del Salvador”.
En resumen, nosotros diríamos a un cura rural:
Comience por estar muy convencido de la necesidad de actuar y de ir a los
varones. Para esto será suficiente, si lo desea, volver a leer la Encíclica Rerum novarum.
Póngase en seguida a difundir La Croix por todos los medios posibles. En
nuestro tiempo, la buena prensa es la obra de las obras.
176
No se canse. Trate de formar a tres o cuatro hombres, anímeles, Insta opportune
importune [2 Tim 4, 2] hasta que se hayan decidido a ser sus auxiliares en las obras
sociales.
Entonces, comience con ellos un sindicato. Se desarrollará. El sindicato hará el
resto. Fundará la caja de crédito y la caja de familia. Habrá un lugar de reunión
semejante a un círculo. La élite de sus miembros formará más tarde una cofradía de la
orden tercera.
Al sindicato se anexionará un patronato.
Las madres y las chicas jóvenes querrán también asociaciones, si ellas no las
tienen ya, y la parroquia volverá a encontrar, poco a poco, toda la vida corporativa
cristiana de las mejores épocas.
177
CAPÍTULO IV _________
LOS SINDICATOS AGRÍCOLAS
El objetivo que se le propone al sindicato agrícola, recomendándolo a título de
Obras sociales cristianas, es éste:
Hacerse útil a los campesinos desarrollando entre ellos, por medio de la
asociación, el sentimiento de la fraternidad cristiana y del deber social que le está
vinculado, de tal suerte, que los campesinos experimenten, al mismo tiempo, los
beneficios materiales y morales, y que cumpliendo más perfectamente la ley social,
aprendan a comprenderla y a amarla en su Autor divino.
El sindicato agrícola, como cualquier otra asociación, no se puede constituir más
que por una selección, puesto que los elementos heterogéneos, sea moralmente, sea de
hecho, no podrían entrar en una asociación profesional. Ahora bien, esta selección es
por sí misma un poderoso medio de animar la honradez y de reprobar aquello que
merece ser reprobado.
El sindicato no podría prosperar sin una dirección iluminada y sacrificada que lo
penetrase de su espíritu. Devuelve así su puesto a las autoridades sociales y,
particularmente, al sacerdote que, aun cuando no llegue a ser miembro activo, no es
menos el promotor y el consejero natural.
La objeción contra la utilidad moral del sindicato y la posibilidad para el
sacerdote de hacer que sea aceptada su influencia, cae ante las consideraciones que
preceden, y no podría dejarse obsesionar demasiado antes de emprender esta obra.
Puesto que, si se la presenta bajo este aspecto, puede reunir a todos los hombres de bien
para quienes está hecha y producir frutos excelentes de concordia, de moralidad y de
renovación religiosa.
Si, al contrario, concebimos simplemente esta sociedad desde el punto de vista
de las ventajas económicas, como una sociedad de consumo abierta a todo el que viene,
no se falsean menos el espíritu y las disposiciones de la ley civil, que se falsea la ley
moral.
Bien comprendidos, por el contrario, los sindicatos agrícolas son escuelas de
moralidad en las que se forman los ciudadanos para la vida pública, al mismo tiempo
que se retiene a los campesinos en la vida de los campos haciéndola mejor, más honrada
y más remuneradora.
178
Por otra parte, sin salirse en nada de sus estatutos, de carácter estrictamente
profesional, los sindicatos agrícolas pueden inscribir en su reglamento interno prácticas
religiosas y tomar en el terreno político el rol de una representación profesional. Y no es
éste el menos interesante de los puntos de vista en los que es preciso situarse para
promover su formación.
Con el beneficio de estas consideraciones preliminares, pero esenciales,
entraremos en las indicaciones prácticas para la fundación de un sindicato agrícola.
Seguiremos, paso a paso, el pequeño pero excelente manual del señor de
Gailhard-Bancel y el del señor Fontan, resumiéndolos.
Daremos, a continuación, el texto de la ley de 1884 y un proyecto de estatutos y
de reglamento interno.
I. ¿Qué es un sindicato agrícola? - Un sindicato agrícola es una asociación
formada por propietarios, cultivadores, granjeros, jornaleros; por todos aquellos que, en
una palabra, ejercen la profesión agrícola o que tienen al suelo como un vínculo
cualquiera para la defensa de sus intereses profesionales y económicos.
Es, con un nombre nuevo y una forma rejuvenecida, la antigua corporación,
adaptada a las poblaciones rurales; es el único medio de ejercer legalmente el derecho
de asociación, suprimido en 1791, y restituido parcialmente por la ley del 21 de marzo
de 1884.
La asociación es de derecho natural, como la propiedad; es el complemento
necesario del individuo, que, solo, aislado, sin otros recursos que sus brazos, es incapaz
de bastarse a sí mismo en todas sus necesidades, de salvaguardar sus derechos, de hacer
frente a todas las eventualidades de la vida; la asociación es también el complemento de
la familia que ella debe igualmente proteger y sostener en los momentos difíciles.
Esta misión, en otra época, la habían cumplido las corporaciones: éstas,
transformadas, rejuvenecidas y adaptadas a las nuevas condiciones de nuestro tiempo, la
cumplirán también hoy.
No hay, pues, que vacilar; es preciso reaccionar contra el espíritu del
individualismo y del egoísmo que ha invadido nuestra sociedad, es preciso formar
asociaciones profesionales, sindicatos. La experiencia está ahí, para probar que esto es
posible y que incluso es fácil, con un poco de dedicación y de perseverancia.
II. ¿Cómo se puede fundar un sindicato? - Reuniones preparatorias y depósito
de los estatutos. – Para fundar un sindicato agrícola hace falta, en primer lugar, reunir a
algunos hombres de buena voluntad, inteligentes, activos, dedicados, que serán los
fundadores de la asociación. En el campo, este primer grupo es fácil de formar; en el
invierno sobre todo, el agricultor está siempre dispuesto a responder a una convocatoria.
Es el cura, lo más frecuentemente, quien tendrá la iniciativa de esta fundación; y
179
es de justicia, porque a él le importa tanto el bien moral como el bien material de las
poblaciones agrícolas.
En estas reuniones se expone la necesidad, los beneficios de la asociación, los
servicios que puede proporcionar un sindicato, desde el punto de vista de los intereses
agrícolas, económicos y morales; se da a conocer lo que han hecho en otras partes; se
informa de los estatutos, se discute, se busca aquello que podría hacerse más fácilmente,
y con mayor utilidad, en la región en la que nos encontramos.
Los fundadores tienen toda la libertad para reunirse sin estar expuestos a las
penas de los artículos 291 y siguientes del Código penal.
Cuando se han fijado los términos de los estatutos, se designan a aquellos que
estarán encargados de administrar la asociación. Su primer acto deberá ser depositar en
el ayuntamiento dos ejemplares de los estatutos y la lista de los administradores
escogidos. Estos documentos serán firmados por el presidente y el secretario del
sindicato. La fecha debe ser escrita con todas las letras.
El depósito es constatado por un recibo del alcalde. Los documentos depositados
y el recibo serán escritos en papel sin sellar.
Una vez cumplidas estas formalidades, está fundado el sindicato, sin que sea
necesario pedir ninguna autorización. Si el alcalde rehusase recibir el depósito de estos
documentos o entregar el recibo, sería necesario hacerlos depositar en sus manos por
embargo (por mandato judicial) y hacer constar al mismo tiempo su rechazo.
III. De la administración y de los estatutos. – La administración es confiada a
un Consejo sindical, que comprende un presidente, un vicepresidente, un secretario, un
tesorero y, a menudo, otros tres miembros. Es bueno que los diversos elementos del
sindicato estén todos representados en él.
El Consejo es elegido en la asamblea general. Él nombra por sí mismo su buró
(su órgano dirigente).
El sindicato está representado por el presidente, naturalmente, en los actos de la
vida civil.
Parece preferible que el cura sea solamente miembro consultivo del Consejo. Si
hay otros miembros consultivos, forman un Comité consultivo o de arbitraje, que asiste
al Consejo con sus luces y que desempeña el rol de árbitro cuando el Consejo está
dividido sobre una cuestión.
Los estatutos oficiales pueden ser bastante sucintos. Se les añade, de ordinario,
un reglamento interno, más detallado, que no es necesario dejar en depósito.
Los estatutos contienen las disposiciones relativas a la constitución del sindicato,
a su composición, a su objeto, a su administración, a sus reuniones, a su patrimonio y a
su disolución.
180
Al reglamento interno concierne el espíritu del sindicato, sus fiestas, los detalles
de su administración y el empleo de sus recursos.
IV. ¿Qué circunscripción conviene asignar a un sindicato agrícola? - No es
posible dar a esta cuestión una respuesta precisa. La extensión que hay que dar a un
sindicato depende de las circunstancias, de los recursos y de las necesidades de las
poblaciones. La ley deja toda libertad a este respecto.
Se puede establecer un sindicato en un departamento, en un distrito, en un
cantón, en un grupo de municipios, en un valle o en un municipio.
Sin embargo, desde el punto de vista social, para hacer de un sindicato una gran
familia, en la que todo el mundo se conoce y se siente unido por el vínculo de una
estrecha y cordial solidaridad, es preferible fundar sindicatos de circunscripción
restringida, sindicatos municipales o, todo lo más, cantonales.
Desde el punto de vista económico, para anexionar fácilmente al sindicato
instituciones de asistencia y de previsión, cajas de familia, Sociedades de ayuda, cajas
rurales de crédito, lugares de reunión, etc., nada hace tanta falta como el que los
sindicatos estén muy extendidos.
V. ¿Quién puede formar parte de un sindicato agrícola? - En los términos del
artículo 2 de la ley del 21 de marzo de 1884 pueden formar parte de un sindicato todas
las personas que ejerzan la misma profesión, oficios similares o profesiones conexas,
que concurran al establecimiento de determinados productos.
Por consiguiente, desde el punto de vista agrícola, todas las personas que
cultivan la tierra o recogen directamente los productos, el propietario grande o pequeño,
explote o no su terreno, el granjero, el aparcero, el hombre que mantiene el huerto más
modesto, el viñador, el horticultor, el hortelano, el jardinero florista, el silvicultor, el
criador de ganado, pertenecen a la misma profesión y pueden entrar en el mismo
sindicato.
En los oficios similares a los de la agricultura se pueden clasificar las industrias
vinculadas directamente a la tierra, como las azucareras, las destilerías, las queserías; y
en las profesiones anexas, las de veterinarios, profesores de agricultura, constructores de
instrumentos agrícolas, vendedores de fertilizantes, guarnicioneros, carpinteros de
carros, herradores. No hace falta, sin embargo, extender demasiado el número de
profesiones similares o conexas, tanto más que en el campo es muy pequeño el número
de aquellos que no poseen un rincón de tierra por el título que sea.
Las mujeres, los mineros, los extranjeros pueden formar parte de un sindicato
agrícola. Sin embargo, la ley exige que los administradores del sindicato sean franceses
y gocen de sus derechos civiles.
Está muy claro que los simples jornaleros pueden formar parte del sindicato. Su
presencia hace que nuestros sindicatos rurales sean sindicatos mixtos, compuestos de
patronos y de obreros.
181
Se puede establecer que siempre habrá uno o varios jornaleros en el Consejo
sindical y que serán elegidos por sus iguales.
Los patronos y los jornaleros pueden formar secciones diferentes y pagar
cotizaciones proporcionadas; éstos disfrutan sólo de las ayudas de la caja de familia o de
otras obras de asistencia.
VI. ¿Qué género de operaciones puede hacer un sindicato agrícola? - El campo
abierto a su actividad es muy amplio. El sindicato puede llevar a cabo todos los actos,
fundar todas las instituciones que tengan por objeto los intereses profesionales y
económicos de sus miembros. No tiene más obstáculo que el de la elección entre las
diversas obras de las que puede ocuparse.
¿Por dónde es preferible comenzar?
A este respecto, no se puede decir nada como absoluto. En tal pueblo, es una
cosa la que tendrá más éxito; en otras partes, otra. Cada sindicato lo valorará.
Vamos a enumerar los diversos servicios que los sindicatos agrícolas
proporcionan más a menudo, desde el punto de vista profesional, económico, moral y
social.
A. SERVICIOS PROFESIONALES
Enseñanza agrícola. Un sindicato agrícola puede estudiar teórica y
prácticamente todas las cuestiones que interesan a la agricultura y divulgar el empleo de
los mejores métodos. Puede organizar cursos o solicitar conferencias a personas
competentes. Puede publicar o recibir un boletín especial.
Campos de experiencia. Varios sindicatos han organizado campos de
experiencia, en los que se han ensayado nuevas variedades de cereales, de patatas, etc.
los instrumentos perfeccionados, las diferentes clases de abonos.
B. SERVICIOS ECONÓMICOS
Compra de materiales y objetos útiles para la agricultura. No todo consiste en
dar a conocer los métodos buenos, hace falta también facilitar la aplicación. Todos los
sindicatos se han esforzado en procurar a sus miembros las mejores condiciones de
precio y de calidad, las cosas de las cuales ellos pudieran tener necesidad en el ejercicio
de sus funciones: instrumentos agrícolas, semillas, abonos, etc. Algunos sindicatos han
servido, simplemente, de intermediarios para estas compras; otros han abierto ellos
mismos almacenes a los que sus miembros pueden ir a aprovisionarse.
Estas operaciones no obligan de ningún modo a los sindicatos a tener la patente.
Algunos sindicatos se han ocupado también de la venta de los productos, pero
esta operación ha parecido, generalmente, más difícil.
182
Instituciones de asistencia y de previsión. La ley de 1884 da a los sindicatos el
derecho a establecer Sociedades cooperativas, cajas de ayudas mutuas y de jubilación.
Un sindicato puede fundar para sus miembros una Sociedad de ayudas mutuas
sin tener que pedir ninguna autorización. Es preciso tan sólo que la administración y la
caja de la Sociedad de ayudas mutuas sean distintas de las del sindicato. Además, toda
persona que se retira de un sindicato conserva el derecho a ser miembro de las
Sociedades de ayudas y de pensión a cuyo activo ha contribuido por medio de sus
pagos.
Una forma popular de la Sociedad de ayuda mutua es la caja de familia, de la
que participa toda la familia, incluso los niños.
Seguros. Desde el punto de vista de los seguros, los sindicatos agrícolas pueden
también dar reales servicios a sus socios que desean asegurarse contra el granizo, los
accidentes o los incendios.
Los sindicatos podrán informar a sus miembros sobre el valor de las diversas
Sociedades que solicitan sus seguros y, en caso de necesidad, servirles de intermediario
entre ellos.
Un buen número de Compañías de seguros está dispuesto a considerar los
sindicatos como agentes y a hacer que se beneficien de importantes descuentos.
Algunos sindicatos han organizado ellos mismos cajas de seguros o de ayudas
mutuas contra la mortalidad del ganado.
Sociedades de Crédito mutuo. Una de las obras más útiles que todavía pueden
establecer los sindicatos son las Sociedades o cajas de crédito, que procurarán a sus
miembros el medio para encontrar dinero a un tipo de interés moderado, cuando ellos
tengan necesidad de un empleo profesional, tal como la compra de semillas, de abono o
de ganado. En otro capítulo indicamos el funcionamiento de las cajas de crédito, según
el sistema Durand-Raiffeisen.
Lugar de reunión, cantina. Un lugar de reunión es un accesorio muy útil para el
funcionamiento de un sindicato. Nada impide a los sindicatos organizarlo para la
utilidad y el agrado de sus miembros.
Allí serán puestos todos los avisos, se harán todos los encargos y los
reglamentos de cuentas, será donde se inscribirán para el empleo de los diversos
instrumentos, prestados o alquilados por el sindicato, allí será donde se pedirá y se
recibirá una infinidad de informaciones útiles.
Sin contar con lo que se podrá encontrar allí en materia de consumiciones sanas,
a un precio ventajoso, y con que se podrá descansar allí los días de fiesta de los trabajos
de la semana.
183
C. SERVICIOS MORALES Y SOCIALES
Arbitraje, paz social. Desde el punto de vista moral y social, los sindicatos han
prestado también numerosos servicios a las poblaciones rurales. Han contribuido a
resolver pacíficamente, por medio de su arbitraje, muchas dificultades, muchos litigios,
que, sin su intervención, se habrían agravado y habrían hecho nacer estos procesos que
llevan la desavenencia a las familias y las arruinan.
Desde que ricos y pobres, grandes y pequeños propietarios, granjeros, aparceros,
y obreros se han vuelto a encontrar en los sindicatos, muchos prejuicios han
desaparecido, muchas envidias se han extinguido, muchas amistades se han formado
entre personas que apenas se conocían en otro tiempo y que no se tenían sino poca o
ninguna simpatía los unos a los otros.
Los sindicatos son el dique más sólido de oposición al socialismo, que amenaza
con invadirlo todo y con destruirlo todo, y su acción, desde el punto de vista social,
puede ser de las más eficaces y de las más fecundas.
VII. El patrimonio de los sindicatos. Su necesidad. Los sindicatos no deben
perder nunca de vista la necesidad que tienen de constituirse un patrimonio, el cual les
es indispensable para desarrollarse, para aumentar el número y la importancia de sus
servicios y, sobre todo, para formar instituciones de asistencia y previsión que deben ser
el objeto constante de sus preocupaciones y de sus esfuerzos.
Su naturaleza. La ley del 21 de marzo de 1884 da a los sindicatos el derecho de
poseer; pero son tan grandes, todavía, las prevenciones contra la propiedad colectiva,
que el legislador no les ha permitido “adquirir otros inmuebles que aquellos que son
necesarios para sus reuniones, para sus bibliotecas y para los cursos de instrucción
profesional” (art. 6).
De este artículo resulta que los sindicatos pueden poseer campos de experiencia
y los inmuebles necesarios para su funcionamiento, como despachos, almacenes,
depósitos.
Al contrario, pueden, sin ninguna limitación, poseer muebles y valores
mobiliarios de toda especie, rentas, obligaciones, créditos, máquinas e instrumentos
agrícolas, etc.
Formación del patrimonio sindical. El patrimonio de los sindicatos se puede
formar:
1º Por las cotizaciones de los miembros y por los derechos de entrada. El
artículo 6 de la ley del 21 de marzo de 1884 dice formalmente que los sindicatos pueden
emplear las sumas provenientes de las cotizaciones. No están, pues, obligados a
dedicarlos a cubrir sus gastos generales, a los cuales ellos pueden hacer frente por
medio de un ligero recargo sobre los productos que procuran a sus miembros.
2º Por las adquisiciones a título oneroso. Teniendo los sindicatos la
personalidad civil, pueden comprar, vender, realizar todos los actos legales de acuerdo
con la ley de 1884.
184
3º Por adquisiciones a título gratuito. Parece, según la ley, que los sindicatos
pueden recibir mandas testamentarias.
Sin embargo, esto es contestado por una circular ministerial y las autoridades
judiciales no permiten que se indique esta fuente de adquisición en los estatutos.
Los sindicatos pueden recibir dones o subvenciones de los particulares, del
Estado, de los departamentos y de los municipios.
Tienen también la facultad de agregar, bajo títulos dejados a su elección,
miembros honorarios, donantes, bienhechores, etc., que pagan anualmente una
cotización más elevada que la de los otros miembros o que hacen donación a la
Sociedad de una suma una vez pagada.
Sin embargo, los bienhechores no pueden ser al mismo tiempo miembros activos
del sindicato más que si cumplen las condiciones profesionales requeridas por la ley. Si
no, serán simplemente bienhechores, extraños a la asociación.
VIII. Los sindicatos y la representación de la agricultura. Los sindicatos
pueden también defender y servir a los intereses generales de la agricultura.
De todas las profesiones, la agricultura es la única que no tiene representación
legal. Los industriales y los comerciantes tienen las Cámaras de comercio. Las
profesiones liberales, los notarios, procuradores judiciales y abogados tienen sus
Cámaras o Consejos. La agricultura no está representada. Ella encontrará en los
sindicatos una representación libre, autorizada, proba, competente, dispuesta a hablar en
su nombre y a llevar a los poderes públicos sus reivindicaciones siempre que los
intereses agrícolas estén en juego.
Repetidas veces ya, los sindicatos han elevado la voz en nombre de los
agricultores. Ellos han podido obtener alguna protección para los productos agrícolas y
algún aligeramiento de los impuestos. Pero su acción será tanto más poderosa y eficaz,
cuanto ellos sean más florecientes y se hayan multiplicado más.
IX. Las uniones de sindicatos. La asociación multiplica la fuerza de los
individuos. Las uniones, las federaciones decuplican la fuerza de los sindicatos.
La experiencia está hecha; y aunque el legislador haya rehusado la personalidad
civil de las uniones y las haya privado así de un poderoso medio de acción, ellas han
proporcionado a los sindicatos inmensos servicios.
Gracias a sus uniones departamentales o regionales, los sindicatos agrícolas han
podido, hasta el presente, procurar a sus miembros la mayor parte de las ventajas que
hemos enumerado: concertar negocios ventajosos, fundar cooperativas y publicar
boletines y almanaques a un sorprendente buen precio.
Gracias a la Unión central de los agricultores de Francia, cuya sede está en París,
los delegados de los sindicatos han podido, muchas veces, tener acceso ante los poderes
185
públicos, hacerles escuchar los deseos, las voluntades de los agricultores y cumplir así
su misión de representantes de la agricultura.
X. Conclusión. La agricultura es la mayor fuerza moral, material y social del
país; la prosperidad de la patria está íntimamente vinculada a su prosperidad.
Es, pues, hacer una obra patriótica el trabajo por la mejora de la agricultura; y el
medio mejor de trabajar en ello, esperamos haberlo demostrado, es agrupar, asociar a
los agricultores y multiplicar los sindicatos.
Gracias a ellos, la tierra llegará a ser más rica y más fecunda; la profesión
agrícola volverá a tener el lugar de honor entre las profesiones; y los jóvenes, que tienen
tendencia a abandonarla, aprenderán a honrarla y a amarla.
Ellos volverán a serle fieles y veremos multiplicarse y prosperar las numerosas y
fuertes familias rurales, que dan al país sus mejores ciudadanos y al ejército sus más
valientes soldados.
187
APÉNDICE I __________
LEY DEL 21 DE MARZO DE 1884
SOBRE LOS SINDICATOS PROFESIONALES
ARTÍCULO PRIMERO. – Son derogados la ley de 14,17 de junio de 1791 y el
artículo 416 del Código penal.
Los artículos 291, 292, 293, 294 del Código penal y la ley del 10 de abril de
1834 (sobre las asociaciones o reuniones ilícitas) no son aplicables a los sindicatos
profesionales.
ART. 2. – Los sindicatos o asociaciones profesionales, incluso de más de 20
personas que ejercen la misma profesión, oficios similares o profesiones conexas que
concurren al establecimiento de productos determinados, podrán constituirse libremente
sin la autorización del gobierno.
ART. 3. – Los sindicatos profesionales tienen por objeto, exclusivamente, el
estudio y la defensa de los intereses económicos, industriales, comerciales y agrícolas.
ART. 4. – Los fundadores de todo sindicato profesional deberán depositar los
estatutos y los nombres de aquellos que, a un título cualquiera, serán encargados de la
administración o de la dirección. Este depósito tendrá lugar en el ayuntamiento de la
localidad en la que el sindicato está establecido y, en París, en la prefectura de la Seine.
Este depósito será renovado a cada cambio de dirección o de estatutos.
Una copia de los estatutos deberá ser dada por el alcalde o por el prefecto de la
Seine al procurador de la República.
Los miembros de todo sindicato profesional encargados de la administración o
de la dirección de este sindicato deberán ser franceses y gozar de sus derechos civiles.
ART. 5. – Los sindicatos profesionales, regularmente constituidos según las
prescripciones de la presente ley, podrán libremente ponerse de acuerdo para el estudio
y la defensa de sus intereses económicos, industriales, comerciales y agrícolas.
Estas uniones deberán dar a conocer, en conformidad al segundo párrafo del
artículo 4, los nombres de los sindicatos que los componen.
188
No podrán poseer ningún inmueble ni “ester” (promover acción) en justicia.
ART. 6. – Los sindicatos profesionales de patronos o de obreros tendrán el
derecho de “ester” en justicia.
Podrán emplear las sumas provenientes de las cotizaciones.
Sin embargo, no podrán adquirir otros inmuebles que aquellos que sean
necesarios para sus reuniones, para sus bibliotecas y para los cursos de instrucción
profesional.
Podrán, sin autorización, pero cumpliendo las otras disposiciones de la ley,
constituir entre sus miembros cajas especiales de ayuda mutua y cajas de pensiones.
Podrán libremente crear y administrar oficinas de información para las ofertas y
demandas de trabajo.
Podrán ser consultados sobre todas las diferencias o discrepancias y todas las
cuestiones vinculadas con su especialidad.
En los asuntos contenciosos, las opiniones del sindicato estarán a disposición de
las partes, que podrán recoger comunicación y copia.
ART. 7. - Todo miembro de un sindicato profesional se puede retirar en
cualquier momento de la asociación, no obstante toda cláusula contraria, pero sin
perjuicio del derecho del sindicato de reclamar la cotización del año en curso.
Toda persona que se retira de un sindicato conserva el derecho a ser miembro de
las sociedades de ayudas mutuas y de pensiones de jubilación para la vejez a cuyo
activo ha contribuido mediante sus cotizaciones o mediante el pago de fondos.
ART. 8. – Cuando los bienes hayan sido adquiridos contrariamente a las
disposiciones del artículo 6, la nulidad de la adquisición o de la manda testamentaria
[liberalidad] podrá ser demandada por el procurador de la República o por los
interesados. En el caso de adquisición a título oneroso, los inmuebles serán vendidos y
el precio será depositado en la caja de la asociación. En caso de manda testamentaria
[liberalidad], los bienes volverán a los depositantes o a sus herederos o causa habientes.
ART. 9. - Las infracciones a las disposiciones de los artículos 2, 3, 4, 5 y 6 de la
presente ley serán perseguidas en los directores o administradores de los sindicatos y
castigadas con una multa de 16 a 200 francos. Los tribunales podrán, además, a
propuesta del procurador de la República, pronunciar la disolución del sindicato y la
nulidad de las adquisiciones de inmuebles hechas violando las disposiciones del artículo
6.
En caso de declaración falsa relativa a los estatutos y a los nombres y cualidades
de los administradores o directores, la multa podrá ascender a 500 francos.
ART. 10. – La presente ley es aplicable en Argelia.
189
Es igualmente aplicable en las colonias de Martinica, de Guadalupe y de
Reunión. Sin embargo, los trabajadores extranjeros y contratados a título de emigrantes,
no podrán formar parte de los sindicatos.
APÉNDICE II _________
PROYECTO DE ESTATUTOS
PARA UN SINDICATO AGRÍCOLA COMUNAL
Estatutos del Sindicato agrícola y hortícola del municipio de_____.
TÍTULO I. – Constitución y objeto del sindicato
ARTÍCULO PRIMERO. – Se ha formado una asociación sindical entre los
propietarios, agricultores, granjeros, domésticas, jornaleros y obreros de cultivo o de
profesiones conexas domiciliados en el municipio o siendo allí poseedores de
propiedades, y adhiriéndose a los presentes estatutos.
ART. 2. – Toma el nombre de sindicato agrícola y hortícola del municipio de
________ y se pone bajo el patronato de San _______, cuya fiesta será celebrada cada
año el día fijado por el Consejo.
ART. 3. – Está regido por la ley del 21 de marzo de 1884, sobre los sindicatos
profesionales, y comienza a existir el día del depósito legal de los estatutos.
ART. 4. – La asociación tiene por objeto la unión fraternal de sus miembros, el
estudio y la defensa de los intereses agrícolas.
ART. 5. – Tiene por fin especial: 1º trabajar en la mejora moral del personal
agrícola; 2º servir de intermediario para la compra de mercancías útiles a la agricultura
(instrumentos, abonos, simientes, etc.); 3º buscar mercados al producto del trabajo de
los sindicalistas; 4º organizar instituciones de previsión, de crédito y de asistencia
mutua; 5º proporcionar árbitros y expertos para la solución de cuestiones en litigio; 6º
procurar la enseñanza de los mejores métodos de cultivo.
TÍTULO II. – Composición del sindicato
ART. 6. – El número de socios es ilimitado. Para formar parte del sindicato es
preciso ser presentado por dos miembros y admitido por el Consejo.
ART. 7. – Nadie puede formar parte del sindicato si no goza de una reputación
irreprochable desde el punto de vista de las costumbres y de la probidad.
190
ART. 8. – El sindicato comprende miembros titulares y asociados1.
ART. 9. – Los miembros titulares (propietarios, granjeros y patronos) pagan una
cotización doble y no tienen derecho a las ayudas de la caja de familia.
ART. 10. – El sindicato puede tener miembros honorarios o suscriptores que le
ayudan por medio de sus cotizaciones anuales, pero no pueden tomar parte en la
administración del sindicato ni en sus reuniones.
ART. 11. – Todo miembro del sindicato es libre de retirarse de él, notificando su
dimisión al presidente.
ART. 12. – Él pierde entonces sus derechos al patrimonio corporativo, pero debe
pagar la cotización del año en curso. Conserva el beneficio del segundo párrafo del
artículo 7 de la ley del 21 de marzo de 1884.
TÍTULO III. - Administración
ART. 13. – El sindicato es administrado por un Consejo sindical compuesto por:
un presidente, uno o dos vicepresidentes, un tesorero, un secretario y otros dos
miembros.
ART. 14. – El Consejo sindical es elegido en asamblea general cada tres años.
Sus miembros son reelegibles y sus funciones son gratuitas. A la tercera vuelta, es
suficiente la mayoría relativa. El Consejo nombra por sí mismo, en su seno, el buró, es
decir, el presidente, los vicepresidentes, el secretario y el tesorero.
ART. 15. – El Consejo se reúne regularmente todos los meses, pero el presidente
lo puede convocar de manera extraordinaria.
El Consejo resuelve sobre las peticiones de admisión; convoca las reuniones
generales; toma todas las medidas propias para asegurar las ventajas morales y
materiales del sindicato.
ART. 16. El Consejo puede por razones graves, de las cuales él es el único juez,
pronunciar la exclusión de un miembro. Por el hecho de esta exclusión, el miembro que
ha sido objeto de ella es asimilado a un dimisionario (art. 12).
ART. 17. – El Consejo designa cada año tres o cinco personas que forman un
Consejo de arbitraje ante el cual son llevadas las discrepancias que surgen en la
profesión. Estas personas pueden proceder de fuera del sindicato.
ART. 18. – El presidente tiene voz preponderante en caso de empate. Él
representa al sindicato en todas las relaciones oficiales. Él firma los procesos verbales y
las actas diversas del sindicato. Él es el encargado de “ester”(promover acción) en
justicia si tiene lugar. Todo acto que compromete al sindicato debe llevar la firma del
presidente y de otro miembro del Consejo de administración. El Consejo de
administración puede nombrar, bajo su responsabilidad, un gerente, incluso no afiliado
1 Este artículo y el siguiente serán suprimidos si no hay miembros obreros.
191
al sindicato.
ART. 19. – El Consejo se ocupa de la instalación de los locales del sindicato.
Puede organizar conferencias y una biblioteca.
ART. 20. – Los recursos se componen de las cotizaciones de los asociados, de
las suscripciones de benefactores y miembros honorarios, y de una deducción sobre los
beneficios de las operaciones sindicales.
ART. 21. – La cotización es de _____ y se paga en los tres primeros meses del
año (o por mensualidades).
ART. 22. – El Consejo de administración redacta el balance y cierra las cuentas
a 31 de diciembre de cada año. Balance y cuentas deben estar a disposición de todo
sindicalista en la sede del sindicato a partir del primero de febrero.
ART. 23. – Los gastos comprenden los de correspondencia, publicidad,
almacenaje, análisis, etc. El excedente constituye un fondo de reserva que podrá ser
empleado para los intereses generales de la asociación y para dotar a la caja de ayudas o
de familia, o bien ser depositado en la caja rural.
ART. 24. – La asamblea general anual se tendrá el ______ domingo de febrero.
El buró dará cuenta de las operaciones del año y de la situación financiera del sindicato.
La asamblea general es convocada por carta personal dirigida a los asociados al
menos ocho días antes de la reunión.
Puede reunirse una asamblea general extraordinaria todas las veces que el
consejo lo juzgue necesario.
TÍTULO IV. – Disposiciones generales
ART. 25. – El sindicato podrá ser unido, por simple decisión del Consejo de
administración, a uno o varios sindicatos para formar una unión, así como a una o varias
uniones de sindicatos. Él da, por los presentes estatutos, pleno poder a su Consejo de
administración para hacer, a este efecto, todas las gestiones necesarias.
ART. 26. – El presente reglamento podrá ser modificado, si ello ha lugar; pero
toda modificación deberá ser votada, en primer lugar, por el Consejo y, a continuación,
por dos tercios de la asamblea general.
ART. 27. – La sede social está en _________.
ART. 28. – Los estatutos han sido depositados en el ayuntamiento de
___________, el _________.
ART. 29. – La disolución podrá ser votada en las mismas condiciones que la
revisión de los estatutos.
192
ART. 30. – En caso de disolución, la asamblea general, reunida a este efecto,
decidirá el empleo de los fondos pudiendo quedar en caja a favor de una obra de
asistencia o de interés agrícola, sin que nunca pueda ser hecho el reparto entre los
sindicalistas.
Hecho en ____________, el _________ de mil ochocientos ______.
El Presidente, El Secretario,
APÉNDICE III _________
PROYECTO DE REGLAMENTO INTERNO1
ARTÍCULO PRIMERO. – Admisión: Además de las condiciones profesionales
ordinarias, es preciso, para ser admitidos:
Ser respetuoso con las convicciones religiosas;
Tener públicamente buena vida y buenas costumbres;
No haber sido sujeto de condena judicial reprobada por la conciencia pública.
Por consiguiente, son excluidos los que viven en concubinato y otros libertinos
públicos.
ART. 2. – Obligaciones morales: El sindicato quiere contribuir al bien moral de
sus miembros, lo cual es, por otra parte, la garantía de su bienestar material. Los
miembros del sindicato deberán respetar las leyes de la Iglesia sobre la observancia
dominical y evitar la blasfemia.
No tomarán parte en ninguna reunión o sociedad antirreligiosa.
Los patronos, lejos de poner trabas a la práctica religiosa de sus subordinados, la
favorecerán.
ART. 3. – Fiestas y ceremonias: Los asociados asistirán como gremio a su fiesta
patronal y a la misa anual que será dicha por sus difuntos.
Tomarán parte en las fiestas de corporaciones: san Eloy y san Juan Bautista para
los agricultores, san Nicolás y santa Catalina para la juventud.
(Ciertos sindicatos tienen una misa especial el primer domingo de cada mes).
ART. 4. – Obras e instituciones conexas: El Consejo sindical organizará una
caja de familia, una caja de ayudas para los ancianos, una oficina de informaciones
jurídicas y otras, así como conferencias instructivas.
1 Es imposible preverlo todo y regularlo todo en los estatutos; también los sindicatos pueden,
para su buen funcionamiento, completar los estatutos por medio de reglamentos internos de los cuales no
es necesario hacer depósito en el ayuntamiento.
193
ART. 5. – Colectas de las cotizaciones: Serán designadas personas para facilitar
la colecta de las cotizaciones. También serán encargadas de visitar a los enfermos y de
entregarles bonos de visita para los médicos.
ART. 6. – Multas: Para procurar la observancia de los estatutos, el Consejo
puede imponer multas que varían de 0’50 francos a 1 franco.
ART. 7. – Local del sindicato: El Consejo determina los días y las horas de
apertura del local sindical. Él reglamenta el uso de libros y periódicos.
ART. 8. – Funerales: El sindicato asiste corporativamente a los funerales de sus
miembros, llevando su bandera.
ART. 9. – Consejo de arbitraje: Los miembros del buró con el cura de la
parroquia forman un consejo consultivo y de arbitraje. Sus decisiones tienen fuerza de
ley en las diferencias que surgen entre los sindicados sobre cuestiones profesionales.
En ciertas parroquias, el Consejo de patronato y de arbitraje está tomado de
personas que están fuera del sindicato. Se compone del cura y de algunos notables que
han concurrido a la fundación del sindicato.
Publicaciones que consultar sobre los sindicatos
Petit Manuel pratique des Syndicats agricoles, por M. DE GAILHARD -
BANCEL, Maison de la Bonne Presse, 5, rue Bayard, 1 franco, franco.
Manuel des syndicats professionnels agricoles, por M. J. BOULLAIRE, en
Marescq, 20, rue Soufflot, París, 3 francos.
Bulletin du syndicat central des agriculteurs de France, 19, rue Louis-le-Grand,
París. Aparece dos veces por mes. Un año: 4 francos. Para los miembros de sindicatos
unidos: 2 francos.
Monographie de l’Union du Sud-Est, des syndicats agricoles, por CLAUDE
SYLVESTRE. En las oficinas de l’Union du Sud-Est, 9, rue du Garet, Lyon, 3 francos.
Compte rendu du Congrès des syndicats agricoles, tenu à Lyon en août 1894. En
las mismas oficinas, 3,50 francos.
Les machines agricoles à la portée de tous au moyen du syndicat d’industrie
agricole, por M. l’abbé FONTAN, librería católica, 19, place Marcadieu, Tarbes, 0’45
francos.
Manuel pratique à l’usage des fondateurs et administrateurs des Caisses
rurales, por L. DURAND, Franco, 1’30 fr. París, rue Bayard. Y Bulletin mensuel de
l’Union des Caisses rurales, 2 francos al año. 97, avenue de Saxe, en Lyon.
194
195
CAPÍTULO V
________
LA BUENA PRENSA
I. Su importancia. Actualmente es la obra de las obras. ¿Se querrá comprender
esto, finalmente, en todas partes?
Pío IX y León XIII nos lo han dicho bastante. Son ya incontables sus palabras de
aliento a los periódicos católicos y, especialmente, al diario popular La Croix y a sus
Comités de propaganda.
Para los curas, sobre todo, es la obra reservada por Dios en el tiempo presente.
Cualesquiera que sean las obras que se hagan, no se puede salvar Francia si no
se la libra, en las raíces, de un mal destructor de todas las buenas obras.
Este mal es la prensa impía, e incluso la prensa indiferente, divulgada en los
menores caseríos y en todas las aglomeraciones obreras. Esta calumnia cotidiana, este
ateísmo práctico, ayudado por la novela sensual u obscena, reducen a la nada todo
aquello que se hace en la escuela, en el patronato, en el círculo, en la iglesia o en las
buenas conferencias del atardecer.
Ninguna de estas excelentes obras ha tenido fruto duradero, sino en cuanto se la
ha podido apartar de esta plaga.
No hay ya nada más que raros islotes, aquí y allá, que no estén inundados, y,
ante este diluvio, los plácidos conservadores se resignan diciendo: “No hay nada que
hacer, el mundo está perdido”.
Ha sido hermoso protestar y decirles que la difusión de un buen periódico
popular, en buenas condiciones de precio que los otros no podrían alcanzar, podía
desecar este diluvio. Se ha dado la prueba con ejemplos proporcionados por el periódico
La Croix. Muchos no se han dado cuenta todavía, pero a ello llegarán con la gracia de
Dios.
Si queremos conocer el medio de adquirir una verdadera influencia social,
vayamos a la escuela de los judíos, ellos lo conocen.
Pues bien, cuándo Crémieux fundó L’Alliance israélite para judaizar el mundo,
¿qué medio utilizó?
196
“No nos hace falta, decía él a sus correligionarios, nada más que una sola arma,
que es todopoderosa. Cuando la tengamos el mundo será nuestro”.
¿Cuál era esta arma?
“No es el dinero, no son los lugares, no es la consideración pública. Poned todo
eso en segundo plano, les decía él, pero ante todo, ¡apoderaos de la prensa! La prensa
es todo. Teniendo la prensa, tendremos todo el resto”.
L’Alliance israélite aceptó el programa de Crémieux. Puso la conquista de la
prensa en la primera fila de sus preocupaciones. Gastó su dinero y su sufrimiento.
Conquistó la prensa y, con la prensa, tuvo todo el resto: el dinero, los lugares, la
consideración, la influencia.
Pudo así judaizar Francia, porque la Francia que tenemos ante nosotros, esta
Francia cuya vista arranca nuestras lágrimas y crispa nuestros nervios, es la Francia
judaizada. Es la Francia tal como la ha hecho la prensa judía.
Es L’Alliance israélite de Crémieux la que nos ha conducido a donde estamos.
Hemos venido a ser los vasallos del judío. Y si algún señor de la Edad Media olvidó las
nobles tradiciones de la feudalidad, nunca sin embargo trató a sus feudos ligiosNT1
con
tanta tiranía y desprecio como la que experimentamos del judío.
Vamos a la escuela de este vencedor que ha destruido todo el orden social
cristiano, que ha destruido toda la energía del carácter francés, que ha descristianizado,
humillado y subyugado a Francia. Examinemos su arma, estudiemos su táctica. A
ejemplo suyo, pongamos la prensa en la primera fila de nuestros medios de acción.
Todas las obras marcharán cuando nosotros tengamos la prensa. Sin la prensa, todas las
obras perecerán.
II. Objeciones. Había montañas. Desaparecían de una en una. “Es imposible, se
decía, eso no ocurrirá, no es asunto de sacerdotes el ocuparse de los periódicos”. Y
parándose ante estas dificultades imaginarias, se dejaba que el mal se agravase, que se
perdiera la fe y que la patria corriera a los abismos.
No, esto no es imposible. Esto no es ni siquiera difícil. Es preciso, sin embargo,
esforzarse un poco para hacer propaganda. Pero, ¡qué cobardía sería pararse ante estos
pequeños sacrificios, cuando se trata de hacer un bien tan grande!
Ha pasado el tiempo en el que se quería relegar al sacerdote, e incluso a los
fieles piadosos, a la sacristía. La unidad de la fe se ha perdido. Francia es ahora un
campo de misión en el que hay que combatir con todas las armas que tenemos en
nuestro poder.
La prensa católica, por otra parte, no se opone ya a la forma de gobierno; el clero
NT1
Feudo ligio, según el Diccionario de la Real Academia, significa aquel contrato en el que el
feudatario queda tan estrechamente subordinado al señor, que no puede reconocer otro con subordinación
semejante...
197
de las parroquias puede, pues, hacerse propagador. La prensa no es nada más que un
medio de apostolado.
III. Principales periódicos. ¿A qué publicación dar preferencia para combatir la
mala prensa? Como publicación popular, la Croix está, sin ningún género de dudas, en
primera fila.
No cuesta nada más que uno o dos céntimos, según cuál sea el tamaño del
formato (pequeño o grande);
No está adherida a ningún partido;
Es, sin vacilación y por encima de todo, católica;
No publica nunca ningún folletín que no pueda ser leído también por los niños;
Está bien informada; su redacción es interesante;
Enarbola valientemente el crucifijo; aquellos que la reciben hacen por ello
mismo un acto de fe.
Ha conquistado ampliamente su puesto. La Croix cotidiana tira hoy cerca de
200.000 ejemplares.
Al lado de la Croix (Cruz) diaria, están la Croix du Dimanche (Cruz del
Domingo), duplicado del Laboureur (Labrador), la Croix des Marins (la Cruz de los
Marinos), el Pèlerin (Peregrino), la Vie des Saints (Vida de los Santos) y las Causeries
du Dimanche (Charlas del Domingo), etc., etc.
La Croix du Dimanche tira actualmente 520.000 ejemplares, la Vie des Saints
tira 300.000 ejemplares, las Causeries du Dimanche tiran 125.000 ejemplares y el
Pèlerin 280.000 ejemplares.
La Croix cotidiana conviene a las ciudades y a las aldeas, la Croix du Dimanche
es conveniente en las aglomeraciones rurales y obreras.
Existen también las Croix regionales, que completan la Croix de París y que dan
noticias locales.
IV. El método. Hace falta, en primer lugar, evidentemente, una persona de buena
voluntad -hombre activo o señora servicial-, o bien un pequeño Comité.
Se tienen después fácilmente uno o varios distribuidores, pagándoles, dándoles
por ejemplo, un céntimo por número vendido y, alguna vez, una pequeña indemnización
por cada abono nuevo.
En numerosas localidades, los Caballeros de la Croix y los Pajes de Cristo hacen
la propaganda y la distribución por pura abnegación.
198
Se puede dar a conocer el diario por medio de prospectos que se encuentran en
las oficinas de la Croix. Son atractivos y sugestivos. Solicitar existencias.
Para comenzar, se pueden distribuir algunos números gratuitamente. La
administración de la Croix os ayudará haciéndoos gratuitamente seis envíos
consecutivos de la Croix cotidiana, o tres envíos semanales de la Croix du Dimanche o
del Pèlerin.
Después de la distribución de los prospectos y de los números de muestra, es
preciso ir a buscar los abonos. Un distribuidor puede hacerlo. Conocemos cantones en
los que los curas han hecho ellos mismos la visita de su parroquia para recomendar el
abonarse a la Vie des Saints, a las Causeries, a la Croix du Dimanche o al Pèlerin. Han
tenido un éxito completo.
El abono a la semana o al mes es el mejor sistema; la venta por números sueltos
ha tenido poco éxito.
En ciertas regiones, la Croix du Dimanche con sus anexos Vie des Saints,
Causeries y Croix locale, se venden en la puerta de la iglesia y a la salida de la misa.
Como comienzo de la propaganda, la experiencia demuestra que se puede muy
ventajosamente comenzar por el Pèlerin que ayuda poderosamente a la difusión de la
Croix y de las otras publicaciones, tanto por la facilidad con la que se vende como por
los beneficios que de ello se pueden sacar para la propaganda. Se le da a conocer por
medio de pasquines que la Casa de la Buena Prensa tiene a disposición de los Comités;
como para la Croix du Dimanche, los tres primeros envíos del Pèlerin son hechos
gratuitamente.
El Pèlerin, por un mínimo de 10 ejemplares, expedidos por Correos a una sola y
misma dirección, resulta libre de portes a 4 céntimos y medio el ejemplar, lo que no deja
nada más que medio-céntimo por ejemplar, si es vendido a 5 céntimos por los Comités.
Pero a partir de 10 ejemplares, el Pèlerin es dejado, en efecto, a 2 céntimos y medio más
el porte. Ahora bien, éste, que es de 2 céntimos el ejemplar por Correos, no es nada más
que de 50 céntimos para un paquete postal de tres kilos, que puede contener hasta 100
ejemplares del Pèlerin. De suerte que 100 números cuestan:
2 fr. 50 + 0 fr. 60 = 3 fr. 10
y pueden ser vendidos a un mínimo de 5 fr., es decir una diferencia de casi 2 fr. que
puede subvenir a los gastos de distribución y propaganda.
La venta del Pèlerin se hace en primer lugar a la salida de la misa, después a
domicilio.
El Pèlerin, ilustrado a colores, obtiene un éxito que crece cada día, gracias a sus
actualidades religiosas, humorísticas y satíricas.
V. La obra en el campo. ¿Es posible?
Evidentemente, puesto que se hace.
199
En todos los centros comunicados por una estación, la propaganda se puede
hacer como en la ciudad. El paquete postal permite entregar el periódico de madrugada
y a muy buen precio.
Es suficiente encontrar a una persona que acepte ocuparse de la obra y un
distribuidor.
Hay que llegar a una cifra de 100 abonados (el paquete postal de 3 kilos contiene
100 ejemplares de la Croix formato grande; si se recibe la Croix formato pequeño,
contiene 200 ejemplares); de otro modo los gastos de porte aumentarían notablemente el
precio del diario.
Con el sistema del paquete postal, se puede vender la Croix quotidienne petit
format a 0 fr.15 = (15 céntimos de franco) por semana. Se puede incluso, en el campo,
dar la Croix du Dimanche formato pequeño con la Vie des Saints o las Causeries por 15
céntimos al mes, el Pèlerin por 20 céntimos al mes.
A fin de obtener este resultado, se agrupan, según la necesidad, dos o tres
pueblos bastante próximos para tener 100 ó 200 abonados. El Comité más cercano a una
estación recibe el paquete postal; los otros envían a buscar a la casa del que los recibió
la parte de los números que les tocan.
Si no hubiera nada más que 10 abonados o incluso 50, los gastos del porte
aumentarían el precio de coste del periódico; a pesar de eso, sin embargo, la Croix sería
todavía menos caro que los otros periódicos.
Puesto que los malos periódicos llegan a las aldeas más lejanas, ¿por qué no se
podría hacer llegar allí también los buenos periódicos?
Tan pronto como los diarios han llegado al pueblo, un niño puede distribuirlos
por muy poco dinero.
Es evidente que en cada pueblo hace falta una persona que se encargue
especialmente de la propaganda y que recoja los abonos.
VI. Comités y propaganda. A la administración de la Croix le gusta habérselas
con los Comités de propaganda. Es verdad que no es difícil; tiene como Comité incluso
una sola persona que se ocupa de la difusión de la Croix.
Los Comités reciben, mediante 1 fr. 50 por año, la Croisade de la Presse (la
Cruzada de la Prensa), publicación semanal que da detalles de la vida de la obra;
aquellos que desean además estar al corriente de todo lo que concierne a la prensa en
general tienen, por 3 francos al año, una revista de prensa muy interesante: la Chronique
de la Bonne Presse (Crónica de la Buena Prensa).
Solo los Comités pueden tener Croix formato pequeño a 1 céntimo a partir de 10
números, y la Croix formato grande a 2 céntimos el número a partir de 5 números, el
Pèlerin a 2 céntimos y medio a partir de 10 números.
200
Del mismo modo, tienen la Vie des Saints y las Causeries du Dimanche a medio
céntimo a partir de 50 ejemplares.
Para todo lo que concierne a la propaganda dirigirse al Secretariado general de la
Bonne Presse, 5, rue Bayard, en París.
La obra de la buena prensa persigue un fin sobrenatural: la gloria de Dios y la
salvación de las almas. No lo consigue nada más que por los medios sobrenaturales. Por
eso, los Comités se adhieren a esta inmensa coalición de oraciones que se llama la liga
del Ave María. Rezan y piden oraciones y comuniones. Hacen que se celebre una misa
mensual por la obra de la Croix.
Para iniciar a los nuevos celadores en la propaganda, hay fascículos gratuitos.
Extendamos nuestro celo más allá de nuestra parroquia. Sigamos el ejemplo ya
dado. Provoquemos reuniones cantonales.
Los Comités cantonales envían delegados a las parroquias para ganar amigos
para la obra y proporcionarles informaciones y documentos. Éstos, a su vez, van a hacer
el apostolado a domicilio, presentan el periódico bueno y piden el abono al mismo.
¿Quiénes serán estos apóstoles?
Curas y vicarios han hecho ellos mismos la propaganda a domicilio para las
Causeries du Dimanche y el Pèlerin.
En Lila, en Saint-Chamond, en Creusot son obreros.
En París, en Lyón, en Saint-Etienne son jóvenes del mundo o de los Círculos
católicos.
En otra parte son mujeres o niños.
Los Caballeros de la Croix y Pajes de Cristo se multiplican y hacen maravillas
un poco por todas partes.
Los comienzos son algunas veces difíciles. Es preciso saber perseverar y
continuar la propaganda. El éxito viene siempre.
VII. Abonos. Es a causa del buen precio por lo que nosotros suplantaremos a los
otros periódicos.
En el pueblo más pequeño podemos encontrar 10 abonados a la Croix formato
pequeño.
Diez números expedidos conjuntamente por correos cuestan 10 céntimos de la
compra y 20 céntimos de porte, o sea 30 céntimos. Eso suma en total 8 francos y 10
céntimos por mes (27 números). Podemos en este caso pedir 20 céntimos por semana, o
1 franco por mes. Diez abonos a 1 franco por mes dan como resultado 10 francos.
201
Queda un pequeño resto para el distribuidor o para la difusión de otra publicación, de la
Croix local, por ejemplo.
El envío por paquete postal es mucho más preferible, sea para la Croix cotidiana
que para la Croix du Dimanche.
Un paquete postal de 3 kilos no cuesta nada más que 60 céntimos en la estación;
puede contener 100 Croix formato grande o 100 Pèlerins, 200 Croix formato pequeño, o
bien 150 Vies des Saints o Causeries du Dimanche con otras tantas Croix formato
pequeño.
Un paquete de 5 Kilos, que cuesta 80 céntimos en la estación, puede contener
170 Croix gran formato o 170 Pèlerins, 340 Croix formato pequeño, o bien 250 Vies des
Saints o Causeries du Dimanche con otras tantas Croix pequeño formato.
Un paquete de 10 kilos, que cuesta 1 franco 25 céntimos en la estación, puede
contener 340 Croix formato grande o 340 Pèlerins, 680 Croix formato pequeño, o bien
500 Causeries du Dimanche o Vies des Saints con otras tantas Croix pequeño formato.
VIII. Divulgación y venta en la vía pública. La ley exime a los vendedores
ambulantes y a los distribuidores de la autorización previa; ella les obliga, tan solo, a
una declaración en el ayuntamiento con su apellido, nombres de pila, profesión,
domicilio, edad y lugar de nacimiento. De esta declaración, se le entrega gratuitamente
un recibo, que debe ser presentado ante cualquier requerimiento.
La distribución y la divulgación accidentales (para prospectos o números
especímenes) son enteramente libres; están exentas incluso de la formalidad de la
declaración.
No es ni siquiera necesario que el vendedor ambulante sea francés y que goce de
sus derechos civiles y políticos.
IX. Los resultados. ¿Cuáles son los resultados obtenidos desde el punto de vista
del bien social?
Es cierto que un periódico no transforma las ideas en un día. Es un trabajo tanto
más largo según que encuentre o no obstáculos más numerosos y más serios. Hace falta
tiempo para corregir las ideas de un pueblo que ha perdido la fe, que ha sido
adoctrinado por los políticos, desmoralizado por la mala prensa, que es víctima de la
escuela sin Dios y de las utopías socialistas.
Sea lo que sea, hay un resultado constatado por todas partes y es que, gracias a
Dios, la Croix ha cortado para muchas almas los lazos de la vergonzosa esclavitud a los
que les tenía sometidos el respeto humano. Nos hemos habituado a volver a ver el
crucifijo y a tenerlo en nuestras manos.
Que con la Croix vuelva a entrar también el Evangelio en las casas de los
católicos que ya no lo conocen.
202
Si se pregunta a los sacerdotes qué beneficio han encontrado ellos, uno os dirá
que tiene más hombres en la misa; otro, que tiene más comuniones pascuales; otro, que
ha sido un punto de partida para las obras parroquiales, Sindicato, Caja de familia, etc.;
otro, que los distribuidores de los malos periódicos han renunciado a ir a su casa.
Harían falta varios volúmenes para decir todo el bien realizado.
Pongámonos a la obra. Tenemos en la buena prensa uno de los medios más
eficaces para restaurar el reino de Dios en las almas y en la sociedad.
Otras publicaciones. Las publicaciones de la Buena Prensa forman un verdadero
arsenal. Nosotros no podemos dar aquí nada más que una enumeración sumaria de las
principales.
La Croisade de la Presse, semanario, indica los mejores métodos para luchar
contra la invasión de la mala prensa, mediante la difusión de la buena prensa y expone
los resultados obtenidos. Órgano de propaganda.
El Petit Journal bleu o Ligue de l’Ave Maria estimula a la oración y a las obras
de apostolado por la salvación de Francia.
Las Questions actuelles, preciosa revista de documentación, muy estimada por
los hombres de estudio, los conferenciantes, los periodistas. Cada semana una entrega
compacta de 32 páginas, 5 hermosos volúmenes por año.
El Cosmos, semanario ilustrado, el más antiguo y uno de los más estimados de
los periódicos científicos.
Los Contemporains publican cada semana, en una entrega ilustrada de 16
páginas formato grande, la biografía de un personaje célebre. Revisión católica de toda
la historia moderna.
El Bulletin des Congrégations es indispensable a los religiosos perseguidos y a
todos sus defensores.
Los Echos d’Orient, revista que sabe de todas las graves cuestiones del Oriente.
Los Echos de Notre-Dame de France à Jérusalem, mensual ilustrado, periódico
de los peregrinos a Tierra Santa, antiguos, nuevos y futuros.
El Mois, revista literaria y pintoresca, impresa con gran lujo, 160 páginas, la más
completa y más variada de las revistas.
La Noël, semanario, periódico católico para niños, ilustrado muy graciosamente,
da la imagen de sus abonados.
Las Conférences, bimensuales, necesarias a los conferenciantes, dan
conferencias, con o sin proyecciones, de los bocetos y la crónica del movimiento de las
conferencias.
203
La Action catholique, mensual, ofrecido gratuitamente a los abonados de las
Conferences y de la Chronique de la Bonne Presse.
Citemos también la Croix illustrée, Rome, el Laboureur-Revue, la Franc-
Maçonnerie démasquée, el Fascinateur, etc.
Todo hombre de obras hará bien en consultar el catálogo general de la Bonne
Presse y el Manuel de propagande, enviados gratis y libres de gastos a aquellos que lo
solicitan a 5, rue Bayard, París, VIIIe.
204
205
CAPÍTULO VI _________
LAS CAJAS RURALES DE CRÉDITO
I. ¿Qué son? La caja rural es una asociación mutua de agricultores y artesanos
de un municipio para conseguir crédito.
Su objetivo es el de prestar dinero a un tipo de interés razonable al agricultor o al
artesano que lo necesiten, para la cría y el engorde de ganado, para sembrar sus tierras,
para comprar herramientas, etc. La caja rural quiere ayudar al trabajador, animar y
proteger al agricultor.
Las cajas rurales han producido ya los mayores servicios en el extranjero. En
Alemania se las llama las cajas Raiffeisen, con el nombre del primer organizador. Desde
hace muchos años, funcionan en Alemania, en Austria, en Italia, en Rusia, etc. Existen
varios miles. Han tenido éxito por todas partes. Ninguna, nunca, ha hecho padecer la
pérdida de un céntimo a sus acreedores ni a sus asociados. Todas han facilitado a sus
miembros el ejercicio de la profesión agrícola, proporcionándoles los modestos
capitales necesarios para un buen cultivo y librándoles de los usureros.
En Francia, desde hace largo tiempo, la opinión pública estaba preocupada. Se
soñaba como siempre con una gran administración del Estado. Una nueva ley ha
propuesto, incluso, una organización que quedará, sin duda, sobre el papel. Pero un
abogado católico de Lyon ha introducido entre nosotros las cajas Raiffeisen, mejorando
también su reglamento. Las cajas rurales se fundan entre nosotros y se las llama cajas
Durand. Tenemos 600, que han sido fundadas desde hace cinco años. Tienen éxito por
todas partes1.
II. Su éxito. Es maravilloso, la prensa lo constata. Los obispos las animan; el
Soberano Pontífice mismo las ha aconsejado y alabado espontáneamente.
León XIII, habiéndose enterado de lo que pasaba en la diócesis de Tarbes, ha
querido enviar una bendición particular al abbé Fontan, “que se ocupa con un celo
laudable y un éxito pleno de la Obra de las cajas rurales”.
El Papa ha rogado al señor obispo de Tarbes que comunique a su diócesis esta
prueba de la benevolencia pontificia que el Santo Padre le ha enviado, para fortalecerlo
1 Están generalmente agregadas a la Unión de Cajas rurales, 97, avenida de Saxe, en Lyon, Señor
Louis Durand, director.
206
y animarlo en esta obra tan maravillosamente apropiada a las necesidades de nuestra
época.
El señor obispo de Tarbes, protector del abbé Fontan, acaba de darle un auxiliar
para esta propaganda en la persona del abbé Lafforgue.
El señor obispo de Digne, que reunía en diciembre de 1894 en el Seminario
Mayor a los sacerdotes capaces de preparar el movimiento de las cajas rurales en su
diócesis, decía:
“Nuestro mundo obrero nos dice: en estos modestos cultivadores es en quienes
nosotros debemos hacer, en cuanto sea posible, que la agricultura sea floreciente, según
una expresión del Santo Padre. ¡Nosotros tenemos pues que ocuparnos sobre todo de las
cajas rurales! ¡Decimos a los sacerdotes de nuestra diócesis que traten de establecerlas
en su entorno! Entrarán así plenamente en los objetivos de su obispo”.
Un periódico del bulevar decía en la época:
“El crédito agrícola, tal cual nace por sí mismo, con las doscientas cajas rurales
fundadas en un año por el señor Louis Durand de Lyon, estos son los campesinos que se
agrupan para tener dinero a buen precio, como los hemos visto mancomunarse en el
sindicato y en la cooperativa para tener mercancías a buen precio.
Sindicato, cooperativa, crédito mutuo: tales son las tres etapas de este gran
movimiento rural que nosotros hemos intentado analizar.
Comprar menos caro, vender mejor, encontrar fondo de operaciones para
mejorar sus cultivos. He aquí lo que piden los campesinos.
No sueñan con el paraíso terrestre anarquista cuya descripción hace Elisée
Reclus, ni con la tierra prometida por el señor Jaurès a los socialistas, sino que piden
estas tres cosas que acabamos de decir, y eso ni el señor Reclus ni el señor Jaurès se lo
han dado.
Pero otros se han levantado y se han puesto manos a la obra, tarea ruda
seguramente y obra de abnegación, pero que ha producido más fruto que la vena
retórica de los oradores del cuarto Estado”.
Una obra que reúne iguales sufragios de la parte alta y de la parte baja de la
escala social, desde el Papa hasta la prensa mundana, pasando por los obispos y los
economistas, no puede ser nada más que una obra de salvación.
III. Su utilidad. ¿Son útiles, pues, estas cajas rurales? Evidentemente. El
campesino necesita de capitales para trabajar, sea para dedicarse a un cultivo más
intensivo y productivo, sea, incluso, para las necesidades ordinarias: compras de
herramientas, de ganado, de simientes y de fertilizantes.
En otro tiempo él pedía prestado en casa de su vecino, pero el vecino no es rico
y, si tiene reservas, se deja más bien tentar por los negocios industriales.
207
Existe la banca de la ciudad vecina, pero la banca no conoce al campesino, a ella
no le gusta hacer estos préstamos, que inmovilizan sus capitales durante largos
períodos. A la banca le gustan los negocios corrientes, a tres meses de vencimiento. Ella
vive de las comisiones; por otra parte, la banca, con sus gastos de comisión y de
renovación, llega a pedir del 8 al 10% de interés.
Están el judío y el usurero que hacen su obra nefasta en nuestros campos, mucho
más de lo que se piensa. Es la ruina de nuestros pequeños agricultores.
Se han ensayado los bancos agrícolas, los bancos Schulze en Alemania, los
bancos Luzzati en Italia. Esto no es todavía la salvación.
Estos bancos tienen accionistas que quieren dividendos y administradores que
resultan caros. De 1.000 bancos de este género, en Alemania, 200 han hecho quiebra o
liquidación en un período de diez años.
Una banca de Estado costará demasiado cara también.
La salvación es la caja rural de crédito mutuo.
IV. Su constitución. Es muy simple. Algunos cultivadores honestos y cristianos
se conocen entre sí, se unen y forman una pequeña Sociedad de crédito mutuo.
Esto es muy legal. A éstas se las llama en Francia Sociedades de nombre
colectivo con capital variable. Se rigen en Francia por el título 3 de la ley del 24 de julio
de 1867.
Es preciso comenzar por tres solamente, porque la ley exige tantas copias
timbradas del acta de sociedad como el número de socios. Se comienza, pues, por tres.
Estos tres firman el acta constitutiva de la Sociedad en sus tres copias. Los otros socios
se adhieren a continuación a la Sociedad, son inscritos en el registro de entradas y
salidas y eso no cuesta nada.
Nosotros deberíamos dar aquí el modelo de los estatutos y el de los registros
muy sencillos de cumplimentar. Pero eso se encuentra expuesto en un folleto excelente
del mismo señor Durand titulado: Manuel pratique à l’usage des fondateurs et des
administrateurs des caisses rurales. Esto cuesta, libre de gastos, 1 franco 30 céntimos,
sea en la Casa de la Buena Prensa, 5, rue Bayard, en París, sea en casa del autor, en
Lyon, 97, avenue de Saxe. Este folleto es indispensable para los fundadores y
administradores.
V. Responsabilidad de los socios. En derecho, todos los asociados son solidarios
y responsables de los préstamos que se han hecho. Pero que no se asuste nadie, la
responsabilidad está, de facto, sin inconvenientes y ningún socio ha perdido nunca nada.
En efecto, los socios se conocen. Pertenecen todos al mismo municipio. Son
escogidos y no hacen tarea de reclutamiento nada más que entre las personas honestas.
No aceptan nada más que, de manera prudente, a los asociados solos y con un objetivo
determinado. Nunca se hacen préstamos de simple consumo. Se hacen préstamos que
208
ayudan a la producción para compras de instrumentos, de fertilizantes, de ganado, de
simientes, etc.
La caja, por otra parte, tiene pronto una reserva, como lo veremos enseguida, y
si sobreviene alguna pérdida, pronto será cubierta.
VI. Funcionamiento. La caja no tiene capitales por anticipado. Cuando juzga
oportuno un préstamo, toma prestado para prestar. Ella encuentra fácilmente fondos a
un interés moderado, 3%, 3 y medio ó 4 a lo más, porque ella ofrece toda garantía por la
solidaridad de sus miembros. La caja presta al 4% o al 4 y medio. Esto es ventajoso para
el prestatario y la caja encuentra en ello un pequeño beneficio que constituirá su reserva.
La reserva proveerá a las pérdidas que pudieran sobrevenir. Puede también ser
empleada, en cierta medida, en instituciones de beneficencia, o servir para retribuir a un
contable, si los negocios de la caja vienen a ser importantes.
El prestatario debe presentar siempre una caución solvente.
Los tiempos de reintegro son fijados de manera que dejen al prestatario el
tiempo necesario para retirar de sus fondos el beneficio que él espera.
VII. Administración. Es fácil. Para hacer que funcione una caja rural no es
necesario estar al corriente de los asuntos de la banca: algunos hombres, que conocen
bien su municipio, pertenecen a la clase agrícola y saben hacer las cuatro operaciones de
aritmética, pueden administrar a la perfección una caja rural, con tal de que quieran de
buena gana dedicarle cada semana algunos momentos.
Los estatutos explican las funciones, por otra parte muy fáciles, del Consejo de
administración, del Consejo de vigilancia, del director y del contable.
Uno de los principales deberes del Consejo de administración es el de guiar al
socio en el empleo de los fondos que ha recibido en préstamo, de manera que él obtenga
el mayor beneficio posible.
Encontraremos en la oficina de la Unión de las cajas rurales en Lyon, 97, avenue
Saxe, los estatutos impresos en papel timbrado y los registros necesarios. Estos
documentos cuestan alrededor de 18 francos.
El señor Durand responde con una amabilidad, una exactitud y una precisión
maravillosas a todas las peticiones que le son dirigidas; es de justicia adjuntar a la
petición un sello de 15 céntimos para la respuesta.
Nosotros no podríamos recomendar demasiado a los fundadores de las cajas
rurales la afiliación de cada caja a la Unión de cajas rurales. Allí encontrarán preciosas
indicaciones. La afiliación es gratuita; se recibe un boletín mensual al precio de 2
francos por año, que da las informaciones indispensables, al mismo tiempo que relata
los progresos de esta obra, todavía muy poco conocida.
209
Nosotros aconsejamos que consigan el folleto del abbé QUILLET, párroco de
Burcy, por Epeugney (Doubs), la conference au village – Caisses rurales –. Precio
franco: el ejemplar, 30 céntimos. Es perfecto para hacer comprender a los más
modestos agricultores y artesanos la finalidad de la caja rural, su funcionamiento y sus
ventajas. Se encuentra también en él la refutación de todas las objeciones que pueden
hacerse sobre la materia.
Nosotros señalamos a nuestros lectores un encantador e instructivo folleto que
acaba de publicar uno de nuestros amigos, gran propagador de las cajas rurales en el Pas
de Calais y el Norte. Es acertado, nítido y preciso. El estilo muy animado de este relato,
absolutamente vivido, muestra excelentemente las diversas aplicaciones y los resultados
que introduce fuertemente, por no decir fatalmente, la creación de una caja rural.
Monographie d’une caisse rurale, por un oficial superior de caballería. Imprenta
moderna de Arras, 7, place du Wetz-d’Amain, Arras. El precio no está indicado, pero es
ciertamente poco elevado con miras a la propaganda.
VIII. Aspecto moral de la obra. Esta obra se ocupa de los sufrimientos de los
agricultores y los alivia. Es, pues, una obra moral y caritativa.
Los campos se despueblan. Los agricultores abandonan los lugares donde han
nacido; se alejan de la iglesia donde hicieron su Primera Comunión. Se van a las
ciudades. ¿Qué encuentran allí? La incredulidad y la tentación de los placeres
perniciosos. Si ellos dejan así el campo es porque sufren, es porque no tienen los medios
suficientes para ganarse la vida. Retenerlos en el campo mediante obras apropiadas a
sus necesidades, ¿no es la obra de las obras para la conservación de la fe, de las
costumbres sencillas, de la salud robusta, para el futuro de la raza y de la patria?
Los sindicatos ejercerán influencia, pero las cajas de crédito no son menos
necesarias.
Además, la caja rural favorece la honestidad de las costumbres y la regularidad
de conducta. En las comunidades rurales se sabe que no se acepta en las cajas de crédito
nada más que personas honestas. Es un título de honor formar parte de ellas. Son una
escuela de honor, de probidad y de buena conducta. Allá donde ellas funcionan han
obrado numerosas conversiones.
Las cajas rurales ponen también a los trabajadores del campo en relación con el
sacerdote, porque el sacerdote, ordinariamente, forma parte de ellas. Es su deber. Debe
aportar a una obra tan útil la colaboración de su inteligencia y de su celo. Casi todas las
fundaciones de las cajas rurales son debidas a los curas. No hay ningún inconveniente
en que el cura sea el secretario contable. A este título, él no forma parte de los
administradores y puede siempre, a cada pregunta, referirse al director; no tiene, pues, la
responsabilidad de las decisiones tomadas.
No se le puede acusar de aprovecharse del dinero de la caja, a causa del control
periódico de la administración; la contabilidad está a la vista y en conocimiento de
todos los socios. Tiene el cometido de responsabilizarse de las cuentas, pero, a menudo,
¿no es él el único que en un pequeño municipio puede hacerlo con facilidad? Como
210
contrapartida, esta situación le permite ver a todos los socios, dar un aviso a uno, un
consejo a otro, sin ser sospechoso para nadie. ¿No es ésta, por otra parte, la misión del
ministro de Jesucristo, la de ir a todos los que sufren, para socorrerlos?Nota
.
Nota
Nosotros añadimos al final del volumen (pág. 291 y siguientes) lo concerniente a las
formalidades administrativas relativas a los sindicatos y a los sindicatos de la industria agrícola.
211
CAPÍTULO VII _________
LOS CÍRCULOS RURALES
Vamos a describir aquí la acción de la Obra de los círculos en el campo. Pero, a
decir verdad, nosotros no aconsejaríamos hoy adoptar el círculo como la forma que
tendría que tener una obra social en una parroquia rural. ¿Por qué íbamos a tomar
nosotros una forma de obra absolutamente dependiente de la buena voluntad de los
prefectos y rodeada, a menudo, por ellos, de restricciones tiránicas, cuando nosotros
tenemos la ley de 1884 que nos autoriza a fundar sindicatos con una libertad mucho más
amplia?
Nosotros pensamos, pues, que no hace falta fundar círculos propiamente dichos
en el campo, en las aldeas donde se quieren reunir en una misma asociación hombres de
profesiones diferentes, que no podrían ser agrupados en un sindicato.
Pero, en nuestros pueblos, donde todos pertenecen más o menos a la profesión
agrícola y a las profesiones conexas, no es un círculo lo que hay fundar, sino un
sindicato agrícola y hortícola, y hay que proporcionar a este sindicato un lugar de
reunión en el que encontrará todas las ventajas y toda la vida de un círculo, sin estar
sometido a todas las orientaciones administrativas de los círculos.
El presente capítulo servirá, pues, para las aldeas donde se establezca un círculo.
En cuanto a los pueblos, ellos encontrarán allí tan solo indicaciones para organizar el
lugar de reunión de su sindicato y ellos se inspirarán del espíritu eminentemente social
que ha dictado el reglamento de los círculos para organizar la vida interna de su
sindicato y de las obras conexas.
Es bajo la forma de círculos como el espíritu de asociación, durante largo tiempo
reprimido, ha podido recuperar en Francia su primera expansión.
El artículo 291 del Código penal pone los círculos bajo la entera dependencia de
la administración. Es concebido así: “Ninguna asociación de más de veinte personas,
cuyo objetivo sea el de reunirse todos los días o en ciertos días señalados para ocuparse
de asuntos religiosos, literarios, políticos u otros podrá formarse sin el beneplácito del
gobierno y bajo las condiciones que la autoridad pública juzgue oportuno imponer a la
sociedad”.
Una administración favorable a los asuntos religiosos, después de la guerra, ha
permitido alcanzar a los círculos católicos de obreros cierto desarrollo. Ahora se les deja
212
vivir, pero deben, claro está, conformarse a las exigencias legales. Hay, pues, para la
fundación de un círculo, prescripciones legales que observar y reglas administrativas
que seguir; nosotros vamos a examinarlas, en primer lugar, y a continuación diremos lo
que caracteriza al círculo como obra social de regeneración.
I. El círculo desde el punto de vista administrativo. La primera formalidad que
hay que cumplir para abrir un círculo consiste en obtener la autorización del gobierno
representado por los prefectos. Para eso, es preciso dirigir al prefecto del departamento
una petición en papel timbrado de 60 céntimos, firmado por tres o cuatro personas,
adjuntar los estatutos de la asociación en papel timbrado1 y una copia de los mismos
estatutos sobre papel libre, y añadir la lista de los miembros del buró sobre papel libre.
La prefectura no autorizará la apertura de un círculo hasta después de haber oído
el parecer del alcalde de la localidad en la que el círculo se debe establecer. Se ganará
tiempo solicitando de antemano el parecer de la autoridad municipal y adjuntándolo a
los otros documentos para dirigirlo, todo junto, a la prefectura.
El prefecto puede siempre revocar su autorización.
La orden gubernativa que autoriza la fundación de un círculo estipula de
ordinario que la lista de los miembros del buró sea enviada cada año en el corriente mes
de enero.
Además de esta autorización, que no pone la mira nada más que en la
asociación, el Código penal exige la del alcalde del municipio, antes de que se puedan
comenzar las reuniones. El artículo 294 está, en efecto, concebido así: “Todo individuo
que, sin el permiso de la autoridad municipal, haya concedido el uso de su casa o de su
apartamento, en todo o en parte, para la reunión de los miembros de una asociación,
incluso autorizada, o para el ejercicio de un culto, será castigado con una multa de entre
16 y 200 francos”.
Estas diversas autorizaciones deben ser conservadas en los archivos de la
asociación.
Es importante no separarse de estas prescripciones porque, en los casos de
infracciones de la ley, nos expondríamos a la clausura del círculo y a diversas penas.
El impuesto sobre las cotizaciones es determinado por el montante de la
cotización y el número de miembros inscritos; un talonario es, pues, necesario para
establecer el número exacto de miembros que frecuentan el círculo y que pagan su
cotización. El servicio de las contribuciones tiene el derecho de controlar la declaración
que se ha hecho, verificando el registro de las cotizaciones.
El local del círculo es de ordinario propiedad de los administradores del círculo
o es alquilado por ellos. Son ellos, los arrendatarios o los propietarios, quienes deben
velar para que no pase nada contrario a las leyes, a los estatutos o a las condiciones de la
autorización.
1 La importancia del timbre sobre el que se copian los estatutos depende de su longitud. Si son
muy sucintos, lo que siempre es preferible, un folio de 60 céntimos de papel timbrado será suficiente.
213
Es un local privado; puede, pues, tener una cantina sin que la administración de
rentas tenga nada que controlar. Pero, para eso es preciso vigilar que la cantina sea para
el uso de los miembros del círculo y que no esté abierta a todo el que venga como a un
cafetín.
En cuanto a las representaciones o veladas teatrales, a las que son invitadas otras
personas además de lo socios, deben conservar un carácter puramente privado. Deben
ser dadas en un local cerrado en el que se es admitido tan solo por invitaciones, escritas
y personales.
Cuando la entrada a las representaciones es de pago, las oficinas de Beneficencia
reclaman la tasa llamada del derecho de los pobres. Ciertos autores pretenden que este
impuesto se pague solamente por las representaciones públicas y de pago, pero ésta es
una interpretación contestada por otros.
Antes de representar obras o pedazos de obras que no son todavía del dominio
público, importa arreglar la cuestión de los derechos de autor; en caso contrario, nos
exponemos a diligencias judiciarias1. La Sociedad General de Autores tiene en todas las
grandes ciudades representantes para solucionar este pago de los derechos de autor.
Para que las loterías o tómbolas no caigan bajo el peso de la ley de 21 de mayo
de 1830, es preciso que tengan lugar en una reunión privada y que los billetes no sean
vendidos fuera del lugar donde se celebra la reunión en la que se juega.
Los estatutos más simples son los mejores. He aquí un modelo que se puede
adoptar:
I. Se ha instituido una Sociedad en___________, para agrupar a hombres y
jóvenes bajo el nombre de Círculo San José (u otro).
II. El objetivo de la sociedad es el de preservar a sus miembros de las malas
compañías.
III. En la Sociedad se encontrarán juegos y recreaciones honestas.
IV. No se tolerarán ni los juegos llamados de azar, ni los abusos de las
consumiciones, ni las discusiones políticas.
V. La entrada a las reuniones ordinarias está prohibida al público.
VI. La dirección de la Sociedad pertenece a un Comité, formado por los señores
______________, _____________ y __________.
Que quede claro que, además de esto, tenemos un reglamento interno privado,
más detallado y basado sobre todo en la experiencia.
II. El Círculo desde el punto de vista social. El círculo no es solamente un local
más o menos bien amueblado y confortable, provisto de juegos diversos y agradables,
1 Artículo 428 del Código penal y ley del 14 de julio de 1800.
214
de bebidas variadas, de libros interesantes e instructivos, sino que debe ser una
asociación alrededor de una capilla en las ciudades, alrededor de una iglesia parroquial
en los campos, y, en todas partes en las que esto sea posible, el círculo favorecerá las
asociaciones profesionales.
Encontraremos en la Instrucción sobre la obra de los círculos católicos de
obreros (en el Secretariado de la Obra de los Círculos Católicos, 262, boulevard Saint-
Germain, París), todas las informaciones necesarias para la organización y la dirección
de los círculos. Nosotros no podemos aquí más que indicarlas a grandes rasgos.
La obra se dirige, en primer lugar, a la clase dirigente y le da la misión de crear y
mantener, en la clase obrera, las asociaciones católicas. Se propone el restablecimiento
del reino social de Jesucristo y crea en el círculo un poderoso foco de apostolado.
La vida interior del círculo tiene por objetivo formar hombres de élite y la acción
que propone para lograr el resultado es desarrollar: 1º el espíritu religioso; 2º la idea de
responsabilidad y el espíritu de iniciativa; 3º el espíritu de asociación.
La afirmación católica es manifestada por el nombre de círculos católicos de
obreros y por la institución de un capellán: es preciso llegar a desarrollar en los
miembros del círculo no solamente la fe, sino también la práctica de las leyes de la
Iglesia.
Los miembros obreros del círculo participan en su gobierno, nombrando, de
acuerdo con el Comité representado por el director, un Consejo encargado de
administrar los intereses materiales del círculo. Esta responsabilidad en el gobierno
material de la asociación conduce forzosamente al socio a desear que la Sociedad
prospere y le inspira el deseo de reclutar miembros nuevos, y el apostolado del obrero
hacia el obrero es de los más eficaces.
Frecuentemente, se encuentran almas generosas entre las clases obreras, porque
el hábito del sacrificio acerca a Dios. Es así como un gran número de círculos han
podido ejercer una influencia real en los talleres y en los barrios vecinos, mediante la
formación de delegados de taller y de barrio, que son apóstoles al servicio de la
población obrera. El celo, además, tiene mil ocasiones de ejercitarse en la vida interior
del círculo. La idea de responsabilidad y el espíritu de iniciativa se desarrollarán allí por
las diversas dignidades de las que podrán ser investidos los miembros más adictos.
Finalmente, el espíritu de asociación es mantenido y salvaguardado por la
institución misma de la obra, que no está en oposición ni con la familia ni con la
parroquia. La cartilla diploma, entregada a los más dignos, da acceso en todas las
asociaciones de la Obra a aquel que la lleva. Es la prueba de la misma fe religiosa. Es la
marca del vínculo religioso y moral que une a todos los miembros de la Obra.
Al lado del círculo pueden funcionar ciertas instituciones de piedad o
económicas, que asocian la familia entera a la vida del círculo y a los beneficios
resultantes de la asociación, como las visitas a los enfermos, las Sociedades de San
Vicente de Paul, las cajas de familia, las cajas de ayuda mutua, etc.
Otros círculos, independientes de la gran institución que nosotros acabamos de
215
bosquejar a grandes líneas, pueden no ser nada más que honestas reuniones de recreo;
los círculos de la Obra son eminentemente de carácter social. Se manifiestan por la
dedicación de la clase dirigente, por el apostolado recíproco de los obreros y la parte
que ellos tienen en la administración del círculo, y por la solidaridad que une a todos los
círculos de Francia, de la cual es signo la cartilla diploma.
No podríamos recomendar demasiado a todos los círculos que sean fundados,
entrar en el plan de la Obra para participar en la recuperación de la vida social cristiana.
El secretariado de la Obra de los Círculos se encuentra en: 262, boulevard Saint-
Germain, en París. Disponen de un folleto especial sobre la obra en el campo.
Es el cura quien tiene la parte más activa en la fundación del círculo rural. El
Comité es allí muy poco numeroso y más difícil de reclutar, pero se formará poco a
poco.
El círculo rural no se abre de ordinario nada más que el domingo, en un local
muy modesto, dividido en dos compartimentos: uno sirve de oratorio, de biblioteca, de
sala de estudio; el otro de sala de recreo. Algunos anaqueles, mesas, sillas o bancos, un
crucifijo, imágenes de la Santísima Virgen, de San José, componen todo el mobiliario,
con el material del juego habitual del país, juegos de bolas o de bolos, tiro con arco, etc.
Las reuniones tienen lugar a la salida de vísperas; son breves en su parte
esencial, oraciones, buenos avisos, lecturas interesantes. La mayor parte de los socios
regresan después a la vida de familia; algunos se quedan en el círculo para hacer escuela
de canto o para dedicarse a los juegos que acostumbran.
Las reuniones mensuales tienen más importancia. En ellas se congregan todos
los miembros de la obra, socios y asociados, jóvenes y padres de familia, y se da una
conferencia.
El círculo tiene un oratorio, pero su capilla es la iglesia parroquial. Se puede
reservar allí un lugar especial a los socios. Frecuentemente es el mismo coro y toman
parte activa en el canto litúrgico.
Una fiesta patronal, algunas otras fiestas durante el año, siguiendo las
costumbres locales, y una peregrinación regional son suficientes para mantener los
vínculos de la asociación y asegurar su vida.
El círculo rural es ordinariamente el elemento principal de las obras
parroquiales. Tiene al lado un patronato, funda las obras económicas, sindicatos, cajas
de familia y cajas de crédito. Con la asociación conexa de las madres cristianas,
constituye una suerte de corporación parroquial.
217
CAPÍTULO VIII __________
LOS ECONOMATOS Y COOPERATIVAS
Hay varias formas de economatos. A veces, es una verdadera empresa
comercial, hecha por un patrono o por una sociedad, con sus riesgos y su incertidumbre.
Aunque una empresa semejante pueda tener intenciones benévolas hacia los obreros, no
es una obra propiamente dicha. Es un negocio y no tenemos que ocuparnos de él en este
volumen.
Otras veces, el economato adopta la forma de Sociedad cooperativa de consumo.
Estas cooperativas se multiplican. Contamos ya con un millar en Francia, 1.500 en
Inglaterra, 1.200 en Alemania. Muchas de estas Sociedades, en Francia, se refieren sólo
al buen precio de la venta, no hacen ninguna rebaja y no tienen ningún objetivo moral
directo. Nosotros no podemos mirarlas como obras.
El sistema inglés, llamado sistema de Rochdale, consiste en vender más o menos
al precio ordinario del detalle, de manera que se obtengan beneficios, que puedan ser
empleados de modos muy diversos y muy útiles. Todas las Sociedades inglesas y
alemanas y algunas Sociedades francesas han adoptado este sistema que parece el
mejor. El beneficio medio es del 13,50% en Inglaterra y de un 9% en Alemania.
Habitualmente, el beneficio de estas cooperativas es distribuido a los
participantes al final del año. En este caso todavía no es una obra, es un negocio.
Pero a veces una parte del beneficio es destinada a instituciones de educación o
de previsión. Solamente entonces, la sociedad cooperativa puede ser considerada como
una obra. Las hay así, a menudo, en Inglaterra, donde las sociedades cooperativas
consagran a la educación y a la asistencia de sus miembros la enorme suma de
1.450.000 francos por año. Sobre esta suma, 350.000 francos son empleados en la
educación bajo forma de círculos, conferencias, cursos regulares, gabinetes de lectura,
etc.
No existe casi nada, todavía, de este género en Francia. Citamos, sin embargo,
en Lyon, a una Sociedad que tiene 5.000 francos en reserva para una caja de pensiones.
Nuestros sindicatos agrícolas realizan generalmente la cooperación bajo dos
formas diferentes. O bien constituyen un almacén y compran algunas mercancías, que
revenden a buen precio y sin beneficio a sus miembros, o bien se contentan con pedir a
algunos proveedores precios reducidos a favor del sindicato.
218
Nosotros podemos sólo comprometerlos, en semejante caso, a reservar una parte
del beneficio para dotar sus obras de asistencia y de previsión. Entonces sus economatos
y cooperativas serán en verdad obras.
Hay otra forma de economato recomendada por el abbé Garnier, que ofrece
verdaderamente una utilidad moral al mismo tiempo que ventajas económicas. Es una
obra. He aquí la descripción y el funcionamiento.
El economato tiene como objetivo el de procurar a todos una reducción de los
precios sobre las compras normales, suprimiendo las cuentas de crédito, siempre tan
desastrosas para los obreros, y ayudándoles a pagar sus deudas.
Para esto es suficiente:
1º Obtener de ciertos proveedores reducciones de precios mediante el pago
contante.
2º Dirigirse a los proveedores, cuya lista es publicada.
3º Pagar al contado las compras para las cuales se quiere aprovechar del
economato.
4º Reclamar a los proveedores, al pagarles unas fichas que indican el valor de lo
que se ha comprado.
He aquí ahora el funcionamiento del economato: los proveedores se han provisto
en la tesorería de fichas que representan un valor, o de billetes marcados con el sello de
la asociación.
Cuando los compradores van a su casa, al mismo tiempo que pagan en contante,
reciben el valor de su adquisición en fichas o en un billete sobre el cual el proveedor
escribe la suma. Y guardan estas fichas o billetes hasta el fin del trimestre.
Cada tres meses, el tesorero va a cobrar la remesa a casa de los proveedores, y
la distribuye a los compradores a la vista de las fichas o billetes y en proporción a las
compras.
El tesorero retiene para gastos de administración y a favor de la caja de familia o
de otra obra:
A los obreros, la cuarta parte de su remesa.
A las otras personas, la mitad.
Así, en el trimestre, si tienes en tus diferentes fichas adicionales 20 francos de
remesa, cobrarás 15 francos si eres obrero, y 10 solamente si no lo eres.
Vemos el inmenso recurso que puede resultar de la práctica del economato para
las obras de los obreros, sin hablar de las ventajas que se derivan para los obreros del
pago contante.
A veces, la Comisión que dirige el economato hace un anticipo a los obreros que
219
tienen deudas, a fin de permitirles pagar al contado; después cobra las fichas en su
lugar, para hacerse reembolsar este anticipo.
He aquí un ejemplo muy curioso de un economato bajo forma de cooperativa,
que ha producido un gran bien moral. Nosotros tomamos en préstamo la monografía de
la Chronique des Comités du Sud-Est.
Se trata de un economato creado en el fondo de los bosques para los leñadores
por un cura.
Es una aldea, situada a algunos kilómetros de una pequeña ciudad pero sobre
una meseta elevada, fría, poco fértil, enmarcada entre dos bosques.
Los habitantes son poco numerosos, entre 500 y 600, sin mucha cultura
intelectual y todavía menos moral; ellos estaban hasta 1890 a merced de algunos
comerciantes al pormenor que abusaban de ellos. No había ni panaderos ni carniceros.
Por el contrario, había ocho taberneros o cabareteros y cuatro tenderos vendedores de
bebidas.
El cabaretero era el rey del pueblo, intermediario obligado para todo, teniendo
agarrados a todos por el crédito. Resultados: endeudamiento, borracheras, libertinaje,
etc. Desorden creciente, sin cesar.
El nuevo cura, en 1891, juzgó que era preciso preocuparse de los intereses
materiales tanto como de los espirituales. Pero él no tenía nada. Un Comité en la
pequeña ciudad vecina consiguió reunir 1.500 francos; se los confiaron al cura, quien
puso 500 francos en circulación y 1.000 en reserva. Era agosto de 1891.
Se compraron algunos comestibles al por mayor en la ciudad, algunos cuartos de
tocino a los carniceros, algunos toneles de vino a los propietarios. Pero, ¿cómo
organizar la venta? La primera tienda se abrió en casa de un carbonero: él hacía el
transporte y su mujer vendía, por termino medio, una pequeña remesa, variando de 40 a
50 francos por mes. Para la instalación, algunas tablas y una balanza.
Pronto afluyeron los clientes, porque se vendía casi al precio de costo.
Los cabareteros, disgustados en su explotación, pusieron el grito en el cielo.
Amenazas, insultos, quejas a la subprefectura, al obispado, peticiones, denuncias al
cura, de nada faltó. Pero una investigación demostró la perfecta regularidad de las
operaciones: el cura se limitaba a llevar las cuentas, el economato no realizaba ningún
beneficio, actuando, como intermediario gratuito, a la manera de un sindicato.
Los señores vendedores se vieron en la cruel necesidad de bajar los precios de
judíos.
En diciembre de 1891, el economato abrió una segunda tienda y extendiendo sus
operaciones, pudo, dirigiéndose cada vez más a los productores directos, obtener
reducciones todavía más fuertes. Después abordó la panadería, comprando los granos,
haciéndolos moler y confiando la cocción a cinco de sus clientes por medio de 4 francos
por 125 kilos de pan.
220
La rebaja del precio de venta ha sido de un promedio del 10%.
Cincuenta familias, es decir, la mitad de la población, se aprovisionan en el
economato.
En 1892, el economato ha comprado por valor de 45.323 francos y ha vendido
por valor 52.341 francos. La diferencia, o sea 7.018 francos, ha sido empleada así:
mobiliario y gastos generales, 5.688 francos; pérdidas, 120 francos; pago a la asociación
de los padres de familia, 200 francos; en reserva, 1.010 francos.
En 1893 comenzó el reparto del beneficio mensual.
Los resultados morales han sido considerables. El reino de los cabareteros
vendedores ha terminado. Los cabezas de familia no van a los cabarets o van mucho
menos. Los bailes son cosa rara. Los habitantes, al haber visto al sacerdote interesarse
en su bienestar material, han perdido una parte de sus prejuicios y comienzan a tomar de
nuevo el camino de la iglesia.
Hay allá un gran ejemplo. Los agricultores, tanto como los obreros, tienen cada
vez más necesidad de ser defendidos contra la explotación escandalosa del minorista
que, demasiado a menudo, le embauca, le envenena y lo hace de facto, por añadidura, su
esclavo político.
No es que sea preciso imitar esto por todas partes. Esta forma de economato es
la lucha violenta contra la potencias de la parroquia1. Si se juzga necesario, si no hay
otro medio de lograr salvar las almas y mejorar la suerte de los parroquianos, es preciso
emprenderlo valientemente.
Si esta lucha no se impone, la otra forma de economato, que consiste solamente
en pedir una remesa a los proveedores que han pagado al contado, es completamente
inofensiva y no puede provocar ningún conflicto.
1 Es decir, las malas potencias que se encuentran en la parroquia (nota del editor).
221
CAPÍTULO IX __________
LAS CAJAS DE FAMILIA
Es ésa una obra simple y fácil.
Es una asociación cuyos miembros tienen por objetivo asistirse mutuamente en
las enfermedades y en las diferentes necesidades de la vida.
Es en el fondo una sociedad de seguros mutuos con formas muy simples y una
gran libertad de paso (de manera de caminar).
Puede ser establecida en todas partes, tanto en el campo como en la ciudad, sin
ninguna autorización ni declaración, en virtud de la ley de 15 de julio de 1850.
Un procurador meticuloso había querido contestar su legalidad; la Corte de
apelación de París, en su fallo del 7 de diciembre de 1882, reconoció el derecho
absoluto que tienen las Sociedades de seguros mutuos de administrarse libremente, sin
ninguna intervención del Estado.
Éstas son obras de buena fraternidad cristiana. El abbé Garnier las lleva en el
corazón, él ha logrado el éxito, se multiplican por todas partes las obras en que él puede
hacer que se escuche su cálida palabra.
En las aglomeraciones, más bien urbanas que rurales, de los alrededores de
París, éste era el mejor medio para tener después asociaciones y reunir a personas
valientes a las que se pudo hablar.
Esto no es, evidentemente, una obra corporativa completa. La ayuda mutua no es
nada más que una de las funciones de la vida corporativa. En el organismo de la
corporación moderna, el sindicato es la obra maestra para los intereses temporales y la
cofradía para los intereses espirituales. A estas dos asociaciones acaban de unirse
útilmente la caja de crédito, la caja de familia, el economato, los seguros y otros.
Nosotros pensamos que, en los campos, después de haber sembrado durante
algún tiempo el buen periódico, hay que ir derechos al sindicato. El resto vendrá
fácilmente cuando el sindicato haya comenzado con la ayuda del sacerdote.
Pero nosotros no pretendemos dar en eso una regla absoluta, en la región de
Lyon y en la región de los Pirineos se han fundado numerosas cajas de crédito que son
222
un anticipo y una preparación de los sindicatos. En los alrededores de París, están en
boga las cajas de familia. Nosotros alabamos, con todo el corazón, a todos aquellos que
hacen algo y no censuramos sino a todos aquellos que no hacen nada.
La caja de familia será, pues, unas veces una obra subsistente por sí misma, otras
veces una obra anexa de un sindicato.
Comprende de ordinario familias enteras, hombres, mujeres y niños.
Tiene sus miembros participantes y sus miembros honorarios. Éstos pagan una
cotización y no reciben ninguna ayuda.
La caja procura a sus miembros visitas gratuitas al médico y una reducción sobre
los precios de los medicamentos. Hace más cosas si sus recursos se lo permiten.
Tiene su fiesta anual. Y reza por sus asociados fallecidos.
Por lo demás, para ser útiles a los hombres de buena voluntad, nosotros les
proponemos un reglamento sumario, que ellos modificarán como quieran.
I. Constitución. Una caja de familia se establece en la parroquia de _______ (en
el campo se pueden reunir dos parroquias).
Admite a hombres, mujeres y niños. Sus miembros son inscritos al mismo
tiempo en una confraternidad (ordinariamente Nuestra Señora de los Campos).
Los primeros suscriptores son admitidos de pleno derecho. Los otros deben ser
presentados por dos miembros y admitidos por el buró.
II. Administración. La caja es administrada por un buró compuesto de cinco
miembros.
El buró nombra en su seno un presidente, un vicepresidente, un secretario y un
tesorero.
El buró se reúne cada quince días. Resuelve sobre las peticiones que le son
dirigidas, regula el empleo de los fondos y decide todas las cuestiones que se relacionan
con los intereses de la caja.
Se celebra cada año una asamblea general en el mes de enero. La asamblea
escucha el rendimiento de cuentas de la gestión anual y la aprueba si ha lugar. Reelige
el buró (se puede fijar la reelección cada 3 años).
Los celadores o visitadores de barrio son designados para cada calle o cada
barrio. Ellos perciben las cotizaciones, visitan los enfermos y les entregan los bonos de
visita y de farmacia.
223
III. Cotizaciones. La caja tiene miembros participantes y miembros de honor.
Los miembros honorarios dan al menos 6 francos por año.
Los miembros participantes dan 50 céntimos de franco por mes.
Todo pago hecho queda adquirido por la caja y no puede ser devuelto.
IV. Participación. Los miembros no pueden participar en las ayudas nada más
que tres meses después de su inscripción.
Las ayudas comprenden la visita gratuita del médico, un descuento sobre los
medicamentos, y, si el estado de la caja lo soporta, un subsidio facultativo para la
enfermedad.
Este subsidio no es un derecho absoluto. Es concedido por el buró. Tiene en
cuenta sus reservas y las necesidades de la familia a la que hay que socorrer.
Al comienzo de cada año, el buró establece las bases de las ayudas que podrá dar
y somete sus resoluciones a la asamblea general.
No pueden participar en los seguros aquellos cuya cotización lleva más de un
mes de retraso.
V. Formalidades a cumplir en caso de enfermedad. El enfermo debe de prevenir
a su celador o visitador de barrio para que le entregue un bono de visita y un bono de
farmacia en el cual el médico escribirá su prescripción facultativa.
El buró vigilará para que los médicos y farmacéuticos no le ocasionen gastos
exagerados.
Al final de cada mes, el tesorero centraliza los bonos y da las cuentas al buró.
Se elabora una lista de precios con los farmacéuticos y se ponen de acuerdo en
que ellos no entreguen suministros de lujo o de fantasía.
VI. Secretariado. Hay un registro destinado a inscribir los miembros honorarios,
con el número de su suscripción. A cada pago se les entrega un recibo detallado de un
talonario.
En otro registro se escriben los nombres de los miembros participantes.
Éstos tienen todos una tarjeta o un librito, con el nombre de su celador (se
pueden encontrar todos los impresos útiles en el Comité de la Unión nacional, 1, rue
Feydeau, en París).
VII. Fiestas y ceremonias religiosas. La caja de familia tiene su fiesta anual, que
coincide ordinariamente con la asamblea general.
La fiesta se celebra con preferencia el domingo y todos los asociados son
invitados a la misa.
224
Cuando se produce el fallecimiento de un miembro, todos los asociados están
invitados a participar en los funerales. La esquela recuerda que el difunto era de la caja
de familia.
Ciertas cajas de familia han adoptado la misa del primer domingo de cada mes.
225
CAPÍTULO X _________
EL SECRETARIADO DEL PUEBLO
Es una obra sui generis. Presta grandes servicios en las ciudades. Tendrá
proporciones mucho más restringidas en el campo. Podrá ser un anexo del sindicato
agrícola o del círculo rural. Podrá también funcionar aparte.
Es, en suma, una oficina de información y de ayuda mutua.
Esta obra se pone al servicio de los obreros y de los pobres. Se anticipa a sus
peticiones e indaga sus necesidades.
Tiene delegados de calles, de barrios o de talleres. Son hombres de buena
voluntad que se informan de las necesidades y de las miserias ocultas y dan cuenta de
ellas al Comité o secretariado.
Éstos indican a los interesados el lugar y la hora en que encontrarán las
informaciones y la ayuda necesaria. Le dan, según la necesidad, una tarjeta de
presentación.
En el campo, el secretariado del pueblo no tendrá importancia alguna, a no ser
que se apoye sobre las obras de una ciudad vecina.
Los servicios que puede ofrecer el secretariado se clasifican en cuatro categorías
principales: 1º escribir cartas; 2º dar informaciones para colocar los huérfanos o los
ancianos, facilitar las bodas religiosas, la obtención de ayudas, etc; 3º descubrir las
miserias ocultas y señalar las miserias simuladas; 4º dar consultas jurídicas, financieras,
médicas, militares, o mediar en diferencias por medio de arbitrajes amistosos.
En la ciudad, las señoras se encargan a menudo de prestar las tres primeras
categorías de servicios. Para la cuarta se recurre a hombres especiales.
En los campos, este tipo de servicios los presta el cura, el alcalde o el maestro.
Si hay un círculo o un sindicato, su buró organizará un modesto secretariado del
pueblo.
El secretariado del pueblo dispondrá de la lista de todas las obras vecinas a las
226
cuales puede recurrir: Hermanitas de los Pobres, hospicios, orfelinatos, institutos de
sordomudos, etc.
Se pondrá en relación con las obras de la ciudad y encontrará allí hombres de
negocios, cristianos, a los cuales podrá dirigirse para cuestiones de procesos, de
asistencia judicial, etc.
El secretariado del pueblo1 no presta tan solo servicios temporales, ejercita a sus
miembros en el apostolado.
1 Nada será más útil, para organizar bien esta obra, que el informe del abbé Lecomte, de Reims,
sobre los secretariados del pueblo. Se puede encontrar en la Imprenta del Arzobispado, en Reims.
227
CAPÍTULO XI __________
CÍRCULOS CRISTIANOS DE ESTUDIOS SOCIALES
Y CONGRESOS OBREROS
I. Origen. Los círculos cristianos de estudios sociales han sido fundados en
Reims por los obreros a los que la lectura de la Encíclica de León XIII sobre la
condición de los obreros había vuelto a traer de los extravíos del socialismo. Ellos han
querido poner al servicio de la verdad cristiana el método que propaga el error y el celo
que distingue a los obreros por los intereses de su clase.
Como hay obreros de buena fe que, sin ser socialistas, van a las reuniones en las
que se predica el socialismo, preparados como están por el deseo de sostener su partido,
asimismo obreros alejados de la práctica religiosa querrán estudiar las soluciones de la
Iglesia al problema social y examinar qué satisfacción puede dar la religión a sus
legítimas reivindicaciones; es bueno que ellos encuentren reuniones en las que puedan
informarse sobre nuestras doctrinas sociales y nuestro programa.
II. Objetivo. Los círculos cristianos de estudios sociales tienen por objetivo:
1º Poner a sus miembros al corriente de las cuestiones que interesan a los
obreros.
2º Preservarlos de los errores difundidos por aquellos que explotan la pobreza
del obrero excitándolo contra la sociedad.
3º Volver a traer al punto justo las recriminaciones violentas que impiden a los
obreros ser escuchados, y formularlas en propuestas aceptables a la justicia cristiana.
4º Buscar los medios de hacer llegar a un resultado estas reclamaciones y
promover los verdaderos intereses de los obreros, desde el punto de vista religioso,
moral, intelectual y material.
5º Y, para este fin, organizar Congresos de obreros cristianos.
6º Fundar instituciones para el bienestar de los trabajadores.
III. Organización. No hay jerarquía; todos los miembros presentes en el círculo
son iguales. El buró no es permanente. En cada sesión se designa un presidente
228
provisional que, sin embargo, puede ser mantenido durante tres reuniones.
Sólo los obreros forman parte del círculo; hablando la misma lengua, sin temer
ser señalados por los encargados o por los patronos. Los obreros exponen mejor sus
dificultades cuando se encuentran solos en presencia del sacerdote. Sin embargo,
admiten, a título de miembros consultivos, a los patronos o a otras personas
competentes e influyentes, pero solo los obreros deliberan y toman las resoluciones
definitivas.
Un secretario escogido para tres meses es la clave maestra para preparar las
reuniones.
Un sacerdote asiste regularmente a las reuniones del círculo como consejero. Es
él quién representa la enseñanza de la Iglesia, de la que los obreros quisieran hacerse
cargo.
Este rol del sacerdote escuchado con cortesía y con deferencia permite abrir las
puertas del círculo de estudios a todos los obreros francmasones, radicales, socialistas,
ateos, colectivistas, con tal de que se muestren educados y de buena fe, deseosos de
conocer las doctrinas de la Iglesia católica y de que el tono de la discusión siga siendo
tranquilo y amistoso.
Sin embargo, esta organización, que ha sido una imitación de las reuniones
socialistas para combatirlas mejor, no es absoluta. Puede variar según los medios. Se
puede soñar en una mejor y más estable. Parece evidente que, si se trata de círculos de
estudios agrícolas, será preferible poner más estabilidad en las funciones.
IV. Preparación de las sesiones. Una comisión de iniciativas se ocupa con
anticipación del estudio de las cuestiones a examinar y redacta el programa de sesiones.
Esta comisión está compuesta por el ponente de la cuestión a tratar en la reunión
siguiente; por el presidente y los vicepresidentes; por el secretario y los vicesecretarios;
por el sacerdote – director.
Un miembro de la Comisión de Iniciativas que, durante dos meses, haya faltado
a las reuniones, sin motivos serios, es considerado como dimisionario. Podrá, no
obstante, asistir a las reuniones como simple miembro del círculo.
La Comisión de iniciativas tiene correspondencia con otros centros de estudios.
V. Orden de las Sesiones. 1º Nombramiento del buró, si no hubiera sido hecho
en una reunión precedente. El primer presidente, o el más anciano de la reunión, tiene
en primer lugar la presidencia del buró. Los nombres destinados a ser puestos en los
votos han debido ser previstos en la Comisión de iniciativas; para que haya elección,
son precisos dos tercios de los sufragios (en caso de voto contrario, el más anciano de la
reunión o el último presidente queda en el buró).
2º Oración: Padre Nuestro; invocación repetida tres veces: Nuestra Señora de la
229
Fábrica, Ruega por nosotros; o Nuestra Señora del Trabajo, o Nuestra Señora de los
Campos...
3º Lectura de un pasaje del Evangelio, seguido de algunas reflexiones del
sacerdote-director.
4º Relación verbal de la reunión precedente y observaciones.
5º Estudio de una cuestión religiosa, moral, social o económica por escrito, y
discusión sobre la cuestión tratada, o bien lectura de un tema concerniente a la
condición de los obreros y observaciones sobre los puntos incomprendidos.
6º Avisos del secretario o del sacerdote-director.
7º Oración, como arriba.
VI. Condiciones de admisión. 1º Los socios de un círculo católico son admitidos
a las reuniones presentando su tarjeta, mediante una carta de invitación privada.
2º Es suficiente, después de haber conocido el reglamento, ser presentado por
dos miembros y haberse hecho inscribir por el secretario, ser elector y de costumbres
honorables.
La admisión definitiva es propuesta por el presidente en la reunión siguiente.
3º Cada miembro puede invitar a venir a las reuniones a los obreros que él crea
que pueden llegar a ser miembros activos. Debemos dirigirnos con preferencia a los
obreros inteligentes, capaces de dar informaciones útiles sobre su profesión y su
situación.
4º Los encargados y empleados, contables y vigilantes, todos intermediarios
entre el patrono y el obrero, no son admitidos nada más que a título consultivo; ellos no
votan sobre las cuestiones.
VII. Rol del sacerdote-director. El sacerdote debe ser el alma escondida que da
la vida y el espíritu al círculo. Él vela bajo mano para que los funcionarios y dignatarios
cumplan su papel, que sea observado el reglamento, pero no interviene directamente.
No actúa como autoridad nada más que cuando la fe y las costumbres entran en causa,
sin embargo, requiere para ello la autoridad del buró y la del presidente. Se dedica a dar
una idea exacta y justa de la doctrina social de la Iglesia, deja a la libre opinión los
puntos dudosos y tiene en cuenta los prejuicios de los obreros cuyo espíritu dolorido,
amargado por el sufrimiento o excitado por el medio ambiente, no soportaría la
contradicción; deja pasar los errores de menor importancia para ser escuchado sobre los
puntos principales en los que están interesados la buena fe y la religión, la moral y el
honor cristiano.
VIII. Funciones de los dignatarios. El presidente hace la oración, introduce la
230
cuestión en el orden del día, mantiene el orden y la disciplina, impide a los parlanchines
acaparar la discusión, estimula a los taciturnos para que den su opinión; para eso se
entiende con el secretario.
Él abre y levanta la sesión.
El secretario es la clave maestra para la organización del círculo de estudios; es
al secretario a quien es preciso buscar y formar, en primer lugar, para esta obra. Él debe
saber leer bien en público, redactar una carta e incluso un informe, tener el deseo de
instruirse, ser apto para ejercer una influencia sobre los obreros.
Es elegido por tres meses y, al salir, es vicesecretario.
Es propuesto por la comisión y elegido como el presidente.
El secretario custodia las actas y los informes adoptados en las reuniones, y los
firma con el presidente de la sesión; un vicesecretario los transcribe.
Está al corriente de los asuntos tratados en los otros círculos de estudios.
Ayuda a la preparación y a los trabajos de los Congresos cristianos.
IX. Los Congresos de estudios sociales. Estos Congresos son una necesidad de
nuestros días. Además de crear una fuerza de resistencia enorme contra el socialismo,
agrupando a los obreros que el ateísmo revolucionario no ha pervertido todavía, ofrecen
una especie de consagración social a los círculos de estudios.
No hay que olvidar, en efecto, que los Congresos son como una federación de
círculos, puesto que sus miembros están compuestos por delegados de cada círculo; que
los informes leídos en la sesión son los de los miembros de los círculos, y que, en fin,
los votos emitidos no son sino el eco de los votos de los círculos.
Que los Congresos se generalicen y las reivindicaciones obreras adquieran una
fuerza con la cual el gobierno se vea obligado a contar tarde o temprano. ¿No se puede
esperar que de estas sesiones pacíficas salga en el futuro la representación de los
intereses y, con ella, la modificación casi completa de nuestro actual régimen de
trabajo?
El Santo Padre da ánimo a estos Congresos. Él felicitó al señor Harmel por su
organización.
X. Círculos de estudios sociales de agricultores. En las parroquias rurales, los
círculos de estudios reunirán más bien a agricultores que a obreros. Está claro que
tendrán un carácter completamente diverso. Los temas de estudio serán diferentes. El
buró será el del sindicato o el de la corporación parroquial. Las informaciones ofrecidas
por la monografía de las obras de una parroquia de la Haute-Marne, al final de este
volumen, serán suficientes para ayudar a su organización.
XI. Círculos de estudios sociales de los sacerdotes. Estas reuniones tienen una
importancia capital. Se puede esperar de ellas un bien inmenso. Sin ellas el movimiento
social cristiano empleará un tiempo infinito en propagarse.
231
Nosotros no indicamos reglamento determinado para estas reuniones. Nacerán
de las circunstancias y en ellas se inspirarán.
Su programa puede resumirse en tres palabras: 1) el peligro es grande; 2) es
preciso actuar; 3) ¿Cómo vamos a ponernos allí?
Este Manual puede sumnistrarnos un tema de estudios indefinido.
Los ejemplos animan más que la teoría. Exempla trahunt. Citemos pues los
precedentes:
En Val-des-Bois hay cada mes una reunión de estudios de los sacerdotes del
valle de la Suippe. Se lee un informe escrito, se habla de una obra práctica. La reunión
no ha tardado en producir algunas obras.
Pequeñas agrupaciones de laicos cristianos han comenzado en las parroquias.
Después de algunos meses, los curas asiduos a las reuniones se han puesto de acuerdo
para llevar, cada uno, dos o tres agricultores.
En estas reuniones más numerosas se ha hablado de los sindicatos agrícolas.
Se han echado las bases de un sindicato regional que se subdividirá en varios
sindicatos parroquiales.
Se ha hecho lo mismo en P... (Saôna-et-Loire), como lo indica la monografía que
está al final de este Manual.
Estas reuniones mixtas no tienen lugar nada más que dos o tres veces. Esto es
suficiente para preparar los sindicatos. Después de esto los sacerdotes retoman sus
reuniones más íntimas.
He aquí ejemplos que es preciso imitar por todas partes. Los reglamentos
precisos vendrán después, si tienen lugar. Jesus coepit facere et docere.
233
CAPÍTULO XII _________
LA TERCERA ORDEN DE SAN FRANCISCO
La Orden Tercera debe ser uno de los instrumentos de la renovación social
cristiana.
Se podrá establecer una Fraternidad de la Orden Tercera, allí donde el verdadero
espíritu de su santo fundador sea la fuente natural de todas las obras sociales: buena
prensa, sindicato, caja de crédito, caja de familia, etc.
Pero para eso hace falta que la Orden Tercera, como el clero, salga de la
sacristía.
San Francisco no quiso hacer solamente una asociación de piedad. Él consideró
su siglo totalmente gangrenado por el lujo de los poderosos, por la miseria de los
trabajadores, por la lucha de clases, la desunión y el despertar de las costumbres
paganas. Quiso hacer una obra democrática, una obra social, una obra de pacificación.
De vida cristiana, de unión y de asistencia mutua. Transformó la sociedad y nos dio el
siglo más grande de la historia.
León XIII tiene la intuición de las grandes cosas. Ve que la situación actual tiene
analogías con la del siglo XII, y nos compromete a recurrir al mismo remedio, a la
Orden Tercera.
La Orden Tercera debe reunir a las diversas clases de la sociedad, patronos y
obreros, ricos y pobres bajo una misma regla de vida que tiene como base la
simplicidad, la modestia y la caridad. ¿Qué cemento mejor se podrá encontrar para la
unión de las clases?
En sí misma, la Orden Tercera es ya una obra social, porque realiza la unión y
reprime el abuso de la riqueza.
Pero hay más; es el mejor instrumento para fundar y sostener obras sociales
modernas.
¡Dichoso el sacerdote que posee una Fraternidad de la Orden Tercera! Sus
buenos Terciarios fundarán lo que él quiera: un Comité de la buena prensa, un sindicato,
una caja de crédito, un círculo, un patronato; se puede pedir todo a hombres
desinteresados, que han comprendido a Jesucristo y gustado su doctrina de abnegación y
sacrificio.
234
Sin duda, muchas parroquias no pueden tener de inmediato una Fraternidad. Los
hombres allí no tienen ninguna práctica religiosa, no se pueden hacer enseguida
Terciarios. Allá, se comenzará por una asociación más fácil y más amplia, como la Liga
del Ave María o la Cofradía de Nuestra Señora de los Campos. Pero será bueno tender
por todas partes a formar una Fraternidad.
Allí donde la Orden Tercera no haya sido el fundamento de las obras, será la
corona; si no las ayudó a comenzar, servirá para conservarlas, introduciendo en ellas el
espíritu de sacrificio y de abnegación.
Los religiosos de la gran Orden, Franciscanos y Capuchinos, han comprendido
las intenciones de León XIII y van de Congreso en Congreso sondeando este nuevo
campo que les ha sido abierto y estudiando las diversas formas de esta acción social,
que ellos van a inculcar a la Orden Tercera.
Desde hace un año, nosotros los hemos visto en Val-des-Bois, en Paray, en
Novare, formulando y acentuando el programa de su entrada en liza para la renovación
social de las naciones cristianas.
He aquí el resumen de los votos o deseos que ellos han emitido en su reunión de
Paray-le-Monial. Es todo un programa inspirado por el Sagrado Corazón de Jesús.
1º “La Tercera Orden Franciscana debe agrupar hombres de elite de todas las
clases, que destaquen por su fe total y por su sumisión completa al Soberano Pontífice
en todas las materias en las que él cree deber intervenir”.
Este primer deseo indica la necesidad de este alistamiento y el espíritu de las
Fraternidades. El Santo Padre ha hablado, actuemos. La Orden Tercera no es una obra
anticuada. Tiene hoy la misma oportunidad que en el siglo XIII. León XIII ha
rejuvenecido su forma y sus reglas. Nosotros debemos buscar en ellas el contrapeso a
las sectas masónicas. Pero las fraternidades no tendrán verdaderamente un rol poderoso
nada más que si ellas se muestran dóciles a las enseñanzas de la Santa Sede y a las
direcciones que nos da y si las fraternidades preparan apóstoles ardientes y sacrificados.
2º “Los Terciarios, al tener como objetivo el cumplimiento íntegro de los
deberes de la vida cristiana, no se deben limitar a los deberes íntimos de la piedad y de
la vida interior, sino que ellos deben dedicarse también a los deberes importantes de la
vida pública y social. Allá también los Terciarios deben dar ejemplo y trabajar para
hacer que reine Jesucristo, para hacer que prevalezcan en la sociedad los principios
cristianos y la influencia social de la Iglesia”.
¿Cuál es, en efecto, el objetivo de la Orden Tercera? Es el de agrupar a los
hombres de buena voluntad para ponerlos en condiciones de cumplir con más facilidad
todos los deberes de la vida cristiana.
Estos deberes son múltiples. Están los de la vida privada y los de la vida pública.
El evangelio nos dice: “Llevad una vida sencilla y modesta, practicad la penitencia y la
caridad”. Pero, ¿esto es todo? No. Nos dice también que Cristo es el Rey de las
naciones, que los pueblos son dichosos si honran a Dios y si observan sus leyes. Nos
dice también que la justicia y la caridad deben regular todas las relaciones sociales, y
235
que el mal rico no tiene lugar en el cielo.
Los Terciarios, arrastrados por la corriente que dominaba desde hacía doscientos
años, se han confinado en las prácticas de la vida devota íntima y privada. Esto era
empequeñecer a Jesucristo, era ir incontestablemente contra el espíritu de San
Francisco. León XIII se lo recuerda.
3º “Si el socialismo ha venido a ser el peligro inminente de nuestra sociedad, el
capitalismo, es decir, el predominio injusto del capital y los abusos que de él han
resultado, son las verdaderas causas del desorden social actual. El Congreso demanda,
pues, que los Terciarios trabajen por medio de la enseñanza oral y escrita y por el
ejemplo en la reforma de las ideas falsas y las prácticas viciosas demasiado
generalmente aceptadas sobre estas materias”.
Algunos encontrarán esto exagerado; nada de eso. León XIII no es menos formal
que el Congreso de Paray. “La clase de los trabajadores, nos dice él, está generalmente
en un estado de miseria inmerecida”. Y la miseria es mala consejera.
Los Terciarios deben iniciarse en las cuestiones sociales y llegar a ser apóstoles
ardientes de las reformas sociales.
Los tres deseos siguientes no son sino el desarrollo de éste; los citaremos sin
largos comentarios.
4º “Que los directores de las Fraternidades estudien en detalle, para cada
profesión, la práctica de la justicia y de la equidad, y se dediquen a enseñar en las
reuniones de la Orden Tercera las reglas de probidad especiales en cada estado”.
Un buen tratado teológico sobre la justicia y los contratos, el de Carrière, por
ejemplo, proporciona la base de estos estudios. Es preciso añadirles algunas obras
modernas sobre la justicia, que nosotros hemos citado.
5º “Que los Terciarios tomen la iniciativa y se hagan los auxiliares activos de las
reuniones de estudios organizados para investigar las instituciones que pueden asegurar
el cumplimiento de las reglas de la justicia en el comercio y en la industria”.
6º “El Congreso pide a los sacerdotes, miembros de la Orden Tercera que se
dediquen especialmente a estudiar las reglas de la justicia y de la equidad privada, con
el fin de instruir a los fieles de una manera exacta, precisa y práctica, como también que
investiguen las condiciones del restablecimiento de la justicia social”.
Expresa el deseo de que estos temas encuentren puesto, tanto como los temas de
piedad, en las conversaciones (encuentros) de las fraternidades sacerdotales.
7º “El Congreso compromete a los Terciarios a inspirarse en el espíritu de san
Francisco, que se puso al servicio de los más pequeños, ocupándose de todas sus
necesidades y trabajando para liberarles de todas las opresiones. En este objetivo, los
Terciarios deben fundar o ayudar, en la medida de lo posible, a las instituciones
adecuadas para organizar equitativa y cristianamente el trabajo y para prevenir o
socorrer las miserias diversas, que son el resultado de la enfermedad, del paro, de la
236
vejez o de la muerte”.
He aquí lo que es práctico. No es un cristianismo enervado, bueno para las
mujeres y los niños, es el cristianismo verdadero y completo, con toda la benéfica
influencia social que le conviene.
8º “El Congreso insiste sobre el espíritu de asociación, que hay que desarrollar
entre los Terciarios, a fin de que los vínculos de solidaridad que deben unirles sean
estrechados tanto en el terreno social y económico como en el terreno sobrenatural y
religioso”.
Este deseo resume los precedentes y los confirma.
Si estos deseos se realizan hoy, como en el siglo XIII, la Orden Tercera renovará
la sociedad cristiana.
No puede haber, por otra parte, para los sacerdotes y para los verdaderos
católicos, argumento más perentorio que la insistencia asombrosa de León XIII. Él ha
recomendado a la Iglesia entera la Orden Tercera de San Francisco, en cuatro actos
solemnes: la Encíclica del 17 de septiembre de 1882, donde recomienda a la Orden
Tercera como remedio a los males presentes; la Bula del 30 de mayo de 1883, donde
modifica la regla de la Orden Tercera para hacerla accesible al mayor número posible;
la Encíclica del 8 de mayo de 1884, sobre la Francmasonería, donde opone la Orden
Tercera a la acción subversiva de los francmasones; la Encíclica para el Jubileo de
1886, donde recomienda la Orden Tercera como asociación de penitencia.
En diversas cartas menos solemnes y en diversas alocuciones, el Santo Padre ha
insistido sobre los mismos pensamientos. En una audiencia del 18 de diciembre de
1884, indicaba la Orden Tercera como el remedio que debe rehacer y salvar la
sociedad. En otra audiencia, a la que asistía el Obispo de Marsella, decía: “Repetid, por
todas partes Por la Orden Tercera yo quiero volver a levantar Francia...”.
Después de todo esto, ¿se puede dudar todavía?
Obras prácticas sobre la Orden Tercera, necesarias para todo sacerdote
Le Tiers-Ordre de saint François et le clergé séculier: 25 francos. París, librería
Saint-Paul, 6, rue Cassette.
Le Tiers-Ordre de saint François, par Mgr. de SEGUR, nueva edición 40
francos, París, chez Tolra, rue de Rennes.
Manuel du Tiers-Ordre: el de los franciscanos se encuentra en la casa de
Burdeos, 3, rue de la Teste; el de los Capuchinos en Lyon, chez Delhomme et Briguet;
el de los Recoletos, chez Valin, editor en Caen.
Léon XIII et le Tiers-Ordre por el P. NORBERT, imprenta franciscana, 16, rue
de Clamart, en Vanves.
237
CAPÍTULO XIII ________
PATRONATOS Y CÍRCULOS JUVENILES
Los patronatos entran en el cuadro de las obras sociales. “Esta obra no debe ser
considerada como una obra de detalle, como una unidad independiente: tiene su lugar
marcado en la estructura del edificio social cristiano, como una pieza de armazón en el
conjunto general de la construcción” (Manuel des patronages, por el abbé LE CONTE,
vicario general de Châlons).
Esta obra será unas veces el punto de partida, otras veces una consecuencia del
establecimiento de un sindicato o de una corporación en una parroquia.
Si se comienza por los niños, los jóvenes patrocinados aumentarán. Habrán
tomado el gusto a la vida de asociación y querrán continuarla. Algunos hombres
vendrán a unirse a éstos, el círculo de obreros y el sindicato se impondrán.
Si se comienza por los hombres y se les agrupa en un sindicato, ellos tendrán su
“lugar de reunión” que será pronto lo equivalente a un círculo. Los niños querrán tener
el suyo y el patronato nacerá del sindicato. Son dos obras conexas.
Es inútil extendernos más ampliamente sobre la utilidad de los patronatos. Sin el
patronato, al adolescente no le queda nada más que la calle o el cabaret que lo reciben
antes de la edad, o las sociedades de gimnasia, de tiro o de música, que son patronatos
laicos establecidos para gravitar en la órbita de las Logias.
El hogar paternal no basta ya a esta edad que reclama movimiento, juegos y
compañeros.
Abrid, pues, a los aprendices y jóvenes obreros el domingo, a los escolares el
jueves, un patronato en el que encuentren descanso y recreo honestos con algunas
prácticas religiosas, bajo la mirada del sacerdote al cual ellos se sentirán vinculados
durante toda su vida.
I. Fundación. ¡Dichosas las diócesis que tienen un Consejo central activo y bien
organizado!
En Châlons, por ejemplo, el Consejo diocesano de las obras está siempre
dispuesto a ayudar a la fundación de los patronatos. Los curas encuentran allá una
dirección, recursos, juegos, libros, premios.
238
Allí, de la noche a la mañana, una obra rural, puede disponer de todo el
mobiliario que le es necesario.
Un patronato pide siempre algunos recursos. Para conseguirlos, el cura que
funda una obra deberá siempre esforzarse en tener un Comité local. Casi no hay
parroquia en la que no se pueda conseguir algunos bienhechores que regalen una
suscripción anual. A falta del Comité o para suplir su insuficiencia, se puede recurrir al
Consejo diocesano, si lo hay.
Siempre podremos dirigirnos también a las siguientes obras, en París:
1º La obra de san Francisco de Sales, 11 bis, passage de la Visitation.
2º L’oeuvre des campagnes, 11, rue Bellechasse.
3º L’oeuvre de Notre-Dame de Salut, 129, rue Université.
4º La Commission des patronages, 7, rue Coëtlogon.
Esta última forma una oficina central y gratuita de informaciones para la
fundación y desarrollo de los patronatos, la adquisición de juegos, de piezas, de todo
aquello que puede ser útil en estas obras.
Tiene por órgano un boletín mensual que proporciona informaciones útiles.
Abonamiento, 2 francos, 50 céntimos por año.
II. Organización. Hay que considerar aquí el personal, el local y los medios de
acción.
Sucederá que el cura sea él solo todo el personal dirigente. Otras veces, tendrá
para ayudarle una pequeña conferencia de San Vicente de Paúl o, al menos, uno o dos
hombres celosos. Si comienza solo, los mayores y los más fieles de los niños llegarán a
ser pronto sus auxiliares.
El personal dirigido comprenderá pronto dos secciones: la de los niños,
reclutada en las catequesis, y la de los adolescentes, que formarán un pequeño círculo.
Para el local, la casa parroquial será, a menudo, el único recurso, pero parece
cada vez más necesario que las parroquias tengan un local para las obras. El círculo, el
sindicato necesitan estar en su casa. Las monografías de obras rurales dadas al final del
libro muestran que este local es necesario. No comprenderá, frecuentemente, nada más
que una o dos salas con un patio.
A menudo, se ha convertido en sala de obras una dependencia de la casa
parroquial, una cochera, un cobertizo, una bodega o una casita vecina.
Por lo que se refiere a los medios de acción, es preciso actuar de manera que se
dé a estas obras un carácter verdaderamente social. Es preciso hacer de ellas un
organismo vivo y darle un Consejo y dignatarios que se formen en el apostolado y lo
ejerzan. Es así como se preparan los auxiliares para las obras sociales propiamente
dichas.
239
Recomendamos el Manuel del abbé LE CONTE, 50 céntimos de franco, en casa
del autor, en Châlons, y los documentos de la Comisión de Patronatos, rue de
Vaugirard, 74, en París.
III. Condiciones legales. Importa saber que los patronatos no están sometidos a
ninguna autorización administrativa. No caen bajo el artículo 291 del Código penal, que
castiga toda asociación no autorizada de más de veinte personas.
Decisiones administrativas y judiciales muy recientes establecen formalmente
esta jurisprudencia.
Un alcalde demasiado celoso, en el Oise, había intentado prohibir reuniones de
patronato. Su decisión, incluso sancionada por el prefecto, ha sido anulada por una
sentencia del Consejo de Estado del 11 de febrero de 1892.
En el Aude, un cura que había fundado un patronato fue perseguido por delito de
asociación ilícita. El tribunal de Narbona, el 11 de enero de 1892, lo absolvió y declaró
que una reunión de personas jóvenes congregadas, bajo la dirección de un sacerdote,
para dedicarse a realizar ejercicios literarios o corporales, no era una asociación ilícita, y
no debía caer bajo el peso de las disposiciones del artículo 291 del Código penal de la
ley del 10 de abril de 1834. La Corte de Montpellier confirmó, el 27 de febrero de 1892,
el fallo del tribunal de Narbona.
Para las representaciones teatrales y las loterías, véase lo que se ha dicho más
arriba en el capítulo de los círculos rurales.
IV. La Congregación. Cuando el patronato tiene alguna importancia y lo forman
una élite de jóvenes piadosos, hacemos de esta élite una Congregación de la Santísima
Virgen. La Congregación es, para el patronato, lo que es la Orden Tercera para el
Círculo o el sindicato, lo que eran los doce apóstoles al lado de los setenta y dos
discípulos.
La Congregación tiene un doble objetivo, la piedad y el apostolado. Tiene sus
reuniones especiales, su reglamento, su Consejo. Los congregantes tienen algunas
prácticas de piedad determinadas: un misterio del rosario cada día, la Sagrada
Comunión cada ocho o quince días.
Se les aconseja hacer una lectura piadosa y una visita al Santísimo Sacramento.
El domingo, en su reunión especial, rezan juntos, y el sacerdote director les hace
una charla sobre la piedad o el apostolado.
Ellos dan ejemplo en la Parroquia por la asistencia a los oficios. Son los
primeros auxiliares de las obras, por la propaganda de La Croix, por la Propagación de
la Fe y por la Santa Infancia, etc.
Hay muchos y buenos manuales para la dirección de las Congregaciones. Se
encuentran manuales para los hombres y para los niños en la oficina del Messager du
240
Sacré-Coeur, en Tournai (Bélgica). Generalmente, los manuales no insisten
suficientemente sobre la práctica del apostolado.
En un documento de la Unión de Asociaciones, 32 rue de Verneuil, sobre las
Asociaciones de piedad, se encuentran excelentes consejos para promover en las obras
el espíritu de apostolado. Se propone el examen de conciencia siguiente, que los
congregantes pueden hacer en particular o incluso en común, sin nombrar la persona en
quien piensan.
¿Tienes en tu mente una persona a quien ganar para el bien?
¿Has rezado y hecho rezar especialmente por ella?
¿Le has ofrecido libros, periódicos o revistas para que lea?
¿Puedes ayudarle a que se decida a celebrar la Pascua y comulgar?
¿Crees que la persona ganada podrá, a su vez, ejercer el apostolado?
La piedad y el apostolado deben ser igualmente importantes para los miembros
de las Congregaciones.
V. Resultados. Ciertas diócesis tienen ya un buen número de estas obras y las
parroquias obtienen de ello un fruto muy grande.
La diócesis de Cambrai cuenta con 140 patronatos rurales; la de Arras 50, la de
Nancy, 30. En Châlons, el último informe de 24 de Julio de 1892 señalaba 55. La mayor
parte de las diócesis cuentan con algunos y su número aumenta cada año.
Se han dado en todos los Congresos de obras monografías de patronatos; es
inútil volver a comenzar aquí.
Pero lo que importa retener al terminar es que un patronato no debe ser ni la obra
única, ni la obra principal de una parroquia.
La obra principal es la de los hombres. La obra de los niños no puede ser nada
más que una transición o un complemento; aquellos que se contentasen con una obra de
niños quedarían en la rutina de un apostolado débil y tímido que hace decir que la
religión es buena para las mujeres y para los niños.
En las monografías citadas por el Manuel del señor Le Conte, veo diversos
patronatos que se consideran dichosos de haber conservado los jóvenes hasta los
dieciséis o diecisiete años. Es mejor que nada, pero éstas no son las obras
verdaderamente sociales.
Veo que en Mohon (Ardenas) el señor cura ha comenzado la obra con jóvenes
de veinte a veinticinco años. Ellos han llegado a ser apóstoles. Han difundido La Croix.
Se han multiplicado. Han fundado la fraternidad de Nuestra Señora de la Fábrica. Son
ahora entre 80 y 100 los que participan en la Comunión. Proclaman en voz alta su fe
cristiana y contribuyen ampliamente a la transformación de la parroquia. ¡Bravo! Allí
hay verdaderamente una obra social, pero esto no es patronato. Se pueden tener los dos.
Veo que en Bouxières-aux-Dames (Meurthe-et-Moselle), el patronato de niños
241
se ha desdoblado. Su gran salón de 14 metros de largo es cortado por una mampara que
se abre para las grandes fiestas. Por un lado está el patronato con 40 niños; por el otro
está el círculo con 15 jóvenes de 15 a 25 años y 12 padres de familia. Eso está bien; allí
hay, al menos, las bases de una obra completa. Que se añada el sindicato y el crédito
agrícola y la vida corporativa renacerá en la pequeña parroquia.
Obras útiles a los directores de los patronatos
Manuel du patronage, en Secretariado de la Sociedad de saint Vincent de Paul,
rue de Furstemberg, París.
Instructions sur les patronages, por el abbé COMBE, en Pamiès, Carcassone.
Avis et conseils aux apprentis, por monseñor de SEGUR, 30 céntimos, chez
Tolra, 112, rue de Rennes, París.
Le jeune ouvrier chrétien: petites directions spirituelles, por monseñor de
SEGUR, chez Tolra, 112, rue de Rennes, París.
Conseils à la jeunesse chrétienne, por el abbé JAUD, en casa del autor, Châlons
(Vendée).
Scènes et dialogues populaires, para fiestas y veladas, 60 céntimos de franco en
casa Poussielgue, rue Cassette, París.
Documents gratuits sur les patronages, en el Buró Central de las Obras, 32, rue
de Verneuil, París.
243
CAPÍTULO XIV _________
LA ARCHICOFRADÍA DE LAS MADRES CRISTIANAS
Las asociaciones de las madres cristianas están afiliadas a la obra de Nuestra
Señora de Sión, en París, calle de Sèvres.
Establecidas por curas celosos o por misioneros, estas reuniones se mantienen
tan largo tiempo como subsisten las influencias capaces de mantener el celo y la
piedad.
Sus miembros asisten a una misa mensual en la que se hace una homilía; se
comulga y se reza por la intención de los miembros de la familia.
Hay generalmente un núcleo de personas piadosas que tienen tiempo disponible,
y las madres de familia obreras quedan fuera.
Las reuniones de las madres cristianas serán mucho más seguidas, más vivas, si
están fundadas y dirigidas principalmente con miras a ser útiles a las mujeres de los
obreros.
I. Necesidad y ventajas. La madre, al tener una gran influencia en el hogar,
obtendrá la conservación de la vida cristiana en toda la familia. Dios ha formado el
corazón de la madre expresamente para fijar el corazón del hombre en el deber e
inspirar a los niños la piedad y el amor al bien. La asociación cristiana contribuye
maravillosamente a hacer sobrenaturales estas disposiciones, y el resultado es tangible
de inmediato: paz en el hogar, sumisión de los niños, economía en los detalles del
gobierno de la casa.
Si la asociación tiene por objetivo principal el de patrocinar a las amas de casa y
santificarlas, éste será un campo naturalmente abierto para el ejercicio de los deberes del
patronato, para el apostolado mutuo de la caridad.
Fundación. Para fundar una asociación de madres cristianas, se buscarán en
primer lugar auxiliares cuyo sacrificio e inteligencia puedan superar las dificultades.
Si se encuentra a varias señoras de condición influyente, pueden ser agrupadas
bajo el nombre de señoras patrocinadoras, que se ocuparán una de los pobres, otra de los
enfermos, otra de los niños del catecismo, e incluso del patronato de los muchachos
244
jóvenes, pero sobre todo de la asociación de las madres cristianas como dignatarias.
El nombre de Damas de la Caridad, Damas de la Providencia, Damas del
Sagrado Corazón o de Nuestra Señora de la Salud, o simplemente el vocablo del patrón
de la parroquia, serán a menudo preferibles. Si son bastante numerosas, se podrían
buscar allí los elementos de un Comité para las obras parroquiales.
Una segunda sección, que comprendiese las mujeres de clase obrera tomará el
nombre de Santa Ana o de Nuestra Señora de los Campos. Esta división no podría darse
en las pequeñas localidades.
Podría establecerse una modesta cotización.
III. Reuniones mensuales. Cada mes, en el transcurso de la semana, en el día de
la fiesta marcada en el consuetudinario de la archicofradía o en el día más cómodo que
le siga, hay una reunión en la iglesia o en una capilla, a horas en que ni el gobierno de la
casa ni los niños tengan que sufrir por esta ausencia.
Los temas a tratar en estas reuniones son principalmente: los deberes de estado,
la educación cristiana de los niños, la influencia de la religión en la familia, los
beneficios de las asociaciones, la dicha que resulta para la madre de la práctica religiosa
en la familia.
IV. Ropero de caridad. Un ropero es un vínculo exterior de caridad entre los
miembros de la archicofradía de las madres cristianas. Tomará el nombre de reunión de
Santa Ana o de la Providencia. Es un centro para las mujeres de los empleados o de los
obreros, que quieren consagrar algunas horas a la semana al vestuario de la asociación.
Se reúnen un día por semana y trabajan para los pobres y para los niños, preparan ropita
de niño, ropa interior, vestidos. En muchas pequeñas familias, las mujeres pueden
dedicar varias horas por semana. Es un medio de iniciarlas en la abnegación. Para que
los deberes del patronato cristiano se ejerzan eficazmente y de manera distinta a la
ostentación, hacen falta relaciones personales. La caridad ejercida en común prepara los
corazones a la confianza, a la estima y al afecto.
Las asociadas que pueden están invitadas a venir una vez por semana al ropero o
a enviar a él a una de sus chicas.
El trabajo es santificado mediante la recitación del santo rosario y mediante las
conversaciones edificantes que prepara una lectura escogida especialmente para la
reunión.
Es en el ropero donde las consejeras encargadas de los enfermos dan sus
informaciones y donde se deciden las ayudas.
Una reunión mensual general tiene lugar en el ropero, estando la reunión de la
iglesia dedicada a la piedad.
En las parroquias pequeñas, donde los trabajos son exclusivamente agrícolas, se
245
podrá informar de los intereses de la obra en la misma iglesia, a fin de no multiplicar las
reuniones.
V. Rol del Consejo. La dirección se compone de un sacerdote director y de una
dama presidenta.
Cuanto menos el sacerdote se vea obligado a entrar en el gobierno directo y más
deje a la obra su propia iniciativa, más oportunidad tendrá la obra de desarrollarse y de
procurar el bien; él dejará, pues, su acción y su influencia en el Consejo, que es el único
que tiene la responsabilidad de tomar y aplicar las medidas.
La dirección es asistida por consejeras, que cumplen las funciones de
vicepresidenta, secretaria, tesorera. A veces, mujeres valientes, de condición modesta,
pero inteligentes y celosas, introducidas en el Consejo empujarán a las damas hacia
delante y las forzarán a abrazar el partido de la piedad con la recepción frecuente de los
sacramentos.
La presidenta está en relación constante con las consejeras.
La vicepresidenta entrega las esquelas individuales destinadas a convocar a las
asociadas; estas esquelas llevan el nombre de cada una de las socias, las fechas y las
horas de las reuniones.
Una señora que, sin razón válida y sin excusas, ha faltado tres veces seguidas a
las reuniones mensuales, se supone que ha renunciado a la archicofradía.
He aquí un modelo de convocatoria:
Parroquia
de ASOCIACIÓN DE MADRES CRISTIANAS
XXX
La señora____________ es invitada a la reunión mensual, el martes a las tres
horas de la tarde, y a la misa mensual, el jueves a las siete horas de la mañana.
Este recordatorio escrito es necesario para superar el olvido y la negligencia.
La reunión de la directiva tiene lugar una vez por mes.
La secretaria convoca a las consejeras, redacta las actas, en las cuales indica el
número de presentes y ausentes. Guarda los libros necesarios a la asociación.
Se puede dividir la archicofradía por quincenas para el rosario viviente y dividir
cada quincena en tres secciones; las comunicaciones serán así sumamente fáciles.
VI. Ayudas mutuas. Una tesorera guarda la caja que es alimentada por
cotizaciones o por colectas de las reuniones, da cuenta de los gastos y hace las compras
decididas por el Consejo.
246
Una consejera enfermera está encargada de todas las enfermas y cada consejera
visita a las enfermas de su sección. Las consejeras presentes en el ropero se ocupan de
las ayudas urgentes a distribuir a las enfermas, a las viudas y a las madres jóvenes.
La caja de la asociación forma una Caja de FamiliaN.B.
de la que el Consejo
puede sacar para ayudar a los miembros participantes. No es una limosna, puesto que es
un fondo común; no es, tampoco, un derecho estricto, puesto que el Consejo decide si
ha lugar conceder una ayuda. Es la parte de las compañeras, una ayuda benevolente que
no tiene nada de humillante ni de administrativo.
Según los recursos, cuando una mujer de la asociación que vive de su trabajo
está enferma, se encarga en su lugar a una persona que cocine para la familia, haga la
limpieza, el lavado y el fregado.
Cuidados a las jóvenes madres. Cuando nace un niño en la asociación, si ha
lugar, se hace el regalo de una canastilla de ropa para el niño, preparada en el ropero.
Se vela para que las prescripciones del médico sean seguidas y, particularmente,
para que la joven madre no se levante antes del décimo día.
Una lavandera hace el servicio de la casa hasta que la madre pueda volver a
realizar este trabajo.
Sería deseable incluso que la asociación pudiera conceder una indemnización a
las familias de los obreros para el parto, equivalente a todos los gastos.
Ver Manuel de la Corporation chrétienne, por el Señor L. HARMEL.
N.B.
Instituciones análogas profesionales o caritativas son en la actualidad necesarias para
permitir a las mujeres de los obreros superar el respeto humano. Con este complemento material, los
obreros forzarán a sus amas de casa a ser asiduas a las reuniones de madres cristianas.
247
CAPÍTULO XV _________
LAS FRATERNIDADES Y CONGREGACIONES
DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
Bajo el nombre de Congregaciones de la Santísima Virgen existen en los
colegios y en un buen número de parroquias asociaciones de piedad que hacen un gran
bien.
Para responder al pensamiento primigenio de su institución, a estas
Congregaciones deben agregarse las obras de caridad corporales y tener al menos su
caja al servicio de los pobres.
El padre Acquaviva, ayudado de 17 consejeros, hizo él mismo las reglas de la
Congregación primaria (prima-primaria), las cuales, en conformidad con la Bula
Omnipotentis Dei de Gregorio XIII, deben ser inviolablemente observadas por todas las
Congregaciones que están agregadas.
Estas reglas, en virtud de los poderes confiados a los Generales de la Compañía
de Jesús, han experimentado diferentes modificaciones.
Las que están actualmente en vigor han sido aprobadas por el Reverendísimo P.
Beckx, General de la Compañía, y publicadas en Roma en 1855 bajo el título: Leges et
statuta sodalitatum B. M. V. quae Primariae conjunctae sunt.
Estas reglas se aplican a las Congregaciones de los dos sexos. Para la afiliación,
hay que dirigirse al Provincial de la Compañía de Jesús. Éste es el camino más sencillo
y más fácil para proporcionar a una asociación cualquiera la ventaja de las indulgencias
y de la canonicidad.
Como condiciones: 1º Es preciso que el Ordinario haya, previamente,
reconocido y aprobado la Congregación a la que se quiere afiliar. Se requiere la copia de
la orden.
2º Se debe someter al Ordinario el reglamento de la Congregación. Así, la
asociación tendrá un director espiritual, un prefecto, asistentes, un secretario y otros
dignatarios que componen el Consejo.
Sin embargo, la elección y nombramiento de los dignatarios, tan importantes
para el bien y el progreso de la asociación, no son esenciales para el beneficio de las
indulgencias.
248
3º La petición debe indicar la clase de personas que componen la Congregación
y la advocación o la fiesta titular; porque es preciso que la Congregación esté
consagrada en honor a un misterio o un título de la Santísima Virgen.
Puede, no obstante, tener un patrón o un título secundario: los santos Ángeles,
san José, el patrón de la parroquia.
4º La Congregación debe haber sido establecida y haber funcionado algún
tiempo (tres meses, por ejemplo) antes de pedir el título.
Asociación de Hijas de María
Entre las fraternidades en honor de la Santísima Virgen, no hay una más popular
que la que reúne a personas jóvenes; estas reuniones están, sin embargo, llenas de
dificultades.
En las parroquias que tienen una obra bajo la dirección de las Hijas de la
Caridad, la asociación toma el título de Hijos de María Inmaculada y la capilla de las
religiosas es la capilla de la asociación; por lo demás, se puede contentar con el
reglamento de las Congregaciones ordinarias.
Se encontrarán todas las informaciones prácticas en el Manuel des Enfants de
Marie Immaculée à l’usage des réunions externes dirigées par les Filles de la Charité,
París, D. Dumoulin y C, 5, rue des Grands-Augustins.
I. OBJETIVO Y VENTAJAS: 1. Preservación individual. Se ha constatado que
por todas las partes donde domina el culto a la Santísima Virgen, las costumbres son
honestas y puras. Consagrar las personas jóvenes a la Madre de Dios, es asegurar su
virtud por una salvaguarda, su fe por la piedad y las mejores cualidades del corazón por
un modelo que es asimismo eficaz.
2. Conservación de la fe en la parroquia. A menudo una parroquia en la que la
fe se ha conservado presenta un contraste sorprendente con la infidelidad de parroquias
de la vecindad. Cuando se examina la conducta pastoral, se percibe que en la parroquia
fiel, hay ejercicios públicos en honor de María. Esta práctica ha tenido el efecto de un
sacramental.
Para establecer estos ejercicios: Vísperas de la Santísima Virgen o rosario; y
para conservarlos, reanimarlos o ponerlos en puesto de honor, el medio mejor es una
fraternidad de jóvenes.
3. Desarrollo de la piedad. Resulta de esta asociación una preparación mutua de
buen ejemplo, de gracias más abundantes que da la comunidad de oraciones y de buenas
obras, un apostolado recíproco, relaciones más íntimas de caridad, un verdadero apoyo
moral en las penas y en las dificultades.
Finalmente, las numerosas indulgencias de la asociación animan a la comunidad
y a la oración.
249
II. FORMACIÓN. Con ocasión de una misión o de un retiro, o simplemente la
clausura del tiempo pascual, se reúne la élite de las jóvenes susceptibles de ser
agrupadas. Se les habla del objetivo y de las ventajas de las reuniones de las Hijas de
María para sus familias y para sí mismas.
Será mejor si la primera selección para esta convocatoria la hace la futura
directora, o una joven influyente indicada naturalmente para ser la presidenta, o si la
iniciativa se confía a un misionero popular de paso.
Se podría comenzar por recibir como Hija de María a una joven de buena
voluntad, que tratara de ganar a algunas otras jóvenes a medida que las encuentre y le
inspiren una confianza razonable.
III. COMPOSICIÓN DE LA CONGREGACIÓN. La Congregación se compone
de Hijas de María propiamente dichas, que forman el cuerpo de la asociación, y de
aspirantes, que no son admitidas hasta después de un tiempo de prueba más o menos
largo, con la finalidad de constatar si tienen las cualidades requeridas.
Las aspirantes tienen la mayor parte de los privilegios de las Hijas de María, y
toman parte en la reunión mensual. Después de tres meses de postulantado y de buena
conducta, la aspirante es presentada al Consejo. Si es rehusada, la admisión es aplazada;
téngase cuidado en no desanimar la buena voluntad, sin comprometer, sin embargo, el
espíritu de la asociación.
IV. FUNCIONES DEL CONSEJO. El Consejo está encargado de la dirección.
Se compone:
1. Del padre director.
2. De una religiosa, o de una señora o señorita influyente que ejerce de
directora.
3. De una presidenta, asistida de una o varias vicepresidentas.
4. De consejeras elegidas.
La dirección comprende:
1. El orden y el tiempo de las sesiones.
2. Los asuntos sometidos al Consejo.
3. La recepción de las aspirantes y de las congregantes.
4. La preparación de las fiestas.
5. El estudio de los medios de celo en la Congregación y en su entorno.
6. El mantenimiento de la edificación entre las miembros, y los medios de llegar
a éste.
7. El reparto de los fondos de la caja de familia entre los miembros participantes.
N. B. – Para las otras reglas indicadas en Le Manuel des Congrégations o en Le Manuel des
Enfants de Marie Immaculée, como no son nada más que directivas, se dejan a la sabiduría y a la
prudencia del padre director y de la directora, que son quienes están capacitados para juzgar de su
oportunidad. Se podrá, en primer lugar, redactar un sencillo consuetudinario según las reglas del padre
Beckx, o según los detalles del Manuel à l’usage des Filles de la Charité. Más tarde, se extraerá un
reglamento especial para la obra local.
250
V. EL ESPÍRITU DE LA ASOCIACIÓN. 1. Las Hijas de María se
comprometen a no frecuentar los bailes, los teatros y otras reuniones peligrosas, evitar
las lecturas inmorales, como las novelas, los folletines, etc. Ellas se empeñan en honrar
a su Madre divina por su modestia, su piedad, su caridad y su sacrificio. Están en vela
para hacerse dignas de marchar bajo la bandera tutelar de la Santísima Virgen.
2. Para tener más eficacia, la asociación de Hijas de María se ve como instituida
a favor de chicas jóvenes obreras y de aquellas que tienen la mayor simplicidad en el
género de vida y en el porte externo.
3. La directora debe tener, independientemente del sacerdote, su iniciativa
formal en el gobierno de la asociación.
4. Las consejeras deben ser verdaderas auxiliares capaces de hacer todo; el
talento de la dirección es el de ponerlas a actuar en el apostolado, en el interés de las
reuniones, en la animación de los juegos, en la caridad con imaginación, etc.
Se propondrá provocar la adhesión, utilizando todas las buenas voluntades y
todas las aptitudes y, sobre todo, desarrollar el espíritu de apostolado mutuo, que se
debe ejercer sea dentro de la asociación, sea fuera, en la familia y con respecto a las
chicas jóvenes de condición humilde susceptibles de ser atraídas y mejoradas.
VI. REUNIONES. La reunión comienza con una lectura espiritual. La directora
hace una breve exhortación sobre algún tema relacionado con el progreso espiritual de
las Hijas de María.
Todos los meses, el sacerdote director viene a presidir y hace una alocución; esta
reunión mensual es obligatoria, a no ser que haya un impedimento grave, que la
directora valorará.
VII. RECREOS. Todos los domingos hay recreo en común y juegos que, para la
animación, deben ser preparados por una Comisión y una consejera, experta en juegos.
Un consuetudinario redactado desde el primer año, cuidado y mejorado por la
experiencia, prevé las fiestas, los paseos y varía los divertimentos y las diversiones que
quitan de la cabeza los peligrosos placeres del exterior.
VIII. CAJA DE FAMILIA O DE AHORROS. En ciertas obras, se ha unido a la
asociación de Hijas de María una caja de familia que alimenta una colecta mensual, o
una cotización que hace una Sociedad de ayuda mutua, o bien, hay una caja de ahorros
que prepara la dote para el matrimonio. Esta ayuda material, bajo una forma u otra, es
hoy día indispensable como fuerza contra el respeto humano, como estímulo a las
familias obreras y como ejercicio del deber de patronato para las jóvenes acomodadas.
IX. MATRIMONIO. Importa afirmar que las asociaciones tienden a las uniones
cristianas. Sería provechoso, donde esto sea posible, proporcionar una pequeña dote, de
251
50 ó de 100 francos a las hijas de los obreros.
Se dará una solemnidad especial a las bodas de las Hijas de María. Por ejemplo,
el estandarte de la Santísima Virgen será llevado delante de la Hija de María por las
consejeras, que lo tendrán cerca de ella durante la ceremonia. Las demás compañeras
que puedan asisten a la misa. La esposa lleva la cinta azul de la medalla sobre su vestido
de novia; después de la misa, va al altar de la Santísima Virgen sobre el que deja su
cinta. Se le deja la medalla como recuerdo. Se le da una cadena de plata y un
devocionario completo, regalos de la asociación, etc.
X. ENFERMEDADES Y FALLECIMIENTOS. Cuando una Hija de María cae
enferma, la directora, la presidenta y una consejera llamada enfermera se ponen de
acuerdo para visitarla o hacerla visitar por las otras, la rodean de cuidados afectuosos y
proveen, en tanto les sea posible, a sus necesidades materiales y espirituales.
Si ha lugar la disponen a los sacramentos de la Iglesia.
Si sobreviene un fallecimiento, no solamente se lleva la bandera de la Santísima
Virgen al entierro, como es costumbre en muchos lugares para las jóvenes, sino que las
Hijas de María hacen todo cuanto les es posible para realzar la celebración.
En las reuniones siguientes, se recita el De profundis por la difunta, y la
asociación hace celebrar por su intención el Santo Sacrificio de la Misa.
Asociación de los Santos Ángeles
La experiencia ha demostrado la necesidad de un lugar especial para la reunión
de las niñas de once a quince años cuya agitación cansa a los mayores.
Es bueno que ellas tengan su directora especial.
Una consejera de las Hijas de María les es dada como presidenta y ésta se rodea
de dignatarias tomadas entre sus jóvenes protegidas.
253
CAPÍTULO XVI _________
RECUERDO DE ALGUNAS OBRAS ANTIGUAS QUE NO SON
ESTUDIADAS ESPECIALMENTE EN ESTE MANUAL
A. OBRAS DE ACCIÓN GENERAL
1º La Unión de las obras obreras. Esta obra general tiene oficina central en
París, 32, rue de Verneuil. Se puede tener correspondencia siempre con su secretaría.
Tiene su boletín mensual. Lleva sus grandes sesiones anuales, desde hace 25 años, de
provincia en provincia. Ha suscitado millares de obras. Ha tenido la gloria de haber sido
presidida por Monseñor de Ségur y por Monseñor Gay. Ha suscitado y fundado por
todas partes Oficinas diocesanas de Obras y Conferencias de Obras en los Seminarios
Mayores. Procura por algunos céntimos informaciones sobre todas las obras a fundar,
modelos de estatutos y de reglamentos. Es la mina más rica para los hombres de obras.
2º La Unión nacional y la acción social católica. Es la obra del abbé Garnier.
Tiene su sede en, 1, rue Feydeau, en París. Tiene como órgano Le Peuple français.
Encontramos en el secretariado de la Unión nacional documentos de todos los
géneros sobre el método del infatigable apóstol y sobre las obras que recomendó.
3º La Asociación católica de la juventud francesa. Su objetivo es la formación
de grupos de estudio y de acción entre los jóvenes. Todas nuestras ciudades han
respondido ya a la llamada de la obra. Tiene su órgano, La revue de la jeuneusse
catholique. Su secretariado es el mismo que el de la obra de los círculos, 262, boulevard
Saint-Germain, en París.
4º La oficina central de las instituciones caritativas. Es un despacho de
informaciones muy preciosas. Se encuentran allí todas las indicaciones que se necesitan
sobre las obras caritativas en Francia e incluso sobre las del extranjero.
Su oficina está en París, 175 boulevard Saint-Germain.
5º La obra de San Francisco de Sales. Tiene por objetivo la conservación y la
propagación de la Fe.
La obra ofrece subsidios, libros y objetos de piedad a las misiones rurales, a las
escuelas libres, a las obras de patronato.
Tiene su sede en París, 11 bis, passage de la Visitation.
254
6º La Obra de los Campos. Apoya igualmente las escuelas y los patronatos,
favorece las misiones y las bibliotecas parroquiales. Ha sido fundada por un santo
sacerdote, el Rev. P. Vandel. Su manual es todavía uno de los mejores para el campo,
aunque pida ser completado para las obras de hombres y las obras sociales.
Su dirección es 35, rue de Sèvres.
7º La asociación de Nuestra Señora de la Salud. Se ocupa también de propagar
y sostener las obras obreras. Tiene su sede en París, 129, rue de de l’Université, como la
obra de las Peregrinaciones nacionales.
Tiene también directores diocesanos.
B. OBRAS DE PIEDAD Y DE APOSTOLADO
1º Obras de apostolado general. No hacemos sino nombrar, de pasada, las
grandes obras de la Propagación de la Fe, la Santa Infancia y las Escuelas de Oriente.
Éstas tienen en cada diócesis un director particular.
2º Las Órdenes Terceras. Hemos dado una información especial sobre la Orden
Tercera Franciscana. La regla se encuentra en los editores Delhomme et Briguet, en
Lyon.
Las Fraternidades de la Orden Tercera se vinculan a una u otra rama de la Orden
Franciscana.
La Orden Tercera Dominicana se vincula a la Orden de Santo Domingo. Para
incorporarse a ella dirigirse a 222, faubourg Saint-Honoré, en París.
3º La Cofradía del Santo Rosario. Es la más antigua de las cofradías en honor de
la Santísima Virgen. Ha tenido, como la Orden Tercera de San Francisco, un rol social
inmenso y puede tenerlo todavía. En muchos países, en España, en Italia, en América
del Sur, tenía o tiene todavía bienes raíces, valores, una Caja de Familia, un Consejo de
administración, un altar particular o una capilla. La Orden Tercera cumple el objetivo de
nuestras obras modernas: procurar a las familias ayudas temporales al mismo tiempo
que ventajas espirituales. Se ha olvidado, en Francia, este papel de nuestras antiguas
fraternidades.
Para la organización de las cofradías del Rosario hay que dirigirse a las casas de
los Reverendos Padres Dominicos.
4º Las Cofradías del Santísimo Sacramento. Todas aquellas que son erigidas
canónicamente por los obispos participan en las indulgencias y en los privilegios de la
Archicofradía romana de la Minerva. Estos favores son indicados en los libros de
indulgencias.
5º El apostolado de la oración y la comunión reparadora. Esta obra está muy
extendida. En Canadá ha adoptado una forma social y militante que podría ser imitada.
Esta obra tiene entre nuestros hermanos de la nueva Francia sus reuniones mensuales de
hombres, sus procesiones, su bandera. Ella agrupa a los hombres bajo la égida del
Sagrado Corazón.
255
La dirección está en Tournai1.
6º Las cofradías de Nuestra Señora de la Fábrica y de Nuestra Señora de los
Campos. Estas cofradías se adaptan a todas las agrupaciones de obreros. Son el vínculo
religioso de los sindicatos y de las corporaciones. Tienen boletines periódicos muy
útiles para las obras sociales.
Dirigirse, para la primera, al Señor Cura de Saint-Remi, en Reims; y para la
segunda, al Señor Arcipreste de Séez (Orne).
C. OBRAS DE CARIDAD Y DE PATRONATO
1º Las Conferencias de San Vicente de Paúl. Bélgica ha fundado doscientas
nuevas en los últimos años. Imitémosla. Enrolemos sobre todo a los jóvenes.
Podemos dirigirnos para los reglamentos o informaciones al Consejo diocesano,
o, en París, al Consejo Central, rue de Furstenberg, 6. Se encuentra allí documentación
para las obras de los campos como para las de las ciudades.
2º Los Orfelinatos. A menudo estamos en un apuro para colocar los huérfanos.
La obra de la Adopción, rue Casimir-Delavigne, 9, en París nos dará las informaciones
necesarias.
La Sociedad del patronato de los orfelinatos agrícolas está en 2, rue Casimir-
Périer, en París.
3º La Sociedad de San Francisco de Regis para la revalidación de las uniones
ilegítimas. Esta obra es más necesaria que nunca en nuestra época, en la que reina la
epidemia del divorcio y de las uniones libres. Esta asociación facilita el matrimonio
religioso de los indigentes y la legitimación de los niños.
Su centro está en París, 13, rue Madame.
4º Las obras de los soldados. Muchas parroquias han introducido la buena
costumbre de celebrar una misa de despedida para los jóvenes llamados al servicio
militar. Es una buena ocasión para distribuirles el Manual del soldado cristiano. Se les
puede procurar en la casa del capellán del fuerte de Vincennes mediante 35 céntimos de
franco.
Se encuentra en la Oficina Central de la Unión de las obras (32, rue de Verneuil)
la lista de los eclesiásticos a los que se pueden recomendar los militares. Es bueno dar a
los reclutas, por los que se interesa uno, una carta de recomendación para el capellán
voluntario de la guarnición a la que está destinado.
1 Se encuentra allí, también, un excelente manual de los sacerdotes y maestros para la comunión
mensual y reparadora de los niños.
256
257
CAPÍTULO XVII _______
LAS ESCUELAS CRISTIANAS LIBRES
1. – Del establecimiento de las escuelas cristianas
La escuela cristiana está considerada como la primera de las obras en todos los
países en los que la Iglesia goza de libertad.
En Inglaterra, en Estados Unidos, para fundar una nueva misión, en primer lugar
se abre una escuela que, el domingo, sirve de iglesia.
Un sacerdote que tiene cura de almas tendrá como primera preocupación tener
su escuela privada, si la Providencia pone entre sus manos los fondos necesarios.
Los católicos activos que, por su instrucción y sus conocimientos, pueden
secundar la acción del sacerdote en la apertura de una escuela cristiana, se pondrán así
en relación con él, lo más pronto posible y en relación con el señor secretario de la
Sociedad general de la educación y de la enseñanza, 35, rue de Grenelle, París.
Encontrarán todas las informaciones deseadas en un librito editado por esta
Sociedad: Commentaire de la loi du 30 octobre 1886, sur l’organisation de
l’enseignement primaire et des règlements du 18 janvier 1887.
Al tener las leyes sobre la enseñanza como objetivo oculto el combatir la
influencia de la Iglesia, debilitándola, será bueno, para abrir y dirigir una escuela
privada, ojear el Bulletin de la Société générale d’éducation et d’enseignement. Se
podrá así prevenir contra las trampas de la ley, se conocerá el terreno que sigue siendo
libre y las garantías todavía numerosas que no han sido quitadas. En las dudas y en las
dificultades se puede recurrir gratuitamente a la secretaría de la misma Sociedad; pero
estas consultas, respondidas por hombres alejados de las circunstancias complejas, de
donde nacen a menudo las trabas, no dispensan de estudiar la ley y sus aplicaciones. Es
preciso sobre todo informarse de hombres prácticos que han sabido superar los
obstáculos en obras semejantes.
La ley distingue:
1º Las escuelas maternales y las clases infantiles.
258
2º Las escuelas primarias elementales.
3º Las escuelas primarias superiores.
4º Las escuelas manuales de aprendizaje. (Ley de 30 octubre de 1887, art. 1º)
Las escuelas fundadas y mantenidas por asociaciones y por particulares se
denominan escuelas privadas (Ley del 30 oct. 1887, art. 2).
Nadie puede ser director o adjunto encargado de clase en una escuela pública o
privada, si no es francés y no cumple, además, las condiciones de capacitación fijadas
por la ley del 16 de junio de 1881...
Sin embargo, los extranjeros que cumplan los dos órdenes de condiciones
citadas anteriormente y estén admitidos a disfrutar de los derechos civiles en Francia,
pueden enseñar en las escuelas privadas, mediante una autorización dada por el
ministro, después del parecer del Consejo departamental (Ley del 30 oct. 1887, art. 4).
Están incapacitados para tener una escuela pública o privada, o ser empleados en
ellas, aquellos que han recibido una condena judicial por un crimen o delito contrario a
la probidad de las costumbres (Ley del 30 oct. 1887, art. 5).
La enseñanza es dada por maestros en las escuelas de muchachos y por maestras
en las escuelas de chicas, en las escuelas maternas, en las escuelas o clases infantiles y
en las escuelas mixtas (Ley del 30 oct. 1887, art. 6).
Nadie puede enseñar en una escuela primaria, sea del grado que sea, antes de la
edad de 18 años para los maestros y de 17 años para las maestras.
Nadie puede dirigir una escuela antes de la edad de 21 años.
Nadie puede dirigir una escuela primaria superior o una escuela que reciba
internos antes de la edad de 25 años cumplidos (Ley del 30 oct. 1887, art. 7).
2. De la inspección
La inspección de los establecimientos de instrucción primaria públicos o
privados es ejercida:
1º Por los inspectores generales de la Instrucción pública.
2º Por los rectores e inspectores de la Academia.
3º Por los inspectores de la enseñanza primaria.
4º Por los miembros del Consejo departamental designados a este efecto.
Sin embargo, las escuelas privadas no podrán ser inspeccionadas por los
maestros y maestras públicas que forman parte del Consejo departamental.
5º Por el alcalde y los delegados cantonales.
Una circular ministerial del 25 de marzo de 1887 decide que los Consejos
departamentales pueden autorizar a los delegados cantonales a visitar no solamente
ciertas escuelas determinadas, sino también todas las escuelas de su cantón. La misma
circular recuerda que estos delegados no tienen que ocuparse de la enseñanza
propiamente dicha.
6º En las escuelas maternas, al mismo tiempo que por las autoridades citadas,
259
por las inspectoras generales y las inspectoras departamentales de las escuelas
maternas, solamente en las escuelas de esta categoría.
7º Por los médicos inspectores comunales o departamentales, pero solamente
desde el punto de vista médico.
La inspección de las escuelas privadas descansa sobre la moralidad, la higiene,
la salubridad y sobre la ejecución de las obligaciones impuestas a estas escuelas por la
ley del 28 de marzo de 1882.
La inspección no puede tratar sobre la enseñanza más que para verificar si la
enseñanza que se imparte es contraria a la moral, a la constitución o a las leyes (ley del
28 de marzo 1882, art. 9).
El artículo 10 de la citada ley del 28 de marzo 1882 se expresa así:
Cuando un niño falta momentáneamente a la escuela, los padres o las personas
responsables deben informar al director o a la directora de los motivos de su ausencia.
Los directores y las directoras deben tener para cada clase un registro de
asistencia que constate las ausencias de los alumnos inscritos. Al fin de cada mes,
enviarán al alcalde y al inspector de primaria un extracto de este registro, indicando el
número de ausencias y los motivos indicados. Los motivos de ausencia serán sometidos
a la Comisión escolar. Los únicos motivos considerados legítimos son los siguientes:
enfermedad del niño, fallecimiento de un miembro de la familia, dificultad accidental de
las comunicaciones. Otras circunstancias excepcionalmente invocadas serán igualmente
tenidas en cuenta por la Comisión.
Todas las clases de chicas jóvenes, tanto en los internados como en los
externados primarios públicos y privados regentados ya sea por instituciones laicas, ya
sea por asociaciones religiosas enclaustradas o no enclaustradas, están sometidas en
cuanto a la inspección y a la vigilancia de la enseñanza a las autoridades instituidas
por la ley.
En todos los internados de chicas jóvenes dirigidos ya sea por instituciones
laicas, ya sea por asociaciones religiosas enclaustradas o no enclaustradas, la
inspección de los locales destinados a las pensionistas de régimen interno del
pensionado, es confiada a damas delegadas por el ministro de Instrucción pública.
Resulta de los términos de la ley que las inspectoras no pueden visitar nada más
que los locales destinados a las pensionistas y no tendrán que realizar investigación
nada más que sobre el régimen interno del pensionado, sin tener que ocuparse de los
locales y del régimen de la comunidad.
Los artículos 142 y 143 del decreto del 18 de enero de 1887 han precisado esta
regla. La inspección de las damas inspectoras se apoya exclusivamente sobre las
condiciones higiénicas en las que el pensionado está establecido. Tienen derecho a
inspeccionar si en los dormitorios se acogen más niños que los fijados por el Consejo
departamental.
260
No puede depender del Prefecto, del inspector de la Academia o de otra
autoridad que no sea la del director, el permitir entrar en la escuela privada a personas
extrañas a la inspección legal. Los mismos prefectos y subprefectos no tienen derecho a
entrar allí. Por el contrario, las personas que el director de la escuela privada admita,
ministros del culto, fundadores o benefactores del establecimiento, inspectores libres,
etc., si él los invita, pueden llegar a ser testigos de su enseñanza, interrogar a los niños,
etc.
En las escuelas privadas, los libros, los métodos, las materias y los resultados de
la enseñanza escapan a la inspección.
El artículo 167 del decreto del 18 de enero de 1887 confiere a las personas
encargadas de la inspección en las escuelas privadas el derecho de hacerse presentar los
libros y los cuadernos de los alumnos.
Sin embargo, el artículo 35 de la misma ley se expresa así:
Los directores y directoras de las escuelas primarias privadas son
completamente libres en la elección de los métodos, de los programas y de los libros,
hecha reserva de los libros que hayan sido prohibidos por el Consejo superior de la
Instrucción pública, en cumplimiento del artículo 5 de la ley del 27 de febrero de 1880.
Este artículo dice que el Consejo da su opinión:
sobre los reglamentos relativos a la vigilancia de las escuelas libres.
sobre los libros de enseñanza, de lectura y los premios que deben ser
prohibidos en las escuelas libres como contrarios a la moral, a la
Constitución y a las leyes, etc.
3. – Admisión de niños de ambos sexos y de niños menores de seis años
en las escuelas primarias. Formalidades de apertura para las
clases infantiles. Guarderías
Ninguna escuela privada puede, sin la autorización del Consejo departamental,
recibir niños de ambos sexos si existe en el mismo lugar una escuela pública o privada
especial para niñas (Ley del 18 de enero de 1887, art. 36)
Esta autorización no es, pues, necesaria si la localidad no posee ninguna escuela
especial de niñas; esta solución se deduce netamente de los términos de la ley.
Ninguna escuela privada puede recibir niños menores de seis años si existe en el
municipio una escuela materna pública o una clase infantil pública, a menos que ella
no posea una clase infantil (Ley del 18 de enero de 1887, art. 36).
Las clases infantiles son clases intermedias entre la escuela materna y la escuela
primaria (art. 7 de la ley del 16 de junio de1881). Ellas requieren el diploma elemental.
Las escuelas maternas públicas o libres son establecimientos de educación donde
los niños de ambos sexos reciben los cuidados que reclama su desarrollo físico,
intelectual y moral. Los niños pueden ser admitidos en ellos desde la edad de dos años
261
cumplidos y permanecer allí hasta que tengan la edad de siete años (Decreto del 2 de
agosto de 1881).
El artículo 6 del decreto del 18 de enero de 1887, que exige de las directoras de
las escuelas maternas el certificado de aptitud pedagógica, no es aplicable más que a las
maestras públicas.
El derecho de recibir niños por debajo de los seis años pertenece a las escuelas
privadas, si no hay en el municipio escuela materna o clase infantil, y eso aun cuando
estas escuelas libres no tengan clase infantil especial, sin que tengan necesidad de pedir
ninguna autorización.
Hay que destacar que, en este caso, cuando se trata de escuelas privadas, la ley
no fija la edad mínima de entrada de los niños.
Las escuelas maternas o infantiles privadas pueden recibir escolares de los dos
sexos sin la autorización del Consejo departamental, porque las escuelas maternas y las
clases infantiles están destinadas, por su misma naturaleza, según los términos del
artículo 7 de la ley del 16 de junio de 1881, a recibir niñas y niños.
Según los términos de los artículos 6 y 15, la enseñanza no puede ser dada en las
clases infantiles nada más que por maestras.
Se puede siempre, sin ninguna formalidad de declaración o de autorización, abrir
una guardería, es decir, reunir niños de ambos sexos de menos de seis años. Como ha
sido declarado en la Cámara de los diputados (sesión del 15 de marzo de 1884), “las
guarderías no están en la ley; la ley no tiene nada que ver con ellas...”.
En estos establecimientos, los niños no pueden recibir la enseñanza de ninguna
de las materias comprendidas en el programa de la instrucción primaria; es el privilegio
de las clases infantiles, cuya apertura especial está sometida a las condiciones de las
escuelas privadas desde el 1 de enero de 1888.
Si ya existe una escuela materna que tiene una directora provista de un
certificado de capacitación para la dirección de salas de guardería anterior a la ley del
30 de octubre de 1886, igualmente si existe una escuela privada, estas escuelas pueden
añadir una clase infantil, sin pedir ninguna autorización y sin tener necesidad de hacer
declaración. Es suficiente informar al inspector de la Academia en el caso de anexión de
una clase infantil a una escuela privada. El artículo 36, lejos de imponer ninguna
formalidad previa, reserva a la escuela privada ya existente, su libertad plena y entera y
le permite recibir niños de ambos sexos, de una edad inferior a los seis años, en
competencia con las escuelas infantiles públicas.
4. - Formalidades exigidas para la apertura de las escuelas privadas
Todo maestro que quiere abrir una escuela privada debe previamente declarar
su intención al alcalde del municipio en el que quiere establecerse y designar el local.
El alcalde entrega inmediatamente al solicitante un resguardo de la declaración
262
y hace poner en la cartelera esta declaración, en la puerta del ayuntamiento, durante
un mes.
Si el alcalde juzga que el local no es conveniente por razón de las buenas
costumbres o de la higiene, formulará dentro de los ocho días la negativa a la apertura
de la escuela, y de ello informa al solicitante.
Las mismas declaraciones deben hacerse en caso de cambio del local de la
escuela o en caso de admisión de alumnos internos (Ley del 30 de octubre de 1886, art.
37).
El solicitante dirige las mismas declaraciones al prefecto, al inspector de la
Academia y al procurador de la República; añade, además, para el inspector de la
Academia, su certificado de nacimiento, sus títulos, el extracto de su registro de los
antecedentes penales, la indicación de los lugares en los que ha residido y de
profesiones que ha ejercido durante los diez años precedentes, el plano de los locales
destinados al establecimiento, y, si pertenece a una asociación, una copia de los
estatutos de esta asociación.
El inspector de la Academia, sea de oficio, sea a causa de alguna queja del
procurador de la República, puede formular oposición a la apertura de una escuela
privada en interés de las buenas costumbres o de la higiene.
Cuando se trata de un maestro público despedido, que quiere establecerse como
maestro privado en el municipio en el que ejercía, la negativa puede formularse en el
interés del orden público.
Ante la falta de la negativa, la escuela queda abierta cuando expira el mes, sin
ninguna otra formalidad (Ley del 30 de octubre de 1886, art. 38).
Según la nueva ley, el alcalde no puede exigir la declaración de los lugares en
los que el solicitante ha residido o de las profesiones que él ha ejercido; el alcalde no
puede hacer nada más que una oposición puramente material, fundada sobre las
condiciones del local propuesto.
El alcalde debe, pues:
1º Dar al solicitante un recibo de su declaración.
2º Hacer que se coloque en la cartelera de la puerta del ayuntamiento la
mencionada declaración y que permanezca allí durante un mes.
3º Puede, si ello ha lugar, formular la negativa a la apertura de la escuela. Esta
negativa no puede descansar sobre otros motivos que los del interés por las buenas
costumbres y la higiene.
El alcalde tiene un plazo de ocho días para formular esta negativa. Él mismo usa
del derecho a la negativa sin tener, como en otro tiempo, que consultar con el prefecto.
Para enviar todos los documentos, el solicitante hará bien si los confía a correos
263
o en la ventanilla de la oficina y exige un resguardo que constate la exactitud de la
relación detallada de los documentos adjuntados. La apertura de escuelas privadas ha
sido retardada por la desaparición de documentos de los que ha sido preciso solicitar los
duplicados.
Los diplomas a adjuntar para el inspector de la Academia son los certificados
necesarios según la naturaleza de la escuela que se trata de abrir.
El certificado de penales debe ser solicitado en la escribanía y archivo del
tribunal civil del distrito en el que nació el solicitante. La solicitud debe ser hecha en
papel timbrado. El derecho de escribanía es de 3 francos, 65 céntimos. El certificado de
penales es entregado por el ministro de Justicia a los solicitantes nacidos en Alsacia
Lorena o en las colonias. En este caso, la solicitud es transmitida por el escribano
forense del tribunal del distrito en el que el solicitante tiene su domicilio.
En caso de cambio en el local de la escuela no hay que hacer declaración.
Pero en caso de cambio del mismo local, cuando se traslada la escuela a un local
nuevo, el artículo 37 prescribe una simple declaración al alcalde que es juez del local; el
maestro no tiene que proporcionar los otros documentos que le conciernen
personalmente, puesto que permanece lo que había.
Los locales de una escuela libre no tienen necesidad de estar conformes a las
indicaciones dadas por las actas y reglamentos administrativos en cuanto a las
condiciones materiales de instalación. Sin embargo, será bueno que ofrezcan
condiciones análogas.
La copia de los estatutos de la asociación a la que pertenece el maestro se reduce
a una indicación con una llamada a los estatutos y mención de la fecha de
reconocimiento cuando se trata de los miembros de Congregaciones reconocidas por el
Estado.
En cuanto a los miembros de otras asociaciones, no deben comunicar nada más
que la parte de sus estatutos que afecta al ejercicio de la profesión de maestros y no la
parte que trata más íntimamente de las condiciones de la vida religiosa.
Para no causar estorbo a la administración civil, los maestros miembros de
congregaciones no reconocidos podrían acogerse al derecho común individual sin
mencionar su situación de religiosos, que es puramente del dominio de la conciencia;
está en la prudencia de los superiores el decidir sobre esto, de acuerdo con la autoridad
episcopal.
5. – De la oposición a la apertura de una escuela privada
Las oposiciones a la apertura de una escuela privada son juzgadas
contradictoriamente por el Consejo departamental en el plazo de un mes.
Se puede interponer apelación a la decisión de Consejo departamental dentro de
los diez días a partir de la notificación de esta decisión. La apelación es recibida por el
264
inspector de la Academia, que la somete al Consejo superior de la Instrucción pública
en su más próxima sesión y juzgado contradictoriamente en el más breve plazo posible.
El maestro apelante puede hacerse asistir o representar por un consejero ante el
Consejo departamental y ante el Consejo superior.
En ningún caso podrá realizarse la apertura antes de la decisión de la apelación
(Ley del 30 de octubre de 1886, art. 39).
El prefecto, informado de la oposición realizada por el alcalde o por el inspector
de la Academia, designa al relator, escogido entre los miembros del Consejo, y, ocho
días antes de la sesión, invita al maestro declarante a comparecer o a hacerse representar
ante el Consejo.
El Consejo, antes de resolver, escucha al interesado, a su consejero o a su
representante, escucha los testimonios y consulta los documentos aportados. Delibera
fuera de la presencia del maestro.
El maestro, después de haber obtenido la aprobación de la oposición a mano
alzada, podrá abrir su escuela ese mismo día y tenerla abierta en tanto que no haya
apelación; pero, una vez formada la apelación, él debería despedir a sus alumnos y
esperar lo que haya resuelto el Consejo superior.
6. – Cierre de las escuelas y prohibición de maestros privados
Quien haya abierto o dirigido una escuela sin cumplir las condiciones prescritas
por los artículos 4, 7 y 8, o sin haber hecho los declaraciones exigidas por los artículos
37 y 38, o antes de que expirase el plazo especificado en el artículo 38, último párrafo,
o finalmente en contravención con las prescripciones del artículo 36, será perseguido
ante el tribunal correccional del lugar del delito y condenado a una multa de 100 a
1.000 francos.
La escuela será cerrada.
En caso de reincidencia, el delincuente será condenado a una prisión de 6 días
a un mes y a una multa de 500 a 2.000 francos.
Las mismas penas serán pronunciadas contra aquel que, en el caso de la
oposición a la apertura de su escuela, la haya abierto antes de que se haya dictado
resolución sobre esta oposición o a pesar de la decisión del Consejo departamental que
haya acogido la oposición, o antes de la decisión de la apelación.
Podrá aplicarse el artículo 463 del Código penal.
La enumeración de los casos de cierre puede ser así formulada completamente:
1º La apertura de una escuela por un maestro no francés, sin haber sido
debidamente autorizado.
265
2º La apertura por un maestro sin titulación y sin cumplir las condiciones de
capacidad fijadas por la ley del 16 de junio de 1881.
3º La apertura por un maestro empleando adjuntos que no cumplen estas mismas
condiciones.
Los auxiliares están, sin embargo, autorizados por la ley, es decir, los “jóvenes
que se preparan para recibir su diploma de capacitación, pero que no dan clase, o que no
la imparten sino al lado del maestro y bajo su vigilancia y, por así decirlo, a manera de
repeticiones” (Tribunal de Nîmes).
4º La apertura de una escuela en la que la enseñanza fuera dada por maestros que
no tuvieran la edad requerida.
5º La apertura de escuelas, clases o cursos de adultos o de aprendices, si esta
apertura no viene precedida de las formalidades prescritas.
6º La apertura de una escuela antes de haber cumplido las condiciones exigidas
en los artículos 37 y 38.
7º La apertura de una escuela antes de expirar el plazo de un mes.
8º La apertura de una escuela dándole el título de escuela primaria superior, sin
que el director esté provisto del título o diploma necesario.
9º La apertura de una escuela, receptora de niños de ambos sexos, en el caso que
el municipio posea una escuela pública o privada especial para las niñas.
10º La admisión de niños menores de seis años en una escuela no provista de
una clase infantil, si existe en el municipio una escuela materna pública o una clase
infantil pública.
11º La apertura de una escuela a pesar de la oposición formulada por las
autoridades competentes.
12º La apertura de una escuela antes de la aprobación, a mano alzada, de esta
oposición y antes de la decisión sobre la apelación.
El artículo 463 del Código penal se expresa así:
“En todos los casos en los que la pena de prisión y la de multa son dictadas por
el Código penal, si las circunstancias parecen atenuantes, los tribunales correccionales
están autorizados, incluso en caso de reincidencia, a reducir... la prisión incluso por
debajo de los seis días y la multa incluso por encima de los 16 francos. Podrán también
pronunciar por separado una y otra de estas penas e incluso sustituir la multa por la
prisión, sin que en ningún caso pueda estar por debajo de las penas de la simple
policía”.
266
7. – Otras sanciones legales
A todo maestro privado se le podrá hacer comparecer ante el Consejo
departamental, sobre la denuncia del inspector de la Academia, por causa de falta
grave en el ejercicio de sus funciones, de mala conducta o de inmoralidad, y podrá ser
censurado, o podrá serle prohibido el ejercicio de su profesión sea en el municipio
donde la ejerce, sea en el departamento, según la gravedad de la falta cometida.
Puede también ser castigado con una prohibición durante un tiempo o con una
prohibición absoluta por el Consejo departamental, de la misma forma o siguiendo el
mismo procedimiento que el maestro público.
El maestro castigado con prohibición puede presentar apelación ante el
Consejo superior de la misma forma o siguiendo el mismo procedimiento que el
maestro público.
Esta apelación no será suspensiva (Art. 41).
Es fácil de ver que esta vaga enumeración da paso a la arbitrariedad.
Las penas que puede pronunciar el Consejo departamental son las siguientes:
1º La censura.
2º La prohibición de enseñar en el municipio.
3º La prohibición de enseñar en el departamento.
4º La prohibición temporal, que no puede exceder la duración de 5 años (Art.
31).
5º La prohibición absoluta.
¿Cuáles son las medidas a tomar en caso de prohibición pronunciada contra un
maestro privado?
Parece que puede proveerse la vacante provisional creada por la prohibición por
medio de la designación inmediata de un nuevo maestro que cumpla las condiciones
legales, el cual entrará oficialmente en función, en el plazo de un mes. Esto resulta de la
comparación de las diversas leyes de la enseñanza. En la práctica, el inspector autoriza
oficiosamente al nuevo titular a continuar la enseñanza sin interrupción.
El director deberá, pues, avisar al inspector de la elección que haya hecho y
justificar la capacidad del maestro de quien se trata.
El inculpado tiene el derecho de apelar ante el Consejo superior de la Instrucción
pública; pero esta apelación no es suspensiva.
8. – Bibliografía
1º Publicaciones de la Sociedad general de educación y enseñanza:
Commentaire de la loi du 28 mars 1882.
267
Commentaire de la loi du 30 octobre 1886.
Les Commissions scolaires.
De la constitution des Sociétés en vue de l’établissement d’écoles libres.
La rétribution scolaire dans les écoles chrétiennes libres.
2º Vidas de santos:
Vie du Bienheureux Jean-Baptiste de la Salle.
Vie du Vénérable Champagnat, fondateur des Petits-Frères de Marie.
Vie de saint Joseph Calasanz, par l’abbé Timon David.
Obras del mismo autor, entre otras: Méthode pour la direction des oeuvres de
jeuneusse.
La lectura de estas tres vidas demostrará que no es suficiente, para formar
cristianos, haber abierto escuelas y haberlas provisto de maestros cristianos, sino que es
precisa la acción sacerdotal continua y sobrenatural para hacer fecundos sus esfuerzos.
269
CAPÍTULO XVIII ________
EJEMPLO DE ACCIÓN PATRONAL CRISTIANA
EN LA FÁBRICA DE HILADOS DEL SEÑOR VRAU
EN LA CIUDAD DE LILLE
Esta fábrica da ocupación a 540 personas, de las que 400 son mujeres o chicas
jóvenes. Las obras comenzaron allí en 1876. Fueron patronos los señores P. Vrau, hijo,
y Féron-Vrau, quienes con su celo hicieron posible la edificación del centro industrial
de Lille. Dichos patronos llamaron a las Hermanas de la Providencia para confiarles la
organización de las Obras en el taller. Estos consiguieron, en primer lugar, dos
Hermanas; después, cuatro; ahora seis religiosas prestan su colaboración. Las religiosas
tienen su vivienda y su oratorio cerca de los talleres. Su presencia fue fácilmente
aceptada. Pasan su jornada en los talleres. Vigilan, hacen las cuentas del trabajo,
escriben las peticiones de entrada; se interesan por las ausentes o las enfermas; una de
ellas da clases a las chicas jóvenes.
Los obreros de la fábrica se reclutan en los círculos y en los patronatos. El
conjunto forma un ambiente cristiano excepcional.
Los obreros y las obreras entran y salen por salidas diferentes con un cuarto de
hora de intervalo.
La casa Vrau forma, con otras cinco, una especie de federación que constituye la
corporación cristiana de San Nicolás.
La casa tiene un consejo patronal compuesto por los patronos y sus esposas, por
cinco empleados principales y por un capellán. Se estudia en las reuniones mensuales
todo aquello que puede ser emprendido en interés moral o material de los obreros.
Tiene también un Consejo interior para los obreros y otro para las obreras. Un
patrono y el capellán asisten a sus reuniones. Se componen de los vigilantes de los
talleres y de los delegados elegidos por sus compañeros. Estos son los intermediarios
entre el Consejo patronal y el personal.
No podemos sino citar rápidamente las obras de piedad y de moralización, y las
instituciones económicas fundadas sucesivamente por la casa Vrau.
Los talleres tienen emblemas religiosos. Se reza antes y después del trabajo.
270
Una capilla, fundada en 1886 en la casa de las Hermanas, se presta para las
catequesis, para las confesiones del sábado, para la misa y la comunión durante la
semana, pero siempre con la mayor libertad.
La Cofradía de Nuestra Señora de la Fábrica ha tomado posesión de la casa por
completo: las obreras llevan la cinta y la medalla en el taller.
Los retiros anuales reavivan las buenas voluntades.
El periódico La Croix tiene cien abonados en la fábrica.
Las chicas jóvenes frecuentan el patronato parroquial el domingo. Los sellos de
asistencia que ellas presentan les dan derecho a la distribución de recompensas dos
veces por año.
Los jóvenes obreros frecuentan el patronato o el círculo, según su edad.
Las instituciones económicas son libres. Comprenden: una caja de ayudas
mutuas, una caja de asistencia, un economato popular, una caja de préstamos, una caja
de ahorros.
Esto no es todo, pero es suficiente para indicar cuán poderosa es la vida
corporativa cristiana en la casa Vrau. Es también un oasis en el que la religión colabora
con el bien común, en la paz social y, por añadidura, en la prosperidad material.
271
CAPÍTULO XIX
_______
EJEMPLO DE ACCIÓN PATRONAL EN LA FÁBRICA, EN EL CAMPO.
HILANDERÍA DE LOS SEÑORES HARMEL EN VAL-DES-BOIS
I. Historia. Las obras de Val-des-Bois datan de 1861. Hasta entonces, ni un
obrero cumplía allí sus deberes religiosos.
Se comenzó por una modesta escuela de las Hijas de la Caridad.
Hicieron falta dos años para arrancar a algunas chicas jóvenes de las seducciones
de las fiestas profanas y agruparlas bajo la bandera de las Hijas de María.
En 1863, tres Hermanos de las Escuelas Cristianas comenzaron la escuela con
los muchachos. En 1867, pudieron, con una quincena de chicos jóvenes y algunos
padres de familia, organizar el Círculo de San José.
El apostolado de las obras iba desarrollando. Algunas conversiones traían a las
familias unas alegrías hasta entonces desconocidas.
La asociación de Santa Ana comenzó a agrupar a las madres de familia en 1868.
Esto fue un gran progreso. La paz del hogar, la economía doméstica, la educación de los
niños reciben un maravilloso crecimiento.
Un modesto oratorio había sido inaugurado en 1862. Fue después reemplazado
por una hermosa capilla gótica.
Desde 1870, las diversas asociaciones se reúnen en un todo que se llama la
corporación cristiana. Su unión está cimentada por instituciones económicas que
gobierna el Consejo corporativo.
La práctica cristiana, que era desconocida en la fábrica antes de las obras, ha
venido a ser la regla general. Tres cuartas partes de la población de la fábrica forman
parte de las asociaciones. En la capilla de la fábrica hay 1.300 comuniones por mes y,
sin embargo, la libertad sobre este punto es absoluta.
La población obrera de Val-des-Bois ha tomado una fisonomía de honestidad, de
dulzura, de buen tono, como no se encuentra nada semejante en otra parte.
272
II. Personal. Los patronos viven en medio de su población obrera. Ellos invitan
a los consejeros a su mesa en diversas circunstancias.
En 1893, le Bon Père [el buen padre] invitaba a cenar, en semana,
sucesivamente, a las 28 secciones que comprenden a todos los hombres de la fábrica.
Según una tradición constante en la familia, el futuro patrono hace su
aprendizaje en la fábrica y pasa sucesivamente por cada uno de los servicios.
No deja un puesto, hasta que ha podido sustituir por completo al obrero o al
capataz por cuya cuenta trabaja, durante una o dos semanas de permiso concedidas al
titular.
Los encargados y empleados son escogidos, en lo posible, entre las familias de
los antiguos obreros, que tienen así en perspectiva cierto ascenso profesional. La
autoridad de los encargados es limitada. No pueden ni contratar, ni expulsar, y las
multas que ponen no son definitivas, sino hasta después de haber sido firmadas por un
patrono.
Parecen preferibles las amonestaciones, y no tienen el aspecto odioso de la
retención de salario. La suma de multas pagadas cada año a la Sociedad de ayudas
mutuas pasa apenas de los 20 francos.
El recurso al patrono se mantiene para todos sin distinción.
La plantilla de obreros comprende 610 personas, de las cuales 400 son hombres
y chicos jóvenes y 210, mujeres y chicas jóvenes.
Las escuelas dirigidas por los Hermanos de las Escuelas cristianas y las
Hermanas Siervas del Corazón de Jesús (de Saint-Quintin) reciben 355 niños.
Se ha formado una compañía de veteranos con obreros que han trabajado más de
25 años en la fábrica. Tiene su Consejo, sus insignias y sus fiestas. Cuenta con 50
miembros. Uno de ellos lleva una condecoración de la Santa Sede, ocho llevan la
condecoración tricolor de la medalla de honor del Ministerio, otros han recibido
diplomas de Reims o de París.
Doce obreros tienen más de 40 años de servicio en la fábrica; 30 tienen más de
30 años.
La población obrera de Val ha dado ya a la Iglesia sacerdotes, religiosos y
religiosas. En marzo de 1895, contaba con 14 alumnos eclesiásticos.
III. Asociaciones fundamentales. La población obrera está repartida en las
siguientes asociaciones:
San Luis Gonzaga, desde los 6 a los 13 años 93
Pequeño Círculo, desde los 13 a los 16 años 34 440 hombres
Hombres mayores de 16 años (Círculo) 313
273
Santa Filomena, niñas desde los 6 a los 11 años 55
Santa Inés, desde los 11 a los 15 años 51
Hijas de María, desde los 15 años hasta el matrimonio 132 469 mujeres
Santa Ana, mujeres casadas 231
Estas asociaciones tienen cada una su gobierno autónomo por medio de
Consejos nombrados por sus iguales.
Cierto número de hombres no pertenece a asociaciones, que no alcanzan
tampoco a todas las mujeres y a todas las chicas jóvenes. El reclutamiento se hace por el
apostolado mutuo en la mayor libertad.
IV. Higiene y trabajo. Las salas de las fábricas tienen seis metros de altura. Son
espaciosas y están ampliamente iluminadas.
La ventilación es producida por ventiladores que limpian cada uno 10.000
metros cúbicos de aire por hora.
Señales dispuestas en cada sala permiten la parada inmediata de los motores en
caso de peligro. Las máquinas no se ponen en movimiento antes de que dos
advertencias sucesivas hayan prevenido a los obreros. Se toman minuciosas
precauciones para evitar la limpieza en marcha, etc.
El trabajo comienza a las 6 menos cuarto para terminar a las 6 de la tarde, con
un cuarto de hora de parada a las 8 y media; y una hora a mediodía.
V. Salarios. La media de los salarios de los hilanderos pasa de los 5 francos con
cincuenta; la media para las obreras pasa de los dos francos.
La fábrica da trabajo a todos los miembros de la misma familia, de donde resulta
una ventaja moral para el padre y los hijos, la de vivir juntos en la fábrica como en el
hogar, y una ventaja material, la de acumular los salarios. De esta forma, ciertas familias
reciben cada año más de cinco mil francos, a causa del número de sus miembros cuyo
trabajo está asegurado.
El trabajo no fue interrumpido ni durante los disturbios civiles de 1848, ni
durante la guerra de 1870-71.
Nunca ha habido huelgas.
VI. Los coadyuvantes del salario. Los obreros se alojan en casas cómodas e
independientes, cuyo alquiler anual varía de 78 a 110 francos, según los grupos. El tipo
de la Ciudad Juana de Arco a 110 francos esta compuesto así: un gran espacio en la
planta baja, espacio para hacer la lavandería y bodega, dos habitaciones en el primer
piso; desván encima; jardín delante de cada vivienda, rodeada de barreras, con cuartos
de baño y cobertizos y trasteros para quitarse de encima los estorbos y para algunos
animales domésticos; más lejos, segundo huerto de un tamaño más considerable.
274
En caso de enfermedad, la Sociedad de ayuda mutua da derecho a los cuidados
del médico y a los medicamentos para toda la familia y a una indemnización de 1 franco
50 céntimos para el trabajador. Los gastos de los funerales son a cargo de la Sociedad.
Las Hermanas cuidadoras de los enfermos los asisten a domicilio; ellas tienen
una farmacia para la fábrica. El médico realiza todos los días las consultas anunciadas
en las salas de la fábrica y, fuera, por las señales convenidas.
Cuando la vejez altera las fuerzas e impide continuar el trabajo habitual, se
encuentra en la fábrica un trabajo fácil, que permite a los obreros ancianos continuar
ganándose honorablemente su vida.
Cuando hay incapacidad completa, la Caja de previsión, formada
exclusivamente por los patronos, proporciona una pensión en proporción a las
necesidades.
VII. Rendimiento del salario por la Sociedad cooperativa y sus beneficios. Una
Sociedad cooperativa entrega el pan y las telas. Realiza alrededor de 80.000 francos de
negocios al año, y el último trimestre ha dado más de 3.000 francos de beneficio, del
cual la octava parte pertenece a los accionistas y las siete octavas partes a los
cooperativistas, es decir, a los compradores.
Los envíos de otras mercancías son hechos por ciertos proveedores, según los
contratos hechos con ellos.
El beneficio corporativo es un dividendo ordinariamente del 5% sobre las
compras a la Sociedad cooperativa. Es colocado obligatoriamente en la Caja de Ahorros
hasta que el cabeza de familia haya alcanzado la edad de 50 años, salvo en caso de
fallecimiento o de marcha de la fábrica, en cuyos casos es reembolsado.
En esta iniciativa, 189 libretas representan 15.330 francos.
VIII. Salario familiar: Caja de familia. El salario debe alimentar a la familia.
Ahora bien, hay circunstancias en las que es necesario un suplemento, sea a causa del
número de hijos de baja edad, sea como consecuencia de la muerte del jefe de familia o
por cualquier otra causa.
Para llegar a mantener el salario familiar, los patronos han fundado una Caja de
familia, que proporciona los suplementos.
Fue preciso, en primer lugar, determinar la suma necesaria para poder vivir.
En la situación especial de instalación en el campo, con los huertos y las otras
ventajas, los patronos han pensado poder fijar el mínimo indispensable en 4 francos 20
céntimos por semana y por persona, comprendidos los niños pequeños.
Los patronos solos, es decir, en resumen, la empresa, toman esta carga para
facilitar la vida de numerosas familias.
275
IX. Ahorro. Para facilitar y animar al ahorro, se reciben en las oficinas de pago,
las pequeñas cantidades que el obrero quiere dejar. Estas sumas producen un interés del
5% hasta una cierta cifra, fijada por los reglamentos.
Las chicas jóvenes que forman parte de la asociación de Hijas de María reciben
como dote, además de sus depósitos, una suma igual hasta un total de 100 francos.
El ahorro ha seguido las progresiones morales y religiosas de la población. Era
casi nulo al comienzo de las asociaciones en 1861. Llega ahora a una media de 62.000
francos por año.
Una encuesta hecha permite asegurar que el conjunto de los 50 obreros de la
Compañía de veteranos no posee menos de 225.000 francos en casas, tierras,
inversiones, mobiliarios y depósitos en la Caja de ahorros.
Es interesante saber que las 42 familias de veteranos han tenido, en conjunto,
145 hijos.
X. Organización obrera. El sindicato mixto fue establecido en 1885 siguiendo la
ley.
El Consejo sindical obrero es nombrado por los compañeros. Se reúne cada
semana, los martes. El Consejo patronal tiene sus reuniones el lunes. Cada mes hay una
reunión del Consejo entero.
El Consejo de la fábrica funciona desde 1885. Está compuesto por un obrero de
cada sala, designado por el Consejo sindical obrero entre los ancianos. En estas
reuniones de quincena, estudia con un patrono la higiene y las medidas sanitarias, las
precauciones para impedir los accidentes, la formación de los aprendices, las cuestiones
de producción, de salarios y de primas, las quejas que pueden presentar los obreros por
un motivo cualquiera.
Este Consejo es un auxiliar precioso para ayudar al patrono en el gobierno de la
fábrica, y un instrumento moral muy útil para mantener el buen espíritu, que es
fácilmente alterado por pequeños malentendidos, cuando no son liquidados enseguida.
Las consejeras del taller cumplen las mismas funciones para los talleres de
mujeres de los que ellas son delegadas.
Desde el punto de vista religioso, la capilla, en la que prestan sus servicios dos
capellanes, facilita la práctica de la vida cristiana. Los miembros de la Orden Tercera y
los de las asociaciones de piedad ejercen el apostolado en su entorno.
Toda la acción moral está basada sobre la iniciativa personal y la dedicación de
los mejores, cuya influencia es el fruto del sacrificio y de los servicios prestados. Esto
es lo que mantiene en toda la población el espíritu de familia y de libertad que es el
carácter particular de Val-des-Bois.
277
CAPÍTULO XX _______
EJEMPLO DE ACCIÓN PATRONAL
EN UNA EXPLOTACIÓN AGRÍCOLA
El municipio de V..., distrito de S..., cuenta con 210 habitantes. Es un pueblo de
agricultura floreciente. La mayor parte de los obreros viven de los trabajos que les
proporciona la gran alquería. Unos encuentran trabajo en ella durante todo el año: son
los carreteros, los vaqueros, batidores y jornaleros. Los otros no están ocupados en la
agricultura más que del 15 de mayo al 15 de noviembre, es decir, durante la bina de las
tierras o el arranque de la remolacha, el secado del heno y la siega. Estos tienen un
oficio cualquiera del cual viven durante el invierno: varios tallan la piedra en las
canteras para la ciudad vecina.
Dos generaciones de patronos cristianos han mantenido, en esa población, el
buen espíritu y el amor al trabajo. No hay mendigos. El último censo registra un
crecimiento de población de 32 habitantes. Se han contado 54 nacimientos y 35
fallecimientos. La embriaguez y el vicio son casi desconocidos. El reposo dominical se
observa en la granja. La prensa parisina no está representada en V... más que por 5
números diarios del Petit Journal. La Croix del departamento envía allí 30 números
cada domingo. Es verdad que los patronos cargan con la mitad de los gastos de
suscripción.
La granja de V... da a los obreros salarios sustanciosos, que se encuentran
todavía acrecentados por diversas instituciones económicas.
Los obreros están alojados en casas sanas y limpias pertenecientes al granjero.
Aquellos que no lo están reciben una indemnización para alojamiento.
Una prima favorece la permanencia de los obreros en la explotación. Reciben
por este título 25 francos el primer año, 50 francos el segundo, 75 francos el tercero y
100 francos los años que siguen.
Cada familia obrera disfruta de un pequeño huerto de tres o cuatro áreas, lo que
le permite el cultivo de patatas y de los cereales o forrajes necesarios para la
alimentación de un puerco y de algunas aves de corral y conejos.
Este campo es labrado y las cosechas son recogidas, lo más frecuentemente, con
los animales y los equipamientos del patrono.
278
El obrero no es alimentado en la granja, pero tiene derecho cada día a la comida
de mediodía, a la cantidad de caldo necesario para él y su familia, a veces numerosa.
Por un convenio del patrón con un panadero, los obreros pagan su pan a 3
céntimos menos el kilo que los precios habituales.
El patrono trae el carbón por vagones y lo entrega a sus obreros al precio de
mayorista, lo que les supone una bonificación de 10 francos por 1.000 kilos.
Los días de enfermedad debidamente constatada le son pagados al obrero sin
retención alguna.
Gracias a estas diversas ventajas, el salario de la familia de un obrero varía entre
1.700 y 2.000 francos. También, los obreros se quedan largo tiempo en V..., y varios
son laureados del Comicio agrícola (círculo de labradores).
Los patronos mantienen buenas relaciones con el presbiterio. Dan ejemplo de
práctica religiosa. Se interesan por los niños, por las catequesis, por las escuelas y
visitan a los enfermos.
A pesar de esto, no todo es perfecto en V... La práctica religiosa deja todavía
mucho que desear. Faltan las asociaciones. Lo han reconocido los patronos. Van a
organizarlos y a reunirlos en corporación.
279
CAPÍTULO XXI _______
MONOGRAFÍA: COFRADÍA, SINDICATO Y CAJA DE CRÉDITO
EN UNA PARROQUIA RURAL DE SAONE ET LOIRE
En P..., gracias al ardiente celo del Señor cura, las obras sociales han logrado ya
un desarrollo casi completo.
Nosotros hemos mantenido correspondencia con el cura de P... Le hemos pedido
que haga una exposición de su método y de sus obras. Él ha respondido a nuestro deseo.
Vamos a dar unos extractos de sus cartas. Nuestros lectores no saldrán perdiendo. Se
siente latir, bajo este estilo tan cálido como sencillo, un corazón de apóstol.
“Comencé, nos dice, en Tournous a ocuparme de un Círculo católico, fundado
con la ayuda de una decena de cantores que había cultivado durante dos largos
inviernos.
En P... hice lo mismo. Para hacer un bien sólido y serio, es preciso ir
progresivamente. A menudo se quiere ir demasiado deprisa, uno se apresura, después se
desanima, o bien se acumulan pesos que, al derrumbarse, le aplastan.
Es muy simple y muy natural para un sacerdote hacer que penetren en cinco o
seis cabezas las ideas que tiene él, y con estos hombres, formados lentamente, ejercer
una acción eficaz.
¿Por qué no se toma por modelo a Nuestro Señor Jesucristo? Es muy sencillo y
muy fácil cuidar de algunos prosélitos. No faltan los males que es preciso remediar, ni
los medios para sanarlos. Todo es tener una idea y tres o cuatro hombres para hacerla
valer”.
Se ve ya, por este preámbulo, que el cura de P... es un discípulo del abbé
Garnier. Conoce el método, y lo aplica.
Justamente, acababa de hacer una descripción de sus obras para el señor Garnier.
Nos la copió simplemente. Es un documento muy interesante, porque nos muestra el
método del abbé Garnier aplicado por un apóstol que sabe sacarle un gran partido. El
cura de P... y el señor Garnier nos perdonarán por entregar al público la carta que
traiciona su celo. Es por el bien general. Hela aquí:
280
Carta al Señor abbé Garnier
7 de junio de 1893
“Señor abbé,
Usted me hace el honor de pedirme una monografía de las obras de P...: Comité,
reuniones, misa mensual, etc.
Es un deber para mí responder a su deseo, puesto que fue gracias a sus lecciones
como comencé a recoger algunos de los frutos que serán consuelo de todo sacerdote que
siga sus indicaciones. Sé que usted quisiera tener cien voces para devolver la confianza
al desanimado clero parroquial. Deseo a todos aquellos que le lean o le escuchen que
intenten seriamente realizar la experiencia.
Hace 17 años que fui nombrado cura de una parroquia que no llegaba a las 800
almas. La situación no era brillante...: ocho o diez hombres y unas sesenta mujeres
asistían a misa. En Pascua, el cura debía considerarse dichoso de dar la sagrada
comunión a seis o siete hombres. No se enfadaba porque se hicieran tareas públicas los
domingos; por ejemplo, el día de Pentecostés se veían más de 20 máquinas acarreando
tierra. En fin, el Consejo municipal pagaba al chantre para que no cantase en la iglesia.
Era preciso orientarse bien. Durante tres años solicité a algunos hombres que me
prestasen su colaboración, ya fuera para el canto, ya fuera para una acción social
cualquiera. Yo quería tener hombres de confianza, para que me ayudaran, en primer
lugar, a soportar mi triste posición y, después, a salir de ella. En mi opinión, un
sacerdote que no quiera tomar su parte en el mal y cruzarse de brazos, es preciso que
comience por esto. Nuestra acción directa sobre el conjunto será siempre obstaculizada
y contrarrestada por mil prejuicios y sentimientos de desconfianza. Nosotros no
podemos tener mejor maestro que Nuestro Señor Jesucristo, cuyo método traza, de
nuevo exactamente, en sus opúsculos.
Estos hombres han sido tacaños. Me respondían como sucede por todas partes.
“No hay nada que hacer; hace mucho tiempo que nosotros conocemos el pueblo”. Yo no
dejaba de repetirles: “Es imposible que tres o cuatro hombres que tienen convicción,
que tienen la verdad y el buen sentido para ello, no logren ganar terreno, si se
entienden”.
Finalmente, había conseguido agrupar a cuatro o cinco para los ejercicios de
canto, y a ocho o diez para las reuniones familiares en la víspera del domingo en el
presbiterio, cuando leí en La Croix de París (pequeño periódico que habrá influido
mucho en el destino de Francia) la explicación detallada de su método. Era
precisamente lo que yo buscaba. Feliz con este descubrimiento, comuniqué a mis
hombres en dos veladas nocturnas, en el intervalo de los cantos esta hermosa teoría, y
les pregunté qué opinaban al respecto. Un poco por cortesía, me respondieron que se
podría probar.
Estábamos en el otoño de 1890. Se trataba de realizar un primer agrupamiento
de todos los hombres que dieran sus nombres a una liga de oraciones en la que se les
pediría una simple Ave María por día. Mis novicios apóstoles pusieron la liga por las
nubes en la vecindad y, en la quincena, reclutaron 30 adherentes. Les había costado y
les felicité por el resultado. Se trataba después de sacar partido de este primer
281
agrupamiento. Se organizó una conferencia a la que todos fueron invitados. Se temía un
fracaso completo. Vinieron casi todos. El Comité o Consejo fue organizado y
compuesto por ocho hombres de buena voluntad.
Animados por este primer éxito, continuaron su propaganda con más energía.
Tuvieron que luchar mucho. Era preciso volver a levantar su ánimo de tiempo en
tiempo. Finalmente, se dieron cinco conferencias en este mismo invierno. El número de
oyentes iba creciendo de día en día. En la quinta eran 70.
Los temas tratados en estas conferencias fueron: la decadencia moral, material y
religiosa de Francia según las estadísticas; después, la necesidad, para las personas
honestas, de ocuparse de los intereses públicos, pues una sociedad dirigida por sectarios
impíos y francmasones no puede prosperar.
Nosotros habíamos anunciado, para el invierno siguiente, la fundación de una
fraternidad de asistencia mutua. Había, necesariamente, que hacer una selección entre el
primer agrupamiento, en el que se habían reunido a finales del invierno ochenta
miembros. Se admitirían en la confraternidad a todos los miembros que aceptasen asistir
a la misa mensual, y la hermandad debía servir de base a un sindicato agrícola y a una
banca popular. Nosotros queríamos formar una asociación sin introducir en ella
elementos de disolución por la divergencia de los sentimientos. Dos cosas han sido, para
mí, de gran ayuda, su paso por Tournus y el concurso de mi casero, un excelente
cristiano.
El invierno siguiente hubo reanudación de reuniones y de conferencias. Debo
decir que al final del primer invierno, al salir de la última conferencia, uno de los
asistentes me dijo: “Señor cura, estábamos contentos de encontrarnos reunidos este
invierno. ¿Será preciso esperar hasta el invierno próximo sin vernos? ¡Si se fundase un
Círculo como en Tournus!”. Varios miembros eran de la misma opinión. Se busca y se
encuentra un local como para las conferencias. Se pueden conseguir algunas sillas,
algunas mesas, y el círculo funciona sin hacer ruido. Se informa y se introducen los
reglamentos de los círculos católicos de obreros, que han seguido lo mejor que han
podido, y para la fiesta de Navidad diecinueve miembros fueron admitidos siguiendo las
formalidades. Doce de entre ellos habían comulgado en la misa del gallo.
En la última fiesta de Navidad hemos recibidos otros diez nuevos miembros.
En la primavera del año 1892 estaba fundada la confraternidad con el nombre de
San Isidro, con treinta y dos miembros; poco después, organizamos la banca popular y
el sindicato, del que sólo los miembros de la fraternidad pueden aprovecharse. Estas dos
instituciones comienzan a ser apreciadas muy en serio.
Gracias a este movimiento, se da una vuelta notable, aunque todavía no
generalizada, hacia las prácticas religiosas. Al campesino y al obrero no les falta el buen
sentido; cuando ellos ven al sacerdote dedicarse a sus intereses, sus prejuicios contra la
religión caen insensiblemente. Las relaciones frecuentes con el sacerdote hacen pronto
el resto y los conducen a las conversiones serias. Los miembros del Consejo serían
incluso más severos que yo para la admisión de nuevos miembros y para la observancia
de los reglamentos religiosos.
282
Brevemente, son ya dos años en los que he tenido la satisfacción de ver a una
treintena de hombres aproximarse a la Santa Misa. La asistencia a la misa ha aumentado
para el conjunto en una buena cuarta parte y para los hombres se ha triplicado. Todos
los meses tenemos nuestra misa mensual: cuarenta hombres al menos asisten a ella.
Después de la misa, hay reunión del sindicato para tratar de compras y de ventas.
La fraternidad y, como consecuencia, el sindicato y la banca popular cuentan
actualmente una cincuentena de miembros. Cada Consejo se reúne una vez por mes.
Hace cinco o seis años pudimos, gracias a algunas gestiones y peticiones
personales, ver participar en la procesión del Corpus, como algo extraordinario, a veinte
hombres. Este año se han contado más de sesenta. Esto nos da ánimos y nos llena el
corazón de energía. El asunto está en marcha; ahora, lo más difícil está hecho.
Debo añadir que, al principio, he hecho muchos esfuerzos para formar los
Consejos de cada asociación y para hacer aceptar su autoridad. Parecía que no se quería
sufrir la dirección de sus iguales. Poco a poco, por nuestra organización, se volverá a los
principios de jerarquía y autoridad, aceptando una dirección paternal con miras al bien.
Los padres de familia, poniéndose de acuerdo, serán más fuertes para hacer respetar su
autoridad y cumplir los deberes preparando una multitud de reformas. Pero es preciso
dedicar tiempo y no actuar bruscamente.
¡Ah! Si todos los sacerdotes quisieran probar! Hay en Francia 40.000 sacerdotes.
¡Cómo serían pronto aplastadas las sectas masónicas!
Tengo la confianza de que entraremos en esta línea. El clero comienza a
comprenderlo. Usted ayuda poderosamente a vulgarizar estas ideas. Pido al Señor que
bendiga sus esfuerzos”.
A esta exposición del Señor Cura de P..., para la edificación de nuestros lectores,
nos parece útil añadir algunas informaciones, sobre la cofradía, el sindicato y la banca
popular que él ha fundado. Demos, en primer lugar los reglamentos de la confraternidad
de San Isidro.
Cofradía de San Isidro - Reglamento
Nosotros, labradores, cultivadores de P..., queriendo imitar el ejemplo que nos
dieron los siglos cristianos, nos reunimos en confraternidad, para ayudarnos
recíprocamente, para honrar la útil y noble profesión de nuestros padres, para mantener
la religión católica que, por desdicha de los tiempos, está amenazada y atacada por todas
partes en este país de Francia y, finalmente, para conformarnos al deseo de nuestro
Santo Padre el Papa, que ha recomendado estas asociaciones. Hemos adoptado las
reglas siguientes1:
ARTÍCULO PRIMERO. – El número de cohermanos de san Isidro es ilimitado.
Cada uno puede ser admitido si cumple las condiciones que siguen.
ART. 2. – Todo candidato debe ofrecer la garantía de una probidad reconocida y
de la estima general.
1 Abreviamos un poco.
283
ART. 3. – No será admitido si alguna acusación grave y justificada pesa sobre él.
ART. 4. – Si la acusación fundada es posterior a su admisión será excluido.
ART. 5. – Los cohermanos se comprometen a vivir como buenos cristianos; a
asistir a misa los domingos y fiestas; a no trabajar el domingo, salvo en los casos de
fuerza mayor; a abstenerse de toda blasfemia y juramento; y a velar para que sus hijos y
sirvientes observen este precepto.
Harán, al menos por la noche, la oración común en familia.
ART. 6. – Los cohermanos se prestarán servicio en toda ocasión. Se visitarán en
sus enfermedades. Si tiene uno de sus animales de labor enfermo, un cohermano le
prestará una yunta, si es posible. Ningún salario se pagará por esta colaboración
fraterna.
ART. 7. – Al fallecimiento de un cohermano, todos asistirán a sus funerales bajo
pena de 50 céntimos de franco de multa, salvo excusa válida. Se celebrarán dentro del
año dos misas por él a expensas de la confraternidad.
ART. 8. – La cofradía se reunirá en asamblea general, todos los años, el
domingo que precede a la fiesta de san Isidro.
En esta reunión, después de la oración y del control de asistencia, se hará el
rendimiento de cuentas por el tesorero y las observaciones del presidente, y se votará, en
una hoja en secreto, para la admisión de nuevos candidatos. El derecho fijo de entrada
es de 3 francos 50 céntimos, la cotización anual es de 1 franco 20 céntimos.
Los cohermanos disfrutan de un descuento de 2/5 sobre las facturas del médico y
del farmacéutico: a saber 1/5 concedido por los médicos y farmacéuticos mismos y 1/5
pagado por la confraternidad.
La asamblea anual reelige el buró que comprende un presidente, un secretario y
un tesorero. Son reelegibles.
El presidente está encargado de mantener el reglamento. Recibe las
reclamaciones y hace partícipe de ellas a la asamblea general.
El secretario convoca a las reuniones, a los entierros, a la misa de la fiesta
patronal y al banquete, que deberá hacer preparar.
El tesorero recibe las cotizaciones, provee a los gastos y entrega sus cuentas a la
asamblea. La reserva es prestada por un año y en subasta a un cohermano que
proporciona una caución aceptada por la asamblea.
ART. 9. – Todos los años, el día de san Isidro será celebrada una misa solemne
con pan bendito, y todos los cohermanos asistirán a ella bajo la pena de una multa de 50
céntimos de franco.
ART. 10. – Un banquete común reunirá a todos ese día.
284
ART. 11. – A la fraternidad se ha unido un seguro mutuo sobre la mortalidad del
ganado.
ART. 12. – Se añadirá también una caja de crédito y un sindicato, y todas las
otras instituciones que se juzguen oportunas.
Algunas notas sobre el sindicato de P...
Ha sido fundado en octubre de 1892, después de varios meses de negociación
con la prefectura (Este inconveniente puede evitarse con los estatutos bien hechos).
Un sindicato, ensayado precedentemente en P..., sin base cristiana había
fracasado.
El sindicato ha realizado en 18 meses un volumen de negocios de 5.350 francos,
de los cuales 3.000 francos en los seis últimos meses. Las compras en común han
consistido en castañas, algodón de Egipto, tortas, carbón, fertilizantes, maíz, petróleo,
arroz, grasa y jabón. Además, para las harinas, el salvado y el vino, los miembros del
sindicato se han dirigido directamente a los proveedores que habían consentido una
reducción en su favor.
Notas sobre la banca popular
La banca de P... no ha adoptado el reglamento de las bancas Durand-Raiffeisen,
porque la solidaridad asustaba a sus miembros. Ella recibe depósitos o acciones de
cincuenta francos al tres y medio por ciento de interés; y ha hecho sus préstamos por
fracciones de cincuenta francos al cuatro por ciento. Ha prestado 1.000 francos en dos
años.
Es preciso señalar también la irradiación de estas obras de P... Se convierten en
un modelo, en un foco de animación y en un estímulo para los pueblos del entorno.
Esta parroquia se convierte en un centro de acción. En el mes de noviembre
último, una conferencia reunía allí a 80 representantes de las parroquias vecinas. Se les
exponía las ventajas de los sindicatos cristianos y su diferencia con los otros, que tienen
bastante mala fama. Los sindicatos, animados del espíritu socialista, son una agrupación
de fuerzas brutales: empujan a los obreros a la revuelta, a la insubordinación, a la
huelga. Han constituido también sindicatos de asuntos. Han languidecido por falta de
dedicación y porque no tenían por base un principio poderoso como el de la fraternidad
cristiana.
Nosotros queremos sindicatos cristianos que sean las corporaciones de hoy y que
hagan, como una sola familia moral de toda una población, por la semejanza de los
intereses, por la dedicación de los más inteligentes y de los más afortunados y por los
buenos procedimientos, la deferencia hacia los más modestos.
El progreso, como número, será más lento en estas condiciones, con un
reglamento impregnado de la idea cristiana, pero el sindicato será más estable y,
después de un período de formación más largo y penoso, el progreso será más rápido.
285
Cada grupo parroquial presente en la conferencia de P... se ha comprometido a
reunirse una o dos veces por mes, a ponerse al corriente sobre la organización de las
obras y a reclutar adherentes.
Una segunda conferencia acabará por determinar a los habitantes y pronto el
sindicato de P... será el padre de otros diez.
287
CAPÍTULO XXII _______
MONOGRAFÍA: SINDICATO Y OBRAS CONEXAS
EN UNA PARROQUIA RURAL DEL ALTO MARNE
El Señor cura de A... está encargado de dos parroquias rurales que cuentan en
conjunto con 260 habitantes y de una aldea de 80 habitantes, a 1.500 metros.
Los comienzos de su ministerio fueron muy penosos. Prevenidos contra su
actividad, que ellos rechazaban, los alcaldes de esos dos municipios, habiendo sabido su
nombramiento, habían hecho gestiones para apartarlo (de su ministerio). Las señoras lo
habrían recibido de mejor grado con palos que con flores.
No obstante se instaló, pero el vacío se hizo a su alrededor. Las personas de la
localidad que pasaban por católicas, en lugar de venir en su ayuda, le causaron
disgustos, porque no querían sufrir su dirección. En cuanto a los maestros, al médico, al
veterinario, al juez de paz, le eran abiertamente hostiles.
Al no poder abordar directamente a la población, se sirvió del periódico La
Croix, al que añadía el Laboureur, la Vie des saints, algunos Pèlerins. Llegó así a
apaciguar, algo y a la vez, los sentimientos de hostilidad, y la gente comenzó a acercarse
a él.
Las catequesis eran poco seguidas, lo que se debía a realizarse en horas poco
favorables. El cura lo remedió, las puso por la mañana antes de la clase, y estimuló a los
niños con el incentivo del premio. Entonces no hubo que deplorar ausencia alguna.
El Señor cura de A... insiste sobre la necesidad de una sala para las obras.
Debería haberla en todas partes, es una condición casi indispensable para el bien que se
puede realizar. Para conseguirlo, utilizó un cobertizo del presbiterio, con el permiso del
alcalde. Lo transformó, poniéndose él mismo manos a la obra, puesto que maneja
igualmente la garlopa y la Suma de santo Tomás.
Le dio el modesto nombre de sala de catecismo, para no provocar la sospecha de
la administración.
Allí reúne a los niños el jueves y los ocupa con lecciones de Historia sagrada, de
canto, de ceremonias, de lectura del latín, alternadas con juegos. También se preparan
allí las pequeñas sesiones dramáticas.
288
El ascendiente que ejercía sobre los niños le valió pronto la confianza de las
personas de más edad. Creyó poder emprender la ayuda a los jóvenes empleados de las
granjas. Estos desdichados jóvenes a menudo pasaban la noche armando jaleo por las
calles; los patronos encontraban que su sitio estaba en la cuadra, y no en el cabaret.
Atraía a algunos, que reunía tres o cuatro veces por semana. Así les impedía gastar
inútilmente su dinero.
La sala de obras era el local naturalmente designado para recibirlos. Estaba
caldeada, iluminada, tenía una biblioteca y juegos.
Durante algún tiempo, estos jóvenes fueron objeto de ciertas molestias, pero,
poco a poco, se restableció la calma. Cada velada se terminaba con una breve oración
por las almas del Purgatorio. Varias veces al año se representaban obras de teatro que
tenían un gran éxito.
En varias ocasiones, algunos hombres, atraídos por la curiosidad, se perdían por
las reuniones. El señor cura lo aprovechó para arriesgar la fundación de un sindicato.
Anunció una conferencia que sería dada por un sacerdote que estaba muy al corriente.
Asistió un gran número. Se apoderó de todo el auditorio, que quedó cautivado, y se
fundó el sindicato.
El último año, después del congreso de Val-des-Bois, creó un Círculo de
estudios sociales. El anuncio fue hecho en la iglesia el día de Todos los Santos. En la
semana que siguió, ocho hombres vinieron a inscribirse. Luego, su número se acrecentó.
El señor cura preparaba él mismo las cuestiones o invitaba a los conferenciantes
de la ciudad. El programa de estos modestos economistas del pueblo podría servir de
modelo a las más doctas reuniones.
He aquí los temas tratados:
De la propiedad: su verdadera noción.
Propiedad privada y socialismo.
Del derecho de la herencia.
La granja “Homestead” y la estabilidad del pequeño dominio rural.
Los Papas y los campesinos.
La renta de bienes raíces y las relaciones del propietario y del granjero.
El salario y las cuestiones que con él se relacionan.
Las relaciones de los amos y de los criados.
El estado presente de la agricultura, sus pesares.
Estudio del acondicionamiento de una casa de labrador: planos y presupuestos.
Nociones de química agrícola.
Los impuestos que pesan sobre la agricultura: impuestos directos, derechos de
transmisión de herencia.
El absentismo.
De la representación de la agricultura.
Del comercio y de los privilegios que disfruta: las tarifas de penetración.
El agiotaje, la especulación sobre los productos agrícolas.
El judaísmo.
Las leyes electorales, las leyes escolares.
289
La enseñanza profesional: escuelas de artes y oficios, escuelas de agricultura,
etc.
A pesar del sindicato, a pesar del Círculo de estudios, el señor cura no había
conquistado plenamente la confianza de sus parroquianos. El establecimiento de una
caja rural hizo caer las últimas barreras. El Señor cura había dado pruebas de que
conocía sus asuntos, adivinaba sus deudas. Les hizo comprender que no podía ayudarles
seriamente si no le suministraban las informaciones de las que tenía necesidad para
enseñarles a llevar bien sus cuentas. Les dio el boceto de un cuadro de ingresos y de
salidas, y les dejó el encargo de llenarlo; a la semana siguiente se lo tomó sin la menor
duda.
El funcionamiento de la caja rural se hacía fácil. Da buenos resultados Los que
la gestionan adquieren influencia marcada en la parroquia, de la que vienen a ser
apóstoles.
Una fraternidad de Nuestra Señora de los Campos cimienta las asociaciones.
Tiene cien inscritos en la pequeña parroquia.
El sindicato ha organizado una cooperativa y ha conseguido ya, en un año,
120.000 francos en negocios.
¡Qué magníficos resultados! ¿No son un aliciente para los hombres de buena
voluntad?
Para ser leales, hay que añadir que las obras no han convertido todavía la
pequeña parroquia. Se cuenta allí, no obstante, con algunos hombres más que antes en la
misa del domingo y en la comunión pascual.
Sobre 250 habitantes, la mitad de los hombres, o sea, alrededor de 80, van a
misa, 45 cumplen con Pascua. Una docena comulga en Navidad; algunos en la
Adoración Perpetua, en la Asunción y en Todos los Santos.
Al darnos estas cifras, el señor cura añadía: “Bendigo a Dios por este resultado,
por incompleto que sea. Creo no equivocarme, al pensar que, sin las obras, habría
perdido un tercio de mis asistentes a la misa de Pascua. Eso es lo que ha sucedido en
varias parroquias de la región. La práctica cristiana ha bajado. Se ha organizado una
oposición sorda e hipócrita. La influencia masónica se hace sentir por la política y por la
prensa hasta en el campo. El respeto religioso del que se había rodeado al sacerdote ha
dado lugar a una sonrisa de piedad. Mi situación, gracias a las obras, es mucho mejor.
No me quedan solamente algunas tímidas ovejas, algunos ancianos inactivos, tengo un
grupo de hombres, con toda la fuerza de la palabra, y trabajo para que estén en
disposición de formar una comunidad cristiana.
Estudio con ellos las cuestiones de agricultura y de administración municipal.
Pongo a su disposición, manuales del alcalde, del secretario municipal, del veterinario,
del labrador, del jardinero, etc. Es preciso que puedan bastarse a sí mismos y que sean
aptos para lo que la divina providencia pueda pedirles.
Esto no es hacer una obra extraña a nuestro ministerio, es preparar el Reino
290
social de Jesucristo y es la misión del sacerdote”.
He aquí el ministerio como lo entiende León XIII y como lo entendió siempre la
Iglesia antes del galicanismo. Así es preciso actuar por todas partes.
¡Que Dios venga en nuestra ayuda! Con el concurso de las asociaciones y la
práctica de la verdadera pastoral cristiana, pronto habremos restablecido el Reino de
Jesucristo en nuestra querida patria.
291
APÉNDICE I _______
FORMALIDADES ADMINISTRATIVAS CONCERNIENTES
A LOS SINDICATOS
Cuando el alcalde da el recibo del depósito de los dos ejemplares de los
estatutos, lo puede hacer de la forma siguiente:
Yo, el que firma, alcalde del municipio de_________________________,
declara haber recibido el depósito de dos ejemplares de los estatutos del
sindicato______________________de __________________, que tiene su sede en mi
municipio.
Dando fe de esto, he entregado el presente recibo.
Hecho en ____________, el_________del mes de ________ de 189 _____.
(Sello de la alcaldía) EL ALCALDE,
Firma
Después, conforme a la circular del ministro del Interior del 25 de agosto de
1884, el alcalde está obligado a tener en el ayuntamiento un registro especial donde será
mencionado, en su fecha, el depósito de los estatutos del sindicato, los nombres de los
administradores, la entrega del recibo. Este registro dará fe del cumplimiento de las
formalidades; permitirá remediar la posible pérdida del recibo del depósito.
A continuación el alcalde (art. 4 de la ley del 21 de marzo de 1884, circ. Minist.
del 25 de agosto de 1884) debe enviar un ejemplar de los estatutos al procurador de la
República de su distrito y el otro al prefecto o al subprefecto. En el caso de cambio en
los estatutos o en la administración del sindicato, es obligatorio un nuevo depósito de
los estatutos (Ley del 21 de marzo de 1884, art. 4).
292
APÉNDICE II _______
SINDICATOS DE INDUSTRIA AGRÍCOLA
Aunque los Estatutos dados en la página 189 puedan ser adoptados, tanto por un
sindicato agrícola y hortícola simple, como por un sindicato al cual se añadiría una Caja
Rural o una institución para la compra en común y el alquiler a los socios de máquinas
agrícolas, nosotros creemos útil dar aquí el modelo de estatutos de un sindicato de la
industria agrícola que encontramos en el interesante folleto Les machines agricoles à la
portée de tous (las máquinas agrícolas al alcance de todos), del sacerdote Fontan.
En efecto, para que un sindicato profesional sea verdaderamente útil, es preciso
que los asociados encuentren en él todas las facilidades posibles.
¿Para que servirían la seguridad en la calidad de los fertilizantes, la calidad y el
buen precio de las materias primas, etc., si el sindicado no pudiera encontrar un medio
económico para conseguir el dinero necesario? Éste es el rol que cumple la caja rural y
obrera.
Hay más, ciertos instrumentos son costosos, no son de un uso continuado y
pueden servir a varios agricultores. La asociación, para ser completa y eficaz, debe,
pues, adquirirlos para alquilárselos a sus miembros. Es, entonces, cuando interviene
útilmente esta asociación anexa al sindicato.
En ciertas localidades, se preferirá, en primer lugar, fundar una Caja rural para
llegar a un sindicato; en otras partes, el sindicato, al contrario, traerá la fundación de la
Caja rural. Lo uno no va apenas sin lo otro. Pero importa poco comenzar por uno más
bien que por el otro, con tal de que de ello resulte el bien. Cada uno, apreciando la
situación y el espíritu local, actuará según las circunstancias y el mejor de los intereses y
de las necesidades inmediatas. Sin embargo, los fundadores de sindicatos que quisieren
añadir a su sindicato comunal una caja rural, harán bien en completar el uno y la otra,
con los dos modelos de estatutos que damos y en los cuales se procura prever todas las
dificultades que podrían presentarse.
293
PROYECTO DE ESTATUTOS DEL SINDICATO INDUSTRIAL AGRÍCOLA DEL MUNICIPIO DE___________
Organización del sindicato
ARTÍCULO PRIMERO. – Se constituye, entre los abajo firmantes y aquellos
que se adhieran a los presentes estatutos, una asociación profesional agrícola o
sindicato, que será regida por la ley del 21 de marzo de 1884 y por las disposiciones
siguientes.
ART. 2. – La asociación toma el nombre de Sindicato de industria agrícola, su
sede está establecida en _________________________, su duración es ilimitada, así
como el número de sus miembros. Comenzará el día del depósito legal de sus estatutos.
Objetivo del sindicato
ART. 3. – El sindicato tiene por objetivo la compra de máquinas agrícolas para
el uso exclusivo de sus miembros.
Composición del sindicato
ART. 4. – Pueden tan solo formar parte del sindicato del Municipio
de__________________ las personas mayores que gozan de sus derechos civiles, que
pueden justificar su cualidad de miembro del sindicato agrícola de los Pirineos cuya
sede está en Tarbes, Plaza Marcadieu números 19 y 211.
ART. 5. – Los nuevos miembros deben ser agregados por el Consejo de
administración y aceptar todas las obligaciones resultantes de los presentes estatutos.
ART. 6. – Se pierde la condición de sindicado, por fallecimiento, dimisión,
exclusión y por la cesación de condiciones requeridas para ser sindicado. El Consejo de
administración puede, por razones graves, de las que sólo él es el juez, pronunciar la
exclusión de un miembro.
Compra y alquiler de máquinas
ART. 7. – Los capitales necesarios para la compra de máquinas son pedidos en
1 Esta última condición es particular del sindicato del que habla el Señor Fontan. Lo importante
es que el socio se encuentre bien en las condiciones profesionales queridas por la ley.
294
préstamo por el sindicato a la caja rural de _____________________, de la que debe
ser miembro. El Consejo de administración está, en consecuencia, autorizado a pedir la
admisión del sindicato en la caja rural de dicho municipio.
ART. 8. – Los sindicados se comprometen a dar a la caja rural la fianza
solidaria, que garantiza el reembolso de las sumas que el sindicato haya tomado en
préstamo a la caja rural en los límites establecidos por la asamblea general.
ART. 9. – Cada sindicado que alquile las máquinas pagará al sindicato una suma
que representa los gastos de alquiler según una tarifa que será establecida cada año por
el Consejo de administración.
ART. 10. –Los ingresos brutos del sindicato serán empleados:
1º En el pago de la prima de seguros contra los incendios y los accidentes, si ha
lugar.
2º En el pago de las reparaciones y gastos de mantenimiento de las máquinas.
3º En el pago de los empleados y obreros del sindicato.
4º En el pago de los intereses de los préstamos y en la amortización de estos
préstamos.
ART. 11. – Los excedentes de los ingresos, cuando los préstamos hayan sido
amortizados, serán empleados en constituir un fondo de reserva que permitirá al
sindicato aumentar el número de sus máquinas y reemplazarlas cuando estén fuera de
uso. Este fondo de reserva será depositado en la caja rural a medida que se haya
realizado.
ART. 12. – Los miembros excluidos o dimisionarios no pueden intervenir de
ninguna manera en la administración del sindicato, precintar ni proceder a ninguna otra
medida, sea de la naturaleza que sea. Han perdido todo derecho sobre el patrimonio del
sindicato y no pueden reclamar ninguna parte de las reservas o del material de las
máquinas que pertenece a la asociación sindical.
Administración del sindicato
ART. 13. – El sindicato es administrado por un Consejo de administración
de______ miembros, elegidos por la asamblea general para nueve años. Es renovable
por tercios cada tres años. Los miembros son siempre reelegibles y sus funciones son
enteramente gratuitas.
(Aquí se coloca la lista de los administradores del sindicato)
Los administradores son todos franceses y disfrutan de sus derechos civiles.
ART. 14. – El Consejo de administración elige en su seno un presidente, un
secretario y un contable. Todo acto comprometedor del sindicato debe llevar la firma
del presidente y de otro miembro del Consejo de administración. El Consejo de
administración puede nombrar, bajo su responsabilidad, un gerente, incluso no
sindicado.
295
ART. 15. – El Consejo de administración tiene todos los poderes que no están
reservados a la asamblea general por los estatutos. Puede tomar en préstamo para la
cuenta del sindicato, en los límites fijados por la asamblea general. Pasa los contratos de
seguros, establece el reglamento interno del sindicato, nombra y revoca los empleados,
determina sus salarios, fija el precio del alquiler de las máquinas, compra el material,
vigila el mantenimiento y las reparaciones, determina el orden en que serán atendidos
los sindicados, recibe sus reclamaciones, puede transigir, conceder las indemnizaciones,
comprometer, etc.
ART. 16. – El Consejo de administración redacta el balance para las cuentas del
sindicato a 31 de diciembre de cada año. Balance y cuentas deben de estar a la
disposición de todo sindicado, en su sede, a partir del primero de febrero.
ART. 17. – La asamblea general ordinaria del sindicato se tendrá el segundo
domingo de febrero de cada año. Examinará las cuentas del año pasado y fijará el
máximo de préstamos que el Consejo de administración estará autorizado a contratar
durante el ejercicio siguiente. La asamblea general es convocada por______________
(poner aquí la manera cómo será dado este aviso), al menos ocho días antes de la
reunión.
Puede convocarse una asamblea general extraordinaria todas las veces que el
Consejo de administración lo juzgue necesario.
ART. 18. – La asamblea general delibera válidamente, sea cual sea el número de
miembros presentes, salvo en el caso en que se haya de deliberar sobre una
modificación de los estatutos o sobre su disolución. En este caso, no puede deliberar,
sino en el caso de que la mayoría de sus miembros estén presentes, si no hay lugar para
convocar una segunda asamblea general, que delibere válidamente, sea cual sea el
número de miembros presentes.
En ningún caso la asamblea general podrá modificar los artículos 19, 20 y 21 de
los presentes estatutos.
Disolución del sindicato
ART. 19. – En caso de disolución del sindicato, el material es vendido y el
precio es ingresado, así como los fondos de reserva, en la caja rural del municipio de
______________, que formará con él una reserva especial cuyas rentas serán ingresadas
en dicha caja y serán empleadas en la fundación de un sindicato análogo, cuando las
necesidades se hagan sentir. En ningún caso estos fondos pueden ser repartidos entre los
sindicadosNOTA
.
ART. 20. – En caso de disolución de la Caja rural antes de la reconstitución de
un nuevo sindicato, la asamblea general que pronuncia la disolución de la caja decidirá
válidamente la atribución de esta reserva especial a una obra de utilidad general, así
como de su reserva propia.
NOTA
Se encontrarán diversos modelos de “reglamento interno”, así como la indicación de las
formalidades a cumplimentar para la inscripción del sindicato como miembro de la caja rural en el librito
del Señor Fontan, Les machines agricoles à la portée de tous.
296
ART. 21. – Cualquiera que sea la mayoría que se pronuncie por la disolución del
sindicato, un grupo de sindicados en número de cuatro, al menos, tendrá siempre el
derecho de declarar que entiende continuar el sindicato con sus riesgos y peligros. En
este caso, los fondos de reserva y el material serían entregados a este grupo que
continuaría el sindicato de acuerdo con los presentes estatutos, teniendo los otros
sindicados el derecho de presentar su dimisión conforme a las disposiciones de los
presentes estatutos.
Visto y certificado en __________, el _____________(con todas las letras)
El presidente del sindicato El secretario
297
ÍNDICE
PRESENTACIÓN……………………………………………………………………. 6
TESTIMONIOS…………………………………………………………………….… 7
BIBLIOGRAFÍA GENERAL………………………………………………………… 13
INTRODUCCIÓN: LA CUESTIÓN SOCIAL……………………………………...…15
PRIMERA PARTE: ECONOMÍA SOCIAL………………………………………... 19
CAPÍTULO I: PRINCIPIOS GENERALES………………………………………… 21
1.- La persona humana
2.- La familia
3.- La sociedad – El Estado
4.- La religión
5.- La asociación
6.- La propiedad
7.- El trabajo
8.- La remuneración del trabajo – El salario
9.- El capital
10.- La renta
11.- El beneficio, el interés, la usura
12.- Bibliografía
CAPÍTULO II: ESTADO LAMENTABLE DE LA SOCIEDAD………………...… 43
A. EN LA FAMILIA……………………………………………………………………… 43
1.- La despoblación
2.- El divorcio
3.- Los nacimientos ilegítimos
4.- Los infanticidios
5.- Los niños abandonados
6.- La criminalidad en la infancia
7.- Los suicidios de niños
B. EN LAS COSTUMBRES……………………………………………………………….. 48
8.- Permisividad de la prensa, delitos y escándalos
9.- La permisividad de las calles
C. EN LAS RELACIONES SOCIALES…………………………………………………...… 49
10.- El alcoholismo
11.- La depauperación
298
12.- El capitalismo
13.- El malestar en la industria
14.- La ruina del pequeño comercio y la pequeña industria
15.- La decadencia de la pequeña propiedad
16.- La crisis agrícola
17.- La especulación y el agiotaje
18.- La crisis de los cambios
19.- Los presupuestos obreros
20.- Las obreras de la aguja
CAPÍTULO III: LA GÉNESIS DEL MALESTAR SOCIAL: FALSAS
NOCIONES DE SOCIEDAD, DEL TRABAJO Y DE LA PROPIEDAD…………... 65
1.- El malestar social proviene en primer lugar de una falsa
concepción de la sociedad.
2.- La concepción antisocial, que ha sustituido a la concepción
social cristiana, es el individualismo o el liberalismo
económico.
3.- Las doctrinas del individualismo han sido introducidas en la
vida social por la Francmasonería, bajo la capa de la
Revolución.
4.- Cómo el liberalismo económico ha concurrido, con el
individualismo impío y revolucionario, a desorganizar la
sociedad, preconizando una falsa noción del trabajo.
5.- Por qué razón los principios de la sociedad moderna no
pueden producir sino la arbitrariedad en las leyes, la
inestabilidad en las instituciones, el egoísmo en las
costumbres.
6.- Por qué razón, bajo la influencia del individualismo, la lucha
ha reemplazado a la armonía entre los hombres y el pueblo ha
sido conducido, por una reacción exagerada, a desear el
colectivismo.
7.- La falsa noción de la sociedad ha engendrado la falsa noción
de la propiedad.
8.- La falsa noción de la propiedad ha falseado el reparto de los
bienes.
9.- La falsa noción de la propiedad ha engendrado la usura.
10.- La usura ha producido la proletarización de las clases
humildes.
11.- La usura ocasiona la desaparición de las familias guardianas
de las tradiciones, en beneficio de algunos especuladores.
12.- La democracia socialista viene a ser forzosamente el ideal del
pueblo.
13.- La anarquía parece al pueblo el medio más seguro de realizar
este ideal.
14.- Cómo terminará esto.
15.- Cómo el abandono del Decálogo y del Evangelio resumen
todas las causas del mal social.
299
CAPÍTULO IV: DOS AGENTES PODEROSOS DEL MALESTAR
SOCIAL: LA FRANCMASONERÍA Y El JUDAÍSMO…………..…………….. 81
A- FRANCMASONES Y LUCIFERINOS……………………………………………….. 81
1. – ¿De dónde viene la Francmasonería?
2. – ¿Cuál es el objetivo de la Francmasonería?
3. – ¿Cuál es la organización de la Francmasonería? ¿Cuáles son
sus cuadros?
4. – Sus hechos importantes
5. – ¿Qué remedios hay para este inmenso peligro social?
6. – Obras de consulta sobre la Francmasonería
B- LA INVASIÓN JUDÍA………………………………………………………………. 88
1. – Sus confesiones
2. – Su poder
3. – Sus principios y sus doctrinas
4. – Los diques derribados
5. – El remedio
6. – Obras de consulta
CAPÍTULO V: LOS FALSOS REMEDIOS: EL SOCIALISMO Y LA
ANARQUÍA………………………………………………………………………… 97
1. – La historia del socialismo
2. – Lo que no es el socialismo
3. – Lo que es el socialismo
4. – Las varias formas de socialismo
5. – Del socialismo a la anarquía
6. – Refutación racional del socialismo
7. – Refutación por el absurdo
8. – Confesiones cínicas
9. – Una palabra a los moderados
10. – Las pruebas
11. – Otros ejemplos igualmente concluyentes
12. – Conclusión: Por qué no soy socialista
13. – Bibliografía
CAPÍTULO VI: LOS VERDADEROS REMEDIOS: LA ACCIÓN DE
LA IGLESIA………………………………………………………………………… 111
1. – Principio general
2. – El hecho histórico
3. – En la enseñanza y en la acción de la Iglesia está la salvación
4. – Un llamamiento supremo
5. – Las fuentes
6. – Las obras – Su necesidad
7. – Conclusión – Lo que debe ser el sacerdote
300
CAPÍTULO VII: LOS VERDADEROS REMEDIOS: LA ACCIÓN
DEL ESTADO …………………………………………………………………….. 119
1. – Reposo del domingo
2. – Libertad de enseñanza
3. – Disminución de las cargas militares
4. – El respeto de las inmunidades eclesiásticas
5. – La reforma del impuesto
6. – El agiotaje y la usura
7. – Las pequeñas posesiones rurales
8. – La libertad de testar
9. – La disminución de los gastos de la justicia
10. – Incautación y cesión de salarios
11. – La representación del trabajo y de los intereses profesionales
12. – De las Comisiones mixtas de patronos y obreros para la
vigilancia de las fábricas, de los talleres y de los Consejos
de fábrica
13. – La jornada máxima de trabajo
14. – Revisión de las leyes sobre el trabajo nocturno, sobre el
trabajo de las mujeres y de los niños.
15. – La personalidad civil de los sindicatos
16. – El salario mínimo
17. – El contrato de trabajo
18. – Las cajas de pensiones y los seguros
19. – Convenios internacionales
CAPÍTULO VIII: LOS VERDADEROS REMEDIOS. LA ACCIÓN DE
LAS PARTES INTERESADAS, PATRONOS Y OBREROS……………………135
1. – Deberes de los patronos relativos a la vida física del obrero
2. – Deberes de los patronos relativos a la vida moral de los obreros
3.- Deberes de los patronos relativos a los intereses temporales de
los obreros
4. – Deberes de los patronos fuera de la fábrica
5. – Los medios de acción
CAPÍTULO IX: LOS VERDADEROS REMEDIOS: LA ACCIÓN DE
LAS ASOCIACIONES PROFESIONALES………………………...……………141
1. – Nociones históricas
2. – Principios generales
3. – La corporación en la gran industria
4. – La corporación en las artes y los oficios
5. – La corporación en la agricultura
6. – La corporación en las profesiones liberales
7. – El patrimonio corporativo
8. – Conclusión
301
APÉNDICE A LA PRIMERA PARTE: PROGRAMA DE LAS
REFORMAS SOCIALES CRISTIANAS, ADOPTADO POR LA
OBRA DE LOS CÍRCULOS CATÓLICOS DE OBREROS……………………….. 149
SEGUNDA PARTE: OBRAS SOCIALES……………………………………….. 153
CAPÍTULO PRELIMINAR: HAY QUE IR AL PUEBLO………………………. 155
CAPÍTULO I: LAS CORPORACIONES Y LA OBRA DE LOS CÍR-
CULOS……………………………………………………………………………… 163
CAPÍTULO II: DE LA VISITA ANUAL DE LA PARROQUIA POR
SU PASTOR………………………………………………………………………... 167
CAPÍTULO III: ¿POR DÓNDE HAY QUE COMENZAR Y CÓMO
PROCEDER? ……………………………………………………………………….. 173
CAPÍTULO IV: LOS SINDICATOS AGRÍCOLAS………………………………. 177
A. Servicios profesionales………………………………………………………. 181
B. Servicios económicos……………………………………………………….. 181
C. Servicios morales y sociales……………………………………………….… 183
APÉNDICE I: Ley del 21 de marzo de 1884 sobre los sindicatos profe-
sionales ……………………………………………………………………………… 187
APÉNDICE II: Proyecto de estatutos para un sindicato agrícola comunal…………189
APÉNDICE III: Proyecto de reglamento interno………………………………….. 192
Publicaciones que consultar sobre los sindicatos
CAPÍTULO V: LA BUENA PRENSA………………………………….………… 195
CAPÍTULO VI: LAS CAJAS RURALES DE CRÉDITO………………………… 205
CAPÍTULO VII: LOS CÍRCULOS RURALES…………………………………… 211
CAPÍTULO VIII: LOS ECONOMATOS Y COOPERATIVAS………………….. 217
CAPÍTULO IX: LAS CAJAS DE FAMILIA……………………………………. 221
CAPÍTULO X: EL SECRETARIADO DEL PUEBLO……………………………. 225
CAPÍTULO XI: CÍRCULOS CRISTIANOS DE ESTUDIOS SOCIA-
LES Y CONGRESOS OBREROS…………………………………………………. 227
CAPÍTULO XII: LA TERCERA ORDEN DE SAN FRANCISCO………………. 233
302
Obras prácticas sobre la Orden Tercera, necesarias al sacerdote…………………… 236
CAPÍTULO XIII: PATRONATOS Y CÍRCULOS JUVENILES………………… 237
Obras útiles a los directores de los patronatos
CAPÍTULO XIV: LA ARCHICOFRADÍA DE LAS MADRES CRIS-
TIANAS……………………………………………………………………………… 243
CAPÍTULO XV: LAS FRATERNIDADES Y CONGREGACIONES
DE LA SANTÍSIMA VIRGEN……………………………………………………… 247
Asociación de Hijas de María – Asociación de los santos Ángeles
CAPÍTULO XVI: RECUERDO DE ALGUNAS OBRAS ANTIGUAS
QUE NO SON ESTUDIADAS ESPECIALMENTE EN ESTE MANUAL………... 253
A- Obras de acción general……………………………………………………… 253
B- Obras de piedad y de apostolado…………………………………………….. 254
C- Obras de caridad y de patronato………………………………………………255
CAPÍTULO XVII: LAS ESCUELAS CRISTIANAS LIBRES………………….. 257
1.- Del establecimiento de las escuelas cristianas
2.- De la inspección
3.- Admisión de niños de ambos sexos y de niños menores de
seis años en las escuelas primarias.- Formalidades de
apertura para las clases infantiles.- Guarderías
4.- Formalidades exigidas para la apertura de las escuelas
privadas
5.- De la oposición a la apertura de una escuela privada
6.- Cierre de escuelas y prohibición de maestros privados
7.- Otras sanciones legales
8.- Bibliografía
CAPÍTULO XVIII: EJEMPLO DE ACCIÓN PATRONAL CRISTIANA
EN LA FÁBRICA DE HILADOS DEL SEÑOR VRAU, EN LA CIUDAD
DE LILLE……………………………………………………………………………. 269
CAPÍTULO XIX: EJEMPLO DE ACCIÓN PATRONAL EN LA FÁBRI-
CA, EN EL CAMPO. HILANDERÍA DE LOS SEÑORES HARMEL EN
VAL-DES-BOIS………………………………………………………………………271
CAPÍTULO XX: EJEMPLO DE ACCIÓN PATRONAL EN UNA EX-
PLOTACIÓN AGRÍCOLA…………………………………………………………. 277
CAPÍTULO XXI: MONOGRAFÍA: COFRADÍA, SINDICATO Y CAJA
DE CRÉDITO EN UNA PARROQUIA RURAL DE SAONE ET LOIRE………. 279
Cofradía de san Isidro. Reglamento- Algunas notas sobre el sindicato de
P… - Notas sobre la banca popular.
303
CAPÍTULO XXII: MONOGRAFÍA: SINDICATO Y OBRAS CONEXAS
EN UNA PARROQUIA RURAL DEL ALTO MARNE…………………………… 287
APÉNDICE I: Formalidades administrativas concernientes a los sindicatos……… 291
APÉNDICE II: Sobre los sindicatos de industria agrícola…………………………. 292
Proyecto de estatutos del sindicato industrial agrícola del municipio
de___________
Organización del sindicato – Composición del sindicato – Compra y
alquiler de máquinas – Administración del sindicato – Disolución del
sindicato.
ÍNDICE……………………………………………………………………………… 297