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I ealA LITER U YEN EL ARTE
carlos martinez moreno
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12La irrupción del siglo XX
Muchos temas dentro de un tema
Las ceremonias del consumo
Paseos par la Nueva Troya-----------'-------------------
Montevideo de las vanguardias y los ismos: el Centenario
En qué sentido un arte puede ser' referido a una ciudad
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La ciudad en que vivimos 32
Dos décadas, dos hechos
l. El regreso de Torres - Gorda
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11. La afirmación del teatro 48
La experiencia de un chasco: La TV "nacional" 52
Estos tiempos de crisis 56
Bibliografía
MUCHOS TEMASDENTRO DE UN TEMA
También el cronista, el poeta, el narrador, el dramaturgo reclaman, desdela actitud creadora o recreadora, el derecho a iluminar la noche delpasado, a penetrar en la tierna y monótona cotidianidad de 105 barri~s,
a exaltar la gracia familiar de las esquinas, a cantar la saga herOicao la balada melancólica de las calles y sus personajes. Es. que el Montevideo multidimensional que a un tiempo nos acongoja y cautiva, que nosminimiza y persuade, que nos enajena y confirma, no es solamente arquitectura congelada, exterioridad de escenario tumultuoso o recoleto:es en mayor medida aun, el espejo de nuestra memoria, y nuestra m~
moria misma, la dimensión material de nuestra cultura y nuestra propiacultura, el campo de maniobras de nuestra sociedad.
Daniel Vidart, El gran Montevideo.
¿Montevideo en la literatura y enel arte?: hay muchos temas dentrode este tema. 0, mejor dicho, untema enunciado así se convierte enun surtidor de pel'{llejidades.
Alguien podría pretender que emprendiésemos la historia de la literatura y el arte desde la fundaciónde Montevideo (1724 ó 1726) hastahoy mismo. Sería demasiado vastoy al mismo tiempo, demasiadoi~útil: un largo catálogo de literatos, de pintores, de escultore.s,de músicos. Es cierto que habnaun modo más inteligente, y sutilmente más ambicioso: dar con otra
'forma de escribir la historia delpaís, refiriéndola a sus creadoresartisticos, no todos ocupados endar la imagen de esta cabeza demasiado aplastante sobre el cuerpo dela República.
Una segunda posibilidad, ya másfactible seria la de proponerse aMontevideo como tema, como inspiración, como provocación y no sol~
mente como sede o como escenanoo como ámbito; como soporte y como mercado -al mismo tiempode una literatura, de un teatro, deuna pintura, de. una escultura, deuna música. El protagonista de talversión sería entonces Montevideo yno los creadores. La' ventaja dehacer de Montevideo el protagonista actuante sería la de obviarel papel pasivo,. íninteresante, qu~.
le correspondería si nos limitáramos a' censar cómo ha sido vista,descripta o cantada la ciudad, suponiéndola fija, quieta, inmóvil,siempre igual a sí misma a travésdel tiempo.
y queda una tercera (como deben quedar una cuarta, una quinta, quién sabe cuántas posibilidades), que es la más tentadora.
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pero resulta irrealizable en losliniites de esta serie de NUESTRATIERRA: la de utilizar la creaciónartística como un inventario demanners and morals, de usos ycostumbres de una ciudad o, pormejór precisarlo, de una socieda'dhumana que vive, a lo largo de lasedades, en una ciudad: cuál es laverdadera faz de Montevideo, indagada por debajo de cosméticos,recabada en la obra de sus artistas,descifrada en las insatisfacciones orechazos qUe subyagan a esa obra.Seria inevitablemente, un librodemi~tificatorio y de denuncias(asi, en plural) al modo de Limala honible, de Sebastián SalazarBondy. .
Hemos abrazado, finalmente, unplan que de algún modo aludaa este designio provisionalmenteinalcanzable, que prepare a él, comola primera prueba de un traje aun traje hecho. Nos proponemos
apUIÍtar, así sea de pasada, algode lo que Montevideo importó comoterna y también como escenario;algo de lo que creó y mucho delo que consumió como mercado deesa misma creación y, en gradode cotejo variable al cambio de losaños también de la creación extranjera. Lo que Montevideo dejóhacer y lo que Montevideo impidióque se hiciera, en el terreno de lacreación. Veremos si hay más deun Montevideo en el tiempo y másde un Montevideo simultáneo encada época, desde las quintas delPrado a los prostíbulos del Bajo,en cuanto unas y otros, claro está,hayan motivado alguna forma decreación artistica, en toda una gama que puede ir desde Herrera yReissig, Mendilaharsu o Carlos Ma.Herrera, hasta el tango. Montevideo con sus cenáculos y con susboliches Y también el Montevideode las distintas edade,s; el Monte-
Blancos techos son tu espalda I y tu cintura la mar.
video de los viajeros, "Montevideovisto desde la rada", como ha dicho Argul; el Montevideo de lossitios históricos, el Montevideo quecrece hasta estallar en la grancrisis del 90, el Montevideo del 900y la belle époque, el Montevideo aúnoptimista de los Centenarios, elMontevideo de las revisiones y lascrisis, que se abre en 1933 Y siguetodavia sujeto a examen.
Si se quisiera considerarlo porclases sociales -y no seria muydificil una trasposición de barriosa clases sociales (pero el temade los barrios figura en otras entregas de esta serie)- el Montevideo del patriciado que se resquebraja hacia 1890 y empiezaalli su proceso de deterioro; elMontevideo de la clase media. enque cuaja --dentro delperimetrode la capital, y oponiéndose a uncampo intocado en las estructurasde su latifundio- el ideal de laera batllista, con sus absorbentescentralismos, con sus cándidos opti-
. mismos, con el irrealismo y el inmovilismo de las instituciones enreposo; y luego el Montevideo deestos años de crisis, de violencia.de cegueras en 10 alto, de imprecisas inquietudes de cambiar en unapoblación desorientada, despistada,desinformada pero ya ahora irreversiblemente escéptica y desconfiada, tras la quiebra irreparabledel modelo batllista, ruptura quese gesta en 1933 pero se profundiza en estos dias criticas, llenosde destino. y también en una visiónde superficie, el Montevideo de lasélites y el Montevideo de la cintura, el Montevideo de los nightsy el de los cantegriles, el Montevideo de las orillas y el Montevideo del fútbol (otro mito en caidaJ.
Todo eso, repetimos, en la medidaen que estas indagaciones, en queestas desacomodaciones Y estas aspiraciones estén ya apareciendo enla obra de los aristas. Porque losartistas suelen ser rebeldes acumplir las citas de la Historia
con la misma puntualidad que 1m;gobernantes o los "ejecutivos". Losartistas, en todo caso, no como minoria esclarecida y conductora, sinocomo fragmento sensible de un todo. Los artistas como testigos, nocomo profetas ni como guias.
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LAS CEREMONIAS DELCONSUMO
Montevideo no gustó mucho del arte verdaderame.nte clásico en susautores maestros o en sus secuaces hábiles... Lamentablemente,' prefirió las parodias anacrónicas de un neo-veneciano... a un Ticiano oa un Longhi; a los paisajistas del siglo XVII anteponían las LagunasPontinas de Enrique Serra. Este público querl'a brillos en vez de. luces,los objetos bonitos en vez de las formas bellas, los desnudos en paz conla anatomía, las flores de una jardinería de se,lección ...
El mal gusto ha tenido un largotiempo el sello de la preferencia--yen cierto modo aún sigue teniéndolo- en esta capital culturaly política del país.
Habrá quien lo disculpe llamándolo democrático, habrá quien sectarice llamándolo batllista; y hahabido efectivamente una forma demal gusto liberal y laico, que define a Montevideo más que a otrasciudades del continente Es un malgusto que en su hora fue antitradicional y novelero, hijo de la insuficiente cultura, del mal aleccionamiento educativo que se ha impartido a una clase media urbanallamada a dar el tono de vida dela ciudad: ese mal gusto explicahistóricamente al retrato iluminado de los abuelos, a la garza deuna sola pata sobre el estanquede lotos, a las horribles naturalezas muertas (liebres, patos, perdices) de comedor. Y por un tiempo arrincona al mal gusto hagiográfico de las estampas de santoso de las llagas de Cristo. Es lo quealguíen ha llamado con propiedadel sub-arte, artículo de consumoque ha sido íncontrastablementemayoritario en las preferencias delmontevideano.
Porque si una oligarquia culta,porque si un patriciado bien apercibido de novedades europeas, porque si una élite afrancesada dieron alguna vez el tono del gustode la ciudad, eso ocurrió en lostiempos de la ciudad pequeña, apenas saliendo de sus pretensionesy platitudes de aldea. Después, como conductora, esa minoría desapareció; se dejó estar, 'decayó, dimitió en los hechos.
El Montevideo que emergió dela Guerra Grande, ctm el recuerdo
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J. P. Argul,
de sus franceses, con el aporte inmigratorio de sus italianos, comulgó en las ceremonias de la óperay el drama. Consumió en muchomayor medida de lo qUe produjo,de lo que creó y -lo que es másgrave- de lo que consintió quealgunos, dentro de casa, crearan.Pasaron los divos del bel canto,recalaron algunas veces los ilustresdirectores de orquesta, los mejorescomediantes, casi nunca los grandespintores; llegaron en ediciones españolas baratas, las novedades filosóficas y literarias de Europa.La creación cultural, la creaciónartística locales fueron ralas o estuvieron limitadas a círculos. Laaldea que ya crecia fue, como colectividad humana, un tanto estólida. Sus formas de diversión (lostoros, de los qUe casi no ha quedado testimonio de creación artistica que los atestigüe) no crearonarte. Si ahora la mentalidad consumidora prosigue -y toda ciudadha de tener miles y miles de consumidores, so pena de no alimentar creadores- ella se advierte almenos activa, más enterada, másacuciosamente inquieta: el teatroindependiente en nuestro siglo (y
Las artes plásticas en el Uruguay.
desde fines de los años 40), elcine, la música (la clásica, el jazzy sus derivaciones, las sucesivasnuevas olas y el inmarcesible peroya retorizado tango), y por supuesto las artes plásticas, tienen hoypúblicos preocupados, competentes,exigentes, contraídos y serios. Existe eso que alguien llamó "filatelia cultural", que es el estigma inevitable del esnobismo en las ciudades y, más aun en aquellas cuyocrecimiento ha sido apresurado ydispar; existen exageraciones deconsumo, de la mentalidad consumidora: los filmes y las obras de teatro reciben cuantitativamente máscrítica y exégesis que en los pro~
pios lugares en que -con máspoderosos estimulos- se crean; pero aun esas demasias han venidocreando ,expectativas, ofreciendo caminos, abriendo posibilidades: hayahora escenarios dispuestos a montar obras nacionales, editores propensos a publicarlas, revistas inclinadas a comentarlas, público decidido a leerlas, compradores y coleccionistas má,,· fáciles para laplástica nacional qUe para las grandes firmas extranjeras. Es el revés
bienhechor de una realidad inciertay oscura: al sentirse vacilante ensu porvenir y expuesta a sus dificultades presentes, hay una sociedad volcada afirmativamente a indagarse, a averiguarse, a conocersemejor. Le importa hacerlo ahora,como no le importaba en tiemposbonancibles. El montevideano cultodel siglo XIX sacaba patente deculto leyendo la última novelafrancesa que le traian los paquetesde ultramar; el montevideano culto de estos días alardea de leer aOnetti, de tener en sU casa un Vicente Martin. Signos de un procesocomplejo y dificil, al que no podemos sino aludir aquí. Un proceso por el cual el mal gusto o elirresponsable anonimato de los gustos standard está retrocediendo,
replegándose y enquistándose en unlumpen cultural, que por desgracia es todavía demasiado extenso.Argul recuerda que Carlos Maveroffpresentó en Montevideo de finesdel siglo una exposición permanente, que concedia lugar de privilegioal cuadro antiguo; y anota queaquella proposición fracasó.
No podemos estar seguros deque, a escala, hoy no ocurriesealgo semejante. Pero en una mejorapertura de gustos y grados culturales, en un más ancho abanicode preferencias y gustos, acasoexistiria en mayor medida un mercado para lo mejor, para lo auténtico.
Inocultablemente, quedan formasmultitudinarias y decadentes de lapropensión colectiva: un fútbol co-
rroído por sus contradicciones internas, vegetando en sus antiguosmitos irrenovables, abocado a escándalos tan tristes como los deuna política en crisis de ciVÍ5mo,sigue aún distrayendo muchedumbres, bien que ya no tan jóvenes.Pero, fuera de que no sea, en símismo, un pasatiempo condenable(y sólo nocivo si se asume comouna mística desplazada, como nepente o como sucedáneo, al modoen que suele ofrecerlo la granprensa), también él puede generarformas de creación artistica, enuna dimensión popular y legitima;algunos periodistas del fútbol estányendo, en ese sentido, más alláde la presente cáscara picoteadadel fútbol profesional de nuestrosdías.
LA CIUDAD DE LOS DUELOS Y LOS LUTOSMontevideo era una ciudad que
estaba siempre pronta a condolersey a llorar, y resultaba frecuente queen una calle animada se recibiera,como un golpe que paralizaba elespíritu, la impresión que daba unlazo de crespón en una puerta.
Era un tazo que iba desde loalto hasta el suelo para anunciar quese estaba velando a alguno. Y lagente, llena de inquietudes, preguntaba. .. Entonces, el hombre tétricoque cuidaba la puerta iba informando.
y la noticia corría por la calle.Entonces se modificaban todas las
actividades del día, se suspendíanlos recibos, se olvidaban las fiestasy se pasaban las gentes la tarde, lanoche y acaso dos tardes y dos noches en velorio ...
Un circulo de sillas vacias, juntoa las paredes de la sala y de laantesala, era 'colocado apresurada
.mente para cuando empezaran a llegar las relaciones, ataviadas de negro, dispuestaS a formar la rueda inmóvil y silenciosa. Y eran allí horasde congoja, con los ojos bajos, enuna seriedad respetllQsa, cortada atleces por algún lloro o por unaoración.
y después; cuando aquellas primeras horas pasaban y la ciudad seiba desentumeciendo, la casa del dolor permanecía como aparte de todo,cerradas las ventanas, entornada lapuerta, el piano con llave; todoshablaban en voz baja; los niñosno jugaban ...
La costumbre exigía que los hombres, igual que las mujeres vistieran de negro, con corbata negra,
fumo negro opaco en el sombreroy guardas negras en los pañuelosy en las tarjetas. Pero el verdaderopeso del luto lo llevaban las mujeres;el rigor del mismo se ensañaba conellas y les paralizaba toda actividad.Tenían que ponerse obligatoriamente un manto de pesado merino opaco, caliente en verano y helado eninvierno, prendido al cuello por unalfiler negro y una gorra diminutade crespón con velos que debíanllegar hasta el suelo: uno para tapar la cara, otro para cubrir lafigura. .. Yesos velos eran comomuros que se alzaban entre la mujer'y el mundo y que la hacian salir ala calle como si no anduviera porella.
J. L. A. de Blixen: Novecientospp. 96/7.
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PASEOS POR LANUEVA TROYA
Los primeros VIaJeros describen ydiseñan el casco de la plaza fuerte: susilúeta coronada por laMatriz, vista desde la bahía. Soncronístas, son díbujantes. Se extasían (o fíngen, por cortesía, extasiarse) ante el Cerro y sus atardeceres; presentan a la población deMontevideo como cúlta, homogénea, morigerada y alegre. Es unavísión arcádica que hoy.. perteneceirremediablemente al pasado, quees meramente tópica y queda enclavada en lo más superficial ysomero de nuestra chata conformación colonial. Los esparcimientos, la acendrada afición lúdica,los íncipientes rasgos de una idiosincrasía montevideana, son anotados a veces con perspicacia, casisiempre con malicia. Son Pernety,Brambila, William Gregory, Palliere, Bougaínville, Malaspína, Sto Hilaire; y ya en tiempos de la GuerraGrande, serán D'Hastrel y otros.
Pero nada de eso se erea propiamente dentro de los muros deMontevideo. A poco, sín embargo,la vicisítud bélica producirá enMontevideo un tipo sui géneris deliteratura comprometida.
Francisco Ácuña de Fígueroa--que, a la vuelta de unos años,sería el autor de la letra del Himno Nacional- queda encerrado enel recinto de Montevideo cuandoartíguistas y porteños ponen sítioa la plaza realista. "Nuestro prímer escritor cabal será durantemedío siglo la voz montevideana",escribe Real de Azúa. Y, en efecto,el Diario Histórico del Sitio deMontevideo relata, con prolijidadcotidíana, con ínextírpables prosaísmos de circunstancía, las peripecias de sitiados y sitiadores, lasomisiones del Vigía, los silencios
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de la Gaceta, los episodios menudos: un fratricidio culposo, la muerte de un ladrón de gallinas despedazado por los perros, la faltade raciones de carne en el hospital,las actuaciones del cómÍco Estremera, el degilellopasional de unamujer, el carnaval, el Judas enque Sarratea es quemado en efigiey, claro está, el detalle de las escaramuzas de todos los días, conel apéndice mensual del recuentode muertos. Y; mencionado a propósito de emboscadas, desencuentros y refriegas, aparece por primera vez en nuestra literaturaun Montevideo fisico que ha con
.servado parte de su toponimia.Acuña de Figueroa estampa en susversos los nombres del Cerro, delCerrito, de la Fortaleza, del Ombú(y otras veces, Ombú de Grandalo Quinta de Grandal), del Cristo,de la Figurita, del Cordón, de laAguada, de las Tres Cruces, delBuceo, del Arroyo Seco, de ElMolíno, del Saladero de Zamora,de la Capilla de Pérez, de la Quínta de Artecona, de "lo de Batlle",de la: casa de Sotilla, de la Quíntade Sostoa, de la Quinta de Síerra,
Oliendo a Montevideoy del Ce....ito al Buseoy del Buseo al Ce....ito
Ascasubi, Paulíno Lucero.
de Peñarol, de la Quinta de Palacios, de la Casa de Roteño oMonte de Roteño, de la Estanzuela,de las tierras de Propios, de laCasa de Ortega, de la playa dePérez, del Horno del Porteño, delSaladero de Silva, de "lo de Llambi"; además -por supuesto-- delas referencias centrales a la Matriz y al Cabildo. Toda una configuración del MOl).tevideo de 1812-14aparece, así, a la consideracióndel estudioso actual, en aquel textodefínitiviunente olvidado. No es unacta de nacimiento en lo literaríosíno, en mayor medída, un documento agenciado por la facilidadde versificación de un testigo implicado. En algunos versos, Acuñade Fígueroa aparece como enemigodeclarado de los patriotas: tal veza eso se deba su flaca posteridadhístóríca.
Treinta años después, la GuerraGrande promoverá a Montevideo"la cual sitiada ocho años, culmínóla notoriedad. universal que leacompañó desde sus origenes", según dice Pivel Devoto en el prólogo a Montevideo Antiguo, de Isídoro De María; obra que. aunque
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publicada por: primera vez en 1887,refleja la vida cotidiana del Montevideo de fines del siglo xvmy principios del XIX, recogida entestimonio de sitios, personajes populares, anécdotas, lugares, rincones, oficios y costumbres, por unautor ya senil, que en su juventudha consultado a las gentes y estudiado la Historia.
El Montevideo de la GuerraGrande es, además, una encrucijada internacional. Lo más granado de la inteligentsia argentinaunitaria, perseguida por Juan Manuel de Rosas, se refugia entre losmuros de la plaza asediada, donde
Fig'lraos no una mujer, sino unahorca bautizada con ese nombre porel vulgo, ya sabréis por qué, quedejó que contar, pero no plata.
Allá por el año 23, surgió la gue·rra entre lusitanos e imperiales. DonÁlvaro Da Costa estaba al frentede los primeros y con él el Cabildo.El Barón de la Laguna era el jefesuperior de los segundos en campaña.
El capitán Pedro Amigo, hijo delpaís, había marchado al campo, comisionado por el Cabildo, a promo·ver reuniones contra los imperiales.
Quiso su mala estrella que lo toomasen prisionero, acusándole de estoy aquello. Lo condenaron a la penade horca, a pesar de la valiente de.fensa que hizo de él don JoaquínSuárez, nombrado defensor, y alen·tado secretamente por un personajede la llamada Logia de San José.
Para ejecutarlo, mandaron construiruna horca o rollo, como la llamaban.
acampan también las legiones deitalianos y franceses. Hay un augecultural que ilustran nombres como los de Esteban Echeverría, Hilario Ascasubi, José Marmol, Rivera Indarte, Florencia Varela;Isidoro De María dio forma, poresos años, a los Anales de laDefensa de Montevideo que, aunque pedestres, minuciosos y administrativos, cumplen una funciónafín a la del Diario poético deAcuña de Figueroa con relación·al sitio de 1812-14. Los Anales verán recién la luz en 1883 perodocumentan, en cuatro tomos y untotal de ochenta y dos capítulos
"LA MARIQUITA"La probaron con un perro, y comola hallasen buena, ejecutaron en ellaa un portugués traído de la Coloniaclasificado de bandido. A esa eje·cución siguió la de Pedro Amigo,en Canelones. Después no se hizomás uso del rollo.
Lo trajeron a la plaza a su en·trada el año 24, arrinconándolo en
el Cabildo, haciendo compañía a laescalera de las azotainas de la escla·vatura.
Sucedió por ese tiempo, la perpetración de un crimen alevoso, cometido en la persona de una respetableseñora -doña Celedonia Wich deSalvañach- por dos de sus criadas,que impresionó profundamente a lasociedad de Montevideo. La ultimaron con tenedores y luego arrojaronel cuerpo desde el mirador del patio.
Juzgádas, fueron condenadas a lapena de horca, y a presenciar la eje·cución un mulatillo menor de edad,
. que ocupan mil doscientas cuarenta páginas, el proceso de aquellosaños decisivos (1842-51L
Ése es el Montevideo que, t.'omoescenario implícito y aveces explícito (alguna media caña gauchamenciona también al Cerro, el Cerrito, el Miguelete y la Figurita)ocupa los versos del Faulino Lucero de Hilario Ascasubi -másinspirado y odiador, más enconadoy zafado que el Diario de Acuñade Figueroa-; es el Montevideoo Una Nueva Troya que AlejandroDumas escribe por encargo de Facheco y Obes; es el que --bienque pasada ya aquella larga ges-
cómplice del cri~len. Se trepidabaen ejecutar la sentencia, por recaeren mujeres. Se fue hasta el Empera·dor, en solicitud de ello, y obtenidoel beneplácito imperial, se ejecutóal fin la sentencia que recordamoscon pelos y señales.
Las dos homicidas marcharon alsuplicio. Una de ellas, la principal,se llamaba Mariquita, y de ahí elnombre que le quedó al rollo, enel dicho popular.
Consumada la justicia, flleron .sus·pendidos los cuerpos de las ajusticiadas en la cruz de la horca, que·dando así colgadas a la expectaciónpública por algunas horas.Ésa fue la mentada Mariquita, queno volvió a funcionar despl/f's deese espectáculo.
Se haria leña.
De María: Montevideo Antiguo 1'. I [pp. 250/51.
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ESTA MONTAÑA SE LLAMA EL CERRO
Acúña de Figueroa: versificadordel sitio, visto desde el ladoespañol.
ta- aparece referido como "estaciudad de luchas, asesinatos y súbita muerte" que "también se llama a si misma La Reina del Plata", en las páginas de La tierrapúrpurea, de W. H. Hudson.
Por aquellos años, los primerosretratistas han empezado a pintara la gente acomodada de la épocaCayetano Gallino, maestro de Blanes, permanece en el país entre1833 y 1848 Y pinta a la sociedad
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montevideana de su tiempo, quees "la del pleno romanticismo".Hay un retrato de Garibaldi, entreotros no menos buenos. El francésGoulu ya habia estado para entonces por Montevideo, aunque sindejar la honda huella y la fecundasimiente del maestro genovés.
"Menos significación tienen enese tiempo --dice Argul- los nom-
Cuando el viajero llega de Europa en una de esas naves que losprimeros habitantes del país tomaron por casas volantes, lo primeroque divisa, una vez que el vigiaha gritado ¡ tierra!, son dos montañns: una de ladrillos, que es lacatedral, la iglesia madre -la matriz como allá se dic€-; y otrade piedra, salpicada de algunasmanchas de verdura y culminadapor un faro: esta montarza se llama el Cerro.
Luego, a medida que se va aproximando, por ,las torres de la catedral cuyas cúpulas de porcelanabrillan al sol; a la derecha elfanal colocado .sobre el montículoque domina la vasta llanura, distingue los miradores innumerablesy de variadas formas que coronancasi todas las casas; luego, esasmismas casas, rojas y blancas, con·sus terrazas, frescos refugios en ·lanoche; luego, al pie del Cerro,los saladeros, vastas construccionesdonde se sala la carne; y después,en fin, al fondo de la bahía ybordeando la mar, las encantadorasquintas, delicia y orgullo de loshabitantes y que hacen que, losdías de fiesta, no se oigan por las
bres de los pintores uruguayos:cita a Diego Furriol (1803-41>, aJuan Secunamo Odojherty (180759) y a Juan lldefonso Blanco(1812-1889) "autores de retratos alóleo y miniaturas de próceres dela época colonial y de patriotas dela independencia". Esos nombres,como los de Manuel Mendoza olos Ximénez, interesan hoy más a
calles más que estas palabras:"¡Vamos al Miguelete!", "¡Vamosa la Aguada!", "¡ Vamos al arroyoSeco!"
Luego, si echáis el ancla entreel Cerro y la ciudad, dominada,de cualquier punto que la miréis,por su gigantesca catedral, Levia·tán de ladrillo que parece hendie·ra las olas de casas; si la canoaos lleva rápidamente, con el esfuerzo de sus seis remeros, hastala playa; si, de día, observáis porlos caminos de esas hermosas quintas grupos de mujeres ataviadasde amazonas y caballeros en trajede montar; si, por la Roche, através de las ventanas abiertas qltederraman en las calles torrentes deluz y de armonía, oís el canto delos pianos o los gemidos del arpa,los trinos alegres de las cuadrillaso las notas melancólicas de las romanzas, es que estáis en Montevideo, la virreina de este gran riode la Plata del cual Buenos Airespretende ser 'la reina, y que sevierte en el Atlántico por unadesembocadu;a de,ochenta leguas.
Dumas: "Montevideo o una NuevaTroya" - pp. 35 y 36.
Garibaldi por Gallino: los i~alianos en nuestro siglo XIX.
los Museos de Historia que a laspinacotecas. No sucede así con Gallino, aunque sus obras se conserven en el Museo Histórico; ní sucederá con el ilustre fundador denuestra pintura, Juan Manuel Blanes.
Extranjeros y nacionales ven laciudad: extranjeros son Palliere yD'Hastrel; extranjeros son quienesdotan a Montevídeo de algunas desus principales obras arquítectónicas: Andreoní hará el Hospital Italiano, el Club Uruguay y la Estación del Ferrocarril, Gaetano Morettí el Palacio Legislativo; extranjeros son los autores de algunos de sus principales monumentos: Zanelli el de Artigas, CullantVarela el del fundador de la ciudad, un olvidado forjador francésnos hará la broma fálica de laverja de la Plaza Zabala; extranjeros delinean sus parques; extranjeros la describen, desde laaproximación romántica de Dumashasta esa apócrifa relación del Barrio Sur en Rayuela de Cortázar. Ciudad marítima, abierta atodos los vientos, lo está tambiénal paso de la atención de todoslos hombres. Y si en la escuela,leyendo los libros de Figueira,aprendimos de memoria "Ahí estás Montevideo ; Extendida sobreel río / Como virgen que en estio /Se ve en el lago nadar; La Matrizes tu cabeza; Es la Aguada tuguirnalda / Blancos techos son tuespalda / Y tu cintura la mar",también en seguida supimos queel autor de esos versos (que nuestra memoria sentimental disputaal juicio crítico que los tacha demalos) había sido Luis Dominguez,un argentino. Reproducciones deMiguel Angel, Verrocchio y Dona-
tello compiten ventajosamente connuestros escultores vernáculos. Y sien la tarea de llenar las plazas dela ciudad con lo que alguna vezBorges llamó "guarangos de bronce"ha habido mucha mano (y no pocamala mano) de escultores uruguayos, todo indica que el Montevideoartístico no padece ciertamente dexenofobia. Y por años de años hanalternado con los nuestros pintores extranjeros (como M. BartholdJen la pingüe tarea semiartística
de pasar a la inmortalidad delóleo a nuestra alta burguesía, aveces tan poco memorable.
A cambio de tanta hospitalidad,Montevideo ha sido siempre unaciudad desaprensiva de sus gloriasauténticas: Lautréamont y LaforgUe nacen aquí pero desaparecen,el primero sin dejar casi huella;lo mismo ocurrirá con Nicanor Blanes, bíen que medie una causa familiar en su misterioso ostracismo.Rodó se irá a morir a Palermo co-
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Carlota Ferreira: de Juan Manuel Blanes, cum amore.
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mo corresponsal argentino, una vezque lo desdeña o relega la intransigencia sectaria del poder politico.y el ·rosario de estas historias podria seguirse con más y máscuentas.
Desde el final de la GuerraGrande a la crisis del 90, la vidapolitica del pais es singularmenteintensa y la cultural, inextricablemente unida a ella, también. En
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el 68 se funda la Sociedad de Amigos de la Educación Popular y elClub Universitario. En ese mismoaño son asesinados Venancio Flores y Bernardo' Berro. En el 69Elanes pintará el asesinato de Flores y en el 71 el Episodio de la Fiebre Amarilla en Buenos Aires ;enel 75 se escucha por primera vezuna sinfonía de Beethoven en Montevídeo; el año 76 alberga la for-
midable polémica Ramirez-Varela.sobre la Universidad y, de hecho.sobre la filosofía de la época ysobre el país que le es contemporáneo. En el 77 se funda el Ateneo. En el 78 el Maestro GiribaÍdiestrena la primera ópera nacional(¡que se llama La Parisina!) Y enel 79 Zordlla de San Martin escribe La Leyenda Patria. Ese mismo año Elanes pinta El Angel delos charrúas y en el Ateneo seasiste a la primera profesión defe racionalista; en el 80 el católicoFrancisco Balizá da a conocer sumonumental Historia de la dominación española en el Uruguay. Enel 83 Blanes pinta su culminantey carnal retrato de Carlota Ferreira; en el 84 Acevedo Díaz edita su única novela ciudadana, Brenda, que por cierto no figura entrelo mejor de su importante producción novelistica. En el 85 José Pedro Ramirez es destituido comoRector, por el Poder Ejecutivo, ylo sucede en la Universidad el positivista Dr. Vásquez Acevedo. Enel 86 Elanes pinta esplendorosamente la revista de tropas del 85y la divina Sarah Bernhardt deslumbra a los montevideanos desdela escena del Solis. Al año siguiente brotan juntos Tabaré, Ismaely la primera, precoz y luego repudiada novela de Reyles. El 90 es elaño de Nativa, el del viaje de Elanes a Europa y el de la fundacióndel Instituto Verdi por Luis Sambucetti. La crisis del 90 ha detenidola expansión edilicia y financierade Reus y Casey. Ha quebrado elBanco Nacional y han quedado-como saldo de la aventura- dosbarrios de los más típicos de Montevideo; aun hoy, aunque venidosa menos, subsi.;o:ten; y el del Sur
e
Carlos F. Sáez: los elegidos de (0lS dioses- mueren 'íóvenes.
ha inspirado una tela memorablede Alfredo De Simone.
El patriciado ha sufrido el golpedel crack del 90 y no se repondrá.En 1893, Acevedo Diaz publicaGrito de Gloria; y el adolescentegenial Carlos Federico Sáez --elmás portentosamente dotado de lospintores uruguayos- parte a Europa: en su corta vida de 22 añosy un mes (1878-1901) pintará retratos notables y abrirá a nuestrapintura caminos que él no podrárecorrer.
Más larga trayectoria -aunqueno tanto más larga vida- tendrá.el excelente retratista Carlos Maria Herrera (1875-1914) cuyos óleossumergirán a la alta sociedadmontevideana de su tiempo en elaura del modernismo finisecular delque Herrera, hijo de familia patrícia, fue férvido cultor.-·
Así se recorren los tramos finalesdel siglo XIX. Montevideo Ve grandes óperas, atiende a graves y enjundiosas polémicas, escucha a estupendos cantantes, asiste a laapertura de movimientos imbuidos-en las renovaciones filosóficas dela época. Y aunque todo eso laenriquece corno sociedad, no aparece --en la obra creadora de susartistas- como una ciudad que seindague primordialmente a sí misma, ni da testimonios frecuentesde que albergue una colectividadque, en el empeño de sus creadores, se considere como objeto verosímil de un interés reflexivo ydel partido de una entraña propia.Lo que se escribe (primeros librosde Vaz Ferreira, Academias deReyles, prosas de Zorrilla de SanMartín, escarceos románticos y lamartinianos de Herrera y Reissig),
"A.MIGOSDEL
A.RT.~"
:\Iontevideo
.~XPOSICIÚN
8Á.EZ
lo que se escucha (1a Darc1ée,primeras temporadas de Maria Guerrero) parecen tornar un mundoentero corno objeto de preocupacióny de aplicación; cultural, espiritualy artisticamente, el Movimiento deesos años es, en un sentido emparentable con el que convoca ladefinición de los términos militares, -"una ciudad abierta": abiertaa los vientos de la época. a las
concepciones, renovaciones, transformaciones e invenciones de unfin de siglo especialmente conflictivo y brillante. Se diría que, olvidado de sí mismo, a pesar delfragor de algunas de las vicisitudescívicas del pais, desde la jornadatrágica del 10 de enero de 1875hasta la guerra civil del 97, Montevideo vive en cambio la pasiónecuménica de su tiempo.
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José Enrique Rodó, La Novela Nueva.
LA IRRUPCION DELSIGLO XX
náculos (La Torre de los Panoramas, El Consistorio del Gay Saber,éste fundado por salteños trasplantados); porque es una generación de revistas, porque es unageneración de ruedas y círculos(en su libro Novecientos, JosefinaLerena Acevedo de Blixen llama a·Montevideo "ciudad de los círculos"); a los cenáculos literarios, alas tertulias del café Polo Bamba,regidas por la presencia hispanomontevideana de Leoncio Lasso dela Vega, se agregan las comezonesanarquistas del Centro Internacional de Estudios Sociales. "Hacia el900 llegaron al país --escribe ZumFelde- juntamente con los librosde los teóricos del socialismo anárquico, un grupo numeroso de ácratas, desterrados de la Argentina,donde el movimiento ya había adquirido desde poco antes, yen unambiente obrero más propicio, proporciones que alarmaron al gobierno, determinando medidas derepresión."
Un soplo tempestuoso de renovaclon ha agitado en sus profundidadesal espíritu; mil cosas que se creían para siempre desapare.cidas, se hanrealzado; mil cosas que se creían conquistadas para siempre, han perdidosu fuerza y su virtud; rumbos nuevos se abren a nuestras miradas alHdonde. las de los que nos precedieron s610 vieron la sombra, y hay uninmenso anhelo que tienta cada día el hallazgo de una nueva luz, elhallazgo de una ruta ignorada, en la realidad de la vida y en la profundidad de la conciencia.
una ideología de la ciudad; incluso aceptando el reto, el desafío, el antagonismo, la disyuntivaciudad-campo, que por tantos añosha planeado falsamente por encima de las decisiones partidistas yde las definiciones cívícas en laRepúblíca.
Aunque algunos de sus principales integrantes provengan del interior (Quiroga y Viana, Sáez yBlanes Viale, Eduardo Fabini) ovivan y laboren en él (Reyles, tanpionero rural como viajero transatlántico) y aunque la afirmación deMontevideo-Capital no sea materiaexplícita de las preocupaciones generacionales, todo indica que ladel Novecientos es, en mayor medida que las anteriores, y. aunqueel centro de sus preocupacionesartísticas y pensantes no sea muyespecíficamente nacional, una pléyade que se despliega y triunfasobre el escenario y con la suposición de valores de Montevideo.Porque es una generación de ce-
Con el nuevo siglo irrumpe enlas artes una generación muy rica:en las letras no ha existido otraque haya tenido su peso Y su calado: los nombres de Rodó, Carlosy Maria Eugenia Vaz Ferreira, Herrera y Reissig, Delmira Agustini,Horacio Quiroga, Florencia Sánchez, Javier de Viana y CarlosReyles --que no son los (micos- yalo están diciendo. Carlos FedericoSáez (muerto el primer año delnuevo siglo), Carlos María de Herrera, Milo Beretta, Pedro BlanesViale (mercedario como Sáez) yDiógenes Hequet aparecían en laplástica.
Como ha dicho Real de Azúa(Ambiente espiritual del Novecientos) el advenimiento del nuevosiglo asiste al ascenso de las clasesmedias; de los valores del famosotriptico revolucionario francés, elmás encarecído es el de la libertad; son los años de la boga política del anarquismo (Sánchez yQuiroga le serán siempre fieles),del evolucíonismo spenceriano, delpositivismo, del cíencismo, del liberalismo político; cuentan la presencia de Europa y las nacionalidades, hacia la apoteosis del centenario de las independencias; América no es todavia una realidad en lamente de los creadores, a pesar delas profesiones idealistas de Rodó,el más americanista de los grandesdel 900.
Es, en otro sentido, el instantedel apogeo personal de Batlle yOrdóñez, que se afirmará en losaños siguientes con la implantacíón
. transaccional de SUs doctrinas sobre la fo"rma política del Estado ycon el auge del estatismo, llamadosocialismo (o capitalismo) de Estado. El batllismo es, netamente,
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La Torre de los Panoramas: del divino Julio y su cohorte de poetas.
Con todo eso, la del 900 es unageneración que posa de progresistapero también de escéptica, deamoral, de iconoclasta, de pesimista; todos ésos son los disímilespero enriquecedores ingredientes delModernismo, cuyo agnosticismo jubilóso, arrogante y de aposturaaristocrática está en boga por aquellos años.
Javier de Viana escribe cuentosdel campo, aunque --como alguienha anotado-- pasa del gaucho alpaisano, anticipándose a formas deuna transformación que, Con la generación del Centenario, se acentuará en literatura rural. CarlosReyles sitúa sus principales novelas en el ámbito de la estancia
MONTEVIDEO A LOS OJOS DE UNA SUICIDARecién venía clareando. Al salir
del tumulto de la feria de la ciu·dad le pareció abandonada. Sóloalgunos perros hambrientos, quehociqueaban en las basuras, o talcual empedernido trasnochador, quehaciendo eses volvía al hogar, tran·sitaban por las calles. Esquivandoencontrarse con estos últimos, caminaba todo lo a prisa que se lopermitían las piernas, sin oír otracosa que el ruido del corazón queparecía querérsele saltar del pecho,ni ver más" que el cielo triste ybrumoso, que como una tela degasa se corría al fin de la espaciosa calle. En Río Negro dobló ala derecha, siguiendo luego a lolargo del recio murallón, junto alque se veían a poco trecho lascasetas de baño. Los vastos alma·cenes del ferrocarril, repletos conlos sencillos productos con que la
fecunda campaña enriquece el comercio, se alzaban a la derechadominados por los imponentes edi·ficios de algunas fábricas de aspec·to próspero, que lucían orgullosa·mente sus bonitos techos de zinc,monteras de pintados cristales yventanas. Aunque absorta en gravesmeditaciones, no pudo menos derespirar con fruición la brisa, cuyafrescura le produjo mucho bien, ydistraerse un momento mirando lalocomotora que iba y venía arrastrando vagones, lo cual la hizo quepensase en la vida de trabajo queanimaba aquellos sitio; en las !ioras hábiles. Entonces la .llegada delos paquetes de Buenos Aires, 'y elir y venir de los botes y vaporcitosalegraban la bahía, tranquila ahora. :ra broncas, ya agudas pitadashacían vibrar el aire, oíanse lasvoces de los changadores al poner
el pie en tierra los viajeros, y lasgrúas funcionaban sin descanso enlos muelles, hacia donde crecía elbullicia y animación reinantes enla Aduana y sus dependencias.Junto a la estación notábase 1,1misma actividad. A la salida d,~
los trenes afluían, preocupados cal!sus negocios, centenares de pasajeros de todas clases y cataduras; delos departamentos llegaban los vagones conduciendo inapreciables riquezas, brujuleaban adentro de la..oficinas de los empleados, y lospeones en los depósitos, y continuamente salían carretillas y vehículos cargados con grandes bolsas delana, fardos de cueros y otros productos que pronto circulaban, comola sangre en las venas, por lascalles de la ciudad.
Carlos Reyles: "Beba" pp. 263164.
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....
Roberto de las Carreras: Tontovideo acabó enloqueciéndolo.
(El terruño, gran parte de Beba,El gaucho Florido) y si sus relatoso novelas refieren a algún centropoblado, muy pocas veces él esMontevideo (no lo es en La raza
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de Cain. no lo es en El embrujode Sevilla, no lo es en "A batallasde amor" ... ); apenas si la partefinal de Beba y la inconvincenteescenografia urbana de El extraño
se afilian a Montevideo. Paladinamente, Buenos Aires y Sevilla cuentan en Reyles más que su ciudadnatal como escenario de su novelística. Quiroga se va del pais en1902, ya no regresará a él y viviráy ubicará sus narraciones más famosas en las Misiones Argentinas.Sánchez vivirá más en la otraorilla que en ésta. Él y Rodó morirán en Europa, sueño tan sólo amedias realizado.
No obstante, la generación del900 impresiona como más montevideana que la anterior, en cuantoMontevideo pueda ser- su escenarioimplicito y hasta su sitio de cautiverio sensitivo: es el escenario implicito de Rodó y su Revista Nacional, de Herrera y Reissig y sus altillos bautizados como Torres; esel sitio de confinamiento de los dandies (Las Tolderias de Tontovideo,desde las que Julio escribe a Roberto de las Carreras); es la aldea angosta y exigua cuya constelaciónde mezquinos valores sociales prepara, fataliza y condimenta el drama vital y poético de DelmiraAgustini. Hasta a contrapelo, los literatos de la época se definen enfunción de la ciudad en que viven;afirmativa o adversamente. ellacuenta. Y una poesia como· la deHerrera y Reissig o la de Vasseuro la de Roberto de las Carreraso la de Ylla Moreno o la de CésarlVIiranda o la de Paul Minelli suponen a Montevideo, a veces comoescuálida transacción frente al sueño de una gran metrópoli o alenvite de mi mundo decadente yexótico. Y hasta cuando la materia del verso es una imagen campesina, no es nuestro campo crudoel que alli se evoca: los éxtasisde la montaña son concebidos en
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Vaz Ferreira, por Yepes: la ciudad, escenario del pensamiento.
un estrecho aposento montevideano, donde más que el paisaje de ventanas afuera cuenta la atesoradaposesión del último libro de AlbertSamain.
Rodó y Vaz Ferreira, pensadoresy ensayistas, presuponen el auditorio y las posibilidades de unasiento urbano, sus bibliotecas, susateneos, sus públicos. Delmira
Agustini y Maria Eugenia Vaz Ferreira, en diverso grado de opresión o bohemia, son producto deuna pequeña burguesia ciudadanay ella Se refleja paródica y vengativamente en su modo de vivir.ya que han logrado trascenderla enlo que escriben. y Florencia Sánchez (a pesar de La gringa, a pesar de Barranca Abajo) es fundamentalmente el dramaturgo de laciudad rioplatense. como lo serápocos años después Ernesto Herrera, a pesar de El león ciego.
Eduardo Fabini, en cambio, trasciende a campo: a campo pasadopor influencias del impresionismomusical francés, bebido en susfuentes: pero sigue siendo, en suslargas estancias en Montevideo, elhombre de Solís de Mataojo. queescribe Campo o La isla de losceibos o la Melga sinfónica o lospensativos Tristes.
Luis Alberto de Herrera también('scribe (La tierra charrúa e,;. de1901) más de lo que todavia operaen política; en la revolución del904 será el secretario de AparicioSaravia, y luego realizará, máscumplida, espontánea y criollamente que Reyles, la imagen ambivalente del hombre de salón y fogón.del elegante en área extranjera ydel joven carismático qUe se despliega en el vivac de aire libre ycarne gorda.
Pero 1904 es. cardinalmente.el año en que -por debajo de lamentida declaración de no habervencidos ni vencedores-- Batlle yMontevideo triunfan. y J acobinismo y Liberalismo, que se gesta yescribe en 1906, documenta alguna de las intemperancias de esetriunfo.
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Pedro Figari se fue a Europa y nos pintó en sus recuerdos.
duro a la pintura, se entregará aella con furor. Y desde el Mercadoviejo -que por algo es un paladinotema montevidean~ pintará, aunque viva en el extranjero, sobresus recuerdos de la sociedad montevideana, en más de un estamento: las tertulias de sabor colonialy los candombes, entierros y fiestas de negros. También habrá ombúes y lunas campesinas chiquitasy mancarrones en páramos más o
Florencio Sónchez: genio y bohemia a ambas orillas del Plata.
de la academia -correctisima, pulcra academia- en la carrera deFigari. Ahi sigue, para los quesuponen que Figari no sabia pintar.Figari es un "arrieré"; llega ya ma-
Por 1909 Pedro Figari ---ya abogado prestigioso- pinta su Mercado viejo, que con el tiempo hapasado a ilustrar tantos calendarios, y que representa la etapa
menos desolados. Pero todo un costado de la pintura de Figari sirvea Montevideo, de cuyo pasado elFigari que vive en Paris es un obstinado testigo, un memorialista sentimental. Su técnica acaso lo emparente más a Pierre Bonnard quea ningún pintor uruguayo; su corazón sigue viviendo en este paisy, a muchos tramos, en su Montevideo, que elegirá de nuevo a lahora del regreso y la muerte(1938) .
El año 1910 se lleva una pesada cosecha: muere Florencio Sánchez en Milán y muere Julio Herrera y Reissig en Montevideo.Mueren el marinista Manolo Larravide (cuyas marinas braviasmarcan una época de los gustosdel montevideano culto) y el escritor Rafael Barret que, aunque nouruguayo, habia tenido largo arraigo e influjo en el medio, más porlo arriscado y gallardo de susideas que por la calidad de suprosa, que -sin embargo-- sueleser excelente.
La generación del 900 es deslumbrante pero su pasaje humanoes rápido; y muchos de sus elegidos mueren jóvenes. En 1914 morirán la increíble Delmira Agustiniy el sólito y talentoso Carlos Maríade Herrera; en 1915, a los veintiocho años, Héctor Miranda, uno delos jóvenes más brillantes de laépoca. En 1917 morirán Rodó yErnesto Herrera.
Un documento montevideano deprinlera importancia --en cuantoa esa proyección demistificadora aque aludiamos al comienzo, en larelación entre el artista ysu medio-- es el discurso. que el juvenily cyranesco Alberto Zum Feldepronuncia en el momento en que
Delmira Agustini: contó 01 amOr y murió aprisionada en lospre;uiciosde un Montevideo del novecientos, que se cebó provincianamente ensu drama.
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Zum Felde: apóstrofe de un joven a una sociedad mezquina.
se da sepultura a los restos deJulio Herrera y Reissig. El hermoso y agresivo discurso que el joven -apuesto, rubio, pálido-- Al-
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berta Zum Felde lee en esa ocasión, se ha publicado pócas veces,comparativamente con lo que reclamarian su mérito moral y la be-
lleza misma del gesto; acaso siguetodavía molestando a la "sociedadmezquina", a la alta sociedad burguesa que aquel día de 1910 éltan memorablemente apostrofó. Silencio que seguramente cuenta conel acuerdo del Zum Felde actual.
"Anoche he ido a ver el cadáverde Julio Herrera y Reissig -leyóZum Felde ante los concurrentesal entierro--. En la rigidez de lamuerte, su rostro pálido tenía lamísma serena lucidez, la mismadulzura triste que a los hombresmostrara en los caminos por quepasó cantando. " Su alma ausentede Peregrino, dejó como regalo sobre los labios mortuorios y sobrelos párpados para siempre caídos,la sonrisa de miel que extrajo dela amargura noble de su vida.
"Solo, tan solo como su espírituelegido pasó entre la turba filistea, su cuerpo estaba allí, supinamente inmóvil. y en torno de suféretro que parecía aún vibrante,que parecía aún sonoro por contener el cuerpo aquel que fue comouna copa de armonías, las gravessombras burguesas, en la solemnidad convencional de los duelos vulgares, discurrian gravemente.
"La sociedad mezquina que no.supo amarlo, porque no supo comprenderlo, estaba allí representadapor sus políticos, por sus cronistasy sus mercaderes.
"La gente en cuyo medio vivió como un desterrado, la gente que locensuraba por altivo y le compadecía por iluso, la gente miserableque reía de la dívina locura de suensueño, estaba allí, llevada por laindulgencia de la muerte, rumiando comentarios, mirando con extrañeza el rostro mudo, ahora que élya no podía mirarlos.
Horado Quiroga: vino desde Salto, fundó en Montevideo el ConsistoriodelGay Saber y se expatrió a raíz de una muerte involuntaria, desterrándose en Misiones.
"Era necesario que VInIera.lamuerte a liberarlos del incubo rebelde, para que se dijeran sus amigos, amigos del cadáver, amigosdel despojo de una existencia luminosa que para ellos fue un error.
" . '. y la verdad es que vosotrostodos, o casi todos los que rodeáiseste cadáver, fuisteis sus enemigos.Por vosotros sufrió, por vosotrosle fue desolada la vida. Este queaqui reposa, lejos ya de las miserias de los hombres, fue siempreun paria entre vosotros."
Imposible transcribir aqui todaesa estupenda requisitoria de losjóvenes contra los burgueses quees, en el Montevideo de 1910 y espetado en la nariz de los próceres,el discurso de Alberto Zum Felde;es un gran documento allí dondetantos documentos dejan de serlo,vive a partir del punto en que ellosse convierten en mero papel. Lasociedad que aquel dandy fervoroso y espléndido flagelaba sin siquiera la intermediación de la hojaescrita a distancia, ¿ ha cambiadotanto, desde entonces a hoy?
Pero en otras dimensiones má<;simples y materiales, esa sociedadtiene que seguir el paso del tiempo.El Montevideo que en 1896 habíaasistido maravillado a los primeroscortos cinematográficos de Lumiere.que en 1898 había contemplado losprimeros documentales de FélixOliver, dísponía en 1911 de veinti
salas de exhibición de pelícu-Las ciudades crecen y no ne
su alma. Los inadaplos rebeldes, los creadoresal extranjero, se mueren o
al paso de sus másedades biológicas ...
ha,bían ido Quiroga, Rodó,Sá:ncrlez, Sáez, Blanes Viale, Barra-
das, Torres-Garcia, Carlos Maríade Herrera, Lanau, Herrerita. LabeBe époque, época de euforías, op-
timismos y dilatadas creencias pacifistas, no era sin embargo tan bella, en Montevideo,. para el creador
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Rafael Barradas, autorretrato: genial en Montevideo y en España.
Rodó: hace cien años naco aquí,hace cincuenta y cuatro murió en5icilia.
Una nueva generación aparece enMontevideo cuando ya la belle époque ha finado y la combustión deuna guerra tremenda ha dadocuenta de todas sus candideces: esla que se suele llamar Generacióndel 20 y se sitúa en sus inicios unpoco antes, casi equidistante entrela del 900 y la del Centenario:es la generación de Basso MagUo,de Casal, de Sábat Ercasty, deCasaravilla Lemos, de Juana deIbarbourou, de Emilio Oribe, la
más redimible en lo humano queen lo artístico de Roberto de lasCarreras, se corría hacia la locuray el destierro.
artístico de alguna importancia: sesentían los topes, se presentía queal excederlos se corría a la soledady a la muerte o, como en el caso
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de Alfonso Broqua y Cortinas, lade Guillermo Laborde y HumbertoCausa. Figari, como un "retrasado", también se incluye aqui. ElCírculo Fomento de Bellas Artesviene realizando una fecunda docencía en artes plásticas, desde susdías fundacíonales de 1905-6. Bajoel capitanazgo de un nombre yailustre como el de Carlos María deHerrera, se alinean otros más jóvenes, que al cabo de. muy pocotiempo harán historia: BazzulTo,Acquarone, Vícente Puig, ManuelRosé, Belloni; entre otros, seránalumnos Cúneo y Michelena. Venían desde el ancho mundo lasoleadas del "fauvismo" y el "cubismo". Montevideo iba a conocerlas, aunque marcaran horas de unaactitud mucho más universal queespecíficamente montevideana.
El medío, por lo demás, no seguía de cerca a sus creadores. Se.atenía a lo más recibido y, a veces,a lo más provinciano: Josefina Lerena Acevedo de Blixen, en su libro sobre el Novecientos, recuerdaqUe cuando se emplazó en la PlazaIndependencia la estatua de Joaquín Suárez (estatua de un hombrede píe, contra la pompa usual delas estatuas ecuestres) el públicola contemplaba extrañado y le dedicaba comentarios profanos y desapacibles, uno de los cuales era elde que "las estatuas no quedanbien de frac". Cuando sea el escándalo de las oprimentes lunas dramáticas y los abrumados torcidosranchos de Cúneo, ese gusto común lo rodeará de pequeños sarcasmos de apariencia civilizada(recuerdo, como sorpresa de mi infancia, haber oído el de un prócerilustre de nuestras letras, que recomendaba oculistas y plomadas).
Juana Fe-rnánde-z, .Juana de lbarbourou, Juana de América: de- cómoalguien es profeta en $U tie-rra, si la profecía se- dice en frescos poemas.
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Carlos Real de Azúa, El impulso y su freno.
Como en el apólogo del medioevo español, nadie parecía atreverse adecir de "los burladores que ficieron el paño", que nuestro orgulloso paísestaba mucho más desnudo de lo que pensaba, que muchos ya sentíamos frio.
MONTEVIDEO DE LASVANGUARDIAS Y LOS
ISMOS: EL CENTENARIO
El Uruguay que emerge de la última guerra civil consuma -como alguien ha escrito- "el éspectáculo de una sociedad secularizada, mesocrática, civil". Masoller(setiembre de 1904) ha sido el canto de cisne del caudillismo de lapatriada. El Uruguay bat1lista -laico, liberal, progresista, imbuido delas doctrinas materialistas del positivismo de Comte y del evolucionismo de Spencer- empieza a desplegarse en la paz que subsiste.y Montevideo es el ámbito natural,la sede, el centro, la Atenas deese país civilista y crédulo. Unaserie de leyes generosas reconocenla influencia tutelar de Bat1le,aunque él no las haya (en todoslos casos, como los víejos batllistas suponian) ingeniado, redactadoo creado; en un sentido trascendente, claro está, su presencia lasha inspirado. Las leyes de divorcioy las que suprimen las formashumillantes de la filiación incestuosa, aduIterina y sacrílega, arrancan de 1907; la del laicismo enla enseñanza es de 1909' la deexpropiaciones es de 1912; la deaccidentes de trabajo, de 1914; laley de la Silla, para los empleadosde comercio, de 1918; la ley Serrato, de vivienda para los funcionarios (1os funcionarios empiezana ser una categoría civil y Montevideo es su sede), es de 1921. Entre tanto, en 1917-18 el país se hadado una nueva Constitución, querealiza a medias el disputado idealbat1lista del gobierno colegiado. Ala .luz de los tiempos, hoy nos parece más importante su artículo100, qUe señala el avance del Estado sobre los servicios púbIlcosy aun sobre el campo de la actividad comercial e industrial; el
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mismo texto constitucional ha consagrado.en otro artículo la irreversible separación entre la Iglesiay el Estado.
Ése es· el país de la clase media,ése es el país de Montevideo. Enel campo, el bat1lismo nunca aróprofundamente. La estructura dellatifundio se mantuvo intacta. Elbatllismo simplemente opuso otroestilo ----el del caudillo ciudadano--, otra fe, otro modo de ver lavida; y creó así un antagonismomás ideológico que fáctico, mássentimental que racional, más electoral que verdadero: la capital colorada y la campaña blanca.
La literatura y el arte van, dealgún modo, reflejando ese cambio."En 1900, la ciudad empieza aparecer algo muy novelable -escribe Emir Rodríguez Monegal enLiteratura uruguaya del medio siglo--. Pero entre la existencia de laciudad como tema y la de unatradición narrativa ciudadana, hayun vacío que trata de llenar algúntexto inmaduro como Brenda deAcevedo Díaz, o José Pedro Belláncon Doñarramona y La Realidad,incluso con un libro precursor co-
mo La historia de un pequeño funcionario, de Manuel de Castro."
La cíudad ya habia ido dandosus novelas e sus fragmentos denovelas o sus personajes irrecusables (a veces situados en el ridículo de una experiencia campesina que no sabían vivir, como losBenavente de Beba o el Tocles deEl terruño, en los que Reyles satiriza en 1894 y en 1916 la suma delos valores universitarios y ciudadanos por los que siente desdén,rechazo, despecho u odio). ArturoSergio Visca recuerda (Un hombrey su mundo, p. 87) a un Dr. Manuel Luciano Acosta y a una novela editada en 1862 (Matrimoniode rebote) de la que dice "queconstituye la primera novela psicológica y de ambiente montevideanoescrita en el Uruguay", anticipándose a otras casi tan olvidablesde Magariños Cervantes; y podrianagregarse las dos novelas montevideanas de Mateo Magariños Solsana: Las hermanas Flammari esde 1893, Valmar de 1896. Peroesas golondrinas no hacen verano.La narrativa de Montevideo nuexiste como cuerpo ni hay "una
tradición narrativa ciudadana" poraquel entonces.
Las novelas de Bellán (Ramatambién recuerda, en un prólogoa Onettl, Los amores de Juan Rivault) "reflejaban o inventaban unMontevideo ya ido". La de Manuelde Castro --que es de 1929- acotaba en cambio una realidad creciente: la del pequeño funcionario,que tendrá sU cenit literario unoscuantos años después, con los Poemas de la oficina o La tregua yalgunos de los cuentos de MarioBenedetti. Manuel de Castro anunciaba la era de ese anticlimax.
La ciudad era otra cosa, en elpaisaje suave y blando, mórbido deaquella época optimista. Contabacomo un supuesto moderno, comonervio, como fábrica, como escenario flamante, como posibilidad deuna visión simultaneísta: así la usóla vanguardia poética en PalacioSalvo, de Ortiz Saraleguí, el). Elhombre que se comió un autobúso Se ruega no dar la mano, deAlfredo Mario Ferreiro. Montevideoera un surtidor de temas lluevos,como en el Polirritmo a IsabelinoGradin, de Parra del Riego. Eraun decorado para el vanguardismoart-nouveau, tan atrasado y trasnochado como la vanguardia delSantuario de extravagancias, queen 1927 René Arturo Despoueyeditó y publicó como hombre-sandwich (un nuevo dandysmo másgrueso y de urbe populosa empezaba a darse) para arrepentirsepocos años más tarde.
Los ismos -€l cubismo, el futurismo, el ultraísmo que importabaCasal en Alfar, el surrealismo, eldadaismo-- conocían bogas estridentes, indoloras, falsamente furiosas. Porque las vanguardias escla-
recidas de la inteligentsia de estepaís conformista y de esta capitalbatllista, eran civilizadamente incruentas y, más allá de arrequiveslivi~os, eran también conformistas. Nadie queria ser mártir de laletra escrita como Sánchez, comoHerrerita, como Barret. No habíapor qué, pensaban todos.
Las mismas revistas literariasque veian la luz en Montevideopor aquellos años -La Pluma (ZumFelde y Sábat), La Cruz del Sur(con los hermanos Guillot Muñoz,tan enterados, y su redomada carga de literaturas europeas al minuto) , Teseo (donde el serio y ensimismado Eduardo Dieste buscabauna integración de las artes, másque un catálogo literario o un registro vívo del pulso político),Cartel, Oral y Mural (campos dela mayor estridencia vanguardista)no eran revistas peleadoras, no secomprometian en negaciones feroces ni en rupturas ásperas. Alfar,que la tenacidad y la bonhomiade Casal sostuvieron a lo largo delos años y en la transferenciaultramarina de Galicia a Montevideo, fue la suma del espíritu deese tiempo. Albergó en sus páginasa todos, como en el trato humanoel mismo Casal caballerescamentelo hacia; estimuló a todos, ~f atodos hizo creer que eran talentoso genios (prediaba uno auténtico,de quien seguia inaugurando pástumamente hermosas viñetas: Rafael Barradas, íntimo amigo de Casal en compartidos días españoles);cuando en 1940 y con el mismo espíritu, Casal hacinó 313 poetas ensu Exposición de la Poesía Uruguaya, publicada por Claridad en Buenos Aires, ya nadie creía seriamente en lo fecundo de tales indul-
gencias. Y cuando en 1954 Casalmurió, se ignoró injustamente subondad personal para desacreditarel estilo acrítico y anti-crítico queese hospitalario carácter había prohijado.
Teseo reunió a su alrededor alos plásticos, renegando de ese divorcio -tan curioso en Montevideo-- que separa habitualmentea literatos de pintores y escultores. y en 1924 presenta en BuenosAires "una de las exposiciones másinteresantes realizadas por el arteuruguayo en el extranjero" (al decir de Argul), con envíos de Michelena, Causa, Arzadum, Cúneo,Pesce Castro, Etchebarne Bidart,Méndez Magariños y Alfredo deSimone.
"El grupo Teseo era -escribe Argul- una selección de escritores yartistas empeñados en la evoluciónde las ideas, que mantenían entreellos admiraciones cruzadas de buenos ejecutores de la literatura ode las artes plásticas, que el tiempono hace más que confirmar. Entrelos profesionales de las artes plásticas estaba allí el escultor Bernabé Michelena, que hizo notablesretratos de la mayoría de sus integrantes, junto a Adolfo Pastor,pionero solvente del grabado original; en- cuanto a los pintores, laadopción de la manera pIanistaponía entre dIos una más evidentejustificación de conjunto."
-En lo literario, la producción quepodría filiarse como montevideanaera la menos importante. Por supuesto, será un distingo arbitrarioy trivial el que intente poner radicaciones tan concretas al arte; yavolveremos sobre este asunto. Pero si es ciudadano el ultraísmo deFerreiro y si es montevideana la
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José Pedro Bellén e~ribió la novela y el drama de Montevideo.
criatura noveles"a de Manuel deCastro, no pertenecen a la ciudad-a pesar de su familiaridad conlas metáforas de vanguardia- losversos nativistas de l!'ernán SilvaValdés o de Pedro Leandro Ipuche;ni más señaladamente aún, lascrónicas de Justino Zavala Muniz.Esto, por lo menos, es seguro.
Ya dijimos que, con Javier deViana, la realidad rural se trasladódel gaucho al paisano. La literaturadel siglo anterior en el pais noshabia dado la visión de los grandescampos como piélagos, que está enlas mejores novelas de EduardoAcevedo Díaz, un realista con pujosciencistas, un prosista valioso y valeroso, que no tiene miedo a latruculencia sanguinosa de sus más
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robustas escenas como no tendrámiedo, cuando llegue el momento,de preferir a un Batlle pujantefrente a un débil Mc. Eachen. Yaen las novelas de Reyles o en loscuentos de Viana, el campo esotro. En Viana no está tanto laheroicidad como la cazurreria delpaisano y la escena es la de loscampos del sur, donde ya habiacesado la estancia inmensa con suconstelación feudal de valores. EnReyles, que es colorado (AcevedoDiaz y Viana eran blancos) lavisión quiere ser pionera y progresista;" es una visión patronal delcampo, que ignora las desigualdades de clase, exalta el paternalismobondadoso del estanciero y detestalas anarquias de la patriada, elcaos de la guerra civil, que se lerepresenta como alambrados cortados y haciendas dispersas más quecomo gesta de valor individual heroico. Cuando en 1930 Reyles escriba sobre la narración gauchesca,en su mazacótica Historia sintéticade la literatura uruguaya (pocostitulas tan compendiosamente falaces como éste) urgirá a otros -aEspinola, a Dotti- a que resucitenla visión del "campo bagual, laestancia cimarrona y el gaucho ysus trágicas peripecias", "antes queel campo, la estancia y el gauchoentren para siempre en el reinode las sombras".
Es que tal visión del campotambién claudica; ni la generacióndel 15-17 ni la del Centenario querrán servirla. Zavala Muniz -hemos escrito en otro pequeño ensayo-- es, en el mejor sentido, unescritor anacronico, a despecho desu vigor narrativo, de eso que alguna vez llamaron su prosa musculosa o· -membruda. Cuando en
1921 el nieto del general blancoJustino Muniz escribe Cr:ónica deMuniz, para reverenciar la memoria de un antepasado que haseguido siendo blanco pero que haservido en el 904 al gobierno deBatlle, a raiz de su enconada enemistad con los Saravia, se adviertela verdadera filiación de sus sentimientos, que han pasado a llamarse batllistas pero no han queridoser nunca colorados: la visiónque el Zavala Muniz de Crónicade Muniz tiene de nuestras guerrasciviles es épica y es blanca. Reylesy el coloradaje no han tenido nunca(el poder no lo fomenta ni permite)ese culto romántico de lo insurreccional anárquico, esa vaga profesióndel desorden andariego y corajudoque se cifró en la famosa divisade "Aire libre y carne gorda".
Con Enrique Amorim, 1900-1960,hombre de ciudades y viajes, dinámico, culto, cosmopolita, mundano, la versión de nuestro camposerá muy otra. Es el campo de losirredentos y de la miseria, de lainjusticia y la desigualdad, un campo de cultivo de la pre-revolución(Amorim era marxista). Corralabierto, si no su mejor novela, esel mejor ejemplo. Pero hay otros.
Con Espinola y con Morosoli,la realidad rural se recuesta casia la orilla de pueblo. Y ya VicenteRossi, en su formidable libro Cosas de negros, aconsejaba no confundir -como realidad social nicomo escenario artístico- el campa con la orolita de poblado delinterior. Sombras sobre la tierray los libros de Morosoli (Hombres,Los albañiles de Los Tapes) hacenesa transición desde el campo dechacras al suburbio de pueblecitouruguayo. Dossetti en Los Molles
Enrique Amorim viajó pOr el vasto mundb\ y extrajo también el saborde nuestros campos y de nuestras ciudades.
y Dotti en Los alambradores traenotros personajes que los del campotradicional del siglo anterior: losnegros, los jornaleros, toda una realidad raída y antipoética, muy lejosde 10 que el Reyles crepuscularañoraba y pedía al esfuerzo delos creadores.
Algunos de estos hombres sonpertinazmente fieles a una formade vida, reflejada en su literatura(Morosoli) ; otros emígran a laciudad, complejizan su vísíón delmundo y finalmente dejan de escribir (Espinola). Porque se advierte potencialmente esa contradicciónde que hombres arraígados enMontevideo vuelvan los ojos alcampo y 10 describan, para consumo de lectores montevídeanos. Hayuna riesgosa propensión a la retórica en esta toma de distancia y enesta conciencia de los destinatarios;el riesgo que denunciaba Sartreen su frase famosa: "La Bruyerehabla de los campesinos, no hablacon ellos".
De todos modos, el pais que corre hacia el Centenarío de 1930 noestá en trance. de revisíones profundas. Batlle muere en los umbrales mismos del Centenario, el 20de octubre de 1929; y no pasaráncuatro años sin que se haya vistoque su revolución, su programa ysu ideario estaban heridos de muerte y le seguirían muy pronto a latumba. El crack de la Bolsa deNueva York precipitará la crisissobre ese mundo desaprensivo yoptimista que, en los días conmemorativos y futbolisticos del Centenario, se había imaginado que losdioses le tenían reservado un edénaparte, insolidario de las miseriasdel resto de América. El país-esquina de que hablaba Ferreiro, el
país balcón de que hablaban otros,el país marítimo y atlántico de espaldas al continente y a su suerteíba a conocer la crisis del 31-32,los artilugios de la habilidad delos financistas operando en el vacio (la Caja Autónoma de Amortización es una invención de lafantasía que merecería figurar entre las obras de arte de la épocay la ciudad en que fue concebida)y finalmente el crudo y policiacogolpe' de Estado del 31 de marzode 1933.
Hechos como éste ocurren fundamentalmente en la capital e irradian hacía el resto del país comoun simple mandato, atemperado enlos rigores porque está previamente atenuada la conciencia civicaque pueda resistirlos. En Montevi-
deo ocurrieron los entierros deBrum y de Grauert, las persecuciones del machete (de que hablaríaFrugoni), los desmanes contra laUniversidad; Montevideo fue la primera en abrir los ojos al derrumbede tantos mitos: la civilidad, laperfección indefinida del bienestar,la solidez incontrastable de la clasemedia; Montevideo padeció la ausencia de verdad de tantos orgullosfalsos o inconsistentes o livianos.y esa hora de introspección colectiva (si el adjetivo no repugna alsustantivo) apareja también el deseo de indagarse, de reconocersesin supersticiones ni tabúes. De laquiebra de los años 30 saldria-hoy se ve en perspectiva- unarte y, sobre todo, una literaturade la ciudad.
.,ps
EN QUE SENTIDO UNARTE PUEDE SER
REFERIDOA UNA CIUDAD
Jorge Luis Sorges, Discusión.
es de París··· o tendría que persuadir al gaucho para que hundiesesus espuelas en los flancos de sucaballo o al mayoral para que fustigara a los matungos de su diligencia.
Con este criterio pedestre, Montevideo está lleno de monumentosque no le conciernen; y algunasveces son los menos malos.
Por lo demás, si una ciudad tieneen sus museos todo lo que puedejuntar (y ya razonó Malraux enqué medida el concepto de museoes adventicio, extraño y distorsio-
Durante muchos años en libros ahora felizmente olvidados, traté deredactar el sabor la ~sencia de los barrios extremos d'e Buenos Aires;naturalmente abu~dé en palabras locales, no prescindí de palabras comocuchilleros, milonga, tapia y otras, y escribí así aquellos olvidables yolvidados libros; luego, hará un año, escribí una historia que se lIa~aLa muerte y la brújula que es una suerte de pesadilla, una pesadillaen que figuran elementos de Buenos Aires deformados por el horror dela pesadilla; pienso allí en el Paseo Colón y lo 1,Iamo Rue de To.ulon,pienso en las quintas de Adrogué y las llamo Trlste-le-Roy; publicadaesa historia mis amigos me dijeron que, al fin habían encontrado en loque yo esc;ibía el sabor de las afueras de Buenos Aires. Precisamen~eporque no me había propuesto encontrar ese sabor, p_orque me hablaabandonado al sueño, pude lograr, al cabo de tantos anos, lo que antesbusqué en vano,
Porque entonces Montevideo debería hospitalidad irrestricta a losbustos de sus abnegadas maestras,a los medallones que repasan lasgordas caras de sus filántropos, perotendría que hacer levantar e irse aese horrible Einstein sentado delParque Rodó (y la memoria deEinstein seguramente lo agradeceria), tendria que azuzar los bueyesde la Carreta -que es sin embargo, un punto de referencia turisticay tarjeta postal tan obligado deMontevideo como la Tour Eiffel,abominada por los parisienses, lo
Hay· hlUchos criterios posibles para censar la pertenencia (y también la pertinencia) de un arte,referido a una ciudad.
Empecemos, claro está, por recusar la prediación. Por una razónsemejante o afin a aquella quedesarrollaba Antonio Machado -enarte, sólo aquello que no rehúyesu temporalidad puede aspirar aser eterno-, sólo cuando un artecumple ciertos requisitos de universalidad se hace posible la tentativa(más sociológica que estética) deradicarlo en cierto sitio, de explicarlo en función de su origen y sucircunstancia, hasta donde estasexplicaciones sirven para algo (queno es mucho).
No hay una narrati\:a montevideana si no empieza por cumplirciertas exigencias previas de sernarrativa, a secas. Y que luegopertenezca a la ciudad o se evadade ella, es asunto menor. Pero,menor y todo, es en algún sentidoel tema de este ensayo. Enunciadanuestra incredulidad, procedamoscomo si creyésemos.
Alguien podría pensar que unmonumento necesariamente se explica en función de la ciudad, enla medida en que testimonie unadrcunstancia intransferible: si talestatua rememora a tal prócer quefuera de la_ciudad pasa a ser nadie, esa estatua pertenece al artede la ciudad. Si simplemente apologiza oficios o costumbres, le perteneceria en común con otros sitios:con sitios donde hayan exis-tido donde hayan exis-
con su equipajeI.;U'""'LCl:>, estiba.do:res con su
nante en la escala de los valoresdel arte), ¿ qué sentido tiene averiguar qué creación artistica le espropia y cuáles otras le son ajenas?Lo bueno que esté aquí y veamosdesde siempre, de algún modo senos incorpora, de algún modo nosenriquece, de algún modo se integra a nosotros.
Ningún sentido tiene, pues, laaveriguación, mientras los criteriossean tan estúpidamente mensurativos y exteriores como éstos queacabamos de poner en fila. Si laliteratura de la ciudad se integracon aquello que explicitamente lanombra, serían sin más literaturamontevideana el Montevideo antiguo de Isidoro de Maria, los Poemas montevideanos de Frugoni, elMontevideo y su cerro de Más deAyala, el Canto a Montevideo deSara de Ibáñez, los cuentos Montevideanos de Benedetti o la Invención de Montevideo de Maggi.en un catálogo que queda. abiertoy a nutrirse por las tapas.
Seria montevideana la estatuariaque exalta (o, a veces, difama)a los poetas de la ciudad. a lasmaestras de la ciudad y, a escalamás dudosa, la funeraria monumental que -en los cementeriosde la ciudad- pide un poco dememoria para difuntos de la ciudad, a veces tan justamente ol-vidados. .
Nadie creeria -en semejantes inventarios. Habria que buscar la posible razón de otros.
Borges dijo una vez que el colorlocal es un invento extranjero: surge de que otros nos miren, no delo que nosotros seamos. y lo queenfatice o fuerce el color local, puede incurrir en un exceso de pertenencia y pertinencia, qUe acaba
Monumento a los. héroes del mar,de Yepes, Plaza Virgilio, PuntoGorda.
por tornarlo apócrifo. El mismoBorges, en el prólogo de El informe de Brodie, atribuye a RobertoArlt (nada menos que a RobertoArlt, Boedo, el populismo y todoeso) una respuesta ejemplar acercadel lunfardo:
"Recuerdo a este propósito-escribe Borges- que a Roberto Arlt le echaron en carasu desconocimiento del lunfardo y que replicó: «Me he criado en Villa Luro, entre gentepobre y malevos, y realmenteno he tenido tiempo de estudiar esas cosasJ>.·'
Las demasias de la jerga, laexasperación del particularismo lacriptografia o el esoterismo d~ 10demasiado local, caen fatalmenteen el pintoresquismo, en esas formas del regionalismo que acabanpor hacer insufrible al producto dearte en las propias regiones en quefUe creado o para las que fue creado. El mismo Borges (tercera amonestación) ha recordado cómo ellenguaje gauchesco es un artificioelel hombre culto de las ciudades,y cómo el paisano se esmera enhablar correctamente y no en perseverar en el dialecto de apóstrofesy sigmofagias que el dialectalismoliterario le atribuye.
Un arte pertenece a un lugarcuando de algún modo artístico--que puede ser implicito, que
acaso sea preferible que sea implicito-- se afirme en él o lo connote. tome de algún modo allí sufuerza. su origen. su circunstancia; cuando refiera --a nivel indispensable de lo que es, de arte-un comportamiento que ilustre a unsitio dado del mundo o lo sublimeen sus valores: cuando lo explique() lo justifique o lo rechace. cuando se nutra de él o cuando lo nutra, cuando lo idealice o lo vitupere. En menos palabras: cuandolo exprese.
No es preciso, entonces. que sies narrativa o poesia diga o recuente los barrios, observe fidelidades o prolijidades de nomenclatal'; no es preciso que si es pintura o escultura copie la vida circundante. No es necesario que Elpozo o La tregua nombren a Montevideo. no es necesario que loscandombes de Figari sean el objetode una pesquisa histórica que lossitúe en tal año. en tal calle.
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Unos y otros expresan a la ciudad,salen de ella como provocación ypasan luego por los alambiques-el recuerdo, la pasión, tantosotros- que ya no pertenecen ala ciudad sino intransferiblementeal artista. En ese sentido trascendente, Onetti es montevideano hasta cuando su novela transcurre enBuenos Aires (porque el "indiferente moral" que quiso retratar enTierra de nadie es también de aqui,
BIOGRAFIAYo nací en Jacinto VeraQué barrio Jacinto VeraRanchos de lata por fueray por dentro de madera.De noche blanca corría,blanca corría la luna,y yo corTÍa tras ella.De repente la perdía,de repente aparecía,entre los ranchos de latay por dentro de madera.
i Ah luna, mi luna blanca.tuna de Jacinto Vera!
1I
Cuando voy por las calles-sube y baja-
de esta 'Montevideo, madre cruel,cuando voy por sus calles,algo me dice que estoy muerto.y estoy muerto
¿Por qué si no, se rompen los[espejos
cuando me mirancuando yo los miro?
Líber Falca; .Tiempo y 1'iempopp. 66 y 70.
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por equella década de los 40) almismo titulo que Felisberto Hernández cuando evoca las tierras desu memoria o exhuma la viejacara muerta de un Capurro quefue. No es la mención paladinalo que importa ni, llegado el caso,la mención paladina basta; haymucho producto esnob que se fechay sitúa en Montevideo y no agreganada al alma, al rostro, a la intrahistoria de la ciudad a la quedice pertenecE;!r.
Ser de Montevideo es un producto de añadidura, o un subproductoen el proceso creador; lo primeroes ser. Es montevideano Liber Falca no porque nombre a JacintoVera o a Malvín, sino porque suvisión poética del mundo es entrañablemente montevideana, ha sidopadecida !=ln esta Montevideo, madre cruel cu~s calles transitó(y cuyas calies lo transitaron) entantas noches de angustia humanay de inevitable cavilación creadora':No es imprescindible saber (¿ alguien sabe?) dónde queda o quedaba la Quinta Recaeta para sentirlo inalienablemente montevideanode Cometa sobre los muros; no espreciso individualizar las callescéntricas o de barrio por las quediscurría Equis Andacalles. Lospoemas montevideanos de Frugonirecorren (y no agotan) el catálogo,el repertorio de los temas censabies de una ciudad como objetopoético externo; los poemas de Líber Falca son de Montevideo.
Es claro que también se puedepertenecer a una ciudad por voluntad de entregársele Y por modomás expreso. En buena medida_y cursilerías aparte- es lo quehan hecho muchas veces las letrasde tango; y cuando Gardel (es
Emilio Frugoni fue el poeta de losobreros y de la ciudad.
ciert) que Gardel, una exigenci'iintranSIgente quiere que sea Gardel) canta Isla de Flores, un aurade esencia poética montevideanade los sitios, sus mitos y sus nostalgias, sube en el canto. Y si unono tiene miedo de aplebeyar elgusto (y este miedo es de inseguros o de tontos graves) algo parecido pueden suscitar las estrofasenérgicas que lloran (y pelean oporfian el recuerdo) en Adiós mibarrio, de Soliño, aunque Gardelno esté alli.
Pocos libros alusivos a nuestropasado de ciudad son tan irrenunciables hoy como Cosas de negros,de Vicente Rossi; y el prejuicio delo empingorotado y lo decente lotuvo por años enterrado y negado.Fue necesario que Borges ponderase "la prosa crespa del uruguayoVicente Rossi" y declarase su admiración por el libro, para que unaeditorial bonaerense lo exhumara.Y, por supuesto, nadie parece haber pensado que Cosas de negrostiene ganado el sitio que aún no se
le ha adjudicado en los ClásicosUruguayos de la Biblioteca Artigas,más que tanta memoria minuciosay opaca de beneméritos del PanteónNacional, y con tantos derechos yno menores titulos que el Montevideo antiguo de Isidoro de María.
Cosas de negros no ha servidotan sólo para atribuir a Montevideo (y, más específicamente, a laAcademia de San Felipe, salón debaile de negros) la prioridad histórica del tango, problema que-si desvela a los eruditos- no
preocupa tan activamente a quieneslo ejecutan o lo bailan o lo silbano lo cantan. El libro de VicenteRossi es mucho más que una fuenteo un documento. Es un monumentovivo de la ciudad. más legítimo quemuchos que obstruyen las plazas.La dice, la narra con frescura ycon gracia, la refiere con arte: esMontevideo y de allí saldrán (noimporta que los demás autores selo hayan propuesto como ejemplo,ni siquiera que de hecho lo hayanleído) otros libros que intentan
"LAS ACADEMIAS" DEL VIEJO MONTEVIDEOLA POPULARIDAD que con·
quistaba la Milonga danzable sugi.rió en el suburbio un nuevo lucro,y se instalaron "salones de bailespúblicos" con el consabido anexo de"bebidas".
En Montevideo fue.Más o menos uno por barrio: el
Puerto, el- Bajo, la Aguada., el Corodón, etc.; no alcanzaron la mediadocena. Los más famosos y que sub·sistieron hasta ser los últimos endesaparecer, fueron el titulado "So.lís y Gloria", del suburbio milríti·mo, y el "San Felipe", del barrioorillero del Cubo del Sud, llamadoentonces el Bajo. -
Nos referimos a los -vérdaderos"salones de baile", a 'fds "acade·mias", no a otros que también tuvieron su fama, pero que utilizabanla danza como antesala del' liberti·naje, no haciendo de ella una espe·cialidad sino un medio.
Sólo el "San Felipe" lució elsubtítulo: "academia de baile", quese generalizó y sirvió para distinguiresos locales.
No son cosa antigua las "academias"; la última, la "San Felipe",se clausuró en 1899. Viven, puesmuchos que la conocieron sin sospechar que allí se incubaba el famoso Tango, entre mujeres de lapeor facha, compadraje profesionaltemible y ambiente- .espeso de hlHno,polvo y tufo alcohólico.
Los empresarios de tales salonescontaron para su instalación con elelemento creador de la Milonga.único recurso para llenar el objetoa que se destinaban, en consecuen·cia. cuartos de las chinas y el su·burbio de averia volcaron en ellostécnicos y clientela.
Guías y gallardetes y flores de pa·pel los cruzaban en todas direccionesen misión de adorno. Alumbrado akerosene. Asientos... apenas unosbancos arrimados a la pared, en losque únicamente se sentaban las mujeres a la espera de la demanda :para los músicos varias malas sillas.y luego, público, clientes y hasta elbastonero-administrador, de pie.
La.~ orquestas de los "bailes públi.cos" solían componerse de mediadocena de musicantes, generalmentecriollos y virtuosos del "oído"; losmás inspirados componían los baila·bIes que habían de acreditar el local.
En mayoría instrumentos de viento. porque el entusiasmo se sosteníaen razón directa del estrépito. Nose conocía el "bandoneón", que esun mal reemplazante del mentadoacordeón·piano, que no tod~s domi.naban. y que lo mismo que el acor·deón común únicamente se usó enlos bailes de pueblo y en los sucuchos orilleros.
No sólo la. Milonga se bailaba enlas "academias". también se rendíaculto al repertorio íntegro de lossalones sociales: valse. polka, mazurka, chotis. paso-doble. cuadrilla;todo enérgícamente sometido a latécnica milonguera.
Vicente Rossi: Cosas de negrospp. 129130.
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EL FAMOSO SARANDI 80
Con el Hachero, el periodismoconstumbrista se convirtió en humor de Montevideo.
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decir ese costado de la ciudad:pienso en Ese mundo del bajo-la demagógica y un tanto retórica colección de articulas de ElHachero-, en Historias del bajo. -más desnudo, más pobre, de emo-
En otra crónica decía que hayedificios de la ciudad que parecendestinados a la eternidad, que nopodrían desaparecer jamás; y esasensación vuelvo a recíbirla ahora, cuando quiero asegurarme elnombre de la antígua farmacia deSarandí y Pérez Castellano.
-¿Qué sucedió? -Pregunta unoincrédulo.
-¿No viste que la demolieron?-Pasé esta misma mañana -eon·
testan asombrados- me pareció quetodavía estaba ahí.
y en efecto, la impresión es ésa,va a ser durante meses, ésa: lade todavía éstá en pie; en la puer·ta la figura menuda de "Jabon·cito" Bordón, antes popular boxeador últimamente su propietarioFarmacia Imperial; siempre pinta·da de t:erde desde que la conocí,en el año 10. Su historia consistenada más que en estar allí presen·te, y en el recuerdo sobrevive unode sus más acreditados productosque anunciaba en los bonos de laregistradora: "Pasta del Harem pa·ra haf:er desaparecer los pelos malcolocados". Pero por interesanteque fuera su tradición, siempre sehabía visto eclipsada por un vecinosuyo de la vereda de enfrente, hacia Colón: el famoso Sarandí 80.j Conventillo él!
se
clOn más fiel- de Ramón Collazo,en Mis tangos y los Atenienses, deVictor Soliño; y, hasta ejemplaresde teratologia compadrona, en muchos otros, Pienso también en elhumor montevideano de Peladura,
Vn amplio corredor de piedrashacia el patio, ancho y lleno desol, donde se acuna la ropa reciénlavada, en las cuerdas tendidas.En el centro, un aljibe de brocalbajo, típico, con su correspondientetortuga, la niña mimada de doñaManuela, la encargada. Por ahiocho o diez piletas de piedra, ,en la pared del fondo un farolde querosén. Eran célebres las fies.tas de los morenos Silva, por el900. V n cumpleaños, un casamien·to, y el patio alfombrado, conguirnaldas de laurel )' de cedro yfarolitos de papel. Los negros, delevita y las mujeres con ampliosvolados en las polleras. celestes oblancas o rosadas y anchas cinta.<de colores en la cabeza, eran a lovivo, los cuadros de Pedro Figari.Los Silva formaban una especiede aristocracia en la raza y haquedado una definición suya pro·pia: "Hay dos clases de negros:los negros "Che" y los negros "Vs.ted"; no hay que confundir". Elarancel eclesiástico marcaba: "Ma·trimonio entre personas blancas:$ 13.50. Entre personas de color,la mitad".
Los de Sarandí 80 abonaban elmás alto.El Hachero: Ese mundo del Bajo
pp. 58/9.
SEÑOR ITA ENCOPETADAYo era un niño, pero me acuerdo
perfectamente de una señorita bienque alguna mañana que otra setomaba una copita en nuestro neogocio.
Andaba muy bien vestida y lacopa que tomaba, era una cosa "deapuro"; tenía vergüenza que la des.cubrieran. Decían que era una muojer inteligente, pero la considera·ban no muy normal, pues los ve·cinos del barrio no comprendíancómo una dama de su categoría,podía tomar en un boliche.
Esta señorita tenía un apellidoque no sé si debo llamar ilustre,y era hermana de un famoso abo.gado sumamente inteligente. La ex·cusa de esta dama para tomar unpoco de alcohol, era que al pasarpor la calle Camacuá, para visitarunas amigas, aprovechaba la oca.sión. Bastante floja la excusa.
Una vez estando en la puertade nuestro negocio un carro cerovecero tirado por caballos perche·
del salteño Julio E. Suárez; y también en el de sus epígonos, nosiempre tan aceptables como él.
Son propuestas muy diversas, incotejables, la de Vicente Rossi porun lado, la de La tregua o El pozoo Equis Andacalles por el otro.Pero quien no haya plegado la
rones, le pidió al conductor si notenía inconveniente en llevarla has·ta su casa. El conductor accedió yla condujo hasta su domicilio, queera en la ciudad vieja, en los aIre·dedores de la Iglesia Matriz. Yola vi subir al carro y la recuerdocon muchas enaguas, pollera lar·ga y un sombrero con muchosadornos. Hubo dificultad en la su,bida, pues esos carros que creoque aún existen, tienen el estribode subida muy alto. ¿ Uds. se ima·ginan cómo quedaba una señoritasentada al lado de un conductorde carro cervecero?
Esta cliente de poco gasto dejóde venir, pero yo crecí y mi padreme dijo quién era. La inicial desu nombre propio no lo sé, perosu apellido es compuesto y comienza con las siguientes letras,V. F.
Ramón Collazo: Historias del Bajopp. 2617.
cabeza y el corazón a una sola yúnica receta del gusto (quien nosea sólo esteta, quien no sea sólosupersticioso tanguero de la guardiavieja) sabrá, sentirá que Montevideo está, vive, alienta y se comunica en todos ellos. Que Monte-video es ~en"ellos.
Julio E. Suárez nadó en Salto(como Amorim y Quiroga) peroPeloduro nadó y vivió en Montevideo.
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LA;·CIUDAD EN QUEVIVIMOS
De este modo pod~e",!~~I¡egar a comprender que un hombre es la imagende una ciudad y Un¡f'f~~~~d las visceras puestas al revés de un hombre.que un hombre encuentra e.n su ciudad no sólo su determinación comopersona y su razó r, sino también los impedimentos múltiples ylos obstáculos inve que le impiden llegar a ser, que un hombrey una ciudad tiene ones que no se explican por las personas a lasque el hombl'e a or las personas a las que el hombre hace sufrirni por las persona . que el hombre, explota...
Luis Martin-Santos, Tiempo de silencio.
En un libro editado en 1951,Mario Benedetti se propuso el tema Arraigo y evasión en la literatura hispanoamericana contemporánea. La pareja antinómica odisyuntiva de términos (evasión yarraigo) estaba entonces de moda.Rama y Real de Azúa la habiananalizado por aquellos dias, en mesa redonda, a propósito de Borgesy Neruda.
Pero los años pasan y hoy algunas de las observaciones de Benedetti parecen demasiado obviaso están superadas. Superadas cuando dice que "en la literatura deAmérica falta la novela ciudadana,el Babbit de la ciudad ágil, desordenada, incomprensible, que yatienen París, Londres o NuevaYork". Hoy podria oponerse, a laanotación de esta carencia, la mención de no menos de una treintenade nombres exitosos. Obvias cuando emplea su tiempo en demostrarque, para que un arte sea universal, no es preciso que empiece porser de ningún lado.
Lo que era cierto es que se entendia entonces por escritor arraigado al que elegía temas canlpesinos, zonas de radicación rural,caracteres indígenas o paisajes peculiares. Era un prejuicio que ilustraban las obras de Gallegos, deRivera, de Jorge Icaza, de CyroAlegria, de tantos otros. Hace menos años, en prólogo a una ediciónde José Maria Arguedas para Casade las Américas, Mario Vargas Llosa denunció el carácter de falsificasión y decorativismo de ese presunto culto indigenista en manosde los modernistas, de ese fervortelúrico limitado a lo vistoso delpersonaje y, de los escenarios.
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"En la literatur~dtlf1adana-razonaba Benedetti.· y ·particularmente en la de ciertas capitalesque como Bueno~;Aires, Santiagoo Montevideo ªªft llegado a uncosmopolitismo~~u:e {)oprime todaexpresión autó<±6na, pareceria imposible que el escritor pueda hallardónde arraigarse. Lo contrario, porotra parte, resultaria inverosímil.Nuestros países -no sólo nuestras capitales- están, tanto politicamente como culturalmente, desarraigados y no resulta fácil echarraices en algo que no las tiene olas tiene archivadas. Si un escritorde la ciudad escribe una novelao un drama rurales, cone el riesgode que sus figuras se asemejen alindio importado de Zorrilla o a losabortos que nos brinda Hollywoodcuando produce gauchos de buenavecindad. EL. arraigo del escritorciudadano p~dria consistir en fijarel desarraig~ ambiente, en enfrentarlo. Una/colectividad que marcha a la deriva, representa -buena
o mala- una realidad, y el declararla y declarar con ella las afinidades y. repulsas que la encaminan o la desorientan significa, enel peor de los casos, un testimonio.Y sobre un testimonio es posibleconstruir."
Estas frases no han cumplidoaún veínte años y, en más de unsentido, están viejas. P~ro obedecian a credulidades que, en común,teniamos todos los que escribiamosentonces, todos los que queriamos-desde años atrás a esa feChavolver los ojos hacia Montevideomateria novelesca, verosimilitudnovelesca, escenario vital trasladable al libro. Yo mismo -como recuerda Ángel Rama en su ya citado prólogo de El pozo-- saludé en1942 la aparición de Tierra denadie con estas palabras: " ... Es,i al fin!, nuestra novela, la novelade estas ciudades rioplatenses decrecimiento veloz y desparejo, sinfaz espiritual, de destino todaviaconfuso".
ailaSEdiJi!
Sentiamos que tenía que llegar-como un corpus, no en la obraaislada -de Fulano o Menganola literatura de ciudades que nosseguían pareciendo todavia sin tradición, sin demasiada credibilidadliteraria urbi et orbi, como soporte
o sustento de la creación novelesca.Empezábamos a enumerar los anuncios: Benedetti afirmaba que conGálvez penetrábamos en la ciudady que Mallea era ya el "tipico novelista ciudadano", avnque luegoagregaba que el novelista ciuda-
dano de "una ciudad subjetiva".No es posible creer que, veinteaños después, alguien comenzarael recuento por estos nombres; porel de Malles, sobre todo.
Hoy existe una mejor perspectivapara el tema. Rama tiene razón
EL MONTEVIDEO DE LAS CASAS ANTIGUASPorque, pese a los mayores esfuer.
zas municipales, todavia hay casasantiguas, en Montevideo. Aún quedan en pie, aquí o allá, alternandocon recientes y altas casas de aparta·mentas de frentes inexpresivos. En·contrarIas produce el mismo gratoencanto que cuando os cruzáis enla avenida, en medio de vidrierasrelucientes y de bares cromados,con esos viejitos pulcros y finos defamilias venidas a menos, económi·camente, pero que mantienen susmaneras ceremoniales, su delgadobastón, guantes, siempre una flor enla solapa y una luz muy fina en elrostro.
En esas casas añosas, cuyas paredes tienen también el color y lacalidez humana de la epidermis deun viejo, hay balcones, j', en losbalcones, geranios y claveles florecidos. Hay también una jaula dondeun canario o un dorado picotea j:
canta. Son los pequeños adornos devidas sencillas, como la cinta decolor en el pelo de la muchachahumilde. Los grandes edificios im·portantes -bancos y casas comer·ciales- no tienen balcones ni pája.ros ni flores. Ni tampoco, en laazotea, cuerdas henchidas de ropablanca.
Las casas que yo digo son casitodas de una sola planta y de un
solo color desvanecido: ocre, naranja, rosa, lila. Ventanas con altasrejas de hierro, puerta de maderalabrada y provista de un llamador ymanillas de bronce. (Oh, aquellosllamadores que eran una mano convuelillos de encaje! ¡Oh, aquellaspúdicas señoritas de cofia que porla mañana lustraban esos bronces conuna pomada que se llama "amor"!Esas casas ponen en nuestra ciudaduna nota colonial que nos llega através del tiempo como un apagadoperfume al abrir un mueble antiguo.
Caminad por la ciudad vieja denoche -porque debéis hacerlo a piede noche, cuando los monstruososautobuses no os buscan para aplas·taros- y veréis cómo Montevideorecupera a esas horas su fisonomiacolonial, a cuya época podéis tras·ladaros. No todos los viajes debenhacerse en el espacio. Se puede viajar también en el tiempo. Y siqueréis un itinerario del Montevideocolonial anotad estas calles: 25 deAgosto, Piedras, 25 de Mayo, Cerri.too No ofenderé al lector culto indiocándole, como en una Guide Bleu,direcciones precisas. Si transita porlas calles referidas durante la nocheél mismo advertirá las casas col{)nia·les. Las hay del siglo XVIII, dela dominación portuguesa y de nues·tra independencia, y se distinguen de
las demás como en una multitud unrostro con calma.
Es también durante la noche queaparece el Montevideo puerto. Nose ha reparado en lo poco que cuen·ta el mar para los montevideanos.Parecería que la ciudad ignorara supuerto y aquí aparece también nues·tro origen ganadero. Y bien, es duorante la noche que se hace presenteel aspecto portuario internacional.Suben por el lado sur, junto al olorde salitre y brea, pantalones acampa·nadas y fuertes zapatos claveteadosen Southampton, Marsella, San Fran·cisco, Génova. Los atraen letreros connombres comprensibles en todos losidiomas: Moulin Rouge, Viking, Tro·pical, Can Can. De los bares salenbocanadas de música mecánica y devalses tocados en pianolas. Las ven·tanas encuadran escenas de amor urogente. Y por la calle pasan marine·ros ebrios que se toman de una cin.tura de mujer como de un sal.vavidas-maniquí.
Una bruma que llega del mar vaenvolviendo la ciudad. Son las sá·banas blancas, de las que le costarádespegarse mañana cuando llegue elsol a despertarle.
Más de Ayala: Montevideo y suCerro pp. 221/22.
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Felisberto Hernández evocó un Montevideo de infancia y de barrio,que estaba en sus recuerdos y tenía un aire de' cosa cuajada en eltiempo, amable, quieta y misteriosa.
cuando afirma "que la distinciónentre literatura del campo y literatura urbana responde a una clasificación primaria y simplista, queno debe aceptarse; atiende comocriterio clasificador a los asuntos,sin reparar que son pasibles demuy distintos y hasta contrariostratamientos literarios -así loprueba la evolución histórica deuna y otra literatura- siendo enellos donde debe buscarse los criterios de interpretación y valoración".
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Hay sin embargo, en la coyuntura de nuestra realidad nacional,motivos para seguir trabajando conla alternativa, siempre que se latome en cuenta como mera hipótesis de trabajo, y no más alláA partir de El pozo -1939, fechaa retener en el mismo entendimiento de la referencia anteriorhay una literatura que quiere buscar formulaciones nuevas para unahora literaria relativamente inéditaen un escenario nuevo; y hay formas - de una literatura nostálgica,
de esencia retrospectiva y memo"riosa, que quiere perpetuar y refrescar la visión de una Arcadiaya muerta, el refugio de una infancia, el simple privilegio de tener recuerdos. La primera de esasintenciones mira a la ciudad; lasegunda a los pueblos, a sus orillasy al campo. Nuestra literatura rU'ral nace hablando en pasado:Ismael se edita en 1888 y su asuntose fecha en 1811. Nuestra literaturade tema urbano aparece con unaobstinada voluntad de hablar enpresente.
Hemos dicho ya cómo --y es loque Benedetti llamó la evasión delpresente hacia el pasado-- el viejoIsidoro de Maria publicaba, en elúltimo tercio del siglo XIX, lasimágenes y estampas de un Montevideo de fines del siglo XVIII.Y, ejemplo más actuante, hemosdicho cómo un Felisberto Hernández joven y talentoso, irrumpia- en1942 (los pequeños libros anteriores pertenecen a su propia prehistoria literaria), contándonos un barrio ya ido, un tiempo ya mustioy la figura de un músico ciegosobre la que ya habia caído lamuerte. A partir de El pozo, laexigencia pareció ser otra: narrarse en presente histórico y en presente literario, doble apetencia quesería muy dificil satisfacer connuestra actual literatura de temacampesino. La diferencia marca,pues, un resto de legitimidad en eldistingo recusado por Rama.
Onetti no teorízó y otros despuéslo hicieron. Fue entonces cuandoempezó a: hablarse del "aqui y ahora" y del "hoy por hoy"; BenedeWfue el exégeta más empecinado deestas reclamaciones, en cuyo fondosubyacía una necesidad imposter-
EL MONTEVIDEO QUE ENTERRO A BATLLEHablo de un montevideano que en
el verano de 192i vivía trepado enel tablado de la esquina. El de mibarrio era el Tablado Cidriz, en elcruce de Lima y Justicia. Un jovenvestido de smoking, mirada y sonrisabrillantes, corría tras un ideal al·canzable por la módica suma deseis centésimos: la botella de gaseosaCidriz, tamaño gigante, de las quepartían los rayos de un sol enormeque, en el colmo de la imaginacióneléctrica, encendía de noche las filasde bombitas pintadas de amarillo.
En la época en que Montevideole pone una bufanda de hormigóna todas las calles porque cree ale·gremente en el Progreso, y porquesin calles asfaltadas no hayCutcsaque resista. Es la época de oro delfútbol: entre Colombes y Amster·dam, el gol de Piendibene a Zamo·ra. La época en que Gardel y Juliode Caro no eran todavía, la laborio·sa literatura del tango sino el tangomismo. La época en que los conse·jeros nacionales. se llamaban Batlley Ordóñez, Martín C. Martínez, Al·fredo Vásquez Acevedo, FranciscoSoca. La deliciosa época en que lapropaganda polítíca se hacía desdeautos de capota baja y bocina degramófono en cuello, sin más estruen·do (oh, manes de la aviación inci·vil) que la algarabía de los pibeslanzando desde las aceras ecuánimes
gáble de definición militante (unode sus libros de poesía se llama,precisamente, Poemas del Hoyporhoy).
hurras o denuestos, fieles a con·vicción de sus mayores.
Recuero a Julio María Sosa, en·vuelto en los pliegues de ua banderacolorada, saludando desde un autodescubierto que bajaba lentamentepor Domingo Aramburú hacia Ge·neral Flores, rodeado por la farradel vecindario y por la muda emo·ción de mi padre -recién llegadodel Tala para radicarse en la capi.tal- que los tenía, a Batlle y a él,por sus ídolos políticos. Despuésvendría la clamorosa muerte de DonPepe, y la bocina gemebunda de"El Día" amonestando a la tropaque pifiaba, solemne, a propósito dela Marcha Fúnebre de Chopin. Épo.ca en que se era, para siempre yde padres a hijos, colorado o blan·co, de Nacional o de Peñarol, deAtenas o de Sporting, de "Un realal 69" o de la "Oxford", porqueel mundo era manuable y se le po·día, confiadamente, partir en dos.Subidos al tablado del barrio o enel patio de la escuela, nosotros mi·mábamos la pasión de nuestros pa.dres; en verano, era para mí unasuerte ser de la "Oxford".
La rivalidad de las dos troupesnació en diciembre de 1926, antesque la "Oxford" hubiera subido aun tablado. Salvador Granata, queya era famoso por "Un rear', ,.Ramón Collazo, solían encontrarse,en calidad de compositores musica·
Todos estos vocabularios de lacrítica son esencialmente fungibles;y llega un día en que nos fatigamos de ellos.
les, en los salones de la Casa Mo·rixe, que entonces distribuía los dis·cos "Victor", :r allí le preguntó Sal·l'ador al Loro si era cierto quesacaba una troupe en el próximocarnaL'al. Sí, era cierto, tuvo queescuchar Granata la noticia. Amigoscomo eran, desde entonces y porquince años dejaron de hablarse,hasta que en 1942 los reconcilió Ed·mundo Bianchi, a tiempo para queSalvador Granara, algo después, pu·diera morir poco menos que en bra·zos de su amigo.
Las líneas estaban tendidas, losdos cuarteles generales con domicilioen la Ciudad Vieja. "Un real al 69"en Washington; la "Oxford" en Re·conquista. El Puerto y el Bajo. ElHospital Maciel y el Templo Inglés.Debo admitir que el eco de aquellasreyertas casi no llegaron aJusticiay Lima. O quizás mis oídos infan.tiles no supieron distinguírlo, ata·reados como estaban en formar conRaúl Barbero nuestra propia troupe("Mientras reina Momo", se llama.ba, y llegó a salir tres aitOs peronunca más allá de la esquina). Encambio era una risa cómo sabíamosel repertorio de cada agrupación,y cuidado con atribuirle "Marabú"a la "Oxford" o "Si lo supiera ma·má" a su rival.
AIfaro: Mi mundo tal cual espp. 23/25.
"Para todo hay sazón debajo delos cielos", dice el Eclesíastés; yestas palabras sí que no envejecen.Si la literatura miró hacia Mon-
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Juan José Morosoli y sus pequeños seres que vegetan a la orilla delos pueblos, sin atreverse a entrar a ninguna verdadera ciudad.
lusión que en mucha gente de izquierda acababa de crear el pactogermano-soviético.
Por muchos años se había estirado sobre los cuadros de nuestraliteratura una visión esmirriada delcampo que ---en 1930-- el mismoReyles ya declaraba en trance dedisolución y de muerte. RodriguezMonegal ensaya una interpretaciónentre sociológica y literaria: "Aunque Montevideo funda el pais -dice- el Uruguay es campo hastabien entrado el siglo XIX, y siguesiendo campo (es decir, en términos literarios: épica o lirica) gracias a los ramalazos gauchescosque arrojan las revoluciones sobrela capital en todo el último cuartode siglo. De ahí que los grandes(Acevedo Díaz, Reyles, Viana) aparezcan enraizados en esta tierra.Aunque hombres de ciudad y hastadoctores o estetas más o menosparisinos, lo que les sirve de fuentees el campo: esa realidad que lesllega no sólo desde la experienciainfantil del deslumbramiento antela naturaleza y sus seres, SillO deotras experiencias más arrebatadoras: la guerra civil de la juventud y madurez, la forja de un destino de estanciero."
Con las generaciones del 15-17y del Centenario, ya hemos dichoque esa realidad se viene a menos.Del gaucho del campo abierto y laproeza bárbara (Ismael) se bajaal chacarero (en Morosoli, en Dossetti) y aun al asesino rural (enCrónica de un crimen, el mejorlibro de Zavala Muniz y una prueba avant la lettre del roman-vérité en nuestra literatura) cuandono al parásito de orilla de pueblo(el Juan Carlos de Sombras sobrela tierra). Y, según ha dicho Be-
país, la falencia de muchas de susmísticas, la guerra europea y hasta, corno lo recuerda Rama a propósito del libro de Onetti, la desi-
tevideo sobre el fin de la décadade los años 3D, es porque todopreparaba a que así ocurriese: laquíebra de las credulidades del
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nedetti, "a medida que el novelistase aproxima a la ciudad (sin entrar derechamente en ella, agreguemos por nuestra parte) el personaje pierde vigor". Ha llegadola hora de renovarlo o -mejoraún- de sustituirlo. Es la hora deEladio Linacero.
Rodriguez Monegal afirma que"desde el punto de vista social,hombres como Amorim y como Espínola, que han estado en contactopermanente con una realidad ciudadana de gran desarrollo, cuyohorizonte no está limitado a lasfaenas de los campos y a la "amistad del arroyo y las suaves cuchi-
Santiago Dossetti: escribir "LosMolles!' ydirigi,rel Sodre.
llas, no son hombres determinadosúnicamente ~r la tierra, ni pueden serlo. Pero al campo vuelvenlos ojos. Estos hombres leen aGorki o a Baraja, leen a Proust oa Thomas Mann; y sin embargo,cuando escriben, escriben preferentemente sobre nuestra realidadcampesina. La sociología no lo puede explicar. Pero sí la literatura.
"Escriben sobre nuestra realidadcampesína porque están inmersosen una corriente literaria, en unatradición existente, porque nuestrocampo es novelable y ya ha, sidonovelado. Porque su experiencia deniños y jóvenes los ha familiarizado a la vez con el campo y su traslado narrativo (Acevedo Díaz yReyles y Javier de Viana). Hacenliteratura regional, y prolongan(aunque no copian) a los maestros.y enriquecen aún más esa tradicióncon sus obras, con sus puntos devista: en la exploración de los nuevos temas campesinos (El caballoy su sombra, Corral Abierto, Losmontaraces, La desembocadura deAmorim) o en la incursión hacialos infiernos y los cielos de sushombres (la obra entera de Espinola)."
No creo que pueda llamarse literatura regional a la de Esplnola(piénsese en El hombre pálido, enQué lástima, en Rancho en la noche, en Rodriguez) ni a la de Amorim (piénsese, uno entre muchos titulas, en su última y mejor novela,La desembocadura). Lo que en cambio parece cierto es que en ellos yen Morosoli encarna la última promoción de hombres que -por justificaciones que difieren caso porcaso-- pudieron sentir a nuestrocampo con una vivencia original yhumanamente legítima, poderosa
Acevedo Díaz fue un gigante y"Brenda" su hija ciudadana ym&nor.
en lo literario y a grandes tramosinédita. No es que tal cosa nopueda ocurrir en el futuro; simplemente, no está ocurriendo ahora,
Lo que comienza con Onetti esun tiempo presente de la ciudadcomo escenario, como suscitación ycomo tema. "Es más probable queOnetti -aventura Ángel Rama-
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Francisco Espínola ya pertenece a Montevideo, pero su mejor narrativa
seguirá perteneciendo a San José.
quisiera afirmar que la literatura-pensando siempre en la narrativa- debía expresar la nueva ciudad que era Montevideo, en estoeco at.enuado de la monstruosa capital porteña: una ciudad tensa,dramática, moderna, más que nun-
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ca parecida a las europeas y norteamericanas o más decidida a parecérseles."
La exigencia de una literaturanueva es, para Onetti, una exigencia moral y artistica de autenticidad. Hemos dicho ya que Onetti
no teoriza; como buen timido, alo más confía a alguna de sus encarnaciones hacerlo. Esta vez noes a un personaje de sus novelassino a él mismo, como periodistay con seudónimo. Con un seudónimo que todo el mundo conocepero que aligera o amonesta o pone en sobreentendido de b~'oma elpeso solemne de una resronsabilidad de maestro hablando en ruedade café. Ocurre hacia fines de1939, el año mismo en que acabade aparecer El pozo Y con él (pensamos hoy) se ha fundado o seha vuelto a fundar nuestra literatura urbana.
Periquito el Aguador (otro yo periodístico de Onetti en :\hrcha)publica en el número 28 del semanario, correspondiente al 30 dediciembre de 1939, una página engañosamente llamada "Propósitosde año nuevo".
"Pensemos en esta realidad pavorosa -escribe--: los mismos nombres que formaban la vanguardiade nuestras letras en 1930 aparecen en el 40 ocupando idéntico sitio, haciendo las mismas cosas. yllegará el 50 y estarán allí y publicarán el mismo libro cada añocon distinto titulo. Hacemos puntoy aparte para que los lectores mediten sobre esto.
"La meditación hecha, usurpal110sel lenguaje íncomparable de losavisos de las compañías de segurosy anexos, llenamos nuestros pulmones y hacemos un llamado a losjóvenes ambiciosos, enérgicos, activos, que deseen labrarse un excelente porvenír. Hay que hacer unaliteratura uruguaya; hay que usarun lenguaje nuestro para decir cosas nuestras. Ya no sirve imitar laestétíca de Fulano, porque Fulano
lleva la ventaja de estarla imitandohace diez años y Fulana veinte.Que cada uno busque dentro de simismo, que es el único lugar donde puede encontrarse la verdad ytodo ese montón de cosas cuya persecución, fracasada siempre, produce la obra de arte. Fuera de nosotros no hay nadie. La literaturaes un oficio: es necesario aprenderlo,pero más aún, es necesario~rearlo.
"El que no escribe para los amigos, a la amada o su honrada familia: el que escribe porque tiene.la necesidad de hacerlo, sólo podráexpresarse por una técnica nueva,aún desconocida. Una manera queacaso no alcance totalmente nuncapero que no es la de Zutano ni lade nadie. Es o será la suya. Pero no podrá tomarla de ninguna literatura ni de ningún literato, nopodrá ser conquistada fuera de unomismo. Porque está dentro de cadauno de nosotros~ es intransferible.única, como nuestros rostros, nuestro estilo de vida y nuestro drama.Sólo se trata de buscar hacia aclentro y no hacia afuera, humildemente, con inocencia y cinismo, seguros de' que la verdad tiene queestar en una literatura sin litera'tura y, sobre todo, que no puedegustar a los que tienen hoy la misión de repartir elogios, consagraciones y premios."
Esta apelación a buscarse dentrode uno mismo, de encontrarse ensu rostro, en su estilo de vida, en
drama, esta exhortación di~-ec
a algunas formas vivenciales eil1naeélia1tas de la originalidad crea
equivalía a incitar a una literattlra de entorno y circunstan
verificables, no tamizada a trade otras líteraturas, no filtra-
da por las experiencias y el estiloy el magisterio de nadie (ni delmismo Onetti).
Hoy podría pensarse que fue unllamado a la existencia dirigidoa la Generación del 45. De todosmodos. la prédica con el ejemploy la inequívoca impresión de genuinidad que habia significado laaparición de El pozo, no reclamaban que esta convocatoria fuera detal modo expresa. Lo fuera o no,parece hoy inevitable que Onettituviera que ser escuchado, recogido, meditado. La literatura de quienes seguian publicando año a añoel mismo libro con diferente título,era la que alguna vez Beneclettí
Con "El pozo" la ciudad actualingresó o nuestros letras.
definió como literatura gacelal', lapoesía sobre ruiseñores y gacelasy vítrales de rigurosa ímportación,que no veíamos, que no viviamos,que no sentíamos, que ot~os retorizaban impunemente al lado denosotros. O venía de los maestrosde la gran generación de la República Española o, en su parte vernácula, se seguía refugiando enun campo fantasmal, en un exprimido gracejo de fogón, en un folklorismo conformista, sin porvenirauténtico y, a esa altura, sin vidaverdadera; sin la certificación deuna existencia vivida, nutricia yconstante.
Había que hacer otra cosa, volverse hacia la. vida circundante, sintenerle miedo. La vida circundapteera, para la mayoría de los jóvenes,la que estaba proponiéndoles Montevideo, un Montevideo en tiempopresente, sin prepotencia de prestigio ni de leyenda.
Cuando Eladio Linacero se paseasemidesnudo por su pieza de conH'ntillo (es verano) oliéndose alternativamente las axilas, Montevideo no es un escenario propuestoexpresamente, más allá del patioal que el solitario y vencido personaje mira, buscando recrear lacara de una prostituta. Más queel Capurro de la adolescencia, másque Juan Carlos Gómez y el puerto y la rambla sur, o tanto comoellos, Montevideo es el sitio actualdesde el que Eladio Linacero, oyendo la radio del restaurante, realizala angustia de su tiempo y sumundo: la guerra, la caida de todas las candideces, la crueldad, laindiferencia y en definitiva el aburrimiento. El mundo, la ciudad, lapieza, el cuerpo: un juego de jaulas, cada una dentro de la anterior.
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El Puerto de Montevideo alberga por igual al hampa, al contrabando,al trabajo pesado y a la mitología.
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y uno mismo, como quería Onetti,dentro de todas las jaulas: su identidad y su contorno, dos veces suidentidad.
Cuando Onetti encontró con tanseca certeza este rumbo, todo estabapreparado pata que muchos le creyésemos en seguida, para que noslanzáramos tras él. Aquello tenia"un olor a lugar vivido", como hadicho Carlos Maggi. Y también esto que anotó Benedetti en otrositio (Literatura uruguaya sígloXX): "Las ciudades (no sólo Montevideo, sino todas las grandes ciud.ades del mundo) tienen mala conciencia de su vivir y de su morir.Pero con la mala conciencia jJuede hacerse buena literatura".
Aquélla era la hora de la malaconciencia, esa mauvaise conscience sartriana que ~espués ha dadotanto que hablar. Y la dudad ~ra
su asiento, y no el campo y no elpueblo del interior. Escribir en laciudad, desde la ciudad y no sólo sobre la ciudad era una forma de sictuarse; aunque parezca insosteniblela paradoja, era una forma de situarse en el tiempo (el tiempo literario de Voyaje au bout de la nuit,el tiempo político del nazismo)más aún que en el espacio. Porquelas ciudades -como escribíó Aldous Huxley en una hermosa elegía por la caída de Barcelona enmanos de los fascistas, en Aftermany a summer- están edificadasen el plano de la ausencia de Dios.Las ciudades de hoy, no las delmedioevo, claro está.
Menos seguros que Onetti, losnarradores y dramaturgos jóvenespensábamos entonces que Montevideo carecia de credibilidad literaria, como asiento de nuestras ficciones. Una Vez conté ~referida
a esos años- la discusión sobreverosimilitud literaria de Montevideo, que varios de nosotros habiamos mantenido, a propósito de uncuento de Carlos Maggi: el temadel cuento era la vicisitud de unpobre hombre que, tras años depenuria, conseguía un puesto en laUTE y, la primera vez que íba atrabajar, moría electrocutado desmontando una instalación luminosade Carnaval; y quedaba prendidode la armazón, muerto y enganchado o suspendido en lo alto, en 18y Ejido. Lo que entonces discutimos no fue si el cuento era buenoo malo. Discutimos si Montevideotenía tradición literária suficientecomo para atribUirle una muertetan espectacular en un lugar tancéntrico, ciudadano y evidente. "Siesa muerte u otra parecida se endosan a Piccadilly Circus o a laPlace de la Concorde, es materialiterariamente asimilable, sin quequeden flotando una condición oun estigma flagrante de ficción",dije.
No pensé entonces que la pequeña anécdota fuera a ser tan largae inteligentemente examinada (porBenedetti, por Rodríguez Monegal), más allá de donde en e¡;trictorigor lo merecia. Pero ocurrió, nopuedo retirarla porque se haya dicho demasiado acerca de ella; ocurrió y, en su hora, fue ilustrativade nuestros titubeos.
Pienso que, después, la gener:J.ción del 45 ha superado y ayudadoa otros a superar esas timideces.Las han superado Maggi con suteatro y Benedetti con su narrativa, para no dar sino dos ejemplos
tienen la ventaja del favor popular.
Juan Carlos Onetti VIVIO años en Buenos Aires y consagró libros a"Santa Maria", pero Su literatura es entrañablemente nuestra.
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8enedetti nació en Paso de los Toros, pero sus oficinas y sus treguasy sus montevideanos le han dado un rostro a nuestra capital.
Benedetti ha puntualizado queescribir sobre la ciudad en que sevive -referencia artística Y humana verificable por los destina-
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tarios contemporáneos Y tan cercanos de la obra escrita- tieneun sentido demistíficatorio, perosiempre que se empiece por demis-
tificar la ciudad de la cual, desdela cual, sobre la cual se escribe."Montevideo casi no ha tenidocronistas de sus presentes sucesivos -dice- ni, menos aún, recreadores de esas crónicas ciertas oposibles. Enfrentar, con un minimopropósito creador, la ridicula acusación de ridiculez, requiere hoy endía un coraje tan peculiar y tansutil (lo está diciendo en enerode 1962) que ni siquiera tiene elmérito de parecer coraje.
"Pero hay otro rasgo que afectapor igual a lectores y autores: laresistencia, en unos Y en otros, aadmitir (antes de cualquier lectura, previo a toda creación) el Montevideo verdadero, esencial. Tantole han repetido al montevideanoque vive en una democracia perfecta, junto a playas magnificas;tanto le han enseñado que su fútbol es (o, más bien, era) el primero de América y del mundo, ysU churrasco el más sabroso delUniverso Y sus alrededores; tantoénfasis han puesto en hacerle admitir que esas afirmaciones sontodo y lo demás no importa, queahora, naturalmente, hay muchossaludables reconocimientos para losque el montevideano se siente inhibido. De ahi que se aferre a unavisión escolar de su propio medio,y siga considerando vigente un retrato de la ciudad, cuyos retoquesya huelen a viejo."
Esa actítud deflacionaria informa, precisamente, la literatura deMario Benedetti, en narrativa ypoesia. Sus montevideanos Y susoficinistas (Santomé es uno deellos, en La tregua) son seresopacos, indecisos, mediocres, lúcidos: la mediocridad es más bienla del destino que aceptan que la
Carlos Maggi, peñarolense, batllista (mientras se pudo serlo) y montevidean<> arraigado y sin viajes.
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de aquellas condiciones que tendrían para excederlo y que renuncian a usar. Son también personajes tramposos ("fallutos", le gustadecir a Benedettil, a veces cínicos,gratuitamente sensuales, más en laimaginación que en la acción. Ybien: esa visión del montevideanoha convertido a Mario Benedetti enel best-seller literario del Uruguay,gracias a la acogida de sus lectoresmontevideanos. He oido decir queal lector de Benedetti le gusta encontrar en sus libros la posibilidadde reconocerse y la ilusión de haberse podido índagar y explicar así,si él a su vez escribiera. Es unespejismo, por supuesto, porque uncuento o un poema de Benedetti.síempre fáciles de entender, resultan -a la altura de la imaginacióndel común de sus lectores- imposibles de hacer. Pero lo cierto esque Benedettí moralista (porque loes en grado decisivo l ha dado conel masoquismo de sus flagelados.y éstos han consagrado su triunfo.Un triunfo que, en algunas zonas,no deja de desazonar al propio Benedetti, que se reclama de ese semejante (que defeccional y postula, en la instancia cívica, actitudespuras y arriesgadas en que esesemejante, por unos cuantos años,no ha querido acompañarlo. Dicho.sea, no para analizar la literaturade Benedetti sino para ilustrar cómo son de inmediatas, de ricas yde actuantes, de conflictuales o inesperadas las relaciones entre un escritor montevideano y sus lectorescuando (parafraseando la frase deSartre sobre La Bruyerel el escritor sabe no sólo hablar de ellossino hablar con ellos.
Es, por lo demás, la victoria cnnsegt:ida a partir de la doble CÍr-
cunstancia de que, al creador, laciudad no le estorbe ni le mixtifique. Escribi una vez - --con ofensay escándalo de los aludidos-- quepor algún tiempo a nuestros dramaturgos que querían ser contemporáneos de sus vivencias, les molestaba empero el sitio preciso dela acción y el tiempo cotidiano ymenudo de sus personajes. Y asisurgió nuestro teatro de la horagriega, con sus Ulises u Odisecs ysus Calipsos y sus Orfeos; y nuestro teatro de los cataclismos. con
sus sitiados en la montaña o en elúltimo piso del Empire State Building o en la torre de control deuna fábrica, a la hora de la pesteo las inundaciones. El personaje, lacriatura implantada en escena podía ser nuestra en sus pasiones, enSUs motivaciones, en la calidadexistencial de su angustia; pero laflagrancia prosaica de un entornodado se le escamoteaba -por lavía del prestigioso peregrinaje enel tiempo, por la vía del asedioinnominado de los elementos- como
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Mario Arregui cincela sus cuentos en el Arroyo Grande, pero puederecoger los temas desde lo alto de un chassis.
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forma de suprimir verificaciones naturalistas para las cuales no sehabía adquirído todavía la suficiente naturalidad.
Un caso distinto es de los escritores que viven en Montevideosin haber calado en el vivir ciudadano; y entonces, por motivaciones muy especiales, siguen el trillode sus mayores Y se conviertenen sus epígonos.
Apresurémonos a decir que noes el caso de Mario Arregui, quetras sus años montevideanos de
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adolescencia Y juventud ha vueltoal campo y a su pueblo natal. Aunque con alquitarada elaboración formal, Arregui se expresa en unasuerte de equilibrio espontáneo consus peripecias vitales; y, por eso,de nuestros narradores rurales estrictamente contemporáneos es elque menos recusa influencias detema o de modo de visión delmundo que provengan de sus antecesores en la narrativa rural.
Pero es el caso de Julio Da Rosao de Luis Castelli o de un Serafín
J. Garcia que no acaba de llegara la ciudad ni cuando escribe Asfalto. "Los treinta o cuarenta añostranscurridos desde Raza ciega(1926) o desde Los Albañiles deLos Tapes (1936) han alterado profundamente el cuadro social· y humano -ha dicho Emir RodríguezMonegal-; Y si los epígonos nohan podido advertir· la mudanzade los tiempos es porque ya noviven en los ambientes que, fanáticos del Arte, continúan postulandocon sus repeticiones. Aunque digany escriban lo contrario (Ha vividosiempre en pueblos del litoral, semiente de uno que es profesor deMontevideo) hace años que hanabandonado los pueblos y compartenel ajetreo de la capital. Son estudiantes o profesionales, empleadospúblicos u oficinistas, viajan enómnibus y se someten a las cotidianas operaciones municipales. Pero, literariamente, han preferido refugiarse en la Arcadia de sU infancia: paraíso perdido, como deciael poeta. Muelen y remuelen en sumemoria cada uno de los registrados acontecimientos, cada una delas primeras intuiciones, cada unode los seres que el tiempo ha preservado en pura emoción. Son másque narradores, líricos, y con susrelatos se evaden de la dura realidad urbana. Dan la espalda aesta sordidez, a este prosaísmo, para crear una realidad que ya lesviene prestigiada por la literaturanacional y que sólo exige una cuota módica de creación: un parnasoabierto a todos los que tuvieronmfancia."
y agrega aún ERM. en su tenacidad por negarlos: "Pero ni hanconquistado Montevideo (no la handescubierto siquiera) ni han conseguido preservar la virginidad pue-
..
Julio César Da Rosa piensa que el hombre de la ciudad ríe con menosfranqueza que el hombre de campo.
•blerina. .. Viven al margen y sinquerer olvidan, e idealizan."
Menos duro, Benedetti trata deexplicárselos: "Quizá porque yomismo vengo del Interior, quizáporque me siento, a pesar de ello,irremediablemente ciudadano, puedo comprender mejor esa insatisfacción de los trasplantados queviven en Montevideo y no se hanacostumbrado a ese vivir. De ahíque, aunque no participe de esanostalgia, pueda defender su derecho a sentirla, su derecho a negarse a ser conquistados por la ciudad. Porque esa conquista es, comose sabe, profundamente amarga."
Interesa especialmente el caso deDa Rosa, porque es un escritorserío, decoroso y con respeto por sucarrera y con sentido de ella. Cuando en 1960 escribi aquel articulosobre Montevideo y su literatura,analicé un pequeño ensayo de DaRosa, aparecido en la revista Asiren julio de 1954. Se llamaba Larisa y la muerte en la ciudad yen el campo; alli (y luego enCivilización y terrofobia) el autorse ha quejado de que fuera maliciosa y sarcástica y enve?1enada larisa del hombre de la ciudad, carente de "esa angelical ingenuidadque sólo de la tierra sale y quetendrá que recuperar el hombrepara salvarse". Con igual legitimidad, el ciudadano y el pueblerohan encontrado siempre avieso yladino y cazurro al hombre decampo: porque no lo entienden nilo quieren en sus dichos, en susbromas, en Un sentido replegadodel humor que -de hecho- losexcluye.
Da Rosa es un escritor respetable, autor de algún cuento excelente (pienso en Hombre-flauta), au!,\-
qUe no se comprenda bien la necesidad de que reedite o aun renu.eve y prolongue una literaturade veta angosta y modo tan circunscrito como la de Morosoli. Laevidencia de que sea -junto con
Arregui-- el más leído y mejorrecibido de los cultores de nuestraliteratura rural, muestra que paraella el panorama es menos espléndido qUe hace ochenta y que hacecincuenta y que hace treinta años.
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DOS DECADAS,DOS HECHOS
I - EL REGRESO DETORRES - GARCIABase primera: que nada se represente que no tenga por origen unarealidad bien precisa: "Plaza Independencia", "ómnibus 122", "elCerro", "barrica de yerba", "motoreléctrico", "campo -de aviación","Parque Rodó", etc.Base segunda: que tal realidad (ypor lo mismo) sea de. esta ciudaden que vivimos; es decir, Montevideo.Base tercera: que, por tal motivo,sea del tiempo en que vivimos yaun, preferentemente, en lo quem'ejor lo señale, siglo XX.
Joaquin Torres-García, Fundamentos de la pintura constructiva, 50~ conferencia.
Joaquín Torres-Garcia regresóa su pais natal, a su ciudad natalen 1934; nacido en 1874, tenía entonces sesenta años, la edad a quehabitualmente los uruguayos se jubilan. En Historia de mi vida, publicada en 1939 (el mismo año queEl pozo, en el mismo papel queEl pozo) reseña las circunstanciasde ese regreso; tras- descartar a México. La ciudad de. Monte'video erapara él un casi desaprendido recuerdo de niñez: apenas reterúa laimagen infantil de una esculturade Mora en un frontis de GeneralFlores y Yatay. Pero venía, ricode experiencias (y ácaso tambiénde desilusiones, que no habían podido doblegar la' energía indomeñable de aquel cuerpo pequeño yfrágil) a dar a su ciudad todo loque sabía; y a fundar en ella elmagisterio de pintura y artes plásticas seguramente más importante
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que recuerde su historia. Hasta quequince años después -en 1949 yen esta misma ciudad- a los setenta y cuatro años le llegara lamuerte.
En los días del Centenario, unFigari. de casi setenta años (habíanacido en 1861) había sido canonizado con un gran premio y sehabia retirado (moriría el 24 dejulio de 1938, el mismo día queReyles). Cúneo (nacido en 1887)había cerrado por entonces la magnífica era de los ranchos y laslunas. Perinetti (Cúneo segundaépoca, Cúneo no figurativo, Cúneopop) empezaría después, prolongando la ejecutoria artística cel granpintor hasta hoy, en que con susgallardos ochenta Y cUíl-tro añoses la mayor gloria viviente de laplástica uruguaya.
Joaquín Torres-Garcia llegaba,pues, a ocupar un sítio que pareciahaber estado esperándolo. Barcelona, París, Nueva York se habíanrepartido una vida fecunda, andariega, polémica. En Montevideo, eldespliegue de su energia fue avasallante para la platitud del medio; y las artes plásticas del Uruguay tienen hoy una divisoria fun-
damental, una inflexión, un hitodemarcatorio ineludible: antes deTorres-Garcia, después de TorresGarcia.
Expuso, explicó, impartió su doctrina (doctrina para plásticos, queno proponía a filósofos ni a estetas ni a poetas ni a músicos, pormás que todos 'ellos lo rodearan):formó su taller, creó su escuela.dio cantidad incontable de conferencias. Encendió una fe, contagióun entusiasmo, un convencimiento,una visión. No es posible, en esteopúsculo y por quien no es criticode artes plásticas, valorar la permanencia última del constructivismo como doctrina del hecho plástico. Pero es ineludible registrarla presencia exorbitante de JoaquínTorres-Garcia en los quince años desu regreso a Montevideo. Publicólibros (Estructura, Uníversalismoconstructivo), suscitó periódicos(como Removedor, que lo fue enel doble sentido pictórico y literalque el vocablo connota), enjuíció,negó, afirmó. Fue apasíonado ytendencioso, hermosamente apasionado y tendencioso. Tuvo discípulos que lo reverenciaron y adorarony siguieron, criticas que le creye-
El constructivismo, quiso representar lo realidad montevideana con sus connotaciones mós precisos.
ron o le resistieron. Enseñó a pintar, reclutó alumnos, epígonos, seguidores. Su paleta baja domínó lapíntura de esos años, aun en quienes no Se decían sus discípulos. Losbarcos, los barrías portuarios, losrincones montevideanos surgieron.
en su obra y en la de sus discípulos, en un registro asardinadoy noble, con una estática veracídadque no los copiaba.
Vuelto a Montevideo después detantos años y tanta aventura europea. Torres-García fUe un cabal
pintor de Montevideo; y un granmaestro, el más memorable maestro pictórico del síglo en Montevideo La ciudad conserva -el Monumento Cósmico del Parque Rodó, los murales del Saint-Bois~ laimpronta de su obra, de su escuela.
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Tras años de Europa' y de peregrinajes, el maestro Torres-Gorda vinoo decirnos su lección.
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de su presencia irresistible. Másque ningún otro plástico de su tiempo en su medio, interesó a los intelectuales: porque exponia con unalucidez arrebatada, porque luchaba y se jugaba dramáticamente encada una de sus afirmaciones. Queda también el museo que lleva sunombre, quedan obras suyas muyimportantes en el Museo de ArtesPlásticas; pero quedan sobre todo,vivientes y muy considerables, sUSfieles, sus devotos, sus continuadores (sus hijos Augusto y Horacio,Alceu y Edgardo Ribeiro, Alpuy,Gurvich, el distante Gonzalo F.onseca, Matto Vilaró, muchos otrosmenores pero no menos leales).
Con los años, las artes plásticastornarían por el camino de la nofiguración y toda imagen posibley especifica de Montevideo sedesencarnaría en ellas, al tiempoque la literatura iba a asumirlacon una carnalidad cada vez másentrañable. Pero en Torres-García--en su obra, en su enseñanza, ensu prédica, en sus libros y sobretodo en su formidable ejemplo-seguirá estando lo mejor del Montevideo de las últimas décadas.
11 - LA AFIRMACION DELTEATRO NACIONALIndependencia de toda sujeción comercial, de toda injerencia estatallimitativa, de toda explotación publicitaria, de todo interés particularde grupos o personas, de toda presión que obstaculice la difusión dela cultura, entendida ésta como ingrediente de la liberación individual y colectiva.
FUTI, Declaración de postulados básicos, 1963.
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Justino Zavala Muniz hizo del campo su literatura y de la ComediaNacional su empresa ciudadana.
Mil novecientos cuarenta y :sietees un año fundamental en la historia del Teatro Uruguayo: ese añose creó la Comedia Nacional, eseaño se fundó la Federación Uruguaya de Teatros Independientes{FUTIL
Las causas han sido largamenteelucidadas en libros dedicados especialmente al asunto (entre otros,el de Jorge Pignataro, que ganóel Premio de FUTI en su 20" imiversario),
Por un lado la post-guerra española y la mundial después, quetrajeron hasta aqui celebridadesvarias, vinculadas al teatro. Con laexcepción de Margarita Xirgu, ninguna gravitó a permanencia. Porotro lado, y quizá como provccación más importante, Perón dificultó los viajes a Montevideo delos elencos teatrales argentinos, quevenian a afligir (o a satisfacer) elgusto de plaza, con redomados espectáculos comerciales cUya posible nota más distinguida era la mediocridad (una mediocridad llamada Darthés y Damel, pongamospor caso). Cuando el Maipo y lascompañías bonaerenses de comedias dejaron de venir, crearon unvacio fecundo como pocos, a cambio de una ausencia ya por si bienhechora. En ese vacio vinieron ainstalarse la Comedia Naciona~ ylos Teatros Independientes.
La Comedia Nacional, que enrealidad es una Comedia Municipal de la Ciudad de Montevideo(administrada, dirigida en formamediata y sobre todo solventadapor la Intendencia Municipal deMontevideo) es Un gran montajepara hacer teatro nacional; pero,como que es un montaje oficial,todavia no ha rendido 10 que po-
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-mucho más endeble dramaturgoque narrador- no era un hombrede teatro al dia y era un hombrede teatro con prejuicios. Su liderato de la Comedia estuvo igualmente signado por sus virtudes Ysus limitaciones. Se perdió muchotiempo, en los inicios, con estrenosnacionales de extracción imposible,que obedecian a una credulidadanacrónica (¿ la de Zavala Muniz,la de sus asesores?) que nadiecompartía en el panorama del teatro nacional. y luego, ya en cdadmás adulta, con un elenco asentado y homogéneo, la Comedia Nacional ha estado sometida a fluctuaciones de dirección escénica Y ahibrideces Y titubeos y contradicciones de repertorio que han disminuido su proyección posible. Contodo, es el suyo -a veintitantosaños de creado- un conjunto deprimera importancia, al que se deben unas cuantas noches memorables de teatro, de ésas que Montevideo --antes de su advenimientoy dentro del campo de las posibitillades locales-no habia tenidoocasión de alcanzar; y una irradiación docente de indudable impor-tancia.
Teatro del Pueblo fue el primerelenco independiente de la épocacontemporánea en Montevideo. Ély Teatro Universitario fueron losprimeros en trabajar a la descuhierta, sin la debida periodicidad,en medio de precariedades, contando con el espiritu de sacrificioque debía compensar esas precariedades. Desde 1947, con la creación de FUTI, el panorama se enriquece y diversifica. La historiadel Teatro Independiente, desdeesos años hasta hoy, es muy nutrida en número de elencos, de
y dramaturgo Y consejero nacionaly ministro Justino Zavala Muniz.No puede negarse lo mucho queZavala Muniz hizo, en su estilo,por la Comedia Nacional. Su preocupación, sus desvelos, sU pujanzafueron notables. Pero Zavala Muniz
Margarita Xirgu: la guerra española la trajo a América latina y enseñó
arte escénico en Montevideo.
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dia esperarse de ella, de su elenco, de la importancia del teatro que lo alberga y de las sumasde dinero empleadas en sustentarla. Durante toda una larga época, la dirigió -corno alma mater,corno virtual dictador- el escritor
El teatro independiente ha dado mejores lecciones de imaginación yde coraje que el profesional.
salas, de repertorios, de directores,de escenógrafos y aun de autoresnacionales; demasiado extensa paraser recogida aquí con prolijídad.Sólo cabe trazar algunas líneasfundamentales.
Un primer momento, tras las inevitables vacilaciones, fue de expansión, de diáspora. Una expansión demasiado grande para lasfuerzas con que realmente se contaba; una dispersión de esfuerzos,la pululación de teatros alrededorde elencos bisoños y directores precozmente egotistas (o egotistas sinsuficiente historia previa). Fueronlos años de un auge aparente, de unascenso en cuyo fondo acechaba unacaída. La caída fue el prólogo delnecesario reajuste. Desaparecieronlos elencos que no tenían razón deser y algunos otros que (como elUniversitario) tenían el prestigiodel decanato y de la cultura. Huboque clausurar algunas salas, desaparecieron otras.
Hubo ensayos de profesionalización (como el TCM, Teatro de laCiudad de Montevideo, montad() enel Odeón con el incentivo de teesnombres considerables como sonlos de Concepción Zorrilla, EnriqueGuarnero y Antonio LarretaJ que,si bien tuvíeron qUe capitular,abrieron la vía de otros, menosambiciosos y con menos pretensióndeclarada de permanencia.
El Teatro Independiente. con susreveses y sus aprendizajes y susesnobismos y sus improvisaciunesy SUs denuedos y sus caidas, ha hecho más por la cultura teutral quela Comedia Nacional, disponienducomparativamente de recursos mucho menores. Por su obra y su mérito, Montevideo es una plaza tea-
tral abastecida al dia y retrospectivamente ilustrada por las obrasfundamentales del teatro, desde losclásicos hasta Brecht y hastaWeiss. Tiene los defectos cunnaturales a una empresa que es todavía, en términos de larga duración,muy joven y que ha pagado unerosamente el precio de muchas novatadas. Pero, en un balance global y forzosamente muy sumario,ha hecho mucho y decisivamentepor la cultura teatral y literaria delos públicos montevideanos y ('lunque en menor medida) del resto
del país; y ha propiciado el surgimiento de una pléyade de autoresnacionales que, sin las ocasionesqUe ofrece el Teatro Independiente,dificilmente podrían haberse abierto paso hacia la vida artística dela escena (Maggi, Benedetti, Rosencof, Novas Terra, Langsner,Plaza Noblía, Legido, etc.) asi como el surgimiento de directoresescénicos que figuran, sin exageración, entre los mejores del continente (Atahualpa del Cioppo, Antonio Larreta, Ornar Grasso, Ruhen YáñezJ.
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El público de esta civilización de. la vista no renuncia a crearse modelosde comportamiento y puntos de referencia axiológica; pero paradójicamente las élites que elige como modelo son élites irresponsables.
Umberto Eco, "Apocalípticos e integrados".
LA EXPERIENCIA DEUN CHASCO:
LA T - V "NACIONAL"
Alguien va a saltar en cuantocrea que postulamos aquí la posibilidad de confundir los medios decomunicación de masas (o mediosde producción de artículos cuyademanda se suscita previamente enla masa, según han esclarecido lossociólogos) con cualquier vehículoválido de manifestación del arte.El desdeñoso encogimiento de hombros que los intelectuales, durantedemasiado tíempo, han ensayadofrente a esos medios, señala hoyseguramente un error irreversible.Es muy probable -por otra parteque una mejor disposición suya aparticipar en estas atenciones delconsumo, en nada hubiera cambiado las cosas, vistas las fuerzas yvistos los intereses que juegan enesa partida por la estandarización del hombre contemporáneo,por la jibarización de las cabezasde millones y millones de seres enel mundo de hoy. Pero seguir ignorando que el hecho existe, es tontería digna de avestruces. Mejor decir algo.
Una segunda extrañeza más explicable podria ser la de cuál esla relación entre el tema de nuestratelevisión seudo-nacional y un cuadernillo sobre el arte y la literaturade Montevideo. Esto ya no parecetan difícil de responder. Hace aflOsque, para bien o para mal -ypara mayor lote de mal que debien- tenemos televisión en Montevideo y sus alrededores. No tanto en el resto del país, por dos.razones: primero, porque las televisaras regionales, generalmentecaptadas por algunos de los grandes consorcios de la emisión montevideana, son pequeñas, incipientes,muy rudimentarias; y en algunoscasos, si no fueran tan malas hasta
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podría asígnárseles una mlSlon debiombo o parante, para contrarrestar formas de la penetración o infiltración fronteriza, que dos paisesvecinos y más fuertes han ensayado, en multiplicidad de formas (notodas ellas públicas) sobre nosotros. Segunda razón, porque esasemisoras regionales tienen un ámbíto de difusión muy reducido, unalcance espacial muy restríngido,cubriendo apenas las capitales delinterior y un círculo de radio muycorto, en torno a ellas. En un paísque, a pesar de su pequeñez geográfica y de su plena comunicabilidad territorial, no está totalmente electrificado, la T-V es unfenómeno de las ciudades, y deMontevideo en muy primer lugar.La campaña -la verdadera campaña- parece más bien una presareservada a las emisoras de radio,en especial desde que los transistores, multiplicando la posibilidadde los antiguos y pioneros receptores a galena y a pila, han hechoque la emisión radial acceda a condiciones de habitat que carecen de
energia eléctrica y otras comodidades.
Establecido así, sumariamente,que el fenómeno de la televisiónes un fenómeno montevideano delas últimas décadas, resultaria unexceso de abstracción --que sonaria a remotismo académico- nodecir aquí algo sobre él.
Por una suerte de desencuentroya habitual entre las ambiciones ylas posibilidades, Montevideo ha tenido más diarios de los que podiaconsumir (y así ha visto cae!' amuchos, y no sólo por la obra cesarista de los gobiernos). más cinesde los que podia frecuentar, má~
radios de las que podía mantener.y tuvo, en lógica consecuencia,cuatro emisoras de televisión, número que excede al de ciudadesmayores, más densas, más racionalmente dimensionadas.
No es éste el momento de examinar la política de los sucesivosgobiernos de estas décadas en unamateria que implica preocupaciones de soberanía y custodia indeclinable de un dominio inmanente
del Estado, como es la de la atribución o dejación de la onda televisiva; si algún dia se enjuiciaraa los gobernantes por lo que hubieran omitido, éste seria un muygrave capitulo de cargos. En lointernacional, no se, han defendidolos intereses de la sociedad. Unproyecto presentado al Senado dela República por Zavala Muniz,cuando aún se estaba en tiempode estudiar todos esos bienes, quedó indefinidamente archivado. Administrar bien los intereses del Estado, en esa. materia, no habríadado votos ni caminos para obtenerlos; administrarlos intencionadamente, hacia las élites de poder,ayuda cuando menos a preservarlos. El negocio ha caído en manosde la oligarquia; y fuera de que losintereses de ella coinciden con losdel gobierno -uno solo es el status, uno solo es en puridad elsistema; gobernantes y poderososempresarios coinciden en él- elaparato de poder político se asegura la docilidad de las emisoras porel recurso potencial pero omnipresente de la posible caducidad inexplícita de las concesiones. Hoy seria ingenuo suponer qUe el gobierno precise amenazar para obtener10 que quiere, de aquellos que comparten con presidentes y ministroslas responsabilidades de mantenerel Establishment; pero como existen por ahi las hipocresias interamericanas de la SIP y la AIR, esbueno recordar que la espada deDamocles también existe.
Los estudiosos de la comunicación de masas (los Mc Luhan, losEco, tantos otros) han elucidadolargamente los problemas de laaudiencia pasiva, del espectador sinlibertad, del oyente y vidente cau-
tivos qUe la radio y la televisiónhan fabricado hasta la más monstruosa aberración del unanimismo.No es éste el sitio para transcribir10 que otros, con autoridad en eltema, han dicho tan largamente ytan bien. Ya se sabe que esta cultura de la imagen reduce al hombre a consumidor condicionado desde afuera (y mucho más en laspequeñas plazas del subdesarrollo,que ni siquiera son emporios activos de esta teratologia) y quehasta los grados de la participación emotiva del destinatario soncuidadosamente planificados porunos pocos, en un panorama regimentado hasta el detalle de apariencia más inocente, y donde lahomogeneización y uniformación delos gustos no están encaminadosa lograr un mejor servicio democrático de la cultura sino que están dirigidos a obtener una másfácil y tranquilizadora serializaciónde la criatura humana, del tipo máscrudamente cosificante y capitalista.
Lo que nos queda es decir, enel poco espacio que ya nos va restando para el tema, 10 que todoesto ha significado como procesosubcultural en Montevideo; o sea,cuál ha sido específicamente el camino de los empresarios de la televisión "nacional" (imposible llamarle asi, como no sea agregándole comillas) frente a la audiencia montevideana.
La composición de fuerzas 'señala tres grandes emisoras en manos de consorcios particulares (ynadie podria asegurar que específicamente uruguayos) y una únicaemisora en manos del Estado, através del SODRE, nuestro tan deteriorado Servicio Oficial de Difusión Radio-Eléctrica,
Ni aun en la apabullante proporción de tres a uno, es ése elpanorama verdadero. No sólo porlo que los tres canales privados- y sobre todo, dos de ellos- pueden en el interior del pais y elSodre no puede, sino porque esuna evidencia cierta la de que laemisora oficial, a favor del maccarthismo gubernista y quién sabeen la entraña de cuántas otrascolusiones, ha sido empobrecida ydesmantelada a ojos vistas, a finde que no perjudique el "rating"de las emisoras privadas. En suhora, se le discutió el derecho aabastecer sus finanzas con la propaganda, allí donde los otros lacontrataban sin tasa, desoyendo limitaciones gubernativas sobre número de palabras o minutos depublicidad comercial (i Y hasta...J.le..gó a sostenerse qUe la propagandade avisadores en Canal 5 era inconstitucional!). Luego, sencillamente, se la destruyó desde dentro,para que dejara de preocupar a"la competencia"" La feroz estupÍldez de un aparato oficial de cultura donde rigen los más increíblestabúes de la palabra (el animadorde un programa literario de la radio oficial denunció que, antes deexpulsá1:sele por subversivo, se lehabia comunicado la prohibiciónde usar -entre otras- la palabra"estructuras", asi fuese para decirque Cortázar y algunos ,de su,scolegas latinoamericanos hacía!} estallar las estructuras del lenguaj~)
y las más coloniales aprensi()lle~"
contra el pensamiento, ha>~()z:t1:l.'iTbuido paradojalmente aqu~es~
destrucción se hiciera\p()rirn.()~o
casi insensible o indisc~rpíl>~~i:Ylmás allá 'de la alarma depeqUe~().scirculas interiorizados. en' la cueS-
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-claro, y avanza implacablemente amedida que en Montevideo Y en elpaís pasan cosas; se trata de quetodos los espectadores se distraigan del porqué verdadero de loque ocurre Y sumerjan los ojos Yla atención (cuando no la simpatía)en las travesuras del Topo Gigío,en la garrulería inconducente dePipo Mancera, en los belicismos deAtaque o en las peripecias bondescas de Misión Imposible. Todorigurosamente enlatado, todo envasado e importado al país (hastade contrabando), generando evasión de divisas a cambio de la tontería, a cambio del embotamientoque se quiere que produzca, a cambio de la castración, a cambío dela servidumbre.
La plena posesión y el pleno usode esos medios por la oligarquíavan hoy más allá de los términoscrasos del simple negocio; es posíble, por ejemplo, que la campañareeleccionista, en dinero contantey sonante, no cueste tanto a suspropulsores como los espacios ocupados en audio y vídeo lo dan aentender; el sistema se sirve a símísmo en todos los planos; y completa así esta ominosa fábrica quecerca al espectador (a un espectador solo y en multitud, solo y sinopciones), cuya condición más patética de aislamiento e impotenciase conjuga en su absoluta falta delibertad. Falta de libertad para acceder a la información, para enterarse más allá de donde quierandejarlo saber.
Si, como dijo Sartre, el escritor_y, en general el creador de arte-se dirige a la libertad de los demás, es bien claro que en este panorama ni el escrítor ni el artista
sus espacios controversiales handesaparecido; las posibilidades deltrabajo de los artistas nacionales,que nunca fueron muchas, han cesado; y cuando alguien pretendegarantizar márgenes minimos altrabajo nacional, nunca falta quienrecuerde que Perón ya lo hizo, 10que equivale a decir que debeprohibirselo sin más una democracia quisquillosa.
Los auténticos intelectuales --losescritores, los pintores del paisnunca tuvieron nada que ver conesta televisión seudo-nacional; actores Y escenógrafos apenas si encontraron algunas posibilidades, amenudo muy discriminadas Y nunca demasiado notables. Pero el programa de alienación es hoy muy
TV: lo más inquietante es que el espectáculo ambiguo y fabricadoatraiga a tantos jóvenes dignos de mejores aplicaciones del entusiasmo.
tión, en medio de una lamentableindiferencia general.
Las emisoras privadas, que ensus primeros tiempos albergaronprogramas polémicos (algunos excelentes, como Sala de Audiencias)y que en instancias pre-electoralesmostraron cierta objetiva curiosidad por ver y dar a ver los rostrosde los candidatos Y escuchar enellos a los diversos grupos políticos, hoy han cerrado cuidadosamente todas esas puertas: el sistemaradicaliza sus bloqueos. Sus programas de información son tendenciosamente dirigidos a dar acreer lo que se quiere que el montevideano crea; sus unanimidades depantalla sólo existen para los personeros del gobierno o del orden,
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de Montevideo tienen nada que hacer para llegar· a la audiencia televisiva multitudinaria de Montevideo. Nada salvo señalar -cadavez que puedan- el fenómello ycrear la conciencia de que hay quecambiarlo, de que esa transformación total tendrá que ser encaradaen cuanto las coordenadas del poder sean otras que las de hoy.
La forma cruel en que este aparato de alienación y aleccionamientoy desinformación ha progresado yse ha extranjerizado, no anuncianinguna posibilidad de términos medios, de empresas eméritas de labuena voluntad. En la televisiónque vieron al comienzo los montevideanos hubo criticas y ya no loshay, hubo espacios polémicos y yano los hay, hubo algún trabajopara el artista nacional y ya no lohay; todo eso, al tiempo que enel pais hubo libertades y ya no lashay, hubo opciones de grado y yano las hay.
Mientras el montevideano te"gaque sustituir lo auténtico por ]0seudo (los debates que esclarecíanproblemas existentes en el pais porlos ñoños consejos para madres,dados por un tribunal de apelaciones bonaerense, un ejemplo entre muchos), mientras las posibilidades culturales independientessean sospechadas y luego enrarecidas intencionadamente y fir.almente sofocadas o prohibidas porpeligrosas, toda la compensacióntendrá que venir de una actitudcivica de alerta, de vigilanci'l ycombate; hechos que están ocurriendo en los mismos dias en quese escribe este ensayo, muestran quetal camino empieza a ser ahora-¡al fin!- recorrido sin prejuiciopor verdaderas multitudes.
TV: La alienación, las modas estridentes de la sociedad de consumoy las puertas cerradas a lo auténticamente revolucionario.
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ESTOS TIEMPOSDE CRISIS
... que el hombre plrede sufrir o morir pero no perderse en esta ciudad,cada uno de cuyos rincones es un recogeperdidos perfeccionado, donde.el hombre no puede perderse aunqlre lo quiera porque mil, diez mil,cien mil pares de ojos lo clasifican y lo disponen, lo reconocen y abrazan,lo identifican y salvan, le permiten encontrarse, cuando más perdido secreia, en su lugar natural: en la cárcel, en el orfelinato, en la comisaria,en el manicomio, en el quirófano de urgencia.
Luis Martin-Santos, Tiempo de silencio.
y a con lo dicho hemos adelantado algo sobre los días que Mon-
. tevideo y el país están vi\<iendo; ysobre aquello que, a la corta ytambién en perspectiva históríca,puede esperarse de este tiempo confuso. Vivimos los dias de la violencia -y sobre todo, y lo másgrave, de la violencia institucionalizada- tanto corno de la incertidumbre. La quiebra del país, arrastrada desde 1933, alcanza hoy simas de revuelto fondo, y a esassimas cae de tanto en tanto unmuerto puro y joven. A la ciegaviolencia regresiva del poder y ala violencia rebelde de la accióndirecta, se suma una larga cifrade perplejidades, en días que deberían estar preparando elecciones yconocen --en cambio-- prisiones ysecuestros y allanamientos y clausuras. Esto debería golpear porigual a todo el país pero, cornosiempre, corno en toda nuestra historia política y social desde la pazcivil de 1904, se experimenta conmayor intensidad y se juega conmayor grado de definición en Montevideo. Es en el clima de estasangustias que estamos terminandode escribir este ensayo; imposibleeludirlas, al ir ya a ponerle puntofinal.
La pauperización de las clasesmedias --que son, por lo menos enel siglo XX de este país, las mayores consumidoras del productocultural- la desconfianza y un extraño miedo conservador que asliltaa muchos despojados en medio delproceso mismo de su depojarniento,no bastan para borrar, en muchosy muy especial y naturalmente enuna clara mayoría de los jóvenesmontevideanos, un obstinado sentimiento, trascendente y generoso, de
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preocupaclOn por la suerte delpais; o, en términos menos pomposos, por el porvenir de la sociedad en la cual se aspira a seguirviviendo. Y corno es difícil predecir, existe compensatoriamente elescrúpulo estudioso de revisarse eindagarse, medio directo de esclarecerse y confirmarse. A pesar dela recesión de la industria editorial --que ha recorrido ya, y aunen menos años, el xnismo procesode euforias y retracciones que hemos descrito para los Teatros Independientes- la ensayistica de tema nacional (en lo histórico, en loeconómico, en lo social, en lo cultural) y la ensayística de temaciudadano, interesan cada dia más,suscitan un mercado, convocan aque se las sirva. Esta misma colección de NUESTRA TIERRA esun ejemplo. En tanto no se sabeadónde vamos, averigüemos -parafraseando a Darío-- de dóndevenimos. Y· también, con verdady sin hipérbole, qué somos, quiénes
somos. Si el movimiento actual denuestra historiografia nos parece,por momentos, más apasionante yacucioso que el de nuestra literatura, la explicación sociológica (y lasexplicaciones sociológicas no generan, pero esclarecen a posteriori)aparece muy nítidamente, referidaa las urgencias de esta hora delpaís.
En medio de ellas, ha aparecidouna generación de creadores quese ha autollamado, con sobradasrazones, la Generación de la Crisis.
Es visible que cumple un papelcabalmente adherido a este proceso de cambio, en la literatura yen la plástica. Pero si en la plástica es ante todo una crisis de expresión a nivel creador (la no figuración, el pop, el op, la neofiguración) y en actitud de buscadirigida antes que nada al oficio,en las letras aparece muy señaladamente corno una crisis de definición a nivel militante en proyección civica inmediata, muy la-
I
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s
la faz de un MontevidEio confuso, turbulento y en crisis, del que tieheque salir algo nuevo: la policía patrulla, prohíbe y golpea en nombredel orden y de la democracia.
r
lino-americana. Una y otra actitudconllevan el riesgo de 10 que relegan y el coraje de 10 qUe afrontan.
Los plásticos (y prescindo de losque exponen en Punta del Este o
concurren a los torneos del General Ribas) podrán responder queen su comezón de encontrar uncamino como creadores está envuelta (e implícita I su angustia de
encontrar una definición personal,como hombres dispuestos a alistarse en el servicio de este tiempoy su revolución tan reclamada (y,a veces, tan declamada). Es ciertoque los mejores, los más ejemplares, boicotean llamados oficiales ydesertan por igual de los estímulosy las vecindades del poder y delos halagos de una burguesía veraneante y esnob; pero, en definitiva,no es menos cierto que buscan decir, en un modo que no los diferencia radicalmente de los creadoresjóvenes de Nueva York o Londreso París, cuando no se afilían expresamente a prestigiosas novedades de eSe origen. En sus angustias,hay mucho de un narcisismo deencrucijada; por 10 demás, Vietnam está tan cerca de ellos _yen si no está mal que lo estécomo aquello que ocurre en las calles de Montevideo.
Los narradores y los poetas ylos dramaturgos montevideanos dirán, a su vez, que sirviendo antesque nada una militancia ciudadanaservirán el único camino entrevístoy posible de un arte comprometidocon la formidable crisis -110 sólouruguaya, sino mundial- de estetiempo; y pensarán que .preparan,con 10 que hacen y con 10 queniegan, el advenimiento de una revolución socialista; sin la cual,empieza a parecerles que su mismoempleo creador carece de significación y de íntimo sentido.
Al cabo de tantos años de olvidarnos de que éramos AméricaLatina, los montevideanos empezamos a saber, con. muertos en lascalles, con soldados invadiendo losquirófanos, que inevitablemente losomos. Y entonces, nuestros jóvenescreadores desdeñan todo lo que no
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LA INFANCIABARRIO DE
Sin embargo, hay lugares conpo.cas "modificaciones" en las quintas; y se puede sentir a gusto,por unos instantes, la tristeza. Entonces, los recuerdos empiezan abajar lentamente, de las calles quehan hecho en los rincones predilectos de mi infancia.
Una vez, hace mucho tiempo,recordé aquellos recuerdos, del brazo de una novia. Y esta última vez,salía de una de aquellas casas unniño sucio llorando. Ahora empiezo a pensar en el derecho a lavida que tienen algunas cosas nue·vas y a sentir una nueva predis.posición. (A lo mejor exagero, )'la predisposición a encontrar bueno todo lo nuevo se extiende ycubre todas las cosas, como le ocurría al propagandista. Y entonces,basta tener un poco de buenapredisposición y ya encontramosservidas mil teorías para justificarcualquier cosa. Y podemos canvbiar, además, muy fácilmente demotivos para justificar, por máscontradictorios que sean; pues hayteorías con sugestión exótica, conmisterio sugerente, con génesis na·turalista, con profundidad filosófi·ca, etc.)
Ahora recuerdo un lugar por elcual pasa el 42 a toda velocidad.Es cuando cruza la calle Gil. Unade sus larguísimas veredas me daen los ojos un cimbronazo gira.
sirva a esa flamante (y tan antigua) certidumbre de pertenencia.O hablamos de América Latina ysu revolución o no hablamos de
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torio. En esa misma vereda, cuandoyo tenía unos ocho años, se mecayó una botella de vino; yo juntélos pedazos y los llevé a casa, quequedaba a una cuadra. En casase rieron mucho y me preguntaronpara qué la había llevado, qué ibaa hacer con ella. Este sentido lógico era muy difícil para mí -toodavía lo es- porque ni siquierala llevé para comprobar que lahabía roto, puesto que me habríancreído lo mismo. En una palabra,no sé si la llevé para que la vie·ran o para qué.
Si volvemos de donde era micasa que quedaba en la calle Gily caminamos en dirección a Suárez, antes de llegar a la esquinapasaremos por un cerco de ladrilloque está muy viejo, negruzco y conmusgo verde. Una persona mayorL'erá por encima del cerco -yo,para ver, daba saltitos- pavos en·tre algunos árboles y un gallinerode tejido de alambre blanqueado.Una vez hicieron allí un pozo muyhondo, al que bajaba a leer unloco que no quería sentir ruidos.Siguiendo por la vereda nos en·contramos con la casa de la esqui.na, que tiene muchas ventanas quedan a la calle Gil. Pero la últimaventana, antes de llegar a Suárez,es pintada en el muro.
Felisberto Hernández, Por lostiempos de Clemente Colling.
nada. Montevideo, el pais, parecen entidades de suerte subsidiariay destino dependiente, cuyo desenlace ha de jugarse en otros sitios;
razón que, sin embargo, no excusade que especificamente deba seréste el que más nos preocupe,desde que ésta es la región delmundo y de América Latina enque tengamos que ayudarlo a alumbrar.
Todo esto del localismo y el universalismo, volvamos a decirlo, esuna larga monserga muy equivoca.En la distinción de las faccionesliterarias del 45, la de Asir pareciala más telúrica y vernácula, porser la criollista; y la de Número lamás extranjerizante e insolidaria,por trasuntar una formación cultural más contemporáneamente atenta y diversificada. Los hechos quese han acumulado desde entonces(la Revolución Cubana, la mayordureza de las opciones dentro denuestro mísmo país) han mostradoa los extranjerizantes de Númeroen posiciones de mayor disposicióncombativa que a los acriollados deAsir.
Lo cierto es que para la actualGeneración de la Crisis, un arteproclamadamente tendencioso, explícito de su compromiso revolucionario en lo político y en lo social,ocupa el espacio de casi todas lasrespuestas y se lleva todas las intransigencias del juicio, en otrostiempos referidas, con ambiciónmás delimitada, a la calidad mismade lo literario. Y en esta hora delpaís y del mundo -un mundo quees Cuba ,y Vietnam y Camboya yLaos y Cercano Oriente y Brasil consus torturas y la Argentina consus generales- ¿ quién podria negarles' el derecho, visto que sonjóvenes, de verlo, entenderlo, proclamarlo orgullosamente y juzgarlo asi?
Cortázar dijo una vez, sin embargo, que eran más necesarios --en
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LA QUINTA DEL BUEN RETIROOrigen del Prado
el orden en que nosotros, los escritores, debemos proveerlos o estimularlos y aIentarlos- los revolucionarios de la Literatura quelos literatos de la Revolución. Yesa hay que recordárselo a unageneración de jóvenes que, ávidosde participar en el destino de sumundo y del mundo (mucho mellOSmarginados del común, por suerte,de lo que estábamos nosotros ennuestros días juveníles) escribensegún los modos precorridos porla inteligentsia de izquierda, por laélite de creadores conocidos por sussimpatías revolucionarias, sin proponerse el problema fundamentalde hallar un camino propiu, envez de imitar a Fulano u Zutallo;a más de treinta años, hay querecordarles -como decia Onetti-que Fulano y Zutano (que puedenser Cortázar y Onetti) les sacaránventaja en ese terreno, pues Bevan ya sus años imitándose y renovándose a partir de ellos mismos,para que los otros los prolonguenen la inquisición de sus propias eintransferibles originalidades, envez de seguirlos.
Para esta Generación de la Crisis, Montevideo es ya el escenarioaveriguado y esclarecido, sin sorpresas de proposición inicial. Eneste escenario, que otros redescubrieron, ellos se proponen ahoraser actores, acaso en medida mucho más categórica de lo que susantecesores se lo propusieron. Eltiempo del espectador montevideano(Eladio Linacero fue su fundador)parece irreversiblemente transcurrido. Los nuevos escritores y creadores de la ciudad quieren ser coautores del destino colectivo; y-está muy bien que lo sean, siempreque no olviden que, en esa ccau-
Cuando en 18;0, Doña María Pe·reira de Buschental presentó anteel Tribunal de Pruebas de la ciu·dad de Londres el testamento desu marido José Buschental, a finde que la corporación autorizaralegal y debidamente el documentoprivado, la Quinta del Buen Retiroque se incluía en el inventarioestaba avaluada en doscientos vein·tinueve mil pesos fuertes y en se·senta mil el molino mecánico in·mediato. ubicado en una esquinadel mismo predio.
Esa Quinta del Buen Retiro fueel casco primitivo de nuestro magonifico Prado -el Prado Orientalde antes- ampliado después y va·rias veces en extensión merced asucesivas anexiones y compras efec.tuadas a una y otra margen delarroyo Miguelete que lo atraviesa.
Antes de incorporarse al dominiode la ciudad la Quinta del BuenRetiro, hubo un larguísimo litigio,que llegó a ser clásico, entre laMunicipalidad y un señor argen·tino, don Adolfo del Campo, quealegaba derechos sobre la posesiónque perteneciera a Buschental, "bre·ve condado de sesenta hectáreas",según palabras de uno de mis ca·legas del Instituto.
Los gustos refinados del caballerodel Buen Retiro y su fortuna debanquero de conciencia un pocoelástica, permitieron que la residen.
toria, a ellos les está asignado elcampo del arte. Ni mejor ni peorque tantos otros, sin vallas que loseparen de los demás ése es su
cia encerrara comodidades, lujos yexotismos desconocidos hasta en·tonces en el Río de la Plata.
Árboles extranjeros que luego lla·maron la atención de nuestro sabiobotánico don José Arechavaleta, aquien cupo la tarea de clasificar·los científicamente; flores raras enlos canteros, animales peregrinosen las dehesas, pescados excepcio·nales en los estanques.
Por algunos años el matrimoniodisfrttló la quinta, viendo cómocrecían las plantas y cómo prosperaban bajo un sol nuevo especiesnacidas en tierras tan distantes.
Fueron los años del mayor augefinanciero de Buschental, banquero de la Confederación, acreedorde todos los gobiernos, elementoobligado en todos los empréstitosy en todos los negocios, hombre degrandes empresas.
Fueron de igual modo los añosde la armonía conyugal y de lasgrandes fiestas sociales.
Más adelante la prosperidad fi·nanciera tuvo su merma --dentrode lo relativo, desde luego- y elpanorama íntimo se modificó pocoa poco, apartándose la pareja a.títula de viajes y lleganda hastaafirmarse que había pactada.unatácita y amigable separación.
José María Femández Saldaña,Historias del viejo Montevideo.
propio jardín. O,aquella parte delque, en. una justabajo, les incumbe
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