Post on 19-Sep-2018
Fue Alfonso XII quien inauguró en 1880, acompaña-
do de la Reina María Cristina, esta hermosa cons-
trucción ferroviaria diseñada por el ingeniero fran-
cés Émile Cachelièvre para la compañía explotadora de
la línea Madrid - Ciudad Real - Badajoz. Absorbida un año
después por MZA, cuya sede era la estación de Atocha,
las instalaciones de Delicias pasaron a manos de MCP,
otra concesionaria pero esta vez de la línea Madrid - Cá-
ceres - Portugal. Tras la guerra Civil, la estación y todas
sus instalaciones accesorias pasaron a formar parte de
Renfe.
El crecimiento de las estaciones de Atocha y de
Chamartín, llevaron a las Delicias a ser una instalación
irrelevante. Fue cerrada al tráfico de viajeros en 1969 y
al de mercancías en 1971. Desde ese momento, el pro-
Colaboración
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yecto de muchos aficionados a la historia del ferrocarril
y en especial de la Fundación de los Ferrocarriles Espa-
ñoles para convertir ese hermoso espacio en un museo
ferroviario culminó, tras una trabajosa andadura, en la
inauguración del Museo de Delicias en 1984.
Ni que decir tiene que en muchos aspectos, este
museo es como muchos otros. Dispone de salas que
muestran la historia ferroviaria con elementos que en
muchos casos estaban alejados de la mirada del viajero,
pero que eran parte fundamental de la realidad del tren.
Lo que más suele llamar la atención del visitante
son los trenes, elemento central del ferrocarril. Las cua-
tro vías que se reparten entre los tres andenes, ateso-
ran reliquias incunables que huelen a viajes, a aventuras,
a sueños que se hicieron realidad, a reencuentros, a do-
Museo del Ferrocarril de Madrid
La historia se mueveHay museos que se limitan a mostrar piezas que merecen ser admiradas y otros que, además, muestran congelado un momento de la historia. El Museo del ferrocarril de Madrid que tiene su sede en la estación de las Delicias, añade el hecho de que ese momento en la historia no es estático... se mueve.
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lorosas despedidas, a distancias que se abren o cierran
tal vez para siempre, a nostalgias y alegrías vivas en el
recuerdo. Locomotoras que dejaron de oler a carbonilla
y a despedir vapor hace tiempo. Vagones que sirvieron
para el primer viaje de la vida, o para el último... pero aún
hay más. Mucho de ese material sigue en movimiento,
está dispuesto para la marcha, para que alguien decida
subirse y viajar. Ya no es fácil, se necesita a empresas o
asociaciones que financien los costos de un tren charter
ciertamente delicado por su senectud, a pesar del cariño
que se ha puesto en la restauración de todos y cada uno
de ellos.
Los trenes turísticos son cada vez más frecuentes
en toda Europa, en España son menos comunes porque
las trabas administrativas ahogan la mayor parte de las
iniciativas que se quedan, muchas de ellas, cerca de la
meta, exhaustos los promotores. Sin embargo, en la pri-
mavera y el otoño, desde esta estación, los fines de se-
mana parte el ya tradicional y cada vez más popular tren
de la fresa, que recorre el trayecto Madrid – Aranjuez,
la segunda línea funcional de la península, que no de Es-
paña. La primera explotación ferroviaria española tiene
su origen en Cuba, entre La Habana y Güines en 1836.
La actual dirección del museo ha logrado dinamizar
las instalaciones mediante la promoción de eventos cul-
turales, musicales, exposiciones temporales relaciona-
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ColaboraciónColaboración
das con el transporte público mediante el ferrocarril sea
cual fuere su dimensión.
Un evento que tiene enorme afluencia y creciendo,
es un peculiar mercadillo muy “cool” como se dice aho-
ra, es el Mercado de Motores que tiene lugar un fin de
semana cada mes, de entrada gratuita y que concita en
su interior, todo tipo de actividades, en un entorno que le
da el encanto que solo un edificio industrial del siglo XIX
puede ofrecer.
Pero lo que más me llama la atención sin duda son
las posibilidades que el lugar ofrece a las productoras
de cine y televisión para esos planos, muchas veces im-
prescindibles, que tienen lugar en una estación. Llegadas,
emotivas despedidas, situaciones en los andenes, viven-
cias en los vagones... La estación está bien conservada y
permite ubicar escenas en diferentes ámbitos tempora-
les, tal es así que es posible recibir a un viejo investigador
inglés del siglo XIX, a un familiar a principios del Siglo XX
e incluso despedir a un emigrante de los años 60, un lujo
que no suele presentarse muy frecuentemente.
La estación de Delicias sirvió de plató hace ya 51
años para una emotiva escena de la película Doctor Ziva-
go (1965). Se da el caso que en esas fechas, aun estaba
en uso, y nadie reparó que esa vieja estación de la Rusia
de los Zares estaba algo escondida a espaldas del popu-
lar Paseo de las Delicias madrileño. No obstante, fue Ed-
gar Neville de los primeros en utilizarla de decorado. En
1945 fueron filmadas algunas secuencias de la película
“La vida en un hilo”.
Desde entonces, muchas han sido las produccio-
nes que han tenido la fortuna de disfrutar de un lugar
real, tan especializado, como ineludible decorado en un
momento de la producción. En 1971, la película Nicolás
y Alejandra, también de ambiente ruso, filmó escenas en
sus andenes. Dos años después, en la cinta “pánico en el
transiberiano”, la estación otra vez se disfrazó de rusa.
Grandes directores como Georges Cukor no se han resi-
tido a sus encantos, como en la cinta “Viajes con mi tía”,
Pedro Olea en “Tormento”, Warren Beaty en “Rojos”, Jai-
me Chavarri en “Las cosas del querer”, Vicente Aranda
en “Amantes”, y ya en este siglo, “Un franco 14 pesetas”
de Carlos Iglesias y Homes & Watson Madrid Days, de
José Luis Garci, entre otros muchos largometrajes. Para
televisión, tal vez la mas popular sea “El tiempo entre cos-
turas” en la que se utiliza en varias secuencias.
La estación de Delicias no solo es un museo, está
viva, se mueve, presta su vitalidad a las producciones
cinematográficas para que puedan situarse libremente
en un espacio de tiempo de más de un siglo y subirse
a trenes de más de cien años, que es la edad de algu-
no de los vagones allí expuestos, que también colaboran
en producciones audiovisuales, como recientemente lo
hicieron dos vagones tipo costa en los que se grabaron
en Almería las escenas de algunos capítulos de una serie
norteamericana, “Penny Dreadful”, aunque ambientada
en la Inglaterra victoriana.
Enamorarse de un pedacito de historia, conservada
con mimo y que de vez en cuando posa para realzar pro-
ducciones audiovisuales, es fácil, como fácil es que pase
desapercibida injustamente en el ocio de los madrileños
y visitantes de la Capital.
Juan Pablo Muñoz