Post on 18-Jul-2016
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A mis queridos estudiantes de A.E.A: Me dirijo una vez más a vosotros, mis amados en el corazón de Cristo, en
esta celebración de un aniversario más de la iniciación de Su presencia física
entre nosotros.
Nuestro Dios Bendito es la Fuente Inagotable, Absoluta, Infinita, de
todo Bien. Permitidme una comparación. La ciencia humana de fines de este
segundo milenio, se ha empeñado por introducirse más y más en los
insondables arcanos del Cosmos para descifrarlo, para conocerlo mejor, para
gozarse en su belleza. La ciencia ha descubierto un Cosmos dinámico, activo,
palpitante de vitalidad por donde se le mire. Sus ondas espaciales con sus
instrumentos sofisticados, han descubierto grandes agujeros negros, nuevos
campos gravitatorios, formaciones de miríadas de galaxias, chorros cósmicos
de elementos que todavía no puede descifrar, universos que mueren
aparentemente, mundos niños, mundos jóvenes, mundos maduros, mundos que
se apagan para dar origen a una nueva vida… El gran Cosmos no es una
masa informe, está gobernado hasta sus últimos detalles por el Supremo
Ordenador de todas las cosas, no es una masa muerta, es una masa dinámica
por donde se expande la vida. El Cosmos está en un proceso permanente
de expansión, según los científicos hasta el año 10 a la centésima
potencia, ¿y después? Comienza un nuevo ciclo de organización de esa materia
en expansión.
Esto obedece a una ley: Nuestro Dios Bendito no es un Ser Replegado en
Su infinitud o aislado de Su creación. En cada cosa se manifiesta de alguna
manera, como Él sabe manifestarse, en la quietud, en el silencio, en la
augusta soledad de Sí mismo siempre abierta a quienes le buscan.
Nuestro Dios Bendito posee un divino atributo: Su necesidad de
manifestarse. Los filósofos inventaron este principio filosófico: el bien posee
en sí mismo el hambre de manifestarse. No es Dios el Supremo Bien? Si esto
es así Su deseo y Su poder de manifestación son infinitos. He aquí la razón
por la cual envió a este pequeño planeta tierra a Su propio Unigénito Hijo. Él
es Su impronta, Su Imagen Total, Su propio Yo, Su propio “Si mismo”. Esto lo
sabemos por revelación del Hijo. Esto se transmuta en un estado de
conciencia individual nuestra, por la acción iluminante del Divino Santo
Espíritu-Amor que se expande desde el Padre al Hijo, desde el Hijo hasta
el Padre. Amor del cual, nos hacemos partícipes. Amor que lo
experimentamos por la meditación.
Para estar siempre con nosotros, el Padre realiza por medio de Su
Hijo el milagro de limitar lo Infinito, el Poder Supremo en la debilidad
humana, la Grandeza en la pequeñez de un cuerpo, lo que trasciende toda
dimensión en el marco de espacio y tiempo, lo que es la Vida Substancial en
un poco de materia sujeta a la muerte.
Su deseo infinito de manifestarse como ES, se concentra en ese Hijo Divino
que encarna y se hace uno de nosotros.
En esta Navidad, mis queridos estudiantes, entonemos el himno de acción
de gracias al Padre que nos envió a Su propio Divino Hijo.
Empeñémonos por sintonizarnos cada día mejor con ese Cristo Bendito y
por Él con el Padre de quien procede todo bien y todo don perfecto.
Ensanchemos nuestra conciencia por la Oración Contemplativa para que
cada día, cada instante de nuestra existencia se convierta en una Navidad
permanente.
Que la paz que trajo ese Niño Bendito os acompañe siempre, mis queridos
estudiantes.
Padre Dávila Guía Espiritual y Fundador de la Asociación Escuela de Auto-Realización
(Diciembre de 1987)