Palabra de Vida Agosto 2009 Él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó...

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“Él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin.” (Jn 13, 1).

¿Sabes dónde se encuentra esta frase del Evangelio?.

La escribe el evangelista

Juan antes de que Jesús se disponga a lavarles los pies a sus

discípulos y se prepare para

su pasión.

En los últimos momentos que

vive con los suyos, Jesús

manifiesta de modo supremo y más explícito

el amor que desde siempre alimentaba por

ellos.

“Él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin.”

Las palabras “hasta el fin” significan. Hasta el fin de su vida, hasta el último respiro. Pero también está en ellas la idea de la perfección. Quieren decir: los amó

por completo, totalmente, con una intensidad extrema, hasta el punto culminante.

Los discípulos de Jesús permanecerán en el mundo mientras que Jesús ya estará en la gloria.

Se sentirán solos, deberán superar muchas pruebas; precisamente por esos momentos Jesús

quiere que estén seguros de su amor.

“Él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin.”

¿No sientes en esta frase el estilo de vida del

Cristo, su modo de

amar? Lava los pies a

sus discípulos. Su amor lo

lleva a cumplir este

servicio, que en ese

tiempo estaba

reservado a los

esclavos.

Jesús se está preparando para la tragedia del Calvario, y dará así a los “suyos” y a todos – además de

sus extraordinarias palabras, además de sus milagros, además

de todas sus obras –

la liberación del pecado, que

significa de la muerte, y el

poder entrar en el reino de los cielos. Tendrán paz y alegría en la Vida que no

termina jamás.

Y Jesús se ofrece a la

muerte, gritando el

abandono del Padre, hasta el punto de poder concluir: “todo

está cumplido”.

“Él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin.”

En estas palabras se encuentran la tenacidad del amor de un Dios y la dulzura del afecto de un

hermano.También nosotros podemos amar así, porque

Cristo está en nosotros.

Ahora, sin embargo, no te quisiera proponer tanto imitar a Jesús en el morir (cuando era su

hora) por los demás: no quisiera ofrecerte, como necesarios modelos, al padre Kolbe que muere en lugar de un hermano prisionero, ni al padre

Damián que, convertido en leproso con los leprosos, muere con ellos y por ellos.

Puede ser que nunca, en el curso de los años, se te pida ofrecer tu vida física por los hermanos. Sin

embargo, lo que Dios ciertamente te pide es que ames profundamente, hasta el fin, hasta el punto de que también tú puedas decir: “todo se ha cumplido”.

Así hizo la pequeña Cetti, de 11 años, de una ciudad italiana. Vio a su amiguita y compañera Giorgina, de la misma edad, muy triste. Quiso tranquilizarla, pero no pudo. Entonces quiso ir

hasta el fondo y saber el porqué de su angustia.

Había muerto el papá y la mamá la dejó sola con su abuela, al irse a vivir con otro hombre. Cetti intuye la

tragedia y se ocupa. Aunque es chica, le pide a su compañera hablar con la mamá. Giorgina le ruega

que la acompañe antes a la tumba del papá. Cetti la sigue con gran amor y siente que Giorgina, en el

llanto, le implora a su papá que venga a buscarla.

A Cetti se le parte el corazón. Hay allí una

pequeña iglesia derruida, entran.

Quedan solamente un pequeño sagrario y un crucifijo. Cetti dice: “Mira, en este mundo, todo será

destruido, ¡pero ese crucifijo y ese sagrario van a

quedar!” Giorgina, secándose las

lágrimas, responde: “Sí, ¡tienes razón!”.

Después, con delicadeza, Cetti

toma a Giorgina de la mano y la

acompaña a ver a su mamá.

Cuando llegan, con decisión, le dirige

estas palabras: “Mire, señora, no son cosas que me

correspondan; pero yo le quiero decir

que usted dejó a su hija sin el afecto materno del que

tiene necesidad. Y le digo algo más: que ella no estará jamás en paz hasta que no haya vuelto con usted y no se

haya arrepentido”.

Al día siguiente, Cetti sostiene con amor a Giorgina que vuelve a la

escuela. Pero he aquí el hecho

nuevo: un auto viene a buscar a

Georgina; lo conduce su mamá. Y desde ese día el

auto vuelve, porque Giorgina volvió a vivir con ella, que

abandonó decididamente la relación con aquel

hombre.

De la pequeña y gran acción de Cetti, se puede decir “todo está cumplido”.

Lo hizo todo bien. Hasta el final. Y lo

logró.

Piensa un poco. ¿Cuántas veces comenzaste a

cuidar a alguien que después abandonaste,

haciendo acallar tu conciencia con mil excusas? ¿Cuántas

acciones comenzaste con entusiasmo que

después no proseguiste frente a las dificultades que te parecían superiores a tus fuerzas? ... La

lección que hoy Jesús te da es ésta:

“Él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin.”

Hazlo.Y si un día Dios

te pidiera en serio la vida, no

dudarás. Los mártires iban a

la muerte cantando.

Y si un día Dios te pidiera en serio la

vida, no dudarás. Los mártires iban a la

muerte cantando. Y el premio será la más

grande gloria, porque Jesús dijo que nadie en el mundo tiene un amor más grande que

el que derrama su sangre por sus

amigos.

“Él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin.” (Jn 13, 1).

“Palabra de Vida”, publicación mensual del Movimiento de los Focolares.Texto de: Chiara Lubich, abril 1979.

Gráfica de Anna Lollo en colaboración con don Placido D’Omina (Sicilia - Italia)