Post on 28-Mar-2016
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DINKO P
AV
LOV
para quien se atreva
a lanzar la primera piedra
poemas
Dinko Pavlov Miranda
elandamio ediciones
para quien se atreva a lanzar
la primera piedra
V E R S Í C U L O S
VERSÍCULO I
Y abrí mis piernas al viento
para engendrar tempestades,
sentí su furia en mis entrañas,
afanado en penetrar
mis vulnerados espacios,
de colarse por estrechos conductos
y atrapar al óvulo que,
ciego y descuidado,
abandonaba su origen.
Tomó posesión, satisfecho,
dispuesto a esperar,
ignorante de la píldora
detonante de mi último vestigio
de vieja prostituta
VERSÍCULO V
No creí que mis noches tuvieran rescate
en manos extrañas,
que la agonía tarifada entre brebajes inocuos
para no perder voluntad
y abortar el negocio a la regente;
para acumular argollas en la muñeca
y la trasnochada valiera la pena;
para mantener la ubicuidad:
el cuerpo atropellado
y la mente entre afectos familiares.
Hasta que apareciste,
preludio del verano
con calores verdaderos en el vientre,
con luz en la yema de los dedos
haciendo crepitar mi piel,
trayendo agosto a mi condición felina
subiéndome contigo
a la libertad de los tejados.
Liberaste mis caderas
de la esclavitud del dinero,
fui capaz de rezar nuevas oraciones
en tu idioma fecundo,
diste rienda suelta a mis ansias
aunque hoy seas mi nuevo carcelero.
VERSÍCULO XIII
Tengo al himen escondido
en mi mente
bajo siete llaves,
para cuando llegue el momento
de la entrega,
si es que llega.
Mi cuerpo lo sabrá sin dudas
por el brillo de sus ojos,
por la ternura táctil,
ajena a lujurias
y bestialidades;
por su paciencia para esperar
mis instantes.
Mi cuerpo acostumbrado al atropello
sabrá sin dudas,
cuando llegue el momento...
¡si es que llega!
VERSÍCULO XXI
Amortajada por caricias irreverentes,
mi piel se marchita lenta
cada aurora.
Creyendo abandono en mi ánimo
cada cual se permite recorrerme
de norte a sur,
buscando despertar el celo
de la hembra.
Escondidos ya sus sentimientos
en un rincón hogareño,
masajistas improvisados
recorren códigos erógenos
repartidos por mi cuerpo,
tal ladrones tras la combinación
que les permita apertura
a mis intimidades.
Amortajada por caricias irreverentes
mi piel se marchita lenta
cada aurora.