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Antonio Chang. La campaña periodística en contra de la Confederación
Nueva corónica 3 (Enero, 2014) ISSN 2306-1715, pp. 251-264
Escuela de Historia. Universidad Nacional Mayor de San Marcos
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LA CAMPAÑA PERIODÍSTICA EN CONTRA DE LA CONFEDERACIÓN PERÚ-BOLIVIANA EN
EL ECUADOR: EL CASO DE MANUEL FERREYROS Y EL ARIETE DE GUAYAQUIL, 1838-
1839
Antonio José Chang Huayanca1
Junefield Group (Hong Kong-Lima)
antoniochangh@hotmail.com
Recibido: 27/06/2013
Aprobado: 13/08/2013
Resumen
El presente ensayo busca identificar algunas de las características más resaltantes de El
Ariete, semanario publicado en Guayaquil entre 1838 y 1839 por iniciativa del exiliado
peruano Manuel Ferreyros, y bajo el auspicio económico de Ventura Lavalle,
diplomático chileno acreditado en Ecuador. El Ariete fue un semanario contrario a la
Confederación Perú-Boliviana y a su principal líder Andrés de Santa Cruz, y que hizo
campaña en contra de la Confederación Perú-Boliviana. Este estudio se basa en los
ejemplares de El Ariete pertenecientes a la colección Félix Denegri Luna del Instituto
Riva-Agüero (Lima).
Palabras clave: Confederación Perú-Boliviana; Ecuador; Manuel Ferreyros; El Ariete
(periódico)
JOURNALISTIC CAMPAIGN AGAINST THE PERU-BOLIVIA CONFEDERATION IN
EQUADOR: THE CASE OF MANUEL FERREYROS AND EL ARIETE OF GUAYAQUIL, 1838-
1839
Abstract
This paper seeks to identify some of the most important characteristics of El Ariete, a
weekly periodical published in Guayaquil in 1838-1839 on the initiative of the Peruvian
exiled Peruvian leader Manuel Ferreyros, with the financial sponsorship of Ventura
Lavalle, Chilean diplomat in Ecuador. El Ariete was oriented against the Peru-Bolivian
Confederation and its main leader Andrés de Santa Cruz, which campaigned against the
Peru-Bolivian Confederation. This study is based on the El Ariete´s issues preserved by
the Felix Denegri Luna Collection of the Instituto Riva-Agüero (Lima).
Key words: Peru-Bolivia Confederation; Equador; Manuel Ferreyros; El Ariete
(periodical)
1 Historiador. Bachiller y licenciado en Historia por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Estudiante de la Maestría en Historia de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Investigador en
calidad de becario del Instituto Geofísico del Perú y miembro de Restauradores Sin Fronteras - Perú. Sus
temas de interés son la historia política y diplomática, historia de la prensa e historia medioambiental. Ha
participado en calidad de expositor en eventos académicos realizados en Argentina, Bolivia, Chile y Perú.
Su tesis de maestría -próxima a ser sustentada- se titula “La cobertura periodística del Fenómeno El Niño
de 1925-1926 en el diario El Comercio de Lima”.
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Manuel Bartolomé Ferreyros de la Mata: Referencias generales en torno a su vida
y obra
Manuel Bartolomé Ferreyros de la Mata nació en Lima el 24 de agosto de 1793. Sus
padres fueron Manuel Ferreyros y Pérez, oriundo de Galicia, España; y María Andrea
de la Mata y Ulloa, natural de Lima. Siguió estudios en los colegios de San Carlos y San
Ildefonso, pasando luego a formar parte de la administración pública.
En 1832 se casó con Josefa Senra y Echevarría Santiago de Ulloa. El matrimonio
Ferreyros-Senra mantuvo vínculos familiares con importantes miembros de la
aristocracia y la nobleza limeña. Sin embargo, de acuerdo con Celia Wu, tales vínculos
no significaron que los Ferreyros-Senra dispusieran de grandes riquezas o un gran poder
político (Wu, 1991: 18).
La familia Ferreyros Senra tuvo una vasta descendencia de quince hijos, de los cuales
solo once sobrevivieron. Entre aquellos, tres destacaron por sus servicios prestados a la
Marina de Guerra del Perú. El mayor de los hermanos, Manuel José, nació en 1833 y
alcanzó el grado de capitán de corbeta. Fue conocido como uno de los Cuatro Ases de la
Marina de Guerra del Perú, junto a Miguel Grau Seminario, Lizardo Montero y Aurelio
García y García. Manuel José falleció en Puno en 1876, por lo que no pudo participar
junto a sus compañeros en la Guerra con Chile. Quien sí participó en el conflicto fue su
hermano Carlos Francisco Hipólito, con quien Manuel José es frecuentemente
confundido2. Él sirvió como capitán de navío a bordo de la Pilcomayo, y falleció en
Lima en 1910, cuando ejercía el cargo de senador en el Congreso Peruano. Finalmente,
el tercer hijo marino es Eusebio Demetrio, quien nació en 1847 y falleció a
consecuencia del maremoto de Arica de 1868, luego que varase la corbeta América, en
la que servía.
La carrera burocrática de Manuel Ferreyros se inicia en 1808, cuando ingresa a la Real
Aduana como empleado meritorio en la contaduría. En 1809 el propio virrey Fernando
de Abascal lo nombra amanuense interino de la misma oficina, permaneciendo dentro
de la administración colonial hasta la llegada de la Escuadra Libertadora al Perú.
Pronto, sin embargo, Manuel Ferreyros se vincula a los patriotas, siendo uno de los
firmantes del Acta de la Independencia de 1821, y continúa laborando al servicio de la
Aduana. De acuerdo con Celia Wu, en 1825 es designado oficial mayor y luego
administrador en propiedad de esa dependencia, y en 1833 asume la dirección general
de las aduanas de la república, hasta su jubilación en 1849 (Wu, 1991: 18). Manuel
Ferreyros fue básicamente un funcionario aduanero, institución a la que siempre retorna
a laborar luego de cumplir con sus servicios en el campo de la diplomacia, como
ministro de estado o como diputado al Congreso Nacional, así como luego de finalizar
su exilio en el Ecuador.
Ferreyros desempeña una serie de breves cargos administrativos, principalmente durante
las gestiones de Agustín Gamarra, Felipe Santiago Salaverry y Ramón Castilla,
caudillos militares de notoria influencia y poder político, con quienes cultiva una gran
amistad. Los cargos desempeñados por Manuel Ferreyros fueron a grandes rasgos los
siguientes (Tizón y Bueno, 1916: 21-29):
2 Es un error frecuente entre los historiadores peruanos. Celia Wu se confundió también al respecto, pero
aquello no desmerece de ninguna manera el valioso aporte realizado por sus investigaciones sobre
Manuel Ferreyros.
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1825. Viaje a Colombia junto a otros diputados en representación del Congreso
Constituyente, en el objeto de solicitar a las autoridades del país la extensión del
permiso de Bolívar en el Perú. En esta ocasión conoce a Santander.
1829. Prefectura de Lima.
1830. No acepta el cargo de ministro de hacienda, pero sí el de ministro plenipotenciario
en Bolivia. Negociación Ferreyros-Olañeta.
1831. Secretaría general en el gobierno de Agustín Gamarra.
1835. Ministerio de gobierno y de relaciones exteriores en el gobierno de Felipe
Santiago Salaverry.
1839. Primer presidente de la asamblea que inauguró el Congreso Constituyente de
Huancayo. Rechaza una vez más el cargo de ministro de hacienda, pero acepta asumir la
cartera de relaciones exteriores durante el segundo gobierno de Agustín Gamarra.
1840. Gestiones de paz en Bolivia.
1841. Tratado de paz y amistad con Brasil (Convenio no ratificado).
1842. Tratado de comercio y navegación con Brasil (Convenio no ratificado).
1847. Presidente del Congreso Americano de Plenipotenciarios de Lima.
1849. Ministro de relaciones exteriores durante el gobierno de Ramón Castilla.
1855. Director nacional de hacienda y presidente de la Junta de examen de los actos
financieros en relación a la consolidación del gobierno de Echenique. Dirección
nacional de estudios y el comité de la reorganización de instrucción pública durante el
segundo gobierno de Ramón Castilla.
1856. Presidente de la comisión de la revisión de los libros de aduana y también de la
comisión para la clasificación científica en el Museo Natural.
1858-1859. Participa en las negociones diplomáticas en torno a la cuestión del Ecuador
(Guerra de 1858) y firma acuerdos de comercio y amistad con Bolivia.
De acuerdo con Celia Wu (1991: 20), Manuel Ferreyros también destaca por su
producción literaria. Compone odas y poemas para las celebraciones históricas, y se
siente atraído por la mitología griega. Cultiva el género festivo y traduce el Childe
Harold’s Pilgrimage de Lord Byron.
Manuel Ferreyros fallece en Lima el 24 de septiembre de 1872, pocas semanas luego de
la asunción al mando de Manuel Pardo y Lavalle, y un mes exacto luego de cumplir los
79 años. Su partida fue muy dolida tanto en el Perú como en el extranjero, recibiendo
más de un homenaje a su memoria.
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Su oposición a la Confederación Perú-Boliviana y los pormenores de su exilio en el
Ecuador
Manuel Ferreyros es una persona profundamente nacionalista y recelosa frente a los
intereses comerciales de las potencias extranjeras en el Perú, así como frente a la
participación de personajes foráneos en los asuntos domésticos del país. Manuel
Ferreyros estuvo vinculado a los intereses de la aristocracia limeña, y considera que los
puestos de la administración pública debían recaer únicamente en manos de quienes
eran oriundos de la tierra. En el campo económico, él se siente identificado con la
postura del nacionalismo económico (Gootenberg, 1989: 24-25).
Para Manuel Ferreyros, Santa Cruz no era peruano, sino un personaje boliviano que
buscaba entrometerse en las cuestiones internas del Perú. Él percibía a la intervención
santacrucina como un atentado alevoso contra la soberanía del país, y un peligro a su
independencia y libertad. El Perú estaba en manos de un extranjero que iba a disponer
de las riquezas nacionales e imponer un sistema de gobierno contrario a la voluntad de
los peruanos. Es por ese motivo que Manuel Ferreyros decide combatir decididamente
el proyecto de la Confederación Perú-Boliviana.
Manuel Ferreyros se identifica plenamente con la posición de Felipe Santiago Salaverry,
quien considera a la guerra en contra de las fuerzas santacrucinas como una suerte de
segunda guerra de independencia, análoga al enfrentamiento que sostuvieron patriotas y
realistas en tiempos de la emancipación. De acuerdo con tal discurso, la política de las
autoridades coloniales resultaba contraria a los intereses del Perú. El país había optado
por la independencia con miras a alcanzar la máxima felicidad y prosperidad para el
porvenir de la Nación, libre de toda dominación extranjera y de la presencia de
elementos foráneos en la administración pública. Andrés de Santa Cruz sería así un
ambicioso y advenedizo ciudadano boliviano que se disponía a conquistar el Perú
mediante la fuerza de las armas, y una vuelta al ominoso pasado de la dominación
extranjera.
Hay que tomar en cuenta que Manuel Ferreyros era oriundo de Lima, zona que junto al
Norte del Perú resultó ser la más desafecta al proyecto de la Confederación Perú-
Boliviana. Lima iba a perder su tradicional posición de hegemonía política en el
escenario peruano, quedándose relegada frente al eje formado por la sierra sur andina.
Por tanto, la postura nacionalista de Manuel Ferreyros no estaría lejos de una
“perspectiva limeña” que, si bien nunca fue unánime, en líneas generales veía de
manera negativa los planes de Santa Cruz (Sobrevilla, 2011: 63-64).
Manuel Ferreyros actúa como ministro de gobierno y relaciones exteriores durante el
breve gobierno de Felipe Santiago Salaverry. El joven presidente peruano partió al sur
para enfrentarse a Santa Cruz, sufriendo una derrota decisiva en Socabaya, siendo
capturado y luego ejecutado en la plaza de armas de Arequipa junto a varios de sus
principales colaboradores (Taylor Parkerson, 1984: 87-88). En diciembre de 1835, y
ante la inminente llegada de las fuerzas santacrucinas a la capital peruana, los miembros
del consejo de gobierno –entre los cuales se encuentra Manuel Ferreyros– deciden huir
en búsqueda de refugio. Josefa Senra estaba próxima a dar a luz –Sofía Ferreyros Senra
nació el 2 de enero del año entrante–, situación que complicaba la pronta partida de la
familia de Lima. Las amistades de Manuel Ferreyros le permiten mantenerse escondido
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en La Punta por espacio de cinco meses, mientras su esposa y tres de sus hijos –Manuel,
Federico y Sofía– permanecen refugiados en el convento de la Concepción.
De acuerdo a Celia Wu, durante todo ese tiempo los agentes de Santa Cruz intentaron
infructuosamente ubicar a Manuel Ferreyros, y hacerle llegar la propuesta del propio
Andrés de Santa Cruz para que trabajase junto a él en el nuevo gobierno. Sin embargo,
Manuel Ferreyros ya había decidido partir junto a su familia al exilio y reunirse con
Agustín Gamarra, quien se encontraba en Ecuador desde el 28 de abril, procedente de
Costa Rica (Wu, 1991: 27). Una vez que mejoraron las condiciones para emprender el
viaje, la familia Ferreyros-Senra partió desapercibidamente del Callao a bordo de la
fragata Flora, arribando a Guayaquil el 6 de agosto. Inclusive, estando en Guayaquil los
emisarios de Santa Cruz ubican a Manuel Ferreyros y le proponen que retornara a Lima
al servicio de la Confederación, propuesta que rechaza sin vacilaciones.
Manuel Ferreyros es uno de los numerosos políticos peruanos que partieron al exilio
ante el ascenso de Santa Cruz al poder y el establecimiento de la Confederación Perú-
Boliviana. Los exiliados peruanos eran opuestos al proyecto santacrucista, y estaban
dispuestos a continuar la lucha en contra del caudillo paceño desde el extranjero,
conformándose así dos grandes núcleos opositores, uno en Chile y el otro en Ecuador.
En palabras de Celia Wu, el grupo opositor de Chile es un grupo amorfo integrado por
varias facciones que salen del Perú durante las luchas partidarias, y que tiene la gran
ventaja de contar con el apoyo decidido del gobierno de Chile. Mientras tanto, el grupo
opositor refugiado en el Ecuador está liderado por Agustín Gamarra, quien es el caudillo
peruano de mayor prestigio de todos los exiliados, y era un grupo coherente de ex
partidarios de Salaverry y Gamarra que salen del Perú entre 1835-1836, formando un
grupo de aproximadamente cuarenta miembros. Manuel Ferreyros decidió unirse al
grupo opositor de Ecuador debido a que veía en Agustín Gamarra el rival más apto e
idóneo para vencer a Santa Cruz y destruir la Confederación, además de ser la persona
más indicada para que tomase el control del Perú una vez terminada la guerra (Wu,
1991: 27-28).
La elección de Chile y Ecuador como punto de reunión y foco de conspiración en contra
de la Confederación no resultaba casual. Ambos países eran vecinos inmediatos a la
Confederación Perú-Boliviana y la flanqueaban en sus extremos norte y sur, y el
Océano Pacífico facilitaba enormemente las comunicaciones y el transporte entre las
zonas ribereñas. Chile y Ecuador disponían de los recursos económicos, humanos y
materiales mínimos como para poder preparar desde su territorio una expedición militar
en contra de la Confederación. Además, los políticos en Santiago y Quito seguían de
cerca los acontecimientos en el Perú, y los exiliados peruanos estaban decididos a
conseguir la adhesión oficial a su causa.
Las potenciales expediciones que se podían organizar desde Chile o Ecuador iban a ser
de naturaleza distinta. La barrera natural del desierto de Atacama hacía que la
expedición chilena tuviera en un primer momento un carácter netamente marítimo,
cuyos objetivos militares inmediatos estarían centrados en la zona del litoral. En
cambio, desde suelo ecuatoriano podría prepararse una expedición tanto marítima como
terrestre, o una combinación de ambas. La idea de una excursión de carácter terrestre
desde el Ecuador resultaba especialmente favorable para los exiliados peruanos debido a
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que las fuerzas confederadas podrían verse acosadas de manera simultánea desde el
norte por vía terrestre y desde el sur por vía marítima.
Una ventaja de la posición geográfica del Ecuador era que el Estado Nor-Peruano era –
en términos militares– el menos guarnecido de toda la Confederación, y el más reacio a
aceptar el proyecto político santacrucista. Adicionalmente, las tropas confederadas que
se destinaran a la defensa del norte se hubieran visto forzadas a emprender una larga
marcha desde la sierra sur al norte del país, lo que habría agotado a sus fuerzas. Una
invasión simultánea a la Confederación proveniente de los dos países no solo
garantizaría mayores posibilidades de triunfo a favor de la causa de los opositores
peruanos, sino que adicionalmente le otorgaría mayor legitimidad al derrocamiento de
Andrés de Santa Cruz, en cuanto sería un “asunto de carácter americano”.
Ahora bien, si bien en Chile las autoridades políticas decidieron obrar decididamente a
favor de la destrucción de la Confederación Perú-Boliviana, sus homólogas ecuatorianas
actuaron de manera distinta. En ese entonces los dos principales líderes de la escena
política ecuatoriana eran el presidente Vicente Rocafuerte, y su antecesor en el cargo –y
quien se voceaba además como su sucesor en la presidencia–, Juan José Flores. De
acuerdo con Celia Wu, Vicente Rocafuerte, fiel a sus principios liberales, no deseaba
intervenir y, más bien, miraba a la Confederación con cierta simpatía y profesaba
admiración por las dotes de gobernante de Santa Cruz. En cambio, Juan José Flores era
un hombre ambicioso y de gran vanidad, desdeñaba el encumbramiento de Santa Cruz
aunque en el fondo deseaba emularlo. Los gobiernos de Chile y de la Confederación
trataron de ganarse a los dos líderes ecuatorianos a sus respectivas causas a través de sus
agentes diplomáticos (Wu, 1991: 29-30).
Pronto se hizo evidente que desde Ecuador no iba a ser posible organizar una
expedición restauradora equiparable a la que era patrocinada por el gobierno chileno. La
postura oficial del gobierno quiteño fue seguir una estricta neutralidad en torno al tema
de la Confederación. El presidente dispuso que los exiliados peruanos vivieran a 50
leguas de distancia de Guayaquil, y advirtió que tomaría duras represalias en caso de
encontrarse evidencia de la preparación de una expedición. El congreso ecuatoriano
rechazó la moción de expulsión de los exiliados que presentó Rocafuerte, lo que no fue
impedimento para que éste iniciara una campaña de hostigamiento en contra de los
peruanos, siendo Manuel Ferreyros una de sus principales víctimas. De su lado, Juan
José Flores tuvo una mejor disposición para entenderse con los peruanos, a quienes
protegió durante su estancia en Ecuador. Sin embargo, él ya había descartado participar
directamente en una campaña militar en contra de la Confederación. El gobierno de
Chile retiró las ofertas económicas que había hecho a su homólogo ecuatoriano con
miras a convencerlo de participar en la guerra, mientras que a fines de diciembre
Agustín Gamarra decide embarcarse a Valparaíso en compañía de sus seguidores más
cercanos.
Las posibilidades de invadir el Perú desde Guayaquil eran ahora más remotas. No
obstante, de acuerdo con Celia Wu, Ecuador quedó como una retaguardia, en caso que
fracasasen los planes restauradores chilenos. La representación de los emigrados
peruanos en el Ecuador recayó entonces en manos de Manuel Ferreyros (Wu, 1991: 20).
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La familia Ferreyros-Senra permaneció exiliada en el Ecuador por tres motivos. En
primer lugar, no resultaba recomendable emprender un viaje por el riesgo que aquello
podría significar para la salud de los niños pequeños. La partida al exilio de la familia
había producido el fallecimiento de la pequeña Sofía, y Josefa dio a luz dos nuevas hijas
en Guayaquil, Sofía Augustina en marzo de 1837, y Mercedes en marzo de 1838. En
segundo lugar, Manuel Ferreyros quería mantener desde Guayaquil las coordinaciones
entabladas con los políticos del Ecuador y Nueva Granada (Colombia), con miras a
convencerlos finalmente de participar en la guerra contra la Confederación. En tercer
lugar, la permanencia de Manuel Ferreyros en el Ecuador le permitiría continuar con la
campaña periodística que había iniciado con el objeto de ganar una opinión pública
favorable a la causa de los exiliados peruanos.
Manuel Ferreyros mantuvo contacto con autoridades políticas claves que simpatizaban
con la causa de los exiliados peruanos. Entre los más importantes destacaron –además
del ya mencionado Juan José Flores– el presidente de Nueva Granada, Francisco de
Paula Santander; Joaquín Acosta, representante diplomático de Nueva Granada en
Ecuador; José González, general de origen chileno que se desempeñaba como ministro
del Interior y de Relaciones Exteriores del Ecuador; y Ventura Lavalle, encargado de
negocios de Chile en Ecuador.
Ventura Lavalle fue el encargado de brindar los fondos económicos necesarios para que
Manuel Ferreyros financiara su campaña publicitaria en el Ecuador, la cual consistía en
la distribución de nuevas publicaciones o reimpresiones de artículos pertenecientes a
periódicos extranjeros. Entre las nuevas publicaciones destacaron el Perú, Traición de
Santa Cruz, Proclama a los pueblos del Perú, Perú-Chile, Defensa y Reimprimiremos;
y se reimprimieron los artículos editoriales de los periódicos Argos y La Crónica de
Nueva Granada y El Araucano de Chile. Sin embargo, como nos recuerda Celia Wu, la
campaña periodística de Manuel Ferreyros llegó a su cenit recién con la aparición de El
Ariete en mayo de 1838 (WU, 1991: 38).
El Ariete de Guayaquil. Características generales
El Ariete fue un semanario publicado durante once meses entre mayo de 1838 y marzo
de 1839 (Wu, 1991: 39). La edición y el financiamiento corrieron a cargo de Manuel
Ferreyros y Ventura Lavalle, respectivamente. Su primer ejemplar apareció medio año
después del producirse el fracaso de la primera Expedición Restauradora en Arequipa y
la firma del Tratado de Paucarpata, mientras que su último ejemplar fue publicado luego
del colapso de la Confederación. En lo que respecta a la naturaleza del semanario, Celia
Wu anota lo siguiente:
El Ariete responde a las características que Porras calificó como montonerismo
literario. Es el reflejo literario del montonerismo que surge de repente con el propósito
de desorganizar y desconcertar. Su ataque se centra en un gobierno inseguro y presagia
su caída inminente. También acomete contra sus enemigos con el uso de apodos y
motes, en donde se recurre a comparaciones con personajes históricos y sus acciones.
Expresa la situación exacta de un momento político y traduce la amargura e indecisión
de un periodo convulso. Los escritos giran, generalmente, alrededor de una persona
cuyo nombre no figura y sobresale por su ingenio y audacia, que se reflejan desde el
editorial reflexivo hasta el chisme alegre e insidioso. Su lectura despierta la curiosidad
pública, por su estilo de ironía y frases burlescas. Su financiación proviene de arcas
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fiscales gubernamentales y la publicación desaparece una vez que se ha conseguido su
objetivo (Wu, 1991: 39).
Al interior de El Ariete se señala que el semanario se imprimía en la Imprenta de
Vivero, a cargo de José F. Puga. En la parte superior de los ejemplares siempre aparece
un encabezado en donde se hace una alusión a la libertad perdida por el Perú a manos de
Andrés de Santa Cruz:
La libertad es un poder vivo, que cada uno siente en sí mismo y en torno de sí; es el
jenio protector del hogar doméstico; la garantía de los derechos sociales, y el primero de
estos derechos.
El opresor que se cubre con el nombre de la libertad, es el peor de todos los opresores:
agrega la impostura á la tirania, y la injusticia a la profanacion, porque el nombre de la
libertad es siempre santo.
Ahora bien, en lo que respecta a las ediciones de El Ariete, a continuación se presenta
un cuadro en el que se incluye el número de publicación, la fecha en la que apareció, la
compaginación presente en el semanario y el total de carillas impresas por cada
ejemplar:
Número Fecha de publicación Compaginación Carillas impresas
1 Sábado 12 de mayo de 1838 1-4 Cuatro
2 Sábado 19 de mayo de 1838 5-8 Cuatro
3 Viernes 1° de junio de 1838 9-12 Cuatro
4 Sábado 9 de junio de 1838 13-15 Cuatro
5 Domingo 17 de junio de 1838 17-20 Cuatro
6 Sábado 23 de junio de 1838 21-24 Cuatro
7 Domingo 8 de julio de 1838 25-28 Cuatro
8 Sábado 14 de julio de 1838 29-32 Cuatro
9 Sábado 21 de julio de 1838 33-36 Cuatro
10 Viernes 27 de julio de 1838 37-40 Cuatro
11 Domingo 5 de agosto de 1838 41-46* Seis**
12 Domingo 12 de agosto de 1838 47-50 Cuatro
13 Viernes 17 de agosto de 1838 51-54 Cuatro
14 Sábado 25 de agosto de 1838 55-58 Cuatro
15 Viernes 31 de agosto de 1838 59-62 Cuatro
16 Viernes 7 de septiembre de 1838 63-66 Cuatro
17 Miércoles 12 de septiembre de 1838 67-70 Cuatro
18 Martes 18 de septiembre de 1838 71-74 Cuatro
19 Miércoles 26 de septiembre de 1838 75-78 Cuatro
20 Miércoles 3 de octubre de 1838 79-82 Cuatro
21 Miércoles 10 de octubre de 1838 83-86 Cuatro
22 Martes 16 de octubre de 1838 87-92 Seis
23 Lunes 22 de octubre de 1838 93-96 Cuatro
24 Martes 30 de octubre de 1838 97-100 Cuatro
25 Lunes 5 de noviembre de 1838 101-104 Cuatro
26 Martes 13 de noviembre de 1838 105-108 Cuatro
27 Martes 20 de noviembre de 1838 109-112 Cuatro
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28 Lunes 26 de noviembre de 1838 113-116 Cuatro
29 Martes 4 de diciembre de 1838 117-122 Seis
30 Martes 11 de diciembre de 1838 123-126 Cuatro
31 Martes 18 de diciembre de 1838 127-130 Cuatro
32 Martes 25 de diciembre de 1838 131-134 Cuatro
33 Martes 1º de enero de 1839 135-138 Cuatro
34 Martes 8 de enero de 1839 139-142 Cuatro
35 Martes 15 de enero de 1839 143-146 Cuatro
36 Martes 22 de enero de 1839 147-150 Cuatro
37 Martes 29 de enero de 1839 151-154 Cuatro
38 Domingo 3 de febrero de 1839 155-158 Cuatro
39 Martes 5 de febrero de 1839 159-160 Dos
40 Martes 12 de febrero de 1839 161-168 Ocho**
41 Martes 19 de febrero de 1839 169-174 Cuatro
42 Martes 26 de febrero de 1839 173-176 Cuatro
43 Martes 5 de marzo de 1839 177-180 Cuatro
44 Martes 19 de marzo de 1839 181-188 Diez
Elaboración propia.
* Incluye el “Alcance al Ariete”.
** La última carilla aparece en blanco.
El Ariete era publicado de manera regular una vez por semana. Sin embargo, el día
exacto de su salida de la imprenta era variable. Entre marzo y comienzos de septiembre
de 1838 El Ariete solía aparecer entre cualquiera de los tres últimos días de la semana
(viernes, sábado y domingo). Luego, desde septiembre hasta finales de noviembre, El
Ariete podía ser publicado entre cualquiera de los tres primeros días de la semana
(lunes, martes y miércoles). Finalmente, desde diciembre de 1838 hasta su última
publicación El Ariete salía los días martes. Resulta llamativo que ninguna de sus
ediciones haya salido publicada el día jueves.
Se publicó un total de 44 ediciones. Los ejemplares contaban con cuatro carillas, a
excepción de seis números especiales. A la edición 11° se le incluyó una hoja adicional
titulada “Alcance al Ariete”, debido a que su editor quiso adjuntar a la edición ya
terminada de imprimir un breve suplemento con noticias adicionales que recientemente
se habían recibido desde el Perú por vía marítima. Las ediciones 22° y 29° cuentan con
un par de carillas más para cubrir mejor los pormenores en torno a la segunda Campaña
Restauradora, que estaba en uno de sus momentos más álgidos. La edición 39° es la más
breve de todas, debido a que la semana anterior se había publicado ya dos veces el
semanario informando a los lectores sobre el triunfo conseguido por las fuerzas
expedicionarias chileno-peruanas en Yungay. La edición 40° tiene ocho carillas, y en la
cual informa sobre los últimos acontecimientos sucedidos en el Perú a consecuencia del
colapso de la Confederación Perú-Boliviana. Finalmente, la edición 44° es la más
voluminosa de todas, ya que cuenta con diez carillas, en donde se informa con
beneplácito los cambios que se aprecian en el panorama político del Perú, e incluye una
despedida a los lectores. Todas las carillas están impresas, a excepción de las ediciones
11° y 40°, en las cuales la última carilla aparece en blanco. Esto permite apreciar la
filigrana del papel, en la que aparece el símbolo y las siglas de la fábrica europea de
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donde se importó el papel –compuesto de fibra vegetal– y el año de su fabricación
(1836).
En lo que respecta al formato o presentación general del semanario, El Ariete cuenta
con dos características que los distinguen del promedio de publicaciones periódicas de
la época. En primer lugar, la numeración de los ejemplares no se corta entre cada
edición, sino que continúa de manera ininterrumpida, contabilizando hasta un total de
188 carillas. En segundo lugar, El Ariete contaba con modestas dimensiones: de
aproximadamente 29 cm por 79 cm.
En lo que respecta a su contenido, El Ariete es el semanario ecuatoriano que lideró la
campaña periodística en contra de la Confederación Perú-Boliviana, la cual es
presentada como una amenaza de carácter continental tanto en lo que respecta a la
soberanía de los países vecinos así como para el sistema republicano de gobierno
representativo. Andrés de Santa Cruz es presentado como un tirano de origen boliviano
que ha usurpado el poder político en el Perú y que ha permitido que las potencias
extranjeras avancen en sus intereses comerciales en detrimento de los nacionales. El
Ariete acusa al caudillo paceño de mantenerse en el poder gracias al apoyo que le
brindan los militares extranjeros que están bajo su mando. Los temas nacionales, es
decir, los artículos que abordan asuntos pertenecientes al ámbito ecuatoriano, son
bastante escasos, y casi sin excepción guardan ligazón con la cuestión de la amenaza
que representa Andrés de Santa Cruz para el país.
Pasemos a continuación a distinguir cuáles eran las secciones principales de El Ariete.
En líneas generales, las más representativas serían cuatro que llevan los títulos de
“Exterior”, “El Ariete”, “Remitidos” y “Avisos”.
“Exterior”
En esta sección se publicaban básicamente trascripciones de documentos oficiales, tanto
de los gobiernos de la Confederación Perú-Boliviana como de su homólogo chileno, en
especial los relativos a la segunda Expedición Restauradora. En las últimas ediciones
aparecen también los documentos del gobierno provisional del Perú. Es posible leer
algunos documentos relativos a Argentina, Ecuador, e inclusive a México, pero aquello
no es lo usual. También en esta sección se reimprimen artículos de la prensa extranjera,
en su mayoría procedentes de Nueva Granada, Venezuela, Chile y Perú. También hay
algunos cuantos artículos provenientes de Inglaterra y los Estados Unidos. Los temas
predilectos de tales artículos son en su mayoría relativos a la guerra contra la
Confederación Perú-Boliviana, y en menor medida a los tratados comerciales con las
potencias extranjeras y las intervenciones francesas en México (guerra de los Pasteles) y
la Confederación argentina (bloqueo al Río de la Plata).
“El Ariete”
Es la voz propia del semanario. En esta sección el editor del periódico comparte su
opinión y punto de vista con respecto a las últimas noticias que se reciben de la guerra
contra la Confederación Perú-Boliviana, y se comentan los documentos y notas
periodísticas pertenecientes a la prensa escrita de otras latitudes. En los últimos dos
meses de vida de El Ariete, el tema de la intervención francesa en México empezó a
llamar especialmente la atención del editor, aunque en ningún momento logra desplazar
al tema de la Confederación como el principal foco de atención. Muy de vez en cuando,
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en esta sección aparecen noticias relativas al tratamiento de enfermedades o sobre temas
científicos.
“Remitidos”
Se publican cartas enviadas por los lectores. También aparecen composiciones literarias.
Pueden ser poemas a la libertad y en contra de la tiranía y la opresión, o diatribas
crueles en la cuales se mofan de Andrés de Santa Cruz o de los jefes chilenos Manuel
Blanco Encalada o Antonio José de Irisarri, éstos últimos por motivo del Tratado de
Paucarpata.
“Avisos”
Es la sección más breve de las cuatro que han sido identificadas hasta el momento. De
acuerdo a lo anunciado por el semanario, los avisos eran publicados sin costo alguno.
La extensión de las secciones “Exterior”, “El Ariete” y “Remitidos” dependía de la
coyuntura en la que salía el semanario. Una queja constante de El Ariete era que durante
cada cierto tiempo las noticias que se recibían del Perú eran bastante escasas en
contenido y que demoraban mucho en arribar. Eso se tornó moneda corriente una vez
que la segunda Expedición Restauradora ingresó al territorio de la Confederación.
Cuando los barcos que traían las noticias y la correspondencia marítima proveniente del
sur demoraban en arribar a Guayaquil, El Ariete enfatizaba en los artículos periodísticos
publicados en Nueva Granada y Venezuela.
Llama poderosamente la atención que en ningún momento figura al interior del
semanario el nombre de Manuel Ferreyros como editor de la publicación, así como
tampoco existe alusión al financiamiento que recibía El Ariete de los fondos públicos
pertenecientes al estado chileno. Aquello sería antes que una cuestión exclusiva de El
Ariete una característica propia del montonerismo literario. En el número 14° del
domingo 12 de agosto de 1838 aparece publicada en la sección “Remitidos” una carta
firmada por el propio Manuel Ferreyros. Aquella es la única mención que se realiza de
su persona en El Ariete. Manuel Ferreyros se dirige al director del semanario como
SS.EE. [Señores editores], y le solicita que le proporcione un espacio para que pueda
publicar su carta. Eso es una evidencia de que Manuel Ferreyros buscaba evitar ser
identificado como el promotor de El Ariete:
REMITIDO
SS.EE.
Enemigo siempre de llamar la atencion pública, y mucho mas en mi actual posicion, me
es sumamente sensible verme en la necesidad de pedir a UU. un corto espacio en sus
columnas para hablar de mí mismo.
Habiéndome noticiado un amigo que el “Eco del Norte” periódico oficial de Lima, núm
2, 11 de julio, se me citaba por mi nombre otros varios peruanos emigrados que se trae a
consideracion por el editor de ese papel, que ni sé quien es, ni quiero saberlo. Su objeto
en jeneral, parece que es inducir a la creencia de que todos o la mayor parte de los
asilados en territorio extraño, no fueron proscritos, sino que fugaron por motivos que
cada uno encontraba en su conciencia para temer resultados perniciosos. Si el término
proscribir se ha usado allí en la acepcion de desterrar, convengo en que no fue la
conciencia de alguno de los pecados políticos que anota el “Eco”, lo que me obligó a
dejar el territorio peruano: de muy distinta naturaleza fueron mis motivos; y puesto que
se me fuerza a revelarlos, haré, aunque con verdadera repugnancia, y de la peor gana del
mundo.
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[…]
Guayaquil, 1.° de agosto de 1838.
M. Ferreyros3.
Adicionalmente, cuando uno lee los editoriales de El Ariete, se nota que aquellos son
redactados de tal manera que “lo ecuatoriano” termina siendo presentado como un
nosotros, ocultándose así que el semanario tiene por autor a un peruano:
NOTICIA IMPORTANTE
Bajo de este epìgrafe anuncia el “Investigador católico” de Bogota, n° 24, haber
reconocido el sumo Pontìfice Gregorio XVI la independencia del Ecuador. Mucho
celebramos los ecuatorianos haber recibido esta prueba de benevolencia de Su Santidad,
especialmente en los momentos mismos, como observa el “Investigador”, en que los
poderosos de Europa nos consideran poco. Nosotros añadimos- que ojalá nos
considerasen todavia ménos, con tal que no nos hostilizaran y deprimieran, ya directa ya
indirectamente, como lo estan haciendo algunos de ellos en diversos puntos de América.
El Santo Padre, cuyas ideas liberales eran ya conocidas, penetrando de la justicia que
tuvimos para sustraernos del dominio de la metrópoli, y del derecho que nos asiste para
gobernarnos por nosostros mismos, no ha querido diferir el reconocimiento, a fin de
unirse tambien por las relaciones de la política a un pueblo que tan ligado estaba a S.S.
por los vìnculos espirituales- Congratulémosnos pues, por tan plausible nueva4.
La visión de los extranjeros
Una de las principales acusaciones que lanza El Ariete en contra de Santa Cruz se basa
en su condición de extranjero. El ejemplar número 4 de El Ariete resulta bastante
representativo al respecto. Es el único de todos los números del semanario en donde
únicamente es publicada una sección, en la cual Manuel Ferreyros, justifica su
oposición a Santa Cruz no solo por ser un usurpador de origen foráneo, sino también
porque las tropas que lo mantienen son extranjeras y está al servicio de intereses
comerciales extranjeros5.
La presencia extranjera de Santa Cruz es tildada como una amenaza a la soberanía de
las repúblicas americanas, y en los sucesivos números del semanario Manuel Ferreyros
va a enfatizar este punto:
CORSARIOS DE ULTRA-MAR
No podemos dar otra denominacion a dos buques estranjeros, armados por estranjeros,
con cañones estranjeros, mandados por estranjeros y tripulados por estranjeros, que
preparados con mucho disimulo en el Callao, bajo los auspicios protectorales, salieron
de improviso a ejercer toda especie de hostilidades contra los buques americanos que
sostienen la causa de la independencia. Los estranjeros, ya que no han podido hacer la
guerra al Perú y a Chile cubiertos con sus respectivos pabellones, y con todos los
elementos de la marina real, han tenido el neutral e imparcial miramiento de disfrazarse
con el pabellon peruano.
[…]
Estan ya comprobadas las miras de aquellos estranjeros, que sin respeto a la majestad de
los pueblos, ni a la opinion del mundo civilizado, y con desprecio de todos nuestros
3 El Ariete 12 de agosto de 1838.
4 El Ariete, 5 de febrero de 1839.
5 El Ariete, 9 de junio de 1838.
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derechos y de los ilustres principios que profesamos, se han declarado abiertamente
enemigos de la causa americana, y cooperadores zelososo y activos en la nefanda
empresa de esclavisar el continente- El camino de los mas ruines y necios aspirates está
abierto. En adelante cualquier ambicioso por miserable que sea, podrà fácilmente
hacerse dueño de uno ó mas estados, mediante la sencilla promesa de ponerlos a la
disposicion de los últimos hombres de Europa, con tal que estos lo ayuden a usurpar,
someter, oprimir, saquear y degollar a los señores naturales del país. ¿A quién nos
provocarà una especulacion tan brillante, que le proporcionara en tres o cuatro años
embolsar tres ó cuatro millones a costa de repartir diez ó doce de un pais ajeno entre
amigos que lo protejieran y sostuvieran? ¡Americanos! ¡Americanos! ¡Abrid los ojos:
fijadlos en Buenos Aires y Méjico, en Chile y el Perú!!!!6.
La prensa en otras latitudes
El Ariete solía publicar artículos pertenecientes a otros periódicos que coincidían en su
oposición al proyecto santacrucista, tales como La Bandera, El Argos, El Amigo del
pueblo, El Labrador y Artesano, y La Calavera, de Bogotá; El Independiente, El
Republicano, y El Soldado granadino de Popayán; El Venezolano, de Valencia, y El
Liberal, de Caracas. Sin embargo, en las últimas semanas de El Ariete, algunos de tales
periódicos habían dejado de llegar a la oficina de redacción de Manuel Ferreyros:
Avisos
Mucho tiempo hace que esta imprenta remite con regularidad y ecsatitud por todos los
correos, ejemplares del “Ariete” a los SS. Editores de la Bandera, el Argos, el Amigo
del pueblo, el Labrador y Artesano, y la Calavera, de Bogotá- del Independiente, el
Republicano, y el Soldado granadino, de Popayan- del Venezolano, de Valencia, y del
Liberal, de Caracas. Aunque unas pocas veces se recibieron en retorno algunos nùmeros
de estos periódicos, jeneralmente solo venian ya el Amigo del Pueblo, la Bandera, y el
Liberal; y de pocos semanas a esta parte, ya no se recibe el primero. No debiendo
atribuirse esta falta de omision de los corresponsales, es presumible ó que los
ejemplares del Ariete se pierden en el tránsito del Ecuador a Nueva Granada, ó que se
estravían los retornos. Muy sensible sería cualquiera de los dos supuestos. El descuido y
la poca seguridad en una ó más estafetas destruiria la confianza, y desconcertaría el jiro
de la correspondencia7.
Conclusiones
De acuerdo a la visión nacionalista de Manuel Ferreyros, Santa Cruz no era peruano,
sino un boliviano que buscaba entrometerse en las cuestiones internas del Perú. Él
percibía a la intervención santacrucina como un atentado alevoso contra la soberanía del
país, y un peligro a su independencia y libertad. El Perú estaba en manos de un
extranjero que iba a disponer de las riquezas nacionales e imponer un sistema de
gobierno contrario a la voluntad de los peruanos. Es por ese motivo por el que Manuel
Ferreyros decidió combatir decididamente el proyecto de la Confederación Perú-
Boliviana.
Manuel Ferreyros se identificó plenamente con la posición de Felipe Santiago
Salaverry, quien consideraba a la guerra en contra de las fuerzas santacrucinas como
una suerte de segunda guerra por independencia, análoga al enfrentamiento que
6 El Ariete, 18 de diciembre de 1838.
7 El Ariete, 5 de marzo de 1839.
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sostuvieron patriotas y realistas en tiempos de la emancipación. De acuerdo con tal
discurso, la política de las autoridades coloniales resultaba contraria a los intereses del
Perú. El país había optado por la independencia en miras a alcanzar la máxima felicidad
y prosperidad para el porvenir de la Nación, libre de toda dominación extranjera y de la
presencia de elementos foráneos en la administración pública. Andrés de Santa Cruz
sería así un ambicioso y advenedizo boliviano que se disponía a conquistar el Perú
mediante la fuerza de las armas, y una vuelta al ominoso pasado de la dominación
extranjera.
Hay que tomar en cuenta que Manuel Ferreyros era oriundo de Lima, zona que junto al
Norte del Perú resultó ser la más desafecta al proyecto de la Confederación Perú-
Boliviana. Lima iba a perder su tradicional posición de hegemonía política en el
escenario peruano, quedándose relegada frente al eje formado por la sierra sur andina.
Por tanto, la postura nacionalista de Manuel Ferreyros no estaría lejos de una
“perspectiva limeña” que, si bien nunca fue unánime, en líneas generales veía de
manera reacia a los planes de Santa Cruz.
Bibliografía
Periódicos
El Ariete de Guayaquil. 1838-1839.
Libros
Gootenberg, Paul (1989). Tejidos y harinas, corazones y mentes: el imperialismo
norteamericano del libre comercio en el Perú 1825-1840. Lima: Instituto de Estudios
Peruanos, 1989.
Sobrevilla Perea, Natalia (2011). The Caudillo of the Andes. Andres de Santa Cruz.
Cambridge/New York: Cambridge University Press.
Taylor Parkerson, Phillip (1984). Andrés de Santa Cruz y la confederación Perú-
Boliviana 1835-1839. La Paz: Editorial Juventud.
Tizón y Bueno, Ricardo (1916). Apuntes biográficos y poesías del doctor Manuel
Bartolomé Ferreyros. Lima: Sanmarti y Cía.
Wu Brading, Celia (1991). Manuel Ferreyros y la patria peruana. Epistolario. 1836-
1839. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú.