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Curso de capacitación “Meditacion en escuelas”
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PROMECO
Programa de
Meditación en
Colegios
Manual de Capacitación
para docentes
Basado en el Libro
“Estrés. Epidemia del Siglo XXI
Cómo entenderlo, entenderse
y vencerlo”
Dr. Daniel López Rosetti
Editorial Numen
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¿Qué es el estrés?
Primeramente fue descripto por el científico austro-húngaro Hans Selye quien nació en el año
1907, en Viena. Desarrolló la idea del Síndrome general de adaptación y el origen de la
palabra stress. Los experimentos iniciales de Hans Selye estuvieron orientados a descubrir una
nueva hormona sexual, para lo cual inyectó extracto de ovario en ratas. Un análisis meticuloso
de los resultados le permitió observar cierta constancia en los cambios producidos, los que
incluían, entre otros, hipertrofia de la corteza adrenal, atrofia del sistema retículo endotelial y la
aparición de úlceras gástricas y duodenales. Asimismo, la magnitud de estos cambios fue
proporcional a la cantidad de extracto ovárico inyectado.
Selye pensó que se hallaba efectivamente ante al descubrimiento de una substancia extraña que
producía efectos antes no descriptos. Dispuesto a comprobar el origen ovárico de esta nueva
hormona, también inyectó a las ratas extractos de hipófisis y placenta. Fue decepcionante
observar los mismos resultados con tales productos, independientemente de su origen. No
obstante, suponiendo que esta hormona no proviniera exclusivamente del ovario, administró a
sus ratas extractos de hígado, riñón y otros órganos. Nuevamente el resultado obtenido fue
similar. En un último intento para establecer la existencia de esta supuesta substancia que
parecía estar presente en todos lo casos, inyectó formalina a los animales. Al comprobar la
presencia de resultados idénticos a los anteriores, la hipótesis inicial se derrumbó: la hormona
nueva no existía.
Su trabajo aparentaba haber sido en vano, pero mientras resolvía qué hacer con su línea de
investigación, de pronto recordó algunas de las observaciones que había formulado en los
primeros años de su formación médica en la Universidad de Praga. Fue allí donde realizó el
primer contacto con enfermos, en el cual pudo notar llamativamente que muchos de ellos
aquejaban síntomas generales (fiebre, dolor abdominal, artralgias, cefalea, pérdida de peso), en
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forma independiente a la entidad mórbida que los afectara. Denominó a ese curioso fenómeno
como Síndrome de sólo estar enfermo. Una notable similitud con sus ratas enfermas, que
reaccionaban de igual forma ante distintas substancias.
Aquella idea le posibilitó argumentar una nueva teoría que uniformara sus observaciones,
parecía existir algún mecanismo en el cuerpo que determinaba una respuesta general a los
agentes nocivos. También permitía explicar cómo ciertos tratamientos de la medicina
tradicional, como descansar, comer liviano y protegerse de los cambios bruscos de temperatura,
eran efectivos en pacientes que sufrían trastornos inespecíficos.
Experimentó entonces sometiendo ratas a temperaturas extremas, ejercicio extenuante,
traumatismos y a la inyección de distintas drogas. Pudo comprobar nuevamente los resultados
antes obtenidos, pero en esta oportunidad, resignificados, conformaron la explicación de un
fenómeno desconocido, mucho más importante que la hormona soñada.
Presentó sus conclusiones iniciales en 1936, en el British Journal Nature, en un artículo
llamado Un síndrome producido por diversos agentes nocivos. En él, sucintamente delineó su
nuevo paradigma: independientemente de la naturaleza del estímulo nocivo, el organismo
responde de manera estereotipada. Esta reacción representa un esfuerzo del organismo para
adaptarse a la nueva condición a la que es sometido, y la denominó Síndrome general de
adaptación (SAG). El SAG, tal como lo describió Selye, incluye tres etapas universales. La primera
llamada reacción de ALARMA, involucra cambios bien definidos como hipertrofia e
hiperactividad de la corteza suprarrenal, involución del timo e hipersecreción de corticotrofina y
tirotrofina. Si el organismo sobrevive a esta primera etapa y el estímulo nocivo persiste, ingresa
en una segunda etapa donde los órganos estabilizan su función a niveles prácticamente
normales; es decir, se constituye una RESISTENCIA. Por último, si la situación se prolonga en el
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tiempo (uno a tres meses), el organismo ingresa en una tercera etapa de AGOTAMIENTO, que
culmina con la muerte.
Lucy
Sabana africana, ala puesta del Sol, hace más de cuatro millones de años…
Se encontraba sobre un montículo de tierra, encorvada la espalda. Sus patas traseras flexionadas
le permitían estar casi sentadas. Sus miembros anteriores eran como brazos tendidos hacia
delante, tocando casi el suelo. Sus manos seleccionaban semillas con destreza y rapidez. Al
mismo tiempo, su mandíbula ejecutaba movimientos cortos, rápidos, triturando el alimento
entre sus dientes. El ruido seco de la masticación se mezclaba con el del soplo de una suave
brisa africana que acariciaba la tierra caliente.
Cierta sensación de frescura emanaba de un charco cercano, fruto de últimas lluvias. De pronto,
la calma se quebró. Un ruido sospechoso, amenazante, provocó una rápida y corta inclinación
de su cabeza. Dejó de masticar para concentrarse en su audición. Orientó la nariz hacia el norte,
en dirección al viento, y realizó movimientos repetidos que acompañaban agitadas y breves
inspiraciones. Abrió más los ojos, y sus pupilas se dilataron para lograr una visión más aguda.
Sus orejas se orientaron en busca del origen de ese ruido, que se confirmaba como el crepitar
de ramas secas al ser pisadas.
Un pulso rápido, consecuencia de la aceleración cardíaca, impulsó su sangre con marcada fuerza
por todos sus músculos. Su respiración se acentuó, aumentando la entrada de aire a los
pulmones. Su cuerpo fue invadido por la adrenalina, que incentivó todas sus funcione, y todos
sus sentimientos, alarmados, captaron una situación de peligro.
Un olor, que encontró antecedentes en su memoria, convirtió su alarma en miedo. Dejó
abruptamente de masticar cuando sus ojos confirmaron la presencia de un tigre que, con su
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mirada frontalmente clavada en ella, su posible presa, iniciaba su carrera asesina. Haciendo uso
instantáneo de toda su energía, aquel homínido se desplazó velozmente, para treparse con
agilidad de un mono, a un árbol cercano.
Desde allá arriba, protegida por la altura, alcanzó a ver la resignación del tigre, que debería
esperar una nueva oportunidad para calmar su hambre. Esta vez, Lucy había salvado su vida…
Charlie
En Buenos Aires, argentina, un día de marzo de 1999, a las siete de la mañana, Charlie, a medias
dormido todavía, se encontró apagando el despertador. Venció sus ganas de continuar en la
cama y, con algunos minutos de retraso, comenzó a afeitarse. La radio adelantaba las
problemáticas del día. La afeitada rápida, descuidada le dejó la huella de un corte en la cara.
Sin tiempo para el desayuno, salió de la cochera sin haber saludado al encargado. El tránsito
anárquico y el estrépito de las bocinas sometieron sus hombros, su cuello y su columna a una
tensión muscular adicional. Cas sin notarlo, se encontró en su oficina, frente al desorden de un
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sinnúmero de papeles y documentos. Alguien se encargó, sin misericordia, de recordarle la
apretada agenda del día.
Mientras resolvía los primeros problemas, su tensión fue en aumento. La situación competitiva
era moneda corriente. Hacia el cuarto café, aún no había sonreído…
Las reuniones, formales y poco placenteras, sólo le concedieron respiro para un breve almuerzo
a la una y media. Una rápida fast food, asolas, contribuyó a aumentar su sobrepeso. Para
finalizar, más café algunos medicamentos recomendados por su médico.
Consultó su reloj: una vez más estaba retrasado. Intentó ganar tiempo mientras se dirigía a una
reunión, desandando a paso rápido la avenida Corrientes. Decidió avisar que llegaría tarde.
Tomó su celular y advirtió que tenía seis mensajes pendientes. No lo toleró y apagó el teléfono.
Al llegar, la tensión laboral era evidente. Todavía no había sonreído… Una discusión elevó su
presión arterial. La transpiración de sus manos aumentó ligeramente. Sintió la comida aún en su
estómago. Y, nuevamente, esa molestia en el peco y la garganta… Pero había conseguido lo que
buscaba: menores precios y mejores plazos de entrega.
Después, con extraña satisfacción, se detuvo frente a la ventana. Observó la multitud y el
movimiento incesante de los automóviles. Era un jueves por la tarde, y todavía lo esperaba más
de la mitad de las obligaciones del día…
Entonces recordó que los tres últimos días vividos el mismo vértigo. Los sonidos se fueron
apagando, la visión s ele tornó borrosa… Cayó al suelo.
Minutos más tarde, una sirena anunciaba la llegada de una ambulancia.
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El estrés es el protagonista esencial de ambas historias y los es también en nuestras vidas. Si
bien salvó a Lucy, terminó en cambio con Charlie.
Pero ¿dónde está la diferencia?
No hay vida sin estrés, sólo hay que saber controlarlo y utilizarlo de manera adecuada.
La misma función orgánica del estrés de aquel mono hace más de cuatro millones de años se
encuentra intacta en el hombre moderno. La diferencia es que nuestro entorno es distinto. No
estamos expuestos a grandes depredadores pero si a las pequeñas y repetidas agresiones
cotidianas. En esa frecuencia, en esa continuidad reside la diferencia.
El estrés es algo básicamente útil y bueno. Sirve para alertarnos, defendernos, nos prepara para
enfrentar una situación en defensa de nuestra integridad. Pero ¿dónde está la diferencia? La
diferencia se llama ESTRÉS AGUDO y CRÓNICO.
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Lucy se alimentaba tranquilamente cuando una amenaza que prometía acabar con su vida
activó el sistema de alarma. Se activó el sistema de estrés y todo su organismo se preparó para
luchar contra la fiera o para huir de ella. Se preparó para salvar su vida. En segundos, su cerebro,
sus músculo, su corazón, su presión arterial, su respiración y demás funciones se activaron al
máximo para enfrentarla situación. Sabiamente, Lucy escapó. Instantes más tarde, se encontraba
a salvo. En pocos minutos, había recuperado su tranquilidad y, nuevamente en paz, se dedicó a
seguir alimentándose. Ya no existía peligro y ya existía estrés. Había vivido una amenaza muy
poderosa, que había provocado una activación o estrés agudo. Una vez resuelta la situación,
todo había vuelto a la normalidad.
Charlie en cambio, no sufrió la amenaza terrible y breve de un tigre que pusiera en peligro su
vida. En su lugar, vivió una tensión menor pero constante. Día tras día, la tensión a la que lo
habían sometido las exigencias laborales, las sociales y su propia demanda interna, fue
lesionando su organismo en forma lenta e implacable. Charlie sufría estrés, pero continuo,
crónico. El final de Charlie fue súbito, pero la historia estaba anunciada. Había sufrido tensión y
estrés en forma sostenida en el tiempo. Estrés crónico. El peor.
Había vivido tenso, nervioso. No había disfrutado de la vida, no había sonreído ni había
profesado una filosofía sana para él mismo. No había sido feliz. Aunque, en el fondo, Charlie
buscaba la felicidad, pero lo había hecho por le camino equivocado. Su balance final fue
negativo.
Lucy se preparó para salvar su existencia; Charlie, para terminar con ella. Ésa es la diferencia
entre Lucy y Charlie. El sistema de estrés de aquel homínido se activó cuando fue necesario y en
la medida correcta. El hombre de hoy tiene tendencia a encontrarse con su sistema de estrés en
activación constante, permanente. Esta situación no le permite gozar de la vida y genera una
hipoteca que se paga con salud en el futuro próximo. Nuestro desafío consiste en usar
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adecuadamente nuestro sistema de estrés, encarar un estilo sano de vida, una mecánica sabia
de pensamiento, y establecernos una escala de valores y objetivos apropiados para alcanzar el
bienestar y la felicidad.
El estrés es una función normal del organismo. No hay vida sin estrés. El estrés es sinónimo de
vida.
Hay un estrés “bueno” y un estrés “malo”. El estrés bueno, llamado EUSTRÉS, es aquel que nos
mantiene alerta y en condiciones de enfrentar desafíos y cuyo nivel de acción no genera
trastornos en el organismo, ese es el estrés que salvó a Lucy. El estrés malo o DISTRÉS, es aquel
en que la intensidad y la perdurabilidad de la activación originan un sinnúmero de alteraciones
físicas y psicológicas, es el que terminó con Charlie. Por ello el estrés es una cuestión de
INTENSIDAD y de TIEMPO.
Estrés agudo y estrés crónico
La diferencia se llama ESTRÉS AGUDO y CRÓNICO. Frente a una amenaza nuestro organismo se
activa y se prepara para la lucha o la huída. En el estrés AGUDO nuestro organizamos se activa,
respondemos y una vez resuelta la situación, todo vuelve a la normalidad (Lucy). En cambio hay
circunstancias en que la tensión es menor pero constante. Es el estrés continuo, el que se
sostiene en el tiempo, el estrés CRÓNICO. En el ESTRÉS AGUDO el sistema de estrés se activa
cuando es necesario y en la medida correcta en pos de atravesar dicha situación específica. El
hombre de hoy tiene tendencia a encontrarse con su sistema de estrés en activación constante,
permanente. Esta situación no le permite gozar de la vida y genera una hipoteca que se paga
con salud en el futuro próximo (Charly).
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Nuestro desafío consiste en usar adecuadamente nuestro sistema de estrés, encarar un estilo
sano de vida, una mecánica sabia de pensamiento, y establecernos una escala de valores y
objetivos apropiados para alcanzar el bienestar y la felicidad.
Pero cuando hablamos genéricamente de estrés, no lo hacemos en sus aspectos positivos sino
en aquellos que nos preocupan y que producen enfermedad. Por lo tanto, de ahora en adelante
cuando hablemos de estrés estaremos haciendo referencia al distrés o estrés malo.
¿Qué es el estrés para nosotros?
Existen numerosas definiciones de estrés pero para nosotros la definición que resulta más
integradora es aquella que entiende por estrés toda situación en la cual las demandas externas
(sociales) o demandas internas (psicológicas) superan nuestra capacidad de respuesta. Se
provoca así una alarma orgánica que actúa sobre los sistemas nervioso, cardiovascular,
endocrino e inmunológico, produciendo un desequilibrio psicofísico y la consiguiente aparición
de la enfermedad.
¿Qué es la alarma orgánica?
La ALARMA ORGÁNICA es la activación desproporcionada de todos los órganos y sistemas
involucrados en el estrés, especialmente los sistemas nervioso, cardiovascular, endocrino y
hormonal e inmunológico. Cuando esto sucede, aparecen alteraciones diferentes en las distintas
personas, ya que todos somos diferentes y tenemos cada uno nuestros propios puntos débiles.
Hay quien manifiesta el estrés a través de trastornos e tipo emocional o por cualquier otro
síntoma (hipertensión arterial, trastornos digestivos, tensión muscular, insomnio o alteraciones
hormonales o sexuales). Todos reaccionamos de distinto modo frente al estrés.
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¿Qué es una demanda?
Se entiende por DEMANDAS a aquellas exigencias o requerimientos a los cuales estamos
sometidos. Estas pueden estar originadas en lo EXTERNO (sociedad, trabajo, familia y amigos) o
pueden tener raíz en nuestras propias necesidades INTERIORES, aspiraciones, deseos y
ambiciones. Nuestra capacidad de dar respuesta radica en la habilidad para afrontar y manejar
adecuadamente esas exigencias.
El estrés es como una balanza
Todas nuestras funciones orgánicas actúan adecuadamente cuando se encuentran balanceadas.
Nuestros pensamientos son racionales cuando interactúan equilibradamente. Nuestras
emociones son placenteras y manejables también dentro de un equilibrio. La relación de nuestra
mente con nuestro cuerpo también es cuestión de armonía, proporción y estabilidad.
Si tuviéramos que definir el estrés con una sola palabra esta sería “DESEQUILIBRIO”. Cuando las
demandas psicológicas y/o sociales exceden nuestra capacidad de respuesta, la “balanza” se
inclina hacia el distrés. En cambio, si nuestras posibilidades de respuestas están a la altura de las
circunstancias, la “balanza” se mantendrá en equilibrio, evitando que caigamos en el estrés
Claro está que, si nuestra capacidad de responder es aún mayor, inclinaremos la balanza todavía
más hacia el lado del Eustrés, aumentando nuestro bienestar y eficiencia. En esta última
condición, la posibilidad de presentar síntomas y/o enfermedades vinculadas con el estrés es
mínima. Mantener una armonía razonable entre demandas o exigencias y nuestra capacidad
para responder a ellas constituye la base del control del estrés.
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Ante la alarma todos los órganos y sistemas de nuestro cuerpo se ponen en guardia para
enfrentar la situación. De ese modo, con el gasto de energía necesario, enfrentamos la
contingencia. Lucy, al ser amenazada por el tigre, activó su mente y cuerpo, disponiéndose a
enfrentarse en combate o a huir ante una situación desventajosa. Dadas las circunstancias y lo
desigual del potencial encuentro, optó inteligentemente por escapar, para conservar su vida.
Este concepto de “lucha o huída” es muy utilizado con referencia al estrés, ya que describe
claramente los acontecimientos que se producen en nuestra mente y en nuestro cuerpo ante su
aparición.
Estrés y percepción
Cabe señalar que en lo que al estrés se refiere, los hechos que lo generan pueden ser reales o
imaginarios. Si creemos que la actitud de alguien representa una amenaza para nuestros
intereses, no importa que lo sea realmente o no, porque el creerlo así es suficiente para
considerarla como un peligro y desencadenar toda a secuencia del estrés. Es que en el estrés no
importa lo que sucede sino lo que uno cree que sucede.
DEMANDAS
CAPACIDAD DE
RESPUESTA
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Esa secuencia se llama “cascada del estrés” porque, una vez disparada la percepción como
amenaza, esta avanza sin parar a nivel orgánico y emocional. Esta percepción de los hechos
puede nacer del ámbito social, es decir, de nuestro entorno, o de nuestro mundo interior, en le
ámbito de nuestra psicología más íntima.
Para conocer el mundo interior o exterior necesitamos realizar un proceso de decodificación
de los mensajes que se reciben a través de todo el cuerpo. La percepción es aquel proceso
cognoscitivo a través del cual las personas son capaces de comprender su entorno y actuar en
consecuencia a los impulsos que reciben; se trata de entender y organizar los estímulos
generados por el ambiente y darles un sentido. De este modo lo siguiente que hará el individuo
será enviar una respuesta en consecuencia. Entonces la percepción, es una función que le
posibilita al organismo recibir, procesar e interpretar la información que llega desde el exterior
valiéndose de los sentidos.
“Las cosas son según el color del cristal con que se mire”. Esto es fundamental en la psicología
del estrés. Si creemos que la actitud de alguien representa una amenaza para nuestros intereses,
no importa que lo sea o no: el creerlo así es suficiente para considerarla como un peligro y
desencadenara toda la secuencia del estrés.
Muchas veces nuestros pensamientos son los que hacen que nos sintamos mal, y muchas veces
no nos damos cuenta, pues al fin y al cabo, nuestros pensamientos son para nosotros la
realidad. Pero hay que tener en cuenta que la mente es muy buena en distorsionar lo que ocurre
y darle más importancia de la que tiene o exagerar los eventos. Esto es lo que se llama
distorsión cognitiva. Es un error en el procesamiento de la información asociado a unas
creencias desadaptativas o que no se ajustan al entorno. Este error en el procesamiento puede
influenciar la conducta y el estado emocional. Serían una especie de fallo en el pensamiento
crítico.
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Estas percepciones y pensamientos distorsionados son acerca de uno mismo, del mundo y del
futuro.
Las distorsiones cognitivas no son un trastorno ni una enfermedad, y todos hacemos alguna
distorsión de vez en cuando.
Suelen ocurrir por aprendizaje de experiencias pasadas, acabamos generalizando esa forma de
pensar al resto de nuestra vida. Puede que en su origen y en ese momento estos pensamientos
fueran útiles, pero al interiorizarlos y aplicarlos sistemáticamente a todos los eventos de nuestra
vida diaria pierden su utilidad y se convierten en un problema.
De pequeños construimos esquemas sobre el funcionamiento del mundo en base a nuestra
experiencia, estos esquemas pueden verse modificados por experiencias aversivas, estresantes o
negativas (al igual que por las positivas). Así pues sería la interacción de la persona con el medio
la que acostumbraría a la persona a evaluar de cierta forma o utilizar ciertas estrategias para
relacionarse.
La distorsión ocurre porque aplicamos unas estrategias dando por hecho que las situaciones
son de una manera (según nuestros esquemas), cuando la situación ya no es así, la estrategia
que habíamos aprendido para ese tipo de situaciones y que seguimos aplicando resulta del
todo inútil y contraproducente. Es decir en cierta manera perdemos capacidad de adaptación al
evaluar de forma sesgada el entorno.
¿Qué es un estresor?
Cualquier circunstancia que sea evaluada por nuestra mente desde lo racional y lo emocional
como una amenaza constituye un estresor. En consecuencia, nos obliga a efectuar ajustes y
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cambios en nuestra conducta, con el fin de enfrentar la situación. No obstante, importa destacar
que un estresor puede ser positivo o negativo. Por ejemplo, una muy buena noticia es también
un estresor; pero lo que sucede es que, obviamente, no producirá cambios nocivos en nuestro
organismo porque no provoca distrés sino que conduce al estrés bueno o eustrés. Este tipo de
estresor es saludable. Pero cuando nos referimos a estresores en general, Nos referimos a
aquellos que, por constituir una amenaza, van a acompañados de una emoción negativa y que
dispara la cascada del estrés, posiblemente de manera sostenida en el tiempo. En general
entonces, cuando hablamos de estresores hablamos de amenazas, y que sea una amenaza o no,
dependerá, como explicamos anteriormente de cómo evalúa (percibe) cada uno de manera
personal y particular a las circunstancia que se le presenta.
Huella digital del estrés
Es esencial identificar nuestra propia huella digital de estrés. Para poder determinar cual es
preciso distinguir claramente nuestros estresores, que algunas veces son evidentes y otras no
tanto. Algunas circunstancias que nos estresan no son tan evidentes y suelen pasar inadvertidas.
Por eso es importante agudizar nuestra habilidad para detectarlas.
Existen diversas fuentes de donde surgen estos estresores pero, en general, pueden ser de
origen interno o externo. Las primeras surgen de nuestro mundo interior, de nuestra propia
psicología. En cambio, las de origen externo surgen de nuestro entorno, de nuestro mundo
social. Es importante realizar de manera didáctica un cuadro en donde identifiquemos nuestros
estresores internos o psicológicos y los de carácter externo o sociales
.
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ORIGEN INTERNO O PSICOLOGICO ORIGEN EXTERNO O SOCIAL
Los estresores pueden ser muchos. Definir qué es un estresor, es encontrar qué condición o
circunstancia nos molesta o irrita tanto como para constituir un peligro para cada uno de
nosotros. Aquello que termina con el nuestro “equilibrio”. El estrés depende exclusivamente de
a forma particular de ver las cosas, de nuestras percepciones, que pueden o no, tal como
dijimos antes, reflejar o no la realidad.
No podemos trabajar sobre nuestras percepciones o sobre nuestros propios estresores si
primero no los identificamos, por eso es importante definir nuestra propia huella digital del
estrés. Esto favorece el autoconocimiento, esto es fundamental en el tratamiento del estrés.
La cadena del estrés
La producción de cualquier hecho fisiológico o funcional de nuestro cuerpo involucra siempre
una secuencia concatenada de acontecimientos que en líneas generales, se repiten en el tiempo.
En el estrés, los hechos también ocurr3n ordenada y secuencialmente. Hemos denominado
didácticamente CADENA DEL ESTRÉS a la serie de sucesos que, cronológica y causalmente
ordenados, terminan por desarrollar una enfermedad física con todo su cortejo de síntomas.
El proceso del estrés, como ya explicamos, es la resultante de la valoración subjetiva de las
percepciones. La idea que tenemos sobre los hechos siempre es compleja, ya que en ella
intervienen numerosos procesos de valoración subjetivos. Un mismo hecho puede ser
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vivenciado y considerado de muy diferente manera según quien sea la persona que los
considere. Influyen en esa apreciación fenómenos personales, culturales, históricos,
experiencias… Un mismo hecho de la vida cotidiana puede ser vivenciado por dos individuos al
mismo tiempo, pero la interpretación que hagan de hecho no va a ser la misma sino que será
absolutamente personal., incluso dependerá del momento en cada una de esas personas lo
interprete y probablemente y también la interpretación sea diferente.
La CADENA DEL ESTRÉS se inicia siempre con una percepción, todo lo que nos preocupa o
genera estrés inicialmente fue una percepción. Percibir correctamente es clave para conducirse
frente al estrés.
Lucy registró con su oído, su olfato y su visión los sonidos, los olores y las imágenes que,
percibidas en su cerebro y analizadas rápidamente de acuerdo con su memoria y aprendizaje,
desencadenaron una cascada del estrés que puso en marcha todo su sistema para la lucha o la
huída, salvando su vida. Percibí, mediante sus mecanismos sensoriales, la información que,
analizada por su cerebro pensante y emocional, fue detectada como amenaza y actuó en
consecuencia. El estrés agudo, autolimitado, fue útil para Lucy.
Pero supongamos que Lucy percibiera e interpretara como amenazador cualquier sonido, olor o
imagen, como si proviniera de un depredador, pero que en realidad no existiera. En tal
circunstancia, con este vicio en la percepción, viviría angustiada por le miedo, ya que creería ver
constante, ente tigres a su alrededor. Experimentaría entonces una activación continua de sus
sistema del estrés sufriría estrés crónico.
Por eso es tan importante la manera en que percibimos, porque la distorsión de los hechos a
través de percepciones erradas se convertirá en un desecandenante continuo del estrés. Las
percepciones equivocadas son el inicio de un pensamiento erróneo o distorsionado. Valorar
adecuadamente la realidad es muy importante. Los pensamientos distorsionados dan lugar a
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errores de evaluación y a desajustes con la realidad y, muchas veces, desembocan en falsas
expectativas que generan frustraciones. Justamente, el estrés representa, entre otras cosas, un
desajuste centre la expectativa y la realidad.
El primer eslabón de la CADENA DEL ESTRÉS es la PERCEPCIÓN y continua, si no se lo corta a
tiempo, los cambios de CONDUCTAS Y HÁBITOS que son el segundo eslabón de la cadena.
Cuando alguien percibe o valora los hechos del mundo interior o exterior como amenazantes,
desencadena una multiplicidad de cambios de conductas y de hábitos que dependen de cada
persona en particular. La conducta es el patrón de comportamiento de una persona y la
particular forma con que esta persona se relaciona con sus semejantes. Así, quien presenta
estrés altera su comportamiento, mostrando modificaciones tan diversas como una apariencia
más tensa o preocupada, gestos nerviosos, tics, alteraciones de horarios, reacciones
desproporcionadas antes hechos menores, irritabilidad, cambios de hábito en el sueño y en la
conducta social, entre muchos otros. Todas esas modificaciones no son solamente consecuencia
del primer eslabón del estrés sino que, una vez instaladas, favorecen la permanencia del proceso
estresante, debido a que originan una interacción problemática y desfavorable con el medio
ambiente.
Si esta cadena del estrés continúa, no tardará en aparecer el tercer eslabón, el de los SÍNTOMAS
FÍSICOS Y PSÍQUICOS que, como lo cambios, pueden ser diferentes y dependen de la reacción
individual de cada uno; entre ellos, podemos citar los dolores de cabeza, las contracturas y
dolores musculares, los dolores de pecho y los trastornos digestivos. A nivel psicológico puede
aparecer ansiedad, miedos, preocupación excesiva, inseguridad, depresión, cambios de humor.
Alteraciones de la memoria y concentración.
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Si no sabemos escuchar los avisos de nuestro cuerpo, se alcanzará el cuarto eslabón, el de la
ENFERMEDAD. Aquí también, y teniendo en cuenta la predisposición genética, podrá alentarse
la aparición de distintas enfermedades, tales como la hipertensión arterial, la aterosclerosis, la
angina de pecho, las arritmias cardíacas, el infarto agudo de miocardio, la úlcera gástrica, las
infecciones por inmunosupresión, las enfermedades de la piel, la artritis y hasta le cáncer.
PERCEPCIÓN CONDUCTAS
Y HÁBITOS
SÍNTOMAS
FÍSICOS Y
PSICOLÓGICOS
ENFERMEDAD
Apariencia
preocupada
Hábitos nerviosos
Cambios de
carácter
Alteración del
sueño y la
alimentación
Aumento de
accidentes
menores
Disminución
eficiencia
laboral
Etc.
FISICOS
Dolor de cabeza
Dolores musculares
Contracturas
Cansancio
Trastornos digestivos
Alteraciones sexuales
Dolor de pecho
Palpitaciones
Etc.
PSICOLOGICOS
Ansiedad
Preocupación
Frustración
Inseguridad
Miedos
Culpa
Alteraciones en la
memoria y en la
concentración
Hipertensión arterial
Angina de pecho
Úlcera gástrica
Accidentes
cerebrovasculares
Enfermedades
en la piel
Infarto de miocardio
Cáncer
etc.
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El gráfico anterior se incluyó a modo ilustrativo para entender el proceso y las diversas etapas
que forman parte del la secuencia del estrés. De más esta decir que pueden desarrollarse lenta o
rápidamente, que podemos permanecer en una mucho tiempo o pasar a la próxima etapa o
incluso, tal como ocurre en los eslabones de una cadena, pueden superponerse parcialmente,
confundiendo percepciones, conductas, síntomas y enfermedad. Lo importante es que si nos
damos cuenta de su existencia, podremos intervenir para cortarla.
¿Qué es un síntoma?
En medicina se denomina, por lo general, a los cuadros clínicos como síndrome. Un síndrome no
es más que un conjunto de signos y síntomas. Un signo, es algo que el medico puede detectar y
en general pasa inadvertido para el paciente (colesterol elevado, alteraciones en lo físico que se
observan en el consultorio, etc.). En cambio, un síntoma es lo que se siente (dolor de cabeza,
dolor de estómago, cansancio, etc.)
El cuerpo nos envía mensajes a través de los síntomas. Debemos interpretar lo síntomas como
una información y, por lo tanto, como un dato útil que os indica que algo está sucediendo en
nuestra mente o en nuestro cuerpo que reclama nuestra atención.
SÍNTOMA = INFORMACIÓN
Es importante entender que, para calificar un síntoma como causado por el estrés, deben
descartarse médicamente otras causas o enfermedades que puedan presentar la misma
sintomatología. Todo abordaje serio del estrés comienza con un exámen medico físico, clínico y
de laboratorio, que descarte patologías preexistentes o en desarrollo. Solamente después de
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tener certeza de haber realizado todos los diagnósticos diferenciales correspondientes se podrá
encarar un diagnóstico del estrés.
Curva estrés / bienestar. “El semáforo del estrés”
Dicha ilustración nos muestra que a medida que aumenta el nivel de activación psicofísica o
estrés, aumentan el bienestar y la eficiencia. Evidentemente, en el punto de la curva señalado
con el Nº 2, el bienestar y el rendimiento son mayores que en el Nº1. Esto es porque, al menos
en esa porción de la curva, a mayor estrés o mayor activación, mayor bienestar y eficiencia. Pero
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3
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nada es eterno y esta relación lineal tampoco lo es. En el punto 3 la relación estrés-bienestar
cambia. Aquí el estrés llega a un límite donde su aumento no va seguido por el del bienestar
sino que, por el contrario, ese bienestar disminuye, configurando una relación inversa. Así
vemos en el punto 4 de la curva que, a mayor estrés, menor bienestar y menor eficiencia.
Esto es así debido a que, en esta porción de la curva, las demandas externas (sociales o
laborales) o las demandas internas (psicológicas) superan la capacidad de respuesta. Estamos en
la fase del estrés malo, patológico o distrés. En los puntos 1 y 2 nos encontrábamos en la zona
del estrés bueno, productivo o eustrés.
Esta curva no constituye solamente un recurso didáctico, sino que es de gran utilidad práctica
para manejar el estrés. Como veremos en el tratamiento, hemos dividido a esta curva en tres
zonas diferentes: la zona verde, la amarilla y la roja.
En la zona verde, al igual que un semáforo, estamos en condiciones de movernos con soltura,
libremente y sin riesgos de que el estrés genere alteraciones o enfermedad. En la zona amarilla,
en cambio, nos hallamos en un punto donde la flexibilidad o el grado de seguridad es menor.
Allí podremos descubrir signos y síntomas diversos si sabemos escuchar a nuestro cuerpo.
Quizás sean tan diversos como alteraciones en la memoria, fallas en la capacidad de
concentración, tendencia a la fatiga, aburrimiento, dolores musculares o cefaleas…Los síntomas
son tan variados en calidad y en cantidad como las personas que puedan padecerlos.
Permanecer atentos a ellos, agudizando nuestra capacidad de observación y nuestra
sensibilidad, puede dar la pauta de la existencia de un vínculo entre esos síntomas y nuestro
propio nivel de estrés. Si comparamos esta zona amarilla de la curva de bienestar, eficiencia y
estrés con un automóvil, se trataría de una situación parecida a la de conducir por la ruta a alta
velocidad. La fuerza del viento, el ruido del motor y sus revoluciones, la capacidad disminuida
de dominio del vehículo nos indica que estamos en una situación límite. Llega entonces el
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momento de levantar el pie del acelerador y evitar lo evitable.
En la zona roja el estrés muestra la complejidad de sus síntomas, que pueden ser mentales,
emocionales o físicos. Al principio quizás se manifiesten únicamente síntomas o dolencias
menores pero, con el tiempo, la repercusión física del estrés terminará por constituir una
enfermedad que variará de individuo en individuo, de acuerdo con la susceptibilidad particular
de cada uno., Por ejemplo, habrá quienes mostrarán como síntomas prioritarios los que
involucran al sistema cardiovascular, al digestivo, al hormonal o endocrino, al neurológico o a la
piel.
Si la situación se prolonga y no se realizan las inversiones correctivas destinadas a disminuir el
estrés, se llegará a un punto extremo de claudicación, donde el agotamiento psicofísico será
notable y generalizada la afectación psicofísica. De allí en más, las variantes patológicas pueden
ser numerosas.
Tener en mente esta curva nos permite manejar nuestra vida, manteniéndonos dentro de la
zona verde, prestando atención a todos los signos y síntomas que nuestro cuerpo nos emite
para visar que ingresamos a la zona amarilla. Racionalizaremos entonces nuestras exigencias y
disminuiremos en consecuencia el estrés, para manejarnos dentro de la zona verde y evitar caer
en la porción descendente de la curva.
Esta curva tiene gran aplicación en el terreno laboral, donde es natural que procuremos mejorar
nuestro rendimiento. En tal sentido, es bueno tener presente que las exigencias a las que nos
vemos sometidos en la zona amarilla hacen que nuestro rendimiento se encuentre en el límite.
En esta coyuntura, cualquier sobreexigencia, contingencia o crisis nos empujará hacia la zona
roja. Por lo tanto, no es una situación aconsejable, sobre todo para quienes se hallan en
condiciones que implica tomar decisiones, valorar circunstancias o resolver problemas.
Es notoria la relación que existe entre el bienestar psicofísico, la eficiencia y el estrés. La
compresión y el manejo correcto de esta curva y sus tres zonas, tal como sucede con un
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semáforo, permitirán comprender que, al momento de percibir síntomas atribuibles al estrés,
estaremos entrando en el área amarilla. Aparece, entonces, la señal de precaución y
corresponde de actuar con cautela, tomar conciencia de la situación y arbitrar los medios para
regresar a la zona verde y evitar el ingreso a la roja.
Tablero del estrés
Utilizamos el tablero de un automóvil de modo simbólico para tomar conciencia de cómo
nuestro cuerpo nos envía señales que nos indician que ingresamos en un período o situación de
estrés que debe controlarse para evitar que se deteriore nuestra calidad de vida y que, por otra
parte, se condicionen circunstancias favorables para la aparición de enfermedades.
El tablero de un automóvil tiene varios indicadores luminosos, y cuando se prende una luz roja
debemos prestarle atención e intentar resolver la situación que nos afecta para que esa luz se
apague. Lo mismo sucede con nuestro cuerpo. Los síntomas son luces rojas debemos aprender
a identificar e interpretar para controlar esa situación estresante que puede tener
consecuencias significativas para nuestra vida.
Debemos identificar nuestros propios estresores, reconocer nuestros síntomas, que son la
información que nuestro cuerpo nos transmite. Aprender a interpretar esas señales, para poder
aplicar conductas y técnicas para modificarlas. Cuando aprendemos a interpretar las señales de
nuestro cuerpo, revisamos espontánea y automáticamente nuestra situación frente a las
tensiones y al estrés.
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El sistema de estrés: nuestro director de orquesta
Podríamos hablar de un sistema de estrés, entendiendo como sistema al conjunto de órganos
que se interconectan y relacionan entre si para ejecutar una función determinada. Así, por
ejemplo, el sistema digestivo esta formado por la boca, el esófago, el estomago, el intestino,
etcétera. Y cada sistema tiene una finalidad específica. El respiratorio, por ejemplo, sirve para
poner en contacto el aire con la sangre, y así cargarla de oxigeno. El digestivo, por su parte, se
encarga de la incorporación de de los nutrientes de los alimentos.
Ahora bien, existe una conexión entre todos los sistemas de nuestro organismo, una vía de
comunicación que los relaciona a todos, en distintas circunstancias y por distintos medios.
Desde el punto de vista didáctico, llamamos a este sistema tan complejo sistema del estrés.
Tiene su origen en nuestro cerebro, en nuestra mente, y es nuestro director de orquesta quien al
igual que aquel que dirige todos los instrumentos musicales, dirige la totalidad de los órganos y
funciones de nuestro cuerpo. Y se entiende como funciones no solo aquellas como la
respiración y la circulación de la sangre, sino también todo lo referente nuestras conductas,
hábitos, modo de enfrentar la vía y la realidad.
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Corteza cerebral: nuestro salón de directorio
La corteza cerebral es como nuestro salón de directorio. Es allí donde se toman todas las
decisiones y se realizan los razonamientos mas técnicos y analíticos. La corteza cerebral, el
neocortex, es la parte más externa del cerebro. Se divide en corteza o hemisferio izquierdo y
corteza o hemisferio derecho. Cada lado tiene sus funciones específicas.
El hemisferio izquierdo se encarga de los razonamientos analíticos, lógicos, matemáticos y de la
comunicación verba y escrita. Su funcionamiento es racional, el hemisferio derecho, en cambio,
tiene funciones relacionadas con el reconocimiento de las formas, la imaginación, la concepción
del espacio, la capacidad musical o de crear poesía, la de soñar e inventar, la espiritualidad… su
mecánica no es racional, sino libre y creativa. Ambos hemisferios funcionan en conjunto y
estrechamente relacionados. En pocas palabras, se podría decir que la corteza cerebral es
aquella parte del cerebro que piensa.
Sistema límbico o corteza límbica:
el cerebro que siente
El sistema límbico o corteza límbica, esta vinculada con las emociones y sentimientos. Allí es
donde anidan el amor, el temor, el miedo, la ansiedad, el enojo, la cólera, etcétera. Las
sensaciones placenteras y las desagradables se entremezclan en esta zona del cerebro. El
control de la alimentación y las conductas reproductivas tienen también su base allí. Esta parte
anatómica y funcional de nuestro cerebro esta íntimamente conectada con el resto del sistema
nervioso, tanto hacia arriba (corteza) como hacia abajo (resto del encéfalo).
Este sistema límbico es complejo e incluye estructuras anatómicas como las amígdalas, las
aéreas hipotalámicas, el área septal y la circunvolución del hipocampo, todas ellas relacionadas
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con el manejo de los instintos, la emoción y los sentimientos. Debido a lo delicado de las
funciones que maneja esta área cerebral, es fácil entender su relación con el estrés.Basta pensar
en la influencia que los conflictos emocionales ejercen sobre nuestra conducta: en definitiva, los
desajuste de ésta frente a la realidad, son causa de estrés. El cerebro o sistema límbico se
encuentra debajo de la corteza cerebral, pero esto no significa en absoluto que sea menos
importante. Muy por el contrario, el adecuado manejo de la emoción es esencial para lograr una
condición antiestres.
El hipotálamo: la central terminal de trenes
El hipotálamo es una especie de intermediario entre el director de orquesta y todos nuestros
órganos, algo así como el punto de unión entre la mente y el cuerpo. Recibe instrucciones de
los niveles superiores del cerebro (sistema límbico y corteza) y ejecuta las directivas en todo
nuestro cuerpo. Lo hace a través de dos vías principales, una nerviosa (sistema nervioso
autónomo) y otra hormonal o endocrina (sistema dela glándula hipófisis) como si fuera una
terminal de trenes de donde salen todos los carriles que se dirigen a diferentes destinos. Vamos
a describir ahora estas dos vías.
Vía nerviosa: sistema nervioso autónomo
El sistema autónomo o neurovegetativo envía nervios a todo nuestro cuerpo. Se divide en dos
ramas: simpática y parasimpática. Ambas distribuyen nervios que, como dos cables conductores
de información, se dirigen a todos los órganos de nuestro cuerpo. Cada órgano recibe un cable
o nervio de cada una de estas ramas. Es decir, los órganos reciben una doble inervación,
simpática y parasimpática. El sistema simpático alcanza, a través de numerosos nervios, a todos
nuestros órganos. Cuando este sistema se activa, produce un estimulo sobre todos nuestros
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órganos y funciones. Este es el sistema que se activa ante el estrés y permite la liberación de
energía y nos prepara para la lucha o la huida. Este es el sistema que se pone en marcha cuando
nos ponemos nerviosos, tensos o frente a una circunstancia o hecho peligroso o amenazante. Es
el sistema que activo a Lucy frente a la presencia del tigre.
En base a esto, es fácil deducir las acciones que ejerce y razonar los motivos, es decir, porque lo
hace y para que sirve. Consideremos órgano por órgano y comprobaremos esa facilidad.
Comencemos con el corazón, cuando este es estimulado por el sistema simpático, aumenta la
frecuencia cardiaca, o sea que el corazón late mas rápidamente (taquicardia). Si late más
rápidamente, expulsa más sangre y oxígeno a los órganos que lo requieren. Asimismo, al
aumentar la fuerza de contracción del corazón, se eleva la presión arterial. Así, los músculos
recibirán mas sangre, que es lo que necesitan ante la eventualidad de luchar o huir. Es lo que le
sucedió a Lucy cuando se enfrento con el tigre. Por otro lado, la estimulación simpática produce
contracción de los pequeños vasos arteriales (vasoconstricción), elevando así la presión arterial.
Los músculos, por su parte, se tensionan para contraerse con mayor fuerza y aumentan la
resistencia de nuestro cuerpo ante los traumatismos. Los bronquios se dilatan (broncodilatacion)
permitiendo que mas oxigeno ingrese a los pulmones en cada inspiración para que mas oxigeno
pase a la sangre. Oxigeno que será necesario para la lucha o la huida. El estimulo de los nervios
simpáticos actúa sobre el hígado, que produce y libera azúcar (glucosa) en la sangre, lo que es
necesario para la contracción muscular y el funcionamiento del cerebro.
Se incrementa, a su vez, la actividad cerebral, permitiendo una condición de alerta. Se produce
la dilatación de las pupilas (midriasis), lo que permite mayor entrada de luz, agudizando la
visión. Provoca asimismo un estimulo de las glándulas sudoríparas, aumentando la traspiración
de la piel, situación fácilmente evidenciable en las manos cuando nos estresamos o
tensionamos. Por otro lado, disminuye la circulación sanguínea en la piel, originando palidez y
permitiendo que esa sangre sea derivada y utilizada en aquellos órganos que la necesitan mas
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ante una alarma o estrés, como los músculos, el corazón o el cerebro. Asimismo si durante una
lucha resultamos lastimados, sangraríamos menos, ya que la piel contendría relativamente poca
sangre.
Sobre el sistema digestivo produce una disminución de su acción, ¿a quien se le ocurriría comer
ante una situación de estrés aguda? Así se ahorran sangre y energía para ser utilizadas en
aquellos órganos que van a actuar ante el estrés, en esa condición de lucha y huida. Asimismo,
el sistema simpático estimula a la medula de las glándulas suprarrenales, que se encuentran
sobre ambos riñones. La estimulación de la parte medular o central de estas glándulas libera
adrenalina al torrente sanguíneo. Esta hormona produce estimulación al llegar a todos los
órganos, reformando así el efecto del sistema simpático sobre el corazón, los pulmones o el
hígado, por ejemplo.
De esta forma, el sistema nervioso autónomo, cuando así lo indica nuestro director de orquesta,
envía señales por el sistema simpático, las que viajando por las vías que salen de esa central
terminal de trenes que es el hipotálamo, preparan a nuestro organismo para una situación de
alarma, nos disponemos para la lucha o la huida. Es un sistema liberador de energía.
El sistema parasimpático envía nervios o cables a todos los órganos alcanzados por el simpático,
pero tiene un efecto inverso, es decir, inhibe y es ahorrador de energía. De ese modo disminuirá
la frecuencia cardiaca (bradicardia), relajara los músculos en general y producía contracción de
los bronquios, entre otras acciones. En una situación de paz, calma y relajación, cuando no nos
encontramos tensos, nerviosos, cuando no tenemos estrés, el funcionamiento del sistema
simpático y el del parasimpático se encuentran en equilibrio. Nuevamente el equilibrio
desempeña un papel central en la relajación y la tranquilidad, promoviendo un estado de
placidez propio del estrés bueno o eustres
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Vía hormonal o endocrina: sistema de la glándula
hipófisis
Hemos visto de quémanera el hipotálamo ejecuta las ordenes de nuestro director de orquesta
mediante la vía nerviosa, es decir, a través del sistema nervioso autónomo o neurovegetativo.
Veamos ahora como lo hace a través de la vía hormonal.
El sistema hormonal es responsable de los efectos tardíos del estrés, ya que funciona lenta pero
fuertemente. En cambio, el sistema nervioso actúa en forma inmediata.
La glándula hipófisis recibe instrucciones del hipotálamo. Anatómicamente, esta ubicada en la
base del cerebro, justo encima de nuestro paladar. Esta pequeña glándula es la glándula
maestra del sistema endocrino, ya que gobierna el funcionamiento glandular de todo el
funcionamiento glandular de todo el cuerpo.
Cuando la hipófisis es estimulada por el hipotálamo, libera hormonas que, volcadas a la sangre,
se distribuyen por todo nuestro cuerpo, alcanzando a otras glándulas, las que, a su vez, resultan
estimuladas.
Comencemos por la hormona ACTH o adrenocorticotrofina, hormona que actúa sobre la
glándula suprarrenal, que esta alojada a manera de sombrero sobre ambos riñones. Se divide en
dos porciones: la medula (estimulada por el sistema simpático) y la corteza. La ACTH actúa
sobre la corteza suprarrenal liberando corticoides; el principal es el cortisol. Este corticoide es el
responsable de muchas acciones y efectos tardíos del estrés; se encarga de estimular al hígado
para la liberación de glucosa en sangre, combustible necesario para afrontar situaciones de
estrés. También los corticoides elevan la presión arterial. Ambas circunstancias son útiles
durante el estrés ya que, gracias ellas, los músculos reciben mayor cantidad de sangre, de
oxigeno y de glucosa. Los corticoides liberados disminuyen los procesos inflamatorios, lo cual es
conveniente, pero, como contrapartida, disminuyen también frente a infecciones. Esta última
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circunstancia es un efecto indeseable del estrés ya que, debido a este mecanismo, disminuye
nuestra resistencia a los procesos infecciosos. Por ese motivo, en circunstancias de estrés
prolongado, presentamos mayor cantidad de infecciones, como resfríos, anginas, gripes,
neumonías o infecciones intestinales.
El hipotálamo, utilizando la vía endocrina de la hipófisis, produce corticoides de la corteza de la
glándula suprarrenal a través de la liberación de ACTH o adrenocorticotrofina. Los corticoides, a
su vez, median la respuesta del estrés, aumentando la eficiencia del sistema circulatorio,
elevando el contenido de oxigeno en sangre, dilatando los bronquios pulmonares y proveyendo
combustible (glucosa) por estimulo hepático. Esta vía hormonal también controla otras
hormonas importantes que sufren los efectos del estrés. Así, la hipófisis produce TSH o
tirotrofina, que actúa sobre la glándula tiroides, ubicada anatómicamente en el cuello y que
controla el metabolismo del organismo, aumentando la movilización de energía. Alteraciones de
la glandula tiroides puede deberse al estrés.
La hipófisis también libera la LH, hormona luteinizante, y la FSH, u hormona folículo-estimulante.
Estas hormonas ejercen su acción sobre las glándulas sexuales, testículos y ovarios, que también
sufren modificaciones en circunstancias de estrés. Por este motivo, el estrés puede alterar el
ciclo sexual femenino y hasta producir infertilidad. En el hombre, puede también por esta vía,
disminuir la cantidad de espermatozoides, comprometiendo así la fertilidad y la producción de
hormonas sexuales masculinas, haciendo menguar entonces la potencia sexual.
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Integrando el cuerpo con la mente: la cascada del
estrés
En lo que al estrés se refiere, los hechos o amenazas percibidas pueden ser reales o ficticios. En
estrés, no importa lo que sucede sino lo que uno cree que sucede. Un fantasma en nuestra
imaginación nos puede resultar tan real como un tren que se aproxima cuando estamos en
medio de las vías.
Como hemos visto, el hipotálamo en situación de estrés tiene la capacidad, actuando por medio
de la glándula hipófisis, de modificar todo el funcionamiento hormonal del organismo.
Asimismo, a través del sistema nervioso autónomo en sus ramas simpática y parasimpatica,
ejerce el control nervioso de todos los órganos y sistemas.
Si no se logra equilibrar racional y emocionalmente los hechos, la balanza entrara en
desequilibrio y desencadenara un proceso en cascada que, a través del hipotálamo (la central
terminal de trenes) y sus dos vías principales, la nerviosa, o sea el sistema nervioso
neurovegetativo, y la endocrina con glándula hipófisis, actuar sobre todos los órganos y
sistemas de nuestro cuerpo, produciendo los efectos del estrés.
Nuestra mente trabaja con percepciones. Una percepción es una idea, representación, sensación
o conocimiento que tenemos de las cosas. Esa percepción puede surgir de un acontecimiento
que vemos con nuestros ojo en el mundo material, o puede nacer en lo mas profundo de
nuestra mente, o bien ser una mezcla de ambos. Si es real o no, en verdad no tiene importancia:
si lo percibimos como real, lo es para nuestra mente. De hecho, la realidad es lo mas difícil de
percibir. Aquí se aplica aquello de que “las cosas son según el color del cristal con que se mire”.
Esto es fundamental en la psicología dele estrés. Si creemos que la actitud de alguien representa
una amenaza para nuestros intereses, no importa que realmente lo sea o no, el créelo así es
suficiente para considerarla como un peligro y desencadenar toda la secuencia del estrés. Esa
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secuencia se llama “cascada del estrés” porque una vez disparada la percepción como amenaza,
esta avanza sin parar a través de todos los pasos del estrés que hemos visto.
Así, a través del hipotálamo se enviara una señal de activación o estimulación por las vías
nerviosa y hormonal, provocando la puesta en marcha de los mecanismos del estrés. Es así
como la idea o el modo de interpretación que subjetivamente realizamos de los
acontecimientos pasaran del área mental al cuerpo físico, actuando el hipotálamo como una
especie de articulación, como si fuera una suerte de bisagra entre el cuerpo y la mente.
Las reacciones agudas del estrés, es decir, las que se producen en forma inmediata, son
trasportadas por el sistema nerviosos simpático y por su menajero principal, la adenalina, que es
incorporada a la sangre desde la medula de las glándulas suprerrenales y por los terminales
nerviosos directamente a los diferentes órganos.
Esta acción, como hemos dicho, es inmediata, nos prepara para la lucha y huida, y se llama
“reacción de alarma”. Durante aquellas circunstancias de estrés continuo o crónico, las acciones
son desencadenadas principalmente por el mecanismo endocrino o hipofisario. Por esta vía, la
ACTH o adrenocorticotrofina de la hipófisis estimula la corteza de las glándulas suprarrenales,
provocando la liberación de corticoides, cortisol sobre todo, que precipitan las acciones crónicas
del estrés y por lo tanto mucho de sus efectos nocivos. Esta reacción continua, sostenida en el
tiempo, se denomina vigilancia. Sabemos entonces que el estrés tiene una primera fase aguda o
inicial llamada alarma, determinada por la adrenalina y una fase crónica o de vigilancia, que es
efecto de los corticoides suprarrenales.
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Meditación
Vivimos en una sociedad en donde la sobre estimulación condicionada por los medios de
comunicación, las redes sociales, la tecnología y el exceso de información en cada vez menor
unidad de tiempo pueden condicionar eventualmente una sobrecarga psicofísica, que supere las
funciones cognitivas y el proceso emocional normal, generando repercusiones negativas en
nuestra salud.
La atención es una de las funciones cognitivas más importantes de nuestra mente pero el
cerebro recibe miles de estímulos a diario y necesita ser capaz de discernir lo que es importante
de lo que no para focalizarse en su accionar. Realizar muchas tareas al mismo tiempo, puede
eventualmente resultar estresante. El cerebro, para ser capaz de hacer dos tareas debe
secuenciar y priorizar su realización. Es decir, primero considerará una actividad y
posteriormente hará la otra. Si queremos tratar de llevar a cabo dos o más actividades a la vez,
la mente ordenará su realización concentrando distintos grados de atención en fases separadas
y diferentes. Entre esas etapas, los procesos cognitivos requieren un tiempo de reacción
específico para poder cambiar de una tarea a otra. Este espacio temporal es conocido como
interferencia y ha sido estudiado por múltiples investigaciones neurocognitivas.
Cuando los estímulos superan la capacidad de respuesta del organismo y éste no alcanza a
arbitrar los mecanismos de procesamiento adecuados o bien, el estímulo es sostenido durante
un tiempo excesivo, puede condicionarse una respuesta de estrés.
Las relaciones interpersonales pueden verse alteradas por el estado de hiperactivación
psicofísica condicionando dificultades en las relaciones vinculares y eventualmente disminución
rendimiento laboral y/o académico. La calidad de vida percibida subjetivamente puede verse
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reducida así de manera significativa. La condición descripta, cuando es sostenida en el tiempo,
genera un círculo vicioso del que resulta difícil poder escapar.
El entorno nos provee de estímulos continuamente. Somos nosotros quienes, conscientes o no,
aceptamos el juego de promover o responder al exceso de oferta y demanda; pero en este afán
de respuesta olvidamos que nos constituimos en referentes válidos de acción y proceder para
nuestros hijos. No somos los adultos los únicos afectados sino que trasladamos a nuestros hijos
los efectos negativos de una modalidad comportamental adquirida y consolidada socialmente.
Cuando los niños y adolescentes, se encuentra en el momento de la etapa evolutiva acorde a su
desarrollo, donde se debe privilegiar el desarrollo de las relaciones interpersonales, las
actividades lúdicas entre pares y el aprendizaje escolar y académico progresivo o asumir
compromisos básicos, solemos sobrecargarlos con actividades extras, que se suman a medida
que avanzan en los distintos estadios de su infancia y posterior adolescencia. Para los niños y
adolescentes, tampoco hoy nada alcanza, la premura del tiempo no se detiene y la premisa es
estar ocupados y ser exitosos. Corresponde plantearse, acorde a las últimas investigaciones
científicas, si esta situación guarda relación con el incremento de los índices en niños y
adolescentes con trastornos de aprendizaje y alimentación, alto nivel de estrés y su emergente
sintomático frecuente, ansiedad y depresión; como así también el incremento de conductas
violentas.
Por todo lo expuesto anteriomente, sugerimos realizar meditación con el objetivo de ordenar la
incorporación de información, redirigir la atención y fomentar la capacidad de reflexión. Se trata
de simplificar, de orientar las funciones cognitivas para poder distinguir lo urgente de lo
necesario y de lo indispensable. La meditación se erige como una de las principales
herramientas para combatir el estrés y recuperar el estado de equilibrio psicofísico y emocional.
Ejercicios físicos de respiración y relajación psicofísica ayudan a tomar conciencia de este
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proceso. Algo tan natural y simple, como es “el proceso mecánico de la respiración”, el cual
conforma el primer aprendizaje de nuestras vidas, puede abrirnos la puerta a los cambios
necesarios para combatir el estrés y anticiparnos para evitar situaciones de conflicto o agresión
producto de las emociones no controladas.
La meditación en sí misma describe la práctica de un estado de atención concentrada sobre el
momento presente. Es una técnica a través de la cual el individuo entrena la mente e induce un
modo de conciencia. El término meditación refiere a un amplio espectro de prácticas de técnicas
diseñadas para promover la relajación, la concentración y lograr un equilibrio psicofísico. Se
trata de una práctica tan simple como milenaria que fue desarrollada desde Asia y que ha
ganado legitimación dentro de la comunidad científica y médica.
Concepto médico del fenómeno de la meditación
Fundamentos psicofisiológicos
Aclaración: se describirá a continuación la técnica de meditación basada en el proceso cognitivo
de “focalización de la atención” en la mecánica respiratoria, entendida esta como “objeto focal”,
de ese proceso atencional.
El cerebro está constituido por dos hemisferios, izquierdo y derecho. Ambos se encuentran
unidos por una estructura denominada cuerpo calloso formado por más de 300 millones de
fibras nerviosas (axones) que a manera de “puente” integran sus funciones. Según
investigaciones comprobadas se ha establecido que las funciones cerebrales resultan de la
integración de las funciones de ambos hemisferios y que cada hemisferio aporta funciones que
le son propias.
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Así se ha comprobado que en el hemisferio izquierdo predominan las funciones verbales,
simbólicas, analíticas, lógicas, matemáticas, asociativas, racionales, temporales (relaciona el
tiempo pasado con el presente y el futuro), lineales, digitales, organizativas, observa detalles,
etc. En el hemisferio derecho, en cambio, predominan las funciones no verbales, creativas,
musicales, no racionales, espaciales, intuitivas, holísticas, artísticas, atemporales (visualiza el
tiempo presente), etcétera. La mecánica psicobiológica de “Meditación” es un proceso de
concentración mental donde la función cognitiva de la “atención” se centra en un “objeto focal”.
Ese objeto focal puede ser cualquier cosa: la llama de una vela, las llamas de un fogón, un
sonido específico, una figura, una imagen, etc. Cuando el proceso de atención se centra en el
“objeto focal” es el hemisferio cerebral izquierdo el que fija su acción sobre ese “objeto focal”
limitando temporalmente el resto de sus funciones habituales y permitiendo al mismo tiempo el
libre predominio de las funciones propias del hemisferio derecho. Como resultado de este
proceso se produce una vivencia experiencial centrada en la atemporalidad del tiempo presente
y el predominio de las funciones holísticas e integradoras del hemisferio derecho. La situación
descripta se denomina “meditación”, es decir, “fijar la atención del hemisferio izquierdo racional
en un “objeto focal”, situación que permite el predominio funcional y transitorio del hemisferio
derecho y de sus funciones holísticas e integradoras”.
Actualmente es posible observar, mediante resonancia magnética nuclear funcional (RMNf),
cuales son las zonas cerebrales que se activan durante el proceso de focalización atencional en
la meditación. Es numerosa la bibliografía científica internacional que da cuenta de los
beneficios de la meditación en el tratamiento del síndrome del estrés, destacando los beneficios
a nivel cognitivo y emociona. Entre las modificaciones cognitivas se ha documentado la mejora
en los procesos de atención, concentración, estudio y memoria. Entre los de orden emocional
se han registrado: por un lado, la disminución de la angustia y la ansiedad, y por el otro la
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promoción de calma y serenidad que conlleva una disminución de conductas emparentadas con
reacciones de orden violento.
Se ha comprobado asimismo que cuando el “objeto focal” resulta ser el proceso respiratorio
mejoran un sin número de funciones biológicas que se suman a las ya mencionadas. Así
durante la meditación con foco en el proceso respiratorio resulta evidente la disminución de la
frecuencia cardíaca, la presión arterial, el aumento de la variabilidad cardíaca, la mejoría del
funcionamiento del sistema nervioso autónomo, la disminución de sustancias sanguíneas
proinflamatorias (interleuquinas, factor de necrosis tumoral alfa, proteína C reactiva, etc.) entre
otros cambios que condicionan favorablemente el estado de salud psicofísico.
La técnica de meditación es una herramienta de gran utilidad en el tratamiento del síndrome del
estrés y se encuentra en uso en los principales centros hospitalarios del mundo y actualmente
en nuestro país. Se han realizado más de dos mil estudios que evalúan el beneficio de la práctica
de la meditación tanto para personas sanas como para las que sufren algún tipo de enfermedad
y los resultados siempre han sido favorables. Asimismo, se han realizado también numerosos
estudios internacionales que demuestran los beneficios de la meditación (utilizando el proceso
respiratorio como objeto focal) en alumnos de colegios. Entre estos beneficios se documentó la
mejoría en el rendimiento escolar, la disminución del estrés, la disminución de la violencia y la
mejora del vínculo con el docente que implementa la técnica.
Actualmente existen diferentes técnicas de meditación, pero todas apuntan a un mismo
objetivo: alcanzar un equilibrio psicofísico mejorando las funciones cognitivas, psicofísicas y
emocionales. A la vez que permite obtener una perspectiva diferente frente a situaciones
estresantes, también condiciona la reducción emociones negativas, habiéndose comprobado
que se producen cambios en las conexiones neuronales del cerebro. La práctica constante de la
técnica de meditación, demostró promover múltiples beneficios para la salud.
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Diversos estudios científicos han demostrado que la meditación afecta positivamente la
actividad cerebral de quienes están crónicamente estresados. A partir de las evidencias de esos
beneficios en estudios científicos, los médicos están indicando sumar a los tratamientos, la
práctica diaria de la meditación como complemento a los convencionales.
La práctica de relajación psicofísica con foco en el proceso respiratorio resulto útil para
disminuir el nivel de estrés, promover la mejora en las funciones cognitivas de concentración,
estudio y memoria de los alumnos, afianzamiento del vinculo con el docente, mejora de relación
entre pares y disminución de las reacciones de orden violento.
Es fácil observar como actualmente el paso por la escolaridad resulta ser, con frecuencia, una
experiencia estresante cargada de sobre exigencias, presiones por resultados exitosos y
competitividad con los demás y con respecto a los propios logros. La práctica regular de la
meditación que conlleva tan solo unos minutos antes de comenzar la actividad escolar
propiamente dicha, puede ayudar a revertir experiencias negativas y prepararlos para un futuro
más armonioso. Se incrementa la atención en las clases, la concentración, la retención del
conocimiento y aumenta los niveles de creatividad, mejorando la interacción con los pares y
mayores como producto de un estado de equilibrio psicofísico y emocional.
El momento ideal para dar los primeros pasos en este entrenamiento mental es en la infancia
dado que la técnica de la meditación se incorpora con absoluta facilidad y naturalidad. Es una
técnica sencilla que como ya referimos ayuda a desarrollar el poder de concentración de la
mente. Es fácil de aprender y contraria a ciertos mitos no incluye ritos ni rituales religiosos de
ningún orden, se trata de un proceso psicofisiológico, científicamente demostrado.
Educar niños y adolescentes debe ser algo integral, no sólo un proceso de incorporación de
conocimientos curriculares porque el cuerpo y mente están conectados de tal manera, que lo
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que sucede en uno repercute y se refleja en la actividad del otro y viceversa. Las diferentes
emociones modifican el ritmo de nuestra respiración, de la misma manera, cambiando y
observando la respiración podemos modificar nuestras emociones alcanzando un estado más
calmo, centrado y en equilibrio.
La técnica de meditación focalizada en el proceso respiratorio, permite equilibrar las funciones
psicofísicas, disminuyendo el nivel de estrés, el cansancio y las emociones negativas como la ira,
la frustración, la ansiedad y depresión logrando aumentar la energía, el entusiasmo, el foco, la
concentración y el estado de bienestar y condicionando la prevalencia de emociones de orden
positivo.
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Normatización de la técnica de relajación
psicofísica
Objetivo
El objetivo de esta técnica de relajación psicofísica es el de brindarle a los niños la oportunidad
de experimentar los beneficios psicofisiológicos del ejercicio de respiración. A los alumnos se
les explica que es una capacidad que ellos pueden adquirir y que los beneficiará en el manejo
de sus emociones y sus recursos cognitivos pensamiento, atención, memoria, concentración y
aprendizaje.
Explicación de la respiración abdominal
Solemos respirar con la respiración de tipo torácica. Esta es en la que al inhalar se levantan los
hombros y al exhalar bajan. La respiración abdominal es la “respiración de panza”.
Si cruzamos la manos sobre el abdomen con apenas los dedos entrelazados y hacemos la
respiración torácica vamos a observar que los dedos no se abren y permanecen en el mismo
lugar. En cambio si llevamos el aire al abdomen los dedos que están entrelazados se separaran y
esto nos indica que estamos haciendo la respiración adecuada. (Aquí se les muestra
explícitamente como se hace y verificamos fehacientemente que la estén haciendo como
corresponde).
Cada docente debe explicarlo con ella misma como modelo.
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Otra manera de explicarla es con un libro. Deben acostarse poner un libro sobre el abdomen y
llevar el aire con intencionalidad hacia ese lugar con el fin de levantar el libro. Esa es la
respiración abdominal.
Otro modo de hacerlo es indicarles que deben llevar el aire hacia el abdomen con la intención
de sacar el ombligo hacia afuera. Esa es la respiración abdominal.
NOTA: Esto se debe explicar todos los días antes de realizar el ejercicio de relajación
psicofísica.
Precauciones
Para evitar cualquier tipo de interferencia en la realización del ejercicio de relajación psicofísica
se debe:
Apagar el celular
Evitar que suene cualquier tipo de timbre en el sector donde se está realizando el
ejercicio
Evitar el ingreso de gente al aula en ese momento
Disminuir la luz
Evitar cualquier tipo de ruido. Generar el ambiente más insonorizado que puede
lograse.
Realizar el ejercicio antes de sacar las cosas de la mochila. Evitar que tengan cosas
apoyadas en el banco para que durante el ejercicio nada pueda caer al piso y los
distraiga.
Disponer de carilinas, una botella de agua y un vaso por si alguien tose. Aclarar que
deben sonarse la nariz si están resfriados.
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Fomentar el respeto por el otro. Explicar que esto hace bien al cuerpo y a la mente por
lo que debemos respetar al otro para que pueda realizarlo. Si a alguno le cuesta y está
distraído pudiendo entorpecer la actividad, se lo debe mantener en silencio e indicarle
que mantenga la compostura para no interferir en el buen desempeño de la actividad
por parte de sus compañeros.
ACLARACIÓN: Si surge alguna necesidad básica como rascarse la nariz, suspirar o bostezar
pueden hacerlo sin ningún inconvenientemente.
Posición
Debe adoptar una posición cómoda. Sentados en el banco, con los ojos cerrados, en una
posición de 90 grados, la manos donde más cómodo le resulte tenerlas, y los pies apoyados en
el piso.
La respiración debe tener la misma frecuencia que la respiración habitual de cada uno de
nosotros. El mismo volumen (no deben hiperventilar). No se debe hacer fuerza no debe ser algo
tensionante. No se deben escuchar sonidos espiratorios, si es así están haciendo mal el ejercicio.
La respiración siempre es de tipo nasal a ritmo e intensidad habitual.
Ambientación musical
Si es posible, es de buena práctica utilizar como fondo musical la música provista por el Servicio
de Medicina del Estrés.
Duración
Aproximadamente una duración de 5 minutos en niños de preescolar a 3º grado.
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Aproximadamente una duración de 10 minutos en niños de 4º grado a 6º grado.
Finalización
Damos por finalizado el ejercicio al decir: “Y ahora cada uno a su tiempo….”
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Ejercicio – de Nivel inicial sala de 5 a 3º grado de
primaria – ACLARACIÓN: Esta técnica se encuentra
estandarizada por lo que es esencial que la lea tal cual
está redactada sin omisiones ni agregados
Vamos a comenzar con dos o respiraciones de panza. Sentados cómodos. Respiro lentamente y
llevo el aire a la panza. Sin hacer fuerza, a mi tiempo y a mi ritmo, el aire entra y sale de a
poquito. Siempre por la nariz.
Sigo respirando, sin hacer fuerza y llevando el aire a la panza.
El aire entra y sale, sigo el camino del aire. Veo al aire como pasa por mi nariz, va avanzando,
pasa por la garganta y llega a mis pulmones, y así se infla mi panza.
Tomo aire y suelto el aire por la nariz lentamente. Vuelvo a tomar aire y siento como se infla mi
panza. Suelto el aire
Me concentro en como el aire entra y sale. Sigo su recorrido.
(Aclaración para la docente: busco centrar mi pensamiento en el recorrido del aire como
punto focal de mi hemisferio izquierdo y así dejo fluir libremente mi hemisferio derecho).
Respiro lentamente.
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Si viene alguna idea a mi cabeza la dejo pasar, no me quedo enganchada en ninguna idea y
vuelvo a concentrarme en mi respiración.
El aire entra y sale. Me concentro en mi respiración. La respiración es a mi tiempo y a mi ritmo.
Y ahora me imagino ese aire que entra, va por la nariz, va por mi garganta, refresca mi cuerpo
por adentro, lo limpia, lo sana. Y cuando saco el aire, sale lo que me molesta, lo que me hace
mal, lo que daña mi cuerpo. Cada vez que entra el aire, llevo el aire a mi cuerpo, lo limpio, lo
lleno de aire puro, aire fresco, y cada vez que sale el aire saco lo que me hace mal. Y me quedo
un rato respirando y limpiando mi cuerpo.
(Hacer una pequeña pausa)
Y ahora me imagino estar en un lugar que me gusta mucho, donde me siento contento, donde
me siento bien… y me quedo un rato disfrutando este momento.
Este es un ejercicio donde me calmo y me relajo. Es un espacio donde me cuido, me hago bien.
Cuando hacemos esta respiración nos damos paz y tranquilidad.
Y ahora cada uno a su tiempo, abro los ojos, puedo mover los pies, las manos, mover la cabeza,
estirarme, escuchar lo que mi cuerpo necesita.
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Ejercicio – de 4º a 6º grado de primaria –
ACLARACIÓN: Esta técnica se encuentra
estandarizada por lo que es esencial que la lea tal cual
está redactada sin omisiones ni agregados
Vamos a comenzar con dos o tres inspiraciones abdominales profundas. En posición cómoda.
Inspiro lentamente y llevo el aire a la panza. Sin hacer fuerza, a mi tiempo y a mi ritmo, inspiro y
expiro. Siempre por la nariz.
Después de estas dos o tres inspiraciones profundas vuelvo a mi propio ritmo respiratorio
siempre llevando el aire a la panza.
El aire entra y sale, lo veo, lo sigo con mi pensamiento. Veo al aire como pasa por mi nariz, va
avanzando, pasa por la garganta, va por la tráquea y llega a mis pulmones, y así se infla mi
panza.
Tomo aire y exhalo lentamente.
Me concentro en como el aire entra y sale. Sigo su recorrido con mi pensamiento
(Aclaración para la docente: busco centrar mi pensamiento en el recorrido del aire como
punto focal de mi hemisferio izquierdo y así dejo fluir libremente mi hemisferio derecho).
Inhalo y exhalo lentamente.
Si viene algún pensamiento a mi cabeza lo dejo pasar, no trato de quitarlo a la fuerza, no me
enojo y vuelvo a concentrarme en mi respiración.
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Inspiro y expiro. Me concentro en mi respiración. La respiración es a mi tiempo y a mi ritmo.
Y ahora me imagino a mi corazón. Y trato de ver como ese aire que entra, va por la nariz, va por
mi garganta y llega a mi corazón, lo refresca, lo limpia, lo sana. Y cuando saco el aire, sale lo que
me molesta, lo que me hace mal, lo que daña mi cuerpo. Cada vez que inspiro, llevo el aire al
corazón lo limpio, le doy oxígeno, aire puro, aire fresco, y cada vez que expiro saco lo que me
hace mal. Y me quedo un rato respirando y sanando mi corazón, mi cuerpo.
(Hacer una pequeña pausa)
Ahora puedo traer a mi mente o imaginarme un lugar en donde me siento feliz y tranquilo.
Donde me siento bien y en paz, siento calma. Puede ser un paisaje o un lindo recuerdo y
permanezco en ese lugar un rato.
Este es un ejercicio donde me calmo y me relajo. Es un espacio en que me respeto.
Cuando hacemos esta respiración nos damos paz y tranquilidad.
Y ahora cada uno a su tiempo, abro los ojos, puedo mover los pies, las manos, mover la cabeza,
estirarme, escuchar lo que mi cuerpo necesita.