pupi Primeros lectores María Menéndez-Ponte Pupi y las extrañas … · 2016. 4. 5. · Luego,...

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ore

s

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17

69

Todos los niños esTán

nerviosos. se acerca

la noche de reyes.

después de preparar-

lo Todo para que sus

majesTades y los ca-

mellos puedan en-

Trar en su casa sin

problemas, pupi se

va a la cama. de re-

penTe, algo le des-

pierTa. no puede ser,

pero uno de los reyes

magos esTá robando

los regalos. ¡aquí hay

sapo encerrado!

María Menéndez-Ponte

Pupi y las extrañas huellas de betúnIlustraciones de Javier Andrada

seri

ep

up

i

OTRA DIVERTIDA AVEN-

TURA DE NUESTRO SIM-

PÁTICO AMIGO, LLENA DE

HUMOR Y, COMO DIRÍA

PUPI, TERNERA, ¿O SERÁ

TERNURA?

Dirección editorial: Elsa Aguiar Coordinación editorial: Gabriel Brandariz Ilustraciones: Javier Andrada

© del texto: María Menéndez-Ponte, 2013© de las ilustraciones: Javier Andrada, 2013© Ediciones SM, 2013

Impresores, 2 Urbanización Prado del Espino 28660 Boadilla del Monte (Madrid) www.grupo-sm.com

atención al clienteTel.: 902 121 323 Fax: 902 241 222e-mail: clientes@grupo-sm.com

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

A León Andrada, ese duende que inspira a su papá

las ilustraciones más superestupenfásticas.

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Pupi va con Conchi a casa de Coque, donde han quedado todos los amigos para leer las cartas que han escrito a los Reyes y luego ir a entregárselas al rey Baltasar, que ha venido con su paje a la ciudad para recogerlas.

Al pasar por delante de la pastelería donde suelen comprar el turrón, Conchi le comenta a Pupi:

–Ay, neniño, ¿te acuerdas de cuando creías que la Navidad era una señora muy glotona que se comía todo el turrón que compraba la gente?

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–Es que cuando yo te preguntaba por qué no nos lo comíamos, tú me decías que era para Navidad. Y yo pensaba: «¡Qué egotista, qué gorda se va a poner con tanto terrón!». Luego, cuando nos lo zampullamos el día de Nochebuena, estaba muy puercupado porque no le habíamos dejado ni las migas, y creía que se enfadaría con nosotros. Es lógica de armario, Conchi. Pero ahora sé que son unas fiestas superestupenfásticas.

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Pupi aspira el olor a castañas que se esparce por la calle. Le recuerda al aroma que dejan los sueños que hace Pimpam. Y al pasar por la Plaza Mayor, exclama entusiasmado:

–¡Mira, Conchi, cuántos luceritos! Son como las esteritas de mi plataneta. Me retequetechifla la Navidad. ¡Vamos a cantar un villacinco!

Y se pone a cantar a grito pelado, mezclando la letra y la música de todos los villancicos que conoce con los de otras canciones:

Hacia Belén van unos peces, ring ring, que beben y beben y se comen todo el cocholate.Toca toca la zam-booooomba. Rompompompón...

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–¡Achúndala, Pupi! Vaya mezcolanza que estás haciendo.

–Pero, Conchi, si no tengo ninguna lanza. ¿No ves que estoy cantando villacincos? –se extraña él de su comentario.

Conchi se muere de la risa con su salida, pero Pupi cree que se ríe de puro contenta que está y se suma a su alegría. Aunque tiene que ir muy pendiente de Lila porque, en cuanto se descuida, ya se ha escondido en algún belén, o entre las ramas de los abetos que venden en los numerosos puestos que hay en la plaza.

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Un día se coló dentro de una zambomba y no la descubrieron hasta que se puso a sonar sin que nadie frotara la caña: era la propia Lila quien lo hacía desde dentro.

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