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Revista 7-12-85
Edición: Nov/2013
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En estas singulares tonadas
Laura Sofia Soto
En estas singulares tonadas es cuando te encuentras sola, con tu mente impa-ciente de experiencias, ávida de murmullos y música. Música que transporta a ese planeta que pudo ser, el color en el que se debió haber creado y esa convi-vencia perfectamente manipulable de sus habitantes; ese confluir perfecto de todas sus pertenencias. De repente, abruptamente se empieza a desmoronar aquella perfección inmaculada, ya no es perfecta; es algo más. La música acaba y regresamos a la delicia de lo imperfecto, al goce de los errores al tacto, a nuestra realidad….
El discurso
Luis Felipe Lengua Mendoza
Era uno de los días más lluviosos que puedo recordar ahora ya que mi memoria de an-
ciano ya ha sido destruida por la enfermedad. Recuerdo el día del velorio de mama, to-
dos estábamos muy tristes para hablar, ni yo tuve agallas de hacerlo, estar al lado de ma-
má y sentir su presencia vacía, sin alma, solo el triste residuo de una persona alegre y
viva. Después de mucho discutirlo papá acepto dar el discurso en la misa. Ya que era
algo muy improvisado solo se le ocurrió relatar los momentos bellos junto a ella, pero no
fue todo, cada vez que contaba una anécdota distinta iba perdiendo un cabello, y así fue
todo el discurso hasta que en el último aniversario su liso cuero cabelludo reflejaba toda
la pintura del techo de la iglesia.
Los encargados de los servicios fúnebres fueron rápidos, trajeron una escoba y recogie-
ron los cabellos canosos que estaban regados alrededor del estrado con un rigor digno de
un levantamiento de medicina legal. Ya cuando todos habían sido reunidos los pusieron
en una cajita de madera y lo pusieron dentro del féretro. Al fin mamá cumplió la prome-
sa que le hiso a papá cada vez que peleaban, se llevó su cabellera a la tumba.
Sección literaria
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El Ritual
Jere Vergara
Sus miradas fijas en el desaseado piso, otros miran el
techo y su fondo ahogado de infinitos, en rincones se
refugian abrasados a ellos mismos.
Su conducta no es más que pequeñas oscilaciones, de
adelante hacia atrás. Sus ojos no están aquí con noso-
tros, ellos no están aquí, están en otro lado.
Otros miran en dirección a las ventanas pero no ven
más allá se sorprenden de aquel que vive en el reflejo
del cristal que los siega de preocupación, que los
amenaza siendo ellos mismos, aprisionándolos con
aquellas horribles palabras que recita en sus oídos,
aquel que no existe a los ojos celestiales, aquel que
ellos dicen que no existe en verdad pero saben que no
deja aún así de atormentarlos.
Otros tienen varios nombres, si los llamas, se mani-
fiestan en uno solo, escupiendo su malicia en este
podrido suelo de humedad.
Aquí es difícil distinguir la realidad, es difícil soste-
ner a sus miradas profundas descifrar lo que vive
dentro de sus ahogadas pupilas, ya que ellos son úni-
cos, no cabe lugar para nadie más.
Cada uno es diferente, sus mundos son su guarida,
sus mundos son únicos, escapan de esta cruel reali-
dad.
Aquí las plegarias no van a ningún sitio, solo el agua fría, el fino pasto de paja, solo ellos para acompañar, no sirven para calmar a aquellas espaldas adoloridas, aquellas mentes idas, no, solo para causar más dolor.
La fe camina aquí en largas túnicas, vienen a recupe-
rar sus almas, ellos dicen que aquí supura la maldad,
a la que no pueden escapar, insisten con que es un
castigo divino, o un castigo del mal. Las paredes
de concreto silencian los alaridos, silencian
la locura, silencian la plegaria, el ritual.
Comienzan la curación, el código romano y
su lección, ellos hacen que se vuelva sinies-
tro todo más aún, sus palabras santas produ-
cen el enojo.
En los pasillos, en las escaleras y techos, sus
nombres quedan impregnados, los gritos ha-
cen que el lugar raje sus oídos, sus paredes.
Estruendosas palabras golpean la piel desga-
rrándola, el agua de sus botellas quema, la
noche recién comienza, nada ahora es igual
que en el día, movimientos brucos por si so-
los de las cosas las palabras son confusas, se
manifiesta el arte de las lenguas el baile de
las sombras, caminan de pasillo en pasillo,
se retuercen, se quiebran, la oscuridad esta
sola, mundos diferentes se conectan, sumer-
gen a todos y a todas entre las tinieblas el
terror se apodera de los de negro.
Como lo dicta el código el plan fracasa, co-
mo ellos quisieran las cosas no suceden.
Ahora oscilan de adelante hacia atrás, mur-
muran y sus ojos vagan.
En la mañana renaciente, el sol ilumina su
caras, sus sucios cabellos, y harapos, solo
son más, más del montón, igual que otros
que vivimos aquí, aquí donde lo he presen-
ciado todo aquí donde lo veo todo, ellos son
iguales a …
¡Basta ya!
Deja de hablar, deja mi oído ya, ¡¡¡Deja de
llamarmeeee!!!…
Ahora ellos son como nosotros.
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La Verdadera Fuerza
Daniel Ospina Borda
Hubo una vez hace mucho tiempo un hombre tra-
bajador que tenía un pequeño terreno para sem-
brar que había heredado de sus padres cerca de
una ciudad muy grande y bonita que estaba rodea-
da por altísimas murallas de piedra. Que no eran
lo suficientemente altas para ocultar un imponente
castillo de torres puntiagudas y banderas de her-
mosos colores.
Como era un hombre tan trabajador en muy pocos
años consiguió tener la propiedad más hermosa y
fértil de todo el reino. Pero no todo era tan impre-
sionante tras las murallas de este reino, pues ocu-
rrió que una gran sequía había dejado a las perso-
nas del reino prácticamente sin que comer .La si-
tuación se puso cada vez más sería porque un to-
ro salvaje atacaba a los granjeros que intentaban
trabajar la tierra, ya que había desarrollado un
gran desprecio hacia los seres humanos.
Desesperado el rey prometió la mano de su her-
mosa hija en matrimonio a quien tuviera un te-
rreno fértil y ya sembrado. Esta noticia llego a
oídos del hombre trabajador quien había sido muy
afortunado de que el toro no lo hubiera atacado,
pero antes de anunciarse ante el rey como merece-
dor de la mano de la princesa decidió hacer un
plan para sorprender al toro y acabar con él. Por
lo que hizo una estatua de piedra muy parecida a
él y la dejo frente a su terreno en la noche. A la
mañana siguiente el toro vio la estatua y creyendo
que era un humano más, corrió lleno de furia ha-
cia esta dispuesto a embestirla. El golpe que el
toro le dio a la estatua fue tan fuerte que esta se
rompió por la
mitad dejando al confundido animal atontado
en el suelo, el hombre que había observado
todo desde un árbol cercano salto sobre el ani-
mal y empezó a luchar con él. El toro aunque
había sido debilitado por el golpe lucho con
gran tenacidad con el humano.
La pelea duro horas y ninguno de los dos pare-
cía ceder, pero cuando el sol se estaba ocultan-
do el toro habló, “humano suelta mis cuernos
por un momento, estoy débil y no puedo seguir
luchando como me gustaría” dijo el toro, yo
también dijo el hombre.
Pasó el tiempo y el hombre se dio cuenta de
que la mitad de su siembra había sido destrui-
da en la pelea por ello le pregunto al toro: ¿Por
qué odias tanto a los humanos?, “hace tiempo
cuando era más joven mi madre y yo salimos a
pasear, en eso estaba cuando vi unas flores
grandes y hermosas a lo lejos”. “Emocionado
corrí hacia donde estaban y no me detuve a
pesar de que mi madre me gritó para que no
me alejara de ella”. “Cuando hube disfrutado
de las fragancias de las flores y regresé a don-
de estaba mi mama no la encontré, lo único
que encontré fueron las huellas de unos sucios
humanos”. “Desde ese momento juré venganza
hacia la humanidad”.
El hombre, desconcertado por lo que le contó
el toro le pidió perdón en nombre de la huma-
nidad y le dijo: “Tienes motivos de sobra para
estar enojado con
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Grandes editoriales Fernando Sancho Casañ
Quizá usted, amigo lector, carente de la informa-ción necesaria, piense que el mundo de la litera-tura es amigable, cómodo y lleno de glamur. Pero se equivoca. Yo quisiera descubrirle un hecho empírico para ayudarle a que forme una opinión más cercana a lo que en realidad sucede: Todo escritor, si tiene fe y es ambicioso, cuando
emborrona folios o escribe directamente en la
pantalla del ordenador, anhela que su obra se la
publique alguna gran editorial para que tenga el
mejor trato posible y la máxima difusión, Y sue-
ña con presentaciones, entrevistas en la radio y la
televisión, ruedas de prensa, publicidad en los
periódicos y un largo etcétera. El escritor suele
pensar que escribir una buena y diferente obra es
suficiente para que una gran editorial le proponga
un contrato de edición y, así, tener muchas más
posibilidades de vivir de la que quiere que sea su
profesión. Para lograrlo, intenta sacar lo mejor de
su interior y depura una, otra, y otra vez cada uno
de sus párrafos autocriticándose hasta que pone el
punto final a su novela, poemario o ensayo. Tras
acabar el libro, empieza el intento de su publica-
ción y envía el manuscrito a todo tamaño de edi-
toriales pero con la íntima esperanza de que una
gran editorial sea quien se lo publique. Después
de un periodo que va desde algunas semanas a
unos tres meses, empieza a darse cuenta de la du-
ra realidad: que la buena literatura apenas se va-
lora en España; que las editoriales no siempre
tienen la suficiente educación o infraestructura
para contestar a los autores; que son las editoria-
les pequeñas las que más se arriesgan con los
nuevos escritores; que
los seres humanos, pero debes entender que
el terreno que destruyes con tu ira, se recu-
pera lentamente, quizás demasiado lento y
un día no podrás volver a pastar por aquí
nunca más, negándole también a muchos
otros animales su derecho a vivir aquí tal
como lo hicieron los humanos que se lleva-
ron a tu mama”
El toro se sintió profundamente avergonza-
do por lo que el hombre dijo, con lágrimas
en sus grandes ojos le dijo al hombre: “Hay
algo que pueda hacer para corregir mi
error”. Sí que lo hay dijo el hombre, puedes
ayudarme a arar la tierra con tu gran fuerza
y así poder sembrar.
El toro se sintió por primera vez en muchos
años, verdaderamente feliz y libre, pues de
buena gana aceptó el aparato que el hombre
había hecho para que pudiera ayudarlo, el
cual el hombre llamaba arado. Trabajaron
duramente hasta que el sol se ocultó y a la
mañana siguiente el hombre entró triunfante
a la ciudad sobre el lomo del toro, he invito
al rey a ver su terreno. El rey se puso tan
contento de que el toro ya estaba domestica-
do que le dio a aquel hombre la mano de su
hija sin siquiera pisar el terreno prometido.
El hombre y la princesa se casaron y hasta
donde se sabe vivieron muy felices, siendo
visitados por el toro trabajador que se sentía
cada vez más libre a medida que los campos
se reverdecían con hermosura.
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los lectores huyen de aquellas y de éstos, y que las grandes editoriales publican sólo a quienes ganan su premio literario o son sim-plemente conocidos. Lo peor de todo es el úl-timo caso: no hay más que fijarse en que en las últimas semanas se han publicado sendos libros a políticos o personas del mundo rosa de sobra conocidos por todos, pero cuya cali-dad literaria e interés objetivo está a años luz de merecer que sean publicado por cuenta aje-na. A lo que se suma que la publicación tam-poco se justifica por el negocio que se supone lleva aparejado, ya que muy rara vez se cu-bren los gastos de su publicación. Es justo en ese momento cuando hay que darse cuenta de que, salvo honrosas excepciones, la literatura de alto nivel está prostituida por parte de las grandes editoriales: el dinero, el amiguismo, y lo que yo llamo el síndrome de la etiqueta es la puerta de entrada. Y te acuerdas, más que nunca, de la carta tipo que, si tienen a bien te envían como autor en respuesta a tu manuscri-to, en la cual dice, y resumiendo mucho, más o menos así: «su obra no entra en nuestra lí-nea editorial», haciéndote sonreír con escepti-cismo y desdén hacia la editorial, encontrán-dola, de repente, diminuta y patética por más poder económico que tenga.
Ahora, amigo lector, ya sabe algo más que no se suele contar en las revistas ni programas sobre libros (la literatura para mí es algo muy distinto a publicar un libro y a hinchar mi ego). Y si ha encontrado que este artículo es algo desabrido y una impostura, tiene usted toda la razón y me felicito por ello, porque —junto con decir la verdad bajo el punto de vis-ta de un escritor de infausta suerte—, justa, esa, ha sido mi intención.
Primer día de escuela Carlos A. Duarte
Cuando cumplí cinco ciclos mi precursor, V435, me llevó a la Curia de Instrucción. Algo descon-certado, me deslicé en el recinto iniciático. Un nanociclo después, una luz apocada iluminó la esfera y dejé de ser un observador externo para fundirme con la escena.
Primero fue la génesis de un sistema solar. Lue-go recreé, a través de seis cámaras, el surgimien-to de estructuras carbonadas y su evolución en organismos unicelulares, que a su vez mutaron y se diversificaron en seres multicelulares. Recorrí en microciclos la epopeya de millones de años.
En la séptima cámara fui Cromagnon, domé el fuego, el palo y la piedra. Comí carne. Mi cere-bro floreció. Las señas dieron paso a los sonidos articulados. Trascendí las fronteras biológicas. Fui Nabuconodosor, Buda, Heródoto, Calígula, Lady Godiva, Colón, Newton, Jack el Destripa-dor, Gandhi; volé en el Enola Gay, fui Lennon, Reagan, Carl Sagan; Armando Fallas y Mulah el Hadid. Me sentí cada vez más poderoso y más frágil.
Todo colapsaba. Catástrofes y guerras; degrada-ción. Pedimos ayuda y las IA crearon IA-Tierra8. Simbionte de todas las IA del planeta, procesó el Conocimiento y concluyó que el ho-mo sapiens no tenía sino una salida: Trascender en una especie que conjugara la individualidad con la conciencia arraigada de ser fruto y parte indisoluble del multiverso: homovirtualis.
Terminada la sesión reorganicé mis quarks y mis leptones hasta adquirir una apariencia feliz y me escurrí fuera de la Curia. Emocionado me cuasi-dimensioné con V435.
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Sección grafica
Estas fotos fueron tomadas por nuestro amigo
Santiago Martínez en su estadía en Oxford In-
glaterra. Con un buen manejo del encuadre nos
muestra un estilo de vida mas haya de las sobre
pobladas tierras del centro y sur del mundo.
Esta obra en mi criterio personal es muy intere-
sante, conociendo un poco su obra escrita, acto-
ral y musical me parece que este de sus mejores
trabajos en este campo. Si tuviera que describir
en una sola frase esta serie de imágenes diría “al
buen entendedor pocas palabras”.