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ROSA DE SANGREROSA DE SANGREROSA DE SANGREROSA DE SANGRE
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ROSA DE SANGREROSA DE SANGREROSA DE SANGREROSA DE SANGRE
Tiempos de pasión 1
Tamara Carmona Sánchez
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©Edición, 2009/21-Oct.
©Título: Rosa de Sangre
©Fotocomposición: Tamara Carmona
©Maquetación cubierta: Tamara Carmona
©Maquetación interior: Mercedes Perles
©ISBN: 978-84-614-7898-9
©Registro Safe Creative: 1112070685830
©2009, Tamara Carmona
©2009, Bubok Publishing, S.L.
Obra protegida por el RDL 1/1996, de 12 de abril, por el que se aprueba el Texto Refundido de la Ley de Propiedad Intelectual. Los infractores de los derechos reconocidos a favor del titular o beneficiarios del © podrán ser demandados de acuerdo con los artículos 138 a 141 de dicha Ley y podrán ser sancionados con las penas señaladas en los artículos 270, 271 y 272 del Código Penal. Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio, incluidos los sistemas electrónicos de almacenaje, de reproducción, así como el tratamiento informático. Reservado a favor del Autor o el Editor el derecho de préstamo público, alquiler o cualquier otra forma de cesión de uso de este ejemplar, siempre y cuando no se violen los derechos de Copyright.
IMPRESO EN ESPAÑA - PRINTED IN SPAIN
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Prólogo
La lluvia arreciaba sobre los terrenos del internado, haciendo
caer torrentes de agua sobre las enormes cristaleras de mi
inmenso dormitorio. Era la primera noche que dormía lejos
de casa y la soledad me acompañaba ahora más que nunca.
Mi madre había perecido hacía tan solo una semana y mi
odioso y arrogante tío me había arrastrado a aquella prisión
estudiantil, tan alejada de la mano de dios. No se me
permitió asistir al velatorio de mi madre, bajo el pretexto de
ser demasiado joven, pero he llegado a la conclusión que lo
que querían era deshacerse de mí cuanto antes, borrarme de
la faz de la tierra, hacerme desaparecer y, aunque suene mal
decirlo, por una parte me sentía feliz de alejarme de los
únicos parientes que me quedaban vivos. La despedida con
mi tío fue un gran alivio después de lo ocurrido, aunque
ahora me sintiera sola, pero sabía que iba a ser mucho mejor
así, ya que las únicas palabras que cruzó conmigo, nada
más dejarme a las puertas del internado, fueron: "espero que
seas feliz" y eso decía bastante de él. Ahora, en la inmensa
oscuridad que reinaba en mi cuarto, recordaba los momentos
con mi madre y deseaba no haber sido yo la propietaria de
aquel maldito libro, que no me había acarreado más que
problemas desde que mis dedos rozaron el desgastado y
asqueroso cuero de sus tapas. Había decidido esconderlo en
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una caja de plomo para mayor seguridad, pero dudaba de
que tan solo eso fuese efectivo para mantener a salvo al
resto de los estudiantes del internado. No quería por nada
del mundo hacerle daño a nadie pero, conmigo, allí, iban a
estar en peligro constante, por lo que no podía permanecer
allí durante demasiado tiempo. Debía buscar algún lugar
seguro lejos de todo y de todos y hallar por mí misma las
respuestas a los numerosos interrogantes que se agolpaban
en mi mente, pero hasta que llegase ese momento, debía
permanecer allí, arriesgando las vidas de los demás a causa
de mi propia cruz.
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1. Una nueva vida
"La sangre es vida y la vida es efímera"
"Desea la sangre del crepúsculo y huye de lo vivo"
Tan solo era medianoche, la lluvia no había cesado y yo me
hallaba bajo las sábanas con el libro demoníaco entre las
manos, tratando de descifrar las extrañas palabras allí
escritas. La tinta estaba desgastada y no se veía demasiado
bien, pero aún así, podía descifrar algunas de las frases
como si fuera mi idioma nativo. No comprendía mi situación
demasiado bien y tampoco sabía los efectos que el libro
podía ocasionarme a la larga, pero estaba más que
dispuesta a descifrar el texto. De otro modo, ¿qué sentido
tenía ser yo la propietaria del libro? Muchos antes que yo, lo
habían poseído y habían perecido al poco. ¿Por qué era yo
diferente?
"La vida dará mil vueltas y tu existencia quedará definida"
Cerré el apestoso libro, lo guardé en la caja y me concentré
en conciliar el sueño. Lo mirase por donde lo mirase, no
entendía ni una sola palabra de lo que estaba intentando leer
y, además, el día que se aproximaba sería demasiado arduo,
como para quedarme en vela la noche entera.
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No tenía ni la más mínima gana de levantarme, pero cuando
los primeros rayos de sol iluminaron el dormitorio, no me
quedó más remedio que levantarme a regañadientes y
embutirme en el uniforme del internado, es decir, una falda
más corta que larga y sin pliegues de color azul claro, que se
abotonaba con un imperdible en un costado, una blusa súper
escotada de manga pirata de color blanco y una chaqueta de
algodón de un color más oscuro que el de la falda, con el
escudo del internado en el lateral izquierdo de la misma. No
había medias, pantis o lo que fuera por ningún lado y
tampoco hallé los zapatos. Quien diseñó el uniforme fue un
completo idiota, pero debía encontrar los zapatos o, por lo
menos algo con qué cubrir mis piernas, que ahora estaban a
la intemperie, ya que la falda era tan sumamente corta que
tan solo llegaba hasta por encima de las rodillas.
Tuve que desistir en el intento, o si no, iba a llegar tarde al
desayuno. La impuntualidad estaba castigada muy
severamente y ya eran las 7:25, de modo que tan solo me
restaban cinco minutos para arreglarme y bajar con el resto
de estudiantes.
Hacía un frío terrible por el pasillo, propio del mes de enero,
y lo sentía más hondo por el hecho de caminar descalza y
medio desnuda. Cuando llegué al primer tramo de escaleras,
un cuadro, dispuesto de forma elegante sobre la pared
empapelada en flores, llamó mi atención. La imagen estaba
desdibujada, pero por la silueta se trataba de una mujer de
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poco más de dieciocho años, que vestía los ropajes propios
del siglo XV, siglo arriba, siglo abajo. Entre sus manos, el
autor de la obra, había pintado un retal de tela arrebujado y,
en segundo plano se podía distinguir la silueta de un castillo,
edificio antiguo, o algo medianamente parecido. Me quedé
embobada admirando el cuadro hasta que me di cuenta que
si no corría como nunca lo había hecho, llegaría realmente
tarde pero, antes de irme, leí la inscripción de la chapa bajo
la pintura: "Lady Lazzaro Valentine"
Bajé las escaleras de caracol tan aprisa que, cuando llegué
abajo, tuve un brutal encontronazo con uno de los
estudiantes que aguardaban la apertura de las puertas del
comedor.
-Perdón, lo siento mucho, iba despistada.- Farfullé tratando
de disculparme.
El chico parado frente a mí era de mi misma edad. Tenía el
pelo rojizo y liso y unos ojos tan verdes que parecían haber
robado el color a todos los campos del mundo. Era un poco
más alto que yo y tenía unos músculos impresionantes, no
como los de los culturistas, pero eran perfectos y bien
proporcionados.
-Tú eres nueva, ¿verdad?
-¿Por qué dices eso?- Pregunté indignada.
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-¿Por qué vas descalza?- Rió.- Y, no sé si te habrás dado
cuenta, pero hace un frío espantoso como para ir sin medias.
-Bueno, es que en mi cuarto no había nada de eso y, si
quería llegar al desayuno, no me ha quedado otra que bajar
a medio arreglar, ¿te importa?
-En absoluto, así estás mucho más guapa que el resto de
las chicas de por aquí.- Vale, típico de un capullo hacer
cumplidos a una chica en una situación tan embarazosa
como lo era aquella.- Soy Erik McNeil.- Se presentó y su
mano se extendió hacia mí en señal de amistad.
-Violet Lazzaro.- Estreché su mano, pero la solté al poco
en cuanto escuché el chirrido de las puertas del comedor,
que anunciaban su inminente apertura.
-Si quieres, puedo acompañarte luego al despacho del
director para que te diga dónde guardan las ropas de
mujeres, o puedo decírselo a alguna de las profesoras, si lo
prefieres.
-Gracias, pero creo que me las arreglaré yo solita.- Le corté
en seco.
La horda de estudiantes fue pasando al interior del amplio
comedor y, cuando llegó mi turno, me quedé pasmada. Más
que un comedor tenía pinta de un restaurante a gran escala.
Las mesas eran cuadradas, dispuestas en hileras perfectas.
Estaban cubiertas con manteles a cuadritos azules y blancos
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y sobre estos, estaban colocados los cubiertos, el vaso y la
servilleta, ésta también de tela. No había platos, sino que en
un extremo de la sala había una gran estructura en cuyo
interior había toda clase de comida, como en un buffet libre,
separada por primeros platos, segundos platos, postres y
bebidas, básicamente. Por lo que pude comprobar en un
rápido vistazo, había tres primeros platos y tres segundos,
postres diversos y una cantidad ingente de botellas de agua,
zumos y demás, todo en formato familiar.
Seguí a un grupo de chicas que cogían una bandeja de un
soporte de madera cercano a la puerta y luego las seguí
unos metros más adelante, donde una señora mayor con
redecilla estaba repartiendo un juego de platos por alumno
que se ajustaban a la perfección en los huecos de la bandeja
(como las que utilizan en los hospitales para servir la comida
de los residentes). Después, me giré a la izquierda, hacia la
vitrina que contenía la comida y me fijé en las dos barras de
metal dispuestas en horizontal, donde los estudiantes
dejaban descansar sus bandejas para poder servirse con
mayor facilidad. Se trataba de un gran invento, de modo que,
para no ser menos, dejé caer la bandeja, con los platos ya
colocados, sobre las barras. Me di cuenta que los demás
deslizaban su bandeja por las barras, de modo que los imité
y, al tiempo que pasaba por el primer plato apetecible, tomé
el cazo y dejé caer su espeso contenido sobre el plato hondo
antes de proseguir con el deslizamiento hacia la zona de los
segundos platos, donde repetí la misma operación. Cuando
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llegué a la zona de los postres, no hallé más que fruta, de
manera que me reservé de coger alguna pieza. El desayuno
ya estaba siendo demasiado raro como para añadirle más
guasa al asunto. El último tramo se componía básicamente
de pan tostado y botellas de agua y zumo, además de otras
sustancias que no identifiqué. El pan no me apetecía, pero
cogí una botella de zumo de melocotón.
Cuando acabé, recogí mi bandeja de las barras y busqué
una mesa libre donde poder sentarme tranquila a desayunar.
Sorprendentemente, casi todas las mesas ya estaban
ocupadas, de modo que me costó un poco encontrar un lugar
donde esconder mi cara hasta tener la suficiente confianza
como para sentarme a charlar con alguien. Atisbé una mesa
vacía al fondo de la sala, tan solo rodeada por una pareja
bien avenida, que sonreían como si se conocieran de toda la
vida y tal vez era así.
Dejé la bandeja entre los cubiertos y me senté en una de las
sillas acolchadas, agotada de tanto ajetreo desde por la
mañana.
-Es raro, ¿verdad?- Comentó alguien a mi espalda.
Agaché la cabeza desesperada. Para una vez que quería
estar sola, tenían que venir a molestarme en mi momento de
relax.
-¿Puedo sentarme contigo?- Erik se situó a un lado para
que pudiese verle la cara.
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-¿No tienes a nadie más para chafarle el día?
-Pensé que querrías compañía.- Rió y, sin esperar
autorización alguna, se apoltronó en la silla frente a la mía.
-Pues te equivocaste.- Dije con voz lo más cortante
posible.
-¿Por qué eres tan dura conmigo?
-¿Por qué tienes tanto interés en mí?- Solté con
brusquedad.
-Porque pareces mucho más inteligente que las demás
chicas, a pesar de ir descalza y sin medias.
-Deja de burlarte de mí.- Proferí tomando una cucharada
de mi arroz con leche.
-No lo hago,- Se defendió.- tan solo estaba tratando de
hacerte reír.
-Pues déjame decirte que no tienes dotes para humorista.
-Sí, ya me lo han dicho antes.- Rió partiendo las galletas y
echándolas sobre la leche.- Bueno, ¿y qué tal el primer día?-
Preguntó.
-Los he tenido mejores.
-¿Y eso?- La rapidez con la que engullía el desayuno no
era ni medio normal.- ¿Es que has tenido días peores?
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-Mi madre falleció la semana pasada.- Dije de corrida.- Y
ahora estoy empezando de cero, por decirlo de algún modo.
-¿No tienes más parientes?
-Se deshicieron de mí, ¿vale?- Grité.
-Vale, lo siento.- Se disculpó de inmediato.- Te prometo
que ya no voy a volver a mencionar el tema hasta que tú no
quieras.
-Gracias.
El desayuno transcurrió sin más contratiempos que lamentar.
Bastante mal me sentía ya por ser la chica nueva y no quería
llamar la atención más de lo necesario.
Erik se había empeñado en acompañarme al despacho del
director para solucionar mi pequeño problemilla y me faltó el
valor para negarme. Parecía como si, en tan solo media
hora, hubiéramos forjado un vínculo entre los dos y ya no
pudiésemos estar el uno sin el otro.
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2. En el infierno
La primera asignatura del día, biología, se impartía en el
laboratorio y, por desgracia, tuve que pedirle a la única
persona que conocía hasta el momento, que me mostrase el
camino. Lo primero de todo, tenía que recorrer el pasillo del
lado izquierdo de la escalera de acceso a los dormitorios y
torcer a la izquierda en la primera salida. Después, continuar
un poco más en línea recta y torcer a la derecha en la
segunda salida y, en ese punto, ya habría llegado a mi
destino. Bastaba decir que todo aquel entresijo de pasillos
hacían perderse a cualquiera que no conociera a la
perfección cada recoveco del internado.
-¿No quieres que te acompañe?- Se ofreció Erik notando
mi ahogo por la complejidad del asunto.
-Gracias, pero no, gracias.- Contesté.- Quiero intentarlo por
mí misma, si no te importa.
-En tal caso, nos vemos en clase.
Lo cierto es que estaba deseando que me acompañase.
Sería la única manera de no perderme, pero la situación
entre nosotros ya era lo bastante extraña y no estaba
dispuesta a complicarla más de lo necesario.
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Seguí las indicaciones de Erik a rajatabla, o al menos eso
creí, pero debía de haberme perdido algún capítulo, porque
donde se suponía que debía estar el aula del laboratorio,
había una gran fuente de piedra que emanaba agua a chorro
en sentido contrario al de la gravedad y un viento gélido
campaba a sus anchas por el lugar, provocándome un millar
de escalofríos.
Me acerqué a la fuente y tomé asiento sobre la piedra
redonda. Estaba húmeda y fría y pequeñas gotitas del agua
que subía a presión, empapaban mis largos y níveos
cabellos.
Me sentía frustrada. Había logrado perderme incluso cuando
estaba decidida a no hacerlo y ahora lamentaba no haber
aceptado la propuesta de Erik, que tan amablemente se
había ofrecido a acompañarme.
-¿Hay alguien ahí?, ¿Violet?
Me asusté y me levanté de un brinco de la roca. Había dos
posibilidades: una, o me estaba empezando a volver majara
o, dos, Erik me había encontrado. Yo votaba por la primera
opción.
-¡Soy Violet!- Grité, aunque no esperaba respuesta alguna.
Una chica de más o menos mi misma edad, de cabello largo
y castaño, ojos azules y cuerpo esbelto y proporcionado,
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salió del corredor por el que había llegado yo y se acercó a
mí, dándome tal achuchón, que creí que no lo contaba.
-Me llamo Cybille.- Se presentó nada más soltarme de sus
entusiastas brazos.- Perdona por lo del abrazo, es un tic que
tengo. Todos en el internado están acostumbrados, pero a ti
te ha debido de parecer extraño.
-No pasa nada.- Le mentí piadosamente. A decir verdad,
me había dado un susto de muerte.- ¿Estás sola?
-¡Qué va!- Exclamó.- Estaba con Erik, pero ha ido a avisar
al profe de que te hemos encontrado.- Tomó mi brazo como
si fuésemos amigas de toda la vida y empezamos a caminar
por uno de los corredores con total seguridad.- Tardas un
tiempo en acostumbrarte,- Dijo muy sonriente.- pero luego es
de lo más fácil, ya lo verás.
-Para mí no lo creo. Me pierdo hasta con un mapa.- Su
sonrisa se hizo más grande y, al poco, no pudimos dejar de
reír.- ¿Cómo es que habéis venido a buscarme?- Dije en
cuanto se me pasó la risa.
-Por tres motivos: uno, Erik estaba preocupado, dos, el
profe nos ha dado permiso y tres, no estamos
acostumbrados a perder alumnos, que no hayan querido
perderse voluntariamente.- Rió y me guiñó un ojo en señal
de complicidad y yo lo entendí a la primera.
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Cuando llegamos a lo que supuestamente era el laboratorio,
llamamos a la puerta y entramos en la sala sin esperar
respuesta. Todo el mundo se alborotó, pero fue el profesor,
un hombre alto y fuerte, de cabello rubio pálido, con perilla y
unos ojos más negros que el tizón, quien me alejó de Cybille
y me achuchó al igual que ella lo había hecho minutos antes.
-Es mi padre adoptivo.- Me susurró mi, al parecer, nueva
amiga en tanto que el profesor me dejó respirar. Ahora ya
sabía de dónde venía el misterioso tic.
-Vale, chicos.- Les llamó la atención el profe.- Puesto que
ya hemos localizado a la Sta. Lazzaro,- Las risitas ahogadas
me hicieron sentir como una tonta.- podemos continuar con
la clase. Violet,- Me llamó.- toma asiento junto a Erik y
Cybille.- Asentí, pero maldije mi mala suerte.
Cybille me llevó de la mano (ni que fuera una niña) hacia la
larga mesa blanca donde ya estaba sentado Erik.
El laboratorio era más grande de lo que había imaginado. No
se trataba de un aula común y corriente. Las mesas donde
estaban sentados el resto de los estudiantes, parecían tener
cabida para no más de tres personas y estaban dispuestas
en círculo en lugar de horizontalmente, como era lo habitual,
para que todos nos pudiésemos mirar a la cara, supuse. El
centro de la circunferencia estaba presidido por una mesa
cuadrangular con dos sillas y las paredes estaban
amuebladas con vitrinas y un par de estanterías con libros,
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seguramente de consulta. Había también un perchero de pie,
frente a una de las vitrinas, con una triste bata blanca
colgada y no había pizarra.
Tomé asiento entre Erik y Cybille, de manera que él estaba a
mi izquierda y ella a mi derecha, y coloqué las manos sobre
la mesa con suavidad. Me fijé en que cada estudiante tenía
un libro de texto sobre la mesa, junto con un taco de folios y
un juego estándar de escritura que se componía de bolígrafo
azul, negro, rojo y verde, tres marcadores fluorescentes, un
rulo de goma con su correspondiente porta-gomas, un
carboncillo, un portaminas de mina gruesa, como la de los
lapiceros, y otro de mina fina, con sus correspondientes
recambios (y eso era a lo que llamaban estándar).
-Algunos de vosotros ya estuvieron conmigo el año
pasado,- Comenzó el profe.- de modo que ya saben cómo
trabajo. Para los que no… lo irán aprendiendo sobre la
marcha.- Rió.- Eso en lo referente a las clases. Ahora, como
vuestro tutor, solo decir que considero el respeto
fundamental, de manera que no me hagan enfadar.- Levanté
la mano sin pensar.- ¿Sí, Sta. Lazzaro?
-Ya que es nuestro tutor, ¿puedo preguntar por qué los
dormitorios son tan grandes?- Tenía esa curiosidad desde
por la mañana.
-Puede.- Rió el profe.- Y es una pregunta que deberían
habérsela hecho todos ustedes. Los dormitorios de los
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estudiantes son tan grandes porque están dispuestos para
nada más ni nada menos que tres personas.- Volvió a reír.
-¿Ha dicho para tres personas?- Insistí.
-Si miran a su derecha e izquierda, conocerán a sus
compañeros de habitación.
Se me encogió el corazón. ¿Tendría que compartir
habitación con Erik? Esto parecía una pesadilla de la que no
me iba a despertar nunca.
-Usted llegó aquí antes de empezar las clases y, ¿no se ha
dado cuenta que en el dormitorio designado para usted hay
tres camas?
-Sí.
-Pues ahí tiene la respuesta.- ¡No, no, no! Esto tenía que
ser un mal sueño.
-Pero…
-Se está preguntando el porqué de la no separación entre
chicos y chicas, ¿cierto?- Asentí. El profe rió con más
ganas.- Eso… pregúnteselo al director.- Menuda respuesta.
Había salido por patas ante una sencilla pregunta.
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3. Compañeros de habitación
Después de la clase de biología, en la cual había estado
demasiado distraída pensando en que Erik sería mi
compañero de cuarto, Erik, Cybille y yo, nos encaminamos
juntos (habían decidido no dejarme sola por si me volvía a
perder) hacia el aula de cálculo, más sencillamente llamado
matemáticas, por lo menos para mí. No lograba comprender
la razón que tenían para cambiarle el nombre a las
asignaturas. Resultaba de lo más irritante.
Una vez llegamos al aula correspondiente, tomamos asiento
en una de las grandes mesas marrones. La disposición de
aquel aula era exactamente igual a la del laboratorio, a
excepción de las vitrinas, que se habían transformado en
estanterías con un millar de libros y el color de las mesas,
por supuesto. Todo lo demás era idéntico: la disposición de
las mesas en círculo, la mesa con dos sillas en el centro del
mismo y tampoco había pizarra. El libro de texto estaba
sobre la mesa, frente a cada estudiante y, además del juego
de escritura estándar (aún no comprendo por qué lo llaman
así), había una calculadora, un compás y un juego de reglas.
La profesora era una mujer bajita y canosa de mediana edad.
Tenía un aire risueño y nos sonreía satisfecha y, aunque no
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la conocía, supe que su asignatura no iba a resultarme nada
difícil, a pesar de ser bastante mala en matemáticas.
-No te fíes de su apariencia.- Me susurró Erik al oído.-
Tiene una fama bestial.
-¿A qué te refieres con bestial?- Le dije sin siquiera mirarle
a los ojos.
-Me refiero a que va a matar, de modo que estate alerta.
-La tuvimos el año pasado.- Intervino Cybille.- Y
aprobamos la asignatura por los pelos, aunque con eso no
quiero asustarte.- Demasiado tarde.- Tú hazlo lo mejor que
puedas.
-¿Cuánto tiempo lleváis aquí?- Susurré.
-Sólo un par de años, suficiente para saber de qué pie
cojean los profesores.- Rió Erik.
-¿Y siempre ha sido así?- Salté.- Me refiero a la
dinámica… al internado en general.
-Básicamente,- Respondió Cybille.- Aunque en lo que
respecta a los compañeros de habitación, por lo general
cambian todos los años.
-¿Entonces el año que viene no vamos a ser compañeros
de cuarto?- Pregunté esperanzada, más por Erik que por
ella.
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-Depende que cómo funcione el grupo.- Intervino Erik.- Yo
conozco una chica que sigue conservando a sus
compañeros desde hace tres años, por lo menos,- Mierda, mi
gozo en un pozo.- pero todo depende de los profes, de modo
que hagas lo que hagas, la última palabra la tienen ellos,
aparte del director.- Suspiré.
El tiempo pasó volando y, muy a mi pesar, tampoco pude
concentrarme en la lección. Tenía la cabeza embotada con
maquinaciones, no del tipo malicioso, sino que, al tener
compañeros de habitación, tenía que encontrar la forma de
que no descubrieran mi terrorífico secreto. El libro
demoníaco no se encontraba a la vista, pero de seguro
sentirían curiosidad por la caja de plomo que había dejado
sobre la mesilla de noche de mi lado del dormitorio y,
además, estaba el tema de la intimidad. Todavía no lograba
hacerme a la idea de que iba a compartir mi espacio vital con
un chico que, aunque no lo quisiera reconocer, estaba
buenísimo.
La tercera hora del día, antes del almuerzo, se impartía en el
establo situado dentro del complejo del internado, pero
bastante alejado del edificio. Erik me había comentado
durante la última clase, en uno de los escasos momentos
que había intentado prestar atención a la profesora, sobre la
asignatura que tendríamos a continuación: equitación, de
modo que no me pilló tan de sorpresa cuando la profesora,
una mujer estirada de unos treinta años de edad, con un pelo
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moreno y largo hasta la cintura y unos andares demasiado
elegantes para mi gusto, me presentó a mi compañera
equina, una hermosa yegua de color blanco, que atendía al
nombre de Luna.
Por primera vez en mi vida, supe cómo se sentía una
servidora en el cielo y también, por primera vez desde que
había llegado al internado, me sentí de lo más relajada.
El tema de la equitación lo tenía más que dominado, ya que
en el pueblo donde viví con mi madre hasta que nos vimos
obligadas a trasladarnos a la ciudad, teníamos un caballo,
bueno, más exactamente era una yegua y también era
blanca, de manera que ahora, montada sobre Luna y dando
un paseo por el bosque del recinto (los terrenos del internado
son bastante amplios), me sentía como en casa. No era mi
casa en realidad, lo sabía, como también sabía que no me
podría quedar allí por el maldito libro demoníaco, pero quería
soñar por una vez que había encontrado un lugar donde
estar a gusto, aunque no fuese cierto.
-¿No tienes hambre?- Me preguntó Erik a la hora del
almuerzo.
Aunque pareciera raro, estábamos sentados en el mismo
rincón, en la misma mesa, que había escogido durante el
desayuno, es decir, la más alejada, aunque ahora ya no
estábamos solos, por suerte, Cybille se hallaba sentada a mi
lado, dándole un mordisco a una grandiosa tostada.
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-He desayunado demasiado.- Respondí apática.
-¿Aún te preocupa el hecho de “vivir juntos”?- Aventuró.
-¡No digas idioteces!- Grité exasperada.- ¡Ni que fueses el
Rey!- Erik suspiró y Cybille se quedó con la boca abierta,
mirándome pasmada.
-Perdonadme.
En cuanto me levanté, Erik me agarró del brazo en un intento
por detenerme, aunque fue Cybille quien tuvo más suerte,
agarrándome de los hombros y obligándome a sentarme de
nuevo. La escena había atraído a un montón de miradas
curiosas. Metí la cabeza entre las manos en un intento por
pasar desapercibida.
-Relaja un poco, ¿quieres?- Me reprendió Erik dándome un
capón.- Y come.- Añadió colocando de nuevo en su sitio el
plato que yo misma había apartado.
-Ya te he dicho que no tengo hambre, así que no insistas.-
Dije retirando nuevamente el plato.- ¿Qué clase hay ahora?-
Me urgía cambiar de tema cuanto antes.
-Por hoy ya no hay más clases.- Respondió Cybille con la
boca tan llena que casi no se la entendía.- Podemos
deshacer las male…- Tosió y Erik y yo no pudimos reprimir la
risa.
-Eso te pasa por comer tan deprisa.- Reí.
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-Al menos te he hecho reír.- Observó y lo cierto era que
tenía razón y ahora me encontraba más relajada.
-Gracias.
-No hay de qué.- Dijo con la boca llena, a lo que Erik y yo
respondimos con sonoras carcajadas.
El comedor ya se estaba vaciando cuando Cybille acabó de
almorzar y pudimos ponernos en camino hacia los
dormitorios. Por lo general estaría contenta de regresar a mi
espacio vital, pero en cuanto vi el panorama, se me cayó el
alma a los pies. El pasillo estaba abarrotado de estudiantes
que acarreaban con sus cosas, o al menos la mitad de ellas,
hacia sus nuevos alojamientos. Basta decir que casi no
había espacio para pasar a causa de los enormes
maletones, bolsas y cajas que estaban dispersos aquí y allá
y, en lo que hubiera tardado menos de un minuto en llegar a
mi cuarto, tuve que emplear al menos quince, sorteando todo
aquel desbarajuste de alumnos y maletas, además de unos
cuantos posibles pisotones.
-¡Nos vemos ahora!- Me gritaron Erik y Cybille haciéndose
oír entre la bulliciosa multitud.
-¡Es la 9!- Grité internándome, por fin, en la seguridad de
mi cuarto, suspirando y deseando que todo aquello acabase
pronto.
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Aunque la puerta del dormitorio estaba cerrada, no aplacaba
el griterío del exterior y me hubiera gustado que el cuarto
estuviera insonorizado, por lo menos hasta que pasase todo
aquello.
Bueno, lo primero de todo era esconder en algún lugar
alejado la caja de plomo que contenía el maldito libro para
que a mis nuevos compañeros no se les ocurriese la gran
idea de abrirlo, desvelando así mi secreto, aunque también
podría decirles que era un joyero, o algo por el estilo.
Deseché la idea de inmediato, ya que quién no se iba a
resistir ante la idea de cotillear las cosas de los demás. Me
acerqué a la mesilla, donde descansaba la caja pero, en
cuanto la fui a coger, la puerta se abrió de golpe, dando paso
a una más que cargada Cybille.
-¿Quieres echarme una mano?- Me rogó exasperada.
-No me digas que todo eso es tu equipaje.- Exclamé.
Me acerqué hasta ella, le cogí el bulto más grande que
llevaba y lo dejé caer suavemente sobre la alfombra en la
que descansaba una gran mesa redonda, dispuesta en el
centro de la habitación. Para mi sorpresa, Cybille dejó caer el
resto de los bártulos y salió corriendo de la habitación.
Al poco, llegó Erik acarreando una triste maleta y algunos
papeles enrollados y al ver el maletón de Cybille, ahogó un
grito.
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-No me digas que todo esto es de Cybille.
-Pues al parecer hay más.- Respondí.
Erik se acercó a una de las dos camas vacías, dejó la maleta
y los papeles en el suelo y se tiró en pancha sobre la colcha.
-Me parece que nos vamos a quedar sin esp…
-¡Ayuda!
Erik dio un respingo en la cama y yo me puse alerta. Cybille
se paró en el umbral del cuarto con aire suplicante, al tiempo
que nosotros hacíamos de tripas corazón y descargábamos
sus brazos de un acuario en miniatura y un par de cajas más.
-Y ahora me dirás que hay más.- Me quejé colocando la
pecera en la mesilla de noche del lado de la cama que había
quedado libre.
-Solo un par de cuadros y unos cuantos posters.- Suspiré.
-Mas te vale que así sea.- Le amenazó Erik, pero Cybille se
limitó a sacarle la lengua y a salir del cuarto con una sonrisa
de oreja a oreja.
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4. La primera noche
Cuando Cybille regresó al cuarto, trajo más trastos consigo:
un par de retratos, que a mi parecer no pegaban en absoluto
con el resto del dormitorio y un enorme rollo de papel que, se
suponía, eran posters.
-¿Y dónde se supone que vas a colocar todo eso?- Se
quejó Erik desde la cama.
-Son para decorar mi lado del cuarto.- Se defendió Cybille
desplegando el largo rollo sobre la cama.
-Yo también lo voy a decorar, pero tampoco es que me
quiera ahogar.
-Tú decora tu lado a tu gusto, que ya me ocuparé yo de mi
lado, por cierto,- Vi cómo Cybille miraba a un lado y a otro,
buscando dónde colocar el primer poster.- ¿puedo utilizar
parte de tu espacio?
-Oye, tú, no tengas tanto morro.- Saltó Erik.- En primer
lugar, cada uno tenemos nuestro espacio y, en segundo, no
deberías haber traído tanos trastos, sabiendo que ibas a
compartir habitación. Si ves que te quedas sin espacio, lo
más lógico que puedes hacer es elegir.
-Ya, pero es que no puedo.- Se quejó.
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-Pues yo no lo voy a hacer por ti.
Suspiré. El cansancio acumulado ya estaba empezando a
hacer estragos, aunque viendo el comportamiento de Cybille
frente a aquellos posters, podía llegar a comprenderla, sin
embargo, por otra parte, Erik tenía razón. Ella tenía
demasiadas cosas y la mitad de ellas no iban a caber en su
espacio de la habitación.
Cybille cayó sobre la cama, abatida, al igual que lo habíamos
hecho Erik y yo minutos antes. Los tres nos encontrábamos
realmente agotados y, aunque le daba mil vueltas a la
cabeza, no conseguía determinar la razón de aquel repentino
cansancio.
-¿Qué hay que hacer esta tarde?- Susurré medio
adormilada.
-Dormir.- Respondió Cybille.
-Ídem, compañera.- Corroboró Erik.
Unos golpecitos en la puerta me hicieron saltar en la cama
del susto. El reloj de mi mesilla marcaba las 1:45 del
mediodía, lo que significaba que nos habíamos quedado
dormidos. Los golpes en la puerta se repitieron, haciéndome
levantarme de la cama a regañadientes para abrirla.
-Es hora de comer.- Informó el profe de biología.- ¿Estáis
bien?
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-Estábamos cansados y nos hemos debido de quedar
dormidos.
-¿Cybille también?- Insistió preocupado.
Abrí la puerta de par en par para dejarle ver el interior del
dormitorio. Erik Y Cybille aún dormían a pierna suelta
aunque, por suerte, ninguno de los dos roncaba.
-De acuerdo,- Accedió el profe sonriente.- pero la próxima
vez dejad algo para la noche. Quince minutos, ¿de
acuerdo?- Asentí y cerré la puerta nada más el profe enfiló
hacia otra habitación.
Me froté los ojos tratando de despejarme. Aún estaba
dormida y lo cierto era que me rugían las tripas. Me acerqué
a la cama donde descansaba Cybille y la zarandeé
suavemente hasta que reaccionó. Luego repetí la operación
con Erik, que, por cierto, también estaba buenísimo cuando
dormía, hasta que los tres estuvimos lo suficientemente
despiertos como para bajar al comedor.
-No hemos tenido tiempo de echar un ojo por la
habitación.- Se quejó Cybille tomando una cucharada de la
sopa de guisantes que se había servido de primero.
-Eso es porque te has quedado dormida.- Le espetó Erik
con la nariz manchada por un espagueti demasiado
resbaladizo.
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-No tiene nada de particular.- Intervine dándole vueltas al
tenedor en mi plato de espaguetis.- Aparte de las camas, los
armarios, las mesitas y la mesa central, hay un baño enorme,
con bañera y placa de ducha y una especie de cocina, con
un frigo y un microondas y una pila de armarios, además de
la pila, claro está.
-¿Y el frigo está lleno?- Preguntó Cybille con la boca llena.
-El frigo, no, pero he metido unas cuantas tabletas de
chocolate que me traje de casa en uno de los armarios.
-Yo tengo una caja entera de galletas y otras dos de pastas
de té que podemos meter allí también.- Erik ya iba por el
segundo plato, aun cuando nosotras dos no habíamos
terminado ni el primero.
-Chachi.- Reí.
-Bueno, ahora que ya estamos más o menos en pie, ¿qué
os apetece hacer esta tarde?- Preguntó Cybille muy
animada.
-¿Qué se puede hacer?- Pregunté terminándome el
segundo plato, albóndigas en salsa.
-Bueno, como es día de entresemana no podemos salir,
pero podríamos hacer algo divertido.
-¿Cómo qué?- Intervino Erik pensativo.
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-Montar a caballo.- Ofrecí.
-No está nada mal.- Me alabó Erik culminando su postre,
un enorme flan de vainilla.- ¿Te parece, Cybille?
-No soy demasiado diestra, pero si no me tira el caballo…
vale, por mí no hay problema.
-Espera un momento,- Intenté recapitular lo que Cybille
había dicho anteriormente.- ¿has dicho que podemos salir?
-Los fines de semana,- respondió Erik desparramándose
en la silla.- aunque tenemos toque de queda.
-Y eso es…- Empecé.
-Antes de medianoche.- Completó Cybille imitando a Erik.
-A medianoche en punto hacen recuento de todos los
estudiantes y vuelven a pasar a las… cinco, me parece.-
Bostezó Erik.
-Oye, tú estás muy enterado de eso, ¿no?- Se mofó Cybille
guiñándome un ojo.
-Bueno, he tenido alguna que otra escapadita… y nunca
me han pillado, no como a otras.- Miró de reojo a Cybille.
-Eso no fue culpa mía.- Se envaró.- La culpa la tuvo uno de
mis compañeros de cuarto, que se puso a gritar nada más
entrar en el bosque.
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-Sí, ya, seguro.- La risa de Erik era tan perfecta, que
parecía un modelo de esos que posan para que todo el
mundo pueda ver lo perfectos que son.
-¿Y a qué fuisteis al bosque en plena noche?- Pregunté y
Cybille y Erik se me quedaron mirando como si hubiese
preguntado una barbaridad.
-¿A qué van un chico y una chica al bosque en plena
noche, si no es para enrollarse y para tener un poco de
intimidad?- Respondió Cybille.
-¡Aaah!- Ahora sí que parecía estúpida de verdad.
-Deberíamos enfilar ya para el establo.- Me salvó Erik
poniéndose en pie. Un día de estos le daría las gracias por
sacarme del apuro.
El paseo a caballo resultó de lo más reconfortante, incluso
encontramos una especie de charca donde pudieron abrevar
los caballos y, aun cuando hacía fresco, me sentía de lo más
relajada, mucho más que durante la clase de equitación.
Cuando llegó la hora de regresar a cenar, traté de darles
largas a mis compañeros, pero no funcionó, de modo que
recogimos los caballos y volvimos dando un paseo al establo
para dejar los caballos y luego al edificio.
Mi cabeza daba vueltas todavía sobre el hecho de cómo iba
a ser capaz de ocultarles el libro demoníaco a mis
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compañeros y, además, estaba el hecho de que iba a
compartir habitación con Erik. Aparte de esos pequeños
detalles, estaba feliz o, al menos, todo lo feliz que podía
estar en mi situación.
-Estoy muerta.- Dijo Cybille arrojándose sobre la cama.
-Todos lo estamos.- Comentó Erik desde su lado del
dormitorio quitándose el jersey que cubría la flamante blusa
blanca con el escudo del internado.- Voy a pegarme una
ducha y mientras, vosotras, os podéis ir poniendo el pijama,
o lo que queráis.
Cybille y yo nos miramos y, en cuanto Erik se metió al cuarto
de baño, nos empezamos a reír a carcajadas.
-¿Hace fiesta de pijamas esta noche?- Propuso Cybille
todavía riendo.
-Chachi.- Dije peleándome con las medias.- Mañana no
hay clase, ¿no?
-Por suerte.- Rió.- Lo que no entiendo es por qué narices
las clases han de empezar un viernes.- Se quejó echando a
un lado de la cama la falda que se había quitado.- Es de
locos.
-¡Uaah!- Exclamé observando la mancha rosácea que tenía
en el muslo.- Qué pedazo de mancha que tienes.
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-Sí.- Rió.- Siempre me sale en esta época del año. Al
menos puedo dar gracias que en verano se borra.
Terminé de desvestirme y de ponerme el pijama, al tiempo
que Erik hacía su aparición en el cuarto, pillando a Cybille a
medio vestir. Yo me levanté de la cama a toda prisa y
empujé a Erik, que parecía haberse quedado embobado con
los pechos de Cybille, hacia la cocina para coger las tabletas
de chocolate del armario.
-¡Idiota, podías haber avisado!- Le grité y abrí la puerta del
armario que se hallaba sobre su cabeza.
-¡Ay!- Se quejó rascándose la coronilla.- Ten más cuidado.
-Has sido tú, que estabas en medio. ¿Estás visible ya,
Cybille?- Grité.
-Sííííí.
Erik y yo salimos de la cocina y entramos de nuevo en el
cuarto. Cybille estaba echada sobre la cama con un libro
entre las manos y, en cuanto nos vio, tiró el libro sobre su
mesilla y se abalanzó a nuestros brazos, haciéndome tener
que soltar las tabletas de chocolate, que cayeron al suelo en
un golpe seco.
-¡Fies-ta!- Gritó.
Erik y yo sonreímos y, mientras él fue a buscar una radio
para poner un poco de música para hacer ambiente, Cybille y
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yo nos dedicamos a mover la mesa central hacia un lado
para hacer hueco a una manta y podernos tumbar en el
suelo.
Una vez estuvo todo listo y Erik consiguió localizar la mini-
radio, lo dejamos todo preparado y bajamos al comedor a
cenar y a ver si podíamos subir algo de comer al dormitorio,
cosa que resultó más fácil de lo que esperaba.
Eran casi las diez cuando acabamos de cenar y subimos al
dormitorio cargados hasta las orejas de todo lo que nos
habían dado las cocineras. Entre más chocolate, más
galletas, bolsas de patatas fritas, algunas piezas de fruta y
hortalizas, un par de cajas de leche, algunas latas de
refrescos y algunas cosas más, teníamos para llenar no
todos, pero casi todos los armarios de la cocina, además del
frigorífico. Más que un internado, parecía un hotel de cinco
estrellas, pero no me podía quejar, es más, no quería
quejarme. Me estaba empezando a gustar vivir allí y tal solo
lamentaba el hecho de que no me pudiera quedar.
Subimos todo al dormitorio y, una vez que lo guardamos todo
en su sitio, pusimos música, nos tiramos sobre la manta,
donde habíamos dejado algunas cosas para picar, y nos
propusimos relajarnos, charlando, riendo y haciendo alguna
que otra broma.
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5. Aliados
La sirena perforó mis tímpanos como agujas encendidas,
provocando que la galleta, a la cual estaba tratando de darle
un bocado, se me escurriera de entre los dedos del susto.
Erik y Cybille me miraron sonrientes desde su posición en la
manta.
-¿Qué narices ha sido eso?- Pregunté todavía aturdida.
-El toque de queda.- Respondió Erik sin dejar de reír a
moco tendido.
-Encima no os burléis de mí.- Me quejé y me puse en pie
enfurruñada.- ¿Qué iba a saber yo?
-Violet, no te pongas así, anda.- Cybille intentó darme un
abrazo, pero me aparté de ella.
-Te comportas como una niña a la que le ha dado una
pataleta.- Erik me agarró del brazo para hacerme volver a la
manta, pero me resistí. Tenía la cabeza embotada.- ¿No nos
vas a decir lo que te pasa?- Me suplicó con ojitos de niño
bueno, rodeándome bien fuerte con sus brazos.
-Yo…
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-Está bien Erik.- Cybille me separó de Erik, me rodeó la
cintura con su brazo y me llevó a mi lado de la habitación.-
Ya nos lo dirá cuando esté preparada.
-Vale, pero no es normal que siempre esté a la que salta.
Deseché el comentario de Erik y me metí en la cama. Se
estaba calentito, igual que la noche anterior. Aquella noche
sería el momento propicio para continuar con la lectura del
libro demoníaco, de modo que alargué una mano a la mesilla
para coger la caja de plomo, sin darme cuenta de que los
ojos de Erik se habían quedado clavados en mí y, hasta que
no se acercó hasta mi cama y se arrodilló para hablar
conmigo, no supe a ciencia cierta si me había pillado, o no.
Cybille se había quedado dormida al primer momento y Erik
y yo nos mirábamos el uno al otro como si hubiera algo que
nos impulsara.
-Hazme un sitio.- Dijo con suavidad.
-No pretenderás que te deje dormir conmigo, ¿verdad?-
Susurré para no despertar a Cybille.
-Entonces, enséñame lo que tienes escondido ahí.- Señaló
la almohada con el dedo, donde yo había tratado de
esconder la caja de plomo que contenía el libro.
-Erik, no quiero hacerte daño.- Pronuncié sin pensar.
-¿Por qué habrías de hacérmelo?
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-¿Por qué tienes tanto interés en mí?- Le había hecho esa
misma pregunta por la mañana, pero dudaba que la
respuesta que me dio fuese del todo sincera.
-Ya te lo dije.
-Sabes que no te creo.
-Lo sé.- Pronunció cabizbajo.
-¿Entonces por qué no me dices la verdad?- Suspiré.
-Déjame dormir contigo esta noche, por favor.
-No.- Me negué en rotundo.
-Pues no me pienso mover de aquí hasta que no me dejes
entrar.
-¿Te han dicho alguna vez que eres un tanto cabezota?-
Suspiré al tiempo que descubría mi cuerpo y me hacía a un
lado para hacerle sitio.
-Me parezco a mi padre.- Rió.- Él también es un tanto
cabezota.- Añadió arropándonos a ambos.- Quizá por eso se
enamoró de quien no debía y, aunque se casó con mi madre,
yo creo que aún la sigue queriendo.
-¿A quién?- Pregunté somnolienta.
-¿Te has fijado en el retrato que hay al bajar las
escaleras?- Preguntó en un susurro.
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-Sí.
-Pues lo pintó mi padre.
-¿Tu padre es pintor?- Musité.
-No. Fue el amor que sentía por esa mujer el que hizo que
pudiera plasmarla en el lienzo, no su habilidad.
-Pero ese retrato fue pintado hace más de mil años.-
Bostecé.- ¿Cómo es posible que sigas hablando de tu padre
en presente?
-Bueno, eso es porque mi padre no ha muerto.- Respondió
y sentí el calor de su cuerpo muy cerca y su brazo apoyarse
en mi cintura.
-Pero no puede ser.- Le rebatí.- Eso significaría que tu
padre tiene…
-Mil quinientos diecinueve años.- Completó.
-Venga ya, me estás tomando el pelo.- Reí.- ¿Y qué hay de
la mujer del retrato?, ¿vive todavía?
-¿Te refieres a Reesha Valentine?
-¿A quién más sino? Reesha Valentine, la mujer que pintó
tu padre…
-No sé nada de ella desde que se casó con el Duque de
Lazzaro.- Contestó.
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-Hablas como si hubieras estado allí, pero pareces tener la
misma edad que yo.- Dije medio dormida.
-Ambos aparentamos ser menos de lo que en realidad
somos.
Y eso fue lo último que dijo, antes de que ambos cayéramos
rendidos al sueño.
A la mañana siguiente me encontraba tan aturdida y a la vez
tan confundida, que no tuve el valor de dirigirle la palabra, ni
siquiera durante el desayuno.
-¿Quieres saber la verdadera razón por la cual me acerqué
a ti cuando llegaste?- Me dijo por la tarde nada más salir yo
del baño (cabe decir que mi cuerpo estaba cubierto con una
toalla empapada). Estábamos solos en el dormitorio, ya que
Cybille había salido de compras a la ciudad con un par de
amigas.
-Sí.- Asentí desde mi lado de la habitación, tratando de
secarme el pelo con una toalla de mano.
-Fue porque había algo en ti que me recordó a Reesha.
Algo en tu interior me acercaba a ti, al igual que pasó entre
mi padre y ella, algo que ni yo mismo llego a comprender.
-Ah, ¿era eso?- Dije indiferente.
-No lo entiendes, ¿verdad?- Dijo Erik tomando asiento a mi
lado.
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-Es difícil de creer.- Respondí impasible.
-Puedo ayudarte… con el libro.- La toalla que había estado
utilizando se me escapó de entre los dedos y cayó al suelo.
-Yo… no sé de lo que hablas.- Negué, aunque por los ojos
de Erik, supe que ya lo sabía, aunque no sabía muy bien
cómo.
-El libro es una especie de diario que…
-¿Cómo sabes tanto?- Me envaré.- ¿Cómo es que sabes
de la existencia del libro?, ¿cómo sabes que soy yo su
propietaria? Y, ¿por qué no me dijiste nada antes?- Grité.
-Al principio no lo sabía, pero lo supe en cuanto te vi
recoger aquella caja de plomo.
-¡Aléjate de mí!- Grité y salí corriendo de la habitación.
No fui muy lejos, ya que el cuadro de Reesha me detuvo. En
verdad se veía hermosa, pero no entendía qué semejanza
podría ver Erik entre ella y yo. Yo… no era nada… se habían
deshecho de mí y ella era… perfecta aunque… por otro lado,
sus ojos eran tristes, aún así, seguía siendo mucho más
hermosa que yo.
No entendía nada. Se suponía que aquel cuadro había sido
pintado por el padre de Erik pero, ¿cómo era eso posible?,
¿cómo podría creer que su padre tenía más de mil años de
edad, cuando Erik parecía de mi misma edad? “Ambos
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aparentamos ser menos de lo que en realidad somos”, me
había dicho, pero yo no lo entendía.
-Vas a pillar un constipado.- No tuve ni que darme la vuelta
para saber que Erik me aguardaba en los últimos peldaños
de la escalera.
-No te acerques a mí.- Dije sin apartar los ojos del cuadro.
-Violet, ¿alguna vez has sentido que tu vida tenía otro
sentido al que le daban el resto de las personas que te
rodeaban?
-Cada día de mi vida.- Respondí.- Por eso, cuando me
dejaron aquí tirada, me sentí aliviada. Creí haber encontrado
un sitio en el cual pudiera ser feliz, a pesar…
-¿A pesar del libro?- Completó Erik.
-Sí.- Suspiré.- Mi madre murió porque me fue entregado a
mí y aún no sé por qué. No entiendo qué tiene que ver
conmigo. No comprendo por qué si el libro parece tener más
de mil años…
-Yo tampoco lo sé,- Sentí la mano de Erik sobre mi hombro
y las lágrimas rebosaron de mis ojos.- por eso es por lo que
tenemos que encontrar respuestas. Tenemos que encontrar
la manera de recuperar nuestras vidas, saber lo que en
realidad pasó, saber por qué la gente borró aquella parte de
la historia.
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-¿Te refieres a la Gran Guerra?
-¿Qué sabes de ella?- Me insistió Erik.
-Se lo oí mencionar a mi madre una vez, pero no sé nada
y, al parecer, no hay documentos al respecto.
-¡Eso no es cierto!- Erik giró mi cuerpo hasta que mis ojos
llorosos se encontraron con los suyos.- Hay un diario, me lo
contó mi padre.
-¿Un diario?- Pregunté confusa.- No me digas que…
-Tú eres la portadora de la historia. La historia de la Gran
Guerra está encerrada en esas páginas.
-Pero la gente muere por él…
-Según mi padre, solo los elegidos pueden leer las
palabras… yo puedo leer las palabras.
-¿Lo has leído?- Pregunté indignada.
-Solo una frase cuando dormías y me sentí…
-Lleno de vida, poderoso.- Completé.
-Sí y triste y melancólico al mismo tiempo, por eso digo que
tenemos que hacerlo. Tenemos que averiguar lo que
esconden esas páginas y tenemos que hacerlo juntos.
-Juntos.- Afirmé decidida.
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6. Destino
Me desperté en plena noche, asustada. ¿Qué había sido
eso?, ¿un sueño? No, no podía serlo. Me senté en la cama y
me cubrí la cara con las manos para pensar pero, unos
fuertes brazos me devolvieron a mi posición original. Erik me
sonreía desde su lado en la cama, pero yo no podía mirarle
directamente a los ojos, me sentía demasiado avergonzada
por el hecho de haber estado soñando con él, sin apenas
conocerle.
-¿Ocurre algo?- Me preguntó con la suavidad de un ángel,
al tiempo que su mano se colocaba sobre mi mejilla.
-No, todo está bien.- Le mentí.
-¿Has tenido una pesadilla?, ¿quieres que salgamos a que
nos dé un poco el aire?
-No podemos salir.- Le recordé.
-Podemos,- Rió.- siempre y cuando no nos pillen.
-¿Te puedo hacer una pregunta?- Dije sin apartar mis ojos
de los suyos.
-Claro, pregunta.- Accedió.
-Yo… esto… nada, déjalo.- Me corté.
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-No, Violet, ¿qué me ibas a preguntar?-insistió.
-Solo quería… saber un poco más… supongo.- No me lo
había inventado del todo pero, aún así, se notaba a leguas
que era una mentira.
-¿Sobre?- Insistió de nuevo.
-Déjalo Erik, estoy cansada.- Me giré para darle la espalda
en la cama.
-Violet, por favor, no me des la espalda.- Me suplicó.
-¿Puedes irte, por favor? Necesito pensar.
-Te dije que quería dormir contigo.
-Sí, pero aún no me has dicho porqué.
-Porque quiero estar cerca de ti.- Contestó como si fuese lo
más natural del mundo.
-Eso no responde a la pregunta.- Me quejé.
-Mierda, Violet, hay veces que es muy difícil hablar contigo.
-Eso es porque no me conoces lo suficiente.
-Lo sé, ya lo sé y aunque quisiera que eso cambiase,
parece que tú tienes tendencia a alejar a todo el mundo de ti.
-Es complicado… muy complicado… por favor, déjame
sola.- Le supliqué.
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Erik no se movió ni un ápice. En lugar de eso me abrazó muy
fuerte. Yo sabía que tenía que alejarme de él, pero me era
imposible. Algo muy dentro de mí me decía que no me
alejase de él porque, aunque solo le conocía de un par de
días, se había convertido en una persona demasiado
importante para mí.
-Erik, vale ya, por favor.- Me resistí.
Erik me obligó a darme la vuelta, hasta que quedé colocada
boca arriba, y se colocó sobre mi cuerpo, aprisionándome.
Ambos sabíamos lo que nos estaba pasando, pero ninguno
de los dos estaba dispuesto a dar su brazo a torcer y, por
mucho que me doliese, debía alejarme de él. Mi problema
era solo mío, no podía involucrar a nadie más y, respecto a
nuestros sentimientos… deberíamos olvidarlos, volver a
empezar desde el principio, empezar desde cero, como era
mi intención desde el principio, sin más complicaciones de
las necesarias, sin distracciones, negando… negándome a
mí misma.
Erik pareció darse cuenta de cómo me sentía porque se hizo
a un lado de inmediato y nos volvió a arropar.
-No llores por favor.- Mis ojos, anegados en lágrimas, se
cerraron y un par de gotas fueron a parar a la mano de Erik.
-Mi vida… la odio… es demasiado complicada.- Logré decir
entre sollozos.
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-Duerme, pequeña, duerme.- Sus brazos rodearon mi
cuerpo, proporcionándome un calor y una paz que hacía
mucho tiempo que no sentía.
Por la mañana, nada más despuntar los primeros rayos de
sol, me levanté, procurando no despertar ni a Erik ni a Cybille
y salí del cuarto en pijama para, acto seguido, bajar por las
escaleras y plantarme frente al retrato de Reesha Valentine.
Quería averiguar más de ella y lo único que tenía hasta el
momento era aquella pintura.
-¡Mierda, me he quedado dormida!
Mi corazón dio un vuelco y, nada más recuperar la cordura,
empecé a descojonarme. Resultaba extraño que alguien
dijese eso precisamente un sábado, que no había clase y…
pensándolo bien, aquella voz me era familiar.
Aparté los ojos de la pintura y ascendí de nuevo las
escaleras en dirección al dormitorio pero, cuando llegué,
lamenté sobremanera no haberme quedado abajo. Cybille
parecía histérica. Iba de un lado a otro de la habitación como
una posesa, unas veces con un cepillo de dientes en la boca,
otras con una prenda y un cepillo de pelo. En cuanto me vio
aparecer, me sonrió y me señaló en dirección a mi cama,
donde Erik estaba tumbado, con la cabeza sujeta por uno de
sus brazos, mirando a la histérica Cybille con cara de pocos
amigos. Suspiré.
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-¿Te vas a algún lado?- Le pregunté a Cybille en cuanto
conseguí detener sus desenfrenados movimientos.
-He quedado con mi abuela.- Me dijo muy rápido.- Y ya
llego tarde.- Me dio un fugaz abrazo y volvió a su lado de la
habitación para terminar de vestirse, de ropa de calle, por
supuesto.
-Y tú,- Miré a Erik de soslayo.- haz el favor de salir ya de mi
cama.- Enfaticé.
-Ni hablar.- Me contestó.
-Pasa un buen finde.
Cybille me estrujó contra su pecho muy fuerte, antes de salir
por la puerta, cargada tan solo con una pequeña mochila,
algo del todo extraño en ella aunque, si bien cabe decir,
todavía no la conocía demasiado bien.
Erik continuaba tumbado en mi cama, como si no hubiera
escuchado nada de lo que le hubiera dicho. Me acerqué a él
con los brazos cruzados esperando, así, hacerle entrar en
razón.
-¿Piensas quedarte toda la vida ahí?- Le dije con
sequedad.
-"La sangre es vida y la vida es efímera", "Desea la sangre
del crepúsculo y huye de lo vivo", "La vida dará mil vueltas y
tu existencia quedará definida", “La luna y el sol, dos almas
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complementarias”, “Los elegidos obtendrán la llave del
poder”.
-¿Qué… has dicho?- Erik sonrió y sacó sus manos de
entre las sábanas, dejándome ver lo que sujetaba: el libro
demoníaco. Sujetaba el libro demoníaco.- No…- Estaba
clavada en el suelo por el terror.
-No te preocupes,- Dijo sonriente.- no la voy a palmar.
-¿Cómo…?- Erik guardó el libro de nuevo en la caja de
plomo y se levantó. En un abrir y cerrar de ojos tenía su
cuerpo muy cerca de mí y sus firmes brazos rodeaban mi
cintura.
-Es nuestro destino.- Me susurró al oído.
-¿Cómo… lo has sabido?
-Por tu parecido con…
-¡No, yo no me parezco en nada a ella!- Grité apartándome
de él con brusquedad.- Y no entiendo nada, no lo entiendo.
-Yo no soy quien para explicártelo, de modo que, si
quieres, mi padre te lo contará.- Dijo pausadamente.- Voy a
pasar con él este finde.
-¿Quién soy?- Solté de repente.
-Eres Violet Lazzaro.- Respondió.
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- Yo no me refería a eso.
La puerta del dormitorio se tambaleó, al igual que todos los
muebles. Erik me abrazó mucho más fuerte que antes
aunque, por desgracia, el sonido de un teléfono móvil le quitó
encanto a la escena. Erik me soltó y caminó hacia su lado de
la habitación. El teléfono no hacía más que sonar y sonar
hasta que por fin Erik dio con él, entre las sábanas de su
cama. Lo cogió y se lo puso a la oreja.
-Erik.- Dijo.- Sí, de acuerdo.- Susurró y colgó el teléfono.-
Prepárate, nos vamos.- Me dijo poniéndose un jersey encima
del pijama.- No tenemos demasiado tiempo, así que haz
como yo.
-¿Tengo que ir?- Me quejé y me senté sobre la cama.
-Sí.- Dijo de forma autoritaria.- Y no te olvides del libro.-
¡Vamos!- Me llamó la atención al ver que ni tan siquiera
había comenzado a vestirme.
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7. Luchar o morir
Erik se veía furioso. No le había hecho el menor caso y eso
le había hecho obligarme a vestirme y a sacarme a rastras
de la habitación. Ahora viajábamos en un coche lo
suficientemente grande para asemejarse a una limusina y,
aunque el paisaje de fuera era espectacular, yo no me
estaba fijando. Estaba nerviosa y no solo por el hecho de
viajar con Erik muy pegadito a mí para que no huyera al
primer momento, sino porque tenía sobre las piernas la caja
de plomo que contenía el libro demoníaco.
-Que sea la última vez que te comportas como una niña.-
Soltó nada más traspasar las vías del tren.
-Me comporto así porque nadie tiene narices a contarme
nada y, además, ¿quién eres tú para decirme lo que tengo o
no tengo que hacer?, ¿solo hace dos días que te conozco y
ya estás dándome órdenes?
Erik no dijo nada más, solo se quedó mirando el paisaje y
suspirando. A veces le oía refunfuñar algo, pero no entendía
muy bien lo que decía, de modo que me limitaba a divagar
en mis recuerdos para pasar el rato hasta que llegáramos a
nuestro destino.
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-Bueno, ¿y qué tal te va en Luna Llena?- Preguntó el
conductor tomando una curva.
-¿Luna Llena?- Pregunté confusa mirando de reojo a Erik.
-Se refiere al internado.- Me aclaró Erik en un susurro.
-A, pues… es un poco… extraño.- Dije al fin.- Y los
profesores son… esto… muy amables.
-¿Te sientes segura?
-No mucho, la verdad,- Dije con la cabeza gacha.- pero
como nunca me he sentido así, no sabría decirlo con
exactitud.
-No intentes huir.- Me susurró Erik y su mano se acopló a
la mía muy fuerte.
-Lo haré si hay algo que no me agrada.- Le amenacé y la
sonrisa de Erik me turbó.
-Tan cabezota como siempre, ¿no?
-Ni que me conocieras tan bien.- Solté.
Erik giró su cabeza con brusquedad. De seguro le había
molestado algo que hubiera dicho pero, como no entendía
nada de lo que estaba pasando, me daba exactamente igual
que se enfadase, o no.
En la última curva, entramos por un camino de tierra hacia
una gran mansión. A los lados del camino había unos
55
jardines grandiosos y bien cuidados, tan bien, que parecían
artificiales. La mansión se erigía espléndida al final del
camino y no me costó determinar que pertenecía a una
persona rica, lo que me produjo pavor. ¿Por qué me había
traído Erik allí?, ¿acaso era la residencia de su padre?, ¿o
tan solo se trataba de una especie de hotel? A juzgar por su
aspecto, no tenía pinta de tratarse de ningún hotel y eso me
ponía más nerviosa aún. Si resultaba ser cierto que se
trataba de la residencia del padre de Erik y, por consiguiente,
la del mismo Erik...
-Relájate, Violet.- Me suplicó Erik al tiempo que
descendíamos del vehículo y nos encaminábamos prestos
hacia la puerta de entrada a la mansión.
-¿Dónde estamos?
-Es la residencia de la fundadora del internado,- Me
susurró traspasando el umbral.- aunque, aparte de ella, hay
varias personas más viviendo aquí.
-¿Tu padre y tú?
-Entre otros.
-¿Y qué hacemos aquí exactamente?
-¡Erik!
Una mujer de unos treinta años apareció corriendo por
nuestra izquierda. Su pelo largo, rubio y ondulado ondeó al
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compás de su rápido acercamiento. Cuando llegó hasta
nosotros se detuvo para recuperar el aliento y, aunque había
llamado a Erik, sus ojos negros estaban fijos en los míos y
me miraba como si yo fuese un fantasma, o algo parecido.
-¿Qué ocurre Nara?- Habló Erik muy calmado.
-Estamos en código rojo.- Respondió la mujer
apresuradamente.- Recibimos una llamada de los refugiados
del Mont-Tank y tu padre fue con algunos de nosotros.-
Explicó.- Eso fue ayer.- Añadió.- ¿Es Violet?- Dijo clavando
nuevamente los ojos en mí.
-Lo es.- Erik se había puesto muy tenso, lo sabía porque mi
mano, muy sujeta a la suya, estaba sufriendo las
consecuencias.- ¿Dónde está Reesha?
-¿Reesha?- Pregunté. ¿Podría tratarse de la misma
Reesha de la pintura?
-Está en la sala de control. Ella va a… ¿luchar?
-Aún hay varias cosas que hay que explicarle.- Dijo Erik
tirando de mí hacia un espacio abierto en el suelo, donde
unas escaleras permitían el paso al sótano.
-Vale, pero date prisa.- Gritó la mujer al tiempo que
desaparecía a toda mecha.- No tenemos demasiado tiempo
y tampoco podemos estar haciendo de niñeras en estos
momentos.
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-Disculpa a Nara, Violet.- Me dijo ayudándome a bajar por
las empinadas escaleras de madera.- Están un poco
nerviosos por aquí.
-Equipo Rojo, aquí Rayo de Luna, ¿me oís?
El sótano realmente tenía pinta de cuartel general. Todo
cuanto veían mis ojos parecía sacado de una peli de guerra,
tanto el panel de control, con las pantallas, los botones y
demás, como las armas. Espadas, hachas, cuchillos,
boomerangs, suriquens, todo tipo de pistolas, incluso alguna
que otra estaca de madera, estaba colocado muy
diligentemente en las vitrinas situadas por las paredes.
Sentado frente al panel de control, había un hombre y,
aunque solo le veía de espaldas, era joven, de unos treinta y
pocos.
-¡Erik, prepárate!
La voz de la mujer me pilló desprevenida, así como mis
rápidos reflejos al dar un paso atrás. Erik me asió fuerte del
brazo para impedirme la huída. Si no hubiera sido por él, lo
habría hecho pero, aquella mujer… no lograba a verla bien
pero… se asemejaba bastante a la mujer del cuadro.
-¿Qué haces ahí parado?- Gritó la mujer sin siquiera darse
la vuelta.- ¿No ves que tenemos prisa?
-Vale, en ese caso os la dejo aquí mientras tanto.
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La mujer se dio la vuelta tan rápido, que sus níveos cabellos
le ocultaron temporalmente el rostro. aun así, yo sabía que
se trataba de la misma mujer, la misma mujer del cuadro que
tanto me había embelesado, aunque ahora ella no vestía los
mismos ropajes de la pintura, sino un sencillo vestido de
color azul claro, con unas mangas tan largas, que le tapaban
casi la totalidad de la mano.
-Mi niña… Cuanto has crecido.- Me la quedé mirando,
embobada. En persona era incluso más hermosa.
-¿Vas a volver a irte?- Preguntó Erik de improviso.
-Es mejor así.- Susurró Reesha y por la expresión de la
cara de ambos supe que estaban sufriendo.
-¿No te vas a quedar ni tan siquiera para darle algunas
explicaciones a tu hija?- Me quedé mirando a Erik,
asombrada.
-Ahora lo más importante es recuperar a tu padre.- Le cortó
Reesha.- No tengo tiempo para reencuentros familiares, por
mucho que me duela. Ahora… ¡acata mis órdenes!
-¿Queréis dejar de hablar como si yo no estuviera aquí?-
Grité enfurecida y con las lágrimas recorriendo mis mejillas.-
¿Y qué es eso de que ella es mi madre?- Le grité a Erik.- ¡Mi
madre murió, por si no lo recuerdas!
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-La que conoces como tu madre, era mi hermana.- Soltó
Reesha clavando sus ojos en mí.- Fui yo la que te trajo a
este mundo y fui yo quien tuve que separarme de ti.- Gritó.-
Y he sido yo la que ha pasado los últimos quince años
preguntándome si estarías bien, o qué estarías haciendo y
soy yo la que debo volver a irme. Soy yo la que, por mucho
que quiera, jamás podrá ser feliz con el hombre que amo y
soy yo la que tiene obligaciones…
-¡Ya basta!-grité.
El rasguño que me hizo Erik al zafarme de él, no fue ni tan
siquiera comparable al dolor y la impotencia que sentía…
-No la hemos encontrado.- Dijo Nara mordiéndose el labio
de rabia.
-Perdón, ¿me he perdido algo?- Dije más confundida que
nunca. ¿Había estado soñando otra vez despierta?
-¿Te encuentras bien, Violet?- Erik me soltó la mano y su
brazo rodeó mi cintura.
-Supongo que estoy… algo cansada.
-Nara, vamos arriba a descansar.
-Os doy una hora,- Accedió Nara.- nada más.
-Será suficiente.
60
Erik empujó mi cuerpo escaleras arriba y, mientras subíamos
por las empinadas escaleras de madera, no podía dejar de
pensar en que me estaba volviendo completamente loca. Mi
cabeza me estaba jugando muy malas pasadas y, si no fuera
porque Erik me tenía bien sujeta, de seguro habría huido de
aquel lugar. La caja de plomo que llevaba bajo el brazo,
pesaba mucho más ahora que cuando había llegado a
aquella casa y, por si fuera poco, los párpados parecían
pesar una tonelada.
El pasillo al que habíamos dado a parar estaba
generosamente iluminado, tanto que mis ojos se cerraban
casi involuntariamente, señal de que estaba demasiado
cansada como para mantenerme despierta, aunque no sabía
muy bien cómo había sucedido.
-Es aquí.- Me susurró Erik y mis ojos, que se habían
cerrado unos instantes, se abrieron paulatinamente.
Erik abrió la puerta despacio, lo que me permitió habituarme
a la penumbra que reinaba en el interior. Suspiré al tiempo
que entraba en el dormitorio, con Erik sujetándome bien
fuerte. La habitación en sí, no parecía nada del otro mundo.
Una enorme cama se localizaba justo en el centro del
dormitorio y, a su lado, podían distinguirse un par de mesillas
de noche. El armario tenía casi la misma envergadura que la
cama, lo que me hizo sonreír por un momento y la
decoración de las paredes era sencilla, sin florituras por
61
ningún lado, aunque sí un par de posters y unas cuantas
fotografías, pegados a la pared.
-Violet.- Me llamó Erik guiándome hacia la cama y
tumbándome sobre ella.
-¿Sí?- Susurré.
-La situación que tenemos entre manos es bastante
complicada.- Me susurró tumbándose a mi lado.
-Lo sé.- Musité.
-¿Lo sabes?- Medio gritó Erik.
-Soñé contigo ayer.- Le confesé entre dientes.- Y hace
unos minutos he tenido como una especie de visión.- Añadí.-
Es difícil de explicar, por eso sé que debo pelear… aunque
no lo entienda… todavía.
-¿Estarías dispuesta?- La mano de Erik sobre mi mejilla
me hizo estremecer.
-Debo hacerlo…- Dije pausadamente.- Sé que debo
hacerlo… Sé que debo vivir… Pero luego quiero una
explicación de todo lo que está ocurriendo aquí.
-Te lo prometo. Ahora descansemos un poco.
-Sí… estoy tan… cansada…
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8. La misión
Estaba realmente cansada pero, aun en esa situación, no
lograba conciliar el sueño. No sabía lo que estaba pasando
y, por lo visto, nadie quería contarme nada. Sabía lo que
tenía que hacer y estaba nerviosa por ello pero, ¿qué sentido
tenía? Y, sobre todo, ¿por qué me sucedía a mí?
La visión de Erik dormido era incluso más hermosa que
cuando habíamos dormido juntos en el internado. En aquella
ocasión también había soñado despierta y, por alguna
extraña razón que no llegaba a comprender, sabía que todo
lo que había visto era real, que no se trataba de ninguna
ilusión, pero no quería creerlo, no podía creerlo, me negaba
a creerlo.
-¿No puedes dormir?- Los brazos de Erik rodearon fuerte
mi cintura y tiró hasta que ambos quedamos lo más
pegaditos el uno al otro posible.
-No.- Respondí en un susurro.- No comprendo lo que está
pasando.
-Tu madre no te dijo nada, ¿verdad?
-Mi madre murió, Erik, ya es hora de que te entre en la
cabeza.
63
-Sí, Violet, eso lo sé, a lo que me refería es…
-No me dijo nada.- Le corté con suavidad.- Me entregó el
maldito libro y al día siguiente murió. Fue mi tío quien me
llevó a… ¿cómo habéis dicho que se llamaba?… a… Luna
Llena, eso es.
-Ya veo.
-Yo solo quiero que pase todo esto, hacer lo que tenga que
hacer y volver a vivir como una quinceañera normal y
corriente.
-Violet, algunos no tienen elección.- Soltó Erik de
improviso.
-¿Con eso me estás diciendo que no tengo elección, que
no seré normal nunca más?- Lloriqueé.
-Tampoco yo tuve elección.
-¿Cuánto tiempo hace que haces… bueno, lo que haces?-
Pregunté. Erik sonrió.
-Violet,- Sus dedos se entrelazaron en mi cabello.- tienes
que estar muy segura de estar preparada.- Susurró.- ¿Lo
estarás?- Preguntó al fin.
-¿Acaso puedo estarlo sin saber a qué me enfrento?-
Escupí con rabia. Erik volvió a sonreír.
-¿Nos vamos a preparar?
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-¿Por qué narices no contestas a mis preguntas?
-No puedo, Violet.- La cercanía de Erik me estaba
poniendo realmente nerviosa.- Eso lo entiendes, ¿verdad?
-Erik,- Me incorporé en la cama con tanta brusquedad, que
me mareé. Al instante, los brazos de Erik estaban otra vez
sujetando mi espalda y mi cintura.- ¿porqué te comportas
así, conmigo?- Musité.
-Tampoco puedo responderte a eso.- Me susurró al oído.
-¿Hay algo a lo que sí me puedas responder?- Grité
exasperada.
Erik no reaccionó, de modo que retiré sus brazos de mi
cuerpo y me levanté.
-¡Acabemos con esto!- Grité y me dirigí a la puerta.
-¡Espera, Violet!- Erik agarró mi brazo con rudeza.
-Si no vas a responder a mis preguntas, es mejor acabar
con esto de una maldita vez, aunque no tenga ni idea de
cómo hacerlo.- Solté al tiempo que tiraba de mi brazo para
liberarlo de la presión.
-Violet, por dios, que yo no te pueda decir nada, no quiere
decir que no te vayamos a contar nada.- Me di la vuelta para
encarar a Erik.
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-¿Y se puede saber porqué tú no me puedes decir nada?,
¿acaso no somos compañeros?- Grité ocultando el rasguño
que me había hecho en el brazo.
-Es más complicado que eso, Violet.- Gritó Erik y su
repentino abrazo me dejó pasmada.
-En cuanto esto acabe,- Me aparté de él y le di la espalda.
Sorprendentemente mi brazo ya se había curado, pero Erik
no pareció darle ninguna importancia.- ten por seguro que no
te volveré a dirigir la palabra.- Y nada más pronunciar esas
duras palabras, se me saltaron las lágrimas.
Nara ya nos estaba esperando en el recibidor de la mansión
cuando hicimos acto de presencia. Nos miró recelosa, pero
no dijo nada, tan solo nos guió al sótano, el mismo en el que
yo había visto a Reesha, y nos señaló la vitrina de las armas.
No había nadie más allí, tan solo nosotros tres, pero la
tensión se respiraba en el ambiente, como si una batalla
silenciosa hubiera empezado ya.
-No tenemos demasiado tiempo.- Dijo Nara mientras hacía
algo sobre el panel de control.
Me armé de valor y abrí las puertas de la vitrina de las
armas, bajo la sorpresa de Erik.
Al principio pensé en coger como arma un hacha enorme,
pero una de las espadas llamó mi atención, de modo que la
cogí y la desenvainé. Era ligera, fácil de manejar y algo en mi
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interior me impulsaba a poseerla. La empuñadura de cuero
se acoplaba a mi mano a la perfección y la hoja refulgía con
una flamante belleza. Pero había algo más, algo que me
hacía pensar que no se trataba de una espada normal y
corriente y era que la hoja estaba… ¿mellada? El centro de
la misma estaba dispuesto en forma de canal y éste se
bifurcaba hacia el filo, disponiendo cinco canales más y, lo
más extraño de todo, sin duda, era la curvatura del lado de la
hoja más cercano a la empuñadura, que abría el paso hacia
el canalillo central. Además, ambos lados de la espada
tenían filo, algo extraño en una espada.
Erik recogió la vaina del suelo y volvió a enfundarla,
mostrando una sonrisa de oreja a oreja, al tiempo que me
arrebataba la espada de entre los dedos.
-Bien, Violet, cojamos el resto.- Y trasladó una pequeña
mochila a mis hombros. Yo asentí bastante poco convencida.
Eché otro vistazo a la vitrina y fui metiendo en la mochila las
armas pequeñas, tanto los pequeños cuchillos, como las
estacas de madera, así como todo cuanto me pareció que
podríamos necesitar, hasta que la bolsa estuvo totalmente
llena. Luego, me acerqué al panel de control, donde Erik y
Nara estaban discutiendo el plan. Nara se dio la vuelta y me
dirigió una cálida sonrisa, al mismo tiempo que me entregaba
un pequeño teléfono móvil de color plateado y un Walkie.
-Te pertenecen.- Dijo.- No los pierdas otra vez, ¿vale?
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-¿Otra vez?- Su sonrisa se contrajo y en ese momento
supe que Nara había dicho más de lo que debería.- Da
igual.- Suspiré.- ¿Y ahora qué?- Pregunté decaída.
-Sus localizadores están intactos,- Susurró Nara señalando
sobre el mapa de la pantalla unos puntitos parpadeantes de
color rojo sobre un área marrón.- pero tardaremos por lo
menos un día entero en llegar. Espero que resistan hasta
entonces.
-Son fuertes.- Erik colocó sus manos sobre los hombros de
Nara, consolándola.
-Deberíamos irnos ya.- Nara se puso en pie y me dirigió un
fugaz vistazo antes de dirigirse a la escalera de ascenso.-
Devuélvele la espada, Erik.
Y así fue como me vi envuelta en algo que ni yo misma
entendía y de lo que no podría escabullirme así como así.
La espada que llevaba colgada a la espalda se había vuelto
muchísimo más pesada, a medida que nuestros cuerpos se
abrían paso entre la maleza y, a pesar de haberme quitado la
sudadera y recogido mis pantalones hasta las rodillas, tenía
calor. Hacía un calor sofocante a pesar de la humedad. La
tierra estaba tan embarrada, que nos impedía el avance y
nuestros pies se hundían progresivamente, pero lo peor de
todo era el calor. Tenía tanto calor que estaba a punto de
desmayarme.
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-Descansemos un poco.- Gritó Erik mirándome a mí y
luego a Nara.
En ese momento mis piernas flaquearon y caí en redondo
sobre el barro, con la respiración entrecortada y el pulso
yéndome a mil por hora. Sentí los brazos de Erik que me
erguían sobre su regazo y sus manos me acariciaban el
rostro con suavidad, retirándome el barro que se me había
quedado pegado, pero lo que más me impresionó fue su
forma de mirarme, tan cariñosa y a la vez tan dura.
-¿Pasa algo?- Susurré apoyándome en él para levantarme.
-Estás desentrenada.- Susurró Erik sonriente.- Hacía
tiempo que no te veía tan indefensa.
Ya me estaba acostumbrando a que Erik hablase como si me
conociera de toda la vida, de modo que sonreí y comencé a
caminar de nuevo. Aún no había recuperado del todo las
fuerzas, pero quería resolver ese asunto lo más pronto
posible para regresar a la vida normal del internado.
69
9. Rescate
Mediodía, tan solo era mediodía y aún faltaba más de la
mitad del camino y ya me hallaba exhausta. Tenía razón Erik
cuando había dicho que estaba desentrenada, ahora lo
entendía.
-¿Te encuentras bien, Violet?- Dijo Erik a mi espalda.
-Ca…lor.- Dije.
Erik me pilló desprevenida cargándome a sus espaldas y
caminando a una velocidad vertiginosa. La maleza parecía
abrirnos el paso y Nara, quien había visto la escena
sonriente, nos seguía sin esfuerzo.
-¡Bá…Bájame, por favor!- Grité desesperada.
-Estate calladita y descansa un poco. Te bajaré cuando
sea la hora de comer.
Por más que trataba de comprender el comportamiento de
Erik, no lo lograba y yo estaba más confusa que nunca. Tan
solo hacía un par de días que había llegado al internado y,
aparte de intentar desentrañar el misterio que encerraba el
libro demoníaco, ahora debería luchar en una batalla que no
era la mía.
70
Mis párpados se cerraron sumiéndome en la oscuridad de un
sueño. En él yo estaba en una habitación con todas las
cortinas corridas, tumbada sobre la cama y tarareando una
melodía. Entre mis manos tenía un álbum de fotos…
-¡No!- Grité.
-Violet, tranquila, solo ha sido un sueño.- Erik me abrazó
muy fuerte.
-¡No!- Volví a gritar y mi mano sujetó la espada con fuerza.-
¡No ha sido un sueño, era real!
-Violet, relájate.- Intervino Nara.- Estamos en terreno
enemigo.
¿En terreno enemigo? Miré a mi alrededor. Estábamos
ocultos entre una arboleda y más allá había un claro con un
montón de tiendas de campaña. Había gente paseando de
un lado a otro, blandiendo sus armas y yo… ¿cómo podía
ser capaz de ver todo eso, si estábamos a más de un
kilómetro de distancia? Me zafé de Erik furiosa, me puse en
pie y desenvainé la espada. No sabía cuánto tiempo había
estado durmiendo, ni tan siquiera dónde me encontraba.
Empuñé la espada con firmeza y coloqué la afilada hoja
sobre el cuello de Erik.
-¡Dime qué está pasando!- Grité.- ¡Dime qué me está
pasando y porqué tengo esos sueños!
71
No hubo tiempo de respuesta, ya que un grupo de hombres
armados se acercaba a nuestra posición a una velocidad
sobrehumana. Di un paso atrás, tenía que huir de allí cuanto
antes, pero Erik me retuvo y negó con la cabeza.
-Tenemos que pasar por ahí.- Dijo muy sereno.
-¡Pero vienen a matarnos!- Grité.
-¿Crees que no lo sé?, pero mi padre y mis compañeros
están en aquella dirección y no te pienso dejar atrás.
Erik me agarró con fuerza del brazo que no sostenía la
espada y me obligó a correr en dirección al peligro. Diez
hombres armados hasta los dientes detuvieron nuestro
avance.
-¡Lucha!- Me gritó Erik.
Y nada más decirlo, arremetió contra uno de los hombres y le
partió el cuello como si nada y, cuando quise darme cuenta,
Nara ya se había cargado a otros dos y yo era incapaz de
moverme.
-¡Violet, a tu espalda!- Gritó Nara al viento.
Pero yo no me moví ni un ápice, hasta que la punta de una
flecha se clavó en mi hombro. Entonces fue cuando sentí la
rabia apoderándose de mí…
72
El filo de mi espada ensangrentada, mi ropa cubierta con el
líquido y un montón de cuerpos a mi alrededor, me
devolvieron a la normalidad, si es que eso era posible.
Jamás hubiera creído posible que yo pudiera hacer algo así,
pero lo recordaba. Recordaba cada movimiento, recordaba la
sensación al asestar el golpe mortal y…me sentía en el
cielo…
-Violet, abre los ojos.- La voz de Erik, tan lejana, me hizo
recobrar el sentido. Mis ojos se abrieron paulatinamente y
dibujaron la figura de Erik a mi lado.
-¿Qué me ha pasado?- Erik me impidió ponerme en pie y,
a cambio, sentí el dolor provocado por la extracción brusca
de la flecha.- ¡Ay!- Me quejé.
-En ese estado no creo que nos sea demasiado útil.- Soltó
Nara desde el árbol en que se había dejado caer.- Está
demasiado débil y no recuerda absolutamente nada. ¡Qué
mierda!
Me puse en pie furiosa y cogí de nuevo la espada, con la que
amenacé a Nara.
-¿Quién te crees que eres?- Vociferé.- ¿Me traéis con
vosotros casi a la fuerza y ahora dices que no os valgo?-
Apreté la hoja contra su cuello hasta que una fina línea roja
quedó dibujada en él.
73
-Lo siento, Violet, pero no puedo perder a Kai, lo entiendes,
¿verdad?- Las lágrimas de Nara me hicieron retroceder.
-Vosotros… me trajisteis contra mi voluntad.
Solté mi espada y eché a correr muy rápido hacia la
montaña, tan rápido que me sorprendí. Dos metros me
separaban del interior de una cueva rodeada de maleza y…
estaba sola, más sola que nunca. Coloqué la espalda contra
la roca y atisbé el interior de la cueva. Dentro no había
claridad pero, aún así, mis ojos distinguieron las jaulas y
unos… ¿hombres? no, eran monstruos, que paseaban
delante de ellas riendo.
-Tengo hambre.- Se quejó uno de los monstruos.
Se me encogió el corazón solo de pensar que… iban a
comerse a las personas de las jaulas. Las lágrimas afloraron
en mis ojos, pero sentía de nuevo fluir la rabia dentro de mí.
No tenía ni la menor idea de lo que estaba haciendo yo allí,
rodeada de monstruos y… con ansias de matarlos a todos.
Suspiré y me planté delante de la cueva a la vista de todos.
Los gritos de las mujeres y los niños atravesaron mis
tímpanos. Avancé, me interné en la cueva sin pensármelo
dos veces. La oscuridad me envolvía y los monstruos reían
satisfechos. Cerré los ojos y aguardé pacientemente.
-¡Cógela, Violet!
74
Me di la vuelta y agarré la hoja de mi espada, derramando mi
sangre sobre el canal. Erik y Nara estaban a mi lado
sonriendo divertidos.
-¿Vamos?- Dijo Erik.
El fuego de mi interior se avivó justo a tiempo para esquivar
la garra de uno de los monstruos y mi espada cortó su brazo,
haciéndole emitir un rugido de dolor, pero yo me había vuelto
insensible, de modo que le corté el otro brazo y luego una
pierna y luego la otra y, por último la cabeza de aquel
monstruo, hasta que su cuerpo inerte y sin miembros se
desplomó sobre la piedra.
Los niños gritaban cada vez más, pero yo era incapaz de
oírlos. Mi cabeza estaba concentrada en acabar con aquellos
horrendos seres…
De nuevo aquel sentimiento me embargaba. Tenía que
acabar cuanto antes… antes de que cayera inconsciente de
nuevo. Mis habilidades de lucha habían mejorado, como si
ya hubiera aprendido todo aquello antes, como si cada
movimiento con la espada formase parte de mí.
Clavé la espada en la piedra y me acerqué a una de las
jaulas. Varias personas estaban tendidas sobre los barrotes,
con un montón de sangre sobre sus cuerpos y el resto,
mayoritariamente niños, me observaban esperanzados. Les
dediqué una sonrisa mientras desmantelaba el cerrojo,
dándoles la libertad. Los niños se abalanzaron sobre mi
75
cuerpo, llorando, pero yo no estaba pensando solamente en
ellos, sino que debíamos sacar de allí a las personas que
estaban inconscientes.
-Mami, mami.- Me agaché para hablar con una niña rubia
con coletitas.- La abuelita, hay que sacar a la abuelita.
Me puse en pie. ¿Había alguien más allí cautiva? Si ese era
el caso, teníamos que sacarla también. Miré a Erik y a Nara
de reojo. Erik asintió con una sonrisa, de modo que me
adentré en el pasadizo de la cueva. Podía escuchar una
respiración entrecortada que parecía pedir ayuda a gritos y,
cuando llegué hasta la estancia de donde provenían los
jadeos, me paré en seco. Había dos personas allí, no una.
Una de ellas era un hombre y la otra era una hermosa mujer
y estaba… desnuda…
-Reesha…- Susurré.
76
10. Una parte de mi vida
La mujer del retrato estaba delante de mí, con los ojos
cerrados y completamente desnuda. Me acerqué despacio.
-¡Violet, cuidado!
Me giré en todas direcciones para determinar el punto de
origen del ataque, pero ya era demasiado tarde. La punta de
una espada me sobresalía a la altura del corazón y, con un
fuerte y brusco tirón, caí de bruces. Las carcajadas de un
hombre se hicieron eco en mis oídos pero, mi espada, como
si cobrase vida propia, aunque fue mi mano y mi voluntad
quien la empuñó, se me clavó en el vientre y atravesó a mi
atacante.
-¡Tú…!
La sangre brotó por encima de mi hombro, al tiempo que
extraía con brusquedad la espada y lograba darme la vuelta
con dificultad.
-¿Quién demonios eres?
El hombre se desplomó a mis pies y, de no haber sido por
los fuertes brazos de Erik que me sujetaron, Habría caído
también.
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-Estoy cansada.- Susurré.
-Lo sé, vamos a salir de aquí y te prometo que te lo contaré
todo… Pero aguanta, por favor… solo un poco más.
-Yo estoy bien.- Mis ojos se clavaron de nuevo en la mujer
y el hombre, quienes parecían totalmente inconscientes.-
Pero Reesha y… el hombre…
-Tranquila, sacaremos a mi padre y a Reesha de aquí, pero
necesito que me ayudes, que te mantengas consciente.
-¿Tu padre?
-Sí, es mi padre y ella… ella es…
-Mi… mi… madre.- Las palabras salieron de mi boca, igual
que si hubiera sabido desde un principio aquella verdad.
Logré mantener el equilibrio a duras penas, mientras Erik
desataba a nuestros padres y los recogía del suelo,
llevándolos a mi posición y, colocándome los brazos de
Reesha sobre mi cuello, salimos de la cueva, donde… un
helicóptero nos estaba esperando pacientemente y Nara
estaba dentro y nos ofrecía la mano sonriente.
El peso de mis hombros cesó y, justo en ese momento, mi
cuerpo me dejó de responder y me desplomé sobre las
rocas.
78
La luz del día me cegó, al tiempo que intentaba incorporarme
en la blanda superficie, sin conseguirlo. Unos fuertes brazos
devolvieron mi cuerpo al blando colchón.
-No te muevas, Violet.- Sentí los dedos de Erik rozándome
la frente.
-Erik.- Susurré.- Lo siento… ¿Estás bien?
-Tranquila, estoy bien y no eres tú quien debe disculparse.-
Me susurró al oído y, en ese momento me di cuenta que
estaba tumbado en la cama, conmigo.
-¿Los demás están bien?, ¿y… Reesha?
-Están todos bien, se están recuperando bien.
-Me alegro.- Susurré.
-Tenemos una reunión antes de regresar al internado.
-Vale.- Esta vez sí dejó que me incorporara, aunque con
dificultad.- ¿Ahora?-pregunté.
-Dentro de un ratito pero, si te ves con fuerzas, podemos
bajar ya.
-Sí.- Mis pies rozaron el suelo.
Me puse en pie y aguardé el apoyo de Erik. No sabía cómo
había sucedido, pero había llegado a depender de él, igual
que si formase parte de mi familia, igual que si fuese mi
79
familia, lo sentía y la cabeza me daba mil vueltas, pensando,
pensando que la separación entre nosotros iba a ser
demasiado dura y no quería por nada del mundo pasar por
ello pero, sabía que en eso no tendría elección posible, por
mucho que deseara que no fuera así. El hecho de ser yo la
propietaria de aquel libro… esa era la razón de todo y, por
más que en la reunión me revelasen algo importante, no
podía encariñarme demasiado con ellos, ya que debía
separarme de ellos para protegerlos a todos… de mí misma
y del maldito libro.
Erik me llevó despacio hacia las escaleras y, al verme
suspirar, se detuvo y aguardó hasta que yo estuve lista para
afrontar el dolor de bajar las escaleras. Él también había sido
herido en la batalla, pero actuaba como si no hubiera sido
así, ya que su cuerpo se movía ágil y no había ni rastro de
dolor dibujado en su perfecto rostro.
Tardamos más tiempo del esperado en bajar las escaleras,
pero una vez llegamos abajo, un hombre, que reconocí como
el padre de Erik, nos estaba aguardando pacientemente. Se
trataba de un hombre joven de unos treinta y pocos, con el
cabello negro y más bien largo y una incipiente barba, señal
de que no había tenido tiempo de afeitarse. Sus ojos eran
grandes, de un color azul intenso y nos observaba a Erik y a
mí cariñosamente.
-Celebro que ambos estéis bien.- Dijo con suavidad.- Me
alegro de verdad.
80
-Papá…
-Ya, lo sé.- El hombre me ofreció cordialmente la mano.-
Puedes llamarme Carl.
-En… Encantada… Yo soy…
-Violet Lazzaro Valentine.- Me presentó.- Lo sé preciosa,
ahora vamos, tenemos que hablar de muchas cosas.
Cuando entramos en la sala de estar, los cuchicheos
cesaron, haciéndome sentir de lo más incómoda. Varias
personas estaban mirándome expectantes desde sus
asientos en la mesa central. No sonreían, ni nada, tan solo
miraban y miraban mi cuerpo. Cerré los ojos al tiempo que
Carl me llevaba del brazo hacia una silla vacía, donde no
tuve más remedio que sentarme. Suspiré a la vez que
cruzaba los brazos sobre la mesa, ¿dónde se supone que
me había metido? Aquella gente no dejaba de mirarme y yo
me sentía demasiado fuera de lugar.
La puerta se abrió de nuevo y una bella mujer entró
elegantemente en la sala y tomó asiento a mi lado. No quería
mirar, no quería ver a la hermosa mujer que decía ser mi
madre, no quería… pero lo hice. Mis ojos se clavaron en los
suyos. Hermosa, realmente era hermosa, pero sus ojos
denotaban una tristeza incapaz de comprender y… yo era la
razón de aquella tristeza, lo sabía, lo veía, de modo que
cerré los ojos, pero el tacto de su mano sobre mi mejilla me
81
impresionó. Ahora me sonreía, pero yo no podía hacer lo
mismo.
-Mi señora,- Habló una de las mujeres sentadas a la mesa,
cuyo cabello era tan largo, que llegaba hasta el suelo,
aunque lo que más me impresionó fue que había cruzado su
brazo derecho hacia el corazón y había agachado la
cabeza.- ¿ya estáis bien?- Preguntó.
-Sí.
No pude resistirlo más, todo esto era demasiado raro para
mí. Me levanté de un brinco y caminé deprisa hacia la salida,
pero Erik rodeó mi cuerpo con ambos brazos y detuvo mi
avance.
-¿Ya estás huyendo otra vez?- Me di cuenta de que tanto
Reesha como Carl nos rodeaban a ambos.
-Tengo… Tengo que irme… ahora.- Varias lágrimas
desbordaron de mis ojos. Erik suspiró.- No quiero… nada de
esto.
-Te llevaré a casa.- Dijo sujetándome la mano con fuerza.
-¡Erik!
-¡Ya basta!- Gritó.- Yo mismo se lo contaré todo, la haré
recordar, pero será su elección, la que yo no tuve.
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-Erik, sabes que no hay elección posible, por favor,
entiende.- Intervino Reesha suplicante. Erik suspiró, pero me
guió hacia el exterior de la casa.
La confusión reinaba en mi mente mientras caminaba junto a
Erik hacia el coche. El sol ya se ocultaba en el horizonte, de
modo que debían ser más de las seis, pero eso no
importaba, no importaba nada. Tan solo quería alejarme de
allí y cuanto antes mejor.
Cuando me di cuenta de lo que estaba ocurriendo, Erik ya
estaba sentado en el lado del conductor, arrancando el
vehículo.
-¿Desde cuándo sabes conducir?- Grité poniéndome a
todo correr el cinturón de seguridad y la frase que iba a
pronunciar a continuación, se me quedó clavada en la
garganta. Erik estaba más serio que nunca.
-Violet, ¿porqué no recuerdas nada?
-No… No lo sé.- Lloriqueé con las manos cubriéndome la
cara.- No sé qué tengo que recordar.
-Ya, si ni tan siquiera me recuerdas a mí, dudo mucho que
seas capaz de recordar el resto.
-¿A ti?- Susurré entre lágrimas.- ¿Tú y yo nos conocemos?
-Desde hace bastante tiempo, de hecho.- Me confirmó en
un susurro.- Pero eso no viene a cuento ahora mismo.
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-Estás enfadado.- Me acomodé en el asiento y crucé los
brazos sobre el vientre.
-No es eso, Violet, es solo que llevo demasiado tiempo
deseando verte y, cuando por fin lo consigo… Deberías
haber recuperado la memoria hace tiempo, tendrías que
haberlo hecho… ¡Mierda!, ¿porqué no lo has hecho?
-¡Cállate, imbécil!- Me envaré.- ¡Si supiera lo que
supuestamente tengo que recordar, lo haría, pero no tengo ni
idea!
-¿Qué sabes sobre la Gran Guerra?- Soltó de pronto. Yo
me relajé un poco, aunque seguía tensa.
-Mi madre… esto… mi tía… lo mencionó alguna vez, pero
no sé nada al respecto.
-Hace poco más de mil quinientos años tuvo lugar la que
se denominó la Gran Guerra.- Erik giró el volante para tomar
una curva.- Fue una batalla sin igual entre nosotros y los
hombres bestia, que llamamos Mork…
-¿Y qué tiene que ver eso conmigo?- Le interrumpí.
-Fueron dos familias las que intentaron erradicar a los
Mork,- Prosiguió.- cada una con un concepto distinto de lo
que… debían hacer con ellos.- Suspiró.- Tú, Violet, peleaste
junto a mí en la batalla…
-Pero… no puede ser… yo tan solo tengo quince años…
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-Puede que físicamente.- Me cortó.- El caso es que al final,
los conflictos entre ambas familias se hicieron más patentes,
hasta el punto en el que una de ellas se alió con los Mork.
Finalmente, logramos contrarrestarlos pero, aun hoy en día,
existen resquicios de aquella familia que traicionó sus ideales
y aún continúan quedando Morks dispuestos a acabar con
toda clase de vida sobre la tierra.
-¿Qué son los Morks?- Pregunté más por obligación que
otra cosa.
-Son una… mutación de la raza de los vampiros.
-¿Vampiros? Venga ya.- Me mofé incrédula.- Me estás
tomando el pelo, ¿no?
-A pesar de todo,- Continuó sin hacer caso de mi
comentario.- varios miembros de la familia de traidores,
renunciaron a su sangre y se unieron a nosotros.
-¿Quiénes son “nosotros”?
-Los miembros de la Cruz Roja.
-Erik, por dios.- Suspiré.- Pero, ¿es que acaso no te oyes
cuando hablas? ¿Cómo puedes estar hablando de vampiros
y otros seres imaginarios así, tan campante?
-Sé que es difícil de creer, pero es la pura verdad… Bueno,
una versión resumida, lo suficiente para ponerte al tanto
hasta que…- Se detuvo.
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-Hasta que ¿qué?- Insistí.
-Hasta que recuerdes.
-Vale, bien, estupendo.
Erik detuvo el coche frente a las puertas del internado y
apagó el motor. En cuanto lo hizo, me quité el cinturón de
seguridad, abrí la puerta y corrí como nunca antes lo había
hecho hacia el refugio del internado. Ya no estaba dispuesta
a escuchar más patrañas, que si vampiros… que si
Morks...eso tan solo eran cuentos para niños, aunque… aún
tenía miles de interrogantes que gritaban por ser resueltos,
pero de lo que sí estaba segura era de que no volvería a
hablar con Erik. Estaba dolida y, además, se lo había
prometido, por mucho que me hubiera costado hacerlo.
Ascendí las escaleras hacia los dormitorios y, una vez allí,
me dirigí presta hacia el cuarto, hacia mi lado de la
habitación, donde me hundí sobre el colchón de la cama y
me dejé llevar a las profundidades de los sueños.
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11. Mi vida, una gran mentira
La soledad del dormitorio me acompañaba. Hubiera deseado
encontrarme allí con Cybille, así por lo menos podría hablar
con alguien más o menos cuerdo, pero aún no había vuelto
de ver a su abuela y, quien no quería ver por nada del
mundo, era quien iba a aparecer en el dormitorio,
seguramente gritándome.
Se suponía que debía recordar pero, ¿cómo recordar algo
que ni siquiera has vivido?, ¿y cómo se supone que Erik y yo
ya nos conocíamos antes de llegar al internado?, y, en ese
supuesto, ¿cómo sabía él que iba a ir precisamente a ese
internado, si fue mi tío (si es que realmente lo era) quien lo
decidió de la noche a la mañana?
La puerta se abrió con suavidad, pero no quise darme la
vuelta, en cambio, sentí los pasos de Erik acercándose a mi
lado de la habitación.
-Violet,- Suspiré y giré mi cabeza. Erik estaba muy serio,
casi diría que triste, y, entre sus manos, llevaba un montón
de vendas.- hay que curarte,- Dijo- antes de que venga
Cybille.- Alargué una de mis manos para coger una venda,
pero Erik negó con la cabeza.- No podrás hacerlo sola,- Dijo
entre dientes.- además, no voy a ver nada que no haya visto
antes.- Esta vez sonreía picaronamente.
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Me incorporé desganada y le dejé actuar. Los diestros
brazos de Erik me retiraron la camiseta sin darme tiempo
siquiera a quejarme. Las vendas que cubrían mi cuerpo
estaban manchadas de rojo, pero cuando Erik las retiró,
dejando mi torso al desnudo, la herida ya estaba más o
menos curada, aunque todavía supuraba.
-Está bastante bien.- Comentó Erik cubriéndome de nuevo
el torso con una venda limpia.
-Ni que fueras médico.- Salté olvidándome por completo de
la promesa que había hecho de no hablar con él.
-No, pero tengo bastante experiencia.- Susurró acabando
de anudar las vendas.
-Erik…- Erik recogió las vendas de encima de la cama y se
levantó para irse, pero yo tenía un par de preguntas que
hacerle.
-Dime.- Accedió clavando sus ojos en los míos y tomando
asiento a mi lado, en la cama.
-¿Es cierto que tú y yo ya nos conocíamos de antes?
-Sí, nos conocimos en el año 572.
-¡Hace más de mil años…!
-Así es, por lo que asistimos de primera mano al desarrollo
de la guerra.
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-¿Cuánto tiempo duró la guerra?
-Siempre hemos estado en guerra, Violet, siempre habrá
alguien a quien matar para continuar manteniendo la paz.
-¿Cómo sabías que yo estaba precisamente en este
internado?
-Fue lo acordado.
-¿Mi tío es realmente mi tío?
-No, él no es más que un sirviente.
-¿Porqué murió mi… tía?- Ya no podía seguir llamándola
mi madre.
-Trató de deshacerse del libro.
-¿El libro?, ¿qué tiene que ver el libro en todo esto?
-Es un diario, pero también es una profecía, ¿has acabado
el interrogatorio?
-Quiero pruebas…- Susurré.
-Las hay.- Contestó de pasada al tiempo que salía de la
habitación.- Ve a hablar con el director.- Dijo a lo lejos.
¿Con el director?, ¿qué tenía que ver el director?, ¿acaso él
también era miembro de la Cruz Roja? Si antes estaba
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confusa, ahora lo estaba muchísimo más que antes y todavía
no había logrado de procesarlo todo.
Era de noche, el director no podía seguir en el despacho
pero, de todos modos, me encaminé hacia allí. Era imposible
perderse, ya que su despacho se hallaba en el piso superior,
en el ala opuesta a los dormitorios de los profesores, al fondo
de un largo pasillo apenas decorado con pinturas de paisajes
y algún que otro retrato. Una vez frente a la puerta, la golpeé
con los nudillos y la abrí sin permiso.
El director era un hombre joven, como todos allí en el
internado, de pelo moreno y sumamente corto y unos ojos
grandes y una mirada a veces dura a veces amable. Estaba
sentado en su silla, con un teléfono móvil pegado a la oreja.
Nada más verme, me hizo señas con la mano para que me
sentase en el sillón frente al escritorio.
-¿Entonces todo fue bien?- Le preguntó al teléfono.- Vale,
me alegro, estamos en contacto.- Y colgó el teléfono,
dejándolo descansar sobre la mesa.- Bien, ¿qué tal te
encuentras?- Me preguntó.
-Estoy bien.- Respondí desganada.
-¿Algún problema?- Insistió.
-Erik me ha dicho que venga a hablar con usted.
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-Ya veo, ¿problemas con Erik?- Volvió a insistir. Yo
suspiré.- Entiendo.
-No, usted no lo entiende.- Me puse a la defensiva.- He
perdido mi identidad de la noche a la mañana.
-¿Y te sientes mal por eso?- Sonrió.
-No… yo… Bueno, sí… un poco.- Farfullé. Ya no sabía ni
lo que estaba diciendo.
-Estás abrumada por cómo se comporta Erik contigo, ¿es
eso?- No respondí, en cambio bajé la cabeza.- Déjame
mostrarte algo.
El director abrió un cajón y sacó un enorme álbum de fotos,
el cual comenzó a hojear hasta que dio con lo que buscaba y
lo volteó para que yo pudiera ver la fotografía. Me quedé
helada. Se trataba de una fotografía en blanco y negro un
tanto demacrada, pero en ella pude distinguir a Erik y a mí a
su lado. Me la quedé mirando un buen rato hasta que, por
fin, el director retiró el álbum del alcance de mis ojos.
-Esa fotografía fue tomada el día de vuestra boda.- Se me
salió el corazón del pecho, ¿había oído bien?
-¿Acaba de decir que yo… y él…?- No pude acabar la
frase.
-Pues sí.- Suspiró.- Y lo recuerdo como si hubiese sido
ayer mismo. Recuerdo que estabas tan nerviosa que
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intentaste huir y tuvimos que ir todos a buscarte.- Rió.-
Aunque… fue una ceremonia un tanto movidita.
-¿Por qué lo dice?- Pregunté con demasiado ímpetu.
-Nos atacaron los Morks nada más acabar.- Así que yo
tenía razón y él era también miembro de la Cruz Roja.- Y tu
vestido… bueno, lo tuvimos que quemar.
-¿Cuánto tiempo hace que estoy… con Erik?- Pregunté.
-Ufff… hace ya tanto, que ni me acuerdo, pero… veamos…
si ahora estamos en el 2000 y la guerra empezó en el 500
más o menos y la boda fue en el año 631, llevas con él…
como unos mil cuatrocientos años, más o menos.
-¡Estará d broma!- Grité.
-Bueno, tuvisteis una pelea que duró… bastantes años, por
lo que podría ser menos.
-¡Pero, si eso es verdad, tendría más de mil años de edad!-
Vociferé exasperada.
-Pues… sí.
-Pero mi cuerpo es el de una niña de quince años.
-¿Eso es lo que te preocupa?- Rió.- No te preocupes, tu
pico de crecimiento está ya muy próximo.
-¿Cómo dice?
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-¡Ah, es cierto, no lo recuerdas!- Negué con la cabeza.-
Pues verás, básicamente, en tu decimosexto cumpleaños
humano tu cuerpo cambiará día a día hasta que cumplas los
veinte, cuando dejarás de crecer hasta el próximo pico de
crecimiento.
-¿Cumpleaños humano?- Repetí confusa.
-Violet, hay cosas que te puedo contar yo, pero el resto es
obligación de Erik el contártelas, el hacértelas recordar, de
modo que habla con él sobre todo lo que te preocupe y que
yo no te pueda contar, ¿vale?, ahora ve a descansar.- El
director se levantó para acompañarme hasta la puerta.- Te
doy permiso para saltarte la cena.
-Una pregunta más.- Dije mientras me ponía en pie.- ¿Qué
es la Cruz Roja?, ¿por qué fue fundada?- Pero al ver que el
director negaba con la cabeza, salí del despacho sin decir
nada más.
La conversación con el director me había aclarado bastante
poco, por no decir que me había dejado con más dudas.
Ahora resultaba que yo estaba casada, nada más ni nada
menos que con Erik, a quien apenas hacía dos días que
había conocido y, por lo que pude entresacar, yo no era ni
tan siquiera humana y tenía más de mil años de edad.
Suspiré y descendí las escaleras más que abatida y seguí
bajando escaleras hasta que me detuve frente al retrato de
Reesha. Lo quisiera, o no, siempre llegaba a aquel lugar
93
pero, me hacía sentir tranquila. Aquella pintura tenía algo,
algo que me mantenía en paz y hacía que todas mis dudas
quedasen a un lado.
-Violet,- No me había dado cuenta de que Erik estaba a mi
lado hasta que habló.- ¿vas a cenar algo?- Me preguntó.
Le dirigí una mirada de soslayo mientras ascendía de nuevo
las escaleras en dirección al dormitorio. Pensaba quedarme
sola para poder pensar, pero Erik me siguió y ambos
entramos juntos en el dormitorio.
-¿Estás enfadada?- Me preguntó acompañándome hacia
mi lado de la habitación.
-Esa no es la palabra que yo emplearía.- Susurré.- Más
bien es… confusión.- Los brazos de Erik me rodearon en un
fuerte abrazo y sentí su calor dentro de mí.
-Vamos a cocinar algo para comer, ¿vale?
Le seguí abstraída hacia la cocina y, mientras sacábamos los
ingredientes del frigorífico, unas patatas y unas cuantas
manzanas, me surgió una inevitable pregunta.
-¿Me sigues queriendo?- Solté y el cuchillo que estaba
empleando Erik para pelar las patatas, se le escapó de entre
los dedos.
-Nunca he tenido a otra mujer a quien querer más que a ti,-
Musitó.- aunque no lo recuerdes.
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-Lo siento.- Me disculpé casi a punto de llorar.
-Va, no te preocupes.- Dijo animado y con una sonrisa en
sus labios.- Son cosas que pasan.
-¡Ya estoy aquí!
Erik y yo nos echamos a reír a carcajada limpia y, cuando
Cybille entró en la cocina y nos abrazó, nuestras risas
llenaron la estancia entera y todo pareció volver a su cauce
normal.
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12. Melancolía
El lunes por la mañana me costó un triunfo levantarme para
ir a clase. Habíamos pasado casi la mitad de la noche
escuchando las batallitas de Cybille con su abuela y, al final,
Erik y yo habíamos vuelto a dormir juntos, cosa que ya
parecía ser una costumbre y de lo que Cybille, por suerte, no
se había percatado todavía.
No hablé con Erik en toda la mañana, ni durante el
desayuno, ni durante la comida, ni, por descontado, durante
la cena. Y así pasamos un mes entero y otro y otro sin
dirigirnos la palabra, aunque, por la noche, era normal vernos
a los dos durmiendo juntos. Cybille estaba empezando a
sospechar algo pero, cuando intentaba sacar el tema, tanto
Erik como yo nos hacíamos los tontos.
Las clases me iban mejor que bien, a pesar de los
enrevesados problemas de matemáticas, pero el paseo a
caballo montada sobre Luna me quitaba todos los males. Y
otro día empezaba y luego otro y otro y nuestra relación,
tanto con Erik como con Cybille, estaba a punto de echarse
por tierra.
-No podemos seguir así, Violet.- Me dijo Erik un día nada
más levantarnos para ir a clase.
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Era viernes y hacía un calor sofocante, húmedo y pegajoso
propio de la primavera.
-Estamos mejor así.- Dudé de si ponerme la chaqueta, o no
y al final decidí dejarla sobre la cama. Las medias ya daban
suficiente calor, como para tener añadidos.
-No lo estamos, y lo sabes.- Me rebatió interponiéndose en
mi camino hacia la puerta.
-¿Y qué otra cosa puedo hacer?- Grité. Por suerte Cybille
ya había bajado por su cuenta.- Ya no soy la que era.
-Sí lo eres.- Erik dio un par de pasos hacia mí y me rodeó
la espalda con sus brazos.- Violet, eres la misma, aunque en
estos momentos estés incompleta.- Me susurró.
-A eso es a lo que me refiero, Erik.- Dije deshaciendo su
atadura.- Puede que sea la misma por fuera, pero no
conozco a la persona que está dentro de mí.
-Porque lo olvidaste.- Dijo entre dientes, casi mordiéndose
el labio de rabia.
-No sé cuando pasó, ni porqué y, hasta que no lo averigüe,
prefiero mantenerme al margen de todos… aunque duela…
-Sí, es verdad… duele, y no te imaginas cuánto.- Dijo
retirándose y permitiéndome seguir mi camino.
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Quería perderme, desaparecer por completo. Jamás hubiera
creído posible sentir tanto dolor, pero lo sentía, como un
pincho clavándose una y otra vez, sin descanso.
Miles de dudas rondaban por mi cabeza, sin descanso, pero
la que más me atormentaba era la que tenía relación directa
con Erik. ¿Qué sentía por él? Había perdido todos mis
recuerdos pero… ¿y si ese sentimiento hubiera perdurado?,
¿y si la conexión que había sentido entre él y yo el día que
nos conocimos, o que volvimos a reencontrarnos, tenía algo
que ver con eso? Fuera como fuese, de lo que sí estaba
plenamente segura era de que me habían mentido durante
toda mi vida y eso era algo imposible de olvidar, y no es que
fuera rencorosa, ni nada por el estilo, pero dolía. Dolía saber
que la vida que había vivido hasta ahora no era más que una
mentira, una mentira de la que mi madre, mi tía, o lo que
fuese, había sido partícipe.
El desayuno me sentó como una patada en las narices, a
pesar de haber tomado tan solo un plato de arroz con leche.
Sentía mi estómago estallar y mi estado de ánimo dejaba
mucho que desear. Cybille estaba cada vez más distante, no
obstante trataba por todos los medios de animarme, sin
éxito.
Lo mejor del día eran los paseos a caballo pero, aún así, mi
humor no mejoraba, incluso algunas veces había estado a
punto de ponerme a llorar y no parar en años y, cuando
llegaron los exámenes finales, todo empeoró.
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Matemáticas: suspenso.
Biología: suspenso.
Historia: suspenso.
Literatura: suspenso.
Lengua: suspenso.
…
Un panorama desolador y todo por haberme quedado en
blanco durante los exámenes, por no haber sido capaz de
concentrarme lo suficiente.
En las dos semanas anteriores al comienzo del verano, fui
convocada al despacho del director.
-Violet,- Me habló el director.- no es que te culpe, sé que
ha sido un curso difícil para ti, pero no puedo permitir que
suspendas, y menos sabiendo cuánto te has esforzado por
aprobar.
-Lo siento.- Me disculpé.
-Las disculpas no valen.- Se puso en pie y se colocó firme
a mis espaldas.- Y menos cuando a Erik le ha pasado más o
menos lo mismo que a ti, aunque con menos suspensos.
-¿De verdad?- Pregunté sorprendida. El director asintió.
99
-De modo que he tomado una decisión: de ahora en
adelante y hasta bien entrado el curso que viene,
aprenderéis a convivir los dos juntos. Comeréis, estudiaréis y
lucharéis los dos, codo con codo.
-Él no querrá.- Susurré distraída.
-Ni él, ni tú.- Soltó.- Por ese motivo estaréis encadenados
el uno al otro.
-¿Y qué finalidad tiene hacer eso?- Me quejé.
-Aprenderéis a confiar el uno en el otro,- Respondió el
director colocándose a mi lado.- a comunicaros. Puede que
así arregléis vuestras diferencias y dejéis de…“suspender”
-¿Va a repetirnos los exámenes?- Pregunté de pronto. El
director sonrió.
-Por supuesto, y… un 7´5 en cada examen es la mínima
nota que debéis sacar los dos.
-¿Y si no llegamos?- Exclamé a modo de pregunta.
-¡Llegaréis!- Atajó.- Ninguno de los dos podéis fallar, o
ambos seréis castigados.
No quise preguntar por el tipo de castigo que se nos sería
impuesto si Erik o yo misma volvíamos a suspender. Tan
solo pensaba en lo duro y doloroso que iba a resultarme
100
pasar con Erik cada minuto del día, sin poder huir, sin poder
escapar de él.
El director regresó a su asiento y yo me acomodé bien en el
mullido cojín. De pronto, alguien llamó a la puerta del
despacho. No quise ni tan siquiera darme la vuelta para ver
quién era, ya que, lo más probable sería que se tratase de
Erik y tenía razón. Erik se acercó hacia donde yo estaba
sentada y tomó asiento a mi lado. No dijo nada y yo lo preferí
así.
El director abrió uno de los cajones de su mesilla y extrajo
dos fuertes grilletes y una cadena medianamente larga, que
dejó reposar sobre el escritorio. Erik y yo suspiramos a la
vez.
-Bien, ¿derecha o izquierda?- Me preguntó.
-Derecha… no, izquierda.- Respondí.
-Yo quiero derecha,- Intervino Erik cabizbajo.- para poder
conducir.
-Bien pensado, Erik, acércate.
Erik se levantó y se acercó al director, quien ya estaba
preparado con uno de los grilletes en sus manos. Lo ancló
bien firme a la muñeca derecha de Erik y, cuando acabó, me
dirigió una mirada. Me puse en pie desganada y di un par de
pasos hacia la mesa. El director tomó mi muñeca izquierda y
101
encajó bien el grillete. De la manera que lo había hecho,
insertando el pasador a presión, resultaría del todo imposible
quitárselos. Suspiré.
Una vez hecho esto, el director tomó unos alicates y abrió las
argollas de los extremos de la cadena, las acopló a ambos
grilletes y las selló. Volví a suspirar. Ahora Erik y yo
estábamos unidos de forma indefinida, hasta que al director
decidiera que ya era suficiente castigo.
-¡Pero qué narices os ha pasado!- Gritó Cybille cuando Erik
y yo hicimos acto de presencia en el dormitorio, peleándonos
con la cadena y discutiendo a grito pelado.
-¡Pregúntale al director!- Grité tratando de llevar a Erik
hacia mi lado de la habitación, pero él iba en la dirección
contraria y la cadena se tensaba y se tensaba y el grillete
hacía daño en la muñeca.- ¡A ver, Erik, o nos ponemos de
acuerdo, o no vamos a llegar a ningún lado!
-Si no fueras tan cabezota…
-Si no quisieras tener siempre la razón…
Las carcajadas de Cybille nos hicieron reaccionar y la risa se
apoderó de nosotros, olvidándonos de todo por unos breves
instantes.
-Me pregunto cómo os las vais a ingeniar para cambiaros
de ropa.- Cybille tomó asiento sobre su cama y aún seguía
102
riendo cuando al fin Erik y yo nos dimos cuenta de lo que
había querido decir.
-Yo me lo cargo.- Susurró Erik rascándose la mejilla.
-Lo chungo va a ser desvestirnos.- Musité agotada.
Erik tiró de la cadena y le seguí sin reproches hacia su cama.
Ya no tenía ganas de discutir y si la idea que tenía Erik en
mente resultaba relativamente plausible, no había razón
alguna para no seguirle.
Al principio pensé que se le había ocurrido intentar quitarnos
los grilletes, pero en cuanto lo vi sacar del cajón de su
mesilla de noche unas tijeras, se me cayó el alma a los pies.
-Con esto podremos quitarnos la ropa.- Erik colocó la hoja
de la tijera en la costura del hombro de mi camisa y comenzó
a rasgar la tela.- En cuanto a qué nos vamos a poner
después… ya improvisaremos.
Las carcajadas de Cybille no dejaban de retumbarme en los
oídos, pero tenía razón. La escena era demasiado chistosa
como para resistirse, aunque también resultaba demasiado
embarazosa, sobre todo por el hecho de que Erik volvería a
ver mi torso desnudo, en el cual ya no quedaba ni el más
mínimo rastro de aquella herida… de hace tiempo, ni tan
siquiera la línea de la cicatriz que debería haberme quedado
si yo… fuese humana…
103
13. Celos
La tarde de la víspera al primer día de vacaciones resultó un
descontrol total. Casi la totalidad de los alumnos del
internado cargaban maletas, corrían y gritaban
entusiasmados por el comienzo del verano, incluso Cybille ya
estaba preparando su partida y, aunque había dicho que
estaríamos en contacto, me sentía muy sola, a pesar de
estar encadenada a Erik.
Durante aquellas dos largas semanas no le había dirigido la
palabra ni tan siquiera una sola vez, aunque él había puesto
todo su empeño en tratar de hacerme hablar, pero yo me
sentía demasiado mal, como para conversar con él.
El tema de nuestro atuendo lo habíamos solucionado con
unos retales de tela, que ahora cubrían nuestro torso y
habíamos optado por dormir en mi cama, los dos juntos, ya
que la cadena que nos ataba era demasiado corta para mi
gusto.
La despedida con Cybille fue lo más duro que tuve que
soportar aquella tarde, incluso un par de lágrimas se
desbordaron de mis ojos y, cuando se subió al coche que la
llevaría junto a su abuela, el mundo pareció caer sobre mi
cabeza, pero no tuve demasiado tiempo para pensar, para
deprimirme, ya que un coche, que se me antojó familiar, se
104
había detenido frente a nosotros y el padre de Erik había
bajado de él y caminaba sonriente hacia nosotros.
-Hola chicos.- Dijo nada más alcanzarnos.- ¿Todo bien?
-Sí, bueno.- Pronuncié levantando mi mano izquierda y
mostrándole el grillete, a lo cual él estalló en carcajadas.
-Ha sido el director, ¿verdad?- Erik y yo asentimos.- Ya veo
que no cambiará nunca, por mucho tiempo que pase.-
Comentó entre risitas.
-¿A qué has venido, papá?- Atajó Erik muy nervioso y su
serio semblante me produjo un escalofrío.
-A llevaros a casa, por supuesto, ¿no es que estáis de
vacaciones?- Preguntó ahora confuso.
-Sí, lo estamos,- Admitió Erik en un susurro.- pero pensé
que…
-Yo no tengo casa a la que volver.- Salté de pronto
arrebatándole a Erik la palabra.
-No seas tonta.- Los brazos de Carl me rodearon en un
fuerte abrazo y no pude contener las lágrimas.- Que no lo
recuerdes, no quiere decir que no seas parte de la familia.
-¿Ha pasado algo, papá?
105
-Todo está tranquilo de momento, Erik, de modo que no te
preocupes tanto.- Los brazos de Carl se separaron de mi
cuerpo.- Ahora… ¿nos vamos?
-¿Mi… madre está bien?- Susurré. Aún no me
acostumbraba a llamarla de ese modo.
-Ella decidió volver a casa, con sus padres.- Respondió
Carl y por su semblante, serio y con un deje de angustia,
supe que no debía preguntar nada más.
Y ahora estábamos de regreso a la base de la Cruz Roja,
una organización creada para luchar contra los Morks, unas
criaturas espantosas, que no tenía ni idea de lo que en
realidad eran, aunque todo esto no eran más que
suposiciones mías, dados los escasos datos que me habían
proporcionado, pero estaba segura de no equivocarme
demasiado.
Habíamos avisado con antelación al director antes de partir y
la maleta que habíamos hecho a toda prisa se componía tan
solo de un par de retales de tela para cambiarnos y algunos
pantalones, y faldas, en mi caso. No nos había dado tiempo
siquiera de llevar algún tipo de calzado, además del que
llevábamos puesto, por lo que tendríamos que improvisar
algo sobre la marcha.
-¿Qué tal te sientes, Violet?- Me preguntó Carl sin apartar
la vista de la carretera y me di cuenta que se había puesto
unas gafas de sol.
106
-Estoy bien.- Mentí. A decir verdad estaba confusa,
nerviosa y más que un poco molesta con Erik.- ¿Por qué
lleva gafas de sol?- La pregunta salió de mi boca en un
suspiro.
-La razón es obvia.- Rió Carl.- Las llevo porque el sol hace
daño a mis ojos, ¿tú no sientes lo mismo?
-Bueno… un poco.- Confesé.
-Ya veo. Erik, ¿y tú qué tal?
-Podría estar mejor si no estuviera encadenado a esta niña
tonta.- Soltó más odioso que nunca.
-¡Erik, por dios, no hables así delante de ella!
-¡Ni delante de mí, ni a mis espaldas!- Grité más furiosa
que nunca por el comportamiento de Erik.- ¿Quién te crees
que eres para hablarme de ese modo?
-Tu esposo, creo yo.
-Aunque así sea, Erik, Violet tiene razón.- Intervino Carl
tratando de suavizar la situación.
-Lo… Lo siento.- Se disculpó Erik, aunque más bien
parecía una disculpa forzada.- Es solo que tengo… hambre.
-De acuerdo, aguanta un poco más. Estamos ya muy
próximos.
107
-Te ves como un yonki ansioso de droga.- Susurré
manteniendo el contacto visual con Erik.
-Si pudieras recordar, entenderías lo que está ocurriendo,
es más, sentirías lo mismo que yo, o parecido.- Me recriminó.
-Vale, pues perdona por no tener recuerdos de lo que, se
supone, debía de ser mi vida.
-Mierda, Violet, no quería decir eso.- Trató Erik.
-Pero lo has dicho.
-¡Basta ya!- Nos cortó Carl y la siguiente curva la tomó con
tanta brusquedad, que acabé sentada sobre las piernas de
Erik, de cara a él.- Así me gusta, que os llevéis bien.- Rió.
-Mierda, papá, ¿por qué narices siempre nos acabas
haciendo algo como esto?- Se quejó Erik, pero, aunque
parecía molesto, no se molestó ni tan siquiera en alejarme de
él.
-Es divertido ver vuestra reacción.- Rió Carl tomando otra
curva, esta vez mucho más suave.
-Siempre estás igual.- Se quejó Erik.
-¿Acaso hace esto a menudo?- Pregunté fijando mis ojos
en los de Erik, los cuales parecían haber cambiado a un
color mucho más oscuro.
108
-Hace tiempo que no nos ponía en estas situaciones.-
Susurró Erik.- Desde que… te fuiste.- Acabó.- Pero parece
haber vuelto a las andadas.- Añadió con una sonrisita
dibujada en sus perfectos labios.- ¿Verdad, papá?- Preguntó
en un elevado tono de voz.
-Bueno, es la forma que tengo de que os reconciliéis.-
Respondió.- Además es divertido.
-¿Nos peleábamos muy a menudo?- Pregunté demasiado
interesada.
-Tan solo eran berrinches, nada más.- Intervino Erik.- Nada
importante que mencionar.
-¿De verdad?- Carl pareció mucho más divertido que
antes.- Pues yo recuerdo…
-Vale, puede que tuviéramos alguna pelea importante,- Le
cortó Erik.- pero siempre dábamos con la solución, como
cualquier matrimonio humano normal.
La frase me chocó. ¿Realmente Erik había dicho que no
éramos humanos? Yo lo sabía, o por lo menos lo había
intuido, pero nunca había tenido la certeza, entonces, si en
verdad no era humana, ¿qué era?
Carl giró el volante una vez más y en dos minutos escasos
llegamos a… casa. El lugar era magnífico a la luz del sol,
aunque éste estuviera empeñado en hacer daño a mis ojos.
109
La majestuosidad de los jardines y el espectacular edificio,
indiscutiblemente me hacían sentir en paz. Suspiré
recordando que Carl había dicho que mi…madre no se
encontraba allí ahora mismo, sino en la casa de sus padres,
o sea mis abuelos, de modo que las miles de preguntas que
tenía para ella, debían esperar hasta su regreso… si es que
regresaba.
Erik abrió la puerta de su lado y tuve que deslizarme sobre el
largo asiento para poder descender del vehículo.
Los ladridos penetraron con fuerza en mis tímpanos y, de
pronto y sin previo aviso, un can y un chico joven de unos
quince años más o menos, pasaron como una bala frente a
nosotros.
-¡Kevin!- Gritó Carl.
El chico se dio la vuelta y se quedó clavado en el sitio. Ahora
que lo veía bien y no solo un simple borrón, me quedé
helada. Si no hubiera sabido que Erik estaba amarrado a mi
lado, hubiera dicho que aquel chico, que me observaba con
la boca abierta, sorprendido, era él.
El chico, al que Carl había llamado Kevin, caminó hacia
donde aguardábamos Erik, Carl y yo, frente a la puerta de
entrada a la casa.
-Kevin, ¿cuando has llegado?- Habló Carl con tono
autoritario.
110
-He llegado hace… una hora,- Respondió el joven.- pero
Uve se ha asustado y ha echado a correr, lo siento.- Se
disculpó.
-Kevin, ella es Violet.- Me presentó Carl y pude ver cómo
Erik giraba la cabeza hacia un lado.
-¿En serio?- Kevin alargó sus brazos hacia mí y me rodeó
con ellos en un fuerte abrazo.- ¿De verdad eres Violet? Sí, te
pareces a ella.- Me susurró.
-Kevin,- Éste me soltó al escuchar la brusca voz de Erik.-
ella no recuerda nada, de modo que no esperes gran cosa.
-Sí, estáis casados, ¿no?- Sentí como el cuerpo de Erik se
tensaba.- No te preocupes, perdí, y lo sé.
-¿De qué narices estáis hablando?- Grité.
-Tú salvaste su vida de los Morks y luego se enamoró de
ti.- Me explicó Erik más tenso que antes.- Pero gané yo. Yo
gané tu amor y no él.
-Pero no te guardo rencor y lo sabes, solo me alegro de
que Violet haya vuelto y sea feliz, aunque…
-¿Aunque no recuerde nada?- Le ofrecí. Él asintió.
-Pero seguro que recuerdas, ya lo verás.- La esperanza en
su voz era notable, pero yo no estaba tan segura de ello.-
111
Por cierto, Carl, ha llamado el director y ha dicho que quiere
hablar contigo sobre el asunto de mi… traslado.
-¿Traslado?- Erik rodeó mi cintura con sus brazos,
aferrándome bien fuerte, como si creyera que me iba a
escapar, aunque yo sabía muy bien que lo hacía por Kevin.-
¿Es que te vas a algún lado?
-Bueno, al parecer, tengo que ir a estudiar a vuestro
internado.- Contestó Kevin con la cabeza gacha.- Vuestro
director se puso en contacto con mi tutor y es por eso que
estoy aquí, después de tanto tiempo.
-Ya veo.- Intervino Carl.- En ese caso, voy a ponerme en
contacto con él ahora mismo.
Y, diciendo esto, Carl entró en la casa, dejándome
irremediablemente en el centro de un triángulo amoroso y no
es que me quejase…bueno, sí. Erik era mi esposo (al menos
a efectos legales, porque yo no recordaba haberle conocido,
hasta hacía unos pocos días) y Kevin no significaba nada
para mí, ni tan siquiera le conocía, pero la tensión entre ellos
dos, era demasiado evidente y yo era, sin lugar a dudas, la
causa, aunque no fuera consciente de ello.
112
14. Un golpe de libertad
El sol empezaba a ocultarse en el horizonte cuando los tres
decidimos que ya era momento de entrar en casa. En todo el
tiempo que Carl no había estado, me había sentido más que
acorralada entre Kevin y Erik. Algo había pasado entre ellos
dos en algún punto de mis recuerdos perdidos y, aunque
Kevin había dicho que no le guardaba rencor alguno a Erik,
sus ojos y su actitud, desmentían aquello por completo y
ahora que él iría a estudiar con nosotros, las tensiones entre
los dos aumentarían y yo me sentiría otra vez sola.
-Violet, vayamos a comer algo antes de la cena.- Erik tiró
de la cadena y me obligó a seguirle de cerca.
-Erik, la sangre está en las botellas blancas dentro del
frigorífico.- Soltó Kevin.
Me detuve en seco tratando de asimilar aquella última frase.
¿De verdad había escuchado bien?, ¿había dicho…
“sangre”?
-¿De qué demonios estás hablando?- Grité clavando mis
ojos en los de Kevin.
-¿Qué… Acaso Erik no te ha dicho?
-¡Kevin!- Gritó Erik colocándose delante de mí.
113
-Decirme, ¿qué?- Empujé a Erik hacia un lado.
-Que somos… vampiros.- Respondió entre dientes.
-¡Kevin, ya es suficiente, no gastes ese tipo de bromas!-
Gritó Erik muy tenso.- Sé que no somos normales, pero… los
vampiros no existen.
-Como quieras.
Advertimos como Kevin se alejaba por el hueco que daba
acceso a la sala de control, dejándome de nuevo a solas con
Erik, pero claro, no podía ser de otro modo, ya que él y yo
estábamos encadenados el uno al otro por haber suspendido
los exámenes finales, de modo que no podía quejarme.
Bueno, sí… me quejaba, pero no podía hacer nada al
respecto, sino aguantar el creciente malhumor de Erik.
Erik tiró de nuevo de la cadena, cual si fuese un perrito al
que hay que guiar, y ascendimos las escaleras en dirección a
su dormitorio.
-¿No tenías hambre?- Le insté nada más entrar en el
cuarto.
-Puedo aguantar un poco más.
-Explícame.- Le ordené con seriedad.
-¿El qué?
114
-Lo de… la… la… sangre.- Tartamudeé casi sin poder
creer lo que estaba diciendo.- Sé que Kevin no ha mentido,
así que, dime, ¿es cierto que somos vam…?
-Violet,- Me cortó Erik mucho más serio que yo.- no tienes
que creerte todo lo que él diga, sobre todo cuando no puedes
recordar nada.
-¿Es por eso que no quieres contármelo?- Me envaré.
-Sí.- Atajó Erik.
-¡Vete a la mierda!- Grité.
Y al tirar de la cadena para salir corriendo de la habitación,
ésta se rompió, permitiéndome la huida. El dolor en mi
muñeca no era comparable al dolor que sentía por el
comportamiento de Erik. ¿Cómo era posible que él prefiriera
no contarme nada, dejarme sin recuerdos, sin ser capaz de
recordar, que calmar la angustia que este hecho me
producía?
Una vez abajo, abrí la puerta principal y ni tan siquiera me
molesté en cerrarla, antes de salir huyendo de aquel maldito
lugar.
Estaba más que enojada con Erik. No entendía su
comportamiento, así como no comprendía su empeño por
ocultarme mi pasado, un pasado que sentía cada vez más
distante.
115
Cuando quise darme cuenta, había llegado a lo que parecía
ser un establo, igual que el que había en el internado y no
me lo pensé dos veces. Deslicé la pesada puerta de madera
y entré en el interior del recinto. Al instante, el aroma del
heno y de los caballos, que relinchaban agitados, se
fundieron en mi cuerpo y relajaron mis nervios.
Tal vez fuese una tontería, o tal vez algo de mi pasado
perdido, pero aquel lugar me era muy familiar, lo sentía de un
modo casi inexplicable. Tanto los cubículos en que
descansaban los caballos, como el suelo pajoso que
pisaba… yo ya había estado antes en aquel lugar.
Aclaré mi mente y empecé a caminar por el ancho, pero
corto pasillo, girando la cabeza hacia ambos lados,
observando los nombres de los caballos que estaban
grabados a fuego en la madera, en cada uno de los
cubículos. Tal vez de ese modo recordaría algo, por muy
insignificante que fuera.
Allí tan solo había cabida para nueve caballos, cuatro a cada
lado y uno al fondo y ninguno de sus nombres me decía
nada, pero…el caballo que vivía al fondo llamó mi atención.
Aunque allí dentro había una incipiente oscuridad, pude
distinguir claramente que se trataba de un ejemplar joven de
color negro, de lustrosas crines plateadas, y con muy buena
planta. No pude saber si se trataba de macho o hembra, pero
sus brillantes ojos me provocaron una enorme compasión.
116
Abrí la puerta del cubículo y entré despacio en el interior. Al
principio el caballo se asustó y no fue hasta varios minutos
después (unos 15 ó 20 más o menos) que me permitió
acercarme y acariciar su hocico, aunque con cierto recelo.
-Hola Venus, niña guapa.- Le susurré. La yegua (pude
identificar ese aspecto) relinchó mientras asentía y me dio la
risa.- Soy Violet.- Me presenté y la yegua frotó su hocico
contra mi hombro.- Sí, yo también me alegro de conocerte.-
Le susurré sonriendo.- Hoy he tenido un día realmente
terrible, ¿sabes?- Venus relinchó de nuevo.
Era como si ella pudiera entender lo que estaba diciendo y
yo me estaba volviendo loca, o tal vez fuera que me sentía
tan sola que buscaba alguien con quien hablar. Venus dio un
paso más hacia mí y me empujó fuera del cubículo.
-Qué, ¿quieres salir, preciosa?- Le susurré acariciando su
suave y aterciopelado cuello.
Ella relinchó de nuevo y yo lo tomé como un sí, de modo que
ambas salimos del establo hacia la escasa libertad que nos
habían proporcionado.
-¡Violet, aléjate de ella!- El grito de Erik hizo encabritarse a
Venus, pero no salió huyendo, ni nada, tan solo permaneció
allí, a mi lado, bien pendiente de los movimientos de Erik.
-Erik, vete de aquí.
117
-¡No!- Gritó aún más fuerte que antes.- ¡Ella aún es salvaje!
-Venus, vuelve dentro.- Le susurré acariciando su hocico.-
Te prometo que pronto nos veremos.
La yegua dio media vuelta a regañadientes y se ocultó de
nuevo en la oscuridad del establo. Erik observaba la escena
boquiabierto. Había dicho que Venus era todavía salvaje,
pero yo no lo veía de igual modo.
Alcé la mano en la que aún llevaba puesto el grillete y lancé
el extremo de la cadena rota contra la cara de Erik, el cual
cayó sobre sus rodillas por el impacto.
-Violet, ¿qué mosca te ha picado?- Erik logró ponerse en
pie. Tenía la cara amoratada y su mirada era dura.
-¡No me digas lo que tengo que hacer!- Grité y lancé de
nuevo la cadena contra él.
-¡Ni lo sueñes!- Chilló y juraría que vi cómo sus labios se
arqueaban en una malévola sonrisa.
El trozo de cadena que había lanzado, quedó bien sujeto por
la mano de Erik, lo cual me enfureció aún más. Erik tiró hacia
sí de la cadena y no fue hasta que nuestros cuerpos
chocaron, que me di cuenta que aquella situación ya la había
vivido antes, aunque en un contexto totalmente diferente que
era incapaz de recordar.
118
De pronto, sus labios chocaron contra los míos con fuerza.
No supe cómo reaccionar ante aquel abuso, tan solo me
quedé allí parada, dejando a mi cuerpo hacer el resto.
Mis brazos rodearon su cintura y mis labios continuaron
aquel apasionado beso. Me sentía en las nubes, me sentía
flotar, pero aquello no estaba bien. No quería de ningún
modo encariñarme con él, no cuando debía alejarme de él y
de todos, de todas las personas que me habían tratado bien
y que, por circunstancias de la vida, me querían como nunca
antes me había querido nadie, ni mi madre, ni mi tío, pero
aquella idea llegaba demasiado tarde. Estaba loca e
irremediablemente enamorada de él (al menos eso creía) y
ya no solo porque me hubieran dicho que era mi esposo,
sino porque simplemente era él. Sólo él me hacía sentir de
ese modo, solo él hacía que mi corazón se desbocase, solo
él me hacía querer más y más de él, y ya era demasiado
tarde para negarlo.
Continuamos así un rato largo, el cual se me hizo demasiado
corto, hasta que las risitas y el aclarar de gargantas nos
interrumpieron. Erik se alejó de mí con brusquedad,
dejándome los labios doloridos por la intensidad del beso, y
ambos nos fijamos en Carl y en otras cuatro personas que lo
acompañaban, los cuales nos observaban demasiado
sonrientes.
119
-Siento interrumpir la escenita romántica,- Habló Carl con
una sonrisa de oreja a oreja.- pero debemos arreglar la
cadena antes de la cena.
Mierda, ¿cómo había sabido él que había roto la cadena que
nos mantenía unidos a Erik y a mí, luego de haber discutido?
Tal vez Kevin había asistido a la pequeña rencilla y, si era
así, me iba a morir de vergüenza. Se suponía que no
habíamos tenido testigos, pero tampoco es que nos
hubiésemos detenido a mirar. De todos modos no podía
hacer suposiciones ni inculpar a nadie, al menos hasta que
tuviese las pruebas pertinentes. Aunque, si bien cabe decir,
tal vez Carl tuviera algún tipo de poder psíquico, cosa que no
sería de extrañar si él no fuera humano, como no lo era yo
misma, al menos de acuerdo con los escasos datos que
había ido recopilando de mi pasado.
-¿Y no podemos quedarnos así tal cual?- Se quejó Erik
muy poco sorprendido porque su padre lo supiera y
arrastrándome a mí de nuevo a la realidad.
-Lo siento, hijo, pero son órdenes del director.
-¿Has hablado con él?- Le preguntó Erik con un tono de
voz demasiado histérico.
-Sí, lo he hecho,- Admitió Carl.- y me ha dicho que el
castigo es el castigo, ahora… lo que yo no entiendo es cómo
habéis sido capaces de romper esa cadena, que es
prácticamente irrompible.- Divagó pensativo.
120
-¿Irrompible?- Solté de pronto.- Si no me costó nada
romperla… bueno, no más que cuando uno intenta doblar
una barra de metal que dicen que es imposible de doblar.
-¿Fuiste tú quien la rompió?- Preguntó Carl
acusadoramente. Asentí.- Uff, entonces la pelea tuvo que ser
un poquito fuerte, ¿no?- Añadió.
-En absoluto.- Intervino Erik.- No sé ni cómo fue que pasó.
-¿Por qué?, ¿es que acaso no se debería haber roto la
cadena?- Pregunté confusa.
-En principio no, ya que, por lo que me ha dicho el director,
está fabricada con una aleación de Titanio, Hierro, Acero y
un poco de Plata.
-¡Pero yo pude partir la argolla fácilmente!
-Sí, cielo, no te lo discuto.- Accedió en un suspiro.- Y, por
lo que veo, no ha sido la cadena la que se ha llevado la peor
parte de tu enorme fuerza.- Añadió sin apartar la vista del
moretón que Erik tenía a lo largo del pómulo. Las risitas
ahogadas de todos los presentes, menos Erik, me hicieron
sentir mejor.
-No es culpa mía.- Se quejó Erik cruzándose de brazos.-
Estaba distraído.- La mirada de Carl se endureció.
121
-Veo que necesitas entrenar más.- Atajó Carl sin apartar
los ojos de Erik.- Antes no te habría pasado, pero de un
tiempo acá…
-Papá…
-Nunca debes subestimar a tu adversario. Fue lo primero
que os enseñé a todos.- Los presentes asintieron.
-Papá, esto no tiene nada que ver con…
-¡Basta!- Le cortó Carl.- De aquí a que empecéis el curso,
entrenaréis muy duro.
-Lo tenías todo planeado, ¿verdad?- Carl asintió.- Por eso
nos has traído aquí pero, de todos modos tenemos que
estudiar.
-Venga ya, hijo, que tres o cuatro horas al día no te van a
matar.- Dijo Carl muy animado.- Además, os necesitamos a
todos en plena forma, lo sabes.
-¿Y yo también?- Intervine. Erik me miró con cara de pocos
amigos.
-A todos.- Ratificó Carl.
Ahora, además de tener que estudiar para aprobar los
exámenes de recuperación, nos habíamos visto envueltos en
los entresijos del duro adiestramiento físico y mental al que
seríamos sometidos y no solo nosotros, sino otros tantos
122
miembros de la Cruz Roja que también debían acatar aquella
orden. Carl y otros tres adultos más serían nuestros
profesores, por llamarlos de algún modo, y así, después de
la suculenta cena, comenzamos la durísima instrucción.
123
15. Carrera de obstáculos
-¡Violet, atiende, por dios!
El bestial golpe que recibí de Erik me dio de lleno en el
estómago, haciéndome retroceder.
Llevábamos ya dos días de entrenamiento y estaba al borde
de mis fuerzas. No habíamos tenido ni un momento de
respiro y, lo que en un principio iban a ser cuatro o cinco
horas de adiestramiento, se habían convertido en quince.
Básicamente habíamos dado la vuelta al horario: cinco horas
de estudio y el resto entrenando. Tan solo parábamos para
comer algo rápido, a veces ni eso, y las horas de sueño
habían sido escandalosamente mermadas, pasando de ocho
a tres, o cuatro con un poco de suerte, en un abrir y cerrar de
ojos.
Nuestros instructores parecían sacados de una peli de
guerra y no por su aspecto, sino por el tipo de entrenamiento
al que nos estaban sometiendo, duro, intenso y sin
descanso.
Erik parecía estar acostumbrándose, pero yo, que había
evitado hacer ese tipo de esfuerzos desde que había estado
viviendo con mi “tío”, me hallaba exhausta.
124
Nuestro instructor de lucha era un tipo alto, de unos dos
metros de altura, con unos músculos muy bien formados,
pelo largo recogido con una goma, una incipiente barba, y
una mirada dura y exigente. Atendía al nombre de Kinan
siempre y cuando no estuviésemos en medio de una clase.
En ese caso debíamos dirigirnos a él como Maestro, y pobre
de aquel que se olvidara, que entonces le hacía dar veinte
vueltas extra al recinto de la casa, a toda pastilla.
-Lo siento, Maestro,- Me disculpé.- pero ya no puedo más.
-¡Aprende a superar el dolor y el cansancio!- Vociferó
Kinan.- ¡Da cinco vueltas al recinto y que Erik y Kevin te
acompañen, ya que parecen tener tiempo para divertirse!
Mierda, ahora que por fin habíamos conseguido que nos
quitasen la cadena, aunque tan solo para las clases de
lucha, lo iba a tener pegado a mí de nuevo y no es que me
molestase demasiado, al menos disponía de mi espacio vital,
pero Kevin también había sido castigado y la situación no
pintaba demasiado bien para mí. La rivalidad entre ellos dos
era demasiado abrumadora y yo estaba en medio de la
disputa. Al menos tenía la certeza de que no habría ningún
tipo de escenita romántica mientras durara el castigo.
-¿Es que no me habéis oído?- Chilló Kinan.- ¡Vamos, a la
carrera!
Suspiré y salí pitando hacia la izquierda. A pesar del
cansancio que notaba, me sentía en paz rodeada por la
125
oscuridad de la noche, incluso podría decir que me gustaba.
La luna, las estrellas, la brisa nocturna… era una sensación
indescriptiblemente placentera.
Cuando llegué a la valla del límite del recinto de la casa,
habiendo atravesado previamente los jardines, me detuve un
instante a recuperar el aliento, pero se me cayó el alma a los
pies en cuanto mis ojos se clavaron de lleno en un montículo
de madera, de no más de un metro de altura, que abarcaba
la anchura al completo del camino que debíamos tomar a
continuación y era del todo imposible de sortear, que no
fuese por encima, ya que una alambrada lo impedía.
-¿Qué es esto?- Preguntaron Erik y Kevin al unísono.
-Obstáculos.- Respondí aún absorta.
-Eso ya lo veo pero, ¿qué significa todo esto?- Preguntó
Kevin.
-Más pruebas.- Contestó Erik retrocediendo un par de
pasos, supongo, para tomar impulso y saltar.- Vamos, Violet,
no tengas miedo.
Me situé a la altura de Erik y tomé impulso para saltar, pero
me quedé corta y aterricé sobre la base del montículo,
aunque con otro pequeño salto logré bajar. Erik y Kevin lo
pasaron de una vez y continuaron corriendo hacia el
siguiente obstáculo. Suspiré. Típico de los hombres hacerse
los valientes delante de una mujer.
126
Tomé de nuevo impulso y emprendí nuevamente la carrera.
Lo siguiente que me encontré fue una fila de vallas de medio
metro de altura, ancladas al suelo terroso y colocadas muy
juntas unas de otras. Me quedé clavada. ¿Cómo se supone
que debía pasarlas, una por una, por encima, o saltándolas
todas de una vez?, ¿cómo lo había hecho Erik? No se le veía
por ningún lado, ni tampoco a Kevin, de modo que ya habían
pasado por allí.
Me centré en lo que estaba haciendo y opté por pasarlas por
encima. Salté y me subí a la primera valla. La superficie de
apoyo era bastante estrecha como para mantener el
equilibrio, de modo que avancé uno de mis pies y lo dejé
caer sobre la superficie de la segunda valla, tratando de no
perder el equilibrio. El pie atrasado lo pasé a la siguiente
valla y, así, hasta que hube pasado las treinta vallas (estaba
tan desesperada que las conté) y pude centrarme en el
siguiente obstáculo.
Una alambrada con pinchos formando un arco, se presentó
frente a mí. Suspiré. La única forma de pasar aquello
consistía en arrastrarse por la tierra y evitar los salientes
puntiagudos del alambre. Suspiré de nuevo y me metí dentro
del arco. Cuando logré salir, estaba tan llena de polvo, que
se me escaparon unos cuantos estornudos y luego un
pequeño grito tras observar el siguiente obstáculo que debía
atravesar antes de girar hacia la derecha para tomar la
curva. Se trataba de una estructura de barras metálicas,
127
dispuesta formando un arco, situada en el interior de un
recipiente que contenía un líquido que dudaba mucho que
fuese agua. Cada barra de la escalera estaba separada unos
dos pasos de la siguiente, de forma que había que alargar la
pierna si no querías caerte en el tanque de… llamémoslo
agua.
Me armé de coraje y cerré los ojos al tiempo que posaba mis
pies sobre cada barra pero, al llegar al final, tuve que tomar
impulso para no estrellarme contra una valla colocada
demasiado cerca de la última barra. Aún así, caí de bruces
sobre la tierra. Por suerte, no había más obstáculos en la
curva y, a lo largo de aquel tramo, no parecía que hubiera a
haber alguno. Se trataría de una carrera rápida y limpia, de
manera que aspiré el aire nocturno y cogí velocidad pero,
nada más entrar en el tramo, algo me golpeó en la cabeza.
Miré para todos los lados, tratando de determinar el punto de
origen del objeto que, según pude comprobar, se trataba de
una bola de tierra que estaba disolviéndose en el entorno del
suelo. “Confía en ti misma, esquívalo”, me dije a mi misma.
Confianza, esa era la clave, lo sabía muy bien, pero no
bastaba con saberlo, debía aplicarlo también.
Aspiré de nuevo el aire nocturno y me interné a toda
velocidad en el tramo. Sin preocuparme del dolor que me
ocasionaban las bolas terrosas que no conseguía esquivar y
que parecían ser lanzadas con fuerza escalonada (a medida
que avanzaba la intensidad del golpe de la bola contra mi
128
cuerpo aumentaba exageradamente), giré hacia la derecha a
toda velocidad y me estrellé contra un muro de hormigón en
cuya pared, según pude comprobar al tiempo que perdía el
equilibrio y caía al suelo, figuraban las instrucciones
pendidas de un clavo. Me puse en pie a regañadientes y me
encaramé a la pared.
-Para pasar el obstáculo, salta y recoge una nube.- Leí en
voz alta.
¿Recoger una nube?, ¿qué significaba eso?, ¿cómo iba yo a
saltar y coger una nube? Era de locos. Si tan solo Erik o
Kevin estuvieran aquí… Ellos sabrían qué hacer, pero los
había perdido hacía mucho y ni tan siquiera sabía cuánto
tiempo había pasado desde el comienzo del castigo. Tal vez
me había retrasado demasiado y me habían dejado tirada. Si
tan solo pudiese averiguar la hora que era…
Algo asaltó en mi mente y justo en ese momento supe con
exactitud que eran las dos de la madrugada. No sabía cómo,
pero lo sabía con una absoluta certeza.
Bien, sabía la hora que era, pero eso no me ayudaba en
absoluto a sortear el obstáculo, tan solo me servía para
desesperarme cada vez más.
Me arrodillé sobre la tierra y me recliné sobre la pared de
hormigón. Esto era demasiado duro para mí y ya no sabía
cómo seguir.
129
-Nube…- Susurré.- El viento sopla… Me rodea en
torbellinos… Me da la libertad…
Me levanté asombrada de mí misma. ¿Qué había sido eso?,
¿un recuerdo?, ¿algo de la vida que no recordaba?, ¿sería
posible que yo tuviera algún tipo de poder? Bueno, yo no era
humana pero, ¿sería posible?
Cerré los ojos y relajé mi cuerpo. Sí… vagamente lo
recordaba, aunque tal vez fuese un sueño, pero parecía tan
real…
-Elévame.- Susurré.
Al instante, el viento nocturno elevó mis cabellos con fuerza.
Sonreí por la impresión y, aunque no sabía muy bien lo que
estaba haciendo, tomé impulso y salté, sintiendo el viento a
mi alrededor, protegiéndome, apoyándome.
El descenso fue dócil, casi como si fuese una pluma. Una
vez hube posado los pies sobre la tierra, me desplomé,
agotada. Ya no podía dar ni un paso más, había llegado a mi
límite.
Sentí mi cuerpo flotar, sostenido por unos brazos que yo
conocía muy bien. Abrí los ojos despacio y quedé
embelesada con la belleza del rostro de Erik.
-¿Te encuentras bien?- Me preguntó.- Te he estado
esperando.
130
-Lo siento, estoy agotada.- Susurré extasiándome con su
aroma.
-Lo comprendo…
-He recordado cuan agotador es utilizar mis… poderes.-
Reí.
-¿De verdad?- Preguntó Erik abstraído caminando hacia el
edificio.
-¿Por qué no me lo dijiste?- Le reproché.
-Hay cosas que debes averiguar por ti misma.- Respondió
muy serio.
-También recordé la figura de un niño… Es tan solo un
vago recuerdo y no sé cómo explicarlo bien. Ocurrió mientras
estaba… volando. ¿Sabes quién es? Si lo sabes, dímelo, por
favor.- Le supliqué.
-No sé quién puede ser…
-¡Mientes!- Grité agitándome en sus brazos.- Lo sabes y no
me lo quieres decir.
-Violet, preferiría no recordar eso ahora.- Sus ojos estaban
tristes, peo yo no podía dejarlo pasar.
-Tú le conocías.- Aventuré.- Era alguien muy importante
para ti, ¿me equivoco?- Erik me bajó al suelo y me
sorprendió ver cómo sus ojos estaban anegados en lágrimas.
131
-Violet… el niño del que hablas…
-Vamos, dilo.- Insistí, aunque algo en mi interior me decía
que no quería saberlo, que iba a doler.
-Él… era nuestro… hermano.- Soltó.
-¿Nuestro?- Pregunté confusa.
-El hijo de mi padre y… tu madre… Riku.
-¿Tengo… un hermano?, ¿Dónde está?, quiero verlo…
-Murió.- Atajó Erik y mi corazón pareció hacerse añicos.
-¿Mu… rió?- Repetí.
-Lo… lo hice yo…- Erik cayó de bruces llorando y yo… hice
lo mismo que él.- Yo maté a mi hermano… maté a mi
hermano… lo maté.
132
16. Hermano perdido
-Riku, no te alejes demasiado, ¿vale?
La voz de mi madre me impactó, pero lo que más me
impactó fue la mujer que estaba sentada a su lado en el
banco de un parque. Se trataba de la misma mujer que había
estado cuidando de mí durante estos últimos años, antes de
fallecer. Se trataba de mi tía, aunque mucho más joven, al
igual que mi madre.
-¿Qué hacen dos preciosas damas, en un sitio como este?
Aquella voz… Era la voz de Carl, el padre de Erik y se
acercaba a las dos mujeres muy sonriente, cargado con una
cesta de mimbre, sin percatarse siquiera de mi presencia.
-¡Cariño!- Gritó mi madre y se abalanzó a los brazos de
Carl.- Te he echado de menos, ¿sabes?
-Venga ya, Reesha, si tan solo hace diez minutos que no
nos vemos.
-Pues eso, ¿ves como no puedo estar alejada de ti?- La
sonrisa de mamá me impactó.
133
-Vamos, vamos, no te pongas así, preciosa.- Carl juntó sus
labios con los de mi madre y ambos sonrieron después de
aquel furtivo beso.- Por cierto, ¿dónde ha ido Riku?
El viento sopló de pronto y me trasladó de escenario, por lo
que supe con certeza que se trataba de una visión del
pasado.
La escena me mostraba ahora el hall de la sede de la Cruz
Roja. Mamá y Carl estaban sentados en las escaleras de
acceso a los dormitorios, junto con el niño que había visto en
la escena anterior, Riku, aunque con unos añitos de más.
Dos niños, un niño y una niña, estaban de pie, frente a ellos
y yo me hallaba detrás de los adultos, a un par de peldaños
de distancia.
Los niños que estaban de pie no parecían tener más de diez
años de edad, mientras que Riku no debía de tener más de
siete.
-Erik, Violet.- Habló Carl. Me quedé planchada, ¿esos dos
niños éramos Erik y yo?- Éste es vuestro hermano Riku.
Somos sus padres.
La escena cambió de nuevo, pero me encontraba en el
mismo lugar, en el hall de la casa y en la misma posición,
con la única excepción de que los niños habían
desaparecido, dejándome a solas con mamá y Carl.
134
-¿No sospechará tu esposo que estás aquí?- Preguntó
Carl. Mamá tenía su mano unida a la suya.
-Sabes perfectamente que él no es mi esposo.- Susurró
mamá.- Nuestro matrimonio no tiene validez.
-Pero vives con él, mi vida y tienes una hija.
-Es verdad, pero tú y yo estamos en la misma posición,
solo que tú tienes más suerte, ya que tu… amante murió y yo
tengo que cargar con un hombre al que no amo.
-Lo siento, no pude hacer nada.- Se disculpó Carl
acunando a mamá.
-Yo tampoco tuve elección. Está visto que el destino se ha
puesto en nuestra contra y solo nos podemos ver a
escondidas y en raras ocasiones.
-Al menos lo hemos hecho bien con nuestros hijos. No
estaba bien que fueran unos desconocidos.
-Sí, se llevan como hermanos.- Rió mamá.- Pero Erik y
Violet…
-Sí, mi vida, al final acabará habiendo algo más entre ellos
que un simple amor fraternal.
-Al menos nos quedan estos momentos.- Los brazos de
mamá rodearon la cintura de Carl.
135
-Tengo miedo de que averigüen lo que estás haciendo,
tengo miedo de que descubran la existencia de Riku.
-Él estará seguro con mi hermana.
La escena volvió a cambiar, haciéndome querer vomitar.
Ahora me encontraba en medio de un campo de batalla.
Podía ver los cuerpos tendidos sobre la hierba, tanto de
humanos, como de Morks, anegando la tierra con la sangre
de sus heridas. Mi yo adolecente, el Erik adolescente (ahora
sé porqué me enamoré de él), el Riku adolescente, Carl,
mamá y unos cuantos enemigos, se encontraban en medio
de aquella matanza sujetando con firmeza las armas.
Reconocí al instante el arma que blandía mi yo adolescente:
era mi espada.
-¡Maldigo la hora en la que me casé contigo!- Gritó uno de
los enemigos.
-¡Yo nunca me casé contigo, maldito traidor!- Respondió
mamá.- ¡Mi único esposo lo tengo a mi lado!
-Puedes hacer lo que quieras con tu vida, pero no te
llevarás a mi hija.
-¡Tú no eres mi padre!- Chilló la Violet adolescente.-
Ningún hombre que se va con cualquier mujer podría ser mi
padre.- Añadió.
136
-En ese caso, mataré al bastardo de vuestro hijo.- Atajó mi
supuesto padre.
-¡No!
La interferencia de otro aliado me pilló desprevenida. Era mi
tía y blandía también una enorme espada. Ni siquiera me
había dado cuenta de su presencia.
El arco que sostenía mi supuesto padre lanzó una larga y
extremadamente peligrosa flecha hacia el cuerpo de Riku,
pero fue a clavarse en el pecho de Erik, quien se había
desplazado para protegerlo, interponiéndose entre él y la
flecha. En ese momento se desató un incendio y todos los
enemigos quedaron envueltos en unas llamas que parecían
no sofocarse y, posteriormente, quedaron reducidos a
cenizas.
Mi yo adolescente se arrastró costosamente hasta el lugar
donde mamá y Carl intentaban sacar la flecha del hombro de
Erik y, por consiguiente, de Riku, ya que la flecha los había
atravesado a ambos, solo que Riku se había llevado la peor
parte y la flecha había ido a clavarse justo en el centro de su
corazón.
-Por dios, hijo, no hables.- Le susurraba mamá al oído con
los ojos llenos de lágrimas.
137
-Perdóname, mamá, pero debes dejarme ir.- Susurró Riku.-
Cuida… cuida de mis herma… nos… Sé feliz con pa… pá.-
La voz de Riku se apagó y sus ojos quedaron cerrados.
-¡No, hermano, por favor, despierta, no me dejes, regresa,
quiero que regreses!- Gritaba mi yo adolescente.
De repente, un grueso volumen apareció de la nada sobre el
pecho de Riku, un libro que no me había traído más que
desgracias desde que mis dedos rozaron sus tapas, un libro
que era más peligroso que yo misma y que mi tía había
intentado destruir y había perecido en el intento.
-Hermana,- Se dirigió mamá a mi tía muy seria.- llévate a
Violet, coge el libro y escóndelos, por favor.
-¿Volverán?
-Estoy segura de ello y querrán vengarse.- Mamá dio un
último abrazo a mi yo adolescente y mi tía la arrancó del
cuerpo inmóvil de Riku.- ¡Estarás bien, mi cielo!- Gritó mamá
viendo como me alejaba.- ¡Volveremos a estar juntas algún
día, te lo prometo!
-¡¡No!!
138
17. Recuerdos olvidados
Tenía la respiración agitada, el cuerpo me dolía a rabiar y la
cabeza me iba a estallar. Aquel sueño había perturbado
todos mis sentidos y, aunque no lo quisiera aceptar, estaba
asustada, asustada de que todo lo que había visto hubiera
ocurrido de verdad.
Mi corazón quería salírseme del pecho y mis ojos no dejaban
de derramar lágrimas sobre mis mejillas. Además de todo
eso…no veía. Tenía la vista nublada y no era capaz de
distinguir ni una sombra.
-¿Violet?- Los brazos de Erik sujetaron mi cintura con
insistencia y pude escuchar el tintineo de la cadena al
moverse, por lo que determiné que estábamos atados de
nuevo.
-¿Estás bien, princesa?- Las manos de Carl sostuvieron mi
cara, examinándome.- Has estado dos días inconsciente.-
Añadió.
-No… no veo nada…- Susurré.
-¡Ah!, eso es porque tuvimos que ponerte un medicamento
un poco fuerte para relajar lo más posible tus músculos y
nervios.- Dijo Carl colocando sus manos sobre mis hombros.-
139
Se te pasará en un par de días y, respecto a lo de los ojos
rojos…
-¿¡Ojos rojos!?- Exclamé histérica.
-No te preocupes, princesa, pero tendremos que hacer algo
al respecto.
-¿Algo como lo de la última vez?- Dije sin pensar,
atesorando el vago y borroso recuerdo que me había
sobrevenido.
-¿La última vez?- Preguntaron padre e hijo al unísono.
-Sí, la vez que no tuve más remedio que morder el cuello
de Erik.- Solté sin saber muy bien lo que estaba diciendo.
-¿Cómo, pero es que acaso lo recuerdas?- Gritó Erik
exaltado zarandeándome de un lado a otro.
-Solo vagamente.- Respondí.
-Bueno,- Habló Carl.- en principio sería algo como… eso.
-Me niego.- Afirmé con rudeza.
-¿Cómo, pero no habías dicho…?- Erik soltó mi cuerpo, por
lo que supe con certeza que mi rostro no le había dejado
indiferente.
-Es asqueroso.- Susurré y, aunque no lo viera con mis
propios ojos, supe que ambos me observaban con cara
140
extraña.- Lo siento, pero, aunque sepa que es bueno para
mí, no deja de resultarme repugnante.
-No me extraña que digas eso.
-¿Por qué dices algo como eso?- Le recriminé a Erik.
-Porque siempre has sido una niña muy cabezota.- Rió
Erik.
-Soñé con Riku.- Musité.- Lo vi todo… la flecha… el
incendio… todo.
-Sí, fue un golpe muy duro… sobre todo para Reesha.-
Carl tenía la voz quebrada, por lo que decidí no preguntar
nada al respecto.
-Tú no tuviste la culpa, Erik.- Susurré.
-Eso ya da igual.- Erik sonaba serio y a la vez dolido y con
un toque de odio en sus palabras.- Eso ya es pasado y no se
puede cambiar, por mucho que queramos.- Erik tiró de la
cadena hacia su lado de la cama, obligándome a ponerme
en pie.
-Erik… no creo que sea buena idea.- Me quejé.
-Violet tiene razón, hijo.- Intervino Carl muy preocupado.-
Debe guardar reposo.
-Estará bien. Ella es fuerte.
141
-¿Adónde la llevas?
Erik agarró mi mano con firmeza y me guió fuera del
dormitorio, indicándome la posición de cada obstáculo que
encontraba a mi paso. En verdad, en aquella situación,
dependía demasiado de él y eso no me agradaba un pelo.
No me gustaba depender de nadie y menos de alguien tan
irritante como lo era Erik.
-Violet, haremos una prueba de reflejos, ¿vale?
La lluvia mojaba mis cabellos. Podía escuchar el repiqueteo
de las gotas al caer, incluso podía oler la humedad del
ambiente. Todo era paz y tranquilidad. Algo que nunca antes
había sentido plenamente. El camisón que llevaba puesto, se
empapaba por momentos, mojando mi piel y mis pies, se
estremecían por el frío agua que los rozaba.
-¿Dónde estamos?- Pregunté nerviosa, histérica, aterrada.
-En la calle de obstáculos.- respondió muy serio.- ¿Crees
que serás capaz de superarlos?
-¡Pero, Erik, no puedo ver!- grité.- ¿Cómo voy a pasar por
ahí si no puedo ver?
-Recuerdas el circuito, ¿verdad?- Asentí.- En ese caso no
es necesario que veas, tan sólo siéntelo, escucha tu
alrededor.
-Erik, quiero ir a casa.
142
-¡Si no puedes hacer esto, nunca serás capaz de recordar
nada!, y tú, quieres recordar, ¿no es cierto? Además, yo te
seguiré con los ojos vendados.
-¡Te digo que quiero ir a casa!
-¿Ahora se muestra la Violet cobarde?
-¿A quién llamas tú cobarde, maldito engreído?- Chillé
furiosa.- A ver cómo te las apañabas si estuvieras en una
situación semejante a la mía.
-Esto no es nuevo para nosotros, Violet.- Me susurró al
oído.
Y, de pronto, ya no pude escucharlo más. Se había
esfumado por completo. No escuchaba ni tan siquiera su
respiración. Sabía que se encontraba a mi lado, sujeto a mí
por la cadena, pero no podía sentirlo… su presencia parecía
haberse desvanecido por completo.
-Vamos, Violet, tú puedes.- Me animé a mí misma en voz
alta.
-¡Dejaros ya de tonterías y volved a casa antes de que
pilléis un constipado!
-¿Mamá?- Grité.- ¿Eres tú?- Una cálida mano rozó mis
cabellos, haciéndome estremecer.
143
-Por supuesto que soy yo, cielo. Carl me llamó cuando te
pusiste mal y llevo aquí desde entonces.
-Aguafiestas.- Oí susurrar a Erik.
Los gráciles brazos de mamá rodearon mi cintura y me
obligaron a caminar de vuelta al calor de la casa, supuse.
Realmente estaba cansada y más que molesta conmigo
misma por haberme negado a la petición de Erik.
Después de aquello, decidimos regresar al internado.
Habíamos estado viviendo en la casa por espacio de tres
semanas y, aunque todavía faltaba una semana para el
comienzo de las clases, ya era hora de regresar. Kevin, por
suerte, prefirió quedarse allí hasta el final de las vacaciones.
El color escarlata de mis ojos había disminuido, pero aún
estaba presente y se notaba aún más cuando me daba la luz
del sol, o cuando me miraba al espejo. Tan solo esperaba
que nadie en el internado se diera cuenta del detalle porque,
por mucho que había intentado buscar alguna excusa,
ninguna me había parecido lo suficientemente factible como
para que las habladurías no se extendieran.
-Erik, ¿por qué cada día me siento menos humana?- Le
pregunté de pronto subiendo las escaleras hacia los
dormitorios.
-Violet, por mucho que intentes parecerte a ellos, jamás
serás como ellos.- Soltó.
144
-¿Y eso qué significa?- Susurré un poco molesta.- ¿Qué
soy entonces?
-Ya lo sabes, no es necesario que lo repita.
-No, Erik, no lo sé… o, al menos, no lo entiendo.
-Pronto será tu cumpleaños, dentro de tres días, ¿cierto?-
Esquivó Erik con maestría.
-Sí, es el veintiséis de junio, pero no cambies de tema tan
de repente.
-En ese caso, ¿qué te parece si hacemos una pequeña
fiesta nosotros dos solos?- Me mordí el labio de rabia.
Estaba visto que no iba a responder a mis preguntas o, al
menos, no de forma clara.
-Ya veremos.- Le respondí tras unos segundos de
merecida deliberación.
El susto que me llevé al llegar al dormitorio, me hizo querer
desaparecer. Todo el cuarto había sido remodelado, tanto los
armarios y las mesitas, como la disposición de las camas,
dispuestas ahora de forma regular. Lo único que no había
cambiado era la gran mesa redonda situada en el centro de
la habitación, sostenida por una hermosa alfombra. Suspiré
profundo. Ya casi me había olvidado por completo que Kevin
vendría al internado y que se quedaría precisamente en ese
dormitorio, el que compartía con Erik y Cybille.
145
Dos golpes en la puerta me despertaron del trance, al tiempo
que el director entraba en el dormitorio demasiado sonriente.
-¿Qué tal fue todo?- Preguntó aproximándose a nosotros.
-Vamos progresando.- Respondió Erik y preferí no
desmentirlo, ya que el director había agarrado mi muñeca
izquierda y estaba deshaciendo la atadura con maestría.
-¿Significa esto que somos libres?- Pregunté en un susurro
frotándome la muñeca llena de magulladuras, provocadas
por el grillete.
-Por el momento, sí.- Confirmó el director mucho más
sonriente que antes, si es que eso era posible.
¡Era libre!, ¡por fin era libre!, pero… eso significaba que ya no
podría permanecer allí por más tiempo. Debía marcharme
lejos, a un lugar donde no pudiera hacer daño a nadie, donde
estuviera yo sola y nadie más. Un lugar donde pudiera
olvidar el tiempo compartido, donde enterrar mis
sentimientos, donde borrar las vivencias de los últimos
meses.
La tristeza se apoderó de mí en un abrir y cerrar de ojos,
pero en lugar de ponerme a llorar, simplemente ahogué con
fuerza mi llanto, me disculpé con el director, le di un fugaz
abrazo a Erik, atesorando aquel momento, y salí corriendo
del dormitorio en dirección a los establos, donde esperaba
146
poder despedirme de Venus, antes de partir hacia algún
lugar, acompañada únicamente por el maldito libro.
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18. Una dolorosa decisión
La noche guarecía mis ágiles pasos, atravesando los
jardines, hacia la verja de entrada al internado. Había
tardado dos días en planear la huída y despedirme de todos
sin levantar sospechas y había sido lo más doloroso que
había tenido que hacer, pero no había vuelta atrás. Tan solo
lamentaba no poder estar con Erik en mi cumpleaños, en esa
salida que me había propuesto y la cual no hubiera querido
perderme, pero era mejor así.
Cuando mis ojos alcanzaron la verja, me di cuenta de que
estaba cerrada con candado, algo del todo normal y que ya
me esperaba, pero no había ningún guardia vigilando.
Sonreí. ¿Quién en su sano juicio querría huir de allí? Bueno,
como yo no estaba en mi sano juicio, lo iba a hacer, aunque
eso me costase un dolor insoportable en el pecho por perder
todo lo que había llegado a amar durante los meses que
había vivido en el internado.
El libro que llevaba colgado a la espalda, en una pequeña
mochila, pesaba muchísimo más que hacía tan solo una
hora. O tal vez fuera que estaba demasiado agotada o,
incluso, si nos poníamos melodramáticos, tal vez me
estuviera diciendo que no me fuera de allí. Pero nadie
vendría a detenerme, ni tan siquiera Erik, a quien le había
148
dicho que iba a dar un paseo a caballo, pero no tardaría en
darse cuenta de mi mentira, por lo que debía darme prisa en
saltar la verja.
Me acerqué a la susodicha con cautela y la examiné a
conciencia. Ahora entendía la razón por la que no había
guardias al acecho. En el centro del alambre habían
colocado un cartel de “alto voltaje” y, a juzgar por la ausencia
de vida alrededor, no lo habían colocado allí porque sí.
¿Habían intuido lo que pasaría aquella noche, o se trataba
de una mera casualidad?
Agarré un guijarro del suelo y lo arrojé contra la verja, el cual,
tras varios chispazos, quedó reducido a polvo, dejándome
mucho más que impresionada, pero no podía darme por
vencida, debía pasar al otro lado, me costase lo que me
costase.
No sé cómo ni cuándo pasó pero, cuando abrí los ojos, ya
me hallaba al otro lado y estaba totalmente ilesa. El viento
que se había levantado, obligándome a cerrar los ojos, se
había disipado y la desazón me invadió por completo y con
insistencia al sentir la lejanía de mis seres queridos. Me
enjuagué las lágrimas que habían aflorado en mis ojos y
obligué a mis pies a avanzar por la acera.
Las horas pasaban raudas y silenciosas, igual que la
madrugada, y la soledad me acompañaba como si solo
existiese yo en el mundo, como si hubiese un vacío total
149
alrededor de mí y la fina lluvia que arreciaba, no ayudaba en
lo más mínimo a mejorar mi estado de ánimo. Nunca me
había sentido tan sola como en aquellos momentos y debería
estar alegre por haber cumplido años, pero no era así. Mi
alegría la había dejado entre las paredes del internado.
Tomé aire profundamente y me senté bajo la copa de un
viejo árbol. Estaba demasiado cansada como para
mantenerme en pie y, había caminado tanto y tan aprisa, que
no sabía dónde me encontraba. No reconocía absolutamente
nada y no me explicaba cómo había podido suceder aquella
situación en el poco tiempo que hacía que había huido, unas
tres horas más o menos. Estaba empapada de la cabeza a
los pies y la lluvia parecía no querer parar nunca, en su lugar
caía con mucha más fuerza, pero yo era incapaz de
moverme para guarecerme en algún lugar cercano. Me
encontraba realmente agotada, tanto que podía incluso
escuchar la voz de Erik llamándome.
-Violet, mi vida, ¿por qué has huido?- No sabía si la voz de
Erik era real, o no, pero, aún así, respondí.
-Tenía que hacerlo.- Susurré y me di cuenta que estaba
medio adormilada y tenía los ojos cerrados, aunque todavía
podía sentir las gotas de lluvia cayendo sobre mí.- Si me
quedaba, iba a ponerlos en peligro.
-¿Lo dices por el poder del libro?
-Mi madre murió por él.
150
-Tu tía murió porque trató de destruirlo.- Me cortó la voz.-
Si no lo hubiera hecho, seguiría con vida. Ese libro tiene
personalidad propia. Es como si fuera un ser vivo.
-El libro apareció cuando Riku… murió.- Recordé.
-Y estuvo perdido por unos cuantos años,- Completó la
voz.- hasta que finalmente regresó a su dueña.- Añadió.
-¿Yo, su dueña?, ¿por qué?
-No lo sabemos con certeza.
-Pero sabéis algo-susurré.- Desde que tuve aquel sueño he
estado pensando sobre la posibilidad de que Riku no
estuviera muerto del todo.
-¿A qué te refieres?- Preguntó la voz con insistencia.
-Creo que una parte de él está en el libro… Es más, creo
que Riku adquirió un poder, o algo así, que le permitió
absorber la fuerza de los que murieron en la guerra.- Respiré
profundamente antes de continuar.- Pienso que tal vez fue él
quien lo escribió, aunque no entiendo la razón…
-Es una teoría interesante, Violet, merecería la pena
investigarlo pero, por el momento, vayamos a un lugar
seguro donde puedas realizar el cambio con comodidad.
-¿El cambio?- Pregunté confusa.
-Sí, el cambio de joven a adulto.
151
Mi cuerpo se elevó con facilidad y fue entonces cuando
comprendí que no había estado soñando de nuevo, que el
verdadero Erik me había encontrado y me llevaba de vuelta.
-No quiero regresar.- Susurré.
-Tenemos que encontrar un lugar seguro donde
guarecernos de la lluvia lo antes posible.
-¿Por qué haces esto?
No obtuve respuesta o, al menos, si Erik respondió a la
pregunta, no pude oírla y, cuando quise darme cuenta, la
lluvia ya no caía y notaba el roce de una tela sobre mi
cuerpo.
-¿Dónde estoy?- Musité.
-Estás a salvo, princesa, ¿cómo te sientes?- La voz me
chocó. No la reconocía.
-Me duele un poco la cabeza.- Respondí entreabriendo los
ojos.
Me encontraba a cubierto, tendida sobre la cama de una
habitación poco iluminada, pero cálida, y una mujer adulta de
unos treinta y muchos, se hallaba sentada en una silla a un
lado de la cama, sujetando una de mis manos con las suyas
con dulzura. Tenía el cabello largo hasta la cintura, liso y
moreno. Sus ojos eran de color marrón y tenía una mirada
152
intensa y penetrante, pero afable y me sonreía con elegancia
desde su posición.
-Has estado con fiebre unas cuantas horas, pero ahora
estás bien.
-¿Dónde está Erik?- Mascullé.
-Ha ido a avisar a tu padre que estáis aquí. Él también ha
estado un poco mal, pero se recuperó pronto.
-¿Mi… padre?
-Sí, perdona, Erik me avisó que no recordabas nada, me
refería a Carl.
-Ah, vale.
-Yo soy tu abuela, por cierto.- Me la quedé mirando sin
comprender, a lo cual, ella amplió aún más su perfecta
sonrisa.- Me llamo Clarisse McNeil, pero puedes seguir
llamándome yaya, como cuando eras pequeña.
-¿Eres la madre de Carl?
-Sí, cariño.- Respondió acariciando suavemente mi cabello.
-Pero… eres muy joven para…
-Te agradezco el cumplido, cielo,- Me cortó muy sonriente.-
pero eso se debe a que no soy humana.- Rió.
153
-¿No… eres… humana?- Repetí.
-Es una faena que no recuerdes nada,- Se quejó Clarisse
rascándose la cabeza.- pero bueno, no importa, supongo que
con un poco más de tiempo lograrás acordarte de todo.
-Lo siento.- Me disculpé.
-No tienes por qué disculparte, cielo.- Clarisse se levantó
de la silla y tomó asiento a mi lado, en la cama.- Fueron
tiempos difíciles que, a decir verdad, yo también quisiera
olvidar.
-Yo lo único que quiero es saber quién soy,- Susurré.-
porque… yo tampoco soy humana, ¿cierto?- Clarisse sonrió
de nuevo, pero era una sonrisa muy diferente a la de antes,
dulce, melancólica, compasiva, tal vez.- Entonces… dime…
-¿De veras quieres saberlo?, ¿no prefieres recordarlo por ti
misma?
-No puedo esperar más, yaya.- Utilicé aquella palabra que
sabía que a ella le haría feliz y, de algún modo, conseguiría
camelarla.- Sé que hay algo que anda mal en mí y…
-Nada anda mal en ti.- Me tranquilizó.- Es solo que eres
diferente, nada más.
-¿Cuánto más diferente?
-Digamos que tus genes son diferentes.
154
-¿En qué medida?
-Violet…- Empezó Clarisse pero, justo en ese momento la
puerta del dormitorio se abrió de par en par y Erik y Carl
traspasaron el umbral.- ¿Por qué habéis tardado tanto?- Les
reprochó Clarisse levantándose de la cama y encarándolos
con aire autoritario.
-Erik tenía hambre.- Respondió Carl apresuradamente. Se
notaba a leguas que su madre le intimidaba demasiado.
-Ya veo.- Fue lo único que dijo Clarisse antes de volver
junto a la cama.- Es hora de que volváis a casa.
-¡Yaya…!
Clarisse me sonrió de nuevo y me alargó una mano.
Realmente parecía imposible que fuese mi abuela… bueno,
técnicamente no lo era, ya que Carl no era mi padre pero,
aún así, en mi fuero interno yo sabía que no estaba
equivocada.
Antes de marchar, Clarisse sujetó mi cuerpo en un brutal
abrazo y fue entonces cuando me susurró el secreto más
grande de mi vida que, en verdad, hubiera preferido no saber
con certeza.
-¡Por cierto, feliz cumpleaños y feliz cambio!- Gritó al
tiempo que desaparecíamos por la puerta.
155
19. Mi verdadero yo
Yo siempre había querido hacer algo importante en la vida,
como ser médico, o veterinario, algo con lo que me sintiera a
gusto y con lo que pudiera ayudar a los demás, pero eso fue
antes de que mi madre muriese a causa de un libro maldito
que cayó a mis manos. Fue entonces cuando todos mis
sueños se desvanecieron por completo.
Me obligué a decirme a mí misma que no pasaba nada, que
todo estaba bien, cuando no era así, cuando lo único que
quería era gritar, desaparecer…
Entonces mi tío me llevó a la que sería mi nueva casa: un
internado de lo más espeluznante que no hacía más que
invitarme a entrar, como si realmente yo debiera estar allí.
De todos modos, no opuse resistencia alguna, a fin de
cuentas, estaba sola desde hacía mucho y no había razón
alguna para permanecer junto a ese hombre.
De esa forma, entré a vivir al internado, aunque sabía que de
ningún modo me podía quedar allí demasiado, a riesgo de
poner en peligro a los demás estudiantes.
156
Y todo hubiera salido perfecto si no me hubiera encariñado
con ellos, si no hubiera forjado lazos de amistad, pero me
confié demasiado y acabé deseando poder permanecer allí…
Pasaron tantas cosas en ese entonces… que si fuera posible
volvería a revivirlo todo, sobre todo los momentos junto a
Erik que, aunque resultaba irritante la mayor parte del
tiempo, me hacía sentir necesaria, me hacía sentir bien
conmigo misma y en paz.
Pero todo lo bueno tenía que acabarse algún día. Entre esos
momentos buenos, también hubo momentos de
incertidumbre, de tristeza y de rabia.
Los sucesos acontecidos habían desdibujado por completo
cada detalle que creyera saber sobre mí misma, dejándome
vacía y sin personalidad ni pasado y, por si eso fuera poco,
ni tan siquiera era realmente humana, sino un ser mitológico,
un ser terrorífico que ni tan siquiera sabía que pudiera seguir
existiendo, si es que alguna vez lo había hecho.
Realmente me sentía estúpida, estúpida por no haberme
dado cuenta antes, por haber hecho caso omiso a las
insinuaciones, por haber negado lo evidente… y ahora que lo
sabía con certeza, me sentía más desdichada que nunca.
Había pasado ya una semana desde mi decimosexto
cumpleaños y no pasaba ni un solo día en que no me mirase
al espejo y admirase mi inusual belleza. Me veía más
elegante, más adulta y con un cabello visiblemente más largo
157
y brillante y… mi cuerpo… bueno… había crecido unos dos
centímetros de altura y había adquirido una talla más de
pechos, cosa que, definitivamente, no me desagradaba.
Aparte de eso, no notaba nada inusual en mí, de modo que
no entendía la razón del “cambio”. Si bien no era humana, no
disponía de datos suficientes para saber lo que debía
cambiar en mí y tampoco ayudaba la reticencia de Erik al
respecto. Bueno, le había ocultado que la abuela me lo había
contado, por eso no podía preguntarle nada directamente,
pero de lo que le preguntaba, o no recibía respuesta alguna,
o me contestaba de manera incomprensible. De todas
formas, prefería no saber demasiado del tema, ni pensar
siquiera sobre ello y, en eso las clases me ayudaban.
Habíamos empezado el segundo período, antes de las
vacaciones de invierno y necesitaba de toda mi
concentración para no perderme las explicaciones. Además
me había impuesto dos horas de ejercicio físico intensivo
cada noche, de modo que realmente estaba exhausta. No es
que me obligara nadie, pero quería estar preparada para
cualquier cosa, véase misiones de la Cruz Roja, ya que,
indiscutiblemente, me habían fichado en el equipo, lo
quisiera aceptar, o no.
La luz de una linterna por debajo de la puerta y varios pasos
acercándose me pusieron alerta. La sirena del toque de
queda había sonado hacía un par de minutos escasos, por lo
que debía esperar cinco más, en lo que pasaban inspección
158
de todos los estudiantes, para escabullirme del dormitorio sin
ser vista.
Erik, Kevin y Cybille dormían a pierna suelta, como cada
noche, de modo que lo único que tenía que hacer era salir
sigilosamente y regresar antes de la segunda inspección, a
eso de las cinco.
Retiré las sábanas de mi cuerpo y me levanté. El camisón
que llevaba puesto como pijama sería suficiente aquella
noche, de modo que ni me molesté en cambiarme.
Antes de salir, eché otro vistazo a los cuerpos dormidos de
mis compañeros de cuarto, en especial al de Erik, quien se
veía dulce e indefenso, igual que un niño pequeño. Suspiré y
accioné el picaporte pero, antes de que pudiera escabullirme,
alguien me agarró con fuerza del brazo, reteniéndome. Me di
la vuelta justo a tiempo para ver la dura mirada de Erik. Mi
cuerpo reaccionó solo y, de un fuerte tirón que rasgó mi piel,
me deshice de su agarre y salí corriendo del dormitorio.
Por suerte nadie me pilló en mi huída, ni tan siquiera cuando
abrí de par en par la puerta principal del internado y salí al
exterior en dirección al bosque de los alrededores.
La herida del brazo empezaba a escocer cuando decidí
sentarme bajo un árbol a recuperar el aliento. No tenía ni la
menor idea de cuánto tiempo aguantaría mi cuerpo aquel
ajetreo pero, de lo que sí estaba segura era de que nadie, ni
tan siquiera Erik, me iban a decir lo que tenía o no tenía que
159
hacer y mucho menos cuando ellos no habían sido sinceros
conmigo.
-¿Qué crees que estás haciendo?- Vaya… hablando del
rey de roma…
Erik se acercó hasta el árbol donde me hallaba acurrucada y
tomó asiento a mi lado.
-Estoy tomando el aire.- Mentí sin siquiera mirarle a los
ojos.
-Te vas cada noche, a medianoche, y no vuelves hasta las
tres o las cuatro.- Resumió.- ¿Se puede saber qué demonios
estás haciendo?
-Te agradezco el resumen, pero no creo que tenga que
darte explicaciones de lo que hago o dejo de hacer.
Aquella frase pareció enfurecerle de verdad porque, al
instante, quedé tendida sobre la tierra, con él sobre mi
cuerpo, sujetándome las manos sobre la cabeza.
-¿Qué narices estás haciendo?- Grité agitándome, tratando
de deshacerme de él.- ¡Quítate de encima!
-Dime lo que haces aquí cada noche y me quitaré.- Me
chantajeó.- De otro modo, te aseguro que no respondo de
mí.- Me amenazó y supe por su mirada que iba en serio,
pero yo no estaba dispuesta a dar mi brazo a torcer.
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-¿Y qué es lo que vas a hacerme?, ¿eh?- Reí.
-Soy tu esposo, ¿no?- Y lo que había detrás de aquello me
produjo pavor.
-No te atreverás.
-Niégate a decirme lo que haces aquí tú sola cada noche y
verás si me atrevo, o no.
-¡Entrenar!- Grité exasperada.- ¡Solo estoy entrenando!-
Volví a gritar pero, aunque le dije la verdad, él no se retiró.
-¿Por qué no me has dicho nada?
-Porque tú tampoco me dices lo que quiero saber.
-Eso es diferente, Violet. Lo hago por tu bien. ¿Por qué no
me dijiste que estabas entrenando aquí?- Insistió.
-Porque quiero… valerme por mí misma.- Dije lo más
calmada posible.- No quiero depender de nadie.- Añadí.- Y,
ahora, ¿te quieres quitar de encima?
-¿Por qué?
-Porque me estás poniendo… nerviosa.- Dije sin pensar
girando la cabeza para no mirarle directamente a los ojos.
-¿Te pongo nerviosa?- Dijo apoyando su barbilla en mi
hombro.
161
-S… Sí.- Susurré.
Tenía la cabeza embotada, la respiración entrecortada y un
intenso dolor en la mandíbula me impedía pensar con
claridad.
-Quítate de encima.- Le supliqué con los ojos llorosos.- Por
favor.
Erik negó con la cabeza y, aunque me revolví, no me soltó.
En su lugar, cambió su cabeza hacia mi otro hombro,
dejando su cuello a la altura de mis labios. Por alguna razón
que escapaba a mi control, deseaba a aquel hombre, lo
deseaba tanto, que mi cuerpo se convulsionaba bajo el suyo.
El dolor en la mandíbula había cesado, pero algo había
cambiado. Mi lengua se había topado con algo puntiagudo
donde deberían estar mis colmillos y, en verdad, eran mis
colmillos, solo que más largos y afilados.
-Una de las desventajas del cambio,- Me susurró Erik al
tiempo que abría mi boca y la posaba sobre su cuello contra
mi voluntad.- es que nos es imposible resistirnos al
ofrecimiento.
Mis ojos no dejaban de derramar lágrimas mientras hundía
mis dientes en su piel y saboreaba por primera vez en mucho
tiempo el herrumbroso líquido que emanaba de la herida.
162
-Durante la etapa,- Continuó Erik gemido tras gemido, al
tiempo que yo succionaba el líquido.- nuestro cuerpo
necesita… mucha más cantidad.- Volvió a gemir.- Y
necesitamos… controlar el impulso… frente a… los
humanos… ya que nuestros sentidos se… desarrollan más
rápidamente…
-¡Eh, vosotros!, ¿qué estáis haciendo?
Erik se levantó tan deprisa que rasgué aún más la piel de su
cuello. Mi primer impulso fue salir corriendo de aquel lugar
pero, aunque logré incorporarme y apoyarme contra el árbol,
no tenía la voluntad necesaria para hacerlo y menos cuando
estaba tan aturdida y tenía el camisón tan lleno de sangre.
La persona que nos había interrumpido, resultó ser el
director, que ni tan siquiera se sorprendió lo más mínimo por
mi atuendo. En lugar de eso, se aproximó a mí y me tendió
una mano.
Me levanté temblorosa y me dejé guiar de nuevo al refugio
del internado, donde me obligaron a entrar en la ducha para
retirarme los restos de la sangre de Erik.
“Eres un vampiro”
Las palabras de mi abuela resonaron en mi cabeza una y
otra vez, al tiempo que caía rendida al sueño en los brazos
de Erik.
163
20. El secreto de Cybille
-Erik, ¿estás dormido?- Le susurré al oído.
-¿Qué quieres?- Los ojos de Erik se abrieron despacio y se
fijaron en los míos.- ¿Quieres más?
-No es eso… yo… quiero saber qué se siente.
Erik se incorporó en la cama. Parecía asustado, incapaz de
comprender la razón por la que estaba haciendo aquello y, a
decir verdad, ni yo misma lo entendía.
-No importa.- Me acobardé.
-No, Violet… es solo que la última vez que dijiste algo
parecido, acabamos…- Erik suspiró y me retiró el largo
cabello de la cara.- No importa. De todos modos no es
prudente.
-Sí.- Admití.- Pronto será hora de ir a clase.
-No lo decía precisamente por eso y… hoy es sábado.
-Ya.- Dije al tiempo que me levantaba y caminaba despacio
hacia la puerta.- Voy a desayunar.- Dije ente sollozos.
Los fuertes brazos de Erik me rodearon antes de que pudiera
salir por la puerta y, en ese momento, estallé en llantos.
164
-Lo siento, Violet.- Se disculpó Erik abrazándome muy
fuerte.
-Lo sé…- Sollocé.- Lo sé… la abuela me lo contó… sé lo
que soy.
-Mierda.- Se quejó Erik abrazándome hasta casi
asfixiarme.- No debería haberlo hecho.
-¿Y por qué no?- Grité y en dos segundos me zafé de la
atadura de Erik
Al ver que no respondía, le di la espalda y salí del dormitorio,
pero no llegué muy lejos, ya que el sonido de un teléfono
móvil formó tanto estruendo que Kevin y Cybille despertaron
de su sueño dando voces.
-¡Que alguien apague ese maldito trasto!- Gritó Kevin con
la cabeza metida bajo la almohada.
-Señorita Violet, ¿está usted ahí? Conteste por favor, es
una emergencia.
-¡Mierda!- Grité.
El móvil había dejado de sonar pero, en su lugar se había
activado el walkie que guardaba en la mesilla de noche. Me
abalancé como un rayo sobre la cama, abrí el cajón de la
mesilla y saqué el walkie.
-Soy… Violet.- Respondí.- ¿Quién habla?
165
-¡Señorita, es usted por fin!- Exclamó el hombre.- ¡Debe
venir aquí enseguida!
-Por favor, cálmese, explíqueme lo que ha pasado.
-Verá, estábamos en una misión de reconocimiento y… un
Mork ha infectado a Kristen.
-¿Quién es Kristen?- Pregunté confusa mientras salía del
dormitorio, acompañada por Erik, para evitar que nadie más
pudiese escuchar nuestra inusual conversación.
-Es mi hija… Tiene vuestra edad y comparte vuestra
condición.- Me di cuenta enseguida de a qué se refería, por
desgracia.- Ella está muy mal, por favor, debe venir lo antes
posible.
-¿Y qué puedo hacer yo?
-Vuestra sangre… eso es lo único que puede salvarla
ahora…
-¿Mi sangre?- Le corté de inmediato.
-Tu sangre detiene el proceso de regeneración celular de
los Morks, al tiempo que destruye las células sin dejar el más
mínimo rastro.- Intervino Erik.- Lamentablemente, aún no
sabemos muy bien cómo funciona.- Añadió.- Y este dato lo
sabemos de casualidad…
166
-¿De ahí la forma de mi espada?- Recordé los canales por
los que había tenido que dejar circular mi sangre durante la
última misión. En ese momento yo no era consciente de lo
que significaba.
-¿Vendrá, verdad?- Insistió el hombre.- ¿Salvará a mi hija,
no es cierto?
-No se preocupe.- Suspiré. Nunca hubiera creído posible
que me vería envuelta en algo así voluntariamente.- Salgo
para allá de inmediato.- Y nada más decirlo, desconecté el
walkie.- ¿Por qué demonios siempre ocurren estas cosas en
fin de semana?- Me quejé.
-Porque es cuando hay más movimiento.- Respondió Erik
entrando de nuevo al dormitorio.
-Violet…
Kevin se interpuso en mi camino mirándome interrogante,
pero yo no tenía tiempo para aquello y mucho menos cuando
la vida de una persona estaba en juego, de modo que le di
un empujón y me encaminé hacia el armario donde, tras
mucho rebuscar, localicé unos vaqueros desgastados y una
camiseta, así como unas deportivas.
-¡Vámonos ya, Erik!- Grité.
-¡Un momento!- Gritó Kevin.- ¿Por qué él sí puede ir y yo
no?
167
-Si quieres ir, ve por tu cuenta.- Atajé.- Ahora no tenemos
tiempo para tus chiquilladas.
Y diciendo esto, seguí a Erik escaleras abajo en dirección a
la puerta principal del internado pero, antes de llegar, el
director nos salió al paso sonriente.
-¿Dónde vais, chicos?- Preguntó.
-Tenemos un poco de prisa.- Salté. El semblante del
director se tornó serio.
-¿Qué ha pasado?
-Hay un infectado.- Le informó Erik abriendo la puerta y
cediéndome el paso.
-¿Código rojo?
-Por cómo nos han avisado, es bastante urgente, pero no
creo que llegue a ser un código rojo propiamente dicho. Es
más una llamada de auxilio.- Erik hablaba como un experto
en el tema, algo de lo que yo carecía y me daba un poco de
envidia.
-Has dicho que hay un infectado, ¿verdad?
-Director, no tenemos tiempo para esto…
-Aguardad tan solo dos minutos, por favor.
168
Erik y yo nos miramos sin comprender, pero asentimos ante
el ruego del director. Éste subió a toda prisa las escaleras y
volvió a bajar nada más ni nada menos que con una
asombrada a la vez que confusa Cybille.
-Ella puede ayudar.
Y diciendo esto, volvió a subir las escaleras en dirección a su
despacho. Erik y yo nos miramos, pero ninguno de los dos
dijo nada. No entendíamos las razones que tenía el director
para que nos lleváramos a Cybille a la base, pero debía de
tener una muy buena razón.
Realizamos el trayecto en veinte minutos escasos, en lugar
de las dos horas más o menos que se tardaba en llegar, pero
era del todo comprensible dada la velocidad a la que íbamos
y, una vez pude bajarme del coche, caí de bruces, mareada
por la tensión del viaje.
-¡La próxima vez que vayas a hacerte el valiente, avísame
antes para que vomite primero!- Le grité furiosa a Erik
poniéndome de pie.- Sabes que nos la podríamos haber
pegado, ¿verdad?
-Venga, Violet, corta ya el sermón, que no ha pasado
nada.- Erik se acercó para echarme una mano, pero la mano
se la eché yo… hacia el ojo…
169
Mientras yo lograba mantener el equilibrio, Erik se apartó a
una distancia prudente y se frotó el ojo amoratado con la
palma de la mano, riendo.
-¡Señorita!
Un hombre alto y bastante apuesto me saludó con la mano
desde la entrada de la casa. No se acercó, de modo que
empecé a caminar hacia él a paso ligero, seguida de cerca
por Erik y Cybille.
Al ver acercarse a Cybille, el hombre dio un paso atrás,
asustado como si hubiese visto un fantasma, a lo cual Cybille
respondió agachando la cabeza.
-Edyleen…- Susurró el hombre. Cybille no respondió y
tampoco había demasiado tiempo para eso en aquel
momento.
-Disculpe, pero… me parece que tenemos un poco de
prisa, ¿no es cierto?
El hombre reaccionó y, sin apartar los ojos de Cybille, nos
guió escaleras arriba. Sentía la tensión acumularse por
momentos y, lo que más rabia me daba, era desconocer las
razones de aquel cambio. Cybille no había dicho ni una sola
palabra en el trayecto hacia dormitorio donde descansaba
Kristen, y eso me ponía demasiado nerviosa. Me preocupaba
mi amiga, a fin de cuentas.
170
El dormitorio era bastante sencillo, decorado con elegancia,
pero no tenía tiempo para fijarme en los detalles, ya que,
sobre la cama, descansaba una niña de más o menos
nuestra edad, cuya angustiosa respiración lastimaba mis
oídos y me hacía querer ponerme a llorar. Corrí hacia ella al
instante y me chocó el parecido que tenía con Cybille.
Aunque estaba dormida, tenía el mismo porte de elegancia,
el mismo peinado…pero no era Cybille, lo sabía, aunque…
-¿Sois parientes?- Le pregunté a Cybille sin mirarla
directamente.- ¿Por eso el director te ha dicho que nos
acompañaras?
-Señorita, lo que dice no es del todo cierto.- Intervino el
padre de Kristen mirando de nuevo a Cybille.- Mi hija y
Edyleen…
-Ahora me llamo Cybille,- Le cortó ésta con dureza,- de
modo que no lo olvide.
-Bien.- Accedió el hombre.- El caso es que ellas dos fueron
amigas, casi como hermanas. Después de la muerte de los
padres de Ed… Cybille,- Se corrigió.- ellas dos se hicieron
inseparables, hasta el punto de parecer gemelas de verdad
pero… una tarde desapareció y no pudimos encontrarla… de
eso hace ya… bastante tiempo…- El rostro de Cybille se
contrajo. Parecía como si realmente fuese a llorar.- Fue
porque no soportabas la vergüenza, ¿verdad?
171
-¡Cállate!- Soltó Cybille y, esta vez, sus ojos estaban
empañados en lágrimas.- ¡Tú no entiendes nada!
-Entonces explícamelo, porque no lo entiendo.
-Yo… me fui porque… no merecía vuestro cariño…
después de… haber tenido que acabar con la vida de mis
padres…- Me tensé. ¿De verdad había dicho Cybille que
había matado a sus padres?- Ahora tengo una nueva
familia.- continuó.- Tengo una abuela que me quiere
mucho… y también un padre…
-¡Yo soy tu padre!- El hombre se agachó donde se había
desplomado Cybille y la rodeó con sus brazos.- Tú eres mi
hija y… me alegro que hayas vuelto.
-¿Esto ha sido idea del director, verdad?- Le pregunté a
Erik en un susurro, a lo cual él asintió y me agarró de la
mano.- ¿Cómo podía saberlo?
-Él sabe muchas cosas…
-¿Edy… leen?
El corazón me dio un vuelco. Kristen había hablado y no solo
eso, sino que se había incorporado en la cama y nos miraba
con una leve sonrisa en sus labios.
172
21. Emociones inadvertidas
Cybille se puso en pie, temblorosa, y se acercó a la cama.
Sus manos se acoplaron a las de Kristen suavemente y con
dulzura, al tiempo que esbozaba una falsa sonrisa, cargada
de dolor.
-Has… vuelto…
-Sí.
El dolor en aquella sencilla palabra hizo que las lágrimas
cayesen de mis ojos involuntariamente. Di un paso hacia la
cama, recordando de pronto la razón por la que nos
encontrábamos allí, pero el brazo de Erik me retuvo.
-Ya es demasiado tarde.- Me susurró.
-No… No puede ser… Si hemos llegado lo antes posible…-
Intenté moverme de nuevo, pero Erik aferró mi cuerpo muy
firme.- No… Al menos tengo que intentarlo… Mi sangre…
-Violet, el director sabía lo que iba a pasar, lo vi en su
expresión. Por eso es que mandó a Cybille que nos
acompañase.
-No… Pero yo…
173
-Violet, déjalo estar.- Insistió Erik muy serio.- Lo único que
podemos hacer ahora es esperar.
-¿A qué?- Le corté sin poder detener el fluir de mis
lágrimas, que recorrían mis mejillas con insistencia.
Erik negó con la cabeza y señaló la escena que estaba
ocurriendo entre Kristen y Cybille, la cual se había tumbado
junto a su amiga y jugueteaba con su cabello.
-¿No hay ninguna forma de salvarla?- Le supliqué a Erik,
rodeando su cuello con mis brazos.
-No la hay.
-Pero tú dijiste que mi sangre…
-Tal como está ahora, la matarías y… el dolor que
sentiría… bueno, es impensable.
-Entonces, ¿por qué?- Sollocé.- ¿Por qué hemos venido, si
no podemos salvarla?
-Tenían… que despedirse.
Mi llanto se aceleró sobre el pecho de Erik quien, una vez me
hube calmado un poco, giró mi cuerpo justo a tiempo para
que pudiera ver, por primera vez, los afilados colmillos de
Cybille, lo que me produjo un enorme impacto. De modo que
Cybille también era un vampiro… jamás lo hubiera creído
posible… parecía tan normal… tan humana…
174
-¡No!- Chillé insistentemente pero, aunque me revolvía en
los brazos de Erik, me era totalmente imposible dar ni un
paso.
Cybille había hundido sus colmillos en el cuello de Kristen y,
aunque veía cómo, tanto los ojos de mi amiga, como los de
Kristen derramaban lágrimas sin cesar, tenía la certeza de
que mi amiga lo estaba disfrutando.
La línea roja que caía sobre las sábanas, me había
colapsado por completo. No podía hacer otra cosa que
observar y anhelar aquel líquido involuntariamente. La
sensación que me provocaba aquella visión, hacía que mi
corazón se acelerase, provocaba una sequedad insoportable
en mi garganta y hacía que no me fuese posible controlar mi
propia respiración.
-Prométeme…- La dulce y débil voz de Kristen me produjo
escalofríos.- que cuidarás de papá y que… conservarás tu
nombre… sigue… siendo así… mi… herma…
Sentí mi corazón encogerse cuando el brazo que había
estado sujetando la espalda de Cybille, cayó inerte sobre el
colchón, pero lo que más me impresionó fue la valentía de
ésta para tomar una estaca que le ofreció el padre de Kristen
y clavárselo a ésta, con rabia y tristeza al tiempo, en el
corazón.
Quería ir corriendo hacia Cybille para pegarle cuatro
bofetadas por haberle hecho eso a su amiga, pero Erik no
175
me lo permitió por mucho que yo intenté zafarme de él.
Además, mi cuerpo aún seguía deseando el líquido
derramado… y Erik lo sabía, ya que mi cuerpo no dejaba de
temblar y daba enormes bocanadas de aire, cual si me
faltase la respiración.
Cybille me miró aún con lágrimas en los ojos y,
sorprendentemente, me sonreía, algo que, definitivamente,
no me esperaba.
-Sólo está dormida.- Susurró.- Dormida…
-Señorita…- El padre de Kristen se había parado frente a
mí y me observaba sonriente.- Le agradezco que haya
venido hasta aquí… yo…
-No ha servido para nada.- Le corté.
-Violet.- Me regañó Erik.
-Lo lamento.- Me disculpé.- Yo… no quería decir algo tan…
-No se preocupe, lo entiendo.- Accedió el hombre
observando a Cybille, quien aún se hallaba tendida sobre la
cama, llorando descontroladamente.- ¿Sería posible que me
dejara ocuparme de ella por un tiempo?- Preguntó.
-Yo…
-Avisaremos al director.- Intervino Erik, salvándome de no
saber qué decir.- Aunque deberá regresar al internado.
176
-Por supuesto.- Asintió el hombre.- Como su padre, debo
velar por su futuro. Tan solo pienso que querrá quedarse
aquí.
-Si ella está de acuerdo, por mí no hay problema.- Intervine
ahogando una arcada.
-Bien, creo que será mejor que nos vayamos.- Erik me
cogió en brazos, lo cual me irritó bastante, aunque no hice
nada para que me bajara.- Tengo que atender las
necesidades de esta niña tonta.
-¡Erik!
Erik detuvo su avance frente a la puerta principal y miró a su
padre, quien estaba envuelto en sangre. Tanto sus ropas,
como sus brazos estaban cubiertos con aquel líquido y lucía
agotado.
-¿Qué ha pasado, papá?- Preguntó Erik más que
preocupado.
-Nada, hijo, tranquilo.- Logró pronunciar Carl.- Ya está todo
controlado.- Añadió al ver que Erik no se iba a dar por
vencido.
-Podrías haber avisado… Te habríamos echado una
mano…
177
-Sí, bueno, afortunadamente no ha sido grave pero,
cambiando de tema, ¿qué hacéis vosotros dos aquí y porqué
llevas a Violet en brazos?
-Kai nos llamó por lo de su hija… No pudimos hacer nada.-
Añadió Erik ante el semblante desconcertado de su padre.-
Cybille está con él, esto… es una compañera del internado.-
Aclaró.- Y Violet tiene un ataque. ¿Qué tal tus heridas?
-Mis heridas están bien y creo que vosotros deberíais
quedaros todo el fin de semana.- Sonaba como una orden y
probablemente así era.- Ése es el tiempo que vamos a tardar
en obligar a Violet a alimentarse, ya que no creo que vaya a
hacerlo voluntariamente.- Dijo entre suspiros.
-Sí, tienes razón.- Admitió Erik mirándome de reojo con
una sonrisa que daba miedo, dibujada en sus perfectos
labios.- Además, aquí no hay peligro.
-Entonces, nos vemos luego.
Erik asintió al tiempo que comenzaba a ascender las
escaleras en dirección a los dormitorios. Una vez llegamos a
su cuarto, entramos y me dejó sobre la cama. Mi respiración
había mejorado y ya estaba mucho más tranquila, pero
seguía sin comprender por qué me había puesto medio
histérica, con tan solo ver un par de gotas de sangre.
¿Tendría algo que ver con el cambio que estaba sufriendo mi
cuerpo? No descartaba esa posibilidad, aunque tampoco es
178
que me hiciese demasiada gracia y, si estaba en lo cierto, lo
que iba a venir ahora, no me iba a gustar ni un pelo.
-Erik.- Intenté viendo como él se quitaba la parte de arriba
y se acercaba a la cama.
-¡No quiero excusas!- Gritó.- Tan solo hazlo y punto.
-¡Ni hablar!- Chillé, y mi intento de fuga fue frustrado por
los veloces brazos de Erik, que me sujetaron bien fuerte y
me devolvieron a la comodidad del colchón.
-¿No querías saber lo que se siente?- Preguntó Erik
colocándose sobre mí, sujetándome las manos sobre la
cabeza y acercando sus labios a mi cuello.
Su respiración sobre mi cuello me daba escalofríos y mi
corazón se aceleró en respuesta al suyo. Sentí sus colmillos
hundiéndose en la piel de mi cuello, causándome un intenso
y asfixiante dolor. Pero esa sensación duró poco, siendo
sustituida por una explosión de placer que recorrió cada
célula de mi cuerpo. Mientras Erik succionaba mi sangre, el
placer aumentaba más y más, haciéndome enloquecer,
haciéndome gritar…
Y no fue hasta que sentí cómo Erik me incorporaba en la
cama, que me di cuenta que había parado, aunque yo
todavía seguía notando aquella sensación.
-¿Qué te ha parecido?- Me susurró Erik al oído.
179
Pero no pude responderle. Me encontraba demasiado
aturdida como para ser capaz de pronunciar algo, por muy
tonto que fuera.
Una sensación mucho más intensa recorrió mi cuerpo,
haciéndome estremecer. Parecía como si mi cuerpo
reaccionase a algo que yo no podía ver.
-Tranquila, Violet.- Me susurró Erik al oído, aferrando mi
cuerpo con sus brazos e impidiéndome cualquier tipo de
movimiento.- Pasa, Edyleen.- Gritó.
La puerta se abrió y mi amiga entró en el dormitorio. Tenía
los ojos hinchados de tanto llorar, pero tenía una expresión
dura. Además de eso, sus ropas estaban bañadas con la
sangre de Kristen…Entonces comprendí lo que me había
ocurrido. Al fin y al cabo, yo era un vampiro, de modo que no
sería de extrañar que mi cuerpo reaccionase a la presencia
de sangre. Además, estaba esa expresión en el rostro de
Cybille que parecía culparme de lo sucedido, que me
recriminaba no haber salvado a Kristen. Bajé la mirada
avergonzada y un poco triste al mismo tiempo y esperé la
explosión de rabia pero, en lugar de eso, Cybille subió a la
cama y me abrazó muy fuerte.
-Gracias.- Me susurró.
-Yo… no hice nada.- Noté cómo las lágrimas se formaban
en mis ojos, pero las contuve.
180
Cybille me soltó y salió del dormitorio. Parecía mucho más
tranquila que yo, aun habiendo pasado por todo eso, y eso
me alegraba un poco. Suspiré. Los brazos de Erik seguían
aferrados a mi cintura y parecía no tener intención de
soltarme.
-¿Piensas quedarte así eternamente?- Dije.
-Bueno, no es mala idea.- Rió Erik acercando aún más mi
cuerpo al suyo, con lo que pude notar la protuberancia en
sus pantalones. Suspiré de nuevo.
-No tengo ni la menor intención de hacerlo, así que olvídate
de intentarlo.- Solté.
-Yo no controlo las reacciones de mi cuerpo.- Rió dándose
cuenta del detalle.- Y no es que no me hubieras visto antes…
-¡Cállate!- Le corté. Aquel tema me resultaba demasiado
vergonzoso.
-¿Te he dicho alguna vez que soy tu esposo?
-Sí, lo has hecho,- Proferí con sequedad.- pero yo ya no
soy la misma de entonces, por lo que para mí nuestro
matrimonio no es…
Repentinamente, los labios de Erik se encontraron con los
míos y me dejaron con la palabra en la boca. Mi cuerpo,
entonces, comenzó a revivir las sensaciones que su
mordisco me había provocado minutos antes, haciéndome
181
enloquecer hasta niveles insospechados y, lo que pasó
después, debí de haberlo borrado de mi mente porque,
cuando fui consciente, me hallaba en el interior de la cama,
desnuda, cubierta de sangre y con Erik a mi lado, sonriendo.
182
22. Otro camino
Habían pasado ya dos años desde mi indiscreción con Erik y
no había pasado ni un solo día en que no me arrepintiese de
lo sucedido, en que maldijese a Erik por lo que hizo. Cierto,
yo también tuve la culpa y cierto también, el era mi marido
desde hacía mucho, pero yo no lo sentía de ese modo. Para
mí, que había perdido todos y cada uno de los recuerdos que
compartí con él, aquel acto tan repentino no era sino una
burda violación, tanto de mi cuerpo, como de mi alma.
Había pasado esos dos años sin apenas dirigirle la palabra y
maldiciéndome a mí misma por seguir conservando
sentimientos hacia él, lo que ahora me dejaba con un gran
dilema.
Después de la muerte de Kristen, Erik, Cybille (ahora
teníamos que llamarla por su nombre real, Edyleen) y yo
regresamos al internado. Nuestra habitación había sido
remodelada para albergar a cuatro personas, en lugar de las
tres para las que previamente estaba preparada. La cuarta
cama era para Kevin, quien se había incorporado al
internado bajo petición del director.
Al principio todo resultó marchar viento en popa, pero pronto
los celos se colaron entre las paredes del dormitorio,
183
haciendo del todo insoportable la convivencia. Y yo sabía la
razón.
Sabía a ciencia cierta que Kevin seguía enamorado de mí,
como también sabía que Erik no le permitía acercarse a
menos de dos metros de mí. Y ocurrió tal y como lo predije.
Los impulsos de Kevin se hicieron mucho más fuertes a cada
día que pasaba, así como los celos de Erik, y las peleas
entre ellos ya era una cosa bastante habitual, diría que
rozando lo cotidiano. Y yo me estaba muriendo por dentro
por no poder entrometerme, ya que, si lo hacía, todo
empeoraría más.
Además, por si eso fuera poco, en los escasos ratos en que
me encontraba a solas con alguno de los dos, todo
empeoraba aún más. Cada uno tenía un carácter y una
perspectiva diferente y…me gustaban los dos.
Ahora era mayor de edad, pero ese hecho no me servía para
nada bueno, tan solo para verme incluso más hermosa que
antes, más deslumbrante, y que los celos de Erik y Kevin
aumentasen más y más.
En lo relativo a los estudios, habíamos aprobado todas las
asignaturas con honores, a pesar de haber estado faltando
algunos días debido a las misiones de la Cruz Roja, en las
cuales yo había estado demasiado ocupada intentando que
no me matasen, como para darme cuenta de lo que estaban
haciendo esos dos. Por una parte, resultaba tranquilizador no
184
tener que estar pensando en ellos a cada momento, sino
concentrada en la misión pero, por otra parte, resultaba
agotador y no solo físicamente, sino que, además, en cada
batalla, iba perdiendo un montón de sangre, que era la
causante de que los Morks no se pudiesen regenerar y
perdiesen por tanto la vida, y eso me debilitaba mucho.
Había conseguido aumentar mi resistencia física, mis
sentidos y algunos de mis poderes latentes, como poder
controlar el flujo del aire, con un duro entrenamiento, pero
según veía, eso no era suficiente. No era lo suficientemente
fuerte como para enfrentarme yo sola a uno de aquellos
bichos y, después de todo, resultaba de lo más frustrante.
Edyleen se había unido a la lucha unas cuantas veces, pero
no estaba del todo segura de si pertenecía a la Cruz Roja, o
no. Su estado de ánimo tras la muerte de su hermana, no era
tal y como solía ser, tan alegre y animado y, aunque era del
todo comprensible, yo quería que volviera a ser la misma. La
misma que me animaba en los momentos difíciles, la misma
con la que podía hablar de casi cualquier cosa…, pero
pasaban los días y aquello no mejoraba ni un poco.
El libro demoníaco lo había dejado totalmente olvidado en su
caja de plomo. En los dos últimos años no lo había abierto ni
una sola vez. Me había olvidado por completo de él, pero,
¿por cuánto tiempo más podría continuar sin descifrarlo?
Supuestamente se trataba de algo importante y tal vez lo
fuese, ya que era posible que contuviera el alma de mi
185
hermano Riku, pero eso todavía no lo habíamos podido
confirmar.
Mi sed de sangre también era uno de mis mayores
problemas. Tras el incidente con Erik y el rápido desarrollo
de mis sentidos, cada vez que veía u olía la sangre, me
ponía como loca. Había aprendido más o menos a controlar
la sed y, quiero decir, que a reprimirla también, pero la
negativa de mi cuerpo a alimentarse de forma voluntaria, me
complicaba aún más las cosas, hasta el punto de tener
incluso que atarme. Eso era algo que debía cambiar, lo
sabía, pero era mi cuerpo el que no quería hacerme el menor
caso.
Y aún necesitaba de toda mi concentración para decidir si
correspondería a los sentimientos de Kevin o continuaría
siendo fiel al amor que aún sentía por Erik.
Eso me consumía la mayor parte del día desde que Kevin
me lo había propuesto la semana pasada durante la clase de
equitación. En su momento no le había respondido nada,
pero los días pasaban y veía cómo él se estaba
impacientando a cada minuto que no tenía una repuesta,
pero, ¿cómo le iba a dar una respuesta de esa magnitud,
sabiendo que estaba irremediablemente enamorada de Erik?
Era cierto que me había separado de él, pero aún continuaba
siendo mi esposo a efectos legales y, lo que es peor, en el
caso de decidirme por Kevin, ¿cómo iba a ser capaz de
decírselo a Erik, sabiendo cuanto me quería?
186
-Violet, tenemos que hablar.
Aquella frase tan cargada de resentimiento y dolor, me pilló
tan desprevenida que, sin darme cuenta, asusté a Luna y
estuve casi a punto de caerme.
Era la última hora antes del fin de semana y yo aún me
hallaba con los nervios a flor de piel por la propuesta de
Kevin. Aún así, logré enderezarme y mantener el equilibrio,
al tiempo que indicaba a Erik que me siguiera hacia el lago
del interior del bosque. Una vez allí, descendimos de
nuestras monturas y tomamos asiento sobre la yerba, sin
perder de vista a las dos hermosas yeguas que abrevaban
en el lago.
-Tú dirás.- Le insté al ver que no sabía cómo empezar.
-Lo sé.- Dijo.
-¿Saber?, ¿el qué?- Pregunté confusa. No tenía ni la más
mínima idea del contexto de la conversación.
-Sé que Kevin se te ha declarado.
Mi corazón se salió del pecho ante aquella afirmación.
¿Cómo se había podido enterar de aquello, si yo ni tan
siquiera había tenido tiempo de hablar con él? ¿Podría ser
que Kevin se me había adelantado? No, me prometió que me
daría tiempo para pensarlo y que hasta que no le diera una
respuesta, no le diría nada a Erik.
187
-¿Y bien?, ¿es cierto, o no?
-Yo…
-Entonces es cierto.- Me cortó. Mierda, no quería ver esos
ojos tan llenos de dolor que me observaban. Desvié la
mirada.
-No le he respondi…
-Ve con él.- Soltó y, al decirlo, algo en mi interior se hizo
añicos.
-¿Cómo… has dicho?- No quería oírselo decir de nuevo,
pero quería confirmarlo.
-Violet, mira cómo estamos, yo no puedo hacerte feliz.-
Susurró casi sin voz.- Por lo menos ya no y yo quiero que lo
seas, aunque no sea conmigo.
-Pero…
-Violet, te juro que no quiero separarme de ti…
-¡Entonces no lo hagas!- Grité y mis ojos sucumbieron ante
el dolor.
-Violet,- Erik tomó mi cara ente sus manos y me obligó a
mirarle directamente a los ojos.- no quiero separarme de ti,
pero si con ello consigo que vuelvas a sonreír, lo haré, por
mucho que me duela.
188
-Erik… ya sabes que solo puedo estar contigo. Yo… iba a
decirle que no…
Erik negó con la cabeza y acercó sus labios a los míos.
Nuestro beso no duró demasiado, pero fue lo
suficientemente intenso como para confirmar que jamás
podría querer a otro como le quería a él. Pero él me había
dado permiso, me había dado permiso para que fuera con
Kevin, ¿por qué?
-¿Es que acaso ya no me quieres?- Aventuré,
mordiéndome la lengua por lo que acababa de decir.
-Ha pasado mucho tiempo y…- Aquel silencio fue lo más
duro que tuve que soportar hasta aquel momento, antes de
que él me diera la espalda y se me cayera el alma a los
pies.- No, ya no siento lo mismo por ti que entonces.- Soltó.-
Y creo que es mejor para los dos dejar las cosas como
están. Nuestra relación únicamente será de amistad.
Le vi alejarse de mí a pasos agigantados y, con él, también
se fue mi corazón y todos los sentimientos que pudiera
albergar hacia él. Ahora sí que no tenía opción. El despecho
sería la mejor arma y elegiría el camino que él tan
amablemente había dispuesto para mí. Y no habría vuelta
atrás.
189
23. Por despecho
Ni en mis peores sueños hubiera creído posible que Erik y yo
nos acabaríamos separando y mucho menos cuando yo ya
me había acostumbrado a estar cerca de él. Le había
querido en el pasado, sí, y le quiero con locura ahora, incluso
no teniendo recuerdos de nuestro pasado en común.
¿Cómo era posible que aquel amor hubiese perdurado?
¿Cómo era posible que me hubiese vuelto a enamorar de él?
Bueno, ahora ya todo eso daba igual y la decisión que me
obligaba a tomar no es que me hiciera la menor ilusión, pero
no me dejaba opción alguna. Él me había dicho bien clarito
que ya no sentía nada por mí, por lo que yo debería hacer lo
mismo: enterrar nuestro amor y abrirle paso a uno nuevo y
Kevin era la mejor opción de la que disponía en aquel
momento.
Había pasado la noche en vela y casi la mitad del día
tratando de decidirme, tratando de obligarme a hacer algo
que, definitivamente, no quería hacer, pero la decisión ya
había sido tomada de antemano y tarde o temprano tenía
que dar el primer paso.
Además, no es que me desagradase del todo la idea de salir
con Kevin porque, realmente estaba buenísimo, y era dulce y
190
cariñoso, aunque también demasiado celoso. Lo que me
molestaba de verdad era saber que, aunque Erik y yo
éramos marido y mujer, él no había puesto el menor reparo
en que me fuese con Kevin. Sí, había dicho que no me
quería y sí, yo sabía que él quería verme feliz, pero…él
continuaba siendo mi esposo de todos modos. Entonces,
¿cómo podría hacerle algo así? Tal vez tan solo me
estuviera poniendo a prueba pero, no, su tono de voz era
demasiado sincero y demasiado cargado de dolor, como
para no ser ciertas las palabras que sus labios habían
pronunciado, quiero pensar que con esfuerzo.
Y yo tenía la culpa de todo. Si no me hubiese molestado
tanto por aquel incidente, de seguro que todo esto no estaría
pasando. Todo seguiría igual y yo estaría con Erik y no
pensando en la posibilidad de salir con Kevin.
En eso andaba cuando, de repente, me topé con el retrato de
mi madre.
En dos años no había tenido ni la menor noticia de ella, ni
tan siquiera la había visto durante las misiones, ni cuando
casi muero por imprudente hace un año escaso. En esa
ocasión Erik me había ayudado pero, tal y como estaban las
cosas entre nosotros, dudaba que este hecho se pudiera
volver a repetir. Y lo cierto era que no tenía tiempo para estar
pensando en ella, cuando tenía otros problemas con los que
lidiar, véase, olvidar a Erik y emprender una relación con
Kevin.
191
-Aún te sigue fascinando, ¿verdad?
Giré mi cabeza tan deprisa, que mi cuello se resintió. ¡No!,
mierda, no quería verle, pero lo tenía plantado frente a mí y
me sonreía. ¡Dios mío!, ¿cómo iba a hacer para olvidarme de
él?
-¿Te importa?- Mi duro tono de voz le sorprendió pero, aun
así, no dejó de sonreírme.
-En absoluto.- Me cortó.- Ya me voy.- ¡No!, mierda, no
podía dejarle marchar, así no.
-¡Espera!- Grité. Erik giró la cabeza y la sonrisa volvió a
sus labios.
-¿Quieres algo?
-¿Lo decías en serio?- Susurré- Lo de…
-Él puede hacerte feliz,- Respondió tajante.- y te
agradecería que no volvieras a mencionar el tema, por favor.
-Lo siento, entiendo.
Le di la espalda y bajé el último tramo de escaleras. Mientras
me alejaba de él, mi tristeza iba aumentando más y más
hasta el punto en que ya no pude reprimir las lágrimas y me
interné corriendo en el laberinto en dirección a la fuente de
piedra, el único lugar en el cual podía llorar tranquilamente
192
sin ser molestada, pero, cuando llegué allí, me di cuenta que
me iba a ser imposible estar sola.
Kevin estaba allí, sentado sobre la piedra, con las manos
hundidas en el gélido agua. Nada más verme, corrió hacia mí
y me abrazó. Sentí cómo sus manos, ahora frías y húmedas,
se deslizaban desde mi cuello hasta mi cintura y no pude
más que resistirme a aquel roce, alejándome unos metros de
él.
-¿Te encuentras bien?- Me preguntó estrechando la
distancia entre él y yo, hasta el punto en que tan solo nos
separaban un par de centímetros.
-Se lo dijiste.- Le reproché, aunque no sabía si realmente
era cierto, o no.
-No, no lo hice.- Respondió muy serio.- Él ya lo sabía. Lo
leyó en mi mente en un descuido. Así que es por eso por lo
que estás así.
-Me hiciste una pregunta…
-Sí.- Afirmó y su seria expresión cambió a una más alegre,
radiante.
-Ya tengo una respuesta.
-¿Y bien?- Insistió al ver que yo me había quedado muda,
no sabiendo cómo arrancar.
193
-Sí.
-¿Sí?- Repitió.
-Mi respuesta es sí. Saldré contigo.
-¿De verdad?- Insistió.
-¿Pero es que acaso no entiendes el significado de la
palabra “sí”?- Chillé enfurecida.- ¿O es que quieres oírme
repetir lo mismo hasta la saciedad?- Añadí.
En ese momento, algo me sobresaltó y un millar de
emociones invadieron mi cuerpo, al mismo tiempo que mi
agudizado sentido del olfato captó el irresistible aroma de la
sangre de Erik. No estábamos solos y, no solo eso, sino que
Erik andaba muy, muy cerca de allí y, el olor de su sangre…
Los gemidos de una mujer perforaron mis tímpanos y mi
corazón se hizo añicos de nuevo, tan solo con imaginar la
posible escena que estuviera aconteciendo.
Mi cabeza me decía que no fuera a investigarlo, que daba
igual, pero mi cuerpo ya se había puesto en marcha y
rastreaba el inconfundible aroma de la deliciosa sangre que
había sido mi perdición. Y no tuve que caminar demasiado.
Kevin estaba a mi lado, agarrándome de la mano, pero yo no
estaba pensando en él, sino que estaba absorta con lo que
mis ojos estaban captando. Erik. Erik se hallaba en aquel
pasillo, guarecido en la oscuridad, sentado en el suelo y
194
bebiendo la sangre de otra mujer. Mierda. La rabia y los
celos aumentaron en mi interior, pero no me moví ni un
ápice. Continué contemplando la escena hasta que, como
una descarga eléctrica, supe que Erik me estaba mirando. Él
sabía que yo estaba allí, observándole, pero él continuaba
bebiendo y provocando que la mujer emitiera unos gritos de
placer que hubiera preferido no escuchar.
Ya no podía soportarlo más. El dolor resultaba insoportable.
Enjuagué las lágrimas y tiré de Kevin para alejarme de allí
cuanto antes, aunque aquella imagen… definitivamente no
se me iba a borrar de la cabeza. Me perseguiría hasta
hacerme enloquecer de celos, unos celos que hubiera
preferido no llegar a sentir nunca.
Arrastré a Kevin hacia otro de los tantos pasillos del
laberinto. Puede que estuviera loca y que tal vez, lo que iba a
hacer a continuación, me iba a pesar demasiado, pero ya no
podía resistir más. La visión y el olor de la sangre de Erik me
habían provocado un intenso dolor en la mandíbula y podía
notar con la lengua el afilado extremo de mis colmillos, así
como una sed insoportable, que precisaba ser calmada
cuanto antes. Empujé a Kevin contra la pared y pegué mi
cuerpo al suyo.
-¿Qué estás haciendo?
Kevin estaba confundido, pero yo no tenía tiempo para
andarme con formalismos. Acerqué mi boca a su cuello y
195
hundí mis colmillos en la piel. El grito de Kevin se hizo eco
del mío en tanto que su sangre comenzó a entrar en mi boca.
No era como la de Erik, lo sabía, pero calmaba mi sed y eso
era lo importante.
Y cuando una inexplicable descarga recorrió por mi cuerpo,
supe que no estábamos solos.
196
24. La Academia Yokai
¡Mierda, no!, Erik me estaba mirando, ¡oh, dios mío, no me
mires! Pero sabía que era él quien nos estaba observando.
Era él quien caminaba hacia mí y era a él a quien no quería
ver.
-Veo que ya puedes alimentarte por ti misma.
Dejé de beber y me separé de Kevin, quien perdió el
equilibrio y cayó al suelo de bruces. Había tomado
demasiado de él y ahora estaba débil, pero lo que ahora me
importaba más que nada eran las palabras de Erik. Hasta
que había hecho aquel comentario, ni me había dado cuenta.
¡Me había alimentado voluntariamente! Y, no solo eso, sino
que me había alimentado de Kevin, en lugar de Erik. Dios,
¡había traicionado a mi Erik! No, ¡él lo había hecho primero!
Yo le había pillado alimentándose de otra hacía tan solo
unos pocos minutos, por lo que no tenía nada que
recriminarme. Me di la vuelta y le encaré.
-Y yo veo que tú no has perdido el tiempo.- Solté,
recogiendo pausadamente una gota de sangre que se había
quedado atrapada en mi labio inferior.
-Tenía hambre.- Respondió y volvió a darme esa sonrisa
que, deduje, era falsa.
197
-Yo podría decir lo mismo.- Le rebatí.- Y, que sepas que en
el comedor hay “suplementos” para nosotros.- Añadí.
-Sí, y es lo mismo para ti, por si no lo recuerdas.
-¡Ya está bien!- Grité.- Dime ya lo que quieres y acabemos
con esta absurda conversación de una buena vez.
-Suenas como si estuvieras celosa.
-Sí, y tus cambios de personalidad me dan jaqueca.
-¿Eso quiere decir que estás celosa?- Insistió.
-No tendría por qué estarlo, si ya no hay nada entre
nosotros…- ¡Maldita sea!, hablar sin pensar antes las cosas
dolía demasiado.
-Aparte de estar casados, quieres decir.
-Sí, aparte de eso, pero como no me acuerdo de nada…
-¡Deja ya de poner eso como escusa!- Chilló.
-Y tú explícame por qué no me dijiste quien eras el primer
día que me viste aquí.- Esa era una cuestión que ya no se
iba a hacer esperar por más tiempo.- Dime por qué te hiciste
pasar por alguien que no eras.
-¿Me hubieras creído si te hubiera dicho de buenas a
primeras que eras un vampiro, que tu madre no era tu madre
y que tú y yo estábamos casados desde hacía siglos?
198
Me quedé pensándolo un buen rato y, por fin, hallé la
respuesta.
-Pues no.- Respondí.- Probablemente no lo hubiera hecho,
pero al menos merecía saberlo, ¿no crees?
-Lo supiste a su debido momento.- Respondió tajante.-
Despacio, poco a poco te lo fuimos contando todo. Yo no
estaba dispuesto a perderte de nuevo por contarte las cosas
antes de tiempo. Bastante mal lo pasé esperándote aquí dos
años.
-Mencionaste algo al principio.- Recordé.- ¿A qué te
referías cuando dijiste que “fue lo acordado”?
-Simplemente a que tu tía debería haberte traído aquí con
catorce años humanos y no con dieciséis pero, en lugar de
eso, rompió la promesa, intentó destruir el libro y murió.
Puedo entender sus razones, ya que te quería demasiado,
aun después de haber perdido la memoria durante la guerra,
pero su actitud no nos ocasionó más que sufrimiento y más
problemas. Por suerte, el que conociste como tu tío, te trajo
de regreso, aunque lo hubiera hecho de todos modos.
-Entonces por eso me odiaba.- Susurré más para mí que
para él.
-Bueno, él odia a todos los vampiros,- Respondió.- ya que
cuando era pequeño tuvo una experiencia bastante
desagradable en la que casi muere.
199
-Entonces no veo porqué iba a ocuparse de mí, si tanto
odio me tenía.
-En primer lugar porque se lo ordenamos y, en segundo,
porque se había enamorado de tu tía.
-Vale, está bien, tema zanjado…
-Aún tenemos otro asunto del que hablar.- No, ¿en serio
me iba a reprochar el haber bebido la sangre de Kevin?- El
libro, hace tiempo que no mencionas nada de él.
-Hace bastante tiempo que no lo abro.- Confesé.- Y
tampoco es que me entusiasme la idea de poder hacerlo.
-Pero algo habrás averiguado.- Insistió.
-¿Y por qué me lo preguntas a mi?, ¿no eres tú el que lo
sabe todo, el que conserva todos los recuerdos de la guerra?
-Nada en lo referente al libro.- Chilló.
-Riku murió y el libro apareció, eso es todo lo que sé, y tan
solo por una visión que tuve, que, si no, ni eso.- La sola
mención de nuestro hermano, nos provocó la misma
sensación de desasosiego. Todavía no lo habíamos
superado del todo.
-¿Una visión?- Asentí. Su tono de voz se había relajado,
pero su cuerpo aún seguía tenso, lo que indicaba que no
habíamos terminado de discutir.- ¿Y qué sentido tenía?
200
-Eran fragmentos de recuerdos nada más. No le des
importancia.
-Recuerdo que me contaste algo parecido. ¿Aún sigues
sosteniendo la idea de que el alma de Riku se encuentre
dentro del libro?
-Así es, pero no me preguntes porqué.
¿En serio le había contado a Erik lo de la visión, o me lo
estaba imaginando todo? Era incapaz de recordar si lo había
hecho, o no, pero no importaba, el caso es que lo sabía.
-Bueno, basta ya de hablar.- No era posible. ¿Iba a acabar
nuestra conversación así como así, aun siendo la primera
vez que habíamos mantenido una tan larga?- Recoge el
despojo que tienes a los pies y vamos.- Miré al suelo, donde
había caído Kevin. Me agaché y lo recogí del suelo. Estaba
más o menos consciente, pero se mantenía en pie a duras
penas. En verdad me había pasado un poco bebiendo de él.
-¿A dónde vamos?
-El director quiere hablar con nosotros.
Me mordí la lengua por la infinidad de preguntas y reproches
que aún se agolpaban en mi cabeza y me concentré en
ayudar a Kevin a subir las escaleras hacia el despacho del
director. Cuando llegamos al pasillo, Edyleen salió a nuestro
encuentro, dándonos a cada uno uno de esos achuchones
201
que yo tanto había echado de menos. Se me iluminó el
semblante. Mi mejor amiga había vuelto a ser la misma de
siempre.
El director estaba sentado en su silla de siempre, revisando
unos documentos y ni siquiera apartó la mirada de ellos
cuando entramos. En su lugar, hizo un gesto con la mano y
los cuatro respondimos acercándonos al escritorio muy
despacio.
-Ya sabéis que el lunes os dan las notas, ¿cierto?-
Empezó, a lo cual nosotros asentimos.- Bien,- Dejó reposar
los folios sobre la mesa y nos miró muy sonriente.- en ese
caso no veo razón alguna para posponerlo más: se os ha
convocado a los cuatro como estudiantes de la Academia
Yokai. Es una isla de entrenamiento para los vampiros que
luchan contra los Morks y que pertenecen a alguna
organización dedicada a eso. Os podéis negar, claro está,
pero en ese caso no podréis seguir formando parte de la
Cruz Roja.
-¿Y qué tienen que ver las notas en todo esto?- Pregunté
tratando de asimilarlo todo.
-Tienen que ver, ya que si no aprobabais el curso, no os
iba a permitir ingresar en esa Academia en particular.
-¿Y qué tiene de especial?- Insistí.
-Allí está tu madre. Es la directora.
202
25. La desertora
Me quedé pasmada. ¿De verdad el director había dicho que
mi madre era la directora de aquella Academia? Había
pasado dos años sin saber absolutamente nada de ella y,
ahora, ¿qué podía hacer?, si iba, la podría ver de nuevo
pero, ¿podría ir allí sin más, sin preocuparme de que ella
fuera la directora? Y, lo más importante, ¿podría continuar
siendo parte de la Cruz Roja? Y, una cosa más, ¿realmente
quería seguir siendo parte de la Cruz Roja, a la cual me
habían obligado a entrar? ¿Desaprovecharía la oportunidad
de volver a vivir una vida normal?
-¿Violet?
Miré al director a los ojos y, por su expresión supe que la
única que faltaba por responder era yo pero, ¿cómo iba a
responder?, ¿qué debía responder?
-Lo siento.- Fue lo único que se me vino a la cabeza y ni
tan siquiera yo sabía lo que significaba.
-¿Eso significa que aceptas?
-No… no lo sé.- Lloriqueé.
-Sabes que puedes negarte.- Insistió el director.
203
-Ya, lo sé pero, en el supuesto, ¿qué supondría?
-Pues realmente nada en especial, sólo que tendrás una
vida pacífica, con el único coste de estar lejos de tus amigos
por tres años.
Mierda, yo sabía lo que el director quería que le respondiera,
por esa razón me lo estaba poniendo todo tan negro, pero
yo, realmente, no quería. Estaba cansada de matar y sobre
todo a esos seres tan monstruosos que eran los Morks pero,
por encima de todo, quería volver a la tranquilidad que
suponía ser una chica normal de dieciocho años. Por otra
parte, no podía dejar a mis amigos, en especial a Edyleen,
por tres años seguidos.
Sin duda, la decisión que tenía entre manos se llevaba la
palma.
-Yo…- Respiré hondo.- Yo… No puedo, lo siento.
Y punto y final. Regresaría a una vida de paz, sin
complicaciones y sin amigos ni familia. Sin duda una de las
decisiones más duras que había tenido que tomar.
-¿Estás segura de eso?- Me insistió el director casi al
borde de desesperarse por completo.
-Sé que puede que no sea la decisión correcta, pero yo no
soy la misma Violet que conocisteis hace ya tantos años y la
nueva Violet no entiende el sentido de lo que se le está
204
pidiendo. Yo tan solo quiero vivir tranquila, sin tener que
estar luchando por mi vida cada día. Quiero poder relajarme.
No quiero tener miedo nunca más. Solo quiero ser normal,
como cualquiera.- Argumenté con la esperanza de que me
comprendieran.
-Tú no eres como los demás.- Intervino Erik y la rabia en su
voz me hizo perder la concentración.- Tú sigues siendo tú y
deja ya de poner como escusa el que no puedas recordar
nada.- Añadió.
-No, Erik, estás muy equivocado. Yo solo vine aquí porque
mi tío me trajo y, si hubiera sabido lo que me esperaba, me
habría negado. Yo no quería esto desde un principio.
-En ese punto no tienes elección.- Ahora era Kevin quien
trataba de convencerme.- Tú naciste vampiro, Violet, y por
mucho que intentes parecerte a los humanos, jamás serás
uno de ellos.- Y para rematar, me mostró la marca que mis
dientes habían dejado en su cuello, como una prueba de que
lo que estaba diciendo era cierto.
-Violet…
-Tú no, Edy. Todos menos tú. ¿Por qué me hacéis esto?
-Es el único camino y no quiero separarme de ti, no
quiero.- Los brazos de Edyleen me estrecharon con mucha
más fuerza de la que era capaz de soportar.
205
-¿Es que ninguno de vosotros es capaz de entenderme?-
Susurré ahogando las lágrimas.- No quiero tener que tomar
este camino.- Añadí.
-Muy bien,- El director se puso en pie y se detuvo frente a
mí.- si esa es tu decisión, no te puedo obligar. Los demás
partiréis al ocaso del domingo. Una hora antes me esperaréis
en la entrada para poder llegar al puerto con tiempo
suficiente. El barco sale a las nueve y media en punto, no lo
olvidéis…
Los ojos del director no se habían apartado de mí ni un solo
momento mientras daba las instrucciones del viaje, lo que
me dio a entender que todavía no había perdido las
esperanzas en que cambiase de opinión, pero yo ya había
tomado la decisión y, por mucho que me dijeran, no iba a
cambiar de parecer.
-Iré a hacer la maleta.- Dije desembarazándome de los
brazos de Edyleen.
-No tienes por qué irte.- El director colocó sus manos sobre
mis hombros. Definitivamente, él no había perdido las
esperanzas, pero yo ya me había cansado de todo.- Esta
sigue siendo tu casa…
-No.- Salté de pronto.- No lo es y no puedo pretender que
lo sea, por mucho que quiera.
-¿Y a dónde vas a ir, si se puede saber?
206
-Regresaré a casa… supongo…
-No puedes volver allí.- Me cortó.- La que fue tu casa ya no
está allí. Fue demolida hace ya un tiempo.
-En ese caso…
-Esta es tu casa.- Repitió el director de forma autoritaria.-
Y, ahora, id a prepararos para el viaje. Luego tendréis que
despediros.
No me gustaban las despedidas, sobre todo si eran de esa
magnitud. Los tres años que pasaría lejos de mis amigos se
me harían eternos, pero eso me daría la oportunidad de
olvidar a Erik de una vez por todas. Erik, mi Erik, no quería
separarme de él, pero tampoco quería seguir luchando.
Estaba visto que jamás podría tener las dos cosas al tiempo.
O luchaba y estaba a su lado, o llevaba una vida tranquila sin
él a mi lado. No había término medio.
Sabía a ciencia cierta que mi decisión les había herido
demasiado, como también sabía que tratarían de
convencerme hasta el último segundo posible, pero yo no iba
a ceder. No lo haría por más que me doliera en el alma
separarme de ellos. Todo se había terminado para mí y,
algún día, llegarían a entenderlo, o les perdería para
siempre.
207
26. Un doloroso adiós
Aquella noche no pude dormir bien. Sentía que, si cerraba
los ojos, aunque solo fuese por unos segundos, mis amigos
se marcharían sin despedirse de mí. Y ya estaba casi
amaneciendo cuando no pude soportar más la angustia. Me
levanté despacio de la cama y me acerqué muy sigilosa
hacia la cama en la que Erik dormía plácidamente. ¡Dios!, no
podía separarme de él y la visión de su torso descubierto no
me ayudaba en absoluto.
Me arrodillé frente a la cama y me alargué para conseguir
que mis labios rozasen con los suyos. Lo que menos me
esperaba era que él abriese de repente los ojos y me
agarrase del cuello para estrechar la distancia entre nuestros
labios.
Aquel beso me hizo sentirme mucho más que bien pero, al
mismo tiempo, me provocó la debida tristeza por la inminente
despedida. Y, cuando nuestros labios se separaron, supe lo
que tenía que hacer, lo que quería hacer. Si iba a perderle,
mejor hacerlo habiéndole tenido plenamente para mí, aunque
eso conllevase traicionar a Kevin. Me puse en pie y tiré de él.
No dijo nada en todo el camino hacia los establos, el lugar
que había elegido por ser el más alejado y el menos
concurrido a esas horas de la mañana. La luz del sol hacía
208
daño a nuestros ojos, pero ya estábamos más que
acostumbrados a ello y ya apenas lo notábamos. Cuando
llegamos a la puerta, Erik me retuvo. Creí que iba a hablar, a
tratar de convencerme pero, en lugar de ello, me tomó en
brazos y, sin pronunciar ni una sola palabra, abrió la puerta
con el pie y entramos en el recinto. El contraste de
temperatura del interior me provocó un escalofrío, pero pasó
pronto, dando lugar a un millar de hermosas emociones. No
sabía a ciencia cierta si me pertenecían a mí, o a él. El caso
es que mientras me llevaba en brazos hacia el departamento
de mi yegua, mi cuerpo y mi alma no dejaban de
estremecerse de placer y, cuando me tumbó sobre el heno y
se colocó sobre mí, el placer se incrementó.
Estuvimos así un buen rato, mirándonos el uno al otro,
estudiándonos con la mirada, hasta que, por fin, Erik redujo
la distancia entre nuestros cuerpos y comenzó a acariciarme
los muslos desnudos. Sus labios se colocaron sobre mi
cuello. No me mordió, ni nada por el estilo, y tampoco es que
lo estuviera esperando. Ahora tan solo se sentía como si él y
yo fuésemos unos simples humanos y… me daba miedo.
Esta era la primera vez que él y yo estábamos así de juntos y
que yo era consciente de lo que estaba haciendo. Puede que
en el pasado hubiéramos tenido momentos así pero, para mí,
éste era especial. Ahora, mientras Erik me quitaba el
camisón y acariciaba mis pechos, podía sentir cuanto me
quería todavía. Veía que, aquella vez, me había mentido. Él
209
me quería, aunque me hubiera dejado marchar con otro, algo
que aún no me explicaba.
Sus labios recorrían mi cuerpo entero, haciéndome morir de
placer y ya estaba al borde de la locura, cuando decidí que
ya era momento de tomar cartas en el asunto. Le empujé
hacia un lado, con lo que pude colocarme sobre él. Aún tenía
el pantalón puesto, cosa que solucionaría en breve, pero
podía sentir su acelerado pulso entre mis piernas. Tenía sus
manos sobre mis caderas, y estaba tenso, como si se
estuviera conteniendo. Su mirada era penetrante, cargada de
pasión, una mirada que yo ya había visto antes, en un
recuerdo fugaz imposible de olvidar.
Coloqué mis manos sobre su pecho. Su corazón latía fuerte,
desbocado y su respiración se aceleraba a cada roce, a cada
caricia de mis manos.
El cuerpo de Erik se incorporó de pronto y rodeó mi espalda
con sus brazos. Vale, no tenía experiencia, o lo había
olvidado todo, pero el caso es que Erik había tomado la
iniciativa de nuevo. Sus besos se convirtieron en un manjar y
sus caricias me transportaron al mismo cielo. Y, cuando le
sentí dentro de mí, el placer se desbordó…
No quería que esto terminase, quería sentirme siempre así,
con él, pero, lamentablemente, todo lo bueno tenía que
acabar en algún momento y este había sido el mío.
210
Salimos del establo en silencio. Aún me sentía dolorida por la
intensidad de nuestro amor, tanto que el solo caminar me
hacía daño. Erik caminaba a mi lado y, por alguna razón, se
encontraba ausente. Tal vez se estuviera arrepintiendo de lo
que habíamos hecho y puede que yo, al final, acabase
haciendo lo mismo, pero no ahora. Estaba feliz, feliz de
poder haber estado con él plenamente consciente, aunque
solo hubiera sido por una vez y no me arrepentía de haberle
querido tanto. Por desgracia, esto no se iba a repetir nunca
más. Él estaría lejos de mí por tres largos años y yo me
quedaría aquí, soportando su ausencia. También me dolía
separarme de Edyleen y Kevin, de éste solo un poco, pero lo
de Erik era muy diferente. Los sentimientos que albergaba
hacia él eran completamente diferentes a los que sentía por
los demás.
Era consciente de que yo había elegido separarme de él
pero, aún así, eso no dejaba de dolerme. Y ahora,
caminando junto a él, en silencio, hacia la recta final, me di
cuenta que jamás sería capaz de olvidarle, ni aun saliendo
con Kevin.
Por lo general, las despedidas no suelen durar tanto, pero
aquella me pareció eterna. Edyleen estaba llorando y, por
consiguiente, yo también me había puesto a llorar. Nos
abrazamos como si no nos fuéramos a volver a ver nunca y,
cuando le llegó el turno a Erik, me llevé un chasco. Fue el
abrazo más seco que recibí en la vida, a pesar de haber
211
estado tan cariñoso por la mañana. Mis ojos no aguantaron
más. Soltaron todo el dolor y la angustia que tenía dentro.
Hubiera preferido no tener que pasar por aquello y menos
cuando Kevin se acercó a mí y, en lugar de despedirse con
un abrazo, me dejó sin respiración con un apasionado beso.
Maldita sea, había olvidado por completo que él era mi
“novio”, pero lo que más me dolió fue la reacción de Erik,
quien me dio la espalda y entró en el coche del director,
rehuyendo suplicante mi mirada.
-¿Seguro que no quieres venir?
El director me miraba expectante. Aún no había perdido las
esperanzas de que yo aceptase, pero yo ya no podía dar
marcha atrás, no después de haber sentido el rechazo de
Erik, no después de haberme despedido de él.
-Estaré bien.- Pronuncié tratando de enjugarme las
lágrimas, sin éxito.
-Bien, en ese caso nos vemos a mi regreso.- Asentí.
Y mientras veía alejarse el coche, mi vida se fue con él. Al
final, caí de bruces sobre la tierra, sin poder parar de llorar,
maldiciéndome a mí misma por haber tenido que tomar
aquella decisión. Y el tiempo cayó sobre mí.
Cuando recobré la compostura, me puse en pie y corrí como
un rayo hacia los establos. No podía alejarme de ellos, no
212
podía y, si todo salía bien, no lo haría. Tenía que llegar hasta
el puerto, tenía que tomar por todos los medios aquel barco.
Ya no me importaba si tenía que luchar, con tal de
permanecer junto a las personas que quería. Tenía que
llegar a tiempo. Tenía que hacerlo, o me arrepentiría toda la
vida.
Saqué a Luna a toda prisa del establo y me monté sobre ella
a horcajadas. No tenía tiempo de ensillarla. No sabía el
tiempo que tenía para llegar a tiempo, y no debía
desperdiciar ningún minuto. Acaricié sus crines con suavidad
y le susurré un ruego al oído, sabiendo que ella podía
entenderme. Y así lo hizo. Salió al galope del internado y se
encaminó hacia el puerto. Pero, ¿llegaría a tiempo de tomar
aquel barco?
213
27. De vuelta al redil
¡Solo un poco más!, ¡un poco más!
Solo un poco más y llegaría junto a Erik. Podía ver el muelle
a lo lejos, tan solo faltaban unos metros y el barco aún no
había zarpado, mis extraordinarios ojos lo habían captado,
pero Luna estaba decelerando el paso a cada momento. Si
esto continuaba así, no llegaría a tiempo. Si no me daba
prisa, el barco partiría sin mí, pero las calles eran demasiado
estrechas para que Luna cabalgase con libertad y, eso, si no
nos topábamos con alguien por el camino que, entonces, la
cosa se hacía más difícil.
El sonido de la sirena hizo que se me encogiera el corazón.
¡No, no! ¡Iba a llegar tarde! En ese momento, Luna se detuvo
en seco, tirándome al suelo. Me puse en pie como pude y
traté de montar de nuevo, pero la yegua me empujó. Ella
quería que siguiera adelante, quería que cogiera el barco
como fuera. Le di un fugaz abrazo de agradecimiento por
haberme traído tan lejos y eché a correr hacia el muelle.
El barco ya se estaba moviendo y estaba ya a tres metros de
distancia cuando conseguí pisar las tablillas del muelle. ¡No!
Lo había perdido después de todo. Me arrodillé sobre la
madera y comencé a darle puñetazos de rabia.
214
-Todavía puedes cogerlo- Al levantar la vista, pude
distinguir la figura del director, quien me ofrecía la mano para
ponerme de nuevo en pie. No podía ser. Yo sabía que él no
se había rendido pero, ¿cómo sabía que yo cambiaría de
parecer?- Venga, date prisa.- Me instó.
-¡Pero ya es demasiado tarde!- Me quejé.
-No, no lo es. Tú puedes conseguirlo y lo sabes.- Tomó mi
muñeca entre sus manos e insertó en ella una pulsera. Tenía
mi nombre grabado y tenía un brillo aparente al de la plata,
con ráfagas amarillas, como el oro, y pesaba. No mucho,
pero pesaba.- Ahora corre.
El director me empujó a través del muelle. El barco ya estaba
muy lejos, ¿cómo iba a ser capaz de cogerlo? La única
solución posible era…
Me zambullí en el agua. Estaba en calma y seriamente
helada, pero ahora lo importante era nadar. Tenía que
moverme, avanzar, pero estaba congelada. Mis músculos no
me respondían.
-Por favor, necesito coger ese barco, lo necesito de
verdad.- Susurré.- ¡Necesito una ola!
Repentinamente, el mar, que había estado calmado hasta
hacía tan solo unos pocos segundos, empezó a mover mi
cuerpo, haciéndolo avanzar hacia el barco. Había pedido una
ola y había conseguido que el agua se moviera. Resultaba
215
del todo inexplicable pero, si conseguía llegar, nada más
importaba. Necesitaba concentrarme.
-Agua, muévete, crea una gran ola para que yo pueda
llegar a mi destino.- Pensé.
El mar se embraveció en cuestión de segundos,
arrastrándome y elevándome hacia el cielo, hasta que quedé
suspendida sobre el barco. Suspiré aliviada. Había
conseguido llegar. El único problema era que no tenía ni idea
de cómo bajar de la ola.
-Bájame.- Le susurré a la ola. Debía de estar loca para
hablar con ella.
La ola rompió sobre el barco, provocando un brutal
estruendo y yo, al final, quedé estampada contra el mástil por
acción de la presión. Mientras el agua resbalaba de nuevo al
mar, traté en vano de ponerme en pie. El golpe recibido me
había dejado demasiado aturdida y, por mucho que lo
intentara, mi cuerpo no se movería. Cerré los ojos y me
despreocupé de todo.
Estaba tan cansada que no me di cuenta de que me habían
rodeado. Tres robustos hombres me miraban confusos a un
metro escaso de distancia de mí. Estaban empapados de la
cabeza a los pies y me miraban con cara de pocos amigos.
Un cuarto hombre, de mayor edad, estaba sentado en una
tabla que hacía las veces de banco y leía un libro. También
estaba empapado, pero no parecía molesto, como los tres
216
que tenía delante. Y eran éstos los que me daban miedo. Me
forcé a intentar ponerme en pie y, por un instante, creí
haberlo conseguido, pero mis piernas empezaron a flaquear.
Y ya estaba a punto de caer de nuevo cuando una fuerte
mano me agarró del brazo y me irguió contra el mástil.
-¿Quién eres?- Se trataba de una mujer y no un hombre la
que me hablaba y no solo eso, sino que era quien me había
ayudado segundos antes a levantarme.- Tienes que
identificarte si quieres seguir aquí.
Levanté una mano para retirarme el cabello mojado de la
cara y no me di cuenta que era la que llevaba la pulsera,
hasta que la mujer la agarró de improviso.
-¿Violet?- Asentí sin sorprenderme demasiado, ya que
sabía que la pulsera tenía grabado mi nombre.- Ya no te
esperábamos.
-Yo… cambié de opinión en el último segundo.- Confesé-
Lo siento.
-No tienes por qué disculparte.- Me sonrió.- Aquí nos
encantan las sorpresas. ¿Y cómo lo has hecho?
-Bueno… yo…
Se me estaba nublando la vista y me estaba mareando. El
dichoso sol ya estaba empezando a hacer estragos y, si a
eso le sumábamos el cansancio acumulado, estaba casi al
217
borde del colapso. Mi cuerpo se tambaleó, incapaz de
guardar la posición, pero unos brazos me sostuvieron,
evitándome una nueva caída. Tenía la respiración acelerada
y el pulso me iba a mil por hora. Además, la sequedad en la
garganta ya empezaba a resultar insoportable.
-Llevémosla dentro.- Susurró la mujer.
Pero ahora no era yo la que caminaba, sino que me llevaban
en brazos hacia el interior del barco. Mis pies volvieron a
tocar el suelo en tanto que la mujer llamó a la puerta de uno
de los camarotes. La figura de un chico apareció tras unos
horribles chirridos, provocados por la puerta al abrirse. No
sabía de quien se trataba, pero sabía que él me conocía por
la forma en que me miraba. La mujer me obligó a caminar
hacia el interior.
-Queda a vuestro cuidado, ¿vale?- Susurró la mujer.-
Llegaremos a nuestro destino en unas seis horas. Procurad
que descanse hasta entonces, pero que coma algo primero.
Volví a escuchar los chirridos de la puerta, esta vez al
cerrarse. No veía con claridad, pero sabía que allí dentro
había unas tres personas, aparte de mí. ¡Oh, dios!, estaba
tan cansada que ni era capaz de pensar y casi estuve a
punto de caerme de nuevo si no hubiese sido porque los
fuertes brazos del chico me recogieron. El aroma de su
cuerpo realmente se me antojaba familiar, demasiado
familiar, pero fue otro olor el que me golpeó mucho más
218
fuerte. Si no recordaba mal, aquel olor era el de la sangre y,
estaba muy cerca de mí, casi podía saborearlo, pero no, no
podía. El chico giró mi cuerpo, hasta que quedé dándole la
espalda. Uno de sus brazos rodeó con fuerza mi cintura y, el
otro…
Sentí una gota caer sobre mis labios y no pude evitar la
convulsión que me produjo. Sentí su muñeca muy cerca e
mis labios dejando caer gota a gota el delicioso líquido.
Enloquecí. Tomé su muñeca entre las manos y le hinqué los
dientes. Su sangre era dulce, cargada de poder y… no, por
dios, no podía ser posible. Recordaría el sabor de aquella
sangre en cualquier lado. Dejé de beber, asustada. Si estaba
en lo cierto, era Erik quien me sostenía y, los otros dos,
debían ser Edyleen y Kevin. No podía ser que hubiese sido
capaz de regresar con ellos. No me lo podía creer.
-Bienvenida de nuevo.- Habló por fin. Sí que te haces de
rogar, sí.- Se burló con suavidad.
219
28. La isla
La voz de Kevin me impactó. Hubiera jurado que había sido
Erik quien había dicho esas palabras, pero no, me lo había
imaginado. De todos modos, Erik aún me sostenía y parecía
no querer dejarme ir, aunque, probablemente eso tan solo
fuese un dulce deseo que albergaba.
Los escasos tragos de sangre que había tomado, me habían
aclarado la vista un poco. Aún estaba débil y muy cansada,
pero lo suficientemente fuerte como para mantenerme
erguida. Kevin y Edyleen me observaban sonrientes,
sentados sobre una cama. Había vuelto, ya estaba con ellos,
pero una pregunta no dejaba de pasarme por la cabeza, ¿por
qué había sido Erik quien me había ofrecido su sangre, en
lugar de Kevin?
-¿Por qué has hecho algo tan estúpido?- Me recriminó Erik.
Sus palabras me dolieron tanto como si fuese atravesada por
una flecha.
-Cambié de opinión.- Susurré.- ¿Y por qué narices me has
ofrecido tu sangre?- Solté medio gritando.- ¿No se supone
que eso debería haberlo hecho Kevin?
220
-Tu novio se acobardó.- Dijo, remarcando la palabra
“novio”.- En cuanto te vio aparecer tan demacrada y supo lo
que tenía que hacer, me pidió que lo hiciera por él.
-¿Por qué?- Pregunté confusa.
-Puesto que él no está acostumbrado a las sensaciones
que provocas, y yo sí.- Dijo y juraría que se estaba riendo.-
Bueno, da igual. Era un caso de fuerza mayor, nada más.-
¿Nada más?, ¿será imbécil? Le pegué un codazo para que
me soltara y él lo hizo sin rechistar.- Bueno, la próxima vez
no estaré allí para ayudarte, así que ten cuidado con lo que
haces.
-Gracias por la advertencia, pero sé cuidarme yo solita.
Erik me dio la espalda y volvió a su asiento en la cama, al
lado de Edy. Ya me estaba empezando a acostumbrar a su
frialdad, a que se alejase de mí, pero no por ello dolía
menos.
Al mismo tiempo, Kevin se levantó y, caballerosamente, me
guió hacia un lugar en la cama. La estancia estaba tan solo
iluminada con una lamparilla de gas, por lo que era posible
que mis ojos me estuvieran engañando. Podía ver un brillo
inusual en los ojos de Erik, pero no parecía estar contento,
sino más bien todo lo contrario, además, sobre sus piernas
sostenía algo que yo recordaba muy bien y que había
considerado hasta aquel momento el mayor de mis
problemas.
221
-¿Qué demonios estás haciendo con esa cosa aquí?- Le
grité.
Él pareció reaccionar, porque sus ojos, antes ausentes, se
habían clavado en los míos y el inusual brillo había
desaparecido.
-¿Te refieres a esto?- Dijo señalando la caja de plomo que
contenía el maldito libro demoníaco.
-¿A qué si no?- Grité.- ¿Por qué lo has traído?
-Pues porque estaba en tu lado de la habitación. No
pretenderías que lo dejara allí, ¿no?
-¿De qué estáis hablando?- La voz de Edy sonaba
alarmada, pero no tenía tiempo de explicarle nada. Estaba
demasiado concentrada discutiendo con Erik.
-¿Me estás diciendo entonces que habéis traído todas mis
cosas?- Insistí. Erik señaló hacia una de las esquinas del
camarote. No se distinguía muy bien con la escasa luz, pero
aquella esquina estaba ocupada con un montón de maletas,
aunque no fui capaz de identificar si había alguna que me
perteneciera.- Me estás tomando el pelo, ¿verdad?- Erik
negó con la cabeza.- No puede ser.- Me quejé.- Es imposible
que hubierais sabido que iba a cambiar de opinión.
222
-Nosotros no lo sabíamos, pero el director, por lo visto, sí.-
Respondió Edy.- Fue él quien nos ordenó empacar tus cosas
también.- ¿Y cuándo había sido que lo habían hecho?
Alargué mi mano para instar a Erik a devolverme la caja,
pero no lo hizo. En su lugar, me miró de reojo y negó
levemente con la cabeza. Debía de haber alguna razón para
que no me la devolviera, pero no tenía la cabeza para
pensar. El cansancio me estaba ganando y el vaivén del
barco no ayudaba en absoluto. Tan solo servía para
aumentarme más el mareo.
-Iré a tomar un poco el aire.- Dijo Edy de pronto.- Seguro
que hace una noche magnifica. Esto… Kevin, ¿serías tan
amable de escoltarme?
Maldije la sonrisa de mi amiga cuando salió del camarote
llevando consigo a un descontento Kevin. Conociéndola muy
bien, de seguro había planeado esto de antemano. Había
sido una encerrona pura y dura.
Erik y yo estábamos solos, completamente solos, pero yo ya
me había resignado a su indiferencia, de modo que no hice
nada por acercarme a él. Me quité las zapatillas y me recosté
en la cama. Erik no se movió, ni tan siquiera me miró y
tampoco es que me importase demasiado. Ahora lo único
que necesitaba era descansar, olvidar los problemas,
relajarme, a fin de cuentas, pero, con Erik a mi lado, esa
tarea resultaba casi imposible de realizar. Cerré los ojos en
223
un intento por quedarme dormida, a pesar del molesto
movimiento del barco. La poca fuerza que había recuperado
minutos antes, se había agotado y ahora me encontraba más
indefensa que nunca.
De repente, sentí una presión en el pecho que me
sobresaltó. Por un instante creí que algo había caído sobre
mí pero, cuando abrí los ojos, las facciones de Erik fue lo
primero que vi. Estaba sobre mi cuerpo, apoyado en la cama
con una sola mano y, la otra, iba camino hacia su boca.
Sus perfectos colmillos refulgieron a la luz de la lamparita y,
de nada me valió revolverme en la cama cuando se mordió
en la muñeca, intuyendo sus intenciones, porque el aroma de
su sangre me enloqueció.
Mi intento de resistirme fue en vano, en parte porque Erik
había situado su muñeca a la altura de mis labios, haciendo
caer sobre ellos pequeñas gotitas cargadas de sabor y, en
parte porque no me quedaban fuerzas para moverme.
Además, me gustaba el calor que me proporcionaba el
cuerpo de Erik sobre el mío. ¿A quién no le gustaría estar en
aquella situación con el hombre a quien amase? Sonreí para
mis adentros, al tiempo que abría la boca y sentía crecer mis
colmillos. Erik apoyó al instante la muñeca y yo, cerré mi
mandíbula sobre ella, absorbiendo el líquido hasta la
saciedad, sin preocuparme lo más mínimo de si me pasaba
bebiendo, al fin y al cabo, ésta podría ser la última vez que
224
pudiera alimentarme de él con libertad y puede que la última
que lo hiciese de forma voluntaria.
Después de aquello, debí de quedarme profundamente
dormida, porque cuando desperté, el barco ya no se movía y
todos mis compañeros ya se habían puesto en marcha. Me
incorporé despacio en la cama. Me sentía más fuerte, pero
no del todo satisfecha. ¿Me habría quedado dormida antes
de tomar la suficiente sangre, o había sido Erik quien me
había detenido?
-¿Ya te has despertado?- Susurró Kevin acercándose a mí,
ayudándome a ponerme en pie.- Debías de estar muy
cansada…
-Tenemos que irnos ya.- Estupendo, Erik volvía a ser el
mismo de siempre, tan frío como un témpano. Suspiré.
Sin previo aviso, Erik lanzó un objeto contra mí. Lo tomé al
vuelo al instante, bendiciendo mis recuperados reflejos, y me
lo quedé mirando. Se trataba de mi espada.
-El director pensó que estarías mucho más cómoda
llevándola a la espalda el lugar de en la mano.- Me informó
Erik sin mirarme a los ojos, recogiendo del suelo sus últimas
pertenencias.- Por eso la vaina está sujeta con un arnés.
Miré de reojo a Erik y, sin mediar palabra alguna con él,
sujeté la espada a mi espalda y recogí mis maletas del suelo.
En verdad así estaba mucho más cómoda, pero no dejaba
225
de extrañarme el hecho de que el director ya supiera que iba
a venir.
Edy abrió el camarote y los cuatro salimos al tiempo que lo
hacían otros. Creí que íbamos a ser los únicos en aquel
barco, en aquella isla pero, por lo visto, me equivoqué. Más
chicos de nuestra edad cargaban sus bártulos hacia la
cubierta del barco. No eran muchos, unos diez o así, y la
mayoría eran chicos.
Cuando salimos a cubierta, la magnitud de la isla me
impactó. Estaba iluminada por una gran luna llena y se veía
hermosa, demasiado irreal, quizás. El barco había anclado
en la playa y no habían puesto ningún tipo de escalerilla para
bajar. De acuerdo, ésta iba a ser la primera prueba que
debíamos superar.
Lancé mis cosas hacia la arena, bajo la expectante mirada
de los demás, me subí a la barandilla y salté. Frente a mí
tenía una especie de caminito rodeado de maleza por todas
partes. Una vez hubimos bajado todos, nos internamos a
tientas en aquel camino, seguidos unos metros por detrás
por los adultos que nos habían acompañado en la travesía.
Había un silencio total en la isla, ni tan siquiera se oía el
sonido de los pájaros, ni el reptar de los animales. Algo no
iba bien. Lo sabía porque tenía un nudo indescriptible en la
garganta y, cuando llegamos a un claro, me detuve en seco,
solté las maletas y desenvainé presta mi espada.
226
-¿Qué ocurre, Violet?- Me preguntó Edy alarmada.
Y, cuando desvié la mirada para preguntarle algo a Erik, me
sorprendió ver que había hecho exactamente lo mismo que
yo, con la diferencia de que él sujetaba un arco y yo una
espada.
Los demás chicos nos miraban sin entender la razón y, los
pocos que fueron capaces de entenderlo, fueron los que se
unieron a nosotros. Aquel silencio resultaba irritante, casi
enloquecedor, pero debíamos estar alerta, debíamos estar
preparados para cualquier cosa.
-¡Cuidado, sobre ti!
Levanté la vista justo a tiempo para ver caer sobre mí al ser
más espantoso que había visto nunca. Me moví con agilidad,
al tiempo que me hacía un corte en mi mano libre, y le corté
la cabeza. ¿Qué demonios estaba haciendo un Mork allí?
Y, según pudieron capturar mis ojos, habíamos sido
completamente rodeados por ellos.
227
29. Ataque sorpresa
La situación era peliaguda. Los pocos que se habían unido a
nosotros parecían no tener demasiada experiencia en
combate, ya que sus piernas temblaban al igual que las
armas que empuñaban. Había acabado ya con uno de los
Morks, pero aún debíamos acabar con cuatro más y nuestras
posibilidades eran mínimas. Mis amigos y yo podríamos
acabar con ellos en un abrir y cerrar de ojos, pero eso
siempre y cuando, no tuviésemos ningún tipo de intromisión,
cosa que dudaba.
Uno de los Morks comenzó a avanzar despacio hacia
nosotros, algo inusual en ellos, ya que siempre actuaban por
instinto. No me lo pensé dos veces. Avancé hacia él espada
en mano, pero alguien se interpuso en mi camino. Se trataba
de una chica bastante alta, cuyo cabello largo, ondulado y
rubio, flotaba al compás del fuerte viento que se había
levantado. También llevaba una espada como arma, pero no
parecía ser una espada corriente, ya que la hoja tenía un
brillo azulado, que no tendría una espada normal y corriente.
Había algo realmente extraño en aquel Mork. No se
comportaba como lo hubiera hecho cualquier otro de su
especie, sino que parecía… más humano.
-¡Detrás de ti, Violet!
228
La fuerte voz de Erik me impactó. Había bajado la guardia
por unos instantes, y eso podía fácilmente haberme costado
la vida. La chica rubia se dio la vuelta al mismo tiempo y,
ambas, esquivamos las garras de uno de los Morks.
Imperdonable. Había estado tan fascinada con el
comportamiento de uno de ellos, que había perdido por
completo la concentración en los movimientos de sus
congéneres. Eché un fugaz vistazo a mis compañeros. Ellos
también estaban teniendo problemas y, lo peor de todo, es
que nos habían dividido. Erik y yo luchábamos codo con
codo, junto con dos chicas y tres chicos más, y Kevin y
Edyleen se encontraban en la misma situación.
-¡Violet, concéntrate!- Me gritó Erik y le propinó un fuerte
puñetazo al Mork con el que estaban luchando los chicos.
Estaba flaqueando. No me movía tan ágil como siempre.-
¡Sé que estás muy cansada, pero aguanta un poco, por
favor!-añadió.
Aquel Mork me estaba dando serios problemas, pero lo que
más me preocupaba era tratar de proteger a los demás. Erik
también estaba teniendo algún que otro problema con el otro
Mork, pero lo llevaba mejor que yo. Se notaba a leguas que
era un buen líder, por el contrario, yo iba dando palos de
ciego. No tenía ni la más mínima idea de cómo guiar a las
chicas y, aquellos Morks eran demasiado listos,
demasiado… humanos.
229
De repente, el Mork saltó por encima de mi cabeza y me
rasgó el pecho con las patas traseras, haciéndome caer al
suelo por el impacto. ¡Maldita sea! Aquella situación me
superaba y estaba empezando a enfadarme de verdad.
Blandí con fuerza mi espada y salí al encuentro del fugitivo,
quien ya no iba tras de nosotras, sino tras el grupo de
adultos que nos observaban a una distancia prudente.
Llegué justo a tiempo de apartar al más mayor de los cuatro
y recibir el impacto del golpe. La mano que sujetaba la
espada había actuado sola, cortando al Mork limpiamente en
cuatro pedazos pero, sin mi sangre, el Mork se estaba
regenerando y estaba volviendo a su ser. Ayudé al hombre a
ponerse en pie y me corté nuevamente en la palma de la
mano. La pérdida de sangre ya estaba haciendo estragos en
mí y, por un momento, perdí completamente la visión.
Los gritos de mis compañeras me hicieron reaccionar de
nuevo. Si bien había dicho que ellas no tenían experiencia,
tenía razón. Estaban luchando con el Mork al que debía de
haber matado yo, pero, por mi debilidad, no lo había hecho.
La chica rubia corrió a mi encuentro tan aprisa como le fue
posible, arrastrando consigo al monstruo pero, cuando llegó
hasta mí, me desplomé.
Sentí como alguien me arrebataba la espada de entre los
dedos y luego, sin previo aviso, el aroma de la sangre me
enloqueció. Aquella sangre no era como las demás y yo diría
que no era sangre ni de vampiro ni de Mork. Abrí los ojos
230
justo a tiempo para ver a la rubia agachada a mi lado,
ocultándome. Tenía un corte bastante profundo en el brazo y
goteaba sangre a chorro, sangre que no era de vampiro.
-¿Tú… eres…?
-Me llamo Adriana.- Dijo de corrida.- Ahora no tenemos
demasiado tiempo, así que recoge mi sangre y bébela, por
favor, más tarde te lo explicaré.
No me lo pensé dos veces. Alargué mi mano y recogí con
delicadeza la línea de sangre de su brazo. En verdad tenía
razón. No se trataba de sangre de vampiro y, por descontado
tampoco de Mork, por lo que solo podía significar una cosa.
Aquella chica… era humana. No tenía ni la más mínima idea
de qué estaba haciendo allí una simple humana pero, lo que
sí sabía con certeza es que su sangre me estaba
proporcionando las fuerzas que necesitaba. Resultaba
extraño, la verdad, porque aquella chica realmente no olía a
humana, pero su sangre me daba la razón. Ella en verdad no
era un vampiro. No tenía ni idea de cómo se las había
ingeniado para ocultárselo a todos, pero aquel no era el
momento oportuno. Antes debíamos acabar con la amenaza,
después se aclararía el resto.
Me puse en pie, llena de vitalidad, al menos durante un rato,
y arremetí contra los dos Morks al tiempo, arrebatándole a
Erik el privilegio de acabar con él. Después, aparté a Kevin, a
231
Edy y a los demás y acabé con la vida de los dos últimos.
Nada más hacerlo, dejé caer la espada y me desmayé.
Cuando desperté, alguien me llevaba en brazos, pero no era
Erik quien me cargaba, sino Kevin.
-Bájame.- Le susurré al oído.
Él me bajó al instante, aunque tuve que apoyarme durante
un momento en él para paliar el mareo que me había
sobrevenido. El aire nocturno se había vuelto gélido y le
acompañaba un olor a quemado. Eso me recordó a la visión
que tuve unos dos años atrás. En esta ocasión no había visto
las llamas, pero sabía que la razón de aquel olor era que
habían prendido fuego a los cadáveres de los Morks que yo
había matado. Aún así, el recuerdo de aquella visión no se
me iba de la cabeza. En ella había visto morir a mi hermano
Riku y, después, había perdido inexplicablemente la
memoria.
-No pienses en ello.
La voz de Erik a mi espalda me sobresaltó. ¿Acaso me había
leído la mente? En verdad no sabía qué tipo de poderes
había desarrollado pero, de todos modos, si se hubiese dado
el caso en que había podido leer mis pensamientos, lo
encontraba extremadamente desagradable.
Cuando por fin conseguimos salir de entre la maleza, el sol
ya estaba casi a punto de verse en el horizonte. Los escasos
232
rayos que se filtraban proporcionaban una mayor hermosura
al lugar. El agua de un pequeño estanque refulgía como
diamantes y, la enorme casa que se situaba detrás de él, no
dejaba punto de comparación. Aquella sería nuestra casa en
los próximos tres años.
Uno de los adultos nos obligó a detenernos en cuanto vio
aparecer a una mujer por el claro. Sus facciones, su porte,
aquella hermosura indescriptible, las conocía demasiado
bien. Había estado admirándola en el internado los últimos
años, en una pintura y ahora la iba a tener de nuevo frente a
mí en carne y hueso.
-Lo habéis hecho bien.- Su voz me hipnotizó, aunque tal
vez tan solo fuese el cansancio. Sus ojos se clavaron en los
míos con fuerza y dibujó una sonrisa en sus labios.- Me
alegra volver a verte, Violet.- Susurró.
-Mamá...
233
30. Sentimientos cruzados
Reesha Valentine estaba parada frente a nosotros y llevaba
puesto el mismo vestido que yo tanto había admirado en la
pintura.
-Por el momento, entremos en casa.- Prosiguió Reesha
guiándonos hacia la enorme casa.- Tomaremos un baño y
después pasaremos lista y nos pondremos al día mientras
desayunamos, ¿de acuerdo? Luego podréis ir a descansar
un rato.
Seguimos a Reesha hacia la entrada de la casa. Las maletas
que ahora llevaba a cuestas pesaban una barbaridad, en
particular la pequeña bolsita de tela en la que Erik había
guardado la caja de plomo con el libro.
Algo me hizo detenerme y abrir aquella bolsa. No se trataba
más que de un impulso, pero estaba nerviosa y tenía miedo.
-¿Qué estás haciendo, Violet?- Erik se acercó presto hasta
el lugar en el que me había rezagado y observó sin decir
más cómo abría la caja y sacaba el endemoniado volumen.-
¿No crees que es mejor hacer eso dentro, que no aquí
afuera?- Preguntó al fin.
234
-No sé lo que estoy haciendo.- Confesé mientras cerraba
los ojos y abría el libro por una página al azar.
-¡No puede ser!- Gritó Erik de pronto, sobresaltándome.
-¿“Transfórmame para mayor seguridad”?- Leí en aquel
idioma extraño nada más abrir los ojos. Era lo único que
había escrito en aquella página.- ¿Qué significa? Creí que el
libro era un diario.- Remarqué confusa.
-Haz lo que dice.- Me apremió Erik.- Transfórmalo y ya
veremos luego lo que significa.
-Erik, por dios, aunque quisiera hacerlo, no sé cómo y, de
todos modos, ¿por qué he de hacer caso a lo que dice?
-Violet, ésa es la letra de Riku.- “La letra de Riku”, “la letra
de Riku”, resonó en mi cabeza.
-No sé cómo hacerlo.- Susurré medio histérica.
-Mierda, Violet, es un fastidio que lo hayas olvidado todo…
De acuerdo, démonos prisa antes de que nos llamen la
atención, o nos vea alguien. Tan solo concéntrate, piensa en
lo que quieres que se transforme y grábalo en tu mente.
-¿Eso es todo?
-Sí, eso es todo, pero procura que sea algo pequeño, por si
acaso.
235
Cerré los ojos y me concentré. Algo pequeño, me había
dicho Erik, algo pequeño como…
-Ya está, Violet, sigamos.
Abrí los ojos deprisa. De verdad lo había conseguido. Había
transformado el asqueroso libro en algo hermoso, en el
colgante que siempre había deseado: un medallón de color
azul, con forma de lágrima, sujeto por una fuerte y resistente
cadena. Me lo colgué del cuello al momento y seguí a Erik
hacia donde nos esperaban los demás, frente a la puerta de
entrada.
-¿Os encontráis los dos bien?
-Sí, lo siento.- Me disculpé entrando en la casa junto con
los demás. Reesha se veía muy preocupada, casi como una
madre.- Me… me pesaba la maleta.
Nos encontrábamos en un gran hall, sostenido por hermosas
columnas de color marfil. Las paredes estaban pintadas de
color azul claro y no había más decoración, a excepción de
algunas repisas con jarrones y floreros. El suelo era de
piedra, mármol, tal vez, en lugar de madera. La escaleras de
acceso a las plantas superiores se situaban a mano
izquierda y eran de lo más sencillas, rectas y con una
barandilla metálica como sujeción y, a mano derecha y al
fondo del hall, se vislumbraban varias puertas de aspecto
más señorial.
236
-¿Queréis comer primero?- Preguntó Reesha más para mí
que para los demás.
-¡NO!- Grité y Erik me dio un capón a la que pasaba a mi
lado.
-Si no le importa, creo que tomaremos un baño primero…
Para relajarnos.- Añadió sonriente.
-Me parece bien.- Respondió Reesha con dulzura.- Los
baños están en la primera planta. No hemos tenido tiempo
para establecerlos bien en los que son de chicos y chicas
pero…
-No se preocupe.- Le cortó Erik con una sonrisa.- No
estamos de vacaciones, por lo que nadie debe tener
vergüenza alguna de que lo vean desnudo. Tan solo es una
prueba más.
Nadie rebatió aquel comentario, solo yo en mi fuero interno.
Maldita sea, ¿dónde estaba Kevin cuando se le necesitaba?
Lo busqué con los ojos por todo el hall, hasta que,
finalmente, di con él hablando con Edy… ¿hablando?, ¿qué
forma de hablar era aquella? Si no supiera que él estaba
enamorado de mí, diría que le estaba tirando los tejos a Edy.
No, no podía ser. Él había sido el que me había propuesto
ser su novia, lo que significaba que me quería como más que
una amiga y, había sido así desde hacía mucho, desde mi
pasado olvidado. Pero viendo cómo se miraban, cómo se
rozaban sin rozarse, mi corazón se encogía. No eran celos,
237
no lo eran, porque yo quería a Erik pero, si ahora él también
me iba a dejar sola…
Los ojos y las manos de Kevin se alejaron de Edy en cuanto
se dio cuenta que yo le estaba mirando. Desvié la vista al
instante y clavé mis ojos de nuevo en Erik.
-¿Es cierto que Kevin está enamorado de mí?- Le susurré
a Erik sin pensar. Mierda, él no era la persona apropiada
para responder a aquello. No debí de haberlo preguntado.
-¿Por qué lo dices?- Insistió Erik sin mirarme a los ojos.
-No, no es nada, es solo que le he visto hablando con Edy
y estaban demasiado juntos.
-Ellos son amigos pero, ¿no crees que deberías
preguntarle a él?- Me cortó.
-Lo siento, creí que podrías saber algo.
-Lo que haga o deje de hacer tu novio, no tiene que
preocuparme a mí.- Soltó más seco y odioso que nunca,
enfatizando nuevamente la palabra “novio”.- Más bien
deberías preocuparte tú si piensas que te está engañando.-
Bien, volvía a ser el Erik antipático.
Me mordí la lengua para evitar responderle algo de lo que
luego me fuera a arrepentir. Odiaba aquel comportamiento
suyo, pero no podía hacer nada para que fuera de otro
modo. Él ya me había dicho claramente y sin rodeos que no
238
me quería, de modo que por mucho que me negara a
aceptarlo, la situación no iba a cambiar. Por esa razón había
decidido salir con Kevin pero, viendo cómo éste miraba a
Edy, dudaba de que la relación durase lo suficiente como
para olvidar a Erik, lo cual era mi propósito.
-¿Qué tal tus heridas?- Hablar de “trabajo” siempre
ayudaba en estas situaciones, pero Erik me miraba como si
hubiese metido la pata por algo.- ¿Qué he dicho?- Me quejé.
-Nada, solo me alegra que te lo tomes con tanta filosofía,-
Respondió dejando entrever aquella sonrisa que a mí tanto
me gustaba.- ya que mis heridas no son tan graves como las
tuyas, por no decir que no vas a ser capaz de alimentarte por
ti misma, ya sea por bolsa o por vena directa.- Añadió.- Y no
creo que Kevin esté preparado para ayudarte.
-¡Que yo sepa no te he pedido ayuda!- Me envaré.- Si no
puedo, no puedo y ya está, pero tampoco hace falta que me
lo recuerdes a cada paso.
-Te lo recuerdo porque aún no pareces entender que eres
un vampiro y, como tal, tienes tus necesidades.
-¡Basta ya los dos!- Gritó Reesha desde la mitad de la
escalinata por la que estábamos subiendo.- Si tenéis algún
problema, arregladlo fuera, o… mejor dicho… ¿Qué tal si os
encierro a los dos en el baño por un rato?
239
-¡Pero…!- Kevin se había puesto a la defensiva, menos
mal. Ya estaba empezando a pensar que no le importaba lo
más mínimo.
-¡Me da igual el tipo de relación que tengas con ella!- Le
gritó Reesha furiosa.- ¡Ellos dos deben arreglar sus
diferencias, al menos por ahora! Y, además, aquí soy yo la
que manda. ¡Erik, Violet!
Reesha abrió una de las puertas del pasillo y nos obligó a
entrar a ambos. Obedecimos los dos a regañadientes y,
cuando la puerta se cerró con llave, nos enzarzamos en una
pelea sin igual. El baño era bastante amplio, por lo que no
impidió nuestros movimientos y, al final, nuestra ropa acabó
tirada por los suelos, o sobre el lavabo, o sobre la placa de
ducha… En definitiva, había ropa nuestra por todos lados,
por no decir que habíamos abierto sin querer uno de los
grifos y estábamos empapados de la cabeza a los pies. El
agua que pisábamos se estaba volviendo de color rojo, pero
eso era caso aparte. Lo que me importaba ahora era darle
una paliza a Erik y quedarme tan ancha.
Mi último movimiento fue truncado por sus ágiles manos y
ambos acabamos tendidos sobre el agua, él encima de mí y
con sus labios bien pegaditos a los míos.
240
31. La fuga
La electricidad recorría por nuestros cuerpos a medida que
se alargaba aquel inesperado beso hasta que, sin previo
aviso, Erik se levantó de un salto y se alejó de mí cuanto
pudo.
-¿Qué pasa?- Le pregunté poniéndome de pie.
-Lo siento,- Se disculpó ocultándose la cara con las
manos.- no he debido hacer eso.
-Pero lo has hecho.- Le recordé.
-Pero no he debido.- Repitió.
-Erik,- Suspiré.- ¿por qué quieres alejarte de mí?- Erik me
miró confuso.- Sé que dijiste que ya no sentías lo mismo por
mí que entonces,- Repetí sus palabras casi
atragantándome.- pero es que tu cuerpo dice todo lo
contrario.
-Lo siento, pero ahora tan solo te siento como una
hermana.- Me dejó helada y varias lágrimas se me
escaparon de los ojos, aunque conseguí hacerlas pasar
desapercibidas.- Eso no quiere decir que a veces vuelva a
ser el hombre de entonces, el que te quería con locura.
241
-Pues a mí me gusta ese Erik.- Le corté y su reacción fue
la que yo esperaba, de asombro y confusión.- El Erik de
ahora… me hace daño… me da miedo…
-No era mi intención.- Susurró y, por fin, dio unos pasos
hacia mi posición.- Yo quiero que seas feliz por ti misma, no
porque te sientas obligada…
-No me siento obligada.- Le corté y, lo que iba a decir a
continuación quedó en el fondo de mi memoria a causa de su
dulce caricia.
-Él te hará feliz, ya verás.
-Sí.- Retiré su mano de mi mejilla con brusquedad.- Él me
hará feliz, ya que tú te niegas. Ahora acabemos de
limpiarnos la sangre y salgamos de aquí.- Le di la espalda
para ocultar mis lágrimas, aunque el agua que nos caía a
chorro me ayudaba bastante.
Por un momento, se quedó allí, de pie, sin decir nada, sin
hacer el más mínimo movimiento, hasta que di varios pasos
en dirección a la puerta. Entonces fue cuando me detuvo,
cogiéndome del brazo pero, justo cuando iba a decirme algo,
el metal de la puerta sonó y Reesha entró en el baño
cargada con unas toallas y una enorme caja de color blanco.
-¿Cómo lo lleváis, chicos?- Ninguno de los dos
respondimos.- Os traía unas toallas y el botiquín, pero veo
que aún no habéis terminado de limpiaros del todo.-
242
Continuó.- En ese caso, os lo dejo todo sobre el armario de
afuera, el que está junto a vuestras maletas. Tomaros
vuestro tiempo para terminar y, cuando estéis listos, vestíos
con la ropa nueva y bajad al hall.
-Gracias.- Musitó Erik colocándose de nuevo bajo el chorro
de agua más cercano.- No tardaremos demasiado.
-Tranquilos. Tan solo son las seis y media y no es que
vayamos a hacer demasiado hoy.- Sonrió y, ya se iba
cuando se dirigió nuevamente a nosotros.- Por cierto, para la
próxima vez, absteneros de ducharos con la ropa interior.-
Dijo y cerró la puerta a su paso.
Suspiré. Reesha tenía razón. Tanto en la lucha como en la
pelea, habíamos estado con la ropa interior y ahora se veía
de un espantoso y tentador color rojo. No había reparado en
que habíamos estado todo el tiempo rodeados por el aroma
de nuestra sangre mezclada, por lo que mis instintos habían
permanecido dormidos pero, al darme cuenta de este hecho,
mi sed se había hecho patente.
Erik me agarró nuevamente del brazo al notar que no me
movía y me arrastró hacia el chorro de agua que él había
estado utilizando segundos antes. En otras circunstancias,
me hubiera negado a aquel contacto, pero me encontraba
demasiado exhausta y demasiado aturdida, como para
resistirme al roce de sus manos sobre las heridas de mis
hombros, los cuales no habían dejado de supurar sangre en
243
todo el tiempo que habíamos permanecido encerrados en el
baño. Sentí la apertura del cierre del sujetador, al tiempo que
mi cuerpo se desvanecía sobre el de Erik.
-Tus heridas no se han cerrado todavía.- Me susurró al
oído sosteniendo mi cuerpo a pulso.- ¿Sabes lo que eso
significa?- Me preguntó.
Tanto él como yo sabíamos perfectamente la respuesta a
aquella pregunta. Mi cuerpo se encontraba demasiado débil
para cerrar por sí mismo las heridas, lo que significaba que
tendría que alimentarme lo antes posible, si no quería
volverme loca, o sufrir algún tipo de colapso.
-¿Esto tiene que ver con la forma en la que llegué al
barco?- Pregunté medio adormilada.
-Es posible. ¡No te duermas!- Gritó y mis ojos se abrieron
raudos.
-Sólo actué por instinto.- Susurré.
-Lo sé y ahora deberás hacer lo mismo.
Me aparté de él al instante y no sé cómo logré mantener el
equilibrio, pero lo hice. Me quité la última prenda y me situé
de nuevo bajo el agua.
-No trates de evadir la cuestión, por favor.- Me rogó Erik
desde el chorro de agua de al lado.
244
-Me encuentro perfectamente.- Respondí sacudiendo la
cabeza, saliendo de debajo del agua y escurriéndome el
cabello.
-¡Júramelo!- Insistió Erik.
Por su tono de voz, parecía más que preocupado, pero él
había sido quien había puesto distancia entre los dos, de
modo que ya no tenía por qué darle explicaciones y mucho
menos cuando ya había agotado su cupo de verme desnuda
al menos por un mes entero.
-Estoy bien.- Dije sin más.
No era del todo cierto, pero no quería alimentarme
nuevamente de él. De otro modo no sería capaz de olvidarle,
es más, ni siquiera me molestaría en intentarlo.
Ascendí los tres escalones para llegar al pomo de la puerta y
la abrí. Erik estuvo conmigo al poco, completamente
desnudo y…mojado. ¡Maldita sea yo por querer tanto a esa
persona! La visión de aquel cuerpo podía conmigo, con mis
defensas, con mi fuerza de voluntad. Desvié la mirada al
instante y cogí una de las dos toallas que mi madre había
dejado sobre el mueble, junto al botiquín. El roce de la toalla
contra las heridas escocía, pero no lo dejé entrever en mi
rostro, aunque tenía la certeza de que Erik ya sabía cuánto
me estaba doliendo, porque había abierto el botiquín y ya
estaba preparado con todo lo necesario en las manos para
cubrir mis hombros. Suspiré y dejé caer la toalla a mis pies.
245
De nada me valdría negarme, porque él actuaría lo quisiera,
o no.
Una vez me hubo cubierto el torso, me paso una venda del
botiquín y me señaló su brazo, donde tenía una herida,
aunque ya estaba cerrada. Rodeé su brazo bien fuerte con la
venda y, después, me concentré en abrir el armario, donde
esperaba encontrar la ropa limpia de la que había hablado mi
madre. Efectivamente la encontré allí: una camiseta y un
pantalón de licra de color blanco, así como una bata de lana
suave de color azul oscuro. La camiseta llevaba grabados
nuestros nombres en letra bien grande y la bata se anudaba
a la cintura con un lazo. También encontré unas zapatillas.
Eran de color negro y se abrochaban con velcro.
Ya vestidos, salimos del cuarto de baño y descendimos las
escaleras hacia el hall, tal y como nos había indicado
Reesha. No nos había especificado nada en lo referente a
las maletas, por lo que decidimos dejarlas en el baño.
No había nadie en el hall, ni mi madre, ni siquiera los adultos
que nos habían acompañado en el viaje. Tampoco se veía a
ninguno de nuestros compañeros a la vista. Me encaminé
hacia la puerta por la que habíamos entrado. Quería ver
cómo era aquel lugar a la luz del sol, o tal vez fuese que
quería salir de allí por un rato.
-¿A dónde vas?- Me retuvo Erik. Mierda. Conociéndole
bien, se habría dado cuenta de mis intenciones.
246
-Voy a tomar el aire.- Dije y, al colocar mi mano sobre el
picaporte, me sobrevino un odioso mareo. Aguanté todo lo
que pude para que Erik no se diese cuenta pero, por su
mirada, supe que no lo había conseguido.
-¿Piensas huir de nuevo?- Soltó retirando mi mano del
picaporte.
-Si así fuera no tendría por qué importarte.- Dije con la voz
más hiriente que pude reunir.- Además, solo quiero ver cómo
se ve todo esto a la luz del sol.- Añadí.
-¿Piensas que en tu condición serías capaz de estar a la
luz del sol?- Me recordó secamente.
De un brusco manotazo, logré abrir la puerta. El sol se veía
en el horizonte, iluminando el verdor del follaje de la isla.
Había ido a parar a un lugar hermoso y relajante, al menos a
simple vista. Era lo que necesitaba, un lugar tranquilo donde
poder pensar. No podría ir muy lejos, de modo que Erik no
debía preocuparse porque me escapara. Tan solo quería un
poco de libertad para mí, estar un rato a solas, nada más.
Eché a correr lo más rápido que pude hacia la arboleda, sin
preocuparme de los gritos de Erik para que regresara. Pero
no iba a volver, aún no.
247
32. El poder del espíritu
Las lágrimas recorrían por mis mejillas mientras corría lejos
para ocultarme.
Erik no me quería, ya no, y yo me negaba a aceptarlo.
Odiaba aquella sensación y odiaba también los cambios de
personalidad de Erik, que me hacían sucumbir al amor. Ya
no lo aguantaba más. Si él no se decidía pronto a olvidarme
o a quererme, me iba a volver realmente loca. Aquellos
cambios de personalidad no tenían razón de ser. No podía
ser que, después de tanto tiempo queriéndome, después de
tanto tiempo esperándome, hubiera cambiado sus
sentimientos de la noche a la mañana. No podía creerlo, no
quería creerlo.
Me detuve a los pies de un viejo árbol y lo escalé para llegar
a una de las ramas y sentarme a llorar tranquila. En aquellos
momentos me quería morir. Quería desaparecer por
completo… ¡No!, eso no era cierto. Yo lo único que quería
era volver a ser la misma de antes, aquella chica humana
que no tenía más preocupaciones que estar con su madre y
sus amigos. Deseaba regresar a la vida que tenía, quería
volver a ver a la persona que había sido mi madre…Quería
verla y que me acunase para consolarme, que me besase de
noche al acostarnos, que me regañase cuando me ponía
248
histérica… ¡Lo quería!, y no me importaban las
consecuencias...
-Violet, mi cielo, ¿Te encuentras bien?
Abrí los ojos despacio. Alguien me miraba con aire
preocupado desde una silla situada a un lado de la cama en
la que yo me hallaba postrada y, se me cayó el alma a los
pies al comprobar que había estado soñando y que nada
había pasado de verdad, que mi madre estaba viva y que yo
era simplemente yo, sin más complicaciones aparentes.
-¿Qué me ha pasado?- Le pregunté.
-Te desmayaste en clase a causa de tu anemia.- Dijo
sonriente.
-¿Anemia?- Pregunté confusa.- ¿Tengo anemia?
-Pues claro, cielo, desde que eras pequeña, ¿es que acaso
no te acuerdas?
-No, está bien, lo sé.- Dije para que no se preocupara
más.- Es que estoy un poco aturdida.- Su sonrisa me caló
muy hondo. Era tal y como la recordaba.
-De acuerdo, cielo, ¿Te ves con fuerzas para ir a clase?
-Sí.
Retiré las sábanas de mi cuerpo. ¡No podía ser! Llevaba
puesta todavía la venda que me había colocado Erik en el
249
sueño, ¿cómo era eso posible? Miré entonces mi muñeca y,
entonces, me sobresalté aún más. Llevaba la pulsera que me
había dado el director antes de subir al barco pero, todo
había sido un sueño, ¿verdad?
-¿Por qué tengo una venda puesta?- Le pregunté a mamá
poniéndome en pie.
-Cuando perdiste el conocimiento caíste sobre los cristales
de una ventana que habían roto los de la clase de educación
física. Han tenido que darte varios puntos… ¿De verdad te
encuentras bien?
-¿Y entonces qué hay de la pulsera?- Le señalé.
-Cariño, te la compré para celebrar tu decimoctavo
cumpleaños… Creo que por hoy mejor te vas a casa.-
Concluyó más preocupada que antes.
-No, tranquila, estoy bien.- Dije con rapidez.
Mamá pareció calmarse un poco con aquellas palabras, pero
tenía que dejar de pensar en aquel sueño, dejarlo atrás, o se
preocuparía más. Además ésta era la vida real y no tenía
tiempo para estar soñando, si quería aprobar los exámenes.
Salí de la enfermería junto a ella y atravesamos el pasillo
hasta las taquillas.
250
-Vale, yo me vuelvo al trabajo.- Mamá me besó en la frente
y caminó hacia la puerta de salida del instituto.- Llámame
con lo que sea, ¿vale?- Gritó a lo lejos.
-Vale.- Le respondí en un susurro.
Suspiré. Aquella vida era incluso más dura que la del sueño.
Allí, por lo menos tenía con quien hablar. Mis amigas de toda
la vida de seguro seguirían enfadadas por haber rechazado a
Lucas, el chico más guapo de la clase, dos años atrás. Sí, ya
habían pasado dos años y no habían sido capaces de
olvidarlo.
Recogí mis libros de la taquilla justo en el instante en que
sonaba el timbre de salida de la segunda hora y tuve que
mirar el horario para saber la clase que me tocaba a
continuación. Los libros se me cayeron al suelo del susto. Mi
siguiente clase era educación física, la clase más tonta de
todas a las que había asistido en el instituto. No entiendo ni
cómo me molestaba en ir, si a poco que me esforzase
sacaba dieces y, ahora que lo pensaba, en el sueño también
era bastante hábil. Bueno, lo mismo daba. Volví a dejar los
libros en su sitio y salí al patio. Varios de mis compañeros de
clase se acercaron a mí en cuanto me vieron aparecer, pero
ninguno de ellos era realmente mi amigo. Ahora, en aquellos
momentos, echaba de menos la compañía de Edy y de Erik.
Lástima que no fuesen más que un producto de mi
imaginación. Me acerqué al profesor y le pedí disculpas de
antemano por haber faltado a la primera hora, hecho al que
251
no dio demasiada importancia aunque, como prueba de que
me había recuperado, me puso a dar vueltas al circuito.
El resto de las clases del día se me pasaron volando.
Parecía como si el tiempo fuese más deprisa de lo normal y,
cuando llegué a casa, me sorprendió que mamá me
abrazase y me diese un beso. Hacía tiempo que no me
sentía así, hacía mucho.
-He hecho tu plato preferido para cenar.- Me dijo
acompañándome hasta la cocina, donde el delicioso olor a
pollo me hizo saltar las lágrimas.- ¿De verdad te encuentras
bien?- Me preguntó mientras servía.- ¿Qué tal en clase?
-Me encuentro genial.- Le ofrecí una sonrisa un poco
fingida, pero de verdad estaba tranquila.- Y la cena está
deliciosa.
-Gracias, cariño. Cuando termines, si quieres puedes
tomarte un largo baño.
-Muy bien.- Musité.
La palabra “baño” me hizo recordar de nuevo aquel sueño.
¿Cómo era posible que lo recordase todo con tanta claridad?
Acabé de cenar y me preparé para tomarme un relajante
baño, no sin antes pasar por mi cuarto y recoger alguna
prenda que ponerme. Entré de nuevo al cuarto de baño y
comencé a quitarme el uniforme, básicamente una falda
252
plisada y una blusa blanca, hasta dejar al descubierto, la
dichosa venda. Ésta estaba anudada a un costado, en lugar
de pegada con un apósito, lo que indicaba que había sido
colocada deprisa. ¿De verdad me la habían puesto en el
instituto? Desanudé la tela y retiré la venda. Mamá me había
dicho que habían tenido que darme puntos, pero lo que yo
veía a través del espejo eran unas líneas rosas en la
espalda, a la altura de los hombros, sin ningún signo visible
de haber sido manipuladas con agujas. Más bien se parecían
un montón a las heridas que me habían hecho las garras de
aquel bicho en el sueño. Respiré hondo y me metí en la
bañera. El agua caliente me produjo un escalofrío y las
cicatrices me escocían, hasta que me di cuenta que el agua
se estaba volviendo roja y, entonces, salí de la bañera, la
vacié por la mitad, abrí el grifo del agua fría y me metí de
nuevo. El agua volvió a ponerse roja, pero la oculté con
burbujas de jabón. Las heridas ya no escocían tanto y mi
cuerpo ya no se quejaba por la temperatura, de modo que
me tumbé y me propuse relajarme del todo.
Había algo que, en verdad, no encajaba. Realmente aquello
fue un sueño, pero parecía tan real, que me daba escalofríos
con solo pensarlo.
-¿Qué tal el baño?- Gritó mamá desde la puerta antes de
abrirla y entrar de lo más sonriente, llevando consigo una
toalla.
-Es muy relajante.- Le confirmé.- Esto… mamá…
253
-¿Sí?
-Te quiero mucho.- Susurré.
-Sí, yo también te quiero, mi cielo.- Su sonrisa quedaría
grabada en mi mente por siempre.- Ahora, acaba y vete a
dormir, ¿vale?
Mamá salió del baño, dejándome sola de nuevo con mis
pensamientos, los cuales estaban muy lejos de allí,
reviviendo aquel sueño, aquella vida que, aunque era muy
dura, me hacía feliz a su manera. Sobre todo Erik. Aquel
hombre que mi subconsciente había creado, me traía loca y
de seguro, estaba enamorada de él.
Además había más personas que me querían tal y como era,
sin falsedades, como Edy, Kevin, Carl, el mismo Erik… Salí
del cuarto de baño, entré en mi dormitorio y me puse el
pijama.
Ojalá pudiese volver a verlos… Aunque solo fuese por una
vez… No pedía mucho…
Recogí el retrato de mamá de la mesilla de noche y lo abracé
muy fuerte. De pronto, la habitación se iluminó y me sentí
flotar como en una nube. Me encontraba tranquila y en paz y,
cuando desperté estaba en el hall de una casa, la que había
visto en mis sueños, y varias personas me observaban
aterrados, casi sin entender lo que estaba haciendo yo allí,
con aquellas pintas.
254
Había vuelto a mi sueño, de eso estaba segura, ya que allí
yo era un vampiro y, por lo tanto, el intenso escozor que
sentía en la garganta tenía sentido.
Varias de las personas que me observaban, se acercaron a
mí y me agarraron para ponerme en pie. Conocía a esas
personas pero, si realmente me hallaba en el sueño, no era a
quienes verdaderamente quería ver.
-¡Violet!
-¡Violet!
Tres personas más se abrieron paso entre los demás para
darme alcance y no pude más que sonreír. Kevin, Edyleen y
Erik me miraban aliviados. A ellos era a quienes quería yo
ver más que a ningún otro. Me deshice de la sujeción y di
unos pasos no muy certeros hacia ellos.
-¡Violet!
Kevin me abrazó tan fuerte, que el marco que sujetaba mi
mano, se estrelló estrepitosamente contra el suelo.
-¿Dónde te habías ido? Estábamos muy preocupados.
Pero no respondí a la pregunta. Estaba demasiado fascinada
con el fluir de la sangre de su cuello. Tanto, que le clavé mis
colmillos sin previo aviso, dejando salir la sangre que, al
entrar en mi cuerpo, calmaba mi sed.
255
No me di cuenta que estaba en el suelo, hasta que vi cómo
Erik le cruzaba la cara a Kevin y se aproximaba hasta donde
había salido despedida.
-¡No vuelvas a hacer eso!- Le gritó Erik furioso.- ¡No a ella,
imbécil! Si no estás preparado, dímelo, pero no la apartes de
ti con tanta brusquedad y menos cuando está herida y no
sabemos lo que le ha ocurrido.
Erik se sentó a mi lado y colocó mi espalda en su pecho, con
lo que mi cabeza quedó a la altura de sus hombros.
-Bebe, Violet.- Dijo ofreciéndome su muñeca.- Bebe, amor
mío.- Susurró demasiado bajo como para escucharlo con
total claridad.
No discutí con él. Acerqué mis labios a su muñeca y mordí
bien fuerte. Su sangre era bastante diferente a la de Kevin.
Era más dulce, más sabrosa y me proporcionaba un placer
indescriptible.
Quería permanecer por siempre así, con él, imaginando que
nos amábamos, imaginando que era mío.
256
33. Dulce realidad
Cuando por fin solté mis dientes de la muñeca de Erik, me
sentía más fuerte, pero no satisfecha del todo. La sangre ya
no salía con tanta presión, lo que indicaba que había bebido
demasiado. Pequeñas gotitas de sudor cubrían la frente de
Erik pero, aparte de eso, no parecía haber sufrido más
daños.
-¿Puedes ponerte en pie?- Me susurró.
-Eso creo.- Dije no muy segura.
Erik me ayudó a levantarme con suavidad, justo en el
momento en que Reesha se abría camino hacia mí, con un
enorme vaso entre las manos.
-Violet, cielo, ¿vienes conmigo?- Dijo con dulzura
tendiéndole el vaso a Erik y alargando una mano hacia mí.
Caminé junto a ella hacia una de las puertas que rodeaban el
hall. Mis ojos se fijaron en un cartel colocado en el centro de
la puerta. Decía “sala de descanso”, por lo que me imaginé
que Reesha me llevaba allí para eso mismo, para descansar
pero, en cuanto entramos en la sala, me di cuenta que
aquello no se parecía en nada a una sala de descaso, sino
más bien a una enfermería.
257
Lo primero que vieron mis ojos fueron las dos camas que se
situaban al fondo pero, aparte, había una camilla cubierta
con un papel, como las que se utilizan en los hospitales, un
escritorio repleto de papeles en el centro de la sala y un
montón de armarios por las paredes, llenos de diversos
materiales, desde vendas, hasta botes, agujas y un montón
de medicamentos.
Reesha me llevó hasta la camilla y me obligó a sentarme,
mientras ella cogía una bandeja metálica de los pies de la
camilla e iba recorriendo los armarios, llenándola con varias
cosas que mis ojos no pudieron captar. Cuando volvió a mi
lado, dejó la bandeja sobre el papel y agarró un taburete
para sentarse.
-¿Qué tal te sientes?- Me preguntó con suavidad.
-Ahora estoy mejor.- Respondí echando un ojo a lo que
contenía la bandeja.
-¿Sabes dónde estás?- Me quedé helada. No sabía cómo
responder a la pregunta y ella se dio cuenta de que dudaba.-
¿Qué es lo último que recuerdas?- Accedió.
Bueno, yo… Corrí hacia los árboles y, después de llorar
por un buen rato, desperté en casa.
-¿Dices que te despertaste en casa?- Repitió Reesha
pensativa.- Y luego, ¿qué?
258
-Volví a dormirme y desperté aquí.
-Entonces, ¿dónde estás ahora?
-Pues… supongo que en casa, durmiendo.
-Entonces lo que dices es que estás soñando.- Remarcó.
-Supongo.- Le confirmé.
¿A qué venía tanta pregunta? O mi subconsciente me estaba
jugando una mala pasada, o en realidad no estaba soñando.
Me estremecí por el miedo. ¿Y si esto fuese en verdad la
realidad y hubiese estado soñando con que regresaba a
casa? Estaba hecha un lío.
-¿No te gustaba la vida que llevabas?- El interrogatorio
continuaba.
-No es eso.- Le rebatí siguiéndole el juego. Quería sabe a
dónde quería llegar con aquello.- Solo es que quería volver a
soñar con esto.
-Entonces ya habías estado aquí y querías volver, ¿me
equivoco?
-Quería volver a ver a mis amigos, aunque no sean reales.-
Respondí.
La puerta se abrió de golpe, haciéndome pegar un bote, y un
hombre entró en la sala y caminó despacio hacia la camilla.
259
Lo recordaba. Recordaba a aquel hombre de haberlo visto
sentado en la cubierta del barco, leyendo un libro.
-Violet, este es el profesor McNeil, el instructor de CCUDC.
-¿El instructor de qué?- Pregunté aturdida.
-Comprensión, Control, Utilización y Desarrollo de
Capacidades.- Aclaró el hombre. Vale, con semejante
nombre, ahora me explicaba lo de las siglas.
-Él te va a ayudar a entender.- Intervino Reesha cediéndole
el puesto en la banqueta.
-¿A entender el qué?- Protesté.
-Reesha, ¿has podido averiguar algo?- Habló el hombre
ignorando mi pregunta y, ahora que lo pensaba, aquel
apellido era el mismo que tenían Erik y Carl. ¿Podría ser que
aquel hombre y yo fuésemos familia en el sueño?
-Creo que podría ser una TTPR bastante severa.- ¿Otra
vez hablando por siglas?, ¿pero qué narices les pasaba?
-¿De verdad?- Se sorprendió el profesor.- Hacía bastante
que no veía un caso de estos.- Sus ojos se clavaron en mí y
dejó ver una sonrisa en sus labios.- La misma Violet de
siempre.- Rió.- No me lo habría esperado.
-¿Nos conocemos?- Solté rabiosa. Pero él no pareció
enfadado por mi pregunta.
260
-De modo que los rumores eran ciertos…- Susurró.
-Ya te lo dije.- Intervino Reesha a mi lado.- Ella no
recuerda absolutamente nada de sí misma. Lo que sabe
ahora se lo hemos ido contando poco a poco.
-Bueno, lo primero es lo primero.- Dijo cogiendo de la
bandeja una aguja bien larga, la misma que me había
revuelto el estómago, con solo haber visto su longitud.- Antes
que nada, averigüemos donde has estado. La manera más
rápida sería extraer el LCR, de momento, basta con tu
sangre.
-¿Y por qué no me muerde?- Grité resistiéndome a que me
pinchara el brazo con la enorme aguja.
-Las endorfinas de la saliva afectarían al análisis y quiero
un resultado lo más coherente posible.
-Vale, pero, entonces, ¿no podría utilizar un cuchillo, o algo
así?- El profesor rió.
-¿Aún te dan pánico las agujas? Veo que hay cosa que no
cambian aunque las olvides.- Volvió a reír. Suspiré y cerré
los ojos.
-¿Y usted está seguro de lo que hace?- Solté sintiendo la
aguja dolorosamente en mi brazo.
-Pues claro. Por algo soy médico… Ya está. Puedes abrir
los ojos.
261
Suspiré. Ya no sentía ni la aguja, ni el dolor. Abrí los ojos
despacio y demasiado confusa para hablar con claridad. El
profesor había metido mi sangre en un frasquito y lo
observaba concienzudamente. Pero eso no es lo que me
tenía tan nerviosa, sino el hecho de que hubiera podido
extraer mi sangre. Si estaba dentro de un sueño, ¿cómo era
posible que pudiese sangrar…? No, un momento, eso no me
daba una explicación, ya que en casa también había sentido
dolor y también había sangrado.
-¡Fascinante!- Exclamó.- ¡De verdad lo ha hecho y ha
podido volver!
-¿El qué?, ¿el qué?- Insistí viendo cómo él tomaba el
frasco y se bebía el contenido de un trago.
-Y no solo eso, sino que ha podido recrear cosas de su
memoria…
-¿Me quiere explicar alguien lo que está pasando?-
Vociferé frustrada.
-Vale.- El profesor se dirigió nuevamente a mí.- Lo primero
de todo, yo soy técnicamente tu abuelo, el padre de Carl,
sabes quién es él, ¿verdad?- Asentí.- Lo segundo es que no
estás soñando, ni lo estuviste cuando regresaste a casa.-
Respiré hondo. ¿De verdad no estaba soñando?- Lo que
tienes, lo llamamos aquí TTPR, transmigración total con
pérdida de la realidad. No es una enfermedad, ni nada
parecido,- Añadió al ver mi cara de sorpresa.- tan solo se
262
trata de una reacción de tu cuerpo al desear algo con
demasiada intensidad…
-No lo entiendo.- Le corté frustrada.
-Es difícil de explicar pero, más o menos sería que tu
cuerpo se traslada al lugar en el que deseas estar. Por lo
general, solo se puede trasladar el alma, pero algunos
vampiros han conseguido trasladar tanto el alma como el
cuerpo y no todos han podido regresar, como lo has hecho
tú.
-¿Solo los vampiros lo pueden hacer?- Pregunté.
-Solo los vampiros que tienen una habilidad en particular,
pero de eso ya hablaremos largo y tendido en clase.
-¿Entonces, adónde fui?
-Tu caso es un poco raro.- Vaya, me había llamado rara.-
Tú, aparte de transmigrarte totalmente, lograste recrear
varios aspectos de tu memoria… En este caso, regresaste a
la que fue tu casa y recreaste la vida que querías tener, con
tu tía y tus amigos del instituto.
-Entonces, lo que me está diciendo, ¿es que regresé a
casa, pero me imaginé ver a mi madre y a mis compañeros
del instituto?
-Realmente no sé si tus amigos eran los reales, o no, pero
en lo referente a tu tía, estoy completamente seguro de que
263
tu subconsciente creó una imagen suya, ya que ella murió,
como bien sabrás.
-Sí, lo sé… Pero yo quería verla…
-Y no te importaban las consecuencias.- Añadió el profesor
para mi sorpresa.- Te entiendo más de lo que crees. Una vez
yo también quise hacer lo mismo que tú has hecho, pero lo
que conseguí fue todo un desastre.
-¿Usted también lo intentó?, ¿por qué razón?
-Quería volver a ver a mi nieto,- Respondió.- pero lo único
que logré fue transmigrarme a su tumba.
-¿Y eso qué quiere decir?
-Bueno, en realidad yo tampoco entiendo cómo fue que no
funcionó. Yo quería verlo con toda mi alma, aunque
estuviese muerto, pero tan solo aparecí frente a su cuerpo,
por decirlo de algún modo.
-¿Puede ser que su alma estuviese en alguna otra parte y
por eso fue que no logró recrearlo totalmente?- No tenía ni
idea de lo que estaba diciendo, pero él pareció entenderlo de
alguna manera. Reesha había bajado la mirada hacia el
suelo y reflejaba en su rostro una enorme tristeza.
-Es posible pero, para que ocurriese eso él tendría que
haber adquirido una habilidad bastante rara y yo no tengo
264
noticia de que hubiese ocurrido tal cosa… Bueno, no nos
desviemos del tema. ¿Entiendes ahora lo que te ha ocurrido?
-No del todo, pero ahora siento que estoy donde debería.
-Pues eso ya es un gran paso.
Sí, en verdad era un gran paso y estaba más que feliz de
haber vuelto, a pesar de todos los inconvenientes. Ahora
estaba donde quería, donde debía estar, junto a mi familia,
mis amigos y mi Erik, quien no había sido producto de mi
imaginación, quien era real, quien era mi dulce amor.
265
34. Algo inesperado
-Bueno, ya va siendo hora de volver con el resto.- Mamá
me ayudó a bajar de la camilla y me llevó hasta la puerta.
-Solo una cosa más.- Nos interrumpió el profesor.- Lo que
has hecho es muy peligroso, Violet, de modo que procura no
hacerlo de nuevo. Sé que fue de forma inconsciente y que no
puedo pedirte que no sientas que quieres estar en otro sitio,
pero hasta que no lo controles…
-Estoy bien.- Respondí de inmediato.- Es aquí donde debo
estar, donde quiero estar…
-Me alegra oírte decir eso, pequeña, ahora volvamos…
-Tengo una pregunta.- Solté de pronto.- ¿Cuánto tiempo ha
pasado desde que me fui?
-Tan solo tres horas pero, según he podido comprobar, tú
has sentido que pasabas un día entero fuera. Eso es debido
a que el tiempo varía en función de lo que deseemos, por
esa razón es aún más peligroso. Muchas personas que han
hecho lo que tú, no han podido regresar y, los que lo han
hecho, han vuelto tan mal, que no han sido capaces de
volver a reconocer la realidad, pero dejemos eso a un lado.
Por el momento, tú trata de concentrarte en el presente,
266
¿vale?- Su sonrisa me turbó, pero al mismo tiempo me sentí
aliviada.
Los murmullos desaparecieron en cuanto hice mi aparición
en el hall. Me encontraba realmente avergonzada de que
hubiesen estado hablando de mí pero, en cuanto Edy corrió
literalmente hacia mí y me estrujó con fuerza, todas mis
preocupaciones y mis dudas desaparecieron de mi cabeza,
dejando tan solo paz y felicidad.
-Me… ahogas…- Le susurré.
Edy me soltó sonriente y me agarró de la mano. Busqué con
la mirada a Erik y lo encontré al lado de mi madre, pero no
me miraba, o no quería hacerlo. Suspiré mientras Edy me
llevaba junto a Kevin, quien me sonrió y me abrazó con
fuerza.
-Me has tenido muy preocupado, ¿lo sabes?- Me susurró.
-Lo…
Mi disculpa quedó ahogada por un inesperado y ferviente
beso. Esta era la primera vez que él hacía algo como eso,
después de haber aceptado ser su novia pero, aún así, me
pilló con la guardia baja. Cuando cesó el beso, los murmullos
reaparecieron, pero lo que más que impresionó fue la mirada
de Erik, dura, pero a la vez cargada de un dolor casi
insoportable, y Edy tampoco se quedaba corta, ya que había
desviado por un momento la mirada y sus ojos brillaban
267
como si estuviese a punto de echarse a llorar. ¿Sería posible
que ella se hubiese enamorado de Kevin? En todo el tiempo
que habíamos estado juntas en el internado no había notado
nada extraño en ella pero, aquella reacción no era normal, a
menos que sintiera algo por él… y yo estaba en el medio. De
todas formas a Kevin no parecía interesarle ella o, si era así,
no lo demostraba. No, seguro que eran imaginaciones mías.
Él no podía haberse enamorado de Edy, él me quería a mí.
-Chicos, ya está bien de cuchicheos.- Reesha nos indicó
que la siguiéramos hacia una de las puertas, la más grande y
lujosa de todas las que presidían las paredes del hall.- Las
clases empezarán mañana pero, antes que nada, vamos a
presentarnos correctamente.
Reesha abrió las puertas y entramos en una enorme sala
con una larga mesa de madera en el centro. Las cortinas de
los enormes ventanales estaban tapadas con las cortinas,
por lo que la luz no entraba de forma tan directa. ¿De verdad
iba a pasar otro día en pie? Lo que ahora yo más deseaba
era irme a dormir, además, aún estaba convaleciente, ¿no?
Entonces, ¿por qué no me dejaban ir a dormir?
Mi cuerpo se tambaleó falto de fuerzas, pero fue sostenido
por unos fuertes brazos, que me sostuvieron al tiempo que
me llevaron hacia un asiento en la mesa.
-Gracias, Erik- Susurré.
268
Pero él no me contestó, ni tan siquiera me miró. De verdad
que no lo entendía. La mayor parte del tiempo era distante
pero otras veces, como hace unos segundos, se comportaba
tan amable, como cuando estábamos juntos y, ahora que lo
pensaba, legalmente aún lo estábamos. Entonces, ¿por qué
no estaba enfadado? Cualquiera en su situación no hubiera
hecho lo que él. Si era cierto que no me quería, ¿por qué
actuaba así conmigo? Pareciera como si se estuviera
torturando o, tal vez era que me estaba torturando a mí. En
verdad no quería esto, no entendía nada… Maldita sea, ¿por
qué debía olvidarle, aun cuando él pareciera no querer
dejarme hacerlo? ¿Por qué narices no se decidía?
Mi corazón se hizo pedazos cuando fijé mis ojos en él.
Estaba sentado frente a mí, por lo que la imagen me hacía
más daño. Sus movimientos, e incluso la forma de
acariciarla, me ponía demasiado celosa. La chica que tenía a
su lado era muy hermosa. Tenía el cabello moreno, largo
hasta la cintura, y bastante liso. Además, tenía en su mejilla
un pequeño lunar que le daba un toque más interesante a su
aspecto. No podía ver el color de sus ojos porque, en ese
momento, los tenía cerrados, por no decir que sus labios
jugueteaban airadamente con los de Erik. Al menos sabía su
nombre, ya que lo tenía impreso en su camiseta. Se llamaba
Dawnee y no parecía nada disgustada por estar dándose el
lote con un chico al que apenas conocía, como yo lo estaría
en su situación.
269
Coloqué mis muñecas sobre la mesa con tanta fuerza, que
ésta emitió un crujido, cual si se fuera a romper. Al instante,
Erik y Dawnee se alejaron el uno del otro y me prestaron
atención. Erik parecía divertirse con la situación, pero a mí
no me hacía ni pizca de gracia ver aquello. Al contrario que
él, Dawnee se había puesto roja como un tomate y había
desviado la mirada hacia otro lado.
-¿Celosa?- Saltó Erik riendo.
-Para nada.- Respondí, aunque lo cierto era que me estaba
mordiendo el labio de rabia.- Veo que habéis hecho buenas
migas.- Añadí maldiciéndome por ser tan idiota.
-Solo la estaba instruyendo sobre un asunto en el que tenía
dudas.- Explicó Erik.
-No tienes por qué darme explicaciones.- Y menos con una
escusa tan estúpida. ¿Instruyendo?, ¿qué asunto tan
importante era ese para haber tenido que besarla?
-No volverá a ocurrir.
-Ya te he dicho que no tienes por qué darme explicaciones,
y menos si me vas a mentir tan descaradamente.
-No te he mentido.- Replicó Erik con los ojos como platos.
-Como sea.- Concluí escondiendo la cara entre las manos.
270
-¿Queréis dejar de pelear ya?- Gritó Reesha, lo cual
provocó un silencio total en la sala.- Bien, ahora os
presentaré a vuestros profesores.- Reesha señaló a los
adultos que se sentaban a su lado, los mismos que nos
habían acompañado durante el viaje.- El profesor McNeil.-
Señaló al hombre que me había asistido después de mi…
desaparición. Se trataba de un hombre de unos cuarenta
años humanos, de cabello corto y ondulado y mirada afable.-
Os impartirá la clase de CCUDC, comprensión control,
utilización y desarrollo de capacidades.- Aclaró y prosiguió
señalando al profesor siguiente.- La profesora Landford.-
Una mujer de cabello largo hasta la cintura, liso y de color
atigrado, de impactantes ojos negros, me sonrió.- Ella
impartirá la clase de DF, defensa personal. El profesor
Legalus,- Reesha señaló entonces a un hombre con el pelo
rapado y perilla- os dará RRUFC, reconocimiento, recogida y
utilización de flora curativa.- Yo os impartiré la clase de TVR,
técnicas de vigilancia y rastreo y, por último, el profesor
McNeil.- ¿Otro profesor McNeil? Reesha señaló al único
adulto que aún llevaba puesta una capucha cubriéndole el
rostro.- Os dará clases de refuerzo.
En cuanto las manos del hombre agarraron la tela y quedó al
descubierto, pegué un grito de sorpresa. ¿Qué es lo que
estaba haciendo él allí, tan lejos de la Cruz Roja y diciendo
ser nuestro profesor? Cada vez entendía menos.
271
-¿Qué haces aquí, papá?- Gritó Erik, quitándome la
palabra de la boca.
Erik estaba tan sorprendido como yo. ¿Qué estaba haciendo
Carl allí?
272
35. Pistas inconexas
La sonrisa de mi madre me eclipsó durante unos breves
instantes. Ella lo sabía y por eso estaba tan contenta pero,
¿por qué Carl no nos había dicho nada? Y, encima, nos
había visto luchar contra esos Morks intrusos. No es que no
me hubiera visto antes, ni mucho menos. El problema era
que me había visto en una forma débil de mí misma y eso
me avergonzaba.
-Como iba diciendo,- Prosiguió Reesha.- el profesor McNeil
os dará clases de refuerzo, algo así como un poco de todo y
entre él y yo os haremos los exámenes pertinentes y,
también, os daremos clases de manejo de armas entre
todos. ¿Ha quedado claro?
-Sí, señora.- Respondí cual si estuviera delante de un
militar, o algo parecido.
-Bien, Violet, tan atenta como siempre.- Mi intención era
molestarla y, lo había logrado, por no decir que me estaba
muriendo de sueño.
-Erik, llévatela a vuestro cuarto.- Oí como un susurro.
273
Un momento, ¿de verdad había dicho “nuestro” cuarto? Me
incorporé justo a tiempo de ver a Erik introduciéndose en la
cama.
-¿Qué narices crees que estás haciendo?- Chillé.
-¿A ti que te parece?- Me cortó.- Y al menos podrías
agradecerme que te haya cargado hasta aquí, en lugar de
estar gritando.
-¡No soy yo la que anda besuqueándose con extraños!
-¿Y eso a qué viene?- Los ojos de Erik se clavaron en los
míos y, paulatinamente fue dibujando en sus labios una
sonrisa que daba miedo.- Oh, ya veo, estás celosa.
Mi puño fue a parar inconscientemente hacia su ojo pero,
con un fugaz movimiento, consiguió esquivarme y agarrarme
los brazos con fuerza.
-¡Ni lo intentes!
-¡Suéltame!- Erik me liberó al instante y me dio la espalda
en la cama.
-Erik…- Bajé mi mano hasta el colgante que rodeaba mi
cuello.- Nada.
Retiré las sábanas de mi cuerpo y me puse en pie. Llevaba
puesto el uniforme, en lugar del pijama que había traído de
274
casa, lo que significaba que Erik me había cambiado de ropa
de nuevo. Suspiré y me encaminé hacia la puerta.
-No intentes huir de nuevo porque te encontraré.
-No iba a huir y preferiría que fuera Kevin quien fuera a por
mí, ya que él es mi novio y tú tan solo eres…
-Tu esposo.- Respondió Erik tajante.
-Sí, bueno, pero has sido tú quien me ha dado esta opción,
así que ahora no te quejes.
Erik refunfuñó algo entre las sábanas, pero me desentendí
de lo que dijo por completo. Si Kevin era un idiota, él lo era
más por perderme por él porque, definitivamente, me había
perdido. Salí del cuarto y cerré la puerta de golpe.
-Violet- La figura de Carl me detuvo.- ¿Dónde vas?
-A hablar con Reesha sobre un cambio de compañero de
cuarto.
-¿Qué ha pasado?- Por un momento, la preocupación en
su voz me asustó.
-Nada importante, es solo que no quiero estar en la misma
habitación con alguien que pasa de mí completamente y que
se irrita por nada.
275
-Ya veo. Pronto será hora de comer y podrás hablar con tu
madre. Por lo pronto, vuelve a tu cuarto hasta que os
llamemos.
-¿Me estás hablando como profesor, o como padre?-
Escupí más irritada que nunca.
-Como ambos, de modo que hazme caso y regresa al
cuarto a descansar.
-¡Me niego!- Grité.- No volveré allí con él para que me trate
como si no fuera nadie.
-¿Es por tu relación con Kevin?, ¿por eso estás así?-
Maldita sea, ¿cómo se había enterado?
-No, es solo que…
Una a opresión en mi pecho me impidió respirar y el aroma
de la sangre me invadió por completo, pero… no era sangre
de vampiro, sino de Mork. ¿Por qué pasaba eso justo en ese
momento? Relajé mi respiración y me interné en mi
subconsciente.
El aroma de la sangre Mork se hizo más patente mientras
más me adentraba en la visión y cuanto más me adentraba,
más nerviosa y asustada me sentía.
Cuando mi cuerpo se detuvo, me encontré en el centro de un
campo de batalla. Miles de cuerpos se atoraban a mi
alrededor. Morks, vampiros, humanos… todos estaban
276
muertos y yo estaba en el medio de todo, de pie, con la
espada en la mano y una sensación de vacío insoportable.
-Violet.
Me di la vuelta asustada nada más oír pronunciar mi nombre.
La espada resbaló de mis dedos y cayó sobre los cuerpos
que me rodeaban.
-Violet, ¿qué haces aquí? Tú no deberías estar aquí.
-Riku…
Mi hermano se acercó volando hasta mí y me abrazó. Al
instante, el paisaje cambió a uno más pacífico.
-¿Qué hago aquí?- Susurré tomando asiento sobre el
columpio de un parque que reconocí de una de mis visiones
de la infancia.
-¿Qué es lo que quieres de mí?- Me quedé helada. Sin
saber cómo sabía la respuesta a aquella pregunta pero,
¿cómo?
-Riku, ¿eres real?
-Bueno, tan real como puedo ser, hermanita.- Respondió y
su dedo señaló el colgante que rodeaba mi cuello.
-Necesito respuestas.- Riku me sonrió y asintió.- Primero,
¿dónde estoy?
277
-En mi mundo.- Susurró y volvió a señalar la cadena.
-¿Cómo?
-¿Cómo, qué?
-¿Cómo es que estoy aquí, cómo es que tú estás aquí?
-Violet, estás empezando a asustarme de verdad.- Susurró
Riku arrodillándose frente a mí, estudiando mi expresión.-
Parece como si no me recordases…- Asentí con la cabeza.-
No puede ser, ¿desde cuándo?
-Supuestamente desde el final de la guerra, cuando…
-Cuando trasladé mi alma al libro…- Completó Riku por mí,
confirmándome la hipótesis.- Algo salió mal…
-Riku, ¿puedes devolvérmelos?
-Estaremos en contacto.
La mano de Riku se colocó sobre mi pecho y sentí una
dolorosa e insoportable sacudida. Luego, noté como algo se
hacía añicos en mí y, por último…
-¡Violet, despierta!
Mis ojos se abrieron del susto y mi ágil mano fue a parar al
cuello de Erik. Miré a mi alrededor. Había vuelto a nuestro
cuarto, o tal vez nunca había salido de allí.
278
-¿Qué… qué me ha pasado?- Pronuncié falta de aliento.
-¿Qué has visto?
Los ojos de Erik estaban fijos en mí y, por su expresión de
preocupación, supe que había tenido otra visión, solo que no
tenía ni la más mínima idea del significado de ésta.
279
36. Traicionada
-Violet, responde.- Me instó Erik.- ¿Qué has visto?
-Riku…- Aún me encontraba aturdida, pero tenía que
decírselo, tenía que decirle que mi hipótesis era acertada,
que Riku “vivía” dentro del libro.
-¿Riku?- Repitió Erik confuso.- ¿Has tenido una visión
sobre él?
-Mi hipótesis…
-¿Tu hipótesis?… Violet, termina ya, por dios.- Me rogó
Erik y, cuando alargó una mano hacia mí para acariciarme el
rostro, me retiré unos centímetros.- Lo siento.- Se disculpó
ausente.
-Riku…- Empecé de nuevo.- Bueno, su alma… está…-
Señalé el colgante que llevaba colgado alrededor del cuello.
Esperaba que haciendo eso Erik pudiera comprender lo que
trataba de decirle.
-El alma de Riku está dentro del libro…- Susurró mientras
nos quedábamos dormidos el uno al lado del otro, agotados.
La puerta sonó de pronto, interrumpiendo nuestro sueño
reparador. Me revolví en la cama. No quería levantarme. No
280
quería enfrentar nada. Tan solo quería permanecer al lado
de Erik, aunque estuviese dormido. La puerta volvió a sonar,
esta vez mucho más fuerte, pero ninguno de los dos se
levantó para abrir. Al parecer nos encontrábamos demasiado
a gusto el uno agarrado al otro.
-Ya es hora de comer.
La voz de mi madre me asustó tanto que pegué un grito y me
caí de la cama. Erik se incorporó y me agarró del brazo
gritando un juramento y emitiendo un sonoro bostezo.
-¿Qué hora es?-Preguntó frotándose los ojos.
-Las tres. Hora de comer.- Dijo mi madre sonriente.
Ambos nos pusimos en pie a regañadientes, nos colocamos
las zapatillas de casa (las mías eran de un horrible color
fucsia) y la seguimos a través del pasillo hacia el siguiente
dormitorio. Edyleen abrió la puerta medio aturdida y me llevé
una buena impresión al ver que no llevaba puesto más que el
sujetador y las bragas. Ésta se nos quedó mirando confusa
y, cuando reaccionó, se dirigió a mi madre.
-Profesora Valentine, ¿ya es la hora?- Dijo como si nada.
-Sí, Kevin está ahí dentro, ¿verdad?- Edy asintió con la
cabeza.
-Él está… dormido…
281
-De acuerdo, pues despiértale para…
-¡Cielo!, ¿quién es?
La voz de Kevin a través de la puerta se me clavó como una
flecha y, cuando apareció medio desnudo y nuestros ojos se
encontraron, me dieron ganas de matarlo. O mi mente me
estaba jugando de nuevo una mala pasada, o el sentimiento
que tenía de haber sido traicionada por mis amigos, no era
verdad. Además, las innumerables imágenes que cruzaban
por mi cabeza no me ayudaban a esclarecer en absoluto la
situación.
-Violet.- Dijeron los dos al unísono. Respiré hondo y les
sonreí, haciendo ver que no había pasado nada, que aquella
situación la encontraba del todo normal, aunque sabía que a
Erik no podía engañarle, dada su expresión en aquel
momento.
-Venga, chicos, vamos a comer algo.- Dije sin borrar la
sonrisa de mi cara.
Cerraron de nuevo la puerta y yo aproveché para sentarme
en el pasillo y esconder la cabeza entre las piernas. El dolor
de cabeza se había incrementado, por no decir que mi
estado de ánimo había caído en picado. Sabía que no debía
estar tan molesta por ello, porque yo no le quería en verdad,
pero él había dicho ser mi novio. Entonces, ¿por qué había
llamado a Edy “cielo”? Y, sobre todo, ¿por qué estaban los
dos medio desnudos, en lugar de vestidos, como Erik y yo?
282
Tal vez todo fuese una coincidencia, pero pensar eso no me
quitaba la horrible sensación de estar siendo traicionada por
ambos.
-¿Por qué no comparto yo la habitación con Kevin?-
Pregunté dirigiéndome a mi madre, sin levantar siquiera la
cabeza.
-¿Por qué decidiste salir con él?- Respondió mi madre
evasivamente.
-Yo… creí que era lo mejor para mí, dado que Erik dijo que
ya no sentía nada por mí.
-¿Y acaso viste lo que verdaderamente había dentro de su
corazón?
-¿Qué?- Pregunté confusa levantando la cabeza y mirando
la esbelta figura de mi madre.
-Los compañeros de habitación se establecieron de
acuerdo a sus deseos.- Aclaró sonriente.- ¿Recuerdas la
lucha contra los cinco Morks?- Asentí.- Pues tenía un triple
sentido.
-¿Triple?- Pregunté abstraída.
-Lo siento, cariño, secreto de sumario.- Rió.
Cuando la puerta se abrió de nuevo, me puse en pie de un
brinco y, sin dirigirles siquiera la mirada, caminé junto a mi
283
madre hacia el siguiente dormitorio, donde recogimos a otra
pareja, Marco, un chico alto y delgado, de cabello corto y
moreno y unos impresionantes ojos azules, y Adriana, la
chica rubia de la que me había alimentado durante la lucha y
de la que sospechaba que era humana.
Una vez hubimos recogido al resto de nuestros compañeros
(Cristian y Dawnee; Roxy y Ren; Katia y Michel y Roy y
Damon), bajamos todos juntos hacia el hall. Una vez allí,
Reesha nos guió hacia la primera puerta que encontramos
en el lado de las escaleras. El olor a comida de verdad
estimuló todos mis sentidos, haciéndome olvidar durante
unos instantes la escena con Kevin y, cuando se abrieron las
puertas, me agarré bien fuerte al pecho. Ahora no solo era
comida a lo que olía, sino a algo más a lo que no iba a ser
capaz de resistirme, por mucho que quisiera.
Entramos en la sala y tomamos asiento alrededor de la mesa
redonda situada al fondo y rodeada de armarios de color
blanco. Todos los fogones de la cocina estaban encendidos y
lanzaban bocanadas de sabrosos aromas a nuestro
alrededor, pero yo ya era incapaz de saborearlos, ya que
habían sido sustituidos por otro más intenso…y más
placentero. El olor de la sangre me estaba haciendo
enloquecer, pero quería resistirme, no estaba dispuesta a
sentir esa necesidad, no cuando Erik estaba a mi lado
sonriendo por lo que sabía que me pasaba, no cuando yo ya
lo había decidido de antemano. Traté de ponerme en pie,
284
pero algo me lo impidió. Una fuerza me impedía ponerme en
pie y huir de nuevo. Miré a Erik furiosa pero, no. No era él
quien me estaba haciendo esto, sino mi madre. Su expresión
era dura y terrorífica y, cuando me colocó un enorme vaso
entre las manos y nuestros dedos se rozaron, supe que
estaba siendo guiada, obligada a hacer algo que no quería
hacer. Incluso mi mano no me respondía como yo quería. Lo
único que deseaba era soltar aquel maldito vaso que se
acercaba más y más a mis labios, pero no podía, pero…
En cuanto sentí de nuevo la rabia por la escena acontecida
minutos antes, el vaso me estalló, esparciendo el líquido
sobre la mesa.
-Lo siento.- Me disculpé.- No he podido controlar mi fuerza.
Todos me estaban mirando boquiabiertos, pero fue el aroma
de la sangre de Erik, que sentí a continuación, lo que hizo
que me fijara exclusivamente en él.
Se había mordido en la muñeca y la había colocado a la
altura de mi boca, bajo la atenta mirada de todos, incluso la
mía.
-¡Bebe!- Me ordenó.
El impulso de no poder resistirme ante aquel delicioso
ofrecimiento, pudo más que mi propia fuerza de voluntad.
Agarré la muñeca y coloqué mis labios sobre ella. Poco me
importaban los cuchicheos sobre mis actos, ya que ahora
285
estaba en un mundo donde tan solo existíamos él y yo. Y
todo lo demás, las preocupaciones, la desazón, todo, estaba
fuera.
286
37. Expedición trampa
La sangre de Erik era la única que podía satisfacerme por
completo hasta el momento, por lo que no dudé en tomar
cuanta necesitaba, a pesar de estar renegando conmigo
misma por este hecho. Maldecía también a Erik por haberme
obligado a hacerlo pero, su sangre entraba en mi cuerpo con
tanta facilidad, que me era imposible resistirme. Y sus
gemidos ahogados me indicaban que él también lo estaba
disfrutando, aunque no pudiera expresarlo con libertad, dada
la concurrencia de la sala.
Unos golpecitos en el hombro me despertaron del trance en
el que me había sumido, obligándome a soltar la muñeca de
Erik. Giré mi cabeza. Carl estaba a mis espaldas pero, en
lugar de estar regañándome, me sonreía.
-Ya es suficiente, Violet.- Me susurró dejando un plato
humeante y una cuchara a mi alcance en la mesa.
-Lo siento.
Tomé la cuchara y la introduje en el caldo mirando de reojo a
Erik. Estaba pálido, pero sonreía. ¿Cómo había podido llegar
tan lejos?, ¿cómo había sido capaz de obligarme a beber de
él? Me acabé de tomar el caldo y me puse en pie con
287
brusquedad. Tenía que salir de aquella sala cuanto antes, o
haría otra estupidez imperdonable.
-¿Dónde vas?- Me detuvo Reesha muy seria.- Aún no
hemos terminado.
-¿Puedo salir?- Los ojos de mi madre se abrieron de par en
par.- Me estoy agobiando aquí dentro.- Añadí.
-Bueno, tenéis la tarde libre… ¿Te puedo pedir un favor
antes que nada?- Preguntó demasiado sonriente. Asentí.-
Necesito que vayas a buscar unas cuantas orquídeas,
¿puedes hacerlo?
-Pues… sí, pero, ¿qué tipo de orquídeas?
-Lo sabrás en cuanto las veas.
-¿Y cómo las localizo?
-Tienen un aroma muy peculiar, de modo que no vas a
tener problemas… Ahora bien, no puedo dejarte ir sola…
Erik, ¿serías tan amable de acompañarla?
-¿¡Qué!?-grité-¿Por qué tiene que acompañarme él?
-Si te lo dijera, la excursión no tendría sentido.- Rió.- Sal
cuando quieras y lo mismo va para el resto. Podéis ir a
donde queráis hasta la hora de cenar.
Salí de la cocina como una bala y me encaminé hacia un
grupo de árboles. Las pisadas de Erik detrás de mí, me
288
hicieron acelerar el paso. No quería que volviera a burlarse
de mí por no ser capaz de alimentarme por mí misma.
Cuando quise darme cuenta, había llegado a los pies de una
espectacular cascada. El agua fluía rápido y con fuerza y
lanzaba pequeñas gotitas que, al contacto con los rayos de
sol, parecían pequeñas estrellas.
-Mami, ¿puedo coger una?
La voz de la niña me asustó, pero no había nadie más a mi
alrededor, tan solo Erik, quien se había parado a mi lado y
observaba conmigo el espectáculo.
-Aún eres muy pequeña, pero pronto podrás. No te
desanimes, mi niña.
¡Dios!, conocía esa voz. Era la de Reesha, pero ella se había
quedado en la casa con el resto… ¿Qué estaba pasando?,
¿por qué podía oír esas voces?, ¿qué significado tenían?
-¡Violet, Violet, mira, allí dentro hay flores!
Respiré hondo y agudicé aún más mi vista para poder captar
lo que había tras el agua de la cascada. Nada. Detrás tan
solo había una sólida pared de roca, cubierta de musgo, pero
ninguna flor. Erik tocó mi hombro tan de repente que me
asustó.
-Volvamos.- Susurró.
289
-Pero no puedo volver y dejar la misión a medias.
-¿Aún no lo entiendes? Esa flor es tan solo una mera
ilusión. Es imposible que la encuentres.
-¿Y tú cómo es que sabes tanto?- Grité.- No puedes
soltarme tan de repente que me dé por vencida.
-Sé tanto porque yo me pasé unos cuantos años buscando
una y no estoy diciendo que te des por vencida, simplemente
creo que Reesha nos ha tendido una trampa para que nos
quedemos a solas, nada más.
-¿La encontraste?
-¿Qué?- Erik parecía confuso por la pregunta.
-¿Encontraste la orquídea?- Repetí.
-Sí, y era tan hermosa como la persona a la que se la di,
justo el día en que le pedí que se casara conmigo.
-Tú… ¿buscaste… esa flor… para mí?
-Quería regalarte algo especial y había oído que era flor
era muy hermosa y muy rara también. Pero lo mejor de todo
fue tu expresión cuando te la di, tan dulce e inocente como
un ángel. Eso me hizo enamorarme aún más de ti.
-Erik, ¿por qué me cuentas todo esto?
-Pues no sé, supongo que tengo nostalgia…
290
No le dejé terminar la frase. Me abalancé sobre él y le arrojé
al agua, tirándome yo detrás. Nuestras risas cubrían aquel
pequeño espacio y cuando los brazos de Erik me rodearon,
brotó la esperanza en mi interior.
-Te concedo un deseo.- Me susurró al oído meciéndome
en el agua.- Sea cual sea.
-Quiero…
-¡Hecho!- Gritó.
Las habilidosas manos de Erik se introdujeron debajo de mi
camiseta hasta mis pechos, llenándome de un placer
indescriptible.
-¡Qué le estás haciendo a mi novia, maldito!
Abrí los ojos del susto. Kevin estaba parado en la orilla, junto
con Edy, observando la escena, pero sus ojos no estaban
clavados en mí, sino en Erik. Ambos salimos del agua y
encaramos a la pareja.
-No le estaba haciendo nada a tu novia.- Rió Erik. ¿Qué
había en aquella escena que le divirtiera tanto?- Se lo estaba
haciendo a mi esposa.
-No me hagas reír, imbécil, si son la misma persona. Y tú,
Violet, eres de lo peor.
291
-¿Así que yo soy de lo peor?- Grité furiosa.- No soy yo
quien tiene una amante.- Añadí fijándome en Edy, quien
había desviado la mirada avergonzada.
-Ella y yo solo somos amigos, nada más, pero tú...
-Vale, lo siento.- Accedí. La tensión que se había formado
resultaba demasiado abrumadora.- Tan solo estábamos
buscando una orquídea para Reesha.- Mentí.- Pero no la he
podido encontrar, de modo que ya no es necesario que nos
quedemos aquí por más tiempo.- Dije mientras me acercaba
a Kevin y lo arrancaba suavemente del brazo de mi amiga.-
Volvamos.
Mientras me alejaba con Kevin, pude sentir la mirada de Erik,
pero tenía que alejarme de allí, o la situación empeoraría aún
más.
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38. Deseos reprimidos
Los días siguientes resultaron ser un desastre total. No daba
pie con bolo durante las prácticas y el jueves me gané una
bronca y un castigo de los buenos, y todo por culpa de un
idiota que se metió conmigo (véase, el tonto de Erik). El
profesor McNeil, que nos había estado dando una clase
teórica sobre los Morks, me obligó a escribirle en media hora
un trabajo sobre el tema y luego exponerlo en clase, lo único
que me salió bien en el día.
Aquella noche, tampoco pude pegar ojo. Llevaba dos días
enteros sin dormir y la cosa iba de mal en peor. Además, por
si eso fuera poco, mi cuerpo se negaba a alimentarse, por lo
que llevaba casi la semana entera sin poder probar ni una
sola gota. Este hecho lo había ocultado bastante bien, o al
menos eso pensaba, pero no podía continuar así, o me
volvería completamente loca de sed. Erik empezaba a
sospechar que algo pasaba conmigo, por mis inesperados
cambios de humor, pero no decía nada, tan solo me miraba,
suspiraba y, después, desviaba la mirada.
-¿Sigues sin poder dormir?
La voz de Erik me asustó, pero no me di la vuelta para
encararle en la cama. Al día siguiente tendríamos una
práctica de rastreo y necesitaba de toda mi concentración.
293
No podía permitirme estar pensando en otras cosas y mucho
menos en Erik. Ya bastante había tenido con tratar de
explicarle a Kevin sobre la escena de la cascada y ya no
quería más problemas con él.
-Estoy bien.- Le respondí escondiendo la cabeza entre las
sábanas.
-¡Eso no hay quien se lo crea, Violet!, ¿o acaso te crees
que soy tonto y que no me doy cuenta de lo que pasa?
-¿Y qué se supone que es lo que pasa?- Me burlé.
-Vamos, Violet, no te hagas la tonta, que no te pega.- Los
ágiles brazos de Erik me giraron con brusquedad, con lo que
quedé colocada bajo su cuerpo.- ¡Llevas una semana entera
sin probar la sangre!- Gritó.
-¡Mientes!- Grité intentando deshacerme de la prisión de
Erik.
-Oh, ¿de verdad? Entonces no te importará que…- Erik
hizo ademán de morderse.
-¡No!- Chillé. Mierda, me había delatado sin proponérmelo
siquiera. Erik esbozó aquella sonrisa que a mí tanto me
gustaba.
-¿Y, entonces?
294
-Yo… yo… ¡Si fuera verdad lo que dices, no tendría por
qué decirte nada a ti!- Solté.
-¡Kevin no será capaz de ayudarte!- Eso me recordó la
escena de hace una semana, cuando Kevin me apartó
duramente de él, al tratar de calmar mi sed.
-Pues… yo le enseñaré… A fin de cuentas es mi…- Me
callé la última parte de la frase. La mirada de Erik era seria y
aquella sonrisa había desaparecido.
-Él jamás estará preparado para ti.- Susurró.
-¿Entonces por qué me dejaste ir con él?, ¿por qué no
simplemente…?
-Fuiste tú quien tomó la decisión…
-Porque tú me dijiste que no me querías, que él me haría
feliz… ¿Acaso has cambiado de parecer?
-Hasta el momento no he visto que vosotros dos os
comportéis como una pareja.- Rió.
-Eso es porque estamos muy ocupados con las prácticas…
-Oh, ¿y entonces qué fue lo que sentiste en la cascada?
Porque lo que sí es cierto es que me pediste…
-¡Quítate de encima!- Grité desesperada.
-¿Por qué?, ¿es que te duele escuchar la verdad?
295
-No sé de qué verdad estarás hablando, pero de lo que sí
estoy completamente segura es de que tú ya no eres nada
para mí.
Mientras decía aquellas duras palabras mi alma se estaba
haciendo pedazos. ¿Por qué era tan tonta?, ¿por qué no
podía simplemente rendirme ante lo que sabía que deseaba
Erik de mí, a pesar de ser tan idiota como para estar jugando
a dos bandas?
-¿Qué tal si acabamos lo que empezamos en la cascada?-
Me quedé helada.
-No lo dirás en serio. No esperarás que yo…
De nuevo el aroma de la sangre retuvo mis pensamientos.
¿Por qué siempre me hacía esto?, ¿por qué simplemente no
me decía que quería estar conmigo y punto?
-¿Por qué haces siempre lo mismo?- Me quejé.- ¿Por qué
no me dices lo que quiero saber?- Tenía la respiración
agitada. Quería respuestas y tenía que dármelas antes de
que no me fuera posible resistirme a probar su sangre.
-¿Qué es lo que quieres saber?- Me preguntó sonriente.
-¿Por… por qué me dejaste libre?
-¿Solo eso?- Inquirió. Yo asentí. De momento no
necesitaba saber más que eso. Ya habría tiempo para las
demás preguntas que se agolpaban en mi mente.- ¿Acaso
296
no te sentías obligada a estar conmigo? Solo te lo puse fácil,
nada más.
-Nunca he dicho que no quisiera estar contigo.- Musité
incapaz de pensar con claridad.
-No, no lo has hecho,- Accedió Erik.- pero yo te sentía así y
aún te siento.
-No lo entiendo. Entonces, ¿qué es lo que estamos
haciendo ahora, en este preciso momento?
-Bueno,- Su sonrisa me turbó durante unos segundos.- el
caso es que hoy no puedo reprimirme más. Por hoy, estamos
solos tú y yo.
No me dejó replicar. Sus labios, cargados con el sabor de su
sangre, se juntaron con los míos, provocando que mi cuerpo
se estremeciera. El dulce sabor de su sangre me hizo olvidar
por completo todo lo demás. En aquel cuarto, en aquella
cama, solo estábamos él y yo, amándonos, aunque tan solo
fuese por una noche.
Sus manos, sus labios, todo su cuerpo era mío y, mientras
nos movíamos al compás, me iba transportando a un mundo
de ensueño, un mundo donde el placer era lo principal y
donde podíamos rendirnos el uno al otro sin más
complicaciones, sin tener que dar explicaciones de nuestros
actos. Y una vez, y otra, y otra, fuimos llevados hasta los
297
límites, hasta que quedamos satisfechos y mucho más que
agotados.
A la mañana siguiente, todo volvió a ser como siempre:
regresó el Erik frío y distante. Pero ya no me miraba con
indiferencia. Yo sabía que bajo la superficie, él me veía como
siempre lo había hecho, como su mujer.
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39. ¿Qué pasaría si…?
Bajé las escaleras hacia el hall al lado de Erik. La prueba que
tendríamos esa mañana era fácil, pero lo que más me
preocupaba era el efecto que de seguro me iba a causar el
estar tanto tiempo bajo la luz del sol, sin apenas haber
podido tomar dos tragos de la sangre de Erik durante la
noche. Durante aquellas pruebas, el desayuno lo
realizábamos después de haber completado la prueba y,
hasta ahora, había logrado sacar buena nota en las dos
anteriores pero, ¿por cuánto tiempo mi cuerpo aguantaría
aquel ritmo? Si me desmayaba, no tendría más opción que
contarles a los demás profesores mi situación y era algo que
no me podía permitir. No podía dejarles saber que les había
estado engañando una semana entera y menos cuando el
remedio para mi problema era…
En aquellos momentos, preferiría poder recordar algo a lo
que aferrarme, en lugar de trabajar a tientas. Pero eso era
mucho pedir y una empresa casi imposible ya que, quien
había provocado toda esta situación, no era otro que mi
hermano Riku y…él estaba muerto, de modo que no había
forma posible de que pudiera devolverme mis recuerdos, a
menos que, por un misterio de la vida, pudiese hacerlo desde
su existencia en el libro…No, eso era demasiado, incluso
para él.
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-¿En qué piensas?- Me susurró Erik llegando al hall.
-En que ojalá pudiese recordar algo.- Admití entre suspiros.
-¿Y eso?
-Me sentiría mucho más segura.
-No lo llevas tan mal, a pesar de ese pequeño detalle.- Me
alabó.
-Gracias, pero a veces siento como si estuviese viviendo la
vida de otra persona, no la mía.
-Por eso quisiste volver a vivir como humana, ¿no es
cierto?- No le respondí, lo que él tomó como un “sí”.-
Entiendo cómo te sientes, pero yo no tengo forma de
devolvértelos.
-Ya lo sé, pero eso no quiere decir que no lo desee.-
Susurré.
Un estruendoso silbido nos puso alerta. Había estado tan
absorta hablando con Erik que no me había dado cuenta de
la concurrencia que reinaba en el hall. Busqué a Kevin con la
mirada. De nuevo estaba junto a Edy. Suspiré. No se había
molestado ni tan siquiera en venir a saludarme. Perfecto.
Ahora lo entendía todo: él se había enamorado de Edy y
estaba conmigo por obligación, por mucho que él me fuera a
decir lo contrario. Ya no podían engañarme. Las señales
eran demasiado claras. Sonreí para mis adentros. Mi
300
corazón ahora estaba perfecto. Mi mejor amiga estaba con el
que se suponía era mi novio y yo estaba de nuevo sola.
La figura de Carl apareció de ente los demás estudiantes,
cargando con una mesa con ruedas llena de armas, entre las
cuales yo localicé mi espada.
-¿Estamos todos?- Dijo mirando a su alrededor.- Entonces,
recoged vuestras armas y vamos.
Me acerqué a la mesa y agarré temblorosa la funda de mi
espada, al tiempo que Erik recogía el arco y las flecas que
estaban bajo ella. La mano de Edy me pasó por delante de
los ojos y fue a agarrar el arma que menos me esperaba…
¿eso era una guadaña? En verdad se parecía y, cuando fui a
preguntarle, se alejó de mí. Genial, estaba huyendo de mí.
Me coloqué la espada a la espalda, bien sujeta a mi cuerpo
por el arnés, y la desenfundé.
El terreno estaba tranquilo y en silencio. Me oculté tras un
árbol junto con mis compañeros. Carl nos había impuesto la
tarea de localizar a todos los profesores, algo teóricamente
fácil, si no fuera porque éramos demasiado inexpertos.
La chica con el nombre de Roxy grabado en la camiseta, se
acercó sigilosa a mi posición. Se trataba de una chica de
cabello largo, por encima de los hombros, moreno y liso,
cuyo cuerpo perfecto hacía empequeñecer al mío. Tenía una
expresión seria, pero amable y sus ojos marrones estaban
clavados en los míos.
301
-Violet, ¿verdad?- Me preguntó en un susurro, a pesar de
estar viendo mi nombre en mi camiseta. Yo asentí.- ¿Puedo
hacerte una pregunta?-asentí de nuevo.- El chico que se
llama Kevin comentó que luchaste en la Gran Guerra contra
los Morks y sus aliados, ¿es cierto?- Volví a asentir tratando
de concentrarme en la prueba, ya que no quería hablar sobre
aquel tema.- ¿Y qué tal fue?- Insistió.
-Pues verás, perdí a mi hermano y todos mis recuerdos.-
Dije con brusquedad.
-Lo siento.- Se disculpó al instante.- No pretendía… Tan
solo quería que nos dieras algún consejo…
-Erik puede ayudaros con eso.- Dije esta vez con más
suavidad.
-Lo siento, preciosa,- Intervino Erik para mi sorpresa.- pero
esta vez los guías tú.- Rió.
-¿¡Yo!?- Exclamé sorprendida. Erik asintió.
-¿No querías recordar algo? Pues nada, te toca.
Erik silbó en silencio y, al instante los trece estuvieron a mi
alrededor, observándome, esperando mis órdenes. Ninguno
puso ninguna pega, al contrario, acataron cada una de mis
órdenes y me sorprendí a mí misma de la facilidad con que
me estaba habituando a aquello, como si ya hubiera hecho
algo parecido antes. De modo que a esto se había referido
302
Erik. Pero, aunque lo supiera, no era capaz de recordar
absolutamente nada.
Ren, un chico alto, moreno, de ojos azules y bastante
musculoso, localizó a Carl y a la profesora Landford en la
cima de un enorme árbol; Cristian y Dawnee localizaron al
profesor Legalus escondido entre la maleza; y, entre los que
quedábamos, localizamos al profesor McNeil, escondido bajo
el agua de la cascada, y a Reesha, oculta sobre el tejado de
la casa.
La prueba finalizó en un abrir y cerrar de ojos, dejándome
exhausta y muerta de hambre y sed. Como lo pensaba
desde un principio, el sol había hecho estragos sobre mi
cuerpo y, mientras regresaba a la casa como un zombi, la
idea de no querer ser un vampiro, regresó a mis
pensamientos.
Después de la comida, durante la cual fui obligada a
beberme dos vasos enteros de sangre, fuimos llevados a una
habitación repleta de libros, que hacía las veces de
biblioteca, donde el profesor Legalus nos impartió una
extensa y aburrida clase sobre las plantas alucinógenas y las
que se usaban para dormir.
-Ahora os alcanzo.- Le dije a Erik nada más terminar la
clase.
-¿Dónde vas?- Me inquirió desde la puerta.
303
Pero yo ya estaba bastante lejos, en lo más profundo de la
biblioteca, recorriendo las estanterías de libros. No sabía
exactamente lo que estaba buscando, si es que estaba
buscando algo, pero si realmente era una biblioteca, de
seguro encontraría información que pudiera utilizar para
recordar.
Al fondo de la biblioteca, un cuadro llamó mi atención de tal
manera, que me fue imposible no acercarme para ver. Se
trataba del retrato de un hombre que no reconocía, pero
estaba cubierto de sangre y, bajo sus pies… Aparté la
mirada. Quien fuera el que pintó aquel cuadro, debía de estar
completamente majara para haber pintado algo así. Ahogué
una arcada y me apoyé de espaldas contra él. Un inesperado
clic me sobresaltó. Me di la vuelta de inmediato y sin fijar la
vista de nuevo en el cuadro, inserté mis dedos por la
abertura que se había producido y retiré a un lado la pintura,
dejando a la vista un oscuro hueco con un montón de
pequeños frasquitos en su interior. Cogí uno al azar,
temblorosa, y por poco no se cayó al suelo cuando leí la
inscripción de la etiqueta: “Inhibidor vampirismo”. No podía
ser. Debían estar de broma. ¿De verdad era lo que yo
pensaba que era?
-¿Qué has encontrado?
El frasquito salió volando y fue a parar a las fuertes manos
de Erik. Me di la vuelta despacio y le encaré.
304
-¿Dónde has encontrado esto?- Me preguntó. Le señalé
con firmeza la oquedad en la pared.- Vuelve a dejarlo donde
estaba y vamos. No deberíamos estar fisgando este tipo de
cosas.
-¿Tú sabes lo que es?- Le pregunté tomando otro frasquito
y observando embobada el líquido blanquecino que contenía.
-Sí, sé lo que es.- Me confirmó.- Y tú también lo sabías en
su día.
-¿De verdad?- Descorché el frasquito y olfateé su
contenido.- ¿Y qué hace esta cosa?
-Violet, es muy peligroso.- Me advirtió.- Una sola gota de
eso puede volverte…
-¿Puede volverme… humana?- Aventuré.
-Violet, puedo saber lo que piensas, de modo que ni se te
ocurra intentarlo…
-Erik…- Sus ojos estaban abiertos como platos y, por su
postura, estaba a punto de saltar sobre mí ante cualquier
movimiento que indicase que no le iba a hacer el menor
caso-¿Qué pasaría si… me lo bebiese y me convirtiese otra
vez en humana? ¿Te quedarías conmigo?, ¿Harías lo que
yo?
-No, no lo haría.- Me cortó haciéndome pedazos.
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-¡Imbécil!
Sin apenas darle tiempo a reaccionar, me tragué de un golpe
el contenido. Un segundo después me encontraba entre los
brazos de Erik, convulsionándome y escupiendo sangre por
la boca.
-Tonta, pero qué has hecho. Si yo te quiero tal como eres.
Las lágrimas de Erik me hicieron aún más daño que el hecho
de que no me hubiera acompañado a la humanidad. Era la
primera vez en mucho tiempo que lo veía así de derrumbado,
pero estaba a mi lado, aunque ahora no fuera para siempre.
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40. El final de una era
Aún me sentía dolorida cuando desperté. Quizás fuera un
efecto secundario de mi humanidad, o tal vez fuese cosa
psicológica debido al estrés, pero lo que sí sabía es que me
encontraba relajada… demasiado relajada…
-No te muevas.- Me previno una voz a mi lado.
Abrí los ojos despacio. Reesha estaba sentada en una
banqueta al lado de la camilla. Su mirada era severa, pero
poseía un deje de preocupación.
-¿Por qué estoy aquí?- Susurré aturdida.
-Bebiste algo que no deberías haber bebido.- Respondió
toscamente.- ¿En qué demonios estabas pensando?- Gritó.-
¿Es que acaso no te hemos enseñado nada?
-No me trates como una niña.- Repliqué.- Sabía lo que
hacía…
-No, no lo sabías.- Me cortó.- Ese veneno podía haberte
matado.
-¿Veneno?- Pregunté confusa abriendo de par en par lo
ojos.- Pero yo creí…
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-Sé lo que creíste, pero ya es hora de que aceptes la
realidad, ¿no crees? ¿Qué crees que hubiera pasado si no
hubiéramos llegado a tiempo?
-Entonces… ¿No soy… humana?
-No.- Respondió de inmediato.- Y jamás lo serás, de modo
que abre los ojos de una maldita vez y deja de hacer
estupideces como estas, que no ocasionan más que
problemas.
-Una vez fui humana…- Susurré más para mí que para
ella.
-Jamás fuiste humana, Violet, tan solo inhabilité tus
instintos de vampiro para que no causaras estragos entre los
humanos.
-Pero yo…
-No, Violet, ya va siendo hora de que lo aceptes y dejes de
darnos tantos sustos. Tu padre también ha estado muy
preocupado, incluso Erik estaba de los nervios… ¿En qué
narices estabas pensando?- Repitió furiosa.
-Yo… creí que si me volvía humana, Erik…
-¡Lo que pase entre vosotros dos no tiene nada que ver!-
Me volvió a cortar.- Además, Erik se casó con la vampiresa
Violet, no con la humana Violet. Eso tendría que haberte
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dado una pista, ¿no crees? Ahora bien, ¿cuál de las dos eres
tú?- Me retó.
-Yo… supongo que soy la vampiresa… Pero, ¿cómo
aceptarlo, si no recuerdo absolutamente nada de mi pasado?
-¡Solo créelo y punto!- Gritó.
-Sí… Lo sé…
-Si lo sabes, deja ya de hacer tonterías, ¿de acuerdo?
-¿Qué son esas voces?… ¡Violet, ya estás despierta!
¡Chicos, chicos, Violet ha despertado!- Gritó Carl saliendo
como una bala de la enfermería.
El primero en aparecer fue nada más ni nada menos que mi
Erik, seguido por Edy y “compañía” y el resto de nuestros
compañeros. En los ojos de Erik se podía ver cuánto había
estado preocupado por mí, pero yo no pude más que apartar
la mirada.
-Violet…
Kevin se acercó hasta la camilla en la que descansaba. Mi
madre le cedió el puesto en la silla y se llevó consigo a los
demás, con lo que nos quedamos él y yo a solas en la
enfermería.
-Tengo… que hablar contigo…- Asentí. Intuía lo que me iba
a decir, pero quería comprobarlo de sus propios labios.- Yo…
309
sé que te pedí que fueras mi novia…- Empezó trabándose a
cada palabra.-… a pesar de estar casada con Erik y… sé
que no hemos estado muy unidos, pero… no puedo…
-¿No puedes?- Le animé.
-No puedo… estar contigo.- Me confirmó-Los sentimientos,
los recuerdos que trasmites… son demasiado fuertes para
mí…
-Sí, ya me di cuenta.- Susurré.- ¿Y qué tal te va con Edy?-
Kevin se sobresaltó sorprendido, pero consiguió
recomponerse y me sonrió cabizbajo.
-Lo siento… No quería hacerte daño… sobre todo cuando
he sido yo el culpable de que mis sentimientos cambiasen…
-Kevin, no pasa nada, de verdad. Lo nuestro pasó hace
muchísimo tiempo, de modo que no es de extrañar que ya no
sientas lo mismo por mí, a pesar de haber tratado de
regresar a lo que era.- Suspiré.- Además, yo he tenido algo
de culpa por no haber podido corresponderte, pero…
-Tu amor es de Erik, lo sé.- Me cortó.- Por mucho que yo
hubiera tratado de cambiarlo, no habría sido capaz, ¿me
equivoco?- Esbocé una leve sonrisa.- Ya, eso pensaba.
-Me alegro de que estés bien con Edy.
-Aún no sé ni cómo ocurrió…
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-No pienses en eso… Lamentablemente, no se puede
escoger a quien amar.- Esbocé una sonrisa forzada.- Ve con
ella y hazla feliz, ¿vale?
-Antes, ¿puedo hacerte una pregunta?- Asentí.- ¿Trataste
de convertirte de verdad en humana?- Volví a asentir un
poco avergonzada.- ¿Por qué?
-Creí que sería lo mejor para mí, pero me equivoqué.-
Admití.
-¿No fue por Erik?
-Vale, sí, lo fue.- Admití.- Quería que me acompañara, se lo
pedí, pero no lo hizo.- Al recordar la escena, regresó el dolor
en mi pecho.
-Bueno, Violet, no puedes pedirle a un vampiro que
renuncie a lo que es por naturaleza.- Rió.- Nadie en su sano
juicio aceptaría eso.
-Entonces, será que yo no estoy en mi sano juicio.- Reí, y
la tensión que se había acumulado dentro de mí, fue
disminuyendo poco a poco.
-Sí, puede que sea eso…
-Oye…- Me quejé.
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Ambos estallamos en carcajadas al instante. Hacía tiempo
que no me reía de ese modo y me alegraba comprobar que
al menos alguien podía ser feliz.
Después de mi intento fallido de volverme humana, empecé
poco a poco a aceptar mi condición.
Sorprendentemente, Kevin me había ayudado a comprender
un poco mejor a Erik. Empecé a entender la razón por la cual
se había negado a convertirse en humano. Él era un
vampiro, al igual que yo y, además, él no se había casado
conmigo por ser humana, sino porque le gustaba yo tal y
como era…
Y así, entre tanto, se consumió el primer año de los tres que
pasaríamos en la isla.
Erik siguió un tanto receloso a aceptar que no le quería tan
solo por obligación, como había pensado una vez, pero yo
me había enamorado de él mucho antes de saber que era mi
esposo, mucho antes de saber que era un vampiro, mucho
antes de que mi vida cambiase por completo. Y, cuando por
fin lograse recordar aquellos tiempos…
312
313
SIGUE LA HISTORIA EN
TORMENTA NEGRA
¿Qué harías si para salvar al amor de tu vida tuvieras que
renunciar a aquello que has llegado a amar de verdad?
¿Qué harías si todo aquello que intentas proteger, no
quisiera ser protegido?
Desde que Violet aceptó su condición de vampiro no ha
tenido más preocupaciones que el hecho de vivir pero,
cuando ni tan siquiera es posible confiar en la familia y los
amigos, ¿a quién acudir?, ¿en quién confiar?
Cuando la vida de Erik y la suya propia corren peligro, Violet
debe tomar una durísima decisión: salvar al amor de su vida
o perderlo para siempre en el abismo.
Traición, amor, intriga… Todo el mundo de Violet está a
punto de desmoronarse…
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