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Seguridad humana y las fronteras sur de
Estados Unidos, México y Guatemala.
15 de septiembre de 2016
Por Eric Olson
No. 1
LINEAMIENTOS No. 5Políticas públicas migratorias regionales
RESUMEN*
Pg. 2
Contexto
LINEAMIENTOS No. 5 - Eric Olson
Los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos tuvieron
un profundo impacto en la forma en que Estados Unidos considera tanto la seguri-
dad fronteriza como las amenazas percibidas por la migración irregular. Los atenta-
dos dieron lugar a una reorganización burocrática masiva de instituciones tanto
civiles como militares y elevó drásticamente el enfoque antiterrorista en la frontera
de Estados Unidos, frecuentemente a costa del tránsito de viajeros y mercancías. El
control de trá�co de drogas, el crimen organizado y la migración irregular que-
daron subsumidos en el afán excesivo del país contra el terrorismo. Más cambios
recientes en la política de Estados Unidos han tratado de reequilibrar la política
fronteriza creando una política de "manejo fronterizo" (border management en
ingles) donde los temas de seguridad, la movilidad humana, y relaciones comer-
ciales forman las tres prioridades en la frontera y consideraciones de seguridad
dejan de ser la única prioridad. Igualmente, la política estadounidense amplio el
perímetro de seguridad de Estados Unidos para incluir las fronteras entre México,
Guatemala y Belice; y dentro de Centroamérica. Los derechos de los migrantes de
obtener protección bajo la ley internacional, y el de ser libre de abusos y maltratos
por parte de agentes estatales han sido sometidos a prueba.
Los ataques terroristas en Nueva York, Washington y
Pennsylvania el 11 de septiembre de 2001 derrum-
baron mucho más que edi�cios emblemáticos como
las Torres Gemelas. En el período inmediatamente
posterior a la crisis, los políticos estadounidenses, así
como los organismos de seguridad e inteligencia de
Estados Unidos comenzaron a repensar el tema de la
seguridad. Este tema se implantó en la mente de la
mayoría de los estadounidenses y legisladores ya
que muchos temían que más ataques no sólo eran probables, sino inevitables.
Instituciones civiles también fueron reorganizadas y un nuevo y masivo Departa-
mento de Seguridad Nacional (DHS) fue creado para mejorar la coordinación y dar
prioridad a los esfuerzos de protección al país.
Parte de este esfuerzo surgió de la percepción de que los autores del 11 de sep-
tiembre eran migrantes de países en los que se ha arraigado el terrorismo, quienes
entraron a los Estados Unidos a pesar de tener antecedentes sospechosos y partic-
iparon en actividades que deberían haber llamado la atención de las autoridades.
Según algunos, los obstáculos burocráticos y rivalidades habrían resultado en que
ningún organismo tuviera la responsabilidad
principal de proteger al territorio nacional.
Fallas del sistema se cristalizaron en la opinión
pública al descubrirse que el entonces Servicio
de Inmigración y Naturalización (INS en inglés)
había renovado una visa de turista a uno de los
atacantes o terroristas después del ataque y
después que la persona había muerto.
De manera sutil, pero inconfundible, los proble-
mas de la migración irregular adquirieron un
nuevo sentido de urgencia para los legisladores
en Washington D. C. ya que la frontera se habría
convertido en una preocupación central en
cuestiones relacionadas a la lucha contra el
terrorismo. La preocupación de que terroristas
pudieran �ltrarse por la frontera, y no poderse
distinguir de otros migrantes irregulares, se
convirtió en una obsesión de los legisladores y
el público en general. En este contexto, las
nuevas agencias del DHS, incluyendo Aduanas
y Protección Fronteriza (CBP), la cual incorpora a
la Patrulla Fronteriza y el recientemente creado Servicio de Inmigración y Control
de Aduanas (ICE), asumieron mandatos mucho más fuertes, tanto en sus funciones
contra el terrorismo y de control de inmigración.
Los esfuerzos para proteger y “sellar” la frontera resultaron en un aumento espec-
tacular del personal de seguridad fronteriza, la construcción de nuevas barreras
físicas, y el despliegue de nuevos instrumentos tecnológicos de vigilancia. Según el
Secretario Jeh Johnson, “Hoy en día la Patrulla Fronteriza cuenta con el mayor
despliegue de personas, vehículos, aeronaves, barcos y equipos a lo largo de la
frontera suroccidental en sus 90 años de historia.” (Departamento de Seguridad
Nacional). A pesar del espectacular aumento de presupuesto y
del tamaño del CBP, persiste una percepción en la
opinión pública que generalmente la frontera es
porosa - fácilmente atravesada por inmigrantes
indocumentados, contrabando, drogas e incluso
posibles terroristas. El Congreso sigue centrándose
en el aumento del tamaño de la fuerza fronteriza, la
mejora de la vigilancia y el desarrollo de nuevas
tecnologías. En la actualidad, el fortalecimiento fron-
terizo y la aplicación de leyes de inmigración conlle-
van un costo que rebasa los presupuestos anuales
combinados del FBI, ATF, DEA, el Servicio Secreto, el
Servicio de Jefes de Policía de Estados Unidos, y el
Departamento de Policía de Nueva York, según un
análisis realizado por Garrett M. Gra� (Gra�, 2014). Él
estima que Estados Unidos “ha invertido más de 100
mil millones de dólares en el control fronterizo y de
inmigración desde el 9/11.”
Notablemente la expansión de los esfuerzos por ase-
gurar la frontera ha tenido un profundo impacto en
las personas migrantes y los �ujos migratorios. La circularidad migratoria fue inter-
rumpida por el incremento dramático del costo y la di�cultad para el cruce. Como
resultado, los migrantes toman rutas más peligrosas y ya no dependen de tra�-
cantes de personas conocidos como coyotes.
Naturalmente, un enfoque tan estrecho en materia de seguridad entró en con�icto
con muchos de los grandes avances en comercio en ambos países (junto con
Canadá) que se intentaron forjar en el contexto del Tratado de Libre Comercio de
América del Norte (TLCAN). Para el año 2009 el gobierno federal estadounidense
comenzó a tomar en cuenta estas preocupaciones de comunidades fronterizos y
del sector privado y renovó la idea de que la seguridad y la facilitación del comercio
no deben ser estrati�cadas, pero podrían, de
hecho, ocurrir en conjunto y complementarse. A
menudo denominado como “segmentación del
riesgo”, el concepto encontró un lugar en la
reformulación del paquete de la cooperación de
seguridad entre Estados Unidos y México cono-
cido como la Iniciativa Mérida.
Ante la falta de avances legislativos, el Presiden-
te Obama empezó a prometer tomar acción
ejecutiva limitada en el tema migratorio sin
aprobación legislativa. El sistema legal de Esta-
dos Unidos generalmente otorga latitud al Pres-
idente y al Fiscal General en asuntos de inmi-
gración, por lo que el Presidente anunció que
revisaría su política de deportación. Como
resultado anunció el Programa de Acción Diferi-
da (DACA) el 15 de junio de 2012, que potencial-
mente diferiría la deportación para casi 1.7
millones de migrantes en situación irregular si
cumplían con ciertos requerimientos.
La intención era, en gran parte, encontrar una solución temporal para muchos
menores que viven con la amenaza de la deportación, quienes llegaron a los Esta-
dos Unidos a una edad temprana y que han crecido en los Estados Unidos. Final-
mente, el gobierno de Obama consideró que la mejor manera de vender la acción
ejecutiva al pueblo estadounidense era ponerla en el contexto de mayor vigilancia
fronteriza, deportación y responsabilidad. Mientras que el Presidente hacía más
énfasis en la cuestión humanitaria y de justicia, también siguió siendo formulada en
el discurso de mayor fortalecimiento de la aplicación de la ley.
La perspectiva estadounidense sobre aseguramiento de fronteras y manejo de la
migración irregular no suele ser compartida por México o Guatemala. La migración
irregular constituye una falta administrativa (no criminal) por lo que no existen la
tradición de vigilancia en toda la frontera y deportaciones como en Estados Unidos.
De hecho, el gobierno mexicano ha tradicionalmente incentivado la migración reg-
ular más que creado barreras a la migración irregular con barreras físicas y presencia
masiva en todo la frontera sur. Desde Guatemala la perspectiva está ubicada en los
asuntos económicos más que en términos de seguridad. Además su distancia e
inaccesibilidad hace que el control fronterizo preferido por los estadounidenses en
frontera sur sea demasiado costoso e inviable. La crisis reciente de los niños cen-
troamericanos no acompañados renovó la atención en los desafíos a la seguridad
de la región particularmente de cara a los países del
Triángulo Norte: El Salvador, Guatemala y Honduras.
Estados Unidos desea que exista mayor control en la
frontera México-Guatemala. La preocupación de
México ha sido el combate al crimen organizado
transnacional y la violencia asociada a este
fenómeno. El Presidente Peña Nieto anunció en julio
de 2014 el Plan Frontera Sur para crear tres bandas
de seguridad creando una política uni�cada y coher-
ente para la zona entre los tres niveles de gobierno y
las dependencias federales. El plan supone priorizar
la cooperación bilateral con Guatemala pero este ha sido un tema largamente
discutido sin ser atendido por la política exterior mexicana. Para Estados Unidos, la
frontera entre México y Guatemala se percibe como parte del perímetro de seguri-
dad de Estados Unidos, por lo que se ha comenzado a presionar a ambos países
para que aumenten su vigilancia y aplicación de leyes de inmigrantes.
Mientras que Estados Unidos considera que la Plataforma México podría servir
como base para el tipo de sistemas informáticos de migración integrados como
resultado de los bio kioskos, Plataforma México sólo registra información de las
instituciones de seguridad pública de México. Esta información sería utilizada en
las tres “bandas” de seguridad sucesivas que se extienden desde la misma frontera
hasta un primer retén móvil en el interior, a sólo unos kilómetros de la frontera física
y, a continuación, a un tercer retén en el estrecho istmo de Tehuantepec, en Oaxaca,
que crea un embudo natural para todos los viajeros a través de una zona de sólo
220 kilómetros de ancho.
En México, NorthCom ha apoyado las medidas de seguridad fronteriza con la
organización de ventas de cinco helicópteros Blackhawk a la SEMAR para ayudar
con su movilidad aérea (Miles, 2013). Se entiende que parte de esta nueva capaci-
dad aérea se desplegarán a las regiones fronterizas en el sur. Además el Comando
Sur ha contribuido a la construcción de una infraestructura física, que comprende
cuarteles y vehículos blindados de personal y capacitación para el personal, y ha
instalado un radar con la capacidad de controlar las zonas fronterizas y también los
corredores marítimos del Pací�co para monitorear el potencial trá�co de drogas.
Sin embargo, las perspectivas guatemaltecas y mexicanas sobre su frontera común
di�eren de aquella de la de Estados Unidos. Sin dejar de preocuparse por los temas
de seguridad, se enfocan en el control operacional de la frontera y vinculando la
migración irregular a las amenazas a la seguridad. Estados Unidos debe perman-
ecer realista sobre su habilidad para in�uir en la política fronteriza determinada por
México y Guatemala.
1. Estados Unidos debe continuar un enfoque de administración de riesgos con
relación a su frontera con México así como apoyar a la adopción de políticas simi-
lares en la frontera México-Guatemala.
2. Los tres países deberían discutir juntos la formulación de una política migratoria
regional que promueva la migración regular creando nuevas oportunidades para
los migrantes que huyen de la violencia y la pobreza en el Triángulo del norte cen-
troamericano.
3. Estados Unidos y México deben trabajar juntos con Centroamérica para adoptar
una estrategia de largo plazo que reduzca la violencia, prevenga el crimen entre los
jóvenes quiénes son las principales víctimas de la inseguridad y el declive económi-
co de la región.
4. Los tres países deben adoptar medidas de protección para niños migrantes, docu-
mentados o no, enfocándose en combatir las redes de tra�cantes de personas que
extorsionan a las familias estadounidenses, mexicanas y centroamericanas.
* Agradezco la contribución de Alejandra Argueta y la traducción al español de Nancy Landa.
Pg. 3
LOS PROBLEMAS DE LA
MIGRACIÓN IRREGULAR
ADQUIRIERON
UN NUEVO SENTIDO
DE URGENCIA“
“
Los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos tuvieron
un profundo impacto en la forma en que Estados Unidos considera tanto la seguri-
dad fronteriza como las amenazas percibidas por la migración irregular. Los atenta-
dos dieron lugar a una reorganización burocrática masiva de instituciones tanto
civiles como militares y elevó drásticamente el enfoque antiterrorista en la frontera
de Estados Unidos, frecuentemente a costa del tránsito de viajeros y mercancías. El
control de trá�co de drogas, el crimen organizado y la migración irregular que-
daron subsumidos en el afán excesivo del país contra el terrorismo. Más cambios
recientes en la política de Estados Unidos han tratado de reequilibrar la política
fronteriza creando una política de "manejo fronterizo" (border management en
ingles) donde los temas de seguridad, la movilidad humana, y relaciones comer-
ciales forman las tres prioridades en la frontera y consideraciones de seguridad
dejan de ser la única prioridad. Igualmente, la política estadounidense amplio el
perímetro de seguridad de Estados Unidos para incluir las fronteras entre México,
Guatemala y Belice; y dentro de Centroamérica. Los derechos de los migrantes de
obtener protección bajo la ley internacional, y el de ser libre de abusos y maltratos
por parte de agentes estatales han sido sometidos a prueba.
LINEAMIENTOS No. 5 - Eric Olson
Los ataques terroristas en Nueva York, Washington y
Pennsylvania el 11 de septiembre de 2001 derrum-
baron mucho más que edi�cios emblemáticos como
las Torres Gemelas. En el período inmediatamente
posterior a la crisis, los políticos estadounidenses, así
como los organismos de seguridad e inteligencia de
Estados Unidos comenzaron a repensar el tema de la
seguridad. Este tema se implantó en la mente de la
mayoría de los estadounidenses y legisladores ya
que muchos temían que más ataques no sólo eran probables, sino inevitables.
Instituciones civiles también fueron reorganizadas y un nuevo y masivo Departa-
mento de Seguridad Nacional (DHS) fue creado para mejorar la coordinación y dar
prioridad a los esfuerzos de protección al país.
Parte de este esfuerzo surgió de la percepción de que los autores del 11 de sep-
tiembre eran migrantes de países en los que se ha arraigado el terrorismo, quienes
entraron a los Estados Unidos a pesar de tener antecedentes sospechosos y partic-
iparon en actividades que deberían haber llamado la atención de las autoridades.
Según algunos, los obstáculos burocráticos y rivalidades habrían resultado en que
ningún organismo tuviera la responsabilidad
principal de proteger al territorio nacional.
Fallas del sistema se cristalizaron en la opinión
pública al descubrirse que el entonces Servicio
de Inmigración y Naturalización (INS en inglés)
había renovado una visa de turista a uno de los
atacantes o terroristas después del ataque y
después que la persona había muerto.
De manera sutil, pero inconfundible, los proble-
mas de la migración irregular adquirieron un
nuevo sentido de urgencia para los legisladores
en Washington D. C. ya que la frontera se habría
convertido en una preocupación central en
cuestiones relacionadas a la lucha contra el
terrorismo. La preocupación de que terroristas
pudieran �ltrarse por la frontera, y no poderse
distinguir de otros migrantes irregulares, se
convirtió en una obsesión de los legisladores y
el público en general. En este contexto, las
nuevas agencias del DHS, incluyendo Aduanas
y Protección Fronteriza (CBP), la cual incorpora a
la Patrulla Fronteriza y el recientemente creado Servicio de Inmigración y Control
de Aduanas (ICE), asumieron mandatos mucho más fuertes, tanto en sus funciones
contra el terrorismo y de control de inmigración.
Los esfuerzos para proteger y “sellar” la frontera resultaron en un aumento espec-
tacular del personal de seguridad fronteriza, la construcción de nuevas barreras
físicas, y el despliegue de nuevos instrumentos tecnológicos de vigilancia. Según el
Secretario Jeh Johnson, “Hoy en día la Patrulla Fronteriza cuenta con el mayor
despliegue de personas, vehículos, aeronaves, barcos y equipos a lo largo de la
frontera suroccidental en sus 90 años de historia.” (Departamento de Seguridad
Nacional). A pesar del espectacular aumento de presupuesto y
del tamaño del CBP, persiste una percepción en la
opinión pública que generalmente la frontera es
porosa - fácilmente atravesada por inmigrantes
indocumentados, contrabando, drogas e incluso
posibles terroristas. El Congreso sigue centrándose
en el aumento del tamaño de la fuerza fronteriza, la
mejora de la vigilancia y el desarrollo de nuevas
tecnologías. En la actualidad, el fortalecimiento fron-
terizo y la aplicación de leyes de inmigración conlle-
van un costo que rebasa los presupuestos anuales
combinados del FBI, ATF, DEA, el Servicio Secreto, el
Servicio de Jefes de Policía de Estados Unidos, y el
Departamento de Policía de Nueva York, según un
análisis realizado por Garrett M. Gra� (Gra�, 2014). Él
estima que Estados Unidos “ha invertido más de 100
mil millones de dólares en el control fronterizo y de
inmigración desde el 9/11.”
Notablemente la expansión de los esfuerzos por ase-
gurar la frontera ha tenido un profundo impacto en
las personas migrantes y los �ujos migratorios. La circularidad migratoria fue inter-
rumpida por el incremento dramático del costo y la di�cultad para el cruce. Como
resultado, los migrantes toman rutas más peligrosas y ya no dependen de tra�-
cantes de personas conocidos como coyotes.
Naturalmente, un enfoque tan estrecho en materia de seguridad entró en con�icto
con muchos de los grandes avances en comercio en ambos países (junto con
Canadá) que se intentaron forjar en el contexto del Tratado de Libre Comercio de
América del Norte (TLCAN). Para el año 2009 el gobierno federal estadounidense
comenzó a tomar en cuenta estas preocupaciones de comunidades fronterizos y
del sector privado y renovó la idea de que la seguridad y la facilitación del comercio
no deben ser estrati�cadas, pero podrían, de
hecho, ocurrir en conjunto y complementarse. A
menudo denominado como “segmentación del
riesgo”, el concepto encontró un lugar en la
reformulación del paquete de la cooperación de
seguridad entre Estados Unidos y México cono-
cido como la Iniciativa Mérida.
Ante la falta de avances legislativos, el Presiden-
te Obama empezó a prometer tomar acción
ejecutiva limitada en el tema migratorio sin
aprobación legislativa. El sistema legal de Esta-
dos Unidos generalmente otorga latitud al Pres-
idente y al Fiscal General en asuntos de inmi-
gración, por lo que el Presidente anunció que
revisaría su política de deportación. Como
resultado anunció el Programa de Acción Diferi-
da (DACA) el 15 de junio de 2012, que potencial-
mente diferiría la deportación para casi 1.7
millones de migrantes en situación irregular si
cumplían con ciertos requerimientos.
La intención era, en gran parte, encontrar una solución temporal para muchos
menores que viven con la amenaza de la deportación, quienes llegaron a los Esta-
dos Unidos a una edad temprana y que han crecido en los Estados Unidos. Final-
mente, el gobierno de Obama consideró que la mejor manera de vender la acción
ejecutiva al pueblo estadounidense era ponerla en el contexto de mayor vigilancia
fronteriza, deportación y responsabilidad. Mientras que el Presidente hacía más
énfasis en la cuestión humanitaria y de justicia, también siguió siendo formulada en
el discurso de mayor fortalecimiento de la aplicación de la ley.
La perspectiva estadounidense sobre aseguramiento de fronteras y manejo de la
migración irregular no suele ser compartida por México o Guatemala. La migración
irregular constituye una falta administrativa (no criminal) por lo que no existen la
tradición de vigilancia en toda la frontera y deportaciones como en Estados Unidos.
De hecho, el gobierno mexicano ha tradicionalmente incentivado la migración reg-
ular más que creado barreras a la migración irregular con barreras físicas y presencia
masiva en todo la frontera sur. Desde Guatemala la perspectiva está ubicada en los
asuntos económicos más que en términos de seguridad. Además su distancia e
inaccesibilidad hace que el control fronterizo preferido por los estadounidenses en
frontera sur sea demasiado costoso e inviable. La crisis reciente de los niños cen-
troamericanos no acompañados renovó la atención en los desafíos a la seguridad
de la región particularmente de cara a los países del
Triángulo Norte: El Salvador, Guatemala y Honduras.
Estados Unidos desea que exista mayor control en la
frontera México-Guatemala. La preocupación de
México ha sido el combate al crimen organizado
transnacional y la violencia asociada a este
fenómeno. El Presidente Peña Nieto anunció en julio
de 2014 el Plan Frontera Sur para crear tres bandas
de seguridad creando una política uni�cada y coher-
ente para la zona entre los tres niveles de gobierno y
las dependencias federales. El plan supone priorizar
la cooperación bilateral con Guatemala pero este ha sido un tema largamente
discutido sin ser atendido por la política exterior mexicana. Para Estados Unidos, la
frontera entre México y Guatemala se percibe como parte del perímetro de seguri-
dad de Estados Unidos, por lo que se ha comenzado a presionar a ambos países
para que aumenten su vigilancia y aplicación de leyes de inmigrantes.
Mientras que Estados Unidos considera que la Plataforma México podría servir
como base para el tipo de sistemas informáticos de migración integrados como
resultado de los bio kioskos, Plataforma México sólo registra información de las
instituciones de seguridad pública de México. Esta información sería utilizada en
las tres “bandas” de seguridad sucesivas que se extienden desde la misma frontera
hasta un primer retén móvil en el interior, a sólo unos kilómetros de la frontera física
y, a continuación, a un tercer retén en el estrecho istmo de Tehuantepec, en Oaxaca,
que crea un embudo natural para todos los viajeros a través de una zona de sólo
220 kilómetros de ancho.
En México, NorthCom ha apoyado las medidas de seguridad fronteriza con la
organización de ventas de cinco helicópteros Blackhawk a la SEMAR para ayudar
con su movilidad aérea (Miles, 2013). Se entiende que parte de esta nueva capaci-
dad aérea se desplegarán a las regiones fronterizas en el sur. Además el Comando
Sur ha contribuido a la construcción de una infraestructura física, que comprende
cuarteles y vehículos blindados de personal y capacitación para el personal, y ha
instalado un radar con la capacidad de controlar las zonas fronterizas y también los
corredores marítimos del Pací�co para monitorear el potencial trá�co de drogas.
Sin embargo, las perspectivas guatemaltecas y mexicanas sobre su frontera común
di�eren de aquella de la de Estados Unidos. Sin dejar de preocuparse por los temas
de seguridad, se enfocan en el control operacional de la frontera y vinculando la
migración irregular a las amenazas a la seguridad. Estados Unidos debe perman-
ecer realista sobre su habilidad para in�uir en la política fronteriza determinada por
México y Guatemala.
1. Estados Unidos debe continuar un enfoque de administración de riesgos con
relación a su frontera con México así como apoyar a la adopción de políticas simi-
lares en la frontera México-Guatemala.
2. Los tres países deberían discutir juntos la formulación de una política migratoria
regional que promueva la migración regular creando nuevas oportunidades para
los migrantes que huyen de la violencia y la pobreza en el Triángulo del norte cen-
troamericano.
3. Estados Unidos y México deben trabajar juntos con Centroamérica para adoptar
una estrategia de largo plazo que reduzca la violencia, prevenga el crimen entre los
jóvenes quiénes son las principales víctimas de la inseguridad y el declive económi-
co de la región.
4. Los tres países deben adoptar medidas de protección para niños migrantes, docu-
mentados o no, enfocándose en combatir las redes de tra�cantes de personas que
extorsionan a las familias estadounidenses, mexicanas y centroamericanas.
Pg. 4
LOS ESFUERZOS PARA
PROTEGER Y “SELLAR”
LA FRONTERA
RESULTARON EN UN
AUMENTO ESPECTACULAR
DEL PERSONAL
DE SEGURIDAD
FRONTERIZA
“
“
Los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos tuvieron
un profundo impacto en la forma en que Estados Unidos considera tanto la seguri-
dad fronteriza como las amenazas percibidas por la migración irregular. Los atenta-
dos dieron lugar a una reorganización burocrática masiva de instituciones tanto
civiles como militares y elevó drásticamente el enfoque antiterrorista en la frontera
de Estados Unidos, frecuentemente a costa del tránsito de viajeros y mercancías. El
control de trá�co de drogas, el crimen organizado y la migración irregular que-
daron subsumidos en el afán excesivo del país contra el terrorismo. Más cambios
recientes en la política de Estados Unidos han tratado de reequilibrar la política
fronteriza creando una política de "manejo fronterizo" (border management en
ingles) donde los temas de seguridad, la movilidad humana, y relaciones comer-
ciales forman las tres prioridades en la frontera y consideraciones de seguridad
dejan de ser la única prioridad. Igualmente, la política estadounidense amplio el
perímetro de seguridad de Estados Unidos para incluir las fronteras entre México,
Guatemala y Belice; y dentro de Centroamérica. Los derechos de los migrantes de
obtener protección bajo la ley internacional, y el de ser libre de abusos y maltratos
por parte de agentes estatales han sido sometidos a prueba.
Asegurando la frontera
LINEAMIENTOS No. 5 - Eric Olson
Los ataques terroristas en Nueva York, Washington y
Pennsylvania el 11 de septiembre de 2001 derrum-
baron mucho más que edi�cios emblemáticos como
las Torres Gemelas. En el período inmediatamente
posterior a la crisis, los políticos estadounidenses, así
como los organismos de seguridad e inteligencia de
Estados Unidos comenzaron a repensar el tema de la
seguridad. Este tema se implantó en la mente de la
mayoría de los estadounidenses y legisladores ya
que muchos temían que más ataques no sólo eran probables, sino inevitables.
Instituciones civiles también fueron reorganizadas y un nuevo y masivo Departa-
mento de Seguridad Nacional (DHS) fue creado para mejorar la coordinación y dar
prioridad a los esfuerzos de protección al país.
Parte de este esfuerzo surgió de la percepción de que los autores del 11 de sep-
tiembre eran migrantes de países en los que se ha arraigado el terrorismo, quienes
entraron a los Estados Unidos a pesar de tener antecedentes sospechosos y partic-
iparon en actividades que deberían haber llamado la atención de las autoridades.
Según algunos, los obstáculos burocráticos y rivalidades habrían resultado en que
ningún organismo tuviera la responsabilidad
principal de proteger al territorio nacional.
Fallas del sistema se cristalizaron en la opinión
pública al descubrirse que el entonces Servicio
de Inmigración y Naturalización (INS en inglés)
había renovado una visa de turista a uno de los
atacantes o terroristas después del ataque y
después que la persona había muerto.
De manera sutil, pero inconfundible, los proble-
mas de la migración irregular adquirieron un
nuevo sentido de urgencia para los legisladores
en Washington D. C. ya que la frontera se habría
convertido en una preocupación central en
cuestiones relacionadas a la lucha contra el
terrorismo. La preocupación de que terroristas
pudieran �ltrarse por la frontera, y no poderse
distinguir de otros migrantes irregulares, se
convirtió en una obsesión de los legisladores y
el público en general. En este contexto, las
nuevas agencias del DHS, incluyendo Aduanas
y Protección Fronteriza (CBP), la cual incorpora a
la Patrulla Fronteriza y el recientemente creado Servicio de Inmigración y Control
de Aduanas (ICE), asumieron mandatos mucho más fuertes, tanto en sus funciones
contra el terrorismo y de control de inmigración.
Los esfuerzos para proteger y “sellar” la frontera resultaron en un aumento espec-
tacular del personal de seguridad fronteriza, la construcción de nuevas barreras
físicas, y el despliegue de nuevos instrumentos tecnológicos de vigilancia. Según el
Secretario Jeh Johnson, “Hoy en día la Patrulla Fronteriza cuenta con el mayor
despliegue de personas, vehículos, aeronaves, barcos y equipos a lo largo de la
frontera suroccidental en sus 90 años de historia.” (Departamento de Seguridad
Nacional). A pesar del espectacular aumento de presupuesto y
del tamaño del CBP, persiste una percepción en la
opinión pública que generalmente la frontera es
porosa - fácilmente atravesada por inmigrantes
indocumentados, contrabando, drogas e incluso
posibles terroristas. El Congreso sigue centrándose
en el aumento del tamaño de la fuerza fronteriza, la
mejora de la vigilancia y el desarrollo de nuevas
tecnologías. En la actualidad, el fortalecimiento fron-
terizo y la aplicación de leyes de inmigración conlle-
van un costo que rebasa los presupuestos anuales
combinados del FBI, ATF, DEA, el Servicio Secreto, el
Servicio de Jefes de Policía de Estados Unidos, y el
Departamento de Policía de Nueva York, según un
análisis realizado por Garrett M. Gra� (Gra�, 2014). Él
estima que Estados Unidos “ha invertido más de 100
mil millones de dólares en el control fronterizo y de
inmigración desde el 9/11.”
Notablemente la expansión de los esfuerzos por ase-
gurar la frontera ha tenido un profundo impacto en
las personas migrantes y los �ujos migratorios. La circularidad migratoria fue inter-
rumpida por el incremento dramático del costo y la di�cultad para el cruce. Como
resultado, los migrantes toman rutas más peligrosas y ya no dependen de tra�-
cantes de personas conocidos como coyotes.
Naturalmente, un enfoque tan estrecho en materia de seguridad entró en con�icto
con muchos de los grandes avances en comercio en ambos países (junto con
Canadá) que se intentaron forjar en el contexto del Tratado de Libre Comercio de
América del Norte (TLCAN). Para el año 2009 el gobierno federal estadounidense
comenzó a tomar en cuenta estas preocupaciones de comunidades fronterizos y
del sector privado y renovó la idea de que la seguridad y la facilitación del comercio
no deben ser estrati�cadas, pero podrían, de
hecho, ocurrir en conjunto y complementarse. A
menudo denominado como “segmentación del
riesgo”, el concepto encontró un lugar en la
reformulación del paquete de la cooperación de
seguridad entre Estados Unidos y México cono-
cido como la Iniciativa Mérida.
Ante la falta de avances legislativos, el Presiden-
te Obama empezó a prometer tomar acción
ejecutiva limitada en el tema migratorio sin
aprobación legislativa. El sistema legal de Esta-
dos Unidos generalmente otorga latitud al Pres-
idente y al Fiscal General en asuntos de inmi-
gración, por lo que el Presidente anunció que
revisaría su política de deportación. Como
resultado anunció el Programa de Acción Diferi-
da (DACA) el 15 de junio de 2012, que potencial-
mente diferiría la deportación para casi 1.7
millones de migrantes en situación irregular si
cumplían con ciertos requerimientos.
La intención era, en gran parte, encontrar una solución temporal para muchos
menores que viven con la amenaza de la deportación, quienes llegaron a los Esta-
dos Unidos a una edad temprana y que han crecido en los Estados Unidos. Final-
mente, el gobierno de Obama consideró que la mejor manera de vender la acción
ejecutiva al pueblo estadounidense era ponerla en el contexto de mayor vigilancia
fronteriza, deportación y responsabilidad. Mientras que el Presidente hacía más
énfasis en la cuestión humanitaria y de justicia, también siguió siendo formulada en
el discurso de mayor fortalecimiento de la aplicación de la ley.
La perspectiva estadounidense sobre aseguramiento de fronteras y manejo de la
migración irregular no suele ser compartida por México o Guatemala. La migración
irregular constituye una falta administrativa (no criminal) por lo que no existen la
tradición de vigilancia en toda la frontera y deportaciones como en Estados Unidos.
De hecho, el gobierno mexicano ha tradicionalmente incentivado la migración reg-
ular más que creado barreras a la migración irregular con barreras físicas y presencia
masiva en todo la frontera sur. Desde Guatemala la perspectiva está ubicada en los
asuntos económicos más que en términos de seguridad. Además su distancia e
inaccesibilidad hace que el control fronterizo preferido por los estadounidenses en
frontera sur sea demasiado costoso e inviable. La crisis reciente de los niños cen-
troamericanos no acompañados renovó la atención en los desafíos a la seguridad
de la región particularmente de cara a los países del
Triángulo Norte: El Salvador, Guatemala y Honduras.
Estados Unidos desea que exista mayor control en la
frontera México-Guatemala. La preocupación de
México ha sido el combate al crimen organizado
transnacional y la violencia asociada a este
fenómeno. El Presidente Peña Nieto anunció en julio
de 2014 el Plan Frontera Sur para crear tres bandas
de seguridad creando una política uni�cada y coher-
ente para la zona entre los tres niveles de gobierno y
las dependencias federales. El plan supone priorizar
la cooperación bilateral con Guatemala pero este ha sido un tema largamente
discutido sin ser atendido por la política exterior mexicana. Para Estados Unidos, la
frontera entre México y Guatemala se percibe como parte del perímetro de seguri-
dad de Estados Unidos, por lo que se ha comenzado a presionar a ambos países
para que aumenten su vigilancia y aplicación de leyes de inmigrantes.
Mientras que Estados Unidos considera que la Plataforma México podría servir
como base para el tipo de sistemas informáticos de migración integrados como
resultado de los bio kioskos, Plataforma México sólo registra información de las
instituciones de seguridad pública de México. Esta información sería utilizada en
las tres “bandas” de seguridad sucesivas que se extienden desde la misma frontera
hasta un primer retén móvil en el interior, a sólo unos kilómetros de la frontera física
y, a continuación, a un tercer retén en el estrecho istmo de Tehuantepec, en Oaxaca,
que crea un embudo natural para todos los viajeros a través de una zona de sólo
220 kilómetros de ancho.
En México, NorthCom ha apoyado las medidas de seguridad fronteriza con la
organización de ventas de cinco helicópteros Blackhawk a la SEMAR para ayudar
con su movilidad aérea (Miles, 2013). Se entiende que parte de esta nueva capaci-
dad aérea se desplegarán a las regiones fronterizas en el sur. Además el Comando
Sur ha contribuido a la construcción de una infraestructura física, que comprende
cuarteles y vehículos blindados de personal y capacitación para el personal, y ha
instalado un radar con la capacidad de controlar las zonas fronterizas y también los
corredores marítimos del Pací�co para monitorear el potencial trá�co de drogas.
Sin embargo, las perspectivas guatemaltecas y mexicanas sobre su frontera común
di�eren de aquella de la de Estados Unidos. Sin dejar de preocuparse por los temas
de seguridad, se enfocan en el control operacional de la frontera y vinculando la
migración irregular a las amenazas a la seguridad. Estados Unidos debe perman-
ecer realista sobre su habilidad para in�uir en la política fronteriza determinada por
México y Guatemala.
1. Estados Unidos debe continuar un enfoque de administración de riesgos con
relación a su frontera con México así como apoyar a la adopción de políticas simi-
lares en la frontera México-Guatemala.
2. Los tres países deberían discutir juntos la formulación de una política migratoria
regional que promueva la migración regular creando nuevas oportunidades para
los migrantes que huyen de la violencia y la pobreza en el Triángulo del norte cen-
troamericano.
3. Estados Unidos y México deben trabajar juntos con Centroamérica para adoptar
una estrategia de largo plazo que reduzca la violencia, prevenga el crimen entre los
jóvenes quiénes son las principales víctimas de la inseguridad y el declive económi-
co de la región.
4. Los tres países deben adoptar medidas de protección para niños migrantes, docu-
mentados o no, enfocándose en combatir las redes de tra�cantes de personas que
extorsionan a las familias estadounidenses, mexicanas y centroamericanas.
Pg. 5
Los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos tuvieron
un profundo impacto en la forma en que Estados Unidos considera tanto la seguri-
dad fronteriza como las amenazas percibidas por la migración irregular. Los atenta-
dos dieron lugar a una reorganización burocrática masiva de instituciones tanto
civiles como militares y elevó drásticamente el enfoque antiterrorista en la frontera
de Estados Unidos, frecuentemente a costa del tránsito de viajeros y mercancías. El
control de trá�co de drogas, el crimen organizado y la migración irregular que-
daron subsumidos en el afán excesivo del país contra el terrorismo. Más cambios
recientes en la política de Estados Unidos han tratado de reequilibrar la política
fronteriza creando una política de "manejo fronterizo" (border management en
ingles) donde los temas de seguridad, la movilidad humana, y relaciones comer-
ciales forman las tres prioridades en la frontera y consideraciones de seguridad
dejan de ser la única prioridad. Igualmente, la política estadounidense amplio el
perímetro de seguridad de Estados Unidos para incluir las fronteras entre México,
Guatemala y Belice; y dentro de Centroamérica. Los derechos de los migrantes de
obtener protección bajo la ley internacional, y el de ser libre de abusos y maltratos
por parte de agentes estatales han sido sometidos a prueba.
Seguridad Fronteriza y Migración
UN ENFOQUE TAN ESTRECHO
EN MATERIA DE SEGURIDAD
ENTRÓ EN CONFLICTO
CON MUCHOS DE LOS GRANDES
AVANCES EN COMERCIO EN
AMBOS PAÍSES
““
LINEAMIENTOS No. 5 - Eric Olson
Los ataques terroristas en Nueva York, Washington y
Pennsylvania el 11 de septiembre de 2001 derrum-
baron mucho más que edi�cios emblemáticos como
las Torres Gemelas. En el período inmediatamente
posterior a la crisis, los políticos estadounidenses, así
como los organismos de seguridad e inteligencia de
Estados Unidos comenzaron a repensar el tema de la
seguridad. Este tema se implantó en la mente de la
mayoría de los estadounidenses y legisladores ya
que muchos temían que más ataques no sólo eran probables, sino inevitables.
Instituciones civiles también fueron reorganizadas y un nuevo y masivo Departa-
mento de Seguridad Nacional (DHS) fue creado para mejorar la coordinación y dar
prioridad a los esfuerzos de protección al país.
Parte de este esfuerzo surgió de la percepción de que los autores del 11 de sep-
tiembre eran migrantes de países en los que se ha arraigado el terrorismo, quienes
entraron a los Estados Unidos a pesar de tener antecedentes sospechosos y partic-
iparon en actividades que deberían haber llamado la atención de las autoridades.
Según algunos, los obstáculos burocráticos y rivalidades habrían resultado en que
ningún organismo tuviera la responsabilidad
principal de proteger al territorio nacional.
Fallas del sistema se cristalizaron en la opinión
pública al descubrirse que el entonces Servicio
de Inmigración y Naturalización (INS en inglés)
había renovado una visa de turista a uno de los
atacantes o terroristas después del ataque y
después que la persona había muerto.
De manera sutil, pero inconfundible, los proble-
mas de la migración irregular adquirieron un
nuevo sentido de urgencia para los legisladores
en Washington D. C. ya que la frontera se habría
convertido en una preocupación central en
cuestiones relacionadas a la lucha contra el
terrorismo. La preocupación de que terroristas
pudieran �ltrarse por la frontera, y no poderse
distinguir de otros migrantes irregulares, se
convirtió en una obsesión de los legisladores y
el público en general. En este contexto, las
nuevas agencias del DHS, incluyendo Aduanas
y Protección Fronteriza (CBP), la cual incorpora a
la Patrulla Fronteriza y el recientemente creado Servicio de Inmigración y Control
de Aduanas (ICE), asumieron mandatos mucho más fuertes, tanto en sus funciones
contra el terrorismo y de control de inmigración.
Los esfuerzos para proteger y “sellar” la frontera resultaron en un aumento espec-
tacular del personal de seguridad fronteriza, la construcción de nuevas barreras
físicas, y el despliegue de nuevos instrumentos tecnológicos de vigilancia. Según el
Secretario Jeh Johnson, “Hoy en día la Patrulla Fronteriza cuenta con el mayor
despliegue de personas, vehículos, aeronaves, barcos y equipos a lo largo de la
frontera suroccidental en sus 90 años de historia.” (Departamento de Seguridad
Nacional). A pesar del espectacular aumento de presupuesto y
del tamaño del CBP, persiste una percepción en la
opinión pública que generalmente la frontera es
porosa - fácilmente atravesada por inmigrantes
indocumentados, contrabando, drogas e incluso
posibles terroristas. El Congreso sigue centrándose
en el aumento del tamaño de la fuerza fronteriza, la
mejora de la vigilancia y el desarrollo de nuevas
tecnologías. En la actualidad, el fortalecimiento fron-
terizo y la aplicación de leyes de inmigración conlle-
van un costo que rebasa los presupuestos anuales
combinados del FBI, ATF, DEA, el Servicio Secreto, el
Servicio de Jefes de Policía de Estados Unidos, y el
Departamento de Policía de Nueva York, según un
análisis realizado por Garrett M. Gra� (Gra�, 2014). Él
estima que Estados Unidos “ha invertido más de 100
mil millones de dólares en el control fronterizo y de
inmigración desde el 9/11.”
Notablemente la expansión de los esfuerzos por ase-
gurar la frontera ha tenido un profundo impacto en
las personas migrantes y los �ujos migratorios. La circularidad migratoria fue inter-
rumpida por el incremento dramático del costo y la di�cultad para el cruce. Como
resultado, los migrantes toman rutas más peligrosas y ya no dependen de tra�-
cantes de personas conocidos como coyotes.
Naturalmente, un enfoque tan estrecho en materia de seguridad entró en con�icto
con muchos de los grandes avances en comercio en ambos países (junto con
Canadá) que se intentaron forjar en el contexto del Tratado de Libre Comercio de
América del Norte (TLCAN). Para el año 2009 el gobierno federal estadounidense
comenzó a tomar en cuenta estas preocupaciones de comunidades fronterizos y
del sector privado y renovó la idea de que la seguridad y la facilitación del comercio
no deben ser estrati�cadas, pero podrían, de
hecho, ocurrir en conjunto y complementarse. A
menudo denominado como “segmentación del
riesgo”, el concepto encontró un lugar en la
reformulación del paquete de la cooperación de
seguridad entre Estados Unidos y México cono-
cido como la Iniciativa Mérida.
Ante la falta de avances legislativos, el Presiden-
te Obama empezó a prometer tomar acción
ejecutiva limitada en el tema migratorio sin
aprobación legislativa. El sistema legal de Esta-
dos Unidos generalmente otorga latitud al Pres-
idente y al Fiscal General en asuntos de inmi-
gración, por lo que el Presidente anunció que
revisaría su política de deportación. Como
resultado anunció el Programa de Acción Diferi-
da (DACA) el 15 de junio de 2012, que potencial-
mente diferiría la deportación para casi 1.7
millones de migrantes en situación irregular si
cumplían con ciertos requerimientos.
La intención era, en gran parte, encontrar una solución temporal para muchos
menores que viven con la amenaza de la deportación, quienes llegaron a los Esta-
dos Unidos a una edad temprana y que han crecido en los Estados Unidos. Final-
mente, el gobierno de Obama consideró que la mejor manera de vender la acción
ejecutiva al pueblo estadounidense era ponerla en el contexto de mayor vigilancia
fronteriza, deportación y responsabilidad. Mientras que el Presidente hacía más
énfasis en la cuestión humanitaria y de justicia, también siguió siendo formulada en
el discurso de mayor fortalecimiento de la aplicación de la ley.
La perspectiva estadounidense sobre aseguramiento de fronteras y manejo de la
migración irregular no suele ser compartida por México o Guatemala. La migración
irregular constituye una falta administrativa (no criminal) por lo que no existen la
tradición de vigilancia en toda la frontera y deportaciones como en Estados Unidos.
De hecho, el gobierno mexicano ha tradicionalmente incentivado la migración reg-
ular más que creado barreras a la migración irregular con barreras físicas y presencia
masiva en todo la frontera sur. Desde Guatemala la perspectiva está ubicada en los
asuntos económicos más que en términos de seguridad. Además su distancia e
inaccesibilidad hace que el control fronterizo preferido por los estadounidenses en
frontera sur sea demasiado costoso e inviable. La crisis reciente de los niños cen-
troamericanos no acompañados renovó la atención en los desafíos a la seguridad
de la región particularmente de cara a los países del
Triángulo Norte: El Salvador, Guatemala y Honduras.
Estados Unidos desea que exista mayor control en la
frontera México-Guatemala. La preocupación de
México ha sido el combate al crimen organizado
transnacional y la violencia asociada a este
fenómeno. El Presidente Peña Nieto anunció en julio
de 2014 el Plan Frontera Sur para crear tres bandas
de seguridad creando una política uni�cada y coher-
ente para la zona entre los tres niveles de gobierno y
las dependencias federales. El plan supone priorizar
la cooperación bilateral con Guatemala pero este ha sido un tema largamente
discutido sin ser atendido por la política exterior mexicana. Para Estados Unidos, la
frontera entre México y Guatemala se percibe como parte del perímetro de seguri-
dad de Estados Unidos, por lo que se ha comenzado a presionar a ambos países
para que aumenten su vigilancia y aplicación de leyes de inmigrantes.
Mientras que Estados Unidos considera que la Plataforma México podría servir
como base para el tipo de sistemas informáticos de migración integrados como
resultado de los bio kioskos, Plataforma México sólo registra información de las
instituciones de seguridad pública de México. Esta información sería utilizada en
las tres “bandas” de seguridad sucesivas que se extienden desde la misma frontera
hasta un primer retén móvil en el interior, a sólo unos kilómetros de la frontera física
y, a continuación, a un tercer retén en el estrecho istmo de Tehuantepec, en Oaxaca,
que crea un embudo natural para todos los viajeros a través de una zona de sólo
220 kilómetros de ancho.
En México, NorthCom ha apoyado las medidas de seguridad fronteriza con la
organización de ventas de cinco helicópteros Blackhawk a la SEMAR para ayudar
con su movilidad aérea (Miles, 2013). Se entiende que parte de esta nueva capaci-
dad aérea se desplegarán a las regiones fronterizas en el sur. Además el Comando
Sur ha contribuido a la construcción de una infraestructura física, que comprende
cuarteles y vehículos blindados de personal y capacitación para el personal, y ha
instalado un radar con la capacidad de controlar las zonas fronterizas y también los
corredores marítimos del Pací�co para monitorear el potencial trá�co de drogas.
Sin embargo, las perspectivas guatemaltecas y mexicanas sobre su frontera común
di�eren de aquella de la de Estados Unidos. Sin dejar de preocuparse por los temas
de seguridad, se enfocan en el control operacional de la frontera y vinculando la
migración irregular a las amenazas a la seguridad. Estados Unidos debe perman-
ecer realista sobre su habilidad para in�uir en la política fronteriza determinada por
México y Guatemala.
1. Estados Unidos debe continuar un enfoque de administración de riesgos con
relación a su frontera con México así como apoyar a la adopción de políticas simi-
lares en la frontera México-Guatemala.
2. Los tres países deberían discutir juntos la formulación de una política migratoria
regional que promueva la migración regular creando nuevas oportunidades para
los migrantes que huyen de la violencia y la pobreza en el Triángulo del norte cen-
troamericano.
3. Estados Unidos y México deben trabajar juntos con Centroamérica para adoptar
una estrategia de largo plazo que reduzca la violencia, prevenga el crimen entre los
jóvenes quiénes son las principales víctimas de la inseguridad y el declive económi-
co de la región.
4. Los tres países deben adoptar medidas de protección para niños migrantes, docu-
mentados o no, enfocándose en combatir las redes de tra�cantes de personas que
extorsionan a las familias estadounidenses, mexicanas y centroamericanas.
Pg. 6
Los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos tuvieron
un profundo impacto en la forma en que Estados Unidos considera tanto la seguri-
dad fronteriza como las amenazas percibidas por la migración irregular. Los atenta-
dos dieron lugar a una reorganización burocrática masiva de instituciones tanto
civiles como militares y elevó drásticamente el enfoque antiterrorista en la frontera
de Estados Unidos, frecuentemente a costa del tránsito de viajeros y mercancías. El
control de trá�co de drogas, el crimen organizado y la migración irregular que-
daron subsumidos en el afán excesivo del país contra el terrorismo. Más cambios
recientes en la política de Estados Unidos han tratado de reequilibrar la política
fronteriza creando una política de "manejo fronterizo" (border management en
ingles) donde los temas de seguridad, la movilidad humana, y relaciones comer-
ciales forman las tres prioridades en la frontera y consideraciones de seguridad
dejan de ser la única prioridad. Igualmente, la política estadounidense amplio el
perímetro de seguridad de Estados Unidos para incluir las fronteras entre México,
Guatemala y Belice; y dentro de Centroamérica. Los derechos de los migrantes de
obtener protección bajo la ley internacional, y el de ser libre de abusos y maltratos
por parte de agentes estatales han sido sometidos a prueba.
La perspectiva de México sobre la migración y laseguridad fronteriza entre Estados Unidos y México
LINEAMIENTOS No. 5 - Eric Olson
Los ataques terroristas en Nueva York, Washington y
Pennsylvania el 11 de septiembre de 2001 derrum-
baron mucho más que edi�cios emblemáticos como
las Torres Gemelas. En el período inmediatamente
posterior a la crisis, los políticos estadounidenses, así
como los organismos de seguridad e inteligencia de
Estados Unidos comenzaron a repensar el tema de la
seguridad. Este tema se implantó en la mente de la
mayoría de los estadounidenses y legisladores ya
que muchos temían que más ataques no sólo eran probables, sino inevitables.
Instituciones civiles también fueron reorganizadas y un nuevo y masivo Departa-
mento de Seguridad Nacional (DHS) fue creado para mejorar la coordinación y dar
prioridad a los esfuerzos de protección al país.
Parte de este esfuerzo surgió de la percepción de que los autores del 11 de sep-
tiembre eran migrantes de países en los que se ha arraigado el terrorismo, quienes
entraron a los Estados Unidos a pesar de tener antecedentes sospechosos y partic-
iparon en actividades que deberían haber llamado la atención de las autoridades.
Según algunos, los obstáculos burocráticos y rivalidades habrían resultado en que
ningún organismo tuviera la responsabilidad
principal de proteger al territorio nacional.
Fallas del sistema se cristalizaron en la opinión
pública al descubrirse que el entonces Servicio
de Inmigración y Naturalización (INS en inglés)
había renovado una visa de turista a uno de los
atacantes o terroristas después del ataque y
después que la persona había muerto.
De manera sutil, pero inconfundible, los proble-
mas de la migración irregular adquirieron un
nuevo sentido de urgencia para los legisladores
en Washington D. C. ya que la frontera se habría
convertido en una preocupación central en
cuestiones relacionadas a la lucha contra el
terrorismo. La preocupación de que terroristas
pudieran �ltrarse por la frontera, y no poderse
distinguir de otros migrantes irregulares, se
convirtió en una obsesión de los legisladores y
el público en general. En este contexto, las
nuevas agencias del DHS, incluyendo Aduanas
y Protección Fronteriza (CBP), la cual incorpora a
la Patrulla Fronteriza y el recientemente creado Servicio de Inmigración y Control
de Aduanas (ICE), asumieron mandatos mucho más fuertes, tanto en sus funciones
contra el terrorismo y de control de inmigración.
Los esfuerzos para proteger y “sellar” la frontera resultaron en un aumento espec-
tacular del personal de seguridad fronteriza, la construcción de nuevas barreras
físicas, y el despliegue de nuevos instrumentos tecnológicos de vigilancia. Según el
Secretario Jeh Johnson, “Hoy en día la Patrulla Fronteriza cuenta con el mayor
despliegue de personas, vehículos, aeronaves, barcos y equipos a lo largo de la
frontera suroccidental en sus 90 años de historia.” (Departamento de Seguridad
Nacional). A pesar del espectacular aumento de presupuesto y
del tamaño del CBP, persiste una percepción en la
opinión pública que generalmente la frontera es
porosa - fácilmente atravesada por inmigrantes
indocumentados, contrabando, drogas e incluso
posibles terroristas. El Congreso sigue centrándose
en el aumento del tamaño de la fuerza fronteriza, la
mejora de la vigilancia y el desarrollo de nuevas
tecnologías. En la actualidad, el fortalecimiento fron-
terizo y la aplicación de leyes de inmigración conlle-
van un costo que rebasa los presupuestos anuales
combinados del FBI, ATF, DEA, el Servicio Secreto, el
Servicio de Jefes de Policía de Estados Unidos, y el
Departamento de Policía de Nueva York, según un
análisis realizado por Garrett M. Gra� (Gra�, 2014). Él
estima que Estados Unidos “ha invertido más de 100
mil millones de dólares en el control fronterizo y de
inmigración desde el 9/11.”
Notablemente la expansión de los esfuerzos por ase-
gurar la frontera ha tenido un profundo impacto en
las personas migrantes y los �ujos migratorios. La circularidad migratoria fue inter-
rumpida por el incremento dramático del costo y la di�cultad para el cruce. Como
resultado, los migrantes toman rutas más peligrosas y ya no dependen de tra�-
cantes de personas conocidos como coyotes.
Naturalmente, un enfoque tan estrecho en materia de seguridad entró en con�icto
con muchos de los grandes avances en comercio en ambos países (junto con
Canadá) que se intentaron forjar en el contexto del Tratado de Libre Comercio de
América del Norte (TLCAN). Para el año 2009 el gobierno federal estadounidense
comenzó a tomar en cuenta estas preocupaciones de comunidades fronterizos y
del sector privado y renovó la idea de que la seguridad y la facilitación del comercio
no deben ser estrati�cadas, pero podrían, de
hecho, ocurrir en conjunto y complementarse. A
menudo denominado como “segmentación del
riesgo”, el concepto encontró un lugar en la
reformulación del paquete de la cooperación de
seguridad entre Estados Unidos y México cono-
cido como la Iniciativa Mérida.
Ante la falta de avances legislativos, el Presiden-
te Obama empezó a prometer tomar acción
ejecutiva limitada en el tema migratorio sin
aprobación legislativa. El sistema legal de Esta-
dos Unidos generalmente otorga latitud al Pres-
idente y al Fiscal General en asuntos de inmi-
gración, por lo que el Presidente anunció que
revisaría su política de deportación. Como
resultado anunció el Programa de Acción Diferi-
da (DACA) el 15 de junio de 2012, que potencial-
mente diferiría la deportación para casi 1.7
millones de migrantes en situación irregular si
cumplían con ciertos requerimientos.
La intención era, en gran parte, encontrar una solución temporal para muchos
menores que viven con la amenaza de la deportación, quienes llegaron a los Esta-
dos Unidos a una edad temprana y que han crecido en los Estados Unidos. Final-
mente, el gobierno de Obama consideró que la mejor manera de vender la acción
ejecutiva al pueblo estadounidense era ponerla en el contexto de mayor vigilancia
fronteriza, deportación y responsabilidad. Mientras que el Presidente hacía más
énfasis en la cuestión humanitaria y de justicia, también siguió siendo formulada en
el discurso de mayor fortalecimiento de la aplicación de la ley.
La perspectiva estadounidense sobre aseguramiento de fronteras y manejo de la
migración irregular no suele ser compartida por México o Guatemala. La migración
irregular constituye una falta administrativa (no criminal) por lo que no existen la
tradición de vigilancia en toda la frontera y deportaciones como en Estados Unidos.
De hecho, el gobierno mexicano ha tradicionalmente incentivado la migración reg-
ular más que creado barreras a la migración irregular con barreras físicas y presencia
masiva en todo la frontera sur. Desde Guatemala la perspectiva está ubicada en los
asuntos económicos más que en términos de seguridad. Además su distancia e
inaccesibilidad hace que el control fronterizo preferido por los estadounidenses en
frontera sur sea demasiado costoso e inviable. La crisis reciente de los niños cen-
troamericanos no acompañados renovó la atención en los desafíos a la seguridad
de la región particularmente de cara a los países del
Triángulo Norte: El Salvador, Guatemala y Honduras.
Estados Unidos desea que exista mayor control en la
frontera México-Guatemala. La preocupación de
México ha sido el combate al crimen organizado
transnacional y la violencia asociada a este
fenómeno. El Presidente Peña Nieto anunció en julio
de 2014 el Plan Frontera Sur para crear tres bandas
de seguridad creando una política uni�cada y coher-
ente para la zona entre los tres niveles de gobierno y
las dependencias federales. El plan supone priorizar
la cooperación bilateral con Guatemala pero este ha sido un tema largamente
discutido sin ser atendido por la política exterior mexicana. Para Estados Unidos, la
frontera entre México y Guatemala se percibe como parte del perímetro de seguri-
dad de Estados Unidos, por lo que se ha comenzado a presionar a ambos países
para que aumenten su vigilancia y aplicación de leyes de inmigrantes.
Mientras que Estados Unidos considera que la Plataforma México podría servir
como base para el tipo de sistemas informáticos de migración integrados como
resultado de los bio kioskos, Plataforma México sólo registra información de las
instituciones de seguridad pública de México. Esta información sería utilizada en
las tres “bandas” de seguridad sucesivas que se extienden desde la misma frontera
hasta un primer retén móvil en el interior, a sólo unos kilómetros de la frontera física
y, a continuación, a un tercer retén en el estrecho istmo de Tehuantepec, en Oaxaca,
que crea un embudo natural para todos los viajeros a través de una zona de sólo
220 kilómetros de ancho.
En México, NorthCom ha apoyado las medidas de seguridad fronteriza con la
organización de ventas de cinco helicópteros Blackhawk a la SEMAR para ayudar
con su movilidad aérea (Miles, 2013). Se entiende que parte de esta nueva capaci-
dad aérea se desplegarán a las regiones fronterizas en el sur. Además el Comando
Sur ha contribuido a la construcción de una infraestructura física, que comprende
cuarteles y vehículos blindados de personal y capacitación para el personal, y ha
instalado un radar con la capacidad de controlar las zonas fronterizas y también los
corredores marítimos del Pací�co para monitorear el potencial trá�co de drogas.
Sin embargo, las perspectivas guatemaltecas y mexicanas sobre su frontera común
di�eren de aquella de la de Estados Unidos. Sin dejar de preocuparse por los temas
de seguridad, se enfocan en el control operacional de la frontera y vinculando la
migración irregular a las amenazas a la seguridad. Estados Unidos debe perman-
ecer realista sobre su habilidad para in�uir en la política fronteriza determinada por
México y Guatemala.
1. Estados Unidos debe continuar un enfoque de administración de riesgos con
relación a su frontera con México así como apoyar a la adopción de políticas simi-
lares en la frontera México-Guatemala.
2. Los tres países deberían discutir juntos la formulación de una política migratoria
regional que promueva la migración regular creando nuevas oportunidades para
los migrantes que huyen de la violencia y la pobreza en el Triángulo del norte cen-
troamericano.
3. Estados Unidos y México deben trabajar juntos con Centroamérica para adoptar
una estrategia de largo plazo que reduzca la violencia, prevenga el crimen entre los
jóvenes quiénes son las principales víctimas de la inseguridad y el declive económi-
co de la región.
4. Los tres países deben adoptar medidas de protección para niños migrantes, docu-
mentados o no, enfocándose en combatir las redes de tra�cantes de personas que
extorsionan a las familias estadounidenses, mexicanas y centroamericanas.
Pg. 7
Los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos tuvieron
un profundo impacto en la forma en que Estados Unidos considera tanto la seguri-
dad fronteriza como las amenazas percibidas por la migración irregular. Los atenta-
dos dieron lugar a una reorganización burocrática masiva de instituciones tanto
civiles como militares y elevó drásticamente el enfoque antiterrorista en la frontera
de Estados Unidos, frecuentemente a costa del tránsito de viajeros y mercancías. El
control de trá�co de drogas, el crimen organizado y la migración irregular que-
daron subsumidos en el afán excesivo del país contra el terrorismo. Más cambios
recientes en la política de Estados Unidos han tratado de reequilibrar la política
fronteriza creando una política de "manejo fronterizo" (border management en
ingles) donde los temas de seguridad, la movilidad humana, y relaciones comer-
ciales forman las tres prioridades en la frontera y consideraciones de seguridad
dejan de ser la única prioridad. Igualmente, la política estadounidense amplio el
perímetro de seguridad de Estados Unidos para incluir las fronteras entre México,
Guatemala y Belice; y dentro de Centroamérica. Los derechos de los migrantes de
obtener protección bajo la ley internacional, y el de ser libre de abusos y maltratos
por parte de agentes estatales han sido sometidos a prueba.
LINEAMIENTOS No. 5 - Eric Olson
Los ataques terroristas en Nueva York, Washington y
Pennsylvania el 11 de septiembre de 2001 derrum-
baron mucho más que edi�cios emblemáticos como
las Torres Gemelas. En el período inmediatamente
posterior a la crisis, los políticos estadounidenses, así
como los organismos de seguridad e inteligencia de
Estados Unidos comenzaron a repensar el tema de la
seguridad. Este tema se implantó en la mente de la
mayoría de los estadounidenses y legisladores ya
que muchos temían que más ataques no sólo eran probables, sino inevitables.
Instituciones civiles también fueron reorganizadas y un nuevo y masivo Departa-
mento de Seguridad Nacional (DHS) fue creado para mejorar la coordinación y dar
prioridad a los esfuerzos de protección al país.
Parte de este esfuerzo surgió de la percepción de que los autores del 11 de sep-
tiembre eran migrantes de países en los que se ha arraigado el terrorismo, quienes
entraron a los Estados Unidos a pesar de tener antecedentes sospechosos y partic-
iparon en actividades que deberían haber llamado la atención de las autoridades.
Según algunos, los obstáculos burocráticos y rivalidades habrían resultado en que
ningún organismo tuviera la responsabilidad
principal de proteger al territorio nacional.
Fallas del sistema se cristalizaron en la opinión
pública al descubrirse que el entonces Servicio
de Inmigración y Naturalización (INS en inglés)
había renovado una visa de turista a uno de los
atacantes o terroristas después del ataque y
después que la persona había muerto.
De manera sutil, pero inconfundible, los proble-
mas de la migración irregular adquirieron un
nuevo sentido de urgencia para los legisladores
en Washington D. C. ya que la frontera se habría
convertido en una preocupación central en
cuestiones relacionadas a la lucha contra el
terrorismo. La preocupación de que terroristas
pudieran �ltrarse por la frontera, y no poderse
distinguir de otros migrantes irregulares, se
convirtió en una obsesión de los legisladores y
el público en general. En este contexto, las
nuevas agencias del DHS, incluyendo Aduanas
y Protección Fronteriza (CBP), la cual incorpora a
la Patrulla Fronteriza y el recientemente creado Servicio de Inmigración y Control
de Aduanas (ICE), asumieron mandatos mucho más fuertes, tanto en sus funciones
contra el terrorismo y de control de inmigración.
Los esfuerzos para proteger y “sellar” la frontera resultaron en un aumento espec-
tacular del personal de seguridad fronteriza, la construcción de nuevas barreras
físicas, y el despliegue de nuevos instrumentos tecnológicos de vigilancia. Según el
Secretario Jeh Johnson, “Hoy en día la Patrulla Fronteriza cuenta con el mayor
despliegue de personas, vehículos, aeronaves, barcos y equipos a lo largo de la
frontera suroccidental en sus 90 años de historia.” (Departamento de Seguridad
Nacional). A pesar del espectacular aumento de presupuesto y
del tamaño del CBP, persiste una percepción en la
opinión pública que generalmente la frontera es
porosa - fácilmente atravesada por inmigrantes
indocumentados, contrabando, drogas e incluso
posibles terroristas. El Congreso sigue centrándose
en el aumento del tamaño de la fuerza fronteriza, la
mejora de la vigilancia y el desarrollo de nuevas
tecnologías. En la actualidad, el fortalecimiento fron-
terizo y la aplicación de leyes de inmigración conlle-
van un costo que rebasa los presupuestos anuales
combinados del FBI, ATF, DEA, el Servicio Secreto, el
Servicio de Jefes de Policía de Estados Unidos, y el
Departamento de Policía de Nueva York, según un
análisis realizado por Garrett M. Gra� (Gra�, 2014). Él
estima que Estados Unidos “ha invertido más de 100
mil millones de dólares en el control fronterizo y de
inmigración desde el 9/11.”
Notablemente la expansión de los esfuerzos por ase-
gurar la frontera ha tenido un profundo impacto en
las personas migrantes y los �ujos migratorios. La circularidad migratoria fue inter-
rumpida por el incremento dramático del costo y la di�cultad para el cruce. Como
resultado, los migrantes toman rutas más peligrosas y ya no dependen de tra�-
cantes de personas conocidos como coyotes.
Naturalmente, un enfoque tan estrecho en materia de seguridad entró en con�icto
con muchos de los grandes avances en comercio en ambos países (junto con
Canadá) que se intentaron forjar en el contexto del Tratado de Libre Comercio de
América del Norte (TLCAN). Para el año 2009 el gobierno federal estadounidense
comenzó a tomar en cuenta estas preocupaciones de comunidades fronterizos y
del sector privado y renovó la idea de que la seguridad y la facilitación del comercio
no deben ser estrati�cadas, pero podrían, de
hecho, ocurrir en conjunto y complementarse. A
menudo denominado como “segmentación del
riesgo”, el concepto encontró un lugar en la
reformulación del paquete de la cooperación de
seguridad entre Estados Unidos y México cono-
cido como la Iniciativa Mérida.
Ante la falta de avances legislativos, el Presiden-
te Obama empezó a prometer tomar acción
ejecutiva limitada en el tema migratorio sin
aprobación legislativa. El sistema legal de Esta-
dos Unidos generalmente otorga latitud al Pres-
idente y al Fiscal General en asuntos de inmi-
gración, por lo que el Presidente anunció que
revisaría su política de deportación. Como
resultado anunció el Programa de Acción Diferi-
da (DACA) el 15 de junio de 2012, que potencial-
mente diferiría la deportación para casi 1.7
millones de migrantes en situación irregular si
cumplían con ciertos requerimientos.
La intención era, en gran parte, encontrar una solución temporal para muchos
menores que viven con la amenaza de la deportación, quienes llegaron a los Esta-
dos Unidos a una edad temprana y que han crecido en los Estados Unidos. Final-
mente, el gobierno de Obama consideró que la mejor manera de vender la acción
ejecutiva al pueblo estadounidense era ponerla en el contexto de mayor vigilancia
fronteriza, deportación y responsabilidad. Mientras que el Presidente hacía más
énfasis en la cuestión humanitaria y de justicia, también siguió siendo formulada en
el discurso de mayor fortalecimiento de la aplicación de la ley.
La perspectiva estadounidense sobre aseguramiento de fronteras y manejo de la
migración irregular no suele ser compartida por México o Guatemala. La migración
irregular constituye una falta administrativa (no criminal) por lo que no existen la
tradición de vigilancia en toda la frontera y deportaciones como en Estados Unidos.
De hecho, el gobierno mexicano ha tradicionalmente incentivado la migración reg-
ular más que creado barreras a la migración irregular con barreras físicas y presencia
masiva en todo la frontera sur. Desde Guatemala la perspectiva está ubicada en los
asuntos económicos más que en términos de seguridad. Además su distancia e
inaccesibilidad hace que el control fronterizo preferido por los estadounidenses en
frontera sur sea demasiado costoso e inviable. La crisis reciente de los niños cen-
troamericanos no acompañados renovó la atención en los desafíos a la seguridad
de la región particularmente de cara a los países del
Triángulo Norte: El Salvador, Guatemala y Honduras.
Estados Unidos desea que exista mayor control en la
frontera México-Guatemala. La preocupación de
México ha sido el combate al crimen organizado
transnacional y la violencia asociada a este
fenómeno. El Presidente Peña Nieto anunció en julio
de 2014 el Plan Frontera Sur para crear tres bandas
de seguridad creando una política uni�cada y coher-
ente para la zona entre los tres niveles de gobierno y
las dependencias federales. El plan supone priorizar
la cooperación bilateral con Guatemala pero este ha sido un tema largamente
discutido sin ser atendido por la política exterior mexicana. Para Estados Unidos, la
frontera entre México y Guatemala se percibe como parte del perímetro de seguri-
dad de Estados Unidos, por lo que se ha comenzado a presionar a ambos países
para que aumenten su vigilancia y aplicación de leyes de inmigrantes.
La expansión del perímetro de seguridad de Estados Unidos
Mientras que Estados Unidos considera que la Plataforma México podría servir
como base para el tipo de sistemas informáticos de migración integrados como
resultado de los bio kioskos, Plataforma México sólo registra información de las
instituciones de seguridad pública de México. Esta información sería utilizada en
las tres “bandas” de seguridad sucesivas que se extienden desde la misma frontera
hasta un primer retén móvil en el interior, a sólo unos kilómetros de la frontera física
y, a continuación, a un tercer retén en el estrecho istmo de Tehuantepec, en Oaxaca,
que crea un embudo natural para todos los viajeros a través de una zona de sólo
220 kilómetros de ancho.
En México, NorthCom ha apoyado las medidas de seguridad fronteriza con la
organización de ventas de cinco helicópteros Blackhawk a la SEMAR para ayudar
con su movilidad aérea (Miles, 2013). Se entiende que parte de esta nueva capaci-
dad aérea se desplegarán a las regiones fronterizas en el sur. Además el Comando
Sur ha contribuido a la construcción de una infraestructura física, que comprende
cuarteles y vehículos blindados de personal y capacitación para el personal, y ha
instalado un radar con la capacidad de controlar las zonas fronterizas y también los
corredores marítimos del Pací�co para monitorear el potencial trá�co de drogas.
Sin embargo, las perspectivas guatemaltecas y mexicanas sobre su frontera común
di�eren de aquella de la de Estados Unidos. Sin dejar de preocuparse por los temas
de seguridad, se enfocan en el control operacional de la frontera y vinculando la
migración irregular a las amenazas a la seguridad. Estados Unidos debe perman-
ecer realista sobre su habilidad para in�uir en la política fronteriza determinada por
México y Guatemala.
1. Estados Unidos debe continuar un enfoque de administración de riesgos con
relación a su frontera con México así como apoyar a la adopción de políticas simi-
lares en la frontera México-Guatemala.
2. Los tres países deberían discutir juntos la formulación de una política migratoria
regional que promueva la migración regular creando nuevas oportunidades para
los migrantes que huyen de la violencia y la pobreza en el Triángulo del norte cen-
troamericano.
3. Estados Unidos y México deben trabajar juntos con Centroamérica para adoptar
una estrategia de largo plazo que reduzca la violencia, prevenga el crimen entre los
jóvenes quiénes son las principales víctimas de la inseguridad y el declive económi-
co de la región.
4. Los tres países deben adoptar medidas de protección para niños migrantes, docu-
mentados o no, enfocándose en combatir las redes de tra�cantes de personas que
extorsionan a las familias estadounidenses, mexicanas y centroamericanas.
Los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos tuvieron
un profundo impacto en la forma en que Estados Unidos considera tanto la seguri-
dad fronteriza como las amenazas percibidas por la migración irregular. Los atenta-
dos dieron lugar a una reorganización burocrática masiva de instituciones tanto
civiles como militares y elevó drásticamente el enfoque antiterrorista en la frontera
de Estados Unidos, frecuentemente a costa del tránsito de viajeros y mercancías. El
control de trá�co de drogas, el crimen organizado y la migración irregular que-
daron subsumidos en el afán excesivo del país contra el terrorismo. Más cambios
recientes en la política de Estados Unidos han tratado de reequilibrar la política
fronteriza creando una política de "manejo fronterizo" (border management en
ingles) donde los temas de seguridad, la movilidad humana, y relaciones comer-
ciales forman las tres prioridades en la frontera y consideraciones de seguridad
dejan de ser la única prioridad. Igualmente, la política estadounidense amplio el
perímetro de seguridad de Estados Unidos para incluir las fronteras entre México,
Guatemala y Belice; y dentro de Centroamérica. Los derechos de los migrantes de
obtener protección bajo la ley internacional, y el de ser libre de abusos y maltratos
por parte de agentes estatales han sido sometidos a prueba.
Los ataques terroristas en Nueva York, Washington y
Pennsylvania el 11 de septiembre de 2001 derrum-
baron mucho más que edi�cios emblemáticos como
las Torres Gemelas. En el período inmediatamente
posterior a la crisis, los políticos estadounidenses, así
como los organismos de seguridad e inteligencia de
Estados Unidos comenzaron a repensar el tema de la
seguridad. Este tema se implantó en la mente de la
mayoría de los estadounidenses y legisladores ya
que muchos temían que más ataques no sólo eran probables, sino inevitables.
Instituciones civiles también fueron reorganizadas y un nuevo y masivo Departa-
mento de Seguridad Nacional (DHS) fue creado para mejorar la coordinación y dar
prioridad a los esfuerzos de protección al país.
Parte de este esfuerzo surgió de la percepción de que los autores del 11 de sep-
tiembre eran migrantes de países en los que se ha arraigado el terrorismo, quienes
entraron a los Estados Unidos a pesar de tener antecedentes sospechosos y partic-
iparon en actividades que deberían haber llamado la atención de las autoridades.
Según algunos, los obstáculos burocráticos y rivalidades habrían resultado en que
ningún organismo tuviera la responsabilidad
principal de proteger al territorio nacional.
Fallas del sistema se cristalizaron en la opinión
pública al descubrirse que el entonces Servicio
de Inmigración y Naturalización (INS en inglés)
había renovado una visa de turista a uno de los
atacantes o terroristas después del ataque y
después que la persona había muerto.
De manera sutil, pero inconfundible, los proble-
mas de la migración irregular adquirieron un
nuevo sentido de urgencia para los legisladores
en Washington D. C. ya que la frontera se habría
convertido en una preocupación central en
cuestiones relacionadas a la lucha contra el
terrorismo. La preocupación de que terroristas
pudieran �ltrarse por la frontera, y no poderse
distinguir de otros migrantes irregulares, se
convirtió en una obsesión de los legisladores y
el público en general. En este contexto, las
nuevas agencias del DHS, incluyendo Aduanas
y Protección Fronteriza (CBP), la cual incorpora a
la Patrulla Fronteriza y el recientemente creado Servicio de Inmigración y Control
de Aduanas (ICE), asumieron mandatos mucho más fuertes, tanto en sus funciones
contra el terrorismo y de control de inmigración.
Los esfuerzos para proteger y “sellar” la frontera resultaron en un aumento espec-
tacular del personal de seguridad fronteriza, la construcción de nuevas barreras
físicas, y el despliegue de nuevos instrumentos tecnológicos de vigilancia. Según el
Secretario Jeh Johnson, “Hoy en día la Patrulla Fronteriza cuenta con el mayor
despliegue de personas, vehículos, aeronaves, barcos y equipos a lo largo de la
frontera suroccidental en sus 90 años de historia.” (Departamento de Seguridad
Nacional). A pesar del espectacular aumento de presupuesto y
del tamaño del CBP, persiste una percepción en la
opinión pública que generalmente la frontera es
porosa - fácilmente atravesada por inmigrantes
indocumentados, contrabando, drogas e incluso
posibles terroristas. El Congreso sigue centrándose
en el aumento del tamaño de la fuerza fronteriza, la
mejora de la vigilancia y el desarrollo de nuevas
tecnologías. En la actualidad, el fortalecimiento fron-
terizo y la aplicación de leyes de inmigración conlle-
van un costo que rebasa los presupuestos anuales
combinados del FBI, ATF, DEA, el Servicio Secreto, el
Servicio de Jefes de Policía de Estados Unidos, y el
Departamento de Policía de Nueva York, según un
análisis realizado por Garrett M. Gra� (Gra�, 2014). Él
estima que Estados Unidos “ha invertido más de 100
mil millones de dólares en el control fronterizo y de
inmigración desde el 9/11.”
Notablemente la expansión de los esfuerzos por ase-
gurar la frontera ha tenido un profundo impacto en
las personas migrantes y los �ujos migratorios. La circularidad migratoria fue inter-
rumpida por el incremento dramático del costo y la di�cultad para el cruce. Como
resultado, los migrantes toman rutas más peligrosas y ya no dependen de tra�-
cantes de personas conocidos como coyotes.
Naturalmente, un enfoque tan estrecho en materia de seguridad entró en con�icto
con muchos de los grandes avances en comercio en ambos países (junto con
Canadá) que se intentaron forjar en el contexto del Tratado de Libre Comercio de
América del Norte (TLCAN). Para el año 2009 el gobierno federal estadounidense
comenzó a tomar en cuenta estas preocupaciones de comunidades fronterizos y
del sector privado y renovó la idea de que la seguridad y la facilitación del comercio
no deben ser estrati�cadas, pero podrían, de
hecho, ocurrir en conjunto y complementarse. A
menudo denominado como “segmentación del
riesgo”, el concepto encontró un lugar en la
reformulación del paquete de la cooperación de
seguridad entre Estados Unidos y México cono-
cido como la Iniciativa Mérida.
Ante la falta de avances legislativos, el Presiden-
te Obama empezó a prometer tomar acción
ejecutiva limitada en el tema migratorio sin
aprobación legislativa. El sistema legal de Esta-
dos Unidos generalmente otorga latitud al Pres-
idente y al Fiscal General en asuntos de inmi-
gración, por lo que el Presidente anunció que
revisaría su política de deportación. Como
resultado anunció el Programa de Acción Diferi-
da (DACA) el 15 de junio de 2012, que potencial-
mente diferiría la deportación para casi 1.7
millones de migrantes en situación irregular si
cumplían con ciertos requerimientos.
La intención era, en gran parte, encontrar una solución temporal para muchos
menores que viven con la amenaza de la deportación, quienes llegaron a los Esta-
dos Unidos a una edad temprana y que han crecido en los Estados Unidos. Final-
mente, el gobierno de Obama consideró que la mejor manera de vender la acción
ejecutiva al pueblo estadounidense era ponerla en el contexto de mayor vigilancia
fronteriza, deportación y responsabilidad. Mientras que el Presidente hacía más
énfasis en la cuestión humanitaria y de justicia, también siguió siendo formulada en
el discurso de mayor fortalecimiento de la aplicación de la ley.
La perspectiva estadounidense sobre aseguramiento de fronteras y manejo de la
migración irregular no suele ser compartida por México o Guatemala. La migración
irregular constituye una falta administrativa (no criminal) por lo que no existen la
tradición de vigilancia en toda la frontera y deportaciones como en Estados Unidos.
De hecho, el gobierno mexicano ha tradicionalmente incentivado la migración reg-
ular más que creado barreras a la migración irregular con barreras físicas y presencia
masiva en todo la frontera sur. Desde Guatemala la perspectiva está ubicada en los
asuntos económicos más que en términos de seguridad. Además su distancia e
inaccesibilidad hace que el control fronterizo preferido por los estadounidenses en
frontera sur sea demasiado costoso e inviable. La crisis reciente de los niños cen-
troamericanos no acompañados renovó la atención en los desafíos a la seguridad
de la región particularmente de cara a los países del
Triángulo Norte: El Salvador, Guatemala y Honduras.
Estados Unidos desea que exista mayor control en la
frontera México-Guatemala. La preocupación de
México ha sido el combate al crimen organizado
transnacional y la violencia asociada a este
fenómeno. El Presidente Peña Nieto anunció en julio
de 2014 el Plan Frontera Sur para crear tres bandas
de seguridad creando una política uni�cada y coher-
ente para la zona entre los tres niveles de gobierno y
las dependencias federales. El plan supone priorizar
la cooperación bilateral con Guatemala pero este ha sido un tema largamente
discutido sin ser atendido por la política exterior mexicana. Para Estados Unidos, la
frontera entre México y Guatemala se percibe como parte del perímetro de seguri-
dad de Estados Unidos, por lo que se ha comenzado a presionar a ambos países
para que aumenten su vigilancia y aplicación de leyes de inmigrantes.
Mientras que Estados Unidos considera que la Plataforma México podría servir
como base para el tipo de sistemas informáticos de migración integrados como
resultado de los bio kioskos, Plataforma México sólo registra información de las
instituciones de seguridad pública de México. Esta información sería utilizada en
las tres “bandas” de seguridad sucesivas que se extienden desde la misma frontera
hasta un primer retén móvil en el interior, a sólo unos kilómetros de la frontera física
y, a continuación, a un tercer retén en el estrecho istmo de Tehuantepec, en Oaxaca,
que crea un embudo natural para todos los viajeros a través de una zona de sólo
220 kilómetros de ancho.
En México, NorthCom ha apoyado las medidas de seguridad fronteriza con la
organización de ventas de cinco helicópteros Blackhawk a la SEMAR para ayudar
con su movilidad aérea (Miles, 2013). Se entiende que parte de esta nueva capaci-
dad aérea se desplegarán a las regiones fronterizas en el sur. Además el Comando
Sur ha contribuido a la construcción de una infraestructura física, que comprende
cuarteles y vehículos blindados de personal y capacitación para el personal, y ha
instalado un radar con la capacidad de controlar las zonas fronterizas y también los
corredores marítimos del Pací�co para monitorear el potencial trá�co de drogas.
Sin embargo, las perspectivas guatemaltecas y mexicanas sobre su frontera común
di�eren de aquella de la de Estados Unidos. Sin dejar de preocuparse por los temas
de seguridad, se enfocan en el control operacional de la frontera y vinculando la
migración irregular a las amenazas a la seguridad. Estados Unidos debe perman-
ecer realista sobre su habilidad para in�uir en la política fronteriza determinada por
México y Guatemala.
Pg. 8
RECOMENDACIONES
1. Estados Unidos debe continuar un enfoque de administración de riesgos con
relación a su frontera con México así como apoyar a la adopción de políticas simi-
lares en la frontera México-Guatemala.
2. Los tres países deberían discutir juntos la formulación de una política migratoria
regional que promueva la migración regular creando nuevas oportunidades para
los migrantes que huyen de la violencia y la pobreza en el Triángulo del norte cen-
troamericano.
3. Estados Unidos y México deben trabajar juntos con Centroamérica para adoptar
una estrategia de largo plazo que reduzca la violencia, prevenga el crimen entre los
jóvenes quiénes son las principales víctimas de la inseguridad y el declive económi-
co de la región.
4. Los tres países deben adoptar medidas de protección para niños migrantes, docu-
mentados o no, enfocándose en combatir las redes de tra�cantes de personas que
extorsionan a las familias estadounidenses, mexicanas y centroamericanas.
LINEAMIENTOS No. 5 - Eric Olson
Para un tratado más extenso del tema por el autor de este Policy Brief, favor de consultar el libro Heredia Zubieta, Carlos (Coordinador), El sistema migratorio mesoamericano. México, COLEF - CIDE, 2016.
Esta colección está disponible en www.cide.edu
“El CIDE es un centro de investigación y educación superior especializado en ciencias sociales, regido por estándares internacionales de calidad científica y financiado con recursos públicos. El objetivo central del CIDE es contribuir al desarrollo del país a través de la generación de conocimiento riguroso y relevante, así como de la formación de una nueva generación de líderes capaces de desempeñarse con creatividad y responsabilidad en un mundo abierto y competitivo. El CIDE como institución independiente y plural no asume postura alguna sobre asuntos políticos. Las opiniones y los datos contenidos en este documento son de la exclusiva responsabilidad de
sus autores y no representan el punto de vista del CIDE.”