Post on 22-Jul-2016
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Sin tierra bajo los pies mojados.
entre burbujas de aire sobre la superficie de un río
estéril. Sueño intransigente, sumergido en lo
profundo del silencio. Sentidos apelmazados,
convertidos en susurro quedo. Murmullos sordos al despertar.
Delirio, ensoñación. Tránsito entre dos
mundos. Pulmones anegados de sal. Perdidos en las
aguas bienaventuradas de la esperanza puesta.
Ojos vacíos. Cóncavos. Cerrados. Espaldares erguidos
como una fortaleza. Muralla de redención por los
pecados todos. Hombres partidos en mil pedazos,
desgarrados y acuchillados por la fiebre de la huida.
Solos. La madre ausente. El vientre santo
reventado de gracia. Instruido en la lejanía. La madre
lo sabe todo. Ahogada susurra quedo,
casi en silencio. Camino empolvado sin rastro, sin huellas
ni pisadas. Tan solo objetos desgajados. Esparcidos
en mil pedazos. Las manos rotas, cortadas, arañadas,
destrozadas. Y el hambre. El vacío
sordo de un estomago que arde. Que no tiene
combustible. Sin energía y sin alimento. Impasible
el hambre y constante. Y la sed.
El cuerpo seco, el alma vacía.
El apremio. ¡Agua, agua!
El mediterráneo colmado de agua. Agua magnética,
salada. Agua conductora de fenómenos.
Y las barcazas repletas de hombres que ansían un nuevo
espacio. Sordos al eco de la selva. Solos ante el rumor del
viento que anuncia libertad. Engañosa libertad, encadenad
a al hundimiento o al destierro, a la ignominia.
Confundirse. Hundirse. Hacia el fondo.
Flotar en la negrura espesa y húmeda. Amontonarse.
Cuerpos contra cuerpos. Suave y áspero contacto.
Frío y mojado. Cantos mezclados de sirenas
celestiales y ecos sofocados. Atronadores ronquidos
desgarrados lo inundan todo. En medio de la
Tierra, soledad mojada. Negra y profunda
la espesa bruma. Mar salado de en medio de la tierra.
Mare Nostrum. Espíritus pueblan
tus aguas, y claman. Del azul intenso al rojo y, del verde
profundo al gris insondable de la muerte.
El mar en ciénaga. ¡Vida, vida, más vida!!!
Eco de albatros, sonidos rotos. Hambre, desprecio,
humillación. Hablan entre ellos despacio. Como un
eco desolado. Cantan voces infantiles. Ojos que
ven burbujas en el agua. Luces de un sol descompue
sto y fluctuante desde lo más hondo del
profundo sumidero. Niños y niñas juegan en círculo y
cantan seducidos por el nuevo escenario
agonizante. Por la falta de hambre.
Por el no dolor. Bebés lloran desolados, quedo,
quedo… a través del cordón de dulce leche y
madre ausente. Los otros, los que se salvan.
Abatidos, en tierra extraña, son deportados al fin.
En círculo, de vuelta al patíbulo de la
tragedia humana. MaríaJoséVela
2015