Post on 02-Aug-2015
SINDICALISMO
AMARILLO
EN
ESPAÑA
(1900-1939)
CATOLICISMO y MOVIMIENTO OBRERO EN
ESPAÑA
Cuando se plantea la relación del catolicismo con el mundo obrero
industrial en España saltan a la vista dos características peculiares de
la reacción de los católicos: desenfoque al abordar la cuestión y retraso
al percibirla.
Con la única excepción de Jaime Balmes, la lucha de clases en la
época industrial es interpretada en toda la literatura católica como un
episodio más de los ancestrales e inevitables conflictos entre ricos y
pobres, en que sola la generosidad, por una parte, y la resignación, por
otra, podían aportar algún atenuante.
Balmes, en los inicios de la industrialización, observó que los
datos del problema en el conflicto entre obreros y patronos eran
nuevos. Subrayó, en efecto, que en la industria había aparecido la
capacidad de producir bienes en forma indefinida sin que al propio
tiempo se hubiera encontrado la manera justa de distribuirlos de forma
que no se atentara contra el derecho "natural" de propiedad
(Consideraciones generales sobre los efectos del desarrollo de la industria en las
sociedades modernas, en ”La Sociedad", 7 de septiembre de 1844).
La clarividencia de Balmes no tuvo ninguna influencia en el ámbito
católico, en el que se siguió parcheando con consignas, acciones e
instituciones benéficas un problema con raíces en las instituciones
mismas de la sociedad. Las palabras que tal vez reflejan en forma más
llamativa la cortedad de la visión predominante en el mundo católico son
las del obispo de Barcelona, José Domingo Costa y Borrás, en su carta
pastoral de 28 de abril de 1852: Los libros santos recomiendan y prescriben la
limosna, y esto no se concibe ni puede practicarse sin que haya ricos y pobres en mayor o
menor escala.
Sólo después de la encíclica Rerum Novarum (1891) puede decirse
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que la lucha de clases mereció una atención específica por parte del P.
Antonio Vicent y del grupo de intelectuales católicos que él logró
movilizar. En realidad, desde 1840, había transcurrido más de medio
siglo durante el cual en la clase obrera industrial se había
experimentado la lucha reivindicativa organizada por asociaciones
clasistas, se había llegado a la convicción de la endeblez de la línea
reivindicativa y de la necesidad de lograr una legislación favorable a
través de la influencia política conseguida por la clase obrera, y se
habían radicalizado los planteamientos de la lucha de clases gracias a
los contactos de los dirigentes obreros con los círculos marxistas y
bakuninistas de la I Internacional.
A la obra del P. Vicent y a las iniciativas de Arboleya, Gerard,
Safo, Palau, etc., les ha aplicado Juan José Castillo un modelo de
interpretación que pone de manifiesto, con gran precisión, los resortes
profundos de la actividad social católica: la intervención de los católicos
en la lucha de clases se presenta, según Juan José Castillo, como la
práctica de una ideología, con el acompañamiento de los
enmascaramientos que traen aparejados estos casos.
Aproximación crítica
Haber dado con una clave de interpretación que se revela fecunda
no impide a Juan José Castillo aproximarse críticamente a los aconte-
cimientos históricos, como queda patente en los trabajos que se
publican a continuación. Por afortunada y rigurosa que haya sido su
interpretación necesitamos todavía más estudios monográficos con
aportaciones matizadas sobre las características de las iniciativas
surgidas en el campo católico con relación al mundo obrero y que
ofrezcan tal vez base para que el rigor historiográfico reclame
interpretaciones suplementarias.
Nuevos matices los aportan ciertamente los estudios de Salvador
Carrasco, aunque su colaboración en este número se limite a ofrecer
datos sobre el tema que se le ha señalado. En su tesis doctoral, en vías
de elaboración, llega a la conclusión de que es preciso distinguir entre
varios modelos de acción social que, desde el extranjero, gravitan
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sobre las obras sociales católicas en España: el modelo francés, el modelo
belga y el modelo alemán.
La incidencia que la Iglesia, en su conjunto, ha tenido dentro de la
vida española de la época contemporánea está bien que la recuerden los
historiadores ahora que, seguramente por motivos muy serios y respetables,
se ha hecho norma entre los políticos no sacar a colación los recuerdos del
pasado. Los datos que en sus trabajos aporta e hilvana Juan José Castillo
suenan, a veces, a alegato, en su contundente veracidad. La cita de la compra
de armas por parte del marqués de Comillas en las complejas circunstancias
de los años que discurrían en torno a 1918, hace caer en la cuenta de que
toda monografía está al servicio de una historia total. Angel Pestaña, en
sus memorias Lo que aprendí en la vida, Madrid, 1972), analiza y execra el
terrorismo que se infiltró en el interior de la C.N.T. Un estudio monográfico
de esta organización sindical en el mencionado periodo podría parecer una
pieza acusatoria, si no se tuviera en cuenta el clima de violencia que afectó
globalmente a la sociedad en aquellos años.
Sobre la base de monografías, inevitablemente parciales, la historia
total trata de comprender una época en su conjunto, contando con todos los
factores que la caracterizan y la condicionan.
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SINDICALISMO CATÓLICO,
SINDICALISMO AMARILLO
Hasta hace pocos años el conocimiento científico del papel jugado
por los sindicatos católicos de obreros en España era muy precario. Los
manuales repetían algunas fechas, algunos nombres, sin prestarle gran
atención a un tema que parecía irrelevante. Más tarde, en la década
actual, comenzaron a aparecer estudios que cubrían ese vacío, pero que,
en la mayoría de los casos, intentaban reconstruir una imagen
"centrista" y moderada de la actuación de la Iglesia católica en la
política, de la democracia cristiana, del catolicismo social, del
sindicalismo católico.
El argumento central de esos estudios era la pretensión de que la
debilidad de la democracia cristiana peninsular fue un factor fundamental en la imposibilidad de convivencia pacífica que tuvo su desenlace en 1936. Por esto, argumentaban, tan
importante factor de equilibrio podía ser “imprescindible" en la
transición desde un régimen autoritario a la democracia, empeñándose
para ello en mostrar que el catolicismo español no ha tenido única y exclusivamente una tradición proclive al integrismo.
La tesis de la moderación, del predominio del centro,, es
insostenible históricamente, como han mostrado ampliamente los
estudios sobre la CEDA, de José R. Montero. Pero es, además, un
obstáculo de primer orden para el conocimiento de la compleja inserción
de los diversos aparatos que componen la Iglesia católica en la España
contemporánea. Sus actuaciones, se puede afirmar, constituyen un
factor fundamental en nuestro devenir histórico: no sólo se ha de
pensar en la función de aparato organizador y movilizador de la iglesia
en la última guerra civil, sino que hay que poner en primer lugar el papel
jugado por los católico-sociales en la conformación y organización del
nuevo Estado surgido de dicha guerra. Para entenderlo es necesario
preguntarse en qué medida el catolicismo social español colaboró al
establecimiento de las bases para que España conociera por muchos años no el
silencio de la paz, sino el silencio de la muerte.
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Los sindicatos católicos, en la interpretación moderada, necesitan ser
presentados como una fracción más de la clase obrera que adopta esa
ideología por propia iniciativa y no inducida, apoyada y financiada por los
patronos. Y aunque en algún momento se puedan preguntar si verdaderamente
cumplían con el requisito de ser sindicatos, lo normal será que argumenten
como Alzaga que "es obvio que el estigma de ’’amarillismo" se ha venido
empleando contra el sindicalismo católico en fechas en las que ya era muy
difícil encontrar alguna base objetiva para formular tales tachas",
El caso es que, aun siendo difícil encontrarla, hay base objetiva "para
formular tales tachas" y para mostrar a una amplísima parte del sindicalismo
católico en vinculación directa, por no decir prácticamente a las órdenes, de
los patronos, como es el caso del Secretariado Ferroviario y Minero de
Valladolid, financiado y orientado por el marqués de Comillas.
Para calificar de '‘amarillos" a los sindicatos católicos he seguido un
método recomendado por sus propios defensores; por los hechos los
conoceréis: como los frutos denuncian la calidad del árbol, así las obras del catolicismo social, en los momentos de conflicto, revelan mejor que todas las declaraciones su (...) disposición respecto de los obreros. He dedicado algunos años a esa investigación y creo que pueden Servir
aquí, para el argumento, algunos ejemplos escogidos.
Sindicatos amarillos
La orientación general de los sindicatos católicos va a venir dada en
función de ser, en frase de Díaz del Moral, fuerza patronal lanzada contra sindicalistas y socialistas en función de combatir las organizaciones obreras, de lo que
genéricamente llamarán “socialismo". Juan José Morató señalaba ya en 1918
que los católicos creaban sus sindicatos precisamente allí donde ya había
organizaciones obreras.
El verdadero papel jugado por este sindicalismo tiene quizá su mejor
ejemplo en el Sindicato Católico Ferroviario: su auge y verdadera
consolidación sólo será un hecho a partir de sus intervenciones en las huelgas
generales de 1916 y 1917, por supuesto en contra de las mismas. 5
Es a partir de esta última fecha, gracias a la generosa financiación del
marqués de Comillas y de otros personajes vinculados a las compañías
ferroviarias, cuando alcanzará su mayor esplendor (1919- 1920), contando,
junto a los mineros, con un tercio de los afiliados globales, Revista de
Trabajo, n° 51, 1976).
Hallar datos sobre la financiación patronal es siempre difícil,
especialmente por las precauciones que se tomarán en la correspondencia
consultada, eliminando nombres o utilizando paráfrasis alusivas. Ahora lo que se precisa es una reserva juramentada para que nadie más que tú, don Juan sepamos de dónde viene auxilio, escribe Agustín Ruiz, presidente del Sindicato Católico Ferroviario,
al jesuita Sisinio Nevares, uno de los principales organizadores del
sindicalismo católico, el 29 de junio de 1926.
He estudiado con detenimiento casos como las Forjas de los Corrales
de Buelna (Santander):Los Quijano están dispuestos a cerrar antes que a permitir la sindicación socialista y por indicación mía quieren entenderse con Agustín Ruiz y con el P. Nevares para organizar un plan y contrarrestar la sindicación socialista con una sindicación católica (carta
de Francisco Herrera a Ángel Herrera Oria, Santander, 20-VII-1919); la
Riotinto Company en Huelva: he hablado con el director de estas minas del propósito que nos anima de fundar una sección del Sindicato Católico y me ha ofrecido prestarle su más decidido apoyo (carta de J. Domínguez a I. Arroyo, 24-11-1918); la Minero Siderúrgica
de Ponferrada, Pedro Alvarez Velluti, que me dice que mandará mañana o pasado las dos y desde el año próximo las quince (carta de I. Arroyo a S. Nevares, 29-XI-1920).
Un caso típico puede constituirlo la actuación católica en las minas
de Udias (Santander), que explota la Real Compañía Asturiana. El Socialista
cuenta así la implantación (19-VII-1919): hace años, quizá seis, se declararan en huelga los mineros de Udias. El movimiento parecía que iba a terminar con una gran victoria. (Pero intervinieron unos frailes misioneros ofreciendo 2.000 pesetas para formar un Circuía Católico, especie de panacea contra los sinsabores de las pobres gentes, y a favor de los hermanos se declararon la Empresa explotadora, la guardia Civil, y los caciques, hundiendo
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entre todos la huelga, propinando a aquellos trabajadores una derrota y tras ella las consiguientes represalias. Desaparecieron entonces de la escena los católicos y no volverían a
aparecer, como portadores del amarillismo, hasta mediados de 1919, cuando se organizan los mineros de Udias. La actuación católica que había comenzado en 1918 tiene un
buen valedor en el sacerdote Aurelio Peña, quien escribe al Secretariado
Ferroviario y Minero, católico, de Valladolid el 9 de julio de 1919 para decir
que sigue haciéndose propaganda entre los obreros y que de todo está enterado el director de la mina; dice que le parece muy bien y que está dispuesto a hacer lo que pueda por el Sindicato Católico. También desde Cabezón de la Sal, y en la misma fecha, a un
propagandista católico, especialmente pagado para actuar sobre el terreno,
le ha dicho el ingeniero de las minas que a los socialistas que se han declarado enemigos inconciliables de los patronos no podemos ni debemos favorecerlos, en camino, fiaremos todo lo que podamos por favorecer a los sindicatos católicos que son hoy una necesidad: que harán una casa
social; que concederá una subvención al Sindicato Católico y que hará todo lo que pueda por nosotros.
Estos propagandistas católicos del Secretariado de Valladolid, financiado
por el marqués de Comillas, van armados y no es extraño leer declaraciones
como la del propagandista Genaro Martínez, a propósito de la implantación
católica en Los Corrales: no se escandalicen (los lectores) porque siendo católicos viajamos siempre provistos de pistolas automáticas con sus tres a cuatro cargadores (Burgos Social y Agrario, 22- IV-1920). En última instancia no era otra tampoco la actitud del patrono ejemplar, Comillas: integración paternalista de obreros, a quienes se
considera menores de edad, o represión armada de las hordas del terror y la anarquía son aspectos de una misma actitud básica. Comillas no sólo dará sus millones
para casas sociales (como la de Madrid, en la plaza de la Paja), sino que, como
cuenta su autorizado biógrafo, el jesuita Bayle, en la previsión o represión eficaz por el gobierno no siempre confiaba y por ello en 1918 organizó la defensa ciudadana; de su bolsillo compró armas, más de seis mil, entre fusiles, tercerolas y pistolas que repartió gratis entre los afiliados, gastándose en ello grandes sumas que no podemos estimar con
precisión, pues de dinero, Comillas no lo 7
contaba cuando lo ofrecía a la patria, pero el general Guillén, quien en más te ayudó en la organización, calcula los gastos alrededor del millón de pesetas.
También se puede afirmar que desde el poder político, los sindicatos
católicos se vieron favorecidos, como testimonia la respuesta del ministro de
la Gobernación, Joaquín Fernández Prida, en enero de 1920, a una consulta
que le hace el gobernador de Albacete: Recibidas su carta y la relación que a ella acompaña, parece deducirse que excepto la sociedad de Almansa, titulada “ El despertar del obrero", todas las demás son asociaciones de carácter católico, por lo cual, con la excepción indicada, parece que no hay inconveniente en que se autorice su funcionamiento (...); en efecto, las incluidas en la relación son de índole católica y, por consiguiente, de las que lejos de ser peligrosas conviene fomentar.
De los círculos católicos a las semanas sociales
Los Círculos Católicos de Obreros son el primer intento de captación que se
verifica en nuestros país, apoyado en la estructura eclesiástica, al igual que
en el resto de Europa, tras la Comuna de París de 1871. El principal
organizador de esos Círculos, donde se reúne a patronos y obreros, será el
jesuita Antonio Vicent, con el apoyo económico de Claudio López Bru, segundo
marqués de Comillas. Los Círculos nacían, como dice en 1883 El Obrero
Católico de Manresa, porque son alarmantes los progresos que hacen ciertas asociaciones de carácter marcadamente socialista. La década final de siglo conocerá una cierta
implantación de estos organismos y la creación de un Consejo Nacional de las
Corporaciones Católicas de Obreros, cuya presidencia va a recaer en
Comillas, observándose una cierta correlación entre el desarrollo de las
organizaciones obreras autónomas y los intentos de los católico- sociales por
ampliar su alcance. Como escribe el conocido católico- social Severino Aznar
en 1911, lo que se gastó en Círculos se tendría que contar por millones, sin que los
resultados compensaran este esfuerzo. Ello indujo a un cambio fundamental
de estrategia que se opera en los primeros años de este siglo y que será
motivado, como escribe en 1912 José María Boix, también católico social,
porque a la revolución hay que vencerla esgrimiendo armas adecuadas. Y el arma propia, característica de
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nuestros tiempos, es la asociación profesional, esto es, el sindicato puro de obreros, que se llamará en esta primera etapa Unión Profesional
Si se lee atentamente la Estadística de la Asociación Obrera de 1904 se
aprecia que el número de obreros presuntamente inscritos en los Círculos era
muy inferior a los 25.000. Si además se tienen en cuenta las repeticiones por
doble contabilidad de las estadísticas católicas y el hecho de que podemos
encontrar diferencias de uno a ocho entre los socios “inscritos" y los
"asistentes", se puede deducir la consecuencia del necesario cambio de
orientación católico que quería librar a los proletarios de la peste del socialismo con las
Uniones Profesionales, la primera de las cuales, de albañiles, se creó en
Bilbao en 1905 sobre el modelo de los Syndicats Jaunes franceses -como reseña la
revista católica La Paz Social (1907, página 26)-, extendiéndose con cierta
rapidez la nueva forma a una serie de ciudades. En 1909, Avila, Barcelona,
Burgos, Cartagena, León, Madrid, Manlleu, Orense, Santander, Valencia y
Zaragoza.
Hay bastantes razones para tomar, simbólicamente, la fecha de 1912
como un punto de inflexión en el estudio del sindicalismo católico: es el año
en que los católicos realizan por primera vez una huelga; se celebra en él la
última de las Semanas Sociales, que venían teniendo lugar desde 1906 hasta
la segunda República; muere este año el padre Antonio Vicent; tiene cierta
repercusión la intervención en la Semana Social de Pamplona el P, Serard, que
va a ser uno de los inspiradores del sindicalismo católico-libre hasta su
muerte en 1919: se publican, auspiciadas por el cardenal Aguirre, las "Reglas
sobre Federación de las Obras Católico-Sociales", que permiten un marco
más adecuado a la nueva realidad, a la vez que fundan, sobre el papel, la
"Federación Católica Nacional de Sindicatos Obreros", que nunca llegó a
tener entidad real alguna, pero que se propugnaba porque hoy más que nunca en España hace falta que arranquemos al obrero de las garras del socialismo. Consolidación de los sindicatos católicos.
Consolidación de los sindicatos católicos
Un momento importante en la consolidación de los sindicatos
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católicos será la reunión propiciada en noviembre de 1915 con motivo de la
inauguración de la Casa Social Católica de Valladolid, fiestas que, según una
Memoria de la propia Casa, de 1939, abrieron horizontes nuevos de resurgimiento social y patriótico, en oposición a las deletéreas doctrinas antirreligiosas, antisociales y antiespañolas de los corifeos socialistas.
En efecto, aprovechando la presencia de los más calificados
propulsores del catolicismo social se celebraron varias reuniones que dieron
como fruto una serie de acuerdos, entre los que se hallaban unas Bases Provisionales de unión de todas las tendencias católicas y que debían abocar a la
creación de una entidad denominada Unión General de Trabajadores Católicos de España. El nombre fue cambiado a instancia del cardenal Primado por su excesivo
mimetismo, pero nada se avanzó en esa unión por reticencias y desacuerdos
en la forma de llevar a la práctica las Bases, especialmente la de no crear
sindicatos donde ya los hubiera de la otra tendencia ("libres", “católicos").
Sin embargo, creo que no es exagerado calificar a esta reunión y este
intento como primer Congreso de los Sindicatos Católicos, máxime si se tiene
en cuenta que, al menos, los ferroviarios van a potenciar desde entonces su
organización, siendo así que este sindicato, junto a los mineros que van a
nacer por su inspiración y apoyo, representa en 1919 más de la tercera parte
de todos los asociados a sindicatos católicos de cualquier índole.
Una muestra de la importancia que tuvo la inauguración de la Casa
católica la da la intervención de Pablo Iglesias en el Parlamento, denunciando
el apoyo oficial a los actos y por la manifestación de asociaciones católicas que realizan campaña contra la organización obrera independiente. Los socialistas vallisoletanos
organizarán un mitin de protesta el 28 de noviembre que también contará con
la presencia de Pablo Iglesias.
En abril de 1919 se celebra el Congreso de Fundación de la Confederación Nacional de Sindicatos Católicos, del que, pese a llegarse a elaborar un programa
conjunto -que va a coincidir con el del grupo de la Democracia Cristiana-, no
saldrá fortalecida la unidad de los católicos. La misma prensa católica
tardará en dar cuenta del Congreso reservándole escaso espacio.
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La actitud de los católicos-libres, presentando un voto particular para
que no se creará una nuevo entidad, afiliándose los sindicatos a la Federación
"libre" parece haber sido una de las causas del fracaso relativo de este
intento.
Se difundió entonces la cifra de 60.000 afiliados representados y ese
número se ha venido repitiendo sin crítica alguna. Tras un trabajo de
elaboración sobre el Censo Electoral Social de 1919, podemos afirmar que la cifra
máxima, para todo tipo de sindicatos católicos, incluidos los femeninos, no sobrepasa en
este año los 40.000 afiliados.
Es muy importante delimitar la verdadera implantación conseguida por
el sindicalismo católico, pero no debe creerse que toda su fuerza está en el
número de afiliados: el hecho de disponer de fondos ajenos a las cuotas
obreras permite, con el apoyo de la “buena prensa", una acción ideológica de
mucho más amplio alcance, cuestión ésta que por su complejidad no puede ser
tratada aquí en profundidad, pero que merece ser resaltada.
La Dictadura de Primo de Rivera será recibida por los sindicatos
católicos con alborozo, viendo en el programa del Directorio el suyo propio.
Aunque todo van a ser facilidades (por ejemplo, Agustín Ruiz será nombrado
diputado directo por Valladolid se puede estimar que en 1924 los efectivos
de los sindicatos católicos se habían reducido a la mitad respecto a 1919. En
1928, La Unión Patriótica dará a la Confederación “unos 35.000 afiliados", cifra a
todas luces excesiva (quizá más del doble de la real), incluso para 1932, año
en que se celebra el V Congreso de la Confederación de Sindicatos Católicos
de Obreros.
De la República al “alzamiento"
Durante la segunda República la estrategia de los católicos acabará
confluyendo -con una aceleración especial a partir de los hechos de octubre
de 1934- en un organismo unitario que aglutina a todos los sindicatos
"antimarxistas", organismo que recibirá el nombre de
Confederación Española de Sindicatos Obreros, CESO, que dice constituirse 11
con más de 275.000 afiliados en diciembre de 1935.
Los sindicatos católicos no sólo secundaron y apoyaron el alzamiento
militar de julio de 1936, sino que colaboraron activamente en su preparación.
Valgan dos ejemplos como muestra: la Casa Social Católica de Valladolid dice
en su Memoria de 1939, al llamamiento nacional de la salvación de la Religión y de la Patria, para el cual venía preparándose la sección activa de los socios de la Casa Social, y a cuya perfección en el tiro, en adecuada habitación de la misma, contribuía ( . . . ) el capitán del Ejército don Gonzalo Ortiz.
En el libro de Actas del Sindicato Católico de los Ferroviarios
Españoles (Archivo Novares) se puede leer en la correspondiente del 30 de
octubre de 1941: desaparecido el peligro que entonces suponía tratar de estos asuntos, procedía ultimar lo referente a la adquisición de las ciento seis pistolas, verificada como preparación del Glorioso Movimiento Nacional, para cuya compra habían aportado, con carácter de anticipo, tres mil pesetas cada uno de los señores que integraban el Comité, Agustín Ruiz entre ellos.
La CESO se reorganizará en un "Comité Nacional Circunstancial' 1 una
vez iniciada la guerra, y tras mantener una lucha por la orientación del
sindicalismo vertical naciente con los falangistas, aceptará disolverse como
tal organización el 15 de mayo de 1938, no sin que sus postulados fueran
decisivos en la orientación ideológico-organizativa que nacía. Alberto Martín
Artajo dirá en 1941 ( Ecclesia, 15-V-1941) que a la corriente ideológica
inspirada en la Doctrina Social Católica pertenecieron los hombres que redactaron el Fuero (del Trabajo) y los que le promulgaron, afirmación corroborada por José
Cuadrado Díez, último secretario general de la CESO, tanto en declaraciones
públicas como en la correspondencia “sindical'1, donde llega a afirmar que lleva el sello inconfundible de lo nuestro, como fruto de una amplia participación católica en
el enfoque de los asuntos sindicales del Nuevo Estado, informando de las
distintas reuniones a las que han asistido él mismo y Vicente Madera, por
ejemplo, o Severino A z n a r , el padre Azpiazu y otros.
En el momento de disolución de la CESO, Luis Legaz Lacambra y
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Bartolomé Aragón, publicistas vinculados al Ministerio de Organización y
Acción Sindical, constataban que es una realidad que debemos reconocer que el 98 por 100 de los españoles ignoran lo que es el sindicalismo vertical. Un porcentaje mucho más amplio
conocía, tras una larga historia y los medios propagandísticos a su
disposición, la actuación del sindicalismo católico, cuyo peso y hombres serían
núcleo de importancia de los sindicatos verticales. Y ello aunque fuera como
“falangistas", ya que uno de los acuerdos del Congreso de mayo de 1938 fue,
precisamente, pedir el ingreso como militantes de Falange de todos los
católicos. Por ello no debe extrañar que cuando, en 1944, la Delegación
Nacional de Sindicatos proponga la creación de la Asesoría Eclesiástica de
Sindicatos afirme haber tomado sobre si la tarea asignada históricamente a los sindicatos confesionales.
Conclusión
El sindicalismo católico nace y está vinculado a una opción política e
ideológica patronal, lo que le impide desarrollarse como opción autónoma de
la clase obrera. El drama de los "auténticos" sindicalistas cristianos va a
estar, precisamente, en esos límites que les impone la orientación exterior a
la clase, incluso cuando existan mediaciones, como Secretariados, Acción
Católica o jerarquías eclesiásticas, y no se vea directamente la mano del
patrono.
Como forma de lucha patronal, su desarrollo estará en función del
desarrollo organizativo y de la conflictividad obrera, pues, como escribirá El Debate, diario católico, el dinero de las clases pudientes es la clave de los éxitos y de los fracasos a que asistimos. Cuando el apoyo ceda se asistirá a derrumbamientos
estrepitosos, como sucederá a la muerte de Comillas, en 1925, con el
Secretariado Ferroviario y Minero: el propio padre Nevares reconocerá que
entonces pasó el Sindicato Minero Católico de más de 2.200 socios a 700.
Como diría el jesuita Narciso Noguer, la lucha contra “los socialistas" y
contra las organizaciones autónomas de los trabajadores ha sido en la práctica la fundamental o, si parece demasiado, una de las fundamentales (razones) para la formación de sindicatos católicos de obreros.
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El catolicismo social exacerbó la lucha de clases sirviendo de
cobertura ideológica y medio de captación de masas a posiciones
intolerantes, cuya última forma de actuación, la guerra civil, resumía muchos
años de apostolado y de cruzada. Posiciones patronales intransigentes de
sometimiento de la clase obrera por medio de organismo-; controlados o por
medios directos de represión y destrucción de las organizaciones autónomas
proletarias que sintonizarán inmediatamente con los sublevados de julio de
1936. Como decía un manifiesto de lo CESO, distribuido ampliamente en
septiembre de 1936: ya comienza a fructificar la semilla tantos años tapada.
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SINDICALISMO CATÓLICO AGRARIO
EL carácter del sindicalismo católico agrario es bien distinto del de
otros sectores productivos. En primer lugar, por la implantación conseguida:
en su época de mayor desarrollo contara con más de medio millón de afiliados
frente a las parcas cifras que consiguen los sindicatos "amarillos" católicos.
En segundo lugar, por el tipo de organización: pese al nombre, lo que van a
ser estos "sindicatos" tiene más que ver con las cooperativas y afecta -nota
decisiva- mucho más a pequeños campesinos que a trabajadores asalariados.
Por otro lado, desde el punto de vista de las consecuencias históricas,
parece cada vez más aceptada la tesis de que en el apoyo del pequeño
campesinado castellano y navarro a los militares sublevados en 1936 jugó un
importantísimo papel de organización, encuadramiento y movilización
ideológicos la Confederación Nacional Católico-Agraria, institución que atravesará la
guerra civil para metamorfosearse, ya en los años cuarenta, en la Unión Nacional de Cooperativas del Campo, que ha sobrevivido hasta nuestros días y cuyo
último presidente en 1976 era el terrateniente Domingo Solís Ruiz.
Las primeras acciones de los católicos hacia el campo se pueden
fechar a principios de este siglo, defendiendo Cajas Rurales sistema
Raiffeisen, de responsabilidad ilimitada, y contaron entre sus más ardientes
propulsores al zamorano Luis Chaves Arias.
Será a partir de la Ley de Sindicatos Agrícolas de 1906 y de su
posterior reglamento de 1908 cuando realmente se inicie un proceso
significativo de ampliación y captación de esos pequeños campesinos que
atraviesan, como dice una publicación católica de 1900, "desde hace algunos
años una situación de privaciones y miserias".
Dos notas fundamentales van a orientar la creación de sindicatos
agrícolas católicos desde sus comienzos: en primer lugar, un esfuerzo
contrarrevolucionario que quiere "ganar el campo al socialismo", sirviendo de
antídoto contra la posible (o real) organización reivindicativa de los 15
campesinos jornaleros, arrendatarios, aparceros, pequeños propietarios...),
aunque su trabajo se centrará en los pequeños cultivadores- no asalariados. En
segundo lugar, los sindicatos-cooperativas servirán (con sus compras y ventas
en común, exenciones para importación de maquinaria o abonos y semillas más
baratos) para paliar el impacto del desarrollo del capitalismo en España, y sus
repercusiones en la agricultura (fundamentalmente en cuanto a la
proletarizados endeudamiento y ruina del pequeño campesinado),
manteniéndole así "al borde del abismo" o dosificando su caída para no
provocar una eventual reacción de lucha junto a los demás trabajadores.
Sobre “la experiencia de la ruina progresiva del campo castellano",
como ha escrito Fontana, habrá de articularse un programa político con una
orientación de clase que no corresponde a la base social que va a nutrir
mayoritariamente la CNCA, sino a la clase de los grandes terratenientes.
La CNCA, organismo interclasista
Estudiar la CNCA aporta algunos elementos de explicación a esa
subordinación política de tan grandes repercusiones en nuestra historia más
reciente: esta organización va a reunir en su seno a todo tipo de labradores,
pequeños, grandes, propietarios, arrendatarios, etc., apoyándose tanto en la
religiosidad popular campesina como en el mito de la unidad de intereses de
todos los que “trabajan" en el campo frente a la ciudad explotadora, de la
cual, por arte de la lucha ideológica, sólo va a quedar frente a los campesinos
explotados por el capitalismo, un polo de esta relación social, los trabajadores, y
junto a ellos la ideología que les acompaña, el “socialismo". Contra “los obreros
socialistas de las ciudades" van a dirigir sus armas, literalmente, estos
campesinos organizados por la Confederación Nacional Católico- Agraria. Con una
organización única las posibilidades de orientación autónoma de los pequeños
campesinos quedan bloqueadas. La dirección en todos sus niveles (Sindicatos,
Federaciones, Confederación) estará controlada por ricos propietarios o
representantes de éstos, siendo así que la masa de “sindicados" son pequeños
campesinos.
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De esta manera, las categorías fundamentales del “orden agrario
liberal" se encuentran reunidas en un solo organismo. Y habrá
reivindicaciones que servirán para soldar esa unión: por ejemplo, la defensa
de precios mínimos agrícolas, garantizados por el Estado, que pueden ayudar
a sobrevivir al pequeño campesino, pero que son la base de la enorme
acumulación de los grandes, merced a las economías de escala; un mecanismo
semejante al que está en la base de la explicación del Servicio Nacional del
Trigo franquista, De esta manera, un beneficiario real (los grandes terratenientes, hablando siempre de los pequeños, conseguirá articular una política de clase
con el apoyo de masas del pequeño campesinado e incluso sectores populares,
pues, como ha escrita Juan Velarde, si la presión para el alza de precios la
ejerciesen los grandes “provocarían una repulsión social que no se genera
cuando se pide ayuda para los agricultores de tipo familiar, y más aun cuando
a éstos se les otorga la condición de base de la estructura sociopolítica
tradicional de la Patria".
Este interclasismo será tan amplio que, en 1923, la Revista Social y Agraria, órgano de la CNCA, se vanagloria de que “desde el Rey hasta el más humilde
obrero, todas las clases sociales se han agrupado con nosotros"; y, en efecto,
el propio Rey Alfonso XIII fundará y será presidente del "Real Sindicato
Católico-Agrario de El Pardo", que costará a la Confederación -si se cree al
que fuera su presidente Antonio Monedero- grandes sumas de dinero, aunque
le sea también de gran utilidad como fórmula propagandística.
Una nueva etapa de desarrollo de la sindicación católico-agraria
arranca de 1912, año en que Antonio Monedero, propietario de tierras en
Dueñas (Patencia), y el padre jesuita Sisinio Nevares, apoyados por Angel
Herrera y la Asociación Católica de Propagandistas, organizan un fracasado
mitin en Palencia que tendrá, sin embargo, una importancia simbólica, pues de
ahí arrancan una serie amplia de campañas que culminarán en una primera
organización confederal que cubrirá Castilla la Vieja.
En 1915 se crea el Secretariado Nacional Católico-Agrario con
17
financiación oficial eclesiástica y en cuya presidencia y vicepresidencia
hallaremos a dos ricos terratenientes: el duque de Bailén y Trifino Gamazo.
El cardenal Guisasola dirá, al crearlo, que quiere servir para "defender a los
agricultores del capitalismo y de la ruina".
A partir de este Secretariado y de la Confederación Castellana, y no sin
tensiones y discrepancias graves, se constituyó en abril de 1917
la Confederación Nacional Católico-Agraria, siendo elegido como primer
presidente Antonio Monedero.
Auge de la sindicación católica agraria
De 1917 a 1919 conoció su mayor desarrollo la sindicación agraria
católica y, aunque las cifras deban someterse a crítica y contrastación,
tenemos a fines de 1919-1920 algo más de 500.000 socios distribuidos por
toda la geografía peninsular, pero con tres áreas principales: en Castilla la
Vieja y León, núcleo que será duradero; Valencia-Murcia y Navarra -Rioja-
Zaragoza.
En 1919, Antonio Monedero -presidente hasta la V Asamblea, en
noviembre de 1921, de la CNCA- es nombrado director general de
Agricultura, continuando una camparía por Andalucía, en la que, sobre la base
de una situación de represión violentísima de las organizaciones de los
trabajadores, se manifestará con claridad uno de los ejes que definen a la
CNCA, su carácter contrarrevolucionario, de "arma patronal lanzada contra
sindicalistas y socialistas". Más de 150,000 pesetas, según sus propios
datos, gastó la CNCA en esa “lucha de apóstoles" en 1919, buscando para ello
subvenciones entre aquellas personas que más intereses podrían tener en la
desarticulación de las organizaciones campesinas: suscripciones públicas de
periódicos como El Debate, reuniones de terratenientes en el palacio
arzobispal de Sevilla, llamamientos patrióticos a los ricos para que cedieran,
algunas tierras para
hacer pequeños propietarios .......... Para que todo ello pueda realizarse se
exageran los peligros de la revuelta y se escriben Manifiestos, como el que
lanza la CNCA en Málaga en ese mes de marzo de 1919: "En muchos pueblos
sabemos que se tiene ya estudiado el reparto de las
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tierras, el reparto de las mujeres e hijas de los ricos hechas las listas de
todos los terratenientes cuyas cabezas han de rodar por los suelos" ( El
Debate 30-IV-1919)
Pasado el miedo a la revolución, las limosnas y dádivas para la
propaganda cesaron en gran medida y, consiguientemente, desaparecieron
determinados núcleos de implantación totalmente coyunturales, como en el
caso andaluz, donde se había ido a predicar la doctrina de León XIII de
“crear muchos pequeños propietarios" con escasa adecuación a la realidad
social imperante. A finales de la década de 1920 apenas quedaba rastro de
aquellas campañas. En cambio, en Castilla la Vieja la permanencia de la
implantación proseguiría, ampliándose su peso relativo como correspondía a
una estructura campesina de predominio de la pequeña propiedad.
La CNCA recibió la dictadura de Primo de Rivera como una "magna
obra de saneamiento y regeneración de España", cifrando todas sus
esperanzas en ella. Muchos de los que ocupaban puestos de dirección en la
Confederación, en el órgano central o en las Federaciones pasaron a ocupar
puestos de responsabilidad en el aparato estatal: gobernadores, Alcaldía de
Madrid, etc. Sea porque la política católica era llevada desde el Estado, sea
porque un mayor control sobre las masas campesinas hacía menos necesaria
su labor, el caso es que en 1929 la CNCA contaba, aproximadamente, con la
mitad de socios que en 1919. Ya nunca volvería a aquellas cifras, pero
tampoco, contrariamente a la propaganda que quería mostrar la saña con que
era perseguida por la República, reduciría sus efectivos, fluctuando entre
175.000 y 200.000 afiliados, cifra con la que llegará a la guerra civil.
La posición de la CNCA ante la República será de "accidentalismo",
propiciada sin duda por quien era entonces su secretario general, José María
Gil-Robles. Sin embargo, su movilización junto a otras organizaciones
patronales permite afirmar que colaboró en socavar las instituciones
republicanas a la espera de un combate frontal, contribuyendo, como dirían
en su Exposición al Generalísimo en 1937, a "librar a gran parte de la
población rural del contagio marxista con la 19
esperanza, hoy realizada, de que las reservas del campo, encuadradas en
nuestras organizaciones, habían de ser el elemento decisivo en la lucha y
vencimiento del marxismo y en la gloria y resurgimiento de España".
Para poder profundizar en las causas que orientaron al pequeño
campesinado castellano y navarro al apoyo a la rebelión militar es necesario
conocer estas importantes actuaciones de la Iglesia católica. La
Confederación Nacional Católico-Agraria, que en su pugna con los falangistas
resistirá el paso de la etapa populista de aquélla, supuso una de las bazas más
importantes de la inmediata posguerra, alrededor de la cual se traman las
principales medidas legislativas en punto a organización de las masas
campesinas.
Hacia la Unión Nacional de Cooperativas del Campo
Gerardo Salvador Merino destacará la importancia de la CNCA cuando
en la pugna por asimilarla a la Delegación Nacional de Sindicatos dirá el 31 de
diciembre de 1940 que se trata de "conseguir la definitiva consolidación del
régimen, puesto que no en vano la guerra de liberación fue una guerra, como
se ha dicho ya muchas veces, del campo contra la ciudad. Y un mínimo sentido
de justicia obliga a dar satisfacción a los que hicieron posible la victoria'1.
Transformada, finalmente en Unión Nacional de Cooperativas del Campo
en 1942, y sobre una estructura muy semejante a la originaria, lo que fuera
la CNCA llegará a contar con un millón y medio de “afiliados" (!) en 1975.
Hoy que asistimos a la organización y a las luchas del pequeño
campesinado con un sentido completamente diverso, hay que dotarse de los
elementos teóricos e históricos necesarios para romper con el tópico de los
campesinos incapaces de luchar por reivindicaciones semejantes o paralelas a
las de los demás trabajadores. Hay que acabar con el tópico de que los
pequeños campesinos fueron beneficiados por el régimen franquista; como ha
escrito Martínez Alier: “Si antes de la
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guerra estaban mal, después estuvieron peor". Si se acepta que el
sistema capitalista también les detrae sobre trabajo, no parecerá
sorprendente encontrar una reivindicación pequeño-campesina como la de
la Unió de Pagesos: "contra los monopolios, junto a los trabajadores de las
ciudades en un frente antimonopolista".
La sindicación católico-agraria permite conocer una de las
mediaciones más importantes en la orientación política del pequeño
campesinado con una dirección que respondía a los intereses de los
grandes terratenientes. Estudiándola se puede avanzar en la comprensión
de lo que sigue siendo uno de los problemas políticos más importantes de
nuestro tiempo.
21
LOS SINDICATOS CATÓLICOS LIBRES
La historia de los Sindicatos Católicos Libres está estrechamente
vinculada a la personalidad de los dominicos Pedro Gerard (1871-1919) y José
Safo (1881-1936). Fundador y propagandista infatigable el uno, mentor
teórico y continuador de la obra el otro. Los Sindicatos Católicos Libres
nacían en 1912 y existieron formalmente, como tales, hasta 1921, fecha en
que se disolvía, en Azcoitia, la Confederación de Sindicatos Libres. Los
restos de aquella Confederación seguirían presentes en el mundo sindical
hasta 1936, bajo la orientación del P. Gafo .
Pedro Gerard, hombre estudioso de las ciencias naturales, en las que
estaba licenciado, permaneció dedicado al ministerio de la predicación, propio
de su Orden en aquellos años, hasta 1910. Pero en esa fecha, siendo Superior
del convento de los dominicos de Jerez de la Frontera, entró en contacto con
el mundo social y político de la ciudad de modo inesperado. Llegado el mes de
octubre anunciaba la tradicional procesión del Rosario para el día 7 por la
tarde. Aquel anuncio fue interpretado por los liberales como una protesta
contra la política del Gobierno Canalejas, y por los republicanos como un
intento católico de boicotear una manifestación republicana, convocada para
el mismo día y hora de la mencionada procesión. Se celebró aquel acto
religioso, pero acabó en un serio incidente que provocó la intervención de las
fuerzas de orden para calmar los ánimos, apaciguar los desórdenes y
proteger durante la noche los conventos de franciscanos y dominicos. Fue la
explosión de un arraigado anticlericalismo reflejado, también, en los cantares
populares, como el que citara el conde de los Andes en el Congreso al hacerse
eco de aquellos sucesos:
Señor Alcalde Mayor no
prenda usté a los ladrones si
permite que anden sueltos los
frailes de cualquier Orden.
Gerard fue el protagonista principal de la jornada, el responsable
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último del acto religioso en cuestión. Un incidente anticlerical en una vieja
ciudad andaluza de larga tradición revolucionaria. Una ciudad víctima de la
actuación del descompuesto caciquismo de la Restauración, con el que estaban
implicadas las altas dignidades eclesiásticas locales carentes de sentido social
y alejadas de los problemas reales que se vivían.
Tras estos incidentes latía una seria problemática económica y social.
La baja en las exportaciones de vinos repercutió en la falta de empleo,
vagabundeo e inmigración a la ciudad, desde la campiña y la sierra, con los
consiguientes problemas de vivienda y sanidad en las barriadas obreras. En
suma, una situación de miseria obrera y campesina que explotaba con
detonantes anticlericales.
Por si aquella situación fuera insuficiente, una plaga de langosta
agravaba las cosas en el mes de junio de aquel año 1910. Y el año siguiente, de
junio a agosto, se registró un fuerte movimiento huelguístico en Jerez,
llegándose a una situación de huelga general que asustó a los patronos y la
clase conservadora de la ciudad. Este sería el marco social en el que nacía la
experiencia sindical católica libre.
Por estos meses de 1911 realizaría el P. Gerard un viaje a Bruselas para
solucionar algunos asuntos familiares. Allá tuvo ocasión de conocer la marcha
de los Sindicatos Católicos y Libres de Bélgica, que entonces dirigía el P. Rutten. Los
Sindicatos Católicos y Libres de Bélgica habían nacido, entre 1884 y 1890, con
“el fin de combatir el socialismo, resistir al sindicalismo antirreligioso y
alcanzar de los patronos, por medios razonables, las reivindicaciones justas
que exigían los socialistas valiéndose de procedimientos indefensibles". Desde
1890 aquellos sindicatos irían evolucionando hasta crear un programa propio,
definir sus objetivos y darse una mayor complejidad organizativa, perdiendo
parte de ese carácter de reacción frente al socialismo. El componente básico
de los sindicatos libres belgas sería la creencia en la posibilidad de un orden
social cristiano, como verdadera alternativa frente al liberalismo y al
socialismo.
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Cuando Gerard conoció la Confederación belga, ésta contaba con
71.000 asociados, habiendo crecido el número de socios un 20 por 100
respecto del año anterior. El P. Rutten, también dominico, dirigía el
Secretariado de la Confederación de Sindicatos Católicos y Libres desde
1904. Aquella experiencia entusiasmó a Gerard y le hizo pensar en la
situación jerezana. De regreso a España, en unas conferencias pronunciadas
en Jerez, presentaría el modelo belga de sindicación cristiana. Un grupo de
patronos animó al orador a realizar algo semejante en aquella ciudad,
comprometiéndose a respetar la independencia de la obra y facilitando los
medios materiales indispensables para ponerla en marcha. Así, en abril de
1912 se fundaba la Casa del Trabajo, de Jerez de la Frontera, En ella radicarían
los siete sindicatos que formarían la primera Federación local de Sindicatos Católicos Libres.
Aquel primer núcleo tuvo 70 socios. Durante un año se llegó a la cifra
de 526, bajando en 1914 hasta 418. Puede ayudarnos a comprender el
significado de esta cifra el cotejarla con los 5.000 socios que en aquel
tiempo tenía la Casa del Pueblo de Jerez. El entusiasmo y la tenacidad del
fundador no se correspondía con el espíritu sindicalista que se respiró en la
Casa del Trabajo, puesto en evidencia de modo contundente en el
"desbarajuste" que se armó en el centro social cuando los socios se
enteraron, en 1919, del fallecimiento del P. Gerard. Los propios socios
saquearon el local.
La experiencia fue dada a conocer en Pamplona, en 1912, en la VI Semana Social. Las tres intervenciones que tuvo Gerard en aquella ocasión
fueron el inicio de una implacable persecución por parte de los grupos
integristas del catolicismo español, en especial de los sectores vinculados a
las obras sociales protegidas por el marqués de Comillas. El mismo Gerard
hablaría de "una persecución impalpable, indefinida, que no se sabe de dónde
viene, que empezó en Pamplona y me sigue a todas partes". En aquella Semana
Social había denunciado “el divorcio del pueblo y de la Igles ia" y había
afirmado, también, que la clase obrera “llegaba a la convicción de que la
Iglesia católica y sus ministros son burgueses". La VI Semana Social sería la
plataforma de lanzamiento de una campaña propagandística por el norte de
España.
24
Reconquista del proletariado
Pronto hubo que defender la experiencia jerezana contra las denuncias
de que fue objeto ante las autoridades eclesiásticas. Pedro Gerard
argumentaría que el único modo de abordar el problema social no es otro que
"partir directamente de la realidad tal cual es". Y eso llevaba a una denuncia y
crítica de los círculos y patronatos obreros, en boga entre los católicos
sociales de aquellos años, Frente a ellos había que construir verdaderas
sociedades de resistencia, puramente obreras, que incluyeran el derecho de
huelga como recurso legitimo de defensa de la clase; unos sindicatos libres , al
margen de los patronos y del influjo de las organizaciones socialistas; unos
sindicatos inspirados en la doctrina social católica, en la concepción cristiana
del hombre y de la sociedad (así entendía Gerard la confesionalidad de los
sindicatos).
En el trasfondo de esta concepción había un propósito apologético y
proselitista mezclado con un sincero deseo de contribuir a la mejora de la
condición de vida del obrero. En un informe escrito para la Secretaría de
Estado del Vaticano, Gerard comentaría: "El tiempo apremia para reconquistar
a los obreros que han pasado a otro bando y retener a los pocos que nos
quedan. Es grave la obligación de los católicos, decía León XIII, de procurar
que el proletariado salga de su tristísimo estado y alcance mejor suerte. Para
ello el medio más apto es la formación de sociedades puramente obreras o
sindicatos profesionales, inspirados y dirigidos según la doctrina católica".
Santiago Laoz, uno de los dirigentes más cualificados del Sindicalismo Católico
libre y colaborador entusiasta del fundador, presentaba el sindicato con estas
palabras: "Formado y gobernado única y exclusivamente por obreros y ajeno a
toda tutela o injerencia extraña tiene como fin, principalmente, la defensa de
la clase, apelando para ello a todos los medios justos que sean necesarios".
Una larga y activa campaña durante 1913 en Barcelona, Zaragoza,
Oviedo, Orense, Valencia, Salamanca, Madrid, Gijón, Bilbao, Tolosa y Palencia
fue el punto de partida de diversos núcleos sindicalistas católicos libres,
especialmente en el norte de España. Poco después, en 1915, se daban los
primeros pasos hacia lo que sería la Federación
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Nacional de Sindicatos Católicos Libres. En diciembre de 1916, en Pamplona,
se celebraba el primer Congreso. Su presidente sería Amaro Martínez (de
Bilbao) y su vicepresidente Santiago Lanz (de Madrid). La segunda Asamblea
Nacional se celebraría en marzo de 1918, en Palencia. La Federación había
pasado de 21 a 53 federaciones locales de sindicatos, ubicados en zonas de
alta práctica religiosa en todos ellos.
Tensiones y enfrentamientos
Entre los años 1915-1918 hubo varios intentos de lograr la fusión de los
diferentes grupos sindicales cristianos: los Católicos Libres, los Sindicatos
Obreros Católicos (calificados entre los libres de "comillistas"), los
Independientes (creados por Arboleya), los del P. Palau en Barcelona y los
agrarios presididos por Monedero. Los más duros enfrentamientos tuvieron
lugar entre los Libres y los Católicos ("comillistas").
Tres eran las grandes cuestiones debatidas entre los sindicalistas
cristianos españoles: la confesionalidad de los sindicatos, el modo de entender
el contenido de clase de los sindicatos y su postura ante el socialismo. La
disputa sobre la confesionalidad fue la más aguda y duradera, no habría
acuerdo hasta la creación de la CESO (Confederación Española de Sindicatos
Obreros), en 1935. Sobre el particular, el P. Gafo escribiría en 1915: En cuanto al título de católicos no hacemos de él cuestiones de gabinete, nos pagamos más de las realidades que de los nombres y creemos que eso debe ser fruto de las circunstancias y del ambiente social ¿ Por qué, después de todo, no se denominan católicas las empresas capitalistas y patronales? Por otra parte, creemos que ese furor por las etiquetas nos llevaría lógicamente a hablar de “agricultura católica" ‘‘industria católica’’, “comercio católico“ y hasta “taberna católica".
Para los Católicos Libres, la composición puramente obrera de los
sindicatos era condición indispensable de toda organización sindical de clase
obrera; el interclasismo de los sindicatos mixtos era rechazado de manera
categórica. Para otros sectores, en especial para los sindicatos dependientes
del marqués de Comillas, la sindicación obrera libre de toda presencia
patronal era un peligro, casi una herejía social, en
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definitiva, obra socialista. Así lo comentaba Gafo en una de sus celebres
crónicas sociales: El señor marqués de Comillas honradamente opina, como es público y notorio, que los sindicatos de obreros solos, de obreros libres de toda injerencia patronal, son un peligro. Por socialistas o casi socialistas tiene al ilustre señor Monedero y no digamos al P. Gerard En algunos
escritos de la prensa católico-libre se mantenían posiciones favorables a una
futura reconciliación entre socialistas y católicos -el día que la clase obrera y los propagandistas serios y desinteresados piensen seriamente- y se relativizaba el derecho de
propiedad. Así se leía en un escrito del P. Gafo: Afirmar la superioridad de la forma colectiva de la propiedad sobre la forma individuad de la misma no lo creemos una herejía, sino un asunto de libre discusión (....) En este punto cabe una aproximación y hasta una fusión entre el socialismo puramente económico y las doctrinas de la democracia cristiana o catolicismo social. Los
"Libres" estaban en posiciones "antisocialistas", pero no aceptaban posturas
"antisocializadoras". De ahí las acusaciones de que fueron objeto por
sospechosos de socialismo.
Los intentos de entendimiento de 1915 fueron un fracaso. Se ha dicho
que el año 1916 fue para los sindicatos católicos un “colapso": los hombres de
acción con mayor dinamismo y sentido de la realidad fueron alejados de sus
obras. Una campaña bien orquestada haría imposible el trabajo a Gerard,
Arboleya y Palau. Personas "respetabalísimas y de todo crédito", en expresión
del Núncio, habían formulado serias denuncias y objeciones. De hecho
quedaba frenada la obra de quienes constituían el ala avanzada del catolicismo
social español de aquellos años.
Pocos meses antes de la muerte del P Gerard, acaecida en enero de
1919, se intentaba, a iniciativa del Primado, un nuevo proceso de convergencia
de los sindicatos católicos, que culminaría en el I Congreso Nacional de
Sindicatos Obreros Católicos de España. El Congreso se inauguró en febrero.
Los “Libres" decidieron retirarse y el acuerdo no fue posible tampoco en esta
ocasión.
Se volvería sobre el asunto en posteriores circunstancias y con
similares fracasos. Así ocurría en 1922-1923, con motivo de la 27
inauguración de la Casa Social Católica de Madrid. En 1927, por iniciativa del
P. Gafo, que veía una situación propicia para una ofensiva sindical, se llegó a
redactar unas bases de acuerdo mínimo, pero no cuajó aquel intento de unión
por la oposición del consiliario de los católicos, S. Nevares. En 1931-32 se
crearían nuevas perspectivas con el intento de organización del sindicalismo
profesional. Pero la unión -como señalamos al principio- no llegaría hasta 1936,
con la Confederación Española de Sindicatos Obreros (CESO), que acabaría
integrándose en la CENS en 1938.
Al IV Congreso de la Confederación Católica Libre, celebrado en
Huesca, en septiembre de 1920, asistieron representantes de 126 sindicatos.
Un año más tarde, en Azcoitia, se declararía la disolución formal de la
Confederación, quedando unos núcleos aislados de sindicatos católicos libres
en Pamplona, Guipúzcoa y Bilbao, que constituyeron la Confederación Regional de
Sindicatos Libres del norte de España. Pronto entrarían en contacto con la
Corporación General de Trabajadores, que en Cataluña dirigía Ramón Sales,
para proceder el 1 de enero de 1924 a la creación de la Confederación Nacional
de Sindicatos Libres de España.
Disolución de los "libres"
El P. Gafo continuaría su actuación en la nueva Confederación Libre,
inspirando la acción de los “Libres" del norte de España y formando parte, en
representación de los “Libres", de los Comités (Paritarios y del Consejo Superior de
Corporaciones creados por la Dictadura de Primo de Rivera. La caída de la
Dictadura y la proclamación de la República llevarían al extranjero a Ramón
Sales tras la disolución de la organización. Sería entonces cuando las
relaciones entre Gafo y los "Libres'1 de Barcelona se enfriarían y alejarían.
Gafo creyó más oportuno, ante el recelo con que se recordaba a los “Libres"
de Barcelona, rotular los sindicatos obreros simplemente '’Profesionales".
También realizó una serie de gestiones ante la jerarquía católica, entre 1931 y
1932, tendentes a lograr una desconfesionalización de los sindicatos católicos
y constituir un sindicalismo de nuevo cuño, fiel, en el fondo, al pensamiento
que había animado a los Católicos Libres durante la vida del P. Gerard. 28
Esto fue ocasión de disgustos con Sales y los "Libres". De hecho, en
noviembre-diciembre de 1932 se creaba la Confederación Vasco-Navarra de Sindicatos Obreros profesionales, que celebró su II Congreso en julio de 1934.
Cuando, en 1935, Ramón Sales regresaba a España y asistía a la
Asamblea constitutiva de la Unión Provincial de Obreros Profesionales de
Guipúzcoa, celebrada en Azcoitia, El Pueblo (semanario portavoz de los
sindicatos profesionales) le saludaba reivindicando la memoria de una
organización que existió en el pasado y dándole su "adhesión moral".
La ruptura definitiva y violenta, que hizo sacar a la luz las divergencias
entre Gafo y los “Libres" de Barcelona, se dió en 1936 cuando los
profesionales vasco-navarros, y Gafo en su nombre, comenzaron el
acercamiento que llevó a la CESO. En unos duros comentarios se criticaba a
Gafo por codearse con personajillos de ciertas derechas tontilocas (se referían a A. Herrera),
por ser un "mudacasacas", un “eterno entremetido", una "vulgar figura" y un
“ingrato" (por no haberse ni dignado contestar a las cartas escritas por Sales
desde el exilio). En esta ocasión sacaron los "Libres" catalanes sus
discrepancias con la manera cómo Gafo había llevado las relaciones con Largo
Caballero durante la Dictadura y por haberse presentado a las elecciones de
1933, cosa que para los "Libres" implicaba una aceptación de la República.
Quisiera, para terminar esta breve presentación del Sindicalismo
Católico Libre, poner de relieve el influjo que sobre este sindicato tuvo el
modelo belga y su carácter excesivamente marcado de clericalismo. La
historia que hemos relatado pone en evidencia dos maneras de atender el
papel de la Iglesia en la sociedad española (podríamos hablar de integrismo y
reformismo). Las claves políticas desde las que habría que analizar e
interpretar esta experiencia sindical serían las del tradicionalismo español y
el reformismo demócrata cristiano del Primer tercio del siglo XX español.
Cuestiones éstas abordadas en otra parte del Informe.
29
EL SINDICALISMO LIBRE (1919-1931)
Se ha comentado mucho la singularidad del movimiento obrero español
del siglo XX. España fue el único país europeo en el cual las organizaciones
sindicales se dividieron en dos grandes bloques, separados tanto por
geografía como por ideología. En el Norte y en Castilla dominaba la UGT,
central “política" ligada al PSOE. En Andalucía, Levante y Cataluña la
"apolítica" CNT, de tendencia anarcosindicalista, eclipsó a todos los
competidores. Pero la importancia y singularidad de esta división sindical no
debe hacernos olvidar otros movimientos obreros no tan importantes como
los mencionados, pero igualmente originales y dignos de investigación. Entre
estas otras organizaciones destacan, por su tamaño relativamente grande y
el importante papel desplegado durante los años veinte, los Sindicatos Libres
de Barcelona, que han recibido un tratamiento histórico escaso y superficial.
Escritores de todos los matices políticos, desde la derecha católica
hasta la izquierda anarquista, se unieron en sus conclusiones: los Sindicatos
Libres fueron Sindicatos "amarillos" que organizaron grupos de choque al
servicio de las autoridades gubernamentales y de la Patronal. No merecían
más atención que a nivel de pistolerismo callejero. En esta síntesis de la
historia de los “Libres" intentaremos demostrar que estas viejas
concepciones ya no bastan. Hace falta una nueva interpretación del fenómeno
del Sindicalismo Libre, tan importante como desconocido.
Se fundó el Sindicato Libre Regional el 10 de noviembre de 1919, en el
Ateneo Obrero Legitimista de Barcelona, dato signif¡cativo, puesto que este
Ateneo era una sede jaimista. Los fundadores del Sindicalismo Libre
procedían, en gran parte, del tradicionalismo catalán y muchos de ellos eran
requetés; los carlistas, más jóvenes y agrupados en una organización
paramilitar. Entre los líderes iniciales se destacan Ramón Sales y José
Arquer, requetés; José Baró, presidente de las Juventudes Tradicionalistas
de Cataluña, y Feliciano Baratech y Juan Laguía, ambos procedentes de
círculos tradicionalistas y los principales “teóricos" de los “Libres".
30
Aunque los Sindicatos Libres nacieron del tradicionalismo barcelonés y
su reclutamiento inicial se hizo entre obreros jaimistas, sería simplista
clasificar a la organización como un sindicato carlista. Muchos militantes no
parecen haber tenido filiación alguna con el carlismo organizado. Esta
diferencia -entre un núcleo de fundadores y dirigentes carlistas y una base
de militantes mucho más variada- se intensificaría más tarde y supondría un
problema grave para la cohesión interna del Sindicato.
Los primeros planteamientos ideológicos de los “Libres" reflejan esta
relación ambigua con el carlismo Resulta un poco artificial hablar de la
ideología de los Sindicatos Libres, puesto que éstos nunca formulaban sus
ideas de una manera sistemática o coherente. Sin embargo, dentro de la
palabrería confusa que caracteriza las declaraciones del Sindicato se pueden
extraer unas ideas de base ideológica fundamentalmente tradicional
combinada con algunas posiciones societarias bastante modernas.
Bases ideológicas
Tal vez, la decisión inicial más importante fue el rechazo total de
cualquier etiqueta confesional. Los fundadores recordaban vivamente que los
intentos de formar un sindicato católico fuerte e independiente en Barcelona
habían fracasado. La Acción Social Popular del Padre Palau había terminado
siendo un instrumento de las clases capitalistas y de la Iglesia no de los
obreros. Esta experiencia desprestigió tanto la idea del sindicalismo católico
en Barcelona que, cuando en el mitin del Ateneo alguien sugirió la formación
de un sindicato confesional, Ramón Sales rebatió el propósito diciendo que en
Barcelona no se debe ni hablar de ello, por haber fracasado repetidas veces y por ser
sindicalismo amarillo.
En la misma línea de su aconfesionalismo estuvo el propósito de crear
un sindicato puramente obrerista y profesional sin ninguna filiación política ni
intervención religiosa, donde caben todos los obreros ... Pero los "Libres" nunca
llegarían a realizar esta intención. Su base de valores tradicionales siempre
permanecería, sufriendo cierta disminución, pero surgiendo de nuevo, como
veremos, durante la dictadura de Primo de
31
Rivera.
Los elementos más relevantes de este sustento tradicionalista son la
defensa de la familia, la nación y la religión frente al amor libre, el
internacionalismo y el ateísmo, supuestamente propagados por los
anarquistas. En vez de aceptar el capitalismo como sistema y luchar dentro
de él para lograr mejoras obreras como, por ejemplo, la American Federation of Labor de los EE.UU., postulan deseos de evolución rápida e intensa hacia otro régimen más perfecto de sociedad, formulados en una retórica excesivamente anticapitalista
para esta organización en teoría puramente profesional, declaraciones que,
en principio, resultan tan generales que podían haber servido tanto para
atraer a obreros vagamente influidos por ideas anarquistas como para
articular un auténtico anticapitalismo tradicionalista.
Relación con la Patronal
El problema del grado y autenticidad del anticapitalismo de los
"Libres" nos lleva al asunto más tenebroso de su historia: sus relaciones con
los patronos. Inmediatamente después de su creación, los “Libres" fueron
acusados por sus enemigos cenetistas de ser un sindicato ‘amarillo", fundado
por los patronos y subvencionado por ellos para enfrentarse a la CNT. En un
intento de ocultar su realidad y hacer creer su "obrerismo", tenemos la
palabra del mismo Ramón Sales, presidente del Sindicato, a propósito de este
asunto. Así habló a un periodista de La Voz el 19 de noviembre de 1921:
Todo lo que pasa es culpa de la burguesía. Los patronos, al crearse el Sindicato Libre, creyeron que íbamos a ser sus lacayos. Y nada más lejos de la realidad. Nuestro espíritu y nuestra labor han de ser siempre obreristas, porque obreros somos todos los que militamos en esta organización, Además, la mayoría de nuestros hombres ha formado antes en las filas del Sindicato Único. Y no por ideal sindicalista precisamente, sino por los beneficios obtenidos en la lucha coactiva contra la clase burguesa.
A pesar de las matizaciones posteriores, este lapsus confirma lo que
evidencia la actividad huelguística y el análisis de la propaganda del
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Sindicato: los “Libres" nacieron con apoyo de la Federación Patronal, al
esperar ésta que la nueva organización actuase de manera “amaril la".
Esta esperanza fue realizada. Durante la primera época de su
existencia -desde 1919 hasta mediados de 1921-, la actividad huelguística
del sindicato fue casi nula (como es lógico, en un sindicato “amarillo"). Pero
unos meses después de iniciarse el general Martínez Anido como
gobernador civil de Barcelona parece que los "Libres" se sintieron
suficientemente fuertes para demostrar y dar a conocer su auténtica
realidad: un sindicato de pistoleros al servicio de la patronal, con el apoyo
de los militares y policías.
El primero y más acérrimo de los “enemigos" de los "Libres", lo
formaban los anarcosindicalistas de la CNT. Según los Sindicalistas Libres
ellos intentaron cooperar con la CNT, pero ésta rechazó todas los ofertas de
cooperación ya que según los cenetistas los "Libres" nunca fueron más que
un grupo de pistoleros, con escasísima implantación entre la clase obrera,
que, amparados por la Patronal y el Gobierno, abrieron fuego
repentinamente contra la CNT.
La guerra con la CNT
Había una larga historia de terrorismo en Barcelona antes de la
aparición de los Sindicatos Libres, contra los obreros de la CNT por la
Patronal y las autoridades. No se puede culpar al Sindicato Libre de haber
provocado este terrorismo, solo fueron uno de los métodos o armas que
emplearon para practicar ese terrorismo. Baste decir que los "Libres" nunca
ocultaron sus intenciones de tomar represalias violentas contra el Sindicato
Unico de la CNT. Hasta el mismo ayudante de Martínez Anido, y
simpatizante de los “Libres", Oller Pinol, reconocería que éstos habían
advertido a CNT que por cada uno de ellos que cayera (al defenderse CNT)
le seguirían tres del Único, y la advertencia se convirtió en realidad, la
respuesta del "Libre“ fue contundente y mayor que el agravio... (Se calcula
que en esta “guerra", fueron asesinados unos 500 obreros de la CNT, y unos 50
pistoleros del “libre", empresarios, policías y demás jauría criminal)
Uno de los atentados más notorios, habitualmente atribuido al
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"Libre" por CNT, fue el asesinato del abogado Francesc Layret. También lo
atribuye el “Libre" René Llanos de Niubó, un viejo militante del Sindicato
Libre y conocido del asesino. Así fue el atentado:
*El matador de Layret fue un pistolero, llamado Fulgencio Vera, yerno de Ginés Mirete, obrero tintorero de la casa Cascante y presidente del Comité del Sindicato Libre de aquella fábrica, y lo mató porque había defendido a obreros detenidos, que logró sacar absueltos. El atentado lo realizó solo, sin protección alguna, disparando a corta distancia sobre él que por una parálisis infantil tenía atrofiadas las dos piernas, por lo que, además de con muletas, iba acompañado de un criado, que al ver que el agresor sacaba la pistola salió huyendo, dejando a Layret, vacilando sobre sus muletas y expuesto a los disparos de Fulgencio Vera, que al verle caer se marchó tranquilamente sin ser perseguido por nadie, cruzando la doble vía del tren eléctrico de Sarriá.
Otro famoso atentado de aquellos tiempos fue el asesinato, en marzo
de 1923, del “Noi del Sucre", Salvador Seguí, destacado militante cenetista
(que llegó a ser Secretario General de la CNT).
No faltan amenazas, de los "Libres", en el crimen contra la vida del
“Noi" en el semanario del Sindicato “Libre'1, Unión Obrera. El 3 de diciembre
de 1921, cuando Seguí estaba encarcelado, el periódico libreño escribió que
...a un hombre (Seguí) que está detrás de las rejas de una cárcel no se le debe decir nada. Esperan todos liquidar cuentas el día que no tenga unos grilletes en las manos!
La lucha callejera entre líbrenos y cenetistas fue importante no
solamente porque creó una rivalidad de sangre entre los dos sindicatos que
nunca desaparecería, sino porque quitó al “Libre" el poco apoyo que habrá
tenido entre los elementos católicos de Barcelona. Al establecimiento
católico de Barcelona tal vez hubiera gustado apoyar a los "Libres" contra la
CNT como mal menor, a pesar de la aconfesionalidad tajante del Sindicato.
Pero la adopción por parte del «Libre» de las mismas tácticas y
procedimientos de los Ganster, le privó de la confianza de la comunidad
católica. Los "Libres" manifestaron muy temprano, al menos en forma
embriónica, una cierta exaltación de la violencia en sí. Esta posición
difícilmente podrá reconciliarse con el pensamiento social 34
católico. Católicos de todos los matices, desde el diario integrista. El Siglo Futuro hasta los representantes de la Democracia Cristiana, nunca dejarían
de tachar al Sindicato Libre de asesinos a sueldo.
La protección de Martínez Anido
Desprovisto del apoyo de la Iglesia, y batallando diariamente contra
la CNT, es sorprendente que el Sindicato lograse sobrevivir su primer año y
medio de vida. Pero su situación precaria terminó con el nombramiento del
general Martínez Anido "el carnicero de los obrero"
como gobernador civil de Barcelona. Hasta entonces no los "Libres'1 gozaran
plenamente del apoyo gubernamental. Los gobernadores civiles Amado y
Bas se mostraron amigos del ala moderada sindicalista de la CNT y el conde
de Salvatierra basó su política en la represión gubernamental de todos los
sindicatos. Con el advenimiento de Martínez Anido todo cambió. Los
dirigentes del “Libre" establecieron una estrechísima relación personal con
el nuevo gobernador. Gratitud y alabanzas a Martínez Anido son, tal vez, los
hilos más constantes en la propaganda de los “Libres". La historia oficial del
Sindicato está dedicada al general y, ya en vísperas de la guerra civil, Juan
Laguía dedicaría un capítulo entero de un libro a elogiar desmedidamente a
Martínez Anido. Los "Libres" tenían a su diestra el poder personal del
general Martínez Anido y casi puede calificarse su actuación durante su
mando como la de policías-obreros.
Fue durante el bienio 1921-1922 y bajo la protección de Martínez
Anido, cuando los “Libres'1 se hicieron una fuerza criminal importante en
Cataluña. Y aunque posiblemente llegaron a afiliar (por la coacción y el
terror) a bastantes obreros en toda Cataluña. Pero el Sindicato no echó
raíces en la masa obrera catalana. Los nuevos adheridos se afiliaban en el
Sindicato, principalmente porque el Gobierno había clausurado a CNT, y por
mucho miedo, y no a causa de una repentina conversión a los ideales del
Sindicalismo Libre. Este vacío moral y ético impidió que el Sindicato se
enraizase en la masa obrera catalana.
Tampoco resultaban positivas las relaciones que el Sindicato
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mantenía con Martínez Anido. Parece que la unión forjada fue casi
exclusivamente con el general y sus seguidores y no llegó a esferas más
altas del Gobierno. Martínez Anido había gobernado Barcelona como si fuera
su feudo personal; con su desaparición, los "Libres1' tenían que afrontar
problemas que antes les habían sido solucionados, por el escudo protector
de impunidad del general. Los nuevos gobernadores civiles liberales que
siguieron a Anido hicieron un esfuerzo especial por permanecer neutrales en
la lucha entre los "Libres" y la CNT. El gobernador Pórtela Valladares
informó al titular de la Gobernación, en julio de 1923, que los “Libres1' eran
tan revolucionarios como la CNT, pero hacia la ultra-derecha, y que el Sindicato
Libre deseaba apoderarse por el terror de la ciudad. Portela temía perturbaciones
tanto por parte del "Sindicato Rojo'1 (CNT) como del "Sindicato Blanco" (los
"Libres").
Desde la destitución de Martínez Anido en octubre de 1922 hasta el
golpe de Estado del 13 de septiembre de 1923, los "Libres“ tenían que
hacer frente a las autoridades y a la CNT y hay muchas indicaciones de que
no era una organización suficientemente fuerte para tan difícil tarea.
Los “Libres" intentaron extenderse fuera de Cataluña. Muy deprisa
montaron un Sindicato bancario madrileño y, entusiasmados por el éxito de
una pequeña huelga bancaria en Barcelona, declararon la huelga general de
todos los establecimientos de banca y bolsa de Madrid. La causa de la
huelga fue una pequeña rencilla de despido, por lo que lanzar al paro total a
un sector tan vital como el bancario fue, como mínimo, un desacierto. La
huelga, como era de prever, fracasó rotundamente y culminó en la
disolución total de los sindicatos bancarios madrileños. Los "Libres", habían
levantado el Sindicato madrileño más sobre una base de demagogia
gansteril que sobre una fundación societaria sólida.
Incluso en Cataluña hay también indicios de la falta de solidez del
Sindicato, dado su final de terror, aprovechado por muchos obreros para
irse a los nuevamente surgidos Sindicatos de CNT. No es fácil que el edificio
estuviera a punto de derrumbarse por completo, pero
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parece probable que en el último verano de la Monarquía Constitucional el
sindicato Libre empezaba a desmoronarse. Pero este proceso se invirtió con
el advenimiento de la dictadura de Primo de Rivera.
El apogeo de la dictadura
Fue bajo el régimen dictatorial cuando el Sindicato Libre alcanzó su
mayor influencia “laboral1'. Unos meses después del pronunciamiento del
13 de septiembre, en enero de 1924, los Sindicatos Libres de Barcelona se
fusionaron con los Sindicatos Católicos Libres del Padre Gafo Los Católicos-
Libres habían sido criticados por la Iglesia y los Sindicatos Católicos del
marqués de Comillas a causa de su relativa autonomía de la jerarquía y sus
intentos de formar sindicatos totalmente independientes de los patronos.
Con la entrada de los Católicos libres en la organización barcelonesa se
formó la Confederación Nacional de Sindicatos Libres de España. Por
primera vez (si se exceptúa el fracaso bancario madrileño), los "Libres"
salieron fuera de Cataluña, principalmente al País Vasco, donde los ex
Católico-Libres tenían su mayor implantación, pero también a Madrid,
Aragón, Levante y Andalucía. Sin embargo, el peso principal de la nueva
Confederación siempre estaría en Cataluña.
Durante la dictadura los "Libres" aumentaron paulatinamente su
número de afiliados. En 1925, la Confederación dijo tener unos 111.252
dineros inscritos, el 95 por 100 en Cataluña. Esta cifra se elevó a casi
200.000 al llegar el IV Congreso de la Confederación en 1929, con lo que se
colocaba, después de la UGT, como la fuerza “laboral" más potente del país.
Este crecimiento obedece a la ilegalidad de la CNT durante la época de
Primo de Rivera. Los “Libres" reclutaron esa masa tambaleante y miedosa,
y lo mismo que durante el mando de Martínez Anido en Barcelona el
Sindicato creció no a causa de organización y administración superiores a
las de la CNT, sino porque era junto con la UGT, los únicos sindicatos
"legales".
Hay otro importante paralelismo con el bienio de Martínez Anido en
Barcelona, quien ocupaba el importantísimo cargo de ministro de la
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Gobernación durante la dictadura. Desde su posición poderosa, el antiguo
amigo de los "Libres" volvió a apoyar al Sindicato e hizo todo lo que pudo
para marginar a la CNT y a la UGT. Esto se ve reflejado claramente en el
siguiente telegrama del ministro al gobernador civil de Vizcaya del 18 de
julio de 1924:
Me entero de que Jacinto Baltasar y Severiano Vila, socialistas de Aranguren, ejercen tal presión sobre presidente Sindicato Libre dicha punto. Eusebio de Burgo, que puede dar lugar a un conflicto de gravísimas consecuencias. Le ruego apoye este último, pues es gente que yo protejo, siendo necesario hacer frente a los socialistas y hasta ir violentamente contra ellos para mantener la autoridad del Sindicato Libre, única fuerza de que disponemos para contrarrestar la de aquéllos.
También, como durante 1921-1922 en Barcelona, los Sindicatos
libres no parecen haber establecido mucho más que una relación especial
con Martínez Anido y sus aliados. El general intentó convencer a sus colegas
de Gobierno de patrocinar al "Libre" como contrapeso de la UGT en el Norte
y en Madrid, y además como sustitutivo de la CNT en Cataluña, pero en este
empeño fracasó. El Gobierno de Primo de Rivera siempre respetó a la UGT.
Durante toda la Dictadura los "Libres" se quejaban de que nosotros no tuvimos el honor de ser oficialmente considerados como los más genuinos representantes de la clase obrera. Esto explica por qué los «Libres» recibieron simplemente con cortesía a
Primo de Rivera cuando viajó a Barcelona, pero cuando el visitante fue
Martínez Anido hubo festejos especiales y un gran banquete en su honor.
Durante la Dictadura, la vieja ideología tradicionalista del "Libre"
volvió a la superficie. El Sindicato siempre había favorecido la colaboración
de clases: superaba a los Sindicatos Católicos en aceptar los modernos
métodos de extorsión obrera. El Sindicato defendía la obra corporativa
patronal hasta -y después de- la proclamación de la República, cuando ya
no era políticamente oportuno hacerlo. Los socialistas y la UGT también
habían colaborado con la Dictadura, pero con un espíritu de puro
oportunismo, no de lealtad ideológica. Al primer
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signo de debilitamiento se distanciaron del régimen. Los "Libres"
permanecieron al lado de la Dictadura hasta el amargo final.
La supresión de la CNT no fue suficiente para garantizar al "Libre"
monopolio total de los Comités Paritarios establecidos por el régimen
corporativo. Los “Libres" siempre habían sido anticatalanistas y tuvieron
otro enemigo en los sindicatos de empleados de oficina agrupados en torno
al Centro Autonomista de dependientes de Comercio e Industria (CADCI).
Este Centro fue clausurado por la Dictadura en 1923 a causa de su
catalanismo, pero se permitió su reapertura, esta vez sin “autonomista" en
su nombre y bajo el control del Sindicato "Libre", en 1926. Los sindicatos
perjudicados por esta apropiación se unieron a otros sindicatos de tipo
profesional en 1927 para oponerse a la candidatura "Libre" del Comité
Paritario de Comercio. Esta coalición antilibreña derrotó a sus enemigos,
pero nunca pudo tomar sus posiciones como vocales en el Comité, puesto
que los “Libres" acudieron al Gobierno y procuraron que éste anulase los
resultados de la elección. Esta tendencia del Sindicato Libre de buscar el
apoyo del Gobierno, que se remontaba a los tiempos del mando de
Martínez Anido en Barcelona, se acentuó durante la dictadura. El tener más
fuertes raíces en el aparato dictatorial que en la masa obrera catalana
supondría resultados desastrosos para el Sindicato.
Fin del Sindicato Libre
La actitud prodictatorial, la disputa con el CADCI y el anti-
catalanismo del "Libre" le perdió el poco apoyo que tal vez podía haber
tenido entre las clases conservadoras ligadas a la "Lliga Regionalista".
El apoyo de la Iglesia ya lo había perdido hace mucho tiempo. Los
anarquistas se mostraron tan opuestos al Sindicato Libre como siempre. Y
con la caída de Primo de Rivera y la salida de Martínez Anido del Ministerio
de la Gobernación, los “Libres" se vieron desprovistos de su único aliado
importante y en 1930 casi no toman amigos, salvo en algunos sectores del
carlismo catalán.
Dada su débil implantación entre los obreros no sorprende que
durante todo 1930 los "Libres" fueran perdiendo afiliados y sindicatos
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enteros se pasaran a la nuevamente legalizada CNT, No poseemos cifras,
pero parece que solamente quedaron en el “Libre" los elementos
tradicionalistas que siempre habían constituido el núcleo de la organización
(o sea los auténticos ganster y matones). Con la implantación de la
República se añadió al proceso de descomposición natural del Sindicato la
persecución sistemática de que fue objeto por parte de las autoridades
barcelonesas (en manos de la Esquerra, viejo enemigo del “Libre") y de la
CNT-FAI. Durante el mes posterior al 14 de abril de 1931 murieron
asesinados 24 dirigentes del “Libre". El Sindicato mismo fue prontamente
disuelto por el nuevo régimen y Ramón Sales y otros jefes huyeron a
Francia, donde les había precedido el general Martínez Anido.
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Publicaciones Ácratas: EL SEMBRADOR
Agosto del 2011