Post on 24-Jan-2017
TEXTOS DIDÁCTICOS PARA CLASE DE ESPAÑOL
LENGUA EXTRANJERA
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Los europeos gastan 250 veces más en mascotas que la
comunidad internacional en Derechos Humanos
www.elmundo.es / viernes 01/07/2011
Los europeos gastan 250 veces más en mascotas que lo que desembolsa la
comunidad internacional para la protección y promoción de los derechos
fundamentales, según ha confirmado este jueves la Alta Comisionada de las
Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Navi Pillay, que ha puesto en
duda "el compromiso internacional con los derechos fundamentales".
Asimismo, Pillay ha asegurado que lo que desembolsan los australianos en
huevos de pascua cada año o lo que cuestan tres aviones de combate F-16 es el
mismo montante que el presupuesto anual del Alto Comisionado, cifrado en 202
millones de dólares (139 millones de euros).
"Pido a todos los estados a dedicar mucho más (esfuerzo económico) en hacer de
los Derechos Humanos una realidad", ha manifestado Pillay en una rueda de
prensa, en una nueva petición de más fondos para financiar sus actividades y
operaciones a raíz del estallido de la 'Primavera Árabe'.
Al respecto, Pillay ha aseverado que el mensaje de los movimientos de protesta
han aumentado el entusiasmo por el respeto de los derechos fundamentales a
nivel global. "Seguro que tiene sentido invertir más contundentemente en
Derechos Humanos", ha dicho, "para apoyar a todos sus defensores y a los
valientes manifestantes de Oriente Próximo y el norte de África" en lugar de
"elogios y palabras bonitas".
El Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos ejecuta gran parte
de la actividad de las Naciones Unidas en derechos fundamentales, siendo
responsable desde los programas de entrenamiento policial en países emergentes
hasta la fundación de centros para la ayuda de víctimas de la tortura. Además,
está presente en 55 países distintos, en el marco de los pactos de control y
observación de la ONU previstos en la Declaración Universal de los Derechos
Humanos.
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¿Qué hacemos con los niños en vacaciones?
M. CARMEN TRIGO MÁRQUEZ / elpais.com 17/06/2011
Dentro de poco tendremos en casa a los niños para el período de vacaciones más
largo del curso. Hay otras vacaciones y puentes, y fines de semana, y tardes
libres. En esa línea va la docencia: menos horas de clase y más tiempo libre. En el
caso de los mayores, para que estudien, y en el caso de los pequeños....
Los profesores sabemos que tras cada periodo vacacional, cuesta retomar un
cierto ritmo de trabajo habitual. Por eso nos gustan y no nos gustan. En casa hay
conflictos. ¿Por qué? Seguramente porque no tenemos claro que el tiempo de
ocio -las vacaciones- no es tiempo de vagancia, de caos, de pereza, de no hacer
nada.
Lo primero es que los niños tienen que descansar al término del curso, sobre todo
si han estudiado y se han esforzado por alcanzar los objetivos de su nivel. Pero
nadie que no esté muy enfermo necesita descansar dos meses. Lo segundo es que
lo propio del ocio, lo que hace distinto y agradable ese tiempo es la posibilidad
de desligarse de lo obligatorio. Pero el descanso activo no lleva a apartarse del
cultivo de la inteligencia sino a hacerlo de otra manera: con juegos, fiesta,
entretenimiento...
Y ¿qué hacemos en casa? Algunos consejos, muy prácticos:
a) Disponer el horario de vacaciones, diferente del horario del curso, pero
horario, al fin y al cabo, porque los niños se desconciertan y se debilita su sentido
de responsabilidad.
b) Preparar actividades. Para eso las familias contamos ahora con bastante
ayuda, aunque quizás necesitaríamos algo más, porque los padres no tienen las
mismas vacaciones. Seguro que cerca de casa hay algún centro juvenil, un
Ayuntamiento o centro cultural con actividades. Si no, hay que crearlo. Ahí
podemos encontrar el lugar apropiado para que los niños desarrollen su
creatividad: pintura, dibujo, música, visitas... y, según van creciendo, aprendizaje
de idiomas, servicio a personas mayores, talleres literarios. Me ha llamado
mucho la atención cómo los padres matriculan de inglés, fuera de lo escolar, a
sus hijos, durante el curso, multiplicando así sus deberes y, a veces, dejan pasar
el verano, que es mejor oportunidad. O para estudiar otro idioma, que hay más
que inglés en este mundo. Siempre y para todos, lectura y actividades
deportivas. Haciendo en un club ejercicios de lectura comprensiva de Simbad el
marino se libró más de un alumno de primaria de repetir curso. Y ¿cómo no?: el
aprendizaje necesario para que puedan vivir alguna vez la experiencia de ¡Solo
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en casa! Según las edades: sacar la basura, ordenar armarios, poner la lavadora,
hacer una ensalada...
c) Cuando las vacaciones padres-hijos coinciden, ese es el momento de tener un
estilo familiar propio; y cada familia tiene que pensar cómo y cual va a ser el
suyo. Me he encontrado en tantos años de profesión docente, al hablar en tutoría
sobre qué hacer en vacaciones, familias con los más diversos estilos: reunirse con
parientes, hacer excursiones, un viaje -cada vez más corto con la crisis- a algún
lugar alejado, dentro o fuera de España, ir al pueblo, hacer fiestas, dar vía libre -
ordenada- a las aficiones de los niños... ¿Quiénes lo pasaban peor?: los que no
tenían ningún plan.
Si la edad lo permite, como intentamos educar a seres libres, lo bueno es que las
actividades sean de acuerdo entre padres e hijos. Y si es difícil, no viene mal
ejercer un poco la autoridad -de modo correcto- para que no se oxide por falta de
uso.
La cuestión es que la llegada de las vacaciones sea alegre y festiva para todos.
M. Carmen Trigo Márquez es catedrática de Enseñanza Secundaria y pertenece a
la Plataforma Mejora Tu Escuela Pública
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REPORTAJE
Si fumas no trabajas
La adicción se generaliza como causa de despido en EE UU - La lucha
antitabaco llega al límite con la exigencia de análisis de orina y sangre al
empleado
DAVID ALANDETE 19/02/2011
www.elpais.com
Es el peor temor de cualquier desempleado que, además, sea fumador. Desde el
próximo 1 de marzo, la red de hospitales de Franciscan Health System, del
Estado de Washington, no contratará a aquellas personas que tengan nicotina en
su cuerpo. "La nicotina se añade a la lista de sustancias que se tratarán de
detectar en el periodo que media entre el momento en que le ofrecemos a alguien
un trabajo y cuando el candidato se incorpora a la empresa", ha dicho la
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compañía en un comunicado oficial. "Si el candidato da positivo, sea cual sea la
fuente, será eliminado de la lista de candidatos a considerar". Franciscan Health
System es una de las mayores empresas de su área, y contrata a 8.100
trabajadores.
Después de que la Administración prohibiera el tabaco en espacios públicos
cerrados y compartidos; de que incrementara los impuestos sobre las cajetillas de
cigarrillos y restringiera la publicidad pagada por empresas tabacaleras, el nuevo
debate lo protagoniza el sector privado. ¿Tienen las empresas derecho a despedir
o rechazar candidatos que fumen? ¿Obedece esa campaña a motivos de salud o
de imagen? ¿Afecta en el puesto de trabajo que una persona consuma cigarrillos
en sus horas libres, en su residencia privada?
En Estados Unidos, estas prohibiciones son solo parcialmente legales. De los 50
Estados que conforman la Unión federal, 29 han aprobado leyes que impiden
discriminar a los fumadores. En el resto no se ha aprobado ninguna medida
semejante y es legal despedir o no contratar a los fumadores. Las empresas
alegan todo tipo de razones para tomar estas medidas: incremento de los gastos
de prevención, aumento de las bajas por enfermedad y descenso de la
productividad por parones en el trabajo para fumar.
El caso es que, a la larga, y en 21 Estados norteamericanos, es perfectamente legal
despedir o no contratar a fumadores. Llamó la atención sobre ello, en 2006, Scott
Rodrigues, cuando fue despedido de The Scotts Co., una empresa dedicada a la
jardinería, según dijo él en su demanda "por fumar en privado, nunca en horario
laboral, siempre fuera del lugar de trabajo". La empresa implementó, en 2005,
una nueva norma por la cual haría análisis de orina aleatorios a los empleados.
Los que dieran positivo, serían despedidos fulminantemente.
En agosto de 2006 se sometió a Rodrigues a uno de esos análisis, dio positivo y
fue despedido. En su demanda, presentada en 2007 en la corte federal del distrito
de Massachusetts, este admitió haber fumado. Pero, añadió, "nunca en el
trabajo... ni siquiera en los periodos de descanso en jornada laboral o en
presencia de otros empleados o clientes de Scotts". Destacó, además, que la
empresa se había centrado en combatir el tabaco pero no otras dolencias tan
costosas o más.
"Scotts no fuerza a sus empleados a evitar otras prácticas legales pero insanas,
incluidas la obesidad, el consumo de alcohol, no hacer deporte, paracaidismo,
exceso de horas ante el televisor, consumir demasiados productos azucarados,
ser dueño de mascotas peligrosas, volar en avionetas privadas, hacer
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montañismo, participar en carreras de esquí de descenso, manejar yates en
solitario o fumigar céspedes con químicos de composición tóxica", dijo.
Suena, es cierto, a broma. Pero para las personas afectadas no lo es. Rodrigues
perdió su trabajo y, eventualmente, la demanda, en 2009. No está solo. Su caso no
es único o aislado. Ni siquiera es de los más flagrantes porque él había trabajado
para su empresa dos semanas. ¿Qué sucede si, en lugar de 14 días, hubieran sido
más de 5.000, 14 años de leal servicio a una empresa? Podría responder Anita
Epolito, que en 2005 fue despedida por sus jefes de la empresa consultora de
seguros de Michigan Weyco. Había fumando ocasionalmente en los descansos de
su jornada laboral y fumaba en casa. El uno de enero de aquel año sus jefes
prohibieron el tabaco dentro y fuera de la oficina. Un análisis de orina reveló que
había fumado. En su casa. Fue despedida. "¿No significan nada mis 14 años de
servicio a la empresa?", le preguntó a su jefe. "Lo siento, pero no".
Con el nuevo año, la polémica la ha reavivado una agrupación de hospitales de
Massachusetts, que ha implementado una estricta política para efectuar análisis
de orina y rechazar a cualquier solicitante de trabajo que fume. Son malas
noticias para los fumadores en una economía difícil y en la que el paro, en EE
UU, ha alcanzado al 10% de la población activa. Se trata de la Asociación de
Hospitales de Massachusetts (MHA, por sus siglas en inglés), que engloba a más
de 90 centros médicos y hospitalarios en aquel Estado.
"En MHA y los hospitales que la conforman tenemos una larga tradición de
compromiso con las iniciativas que fomentan la salud y el bienestar de nuestros
pacientes", explica Lynn Nicholas, su consejera delegada. "Nuestra asociación
defiende el principio de que se debe trabajar a favor de la salud. Apoyamos el
derecho de todos nuestros trabajadores para desempeñar sus labores en un
medio ambiente sano, libre de humos. Y predicamos con el ejemplo".
Nicholas esgrime diversos datos: que cada año mueren en su Estado 80.000
personas por complicaciones relacionadas con el tabaco, como enfisema, cáncer
de garganta y pulmón o enfermedades cardiovasculares. Añade que, de
promedio, los fumadores viven 14 años menos que los no fumadores. Pero
¿dónde acaban los derechos de los no fumadores y comienzan los de los
fumadores? Y, como se preguntaba el jardinero Rodrigues, despedido en 2006,
¿por qué no perseguir otras conductas de riesgo?
"En MHA nos centramos exclusivamente en el consumo de tabaco. No podemos
considerar a los fumadores como una especie protegida, como sucede con otras
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adicciones. La del tabaco es una adicción que supone la mayor causa de muertes
prevenibles que se registra cada año. Los cigarrillos causan más muertes que
dolencias como el sida, accidentes de tráfico, asesinatos, suicidios y abuso de
drogas ilegales, combinados".
En EE UU, y a pesar de diversas políticas públicas en contra del tabaco por parte
de la Administración, sigue fumando uno de cada cinco ciudadanos, 42 millones
en total. El Instituto Nacional de Salud norteamericano (NIH, por sus siglas en
inglés) calcula que, solo en el siglo XX, el tabaco mató a más de 100 millones de
personas. Si las tasas de consumo de nicotina se mantienen como ahora, la cifra
puede ascender a los 1.000 millones durante el siglo XXI. Las políticas antitabaco
son comunes en ambas costas del país, en Estados como California o Nueva
York, pero la nicotina sigue campando a sus anchas en otros Estados centrales y
más rurales, en zonas económicas más depauperadas. Es allí, en Estados como
Virginia Occidental (donde fuma el 27% de los adultos), Indiana (el 26%) o
Kentucky (25%), donde el tabaco causa el 90% de casos de cáncer de pulmón,
según el NIH. Según estudios realizados en esos entornos, el humo del tabaco
mata en todo EE UU a unos 450.000 fumadores y a unos 38.000 fumadores
pasivos, aquellos que no fuman pero inhalan el humo de los que viven o trabajan
junto a ellos.
Pero, ¿cuánto cuesta el alcohol? ¿Y la obesidad? ¿Son equiparables al consumo de
nicotina o más caros? ¿Dónde acabará la lista de razones para no contratar a
alguien? Es lo que se preguntan otros expertos y defensores de lo que llaman
derecho del trabajador a la privacidad, como Lewis Maltby, presidente del lobby
Workrights Institute, que ha emprendido una campaña de dimensiones
nacionales contra el despido o la no contratación de fumadores. "Obviamente no
se están violando los derechos legales de los trabajadores porque no hay leyes al
efecto en 21 Estados, pero estoy seguro de que sí se están violando sus derechos
morales", afirma.
"No hay nada que haga del tabaco algo tan especial como para someter a los
fumadores a esta campaña", añade. "Hay una larga lista de cosas que hacemos en
nuestra vida privada que tienen efecto tarde o temprano en nuestra salud, sea
tabaco, sea cerveza o sea alimentación. ¿Se va a poner una empresa a averiguar si
hemos cumplido con nuestros impuestos? ¿O si tenemos multas de tráfico? ¿Van
a dejar de contratarnos por ello? Esas empresas hospitalarias que ahora no
contratan a fumadores no operan, como dicen, para ahorrar en gastos sanitarios.
Es más bien una cuestión de imagen. Lo hacen como un lavado de cara, porque
queda mejor ante la clientela".
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Para Maltby, el del tabaco es un episodio más en un largo serial de agravios al
trabajador: "En este país las empresas se han permitido despedir a personas por
casi cualquier motivo. Han despedido a trabajadores por beber cerveza, por tener
demasiado sobrepeso o por conducir mal. Cualquier razón es válida". Es cierto
que en 29 Estados hay leyes que protegen al fumador. Es el resultado de una
agresiva campaña por parte del lobby del tabaco, financiado por la empresa
Philip Morris (fabricante de Marlboro, Chesterfield y L&M, entre otras marcas) y
diversas asociaciones de defensa de los derechos civiles, como la American Civil
Liberties Union, que respondían al intento de diversas grandes empresas, como
Turner Broadcasting, de no contratar a fumadores hace dos décadas.
"Fue Philip Morris quien financió esas medidas, con cuantiosas contribuciones a
legisladores de aquellos Estados", explica el profesor de Práctica de Salud Pública
de la Universidad de Harvard Gregory N. Connolly. Este experto, director del
Centro para el Control Global del Tabaquismo, asegura que el esfuerzo de las
empresas por disuadir a los trabajadores de consumir nicotina es encomiable.
"No hay nada malo en ello. Los fumadores incrementan el gasto sanitario de esas
empresas, que son las que suelen pagar sus seguros médicos. Registran menos
productividad. Enferman más. Además, los fumadores nunca pagan el coste real
de consumir tabaco. Ellos compran sus cajetillas, pero el gasto sanitario lo
asumen otros, como sus empleadores. Es hora de que se den cuenta de ese coste
real".
El profesor Connolly también utiliza una lista de agravios comparativos para
defender la no contratación de fumadores. "Sucedería lo mismo con otras
adicciones. Si yo fuera empresario tampoco contrataría a adictos a otras
sustancias. Dudaría de la productividad de alcohólicos, consumidores habituales
de morfina o de cocaína. ¿Por qué debemos hacer una excepción con el tabaco?
¿Porque es legal? El alcohol también es legal". Añade que el caso de los
hospitales está, si cabe, más justificado: "¿Qué mensaje estamos mandando a los
pacientes de cáncer de pulmón si el médico o el enfermero que les cuida fuma?
Es, desde luego, un mal ejemplo".
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¿Eres adicto al Internet?
Un grupo de especialistas estadounidenses han considera que pasar horas
pegados a Internet puede ser un problema psiquiátrico.
Se considera que así como consumir drogas, fumar tabaco e ingerir alcohol son
adicciones, el pasar horas conectados a Internet también es un problema adictivo.
Se estima que entre el 6% y el 10% de los estadounidenses lo padecen.
Esta afición o adicción ha sido diagnosticada por ciertos expertos como Trastorno
Adictivo a Internet (TAI) y se estima que entre el 6% y el 10% de los
aproximadamente 189 millones de usuarios de EEUU lo padecen.
Una persona que pasa horas al día frente a la computadora navegando por
Internet, enviando correos electrónicos, negociando acciones, chateando o
jugando puede considerarse un “ciberadicto” y, por tanto, necesita ayuda.
Así lo consideran especialistas como la psiquiatra Hilarie Cash, cuyo Servicio de
Adicción a Internet y Ordenadores, en la Universidad de Pensilvania, es visitado
por pacientes diagnosticados con el TAI.
Cash ha identificado como síntomas del TAI la constante preocupación por
“estar conectado”, así como mentir acerca del tiempo que se pasa navegando por
Internet o sobre el tipo de contenido visto, además de aislamiento social, dolor de
espalda y aumento de peso.
“Si el patrón de uso de Internet interfiere con tu vida o tiene impacto en tus
relaciones de trabajo, familiares y de amistad, debes de tener un problema”,
anota otra experta, Kimberly Young, investigadora líder de las adicciones a
Internet.
Young es la fundadora del Centro para Adicciones en la Red, con sede en
Bradford, Pensilvania, donde funcionan grupos de apoyo a las “ciberviudas”,
esto es, las esposas de adictos a las relaciones amorosas, la pornografía o las
apuestas vía Internet.
En opinión de Young, los “ciberadictos” optan por el placer temporal en lugar de
las relaciones íntimas y profundas.
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Los enfermos cibernéticos entran en un círculo vicioso, ya que la pérdida de
autoestima crece a medida que aumenta su adicción a Internet, lo que a su vez
eleva su necesidad de escapar de la realidad y de refugiarse en la red.
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Adictos a Internet
Un estudio médico revela que el 8,8% de los usuarios sufre
una dependencia enfermiza de la Red
RAMÓN LOBO – elpais.com - 27/01/2002
Son los primeros datos sobre una muestra significativa dados a conocer en
España y demuestran que existe un problema en el uso de Internet. Un 8,8% de
los encuestados padece síntomas de una dependencia patológica de algunos de
los servicios de la Red. Los psiquiatras consultados aseguran que aún es pronto
para medir el impacto de esa adicción, pues los enfermos no son conscientes de
su situación y evitan las consultas médicas. La inmensa mayoría de ese 8,8% de
ciber-nautas acumula alguna otra dependencia, sea química o de
comportamiento, y sufre ciertos trastornos de la personalidad. Es en los chat y en
los juegos interactivos en Red donde se acumulan la mayoría de esos usos
patológicos.
Si dedica más de 30 horas de su ocio a navegar cada semana por Internet, siente
el impulso de conectarse al entrar en su casa, descuida relaciones personales que
antes le resultaban satisfactorias, pierde horas de sueño, no puede controlar el
tiempo que pasa conectado o sufre ansiedad cuando no está en la Red, usted
tiene problemas graves de adicción.
Un estudio, realizado por tres psiquiatras de Madrid y uno de Barcelona, revela
que el 30% de los internautas que respondieron a su encuesta están en riesgo de
dependencia y que el 8,8% sufre los síntomas de un uso problemático de alguno
de los servicios de Internet. 'Son unos datos preocupantes, que coinciden con
otros estudios, pero hay que tratarlos con mesura: las personas que contestaron a
los cuestionarios son usuarios medios-altos de la Red', aseguran Alberto
Fernández Liria y Lourdes Estévez.
Entre julio y septiembre, estos psiquiatras procesaron miles de respuestas a los
tres test colgados en la página web adictosainternet.com. Tras una criba inicial,
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acaban de reunir esta semana las primeras conclusiones significativas sobre una
muestra de 2.572 casos. 'La adicción es mayor de la que se pensaba', dice la
doctora Estévez con los gráficos en la mano. 'No es que Internet, en sí, la genere.
Toda conducta adictiva se calma con lo que está al alcance, por eso muchas de las
tendencias tienden a solaparse entre ellas', afirma Fernández Liria. 'Pensamos
que la mayoría de ese 8,8% acumula otras adicciones y sufre algún trastorno de
la personalidad'.
Enrique Echeburua, catedrático de Psicología Clínica en la Universidad del País
Vasco, asegura que es imprescindible diferenciar los adictos en la Red de los
adictos a Internet. 'Hay compradores compulsivos, ludópatas y enganchados al
sexo que han hallado en la Red un camino para calmar sus ansias, pero no son
parte de los adictos a Internet'.
La doctora Kimberley Young, de la Universidad norteamericana de Pittsburg, es
una de la pioneras en el estudio de la dependencia a Internet. Según sus
conclusiones, entre el 5% y el 10% de los cibernautas estadounidenses padecen
adicción a la Red. 'Estos datos no son extrapolables a España', dice Echeburua,
'pues aquí la penetración de Internet es menor. Nos faltan casos concretos en las
consultas para que se pueda definir la verdadera dimensión de esta
dependencia'.
Jesús de la Gándara, psiquiatra del hospital Divino Vallés de Burgos, sostiene
que la dependencia patológica a la Red 'será un problema grave en el futuro y
que ya afecta a los más jóvenes'. La doctora Ángeles González, de la unidad de
psiquiatría del hospital de Bellvitge, en Barcelona, y que desde 1986 trata los
casos de ludopatía, considera que la diferencia esencial entre el juego -que está
mal visto en la sociedad-, y la Red, es que ésta 'cuenta con un enorme prestigio'
por el supuesto nivel económico, educacional y de conocimiento en las nuevas
tecnologías de sus usuarios. 'La gente no es consciente de su dependencia y se
resiste a venir'. De los 350 casos tratados en el año 2001 en Bellvitge, tres o cuatro
han sido por adicción a la Red. 'Existe una muestra escasa como para sacar
conclusiones médicas', añade. La doctora González también destaca el hecho de
que los adictos a la Red tienen además otras dependencias, y ciertos trastornos en
el comportamiento, aunque existen excepciones. 'Tuvimos un caso de una chica,
de veintipocos años, universitaria y sin problemas psíquicos aparentes. Comenzó
a hacer un uso enfermizo de los chat, abandonó sus relaciones con los amigos,
comenzó a perder sueño por las noches y dejó de acudir a la facultad por las
mañanas. Fue ella quien nos pidió ayuda y en pocas sesiones mejoró. El caso se
produce cuando esa conducta es el reflejo de un desequilibrio; lo que hay que
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tratar es la causa, no sólo el efecto'. Fernández Liria es de la misma opinión: 'El
enfermo se encuentra feliz; ha abierto una puerta y no es consciente de su
adicción. Son las familias las que dan el primer paso'.
'Sucedió lo mismo con el juego, en 1986', dice la doctora González, 'y creo que
ésta va a ser la pauta en Internet en el futuro'. El catedrático Echeburua recuerda
a dos pacientes que habían incorporado a su patología un tic nervioso: un
tamborileo de los dedos, como si teclearan un ordenador.
Personas solitarias, aisladas, de baja autoestima, con dificultades para establecer
relaciones, ansiosas, que esquivan el riesgo y que necesitan una recompensa
inmediata. Éste es le perfil psicológico de los que se quedan enganchados al chat
(conversación), el servicio más adictivo junto a los juegos interactivos. Afecta,
sobre todo, a los jóvenes con estudios, urbanos y con conocimientos de inglés.
www.elpais.com
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LA NUEVA LEY ANTI-TABACO
La ley prohíbe fumar también en el portal y el pasillo de los edificios
Sanidad afirma que el tabaquismo cuesta 8.781 millones a los empresarios - El
ministerio calcula que la norma ahorrará 90 millones al año a los hosteleros.
EMILIO DE BENITO - Madrid - 24/12/2010
La ley sobre el tabaco que va a entrar en vigor el 2 de enero ha incluido un
punto que ha pasado casi inadvertido, pero que es una vuelta de tuerca más
sobre la legislación anterior. Se trata de que la prohibición de fumar no se
restringe a todos los espacios públicos cerrados. En el apartado X del artículo 7,
que es el que establece dónde está prohibido fumar, se incorpora una novedad:
después de enumerar todas las posibilidades (bares, restaurantes, espacios
educativos, sanitarios, paradas de autobús, estaciones, aeropuertos... etcétera), se
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añade que la restricción es de aplicación "en todos los demás espacios cerrados
de uso público o colectivo".
Es la última palabra de esta formulación la que añade a las prohibiciones unos
espacios que hasta ahora no se encontraban incluidos. Según un documento
interno del Ministerio de Sanidad para explicar la nueva normativa, en un
apartado de preguntas más frecuentes, esta definición incluye "los pasillos,
escaleras y portales de comunidades de vecinos".
También se refiere a todas las zonas cerradas de las comunidades de vecinos
(zonas de juegos, zonas comunes, piscinas, clubes sociales) salvo que sean
"espacios al aire libre y que no estén acotadas como zonas infantiles". Es decir, los
vecinos no se podrán poner de acuerdo para que una sala de reuniones o que
utilicen para otras actividades sea para fumadores. Tampoco podrán encenderse
pitillos en el portal o en la escalera común. En los ascensores ya estaba prohibido.
En este documento, al que ha tenido acceso EL PAÍS y que podría considerarse
un argumentario, también se explican los beneficios económicos para el Estado y
las empresas de las prohibiciones de fumar.
En estas cuentas -que no se sabe cómo se han hecho, pero que se refieren a
trabajos varios publicados por personas ajenas al ministerio-, se cifra el perjuicio
del tabaquismo en las industrias en 8.781 millones de euros cada año, lo que
quiere decir que "cada trabajador que fuma en España cuesta a su empresa unos
1.700 euros al año", con datos de 2008.
Esta cifra se debe a tres aspectos: "Costes sanitarios directos atribuibles a la
patología asociada a la exposición al humo ambiental de tabaco", descenso de la
productividad por el tiempo empleado en "los descansos para fumar" y el
"absentismo laboral por patología asociada a la exposición al humo ambiental de
tabaco" y los "costes de limpieza y mantenimiento de los edificios (lugares de
trabajo)".
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En respuesta a las críticas de los hosteleros, que insisten en que la ley supondrá
unas perdidas del 10% de su facturación y de 70.000 puestos de trabajo, el
Ministerio de Sanidad insiste en que "numerosos estudios realizados en países
donde las leyes de control del tabaquismo entraron en vigor antes que en España
han demostrado que estas no han tenido efectos negativos sobre el sector
hostelero y en algún caso el efecto ha sido positivo". Y el documento va más allá,
y calcula que este sector sufre aún más los efectos del tabaquismo, "ya que al
coste que genera el consumo de tabaco de los trabajadores, hay que sumarle el
derivado del consumo de tabaco de los clientes".
Eso quiere decir que en 2008 "el coste económico del tabaquismo en el sector
hostelero, ascendió a 447,2 millones de euros". Esta cifra se obtiene de la suma de
tres partidas: 10,7 millones por el "absentismo laboral por enfermedades
relacionadas con el consumo de tabaco"; 319 millones por la "pérdida de
productividad por el consumo de tabaco en el lugar de trabajo", y otros 117,4
millones de "costes adicionales de limpieza, mantenimiento y conservación de
instalaciones".
Lógicamente, que no se fume un año no querré decir que todos estos costes se
vayan a suprimir de golpe (los trabajadores seguirán enfermando si fuman, sea
en casa o en horas de trabajo fuera de las instalaciones), pero Sanidad aventura
que ya en el primer año "la aplicación de la ley, supondrá al sector hostelero, un
ahorro de 90 millones de euros por los costes totales del tabaquismo (por la vía
de los costes evitados)".
El informe también recoge que el coste de las cinco enfermedades más frecuentes
asociadas al tabaquismo (enfermedad coronaria, enfermedad pulmonar
obstructiva crónica, asma, cáncer de pulmón y enfermedad cerebrovascular)
asciende a 7.695 millones de euros anuales.
No se hace mención a lo que se recauda en impuestos especiales (7.718 millones
en 2009) o en IVA (1.728,4 millones el año pasado), pero está claro que si se
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suman los costes a las empresas y al Estado, el balance es negativo, sin contar el
ahorro en vidas. Cada año, más de 50.000 personas mueren por el tabaco, de las
que "una cuarta parte (26,5%) son muertes prematuras, ocurridas antes de los 65
años".
Por eso una de las grandes ventajas de la futura ley es que se espera que el
descenso del tabaquismo sea de entre el 3% y el 4%. En cambio, Sanidad admite
que con una ley de prohibiciones parciales, como la actual, este descenso
difícilmente podría pasar del 2%.
www.elpais.com
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Conversación telefónica
1-Lee estos diálogos :
*A-¿Díga?
B-¿Está Carolina?
A-Sí , soy yo .
*A-¿Díga?
B-¿Está Mar?
A-Sí , ¿De parte de quién?
*A-¿Dígame?
B-¿La señora García , por
favor?
A-No , no está en este
momento .
¿De parte de quién?
B-Soy Pilar Nuñez .
A-¿Quieres dejarle un recado?
B-No , luego la llamo .
*A-Empresa Vabién , ¿Dígame?
B-¿Me pone con el departamento de Marketing ,
por favor?
A-Sí , un momento .
*A-¿Díga?
B-¿Está Claudia?
A-Sí , pero no puede ponerse . ¿Quién es?
B-Soy Eduardo.
A-¡Hola , Eduardo! Mira , Claudia está en la
ducha .
2- Lee estos diálogos y fíjate en la estructura :
A-Sí¿Dígame?
B-¡Hola ¡ Soy Ana ,
¿Está Carlos?
A-¿Dígame?
B-He llamado esta mañana , ¿Podría hablar con Carlos?
A-Claro , ahora se pone . Carlos para ti .
B-¡Hola , Carlos¡ Soy Ana .
C-¿Qué tal , Anita? ¿Cómo estás? Me alegro de oírte .
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A-Pues no , no está
en este momento. ¿Le
digo algo de tu parte?
B-Sí , por favor , que
le llamo esta noche .
A-Y yo a ti . Mira , te llamo para saber si quieres venir el
sábado
al concierto de Alejandro Sanz , para sacar las entradas
.
C-Claro que quiero .
A-Entonces , nos vemos el sábado antes del concierto , a las
9,30
C-Fenomenal , el sábado a las 9,30 .
3-Lee y responde a las preguntas :
Recepcionista : Hotel Regina , ¿Dígame?
Sonia : Buenas Tardes , ¿tienen
habitaciones libres para el
fin semana.
Recepcionista : ¿Cuántas? ¿Una doble?
Sonia : No , dos .
Recepcionista : Vamos a ver . Sí , no hay
problema . Viernes y sábado,¿No?
Sonia : Eso es . Perdone ,
¿las habitaciones
tienen aire acondicionado?
Recepcionista :Sí , claro , aire
acondicionado
televisión , teléfono …
Sonia : Ah , perfecto .
Recepcionista :¿A nombre de quién?
Sonia : De Sonia Carrasco .
Recepcionista : Hasta el viernes ,
entonces .
Sonia : Adiós , buenas tardes .
Di si es verdadero o falso :
1-Sonia reserva una habitación doble .
2-No hay problema en el hotel .
3-Las habitaciones no tienen aire
acondicionado .
4-Sonia se apellida Carrasco .
4-LLama a un amigo tuyo por teléfono para quedar con él en una cafeteria .
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Confesiones de un ex fumador
Hace año y medio dejé de fumar. Nunca imaginé que escribiría esa frase, pero
ahí está: Hace año y medio dejé de fumar. Nunca lo imaginé porque fumo desde
los 13 o 14 años y porque siempre he pensado que fumar estaba tan unido a mi
identidad como mis huellas digitales, porque era incapaz de imaginarme a mí
mismo sin fumar, porque yo me sentía un fumador nato que había nacido en un
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país de fumadores natos, un país donde todo el mundo fumaba a todas horas en
todas partes, y adonde nunca llegaría la campaña antitabaquista desencadenada
en el mundo desde los años ochenta. Pero me equivoqué, me equivoqué de
arriba abajo: la campaña antitabaquista llegó, los antaño victoriosos fumadores
patrios se baten en retirada convertidos en apestados mientras el Congreso se
apresta a debatir un endurecimiento de la ley antitabaco que prohibirá fumar en
todos los bares y restaurantes, y hace año y medio yo dejé de fumar.
“Llevaba toda la vida haciendo algo que no me gustabahacer y que nadie me obligaba
hacer”
¿Qué ha ocurrido? No lo sé; lo único que sé es lo que me ha ocurrido a mí. A
continuación paso a contarlo, no porque aspire a emular a los grandes narradores
del vicio del tabaco –de Svevo a Ribeyro–, sino porque mi experiencia es más
bien rara, tan rara que, hasta donde recuerdo, no se parece a la de ninguno de
ellos. De entrada diré que empecé a fumar por la misma razón por la que he
hecho la mayor parte de las cosas que he hecho en mi vida: por mi falta absoluta
de personalidad. Quiero decir que empecé a fumar porque en mi adolescencia
fumar era un rito de paso y no se podía ser un hombre de verdad si no se
fumaba; esta idiotez se complementaba con otra idiotez según la cual era
imposible ligar sin fumar, lo que me convirtió a mis 15 años en una verdadera
chimenea, por cierto sin el menor éxito. A partir de entonces mi vida de fumador
transcurrió durante un tiempo con placidez. Sin embargo, en la segunda mitad
de los ochenta, cuando empezaba en USA la campaña antitabaquista, tuve la
ocurrencia peregrina de mudarme a ese país; allí no gané para disgustos, hasta el
punto de que más de una noche me sorprendí aferrado a mi cigarrillo en medio
de una tormenta de nieve y a 15 grados bajo cero, a la puerta de una fiesta
universitaria, sufriendo con la mayor entereza posible que en el interior de la
casa los varones no fumadores disfrutaran sin escrúpulos de abundante
compañía femenina y de vino abundante. Así que no me quedó más remedio que
volver a España, donde todo por fortuna seguía como siempre. La alegría no
duró: justo entonces empezó lo peor. Tuve un hijo, y lo primero que le oí a su
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pediatra fue que el humo del tabaco era una de las causas de la llamada muerte
súbita de los bebés, cosa que me provocó tal ataque de ansiedad que solo volví a
fumar en mi casa exiliándome en el balcón; luego, conforme en España los
fumadores nos convertíamos poco a poco en apestados, mi hijo se hizo mayor y,
totalmente intoxicado por la campaña antitabaquista, empezó a acosarme. Su
argumento era único aunque demoledor: no entendía que su padre se metiese
entre pecho y espalda dos paquetes diarios de veneno; yo traté de defenderme,
pero, pese a que desplegué toda mi capacidad dialéctica, al final no tuve más
remedio que aceptar una evidencia: o estrangulaba a mi hijo y lo tiraba por el
balcón o dejaba de fumar. Mi falta de personalidad hizo el resto, y prometí dejar
de fumar cuando terminara el libro que estaba escribiendo. Convencido de que
no merecía la pena vivir sin fumar, postergué al máximo el final de mi trabajo,
pero cuando ya no pude quitar ni añadir una coma tuve que entregar el libro y
afrontar mi compromiso. Como no me sentía capaz de cumplirlo, pedí ayuda a
un brujo, que me mostró una foto espeluznante de los pulmones podridos de un
fumador y me hipnotizó. Fue entonces cuando ocurrió.
Lo que ocurrió no fue solo que aquel mismo día dejé de fumar sin sufrir lo más
mínimo y sin sentir desde entonces la más mínima nostalgia del tabaco; eso quizá
no sería tan raro: lo raro es que aquel mismo día comprendí con una claridad por
completo exenta de dudas que nunca me había gustado fumar y que no era yo
quien había estado fumando tabaco durante más de 30 años sino el tabaco quien
me había estado fumando a mí. Ya lo sé: no me creen; creen que esa afirmación
es una chifladura fanática de converso al antitabaquismo; creen que fue el brujo.
Pero no fue el brujo, porque, salvo en las películas de Woody Allen, los brujos ya
no embrujan; tampoco es el antitabaquismo, porque yo sigo pensando que todo
el mundo tiene derecho a envenenarse como le venga en gana, y que los
fumadores no son una excepción. Esto es lo que es: el descubrimiento perplejo de
que llevaba toda la vida haciendo algo que no me gustaba hacer y que nadie me
obligaba hacer, algo que era facilísimo dejar de hacer y que me estaba matando.
Desde entonces me pregunto a menudo cuántas cosas como esa sigo haciendo.
Por supuesto me respondo que, si algún día puedo contestar a esa pregunta, ya
será tarde.
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El niño, el amor y la libertad
Gladys Elizabeth Hernández de Bravo, directora y fundadora del John Dewey
School de Bogotá, señala la gran diferencia entre el amor y la libertad; elementos
base en la educación de los hijos.
Por: Gladys Elizabeth Hernández, directora y fundadora del
John Dewey School de Bogotá.
Los hijos necesitan amor, mucho amor. Decir esto es
repetir una cosa más que sabia. Y, sin embargo, nunca se
insistirá bastante en ello. Si, desde luego, todos los
padres quieren a sus hijos. Pero no basta quererles. Hace
falta que ellos se den cuenta de que se les quiere, que se sientan en todo caso
protegidos por el amor de sus padres.
Si no hemos sido amados en casa, en la niñez, llegaremos al mundo con un gran
deseo de amor insatisfecho y solo buscaremos la manera de satisfacerlo. Si hemos
sido amados, si en vez de faltarnos nos sobra amor, seremos capaces de dar a los
otros, de satisfacer, aunque sea una pequeña parte, de la gran sed de amor que
padece el mundo.
Pero conviene que los padres tengan una idea clara de la no incompatibilidad del
amor y la libertad. Amar a un hijo no significa tenerle siempre intervenido, sujeto,
privado de iniciativa propia y de libertad de acción. Los padres deben favorecer la
libertad de sus hijos y hasta provocarla si ellos no la solicitan.
Las golondrinas son un buen ejemplo: la madre cuida a los pequeños y los calienta
mientras el padre les busca el alimento. Pero en el momento en que los hijos llegan a
la edad de volar, la misma madre les empuja fuera del nido. De esta manera, si han
crecido fuertes abren las alas y gozan por primera vez el placer de sentirse
suspendidos en el aire. Y si alguno ha crecido débil, cae al suelo y allí queda
expuesto a infinitos peligros de muerte, de los que difícilmente conseguirá salvarse.
Nada ayuda tanto a la formación de una personalidad humana como la plena
sensación de libertad, de una libertad sin límites impuestos, en la que se es dueño y
responsable único de todas las acciones. Una libertad que se usa muy a gusto
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cuando se sabe que, en todo caso, en el refugio de la casa los padres se encontrarán
un amor sin trampa.
A continuación menciono siete herramientas para formar hijos sanos, la
combinación de estas herramientas proporciona lo que sus hijos necesitan, una sola
no surte el efecto deseado.
1. Un buen mensaje de amor, que llegue a través de actos, palabras, gestos o caricias.
Asegurase de que su hijo se sienta amado.
2. Una disciplina afectiva, que no es más que una serie de reglas que ayudan al niño
a entender que es correcto y que no.
3. Poner límites, saber decir “no” cuando sea necesario.
4. Una comunicación clara, que implica decir y hacer lo que se dice.
5. Averiguar cuál es la causa que motiva el comportamiento inadecuado del niño.
Un niño no se porta mal porque si.
6. Establecer metas a corto plazo, con los hijos nada funciona a largo plazo.
7. Ser paciente y tolerante, pero firme. Esta combinación es la clave del éxito.
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ARTEMIO RALLO: RETOS DE LA EDUCACION
EN LA ERA DIGITAL
el pais.com 13/10/2010
Cada vez con mayor frecuencia se suceden informaciones en las que los
protagonistas son los menores e Internet. A finales de 2009, investigadores de la
Universidad de Navarra concluyeron que el 88% de los menores entre 10 y 18
años son usuarios de Internet y hasta un 71% de los niños de seis a nueve
podrían también serlo. En 2010, el informe "Generación 2.0" ha elevado esta cifra
al 93 % para edades comprendidas entre los dos y los dieciocho años. Lo más
preocupante de estos datos no radica en la condición de internautas de menores,
que son nativos digitales, sino en el hecho de que el primer contacto con este
medio se realiza a través de amigos, con desconocimiento de padres o
educadores y, lo que es más grave, con ignorancia de las consecuencias sobre la
propia identidad digital. Si a ello añadimos que mayoritariamente se usan
servicios como las redes sociales y que casi un 7% de los menores acepta como
amigos a desconocidos, el escenario que se dibuja es realmente preocupante.
21
No se trata de demonizar a Internet. La red de redes ha transformado
profundamente la sociedad en la que vivimos. Es indiscutible que, gracias a los
recursos disponibles en Internet, la circulación de información, ideas y
conocimientos enriquece nuestra sociedad y el potencial educativo, formativo y
socializador del medio es incuestionable. Pero hay que tener presente que
Internet no solo ofrece oportunidades, también tiene riesgos que hay que saber
evitar.
Sin embargo, este fenómeno se desarrolla en una sociedad que carece de cultura
digital. Una gran parte de la población, incluidos muchos de los usuarios
habituales de Internet son analfabetos funcionales, respecto del funcionamiento
real de los servicios de la Red.
En primer lugar, se aprecia una absoluta falta de cultura sobre control de la
información personal. Los usuarios tienden a pensar que en Internet todo es
gratis y a aceptar sin dudar cuantas condiciones les impone el proveedor de
servicios. Con esta actitud el usuario desprecia absolutamente el valor que para
él posee su información personal y suele configurar sus espacios de Internet
permitiendo un acceso abierto. Paradójicamente, mientras en el mundo físico
exigimos cada vez mayores medidas de seguridad, en Internet no le concedemos
ningún valor. Esta situación se agrava en el caso de los menores que, por
naturaleza, adoptan una actitud confiada y curiosa ante todo lo que les rodea y
tienden a compartir información sensible sin filtro alguno.
A esta carencia se une la falta de conciencia del respeto que se debe a los otros, al
resto de personas con las que nos relacionamos. Así, por ejemplo, se publican,
cuelgan, etiquetan y comentan fotografías de otras personas sin su
consentimiento y sin su conocimiento. No importa si son o no adecuadas, no
importa si pueden afectar a la imagen pública o a las oportunidades laborales
futuras del menor o adolescente. Basta con que sean "divertidas".
En un contexto así, no se es consciente de que el acceso a datos personales
constituye, en muchas ocasiones, el primer paso de una cadena que puede
conducir a graves violaciones de la intimidad y de la integridad psíquica, e
incluso física, del menor.
El Derecho ofrece respuestas ante estos fenómenos tanto en el ámbito de la
protección de datos personales como en el de la legislación relativa a la
protección del menor. A través de las Agencias de Protección de Datos se
constatan, día a día, graves carencias en nuestra sociedad. Las Agencias de
Protección de Datos españolas han desarrollado una intensa actividad en su
ámbito de competencia. Se ha tratado de fomentar la conciencia social mediante
la elaboración de guías prácticas y de producciones multimedia, impulsando
estudios, proporcionando documentación en entornos educativos e incluso a
través de planes de voluntariado. Cuando ha procedido se han aplicado los
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mecanismos de sanción que la legislación ofrece. Asimismo, en los últimos años
se ha señalado la importancia del fenómeno ante los órganos legislativos y las
autoridades educativas.
También la sociedad civil ha participado intensamente en esta reivindicación de
la privacidad y la seguridad de los menores y, afortunadamente, comienza a
apreciarse el nacimiento de una cierta inquietud en nuestra sociedad. En
particular, hemos asistido en los últimos meses, a movimientos de los usuarios
de las redes sociales reivindicando su privacidad.
No obstante, todas estas iniciativas resultan manifiestamente insuficientes. Ha
llegado el momento del compromiso, no se trata de prohibir, ni de generar miedo
y desconfianza, se trata de educar y de enseñar desde el sistema educativo. La
cultura de la privacidad y de la seguridad en Internet debe ser promovida desde
la educación primaria, al menos desde los nueve años de edad, mediante la
inclusión en los planes de estudio de elementos de protección de datos y la
creación de herramientas educativas ad hoc, en las que se aprenda a comunicarse
con seguridad e independencia. Para ello, las autoridades educativas deben
abordar el reto de formar a los profesores a través de planes de formación
continuada. Las universidades no pueden formar psicólogos, pedagogos o
maestros sin competencias básicas en este ámbito. En todos los niveles debe
superarse la idea de la enseñanza de informática entendida como manejo de un
ordenador y de distintos programas para integrar en los currículos académicos
módulos con un contenido estructurado y comprensivo de todos los aspectos
básicos de protección de datos y de seguridad.
Internet, como la seguridad vial o la salud, forma parte la vida cotidiana de
nuestros menores. Ha llegado pues el momento de formar en una cultura de uso
positivo de Internet que debe comenzar por aprender cómo controlar nuestra
privacidad en la Red. Es por ello que, ante la incorporación a las aulas en estas
fechas de millones de alumnos en nuestro país, resulta necesario poner de
manifiesto que esta materia ineludiblemente debe incorporarse a los planes de
estudio, incluyendo un aprendizaje que ponga en valor el uso de la información
personal.
En esta línea ya están trabajando las autoridades educativas de países como
Alemania para impartir una asignatura sobre privacidad en la que se enseñe a los
jóvenes cómo manejar su identidad digital en la red. También habrá que abordar
la formación de padres, madres y personas adultas. No olvidemos que está en
juego la seguridad de nuestros hijos.
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CONFESIONES DE UN EX FUMADOR
JAVIER CERCAS PALOS DE CIEGO
Pais semanal , 17 / 10 / 2010
Hace año y medio dejé de fumar. Nunca imaginé que escribiría esa frase, pero
ahí está: Hace año y medio dejé de fumar. Nunca lo imaginé porque fumo desde
los 13 o 14 años y porque siempre he pensado que fumar estaba tan unido a mi
identidad como mis huellas digitales, porque era incapaz de imaginarme a mí
mismo sin fumar, porque yo me sentía un fumador nato que había nacido en un
país de fumadores natos, un país donde todo el mundo fumaba a todas horas en
todas partes, y adonde nunca llegaría la campaña antitabaquista desencadenada
en el mundo desde los años ochenta. Pero me equivoqué, me equivoqué de
arriba abajo: la campaña antitabaquista llegó, los antaño victoriosos fumadores
patrios se baten en retirada convertidos en apestados mientras el Congreso se
apresta a debatir un endurecimiento de la ley antitabaco que prohibirá fumar en
todos los bares y restaurantes, y hace año y medio yo dejé de fumar.
“Llevaba toda la vida haciendo algo que no me gustabahacer y que nadie me
obligaba hacer”
¿Qué ha ocurrido? No lo sé; lo único que sé es lo que me ha ocurrido a mí. A
continuación paso a contarlo, no porque aspire a emular a los grandes narradores
del vicio del tabaco –de Svevo a Ribeyro–, sino porque mi experiencia es más
bien rara, tan rara que, hasta donde recuerdo, no se parece a la de ninguno de
ellos. De entrada diré que empecé a fumar por la misma razón por la que he
hecho la mayor parte de las cosas que he hecho en mi vida: por mi falta absoluta
de personalidad. Quiero decir que empecé a fumar porque en mi adolescencia
fumar era un rito de paso y no se podía ser un hombre de verdad si no se
fumaba; esta idiotez se complementaba con otra idiotez según la cual era
imposible ligar sin fumar, lo que me convirtió a mis 15 años en una verdadera
chimenea, por cierto sin el menor éxito. A partir de entonces mi vida de fumador
transcurrió durante un tiempo con placidez. Sin embargo, en la segunda mitad
de los ochenta, cuando empezaba en USA la campaña antitabaquista, tuve la
ocurrencia peregrina de mudarme a ese país; allí no gané para disgustos, hasta el
punto de que más de una noche me sorprendí aferrado a mi cigarrillo en medio
de una tormenta de nieve y a 15 grados bajo cero, a la puerta de una fiesta
universitaria, sufriendo con la mayor entereza posible que en el interior de la
casa los varones no fumadores disfrutaran sin escrúpulos de abundante
compañía femenina y de vino abundante. Así que no me quedó más remedio que
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volver a España, donde todo por fortuna seguía como siempre. La alegría no
duró: justo entonces empezó lo peor. Tuve un hijo, y lo primero que le oí a su
pediatra fue que el humo del tabaco era una de las causas de la llamada muerte
súbita de los bebés, cosa que me provocó tal ataque de ansiedad que solo volví a
fumar en mi casa exiliándome en el balcón; luego, conforme en España los
fumadores nos convertíamos poco a poco en apestados, mi hijo se hizo mayor y,
totalmente intoxicado por la campaña antitabaquista, empezó a acosarme. Su
argumento era único aunque demoledor: no entendía que su padre se metiese
entre pecho y espalda dos paquetes diarios de veneno; yo traté de defenderme,
pero, pese a que desplegué toda mi capacidad dialéctica, al final no tuve más
remedio que aceptar una evidencia: o estrangulaba a mi hijo y lo tiraba por el
balcón o dejaba de fumar. Mi falta de personalidad hizo el resto, y prometí dejar
de fumar cuando terminara el libro que estaba escribiendo. Convencido de que
no merecía la pena vivir sin fumar, postergué al máximo el final de mi trabajo,
pero cuando ya no pude quitar ni añadir una coma tuve que entregar el libro y
afrontar mi compromiso. Como no me sentía capaz de cumplirlo, pedí ayuda a
un brujo, que me mostró una foto espeluznante de los pulmones podridos de un
fumador y me hipnotizó. Fue entonces cuando ocurrió.
Lo que ocurrió no fue solo que aquel mismo día dejé de fumar sin sufrir lo más
mínimo y sin sentir desde entonces la más mínima nostalgia del tabaco; eso quizá
no sería tan raro: lo raro es que aquel mismo día comprendí con una claridad por
completo exenta de dudas que nunca me había gustado fumar y que no era yo
quien había estado fumando tabaco durante más de 30 años sino el tabaco quien
me había estado fumando a mí. Ya lo sé: no me creen; creen que esa afirmación
es una chifladura fanática de converso al antitabaquismo; creen que fue el brujo.
Pero no fue el brujo, porque, salvo en las películas de Woody Allen, los brujos ya
no embrujan; tampoco es el antitabaquismo, porque yo sigo pensando que todo
el mundo tiene derecho a envenenarse como le venga en gana, y que los
fumadores no son una excepción. Esto es lo que es: el descubrimiento perplejo de
que llevaba toda la vida haciendo algo que no me gustaba hacer y que nadie me
obligaba hacer, algo que era facilísimo dejar de hacer y que me estaba matando.
Desde entonces me pregunto a menudo cuántas cosas como esa sigo haciendo.
Por supuesto me respondo que, si algún día puedo contestar a esa pregunta, ya
será tarde.